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1
No es éste el espacio para insistir en la importancia de la dedicación al que se podría
denominar “sistema reproductivo”, pero la forma en la que se acopian y se
distribuyen por medio del dinero los recursos del sistema productivo para
mantener la Seguridad Social, hace que la variable fundamental sea la tasa
absoluta de ocupación (también denominada en algunos autores “tasa de
empleo”), que es la cantidad de ocupados dividida por la población. Como en
este trabajo se utilizan grupos de sexo y edad, será en cada caso la proporción de
los ocupados de cada grupo (de sexo y edad) respecto a la totalidad de los
miembros de ese grupo.
1
de recursos fluya hacia la Seguridad Social (o hacia los impuestos
generales, si se utilizan para financiar esas pensiones o servicios) es
necesario, no sólo trabajar más, sino también hacerlo en el mercado (y no
en la familia) para que esa mercantilización del trabajo de lugar a una
incrementada capacidad pública de financiación.
A continuación se plantea el estudio generacional de las biografías
ocupacionales de los colectivos de españoles que se jubilarán en las
próximas décadas2.
De este modo, el periodo directamente estudiado consta de 113 ciclos
trimestrales de la EPA, cada uno de los cuales contiene alrededor de
152.000 entrevistas a personas con 16 o más años de edad. Ello supone que
las explotaciones estadísticas en las que se basa este capítulo utilizan del
2
Las series retrospectivas de factores de elevación que ha elaborado el INE en 2002 han
permitido la explotación unificada de los datos completos de todos los trimestres
de las EPAs desde el tercer trimestre de 1976 hasta el tercero de 2004.
Aprovechando esta aportación y para lograr una mayor precisión en las
estimaciones y una mayor estabilidad longitudinal en el tamaño de las cohortes,
para cada año se van a explotar juntos los cuatro trimestres. Del año 1976
únicamente están disponibles en soporte magnético los datos del tercero y cuarto
trimestre. Esa estabilidad era uno de los problemas irresolubles hasta la fecha
por las diferencias de representación entre los diferentes grupos de edad en la
EPA.
La masiva afluencia de inmigrantes ha llevado al INE a elaborar unas nuevas
elevaciones para el periodo 1997-2004 que estarán disponibles en mayo del
2005. Consisten básicamente en un aumento de los cardinales y una división
entre nacionales y extranjeros en el proceso de calibración. Cómo las tasas de
ocupación por edad de los españoles y extranjeros, en las edades centrales, son
semejantes, este cambio no debería originar diferencias significativas.
2
orden de 17 millones de entrevistas diferentes. Los datos de cada año se
obtienen de ficheros con 600.000 registros personales3.
No es necesario insistir, por sabido, en que la Encuesta de Población Activa
(EPA) es una fuente estadística de primer orden no sólo por su tamaño y
continuidad sino también por la calidad concreta de la información que
provee. También es conocido que incluye muy escasa información
retrospectiva por lo cual no se puede extraer directamente de sus datos
individuales la evolución longitudinal de las generaciones.
Sin embargo, dos elementos complementarios la hacen muy útil para los
fines aquí perseguidos. En primer lugar, es que la información es mucho
más fidedigna y precisa que la retrospectiva porque se obtiene en el
momento en el que se producen los hechos a estudiar. En segundo lugar, la
mortalidad o los cambios de situación no sesgan, ni la muestra ni la
interpretación de los hechos por parte de los implicados, o los eventuales
informantes. Además, a las fechas a las que se ha hecho referencia con
origen en 1976, se pueden añadir los datos generales desde 1964, cosa que
se hará para buscar los antecedentes en términos de ocupación de las
cohortes cuya incorporación inicial al trabajo ha sido estudiada
previamente.
3
Los datos exactos para los 113 ciclos del III/1976 al III/2004 ambos inclusive, son:
17.155.545 entrevistas personales, lo que supone una media por EPA trimestral
de 151.819 y anual de 607.276 entrevistas. El año que se hicieron más
entrevistas fue 1999, con 651.746, y el que menos 1988, con 580.325.
3
Este método consiste en observar los cambios (por ejemplo anuales) de los
colectivos que son delimitables por variables que permanecen invariables
para cada individuo a lo largo del tiempo. Como el año de nacimiento es
una característica estable para cada persona, se puede observar la tasa de
ocupación de la quinta nacida el año 1950 y seguir su participación en la
producción a través de las sucesivas muestras que la EPA tiene de esa
quinta, en los 28 años que median entre 1976 y 2004. Se denominan
“ficticias” porque los entrevistados durante 1976 de la quinta de nacidos en
1950 son diferentes de los que responden a la encuesta diez años después
(en 1986), pero el colectivo que representan es el mismo 4, y por lo tanto, es
posible su seguimiento. En realidad, aunque el seguimiento es ficticio
porque no se repiten las entrevistas a las mismas personas, sus resultados
son mucho más fiables que los obtenidos mediante encuestas retrospectivas
que fían la precisión de los datos a la memoria de los entrevistados.
Mediante esta metodología es posible seguir la trayectoria de ocupación de
todas las cohortes que trabajaron a lo largo del último cuarto del siglo XX.
Estas cohortes se pueden dividir obviamente por sexo y, a partir de una
cierta edad, también por niveles de estudios.
Por otra parte, en cuanto a estructura del mercado de trabajo no es
razonable hacer previsiones con un horizonte tan lejano como el 2030, por
mucho que sea posible la previsión del mantenimiento del crecimiento de la
tasa de salarización en la línea actual y en sintonía con las economías más
avanzadas del entorno europeo. El que en este texto se vaya a llegar a esas
fechas en las proyecciones responde más a las alarmas demográficas que a
la capacidad de anticipación de los conocimientos actuales sobre la
dinámica estructural del mercado de trabajo.
En esta investigación no se utiliza para el estudio de la salida del empleo la
definición convencional de jubilación, sino otra de carácter analítico que se
ha denominado jubilación objetiva del colectivo. Este concepto tiene el
4
Excluidas la mortalidad y las migraciones.
4
sentido de computar la desocupación como equivalente a la jubilación a
partir de las edades avanzadas5. Por otra parte, el acelerado cambio en el
que está incursa la ocupación de las mujeres hace innecesaria otra
delimitación que la que provee directamente la tasa de ocupación.
Lo que deja clara la eficiencia analítica de esta jubilación objetiva del
colectivo es que, aunque es obvia la importancia en términos de gasto
público de la jubilación, las restantes formas de desocupación de los
varones de las edades próximas son prácticamente equivalentes, tanto
desde la perspectiva del gasto (seguro de paro, pensiones por incapacidad
laboral y otras), como de la merma de ingresos de la Seguridad Social y la
pérdida de producto potencial debidas a su desocupación.
Analizando las trayectorias de esa participación laboral de las cohortes en
presencia durante el periodo 1976-2004, se podrán extraer los elementos
analíticos básicos que permitan la elaboración de una prospectiva
longitudinal.
5
Un modo heurístico de definir esa frontera consiste en cifrarla en aquella edad en la
que los jubilados son mayoría respecto a los parados. En realidad, para los
varones no es necesario establecer esta frontera respecto a un concepto tan lábil
como el paro. La propia evolución a través de las trayectorias deja en evidencia
la irreversibilidad en términos colectivos de la salida de la ocupación
dependiente de la edad.
5
1965 y 1976 sólo se dispone de los datos6 que se deducen de las
publicaciones del INE sobre las EPAs de entonces.
100
1896-00
1901-05
90
1906-10
1911-15
1916-20
80
1921-25
1926-30
70 1931-35
Tasa absoluta de ocupación
1936-40
1941-45
60 1946-50
1951-55
1956-60
50
1961-65
1966-70
40 1971-75
1976-80
30
Varones 1965-2004 1981-85
20
10
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
72-76
74-78
76-80
78-82
Edad 80-84
6
Únicamente se pueden utilizar los años en los que los grupos quinquenales de edad de
la publicación coinciden con la delimitación de las cohortes que aquí se han
utilizado y que son 1965, 1970 y 1975. Como los datos publicados no permiten
la selección de los que no estudian ni hacen el servicio militar, los primeros
datos comparables son los del grupo de edad de 30-34 años.
6
comprensión general del proceso. Hay que tener en cuenta que en este tipo
de representación la superposición de las trayectorias implica estabilidad ya
que las cohortes superpuestas han seguido una trayectoria igual en el
margen de edades en el que sus curvas coincidan. En otras palabras, cuando
los que vienen después siguen las mismas pautas de ocupación que los
anteriores, las curvas se superponen y confunden, ya que los valores de tasa
de ocupación de la cohorte siguiente coinciden con los de la anterior. Por el
contrario, la presencia distintiva de las cohortes indica que su participación
laboral a esa edad ha sido diferente que la de las demás.
En el gráfico 4.1 se dan los dos casos de un modo altamente significativo.
Para la época inicial –anterior a 1976–, las trayectorias son estables (son
rectas de tramos de cinco años superpuestas) en todo el margen de edades
que va de los 30 a los 50 años. Además, la ocupación es prácticamente total
con porcentajes superiores al 97 por ciento en todas las edades.
En la participación laboral tradicional de los varones los estudios apenas
tenían una influencia directa en el nivel de ocupación. En el tiempo anterior
a la implantación del Estado de Bienestar, no cabía otra opción para los
varones adultos que la de trabajar. Si el mercado laboral no ofrecía cabida
suficiente para los que buscaban trabajo, se imponía la migración. En la
España del desarrollo las tasas de ocupación de los varones rozaban el 100
por cien para la práctica totalidad de los niveles educativos7.
Pero ese mundo uniforme, estable e ineludible se quiebra con la llegada de
la crisis económica. Aunque los efectos sobre el empleo se ven en parte
atenuados por la transición política, la segunda explosión de los precios de
la energía en 1979 produce una larga continuación de la caída generalizada
7
Sólo el conjunto de los analfabetos presentaba niveles de ocupación menores del 80
por ciento. En parte, esa “desocupación” del 20 por ciento tenía más relación
con otras carencias, que eran el origen del analfabetismo y no su consecuencia.
Por ejemplo, las deficiencias y las enfermedades mentales se convertían en causa
de incapacitación social de modo que no tener trabajo era una consecuencia de
esa incapacidad.
7
de la ocupación en todas las cohortes en la parte central de la biografía
laboral y, de entonces hasta hoy, la ocupación de ninguna de ellas volvería
a alcanzar el 90 por ciento8. A partir de 1980 las trayectorias se entrecruzan
mostrando que las convulsiones del mercado de trabajo golpean a cada
cohorte a diferentes edades y haciendo visibles esos efectos en pérdidas de
ocupación sólo parcialmente recuperadas.
De especial interés es la coincidencia de los pares de cohortes no sucesivas
en largos periodos, que en algunos casos llegan hasta 11 años. Un ejemplo
expresivo es el de las cohortes de 1931-35 y de 1941-45. Ambas sufren una
disminución del empleo muy semejante a partir de 1975, año en el que
partían las dos del pleno empleo.
Los mayores (nacidos en 1931-35) al cumplir los 45-49 años en el año
1980, perdieron 10 puntos en los cinco años anteriores y bajan a una
ocupación del 88,7 por ciento. Allí se encuentran al mismo nivel (88,4 por
ciento) con los más jóvenes (nacidos en 1941-45) que, en 1990, al cumplir
esas mismas edades, se recuperan del 84 por ciento al que habían caído en
1985 en el fondo de la crisis. A partir de esos 45-49 años, las dos cohortes
siguen trayectorias coincidentes (descendentes) hasta el año 2000, al
cumplir 55-59 años.
Que las cohortes en la misma fase vital coincidan en tramos apreciables
que distan 10 años, demuestra que los efectos combinados de las dos crisis
de empleo han producido una apreciable semejanza de trayectorias finales
de ocupación en las distintas cohortes que han sufrido esas dos caídas del
empleo durante la época estudiada. Caben otras interpretaciones sobre la
equivalencia de las edades en condiciones sociales semejantes aunque
separadas en el tiempo. En todo caso la modelización de esas posibles
relaciones excede los límites de este trabajo. Una utilización de interés de
estas coincidencias (en el caso de que no fuesen casuales, hipótesis
8
En el III trimestre de 2004, sólo los varones de 43 años de edad llegan al 90,1 por
ciento.
8
plausible ya que se producen en la práctica totalidad de las parejas no
sucesivas de cohortes en presencia) sería la prospectiva. Si fuese esperable
la continuación de estos ciclos de empleo, de diez años de duración, se
podría aplicar esa oscilación cíclica a los supuestos de las proyecciones. En
contra de esta continuidad aboga el hecho de que en el periodo 2002-2004
se debería haber producido una fase recesiva, y los datos muestran todo lo
contrario. Una explicación posible podría residir en el cambio de política
económica para cumplir el PEC como uno de los elementos de la
integración Europea, junto con los efectos de la incorporación a la
implantación del Euro. La llegada de emigrantes puede haber coadyuvado
también en la trayectoria del empleo de los residentes de nacionalidad
española, sobre todo en la de la mujer, al permitir cubrir las dependencias
familiares por precios menores a los sueldos que pueden conseguir las
españolas.
10
20 años) de las últimas 5 cohortes. Como referencia, se puede utilizar el
37,4 por ciento de la cohorte anterior al incorporarse al trabajo en 1995, al
final de la caída del empleo más concentrada de la historia laboral
conocida9.
Para captar en una sola cohorte los efectos de las dos crisis del empleo en la
España del último cuarto de siglo, se puede observar la cohorte de los
nacidos en 1946-50. En 1977 presentaban una TAO del 93,3 por ciento10;
en 1978 subió incluso ligeramente para bajar de forma continua hasta el
84,5 por ciento en 1985 (a las edades de 35-39 años); en 1990 volvió a
subir al 89,4, bajando al 82,1 por ciento en 1994, no logra recuperarse más
que al 84,0 por ciento en 1998 (con 48-52 años); para apuntar, a partir de
ese momento, un descenso que parece iniciar la salida del mercado de
trabajo desde las edades de 50-54 años en el año 2000. Se da esta
interpretación a la disminución de la ocupación de esta cohorte, ya que
durante los años 1999-2004 se produce un importante aumento de la
ocupación general del país. En 2004, a las edades de 54-58 años la TAO
había bajado hasta el 75,9 por ciento, que si bien es claramente más baja
que el 83,5 por ciento de cuatro años antes, es, por otra parte, más alta que
la que presentaron a esas edades las cuatro cohortes anteriores, lo que va en
la línea de un retraso de la edad efectiva de jubilación.
Lo más destacable de esta trayectoria, a través de las edades centrales de la
biografía laboral masculina, es que los crecimientos logrados en las fases
9
Se entiende que la conocida con el nivel de detalle necesario para medir cambios de un
semestre de duración.
10
En el gráfico se han descontado los que seguían estudiando y los que estaban
cumpliendo el servicio militar. Si no se descuentan esos colectivos y se
considera la totalidad de la población, esta cohorte en 1975 (cuando cumple los
25-29 años) tiene una ocupación total del 93,4 por ciento. Esta última cifra es
muy significativa ya que, al no descontar a ningún miembro de la cohorte, se
sabe que en aquel año 1975, el 93,4 por ciento de todos ellos habían estado
trabajando simultáneamente.
11
favorables del ciclo económico nunca han conseguido recuperar totalmente
las tasas alcanzadas en la fase bonancible del ciclo anterior. Esta trayectoria
parece indicar que las condiciones relativas de competencia se han ido
deteriorando para esa cohorte. Apoya esa interpretación la evidencia de que
cada una de las cohortes sucesivas en el mismo momento del ciclo presenta
unas TAOs ligeramente superiores, a pesar de que, en ningún momento,
hubiesen alcanzado una tasa de ocupación del 90 por ciento.
Otra conclusión que puede avanzarse en este primer análisis es la probable
cronificación de la situación de expulsión del mercado de una parte
importante de la cohorte. En la cohorte citada de 1946-50, que, como se ha
dicho, había sido capaz de tener empleo de forma simultánea en el 93,4 por
ciento cuando tenía de 25-29 años de edad, ha pasado de los 43 años hasta
los 56 a una media del 83,0 por ciento de ocupación (y a las edades más
centrales, de los 43 a los 51 años, se quedó una décima de punto por debajo
de ese nivel). Por mucho que el 6 por ciento que parece haber estado
siempre fuera de la ocupación sea un colectivo importante, es
especialmente significativo el 11 por ciento añadido que no recupera nunca
su nivel de empleo.
Es necesario aclarar que mediante este análisis no hay seguridad ninguna
de que ese 11 por ciento esté compuesto por los mismos todo el tiempo que
dura su desocupación. Sin embargo, el planteamiento teórico permite
predicar este comportamiento de la cohorte en conjunto como persona
social que tiene una unidad vital en su trayectoria. La seguridad de que el
grupo completo esté formado por los mismos individuos permite saber que,
aunque los individuos concretos que no están ocupados no sean los
mismos, sí que pertenecen a ese colectivo que comparte simultáneamente
los acontecimientos actuales y todos los anteriores.
Ello no es óbice para que resulte de un interés sustantivo delimitar si son
los mismos o diferentes quienes padecen esa desocupación tan prolongada
que para la mayoría termina, más pronto que tarde, convirtiéndose en
irreversible.
12
4.2.2.- La reversibilidad de la anticipación
14
colaboraría al aumento de la ocupación potencial, y así sucesivamente hasta
alcanzar tasas de ocupación sensiblemente superiores a las actuales.
Desde Easterlin es sabido que la carencia relativa de fuerza de trabajo actúa
como un elemento dinamizador de las cohortes que se incorporan al
mercado de trabajo en esas condiciones. Lo hacen más temprano, se casan
antes, tienen más hijos y su consolidación laboral es más estable. Pero esa
mejora del mercado de trabajo afecta también a la competencia implícita
con las generaciones mayores que se ven menos presionadas para
abandonar el trabajo.
15
ajuste entre los conocimientos adquiridos en el sistema de enseñanza y las
tareas realizadas en los puestos de trabajo, es decir, cuando no se produce
subempleo. Sin embargo, como pondrá en evidencia el análisis de las
trayectorias de ocupación de las cohortes, dejando al margen el asunto de si
se produce o no este ajuste de contenidos entre la formación y el empleo, el
nivel de ocupación depende de un modo básico del nivel educativo. Esta
dependencia contiene de forma implícita un cierto grado de desplazamiento
de los menos formados por parte de los más cualificados.
Bajo estos supuestos básicos, el nivel de ocupación está asociado a la
estructura formativa, ya que se considera que tanto la vulnerabilidad a las
crisis de ocupación de los varones como la participación efectiva de las
mujeres en la ocupación extradoméstica son una función dependiente del
nivel educativo, siempre que se considere globalmente en términos de
biografías laborales. Esta última consideración es clave, toda vez que la
manera en la que evolucionan las trayectorias de ocupación incluye
implícitamente la forma en la que el sistema productivo responde a la
estructura de la oferta de cualificación en cada momento histórico. Es decir,
al estudiar la ocupación como espacio de encuentro entre las personas y los
puestos, se expresa a la vez la evolución de la población que trabaja y la del
sistema productivo en el que lo hace.
En cuanto a la educación, al margen del probable subempleo de una parte
de los ocupados con mayor nivel formativo, la distribución de los puestos
en función del nivel educativo de sus ocupantes es, a su vez, un indicio de
la estructura del sistema productivo que los ocupa.
Por lo tanto, antes de conjeturar los elementos básicos de la proyección de
la ocupación parece procedente ir al centro de la propuesta analítica, el
estudio de las trayectorias de esas específicas personas sociales, que son las
cohortes de cada nivel final de estudios. Y cabe considerarlas “personas
sociales” en tanto que colectivos con una demarcación estable, que recorren
su andadura vital a través del tiempo, compartiendo en todo momento las
mismas condiciones del mercado, a la vez que su nivel formal de
16
cualificación, que es el elemento básico que les sitúa en un mercado
ocupacional específico.
La división por estudios permite entender esa concreta combinación de
factores que han intervenido en la configuración de la salida de la
ocupación.
17
cualquier caso se puede afirmar que en los últimos años setenta la
participación laboral de los analfabetos era más que mayoritaria.
100
1911-1915
90 1916-1920
Varones: Analfabetos 1921-1925
80 1926-1930
1931-1935
1936-1940
70
Tasa absoluta de ocupación
1941-1945
1946-1950
60 1951-1955
1956-1960
1961-1965
50
1966-1970
1971-1975
40 1976-1980
1981-1985
30
20
10
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
72-76
74-78
Edad
18
sean sus miembros al empezar la crisis en 1976, menor es su resistencia a la
salida del empleo. Mientras que en la de 1936-40 la estabilidad dura 5 años
(desde 1977), en la anterior (nacidos en 1931-35), habiendo cumplido cinco
años más, la estabilidad dura 4 años, en la anterior 3 años, en la anterior 2
años, en la penúltima no llega a uno, y la última ya había entrado antes en
las edades de jubilación.
Pero esa diferencia es efímera. Cuando el descenso empieza, todo lo que
consiguen las fases favorables del ciclo es frenarlo. Prácticamente no se
detectan recuperaciones. Las expulsiones del trabajo se convierten en
definitivas para la mayoría. En el caso de la cohorte de 1926-30, que en
1977, con edades de 47-51 años, trabajaba en un 75,9 por ciento, la bajada
resulta imparable y sin recuperación. Pero tampoco es muy diferente para
las dos cohortes anteriores. Los nacidos en la guerra, que cumplen 40-44
años en 1980, sufren una salida drástica del trabajo, y sólo durante la
segunda mitad de esa década consiguen estabilizarse con una TAO del 50
por ciento. La caída continúa, y el gráfico dibuja un embudo de expulsión
en el que las cuatro cohortes que nacieron entre 1920 y 1940, empezando a
diferentes edades y con la diferencia reseñada en cuanto al año de inicio, se
igualan en más de una edad en su salida, lo que indica que resultó más
acelerada cuanto mayores fuesen al principio.
Mientras que la media de todos los ocupados perdía el 11 por ciento en el
embate de la crisis 1976-85, estas cohortes, antes de acercarse a la edad de
jubilación, pierden entre el 20 por ciento y el 30 por ciento. Y de forma
más clara que el resto del colectivo, esa pérdida no la recuperan, lo que se
puede interpretar como una jubilación más que anticipada. Es más bien la
expresión de lo que cabría denominar incapacidad laboral formativa.
Las cohortes más jóvenes presentan unas trayectorias cuya erraticidad es la
consecuencia del reducido tamaño del colectivo que da lugar a una muestra
insuficiente. Quizá la más informativa sea la de 1951-55, que se mantiene
alrededor del 30 por ciento de ocupación a lo largo de más de 20 años. Ése
es el nivel de la de 1971-75, después de haber pasado diez años alrededor
19
del 10 por ciento. El 12 por ciento de los nacidos en 1981-85 cuando
cuentan entre los 19 y 23 años, parece indicar que los muy escasos
analfabetos que son capaces de trabajar11 tienen serias dificultades para
hacerlo.
11
En estos casos es donde tiene un mayor sentido de medida el concepto de oferta de
trabajo, ya que alude a la capacidad para trabajar. Pero incluso aquí es decisiva
la forma en la que la sociedad responde a las necesidades de integración laboral
de los discapacitados. La respuesta concreta de cada individuo a la posibilidad
de aceptar un empleo estará condicionada, en gran medida, por los incentivos
institucionales que se concedan a las empresas para hacer atractivas estas
contrataciones, tanto a los empresarios como a los propios discapacitados.
20
en el 60,8 por ciento. En los siete años siguientes ya no subiría de
ocupación. Si se compara con el 91,1 por ciento del origen en 1976, los que
no tenían estudios han perdido definitivamente 30 puntos, prácticamente
uno de cada tres de los de entonces. Los analfabetos de esta cohorte pierden
20 puntos del 60 por ciento de origen, lo que también es uno de cada tres.
100
1911-1915
90 1916-1920
1921-1925
80 1926-1930
1931-1935
1936-1940
70
Tasa absoluta de ocupación
1941-1945
1946-1950
60 1951-1955
1956-1960
1961-1965
50
1966-1970
1971-1975
40 1976-1980
1981-1985
Varones: Primaria incompleta
30
20
10
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
72-76
74-78
Edad
21
cohorte que se está jubilando actualmente, que es la de la guerra (1936-40),
son el 25,5 por ciento, pero la que se jubilará dentro de 20 años ya no
tendrá ni un 1 por ciento de analfabetos y cinco veces menos de sin
estudios (4,6 por ciento). En esas condiciones en el mercado de trabajo el
nivel más bajo con entidad numérica de esas edades será el que tiene
Estudios Primarios que reunirá al 30 por ciento de la población. Y uno de
cada 4 tendrá EGB2. Con un tercio de la población por debajo de la
enseñanza obligatoria actual, ¿se puede plantear una situación del mercado
que trate a ese tercio del mismo modo en el que las crisis de 1976-85 y de
1990-94 trataron a los que entonces eran “los últimos de la fila”?
Una respuesta alentadora a esta pregunta la puede dar la trayectoria de la
cohorte de 1951-55. En la fase alcista 1995-2002 ha recuperado la
ocupación a pesar de ser sólo el 7 por ciento de la población masculina y de
no tener “detrás” más que un exiguo 1 por ciento de analfabetos, aunque en
los dos últimos años 2003 y 2004 vuelve a sufrir una ligero descenso de la
ocupación. En las cohortes anteriores los márgenes de integración han ido
en disminución confirmando la progresiva desaparición de puestos para los
que no tenían estudios.
100
1911-1915
90 1916-1920
1921-1925
1926-1930
80 1931-1935
1936-1940
70 1941-1945
Tasa absoluta de ocupación
1946-1950
1951-1955
60
1956-1960
Varones: estudios primarios 1961-1965
50 1966-1970
1971-1975
1976-1980
40
1981-1985
30
20
10
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
72-76
74-78
Edad
23
primaria del 80 por ciento. Son diferencias reducidas si se las compara con
el 30 por ciento de los analfabetos o el 60 por ciento de los que no tienen
estudios. En cualquier caso, la presencia de unas importantes proporciones
de no-ocupados en edades en las que la actividad masculina es
prácticamente total, representa un problema social importante, que, como
puede observarse, está sólidamente relacionado con los niveles de estudios.
100
1911-1915
90 1916-1920
1921-1925
1926-1930
80 1931-1935
1936-1940
70 1941-1945
Tasa absoluta de ocupación
1946-1950
1951-1955
60
1956-1960
Varones: Bch. Elemental y EGB2 1961-1965
50 1966-1970
1971-1975
1976-1980
40
1981-1985
30
20
10
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
72-76
74-78
Edad
24
ocupación el 90 por ciento de los analfabetos, el 60 por ciento de los que no
tenían estudios y el 40 por ciento de los que sólo terminaron los primarios.
Con 24-28 años de edad ya hacía más de 10 años que muchos habían
empezado a trabajar. Estas expulsiones representaban importantes
proporciones de pérdidas de empleos que hasta entonces parecían sólidos.
Los bachilleres de la secundaria inicial, que en esos años estaban
desocupados en más de un 30 por ciento, se encontraban aún en su primera
fase de integración. Esta mala situación no representó sino un corto
retroceso que no les impidió acercarse desde el año 2000 al 90 por ciento
de ocupación. Sin embargo, los de estudios primarios sólo alcanzaban el 80
por ciento y los sin estudios no llagaban al 70 por ciento. Los analfabetos,
que en esta cohorte no representan sino un 0,7 por ciento de los varones,
sólo trabajaban en un 30 por ciento.
Parece claro que los cambios en la estructura ocupacional que se han
resuelto como crisis de empleo han constituido una verdadera
“reconversión de las ocupaciones” expulsando a los trabajadores en
proporción inversa a su cualificación. En esa línea y si se exceptúan los
analfabetos, en el resto de los niveles bajos se aprecia una sobresaliente
anticipación de la integración laboral en los últimos años. Para resaltar esos
cambios se han representado en círculos negros los hitos de la trayectoria
de la cohorte de 1981-85, que no ha dado más que sus primeros pasos en el
mercado de trabajo. En este caso es necesario recordar que las tasas de
ocupación hacen referencia a aquellos que ya han salido del sistema
educativo formal12.
12
En los años 2003 y 2004 se ha ralentizado ese adelanto en mayor medida cuanto
menor sea el nivel de estudios. Dado que cada vez son menos los españoles con
bajos niveles formativos, esta tendencia parece que debiera ser la contraria. La
competencia de los inmigrantes, sobre todo con los españoles que no han
completado la ESO, puede estar relacionada con la estructura por estudios de
esta ralentización.
25
Se hace la observación porque los resultados son “históricos”, como gustan
de calificar los comentaristas deportivos a lo sorprendente por improbable
o único. Entre los bachilleres superiores que acababan de terminar y no
seguían estudiando, la cohorte anterior (nacidos en 1976-80) tenía a la edad
de 16-20 un 12 por ciento de ocupación, cinco años después, en 2001, los
que entonces tenían esas edades (nacidos en 1981-86), trabajaban en un 53
por ciento. Esta cifra puede parecer empequeñecida si se compara con el 83
por ciento de los que lo hacían en 1976 (nacidos en 1956-60), pero ese
momento fue el último del sistema productivo “antiguo” y los bachilleres
superiores de entonces, además de acabar dos años antes, pertenecían a la
elite estudiantil, mientras que actualmente están por debajo de la media de
nivel educativo. Como indicio de que no han tenido tiempo para integrarse,
se puede citar el caso de los que han terminado la EGB2 (equivalente al
bachiller elemental) que han alcanzado, a los 19-23 años de edad, un 78 por
ciento de ocupación.
Una vez aclarado el impresionante adelanto de la integración laboral de los
jóvenes que en los últimos 10 años lleva trazas de suponer cerca de 5 años
de adelanto medido longitudinalmente, se pasa a analizar a los que han
recibido formación laboral13.
Aunque hay una más que notable gradación en todos los diferentes niveles
de estudios, la observación de las trayectorias de los varones que han
obtenido títulos de formación profesional o universitaria hace pensar que
pertenecen a otro mercado laboral relativamente independiente del ocupado
13
Parece pertinente indicar que, en los estudios desde la perspectiva del sistema
educativo, se utiliza como grupo convencional de análisis a los que han recibido
“enseñanza postobligatoria”. Este grupo se diferencia del que aquí se denomina
“formación laboral” en que éste último incluye la Formación Profesional de
primer grado, que se considera enseñanza obligatoria y por ello no se incluye en
la “postobligatoria” .
26
por quienes no tienen estudios de este tipo. A pesar de que sigue habiendo
un comportamiento cíclico de la ocupación, los efectos son tan claramente
decrecientes al aumentar el nivel de estudios, que en los universitarios
superiores son inapreciables para todas la cohortes en el tramo central de la
trayectoria laboral, de los 34 a los 55 años de edad.
Gráfico 4.6 Trayectorias de ocupación de los varones con FP1 u oficialía. Tasas
absolutas de ocupación de las cohortes quinquenales de año en año. Base: los que
no cursan estudios ni cumplen el servicio militar.
100
1911-1915
90 1916-1920
1921-1925
1926-1930
80 1931-1935
1936-1940
70 1941-1945
Tasa absoluta de ocupación
1946-1950
1951-1955
60
1956-1960
Varones: FP1 y oficialía 1961-1965
50 1966-1970
1971-1975
1976-1980
40
1981-1985
30
20
10
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
72-76
74-78
Edad
27
estudios equivalentes14. Como se diferencian de estos últimos a partir de
1987, es posible captar el origen del cuatrienio de la recuperación 1987-90
y la forma en la que responden las distintas cohortes de FP1 a la bonanza
económica. De hecho, todas la cohortes que sufren la crisis antes de los 40
años se encuentran en 1987 con las ocupaciones más bajas de su trayectoria
durante los siguientes 18 años (1987-2004). De esa situación se exceptúa el
dato de 1987 de la cohorte 1956-60.
100
1911-1915
90 1916-1920
1921-1925
1926-1930
80 1931-1935
1936-1940
70 1941-1945
Tasa absoluta de ocupación
1946-1950
1951-1955
60
1956-1960
Varones: Bch. Sup. BUP y COU 1961-1965
50 1966-1970
1971-1975
1976-1980
40
1981-1985
30
20
10
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
72-76
74-78
Edad
14
En la EPA, hasta 1987, los estudios de FP1 se unían con el bachillerato superior en la
codificación de la variable estudios terminados y por ello no se puede seguir su
trayectoria a través de la denominada crisis “del petróleo” (1975-1985).
28
En las últimas cohortes en las que la totalidad de su trayectoria está
separada de los bachilleres, los niveles máximos de integración de la FP1
son claramente superiores a los del BUP. Esta tendencia parece indicar que
la formación profesional apunta a liberarse de su dimensión de estudios “de
segunda”, y que la especialización que confiere a quienes la cursan les
permite una inserción más temprana y eficiente que la de los bachilleres. A
medida que aumenta de forma importante la proporción de universitarios
medios y superiores, estos últimos encuentran más dificultades para
competir por los trabajos administrativos de nivel medio y bajo. Por mucho
que la mejora de la integración juvenil haya beneficiado también a los
bachilleres, su ocupación a todas las edades es menor que la de los de FP1.
Gráfico 4.8 Trayectorias de ocupación de los varones con FP2 o maestría. Tasas
absolutas de ocupación de las cohortes quinquenales de año en año. Base: los
que no cursan estudios ni cumplen el servicio militar.
100
1911-1915
90
1916-1920
1921-1925
1926-1930
80 1931-1935
1936-1940
70 1941-1945
Tasa absoluta de ocupación
1946-1950
1951-1955
60 1956-1960
Varones: FP2 y maestría 1961-1965
50 1966-1970
1971-1975
1976-1980
40
1981-1985
30
20
10
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
72-76
74-78
Edad
29
Respecto al proceso de salida de la ocupación se puede resumir en que los
cambios legislativos y de protección han afectado escasamente a las
cohortes que aquí se estudian, sobre todo, a las de los universitarios. Una
interpretación posible es que su reducida presencia en el mercado de
trabajo y su posición favorable les protegía con antelación respecto al resto
de los trabajadores. Otro factor que regulariza su comportamiento es su
mayoritaria integración en el sector público.
100
1911-1915
1916-1920
90 1921-1925
1926-1930
1931-1935
80
1936-1940
1941-1945
70
Tasa absoluta de ocupación
1946-1950
1951-1955
1956-1960
60
1961-1965
Varones: Universitarios medios 1966-1970
50 1971-1975
1976-1980
1981-1985
40
30
20
10
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
72-76
74-78
Edad
30
progresivamente a las de los que han estudiado hasta la EGB2. En
cualquier caso, los aspectos más distintivos de los universitarios son su alto
nivel de ocupación, su indiferencia relativa a las crisis de empleo y la
estabilidad de sus pautas de salida de la ocupación en el periodo estudiado.
Los que han cursado Formación Profesional comparten de forma creciente
estos rasgos, aunque su limitada presencia en las cohortes que se han
jubilado ya, no permite precisar con seguridad su estabilidad al jubilarse.
100
90
80
70
Tasa absoluta de ocupación
1911-1915
1916-1920
60 1921-1925
1926-1930
50
1931-1935
1936-1940
1941-1945
40 1946-1950
1951-1955
1956-1960
30
1961-1965
1966-1970
20 1971-1975
Varones: 1976-1980
1981-1985
10 Universitarios superiores
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
72-76
74-78
Edad
31
trayectorias muestra una transformación radical de la dedicación femenina
al trabajo. En el gráfico 4.2 se han incluido unas curvas de tiempo que
ayudan a evaluar la magnitud y el momento de los cambios.
Aunque la forma de las trayectorias ya ilustra ese cambio, estas curvas que
unen los puntos simultáneos tienen la virtud analítica de contener entre
ellas y el eje de las edades un área que representa la ocupación en ese
momento del tiempo (bajo el supuesto de que todas las cohortes en
presencia tuviesen un tamaño igual a cien unidades). Se han trazado cuatro
curvas que se corresponden con las crestas y los valles de los ciclos del
empleo en el periodo considerado. La primera indica la situación de cada
cohorte en 1977 que es el momento álgido de la ocupación femenina con
las pautas biográficas tradicionales. Aunque se podría emplear el año 1974,
el tramo de las edades maduras resulta más estable a partir de 1977. Como
se ha apuntado al analizar a los varones, en un mundo estable las líneas de
momento y las trayectorias longitudinales coinciden, ya que cada cohorte al
ir recorriendo su trayectoria va teniendo el mismo comportamiento que
tuvieron las que la precedieron. De esta forma lo único que determina la
situación de cada cohorte es la edad porque cada una sigue la pauta de la
que la precedió. Este comportamiento es el que se produjo entre 1964 y
1969 de forma casi exacta tanto entre las mujeres como entre los varones.
El crecimiento de la ocupación hasta 1977 no cambió la pauta biográfica
que aquí está representada por la curva de tiempo como una reliquia del
pasado, porque ninguna cohorte posterior seguiría ya una trayectoria con
esa configuración.
En el modelo tradicional, la participación laboral de las mujeres dependía
en mayor medida de la situación familiar que del resto de factores socio-
económicos, hasta el punto que la participación laboral de las solteras era
notablemente semejante al de los varones con nivel formativo equivalente.
Actualmente depende decisivamente de su nivel de estudios. Y esto no sólo
en cuanto a su nivel general a lo largo de toda la vida; tan importante como
la clara diferencia en el nivel, es la forma biográfica en la que se concreta
32
esa participación, que no se ve afectada por el matrimonio y en escasa
medida por la maternidad (cuando no la descendencia no es numerosa).
En todo caso, no es ocioso describir sucintamente esa pauta biográfica que
hasta 1969 era no sólo transversal sino también longitudinal. Las jóvenes
(sin estudios en casi la totalidad de la cohorte), empezaban a trabajar en la
segunda infancia o en la adolescencia y presentaban tasas de ocupación
superiores al 60 por ciento. A partir de los 22 años, el matrimonio y la
consecuente maternidad retiraba del trabajo a dos de cada tres antes de los
30 años de edad. Una vez que los hijos estaban crecidos, sólo volverían a
trabajar una de cada cuatro de las que se habían ido. Desde los 35 años
hasta la madurez de las carreras laborales (55-59 años de edad), la TAO de
las mujeres era aproximadamente del 25 por ciento.
100
1911-15
90 1916-20
1921-25
Todas las mujeres 1976-2004 1926-30
80
1931-35
1936-40
70 1941-45
Tasa absoluta de ocupación
1946-50
1951-55
60
1956-60
1961-65
50 1966-70
1971-75
1976-80
40
1981-85
30
20
10
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
72-76
74-78
76-80
78-82
80-84
Edad
33
Ésa es la trayectoria tradicional que dibuja la curva de tiempo de 1977. Se
puede observar que coincide casi exactamente con el itinerario laboral
efectivamente recorrido por las cohortes anteriores a la de las nacidas en
1946-50. Sin embargo todas las posteriores cambian la pauta de una forma
progresiva. Si la inclinación de la trayectoria es el índice de su crecimiento
de ocupación, cada cohorte tiene dos tipos de movimiento biográfico.
Cuando se produce una contracción del empleo la cohorte se coloca en la
misma posición que tenía la anterior, es decir que las fases desfavorables
del ciclo no logran disminuir la pauta de ocupación. De este modo, las
curvas de tiempo que separan la cresta del ciclo (el mejor momento) de la
sima, en la que la ocupación es la más baja, son relativamente coincidentes,
lo que equivale a decir que las que han alcanzado las edades de sus
predecesoras presentan una ocupación semejante que las que les
antecedieron antes de la crisis. Así pues, mientras que los varones perdían
una parte apreciable de su ocupación en las crisis, las mujeres de esta época
más bien tienden a estabilizar su participación laboral cuando declina el
empleo.
La segunda curva, que corresponde a 1985, marca los mínimos de
ocupación de las maduras, y aunque respecto a la anterior (de 1977)
presenta algunas diferencias, en buena medida se asemeja a ella. En la
siguiente fase favorable (1986-1991), el comportamiento de la ocupación
femenina resulta claramente descrito por las trayectorias de las cohortes.
Todas las cohortes más jóvenes que la de 1941-45 cambian de trayectoria
respecto a las anteriores para incrementar de forma apreciable su
ocupación.
El relativo paralelismo de las trayectorias de las cinco cohortes implicadas,
y el hecho de que sea la de las nacidas en 1951-55 (con 36-40 años de
edad) la que más se distancia de sus predecesoras, indican que en esa
cohorte se dan paralelamente las dos diferentes fuentes de incorporación
que se han descrito previamente. Por una parte, presentan una mayor
proporción de formación laboral respecto a sus predecesoras, lo que les
permite trabajar y compatibilizar las tareas familiares, y por otra, su ya
34
reducida maternidad les facilita un retorno al empleo más temprano y más
completo.
La siguiente crisis (1991-1994), breve pero contundente, se representa aquí
transversalmente por el año 1994. En esos tres años, los varones pierden en
todo el centro de su biografía del orden de 8 puntos de ocupación. La
semejanza de las curvas de tiempo de 1991 y de 1994 de las mujeres indica
que, aunque las jóvenes pierden algo, a partir de los 33 años las curvas se
cruzan, y las de la misma edad ganan ocupación. Si se atiende al
movimiento de las cohortes, se observa que ha sido suficiente el
mantenimiento de la ocupación a los niveles de tres años antes para elevar
la ocupación media.
Pero la fase más significativa de la trayectoria longitudinal de las mujeres
es la que abarca el año 1994 y el 2004. Tras los dos primeros años en los
que el crecimiento es menor,15 a partir de 1996 todas las cohortes
posteriores a 1945 se alejan de forma decisiva del comportamiento de sus
predecesoras.
Se combinan en esta época dos factores de gran influencia en la
participación laboral de la mujer. Ambos están relacionados en gran
mediada con el vuelco formativo de las mujeres. Por una parte la prioridad
que dan a la formación, y los resultados académicos superiores a los de los
varones, posponen y problematizan la formación de parejas a la espera de
un cambio de pautas homogámicas. Y por otra, la mejor inserción laboral
de las que tienen formación laboral estabiliza su ocupación al margen de su
dedicación familiar; incluso la hace imprescindible en un espacio en el que
15
Además, una parte de ese crecimiento es aparente, ya que procede de las mejoras en la
muestra de la EPA realizadas entre el primer trimestre de 1995 y el segundo de
1996. Hay evaluaciones que permiten estimar ese efecto. Tomando esto en
cuenta, es más precisa la comparación 1996-2003, que se realizará para la
proyección aprovechando la disponibilidad de los datos del primer trimestre de
2003. En cualquier caso, esta diferencia es relativamente reducida en tasas.
35
el esfuerzo económico para conseguir domicilio es frecuentemente superior
al que puede hacerse con un solo sueldo en la pareja.
Como el cambio tiene, como se verá, un claro componente de efecto
composición de los diferentes niveles de estudios, a medida que las
cohortes tienen más formación laboral presentan un mayor potencial de
crecimiento de la ocupación en condiciones de mercado semejantes. Por
ello, cuanto más joven es la cohorte, más importante y más irreversible es
el incremento de la ocupación que presenta en las fases favorables. La
creciente inclinación de las trayectorias de las cohortes más jóvenes marca
un proceso del que se puede predecir (como ya se hizo hace 12 años en
GARRIDO MEDINA, 1992) una evolución acorde con las tendencias
descritas: estabilidad en las crisis e importante crecimiento en las
recuperaciones del empleo. Que la tasa de ocupación de las mujeres haya
crecido el 62,4 por ciento en diez años es el resultado de una
transformación que se basa en muy buena parte en lo formativo, como se
verá a continuación.
36
Pero ateniéndose a lo aquí expuesto, queda claro que la participación
laboral de las analfabetas ha sido muy escasa durante esos 28 años (1976-
2004). Un rasgo fundamental es que, al contrario de lo que sucede con la
totalidad de cada cohorte, entre las que no saben leer la ocupación es menor
cuanto más cercana es la cohorte. Si se une esa escasa y decreciente
ocupación a la progresiva desaparición de este nivel de estudios de la
población femenina, se puede concluir que las analfabetas que quedan por
jubilarse no son significativas respecto a la totalidad de las mujeres, ya que
unen a lo reducido del colectivo una participación laboral, que en los
últimos años, no sobrepasa el 10 por ciento de ocupación.
100
1911-15
90
1916-20
1921-25
80 1926-30
1931-35
Mujeres analfabetas 1936-40
70
Tasa absoluta de ocupación
1941-45
1946-50
60 1951-55
1956-60
1961-65
50
1966-70
1971-75
40 1976-80
1981-85
30
20
10
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
72-76
74-78
Edad
37
Las que no terminaron la enseñanza primaria guardan cierta semejanza con
las anteriores en cuanto a la drástica disminución del colectivo a medida
que las cohortes son más cercanas. En cambio, su importancia en la cohorte
de la guerra (las nacidas en 1936-40), la que se está jubilando en la
actualidad de forma mayoritaria, es decisiva puesto que abarca el 23,9 por
ciento de las mujeres. Sólo cuatro cohortes después (las nacidas en 1956-
60) se reduce al 3,8 por ciento.
100
1911-15
90
1916-20
1921-25
80 1926-30
1931-35
Mujeres: Primaria Incompleta 1936-40
70
Tasa absoluta de ocupación
1941-45
1946-50
60 1951-55
1956-60
1961-65
50
1966-70
1971-75
40 1976-80
1981-85
30
20
10
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
72-76
74-78
Edad
38
años más tarde (al cumplir los 60-64 años). Parece claro que la bonanza de
los últimos ocho años no ha evitado que su jubilación haya sido la más
temprana de todas las estudiadas. De aquí se deduce que las condiciones
del crecimiento actual no favorecen la estabilidad laboral de las mujeres sin
estudios.
Tampoco han podido mejorar de manera continuada las tasas de ocupación
de las cohortes más jóvenes, y aunque algunas de ellas han superado el 30
por ciento de ocupación, cotas que sólo alcanzaban las adolescentes, no han
mantenido ese nivel. Dado que el colectivo es cuantitativamente
importante, ello hay que atribuirlo a la inestabilidad de los empleos a los
que acceden.
En todo caso, la semejanza de las trayectorias y la limitada tasa de
ocupación indica que no son estas mujeres sin estudios las protagonistas del
crecimiento de la ocupación de la mitad femenina. Sin que su
comportamiento sea de disminución de las tasas de sus predecesoras, se
puede afirmar que no contribuyen a elevar de forma significativa la
ocupación general.
39
desde las dos perspectivas fundamentales, tanto desde la óptica de la
participación laboral como de la contribución a la salida de la ocupación
hacia la jubilación. En efecto, en el nivel de estudios primarios se concentra
más de la mitad de la población femenina de las cohortes de inmediata y
próxima jubilación.
1911-15
90
1916-20
Mujeres: Estudios Primarios 1921-25
80 1926-30
1931-35
1936-40
70
Tasa absoluta de ocupación
1941-45
1946-50
60 1951-55
1956-60
1961-65
50
1966-70
1971-75
40 1976-80
1981-85
30
20
10
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
72-76
74-78
Edad
40
primarios dibujan esa trayectoria típica del conjunto de las mujeres de
veinte años antes.
Lo que esto indica es que esas cohortes de estudios primarios han seguido
durante esos años de su vida la pauta de sus madres. Pero es a partir de
1985 y desde la cohorte de las nacidas en 1946-50 hacia las posteriores
cuando las mujeres de este nivel de estudios empiezan a innovar respecto a
quienes las antecedieron. El cambio es el resultado de un comportamiento
que se ha observado en la totalidad de la población y que aquí se da en una
escala menor. Incluso se puede diferenciar entre lo que ocurre en la primera
recuperación del empleo y la última fase del actual incremento de la
ocupación femenina.
100
1911-15
90 1916-20
Mujeres: Bach. Elem. y EGB2 1921-25
80 1926-30
1931-35
1936-40
70
Tasa absoluta de ocupación
1941-45
1946-50
60 1951-55
1956-60
1961-65
50
1966-70
1971-75
40 1976-80
1981-85
30
20
10
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
72-76
74-78
Edad
41
En el quinquenio 1986-90 todavía se observan las últimas trazas de los
comportamientos tradicionales, por ejemplo, en la cohorte de 1961-65, que
baja de ocupación en las edades de la primera maternidad. La cohorte
anterior mantiene su ocupación contra la pauta de descenso que le
correspondía a esas edades y las dos anteriores de 1951-55 y 1946-50, que
entraban en las edades de vuelta al trabajo, suben de empleo alcanzando el
30 por ciento.
La pauta que resulta más indicativa del cambio es la de la cohorte de 1971-
75 que se mantiene por encima del 40 por ciento en las edades en las que
las anteriores ya habían descendido por debajo del 30 por ciento. Para estas
cohortes se aprecia una tendencia a estabilizarse alrededor del 40 por
ciento. La cohorte de 1976-80 supera el 50 por ciento, pero inicia un
descenso cuyo futuro es difícil de pronosticar. En cualquier caso, esta
cohorte no llegará a la edad de jubilación en 2030. Los 8 años que van de
1997 a 2004 son los que presencian un mayor incremento de la ocupación
respecto a las pautas anteriores. Es posible que la inmigración, cuya llegada
se ha producido precisamente en estas fechas, colabore a este apreciable
aumento de la ocupación.
Una variable que podría ser usada de modo auxiliar para pronosticar la
permanencia en el empleo en este nivel de estudios sería la nupcialidad del
grupo. No obstante, esa capacidad indicativa de la participación laboral va
perdiendo eficacia, debido a que tanto las casadas como las madres no
abandonan el trabajo ni con el matrimonio ni con la maternidad. Está claro
que la diferencia del coste de oportunidad de dejar de trabajar en función
del nivel de estudios hace que esta tendencia sea más importante en los
niveles formativos más altos. De todos modos, se aprecia que los cuatro
años (1999-2002) representan una fase de mayor incremento de la
ocupación de las cohortes que han pasado durante esos años por las edades
centrales, mientras que los dos últimos años (2003-2004) se ha producido
una cierto estancamiento. Incluso en la cohorte de 1976-80, se aprecia
desde el año 2000 (con 20-24 años de edad) hasta el 2004 un descenso que
recuerda el comportamiento tradicional, aunque en niveles de ocupación
42
superiores a los de antaño. Conviene recordar que las mujeres de esta
cohorte tienen primaria únicamente en un 8,5 por ciento, mientras que las
de 1936-40, en 2004, tienen este nivel de estudios en un 48,8 por ciento.
Respecto al grupo que reúne a través del tiempo a las que terminaron el
bachiller elemental con las que cursaron completa la EGB2 y a las que se
unirán las últimas cohortes de las que culminen la ESO, es necesario
apuntar que su presencia relativa crece al tiempo que su “posición de
mercado” pierde capacidad laboral. Aquí el claro cambio de pauta, hacia un
aumento de la ocupación (entre las que en 2004 tienen menos de 50 años),
sólo se aprecia durante los últimos 6 años.
Se puede considerar que el aumento del nivel educativo general de la
población ha dado lugar a que este nivel formativo haya relevado a la
primaria, al menos en cantidades relativas. En la ESD se produce esta
sustitución de forma brusca acompañando al cambio legal en el paso de la
cohorte de 1951-55 a la de 1956-60. Sin embargo, en la EPA, como se verá
al elaborar la proyección de estudios, el relevo es progresivo, siendo
evidente por la evolución de las proporciones en las sucesivas cohortes16.
La combinación de estos factores ha producido en las trayectorias de
ocupación de las mujeres implicadas un fenómeno sensiblemente semejante
al de las que fueron a la escuela primaria como nivel máximo. La
diferencia fundamental estriba en que las diferentes cohortes tienen
alrededor de 10 puntos más de ocupación.
Aparte de la notable semejanza, se pueden apuntar dos signos distintivos de
las que han alcanzado a terminar la EGB2 y no han seguido estudiando. El
primero está asociado a la diferencia entre el carácter de aplicación laboral
16
En este nivel de estudios se vuelve a producir en la EPA un efecto del tiempo, ya que
a medida que se van haciendo a lo largo de los años sucesivas encuestas a la
misma cohorte, la proporción de este nivel de estudios crece cuando es seguro
que las mujeres que las componen no han cursado estudios en las edades
implicadas.
43
del bachillerato elemental en las cohortes que lo cursaron. En efecto, la de
1946-50 presenta una trayectoria que no concuerda con la tradicional desde
los 26-30 años de edad. Su mantenimiento del nivel de ocupación a través
de todo el cuarto de siglo en las proximidades del 40 por ciento dibuja una
cierta ruptura con las trayectorias anteriores, tal como indicaba la distinta
pauta de incorporación laboral que se ha analizado previamente.
Si la tendencia a la estabilización de las que tenían sólo primaria se daba en
el 40 por ciento, se puede apuntar para las de EGB2 un techo cercano al 50
por ciento, sobre todo, si se tiene en cuenta que en su composición parece
producirse una importante incorporación (por efecto de encuesta) de las del
nivel inferior17.
17
El paso del tiempo y los cambios en las clasificaciones de niveles de estudios
terminados se combinan para disminuir la proporción de mujeres de una misma
cohorte que declara haber llegado como máximo a los estudios primarios. Una
parte retrocede hacia las que declaran no haber terminado esos estudios (con lo
que pasan al grupo de “sin estudios”) y otra de mayor importancia numérica se
desplaza a la EGB2.
44
Gráfico 4.16 Trayectorias de ocupación de las mujeres con FP1 u oficialía.
Tasas absolutas de ocupación de las cohortes quinquenales de año en año. Base:
las que no cursan estudios.
100
1911-15
1916-20
90 1921-25
1926-30
Mujeres: FP1 y oficialía 1931-35
80
1936-40
1941-45
1946-50
70
Tasa absoluta de ocupación
1951-55
1956-60
60 1961-65
1966-70
1971-75
50 1976-80
1981-85
40
30
20
10
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
Edad
18
Sobre todo en los datos de los primeros años analizados, en los que las declaraciones
de las entrevistas situaban a una proporción aún menor de mujeres en este nivel
educativo.
45
de esas trayectorias no resultaría excesivamente útil, ya que es tan evidente
el cambio en la utilización laboral de estos estudios por parte de las mujeres
que la trayectoria de las cohortes anteriores a la de 1946-50, no resulta
indicativa de lo que vayan a hacer las más actuales.
100
1911-15
90
1916-20
Mujeres: Bch. Sup. BUP y COU 1921-25
80 1926-30
1931-35
1936-40
70
Tasa absoluta de ocupación
1941-45
1946-50
60 1951-55
1956-60
1961-65
50
1966-70
1971-75
40 1976-80
1981-85
30
20
10
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
72-76
74-78
Edad
46
Sin embargo, hay dos razones de peso para adoptar otro criterio. La
primera es el diferente comportamiento entre los dos niveles de la
formación profesional, sobre todo, en las cohortes intermedias de futura
jubilación. En ellas en el nivel de FP1 todavía se aprecia un abandono del
trabajo en las edades correspondientes a la maternidad, mientras que en
FP2 la estabilidad se logra antes y a un nivel más alto. La segunda es la
tendencia a la estabilización de las bachilleres frente a la tendencia de
crecimiento de la ocupación de las que han estudiado formación
profesional de grado superior. Estas tendencias apuntan a que el
comportamiento de las mujeres con formación profesional (sobre todo, en
el caso de la FP2) se va decantando más hacia el modelo de las que tienen
títulos universitarios que hacia el de las que han alcanzado la secundaria
superior y no han seguido unos estudios especializados.
Como resumen de las trayectorias de la formación profesional se puede
decir que en el pasado parecen haber sido más sensibles a las crisis que el
resto de los niveles educativos, probablemente por estar más asociados sus
puestos a los sectores más cíclicos; que sus tasas de ocupación son
sensiblemente más altas que las de los estudios básicos; y que las cohortes
en el centro de la vida laboral tienden a mantenerlas. Para las de FP1,
oscilan alrededor de un mismo nivel próximo al 55 por ciento en un margen
de cinco cohortes, mientras que las de FP2 han crecido de manera tal que,
con unos niveles iniciales muy diferentes, su resultado actual es muy
semejante y cercano al 70 por ciento de ocupación.
47
Gráfico 4.18 Trayectorias de ocupación de las mujeres con FP2 o maestría.
Tasas absolutas de ocupación de las cohortes quinquenales de año en año. Base:
las que no cursan estudios.
100
1941-45
1946-50
60 1951-55
1956-60
1961-65
50
1966-70
1971-75
40 1976-80
1981-85
30
20
10
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
Edad
19
Si se observan las trayectorias de ocupación de las sucesivas cohortes de BUP al pasar
de incluir la FP1 a no incluirla, se comprueba que no ha variado de manera
apreciable el nivel de ocupación. En las cohortes más antiguas ello se debe a la
escasa presencia de la FP1 en las mujeres que hoy son mayores, y en las más
actuales, a que las tasas de ocupación son relativamente semejantes en ambos
grupos.
48
Gráfico 4.19 Trayectorias de ocupación de las mujeres universitarias medias.
Tasas absolutas de ocupación de las cohortes quinquenales de año en año. Base:
las que no cursan estudios.
100
1911-15
Mujeres: Universitarias medias 1916-20
90
1921-25
1926-30
80 1931-35
1936-40
1941-45
70 1946-50
Tasa absoluta de ocupación
1951-55
1956-60
60
1961-65
1966-70
50 1971-75
1976-80
1981-85
40
30
20
10
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
72-76
74-78
Edad
De este modo, en este análisis se presentan tres grupos: en primer lugar, las
mujeres que han completado los diferentes bachilleratos superiores unidos
a los cursos preparatorios para la universidad; en segundo lugar, las que
tienen estudios universitarios medios en los que la tradicional presencia
femenina en el magisterio y la enfermería consigue que sus contingentes
por cohorte sean más numerosos que los de bachilleres en las cohortes más
antiguas; y por último, las que concluyen estudios universitarios superiores,
en los que se incluyen las licenciaturas, los masters y los doctorados. En los
tres se observa un comportamiento biográfico estructuralmente semejante.
49
Gráfico 4.20 Trayectorias de ocupación de las Mujeres universitarias
superiores. Tasas absolutas de ocupación de las cohortes quinquenales de año
en año. Base: las que no cursan estudios.
100
1911-15
Mujeres: Universitarias superiores 1916-20
90
1921-25
1926-30
80 1931-35
1936-40
1941-45
70
Tasa absoluta de ocupación
1946-50
1951-55
60 1956-60
1961-65
1966-70
50
1971-75
1976-80
40 1981-85
30
20
10
0
16-20
18-22
20-24
22-26
24-28
26-30
28-32
30-34
32-36
34-38
36-40
38-42
40-44
42-46
44-48
46-50
48-52
50-54
52-56
54-58
56-60
58-62
60-64
62-66
64-68
66-70
68-72
70-74
72-76
74-78
Edad
20
Las fluctuaciones que se observan en las cohortes más antiguas son más el producto
de la erraticidad causada por una muestra escasa que por variaciones de nivel
mantenidas en periodos prolongados. Las rectas de regresión tienen pendientes
muy reducidas.
50
incremento del nivel de participación de las mujeres se lleva a cabo de
forma paralela por aumentos intracohortes (en cada cohorte crece la
ocupación) e intercohortes (cada cohorte alcanza mayor ocupación que la
anterior al cumplir las mismas edades).
Finalmente, entre las bachilleres es donde este comportamiento aparece
más nítido. Las cohortes anteriores a la de 1941-45 sufren un descenso en
lo que se podría denominar la parte vulnerable de su empleo en los
primeros años de la crisis del petróleo, para seguir una evolución
ligeramente descendente tanto desde la perspectiva intra como
intercohortes. Esas cinco cohortes más antiguas tienen una biografía laboral
prácticamente equivalente.
La de 1941-45 es típicamente una cohorte de transición. Hasta el año 1987
sigue la pauta de la cohorte anterior, pero a partir de 1989 tiene una rápida
y efímera fase de crecimiento que le lleva a ganar 10 puntos de ocupación
en esos cinco años que incluyen la caída del empleo de los primeros
noventa. Pero en 1994-97 pierde 20 puntos y vuelve a la trayectoria de sus
antecesoras.
La que cumple de forma más completa esa transición hasta el punto de
presentar un trazo exento durante 15 años es la de 1946-50, que ya pasa su
primera fase adulta con las cohortes siguientes. No se aprecia el efecto de
la crisis ni en 1976 ni en 1979, y sólo sufre una caída importante el año
1983, pero en 1987 ya había recuperado el 50 por ciento que tenía en su
origen y lo mantiene hasta el 2001. Las cohortes siguientes ya no bajan de
ese 50 por ciento, como si se tratase de un mínimo marcado por la cohorte
anterior. Las cinco cohortes que nacen entre 1956 y 1980 van alcanzando
mayores niveles cada vez en edades más jóvenes, desde el 63,4 por ciento
de la primera hasta los 75,6 de la de 1976-80, que es el máximo de todo el
periodo estudiado.
El caso de las que obtuvieron un titulo universitario de nivel medio es
semejante con ligeras diferencias temporales. Mientras las bachilleres
subían del 30 por ciento al 65 por ciento las diplomadas lo hacen del 60 por
51
ciento al 80 por ciento. Otra diferencia radica en que la subida de las dos
cohortes mencionadas antes (1941-45 y 1946-50) presenta una componente
intracohorte mas importante y más irreversible. Incluso la cohorte de 1936-
40 es la que alcanza una trayectoria mayoritariamente por encima del 70
por ciento, destacándose así de las anteriores. La estabilidad y el alto nivel
de la de 1951-55 representa el techo (el 86,6 en 2004, hasta ahora) de la
ocupación de este nivel de estudios, superando en la mayor parte de su
trayectoria el 80 por ciento y siendo prácticamente insensible a las crisis
cíclicas.
Debido a que las universitarias superiores no alcanzan el 1 por ciento de su
cohorte hasta la de 1941-45, las trayectorias de las cohortes anteriores hay
que entenderlas en la semejanza estructural con las del grupo anteriormente
citado. De hecho son notablemente semejantes. Su diferencia fundamental
estriba en la edad de inserción laboral, pero incluso en las últimas
generaciones, debido al adelanto de la incorporación al que ya se ha hecho
referencia, se ha producido una mayor semejanza. Sólo en las cohortes con
edades de 45 a 55 años en la actualidad (en 2004 son las protagonistas de la
transición ocupacional) se han alcanzado tasas de ocupación superiores al
85 por ciento. Sin embargo, las cohortes más jóvenes no han alcanzado esa
cota en ningún momento. Eso no significa que con una mejor relación entre
los puestos disponibles y la oferta de trabajo no se puedan mejorar esas
tasas.
Ahora bien, hay que entender que la disminución del tamaño de las
cohortes no tiene una traducción directa en el tamaño de la población
universitaria ya que es previsible un aumento de las proporciones. En
cualquier caso en las cohortes analizadas se ha venido produciendo cada 10
años una triplicación en el número de tituladas universitarias superiores; es
decir, que cada cohorte tiene el triple de licenciadas que la de diez años
antes.
Este crecimiento geométrico durante treinta años a un ritmo del 11,3 por
ciento anual desde la cohorte de 1931-35 a la de 1961-65 (las cifras de
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licenciadas en miles de esas cohortes son: 8, 12, 23, 40, 70, 116 y 186) ha
implicado que haya tenido que mejorar mucho la situación de mercado de
esas cohortes y cambiar de forma decisiva la estructura de las ocupaciones,
para que un número tan elevado de tituladas se pueda integrar sin
subempleo. Lo que sí parece claro es que las que han terminado esos
estudios han alcanzado las tasas de empleo de sus antecesoras a edades más
tempranas que ellas. En las últimas cohortes el crecimiento en números
absolutos se ha ralentizado debido a la disminución del tamaño de las
cohortes.
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