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Creación de un Eurocaos
Por: Paul Krugman
ÚLTIMAMENTE, LAS NOTICIAS FInancieras han estado dominadas por reportajes sobre
Grecia y otros países de la periferia europea. Y con toda razón.
Hay que considerar el caso de España, que en vísperas de la crisis parecía ser
un modelo de ciudadano fiscal. Sus deudas eran bajas —43% del PIB en 2007,
en comparación con 66% en Alemania—. Administraba excedentes
presupuestales. Y tenía regulaciones bancarias ejemplares.
Sin embargo, con su tiempo cálido y sus playas, España también era la Florida
de Europa —y como Florida, experimentó un enorme auge en la vivienda—. El
financiamiento de este auge provino principalmente del exterior: hubo una
afluencia gigantesca de capital del resto de Europa, de Alemania en particular.
Y no hay mucho que el Gobierno español pueda hacer para mejorar las cosas.
El problema económico central del país es que los costos y precios están fuera
de control con respecto a los del resto de Europa. Si España todavía tuviera su
antigua moneda, la peseta, podría remediar ese problema rápidamente
mediante una devaluación —por decir algo, reduciendo el valor de la peseta en
un 20% contra otras monedas europeas—. Sin embargo, España ya no tiene
su propia moneda, lo que significa que puede recuperar competitividad sólo
mediante el proceso lento y agotador de una deflación.
Nada de esto debería ser una gran sorpresa. Mucho antes de que existiera el
euro, los economistas advirtieron que Europa no estaba lista para una sola
moneda. Sin embargo, se ignoraron estas advertencias, y llegó la crisis.
Gran parte del debate público se ha centrado en proteger a los que piden
prestado. Es correcto: es buena idea lanzar una nueva Agencia de Protección a
Usuarios Financieros que ayude a impedir prácticas crediticias engañosas. Y
una mejor protección a los usuarios pudo haber limitado la magnitud total de la
burbuja especulativa de viviendas.
Pero la protección a los usuarios, pese a que pudo haber evitado muchos
préstamos riesgosos, no hubiera evitado la cada vez más grande tasa de
morosidad en las hipotecas convencionales. Y ciertamente no hubiera evitado
el monstruoso auge y quiebra de los bienes raíces comerciales.
La respuesta corta es que mientras que la burbuja bursátil creó mucho riesgo,
éste se disolvió a lo largo de toda la economía. En contraste, los riesgos
creados por la burbuja especulativa de viviendas se concentraron fuertemente
en el sector financiero. Como resultado, el colapso de esta burbuja amenazó
con quebrar a los bancos de la nación. Y los bancos juegan un papel especial
en la economía. Si no pueden funcionar, los engranes del comercio en general
se paran por completo.
¿Por qué los banqueros se arriesgaron tanto? Porque les convenía hacerlo. Al
incrementar el apalancamiento —esto es, al hacer inversiones arriesgadas con
dinero prestado— los bancos pudieron incrementar sus ganancias a corto
plazo. Y éstas, a la vez, se reflejaban en inmensos bonos personales. Si la
concentración de riesgo en el sector bancario incrementaba el riesgo de una
crisis financiera sistémica, ese no era problema de los banqueros.
Y esta es la cosa: dado que esa ayuda se otorgó con pocas condiciones —en
particular, ningún banco importante fue nacionalizado aún cuando algunos de
ellos claramente no hubieran sobrevivido sin la ayuda gubernamental— los
banqueros tienen incentivos para volver a comportarse igual. Después de todo,
ahora está claro que están viviendo en un mundo donde si cae cara ellos
ganan, si cae cruz los contribuyentes pierden.