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Don Gil, obispo de Badajoz

WILLIAM S. KURTZ
Correspondiente de la Real Academia de la Historia
Licenciado en Filosofía y Letras

I. Introducción
Este artículo tiene como fin examinar un punto oscuro en la historia ecle-
siástica de Badajoz, donde unos pocos errores nimios han generado confu-
sión e inexactitudes que vienen arrastrándose desde hace siglos. En concreto
me refiero a la sucesión episcopal entre 1281 y 1299, correspondiente en su
mayor parte al reinado de Sancho IV y los primeros años de su sucesor
Fernando IV. El problema está en que los episcopologios aún vigentes estipu-
lan la existencia de cuatro obispos para este lapso temporal cuando, examina-
do detenidamente el caso, resulta que sólo hubo uno. Tal aserto se documen-
tará y demostrará, explicando incluso las razones de los errores cometidos
por anteriores investigadores.
Podría considerarse menor el tema aquí tratado, uno de aquellos
muchos puntos históricos en los que el error se corrige y se pasa página sin
alterar el discurso preexistente. Pero en este caso resulta que, tras desarmar
los errores pasados, se ha podido comprobar que, al reconstruir el discurso
histórico de este periodo en Badajoz, varía notoriamente la interpretación
tanto de los datos ya conocidos como la del discurso mismo. Con ello, por
una parte, ha terminado emergiendo una figura relevante como fue la de
don Gil, el obispo badajocense entre 1281 y 1299, quien tuvo un papel
prominente en la corte de Sancho IV que previamente no había sido consi-
derado en su justa medida. Por otra, se ha demostrado necesario reinterpre-
tar todos los eventos conocidos en esta época en cuanto afectan a la ciudad
y obispado de Badajoz, surgiendo un panorama bastante diferente del que
anteriormente se estipulaba.

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Don Gil, obispo de Badajoz

Hasta el momento ha predominado en la historia eclesiástica de Badajoz,


y en cuantos trabajos han necesitado de una forma u otra tenerla en cuenta, la
herencia del discurso armado en su día por Juan Solano de Figueroa1, autor
para quien la historia empezaba y terminaba en la Iglesia misma, fuera de la
cual carecía de sentido indagar, pues sólo existía el denostado siglo, fuente de
males y ataques de los que era necesario defenderse. Para la época era una
postura coherente, pero ya es indefendible como modo de abordar tanto la
historia como las relaciones de lo eclesiástico y lo religioso con lo laico y secu-
lar. Sólo el tradicionalismo2, de tan hondo calado en la cultura hispana, ha
permitido que se mantuviera y no se criticara el discurso de Solano y su
lectura de los hechos. Simplemente con cambiar, en el tema que nos ocupa en
este artículo, muy levemente el enfoque metodológico, incorporando al análi-
sis de los datos el conocimiento de cuanto aconteció en aquellos momentos
más allá del obispado y de la estructura eclesiástica, ha aparecido el ya
mencionado nuevo panorama histórico de Badajoz a finales del siglo XIII. De
hecho, prácticamente ninguna de las empresas en los que participó don Gil,
dentro o fuera de su diócesis, puede interpretarse en clave eclesiástica, pues
todas las conocidas han terminado resultando ser acciones derivadas de nece-
sidades políticas surgidas en la corte misma del rey.
Valga, pues, este trabajo como una aportación al esclarecimiento del episco-
pologio badajocense y como una demostración de lo necesitado que todavía
está de una investigación a fondo. Como lo está, si somos sinceros, todo el epis-
copologio medieval hispano, lastrado por las historias eclesiásticas de los siglos
XVII y XVIII, meritorias y monumentales todas ellas, aunque excesivamente
influidas por las mentiras de los falsos cronicones, que impedía a sus autores,

1. SOLANO 1929-1935.
2. Entiéndaseme, y en este sentido usaré dicho adjetivo a lo largo de este artículo, que por tradi-
cionalismo me refiero a una postura política y filosófica para la que toda realidad presente es
una derivación directa de un pasado (imaginado) en el que todo-era-como-tenía-que-ser y del que
por las maldades de algunos nos-hemos-apartado y que necesariamente se debe recuperar. El
que dicho pasado imaginado se elabore desde el mismo tradicionalismo proyectando sobre un
plano imaginado todo aquello que el defensor de la postura considera defensible y necesario
(es decir, una selección del presente que conoce, independientemente de su existencia real en
momentos históricos anteriores) sólo demuestra la incoherencia interna de la postura. El tradi-
cionalismo, así definido, nada tiene que ver con la tradición y su conocimiento (e incluso defen-
sa), toda vez que lo tradicional existe realmente en el tiempo y en él se transforma mantenien-
do las constantes que le definen como permanencia en lo temporal, es decir, como tradición.

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aun manteniendo un alto grado de honradez intelectual, percibir lo diferente


que era la iglesia medieval de la que ellos conocían. Aún hoy para muchos es
difícil esta percepción y, aunque se haya avanzado muchísimo en los últimos
años en el estudio de la historia eclesiástica hispana, todavía es bastante lo que
falta por hacer. Pues, a pesar de las aportaciones de Nicolás Antonio, Gregorio
Mayans y José Godoy Alcántara no está del todo erradicado el influjo de los
cronicones falsificados, postrema manifestación a su vez del goticismo reelabo-
rado en, por y para el reino astur-leonés, por lo que todavía es fuerte la
influencia de la idea de que las iglesias españolas son una herencia directa de
un pasado visigodo-paleocristiano, de que la estructura eclesiástica de los
reinos hispánicos (incluso la actual) es una recuperación de una antigua reali-
dad fijada en tiempos apostólicos y visigodos, cuando es más cierto que es el
resultado de una evolución histórica medieval y post-medieval, con variantes
significativas en cada momento cronológico. Pero esta es cuestión demasiado
extensa para ser tratada aquí, aunque conviene no dejar de tenerla en cuenta.
Centrándonos ya en el trabajo que nos ocupa, hay que admitir que exis-
ten suficientes datos como para intentar esta primera aproximación a un obis-
pado del siglo XIII en esta ciudad, por mucho que, como cualquier investiga-
dor, hubiera preferido disponer de más y mejores datos. En los repertorios
consultados, que no son todos los existentes, pero sí todos aquellos a los que
he podido acceder, ha sido posible reunir ciento ocho referencias documenta-
les a don Gil, obispo de Badajoz3. De éstas, setenta y dos son confirmaciones de
documentos reales4, diecinueve se refieren a actos en los que está clara la
presencia personal de este personaje, a las que debemos añadir otras seis en
los que posiblemente también esté atestiguada dicha presencia (en total pues,
veinticinco entre seguras y posibles) y finalmente en once documentos se
hacen referencias indirectas al personaje; referencias que ilustran o aclaran
aspectos de su existencia. Estas noticias proceden de diferentes y variados
medios documentales (cartas reales, confirmaciones de privilegios, contratos,
sentencias y fuentes cronísticas), lo que es un valor en sí mismo; y todas guardan

3. Al final de este trabajo se incluye un apéndice con una relación de las fuentes documentales
referentes a don Gil. Citaré los documentos por su número de orden en dicha relación.
4. Reconoceré lo problemático de tomar dichas listas de confirmantes como prueba absoluta. Sin
embargo, todo lo contrario ocurre con largas series documentales, con suficientes datos como para
constituir series coherentes, que sí pueden ser consideradas como base científica en la que apoyar
tanto la formulación de hipótesis como la demostración de las mismas. Hoy en día es posible
constituir estas series coherentes, y en ellas se apoya prácticamente todo lo dicho en este trabajo.

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una gran coherencia interna pues no se contradicen y tienden a confirmarse


entre sí. Como se ve, no es tan poca esta información y su sola existencia ya
sería razón suficiente para replantear este momento del episcopologio bada-
jocense. Esto, junto con las otras razones aducidas, lo exigen.

II. La secuencia episcopal tradicional


El origen y núcleo del episcopologio badajocense está en los venerables
Discursos Patrios de Rodrigo Dosma5, autor en la línea de los falsos cronicones
y, por ello, más volcado en galardonar a la ciudad con una antigüedad roma-
na y paleocristiana que en hacer lo que hoy consideraríamos investigación
histórica. Un hombre de su tiempo, pues. No obstante, realizó el primer
intento serio de identificar a los obispos que rigieron esta diócesis. Para la
época que nos ocupa, Dosma nombró a los siguientes cuatro obispos:
— don Gil
— don Juan
— don Alonso
— don Gil, al que atribuye la lápida sepulcral del ábside de la Antigua de
la catedral badajocense, por lo que plantea (sin afirmarlo tajantemente)
que su apellido podría haber sido Colona; salvo, como bien apunta,
que la columpna de la inscripción no fuera un símbolo parlante de su
apellido sino una referencia a su papel como sustento del pueblo
pacense. Literalmente6: llámanle comunmente D. Gil de Colona¸no consta
si por tener tal apellido de linage o por la insignia, de cuya alusión usando el
verso denota que fue columna y firme sustentador del pueblo pacense. Segui-
damente, Dosma hace mención e hincapié sobre la coincidencia en el
tiempo de Egidio Romano, del ilustre linage Colonés. Bien leído, Dosma
apunta simplemente que el apellido del obispo no le era conocido y
que la atribución de Colona no se deriva necesariamente de la insignia
de la lápida. En esta duda apunta una loable actitud crítica y admite
multiplicidad de hipótesis posibles, un planteamiento ausente en auto-
res posteriores y que es la lectura más correcta posible de los datos.

5. DOSMA 1870, pp. 138-142.


6. DOSMA 1870, p. 142.

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Tomando como punto de partida a Dosma, Juan Solano de Figueroa


mantuvo la secuencia anterior con algunos matices sobre la identificación de
los obispos:
— don Gil de Colona
— don Juan
— don Alonso
— don Gil Ruiz
Finalmente Aquilino Camacho7 mantuvo la secuencia de Solano, añadien-
do tan solo unas menciones a lo que aportaron al respecto Eubel8, Gams9 y
Lambert10. Gams y Eubel no alteraron, más bien copiaron, la lista de Solano.
Lambert, al contrario, estimó que hubo un solo obispo con el nombre don Gil,
considerando apócrifos a los demás. Camacho, por su parte, explícitamente
consideró históricos a don Juan y a don Alonso, sin mayor explicación ni
razonamiento, con lo que sólo cabe explicar que fue un acto de voluntad por
su parte el hacerlo, manifestación de un deseo de no apartarse de la tradicio-
nalidad de la secuencia de Dosma-Solano.
Efectivamente, Lambert acertó, pues tanto don Juan como don Alonso
jamás existieron, son obispos apócrifos, como seguidamente se mostrará.

III. Los obispos apócrifos


Ambos aparecen por primera vez en el episcopologio pacense en la obra de
Dosma, quien aportó las pretendidas pruebas de su existencia. Quiero advertir,
de entrada, que para la época en que escribió Dosma, con los conocimientos y
datos históricos de que podía disponer, estas pruebas eran absolutamente
concluyentes. Por esto considero que esta aparición de obispos apócrifos en

7. CAMACHO 1975, pp. 26-27.


8. EUBEL 1913, vol. I, p. 383. Curiosamente, Camacho dice literalmente: K. Eubel y Lambert niegan
su (de don Juan) existencia, mientras que la lista que incluye Eubel en su libro es una traslación
de lo que publicaron primero Solano y después Gams. Ignoro las causas de este error.
9. GAMS 1873, p. 11.
10. LAMBERT, 1932, col. 115.

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su obra no debe ser considerada como una fabricación, como sí lo fue su argu-
mentación sobre la romanidad y mozarabidad de una supuesta antigua
diócesis en Badajoz. Debe imputarse a un mero error. Examinemos cada caso.

III.1: don Juan

Dosma11 cita su existencia a partir de un privilegio dado por Sancho IV el


ocho de julio de 1286 en Villafranca de Valcárcel, en el que aparece como confir-
mador llamándose notario mayor de la reina. Aunque Dosma no cite su fuente, ha
sido posible encontrarla: la Nobleza del Andaluzía de Argote de Molina12, donde
efectivamente está publicada la lista de confirmantes del privilegio y donde, sin
duda alguna, está transcrito Don Juan obispo de Badajoz Notario mayor de la Reyna.
Con estos datos, era lógico que Dosma concluyera la existencia del tal don Juan.
El problema estriba en que ésta es la única noticia existente tanto sobre el
personaje como sobre la del cargo de notario mayor de la reina, cargo que no
aparece en ningún otro documento que se refiera a María de Molina, lo que
ya es una señal que alerta de que el dato es un testimonio sospechoso e insu-
ficiente. Es más, en otro documento dado en el mismo día y lugar13 aparece
don Gil obispo de Badajoz, notario mayor de la cámara del rey; y ni asomo de un
notario mayor de la reina. La lista de confirmantes que da Argote y copió
Dosma varía respecto a la de otros documentos reales de la época, mientras
que el constatado en el segundo privilegio citado es coherente cuando no
idéntico a la de otros documentos de parecida fecha14, por lo que es necesario
concluir que Argote cometió algún fallo en la transcripción15. En cuanto
datos, ambos son igual de válidos, pero el segundo encaja en la serie docu-
mental de confirmaciones de documentos reales y el primero no, por lo que
este último deberá ser rechazado por incoherente con la serie general. Por
tanto, es necesario concluir que la existencia del obispo don Juan, sustentado
sólo en la manifiestamente errónea cita de Argote de Molina, resulta gratuita.

11. DOSMA 1870, p. 139.


12. ARGOTE 1598 Libro II, p. 156.
13. Documento 38.
14. Véase, a título de ejemplo, los más cercanos en el tiempo de cuantos tengo recogidos, los
nos 37 y 39.
15. O, hipótesis más apetecible, dio por bueno un documento falsificado y erróneo.

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III.2: don Alonso


Dosma16, una vez más, dio la primera referencia conocida a este personaje
citando un privilegio dado a la ciudad de Badajoz en la era de 1325 (año de
1287); las notas marginales de la publicación especifican que se trataría del
privilegio número 69 del archivo de la catedral de Badajoz, referencia por la
cual es hoy imposible localizar dicho documento. Solano añadió el detalle que
la fecha exacta de este documento fue el dos de enero de dicho año, dato que
Dosma no mencionó y que induce a suponer que ambos realmente vieron el
documento del que hablan. El problema que plantea esta información es que
resulta imposible verificar la existencia de tal privilegio. Habiendo sido ya
publicados los documentos del siglo XIII del archivo catedralicio badajocense17
y los privilegios dados por Sancho IV a esta ciudad18, no consta en lugar alguno
tal concesión, ni aparece en ningún repertorio19. Parece claro que Dosma y Sola-
no algún documento vieron y que leyeron el nombre de un don Alonso obispo de
Badajoz en la lista de confirmantes. No puede decirse que se lo inventaran, pero
al no haberse conservado la fuente original es un dato imposible de constatar20.
Pero, aun aceptando la existencia real de esta fuente, no parece que pueda
inferirse por ello la existencia de este personaje con una sola cita, pues el dato
es incoherente con la secuencia documental conservada, como puede verse
por los dos documentos que preceden y siguen al citado por Dosma y Solano,
en los cuales aparece como confirmante el habitual don Gil obispo de Badajoz
notario mayor de la cámara del rey.

16. DOSMA, p. 139.


17. SOLÍS/DURÁN 1998.
18. TEJADA/RODRIGUES 2004.
19. La venerable Colección de privilegios, franquezas, exenciones y fueros concedidos a varios pueblos
y corporaciones de la Corona de Castilla, Tomo VI no contiene un privilegio de esta fecha a Bada-
joz, y sí todos los mencionados en las dos obras anteriores.
20. Documentos nos 41 y 42. Existe otra mención al documento por el que Dosma dedujo la exis-
tencia de este obispo en una nota marginal en el folio 25r del Inventario antiguo de escrituras, cartas,
donaziones, concordias, bulas... hecho por los canónigos Ruy García y Alonso Pérez Martel (ACBa Índice
I): (al margen: Grulla) Un traslado en papel de una carta de privilegio del rrey don Sancho, en que hizo
merçed a don Alonso, obispo de Badajoz, de una dehesa en el Val de la Grulla. Es el privilegio de la era de
1329. El traslado está firmado y signado en Badajoz a veinte y un días de jullio, año del Señor de 1454.
Paresçe está errado el obispo don Alonso por don Gil, aunque en un Privilegio de la çiudad, que está en su
archivo, se halla por confirmador don Alonsso, obispo de Badajoz, era de 1329. Tampoco este documento
se conserva, por lo que no parece necesario variar las conclusiones, máxime cuando esta mención
mezcla la fecha del privilegio dado a la ciudad con la de la donación de la dehesa de la Grulla.

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Existiera o no el documento citado por Dosma y por Solano, lo leyeran bien


o no, el dato que aportan es incoherente con el resto de los que conocemos de
las listas de confirmantes de privilegios dados por el rey castellano leonés, por
lo que difícilmente puede ser aceptado como válido y definitivo en sí mismo.
Por tanto, lo prudente es considerar apócrifo también a este don Alonso.

III.3: don Gil de Colona / don Gil Ruiz

Eliminados los dos obispos apócrifos anteriores, podría pasarse directa-


mente a examinar al único don Gil resultante. Pero en algún lado había que
abordar el problema de las identificaciones que, como personas distintas,
hizo Solano de Gil de Colona y de Gil Ruiz. Este epígrafe dedicado a exami-
nar las falsedades o errores heredados de los antiguos cronistas de la iglesia
badajocense parece el sitio adecuado para hacerlo. Pues ninguno de los dos
existieron tal y como él los historió, ni los apellidos que les asignó responden
a realidad pasada alguna.
Primero, es necesario hacer notar que la lógica y las deducciones de Sola-
no son impecables, haciendo siempre la necesaria salvedad de que su forma
de pensar estaba totalmente condicionada por el momento concreto en el que
vivió, por las condicionantes metodológicas en las que se movía y por los
prejuicios de la época. Éstas fueron, y no su lógica, las que le indujeron a
error. A saber, Solano era un hombre de finales del siglo XVII, cuya vida
transcurrió en buena parte durante el reinado de Carlos II, en unos momen-
tos donde la Contrarreforma era más una realidad consolidada que una
vivencia en construcción. No es cuestión aquí de examinar la metodología y
modelos que aplicó y usó Solano en su historia, salvo en un caso: el modelo
de familia noble o hidalga. Su modelo es linajístico, para el cual las personas
se integran socialmente según su ascendencia; ascendencia que, en el caso de
los nobles e hidalgos, debía poder llevarse y demostrarse hasta momentos
tempranos de la Reconquista, preferiblemente hasta los godos, o, como míni-
mo, a ancestros residentes desde tiempo inmemorial en zonas no tocadas por
el Islam. Siendo además clérigo de Badajoz, tuvo importancia para él el tema
de los expedientes de limpieza de sangre, directamente vinculados a lo ante-
rior21 y requisito imprescindible para acceder al cabildo de esta ciudad. Este

21. SOLANO, vol. I, parágrafo 702.

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modelo linajístico tuvo como corolario necesario una alta valoración de la


genealogía y del nombre familiar: en la época se tenía como prueba empírica
evidente y suficiente la demostrabilidad de la existencia de un blasón y una
tumba del ancestro. Este es el modelo que aplicó, el de la sociedad que le
circundaba, y los mismos fallos del modelo son los que le indujeron a equivo-
carse. El que la heráldica medieval nada tuviera que ver con las reglas del
siglo XVII (derivadas del modelo borgoñón introducido por Carlos V, y por
ello diferentes) era un hecho que se le escapaba, por lo que necesariamente en
su modelo identificaba en el blasón el apellido del difunto; y no parece que le
constara que el modelo antroponímico medieval fuera diferente del suyo22.
Aun con estas condicionantes, hay que admitir que la lógica de Solano para
distinguir entre Gil Colona y Gil Ruiz fue, como dijimos, impecable23, pues para
el primero contaba con una lápida con un escudo representando una columna
orlada de un cordón24, y para el segundo aduce la existencia de un sello (hoy
perdido) afijo al documento nº 13 de la Carpeta II del archivo catedralicio25,
sello que ostenta un blasón totalmente diferente. Como tenía dos blasones, nece-
sariamente hubo de deducir la existencia de dos obispos diferentes.
El citado sello difícilmente pudiera haber sido del obispo don Gil, pues,
como puede leerse en el original (y en la transcripción de Solano26) don Gil
no emitió el documento, aparece mencionado únicamente como tío de uno de
los intervinientes. Es más, en el documento mismo se especifica que yo Johán
Fernández (escribano del rey y su notario en Badajoz) fiz escrevir esta carta e
puse en ella mío seello e este mío signo. A pesar de la claridad con la que se espe-
cifica de quién era el sello, Solano malinterpretó que fuera del obispo. Por
ello, a pesar de contar con el nombre y apellidos del emisor y sellante,
aduciendo los motivos del blasón, se inclinó (y honradamente admitió que
era una suposición poco firme) por considerar que el apellido del obispo
fuera Ruiz. El que este apellido se consolidara en posteriores publicaciones es
un aviso más del peligro de publicar suposiciones que futuros investigadores
fácilmente tornarán en aseveraciones.

22. Para la antroponimia medieval castellana, véase SIMÓN PARRA 2008.


23. SOLANO, parágrafo 372.
24. Visible aún en el ábside de la Antigua.
25. Documento nº 44.
26. SOLANO, vol. I, parágrafo 385.

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Don Gil, obispo de Badajoz

Respecto a la lápida, el tema es más complejo. Personalmente nunca me


ha parecido auténtica, dados los rasgos de las letras que componen la
inscripción que le orla27 y su similitud con las letras de la inscripción, clara-
mente falsa, de San Mauro en Almendral28, con adornos tan caprichosos
que generan sospecha de falsificación. Pero no lo puedo demostrar, cosa
que debo dejar a expertos en la epigrafía funeraria del siglo XIII. Aun si
fuera auténtica, la columna con soga no es indicio firme de que el obispo se
apellidara Colona, como tampoco lo es el columpna de la inscripción, cuya
lectura más correcta es la segunda que en su día propuso Dosma: obispo y
sustento del pueblo pacense. Para complicar más las cosas, su coincidencia
en el tiempo con Egidio Romano, o Gil de Colona (el italiano) me inclina a
dudar de que hubiera dos obispos simultáneos con este mismo, y poco
común, apellido.
Finalmente, en este epígrafe habrá que mencionar otro error relativo al
obispo de Badajoz don Gil. Aunque no haya aparecido en los episcopolo-
gios tradicionales ni tenido excesivo recorrido en la bibliografía, merece
ser comentado. Se trata de la identificación que Salazar y Castro29 hizo del
don Gil badajocense con Gil Gómez de Villalobos, abad de Valladolid.
Dicha identificación es imposible, no obstante haberla dado por buena
tanto Beltrán de Heredia 30 y Gaibrois 31, pues dicho abad vallisoletano,
notable caballero en palabras de Salazar, murió de enfermedad en Sevilla
en 1280 como especifican claramente los Anales Toledanos III32, fuente que
la mayor parte de los autores suelen considerar como fiable para esta
época. Mas, aunque no fuera tan fiable, el que la muerte de este personaje
esté reseñada ya en la época y no se mencione para nada un hipotético
traslado a Badajoz parecen razones suficientes para descartar la identifica-
ción del genealogista.

27. EGIDIVS POPVLI PR/AESVL COLVMPNA PACESIS S CVIVS ET PEREMNIS IN PACE VITTA QVIESCAT.
28. HÜBNER 1975, p. 34 fecha la inscripción de San Mauro en el siglo XV, o, como mucho, sería
una copia tardía de una original del siglo VI. Personalmente me parece más factible la prime-
ra hipótesis.
29. SALAZAR Y CASTRO, 1697, vol. III, p. 430.
30. BELTRÁN DE HEREDIA 1966, p. 246.
31. GAIBROIS 1922, tomo I, p. 10.
32. FLÓREZ tomo 23, p. 413.

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III.4: Conclusión

A estas alturas queda claro que el don Gil que rigió el obispado de Bada-
joz fue una sola persona y no dos. Será, quizá, conveniente resumir las razo-
nes esgrimidas hasta ahora:
— no existen, ni existieron nunca, los obispos don Juan y don Alonso cita-
dos en los episcopologios tradicionales;
— no hay razones para distinguir entre un hipotético Gil de Colona y otro
Gil Ruiz, pues las causas por las que se les asignaron tales apellidos
familiares fueron una metodología errónea y la equivocada identifica-
ción de un sello;
— disponemos de una serie ininterrumpida y abundante de noticias, ciento
ocho en concreto, que citan a don Gil obispo de Badajoz y que abarcan desde
diciembre de 1281 hasta el mismo mes de 1297. En ningún momento se
deja entrever en estas noticias que se produjera un relevo entre dichas
fechas en la sede badajocense, al modo de la aparición de alguna referen-
cia a la eglesia de Badaiós vaga o algún otro tipo de mención similar;
— de no haber existido las fuentes erróneas que dieron pie a formular la
existencia de los obispos apócrifos, y con los datos realmente disponi-
bles, jamás se hubiera dudado de que el don Gil documentado históri-
camente es y siempre fue una sola persona.
En suma, no hay razón alguna para mantener, simplemente por inercia y
apego a los episcopologios tradicionales, la existencia de cuatro obispos
donde sólo hubo uno.

IV. Don Gil, el único


Veamos ahora al personaje en su desarrollo vital, en la medida que es posi-
ble reconstruirlo desde la documentación. Como cabía esperar, la práctica tota-
lidad de la información que ésta aporta tiene que ver con la actividad pública
del personaje, dejando en la oscuridad cualquier dato sobre la persona misma.
Por tanto, es prácticamente nada lo que sabemos sobre sus orígenes, familia o
forma de pensar. Visto lo cual, he preferido dejar para más adelante estos
aspectos, tratados a modo de apéndice, centrando la exposición sobre aquello

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Don Gil, obispo de Badajoz

que efectivamente sí es posible conocer a través de las fuentes disponibles.


Esto subvierte el orden habitual en la exposición de cualquier biografía, que
suele empezar por el nacimiento y origen familiar del biografiado, para conti-
nuar con sus actividades en vida y terminar con su muerte, añadiendo acaso
unas consideraciones finales sobre el impacto de su vida y obra en la historia,
pero considero que el camino elegido permitirá una exposición más clara y
ajustada a lo que nos es dado conocer en este momento sobre el tema.
La primera aparición de don Gil obispo de Badajoz se produce en la confir-
mación de la carta de población de Santa María del Puerto dada por Alfonso
X en Sevilla el día 16 de diciembre de 128133. Como aparece sin apostilla algu-
na del tipo de electo o similar, es de suponer que para esta fecha ya había sido
elegido, confirmado y tomado posesión del obispado; teniendo en cuenta el
nunca breve intervalo de tiempo necesario para arreglar su elección y su
confirmación papal, su promoción o nombramiento para el obispado debió
ser anterior34. La fecha en que aparece como obispo de pleno derecho indica
claramente que su promoción debió partir del rey Alfonso. Esto tiene su
importancia, pues es ésta la única asociación clara que puede establecerse
entre don Gil y Alfonso X, de cuyo entorno debió surgir profesionalmente y
dentro del cual debió hacer su carrera hasta llegar a obispo. Todo el resto de
noticias que de él tenemos le vinculan estrechamente con el círculo inmediato
al rey Sancho IV.
De hecho, la siguiente aparición documental de don Gil, la primera perso-
nal, se produce en la Asamblea de Valladolid, celebrada en mayo de 1282,
convocada por el infante don Sancho y sus partidarios para deponer al rey
Alfonso X. Allí, el 4 de abril suscribió35 el documento por el que los asistentes

33. Documento nº 1. Es especialmente de agradecer el que esta primera aparición se haya


podido constatar en un repertorio tan serio y exigente como lo es el Diplomatario Andaluz diri-
gido por el profesor González, por la seguridad que da en el manejo del dato.
34. Recordemos que el antecesor de don Gil, don fray Lorenzo, debió morir algo después del
11 de enero de 1280, fecha de la última noticia que de él tenemos (GONZÁLEZ JIMÉNEZ 1991, p.
491) y que entre el 24 de abril de 1281 (AHN. Uclés, caja 90, nº 2; documento no consultado
directamente) y el 5 de julio del mismo año (GONZÁLEZ JIMÉNEZ 1991, p. 513) aparece en las
listas de confirmaciones de privilegios reales la expresión eglesia de Badalloz vaga.
35. Documento nº 2. Junto a él estuvieron los obispos Melendo (Astorga), Suero (Zamora),
Nuño (Mondoñedo), Fernando (Tuy) y Alfonso (Coria), junto con veinticuatro representantes
de monasterios y el prior en España de la orden del Santo Sepulcro, fray Pedro.

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de la clerecía leonesa tomaron postura a favor del infante contra el rey,


además de establecer algunas otras cuestiones de orden interna eclesiástica.
Su presencia en esta asamblea indica claramente su alineamiento político
entre la generalidad tanto del clero como del resto de los estamentos de la
sociedad contra lo que percibían como abusos de Alfonso y a favor de la
necesidad de un cambio de gobernante en la persona de su hijo Sancho36.
Este primer testimonio personal referido al obispo le sitúa claramente en la
órbita del heredero de la corona, el futuro Sancho IV, lugar en el que siempre
se le encontrará en lo sucesivo hasta la muerte de dicho monarca.
Sobre la actividad de don Gil en el convulso periodo de la rebelión
sanchista nada se sabe, a pesar de la abundancia de documentación cancille-
resca del periodo37. Hasta el 13 de mayo de 1283, un año más tarde, en el que
reaparece en Benavente emitiendo, una vez más junto a los obispos Melendo
(Astorga), Suero (Zamora) y Alfonso (Coria), un documento que detalla las
indulgencias que cada uno otorgaba a quienes contribuyeran a la construc-
ción del monasterio de San Andrés de Vega de Espinareda (León)38. Este
documento demuestra que el prelado pacense estuvo en la asamblea, por
algún autor llamado concilio, de los clérigos de los reinos de León y Galicia
celebrada en Benavente39 en la que se ratificaron los acuerdos tomados el año
anterior en la reunión de Valladolid, además de perfilar otros. No sé si es signi-
ficativo que el documento final de la asamblea de Benavente no cuente con la
ratificación y el sello del obispo badajocense, pues sólo lo refrendaron explícita-
mente los obispos asturicense y zamorano; está claro que don Gil en Benavente
estuvo, aunque no sea posible saber cuál fue su actitud personal al respecto de
los acuerdos alcanzados al faltar su refrendo. En cualquier caso, no hay razones
para dudar de que mantuviera su alineamiento con don Sancho en su rebelión
contra Alfonso X, a pesar de aparecer (diríase que rutinariamente) en la lista

36. Más que asamblea, apetece denominar a lo ocurrido en Valladolid en 1282 con el apelativo
de convención, un anacronismo, cierto, pero bastante descriptivo de lo que sucedió, o lo que se
pretendió que sucediera, en esa ocasión.
37. GONZÁLEZ JIMÉNEZ 2001.
38. Documento nº 4.
39. Acuerdos de la hermandad de obispos, abades y procuradores de las iglesias de los reinos
de León y Galicia, celebrada en Benavente en 1283, de 9 de mayo: Memorial Histórico Español
II, doc. CCXX, pp. 94-97; TEJADA RAMIRO 1855, pp. 669-670.

353
Don Gil, obispo de Badajoz

de confirmantes del documento por el cual éste quitaba Montemolín a la


Orden de Santiago por haberse rebelado contra la autoridad real40.
Si bien es poco lo que se puede saber de don Gil y de sus actividades duran-
te la rebelión del infante don Sancho poco más allá de constatar su alineamiento
en el bando rebelde, está sumamente bien documentado qué hizo en los meses
inmediatamente posteriores a la muerte de Alfonso X y del reconocimiento
casi general del infante como legítimo rey. Puede documentarse su presencia
en Toledo entre el 24 de abril y el 9 de mayo de 128441 adonde el nuevo rey se
trasladó inmediatamente tras conocer la muerte de su padre, acaecida el 4 de
abril anterior. Allí, en la catedral toledana, celebró su coronación, que fue reali-
zada o celebrada por cuatro obispos42: justamente el obispo don Gil junto con
sus homólogos de Burgos (fray Fernando43), Cuenca (Gonzalo44) y Coria
(Alonso). Una vez más, don Gil y su homólogo cauriense aparecen juntos en
un acto de reafirmación sanchista. El hecho mismo de la coronación es inhabi-
tual dentro de la tradición real castellano-leonesa, como bien apunta el Dr.
Linehan45, y debe entenderse como un acto propagandístico del heredero afir-
mando su toma del poder y de la corona, una eclesiastización, también sacrali-
zación, del acto sucesorio por parte de quien apenas un mes antes era un

40. Documento nº 3.
41. Documentos nos 5 y 8. Curiosamente estos dos documentos badajocenses dan las fechas
extremas documentadas de la estancia en Toledo de Sancho.
42. Crónica de Sancho IV de FERNÁN SÁNCHEZ DE VALLADOLID, capítulo lxxixº fol. 62r: Cito por el
manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid ms. 829, según está publicado en la Biblioteca
Digital Saavedra Fajardo: et luego fuese para Toledo et fizose coronar a él et a la rreyna doña Marja
su muger et coronaronlo quatro obispos: el vno fue don frey Fernando obispo de Burgos et el otro fue
don Gonçalo obispo de Cuenca et el otro fue don Alfonso obispo de Coria et el otro fue don Gil obispo de
Badajoz. Significativamente, dos obispos del Reino de Castilla y otros dos leoneses. La Crónica
latina de los Reyes de Castilla de JOFRÉ DE LOAYSA (parágrafo 53: Morel-Fatio 1898, p. 357) especi-
fica simplemente: in ecclesia sancte Marie toletane multum honorabiliter coronatus.
43. Curiosamente este Fray Fernando, que había asistido en 1282 a la Asamblea de Valladolid
donde se depuso a Alfonso X, presentó una queja formal junto con su homólogo palentino, al
respecto de que su voluntad había sido forzada y denunciando los acuerdos allí tomados. Su
presencia en la coronación de Sancho IV permite tantas interpretaciones que podemos decli-
nar el especificarlas.
44. Gonzalo García Gudiel, sobre este personaje, pariente del arzobispo toledano, véase DÍAZ
IBÁÑEZ 1996, pp. 144-145.
45. LINEHAN 1986.

354
WILLIAM S. KURTZ

rebelde (amén de amancebado, al carecer de la dispensa papal para su matri-


monio con María de Molina, también coronada en este acto).
El obispo de Badajoz obtuvo diversas ventajas de esta participación, hasta
el punto de que nos podríamos plantear la posibilidad de que fuera compra-
da, lo que desmentiría la ya manifestada hipótesis sobre la cercanía personal
entre Sancho IV y este prelado: el 4 de mayo don Gil cobró del rey 550 mara-
vedís de la moneda de la guerra según testimonia el libro de cuentas de
Sancho IV46; y además el rey ordenó a los concejos de Olivenza, Villanueva
(de Barcarrota), Táliga, Los Santos (¿de Maimona?) y Aldea de los Caballeros
que pagasen los diezmos y derechos de las iglesias de aquellos lugares a don
Gil o a quien él mandase y a nadie más47. Personalmente me inclino a no
considerar la posibilidad de explicar la actuación en la coronación de don Gil
como fruto de la venalidad y ello en base al siguiente documento que se
comentará y a las razones por las que fue emitido.
El documento referido48 es una carta dirigida por el rey a todos los conçeios
alcaldes jurados merinos jueses yustiçias comendadores aportellados e a todos los
otros ommes que esta mi carta vieren en el que manda que se obedezcan y
cumplan todos los privilegios y cartas de libertades y mercedes que tuviera el
obispo don Gil tanto de su padre como suyos, so pena de muerte y confisca-
ción de sus bienes 49. No es propiamente una carta de plenipotenciaría,
aunque se le parece bastante pues deja muy claro que el obispo don Gil
contaba con el pleno respaldo del rey y que debía ser obedecido. Esta carta
está fechada el 9 de mayo de 1284, el último día atestiguado de la presencia
de Sancho IV en Toledo50 y con toda probabilidad sea posterior al acto de la
coronación. El porqué de la emisión de este documento sólo puede explicar-
se acudiendo al contexto político del momento: en este momento Sancho IV
estaba inmerso en la escenificación de la toma del poder tras una guerra
civil entre sus partidarios y los de su padre. Entre estos últimos se contaba

46. Documento nº 7.
47. Documento nº 5.
48. Documento nº 8.
49. Literalmente que lo fiçiessen a los cuerpos et aquanto que oviessen me tornarían por elo.
50. El día 18 del mismo mes estaría el rey en Baeza, según la documentación real (Gaibrois III,
doc. 5).

355
Don Gil, obispo de Badajoz

Badajoz51, ciudad que en un principio se había sumado a la rebelión contra


Alfonso y que fue la primera que abandonó el campo sanchista para retornar al
alfonsino; y que además, al ser incapaz Sancho de retomarla a pesar de haber
hecho el intento52, significó el punto de inflexión de su rebelión y el comienzo
de la recuperación de las fortunas del partido del rey legítimo. Volviendo a las
crónicas, inmediatamente después de su coronación, Sancho acudió a entrevis-
tarse con el rey de Aragón en Uclés y de allí partió a Sevilla para recibir el
homenaje y reconocimiento de los partidarios del rey difunto. De Badajoz, en
las crónicas no se menciona nada. Pero es de suponer que, al igual que el resto
del partido alfonsino, esta ciudad reconociera como legítimo rey a Sancho IV
nada más morir su padre. Todo hace sospechar que Sancho enviara a don Gil a
esta ciudad para hacerse cargo de la situación, recibir en su nombre el homena-
je de la ciudad hasta entonces rebelde y a poner orden. Sería una misión delica-
da, como delicado era el momento, de una naturaleza que exigiría haber sido
encomendada a una persona que contara con la plena confianza del rey y no a
una persona cuya lealtad hubiera sido necesario comprar. Por tanto, será prefe-
rible interpretar los dos beneficios de una manera alternativa: considerar el
pago de los maravedíes como un beneficio normal que un rey prestara a su
vasallo53, mientras que la orden referente a las poblaciones del obispado
(Olivenza et alii) podría interpretarse como una necesidad inherente a la misión
que Sancho IV encargara a don Gil, según se verá más adelante.
El obispo fue diligente: apenas once días más tarde, el 20 de mayo, don
Gil ya estaba en Badajoz, mejor dicho ya había pasado por Badajoz, pues se
encontraba ese día tomando posesión de la iglesia de Táliga54; cosa que hizo
con Villanueva de Barcarrota el mismo día55, con Puebla de los Santos el 23

51. Crónica de Alfonso X de FERNÁN SÁNCHEZ DE VALLADOLID, capítulo lxxviiº, fol. 57v; también
en este caso cito por el manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 829, según está
publicado en la Biblioteca Digital Saavedra Fajardo.
52. … E despues desto salio dende et fuese para Cordoua et llegó le y mandado de commo se alçara la
villa de Badajoz et dexó a la ynfanta su muger en Cordoua et fuese luego para allá et dexó y con ella al
maestre de Calatraua et al maestre de Alcantara et al prior del Ospital et a don Ramjr Diaz con muchas
conpañas de caualleros et el leuó consigo a don Diego et a don Aluaro et a todos los otros rricos omnes
et quando llegó a Badajoz non lo quisieron acoger et tornóse para Mérida (Mjranda en el original).
53. Si ésa era exactamente la naturaleza de la relación entre el rey y don Gil.
54. Documento nº 9.
55. Documento nº 10.

356
WILLIAM S. KURTZ

siguiente56, y finalmente entró y tomó posesión de la iglesia de Olivenza el 24


de mayo de 128457. Hizo esto acompañado de una amplia representación del
poder concejil, caballeros, escribanos, clérigos y mucha otra gente. Nombró
beneficiados y otros cargos entre las personas de su entorno inmediato,
dispuso el pago de los diezmos y otros derechos, y, en general, dejó clara y
patente su autoridad en estas poblaciones.
Normalmente, esta toma de posesión ha sido presentada como un proble-
ma de jurisdicción eclesiástica y territorial, como una de las enésimas recupe-
raciones que ha sufrido Olivenza a lo largo de los siglos. Aparte de otras
cuestiones ideológicas que han propiciado esta forma de entender el tema,
básicamente las derivadas de los litigios fronterizos hispano-lusos y de la
tendencia de la historiografía tradicionalista de narrar cualquier acción terri-
torial como una recuperación de derechos usurpados, la presentación referi-
da debe mucho a un testimonio al respecto presentado por el concejo badajo-
cense el día 10 de junio de 128458 en el que se narran los litigios con las
órdenes del Temple y de Uclés sobre derechos y posesión de varias poblacio-
nes. Antes de entrar a considerar la cuestión, pues es relevante al tema de la
actuación de don Gil, es necesario hacer una observación: este testimonio,
como lo prueba su fecha, fue una explicación ex post facto de los hechos, reali-
zada por un concejo que apenas unos meses antes estaba en situación de
abierto conflicto y guerra contra el ahora rey Sancho IV; por ello cabe esperar
que no pretendería ser una explicación objetiva e imparcial de lo acontecido
en años anteriores, sino una forma de presentarlo de manera que exonerara a
sus autores, derivando las culpas o responsabilidades hacia el partido alfonsi-
no y el anterior rey que, por muerto, no podía responder. Por tanto, su valor
probatorio debe ser relativizado y sus afirmaciones entendidas desde esta
perspectiva. No obstante, es un documento importante, toda vez que es la
principal fuente para entender el conflicto territorial de Badajoz con las órde-
nes militares con territorios colindantes.

56. Documento nº 11.


57. Documento nº 12. O falta documentación, o no tomó posesión de Aldea de los Caballeros.
Igualmente, hay que señalar que Sancho IV o bien no quiso entregar todas las poblaciones en
disputa al obispo badajocense, o no pudo, o simplemente no tuvo necesidad de hacerlo por
alguna otra razón.
58. Documento nº 13.

357
Don Gil, obispo de Badajoz

Como este conflicto territorial es complejo, incluso merecedor de un


estudio específico todavía por hacer, será necesario hacer un resumen para
encuadrar los hechos. La ciudad de Badajoz llevaba mucho tiempo en plei-
tos con las órdenes del Temple y de Uclés (Santiago) por cuestión de lími-
tes, concretamente por la posesión de las poblaciones o pueblas de
Olivenza, Táliga, Villanueva, los Santos, Aldea de don Febrero, la Solana,
Aldea de los Caballeros y el Carazo. Estos pleitos se resolvieron por arbi-
traje del obispo de Ciudad Rodrigo, Domingo Martín, y del abad de Cova-
rrubias, Fernán Roys, arbitraje que confirmó el rey Alfonso X el 26 de
mayo de 1276. En 1278, concretamente el jueves de las ochavas de
çinquaesma, los vicarios del obispo fray Lorenzo recibieron la posesión de
las iglesias de estos lugares. Algún tiempo después (no se especifica cuán-
to) el rey Alfonso quiso que se dieran estas iglesias (no se especifica
cuáles) a sus clérigos Velasco Velázquez de Ávila59, Ysidro González60 y

59. Del interesante personaje Velasco Velázquez se sabe bastante de su vida (MORENO NÚÑEZ
1982, 1992 y 2001, passim), pero no de su canonicato en Badajoz. Para su biografía remito a los
artículos mencionados, no sin citar que estuvo presente en la conquista de Jaén por Fernando
III (1246), su nombre aparece en la lista de infanzones heredados por este último rey en Úbeda,
Baeza y la frontera (Ximena Jurado 1654, p. 120), fue juez del rey, arcediano de Ávila (1297-
1303) y deán de la misma iglesia (1303-1307). Miembro de una rica familia, acopió numerosas
propiedades y señoríos que le donó Alfonso X.
Que la persona documentada en Ávila y en Badajoz fuera la misma lo prueba la carta que
Sancho IV envió al concejo de Badajoz prohibiendo que Velasco Velázquez cobrara las
rentas de Olivenza (Documento nº 14) al denominarle Velasco Velasques de Ávila myo juyz.
Un don Velasco aparece como canónigo de Badajoz el 2 de abril de 1261 (SOLANO I, parágra-
fo 369), que posiblemente sea este personaje. Se desconoce la fecha en que Alfonso X le
diera las rentas de la iglesia de Olivenza. Por otro documento que se citará más adelante en
el texto (MORENO NÚÑEZ, 1982, p. 171, doc. 3) está claro que participó en la rebelión de
Sancho contra su padre por lo que perdió Olivenza, siendo compensado por el infante.
Figura entre los acompañantes de la toma de posesión de Olivenza por don Gil, posible-
mente con la esperanza de recuperar las rentas de esta iglesia, pero vio defraudadas sus
expectativas toda vez que fueron asignadas a otro. Después de 1284, desaparece de la docu-
mentación badajocense.
60. No es un nombre común y como el documento le cita como clérigo de Alfonso X, a lo que
debe añadirse la homonimia, podría ser la misma persona que el conocido Isidro González.
Éste, procedente en origen del entorno de la reina Juana de Ponthieu (BALLESTEROS 1913, p.
52), segunda esposa de Fernando III, recibió de Alfonso X varias donaciones en Sevilla (op. cit.
docs. 14 y 77) en 1253 y 1256, y fue canónigo en esa misma ciudad desde al menos 1262 (op. cit.
docs. 117 y 167). En 1276 aparece actuando como escribano real (Memorial Histórico Español II,
p. 118). Desde 1286 en adelante (FLÓREZ, España Sagrada tomo 35, p. 456) hasta al menos 1291

358
WILLIAM S. KURTZ

García Pérez61. Se opuso el obispo (tampoco se especifica cuál, don Lorenzo


o don Gil, no saberlo dificulta la interpretación), no obstante lo cual don
Alfonso dióles cartas y poderes mediante los cuales dichos clérigos entraron
por fuerça esas eglesias.

(GAIBROIS 1922, doc. 376) actuó como refrendario de los documentos de la cancillería de
Sancho IV. Desde ese mismo año (1286) en adelante (Memorial Histórico Español II p. 132; TEJA-
DA/RODRIGUES 2004, p. 17) ocupó el cargo de tesorero de Oviedo. Entre el 20 de junio de 1288
(GAIBROIS doc. 206) al 15 de agosto de 1288 (GAIBROIS doc. 213) aparece como canciller mayor
del infante don Fernando, cargo en el que le sustituyó en 1291 Alfonso Godínez.
61. García Pérez es más difícil de identificar con seguridad, pues son múltiples las personas
de este nombre en el entorno de Alfonso X. Es cierto que el carácter clerical del personaje
mencionado en el documento permite acotar la búsqueda y descartar algunos posibles candi-
datos, entre ellos el único otro García Pérez relacionado directamente con Badajoz (Colección
VI, p. 123, de 27 de agosto de 1277) donde el rey le identifica como mío juez en Zamora, lo que
parece equipararle con el homónimo Merino mayor en Galicia del rey sabio a cuya esposa
arrebató Zamora en 1282 el infante don Juan (Crónica de Alfonso X, cap. lxxviiº).
Sería tentador identificarle con el clérigo del rey de nombre García Pérez quien, junto con
Yudah Mosca el Menor, terminó de traducir en 1250 el Lapidario según consta en el prólogo de
dicha obra; y que probablemente sea la misma persona citada en GRANJA 1966 (obra no
consultada directamente) por sus habilidades lingüísticas en árabe.
Más fácil resultaría identificarle con el García Pérez, mío clérigo e canónigo de la eglesia de Santa
María de Sevilla, quien el 9 de agosto de 1253 recibió la donación de una heredad en Alinbayán
(BALLESTEROS 1913, p. 166 y doc. 24, p. xxvi).
Existe otra posibilidad más, otro García Pérez del estamento clerical. Se trata de quien fue
Arcediano de Marruecos, colaborando con el obispo del mismo territorio, fray Lope Fernán-
dez de Aín, en las embajadas ante la corte de Eduardo III de Inglaterra entre 1252 y 1260
(GOODMAN 1989, pp. 76-80; BOYNTON s/a, Vol. 4, pp. 243, 319 y 332 y Vol. 5, p. 115. En las citas
del segundo de los autores se le identifica con el apellido de Otteneya, localidad que no consi-
go identificar; y se especifica que en 1260 era tesorero de Sevilla); en 1256 este mismo perso-
naje fue testigo del documento que recoge la embajada pisana a Alfonso X proponiéndole el
título de Emperador (IBÁÑEZ DE SEGOVIA 1777, pp. 133 y 141). El 5 de mayo de 1256, García
Pérez fue enviado a Alemania, con carta plenipotenciaria para negociar con los electores y
conseguir sus votos para las pretensiones imperiales del rey castellano-leonés (DAUMET 1895,
pp. 10 y 147-149). En 1257 negoció un tratado entre Marsella y el rey de Castilla (RUFFI 1696,
pp. 135-136) y libró mil marcos de plata que este rey concedió al Senescal de Champaña Jean
de Joinville (MICHEL 1858, p. xxviii). SCHEFFER-BOICHORST 1888 trata ampliamente su implica-
ción en las embajadas de Alfonso X a Marsella y Pisa y su relación con la candidatura del rey
castellano al trono imperial.
No es cuestión de hacer aquí un tratado sobre este personaje, pero sí considero necesario decir
que por el momento no es posible asegurar que todas estas noticias correspondan a la misma
persona. Intuyo que sí, aun reconociendo que por ahora queda sin demostrar.

359
Don Gil, obispo de Badajoz

El litigio se complicó durante la rebelión de Sancho contra su padre: el 22


de marzo de 128262, el infante falló el mismo pleito a favor de la Orden de
Uclés otorgándoles Zafra, los Santos, la Solana, Aldea de los Caballeros, casas
de Pedro Miguel, la Pajotilla, las casas de Pedro Fernández y doña Gila y la
aldea del Carazo. En el caso concreto de esta sentencia es muy probable que
en la concesión a la orden militar hubiera más de oportunismo político y de
intento por parte del infante de ganarse el favor de los santiaguistas que de
verdadero intento de resolver en estricta justicia un pleito territorial.
Finalmente, por una carta de 8 de julio de 1283, sabemos que Velasco
Velázquez perdió el control de la iglesia oliventina63, pues Sancho IV por fazer
bien e mercet a Velasco Velázquez de Avila mio juez e por muchos servicios que me
fizo e me faze e señaladamiente por cobrarle algo del gran danno que recibio en lo quel
tomaron por mi en Olivençia dol e otorgol el logar que dizen Sant Adrian64. Esta
pérdida de Olivenza por Velasco Velázquez debe enmarcarse en el contexto
de la posición antisanchista de Badajoz en 1282, de lo que se deriva que este
personaje se debió contar entre los partidarios del infante. Y esto es importan-
te porque demuestra que el control de las iglesias de las poblaciones del terri-
torio badajocense fue uno de los componentes de la lucha entre las facciones
enfrentadas en esta guerra.
Se observará que la lista de poblaciones en los diferentes documentos que
informan sobre el pleito varía de uno a otro, lo que apunta a que el tema de la
definición de términos entre el territorio concejil badajocense y el de las órde-
nes militares estaba por resolver. Igualmente, está claro por el testimonio
concejil65 que las poblaciones que Sancho IV supuestamente restituyó al obis-
po ya eran reconocidas como pertenecientes al obispado desde al menos
1278. Tema aparte es que el obispo estuviera de acuerdo con el rey sobre la
provisión de los beneficios de esas iglesias, pero esa provisión real no invali-
daba de ninguna manera la titularidad (aunque sí la efectiva autoridad) del
obispo de Badajoz. Por ello, de ninguna manera puede aceptarse que la carta
dada por Sancho IV a don Gil66 deba interpretarse como una restitución de

62. AHN, OO.MM. Uclés c. 372 n. 3 (citado en GONZÁLEZ JIMÉNEZ 2001, p. 192).
63. MORENO NÚÑEZ 1982, p. 171 (doc. 3).
64. En Ávila.
65. Documento nº 13.
66. Documento nº 5.

360
WILLIAM S. KURTZ

estas poblaciones al obispado, como tampoco lo sería la toma de posesión


que don Gil hizo de las iglesias de las diferentes poblaciones. Es cierto que
don Gil reafirmó la autoridad del obispo al hacerse cargo de dichas iglesias,
pero también lo es que al hacerlo desplazó a los clérigos puestos allí por
Alfonso X.
A la vista de todo lo dicho, interpretar la toma de posesión por don Gil de
Olivenza y de otras poblaciones del territorio de Badajoz sólo como una afir-
mación de la autoridad episcopal y eclesiástica resulta empobrecedor en
cuanto obvia otras dimensiones de esta actuación. Está claro que uno de los
objetivos que se perseguía era desplazar a las personas allegadas al partido
alfonsino que hasta entonces habían controlado estas iglesias y así reafirmar
el control del nuevo rey y de sus partidarios sobre el territorio y el reino. Pues
Sancho IV, al reafirmar la autoridad de su obispo don Gil reafirmaba la suya
propia, que sería la que verdaderamente le interesara. Entiendo, pues, que la
hipótesis formulada anteriormente, en el sentido de que don Gil actuó como
representante del rey en la desarticulación del levantamiento de Badajoz
contra don Sancho y la reintegración de esta ciudad a la obediencia del nuevo
rey, explica mejor los hechos que la mera limitación de éstos a una cuestión
de orden interna eclesiástica.
Tampoco debió ser un proceso tan fácil y tranquilo como demuestra el
que el 23 de julio de 128467, desde Sevilla, Sancho IV hubiera de escribir al
concejo de Badajoz recordándole que las rentas de la iglesia de Olivenza habían
de darse a los cargos nombrados por el obispo don Gil y no a Velasco Veláz-
quez de Ávila, juez del rey, quien había tenido dicha iglesia por cartas de
Alfonso X, la había perdido siendo compensado por el infante don Sancho en
128368 y a quien don Gil había desplazado no restituyéndole las rentas de esta
iglesia. Esto también recuerda lo obvio, que el bando sanchista no era exacta-
mente un bloque homogéneo.
El que Badajoz en este momento no era un remanso de paz y que don Gil
tenía problemas en su misión lo demuestra la carta dada en Zamora por
Sancho el 15 de octubre del mismo y memorable año de 128469 en el que toma

67. Documento nº 14.


68. MORENO NÚÑEZ 1982, p. 171 (doc. 3).
69. Documento nº 21.

361
Don Gil, obispo de Badajoz

a don Gil y a los clérigos de Badajoz bajo su amparo, signo evidente de que
alguien poderoso les amenazaba, aunque el documento por desgracia no
aclara quiénes. No sería imposible relacionar este documento con la guerra
que según Brandaô70 hizo a las tierras de Badajoz el señor don Juan Alfonso
de Alburquerque, en apoyo del infante don Juan. El problema es que el autor
portugués situó dicha guerra en 1285, fecha bastante anterior al documento
citado, lo que tampoco es del todo determinante si entendemos que toda
acción bélica tiene sus prolegómenos y que tampoco suele ser de escasa dura-
ción. Más difícil es suponer que Sancho IV se molestara en amparar a los ecle-
siásticos contra fuerzas como las del señor de Alburquerque sobre las que
carecía de todo poder.
Hasta qué momento estuviera don Gil en su diócesis es imposible de
saber, pero parece que puede decirse que para la fecha del último documento
citado, 15 de octubre, ya estaba de nuevo en el entorno inmediato del rey. La
razón de esta suposición es que en su siguiente aparición documental,
simplemente como uno más de la lista de confirmantes de un privilegio
fechado el día 1871, aparece anejo a su nombre el cargo de notario mayor de la
cámara del rey. Sería lógico inferir que un nombramiento así requeriría la
presencia personal del interesado. La proximidad de fechas entre el docu-
mento amparando a don Gil y la primera aparición de su nuevo oficio, ambos
fechados en Zamora, apunta en la dirección de que estuviera en la corte,
aunque difícilmente pueda considerarse una demostración en toda regla de
esta posibilidad.
Por el título, el nuevo cargo parecería importante y posiblemente lo fuera,
pues la denominación misma apunta a que sus funciones genéricas serían las
de encargarse de la secretaría personal del rey72. Se ha interpretado, incluso,
este cargo como antecedente de otros similares de fecha posterior y como una
manifestación de que en época de Sancho IV comenzó la separación entre las
funciones personales del rey y las de la administración general del reino.
Pero, se impone un mínimo de cuidado en las interpretaciones, aunque sólo
sea porque no se ha conservado, o no ha sido identificado fehacientemente,

70. BRANDAÔ 1650, p. 102.


71. Documento nº 22.
72. Ver al respecto: SÁNCHEZ BELDA 1951-1952, p. 51ss.

362
WILLIAM S. KURTZ

ningún documento en el que aparezca en el escatocolo don Gil, la única


persona que ostentó dicho título en la historia diplomática castellano leonesa,
ni ningún documento que, sin duda alguna, procediera de esta notaría mayor
de la cámara del rey.
Don Gil aparece con este título o epíteto en las listas de confirmantes de
documentos reales hasta el 10 de diciembre de 128873. De hecho, entre 1284 y
abril de 1289, las únicas noticias que de él se han conservado son estas listas.
Sacar conclusiones de esto sería excesivo, pero la ausencia de otro tipo de
noticias, sobre todo noticias generadas en Badajoz, apunta a que durante
todos estos años don Gil posiblemente estuviera en la corte al servicio perso-
nal del rey. La fecha de 1288 como (hipotético) cese de don Gil en sus funcio-
nes en la notaría de la cámara real sugiere, mas no demuestra, que alguna
relación pudo tener este cambio con la tumultuosa situación de dicho año,
con la caída y muerte violenta en Alfaro del conde Lope Díaz de Haro, las
discusiones en la corte del rey sobre la alianza con Francia o con Aragón y
finalmente la guerra con este último reino. Lo que sí merece ser comentado al
respecto es que el periodo de tiempo en que don Gil sirvió al rey como nota-
rio de su cámara abarcó algunos cambios significativos en el gobierno de don
Sancho, pues cuando empezó a servir el cargo la privanza real recaía en el
abad de Valladolid, Gómez García; continuó en el puesto durante la privanza
del conde Lope Díaz de Haro y siguió ostentándolo al menos seis meses
después de la sangrienta caída de este último. Podría interpretarse esto como
indicio de que la relación de don Gil con el poder no fuera su adscripción a
un grupo o a otro del entorno del rey, sino que se beneficiara de una relación
personal con el monarca que le salvaguardara de las inevitables variaciones y
luchas del entorno del poder. O, lo que también puede argumentarse, que
tenía una gran capacidad para la supervivencia política.
En cualquier caso, es importante fijarse en la fecha. Entre todos los tumul-
tuosos años del tumultuoso reinado de Sancho IV, 1288 y 1289 destacan como
especialmente conflictivos. Ya se ha mencionado la violenta deposición de
Lope Díaz de Haro y la guerra contra Aragón, a lo habría que añadir el
componente de lucha dinástica que supuso la autoproclamación del infante
de la Cerda, peón aragonés a la postre, como rey de Castilla y de León. En

73. Documento nº 57.

363
Don Gil, obispo de Badajoz

Badajoz esta crisis generalizada se manifestó bajo la forma de la lucha entre


los Bejaranos y los Portugaleses, levántándose los primeros contra el rey y
tomando el partido de los de la Cerda. Sabido es que los bejaranos fueron
violenta y sangrientamente reprimidos por Sancho74. El momento exacto de
este levantamiento se desconoce, pero puede situarse hacia abril de 1289, mes
más, mes menos.
Como se ha dicho, las fechas son importantes, pues 1 de junio de 1289
vuelve a haber noticias de la presencia de don Gil en su diócesis75, pues con
esa data se le pidió (como sesmero del rey) que refrendara y pusiera su sello a
una sentencia sobre límites y propiedades emitido por Esteban Pérez Godino,
alcalde del rey y también sesmero. La naturaleza exacta del cargo que en ese
momento, aparte del episcopal, ostentaba don Gil era sesmero et partidor por
mandado del rey de los heredamientos que son vagos en Badaiós, según se especifica
en otro documento, también una sentencia sobre límites, de 22 de marzo de
129076, cargo que compartía con Juan Ruiz de la Rocha.
Una vez más, las noticias sobre la presencia de don Gil en Badajoz son
muy poco posteriores al final de un levantamiento de esta ciudad contra
Sancho IV. Una vez más aparece con poderes que van más allá de los mera-
mente episcopales, en este caso el de sesmero y, lo que para el caso debe ser
resaltado, partidor por mandado del rey de los heredamientos vagos. Una vez más
interpreto que don Gil fue enviado por el rey a esta ciudad para poner orden y
controlar la situación en su nombre. El título de partidor de heredamientos vagos
apunta a ello, pues sabemos que Sancho IV incautó los bienes de los Bejaranos
y los redistribuyó77 con lo que, tras la represión de este levantamiento, necesa-
riamente hubo en Badajoz heredamientos vagos que sería preciso volver a repar-
tir. Claramente esta función recayó en don Gil, compartidas las funciones con
los alcaldes del rey, Estevan Pérez Godino y Juan Ruiz de la Rocha. Como se
ha dicho, todo apunta a que don Gil regresara a su diócesis como enviado del

74. Crónica de Sancho IV, capítulo lxxxiiiiº; por alguna curiosa razón, este conflicto se ha
presentado siempre como algo puramente local y no como parte de una crisis generalizada en
el reino; quizá porque prácticamente todos los autores que han tratado o mencionado el tema
siguen acríticamente el texto presentado en la Crónica referida.
75. Documento nº 61.
76. Documento nº 66.
77. GAIBROIS doc. 300.

364
WILLIAM S. KURTZ

rey, al igual que ocurriera en 1284, y que su presencia debe ser interpretada
como una cuestión meramente política y no eclesiástica.
En el mismo contexto de la guerra con Aragón de 1288 y de la autoprocla-
mación del infante de la Cerda es necesario situar otro acto organizado por
Sancho IV que sólo puede interpretarse como un evento propagandístico con
fines de autoafirmación dinástica. Se trata del reentierro en la parte alta del
presbiterio de la capilla mayor de la catedral toledana del emperador Alfonso
VII, de Sancho III de Castilla y de Sancho II de Portugal, efectuada el día 21
de noviembre de 128978. Ofició el entierro Gonzalo Pérez Gudiel79, arzobispo
de Toledo, con la participación del obispo de Badajoz, y los prelados Juan
Alfonso, obispo de Palencia, Diego, obispo de Cartagena80, Martín, obispo de
Astorga, y Juan Martín, obispo de Tuy. El acto, especifican las fuentes, contó
con la presencia del rey Sancho IV, además de con otros nobles, de los que se
citan específicamente a don Fernando Pérez Ponce, ayo del infante don
Fernando, y Juan Fernández de Limia. Nuevamente, don Gil participó en una
liturgia política efectuada en la catedral de Toledo. Es significativo constatar
que en el reinado de Sancho IV hubo dos liturgias de esta naturaleza, ambas
celebradas en el mismo lugar, y en ambas intervino el obispo de Badajoz con
el rey Sancho: la coronación de 1284 y este reentierro de los reyes viejos. Otra
manifestación más de la cercanía entre el rey y este obispo.
Después de este acto, cabe suponer que don Gil volviera a su diócesis,
vista la fecha del documento nº 66, posterior en cuatro meses al acto celebra-
do en Toledo. Cierto es que se disponen de dos privilegios, de 18 de diciem-
bre de 1289 y de 5 de febrero de 129081, ambos otorgados en Toledo, donde
aparece en la lista de confirmantes, pero no es ése un argumento definitivo
sobre la ubicación personal del prelado, aunque no repugnaría a la razón
pensar que se hubiera detenido en la corte algún tiempo antes de regresar a
su diócesis.

78. Documento 62.


79. Sobre este personaje ver HERNÁNDEZ/LINEHAN 2004.
80. Diego Martínez Magaz (1278-1300). Según Jofré de Loaysa (JOFRÉ DE LOAYSA, Crónica de los
Reyes de Castilla, parágrafo 53; ed. de MOREL-FATIO 1898, p. 357) ofició Diego, obispo de Cuenca.
En esta fecha el obispo conquense era Gonzalo Díaz Palomeque (Díaz Ibáñez 1996 pp. 145-
147), con lo que parece que la fuente más creíble sean los Anales Toledanos (Anales Toledanos III,
FLÓREZ tomo 23, p. 416) según los cuales el oficiante fue el obispo de Cartagena.
81. Documentos nos 64 y 65.

365
Don Gil, obispo de Badajoz

Durante prácticamente un año las únicas noticias disponibles sobre don


Gil proceden de su aparición en las listas de confirmantes. Podría argumen-
tarse que para el 28 de abril de 1291 estaba de vuelta en la corte, pues en
dicha fecha82, en Burgos, don Sancho le donó la dehesa de la Grulla. La razón
de esta donación se nos escapa pues nada dice al respecto el documento salvo
el trillado, rutinario y formulístico por faser bien et merçet a don Gil obispo de
Badaioz por sserviçios que me fiso, aunque cabe interpretar que por serviçios el
rey estuviera refiriéndose a la actuación del obispo en la ciudad como su
mandadero tras la rebelión. Es simplemente una especulación, coherente,
pero especulación. Ni siquiera es necesario pensar que don Gil estuviera
presente en la corte para recibir esta donación.
Aunque tampoco es del todo seguro, hay razones para pensar que don
Gil estuviera presente en las negociaciones en Ciudad Rodrigo entre los reyes
de Portugal y de Castilla, Dinís y Sancho, sobre el casamiento de sus respecti-
vos hijos83, negociaciones que le afectarían entre otras razones porque el tema
subyacente (la frontera entre ambos reinos) le afectaba, aunque sólo fuera
porque Badajoz fue una de las ciudades que Sancho puso en fieldat como
garantía de que se efectuaría el casamiento entre los infantes. La razón para
pensar que el obispo badajocense estuviera presente se basa en que Sancho
IV, el 17 de septiembre de 129184, emitió una sentencia, a petición de don Gil,
indicando que los habitantes de Ouguela y Campomayor, lugares del obispo,
estaban extentos de pagar los yantares. Como la expresión que usa el docu-
mento es don Gil obispo de Badajoz se me querelló et dize... en vez de se me quere-
lló et embió dezir; es decir, utiliza un presente de indicativo, parece indicar que
tuviera delante al obispo en persona. El argumento no es concluyente, pero sí
válido como hipótesis.
En cualquier caso, queda claro que don Gil, en esta época estaba ocupán-
dose de las rentas y beneficios de su obispado; claro que la documentación
conservada en el archivo de la catedral de Badajoz está sesgada en este senti-
do, por lo que no sería posible determinar si éste era el objetivo real del obis-
po o simplemente una derivación de la conservación selectiva en los archivos.

82. Documento nº 69.


83. El conocido tratado de Ciudad Rodrigo, firmado dos días antes de la sentencia (GAIBROIS
1922, doc. 369).
84. Documento nº 70.

366
WILLIAM S. KURTZ

También está claro que don Gil aprovechaba los momentos políticos propi-
cios en beneficio de sus intereses. Un ejemplo clarísimo es el siguiente.
El 16 de octubre siguiente85, en Toro, Sancho IV ordenó a Juan Alfonso de
Alburquerque que facilitara al obispo de Badajoz el cobro de los diezmos de
Azagala. Un mes después86, este gran señor ordenó al alcaide de su señorío
para que pagara a don Gil los derechos que este tenía en las iglesias de La
Codosera y Benavente. Tras lo que aparenta ser, y de hecho también fue,
simplemente una cuestión menor de rentas eclesiásticas y de usurpaciones
señoriales de derechos episcopales se esconde realmente un tema meramente
político de ámbito extra-eclesiástico: según informa la Crónica de Sancho
IV87, hacia abril a junio de 1291, don Juan Alfonso de Alburquerque andaua
alboroçandose en Galizia por consejo de don Juan Nuñez et en su ayuda, e otrosi el
rey don Deonjs de Portogal que queria desabenjrse del rrey; ante lo cual Sancho IV
fuese para Galizia asosegar a don Juan Alfonso de Alburquerque. Et desque lo ouo
sosegado fue a Santiago en rromería. Dicha presencia en Santiago está atestigua-
da el 26 de julio de dicho año88, con lo que es posible establecer una relación
cronológica entre el asosegamiento de don Juan Alfonso y la orden que recibió
de facilitar a don Gil las rentas de Azagala y otras poblaciones del señorío de
Alburquerque; una forma de castigo al reducir el dinero que este poderoso
señor recaudaba a la par que una muestra de su sometimiento al poder real.
El que las disputas continuaran y Alburquerque siguiera siendo un punto de
apoyo para los contrarios al rey89, sólo demuestra que poco sosegado quedó
don Juan Alfonso por la expedición gallega de Sancho IV.
Estuviera donde estuviera en estos momentos, reaparece poco después en
la ciudad de Badajoz, el 17 de abril de 1292, haciendo leer y ejecutar90 la antes
citada sentencia real dada en Ciudad Rodrigo. En octubre del mismo año,
Velasco Pérez, uno de los alcaldes y jueces de la ciudad, amojonó y le otorgó
al obispo una tierra en la ermita que dizen de Santa María de Caya, acto que fue

85. Documento nº 71.


86. Documento nº 72.
87. CRÓNICA DE SANCHO IV, capítulo lxxxviº, fol. 75r y ss.
88. GAIBROIS, doc. 362.
89. CRÓNICA DE SANCHO IV, capítulos lxxxviiº y lxxxviiiº.
90. Documento nº 74.

367
Don Gil, obispo de Badajoz

contestado por un freyre hospitalario reclamándolo para su orden91. Y finalmen-


te, el 10 de diciembre92, ante el mismo alcalde y juez, don Gil conminó a Alfonso
Godínez para que le devolviera unas aceñas y molinos en el Guadiana que el
difunto Alfonso X había dado a la iglesia y a don Gil93. Estos documentos, apar-
te de denotar la actividad del obispo en pro de las rentas de su diócesis, sitúan a
don Gil en Badajoz entre abril y diciembre de este año 1292. Igualmente, y
teniendo en cuenta que posiblemente la tierra y ermita acotada en Caya estuvie-
ra situada dentro de los límites de los bienes que, antes de 1290, el poderoso
privado Alfonso Godínez (canciller del infante don Fernando, y persona con
propiedades e influencia en Badajoz) había donado a la Orden del Hospital de
San Juan94 podemos inferir de estos dos documentos que en las relaciones entre
don Gil y Alfonso Godínez existía tirantez. Esto, además, sirve como testimonio
de discrepancias personales y luchas intestinas dentro de la corte, y del alinea-
miento en ellas de don Gil. Viene a ser otro ejemplo más de cómo, tras una
aparente disputa menor y local, se esconden hechos de otra dimensión.
Entre diciembre de 1292 y junio de 1295 aparecen muy pocos datos docu-
mentales sobre este personaje, ni siquiera en las listas de confirmantes. Bien es
verdad que para las fechas referidas, los últimos años del reinado de Sancho
IV95, son algo menos abundantes los documentos cancillerescos donde pudiera
haber alguna referencia, tomando como muestra el corpus publicado por
Gaibrois. Es nada lo que puede decirse sobre don Gil en este periodo.
Reaparece el personaje inmediatamente después de la muerte de Sancho
IV, el 23 de junio de 1295, formando parte de la comitiva de la reina María de
Molina durante la entrada de ésta en Valladolid donde estaban convocadas
Cortes96. Entre los personajes que acompañaban a la reina, por centrarnos en los
prelados, estaban el arzobispo toledano Gonzalo Pérez Gudiel, y los obispos de
Astorga (Martín), Tuy (Juan Martín), Coria (Alfonso), Osma (Juan Álvarez) y
Ávila (Pedro Fernández). Con varios de estos obispos había coincidido don Gil

91. Documento nº 75.


92. Documento nº 77.
93. Se ignora en qué quedó esta reclamación.
94. BARQUERO GOÑI 1994, p. 35, notas 151-152.
95. Muerto en Toledo el día 25 de abril.
96. Documento nº 84. Para la participación del clero en estas cortes, véase ARRANZ 1990, pp. 64-67.

368
WILLIAM S. KURTZ

en otros actos políticos o político-litúrgicos: con Alonso, de Coria, había parti-


cipado en la asamblea vallisoletana de 1282, en la eclesiástica de Benavente
de 1283, y en la coronación de Sancho en 1284; con Gonzalo Pérez Gudiel
coincidió en el acto de reentierro de reyes en 128997; Martín, obispo asturicen-
se y gran personaje en la cancillería real al acumular en su persona las notarías
mayores de Castilla, León y Andalucía, y Juan Martín, prelado de Tuy habían
coincidido con don Gil en la ceremonia toledana recién mencionada. Estas
relaciones quedan gráficamente explicitadas así:

Valladolid 1282 Benavente 1283 Toledo 1284 Toledo 1289 Valladolid


(coronación) (Reyes viejos) (cortes) 1295

Melendo, Astorga Melendo, Astorga


Suero, Zamora Suero, Zamora
Nuño, Mondoñedo
Fernando, Tuy
Alfonso, Coria Alfonso, Coria Alonso, Coria Alfonso, Coria
Gil, Badajoz Gil, Badajoz Gil, Badajoz Gil, Badajoz Gil, Badajoz
fray Fernando, Burgos
Gonzalo (García Gudiel),
Cuenca
Gonzalo (Pérez Gudiel), Gonzalo (Pérez Gudiel),
Toledo Toledo
Juan Alfonso, Palencia
Diego, Cartagena
Martín, Astorga Martín, Astorga
Juan Martín, Tuy Juan Martín, Tuy
Juan Álvarez, Osma
Pedro (González de
Luján), Ávila

97. Vistas la frecuencia de coincidencias entre don Gil y don Gonzalo Pérez Gudiel y el papel
tan preeminente de este último personaje en la política de Sancho IV (brazo ejecutor de la
toma de cuentas y caída en desgracia de Gómez García abad de Valladolid, partidario del
conde don Lope Díaz de Haro, favorable a la alianza con Francia, contrario a Aragón, presen-
te en el magnicidio de Alfaro, y en tantos otros eventos de importancia) sería tentador alinear
a don Gil con su acción política, salvo que no existe ningún dato explícito que lo avale.

369
Don Gil, obispo de Badajoz

Estos obispos eran sólo una parte pequeña de la nómina de prelados del
reino y en actos tan significativos como los reseñados se echaría en falta la
presencia de algún personaje relevante que otro (por ejemplo, brillan por su
ausencia los arzobispos de Compostela y de Sevilla). La coincidencia de los
mismos en los mismos tipos de actos no puede ser exactamente eso, una coin-
cidencia, por lo que entiendo que la reiterada coincidencia de las mismas
personas en actos de esta naturaleza, siempre cercanas a las personas de
Sancho y de su esposa María de Molina, parecen indicar la existencia de un
grupo de poder, facción sería mucho decir, compuesta por prelados que coin-
cidían en la defensa de los intereses de la pareja real98. Ir más lejos en el análi-
sis de este hecho exigiría meterse a fondo en todo el entramado político del
reinado de Sancho IV, tema que excede a mi intención con este trabajo; por
ahora considero suficiente haber apuntado y manifestado la existencia de este
grupo de eclesiásticos dentro de dicho entramado.
No obstante, sí quisiera hacer una observación al respecto. La interpreta-
ción de buena parte de estos prelados como miembros del círculo cortesano
del poder obliga a replantear la lectura habitual de su presencia en estas
cortes como representantes del clero, de todo el estamento eclesiástico como
tal. Parece más bien que su presencia debe interpretarse en otro sentido:
acudían como miembros de lo que hoy llamaríamos el gobierno, valga el
anacronismo como símil de lo que intento explicar, en el que sus cargos ecle-
siásticos no serían más que un elemento anejo a su actuación política-admi-
nistrativa99. Porque es obvio que contra ellos en concreto iba el que las
mismas cortes expulsaran de su seno a ricos hombres y prelados100 según
consta de una queja elevada por el arzobispo toledano y en la que uno de los
testigos fue don Gil; y más aún, contra ellos iría la provisión segunda del
ordenamiento de esta asamblea, por el que se obligaba a los clérigos de la
corte de Sancho IV a volver a los lugares donde ejercieran su ministerio101. Lo
que a su vez permite también explicar el llamado ordenamiento de los prelados

98. El obispo de Coria, recordemos, había sido canciller de la reina María de Molina.
99. Este planteamiento no es nuevo, simplemente confirma otros, en la línea de lo defendido
por PÉREZ PRENDES 1974.
100. BENAVIDES 1860, p. 40.
101. CORTES I, p. 131: Otrosí que todos los arçobispos e obispos e los abbades que vayan bevir a sus
arçobispados e obispados e a sus abbadías et los clérigos a sus logares, salvo los capellanes que cumplie-
ren para nuestra capiella que anden connusco.

370
WILLIAM S. KURTZ

otorgado en las mismas cortes102, en el que los eclesiásticos se quejaron de los


males y agravamientos que habían recibido de los reyes precedentes, como un
contraataque político para minimizar los efectos del anterior; aparte de haber
sido un ejercicio no carente de hipocresía, pues está claro que estos prelados
estaban, y habían estado siempre, cerca del poder y del gobierno del reino,
justamente en el meollo de todo cuanto denunciaban. En cualquier caso, el
clero, estos eclesiásticos al menos, obtuvieron en este segundo ordenamiento
el compromiso real de cierto margen de libertad en asuntos eclesiásticos,
además de conseguir la confirmación de todos los privilegios que sus iglesias
tenían desde tiempo del emperador hasta el momento103.
Valga como resumen el constatar que don Gil fue uno de los activos parti-
cipantes en las Cortes de Valladolid de 1295. Como a partir de este momento
prácticamente desaparece, salvo en las listas protocolarias de las confirmacio-
nes reales, puede pensarse que efectivamente fue apartado de la corte y que
se retirara a su diócesis. Es más, al no mencionársele en el tratado de Alcañi-
ces104 queda claro que estaba fuera de los círculos íntimos del poder para esa
fecha, en un tema que tanto afectó a su diócesis; incluso, recalca más su
ausencia el que el rey (mejor dicho, sus tutores en su nombre) adquiriera el
compromiso ante don Dinís de que el obispo de Badajoz cumpliría lo estable-
cido al respecto del traspaso (el texto lo llama donación) de Campomayor al
reino portugués105. Este tratado supuso, pues, una merma importante del
señorío episcopal badajocense en lo temporal, pues Campomayor (y Ougue-
la) venía(n) siendo del señorío del obispo de Badajoz desde época de Alfonso
X; bien que en lo eclesiástico el rey portugués reconoció los derechos del obis-
po sobre las localidades fronterizas que pasaron a su reino.
El problema para asegurar que don Gil se retirara a su diócesis tras las
cortes vallisoletanas es que para este periodo tampoco existe suficiente docu-
mentación en Badajoz que avale esta hipótesis. Sólo un ejemplo sitúa al obis-
po en su diócesis: el día 29 de septiembre de 1297106, Ferrant Yuanes de la

102. CORTES I, pp. 133-135.


103. La copia de Badajoz en Documento nº 89; la de Osma en LOPERRÁEZ 1788, p. 235ss.
104. 12 de diciembre de 1297: BENAVIDES 1860, pp. 140-143.
105. 15 de septiembre de 1297: BARROS Y SOUSA 1842, p. 123.
106. Documento nº 102.

371
Don Gil, obispo de Badajoz

Cámara y García Ferrandes, canónigo, sometieron al arbitraje del obispo don Gil
su pleito sobre un heredamiento en Malpartida. Este dato no es conclusivo al
respecto, podría tratarse de un mero formulismo jurídico, aunque la redacción
tiende a apuntar que el obispo estuviera presente, pero es el único disponible.
La última noticia documental de don Gil en vida es el permiso, dado en
Valladolid el día de Navidad de 1297, por el que los tutores de Fernando IV107
le permitían dejar en capellanías al cabildo de Badajoz la dehesa de la Grulla
que en su día le donara Sancho IV, permiso que quizá pretendiera compensar
la pérdida de Campomayor de unos meses atrás en virtud del tratado de
Alcañices. Esta donación deja ver, por otra parte, que el obispo ya estaba
preparando su testamento, lo que indica que se sentiría viejo o enfermo. Más
importante, indica que sus relaciones con el cabildo de la catedral de Badajoz
eran buenas, lo que para cualquier obispo ya es un logro positivo y que
requiere siempre un trabajo paciente y unas buenas habilidades diplomáticas.
Este detalle refuerza la hipótesis antes mencionada de que don Gil se retirara
después de las cortes vallisoletanas a su diócesis y que se dedicara allí a labo-
res propias de su ministerio. Tampoco lo demuestra. Como dije antes,
después de 1295 escasean los datos y su interpretación no es, de ninguna
manera, unívoca.
Después, nada, don Gil no vuelve a aparecer. Como resulta obvio, mori-
ría, pero es imposible saber cuándo. Hasta mayo de 1299108, año y medio
después de la donación al cabildo, no aparece la expresión en las listas de
confirmaciones de la eglesia de Badajoz vaga. En algún momento entre estas
dos fechas se produciría su óbito.
Realmente, el último documento sobre don Gil es la lápida funeraria que,
con su nombre y efigie se conserva en el ábside de la Antigua de la catedral
de Badajoz. Sea verdadera o falsa, tema comentado anteriormente, su existen-
cia en la catedral actual, obra del siglo XV en adelante109, apunta a la posibili-
dad de que en origen existiera una tumba de este obispo en la catedral de San
Juan de Badajoz, posibilidad sustentada además en la donación que le hiciera
don Gil al cabildo de la dehesa de la Grulla.

107. Documento nº 104.


108. Documento nº 105.
109. KURTZ 2007.

372
WILLIAM S. KURTZ

Su espolio, no obstante lo prometido en el ya citado ordenamiento de los prela-


dos otorgado en las cortes de 1295 y en el privilegio dado por Alfonso X110 por
los que se regulaba la administración de los bienes de obispos muertos, fue
tomado y gestionado por el oficial real Esteban Pérez Godino, alcalde del rey
con quien don Gil había compartido el cargo de sesmero en 1289, como mues-
tra una carta enviada en octubre de 1300 por Fernando IV111 ordenándole que
lo transmitiera a los vicarios y provisores del nuevo obispo, Bernardo.
El nombramiento de su sucesor llevó su tiempo. Por la bula de nombra-
miento del nuevo obispo112 se sabe que el cabildo de Badajoz se dividió entre
dos candidatos, Alfonso Rodríguez y Juan de Acre113, el texto aclara que el
pleito se remitió a Santiago que a su vez lo trasladó a Roma, decidiéndose
esta última por un tercer candidato.
Con esto, se acaba cuanto sabemos documentalmente del curso del obis-
pado de don Gil.

V. Don Gil, la persona


Obviamente, en la documentación se pueden obtener más datos sobre el
personaje y de su entorno, aspectos a los que se dedicará este epígrafe.
El primer problema que se plantea es quién era, de dónde procedía, cómo
era su entorno directo. Si no se trató al principio de este trabajo, como hubiera
sido lo usual, fue porque, dado el caos historiográfico sobre el personaje, he
preferido primero desmontar la multiplicidad de obispos, dejar bien sentado
el hecho de que es una sola persona con una sola vida, para después incidir en

110. CORTÉS I, pp. 133-135 y ACBa Pergaminos Carpeta I nº 1: SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 625 ss.
111. BENAVIDES 1860, p. 229.
112. Agnani 13 de junio de 1300, Reg. Bonifacio VIII, nº 3645, publicado en DIGARD 1904, p. 738.
113. Personajes totalmente desconocidos en la historia badajocense, o al menos de quienes no
consta documentación ni noticia alguna. Alfonso Rodríguez, dado lo común de su nombre, es
imposible de rastrear. De Juan de Acre puede suponerse que fuera familia del homónimo hijo
del rey de Jerusalén y regente del imperio latino de Constantinopla Juan de Brienne y de Beren-
guela (hija de Alfonso IX de León), conde de Monfort, copero del rey de Francia y quien en 1291
se hizo vasallo de Sancho IV. Según MOREL-FATIO 1898 (nota 8), murió en 1296; como este autor
suele saber de qué estaba hablando, no creo que fuera el candidato a la diócesis de Badajoz.

373
Don Gil, obispo de Badajoz

aspectos bastante problemáticos, por poco conocidos, como son sus orígenes,
entorno y similares.
Sobre el origen del personaje, entendiendo como tal su familia y anteceso-
res, nada se sabe. El único dato al respecto es una anotación en el Libro Becerro
de visitaciones de casas y heredades, o inventario de los bienes del cabildo de
Ávila114, que, al referirse a unas casas en la calle abulense de la Pescadería, indi-
ca que los hizo gil obispo de Badajós (fol. 7r) y gil dºs (Domínguez) obispo de Bada-
jós (fol. 98). Es un dato, nada malo, pero con dificultades para ser plenamente
aceptable por ser único, por carecer de cualquier otra confirmación, y por ser
algo posterior (el libro está fechado hacia 1303) a la muerte del personaje.
Como la documentación medieval no está exenta de errores e incongruencias,
me encontraría más cómodo si se contara con otra fuente que lo confirmara de
alguna manera. A modo de ejemplo: recordemos que, en el momento de
confeccionar el libro referido, regía la diócesis cordobense justamente un Gil
Domínguez; o, que en la nómina de clérigos de Uclés115 figura como muerto un
2 de diciembre un tal don Gil obispo de Segovia, personaje totalmente inexis-
tente. Al respecto, López de Agurleta identifica correctamente el error y vincula
este don Gil segoviano con el arcediano de Cartagena, don Gil, quien fue secre-
tario de la reina doña Violante. No es del todo imposible que la adscripción a
Segovia fuera un error y que efectivamente el obispo badajocense hubiera sido
antes clérigo de Uclés, pero esto entra ya en el terreno inútil de las especulacio-
nes. La existencia, eso sí, de la anotación en el libro becerro de la catedral de
Ávila apunta a que, por la razón que fuere, don Gil de Badajoz poseía propie-
dades en dicha ciudad y que las cedió al cabildo correspondiente. Poco más
podemos sacar del dato.
Porque también sería vana especulación asociar al obispo don Gil de
Badajoz, Gil Domínguez según la fuente abulense, con los personajes del
mismo nombre identificables en la corte de Alfonso X, la reina Violante y el
infante Sancho. Cierto es que el arcediano de Cartagena, secretario o notario
de la reina Violante en 1267 y 1276116, se llamaba don Gil, pero no consta en
ningún lugar que fuera elevado a obispado alguno, aunque no hubiera sido
ilógico pensarlo. También consta un Gil Domínguez quien actuó como

114. AHN, Códices, L.484; BARRIOS GARCÍA 1981, pp. 229 y 423 respectivamente.
115. LÓPEZ DE AGURLETA (¿?) sin fecha, fol. 161v y LÓPEZ DE AGURLETA 1716, fol. 196r-v.
116. MAÑUECO/ZORITA 1920, II, p. 295, en nota y p. 391, respectivamente.

374
WILLIAM S. KURTZ

escribano, secretario, refrendario o notario del infante don Sancho117 en las


cartas que envió en marzo de 1281 a su tío Pedro III de Aragón, y sería una
sugerente hipótesis o suposición el considerar que el secretario personal del
infante pasara a ocupar una mitra, máxime cuando el obispo don Gil de
Badajoz ocupó varios años el cargo de notario mayor de la cámara real. El
problema está en que en la documentación de la cancillería de Sancho IV
aparecen dos Gil Domínguez, uno a secas y otro con el apelativo de Astorga, el
primero de los cuales actuó hasta 1285118 y el segundo hasta 1287119. Debe
destacarse que ninguno de ellos firmó o se hizo denotar con un cargo ecle-
siástico (lo que demuestra que no eran el obispo que nos ocupa) y ambos
siempre aparecen en posiciones secundarias dentro del escatocolo (es decir,
ninguno de los dos mandó fazer documento alguno) lo que no concuerda con
la posición cercana al rey que nos revela el devenir vital del don Gil badajo-
cense. Todos estos datos simplemente sugieren y no demuestran nada.
Es una pena, porque sería de esperar que una persona que llegó a obispo
debiera haber tenido alguna historia anterior, algo, que justificara su eleva-
ción a la mitra, pero no ha sido posible encontrarla. Dada las fechas, es de
suponer que don Gil se formara y progresara dentro de la corte de Alfonso X
y de su hijo el infante heredero; los datos anteriores sugieren posibles candi-
datos, pero más allá de la sugerencia no se puede proceder, a falta de indicios
más claros y terminantes.
Pues posibilidades para encontrar posibles identificaciones hay bastantes,
pero ninguna es segura ni sería posible argumentarlas seriamente: un candida-
to podría haber sido el tutor del infante, el franciscano Fray Juan Gil de Zamo-
ra120, pero su biografía no parece dar tiempo para su episcopado badajocense y
al faltarle al obispo don Gil el título de fray es casi seguro que no sea la misma
persona. Otra posibilidad sería un don Gil arcediano de Toro por estas fechas.
Además, Gil era un nombre relativamente común en la época, como era y sigue
siendo el apellido Domínguez, con lo que quien busque encontrará posibilida-
des. Tema aparte sería que fuera posible demostrar alguna de ellas.

117. Memorial Histórico Español II, pp. 33, 41, 42 y 43 y BEJARANO RUBIO 1986, docs. III-IV, pp.
153-154.
118. GAIBROIS 1922, doc. 96.
119. VACA LORENZO 1988, p. 22.
120. FERRERO 2006.

375
Don Gil, obispo de Badajoz

En resumen, no es posible, hoy por hoy, saber quién era y de dónde venía
el Gil que llegó a obispo de Badajoz.

La documentación de la catedral de Badajoz da alguna información sobre


el entorno del obispo, poco más que los nombres de sus personas allegadas.
En lo que respecta a familiares directos, en el sentido actual de la palabra,
sabemos de tres sobrinos de don Gil, Iohán Ruys, García Roys y Gil Roys, por
un documento de subasta de bienes (una heredad entre Talavera y Malparti-
da) que adquirieron los dos últimos en 1294121.

Por el ya mencionado documento nº 13 tenemos información más directa


sobre sus familiares en el sentido medieval y episcopal de la palabra (su séqui-
to, su administración propia):

— Martín Sánchez122, su clérigo e chançeler, a quien hizo racionero y


rector de la iglesia de Olivenza;

121. Documento nº 45.


122. El canónigo, racionero y tesorero de la catedral de Badajoz, Martín Sánchez, aparece ya
como tal el 31 de mayo de 1260 en el fuero que el obispo don Fray Pedro Pérez dio a
Campomayor (ACBa Pergaminos Carpeta I nº 13: SOLÍS/DURÁN 1998, p. 641ss; Documentos
de Alfonso X, I, pp. 170-174). En 1289 (Documentos nos 61 y 66) recibió de los sesmeros del
rey, uno de los cuales fue el obispo don Gil, unas tierras en La Matanza y en la Liviana. En
1304 aparece actuando como vicario y provisor general del obispo don Bernardo (ACBa
Pergaminos Carpeta III nº 12: FERNÁNDEZ et alii 2002, p. 538 ss.). Entre 1314 y 1316 tuvo
problemas sobre la posesión de la Liviana, motivo por el cual don Dinís de Portugal escri-
bió varias cartas a su alcalde en Elvas (FERNÁNDEz et alii 2006, cartas 3 a 6) ordenando se
protegiera los derechos del canónigo badajocense, a quien llama meu clerigo, de lo que se
deduce que, tras el tratado de Alcañices, la Liviana debió quedar del lado portugués de la
frontera. En 1322, Alfonso XI de Castilla vuelve a llamarle mi clérigo (FERNÁNDEZ et alii 2006,
carta 7), en una carta que escribe con motivo de otro pleito del canónigo respecto a sus
tierras en La Matanza. En 1332 estaba ya muerto (ACBa Pergaminos Carpeta IV nº 18;
FERNÁNDEZ et alii 2002, p. 610-11) pues consta que había dejado al cabildo una heredad que
Sancho IV le diera en Val de Tajabolsas (ignoro si será alguna de las que ya constan docu-
mentalmente u otra tierra cuya acta de donación no se ha conservado) y que el capítulo
había arrendado al sobrino de Martín Sánchez, un tal Lope Sánchez. Poderosa persona
debió ser, no sólo como canciller de un obispo, pues nada menos que tres reyes de dos
reinos tuvieron a bien considerarle su clérigo, y ocupó un puesto significativo dentro del
cabildo badajocense durante al menos sesenta y dos años. Por ello apetecería saber más de
esta persona, más allá de los escuetos datos que se han transcrito.

376
WILLIAM S. KURTZ

— Pero Bono, su capellán, a quien hizo racionero y cura de la iglesia


de Táliga;
— Lásaro Pérez, su clérigo, a quien hizo racionero y rector de la iglesia de
Villa Nueva (de Barcarrota);
— Estevan Pérez, su clérigo, a quien hizo racionero y rector de la iglesia
de Los Santos;
— don Johan Pérez, su tesorero, a quien hizo cura de la iglesia de Caraço.
Finalmente, por otro documento de 11 de enero de 1294123 se sabe que
tuvo como criado (es decir, no como sirviente, sino como persona criada en
su entorno) a Miguel Sanches, hijo de don Domingo Bejarano124.
Estos datos, que no son demasiados, dan idea del entorno del obispo,
compuesto de familiares directos que obviamente se beneficiaron de su cerca-
nía al poder y conexiones familiares; oficiales de su casa o administración (al
menos contaba con un canciller y un tesorero, es de suponer que de algunos
más); y por el último de los citados, como todo gran señor el obispo crió en
su casa a hijos de otros próceres 125, suponiendo que el caso de Miguel
Sanches no fuera el único. Es decir, la imagen que se transmite es la de un
potentado, en qué grado de potencia es lo de menos, rodeado de una cohorte
de personajes que están a su servicio y se benefician de su cercanía al señor.
No otra cosa podría esperarse de un personaje medieval, pero no por ello
resulta menos satisfactorio poder comprobar que se cumple esta expectativa
en el caso de don Gil, obispo de Badajoz.

123. Documento nº 80.


124. Un Domingo Bejarano aparece como partidor por el rey en un documento de 1256 (ACBa
Pergaminos Carpeta I, nº 8: SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 636ss), y otro Domingo Gil Bejarano el
viejo, alcalde por el rey, acompañó en 1284 al obispo don Gil en la toma de posesión de
Olivenza (Documento nº 12). El nombre es sugerente sobre la posible vinculación con el inci-
dente de Bejaranos y Portugaleses de 1289, pero es insuficiente para saber si puede vincularse
con dicho hecho.
125. No me atrevo a usar aquí la expresión nobles, demasiado cargado de connotaciones que
no sabemos si es o no posible aplicar al obispo don Gil.

377
Don Gil, obispo de Badajoz

VI. Recapitulación
Este recorrido por la documentación referida al obispo badajocense don
Gil ha revelado la existencia de un personaje, de una personalidad de la corte
de Sancho IV, previamente desconocido. Ha sido posible reconstruir su
trayectoria vital con cierta seguridad, al menos a grandes rasgos, pese a lo
cual sigue siendo una figura evanescente de la que, en último término, desco-
nocemos más de lo que sabemos. Como de tantos otros personajes medieva-
les, se desconoce todo de su vida personal. Está documentado que mantuvie-
ra casa (oficiales y criados) y poco más: su posible nombre familiar
(Domínguez) y que construyó algunas casas en la calle de la Pescadería en
Ávila que legó al cabildo de dicha ciudad. Eso es todo. Igualmente, cabe
pensar que perteneciera al clero secular, al carecer del apelativo fray; es más,
fue el primer obispo badajocense que procedió de este estamento clerical.
El rasgo más sobresaliente que se trasluce de su trayectoria es la cercanía
a la persona de Sancho IV, junto con quien se rebela, a quien corona y a quien
acompaña en diferentes momentos cruciales de su vida. Una persona en la
que el rey confiaba lo suficiente como para confiarle la misión de actuar en su
nombre en la ciudad de Badajoz después de las dos rebeliones de esta ciudad
contra la autoridad de Sancho. Esta cercanía, indudable, contrasta por otra
parte con el hecho de que apenas se le mencione en la crónica de Sancho IV,
en cuya narración y discurso tanto papel tuvieron los diferentes privados,
que repetidamente son mencionados y calificados de tales. Don Gil tuvo con
Sancho un cierto grado de privanza, en el sentido medieval de la palabra, a
pesar de lo cual en la Crónica apenas se le mencione más que como partici-
pante en los actos litúrgicos de la catedral de Toledo. Puede que esto apunte a
que su papel en la corte no debió ser de primera fila, sino de actuante discre-
to y al servicio directo del rey. Un poder gris, si se quiere, y en cualquier caso
un obispo claramente cortesano.
A diferencia de bastantes otros clérigos cercanos a la corte, no consta que
acumulara propiedades y señoríos, tan sólo se sabe que le donaron la dehesa
de la Grulla que eventualmente legara al cabildo de Badajoz. Bien es verdad
que consta que obtuvo beneficios cuando actuó en la coronación de Sancho y
cuando estuvo con él en Ciudad Rodrigo, lo que podría sugerir cierta venali-
dad, mas no excesiva; al respecto, es poco lo que recibió en general. En este
aspecto difiere de la materialista impresión general que causa el episcopado

378
WILLIAM S. KURTZ

hispano medieval y que tan duramente fue criticado por el Dr. Linehan126. La
cercanía al rey viene resaltada por su práctica desaparición de la vida política
de la corte una vez muerto Sancho.
En el terreno de las suposiciones fundamentadas, puede pensarse que
su trayectoria personal y profesional previa al episcopado se desarrollara en
la corte de Alfonso X, aunque sólo sea por razones cronológicas toda vez
que su nombramiento es anterior a la abierta rebelión contra este rey; cuál
pudiera ser dicha trayectoria es algo sobre lo que la información no es que
escasee, es inexistente.
Sobre su labor en la diócesis, el silencio. Las disputas en las que participó
relativas a asegurarse las rentas eclesiásticas de Olivenza y otras poblaciones
en 1284, y las que mantuvo algunos años más tarde con Juan Alfonso de
Alburquerque, se explican mejor dentro de la dinámica política de los intere-
ses reales que aplicando el modelo habitual en la historiografía eclesiástica de
considerarlas una disputa por la recuperación de derechos usurpados por el
poder temporal, lo que también fueron. No es que se despreocupara de las
rentas, obviamente se ocupó de conseguirlas, lo que planteo es que sus accio-
nes se explican mejor al tratarlas desde una visión y paradigma de la política
del momento que aplicando el discurso historiográfico tradicionalista que
gusta de presentar a los obispos como víctimas impotentes de exacciones
ajenas resarcidas acaso por algún acto de justicia universal. A modo de ejem-
plo: aún hoy se describe la actuación de don Gil en Olivenza como una recu-
peración de derechos históricos perdidos, cuando queda visto que sólo fue, lo
que no es poco, un acto de afirmación del nuevo poder ejecutivo y de las
circunstancias políticas derivadas del cambio del poder real desde Alfonso X
a su hijo Sancho IV; y que el discurso recuperativo fue, y es, una conveniente
explicación ex post facto. Es más, aún hoy en España sobran discursos basados
en la recuperación de todo tipo de derechos históricos (generalmente mal
fundamentados) y todos nos beneficiaríamos de un punto de vista realmente
objetivo y, sí, moderno, que implicara su desaparición. Otro tanto puede
decirse de la persistencia, en tantos ámbitos, de discursos victimistas, de una
considerable hipocresía cuando lo manejan, o son aplicados a, personajes o
entidades dotadas de poder ejecutivo real, como pudo verse en el caso del
ordenamiento de los prelados de las cortes vallisoletanas de 1295.

126. LINEHAN 1971, y las críticas que hace a esta obra NIETO SORIA 1982, pp. 198-199.

379
Don Gil, obispo de Badajoz

Personalmente, la aportación que más me ha interesado de este artículo


es haber aclarado una confusión ya multicentenaria sobre la serie de obispos
en Badajoz entre 1281 y 1299, tema menor en sí mismo, mas, como se ha
visto, no carente de interés. A la vez se ha demostrado que una revisión deta-
llada de los datos todavía permite avanzar en un campo que se consideraba
cerrado y resuelto por la historiografía tradicional. Igualmente, queda claro
que el episcopologio medieval precisa todavía, para la iglesia española,
mucha investigación que sin duda alguna deparará sorpresas, pero, sobre
todo, permitirá una mucho mejor comprensión de un periodo ya de por sí
difícil de comprender.
Al final, con todo lo que puede decirse de este obispo don Gil, la conclu-
sión más firme es que sabemos muy poco de él, como mucho podemos intuir
una figura nebulosa. Espero que ahora, terminado este trabajo, sepamos algo
más y quepa la posibilidad de ampliar en el futuro este conocimiento.

380
WILLIAM S. KURTZ

Referencias documentales a Don Gil, Obispo de Badajoz

1
1281, diciembre, 16; Sevilla
Confirmante de un privilegio real
GONZÁLEZ JIMÉNEZ 1991, p. 519

2
1282, abril, 4; Valladolid
Suscribe un documento con otros obispos en la asamblea de Valladolid, el obispo
Aegidius pacensis
TEJADA RAMIRO 1855, pp. 668-669

3
1282, julio, 13; Sevilla
Confirmante de un privilegio real
Memorial Histórico Español II, p. 85; BALLESTEROS 1913, p. ccxlix; GONZÁLEZ JIMÉNEZ
1991, p. 529

4
1283, mayo, 13; Benavente
Junto con los obispos Melendo, de Astorga; Suero, de Zamora; y Alfonso, de Coria;
da indulgencias a quienes contribuyeran a la construcción del monasterio de San
Andrés de Vega de Espinareda (León).
GÓMEZ BAJO 1993, pp. 41-42

5
1284, abril, 24; Toledo
Sancho IV ordena a los concejos de Olivenza, Villanueva de Barcarrota, Táliga, los
Santos, y Aldea de los Caballeros que den los diezmos a don Gil
ACBa Pergaminos, carpeta II nos 8, 9 y 11: publicado en SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 665-
668 y 671-673

6
1284 (primera quincena de mayo); Toledo
Participó en la coronación de Sancho IV, junto con los obispos de Burgos (fray
Fernando), Cuenca (Gonzalo) y Alonso (Coria)
Crónica de Sancho IV capítulo lxxixº fol. 62r

381
Don Gil, obispo de Badajoz

7
1284, mayo, 4; Toledo
Aparece en el libro de cuentas de Sancho IV, en este día, en Toledo, cobrando 550
maravedís de la moneda de la guerra, para su vestir, puestos en los sobrecogedores de
la moneda forera del obispado de Badajoz
AHN Códices L.1009bis, fol. 3v

8
1284, mayo, 9; Toledo
Sancho IV manda que se cumplan los privilegios y derechos de don Gil
ACBa Pergaminos, carpeta II nos 8, 9 y 11: publicado en SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 665-
668 y 671-673

9
1284, mayo, 20; Táliga (Badajoz)
Toma de posesión de Táliga
ACBa Pergamino II nº 8; SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 665ss

10
1284, mayo, 20; Barcarrota (Badajoz)
Toma de posesión de Villanueva (de Barcarrota)
ACBa Pergamino II nº 11; (SOLÍS/DURÁN 1998 pp. 671ss

11
1284, mayo, 23; Puebla de los Santos (Badajoz)
Toma de posesión de Puebla de los Santos
ACBa Pergamino II nº 9; SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 667ss

12
1284, mayo, 24; Olivenza
Toma de posesión de Olivenza
ACBa Pergamino II nos 6 y 7; SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 660ss

13
1284, junio, 10; Badajoz
El ayuntamiento da testimonio de que Olivenza pertenece al obispado de Badajoz, y
sobre los litigios habidos por territorios con las órdenes del Temple y de Uclés
ACBa Pergamino II nº 10; SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 669-671, traslado del siglo XIV
(época del obispo don Simón, aproximadamente 1309-1326) de otro traslado de 12
de octubre de 1293 de sendos documentos de 26 de mayo de 1276 y 3 de agosto de
1277; documentos todos referidos a este pleito entre Badajoz y las órdenes colin-
dantes a su territorio.

382
WILLIAM S. KURTZ

14
1284, julio, 23; Sevilla
Sancho IV se dirige al concejo de Badajoz para que las rentas de la iglesia de Oliven-
za se den a los nombrados por el obispo don Gil, y no a Velasco Velázquez de Ávila
juez del rey.
ACBa Cartas Reales 2, FERNÁNDEZ et alii 2006, p. 4

15
1284, julio, 28; Sevilla
Confirmante de un privilegio real
Colección VI, p. 165

16
1284, agosto, 10; Sevilla
Confirmante de un privilegio real
ORTIZ DE ZÚÑIGA 1795, vol. I, p. 355

17
1284, agosto, 13; Sevilla
Confirmante de un privilegio real
Archivo Municipal de Murcia, Arm. 1, Priv. núm. 145

18
1284, agosto, 20; Sevilla
Confirmante de un privilegio real
GAIBROIS III, p. ix, doc 12

19
1284, octubre, 6; Salamanca
Confirmante de un privilegio real
TORRES Y TAPIA 1763, p. 419

20
1284, octubre, 13; Sevilla
Confirmante de un privilegio real
TORRES FONTES 1963 p. 98

21
1284, octubre, 15; Zamora
Sancho IV toma a don Gil y a los clérigos de Badajoz bajo su amparo
ACBa Pergaminos, carpeta II nº 12: publicado en SOLÍS/DURÁN 1998, p. 673-4

383
Don Gil, obispo de Badajoz

22
1284, octubre, 18; Zamora
Confirmante de un privilegio real, aparece como notario mayor de la cámara del rey.
ORTEGA Y COTES et alii 1759, p. 116

23
1284, octubre, 20; Zamora
Confirmante de un privilegio real, aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
PALACIOS MARTÍN 2004, p. 233; ORTEGA Y COTES et alii 1759, p. 118

24
1284, octubre, 22; Zamora
Confirmante de un privilegio real, aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
PALACIOS MARTÍN 2004, p. 236; ORTEGA Y COTES et alii 1759, p. 119

25
1284, noviembre, 2; Toro
Confirmante de un privilegio real
MANUEL 1800, p. 262

26
1284, noviembre, 30; Valladolid
Confirmante de un privilegio real, aparece como notario mayor de la cámara del rey
FÉROTIN 1897, p. 279

27
1285, enero, 6; Atienza
Confirmante de un privilegio real
CODEA127 doc. 1122; según GAIBROIS III, p. xxvi, fue el 12/enero/1285; según la
misma autora, p.xxviiii, doc. 44, la fecha fue el 16/enero/1285

28
1285, enero, 7; Madrid
Confirmante de un privilegio real, aparece como notario mayor de la cámara del rey
GAIBROIS III, p. xxv, doc. 39; (SÁNCHEZ BELDA 1951, p. 14 y 53, cita AHN Clero leg. 1427

29
1285, febrero, 8; Almansa
Confirmante de un privilegio real, aparece como notario mayor de la cámara del rey
FRANCO SILVA 1990, p. 47

127. Corpus de Documentos Españoles anteriores a 1700 (http://demos.bitext.com/codea/)

384
WILLIAM S. KURTZ

30
1285, mayo, 28; Toledo
Confirmante de un privilegio real, aparece como notario mayor de la cámara del rey
MANUEL 1800, p. 374
31
1285, agosto, 26; Sevilla
Confirmante de un privilegio real, aparece como notario mayor de la cámara del rey
CODEA doc. 1124
32
1285, septiembre, 26; Sevilla
Confirmante de un privilegio real, aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
MUÑOZ TORRADO 1915, p. 173
33
1285, septiembre, 26; Sevilla
Confirmante de un privilegio real aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
ANÓNIMO 1887, p. 207
34
1285, noviembre, 25; Sevilla
Confirmante de un privilegio real, aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
CODEA, doc. 1123
35
1286, enero, 29; Zamora
Confirmante de un privilegio real
MARTÍN et alii 1977 p. 401
36
1286, febrero, 16; Benavente
Confirmante de un privilegio real aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
GAIBROIS III, p. lxviii, doc. 105; SÁNCHEZ BELDA 1951, p. 53, cita AHN Clero leg. 575;
quien sitúa la fecha en enero
37
1286, mayo, 1; Burgos
Confirmante de un privilegio real aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
GAIBROIS III, p. lxxi, doc. 111
38
1286, mayo, 23; Burgos
Confirmante de un privilegio real aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
FERNÁNDEZ 1959, p. 170

385
Don Gil, obispo de Badajoz

39
1286, julio, 8; Villafranca de Valcárcel
Confirmante de un privilegio real aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
BERGANZA 1721, p. 494
40
1286, septiembre, 1; Santiago de Compostela
Confirmante de un privilegio real
FLÓREZ, t. XXXV, p. 457
41
1286, octubre, 4; León
Confirmante de un privilegio real aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
MARTÍNEZ MARTÍNEZ 2003, p. 303; Colección VI, p. 178
42
1286, diciembre, 2; Palencia
Confirmante de un privilegio real aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
MAÑUECO/ZORITA 1920, III, p. 89
43
1287, marzo, 3; Atienza
Confirmante de un privilegio real aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
FÉROTIN 1897, p. 286
44
1287, marzo, 11; Segovia
Confirmante de un privilegio real aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
MAÑUECO/ZORITA 1920, III, p. 97
45
1287, mayo, 21; Badajoz
Documenta varios sobrinos: Garçía Roys y Gil Roys, que tenían una heredad entre
Talavera y Malpartida; otro sobrino Iohan Ruys
ACBa pergamino II nº 13: SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 674 ss
46
1287, mayo, 10; Burgos
Confirmante de un privilegio real aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
FÉROTIN 1897, p. 288
47
1287, junio, 2; Burgos
Confirmante de un privilegio real; aparece como notario mayor de la cámara del rey
GAIBROIS III, p. xcvii, doc. 158

386
WILLIAM S. KURTZ

48
1287, agosto, 17; Toro
Confirmante de un privilegio real
CODEA doc. 1125
49
1288, febrero, 15; Toro
Confirmante de un privilegio real aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
ECHÁNIZ SANS 1993, p. 63
50
1288, marzo, 6; Toro
Confirmante de un privilegio real aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
MAÑUECO/ZORITA 1920, III, p. 138
51
1288, marzo, 26; Carrión
Confirmante de un privilegio real aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
VILLAR GARCÍA 1990, pp. 338 y 342
52
1288, abril, 25; Valladolid
Confirmante de un privilegio real aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
GAIBROIS III, p. cxix, doc. 195
53
1288, abril, 27; Valladolid
Confirmante de un privilegio real
GAIBROIS III, cxxi, doc. 198
54
1288, mayo, 21; Soria
Confirmante de un privilegio real aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
MAÑUECO/ZORITA 1920, III, p. 152
55
1288, mayo, 23; Soria
Confirmante de un privilegio real
LOPERRÁEZ 1788, p. 226
56
1288, agosto, 8; Vitoria
Confirmante de un privilegio real aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
GAIBROIS III, cxxviii, doc. 211; SÁNCHEZ BELDA 1951, pp. 14 y 53; cita documento AHN,
Clero, legajo 139

387
Don Gil, obispo de Badajoz

57
1288, diciembre, 10; Burgos
Confirmante de un privilegio real aparece como Notario mayor de la Cámara del Rey
GAIBROIS III, cxxxvi, doc. 223; SÁNCHEZ BELDA 1951, pp. 14 y 53, cita AHN Sahagún
nº 194

58
1288, diciembre, 12; Burgos
Confirmante de un privilegio real
PÉREZ/ESCALONA 1772, p. 625

59
1289, abril, 1; Burgos
Confirmante de un privilegio real
GAIBROIS III, cxlv, doc. 243

60
1289, abril, 26; Valladolid
Confirmante de un privilegio real
CODEA doc. 389

61
1289, junio, 1; Badajoz
Sentencia del obispo don Gil y de Estevan Peres Godino alcalde del rey en Badajoz,
ambos sesmeros del rey en Badajoz,
ACBa pergamino II nº 14: SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 678-679

62
1289, octubre, 29; Guadalajara
Confirmante de un privilegio real
MANUEL 1800, p. 310

63
1289, noviembre, 21; Toledo
participa en la traslación de los restos de Alfonso VII, de Sancho III de Castilla y de
Sancho II de Portugal en la catedral toledana, en presencia del rey Sancho IV, junto
con don Gonzalo, arzobispo de Toledo, don Juan Alfonso, obispo de Palencia,
Diego, obispo de Cartagena, Martín, obispo de Astorga, y Juan Martín, obispo de
Tuy; además: don Fernando Pérez Ponce, y Juan Fernández de Limia, además de
otros nobles
JOFRÉ DE LOAYSA, Crónica de los Reyes de Castilla, parágrafo 53; ed. de MOREL-FATIO
1898, p. 357; Anales Toledanos III, FLÓREZ t. 23, p. 416

388
WILLIAM S. KURTZ

64
1289, diciembre, 18; Toledo
Confirmante de un privilegio real
IZQUIERDO BENITO 2005, p. 62

65
1290, febrero, 5; Toledo
Confirmante de un privilegio real
GAIBROIS III, clxxxi, doc. 291

66
1290, junio, 1; Badajoz
Sentencia del obispo don Gil y de Iohan Rois de la Rocha alcalde del rey en Badajoz,
ambos sesmeros del rey en Badajoz
ACBa pergamino II nº 15: SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 679ss

67
1290, agosto, 1; Valladolid
Confirmante de un privilegio real
CODEA doc. 1126; BARRIOS GARCÍA 1981, p. 128

68
1291, enero, 11; Toledo
Confirmante de un privilegio real
GAIBROIS III, ccx, doc. 329

69
1291, abril, 28; Burgos
Sancho IV hace donación al obispo don Gil de la Dehesa de la Grulla
ACBa pergamino II nº 16: SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 682ss

70
1291, septiembre, 17; Ciudad Rodrigo
Sentencia dada por Sancho IV sobre impuestos (yantares) del rey en Ouguela y
Campomayor.
ACBa pergamino II nº 20: SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 688ss)

71
1291, octubre, 16; Toro
Sancho IV ordena a Juan Alfonso de Alburquerque que facilite al obispo el cobro de
los diezmos de Azagala.
GAIBROIS III, doc. 377

389
Don Gil, obispo de Badajoz

72
1291, noviembre, 15; Medina del Campo
Juan Alfonso de Alburquerque ordena a su alcaide de Alburquerque que pague a
don Gil los derechos que tiene en las iglesias de La Codosera y de Benavente
GAIBROIS III, doc. 382

73
1292, enero, 16; Burgos
Confirmante de un privilegio real
GAIBROIS III p. cclxv, doc. 395

74
1292, abril, 17; Badajoz
Ejecución de la sentencia sobre yantares del rey en Ouguela y Campomayor
ACBa pergamino II nº 20: SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 688ss

75
1292, octubre, 25; Badajoz
Velasco Peres alcalle del Rey et de Badaios et teniente las veses de Lope Peres juis del Rey en
ese mismo lugar amojona y entrega al obispo don Gil un espacio en la hermita que dizen
de Santa María de Caya
ACBa pergamino II nº 19: SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 686ss

76
1292, noviembre, 22; Sevilla
Confirmante de un privilegio real
AAVV 2006, p. 42

77
1292, diciembre, 10; Badajoz
El obispo conmina a Alfonso Godines, chanciller del infante don Fernando, a devol-
verle aceñas y molinos, ante Velasco128 Peres alcalle del Rey et de Badaios et teniente las
veses de Lope Peres juis del Rey en ese mismo lugar.
ACBa pergamino II nº 18: SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 685 ss

78
1293, mayo, 23; Valladolid
Confirmante de un privilegio real
GAIBROIS IIII, p. cccxxx, doc. 484

128. En otros lugares del documento: Vasco.

390
WILLIAM S. KURTZ

79
1293, octubre, 4; Valladolid
Confirmante de un privilegio real
GAIBROIS IIII, p. cccxliii, doc. 499

80
1294, enero, 11; Badajoz
Aparece un Miguel Sánchez criado del obispo e hijo de don Domingo Bejarano
ACBa pergamino III nº 3; SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 693ss

81
1294, marzo, 3; Valladolid
Sancho IV dirige una carta a Don Gil y al cabildo, pidiendo dinero para la guerra
contra los benimerines, y a otras iglesias
AHN Códices L.985, fol. 1

82
1295, febrero, 4; Madrid
Confirmante de un privilegio real
Colección VI, p. 192

83
1295, abril, 24; Toledo
Confirmante de un privilegio real
GAIBROIS III; cdix, doc. 594

84
1295, junio, 23; Valladolid
Presente en la comitiva de la reina María de Molina al entrar en Valladolid para
cortes, junto con muchos otros prelados y los maestres de las órdenes
Crónica de Fernando IV, cap. I, edición de ROSELL 1875, p. 94

85
1295, junio, 26; Valladolid
Confirmante de un privilegio real
AHN, Códice de Orihuela, pp. 30-31: TORRES FONTES 1980, p. 4

86
1295, agosto, 3; Valladolid
Confirmante de un privilegio real
Archivo Municipal de Lorca, perg. 12

391
Don Gil, obispo de Badajoz

87
1295, agosto, 3; Valladolid
Confirmante de un privilegio real
ARGOTE DE MOLINA 1588, libro II, p. 165v

88
1295, agosto, 3; Valladolid
Confirmante de un privilegio real
BENAVIDES 1860, p. 18

89
1295, agosto, 11; Valladolid
Los tutores de Fernando IV (María de Molina, el infante don Enrique) confirman al
obispo don Gil todos los privilegios que tuviera desde el emperador al presente
ACBa pergamino III nº 4: SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 694ss (Copia del obispado de
Osma: LOPERRÁEZ 1788, pp. 235ss, de 18 de agosto)

90
1295, agosto, 13; Valladolid
Confirmante de un privilegio real
Archivo Municipal de Murcia, pergamino nº 58

91
1295, agosto, 16; Valladolid
Es testigo de la protesta de Don Gonzalo, arzobispo de Toledo por la fuerza que se hizo
a algunos ricos hombres y prelados en las cortes. Don Gil aparece como honrado padre
BENAVIDES 1860, p. 40

92
1295, agosto, 22; Valladolid
Confirmante de un privilegio real
FERNÁNDEZ Llera 1920, p. 242

93
1296, junio, 4; Toro
Confirmante de un privilegio real
MARTÍN MARTÍN 1989, p. 75

94
1296, junio, 16; Valladolid
Confirmante de un privilegio real
BENAVIDES 1860, p. 91

392
WILLIAM S. KURTZ

95
1296, junio, 30; Valladolid
Confirmante de un privilegio real
BENAVIDES 1860, p. 93

96
1296, octubre, 10; Valladolid
Confirmante de un privilegio real
LOPERRÁEZ 1788, p. 239

97
1296, octubre, 27; Real de sobre Paredes de Nava
Confirmante de un privilegio real
PÉREZ/ESCALONA 1772, p. 630

98
1296, octubre, 27; Real de sobre Paredes de Nava
Confirmante de un privilegio real
BENAVIDES 1860, p. 103

99
1296, diciembre, 12; Real de sobre Paredes de Nava
Confirmante de un privilegio real
BENAVIDES 1860, p. 112

100
1297, enero, 2; Real de sobre Paredes de Nava
Confirmante de un privilegio real
BENAVIDES 1860, p. 114

101
1297, mayo, 26; Cuéllar
Confirmante de un privilegio real
BENAVIDES 1860, p. 121

102
1297, septiembre, 29; Badajoz
Ferrant Yuanes de la Cámara y García Ferrandes canónigo someten al obispo don Gil
su pleito sobre un heredamiento en Malpartida
ACBa pergamino III nº 6: SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 696ss

393
Don Gil, obispo de Badajoz

103
1297, octubre, 13; Toro
Confirmante de un privilegio real
BENAVIDES 1860, p. 147

104
1297, diciembre, 25; Valladolid
Los tutores de Fernando IV (María de Molina, Infante don Enrique) le confirman el
privilegio de la dehesa de la Grulla y la capacidad para dejarla en capellanías
ACBa pergamino III nº 5: SOLÍS/DURÁN 1998, pp. 695ss; BENAVIDES 1860, pp. 149-150

105
1299, mayo, 20;
Primera referencia a la iglesia de Badajoz vaga
BENAVIDES 1860 p. 191

106
1300, junio, 13; Agnani
Nombramiento de obispo de Badajoz por muerte de don Gil:
Pacensis ecclesia per obitum Aegidii episcopi vacante, et canonicis electioni futuri pastoris
per viam scrutinii procedentibus, quamplurales ex illis in Alfonsum Roderici, reliqui vero in
Johannenm dictum de Acre, ipsius ecclesiae Pacensis canonicos, direxerunt vota sua.
DIGARD 1904, p. 738, nº 3645; GAIBROIS II, p. 12

107
1300, octubre, 8; Badajoz
El espolio de este obispo pasó a Esteban Pérez Godino, alcaide por el rey Fernando
IV en el castillo de Badajoz: vos mando que cuidedes de recudir al dicho Bernal Iannes en
todas las cosas que hobiestes del obispo don Gil, e que tomastes de las prendas e derechos de
ese obispado, bien e complidament así de granado como de menudo, salvo ende aquellos que a
mi distes, de que tenedes mi carta sellada con mío sello en como los recibí de vos
BENAVIDES 1860, p. 229

108
1303 (aprox.); Ávula
En el libro becerro de visitaciones de casas y heredades o inventario de los bienes del
cabildo de Ávila, fol. 98, aparece gil dºs (Domínguez) obispo de Badajós; en el fol. 7r,
referido a la misma propiedad: gil obispo de Badajós.
AHN, Códices, L.484; BARRIOS GARCÍA 1981, pp. 423 y 229 respectivamente

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