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• Concepto:
• Clasificación:
• Modo de cumplimiento:
La obligación de dar no se circunscribe sólo a la simple entrega de la cosa. Pesan también sobre el
deudor otros deberes de conducta que se ubican en el periodo anterior al cumplimiento y que están
orientados, precisamente, a posibilitarlo.
El deudor debe observar dos deberes fundamentales: conservar la cosa en el estado en que se
encuentra y entregarla en el lugar y tiempo pertinentes.
Ambas conductas son decisivas para que pueda ulteriormente realizar eficazmente los actos
materiales necesarios para esa entrega.
Los gastos de conservación pesan sobre el deudor y los de recibo de la cosa, en principio, sobre el
acreedor.
El deudor debe entregar la cosa con los accesorios indispensables para posibilitar la utilidad tenida
en cuenta conforme a la intención expresa o implícita de las partes y a la naturaleza de la
obligación, aunque se encontraren momentáneamente separados de la cosa principal al tiempo de
contraerse la obligación.
Es una aplicación lógica del principio lo accesorio sigue la suerte de lo principal.
Los usos costumbres de cada lugar pueden constituir una pauta de suma importancia para
determinar el carácter accesorio de una cosa en supuesto controvertidos.
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El art. 756 dispone que el deudor deba entregar la cosa “en el lugar y tiempo estipulados, o en el
lugar y tiempo que el juez designare, cuando no hubiera estipulación expresa”.
Respecto del lugar de cumplimiento, se debe estar a lo convenido por las partes. En defecto de
convención, la norma parecería dejar librada su determinación al juez. Otra interpretación del art.
756 con el art. 747 del cod. Civil conduce a una solución diferente: el lugar de pago será aquél
donde se encontraba la cosa al momento de contraerse la obligación, solución por otra parte
obligada en materia de inmuebles, y en su defecto en el domicilio del deudor.
En lo que respecta al tiempo de pago, habrá que tener en cuenta si se está frente a un plazo
determinado, cierto o incierto, o indeterminado tácito o propiamente dicho.
Las cosas deben ser entregadas al consumidor en forma tal que utilizadas en condiciones normales o
previsibles de uso, no presenten peligro alguna para la salud o para su integridad física y espiritual.
Cualquiera de las partes tiene derecho a requerir la inspección de la cosa en el acto de su entrega. Si
la cosa es recibida sin reservas, se presupone que es de la calidad adecuada y que no tiene defectos
aparentes, en los casos en que el acreedor hubo de haberlos conocido mediante un examen adecuado
a las circunstancias.
Encontramos tres grandes sistemas dentro del derecho comparado: el sistema romanista; el sistema
consensualista francés y el sistema de inscripción registral constitutiva que, con algunas
particularidades, encuentra aplicación en Alemania.
Según esta antigua concepción, para que opere la constitución de derechos reales por acto entre
vivos, salvo en materia de hipoteca, es menester la presencia de dos hechos productores: el titulo y
el modo.
El titulo es el acto jurídico que establece la voluntad de enajenación del derecho por una parte y de
su correlativa adquisición por la otra. Del titulo surge la obligación de transferir o constituir el
derecho real. La locución titulo suele ser empleada, también, con otra acepción: para designar al
instrumento en que se encuentra volcado el titulo-causa.
El modo está dado por la tradición de la cosa. La tradición es el hecho material de entrega de la
cosa, que voluntariamente realiza el tradens que se desprende de ella y de recepción, igualmente
voluntaria, por parte del accipiens que la recibe.
➢ Sistema de adquisición de los derechos reales por el solo consentimiento. El sistema francés:
El antiguo derecho francés adopto el sistema romanista del titulo y del modo. Con el tiempo fue
atemperándose notablemente, ya que si bien formalmente se requería la tradición de la cosa, en los
hechos tal exigencia se daba por cumplida con una mera tradición fingida, en la que el
transmitiente declaraba en la escritura que se daba pro privado de la posesión y que el comprador
quedaba investido de ella. Esta cláusula se denomino dessaisine-saisine.
El código de Francia consagró tales ideas al disponer en su art. 1138: la obligación de entregar la
cosa es perfecta por el solo consentimiento de las partes contratantes. Ella hace propietario al
acreedor y pone los riesgos a si cargo desde el momento en que la entrega hubo de tener lugar,
aunque la tradición no se haya efectuado, siempre que el deudor no haya sido constituido en mora,
en cuyo caso los riesgos de la cosa siguen estando a su cargo.
Conforme al sistema consensualista, para que opere la mutación real es menester una sola causa: el
consentimiento de las partes, a diferencia de la teoría del titulo y del modo, que constituyen si polo
opuesto, y que requeriría de dos causas: el titulo y el modo.
En materia de cosas muebles e inmuebles rige el sistema consensualista, con lo que el derecho se
transmite entre partes por el solo consentimiento. Pero par que sea oponible a terceros, en materia
de cosas muebles es menester la tradición de la cosa. Por ese motivo, si el vendedor vende la cosa
mueble y no hace entrega de la misma, el tercero de buena fe que posteriormente contrata con aquel
y la recibe, es pretejido legalmente y tiene derecho a oponerse al derecho de dominio del
comprador.
En materia de inmuebles la solución del código es deficiente. Ello determino la sanción de la ley
hipotecaria de 1855 que creó el registro inmobiliario. En 1955 se introdujo una nueva reforma al
sistema francés: se estableció un fichero inmobiliario, y se ordenó inscribir en el registro la
transmisión de derechos reales sobre inmuebles, para que ella tenga efectos frente a los terceros.
Se consagra de tal modo un régimen de inscripción registral declarativa, que permite calificar al
sistema actual de consensualista mitigado.
Ello significa que el derecho real se transmite entre las partes por el solo consentimiento y genera
efectos respecto de ellas y de ciertos terceros que tienen conocimiento efectivo del acto a partir de
ese momento.
La inscripción registral no constituye el derecho real, ni es un componente estructural del mismo. El
derecho real nace con el solo acuerdo de voluntades; aquella sólo lo publicita, tornándolo oponible a
terceros.
➢ Sistema de adquisición de los derechos reales por la sola inscripción registral constitutiva. El
sistema alemán:
El sistema germánico clásico estableció otra forma de publicidad en materia de inmuebles: la de los
registros.
A todo inmueble se le abre imperativamente una “hoja” donde se asientan todas las mutaciones
reales y además inscripciones a él relativos.
La registración es constitutiva, por lo que los efectos entre las partes y respecto a los terceros sólo
se producen desde el momento de la inscripción.
El sistema alemán presenta, además, una característica particular: distingue entre el acto causal y el
acto abstracto de registración.
El acto causal es el negocio jurídico (compraventa, donación) y carece de virtualidad constitutiva
de derechos reales.
El acto abstracto se da a través de la intervención del Estado, que otorga el acto causal su
“investidura”, a partir de la cual opera la transmisión del derecho real.
En tanto el acto causal es un acto que genera obligación, el acto abstracto de transferencia que se
otorga con la intervención del Estado es el verdadero acto de disposición.
Tratándose de cosas muebles, en principio, rige el sistema romanista del titulo y el modo.
Vélez consagró claramente el sistema romanista del titulo y del modo, tal como surge en el art.
577: antes de la tradición de la cosa, el acreedor no adquiere sobre ella ningún derecho real. Vélez
expuso las razones para seguir ese criterio y a apartarse drásticamente del sistema consensualista
francés calificándolo de lesivo contra el derecho hipotecario.
En nuestro sistema el titulo, como se ha dicho, está dado por el acto jurídico (contrato) que genera
la obligación de entregar la cosa para transferir el derecho real.
Ese titulo, tratándose de derechos sobre inmuebles, requiere su instrumentación por escritura
pública (1184). El modo (tradición) cumple una doble función en casi todos lo derechos reales: una
función constitutiva del derecho real, porque sin él cualitativamente no se configura (577) y otra,
igualmente importante, de publicidad, que permite hacer cognoscible el derecho ante los ojos de los
terceros y considerarlo erga omnes.
En materia de derecho real de hipoteca el sistema de nuestro código es distinto.
Allí no puede aplicarse la teoría del titulo y del modo, ya que no media desplazamiento de la cosa
hipotecada, que permanece en poder de su propietario. En la hipoteca sólo hay titulo, el que resulta
suficiente para que opere la existencia del derecho real de garantía aunque con efecto limitado a las
partes y a quienes tomaron real conocimiento de dicha relación. En cambio, para que el derecho real
de hipoteca ya constituido sea oponible a terceros se exige la necesaria inscripción registral. La
inscripción registral de la hipoteca no es modo, pues carece de toda incidencia para la constitución
del derecho. Este ha nacido con el titulo.
Este sistema de inscripción registral declarativa es, en cuanto a su concepción, muy similar al que
adopto la legislación francesa en materia inmobiliaria, y al que habría de consagrar muchos años
mas tarde entre nosotros la ley 17801 de manera generalizada para todo derecho real sobre los
inmuebles.
➢ inmuebles:
La ley 17711 introdujo una trascendente reforma en esta materia al reformar el art. 2505: la
adquisición o transmisión de derechos reales sobre inmuebles, solamente se juzgará perfeccionada
mediante la inscripción de los respectivos títulos en los registros inmobiliarios de la jurisdicción que
corresponda. Estas adquisiciones o transmisiones no serán oponibles a terceros mientras no estén
registradas.
La reforma del ´68 consagro en materia de adquisición o transmisión de derechos reales sobre
inmuebles un sistema de inscripción registral declarativa, bastante próximo al adoptado en Francia.
No se ha abandonado el sistema del titulo y del modo para la constitución del derecho real sobre
inmuebles.
Esto lleva a que alguna doctrina califique a nuestro sistema actual como de titulo y modo mitigado.
En consecuencia, existiendo titulo y modo se adquiere el derecho real, el que produce efectos entre
las partes, sus herederos, y también respecto a ciertos terceros que han tomado conocimiento del
acto, por ejemplo el escribano, los testigos del acto. Pero para que produzca sus efectos erga omnes,
será siempre menester la inscripción registral.
Muy poco después de sancionada la ley 17711 se advirtió un vacío normativo que existía a partir de
la nueva disposición contenida en el art. 2505.
Como consecuencia de ello se sanciono la ley 17801 de creación del registro de la propiedad
inmueble.
➢ Muebles:
Síntesis comparativa:
Derechos reales entre las partes:
Sistema. Argentino. Francés. Alemán.
Título y modo
Muebles. Consensualista. Título y modo.
(traditio).
Título (art. 1184) y
modo (trad.).
Excepción: hipoteca Inscripción registral
Inmuebles. Consunsualista.
(sistema constitutiva.
consensualista
mitigado).
• Efectos entre las partes de la obligaciones de dar cosas ciertas para transferir o constituir
derechos reales:
En cuanto al riesgo de la cosa y riesgo del contrato, riesgo significa contingencia o probabilidad de
un daño y, en un sentido mas especifico, estar una cosa “expuesta a perderse o no verificarse”. El
riesgo siempre implica un estado de incertidumbre, de inseguridad.
Suele distinguirse entre el riesgo de la cosa y el llamado riesgo del contrato.
El riesgo de la cosa está dado por la contingencia de que la cosa pueda perderse o destruirse y se
traduce en la correlativa aniquilación de su valor económico y en el extinción de los derechos reales
sobre ellas constituidos.
Así concebida, la noción de riesgo comprende todos los posibles accidentes fortuitos que afecten la
existencia material de la cosa, sean ellos intrínsecos o extrínsecos, y que produzcan como efecto su
perdida o deterioro.
La noción de riesgo de contrato tiene un sentido más amplio y comprende el valor de la cosa dentro
del contrato y el valor económico de los derechos y facultades que cada parte ha adquirido en virtud
del mismo.
La perdida debe producirse después de la constitución de la obligación, pues si fuese anterior, ésta
no existiría por falta de objeto. Concebida con estos alcances, la perdida de la cosa determina un
supuesto de imposibilidad de pago.
El deterioro presupone una situación de menor gravedad que la pérdida. En él la cosa experimenta
una alteración en su estructura que, sin alterar su esencia, disminuye su valor económico.
Es preciso que exista una modificación intrínseca en la estructura de la cosa. Si la cosa disminuye
su valor de mercado por razones extrínsecas, no hay técnicamente deterioro.
Existen supuestos en donde puede resultar dificultoso distinguir si ha habido pérdida o deterioro,
pues la cosa no se destruye totalmente pera la incidencia del hecho negativo es de tal entidad que la
desnaturaliza, haciéndola inapta para su destino.
Todo dependerá de las circunstancias del caso concreto, de la valoración que se realice del impacto
negativo económico y funcional que ha experimentado la cosa y de la incidencia que ello tenga en
la relación obligacional integralmente considerada.
➢ Aumento y mejoras:
Las causas que pueden provocar esa alteración en la estructura de la cosa, que incremente su valor,
son dos: los aumentos naturales y las mejoras.
Son aumentos naturales aquellos que experimentan intrínsecamente la cosa como consecuencia de
la acción directa y exclusiva de la naturaleza.
Tal lo que sucede con ciertos supuestos de dominio por accesión que se dan cuando alguna cosa
mueble o inmueble accediere a otra por adherencia natural o artificial, como en el caso del aluvión y
la avulción.
Son mejoras las alteraciones estructurales de la cosa que incrementan su valor y que provienen de la
conducta del hombre.
Tanto los aumentos como las mejoras alteran intrínsecamente la cosa y, como consecuencia de ello,
producen un incremento en su valor. La diferencia entre uno y otro está en su génesis: hecho de la
naturaleza (aumento) o conducta del hombre (mejora). No hay aumento o mejora en sentido estricto
cuando sin experimentar alteración en su estructura, la cosa incrementa su valor por circunstancias
extrínsecas.
El régimen legal está dispuesto por el art. 582: si la cosa se hubiere mejorado o aumentado, aunque
no fuese por gastos que en ella hubiere hecho el deudor, podrá éste exigir del acreedor un mayor
valor, y si el acreedor no se conformase, la obligación quedará disuelta.
Clases de mejoras:
En cuanto al régimen legal, existen mejoras resarcibles cuando se trata de obligaciones de dar cosas
ciertas para transferir o constituir derechos reales. El deudor tiene que conservar la cosa tal como se
encontraba el momento de gestarse la obligación (1408). Debe, por ende, abstenerse de realizar
modificaciones en la misma. Este principio reconoce una excepción: las mejoras necesarias.
➢ Frutos. Clasificaciones:
Los frutos son “cosas nuevas que regular y periódicamente produce una cosa existente, sin
alteración ni disminución de su sustancia”. Se distinguen de los productos en cuanto éstos siempre
producen una alteración sustancial del bien.
Puede suceder que el deudor de un obligación de dar una cosa cierta para transferir o constituir
derechos reales, obrando de mala fe, se obligue también respecto de otras personas (terceros) a
cumplir similar prestación. Tal lo que sucede, por ejemplo, cuando vende la misma cosa a distintas
personas que la adquieren de buena fe.
Tal situación genera un inevitable conflicto entre distintos acreedores a la entrega de la cosa que
debe ser resuelto.
La mayor parte de la doctrina sostiene que se trata de una acción de nulidad del acto jurídico por
objeto prohibido. El negocio jurídico impugnado se encuentra en pugna con la regla del art. 953 en
cuanto tiene por objeto en hecho destinado a perjudicar a terceros. Tal situación es apta para
provocar su nulidad.
Quedan siempre salvo los derechos del acreedor cuya pretensión resulte frustrada a demandar la
indemnización pertinente por el daño sufrido. Se aplican los principios generales de la materia.
La entrega no está orientada a transmitir o constituir in derecho real sino a restituir la cosa a su
dueño (obligación que asume el locatario de restituir la cosa al locador al término del contrato).
En éste caso el dueño de la cosa es el acreedor a la restitución.
➢ Pérdida y deterioro de la cosa debida:
➢ Aumentos:
El art. 588 dispone: si la cosa se mejorare o hubiere aumentado sin que el deudor hubiese hecho
gastos en ella o empleado su trabajo, o el de otro por él, será restituida a su dueño con el aumento o
mejora; y nada podrá exigir el deudor.
➢ Mejoras:
La cuestión está regulada por los art. 588, 589, 2427,2440 y 2441. Dichos artículos regulan
situaciones distintas. Los dos primeros se refieren a la relación entre el acreedor y el deudor
derivada del titulo preexistente (contrato) que impone la obligación de restituir (comodato,
locución, deposito).
➢ Frutos:
El art. 590 dispone: los frutos percibidos, naturales o civiles, pertenecen al deudor, poseedor de
buena fe. El deudor que hubiese poseído de mala fe, está obligado a restituir la cosa con los frutos
percibidos y pendientes, sin tener derecho a indemnización alguna.
Para determinar la pertenencia de los frutos debe atenderse a la buena o mala fe del deudor en la
posesión de la cosa fructífera. La buena fe en la posesión se presume, por lo que corresponde al
acreedor probar la mala fe. La mala fe del deudor puede ser originaria o sobreviniente.
Es posible que el deudor de una obligación de dar una cosa cierta para restituirla a su dueño,
constituya otra obligación relativa a la misma cosa, respecto de un tercero.
El acreedor a la restitución que vea frustrado su derecho, puede reclamar al deudor la reparación
integral del daño sufrido. Sin aplicables los principios generales.
El art. 600 dispone: si la obligación fuese de dar cosas ciertas para transferir solamente el uso de
ellas, los derechos se reglarán por lo que se dispone en el título “del arrendamiento”.
Si la obligación fuere para transferir solamente la tenencia de la cosa, los derechos se reglarán por
lo que se dispone en el título “del depósito”.
En realidad, en ambos supuestos la obligación de dar una cosa cierta tiene por finalidad transmitir la
tenencia de la cosa, que en un caso comprenderá el derecho de usarla (locación) y en el otro no
(depósito).
La remisión efectuada por el codificador a los títulos del arrendamiento y del depósito ha merecido
críticas:
La obligación de transmitir la tenencia para el uso y goce de la cosa o solamente su guarda, no se
agota sólo en los casos previstos del arrendamiento y del depósito, sin que abarque otros contratos
que cumplen similar finalidad, como el comodato e, inclusive, las normas que reglan la situación
del tenedor de la cosa.
También se ha observado que el art. 600 por cuanto una regulación general de este tipo de
obligaciones no puede ser objeto de reenvío a la fuente de la cual emanan (contrato de locación y de
depósito, respectivamente).
• Concepto:
Son obligaciones de dar cosas ciertas inciertas no fungibles (a menudo denominadas de género)
aquéllas cuyo objeto está designado sólo por el género y por el número de individuos pertenecientes
a dicha especie que deben entregarse. Por ejemplo: la obligación de entregar dos automóviles cero
kilómetro, marca honda civil, modelo 99; o la obligación de entregar tres perros pura sangre de raza
“mastín napolitano”, de tres meses de edad.
La nota distintiva de las obligaciones de género es la fungibilidad de las cosas que integran el
género, entendida dicha locución con el alcance que surge del art. 2324: son cosas fungibles
aquellas en que todo individuo de la especie equivale a otro individuo de la misma especie, y que
pueden sustituirse las unas por las otras de la misma calidad y en igual cantidad. La fungibilidad no
depende de la naturaleza de la cosa sino de interés de las partes y es evidente que, desde esta
perspectiva, la función económica y jurídica de estas obligaciones sólo puede concebirse tratándose
de cosas fungibles.
Lo más notorio es que pierde de vista que el carácter fungible o infungible de la cosa no depende de
su naturaleza sino de la intención de las partes, intención que puede ser inferida de propia
naturaleza de la relación obligatoria integralmente considerada e, inclusive, de la función
económica que ésta cumple.
La diferencia entre las dos especies de obligaciones genéricas que trata el código no transita, de tal
modo, por una cuestión de fungibilidad o infungibilidad de la cosa. En ambos casos, y más allá de
la impropia técnica empleada, se trata de cosas fungibles.
• Caracteres:
• Elección:
• Concepto:
El art. 606 dispone: la obligación de dar cantidades de cosas es la obligación de dar cosas que
consten de número, peso o medida.
Dado que no existen diferencias cualitativas con las obligaciones de dar cosas inciertas no fungibles
(ambas son obligaciones de género) se rige por principios similares a aquéllas.
Estas obligaciones requieren de un acto que permita la plena determinación del objeto debido. El
acto de individualización se materializa en la actividad de contar, pesar o medir lo adeudado por el
deudor (609).
A partir de dicha individualización de las cantidades adeudadas se produce la concentración y la
obligación queda sujeta al régimen previsto para las obligaciones de dar cosas ciertas.
La individualización tiene el carácter de acto bilateral y, consecuentemente, requiere de la presencia
e intervención de ambas partes al tiempo de contar, pesar o medir las cantidades adeudadas.
• Efectos:
• Pérdida y deterioro:
➢ Obligaciones de dar cosas ciertas con el fin de constituir o transferir derechos reales: