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8La caridad nunca deja de ser: mas las profecías se han de acabar, y cesarán las
lenguas, y la ciencia ha de ser quitada; 9Porque en parte conocemos, y en parte
profetizamos; 10Mas cuando venga lo que es perfecto (griego: teleios), entonces
lo que es en parte será quitado. 11Cuando yo era niño, hablaba como niño,
pensaba como niño, juzgaba como niño, mas cuando ya fui hombre hecho, dejé lo
que era de niño. 12Ahora vemos por espejo (griego: esoptron), en obscuridad;
mas entonces veremos cara á cara: ahora conozco en parte; mas entonces
conoceré como soy conocido. 13Y ahora permanecen (griego: menei – de meno)
la fe, la esperanza, y la caridad, estas tres: empero la mayor de ellas es la caridad.
“La caridad nunca deja de ser” (v. 8a). Ahora Pablo contrasta el amor (la
caridad) con tres dones espirituales – profecía, hablar en lenguas, y la ciencia (o la
sabiduría). El amor nunca termina, pero la necesidad por dones espirituales es
temporal. Aquí Pablo está pensando de manera escatológica (del fin del tiempo –
la Segunda Venida de Jesús). En este versículo, contrasta lo que experimentamos
en este mundo con lo que podemos esperar una vez realizado completamente el
reino de Dios.
En el próximo capítulo Pablo deja claro que la profecía es un don más grande que
el don de hablar en lenguas (14:1-5). No obstante, cuando llegue el reino de Dios
no hará falta la profecía. En este mundo los profetas revelan la voluntad de Dios a
los seres humanos. En el reino de Dios, conoceremos la voluntad de Dios sin la
ayuda de los profetas.
Lo mismo será verdad del hablar en lenguas y, particularmente, de la ciencia
revelada. Estos dones se relacionan con el revelar y establecer la voluntad de
Dios. Son importantes en este mundo pero irrelevantes en el próximo, donde
conoceremos la voluntad de Dios por completo.
“Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como
niño, mas cuando ya fui hombre hecho, dejé lo que era de niño” (v. 11). Sería
posible leer este versículo como un regaño hacia los cristianos corintios que no
han dejado “lo que era de niño.” Pero Pablo no pretende castigarlos. En vez,
contrasta el mundo que conocemos ahora (que experimentamos como criaturas
espirituales) con el mundo que está por venir (que experimentaremos como gente
espiritualmente madura). Una vez que llegue esa Nueva Era las cosas que ahora
nos parecen importantes (como la profecía y la ciencia) perderán completamente
su importancia.
En los días de Pablo, sin embargo, los espejos generalmente estaban hechos de
metal, y los reflejos que la gente veía no estaban tan claros. Se pueden encontrar
espejos así en los servicios públicos de los lugares de descanso en las carreteras.
Agencias estatales instalan este tipo de espejo, no porque provee un reflejo de
alta calidad, sino porque resisten mejor el vandalismo que los espejos de cristal. Al
menos se puede ver si uno está despeinado. Ciertamente no proveen el reflejo
exacto al que estamos acostumbrados a ver en nuestras casas. La próxima vez
que vea un espejo así, piense en este versículo.
Cuando Pablo dice que vemos “por espejo en obscuridad,” quiere decir que el
entendimiento espiritual que tenemos ahora es solo un reflejo inexacto de lo que
experimentaremos en la edad que está por venir. En esa nueva era no veremos en
obscuridad, como en los espejos de baja calidad, sino cara a cara.
Esto puede entristecernos – pensar que ahora estamos tan limitados en nuestra
visión espiritual. Sin embargo, nos ayudaría pensar de otra manera. En los
momentos cuando la luz de repente nos ilumina espiritualmente, nos sentimos
maravillados y alegres. Recordamos esos momentos, y tratamos de compartirlos
con los demás. Queremos que otros disfruten de lo que hemos visto. Imagine,
entonces, como será la edad que está por venir cuando Dios nos permita ver todo
claramente. Seremos como las personas cuya vista queda de repente restaurada
después de una operación de cataratas. Nuestra visión espiritual pasará de una
imagen borrosa una perfectamente clara.
“ahora conozco en parte; mas entonces conoceré como soy conocido” (v.
12b). De nuevo, Pablo contrasta lo que experimentamos ahora con lo que
viviremos en la Nueva Era. Ahora conocemos imperfectamente, pero en el
porvenir Dios revelará plenamente los misterios espirituales. De la misma manera
que Dios nos conoce completamente ahora, en el porvenir, nosotros también
conoceremos a Dios plenamente.
Parece sorprendente que Pablo espere hasta el final de este capítulo de amor
para presentarles la fe y la esperanza. Su única mención de la fe hasta el
momento ha sido anotar que “si tuviese toda la fe, de tal manera que traspasase
los montes, y no tengo caridad, nada soy” (v. 2). No ha mencionado la esperanza
en ningún momento.