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El superyó en la neurosis obsesiva
Al leer el historial del Hombre de las ratas, uno de los elementos más llamativos es la
severidad y la dependencia del yo con relación al superyó en Ernst Lanzer. Creo que en la
neurosis obsesiva, el superyó es una instancia que presiona con mucha fuerza el aparato
mental generando sufrimiento.
Por otro lado, esta neurosis pudiera ser “socialmente aceptable”, justo por los mismos motivos,
un superyó exigente que embona con el sistema de normas y reglas. Probablemente en
muchos casos (como el del hombre de las ratas) existe un punto en el que el cierto equilibrio
logrado se rompe y comienza a haber una serie de ideas obsesivas que dominan la mente y la
voluntad evitando que la persona pueda dedicar su energía a otros aspectos que este desee.
Cuando el hombre de las ratas tuvo su primera experiencia sexual, se le ocurrió esta idea
obsesiva: “¡Esto es glorioso! ¡Uno podría matar al propio padre por esto!
El yo se conduce con el superyó, como previamente lo hizo con sus educadores: en forma
obediente, rebelde u obediente y rebelde al mismo tiempo. La ambivalencia del yo hacia el
superyó constituye la base de la frecuente preponderancia de los síntomas religiosos en la
neurosis obsesiva. (Fenichel, O., 2009)
El ambivalente conflicto en la relación con el superyó, se puede observar cuando se da lugar a
una conducta en dos fases. El paciente se comporta alternativamente como un niño malo y
como adicto a una estricta disciplina de castigos. (Fenichel, O., 2009)
La regresión al sadismo anal no sólo ha modificado al yo, cuyo sadismo y ambivalencia ahora
se dirigen tanto al superyó como a los objetos externos. Ha modificado también al mismo
superyó, de manera que este se hace más sádico y ostenta rasgos automáticos y arcaicos,
tales como el de obrar de acuerdo con la ley del Talión y obedecer a las reglas de la magia de
las palabras.
Por ejemplo, el hombre de las ratas creó la palabra Glejisamen, en la que une la palabra Gisela
con Samen (semen), donde se puede comprender que habla del cuerpo de la amada con su
semen, así genera una fórmula protectora con palabras mágicas.
El sadismo del superyó, resultante de la regresión, aumenta tanto más cuanto más refrena el
yo su agresión dirigida al exterior. Cabría suponer que una persona severa consigo misma y
no agresiva hacia el exterior, podría estra refrenando su agresión a causa de esta misma
severidad, pero en realidad, el bloqueo de la agresión es primario y la severidad del superyó
secundaria. El sadismo, al no ser dirigido más contra los objetos, es derivado al interior bajo la
forma de agresión del superyó contra el yo. (Fenichel, O., 2009)
En el caso del hombre de las ratas observamos que sus impulsos agresivos y sexuales se
encontraban sometidos. Aquellos vividos en su infancia, que por un lado se hallaba
sobreestimulado por sus experiencias con las gobernantas, sustitutas de la madre; la
excitación vivida debe haberle provocado una terrible angustia y temor a sus propios impulsos
que sentía desbordarse. También el manejo de la agresión le resultó muy angustiante, por
ejemplo los sentimientos de competencia contra el hermano lo llevaron a disparar en su contra
una escopeta de juguete, asustando mucho al paciente de sus propios deseos, más que al
resultado de la agresión.
La moralidad exigida por el arcaico superyó del neurótico obsesivo es una pseudo moralidad
automatizada, caracterizada por Alexander como la corruptibilidad del superyó. Si el yo hace
una concesión a un impulso instintivo, deberá prestarse a exigencias de expiación; una vez
cumplida esta, el yo puede hacer del acto de expiación como una autorización de embarcarse
en nuevas transgresiones. El resultado es una repetición alternada de actos “instintivos” y
“punitivos”. La necesidad de un relativo equilibrio entre las dos actitudes puede expresarse en
compulsiones de simetría mágica. (Fenichel, O., 2009)
La “corruptibilidad del superyó”, considera la relación económica de que se ocupó Rado, con
nombre de idealización. El cumplimiento de las exigencias del superyó procura al yo un placer
narcisístico que puede traer consigo un regocijo tal que suspende o debilita temporalmente su
función de juzgar objetivamente la realidad y los impulsos. (Fenichel, O., 2009)
Sin embargo, el hecho de que no sea una amenaza de suicidio, es mencionada por Freud,
pues refiere que en la neurosis obsesiva, a diferencia con lo que sucede en la depresión, la
libido del individuo no se halla totalmente involucrada en el conflicto entre el yo y el superyó.
Una gran parte de las relaciones objetales del paciente y esta circunstancia lo protegen del
desastre; el neurótico obsesivo logra expresar efectivamente tanta agresión contra los objetos,
no necesita derivarla contra sí mismo.
Este masoquismo moral parece ser un complemento del masoquismo del superyó con la
finalidad de obtener un permiso de una posterior libertad instintiva. La “necesidad de castigo”
del yo está subordinada a una “necesidad de perdón”, el castigo es aceptado como un recurso
para liberarse de la presión del superyó. (Fenichel, O., 2009)
En el caso del hombre de las ratas se observa de la siguiente manera: Respecto a la dama,
ella tenía que cuidar de una abuela y por tanto no podía estar con él. Deseó que la anciana
falleciera y para él como recompensa-culpa la idea del suicidio.
También cuando su novia fue acompañada en el verano por su primo. Los sentimientos de
culpa le hacían “correr sin sombrero por las calles bajo el ardiente sol de agosto y a subir las
pendientes de la montaña a paso gimnástico, hasta que la fatiga le hacía detenerse bañado
en sudor”, bajo la excusa de una dieta de adelgazamiento.
La conducta social es determinada muchas veces por el respaldo que halla en las seguridades
recibidas de otras personas a objeto de conservar su propia autoestima. Se siente aliviado el
paciente cuando encuentra que otras personas no consideran su culpa tan grave como la ve
él. Por este proceso el temor al superyó se vuelve en un temor a “social”. Esta reproyección
del superyó es encontrada en mayor medida en pacientes con rasgos paranoides, pero en los
obsesivos, este temor social representa el temor de que llegue a fallar su intento de mitigar un
grave sentimiento de culpa. (Fenichel, O., 2009)
Ernst confesó que cuando era adolescente tenía profundos impulsos por hurtar o robar pero
que no comprendía por qué y que iba a la casa de un amigo para que este le reafirmara si él lo
consideraba un criminal. En este ejemplo observamos el reaseguramiento que busca en otras
personas.
“Se haría extender por un médico un certificado según el cual necesitaba, para restablecerse,
de ese acto que meditaba con el teniente primero A., y este se dejaría mover por el certificado
a aceptarle las 3,80 coronas. El azar de haberle caído por entonces en las manos un libro mío
guio hacia mí su elección. Pero conmigo no se podía ni hablar de aquel certificado; muy
razonable, sólo pidió ser liberado de sus representaciones obsesivas”
La culpa del hombre de las ratas es por una deuda impaga, es genuina en cuanto a
sentimiento de culpa (culpa señal) que brota del complejo de Edipo. Pero su contenido, el
motivo de la culpa, se halla desplazado. Un motivo moral (la deuda) es un señuelo que el
paciente pone a su analista para que este lo absuelva. (Ormart, E., 2010)
Ernst menciona en su análisis con Freud que durante la adolescencia tenía intensos impulsos
por la masturbación, también que él no había sido un buen estudiante y que quería ser
considerado como un buen hijo estudiosos, por lo que se colocaba cerca de la puerta con sus
libros a la hora en que llegaba su padre, sin embargo cuando su padre entraba a su cuarto,
Ernst corría a un espejo y se desnudaba y contemplaba sus genitales.
Así, no podía darle satisfacción a su padre. Freud interpreta esto como un caso de prohibición
del desafío de un mandato anterior. Ernst logra recordar que el motivo por el cual lo castigaron
fue por una fechoría sexual, relacionada al onanismo. Así Freud interpreta que era una ruptura
del mandato impuesto durante la infancia que no era aceptado por el Ernst.
En algunos casos resulta evidente que las compulsiones ocupan el lugar de las órdenes del
superyó. Nada importa el hecho de que la orden dada por los padres haya tenido propósitos
de higiene, mientras que el neurótico obsesivo la usa como defensa contra “pensamientos
sucios”. (Fenichel, O., 2009)
Lo mismo vale para las compulsiones que no son sentidas como mandatos positivos sino
como amenazas. El paciente tiene ideas obsesivas acerca de lo que hubiera sucedido de
haber cedido a la tentación. El análisis revela que los actos que deben ser contrarrestados o
evitados tienen un significado instintivo censurable. Representan, por regla general, las
tendencias del complejo de Edipo, deformadas, de un modo muy característico. Los castigos a
que se refiere la amenaza representan o bien el peligro que alguna vez se creyó vinculado al
instinto prohibido en cuestión (peligro de castración o de pérdida de amor), o bien alguna
forma activa de autocastigo que habría de servir para eludir (y reemplazar) la castración o la
pérdida de amor. (Fenichel, O., 2009)
El hombre de las ratas se sentía impulsado a retirar una piedra del camino porque podría
lastimar a alguien, pero enseguida sentía la necesidad de ponerla nuevamente en su lugar.
Razonamientos tales como “Ya te has arruinado con el ejercicio, de modo que te lo tienes
merecido si terminas de arruinarte totalmente con la masturbación”, señalan cómo debe
explicarse una paradoja de que un contenido instintivo pueda ser sentido como un mandato
del superyó. Los síntomas de esta clase representan un compromiso entre la pulsión
rechazada y el amenazante superyó. La pulsión se expresa en el contenido ideacional, y el
superyó en el aspecto de mandato que la deformación ha impuesto al impulso primitivo; así el
impulso se expresa ahora con un carácter compulsivo y punitivo. (Fenichel, O., 2009)
El infantil sujeto a vivenciado vivido a sus padres como figuras integradas con quienes es
deseado identificarse. Pero de alguna manera estos padres han transmitido a sus hijos una
identificación proyectiva por parte de ellos en el sentido que el joven sujeto llegue a realizar
los anhelos que a ellos les estuvo vedado a obtener. Como no es posible para el individuo
hacer retroceder el tiempo, este sucumbe a un sentimiento de culpa, por no haber cumplido a
su juicio consciente con el ideal del Yo que para el habían forjado sus figuras paternas.
(González, A., 1991)
Observo la identificación proyectiva por parte de los padres en Ernst en la situación con la
dama:
Lo que le causa esta confusión no es que desea a su madre, sino el deseo de su madre. El
padre del paciente estaba enamorado de una chica pobre y linda chica a la cual dejó para
casarse con la madre del paciente. De esta manera se considera que la historia de elección
del padre estuvo coloreada por el decir de su madre, y más aún a través de su deseo.
(Schneiderman, S., 1987)
La madre del paciente insatisfecha con el cómo su esposo la desea, desea ser deseada como
imagina que su esposo desea a la otra mujer. Así su madre espera de su hijo las mismas
atenciones que ella asume su esposo le hubiera otorgado a la mujer que era su verdadero
amor. (Schneiderman, S., 1987)
Religión privada
Freud compara esta “religión privada” con las prácticas religiosas, sin embargo en la primera
se pierde la eficacia del sistema simbólico. Se trata de algo que trasciende el deseo imposible,
que obtura toda lógica y que anuncia la incidencia ingobernable de una instancia opuesta al
inconsciente.
En “El yo y el ello”, Freud comienza a hablar sobre la culpa y el anudamiento incipiente entre
Edipo, tentación, culpa y castigo: en la causalidad de la culpa, siempre se revela el nudo
edipiano de incesto y parricidio. (Gerez-Ambertin, A, 1993)
Ideal del yo
El ideal del yo también tiene la función de velar por la satisfacción narcisista del yo, para evitar
que se embargue de atrocidades de consecuencias perniciosas para su preservación. Sin
embargo estos aspectos coexisten con la crítica que es consustancial a esos límites y medida.
Así puede ocurrir que deje de velar por la satisfacción narcisista y se transforma en tenaz
enemigo de la seguridad yoica. (Gerez-Ambertin, A, 1993)
En “Una relación entre un símbolo y un síntoma”, y en referencia a sus casos clínicos, Freud
generaliza la tendencia de los neuróticos obsesivos a degradar la cabeza, u otra parte del
cuerpo del padre, a sus genitales, lo cual convoca, al castigo del obsesivo tanto en las
fantasías como en los actos. Por ejemplo, cuando Ernst piensa que a su padre podría
sucederle el castigo de las ratas.
Conclusiones
Sin duda el superyó es una instancia importante en la psique, nos ayuda a poder socializar y
adaptarnos a nuestra sociedad. Cuida del concepto que tenemos de nosotros mismos y nos
empuja a llegar a nuestros ideales, sin embargo puede tornarse verdaderamente punitivo y
castigador.
Me sorprende la tenacidad que puede llegar a tener, el debilitamiento que puede generar en
las demás instancias. Saber que esta severidad pueda estar relacionada con una posible
identificación proyectiva por parte de los padres es nuevo para mí.
Son interesantes las distintas sintomatologías producidas por la dinámica entre estructuras
psíquicas, las cuales se conjugan con la historia personal de cada paciente. Debido a esto
pienso que es importante comprender de primera instancia al paciente como caso único y
particular, pues a pesar de que por sus conductas pudiera encajar en el diagnóstico de
neurosis obsesiva, finalmente habrá significados y caminos diferentes para llegar a su
comprensión psicodinámica.
Fuentes de referencia
Fenichel, O., (2009) “Teoría psicoanalítica de las neurosis”. Paidos Iberica Ediciones.
Gerez-Ambertin., A, (1993) “Las voces del superyó”. Estudios de Psicoanálisis, Editorial Manantial.
Buenos Aires, Argentina.
Gonzalez, A., (1991) “Imagos paternas en la elección de patología”. Gradiva Vol. V, No. 1
Ormart, E., (2010) Revista Psicoanálisis y el Hospital, Universidad de Buenos Aires. Número
especial: “Responsabilidad e imputabilidad”. N°38. Artículo: El lugar de la culpa y el superyó en el
circuito de la responsabilidad.
Schneiderman, S., (1987) “ Rat Man” New York University Press