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Perspectivas clínicas
Philippe Gutton
Amorrortu editores
Buenos Aires
Directores de la biblioteca de psicología Y psicoanálisis, Jorge
Colapinto y David Maldavsky
Le bébé du psychanalyste. Perspectives cliniques, Philippe Gutton
© Editions du Centurion, 1983
Traducción, José Castelló
ISBN 950-518-492-1
ISBN 2-227-00501-7, París, edición original
Indice general
11 Prefacio
23 1. Apuntalamientos
55 l. Moc;lelos
~
~ 7_6 II . La relación objetal de la madre
_.., -,
76 Continuidad y discontinuidad de los cuidados maternos
-¡8 El lactante y el registro de las significaciones
81 Libido y agresividad en los cuidados maternos
88 III . La unidad narcisista primaria
89 La regresión materna
94 Constitución de la unidad narcisista primaria
8
k!!!!!!!?_ , ,
-----
174 Mecanismos psicopatológicos de los hiperfuncionamientos
libidinales
181 II. Hipo funcionamiento del cuerpo libidinal
181 El mecanismo primordial constituido por la represión
originaria
183 Ejemplos semiológicos de trastornos funcionales
--
•
~--·
Prefacio
Léon Kreis/er
11
Múltiple desafío, ciertamente, ya que la observación directa
del niño muy pequeño hecha por el psicoanalista contiene buen
número de presupuestos, de los cuales ninguno es evidente: un
método sometido a duras críticas epistemológicas, reflejadas con
abundancia en escritos recientes; 1 la tentativa de lograr la con-
cordancia del bebé de la realidad con un bebé mítico, surgido
de la reconstitución del pasado; «la paradoja que instala al psico-
analista en una psicología y una psicopatología del comporta-
miento» cuando ha dejado el diván para deambular por la nur-
sery. . . y otras más.
¿En qué medida la observación directa de un niño que toda-
vía carece de lenguaje puede ilustrarnos sobre su psiquismo? De-
cisiva cuestión, que no cesa de ser el centro de apasionadas con-
troversias, de la más palpitante actualidad. ¿Pasa quizá con ella
lo que con el albergue español, es decir, para el caso, que allí
no se encuentra sino lo que han traído los descubrimientos he-
chos mediante la predicción del pasado «recompuesto», propia
del método psicoanalítico? ¿Hay que dar crédito a quienes afir-
man que si hubo progresos después de Freud fue gracias a aque-
llos que , supieron aventurarse en «el cuarto de los niños»
(J .-B. Pontalis), con sus tentaciones y sus riesgos?
Sea cual fu ere el resultado de esta controversia, el camino
elegido por Gutton ha de enriquecer al pediatra que se propone
obtener un mejor conocimiento del niño a través del psicoanáli-
sis, y no del psicoanálisis a través del niño: ese pediatra a quien
su función instala en la observación directa frente a trastornos
de los cuales muchos se revelan únicamente bajo la forma de
conductas.
12
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•
. . Hast~ hace poc? se hablaba de barreras perceptivas del re-
cten nacido, excepción hecha de la oralidad y la sensibiºl"d 1 ªd en
sus d 1·rerentes mo d a lºd
i ad es, incluido
· el sentido del equ"lºb ·
. El ., . i i no
(R. A . Spttz). rec1en nacido no es, como se creyó por much
tiempo, la víctima de un sistema sensoriomotor deficiente sin~
que, por lo contrario, desde un primer momento aparece d~tado
de un importante equipo de comunicación por todos los canales
sensoriomotores: el visual, el auditivo, el olfativo; reconocerá-
pidamente la voz y el olor de la madre, tiene notables aptitudes
imitativas y presenta una sincronización de la motricidad que
se amolda a las inflexiones de la voz y de la mímica. El recién
nacido no es un pasivo receptáculo, circunscrito a funciones pu-
ramente internas y automáticas, concentrado en sí mismo en el
marco de una monótona y abrupta alternancia de tensión y dis-
tensión, vigilia y sueño. Es un partícipe activo, dotado de inicia-
tiva y apetencias, apto para aprehender, para conocer, para pro-
vocar la comunicación. Con el término «competencia» se desig-
na su triple aptitud de percibir las señales emitidas, reaccionar
a esas señales y provocar la comunicación. Lejos estamos de las
imágenes sugeridas por el narcisismo primario, con un niño re-
cluido en un estado anobjetal, totalmente investido sobre sí mis-
mo en un mundo clausurado, casi sordo y ciego a los estímulos
del exterior -salvo los que hubieran conseguido romper la ba-
rrera de la «protección antiestímulo»-, sujeto a una monótona
oscilación pendular entre tensión y distensión, absorbido por el
regreso a la beatitud oceánica. ¿Qué hay del autismo primario
(M. Mahler), atribuido al período inicial del desarrollo?
En las nuevas descripciones, me ha dicho Philippe Gutton,
no hay nada que venga a descompaginar sus puntos de vista,
lo cual me alegra. Dejemos que él se encargue de explicárselo
a sus colegas, en una de esas confrontaciones en que periódica-
mente se enzarzan los analistas a causa de sus ideas sobre el
narcisismo.
13
.
mente sobre esta doble figura transaccional. Tiene valor fantas-
mático cuando describe el funcionamiento psíquico de la mater-
nalidad. Al mismo tiempo se refiere a la interacción mediante
el cuerpo a cuerpo madre-hijo, y es justamente esta inscripción
carnal, perceptiva y motriz de la relación objetal fantasmática
lo que este tipo de estudio permite abordar». La dialéctica inter-
activa se dirige a reducir el foso abierto por la diferencia entre
conducta y elaboración mental de la conducta. La esencia de ese
proyecto, que es fundamental, se trasluce en filigrana por la tra-
ma de la obra, de un extremo a otro.
14
mortífero (insomnio y anorexia primaria graves, vómitos psicó-
genos, mericismo) y la «depresión blanca», generadora de diver-
sos trastornos lesiona les, capaces de afectar a todos los aparatos .
del funcionamiento somático. La depresión primaria es la más
visible escenificación del fracaso de los instintos de vida.2 Las de-
sorganizaciones infantiles letales nos ponen frente a la pulsión de
muerte, que Gutton, si no me equivoco, elude. Dentro de nues-
tras concepciones, se trata de un punto central. «Los nexos entre
los movimientos individuales de vida y de muerte sientan las ba-
ses de la economía psicosomática en la globalidad de una duali-
dad pulsional fundamental. El instinto de vida sostiene a las fuer-
zas constructivas en un trabajo de ligazón y de síntesis. El instin-
to de muerte incita a la desorganización, a la repetición, al frac-
cionamiento» (P. Marty).
15
de representación; la permeabilidad, que permite la circulación
1
entre el sistema inconciente y el sistema conciente, las otras dos
instancias; y la permanencia, que garantiza la estabilidad del
funcionamiento.
Llama mucho la atención que estos atributos sean ni más ni
menos aquellos de la economía funcional en la mutualidad primi-
tiva. Su plenitud contiene toda la dimensión que el autor de esta
obra analiza con notable precisión teórica: el cuerpo erógeno del
bebé, significativo del movimiento pulsional que tiene al cuerpo
biológico por objeto; el apuntalamiento pulsional, la seducción
primaria, etc. La permeabilidad indica la fluidez de la adapta-
ción mutua, sus infinitas evoluciones, la adecuación de las res-
puestas recíprocas. La estabilidad define la coherencia, necesa-
ria para la reunión de los fragmentos todavía dispersos en el frac-
cionamiento del «mosaico primitivo». En la fase -posterior-
del segundo semestre, constructiva de la relación de objeto por
internalización de la imago materna, lo esencial del funciona-
miento económico se encuentra en la distribución entre las in-
vestiduras autoeróticas y narcisistas, por una parte, y las objeta-
les, por la: otra. Esto nos lleva a pensar en la prehistoria del fun-
cionamiento y en la génesis de las funciones de representación;
y en los nexos de estas con la función simbólica. Pero la historia
natural de la construcción psicosomática en el desarrollo del ni-
ño no ha sido escrita todavía.
Las propuestas referidas a la economía psicosomática tuvie-
ron por corolario la elaboración de una nosografía estructural
basada en las modalidades funcionales del psiquismo que expo-
nen al paciente a la desorganización, por ejemplo, en lo tocante
al niño, la neurosis de conducta, los estados neuróticos mal ela-
borados, las inorganicidades, la estructura alérgica ... No es utó-
pico esperar para la patología ultraprecoz una clínica de los in-
tercambios mutuos que tome por fundamento las desviaciones
del funcionamiento interactivo en la relación primaria.
16
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~
uno a otro extremo el campo de la unidad fundamental prima-
ria. Este libro le brinda la suma de un instrumento conceptual,
ajustado a la actualidad de su experiencia, que así ganará en for-
taleza y precisión.
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17
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Introducción. El lactante
psicoanalítico
19
ganan la ventaja de ser analizadas con un vocabulario autónomo.
El cuerpo libidinal del niño señala, por lo demás, un primer
desasimiento del cuerpo biológico; no obstante, el sí-mismo pre-
cede al yo; él no habla: nosotros lo hablamos. Es, para este tra-
bajo, lo que el inconciente para el psicoanalista. Investigamos
su historia económica hasta su confluencia con lo simbólico, tal
como la produce el bebé hacia el final de su primer año de vida.
El compromiso del bebé en el mundo es desde el comienzo
doble, contradictorio como la historia dialéctica. Por un lado,
está su intensa procura de adecuación, entre él y el ambiente o,
para mayor exactitud, entre él y su madre: circularidad, feed-
back, pattern específico, homeostasis, simbiosis, díada, he ahí
otras tantas expresiones que trazan ese eje de funcionamiento,
definido todavía mejor en la humorada de Winnicott [142]: «Un
bebé, eso no existe». El modelo se retoma aquí dentro del con-
cepto de unidad narcisista primaria, que comprende a la madre
y al bebé después del parto. Por el otro lado, la inadecuación
impera: neotenia de la cría humana, seducciones de las que es
objeto desde el nacimiento a raíz de los cuidados maternos. El
bebé ingresa desde el principio en la historia conflictual de los
padres, momentáneo figurante de los temas fantasmáticos pasa-
dos, representante inscrito en el inconciente de los adultos que
lo nombran; su primera experiencia consiste en la intrincación
de las pulsiones agresivas y libidinales de que es objeto: a) unido
a la madre, cuya falta colma, y mantenido a distancia objetal;
b) investido y desinvestido alternadamente y al mismo tiempo;
he ahí las posiciones antitéticas conferidas al niño, en que se re-
toman los tópicos de la adecuación y la inadecuación.
20
•
Desde que nace, el lactante es objeto, por parte de quienes
se ocupan de él -casi siempre la madre-, de cuidados que pro-
curan satisfacer sus necesidades y protegerlo del ambiente; sin
esta atención, subtendida por el amor maternal, el nifto no po-
dría sobrevivir; su dependencia inicial es absoluta, casi específi-
ca de la especie humana. En esta situación, que parece fuente
de placer para una y otra parte, el recién nacido desarrolla, de
manera progresivamente autónoma, sus propias actividades libi-
dinales. Estas se extienden entre asíntotas espacio-temporales:
sus primeras necesidades (o pulsiones de autoconservación) y las
modalidades en que son satisfechas según el deseo materno. El
cuerpo libidinal (o cuerpo erógeno) del lactante se crea y expan-
de en el seno del encuentro de su cuerpo biológico y del cuerpo
deseante de la madre.
.
.....-
~
1. Apuntalamientos
23
por la misma modificación de ese orden que le dio origen. Es
---
reproducción ilusoria, reanudación en vacío de una actividad que
antes sirvió a una satisfacción real. La sucesión de tensiones y
descargas que caracteriza al funcionamiento pulsional puede ser
comparada con el funcionamiento de la necesidad, pero se dife-
rencia de este en que ahí se ha desvanecido la finalidad de la
fupción biológica: placer de órgano, placer-de nada. Eri.- lá fór-
mu acfiíñ :J Ll-Laplanche [93], la pulsión se vuelve autoérólica
___..-- - - - ""'No .. .. - - - '·"'. " :
-ro·nDidinal,
- --
porque ha perdido su objeto: el objeto alimentario desapareció
eneICnupeteO.Eñest~-·deslizamiento qu~ ~vá de lo biológico
~
la plltsión dé-SviaaelOüfiTi aricr-~1-runcíonami~hto
éOr-- oral. La i01 o aesarroffa su primer~ hist~~Ta -modocÜa- 'en
a
íéctico, como antítes_is de la necesidad. El lugar del cuerpo en que
se manifiesta la pulsión (la zona erógena) es hontanar de circu-
lación de energía en que se sitúa una perpetua diferencia tensio-
nal. Esta diferencia constante de los niveles de tensión basta pa-
ra caracterizar su funcionamiento .
Nos parece que el_2roceso de a ur¡tala~~lQ!H!.Lse des-
compone abstractamente, CQ!LYS..titaia.,. en.Jr..es J~IJ1p;os ._ .El pJi-
mero de ellos es anátomo-fisiológico: el del funcionamiento de
ta necesidad. Este tiemPo ~reapire'Ze sólo en ciertas situaciones
patológicas de excepción, que los grandes progresos de la neo-
natología moderna invitan a considerar. Al decir esto pensamos
muy en especial en el prematuro. Su cuerpo parece totalmente
gobernado por el determinismo programado de la maduración
neurológica, cuya dinámica se mantiene impermeable al ambiente,
cualquiera que este sea. El medio del prematuro está constituido
por aparatos automatizados, dispuestos para mantenerlo con vi-
da, que no producen las estimulaciones habituales (alimentación
parenteral, según los principios del mantenimiento del equilibrio
humoral).
El segundo tiempo es el de la concomitancia, en torno del
obj~to anátomo-fisiológico, de la- ñecesidad y del deseo naciente.
Por ejemplo: el alimento es el objeto en que se colman el ham-
bre y los primeros deseos de succión. Esta concomitancia puede
ser concebida como período de apuntalamiento, o tiempo de
apuntalamiento, en una unidad de lugar. La zona de funciona-
miento se vuelve erógena . .Este_perjofio_~~'?mP!SE.f!~.qo q!Q...el
~i9D-PO ~~lit satisfa~~ién.--s!nq"'='M.~~ ~!.P.,¡J?~~~.,,. es decir, esos
momentos en que el niño e~presa la tensión de su necesidad, o
sea, en fin,'el tiempo deJ a señal. 2 El apuntalamiento funcional
2
Este elemento remite a la teoría de S. Freud sobre la angustia como señal
(1926); igualmente tenemos en Winnicott la función del «tiempo de seft'alaru,
para el caso del lactante, en el devenir de su capacidad de estar solo.
24
no se efectúa tanto sobre la función, cuanto sobre el funciona-
n:ie~t~ bio.lógico. En su. ~oncepción primera, el ~untal es el cuerpo
b1olog1co mnato del nmo en desarrollo. La biología moderna
cuando estudia los primeros meses de vida del hombre y el ani~
mal, procura reducir la clásica oposición entre innato y adquiri-
do, considerando más bien unidades globales de comportamien-
to con variables diversas . La pulsión, entonces, se desarrollaría
«de modo marginal» respecto de esas unidades, que incluyen,
sin diferenciarlos, los elementos internos y los elementos del
medio.
En el tercer estadio, la actividad cobra autonomía e indepen-
dencia respecto del foncionamiento biofisiológico. El chupeteo
se desarrolla entre los momentos de succión. La zona erógena
se concibe como sede de una excitación de placer irreductible
_a/ solo funcionamiento biofisiológico, situada.en eUugq[~!!_.9.µe
se~efectúan los intercambios del organi$_1JlQS. A partir de este es-
tadio: la:::a&LV;;idad libidinal <marece simultáneament~ en las se~
,cuencias de satisf~cclóñ~(la concomitañCiaJ~Y'"ais- .
ladadéesfau1Tirriaeñél plano temporal. La inscripción tópica
fue al principio limitada por Freud a la piel y los orificios, 3 y
acabaría por ampliarse hasta llegar al concepto de un cuerpo con-
siderado en su totalidad como una zona erógena: este es el cuer-
po erógeno, o cuerpo libidinal.
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l El apuntalamiento de las actividades libidinales es un proce-
so abstractamente escindido de la unidad misma que constitu-
yen, durante el funcionamiento, la función (pulsión de autocon-
servación) y su relación con el exterior. A todo lo largo de su
obra Freud mantuvo invariable el criterio de que la aportación
de una energía externa era necesaria para el desarrollo del niño.
«El método seguido por nosotros se caracteriza por el hecho de
que en toda esta descripción colocamos en primer plano los fac-
tores condicionados por el exterior, mientras relegamos a un se-
gundo plano los factores constitucionales» [55]. La segunda hi-
pótesis de nuestras investigaciones, inseparable de la primera,
está referida a esa impresión que el exterior hace en el cuerpo
del recién nacido ... Conviene que aclaremos los alcances que
tiene aquí el término «exterior». Para nada pretende reproducir
la oposición innato-adquirido. El registro de lo anterior se con-
sidera dentro de su característica libidinal: el exterior, entonces,
es la madre.
Proponemos la formulación de que el desarrollo del cuerpo
erógeno del niño se apuntala también en la realización del deseo
materno. El niño es objeto del deseo mate~no; los cuidados ma-
ternos pueden ser descritos como el protocolo de la realización
~SLd_~~é.o. El proceso ha tomado, desde S. Freud, el nombre
de sedu_ccjón primaria. Esta aparece en toda la obra del funda-
dor del psicoanálisis, desde el período de 1895-97 hasta las Nue-
vas conferencias de introducción al psicoanálisis, de 1932. Se si-
túa antes de entrar a considerar los diferentes términos y etapas
de las escenas de seducción del niño por eladu1fu eñ su relación
crohólógic_g.:-más alláde fas escenas de seducción de sesgo geni-
tal, Freug menciona.Ja ternura de los cuidados maternos como
un primer modelo de vínculo libidinal. «El trato del niño con
la persQn-ª que lo cuida es para él una fuente co-ntinÚa de excita-
ción y de satisfacción sexuales a partir de las zonas erógenas,
y tanto más por el hecho de que esa persona -por regla general,
la madre-=-dirige sobre el niño sentimientos que brotan de su
vida sexual, lo acaricia, lo besa y lo mece, y claramente lo toma
como sustituto de un objeto sexual de pleno derecho» [55]. La
hipótesis freudiana es clara en cuanto a que erdeseo e la madre
respecto de su hijo es sexual. No hay aquí solamente un «ape-
go» o una «afectividad electiva», como lo describen los etólo-
gos. Para decirlo con mayor precisión: si el apego materno es
susceptible de estudio por el psicoanálisis, ello se debe precisa-
mente a que se lo considera sexual. El concepto de seducción
primaria es fundamental, porque abre a la investigación psico-
analítica la relación madre-hijo y la observación del lactante. Es-
ta hipótesis se presenta como el principio básico de la metodolo-
26
'~
gía con la cual nos proponemos . ligar los datos del inconciente
l
materno con os comportamientos del lactante, imaginando la
existencia de un continuo entre la libido materna, la de su bebé
y, ulteriormente, la de su hijo.
El lugar que aquí asignamos a la seducción primaria es com-
plementario y antitético del acordado al apuntalamiento. Por un
lado, enraíza la pulsión libidinal en lo biológico, permitiendo
su funcionamiento. Por otro, significa un corte profundo, espe-
cífico. La personalización es posible no sólo por la combinación
hereditaria (que daría razón de una disposición constitucional
de las pulsiones), o no sólo por experiencias de funcionamiento ;-"
sino por la introducción de una diferencia imprevisible que la
libido materna suscita y que el niño debe metabolizar, variable
nueva de la genética inconciente.
El deseo materno inscribe una erogenidad cuantitativa y cua-
litativa al crear, durante los cuidados, una excitabilidad en un
lugar del cuerpo del niño. Con lo cual llegamos a una segunda
definición de las zonas erógenas, complementaria de la anterior:
La tópica de estas zonas se sitúa preferentemente en los lugares
de intercambio entre lo somático del lactante y el deseo mater-
no. La madre aporta del exterior lo que en buena parte pasará
a ser el «ello» del niño, cuyos empujes tomarán origen desde
entonces en el interior, «una verdadera implantación de la se-
xualidad adulta en el niño» [93).
He ahí una seducción de la que ningún ser humano escapa,
y es fácil explicarse la importancia otorgada por Freud a este
concepto, que pone de relieve el corrimiento, característica en
el niño, entre la adquirida prematurez de su sexualidad psicoló-
gica y el carácter tardío de su pubertad orgánica. En ese corri-
miento, en que «la vida sexual del ser humano no experimenta
un desarrollo continuo» [59], se deslizan el despertar libidinal
y el despertar a secas, 4 las motivaciones de las adquisiciones y
aprendizajes sucesivos, pues la excitación, antes de que aparezca
el funcionamiento genital adulto, sólo parcialmente se puede re-
solver. En repetidas ocasiones Freud formula la_hipót_esis_de que
la seducción, que puede ser considerada sinónim,o de .humaniza-
ción~~acáso- es-el-fundamento de la predisposición psicopatológi-
ca:-Ena«inocula» una excitabilidad que el bebé sólo puede re-
solv·er parcialmente. Aquí tenemos una función excitante prime-
ra de la madre, en el momento mismo en que apacigua las nece-
sidades de su hijo. La problemática de la falta, y posteriormente
de la castración, se inscriben en el despertar prematuro de la pul-
sión sexual.
4
En el sentido de los neurofisiólogos.
27
Psicológicamente, el niño nace en el inconciente y el concien-
te parentáles mucho antes de su nacimiento concreto. El cuerpo
nudo -«todavía biológico»- del niño está envuelto en una se-
cuencia escénica fantasmática cuya historia remite a la de los
abuelos. La trayectoria geL4~~~o d~JQ..~J?ª_~res, que se actualiza
durante los cuidªdos que se brindan al bebé, tiene origen en los
p~imer-osesbozos del ins onciente de ellos, en eLqu~ se_in§~,riben
las generacione~ ant~_cesoras. Con ocasión del acontecimiento-
-hijo, se rodrn;_e_uJ1a r_e_escritura de-las-pasadas etapasJihidinales
de Js>s padre_§ . De modo que el niño ocupa un lugar esperado,
ya elaborado dentro de la <<novela familiar» de estos padres. El
primer capítulo efe esta novela, el que le da su forma y estructu-
ra, se organiza en el momento del Edipo de la madre. Freud ha
pintado sus características en la niña pequeña, con ese proyecto
de «tener un hijo con el padre». Este fantasma dibuja a priori
el cuerpo del hijo futuro y su posición relacional. «El hijo que
es posible tener» entra desde tan temprana edad en la escena
fantasmática, expresada en los juegos, las palabras y los sueños
de la futura madre . El hijo es «significante primordial» en las
secuencias escénicas maternas, en el curso de las cuales el recién
nacido real cobra sentido. 5 «El hijo por venir» es un proyecto,
sexuado, a menudo nombrado. A la expresión «fantasma de hi-
jo», preferimos «secuencia escénica fantasmática», que se ade-
cua mejor a la complejidad y dinámica de la relación padres-
hijo (y con más precisión madre-hijo), según se desarrollan an-
tes del nacimiento del interesado. Rebasaríamos los límites de
este trabajo si avanzáramos más en la descripción de esta se-
cuencia escénica fantasmática cuyo tema es el hijo. La sobrede-
terminación de la cual es objeto en el inconciente y el conciente
maternos nos llevaría a presentar aquí un vasto estudio sobre
la psicología y la psicopatología femeninas. Este es empero el
abordaje que el psiquiatra de niños intenta aplicar cuando se dis-
pone a hacer escucha de los padres de niños pequeños: historia
fantasmática parental con sus niveles de elaboración (edípico y
preedípico), actualización genital de esos fantasmas (dialécticas
acontecimiento-fantasmas), fratría, embarazos anteriores, rela-
ciones sexuales que dieron origen a este niño (deseo sexual hacia
5
..
Esta aserción ocupa un lugar importante en la mayoría de los trabajos ac-
tuales de psicoanálisis infantil. Ha sido especialmente explotada por la escuela
lacaniana. Algunas observaciones de esos autores ponen en evidencia los estra-
tos sucesivos de la significación del hijo: los más superficiales, como elaboración
de elementos recientes aparecidos durante el embarazo y durante el parto, y a
su término; los más profundos, percibidos como significantes encubridores de
la primera infancia de la madre, que remiten a las palabras de los abuelos. Esta
historia de los significantes es la de las estructuras psicopatológicas .
28
~
29
b. El parto es descrito como «primer encuentro» (89] con el
recién nacido, y trae consigo un reordenamiento objetal funda-
mental. Deutsch (39], siguiendo a Freud, insiste en que la madre
debe recorrer ese camino psicológico que va desde las posiciones
narcisistas del embarazo hasta desembocar en el amor objetal.
Este movimiento describe una aproximación entre las dos con-
cepciones del parto ya referidas, dialécticamente opuestas: la ma-
dre gana afuera lo que ha perdido adentro . El bebé constituye
el objeto encargado de curar la primera posición depresiva o re-
gresiva de su madre. La recuperación libidinal de la madre se
produce gracias al acondicionamiento de sus relaciones con el
hijo. El lugar del bebé es fundamental para el equilibrio interno
de la joven madre. El hijo, símbolo de la falta de la madre, es
necesario para que esta consiga colmarla y sobrepasarla.
'
Dentro del desarrollo que venimos siguiendo, nos parece im-
portante esta explicitación de los fenómenos psicopatológicos del
parto: la seducción primaria se origina en el interior de esta cri-
sis organizadora, signada por la contradicción interna. Si la uni-
dad madre-hijo del embarazo dramáticamente procura restable-
cerse con ocasión de los cuidados maternos [ 142], la seducción
primaria se inscribe en la dinámica de recuperación, por parte
de la madre, del objeto perdido. El lugar de la seducción prima-
ria se define como una prolongación de la posición narcisista
materna durante el embarazo . Su finalidad consiste en reparar,
recuperando al hijo, la unidad quebrada en el momento del par-
to. Aquí se cierra el círculo de las equivalencias simbólicas, tan
caro al psicoanálisis: el pene, el hijo, el pecho . Los ejes psicodi-
námicos de la madre están claramente delineados en su aspecto
dialéctico de complemento y oposición: únicamente el desarro-
llo de la relación objeta! con el recién nacido permite reconstruir
la unidad narcisista que se perdió precisamente en virtud del im-
pulso fetal desencadenante del parto. La seducción primaria se
define como esta función de juntura primordial entre madre e
hijo, con apoyo en un basamento contradictorio.
111. Señalamientos
Estamos ahora en mejores condiciones para comprender los
fundamentos sobre los cuales se construye el cuerpo erógeno.
Este es la resultante de la realización «adecuada» de la demanda
de la madre y de la demanda del hijo, formuladas recíproca-
mente a propósito de un mismo objeto (el alimento, por ejem-
30
plo), que se experimenta según modalidades diferentes. Ese ob-
jeto une a las dos demandas frente a frente, de modo que una
'
se define por la otra, e inversamente; el cuerpo erógeno es la
resultante «marginal» de este encuentro. Esta unidad realizada
por el cuerpo biológico del lactante y el deseo materno, que evi-
ta la arbitraria oposición entre lo innato y lo adquirido, implan-
ta más allá del parto propiamente dicho un segundo nacimiento
progresivo, constituido por la autonomización del cuerpo
eró geno.
31
y el niño una unidad circular propiamente biológica, sobre la
cual, sin embargo, se puede decir que despierta la relación libi-
dinal de ambos.
32
5. Nuestro quinto señalamiento recae en la concepción do-
blemente restringida del apuntalamiento, que aquí proponemos.
El centrado eró geno materno se efectúa tomando en cuenta las
circunstancias del desarrollo orgánico; el deseo materno es tri-
butario de la realidad anatómica biofisiológica. Es válido pen-
sar, con Freud, que cualquier punto del cuerpo puede constituir-
se en lugar de excitación libidinal, pero no es cierto que el cuer-
,. po biológico presente una equivalencia potencial en cuyo inte-
rior el deseo materno pudiera practicar cualquier opción. No
acompañamos las concepciones psicoanalíticas según las cuales,
para decirlo con la expresión de S. Leclaire, «el dedo de la ma-
dre inscribe su erogenidad en cualquier lugar del cuerpo del lac-
tante», convertido en «crátera de gozo». La omnipotencia ma-
terna está limitada por la anatomía del hijo ..
Por otra parte, el desarrollo libidinal no se concreta sino en
la medida en que la función confluya con el deseo materno, que
así ejerce una selección. Aunque toda función o toda parte del
cuerpo del recién nacido es apuntalable, puede no ser apuntala-
da. Es así posible describir sobre investiduras prematuras de una
función, además de las subinvestiduras. Una atipicidad orgánica
puede encontrarse con el deseo materno y convertirse en objeto
de una patología secundaria: por ejemplo, el pasaje a la cronici-
dad de ciertos vómitos, al principio orgánicos y luego funciona-
les. En el campo de las investigaciones sobre los estados mixtos
(encefalopatía + psicosis) hay quienes proponen un tipo de aná-
lisis etiopatogénico que describe las convergencias fortuitas de
una lesión anatómica y una anomalía grave de las investiduras
maternas. El carácter eventualmente pasajero de estas anoma-
lías neurológicas puede llevar a que no se repare en su importan-
cia. A la inversa, se describieron agudos trastornos psiquiátricos
inscritos en un quebranto del deseo materno, como si este hu-
biese impedido el desarrollo funcional; este cuadro clínico linda
con aspectos seudoencefalopáticos.
33
pecto de la demanda del hijo. La madre se ocupa de su bebé
sin desearlo. Este es objeto de su actividad, pero no de su deseo.
En virtud de ello su vigilancia es insuficiente y las actividades
libidinales son pobres.
34
2. Por una semiología libidinal del bebé
35
1. El funcionamiento del cuerpo libidinal tiene efecto en la
realidad de la conducta.
2. Observa las reglas biofisiológicas del cuerpo.
3. Por una proposición dialécticamente opuesta a la anterior ,
se hace autónomo según reglas tópicas y temporales originales.
4. Las actividades libidinales, movimientos inscritos en lo real,
son en todo momento compromisos entre la dialéctica de la bio-
logía y de la libido . De aquí se desprende una conceptualización
de la función erógena como mediador, volante energético, cuyas
desviaciones constituyen la psicopatología.
1
Volveremos sobre el aspecto esquemático de esta proposición cuando plan-
teemos el problema del dormir y de los sueños del bebé a esta edad.
36
~
tante diferencia el pezón del resto del pecho, del dedo o de cua-
lesquiera otros objetos, lo que reconoce no es entonces un obje-
to o un cuadro sensorial, sino que simplemente reencuentra un
complejo sensoriomotor y postural entre unos cuantos comple-
jos análogos que constituyen su universo» [117].
La búsqueda de la identidad perceptiva expresa su exigencia
de identidad, sobre la cual descansa el «vivenciar personal conti-
nuo» que caracteriza a su evolución. La paradoja de esta bús-
queda, efectuada según el principio libidinal del automatismo
de repetición, es su participación en el desarrollo. Los esquemas
perceptivo-motores se van modificando en su estructura a medi-
da que se asocian en las situaciones diferenciadas del aprendiza-
je; así se definen líneas de evolución en que la libido se motiva
y se apuntala. Siguiendo a otros autores, referimos la sucesión
de las unidades funcionales a los procesos asociados de conden-
4
sación y desplazamiento. La paradoja de la búsqueda de un con-
tinuo en la identidad de percepción reside en que el tiempo del
desarrollo la desconcierta permanentemente. Su relato es la bús-
queda más y más activa de objetos externos que se desvanecen
ante los ojos del nifío.
El objeto interno, la representación, que aún carece de auto-
nomía, ya tiene un lugar específico en esta evolución, se lo con-
sidere como percepción y memorización o como satisfacción li-
bidinal: es índice de la diferencia, derrota de la identidad per-
ceptiva, secuela acumulativa de la historia. La representación es
ese punto en que convergen el pasado y el presente; es diferencia
perceptiva de igual modo como la semiología de las actividades
libidinales es diferencia conductal. La diferencia de las conduc-
tas del lactante en el trascurso del flexible continuo que lo carac-
teriza constituye la prueba de la calidad del estatuto de la repre-
sentación dentro de la experiencia sensoriomotora de satisfac-
ción. Es de advertir la sinonimia entre la aptitud para la diferen-
cia perceptivo-sensorial y la tolerancia a la frustración actual.
La memorización sensoriomotora hace su deslizamiento ha-
cia la del objeto, es decir, hacia la construcción de la imagen
y el reconocimiento. La pulsión se desplaza en forma gradual
de la experiencia de la satisfacción a la imagen del objeto sin
el cual esta satisfacción no habría sido posible. El funcionamiento
del cuerpo erógeno está marcado por una búsqueda de la cons-
trucción del objeto externo y de los segmentos parciales de su
propio cuerpo. La psicopatología se define como vicisitud de es-
ta exploración: en los extremos, se concentra en una zona electi-
va cuyo funcionamiento se repite indefinidamente, fuera de lo
cual se dispersa sin construir suficientes vínculos mnémicos; acre-
centamiento de la condensación y flotación del desplazamiento
37
son los términos patológicos en que la identidad de percepción
se sostiene en detrimento de la diferencia. El eje evolutivo se
inscribe dialécticamente entre la condensación en una zona cuyo
funcionamiento está perfeccionado, y las ligazones se efectúan
entre los diversos puntos focales de la libido. Fijación repetitiva,
regresión en el resurgimiento de identidad de percepciones idén-
ticas, y progresión, constituyen los momentos armónicos e inar-
mónicos de esta evolución .
38 ·, .- ...
~ : 1
~
en el nivel del orificio sin tener en cuenta el sentido funcional de
este, puede ser solamente corporal o anexarse un objeto externo.
El modelo de la incorporación está constituido por las dos eta-
pas de la «fase oral» descritas en los trabajos de K. Abraham.
En esto incluimos también lo que se suele llamar -erróneamen-
te, para el caso- el sensorio a distancia: la incorporación de los
sonidos, los perceptos visuales y los perceptos olfativos. La ex-
corporación es, a nuestro entender, un término preferible a pro-
yección, que ha recibido muchas denominaciones en las teorías
psicoanalíticas; un sinónimo podría ser eyección, o bien reyec-
ción. El ejemplo clínico está proporcionado por los órganos uri-
narios y de la defecación.
39
Hoffer [85], sino una unidad fusiona! que comprende a la madre
y a la mano.
b. En un segundo tiempo se produce una escisión, y las ma-
nos asumen por entero su valor sustitutivo respecto de la madre.
Se liberan de esta última en una función de excitación tanto más
paradójica cuanto que, desde el punto de vista neurológico, se-
gún la técnica de M. B. Bender [14], la mano es «extinguida por
cualquier otra zona».
c. Paralelamente, las manos exploran los objetos externos y
el cuerpo materno. De modo que la manipulación es erógena
en razón de su objeto; cuando este no lo es, se vuelve «neutra»
u «operatoria», siguiendo un proceso de deslibidinización .
40
..
se presentan en el marco de una situación que frustra al bebé
y como un intento de descarga libidinal, es decir, en un cuadr~
de angustia. La erección espontánea .t~ene valor de autoerotismo.
El lugar que ocupa la masturbac1on en las relaciones madre-
hijo ha sido objeto de un fundamental trabajo de R. A. Spitz
[ 132], en que se expone la observación sistemática, en parte lon-
gitudinal, de doscientos cuarenta y ocho niños: durante el pri-
mer año, cuando las relaciones entre madre e hijo son buenas
el juego genital se manifiesta a cada momento. 5 Si la relació~
es problemática, el juego genital es más infrecuente y tiende a
ser remplazado por las actividades autoeróticas. Cuando la rela-
ción entre madre e hijo está ausente, el juego genital lo está tam-
bién. Corolario de la calidad de los cuidados maternos, demues-
tra ser una covariante del cociente de desarrollo del sujeto.
La especificación del lugar que ocupa la seducción genital
en la seducción primaria es el resultado de las observaciones más
frecuentes de los pediatras y los psicoanalistas: la expresión del
deseo materno hacia las zonas genitales del niño se patentiza en
manipulaciones: lavado, baño, caricias, atención de la vestimen-
ta ... Lo común es que durante los cuidados maternos haya en
la madre el deseo, quizá genital, de encontrar el sexo del hijo.
Puede sostenerse la hipótesis de que el desarrollo autoerótico
del hijo se produce como corolario del deseo materno,' que se
podría calificar de incestuoso. Tiempo después, cuando sus pa-
dres le imponen la prohibición de masturbarse, el niño se siente
privado de unas actividades placenteras de que esos mismos pa-
dres habían sido los iniciadores.
¿Está el cuerpo erógeno especificado en cuanto a sexo, mas-
culino o femenino? ¿Qué parte tiene lo «genital» en la fase pre-
genital? No nos extenderemos en ese punto de investigación, bri-
llantemente analizado en un trabajo de F. Castagnet [30], que
expone las referencias precisas de esa especificidad.
41
miento de alguna función: la actividad es «afisiológica», y pue-
de volverse «antifisiológica» en ciertas condiciones psicopatoló-
gicas. Esta clásica comprobación se puede expresar en forma de
postulados filosóficos, ya que históricamente el concepto de ins-
tinto de muerte sucedió en Freud al de automatismo de repeti-
ción, «instinto del instinto», susceptible de destruir lo biológico
que genéticamente lo hizo nacer. La psicopatología del lactante
ofrece nuevos argumentos a esta contradicción entre los oríge-
nes y el desarrollo del self. La disfunción se define como solu-
ción de continuidad entre placer de órgano y placer de funciona-
miento, prolongando las antítesis soma-psique y autoconser-
vación-libido. La contradicción está presente, desde los mismos
orígenes del cuerpo erógeno, en la seducción materna, segundo
pilar de su génesis .
Entre la posición materna respecto del niño y la del cuerpo
erógeno respecto del funcionamiento corporal se establece un vín-
culo histórico. Siguiendo este hilo conductor se llega a compren-
der que las actividades del self obedezcan a las reglas tópicas
(condensación, desplazamiento) y temporales con arreglo a los
esquemas libidinales descritos en psicoanálisis. Las particulari-
dades de la clínica de la primera infancia justifican recordarlo.
1. La condensación
Por lo común, este proceso se describe en el funcionamiento
del inconciente con respecto a una representación única que por
sí sola figura a varias cadenas asociativas en cuya intersección
se encuentra; es decir que desde el punto de vista económico está
investida con las energías que, ligadas a esas diferentes cadenas,
se adicionan sobre ella. Define un lugar privilegiado en el que tie-
nen efecto las experiencias sensoriomotoras de satisfacción
-percepción y descarga a la vez-,-, en correspondencia a su tópi-
ca. Característica del proceso primario, debe diferenciársela del
«centramiento» que da origen a la zona erógena: un lugar del
cuerpo «centra» en él una energía prevaleciente, por el doble pro-
ceso de apuntalamiento pulsional y seducción primaria, al ha-
llarse en la intersección de las funciones biológicas del bebé y
los procesos asociativos inconcientes de la madre. Una concep-
ción semejante no debe introducir la idea de una estructura del
cuerpo erógeno, que no corresponde a esta edad. El espacio cor-
poral está dividido, fragmentado, constituido por zonas parcia-
les en las que se expresan las pulsiones parciales; se trata de los
nuclei, separados unos de otros, que posteriormente habrán de
constituir el yo, según la descripción de E. Glover.
42
El funcionamiento de la zona erógena está regido por la d _
·
lidad perceptiva, 1.~ q~e es d ecir
· los es.timulos
' ua
externos y la des-
carga de una tens1on mterna. El funcionamiento se produce en
el campo de la cosa. Todo lo que es sensoriomotricidad es libidi-
nal, y viceversa. La regla es la confusión del objeto y del cuerpo
del sujeto. El espacio del self es bidimensional; el cuerpo es su-
perficie plana, sin mediación ni transición.
La condensación se efectúa según secuencias temporales plu-
rizonales, dentro de la unidad narcisista primaria. Por ejemplo,
el rostro de la madre se asocia con la sensación del pecho en
la boca, el aplacamiento de la sed, la repleción gástrica y unas
impresiones táctiles en el hueco de las manos, según el conjunto
descrito por Isakower [en 134]. Este conjunto se inscribe según
datos temporales, especialmente rítmicos, que son objeto de una
memorización fragmentaria. El self no funciona de acuerdo con
las coordenadas kantianas del tiempo y el espacio, sino entrete-
jido en un espacio-tiempo. ·
Todo lo que se aleja de la secuencia espacio-temporal está
animado por una energía menor, de manera que para cada acti-
vidad del bebé es legítimo preguntarse por el quantum libidinal
puesto en juego. Algunas zonas pueden revestir un aspecto rela-
tivamente neutro, que hemos calificado de «operatorio»: por
ejemplo, ciertas manipulaciones de objeto dentro de una moda-
lidad de exploración poco motivada, tal como se presenta en cier-
tos bebés hospitalizados .
La idea económica de equivalencias de las secuencias espacio-
temporales libidinales es importante, sin que ello suponga intro-
ducir una concepción estructural. Es decir que el bloqueo pato-
lógico de una zona puede determinar el desarrollo de otra en
compensación: un orificio es remplazado por otro, por un ges-
to; una succión del pulgar, por un balanceo o una práctica mas-
turbatoria; toser tiene el sustitutivo de moverse. Las secuencias
de observación etnológica de niños en libertad durante el con-
tacto con sus madres son persuasivas: el amamantamiento se con-
juga con una abundante variedad de ejercicios táctilo-motores
y de ajustes posturales contra el cuerpo de la madre. Este último
parece ser la base a partir de la cual el niño amplía su explora-
ción a distancia, y se mantiene como el objeto privilegiado al
que siempre es posible regresar. Los objetos que tienen parte en
el cuerpo materno (las ropas) o que son presentados por este
se ofrecen a la utilización del niño, mientras que los sonidos emi-
tidos y escuchados acompañan a la producción de esas activida-
des motrices.
La zona erógena remplaza todo lo que está en juego dentro
de la unidad narcisista primaria. Esto habla una vez más so-
43
bre el lugar y el valor funcional de las actividades del bebé en
la perspectiva de un proceso de individualización.
2. El desplazamiento
U na de las características del self es reflejar la libertad sin
límites de los desplazamientos que en él se producen, expresada
por el concepto de energía libre:
44
,.
a. En él está comprendido el orden del movimiento como ex-
presión de cambios en el nivel de las tensiones pulsionales en
diversos puntos del cuerpo (descarga y no descarga). Puede asi-
milarse el concepto de afecto -según la limitación que para este
propuso A. Green [67]-, cuyo primer modelo neurofisiológico
designa una suma de excitación «susceptible de aumento, dismi-
nución, desplazamiento y descarga, y se difunde por las huellas
mnémicas de las representaciones como lo haría una carga eléc-
trica por la superficie de un cuerpo» , para citar la expresión de
Freud.
b. La problemática de la representación está señalada por el
momento en que la cantidad (afecto) se aproxima a la figura-
ción, primera representación del cuerpo o del objeto . La realiza-
ción aluciriatoria de deseo está referida al camino más corto de
la satisfacción, según el procedimiento de la identidad de per-
cepción [94]. Este complejo conceptual es preferible a los otros
tiempos que a veces se utilizan, como el de alucinación, o tam-
bién el de fantasma, que según la escuela kleiniana deriva direc-
tamente de los instintos .
e. El régimen alucinatorio es propiamente el de la realidad,
fundamento de la construcción corporal. Las experiencias sen-
soriomotoras libidinales perpetúan la realidad de la ilusión
fusiona!.
"
IV . Abordaje semiológico de las actividades del niño
Esta sección, prolongación de nuestros trabajos sobre la gé-
nesis de las actividades lúdicas [69], investiga la armonía de las
actividades libidinales entre sí, y las modalidades por las que es-
tas tratan la agresividad, según a continuación lo expresamos
en tres proposiciones.
45
rística de ciertos instintos. Esta conducta de búsqueda se puede
considerar el prototipo o el comienzo de movimientos llenos
de vigor, de alcance adaptati vo , clasificados como actividades
agresivas, o sea violentas, que se orientan a obtener cierto ali-
mento para sobrevivir; de este modo, la primera agresión sería
Ja aproximación del lactante a su fuente alimentaria. 6 En tal ca-
rácter, la intensidad de la agresión varía globalmente, para un
sujeto determinado, con los distintos momentos de su historia;
depende de la intensidad de sus necesidades, de la frustración
de esas necesidades o de cómo sean satisfechas.
6
Evidentemente, esta conceptualización se sitúa lejos de las bases teóricas
de Melanie Klein, que se refieren a la existencia de fantasmas innatos dirigidos
contra el pecho.
46
,... -~,,-,_
47
2. El autoerotismo se sitúa como una conducta de alta valor
energético. Funciona como recarga respecto de las otras activi-
dades; en el marco de un movimiento regresivo constituiría un
modo de recuperación; el niño interrumpe su manipulación de
objeto exterior para chuparse el pulgar. De este modo se com-
prende que haya podido conceptualizárselo como «capital narci-
sista», del que se pueden hacer o no gastos energéticos .
Las autoeróticas parecen ser las primeras actividades en or-
den de aparición, lo cual no autoriza, en mi criterio, a desarro-
llar el q:mcepto de estadio autoerótico, cuyos límites parecen va-
gos y demasiado restrictos.
48
---
las condiciones habituales, relativamente débil. El desarrollo sen-
soriomotor y la aparición de los dientes ponen luego límites a
su valor funcional ulterior. Suficiente en las primeras semanas,
la actividad centrípeta se vuelve enseguida imperfecta. La com-
probación de un autoerotismo persistente conduce así al clínico
a interrogarse, con reservas prognósicas, sobre el modo con que
el lactante es capaz de tratar la agresividad.
49
cional -en la famosa descripción que de este hace Winnicott-7
po i el hecho de que en su práctica comprende dominio, ex-
ploración, manipulación y coordinación muscular. Por lo demás,
raras veces los objetos transicionales se convierten en objetos de
juego. El objeto prelúdico es antes que nada el modelo real ero-
tizado a partir del cual el niño entra en contacto con el mundo
exterior. Su energía construye las líneas de fuerza de la dialécti-
ca maduración-aprendizaje. De continuo el objeto pone a prue-
ba al lactante, lo que se constituye en el momento privilegiado
de la organización global de sus experiencias sensoriomotoras .
Como ejemplo, hemos mostrado [69] el lugar que, en la adquisi-
ción progresiva de la permanencia del objeto -tanto en el senti-
do que le da Piaget como en el de los psicoanalistas-, ocupa
la escenificación del sistema incorporación-excorporación en el
espacio ambiente. Cualquier objeto puede, pues, interesar al ni-
ño y constituirse en la meta de sus curiosidades perceptivo-
motrices; esto depende de las cualidades físicas del objeto y de
la forma en que es presentado al bebé: se ha definido un grado
de investidura de los objetos que varía en el tiempo y va de los
elementos neutros a los verdaderos pre-juguetes personales. Los
objetos técnicos (biberón, cuchara) merecen estudiarse en este
campo con particular interés, por su gravitación en las conduc-
tas biofuncionales del niño.
Separemos los objetos-superficie que definen el espacio peri-
personal del bebé: objetos-pantalla, o fronteras (una pared o un
parque, por ejemplo), sobre los cuales no se puede ejercer con-
trol alguno y que no dan ninguna respuesta. Su cotejo con los
precedentes permite describir un grado de disponibilidad -o,
mejor dicho, de accesibilidad- del objeto en el espacio.
7
Los objetos transicionales [142, 143, 144] se ubican «entre el pulgar y la
boca, impidiendo el contacto directo entre estos», «en esa zona intermedia en
que Ja realidad interior y Ja vida exterior contribuyen, una y otra, al vivenciar».
50
~-----------------~--- - -
·~
51
técnicos 0 neutros que pueden observarse en lactantes ho~pitali
1
zados (fatigados, carenciados en el plano del aporte relacional).
A esto pueden asimilarse ciertas conductas de lanzamiento a la
distancia (impulsión sensoriomotora, furor).
52
•
Segunda parte. De la adecuación
en la relación madre-hijo
>&
·-'i>
1. Modelos
55
decuado de los trabajos científicos referidos a las actitudes ma-
ternas precoces que consideran al niño como algo neutro, a cu-
yas respuestas no se reconoce interés; e inadecuado, también,
de las observaciones aisladas sobre el desarrollo del niño. Los
modelos científicos han sido tomados del dominio de la física
y la biología: el empleo de la teoría cibernética es un ejemplo
de ello [20, 92, 134]. Su estilo de pensamiento introduce un mar-
co referencial más vasto y más ágil que el de la psicología clási-
ca, que sólo estudia las funciones y los mecanismos, según el
acondicionamiento de parámetros aislados. Las estructuras son
relativamente simples, y se disponen en torno de lo fisiobiológi-
co. La situación diádica se presenta como función aleatoria de
varios parámetros, que integran a su vez una serie de funciones
estadísticas elementales que dependen unas de otras, e interac-
túan. Estas interreacciones se sitúan en niveles integrativos más
o menos complejos. El trasmisor y el receptor (la madre y el hi-
jo), en ambos sentidos, realizan un trabajo de codificación y de-
codificación de mensajes por el canal de los cuidados maternos.
Los tipos de comunicación emitidos por estos componentes (fuen-
te y destinatario) se pueden considerar señales, con una conno-
tación muy diferente en el hijo y en la madre. Los intercambios
no son objeto de una descripción lineal, en la medida en que
se introduce la variable tiempo (es decir, la evolución de la ma-
dre y el hijo, según modos evidentemente imprevisibles en el de-
talle). La heterogeneidad de estos dos componentes es un dato
de partida que se modifica sin cesar, además, distinto en el tiem-
po y en el espacio. No se puede decir que este sea un sistema
cerrado; el niño, «en razón de su neurofisiología, está en con-
tacto directo con el inconciente de su madre» [92].
La excitabilidad del lactante varía considerablemente en fun-
ción de su estado biofisiológico. De tal modo, el estudio de las
reacciones del recién nacido con ayuda de estímulos exteriores
cuya intensidad se pueda controlar cómodamente suele arrojar
resultados inconstantes, por encontrarse el niño en condiciones
orgánicas distintas; es preciso conocer su ciclo de actividad, y
presentarle los estímulos sólo cuando se encuentra en estados com-
parables. En cambio, la observación de sus reacciones espontá-
neas revela la organización de su ciclo tensional. Así se explica
el desacuerdo entre la impresión de constancia experimentada
por las madres y su desmentida experimental: ellas se basan más
en las reacciones espontáneas del lactante, que expresan el ciclo
de los estados interiores; el experimentador, por su parte, en-
cuentra dificultades para tomarlas en cuenta. De igual modo,
los resultados del examen neurológico del niño muy pequeño de-
penden del momento en que se lo practicó, en relación con el
56
......
• 1
1
M. Soulé [Kreisler , L. y otros, 92, pág. 29] emplea el modelo homeostáti-
co para el estudio del lactante mismo, lo cual ya nos parece mucho más discutible.
57
---- ,
f
1 na) demasiado importante para el bebé, o tensión insuficiente
r¡
58
!
59
concomitantes a la situación de amamantamiento (en particular,
los cenestésicos) y después al ambiente; «al segundo mes, por
lo general, el lactante no reacciona a la señal exterior, salvo si
tiene hambre; la percepción del ambiente supone la presencia de
una tensión producida por una pulsión no satisfecha» [ 134]. Así
se reúnen, en una misma fase del día y de la noche, estado de
vigilia, tensión de displacer, actividad de condicionamiento y de
aprendizaje.
60
ir·
61
.........................------~----...-.µ_..x
62
.,....
. . , La extrema
a su situación. . tensión del displacer determi na una
desorgamzacwn percept1vo-motora, modo de introducción e 1
. l , d. ne
campo d e la ps1copato og1a: se a vierte una paradójica elevació
del umbral perceptivo, normalmente bajo en esta ubicación d~
la zona oral, con pérdida de los ritmos de succión. El sistema
perceptivo-motor de la zona oral, uno de los que más precozmente
se organizan en el lactante, pierde sus condiciones de funciona-
miento. El término «descarga», preferido por Spitz para expre-
sar el estado de excitación psicomotora del lactante en situación
de necesidad, no parece el más adecuado; la única descarga de
tensión que puede existir se produce al satisfacerse la necesidad
en cuestión; los gritos y la agitación sólo son aquí señales de car-
ga; carga que, muy por lo contrario, en esta situación extrema
impide la descarga normal. Es este un estado perfectamente com-
parable al que antes definimos como estcdo de aflicción. El tér-
mino jrustración, a menudo empleado en psicopatología de la pri-
mera infancia de un modo impreciso, encontraría aquí, para no-
sotros, un principio de definición: la frustración se situaría en el
momento en que esa tensión de la necesidad supusiera desorga-
nización, es decir, en el momento en que la necesidad fuera tan
intensa que, paradójicamente, ya no tendiera a su objetivo (que
en virtud de ello se habrá perdido). La definición biológica del I
63
de una tensión de dolor o displacer tendría el carácter de un me-
canismo fisiológico infantil, destinado a desaparecer tiempo des-
pués [58]. Aún es posible ir más allá en este desarrollo hipotéti-
co, y describir, por una parte, actividades libidinales que se de-
sarrollan en los momentos de satisfacción y, por otra, activida-
des libidinales (del mismo origen) acopladas al displacer. Todo
ocurre como si el masoquismo primario viniese a apuntalarse en
el displacer como excitación , lo mismo que la libido hace en el
placer de funcionamiento. Esta proposición, orientada a preci-
sar el campo de las posibilidades masoquistas del niño muy pe-
queño, nos parece muy próxima a la clínica cotidiana.
Para la interpretación de esta secuencia clínica no es necesa-
rio introducir el concepto de agresividad del niño. Diremos des-
pués en qué momento se hace indispensable el empleo de este
concepto. En esta fase evolutiva nos interesa únicamente la de-
sorganización o la energía desorganizadora. El carácter autodes-
tructor del proceso iniciado es claro una vez que el niño deja
de ser capaz de percibir el objeto mismo de sus llantos y su ham-
bre. La palabra «furor» (que todavía no es el nivel de la impul-
sión) se utiliza en la práctica corriente y en la teoría szondiana
para designar el estado de tensión del lactante. Nos parece que,
para reflejar la clínica, se trata de un término excesivamente li-
gado con la idea de agresividad.
Finalmente, cabe preguntarse con qué recursos el lactante con-
sigue superar su extravío del objeto biológico, provocado por
la frustración según la hemos definido. El bebé necesita de «un
largo período de estimulación oral para que dirija de nuevo su
atención a ese alimento por el cual lloraba, siendo que podía
disponer de él» [134]. La seducción primaria materna debe cu-
rar la desorganización perceptivo-motora. La libido materna es
reparadora; la del bebé no lo es. En las descripciones del apun-
talamiento pulsional precedentemente hechas, las actividades li-
bidinales del lactante tenían por resultado colmar la pérdida del
objeto biofisiológico; aquí el objeto en cuestión necesita, para
ser reencontrado, de un nuevo aporte libidinal materno. La de-
sorganización perceptivo-motora aparece como un proceso in-
verso al apuntalamiento pulsional, o sea como un verdadero «de-
sapuntalamiento », si se nos permite el neologismo; sólo la repe-
tición de la seducción primaria puede interrumpirlo. Cuanto más
numerosas son las experiencias desorganizadoras, más dependien-
te de la libido materna se muestra el lactante. El desarrollo autó-
nomo del cuerpo erógeno del nifio se ve debilitado, tanto más
cuanto que, según vimos, tiende a cargarse masoquistamente.
Este conjunto de observaciones nos ha permitido precisar los
límites extremos de la posición materna «suficientemente bue-
64
,.....-
1
;
65
y en el que va de la madre al hijo. Como lo muestran claramente
los trabajos de H. S. Harlow [82], el apego del bebé a su madre
es un corolario del apego de la madre a su bebé.7
7
La historia de los trabajos científicos de los últimos treinta años muestra
todas las ventajas que es posible obtener del encuentro, en el nivel de la clínica
y de los principios fundamentales , entre etólogos y psicoanalistas. Pensamos,
más concretamente, en los intercambios de Bowlby con Lorenz (1953-1957) y
de Bowlby con Hirde (1954), en la constante interacción entre las investigaciones
de Harlow y Spitz, y en aquello que Zazzo , en el coloquio por él organizado
[146], llamó «memorable encuentro de la psicología infantil y la etología, en
1958» , en ocasión de publicar Harlow su articulo «The nature of !ove» y Bowlby
su trabajo «The nature of the child's tie of his mother».
8 El término «apego» adoptado por Zazzo y Harlow presenta sinónimos :
«amor», para Lorenz; «afecto», en los primeros trabajos de Harlow, y
«afectividades» en los más recientes de este mismo autor.
9
El reflejo de prenderse o aferrarse es particularmente nítido en los prima-
tes estudiados por Harlow.
10
La importancia del reflejo de seguimiento o impresión (o impregnación)
ha sido puesta de relieve por Heinroth y estudiada por Lorenz y Tinbergen en
los pájaros: el pichón fija de modo indeleble el aspecto del primer objeto en
movimiento que encuentra, y en lo sucesivo va tras él. El estudio de las fijacio-
nes paradójicas a un ser humano o a un objeto neutro abre un nuevo capítulo
de la psicopatología animal. Se ha pretendido hacer del acto de seguir con la
mirada un objeto móvil un ejemplo de impronta en la criatura humana.
11
Nos limitamos a ·citar la experimentación fundamental de Harlow, ahora
clásica (1958; 1962), que comprende observaciones longitudinales de macacus
rhesus jóvenes.
66
l
í Es posible, por medio de análisis factoriales, poner en evi-
dencia las zonas y las funciones en que se desarrolla la semiolo-
gía relacional.
La preferencia -excesiva, a nuestro criterio- conferida a
1
1 la zona oral en las observaciones del lactante es corolario de la
iniciativa de S. Freud (1905), quien tomó en consideración los tra-
bajos del pediatra Lindner, y de la descripción retrospectiva de
la fase oral en psicoanálisis de adultos. La actividad oral tiene
empero un sustrato anátomo-fisiológico. En este sentido, C. Kou-
pernik [87] destaca que los dos únicos reflejos arcaicos operan-
tes están, justamente, situados en la esfera bucal y peribucal.12
Especularmente, A. Ambrose [6] resume el punto de vista de los
experimentadores anglosajones, señalando que la actitud mater-
na en lafeeding situation [situación de amamantamiento] es sig-
nificativa del comportamiento global de la madre.
12
La mayoría de los reflejos arcaicos tienen una programación inútil y son
una curiosidad filogenética, con excepción de dos de ellos : 1) El routing-reflex,
o reflejo de hocicamiento, que es una conducta adaptada de búsqueda del pezón
y que probablemente está orientada por un componente térmico; y 2) los reflejos
de los puntos cardinales, de André Thomas . Cuando se estimula la comisura
de los labios de un recién nacido, la lengua se dirige, en un primer momento,
hacia la parte estimulada, y después toda la cabeza gira en el mismo sentido
(C. Koupernik).
13
El contacto ojo a ojo de la madre y el hijo ya ha sido estudiado por Spitz
y Wolff (1946) y por Arhens (1954), y actualmente Brazelton trabaja sobre él.
67
- -- ;;~~~::::========-------------
68
,
2. Semiología de los cuidados maternos
69
--- ~
70
.,,
~ 1. Los cuidados maternos pueden, en gran parte, estar des-
provistos. de su .ca~ácter opera,i01:io, esto es. qu~ pueden tener co-
mo objetivo pnnc1pal (hasta umco) la reahzac1on del deseo ma-
terno, sin búsqueda de adecuación a la demanda biológica del
niño.
Las formas agudas de esta inadecuación ponen en peligro la
vida del niño a corto o largo plazo. Por otra parte, contribuyen
a la constitución de disarmonías relacionales precoces. Hemos
clasificado esta patología extrema bajo el título de dinámica
«perversa» de los cuidados maternos (véase, al respecto , infra,
pág. 99).
Además, las defensas neuróticas de la madre que perturban
· la realización del deseo modifican la percepción «operatoria».
La demanda biológica del niño no es un regulador suficiente de
los cuidados maternos. La observación fina de la madre empe-
ñada en la atención de su bebé y la recepción de su discurso ~n
el consultorio permiten averiguar anomalías diversas de su acti-
vidad y de su juicio, que obedecen a un desconocimiento de cier-
tas necesidades del ni_ño. Algunas madres no pueden concebir
que el funcionamiento del tubo digestivo del hijo tenga cierta •¡
71
r
i
1
Esta expresión nos parece más precisa que la comúnmente empleada (en
especial por Spitz) [134, 135] de «carencia de aporte afectivo precoz», o la de
«frustración precoz» [92] . La situación es distinta de la separación precoz madre-
hijo según fue descrita por Bowlby [21].
72
•
2
Conceptualización emanada de la definición misma de sublimación. Es in-
teresante comprobar que en la teoría freudiana el camino seguido por la subli-
mación va en sentido contrario al de las pulsiones sexuales apuntaladas en las
pulsiones de autoconservación. Esta hipótesis teórica, en nuestra opinión, tiene
que ser referida a la siguiente comprobación clínica: el lactante que ha sido obje-
to de cuidados maternos intelectuales presenta un hipofuncionamiento libidinal
en sus primeras semanas de vida.
3 Esta concepción moderna de la normalidad es descrita por autores como
Marty, Fain y David, y tratada en un número especial, «La normalité», de la
Revue Franc,aise de Psychana/yse, París: PUF, vol. 36, nº 3, 1973.
73
......
1
74
.
texto muy diferente del estado depresivo. Toda su actividad men-
tal se convierte entonces en una repetición de su conducta de
cuidar al bebé enfermo, retomando las secuencias pasadas y or-
ganizando las futuras. De estas madres «enfermeras» no se es-
cucha sino la repetición del discurso médico acerca del hijo; este
es percibido sólo por el prisma de sus referencias pediátricas.
Estas madres, convertidas en verdaderos médicos sustitutos, ela-
boran tácticas de supervivencia para sus hijos (tácticas cuya alta
cientificidad puede, dicho sea de paso, originar sorprendentes
supervivencias). Todo, en la consulta pediátrica,. acrecienta su
funcionamiento intelectual. Una tal trasformación de la fun-
ción maternante en función médica es sin duda algo distinto de
la estricta observancia de las prescripciones médicas según el mo-
do del rigor obsesivo. En trabajos recientes hemos asimilado es-
tos cuidados operatorios, consiguientes al descubrimiento de una
enfermedad muy grave en el lactante, a las posiciones maternas
respecto de niños que presentan enfermedades psicosomáticas pre-
coces [70, 72). Asimismo advertimos en estas mujeres la posibi-
lidad de aparición de afecciones psicosomáticas intercurrentes
[74) .
Esta reflexión sobre la patogenia de los cuidados maternos
operatorios merece ser situada en el cuadro global de la concep-
tuación del parto, que en síntesis expusimos páginas antes. Marty,
de M'Uzan y David afirman que la «función fantasmática» se
instaura originariamente como un proceso de defensa frente a
las frustraciones impuestas por la realidad. Las actuales teorías
del parto, que tienen su mejor expresión en los trabajos de H.
Deutsch [39], ponen reiteradamente el acento en la situación de
pérdida y de frustración impuesta por la finalización del emba-
razo. Algunas madres sustituyen una relación libidinal que no
son capaces de mantener con el recién nacido (tanto en el plano
de la realidad exterior que él es frente a la madre, cuanto en
el plano de la representación) por una actividad meramente fun-
cional y somática. Todo sucede como si el embarazo, el parto
y la maternalización fuesen vividos por estas mujeres como en-
fermedad psicosomática; el objeto interno es el feto; el niño ocupa
el lugar del órgano enfermo. Es interesante comprobar, por lo
demás, con qué frecuencia estas mujeres son también aquejadas
por alguna enfermedad de las que suelen clasificarse como psi-
cosomáticas (de tipo alérgico, en especial), que por otra parte
puede hacer alternación con su embarazo («sólo se sienten bien
cuando están encintas») y los períodos de maternalización. Los
cuidados maternos operatorios sustituyen a la regresión habitual-
mente observada. Este erosionamiento de las actividades libidi-
nales maternas puede de igual modo presentarse en el trascurso
75
de una frustración impuesta por la realidad, una herida narcisis-
ta primaria (por ejemplo, un acontecimiento intercurrente en el
r
entorno), una separación precoz madre-hijo o un peligro que ame-
nace al niño. Nos mantenemos fieles a las hipótesis precedente-
mente formuladas con respecto a la necesidad de la presencia
fantasmática y real del hijo para la madre durante los primeros
días de existencia . Cualquier ausencia puede hacer que se mani-
fieste un fenómeno psicopatológico materno, en particular el de-
sarrollo de cuidados maternos operatorios. De igual manera ca-
be pensar que el deseo de la madre se apuntala en la satisfacción
de su necesidad de hijo, es decir, en la satisfacción del «instinto
maternal» : en la separación precoz este apuntalamiento no se
produciría, lo que acaso coarta la actividad libidinal y fantas -
mática de la madre.
76
"' tonces, se podría formular la siguiente hipótesis: el continuo del
deseo, en la medida misma en que se realiza en los cuidados ma-
ternos, constituye el fundamento del desarrollo libidinal armo-
nioso del lactante.
__,,. La continuidad de los cuidados maternos, que tiene múlti-
ples expresiones, está dada por la unicidad del deseo de la ma-
dre: se trata de un continuo polimorfo . El acto de amamantar
y el «sostén» -en el sentido que le asigna D. W. Winnicott- se
entienden como significantes reveladores de las posiciones ins-
tintuales de la madre respecto de su hijo en los diversos momen-
tos de la ejecución de los cuidados.] Se puede describir un conti-
~nuo temporal de los cuidados matclnos: en su repetición, gestos
maternos semejantes mantienen idéntico sentido; gestos distin-
tos, no concomitantes , conservan sus diferencias . También se
puede aislar en forma abstracta un continuo espacial, en el que
distintas excitaciones producidas por la madre de modo conco-
mitante en el cuerpo de su hijo tienen motivación idéntica; por/
-ejemp_lo, es la misma mirada de la madre la que captura ládeÍ
hijo durante el amamantamiento, y en esta secuencia el nifio siente
el mismo sostén .
.-, La madre no satisfactoria presenta una discontinuidad en su
encuentro con el hijo .! Entre ambos hay discordancia en el tiem-
-poyen el espacio. A.sí, gestos semejantes cobran, en mqmentos
distintos , diversos sentidos ; gestos diferentes de la madre pier-
den, al repetirse, su diferencia . Puede ocurrir que en forma con-
comitante la madre lleve al cuerpo de su hijo excitaciones distin-
tas de significación contradictoria. Retomando el concepto del
doble condicionamiento (antagonismo patógeno), 4 M. Soulé
[92] llega incluso a describir cuidados maternos contradictorios
que se encontrarían electivamente en el origen de las disritmias
precoces del nifio .
- Nos proponemos establecer un paralelismo entre continuidad
o discontinuidad de los cuidados maternos , por una parte, y por
la otra, organización libidinal armoniosa y desorganización en
el nifio. Nuestro objetivo es mostrar cómo se expresa en la psi-
copa{ología materna la problemática de la continuidad y la dis-
continuidad. Dos órdenes de procedimiento procurarán esta
demostración: ·
4
Neurosis experimental , en la teoría pavloviana .
77
------------ ·- -
79
conocido por los padres, persona que lleva el mismo nombre,
etc.); en esta óptica, la utilización de sobrenombres y de altera-
•
.
80
r-·
durante el relato se produce toda una serie de modificaciones
que expresan el pasaje de lo sentido a lo reconocido, de lo vivido
a la verbalización, de la relación dual a la triangulación con el
psicoanalista. Por el solo hecho de verbalizar la relación madre-
hijo, con lo cual este pasa a existir en tercera persona, se estable-
ce un distanciamiento entre la madre y su bebé. Quizás una ma-
dre tosca no sea capaz de expresar toda la riqueza de la vida
fantasmática con que envuelve a su bebé. Las reservas aquí es-
bozadas justifican la prudencia que se empeñan en mantener, en
sus métodos de investigación y en sus intervenciones clínicas con
el niño, los psicoanalistas formados en la escucha de adultos.
En psicopatología, el concepto de contradicción en los cui-
dados maternos remite en este caso al sentido antagónico de sig-
nificantes idénticos o de un mismo significante. La contradic-
ción en el interior del vínculo significante-significado no perte-
nece aquí, evidentemente, al orden de la lógica. Una representa-
ción o un gesto materno remiten a dos significaciones contradic-
torias; el nombre de un niño resulta ser, a un mismo tiempo,
el significante primordial que caracteriza a ese niño desde el co-
mienzo de su existencia y el símbolo de su hermano mayor falle-
cido. La boca del recién nacido es, en otra observación, el obje-
to significante del deseo materno y, al mismo tiempo, la evoca-
ción de los significantes diversos de la relación de esa madre con
su propia madre, con quien se hallaba en conflicto. El pec;:ho
materno puede· ser a la vez dado y reservado. Así, trataremos
de compaginar, por la escucha de la madre, significaciones con-
tradictorias; por la observación del niño, el nacimiento de una
semiología patológica.
81
ación que había sido elaborada durante todo el embarazo y asig-
~aba al hijo el lugar de objeto fantasmático de la relación tras-
ferencial. El relato de las relaciones de la madre con su hija se
modificó de repente: se enriqueció notoriamente en sensualidad;
la joven mujer evocó el placer que le proporcionaba acariciar
y lavar a su hija; lamentó haberse visto obligada a destetarla
en las primeras semanas, porque dice que le gustaba tener a su
hija desnuda contra sí para amamantarla. Mientras pronuncia-
ba esta frase, en la sesión misma, sintió que le subía leche, lo
que no le había ocurrido en las últimas tres semanas. Nuestra
interpretación es la siguiente: la subida de leche sobrevino den-
tro de una «corriente asociativa» que abarcaba su relación de
joven madre con su bebé y su marido, el relato de los fenómenos
relacionales pasados y presentes con sus propios padres y la ac-
tualidad trasferencia!. De no existir este último determinante (co-
mo era el caso en las sesiones anteriores), no se producía afluen-
cia de leche. Para que el deseo de esta mujer en relación con
su hijo llegara a ese nivel biológico en el curso de la sesión (sin
la presencia del niño), fue preciso que se reunieran los tres deter-
¡; minantes fantasmáticos: el bebé, los otros (padres, esposo) y el
psicoanalista (el aspecto contratrasferencial de cuya intervención
había sido percibido). Fue necesaria la triple presencia actual del
pasado, el presente y este intermediario entre el pasado y el pre-
sente que es el intercambio trasferencia-contratrasferencia en psi-
coanálisis . He ahí las modalidades y determinantes de la actuali-
zación fantasmática en esta madre. 6
La actualización fantasmática no es sólo la realización del
deseo materno, sino (como toda conducta) la expresión de los
procesos defensivos progresivamente inscritos en la historia de
la personalidad materna. El deseo materno no es la única línea
de fuerza subyacente en los cuidados , que de hecho se manifies-
tan como compromiso de un conjunto de motivaciones. Las per-
turbaciones de la conducta materna traducen compromisos sin-
tomáticos que resultan de estos conflictos. La representación mis-
ma del hijo es la resultante de estas fuerzas intervinientes. Si to-
davía el hijo no es, según se ha hecho canónico decirlo, el sínto-
ma de la madre, está por serlo.
El hijo, a esta edad, es un revelador de los conflictos paren-
tales, situado sobre un eje de trasmisión de la patología mater-
na. Hemos destacado esta inscripción primera del hijo en el con-
flicto nuclear típico constituido por el complejo de Edipo de la
madre y la problemática de la represión. La primera relación
6
Volveremos a comentar esta secuencia, señalando el aspecto de acting-in
que esta subida de leche reviste.
82
' madre-hijo se produce bajo el signo del «retorno de lo reprimi-
do», en el seno de lo cual la madre vive, al contacto con su hijo,
sus relaciones arcaicas. Este figura mucho más que el papel de
representante pulsional; figura también las instancias del super-
yó y el ideal del yo materno (lo cual remite al deseo de los padres
de la madre).
En este nivel de la reflexión se impone que retomemos nues-
tra formulación inicial de los cuidados maternos. Estos no sólo
comprenden las actividades libidinales de la madre, sino que cons-
tituyen un conjunto de elementos heterogéneos, llegado el caso
contradictorios, léase además conjlictuales. La discontinuidad
de los cuidados maternos remite implícitamente a la noción de
conflicto interno en psicoanálisis. Esta discontinuidad se origina
en la oposición entre deseos contrarios, o entre deseo y defensa
(represión).
Como lo prueba más en general la historia de las reflexiones
de S. Freud sobre el conflicto psíquico, el análisis de la contra-
dicción en los cuidados del bebé lleva al dualismo pulsional: la acti-
vidad libidinal de la madre y sus trabas, continuidad y discontinui-
dad, libido y su contrario; nuestro razonamiento nos lleva al con-
cepto fundamental de la agresividad de la madre en los cuidados
que prodiga a su hijo. Observar la presencia de agresividad en
la relación madre-hijo es algo trivial, aunque la interesada no
tolere bien ta connotación que esto tiene. La agresividad mater-
na es bien conocida también en los trabajos de psiquiatría de
adultos y de niños, tanto en el campo fantasmático como en el
del pasaje al acto. La intensidad de la relación objeta! que une
a la madre con el hijo lleva implícita la presencia contradictoria
de estas dos pulsiones.
Todo parece ocurrir como si un gesto materno se pudiera ana-
lizar cuantitativamente, según determinada proporción de intrin-
caciones pulsionales libidinales o agresivas. El carácter contra-
dictorio provendría de la labilidad temporal y espacial de esa
intrincación. En esta óptica, la contradicción de los cuidados ma-
ternos remite al concepto de ambivalencia: 7 libido y agresividad
no son simétricas ni susceptibles de mezcla según posologías va-
riables. La libido es factor de ligazón, mientras que la agresivi-
dad disuelve los vínculos. Esta conceptualización de ambas pul-
siones se corresponde con los conceptos de continuidad y dis-
continuidad, que hemos empleado aquí.
Ejemplos de psicopatología nos harán aprehender mejor el
influjo de la discontinuidad de los cuidados maternos -es de-
7
Tema este recurrente en las observaciones de pediatría, bajo las denomi-
naciones triviales de «madre inestable», «ansiosa» o «torpe».
83
cir, del conflicto interno- sobre el niño: es el capítulo de los
cuidados maternos neuróticos. Tres advertencias previas:
84
,, -- -----
8 Las fobias de impulsión que se pueden observar en las madres jóvenes re-
85
caso de madres que dan el pecho para compensar su agresivi-
dad de acuerdo con una modalidad contrafóbica o propia de
una.formación reactiva. Una joven primeriza, madre de un nifio
que presenta hipodesarrollo en sus primeras semanas de vida,
nos dice: «Durante mucho tiempo no pude tocar a mi hijo; mi
madre se tuvo que hacer cargo de él». Junto con las inhibiciones
parciales, también se pueden observar inhibiciones globales de
la conducta materna. A veces adoptan el aspecto clínico de las
neurosis de carácter: es desmentido el síntoma mismo de la inhi-
bición fóbica, bajo la cubierta de explicaciones de esta índole:
«No tengo ganas de ocuparme de él; atender a mis hijos me abu-
rre . Prefiero ponerlos al cuidado de otra persona».
Estos ejemplos ofrecen una evidencia nosográfica. En la con-
sulta pediátrica común, únicamente una detenida observación de
!
la relación madre-hijo puede revelar las distorsiones leves que,
i sin embargo, quizá sean el punto de partida de una sintomatolo-
!
¡
gía importante en el bebé. En este sentido la observación de Char-
les, por lo mismo que tiene de trivial, es un ejemplo interesante .
1 Al mes de vida fue internado por vómitos con deshidratación
1
. j (después de un período de regurgitaciones leves desde los prime-
ros días de vida). Los balances orgánicos se comprobaron nor-
ti males. La relación madre-hijo fue objeto de entrevistas psicote-
~ rapéuticas con la madre, mientras duró la internación. Ella, de-
sengafiada en su relación edípica, llegó a la adolescencia con la
certeza de que no se casaría. Cuando al fin se casó, estaba per-
suadida de que no tendría hijos . Los primeros afios de matrimo-
nio fueron un fracaso; sobrevino al cabo el embarazo, durante
el cual la madre estuvo segura de que el nifio sería patológico;
al nacer este , supuso que no podría amamantarlo, a causa del
escaso tamafio de sus pezones. Comprendimos que esta secuen-
. cia asociativa, que pone de relieve los orígenes de la inhibición
materna (componente neurótico de fracaso), constituye la base
de la «ineptitud» de esta mujer y, como corolario, de las regur-
gitaciones de Charles. La expresión de sus conflictos dentro de
la relación establecida en psicoterapia mientras duró la interna-
ción del niño (tres semanas) hizo que su madre pudiese despla-
zar la sintomatología, liberándolo de sus regurgitaciones. No hubo,
evidentemente, curación de la madre, cuyos problemas neuróti-
cos eran profundos, pero sí cancelación de la investidura patoló-
gica del bebé. Ya volveremos sobre el efecto de estas psicotera-
pias breves de la madre durante las primeras semanas de vida
del hijo. De manera un tanto esquemática, las cosas suceden co-
mo si el nifio pudiera ser un revelador de los conflictos maternos
y, al mismo tiempo, la ocasión para una interesante moviliza-
ción psicodinámica promovida por la psicoterapia. Esta com-
f.¡·
¡
86
l
probación destaca, una vez más, el carácter de crisis organiza-
dora que constituye para la mujer, especialmente si es primeri-
za, el período posparto, Wilfrid, de tres meses, comenzó a vo-
mitar en los primeros días, inmediatamente después del biberón
0 trascurrido un plazo de hora y media . Devuelve más o menos
la cuarta parte de su comida. Es una niña bulímica, hipotrófica,
activa, despierta, con una vocalización extremadamente rica, una
succión frenética de la lengua y una continua búsqueda de inter-
cambios. El desarrollo psicomotor es normal. Las entrevistas que
mantenemos con la madre ponen de relieve algunas característi-
cas de los cuidados que ella procura a su bebé, relacionadas con
sus propias dificultades personales: teme darle una mala alimen-
tación, hacerlo erróneamente. Le parece que cuanto más rápido
le dé el biberón, tanto más la niña lo tolerará, de modo que los
biberones, más que ingeridos, son inyectados, en unas sesiones
alimentarias de rígido protocolo, sin contacto libidinal. La ma-
dre no se ha dado cuenta de la succión frenética de la lengua
que su hija presentaba de un modo ruidoso y evidente: este des-
conocimiento neurótico se asocia a la represión de las propias
posiciones libidinales. Ella interpreta los vómitos de la hija de
dos maneras, que aparecen intrincadas: esto le gusta; a veces se
mete el dedo en la boca para ayudarse a vomitar; aprecia más
el placer que se da a sí misma que el que yo le proporciono;
también piensa que, por este atajo, la niña trata de dominarla.
Madre e hija han sido vistas en varias ocasiones por médicos
cuyos consejos ritualizados no hicieron otra cosa que acrecentar
la angustia materna, su culpabilidad. Los consejos médicos y las
prescripciones fueron integrados por la madre como ritos con-
trafóbicos (comidas espesas; niña mantenida derecha entre las
rodillas, apartada del cuerpo; biberón dado por una doméstica
o la abuela; necesidad de una separación entre ella y la hija).
87
·-------· ·1141.
88
..
• '"'11':
1. La regresión materna
D. W. Winnicott presenta la concepción teórica y clínica más
completa de lo que puede comprenderse dentro de la terminolo-
gía de «regresión materna» : se trata de la «preocupación mater-.
na primaria». «La madre necesaria para lospr1meros desarro-
lloS: 's uficiéñtemente buena, adaptada casi en un ciento por cien-
to, debe ser más dedicada que sabedora» [142) . Ese estado, al
que el autor califica de psiquiátrico y compara con estados de
retraimiento , de disociación, e iracluso con trastornos profundos
de tipo esquizoide, constituye sin duda una enfermedad porque
una mujer que no se hallase encinta y presentara semejante esta-
do sería calificada como enferma: se trata de la enfermedad nor-
mal de la madre. Se caracteriza, en el nivel del hijo, por una
hipersensibilidad a este, t;Jrtüefiel - interior- :....=antes del
ñacimie11to-_c;,6~a,.(l1~fª- ~d~sp4és~.: y"'iesulta:nece~ar!a para
que el bebé pueda ser obietp~-º~- cui_óadQs específicos. Es el «cl1-
di1remódoñ al» ; la «intuición materna» que" tiene sÚ mejor ejem-
plo en el sueño de la nodriza citado por S. Freud. D. W. Winni-
cott destaca que la literatura especializada no parece haber con-
cedido hasta ahora demasiada importancia al estado psicológico
de la madre, según se desarrolla progresivamente hasta alcanzar
un grado de sensibilidad acrecentada durante el embarazo y so-
bre todo al final; ese estado se mantiene por algunas semanas
posteriores al nacimiento, y las madres «tienden a reprimir su
89
recuerdo» [ 142]. Cabe preguntarse, en verdad, qué parte de me-
moria de esa secuencia le queda a la mujer en las semanas poste-
riores al término de su despliegue. El carácter arcaico de cuanto
ahí sucede es bien pronto objeto de una_amnesia par_ctal. _revesti-
da de impresiones imprecisas __y.. reconstruidas. Winnicott señala , l
-- - ~- -w ·-
-•# • ' ( . \ _,,.
que una m ujer áebe-s-er realfuente sana, tanto para alcanzar este l e -..J--
estado psiquiátrico como para curarse de él cuando el hijo la , . o->
libra de él (por el destete). ..,,·
La preocupac.iún- rnaterna primaria. es fundamental para la
- - -
supervivencia del hijo; diríamos nosotros : para que se ejecute
satisfactoriam~J1te 1'! función operatoria de los cuidados mater-
nos :.Eñs~· c.ali_dad g~scansan «la construcción original del self»
Y<<el sentimiento continuo de existir» . El espacio de los cuida-
---du·s-rrrateJ:fi.O.s::.e s «eC.Rrimer esp_q_cLo de iLus..i611.» .delJ2.ebé, y sería·- -
el lugar .virtual en que este experimemaría-fo~ que ya está ahí.
La Qfu~iQJll se define en ese marco por la experiencia de creación
en qué el lactante crea lo que la madre ya creó para
___,,___ . • ......
él aeida
=-.../ -
del encuentro entre lo que el niño espera y lo que la madre le
pone a disposición ,, une al lactante con su madre y permitirá la
separación de ambos. Tomando como punto de partida esta in-
tuición, Winnicott desarrolló con extraordinaria fecundidad la
historia de los objetos y fenómenos transicionales . A su ·formu-
lación le hace falta , nos parece, un nexo entre el espacio psicóti-
co de la preocupación materna primaria y el espacio de la ilu-
sión en sí mismo. 9 La preocupación materna primaria neutrali-
zaría, según Winnicott;-fas ·angusti as-pr frnitivas ~del lactante, per-
mitiendo el desarrollo de su ((-~ient imie~Ú) continuo. de exlstirn .10
En el plano metapsicológico , el proceso predominante de la
preocupaci_2!U!lfü-~.r.na esJ aj dentr i~ac1óp pri~aria . Lasñlaares
ser entiñéan de uno u otro modo con el hijo que se desarrolla
e; 'e1fas·; ypor' esta ~ía álcanz'añ una muy intensa sensibilidad
para lo que aquel necesita. Esta capacidad especiaCque tieñe la
madre para adaptarse -en cierto modo desde adentro- a 1a
necesidad de su bebé es indicada a veces por el autor con el rótu-
lo de «identificación pr,.oy_ecJiY.a» . En rigor, este término, intro-
ducidopm.-Melanie Klein , designa «un mecanismo que se tradu-
ce en fantasmas donde el sujeto introduce total o parcialmente
su persona en el interior del objeto, para hacerle daño, poseerlo
y contrólarlo» [94] ; la identificación proyectiva es una fórmula
relacional en que la agresividad predomina y aun aparece aisla-
~-""- --- """'- ~- '
9Por medio de un juego de palabras hemos subrayado , en la Tercera parte ,
la necesidad en que está la madre de aceptar la desilusión de la realidad con
respecto a sus fantasmas de hijo, para que se cree el espacio de ilusión de su bebé.
'ºEsta posibilidad de evitar la primera posición kleiniana diferencia en este
nivel las ideas de Winnicott de las de Melanie Klein.
90
da; no se corresponde,
., . , . a nuestro entender • con la des cnpc1on
· ·,
de la regres10~ ps1cot1ca tal como Winnicott la expuso. Pode-
mos
. , entonces interrogarnos sobre. la función misma de la re gre _
s10n materna como un tratamiento de la agresividad que evita-
ría, por una parte, el registro de la proyección, y por otra el
de la depresión. El término identificación centrifuga, emple~do
por S. Freud, se corresponde mejor con los hechos observados.
Esta concepción , por lo demás , converge con las conclusiones
de gran cantidad de trabajos de experimentación y observación
norteamericanos y franceses: el común denominador de las con-
ductas maternas es la sensibilidad de la madre a las señales y
a las diversas iniciativas del niño. Las observaciones más preci-
sas se hacen en situaciones de amamantamiento, porque son pri-
mordiales y, en igual medida, porque parecen ser significantes
de la actitud global de la madre. De este modo, S. Sander [en
6] mostró la correlación entre ritmos de amamantamiento, rit-
mos de succión, y el de la alternancia vigilia-sueño, y la gravita-
ción de los primeros sobre el segundo en el sentido de la organi-
zación y la desorganización: todo trascurre tanto mejor en el pla-
no alimentario general y futuro (trabajos longitudinales que no
superan el término del segundo año) cuanto mejor la madre ve
«las cosas desde el punto de vista del bebé, adoptando los rit-
mos y preferencias de este». Por otro lado, «un bebé al que re-
sulta fácil comprender, y que responde con placer» (M . D. Ains-
worth [en 6]), tiene más posibilidades que otro de beneficiarse
con una buena madre. La identificación de la madre con el hijo
demuestra ser el origen de la sincronía [6] que se establece entre
ambos .
La tesis de D. W. Winnicott que concibe la preocupación ma-
terna primaria como una regresión psicótica es sin duda la más
c ompleta y audaz en este campo. Y no está aislada. Se sitúa en
la Jínea de los trabajos de Ferenczi en los que ya se mencionaba
la importancia de la regresión en la posición materna arcaica,
determinante de un reacomodamiento de la actividad perceptiva
a las señales del niño (semejante a una sensibilidad cuasi aluci-
natoria para lo real y a un funcionamiento según la identidad
de percepción), un cambio en la organización del cuerpo propio
y del otro, del adentro y del afuera, una extraña aprehensión
del entorno de la unidad narcisista (aprehensión eventualmente
persecutoria) y una realización cotidiana de los anhelos de om-
nipotencia.~ Ferenczi relacionaba esta regresión con la del coi-
to, llegando a describir la siguiente línea única: concepción del
hijo, embarazo, parto, cuidados maternos (donde se repite el na-
cimiento mismo de la madre)) Otros investigadores, como H .
Deutsch, que sigue a A. Freud, no ponen el acento en la regre-
91
pi
sión del yo, como Winnicott, sino en 1º1_mecanismos regresivos
-temporarios: r~gr.es-ión-cie-1.as_p.ulsio.nes, que determina el resur-
gimiento de Pt"ilsiones pregenitales en la madre, con eclipse de
las pulsiones genitales. Esta regresión explica que aflore con cla-
ridad, de un modo especialmente intenso, en la relación madre-
hijo, la dualidad pulsional (libido y agresividad e la madre res-
pecto del bebé. El ace e pregnancia de ciertos as-
pectos pulsionales (orales, especialmente). El interés que la ma-
dre presta a las distintas partes del cuerpo de su bebé (con lo
cual asegura su supef-vivencia) tiene en parte su origen en la emer-
gencia normal de las pulsiones pregenitales. Paralelamente se pue-
de producir una disminución temporaria o focal de ciertas pro-
hibiciones superyoicas. Est.as-aai\UdaQ-es libielinal - resivas
comtituirían, como lo hemos mostrado en repetidas oportuni-
dades, uH-r-es. · 'ento del asado el-f),-resente, _signa_cla por
-
la com ulsiú la repetición, en virtud de lo cual la madre revi-
ve los primeros meses e su. relación con sus propios padres. ·
Tras una serie de exámenes sistemáticos y profúndos- de mu-
jeres encintas, G. Bribing [ 16] quedó muy sorprendido al descu-
brir una muy alta proporción de estructuras semejantes a la psi-
cosis o la prepsicosis (casos marginales); considera este autor que
«la reorganización del equilibrio psíquico no se ha producido to-
davía, y ya la madre debe lidiar con la realidad del recién nacido».
P. C. Racamier [119] añade que «esta situación móvil se ex-
tiende al posparto. Las referencias endocrinológicas y psicoana-
líticas no pueden sino coincidir al respecto». Está claro, en su
opinión, que la estructura psíquica materna se acerca, normal-
mente pero de manera reversible, a lo que sería una estructura
psicótica, definida por él en estos términos : «El yo abandona,
para tratar con las pulsiones, los mecanismos defensivos elabo-
rados que son propios de la neurosis o del estado normal habi-
tual; el sentido de la identidad personal se vuelve fluctuante y
frágil; las relaciones objetales se desenvuelven en un modo re-
gresivo, en particular en el de la confusión del sí-mismo y el otro».
El término «estructura psicótica» remite a una particular orga-
nización del yo, y no a un grupo de signos clínicos de la serie
nosográfica clásica de las psicosis. Ese estado psicótico normal
favorece el advenimiento de una psicosis posparto. Con buen
fundamento se compara esta crisis de la «maternalidad» 11 con
una crisis de identidad, en el sentido en que E. Erikson emplea-
ba este término en su descripción de la adolescencia. Se obser-
van en ella movimientos hormonales de gran envergadura, un
11
Término introducido por T. Benedek, y adoptado en Francia por P. C.
Racamier.
92
- ---- ... -
~
~·- ···- - --- -.~ - --~---~ ~--
12
D . W. Winnicott añade : «No obstante, una madre adoptiva o cual-
quier otra mujer capaz de estar enferma en el sentido que hem0s indicado, puede
adaptarse suficientemente bien, en virtud de su facultad de identificación con
el bebé» [142].
13
Esta expresión es cara a Fain, que la vincula con el «instinto de muerte»
de la madre respecto de su hijo. Nosotros hablaríamos más bien de la agresivi-
dad de la madre hacia el hijo.
93
- ----------- .,.
formulación: el niño «cura» la preocupación materna primaria
........
al satisfacer a su madre.
. 94
r
95
-----.....o.---~-·--·--
96
,--
fin de conceptualizar el encuentro madre-hijo. Este recurso a un
modelo biológico, método caro a S. Freud, toma como ejemplo
el funcionamiento celular: la célula está estructurada, y su es-
tructura se mantiene aunque deba existir en un conjunto menos
estructurado, que la somete a la entropía; parece que en conse-
cuencia debería disolverse en un desorden creciente, y en cambio ha-
ce neguentropía, lo que es decir que mantiene su estructura de ma-
nera invariable; existe, por consiguiente (junto a la información
que circula bajo la forma de mensajes entre un organismo y su
ambiente), una información que no consiste en la trasmisión de
mensajes, una «información-estructura», que permite el mante-
nimiento de esta última. Con este modelo es posible precisar la
especie de independencia y de interdependencia en que están la
madre y el hijo. La posibilidad de independencia entre ambos
es clara, como lo muestra la clínica neonatológica (especialmen-
te la de los prematuros). Al mismo tiempo, se trata de elementos
interdependientes, en la medida en que los datos cuantificables
de lo biológico (modo de codificación, entropía del sistema, re-
dundancias, cantidad de informaciones trasmitidas, etc.) depen-
den de la significación del mensaje, pero no lo significan. Así,
la interdependencia de estas dos entidades (la madre y el hijo)
tiene su mejor expresión clínica en dos situaciones: si las signifi-
caciones imponen características que alcanzan o superan los lí-
mites biofisiológicos inscritos, y si estos límites, por motivos or-
gánicos (lesión encefalopática, por ejemplo), se ven reducidos
respecto de lo que son habitualmente. Con esto se define de un
modo interesante el campo de «libertad del bebé» por la canti-
dad de posibilidades que este tiene para reaccionar a cierta signi-
ficación . La patología genética se describe como reducción de
libertad.
97
ocurrirían como si la posición de esta respecto de su bebé remi-
tiera a sus propias modalidades regresivas , es decir, a la posibili-
dad de que se yuxtapongan en ella misma las posiciones simbió-
r
ticas y simbólicas.
La densidad de registro de los cuidados maternos es una ca-
racterística de importancia. D. W. Winnicott ha descuidado la
importancia de la parte no regresiva de la posición maternante.
Por lo contrario, la observación de los psicoanalistas de la es-
cuela lacaniana parece no tomar en cuenta la economía de la
relación madre-hijo. Por medio de ejemplos psicopatológicos in-
tentaremos poner de manifiesto las líneas de fuerza de esta
dualidad .
Primer ejemplo
98
tradicciones de los cuidados. Si estos no son demasiado contra-
dictorios, el niño no se resentirá. Si los cuidados maternos son
neuróticos, en el sentido en que los definimos anteriormente, en-
tonces el niño corre un riesgo considerable. A mayor distancia
entre la madre y su bebé, más repercuten las contradicciones neu-
róticas de la madre y crece el riesgo de desinteligencias entre am-
bos. Llegamos a esta fórmula: a más débil regresión materna,
mayor el riesgo de que los cuidados maternos neuróticos resul-
ten patógenos. La regresión evita la depresión posparto y la soli-
citud ansiosa primaria.
Segundo ejemplo
99
l
·l!,,
100
" mente, se inserta la falla de la imagen corporal materna. El niñ.o
es entonces, más que el síntoma de la maternalización perversa,
una verdadera pareja de su madre, construido .en simetría con
la imagen de esta, que facilita, mejor que muchos otros, la ga-
rantía fetichista para el mantenimiento de la desmentida de la
castración. Por el estado de excitación que presenta bajo los efec-
tos de esta seducción libidinal, el niño da implícito testimonio
de su complicidad, lo mismo con su actitud de vigilia global que
con sus prácticas autoeróticas en el nivel de las zonas erógenas
en que se ha producido la seducción de la madre. La conducta
del lactante justifica a posteriori las afirmaciones erotomaníacas
de la madre: «Todo lo que yo le hago a mi bebé, lo hago porque
él me quiere».
7. La totalidad del cuerpo del niño tiene un estatuto de tipo
fetichista. En lo demás, una parte del cuerpo o una función or-
gánica focaliza la conducta materna. W. Granoff y F. Perrier
[64] destacan con acierto la importancia de la naturaleza oral
de esta relación. M. Soulé ha proseguido su estudio en un traba-
jo reciente [129] . La boca alimentada, símbolo de la falta real,
es lugar de goce que es preciso colmar. Para este tipo de madre
representa un atractivo fascinante, a veces disfrazado por temo-
res hipocondríacos específicos y seudorrituales alimentarios. El
alimento, el biberón o la tetina pueden revestir la significación
de fetiches . Así es como los niñ.os son atiborrados, y aquellos
que no se entreguen a la erogenidad de las regurgitaciones pue-
den desarrollar una obesidad primaria, con bulimia. Otras ma-
dres , con el pretexto de la limpieza, estimulan abusivamente el
ano y la región anal. P . Greenacre también menciona madres
que practican manipulaciones y excitaciones excesivas sobre las
zonas genitales de sus hijos [68] .
Dos interrogantes
1
101
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de la díada madre-hijo
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. . . . . . .__....._______:==
1
No adoptamos la expresión «patología psicosomática» para esta edad, en
que no es concebible la escisión psique-soma.
106
. -- -- --
obtiene un dormir fisiológico. Estos errores de régimen apare-
cen generosamente en madres calificadas como «excitantes y con-
tradictorias», que de hecho tienen más ocasiones para compro-
meter el equilibrio fisiológico y libidinal del bebé. Se puede ais -
lar un insomnio precoz, especialmente severo [89, 92]. Algunos
de estos niños no duermen más que entre dos y cuatro horas
por noche; la gravedad del estado de excitación expresado por
el insomnio se traduce no sólo en la extensión de este, sino en
su asociación con actividades motrices carentes de objeto, cons-
tituidas por descargas disrítmicas que se acompañan de gritos.2
Retenemos el término irritación, que en los trabajos de G . Bou-
langer se presenta como «un estado de fuerte tensión que no lle-
ga a liquidarse de manera adaptada, y que se descarga entonces
de un modo incontrolado», 3 nosotros diríamos, más bien , de
un modo «inorganizado» . El térm ino excitación, empleado por
los experimentalistas norteamericanos [6] y por algunos psicoa-
nalistas (R. A . Spitz, siguiendo a Freud), es preferido también
por los pediatras . Su aplicación supondría que no existe excita-
ción placentera, y que se podría oponer esquemáticamente placer-
displacer, reposo- excitación . Ni la teoría , ni la simple observa-
ción del lactante, consienten esta oposición. El término irrita-
ción comprende, pues, una excitación penosa, una «emoción ne-
gativa» (H . Wallon) o un «afecto negativo» (R . A. Spitz) .
El conjunto semiológico incluye la expresión concomitante
de tensiones elevadas, por parte del bebé, en la forma de descar-
gas motrices incoordinadas, así como de gritos . Desde el naci-
miento mismo, los gritos van siempre acompañados de movi-
mientos. Antes del mes , las lágrimas casi no se manifiestan . La
irritación se acompaña de una desorganización de los ritmos sen-
soriomotores y de una pérdida de los esbozos de coordinación,
según la edad . Existe toda una gradación desde la disritmia mo- '
triz menor, pasando por los sobresaltos y las mímicas de displa-
cer, hasta la agitación intensa, que linda con el estado de aflic-
ción descrito por los experimentalistas. Las observaciones de los
distintos autores son concordantes en el sentido de discernir co-
rrelaciones entre la irritación y los fenómenos de orden intero-
ceptivo, en especial digestivo, y propioceptivo (por ejemplo, cambio
107
~!l
1 de equilibrio). El trabajo de G. Boulanger hace un amplio estu-
dio de las situaciones exteriores susceptibles de provocar la apa-
r
¡
rición de gritos, y llega, en coincidencia con Blatz y Millichamp
(1935), a una conclusión que nos parece muy interesante: «La
~
¡¡ experiencia emocional no está ligada a un grupo de estimulacio-
¡ nes específicas [ .. . ] pero depende de una relación particular en-
¡: tre el sujeto y el ambiente» [en 17]. Fuera de las situaciones ex-
1
¡ tremas, no parece existir a esa edad una situación generalmente
irritante, pero el fenómeno aparece inserto desde un comienzo
entre las modalidades de relación con la madre. Más precisa-
mente, desde fines del primer mes se observarían los fenómenos
de irritación ligados a una expectativa, insatisfecha, de la pre-
sencia de la madre.
El capítulo de estos estados de irritación del lactante se abre
con frecuencia en la clínica cotidiana del pediatra . Sin embargo,
casi no es objeto de estudios sistemáticos. Más que estudiar la
irritación como expresión tensional, parece que se prefiere estu-
diar la irritabilidad (asociada a una hipertonia muscular) desde
la óptica de una tipología en que , como hace notar Wallon, la
distancia entre lo normal y lo patológico se sitúa entre el síndro-
me y el tipo .
Una variedad nosográfica ha sido objeto de trabajos siste-
máticos : el cólico de los tres primeros meses, cuya primera des.-
cripción se remonta al Traité des maladies des enfants, .de Bil-
lard (1828) . Su clínica ha sido descrita por Spock bajo la deno-
minación de «cólico de los tres primeros meses», y esa misma
descripción es retomada por Spitz [134] en el cuadro de las per-
turbaciones psicotóxicas del lactante; también, en Francia, por
Hennequet, con el rótulo de «cólicos idiopáticos del primer tri-
mestre». Al parecer, lo que vuelve interesante este cuadro clíni-
co es su banalidad. El síntoma se presenta entre los diez días
y las tres semanas a partir del nacimiento . Durante varias horas
al día , preferentemente por la tarde, el niño lanza gemidos acom-
pañados de una gesticulación que sugiere una «dolencia digesti-
va» : en el lenguaje popular, el niño «digiere con cólicos». La
descripción clásica de este síndrome comprende notables pun-
tualizaciones clínicas: los gritos se asocian a cierto grado de me-
teorismo abdominal (que se verifica en el examen radiológico);
de manera inconstante, se encuentra en el niño afectado una cua-
lidad intensa de hipertonia fisiológica, así como una facilidad
para el desencadenamiento de los reflejos arcaicos. Por lo gene-
ral se trata de un varón que puede ser distinguido por su voraci-
dad y su taquifagia. Esta semiología nunca aparece en institu-
ción hospitalaria, salvo si el niño está en contacto con un susti-
tuto materno ansioso que se ocupe de él; mejora o cura cuando
108
• es confiado a una niñera, o internado. La actitud de la madre
-- - ---
hacia su hijo es calificada por Spitz como «solicitud ansiosa pri-
maria» o «solicitud primaria excesiva ansiosa» [134]. En su opi-
nión, el cólico de los tres primeros meses presenta una etiología
bifactorial, que resume así: «Si recién nacidos que vinieron al
mundo con una hipertonia congénita son criados por una madre
inquieta hasta la ansiedad, son susceptibles de contraer el cólico
de los tres meses» [ 134]. Esta hipótesis que el autor estima con-
corde con el postulado de S. Freud sobre las series complemen-
tarias en la etiología de las neurosis nos parece en realidad muy
criticable ya en su metodología, que no razona en el nivel de
la díada madre-hijo. La hipertonia reconoce diversos determi-
nantes, entre los cuales la ansiedad materna ocupa un lugar des-
tacado. A su vez, la ansiedad de la madre puede resultar refor-
zada por las dificultades tónicas que experimente en su lactante.
Las más diversas drogas tienen efecto transitorio o nulo. La
sensación de malestar digestivo y el meteorismo abdominal que
afecta al bebé impulsan a veces a distintos ensayos de régimen,
con lo cual sólo se consigue añadir a las perturbaciones existen-
tes otras, dispépticas. Los medios de acción sedativa frente a es-
te síndrome están constituidos por dos tipos de satisfacción del
lactante: el acunamiento y el chupete, propuestos por Levine y
Bel! y confirmados por todos los clínicos. Hagamos notar, si-
guiendo a L. Kreisler [92], que la succión y el acunamiento apla-
can al bebé en muchas otras situaciones de malestar y sufrimien-
to, a veces intensos, y que en el pasado estas maniobras llegaron
incluso a utilizarse como anestésico. Unicamente una actividad
libidinal permite al lactante descargar la tensión global de su or-
ganismo. La eficacia muy pasajera del amamantamiento, cuan-
do no su inutilidad, e incluso el empeoramiento de la semiología
del niño que así se produce, establecen ya en esta precoz etapa
de la vida una clara disociación entre el sistema biológico y el
sistema erógeno en su funcionamiento oral. Al segundo o tercer
mes, el cólico idiopático desaparece espontáneamente. 4 Esta cu-
ración se asocia a la crisis organizadora del tercer mes, origina-
dora del preobjeto, y al desarrollo de un amplio abanico de acti-
vidades libidinales.
En la esfera digestiva, es raro que la anorexia común se ins-
tale desde los primeros días de vida. No obstante, se ven recién
nacidos que, atiborrados a la fuerza, desarrollan una anorexia
4
Esta impresión de malestar digestivo lleva a que en los tratados de pedia-
tría [89] se clasifique curiosamente como patología abdominal el cuadro clínico
de los gritos episódicos del lactante. El meteorismo abdominal, en sí mismo ba-
nal , no parece justificar esta clasificación.
109
- - - - - · --·-
--r. ·--··-
..
110
' ya es un recién nacido sobrealimentado in utero); y 3) las curvas
de peso de estos sujetos (a lo largo del primer afio, durante la
infancia, en la adolescencia Y en los adultos jóvenes). Entre un
80 y un 85 OJo de los niños obesos se mantienen obesos en la edad
adulta; esta fijeza, y hasta diríamos esta evolutividad de la obe-
sidad, se infiere de todo el conjunto de los trabajos actuales.
Unas dos terceras partes de las obesidades son primarias y pro-
gresivas. En el tercio restante son secundarias entre los 5 y los
1o años (y entre estas, hay un grupo que presenta episodios de
obesidad en la primera etapa de .la vida, episodios que fueron
motivo de amnesia para los respectivos padres). De los numero-
sos estudios longitudinales citados por los autores, nos limitare-
mos a presentar las conclusiones de dos. Eid (1970) compara tres
grupos de niños cuya única diferencia reside en la rapidez con
que ganan peso durante sus seis primeras semanas: en el grupo
de rápida ganancia de peso, los obesos llegan al 9,4%; donde
la ganancia es normal, al 3%; donde es lenta, al 1,9%. P. Asher
( 1966) compara el peso del lactante y el del mismo niño a los
5 años; así establece que el peso medio de 21 niños de 5 años
de edad, que a los 6 meses presentaban exceso ponderal, fue sig-
nificativamente más alto que el de 24 sujetos testigo; 4 de ellos
son obesos, mientras que ninguno de los niños testigo lo es.
d. La obesidad primaria de las primeras semanas aparece en
:
niños sobrealimentados. Parece que cualquier tensión en la rela-
ción madre-hijo se tuviera que reducir por medio de una entrega
de comida. 5 Observan los autores que algunos niños, con gri- I,;
!
por lo demás, es necesidad de toda la familia, puesto que existen
1 '
correlaciones entre el peso del niño y el del padre y los abuelos
que hacen de la voracidad un síntoma familiar. Por lo tanto,
todo impulsa a creer que la obesidad de la primera etapa de la
vida, cuyas consecuencias para el futuro son diversas, tiene por
origen una «solicitud primaria alimentaria» de la madre. 6
5 Repárese en que las madres de niños que presentan un cólico del primer
trimestre observan este mismo tipo de comportamiento, consistente en alimentar
al niño a su pedido.
6 Es posible, retomando las experimentaciones en materia de alimentación
durante la edad temprana, ampliar el planteo diciendo que la pauta alimentaria
de un sujeto se organiza, en un nivel primario, en el sentido de la normalidad,
de la bulimia o de la anorexia; se trataría de un compromiso entre la sensación
de hambre, la motilidad gástrica, los ritmos maternos y las interacciones íntimas
entre estos elementos.
111
.• ,.;u,-
La constipación es un síntoma funcional que con frecuencia
motiva una consulta pediátrica. Se registra en los padres, por
lo que respecta a la analidad, una importante inquietud por el
hijo y por ellos mismos, así como a veces el empleo de diversas
excitaciones anales, la más clásica de las cuales es la del termó-
metro, apoyada en racionalizaciones de variada especie.
112
,.
nera de tomar contacto, su angustia, y un pasado con graves
episodios depresivos, que impusieron tres internaciones en psi-
quiatría, sugieren una estructura cercana a la psicosis. La pareja
no quería hijos, pues temía verlos agredidos y perseguidos por el
mundo de este siglo xx y sus modernidades. En verdad la posi-
ción que adoptan hacia Valérie es estar continuamente protegién-
dola del medio y, por lo que parece, de ella misma. Valérie lloró
durante toda la consulta, sentada sobre las rodillas de su madre;
cada vez que encontraba el pulgar se calmaba, pero un movi-
miento inconciente de la rodilla de su madre se lo hacía perder,
y así se ponía de nuevo a llorar. Depositada en la cuna detuvo
sus lamentos, gracias a una fricción suave y acompasada de la
región retroauricular, que le practicó su padre; cuando este de-
tenía su «seducción», volvía a perder la calma. Es digna de tener
en cuenta, en esta secuencia, la intolerancia inconciente de la
madre frente al autoerotismo de Valérie, a quien implícitamente
mantenía bajo su dominio. Para estos padres todo ocurre como
si únicamente lo que proviene de ellos pudiese ser bueno. La es-
trategia frente a este caso clínico fue proponer entrevistas psico-
terapéuticas a los dos padres, con la presencia de Valérie, en el
estilo de las psicoterapias actuales de la primera infancia [106].
{J .
Se trata de niños muy despiertos, hipersensibles a las estimula-
ciones sensoriales y sensitivas; presentan una hipertonia global,
con hiperactividad de los reflejos arcaicos: es la clínica del esta-
do de alarma. Limitado por su propia hipertonia, el niño vive
en una suerte de espacialidad reducida: parece encerrado en un
círculo tónico, del que sólo sale con descargas reactivas o fases
de distensión demasiado breves . Estas modificaciones parecen
ir apareadas a los estímulos placenteros y displacenteros. Todo
sucede como si las reacciones tensionales del bebé fuesen unívo-
cas, masivas, y dependiesen más del umbral cuantitativo de los
estímulos que de la característica cualitativa de estos. Desde el
punto de vista tónico, el niño está preparado para reaccionar
totalmente a cualquier estímulo externo. Lo que por otra parte
caracteriza a -esta semiología es la falta de organización de las
113
........___________
respuestas del recién nacido dentro del juego de las diversas fun-
·-
ciones. A nuestro entender, este estado define al de angus~ia
primaria.
Casi no sabemos de trabajos sistemáticos que se refieran a
una patología de desarrollo en el marco del hiperfuncionamien-
to diádico. Sin embargo, parece relativamente demostrado el efec-
to favorable de las estimulaciones precoces sobre el desarrollo
general inmediato. Es muy controvertida la concordancia entre
estos adelantos en el desarrollo en la etapa precocísima y cocien-
tes elevados en el desarrollo ulterior, después de los 8 meses.
Más en general corresponde preguntarse por el futuro psicológi-
co global (y no sólo por el del cociente intelectual) de los sujetos
que en los primeros meses presentan esos adelantos operatorios
iniciales.
Nuestras observaciones, y la mayor parte de las referidas en
la bibliografía, muestran que la posición materna en estos hiper-
funcionamientos diádicos se corresponde con la «solicitud pri-
maria excesiva y ansiosa», descrita por Spitz [134). Constituye
«una designación especial de la sobreprotección materna», con-
cepto este último que, desgraciadamente, ha acabado por con-
vertirse en un comodín. El fenómeno rector es la angustia ma-
terna y sus derivados sintomáticos. La angustia primaria del re-
cién nacido, desarrollada especularmente, provoca en la madre
evitamientos neuróticos, e incluso una desmentida; esta última
actitud incurre en el error de juicio de pensar que la angustia
de su lactante es en realidad un displacer, que se pudiera reducir
por medio de respuestas biológicas correctas.
La solicitud primaria ansiosa no es una entidad psicopatoló-
gica; reúne posiciones maternas cuyos principales mecanismos
interesa describir; en torno de ellos se articula su polimorfismo
clínico. El estatuto del lactante es lugar privilegiado, dentro de
esta solicitud, para reconstruir el narcisismo materno después
de las reorganizaciones del embarazo y el parto. Parece que su
madre no lo pudiera percibir de otra manera, que no sea signifi-
cándolo por referencia a esa función. Así, él es coartada, carece
de identidad propia; está sujeto al albur del deseo materno, sin
ejercer sobre este ningún poder de regulación. La interacción
madre-hijo se interrumpe, dejando al segundo enzarzado con el
mundo fantasmático materno -eventualmente contradictorio-,
sin real posibilidad de ser «oído» como hijo. La seducción pri-
maria sobreviene sin tomar en cuenta las funciones corporales
a apuntalar en el lactante.
114
,
róticos, tal como ya los hemos definido. Resumimos una obser-
vación de H. Deutsch, típica para este enfoque: una joven ma-
dre, ambivalente con respecto a su hijo, se vio obligada a inte-
rrumpir el amamantamiento, pese a que ella quería continuarlo
y que la secreción láctea era normal. Efectivamente: en el tiem-
po que mediaba entre una y otra mamada la leche fluía a rauda-
les, y cuando quería dar el pecho al niño ya no tenía más. Trató
de adelantar la hora de las mamadas, pero siempre era demasia-
do tarde. El análisis permite poner de manifiesto el origen ure-
tral de este síntoma, al igual que el de la eyaculación precoz en
el hombre: «En esta observación, la leche de la madre corría
para la madre misma y no para el niño ... ». En una perturba-
ción del amamantamiento que es más frecuente, el cese de la
secreción láctea, la componente anal del proceso predomina de
manera ostensible. De este modo, la problemática genética -y,
más extensamente, sexual- de la mujer puede venir a insertarse
en el amamantamiento. El placer de la madre que se ocupa de
su hijo es aceptado o evitado según las asociaciones inconcien-
tes, dentro del juego pulsión-prohibición; este placer alterna con
repliegues defensivos que dan a la relación madre-hijo el aspecto !
~
presentan regresión psicótica normal y de la importancia que os-
tenta la sublimación en su posición hacia el hijo. La discontinui-
dad de los cuidados es su característica, e incluso su contradic-
ción. Estas madres se anulan a sí mismas por la contradictorie-
dad de sus mensajes. Contradicción que discurre paralelamente
al aspecto inorganizado de la conducta del lactante.
Es de lamentar, además, el relativo fracaso de la representa-
ción en cierta solicitud primaria ansiosa: el hijo, en razón de
su lugar en el narcisismo materno, no puede ser en cuanto tal
fantasmatizado por la madre. Entonces la excitación que no se
llega a contener dentro de una forma desborda la representación
e impone al lactante una tensión repetitiva, sin mediar el cuida-
do de hacerlo «funcionar» de manera satisfactoria. Esta es la
· madre excitante, opuesta a la madre calmante. La excitación apor-
tada por los cuidados maternos desborda siempre la demanda
del lactante, que así recibe una cantidad de energía en exceso.
Esto se puede traducir de muy diversos modos: imposibilidad
de hallar el equilibrio homeostático del sueño; regurgitaciones
activas, incipiente expresión de los primeros rechazos; voraci-
dad, gritos y agitación. Se produce la trasmisión de una eroge-
nidad focalizada o de una semiología funcional: bulimia, anore-
xia, succión frenética de los dedos o de un objeto transicional,
115
r en un bebé cuya madre presenta una personalidad con un fuerte
componente oral (incrementado, cabe anotar, por la regresión
\'
psicológica del pre y el posparto ); insomnio del lactante a quien
mantiene despierto su madre, que tiene temor neurótico al sue-
ño; lactante gritón de una madre ruidosa; este es el mismo razo-
namiento que seguimos en la explicación de las primeras consti-
paciones del lactante. La posición perversa y la problemática del
pasaje al acto ocupan aquí el primer plano de la metapsicología
materna. El objeto -en sentido psicoanalítico, lo que equivale
¡ a decir en este caso, el niño- es apresado en su realidad, no
¡
pudiendo ser fantasmatizado . Las coordenadas de la solicitud
j
primaria ansiosa están constituidas por la omnipotencia narci-
1 sista materna, que incluye la preponderancia pulsional sobre la
1 realidad del niño , con rechazo de la desilusión, y a la vez el fra -
caso de esa preponderancia .
La observación clínica fina del desarrollo espacio-temporal
de los cuidados maternos muestra la alternancia inorganizada
de esos dos aspectos clínicos de la solicitud primaria ansiosa.
En ciertos momentos la inhibición y la sublimación ponen al ni-
ño a distancia de las pulsiones libidinales maternas; en otros ,
parece en pugna directa con las pulsiones de la madre, sin el re-
gistro de la censura. Formulamos la hipótesis de una concepción
global de la solicitud primaria ansiosa: la unidad simbiótica
madre-hijo no puede desarrollarse en condiciones satisfactorias;
la regresión de la madre no se ha producido de manera adecua-
da. Dos casos :
116
,.
tidad, y hasta podría decirse que como sujeto; atrapado en la
red de las contradicciones maternas, se lo estimula pero no se
'
lo satisface. Es objeto de una frustración precoz, cuya clínica
es la de . las disritmias.
117
--..e ~~
b. El desarrollo normal del cuerpo erógeno del lactante trae
consigo la eliminación de la semiología. Esta evolución es clási-
ca: Spitz comprueba que una buena parte de la semiología del
primer trimestre se desv~~ece. al cabo de este período; ?ara en-
tonces sobrevienen mod1ficac1ones fundamentales, debidas a la
!
maduración del lactante (desarrollo de las representaciones vi-
,¡ suales y auditivas, y ampliación de los recursos motores, facili-
tadores del autoerotismo y la agresividad) y al relativo retiro de
f.l
11
la investidura materna de que el lactante es objeto, lo que favo-
!1 rece la elaboración del cuerpo libidinal. Este último funciona «co-
mo defensa» respecto de los desequilibrios biológicos a cuya re-
paración concurre. Esta evolución favorable supone que la rela-
¡ ción madre-hijo ha sido lo «suficientemente buena» como para
¡
1 que el cuerpo libidinal del lactante se desarrolle. La cuestión del
pronóstico a corto y largo término no puede todavía obtener res-
.! puesta: la aparición de una disarmonía de las primeras semanas
i
¡
constituye una falla en los primeros desarrollos erógenos, falla
que debe ser reparada por el hijo mismo y por la madre. ¿En
1
qué medida es posible esta reparación? ¿En qué medida puede
'
"~( convertirse en terapeuta una madre que no ha sido «suficiente-
mente buena» en el comienzo mismo de la existencia de su hijo?
:1
"
'. J
'
c. A veces, se asiste al desarrollo precocísimo de activida-
des autoeróticas intensas: por ejemplo, una frenética succión de
i
.¡ los dedos a partir de los primeros días de vida, una intensa in-
:1
;j vestidura de un objeto transicional, o una hiperfagia . Todo ocu-
;¡ rre como si con esas actividades el lactante tratase de resolver
~I
¡,¡
tensiones que la protección antiestímulo materna no consiguiera
.!
¡1 filtrar. Desde las primeras semanas el niño desarrolla una pro-
H tección antiestímulo autónoma que ante todo lo aísla de su ma-
ti
,¡ dre y, en segundo término, del medio. Un sistema autoerótico
j
:¡ de esta especie, a veces monstruoso, no puede menos que resul-
1 tar problemático ulteriormente, pues anulará los efectos de la
represión primaria, acrecentará una escisión precoz madre-hijo
y, hacia el octavo mes, significará la posibilidad de que el desa-
rrollo de la representación se vea comprometido. Esta evolución
es enormemente común, hasta el punto de que las actividades
autoeróticas de las primeras semanas alternan -o se asocian de
modo casi constante- con los síntomas de excitación del lactan-
te. El chupeteo sería el equivalente momentáneo de los gritos.
Es canónico atribuir a este autoerotismo precoz el valor de una
compensación ante la carencia de cuidados maternos; no esta-
mos de acuerdo: nuestra opinión es que a esa edad es inducido
por una «madre excitante» .
118
,,,--
119
hechas por una madre todavía profundamente sumergida en el
narcisismo primario, realizan condiciones casi experimentales de
este estado clínico.
Lo que se contrapone a la angustia primaria del hijo no es
una construcción libidinal reparadora, sino una anulación cuanti-
tativa de la tensión, un intercambio puramente biológico que no
traslada los fantasmas maternos. Cuando estos estímulos se in-
terrumpen -es decir, cuando, por ejemplo, la madre o quien
la sustituye deja de acunar al niño-, los gritos se reinician ense-
guida. En términos energéticos, cabe decir que estamos frente
a la descarga paliativa de una tensión, y no a la búsqueda evolu-
tiva de una nueva estructura. En tal estado, la inscripción rítmi-
ca y espacial de los perceptos paliativos (acunamiento o succión)
es distinta de lo que el niño ha experimentado hasta entonces,
es decir, distinta de las marcas maternas eróticas impresas hasta
entonces sobre ese cuerpo. La excitación desfavorable es anula-
da, pero no extinguida. Hemos propuesto el nombre de nega-
ción de libido [72] para este proceso, que desemboca en la cons-
titución de una protección antiestímulo complementaria, que no
pertenece ni al niño ni a la madre; este tercer elemento neutro
es lo inverso de los objetos o espacios transicionales según los
concibe Winnicott; es una laguna que se acerca a las descripcio-
nes del «sí-mismo falso», más arcaico, hecha por este autor.
La prescripción medicamentosa, más que nada sedativa, que
se hace al lactante insomne o gritón nos parece un interesante
ejemplo del elemento neutro que aquí describimos. Algunos me-
dicamentos alteran la calidad del sueño, que puede ser amputa-
do de una parte importante de su fase paradójica, con el riesgo
de reducirlo a un funcionamiento carente de actividades libidi-
nales. Cabe también preguntarse por el destino de estos estados
de disminución de vigilancia, inducidos por una droga.
Michel hizo una treintena de otitis durante los seis primeros
meses de su existencia, y tuvo necesidad de varias paracentesis. Su
constipación, aparecida con su cuarta semana de vida, fue rela-
cionada con los medicamentos y las intervenciones médicas a que
dieron lugar sus afecciones otorrinolaringológicas. Alterna con
episodios diarreicos; sus pujos justifican, en opinión de la ma-
dre, la prescripción de variados supositorios. Existe todo un ri-
tual anal en los cuidados maternos; cualquier síntoma funcional
de Michel es interpretado como una anomalía de su tránsito di-
gestivo. La madre del niño tiene 22 años, y ya en la primera
consulta declara su propia problemática psicosomática, designa-
da por la medicina como «patología vesicular». Continuamente
establece asociaciones entre la semiología de Michel, los proble-
mas de su matrimonio, su frigidez, la eyaculación precoz de su
120
,,--
marido, sus dolores del lado derecho y su diarrea. Sus dificulta-
des psicosomáticas sobrevinieron con su casamiento. La relación
que en el plano libidinal une a Michel con su madre es rica. Su
tipo narcisista primario persiste más de lo habitual, entre el sex-
to y el octavo mes. El padre de Michel, como toda la familia,
es constipado y «vive tomando píldoras». Ni siquiera se puede
decir que su rol aparezca eliminado frente al niño: secunda a
su esposa, sin constituirse en un tercero perspicaz. Esta observa-
ción asocia seducción y represión primaria de la analidad del be-
bé. Una terapia breve de la pareja parental hizo ceder en pocas
semanas la semiología anal del bebé.
El futuro del tercer elemento neutro es diverso:
121
/
II. La hipoactividad de la díada madre-hijo
Constituye un conjunto semiológico mal conocido, que suele
pasar inadvertido. El cuadro clínico es el de un lactante tranqui-
lo e incluso apático, pobre en actividades eróticas. El fenómeno
dominante es, en general, el retraso del desarrollo. Se trata de
un cuadro de depresión cuyo aspecto seudoencefalopático puede
ser conspicuo, lo que da lugar a errores de diagnóstico. El niño
es hipotónico, generalmente hipersomne . Puede existir un insom-
nio con apatía (el niño duerme con los ojos abiertos), variante
de insomnio cuya gravedad es canónico destacar. Estos niños
no están angustiados en el sentido que S. Freud asigna a la an-
i gustia primaria; parecen sujetos a una ansiedad extrema, califi-
cada por nosotros como sufrimiento [71, 76] y que se asemeja
1 en más de un aspecto al estado de aflicción, descrito por los ex-
i perimentalistas norteamericanos. La anorexia primaria es casi
constante; los ritmos de succión y deglución son débiles; estos
trastornos alimentarios pueden ir acompañados de una regurgi-
1
tación pasiva importante; las regurgitaciones son inmediatas al
t; atiborramiento materno, y en otros casos son más tardías (unas
dos horas después de las comidas). El retraso en peso y estatura
1
1 es un problema que se plantea con frecuencia en la clínica de
1
'
estos niños; la hipotrofia y la delgadez pueden ser del tipo de
las carencias de aportación alimentaria; en otros casos, el balan-
ce calórico es normal. Es posible la aparición de retrasos estatu-
rales simples, sin deficiencia ponderal; para su diagnóstico se re-
quiere de una prueba evolutiva: bajo los efectos de un cambio
relacional de la madre o, lo que es más corriente, durante inter-
naciones prolongadas en buenas condiciones afectivas, se verifi-
ca, de modo asombroso, un progresivo aumento de la curva de
peso y el cociente de desarrollo.
El pronóstico es mal conocido, aunque sin duda su gravedad
es mucho mayor que en el caso de los hiperfuncionamientos diá-
dicos. El problema se centra en las posibilidades de bloqueo del
desarrollo intelectual, la importancia que reviste y su carácter,
llegado el caso, inadvertido, poco o nada reversible. Este tema
constituye el capítulo de lo que se ha dado en llamar «factores
psicológicos de los síndromes deficitarios». Junto a cuadros clí-
1 nicos evidentes, el problema de una defectología menor consti-
t'
¡j tuye un campo investigativo de actualidad.
lJ Los cuidados maternos se organizan de manera relativamen-
q¡ te unívoca en torno del concepto del hijo no deseado como tal.
Los cuidados hacen frente a la demanda biológica del lactante
l según correctos protocolos de puericultura, pero no exhiben ri-
:1l queza libidinal respecto del niño. Se trata de la madre «calman-
1 ~
1
j
j 122
1
,- te». Por lo general las descripciones corresponden en realidad
~
''t-~
'«¡ ~
'
La afección orgánica del lactante introduce cambios en las
líneas de fuerza de la unidad diádica. Los reacondicionamientos
observados no se ligan a un determinismo único -la
disminución-, sino a determinantes complejos, que escapan de
toda reducción. Pensamos aquí en las repercusiones fisiopatoló-
gicas de la disminución, pero también en la repercusión de esta
sobre las posiciones maternas y las estructuras de ambiente fa-
miliar e institucional. La afección somática modifica de manera
directa el estilo de las actividades del lactante a esta edad. Ape-
nas si es posible, por medio de estudios sistemáticos de ni-
ños disminuidos, de acuerdo con un método estadístico, y du-
.rante observaciones longitudinales, distinguir entre las variables
intervinientes.
Daremos un ejemplo de nuestro procedimiento, con la des-
cripción que hemos hecho [74] de las actividades libidinales ora-
123
t
\i
les de los lactantes, en las muy especiales condiciones de una
internación en servicio de pediatría. Estos niños 9 están aqueja-
dos de enfermedades somáticas de pronóstico grave para el pre-
sente o a término, con potencialidad letal considerable en algu-
nos casos. Durante su permanencia en el hospital los niños son
aislados en boxes de vidrio a los que la madre tiene acceso una
o varias veces al día, en tanto observe las reglas de asepsia esta-
l
blecidas. Estos niños han experimentado toda una serie de «agre-
siones» con finalidad diagnóstica y terapéutica; han sido objeto
de observaciones en momentos de no estimulación, y también 1
en momentos en que la madre o una enfermera tratan de inducir
la relación. Tuvimos ocasión de describir tres tipos de compor-
tamiento oral:
9
La observación comprendió a 70 lactantes. Las oralidades atípicas se ob·
servaron en la mitad de los casos.
124
r-· -,,_...
en torno de su boca lo dejan indiferente, como si esta zona exci-
table se hallase insensibilizada; la introducción del objeto en la
boca, sobre la lengua, cuando llega a producir una apariencia
de actividad pone en marcha un comportamiento igualmente
asombroso: la lengua del niño está achatada, no ahuecada en
forma de U, y su movimiento es un vaivén de adelante hacia
atrás, inoperante e inconducente, que no aspira el objeto, sino
que termina por expulsarlo. No hay ninguna duda de que este
niño se alimenta mal, y que no chupa ni su pulgar ni cualquier
otro objeto que no integre su alimentación. Se alimenta en va-
rias etapas, no pide, no rechaza ni vomita (a veces presenta re-
gurgitaciones pasivas). Tiene, por lo demás, un comportamiento
pobre en el plano relacional: ni mímica, ni vocalización, ni son-
risa, ni interés sostenido por la mirada o la audición. Nunca se
coloca en línea de respuesta con el adulto, que para él se diría
que no existe. Su mirada se desliza, jamás se detiene; tampoco
reclama; su cuerpo propio le resulta indiferente; es tranquilo,
hipotónico, no llora. No se hace notar ante el personal médico
y auxiliar; mejor dicho, esta ausencia de señales es considerada
por sí misma como una anormalidad.
Dentro de esta sintomatología, reparemos en especial en que
el niño no sabe -o no desea- chupar; su lengua es chata y re-
chaza el objeto; los labios no adhieren al objeto y la boca forma
una O; una boca vacía en todas las acepciones de la expresión.
c. En la oralidad frenética parece que una compulsión de re-
petición indujese al niño a reeditar sin descanso las mismas se-
cuencias con una idéntica avidez nunca satisfecha. Se la puede
designar de otra manera: insatisfacción permanente del niño, an-
siedad desbordante. El niño se chupa convulsivamente el dedo
pulgar o, con mayor frecuencia, dos, tres o cuatro dedos pro-
fundamente metidos en la boca. Al mamar aspira muy fuerte,
con sonoridad y avidez. Es posible que interrumpa esta succión
para ponerse a gemir; su rostro, en tal caso, refleja un sufri-
miento intenso; por regla general está agitado; su más intensa
ansiedad se manifiesta cuando ha perdido los dedos que se esta-
ba chupando. Es un niño que, fuera de esto, no tiene otra activi-
dad ni otro interés.
Está exclusivamente concentrado en ese comportamiento
autoerótico. Si alguno lo reclama, se muestra colérico, gritón,
importunado en su actividad. Casi no sonríe, no intercambia,
y en general es muy mal tolerado por su entorno, que lo encuen-
tra odioso. Se alimenta mal, en la medida en que, pese a ser
ávido, devuelve sus biberones. Puede tratarse de simples regur-
gitacicmes provocadas por la succión o por la posición de los
125
• 7
10
Nuestras observaciones no adoptan el modelo de hospitalismo descrito por
Spitz. No sólo los cuadros clínicos considerados se sitúan en una franja etaria
diferente (que en el citado autor coincide con la angustia al extraño en los lactan-
tes), sino que además la evolución clínica es completamente distinta, pues no
se correlaciona con el tiempo que ha durado la internación. Durante separacio-
nes madre-hijo prolongadas, Spitz describe la siguiente sucesión: comportamien-
to normal, aparición de actividades libidinales frenéticas (succión, balanceo) y,
por último, un cuadro de depresión anaclítica con hipotonía. En nuestra opi-
nión, este último cuadro clínico no guarda relación alguna con la anoralidad .
126
En cuanto a los discursos de las madres de niños que pre _
. . ºd d l . sen
tan una atipici a ora , son sensiblemente distintos según los d ,
. l' . b d
tipos c micos que aca amos e describir. O:s
11
Esta riqueza fantasmática de los padres es observada con frecuencia en
el contexto de la aparición de la enfermedad grave, y de la separación . La inter-
nación, por ejemplo, crea una situación privilegiada para la expresión fantasmá-
tica , especialmente cuando se trata de niños pequeños .
127
ca fuese ignorada por el discurso materno. Este pensamiento ope-
ratorio puede haber invadido la totalidad del funcionamiento in-
telectual de la madre; en otro sentido, constituye un modo espe-
cífico en la relación con su hijo enfermo e internado . En el pla-
no teórico, sabemos que aquí no hay tanto una defensa frente
a la angustia, cuanto una imposibilidad incluso de elaboración
asociativa, según esta ha sido descrita en las estructuras
psicosomáticas. 12 Nos vemos así llevados a comparar esta fra-
gilidad de la actividad fantasmática con el erosionamiento libi-
dinal que caracteriza a la anoralidad .
En el muy especial contexto de la enfermedad somática gra-
ve y la hospitalización del niño -que constituye el campo de
esta investigación-, no cabe entender las características del dis-
curso materno como datos estructurales inmutables. Nos encon-
tramos ante dos tipos de adaptación defensiva de estas mujeres
ante la perspectiva de perder a su hijo. 13 La observación pro-
longada de ciertas madres hecha por pediatras, y también por
nosotros mismos, nos ha dado pruebas de que estos dos aspec-
tos patológicos, con frecuencia aparecidos bruscamente, resul-
taban especialmente sensibles a un abordaje psicoterapéutico en
el sentido más amplio de este término. Es de imaginar la impor-
tancia de iniciar esa terapia desde la hospitalización; no sólo pa-
ra la madre, sino para el niño que habrá de serle confiado una
vez que mejore físicamente.
El niño y la madre parecen funcionar según modos afines.
Se puede definir el sufrimiento del pequeño lactante como
un proceso inverso al apuntalamiento pulsional; el cuerpo está
en peligro de perder su erogenidad, que después se tendría que
reconquistar. El funcionamiento biológico del cuerpo del niño
en el campo del deseo materno constituye el elemento de esta
reconquista erógena, tal como ha sido el elemento básico del de-
sarrollo inicial. La comprensión de las atipicidades orales que
hemos descrito pone de relieve la muy distinta orientación de-
fensiva de estos sujetos . En el hiperfuncionamiento frenético,
la función libidinal es en cierto modo desbordada por su propio
automatismo de repetición (que de rechazo repercute sobre la
autoconservación del lactante, como por ejemplo en las regurgi-
taciones). Hemos destacado también la concomitancia temporal
entre estas secuencias de sufrimiento y la actividad frenética de
12
Algunas de estas mujeres hacen , por lo demás, en oportunidad de la en-
fermedad física del hijo, un episodio psicosomático.
13
Mi experiencia de psicoanalista en pediatría me ha llevado a discernir es-
tos dos aspectos clínicos diferentes en madres de niños de más edad, pero igual-
mente afectados por una enfermedad de pronóstico severo. Estos tipos clínicos
nos parecen todavía más claros dentro de la patología del lactante.
128
r-
,, ...
.,.
14
Hemos abordado este problema fuera de la patología neurológica, en la
observación de lactantes afectados por una enfermedad orgánica intercurrente,
transitoria. Notamos que ciertos síntomas podían persistir tras la desaparición
de su etiología somática, por referencia exclusiva a su valor significante en la
relación madre-hijo . Esta verificación es de gran frecuencia, en la práctica pe-
diátrica corriente, para una semiología polimorfa. Por ejemplo, vómitos, tras-
tornos del sueño, constipación.
129
.,_ .. ,
la extrema ansiedad de la madre en los cuidados que brindaba
al hijo. Le habían aconsejado que evitara «dejarlo llorar». Pero
es el caso que desde los primeros días de su vida el niño pasaba
r
su vigilia en un grito; mostraba, además, un insomnio impor-
tante. La madre, primeriza, es una enfermera muy activa, cuyas
actividades profesionales han superado fuertes posiciones depre-
sivas y fóbicas (que se remontan al fallecimiento de su propia
madre, cuando ella tenía 13 meses). La expresión libidinal de
esta mujer hacia su hijo es bastante pobre; desde un comienzo,
las relaciones madre-hijo se establecieron con sujeción al pensa-
miento operatorio de los problemas-de orden médico. Durante
la primera internación se practicaron al niño muchos balances
!
i orgánicos, que no revelaron ninguna etiología somática precisa .
j
r A los 8 meses el niño presenta todas las manifestaciones de los
vómitos psicógenos. Vomita poco, y por lo general en presencia
de su madre. Cuando está sólo se induce el vómito, con visible
placer, por el recurso de meterse los dedos en la garganta. La
actividad oral libidinal que presenta es extremadamente intensa
y diversificada. Su desarrollo psicomotor es satisfactorio; sus ac-
tividades prelúdicas son importantes . Proponemos para este sín-
toma la siguiente interpretación: durante las primeras semanas,
el niño gritaba y su madre (según ella lo dice) notó que única-
mente el vómito conseguía calmarlo; de este modo, las secuen-
cias se repetían según el siguiente esquema: Stéphane gritaba,
luego vomitaba y después se dormía. En un segundo tiempo, la
madre hacía vomitar al niño de manera de evitar los gritos, co-
mo el pediatra se lo había aconsejado. Así se estableció la si-
guiente oposición: de este lado vómitos, tranquilidad y presen-
cia materna; del otro, gritos, angustia, ausencia de la madre y
retención del alimento. Así el vómito se convirtió en el signo
de una buena relación con la madre. A estar al relato de esta
última, todo parece haber cambiado al influjo de la hospitaliza-
ción del octavo mes y de la evolución psicológica de ella misma
durante ese período; el niño renunció a su costumbre erótica; ·
por lo demás, los padres le han concedido una mayor autono-
mía, en la medida en que pudieron tranquilizarse respecto del
futuro del hijo en el plano psicomotor, y dado el carácter poco
probable de la organicidad de los vómitos (el conjunto de los
exámenes somáticos había ofrecido nuevamente resultados ne-
gativos). El niño fue seguido hasta los 3 años, y de manera inter-
mitente presentó vómitos dentro de un contexto conflictual. En
oportunidad de tensiones en sus relaciones con otros niños, con
sus padres y, eventualmente, también a solas con sus juguetes,
podía ocurrir que el niño, en lugar de gritar, vomitara. El sínto-
ma no aparecía en un contexto alimentario.
130
-- !
131
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1. Desinvestiduras e investiduras maternas
135
·:--.-,._ ~- -· ·4~~
los efectos de la ley del adre ye tiene como única referencia
su nombre y sitúa al hijo como eslabón de una cadena simbólica
que trasciende la temporalidad subjetiva de la madre. El padre
está re.sente por su esposa filIO no sólo como instrumento ne-
cesario para la f ecundac_ión, sino como el ú_nico que ha tenido
elaéíeChoyeTpOderde darie_~§~=~_ijo, en virtud d~Jli.s..tOJ:ia
edípica. Dec.1mos .que-en el espacio -p~jqui~o pater_rio el be~_é cede
~ <!..S U .PIQpi.a.r:epresenta~ón. El fantasma de hijo presen-
te~ la mujer encinta ha sido objeto de reorganización, y más
que nada de desestructuración, durante el preparto; 1 se modifi-
ca progresivamente hacia una imagen global que integra las ex-
periencias primeras de las primeras semanas de vida. Fantasma-
tizar al bebé en su totalidad se vuelve posible, y esto permite
a la madre soportar su ausencia perceptiva. El pasaje del hijo
objeto parcial al hijo objeto total, para la madre, refleja su mu-
tación de la unidad narcisista a la problemática de la castración. /
Se construye la equivalencia entre el objeto total constituido por
el hijo, y el pene. La situación del niño acostado entre el padre
y la madre es sustituida por el encuentro sexual de la pareja pa-
rental. Pero si en esta representación en imágenes es clara la equi-
valencia simbólica entre el hijo y el pene dentro de la pareja pa-
rental, en cambio no refleja enteramente la dinámica de la de-
sinvestidura, en la cual la madre elabora la pérdida de su rela-
ción con los objetos parciales. Dentro de su reorganización edí-
pica, la madre renuncia al hijo para reencontrar el deseo del pa-
dre (objeto total), del que el pene es significante . Anticipando
una reflexión posterior, decimos que el encuentro esboza, e in-
cluso facilita, el movimiento hacia el hijo deseante total (y ya
no parcial). Rompiendo la_1Jnidad narcisista primaria, el deseo
s~ual de la madre: cens_yra el pJa.c~r de aquellg_y _preludia la rela-
cióñ} __bj.etal- érifre ella iSlL
hijo. ·
/ El término «Q~~investidura» para describir la posición ma-
terna actual puede considerarse criticable: para J. Laplanche y
J .-B. Pontalis [94], caracteriza la retirada frente a una represen-
.i
'.¡ tación. En nuestra descripción, esa retirada existe a partir de la
n;;presentación __del niño antes de nacer este y en razón de los pri-
l: meros cuidados. Sin embargo, el movimiento organizador de la
f: desinvestidura materna es un accesq a la representación del hijo
por la madre, antes que un cambio ge_~j_e. Esta doble resonancia
dertemíino éXplica- queexisfañ di-ficultades para fijar en la líis-
toria del bebé y en la de la madre la fecha de la desinvestidura,
latente en el embarazo y patente después. Una doble especifici-
1
Las experiencias de separació n (retorno al trabajo, internaciones, vacacio-
nes) constituyen ratificaciones corrientes de este aserto.
136
r
137
sus orígenes dentr o ~QlismoAe_ la _estructur_aJU atema, en un pe-
r10 ~scribimos como punt<? de_ef!..c uentfQ º~~ conflictos..
túanc:io R. A.-Spitz [ 132], en una reevaluación del autoerotismo
del niño, considera que el j uego genital es fundamental porque
le permite ir al encuentro de la situación conflictiva que pronto
será edípica, no hace sino observar algo que es ya el corolario
de una problemática más antigua, por la cual .!lQ§__remontam_os
a la práctica genital de la madre que ha colocadq_9l _be.Qé .en ,el
centro
....,____ ...desÜ
_...._ _...,
propío
-
".c onflictp. .
b. El movimiento deseante de la madre tendido hacia el pa-
dre d~~éxú?ifzá"ai hi]5}~ Ést~ sffisili_c..Qfuc.ido~fu_~Lq..Qe1~·o~nfll~tp,
neutral; es objeto de cuidados operatorios que atienden a su auto-
~_2~eLvacLón.~Si ·la opoi idó n "j:)é"i'.S1S't7,es en~ramerite' dÍferent é,
a saber, entre la autoconservación del bebé y el deseo sexual de
la madre por el padre. Esta oposición dialéctica, que reconoce
diferentes niveles, se descubre con frecuencia, a lo largo del pre-
sente trabajo, entre las posiciones operatorias y la focalización
de la sexualidad .
es ~~·----_..,._.._
to ,.,._.......,.,..,_
un momento
. . ---- . .
~
de exceP,ción.
. " -··
el .-instinto
·-
sexual
.
~,...'f.-
~-.,.
se inserta en
~-~~ ~
138
, ,.,
actual en la clínica corriente que la explicación de muchos sínto-
mas psicopatológicos no podría lograrse sin asignar un valor con-
siderable a fenómenos tales como un cambio en el ritmo del sue-
ño o una modificación en el apetito del bebé, que reflejan peri-
pecias transitorias de la vida de la pareja parental.
En esta historia de la desinvestidura materna hemos tomado
en cuenta tres niveles de intervención del hombre: ley del padre
en el desarrollo edípico de la madre, portador del deseo buscado
por esta y, finalmente, compañero en una relación sexual.
B. El hijo desinvestido
139
El desarrollo de( self se prod1!_<;.f!..S.2!!!2- p_rp ces!!. ~~fe'!sivo pri-
mordial frente a la falta constituiEE por la ruptura d<i__fE__y_niqg_d
narcisista ·,0~qNEñérdesenvo1vimiento de nuestra investiga-
ción, ésta proposición como tal no es nueva: si la ulsión ~~~lve
autoerótica cuan~~~.:!;! .29._j~to, es cierto igualmente
que,--para la accesión a este tiempo del autoerotismo, el objeto
-es decir, la madre- debe serle _retirago . A propósito de esto,
¡. A. Green [65] recuerda una importante cita de S. Freud: «En eJ
1
.¡ tiempo en que la satisfacción sexual se ligaba a la absorción de
1
j '
los alimentos, la pulsión hallaba su objeto afuera, en la succión
del pecho de la madre. Después este objeto se ha perdicio, quizá
precisamente en el momento en que el niño se volvió capaz de ver
en su conjunto a la persona a la que pertenece el órgano que
·I1 ·1e proporciona la satisfacción. A partir de ahí la pulsión se vuel-
ve autoerótica ... ». El retiro IT!ªt~rno produce este cambio. La
l
l
1
1
__.,,.._- se
succión _
......
expande..... a part
~ ,..
es del
..... ,.cuerpo del
...
,,...
niño u· ol5J-etos
J!!.ªdos ·. \UL.desplazamienJo así no es posible sin que et qJ2jeto
~ ···-- inani-
~ '
140
·t
141
--~'
En muchos aspectos, lo que describimos es esclarecido por
el término «escisión», que se concibe en dos niveles teórico-
clínicos: la desinvestidura materna confiere al bebé una autono-
T
•
1
!
mía de funcionamiento. La escisión madre-hijo sería el aspecto \
clínico que asumiría el funcionamiento de la pulsión: por una \
parte, la que puede satisfacerse con el contacto físico del objeto ,
(la madre) y, por otra, la que se excita autoeróticamente para
luchar contra los efectos negativos de la ausencia del objeto. La
identidad de meta y génesis no permitiría admitir la existencia
;¡" de dos categorías de pulsiones -como sugiere Freud [56]-, las j
¡i unas aptas para hallar satisfacción en el cuerpo del sujeto, y las~
otras incapaces de prescindir del objeto. ~
l
;
¡
Lo que describimos está por otra parte cerca del splitting de
M. Klein, es decir, la escisión del objeto considerada como la
más primitiva defensa frente a la angustia . La actividad erógena
r del beb~~constituiría la defensa_de este contra el-seAtimiento-~e
1 pérdid~.l de falt~.,;._el _~elf <~bueno» ?_e _erigiría en. .®ª sep.aradón
de la ~~elª «m~la» de la unidad narcisista primaria. La activi-
1 dad libidinal es integrada de este modo en la posi~ión depresiva,
!
¡'
¡' que aparece inevitablemente. Cuando la fusión inicial fun9iona
bien, la insuficiencia gradual de la adaptación [94] puede enton-
ces anudarse al «desilusionar al niño» y conducirlo a «una zona
1 intermedia, que separa lo subjetivo de lo que se percibe
objetivamente».
En condiciones buenas, la evolución del niño queda precoz-
mente enfrentada con el deseo sexual de la madre. M. Fain pre-
fiere la expresión «censura de la amante» [46], cuya plasticidad
recuerda el lugar fundamental de la genitalidad en la psicopato-
logía de la primera infancia, deliberadamente omitido por los
analistas de las escuelas kleiniana y lacaniana. La función amante
de la madre censura el placer que ella obtenía con su bebé y que
este obtenía con ella. El self es compromiso entre el ello y esta
1. censura, que le permite funcionar en su dimensión espacio-
!
l temporal. Llegamos así a la comprobación de que la escisión
¡ '
madre-hijo es más armoniosa en la medida en que no exista en
la realidad psíquica de la madre una escisión 2 entre la posición
de madre y la de amante.
Nos queda por describir qué sucede cuando la madre no de-
sinviste paralelamente el cuerpo del hijo en interés de un objeto
sexual. ¿En qué medida no está cerrando así el camino al desa-
rrollo del cuerpo libidinal?
2
En el sentido freudiano del término.
142
f. - -- ~~ @u§&_......
143
.¡'
\
La concomitancia de la satisfacci?n deJas necesidades y )a
n
realizi'éióñ~aé fos _d_~~eos tohslituye ae taL modo ,una_P,I~iQrt S,Q_::
bre_el,,-éjereicio míSmo de la ª~t!.~ida_9_li!Ji1inal. . (~~l niño satisfe-'.
e 0 es, en realiOad, engañado. Con excesiva facilidad se supone ¡
ue la satisfacción es seguida por el . sueño y el descanso, pero f
144
te excitada por la madre a raíz del componente erótico que ella
'
descubre especularmente en ella misma; la existencia de esta hi-
perinvestidura focal materna determina la supresión de esa zo-
na, que ha sido previamente hiperactivada; es así como se suce-
den bulimia y anorexia .
b. Las secuencias fusionales críticas durante las cuales se ejerce
la seducción primaria constituyen momentos de recarga libidi-
nal. La patología de la separación confirma este aserto, que se
contradice con la precedente descripción de la represión . Los dos
tipos de demanda -del narcisismo primario y del self- están
presentes en el mismo niño, en un mismo período, alternativa-
mente, y se oponen entre sí.
c. Esta aseveración no debe inducirnos a considerar que las
secuencias fusionales participan del proceso madurativo. Por lo
contrario, hemos mostrado que presentaban una función antiin-
tegrativa, que estorbaba las investiduras topográficas progresi-
vas del niño sobre su cuerpo propio y sobre los objetos de su
mundo circundante. No' adherimos a las observaciones de Fain
y Green en el sentido de que la represión originaria ejerce un
<<influjo normativo sobre el desarroJ1o-de-las1n;ltVidacles~fü}4€l i--«"
ñáies»-,
__.., ..F....-
..iJüfciüe e~ -n~;estr; ~;i7iió~~-~ e T;ñ~T~~~"'';t,';a:<le1osTñ-
......-~,,~.;¡¡.~,;•.:W!r"'~y;;¡i,;~,c~_,-;~c~'i{_@~"- µ,,,''-""
t~F~mhi~,..,u,,ty,g~g~?Anª-9r:e Y eJ.hW1,.J;;5t~~!g,!~-~sl~~l~n:e
.d ~~l~..XJ9!~1 sie1.it~.s~-º-9:~t beb.é ~la , q~~rg'!!ll.?'.e~,
Invirtiendo la dirección de este último enunciado, imagine-
mos que ese niño tenga un poder especial sobre la organización
libidinal de la madre. El estado psíquico o físico del niño actúa
a pleno canal sobre las investiduras maternas. De este modo su
patología somática repercute con mayor fuerza que la habitual
sobre los cuidados de que es objeto.
145
··-'·~
-
III. Teoría de los intercambios mutuos
de la madre y el hijo
,,
- . ·. Las investiduras maternas del hijo se reorganizan de acuerdo
1 con el nuevo eje económico constituido por la desinvestidura.
En las secciones anteriores habíamos opuesto los extremos, asa-
ber, la persistencia de la unidad narcisista primaria, que ejerce
una presión represora sobre la libido del niño, y la desinvestidura
del niño, que libera aquella. En la primera secuencia, el bebé
.1 puede hacer una regresión histórica; en la segunda, es lanzado
a las actividades autónomas del self. Entre una y otra se sitúan
los intercambios madre-h ijo según un modo permanentemente re-
novado ; es la «madre de las fases tranquilas» [142], que partici-
pa de las actividades del bebé y resulta investida por ellas. No
volveremos sobre la descripción paradigmática de los intercam-
bios mutuos, de D . W. Winnicott [145] ; situamos su lugar me-
tapsicológico dentro de la problemática de ese trabajo .
146
r ·--:---~· ------r
147
cambio mutuo: objeto parcial para el bebé, objeto total para
la madre; deseo de cosa para uno, deseo de deseo para la otra.
d. Resulta 1!-SÍ-e-v+dente--qu~ 1a. evolución is.m-a-clel--h~jo gra-
vita enias--¡fivestiduras -
- ., ··- mat_er.._nas. ··1T Efe fecto de los intercam-
~
bios mutuos es primordial en la integración de las estructuras
perceptivo-motoras. En ellos se efectúan nuevos apuntalamien-
tos pulsionales. 2) La diversidad del juego mutuo ocupa un lu-
gar en el proceso progresivo de intrincación pulsional. Se produ-
ce encuentro y sustitución de las partes del cuerpo del bebé, de
los objetos inanimados, de las partes del cuerpo de la madre.
>.
; El deseo lúdico de la madre favorece el proceso de desplazamiento
en las actividades libidinales del hijo.
~. !
l.
''
F B. Las «actuaciones» maternas
1
'
¡,.
La característica común a los fracasos en los intercambios
mutuos es su carácter de actuación, que escapa a la simboliza-
ción. Cuando no le es posible asumir la limitación de su deseo
·¡ ¡ por el deseo del bebé empeñado en una actividad libidinal, la
1 madre sucumbe al «deseo de cosa». Dos ejes económicos se dis-
¡¡
¡,; tinguen a través de la psicología patológica:
·1·. .. i
1. La investidura materna es del orden de la seducción (dife-
1·
rente de la que hemos definido como seducción primaria). Esta
1
no tiene por objeto la satisfacción de las necesidades y los de~
: l. :'
: 1 seos; atiende a satisfacer el deseo materno por el camino más
' ' corto, sin elaboración, sin tener en cuenta la necesidad, y even-
·.·. 1:
! . tualmente en procura del deseo del bebé. Forma parte de la ob-
1 ¡ •'
servación más corriente. Es presexual, en el sentido que otorga
i: ,.
;l 1.! Freud a este término; puede ser sexual, lo que es decir perversa,
como lo hemos señalado.
f ¡:
li !
A la inversa de lo que sucede en los intercambios mutuos,
su efecto sobre el bebé es del orden de la condensación eróge-
i
na. Todo ocurre como si se negociase un acuerdo entre las acti-
vidades de placer de la madre y las del hijo . La base de este con-
trato descansa en que la madre ·y el hijo funcionan del mismo
modo, esto es, de un modo primario. Como resultado, se desa-
148
rrolla una secuencia espacio-temporal que satisface a ambos su-
jetos a la vez.
149
--
150
,. -. ..___..»_
tula
-·
como -- -·-·
sustituto-
y rival de-
la madre.
---~
Más frecuentemente,
presenta posiciones pasivas, bien conocidas para la observación
en psiquiatría infantil: se lo describe como «p_q_co viril», que tie-
ne un papel desdibujado, con escasas exigencias sexuales, ausen-
te de las consultas, del hogar o de su parte en los cuidados del
bebé; pretexto para este proceder es el perfil de una madre auto-
ritaria, empeñada en la crianza y que rechaza la sexualidad. Den-
. tro de esta ói)iTca ;e interpretan los síntomas conversivos, l os
actos fallidos, los episodios de angustia a raíz de los cuales llega-
mos a tratar al padre durante este período de la vida de su hijo.
La parte de lo actual reviste importancia: todo sucede como si
la posición maternante de la esposa lo frustrase de la amante,
poniendo de nuevo en cuestión la organización edípica y la prác-
tica sexual del padre.
Una posible posición defensiva es la identificación con el hi-
jo en una relación libidinal cercana o persecutoria.
151
r
1
!
!
152
- ~~~·
153
to hijo de la señora P., sin rastros de enfermedad alguna. En
oportunidad de este nacimiento, ella pareció haber presentado \l
un episodio de «regresión psicótica normal», en el sentido que
Winnicott asigna a esta figura. El placer que obtuvo de esta re- l
gresión no dejó de culpabilizarla en cuanto a los cuidados, a la ¡
interrupción provisional de la calidad de los cuidados que desea-
ba dar a Sophie. Se preguntó si la recaída de su hija no estaría
vinculada a algún error de su parte . Una radical modificación
de la estructura psicopatológica de esta mujer sobrevino a partir
de entonces: desaparición de las actividades fantasmáticas, frigi-
dez, cese de los episodios de profunda angustia que presentaba
en ocasión de los embates agudos de la enfermedad de Sophie,
pobreza de su afecto hacia esta y hacia su hijo sano; experimen-
ta fastidio ,- ansiedad intensa y constante, y su actividad en torno
de sus dos hijos se hace repetitiva; no se advierte ningún elemen-
to de orden depresivo; su discurso se ha vuelto operatorio, co-
mo un calco del discurso médico. Su insomnio es tenaz; desarro-
lla a todo esto una psoriasis que evoluciona en forma paralela
con los posteriores avances de la enfermedad de Sophie . Sus ac-
tividades libidinales fantasmáticas, cuya riqueza era notoria, han
dejado paso a una organización operatoria . La pareja madre-
hijo se vuelve entonces marcadamente psicopatológica; la evolu-
i ción de Sophie se produce dentro de una modalidad caracterial
¡ grave, uno de cuyos efectos es comprometer la evolución misma
l de la enfermedad enzimática, que impone prescripciones y res-
l ~
tricciones minuciosas. Destacamos la eficiencia de la primera re-
lación objetal de la señora P . con su hija, y el problema que
l plantea su evolución secundaria. En el corto plazo las «madres
l
J
¡,
enfermeras» son sin reservas consideradas por los pediatras co-
mo buenas madres de hijos físicamente enfermos . Su obediencia
y minuciosidad tranquilizan en un primer momento, pero en una
1
t
segunda etapa no dejan de presentarse dificultades serias en la
t l relación madre-hijo, que terminan por comprometer la totali-
'
¡ dad del programa terapéutico. Es así como el potencial letal de
l! la enfermedad de Sophie reaparece a causa de los trastornos ca-
racteriales que comprometen las exigencias del tratamiento. To-
do ocurre en cuanto a la niña cual si la pobreza misma de sus
1 actividades libidinales representase una desventaja para defen-
¡ derse de su enfermedad potencialmente letal. La niña no presen-
ta tendencias depresivas ni automutiladoras, pero sí una inesta-
bilidad, una impulsividad, un modo de vivir por descargas que
comprometen la regularidad necesaria para su supervivencia.
1 154
r--
155
también puede ocurrir que el niño sea rechazado, colocado en
un instituto pediátrico, apartado no solamente de la vida fantas-
1
l
1
mática, sino de la realidad .
Hemos hecho esta comprobación: cuanto más cercana a la
unidad narcisista primaria está la posición materna, más dificul-
toso -y hasta aleatorio- es el trabajo de duelo . Todo ocurre
como si la muerte de un bebé se experimentase como ruptura
de la unidad diádica, quebrantamiento o amputación de una parte
del cuerpo de la madre, de suerte que esta presenta un estado
más regresivo que depresivo . La elaboración del duelo no se pro-
duce. Hemos abierto así una reflexión sobre los mecanismos de
desentendimiento [dégagement]5 utilizados por la madre respec-
to del trabajo de duelo . La descripción de estos mecanismos dis-
ta mucho de ser unívoca, en la medida en que tales sendas repre-
sentan el paso de uno a otro modo de funcionamiento mental.
A manera de ejemplo, consideremos la observación de los pa-
dres que dan vida a un nuevo hijo durante el período de duelo
que sigue a la muerte del hijo mayor. El nuevo hijo , ya nacido
o por nacer, está destinado a ocupar en la realidad psíquica pa-
rental el lugar del hijo muerto; esta situación se observa con fre-
cuencia en el estado de duelo de madres jóvenes, especialmente
para el caso de ciertas enfermedades hereditarias graves. 6 El
vínculo de sustitución o de remplazo reúne lo conocido con lo des-
conocido: el proceder parental de dar vida a un hijo de relevo
es conciente, pero es inconciente el mecanismo que sustituye al
;
1
1
hijo muerto por el hijo vivo .
1
·¡
Remplazar a un hijo muerto por medio de la concepción,
embarazo y alumbramiento de otro hijo es, en primer análisis,
un movimiento espontáneo. Aparentemente, esto remite a las di-
1 versas motivaciones en virtud de las cuales las personas adultas
1 tienen hijos . El mismo deseo que hizo nacer al hijo ahora muer-
~1 ~ to es el que origina al hijo de remplazo . Así como en psiquia-
!
tría infantil un síntoma sustituye su compromiso con otro sín-
toma, así también un hijo sucede a otro hijo. El hijo de rem-
plazo será descrito con sus semejanzas y diferencias respecto del
mayor que ha fallecido; los padres pueden darle el nombre de
pila del hijo muerto. Carola sucede a Carlos o a Carolina. Es
así como supimos de una familia de hemofílicos en la que todos
los hijos, sucesivamente fallecidos, llevaban el nombre de pila
del hermano de la madre, hemofílico también él, y muerto cuan-
156
do su hermana era aún niña. Se puede esquematizar el destino
del hijo de remplazo según una de estas dos líneas: puede que
consiga asesinar a su hermano mayor, del cual lleva el nombre,
y conserve un estatuto de asesino en el inconciente parental; qui-
zá, en cambio, fracase, y quede como consecuencia a merced
de un destino amenazante. También los pueblos primitivos pre-
sentan dos tipos de costumbres frente a este problema. Por un
lado, la prohibición de pronunciar el nombre del muerto: los
masai recurren al expediente de cambiar el nombre mismo del
difunto apenas producida la muerte; a partir de ahí se lo puede
nombrar sin temores. Algunas tribus australianas quitan el nom-
bre del muerto a las personas de la tribu que lo llevan. En otras
partes se ven costumbres compensatorias, una de las cuales con-
siste en conservar el nombre de los fallecidos imponiéndolo a
niños de quienes se supone son su reencarnación, según reglas
bastante sistematizadas. Habría también que hacer una amplia
consideración sobre el sexo del hijo sustitutivo en proyecto.
Las referencias clínicas son en realidad más complejas que
la elaboración simbólica del duelo. El objetivo de la sustitución
es mantener ignota la amplitud del vacío narcisista creado en
los padres por la pérdida de un hijo. Tratar el problema por re-
ferencia a una pérdida de objeto es insuficiente; su economía
lo sitúa en el orden del riesgo de destrucción narcisista. El traba-
jo de duelo es sustituido por el hijo. Todo ocurre como si el
riesgo de destrucción narcisista ligado al duelo fuese tan fuerte
que el trabajo sólo se pudiera hacer insuficientemente; la princi-
pal defensa frente al duelo es la creación de un hijo.
Hemos destacado que el embarazo de sustitución se verifica-
ba en la mujer que, después de perder a un lactante, no había
eventualmente logrado emerger de la unidad narcisista primaria
o unidad diádica que conformaba con este. Hay aquí una sobre-
determinación entre la muerte del hijo y la posición depresiva
normal de la madre durante el parto y en el destete. En relación
con esto es interesante la observación de Géraldine L.:
157
----
............. --------~-
158
,,,.
159
-
2. ' Agrupamientos semiológicos en el bebé
1
I'
~ tar la economía libidinal, pero tienen en común su topografía.
.! El protocolo de maduración se inserta en el intercambio mu-
tuo. La inscripción espacial del self descansa en el desplazamiento
y constituye una zona de regulación económica: allí se compen-
san el exceso y el defecto energéticos; más allá de sus extre-
mos, ese exceso o ese defecto bloquean el desarrollo. De la flexi-
bilidad y de las investiduras maternas de que sea objeto depen-
den las posibilidades adaptativas del sujeto. La armonía del self
es prenda de seguridad para el bebé, esté o no en contacto con
una patología materna o somática. Si su función es alterada, el
cuerpo biológico padece por las desinvestiduras maternas .
Una semiología topográfica tropieza con muchos escollos. Las
actuales clasificaciones nosográficas de la psicopatología del lac-
tante, tal como puede observárselas en clínica y en los tratados
especializados, responden a las inquietudes, marcadamente dis-
tintas, de los pediatras y los psiquiatras. Para los primeros, el
problema está centrado en el futuro biológico a corto plazo; los
segundos se orientan a encontrar en las descripciones de la pri-
mera infancia las manifestaciones iniciales de las grandes orga-
nizaciones del niño que les son más conocidas, por ejemplo las
psicosis, los retardos motores e intelectuales y, más recientemente,
los síndromes psicosomáticos. La intrincación de estos dos mo-
dos clasificatorios da lugar a deslizamientos de sentido y a
malentendidos que a veces es imposible superar. Es así como
un mismo término, por ejemplo «anorexia», remite en la mente
de uno y otro de estos especialistas a referencias clínicas y teóri-
160
---- ---: - ~-- ~ __ _
#;. -_, ~
161
T1
¡
l. Patología orijicia/
162
..._____________________________________________________________..¡
,,,,.....-
163
m
!f¡
,,
~ guitos de contención, intimidación) para detener la pérdida de
peso.5 Todo sucede como si la rumiación burlase los esfuerzos
de los médicos; no hace más que acentuarse, y la baja de peso
se vuelve impresionante. Una psicoterapeuta intenta, en una se-
gunda etapa, establecer con el niño una relación cotidiana direc-
ta, sobre la base de la mirada y el contacto cutáneo y psicomo-
tor a un mismo tiempo (advertimos cierta antinomia entre estos
dos modos de relación del niño) . La construcción de un inter-
cambio mutuo entre la terapeuta y el bebé se dirige a organizar
el cuerpo libidinal, poniendo fin a la preponderancia de la con-
densación focal. Las sesiones varían según que la terapeuta sien-
ta que el niño está cómodo o incómodo con su contacto. Parale-
lamente, asistimos a la regresión sintomática y a la reanudación
de las actividades erógenas de otras partes del cuerpo, especial-
mente de los pies. Esto se produce cuando el niño, reconociendo
electivamente a la psicoterapeuta, le sonríe, trata de explorar el
rostro de ella con sus manos, manifiesta placer en que ella lo
tome en brazos, y más adelante le tiende los suyos.
164
.;_.f
·,
165
----------
nimados y con la madre. Soulé [127] se complace en comparar
el mericismo con el juego del carretel -tomado este último co-
mo equivalente del bolo alimentario-, con su problemática de
la pérdida y la recuperación del objeto. En n.u~stra opinión la
equivalencia es sólo aparente, porque el menc1smo lleva a un
callejón sin salida, mientras que el juego del carretel es anticipo
de una evolución feliz: ahí la escisión se produce entre la libido
corporal y el simbolismo.
2. La intensidad de una actividad libidinal centrada conlleva
un elemento-mortífero: el masoquismo primario, capaz de con-
ducir a la muerte biológica. «La constitución de un sistema de
protección antiestímulo según un modo prematuro (en razón de
cierta carencia del medio) tiende a constituir un conjunto procli-
ve al agotamiento» [46]. Lo que caracteriza a este sistema en
circuito cerrado es su carácter consuntivo, en orden a alimentar
un placer que tiende a una descarga hacia el nivel cero . En vir-
tud de su aislamiento, las capacidades anormales de utilización
del cuerpo se liberan hasta el extremo de una extinción que ame-
naza al conjunto . La aptitud para retomar contacto con los ob-
jetos puede incluso conducir al bebé a la curación. La reapertu-
ra hacia los objetivos de la sensoriomotricidad hace que cedan
el proceso de condensación libidinal y el masoquismo contenido
en él. El bebé encuentra o reencuentra ese primer punto organi-
¡ zador de que habla R. A. Spitz. El razonamiento aplicado al
¡ mericismo ha sido pertinentemente adoptado por M. Soulé [92]
1
¡,
' !
para comprender el megacolon funcional o idiopático.
! '
1! Los vómitos psicógenos -simples y graves- del lactante,
I:
11
patología de la excorporación, fueron motivo de trabajos perso-
nales nuestros [80] .
j1
I··
Florent P. evidenció sus primeras regurgitaciones hacia el vi-
gésimo día de vida. El niño fu~oco deseado, después de las .
satisfacciones que dio a los padres su hermana mayor, de tres
años, «un logro completo». Embarazo y parto son normales .
Florent toma el pecho durante doce días, pero las mamadas son
demasiado largas y el médico aconseja un destete progresivo; la
introducción de leche común señala el comienzo de los vómitos .
Varias etiologías episódicas fueron invocadas durante estas pri-
meras semanas-: gastroenteritis, otitis -que hizo necesarias dos
paraquintesis a los tres meses-, plicatura gástrica radiografia-
da. Diversos tratamientos medicamentosos se emprendieron y
abandonaron. Los vómitos se producen durante las comidas y
se extienden episódicamente, de tres a cuatro días. Durante una
166
breve internación el síntoma desaparece, para volver a presen-
tarse en un contexto cada vez más asimilable al de los atiborra-
mientos ansiosos maternos. La hipotrofia póndero-estatural se
evidencia constantemente; a los 14 meses, ante el estado somáti-
co del niño, se hace necesaria una nueva internación; durante
los seis meses siguientes, los exámenes complementarios más es-
pecializados en el campo neurológico y digestivo que se practi-
caron al niño arrojan resultado negativo. 7 Los intentos de re-
greso al medio familiar se ven regularmente condenados al fra-
caso; Florent está cada vez peor, y sus padres también. Los vó-
mitos aparecen tanto en forma espontánea como a raíz de un
tic de tos que el niño desarrolló recientemente; otras veces son
manifiestamente autoprovocados, y esto con una concentración
que hace pensar en una actitud de tipo mericista. 8 Es patente
la erotización del vómito a título de compensación dentro de una
situación frustrante. Una atención hospitalaria muy afectuosa
determina un mejoramiento de las posiciones depresivas francas
del niño, así como el desarrollo de las primeras manifestaciones
simbólicas en los juegos. Entonces parece que los vómitos sólo
sobrevinieran durante las visitas de la señora P. Para esa época
la situación se presenta invertida, porque el niño que vomitaba
en ambiente de hospital ya no vomita más allí si su madre no
está presente . Lo prolongado de las internaciones determina en
cambio una regresión de las funciones instrumentales del niño.
Es así como se establece un circuito autodestructivo.
Examinamos al niño por primera vez a los 18 meses, y nos
impresionó la importancia de sus trastornos psicopatológicos,
correspondientes al orden de la disarmonía evolutiva precoz. Se
decidió, a los 22 meses , que a pesar de ciertas hipótesis las ex-
ploraciones orgánicas quedaran expresamente suspendidas, que
se negaran las internaciones y que el psicoterapeuta del servicio
iniciara una psicoterapia domiciliaria. Al cabo de tres meses, Flo-
rent muestra una mejoría, con progresos en los dominios lúdico
y verbal, a pesar de la persistencia de los vómitos cotidianos .
El comportamiento alimentario sólo mejoró después de seis me-
ses de progresos simbólicos. A los 3 años no persisten más que
comportamientos de selección alimentaria, vómitos ante la frus-
7
La lectura del historial clínico de Florent revela los peligros de la práctica
de exámenes altamente especializados cuya interpretación es todavía delicada :
límite de lo normal en estas pruebas complementarias, precisiones difíciles; una
anomalía menor puede convertirse en pretexto para más pruebas de exploración or-
gánica. Estas no son innocuas para el lactante; suponen además internación en
diferentes servicios. Los padres asisten a una fragmentación de su relación con
la medicina .
8 Florent' no presentaba las demás características del mericismo.
167
\
\1
tración, que se producen por medio de tos. Esta mejoría coinci-
dió con las modificaciones del comportamiento de la señora P.
en el sentido de una mayor distensión frente a los comporta-
mientos alimentarios de su hijo. Con la adquisición de las fun-
ciones simbólicas, la orientación psicopatológica de Florent se
produce en un sentido histero-caracterial, incluido en significa-
ciones netamente edípicas. El niño conserva, sin embargo, difi-
,¡ cultades de integración, modalidades relacionales, posiciones re-
1 gresivas ante situaciones nuevas, que constituyen las secuelas de
11 su patología inicial. La hipótesis formulada respecto de estos vó-
mitos es la banalidad de su primera aparición al destete; y que
su persistencia debe relacionarse con el carácter operatorio de
¡ la señora P. en los cuidados prodigados a su hijo (a diferencia
de los que prodigaba a su hija mayor). Esta disposición operato-
! ria, con pobreza fantasmática y libidinal, se ha visto sensible-
mente acrecentada por las repetidas intervenciones médicas. En
cierto momento, Florent encontraba más actividades libidinales
en su contacto con el personal asistencial que con su madre. Den-
1 tro de esta problemática, la integración de la angustia ante el
!q~ extraño no se realizó. Ulteriormente el síntoma fue conservado
por el niño como «lenguaje del cuerpo» .
168
la manera en que el. niño. maneja
. y controla los J·uguet
es, 1os ins-
·
trumentos, 1os o bJetos mammados en general. Allí está la d" _
da de la relación del niño con las cosas. El sector de las re~~i~
nes sociales, por o~ra parte, refleja los progresos del niño en el
campo de las relaciones humanas.( ... ) Esto equivale a una in-
capacidad de los niños sujetos a los balanceos para establecer
una relación con el ambiente animado o inanimado, así como
a una falta de iniciativa respecto de este ambiente». Estas insufi-
ciencias aparecen en relación especular con las posiciones mater-
nas, caracterizadas por su reserva respecto del juego con el niño
y del empleo que este hace de los objetos en sus primeras activi-
dades. Además estas madres son hostiles a que el bebé las mani-
pule, y sus zalemas son comúnmente una defensa frente a las
iniciativas que el niño pudiera adoptar. Así, las cosas ocurren
como si el niño no tuviera otro objeto libidinal que su cuerpo
propio. En este nivel de su desarrollo, nuestro razonamiento di-
fiere del de R. A. Spitz. Para este autor «no se les ha brindado
la posibilidad de investir las representaciones de las partes privi-
legiadas de su cuerpo propio en acción o en interacción con el
de su madre». El balanceo sería «la única actividad autoerótica
que no requiere una selección, una elección de objeto privilegia-
do o de zona erógena». Se trataría de un fenómeno bastante in-
diferenciado, y más regresivo que las actividades autoeróticas
que utilizan una zona erógena, incluido en la repetición de se-
cuencias narcisistas primarias . Considerar que el balanceo es una
actividad sin topología focal, «sin objeto», nos parece un error
de interpretación sobre el concepto mismo de zona erógena, más
significativa por su proyección neurológica (carta de Rasmussen
y Penfield) que por su anatomía externa. Esta conducta pone
en acción las funciones vestibulares y propioceptivas que consti-
tuyen los lugares de apuntalamiento más arcaicos; su focaliza-
ción nos parece clara. Sugerimos, a propósito de estos síntomas,
efectuar un distingo entre las actividades libidinales del lactante:
algunas, como la hiperactividad psicomotriz o la bulimia, son
al mismo tiempo placer de funcionamiento y placer de órgano,
mientras que otras, como el balanceo y la masturbación, son prin-
cipalmente placer de órgano.
El masoquismo primario, elemento-instinto de muerte con-
tenido en la actividad libidinal, puede expresarse en esta con-
ducta: el niño busca el contacto exteroceptivo de la cabeza, el
rostro o el cuerpo con un objeto duro, susceptible de herirlo,
con lo cual ciertos balanceos cefálicos justifican la portación de
algún vendaje en la frente; en un niño hemofílico, internado con
frecuencia, hicimos esta comprobación: cuanto más gruesa era
la venda, más grande era el balanceo, en clara búsqueda del cho-
169
que; como este no llegaba a la~timarlo, el n.iño desarrolló una
inestabilidad psicomotriz, especialmente temible en el marco de
su enfermedad genética. Lo mismo que en la clínica del mericis-
mo 0 en la de los vómitos, la hiperactividad libidinal puede po-
ner en peligro la vida del bebé.
170
...
171
\
1 \
'!
1
a ella, incluso durante la consulta, no hace más que perseguirla, 1
172
lico del amor con su hermano hemofílico, está signado por un
destino funesto, cuya culpa debe ser reparada por la señora F.
173
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1
El afecto de los hiperfuncionamientos libidinales es la angus- \
10
Véase la Primera parte.
11
B. Penot [114] reseña la bibliografía existente sobre este punto .
174
~
175
ción, se curan al tercer mes. Lo que fue origen de ellos facilita
su perpetuación, con ajuste a un modelo distinto .
176
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177
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el cue;po de ella. Charles presenta una importante succión de
la lengua y del pulgar. En el hospital le taponan la hemorragia,
y en los días que siguen a la internación desarrolla una hiperacti-
vidad autoerótica bucal casi permanente que impide el sueño o
lo acompaña, en los términos de lo previsto para la patología
de la separación . Las actividades prelúdicas desaparecieron; su
contacto con las enfermeras casi no existe . Entonces la intensi-
dad de la oralidad frenética determina en forma repetida la reci-
diva de la hemorragia paralingual. Con esto se prolonga el tiem-
po de internación y, más aún, se suceden las internaciones por
causa de recaídas hemorrágicas. De tal manera se cierra el cir-
cuito. La propuesta de visitas continuas de la madre, participa-
ción de esta en los cuidados al bebé y eventualmente su interna-
ción a la par del hijo no mejora la situación, en la medida en
que la señora A. es profundamente regresiva y, en su deseo de
curar a Charles , multiplica las actitudes de seducción y de sofo-
cación hacia él; hay pocos intercambios entre ambos; tras varias
semanas de internaciones intermitentes, las enfermeras se vuel-
ven familiares para el niño . Interesadas en las cualidades rela- ~
cionales de los bebés, se empeñan en establecer intercambios mu-
tuos cada vez más activos con Charles, un bebé muy gracioso.
Esta actitud, que no dudamos en llamar psicoterapéutiéa, no
constituye el nursing clásico sino una escenificación lúdica de
la relación con el niño. La exacerbación centralizada del auto-
erotismo desaparece, en función de desplazamientos libidinales
hacia los objetos y hacia la motricidad estriada. De este modo
el circuito finalmente llega a interrumpirse y la hemorragia cica-
triza.
178
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1
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179
3. Recordemos, por último, que el sufrimiento focal o glo-
bal del bebé favorece el desarrollo de las actividades libidinales. 13
Comprobamos así una relativa equivalencia económica entre es-
te fenómeno orgánico y las desinvestiduras maternas.
Todos estos mecanismos, que determinan el desarrollo de un
hiperfuncionamiento libidinal focal o generalizado, parecen tanto
más patógenos cuanto que quiebran el continuo de la relación
entre la madre, el selj y el cuerpo biológico. Asignamos impor-
tancia a la brusquedad del acontecimiento que viene a interrum-
pir la evolución intrincada de estos elementos. Por eso creemos
que la desinvestidura materna, cuando es progresiva, puede no
alcanzar en el lactante la repercusión que su brusquedad hubiera
determinado. Una vez más el centramiento exacerbado y los des-
plazamientos libidinales continuos se sitúan en oposición.
13
Véase nuestra Segunda parte.
14
M. Soulé ha querido ver en esta orientación antifisiológica la marca del
instinto de muerte contenida en la pulsión libidinal.
180
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181
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tividades libidinales; con esto, cuanto más se recurre a la investi-
dura materna, menos puede el self desarrollarse.
A minima, esta persistencia de la unidad narcisista primaria
se caracteriza por la dificultad que presentan estos bebés para
desear en ausencia física y psíquica de la madre. Sucede como
si el deseo materno fuese el único objeto posible del deseo del hijo.
Fuera de las secuencias críticas, el cuerpo biológico funciona
en descubierto; su patente desorganización se manifiesta a tra-
vés de trastornos funcionales. Esta comprobación confirma la
función fisiológica que reviste la libido del niño. En el aspecto
clínico sucede como si la energía que hubiera debido gastarse
eróticamente viniese a interferir en el funcionamiento de ciertos
órganos.
Los corolarios de la represión primaria son más patológicos
en ciertas circunstancias:
182
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183
a. La madre exhibe una serie de actividades represivas dirigi-
das a su bebé, deseoso de tener una activi~ad con la espátula.
b. cuando el bebé, después de algunas sesiones, tiene la po-
sibilidad de manipular este objeto en posiciones diversas, tanto
con las manos como con la boca, las crisis de asma remiten. De
modo, pues, que el hecho de tener la posibilidad de entregarse
a una actividad prelúdica ante la presencia física de su madre
constituye para el niño un núcleo organizador que le permite cu-
rar de su trastorno funcional : en preludicismo remplaza a la pa-
tología biológica.
184
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15
Nuestras observaciones en niños aquejados de colitis ulcerosa [70] extien-
den estas formulaciones sobre alergia al terreno de la inmunología y constituyen
un ejemplo descriptivo de estos mecanismos ,
185
1
1
ponente homosexual. Secundariamente, la desinvestidura no se
produce, en virtud de esas mismas posiciones maternas; los mo-
mentos de fusión alimentaria no dejan energía para la oralidad
autónoma. Las actividades de succión son pobres. Esta semiolo-
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gía aparece en dos cuadros clínicos distintos [90]:
i
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a. El bebé es inhibido, pasivo, y no siente interés por el am-
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! biente . Ocurre como si la represión hubiese sido global.
i
!1 b. El bebé es rebelde, «caracterial» . Es clásico advertir una
intensa inestabilidad psicomotora, actitudes de vigilia intelectual
y psicomotora que revelan la ausencia de represión fuera de la
zona oral o, más generalmente, «digestiva».
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16
Hemos notado que algunas constipaciones del niño pequeño obedecían
al mismo proceso, en que el bolo fecal era objeto de desinvestidura.
187
de su connotación libidinal, se establece en un nivel en que el
juicio no se plantea, ni. :n su afirm~ción, que sustituye a l~ ab-
sorción, ni en su negacion, que sustituye al rechazo. Nos situa-
mos en la línea de las advertencias de S. Freud, cuando insiste
en la necesaria anterioridad de la función atributiva del juicio
respecto de la realidad; entonces, ausente su cualidad, el objeto
presente ya no es reconocido como real. Si la libido se anula,
el percepto desaparece. La anulación libidinal tiene por corola-
rio la desaparición de la necesidad de alimentarse; la desmentida
del placer determina la de la necesidad; para ser alimento, un
objeto requiere de soporte erógeno.
¿Cuál es el origen de esta anulación segunda de la zona oral,
que quita al alimento su sentido fisiológico y libidinal? La pri-
mera escucha del discurso materno muestra la importancia de
la represión en cuanto a las secuencias de placer con el niño;
la muestra, más exactamente, en el campo -privilegiado, a esa
edad- de la oralidad. Con mayor precisión, hacemos dos com-
probaciones no contradictorias:
188
-
en lo cual el niño funcionaba como bomba aspirante. Dentro
de este comporta~iento, la comida es objeto de necesidad y no
de goce, y en razon de ello es rechazada por el niño. Nuestra
proposición se refiere a los cuidados maternos operatorios se-
gún los definimos anteriormente. En realidad, la relación con
el bebé varía a medida que pasa el tiempo. En ciertas mujeres
ocurre como si existiese un período operatorio de sus cuidados
que comprendiese una pasajera retracción fantasmática. Posi~
ciones maternas de esta especie explican mejor las observaciones
en que actividades orales totalmente satisfactorias aparecen se-
guidas de anorexia. Un ejemplo de ello nos lo ofrece el descubri-
miento, en el segundo semestre, de alguna enfermedad metabó-
lica, lo que confiere un sentido especial a los alimentos ingeridos
en el marco de una austeridad dietética; la madre se trasforma
bruscamente en ansioso personal de sanidad; ya no permite que
la boca de su bebé se dedique a cualquier otra actividad que no
sea la ingestión de alimentos aceptables según el punto de mira
de la enfermedad metabólica. En otros casos, es en oportunidad
de una internación o de una colocación en guardería cuando el
niño resulta desinvestido en el nivel de sus actividades orales.
El insomnio del segundo semestre es menos frecuente que el
observado en las primeras semanas de vida. Va unido, sin em-
bargo, de un modo totalmente característico, a la psicopatolo-
gía que se liga al hipofuncionamiento del cuerpo erógeno. Nos
sumamos a los pediatras en destacar el valor prognósico de em-
peoramiento que conlleva para esta época la aparición del in-
somnio, acompañado de una intensa ansiedad. Adherimos a las
hipótesis de Soulé [92] cuando escinde la psicopatología del dor-
mir en dos bases fisiológicas, utilizando las similitudes entre clí-
nica y electroencefalografía experimental: a) el adormecimiento,
y b) la función onírica.
El insomnio de las primeras semanas parece ligado con una
deficiencia constitutiva del proceso alucinatorio primario como
alteración de la unidad narcisista inicial. Aquí las cosas suceden
como si la presión represiva materna alcanzase a este proceso
alucinatorio, fundamento de la actividad onírica, de la misma
manera en que durante el estado de vigilia son reprimidas las
actividades libidinales del bebé . Así los sueños, guardianes del
dormir, no se producen. Sin embargo, todavía no se ha demos-
trado en el plano fisiológico que esta presión materna determi-
nase un descenso cuantitativo del dormir paradójico, fundamento
de la función onírica.
189
1l
miento nosográfico es todavía, sin lugar a dudas, muy vacilante: i
190
r
191
Bowlby [20], no se corresponde con la fineza de la clínica. La
«madre paucivalente», expresión empleada por J. van Phiel God-
frind [23], se caracteriza por una carencia de la diversidad de
las investiduras del niño -eso que nosotros denominamos «in-
tercambios mutuos»- en favor de las secuencias de investidura
primaria fuertes. Así es nuestra descripción de la represión ori-
ginaria, que además aquí parece especificarse en las actividades
prelúdicas del niñ.o. Formulamos la hipótesis de que la patología
psicosomática aparecería efectivamente en la represión de las ac-
tividades autoeróticas y de las manipulaciones del cuerpo par-
cial de la madre. La patología psicomotriz tendría su etiología
predominante en la presión sobre el preludicismo.
Dos padres de niños psicopáticos se expresan como sigue, en
las primeras entrevistas. La señ.ora B. : «Era prematuro, un po-
llito insignificante, y yo que era muy torpe y estaba siempre en-
cima de él, y él que siempre comía mal, aunque yo lo hacía co-
mer inclusive de grande, y después que no soportaba verlo sopar
su tostada en la leche ... igual que el padre» . El señ.or P.: «Des-
de que Philippe nació dejaste de ser una esposa para mí; ya de-
masiado querías a tu padre» .
El elemento persecutorio no forma parte del núcleo psicopá-
tico primario: vendría, sí, a enriquecer de modo secundario su
semiología. El rechazo motor del deseo materno y, a la inversa,
las actitudes pasivas del bebé frente a la presión represiva mater-
na incitan a unas reflexiones básicas sobre la génesis de la
proyección.
Llegamos al concepto de personalidad «as if» [«como si»]
descrito por H . Deutsch; el cuerpo no es más que mimetismo;
su actividad es el reflejo de la del otro. El niño está empeñado
en una seudoimitación -en el sentido. que da a esto J ean
Piaget-, sin relación afectiva con el objeto. Su enorme pasivi-
dad plástica, su conformidad respecto de la regla , encubren una
gran hostilidad, que puede expresarse de manera bizarra en ex-
plosiones de furia primitiva. Es como si estos sujetos intentasen,
por imitación, colmar indefinidamente las brechas de la identifi-
cación primaria.
192
.... ....
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Obras en preparación
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Nueva traducción directa del alemán , cotejada por la edición inglesa de Ja-
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Sigm11nd Freud), cuyo ordenamiento, prólogos y notas se reproducen en
esta versión.
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