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http://repunomada.blogspot.com/2019/02/la-atormentada-desorientacion-de-la.html
Repu-nómada: reflexiones en el recodo del camino, domingo, 10 de febrero de 2019
Un blog de Ángel Ruiz Téllez, glosando un libro suyo, ha tenido mucha repercusión en
las redes: https://rafabravo.blog/2019/02/02/leones-por-corderos/
Está bien escrito, y tiene reflexiones sugerentes. Pero entra dentro de una corriente de
opinión que descalifica excesivamente (a mi juicio) las consideraciones sobre suficiencia
de recursos, sobrevalora (a mi juicio) las posibilidades de ensayar alternativas desde la
iniciativa personal del médico, y finalmente, subestima (a mi juicio) los peligros de
métodos que utilizan incentivos potentes sobre el control de frecuentación.
Menos por más… menos carga por más tiempo clínico, pasa a ser una atractiva terapia
paliativa, aunque el margen se vaya saturando al cabo de un tiempo. Es humanamente
comprensible; incluso, es probable que tenga algo de verdad… que no sea simplemente
una falacia autogenerada por la desesperación.
Otra cosa es que haya que hacer “más de lo mismo”: aquí sí que vienen bien ideas nuevas
(o viejas pero que han estado fuera de nuestro elenco por su presunta falta de factibilidad).
Algunas más fáciles: desburocratizar… pero bien formulada: que todo lo que pueda el
médico delegar a otro componente del equipo, sea delegado de forma sistemática y firme:
incluido el reforzamiento de personal administrativo, de auxiliares de enfermería, de
personal o servicios de apoyo.
Con este criterio, el de que el médico haga de médico, podemos seguir la ruta de
empoderamiento en relación a los otros especialistas de los hospitales. Algunas ideas son
más fáciles de concebir que de implementar (y ya se han pilotado e incluso desarrollado):
el internista de referencia, que ya se ha experimentado, para facilitar la gestión de la
fragilidad; el replanteamiento de las estrategias ante las grandes residencias de
ancianos…
Otras son menos aceptables a priori: el médico de familia (y el pediatra de AP) deben ser
los únicos que puedan escribir en la receta electrónica. Estamos a punto de padecer una
eclosión de tratamientos en paralelo: cuando los especialistas se animen a meter recetas
en el sistema, las comorbilidades y morbilidades se confundirán en un festival de pastillas,
al cual difícilmente se podrá poner coto con el término “conciliación”.
¿Por qué no hacer como los británicos?; la interconsulta al especialista acaba con una
amable carta interna al generalista, aconsejando un tratamiento… que luego es prescrito
por el médico de primaria; o, si se trata de un alta después de una hospitalización,
concluye con un informe interno para recomendar tratamiento, y … un pequeño stock de
medicación para los días que tarde en contactar con su médico general…
Junto con esto, muchas otras medidas posibles; que deberían pilotarse, pero con decisión
y claridad de idea, y voluntad real de generalización. No se trata de hacer más de lo
mismo; pero lo cierto es que hacer cosas nuevas exige abrir holguras que aporten más
grados de libertad.
Habrá que pensar en (al menos) tres acciones de acompañamiento: calidad de empleo,
atractividad económica, y mejoras laborales.
c) Las mejoras laborales son muy importantes: que el día a día sea funcional y
adaptable: lo ya comentado de delegar en personal auxiliar y administrativo, y
emancipar a la enfermería de cuidados de proximidad (en ciudades); pero también
expandir y mejorar los medios materiales, para contar con espacios para organizarse
con jornadas flexibles.
Como he intentado dibujar, hace falta decisión política, asignación de recursos, y mucha
planificación. Además, gestión y autogestión. Pero no sólo valen recetas de manuales de
gestión. No creo que la mera apelación a más recursos o, alternativamente, a mayor
autonomía de gestión, vayan a ser suficientes para promover un salto cuántico de la mala
situación actual.
Mi padre fue un médico internista, que cambió el hospital por un consultorio (luego centro
de salud). Aunque su plaza era de cupo, consiguió que le dejaran un despacho toda la
mañana… y aún así, no conseguía procesar toda la demanda que se le generaba cada día.
Venía agobiado por la idea de que algo importante se le podía haber pasado entre tanto
paciente, tanto síntoma, tanta queja y tantos papeles a rellenar. Sólo pedía tiempo clínico
neto para estar con los enfermos practicando la medicina.
Quizás, por eso, a los médicos de atención primaria que hoy asisten impotentes a una lista
impresionantes de pacientes cada día, no soy capaz de predicarles que “aprendan a
gestionar su demanda”; esa indicación, anclada en una visión de aristocracia clínica o
gestora, además de injusta es insuficiente e ineficaz; sólo genera ansiedad, no soluciones.