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1, 1997: 39-51
ISSN: 0798-9598
RESUMEN
El presente trabajo pretende dar una visión global de las pruebas
penales en el enjuiciamiento criminal venezolano. El desarrollo
de la investigación aborda un estudio generalizado acerca de la
puesta en práctica de cada una de las pruebas penales y la apre-
ciación que de las mismas se tiene en la praxis tribunalicia.
Igualmente se ofrecen ciertas propuestas para la mejor puesta en
práctica de las mismas, tanto en lo que a su valor probatorio se
refiere como a la posición del juez y las partes frente a estas.
De la misma manera, se hace referencia a la importancia de la
sana crítica como un elemento con el que cuenta eljuezfrente al
sistema tarifado que contempla la normativa adjetiva penal.
Palabras claves: Pruebas penales, Valoración de las pruebas, Proceso
Penal, Debido proceso.
ABSTRACT
The present work is pretenda global vision about the penal evi-
dence in the venezuelan judicial proceeding. The development to
this investigation discuss a generalized study about the practice
of everyone of this penal evidences and the estimation that this
evidences in the judicial routine.
On the other hand, it offer any proposal to the best application
that this evidences about the probatory values, the judge and the
part position across that this process way.
In the same way, it reference the importance of the critica[ heal
as an element to take in consideration by the judge across the ta-
rifed sistem contemplated the penal adjetive rule.
Key words: Penal evidence, Evidence values, Penal proceeding.
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también sabemos que órganos del control formal cometen dichos abusos en
"aras" de obtener la confesión, en la práctica, pareciera que el expediente
mejor instruido es aquel que contuviera una confesión, aunque fuera obteni-
da por medios violentos.
Se hace verdaderamente necesario, en la búsqueda de la mejor aprecia-
ción de la prueba de confesión, que el juez practique además todas las dili-
gencias necesarias a fin de adquirir el convencimiento de la verdad de la
confesión y de la real existencia del delito, de esta forma se podrá elevar la
confesión al carácter de plena prueba. Cabe resaltar que al menos en las le-
yes, se observa que la confesión carece del valor probatorio decisivo que an-
tes se le atribuía, esto es, que frente a ella el juez penal no queda exento del
deber de continuar la investigación, hasta el punto que él mismo podría apar-
tarse de la confesión, declarándola deficiente, falsa, etc., en suma, la confe-
sión no exime al magistrado del deber investigar la verdad real.
En la praxis, se ha comprobado que las confesiones pueden no ser cier-
tas, sino que ellas pueden obedecer a las más variadas razones, lucro, desvia-
ción de la investigación para dar tiempo al culpable de ponerse a salvo, el
deseo de liberarse de interrogatorios atormentadores, etc., sin embargo en la
experiencia tribunalicia se observa un gran interés en la obtención de la con-
fesión, principalmente porque, en primer lugar, el juez al tener una confe-
sión por parte del procesado, se siente más seguro de dictar una sentencia
condenatoria; en segundo lugar, el juez según su criterio no estaría realmente
condenando al indiciado, sino que el mismo imputado es el que ha confesa-
do contra sí, por lo tanto él mismo se ha inculpado a través de su propia con-
fesión, y por último, en cuanto a la sociedad y a la opinión pública que se
siente satisfecha ante la condenatoria de un indiciado confeso.
Una de las disposiciones más controversiales referente a la prueba de
la confesión, la encontramos en el artículo 248 del Código de Enjuiciamien-
to Criminal, el cual establece que "la confesión extrajudicial y la rendida
ante las autoridades de policía judicial, no podrá apreciarse sino como un in-
dicio más o menos grave, según el carácter de la persona que la hizo y los
motivos y circunstancias en que se encontraba y que pudo tomar en cuenta",
esta disposición está referida a los efectos probatorios de la confesión extra-
judicial. Obviamente, este tipo de confesión no tendría el mismo valor, sino
que la misma, deberá ser apreciada sólo como un indicio, aunque en la prác-
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tica forense resulta que en gran cantidad de casos, es esta la guía por la que
se rige el juez para su decisión definitiva, transformándose en un fallo con-
denatorio en perjuicio de aquel que sin estar en la mayoría de los casos bien
asistido, se vio en la necesidad de rendir declaración fuera del recinto del tri-
bunal y de forma forzada, cuando lo correcto es que su valor probatorio de-
penderá de si la misma ha sido otorgada ante un funcionario legalmente ca-
paz de dar fe de ella. Es notable resaltar, que aquí se evidencia un acto noto-
riamente inquisitivo, ya que los funcionarios policiales buscan a toda costa
que el indiciado reconozca su responsabilidad en el hecho delictivo que es
investigado, pareciendo desconocer que esta declaración en principio debe-
ría ser un instrumento que aquel pueda hacer valer en su defensa y no una
confesión que ellos buscan sea hecha siempre en su contra.
"La desnaturalización de la declaración informativa rendida por ante el
Cuerpo Técnico de Policía Judicial, se convierte en un elemento evidente-
mente probatorio con que se pretende demostrar la culpabilidad del acusado
e impedir su defensa material. Esto, es un típico resabio que sobrevive en la
práctica procesal de muchos países latinoamericanos, una típica expresión
del sistema penal subterráneo" 2 . Este hábito además de tener apoyo de los
propios órganos de control, es también justificado por la opinión pública que
en medio del sentimiento de inseguridad ciudadana las aprueba, de esta for-
ma queda justificada para ambas partes "la necesidad de la confesión" del
detenido. Sin embargo, han sido muchas las legislaciones que se han pro-
nunciado sobre lo que son considerados como métodos de interrogación
prohibidos, definiéndolos como los obtenidos menoscabando la libertad de
decisión y asumiéndose a priori la culpabilidad del interrogado, ya que en
ningún momento el interrogatorio tiene por objeto tratar de buscar la defensa
del indiciado, sino que se dirige únicamente hacia los probables motivos que
tuvo para cometer el delito.
Obviamente es desconocido para muchos de los que trabajan en la ad-
ministración de justicia penal, lo contenido en el artículo 8 de la Convención
Americana, el cual expresa que: "la confesión del inculpado solamente es
valida cuando ha sido hecha sin coacción", al respecto Zaffaroni asevera que
"argumentar que no hay razón alguna para presumir que los funcionarios po-
liciales coaccionan al declarante, es una ficción ridícula en cualquier país
del área. En el plano jurídico y conforme a la sana crítica, cabe responder
Acerca de las pruebas penales 45
que es de presumir que ejerzan algún género de coacción de los que son en-
cargados de investigar y esclarecer los delitos y el exceso de celo que pue-
dan poner en su función los inclinaría siempre a ejercer cierta presión en di-
cha obtención" 3 . Todas estas manifestaciones son evidentemente contrarias a
las normas del debido proceso y a los derechos humanos en general, apare-
ciendo una dicotomía entre la defensa de la sociedad, por una parte y la de-
fensa de los derechos del indiciado, que se ven limitados durante la investi-
gación, y más específicamente durante la obtención de la confesión. En
nuestro proceso penal, la declaración informativa tiene fuerza probatoria
mientras no se desmienta en el debate judicial, la confesión extrajudicial y la
rendida ante las autoridades de policía judicial es estimada en la mayoría de
los casos más que como un indicio, como una verdadera confesión, aferrán-
dose los jueces firmemente a ella al momento de tomar su decisión, al res-
pecto opina Zaffaroni que, "estos parecen desconocer que la declaración que
rinde una persona privada de libertad ante una autoridad que no es el juez y
sin asistencia o control de letrado, no tiene ninguna garantía respecto de que
no se haya violado el derecho a no ser obligado a declarar contra si mismo.
Si esta manifestación fue formulada en forma auto-incriminatoria, no puede
tener valor confesorio" 4 .
Otra prueba contemplada en el Código de Enjuiciamiento Criminal es
la prueba de la inspección ocular. Esta conserva íntegro su valor probatorio
de la etapa sumarial a la plenaria, sin necesidad de ser ratificada. Las con-
clusiones de esta prueba, que es acordada de oficio o a petición de parte du-
rante el término probatorio y en cualquier ocasión en que el Juez lo conside-
re conducente, subsisten en todo su vigor mientras una prueba en contrario,
y en especial otra inspección ocular no las haya debilitado o destruido.
A pesar de que es una prueba de carácter eminentemente objetivo, su
apreciación depende en gran medida de la forma en la que esta es analizada
y percibida, es de gran importancia la impresión sensorial del juez, que es la
que en definitiva orienta la prueba y las conclusiones de la misma.
En cuanto a la inspección ocular en la parte sumaria del juicio, la ley la
denomina reconocimientos oculares, que no son otra cosa que los reconoci-
mientos policiales hechos por los órganos de instrucción, a cuyos resultados
los jueces se apegan mucho y que según el mismo código, en el único aparte
del artículo 251 se establece que harán plena prueba en el juicio, sino hubie-
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policiales como meros indicios, esto es, tarifar las declaraciones como indi-
cios solamente a instar a los jueces a aplicar la sana crítica para el análisis de
los mismos. Por otro lado, se propone no tomar en cuenta aquellas declara-
ciones rendidas durante la detención policial debido al poco poder convic-
cional del funcionario, debiendo ser estas declaraciones analizadas igual-
mente bajo el criterio de la sana crítica. De igual modo no debe dársele valor
probatorio a la confesión obtenida por tortura, apremio, amenazas o cual-
quier violación del derecho a la defensa y los derechos humanos. En cuanto
a la valoración se debe dar libertad de convicción al juez y no dejarlo estan-
cado en el sistema tasado de las normas legales.
Respecto a la prueba de testigos, se propone encuadrar dentro de las re-
glas de la sana crítica el caso de la declaración de los testigos que aunque
hábiles no sean contestes, al igual que en los casos del careo judicial.
En relación a los indicios, debe dársele el carácter de plena prueba
cuando provengan de hechos o circunstancias indiscutibles, esto es, que deri-
ven su origen de una premisa mayor y de un hecho directo ya comprobado,
nunca de otro indicio.
Considerar que no debe haber dudas entre los conceptos de presuncio-
nes o indicios, ya que la propia ley los diferencia y les da carácter propio a
cada uno.
Por último, los indicios deben ser analizados lógica y racionalmente
por las reglas de la sana crítica y a la vez darles valor de plena prueba, cuan-
do se desprenda según sea el caso del indicio mismo o cuando así lo esta-
blezca la ley.
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