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Introducción
Abordar este capítulo exige situar que este trabajo hace parte del grupo de investigación:
Fray Antón de Montesinos en la Universidad Santo Tomás desde la Línea de Investigación
en Didáctica de la Literatura. Éste grupo se puso como tarea: “explorar y caracterizar los
fundamentos de la didáctica, en la cual, lo clásico confluya con la actual, se bifurque y
desarrolle en una didáctica flexible, con la que se intente reflexionar desde el lenguaje y la
literatura y se conforme una didáctica transdiciplinar. Estos resultados de investigación
responde la primera parte referente al estado de la cuestión o fundamentación conceptual
que logra captar las ideas principales del desarrollo de la didáctica a lo largo de la historia,
en la que se atiende puntos claves como la relación con formación, educación, pedagogía,
currículo y la especificad de la didáctica.
1
Doctor en Educación con Especialidad en Mediación Pedagógica, Docente investigador Maestría en Estudios Literarios
Universidad Santo Tomás, Facultad de Filosofía y Letras, integrante del Grupo de Investigación Fray Antón de Montesinos.
Línea Didáctica de la literatura y Miembro de la RED pedagogía y Didáctica del Lenguaje y la Literatura
discusión comenzó a emerger un cuerpo disciplinar que hoy en día consideramos como la
didáctica.
Edad Antigua
Podemos decir que en cada pueblo y en cada época prevalece un ideario que inspira la
formación del hombre. En los pueblos de la antigüedad, la educación se caracteriza porque
su contenido, es conservado y transmitido por medio de la repetición constante (tradición),
y la enseñanza de tipo escolar estuvo destinada a reducidas clases sociales, es lo que
conocemos como tradicionalismo educativo
Enseñan a hablar, a razonar, a juzgar, tal como un ciudadano deberá hacerlo toda su
vida. Y lo enseñan a los jóvenes ya provistos de la instrucción tradicional. Les
aportan algo más que el deporte y la música, algo más incluso que los poetas de los
tiempos pasados: los arman para el éxito, y para un éxito que no se basa en la fuerza
ni el valor, sino en el uso de la inteligencia (Romilly, 1997, p.48).
Los sofistas ofrecían a sus alumnos, no la posibilidad de hacerse ellos también sofistas, sino
de llegar a ser ciudadanos competentes, con espíritus sagaces e inteligentes que les
permitieran participar y debatir en la escena política, tal como lo expresa Romilly (1997),
los sofistas no ponían ningún límite a su paideia. La novedad que introdujeron los sofistas
en el ámbito educativo fue justamente proponer la enseñanza sistemática de una techné que
bien puede denominarse política, a través de reglas conocidas y métodos precisos que
permitían aprenderla con facilidad.
La educación de los sofistas no se trata ya de una educación en la que se espera que la
enseñanza logre un efecto indirecto en el joven, sino que se espera que éste pueda tomar
conciencia y hacer parte de la misma; es decir, si la enseñanza tradicional buscaba efectos
formativos de orden moral y político, por ejemplo con la lectura de los poetas, el nuevo tipo
de enseñanza se proponía los mismos efectos formativos pero por medio del aprendizaje de
un conocimiento específico que podía impartirse de forma determinada y que exigía de los
alumnos una práctica directa de lo aprendido (Cadavid, 2014).
Los sofistas, como bien lo sustenta Jaeger (2002), fueron los fundadores de una ciencia de
la educación, es decir, fueron ellos quienes formularon una reflexión sobre la educación,
reflexión que cobijará no sólo la instrucción de los niños sino de la juventud y de los
adultos; en palabras de Jaeger con los sofistas “entra en el mundo, y recibe una
fundamentación racional, la paideia en el sentido de una idea y una teoría consciente de la
educación” (p.273).
Esta fundamentación racional se logró no sin resistencia, y obviamente movió las bases de
la educación tradicional griega, trayendo consigo debates, que situados en aquel contexto
del siglo V a. C., tendrían relevancia para todo el pensamiento posterior, y que si ahora
parecen superados representaron una conmoción intelectual para la Grecia de los sofistas:
¿se puede “enseñar” la virtud? ¿Qué es lo que tiene más peso en la formación del hombre la
educación o la naturaleza? ¿Qué modelo de “enseñanza” es más apropiado para formar al
hombre: aquel que se basa en el deporte o en la inteligencia? Estos, entre otros, fueron los
problemas que se suscitaron con la aparición de los sofistas, y en los cuales se interesaron,
no sólo ellos y los filósofos que se les oponían, sino también los historiadores, los trágicos,
los poetas y los aristócratas (Cadavid, 2014).
El proyecto sofista tendrá a Sócrates como el detractor más importante y aunque los sofistas
tienen razón al afirmar que las representaciones son tantas que de ellas se pueden decir
predicados completamente distintos para Sócrates existe un núcleo, un concepto que hay
buscar con sumo cuidado. Adicionalmente, él consideraba que los sofistas no le enseñaban
a los estudiantes una técnica para actuar bien, sólo se centraban en desarrollar las
habilidades retóricas de sus alumnos mientras que para Sócrates la virtud y el conocimiento
van asociadas. Para Sócrates el fin de cualquier instrucción es enseñar a pensar al
estudiante. El punto de partida del método socrático consiste en considerar que el maestro
no le da el conocimiento a alumno, rechaza en primera instancia ver la mente del estudiante
como un cajón donde se depositan verdades.
El método propuesto por Sócrates es la mayéutica que consiste en alumbrar en la mente del
alumno el verdadero conocimiento porque los conceptos no se dan de buenas a primeras
sino que hay que elaborarlos. A través del diálogo entre el profesor y el estudiante se
entabla una relación de ironía o controversia porque el alumno cree que lo que piensa y dice
es cierto, pero en realidad no ha tenido tiempo de desarrollar un pensamiento de lo que dice
y piensa, el maestro debate la idea de su estudiante por medio de preguntas, hasta que él
descubre que su posición con respecto a lo que pensaba no era cierto. En otras palabras, en
el diálogo entre maestro y estudiante se hallan dos momentos: la ironía y la mayéutica.
Sócrates confiesa de sí mismo “sólo sé que nada sé”, de ahí que tampoco pueda enseñar a
los demás, sino llevarlos a que sepan que no saben (ironía socrática); la mayéutica, por su
parte, consiste en alumbrar en la mente del estudiante el verdadero conocimiento.
Se considera a Sócrates como el gran educador de Occidente, sin embargo, se ha visto a
Platón como el fundador de la teoría de la educación. Al igual que Sócrates él consideraba
que el conocimiento no se depositaba en la mente de los alumnos porque en primera
instancia considera que saber es recordar, esto se deduce de su Teoría de las Ideas y de su
visión del alma, pero es en el diálogo Menón donde aparece el tema de la reminiscencia y
se afirma esa tesis, la cual vuelve a aparecer en el Fedón y en el Fedro. En estos dos últimos
diálogos se añaden dos precisiones importantes. La primera que el alma conoció las Ideas
en una existencia anterior separada del cuerpo y ese conocimiento fue posible porque el
alma es ideal, pertenece al mundo de las Ideas; la segunda dado que las cosas "imitan" a las
ideas, el conocimiento sensible sirve como ocasión para el recuerdo (anámnesis), el cual
sirve, a su vez, para reducir a la unidad de la Idea la multiplicidad de las sensaciones.
Sin embargo, a diferencia de Sócrates, Platón desarrollo un sistema que constituyó entre
alumnos y maestros una comunidad: la academia. Allí se realizaban estudios de carácter
filosófico y político, ya que uno de los grandes fines de la educación en Platón es la
formación del hombre moral, para ello el estudio de la política era esencial y la educación
debería estar al servicio del estado y el estado al servicio de la educación. “No acabaran los
males de los pueblos hasta que los filósofos sean reyes y los reyes filósofos” (Platón citado
por Fischl, 1994).
En este sentido, para evitar la decadencia del estado, para Platón es necesario educar
cuidadosamente la juventud por medio de la gimnasia, la música y la poesía para que
puedan recibir entonces una adecuada formación filosófica. Se comenzaban a seleccionar
los mejores alumnos entre los 20 y 30 años para formarlos más despacio en la filosofía y
sólo éstos podían aspirar a desempeñar altos cargos en el estado. A los 50 años se podían
retirar de la vida pública para presentar en la madurez de su experiencia aquellas ideas por
las que debía ser regido el estado.
Como Platón, Aristóteles vio también el verdadero ser en lo universal. Lo particular sólo
existe en cuanto participa de lo universal, ésta idea la extendió a los diferentes terrenos que
él estudio. En el caso de la educación, la misión última el estado no es el bienestar
económico, sino la educación moral. En consecuencia, toda la educación debe ser estatal.
No debe trivialmente, limitarse a preparar para un oficio o para la guerra, sino despertar
para la belleza y el bien. En la educación corporal hay que entender principalmente a la
gimnasia; en la psíquica, a la música. En la educación importan la instrucción y la
costumbre, pero también la disposición (Fischl, 1994).
Parece que incluso en el campo filológico no existían relaciones eficientes entre alta cultura
e instrucción: mientras con admirable pericia los filólogos alejandrinos inventaban
procedimientos casi modernos de crítica de los textos clásicos, restituyéndoles su auténtica
fisonomía y liberándolos de interpolaciones, en las escuelas seguían usándose los viejos
textos corruptos preocupándose sólo de expurgarlos con fines morales, lo que se debía
principalmente al influjo de la escuela estoica (Abbagnano y Visalberghi, 1992).
La instrucción superior adoptaba formas aún más variadas que la secundaria, si bien la nota
dominante seguía siendo literario–retórica. Se daba en instituciones tan diversas entre sí
como los “colegios de efebos” organizados siguiendo el modelo de Atenas, o el Museo de
Alejandría, institución de alta cultura sostenida por el mecenazgo de los Tolomeos. Pero la
forma común era la de los cursos dados por maestros particulares, es decir, los rétores o
sofistas, a quienes se confiaba también la tarea de completar la formación intelectual de los
jóvenes salidos de los colegios efébicos.
La escuela elemental era la escuela de las primeras nociones, de los rudimentos. Sólo para
aprender a leer y escribir y a hacer algunas cuentas, se consideraban necesarios de cuatro a
cinco años. Estos conocimientos eran indispensables no sólo para quienes se proponían
continuar los estudios, sino para una gran parte de los hombres libres e incluso de los
esclavos, los cuales disponían en muchos lugares de escuelas especiales. La lentitud de la
enseñanza dependía probablemente de los métodos didácticos y disciplinarios entonces en
boga y que no eran muy diversos de los que se aplicaban en las escuelas elementales
populares de hace unos dos siglos (Abbagnano y Visalberghi, 1992).
No es que en las escuelas faltaran “auxilios didácticos”: había tablillas enceradas con el
alfabeto alrededor del borde para facilitar su copia, y otras de marfil con las letras grabadas
debajo de la cera de manera que se pudieran “descubrir” con el estilo; había cajas de
“cálculos” o sea guijarros para hacer cuentas, etc. Pero esos medios extrínsecos no lograban
rectificar el planteamiento general, psicológica y humanamente erróneo, cuyo supuesto era
considerar al niño como un ser desprovisto de intereses positivos y personalidad
(Abbagnano y Visalberghi, 1992).
La educación superior más generalizada era la del rétor o sofista. Pero la función del arte
oratorio reviste una gran dignidad sólo en asambleas libres o en tribunales democráticos.
Ahora bien, en los regímenes absolutistas de las monarquías helenísticas lo que predomina
no es la oratoria deliberativa (destinada a sostener una tesis ante asambleas deliberantes) y
ni siquiera la oratoria judicial, sino la oratoria epidíctica o de aparato, o sea el arte de hablar
hermosa y pulcramente, que encanta y divierte al auditorio, pero que es fin en sí mismo o
más bien tiene por objeto ganar al “conferenciante” el favor de los poderosos y del público
culto. La fama así obtenida puede utilizarse marginalmente con fines políticos, como por
ejemplo cuando un orador famoso y estimado se presta para defender una determinada
causa municipal ante un monarca o el Senado romano.
El aprendizaje de la retórica era en conjunto algo más vivo y apasionante que los
precedentes estudios gramaticales. En un plazo bastante breve el alumno debía pasar del
estudio de oraciones modelo a la preparación de discursos elaborados por él mismo sobre
argumentos ficticios. No obstante que esos argumentos eran casi siempre mitológicos y
muy artificiosos, se trataba de todos modos de una actividad personal difícil y cautivadora.
De la misma manera, el pueblo griego y romano de la antigüedad se enriquecen con obras
filosóficas de profundo sentido pedagógico, como los escritos de Platón (429-347)
destacándose la “República” donde expone su teoría educativa, Aristóteles (384-382),
Quintillano (40-118) con “Institutio Oratoria” (la educación del orador), revelándose como
el más grande teórico de la educación romana y Séneca (4 AC- 65), entre otros.
Desde la Grecia clásica (siglo V AC) la educación adquiere el sentido de plenitud espiritual
y corporal del hombre al procurar que alcance el complejo desarrollo de su personalidad
por sus propios medios, pasando del tradicionalismo educativo al humanismo clásico, la
educación es entonces conocimiento racional y perfeccionamiento moral del hombre, no las
doctrinas enseñadas por los dioses, así mientras que para las grandes civilizaciones del
antiguo Oriente la cultura se debe mantener y transmitir sin modificación ni adaptación,
para el humanismo griego “el objeto de la vida es vivir feliz y bellamente” (Aristóteles).
Esta formación humanística del niño y del joven se denominó “Paideia” y es la
incorporación de los ideales de la cultura griega, el cultivo de los sentimientos religiosos,
patrióticos y éticos, no sólo instrucción.
La edad Media
2
El
concepto
maestro
proviene
de
"magistro",
que
significa
el
que
enseña,
se
refiere
en
general
al
esclavo
griego
que
posee
una
gran
cultura
y
que
se
encargaba
de
instruir
a
los
jóvenes
romanos.
Sin
embargo,
tal
como
lo
señala
Demóstenes,
el
concepto
de
maestro
implicaba
una
superioridad
moral
e
intelectual,
en
tanto
que
era
capaz
de
"realizar
en
sí
mismo
lo
que
trata
de
realizar
en
los
demás".
3
En Grecia se llamó pedagogo al esclavo o al liberto encargado de cuidar los niños y llevarlos a la palestra. La expresión técnica
Pedagogía la encontramos ya en Clemente de Alejandría, mas su uso no se generalizó hasta el siglo XVIII. Hoy en día tiene dos
significados: designa el saber particular propio del que se dedica a educar o el saber científico que teoriza sobre dicha acción educativa;
nosotros, evidentemente, tomamos el término Pedagogía en este segundo sentido.
4
Así lo justifica el profesor Millán Puelles: “Las disciplinas del tipo de la Filosofía de la Educación, la Filosofía de la Historia, la
Filosofía de la Técnica, etc., son, por su objeto, filosofías parciales, pero auténticamente filosóficas por su modo de proceder” (Antonio
Millán Puelles, Léxico Filosófico, Madrid, Rialp, 1984, p.322). Y Maritain, en su obra Pour une Philosophie de l'Éducation, lo hace del
siguiente modo: “Si le but de l'éducation est d'aider et de guider l'enfant vers son accomplissement humain, l'éducation ne peut échapper
aux problèmes et aux difficultés de la philosophie, car elle suppose par sa nature même une philosophie de l'home, et dès l'abord elle est
obligée de répondre à la question: 'qu'est-ce que l'homme?' que pose le sphinx de la philosophie” (Jacques Maritain, Pour une
Philosophie de l'Éducation, (anteriormente, L'Éducation à la croisée des chemins), en Jacques et Raïssa Maritain, Oeuvres complètes,
vol.VIII, Friburgo, Éditions Universitaires - París, Éditions Saint-Paul, 1988, p.772).
La Patrística y la escolástica de la Edad Media, muestran un tipo de educación rígida. Esta
última basa su metodología de enseñanza sobre los propósitos eclesiales. El maestro que
enseña recibe el nombre de calculador pues utiliza como recursos de enseñanza una tablilla
llamada calculus es una enseñanza dura donde la repetición oral, contar, trazar, mostrar son
los procesos para la enseñanza de la escritura. Por ello, la repetición oral y el grabado es un
componente imprescindible en el procedimiento.
La propuesta educativa se limita al aprendizaje memorístico del trivium (gramática,
dialéctica, retórica) y del quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía) son
denominadas las siete artes liberales por su valor propedéutico para alcanzar una completa
formación. A ellas, habría que sumarles los dos métodos para la enseñanza la lectio y la
disputatio. La lectio consiste en la lectura de un texto por parte del educador y su posterior
e inmediato comentario y la disputatio 5 es la interrogación sobre problemas no
mencionados o no resueltos en el texto leído y el objetivo es demostrar el dominio de los
conocimientos adquiridos en la lectio, a través de una disputa entre maestro y alumno y es
exclusiva del medio universitario consolidándose como base del método escolático (2010,
p.7)
Ahora bien, siguiendo a Tamayo (2007) en el último periodo de la Edad Media, la Baja
Edad Media, aparecerán algunos chispazos renacentistas que hacen de esta época un
momento mucho más interesante en la historia, ya que hubo un gran desarrollo en todos los
aspectos y, en general, sobresale un interés por mejorar las condiciones de vida y de
realizar una renovación intelectual y espiritual. Estos aspectos le aportaran directamente al
trabajo pedagógico de los posteriores tiempos.
Tres aspectos se destacan de la exposición de Tamayo: las bibliotecas, los juglares y
trovadores, la creación de escuelas y universidades. En el caso de las bibliotecas, aunque es
cierto que el trabajo de recopilación, bibliotecario, ha ocupado un lugar destacado entre las
culturas, basta observar la labor en Mesopotamia con las tablas de arcilla, Egipto con el
papiro, Grecia reuniendo las obras homéricas, los helenos preocupados por coleccionar los
libros de las escuelas científico-filosóficas; en el caso de la Baja Edad Media la escritura se
5
El procedimiento de la disputatio constituye un paso adelante en el aspecto didáctico dado que posibilita el desarrollo de una actitud
inquisitiva en la enseñanza para hacer pensar al alumno. En realidad, sólo es un pseudo progreso pues consiste en el rescate de
concepciones acerca de la enseñanza originarias de la cultura antigua, concretamente, socrática. Gran importancia se concede a la
racionalidad, y se trata siempre de desarrollar la inteligencia a través de la búsqueda constante de la verdad. (Civarolo, 2008, p. 33)
convirtió en un instrumento de poder, por tanto las bibliotecas se convirtieron en centros
vitales de la época.
El siguiente aspecto que influyo en la pedagogía de la Edad Media fue el de los juglares y
trovadores. En las cortes y en las ciudades había poetas especializados en canciones
heroicas, y en las plazas, juglares y mimos, poetas, músicos y bailarines que cultivaban la
poesía popular. En este periodo sobresalieron los trovadores del suroeste de Francia, de
Aquitania, donde se recitaban también poesías cortas en dialecto occitano.
Los juglares y los trovadores cantaban poemas populares con el acompañamiento de la
viola o la lira. Eran canciones de gesta, baladas, romances, cuentos tradicionales y fábulas.
También, en las ciudades, las plazas fueron las escuelas de todas las gentes, un lugar donde
se realizaban lecturas públicas de diferentes obras; se puede decir que eran los lugares de la
vida intelectual para el público en general.
Más tarde, las artes liberales se enseñaron con mejores métodos. Hubo un “renacimiento”
de las culturas clásicas mediante el estudio de las mejores obras de la literatura latina y
griega; se leía, comentaba y estudiaba a Platón, Virgilio, Ovidio, Lucano y Horacio. La
adaptación del pensamiento
Siglo XVI
Luis Vives (1492-1540) considerado el más grande de los pedagogos del renacimiento
español escribe numerosas obras traducidas a todas las lenguas como el “Tratado de la
Enseñanza”, donde expone principios didácticos, “De la causa de la corrupción de las artes”
en la que señala los vicios de la enseñanza de su tiempo y “De la Instrucción de la mujer
cristiana” donde se inclina por una formación amplia de la mujer.
Vives va totalmente en contra de la escolástica y sus postulaciones didácticas tiene una
conexión psicológica con la enseñanza. Plantea la importancia de la inducción y la
deducción como métodos para obtener el conocimiento sustentado dichos métodos sobre
bases psicológicas, ante ello nos dirá: “la marcha del aprendizaje va desde los sentidos a la
imagen y la imagen a la mente, como es la marcha de la vida y de la naturaleza. Así,
resulta, que el proceso va de lo simple a lo complejo, de lo particular a lo general” (Vives,
1948, Cap. VIII, p. 1207). Vives denuncia esa falta de compromiso de las diversas
disciplinas de la época para con la educación, pues ellas no buscaban nuevas formas de
enseñanza y propuso la observación y la experimentación de la naturaleza. De igual forma,
Vives reconoce el valor autónomo del saber y de aquella necesidad que tiene el maestro
para enseñar sustentándola en el amor y el buen ejemplo. Tristemente, para los inicios y el
desarrollo de la didáctica, los aportes de Vives no se tuvieron en cuenta por la comunidad
educadora de su época, pero por otro lado, sí se llegó a implementar una propuesta muy
distinta, trayendo consigo serias consecuencias para la educación en general, la Ratio
Sturdiorum (Plan de estudios).
6
Algo
curioso
ocurre
con
este
concepto.
En
Italia
a
partir
del
término
pedagogo
aparece
la
palabra
ya
existente
que
significa
pedante,
que
significa
"andar
a
pie".
Lo
que
ocurre
es
que
se
jugaba
con
ambos
significados
al
mezclarlos,
puesto
que
se
deseaba
ironizar
con
la
arrogancia
que
manifestaban
algunos
pedagogos,
al
sobreestimarse
por
sobre
los
demás,
y
su
evidente
pobreza,
que
los
obligaba
a
andar
a
pie.
Éste
fue
además,
objeto
de
las
más
diversas
y
violentas
burlas,
fue
el
blanco
ideal
recreado
por
muchos
escritores
quienes,
a
través
de
la
patética
figura
del
falso
pedagogo,
satirizaban
ciertas
características
de
las
instituciones
dedicadas
a
la
educación
y
transformaban
dramáticamente
el
significado
originario
tanto
de
la
palabra
pedagogo
como
el
de
su
función
en
la
sociedad.
Para Vives la inducción y la deducción son métodos para obtener el conocimiento y lo
sustenta sobre bases psicológicas. Como ejemplo de lo que defiende escribe que el
aprendizaje va
“desde los sentidos a la imagen y de la imagen a la mente, como es la marcha de la
vida y de la naturaleza. Así, resulta, que el proceso va de lo simple a lo complejo, de
lo particular a lo general” (Vives citado por Vallejo, 2010, p.2)
A fines del siglo XVI los jesuitas señalan que “todos deberían aprender todo en
profundidad”. Este principio obligó a buscar nuevos métodos para enseñar con profesores
de menor formación.
Siglo XVII
7
La Ratio enuncia un conjunto de reglas para la acción y lleva implícita la idea de prescripción y eficacia en el quehacer educativo en
relación a un fin; y por otro lado, se refiere al arte didáctico, pues intenta una respuesta metodológica, si se quiere, a una serie de
principios jesuitas. De la propuesta humanista incorpora numerosos elementos, principalmente, asimila el método didáctico de la
Universidad de París. El sentido procesal y cíclico y la fundamentación psicológica-pedagógica, se trasluce en las ideas directrices de
orden y gradualidad que reconoceremos más adelante en Comenio. (Civarolo, 2008, p. 14)
Desde la Ratio, se empiezan a perfilar una didáctica comprometida con el procedimiento
del maestro en su enseñanza, y desde su labor va tejiendo los albores hacia la pedagogía del
siglo XVII, especialmente en Juan Amós Comenio. (1592-1671) que representa el realismo
didáctico, cuyo antecedente es el realismo humanista iniciado con da Feltre en 1428, la obra
más importante de Comenio es la “Didáctica Magna” donde expone su método didáctico
“se puede enseñar todo a todos, y para alcanzar el conocimiento de todo, la enseñanza debe
ser gradual, cíclica”8. Tanto él como Wolfang Ratke (1571-1635) intentan incorporar el
saber pedagógico en una estructura científica independiente, con Ratke la idea de la
enseñanza como una doctrina alcanza sus claros perfiles. En este mismo siglo se comienza
a edificar la ciencia a partir de la experiencia y de la razón, con el empirismo del inglés
Francis Bacon ( 1561-1626) y el racionalismo del francés Renato Descartes (1596-1650), se
inician los métodos rigurosamente científicos, fundados en principios de observación y
comprobación, alejándose si de la ciencia tradicional de la antigüedad clásica en la que se
habían desarrollado hasta entonces, estos mismos métodos tuvieron amplia resonancia en el
campo pedagógico. Se trataba de sustituir la rutina tradicional de la enseñanza por métodos
fundamentados sobre bases empíricas y racionales, se estructura así la Didáctica como parte
de la Pedagogía que se ocupa de metodizar el proceso de aprendizaje.
8 Uno de los más relevantes conceptos dentro de la teoría pedagógica de Juan Amos Comenio hace referencia a la pansofía
constituida
como
el
“enseña
todo
a
todos”
y
que
se
ubica
de
hecho
como
el
bastión
principal
de
su
modelo
pedagógico,
él
parte
del
presupuesto
de
que
cada
etapa
del
saber
debe
abarcar
un
extenso
y
completo
conjunto
de
saberes
que
llevaran
a
otro
saber
con
un
nivel
superior
y
de
mayor
complejidad,
este
que
se
considera
un
modelo
circular
ascendente,
presupone
por
tanto
que
se
parte
de
los
principios
más
elementales
los
cuales
son
esenciales
para
adquirir
el
conocimiento
universal.
La principal contribución de Comenio a nuestro tema se teje alrededor del método y
avanzaremos hacia la idea de Didáctica en Comenio con la enunciación de los tres
fundamentos del enseñar y el aprender (fundamento de la facilidad para enseñar y aprender,
fundamento de la solidez para aprehender y enseñar y fundamento de la abreviada rapidez
de la enseñanza) junto con otros aspectos como lo son la antropología y la metodología y
que merecen ser destacadas en el campo pedagógico actual.
Comenio proclama una enseñanza válida “enseñar sólo aquel conocimiento que es útil”. En
este sentido, Comenio dice que es muy orgullosa la persona que sabe muchas cosas que
para nada sirve, y que es sabio aquella que sólo conoce cosas útiles. De esta manera,
Comenio establece una enseñanza a partir de unos principios fundamentales que
introduzcan una nueva estructura escolar secuenciada y unificada en todos sus aspectos a
través de conceptos de orden y gradualidad. Estos conceptos son, crecimiento o desarrollo y
proceso.
Para Comenius es claro que las palabras sólo deben ser aprendidas y enseñadas en su
asociación con las cosas y hay, por tanto, que enseñar al niño a expresar por medio de
palabras todo lo que ve, oye, toca o gusta para que, procediendo con un paralelismo
perfecto, la lengua y el espíritu se desarrollen al unísono. De esta manera, Comenius se
eleva contra el verbalismo vacío que hasta entonces se veneraba en las escuelas y anuncia
la educación sensorial que tiene un éxito tan legítimo en nuestro tiempo.
Como toda adquisición cognoscitiva supone una atención previa, ésta será suscitada por el
interés que muestra el niño por el mundo inmediato que le rodea. El desarrollo del espíritu
está basado en el amor al estudio. Antes de ocuparse en hacer de su alumno un espíritu bien
cultivado inculcándole las reglas, el profesor debe infundirle la avidez cultural y aún mucho
más hacerlo receptivo a la cultura. ¿Pero quién se da el trabajo de hacer esto con amor?
Generalmente se toma al alumno en el estado en que se encuentra, y se le pone a dar
vueltas, se le castiga, se le orienta, lo modela cada uno a su gusto. Se desea que llegue a ser
una belleza, una verdadera joya. Si el milagro no se produce en una vuelta de manos, el
maestro se indigna, se fastidia y se enoja. De aquí la necesidad de una enseñanza atrayente,
impartida por maestros comprensivos, en un ambiente agradable y armonioso, muy distinto
de esas escuelas sembradas de manojos de mimbre ensangrentado en donde sólo se oye los
gritos de los niños torturados por maestros ebrios de cólera.
Uno de los conceptos más importantes en Comenio es la pansofía, entendida como “enseña
todo a todos”. En este sentido, cuando Comenius quiere establecer una organización de la
enseñanza distingue diversos ciclos en que los niños son distribuidos según su edad. Cada
etapa del saber debe abrazar un conjunto completo de conocimientos, que será el punto de
partida de nuevos estudios más elevados, profundos y extensos. Esta progresión en círculos
concéntricos supone que la formación intelectual ha comenzado por la enseñanza de los
principios elementales indispensables para la adquisición de conocimientos universales.
Comenius quiere conducir a sus discípulos a no creer nada sin antes pensar y a no hacer
nada sin juzgar. La educación tiene por finalidad no solamente la adquisición de
conocimientos sino el desarrollo de la personalidad, la formación del juicio y el despertar
progresivo de la sensibilidad.
Siglo XVII
9
KANT: Pedagogía.3 ed. Madrid. España. Ediciones Akal. 2003.
Siglo XIX
Cuando la Ilustración europea de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, desde Francia,
Alemania, Inglaterra, el Marqués de Condorcet, Rousseau, Herbart, Pestalozzi, Fröbel
plantea el interés "ilustrado" por el progreso humano retoman el significante griego de
pedagogía10. Ahora con otros significados que, por otra parte, ya estaban anclados en las
mismas raíces señaladas. De un lado, "paidos", niño, comienza a expandirse el significado
de lo humano, de todas las etapas de la vida humana. No sólo de la niñez. El verbo,
igualmente, deja de ser el significado base de la "guía" física/psíquica para pasar a
significar "conducción", "apoyo", "personal", "vivencial".
ía,
que
equivale
a
ciencia
o
tratado.
el
esclavo
que
traía
y
llevaba
chicos
a
la
escuela.
No
era
la
palabra
de
una
ciencia.
Se
usaba
sólo
como
denominación
de
un
trabajo:
el
del
pedagogo
que
consistía
en
la
guía
del
niño.
Por
tanto,
pedagogía
es
la
ciencia
o
tratado
de
la
conducción
del
niño,
el
arte
de
educar
a
los
niños,
ciencia
que
se
ocupa
Siglo XX
A fines del siglo XIX y principios del XX se debate sobre el carácter científico de la
Pedagogía como reacción contra el positivismo, sobre todo Guillermo Dilthey (1833-1911)
promueve una corriente pedagógica como reacción a partir de la Pedagogía como ciencia
del espíritu. La Pedagogía concebida como ciencia del espíritu confiere al hombre su
condición de ser espiritual en el mundo de la cultura, pero sin romper su enlace intimo con
la naturaleza.
Juan Federico Herbart (1776-1841) fue el autor que dio base teórica a la pedagogía
mediante un riguroso estudio que le ha valido el título de “fundador de la pedagogía
científica”. Su preparación teórica tanto en filosofía como en psicología supera a los autores
anteriores. No es de extrañar que sus dos obras capitales: La pedagogía general deducida
del fin de la educación y Ensayo de un curso de pedagogía, sean dos estudios rigurosamente
científicos en los que plantea una serie de puntos inexistentes hasta el momento: el
verdadero campo de la conciencia, la definición previa de los fines, los medíos educativos y
la posibilidad de la educación, que hoy día constituyen los temas capitales de la educación.
El maestro conseguirá plasmar el carácter del alumno cuando sepa hacerle asimilar las
ideas oportunas para la formación de un organismo espiritual coherente, lo que significa,
con otras palabras, que él debe hacer de modo que las percepciones se conviertan en
apercepciones (percepciones asimiladas a la experiencia anterior) y que la educación moral
esté estrechamente vinculada a la instrucción, del mismo modo que la instrucción tiene un
verdadero valor educativo solamente cuando el nuevo conocimiento, formando un todo
armónico con los conocimientos pasados, provoca la aparición de nuevos grupos de ideas
coherentes y por tanto es fecundo en otro saber y en otros actos espirituales (Guevara, s.f.).
La enseñanza, pues, constituye el corazón de la obra de Herbart. Es verdad que también nos
habla del «gobierno» del alumno, pero solamente lo considera un medio. También toma
importancia la cultura moral pero se considera como simple auxiliar. La instrucción que
proclama Herbart no cae en el memorismo, es una instrucción educativa en la que domina
la idea de moralidad.
Herbart considera el interés como el fin de la enseñanza y niega todo tipo de aprendizaje si
desde un principio, sea cual sea la causa, no se ha conseguido el interés. Este debe ser el
medio más eficaz y el único instrumento de la enseñanza. No es extraño que Herbart niegue
los castigos y que en sus Aforismos pedagógicos diga que la enseñanza debe ser
constantemente interesante: debe mantener al niño siempre en constante gozo y no
producirle jamás lágrimas.
Ahora bien, desde las perspectivas arriba desarrolladas ¿Cómo podemos entender el la
practica pedagógica desde una concepción didáctica?
La racionalidad técnica (década del ´70), consideró centralmente que el problema de la
práctica era, por sobre cualquier otra variable, un problema de anticipación: la reflexión
previa a partir de la planificación. Es en la década de los ´80 en la que el discurso de la
reflexión sobre la práctica comienza a tomar auge. La caída teórica del modelo tecnológico
y los aires de democratización política de las aulas facilitan un contexto en el cual las
experiencias de reflexión sobre las prácticas toman cierta fuerza .Dos tendencias conviven
por entonces: la “pedagogía crítico social de los contenidos” y la “pedagogía hermenéutica-
participativa” (C. Davini). Tras (y en) los ´90, el discurso acerca de la cotidianeidad de las
prácticas se soslaya por cuestiones vinculadas a la gestión institucional y a lo curricular,
ejes de las reformas educativas. Sin embargo, la enseñanza, como tema de la nueva agenda
de la política educativa, crea un contexto favorable para el discurso acerca de los
profesionales reflexivos.
Es en este sentido que la didáctica como cuerpo específico de conocimiento tan solo hasta
los finales de la década de los 70s del siglo XX, cuando se fortalece la discusión crítica en
relación con el modelo educativo en ciencias dominantes hasta ese momento,
correspondientes al movimiento del aprendizaje por descubrimiento, comenzaría a emerger
un cuerpo disciplinar que hoy en día consideramos como la didáctica.
Algunos teóricos de la pedagogía11 emprendieron la ardua labor de perfilar la didáctica
como un instrumento básico y fundamental que hiciera parte activa y dinámica del proceso
educacional, y fue en los años setenta cuando se dieron a la tarea de producir textos propios
para la didáctica, que la presentaran como la teorización de la “enseñanza”, donde su labor
consistía en una investigación plena de una disciplina de la pedagogía, las leyes del proceso
unitario de la instrucción y la educación en la clase.
Con respecto a lo anterior, es pertinente enunciar que la didáctica se ostenta como una
herramienta que busca brindar soluciones a problemas teóricos fundamentales que se
exhiben en la labor educativa; consideramos la didáctica como una disciplina emergente,
una herramienta potencial en el proceso educativo, que pretende encaminar la labor docente
hacia una nueva propuesta en las áreas de la educación.
José Domingo Contreras (1995), destaca que la didáctica enfrenta dificultades al delimitar
su objeto de estudio porque la enseñanza no es tan sólo un fenómeno provocador de
aprendizajes, sino que implica una situación social influida por los actores involucrados,
presiones externas e instituciones. En síntesis, la didáctica se define como la disciplina que
explica los procesos de enseñanza y aprendizaje de acuerdo a la realización de los fines
educativos.
En otro horizonte, Camilloni (1999) señala que la demarcación del campo de la didáctica
no es lo suficientemente clara desde otras disciplinas. Esto sucede porque aún no está
resuelta la controversia respecto a si la didáctica es:
• una teoría de la “enseñanza” (tradición europea)
• una psicología de la educación (tradición norteamericana), ó
• es un saber que debe ser reemplazado por sus objetos de estudio (por ejemplo, el
currículum)
11
Hamilton, Gudmundsdottier, Klafky y Menk y Lundgren, se constituyen en fuentes principales especialmente por la
recurrencia al remitir a ciertos clásicos (Ratke, Comenio, Herbart y Dilthey), en tanto coinciden en el propósito de rastrear el
término método, junto a otros, tales como Pedagogía, Didáctica, clase y currículo cuyos orígenes en el discurso que surge
en el marco de los procesos de escolarización suelen perder visibilidad.
La didáctica interactúa en la descripción del proceso de aprendizaje, dejando descubrir las
leyes implícitas en el mismo, que serán las encargadas de orientar el trabajo del maestro en
el aula de clase, partiendo lógicamente, de los principios generales del aprendizaje.
La didáctica es una disciplina práctica, emergente que se incluye en el campo más amplio
de las ciencias de la educación. Aun cuando su origen está más vinculado a las ciencias
experimentales, actualmente, después de un amplio proceso de reflexión y reelaboración
epistemológica y psicológica, está plenamente integrada en el conjunto de disciplinas que
se interesan por los problemas educativos. En gran medida, este proceso de redefinición,
que ha estado inmerso en un cambio mucho más amplio y profundo de carácter social,
económico, político y filosófico, ha marcado la evolución de su existencia más o menos
formal (Porlán, 1998).
El objeto de estudio de la didáctica son los sistemas de enseñanza-aprendizaje, en tanto que
en ellos se aborden fenómenos materiales y naturales. No obstante, el carácter práctico de
esta disciplina hace que su finalidad no se limite a la descripción - explicación de dichos
sistemas, sino que abarque también aspectos relacionados con la valoración y
transformación de los mismos atendiendo a criterios de calidad y de coherencia con los
objetivos generales de la educación. Teniendo esto en cuenta, la finalidad de la didáctica
presenta dos dimensiones complementarias: describir y analizar los problemas más
significativos de del proceso de aprendizaje de las ciencias y elaborar y experimentar
modelos que, a la luz de los problemas detectados, ofrezcan alternativas prácticas
fundamentadas y coherentes. Para conseguir desarrollar esta doble finalidad, ha de
plantearse un conjunto de problemas prioritarios y líneas de investigación (Porlán, 1998).
Otra corriente es la crítica. Según esta perspectiva, los contenidos conforman un "objeto
problema" de la didáctica y no sólo un medio para provocar los aprendizajes. La propuesta
se resume en una antididáctica de perfil contestatario que estimule el espíritu crítico.
Hablar de didáctica es concebir el hecho educativo como un arte, como un quehacer en
donde el proceso de construcción de sentidos en torno al saber, al investigar, al cómo
aprender o al cómo enseñar no aparece como algo dado o hecho, sino como el horizonte en
donde el maestro y el estudiante se encuentran, convocados por el saber para recrear
conocimientos, para seguir la huella de lo pensado desde el mundo de su interés y
preocupaciones inmediatas.
En esta medida la didáctica se enmarca dentro de la responsabilidad del maestro, que debe
tener en cuenta la lectura de su realidad, involucrando la decodificación de los gestos,
conductas y demás signos y símbolos que generan un lenguaje, y por ende un mundo de
interrelaciones, que al ser comprendidas por el maestro se convierten en herramientas
didácticas para aprender a dialogar con los macro y micromundos que cohabitan en el aula,
de la misma manera que asume la responsabilidad de crear estrategias que permitan
construir al estudiante su propia forma de leer e interpretar el mundo que lo rodea.
Entonces lograr comprender la didáctica es idearla más allá del dar fórmulas para hacer
bien un trabajo o para hacer “clases dinámicas”. Es generar procesos de construcción del
saber, en donde lo comprensivo interpretativo sea el camino para buscar darle un sentido al
pensar, en donde las preguntas se conviertan en la llave de la reflexión sobre la didáctica
vista, no como una mera técnica, más si, como un espacio en donde se generan caminos de
sentido, cuya finalidad no es sólo “enseñar mejor” sino abrir horizontes de re-lectura de lo
que se hace con los discursos de los saberes que pululan en la escuela.
Pensar en prácticas pedagógicas implica diseñar estrategias didácticas orientadas a que los
educandos no solo reciban información, sino que fundamentalmente sean capaces de
modificarla y aplicarla, de compartir las inquietudes actuales en torno al conocimiento, de
problematizarlo, descomponerlo y recomponerlo en su personal comprensión y así
responder a ¿Cómo las estrategias didácticas pueden contribuir a una revolución educativa
intelectual, moral, social, tecnológica y científica?
A manera de conclusión, se puede decir que el maestro es quién debe crear estrategias que
permitan al estudiante descubrir el mundo en el cual se encuentra. Las relaciones didácticas
implican la interpretación o hermenéutica como un puente entre la práctica educativa, los
maestros, estudiantes y saberes, con el fin de estimular la creatividad, integrar mejor su
estructura mental que de coherencia y conexión a los conocimientos, potencializando el
aprendizaje a largo plazo. La didáctica es responsabilidad del docente al desarrollar
procesos de aprendizaje significativo focalizado no en la preparación de contenidos, sino en
la potencialización de habilidades o destrezas.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
Zaragüeta, J. (1940). Las directrices de la pedagogía de Juan Luis Vives. Madrid: Imprenta
de Editorial Magisterio Español.