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DESARROLLO RURAL TERRITORIAL PARTICIPATIVO

Maestría en Desarrollo Agrario


Universidad de Los Andes-Mérida
2007

José Rojas López

Los enfoques participativos constituyen un conjunto de métodos y técnicas basadas en


la participación de las comunidades en el proceso de elaboración, ejecución,
seguimiento y evaluación de programas y proyectos de desarrollo local. El
protagonismo corresponde a la comunidad, en tanto que los planificadores actúan como
facilitadores externos, aportantes de herramientas y orientaciones metodológicas. Pero
es la comunidad la que proporciona, discute y analiza la mayor parte de la información
primaria, eminentemente cualitativa, que servirá de fundamento al programa o proyecto
de desarrollo.

Usualmente estos enfoques se agrupan bajo el nombre de ACCIÓN DE


APRENDIZAJE PARTICIPATIVO y entre los más conocidos se cuentan el
Diagnóstico Rural Rápido y el Diagnóstico Rural Participativo (DRP). Este último se
ha posicionado como el más importante en virtud que trasciende el diagnóstico
propiamente dicho. Realmente constituye un enfoque de desarrollo rural orientado a la
concienciación, movilización y empoderamiento de las poblaciones rurales vulnerables.

Estos atributos deben ser descifrados desde lo subjetivo, acercándose al máximo al


mundo vivido de los “otros”, esto es, develar cómo los otros se representan su propio
mundo. La manera más segura es sumergiéndose en esos mundos a través de la
pertenencia y la permanencia. La antropología y la geohistoria aportan orientaciones de
suma utilidad para descifrar los códigos culturales y territoriales que frecuentemente
van unidos en las matrices sociales de las sociedades locales, dado que los territorios
rurales no son más que construcciones socioculturales de las comunidades en el tiempo.

En efecto, territorio ya no es sólo un espacio ecológico delimitado y controlado de


acuerdo a una determinada forma de soberanía o apropiación , un espacio fijo y
absoluto, sino una porción del espacio geográfico individualizado por un tejido
sociocultural propio, con formas particulares de producción, intercambio y consumo,
regido por instituciones o modos de organización también particulares. En ocasiones se
le denomina sistema de asentamiento, sistema de producción local o espacio local.
El concepto de lo local en este ámbito comporta dos acepciones. Local como
proximidad geográfica, que evoca pertenencia, identidad territorial, “mirar hacia
adentro”, y local como proximidad social que se refiere a estructuras poco diferenciadas
o atenuadas por una historia común y una visión compartida de valores culturales.
Ambas acepciones se encuentran entrelazadas en el concepto de territorio

La identidad de un lugar significa un reconocimiento colectivo de una trama de


significados, históricamente transmitidos y socialmente adquiridos por la permanencia
en el lugar. De la identidad derivan formas de pensar y valorar el entorno y formas de
diferenciarse frente a los otros. De ahí que la identidad territorial sea el reconocimiento
colectivo de una trama de representaciones propias del territorio que la sociedad
adquiere por su condición de habitarlo y modelarlo en el transcurso del tiempo. Por
tanto, el espacio geográfico es una especie de mosaico de territorios. Aunque suene
tautológico, el espacio se “geografiza” en el territorio. Por ello el espacio es una
dimensión constituida por múltiples territorios. Siendo así, los proyectos de desarrollo
rural no son universales y, por consiguiente, no existe un “método” de desarrollo rural,
sino enfoques que se ajustan a las especificidades geohistóricas y antropológicas de los
territorios.

Sin embargo, los enfoques participativos tienden a ser de empleo reducido porque
demandan un tiempo relativamente prolongado in situ, a objeto de facilitar el
entendimiento y la comprensión entre los facilitadores externos y el medio comunitario
local. Pero entre las ventajas, vale la pena citar aquellas previamente ignoradas por la
planificación normativa: la valoración de conocimientos, capacidades y percepciones
locales, esto es, de los sujetos del desarrollo.

La idea central de estos enfoques es que las percepciones y experiencias que las
comunidades tienen de su entorno de vida, influyan decisivamente en el diseño de las
políticas públicas, a fin de lograr eficiencia y sostenibilidad en los proyectos de
desarrollo, mediante el necesario empoderamiento de los individuos :

CONOCIMIENTOS>>EMPODERAMIENTO>>CAPACIDADES>>DESARROLLO

El empoderamiento es el proceso que permite a los individuos o grupos desarrollar sus


capacidades para impulsar cambios positivos en su calidad de vida. Ello va
estrechamente vinculado a una potenciación de los llamados intangibles del desarrollo:
confianza, protagonismo, conciencia colectiva, reivindicación de derechos, valores,
organización y educación. De esta manera logran posiciones más sólidas para tomar
decisiones e influir con mayor alcance en las propuestas locales.

Las técnicas usuales del DRP pueden clasificarse en cinco categorías, no excluyentes:

Espaciales. Se refieren a los recorridos gráficos y topográficos del territorio


local. Comprenden dibujo y lectura de mapas, caminatas grupales,
interpretación de imágenes y toponimias, descripciones de la distribución de
viviendas y cultivos y de las modalidades de uso de la tierra.
Temporales. Son aquellas que permiten conocer los procesos sociales y
territoriales en el tiempo: calendarios agrícolas, historia de la ocupación del
territorio, migraciones, fluctuación de cosechas, distancias-tiempo de
accesibilidad, cambios y permanencias en las prácticas agrícolas.
Culturales: implican el conocimiento de las instituciones rurales no formales
(rituales, fiestas, formas asociativas de trabajo, prácticas tradicionales) y los
modos alimentarios, de intercambio y comunicación.
Ensayos de campo. Comprenden la participación de la población local en los
procesos de investigación descriptiva y experimental: toma de muestras,
identificación de especies, mediciones, selección de rutas y sitios,
comparaciones, estimaciones.
Talleres de complejidad creciente: inducción, iniciación, presentación,
discusión, consenso, prospectiva, seguimiento, evaluación.

La batería de técnicas (T), los medios de facilitación (F) y los modos de compartir las
experiencias (C), son los tres componentes básicos y continuos del DRP, que potencian
el empoderamiento de las comunidades. No pocas veces se confunden en los “diálogos
de saberes”, pues en ellos están envueltos de múltiples maneras los agentes externos y
la comunidad local:

T: abiertas, flexibles, grupales, visuales, gráficas, de campo.

F: aprendizaje colectivo, protagonismo de la comunidad, narraciones, acompañamiento.

C: información, métodos, experiencias, resultados, incertidumbres, proyectos.

El DRP no culmina en la elaboración de un plan o proyecto de desarrollo rural,


consensuado en torno a una visión u objetivos posibles o deseables, sino que el
fortalecimiento de las capacidades y el empoderamiento de las comunidades, hace
natural que éstas tomen las riendas del proceso de desarrollo local. Precisamente esta
orientación es la que posibilita la sostenibilidad o perdurabilidad del proceso en el
marco de una política pública participativa.

Sin duda, el DRP plantea una nueva postura ante la necesidad de erradicar o superar el
problema de la pobreza rural. Los abordajes fenomenológicos (“ponerse en el lugar
de..”), aunque son subjetivos, permiten desentrañar la naturaleza más profunda de los
problemas sociales. Por ello, estos enfoques desestiman las encuestas estructuradas, los
modelos de racionalidad perfecta, los proyectos externos meramente técnicos y las
hipótesis de investigación. Oír más que convencer, compartir más que definir, aprender
más que impartir, ser uno más y no el primero, sumergirse más que flotar, participar
más que dirigir…. suponen que el planificador o agente externo abandone las reglas
tradicionales de la planificación y, en su lugar, facilite la construcción de un proceso
participativo durante todo el ciclo del proyecto, actuando en y desde la propia cultura
local.

Hoy el DRP se entiende como un esfuerzo colectivo enraizado en los territorios, que
valoriza sus especificidades locales mediante el empoderamiento comunitario,
imprescindible para una transformación productiva, social e institucional orientada por
la equidad y sostenibilidad.

De esta manera, los enfoques participativos y territoriales del desarrollo rural han
confluido en las propuestas de desarrollo territorial participativo (DTP), las cuales
incorporan los conceptos de desarrollo endógeno, redes sociales, planificación
estratégica, papel del género, nueva ruralidad y agricultura sostenible. Estas propuestas
se sitúan en el centro de una nueva agenda rural que intenta superar la pobreza de
grandes masas rurales en América Latina y el Caribe. El DTP es un proceso que
privilegia:
La simultaneidad de las acciones en cuatro campos fundamentales: económico,
social, institucional y ambiental. El concepto poco preciso de integralidad es
substituido por el de simultaneidad.
La planificación estratégica sobre la normativa: de abajo hacia arriba y hacia
los lados. Los actores territoriales y las comunidades ganan empoderamiento en
el proceso, lo que les permite participar y decidir en las diferentes etapas de los
programas y proyectos de ejecución descentralizada.
El fortalecimiento de las instituciones locales, con el propósito de establecer
una sólida institucionalidad rural: política-administrativa, socioeconómica y
cultural.
Las alianzas económicas entre actores públicos, privados y comunitarios, que
fortaleciendo los enlaces regionales y nacionales, promuevan la competitividad
de los entornos locales: productividad, calidad ambiental, valor agregado,
valorización cultural.

Los retos del equipo planificador no son sólo aquellos que corresponden al
acompañamiento de un proceso estratégico y, por tanto, sinuoso y horizontal, no lineal,
frecuentemente resolviendo sobre la marcha, sino también los que competen a los
enlaces con las políticas regionales y nacionales, especialmente las de servicios de redes
y equipamiento públicos, comercialización, financiamiento y soporte rural. De hecho,
los territorios locales (comunidades, instituciones, recursos naturales, matriz cultural,
economía local) no son autárquicos, sino subsistemas de otros sistemas (región, nación),
a los cuales aportan y de los cuales reciben múltiples flujos. El asunto clave es
movilizar todos los componentes del territorio (sinergia) en torno a uno o más
proyectos de mediano o largo plazo, vinculados al proyecto-nación. Del mismo modo
que la identidad territorial es un “mirar hacia adentro”, la vocación del territorio es un
“mirar hacia fuera”.

Actualmente cobran importancia los llamados pactos territoriales de desarrollo local,


que comprometen la participación responsable de los actores locales, regionales y
nacionales para desarrollar proyectos pensados y consensuados en las propias
comunidades: agroturismo, plantaciones tropicales, horticultura, agroindustrias,
ganadería….

Bibliografía

Boisier, S. (2003). “¿Y si el desarrollo fuese una emergencia sistémica?”. Reforma y


Democracia, No. 27, Caracas.

Chambers, R. (1997). Whose reality counts? Putting the first last. ITP, London.

Diccionario de Acción Humanitaria >>http://dicc.hegoa.efaber.net<<

FAO. (2003). El desarrollo territorial participativo hacia la mesa de negociación:


orientaciones metodológicas, Roma.

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