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La extrema competitividad que caracteriza los torneos deportivos ha llevado a determinados competidores a
tratar de mejorar sus condiciones físicas buscando mejorar su rendimiento de manera artificial con la ayuda
de drogas estimulantes como las anfetaminas y la efedrina.
Las anfetaminas corresponden químicamente a aminas derivadas de la betafenilisopropilamina.
Actúan como estimulantes del sistema nervioso central, producen una sensación de bienestar general,
disminución del apetito, aceleración del ritmo cardíaco, aumento de la presión sanguínea y,
lógicamente, mejoran el rendimiento deportivo.
Las anfetaminas se usaron con mucha frecuencia durante la segunda guerra mundial para calmar la
fatiga de los soldados, producida por el tremendo esfuerzo que debían soportar. En la actualidad se
utilizan en medicina para reducir el apetito y para tratar algunos casos de falta de concentración.
Sin embargo, consumidas en altas dosis, las anfetaminas se tornan en alucinógenos potentes. El adicto a las
anfetaminas busca prolongar cada vez más los efectos y puede llegar a inyectarse la droga cada 2 ó 3 horas
durante varios días consecutivos, se alimenta en pocas ocasiones y no duerme. Cuando se le acaba la droga o
está demasiado perturbado para seguir drogándose duerme mucho, se despierta desorientado y se siente
deprimido y angustiado. Una dosis de 120 mg de anfetamina puede ocasionar la muerte.