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TEORÍAS E INSTITUCIONES
CONTEMPORÁNEAS DE LA EDUCACIÓN
PRÁCTICA 2
LA EDUCACIÓN
EN LA RESTAURACIÓN
(1874-1931)
Curso 2018/2019
1º curso, grupo 7
Al margen de los análisis presentistas, lo que hay que reconocerle a Cánovas (1828-
1897), fue la capacidad de articular un sistema que, por primera vez, posibilitaba la
participación de todos los actores. Dos grandes partidos, el Conservador (1876) y el
Liberal (1880), fundados prácticamente a tal efecto, se turnarían las responsabilidades
de gobierno agrupando a los principales prohombres de la época. Del mismo modo la
Constitución de 1876 se situaba en una vía intermedia entre el texto moderado de 1845
y el progresista de 1869: si bien consagraba la tesis de la llamada constitución histórica
de España, que establecía la co-soberanía del monarca y las Cortes, abría la puerta al
sufragio universal al determinar su artículo 28 que los diputados podrían ser elegidos
según determinaran las leyes.
Art. 12. Cada cual es libre de elegir su profesión y de aprenderla como mejor le parezca.
Todo español podrá fundar y sostener establecimientos de instrucción o de educación con
arreglo a las leyes. Al Estado corresponde expedir los títulos profesionales y establecer
las condiciones de los que pretendan obtenerlos, y la forma en que han de probar su
aptitud. Una ley especial determinará los deberes de los profesores y las reglas a que ha
de someterse la enseñanza en los establecimientos de instrucción pública costeados por el
Estado, las provincias o los pueblos.
Art. 11. La religión católica, apostólica, romana, es la del Estado. La Nación se obliga a
mantener el culto y sus ministros. Nadie será molestado en el territorio español por sus
opiniones religiosas ni por el ejercicio de su respectivo culto, salvo el respeto debido a la
moral cristiana. No se permitirán, sin embargo, otras ceremonias ni manifestaciones
públicas que las de la religión del Estado.
Apenas transcurridos unos meses del ministerio de Orovio será otro conservador,
Francisco de Borja Queipo de Llano, conde de Toreno (no confundir con su padre,
cuñado de Rafael del Riego y que había sido presidente del Consejo de Ministros en
1835), el que dé un giro radical a la cuestión de la enseñanza de la religión en las
escuelas. El proyecto de ley de Instrucción Pública de 1876, que nunca llegó a ser
promulgado, hacía especial hincapié en llevar a la enseñanza la libertad de cultos
reconocida en el artículo 11. A continuación, reproducimos las bases más llamativas de
este texto revolucionario para una España en la que, hasta hace bien poco, la educación
era patrimonio casi exclusivo de la Iglesia católica:
Base 9.3. "Podrán fundarse escuelas especiales destinadas a los hijos de los que profesan
cultos disidentes"
Ante este proyecto de ley la reacción de la Santa Sede, a través del secretario de Estado,
cardenal Simeoni, y su nuncio en Madrid, Giacomo Cattani, es inmediata (Robles, 1988,
pp. 178-179), maniobras que conllevan la congelación del proyecto incluso antes de ser
debatido en el Senado.
En tiempos como los actuales en los que conviven en nuestra sociedad un crisol de
culturas y religiones, este debate no deja de tener su importancia. O bien coincidimos
con lo recogido en el preámbulo del proyecto de ley de Toreno y afirmamos que "no se
puede negar la escuela a aquellos a quienes se les concede el templo", aceptando
escuelas de las distintas confesiones, o bien consagramos el principio de la escuela
laica. Ante esta encrucijada, ¿aceptaría aún hoy día el espectro conservador el
establecimiento, normalización e incluso concierto de escuelas de confesiones como la
musulmana? Lo dudamos mucho.
En 1881 se produce el primer relevo entre liberales y conservadores, algo que después
desembocaría en un verdadero turno de partidos. Lo más destacable de este periodo en
el que José Luis Albareda (1821-1897) se sitúa al frente del ministerio de Fomento es,
además de la amnistía a los catedráticos krausistas anteriormente citada, la apertura a las
nuevas ideas pedagógicas a través de una estrecha colaboración con la Institución Libre
de Enseñanza. En 1882 se funda el Museo Pedagógico y desde entonces se organizan
anualmente los Congresos pedagógicos, en los que participan los más renombrados
profesionales de este ámbito. Es tal su influencia que, a partir de estos años, el
krausismo será más conocido como institucionalismo.
Artículo 15: "La Institución Libre de Enseñanza es completamente ajena a todo espíritu o
interés de comunión religiosa, escuela filosófica o partido político; proclamando tan solo
el principio de la libertad e inviolabilidad de la ciencia y de la consiguiente independencia
de su indagación y exposición respecto de cualquier otra autoridad que no sea la de la
propia conciencia del profesor, único responsable de sus doctrinas" (ILE, 1876, p.10)
El juicio de Puelles, sin embargo, nos parece más equilibrado, cuando afirma que "se
desnaturalizan las pretensiones de la Institución si se enfocan desde una perspectiva de
totalidad (...) la Institución Libre de Enseñanza responde a un tiempo preciso, el que
alumbra la Restauración después de una revolución burguesa frustrada. Pretende,
ciertamente, la transformación moral de España desde una reforma pedagógica
profunda. Pero tiene las limitaciones propias de la clase que la impulsa" (Puelles, 1991,
p. 291). En el fondo, es la misma crítica repetida una y cien veces contra el reformismo
ilustrado, su excesivo énfasis en la educación como solución a todos los problemas,
desatendiendo las condiciones materiales. Habrá que esperar a la irrupción del
socialismo para que estos deseos de cambio moral se asocien a la lucha por una
profunda transformación económica y política.
No pasa ni un año y la norma, que encuentra desde el principio una gran contestación,
es derogada por los liberales. Con la llegada de Eugenio Montero Ríos (1832-1914) al
Ministerio de Fomento el Estado recupera la facultad de examen y colación de grados y
se derogan los citados establecimientos asimilados (RD de 5 de febrero de 1886).
Volvemos al punto de partida marcado al inicio de este trabajo por los decretos de
1874.
Otras medidas significativa son la creación del primer Ministerio de Instrucción Pública
(1886), tras la división del Ministerio de Fomento en dos departamentos: uno destinado
a la Instrucción y otro a las Obras Públicas, la Agricultura, la Industria y el Comercio.
También por primera vez en nuestra historia se incluye la financiación de la enseñanza
secundaria en los presupuestos generales del Estado (1887-1888).
Por último, será otro liberal, Carlos Groizard y Coronado (1857-1934), el que intente
una reforma de los estudios de enseñanza secundaria, dividiéndolos en dos etapas: los
Estudios Generales (4 años) y los Estudios Preparatorios para las enseñanzas superiores
(2 años), que a la vez se dividían en estudios en Ciencias Morales y estudios en Ciencias
Físico-Naturales. Esta reforma está claramente orientada a extender una educación
secundaria de carácter generalista y una cultura general entre las capas de la población
menos adineradas que nunca soñarían con cursar estudios superiores. La reforma
Groizard introducía también nuevas asignaturas más modernas como la fisiología, la
ética y la antropología, que ganaban protagonismo frente a las tradicionales. La religión,
en cambio, era desprovista de toda obligatoriedad en 1895.
Desaparecen también los dos grandes protagonistas de la vida política, Cánovas (†1897)
y Sagasta (†1903), lo que debilita enormemente al Partido Conservador y al Partido
Liberal, en una época de pujanza de los partidos obreros y los sindicatos.
Paradójicamente, esta situación tendrá sin embargo un efecto positivo sobre la
educación. Los intelectuales regeneracionistas, como Ricardo Macías Picavea (1847-
1899) o Joaquín Costa (1846-1911), concedieron a la instrucción pública un papel clave
en la solución de los males de España. Nadie lo ha resumido mejor que Costa:
Otra política que encontró continuidad fue la de asumir progresivamente el pago a los
maestros y maestras. Si García Alix fue el primero en centralizar y canalizar los fondos
municipales destinados a la Instrucción Pública a través de su ministerio (RD 21 de
Julio de 1900), Romanones consiguió que por primera vez esta financiación se incluyera
en los presupuestos del Estado (RD 26 de Octubre de 1901). Se sustraía así a los
caciques locales el control del cuerpo docente. Con la extensión de la educación
obligatoria de los 9 a los 12 años, un hito importantísimo contemplado en este mismo
decreto, la cuestión del pago de los maestros se volvía aún más importante.
También siguieron su curso los planes de García Alix para dar coherencia a las distintas
etapas de la enseñanza. Su proyecto de ley fue adoptado por Romanones en su mayor
parte, dividiendo los centros de enseñanza secundaria en Institutos Generales e
Institutos Técnicos, sentando un precedente de lo que actualmente es nuestra Formación
Profesional. También se contemplaron la creación de centros destinados a las Bellas
Artes y las clases nocturnas para obreros.
Del mismo modo en que no se previeron las resistencias internas a estas reformas, que
acabarían por hacerlas fracasar, tampoco se palpó adecuadamente la tensión religiosa.
La gran diferencia entre García Alix y Romanones fue de hecho la manera de enfocar la
enseñanza de la religión en las escuelas. Mientras que García Alix la estableció como
asignatura oficial y examinable, Romanones la convierte en voluntaria, amparándose de
nuevo en el famoso artículo 11 de la Constitución y en la libertad de culto. Se vuelve así
al marco de 1895. Sin embargo, el rechazo generado fue mucho mayor ahora. Puelles lo
ha explicado de este modo: "Lo que ocurre(...) es que el clima político de estos años no
es ya el mismo. La polémica sobre la libertad de enseñanza, la aplicación de la ley de
Asociaciones a las congregaciones religiosas, el impacto de los sucesos de Francia: todo
se pone en contra de los proyectos de Romanones" (Puelles, 1991, p. 250).
En este nuevo clima las cesiones al estamento clerical van a ser continuas: primero se
recorta la capacidad del Estado para controlar la enseñanza privada (RD de 3 de febrero
de 1910); más tarde se deja de exigir a los miembros de las congregaciones religiosas
las titulaciones necesarias para el magisterio (RD de 15 de octubre de 1914); por último
se bloquea el intento de Silió (1865-1944) de reforzar la autonomía universitaria (RD de
21 de mayo de 2019) y afirmar la función examinadora del Ministerio público como
requisito indispensable para la concesión de títulos.
De 1902 (guerra del Rif) a 1921 (desastre de Annual), la política exterior y sus
sinsabores ocupan cada vez más la atención nacional. El protagonismo de los militares
crece proporcionalmente al descrédito de la clase política. Es en este contexto en el que
se produce el golpe de Estado de Primo de Rivera (1870-1930) en 1923, que cuenta con
el beneplácito de la monarquía.
La receta del general para salir de este momento crítico pasa por la vuelta al
autoritarismo. Esta tendencia se manifiesta también en la educación. Por una lado se
refuerzan los controles a la enseñanza privada (RD de 25 de Septiembre de 1923),
aunque no tanto por miedo al poder eclesiástico como al influjo de las nuevas
tendencias pedagógicas humanistas, que son vistas como subversivas: recordemos tan
solo brevemente la Escuela Moderna (1901-1906) de Ferrer i Guàrdia, ejecutado en
Montjuic en 1909 tras ser acusado falsamente de estar detrás de los sucesos de la
Semana Trágica, y la puesta en marcha de la Escuela Nueva Socialista (1910) por
Núñez de Arenas (1886-1951). Por otro lado se restringe también cualquier atisbo de
libertad de cátedra por medio de la Orden de 13 de Octubre de 1925 y se atribuye al
gobierno el nombramiento de todos los directores de centros docentes (RD de 4 de abril
de 1927).
Si puede rescatarse algo positivo de la dictadura es el impulso a la creación de escuelas.
Si ya en 1920 se crea la Oficina Técnica de Construcción, entre 1923 y 1927 se
construyen más de la mitad de centros que se habían construido en las dos últimas
décadas. Sin embargo, el precio pagado fue demasiado alto, sobre todo si tenemos en
cuenta que "la dictadura supuso el predominio de un conservadurismo autoritario que
preludiaba algunos de los rasgos de la posterior y, en este sentido, más efectiva
dictadura franquista" (Viñao, 2004, p. 26).
Bibliografía primaria
Constitución de 1876
Bibliografía secundaria
VIÑAO, A.: Educación y modernidad en la España del siglo XX, Madrid, Marcial
Pons, 2004.