Vous êtes sur la page 1sur 109

1

Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por la cual no tiene costo
alguno.
Es una traducción hecha por fans y para fans.
Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo.

No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus


redes sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e 2
incluso haciendo una reseña en tu blog o foro.
___________

__________________

_________________

_________________

_________________

_________________

_________________

3
_________________

_________________

_________________

_______

________

__________
Supe que algo estaba mal al segundo en que ella atravesó la puerta
esta noche; solo que no podía descifrar lo que era.
Mismo color de cabello.
Mismas piernas.
Mismo rostro.
Excepto… miro más fijamente.

Al pequeño hoyuelo debajo de su labio que no estaba allí la última


vez que salimos. Y su risa… esa risa no era tan fuerte.
Esta no es la chica con la que he salido en las últimas semanas.
Es su hermana gemela, y han intercambiado lugares conmigo.
Solo que no estoy listo para dejarlas volver a su lugar. 4

Jock Hard #0.5


Traducido por Alysse Volkov y Blue

Corregido por Nanis

—Necesito que finjas ser yo el próximo fin de semana.


Dejo de comer, con el tenedor sobre mi plato.
—¿Por qué?

—Tengo dos citas en la misma noche… uups. —Mi hermana gemela


lo dice en un tono de voz elemental, como si debiera haber sido obvio.
5
—No.
—¿Por favor? ¡Vamos! Será divertido.

—No. —Ignoro el tono quejumbroso en su voz, aquel que sube unos


cuantos decibelios cada vez que habla—. Pretender ser otra persona no es
divertido para mí, es estresante.
—No eres divertida.
Me rio.

—Exactamente mi punto. Si tuviera que pasar toda la noche


fingiendo, me desmayaría de agotamiento.
—Tal vez, pero Dash es muy sexy, ni siquiera te importará.

—¿Se supone que sea una ventaja? ¿Este chico con el que estás
saliendo es sexy? —Me meto la lechuga en la boca y mastico. Trago—. Lucy,
no nos parecemos en nada.

De acuerdo, quizás eso no es exactamente cierto. Somos casi


idénticas, simplemente odio admitirlo.
—Él no sabe que tengo una gemela. Créeme, no se dará cuenta.
Esto me obliga a hacer una pausa.
—¿Cómo que no sabe que eres gemela?

—Quiero decir que, no es que nos hayamos sentado a hablar de ti —


bromea.

—Cierto, pero ¿no le hablas sobre ti? Normalmente te encanta hablar,


y lo de ser gemela es una especie de dato divertido. —Y una gran parte de
quien eres como ser humano, quiero agregar, pero en cambio, cierro mis
labios.

—Por supuesto que le hablo de mí. Le comento mis comidas favoritas,


así si alguna vez decide invitarme a cenar, sabrá lo que me gusta y le
comento mis películas favoritas para que esté preparado en caso de que
vayamos a una. También le muestro mi mejor lado cuando estoy tomando
selfies.
¿Cómo es que estamos relacionadas?
Ella retuerce un mechón de su cabello.

—Pero solo hemos salido como, dos veces, no cuento las veces que lo 6
he visto en fiestas de la fraternidad y esas cosas. Sin embargo, es algo
irritante, siempre intentando tener discusiones profundas y significativas.
Mi rostro se retuerce.
—¿Por qué tendrías un problema con eso?

—Dios mío, Amelia, no es que podamos tener una conversación seria


en medio de una fiesta.
—¿Cuál dijiste que era su nombre?
—Dash Amado.
Me reí por encima de mi taza de café.

—Luce, odio sonar como una engreída, pero ¿cuán profunda podría
ser una discusión con un tipo llamado Dash?

—Eso es algo malicioso viniendo de ti. Ni siquiera lo conoces. —


Resopla una bocanada de aire—. Además, no creo que sea su verdadero
nombre.
Le di un sorbo a mi agua para molestarla.
Funciona.
—¿Qué tal si te esfuerzas más por conocerlo?
—Lo estoy intentando, ¡pero no me ayudas!

—No te estoy juzgando, pero creo que no estás intentándolo lo


suficiente. Deja de intentar que sea tu doble.
—Por décima vez, ni siquiera sabrá que eres tú.

—¡No voy a ir a esta cita por ti! Fue divertido intercambiar lugares en
la secundaria, pero ahora no es divertido. —Sin mencionar que es inmaduro.
—Solías pensar que era divertido.
—¿Recuerdas la vez que ambas nos presentamos como candidatas
para el consejo estudiantil? Fue agotador y embarazoso, y todo el lío fue
completamente tu culpa.

—¿De qué estás hablando? No todo fue un desastre… ¡todo resultó


genial! Ambas fuimos elegidas.

Cuando estábamos en el primer año de la secundaria, Lucy y yo nos


postulamos para oficiales de clase: presidente para ella, vicepresidenta 7
para mí. Los discursos de las elecciones fueron durante una asamblea
durante el día escolar, pero en lugar de aparecer, Lucy se pasó toda la hora
enrollándose con un jugador de fútbol en un armario de suministros que
habían encontrado desbloqueado de camino al gimnasio.

Presa del pánico, porque siempre fui tan jodidamente responsable,


intenté cubrirla. Me inventé un discurso de mi cosecha, se lo solté a todo el
cuerpo estudiantil, luego le pedí prestada una camiseta a nuestra amiga
Clarissa, me cambié y volví como yo para dar un discurso.

Fue agotador, y todo el tiempo, ella estaba encerrada en un armario


besuqueándose con un chico.

Mi hermana me mira con sorna desde el borde de su vaso, moviendo


su mano en el aire con desdén.

—Amelia, eso sucedió hace cinco años, o cual sea la matemática.


¿Por qué sigues echándomelo en cara? Estábamos en la secundaria.

—¡Te lo sigo echando en cara porque estaba aterrorizada de que nos


fueran a atrapar! ¡Tal como lo estoy ahora!
—Eres tan dramática. Ambas ganamos, así que no sé cuál es tu
problema.

—El problema es que siempre estás haciendo esto. ¿Recuerdas esa


vez que me vestí como tú para encontrarme con Kevin Richards en el cine
para que así pudieras ir a hacer Dios sabe qué con Dusty Sanders? Durante
toda la película Kevin intentó poner su mano en mi muslo porque le
permitiste llegar a la tercera base la noche anterior.

—Y le diste una patada en los huevos —dice secamente—. Sí, ¿quién


podría olvidar eso?
—Lo que sea —murmuro—. Se lo merecía.
—¿Podemos centrarnos en Dash aquí, por favor?

—Tenemos veintiún años. ¿No crees que somos un poco mayores para
jugar con la gente?
—Mmm, ¿no? Hay una razón por la cual Dios nos dio el mismo rostro.
Eso me hace reír.
—Eres ridícula.
8
—Pero me amas, ¿no? —Mueve sus oscuras pestañas—. Vas a
ayudarme, definitivamente, puedo decirlo por la mirada en tu rostro.

—¿Qué mirada? —Pretendo que no sé de lo que está hablando—.


¿Tengo una mirada?
Mi hermana aplaude, emocionada.

—Sí, la tienes definitivamente, y ¡vas a hacer esto por mí,


definitivamente! —Levanta las cejas y curva la comisura de su boca en una
sonrisa engreída que refleja la que tengo en mi cara en este momento.
Mierda. Tiene razón.

Mi gemela se inclina hacia delante, con las manos apoyadas sobre la


mesa como si acabara de entablar negociaciones en una reunión de
negocios.
—¿Qué quieres a cambio de ayudarme?
Imito su pose.
—No lo sé, Lucy. Dime, ¿cuánto valdrá mi tiempo para ti?
Se queda mirándome fijamente por unos largos momentos, perdida
en sus pensamientos, intentando medir mi sinceridad con los ojos
entornados. Está intentando evaluar si estoy siendo frívola o sincera en
cuanto ayudarla. Lo que pasa con mi hermana es que todo siempre es fácil
para ella. Es hermosa y depende mucho de su aspecto, lo usa para su
ventaja. Es sociable y también usa eso.

No es que yo no sea así. Soy todas esas cosas, pero no soy usuaria de
ellas.
Mi hermana lo es.
No lo hace a propósito; solo… quiere lo que quiere y cuando lo quiere.

Lucy no es mala, ni maliciosa, Dios no, ni se ha interpuesto en mi


camino para ser feliz. Nunca ha provocado ninguna mierda de gemela
desviada, ni me ha hecho sentir mal por nuestras diferencias.
Es solo… Lucy.

Cuando continúo comiendo mi ensalada e ignorando sus miradas


fijas, suspira ruidosamente, resignada. Empuja una zanahoria alrededor de
su recipiente de plástico y suspira de nuevo.
9
Drama es el segundo nombre de mi hermana gemela.

Su cabello tiene demasiado volumen, sus labios son demasiado rojos,


y su personalidad es demasiado salvaje.

Alrededor del campus, en ciertos círculos, somos llamadas las gemelas


Barbie. No es porque tengamos el cabello rubio, lo cual no es cierto, sino por
la apariencia explosiva de Lucy. Somos altas y delgadas con cabello
voluminoso y ondulado. Mi hermana tiene el suyo más corto por unos pocos
centímetros, en capas alrededor de su rostro, y es de un rico color castaño.
El mío es más largo y más oscuro.

—¿Cuánto vale tu tiempo para mí? Te compraré un regalo extra en


Navidad…
—Por el cual mamá y papá pagarán.
Suspira por tercera vez, esta vez termina con un pequeño suspiro.
Le arrojo un hueso, poniendo los ojos en blanco.
—Entonces, ¿qué pasa con este chico? ¿Qué hace este Dash?
La pregunta la anima considerablemente, e inmediatamente se
endereza en su asiento con entusiasmo.
—Está en el equipo de béisbol. Es receptor.

—¡Receptor, ooh la la! Emocionante. —Soy una idiota sarcástica a


veces—. ¿Y por qué susurras la palabra receptor? —Sacudo la cabeza
ligeramente—. ¿Se supone que tengo que estar impresionada?

Apuesto que es el capitán o algo cliché. Lucy solo sale con los chicos
más lindos y populares en los que pueda poner sus largas garras con
manicura. Hoy en día, esas garras están pintadas de rosa fuerte, y cuando
se impacienta, da golpecitos con ellas sobre la mesa para irritarme, como
está haciendo en estos momentos.
—Déjame adivinar. —Hago una mueca—. Lo llaman Dash porque es
muuuy muy rápido.
Su sonrisa desaparece.
—Eres odiosa, ¿lo sabes? Pero también estás en lo cierto.
—¿En qué más es rápido? —bromeo.

—No lo sé. —Mastica sus vegetales—. Solo nos hemos besado una vez, 10
pero espero averiguarlo pronto. Me está haciendo esperar.

—¿A qué te refieres con que solo se besaron una vez? ¿Es un jugador
de béisbol mojigato? Perdona por sonar confundida o creer en estereotipos,
pero ¿los atletas no están siempre cachondos?

—Dash no es como todos esos chicos, Amelia. Es un caballero, y para


ser honesta, se está volviendo molesto.

Pensaba que la razón de que saliera con estos chicos, era para que
la vieran con ellos, no para crear lazos emocionales y pasar en realidad
tiempo de calidad.

—Es simplemente frustrante. Estoy intentando convencerlo en toda


esa mierda de aún no querer dormir conmigo. Se pone raro porque no
estamos en algo formal, no quiere que ninguna chica quede embarazada
o lo que sea.
Levanto las cejas tanto que llegan al nacimiento de mi cabello.
—¿Qué demonios significa eso?
—Significa que no quiere arriesgarse a acostarse con alguna
cazafortunas que quiera engañarlo. Te sorprendería todo el drama de
mamás jóvenes alrededor de los atletas.
La miro fijamente, sorprendida. No, no sabía que eso ocurría.
—¿Él te dijo eso?

—Sí, cuando estaba borracho una vez en una fiesta. —Deja de


masticar, sacudiendo una zanahoria en mi dirección—. ¿Por qué me miras
así?

—¿Alguna vez has salido con un chico porque genuinamente te


guste, o solo sales con ellos por sus estatus?
Su duda es un breve parpadeo.
—¿Ambas?
Por los menos estaba siendo honesta.

Pongo los ojos en blanco. Los míos son un poco más oscuros que los
de ella, el izquierdo con una manchita ámbar en la esquina. Nuestros ojos
eran de las pocas cosas que nos diferenciaban, cosa que ella odiaba, y yo
también tenía un hoyuelo en la comisura de mi boca. 11

—Nombra a un chico que realmente te haya gustado.


Muerde su labio inferior. Es carnoso y rosa.

—No es una pregunta justa, ¿y por qué te importa si alguna vez me ha


gustado alguien con quien salí?

—Tú haces que me incumba. “Hola, necesito que finjas ser yo y vayas
a una cita con algún extraño”. —Por el cual, siendo franca, estaba
empezando a sentirme mal—. Si te gustara tanto, no estarías…
—Saliendo con alguien al mismo tiempo —decimos al mismo tiempo.

Hay una hamburguesa en un plato frente a mí enfriándose, así que


doy un mordisco, masticando pensativa.

—Ni siquiera sabía que estabas saliendo con alguien, mucho menos
con dos personas. De hecho, nunca he conocido a ninguno de tus novios
desde que estábamos en Iowa.

—Nunca llega al punto de ir en serio —responde—. Y antes de que


digas algo, no es mi culpa que me aburra con facilidad.
—Um, sí, sí lo es. —Estoy hablando con la boca llena—. Deja de usar a
los chicos y encuentra a alguno que te guste. Conoce bien a uno de ellos y
quizás no te aburrirás. Deja de salir con atletas. Intenta salir con alguien con
sustancia.
—Ew. Eso suena a una idea tan boba.
—Inténtalo una vez por mí. —Le hago ojitos—. Porfis, por favorcito.
—No. Es fácil sentarte ahí y juzgarme, ¿no?
—¿Qué se supone que significa eso?

—Nunca saliste con un deportista, así que no tienes idea de lo que te


pierdes. Oh Dios mío, los orgasmos… hacen que merezca la pena los dolores
de cabeza.

Cierto, nunca había salido con un deportista, pero los orgasmos que
había tenido con otros chicos habían sido buenos, muchas gracias, incluso
si fueron un poco ordinarios.
—Entonces, ¿lo harás?
—¿Qué? ¡No! —Quizás.
12
—Ugh, ¿por qué eres así? —resopla mi gemela, arrojando su servilleta
en la mesa en una mini rabieta—. ¡Ayúdame! Por favor. Eres la dulce… quizás
si sales con él, cambiará de opinión sobre mí.
—¿De eso se trata todo? ¿No tienes dos citas la misma noche?
—¡Sí! Juro que tengo dos citas el próximo viernes por la noche.
—Entonces, ¿qué tal si haces lo correcto y cancelas una de ellas?
Lucy me fulmina con la mirada desde el otro lado de la mesa.
—Eres la peor maldita gemela.
Me rio, antes de tomar un gran bocado de mi hamburguesa.

—Solíamos divertirnos tanto, ¿cierto? —Lo intenta de nuevo, mientras


mi boca está demasiado ocupada para discutir.
Mastico y trago rápidamente.
—Sí, fue divertido… cuando teníamos doce.
—Lo que sea, aguafiestas.
Me rio.
—Come tu almuerzo, tengo clase en diez minutos.

—¿Por los viejos tiempos? ¿Por favor? Dash es inofensivo… en realidad


es inteligente y juicioso. Lo amarás. —Me lanza una sonrisa inocente.

Por primera vez, me detengo a considerarlo. Dejo mi comida, jugando


con una servilleta sin encontrar su mirada.
—Te escucho.

—Me va a llevar a una batalla de bandas, lo cual es algo que odio,


pero a ti te encantan esas cosas. Mi otra cita, Hudson, me va a llevar a un
club, lo cual sabes que me encanta. Voy a ponerme el nuevo vestido
plateado que compré para víspera de Año Nuevo.
Hudson… qué nombre más tonto.

—¿Qué pasa si terminas teniendo una cita con Hudson para Año
Nuevo y ya te ha visto con el vestido plateado?
Sonrió ante su expresión de espanto.
—Mierda. No había pensado en eso. 13
—Sí, bueno… —Me encojo de hombros ante su ceño fruncido—. Para
eso me tienes.

—Mira, lo haré fácil: Te daré el atuendo que planeaba usar, y no


tendrás que preocuparte por ningún detalle. Simplemente te vistes y él irá a
buscarte.

—¿Dónde? —Admitiré que estoy un poquitín curiosa sobre dónde es


esta cita a la que no quiere ir.
—A la zona de bares, a escuchar algunas bandas locales.
—¿Qué tipo de banda?

—¡No lo sé, Amelia! Algunas bandas de garaje o lo que sea. No lo


estaba escuchando del todo.
—Hmm. —Eso sonaba un poco divertido—. ¿A qué hora?
—Viernes a las ocho.
—¿Y crees que no se dará cuenta que no soy tú?
—De ninguna manera, no habrá oportunidad. Es un chico. —Lucy se
inclina hacia delante una vez más—. ¿Eso significa que lo harás?
—No quiero, pero…
Se levanta de la mesa, viene a mi lado y me da un abrazo por atrás.
—¡Sí! ¡Eres la mejor! Te debo una grande.
—Sí que me debes.
Me señala con un dedo.
—No puedes decírselo a mamá y papá.

—Ni en sueños. —Hago una pausa—. ¿Supongo que… mejor le dices


a Dash que me pase a buscar al campus?
—¿No puedes venir a mi casa y que te recoja allí?

—¿De verdad vas a probar tu suerte? Que me pase a buscar al


campus. Estaré frente a la casa de campo.
—Amelia, va a pensar que es muy raro.

—¡Ugh! Bien, bien. Estaré en tu casa quince minutos antes de las ocho. 14
—La señalo con un dedo—. Mejor que reces para que no llegue temprano.
Traducido por Ashtoash

Corregido por Nanis

Llega temprano.

Quince minutos antes, para ser exacta, caminando por la acera hacia
la casa de mi hermana exactamente al mismo tiempo que yo. Mi casa está
a solo un par de cuadras de distancia, así que caminé hasta aquí, los
tacones resonando en el cemento debajo de mis pies.

Como si esta noche no fuera ya extremadamente incómoda para mí, 15


me estoy acercando a la casa de Lucy a paso de tortuga cuando veo al
chico que supongo es Dash ya en su puerta, listo para tocar.

Me detengo en seco, en la acera para mirarlo, la oscuridad


envolviéndome cuando me asomo desde debajo de un arce alto como una
completa pervertida, considerando mis opciones a medida que me
tambaleo en los tacones que Lucy me trajo.
Robando un par de minutos para observar, tengo apenas un segundo
o dos antes de que toque el timbre o golpee la puerta.

Es alto, con los hombros anchos de atleta. Puedo ver el contorno de


sus músculos flexionándose debajo de su camiseta, resaltados por las tenues
luces del porche de Lucy a cada lado de la puerta principal. El cabello
negro oscuro brilla cuando se mueve sobre sus talones, levantando su puño,
nudillos listos para golpear contra la puerta.

—¿Dash? —llamo suavemente, probando el apodo en mis labios, no


queriendo que toque, pero sin estar totalmente segura si este es Dash, o
Hudson, o quién sea la cita de mi hermana esta noche.
Me acerco, aferrando mi bolso, moviéndome hacia la luz.
—¿Lucy?
—Sí, soy yo. Estoy aquí.

Me acerco caminando, mostrando una sonrisa, un nudo formándose


en mi estómago.

—Hola. —Vuelve a bajar los escalones del porche, corriendo hacia


mí—. ¿Qué estás haciendo aquí afuera?

Está lo suficientemente cerca para poder verlo mejor; nada más que
fuerza y arrogancia. Una mirada a su rostro y comienzo a tropezar con mis
palabras.

—Mmm, estaba, eh… tenía que… ¡Oh! ¡Ya sé! —Jesús, Amelia, has
visto a un chico guapo antes—. ¿Olvidé que había dejado mi billetera en la
casa de un amigo? Y corrí a buscarla. No quería olvidar mi identificación,
¡no, no quería!
Suelto una risa tan falsa que quiero vomitar.
Inclina la cabeza hacia un lado, estudiándome, todo pómulos altos y
cejas gruesas. Hermosa piel oscura, musculosa… Dios es tan lindo. Mi
hermana no estaba bromeando cuando dijo que era bien parecido. 16
Lo que no mencionó era que Dash Amado es latino.

Muy caliente1… muy jodidamente sexy.

—¿Necesitas entrar o algo así?


—No, estoy bien. Podemos irnos.
Así puedo acabar con esta noche, volver a casa, ponerme mi pijama,
preferiblemente a las diez a más tardar, y olvidar que toda esta noche
sucedió.

Hace clic en un control remoto escondido en su bolsillo trasero,


desbloqueando las puertas de su auto negro. Abre la puerta del lado del
pasajero, espera hasta que tengo puesto el cinturón de seguridad antes de
cerrar la puerta con un golpe sordo. Pasa por el frente hacia el lado del
conductor.

Hago un rápido escaneo visual al interior de su auto. Está limpio, sin


basura en el asiento trasero, y huele como a colonia masculina y equipo de

1Como en la historia original se dicen bastantes frases en español, estas aparecerán en otro
estilo de letra, para referirse a que los protagonistas las dicen en ese idioma.
gimnasio. Aparto mis ojos de la bolsa con su bate en el asiento trasero
cuando Dash acomoda su gran cuerpo en el interior.

—Lamento llegar un poco temprano, pero la banda comienza a las


ocho y quince, y quiero conseguir un lugar al frente. ¿Lista?

Tan lista como podría estar, considerando que no he hecho el viejo


intercambio desde que era una adolescente.
—¡Yupi! Tan lista —respondo con mi mejor imitación de Lucy.

Enciende el motor, prendiendo su luz intermitente para entrar al


tráfico, demasiado cauteloso dado que virtualmente no hay tráfico en esta
calle. Está completamente desierta.

—Gracias por estar de acuerdo con esto. —Me echa un vistazo, con
sus grandes manos aferrando el volante—. Cuando me invitaste a salir, esto
fue lo mejor que pude organizar en tan poco tiempo.
—¿Disculpa?
Espera, ¿acaba de decir “cuando me invitaste a salir”?
Me aclaro la garganta y, tan casualmente como puedo, le pregunto:
17
—¿Te invité a salir?
Me mira de reojo sobre sus hombros, arqueando sus cejas oscuras.

—Debías estar más ebria de lo que pensaba si ni siquiera recuerdas


haberme invitado a una cita.

Se ríe. Es una de esas risas bajas y sexys que ves representadas en las
películas; esas que envían un escalofrío por tu columna vertebral mientras
ves cómo se desarrolla el romance.

Quiero sacudirme ese inconveniente escalofrío que pasa por mis


hombros, darle una pequeña bofetada a mi rostro.

—Debo haberlo estado. Ya me conoces, ¡diversión, diversión,


diversión! Siempre ebria los fines de semana. —¡Cállate Amelia! ¿Quieres que
piense que tu hermana es una alcohólica?

Me lanza otra mirada, esta es un poco menos entusiasta, un poco más


desconcertada.
—Cierto.
Me remuevo en mi asiento, el cinturón a través de mi pecho y regazo
se siente restrictivo, los ajustados pantalones de mezclilla de Lucy me
aplastan el estómago. Les doy un tirón en la pretina, colocando un dedo
dentro de la tela, tirando de ellos en un intento de aflojar el material ya
estirado. Mi camisa, una de sus favoritas, con el hombro descubierto, azul
con finas rayas blancas y femeninas mangas acampanadas. Mi clavícula
ha sido espolvoreada con dorado, los labios son de un atrayente color vino
oscuro (sus palabras, no las mías). ¿En mis pies? Tacones de corcho de diez
centímetros.
Me veo lo suficientemente sexy, supongo.
Estoy terriblemente incómoda.

—Tienes que usar esta blusa, Amelia —insistió mi hermana, empujando


la percha en mis manos—. A menos que queramos que él se dé cuenta que
milagrosamente mis pechos se han puesto mucho más grandes en el
transcurso de cuatro días. —Rebuscó en su armario como una estilista en
una misión—. Tus senos son más grandes que los míos, no quiero que Dash
piense que relleno mi sostén.
—Lucy, ya nadie rellena su sostén.
18
Cuando estamos juntas, es como una competencia de poner los ojos
en blanco que no tiene ganadora.

—Sabes a lo que me refiero. Solo ponte esto y actúa feliz, ¿entendido?


Sonríe y asegúrate tocarlo mucho, o pensará que estoy actuando extraño.

Extiendo mi mano a través de la consola central y toco su antebrazo


coquetamente.

—Recuerdo invitarte a salir, solo me tomó un segundo —digo en


defensa propia, intentando reparar cualquier daño que pudiera haber
causado a la reputación de mi hermana por mi verborrea en el auto de
Dash—. Y hago otras cosas los fines de semana además de beber.
Sus cejas negras se levantan de nuevo.
—¿Como qué?

—Como… pasar mucho tiempo con mi hermana. Ella también asiste


aquí —le informo, preparando el terreno para que Lucy eventualmente dé
la noticia que no solo tiene una hermana, sino que tiene una gemela.
—¿No jodas, en serio?
—Somos realmente cercanas.

—Eso es genial. —Sus ojos están pegados al camino, y suena


aburrido—. ¿Qué hacen ustedes dos cuando pasan tiempo juntas?

—Mmm… —Hacemos su tarea, hablamos—. Llamamos a nuestros


padres, somos de Illinois, y cuando el clima es agradable, montamos en
bicicletas o vamos al lago.

—Puedo imaginarme eso. —Sonríe, doblando a la izquierda en la señal


de alto, dirigiéndose al pequeño distrito del centro donde están todos los
bares.

—¿Cuál es el nombre de la banda otra vez? —chillo, sonando sin pulir


y tan poco similar a Lucy que, es positivamente absurdo.
—Scotty’s Tone Deaf2.
—Oh. Eso… suena bien.

Dash se ríe, echando la cabeza hacia atrás, llenando el interior del


auto con su deliciosa voz barítono.

—Esa es una forma de ponerlo. Básicamente vamos a ir a escuchar


una banda de garaje. Hay un chico llamado Scotty que vive al final de Jock 19
Row con sus padres —ofrece a modo de explicación, mientras entra al
estacionamiento de The Warehouse, el único recinto para conciertos de la
ciudad—. Está en secundaria y tiene una banda de rock, siente idolatría por
los chicos en la casa.
—¿Incluyéndote a ti?
Inclina la cabeza, avergonzado.

—Sí.

—Eso es dulce. —No decimos nada por un minuto—. ¿Ya me habías


dicho esto?

Jesús, sueno como una completa idiota; si Lucy se entera, va a


matarme. En serio, necesito dejar de hablar antes de empeorar todo el
asunto.
Repaso los datos que Lucy me dio sobre Dash:

1. Veintidós.

2 Scotty’s Tone Deaf: al español “El Tono Sordo de Scotty”.


2. Metro ochenta y cinco.
3. Receptor en el equipo de béisbol.
4. Reservado.
5. Educado.
6. Vive en Jock Row en la casa de béisbol.

Eso es todo, el catálogo completo de las siete cosas que sé sobre él,
y muy probablemente las únicas siete cosas que mi hermana sabrá alguna
vez.

—¿Estás segura que estás de acuerdo con escuchar a la banda de


Scotty? Me imaginé que estarías bien con esto. —Me lanza una sonrisa
perfecta, sus dientes blancos resaltados por su hermosa piel morena—. No
llamaría a esto un concierto, lo llamaría un set. Están dejando que la banda
de Scotty toque un par de canciones antes de que la batalla inicie, nada
importante. Él es el acto de apertura antes del acto de apertura.
—Me encanta eso.

—Scott está en secundaria —continúa—. No tengo idea de cómo


engañó al gerente de este lugar para que lo dejara tocar, pero soy el único
de la casa que prometió venir a escuchar.
20
—Eso es muy amable de tu parte. Estoy deseando escucharlo.

Me doy cuenta que realmente lo hago. Dash ha sido un verdadero


caballero hasta el momento, y estoy comenzando a relajarme y disfrutar de
su compañía gradualmente.

Entra en un espacio del estacionamiento, pone el auto en neutro y


apaga el motor.

—Me sentiría como un idiota si no hubiera venido, el niño solo tiene


diecisiete años, pero solo para que sepas, hay una posibilidad de que esta
banda realmente apeste.
Le sonrío, incapaz de detenerme.
—¿O podría sorprendernos?
No se le ve convencido, quitando las llaves del contacto.
—Tal vez, pero lo dudo.
Aun así.
Me trajo a ver tocar la banda del hijo de su vecino, ¿qué tan dulce es
eso? Mi corazón se hunde, y no por la culpa que siento por engañar a este
chico. Todo lo contrario.
Dash Amado no solo es increíblemente sexy.
Es asombroso.

21
Traducido por Genevieve

Corregido por Nanis

Pongo mi mano en la parte inferior de la espalda de Lucy, guiándola


a través de la entrada principal de The Warehouse después de hacer cola y
comprar dos boletos. La dirijo hacia el escenario; hay mucho espacio cerca
del frente.
Y hay algunas mesas cerca de la parte posterior.
Señalo una cuando pasamos. 22
—¿Deberíamos ir al frente, o quieres una mesa?

—Definitivamente deberíamos pararnos al frente para que él pueda


verte. —Lucy me da un ligero codazo—. Quieres que sepa que estás aquí,
¿no?
Asiento.

Dirigiéndola hacia delante, mi mano se mantiene en la parte inferior


de su espalda, mis dedos inquietos encuentran ese punto dulce en la curva
hasta su trasero. La tela de su camiseta es suave; me permito el lujo de dejar
que recorra mi palma antes de retirar todo mi brazo.

Ella me mira por encima del hombro, con su cabello largo


balanceándose.

¿Definitivamente es más oscuro que la última vez que la vi, y más


voluminoso?

Cuando me sonríe, noto un pequeño hoyuelo en la esquina de su


boca que no había notado antes… un pequeño hoyuelo cerca de su labio
inferior lleno.
Quiero poner la punta de mi dedo allí y presionarlo.

Ella me atrapa mirando el hoyuelo y lo toca, cubriéndolo,


ofreciéndome una sonrisa cautelosa y tímida. Lucy, ¿tímida? No, eso no
puede ser correcto; esta chica es una devoradora de hombres. Fue quien
me invitó a salir. Es la que siempre está pendiente de mí y mis compañeros
de equipo en las fiestas, no al revés.
Es agresiva.
Mucho más agresiva de lo que me suele atraer.

No sé si estoy alucinando, pero ¿la Lucy Ryan que apareció esta


noche? Ha estado actuando de manera inusitadamente reservada desde
que la encontré merodeando fuera de su casa.

Una vez más, mis ojos recorren el pequeño hoyuelo cerca de su boca,
deteniéndome allí.
No. Eso definitivamente no estaba allí antes.
¿O sí?
Es adorable, definitivamente lo recordaría.
23
¿Cierto?

Jesucristo, estoy perdiendo la cabeza. Estoy perdiendo mi maldita


cordura.

Avanzamos para ubicarnos cerca del escenario, lo suficientemente


temprano como para encontrar un gran espacio despejado, justo en el
medio. Lo suficientemente cerca como para que Scotty me vea, lo
suficientemente lejos como para que podamos irnos cuando toquen las
otras bandas.

Desafortunadamente, tenemos que esperar durante quince jodidos


minutos más para que esta batalla comience, y Lucy no me parece el tipo
de persona que pueda entablar una conversación lo suficientemente
estimulante como para mantenerme interesado por mucho tiempo, y
mucho menos un cuarto de hora.
Puedo sufrir una pequeña charla hasta que la banda comience.
Es nuestra tercera cita.
Y nuestra última.
Después de esta noche, dudo que alguna vez la invite de nuevo. Las
chicas como Lucy carecen del refinamiento que quiero en una novia, es
buena para una follada rápida, tal vez algunas citas casuales, pero no va a
conocer a mi familia.

Mi madre estaría jodidamente enojada si llevara a una chica como


ella a casa.

Estaría muerto. Muerto.

Sin embargo… hay algo en ella esta noche que me hace dudar de mi
primera impresión, algo que no puedo entender.
Esta noche parece distante. Conservadora.
Bonita y educada.
Con clase.
Es raro.
De una buena manera.

Mis labios se curvan en una sonrisa a medida que bajo la mirada hacia
24
la corona de su cabeza, la luz golpea su cabello, enfatizando el rico color
marrón chocolate. ¿Era de este color el fin de semana? Debe habérselo
teñido o lo que sea.

—¿Quieres algo de beber del bar? —Me inclino hacia ella,


agachando mis hombros para acercarme, aunque es lo suficientemente
alta con esos tacones puestos.
—Hmm. —Duda, mordiendo su labio inferior—. ¿Sí?
Me rio tan bajo que no podría oírme por encima del ruido.
—No lo sé, ¿verdad?
—¿Tú vas a beber?

¿Qué clase de pregunta es esa? Es un fin de semana, por supuesto,


planeaba beber. A menos que… ¿no quiere que beba?
—Iba a tomar una cerveza.
Un asentimiento firme.
—Bien, eso es lo que pediré.
—¿Cerveza? —Siento mi boca temblar—. ¿Qué tipo?
—¿Cualquiera que vayas a pedir?

—¿Estás segura? —Tomó vino blanco la última vez que salimos, cuatro
copas, para ser exactos, y se emborrachó—. Estoy seguro que tienen vino si
lo quieres.
Su boca se mueve, formando las palabras.

—Mierda, es cierto. Bebo vino, ¿no? —El lugar es ruidoso y hace eco,
pero sus palabras son claras, perfectamente formadas en sus labios. Lucy
hace una pausa indecisa—. Supongo que beberé vino si lo tienen.
Se ve menos emocionada, triste incluso.
—Dime lo que quieres y lo pediré.

—Bebamos vino. —Un gesto breve—. Soy una bebedora de vino que
también ama la cerveza, pero esta noche beberé vino, por favor.

Mi rostro, por su propia voluntad, se retuerce en una expresión de


decídete de una maldita vez, y lucho contra un gruñido impaciente y un
suspiro irritable.
25
—¿Te importa mantener nuestros lugares mientras voy al bar o me
acompañas?

—No, no, ¡vete! Quiero decir, claro, sí, voy a cuidar nuestros lugares —
dice con entusiasmo, prácticamente me empuja hacia la barra, pero sin
tocarme físicamente—. Sí, vete. Esperaré aquí, aquí en este lugar. No iré a
ningún lado.
Me muestra una sonrisa que es demasiado alegre; si no lo supiera
mejor, pensaría que estaba intentando deshacerse de mí.
—Está bien —digo lentamente—. Dame un minuto. Vuelvo enseguida.

Me toma unos cinco minutos pasar a través de la multitud


congestionada hacia la barra, otros cinco para acercarme al frente de la
línea, y muchos más para que me sirvan.

Una botella de cerveza para mí y una copa de plástico blanco barato


para ella y estoy de vuelta a su lado. Cuando me acerco sigilosamente, mi
cita está enviando mensajes de texto furiosamente a alguien, levantando la
cabeza cuando se da cuenta que me acerco. Mete el teléfono en el bolsillo
trasero de sus pantalones.
—¡Oye! ¡Te extrañé!

Quitándome la copa de vino de la mano, Lucy la mira, entrecerrando


los ojos.
—Gracias. —Cuando lo bebe, frunce los labios—. ¡Hasta el fondo!

No sé por qué demonios lo ordenaría si, obviamente, lo odia, pero


hace años que dejé de intentar descifrar a las mujeres.
—¿Bueno? —pregunto, y mierda, quiero reírme.

—Realmente bueno. Gracias. —Lucy toma otro sorbo, demostrando


lo sabroso que lo encuentra—. Mmm.
—Si no lo quieres, no lo tomes.

—¡No! Es bueno. ¿Ves? —Otro trago, otra mueca de asco que es


imposible de esconder.

—Lucy, ¿por qué demonios pedirías vino si no te gusta? —Hago una


pausa, levanto mi botella—. ¿Quieres un poco de cerveza?

Ella duda, mira hacia el bar, que ahora está lleno de gente. Si vuelvo
para pedir otra cerveza, me tomará otra media hora y me perderé toda la 26
actuación de Scotty.
—No te preocupes por eso. Está bien.
Tomo un trago de mi botella ámbar, y se la ofrezco.
—¿Quieres un trago de la mía?
Su mano se levanta, en señal de protesta.
—No, no, está bien, no te preocupes por eso.

—No estoy preocupado por eso, pero si quieres una cerveza, puedo
compartirla. No es como si no hubiéramos intercambiado saliva antes.

La iluminación aquí es una mierda, pero juro por Dios que Lucy se está
sonrojando. Tiene que estarlo por la forma en que su cabeza baja, incapaz
de mirarme a los ojos.

En el escenario, la banda de Scotty comienza a salir tomando sus


lugares, haciendo una prueba de sonido. El baterista inspecciona su kit; los
guitarristas sintonizan sus cuerdas. El cantante principal toca el micrófono, lo
levanta y lo baja, apretando el tornillo para dejarlo a su altura preferida.
Mientras lo hace, mi vecino levanta la mirada, me ve, lanza una señal
de paz al mismo tiempo que se cuelga la correa negra del bajo como si lo
hubiera hecho cientos de veces.
Probablemente lo haya hecho.

Bien practicado, moviéndose con facilidad, Scotty no se ve nervioso


en absoluto. De hecho, el adolescente me da un guiño engreído cuando
comienzan un calentamiento, ejercitando sus inquietas manos.

Vistiendo la camiseta gastada de otra banda popular y vaqueros


rotos, Scott dobla las rodillas, rasguea su bajo, su cabello lleno de gel,
levantado en pequeñas puntas.
Sus primeros acordes son optimistas.
Sus primeras palabras, en sintonía.
Fluidas.

Pronto, mi cabeza se balancea al ritmo. Lucy y yo nos pasamos la


cerveza entre nosotros. Cae fría y suave, pero no es suficiente para dos.
La agarro una vez más, preparado para tomar otro trago.
27
—¡Espera! ¿Esto no sabe tan jodidamente bien? Dios, me encanta
cuando esta fría.
Sus ojos se cierran cuando traga.
Sus caderas se balancean cuando comienza la música.
Es jodidamente grandioso.

No espero que la próxima canción sea lenta, al igual que no estoy


esperando que mi cuerpo se balancee, moviendo suavemente las caderas
con la música.
No he bebido mucho, pero es suficiente para hacer que me relaje y
me olvide de mí misma, aunque solo sea por unos momentos. Suficiente para
disfrutar la compañía y las palmas grandes y cálidas que se deslizan
alrededor de mi cintura.
La sala está llena esta noche, es sofocante.

—¿Está bien? ¿Te molesta? Lamento seguir tropezándome contigo,


pero el imbécil detrás de nosotros sigue golpeándome. —Su voz suave me
habla al oído, el rico sonido de su español golpea todos los nervios de mi
espalda—. Te sientes diferente… una diferencia buena.

Te sientes diferente, dice, rodando la lengua. Una diferencia buena.

Como estoy fingiendo ser mi hermana gemela, que no sabe ni una


pizca de español, no reconozco las palabras, asiento débilmente sin
traicionarme.
¿En realidad? Todo mi cuerpo está en un completo y absoluto caos.
Puedo entenderlo, perfectamente.

No quiero que Dash me hable en español al oído, susurrando palabras


para otra persona. No quiero que Dash me toque, no porque me repugne.
Sino porque no lo hace. 28

Él es la antítesis de todo lo que pensé que sería. Por el bien de mi


cordura, y para ayudarme a superar esta cita falsa, esperaba
desesperadamente que el chico que cruzara la puerta de mi hermana fuera
un imbécil.
Un atleta descerebrado.

Recé para que fuera un estereotipo, una caricatura de lo que percibo


que es el atleta estudiante promedio en el campus de nuestra universidad.
Mi hermana es la cazadora de jerseys, no yo.
Pomposo.
Grosero.
Idiota egoísta.
Dante Amado no es ninguna de esas cosas.
Él es de trato fácil. De buen ver.
Todos los gestos caballerosos de Dash Amado han sido sinceros. Su
rutina de tipo agradable no es un acto; es quién es.
Su mamá lo crio bien.
Y me siento tan confundida por eso.
No estaba preparada para que fuera así.

¡Maldición! Se supone que no debería sentirme atraída por el novio de


mi hermana, el tipo con el que mi hermana está saliendo, sin importar lo serio
que sea, sin importar lo guapo que sea.
¿Honestamente? Me odio en este momento.

Un nudo de culpa se retuerce dentro de mi estómago al mismo tiempo


que las manos de Dash se acomodan alrededor de mi cintura, deslizándose
sobre mi caja torácica, dándome un pequeño apretón. Si tuviera que
hablar, no hay manera de que fuera capaz de formar una oración
coherente.

El nudo se vuelve más pesado, más apretado, asfixiándome. Soy la


peor gemela del mundo.
La peor hermana del mundo.

—¿Te diviertes? —Su voz de barítono golpea mi cerebelo, ondas de


choque encuentran su camino hacia todas mis mejores partes femeninas— 29
. En realidad creí que iban a sonar como una absoluta mierda, gracias a
Dios no lo hacen.
Mi garganta está tensa, y tengo que aclararla antes de poder hablar.

—De hecho, estoy impresionada, no puedo creer que estén en la


secundaria.
Por más que me he dicho que intentaría ponerme en los zapatos de
tacón alto de Lucy en esta cita, estoy fallando, tan miserablemente. Quiero
desesperadamente ser yo misma. Quiero que mi maldito cuerpo deje de
responder a Dash Amado. Quiero que mi maldito corazón deje de latir tan
salvajemente que parezca que está a punto de estallar en mi pecho.
Si mis mejillas no estuvieran tan sonrojadas, mis palmas tan sudorosas.
Soy un completo desastre.

Las palmas gigantes de Dash agarran mi cuerpo, descansando


holgadamente en mis caderas, con los pulgares enganchados dentro de los
bolsillos delanteros de los vaqueros de Lucy.
Baja la cabeza, apoyando gentilmente su barbilla en mi hombro, sus
labios rozando intermitentemente la piel expuesta de mi mandíbula mientras
mira al frente, observando a Scotty.

Dejo que mis párpados se cierren, permitiendo que mis pestañas


descansen sobre mis pómulos por unos breves segundos, permitiéndome
este momento.
Así es como se sentiría si fuéramos una pareja.
Se siente muy bien.
Él se siente bien.
Tan bien.

—Tan bueno —digo, olvidándome de mí misma, murmurando en voz


alta—. Tan bueno.

Dash se queda quieto.

—¿Qué es tan bueno? —Su boca está justo allí, los labios rozan mi
cuello. ¿Qué es tan bueno?, quiere saber.
30
Jesús, me está volviendo absolutamente loca: El español, su colonia,
su aliento y el calor de su cuerpo. Incluso el vello en sus brazos me pone la
piel de gallina, los vellos finos hacen cosquillas en la piel de mis antebrazos,
a medida que sus pulgares se clavan suavemente en mis caderas.
—¿Ah? —pregunto aturdida.
—Dijiste tan bueno.
—Mmm, no. No lo creo.

—Sí, lo hiciste. —Sus labios rozan la concha de mi oreja, hablando en


un idioma extranjero que pasé años aprendiendo—. Te escuché y lo dijiste
en español.
—¿Sí?

—¿Hablas español, Lucy?

¿Hablas español? ¿Qué demonios se supone que voy a decir? Mi


hermana no dice una palabra de eso.
—¿Um…?
—¿Qué más no me estás diciendo? Sé honesta.

—Nada. —Mierda, le acabo de responder de nuevo.

Él retrocede, me da la vuelta para mirarlo, colocando suavemente


esas enormes palmas sobre mis hombros desnudos, los dedos extendiéndose
sobre mi piel, garantizando dejar marcas de quemaduras a su paso.
Sus dedos me quitan el cabello de la clavícula.

—¿Puedes entenderme?

Mierda.
—Sí. —Aparto mis ojos, avergonzada.
Los suyos son demasiado intensos.

Algo cambia en su expresión entonces; me estudia bajo las luces del


escenario, las luces estroboscópicas rojas, azules y verdes proyectan un
resplandor sobre su piel.
Sobre la mía.

Dash no puede entenderme, y no lo culpo; estoy actuando como si 31


tuviera varias personalidades. ¿Cómo pude dejar escapar ese español?
Lucy estará enojada por eso una vez que se entere.

Lucy, que apenas podía hacer sus propios trabajos en inglés en la


secundaria.
No soy mi hermana.
Ni siquiera de cerca.

Y llámame loca, pero por un momento fugaz mientras Dash está


mirándome, entendiendo mis palabras, baja las cejas, concentrándose en
mi rostro, leyendo cada línea impresa allí, los ojos recorren mi pecho, cabello
y rostro.
La esquina de mi boca.
En un instante, él lo sabe.
Simplemente no sabe que él lo sabe.
Y está confundido.
—Vamos. —Se inclina ahora, hablando en voz alta—. Tenemos que
hablar. Vamos a tomar otra cerveza.
—¿Dónde? —grito una vez más.
Esos hombros gigantescos se encogen.

—¿Qué hay del bar? ¿En la parte de atrás de la sala? Nos podremos
escuchar mejor.
—Sí. Seguro —Creo que lo seguiría a cualquier parte.

Dash me toma de la mano sin dudar, sin pedir permiso, dirigiéndonos


entre la multitud, y yo lo sigo, con los dedos apretados alrededor de los
suyos.
Mi salvavidas.

Él les da un apretón, uniéndolos, mirándome por encima de sus


anchos hombros. Es entonces cuando me doy cuenta: No estoy prestando
atención a dónde estoy caminando; solo lo estoy mirando a él.

Los músculos de su espalda fuerte se contraen a medida que me


dirige a través de la multitud. Su cuello grueso, sexy. Siempre me ha gustado
esa parte del cuerpo de un chico, siempre me ha parecido atractivo. 32

Masculino.

Mis ojos hambrientos recorren su trasero, su cintura estrecha, su trasero


firme, y me permito el lujo de ver cada parte de él, fingiendo que las manos
grandes y la forma imponente que me arrastran me pertenecen.
Fingiendo que es mío.

Llegamos al bar, donde la multitud se ha reducido considerablemente


desde que comenzó la música, el sonido de la banda de Scotty resuena y
los altavoces ahogan cualquier risa y cháchara audible.
Dash nos ordena cerveza, agua con hielo.

Me enfrenta cuando esperamos, un brazo descansando sobre la


barra superior.

Me pregunto cuánto tiempo le tomará entender el hecho de que


hablo español.

Por ahora, parece contento de estar parado aquí, rodeado de los


asistentes al concierto, la música alta y mi compañía tranquila. Si piensa que
es extraño que yo, como Lucy, finalmente no tenga nada que decir, tendría
razón. Mi hermana siempre está parloteando, y también estaría hablando
sin parar, justo ahora.

Las únicas cosas que se me ocurren preguntarle a Dash son


personales; quiero saber más sobre él, quiero saber cosas que no son de mi
incumbencia.
¿Tiene hermanos o hermanas?
¿De dónde es?

¿Cuál es su especialidad? ¿Qué quiere ser si no juega béisbol después


de graduarse?
¿Son estas cosas de las que mi hermana y él ya hablaron?

Nos quedamos parados en el bar, mirándonos, su fría mirada negra


acaricia mis hombros expuestos. Respondo levantando fríamente la botella
de cerveza a mis labios y tomando otro trago de coraje líquido, esperando
evitar su escrutinio desconcertante.

No sé qué es, pero Dash es alguien a quien quiero llegar a conocer


más, alguien a quien me gustaría conocer si las circunstancias fueran 33
diferentes.
Suspiro.
El hecho es que esta noche, se supone que no debo ser yo misma.
Y estoy haciendo un trabajo realmente horrible siendo mi hermana.
—Entonces, ¿quieres decirme qué pasa contigo?
—¿Qué quieres saber?
Traducido por Ximena Vergara y Genevieve

Corregido por Nanis

Lucy habla español.

Y no solo el que se exige que tomes durante dos años en la secundaria.


Ella en serio sabe cómo hablarlo, con fluidez.

No sé qué hacer con esta extraña información nueva. Sin duda, es un


cambio de juego; nunca he salido con alguien que pueda tener una
conversación conmigo en otro idioma que no sea el inglés, y es realmente 34
sexy.

Nos acercamos al bar, pongo el brazo sobre la superficie de madera


barnizada, apoyándome en el codo a medida que la estudio.
La estudio con un nuevo enfoque, fascinado.
Esta Lucy no es solo un rostro bonito.
Esta Lucy no es solo una perspicaz perseguidora.
Esta Lucy tiene capas.
Esta versión me fascina más que las dos versiones anteriores a ella.

Su blusa azul marino a rayas es discreta pero sexy, el cabello sigue


cayendo en ondas sueltas a pesar de la creciente humedad de todos los
cálidos cuerpos dentro de esta atestada sala de conciertos.

Temblando insegura sobre tacones altos, se apoya contra la barra,


imitando mi postura, imitando la forma en que dejo que mi mirada la recorra,
devolviéndome el favor.
Me mira de arriba abajo, su expresión es ilegible.
Es tan jodidamente inquietante.

Lo amo. Me encanta.

—Entonces, ¿quieres decirme qué pasa contigo?


—¿Qué quieres saber?

—Pienso que sabes de lo que estoy hablando. Nunca he visto a una


sola persona en este campus que hable español tan bien como tú pareces
hacerlo, además de otros latinos.

—Pasé un semestre en México enseñando inglés en una escuela de


inmersión.

Eso no tiene sentido. Lucy es una amante de la moda, ¿por qué estaría
dando clases en México?
—¿Por qué sigues mirándome así?

La botella de cerveza golpea mi labio inferior y la inclino. Luego


resoplo.
—Estoy intentando descifrarte.
35
—Lo sé —contraataca lamentablemente—. Por favor, no lo hagas.
—¿Intentas ser evasiva intencionalmente?
—No estoy jugando contigo, lo prometo, pero es complicado.

El camarero finalmente llega, colocando dos botellas nuevas en la


barra. Lucy toma una, dando un sorbo delicado, sus afables dedos
envueltos alrededor del largo cuello de la botella. Las uñas pintadas de azul
cielo, la penúltima de ellas de color plata brillante.

—Sabes, Luce, estoy muy ocupado con la escuela y el béisbol, así que
no salgo mucho, y este es el motivo: No soporto el drama.

—Ni yo tampoco —replica en respuesta—. Tal vez no soy buena en


esto, ¿alguna vez pensaste en eso?
—¿No eres buena en qué?
—Relaciones. Nunca he salido con un chico por más de dos semanas.
—Bien, es bueno saber eso.
Sus ojos se alzan hacia el techo dramáticamente.
—Esta es solo tu tercera cita, ni siquiera puedo creer que estemos
discutiendo esto.
¿Esta es solo tu tercera cita? Esa es una forma extraña de decirlo.

—Además —continúa—, ¿no están todos los jugadores de béisbol


buscando solo un poco de diversión entre temporadas?
—No soy un estereotipo, pero gracias.
Su expresión cae.

—No quise decirlo así. Solo que… no me siento cómoda teniendo esta
conversación contigo ahora mismo.
—¿Por qué?
—Porque yo… es… —Es reacia a terminar su oración—. Es personal.

—Sabes, Lucy, las relaciones no suelen funcionar cuando una persona


está escondiendo algo. —Jesús, ¿por qué me estoy esforzando tan
arduamente con esta chica? No pude soportarla la última vez que salimos,
y solo he quedado aquí con ella para no venir solo esta noche.

—¿Esconder algo? —Sus ojos se abren por completo—. ¿Qué te haría 36


decir eso?

—O eres realmente buena fingiendo quién eres, o no tienes idea de


qué es lo que quieres. —No puedo describir la expresión de su rostro en este
momento, no podría aunque lo intentara, ni por un millón de malditos
dólares. Es una mezcla entre abatida y extrañamente cautivada… ¿herida
pero expectante?
Como si quisiera llorar y reír, todo al mismo tiempo.
Muy extraño.
—¿Por qué me estás mirando así?
Lucy se traga un nudo en la garganta, con los ojos brillantes.

—Literalmente acababa de preguntarte lo mismo, así que, ¿cómo te


estoy mirando?
—Como si te estuvieras muriéndote por decir algo.

Su mentón se eleva, ese pequeño hoyuelo en el labio inferior llamando


la atención, impreso en su piel.
Mis ojos se enfocan en eso, fijamente.

—No estoy jodidamente loco. Algo extraño está sucediendo contigo,


y quiero saber de qué se trata.

—No pasa nada raro. —Sus fosas nasales se dilatan, sus ojos brillan—.
No tengo ni idea de lo que estás hablando.
—Entonces va a ser así, ¿eh?
Se cruza de brazos.
—¿Qué crees que es raro?

—Para evitar el riesgo de sentirme como un maldito idiota, prefiero no


mencionarlo, ¿de acuerdo?

Ahora se mete en mi espacio, con los dedos extendidos sobre mi


antebrazo.
—Dímelo.
—Tu cabello es diferente —dejo escapar.
—¿Cómo?
37
Jesucristo, esto va a sonar tan estúpido.

—Es más largo… y más oscuro. —Lo suelto todo—. Y te juro que no era
así la última vez que te vi.

Extiendo mi brazo, colocando mi dedo en ese lugar perfecto junto a


su boca. Sus labios oscuros se separan.
Lucy se queda sin aliento. Algo en sus ojos…
—¿Qué más? —susurra.

—Tus… —Mis ojos se posan en sus pechos y luego vuelven a levantarse.


Soy un maldito idiota—. No importa.

Detrás de nosotros, la banda de Scotty interrumpe, tocando otro


acorde, su voz adolescente graznando en el micrófono.

—Esto es todo por nuestra parte esta noche, damas y caballeros. Una
última canción lenta antes del gran espectáculo. Disfrútenlo y pasen una
jodida gran noche.
Los lentos acordes de las guitarras siguen a la multitud.
Sin embargo, Lucy no.
Sus labios están curvados con aire de suficiencia.
—¿Ibas a decir que mis tetas parecen más grandes?

No hay manera de salir de esto; definitivamente me atrapó revisando


sus tetas, las cuales apenas puedo ver debajo de su blusa.
—Tal vez.

—¿Qué pasaría si estuvieras en lo correcto? —Las palabras salen de


su boca antes de que sus labios se cierren—. Por favor, olvida que dije eso.
Sí… no va a ocurrir.
Lucy se aclara la garganta.
—Tal vez deberíamos…
—¿Bailar? Claro. —¿Por qué demonios no? Todos los demás lo hacen.

Ninguno de los dos sonríe, pero me deja tomar su botella de cerveza


y ponerla en la barra, llevarla al borde del salón de baile donde la multitud
está reunida, las parejas bailando al ritmo de la banda del pequeño Scotty.
38
Mis manos atrapan su piel cuando se deslizan por la cintura de Lucy,
rozando accidentalmente por encima de la cintura de sus vaqueros. Dejo
que mis dedos acaricien la piel de su caja torácica antes de que se
comporten, arrastrándose hacia la hinchazón de sus caderas cubiertas de
mezclilla.

Sus manos se pasean tentativamente por la parte delantera de mi


camiseta negra; es la segunda vez que me toca esta noche, y sus cálidas
palmas, con sus lindas uñas azules, están alterando mi libido cuando
descansan en mi pecho.
Su barbilla se inclina hacia arriba para poder mirarme a los ojos.

—¿Te das cuenta que antes terminaste mi oración, y yo terminé la


tuya?
—¿Lo hicimos?
—Sí. Nadie nunca hace eso conmigo, excepto mi hermana.
No tengo nada que agregar a eso.
—Scott es genial —comenta y rompe el silencio, sus dedos juegan con
el algodón de mi camisa—. ¿Va a tu casa a menudo?

—Sí, casi todas las semanas. Juega a la pelota, y está ligeramente


obsesionado con nuestro lanzador, Rowdy Wade.
—Rowdy, Dash, ¿todos tienen apodos?
—Llamamos a algunos tipos por sus apellidos.

—¿Y recibiste el tuyo porque eres rápido? —Asiento—. Pero eres un


receptor… ¿cómo funciona eso?
¿No sabe nada sobre béisbol?

—Todos en el equipo tienen un turno de golpeo, y cuando mi bate


conecta con la pelota, corro como el infierno.

La canción que toca la banda de Scotty es en realidad jodidamente


inquietante. Hermosa.
Como Lucy.

Mis brazos se mueven desde sus caderas hasta su cintura, atrayéndola


para estar pegados, sus palmas se deslizan desde mis pectorales, recorren 39
mis hombros, apartando pelusas imaginarias. Quiero besarla y ambos lo
sabemos; he estado muriéndome por poner mi boca en ese hoyuelo.
Me acerco a este.

—¿De dónde vino esto, repentinamente? —bromeo, levantando mi


mano para pasar mi pulgar sobre el pequeño hoyuelo, sin querer rozar la
satinada carne de su labio inferior—. Juro que esto no estuvo aquí la última
vez.

—No… no creo que no debamos hacer esto —protesta contra mi


dedo, sus párpados se cierran cuando mi pulgar acaricia su mejilla—. Tal vez
deberíamos volver al bar y terminar nuestra cerveza.

—Oye, está bien. —Mis cejas se levantan—. Simplemente estamos


bailando.

Mis dedos trazan su mandíbula, deslizándose hasta la parte posterior


de su cuello, rastrillando su suave cabello. Sus ojos se encuentran con los
míos, un millar de palabras que sé que quiere decir resplandecen en ellos,
pero no es nada que escucharé en voz alta. Esta chica tiene secretos que
no quiere que descubra, y quiero saber cuáles son.
Inclino mi cabeza hacia abajo, con la intención de…
—No creo que debas besarme.
Retrocedo, con las cejas fruncidas, perplejo.
—¿Por qué?

—Porque quiero que lo hagas —el susurro se desliza fuera de su boca,


una confesión.
—Eso no tiene sentido.
—Lo sé —gime miserablemente.

—Quieres besarme, pero no… quieres hacerlo. —Estoy acariciando


tiernamente su piel con la palma de mi mano, las almohadillas encallecidas
están aprendiendo los contornos de su rostro—. No te importa si hago esto
mientras tanto, ¿verdad? ¿Hasta que cambies de opinión?
—No voy a cambiar de opinión.

Bajando mi rostro hacia la curva de su cuello, recorro mi nariz por la


columna de dulce piel, dejando que mi boca se aferre al camino. Mi lengua
húmeda se encuentra con su carne y quiero chupar suavemente, pero no 40
lo hago. La muerdo en su lugar.

—¿Está bien esto? Nada de besos en los labios —le susurro al oído—.
Al igual que en Pretty Woman.

—B-b… —tartamudea—. Bien. Seguro, como sea. Solo que no en los


labios.
Qué pequeño bicho raro.

Mi boca sonriente encuentra el pulso en su delgado cuello, y estoy


satisfecho cuando inclina su cabeza hacia un lado, su cabello cayendo
como una cascada sobre su hombro, dándome todo el acceso que quiero
y necesito.

Agarrando su mano, mis dedos revolotean suavemente a lo largo de


su brazo antes de levantarlo, besar el interior de su muñeca, su pálida piel
contrasta con la mía.

Arrastrando mi boca a lo largo de la suave carne de su antebrazo,


arriba y abajo por el interior de su codo. Lucy se queda completa y
perfectamente quieta.
—¿Todavía no quieres que te bese en los labios?

Una brusca sacudida de su cabeza.


—¿No?
Otra sacudida. No.

—Jesús, Luce, me estás matando aquí —murmuro contra su boca,


nuestros labios a centímetros de distancia, tan cerca que nuestras
respiraciones se entremezclan. Ojalá nuestras lenguas también lo estuvieran.
—También me está matando. Lo siento.

Es la segunda vez que se disculpa, así que beso la punta de su nariz,


inclinándome para susurrarle:
—No lo hagas.

—Dios Dash, no hagas eso —susurra en respuesta, acariciando la parte


posterior de mi cabeza, envolviendo mi cabello negro alrededor de su
dedo.

Con el pecho agitado, sus manos se mueven sin prisa arriba y abajo
de la mayor parte de mis bíceps, sus senos presionados contra mi pecho a 41
medida que se mueve más cerca.

Esta mierda de no besar, llena de tensión sexual es jodidamente mejor


que cualquier beso que haya dado, eso es seguro. Me está provocando una
erección furiosa, mi cuerpo se pone duro como una roca cuando arquea su
espalda.

—¿Que no haga qué? —Mi pregunta murmurada la hace temblar. Se


le pone la piel de gallina.
—No seas tan… —delibera Lucy, eligiendo sus palabras.
—¿Irresistible?
—Claro, iremos con eso.

Nos tomamos el momento de mirarnos fijamente, y juro por Dios, es


como si nos viéramos por primera vez. Mis manos abrazan su mandíbula
mientras sus dedos aprietan mis muñecas.
—Lucy…
El aire en el medio está tenso, muy intenso.
Vibrante.
Candente.

—Dash, por favor no lo hagas. —No puedo escuchar sus palabras,


pero puedo verlas, y es suficiente para evitar que haga algo realmente
estúpido, como besarla hasta dejarla sin sentido, lo cual está tomando una
cierta restricción nivel superhéroe por mi parte.

Ella se mueve primero, enterrando su cabeza en mi pecho cuando la


música llega a su fin, la multitud a nuestro alrededor enloquece, cantando
y animando a la banda, a Scotty, el chico que practica en el garaje de sus
padres e intenta pasar el rato con muchachos demasiado mayores para él.
—Deberíamos irnos —murmura—. Tengo que irme.
Tiene que irse.

Nos separamos, a regañadientes. Podría devorarla toda la jodida


noche.
En cambio, la libero.
—Bien. Vamos a llevarte a casa.
42
Traducido por Myr62 y Flochi

Corregido por Nanis

Dzzt. Dzzt. Dzzt.

Son apenas las seis y media de la mañana cuando mi teléfono


comienza a zumbar, vibrando contra mi mesita de noche, una hora antes
de tener que levantarme para llegar a mi grupo de estudio.

Lo alcanzo, buscando a tientas el botón de colgar pero


accidentalmente presiono aceptar. Maldita sea, ¿qué hace mi hermana 43
llamando tan jodidamente temprano?

La última vez que me despertó a esta hora fue hace dos Navidades
cuando nuestro hermano, Dexter, y ella levantaron sus culos al amanecer
para poder abrir sus regalos.
Mis hermanos, bendigan sus corazones, son madrugadores.
Yo, sin embargo, no lo soy.

—¿Luce? —Mi voz es áspera, sonando extrañamente similar a alguien


luchando por un último aliento—. ¿Está todo bien?

—No, no está todo bien. ¿Todavía estás en la cama? —Es un tono


acusador, uno para el que simplemente no tengo paciencia a esta hora del
maldito día.

Parpadeo ante la luz del sol que comienza atravesar la ventana de mi


dormitorio, me incorporo para sentarme, apoyándome contra la cabecera.
Preocupada, entrecierro los ojos para mirar el reloj.

—¿Qué pasa? ¿Por qué estás llamando tan jodidamente temprano?


¿Le pasó algo a mamá o papá?
—Oh rayos, no seas tan dramática. —Escucho el sonido del viento
golpeando la boquilla de su teléfono, una indicación de que está afuera,
probablemente preparándose para una carrera o algo igualmente horrible.

Me tranquiliza que no sea una emergencia, vuelvo a caer de costado,


acomodándome.
—¿Qué es lo que quieres? —grito.
—¿Cómo te fue anoche?
—¿Bien?
—¿Y?
—Y nada. Fue bien.

—Mis citas nunca van “bien”. Son fantásticas u horribles. Entonces,


¿cuál fue?

—Ni siquiera puedo funcionar en este momento. ¿Cómo estás tan


animada?

—¿Por qué no respondes a la pregunta? —Juro que puedo escucharla


detenerse en seco—. ¿Hay algo que no me estás diciendo? 44
Mi cuerpo se aquieta.
—¿Por qué me preguntas eso?

—Intuición de gemelas —aspira en el teléfono—. Lo sentí anoche


mientras estaba con Hudson.
Hudson. Todavía no puedo olvidar ese nombre.
—Oh, Señor.

—Te divertiste, ¿cierto? Nunca me enviaste un mensaje anoche, así


que estaba preocupada. —A través de la línea, se muerde el labio inferior,
un rasgo que siempre nos delataba: Lucy siempre se mordía el labio inferior
mientras nos gritaban, como lo hace ahora—. No fue un idiota, ¿cierto?
A pesar de lo atontada que estoy, mis cejas se elevan.
—¿Es normalmente un idiota?
—¿No?
—¿Por qué lo dices como si fuera una pregunta? ¿No lo sabes?
—Solo he salido con él dos veces, Amelia. ¿Supongo que puede ser
un imbécil cuando está con sus amigos? —La imagino inclinándose para
volver a atarse las zapatillas—. Entonces, ¿fue uno contigo?
—No, en absoluto. Fue perfecto.

—Sí, lo sé. Solo quería ver lo que decías. —Parece satisfecha—. Lo


sentí.

—Honestamente, ¿podrías dejar de decir eso? —A veces es muy


molesto, especialmente antes de las siete de la mañana—. Me estás
volviendo loca.
Ella me ignora.
—¿Cuánto tiempo estuviste fuera?
—No sé, ¿creo que llegué a casa alrededor de la una?

—¿De verdad, tan tarde? —Su aire de aprobación es palpable—.


¿Qué más?

—Bueno, quiero decir, después de que él me dejó en tu casa, tuve


que caminar de regreso a la mía. —Parezco envidiosa. —En la oscuridad.
45
—Sí, sí. ¿Intentó besarte?
Jesús.
—Más o menos.
—¿Se lo permitimos?

—No, pero fue muy duro de esquivar y tentar. —Y yo lo deseaba tanto,


tantísimo. Las dos nos quedamos en silencio, esperando mi respuesta—. Hay
algo que probablemente debería decirte. —Respiro hondo y confieso—:
Hablé accidentalmente en español con él anoche.
Diez dólares a que Lucy me está arrugando la nariz.
—¿Él habla español?

—¿Me estás tomando el pelo? Sí, habla español, es latino. ¿Prestas


atención a alguien más que a ti misma?

—Rayos, demándame por no saberlo. Cuéntame lo que te dijo y


cómo me afecta, y hazlo rápido; todavía no he empezado mi carrera y me
estoy congelando aquí fuera.
—Tuve una conversación con él en español, Luce. —Y todo fue tan
jodidamente sexy. Las erres rodando en su lengua… el profundo timbre de
su acento…

—Espera un minuto. —Mi gemela inhala una bocanada,


entendiendo—. ¿Olvidaste el pequeño hecho de que no hablo español?
Dios, Amelia, ¿por qué me harías eso? —grita mi hermana a través del
teléfono. Lo retiro de mi oreja, pulsando el botón de volumen.

—¡Simplemente se me escapó! Lo siento, quedé atrapada en el


momento.

—¿Atrapada en el momento? ¿Qué diablos estaban haciendo?


Pensé que fueron a un concierto, ¡nadie habla en los conciertos!
—¡Fuimos a un concierto! Pero él estaba diciendo cosas y era muy
dulce, fue natural responderle en español, y luego una cosa llevó a la otra y
estábamos teniendo una conversación.
—No entiendo cómo se te escapó —entona sarcásticamente.
Pongo los ojos en blanco.

—Dudo que tenga que explicar lo atractivo que es, Lucy. Has salido 46
con él dos veces, ¿puedes culparme? —Mierda, eso fue totalmente
inapropiado—. Lo siento, no quise decir eso.
—Uh… si te gusta este tipo, solo dímelo, Amelia.

—¿Qué te haría pensar que me gusta? —Quiero golpearme la cara


con un yunque.
—Acabas de decir que era atractivo. ¿Quién usa palabras como esa?
—Yo.
—Hmm.
—Me despertaste, ¿qué quieres que te diga?

Lo que pasa con mi hermana, sin importar lo frívola, vana o egoísta


que pueda ser, es que siempre quiere lo mejor para mí. Sé que no volveré a
dormir hasta que hablemos de esto.

—Anoche todo el tiempo que estuve fuera con Hudson, seguí


recibiendo estas vibraciones molestas —comienza lentamente, enunciando
cada palabra—. Como, todo el maldito tiempo. Apenas podía
concentrarme en mi cita.
Odio cuando hace esto.
Odio cuando tiene razón.
Es espeluznante.
—Tu intención de gemela está equivocada.
Estoy mintiendo y ambas lo sabemos.

—Sabes —comienza pensativamente—, me ha estado escribiendo


desde anoche tarde, luego otra vez esta mañana, y ahora sé por qué la
mitad de los mensajes fueron en español. No pude entender la mayoría y no
voy a traducir con Google una conversación entera.

—¿Ah, sí? ¿Te escribió? Eso está bien. —Me estoy muriendo por dentro,
esforzándome por sonar desinteresada a pesar del frenético latido de mi
corazón.
La línea queda en silencio.
—¿Luce? ¿Qué dijo?
—Lo de siempre.
Me va a hacer trabajar por ello. 47

—¿Que es, qué? No tengo idea qué es lo de siempre.

—Bueno, primero, y por favor jamás repitas esto, Dash nunca antes me
ha escrito. Por lo general soy la que le manda los mensajes, cosa que es muy
molesta. Odio cuando los hombres son así. Odio tener que escribirles
primero. Solo estoy admitiendo esto contigo porque eres mi hermana y te
obligué a salir con él.
Me odio por preguntar, pero:
—Entonces… ¿qué más dijo? —Sobre mí.
Un audible suspiro del otro extremo de la línea.

—No lo recuerdo, Amelia. Cosas. La cuestión es, que debe haber


pensado que estaba actuando como una completa loca, porque me
preguntó si me estaba sintiendo mejor y dijo que tal vez fue un error llevarme
a un concierto, dijo que lamenta lo imposible que fue hablar, bla bla bla.
Muy molesto, ¿no crees? De todas maneras —continúa sin dejarme
responder—, gracias por hacer un trabajo tan patético como mi reemplazo
para que él pensara que estaba enferma. Pudiste haberlo besado para ser
un poco más convincente. Es tan sexy.

—¡Te estaba haciendo un favor! —Mi boca se abre en un jadeo—.


Debiste haber pensado en ello cuando me rogaste que fuera tú anoche, así
podrías salir con un tipo llamado Hudson. Hudson… en serio, ¿qué clase de
nombre es ese?
—Él…
No la dejo decir ni dos palabras antes de interrumpirla.

—¿Qué pensaste que iba a pasar anoche, Lucy? Con un hombre así,
que tiene sentimientos… sí, sentimientos reales. Puede que sea
demencialmente bien parecido, pero fue en verdad fantástico, así que sí, el
español simplemente salió porque apenas tengo la oportunidad de
practicar ya y vas a tener que lidiar con ello.

—¿Qué demonios se supone que haga? Va a hablarme toda esta


mierda que no voy a entender.
No intento sonar cruel, pero:
—¡Ni siquiera te gusta el hombre! 48
—¿Cómo lo sabes?

—Si te gustara Dash, habrías salido con él y no con Hudson. —Apenas


puedo pronunciar el nombre del tipo.

Hay un largo silencio al otro lado de la línea y me pregunto qué le


estará pasando por la cabeza en este momento mientras formula una
respuesta. O es eso, o está haciendo estiramientos, preparándose para
correr.

—Tienes razón. Tienes un ciento por ciento de razón. —Puedo


escuchar la revelación apoderándose de su discurso y me preparo—.
Debería romper con él. Me gusta Hudson mucho más. Me dio dos orgasmos
anoche, Amelia… dos, con su boca.
Me quedo boquiabierta, sin palabras.
—Lucy, ¿cómo pudiste hacer eso? ¡Eso es engañar!

—Cálmate, señorita Remilgada. No es como si supiera que me


gustaba más Hudson antes de planear dos citas a la vez. Y tengo que probar
la mercancía primero. —Se ríe alegremente—. Y gracias a ti, ¡sé cómo me
siento! Así que no, no es como engañar. Le enviaré un mensaje a Dash en
cuanto colguemos y lo dejo.
Mi boca se abre.
—¿Vas a romper con él por un mensaje?

Puedo escuchar a mi hermana estudiándose las uñas, aburrida con


nuestra conversación, tal vez incluso mirándose las puntas partidas de su
largo cabello a medida que está de pie en la acera.

—Bueno, no voy a verlo pronto y no tengo ánimos para tener otra cita
con él.

¿Por qué no le gusta? ¿Por qué haría esto? Esta joven superficial no es
la hermana que conozco. Son aquellas malditas chicas de hermandad con
las que anda.
Está siendo cruel e insensible, y no me agrada.

Mantente fuera, Amelia, grita mi voz interior. Esto no es de tu


incumbencia. Mantente fuera antes de que digas algo que lamentarás,
como lo increíble que es Dash, que huele fantástico, es dulce de una
manera sencilla y es demasiado apuesto para su propio bien. 49
Y sin embargo no puedo evitar agregar:

—Es un buen hombre… ¿no se merece que se lo digas en persona?


¿No es eso lo que querrías si alguien fuera a romper contigo?

Hay una larga pausa, luego el largo suspiro por el que mi hermana es
famosa en nuestra familia.
—¿Honestamente? No, para nada. Si alguien estuviera rompiendo
conmigo, ¿por qué querría ver su cara?
—Porque…

Lo que sea que estoy a punto de decir queda interrumpido cuando


Lucy me intercepta.

—Mira, tengo que comenzar a correr si voy a terminar a tiempo y


mantener mi día según lo planeado.
—Bien —resoplo.

—Pero si esto es tan importante para ti, ¿por qué no rompes tú con él
en mi lugar? Eso me ahorra el problema de hacerlo.
—Ir en una cita con él ya fue bastante malo. Hice un trabajo terrible
fingiendo ser tú, y de ninguna manera seré capaz de mirarlo a los ojos y
romper con él.
Se queda en silencio.
—Espera, alguien me acaba de enviar un mensaje.
—¡Lucy! ¡Estamos en medio de una conversación!

El teléfono queda en silencio cuando lo aparta de su oreja para


revisarlo.

—Era Dash, de nuevo. Acabo de responderle y le dije que me


encontraría con él en el centro, en Zin mañana a la noche, a las siete.
Puedes romper con él entonces.

—¡Lucy! —grito, más que exasperada—. ¡No voy a romper con él por
ti!

—Como quieras. —Su voz es frívola—. No tengo problemas en


mandarle un mensaje.

Mi estómago se desploma, un peso de plomo de culpa


agobiándome. 50

—¡No cuelgues! De acuerdo, de acuerdo, lo haré. Romperé con él por


ti.
Sonríe al otro lado de la línea; puedo escucharlo desde aquí.
—Gracias, hermanita. No te arrepentirás de esto.
Pero está equivocada.
Ya lo hago.
Traducido por Myr62 y Ashtoash

Corregido por Nanis

No puedo decidir: ¿Qué usa una persona para romper con el novio
de su hermana? ¿Una sudadera y vaqueros? ¿Una camiseta coqueta? Algo
más elegante, porque técnicamente esto podría considerarse una reunión
de negocios.
¿Pantalones Caquis?

En medio del pánico, me quedo parada frente a mi armario, 51


descartando sobre mi cama una blusa inadecuada tras otra; cuando lo que
debería haber hecho era obligar a Lucy a elegir un atuendo para mí como
cuando me vistió para el concierto, ya que teóricamente, otra vez me estoy
haciendo pasar por ella.
¿Blusa floral? Demasiado divertida.

¿Suéter de color rosa fuerte? No, moriría de un golpe de calor antes


de morir de mortificación.

No, no, y no, más de tres blusas se unen a las otras; por el rabillo del
ojo, veo un elegante jersey de cuello alto negro y lo saco impulsivamente
de su percha.
Lo sostengo en alto, inspeccionándolo.
Remilgado. Correcto.
Negro.
Serio.
La mierda perfecta para usar si fuera a asistir a un funeral.
Lo deslizo sobre mi cuerpo. Es ajustado, abrazando todas mis curvas y,
sin embargo, la metáfora perfecta: Mi asistencia a la muerte de la relación
de mi hermana con Dash Amado.

No me malinterpreten, podría estar en camino de darle al chico su


adiós, pero no quiero parecer una completa desaliñada.
Todavía.

Necesito verme y sentirme seria, y este jersey ónix de cuello alto es de


estilo profesional. Pareceré eficiente, organizada y…
Ahora sueno como una lunática.

Con un suspiro digno de mi gemela, me contoneo, me decanto por


unos vaqueros oscuros, deslizando los pies en unas botas negras, peino mi
cabello rápidamente, deslizo un poco de brillo y, oh Dios mío, me estoy
arreglando. Estoy tratando de verme bien.
¡Lo cual no es el punto!
—Basta, Amelia, esta no es una cita —me regaño, mirándome al
espejo, enojada. Descanso mis manos a cada lado del tocador, mirando
mis ojos en mi reflejo—. ¿Por qué estás haciendo esto? Te gusta. No puedes 52
llevar a cabo esto.
Me levanto en toda mi altura, hinchando mi pecho.

—Sí, puedes. Puedes hacerlo. Has roto con chicos antes. Diablos, has
roto con los novios de Lucy antes.
Dos veces, en la escuela secundaria.
Me sentí más valiente en ese entonces que ahora.

Lo hecho, hecho está; Lucy iba a salir con Hudson esta noche, y yo
voy de camino a encontrarme con Dash. No hay vuelta atrás.
Solo puedo seguir adelante.

Él llega tarde.
A las siete en punto, veo absorta que una gran figura emerge por la
puerta de Zin. Estoy esperando, conteniendo mi respiración, observando
cuando él menea la cabeza para quitarse el cabello de los ojos.

Todo en Dash Amado es oscuro: Su chaqueta acolchada negra, su


cabello negro azabache, su tez.

Lanza una sonrisa amistosa a los camareros cuando pasa por delante
de ellos hacia mí, sus blancos dientes perfectos, un marcado contraste
contra su piel. Oscura. Suave. Hermosa.

A través de la tenue iluminación en el bar de vinos, lo veo quitándose


la chaqueta, caminando lentamente, examinando a la multitud. No hay
mucha gente aquí esta noche, así que no pasa mucho tiempo antes de que
nuestras miradas se encuentren.

En unos cuantos pasos más él está a mi lado, deslizándose en el


taburete junto al mío, besando la parte superior de mi cabeza.

—Hola. Siento llegar tarde. Tenía que ver al entrenador… me iba a


mostrar una nueva forma de envolver mis muñecas.

No puedo evitar que mis ojos miren hacia abajo. Levanto las cejas,
curiosa. 53

—No están envueltas en este momento, solo para entrenar. —Se


agarra su muñeca con una mano, frotándosela—. ¿Llevas aquí mucho
tiempo?

—Entré solo unos minutos antes, así que no. No es gran cosa, los
camareros me estuvieron haciendo compañía. —Algo que Lucy
definitivamente diría, solo que ella agregaría una sonrisa coqueta, tal vez
tocando su manga.
—Hablando de eso, estoy sediento. —Su magro torso se inclina sobre
la barra, su largo brazo arrebata un menú de bebidas antes de hacer una
señal a uno de los camareros. Sus ojos parpadean ante el vaso de agua
frente a mí—. ¿Quieres algo más o vas a seguir decantándote por el agua?

—El agua está bien. —Estoy aquí para hacer un trabajo y necesito la
mente clara. Beber sería una idea horrible, aunque es posible que necesite
un trago al final de la noche, quizás un trago, dos o tres.

Dash asiente hacia mi bebida, hablando con el hombre detrás de la


barra mientras éste se pasea, secando un vaso.
—Tomaré lo que ella está tomando, ¿y un té helado si lo tienes?
Gracias.

Cualesquiera que sean las palabras que voy a decir quedan


atrapadas en mi garganta cuando se gira en su asiento para mirarme,
bebiendo casi todo su vaso de agua helada, la manzana de Adán
oscilando. Cuello afeitado, patillas oscuras.
Querido Señor, es tan atractivo.

Sus ojos se deslizan de arriba abajo por la parte delantera de mi blusa,


aterrizando brevemente en mis pechos. Sus labios se curvan.
—Bonito cuello alto.
No puedo decidir si está siendo sarcástico.

—Me gustan los cuellos altos. Son cálidos —suelto en respuesta, mi


cuerpo ardiendo como el infierno, queriendo engancharme el dedo índice
en el cuello del jersey y darle un tirón. Sacarlo por mi cabeza. Sacarlo de mi
cuerpo, odiándolo.
Sus negras cejas se alzan.
—Dije que me gustaba. No estaba siendo un idiota. 54

—Oh. Bueno… gracias, supongo.

Nunca he estado tan nerviosa en toda mi vida, ni siquiera cuando hice


el examen de ingreso a la universidad de mi hermana.

Me mira por encima de su té helado, la rodaja de limón se mueve de


un lado a otro como una medusa en el océano.

—Aunque, te ves bien. Muy bueno. Creo que me gusta más esta
camisa que la que llevabas el viernes por la noche.

—¿En serio? —Pasé una mano por mi cabello liso, que dejé secar al
aire después de la ducha. Apenas llevo maquillaje, solo brillo de labios,
básicamente, mi intento de parecer seria—. Ni siquiera puedes ver mi cuello.
—No puedes ver nada. Esta blusa es una capa protectora entre nosotros; no
quiero sentirme sexy, ni atractiva ni bonita cuando estoy aquí para
completar una tarea.
Y sin embargo… al tonto le gusta.
—Sí.
Me gusta la forma en que me está mirando, evaluándome. Me
encanta la manera en que habla, el sonido de su voz, incluso si en realidad
no está hablándome a mí.

Mi mente está despejada y bajo la mirada hacia la brillante barra


sintiéndome desanimada, atrapando la esquina de la servilleta blanca
debajo de mi vaso de agua. Zin, un bar de vinos en el centro de la ciudad
de Iowa: Beba vino añejo, salga con hombres jóvenes.

Estudio el lema, pasando los dedos sobre la escritura borgoña en


relieve, la textura del papel sintiéndose áspera bajo las yemas de mis dedos.
Una y otra vez, alrededor de las letras cursivas.
Todavía me está mirando cuando levanto la vista.

—¿Deberíamos pedirles que nos sienten en algún lado? Estoy


hambriento.

Asiento tímidamente, saltando del taburete, consciente de cuán


grande es él y qué imponente.

Su pecho como una pared de acero, choco con él sin querer cuando
me pongo de pie, recojo mi bolso y mi abrigo del taburete aprensivamente, 55
los nervios haciendo que mis palmas estén sudorosas.
Estoy a punto de romper con el novio de mi hermana.

Ya me siento fatal por lo que estoy a punto de hacer, no porque no


crea que hubieran hecho una gran pareja, sino porque me gusta pasar
tiempo con él, y una vez que le diga que todo terminó entre él y Lucy …
Probablemente nunca lo vuelva a ver.

A pesar de eso, sigo detrás de él hacia el puesto de la anfitriona,


esperando ociosamente mientras solicita una mesa.
Para dos.
En la esquina trasera.

Cuando estamos sentados, Dash se inclina, poniendo sus manos sobre


la mesa, apartando su tenedor y cuchillo y el resto de los utensilios.
—¿Puedo ser brutalmente honesto contigo?
Por favor, no.
—Por supuesto.
—Las primeras veces que salimos, no lo estaba sintiendo para nada.
—¿Qué quieres decir?

—Ya sabes que solo salí contigo porque fuiste tú la que pregunto,
¿cierto? Nunca te hubiera invitado a salir.

Esto me sorprende, y me hago para atrás en mi asiento, ligeramente


ofendida, y avergonzada, en nombre de mi hermana.
¿Qué se supone que tengo que decir sobre eso?
—Antes de que te ofendas, déjame terminar lo que iba a decir.
Como no tengo nada que decir, asiento.
—Está bien.

—No he tenido muchas citas. Ya que estás familiarizada con la cultura


latina, probablemente hayas adivinado que vengo de una familia
realmente tradicional. Mis padres me criaron para estar en una relación
monógama, no para acostarme con cualquiera, ¿sabes lo que digo? —
pregunta, sus manos bronceadas y masculinas rompiendo una servilleta, los
pequeños pedazos blancos como nieve sobre la mesa negra. 56

—¿Pero?
Pruebo, moviéndome incómodamente en mi asiento.

—Escucha, no gritas exactamente “del tipo para una relación”. —Su


uso de comillas hace que me sonroje, aunque no debería tomármelo
personalmente porque en realidad no está hablando sobre mí—. Pero el
viernes realmente la pasé jodidamente bien contigo, Lucy. Pensé en ti todo
el fin de semana.

Ante el uso del nombre de mi gemela, me las arreglé para mostrar una
sonrisa tambaleante.
—Yo también.

Es la verdad; lo hice. Pasé un rato tan agradable con el novio de mi


hermana, que de hecho, después de la cita me acosté siendo incapaz de
dormir, viendo los ojos oscuros de Dash cada vez que cerraba los míos.
—¿No quieres ver a dónde va esto?
Dios mío, me está preguntando si quiero una relación. Quiere salir
conmigo… digo, quiere salir con Lucy.
Esta es mi oportunidad para romper con él. No tendré una mejor
oportunidad.
Trago saliva, reuniendo mi valor.
—¿Salir conmigo exclusivamente?

—Sí. —Se ríe, mis ojos se mueven a su garganta—. Imaginé que era
mejor mencionarlo antes de que perdamos más de nuestro tiempo.

Mierda. Mi hermana en serio debe gustarle o no habría salido con la


conversación de la relación antes de que hubiera una relación real.
Nunca antes había conocido a un chico como este. Nunca.
Y probablemente no vuelva a hacerlo.

Inclina su cabeza hacia atrás y ríe, la columna de su gruesa y


masculina garganta se contrae por el esfuerzo. Aparto mis ojos, tragando
duro, retorciéndome en la silla de madera.
Dios, su garganta es sexy.
—¿Quieres hablar sobre salir conmigo? ¿Ahora?
57
Estoy fascinada.

—¿Puedes pensar en un mejor momento? —Sus anchos hombros se


levantan en un encogimiento—. No tengo ni idea de qué hacen los tipos
normales en estas situaciones, pero creo que estar jugando es una pérdida
de tiempo. Además no tengo ningún problema con decirte lo que quiero.

—Ajá. —Escaneo el perímetro, buscando la salida más cercana. Un


baño. Un lugar en el que pueda enviar disimuladamente un mensaje a mi
hermana.
Se inclina hacia adelante, con su gran cuerpo sobre la mitad de la
mesa, a solo centímetros de mi rostro.

—Te ves preciosa cuando estás nerviosa, ¿lo sabías?

¿Él piensa que soy preciosa cuando estoy nerviosa?


—¿En serio? —Prácticamente estoy susurrando.
—Jodidamente preciosa.
Es demasiado dulce.
—Gracias.

De repente, terminar con él se siente terriblemente mal; todo lo que


quiero hacer en este momento es levantarme de la mesa y trepar a su gran
regazo, y besar su hermoso rostro. Esa hermosa nariz.
Esos labios llenos y esculpidos.
¿Qué demonios está mal con mi hermana?
¿Qué demonios está mal conmigo?

Lo quiero para mí, ¡eso es lo que está mal conmigo! Puede que no
crea en el amor a primera vista, los cuentos de hadas o en las chispas
volando cuando conoces a alguien por primera vez, pero si lo hiciera, soy lo
suficientemente adulta para admitir que lo estoy sintiendo en este momento.

Que los sentí tan pronto como lo vi de pie en el porche de mi hermana


gemela.
—¿Necesitas algo de tiempo para pensarlo?
—¿Eh?

—Sobre lo que quieres comer, y si seguiremos viéndonos. Sé honesta. 58


—Se encoge de hombros una vez más. Me dispara una sonrisa hermosa y
brillante.
—Honesta… cierto, por supuesto.

—¿Estás preocupada de que no tenga suficiente tiempo para ti? —


Extiende su mano a través de la mesa en busca de la mía, pero aparto mi
mano, descansándola en mi regazo, donde está segura—. Mis amigos se
pelean con sus novias por eso todo el tiempo. Diría que es un gran problema
para la mayoría de ellos. ¿De qué tienes miedo, Lucy?

Por un lado, puede dejar de llamarme Lucy. Se me está poniendo la


piel de gallina, haciéndome sentir culpable. Me hace sentirme celosa.
Resentida.
Deprimida.

¿Qué pasaría si lo hubiera visto primero en la fiesta? ¿Qué pasaría si


fuera el tipo de chica que tiene el valor de invitar a una cita a alguien como
Dash Amado? ¿Serían las cosas diferentes? ¿Sería a mí a la que estaría
mirando de la forma en que está mirando a Lucy?
Lucy.
Ella no es simplemente mi amiga; es mi hermana. Es de mi sangre, y
siempre vendrá primero.
Siempre.

Algo no está bien con Lucy.


Maldición, puedo sentirlo.
Desde nuestra cita del viernes, nada tiene sentido.
Por un lado, lleva puesto un maldito cuello alto.

¿Por qué es tan extraño? Porque sus tetas siempre están


completamente a la vista. Es una de esas chicas que está constantemente
en la casa de béisbol, desesperada por obtener atención, mostrándolo 59
todo.

Soy un chico, uno con un par de ojos completamente funcionales, y


por lo que Lucy me ha mostrado, tiene un par fantástico… por eso es tan
jodidamente extraño que hoy esté enterrada en algodón negro hasta la
barbilla.

Esta noche, su cabello largo parece más largo, agitado por el viento
y natural. Desordenado, como si hubiera salido de la cama para venir a
encontrarse conmigo y no hubiera pasado una hora en el baño rizándoselo.

Su perfume, que solía oler a pura caza fortunas, ahora tiene rastros de
cítricos, flores y vainilla, golpeando mi nariz cuando mueve esa masa de
cabello sobre su hombro.
Se ve diferente esta noche, conservadora.
Apenas lleva puesto maquillaje, solo un poco de rímel.
Y, obviamente, todo el asunto del cuello alto es jodidamente confuso.
El color negro contrasta fuertemente contra su piel pálida. Esa es otra
cosa que me desconcierta, las pocas veces que he salido con Lucy, su piel
ha tenido un tono cálido de… bueno, naranja.

¿Esta Lucy? Se ve como alguien a quien de hecho podría llevar a casa


de mi madre.

Lanzo una mirada rápida al frente de su suéter, puede que esté


cubriendo toda la columna de su cuello, pero es ajustado, delineando
amplias curvas que no recuerdo que tuviera. Grandes argollas de plata
atrapan la luz de la moderna lámpara sobre ella, su única vanidad.
—Podemos hablar más después de la cena —digo.
Su barbilla se inclina, sus labios dicen:
—Está bien.
Una sonrisa vacilante.

Nos quedamos en silencio mientras miro las opciones de la cena y le


echo un vistazo sobre mi menú. Lucy está mirando fijamente el suyo,
mordiéndose el labio inferior, indecisa.
60
—¿Necesitas ayuda para decidir?

—Yo, eh, no me di cuenta que tuvieran comida, así que no estaba


preparada para cenar.

Yyyyy ahí está. Lo juro por Dios, si es una de esas chicas que come
como un puto pájaro, ensalada sin aderezo y un acompañamiento de
agua, en serio voy a reconsiderar salir con ella.
—¿Ya comiste?
—No.
—¿Tienes hambre?
Su cabeza se levanta. Nuestros ojos se encuentran.
—En realidad no vine aquí a comer, pero sí, tengo hambre.
Mis labios se curvan.
—Déjame adivinar, vas a pedir una ensalada.
—Bueno, déjame ver. —Levanta el menú y desaparece de la vista
cuando la camarera se acerca y nos mira.
—¿Están listos para ordenar o necesitan algunos minutos más?
Lucy reaparece de encima del gigantesco menú plegado.
—Estoy lista si tú lo estás.
—Las damas primero.

—Está bien. —Su dedo índice se arrastra a lo largo de los entrantes de


la primera página—. ¿Podría tomar el filete, por favor, de tamaño medio,
con una ensalada con aderezo ranchero y una papa al horno con crema
agria? Y tocino.

Cierra el menú y se lo entrega a la camarera, juntando las manos con


serenidad. Levanta sus cejas en mi dirección.
Demonios, estoy impresionado.

—Tomaré lo mismo. —Le doy el menú a mi camarera, imitando la


postura de Lucy—. Entonces…
—Entonces…

Mi cabeza se inclina y me relajo en el duro respaldo de la silla de


madera. Al otro lado de la mesa, mi cita me hace un inventario que no tiene 61
nada que ver con la atracción física; curiosamente, no ha coqueteado ni
se ha reído conmigo ni una vez, otra cosa que parece… fuera de lugar.

Sus ojos exploran mis hombros anchos, ganados a través de horas de


reventar mi trasero en el campo, hasta mi cuello grueso, aterrizando en mis
labios. Mis pómulos altos, el izquierdo con una cicatriz que está cerrada. Mis
ojos inexpresivos y frente cansada.
Sus labios se separan.
—¿De dónde vienen los moretones?
—El bate de alguien.
—¡Pensé que los receptores llevaban máscaras!
—Lo hacemos.
Esos ojos azules se abren por completo.
—¿Alguna vez has perdido un diente?
—Sí. —Me toco los dientes—. Este frontal es falso.
—En una escala de uno a diez, ¿qué tanto duele que te golpeen en
la cara con un bate de béisbol?

Esa es una pregunta extraña proviniendo de una chica, pero la


respuesta es fácil:
—Quince.
—¿Cuáles son tus planes después de la universidad?
Hago una pausa.

Ya hemos discutido esto, en nuestra primera cita cuando me hizo


preguntas sobre mis probabilidades de jugar al béisbol profesional, qué tan
pronto iba a ser eso, y si tenía un agente.

—La liga profesional. —Arrastro las palabras en un tono de voz de te


lo dije.
Ella se encoge.

—Oh sí, claro. Lo siento, lo olvidé. —Pero entonces—. Pero tienes un


respaldo, ¿verdad? ¿Cuál es tu segunda opción, por si acaso? ¿Qué pasa si
te lesionas?
62
Ninguna chica me ha preguntado eso nunca.

—Si no me reclutan, haré… —Me muevo en mi silla incómodamente.


Discutir qué pasaría si no fuera elegible para la liga no es algo de lo que
normalmente hable, no con chicas como Lucy, chicas que no tienen ningún
interés real en mi futuro que no sea un boleto de comida—. DNR.
—¿Departamento de Recursos Naturales?
Parpadeo.
—¿Realmente sabes lo que es eso?
Ella se encoge de hombros.
—A mi papá le gusta pescar.
—¿Qué hay de ti?
—¿Qué hay de mí?
—¿Qué vas a hacer cuando te gradúes?
—¿Nunca te he dicho mi especialidad? Eso es muy raro por mi parte.
¿Acaso acaba de admitir que le gusta hablar de sí misma? Me rio.

—Me dijiste que eres estudiante de moda, pero nunca dijiste lo que
planeas hacer con tu título. No tuvimos exactamente mucha conversación
en nuestras primeras citas. —Le lanzo una sonrisa perezosa.

—Oh. Cierto. —Una vez más, mete esos largos mechones de cabello
detrás de la oreja, haciendo que sus pendientes brillen en la luz—. Mi
especialidad es, uh, diseño de moda.
Ahora se está repitiendo.
—Ya me dijiste eso.

—Bien, lo siento. —Evita mis ojos, tomando un trago, repentinamente


fascinada por las pesadas cortinas de color burdeos que cubren las
paredes—. Entonces, Dash, ¿cuál es tu nombre real?

—¿No crees que deberías saberlo si vamos a darle una oportunidad a


esto?
Lucy se encoge.
—¿Sí?
63
—El hecho de que estés preguntando significa que no has hecho tu
investigación adecuadamente. ¿No has intentado buscarme en absoluto?
—¿No he tenido tiempo?
—Es Dante.

—Dante —repite tranquilamente con enunciación en español.


Muerde una sonrisa—. Dante Amado —dice, articulando todo mi nombre—
. Uh.
—¿Qué hay de Lucy, es la abreviatura de algún nombre?

—Ella, yo, eh, me llamo así por nuestra abuela, mi abuela. —Su cabeza
se sacude—. Lucille. Lucy es la abreviatura de Lucille.

Lucille suena como la abuelita de alguien. El nombre no es erótico ni


sexy.
Nos interrumpe el camarero que llena nuestros vasos de agua.
—Gracias —dice ella con una sonrisa.
Reconozco al tipo de mi clase de derecho ambiental y le hago un
gesto de asentimiento.
—Sí, gracias.

Por unos momentos, nos quedamos sentados en silencio, y siento a


Lucy mirando furtivamente. Luego:
—Si pudieras vivir en cualquier ciudad, ¿cuál sería?
Esto es pan comido.
—Jugaría para los Rockies.
Mi cita pone los ojos en blanco.
—Eso no es lo que pregunté.
—¿No lo es?

—No. Te pregunté si pudieras vivir en cualquier ciudad, cuál sería. No


pregunté dónde jugarías.

—Oh. Bueno… —Bajo mi tenedor—. No lo sé.

Lucy inclina la cabeza y me estudia, suavizando los ojos. 64

—Gran parte de tu futuro depende de que seas reclutado, ¿eh?


Levanto mi cabeza, encontrándome con sus ojos.
—Sí.
Su mirada clara me traspasa.
—¿Cómo se siente?
—¿Cómo se siente qué?
—La presión.

Por un segundo, quiero decirle que esa es una declaración


jodidamente extraña, pero luego me quedo callado y pienso en eso,
realmente me siento y pienso.
Ella tiene razón.

Es mucha presión, especialmente porque mi familia depende de mí


para hacer algo de mi vida.
Todo el dinero que mis padres gastaron en una larga carrera de
béisbol que aún no es una carrera oficial, no es más que un maldito
pasatiempo si no me reclutan.

Nadie más que mi mamá me ha preguntado cómo me hace sentir la


presión.
Y ahora Lucy.

Esto… justo esto aquí es la razón por la que en realidad me está


gustando desde nuestra última cita. Creo que realmente podría importarle
una mierda.
—Es pesada.

No me importa decirlo, admitir con dos palabras que tengo un peso


enorme presionado sobre mis hombros, tan amplio como pueda ser. Se
siente…
Lo que sea.

Apenas importa; mi vida está planeada para mí, y no hay forma de


que pueda salirme del camino que ya estoy recorriendo.
65
—Entonces, ¿dónde te gustaría vivir? —Lucy vuelve a insistir, todavía
queriendo una respuesta—. Si pudieras elegir.
—No lo sé. Nunca me lo he planteado.

—Bueno, yo he… amo el medio oeste. Me encanta el cambio de


estaciones. Siempre quise vivir donde pudiera esquiar en invierno y disfrutar
del sol en verano, ¿sabes?

—¿Te encanta el medio oeste? ¿Estás loca? —Odio todo al respecto:


La lluvia, los veranos calurosos y bochornosos. El frío: Cada maldito invierno
estando a punto de que se me congelen las bolas.

—¡Acabas de decir que querías mudarte a Colorado para jugar para


los Rockies!
Me rio.
—¡Por trabajo!
Lucy se encoge de hombros.
—No me retracto.
El camarero elige ese momento para aparecer con nuestras
ensaladas de aperitivos: Dos platos de lechuga, un tomate y dos pepinos
cada uno. Comida para conejos. Irritado por la pequeña porción, muevo el
plato con los dientes de mi tenedor.
Una risa suave hacer que se me crispen las orejas.

—¿Qué es tan gracioso? —Quiero saberlo.

Otra risa.
—Tú. Estás haciendo pucheros porque la ensalada es muy pequeña.

—¿Y? —gruño, apuñalando un poco de lechuga con mi tenedor y


metiéndola en mi garganta, y así, la mitad se ha ido.
—¿Estás loco porque no hay nada en el plato?
Mi respuesta es un bufido.
—¿Qué tal si te doy lo que no me acabe?
Esto me anima considerablemente.
—¿Estás planeando no terminarte la ensalada? 66
—No, pero pensé que la oferta te animaría.
Lo hace.

Estoy hambriento, voraz, ¿y su oferta de dejarme terminar su plato?


Jodidamente adorable.
—¿Oye, Lucy?
—¿Hmm?
—¿Sabes lo que voy a hacer?
—¿Qué?
—Voy a hacer que esta sea la mejor cita que hayas tenido.
Traducido por DiaNaZ, Hill_Araya y Leydi Vasco

Corregido por Nanis

Voy a hacer que esta sea la mejor cita que hayas tenido.
Eso no es bueno, y ahora mis axilas están sudando.

Dante no solo está mirando mi ensalada como si no hubiera comido


en días; me está mirando de la misma manera, como si estuviera intentando
descubrir qué hay diferente en mí, todo al mismo tiempo.
Lucy y yo somos como la noche y el día. 67

La mayoría de las personas apenas pueden ver las diferencias,


incluyendo a nuestros padres, de modo que la intensidad de Dante es como
si me arrojara una bola curva. Es algo inesperado, de la mejor manera
posible.
Nadie ha sido capaz de distinguirnos.
Dash es lo opuesto a todo lo que había esperado.
Está haciendo que me sienta…
Celosa.
Estoy celosa de mi hermana.

Sabía que sería guapo, pero no me di cuenta que sería serio o intuitivo.
Es directo y abierto, y cuanto más tiempo estamos sentados aquí, más
charlatán se está volviendo.
Me gusta eso.
Me gusta él.
También me siento atraída por él, lo cual es terrible, por Lucy, Lucy y
Lucy.

Porque estoy aquí para romper con él, no hechizarlo para otra cita.
Jesús, soy tan mala en esto.

Cuando el camarero trae nuestros platos principales, siento cómo


Dante me está observando, siguiendo los movimientos cuando levanto mi
cuchillo. Corto un pequeño trozo de carne. Lo meto en mi boca y mastico.

Tengo miedo de mirarlo a los ojos, así que miro la pared detrás de él.
Las cortinas. La pareja mayor en la mesa detrás de nosotros.
Corto otra pieza, tomo otro bocado.
Es un trabajo duro ignorarlo.
Él es grande, intimidante y sexy.

Las mangas grises de su camisa están remangadas hasta los codos,


los musculosos antebrazos se flexionan cuando corta la carne en su plato.

—Entonces, ¿qué más haces cuando no estás estudiando moda? —


pregunta—. ¿Qué haces para divertirte? 68
Intento canalizar a mi hermana; estas respuestas son fáciles.
—Me gusta escuchar música.
Oh Dios, eso sonó tan tonto.

—¿Escuchar música en tu tiempo libre? ¿Qué haces, te acuestas en


la cama y miras al techo?
Una risa se escapa de mis labios.
—Algo así. Um, déjame pensar, ¿qué más me gusta hacer…?

A Lucy le gusta viajar. Comprar. Hacerse las uñas. Ir a tomar un café


con sus hermanas de fraternidad.

Suena muy superficial y me da vergüenza dejar que las palabras


pasen por mis labios. ¿Compras, uñas y café? Ugh.
—Me encantan las estrellas y hago muchas caminatas.
Lucy me va a matar.
Primero, tengo un lapsus y comienzo a hablar en español, y ahora, me
he vuelto loca y le he dicho que amo la astronomía. Lucy odia salir al exterior,
odia el viento, el clima frío y la nieve.
Si Dante la lleva al bosque, a ella le va a dar un ataque.

—¿Conoces ese conjunto de faroles a los que puedes ir de excursión?


¿El que está pasando Coleman Hall? —Hay un camino que puedes tomar
que serpentea alrededor de una enorme colina, que sube hasta arriba del
todo; una vez que llegas a cierto punto, puedes estacionar tu auto y subir el
resto del camino hasta un punto panorámico que muestra toda la ciudad—
. Me gusta subir cuando está nublado.

Las vistas panorámicas son tan amplias que puedes ver el siguiente
estado.
—¿Senderismo?

Evito su mirada intensa empujando un hongo a la salsa de carne en


mi plato y luego llevándomelo a la boca.

—Sí. Yo, eh, fui al oeste en las vacaciones de primavera del año
pasado a Idaho y caminamos por un montón de senderos. Realmente a
cualquier lugar con una buena vista. —Me encantó muchísimo. 69

—Estuve en Montana en las vacaciones de primavera.


—¿Haciendo qué?

—Esquiando. —Hace una pausa—. ¿Tú…? —Su voz se apaga en una


pregunta.

—Esquío. —Lucy y yo lo hacemos, algo que nuestros padres insistieron


en que aprendiéramos. Es algo que amo, pero mi gemela prefiere pasear
por el chalet con linda ropa de esquiar, coqueteando con la patrulla de
esquí y con los instructores que periódicamente pasan por ahí.
—¿Por qué me sorprende? —pregunta, sentándose para estudiarme.
—No lo sé. ¿Por qué lo hace?
Frunce el ceño.
—Pareces más como el tipo de chica de chalet.

¡Ding ding ding! Ciertamente tiene a mi gemela catalogada mejor


que la mayoría.
—En realidad no deberías juzgarme por mi apariencia, y yo trataré de
hacer lo mismo.
—¿No me has juzgado por mi apariencia?
Sacudo un poco mi cabeza.

—¿Honestamente? Sí. Podría haberlo hecho, ¿solo un poco? —


Levanto el pulgar y el índice para ilustrar lo poquito que lo juzgué.

Las apariencias físicas son la forma en que Lucy elige a todos sus
novios. Se pasa horas preparando su cabello y maquillaje para salir los fines
de semana, pasa el tiempo libre en el centro comercial cuando no está en
clase.
—¿Ah, sí?

—Solo un poco. —Cambia de tema—. Además del béisbol, ¿qué es lo


que haces para divertirte? ¿Cuáles son tus aficiones?
—Hago mucho ejercicio.
Arrugo mi nariz.
—¿Ese es tu pasatiempo? ¿Hacer ejercicio? 70
Él estrecha sus ojos oscuros.

—Sí.

—¿Algo más? ¿Te gusta leer, ver películas o no sé…? —Pienso por un
momento—. ¿Ir a la feria del condado en el verano?
Su expresión es tan vacía como su tono.
—La feria del condado.
—Paseos, atracciones, algodón de azúcar…
—De hecho —la comisura de su boca se curva—, fui a la feria estatal
este verano.

—Yo igual. Soy tremendamente buena en el lanzamiento de las


anillas.
Esta información debe sorprenderlo porque ríe.
—¿En qué más eres buena?
Está deliberadamente sentando las bases para una insinuación, pero
lo ignoro. Mejor no ir por ese camino.
—Dardos —digo inexpresiva.
—¿Dardos?

—Sí, como en un bar lleno de humo. Cuanta más cerveza he tomado,


mejor soy.
—Pagaría por ver eso.

—Es un espectáculo. Es como… —agito un tenedor con un trozo de


carne—, mi estúpido truco humano.

—¿Quieres mostrarme? Te llevaré a Mad Dog Jacks y jugaremos a los


dardos.

Mad Dog Jacks solía ser un bar de moteros, pero por alguna razón, los
chicos universitarios en la ciudad han decidido que es el lugar perfecto para
pasar los fines de semana. En parte tugurio, en parte… bueno, el lugar es
una completa mierda sin importar de qué lado lo mires.
Empujo el cabello detrás de mis orejas nerviosamente.
71
—Te-tendré que revisar mi agenda.
Dash me mira en silencio, con los ojos sonrientes.
—Haz eso.

Antes de darme cuenta, hemos estado aquí una hora más, mucho
después de que nuestra comida haya sido retirada, tanto que me he
olvidado completamente de lo que se supone que debo hacer aquí,
ignorando todos los textos de mi hermana… que van a hacer explotar mi
bolso. Ha estado vibrando durante los últimos cuarenta y cinco minutos.
Dante paga la cuenta.

Saca mi silla y sostiene mi chaqueta para que pueda ponérmela. Me


guía afuera, con la mano en la parte baja de mi espalda, los dedos
deslizándose por mi espina dorsal.

Está oscuro cuando llegamos afuera, incómodo cuando caminamos


hacia mi auto. El clic de mis botas de tacón negro contra el cemento es el
único sonido en todo el estacionamiento.
—Gracias por la cena.
—De nada. —Cuando viene hacia mí, presumiblemente para un
abrazo de buenas noches, un beso o lo que sea, levanto mis manos para
detenerlo.

—Dante. —Respiro profundamente, me apoyo contra el lado del


conductor de mi auto y lo miro—. Probablemente deberíamos terminar la
discusión que empezamos dentro.
—¿Cuál?
Oh Jesús. Me va a hacer decirlo.
—¿La de la relación?
—Está bien. —Sus brazos se cruzan—. ¿Qué hay de eso?

Definitivamente estoy haciendo un trabajo de mierda imitando a mi


hermana. Ella no estaría teniendo esta conversación con él en un
estacionamiento medio vacío, se estaría inclinando sobre él y estaría
pasando sus manos de arriba abajo por su pecho. Plantando sus labios en
los de él, sin duda metiendo su lengua en su garganta. Chupando su cuello
y, ay Dios mío, ¿qué estoy diciendo?

—No sé si… —Aclaro mi garganta. Mantengo los ojos en la columna 72


de su cuello.
—¿Estás diciendo que quieres tomarlo con calma?

—No. —Apenas puedo negar con la cabeza—. Eso no es lo que quiero


decir.

Espera a que continúe hablando, en silencio, lo que es peor. Si


estuviese actuando como un imbécil, siendo demandante o
presionándome a hablar, no tendría problema alguno con patearlo a la
acera.

Desafortunadamente no está haciendo ninguna de esas cosas. Dante


es paciente y está dispuesto a escuchar.
Es horrible.
—¿Quieres ir al centro a tomar una copa? Esto fue divertido.

—Lo fue —admito con renuncia, sintiéndome culpable por disfrutar la


cita de mi hermana.
Dash se acerca con un propósito y yo me impulso hacia atrás hasta
que mi trasero choca con la puerta de mi auto, enviándome a un pequeño
ataque de pánico… definitivamente va a intentar besarme.

El problema es que quiero que lo haga; lo quiero tanto que mis labios
hormiguean.
Todo en mi cuerpo está zumbando.
—Pero probablemente debería irme.
No me tengo que ir. No me quiero ir.
Me debería ir.

Porque él no es mi cita. Es de mi hermana y estoy aquí para romper


con él. Doy la vuelta, desbloqueando el auto para mantenerme ocupada
con algo. Mano en la manija, lista para abrirla.
—¿No tienes unos segundos más para decir adiós?
Y por decir adiós supongo que quiere decir besuquearnos.

—No realmente… debería estar en casa desde hace una hora, lo


siento. La tarea está llamando. 73
—¿Dardos entonces? ¿El sábado? Podemos hacer el idiota y me
puedes enseñar cuán increíblemente buena eres.
—No puedo.
—¿Qué tal otra noche?
—Eso probablemente tampoco funcionará.
—¿Qué demonios está pasando aquí, Lucy?

—No puedo hacer esto más… contigo. No estoy… —Respiro profundo,


soltando—: Quiero ver a otras personas.

—Está bieeeen. —Retrocede un paso, metiendo sus grandes manos


en los bolsillos de sus vaqueros oscuros, sus ojos cafés escaneando mi rostro,
buscando algo—. No es que importe, pero ¿por qué no me lo dijiste más
temprano?
—Lo intenté.
—¿Cuándo?
—¿Ahora?
—Ya sabes, la mayoría de la gente hace esta mierda por teléfono.
Podrías haberte ahorrado mucho tiempo enviándome un mensaje de texto.
—No es mi estilo.

—En serio —dice inexpresivo—. Romper con la gente a través de un


mensaje no es el estilo de Lucy Ryan. —Dante bufa sarcásticamente—. ¿Por
qué me cuesta creerlo?

Después de todo, esta ruptura está yendo genial, considerando que…


si no tienes en cuenta que me gusta el chico con el que estoy rompiendo,
él no conoce mi verdadera identidad y una vez que averigüe que le mentí
no querrá hablarme de nuevo.
Pero al menos no está gritando. O siendo hostil. O siendo un imbécil.
—Maldita sea, en serio estabas empezando a gustarme.
—Lo siento. —Mi voz es pequeña.
—Confía en mí —se mofa —. Lo superaré.
No es malo ni grosero, pero escuece.
74
Duele.

Aun así, no se aleja cuando subo al auto y me abrocho el cinturón. No


se aleja cuando salgo del espacio, lanzándole una mirada más por el espejo
retrovisor, las lágrimas amenazando con nublar mi visión.

Se queda parado en el estacionamiento, en el mismo lugar en que


estaba estacionado mi auto, y observándome mientras me marcho.
Observando mientras Lucy se marcha.
A él le gusta ella.
Yo.
A mí me gusta él.
Y me odio por eso.
Cuando Lucy sale del estacionamiento, hago algo que no había
hecho en años.
Ir a las redes sociales.
Entro a Instagram.
Busco: Lucy Ryan.
Me desplazo a través de su cuenta. Escaneo las fotos tontas de ella
de fiesta, saliendo con sus amigos. Fiestas de fraternidad. Hay varias fotos de
ella en nuestra casa en Jock Row, otra en lo que parece un fin de semana
de chicas. Vasos de Starbucks. Fotos de sus uñas. Y otra mierda estúpida al
azar sin sustancia. Cero sustancia.

Y luego…
75
Allí, a todo color, hay una foto que me tiene viendo doble. Tengo que
mirar dos veces, con los ojos prácticamente saliéndose de mi maldito
cráneo.
Santa. Mierda. Hay dos de ella… son dos.
Gemelas.
Maldición, lo sabía. Sabía que algo estaba mal con ella.

Deslizo mis dedos en la pantalla de modo que la fotografía se amplía:


la toma es de ellas juntas, de pie con los abrazos alrededor de la cintura de
la otra, piernas largas y bronceadas jugando al escondite debajo de sus
coquetos vestidos. Bajo un arco envuelto en flores, no se puede negar que
ambas son hermosas, al pie de la foto se lee Boda de la tía Victoria
#LosRyanDanElsí

¿La parte más jodida de todo? Puedo decir exactamente con quién
he estado pasando el tiempo últimamente, y es jodidamente seguro que no
fue Lucy Ryan.
Era la chica de la derecha.
Bajo las luces tenues del estacionamiento de Zin, estudio la foto,
haciendo zoom en ese rostro. Su cabello. Sus ojos.

Son idénticas, pero son sus expresiones lo que las delata: Lucy intenta
ser confiada y arrogante mientras que su hermana es hermosa y tranquila,
dejando que su hermana acapare la cámara.
Hago zoom otra vez.

Ahí está ese jodido hoyuelo que me encanta tanto, una de ellas lo
tiene y la otra no. El cabello de Lucy es más claro, cortado en capas
alrededor de su rostro y es obvio que unos cuantos centímetros más corto.
¿Y su pecho? Tenía razón sobre sus tetas.
Su gemela es hermosa. ¿Qué estaba haciendo al pretender ser Lucy?

No se parecen en nada; cualquier imbécil con un mínimo de sentido


común podría haberse dado cuenta eventualmente, solo me tomó dos citas
con ella para distinguir las diferencias.
Excepto que, maldición, ya no estoy saliendo con ella.
Me dio la patada.
76
Lo que es una mierda, porque después de nuestra última cita, me
imaginaba a mí mismo saliendo en serio con una chica como ella, haciendo
todo tipo de cosas divertidas, mierdas al aire libre en la temporada baja.
Senderismo, esquiar y snowboard, lo que ella quisiera hacer.
La perseguiría a cualquier parte.

Sentimos una conexión, apostaría dinero a que también lo sintió.


Apostaría mi carrera profesional.

Soy un planificador, siempre lo he sido, así que una vez que las ruedas
se ponen en marcha, no hay forma de detener este tren.

Cierro Instagram, tocando inmediatamente mi teléfono para hacer


una llamada telefónica.
Solo suena dos veces.
—Uh… ¿hola? —La reticencia en su voz me hace querer reír.
—¿Lucy?
—Hola, Dash. ¿Qué pasa?
No pierdo el tiempo discutiendo.
—¿Por qué mandaste a tu hermana gemela a romper conmigo?
Hay una pausa larga y embarazosa en el otro extremo.
—¿Mi qué? ¿De qué estás hablando?
Suena tan desconcertada y confundida.

—Corta la mierda, ¿te importaría? Vi una foto de ustedes dos en


Instagram.
Risa nerviosa.
—¡Oh, esa hermana! Por un segundo estaba confundida.
—¿Cómo que estás confundida… cuántas hermanas tienes?
—Um, ¿solo una?
—La única que tenías pretendiendo ser tú —digo inexpresivamente.

Lucy suspira como si hubiera tenido esta misma conversación antes,


como si el discurso fuera ensayado.

—Lo siento, Dash, simplemente no va a funcionar entre nosotros. Ya 77


estoy saliendo con alguien más nuevo, así que…

La oración se apaga, sin terminar. Juro por Dios que está limándose las
uñas y ni siquiera está prestando atención.
—¿Demasiado cobarde para romperla tú misma?
—Dios mío, admítelo, tampoco te gustaba mucho. Ugh, supéralo.
—Tienes razón, no me gustabas mucho. —Pero me gusta tu hermana.
Jadea, sorprendida por mi franqueza.
—¡Oye!

—No actúes sorprendida, tampoco eres mi tipo. —Estoy caminando


hacia mi auto y me subo, mirando por la ventanilla del lado del conductor
a medida que hablamos—. Esa no es la razón por la que llamé, así que
relájate.

—No estoy intentando ser grosera, pero ¿por qué me estás llamando?
Acabo de terminar contigo y no quiero que me llames para acosarme.
—Técnicamente, tú no rompiste conmigo.
—Por poderes lo hice.
¿Siempre es tan jodidamente agotadora? Jesús.
—Mira, solo dime una cosa: ¿Tu hermana ha dicho algo sobre mí?
Se queda callada unos segundos.
—¿Como qué?

—Como… —Miro alrededor del estacionamiento vacío—. No lo sé.


Después de que salimos, ¿dijo algo al respecto?

—¿Puedes ser más específico? —Lucy se ríe, y quiero entrar a través


del teléfono y estrangularla—. Estoy bromeando, pero a la vez, no. No ha
dicho nada específico, ¿por qué lo haría? Sería romper el código de chicas
que ella admitiera que tenía sentimientos por ti.
La línea se queda en silencio por segunda vez, y luego suspira.

—Pero si me estás preguntando si siento alguna vibra gemela de que


le gustas, entonces sí. Entre tú y yo, creo que le gustas.
¡Demonios, sí! Lanzo mi puño en el aire de la noche.
—¿Cómo lo sabes? 78

—Conozco a mi hermana, y ha estado rara desde la semana pasada,


realmente a la defensiva, breve conmigo, y, bueno, siento estas cosas.
—¿Es una cosa genética de gemelas?
—Sí, excepto que ella no tiene el don. No siente cosas como yo.
Impaciente, mantengo esta conversación en movimiento.
—Voy a asumir que no te importa una mierda si salgo con ella.

—Si puedes convencerla de que salga contigo después de que yo lo


hiciera, tienes mi bendición. —Se ríe afablemente, y recuerdo la razón por la
que accedí a salir con ella en primer lugar—. Honestamente no me importa
una mierda.
—Gracias por el voto de confianza.

—Todo lo que estoy diciendo es que mi hermana tiene una brújula


moral mucho más fuerte que la mía. Se sentirá culpable, en serio culpable
admitiendo que siente algo por ti. No querrá, ya sabes, hacerme enojar o lo
que sea.
Curiosamente, esa noticia me hace sentir mejor; no quiero salir con
alguien que apuñalaría a su propia hermana.
Lucy interrumpe mi meditación.
—Aunque, ¿puedo preguntarte algo?
—Dispara.
—¿Cómo supiste que no era yo?

—¿Estás hablando en serio?

—¿Puedes no hacer eso? No tengo ni idea de lo que acabas de decir.

—Lo cual eventualmente te habría delatado. —Sonrío—. Pero bueno,


¿lo primero que noté? No tienes un hoyuelo cerca del labio como lo tiene
ella.

—Es verdad. No lo tengo. —Está sonriendo ahora; puedo escucharlo—


. Sabes, nadie nos puede distinguir.

—¿En serio? —No puedo mantener la inflexión burlona de mi voz—. Me


parece difícil de creer. Puedo enumerar al menos cinco cosas que ella tiene
que tú no. 79

Hay otra larga pausa antes de tomar aliento.


—Vaya. No puedo creerlo.
—¿Creer qué?

—Bueno… —Hace una pausa para lograr un efecto dramático—. Hay


una leyenda urbana entre gemelos que dice que si encuentras a la persona
que puede diferenciarte, es como conocer a tu alma gemela.
—Uhhh, no vayamos tan lejos.
—¡Hablo en serio! —Su emoción es palpable—. Podrías ser su unicornio.
Ser llamado unicornio es donde trazo la línea.
—Voy a colgar ahora.

—¡Espera! —Ahora suena positivamente acelerada—. ¡Espera, no


cuelgues todavía! Solo quiero que sepas que no haré esto incómodo. Tú y
yo apenas tonteamos, y de verdad, fue como besar a mi hermano.
Increíble. Justo lo que quería escuchar.
—Caramba, gracias.
—De verdad. No teníamos química —dice—. Como, ninguna.

—La química entre tú y yo no es nada en comparación con la que


tengo con tu hermana.
—Ahhh.

—Una cosa más antes de dejarte en paz para encender tu interruptor


gemelo en mí, voy a necesitar que me hagas una sólida.
—¿Una sólida? ¿Qué es eso?
—Ya sabes, ¿un favor?
Pausa.
—Sí, de acuerdo. Oigámoslo.

80
Traducido por Knife

Corregido por Nanis

Lucy: ¿Cómo te fue esta noche? ¿Terminaste el trabajo?

Yo: ¿Tienes que hacer que parezca que soy un sicario de la mafia con
un contrato sobre alguien?
Lucy: Sí, porque suena más emocionante de esa manera, ¿verdad?
Ya sabes cómo me atrae la idea de ser una princesa de la mafia.
Yo: La noche fue bien. 81

Lucy: ¡RESPUESTA INCORRECTA! Esa fue una prueba, y tú fallaste.


¿Sabes por qué?
Yo: Mmm, ¿no?

Lucy: Porque Dash Amado acaba de enviar un mensaje de texto para


ver si todavía quiero jugar a los dardos este fin de semana. DARDOS, Amelia.
Lucy: Amelia, ¿POR QUÉ POR QUÉ POR QUÉ Dash me envía mensajes
de texto sobre otra cita? Por no hablar de jugar a los DARDOS. Se suponía
que DEBÍAS DARLE LA PATADA por mí.
Yo: ¡¡¡LO HICE!!!! Terminé con él. No tengo ni idea de por qué te está
enviando mensajes, lo juro.
Lucy: No debes haber hecho el trabajo muy bien.

Yo: Confía en mí, lo hice. Cuando me fui anoche en mi auto, ustedes


dos estaban completamente separados.
Yo: ¿Te creo?
Lucy: No hagas eso.
Yo: ¿Hacer qué?

Lucy: No lo puntualices como si fuera una pregunta. Estabas allí, esto


no debería ser una pregunta.
Yo: Sí, estoy segura que lo hice. Rompí con él.
Lucy: Entonces, ¿por qué siento que estás dudando?
Yo: Realmente necesitas dejar de hacer eso. No eres telepática.

Lucy: ¿Cómo sabes que no he sido bendecida con un don? Tal vez
soy la gemela dotada por ese súper poder, y finalmente se está volviendo
poderoso ahora que he alcanzado la mayoría de edad.
Yo: Esa es una de las cosas más tontas que te he escuchado decir.
Lucy: Pero es verdad.
Yo: Bien. ¿Cuál es MI súper poder de gemela?

Lucy: No lo sé. ¿Eres buena con los animales pequeños, siendo la falsa
Lucy y la falsa rompiendo con los chicos?
Yo: Ja ja, muy graciosa.
82
Lucy: Entonces, solo respóndeme a esto: Si estás tan segura de haber
botado su culo, ¿por qué me está mensajeando?
Yo: Podrías no decir… botado su culo.
Lucy: ¿Te molesta cuando digo botarlo?
Yo: Un poco.
Lucy: ¿Por qué? No me digas que te sientes mal.
Lucy: ¿Cómo hiciste lo de botarlo?

Yo: Estábamos en el estacionamiento, hablando, y dije que salir con


él no estaba funcionando, y luego subí a mi auto y él al suyo.
Lucy: ¿Lo viste subir a su auto?

Yo: ¿No? Espera, ¿por qué importa eso? El trabajo estaba hecho, así
que me alejé en el auto.
Lucy: Tenías un ÚNICO trabajo, Amelia, uno. Quiere volver a salir, así
que… dime qué deberíamos hacer. Él no me gusta.
Yo: DEJA DE GRITARME, y deja de decir NOSOTRAS. Él no es mi novio.
Lucy: ¡Tampoco era el mío! ¿Y por qué estás enloqueciendo?
Lucy: Amelia, dime la verdad, ¿te gusta?

Mis dedos se ciernen sobre las teclas, los pulgares congelados.


Yo: Creo que es agradable.

Lucy: Agradable, ja ja. Apuesto a que le encantaría escuchar eso.


Agradable es muy aburrido. ÉL es aburrido.
Yo: No creo que él sea aburrido.
Lucy: Eso es porque TÚ eres aburrida.

Yo: Dame una noche más para romper con él. Haré un mejor trabajo,
lo prometo, aunque soy POSITIVA, ya lo hice. Incluso dijo las palabras
“rompiendo”. 100%
Lucy: Dardos. Sábado por la noche. 8:00
Yo: Bien. Estaré ahí.
Lucy: Bien, pero ¿puedo decir algo? Los dardos son TAN RAROS.

83
Traducido por Kira, DiaNaZ, Genevieve, Flochi y EstherC

Corregido por Nanis

¿Por qué estuve de acuerdo con esto?

Ya terminé con este tipo una vez antes, en los que fueron los peores
cinco minutos de mi vida.

Entonces, ¿por qué estuve de acuerdo en encontrarme con él?


Porque yo, Amelia Constance Ryan, soy una masoquista y no puedo sacar
a Dante Amado de mi maldita mente. ¿Es una locura que él sea lo único en 84
lo que puedo pensar?
Estoy muriéndome por verlo.

Me tiene ansiando cosas que no sabía que quería, y ahora entiendo


completamente por qué mi hermana tiene tantas citas.
Ha sido divertido. Y sexy. Y un torbellino.
Dante es genial, y me gusta quién soy cuando estoy con él.

Es verdad, no pasamos demasiado tiempo riéndonos, pero decir que


no hubo química sería una mentira.

Me sentí instantáneamente atraída a alguien con quien mi hermana


está saliendo y lo odio. Nunca he estado celosa de ella, pero estoy celosa
ahora, y soy una idiota porque vine hasta aquí, sabiendo que él estaría
obligado a llevarme a casa al final de esta farsa.
¿Eso me hace ser un humano terrible?
¿O solo humana?
Él es fácil de encontrar cuando entro, apoyado cerca de la puerta,
esperando… por mí. Dante se endereza a su altura total cuando me ve.
Estoy envuelta en mi abrigo porque hace muchísimo frío afuera y sonríe al
verme.
Sonríe al verme a mí.

Me sonrojo sin poder evitarlo, comenzando el proceso de


desabrochar la chaqueta de lana azul oscuro, los botones siendo liberados
uno por uno.
Se desliza como una capa, cae de mis manos y hacia el suelo.

Dash y yo nos inclinamos para tomarla al mismo tiempo, pero él me


gana. Nos levantamos lentamente, nuestros ojos conectados. Nuestros
rostros solo a centímetros de distancia.
—Hola.
—Hola a ti.
—Gracias por encontrarte conmigo aquí.

—Uh, seguro. —Me meto un mechón de cabello detrás de mi oreja,


nerviosa en cuanto a qué esperar. 85

—No pensé que escucharía de ti otra vez después de que rompiera


contigo.

—¿Lo hiciste? —Su sonrisa es agradable, calmada, de una forma casi


condescendiente.

—¿Estás intentando hacer que me vuelva loca? Porque recuerdo


nuestra conversación muy claramente y nosotros rompimos, así que
supongo que estoy confundida en cuanto a por qué me querrías ver
nuevamente.

Mierda… ¿qué pasa si es algún tipo de lunático o un psicópata que


va a comenzar a acechar a mi hermana?

—No estoy intentando hacerte pensar que estás loca. Solo estoy
preguntando si acaso fuiste tú quien rompió conmigo.
Suspiro. Algunos hombres tienen egos tan frágiles.

—Estoy bien contigo diciéndole a la gente que fuiste quien rompió


conmigo. Está bien, como quieras hacerlo.
—No estás entendiendo mi punto, en absoluto. —Me guiña un ojo, sus
labios ampliándose en una sonrisa, en realidad, una sonrisa de suficiencia,
sus ojos brillando con júbilo.

Algo en la forma en que me está observando hace que mi estómago


caiga en picado, y de hecho, pongo mi mano sobre mi abdomen,
presionándolo para calmar mis nervios… para no fracasar.

Dante acaba con la pequeña distancia entre nosotros. Ahora está de


pie directamente frente a mí, sus manos estirándose para envolver mis
muñecas, acariciándome con sus pulgares suavemente. Bajo la mirada a
nuestras manos unidas, entre nuestros cuerpos, luego la vuelvo a levantar.
—Dante, rompimos. —Apenas puedo sacar las palabras.
Su oscura mirada tranquila me evalúa.
—¿Lo hicimos?
Me va a volver loca.
Bajo las circunstancias, no debería estar aquí, en absoluto, no debería
estarlo viendo otra vez; las razones son tan numerosas que no puedo
resistirme a enumerarlas en mi mente: 86
1. Era el novio de mi hermana.
2. El novio con quien rompí por ella.
3. Mientras pretendía ser ella.
4. Y terminó gustándome.
5. Un montón.
6. Con una cantidad estúpida de deseo incluida.
7. Él me vuelve loca.
8. No puedo dejar de pensar en él.
9. Dios, míralo observándome fijamente.
10. Era el novio de mi hermana.

—Nos reservé la diana en la parte de atrás, pero vamos a tener que


hacer esto rápidamente.

¿De verdad? ¿Aún quiere jugar a los dardos? ¿Acaso este tipo es un
demente? ¡Soy su ex novia!
—Uh, bueno.
—Tú lanzas uno, y yo lanzaré otro, entonces podemos irnos.
Mis ojos se entrecierran dubitativamente.
—¿Me trajiste aquí para lanzar un dardo? ¿Es algún tipo de plan para
volver a estar juntos? Porque no va a funcionar.

Dante se entretiene abriendo el contenedor con dardos, colocando


dos sobre la mesa.
—No tengo intención de volver con Lucy.

Me cruzo de brazos, ligeramente irritada de que se haya esforzado


tanto para ganarse a mi hermana de regreso.
—¿Haces esto con todas tus ex novias?

—No tengo ninguna. —Se ríe, recogiendo un dardo de la mesa y


entregándomelo, luego recoge el otro para sí mismo—. Y ambos sabemos
que no eres mi ex novia.
—Uh, bueno…
Me hace un gesto para que dé un paso adelante y lance.
—Las damas primero.

Estoy tan confundida que en realidad me muevo hacia adelante sin


discutir, mirando hacia atrás para estudiarlo antes de enfrentar la diana, el 87
largo dardo de metal se siente pesado entre mis dedos.
¿Qué diablos está sucediendo?

Cerrando un ojo para concentrarme, muerdo mi lengua


instintivamente. El dardo se libera de mis dedos temblorosos, dirigiéndose
directamente al anillo doble de color rojo. Se entierra y se queda ahí
orgulloso.

Mi mano aún está temblando cuando la bajo, alejándome de la cinta


adhesiva en el suelo para que Dash pueda tener su turno.

—Parece que alguien no está tan calmada y compuesta como


pensaba que estaba. —Su boca no está sonriendo pero sus ojos
definitivamente lo están, haciendo rodar el dardo negro entre sus dedos,
observando la diana astutamente. Apunta el dardo hacia mí—. Si consigo
darle al centro de la diana, pasarás el resto de la noche conmigo, y consigo
besarte.
—¿Estás loco?
Ignora mi pregunta, haciendo una propia.
—¿Tenemos un trato?

Las probabilidades de él golpeando el centro de la diana, en el primer


intento, sin calentar, de hecho son pequeñas, así que asiento en
consentimiento. Además, si logra el disparo, finalmente sabré cómo es tener
esos labios sobre los míos, incluso si es solo una vez. Me lo merezco.
—Sí, tenemos un trato.
—¿Sacudida de manos?

Miro fijamente hacia la gran mano que extiende, esa palma callosa y
las duras almohadillas de sus dedos. Deslizo mi mano a través de su carne,
temblando cuando nuestras pieles conectan.
Es positivamente eléctrico.
Ambos temblamos.

Le doy una sacudida ligera, ansiosa por liberarme de su agarre,


escondiendo mi mano en busca de protección, la sensación de un
hormigueo perdurando durante demasiado tiempo para ser cómoda.
Demasiado tiempo para ser olvidada.
88
Dante se pone de pie frente a la diana, retira mi pequeño dardo
plateado, lo deja a un lado y se pone de pie en la cinta marcada en el
suelo. Se enfoca en el objetivo contra la pared, centrándose en ese centro
redondo de color rojo, inclinándose con una pierna y pateando con la otra
detrás de forma dramática. Su brazo fuerte realiza la acción de lanzar el
pequeño misil.

Mis ojos expresivos se amplían aún más cuando el dardo aterriza en el


centro de la diana, mi corazón demasiado cerca de tener palpitaciones,
cuando sus talones giran y se encoge de hombros como si quisiera decir:
¡Caramba, mira lo que hice!
—¿Acabas de timarme?
Su encogimiento de hombros es calmado.
—¿Suerte de principiante?
—Mentiroso.
Dante se ríe.
—Mira quién habla.
Nos quedamos mirándonos fijamente el uno al otro como en un
enfrentamiento, sin estar dispuestos a ceder.
Esto se está poniendo incómodo.
—¿Tal vez deberíamos irnos?

—Pensé que nunca me lo pedirías. ¿Puedes esperar un segundo? —


Sacando su celular del bolsillo trasero de sus vaqueros, abre la cámara. Lo
coloca de forma que estoy en el fondo de su selfie. Clic.
—¿Qué estás haciendo?
—Tomar una foto para que siempre podamos recordar este momento.
Es oficial: Dante está loco.

Saca su dardo del tablero, colocándolo en la caja sobre la mesa.


Agarra mi chaqueta de la silla cercana y luego me toma de la mano,
empujándome hacia el bar atestado, pasando a través de la multitud, hasta
que estamos empujando la puerta de entrada.

Nos quedamos parados debajo de la luz fluorescente en el lateral del


edificio de ladrillo. Emitiendo un tono muy poco deslumbrante y
espeluznante. 89

Miro a mi alrededor, asustada por los austeros entornos, deseando


irme, estar en cualquier parte menos aquí.
—¿Dónde deberíamos ir?
Dante se lleva las manos a los bolsillos, sus hombros encorvándose.

—Odio pedirte esto, pero ¿te importaría ir a mi casa? No habrá


distracciones y necesitamos estar solos.
—Quieres que vaya a tu casa… a hablar.

—¿A menos que estés más cómoda en tu casa? Solo pienso que
adónde sea que vayamos, tenemos que estar solo nosotros dos. —Dante se
mueve sobre sus talones, lanzándome una mirada aguda—. ¿No tienes
mierdas que quieras confesar?
¿Confesar? ¿Por qué lo está diciendo así?

Él piensa que soy mi gemela, mi hermana ridícula y despreocupada,


que no tiene ninguna preocupación en el mundo, que tiene dos o tres
hombres a la vez, y me deja hacer su trabajo sucio por ella.
Enamorarme de su última conquista no es mi idea de un buen
momento.
Soy una tonta por estar aquí, una maldita idiota por venir.

—Déjame aclarar esto: ¿Quieres que vaya a tu casa, aunque rompí


contigo? ¿Qué eres? ¿Un masoquista? —Dejo que se muestre el sarcasmo.

—Sé que soy un idiota. He hecho cosas realmente estúpidas en mi vida


y perseguirte solo podría encabezar la lista, pero me gustas, así que sí,
supongo que podrías decir que soy un masoquista.
Mis fosas nasales se dilatan, los celos avivándose.
—Ni siquiera me conoces.

—Tienes razón, no lo hago. —Su cabeza se inclina hacia un lado—.


¿De quién es la culpa?
—¿Qué se supone que significa eso?

—Me has estado mintiendo, pero ¿adivina qué? De todos modos me


gustas.
Mi boca se abre, y lucho por encontrar las palabras. 90
—Yo… —Estamos bajo el brillante letrero de neón de Mad Dog Jacks,
todavía de pie bajo la brillante luz fluorescente, discutiendo, parece ser—.
¿Qué te haría pensar que he estado mintiendo?

—No hagamos esto aquí. —Sus hombros se levantan y caen


casualmente.

—Solo di lo que viniste a decir —presiono. Luego agrego—: Por favor.


—Para mi sorpresa, prácticamente rogando.
Su mentón sube.
—¿Cuál es tu nombre?
—M-mi ¿qué?

—¿Cuál es tu nombre?

Mi corazón, oh mi Dios, mi corazón late, golpeando salvajemente


dentro de mi pecho. De hecho, levanto mi brazo y apoyo mi mano sobre él
como si fuera a recitar el Juramento de Lealtad. Presiono hacia abajo,
respirando pesadamente dentro y fuera… dentro y fuera, agarrándome
para controlar mi voz antes de hablar.
—¿Q-qué quiere decir? —Hacerse la tonta: Una cosa más que Lucy y
yo tenemos en común, a pesar de que siempre ha sido mejor en ello que yo.
—Eres una actriz terrible.
No digo nada; no podría aunque quisiera.

Las manos de Dante salen de sus bolsillos para poder lanzarlas al aire,
la frustración tangible e intensa.

—¡Podrías simplemente decírmelo! Dime la verdad. He sido muy


paciente con esto, soportando esta mierda de gemelas. —Sopla una
bocanada de aire, intentando mantener la calma—. Sé que estás
pretendiendo ser Lucy.
Siento que mis ojos se abren como platos.

—Cualquiera con medio puto cerebro puede decir que no eres ella,
y me ha estado volviendo jodidamente loco. —Sus manos gesticulan
alrededor de su cabeza como si su cerebro estuviera explotando mientras
continúa su diatriba—. Intentando averiguar qué mierda hacer con esto,
perdona mi francés, porque Jesús, no puedo dejar de pensar en ti. Me está
volviendo loco que ni siquiera me vayas a decir tu nombre. ¿No puedes
entender eso? 91

Mi cabeza asiente lentamente.

—¿Puedes ser honesta sobre quién eres y sacarme de mi maldita


miseria? Lo juro, ni siquiera me importa una mierda que hayas mentido. —
Hace una pausa—. Bueno, me importa, pero no voy a ser un idiota al
respecto. Lo superaré. No he hecho más que obsesionarme con esto en los
últimos días, así que ¿puedes hacerme un favor y simplemente ser honesta?

Mi respiración se torna tan fuerte y rápida como su flujo de palabras,


el vapor saliendo de mi boca contra el aire helado del invierno. La punta de
mi nariz también está fría, y probablemente poniéndose roja a medida que
seguimos parados aquí, mirándonos el uno al otro.

Esas grandes manos se vuelven a meter en los bolsillos de sus vaqueros,


y me mira expectante.
—Ahora es tu turno de decir algo.
—No sé qué decir.
—Comencemos con esto: ¿Te importo algo, aunque sea la más ligera
mierda sobre mí?
No lloraré, no lloraré, no lloraré.
—Sí. —Mis hombros se hunden—. Sí, me importas.
Ahora está más cerca, con los brazos a los lados.

—¿Cuál es tu nombre?

—Yo me llamo —empiezo, mi voz quebrándose—. Amelia.

Mi nombre es Amelia.

—Amelia —repite en respuesta, mi nombre como una revelación—.


Encantado de conocerte.
—Cómo… —Trago saliva—. ¿Cuánto tiempo hace que lo sabes?
Él vacila brevemente, eligiendo sus palabras.

—Sabía que algo no estaba bien casi desde el momento en que te vi.
Hubo algunas cosas que sobresalieron que no pude entender, luego
sonreíste y vi esto. —Alza su dedo y toca el lugar debajo de mi labio, el que
quería tocar cuando bailamos en el concierto, solo que esta vez cuando su
dedo presiona en él, puedo disfrutarlo—. Y tu risa es diferente.
92
Es verdad. Mi risa es diferente, más baja y menos astuta, no tan
extravagante o impetuosa como tiende a ser la de Lucy, sobre todo porque
le gusta llamar la atención sobre sí misma.

—No tengo idea qué decir. No nos intercambiamos para ser


maliciosas. Estaba intentando ayudar a mi hermana, y esta es la primera vez.
—¿La primera vez en qué?
—Nunca hemos sido atrapadas.

—No te traje aquí para atraparte por mentir. Te traje aquí porque me
gustas. Le dije a tu hermana por teléfono que yo…
—Espera, ¿hablaste con mi hermana? ¿Ella lo sabe?

—Por supuesto que lo sabe. Mierda, tenía que asegurarme que no se


iba a enfadar cuando te persiguiera.
—¿Perseguirme?

—Te dije que iba a hacer que fuera la mejor cita que hubieras tenido
en tu jodida vida, ¿recuerdas?
—Sí. —¿Cómo podía olvidarlo?—. ¿Qué dijo Lucy cuando hablaste
con ella?

—Ella es la que me ayudó a traerte aquí. —Pasa una mano de mamut


por su cabello oscuro y sedoso—. Después de que rompieras conmigo, me
quedé en ese maldito estacionamiento mirando fijamente cómo te
alejabas, preguntándome qué diablos había salido mal, juntando todo en
mi cabeza. Algunas de las cosas que dijiste no tenían sentido, así que fui a
la cuenta de Instagram de Lucy.
Mi asentimiento de comprensión es lento.
—Y encontraste las fotos.
Él también asiente.

—Sí. Entonces fue cuando la llamé, desde el estacionamiento, podría


añadir, para ver si a ella le importaba que quisiera salir contigo, no con ella.
Básicamente tropezó consigo misma intentando acabar conmigo. —Se ríe—
. A ella realmente no le gusto.
—Pero no te gusta.
—No, en absoluto. Tú me gustas. 93
¡Voy a desmayarme!

Nada tan romántico como esto me ha sucedido nunca antes en mi


vida, jamás, y dudo que vuelva a suceder.

—Estoy pensando que deberíamos salir de aquí. Mi culo se está


congelando.
—Eso me gustaría. —Cierro el espacio entre nosotros, dejando que mis
manos acaricien su pecho—. ¿Sabes qué más me gustaría? Besarte.

Baja la cabeza unos centímetros para que nuestras bocas queden a


un suspiro de distancia.
—¿En serio?
—Siento que hemos esperado una eternidad, ¿tú no?
—En realidad solo ha pasado una semana, Amelia.
Dios, suena tan bien escucharlo decir mi nombre.
El mío.
—Solo una de las mejores y peores semanas de mi vida.

—A veces la anticipación es la mejor parte del juego, ¿no crees? La


expectativa, la tensión que conduce a la gran jugada.

—¿Eso es lo que crees que era esto? ¿Un juego? —Estoy intentando
ser coqueta, pero no creo que vaya muy bien; él frunce su nariz.

—No. No creo que ninguna de ustedes haya sido lo suficientemente


hábil para mantenerlo así por mucho tiempo. En serio eres malísima
actuando. —Agarra mi mano, y siento mariposas. Besa mi frente.
Ugh.
—Vamos. Pongámonos en marcha.
Voy, voluntariamente.

—Tus amigos no van a pensar que esto es una locura, ¿verdad?

Estamos afuera en el amplio porche de la casa de béisbol, a punto de 94


entrar. La mano izquierda de Dante está lista para abrir la puerta, con los
pies apoyados en el umbral, su mano derecha agarrando la mía.
Le impido entrar con un suave tirón, mordiendo mi labio inferior.
—No, ¿por qué lo harían?

—Saliste con una hermana, ahora estás saliendo con la otra —


explico—. ¿No crees que tus amigos van a tener un problema con eso?

—Mi cielo, mis amigos no van a saber la diferencia. Son un montón de


idiotas.
Me sonrojo por el término de cariño. Mi cielo.

—Bueno. Simplemente no quiero que piensen que soy, ya sabes…


sospechosa.

—Nadie va a pensar que eres sospechosa. —Su risa es profunda,


divertida—. En todo caso, pensarán que es jodidamente increíble que
saliera con gemelas.
Resoplo.
—No eres Hugh Hefner… no saliste con nosotras al mismo tiempo.

—Pero lo hice en cierto modo. —Se da vuelta para mirarme, bajando


de la escalinata y atrayéndome hacia su cuerpo, sus manos se deslizan
hasta mi cintura.
—Pero no es como si lo hubieras sabido.
Observo su boca, absorta por sus labios.

—Mis amigos todavía pensarían que soy un cabrón afortunado si se lo


cuento.

—Pensarían que hiciste un trío. —Pongo los ojos en blanco—. Porque


la mayoría de los hombres de tu edad son pervertidos.
—Yo no lo soy.

—Es cierto… ni siquiera has intentado besarme. —Mi barbilla se inclina


con aire de suficiencia en su dirección, levantando mi ceja derecha.

—No querías que te besara, ¿recuerdas? He esperado porque soy un


maldito chico bueno.
—No quería que me besaras porque me gustabas. 95
Sacude la cabeza con perplejidad.
—Eso no tiene sentido.

—No quería que me besaras como Lucy. Quería que me besaras


como yo.

Se mueve para ahuecar mi rostro entre sus manos, pasando sus


pulgares de ida y vuelta por mis mejillas, provocándome hormigueos.
—En serio eres jodidamente linda.

—No, tú lo eres. —Estoy intentando fruncir mi boca entre sus manos,


pero solo termino con labios fruncidos como un pez.

—No vamos a ser una de esas parejas desagradables que no paran


de besuquearse en público, ¿verdad?

—Tú eres el que tiene tus manos en mi cara. —Sus manos grandes,
ásperas y perfectas—. ¿Vas a besarme?
Su rostro se acerca más.
—¿Quieres que lo haga?
—Sí —susurro—. He esperado una eternidad para que pongas esas
zarpas gigantes sobre mí.

No sé lo que esperaba que sucediera cuando nuestras bocas


finalmente conectaran, pero no era esto.
Es mucho mejor.
Cargado.
El lento y deliberado sondeo de su deliciosa lengua es como un sueño.
Húmedo.
Jesús, sabe tan bien, tan jodidamente bien.
Empujo contra su pecho impulsivamente, haciendo que retroceda
hasta que está apoyado contra la casa con un suave empujón, frotándome
contra él.

Las palmas de Dante agarran mi culo, y lo aprietan. Atrayéndome


contra su cuerpo firme, contra su erección, pasando sus fantásticas manos
de receptor arriba y abajo por mi trasero. Firmemente.
Sus labios son generosos. Duros. 96
Suaves.
Podría tragarlo entero.
No es suficiente, ni de cerca.

Estoy tan caliente en este momento, Dios, odio esa palabra, pero es
tan cierto. Quiero arrancarme la ropa para que pueda tocar mi cuerpo, así
yo puedo tocar el suyo. Hemos hecho lo de las tres citas; estoy lista para
llevarlo al siguiente nivel.

Este beso me está arruinando… me pregunto cómo acabaré cuando


de hecho tenga sexo con él.

Cuando finalmente nos separamos, Dante parpadea. Parpadea de


nuevo.
—Vayamos adentro —murmura.

—Está bien —digo sin aliento, el entusiasmo vibra en todas mis células
nerviosas—. Si no crees que tus compañeros de habitación me van a juzgar,
entraré.
—En serio creo que es adorable que pienses que serán capaces de
ver la diferencia… de verdad, jodidamente adorable. —Deja otro beso
caliente en mis labios, dejándome aturdida y sintiéndome fría cuando se
retira para abrir la puerta de entrada—. Además, la mayoría de estos tipos
no están con la misma chica dos veces, así que, ¿quién diablos son para
juzgar?

Están sentados por toda la casa cuando atravesamos la puerta, Dash


empujándome hacia el interior. Nos quedamos parados en la entrada a la
sala, y doy un breve saludo.
—Hola.
—Chicos, recuerdan a Amelia.
Todos se muestran abiertamente observadores, amigables e
interesados. Curiosos, como lo estaría un grupo de niños pequeños.

Un tipo, un gran jugador de béisbol tirado en el medio del sofá, con el


control remoto en sus manos, me mira de pies a cabeza, luego lo hace de
nuevo, arrugando la frente.
—Pensé que habías dicho que su nombre era Lucy.
97
Sonrío, respondiendo antes de que Dante pueda.
—No. Es Amelia. Debes estar confundiéndome con alguien más.
El tipo parece avergonzado.
—Mierda, lo siento.

El dedo índice de Dante me hace cosquillas en la palma a medida


que avanzamos al pasillo.
—De todos modos, estaremos en mi habitación. No nos molesten.

Cuando estamos en su habitación con la puerta cerrada, se gira


hacia mí y dice:
—Esa pequeña mentira se te escapó sin pensarlo, ¿verdad?

—He tenido mucha práctica. —Sonrío, me quito los zapatos, ya


poniéndome cómoda—. Principalmente con miembros de la familia y
algunos maestros desprevenidos en la escuela primaria.

—Ni siquiera pestañaste cuando le mentiste a la cara. Por favor, nunca


me hagas eso.
—Solo me estaba burlando de él. —Agarro el gran brazo de Dante,
apretándolo—. Lo cual sería imposible contigo, ya que puedes
diferenciarnos.

—Lucy dijo que soy tu unicornio. —Se ríe, arrojando su chaqueta sobre
una silla.
Hago una pausa.
—¿Lo hizo?
—Sí. Soy un maldito unicornio.

Las diferencias son excepcionales ahora que sé que ella es una


persona completamente distinta; se destacan como señales de alerta roja.
98
Obviamente, está el cabello y el hoyuelo. Sus cejas están arqueadas
más alto, sus ojos son más agudos. Amelia tiene un aire en ella que Lucy no
tiene; es prudente y considerada.
¿Sus labios? Increíbles.

Se quita la chaqueta, deslizándola por sus brazos, colgándola en la


silla que tengo en la mesa que funciona como escritorio.
¿La verdad? Ahora que la tengo en mi habitación, no estoy seguro de
qué hacer con ella.

Examina el espacio, sus manos sobre sus estrechas caderas,


contemplándolo todo. No hay mucho que ver, solamente una cama, una
mesa, una silla y una lámpara de pie. Lo mínimo indispensable, ni siquiera
una televisión.

Nada que ver, nada que observar, ninguna parte adónde ir salvo a la
cama.

De hecho, solo se trata de una caja beige donde duermo, y ahora


parece que he adquirido una novia que la acompañe.
Tomo asiento en el borde del colchón, las piernas separadas,
recostándome hacia atrás. La observo entretenida con mis cosas. El portátil
está en mi escritorio y las notas adhesivas en la pared sobre éste. Los pocos
libros los he apilado sobre la mesa.
—Es agradable y limpio.
—Soy realmente aburrido. —Suena como una disculpa.
Amelia se da la vuelta. Avanza hacia mí, metiéndose entre mis piernas.
—No lo creo.

Mis manos se deslizan automáticamente hasta su cintura como hemos


hecho un millón de veces, atrayéndola en un abrazo. Entierro mi rostro en su
abdomen plano, acariciando su suéter.

Sus dedos hábiles tironean del cabello negro sobre mi cabeza, luego
bajan por mi cuello, aterrizando en mis hombros. De ida y vuelta, las yemas
de sus dedos presionan los músculos allí.
Se siente como el cielo.
—No creo que seas aburrido en absoluto.
99
Alzo mi cabeza.
—¿No?

—Te encuentro fascinante. Me encantan tus manos grandes. Hacen


cosas increíbles, ¿no estarías de acuerdo?

Mis manos son increíblemente grandes. Las flexiono contra su trasero,


deslizándolas sobre sus nalgas cubiertas de mezclilla.
Ella sigue.
—Y eres amable.
Amable.

Eso es algo que ninguna chica me ha llamado, pero supongo que es


verdad.

Mi nariz se abre paso entre sus senos, y se ríe cuando le doy otra
caricia. No puedo esperar para ver sus tetas, no puedo esperar a tenerla
desnuda.
—Y estás tan excitado como yo.
—Sí. —Mis brazos la rodean, las puntas de mis dedos sujetando el
interior de sus muslos por atrás, el pulgar comenzando a masajear
lentamente la zona—. Te encuentro sexy.

Amelia se muerde el labio inferior.


—¿Crees que nos estamos moviendo demasiado rápido?

Alzo mi cabeza nuevamente. Su boca está allí mismo. Todo lo que


tendría que hacer es alzar mi rostro unos pocos centímetros…
—No hemos hecho nada.
Todavía.
—No. —Sus labios rozan los míos con un gemido cuando mis dedos
frotan el delicado nudo a través de sus vaqueros—. Pero quiero, ¿tú no?

—Sí, pero podemos esperar.

—No creo que pueda. —Sus caderas se mueven.

—Amelia —pronuncio con mi acento—. Quiero que sepas que estoy


dentro. No voy a largarme si tenemos sexo de inmediato. 100

—¿Dentro? ¿Ya, Dante, después de dos citas?


—Tres después de esta noche.

—Puedo vivir con eso si tú puedes. —Su voz sexy vacila—. ¿Tú, eh,
tienes, ya sabes… condones?

—Vivo en una casa repleta de jugadores de béisbol, hay condones


por todas partes.
—¿En tu cajón?
—No. —Mierda—. Tendría que encontrar uno.

—Solo por si acaso, ¿tal vez? —Retrocede—. Soy una planificadora,


muy organizada.
Mi tipo de chica.

—Ya regreso. —Depositando un beso cargado eléctricamente en su


boca, me levanto de un salto de la cama—. Ponte cómoda.
Cerrando la puerta detrás de mí, reviso tres cajones del baño y un
armario antes de encontrar una caja nueva de condones, agradeciendo a
Dios por no tener que ir a la sala y pedir uno.

Ya es lo bastante malo que esté planeando echar un polvo en una


casa llena de mis compañeros.

Con la caja completa de color rosa brillante en mi mano, le doy a mi


puerta un leve golpe antes de volver a entrar.
—Soy yo.
Empujo la puerta.
Me detengo en seco.
Casi dejo caer la caja al suelo, casi la lanzo a través de la habitación.
—Amelia… santo cielo.

Está recostada en mi cama solamente con su ropa interior, los senos


derramándose sobre las copas del sujetador. El material es de encaje,
transparente y negro. Miro fijamente su piel pálida.
Sus hombros se alzan y caen de manera arrepentida. 101
—Dijiste que me pusiera cómoda.

Tenerla desnuda no es exactamente lo que tenía en mente, pero sería


un idiota si discuto y mi madre no crio a un tonto.

Ya me estoy arrancando la camisa del cuerpo cuando me dice:

—¿Tienes una camiseta que me prestes después? Porque estoy


pensando que podría quedarme a pasar la noche.

Me desabrocho los vaqueros, los deslizo hacia abajo más allá de mis
caderas. Los pateo a un lado.

Está apoyada en la cabecera, mirándome intensamente a medida


que me desvisto.
—Nunca conocí a un tipo tan ansioso por estar atado.
Atado, atado a la cama, de cualquier manera, sería feliz.

—Fui educado para estar con una mujer, mi cielo.


Amelia se mueve primero, acercándose a mí a cuatro patas,
encontrándose conmigo en medio de la cama.
—¿Ah, sí?

Coloca la punta de su dedo en el centro de mi pecho, por encima de


mi corazón, arrastrándolo hacia abajo por mi cuerpo. Por mis pectorales
sólidos. Por mi caja torácica. Sobre mis abdominales, rodeando mi ombligo.

Mi polla está dura cuando alcanza la cintura de mi bóxer apretado,


enganchando el material, estirándolo lejos de mi piel. Creo que dejo de
respirar cuando la uña de su dedo roza la cabeza de mi polla, una sonrisa
agradable pegada en sus labios, una expresión neutral educada.
Neutral, excepto por sus ojos.
Esos están brillando.
Depredadores.

Centelleando cuando rodea mi erección con los cinco dedos. La


aprieta suavemente a través del fino algodón de mi ropa interior.

—Me preguntaba sobre el tamaño de esto. —Su voz es un murmullo


bajo y seductor. ¿Su mano? Dándome otro apretón—. Y ahora lo sé. Hmm, 102
tu respiración parece dificultosa. ¿Quieres que pare? ¿Para dejar que
recuperes el aliento?

Sacudo la cabeza como un tonto. Trago fuerte, maldita sea,


deseando mover mis caderas hacia adelante y empujar. Deseando agarrar
su mano para que la apriete alrededor de mi pene palpitante.

—Probablemente sea bueno que estés en tan buena forma. —Me


libera, la muy tentadora, recorriendo mis abdominales con las palmas de sus
manos—. Nunca antes he salido con un atleta. —Pellizca un pezón—. Y tu
piel es tan suave… bueno, excepto por esta piel de gallina.

Aun así, me quedo quieto, sin tocarla, sabiendo que seré


recompensado por mi paciencia.

—¿Sabes lo que me gusta de ti, Dante? ¿Además del hecho de que


eres jodidamente sexy y te ves increíble sin ropa? Me encanta que seas tan
sensato, tan tranquilo.

Amelia se acerca de rodillas hasta que sus senos cubiertos de encaje


me rozan el pecho.
—Nunca he encontrado a nadie tan sexy o atractivo en toda mi vida.

No sé qué es lo que me pone más duro: Lo sincera que es sobre lo que


quiere o el hecho de que no lleva ropa.

Cuando nuestras bocas chocan, una mano se desliza por su columna


vertebral para ahuecar su apretado trasero, y la otra se posiciona detrás de
su cabeza. Nuestros sonidos de besos llenan el aire, de sexy gemidos y
nuestras lenguas encontrándose. Somos un lío apresurado de besos y
abrazos, y cuando Amelia comienza a frotar su coño contra mi polla,
nuestras pelvis frotándose, es hora de estar completamente desnudos.

Ella se me adelanta, alcanza con sus manos su espalda, sus labios aún
succionados por los míos, desabrochándose el sostén de un solo
movimiento. Tira de los tirantes hacia abajo por sus brazos, desechando la
delicada tela negra a un lado de la cama. Alcanza mis manos, poniéndolas
en sus tetas.
En realidad nunca he sido un tipo de tetas, pero acabo de
convertirme en uno de ellos. Se sienten llenas, pesadas en mis manos, mis
pulgares rozando sus oscuras areolas al mismo tiempo que Amelia empuja
la cintura de mi bóxer.
103
—Eres mío —murmura con voz ronca—. Mío.

Nos susurramos todo tipo de mierda sexy en español mientras nuestras


manos exploran, nuestros miembros se entrelazan, cayendo al colchón.
Amelia se relaja debajo de mí, el cabello extendido en mi almohada, lo que
me permite explorar, a medida que ella retuerce mi cabello de forma
soñadora cuando me aferro a su pezón, succionándolo. Arquea la espalda.
Me clava las uñas en el cuero cabelludo, en el cuello.
Me alzo por encima de ella, con el dedo índice ociosamente
moviéndose por su ropa interior, por la parte delantera, con el pulgar
presionando hacia abajo en círculos pequeños y perezosos.
Dando vueltas y vueltas en ese pequeño nudo rosa.
Sus puños aprietan el edredón que cubre mi cama.
—No —jadea—. O me correré.

Mi dedo engancha sus bragas, tirando de ellas hacia un lado, mis


dedos acariciándola.

—¿Quieres que pare, cariño?


—Sí. Jesús, quítate la ropa interior y ponte encima. No lo soporto más.
—¿Te gusta estar abajo? —Es bueno saberlo.

Nos estamos bajando la ropa interior y en un esfuerzo de grupo, me


quito la mía y me pongo un condón. Me pongo sobre Amelia, arrastrando
la dura longitud de mi polla a lo largo de su muslo hasta que ambos gemimos
con anticipación, ambos ansiosos.
Dispuestos.
Listos.

—A-A veces lo hago. —Sus ojos están cerrados, sus dientes mordiendo
su labio inferior.

—Me pregunto algo. —Me inclino y le chupo el lóbulo de la oreja


mientras le susurro—: ¿Realmente crees que te mereces una buena follada?
Sus ojos se abren, sus fosas nasales se dilatan.
—Sí.
Dejo que mi polla se pose entre sus piernas.
—Mierda, no puedo creer que me hayas dejado. 104

Las manos de Amelia tiran de mi trasero, instándome a entrar.


—No vas a sacar ese tema justo ahora.

Pongo una mano entre nosotros, agarrando mi erección, subiendo y


bajando la punta por su abertura, haciéndola gemir.
—Oh, pero lo estoy haciendo.

Cuando ella hace pucheros, girando su cabeza y presentándome la


longitud pálida de su cuello, me inclino hacia delante, y paso mi lengua.
—Ni siquiera ibas a decírmelo, ¿verdad?
—No.
—Eso es muy perverso de tu parte.
—Lo es. —Asiente—. Muy perverso.

—Probablemente no te mereces esto. —Dejo que la cabeza de mi


pene entre la más mínima fracción.
—Pero tú sí. —La cara de Amelia está sonrojada, sus caderas
empiezan a moverse lentamente, los brazos sobre su cabeza. Parece lista
para desmayarse.
—Lo hago, ¿no?
—Sí —sisea, jadeando—. Dios, te sientes bien. Ohhhhh mierda…
Tan jodidamente bien, dentro y fuera.
Dentro y fuera.

Solo la punta, solo la maldita punta, ni siquiera tres centímetros y es el


éxtasis.

Cuando ella gime, tan fuerte que mis compañeros de cuarto en la


otra habitación indudablemente la escucharon, le pongo un dedo en los
labios.
—Shhh.

Saca su lengua y lame mi dedo. Ningún sonido sale de sus labios


cuando gesticula.
—Fóllame. 105
Ambos hacemos un montón de súplicas, jadeos y oraciones a Jesús, a
Dios y a todos los demás mientras estoy enterrado profundamente dentro
de ella, meciéndome hacia adelante y hacia atrás, con los músculos
apretados.

Estamos respirando con dificultad, desesperados y jodidamente sin


alientos.

Mis manos se deslizan bajo su culo cuando me corro, descargándome


en su interior, con la nariz enterrada en la curva de su cuello.

Mi cielo.

Mi paraíso.
Scarlett es siempre la sensata: la
conductora sobria. La planificadora. La
que retiene tu cabello mientras estás
adorando a los dioses del inodoro.

Semana tras semana, visita Jock Row


con sus amigas, la escena de fiesta más
calurosa de la universidad y el caldo de
cultivo para estudiantes atletas. Y si
mantener a sus amigas fuera de
problemas, y a los hombres fuera de sus 106
pantalones, fuera un deporte, ella sería la
atleta estrella.

Ser una bloqueadora de atletas bien


conocida la hace destacarse por todas las razones equivocadas; por lo
tanto solo así, es vetada en Jock Row. NINGÚN CHICO QUIERE A UNA CHICA
A SU ALREDEDOR IMPIDIENDO QUE SUS AMIGOS ATLETAS ECHEN UN POLVO.

“Rowdy” Wade es el campo corto más ardiente del equipo de béisbol


de la universidad… y el bastardo desafortunado que sacó la pajita corta: le
toca mantener a la pequeña Señorita Santurrona fuera de la Casa de
Béisbol.
Pero Scarlett regresa semana tras semana, decidida a entrar.

Jock Hard #1
107

Sara Ney es la autora más vendida de USA Today de la serie How to


Date a Date Douchebag, y es mejor conocida por sus romances sexys y
divertidos del género New Adult. Entre sus vicios favoritos se incluye: café
con leche helado, arquitectura histórica y el sarcasmo bien colocado. Vive
rodeada de colores, colecciona libros antiguos, arte, ama los mercadillos y
se considera a si misma británica.
Knife

Ashtoash EstherC Knife


Alysse Volkov Flochi Leydi Vasco
Blue Genevieve Myr62
DiaNaZ Hill_Araya Ximena Vergara
Kira.godoy
108

LizC, Masi y Nanis

Moreline
109

Vous aimerez peut-être aussi