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-Eres bella, demasiado bella como para mí.

- Le recitaba como un poeta


intimidado, ella era la chica más dulce del mundo. Deslicé mi mejilla en la
suya y me besó y yo no lo esperaba
-No puedo, empiezo a sentir algo y no puedo.
-Hey, acaso no te gusta, nena.
Volví a cogerle la cintura y acariciar su rostro, hacia algo de calor y para mi
incluso parecía una estación etérea, asesinada por nuestra indómita
presencia. Ella era demasiado bella. Me enamoré al verla, Almudena.
-Voy a tomar mi tequila reposado aunque te molestes.
-Oye no.
-Sí. Tú no me ordenas. Nadie me ordena, absolutamente.
Bebí el resto que quedaba del líquido dorado y lo lancé al mar. Estabamos
en barranco, bajo el sol y las callejuelas rústicas y pintorescas. La miré
luego de pasar el trago y de la arenilla del mar me senté al lado de sus
ojitos profundos y oscuros, oscuros como de muchacha adicta a
metanfetamina o cocaína, y ese aspecto físico era lo que más me
encantaba de Almudena.
-A mi me gusta que me obedezcan -dijo mirándome fijamente- si quieren
estar conmigo así es como decido las cosas.
-Ya, te haré caso ahora porque estoy en deuda contigo.
-Sueltate el cabello.
-No, hoy día no lo lavé y se verá mal.
-Hazlo -y me miró de nuevo fijamente, observé su peculiar forma de
convencer a los chicos o chicas, con su mirada juguetona y como si fuera
de la nobleza y pudiera decidir si alguien muere o vive. Una epistola
romana, sus ojos de drogadicta y su malicia nunca anticipada. Ella era
imprevisible, no se podía deducir la suma de factores de conductas ni
inducir a algo que ella no quisiera, y ella me quería a mí en ese instante.
-¿Por qué me besaste? Sabes que nadie me besa así desde Julio.
-Callate, no me importa -y recostó su cabeza en mi hombro. Miré al mar y
recordé a la frase de la Gaya Ciencia, “vivir en el mar, en esa bella
monstruosidad", recorde. Vivir en peligro y a la deriva, quizá. Pensaba en
Claudia y luego en la dirincri. Dos días antes estuve en el calabozo acusado
de hurto agravado junto a Renato. ¡Maldición! La puta fiscal se reía de mí
pericia, ella decía que le regalaron poco antes un Huawei valorizado en
dos mil soles, y los perros policías atentos a la vomitiva conversación.
Tenía tantas ganas de meterle un balazo a todos esos hijos de puta.
Pensaba en ello y en sus besos. Me empujó con suavidad y me dijo que
tenía hambre.
-Joder, chica, estoy misión, tuve que pagar mi fianza como 1500 soles de
mis ahorros. Tengo 20 soles, si gustas te invito una hamburguesa. ¿No?
Habrá eso por aquí. Sabes que no conozco mucho estos lugares finos.
-Pa eso robas?
-¿Qué? A veces las cosas se van fuera de control.
-Mira, si alguien sale conmigo también me gusta que me inviten cosas.
-Ahora no tengo nada. Un imbecil pituco me denunció por quitarle su
celular. Chibolo de mierda.
-Ya,
Estoy jodido y asqueado, no sé que voy a hacer ahora por mi vida, no sé
que dirección tomaré. No tengo dinero, no tengo apoyo, apenas una casa
techado de calaminas, abandoné la universidad, pues no creo en la ley ni
sus sagrados fundamentos para regir la vida social. No sé que mierda haré.
Claudia me dejó por tener esta actitud. A mi me gusta robar a los
supermercados, así logro subsistir, al menos sin lujos y sin miseria. No soy
histriónico, en este aspecto, solo un individuo que se arroja al ocio antes
que a la formalidad de un trabajo repudiable. No me siento digno, el
trabajo no dignifica a nadie. El trabajo es la base que se sostiene este
nauseabundo y sádico sistema económico. Y yo que me creo, o hacia
donde iré. Con mi arte encontré varios amigxs que les ha gustado este
arte. Considerando que en una jornada de una hora se ahorra por lo
menos 60 soles en gastos. Aquí, en Lima Perú se gasta como mierda para
hacer un almuerzo y desayuno a la familia. No sé que mierda haré ahora.
Necesito dinero para sobrevivir.
Mi vida cambió estrepitosamente cuando viajé a España.
-Iremos vestidos con terno, maletines y una biblia azul, apariencia de
testigos de Jehová. Berenice tú estarás sonriente y con un faldón largo
cargando la torta de regalo, les regalaremos por día de San Valentin, día
del amor. El carro debe estar atento a nosotros, cuando apenas
ingresamos a su entrada, Antonio tú lo reduces al primero y lo empujas
hasta adentro del inmueble. Yo cojo la pistola también y los obligó a
callarse, Alonso debe ingresar en ese instante y ayudarnos a minimizar
cualquier intento de auxilio. Los que estén allí cerca los reúnes , Antonio y
amenazas. Berenice tendrás que cooperar y tapar sus bocas con la cinta, y
amarrar sus manos con alambre, deberás calmarlos, que no se asusten
demasiado, asegurales que nadie les hará daño a ellos ni sus hijos, no te
inmunes ante cualquier reacción. En 30 segundos todos los miembros
deben estar indispuesto, mientras Alonso va bajando uno a uno cosas de
valor.
-Mano, aquí te explico la estrategia y nos mandamos.
-Ya, queda, vamos. Necesito monedas.
Yo quería divertirme un poco más y explorar esa sensación de recuperar
lo que te han robado desde el nacimiento. Quería esa desconocida pasión
por el crimen, por las acciones directas, por atacar a la sociedad,
desarrollar ese sentido singular de todo rebelde e insumiso individuo que
se suicida en el abismo, toma el primer cuchillo, expropia su propia vida,
rompe cadenas temporales, aspira y es más astuto que las normas que
nos aprisiona como cárcel y el tedio oxígeno perdido, un gran vacío del
puto aburrimiento, hedor de insignificancia. Nada saludable, cara misma
de su miseria, la ciudad, la civilización y sus hijos. Antonio ya hacía esto
como actividad lúdica y económica, le gustaba y las expresaba en hip hop.
Lo tenía poco de conocer a Antonio, ya nos sacábamos de vista por los
locos borrachitos de Galvez. La gente ya conocía mi artimaña de los
licores, sabían y no hablaban nada, lo asumo, nunca me molestó algún
patrullero y no creo que lo hagan por tal pantomima, 20 soles o ganarse
un problema, si uno cuando delinque es inteligente, puede alcanzar
mayores ingresos, depende pienso yo, de la valía y las que los motivan.
Antonio no era esa clase de ladrón que trabaja con la policía de soplón. Le
dije de frío por la red, para ir a ganar en los súper un par de botellas. Él
conociendo las habladurías, pues aceptó y ganamos. Días antes yo había
vendido ropa y gané cerca de 200 soles. Se me hizo tarde y cogí un taxi al
lugar donde quedamos, él no se esperaba ello y subió, nos saludamos y le
parché coca, conversamos sobre robos ocurridos recientemente o
ejemplos de algunos para analizar detalles, posibles lugares, personas y
palabras. Jalamos más chamo y caímos donde Kenny, la barbería tattoo de
su causa Diego, un tatuador, decían es habilidoso. Nos invitaron María,
explicaba el nuevo diseño para expropiar licores de nuevo y fue efectiva.
Antonio activo y con sus ojos en mil pensamientos, en diversos escenarios,
quizá.
-Al grano, yo hago esto y no te pierdo de vista, me anteponga de ti a la
hora de cruzar los detectores antirrobo, y te libras – Antonio captaba su
rol y asentía muy serio e inmutable.
-Nada más, algo muy sencillo y ganamos buen trago.
-Queda, mano.
Estoy preocupado, quedan pocos días para el atraco a la casa de cambio,
posee las mejores características para una operación de un modus
operandi diferente y extraño a los expuestos en las cajas de retraso
mental , un modus más dibujado, más artístico; qué diría Thomas
DeQuencey, yo escribía un subtítulo, La expropiación considerada como
una de las bellas artes, aunque sin fundamentos para esgrimirla. Siempre
he carecido de la fuerza para defenderme a cuchillo limpio y pulcro
músculo. Hasta que Antonio me invitó a expropiar celulares, uno de los
mejores hobbies que me abrazó, el crimen me abrazó otra vez en mi
soledad y frustración. Él también estaría frustrado, al caminar la árida
sábanas de calles violentas de los Cubanos, se mostro dubitativo.
-Mano, tengo miedo de morir.
-¿En serio? -pregunté sorprendido, lo conocía poco y lo cierto es que él no
teme a morir.
-Que tal si después de la operación uno de esos locos nos dispara a
quemarropa, puede haber mucho dinero en ello y las traiciones nunca
sobran.
-Mierda! Eso es posible. Por eso hay que chambear los dos nomas, que
ellos nos sustenten equipos. Tampoco quiero morir ahora.
Antonio volvía hacia sí asustado y bueno, lo imaginé caminando con su
expresión pendenciero y timador, un estafador que es tu mejor amigo.
Cruzando una vereda, desaparece y escucho un sonido de bala, y luego un
señor mayor caminando abrazando de los hombros a un muchacho, sería
él luego de la estridencia.
Tengo algo de miedo, y él puede cagarme, quizás, es difícil conocer la
interioridad de un individuo. Cogí mi mochila, me bañé y llamé a Renato
para explorar otras posibilidades, Antoni dio visto bueno a la casa que se
ubicaba al lado de un banco y a 1 cuadra de una comisaría menor y a 3 de
la comisaría principal. Caminando encontré un lugar, tomé lorazepam y un
volt, necesitaba relajar los nervios, pensar plácidamente para los detalles
perfectos ,las mentiras perfectas. Se ubicaba a 4 cuadras de la av.
Principal, donde se ubica un banco, varios casinos, cambistas y otros
agentes de banco, esta casa está alejada del bullicio. Es perfecta, sé que
los demás cómplices de las flores del mal, el vicio lumpen darán visto
bueno. Y tengo miedo. No de morir, sino de ser traicionado.
Quiero faltarle el respeto a la historia, quiero faltarle el respeto al
conocimiento, a la literatura, a lo existente, escribiré desde mi ruina y
abriré un camino incierto al inevitable abismo; lo odio, inevitablemente,
me satura, me enerva, me pulverizó la capacidad de generar, de crear,
poco a poco este monstruo vivo te cocina, te descuartiza y te obliga a
caminar como musulmán (el legado fascista). Voy a faltarles el respeto a
todos escribiendo mi ignominia, mi ignorancia. Nunca culmine ninguna
carrera profesional o técnica
La primera vez que supe de las andanzas de Antonio fue por una denuncia
en video publicado en un grupo masivo del Facebook, estuvo expuesto
ante las pequeñas pantallas de celulares de cientos de ciudadanos
modestos y dignos que reportaban y opinaban, con un gran temple, sus
agudas miradas críticas contra los tipos como Antonio, considerado el
enemigo de su bienestar, enemigo de su ciudad, enemigo de su progreso.
Antonio había trepado el muro de una casa, abrió con fuerza la puerta,
ingresaron sus cómplices armados y desvalijo los aparatos ajenos de
adentro, con tino y una conducción inconsciente y creativa, junto a
cómplices armados. Parecía que él lideraba el proyecto. Un sagaz y joven
delincuente, yo me reía al ver el video, inspeccione su Facebook personal
y hallé sorpresas, el muchacho tenía talento de rapero, escritor y
mujeriego.
-Pudiste terminar en la carcel. Que quemado eres, loco.
-Pude arreglármelas, mano. No pasó a mayores. -Nos reimos y se sirvió un
trago de vodka.
Sandro poco después entabló amistad con Antonio, me contó. Antonio
vendía cocaína y tenía buenos “contactos", me informó Sandro. En esas
fechas que rompimos amistad, Sandro lo contactó, nunca me dijo si quería
robar junto a él, asumo que salían a lanzar y jalar chamos. Buen olfato
tenía Sandro para vincularse con Antonio, joven pulcro envuelto en la
ilegalidad, yo veía un potencial para nuestros planes.
-Habla mano, vamos a ganar un par de tragos, te enseño la técnica.
-Ya, manito.
El presidente de la república trasmitió el mensaje: “una cuestión de
confianza”. El cercano a la mafia fujimorista debía tener el interés de
cerrar el congreso y minimizar sus funciones e imponer el ejecutivo como
una dictadura de tinte democrática, pero al fin y al cabo dictadura. ¿Y la
delincuencia? Sería duramente reprimida.
-Toma, prueba mi coca, Antonio, me dices qué te parece. Tengo dos
clientes y me sale a cuenta comprar para mi propio consumo.
Antonio sonreía, perfil carismático de potencial estafador, esa fue mi
primera impresión. El auto sucio se deslizaba en estas pistas d
En Aramburú impregnaron mis huellas dactilares en una máquina de
reconocimiento, manejado por un especialista, tomaba mis manos con
sigilo y algo de menosprecio, presionando cada yema de mis dedos sobre
un frágil estante de vidrio que despejaba láser violeta; detrás de mí habían
hombres con aspecto tenebroso y duro, uno podría ser un exconvicto, du
rostro no podía evitar un gesto de indiferencia, su piel trigueña se hacía
gris. “Viejos hamponez", pensé. Todos querían huir de este impecable
edificio y sus soldados vigilando, y nuestros pecados salidos del horno, y
del techo blanco llovía, sangre o culpa. Yo no encajaba en el perfil de lo
rutinario en este lugar. Tomaron mi orina, fotos mías de frente, de lado,
de todos los años oxidados en mis ojos, mis párpados cansados; mi cabeza
giraba en recuerdos vagos, cuando robaba con mis camaradas,
tomábamos un fino trago. Mi familia lastimada, yo ensimismado, nadie en
ese edificio me entendía y qué más daba, los especialistas y policías de
mierda cumplían su asquerosa función: desfilar a individuos inadaptados,
adjuntar disidentes y presentarlas en cartas monstruosas a la ley y sus
defensores, diagnosticarnos. Pasé de Aramburú al calabozo, Josué
cercioro sus dudas, supo de inmediato que era la primera vez que me
tomaban huella.
-No te preocupes, vas a salir de aquí, hurto simple tienes hasta 5
oportunidades. Descuida, loco.
Josué y demás estaban acostumbrados a esa celda, yo no. Yo me
consideraba un expropiador motivado por mi rechazo a toda la sociedad
tecno industrial, capitalista, antropocentrista y mediocre en su totalidad.
Asqueado y aburrido cogía mi “mentirosa” , iba a robar. Antonio fue mi
maestro, maestro criminal. En la celda volvían mis recuerdos como golpes
planetarios, llamé a Almudena para pedirle perdón por faltar a nuestra
cita.
-Perdoname, nena. Estoy en la celda con mis nuevos amigos. No te
miento, te paso a uno, escúchalo.
-Callate, idiota. No quiero saber más de ti.
-Hola, tu novio es de la conchasumare. -Josue intercedió por mi con la
típica voz de pastelero. Más la asustó
-Eres idiota, ya la cagaste, Daniel. Estuve esperándote.
Quería escuchar Héctor Lavoe en casa de Alonso y con su papá desvalijado
todos esos piscos, quería volver a España, comida rápida con mis sobrinos,
mi prima y mi tía, volver a mis círculos de lectura y debate, quería volver a
mi cama y dormir con mis perros. Malditos policías, por la fuerza, las leyes
y sus instituciones podían decidir quien iba a la cárcel. ¿Por qué ellos rigen
la ciudad y asaltan sus comercios? Yo me cuestionaba más atado en la
celda y Josué bromeaba con el “tunche”, este era un empedernido con
apariencia horrible, desojaba sus cabellos y sus dientes por cada pedazo
de pasta que fumaba. El otro muchachito llevaba una semana encerrado y
debía cumplir quince días, posesión de drogas. Y yo seguía
cuestionandome y más odiando esta repungnante sociedad, quería volver
a robar con más odio, y deseaba por encima de cualquier cosa asesinar a
esos policías de mierda. (Los anarquistas en Lima deberían empezar a
expropiar. Malditos cobardes.) Regresar a Perú, a la decadencia y el bajo
mundo me arruinó la vida, y no me arrepiento. Cuando me siento
apuñalado hasta la médula me echo en mi cama, trago lorazepam, leo
poemas, Artaud, Bukowski, Kafka y escribo algunos textos miserables. Esa
era la diferencia con mis cómplices de esta acera perdida, ellos volvían a
robar y gastaban en discotecas o mujeres, yo me volvía a mi interior, a mi
purgatorio y mis náuseas, acuchillaba la realidad con unos lápices viejos y
volvía a dormir. Pero ahora dormiste en sábanas meadas, al lado de
cucarachas y malolientes cubos de basura y mierda. Recordé a Claudia,
cuando me terminó, a buena hora. Y mis canes, mis chicos. Me tragaba las
lágrimas. Maldito Antonio, reía a mi mismo, ya voy a salir mañana y les
propondré un buen robo bien estudiado. Seguimiento e inteligencia, una
casa de cambio, mínimo.
-Perdoname, Daniel. Te quiero, hermano.
Sandro se disculpó delante de Limber, se oía angustia, bromazepan,
tabaco y sabía a Jaggermeister, nuestro licor favorito. Limber no
reaccionó. Al menos reconoce su error, pensé.
-Yo no soy tu viejo, Sandro. No volveré a tolerar algo así.
Sandro cogió la botella y bebió vasos enteros.
Visité muy temprano a Alonso, “buenos días señito", siempre con mucho
cariño me saluda su mamá. Los platos, la cocinita humilde, los utensilios y
el reflejo del techo de calaminas en concordancia con el barrio árido. Aquí
manda el hampa, del cielo llueve sangre cada período de tiempo.
-Alonso, tengo tres celulares, entre Samsung J6, J4 y un Huawei. Vendelos
a los amigos de tu flaca, te cae tu propina.
-Ya, mano. ¿Has desayunado?
Desayunamos y le conté mi hazaña. Una amena conversación, Alonso se
notaba orgulloso, dado que me lancé al mar, a la bella monstruosidad.
Crimen o muerte. Nos reíamos de los rostros de esos pitukos miedosos.
-Si esos huevones estarían aquí se morirían de espanto.
Ya teníamos a un compañero más en nuestra lista negra de la anarquía.
Así le llamo yo. Por no decir crimen en lugares abiertos o redes, preferiría
llamarle anarquía. Hace mucho deseche el concepto muerto de anarquía
como sinónimo de una sociedad igualitaria y de justicia social, esta en el
cementerio purgando a los féretros y haciendo lista de cuantos idiotas
cavan su propia tumba.
-Hasta morir, Alonso. Pero ahora planifiquemos un golpe de escala
profesional. Robar celulares no tiene muchas ganancias.
Saludé al pequeño Flavio, mi sobrino tan grande y bello, reposando en su
cuna. Estefani ocupada preparando su siguiente desayuno. Le pedi libros a
Alonso y me retiré. Alberto Camus, La Peste, la reelere.
-Tienes que devolvérmela. Los libros no se roban. -Me dijo Alonso
riéndose.
Me coloqué mis audífonos y seleccioné Hector Lavoe, Juanito Alimaña.
Viajé del barrio más peligroso de Villa a mi casa, cantando en mi mente:
“.. saca su cuchillo sin preocupación, dicen que le entreguen la
registradora, saca los billetes, saca un pistolón..”

Con mis gatos y perros viejos, aullándole a la luna, revolcándonos en los


cerros florecientes de trechos verdes, salud por esos días de oxigeno
salvaje, mis compañeros felinos y famélicos, y caminamos con pie firme
hacia el abismo, niños indómitos, paso a paso a la nada empuñando un
arma. Recordamos que el Estado no asegura ni administra el bienestar
social, concepto caduco, nos repugna este aparato de total control de
nuestras vidas, odiamos a la policía bastarda, nos amarga, nos asquea,
nos causa náuseas. También somos rescatados de la podredumbre de las
míseras calles y su maloliente basura, como perros abandonados del
océano podrido humano, nos rescató la nada, la guerra, la cueva de
murciégalos sedientos de sangre humana. Salud por esos días de violación
a la ley, salud por esos días de robo a mano armada a los hijos del
capitalismo. Salud, conchasumare.
CAPITULO 19
-¿En que estás pensando, amor? Estas con una carita. Una carita de niño
triste. -Claudia me miraba a los ojos frotándome la mejilla.
-Mañana mi sobrina cumple 16 años. Hace 6 años no la veo. Desde que
regresé aquí. -Conteste mirando y no mirando la película El Padrino.
-¿Por qué no la visitas? Ah cierto, el pasaje es costoso.
Claudia muy delicada me seguía mirando y aguardó silencio. Le pedí ver mi
película favorita. Le besaba con fuerza en la escena de Michael vestido de
militar presentado a Katy a sus hermanos, “así te presentaré a mi familia,
bebé.”
-Es una espina que guardo, mi sobrina, la recuerdo acomplejada e incapaz
de familiarizarse en su aula. Te dije que ella posee un IQ más desarrollado
de lo normal, y peor allá en España, rodeada de niños mediocres que
carecen de problemas.
-Pero para ti todos los países son mediocres.
-Inevitablemente, sí. Quizá debí quedarme allá y acompañarla.
Michael planificaba su venganza contra Sollozo y el policía corrupto.
Mientras Claudia me besaba y abrazaba intentando consolarme.
Decidimos vernos el 15 de febrero y no el 14 por mi insistencia en no
celebrar fechas consumistas. Claudia vestía su provocativo short jean,
asistimos al concierto en la playa ubicado en Conchan. Alonso y Limber
deambulaban libando alcohol, saludaron cordialmente con un aire de
sobriedad a Claudia. Una marea de gentes de color negro y música
estruendosa inundaban nuestro espacio. La arena y la cerveza también
nos invadía.
-Mi sobrina puede leer un libro al día o en dos, creo. Me superó -reí
orgulloso- yo solo leo lo que quiero.
-Y qué hace ahora, además de la secundaria.
-Su familia la está luchando para que ingrese a la universidad de una ves.
Mi tía, su abuela, piensa que yo también nací con capacidades superiores
a la normal.
-Sí, amor. Eres muy inteligente pero no sabes aprovecharlo. No quieres
aprovecharlo.
-Este maldito sistema no merece mi inteligencia. Publicare mi libro y
estaras orgullosa de mi, nena. Mi familia también.
La hundí en mi cuerpo y mis cabellos largos. No importa cuánto tiempo
pase, yo estaré esperándola, pensaba. No importa cuánto debo pagar por
mis errores, yo los enmendaré aunque me cueste mi existencia.
CAPITULO 6
Regresé a Perú, un país pobre que me vomitó entre su cúspide de la ruina
total, en contexto de pantomimas y espesos pantanos monstruosos:
democracia y progreso post dictadura, ignorancia, progreso y civilización,
educación para obedecer, violencia normalizada e indiscriminada; dicen
los viejos que Fujimori fue su peor catástrofe, y otros enanos del cerebro
que lo alaban aún conviviendo con su propia estupidez, cualquier gobierno
se volvía un estupefaciente y una morgue, los forenses nos anotaban
como recursos más, administraban nuestros cuerpos para su fábrica.
-Y qué vas a hacer allá, Perú es el submundo. Quédate y estudia.
Los gusanos de su democracia no solo eran los gobernantes, también los
gobernados y estos últimos son tan igual de peligrosos que los primeros.
Democracia o suicidio, pienso. Te rebelas o te mueres. Una muerte lenta y
cargada de normalidad como pólvora directa a la sien, y nadie pero nadie
podrá percibir los plomazos. Y yo regresé aquí luego de vivir en España,
Andalucía, Sevilla, Huelva, ciudad donde Colón partió a la supuesta
conquista, envolvió su arma y canjeo tierras, cuerpos y culturas por oro. Sí,
yo camine con mi sobrina en el altar en la parte principal de la ciudad, una
esfinge en honor a Colón, íbamos directos a la biblioteca y sus calles llenos
de los repulsivos europeos engordando con plástico. Desde el sur al norte,
planetas a galaxias enteras, de una mínima noticia por la tv o el terror de
morir por la complaciente paz social, de la tierra al mar y de los ricos y
pobres, todo estaba dentro de una dominación absoluta, todo está
dispuesto para engordar al leviatán y sus pútridas leyes, y obediencia,
normas, trabajo, formación, familia tradicional; en todos los rincones
autoridades, en todos los parajes de recursos o minados de
contaminación: aquí huele a policías, en la corrupción y la delincuencia, en
la administración de empresas y en cualquier acto humano, consagrado
por la ley, vayas donde vayas estaría regido por un mandatario genocida,
por dioses y valores asquerosos. Cada pedazo de tierra, de luna y de sol
pertenecían a la sociedad tecno-industrial, al Estado, al capitalismo, al
especismo y su peste antropocéntrica; en consecuencia, la rutina era un
completo asco, da estupor y coletazos a la desobediencia, hedor de
cámaras de videovigilancia, tránsito del burgo, hospitales, colegios,
cárceles y ciudadanos soplones, cámara de gas y fiestas patrias.
-A esta sociedad solo le debemos venganza. Matar o morir, compañeros.
Cogí mis malditas maletas y tristemente me despedí de mi madre, yo no
sé cuantas personas de mi alrededor comprenderían que solo me
abrazaba la literatura en medio de todo este progreso asesino.
-Por lo salvaje, por lo indómito y por todo lo desconocido, ataque
indiscriminado contra la sociedad genocida, compañeros.
Le prometí que algún día transformaría su aspecto distante y trágico a
enorgullecerse de mi, su único hijo. Me despedí de mi tía, mi sobrina y mi
prima.
-Hoy asaltaremos la casa de cambio, no habrá mucha seguridad en las
calles, fiestas patrias. Estos policias asquerosos estarán cantando a su
putrefacta bandera.
El avión tropezaba con nubes y turbaba su viaje lineal, el cielo cargado de
humedad, polvorín y smock, <Cuídate, Azucenita, pero debo ir a conocer
mis limites, a ensuciarme en el abismo.> mi asiento daba para la ventana,
Madrid se veia como hormiguitas revueltas, tragué lágrimas y caí del avión
muy por debajo del subsuelo planetario, caí al infierno, al oscuro y
profundo enigma, donde Lucifer era su propio Dios, su propio individuo
dueño de sus pecados y su redención. El primer rebelde, según Bakunin.
<Bakunin de mierda, Alonso, buscado por todo Rusia, me echaba vasos
enteros de alcohol> Existe 3 formas de existir, según el escritor: en
alcoholismo, en rebeldía o religioso, siglo 19 y el retraso mental florecía.
Portador de luz en latín, el demonio se apoderó de mi.
-Ya nos veremos en un par de años, Azucena.
Cuando desperté ya me encontraba en tierras peruanas, así como en la
calle, dentro del avión a nadie conocías, cogí mis pertenencias y disparé a
la salida, las azafatas ya cubrían de marrón su piel.
-Conoci unos contactos de peso, Daniel. Un muchacho de 20 años
capitaneaba un grupo de asaltantes, le corte el cabello y mi compa le hizo
tatuajes, nos brindó seguridad y nos invitó a su cumpleaños -me detallaba
Kenny en el puente Santa Anita, allí podíamos conversar sin ser
escuchados.
Mis primos y mi tía Hermelinda me esperaban con carteles como seña,
trágica costumbre de los aeropuertos. Me abrazó Barush, Diana y Adela,
algo decepcionados también, querían que me quedara allá, en el
continente del control total, cuando las formas y técnicas de espionaje son
casi futuristas.
-Mierda, tío, mierda es lo que vivo, quiero morirme a veces.

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