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LA REVOLUCION EN ESPAÑA
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1
Copyright, by
lntena.tional Publishers C9, lne.
~.
C. MARX y F. ENGELS
LA REVOLUCION
EN ESPANA
PRIMERA PARTE
La España Revolucionaria. - Cari o~ Marx. . . . . . . . . . . . . . lS
SEGUNDA PARTE
Artículos y Notas en el New York Dltily Tribun e (1854) .
.} - Marx y Engels . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
TERCERA PARTE
La Revolución en España (]856). - Cario"" lV1arx........ 103
CUARTA PARTE
Artículos en el Putnam's ilfagazine y la New American Cyclo·
pedw. - Federico Engels..... ... .. . ................ 117
QUINTA PARTE
La Guerra de Marruecos ( 1859-1860).- F. F..ngels. ...... 129
SEXTA PARTE
Los Bakuninista.s en Acción. - F. Engels... . . . . . . . . . . . . 145
Indice Biográfico.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167
I
campt>.sinas de España.
El procr·~o d e la derrota npañola, a pesar de la admirable resistencia
popular. upan•ce claramente en los artículos d el " Tribune". Las masas,
sin dirrcción pro pia. fw•ron víctimas de la traición d e militares y clérigos,
!ot•ñores y !Jurgut>st's, más temerosos de su propio pueblo qu.e del extranjero
tnt·asor.
De t•Sft• mudo. en 1814 el pueblo español tuco que soportar, dl' nue1•0,
los antigu o.~ g rilletes. Esta ve: fortalecidos por la reacción euro pea, que
con su .. Sanra Alian:a·· se esfor:aba por aplastar en el continente los
últimos rPstigios dl' rebeldía populnr. Y. sin embargo. el pneblo e.spañol
.H' rf'sisrió a permanl'cer escla 11i:ado.
La chis pa surgió en esta ocasión en Pl Ejército. Sin embargo, como
Jlurx tlltOilt, PI al:amiento de Riego hubiera fracasado en seguida si no
lt· hubiera rnpaUado la ener~ía del pueblo. Nuevamente, por desgracia,
t:spuña tuvo ql1l' hacer frente (t la reacción europea. Los farnosos "cien
mil hijos de San Lrtis", Pjército francés zttilizado en complicidad con el
zar de Rusia, devoll'ieron Id mando a. la monarquía odiada por los españoles.
Pero la energía rf'voltu:ionaria del pueblo sólo estaba contenida.
En 1R34 la ef en :escc>ncia resurge. Esta. nu,eva etapa en la lucha por l.a
libt>rtnd del pueblo español t'S pintada por Marx con trazos geniales en
su brt' l't' artículo sobrr " Espartero" . en el que explica cnmo éste, al capi..
talar untt' los reaccionario.~ . trajo pum España ztna dP.cada de ret,.occ.!O
~- suf ri mil'nto.~.
ae los Editores 9
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II
Cuando el estallido ret1olucio1UJ.rio de 1854 Marx reportaba los aconte-
cimientos europeos para el " Tribune". y su.s notas y artículos sobre la
.•itzwción española aparccinon en ese dinrio. Marx y Engels atrilm!un
una gran importancia a los sucesos de España. Partt decirlo con frase.~
el(~ Engels:
Los dos artículos qw~ sobre el período pnb!.icó Marx en agosto de 1856,
y que insertamos en este uolwnen , constituyen un análisis admirable del
papel del proletariado en las rct:ola.ciones democrático-burguesas . Tam-
bién Marx reafirmó, cnn este ejemplo españ.ol. su apreciación sobre la
conducta cobarde de la bu.rgttesíu en esLe tipo de revoluciones desde 1880
rn adelante. apreciación que ya en 1850 había dibujado con mano moes/.ra
en su ·· Alocnción'' de la Liga Cnmuni.st.a.
I 1I
1
La. presente colección tambiP.u incht')'C artículos d" F.ngels sobre la
historia militar de España. Su.; notas sobre "El EjP.rcito españ.ol" (parte
de su estudio sobre "Lo.s Ejércitos de Enropa", publicado en el «PutTUJ.m's
M aga::.ine" durante 7855) , dan un cuadro preciso del ejército es pa1iol en
f'Sa época. En sns episodios "Raclajoz" y " Ridasoa" - extraídos de la
·'New Am.erzcan Cyclope!lia" ( JBSB)--, Engels, recordando epi$odios
vi¡:idos de la guerra española de 1817 al 13, e:r·Jttbe szt profundo conoci-
miento del arte y la historia militar. La misma comprensión sagaz se
ma.nifesta en sus tre.$ carlas sobre la guerra en el Marruecos español,
f'SCritas para el "Tribune" en 1860.
El último artículo de estP. volumen, " Los IHtkztninislfls en acción", d e
10 Prefaci o
IV
¡.;¡ ancí.lisü de Marx y Engd~ sobre la situaciñn rspañola.. escrito hace
casi un siglo. rw puP.dr ser apllcr:.do mecánicamen.tc• a La R.spaña moderna.
Sin embargo, estos escritos, est11diados a. la /u.;; de la. p:tp('riencia inl.rma·
cinnal y dl• la lPOrÍit marxista·lf'ninislu, ofrecen u.na ~·rientación preciosa
para comprender lo.~ .sttcesos actuales. J.;n una situación intenwcional
distinta y trw {!.randes cambim en d intt·rior del país, el pueblo es pa1íol
lucha h.oy de nuevo -como en Ln época de Marx y Enf!els- por alcan;ar
sus derechos democráticos r su plena, lil•eraáón na.cional. por liquidar la
rlirtadura sangrient.a de Franco y Falange.
En c~sta lucha. no se plantea in'ILPdia.tame.nle PI proh!l!ma de la i:1stau·
rariñn dP ·un régimen socinlista. En su artículo sobre los bakuninistas. a
quf' nos hemos referida, F.ll gds plantPaba. en 1873:
f:sta apreciaciñn di'. .'l larx y Ent;r•ls mantuvo su val ide:; en etapas suf.si-
::;uirntes . Tres décad(Ts después, escribirmdo sohre In revoluciótt rusa
dt• 1905. Lenin podía hablar dt? estas opiniones fl p 't'ngels como un modelo
dt• lo que. debía sn P./ punto dP vüta acertado de todo líder pro!etario
1'11 un instan((• pareádv y <'11 <·ircunsta.nria.~ análoga.;. Después de citar
r·sas palabras dr• En.f!.els. l.e11in. rzñadiñ:
" .. . Sulnt·todo Dtf!,c•ls pon<' énfasis t•n s~>ñu lur que la lucha
por Ufl(l. Repúblir.a en España no r,> ra y no podía ser, r•n modo
de los Editores 11
r ,
12 Prefacio
La España Revolucionaria
POR
C ARLO S MARX
¡ .. :.
• . l~·
· :· '
1
11
Ya hemos expuesto ante nuestros lectores una perspectiva de la primi-
tiva historia re\"olucionaria de España. con el fin de qne puedan com-
prender y apreciar el desarrollo de los hechos que esta nación está ahora
ofreciendo a la observación mundial.
Todavía más interesante, y quizás igualmente precioso, como fuente "
de ilustración actual, es el gran movimiento nacional que logró la expul-
sión de los Bonaparte, y restauró en la Corona de España a la familia
que todavía continúa poseyéndola. Pero para estimar justamente ese
movimiento, con sus heroicos episodios y la memorable exposición de
vitalidad en un pueblo que se s uponía moribundo, hemos de retroceder
al principio del asalto napoleónico a la nación. La causa eficiente fué
quizás consignada por vez primera en el tratado de TÜsit, firmado el
7 de julio de 1807, y que se dice fué completado con un convenio secreto,
acordado entre el Príncipe Kurakin y Talleyrand. El tratado se publicó
en la Gaceta de Madrid, el 25 de agosto de 1Rl2, y contenía, entre otras
cosas, las siguientes estipulaciones:
"ARTICULO !.-Rusia podrá tomar poses10n de la Turquía
europea, y extender sus posesiones en Asia hasta donde consi·
dere conveniente.
ARTICULO 11.- La monarquía borbónica en España y la Casa
de Braganza en Portugal deben cesar de reinar. Príncipes de
la familia Bonaparte les sucederán en estas coronas."
Suponiendo auténtico este tratado, y su autenticidad es apenas discu-
tida incluso en las memorias del Rey José Bonaparte, publicadas recien-
temente, constituye la ra,zón verdadera de la invasión francesa de .España
en 1808, y la conmoción española de aquel tiempo podria estar unida
por secretos lazos con los destinos de Turquía.
Cuando a causa de la matanza de Madrid y de las transacciones de
Bayona, estallaban simultáneas insurrecciones en Asturias, Galicia, Anda-
lucía y Valencia, el ejército francés tomaba Madrid, y las cuatro forta-
lezas del norte, Pamplona, San Sebastián, Figueras y Barcelona, habían
sido ocupadas por Bonaparte en virtud de falsos pretextos, parte del ·
ejército español había sido mandado a la isla de Funen, destinado a un
ataque sobre Suecia; y por último, todas las autoridades constituídas,
militares, eclesiásticas, judiciales· y administrativas, así como la aristo-
cracia, exhortaron al pueblo para que se sometiese al intruso extranjero.
Pero, había una circunstancia que compensaba todas las demás dificul-
tades de la situación. Gracias a Bonaparte, el país se había librado del
Rey, de la familia real, y del Gobierno. Con ello quedaban rotas las
cadenas que siempre habían impedido al pueblo español el despliegue
de sus energías nativas. Cuán poco habían sido capaces de resistir a los
La Revolución en España 23
III
1
rico 11 y José II; Jovellanos era "amigo del pueblo'', que esperaba oondu·
cirio a la libertad por una rápida y juiciosa sucesión de las leyes económi·
r..as, y por la propaganda literaria de generosas doctrinas; opuestos los dos
a las tradiciones del feudali smo; el uno intentando modernizar la Monar-
quía ; el otro pretendiendo librar a la sociedad civil de sus cadenas. La
actuación de cada uno en la historia de su país corresponde a la diver·
sidad de sus opiniones. Floridablanca gobernó omnímodamente como
Primer Ministro de Carlos III, y su Gobierno se hacía más despótico en
la medida en que encontraba resistencia. Jovellanos, cuya carrera Minis-
terial bajo Carlos IV fué de escasa duración, conquistó su influencia
sobre el pueblo español no como Ministro, sino como estudioso; no por
decretos, sino por ensayos. Cuando la tormenta de aquellos días llevó
a Floridablanca, a la cabeza de un Gobierno revolucionario, era ya octo-
genario, firme únicamente en su fe en el despotismo, y en su descon·
fianza en la espontaneidad popular. Al dejar la Municipalidad de Mur-
cia para ir de delegado a Madrid, redactó una protesta secreta declarando
que sólo había aceptado a la fuerza y ante el temor de los asesinatos
populares, y que firmaba este protocolo con la intención expresa de preve-
nir al rey José contra cualquier crítica que pudiese dirigirle por haber
aceptado el mandato popular. No satisfecho con volver a las tradiciones
de su juventud, corrigió todos los actos de su anterior etapa Minis-
terial, juzgándolos ahora excesivamente temerarios. Y así, él, que había
expulsado a los Jesuitas de España, apenas se encontró sólidamente ins·
talado en la Junta Central les concedió el permiso de volver "como
individuos privados". Si reconocía que había ocurrido algún cambio
desde su época anterior, era simplamente esto : que Godoy, que le había
perseguido y había destituido de su gubernamental omnipotencia al gran
Conde de Floridablanca, se viese ahora suplantado por el mismo Conde
de Floridablanca, y expulsado a su vez. Ese era el hombre a quien
la Junta Central nombró su Presidente, y en quien reconocía la mayoría
al adalid infalible.
Jovellanos, quien tenía la influencia minoritaria en la Junta Central,
era también de edad avanzada y había perdido gran parte de su energía
en un largo y penoso encarcelamiento que le infligió Godoy. Pero inclu.iO
en sus mejores tiempos no fué nunca un !evolucionarlo de acción, sino
sólo un bien intencionado reformador, quien, por exceso de delicadeza en
sus métodos, nunca se atrevió a completar sus proyectos. En Francia,
quizás hubiese alcanzado la nombradía de un Mounier o de un Lally·
La Revolución en España ~l
IV
Ya en tiempo de Felipe V, Francisco Benito la Soledad había dich.o:
''Todos los males de España provienen de los abogados" . (Sic.) A la
cabeza de la daño!'a y magistral jerarquía de España estaba s ituado el
Consejo Real ·de Castilla. Constituido en los turbulentos tiempos de los
J uanes y los Enriques, fortalecido por Felipe II, quien descubrió en él
un valioso complemento del Santo Oficio, fué mejorando con las calami·
clades pasadas· y la debilidad de l o~ últimos reyes, hasta usurpar y acumu·
lar en s us manos los más heterogéneos atributos y sumar a sus funciones
de Tribunal Supremo las de legis lador y superintendente administrativo
de todos los reinos de España. Solamente le excedía en atribuciones el
Parlamento francés, al cual se parecía en muchos aspectos, menos en que
nunca se colocó del lado del pueblo. Habiendo sido la más poderosa
autoridad en la España antigua. el Consejo Real fué, naturalmente, el
más implacable adversario de la nueva España, y de todas las recientes
La Revolución en España 33
V
La Junta Central fracasó en la defensa del país, porque había fallado
en su misión revolucionaria. Consciente de su propia debilidad, de la
inestabil idad de su poder y de su extrema impopularidad, ¿cómo podía
intentar resolver las rivalidades, celos y exageradas pretensiones de sus
generales, comunes a todns las épocas revolucionarias, sino mediante viles
engaños y pequeñas intrigas? Mantenida en continuo sobresalto y temor
hacia sus propios jefes militares, podemos dar entero crédito a Wellington
cuando, escribiendo a su hermano el Marqués de Welkaley. el 1 de sep-
tiembre de 1809, le decía :
1
"Tengo muchos temores, a l ver el proceder de la J unta Cen·
tral, de que en la distribución de sus fuerzas no conceda tanta
importancia a la defensa militar y operaciones guerreras como
a la intriga política y al logro de triviales objetivos políticos."
todas partes, a todas partes, sin embargo, acudió. Más de veinte veces
disperso, siempre se halló listo de nuevo para hacer frente al enemigo,
y frecuentemente reaparecía con redoblado vigor después de una derrota.
Era inútil golpearle, porque escapaba ágilmente y sus pérdidas en hom-
bres fueron generalmente pequeñas, y en cuanto al abandono del terreno,
•
no le daba importancia. Se retiraba desordenadantente a las sierras,
·donde estaba seguro de reagruparse y de reaparec:er cuando menos lo
esperasen, reforzado con nuevos elemento!', y capaz, ~i no para resistir
al ejército francés, para tenerle en continuo movimiento y obligarle a
diseminar sus fuerzas. Más afortunados que l o~ rusos, no te1úan siquiera
que morir para resucitar de entre los muertos.
La desastrosa batalla de Ocaña, el 19 de noviembre de 1809, fué la
última gran batalla que los españoles riñeron ; desde entonces se limi-
taron a la guerra de guerrillas. El mero hecho de abandonar la lucha
regular prueba la desaparición del Poder Central ante las Juntas ·locales.
Cuando los desastres del ejérc~to nacional se hicieron corrientes, el auge
de las guerrillas fué general, y el alma del pueblo, pensando poco en los
desastres nacionales, se regocijó con los éxitos locales de sus héroes. En
este punto la Junta Central acabó por participar del engaño del puenlo.
".Más se habló en la "Gaceta" de cualquier operación de guerrillas que de
la batalla de O caña".
Tal como Don Quijote opuso su lanza a la pólvora, las guerrillas com-
batieron contra Napoleón, aunque con éxito distinto. "Estas guerrillas
~scribe el Austrian Military ]ournal (vol. 1, 1821)- llevaban ~us base:';
consigo, y toda operación contra ellas terminaba. con la desaparicié-n del
objetivo."
Hay tres períodos distintos en la historia ne la guerra de guerrillas.
En el primer período la po01ación de todas las provincias tomó las armas
e hizo una guerra de partidas, como en Galicia y Asturias. En el segundo
período, las bandas guerrilleras constituidas por los restos del ejército
español, por españoles desertores del ejército francés, por contrabandistas,
etcétera, realizaron la guerra como sú propia causa, independientemente
de toda influencia extraña y atento.s, sólo, a l interés inmediato. Aconte-
cimientos y circunstancias afortunados, a menudo color..aron bajo su domi·
nio distritos enteros. Mientras las guerrillas estuvieron así constituídas,
no hicieron ninguna formidable aparición como cuerpo organizado, pero
fueron , sin embargo, extremadamente peligroMS para los franceses. f.ons-
tituyeron las bases del pueblo armado. T an pronto como se ofrecía la
Marx y Engels
VI
El 24 de septiembre de 1810, las Cortes Extraordinarias se reunieron
en la Isla de León; el 20 de febrero de 1811 cambiaron su asiento de allí
a Cádh; el 19 de marzo de 1812 promulgaron la nueva Constitución, -y
el 20 de septiembre de 181 3 finaliza ron sus sesiones. tres años después
de su apertura.
Las circunstancias bajo las cuales estas Cortes se reunieron no encuen·
tran paralelo en la historia. Nunca antes ningún Cuerpo legislativo
había reunido a sus miembros de tan distintas partes del mundo, ni preten-
dido organizar tan inmensos territorios en Europa, América y As ia, con
tal diversidad de razas y tal complejidad de intereses - mientras la tota-
lidad de España era ocupada por los franceses, y el Congreso mismo,
aislado _del resto de la N:lción por un ejército enemigo y relegado a una
pequeña lengua de tierr:1, tenía que legislar a la vista de un ejército
circundante y sitiador. Desde el remoto ángulo de la Isla Gaditana
emprendieron la fundación de una nueva España. como habínn hecho sus
antepasados desde las montañas de Covadonga y Sourarbe.
¿Cómo podremos explicar el curioso fenómeno de que la Constitu-
ción de 1812, acusada después por las testas coronadas de Europa, reuoi-
dás en Verona. como la más incendiaria creación del jacobinismo, brotara
del cuer po de la vieja España monástica y absolutista. en el mismo
momento en que pa recía totalmente entregada 3 la lucha de una guerra
santa contra la revolución? ¿ Cómo, por otra partt", podríamos com-
prender la súbita desaparición de esta misma Constitución, desvanecida
como una sombra -como "el su-eño de som.bm" (sic), dicen historiadores
La Revolución en España 43
Los Ministros del despotismo ilustrado de finales del siglo XVIII, Flo-
ridablanca y Campomanes, ya habían empezado a tomar medidas en esta
dirección. No debemos tampoco olvidar que, simultáneamente con 1a
existencia de las Cortes, estaba instalado en Maflrid un Gobierno francés,
f"l cual había barrido en todas las provincias sometidas a las a rmas tle
apoleón. con todas las instituciones monásticas y feuda les, y había intro..
ducido el moderno sistema de administración. La prensa bonapartista
denunciaba a la insurrección . como producida enteramente por a rtificios
y engaños de Inglaterra, asistida por los monjes y la Inquisición. .En qué
intensidad la rivalidad con el Gobierno intruso puede haber ejercido una
sa ludable influencia sobre las decisiones !le las Cortes, puede inferirse
por el hecho que la misma Junta Central en su decreto fechado en septiem-
bre de 1809, en el que se anuncia la convocatoria de Cortes, se dirjge a
todos los españoles, en los siguientes términos: "1\'uestros detractores
dicen que nos estamos batiendo para defender los viejos abusos y los
vicios inveterados de nuestro corrompido Gobierno. Que sepan que nues-
tra lucha es para conseguir la felicidad , así como la independencia de
1 a Revolución en España 51
V 11
Hubo algunas circunstancias favorables para que se reunieran en
Cádiz Jos hombres más progresistas de España. Cuando se celebraron
las elecciones, el movimientó no estaba extinguido, y el mismo di3gusto
producido por la Junta Central favorecía a sus antagonistas, quienes, en
gran parte, pertenecían a la minoría revolucionaria de la nación. En la
primera reunión de las Cortes, las provincias más democráticas, Cataluña
y Calicia, estuvieron casi exclusivamente representadas, pue.c¡ los Diputa·
dos por León, Valencia, Murcia y las Islas Baleares no llegaron hasta tres
meses después. Las provincias más reaccionarias, las del interior, no
pudieron, excepto en unas pocas localidades, C'elebrar elecciones. Por
los diferentes reinos, ciudades y pueblos de la vieja España, donde los
ejércitos franceses impidieron la elección de Diputados, así como por las
52 Marx y Engels
por Jo¡: fran ceses en 1808, debido al valor relativo de las monedas f ran-
cesa::: y espaiiolas, muchos indi,·iduos experimentaron g randes pérdidas.
F.sta medida absurda también contribuyó al alza en los p recios de las
cosas más necesarias, ya muy por encima del precio ordinario.
Las clases más interesaclas en el derr ocamiento de la Constitución
de 1812. y la restauración de l Vt'jo r égimen -la g randeza, el c lero, los
frai les y los abogados-, no perdían OcasiÓn de t'XCitar hasta eJ paroxismo
e l descontento popular creado por las circunstancias infortunadas que
habían señalado la introducción del régimen constitucional en el s uelo
español. De ahí la victoria ele ICis Serviles en las e lecciones generales
de 1813.
Sola me nte de parte dt'l ejército podía temer el Rey una resistencia
seria, pero e l General Elío y sus oficiales, ron•piendo el juramento q ue
había n prestado a la Constitución, proclamaron a Fernando VII en Valen-
cia, sin mencionar la Constitución. Elío fué pronto seg uido por los otr os
jefes militares. En e l decreto de 4 de mayo de l Sl-1, mediante el cual
Fe rnando VII disolda las Cortes de Madrid y cancelat>a la Constitución
de 18 12, proclamaba a la vez su odio al despotismo. prometía convocar
unas Cortes ba jo las anti guas formas legales, estahle,:cr libertad raciona l
de prensa, etc., y él cu mplió esta promesa de la única forma que lo merecía
la rece!Jción que había tenido por par le de los españolt>s - rescindiendo
todos los a ctos emanados de las Cortes, restaurando todas las cosas en
s us antiguas bases, restableciendo la Santa Inquisición, ll amando a los
jesuitas <'xpulsados por s u abuelo, confinando a los miembros más promi-
n.entes de las J untas. las Cortes y dependencias a ~a J eras. en las cárceles
africanas o en e l exilio; y finalmente mandando fu silar a los más ilustres
jefes ele guerrillas como Po rl ier y Lacy.
VIII
En 18 19 se reumo un ejército expedicionario en los alrededores de
Cádiz. con el propósito de reconquista r las colonia!: americanas subleva-
das. e concedió el mando de l mismo a José Enrique O' Donnell, Conde
de la rli;:ba l. tío de Leopolrlo O' Oonnell. e l actual Ministro español.- Las
anlf'riorc·~ expediciones contra la América española. que habían consumi-
do oe;:cle 1814 unos 14.000 hombre!'. que habían sido realizadas de la
¡,a Revolución en España 57
ción española; de todas las potencias europeas, Rusia fué la pr-imera en_
reconocer la Constitución de 1812, por el tratado concertado en Veliki-
Luki el 20 de julio de 1812; la primera que apadrinó la revolució!li
de 1820, y primero la denunció a Fernando VII, la primera que enc.endió-
la antorcha contrarrevolucionaria en varios puntos de la Península, y la
primera que protestó contra ello ante Europa, y obligó finalmente a Fran-
cia a intervenir militarmente en contra. Monsieur de Tatischeff, Embaja-
dor de Rusia en Madrid, fué ciertamente el personaje más prominente
de la Corte de Madrid, fué la cabeza invisible de la camarilla. Consiguio
introducir a Antonio Ugarte, un irtfeliz de baja condición, en la Corte y
convertirle en jefe de frailes y lacayos, quienes, en sus conciliábulos sos-
tenidos tras cortinas, empuñaban el cetro en lugar de Fernando Vll.
Por Tatischeff, Ugarte fué nombrado Director General de la expedición
a Sudamérica, y por Ugarte, el Duque de San Fernando fué nombrado
Ministro de Estado y Presidente del Consejo. Ugarte efectuó la compra
a Rusia de barcos inservibles, destinados a la expedición a Sudamérica,
por lo cual le fué otorgada la Orden de Santa Ana. Ugarte impidi.> que
Fernando y su hermano don Carlos se presentasen al ejército en el primer
momento de la crisis. El fué el misterioso autor de la inexplicable apatía
del Duque de San Fernando y de las medidas que permitieron decir a un
liberal español en París, en 1836: " Uno difícilmente puede alejar la
convicción de que el Gobierno estaba ofreciendo los medios de derroca'"
el orden de cosas existentes". Si nosotros añadimos el hecho curioso de
que el Presidente de Estados Unidos alabó a l{usia, en un mensaje, por
haberle prometido que no consentiría In intromisión de España en los
pleitos con sus colonjas de América del Sur, ya no queda la más pP-queña
duda sobre la participación activa de Rusia en la Revolución española.
Pero, ¿qué prueba todo ello? ¿Que Rusia fué la causante de la revolu-
ción de 1820? De ninguna manera, sino simplemente que impidió resistir
al Gobierno español. Que la revolución hubiera derribado, más temprano
o más tarde la Monarquía absoluta y monástica de ·Fernando YII, lo
prueban los hechos siguientes: J9, la serie de conspiraciones que desde
18~4 se seguían una a otra; 29, el testimonio de M. de Martignac, el Comi-
sario francés que acompaiíó al Duque de Angulema cuando la invasión
legitimista de España; 3 9 , el testimonio, que no puede ser rechazado,
del mismo Fernando VII.
En 1814 Mina intentó el levantamiento de Navarra, dió la primera
62 Marx y Engels
MARX v ENGELS
I
LA I NSURRECCION EN MADRID
LondrP-s. 4 df• julio de 1854.
La tan esperada insurrección militar en Madrid :;e ha. por fin, efec-
tuado, bajo la dirección de los Genera les O'Donnell y Dulce. Los perió-
dicos del Gobierno fra ncés se han a presura d('\ a iuformarnos que, de
acuerdo con sus corresponsale , el Gobierno español había domin:.tdo el
pelig ro y q ue la insurrección estaba vencida. P ero e l corresponsal en
Madrid de Tite Morning C!tronicle, quien da cuenta detallada de la suble-
vación y comunica la proclama de los insurgentes. dice que hau aban-
donado solamente la capital para unirse a la g uarnición de Alca lá, y
que si Madrid no respondía al movimiento. no encontra r ían dificultades
para alcanzar Zaragoza.
De tener más éxito este movimiento que la última rebelión en e..o;a
ciudad. sus consecuencias serían causa de una divers;ión de la acción
rnNitar francesa. provocarían rozamientos entre Francia e Inglaterra y
ta mbién afectarían probablemente a la complicación pendiente entre
España y el Gobierno de los Estados Unidos .
II
l.unda porque S il hil::toria o fi rial del último ,.;il!.ln 1:onsi~tía sólo e u revolu·
ciones palatinas y <lis turbios de genizaro~. F.l :wrr~'t o de estas burdas
falacias estriba :'implemente Pll que los hi:-:toria clor<':o. rn lugar de fijar:-:e
en los recurso:-: y fortaleza ele t>stos purbloi". rt• :-:11 organización local y
provi ncial, han acudido a la fu ente de los almanaque:> de Corte. l.o,:
movimientos dr lo r¡ue habitualmente llamamo:o d Estarlo. han afectado
tan poco a l pueb lo espaÍIO) , quf' éste ha Ct'clido :-:atisfecho aquel restrin·
~ido dominio a la:: pasione~ a lternn,; y pequeña;;: intrif!U:< de los favoritos
ne la Corte, soldudos. aventurero>: y a unoi" cuantos de lo5 llamados hom·
hres de Estado, y ha tenido poco,: motivos de arrt-penti rse de s u indife·
rencia. El carácter de la moderna historia de .E.-.paña merece recihir una
muy disti nta apreciación dr la rpu.' ha merecido hasta ahora. y en una rJ..
mis próximas cartas tendr~ oportuninad de de!"arrollar e>=te asprcto.
Lo que sí ya p11edo seña lar en <':<le lu~ar r s que deh«>mos experirnent·ar
poca so rpre..,a s i una simple rebelió n militar J>llf'cil· producir un lf'vanta·
miento general e u la Península. ya que debi do u lo:-: últimos decrt:to:-
f inancieros del Cobiemo el rf'c-au rlodor de impue:-to:-: "t' ha <·onvertido t'll
I II
PROCLAMAS DE DULCE Y O'DONNELL
EXITOS DE LOS INSURGENTES
Londres. 18 dt> julio de 1834.
IV
LA REVOLUCION RSPAÑOLA.-LUCHAS DE LOS
PARTIDOS.-PRONUNCIAMIENTOS DE SAN SE-
BASTIAN, BARCELONA, ZARAGOZA Y MADRID.
Londres. 21 de julio de 18.54.
tramo~ que aquello que llamamo:" [~tado. t>n el !'entido moderno dE' la
palabra. no tiene. a causa rle la ,·ida t>xclu:"ivamente provincial riel pueblo,
t"ncarnación nacional. en oposición a la Corte, excepto en e l ejército.
En segundo término. la posi-:ión peculiar de E.<;paña y la guerra penin-
sular crea ron condi cione;; en las cuale;; únicamente en el ejército pudo
t·onc('ntrar:-t• torio cuanto era vital a la nacionalidad española. Y asi
~n cedi,., que las únicas demostraciones nacionales ( aq u<'lla"' ele HH2 y
ele H:22) procedieron del ejército; y por ello la parle m5;; emocionable
de la nación =-t> había OI'O-"lumhrado a considerar al ejército como 1'1
jnstrumenlo natura l de cua lquier levantam iento nacional. Durante ll\
turbulenta e poca rle u::~O a 1HS4. ,:in embargo. las ciudade::: t',.;pañolas :-~t·
clier'm cuenta de lfU C e l ejército. en luga r de continuar t>narbolando la
causa de In nación, ,;e hahia conve rtipo en el in::;t n u nent.o de las rivali -
dades de lo:< urnbicioso~ prf'tenllientes a la jefatura militar de la Corte.
En con:-:ecuencia, notamos una g ran diferenc ia entre el movi mi ento de lS54
y e l de Ull :~ . La énu•utr> (sic) del General O' Donnf'll fu~ considerada por
lo~ pueblos ;;t", lo como llllil conspiración contra la influenc·ia directora oe
la Corte. e,.:p<'cia lmcnt e cuando fue; sostenida por el ex favorito Serrano.
1.a~ ciudadt·s ) ,.1 ram po, dP com:iguiente. demoraron e l dar su conte,.:ta·
(:ión a la llamada hecha por la ca ha llería en Madrid. Y f ué entonces r¡ue
t:>l Cent>ral ()' Donnell ::e vió obl igaoo a alterar completamen te el carácter
de su:. opt·ral'iorw:::. a fin df' no queda rse aislado y expue,;to a un fraca!'n.
Se vió forzado a insertar en su proclama tres puntos igualmente opue,.tos
a la l'llfJI'Cmacía del ejército: convocatoria de la;; Corte~. un l,obierno
t'conúmiro ) la formaciórr de la milicia nacional - la última demanda
n ri p;inada por t>l de~eo di' la~ ciudade~ de recobrar s u independencia del
ejl'rcito. Es un hecho. put>s, r¡ue la insurrección militar ha obtenido el
upoyo cll' la in,.:urrecciórr popular solamente al :-ometerse a la;; condicione::
impuestas por la última. Fultn ,.:aber ;;i ilf' verá forzad a n apoyarse en ell a
) ;r t'jec:n tar t'sta;; promesa".
f-l t>t"ha exceprión de lo;: Carlistn,.;. todos los partido$ han lr\'antado Sil:'
peticione,- -- Prop:re:-i;:ta,;. partidario;< de la Constitución dt> 1837, partÍ·
tlari o~ ele la Cous titucicín dt> 11312, Unionista~ t;;olicitando la anexión rle
l'ortugal) y Ht•puhli cano:-. La~ noticias fllle conciernen a ~sle último
particlo ch•ht•n :<t'r tomad a~ con prer.aución. rlacln que pa~an por la cenr;ura
dP In Pnli cía de Parí,;. Adrmús. las luchas de los partidos y las prctt'n·
,.:Ít)llt';: ri1al<',.: tlt> lo;; diri ~t>ntr:> militart>s t>~tán en pleno de:>arrollo. Apt>·
1:a;; 1-;,.;part rro 1t11 o f'lllll•r·intil•nto tlel éxito cft· O' Donnel l. abandonó s u
:.a Rer:olnción en España 73
n•tiro de Legané~ y se declaró jefe del movrm 1ento. Pero tun pronto como
César Narváez se enteró de la aparición de su viejo Pompeyo eu la lid.
corri ó a ofrecer sus servicios a la Heina. los cualec; f u<'ron aceptado~.
d:"mdosele el encargo de formar n uevo Ministerio.
De los detalle;; que tenemos para ofrecerles parece desprenderse quE·
los militares no habían tomado de ningún modo la ini ciativa en toda
part~. sino que en mucho>: sitio$ hahían cedido a la ¡J rl'sión poderosa
.le la población. Adem;Í~ ele los pronunciamiento::; en Granada, Sevill:.~
y J aén: en Castilla la Vieja se han producidó en Burgos; en León, Valla·
do lid: t>n Vizcaya, San chastián y Vitoria; en Navarra. Tolosa y P am·
!'lona; en Cui púzcoa: C!l Aragó11. Zaragoza ; en Catalníia, Barcelona.
Ta rragona. Lérida y Cerona; taml~ién se afirma (]ue :<e> han p roducido en
las I s l a~ 13alea re!". l::n :\·1urcia se e,:;pera que van a tener lugar los pro·
nunciamientos. según una carta rerihifla de Cartagena, f<'cha da el 12 de
julio, que dice:
ESPARTERO (EDITORIAL )
Una de las peculiaridades de las revolu c ione~ es quc> así que e l puehlt,
parece a punto de tomar un g ran ímpetu y a brir una nueva era, p"ermitl'
que lo dominen las ilusiones del pasado y cede todo el poder e influencia.
<¡ue tan caros ha bía pagado, a los hombres que re pre~e ntan , o se supone
(jll e representan, t' l mo\'imienl o pop_
n lar de una época anterio r. Espartero
t:s lliH) de estos hombres tradicionales a quien el pueblo g usta de llevar
en hombros en lo~ momentos de crisi;; sociales, y q ue a l i ~ ua l que el viej o
c·amara<la eontra hrcho r¡ue ohslinaJame nte cruzaba sus piernas sobre e l
La Revolución en España 77
VI
LA CONTRARREVOLUCION A LA OBRA
Londres. 8 de agosto de 1854.
VII
VIII
LA REVOLUCION ESPAÑOLA EN RUSIA.-EL
ASUNTO DE LAS COLONIAS.-CORRUPCION DE
LOS HOMBRES PUBLICOS.-ANARQUIA EN LAS
PROVINCIAS.-LA PRENSA DE MADRID.
Londres, l 5 de agosto de 1854.
rrección de l;:,la de León. Pero que remos dar otro ejemplo del interés
tomado por Rusi.1 en las conmociones de la Penínsu la española. En su
" Historia política de la España moder na·• (flaréelona. 1849), el señor
de Marliaui, a fin de probar que Rusia no teuía razón al oponerse a l movi·
miento con::>titucional de España. hace la siguiente relación:
de Narváez) ha estado sola mente ocupada con el reparto del botín de ofj .
cios. de plazas. de sa larios, de títu los y de condecoraciones.
Dt;lce y Echagüe han llegado a Madrid, y Serrano ha solicitado permiso
para ir a fin de asegurar su parte en el saqueo. Hay una gran querella
entre Moderados y Progresistas~ los primeros se han encargado de nom-
hrar a todos los generale!'. los segundos ele designar. a todos los jefes
políti co~ .
hay que señalar el caso espera nzador de que el pueblo ha obligado a estos
socios, por fin, a entregar L.ristina a la dis posición de las Cortes y consen-
tir a la convocación de la Asamblea Nacional Constituyente, s in Senado,
'!consecuentemente sin la Ley Electoral de 18:~7 ni la de 1845. El Gohierno
todavía no se ha atrevido a prescribir una Ley Electoral propiamente suya,
mientras que el pueblo unán imemente está en favor del s ufragio universal.
En Madrid, la~ elecciones para la Guardia Nacional han restituido sólo
a exaltados.
En las provincias prevalece una saludable a11arquía; se han constituido
J untas que actúan en todas partes, y cada ]unta emite decretos en interés
de su localidad; una suprime el monopolio del tabaco, la otra el impuesto
de la sa l. Los contrabandistas están operando eu una enorme escala, y
con la mayor eficiencia , como que son la única foerza nunca desorgani-
zada en España. En Barcelona los soldados entran ahora en colisión unas
veces entre sí y otras contra los obreros. Este estado de anarquía en las
provincias es una gran ventaja para la causa de la revolución, puesto que
impide que se la ahogue en la capital.
La prensa de Madrid está compuesta en este mCimento de los siguientes
periódicos : España, Novedades, Nnrión, Epoca. r:Jamor Público, Diario
E$pañol, Tribuno, Esperanw., Iberia, Católico, Miliciano, Independencia,
Guardia Nacional. Esparterist.a., Unión, Europa, EspPctador, Liberal, Eco
de la Ret1olución. El Heraldo. BolPtín del PURblo y el Meusajero han
cesado de existir.
New Yorlt Daily Tribune, 1 de septiembre de 185•k
IX
CONVOCATORIA DE LAS CORTES CONSTITU-
YENTES.-LA LEY ELECTORAL.-DESORDENES
EN TO RTOSA.-SOCIEDADES SECRETAS.-EL
MINISTERIO COMPRA CAÑONES.-LA HACIEN-
DA ESPAÑOLA
LonJires, 2 1 dt' agost? de 1854.
Los líderes de la Asamblea Naciona l, The Times y el l oumal des
Débats, demuestran que oj el grupo puro ruso, ni el partido Ruso-Coburgo,
ni el partido Constitucional están satisfechos con el curso de la Revolu-
90 Marx y Engels
- ------ -------- --
ción es pañola. Y e llo demostraría que hay alguna pos ibiliclad fttvorable
para España. no obstante la contradicción de las apariencia!'.
El 8 de los corrientes, una re presentación del Unión Cluh vis itó a
Es partero para entregarle una petición solici tanclo la adopción dt>l s ufragio
universal. 1umerosas peticiones idénti cas le han sido dirigidas. Como
co nsecuencia. tuvo lugar en el Com:ejo de Ministros un largo y animado
deba te.
Pero los partidarios del sufragio universal. a$Í Cl)ltlO lo~ clcfensores
de la Ley Electoral de 1846, han s ido vencidos. !.a Can' la de Madrid
publica nn decreto para la convoca toria de las Cortes t'l 8 dt> no' icmbre,
precedido de una exposición dirigida a la Reina. Para las elecciones se
adoptará la Ley Electora l de 1837, con ligeras modificaciones. Y habién·
dose s uprimido las fun ciones legislativas del Senado. l a~ Cortes serán una
Asamblea Constituyente. Se han coMerva do dos pá rrafos de la Ley
de 1846: la forma de cons tituir las Mesas electorales y el número de los
Dipu tados; un Diputado e lecto por cada g rupo de 5.000 a lmas. La Asa m·
blea estará, pues. compuesta por 420 ó 430 miembros. egún una circular
ele Santa Cruz, Ministro de la Gobernación. los electores deben e::: t~r regi;;-
trados para el 6 de septiembre.
Después de la verificación de las listas por bs Diputaciones provin·
r.iales, las listas electora les ·quedarán cer radas el 12 de septiembre. Las
t·lecciones se celebrará n el 3 de octub re en las cabecera;; rnunici paJes de
los Distritos Electorales. r se procederá al e¡;crutinio el 16 de octubre en
las capitales de cada Provincia. En cáso de conflictos electora les, los
nuevos procedimientos que sean necesarios para resolverlos estará n listos
pura el 30 de octubre. La exposición del decreto estahlece P.Xpresamente
que las " Cortes de 1854. lo mismo que las de 1837. salvarán la Monarquía;
serán un nuevo vínculo entre el trono y la nación. objetivos que no pueden
~e r puestos en duda ni discutidos''. En otras palabras. el Gobierno impide
la discus ión ele la cue::;tión dinástica; de a hí que The Tim es saqut: la con·
clus ión contraria, s uponienao que el dil ema será ahora entre la dinastía
actua l o ninguna -una eventua lidad que, no sería cnsi necesario seña-
la rl o, disgusta infinitamente y fr usta los cálculos de Tite Times.
La Ley Electoral de 1837 limita los derechos a l sufragio a las condi-
cioues de ser pad re de familia, ser mayor contribuyente y tener veint icinco
aiíos. Tienen a demás derecho a otro voto los miembros de la Academia
F.spañola de la Historia y de Bellas Artes. Doctores. Licenciadoo: en las
Fácultade!: ele Religión. Derecho y Medicina ; los miembros de capilla;;
/,a Revolución en España 91
X
LA REACCION EN ESPA~A.- ESTADO DE LA
HACIENDA. - CONSTITUCION DE LA REPU-
BLICA FEDERAL IBERICA.
Londres, 1 de septiembre de 1854.
La entrada en Madrid del regimiento de Vicálvaro ha animado al
Gobierno para una mayor actividad contrarrevol ucionaria. La restaura-
ción de la restrictiva Ley d<! Prensa de 1837, adornada con todos los
rigores de la Ley suplementaria de 1842. ha matado toda la parte " incen-
diaria" de la prensa que era incapaz de ofrecer la prudencia requerida.
E l 24 apareció e l último número del Clamor de las Barricadas, con el
título de Ultimas Barricadas, habiendo sido arrestados los dos editores..
Su lugar fué ocupado el mismo día por un nuevo diario reaccionario,
llamado Las Cortes. "Su Excelencia, el Capitán General, don Evaristo San
Miguel" , dice el programa del diario acabado de mencionar, "quien nos
honra con s u amistad, ha of1ecido a este periódico el favor de su co labo-
ración. Sus a rtículos estarán firmados con sus iniciales. Los hombres
a la cabeza de esta empresa defenderán con energía esa revolución que
venció los abusos y excesos de un Poder corrompido; pero es en el recinto
de la Asamblea Constituyente donde plantarán su bandera. Es a llí donde
la gr an batalla debe ser reñida".
La gran batalla es por Isabel 11 y Espartero. Ustedes recordarán
que este mismo San Miguel, en el banquete de la prensa, declaró que la
prensa no tenía otra restricción que ella misma, el sentido común y la
educación pública; que era una institución a la cual ninguna espada ni
deportación, ni exilio. ni ningún poder en el mundo podía oprimir. El
mismo día en que él se ofrece como un colaborador a la prensa, no dice
una palabra contra el decreto confiscando su querida libertad de prensa.
La supresión de la li bertad de prensa ha sido inmediatamente acompa-
ñada por la s upres ión del derecho de reunión, también ror real decreto.
Los clubs han sido disue ltos en Madrid. y las J untas y Comités de Salud
La Revolución en España 95
-----·- - - - - - - - - -
Pública en provincias, con la excepc1on de aquellos reconocidos por el
Ministerio como "oiputationes". El Club de la 'Unión fué clausurado
a consecuencia de un decreto de la totalidad del Ministerio, a pesar de
que Espartero había aceptado su presidencia honoraria solamente pocos
días ante~. un hecho que The London Times se afaua vanamente en negar.
Este club había mandado una diputación a l Ministerio de Gobernación,
insistiendo en la dimisión del Sr. Zaga!:ti, el " jeft: político" de Madrid,
acusándole de haber violado la lihertacl de prensa y el derecho de reunión.
El señor Santa Cruz contestó que é l no podía cu lpar a un funcionario
público por tomar medidas aprobadas por el Con~ejo de Ministros. La
consecuencia fué que estalló un serio di5turbio; pero la Plaza de la Cons-
tüución fu é ocupada por la Guardia Nacional, y no ocurrió nada posterior.
Apenas habían sido suprimidos los pequeños diarios cuando los m ás
grandes, que habían concedido hasta ahora su protección a Zagas ti , encon-
traron ocasión de reñir con él. A fin de silenciar el Clamor Público, su
editor jefe, el S r. Corradi, fué nombrado Ministro.
P ero este paso no será s uficier1te, puesto que todos los editores no
pueden ser llevados al Ministerio.
El golpe más audaz de la contrarrevolución fué-, sin embargo, el per-
miso concedido a la Reina Cristina de salir para Lisboa, des pués que el
Consejo de Ministros se había comprometido a retenerla a disposición de
las Cortes Constituyentes - una brecha a la fe que ellos han intentado
cubrir por una confiscación anticipada de los biene!' de Cristina en
España. notoriamente la porción menor de s u considerable riqueza. Así
Cristina logró una cómoda fu ga. y abora, nos enteramos que también San
Luis ha llegado a salvo en Sayona. La parte más curiosa de la transac-
ción es la forma en que fué obtenido el aludido decreto. El 26, a lgunos
patriotas y Guardias Nacionales, reunidos para considerar la seguridad
de la causa política, criticaron al Gobierno por su vacilación y medidas
incompletas, y acordar on enviar una diputación al Ministerio urgiendo
el alejamiento de Cristina del Palacio. donde ella tramaba proyectos
liberticidas. Hubo la circunstancia muy sospechosa de la adhesión a
esta proposición de dos a yudantes de Espartero, y del mismo Zagasti.
El r esultado fué que el Ministe rio Sf' reunió en Cor•sejo, y el resultado de
su reunión fué la evasión de Cristina.
El 25 la Reina apareció por primera vez en público, en el paseo del
Prado, esperada por el que llaman su marido, y por el Príncipe de Astu-
rias. Pero parece que su rece pción ha sido extremadamente fria.
96 Marx y Enge ls
- ------- - - -
El Comité nombrado para reportar el estado de la Hacienda en la
época de la caída del Ministerio Sartorius ha publicado su informe en la
Gaceta, donde va precedido por una exposición del Sr. Collado, Ministro
de Hacienda. Según ésta la deuda flotante de España s ube ahora a
S 33.000.000, y el déficit total a $ 50.000.000. Parece que incluso los
recursos extraordinarios del Gobierno fueron anticipados por años y mal-
versados. Los ingresos de La Habana y Filipinas fueron adelantados por
dos años y medio. El p roducto de los empréstitos forzosos había desapa-
recido, sin dejar traza. Las minas de mercurio de Almadén fueron empe-
ñadas por años. El balance a la vista debido a la Caja de Depósitos no
exis tía. Lo mismo pa'!Ó con el fondo para la sustitución mil itar. Se de-
bían 7.485.692 reales de la compra del tabaco adqui rido, pero no pagado.
Además, 5.500.000 reales para cuentas originadas por obras públicas.
Según la declaración del Sr. Collado, el montante de l&s obl igaciones de
la más urgente naturaleza es de 252.980.253 reales. Las medidas propues-
tas por él para cubrir este déficit son las de un verdadero banquero : volver
a la quietud y el orden, continuar elevando todos los viejos impuestos, y
contraer nuevos empréstitos. En complacencia con este aviso Espartero
ha obtenido de los principales banqueros de Madrid $ 2.500.000, con la
prome:'a de una política puramente moderada. Cuán inclinado está él a
mantener esta promesa, queda demostrado por sus últimas medidas.
o se debe pensar que estas medidas reaccionarias hayan pasado
completamente sin resistencia del puehlo. Cuando se s upo la salida
de Cristina. el 28 de agoRto, las barricadas fu eron de nuevo levantadas;
pero s i hemos de creer un despacho telegráfico de navona, publicado
por el Moniteur francés, " lao; tropas, unidas a la Guardia Nacional,
tomaron las barricadas y aplastaron el movimiento".
Este es el cercle vicieux, en el cual los abortados Gobiernos revolucio-
narios están condenados a moverse. Reconocen las deudas contraídas por
sus predecesores contran-evolucionarios como obligaciones nacionales.
A fin de ser capaces de pagarlas deben continuar con sus viejos impuestos
y contraer nuevas deudas. Para ser capaces de contraer nuevos em prés-
titos deben dar garantías de "orden", es deci r tomar medidas contrarrevo-
luci onarias ellos mismos. Así el nuevo Gobierno popular se tran¡:forma
de go lpe en esclavo de los grandes capitalistas y en OJJresor del pueblo.
l·:xaclamentc en la misma manera el Gobierno Provisional de Francia
en l B'J:'~ fu é conducido a la notoria medida de los 45 céntimos, y a la con-
fiscación de los fondos de las cajas de ahorro, a fin de pagar su interés
La Revolución en España 97
XI
ULTIMAS MEDIDAS DEL GOBIERNO.-LA PREN-
SA REACCIONARIA SOBRE LOS ASUNTOS ESPA-
:r;'¡OLES.-SUPERABUNDANCIA DE GENERALES.
Londres, 12 de septiembre de 1854.
El Débats espera ahora que esta orden será cancelada. Pero las espe·
ranzas del Débats están, quizás, en esta instancia, aún más condenadas
al desengaño que cuando expresó lánguidas esperanzas de que la confis-
cación de los bienes de los Orl eáns no sería realizada por Bonaparle.
El Jefe Político de Oviedo también ha procedido a secuestrar las minas
de carbón poseídas por Cri~tina en la Provincia de Asturias. Los direc-
tores de las minas de Siero, Langreo y Piero f.orril han recibido órdenes
de hacer un inventario y colocar s u administración bajo la tutela del
Gobierno.
Referente al "claro día" en el cual el Débats sitúa la partida de
Cristina, está informado muy erróneamente. La Reina Cristina, al dejar
sus habitaciones, cruzó los corredores en silencio mortal - habiéndose
alejado todo el mundo del camino premeditadamente. La Guardia Nacio-
nal, ocupando los cuarteles en el patio de Palacio, no estaba enterada de
su marcha. Tan secretamente fué arreglado todo el plan, que incluso
Garrigo, que estaba encargado de su escolta, solamente recibió órdenes
en el momento de la salida. La escolta sólo se enteró de la misión que le
había sido confiada a la distancia de 12 millas de Madrid, donde Garrigo
tuvo toda clase de dificultades para evitar que sus hombres insultasen a
Cristina o se volviesen directamente a Madrid. Los jefes de la Guardia
Nacional no se enteraron del asunto basta dos horas después de la
marcha de Madame Muñoz. Según la relación de España, ella alcanzó
la frontera portuguesa en la mañana del 3 de septiembre. Se dice que
estaba de muy buen ánimo durante el viaje: pero su Duque estaba algo
triste. Las relaciones de Cristina y este mismo Muñoz solamente pue-
den ser comprendidas a través de la contestación dada por Don Quijote
a la pregunta de Sancho Panza de que por qué estaba enamorado de una
tan baja mozuela campesina como su Dulcinea, cuando hubiera podido
tener princesas a sus pies: "Una dama --contestó el benemérito caba-
llero- rodeada de una hueste de bien nacidos, ricos, y agudos compa-
ñeros, fué interrogada que por qué tomaba para sus amores a un simple
campesino. "Debéis saber -dijo la dama- que para lo que yo lt> uso
posee más filosofía que el mismo Aristóteles."
La perspectiva tomada por la prensa reaccionaria en general sobre
La Revolución en España lfll
los asuntos españoles puede ser juzgada por algunos extractos del Kolnis-
che Z eitung y la lndépendence Belge:
C AR L O S MAR X
r
I
Reglamento de ese Cuer po, bastan 50 miemb ros para convocar a sesión,
y 50 para formar quorum. Además, las Cortes no habían sido prorro-
gadas formalmente. El General Infante, s u Presidente, no podía sino
cumplir el universal deseo de celebrar una sesión regula r.
Se sometió una proposición a la aprobaci0n de la Cámara, según la
cual el nuevo Gabinete no gozaba de la confianza de las Cortes, y que
debía informarse a Su Majestad de esta resolución. Las Cortes, a l propio
tiempo, requirieron a la Guardia Nacional para que se aprestase a la
acción . La Comisi ón llevando la resolución de falta de confianza f ué a
ver a la Reina escoltada por un destacamento de la Milicia Nacional.
Mientras la Comisión se esforzaba para entrar en Palacio 1 fué rechazac;la
por las tropas regulares, que dispararon luego sobre ella y su escolta.
Este incidente fu~ la señal de la insurrección. La orden de empezar a
construir las barricadas se dió a las siete de la tarde por las Cortes,
cuya asamblea fué disuelta inmediatamente después por las tropas de
O'Donnell. La misma noche empezó el combate, y solamente un batallón
de la Milicia Nacional se unió a las tropas reales. DeLemos hacer notar
que ys el día 13 por la mañana, el Sr. Escosura, Ministro de Gobernación
del Gabinele de Espartero, había telegrafiado a Barcelona y Zaragoza
que iba a tener lugar un golpe de Estado y que debían prepararse a resis-
tirlo. A la cabeza de los insurgentes de Madrid estaban el Sr. Mudoz y el
General Valdés, hermano de Escosura. Resumiendo, no hay duda que la
resistencia al golpe de Estado se originó entre lt>l' t!Sparteristas, los ciuda·
danos y liberales en general.
Mientras ellos, con la Milicia, ocupaban la línea que cruza Madrid de
este a oeste, los trabajadores, bajo la dirección de Pucheta, se instalaban
en la parte sur y parte del norte de la ciudad. La mañana del día 15
O' Oonnell tomó la iniciati\a. Incluso, según el testimonio parcia] de
Débals, O'Donnell no obtuvo ventaja alguna durante la primera mitad
de la jornada. Súbitamente, hacia la una de la tarde, sin ninguna razón
perceptible, las fil as de la Milicia Nacional se quebraron ; a las dos ofre-
cían menos resistencia, y a las seis habían desaparecido completamente
de la escena. dejando todo el peso de la lucha a los obreros, que lucharon
hasta las cuatro de la tarde del día 16. En estos tres días de matanzas
hubo. de este modo, dos b:Jtallas distintas - una, la Milicia Liberal de la
clase media. a poyada por los trabajadores, contra el ejército ; otra, el
ejército contra los trabajadores abandonados por la Milicia- . c(.mO
Heine ha dicho: " Es un cuento viejo, pero siempre es nuevo." Espartero
La Revoluci~n en España 109
I I
El 1 de agosto, a la una y media de la tarde, Zaragoza se rindió, y así
desapareció el último centro de resistencia a la contrarrevolución española.
Desde el punto de vista militar, tenia pocas posibilidades de h-ito después
de las derrotas de Madrid y Barcelona, la debilidad de la diversión insu-
rrecciona! de Andalucía y el avance convergente de fuerzas aplastantes
desde las provincias vascas, Navarra. Cataluña, Valencia y Castilla. Cual-
quier probabilidad estaba paralizada por la circunstancia de ser el Gene-
ral Falcón, antiguo capitán ayudante de Espartero, quien dirigía las fuer-
zas de resistencia; que el lema era "Espartero y Libertad"; y que la
población de Zaragoza estaba enterada del fi~uco inconmensurablemente
ridículo de Espartero en Madrid. Además, desde el cuartel general de
Espartero se dieron órdenes directas a sus partidarios de Zaragoza para
que pusieran fin a toda resistencia, como se verá por el siguiente extracto
del /ournal de Madrid del 29 de julio:
[.
ll2 Mar x y Engels
F. ENGELS
1•
1
1
t
EL EJERCITO ESPAÑOL
Por circunstancias especiales. el ejército españo l es, de todos lo¡; ejér·
citos europeos. el más digno de iuteré~ para los Estados Unidos. F.:u
consecuencia, como conclusión de este examen de las institucione:; mi li ·
ta res de Europa. damos un informe más deta llado de este ejército del
que su importancia parecería j u¡;tjficar, comparado con sus vecinos del
otro lado del Atlántico.
Las fuerzas militares españo las están formadas por el ejército interior
y los ejércitos coloniales.
El del interior cuenta con un reg1m1ento de g ranaderos, cua re nta y
cinco regimientos de línea, de tres batallones cada uno; dos regimientos
de dos batallone cada uno er: Ceu ta, r dieciocho batallones de cazadores
o fusileros. La totalidad de estos lúO batallones formaban , en 1852. una
fue rza efectiva de 72.670 hombres, costando al Estado 82.692.651 reales,
o $10.336.571 por año. La caballería comprendía d ieciséis regi111 ientos
de fusi leros. o dragones y lancero!<. df' cuatro escuadrone~ cada uno; con
once escuadrones de cazado res o caballería ligera. en 1851; en total,
12.000 hombres. costandfl 17.549.562 reales. o S2.193.ó95.
La artillería suma cinco regimiento-;; de artillería de!'montada. ·de J
t res bri ga da~. una por cada divis ión de la monarquía; ademá~. r·inco
brigadas de artillería pesada. tres de a rtiller ía montada y tres de a rtillería
de montaña. haciendo un total de veintiséis brigadas. o corno ahora se les
llama, batallones. E l batall ón tiene dos baterías en la artil lería montnda
y cuatro en la de montaña y en la desmontada; en total. noventa y do~
haterías desmontadas y seis ele a caballo, o SSR cañones de cam paña.
Lo!'; zapadore:- y minadores forman un regimiento nt' 1.21~) hombrf',:.
La reservn consiste de un hatallón ( núm. 1) por cada regi miento de.>
infantería. y de un escuadrón lt>rriLorial por carla rq.!imirnto de cabal !t-ría.
La fuerza total -en el papel- en !851 era de lO:tOOO ho111bre.5;
Pn 184 :~. cuando E:: partero fu~ derrocado. sum:1ha ;;;ólo SO.OOO: pt•ro n
120 Marx y Engels
El ejército es recl 11tado por sorteo y se admiten su~ti t utos. Cad:.~. año
hay una leva de 25.000 hombres; pero en 1 ~48 fueron llamados tres t.:ontin-
¡!t'lllf':-:, o r-;ea 75.000 hombres.
El ejér cito español debe ~ u o rganización actual a ~arvá ez. principal-
mente. aunque las o rdenanzas de Car los 11 l. df' 1 76~. ronstituyen todavía
sus c1m1entos. ¡ i\':Jrv~ez tu1·o que quitar a los rf'¡!imientos sus viejos
f'stanclartes pro,·inc·iales. distintos en cada uno. e introducir la bander a
t>r-;pañola en el ejército! F.n la misma for ma tuvo que destruir la vieja
o r~aniza c ión provinrial. y centralizar y restaurar la unidad. Sabiendo
bien. por exper iencia, que el dinero es la pa lanca principal en un ejército
que ca~i nunca había s ido paga do y raramente eq ui pado y al imentado,
tambi~n procuró introducir una mayor regular idad en los pagos y en la
arlministracitll1 financiera del ejército. Si consi~uió éxito en la tota l
La Revolución en Españ.a 121
II
BADAJOZ
Badajoz e!' una ciudad y fo rtaleza de España. capital de Extremadura,
s ituada a la orilla del Guadiana. y a 82 millas en e l norte noroeste de
Sevi lla. y a 49 a l sur de Alcántara ; tiene una pohl ación de unos 15.000
laabitantes. Es especia lme11te conocida por los acontecimientos de que
fué escenario durante la g uerra peninsular. El primero de ellos fué la
e~¡.an tosa matanza de mayo de 1808, a l princi pio de la insurrección gene·
ra l cont ra Francia. El Gobernador que qui~o ca lma r el tumulto fu é
arrastrado fuera de s u casa y ases inado por la turba. El 5 de feb rero
<ie 181 1. cuando Massena estaba en plena retirada. delante de Welli ngton,
desd'e las inexpu¡1;nables líneas de Torres Yedras. So ult tomó posiciones
delante de los muros de Badajoz. defendida por el veterano Menacho.
Wel lingtou hizo toda clase de esfuerzos para permitir a Menciizá bal,
t•l genera l es pañol e11 el campo, levanta r el cerco; y le mandó pa ra tal
propósito todas las di v i ~ ione;; e.~pañola s de s u propio ejército, lo cual
rolocaba a los es paño le;;. sin tomar en cons ideración la guarnición. en
('ondiciones ele . ig ualdad con las fu erzas francP.sas que rodeaban la forta-
/.a R evolución en España 123
II I
EL BIDASOA
El Bidasoa es un peqneño río de las provincias vascas de España,
célebre por las batallas reñidas en sus orillas, entre los fran ceses mandados
por Soult y los ingleses, espa ñoles y portugueses bajo las órdenes de
Wellington. Después de la derrota de Vitoría en 1813, Soult reunió a
sus tropas en una posición en que su ala derecha se a poyaba en el mar
frente a Fuenterrabía, teniendo el Bidasoa delante, mientras el centro y
ala izquierda se extendía n a tra vés de varias cúspides de colinas hacia
San Juan de Luz. Desde esta posición él intentó, una vez, socorrer la
126 Mnr.l: y Engels
-----------------
bloqueada guarnición de P amp lona, pero fué rechazado. San Sehastián,
s itiado por Wellington, estaba ahora duramente estrechado, y Soult resol-
\>iÓ levantar el sitio. Desde su pos ición en t>l bajo Bidasoa estzba sólo
a nueve millas de Oyárzun, un pueblo en el camino de San Sebastián;
s i pudiera alcanzur ese pueblo, podría levantar el sitio. Por tal motivo,
hacia finales de agosto de 18 13, conce11tró dos columnas sobre el Bidason.
La de la izquierda, mandada por el General Clausel , consistiendo en
20.000 hombres y 29 cañones, tomó posición en la altura de las cohnas
en frente de Vera (un lugar más allá del cual el curso s uperior del río
estaba en poder de los aliados). mientras que el general Rei lle, con
18.000 hombres y una reserva de 7.000, mandada por F'oy, tomó su situa-
ción más abajo. cerca del camino de Bayona a lrún. El campo francés
atrincherado, en la retaguardia, estaba ocupado por D'Erlon, con dos
divisiones. para evitar cualquier movimiento envolvente del ala derecha
al iada. Wellington había sido informado del plan de Soult y había
tomado todas las precaucioues. La t>xlrema izquierda de su posición,
defendida de frente por la marea del estuario del Bidasoa, estaLa bien
atrincherada. aunque débilmente guarnecida; el centro, formado por las
alturas extremadamente fue rtes y ásperas de San Marcial, estaba refor-
zado por obras de campaña y guarnecido por los españoles de Freire,
fijándose la pr imera división británica como reserva en su retaguardia
izquierda. cerca del camino de Irún.
El ala derecha. en las pendientes rocosas de la montaña Peña de Haya,
estaba guarnecida por los españoles de Longa y la cuarta división anglo-
portuguesa; lu brigada de I ngles de la séptima divi~ión se unía a la
división ligera de Vera, y a las tropas destacadas aún más lejos, a la dere-
cha. entre las colinas. El plan de Soult era que Heille tomase San Marcia l
( lo cual intentó formando una cabeza de puente para operaciones poste-
riores ) y empujar a los aliados hacia su derecha, a los barrancos de Peña
de Haya. despejando .1si la carretera a Foy, quien debía avanzar por e lla
directamente sobre Oyárzun, mientras Clausel, después de dejar un:1 divi-
s ión para observar Vera, pasaría el Bidasoa, un poco más abajo de ese
lugar y empujaría las tropas que se opusieran hacia Peña de Haya, secun-
dando así y flanqueando el ataque de Reille. En la mañana del 31 de
agosto,. las tropas de Reille vadearon el río en varias columnas, tomaron
la primera altura ele San M&rcial de un empujón y avanzaron hacia la
cúspide, dominando las cimas de ese grupo de colinas. Pero en este difícil
terreno, sus tropas. mandadas deficientemente, cayeron en el desorden;
La Rn ·olución en España 127
prestos para atacar a Heille. Well ington lo preparó todo para una sor-
presa. Sus tropas fue ron instaladas, bien ocultas de la vista del enemigo,
en la noche del 7 de octubre, y las tiendas de s u campamento no fueron
plegadas. Además. él había sido informado por contrabandistas de la
localidad de tres vados en la marea del estuario del Bidasoa, todos vadea-
bles en bajamar y desconocidos por los francr.ses, quienes se considera-
ban per fectamente seguros por ese lado. En la mañana del día 7, mientras
las reservas francesas estaban acampadas lejos a la retaguardia, y de la
división colocada en primera línea muchos hombres fueron llamados a
trabajar en los reductos, la quinta división británica y la brigada de
Aylmer vadearon el estua r io marítimo y marcharon hacia el campo atrin·
cherado llamudo el Sanscu lottes. Tan pronto como hubieron pa.~ado a
la otra orilla. los cañones de San Marcial abrieron el fu ego y cinco colum-
nas más avanzaron para vadear e l rio. Ellos se habían formado en la
orilln derecha, antes que los f ra nceses pudiesen ofrecer ninguna resisten-
cia; de hecho, la sorpresa había tenido completo éxito ; los bata llones
franceses. as í que llegaban separada e irregularmente, eran destrozados,
r toda la línea. incluyendo la llave de la posición, la colina de la Cr oix
des Uouquets. f ué tomada antes que pud±eran llegar a lgunas reservas.
El campo de Biriatu y Bildoux, uniendo Reille con Cla usel, fué rodeado
por las fuerzas de Freire a l tomar la colina Mandale, y abandonado. Las
tropas de Rei lle se retiraron en desorden, hasta que fueron contenidas en
Uroque por Soult. que llegaba apresuradamente de Espelette con las
reservas. Mientras todavía estaba allí, fué informado de un ataque
sob re Urdax; pero él no dudó un momento sobre el verdadero p unto de
ataque, y marchó hacia el bajo Bidasoa, donde llegó demasiado tarde
para restablecer la batalla. El centro británico, mientras tanto, había
atacado a Clausel y g raduaimente forz ó sus posiciones por ataques de
frente y fl ancos. Hacia la noche estaba confinado en el punto m:ís a lto
de la cumbre. la Gran Rhune, y a bandonó esa colina e l día s iguiente. Las
pér didas de los franceses fueron alrededor de 1.400 hombres ; las de los
aliados. sobre 1.600, entre muertos y heridos. La sorpresa fué tan bien
dispuesta que la defensa real de la posición francesa estuvo hecha por
10,000 hombres solamente, quienes. a l ser vigorosamente atacados por
03,000 aliados, fu eron derrotados por el_los antes de que pudieran llegar
la!'< resE>n·as en .su a uxilio.
FEDERICO ENGELS
1
Ordenó inmediatamente que la segu nda divis ión, bajo el mando del
General Zabala, y la división de reserva, bajo las órdenes de P ri m, embar-
cara n, y él mismo salió para Ceuta. La noche del 27 todo el ejército
español activo estaba concentrado delante de esa plaza. El 29 hubo otro
ataque de los mo ros, repetido el 30. Después de esto, los españoles
empezaron a juzgar la posición de cerco, y el primer objetivo de su movi-
miento fué Tetuá n, unas 20 millas a l sur de Centa y a cuatro millas del
ma r. Empezaron a construir un camino hacia esta población; los moros
no ofrecieron resistencia hasta el 9 de d iciembre. En la mañana de este
dia sorprendieron la gua rnición de los dos principal es reductos; pero,
según costumbre, los abandonaron más tarde. en el mismo día. El 12,
tuvo lugar otro encuentro frente al campamento español, a unas cuatro
millas de Ceuta, y el 20 O'Donnell telegrafía que los moros han atacado
de nuevo los dos reductos, pero fueron, como siempre, gloriosamente
derrotados. Así, pues, el 20 de diciembre los asuntos no habían avanzado
una jota desde e l 20 de noviembre.
Los españoles estaban todavía a la defensiva, y a pesa r de los a nun-
cios hechos una quincena o tres semanas antes, no había seña les de
avance.
Los españoles, con todos los refuerzos recibidos para el 8 de diciem-
bre, disponían de una fuerza de 35,000 ó 40,000 hombres, y 30 ,0 00 podian
ser necesarios para operaciones ofensivas. Con una tal fuerza la con-
quista de Tetuán debía ser fácil. No bay ciertamente buenos caminos, y
las provisiones del ejército deben ser to das llevadas desde Ceuta. ¿Pero,
cómo lo hizo la administración fran cesa en Argelia o la inglesa en la
India? Además, los mul os españoles y los caball os de tiro, no están
tan corrompidos por los buenos caminos de s u propio país que se resistan
a andar por el campo moro.
A pesar de l o que pueda decir O' Donne\1 como descargo, no puede
baber excusa para esta continuada inactividad. Los españoles son ahora
tan fu ertes como pueden esperar razonablemente serlo en cualquier tiempo
en esta campaña, a menos que reveses inesperados obligasen a traer refuer-
7.0S extraordinarios. Los moros, por el contrario, se están poniendo más
fuertes dia riamente. El campamento de Tetuán, a las órdenes dP. Hadji
Abd Saleem, que di ó las fuerza~ que atacaron la línea española e l 3 de
diciembre, ha sido a umenta do has ta ahora a 10,000 hombres, además de
la g uarnición de la ciudad. Ott·o campamento, majo Muley Abbas, está
en Tánger, y estaban llegando continuamente refuerzos del interior. Esta
-------------------------------------------------------------------
I I
La campaña de Marruecos ha empezado po r fin a animarse, y con este
principio desaparecen todo'" los matices románticos con los cuales la prensa
española y el entu;;ia::;mo popular habían ataviado a O' Donnell, quien se
hunde en una general mediocridad ; en lu ~a r de la cabaJléría de Castilla
y León tenemos a los húsares de la Princesa. r en vez de las hojas de Toledo
~e er-tún empleando cañones rayados y proyectiles ci líndrico-conoidales.
Hacia el 20 de diciembre los españoles empezaron a construir un
ramino practicable para la artillería '! carruajes. é¡ue debía conducir a
La Revolución en España 135
través del terreno montañoso del sur del C<\mpamento delante de Ceuta.
Los moros nunca intentaron destruir el camino: atacaron algunas veces
al General Prim, cuya división cubría las cuadrillas de trabajo, otras
veces atacaron el campamento; pero siempre sin hito. Ninguno de estos
encuentros fué más allá de escaramuzas de vanguardia. y en el más serio
de ellos, el 27 de diciembre, las pérdidas españolas no excedieron de seis
muertos y 30 heridos. Antes de terminar el año, el camino, de no más de
dos millas de largo, estaba terminado; .pero un fresco recruaecimiento
de tempestades y lluvia impidió moverse al ejército. Mientras tanto, como
si fuera para noticiar al cámpo moro de los movimientos amenazantes del
ejército, una escuadra españo la, compuesta por un buque velero de línea,
tres fragatas a hélice, tres vapores a ruedas, en total 246 fusiles, pasaron
por la desembocadura del río Tetuán y bombardearon los fuertes de su
ribera el 29 de diciembre. Fueron silenciados y destruídos los fuertes
de tierra en unas trt>s horas; no debemos olvidar que son los mismos
fuertes que los franceses habían bombardeado un me!l antes con una
fuerza muy inferior.
Habiéndose aclarado el tiempo alrededor del 29, el ejército español
empezó por fin a moverse el l 'J de enero. El primer Cuerpo de ejército,
de dos divisiones. bajo las órdenes de Echagüe, que babia sido el primero
desembarcado en Africa, quedó en las líneas delante de Ceuta. Aunque
había sufrido mucho por enfermedades en las primeras semanas, estaba
bastante bien aclimatado, y con los refuerzos recibidos desde entonces
sumaba 10.000 hombres, considerablemente más que el segundo o el tercer
Cuerpo. Estos dos cuerpos de ejército, mandado el segundo por Zabala
y el tercero por Ros de Olano, juntos con la división de reserva de Prim,
hacían un total de 21.000 ó 22.000 hombres, que salier011 el día primero
del año nuevo.
Cada hombre llevaba raciones para seis días. mientras que un millón
de raciones, o sea un mes de provisiones para el ejército, eran embarcadas
a bordo ·de trans portes para acompañar al ejP.rcito. Con Prim a la van-
guardia, apoyado por Zabala y Ros de Olano cubríendl) la retaguardia.
el terreno alto del sur de Ceuta fué cruzado. El nuevo camino bajaba
hacia el Mediterráneo. dos millas adentro de~de el campameHto. Allí ;.;e
extendía un llano remicirr.ular de cierta extensión. estando la cuerda
formada por el mar y la per iferia por terreno quebrado, elevándose gra-
dualmente en ásperas montañas. A penas la di visión de Prim había des-
embocado confiadamente del campamento. que las escaramuzas empe·
13ó Marx y t:nge ls
- - -- ---·----- · -
zaron. La infantería ligera español a fá cilmente rechazó a los moros hacia
e l lla no y de:;;de ullí a las colinas y matorrales que flanqu eaban su linea
de marcha. Aquí fué donde por al guna incompr ensión dos débi les escua-
drone;; de Húsares de la Princesa fu eron obligados a cargar. y lo hicieron
con tal espíritu que p:tsaron a travé!l de las líneas moras hasta dentro de
;;u campamento; pero introduciéndose en todas partes en terreno quebrado,
y no ha llando en ning ún sitio terreno practicable en el cual pudiese cargar
la caba llería o la infantería, tuvieron que vo lver a trá!l, con la pérdida de
siete o aproximadamente todos sus oficiale,:;. además de lo:: soldados r asos.
Hasta cntonce;; la lucha había !lido llevada principalmente por la infan-
tería en forma de escaramuzas, r una o dos baterías df' a rtillt>ría de mon-
taña. apoyadas aquí y a llí por los efectos -·más morales que físicos-
de l fuego de unas pocas lanchas cañoneras y vapores. Parece que O'Don-
nell intentó hacer a lto en e l llano, sin ocupar permanentemente, todavía,
la cumbre. formando el límit~ de este llano por e l sur. A fin, sin embargo,
de asegurar su posición por la noche. ordenó a Prim desaloja r a los gue-
rrillems moros del declive norte de la a ltura y t>ntonces regresar con la
oscu ridad. Prim, sin embargo, que es el mejor guerrero del ejército es pa-
ñol. entabl ó un serio encuentro. que finalizó tomando posesión de la tota-
lidad de la cumbre del monte, no sin hajas severas. Su avanzadilla acampó
en la cumhre y levantó un fortín en su cúspide. Las pérdidas españolas
s umaron. e10e día. 73 muertos y 481 heridos.
La posición ganada ese d!a f ué la conocida por e l nombre de Casti-
llejos. a causa de dos edificios blancos, uno en la \ertiente interior, cerca
del llano. y el otro en la cumbre conquistada por Prim, durante la ta rde.
La designación oficial de este campo. ,:;in emhargo, parece ser la de
l:ampamento de la Condesa. El mismo día lo:: mo ros habían intent'ldo
una 1igera din•r;;ión contra el campamento delante de Ce uta, atacando
l'l extremo reducto de la derecha y el inten-alo entre los dos reductos
~'.x tr emo: de la izquierda. fueron. no obstante. fácilmente rechazados
l'or la infantería de Echagüe y el fuego de la artillería.
El ejército ele o peraciones continuó tres ellas en e l Campamento de la
Londesa. La artillería de campa ña y una batt~rí a ligera, así como los
restos de la caballería ( la hrigada total de caballería consiste de ocho
t>"('uadront>s de húsarf';;. cua;ro de cc.raceros ;;in cor aza y cuatro de lan-
1'( rM. en tota l 1.200 homhre!'). ll e~aron al campo. El tren de sitio (en
t·l ¡·u:.d había una batería rayada ele ] 2 lihras) q uedaba todavía atrás.
L: :~. O' Donnell hizo un reconocimiento hacia :vtontf' Negro. la próxima
La Revolución en España
-------- -- - ------ --
hilera de montañas del sur. El tiempo continuaba bueno, caliente at"
mediodía, con muy fuertes rocíos por la noche. El cólera todavía ere
frecuente en una o dos divisiones y a lgunoR cuerpos sufrieron severamente
por enfermedades. Los dos batall ones de ingenieros, por ejemplo, que
habían trabajado muy intensamente fueron reducidos de 135 hombres a
90 por compañía.
Hasta ahora hemos detallado acontecimientos; en cuanto a lo que
sigue, estamos reducidos a atenernos a telegramas breves y poco seguros.
El 5, el ejército avanzó. El 6, estaba acampado ·'al norte de Valle
egro, habiendo atravesado l o~ pasos sin oposición". ~o es seguro que
esto signifique que los riscos de ]\1lonte Negro hayan sido cruzados y que
el ejército esté acampado en la ladera sur. El 9, el ejército estaba. según
se dijo, a una legua de Tetuán, y un ataque de los moros había sido recha-
zado. El 13, la totalidad de las posiciones de Cabo Negro fueron tomadas,
consiguiéndose una victoria completa. y el ejército estaba delante de Tetu:ín;
tan pronto como la artillt>ría pudiese llegar, la ciudad sería atacada. El
14, la división del General ·Río~. nna fuerza de diez batallones, que habían
hido concentrados en Málaga. desembarcaron en la de~mbocadura del
'TÍO Tetuán, y ocuparon los fuertes destruidos por la flota nna quincena
untes. El 16. nos informaron que el ejército estaba a punto de pasar
el río y atacar Tetuán.
, Para exp licar esto, podemos aclarar que hay cuatro alturas distintas
de colinas que atravesar entre Ceuta y Tetuán. La prjmera, inmediata-
meute a l sur del campamento y conduciendo a l llano de Castillejos; la
segunda. c-errando ese llano por el sur. Estas dos fueron tomadas por
los españole.<; el día 19 • Todavía más al sur y corriendo perpendicular
a la ribera del Mediterráneo, está la altura de Monte Negro, y paralela
a esta línea, aunque todavía más a l s ur. sigue otra cordillera más ·alta.
acabando en la costa, en el cabo llamado Cabo Negro, al sur del cual
corre e l río Tetuán. Los moros, des pués de hostilizar los flancos del
ejército invasor durante el día primero, cambiaron de táctica, se alejaron
más al sur e intentaron inte rceptar e l camino frente a Tetuán. Se espe-
raba que la lucha decisiva por la posesión de este camino hubiera empe-
zado en los pasos del último o en las alturas del Cabo 1 egro, y tal parece
que ha sido el caso del día 13.
El orden táctico de estos combates no parece acreditar a unos ni a
otros. Por parte de l o~ moros no podemos esperar nada más que una
guerra irrc>gular, hecha con la bravura y astucia de lo!' semisalvaje5. Pero
1:38 Marx y Engels
III
Como que el primero, y posiblemente a l IJlismo tiempo. último acto
de la guerra española de Marruecos se acaba ahora de cerrar, y como que
todas las informaciones uficiales detal ladas han llegado. podemos de
nuevo volver sobre el asunto.
El ¡ e;.: de enero el ejército español dejó las líneas de Ceuta. a fin de
avanzar sobre Tetuán, que está a sólo 21 millas de distancia. Aunque
nunca en ninguna ocasión fué s~riamente atacado, o contenido por el
enemigo, el Marisca l O'Donnel tomó no menos de un mes para llevar
s us tropas a la vista de esa ciudad . La a usencia de caminos y la necesaria
prudencia no son motivos suficientes para esta lentitud de marcha, s in
paralelo ; y es evidente que el dominio del mar poseído por los españoleS
no fué utilizado en toda s u extensión. El que se haya tenido que hacer
un camino para cañones pesados y provis iones no es una excusa. Ambas
cosas debieron haber s ido transportadas en buques, mientras que el ejér-
cito, equipado con provisiones para una semana y sin más cañones que
los de montaña (llevados a lomo de mulos) podía haber alcanzado las
alturas sobre Tetuán en cinr.o días a lo s umo, y unirse a la división de
Ríos, la cual entonces. lo mi ~m o que tres semanas de..-pués, no hubiera
!;ido impedida de desembarcar en la desembocadura del Wahab el Jehu.
La batalla del 4 de febero podía haber sido reñida. y posiblemente
bajo un aspecto aun más favorab le para los e;:; paño les, el 6 ó 7 de enero;
140 .l! a r x y E IL g P l s
FEDER I CO ENGELS
MEMORIA SOBRE LA I NSURRECCION
DE ESPAÑA (VERANO DE 1873) !I)
ADVERTENCIA PRELIMINAR
I
El informe que acaba de publicar la Comisión de La Haya sobre
la Ali anza secreta de Bakunin ha puesto de manifiesto ante el mundo
obrero los manejos ocultes, las granuj adas y la huera fraseología con
que se ·pretendía poner el movimiento proletario al servicio de la pre-
suntuosa ambición y los designios egoístas de unos cuantos genios incom-
prendidos. Entretanto, estos megalómanos nos han dado ocas.ión en
España de conocer también su Hctuación revolucionaria práctica. Veamos
cómo llevan a los hechos s us frases ttltra rrevolucionari:as sobre la anar-
quía y la autonomía individual, sobre la abolición de toda autoridad,
especialmente de la del Estado, sobre l a emancipación inmediata y com-
pleta de los obreros. Por fin podemos hacerlo ya, pues ahora, c.demás
de la información de los perió~cos sobre los acontecimientos de España,
tenemos a la vista el informe enviado al Congreso de Ginebra por la
Nueva Federación Madrileña de la I nternacional.
Es sabido que, en España, al producirse la escisión de la Internacional,
sacaron ventaja los miembro.; de la Alianza secreta; la gran mayoría de
los obrero~ españoles se adhirió a ellos. Al ser proclamada la República,
en febrero de 1873, los aliancistas españoles se vieron en un trance muy
difíci l. cspaña es un país muy atrasado industrialmente y, por lo tanto,
no puede hablarse aún de una emancipación inmediata y completa de la
clase obrera. Antes de esto, España tiene que pasar por varias etapas
previas de desarroll o y quitar de en medio toda una serie de obstáculos.
La República brindaba la ocasión para acortar en lo posible estas etapa¡::
y para barrer rápidamente estos obstácul os. Pero esta ocasión sólo podía
La Revolución en España 149
I I
Los a liancistas no podían pers1st1 r en la ridícula si tuación en que se
habían colocado con su astuta política electora l. a menos de querer dar
a l traste con su j~fatura sobre la TnternacionaJ en España. Tenían que
aparentar, por lo menos. que hacían algo. Y su tabla de salvación fué ...
la huelga general.
En el programa bakuninista, la huelga general es la palanca que se
pone en juego para desencadenar la revolución social. Una buen.: maña-
na, los obreros de todos los gTemios de un país y hasta del mundo entero
deja n el trabajo y. en cuatro semanas a lo sumo. obligan a las clases posee·
doras a darse por vencidas o a . lanzarse contra lo~ obreros. con lo cual
dan a éstos el derecho a defenderse y a derribar, aprovechando la oca~ión.
toda la vieja · organización ~ocia l. La idea dista mucho de ,ser nueva:
~
)rimero los soc ialista~ franceses y luego los belgas sr han hartado. desde
1848. de montar este palufren. que es. sin embargo. por su ori~en. un
caballo de raza inglesa. Durante el rápido e intenso auge del eartismo
entre lo!" obreros británico!". que siguió a la crisis de 1837. se predicó. ya
en 1839. el "mes santo". e l paro en escala nacional U): y la idea tuvo
tanta resonancia, que los ohreros fabri les del norte de fnglaterra inten-
taron ponerla en prácticn en julio de 1842. También en el Congrt>::o de
152 Marx}' ¡:;,tge ls
111
Inmediatamente después de la batalla librada en las calles de Alcoy,
se levantaron los intransigentes en Andalucía. Pi y Margall estaba toda-
vía en el Poder y en continuas negociaciones con los jefes de este grupo
político, para sacar de ellos un nuevo ministerio. i. Por qué, pues, echarse
a la cal le, sin esperar a que fracasaran las negociaciones? La ra:.:ón de
estas prisas no ha llegado a ponerse nunca totalmeute en claro. Lo único
que puede asegur a rse es que los señores intransigentes trataban ante todo
de que se llevase a la práctica cuanto antes la República federa l para
de este modo poder escalar el Poder y los muchos cargos nuevos r¡ue
habrían de crearse en los distintos cantones. En Madrid. las Cortes tar-
daban mucho en descuartizar a España; había que tomar cartas en el
asunto y proclamar en todas partes cantones soberanos. La actitud que
había venido manteniendo hasta entonces la I nternacional ( la bakuni-
nista), envuelta de lleno, desde las elecciones, en los manejos de los
intransigentes, permitía contar Mn su colaboración; además, precisa-
mente se había apoderado de Alcoy por la violencia y estaba por lo
tanto, en lucha abierta con el gobierno. A esto se añadia el que los
bakuninistas habían predicado siempre que toda acción revolucionar ia
de arriba abajo era perniciosa y que todo debía organizarse y llevarse
a cabo de abajo a rri ba. Y be aquí que ahora se les deparaba la ocasión
de implantar de abajo arriba, al menos en unas cuantas ciudades, el
famoso principio de la autonomía. Ni que decir tiene que los obreros
bakuninistas se tragaron el anzuelo y sacaron las castañas del fuego a
i58 Marx y Engels
los intransigentes, para luego verse recompensados por sus aliado!>, como
siempre, con puntapiés y balss de fusil.
Veamos cuál fué la pQs ición de los internacionalistas bakunjnistas
en todo este movimiento. Ayudaron a imprimirle el sello de la atomi-
zación federali sta y realizaron su ideal de la anarquía en la meruda de
Jo posible. Los mismos bakunirustas que, pocos meses antes, en Córdoba,
habían anatemizado como una traición y una añagaza contra los obreros
la instauración de los gobiernos revolucionarios, formaban ahora parle
de todos los gobiernos municipales revolucionarios de Andalucía, pero
siempre en minoría, de modo que los intrans igentes podían hacer cuanto
les viniera en gana. Mjentras éstos monopolizaban la düección política
y militar del movimiento, a los obreros se les despachaba con unos cuan·
tos tópicos brillantes o con unos supuestos acuerdos sobre reformas socia-
les del carácter más tosco y absurdo y que, ndemás, sólo existían sobre
el pa pel. En cuanto los líderes bakuninistas pedían alguna concesión
!eal y positiva se les rechazaba desdeñosamente. Lo más importante que
tenían s iempre que declarar los intransigentes directores del movimiento
a los corresponsales de los periódicos ingleses, era que ellos no tenían
nada que ver con estos llamados intern acionali ~tas y que declinaban toda
res ponsabilidad por. sus actos, aclarando bien que tenían estrictamente
vigil ados por la policía 9. sus jefes y a todos los emigrados de la Comu·
na de París. Finalmente, en Sevilla, como veremos, los intransigentes,
durante el combate contra las tropas del gobierno, dispararon también
contra sus aliados bakuninistas.
Así sucedió que, en el transcurso de pocos días, toda Andalucía estuvo
en manos de los intransigentes armados. Sevilla, Málaga, Granada, Cá-
diz, etc., cayeron en su poder casi sin resistencia. Cada ciudad se declaró
cantón independiente y nombró una Junta revolucionaria de gobierno.
Lo mismo hicieron después Murcia, Cartagena, Valencia. En Salamanca
se hizo también un ensayo por el estilo, pero de carácter más pacífico.
Asi estuvieron la mayoría de las grandes ciudades de España en poder
de los insurrectos, con P.xcepción de la capital, Madrid -simple ciudad
de lujo, que casi nunca interviene decisivamente-. y de Barcelona. Si
Barcelona se hubiese lanzado, el triunfo fina l habría sido casi seguro
y además se habría asegurado un refuerzo firme al elemento obrero que
tomaba piule en el movimiento. Pero ya hemos visto que en Barcelona
los intransigentes no tenían &penas f uerza y que los internacionalistas
hakuninianos, que por aquel entonces eran aún muy fuertes allí, tomaron
La Revolución en España 159
la huelga general como pretexto para ca lmar-los ánimo:-:. Así pues, esta
vez, Barcelona no estuvo en su puesto.
o obstante. la insurrección. aunque iniciada de un modo descabe-
llado, tenía todavía g randes perspectivas rtl' éxito !>i 8t> la hubiera !OahidO'
encauzar con un poco de ir.teligencia, siquiera hubiese sido al modo de
las revueltas militares españolas, en que la guarnición de una plaza se
subl eva, va sobre la plaza más CP-rcana, arrastra consigo a la guarnición
de ésta, preparada de antemano, y, creciendo como un alud, avanza sobre
la capital, hasta que una batalla afortunada o el paso a su campo de las
tropas enviadas contra ella decide el tr iunfo. Este método era especial ·
mente aplicable en esta ocasión. Los ins urrectos se ha llaban organizados
en todas partes desde hacía mucho tiempo en batallones de voluntarios,
cuya disciplina era, a decir ver dad, deplorable, pero no más deplorable
seguramente que la de Jos restos del antiguo ejército español, que, en
su mayor parte, se había desmoronado. La única fuerza de confianza
con que contaba el gobierno era la Guardia Civi l y ésta se hallaba des-
perdigada por todo el país. Era p rimordial impedir a todo trance la
concentración de los guardias civiles y, para esto, no había más recm80
que tomar la ofensiva y aventurarse a campo abierto ; la cosa no era
muy arriesgada, pues el gobierno sólo podía oponer a los voluntarios
tropas tan indisciplinadas como las suyas. Y, s i se quería vencer, no
había otro camino.
Pero, no. El federalismo de los intransigentes y de su apéndice
bakuninista consistía precisamente en dejar que cada ciudad actuase por
su cuP.nta y declaraba esencial, no su cooperaci ón contra las otras ciuda·
des, sino su separación de ellas, con lo cual cer raba el paso a toda posi·
bilidad de una ofensiva general. Lo que en la guerra de los campes inos
alemanes y en las insurrecciones alemanas de mayo de 184,9 había sido
un mal inevitable - la atomización y e l aislamiento de ]a<; fuerzas revo·
lucionarias, que permitió a las tropas del gobierno ir aplastando un alza.
miento tras otro- se proclamó aquí como el principio de la s uprema
sabiduría revolucionaria. Bakunin pudo disfr utar de este desagr avio.
Ya en septiembre de 1870 (en sus " Leltres á un Fraru;ais") había decla-
rado que el único medio para expul sar de Francia a los pr usianos con
una lucha revolucionaria consistía en abolir toda dirección centralizada
y dej a r que cada ciudad, cada aldea, cada municipio, dirigiese la guerra
por su cuenta. Si el ejército pru ~iano, cou su dirección umca. !>e
oponía el desencadenamiento de las ra ~iones revo lucionarias, el triunfo
lúO Marx y Engefs
Cartagena por lo menos 60 millas alemanas, más del doble que, por
ejemplo, Valencia o Granada! La expedición tuvo un fin lamentable
no l ejo~ de Cartagena ; y el cerco cortó el paso a todo otro intento de
salida •por tierra. Se lanzaron, pues, a hacer salidas con la flota. ¡Y
qué sa lidas! No podía ni hablarse de volver a sublevar, con los barcos
d~ gue rra cartageneros, los puertos de mar que acababan de ser some-
tidos. Por tanto, la !Jlarina ne guerra del cantón soberano de Cartagena
se limitó a amenazar con que bombardearía a las demás ciudades del
litoral marítimo desde Valencia hasta Málaga - también soberanas, según
la teoría cartagenera-, y en caso necesario a bombardearlas real y efec·
ti vamente, si no traían a bordo de sus buques los víveres exigidos y una
contribución de guerra en moneda contante y sonante. Mientras estas
ciudades habían estado levantadas en armas contra e'l gobierno como
cantones independientes, en Cartagena regía el principio de ¡cada cual
p:Ha c:í! Ahora, que estaban derrotadas, tenia que regir el principio
de ·, 1odos para Cartagena! Así entendían los intransigentes de Carta-
gen a y sus secuaces bakuninistas el federalismo de los cantones soberanos.
Para reforzar las filas de los combatientes de la libertad, el gobierno
de Cartagena dió suelta a los 1,800 reclusos del penal de aquella ciudad,
Jos peores ladrones . y asesinos de toda España. Que esta medida revo-
lucionaria les fué sugerida por los bakuninistas es cosá que no admite
duda después de las revelaciones del informe sohre la "Alianza". En
él se demuestra cómo Bakunin se entusiasmaba desvar iando sobre el
" desencadenamiento de todas las malas pasiones" y cómo proclamaba
al bandolero ruso modt:lo de verdaderos revolucionarios.
Lo que se da a los rusos, debe darse también a los españoles. Por
lo tanto, el gobierno cartagenero se ajustaba por completo al espíritu
de Bakunin cuando desencadenó las " malas pasiones" de los 1,800 mato-
nes embotellados, llevando con ello hasta el extremo la desmoralización
entre sus tropas. Y cuando el gobierno español, en vez de deshacer a
cañonazos sus propias fortificaciones , esperaba la sumisión de Cartagena
de la descomposición interior de sus defensores, seguía una politica total-
mente acertada.
IV
Escuchemos ahora el informe de la "Nueva Federación de Madrid"
<~cerca de todo este movimiento:
" En Va lencia debía celebrarse el segundo domingo de agosto un con-
1 •
La Revolución en España 163
All>a, D1tque . de, ver Fitz- James A ~~tonio P ascual, ver Borbón.
Stuart. A ,·co Agiiero, F elipe.-Oficial es-
Albarracín, Serei'Ít!o.--Aiiancista; pañol; participó en la conspira-
jefe del levantamiento de 1873. ción de Riego.
A/erini.- Alíancista; miembro de A •·giielle:;, Agttstín (1775-1844) .-
la primera Inter nacional de Mar- Liberal español, protector de Es·
sella, ues pués de la Comuna de partero; participó en la redac-
París emigró a Barcelona; dele· ción de la Constitución de 1812
gado por la primera I nternacio- y 1831; Minish·o d"e Estado
nal al Congreso de La Haya (1820-1821) ; tutor d"o la P rin-
(1872) y al Congreso bakuninis- cesa Isabel (después Reina) y
ta de S t. Imier (Ü372). de Matia Luisa (1841-1843).
Alejandro 1 (1777·1825).-Empe·
A '1'11te1·o y Pe iia1·a1Ulif, F't·a n e 'Í!8 co
rador de Rusia ( 1801-1825).
t1804-1807).- Genet·al español;
Allende Salaznr, José (1802·1893). tomó parte en la primera guerra
- General español, Ministro de carlista.
Marina en el Gobierno de Espar·
tero ( 1854). A ;;ensiQ.- 1\Ifiembro de las Cortes;
A madeo 1 de Sabatja ( 184!}·1890 ) . par ticipó en la revolución espa·
- Rey de España (1870-1873) ñola de 1854.
por elección d"e las Cortes.
Amelia María (1782-1866) .-Rei- A 1tlllter.-General inglés; partici ·
na de Francia, esposa de Luis ró en la gueraa contra Ft·ancia
Felipe. e-n España (VH3) .
1ó8 Marx y Engel$
V w
Valdés-- General español, participó Walker, Jor,q e ( 1764-1842).- Ge-
4!'n la revolución española d<' 1856. neral inglés, participó en la gue·
V an Alen, Antonio (murió en 1858). r ra colonial de la Indja ( 1784-
- General español, ayudante de 1785); y en la guet·ra en España
Espartero. y Portugal (1 811·1813); Gober-
Vasconcelos, Migu el (murió en nador de Granada (1815).
1640).- Embajador español ~ WeUirtgton, Duque, Arturo W elles-
Portugal; muerto durante el le· l ey (1769 · 1852).- Mariscal de
vantamiento d'e Lisboa. campo inglés, comandante de !os
Velard e y González, Clemente ejércitos en la época d'e las gue-
0 827-1886) .-General español. rras napoleónicas; Primer Minis·
l 'ictorút ( 1819-1901). - Reina de tro (1828-1829, 1834) .
Inglaterra (1837·1901). Wilson.-General inglés, participó
Vidal.-General francés. en la guerra contra los france·
Vidnl, Joaquín .....:....Coronel ~spañol; ses en España (1811-1813) .
ejecutado en enero de 1819 por ·wrangel, Fede1-ico Enrique Enus-
proclamar la Constitución de to, Conde de ( 1784-1877) .-Ma-
1812. r iscal de campo prusiano, parti-
V illacampa, Pedro (1776-1845).- cipó en las guerras de 1807 y
General español, jefe de guerri- J813, mandó el ej ército del Rey
lleros. ~n Berlín (1849).
Villena, Marqués de, ver Pacheco.
V iñas García.- Estudiante de Medi- z
cina, miembro de la Alianza ba-
kuninista d'a Barcelona; pertene· Z nbala y de la Puente, Conde Pa-
ció a la Primera Internacional 1·edes de N avas (1804-1879) . -
(1872). General espaiiol, partidario de
Viriato (dos siglos A. C.) .- Héroe Espartero ( 1854) ; después se
nacional d'e Lusitania (Portu- v:olvió reaccionario y sofocó la
gal); den·otó a los romanos (146 revolución de 1873-1874.
y 154 A. C.); logró el r econo- Z&.gasti, Manttel.- Gobernador de
cimiento de la independencia de Madrid (1843-1854).
Lusitania por Roma. z grbano, ll1a?·tín (1788 - 1844).-
V·il'ta H errnosa..-General español. General español, jefe de guerri·
Vittel, Marqu-és de.- Aristócrata lle.ros; fu silado en 1844 por in-
español; comisionado de la Jun- tentar proclamu la Constitución
ta Central en Cádiz (1809). de 1837.
ACABÓSE DE IMP RIMIR
ESTE L I B R O EN LOS
TALLERES DE LA TIPO·
CRAFÍ.... FLECHA, PE
LA HABANA, EL DÍA 14
OF. AGOSTO DE 1943.