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Los dialectos canarios.

Entre América y Portugal (1) 1 y (2)2


Por Dídac Cerezo Moya3

«¡Ay, mi madre, muchacho! ¿Ya subiste a la guagua y te olvidaste las papitas pa tu hermano

comel en el viaje?». Una frase así podría ser lo que un peninsular que haya estado alguna vez en

Canarias, o que se haya rodeado de canarios, imaginase como «el summum de lo canario». Eses

aspiradas; vocabulario procedente de América Latina (compay, guagua, guarapo, guataca, guanajo,

fotingo, machango, chirizar [como sinónimo de ‘lloviznar’], etc.); el uso de ustedes conjugado con

la tercera persona del plural («ustedes vienen») en vez del vosotros con la segunda del plural; la

preferencia por el pasado simple frente al compuesto («hoy comí» en vez de «hoy he comido»); una

entonación que a algunos, en función de la isla y en función de lo que cada uno haya visto, oído o

conocido, les puede sonar a venezolano o cubano.

Pues sí, de sobra es sabido que las modalidades lingüísticas canarias del español suenan, en

general, más caribeñas que europeas (aunque conviene saber que cada isla tiene variedades bien

diferenciadas, e incluso cada municipio dentro de cada isla). Más de un venezolano se ha

sorprendido al ser preguntado por un canario: «—¿Y tú de qué isla eres? —¿De qué isla? ¡Yo soy de

Venezuela!». Canarias fue, al fin y al cabo, la avanzadilla de América, el trampolín, la nodriza y el

crisol del Nuevo Mundo colonial. La conquista de las islas se inició pocas décadas antes que la de

América (Tenerife no fue completamente conquistada hasta el 1496), y en ella se entrenaron los

conquistadores, los navegantes, los arquitectos (arquitectura colonial) y, claro está, los colonos-

1 https://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/febrero_18/28022018_01.htm
2 https://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/marzo_18/22032018_01.htm
3 © Dídac Cerezo Moya
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hablantes, que en general serían emigrantes e inmigrantes a la vez, pues el flujo, trajín y vaivén de

personas y de cosas ya nunca pararía.

En realidad, la relación Canarias-Nuevo Mundo fue históricamente bidireccional. Los

canarios, desde sus tempranos comienzos como súbditos de la Corona de Castilla, emigraron en

gran número al Caribe, trasplantando sus hablas, su arquitectura, sus usos y costumbres, etc.; y a su

vez, los venezolanos y cubanos de origen canario, o los mismos indianos, tras años o vidas enteras

buscando mejor suerte o fortuna en América, regresaron o se establecieron en Canarias. De sus

aventuras, vidas o estancias en las colonias, los inmigrantes o regresados se trajeron a las islas los

cultivos del maíz o millo, y con él las arepas y las cachapas, el café, el tabaco (los puros de La

Palma fueron famosos durante siglos y muy solicitados por el mercado inglés), los aguacates, las

omnipresentes tuneras o chumberas, papas y batatas (boniatos), el arroz a la cubana (con plátano,

por supuesto), la afición por el ron y el guarapo de caña de azúcar, etc. Pero no solo trajeron nuevos

cultivos y comidas. En otro plano, trasladaron al archipiélago historias, instrumentos, canciones,

ritmos y géneros musicales (como el punto cubano en La Palma), y hasta en propio honor (¡o

mofa!) de los indianos, que ostentaban su suerte americana con nuevos modos, hicieron fiestas

como la de Los Indianos de Santa Cruz de La Palma. Por supuesto, también trajeron multitud de

palabras y de usos particulares (fonéticos, semánticos, sintácticos). Sin embargo, aún a día de hoy la

influencia de Cuba y, sobre todo, Venezuela se renueva con la inmigración, con las habituales

relaciones familiares transatlánticas, y con los medios de comunicación, que hacen de los ritmos,

bailes y fenómenos latinos la música de cada día en Canarias (ahora el reguetón).

Sin embargo, más allá del conocido factor latinoamericano en el castellano de Canarias, hay

otra característica lingüística más honda aún que moldeó estas hablas en su época de formación,

recién acabada la conquista y empezando a definirse la colonización de las islas (no trataremos aquí

sobre la influencia de los distintos idiomas aborígenes o guanches [término que, si bien se usa para

referirse a los indígenas canarios, en realidad se limita en su origen a los pobladores tinerfeños]). Es

el factor portugués, y lo veremos ya en el próximo artículo.


II
En el último artículo habíamos visto cómo el contacto y el intercambio continuos entre

Canarias y el Caribe habían contribuido a conformar algunas facetas del dialecto canario.

Asimismo, acabábamos adelantando que, pese a lo visible y evidente de lo latinoamericano en las

hablas y cultura canarias, había un factor lingüístico todavía más decisivo en la formación de estas

variedades: el portugués.

En efecto, a los lusófonos o gallegos que leyeran el artículo anterior les saltaría a la vista la

palabra millo (millito); es, de hecho, una de las palabras canarias más conocidas; y como bien

notarán los hablantes de portugués, la palabra es un flagrante portuguesismo: milho, ‘maíz’. Lo

mismo ocurre con la palabra liña, con la que los canarios se refieren a los ‘hilos’ o ‘líneas’ de los

tendederos (del portugués linha). También para margullar, del portugués mergulhar (‘bucear’,

‘zambullirse’). Y fechillo, ‘pestillo’ (portugués fecho, ‘cierre’). Incluso el famoso mojo (picón, rojo

o verde), ya que la palabra viene de molho, ‘salsa’. Y como estas, miles más.

Luego, cuando llevemos un tiempo hablando con canarios en situaciones distendidas,

coloquiales, o con gente del campo o del mar, trascenderemos el vocabulario y empezaremos a

percibir, asombrados, diminutivos en -iño/-iña en el habla del norte de La Palma: «la hierba está

verdiña», «es mi barquiño»… Veremos topónimos como Puerto Naos (hasta hace poco era Porto

Naos), Tendiña o Los Tiles en La Palma («un til, dos tiles», como en portugués [tilo-tilos en

castellano, un árbol de la laurisilva]), Las Portuguesas o Morro de los Portugueses en Gran

Canaria… Hablaremos con marineros que llaman a los peces por nombres portugueses (alfonsiños,

tamboril [rape], etc.). Conoceremos a miles de personas con los apellidos más típica y tópicamente

portugueses: Lima, Barreto, Barroso, Afonso, Acuña, Brito, Fariña, Abreu, Portela, Perera, Almeida,

Correa, Acosta, Pestana, Pimentel, Coello, Silva, Sosa, Pinto, Melo, etc. Oiremos oraciones

subordinadas que usan el subjuntivo en vez del indicativo («no sé si vaya o no» en lugar de «no sé
si voy o no») al uso portugués. Algún resto del infinitivo personal portugués. Y miles de palabras,

realmente miles, del ámbito de la geografía, las plantas, las actividades tradicionales (el mar, el

campo), así como del lenguaje cotidiano de origen luso: arripiarse (‘estremecerse’, ‘tener

escalofríos’), del portugués arrepiar-se; magua (‘pena’, ‘infelicidad’), de mágoa (‘herida’); balde

(‘cubo’); reventar (‘brotar’); gaveta (‘cajón’); tupir (‘embozarse’), del portugués entupir; y muchas

plantas endémicas de Canarias, Madeira y Azores, como la malfurada, el loro (portugués louro,

‘laurel’) y el follado (portugués folhado).

Más allá de la lengua, los que conozcan Portugal no dejarán de notar otras concordancias

demasiado específicas como para ser coincidencia. Los postres más típicos siguen el estilo luso,

especialmente los palmeros. También la arquitectura popular, con esas casas bellamente pintadas

donde se dejan algunas piedras esquineras expuestas, sin pintar. Antiguos viajeros ilustres dieron

testimonio de ello, como los portugueses Abreu Galindo, Gaspar Frutuoso o el cremonés Leonardo

Torriani en el siglo xvi. Por otro lado, también el mundo académico lleva años estudiando la

cuestión y profundizando en la impronta portuguesa en Canarias: los profesores e investigadores

José Pérez Vidal, Marcial Morera o Pedro Nolasco Leal Cruz.

Y es que, claro estaba a estas alturas de la película, resulta que uno de los principales

contingentes colonizadores tras la conquista de las islas fueron los portugueses. De ello dan cuenta

cronistas, notarios, viajeros, etc.; muchos de ellos portugueses, otros «canarios lusófonos». En

muchos municipios fueron la mayoría, así como en algunos oficios. Abundan documentos

notariales, registros sacramentales y otro tipo de documentos de archivo redactados entre los siglos

xvi y xviii en portugués, en el norte de La Palma (Garafía, Juan Adalid, que aparece como João

Dalid) y de Tenerife (Buenavista del Norte). Hubo hasta un intento de conquistar La Gomera por

parte de Portugal a mediados del siglo xv, antes de la colonización castellana. E incluso hoy,

todavía, los palmeros del lado occidental de la isla (sotavento) se refieren a los del lado oriental

(barlovento) como «los portugueses».


Pero… ¿por qué tanto portugués precisamente en Canarias, tan lejos? Portugal, aunque en

general pensemos en el país situado al oeste de la península ibérica, comprende también el cercano

archipiélago de Madeira y el más alejado de Azores. Asimismo, en la época en que Portugal era

potencia colonial, incluía también Cabo Verde, y las rutas marítimas (pesqueras, comerciales y

migratorias) entre la Macaronesia funcionaban viento en popa.

Así pues, hecho este «viajecito», constatamos una vez más cómo al abordar el estudio de las

características y la evolución de un idioma o habla se impone recurrir a algo más que a los libros y

manuales. Para comprender una lengua, por qué es como es, hay que entender cómo es y cómo ha

sido la sociedad que la ha moldeado a lo largo del tiempo, pues los idiomas acaban siendo prismas

de la historia cultural y cotidiana de las poblaciones humanas.

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