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Sin embargo, los enfoques participativos tienden a ser de empleo reducido porque
demandan un tiempo relativamente prolongado in situ, a objeto de facilitar el
entendimiento y la comprensión entre los facilitadores externos y el medio comunitario
local. Pero entre las ventajas, vale la pena citar aquellas previamente ignoradas por la
planificación normativa: la valoración de conocimientos, capacidades y percepciones
locales, esto es, de los sujetos del desarrollo.
La idea central de estos enfoques es que las percepciones y experiencias que las
comunidades tienen de su entorno de vida, influyan decisivamente en el diseño de las
políticas públicas, a fin de lograr eficiencia y sostenibilidad en los proyectos de
desarrollo, mediante el necesario empoderamiento de los individuos :
CONOCIMIENTOS>>EMPODERAMIENTO>>CAPACIDADES>>DESARROLLO
Las técnicas usuales del DRP pueden clasificarse en cinco categorías, no excluyentes:
La batería de técnicas (T), los medios de facilitación (F) y los modos de compartir las
experiencias (C), son los tres componentes básicos y continuos del DRP, que potencian
el empoderamiento de las comunidades. No pocas veces se confunden en los “diálogos
de saberes”, pues en ellos están envueltos de múltiples maneras los agentes externos y
la comunidad local:
Sin duda, el DRP plantea una nueva postura ante la necesidad de erradicar o superar el
problema de la pobreza rural. Los abordajes fenomenológicos (“ponerse en el lugar
de..”), aunque son subjetivos, permiten desentrañar la naturaleza más profunda de los
problemas sociales. Por ello, estos enfoques desestiman las encuestas estructuradas, los
modelos de racionalidad perfecta, los proyectos externos meramente técnicos y las
hipótesis de investigación. Oír más que convencer, compartir más que definir, aprender
más que impartir, ser uno más y no el primero, sumergirse más que flotar, participar
más que dirigir…. suponen que el planificador o agente externo abandone las reglas
tradicionales de la planificación y, en su lugar, facilite la construcción de un proceso
participativo durante todo el ciclo del proyecto, actuando en y desde la propia cultura
local.
Hoy el DRP se entiende como un esfuerzo colectivo enraizado en los territorios, que
valoriza sus especificidades locales mediante el empoderamiento comunitario,
imprescindible para una transformación productiva, social e institucional orientada por
la equidad y sostenibilidad.
De esta manera, los enfoques participativos y territoriales del desarrollo rural han
confluido en las propuestas de desarrollo territorial participativo (DTP), las cuales
incorporan los conceptos de desarrollo endógeno, redes sociales, planificación
estratégica, papel del género, nueva ruralidad y agricultura sostenible. Estas propuestas
se sitúan en el centro de una nueva agenda rural que intenta superar la pobreza de
grandes masas rurales en América Latina y el Caribe. El DTP es un proceso que
privilegia:
La simultaneidad de las acciones en cuatro campos fundamentales: económico,
social, institucional y ambiental. El concepto poco preciso de integralidad es
substituido por el de simultaneidad.
La planificación estratégica sobre la normativa: de abajo hacia arriba y hacia
los lados. Los actores territoriales y las comunidades ganan empoderamiento en
el proceso, lo que les permite participar y decidir en las diferentes etapas de los
programas y proyectos de ejecución descentralizada.
El fortalecimiento de las instituciones locales, con el propósito de establecer
una sólida institucionalidad rural: política-administrativa, socioeconómica y
cultural.
Las alianzas económicas entre actores públicos, privados y comunitarios, que
fortaleciendo los enlaces regionales y nacionales, promuevan la competitividad
de los entornos locales: productividad, calidad ambiental, valor agregado,
valorización cultural.
Los retos del equipo planificador no son sólo aquellos que corresponden al
acompañamiento de un proceso estratégico y, por tanto, sinuoso y horizontal, no lineal,
frecuentemente resolviendo sobre la marcha, sino también los que competen a los
enlaces con las políticas regionales y nacionales, especialmente las de servicios de redes
y equipamiento públicos, comercialización, financiamiento y soporte rural. De hecho,
los territorios locales (comunidades, instituciones, recursos naturales, matriz cultural,
economía local) no son autárquicos, sino subsistemas de otros sistemas (región, nación),
a los cuales aportan y de los cuales reciben múltiples flujos. El asunto clave es
movilizar todos los componentes del territorio (sinergia) en torno a uno o más
proyectos de mediano o largo plazo, vinculados al proyecto-nación. Del mismo modo
que la identidad territorial es un “mirar hacia adentro”, la vocación del territorio es un
“mirar hacia fuera”.
Bibliografía
Chambers, R. (1997). Whose reality counts? Putting the first last. ITP, London.