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COALICIÓN POR EL EVANGELIO

Colaboradores / Steven Morales

¿Por qué puso Dios el árbol del


conocimiento del bien y del mal en el
jardín de Edén? - Steven Morales
junio 9, 2016

«El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén para que lo cultivara y
lo cuidara. Y el Señor Dios ordenó al hombre: “De todo árbol del huerto podrás comer,
pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él
comas, ciertamente morirás», Génesis 2:15–17.

Al leer este pasaje, muchos se quedan con la misma duda: ¿Por qué puso Dios el árbol
del conocimiento del bien y del mal en el huerto de Edén si sabía que ellos iban a
desobedecerlo? Ciertamente, esta pregunta puede abrir las puertas a muchas otras dudas
sobre la soberanía de Dios y la caída del hombre. Sin embargo, en este post no quiero
hablar de eso, sino de la motivación particular de Dios al colocar un árbol en el jardín de
Edén y prohibir su fruto.

En una entrevista del podcast Ask Pastor John, el pastor John Piper respondió a esta
pregunta de la siguiente manera:

¿Qué estaba diciendo Dios al prohibir el comer de un árbol entre los millones de árboles
en el jardín? Él estaba diciendo: «Te he dado vida. Te he dado un mundo lleno de
placer: placeres de sabor, vista, sonido, aroma y alimento. Solo un árbol les he
prohibido. Y el punto de la prohibición es preservar los placeres del mundo, porque si
comes de ese árbol, me estarás diciendo: ‹Soy más inteligente que tú. Tengo más
autoridad que la que tú tienes. Soy más sabio que tú. Pienso que puedo cuidarme mejor
que tú me puedes cuidar. Tú no eres un Padre muy bueno. Entonces te voy a rechazar›.
Entonces, no comas del árbol porque me estarás rechazando a mí y todos mis buenos
regalos y toda mi sabiduría y cuidado. En lugar de hacer eso, sigue sometiéndote a mi
voluntad. Sigue confiando en mí como un Padre y sigue comiendo de estos árboles
como una manera de disfrutarme. Hay 10,000 árboles, cada fruta imaginable. Solo ve y
come. Sé agradecido. Te los he dado y míralos como expresiones de mi bondad y
saboréalos de esa manera».

… [al árbol prohibido] es una advertencia. «Si escoges independencia en lugar de Dios-
dependencia, perderás el placer del jardín y a Dios con ello».

… Prohibir un árbol es una manera de asegurar que todos los placeres de todos los otros
árboles son sumamente placeres en Dios.

Tim Keller, en una entrevista, respondió lo siguiente a la misma pregunta:

Lo interesante del árbol es que no parece haber alguna razón en particular para prohibir
su fruto, ¿verdad? Él dice que pueden comer de todo los arboles del jardín excepto este.
Pero no les dice por qué. Cuando mi hijo tuvo diez años, era muy difícil para él
obedecer. Yo le decía: «Obedéceme, soy tu padre. Te dije que hicieras esto. Hazlo
porque yo te lo he ordenado». ¿Sabes cómo me respondía? Él respondía: «Papá, con
mucho gusto te obedecería si solo me dieras una explicación razonable. Dime por qué
hacerlo es bueno para mí o para toda la raza humana». Y yo diría, «Si solo me obedeces
cuando te lo explico, no me estás obedeciendo, solo estás coincidiendo conmigo. Quiero
que me obedezcas porque tengo 45 años y tú 10. Sé un poco más acerca de la vida que
tú y no quiero explicártelo porque no lo podría encajar en tu cerebro de 10 años».
Entonces, Dios les dijo a Adán y Eva que no comieran del árbol sin dar una explicación.

Creo que el significado allí es que Dios nos está diciendo: «Quiero que me obedezcas
porque me amas. Quiero que hagas algo porque yo soy Dios y tú no. Quiero que
obedezcas no porque te beneficia o porque tienes una buena razón para hacerlo. Quiero
que me obedezcas porque soy Señor y Salvador. Hazlo porque me amas por quien soy».
Y Adán y Eva no lo hicieron.

Entonces, a la luz de estas dos respuestas, quisiera hacer algunas observaciones y


agregar un poco a la discusión:

1. Ambas respuestas reconocen que lo importante no es lo superficial, sino la


Palabra de Dios. Es decir, no es que el fruto o el acto de comer el fruto fuera
algo inherentemente pecaminoso. Eso sería una interpretación demasiada
superficial. Después de todo, Adán y Eva fueron permitidos y ordenados a
comer el fruto de muchos otros árboles. Lo que hace que este acto sea
pecaminoso es que el acto va en contra de la Palabra de Dios. En este caso, la
razón para obedecer a Dios no es simplemente práctica (pues la fruta no era
venenosa, ni estaba podrida); la razón para obedecer a Dios es porque Él había
dicho que no debían hacerlo, y su no es no. Dios no tiene que darnos una razón
para prohibir algo. Si lo prohíbe, nuestra respuesta debe ser obediencia.
2. Ambas respuestas reconocen que la obediencia es un acto de amor.
Seguramente uno puede obedecer solamente por obligación. De hecho, la marca
de una persona que solo obedece porque siente que debe hacerlo es buen
comportamiento con poco gozo. Pero eso no significa que hay algo malo con la
obediencia. Simplemente muestra que uno está obedeciendo por las razones
incorrectas. La verdadera obediencia no se lleva a cabo con motivaciones
egoístas, sino con amor para nuestro Señor, sabiendo que al hacerlo, estamos
caminando hacia el verdadero gozo. Este gozo está arraigado en el hecho de que
Dios es confiable y sumamente más sabio que nosotros, y cuando obedecemos,
estamos confiando que sus caminos son mejores que los nuestros (Is. 55:8).
Como lo dijo Tim Keller, no obedecemos a Dios simplemente porque estamos
de acuerdo con El o porque nos sentimos obligados. Obedecemos a Dios porque
lo amamos y sabemos que Él nos amó primero.
3. A fin de cuentas, se trata de confiar en Dios. La Biblia no nos da una razón
explícita por la que Dios puso el árbol del conocimiento del bien y del mal en el
huerto de Edén. Sin embargo, al hacerlo Dios nos mostró dos cosas esenciales de
su naturaleza: 1) Él es la autoridad máxima y 2) Él es confiable. Dios tuvo la
autoridad para establecer las reglas del huerto de Edén y todo lo que Dios dijo
(hasta la consecuencia que ocurriría al no obedecer) se cumplió.

https://blogs-es.thegospelcoalition.org/steven-morales/por-que-puso-dios-el-arbol-del-
conocimiento-del-bien-y-del-mal-en-el-jardin-de-eden/

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