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TRABAJOS DE CLASE
1. Proemio
La división entre los discípulos del Señor, que actualmente siguen caminos diferen-
tes, repugna la voluntad de Cristo, es piedra de escándalo para el mundo y obstáculo
para la evangelización. El Concilio Vaticano II tiene entre sus fines promover la vuelta
a la unidad.
Este movimiento que apareció en la Iglesia con el anhelo de restaurar la unidad es
llamado ecuménico y comprende a todos aquellos que creen en el Dios Trino y confie-
san a Jesús como Señor y salvador.
2. Capítulo primero
Principios católicos sobre el Ecumenismo
La Iglesia ha sido querida por Cristo una y única, y esa unidad se realiza en la Euca-
ristía y por la acción del Espíritu Sano desde sus orígenes.
Así la Iglesia quedó establecida sobre los apóstoles con Pedro a la cabeza y custodia
del Evangelio y los sacramentos mediante el gobierno en la caridad. Hoy, los obispos
aparecen como sucesores de los apóstoles con el sucesor de Pedro a la cabeza guardan-
do la unidad de la Iglesia que tiene como modelo al Dios uno y Trino.
Desde el principio las separaciones han sido condenadas, sin embargo, con el paso
del tiempo, algunas comunidades se han separado de la plena comunión y la responsabi-
lidad recae en ambas partes. Los que ahora nacen en ellas y ahí viven la fe no son res-
ponsables de tal separación ya que, por el bautismo, están en comunión con la Iglesia
aunque no sea completa: son cristianos, hermanos en el Señor.
Los obstáculos que el movimiento ecumenista trata de superar respecto a la doctrina,
disciplina y estructura, se ponen frente a los bienes que reconocemos fuera de la Iglesia
Católica (la Palabra de Dios, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la caridad, los
dones del Espíritu Santo) aunque sólo en ella se hallen la plenitud de los medios salvífi-
cos. Al único Cuerpo de Cristo en la tierra constituido por un único colegio apostólico
presidido por Pedro es al que tienen que incorporarse los que ya pertenecen al Pueblo de
Dios.
El movimiento ecuménico consiste en toda oración, palabra o acción ordenada en fa-
vor de la unidad de los cristiano. Esto compete a los fieles bajo la guía de los pastores,
con la esperanza de llegar a la celebración de una única Eucaristía en la única Iglesia,
fundada por Cristo, que subsiste en la Iglesia Católica.
Así, los fieles deberán reconocer aquello que cabe corregir en la Iglesia Católica, ya
que aunque posea toda la verdad sus miembros no la viven con la fidelidad requerida,
así como reconocer los tesoros que poseen los hermanos separados.
La división impide reconocer la unidad de la Iglesia e incluso explicar la catolicidad
de la misma Iglesia Católica.
3. Capítulo segundo
4. Capítulo tercero
2
En cuanto a la tradición litúrgica y espiritual, estas iglesias tienen verdaderos sacra-
mentos, la sucesión apostólica, el sacerdocio y la Eucaristía de manera que existen
vínculos tan estrechos que se aconseja la comunicación en las funciones sagradas en
determinados momentos.
Respecto al derecho, se reconoce a las Iglesias Orientales el derecho y la obligación
de regirse según sus propias ordenaciones.
En cuanto a la exposición de la fe, no hay que extrañarse de las diferencias y distintas
fórmulas teológicas. En cada cuestión unos pueden hacer una mejor exposición de los
misterios que los otros.
En definitiva, se espera una pronta unidad.
5. Conclusión
El concilio exhorta a todos los fieles a evitar cualquier actitud que pudiera perjudicar
el camino a la unidad, reconociendo también que tal empresa es superior a las fuerzas
humanas y que, por tanto ha devenir de Dios por la acción del Espíritu Santo.