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FACULTAD DE CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN, TURISMO Y PSICOLOGÍA

ESCUELA PROFESIONAL PSICOLOGÍA

CURSO DE ACTUALIZACION PROFESIONAL LXVI

INDICE

UNIDAD I: MODELOS EN PSICOLOGIA CLINICA

1.1. Conceptos y Modelos Básicos: Rocío Fernández Ballesteros


1.2. Modelos en Psicología clínica : Douglas Bernstein

LOS MODELOS DE LA PSICOLOGIA CLINICA

 Hoy en día se ha reconocido el valor de presentar varios puntos de vista para


profundizar el análisis de la conducta humana.

 Los Modelos nos describen la conducta humana en general y la Psicología Clínica en


particular.

 Cada modelo describe como se desarrolla la conducta y se vuelve problemática y han


ejercido una clara influencia sobre los estilos de evaluación, tratamiento e
investigación.

IMPORTANCIA DE LOS MODELOS

 Aún cuando esté desacreditado, ayuda al clínico a organizar sus ideas y acciones y
comunicarlas en un lenguaje común.

 Un modelo nos permite decidir que aspectos son relevantes o no, hacia donde
orientarnos.

 Un modelo puede ayudarnos en la toma de decisiones acerca de un fenómeno.

 En términos científicos los mejores modelos clínicos son aquellos cuyas implicancias e
hipótesis pueden ser investigadas rigurosamente en una amplia variedad de
situaciones.

 Un buen modelo debe incluir una explicación completa, eficiente y verificable del
desarrollo, mantenimiento y modificación tanto de los aspectos problemáticos y no
problemáticos de la conducta humana.

 Zubin (1969): ”Solamente los modelos que no se pueden probar nunca perecen. Ni
siquiera se desvanecen, desafortunadamente”.
PERO DEBEMOS TENER EN CUENTA..........

 El valor de un modelo no es ILIMITADO: sus características o ventajas principales


pueden convertirse en sus desventajas fundamentales.

 La elección de un modelo puede desarrollar un enfoque rígido de la Psicología Clínica.

 Puede reducir el funcionamiento clínico a un nivel automático en el cuál la evaluación


objetiva y la modificación subsecuente de la práctica profesional se tornan cada vez
menos probables.

 Un modelo desarrolla un lenguaje propio.

QUE HACER PARA EVITAR EL SESGO ?.......

 Comprender que ninguno de los modelos es una entidad completa; y que no es dueña
absoluta de la verdad.

 Evitar el compromiso apasionado que fomenta la rigidez conceptual, la inflexibilidad


conductual y la miopía semántica.

 La conducta no tiene que aparecer en una forma determinada para que sea tratada por
un modelo particular.

 Cualquier conducta se puede analizar con cualquier modelo.

EL MODELO PSICODINAMICO

 Las raíces se encuentran en las obras Freud e incluye las ideas de sus seguidores.

PREMISAS PRINCIPALES

1) La conducta Humana y su desarrollo se determina por fenómenos intrapsiquicos.

2) Los factores intrapsiquicos proporcionan las causas subyacentes de las conductas que
se manifiestan abiertamente, sean estas problemáticas o no.

3) Los orígenes de la conducta y sus problemas se establecen en la infancia a través de


la satisfacción o frustración de las necesidades e impulsos básicos.

4) La evaluación clínica, el tratamiento y las actividades de investigación deberían


dirigirse a la búsqueda y funciones de los aspectos sutiles de la actividad intrapsiquica
la cual, a pesar de que a menudo se oculta de la observación directa, debe ser tratada
si hemos de comprender la conducta y aliviar los problemas conductuales.

Psicoanálisis Freudiano

 Se basa en un número reducido de principios fundamentales:


a) “Determinismo Psíquico”: Creencia de que la conducta no ocurre al azar sino de
acuerdo con causas identificables que en algunas ocasiones son manifiestas y en
otras se ocultan hasta al mismo individuo que se comporta de una determinada
manera.
b) Los patrones de conducta Humana se derivan de una lucha continua entre el deseo
del individuo para satisfacer sus instintos innatos sexuales y agresivos y la necesidad
de considerar las exigencias, normas y realidades del mundo externo: es una lucha
entre lo que la persona desea hacer (instinto) con los dictámenes limitantes de lo que
puede o debe hacer (la razón y moralidad) y donde se tienen que lograr determinadas
soluciones dolorosas.

Estructura de la Personalidad

A. Concepción Topográfica:
a) Sistema Consciente

b) Sistema Preconsciente

c) Sistema Inconsciente

B. Concepción Estructural:
 El Id: instintos primitivos inconscientes; motiva la conducta. Busca la gratificación de
los deseos: pasiones. “Principio del Placer”.
 El Ego: Parcialmente consciente e inconsciente. Se adapta a las exigencias externas:
Razón y Reflexión. “Principio de la Realidad”
 Superego: Lllamado “conciencia”. Enseñanzas familiares y culturales de la ética, moral
y valores. Represora.

Etapas del Desarrollo


1. Desarrollo de los instintos

a) Oral: Fumar, sobrealimentarse, hablar en exceso, etc.

b) Anal: Tacaños, obstinados, muy ordenados, detallista, etc.

c) Fálica: “Complejo de Edipo – Electra”. Homosexualidad, exhibicionismo, fetichismo.

d) Latente: Establecimiento de una relación heterosexual estable y a largo plazo.

2. Desarrollo de Procesos Cognitivos:

a) Primario

b) Secundario

Unidad de Análisis

 Análisis de la estructura intrapsíquica del sujeto, enfatizando el pasado.

 El análisis psicológico se basa en las elaboraciones mentales.

 Dar importancia al contenido latente, no al explícito.

Aspecto Metodológico

 Usa el método Inductivo; es Ideográfica.

 Las técnicas que utiliza son la hipnosis, la libre asociación, el análisis de los sueños, el
análisis de “lapsus linguae”, el análisis de los olvidos, el análisis de la transferencia,
técnicas proyectivas.
 El objetivo principal de la evaluación se centra en explicar la etiología del
comportamiento humano describiendo las estructuras psiquícas.

Psicoterapia dinámica breve: Aproximación conceptual y clínica

Antonio Sánchez-Barranco Ruiz1 y Pablo Sánchez-Barranco Vallejo 1

Departamento de Psicología Experimental Universidad de Sevilla


1
Psiquiatra y psicólogo

RESUMEN

El objetivo central de este artículo es tratar de esclarecer y discutir, desde un


posicionamiento teórico y clínico, las principales características definitorias, las
indicaciones y contraindicaciones y los matices técnicos básicos de los diferentes
tipos de la psicoterapia dinámica breve, una práctica enraizada en el
psicoanálisis que viene mostrando una adecuada eficacia, efectividad y eficiencia
en algunos trastornos psíquicos.

Palabras clave: Psicoterapia Dinámica Breve, Sifneos, Malan, Davanloo.

SUMMARY

The aim of this paper is to try to clarify and discuss, from a theorical and clinical
point of view, the main definitory features, indications and contraindications as
well as basic technical details of the different types of short term psychodynamic
psychotherapy. This form of therapy has its own roots in psychoanalysis having
showed an adequate efficacy, effectiveness and efficiency in certain mental
disorders.

Key words: Short-Term Dynamic Psychotherapy, Sifneos, Malan, Davanloo.

Introducción

La atención a la salud mental exige en su nivel especializado, tanto en sus


compromisos públicos como privados, del manejo de técnicas psicoterapéuticas
que posean un amplio campo de acción y que puedan acoger al mayor número
posible de demandantes, siempre que cuenten con una probada validez y
fiabilidad y se atengan al marco deontológico profesional. En tal sentido, y en lo
que se refiere a la perspectiva dinámica, es evidente que el abordaje
psicoanalítico estricto sólo está indicado en algunos casos muy concretos, pero
las ideas acerca del desarrollo y del funcionamiento psíquicos, las hipótesis de
trabajo y la metodología propias del psicoanálisis pueden emplearse, con ciertas
modificaciones, para prestar ayuda a sujetos con alteraciones de conducta,
síntomas neuróticos o psicóticos y variadas dificultades de adaptación (1). Esto
ha abocado a que, en los últimos treinta años y algo más recientemente en
nuestro país, se vengan imponiendo las técnicas psicoterapéuticas dinámicas
breves e intensivas, ya que poseen las características adecuadas para satisfacer
las necesidades clínicas de algunos de nuestros pacientes. Tales abordajes
pueden competir con la terapia conductual-cognitiva y con la terapia sistémica,
por citar las intervenciones más usuales en la actualidad, lo cual es impensable
con el uso de la técnica analítica convencional (2, 3, 4, 5, 6). Es bien cierto, sin
embargo, que no estamos ante ninguna panacea, pues sólo un grupo concreto
de demandantes de salud mental pueden beneficiarse de estas intervenciones:
estimamos que entre 20-30% de los pacientes de los circuitos públicos
satisfacen los criterios de selección de las terapias dinámicas breves, cifra que se
eleva al 50-60% en los que acceden a las consultas privadas.

La psicoterapia dinámica breve no es, en todo caso, una especie de psicoanálisis


de saldo, único producto psicoanalítico al que tienen acceso los usuarios de los
servicios públicos de salud, dadas sus habituales características
socioeconómicas, o los que acceden al circuito privado con pocos medios
crematísticos, reservándose el genuino psicoanálisis a la clientela culta y
"pudiente". Tal posicionamiento no tiene ninguna fundamentación racional ni de
otra naturaleza, ya que la psicoterapia dinámica breve, en cualquiera de sus
variantes, supone una práctica genuina que se viene imponiendo en todos los
sectores asistenciales, reservándose el análisis clásico para casos muy contados
y con indicaciones muy precisas (4).

Delimitación conceptual de la psicoterapia dinámica breve

Es preciso diferenciar antes que nada las psicoterapias dinámicas de las terapias
de apoyo de orientación psicoanalítica. En tal sentido, destacaremos en primer
lugar que éstas tienen su máxima indicación en sujetos psíquicamente muy
afectados, que se han descompensado en forma brusca y reciente, así como en
familias que han entrado en una crisis de cercana aparición. En cualquiera de los
casos, cuando las crisis se prolongan en el tiempo o se dejan evolucionar
espontáneamente, los sujetos implicados desarrollan frecuentemente severos
trastornos mentales, que se acompañan de graves tensiones en el grupo
familiar. De aquí la necesidad de una intervención de apoyo pronta e intensiva,
con el fin de tratar de aliviar de inmediato la situación psicopatológica activada,
mostrando con claridad a los participantes las posibles vías de solución
existentes. Son en todo caso son recomendables las siguientes estrategias
terapéuticas (7):

1. Ayuda inmediata al sujeto o a la familia en el momento en que la


descompensación o la crisis han hecho su aparición, cualquiera que sea la hora
del día o de la noche de la demanda, con sesiones de corta duración (unos 30
minutos, aunque en ocasiones pueden prolongarse bastante más, en función de
lo que exijan las circunstancias). La primera sesión debe transcurrir en el hogar
del paciente, persiguiéndose, antes que nada, la reducción de sus sentimientos
de soledad, desvalimiento y desesperanza.

2. Definición del trastorno o del conflicto objeto de la consulta como una crisis,
debiéndose incluir en tal delimitación, siempre que sea posible, a todos los
miembros del grupo familiar, para evitar que la responsabilidad se sitúe en un
único sujeto, defensa que habitualmente se pone en marcha para desviar
responsabilidades y culpas.

3. Centrarse en eventos del presente y en los hechos cercanos a la


descompensación de la crisis: la toma de la historia clínica, por ejemplo, debe
dirigirse a evidenciar los factores inmediatos que han precipitado la
descompensación, buscando una formulación dinámica muy superficial, aunque
se tengan datos que permitan ir mucho más hondo, pues si se cae en una
precipitación ingenua poniendo ante las personas en crisis factores complejos o
inconscientes, sólo se logrará el rápido levantamiento de resistencias de muy
difícil resolución posterior.

4. Utilización de medios psicofarmacológicos (por parte del equipo médico), con


el fin de controlar lo más inmediata y eficazmente posible la ira, la angustia, la
tensión o el pánico que aquejan el o los participantes.

5. Búsqueda de la catarsis en todos los miembros del grupo familiar,


responsabilizando (sin acrecentar la angustia o la culpa) a cada uno de ellos en
alguna una tarea que contribuya al encuentro de alguna salida positiva a la
crisis.

En lo que se refiere a la psicoterapia dinámica breve, hay que resaltar en primer


lugar que no se trata de una mera variante de la llamada psicoterapia
psicoanalítica, enfoque que inició la escuela de Chicago (8) y que se sigue
practicando por parte de algunos terapeutas. Aquí, al margen del problema
psicopatológico del sujeto, éste es visto una o dos veces por semana, cara a
cara, alentando la libre asociación y ofreciendo interpretaciones dinámicas
ocasionales, generalmente centradas en los fenómenos transferenciales más
superficiales y más cercanos al yo. En todo caso, se procura ligar las dificultades
presentes con los hechos del pasado, especialmente con los de naturaleza
inconsciente que se hayan revelado de alguna forma en el curso del proceso
terapéutico como significativo. La terapia se extiende durante un año o año y
medio, promoviéndose el aumento del autoconocimiento a través de
los insights, así como de las imprescindibles experiencias emocionales
correctoras (6).

En cuanto a la psicoterapia dinámica breve propiamente dicha, en cualquiera de


sus versiones, supone una práctica gertuina que nació de la intervención en
crisis y del propio psicoanálisis. Respecto a éste, sus apoyos básicos proceden
de las aportaciones de Ferenczi, Rank, Reich, Alexander, French, Rosen y los
psicólogos del ego (especialmente Pope, Sarvis, Dewees y Johnson). En cuanto a
la influencia de la intervención en crisis, hay que mencionar a Lindemann,
Tyhurst, Caplan, Quevedo, Bard y Shneidman.

La psicoterapia dinámica breve tampoco es una sofisticada terapia de sostén,


sino una forma de proceder específica, en la que se va más allá de los meros
reaseguramientos, consejos, simpatía y confrontación con la realidad, como
acontece en la mayoría de las terapias de apoyo, suponiendo un trabajo
ordenado, sistemático y original, aunque ciertamente sean necesarios los
requisitos generales de todo encuentro humano que persiga ayudar
psicológicamente, como son la empatía, el respeto y la posibilidad de
comunicarse sin emplear ningún juicio desvalorizante de quien solicita nuestra
orientación. Pero lo que da un perfil particular y definido a la psicoterapia
dinámica breve es el cambio metapsicológico estable del conflicto inconsciente,
lo cual habitualmente suele alcanzarse, no pudiendo ser explicado a partir de los
ingredientes inespecíficos propios de las terapias de apoyo, sino en función de
un marco teórico de naturaleza psicoanalítica y sobre la base de una técnica
original claramente definida (9). En efecto, la psicoterapia dinámica breve es
una técnica que se muestra muy eficaz para desbloquear el inconsciente,
rompiendo las duras. resistencias al cambio que muestran muchos neuróticos.

Una psicoterapia auténticamente científica, como pretende ser la psicoterapia


dinámica, debe partir del conocimiento de los factores que originan la conducta
inadaptada y poseer algún grado de certeza sobre los medios terapéuticos que
han de usarse para modificarla (7). Es decir, ha de caracterizarse por una clara
conceptualización de su campo de trabajo, de sus soportes técnicos y de sus
objetivos, así como de sus limitaciones. Por ello, nos parece bastante válida la
definición que da Barten (10) sobre esta intervención psicoterapéutica: una
técnica activa, focalizada, con una meta prevista, circunscrita, cálidamente
mantenida, de acción orientadora y concerniente a las adaptaciones presentes.
Nemiah (11), por su parte, le da las siguientes notas: a) acomodación de los
conceptos y procedimientos psicoanalíticos a una técnica terapéutica que nos
aporta cambios psicológicos significativos en un tiempo menor que el requerido
con los métodos clásicos; b) definición de los procedimientos de tratamiento de
tal manera que permita enseñarlos rápidamente a otros, además de fijar una
serie de firmes criterios de selección de pacientes; y, e) establecimiento de un
estudio sobre los abordajes terapéuticos, para verificar científicamente la
efectividad de esta psicoterapia.

Un elemento nuclear de la psicoterapia dinámica es, en todo caso, su brevedad,


en el sentido de la extensión total del proceso de la cura, que generalmente dura
entre 20 y 25 sesiones, todas ellas individuales, no incluyéndose en tal criterio el
acortamiento del tiempo de la sesión (por ejemplo, la sesión de veinte minutos
de Tedesco o la de diez a doce minutos de Straker), pues entonces sólo se
persigue una mayor o menor relegación de los síntomas, esto es, apoyo o
sostén, y no cambios psicodinámicos profundos y estables. La mencionada
abreviación del proceso de la cura se logra gracias a la concentración del trabajo
analítico en determinados focos conflictivos con el uso de elementos técnicos
concretos. El foco dinámico o conflictivo quedó bien precisado por Balint,
Omstein y Balint (12), que lo delimitaron como el área particular del problema
del paciente que mejor expresa sus dificultades, sus síntomas y su debilidad
caracterial (por ejemplo, el estilo de organización de sus defensas) sobre la base
de lo cual aparecen habitualmente sus desajustes.

Tras todo lo dicho, estamos en condiciones de caracterizar con mayor precisión


los rasgos generales de todo tipo de psicoterapia dinámica breve. Cuatro
ingredientes generales identifican estas técnicas: marcada actividad del
terapeuta, presencia de elementos técnicos originales, actitud de esperanza y
optimismo del terapeuta e interpretaciones tempranas de los fenómenos
transferenciales (13).

a) La actividad del terapeuta dinámico es, en efecto, muy marcada y manifiesta,


a diferencia de la actuación del analista clásico. El psicoterapeuta dinámico
resalta constantemente los focos conflictivos, tratando de mantener la atención
del paciente en ellos, llegando incluso a centrar las asociaciones libres en tales
áreas.
b) En cuanto a la originalidad de la técnica, ha de subrayarse que el encuadre
viene definido por encuentros cara a cara (jamás se utiliza el diván), con
eventual grabación de las sesiones en vídeo con fines de control e investigación.
Tras la evaluación inicial, se fija el contrato terapéutico, señalándose la fecha
aproximada de la terminación de las sesiones, cuya duración no suele ser tan
estricta como la que se da en la técnica estándar, extendiéndose habitualmente
en tomo a una hora.

Las reglas técnicas básicas del psicoanálisis (asociación libre, atención flotante,
neutralidad y abstinencia) son respetadas, pero el proceso terapéutico se trata
de acelerar por medio del trabajo en los focos conflictivos más centrales,
confrontándose en todo caso las resistencias (defensas) y en concreto los
fenómenos transferenciales de manera muy activa, lo que en ocasiones toma el
aire de un proceso de naturaleza conductual, incluyendo unas contingencias de
control que empujan al sujeto hacia la búsqueda de la salud mental.

c) Respecto a la actitud optimista y esperanzada del terapeuta, ello se verbaliza


desde un principio, parámetro técnico que se ha mostrado como una estrategia
útil y eficaz, pues el sujeto encuentra así un clima apropiado para poner en
marcha la imprescindible alianza terapéutica y el desarrollo de experiencias
emocionales correctivas, aspecto que también asemeja a la psicoterapia
dinámica breve a determinadas técnicas cognitivo-conductuales.

d) Finalmente, en lo que apunta al análisis de la transferencia, tradicionalmente


se venía manteniendo que ésta no debía tocarse en la psicoterapia breve e
intensiva, a lo que se opusieron tanto Sifneos como Malan, demostrando la
necesidad y posibilidad de ello si se persiguen cambios psicodinámicos profundos
y persistentes y no meras modificaciones sintomááticas o superficiales que
desaparezcan pasado un tiempo. Ahora bien, los fenómenos transferenciales se
manejan de forma que no evolucionen hacia una neurosis de transferencia, pues
ésta se torna una fuente de resistencias de muy difícil disolución.

Tipos de psicoterapia dinámica breve

Las psicoterapias dinámicas breves acogen diversos tipos de trabajo, con ciertos
matices particulares. Al respecto, los principales modelos proceden de Sifneos,
Malan y Davanloo.

En cuanto a Sifneos (15, 16), su versión de la psicoterapia dinámica (Short-


Term Anxiety-Provoking Psychotherapy o STAPP), es aplicable a trastornos con
un foco conflictivo central (bien de carácter edípico, bien de pérdida, bien de
duelo) que es origen de los más variados síntomas y desajustes, siendo su
duración de 6 a 15 sesiones. Ha de señalarse que Sifneos también ha aportado
una intervención de apoyo, que en vez de provocadora de ansiedad es supresora
de la misma (STASP), procedimiento aplicable a sujetos que han tenido
importantes problemas en su desarrollo temprano, que son portadores de un yo
frágil o débil y que refieren abundantes crisis de descompensación a lo largo de
su vida.

Malan (17, 18) describe su técnica (Brief Dynamic Psychotherapy o BDP), de


unas 20 sesiones en total, como una tarea que persigue la comprensión y
el insight de un foco central (edípico, de fracaso o de duelo), así como un
cambio en las correspondientes defensas neuróticas, para lograr la mejor
conducta adaptativa del sujeto afecto de ciertos trastornos psicopatológicos.

Davanloo (19, 20, 21), por su parte, incluye el trabajo simultáneo de múltiples
focos (Broad-Focus Short-Term Dynamic Psychotherapy o BFSTDP), aceptando a
pacientes con muy variada y grave sintomatología (fobias y depresiones
crónicas, neurosis obsesivas, diversas caracteropatías, variadas enfermedades
psicosomáticas, etc.), habiendo realizado interesantes aportaciones técnicas
para ello (22, 23, 24, 25, 26,27,28,29,30,31).

Evaluaciones de la eficacia

Las evaluaciones científicas de las prácticas psicoterapéuticas de apoyo y


dinámica han sido y son abundantes. En el caso de las terapias de sostén, por
ejemplo, Bellak y Siegel (32) subrayan que el 82% de los pacientes de su
"clínica de paseo" habían mejorado y Langsley y Kaplan (33) también han
comprobado, por medio de estudios controlados, el indudable beneficio de las
intervenciones en familias, mostrando que los sujetos hospitalizados tras una
crisis tratada psicoterapéuticamente necesitaron cinco días de ingreso, frente a
los veinticinco días que requirieron los no tratados. Resultados igualmente
positivos ha verificado Straker (34) con sus sesiones de veinte minutos.

En lo referente a las psicoterapias dinámicas, Sifneos (14, 15, 35, 36, 37)
incluyó evaluaciones continuas, investigando el estado de los sujetos al
comienzo y al final del tratamiento, constituyéndose los grupos de control por
sujetos que entraban en lista de espera y que posteriormente fueron tratados
con STAPP. Partiendo de una serie de criterios dinámicos previamente
establecidos, dos evaluadores independientes estudiaban la evolución de los
sujetos, que habían sido asignados al azar al grupo de tratamiento o al grupo de
control. Al finalizar la psicoterapia, generalmente a los cuatro o cinco meses de
iniciada, todos los pacientes fueron reevaluados, en cuyo instante los
pertenecientes al grupo de control entraban en terapia. Pues bien, los cambios
favorables fueron muy evidentes y significativos en las personas tratadas (en
tomo al 80%), aunque Sifneos verificó que el 20% de los sujetos en lista de
espera también habían presentando mejoría de sus síntomas. Sin embargo,
cuando éstos fueron entrevistados, resaltaron que en su entorno se habían dado
carubios importantes que habían afectado a sus vidas. En cuanto a los sujetos
tratados (inicialmente o tras estar un tiempo previo en lista de espera), todos
admitieron que la psicoterapia había sido la mejor y más útil experiencia en la
resolución de sus conflictos. Un año después seguían mostrando capacidad para
solucionar adecuadamente nuevos problemas, incluso aquellos pacientes que no
habían tenido modificaciones caracteriales profundas. Las investigaciones de
Malan (38) han aportado datos similares a los de Sifneos.

A pesar de todo ello, los psicoanalistas freudianos convencionales mantienen que


la psicoterapia dinámica breve es un abordaje superficial, que imposibilita la
resolución auténtica de las conflictivas más nucleares del sujeto por no alcanzar
un correcto análisis de los fenómenos transferenciales, criticando también su
alejamiento técnico respecto del genuino psicoanálisis, como ocurre con las
duras confrontaciones que habitualmente requiere. Frente a estos ataques, los
terapeutas dinámicos presentan sus positivos resultados, con seguimientos de
varios años, resaltando que la técnica clásica, aun con su prolongación en el
tiempo y su exhaustivo trabajo de la transferencia, no lleva aparejado un
aumento significativo en la eficacia. Tal enfrentamiento entre unos y otros nos
parece inadecuado, habida cuenta que ambas técnicas tienen sus indicaciones,
no siendo correcto defender que la psicoterapia dinámica breve sea una
alternativa que pretenda sustituir al psicoanálisis, sino que es sencillamente un
tipo de intervención que puede resolver, con menor tiempo y esfuerzo, muchos
trastornos que antes eran, por unas u otras razones, o bien incluidos en el
psicoanálisis tradicional o dejados fuera por no cumplir una serie de requisitos.
Entendemos, pues, que el análisis-tipo tiene su campo de indicaciones, al igual
que la psicoterapia dinámica y las terapias de sostén, aunque ciertamente se
den a veces algunas superposiciones, sobre todo entre las dos primeras.

Criterios de selección para acceder a una psicoterapia dinámica breve

Las indicaciones y contraindicaciones a la psicoterapia dinámica breve han sido


bien delimitados y concretados (2, 6). Así, para aceptar a un paciente
en STAPP, Sifneos (16, 35, 36, 37) establece los criterios siguientes:

1. Existencia en el paciente del un conflicto específico y principal, habitualmente


de índole edípica, siendo capaz de seleccionarlo y concentrarse en él.

2. Evidencia de una interrelación del problema presente con tal conflicto nuclear.

3. Habilidad en el sujeto para la comunicación, capacidad para hacer ciertos


sacrificios (ser poco narcisista) y aptitud para expresar adecuadamente sus
sentimientos (lexitimia).

4. Presencia de un buen nivel intelectual y un cierto grado de sofisticación


psicológica, lo que se capta por la forma de responde,r a las interpretaciones
iniciales. Y,

5. Motivación al cambio profundo y no sólo a la relegación de síntomas, lo que


puede evaluarse por: a) capacidad para reconocer la clínica de origen psíquico;
b) predisposición a dar la última razón de los problemas y buen manejo de la
introspección; c) habilidad para participar activamente en la terapia; d)
predisposición favorable para revivir los conflictos del pasado, curiosidad acerca
de sí mismo y expectativas realistas sobre la psicoterapia; y, por último, e)
disposición favorable para hacer sacrificios y poseer una mínima disposición para
cumplir con las citas y los honorarios.

Malan (17, 18, 35) ha hecho sus propias especificaciones en cuanto a los
criterios de selección de pacientes:

1. Un conflicto actual relativamente circunscrito.

2. Un conflicto nuclear del pasado, más o menos temprano.

3. Una relación congruente entre ambos conflictos.

4. Una adecuada respuesta al test de interpretación efectuado a lo largo de la


sesión evaluatoria, de tal manera que tras realizar ciertas interpretaciones, el
sujeto aumenta el rapport y el insight de sus problemas.

5. Motivación adecuada al conocimiento de sí mismo.


6. Clara expresión de los conflictos en el campo de la transferencia. Y,

7. Posibilidad de prever una terminación de la terapia y que sus resultados


puedan ser dinámicamente explicados en función de los cambios producidos por
las intervenciones en el conflicto básico o nuclear.

Otra manera de describir las indicaciones de la psicoterapia dinámica breve


(particularmente los modelos de Sifneos y Malan) es por medio de la relación
que al respecto da Langsley (7):

1. Psicopatología que no sea severa, sino suave.

2. Reciente aparición del problema que motiva la consulta.

3. Capacidad por parte del paciente de presentar su historia de forma adulta.

4. Síntomas que no se remonten a tiempos muy lejanos ni que se relacionen con


problemas psicológicos graves o con una deprivación afectiva.

5. Presencia al menos de una actividad heterosexual a lo largo de la vida


anterior.

6. Suficiente motivación a conocerse a sí mismo.

7. Espíritu de cooperación y capacidad para aceptar con gusto las condiciones de


la terapia.

8. Respuesta positiva a la prueba de la interpretación. Y,

9. Posibilidad de delimitación de un foco conflictivo concreto en la psicopatología


del sujeto.

Como hemos visto, tanto Sifneos como Malan resaltan la importancia de las
respuestas' del sujeto a las interpretaciones que se efectúan durante la
evaluación inicial (test o prueba de la interpretación), cosa que también subrayó
Barten (10), el cual manifestó que ello era el indicador más significativo cara
ante el pronóstico de la psicoterapia breve. Este autor insistió también en que:

1. Deben ser excluidos de la psicoterapia dinámica breve los pacientes que


manifiesten de forma obstinada las resistencias.

2. Los que nieguen el origen psíquico de sus síntomas o problemas.

3. Los que no puedan mantener un cierto grado de funcionamiento


independiente. Y,

4. Los que no pongan con rapidez en marcha una adecuada alianza terapéutica.

Davanloo (21, 39), por su parte, ha ampliado las indicaciones de la psicoterapia


dinámica breve, señalando que ello no depende del tipo de trastorno que el
sujeto arrastre, sino de la forma de desenvolverse en la entrevista evaluatoria
inicial, donde han de llevarse a cabo fuertes confrontaciones de las resistencias
en las conflictivas de lo que llama vida actual, con el fin de movilizar ira o
agresividad en la transferencia, en cuyo momento, en vez de efectuar
interpretaciones analíticas, se solicita un relato detallado de las emociones que el
sujeto está experimentando entonces. Tras ello, se conectan las conflictivas
expresadas en la transferencia con las del pasado reciente y lejano: si todo esto
se logra, el paciente se relaja y aumenta su alianza terapéutica, señales
evidentes de que es un buen candidato para la terapia dinámica breve, pues
tales hechos muestran que es posible desbloquear el inconsciente con facilidad.
Dicho de otra manera, el trabajo ha de centrarse en el campo de la resistencia
sobre la base de tres criterios: a) desafiar la resistencia como una defensa; b)
sacar a la luz los intensos sentimientos transferenciales consecuentes y
proporcionar al paciente la posibilidad de experimentarlos; y, c) hacer ver al
paciente el paralelismo existente con pautas similares del pasado cercano o
lejano. En los casos en que el paciente muestre reacciones ansiosas intensas, ha
de enlentecerse el proceso buscando una reorganización de las defensas, para
impedir regresiones inconvenientes, dando paso con posterioridad al desbloqueo
del inconsciente (21, 22, 23).

En la entrevista evaluatoria, de hora a hora y media de duración, Davanloo (19,


21) recomienda objetivar una serie de factores, como:

1. Calidad de las interacciones humanas del sujeto y presencia de alguna


relación significativa en el pasado.

2. Capacidad para experimentar y tolerar la ansiedad, la culpa y la depresión.

3. Actitud favorable hacia los asuntos psicológicos.

4. Motivación para la introspección y para el trabajo a través de sus


descubrimientos, deseo de resolver los problemas y capacidad de insight. Y,

5. Aptitud para responder a las interpretaciones psicoanalíticas.

Aspectos técnicos fundamentales de la psicoterapia dinámica breve

Los matices técnicos básicos de los tres modelos de psicoterapia dinámica breve,
son:

En cuanto a la STAPP, Sifneos (15, 16) agrupa sus aspectos técnicos en los
siguientes puntos: las sesiones soncara a cara, semanales, de unos 45 minutos
de duración, con previa especificación de día y hora (que se procurará no
modificar), aclarando desde un principio que se trata de una terapia breve, pero
sin concretar el número total de sesiones (por lo común la duracióón es de 6 a
15 sesiones). En la sesión evaluatoria (que no realiza el mismo profesional que
se hace cargo de la terapia), se concreta si el candidato supera los criterios de
selección y se define un foco dinámico, lo que se repite en la primera sesión
propiamente terapéutica, recordándole al paciente que debe tratar de
concentrarse en el foco conflictivo. Las diversas intervenciones técnicas
persiguen los objetivos siguientes (16):

1. Que la alianza de trabajo evolucione y se transforme en alianza terapéutica.

2. Aprovechar tempranamente los sentimientos de transferencia positivos que el


paciente experimenta.

3. Mantener una gran actividad terapéutica.

4. Determinar un foco dinámico y mantener el trabajo permanentemente en él.


5. Utilizar reiteradamente las confrontaciones y esclarecimientos que provocan
angustia.

6. Enlazar los sentimientos experimentados con personas claves del pasado con
los sentimientos transferenciales.

7. Evitar las regresiones, controlándolas si se ocasionan con el adecuado trabajo


técnico.

8. Impedir el desarrollo de una neurosis de transferencia, con las medidas


técnicas oportunas.

9. Tratar de poner de manifiesto los nuevos aprendizajes, los modos de resolver


problemas y los insights parciales acerca de los conflictos focales que se han
logrado en la terapia.

10. En los momentos de resistencia masiva recurrir a las recapitulaciones.

11. Apoyar al paciente cuando su motivación para el cambio es elevada,


ayudándolo a superar los sentimientos dolorosos que experimenta.

12. Detectar pruebas tangibles de los cambios de actitud.

13. Demostrar que se ha alcanzado un insight completo de los conflictos que


subyacen al foco dinámico.

14. Tratar de dar fin a la terapia en el plazo previsto.

Para profundizar en todo ello, puede consultarse la publicación de Sifneos


titulada Short-TermAnxiety-Provoking Psychotherapy. A Treatment Manual (16).

En relación con la intervención propuesta por Malan (18), hay que resaltar, en
primer lugar, la necesidad de que en los encuentros terapéuticos impere un
clima de aceptación incondicional por parte del profesional, dentro de cuya
atmósfera podrá establecerse una interrelación que permita la conscienciación y
expresión por parte del paciente de las ideas y sentimientos más ocultos y
rechazados. Frente a ellos, el psicoterapeuta debe estar sumamente atento a
sus reacciones contratransferenciales, que debidamente controladas, y con
ayuda del oportuno saber teórico, será el más importante baluarte en que
apoyar las oportunas interpretaciones.

Un elemento básico es para Malan el rapport, definido como el grado de


contacto afectivo entre paciente y terapeuta (18), lo que a nuestro entender
supone el ingrediente esencial de la clásica alianza terapéutica. El estado
del rapport debe ser percibido por el terapeuta en cada instante del proceso,
pues es la clave que va marcando cómo se desarrolla el mismo: el camino por el
cual puede captarse cómo se halla el rapport es observando el grado en que el
paciente entra en contacto con sus sentimientos más genuinos y la fonna en que
se desenvuelve tras una interpretación profunda.

Por otra parte, Malan (18) concreta que la misión del terapeuta dinámico es
trabajar sobre la base de dos triángulos, el triángulo del conflicto y el triángulo
de las personas. El triángulo del conflicto es algo cercano a lo que Menninger
(40) llamó triángulo del insight, implicando enfrentarse sucesivamente a:
1. Los métodos adoptados por los pacientes (defensas) para controlar el dolor
psíquico o la angustia que taponan los sentimientos/impulsos ocultos o
inaceptables.

2. Las temidas consecuencias (humillación, vergüenza, tristeza, etc.) que traen


consigo el conscienciar y expresar tales sentimientos/impulsos. Y,

3. La índole de los contenidos rechazados (sentimientos/impulsos reprimidos).

El triángulo del conflicto (D-A-S/I) se trabaja analíticamente teniendo


constantemente en cuenta el triángulo de las personas (T-O-P), constituido por
las relaciones que el sujeto tiene con las personas de su vida cotidiana (vértice
que Malan llama relaciones con el otro u O y que Davanloo prefiere etiquetar
como relaciones de la vida corriente o e o de la vida actual o A), las relaciones
transferenciales que aparecen en el aquí-ahora-conmigo de las sesiones (T) y las
relaciones del pasado lejano con los progenitores (P) (véase figura 1). Por otra
parte, como puede observarse en la citada figura, hay tres posibles nexos en el
triángulo de las personas: el nexo O/P, en donde existen impulsos y
sentimientos rechazados dirigidos a otro (O), que tienen su última procedencia
en los que estuvieron referidos a los progenitores (P); el nexo Off, que conecta
lo que acontece en la vida con el otro (O) con las reacciones transferenciales
(T); y el nexo T/P, que liga los deseos expresados ante el terapeuta (T) con los
sentimientos/impulsos conflictivos que tuvieron lugar en el pasado infantil
respecto los progenitores (P).

En estas representaciones gráficas, Molnos (41) ha realizado una interesante


aportación, creando un esquema en el que se considera, en cada uno de los
vértices del triángulo de las personas, un triángulo del conflicto. Molnos
caracteriza el vértice Sil como X, símbolo que encierra aquello que está oculto y
es relevante en el problema del paciente, pudiendo tratarse de un impulso
reprimido sexual o agresivo, un dolor insoportable, una pena o tristeza, etc. Por
otro lado, Molnos da a los tres triángulos internos del conflicto distinto tamaño
s8gún su importancia para el problema global y un grosor mayor o menor a sus
líneas demarcadoras según la viveza emocional con que el sujeto exprese tales
conflictos: así, habitualmente, ha de representarse el tamaño del triángulo del
conflicto más grande en el vértice P, luego en el C y finalmente en el T,
ocurriendo lo contrario en cuanto al grosor (véase lafigura 2).
La importancia de la innovación de Molnos es que puede permitir la concreción
gráfica de la mayoría de las intervenciones terapéuticas, facilitando esto su
tránsmisión y enseñanza. En tal sentido, ha de resaltarse que el saber y la
habilidad del terapeuta está en conocer con precisión qué vértice del triángulo de
las personas se halla activado en un momento dado del proceso de la cura y
analizar en un orden correcto el correspondiente triángulo del conflicto (primero
la resistencia/defensa, después el afecto que tapona a los impulsos/sentimientos
inconscientes y finalmente éstos, que Molnos llama X), confrontando y
disolviendo las oportunas resistencias/defensas, así como elaborando las
adecuadas reconstrucciones históricas e interpretaciones y ligando entre sí los
distintos vértices del triángulo de las personas, lo que muestra el mayor grado
de correlación con la eficacia terapéutica.

Según el enfoque del modelo de Malan (18), el sujeto acude habitualmente a la


terapia expresando problemas y dificultades en su vida actual (O). En tal fase de
la psicoterapia debe confrontarse, esclarecerse, reconstruirse e interpretarse el
conflicto sin salirse de este vértice, siguiendo el orden que antes se ha indicado
(D 6 A 6 S/I). Cuando el contenido Sil (o X)se va situando en la superficie
psíquica o acercando al yo, gracias a la debilitación que se ha logrado de la
resistencia/defensa (D) y del afecto concomitante (A), es probable que esto
provoque un incremento de éste (angustia, cólera, vergüenza, etc.) y
subsiguientemente se reactive dicha resistencia/defensa: entonces debe
reincidirse en el ataque a tal resistencia hasta que pierda definitivamente su
fuerza, lo que suele alcanzarse cuando el paciente puede describir con detalle el
concomitante afecto displacentero (angustia, cólera, vergüenza, etc.), cosa que
debe efectuarse solicitando primero la expresión de sus ingredientes
somatizados y posteriormente los aspectos de índole cognitiva. En tales
circunstancias, si el proceso sigue un curso correcto (en lo que la existencia de
una potente alianza terapéutica se toma una condición indispensable), los
contenidos S/I (X) se van aproximando al yo, pudiendo ser entonces objeto de
los oportunos señalamientos y confrontaciones, esclarecimientos,
reconstrucciones históricas, interpretaciones y translaboraciones.

Una vez suficientemente dominado el conflicto del vértice O, se intentan las


debidas conexiones con algunos de los dos vértices restantes del triángulo de las
personas. En una terapia en la que la transferencia se desarrolle con lentitud, se
elegirá primero el vértice P, estableciendo las oportunas
conexiones O/P, mostrando al sujeto (con apoyo en las confrontaciones,
reconstrucciones e interpretaciones) la ligazón pasado-presente que se da en
sus problemas. En ocasiones, la transferencia es de aparición temprana, en cuyo
caso puede iniciarse el trabajo terapéutico en el vértice T y no en el vértice O.
También puede acontecer que las conflictivas que aparecen en primer plano se
refieran a tiempos presentes, pero con los progenitores, sin que apenas se
muestren otras temáticas: entonces la terapia sólo se desarrolla en dos vértices
del triángulo de las personas (P y T).

Cuando el curso del proceso no se complica, a medida que la terapia avanza, y


tras los oportunos análisis de los conflictos en los vértices O y P, los fenómenos
transferenciales van dando la cara cada vez con más intensidad. Tales
fenómenos empiezan a manifestarse entonces como resistencias, debiendo
actuarse conforme hemos expresado al referirnos al análisis en el vértice O: esto
es, tratando de disolver el aspecto resistencial/defensivo (especialmente con el
uso de los señalamientos, confrontaciones y esclarecimientos) y luego el afecto
concomitante (en base, además de lo anterior, a descripciones de los elementos
somáticos y cognitivos de tal afecto), para afrontar finalmente los
sentimientos/impulsos más profundos y reprimidos, donde ya se recurre a las
interpretaciones profundas. En muchos casos, el conflicto en T será idéntico o
muy similar al que acontecía en O (y cuyo nexo con P ya fue establecido con
anterioridad). Esto produce una conexión natural entre T y O, así como entre T y
P. En ocasiones la conexión T/P puede llevarse a cabo directamente, sin la previa
inclusión del nexo T/O. Cuando se interpreta el nexo T/P, los sentimientos e
impulsos rechazados suelen irrumpir en el yo del paciente con claridad, siendo
generalmente evidente la relación de tal material psíquico con la vida infantil y
con los progenitores. Si el sujeto toma plena consciencia de esto, la terapia
alcanza sus mejores resultados (18).

En el momento en que el proceso terapéutico llega a este punto, esto es, cuando
se han ligado los problemas presentes del sujeto con eventos conflictivos del
pasado, reales o fantaseados, relacionados con los progenitores o con figuras de
especial importancia, y el paciente ha tomado consciencia de todo esto, puede
mencionársele la posibilidad de la próxima terminación del tratamiento,
poniendo mucha atención a su reacción, pues es muy probable que este anuncio
de la pérdida inmediata del terapeuta reavive antiguas angustias de separación
y desengaño con los primitivos objetos de amor. En tal caso, hay que dedicar
algunas sesiones a la reelaboración o translaboración de tales sentimientos
transferenciales, ligándolos mediante reconstrucciones e interpretaciones a los
oportunos hechos del pasado infantil. Sólo entonces puede considerarse que el
proceso terapéutico está en condiciones darse por finalizado, lo que suele
imponerse de forma natural, conduciendo a la separación de terapeuta y
paciente con cordialidad y con sentimientos de alegría por haberse alcanzado la
meta prevista. En casos concretos, puede ser necesario retomar al paciente
pasado un cierto tiempo, para efectuar algunas sesiones más, puerta que
siempre debe dejarse abierta, aunque con el aviso de no retornar a la terapia
ante el más mínimo desajuste o sufrimiento, sino sólo cuando se haya
comprobado que por sí mismo no pueden resolverse los problemas.

En el caso de la técnica de Davanloo (19, 20, 21), aunque se maneja lo esencial


de lo descrito, se introducen una serie de variantes, según se actúe con
pacientes que presenten un foco edípico, un foco de duelo o múltiples focos. Así,
en sujetos con un foco edípico evidente, la característica más importante de la
variante es usar fuertes confrontaciones de las resistencias y de los fenómenos
transferenciales. Cuando se trabaja con pacientes portadores de focos de duelo
o focos múltiples, los cuales suelen estar afectos de una psicopatología severa
(fobias u obsesiones crónicas, caracterosis, etc.), Davanloo (21, 22, 23, 24, 25,
26, 27, 28, 29, 30, 31) recomienda actuar más lentamente, procurando que se
reorganicen ciertas defensas del yo y se establezca una buena alianza
terapéutica, después de lo cual puede efectuarse el trabajo de confrontación
(42).

Otros aspectos peculiares de la técnica davanlooniana, son: como en el resto de


las formas de psicoterapia dinámica, el paciente es visto cara a
cara, generalmente una vez por semana, con sesiones de una hora de duración
aproximadamente. El sujeto es prontamente informado de que su tratamiento
tendrá una duración concreta (5 a 15 sesiones en sujetos con foco edípico, 15a
25 sesiones para los que evidencien un foco de duelo y 20 a 30 sesiones para los
de focos múltiples y patología grave), aunque no es siempre fácil prever el
número exacto de sesiones que un determinado sujeto va a necesitar.

Es especialmente típico de la técnica de Davanloo la marcada actividad del


terapeuta, con implacables confrontaciones sobre las resistencias en los vértices
C (o A) y T del triángulo de las personas, persiguiendo la máás rápida e intensa
experimentación por parte del sujeto de los sentimientos ocultos que subyacen
en cada conflicto, teniendo esto primacía respecto a las interpretaciones
propiamente dichas. Con posterioridad se conectan los sentimientos ocultos en
los vértices C y T, para incluir después el vértice P, todo ello con apoyo en los
oportunos esclarecimientos, reconstrucciones e interpretaciones,
buscando insights sobre el por qué se trata de evitar la emergencia de tales
afectos. Todo esto permite la puesta en primer plano de los contenidos I/S
reprimidos. Ha de subrayarse que no se llevan a cabo reconstrucciones e
interpretaciones de tal material en tanto el paciente se esté debatiendo en una
resistencia cardinal, volviéndose una y otra vez a ella, hasta su total disolución,
lo que suele acontecer tras la detallada descripción del afecto oculto que se pone
en primer plano cuando la resistencia ha desaparecido. Ello exige que el sujeto
posea capacidad para captar y relatar sus sentimientos (lexitimia).

La neurosis de transferencia se estima como una construcción defensiva, por lo


que se confronta e interpreta en cuanto da la cara cualquier atisbo de ella.
Ocasionalmente se analiza algún sueño muy significativo, pero esto nunca es un
tema de especial relevancia.

Los resultados terapéuticos son tanto más eficaces cuanto más honda y
frecuentemente capta el paciente las interpretaciones que ligan los conflictos
expresados en T, C y P, dejándose notar los efectos positivos entre la sexta y
octava sesión, lo que se traduce en una mejoría de la adaptación a las
circunstancias del presente, en cambios favorables en el carácter y en la mejoría
de la relación clínica. Cuando los síntomas empiezan a decaer y el
comportamiento se toma progresivamente más ajustado, debe plantearse la
cuestión de la terminación. Ello es bastante fácil en los sujetos con foco edípico,
pudiendo necesitar de unas cuantas sesiones extras (de 3 a 5) los casos
restantes. En las patologías complejas, que exigen de una mayor prolongación
de la psicoterapia para disolver la angustia de separación, el foco terapéutico
debe ser tal sentimiento, lo que suele exigir de un duro trabajo terapéutico que
enfoque los más enraizados conflictos del pasado.

La técnica de Davanloo ha permitido extender la psicoterapia breve a un número


de casos más amplio que los acogidos por las intervenciones de Sifneos y Malan,
pudiendo considerarse que el 35-40% de los sujetos afectos de trastornos
psíquicos pueden beneficiarse de este modelo.

Hemos de indicar, por último, que en cualquiera de los tipos de terapia breve, no
hay contraindicación respecto a la utilización paralela, al menos durante un
cierto tiempo, de ansiolíticos, antidepresivos u otros psicotropos, tratamiento
que suele abandonarse a mediados del proceso, bien de forma espontánea por
parte del paciente, bien por indicación del terapeuta.

EL MODELO CONDUCTUAL COGNITIVO


La creencia de que los pensamientos tienen papel relevante en la conducta humana tiene
su origen remoto. En el siglo IV a.C. los estoicos, concretamente Zenón de Citio, abogaban
ya por esta idea. Cicerón, Séneca y Epíteto son otros pensadores relevantes cuyas ideas
filosóficas se hallan en esta misma línea. A este último debemos una de las máximas
paradigmáticas de este modelo: “Los hombres no se perturban a causa de las cosas, sino
por la interpretación que de ellas hacen”. También las filosofías orientales, como el
budismo y el taoísmo, han enfatizado la importancia de las ideas como determinantes de
los sentimientos. Se postula desde estas posiciones que el control de los sentimientos
puede lograrse mediante un cambio en las ideas.
Ya en la actualidad pueden considerarse precursores del movimiento cognitivista autores
como Adler, para quien el ser humano está predeterminado por el significado que da a sus
conocimientos y experiencias. En su opinión, las personas nos determinamos a nosotros
mismos por el significado que damos a las situaciones. Pero el modelo en spi, que
cristalizaría en una forma peculiar de evaluación psicológica, tiene sus orígenes en los
presupuestos esenciales del conductismo. Si bien los enfoques mediacionales supusieron
una cierta apertura del conductismo radical a procesos intermedios entre S-R, para
algunos autores resultaba todavía una teoría reduccionista en cuanto a la importancia que
se otorgaba todavía una teoría reduccionista en cuanto a la importancia que se otorgaba a
los procesos de pensamiento como determinantes de la conducta. Esto dio lugar a que,
dentro de su propio seno, se fuera gestando un movimiento denominado conductual-
cognitivo, e interpretado por algunos (Mahoney, 1977) como una revolución cognitivista
que presentaba como característica más destacada el estudio de los procesos
encubiertos, especialmente de orden cognitivo, a partir del paradigma experimental.
Algunos autores incluyen la evaluación conductual cognitiva dentro de un marco más
amplio del quehacer diagnóstico rubricado como evaluación conductual, para diferenciarla
de la evaluación centrada en variables de persona. Así por ejemplo, Pelechano (1988) al
efectuar la historia de la evaluación conductual, cita tres fuentes diferenciales, paralelas y
no secuenciales, que le dan origen y la impulsan:
1) Una de ellas, de inspiración netamente skinneriana, estaría
representada actualmente por autores como Bijou, Baer, Azrin y se
ceñiría con el máximo de fidelidad a los presupuestos teóricos del
conductismo más ortodoxo;
2) Una segundo fuente tendría sus representantes de excepción en Kanfer
y Saslow (1965), padres de la auténtica evaluación conductual aplicada,
por cuanto propusieron un modelo de análisis funcional que fue
aceptado como punto de partida por muchos psicólogos;
3) Finalmente, una tercera fuente de influencia proviene de un conjunto
heterogéneo de autores que, habiéndose formado en el seno del
conductismo, se sentían disconformes con la escasa importancia que
éste otorgaba a las variables cognitivas.
Creemos que en esta tercera fuente donde cabe ubicar a la evaluación conductual-
cognitiva propiamente dicha. En nuestra opinión la actual preponderancia del modelo se
debe a que las variables cognitivas suponen un punto de preocupación común a otros
modelos. Resulta evidente que la capacidad del ser humano de generar pensamientos y
autoverbalizaciones capaces de cambiar el rumbo de su conducta, se constituye en una
variable importante que no puede obviarse por el hecho de que no existan métodos
suficientemente rigurosos para evaluarla científicamente. Además, a nivel teórico no hay
que olvidar que, a partir de los años cincuenta, se recupera el interés por los procesos
cognitivos (memoria, inteligencia, percepción, etc...) y que los psicólogos asistieron a un
debate abierto protagonizado por eminentes investigadores como Skinner, Piaget y
Chomsky entre otros quienes centraron su polémica acerca de la existencia de factores
situacionales, interaccionales estructurales o bien innatos en la explicación de la conducta.
Este debate teórico, evidentemente, ha tenido su influencia en el ámbito aplicado de la
evaluación. Bresson (1980), en un coloquio sobre la explicación en psicología, señala que
en los orígenes del cambio cognitivista debemos considerar las aportaciones de Chomsky,
quien puso de relieve tres importantes temas que obligaron a profundas reflexiones acerca
de: a) el tratamiento formal riguroso para la gramática, b) el determinismo en la existencia
de un generador del lenguaje y c) la existencia de una competencia innata para la
adquisición del lenguaje. Piaget, por su parte, desde los años veinte, no dejó de insistir
sobre los efectos interaccionales (constructivistas) entre el sujeto y su entorno, y la
importancia que adquiere el pensamiento en la construcción de la realidad. Estos dos
investigadores, en franca oposición con los presupuestos de Skinner, influyeron
significativamente en el pensamiento de la época y fomentaron la preocupación, aún
dentro del mismo modelo conductual, por la evaluación de los procesos cognitivos,
llamados al principio “procesos encubiertos”. Según Th. R. Murria (1979), los distintos
modelos psicológicos, incluso los más radicales como el del aprendizaje animal, van
confluyendo progresivamente en el análisis de las variables cognitivas. A partir de esta
breve revisión, lo que si parece claro es que dentro de lo que se denomina evaluación
conductual, subyacen posiciones teóricas variadas que hacen recaer su énfasis en unos u
otros determinantes de la conducta. “Las diferencias son tan notables como las
similitudes”, dirán Meichenbaum y Cameron (1982). Concretamente se dan discrepancias
en los parámetros siguientes:
a) Se acepta la convivencia entre diferentes presupuestos teóricos que van desde el
condicionamiento hasta el procesamiento cognitivo de la información, pasando por el
aprendizaje social;
b) Se concede distinta relevancia a los diferentes aspectos de la experiencia cognitiva
(creencias, atribuciones, expectativas, auto-verbalizaciones);
c) Se utilizan diseños de intervención que pueden centrarse en las diferentes variables
comportamentales, ya sea la cognición, el afecto, la propia conducta manifiesta o sus
consecuencias;
d) Las estrategias de intervención pueden también ser distintas en cuanto al grado de
directividad protagonizado por el terapeuta.
De entre estos posicionamientos teórico-metodológicos variados que subyacen bajo la
rúbrica “evaluación conductual”, los que contemplan las variables cognitivas como
unidades prioritarias suponen una reformulación teórica (del paradigma S-R al E-O-R) que,
por sí misma, justifica su tratamiento diferencial. De ahí que hayamos preferido denominar
a la evaluación que contempla este tipo de procesos cognitivos como Evaluación
conductual-cognitiva, en aras a mayor claridad expositiva.
1. Presupuestos conceptuales básicos:
el valor de cogniciones
Desde esta perspectiva las variables organísmicas, que habían empezado a ser tenidas en
cuenta en el conductismo mediacional, van cobrando una mayor sustantividad por sí
mismas, a la vez que las variables de ambiente o situacionales se extienden tanto a las
situaciones reales como a las percibidas. Simultáneamente se va aceptando que la
relación funcional entre estímulo-organismo-respuesta no es lineal y que el diseño debe
admitir forzosamente la existencia de variables de interacción recíproca entre estos tres
parámetros. Según Mayor y Labrador (1984) las principales aportaciones de este enfoque
cognitivo-conductual pueden subsumirse en tres puntos:
1) En primer lugar, se acepta que la actividad cognitiva del sujeto desempeña un
importante rol en el desarrollo de conductas adaptativas o desadaptativas y en la
creación de patrones afectivos a través de los procesos cognitivos.
2) En segundo lugar se presupone un cierto isomorfismo entre los procedimientos
funcionales que activan los procesos cognitivos y los establecidos en el
laboratorio por la teoría del aprendizaje humano. A nuestro juicio esto pone de
manifiesto la plena aceptación, por parte de este modelo, del paradigma
experimental y, por ende, explicita su alejamiento de los presupuestos
introspeccionistas y de corte psicodinámico.
3) Finalmente, la terapia-evaluación se centra en el análisis de los procesos
cognitivos desadaptados y en la facilitación de experiencias de aprendizaje que
pueden modificar las cogniciones y los patrones de conducta a ellos vinculados.

Por su parte, Beck, y otros (1983) resumen en siete puntos los presupuestos de los
modelos cognitivos de evaluación terapia:
1. La experiencia es un proceso activo, que incluye tanto la inspección como
la introspección.
2. Las cogniciones son el resultado de la síntesis entre estímulos internos y
externos.
3. A partir de las cogniciones de un sujeto se hace evidente su modo de
evaluar la situación.
4. Estas cogniciones constituyen la corriente de conciencia de un sujeto que
refleja la configuración de la persona acerca de sí misma, su mundo, su
pasado y su futuro.
5. Las modificaciones de las cogniciones de una persona influyen en su
estado afectivo y en su conducta.
6. Mediante la terapia psicológica un paciente puede darse cuenta de sus
distorsiones y errores cognitivos.
7. La modificación de estos constructos erróneos puede producir una mejoría
clínica.

Es fácil reconocer en los puntos mencionados los presupuestos interaccionistas que abrían
este capítulo: el sujeto es agente de su realidad y tiene poder para actuar sobre sí mismo y
sobre la situación o contexto que le envuelve. La realidad llega al organismo mediatizada
por el peculiar sistema cognitivo del individuo el cual, a su vez, se ha ido conformando a lo
largo de su particular historia de aprendizaje, o transacción dinámica con su entorno. Estos
modelos aceptan como unidad de análisis la cognición y la explican mediante la variable
“organísmica” (O), si bien el valor otorgado a esta variable se constituye en uno de los
puntos conflictivos de los psicólogos conductual-cognitivos. Así, mientras para unos “O”
queda reducido a su condición biológica: aspectos genéticos, fisiológicos, neurológicos,
bioquímicos y mecánicos (Kanfer y Phillips, 1970) otros le confieren una mayor amplitud al
otorgarle, además de las precedentes, funciones de auto-valoración, de generación de
autoinstrucciones, pensamientos y sentimientos (Goldfried y Sprafkin, 1974). La
propuesta, pues, de estos dos últimos autores se acerca en mayor grado a las variables
propiamente cognitivas. Con la terminología arriba expresada relativa a autocontrol,
estrategias de autoinstrucción, etc..., se está introduciendo en el modelo la variable de
regulación que había sido tratada con anterioridad por eminentes psicólogos del desarrollo;
con ello se quiere expresar que el individuo es capaz de cambiar o controlar su propia
conducta no sólo mediante la manipulación de premiso o castigos, sino también por efecto
de su propio reflexión, lo que lleva a aceptar como mecanismo y técnica de modificación
de conducta la estructuración o reestructuración cognitiva. Si bien no existe pleno acuerdo
acerca de los autores que deben ser ubicados bajo la rúbrica “conductal-cognitivo”, sin
lugar a dudas cabe citar a Beck (1976), Ellis (1962), Cautela (1968), Mahoney (1974,
1977) y Meichenbaum (1976) entre los más destacados. Bandura, de quien hemos
hablado en el enfoque mediacional, pudiera ser incluido también en esta perspectiva por
sus aportaciones transaccionales. Staats será considerado por nosotras como un autor
que intenta un modelo integrativo, del que trataremos más adelante. Vamos ahora a
centrarnos en tres de los autores que hemos citado anteriormente y que nos parece los
más representativos de esta forma de enfocar la evaluación psicológica: Beck, Ellis y
Meichenbaum.
1.1. Los patrones de pensamiento: Beck
Beck (1976) es autor de la terapia cognitiva, cuyo objetivo se centra en analizar los
patrones de pensamiento erróneos que pueden dar a conductas poco integradas. Este
autor ha centrado buena parte de sus trabajos en el tema de la depresión. Según afirma,
las técnicas psicoanalíticas influyen de modo negativo en el sujeto depresivo, y que le
hunden más en el laberinto de ideas negativas. Las técnicas conductistas radicales no
contemplan las experiencias internas (mentales) por lo que resultan reduccionistas. Por el
contrario, la terapia cognitiva se focaliza en el “aquí y ahora”, centrándose en las
experiencias internas (mentales) del sujeto, tales como pensamientos, deseos,
aspiraciones, etc. Según el autor, su terapia también se distingue de otras que pretenden
este mismo propósito, por su énfasis en la investigación empírica de los pensamientos.
“Nosotros formulamos las ideas y creencias desviadas del paciente acerca de sí mismo, de
sus experiencias y de su futuro en términos de hipótesis , cuya validez intentamos
comprobar de modo sistemático. Así, casi todas las experiencias pueden darnos la
oportunidad de realizar un experimento relevante a los puntos de vista o creencias
negativas del paciente (Beck y otros 1983, pág. 16). Uno de los aspectos más conocidos
de su obra hace referencia al análisis del tipo de procesamiento de la información que
suelen efectuar los sujetos depresivos, Beck y otros (1983) presentan un modelo cognitivo
de la depresión basado en tres ejes referenciales: 1) la tríada cognitiva 2) los esquemas y
3) los errores cognitivos. Vamos a referirnos someramente a cada uno de ellos.
El primer eje es el denominado tríada cognitiva que consiste en tres patrones de
pensamiento que llevan al sujeto depresivo a considerarse a sí mismo, a sus experiencias
y su futuro de forma negativa; se subestima y se critica, cree que el mundo le hace
demandas exageradas y está convencido de que nada va a mejorar en el futuro. El
segundo eje del modelo cognitivo de la depresión se refiere a los esquemas. Los sujetos
depresivos codifican en forma de esquemas, que contienen informaciones proposicionales,
los acontecimientos previamente experienciados como negativos y los activan cuando
viven acontecimientos similares. Atienden selectivamente a estímulos específicos
negativos y conceptualizan la situación de forma errónea y sesgada. Esto explica el hecho
de que, ante determinados acontecimientos, y con esto entramos en el tercer eje
explicativo, el pensamiento depresivo desencadene una serie de errores lógicos, como
pueden ser las inferencias arbitrarias, la sobregeneralización de acontecimientos, las
abstracciones selectivas, la personalización, magnificación o minimización de datos, etc...
El tratamiento cognitivo-conductual consiste en concienciar al sujeto de tales errores,
ayudándole a desafiarlos y a corregir el “re-etiquetaje” adecuado de los acontecimientos.
Principales errores cognitivos según Beck
INFERENCIA ARBITRARIA: Se anticipa una determinada conclusión sin una evidencia que
la apoye o incluso con una evidencia contraria.
ABSTRACCIÓN SELECTIVA: Consiste en centrarse en un detalle extraído fuera de su
contexto y basar toda la experiencia en este fragmento.
GENERALIZACIÓN EXCESIVA: A partir de uno o varios hechos aislados, se llega a una
conclusión que se aplicará tanto a situaciones relacionadas como inconexas.
MAXIMIZACIÓN-MINIMIZACIÓN: Va referido al error en calibrar la magnitud de un suceso.
PERSONALIZACIÓN: Tendencia a atribuirse a uno mismo fenómenos externos sin base
real.
RESPONSABILIDAD EXCESIVA: Consiste en atribuirse la causalidad absoluta y personal
de todo lo malo que ocurre en su mundo.

Recientemente, el enfoque de procesamiento de información ha estudiado profusamente


esta conceptualización de Beck y ha aportado algunos elementos de discrepancia. En
general, se está de acuerdo en que el sujeto depresivo incrementa o retiene la información
de experiencias negativas y disminuye la de las experiencias positivas; pero no parece
hallarse suficiente evidencia para afirmar que el depresivo produce un sesgo de irrealidad
en su forma de tratar la información. Al contrario, los depresivos suelen ser más realistas y
precisos, parecen ser más justos en sus predicciones y atribuciones, si bien infravaloran la
frecuencia de refuerzos positivos. Todo ello puede llevar a replantear la conceptualización
de Beck, que basa la depresión en la distorsión que el sujeto depresivo realiza al procesar
nueva información (Brewin, 1988). La terapia cognitiva de Beck también tiene amplia
repercusión en el ámbito de las relaciones de pareja. Piensa el autor que las distorsiones
de pensamiento, especialmente la tendencia del sujeto a centrarse en los aspectos
negativos de cualquier experiencia, están en la base de muchos malentendidos que
afectan las relaciones duales. A menudo, se dan entre las parejas errores de
interpretación de mensajes que, a la larga, derivan en serios problemas de comunicación
interpersonal y, por ende, conducen a frustraciones que acaban marchitando el amor.
Para Beck es clave la idea de que las acciones de las personas sólo representan hechos
que interpretamos. Nuestra reacción es la consecuencia de nuestra interpretación, más
que del acto en sí mismo. La terapia cognitiva de pareja tendrá como objetivo ayudar a
cada uno de sus miembros a clarificar su propio pensamiento y a perfeccionar su
capacidad comunicativa-interpretativa. En el siguiente esquema queda reflejado el proceso
cognitivo que sigue un sujeto y las emociones implícitas al mismo:

PENSAMIENTO PENSAMIENTO
SITUACIÓN AUTOMATICO AUTOMÁTICO
ENOJOSA SECUNDARIO OBVIO PRIMARIO SUTIL
(Ej: ENOJO) (Ej: TEMOR)

Siguiendo este esquema vamos a comentar un ejemplo expuesto, con algunas


variaciones, por el propio Beck, en el que puede apreciarse el curso del pensamiento de
una mujer que reiteradamente se quejaba de que su marido llegaba siempre tarde a casa.
Un día, sorpresivamente, éste llega mucho antes de lo habitual y para su asombro su
mujer se enoja con él. Lo inesperado de esta reacción, que evidentemente suscita una
fuerte tensión entre los esposos con mutuas acusaciones de desamor, merece un análisis
que nos puede dar una pauta para comprenderla. Se crea una situación inesperada (la
llegada prematura del marido), que desencadena una conducta evidente de enojo. Antes
de esta conducta de enojo, ha habido un pensamiento primario-sutil de temor en este caso
(“él verá que todavía está la casa sin arreglar, la compra por hacer y pensará que soy una
vaga, que vivo a costa de él y puede que me abandone”). Ante estos pensamientos
negativos, es lógico que surja una reacción de enojo concomitante al pensamiento
automático secundario obvio (”me quiere controlar”, “no se fía de mí”, “no tiene derecho a
abandonarme”), que es el que motiva la conducta externa evidente. Son estos
pensamientos distorsionados los que llevan a ejecutar conductas poco integradas. Vemos
claramente en la obra de Beck que la principal variable de análisis es el pensamiento.
Controlando el pensamiento se controla la conducta.
1.2. Los pensamientos irracionales: Ellis
Vamos a exponer ahora ideas de otro investigador muy representativo de este modelo
conductual-cognitivo. Ellis (1962) es autor de la terapia racional emotiva (RET) consistente
en identificar los pensamientos irracionales que mantienen la conducta desajustada y en
reestructura este tipo de pensamiento reemplazándolo por primeros lógicos. Ellis piensa,
al igual que Beck, que el psicoanálisis representa una forma errónea de enfocar los
problemas psicológicos, ya que no da alternativas de cambio al ser humano. Tampoco es
partidario de las terapias de juego de rol vinculadas a modelos como el Kelliano, ya que los
considera falsos y artificiales. Siguiendo la línea cognitiva, afirma que no son los
acontecimientos reales, sino la interpretación que hacemos de los mismos lo que nos lleva
a un desajuste personal. No son los traumas infantiles, sino el sistema de creencias
actuales, los que trastornan a las personas. “Uno se hace neurótico a sí mismo” (Ellis,
1993).
La teoría de Ellis, conocida también como esquema A-B-C mantiene que ante un suceso
real (A) se generan una serie de pensamientos, creencias o autoverbalizaciones (B) que
conducen a la expresión de emociones y conductas que son consecuentes (C) de A y B.
En el esquema adjunto puede observarse el proceso completo.
Esquema de procesamiento cognitivo según Ellis
A1 : ANTECEDENTE: Acontecimiento de la vida real frustrante (enfermedad, dolor, fracaso,
desamor, desempleo...).
B1: CREENCIAS: Sistema de creencias irracionales que crean un sesgo negativo en A (“yo
no puedo fracasar”, “yo he de ser amado siempre”, “a mí no me puede haber sucedido
esta gran desgracia”.
C1: CONSECUENCIAS: Sentirnos desgraciados, enojados, ansiosos, deprimidos.
A1: Nuevo acontecimientos activado por C (“me siento un desgraciado, “me siento un
fracasado”.
B2: Creencia respecto a este A2 (“yo no puedo sentirme así, no es propio de personas
equilibradas y fuertes” “he de ser fuerte y superar este fracaso”).
C2: Aumento de las consecuencias negativas (por ejemplo, sentirse aún más desgraciado).

A1 B1 C1 A2 B2 C2

Las dificultades emocionales o consecuencia (C) son creadas en buena medida


(causadas) por el sistema de creencias (B) sobre la propia realidad (A). Tales creencias
pueden ser racionales o irracionales. Las racionales se traducen en consecuencias
emocionales y/o conductuales adecuadas; las irracionales, por el contrario, producen
sentimientos o conductas inadecuados. Según este autor las personas neuróticas son
aquellas que nacen con la tendencia a convertir en necesidad cualquier circunstancia. Se
les reconoce porque continuamente están empleando las formas verbales que implican
obligatoriedad “tengo que” “debo” “debéis”. Ellis ha llegado a extrapolar 25 creencias
irracionales autoderrotistas que condensa en tres:
Compendio de ideas irracionales
1. Debo hacerlo todo bien y recibir la aprobación de los demás. Si no, es que soy un
inútil, y no tengo valor. Esta creencia lleva a la ansiedad y a la depresión.
2. Debéis tratarme con gentileza y con amor, darme todo lo que quiero. Si no, tú no
vales nada y yo tengo derecho a despreciarme. Esta creencia puede conducir a
odios y recelos de los demás.
3. El mundo debe ser como yo quiero que sea. No me debe frustrar. Esta creencia
conduce a autolástima, baja tolerancia a la frustración.
La terapia propuesta por el autor consiste en incidir en B, es decir cambiar el tipo de
pensamiento irracional, por otro más adaptado, ya que se nace con capacidad para
construir y reconstruir las ideas. Si no se puede cambiar A, se ha de intentar cambiar B. Lo
que debe lograrse es que la persona piense, sienta y actúe de forma diferente. Es lo que
el autor denomina “terapia multimodal”, que hace énfasis en el trabajo práctico, para lograr
el cambio de sistemas de creencias; no sólo hay que decirse a uno mismo que los
ascensores no son peligrosos, por poner un ejemplo, sino que hay que subir a un
ascensor. En este énfasis en la conducta manifiesta se observa su formación en las
líneas conductistas. Incluso en los últimos años el propio autor propone un cambio de
nomenclatura de su terapia denominándola: “terapia conductual racional-emotiva” (TCRE).
El tratamiento se basa fundamentalmente en el debate o discusión con el cliente acerca de
sus pensamientos irracionales, de modo que la ruptura de tales pensamientos tenga
efectos positivos bien en el dominio cognitivo (modificación de las creencias), bien en el
orden emocional (cambio hacia sentimientos adecuados) o en el conductual (cambio hacia
conductas adecuadas). (Ellis y Whiteley, 1979) El terapeuta establece en primer lugar la
premisa básica “estar vivo y ser feliz”, y a partir de aquí le formula al cliente preguntas
desafío que le hacen enfrentarse con su sistema de creencias. En el cuadro adjunto
hemos reproducido con alguna modificación un diálogo entre un terapeuta (Ellis) y un
cliente hipotético.
Ejemplo práctico de discusión de pensamientos
Cliente: “Debo tener éxito en mi trabajo, si no...”.
Terapeuta: “¿Por qué debes tener éxito?”.
Cliente: “Porque si no lo tengo significará que soy un incompetente”.
Terapeuta: “¿Dónde está escrito que debas hacerlo todo bien? ¿Quién dice esto?.
Cliente: “No sé, debo hacerlo”.
Terapeuta: “No hay razón lógica para pensar que debes hacer esto o lo otro, son simples
preferencias tuyas, no obligaciones inalienables”.
Cliente: “Si no soy competente perderé el empleo y n o lo podré soportar”.
Terapeuta: “Demuéstrame por qué no lo podrías soportar?, ¿acaso no estarías vivo?”.
Cliente: “Si, pero no sería feliz”.
Terapeuta: “Demuéstrame que no serías feliz sin trabajo; puedes encontrar otras cosas de
las que disfrutar”.
Cliente: “Si, pero me sentiría un gusano”.
Terapeuta: “Te sentirías un gusano o crees que deberías sentirse como un gusano”.
Cliente: “Pues... no sé... tal vez.... tal vez creo que debería sentirme mal”.
Terapeuta: “¿Quién te impone este sentimiento?. ¿Quién te determina esta creencia?”.
Etc...
Contrariamente a Rogers, que insiste en el concepto de autoestima, Ellis aboga por el de
autoaceptación sin límites. Entiende la autoaceptación en una doble vertiente: 1) hacer
entender que no se es perfecto, nadie lo es, pero no por ello hemos de infravalorarnos
(“soy un ser humano que puede fallar, no soy perfecto, pero estoy vivo, y por el hecho de
vivir ya soy bueno”); 2) se le enseña al cliente a clasificar sólo sus actos, no la totalidad de
su persona (“soy una persona que hace cosas buenas y malas, actúa a veces bien y otras
mal”). La TCRE ha mostrado su eficacia en el ámbito clínico, especialmente en terapias
contra la depresión, la ansiedad, terapias sexuales, terapias de pareja y también
deshabituaciones de drogas, especialmente el tabaquismo.
1.3. Las autoinstrucciones: Meichenbaum
Meichenbaum (1974, 1976) es otro autor ubicable dentro de este mar conductual-cognitivo.
Una de sus contribuciones primordiales es haber desarrollado la técnica de las
autoinstrucciones consistente en enseñar a los sujetos a instruirse adecuadamente a sí
mismos acerca de cómo enfrentarse a situaciones problemáticas. Considera este autor
que los sujetos pueden hablarse a sí mismos y conseguir conductas adaptadas con la
fuerza instruccional de esta conducta verbal, que actúa como de modelado cognitivo. Esta
técnica consiste en verbalizaciones graduadas que se dirigen a varios parámetros del
problema con el que se enfrenta el sujeto:
1) a la definición general del problema (“¿qué debo hacer?”, “¿qué puedo
hacer?”).
2) al elemento nuclear del mismo (“voy a centrarme en el punto clave”);
3) a los mecanismos de atención-concentración (“debo estar atento y
concentrarme en mi trabajo”);
4) a las estrategias de enfrentamiento (“¡oh! Esto no está bien hecho, voy a
repetirlo despacio y prestando mayor atención”); y
5) las estrategias de autorrefuerzo (“esto está mejor, ¡voy mejorando!”, etc.).

El primer paso de esta técnica de autoinstrucciones consiste en un detallado estudio de las


habilidades relacionadas con la tarea, para posteriormente iniciar un tratamiento
autorregulatorio de las mismas, o, en caso de insuficiencia de habilidades, proceder
primero a la instauración de las necesarias. Según Meichenbaum (1977) el cambio desde
la perspectiva conductual-cognitiva se evidencia de forma consecutiva a tres niveles:
primero en la conducta manifiesta del cliente, dado que se acepta que es más fácilmente
modificable esta manifestación que las cogniciones que la acompañan; este primer paso
conlleva el entrenamiento del cliente a ser “el mejor observador de su propia conducta”; es
la fase de autoexploración conductual y cognitiva que permite definir el problema y
determinar las posibilidades terapéuticas. Un segundo paso consiste en el desarrollo de
pensamientos y conductas incompatibles con la conducta – problema, lo que tiene como
objetivo primordial el cambio del lenguaje interno finalmente, en un tercer momento, se
trata de consolidar y generalizar los cambios, lo que equivale al asentamiento de nuevas
estructuras cognitivas.
Estas técnicas de autoinstrucciones se han mostrado eficaces en la reducción hiperactiva
y en el aumento del control conductual en el aula. El parecido entre esta técnica y la de la
terapia racional emotiva de Ellis está en su recurrencia a la expresión verbal como medio
de modificar la conducta. Las diferencias entre ambas residen en que la primera se centra
en la importancia de los aspectos rítmicos o semánticos para controlar la conducta,
mientras que la segunda lo hace en el sistema de creencias del sujeto. Es evidente la
relación que estas terapias mantienen con los presupuestos de Luria y, especialmente, de
Vygotsky y acerca del control interno de la conducta gracias a la interiorización de las
mediciones verbales del adulto.
2. Unidades de análisis: el triple sistema de respuesta
Por lo expuesto hasta aquí queda claro que, desde esta perspectiva, se contemplan como
unidades de análisis de la evaluación tanto las variables de respuesta, como las de
ambiente, como las relativas al organismo. Con respecto a las variables conductuales o de
respuesta se atenderá, siguiendo la inicial propuesta de Lang (1968) sobre el triple sistema
de respuesta, tanto a las conductas motoras, como a las fisiológicas y a las cognitivas,
haciéndose especial énfasis en estas últimas (pensamientos, motivaciones,
expectativas...), elemento característico y diferenciador de la evaluación conductual-
cognitiva. Estas variables cognitivas pueden adoptar en el diseño experimental el valor de
variables independientes (considerándolas como etiológicas de una conducta problema), o
de variables dependientes (con valor de conductas problemas), o también el estatus de
variables mediacionales (con valor de nexo relacional), (Fernández Ballesteros, 1981,
basándose en Bandura [1969-1977], Cautela [1970,1973], Mahoney [1974] y
Meichenbaum [1974, 1977]. Por lo que se refiere a las variables de ambiente se entenderá
tanto a los estímulos de ambiente real como de ambiente percibido, lo que supone un
punto distintivo característico de la evaluación conductual – cognitiva. Finalmente, se
tomarán como posibles unidades de análisis las variables procedentes del organismo, ya
que pueden contribuir a la conducta-problema. Estas hacen referencia tanto a los
aspectos biológicos, como a la historia de aprendizajes del sujeto (Nelson y Hayes, 1986).
Las competencias conductuales o cognitivas (Mischel, 1973), los repertorios básicos de
conducta (Staats, 1986), los sistemas de autorregulación (Meichenbaum 1976), las ideas
irracionales (Ellis, 1962), etc..., serán diversos aspectos cognitivos relacionados con la
particular historia de aprendizaje del sujeto que pueden estar incidiendo y/o elicitando una
determinada respuesta.
Nótese que este sistema de clasificación de las variables no carece de cierta arbitrariedad
por cuanto algunas de las variables del organismo sólo son evaluables a través de las
respuestas que éste emite; especialmente esto es así en el terreno de las cogniciones, al
menos por el momento. De hecho, las cogniciones pueden ser interpretadas como
antecedentes de la conducta problema, como consecuentes de la misma e incluso como
conducta en sí misma. Veamos un ejemplo de cada una de ellas. Un antecedente de una
conducta desajustada puede ser un error de pensamiento (“todo lo hago mal y voy a
fracasar en mi nuevo trabajo”. El sujeto, por miedo a este fracaso anticipado, sufre una
crisis de ansiedad. También los pensamientos pueden ser interpretados como
consecuentes de una conducta problema. Sigamos con el ejemplo anterior. La persona
que ha sufrido una crisis de ansiedad puede elaborar pensamientos de este tipo:
“ciertamente soy un débil, mi personalidad está poco estructurada; no merezco que nadie
me quiera”. Finalmente los pensamientos pueden ser en sí mismos la unidad de análisis
que interese evaluar, en tanto que conducta encubierta de tipo verbal (sesgos, errores,
peculiares procesos cognitivos, etc...). La capacidad de reflexión, de crear autoinducciones
cognitivas y de incentivarse que posee el ser humano le permite ejercer alguna influencia
sobre su propio comportamiento. De aquí que Bandura piense que un acto incluya entre
sus determinantes influencias autoproducidas. La importancia concedida a las variables
cognitivas no presupone el olvido de los factores ambientales; pero se reconoce que las
cogniciones mediatizan (con valor transformacional) los efectos del ambiente en la
conducta (ambiente percibido). Es decir, la atribución de significados a los
acontecimientos, transforma el impacto que éstos tienen sobre nuestra conducta en
función de la atribución realizada. Desde este modelo conductual-cognitivo, estas
variables de organismo (cognición, afecto...) se diferencian de las contempladas por el
modelo de atributos en que “son tratadas como factores integrales y dinámicos en los
procesos causales más que como dimensiones estáticas de rasgos”. Los cuatro puntos
siguientes recogen los elementos más característicos de este modelo:
1)Todas las terapias se basan en el presupuesto de que los procesos cognitivos-
operacionalizados como auto-lenguaje (self-talk) juegan un papel crítico en el
mantenimiento de la conducta anormal;
2)Estas verbalizaciones incluyen interpretaciones distorsionadas, irracionales o
inadecuadas de los acontecimientos externos actuales;
3)Se puede concienciar al sujeto de la asociación entre sus problemas y sus
verbalizaciones o expresiones no adecuadas;
4)Si aprende a examinar estas expresiones y a ponerlas en duda cuando convenga, irá
tomando cuerpo la validez y racionalidad de los acontecimientos externos. En
consecuencia, pensamientos más adecuados irán sustituyendo a los no adecuados,
lográndose una conducta más adaptativa, precisa y racional.
En resumen, quisiéramos destacar que, en último término, las unidades de análisis
específicas del enfoque evaluativo conductual-cognitivo se central en las producciones
verbales de los sujetos, que son interpretadas como representativas de su mundo
cognitivo.
3. Aspectos metodológicos
El método fundamental de investigación inherente al modelo es el hipotético-deductivo en
su vertiente experimental, tal como ha sido defendido desde sus inicios por el paradigma
behaviorista. La observación directa de la conducta en su medio natural sigue siendo la
técnica metodológica por excelencia, al igual que ocurrió con los modelos radicales del
conductismo (Barrios y Hartmann, 1986; McReynolds, 1986; Fernández-Ballesteros, 1981,
1983; Barret, Johnston y Pennypacker, 1986; Mayor, 1980). A nivel tecnológico esta
vertiente conductual-cognitiva ha desarrollado sus propias técnicas evaluativas para poder
analizar los nuevos núcleos de interés relativos a las construcciones internas. En este
sentido se recupera la técnica de la introspección como medio de análisis de los
contenidos no observables directamente (Caparros, 1980), operativizada mediante
autoinformes y técnicas de autorregistro. Esta vuelta a una técnica tradicionalmente
vinculadas a otros enfoques de análisis de la conducta no supone un regreso al
introspeccionismo, puntualiza Mayor (1980) “al ser controlada objetivamente con métodos
adecuados (...). En este sentido se le atribuye una clara vocación objetivista (...); los datos
de base (...) son tanto la situación estimular como el patrón de respuestas. No obstante
este deseo de objetividad, son evidentes las dificultades metodológicas inherentes a este
modelo, especialmente la objetivación de los procesos cognitivos que ocurren “ab,
intrínseco” y, por ello, accesibles solamente “a través de inferencias a partir de los datos
conductuales” (Mayor, 1980, pág. 254). Es decir, se da cierto enfrentamiento entre las
exigencias científicas de objetividad y la presión del objeto (conductas subjetivas). Este
problema, como se recordará, fue resuelto por los modelos radicales del conductismo
mediante la adaptación del objeto al método (Pelechano, 1988). Tal vez debido a esta
complejidad que entraña analizar las cogniciones, el proceso de evaluación conductual-
cognitiva ha derivado hacia una mezcolanza metodológica y tecnológica, como lamentan
Barrett, Johnston y Pennypacker (1986). Así, se usan técnicas propias del enfoque
conductual (entrevistas estructuradas, registros psicofisiológicos, registros conductuales,
etc.), aplicadas a la evaluación de conductas cognitivas (técnicas de pensamiento en voz
alta, escalas de apreciación, etc...). También se utilizan técnicas que otrora fueran
consideradas propias de la evaluación tradicional-psicométrica (inventarios de
personalidad y tests psicométricos tradicionales [Cone y Hawkins, 1977; Goldfried, 1977;
Nelson, 1980]). El núcleo de la cuestión no estriba en la disparidad de técnicas, sino, como
afirma Fernández-Ballesteros (1981), en cómo son usadas y, especialmente, qué
interpretaciones se hacen a partir de ellas. En este sentido, cabe resaltar la
reinterpretación de técnicas tradicionales por parte de la evaluación conductual y las
interesantes argumentaciones que nos brindan autores como Staats y Fernández-
Ballesteros (1987), entre otros, en pro de su aceptación, siempre que su interpretación se
mueva a unos niveles de inferencia bajos. Clark (1988) distingue cuatro grupos de técnicas
básicas:
1. Técnicas de registro con posterior análisis de contenido de las
verbalizaciones del sujeto realizadas durante y después de la ejecución de
la tarea (“pensamientos en voz alta”).
2. Técnicas de producción en las que el sujeto, usualmente de forma escrita,
anota sus pensamientos.
3. Técnicas de muestreo cognitivo, en las que los sujetos explican sus
pensamientos cuando reciben una señal para ello.
4. Técnicas de ratificación (endorsement approach), que evalúan las
cogniciones a través de la respuesta acerca de la existencia o no de
determinados pensamientos a unas determinadas cuestiones
(cuestionarios estructurados).
Vamos a referirnos a alguna de estas técnicas más utilizadas, concretamente a las que
adoptan el formato de cuestionarios y a las técnicas de registro. Los cuestionarios, o
técnicas de ratificación, ideados desde esta perspectiva teórica tienen la peculiaridad de
que, normalmente, no intentan abarcar el estudio de toda la personalidad, como sucede
con los ideados desde el modelo de atributos, sino parámetros más concretos del
comportamiento humano, por ejemplo, depresión, pensamientos irracionales, ansiedad;
pero a su vez, como observará el lector, estas variables de análisis son más amplias que
las que prima el conductismo radical: onicofagia, insomnio, adicciones...
Uno de los cuestionarios que gozan de mayor popularidad y amplia utilización es el
inventario de Depresión de Beck (1961). El B.D.I. consistente en 21 bloques de preguntas
con varias alternativas de respuesta cada uno de ellos, (normalmente 4 o 5) relativas al
estado anímico del sujeto. Este debe elegir la alternativa que más refleja este estado. Por
ejemplo, uno de los bloques temáticos, el N° 1 comprende estas 5 proposiciones: “Esta
tristeza me produce verdaderos sufrimientos”; “No me encuentro triste”; “Me siento alto
triste y deprimido”; “Ya no puedo soportar esta pena”; “Tengo siempre una pena encima
que no me la puedo quitar”. Cada alternativa tiene adscrita una valoración y al final el
examinador deberá contabilizar los puntos que suma el sujeto evaluado. El punto de corte
es 19 y los criterios de diagnóstico del estado depresivo son los que siguen: notas del 1 al
19 = ausencia de depresión; de 10 a 15 = depresión suave; de 16 a 23 = depresión
moderada y de 24 a 63 = depresión severa. Otro cuestionario ideado por Beck y
colaboradores es el conocido como Escala de pensamiento suicidas, que puede
considerarse complementario del anterior. El cuestionario se estructura en cinco secciones
que sucintamente son: 1) actitudes ante la vida/muerte; 29 características de los
pensamientos/deseos de suicido; 3) características del intento de suicidio; 4) actualización
del intento; 5) factores de fondo.
Otro cuestionario muy representativo de esta postura teórica es el elaborado por Ellis y
conocido como Relación de Pensamientos Irracionales (ROI). Consta de 100 ítems a los
que el sujeto debe contestar “verdadero” o “falso”. Algún ejemplo de su contenido es el
ítem 56 “pienso en el futuro siempre sin ansiedad”; el ítem 65: “Ningún suceso es
perturbador en sí mismo, sino debido al modo como lo enfocamos”, o el 95; “Cada uno
construye su propio infierno interior”. Las respuestas se clasifican en 10 grandes áreas
cada una de las cuales supone un determinado pensamiento irracional. Por ejemplo el
área no incluye el pensamiento de que “para un adulto es absolutamente necesario
obtener el cariño y la aprobación de sus semejantes, familia y amigos”; o el área 7, que
entraña la idea irracional de que “es más fácil evitar los problemas y responsabilidades de
la vida que hacerles frente”. También quisiéramos referirnos, para terminar esta
ejemplificación de técnicas cognitivas, al Inventario de situaciones y respuestas de
ansiedad (ISRA), elaborado por J.J. Miguel Tobal y A.R. Cano Vindel en 1986. el ISRA
tiene un doble objetivo, por un lado, y basándose en la teoría tridimensional de la
ansiedad, evaluar el nivel de ansiedad de las personas a tres niveles: cognitivo, fisiológico
y motor; por otro lado, evaluar las principales situaciones ansiógenas (teoría situacional de
la ansiedad). Entre estas situaciones los autores evalúan como más significativas estas 4
áreas: I: Situaciones que implica evaluación y responsabilidad; II: Situaciones de
interacción social o sexual; III: Situaciones fóbicas y IV: situaciones de interacción social o
sexual; III: situaciones fóbicas y IV: situaciones de la vida cotidiana. Cada uno de los 23
ítems que componen cada una de las tres partes del cuestionario permite evaluar a la vez
la interacción de una determinada situación ansiógena con el tipo de respuesta
preferencial cognitiva, fisiológica o motriz que elabora el sujeto. Por ejemplo, el ítem 1 del
apartado F “Ante un examen en el que me juego mucho, o si voy a ser entrevistado para
un trabajo importante... siento náuseas o mareos”, la persona debe calificar del 0 al 4 el
grado en que le afecta este tipo de situación, calificable como 1 (situaciones de
evaluación) y de nivel de reacción fisiológica. Por lo que hace referencia a las técnicas de
producción desde esta postura conductual – cognitiva tienen la peculiaridad de incluir entre
su registro los pensamientos generados por el sujeto. Normalmente el evaluado deberá
registrar la situación (o acontecimiento que desencadena una emoción desagradable), la
emoción (por ejemplo triste, enfadado), e intensidad de la misma (del 1 al 100), los
pensamientos que preceden a la emoción, la respuesta racional que podría dar el sujeto a
estos pensamientos irracionales y finalmente el resultado. Por último el paciente deberá
recalificar sus emociones al respecto. Podemos ver estos supuestos ejemplificados en el
esquema siguiente. Vemos que gracias a una reestructuración cognitiva, es decir gracias a
la capacidad de elaborar pensamientos más racionales, se ha logrado una importante
reducción de las emociones perturbadoras del comportamiento e inductoras de desajustes
personales. Otra cuestión de importancia, referida a los aspectos tecnológicos de la
evaluación conductual-cognitiva, es la que hace referencia a sus criterios de bondad. Clark
(1988) presenta una revisión de la validez de las medidas cognitivas argumentando la
necesidad de mejorar las cualidades de los instrumentos usados para la evaluación de las
variables cognitivas. El autor selecciona algunos ejemplos de medidas categorizables en
los cuatro principales métodos que antes hemos mencionado y analiza su validez en
relación a los constructos de depresión, ansiedad y asertividad. Concretamente analiza
tres tipos distintos de validez: la validez discriminantes entre grupos funcionales y
disfuncionales, validez concurrente y apreciación de sensibilidad al tratamiento. Concluye
que, de los cuatro grupos de instrumentos analizados, no se deduce que un método de
medida (o más precisamente, de recogida de datos) sea consistentemente mejor que otro.
No obstante el soporte empírico para la diferenciación de grupos funcionales y
disfuncionales y para la evaluación de los efectos del tratamiento, se inclina a favor de las
técnicas de ratificación, o cuestionarios estructurados. La validez para la técnica de
“pensamiento en voz alta” y para el “muestreo cognitivo” no ha sido adecuadamente
establecida. Todo ello lleva al autor a plantear el tema clave de la accesibilidad del sujeto
a los fenómenos cognitivos como elemento indispensable para lograr precisión en tales
medidas. En suma, Clark (1988) concluye que se deben dedicar notables esfuerzos a
mejorar los instrumentos de medida, de lo contrario los datos e interpretaciones realizados
desde el modelo conductual-cognitivo adolecerán de falta de precisión y de fiabilidad. Tal
como afirmaba Mahoney (1977) “nuestro largo y dura día de trabajo sólo ha empezado.
No perdemos tiempo felicitándonos a nosotros mismos de nuestros conocimientos (o
sabiduría), cuando nuestra ignorancia es tan evidente. Tenemos motivos para el
optimismo, pero difícilmente para la jubilación”.
4. Ámbitos de aplicación
El ámbito de máxima aplicabilidad del modelo conductual-cognitivo es el clínico y su
objetivo fundamental el cambio de determinadas conductas a partir del cambio de
pensamiento. Mediante la reestructuración de los modos de pensar de los pacientes se
pretende que obtengan una visión del mundo más justa y ecuánime y, por ende, una
conducta más adaptada a las circunstancias. El modelo se ha revelado fecundo tanto en
terapias individuales como grupales. Entre estas últimas destacan las terapias de pareja,
cuya meta es lograr que cada uno de sus miembros se dé cuenta de sus peculiares
errores cognitivos y prejuicios con respecto a la conducta del otro. La función del
evaluador-terapeuta consistirá en ayudarles a analizar de forma menos sesgada su
realidad dual, a partir del análisis de los pensamientos que genera cada uno de ellos.
También dentro del ámbito clínico este modo de operar se ha utilizado para lograr
deshabituaciones de drogas, como el tabaco, el alcohol, u otro tipo de sustancias que
crean dependencia. El campo escolar puede beneficiarse de este modo de operar: algunos
alumnos suelen presentar delante de ciertos problemas escolares una actitud negativista.
La creencia de que no van a poder resolver aquel problema, o la de que son negados para
una determinada materia les lleva a autodirigirse verbalizaciones de cariz peyorativo.
Mediante el cambio de estas autoverbalizaciones habituales, que se ha comprobado que
pueden incidir negativamente en su rendimiento, pueden lograrse aprendizajes más
rápidos y mejores.
 MODELO SISTEMICO
 Desarrollo Histórico:
Se relaciona a la evolución de la terapia familiar.
Terapeutas formados bajo una orientación psicoanalítica comenzaron a incluir a la
familia como ente de tratamiento
Ackerman, hizo estudio de los mineros y su familia.
Karen Horney, Erich Sullivan, ponían énfasis en el origen psicosocial de los
conflictos psíquicos.
Foster y Gurman (1988), consideran cuatro aspectos importantes del
funcionamiento familiar:
 La estructura, se refiere al grado de claridad de los limites familiares (aquellos que
pueden acceder a discutir o tomar una decisión), asimismo el los roles y funciones
de cada miembro familiar, manteniendo al mismo tiempo la “unión familiar”.
 La regulación, la secuencia típica de interacción o de relación familiar, que suele
ser habitual y predecible. Las causas-efectos, cuya finalidad es de mantener el
equilibrio u homeostasis familiar.
 La información, se refiere a la manera en que se comunican los miembros de la
familia.
 La Capacidad de adaptación, referida al manejo de las crisis o retos relacionados
a la estabilidad familiar a lo largo del ciclo vital.

TERAPIA BREVE SISTÉMICA


Jackson, Weakland, Watzlawick, Fisch
 Se basa en la lógica de los sistemas, si un aspecto significativo del problema en la
interacción cambia, todo lo demás cambiará para acomodar ese cambio.
 Los síntomas son mantenidos por y para los demás.
 Los clientes pueden mantener sus síntomas para proteger a otros o para mantener
la relación que tienen con otros.
 La teoría de sistemas es usada por los terapeutas familiares .
 Terapia breve sistémica
Jackson, Weakland, Watzlawick, Fisch
 Se entiende la conducta como las interacciones observables entre el cliente y otras
personas actuales y entre el cliente y su terapeuta.
 La información sobre eventos pasados, traumas, influencias genéticas o
bioquímicas son relevantes pero para entender cómo así se iniciaron, mantuvieron
y perpetuaron los problemas de interacción que tiene el cliente en la vida
actual.
 Terapia breve sistémica
Jackson, Weakland, Watzlawick, Fisch
 El terapeuta debe identificar a la persona más motivada de la familia, y con ella se
hace la mayor parte del trabajo terapéutico.
 Es necesario saber cuándo, cómo y a quién preguntar para tener un entendimiento
claro y específico en términos concretos (ej. para quién es un problema, de qué
manera es un problema).
 Terapia breve sistémica
Jackson, Weakland, Watzlawick, Fisch
 La solución que se ha venido intentando es el problema, ya que lo mantiene y
perpetúa.
 Interrumpir estas soluciones inefectivas muchas veces es suficiente para que el
problema se disipe.
 En lugar de reestructurar todo el sistema familiar, promueve un cambio mínimo para
resolver el problema presente.
 Terapia breve sistémica
Jackson, Weakland, Watzlawick, Fisch

Si una familia está estancada en un patrón rígido, el terapeuta debe hacer algo para
romper este patrón. Hay una serie de posibilidades-otras conductas, otras
oportunidades, otras personas con las que los miembros de la familia se pueden
relacionar de manera diferente (Jackson, 2009).
MODELO HUMANISTA-EXISTENCIAL
• La conducta Humana está determinada por la percepción del mundo en base a
las sensaciones y emociones.
• La concepción del hombre y su experiencia - vivencias constituyen el nucleo de su
existencia.
PREMISAS PRINCIPALES
• Se centra en el individuo y sus vivencias.
• Se trabaja en el tiempo presente en el aquí y ahora.
Se basa en la concepción humanista del hombre. Concepción:
-El hombre vive subjetivamente. -El hombre esta
impulsado a la autorrealización. -El hombre es más sabio que su
intelecto. -El hombre tiene capacidad de libertad y elección.
-El hombre es capaz de crear.

MODELO EXISTENCIAL
 La Patología y el bienestar son dos caras de una misma moneda.
 El bienestar es la habilidad para ser transparente y estar abierto a lo que la vida
traiga: lo bueno y lo malo.
 Si nos enfocamos es evadir lo malo de la vida no podremos ver el lado bueno.
 Bienestar psicológico es igual a sabiduría.

 MODELO EXISTENCIAL
 Los problemas no son impedimentos, toda situación estresante potencial puede ser
vista como un reto.
 Esta terapia es especialmente útil en circunstancias de crisis.

 Metas de la terapia:
• Ser consciente de la situación, de tus valores y creencias.
• Negociar de manera exitosa con crisis pasadas, presentes y futuras.
 Terapia existencial
• Ser consciente de las paradojas, conflictos y dilemas de la existencia diaria.
• El terapeuta tiene que tener experiencia de vida, debe tener una apertura a la
experiencia, madurez, actitud curiosa y un deseo de entender lo que significa ser
humano, tener conocimiento teórico y entrenamiento.

El modelo de Strasser y Strasser (1997) ofrece entre 12 y 15 sesiones, con dos sesiones
de seguimiento.

Aspecto Metodológico
• Las técnicas no están sistematizadas rígidamente, se adapta a las circunstancias
terapéuticas.
• El terapeuta es un acompañante existencial del cliente.
• El tiempo terapéutico se decide en el proceso mismo.
No se efectúa diagnósticos nosográficos.

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