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9/2/2019 Una santa no lo es solo para su convento – Teresa, de la rueca a la pluma

Una santa no lo es solo para su convento


Publicado el 26/01/2019 por MJ

Pedro Paricio Aucejo

Como personaje teatral y cinematográfico, santa Teresa de Jesús ha sido representada en


variadas ocasiones en los escenarios y en las grandes pantallas de los cines españoles. Una vez
introducida la televisión en nuestro país, la carmelita universal fue protagonista también de la
pequeña pantalla. Así, para conmemorar en la ciudad de Ávila la proclamación de la monja
escritora como primera Doctora de la Iglesia –llevada a cabo en 1970 por el Papa Pablo VI–, la
iglesia del Monasterio de Santo Tomás acogió el estreno y la grabación televisiva de la obra de
Antonio Gala Retablo de Santa Teresa. El 16 de octubre de ese mismo año fue emitida en TVE en
el marco de Estudio 1, prestigioso programa dramático que representaba obras de teatro en el
primer canal público de ámbito estatal.

Sin embargo, no sería esta la única ocasión en que la Santa aparecería en la pequeña pantalla.
Así, en ese mismo espacio televisivo, se proyectó en 1973 Teresa de Jesús, según texto de
Eduardo Marquina. Igualmente, en 1984, se emitió bajo el mismo nombre una serie de ocho
episodios que, protagonizada por la actriz Concha Velasco, alcanzaría merecida fama, llegando a
ser quizá la adaptación más recordada por los telespectadores. Teresa de Jesús fue dirigida por
Josefina Molina, a partir de un guión en el que colaboraron, además de ella, Carmen Martín Gaite
y Víctor García de la Concha. Finalmente, en 2015, con ocasión de la celebración del V centenario
del nacimiento de la descalza castellana, la pequeña pantalla reprodujo la película
televisiva Teresa, dirigida por Jorge Dorado, con guión de Juanma Romero.

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9/2/2019 Una santa no lo es solo para su convento – Teresa, de la rueca a la pluma

Pero es a aquella obra citada de 1970 –Retablo de Santa Teresa– del polifacético escritor Antonio
Gala (1936) a la que cabe el honor de haber sido la primera aparecida en la televisión de nuestro
país. En esa fecha su autor ya conocía el éxito, que le vino de la mano de su producción poética
en los años 60 del siglo pasado. También era ya un dramaturgo distinguido, desde que en 1963 se
le concediera el Premio Nacional de Teatro Calderón de la Barca.

Además de estos géneros, su pluma acerada y libre –siempre fiel a sí mismo– abarcó otros
géneros literarios como la novela, el relato y el artículo periodístico, con el que alcanzó millones de
lectores en prestigiosos periódicos, al tiempo que una fama de personaje polémico, controvertido y
atípico en el ambiente de la intelectualidad española. En sus escritos, según subraya la profesora
Françoise Dubosquet¹, Gala se presenta fundamentalmente como un humanista de aguda
sensibilidad y extraordinario manejo del castellano, cuya comprometida reflexión intelectual tiene
por objeto la visión de una condición humana fuertemente enraizada en la cotidianidad del
individuo.

La imposición de la televisión en nuestro país como primera forma de comunicación hizo que, en la
década de los 70, Gala mostrara interés por escribir para este medio, pues lo consideraba el
instrumento idóneo para conectar inmediatamente con el pueblo. Elaboró así un amplio repertorio
de piezas con trasfondo histórico que le proporcionaron muchísima popularidad. Con ellas
pretendió contar a sus compatriotas aspectos de algunos personajes que hicieron a los españoles
ser lo que son: Cantar de Santiago para todos –como celebración del año compostelano–; Si las
piedras hablaran; Paisaje con figuras; 4 conmemoraciones: Eterno Tuy, Auto del Santo Reino,
Oratorio de Fuenterrabía, Retablo de Santa Teresa…

Esta última es una biografía dramática en la que se evocan articuladamente varios episodios de la
vida de la religiosa abulense. Para el crítico César Combarros², Gala –apoyado en la luz como
principal escenografía y escapando del verso por primera vez en las adaptaciones sobre la Santa–
repasa momentos relativos a algunas anécdotas de su niñez junto a su hermano Rodrigo,
enfermedades, coloquios con Dios, éxtasis, relaciones con la princesa de Éboli o fundaciones
conventuales. Es en el desarrollo de este último proceso en el que el autor hace proferir a la
religiosa la expresión “una Santa no es nunca para un convento solo”.

Con toda lógica espiritual puede pensarse que en esta frase se condensa la fuerza globalizadora
de la santidad de Teresa de Ahumada: el paso de los siglos evidencia que, canalizada dicha
energía en los recursos tecnológicos de cada época, la capacidad de influencia de la mística
española no solo ha superado con creces la derivada de sus estrictas relaciones personales –
dentro y fuera de los monasterios por ella fundados–, sino que, irradiando en libros, teatros, cines,
televisores y cualquier otro medio disponible según la coyuntura histórica, crece exponencialmente
en un universo religioso en continua expansión.
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