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INTRODUCCIÓN
B. BIBLIOGRAFÍA
FRANCISCO, Exhortación Apostólica Gaudete et exsultate. Sobre el llamado a la santidad en el
mundo actual, 19-III-2018
El resto de la bibliografía se comentará en las sesiones de la Optativa.
I. PRESENTACIÓN
1. INFORMACIÓN
El lunes 9 de abril de 2018, a las 12.15 horas, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede en la
Ciudad del Vaticano, tuvo lugar la presentación de la Exhortación Apostólica del Santo Padre
Francisco “Gaudete et Exsultate”, sobre la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo. En la
presentación intervinieron Mons. Angelo De Donatis, Vicario General de Su Santidad para la
Diócesis de Roma; Gianni Valente, periodista; Paola Bignardi, Acción Católica
2. VÍDEOS
a) Presentación oficial: https://www.youtube.com/watch?v=Zg_xCkf82zA
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CICLO INSTITUCIONAL O GRADO
1. SIGNIFICADO ETIMOLÓGICO
Del latín sanctus; griego ἁγίος hagíos, hebreo qadoš 'elegido por Dios' o bien 'diferenciado',
'distinguido'.
2. SIGNIFICADO SEMÁNTICO
16 acepciones: Yo subrayo como sinónimos (1ª y 7ª); santidad objetiva (2ª, 4ª, 5ª, 6ª) y
subjetiva (3º):
1. adj. Perfecto y libre de toda culpa.
2. adj. En el mundo cristiano, dicho de una persona: Declarada santa por la Iglesia, que manda que se le
dé culto universalmente. U. t. c. s.
3. adj. Dicho de una persona: De especial virtud y ejemplo. U. t. c. s.
4. adj. Dicho de una cosa: Que está especialmente dedicada o consagrada a Dios.
5. adj. Dicho de una cosa: Que es venerable por algún motivo de religión.
6. adj. Dicho de un día: Dedicado por la Iglesia a celebrar una festividad religiosa, o que forma parte de
los de la Semana Santa, que sigue al Domingo deRamos.
7. adj. Sagrado, inviolable.
8. adj. Dicho de algo: Que resulta especialmente provechoso. Nos libramos por santa casualidad.
9. adj. Dicho de una cosa: Que tiene singular virtud para la curación de algunas enfermedades. Hierba s
anta. Medicina santa.
10. adj. U. por la Iglesia católica como calificativo aplicado a sí misma.
11. adj. U. para encarecer el significado de algunos nombres. Hizo su santa voluntad, su santo gusto o c
apricho. Se echó en el santo suelo. Esperó todo elsanto día. U. t. en sup. La santísima voluntad.
12. m. y f. Imagen de un santo.
13. m. y f. coloq. esposo (‖ persona casada).
14. m. Onomástica de una persona.
15. m. coloq. estampa (‖ dibujo que ilustra una publicación). U. m. en
pl. Vamos a mirar si este libro tiene santos.
16. m. Mil. Nombre de santo que, con la seña, servía para reconocer fuerzas como amigas o enemigas.
III. MAGISTERIO
1. CONCILIO VATICANO II
a) Teología Moral
Exposición. La renovación de la Teología Moral como disciplina teológica adquiere un
nuevo estatus en el Concilio Vaticano II. En efecto, encontramos una serie de claves metodológicas
de dicha renovación a la luz del decreto del Concilio Vaticano II sobre la formación sacerdotal
Optatam totius, promulgado el 28 de octubre de 1965. Concretamente, en el número 16, que forma
parte del capítulo V titulado: “Revisión de los estudios eclesiásticos”, sostiene que: “Debe prestarse
una atención especial a que se perfeccione la Teología Moral; su exposición científica, alimentada
en mayor grado con la doctrina de la Sagrada Escritura, ha de iluminar la excelencia de la
vocación de los fieles en Cristo y su obligación de producir frutos en el amor para la vida del
mundo” (OT 16 en BAC 2000 2ª ed.).
Análisis. Fin de la Teología Moral: "Ilustre la grandeza de la vocación de los fieles en Cristo, y
su obligación de producir fruto para la vida del mundo en la caridad":
Educativo: "Ilustre" (“illustret expositio”) significa mostrar, indicar, orientar, educar. Por tanto,
no se trata de soluciones prefabricadas (algo hecho, cerrado), sino que da orientaciones (se va
haciendo, abierto). Tampoco se trata de una imposición a través de la fuerza coercitiva o penal,
más propia del derecho.
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CICLO INSTITUCIONAL O GRADO
b) Santidad: El título del capítulo V de la Constitución Lumen Gentium es “La vocación universal
a la santidad en la Iglesia”: nn. 39-42:
Vocación a la santidad: n. 39
Jesús, modelo de toda perfección: n. 40
La santidad en los diversos estados: n. 41
Los consejos evangélicos: n. 42
a) Introducción: “No es de esperar aquí un tratado sobre la santidad, con tantas definiciones y
distinciones que podrían enriquecer este importante tema, o con análisis que podrían hacerse acerca
de los medios de santificación. Mi humilde objetivo es hacer resonar una vez más el llamado a la
santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades.
Porque a cada uno de nosotros el Señor nos eligió «para que fuésemos santos e irreprochables ante
él por el amor» (Ef 1,4)” (n. 2).
b) Capítulo I: “Lo que quisiera recordar con esta Exhortación es sobre todo el llamado a la
santidad que el Señor hace a cada uno de nosotros, ese llamado que te dirige también a ti: «Sed
santos, porque yo soy santo» (Lv 11,45; cf. 1 P 1,16). El Concilio Vaticano II lo destacó con fuerza:
«Todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan
poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección
de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre» (Const. dogm. Lumen gentium, sobre la
Iglesia, 11) (n.10).
«Cada uno por su camino», dice el Concilio. Entonces, no se trata de desalentarse cuando
uno contempla modelos de santidad que le parecen inalcanzables. Hay testimonios que son útiles
para estimularnos y motivarnos, pero no para que tratemos de copiarlos, porque eso hasta podría
alejarnos del camino único y diferente que el Señor tiene para nosotros. Lo que interesa es que cada
creyente discierna su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que
Dios ha puesto en él (cf. 1 Co 12, 7), y no que se desgaste intentando imitar algo que no ha sido
pensado para él. Todos estamos llamados a ser testigos, pero «existen muchas formas existenciales
de testimonio»[11]. De hecho, cuando el gran místico san Juan de la Cruz escribía su Cántico
Espiritual, prefería evitar reglas fijas para todos y explicaba que sus versos estaban escritos para que
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CICLO INSTITUCIONAL O GRADO
cada uno los aproveche «según su modo»[12]. Porque la vida divina se comunica «a unos en una
manera y a otros en otra» (n. 11.)
c) Conclusión: “Espero que estas páginas sean útiles para que toda la Iglesia se dedique a promover
el deseo de la santidad. Pidamos que el Espíritu Santo infunda en nosotros un intenso anhelo de ser
santos para la mayor gloria de Dios y alentémonos unos a otros en este intento. Así compartiremos
una felicidad que el mundo no nos podrá quitar” (n. 177).
IV. TEOLOGÍA
La santidad tiene un componente ontológico (objetivo, con relación al ser, resultado de un
proceso: “ser santo”) y otro moral (subjetivo, con relación al hacer, en fase de proceso o realización:
“santificarse”).
1. TEOLOGÍA DOGMÁTICA
En base a la voz de “santidad” en dos diccionarios:
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CICLO INSTITUCIONAL O GRADO
O’COLLINS G.; FARRUGIA E.G., Diccionario abreviado de teología, Ed. Verbo Divino, Estella
(Navarra) 20002).
2. TEOLOGÍA MORAL
“En Teología Moral, santidad es sinónimo de perfección, y ésta, a su vez, es coincidente con
el intento serio de comportarse moralmente, de acuerdo y en coherencia con los principios del
mensaje moral predicado por Jesús. En una palabra, vida moral y santidad de vida se identifican.
[…] El cristiano debe cumplir las exigencias proclamadas por Jesús: «Sed perfectos como mi Padre
celestial es perfecto» (Mt 5, 48)” (FERNÁNDEZ, AURELIO, Diccionario de Teología Moral, Monte
Carmelo, Burgos 2005, p. 1214).
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CICLO INSTITUCIONAL O GRADO
I. INTRODUCCIÓN
En su primera carta, San Pedro se dirige a los cristianos de Asia Menor asegurándoles
alcanzar “la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas” (1Pe 1, 9) en referencia a
Jesucristo. Al hablar de una “meta” nos introduce en la imagen de un camino, que tiene como punto
de partida la “fe” y como punto de llegada la “salvación”.
¿En qué sentido podemos hablar de santidad objetiva y subjetiva, ontológica y moral
propiamente dicha? Como ya hemos visto anteriormente, la teología nos ayuda a comprender que la
santidad tiene un componente ontológico (objetivo, con relación al ser, resultado de un proceso:
“ser santo”) y otro moral (subjetivo, con relación al hacer, en fase de proceso o realización:
“santificarse”).
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CICLO INSTITUCIONAL O GRADO
bueno o malo, amar u odiar, crecer o retroceder, construirse o hacerse daño. Lo hace libre y
responsable de sí mismo. Nadie le puede sustituir en esa tarea.
Jesucristo muerto y resucitado. En este sentido, el Concilio Vaticano II explicó que «hay un
orden o “jerarquía” en las verdades en la doctrina católica, por ser diversa su conexión con el
fundamento de la fe cristiana». Esto vale tanto para los dogmas de fe como para el conjunto de
las enseñanzas de la Iglesia, e incluso para la enseñanza moral. Santo Tomás de Aquino
enseñaba que en el mensaje moral de la Iglesia también hay una jerarquía, en las virtudes y en
los actos que de ellas proceden. Allí lo que cuenta es ante todo «la fe que se hace activa por la
caridad» (Ga 5,6). Las obras de amor al prójimo son la manifestación externa más perfecta de la
gracia interior del Espíritu: «La principalidad de la ley nueva está en la gracia del Espíritu
Santo, que se manifiesta en la fe que obra por el amor»” (EG 36-37)1. Por tanto, la conversión
es fruto de un artista y se realiza con trazo fino.
V. CONCLUSIÓN
En conclusión, el encuentro con Jesús por la fe nos lleva a distinguir tres grupos de personas
en nuestro camino hacia la salvación que Él nos ofrece. Por un lado, nos encontramos con los
santos. Son aquellos que tienen experiencia de la victoria de Dios en sus vidas. Algunos están en el
cielo, otros todavía viven entre nosotros. Se trata de un grupo más bien minoritario. Por otra parte,
se encuentran los pecadores amados. Pertenecen a la Iglesia militante porque participan del combate
de la fe. Son aquellos que tienen experiencia de caerse, vencidos por su debilidad y heridas, pero al
mismo tiempo de ser levantados y sanados por el amor y la gracia de Dios, que es misericordioso y
fiel. Seguramente se trata de un grupo que afecta a la mayoría de personas. Por último, también se
encuentran los corruptos. Son aquellos que estando en este mundo son vencidos por el mal dejando
de combatir, sin levantarse tras las caídas, dando poder y arraigando en ellos el Malo. Quizás no
constituya un grupo grande de personas pero tienen mucha capacidad de hacer daño. En efecto, el
Papa Francisco defiende que “la corrupción espiritual es peor que la caída de un pecador, porque se
trata de una ceguera cómoda y autosuficiente donde todo termina pareciendo lícito: el engaño, la
calumnia, el egoísmo y tantas formas sutiles de autorreferencialidad, ya que «el mismo Satanás se
disfraza de ángel de luz» (2 Co 11,14)” (GE 165).
Contra todo lo que nos aparta del camino de Dios y del bien “el desarrollo de lo bueno, la
maduración espiritual y el crecimiento del amor son el mejor contrapeso ante el mal. […] «El
triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que
se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal»” (GE 163).
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Francisco, Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium. Sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, 24-XI-
2013.
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CICLO INSTITUCIONAL O GRADO
I. INTRODUCCIÓN
Antes de abordar el comportamiento moralmente maduro, es conveniente que nos
preguntemos: ¿Qué significa comportamiento moral de una persona creyente? ¿Qué estamos
queriendo decir cuando hablamos de la vida moral en Cristo de un discípulo o consagrado suyo? En
definitiva, ¿en qué consiste la moral cristiana? El Papa Francisco nos ofrece su propia explicación
con la gran sencillez que le caracteriza: “La moral cristiana no es el esfuerzo titánico, voluntarista,
de quien decide ser coherente y lo logra, un tipo de desafío solitario ante el mundo. No. Esta no es
la moral cristiana, es otra cosa. La moral cristiana es respuesta, es la respuesta conmovida ante una
misericordia sorprendente, imprevisible, inclusive ‘injusta', según los criterios humanos, de Uno
que me conoce, que conoce mis traiciones y me quiere lo mismo, me estima, me abraza, me vuelve
a llamar, espera en mí, se espera algo de mí. La moral cristiana no es no caer nunca, sino levantarse
siempre, gracias a su mano que nos toma”2.
Es decir, la vida o comportamiento moral que cada uno realiza de hecho, o que está llamado
a realizar como meta, constituye su particular respuesta ante la iniciativa gratuita y misericordiosa
de Dios. La clave principal de la moral cristiana es la persona humana y la relación que establece
con Dios, que nos lo ha dado todo: la vida, la libertad, la fe, la salvación y una misión especial.
Efectivamente, el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, distinguiéndose de este
modo del resto de la creación (cf. Gén 1, 26; CEC, n. 1700). Dios nos ama y valora por nosotros
mismos, sea cual sea nuestra condición física, moral y espiritual: siendo hombres o mujeres,
teniendo una personalidad u otra, estando sanos o enfermos, siendo ricos o pobres, perteneciendo a
esta cultura o a aquella otra, siendo más o menos inteligente, teniendo estas virtudes o aquellos
pecados, viviendo con unas determinadas creencias u otras. Como dice el Papa Francisco en la
Evangelii Gaudium, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, el primer documento que
nos dirigió al inicio de su pontificado, Dios nos primerea haciéndonos sentir únicos, amados total y
gratuitamente: “La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha
primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10)” (EG 24)3. Y es que como San Pablo se pregunta en una de
sus cartas: “¿Tienes algo que no hayas recibido?” (1Cor 4, 7).
Ahora bien, las personas pueden responder a Dios con su libertad de distintos modos,
principalmente de tres. Por un lado, el hombre vive rechazando o siendo indiferente la iniciativa
divina y su voluntad como si Él no existiera, no nos amara y no tuviera un proyecto pensado para
nosotros. Por otro lado, también puede vivir inmerso en un proceso de conversión y coherencia
constante y progresiva de unión con el Señor. Por último, las personas pueden vivir dando una
respuesta mediocre de quien deseando ser fiel pero finalmente termina enredado en una especie de
doble vida. Según sea la respuesta personal de cada uno a Dios, ello afectará directamente a la
relación con uno mismo, con los demás y hasta con las cosas.
Menos mal que el hombre no está sólo ante su libertad que le permite responder de distintos
modos a Dios. También puede contar siempre con su gracia. Así nos lo recuerda explícitamente San
Juan Pablo II en su encíclica Veritatis Splendor, sobre sobre algunas cuestiones fundamentales de la
enseñanza moral de la Iglesia: Ciertamente se trata de “un camino todavía incierto y frágil mientras
estemos en la tierra, pero que la gracia hace posible al darnos la plena «libertad de los hijos de
2
FRANCISCO, Discurso a los miembros de Comunión y liberación, 07-III-2015.
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FRANCISCO, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, 24-XI-
2013.
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CICLO INSTITUCIONAL O GRADO
Dios» (cf. Rom 8, 21) y, consiguientemente, la capacidad de poder responder con nuestra vida
moral a la sublime vocación de ser «hijos en el Hijo»” (VS 18)4.
Por todo ello, la pregunta que invito a haceros en esta optativa tiene como cuestión de fondo
la madurez o crecimiento moral de la persona humana que conduce a la perfección. ¿En qué
consiste y cómo podemos adquirirla? ¿Cuáles son sus principales obstáculos o heridas? ¿Cómo
acompañar y ayudar a las personas en ese proceso?
4
Juan Pablo II, Carta Encíclica Veritatis Splendor. Sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de
la Iglesia, 06-VIII-1993.
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CICLO INSTITUCIONAL O GRADO
5
Juan Pablo II, Carta Encíclica Veritatis Splendor. Sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de
la Iglesia, 06-VIII-1993.
6
BENEDICTO XVI, Carta enc. Deus Caritas est (25-XII-2005), n. 1: AAS 98 (2006), 217.
7
La experiencia de fe que comienza con un encuentro interpersonal entre el Señor y cada hombre, incluye también un
cambio de orientación de la propia vida: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por
el encuentro con un acontecimiento, con una Persona que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación
decisiva” (BENEDICTO XVI, Carta enc. Deus Caritas est (25-XII-2005), n. 1: AAS 98 (2006), 217).
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CICLO INSTITUCIONAL O GRADO
egocentrismo o su amor propio. Son depredadores como los lobos y tejen relaciones como las
arañas.
Esta distinción es muy importante para comprender cómo casarse por la Iglesia, ser
consagrado, o haber sido ordenado sacerdote no es suficiente para presuponer que en todos los
casos se da necesariamente una opción fundamental de fe y caridad. Por desgracia, a veces, lo peor
de cada uno se va conociendo una vez se han adquirido opciones de vida que están llamadas a ser
estables e irreversibles.
8
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA. Nueva edición conforme al texto latino oficial, 15-VIII-1997, Asociación de
Editores del Catecismo, Bilbao 1999.
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CICLO INSTITUCIONAL O GRADO
podemos denominar libertad responsable. Cuando está herida y se utiliza mal, la calificamos de
libertad de elección.
La libertad responsable está unida a la verdad, pues como sostiene Jesucristo “la verdad os
hará libres” (Jn 8, 32). Presupone la dimensión social de la persona y, por tanto, la necesidad de un
encuentro interpersonal con Dios y con los demás para su verdadero ejercicio. Es concebida
principalmente como un deber interno que nace del corazón. El objetivo principal es elegir la mejor
opción entre las posibles, la más acertada y verdadera, sin dejar de luchar por ello por un mundo
más justo en derechos humanos, mejoras técnicas, jurídicas y sociales. En consecuencia, es
necesario liberarse de todo aquello que le oprime, como la vivencia desordenada o descontrolada de
instintos, sentimientos, temores y deseos, apegos, ideas, deberes, personas, cosas... debido al dolor-
placer que producen, para encaminarse hacia su superación y plenitud. Esta libertad conduce al
hombre al amor verdadero, a la paz y a la felicidad.
La libertad de elección está desvinculada de la verdad, dando lugar a la arbitrariedad y al
relativismo. Presupone una concepción individualista de la persona, considerada sólo en relación a
ella y capaz de cumplir su proyecto desde sí misma, sin necesidad de un verdadero encuentro
interpersonal con el otro. Es concebida principalmente como un derecho que ha de ser respetado
jurídicamente por los demás. El objetivo principal es poder decidir sobre el mayor número de
opciones. El único límite es el respeto a la libertad del otro con sus derechos y al pacto social
basado en un código de normas que hace posible la convivencia. En este sentido, simplemente, la
libertad de cada uno termina donde comienza la libertad del otro. Está libertad conduce al hombre a
la mera justicia, a la confrontación y a la insatisfacción.
Para comprender la importancia actual de la distinción entre libertad responsable y libertad
de elección nos podemos referir, por ejemplo, a la educación, que se vive como una verdadera
emergencia en nuestros días. Sin embargo, en el mundo de hoy el arte de educar a los más jóvenes
en la familia, en la escuela, en la sociedad o en la Iglesia se está convirtiendo en algo
verdaderamente arduo y difícil. Ello es debido a la confusión de las ideas, a la complejidad de las
elecciones y a la falta de verdaderos puntos de referencia morales. Por eso, no se trata sólo de
respetar la libertad de elección enseñándoles muchos contenidos, mostrándoles las diversas
posibilidades en las principales cuestiones o formándoles en técnicas útiles para la vida. Quizá hoy
esto sea más fácil que nunca. Más bien, se trata sobre todo de enseñar a distinguir lo mejor y a
elegir lo más adecuado en el mercado de ideas y conductas tan plural en el que vivimos. Ello exige
formarles y capacitarles en vivir la libertad de responsabilidad. De lo contrario el ambiente tóxico
en el que vivimos hace estragos en los más vulnerables, como está ocurriendo, por ejemplo, en el
mundo de la comunicación y de la sexualidad.
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Cf. CEC 1780; SANTO TOMÁS, De veritate, La sindéresis.
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CICLO INSTITUCIONAL O GRADO
sostiene San Juan Pablo II en su encíclica Veritatis Splendor, con “dos actitudes diferentes”: “una
conciencia penitente” o “una conciencia como satisfecha se sí misma” (VS 104)10.
La conciencia penitente “es plenamente consciente de la fragilidad de la propia naturaleza y
ve en las propias faltas, cualesquiera que sean las justificaciones subjetivas, una confirmación del
propio ser necesitado de redención” (VS 104). El hombre que posee una conciencia penitente
reconoce su necesidad de conversión debido a que se conoce en su debilidad, sabe en qué consiste
su pecado y reconoce cuál es su responsabilidad. Por todo ello, se acoge a la misericordia de Dios y
se encamina hacia la plenitud y salvación que le ofrece, sin falsos autoengaños ni
autojustificaciones. Ello tiene como consecuencia que su autonomía personal es verdadera y justa
pues le permite ejercer el libre arbitrio abierto a la acción de la gracia que Dios le ofrece. De este
modo se deja iluminar la razón por las leyes o normas morales y fortalecer la voluntad por las
virtudes que desea practicar. Por último, todo ello le ayuda a asumir, orientar, elevar y ordenar las
pasiones y sentimientos hacia el verdadero bien.
La conciencia satisfecha de sí misma, “cree que puede observar la ley sin la ayuda de la
gracia y está convencida de no necesitar la misericordia” de Dios (VS 104). El hombre que posee
una conciencia satisfecha de sí misma no siente la necesidad de convertirse debido a que no sabe lo
débil que es ni asume la responsabilidad de su pecado. Por todo ello, se resiste a la misericordia de
Dios y se justifica en sus errores y autoengaños produciendo en él un progresivo deterioro personal
hasta su degradación. Ello tiene como consecuencia que su autonomía personal es falsa e injusta
pues le lleva a vivir el libre arbitrio como autosuficiencia que le cierra a la acción de la gracia que
Dios le ofrece. De este modo, su razón queda ofuscada para comprender y vivir las leyes o normas
morales y su voluntad queda debilitada practicando los vicios que dañan su alma y su existencia.
Por último, todo ello le impulsa a vivir de modo desordenado y descontrolado la afectividad que lo
conduce hacia su propio mal.
Para caer en la cuenta de la importancia de la distinción entre conciencia penitente y
satisfecha de sí misma podemos referirnos al reconocimiento del derecho a la libertad de conciencia
y la libertad religiosa. No cabe duda que en el mundo actual se vive como una conquista de la
civilización occidental. Es cierto que los estados de las naciones europeas no siempre respetan estos
derechos promoviendo en ocasiones por un laicismo beligerante. Pero también es cierto que el
ciudadano europeo que ha sido protegido por estos derechos no siempre los ha ejercido
correctamente. Ello se debe a que en un mundo superficial como el nuestro se invoca la conciencia
simplemente como una opinión, una decisión o un sentimiento pero no como una convicción que
implica a toda la persona después de un profundo proceso de búsqueda y discernimiento personal.
IV. CONCLUSIÓN
La exposición que acabo de realizar sobre la santidad entendida como comportamiento
moralmente maduro de una persona creyente ha señalado algunas heridas que lo ponen en un serio
peligro y dificultad.
Por eso quiero concluir mis palabras invitándoos a que nos preguntemos: ¿Es posible al
hombre emprender y avanzar verdaderamente en el camino de la madurez moral? Tres afirmaciones
nos llenan de esperanza:
1ª El hombre queda afectado por su pecado y por sus heridas en “todo” (“totus”) su ser pero no
“totalmente” (“totaliter”) en su raíz. Si la libertad del hombre quedara determinada, condicionada o
dañada totalmente en su raíz y no simplemente influenciada por factores externos (sociales,
culturales...) o internos (genéticos, psicológicos, religiosos, morales...), quedaría anulada y ni el
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Juan Pablo II, Carta Encíclica Veritatis Splendor. Sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de
la Iglesia, 06-VIII-1993.
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CICLO INSTITUCIONAL O GRADO
comportamiento moral ni menos aún su santidad y madurez serían posibles. El Concilio de Trento
clarificó este punto frente a los protestantes11.
2ª El Señor nos ofrece su amor y su salvación gratuitamente pero necesita del hombre y su libertad
para salvarlo. Al mismo tiempo, el hombre puede contar siempre con la gracia y la ayuda de Dios
en su proceso de madurez moral y conversión personal. En consecuencia, sólo cuando la gracia de
Dios se une a la libertad del hombre herido por su pecado es posible avanzar en el camino que le
conduce a la plenitud, felicidad y santidad. San Agustín sostiene que “quien te hizo sin ti, no te
justificará sin ti”12.
3ª El hombre no siempre puede impedir qué y quién le hace daño. Pero sí que puede evitar que le
haga mal o incluso, más aún, que lo acontecido se convierta en una ocasión privilegiada para el
crecimiento personal. En efecto, “a los que aman a Dios todo les sirve para bien” (Rom 8, 28). Por
tanto, no siempre somos responsables de las heridas que nos infligen pero sí de cómo las
gestionamos y vivimos. La libertad siempre es posible ejercerla a partir de lo que nos ocurre por
muy negativo que sea, hasta el punto de que el pecado puede convertirse en un magnífico aliado de
nuestra madurez. Así lo defiende claramente el Papa Francisco: “Sólo quien ha sido acariciado por
la ternura de la misericordia, conoce verdaderamente al Señor. El lugar privilegiado del encuentro
es la caricia de la misericordia de Jesucristo hacia mi pecado. Es por esto, algunas veces, que
ustedes me han escuchado decir que el lugar, el lugar privilegiado del encuentro con Jesucristo es
mi pecado. Es gracias a este abrazo de misericordia que se sienten las ganas de responder y de
cambiar, y que puede surgir una vida diferente”13. Precisamente esta experiencia es la que nos
puede llevar a “querer en primer lugar, después pedir, a continuación permitir que, por las heridas
de nuestro Salvador, el Padre del cielo se ocupe de nuestras heridas y las cure”14.
11
Cf. Dz 1539.1555.1559.1575.1576.1581.
12
S. Agustín, Sermón 169, 13.
13
FRANCISCO, Discurso a los miembros de Comunión y liberación, 07-III-2015.
14
GEORG VON LENGERKE; DÖRTE SCHRÖRMGES, EDS., Youcat español. Tu libro de oración, Ed. Encuentro, Madrid
20175, p. 146.
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CICLO INSTITUCIONAL O GRADO
I. EN GENERAL
Presenta la estructura, el fundamento y los elementos constitutivos de la santidad. Pertenece al
ámbito de la Teología Moral Fundamental. Se encuentra en los capítulos 1 y 2. Distingue:
1.2. LA SANTIDAD SUBJETIVA como comportamiento moralmente maduro de una persona creyente
II. EN PARTICULAR
Presenta los contenidos específicos que forman parte de la santidad. Pertenece al ámbito de la
Teología Moral Especial. Se encuentra en los capítulos 3, 4 y 5. Distingue: