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Tras la consideración del Derecho civil como Derecho privado, es preciso considerar el
carácter tradicionalmente atribuido de Derecho común.
El Derecho civil en el pasado fue el tronco común de conjuntos normativos que luego se
disgregaron: particularmente el Derecho mercantil y el Derecho laboral. Además, desde
su misma codificación se encontraba formado por tres elementos: el CC, las
denominadas leyes especiales y los Derechos forales.
La función característica del Derecho común (la de servir como Derecho supletorio)
venía atribuida en la redacción originaria del CC a este cuerpo legal. Y así, según
dispone el vigente artículo 4.3 del CC, "las disposiciones de este Código se aplicarán
como supletorias en las materias regidas por otras leyes".
Durante los siglos XVIII y XIX existía en España una cierta diversidad de
regulaciones civiles, pues Aragón, Navarra, Mallorca y las Provincias
Vascongadas mantenían reglas propias en materia civil (sobre todo en lo
referido a la familia y a la herencia).
Dicha falta de uniformidad legislativa era antagónica con las ideas motrices de
la codificación en sentido moderno. Los prohombres del mundo del Derecho de
los territorios forales representaban un conservadurismo regionalista o localista,
en cuya virtud la “forma histórica” concreta de cualquier institución foral era
contemplada como intocable. El renacimiento decimonónico de los derechos
forales es una “apuesta política” contraria a los designios modernizadores e
igualitarios de la Revolución burguesa.
El llamado proyecto isabelino pretendió hacer tabla rasa de los derechos
forales y, en consecuencia, exacerbaron de forma justificada los ánimos de los
juristas foralistas; quienes, con toda razón, se enfrentaron al Proyecto de forma
numantina.
A finales del siglo XIX, cuando el CC español recibe su impulso final y
definitivo, las posturas fueron demasiado encontradas entre los foralistas y los
centralistas.
El dato histórico indiscutible es que dicha transacción no fue posible y que, por
consiguiente, la tensión existente entre las diferentes regulaciones civiles en
nuestra Nación quedó irresuelta.
Nace así la denominada cuestión foral, expresión de valor entendido con la que
se pretende indicar que, una vez aprobado el CC, éste se aplica a la mayor
parte del territorio nacional, mientras que en los territorios forales (Aragón,
Navarra, Mallorca, las Provincias Vascongadas y Galicia) rigen disposiciones
de naturaleza civil propias, pero de muy diferente alcance, extensión y
significado.
general
Según art. 288 TFUE "El Reglamento tendrá un alcance general. Será
obligatorio en todos sus elementos y directamente aplicable en cada Estado
miembro".
Según art. 288 TFUE "La Directiva obligará al Estado miembro destinatario en
cuanto al resultado que deba conseguirse, dejando, sin embargo, a las autoridades
nacionales la elección de la forma y de los medios".
La decisión será obligatoria y vinculante para aquellos a quienes se dirige. Así
pues, se trata de una acto legislativo obligatorio en todos sus elementos para
todos sus destinatarios.
La decisión se distingue del reglamento por la determinación de sus
destinatarios; y de la directiva por ser obligatoria en todos sus elementos y
porque no tiene como únicos destinatarios a los Estados miembros, sino que
puede dirigirse indistintamente a los Estados y a los particulares.
Los dictámenes y las recomendaciones, a diferencia de los anteriores, no son
vinculantes.
La diferencia entre ambos consiste en que los dictámenes expresan una opinión
sobre una cuestión determinada, mientras que las recomendaciones suelen ser
invitaciones a adoptar una conducta determinada.
4.1. Los problemas de aplicación del Derecho
El ordenamiento jurídico está compuesto por un gran conjunto de normas que pretenden
regular la realidad social, señalando los cauces por los que debe discurrir el
comportamiento ordenado de las personas.
Precisamente la función de aplicador del Derecho consiste en señalar a la sociedad el
criterio o norma que debe ser empleado como cauce para una situación concreta.
Sobre esta imposición, incluso coactiva, de la observancia de las normas, el
ordenamiento cumple también una labor de conformación social, al brindar por
anticipado a los ciudadanos los criterios de organización de sus vidas y relaciones con
los demás. Para el adecuado cumplimiento de estos empeños o tareas (regulación y
conformación) parece exigible, como mínimo que el ordenamiento jurídico sea
suficiente y además claro. Así lo reclama el principio de seguridad jurídica. Sin
embargo, raramente ocurre así. Luego, como primer y principal problema a la hora de
aplicar las normas jurídicas está el identificar qué normas resultan aplicables a un
determinado caso concreto.
Supuesto que se encuentre la norma o conjunto de normas reglamentadoras de la
situación que interesa, surgen dos problemas: el problema general de la averiguación del
sentido y alcance de los preceptos aplicables; y el problema de adaptar el mandato
contenido en las normas aplicables a las circunstancias concretas del caso planteado.
Todo este conjunto de problemas se conocen con el nombre de integración e
interpretación de las normas jurídicas.
El aplicador del Derecho encontrará siempre una norma jurídica aplicable, ateniéndose
al sistema de fuentes establecido. Así, si no encuentra ley aplicable al caso,
directamente o por analogía (legis), acudirá a la costumbre; y donde a pesar de ello
siguiera sin encontrar norma concreta, habrá de aplicar los principios generales del
Derecho (directamente o mediante analogía iuris). Por eso se dice que el OJ tiene
vocación de omnicomprensividad o plenitud.
Aunque formalmente no sea fuente del Derecho, la jurisprudencia establece un cuerpo
de criterios de solución de conflictos que tienen evidente trascendencia normativa en
sentido material.
Los aplicadores del Derecho deben aplicar las normas que vienen dadas mediante el
sistema de fuentes. Sin embargo, cabe que se revuelva un conflicto encomendando al
juzgador que resuelva el asunto de acuerdo con los criterios de justicia que a su entender
produzcan la mejor solución.
Cuando se falla un conflicto sobre esta base o intuición de lo justo y bueno que pueda
tener el aplicador del Derecho se dice que se está fallando en equidad.
Esta posibilidad, sin embargo, es excepcional en nuestro ordenamiento. Art. 3.2 CC:
“las resoluciones de los Tribunales sólo podrán descansar de manera exclusiva en ella
(en la equidad) cuando la ley expresamente lo permita”.
También se habla de equidad con otra finalidad, al señalar que “la equidad habrá de
ponderarse en la aplicación de las normas”. En este caso, se emplea, no como criterio de
integración del ordenamiento, sino como instrumento en la aplicación del mismo,
sirviendo para adaptar la generalidad y el rigor de las normas jurídicas a las
circunstancias del caso concreto. El aplicador debe encontrar la norma de acuerdo con el
sistema de fuentes, pero al aplicarla, si se producen resultados desmesurados o injustos,
debe mitigar su rigor; debe ponderarla.
Los derechos subjetivos son transmisibles con carácter general. La amplitud de causas
sucesorias y supuestos de cambio de titular del derecho subjetivo aconseja indicar ya las
categorías básicas:
1. Sucesión inter vivos y mortis causa: en el primer caso, los intervinientes actúan
en vida. Por el contrario, en el segundo, el nuevo titular accede al derecho
subjetivo por haber fallecido el titular anterior.
2. Transmisión gratuita y onerosa: se habla de transmisión gratuita cuando el titular
del derecho subjetivo cede o transmite a otra persona su titularidad sin
contraprestación alguna; en caso de existir contraprestación, la transmisión se
considera onerosa.
3. Sucesión universal o particular: la transmisión a título particular se da cuando un
determinado derecho subjetivo cambia de titular; por el contrario, es universal
cuando la transmisión trata un conjunto de derechos subjetivos o relaciones
jurídicas que se consideran agrupadas, bien por la ley o por los particulares,
como en el caso de la herencia o en la venta de una empresa.
La colisión de derechos
Se habla de colisión de derechos, en sentido estricto, cuando determinados derechos,
ostentados por diferente titular, tienen un mismo objeto o un mismo contenido y,
consiguientemente, su ejercicio simultáneo resulta imposible o, al menos, parcialmente
imposible. Ej: mi derecho a tomar el ascensor del inmueble en que resido tendrá que
cohonestarse con el derecho de los restantes vecinos (y viceversa).
Una de las funciones básicas del Ordenamiento jurídico consiste en erradicar en la
medida de lo posible las situaciones posibles de colisión de derechos. El sistema
jurídico se encuentra plagado de normas cuyo objeto central consiste en la
jerarquización de unos derechos sobre otros, precisamente para evitar que el conflicto
de intereses socialmente planteado siga siendo técnicamente un supuesto de colisión de
derechos. Dicha jerarquización, implica situar a algunos derechos en posición de
subordinación respecto de otros, atendiendo a distintos criterios:
En la pugna entre intereses generales y de carácter privado habrán de primar
aquéllos.
En caso de conflicto entre derechos fundamentales y otros derechos, se habrán
de considerar preferentes los primeros.
En el supuesto de que existe oposición entre derechos patrimoniales
prevalecerán, según los casos, los de mayor antigüedad en su constitución, mejor
rango o superior titulación, etc.
Cuando el transcurso del tiempo acarrea la pérdida o decadencia del ejercicio de los
derechos para su titular se habla sencillamente de prescripción o bien de prescripción
extintiva (porque extingue los derechos de que se trate). Al contrario, cuando el
transcurso del tiempo provoca el nacimiento o la consolidación de un derecho a favor de
una persona, se habla de prescripción adquisitiva o usucapión.
La prescripción suele estudiarse en la parte general del Derecho civil, en cuanto afecta
al ejercicio de los derechos en general; por el contrario, la usucapión se estudia en el
volumen dedicado a la propiedad y demás derechos reales.
Para que la prescripción proceda son necesarios los siguientes presupuestos:
En primer lugar, es necesario que estemos frente a un derecho que sea
susceptible de prescripción, un derecho prescriptible.
Que el titular del derecho en cuestión permanezca inactivo, esto es, sin ejercitar
el derecho que le corresponde.
Que transcurra el plazo señalado por la ley para el ejercicio del derecho sin que
se haya llevado a cabo la actuación del mismo.
Que, en su caso, producido un acto extemporáneo de pretendido ejercicio del
derecho, el sujeto pasivo alegue la prescripción producida y no haya renunciado
a ella.
El cómputo del plazo prescriptivo establecido en cada caso se inicia desde el momento
en que el derecho pudo haber sido ejercitado, salvo que se disponga otra cosa diferente
(art. 1969 CC). Los artículos 1970 a 1972 contemplan las siguientes especialidades:
La prescripción de las obligaciones de pago de rentas o intereses comienza a
correr desde el último pago de la renta o del interés adeudado.
La prescripción de las obligaciones determinadas por sentencia judicial, a partir
del momento en que ésta sea firme.
La prescripción relativa a las obligaciones de rendición de cuentas comienza a
correr desde que los obligados a rendirlas cesan en sus cargos o desde que hay
conformidad respecto de las cuentas finales, respectivamente.
La expresión “desde el día en que pudieron ejercitarse” los derechos (o las acciones,
según el tenor literal del CC) ha de ser entendida en el sentido de que debe iniciarse el
cómputo del plazo prescriptivo desde que el titular del derecho tuvo conocimiento de
que podía ejercitar el derecho.
Se recordará que al subrayar que el art. 5 excluía del cómputo el día inicial, advertimos
ya que dicha regla conocía ciertas excepciones de importancia. Una de tales
excepciones es la establecida en el artículo 1960.3 en materia de prescripción
adquisitiva o usucapión, pues según dicho precepto el primer día o día inicial del plazo
se tiene por entero (p.e: si cualquier derecho puede ejercitarse a partir de las 13:00 horas
del día 3 de mayo de 1990 y tiene un plazo de prescripción de 3 años, dado que el día
referido debe computarse desde las cero horas, es evidente que el plazo finaliza a las
00:00 del día 3 de mayo de 1993. Esto es, el día final para realizar cualquier acto de
ejercicio en relación con tal derecho es el 2 de mayo de 1993).
8.7. La caducidad