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de
Aurelia
La Diosa Dorada
Aurelia Ardent
Copyright© Aurelia Ardent 2014
Todos los Derechos Reservados
Inscripción Nº 1411282615025
Inscripción Departamento de Derechos
Intelectuales
Santiago de Chile Registro N° 246936 año
2014
Diseño de portada A. Ardent
Pensamiento Universal
Contenido
Marzo 2, 2014.
Aurelia continúa eludiéndome, hoy
apenas la vi cinco minutos en la mañana,
y luego salió de viaje a Santiago.
Pasé toda la tarde de ayer y todos mis
ratos libres de hoy sumergido en las
novelas eróticas de Aurelia… ¡Qué
martirio desesperante! Las excitantes
palabras que brotan de sus libros me
llenan de electrizantes recuerdos, el
deseo me desborda y anhelo todavía más
ferozmente estar a su lado… Me di más
de una ducha fría y al final no descubrí
mucho más de lo que ya sabía; mujeres
dominantes, turbulentas y apasionadas
relaciones… Aunque en ninguna
menciona el BDSM; nadie ata ni
amordaza ni azota a nadie, los castigos
más severos que leí fueron las
cosquillas con plumas y el hielo en los
labios…
El reloj de mi velador me dice en
silencio que ya son las ocho de la tarde
y ella todavía no regresa. Alguien toca
la puerta y me levanto de un brinco,
¡Aurelia!
No es ella, qué tonto, ¡ella jamás toca
la puerta! Es Podo con mi cena. La deja
en la mesita y regreso a la cama abatido
sin probarla. No tengo apetito. Tomo una
nueva novela y comienzo a hojearla con
precaución para saltarme las escenas hot
que me ponen a mil, lo que es
devastador tras tan larga ausencia de
quien primero me hace probar la
ambrosía de los dioses, y luego me
priva de su divina pasión, arrojándome
al infierno de la soledad…
Intento concentrarme en mi búsqueda
de respuestas a través de la novela,
hasta que de pronto un párrafo llama mi
atención:
“Samuel ya estaba harto de estar
encerrado en esa celda de manicomio,
a merced de los deseos insaciables de
la doctora Irene, así que le dijo a su
psiquiatra la verdad: Fue el ogro
malvado el que mató a mi perro cuando
yo era niño… pero después vino el
monstruo gigante ¡y se devoró al
ogro!”
En mi habitación reviso
nerviosamente el reloj pero los minutos
se arrastran como de plomo; todavía
falta para que se cumpla la media hora.
Escucho en el iPod una canción que
parece mi lema personal: “Por ti”, de
Calle 13.
D☼D
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Toro nos llevó volando en la Plateada
por la Ruta 68 a Santiago.
Víctor va inusualmente silencioso y
pensativo, con la vista perdida en el
paisaje que pasa a toda velocidad allá
afuera mezclando cerros, bosques y
puestos carreteros, pintorescos pueblos
y los extensos campos agrícolas que
siempre me han parecido un telar de
simétricas plantaciones en distintos
tonos de verde. Me pregunto el porqué
de su introspección… no creo que sea
por lo que pasó anoche… se me ocurre
que tal vez está nervioso por el vuelo y
yo tampoco tengo muchas ganas de
hablar, así que lo dejo en paz.
Me concentro en la idea de toda la
información que lograré recabar en este
viaje, que marca el final de mi
investigación para mi próxima novela
sobre Dominación y sumisión. Al mirar
hacia atrás me parece que ha
transcurrido tanto tiempo desde que se
me ocurrió esa idea para mi siguiente
libro, han sucedido tantas cosas dentro
de mí… De alguna u otra manera y no
estoy segura si para bien o para mal, me
siento distinta a quien era tan sólo hace
un mes atrás… ¿Distinta en qué
aspecto…? ¡No tengo ni la más puta
idea!
Me remuevo molesta en el asiento y
miro de soslayo al culpable, ¡se ve tan
jodidamente atractivo así pensativo
mirando por la ventanilla! Necesito
recobrar el orden en mi mundo, Víctor,
por eso te hice firmar ese papel, por eso
necesito que salgas de mi vida dentro de
unos días, antes de que sea demasiado
tarde…
Entre la visita del puto Lobo y las
declaraciones a la policía, anoche no
dormimos más de una hora así que ahora
me dormí profundamente en el asiento,
con la cabeza apoyada en el hombro de
Víctor.
Desperté cuando salíamos del largo
túnel Lo Prado que atraviesa la cadena
montañosa que encierra al valle de la
Región Metropolitana. Con ojos
adormilados veo que ya falta poco para
llegar a Santiago, y al fin profano
nuestro tácito silencio para preguntarle:
- ¿Estás muy preocupado por el
vuelo?
Se vuelve a mirarme y el muy
desconsiderado me regala una de sus
sonrisas tan jodidamente encantadoras.
- La verdad es que no, Aurelia, me
parece extraño sentirme tan tranquilo,
creo que tu terapia de choque fue todo
un éxito y espero seguir así al subir al
avión.
- Seguro que así será. Pensé que te
preocupaba el vuelo y que por eso
estuviste tan pensativo todo el viaje.
Niega con la cabeza sin dejar de
mirarme a los ojos, en esos increíbles
oasis navega una vaga tristeza al
responderme:
- Estaba disfrutando el verte dormir
tan plácidamente, y además pensaba en
lo rápido que pasó el tiempo, desde que
llegué ese día a tu casa…
- Sí, han pasado muchas cosas pero ya
ves, ¡tu trabajo ya casi termina! Muy
pronto te verás libre al fin de esta
psicópata descontrolada… y
ninfomaníaca –eso último se lo susurro
al oído para eludir el alcance auditivo
de Toro, que va conduciendo la
Plateada.
Víctor me sonríe con sus labios muy
cerca de los míos al susurrarme:
- Preferiría jamás quedar libre de ti.
Me aparto de él y lo miro ofuscada
desde el otro extremo del asiento, casi
saliéndome por la puerta.
- ¿Vas a seguir con eso, Víctor? Ya te
dije que todo termina cuando salgamos
de esa reunión, ¡no insistas! Lo último
que haremos juntos al regresar, será ir a
quitarte ese tatuaje.
Se cruza de brazos y replica como un
muchacho caprichoso:
- No quiero quitármelo, lo conservaré
como un recuerdo tuyo.
- Víctor… -lo miro y mi voz severa
revela mis enormes ganas de darle una
buena tunda en las nalgas-, descruza los
brazos y no te me pongas rebelde –él lo
hace, me acerco de regreso y le susurro
al oído mientras deslizo mi mano por su
pecho hacia abajo hasta transgredir su
intimidad entre las piernas-. Agradece
que no estamos solos o te dejaría el
trasero rojo y ardiendo por llevarme la
contraria –le digo apoderándome de sus
huevos por encima del pantalón.
Víctor lanza una mirada preocupada a
Toro, pero al mismo tiempo no puede
evitar abrir más sus piernas para mí
mientras sus ojos vuelven deprisa a los
míos, muy ardientes.
- Lo siento, no es mi intensión ser
rebelde –musita con una sonrisa
traviesa.
- No te preocupes –le susurro al oído
recargada sobre su hombro, mientras mi
mano sigue jugueteando con su sexo-,
Toro no puede ver tan abajo por el
espejo retrovisor… -hundo mis labios
dentro de su oreja y le pregunto-. ¿Te
gustaría que te hiciera acabar aquí y
ahora? Te lo merecerías en castigo,
recuerda que todavía eres mi esclavo…
Me mira respirando agitado aunque
intenta disimular al máximo los efectos
de mis caricias, que van subiendo más y
más en intensidad.
- No, por favor… lo siento… -sonríe
afligido removiéndose en el asiento-. No
lo volveré a hacer… ten piedad, mi
diosa… -juega a mi juego una vez más,
susurrando en mi oído con voz tan
sensual que ahora yo estoy encendida
también.
Su erección ya casi rompe el pantalón
bajo mi mano, y el calor me sube por el
vientre directo hasta las mejillas…
¡mierda, que ganas de lanzar a Toro
fuera de la camioneta! Respiro hondo,
sofocada, y mejor me aparto de él lo
más posible, escapo hacia la puerta y
presiono el control que abre la
ventanilla para que el aire nos enfríe los
ánimos.
Justo en ese momento Toro toma el
desvió hacia el Aeropuerto Pudahuel.
- Uf… -resoplo recobrando la
compostura para decirle algunas cosas
antes de llegar-. Bueno,
concentrémonos… En el aeropuerto nos
vamos a encontrar con Charlotte y
Javier, ella le dice Javo. Su relación es
D/s. Viven juntos y a Charlotte no le
gusta hablar de “juego de roles”, para
ellos es una forma de vida y por lo que
me ha dicho es bastante cabrona con él
24/7, y a Javo le fascina que así sea –me
acerco a su oído y le susurro tan dentro
que lo hago estremecerse, tan receptivo
a mis estímulos-. Incluso me dijo que lo
sodomiza muy duro con un dildo… -
Víctor me mira parpadeando rápido, y
se me antoja ser maléfica-. Debimos
haber practicado antes, porque en la
reunión habrá un concurso de
sodomizaciones, a ver cuál esclavo
aguanta el dildo más grande.
- ¿Qué…? –pronuncia abismado y
hasta pierde el aliento con cara de
espanto, ya no logro aguantarme la risa.
- ¡Es broma, respira que te estás
poniendo azul, ja, ja, ja!
- ¡Uf! –resopla mirando al techo.
- Eso te pasa por ser tan crédulo.
Tienes que estar muy atento allá en la
reunión y no te dejes pasar a llevar por
nadie.
- ¿Cómo puedo hacer eso, siendo un
esclavo? Se supone que debo respetar o
los demás amos, ¿o no? ¿Cómo debo
comportarme?
- Sí, se supone que debes respetarlos,
pero ellos no tienen derecho a tocarte ni
un cabello sin mi permiso. Lo mejor
será que te mantengas siempre a mi lado
así yo veré que nadie te moleste, o
apenas te vean, esas amas querrán
devorarte vivo y algunos amos quizás
también; recuerda que hay de todo allá.
- Lo recordaré, no me moveré de tu
lado –pronuncia como una firme
promesa.
- Sólo sé amable y cortés con todos,
lo que no te será difícil por tu carácter y
llámalos “señor” y “señora”, no amo ni
ama, ni menos “mi señora”, eso es sólo
para mí.
Justo en ese momento Toro me avisa:
- Llegamos, señora –se estaciona
frente a la entrada del aeropuerto y baja
corriendo a abrirme la puerta.
Entramos en la vorágine de gente que
es la sala de espera, todos de aquí para
allá en busca de sus vuelos o sus
maletas, familiares y amigos
despidiéndose, voces en varios idiomas
a medida que avanzamos para leer las
grandes pantallas de partidas, hasta
encontrar la información del mostrador
en el que se está haciendo nuestro check
in. Mientras nos dirigimos allá sigo
diciéndole deprisa, antes de
encontrarnos con Charlotte:
- Si alguien pretende darte órdenes o
que hagas cualquier cosa, sólo dile que
tu ama no te permite hacer nada sin su
consentimiento; escúdate en mí aunque
yo no esté presente. Y si piden
voluntarios para cualquier actividad
hazte el invisible, ni se te ocurra
ofrecerte para nada.
- Seré el hombre invisible, ni loco me
ofrezco para ese concurso de dildos
gigantes –asegura riendo.
- No te rías tanto, mira que lo que sí
hacen son concursos de latigazos.
- ¿En serio? –me mira con abierta
incredulidad.
- Sí, pero no te preocupes no pienso
participar en nada por el estilo.
Tampoco te voy a subastar o a
intercambiar o ceder; recuerda que ya lo
habíamos conversado.
- Sí me acuerdo, gracias –pronuncia
Víctor algo abrumado y se queda
pensativo.
De pronto se me ocurre que está
recordando aquello que le dije también
esa vez, acerca de mi fantasía de
conseguir tres esclavos más para tener a
cuatro al mismo tiempo a mi servicio.
Llegamos al mesón y poco después ya
con nuestras tarjetas de embarque listas,
nos dirigimos a la zona de abordaje.
- Tenemos pasajes en la aerolínea
Iberia –le digo a Víctor-, que se va
directo sin escalas a Madrid, y de ahí
sólo tenemos que hacer el transbordo en
el Aeropuerto de Barajas hacia Asturias,
que es la región en dónde está la finca a
donde vamos –lo miro y veo que va con
la mirada perdida en los grandes
ventanales con vista panorámica a los
aviones que despegan-. ¿Todo bien?
- Sí… es sólo que me cosquillea un
poco el estómago al ver esos aviones
allá afuera, pero no más allá de lo
normal supongo, por mi primer vuelo en
avión.
- ¡Ese es mi Príncipe Valiente! –lo
sujeto del pelo y le estampo un beso
cinematográfico frente al ventanal
panorámico.
Al apartarnos noto que nuestro beso
llamó la atención de quienes nos
rodeaban.
En cuanto se da cuenta, Víctor
enrojece ligeramente, ¡tan cándido!, no
sé cómo se las va a ver en esa reunión.
Yo en cambio, una sinvergüenza avezada
no me fijo en los curiosos y me lo llevo
de la mano.
- Ven, vamos a buscar nuestra puerta
de embarque –miro nuevamente las
pantallas ahora a la cacería de nuestra
zona de abordaje, hasta que encuentro el
vuelo 6830 de Iberia con salida en
media hora más, y compruebo que está
correcta la Puerta 12 que indica la
tarjeta de embarque, porque a veces las
cambian a última hora.
- Puerta 12… es por allá –me indica
Víctor, que ya no parece nervioso por el
vuelo después del escandaloso beso que
nos dimos.
Al llegar diviso en la sala de espera a
Charlotte, ¡imposible no distinguir a
kilómetros su llamativo cabello color
rojo fuego! Junto a ella está un joven
unos diez años menor y se me antoja un
poco esmirriado, o quizás es demasiado
alto y tiende a curvarse hacia abajo para
hablar con ella.
- Allí están –le indico a Víctor y
mientras avanzamos a su encuentro le
doy unas últimas indicaciones-. Al
saludarla dile: “A sus pies, señora”, así
saludan los sumisos a las amas, y no la
mires demasiado a los ojos. Con Javo
puedes ser más informal, están en el
mismo nivel.
- De acuerdo. ¿Y cómo debo llamarte
frente a ella?
Ahora se ha puesto algo nervioso de
nuevo, pero las catorce horas de vuelo
junto a Charlotte le servirán bastante de
práctica antes de llegar a la reunión.
- Llámame sólo Aurelia. Ya le dije
antes que nuestra relación no es tan
formal, que sólo desempeñamos
nuestros roles durante las sesiones.
Aunque allá en la finca lo mejor será
que me llames “mi diosa”, más que nada
para que a todos les quede claro que me
perteneces. Ah, se me olvidaba, mi
verdadero nombre es Aurelia Astor, ese
es el apellido de mi madre; apenas
cumplí dieciocho años me quité de
encima el apellido de ese bastardo… me
costó una fortuna pero valió la pena.
Ardent es mi seudónimo de escritora.
- Aurelia Astor… -repite Víctor,
mirándome con una dulce sonrisa-,
entonces mi tatuaje de “AA” , aún está
correcto.
Lo miro feo.
- No me recuerdes ese asunto del
tatuaje mira que me dan ganas de nuevo
de zurrarte por no querer hacerme caso
en borrártelo.
En cuanto nos ve, Charlotte se
adelanta a nuestro encuentro feliz y
risueña como siempre.
- ¡Aurelia, cariño, bienvenida! Te
esperaba para irnos a la sala de espera
VIP que tiene Iberia para los pasajeros
de primera clase –me estampa un beso
en cada mejilla y luego me presenta con
cierto orgullo a su sumiso-. Este es
Javier, puedes llamarlo Javo. Saluda a
la señora Aurelia –lo toma de un brazo y
lo adelanta hacia mí.
- Hola, Javo –le tiendo
imperiosamente la mano.
Sin alzar la mirada él la toca apenas y
la besa con delicadeza.
- A sus pies, señora Aurelia –
pronuncia muy respetuoso y luego
retrocede como escapando de mí, detrás
de Charlotte.
- Él es mi esclavo, Víctor –lo
presento casi pavoneándome ¡mi
esclavo es un pura sangre al lado del
jamelgo de Charlotte! Aunque espero
que se comporte bien para que ella no
piense que no sé educar a mi sumiso.
Sin que yo tenga que empujarlo,
Víctor se adelanta bajando la vista
frente a Charlotte, toma su mano y la
besa como un caballero andante. Hay
una muy varonil prestancia en su gesto,
radicalmente distinta al servilismo
atemorizado de Javo.
- A sus pies, señora Charlotte –
pronuncia mi bellísimo ejemplar con esa
matadora voz suya tan profunda y
sensual, ¡casi detona-orgásmica!
Charlotte me alza las cejas,
gratamente sorprendida y lo escanea con
sus ojos de arriba a abajo, deteniéndose
sin pudores en su parte media... Admito
que eso enciende mis celos de ama, ¡ese
cuerpo es mío, no lo mires tanto! No sé
cómo voy a aguantar que todas esas
mujeres allá en la reunión lo devoren
con la mirada, ¡porque con eso es con lo
único que voy a permitir que lo toquen!
- ¡Joder! ¿Pero de dónde has sacado a
tan magnífico espécimen? –exclama al
fin Charlotte con su femenino acento
españolísimo-. ¡Está muy majo y más
encima bien adiestrado! Se lo pelearán
las tías allá en la finca, podrás
intercambiarlo por dos o tres, si te
apetece ¡mira que bien los vale!
Víctor retrocede y permanece cual
silenciosa escultura.
- Y eso que aún no has visto nada –le
respondo a Charlotte, sonriendo entre
molesta y orgullosa, ¡ya quisieras verlo
desnudo!
Nunca se me ha dado bien el
compartir, en la escuela le embadurné
todo un frasco de cola fría en el cabello
a una niña que usó mi crayón amarillo
sin pedírmelo. El recuerdo me hace
sonreír y agrego de mejor humor:
- Víctor posee muchas y enormes
virtudes –enfatizo significativamente el
adjetivo calificativo de tamaño y
Charlotte lo coge al vuelo, abriéndome
mucho los ojos con expresión fascinada.
- ¡Pues ya quiero llegar para verlo,
cariño mío!
D☼D
D☼D
أن ا أﺣﺒﻚ
D☼D
D ☼D
Fin