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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA CASACIÓN CIVIL

Magistrado Ponente
EDGARDO VILLAMIL PORTILLA

Bogotá, D.C., dieciocho de enero de dos mil diez


(Discutido y aprobado en sesión de diez de noviembre de dos mil nueve)

Ref.: Exp. No. 05101-31-03-001-2005-00081-01

Se decide el recurso de casación interpuesto por la parte


demandante contra sentencia de 8 de abril de 2008, dictada por la Sala
Civil-Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Antioquia,
como colofón del proceso ordinario promovido por Santiago Agudelo
Solís frente a Ricardo Puerta Puerta, quien obra en calidad de heredero
testamentario de Ligia de Jesús Agudelo Solís, los herederos
indeterminados de esta última y las demás personas con interés en el
asunto.

ANTECEDENTES

1. El demandante pidió declarar que ganó por prescripción


adquisitiva el dominio del inmueble denominado “Finca Villa Gloria”,
ubicado en el Municipio de Ciudad Bolívar (Antioquia), distinguido con
matrícula inmobiliaria No. 005-0000402, cuyos linderos y demás
especificaciones se dejaron consignados en la demanda.

Como apoyatura de esa pretensión, afirmó el demandante que


desde el 13 de abril de 1981 posee de manera ininterrumpida el
mencionado predio, mismo que destina a la explotación agrícola y que
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aparece inscrito en la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos a


nombre de Ligia de Jesús Agudelo Solís.

En relación con sus actos de señorío, dijo haber sufragado el


impuesto predial; además, construyó una edificación destinada al
beneficio de café, sembró y renovó cultivos, pagó trabajadores, mejoró
los caminos y realizó otras actividades para incrementar la
productividad de la finca.

También afirmó que desde abril de 1981 compró ese bien, que
en comienzo era de María Rosalba Sánchez de Álvarez; no obstante,
aclaró que “por motivos de índole personal… en especial la confianza,
el afecto y la unión existente entre los hermanos Agudelo Solís…
permitió que la escritura pública de compra de la finca fuese hecha a
nombre de su hermana Ligia de Jesús Agudelo Solís de Puerta, ya
fallecida (muerta presunta)”.

Finalmente, el demandante negó que Ligia de Jesús Agudelo


Solís o su esposo Ricardo Puerta Puerta hubieren realizado actos de
señorío sobre el bien y afirmó que su posesión es superior a 20 años.

2. Ricardo Puerta Puerta, en su oportunidad, se opuso a las


pretensiones; para ello, adujo que mediante la Escritura Pública No.
269 de el 12 de abril de 1981, Ligia de Jesús Agudelo Solís adquirió el
inmueble referido en la demanda, por manera que atenta contra las
reglas de la experiencia que el demandante haya entrado a poseer el
bien desde el mismo día en que un tercero, en este caso su hermana,
lo compró.

Asimismo, aseguró que el demandante sólo ha sido administrador


de la finca y recordó que por escritura pública No. 77 de 22 de mayo de
1999, el supuesto prescribiente Santiago Agudelo Solís compró a su
madre, Ana Julia Solís, los derechos herenciales que le pudieran

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corresponder en la sucesión de Ligia de Jesús Agudelo Solís, con lo cual


reconoció dominio ajeno.
Añadió que Ligia de Jesús Agudelo Solís entró a poseer el bien
luego de haberlo comprado “haciendo actos de señor y dueño hasta el
día de su desaparecimiento”; también aseveró que el 28 de mayo de
1999 el demandante otorgó poder a un abogado para que lo
representara en la ya abierta sucesión de la propietaria, motivo por el
cual dicho mandatario judicial solicitó su reconocimiento en la sucesión
como subrogatario, incluyó el inmueble dentro de la masa herencial y
pidió la adjudicación para los causahabientes, o sea, para el pretenso
prescribiente Santiago Agudelo Solís y su cuñado Ricardo Puerta
Puerta.

Por último, precisó que la propietaria nunca abandonó el bien;


por el contrario, siempre realizó actos propios de su calidad de dueña,
como constituir una hipoteca de primer grado mediante la escritura
pública No. 519 de 15 de junio de 1992, tramitar préstamos para
destinar a las labores de la finca y declarar en 1991 ante la
Administración de Impuestos Nacionales que “ tenía una finca en la cual
ejercía una actividad agrícola como la explotación de café” .

Con fundamento en lo anterior, formuló las excepciones de “ falta


de legitimación por activa” y “mala fe”.

El curador ad litem de los herederos indeterminados de Ligia de


Jesús Agudelo Solís y de las demás personas emplazadas, se opuso a la
prosperidad de las pretensiones “hasta tanto el actor no pruebe
plenamente los fundamentos de hecho”.

3. El Juzgado Civil del Circuito de Ciudad Bolívar (Antioquia)


acogió las súplicas de la demanda, decisión que fue apelada con éxito
por Ricardo Puerta Puerta, pues el Tribunal revocó la sentencia del a
quo y, en sustitución, negó la declaración de prescripción.

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LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL

Después de hacer algunas disquisiciones sobre los tipos de


prescripción y de destacar los requisitos que son necesarios para que
se configure la usucapión, el Tribunal -en decisión mayoritaria- destacó
que si bien existían testimonios que acreditaban que Santiago Agudelo
Solís ejercía tenencia material sobre el bien pretendido, no ocurría lo
mismo con el elemento subjetivo o intencional, “ toda vez que el
demandante compró mediante escritura pública 77 de 22 de mayo de
1999 a la señora Ana Julia Solís las acciones y derechos herenciales
que le pudieran corresponder a ésta en la sucesión de Ligia de Jesús
Agudelo Solís y posteriormente denunció, en el proceso de sucesión
que fue adelantado ante el Juez Promiscuo de Familia de Ciudad
Bolívar, el inmueble que ahora pretende en usucapión como
perteneciente a la masa herencial”.

En criterio del ad quem, la posesión del demandante resultaba


equívoca, pues al participar en la sucesión de la propietaria y denunciar
el bien dentro de la masa herencial de ésta, reconoció dominio ajeno,
esto es, “aceptó que el inmueble era de otra persona y así fue
corroborado en el auto 032 de 28 de septiembre de 2006 del Tribunal
Superior de Antioquia”, providencia en la cual se negó la oposición que
él mismo formuló contra la orden de entrega emitida por el Juzgado
Promiscuo de Familia de Ciudad Bolívar y, por ende, “ perdió la
supuesta posesión que ostentaba sobre la finca, sin que se tenga
noticia de que se hubiera recobrado; más aún, si la hubiera recobrado
no ha transcurrido el término de ley para adquirir por usucapión, ni aun
en el brevísimo tiempo de la prescripción agraria”.

Es más, el Tribunal hizo énfasis en que el proveído de 28 de


septiembre de 2006 descartó la posesión del demandante “con
argumentos abundantes como que la señora… hipotecó la propiedad
‘Villa Ligia’ y recibió préstamos que garantizó con el raíz, ejerciendo así
actos de dominio”. La deuda garantizada con hipoteca, finalmente, fue

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cubierta por un seguro que la entidad prestamista tomó a favor de la


deudora hipotecante y dueña, todos considerados actos típicos del
dominio.

LA DEMANDA DE CASACIÓN

Un sólo cargo se presentó contra la sentencia de segundo


grado. En él, se acusa al Tribunal de haber violado de manera indirecta
los artículos 762, 775, 2512, 2518, 2527, 2531 y 2532 del Código Civil.

Para sustentar la acusación, el recurrente arguye que el


Tribunal se equivocó “al suponer como probado el ‘reconocimiento de
dominio ajeno’ y… haber pretermitido la prueba del animus, que
abunda en el expediente”.

En ese sentido, precisa que la inclusión del inmueble pretendido


en usucapión dentro del inventario de la sucesión de Ligia de Jesús
Agudelo Solís, no prueba que hubiera reconocido dominio ajeno, pues
su apoderado también representaba a Ricardo Puerta Puerta en dicha
actuación.

Según memora, el testigo Armando Londoño Cadavid, quien fue


el profesional del derecho que actuó en la sucesión, puso de presente
en este proceso que fue él quien sugirió a “ don Roberto -hermano del
demandante- que si eso seguía a nombre de doña Julita -madre de los
antes nombrados- que estaba próxima a la muerte por su enfermedad
y era lo único que ella tenía, que evitara la sucesión de doña Julia
trasladándole los derechos herenciales que doña Julita tenía en la
sucesión de su hija a unos de sus hijos y que el que yo consideraba
más conducente era don Santiago y se procedió a hacerle la escritura a
él. Conducente por lo ya dicho en relación con la finca, para procurar
legalizar la situación de dicha finca es decir la propiedad de la finca en
cabeza de don Santiago que era al que le pertenecía según me lo había

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dicho Roberto… Quiero agregar que don Santiago hace mucho que no
me visita en la oficina siquiera y que la iniciativa de lo de la sucesión
fue de Roberto, que ha sido el director de orquesta de esa familia… y
quiero repetir que yo con don Santiago no me he entendido para nada
en este asunto, él solamente me firmó el poder que me fue encargado
por el mismo don Roberto…” (sublíneas fuera de texto).
Para el censor, el juzgador de segunda instancia no tuvo en
cuenta esa prueba, a pesar de que ella demuestra que el referido
abogado intervino, a la vez, como apoderado del demandante y del
esposo de Ligia de Jesús Agudelo Solís; que según las
recomendaciones del togado, la sucesión sería un mecanismo para
“legalizar la titularidad de la finca en cabeza de su verdadero dueño” ,
circunstancia que “todos sabían y aceptaban”; que el demandante
“nunca entregó una sola indicación a su apoderado. Porque éste actuó
en la sucesión por encargo real de Roberto Agudelo y del cónyuge
supérstite de Ligia Agudelo”; y que “la compra de los derechos
hereditarios, fue en verdad un acto sugerido por el abogado de toda la
familia, como mecanismo de doble propósito: no hacer la sucesión de
la mamá de todos, doña ‘Julita’ y además, poner a nombre de Santiago
Agudelo la finca que era en realidad de su propiedad, hecho que toda
la familia y la comunidad conocía y compartía” (subrayados de la
Corte).

El casacionista expresa que la lectura de ese testimonio


derrumba las premisas sobre las cuales se fundó la decisión del
Tribunal, pues deja ver que incluir la finca dentro del haber sucesoral
de Ligia de Jesús Agudelo Solís y comprar los derechos herenciales a
Ana Julia Solís, no constituyó el reconocimiento de dominio ajeno, sino
que más bien “fueron actos posesorios tendientes a adquirir la
titularidad del derecho… fueron una búsqueda del poseedor de radicar
y legalizar a su nombre el bien que consideraba desde siempre como
propio”.

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Dice el recurrente, asimismo, que hubo error de derecho porque


el auto de 28 de septiembre de 2006, citado por el Tribunal, no ingresó
al proceso “con respeto a las formas probatorias”, pues no corresponde
a una copia auténtica, ni es prueba trasladada, tampoco es una
sentencia que haga tránsito a cosa juzgada y, además, “ es el resultado
de un análisis bastante pequeño, incidental es el término apropiado,
con un bagaje probatorio muy pequeño” . Igualmente, reprochó al
Tribunal por no tener en cuenta que la demanda se presentó antes de
emitirse ese proveído, por manera que los efectos de la sentencia de
este proceso tendrían que retrotraerse a esa fecha, amén de que en el
expediente no hay prueba de que el demandante hubiese sido
despojado del bien.

De otro lado, manifiesta que “ los efectos del auto que resolvió
decir que no prosperaba la oposición a la diligencia de entrega de los
bienes al albacea testamentario, son apenas incidentales. Eso significa
que no son permanentes o intangibles o, lo que es lo mismo, que se
pueden discutir y cambiar de decisión en un proceso de conocimiento,
con amplio ejercicio del derecho a la defensa y con una actividad
probatoria mucho más seria, rica y compleja que la que se permite en
el célere trámite incidental. Lo que fue verdaderamente burdo es que el
Tribunal, en su sala dual, y en el proceso de conocimiento con
amplísimo material probatorio, en vez de examinar la prueba y decidir
si había o no animus, se limitara a repetir lo decidido en un trámite
incidental, como si de cosa juzgada se tratara”.

Asimismo, el recurrente enuncia las pruebas que no vio el


Tribunal y que demostrarían el ánimo de señor y dueño del
demandante, a saber, la inspección judicial practicada en el proceso el
24 de enero de 2006, así como los testimonios de Ramiro de Jesús
Álvarez, Oscar de Jesús Guerra Montoya, Francisco Toro Vélez, Roberto
Luis Agudelo Solís, Alberto Antonio Agudelo Solís y Carlos Enrique
Agudelo Solís, declarantes que informaron que Ligia de Jesús Agudelo
Solís realizó varios préstamos porque el demandante -como verdadero

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propietario- requería dinero para invertir en la finca y por las excelentes


relaciones entre ambos “ella atendía los deseos de aquél acudiendo a
pedir los dineros que inmediatamente entregaba al verdadero
propietario poseedor material de fundo”.

Para cerrar, el impugnante pone de presente la trascendencia


del error, pues señala que si el Tribunal no lo hubiera cometido, habría
acogido las pretensiones de la demanda.

CONSIDERACIONES

1. En apretada síntesis, podría decirse que el Tribunal puso de


presente en su decisión que mediante la escritura pública No. 077 de 22
de mayo de 1999 (fl. 12 cd. 4), el demandante adquirió, por conducto
de su hermano Roberto Luis Agudelo Solís -quien actuó como agente
oficioso-, los derechos herenciales de Ana Julia Solís Viuda de Agudelo
en la sucesión de Ligia de Jesús Agudelo Solís.

Del análisis de las copias auténticas remitidas por el Juzgado


Promiscuo de Familia de Ciudad Bolívar se sigue que, luego de esa
adquisición, el sedicente poseedor, obrando ya directamente, otorgó
poder al abogado Armando Londoño Cadavid para que lo representara
“en los trámites de la sucesión testada de la señora Ligia de Jesús
Agudelo Solís… Lo anterior como subrogatario en los derechos
herenciales que en dicha sucesión correspondan a mi señora madre y
madre de la causante Ana Julia Solís Vda. de Agudelo, que adquirí por
compra según Escritura #077 de 22 de mayo de 1999 de la Notaría
Única de Salgar. La señora Ana Julia Agudelo de Solís, no obstante no
figurar como asignataria en el testamento, está llamada a heredar como
legitimaria y de acuerdo con las normas sobre sucesión intestada. Lo
faculto para recibir, desistir, transigir, sustituir, reasumir, denunciar
bienes, verificar inventarios, demandar partición, verificar el trabajo
partitivo, etc.” (resaltados ajenos al texto, fl. 5 cd. 4).

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Dicho mandatario, ya representaba en la sucesión los intereses de


Ricardo Puerta Puerta -heredero testamentario- y atendiendo el nuevo
mandato dado por el ahora prescribiente, allegó ese poder a la sucesión
de Ligia Agudelo Solís, aportó la escritura antes referida y pidió que se
reconociera al demandante como subrogatario de Ana Julia Solís Vda.
de Agudelo, para compartir la posición de causahabiente con el esposo
de la causante, solicitud que fue atendida por el Juzgado Promiscuo de
Familia de Ciudad Bolívar el 11 de junio de 1999 (fl. 23 cd. 4).

Conforme a lo anterior, el abogado Armando Londoño Cadavid


“obrando como apoderado de los herederos e interesados
reconocidos…”, aportó el inventario de los bienes relictos, dentro de los
cuales incluyó la finca “Villa Ligia”, así como la cuota equivalente al
6.06% de un inmueble urbano de Ciudad Bolívar, lo que hizo en nombre
de los dos causahabientes, esto es, de Ricardo Puerta Puerta y Santiago
Agudelo Solís.

2. Con base en esos supuestos, el Tribunal desató el litigio


bajo la consideración de que el proceder del demandante, consistente
en comprar los derechos herenciales y participar en la sucesión de la
propietaria, pidiendo que se incluyera en el inventario el bien que hoy
intenta usucapir, reflejaba el reconocimiento de dominio ajeno.

Pero aunado a ello -resalta la Corte-, el ad quem para decidir


también invocó el contenido del auto de 28 de septiembre de 2006 y,
atendiendo las motivaciones en él plasmadas, concluyó dos cosas: a)
que durante el trámite de la sucesión de Ligia Agudelo Solís, el
demandante perdió la posesión que decía tener y, b) que la dueña
realizó actos de dominio coetáneos con la posesión aquí alegada por
Santiago Agudelo Solís, tales como la adquisición de tres créditos
destinados a la explotación agrícola del inmueble y la constitución de
una hipoteca sobre el predio para garantizar el último de los préstamos

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que solicitó, deuda que finalmente fue cubierta por un seguro que se
había tomado para solventar el pago en caso de muerte de la obligada.

3. Ahora bien, en el segundo segmento del cargo el recurrente


alegó la existencia de un error de derecho fundado en que la copia del auto
de 28 de septiembre de 2006, que despojó de la posesión al prescribiente,
fue incorporada al expediente en forma indebida y extemporánea, amén de
que no era una reproducción auténtica, ni se tramitó como prueba
trasladada, de donde concluyó que las inferencias que se tejieron de la
mano de tal pronunciamiento, no podrían tenerse en cuenta.

4. Sin embargo, advierte la Corte que en el desarrollo del


cargo, el recurrente no mencionó las normas de disciplina probatoria
que habrían sido quebrantadas, esto es, que desatendió la exigencia
prevista en la parte final del numeral 3º del artículo 374 del C. de P. C.;
a ese respecto, no ha de perderse de vista que “ en tratándose de un
cargo montado por vía indirecta, en el que le endilgue al sentenciador la
comisión de errores de derecho, el censor no sólo ha de citar las
normas de disciplina probatoria que estime infringidas sino, además,
sustentar cómo ocurrió ese quebranto” (Sent. Cas. Civ. de 23 de abril de
2009, Exp. No. 11001-31-03-011-2002-00607-01).

Esas deficiencias de la acusación, por no enunciar las normas de


linaje probatorio que a su juicio se quebrantaron, ni hacer ver cómo se
produjo la vulneración de las mismas, impiden a la Corte entrar al
estudio de fondo del cargo y, por lo mismo, independientemente del
acierto del Tribunal, ha de entenderse que los pronunciamientos de ese
juzgador inspirados en aquel auto, quedaron enhiestos y por sí mismos,
son suficientes para mantener la decisión impugnada, como que los
actos de dominio atribuidos a la propietaria, como los vio el Tribunal,
excluían la posesión de Santiago Agudelo Solís. Es que, como se sabe,
cuando la sentencia “se basa en varios motivos jurídicos,
independientes, pero cada uno con fuerza suficiente para sustentar la
decisión jurisdiccional, no es difícil descubrir que si la censura en

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casación es ineficaz para desvirtuar todos los soportes del fallo, porque
permanece en vigor alguno que le mantiene su firmeza en derecho, el
recurso no es susceptible de prosperar, aún en el supuesto de que
fueran destruidos los motivos restantes de la sentencia acusada ”
(LXXXVIII, 596, CLI, 199, reiterada en Sent. Cas. Civ. de 27 de junio de
2005, Exp. No. 540013103004-1988-0333-01 y Sent. Cas. Civ. de 19 de
diciembre de 2005, Exp. No. 1989-01859-01).

Desde luego que el fracaso de esa acusación se comunica a los


demás reproches fácticos que el cargo contiene, porque aún si en gracia
de discusión se admitiera que algún reparo cabe hacer al análisis del
Tribunal sobre el efecto de la participación del demandante en el juicio
de sucesión, el ataque finalmente es deficitario frente a todos los
argumentos invocados por el Tribunal, especialmente en relación con los
que se soportaron en la providencia de 28 de septiembre de 2006, y en
esa medida, la censura no tiene la virtud de derrumbar las conclusiones
allí vertidas.

5. Así las cosas y sin que sea menester analizar las demás
críticas que trae el recurrente en el cargo, ha de concluirse que la
demanda de casación no tiene la virtud de horadar por completo el fallo
de segundo grado, circunstancia que echa a pique la acusación, tanto
más si se observa que el argumento del censor, en el sentido de que la
participación del demandante en la sucesión de Ligia Agudelo Solís tenía
como único fin sanear la propiedad, resulta por lo menos dudoso,
porque a decir verdad, la intervención de Santiago Agudelo Solís en la
sucesión, no le aseguraba hacerse a la propiedad del bien que aquí
persigue, pues en ningún momento le asistía la condición de heredero
único o de mejor derecho, puesto que arribó a una sucesión ya abierta
por otro, en la que inexorablemente compartía con Ricardo Puerta
Puerta la posibilidad de ser adjudicatario del inmueble constitutivo del
patrimonio de la causante, mismo que hoy es objeto de la usucapión.

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Por el contrario, si sólo como hipótesis se anticipara la proyección


del trabajo de partición de esa sucesión, teniendo en cuenta la eventual
necesidad de liquidar la sociedad conyugal, las asignaciones forzosas y
las disposiciones testamentarias de la causante, todo conduciría a que al
adquirente de los derechos herenciales apenas si le correspondería una
porción reducida de los bienes denunciados en el haber sucesoral, de
modo que esa participación jamás le garantizaría el propósito que ahora
insistentemente alega como motivo de su proceder, o sea, allanar un
camino corto para asegurar el dominio del bien poseído a través de la
sucesión por causa de muerte.

El cargo, entonces, no se abre paso.

DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, en Sala


de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República y
por autoridad de la ley, NO CASA la sentencia de 8 de abril de 2008,
dictada por la Sala Civil-Familia del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Antioquia, como colofón del proceso ordinario promovido
por Santiago Agudelo Solís frente a Ricardo Puerta Puerta, en calidad
de heredero testamentario de Ligia de Jesús Agudelo Solís, los
herederos indeterminados de esta última y las demás personas con
interés en el asunto.

Costas del recurso de casación a cargo del recurrente.

Vuelva el proceso al despacho de origen.

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WILLIAM NAMÉN VARGAS

JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR

RUTH MARINA DÍAZ RUEDA

PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA

ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ

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CÉSAR JULIO VALENCIA COPETE

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