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Según el grado de complejidad de los procesos productivos las industrias son pesadas y ligeras.
Las primeras se encargan de transformar la materia prima en productos semielaborados, se
caracteriza por requerir una mayor concentración de capitales y una constante renovación
tecnológica. Pueden ser de dos tipos: industrias de base, aquellas cuyos productos sirven de
materias primas a otras industrias. Tradicionalmente se consideran la siderúrgica, la
metalúrgica y la petroquímica. Y por otro lado, se tiene las industrias de bienes de equipo,
emplean los productos semielaborados de las industrias de base para fabricar maquinaria y
herramientas para otras industrias. Las más importantes son las de la construcción y las
mecánicas.
PROCESO HISTÓRICO DE LA INDUSTRIA
La Revolución industrial fue un periodo histórico comprendido entre la segunda mitad del
siglo XVIII y principios del XIX, en el que Gran Bretaña en primer lugar, y el resto de
Europa continental después, sufren el mayor conjunto de transformaciones
socioeconómicas, tecnológicas y culturales de la historia de la humanidad, desde el
neolítico.
La economía basada en el trabajo manual fue reemplazada por otra dominada por la
industria y la manufactura.
La Revolución comenzó con la mecanización de las industrias textiles y el desarrollo de
los procesos del hierro. La expansión del comercio fue favorecida por la mejora de las
rutas de transportes y posteriormente por el nacimiento del ferrocarril.
Las innovaciones tecnológicas más importantes fueron la máquina de vapor y la
denominada Spinning Jenny, una potente máquina relacionada con la industria textil.
Estas nuevas máquinas favorecieron enormes incrementos en la capacidad de
producción. La producción y desarrollo de nuevos modelos de maquinaria en las dos
primeras décadas del siglo XIX facilitó la manufactura en otras industrias e incrementó
también su producción.
Así es que en la Revolución industrial se aumenta la cantidad de productos y se
disminuye el tiempo en el que estos se realizan, dando paso a la producción en serie, ya
que se simplifican tareas complejas en varias operaciones simples que pueda realizar
cualquier obrero sin necesidad de que sea mano de obra cualificada, y de este modo
bajar costos en producción y elevar la cantidad de unidades producidas bajo el mismo
costo fijo.
INDUSTRIA PRIMITIVA
Desde hace 30.000 años, la pintura ha sido no solo decorativa sino también durable. El betún, por sus
propiedades protectoras, fue apreciado en primitivas civilizaciones de la Mesopotamia.
Por tener en su estado natural la doble condición de sustancia pigmentaria y adherida, se utilizó para
impermeabilizar embarcaciones hechas de juncos tejidos.
Luego, las fábricas de barniz, junto con los productores de pigmentos, los refinadores de aceite y los
destiladores de trementina, suministraban los materiales de un comercio cada vez mayor.
El coche fue la culminación del arte de decorar. Pero tan pronto como el arte depintar coches llegó a la
cumbre del refinamiento, los dictados de la moda fueron sobrepasados por las más urgentes demandas
de la Revolución Industrial.
En el siglo XIX se comenzó a pintar no solo con el propósito de la decoración sino, también, de
protección en una escala sin precedentes.
Pues había que pintar al por mayor y con el menor costo.
Los fabricantes experimentaron nuevos procedimientos basados en plomo y cinc para combatir el óxido
y el orín. Pero al avanzar el siglo se vieron claramente las limitaciones de la pintura: su funcionamiento
no servía para la dureza del nuevo ambiente, originado por el auge de la industria.
INDUSTRIA MEDIEVAL
Ante esta situación localista producida por la desaparición del poder imperial y el poco
dominio de las nuevas monarquías sobre los territorios que nominalmente dominaban,
sobrevino un cambio en los hábitos de vida que derivaron en aspectos positivos y
nega tivos en cuanto a la facilidad para la subsistencia. Roma empleaba los
suelos agrícolas más feraces que suministraban alimentos al Imperio. Esto
hacía que se trabajara con utillajes arcaicos como el arado romano uncido
a
bueyes apoyados por la mano de obra esclava tan abundante. Los pueblos
bárbaros de hombres libres unidos por lazos consanguíneos debían innovar. La
destrucción del mundo romano que dejó la agricultura y las artesanías derivadas de ella
debilitadas, generaron la necesidad de cambiar la visión productiva Ante esta situación
localista producida por la desaparición del poder imperial y el poco dominio de las nuevas
monarquías sobre los territorios que nominalmente dominaban, sobrevino un cambio en
los hábitos de vida que derivaron en aspectos positivos y nega tivos en cuanto a la
facilidad para la subsistencia. Roma empleaba los suelos agrícolas más
feraces que suministraban alimentos al Imperio. La industria más significativa de todo
el Medievo fue, sin duda ninguna, la textil. En los siglos finales de la Edad Media se
benefició de una importante novedad técnica, la rueda de hilar. Dicho instrumento ya era
conocido en la segunda mitad del siglo XIII, pero su uso sólo se propagó en el transcurso
del XIV, por más que su implantación definitiva no tuviera lugar hasta la decimoquinta
centuria. De todas formas el mapa textil europeo experimentó en la época que nos ocupa
algunas variaciones importantes con respecto al de periodos anteriores.
Tradicionalmente se ha venido hablando de un retroceso de la industria textil de Flandes.
Sería el precio que pagó aquella región tanto por el estallido de la guerra de los Cien
Años como por el cierre de las importaciones de lana procedente de Inglaterra. En
cualquier caso es preciso ser muy cautos a la hora de contemplar lo ocurrido en la
producción flamenca de tejidos a fines del Medievo. Ciertamente puede hablarse de
retroceso, en lo que a la fabricación de tejidos se refiere, en algunas ciudades del sur de
Flandes, casos de Saint-Omer, Ypres, Douai, Arras o Lille. Estas urbes intentaron hacer
frente a las dificultades poniendo trabas crecientes a la producción textil de los núcleos
rurales y, en general, fomentando las medidas monopolísticas. Pero el éxito, ciertamente,
no las acompañó. Ahora bien, no es menos cierto que, al mismo tiempo, otros centros
fabriles que hasta aquella época apenas habían destacado conocieron, a partir del siglo
XIV, un notable progreso. De todas formas lo más significativo, siempre pensando en lo
acontecido en los siglos finales de la Edad Media, fue el auge de la pañería de territorios
vecinos de Flandes, como el Hainaut, Lieja, Brabante u Holanda.
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