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Existe una leyenda y una tesis histórica. La leyenda atribuye la fundación de Roma
a Rómulo y Remo (753 a.C.), descendientes del príncipe Eneas de Troya, cuyo hijo había
fundado la ciudad de Alba. Los conflictos entre los dos sucesores –el soberano legítimo
Numitor, y su hermano Armulio- llevaron a la destitución de Numitor, la reclusión de su
hija Rea Silvia, y el abandono de los hijos de ésta con el dios Marte en las aguas del Tiber.
Salvados de las aguas y amamantados por una loba, cuando fueron adultos repusieron el
trono a su abuelo Numitor, y éste les otorgó el derecho de fundar la ciudad de Roma en
el monte Palatino.
Según la tesis histórica, los latinos vivieron organizados en pequeñas aldeas en las
llanuras del Lacio, y ante el avance de los etruscos, por el norte, decidieron la fundación
de un puesto de vigilancia sobre el monte palatino. Sobre las otras colonias se habrían
fundado otras aldeas, y con propósitos defensivos las siete se habrían unido en una liga,
la Liga del Septimontium. Esta alianza no pudo impedir que la zona del Lacio fuera
conquistada por los etruscos.
La tradición romana atribuye importantes realizaciones a los primeros reyes en el
plano de la organización política de Roma, a la que los orígenes habrían concebido como
una ciudad. Se considera ahora, sin embargo, que poco puede rescatarse de esta tradición.
En la fase latina de la Monarquía Romana habría habido un rey asesorado por los ancianos
jefes de las gentes, pero poco se sabe con seguridad. Afirma el historiador Homo que
“antes de la conquista etrusca, que se sitúa a mediados del siglo VII a.C., no existe ciudad
de Roma, no hay Estado romano ni por consiguiente, constitución romana”.
A)- La Monarquía
La sociedad de la época.
B)- La República
En el año 509 se produjo una revolución que puso fin a su reinado. Fue de tipo
aristocrática, nacionalista y republicana, porque fue protagonizada por el viejo patriciado
romano en contra de la reyecía extranjera, y tuvo por objeto la independencia de Roma
del poder etrusco y la organización del régimen republicano. Los patricios contaron con
el apoyo del ejército, y por tanto de los plebeyos, hecho que se considera un acto de
ceguera por parte de la plebe. A la monarquía le debía haberse integrado a la ciudad y
gozar del derecho de propiedad, y se considera que podría haber ganado mucho más, aún
dado los roces existentes entre el rey y el patriciado –todo gobernante necesita apoyarse
en un sector social. El dominio del poder por los patricios le significaba a los plebeyos u
siglo y medio de luchas para conseguir la igualdad que anhelaban.
La lucha entre los dos órdenes tiene lugar en el primer siglo y medio de vida de la
República, entre fines del siglo VI a.C. y mediados del siglo IV a.C., o sea desde el
momento en que se instaura la República romana por la vía revolucionaria (509 a.C.) y el
dictado de las Leyes Licinias (376 a.C.), que es cuando los plebeyos comienzan a
conquistar la igualada civil y política. En ese momento se inaugura una nueva etapa.
En este momento la nueva República se debate entre la vida y la muerte ya que debe
combatir la crisis interna de la plebe y hacer frente a sus belicosos vecinos volscos,
samnitas, ecuos y galos, además de evitar los intentos de recuperación de los etruscos,
que llevarían un siglo de duras luchas, de las cuales, los romanos, saldrían fortalecidos y
con el dominio de gran parte del norte y centro de la península itálica.
Durante este período de siglo y medio, también denominado de la República
Aristocrática (porque eran los patricios los que tenían el poder) las características fueron
las siguientes: a)- la persistencia del predominio agrario de la economía; b)- el dominio
político del patriciado (que era el sector latifundista), y por tanto de los terratenientes
sobre el sector urbano; c)- el comienzo de las guerras de expansión; d)- la lucha de los
plebeyos contra los patricios, que asumiría dos formas: la búsqueda de igualdad jurídica
y política, anhelada por los plebeyos ricos; y la búsqueda de solución a los problemas
económicos y sociales, que sufría la plebe pobre. Veamos.
a)- El orden económico continúo siendo, como en tiempos de la monarquía,
esencialmente agrario, por lo que acostumbra decirse que la Roma primitiva fue “una
comunidad de campesinos, ganaderos y agricultores”. La agricultura romana era de
subsistencia, porque el suelo del Lacio, era poco propicio para la explotación rural. Esa
problemática, unida a la posición privilegiada de Roma como ciudad –puente entre el
norte y el sur, y puerta de entrada para los habitantes de los Apeninos- llevó a que desde
temprano se desarrollara el comercio. A medida que la ciudad creció, se hizo cada vez
más necesaria la adquisición de cereales, lo cual impuso a los habitantes urbanos la
necesidad de producir bienes de manufactura para el intercambio. Todo ello llevó al
enriquecimiento de un sector de plebeyos. Pero pese a la importancia cada vez mayor de
estas actividades, el ideal de vida romano siguió siendo el campesino, y eso influyó en
los conflictos sociales y en la organización interna de la República romana.
El régimen de tenencia de la tierra que imperó fue el latifundio, en manos de los
patricios, que mantuvieron en condominio los bienes heredados, para que fueran
redituables. Ellos entregaban una parte en arriendo a los colonos, en un régimen de
“colonato precario” que beneficiaba al “patrono”. Este régimen fue la base de la
institución de la clientela. Existían también pequeñas y medianas propiedades en manos
de los plebeyos, que tuvieron acceso a la tierra desde la reforma de Servio Tulio; pero el
número de estos propietarios era, en proporción al total de plebeyos, pequeño.
Además de las propiedades privadas existía la tierra pública o ager publicus, que fue
aumentando a medida que se extendían las conquistas. Esta tierra era entregada para su
usufructo a los ciudadanos, que la destinaban al pastoreo contra el pago de una pequeña
retribución. Esta tierra será objeto de disputa en los conflictos sociales de la etapa
republicana.
Dado que se trataba de un estado campesino, la tierra no constituía sólo un bien
económico. Había una estricta correlación entre la importancia de la propiedad inmueble
y el status socio-político del ciudadano: los grandes latifundistas patricios eran los
ciudadanos de pleno derecho, los que gozaban del prestigio social correlativo, y los jefes
naturales de la ciudad por ser los dueños del poder económico. La tierra era también la
base de la organización timocrática del ejército y del comiciado centuriado, y solo en
tiempos de Apio Claudio empezó a tenerse en cuenta la riqueza nobiliaria. La religión
doméstica y nacional era expresión del estilo de vida del campesino. La tierra, además,
fue el motor de la expansión, porque el ejército estaba compuesto en buen parte por
labradores no propietarios, que veían en las conquistas un modo de convertirse en colonos
y hasta en propietarios.
Y en este estado campesino, la sociedad seguía jurídicamente dividida en plebeyos
y patricios, siendo los primeros los que dominaban la vida social.
b)- El monopolio político del patriciado. La revolución del 509 a.C. había sido un
movimiento nacional contra la dominación etrusca; pero desde un punto de vista social
había sido una acción patricia. En consecuencia, el patriciado organizó un régimen en el
cual monopolizó el poder, y si bien a nivel constitucional, le otorgó poderes considerables
al ejército que los había ayudado en el acto revolucionario (y por tanto a los plebeyos de
la classis), en los hechos restringió hasta casi anular ese accionar político.
El patriciado pagó al ejército los servicios prestados, y creía que también los
servicios futuros (puesto que empezó tempranamente una política expansionista),
organizando una nueva Asamblea, los Comicios por Centurias, que no era sino una
reunión del ejército organizado en sus cuadros (las centurias y las clases), a las órdenes
de sus jefes supremos (los cónsules), sesionando fuera de la ciudad, en el Campo de
Marte. Los reyes etruscos habían creado las “centurias” con un objetivo
fundamentalmente militar y financiero, y no le habían otorgado ninguna atribución
política. Pero después de la revolución, recibió poderes que hicieron de él la asamblea
política del Estado romano.
Fueron sus atribuciones: a)- electorales: elegían a los cónsules y los investían de
“potestas” o derecho a entrar en realción con el pueblo y el Senado; b)- legislativas:
votaban las leyes y decidían soberanamente sobre la paz y la guerra; c)- judiciales:
recibían la apelación de los condenados a muerte.
Estas atribuciones de los Comicios Centuriados fueron más formales que reales,
porque el patriciado se encargó de neutralizarlos de diferentes formas. Se cree que se
distribuía a los plebeyos entre las centurias de modo que su influencia fuera menor. Se
sabe que se distribuyeron las atribuciones políticas entre las otras tres instituciones, de
modo de presentar un triple freno a la competencia de los Comicios Centuriados. Así:
1)- La Magistratura (elemento monárquico), que había heredado las atribuciones
ejecutivas de la reyecía. Estaba integrada por varios tipos de magistrados, siendo los
superiores los cónsules, que concentraban en sus manos el conjunto de las funciones
civiles y militares. Eran elegidos exclusivamente entre la categoría social del patriciado.
Como máximos jefes de los ejércitos eran también las autoridades supremas de los
Comicios Centuriados, y tenían sobre ellos gran poder limitativo: solo los cónsules podían
convocarlos a una reunión cuando lo consideraban favorable, les presentaban las leyes
que debían votarse, y les enunciaban los candidatos a cónsules que debían elegir; y sí, por
excepción, la tropa simpatizaba con algún candidato que a los patricios les disgustaba
(por considerar, por ejemplo, que el apoyo del ejército podía transformar ese cónsul en
demasiado poderoso) podían negarse a anunciarlo (“Nominare”) o eventualmente a
proclamarlo (“Creare”).
2)- El Senado (elemento aristocrático), que era la ciudadela del patriciado, ejercía
una absoluta tutela sobre las decisiones de los Comicios Centuriados, porque ellas sólo
eran plenamente válidas cuando contaban con la ratificación del Senado. Así, una ley o
una elección sólo podía lograr efectos legales desde el momento en que contaba con la
“auctoritas patrum” senatorial. Si el Senado negaba esta ratificación, los Comicios
Centuriados carecían de recurso legal.
3)- Los Comicios por Curias, que eran una asamblea integrada sólo por patricios,
según el domicilio de inscripción de su gens. Ellos completaban la investidura de los
cónsules hacha por los Comicios Centuriados (la potestas) invistiéndolos de “imperium”
o conjunto del poder civil, militar y judicial, mediante una ley especial, la “lex curiata del
imperio”. La elección consular era incompleta hasta esta ratificación.
El sector plebeyo incorporado a los Comicios Centuriados estaba pues en notable
desventaja. Estaba insatisfecho porque esas atribuciones políticas que habían recibido
eran insuficientes, y porque aspiraban a la igualdad. La oportunidad para lograr sus
exigencias se les presentaría como consecuencia de la política imperialista seguida por el
gobierno aristocrático.
d)- La lucha de los plebeyos contra los patricios. El enfrentamiento entre los órdenes
se inicia apenas organizadas las instituciones republicanas (luego de la revolución del 509
a.C.), ya que los plebeyos se sintieron traicionados en sus aspiraciones. Pero a partir de
aquella reforma (atribuida a Servio Tulio) la lucha se agudiza.
Los logros de los plebeyos no fueron importantes en un primer momento, porque
estaban divididos en dos sectores y tendían a diferentes reivindicaciones. La plebe rica
aspiraba igualdad civil y política con el patriciado. La plebe pobre tenía además,
aspiraciones de orden social y económico.
El problema social era muy serio, ya que un amplio sector de la plebe estaba
formado por medianos y pequeños campesinos, que como no eran ciudadanos de pleno
derecho (óptimo iure civis) no podían gozar de la tierra pública que se empleaba como
pastura común, o que era entregada por el gobierno a los patricios, los cuales terminaron
ocupándola como si fueran propias; a esto se agregaba el gradual aumento de los
impuestos, necesario por el incremento del presupuesto de guerra, y porque la riqueza
adquirida en tierras por el Estado no le resultaban redituables, dado que los patricios no
pagaban el canon correspondiente por el uso de la tierra pública. La precariedad de la
situación del pequeño propietario o del labrador no propietario, que debía pagar con usura
los préstamos otorgados por los latifundistas (patricios), que eran sometidos a un régimen
de obligaciones que incluían la pérdida de la propiedad, el encarcelamiento y hasta la
esclavitud del deudor y de su familia; lo que se complicó por la paulatina sustitución de
arrendatarios y labradores por esclavos.
Los jefes plebeyos de ambos grupos llegaron a un acuerdo, y los plebeyos ricos
elaboraron un vasto proyecto de reformas que incluían reivindicaciones de tipo jurídico-
política y socio- económicas. El programa fue el siguiente:
1- En lo jurídico, la redacción de un código escrito, común a todos, y a la
autorización de los matrimonios mixtos (entre patricios y plebeyos). Se buscaba
así terminar con el monopolio de la interpretación de las “costumbres” por parte
de los patricios, y que había puesto a los plebeyos bajo su arbitrio durante siglos.
2- En lo político, el acceso a todas las magistraturas (incluido el Consulado) y
también al Senado, y la validez legal de los plebiscitos.
3- En los social, reclamaron la suavización del régimen de deudas, la solución de
la cuestión agraria y la sanción de leyes frumentarias (relativas al reparto del
trigo).
4- En lo religioso, la participación en los sacerdocios, con el mismo título que los
patricios.
Como estrategia hicieron uso de la organización administrativa establecida por el
Estado: las tribus, que ya eran 21. Las tribus eran circunscripciones territoriales, en las
cuales quedaban inscriptos todos los pobladores en función de su domicilio. Al frente de
cada tribu estaba colocado un jefe de tribu o tribuno, que tenía ciertas atribuciones
administrativas, financieras y militares (censar las provincias, percibir los tributos,
realizar la leva); y probablemente también de tipo judicial, para asuntos de orden inferior.
Como los plebeyos eran mayoritarios, el tribuno pertenecía a este sector y se transformó
en el jefe de la plebe. En principio eran los jefes militares subalternos (tribunos militares)
y no tenían status político, y para obtenerlo la plebe recurrió en el 493 a.C. a la famosa
sesión en el Monte Sacro, con lo cual se constituyeron como un verdadero “contra- estado
plebeyo”. La acción consistió en la retirada de toda la vieja población sabina del Quirinal
al Monte Sacro, desde donde exigieron: reivindicaciones sociales y la transformación de
las tribus en Asamblea a Legislativa. “ La Organización separatisata de la plebe,
oficialmente reconocida por el Estado bajo la forma de un convenio solemne, verdadero
tratado de paz entre pueblos extranjeros, comprendió dos mecanismos esenciales: un
órgano ejecutivo, el tribunado, y un órgano legislativo, la Asamblea por Tribus, cuyas
resoluciones serían los plebiscitos, que tenían validez sólo para los plebeyos. Más
adelante sobrevendría la lucha por transformar en estatales a ese funcionario, esa
asamblea y esas leyes. La táctica que usaron fue la huelga del soldado y del contribuyente.
Los conflictos entre ambos sectores fueron sistemáticos. Los plebeyos recurrieron a
la secesión en otros momentos (por ejemplo se concentraron en el Aventino, el centro y
el reducto de sus actividad urbana), y usaron de la huelga sin ningún escrúpulo, cada vez
que la situación lo hacía posible. Pero pese a la tenacidad de la lucha en medio de
dificultades externas, el Estado romano sobrevivió por diferentes razones: porque se
entablaron los vínculos solidarios entre los sectores más ricos, patricios y plebeyos, y
ambos se sintieron obligados a ceder posiciones en última instancia, para acercar
pocisiones irreconciliables; y porque se fue desarrollando la noción de “Estado” como
elemento unitivo, noción que fue creciendo a medida en que se debilitaba la noción de la
Gens. Roma fue apareciendo como la patria común de patricios y plebeyos, y ambos
sectores, en los momentos de mayor gravedad, fueron capaces de dejar de lado sus
diferencias para salvar a Roma.
Los logros de la plebe, que fueron importantes en lo jurídico- político fueron escasos
en lo social.
1- En el 450 a.C. (entre el 451 y 449 a.C. en realidad), se redactaron las primeras
escritas, la Ley de las Doce tablas o “Legislación Decenviral”. Fueron redactadas por
“diez decenviros”, a partir de estudios realizados en la legislación de las ciudades
helénicas de la Magna Grecia. Se logró entonces la igualdad jurídica en la medida en que
existía un código común a todos. Se prohibió la esclavitud por deudas.
2- El Estado hizo accesible a los plebeyos cierto número de actos de derecho civil:
matrimonio, testamento y adopción. Estos les habían estado vedados por su naturaleza y
religión, por ser los plebeyos extraños a la ciudad y no poder practicar su culto. Pero se
crearon formas nuevas, laicalizadas, como los contratos tipo económico, de forma
semejante al derecho de propiedad ya concedidos. Pero en principio se mantuvo la
prohibición de los matrimonios mixtos.
3- En el 445 a.C. se hicieron posible los matrimonios mixtos entre patricios y
plebeyos. Con ello los plebeyos obtuvieron la plenitud de los derechos civiles. Se
centraron a partir de entonces en la lucha por la igualdad política.
4- Los Derechos Políticos fueron conseguidos poco a poco.
a)- En cuanto a las Asambleas, el primer logro fue el del año 449 a.C. en que la
Ley Valeria-Horacia estableció que los plebiscitos tendrían fuerza de ley una vez
ratificados por el auctoritas-patrum senatorial. Con ello se transformaron en Comicios por
Tribus, y por tanto en asamblea legislativa del Estado romano. En los Comicios por
Centurias lograron mayor participación, pero por el hecho de que las clases votaban
sucesivamente hasta lograr la mayoría, las clases más bajas no votaban nunca. A los
Comicios por Curias lograron entrar hacia fines del siglo IV, aunque constituían un logro
formal, ya que para entonces carecían estas instituciones de poder.
b)- En cuanto a las Magistraturas. Lograron en 445 el ingreso al “Tribunado
militar con poder consular”, que era la institución que nació cuando se anuló el
Consulado, hecho ocurrido cuando se presionaba (por iniciativa del tribuno Canuleyo)
para que uno de los Cónsules fuera plebeyo. El número de tribunos era de 3, 4 y luego 6,
y podían ser elegidos en cualquiera de los dos órdenes; aunque hasta el año 400, por el
peso del sistema electoral y de la tradición vigente, nunca se designó a ningún plebeyo,
lo cual evidencia la distancia que había en roma entre la teoría constitucional y la práctica.
La Censura nació como consecuencia del sitio a Veyes, y heredó las funciones financieras
y algunas administrativas que habían sido de los Cónsules. Una magistratura que los
patricios se reservaron. En el año 421 a.C. los plebeyos lograron el acceso a la Cuestura
(figura del cuestor). Y en el 367, con las Leyes Licinias, se restableció el Consulado y se
estableció que uno de los dos sería plebeyo (recibieron ese nombre porque sus promotores
eran Licinio Stolo y Licinio Sextio). Los patricios cedieron porque era evidente que se
necesitaba una autoridad más concentrada para organizar las campañas y prevenir mejor
los conflictos (desde el 390 a.C. habían sufrido por 40 años las invasiones galas, y se
consideraba que parte de la debilidad del Estado devenía de la falta de concentración de
la autoridad). Pero simultáneamente se crearon dos nuevas magistraturas que se
reservaron a los patricios: la pretura y la edilidad curul, a la que finalmente los plebeyos
tendrán derecho. A mediados del siglo IV han logrado la plenitud de la igualdad política.
c)- El ingreso al Senado fue consecuencia natural del acceso a las magistraturas.
A partir del 400 a.C. ingresaron luego de terminar su mandato como tribunos militares, y
a partir de allí su número fue aumentando.
A partir del dictado de las Leyes Licinias (367 a.C.) se produjo una modificación de
la elite gubernamental, debido a la ruptura de los partidos en lucha hasta entonces y la
conformación de una nueva alianza. El sector vencido, el patriciado, se dividió en dos
grupos: “la derecha”, integrada por quienes no se conformaban con las pérdidas sufridas
y anhelaban la recuperación de su situación de privilegio anterior; y “la izquierda”, que
aceptaba plenamente los hechos consumados, pero que aspiraba a evitar una
profundización de las reformas en el campo económico- social. El sector plebeyo,
vencedor en la contienda precedente, también se dividió en dos: “la derecha”, conformada
por los ricos, que habiendo logrado la igualdad civil y política se consideraba satisfecha;
y “la izquierda”, los ultras, integrada por los pobres, que buscaban continuar la lucha hasta
solucionar la “cuestión social”.
Las exigencias sociales afectaban a todos los ricos, patricios o plebeyos, y la
solidaridad de intereses los acercó. Las fracciones compatibles del patriciado y la plebe
(la izquierda del patriciado y la derecha de la plebe) elaboraron un programa común en
defensa de sus intereses fundamentales: a)- aceptación sin reservas de los hechos
consumados, o sea de la igualdad civil y política establecida por las Leyes Licinias; b)-
acuerdo para ejercer el gobierno en común; c)- disposición a luchar contra los dos sectores
extremos: los intransigentes del patriciado, o sea el ala reaccionaria, y la izquierda de la
plebe, o sea el ala revolucionaria. Surge así la Nobleza Patricio- Plebeya o Nobilitas, que
hegemonizaría el poder entre mediados del siglo IV y mediados del siglo III, que
terminaría de dar forma a la Constitución del Siglo III (el orgullo de la tradición romana
por su equilibrio) y que lograría el apoyo de la clase media campesina a partir del dictado
de las leyes Poetelia Papiria en el 326 a.C., porque solucionó parcial y temporalmente el
problema social.
“La cuestión social” tenía una larga historia, porque había sido incluída en las
reivindicaciones de todos los plebeyos durante las luchas del siglo V y IV a.C., aunque
para los ricos la inclusión de estas exigencias había sido el modo de lograr el apoyo de la
plebe pobre a su causa. La “cuestión social” suponía tres problemas: a)- La Cuestión de
las Deudas, porque hasta la Ley de las Doce Tablas no existía un interés legal sino que
era discrecional; y como los prestamistas, que eran particulares, imponían tasas muy
elevadas, el deudor insolvente terminaba respondiendo con su libertad y la de su familia;
b)- La Cuestión Agraria, que implicaba la exigencia de reparto de la tierra pública entre
los pobres; esta tierra que se incrementaba cada vez más por las conquistas y que
beneficiaba sólo a los ricos (luego a la nobilitas); privilegio que era irritativo en sí, y
además porque los patricios era un sector en retroceso numérico, en tanto que la plebe
pobre se incrementaba sin cesar; c)- La Cuestión Frumentaria, que implicaba el pedido
de distribuciones de grano a bajo precio. Esta cuestión interesaba a la plebe urbana, a
diferencia de las anteriores que eran reivindicaciones de la plebe rural.
En el primer siglo y medio de luchas civiles, durante el gobierno del patriciado, se
habían logrado algunas reformas. Así: a)- Sobre la Cuestión de las Deudas se había
logrado en el 495 a.C., después de una huelga militar, la supresión transitoria de las
ejecuciones judiciales y la liberación de los deudores (presos y esclavos), medida que se
dejó de lado cuando pasó la urgencia de la guerra. Fue una de las reivindicaciones
mayores de la secesión del Monte Sacro. Un triunfo importante pareció ser la
determinación, en la Ley de las Doce Tablas (450 a.C.) de un interés fijo del 10% sobre
el capital, y la fijación de severas penas a la usura; b)- Sobre la Cuestión Agraria, un
proyecto de 486 a.C. de Espurio Casio de quitar al Senado el manejo de la tierra pública
y de repartirla entre e pueblo fracasó, y su autor fue condenado a muerte. Fue una cuestión
en la que fracasó la lucha popular en esa primera etapa, y sólo en situaciones de mucha
presión popular se hicieron algunos pocos repartos; c)- Sobre la Cuestión Frumentaria,
hubo también algunas ventas masivas de trigo a bajo precio, auspiciadas por quienes
anhelaban contar con la simpatía popular. Las disposiciones fueron escasas y transitorias.
En general, el fracaso signó esta lucha.
El mayor logro se obtuvo en el 367 a.C. de las tres Leyes Licinias, una había sido en
beneficio de la plebe rica: la que abría el Consulado a los plebeyos con lo cual se lograba
la igualdad política de los dos órdenes. Las otras dos Leyes fueron en beneficio de la
plebe pobre. a)- sobre la Cuestión de las Deudas se resolvió que los intereses pagados
hasta entonces por los deudores se imputaran a capital, y se fijó una moratoria para su
pago; b)- sobre la Cuestión Agraria, estas leyes establecieron un límite de 126 Ha a las
ocupaciones de tierra, lo cual había posible el reparto en gran número de manos; y además
se estableció que para las tareas rurales debían contratarse obligatoriamente hombres
libres y esclavos, proporcionalmente.
Las Leyes Licinias constituyeron la mayor conquista de la plebe pobre en materia
de deudas y de ocupación de tierras. Pero fueron sólo paliativos. La cuestión de deudas
no dejó de conservar toda su gravedad y la usura siguió siendo un azote como en el
pasado. Ahora, la plebe luchaba contra la Nobilitas o Nobleza Patricio-Plebeya, la nueva
elite gubernamental. Y el momento decisivo de esa lucha fue el 343 a.C., la insurrección
del ejército romano de Campania, en el que abundaban los deudores, que marchó sobre
Roma. Se acordó que ningún soldado podía ser licenciado del servicio sin su propio
consentimiento, y se repusieron algunas limitaciones al régimen de deudas y nuevas
penalidades contra la usura.
Esa insurrección tuvo un resultado significativo. La Nobilitas comprendió de que
para mantenerse en el poder necesitaba solucionar por lo menos el problema campesino,
porque necesitaba el apoyo a su gobierno de algún sector numeroso. Resultado de esta
decisión fue el dictado, en el 326 a.C., de la Ley Poetelia Papiria (nombre de los dos
cónsules), por el que se dispuso la supresión de la prisión por deudas, la liberación de los
presos por ese motivo y la fundación de colonias numerosas en el terreno de la Italia ya
dominada por los romanos. Se formó así una sólida clase media campesina, que mientras
existió sería el sostén del régimen republicano, y cuya desaparición a partir del siglo II
a.C. llevará a la ruina de la república. El otro sostén social de la Nobilitas será un sector
emergente, la burguesía capitalista, integrada por comerciantes, industriales y financistas,
que habían crecido económicamente al amparo del Estado Romano: eran arrendatarios de
impuestos, concesionarios de obras públicas y de fletes marítimos, los banqueros y los
propietarios de latifundios atendidos por mano de obra esclava. Ese hecho de la posesión
de la tierra los transformaba en sector rural y les otorgaba los privilegios de tales, aunque
la parte más lucrativa de su actividad fuera urbana.
La Nobilitas logró luego del 307 a.C. un nuevo aliado, constituido por la burguesía
urbana, que hasta entonces por no tener riqueza mueble era ubicada por los censores en
las clases inferiores, que debido a ello tenía obligaciones financieras y militares mínimas,
pero que no eran ciudadanos óptimo iure. Un censor del partido revolucionario, Apio
Claudio, implementó reformas con el objeto de beneficiar a su sector logrando el apoyo
de la plebe urbana; pero no lo logró porque sólo permanecieron sin modificación las
reformas que la Nobilitas consideraba convenientes, y que fueron las reformas financieras
y militares. Ante la necesidad de mayores impuestos y soldados por las invasiones de
pueblos, Apio Claudio equiparó la riqueza mueble a la inmueble, y a partir de entonces
los ciudadanos ricos, independientemente del origen de su fortuna, se ubicaron en las
mismas centurias y por tanto en los mismos cuerpos del ejército. Pero esa burguesía, luego
de ser beneficiada por el patriciado reaccionario, se alió a la Nobilitas, consciente de que
ésta sería menos peligrosa. La Nobilitas recuperó así el poder (que había perdido por tres
años), pero ello tuvo un saldo negativo: su alianza a la burguesía urbana le hizo descuidar
a los medianos y pequeños campesinos que hasta entonces habían sido su mayor sostén y
esto llevó al renacimiento de los problemas sociales.
La Cuestión Social estalló nuevamente a principios del siglo III a.C., porque
recrudeció el problema de las deudas. Fue la plebe rural, los pequeños y medianos
campesinos de la clase media los que se sublevaron en el 287 a.C., y se retiraron al
Janiculo (repitiendo la secesión del Monte Sacro del Pasado). Se nombró el dictador
Hortensio, quien hizo votar por los Comicios Centuriados las Leyes Hortensias (año 287
a.C.), cuyas disposiciones sociales fueron, como siempre efímeras: la liberación de los
detenidos por deudas y la reducción de los intereses acumulados. Pero hubo una
disposición política de importancia, que algunos autores consideran negativa: se dispuso
la validez de los plebiscitos (resoluciones de las asambleas por tribus) sin necesidad de
que fueran ratificadas por el Senado. Y como consecuencia de ello, un plebiscito
determinó poco después que los actos electorales serían precedidos por la “auctoritas
patrum senatorial”, con lo cual ésta careció de validez.
Las Leyes Hortensias constituyeron un triunfo de la clase media campesina y pareció
que se encaminaba el Estado hacia una democracia rural. A fines del siglo III a.C. (232-
217 a.C.), el Partido Demócrata Campesino llevó al poder a Flaminio, tribuno que luchó
contra la nobleza para solucionar el problema agrario. Se propuso colonizar el gran
dominio público del Piceno, recientemente conquistado a los galos senones, dividiéndolo
en lotes y entregándolo a la pequeña y mediana clase media campesina empobrecida y a
los ciudadanos urbanos sin tierras, como modo para revitalizar esa clase que era el sostén
de la república, por ser el sector más patriota y leal al estado, y por estar muy diezmada
por las guerras púnicas (262-41 la primera; 218-201 la segunda). El proyecto tuvo gran
resistencia, porque la nobilitas, a título de ocupante, pretendía reservarse el goce
exclusivo de estas tierras. Pero Flaminio ante la negativa del Senado a tratar la ley, la
presentó directamente a los Comicios; y en esa circunstancia se vio al padre de Flaminio,
haciendo uso de su patria potestad, arrancar de la tribuna a su hijo.
La ley finalmente fue promulgada, en lo que fue el primer gran triunfo del Partido
Democrático sobre el Partido Aristocrático, que por primera vez sufría un ataque a sus
privilegios (le quitaban algo que se negaba a ceder); y era de prever que esas pérdidas
podían incrementarse, porque las Leyes Hortensias habían debilitado el poder del Senado.
Continuando sus ataques contra el Senado, el Partido Democrático logró el dictado de la
Ley Claudia, por lo cual se prohibió a los senadores ocuparse del gran comercio marítimo
y de las actividades comerciales en general, porque se consideraba que como el Senado
tenía el monopolio del manejo de las finanzas, sus miembros no podían participar de
ninguna actividad que implicara relación económica con el Estado. Estos logros del
Partido Democrático fueron sin embargo efímeros, y sus propios errores en el campo
militar lo llevaron a ceder el poder al Partido Aristocrático, que lo monopolizaría cada
vez más en el siglo siguiente (II a.C.).
LA REPUBLICA OLIGARQUICA
La expansión romana y sus consecuencias.
El Estado Romano conoció la nueva configuración del nuevo sistema social, cuyos
rasgos esenciales se harían ya patente a mediado del siglo II a.C.
El ápice de la sociedad aparecía constituido por la aristocracia senatorial. Como
una segunda élite se constituyeron los caballeros. En las comunidades de Italia y en las
provincias existía la correspondiente capa alta local compuesta principalmente de
propietarios rurales. En Italia había gran numero de campesinos que gozaban de la
ciudadanía romana. Muchos de ellos arrastraban una existencia precaria y emigraron a la
ciudad donde dieron lugar a un amplio grupo de proletarios que se vería reforzado por la
masa de libertos. El lugar más bajo de la escala social fue ocupado por los esclavos.
Debido a este acusado y vertiginoso proceso de diferenciación de la sociedad pronto
afloraron una serie de conflictos. La consecuencia inevitable de todo ello fue la crisis de
la sociedad romana con aquellas guerras civiles y revueltas que agotaron a la república.
1. Estratos superiores
Desde la segunda guerra Púnica la aristocracia pudo cimentar con mas fuerza que
antes su posición dirigente. La conciencia estamental de los aristócratas aumentó,
orgullosos como estaban de acrecentar la gloria de sus familias con su propia gesta. Se
distanció aún más de los ciudadanos y cada vez se hizo más semejante a un orden: ordus
senatorius. Marcaron claramente las diferencias con los nuevos ricos del orden ecuestre.
Los cargos más elevados difícilmente estaban al alcance de quienes ascendían
socialmente y en general de la gran mayoría de los miembros del senado. Sus titulares
constituían solo un pequeño grupo encumbrado en el ceno de la aristocracia senatorial.
La Nobilita, ese grupo de cabeza, compuesto por los ocupantes de los puestos más altos
y por sus descendientes, se había formado antes de la segunda guerra Púnica. Pero sería
después de esta cuando se cerraría aun más. La nobilitas consideraba al consulado como
propiedad suya.
Acreció el poderío económico de la nobleza. Los generales victoriosos acudían a
Roma cargados de tesoros. Esta riqueza era invertida en bienes raíces en Italia y en la
compra de esclavos. Las familias más acaudaladas acaparaban las parcelas del
campesinado o sencillamente se apoderaban de ellas mediante la violencia. Llegó a
imponerse un autentico espíritu de lucro.
Pero con un régimen tan estrechamente oligárquico como éste, dicho grupo se
cerraba a sí mismo la posibilidad de rejuvenecer sus efectivos con hombres dotados y
capaces. Este aislamiento de la nobilita condujo a un descontento de numerosas familias
con aspiraciones de elevarse y económicamente pudientes, pero que, sin embargo, en la
vida política se sentían desplazadas. Es así que los conflictos no sólo se daban entre la
oligarquía y los restantes círculos senatoriales, sino también en el interior de la propia
oligarquía.
A partir de la segunda guerra púnica se fue abriendo paso una tendencia en el seno
de la oligarquía conducente al realce de personalidades conspicuas frente al resto de la
nobleza. Consulados repetidos, resonantes triunfos militares llevaron al acrecentamiento
del poder de las grandes personalidades.
Con el florecimiento inimaginado del comercio, la actividad empresarial y la
economía monetaria apareció un fuerte e importante sector de hombres de negocios. Poco
a poco empezaron, los integrantes de esta capa social, a agruparse como ordo dentro del
estamento ecuestre romano. A partir de la segunda guerra púnica se hizo notoria la
relevancia de esta capa social. Constituyeron sociedades empresariales y prestaron ayuda
al estado romano tomando a su cargo distintos servicios público.
Movidos por el solo afán de lucro, y sin esas normas tradicionales de moderación que
nunca habían muerto del todo entre la nobleza, estos advenedizos eran con frecuencia
creadores de fortunas y exactores faltos de escrúpulos, que sobre todo en las provincias
despertaban el odio de la población local y que no se privaban de cometer estafas contra
el estado.
Las causas de los levantamientos de los esclavos derivan del propio desarrollo de
la esclavitud después de la segunda guerra púnica: la importancia de la mano de obra
servil para la economía romana y el número de esclavos que fue aumentando en poco
tiempo gracias a las guerras, lo que los hacia reemplazables, y por lo tanto eran explotada
con especial brutalidad, todo lo cual produjo un estado de extrema exasperación; sumado
a que entre ellos se encontraban ciudadanos de los estados helenísticos, anteriormente
libres, bien formados e inteligentes.
Pero estos levantamientos no consiguieron formar un movimiento unitario ya que
los intereses y objetivos de los distintos grupos divergían entre sí; además los esclavos de
las ciudades deseaban alcanzar la libertad de manera legal. Algunos buscaron la creación
de un estado propio (Sicilia), otros aspiraban llegar a su tierra de origen, y por ultimo
estaban los que a través de las revueltas buscaban la libertad (el levantamiento de
Espartaco). El núcleo de revolucionarios estaba compuesto básicamente por esclavos
rurales.
No buscaron abolir la institución de la esclavitud sino que cambiar la torna y dar
tratamiento de esclavos a sus antiguo amos.
Todos los levantamientos fueron reprimidos, y el resultado fue que el trato del
esclavo fue paulatinamente mejorando.
2. Los conflictos más importantes de la república tardía y sus conexiones sociales.
Los fundamentos económicos del orden social continuaron siendo los mismos que
los existente desde la segunda guerra púnica. Se basaban en gran medida en la producción
agraria que se llevaba en los latifundios y en las pequeñas heredades de los colonos
agrícolas y en las pequeñas parcelas del campesinado pobre; también los constituían la
manufactura ampliamente desarrolladas y el comercio, ligados a una actividad
empresarial fuerte, a las transacciones con el exterior y a la economía monetaria, así como
la minería ocuparon un papel considerable. La ocupación fuera de Italia fue proseguida
con el sometimiento de Sirias por Pompeyo, de la Galia por César y con la extensión
posterior sobre Hispania, al península Balcánica y Asia Menor. La sociedad romana
apenas sufrió modificaciones: se produjo una fuerte alteración en la composición interna
de las distintas capas sociales, pero no se dio el nacimiento de estratos sociales totalmente
nuevos ni desapareció ninguno de los formados anteriormente. Tampoco se desarrolló
una nueva ideología que sirviese de cohesión a la sociedad entera, quedaron destruidos
todos los vínculos que habían sido capaces de mantener unida a la sociedad en un sistema
político, es decir, la forma republicana de estado con sus instituciones.
Las alteraciones en la composición interna de loas distintos estratos como
resultados de dicha fluctuación fueron en definitiva las consecuencias de naturaleza social
más importantes de los conflictos de las República tardía. Muchos senadores cayeron
víctimas de las guerras civiles, y en su lugar aparecieron otro homines novis del orden
ecuestre y de las capas altas de las ciudades itálicas. El número de pertenecientes del
estamento ecuestre a mediado del siglo I a.C. comenzó a ser integrado por numeroso
caballeros de reciente creación los que estaban integrados por los provinciales.
Las capas altas de las ciudades y en parte también de las provincias conocieron
sensibles mutaciones. La principal razón se debía al asentamiento de los veteranos que a
partir de Mario ocuparon Italia, y el territorio extrapeninsular. También en los municipios
se daba el caso de advenedizos sociales, por ejemplo, los libertos y sus descendientes que
se introducían en las élites locales y asumían allí el papel de las antiguas familias.
El resultado más trascendental de esta movilidad fue el de sentar las bases para la
integración de las sociedades distintas parte del imperio en un orden social más o menos
unitario y para la formación de la capa superior constituida por doquier según unos
mismos criterios. Los itálicos quedaron integrados plenamente en el sistema social
romano. También en las provincias se dieron los primeros pasos hacia la integración. Una
de las vías era la colonización itálica en las provincias. La otra el otorgamiento de la
ciudadanía romana a los miembros de los estratos superiores indígenas en las provincias.
La cúspide de la sociedad tardo-republicana seguía siendo la aristocracia senatorial,
en la que descollaban la nobilitas y algunos advenedizos. En las élites locales de las
poblaciones urbanas se concentró el sector de ciudadanos ricos y grandes propietarios que
tras la concesión de la ciudadanía romana a los itálicos en el año 90 a.C. comenzó en toda
la península a tomar una forma más unitaria que antes. Por debajo de esos estratos había
libertos pobres y ricos, artesanos, mercaderes, proletarios y esclavos, que se ocupaban
aquí en la industria, y en otros menesteres; en el campo, agricultores con una acusada
diferenciación, y finalmente las masas de esclavos trabajando en las explotaciones
agrarias.
Auténticamente resuelta quedó la cuestión itálica, ello merced a una concesión
hecha tras una guerra ciertamente cruenta. La opresión de los provinciales ciertamente
disminuyó, y también los esclavos recibieron mejor trato que antes en las últimas décadas
de la república.
La cuestión agraria y, con ella la provisión de tierra de los propietarios, estuvo
próxima a solucionarse gracias a la colonización en las provincias y a la redistribución
del suelo italiano tras cada una de las guerras civiles, pero este arreglo se apartaba bastante
de lo propuesto en su día por los Gracos, y el precio que debió pagarse por él fue
demasiado alto. La república tardía no fue capaz de remontar la crisis ni mediante
reformas ni mediante una revolución social, y lo más que consiguió fue orillar los grandes
problemas destruyendo el marco político tradicional y dejando la solución definitiva de
los mismos para el nuevo sistema político.
Nada hacía más patente la crisis espiritual de la república tardía que la reiteración
en sesos años de tan traído y llevado tema de las decadencias de las viejas costumbres o
del modo de proceder de los políticos dirigentes. Las causa reales de la crisis radicaban
en las insuficiencias de una constitución hecha a medida de la ciudad- estado y en el
cambio de las relaciones sociales a partir de la época de la Segunda Guerra Púnica, pero
la importancia de la pérdida de las antiguas pautas éticas de comportamiento fue
correctamente calibrada por Salustio, puesto que con ella perdió toda su validez el sistema
de referencia de la sociedad romana. La única norma de conducta respetada seguía siendo,
como antes, la de las costumbres de los antepasados.
Todos esos factores indicaban al mismo tiempo cual era la única salida posible para
la crisis: la terminación de la oligarquía en un poder unipersonal. El ejemplo de los
Escipiones había probado desde un primer momento que las individuales activas y
victoriosa política y militarmente acaban por sobresalir por encima de la oligarquía. A
partir de la reforma militar de Mario, dichos caudillos dispusieron además de un decisivo
instrumento de poder, el ejército de proletarios estrechamente ligados a su persona.
La monarquía de Augusto nacida en estas condiciones dio por fin a la sociedad
romana el marco político y también la orientación espiritual que durante tanto tiempo
había buscado.
El principado.
Octavio se da cuenta de que la monarquía era para el estado romano la única forma
de gobierno. Por razones de política general y por prudencia personal tenía un interés
capital en salvar las apariencias y encubrir con un manto constitucional la desnudez de
las cosas.
La monarquía militar tomó con Octavio la ficción del principado. Se trataba de
conciliar las antiguas tradiciones de la aristocracia senatorial, tradiciones también del
pasado nacional romano con la necesidad de una dirección única en manos, si no es de un
dueño, al menos del más eminente de los ciudadanos: el Princeps.
. Esa ficción constitucional tiene sus principios resumidos en el Testamento de
Augusto. Este es una pura apología de la política imperial. Todo el alegato se apoya en
una tesis: el poder del emperador siempre a sido un poder con base legal, pero la forma
de esa ilegalidad no ha permanecido inmutable, hay que distinguir dos periodos:
El de formación (43 al 27 a.C.) en el que el poder imperial, aun revistiendo un
carácter legal, que resulta de una libre transmisión de derechos, por el senado y el
pueblo, sigue siendo un poder extraordinario.
En cada línea se manifiesta la preocupación de legalizar las irregularidades de la
brillante carrera que le ha conducido al poder supremo. Irregularidades: entrar en
el senado a los 19 años y sin desempeño previo de ninguna magistratura, el
conferimiento del consulado, el derecho de voto del imperium, pero legales puesto
que el senado ha tomado las iniciativas; ilegales la elección al consulado y al
triunvirato, pero legales puesto que emanan del pueblo; irregular el apoderamiento
del gobierno en el 32 a.C. pero legalizado por el asentimiento universal.
El orgánico(27 al 14 d.C.) en el cual el estado ha vuelto a la plena legalidad
constitucional, en el que los órganos legales comicios, magistraturas y senado han
recuperado sus prerrogativas tradicionales. Para este segundo periodo la tesis se
apoya en dos argumentos principales: 1-rechazo a todas las funciones no
constitucionales. 2-Los poderes de Augusto han sido de naturaleza estrictamente
constitucional.
Octavio había tenido una carrera política revolucionaria, en la cual la última
palabra, declarada o no, había quedado reservada para la fuerza. Revolucionario su
consulado del 43 a.C., doblemente ilegal tanto por la falta de elegibilidad como de
condiciones requeridas. Como por el recurso al ejército para arrebatarlo por la fuerza.
Revolucionaria también la conclusión del triunvirato. Revolucionarios por último, los
acontecimientos decisivos del año 32 a.C. que preparan la ruptura con Antonio, y
encontrarán su sanción en el establecimiento definitivo del régimen personal. Finalizado
su mandato el 33 a.C., legalmente salvo según la revocación el triunvirato, dejaba de
existir en esta fecha, y los dos triunviros, únicos en funciones, después de la deposición
de Lépido, Octavio y Antonio, se reintegraron a la vida privada. En ese momento la
ruptura entre Octavio y Antonio se anunciaba como inevitable y próxima. Antonio
propuso el restablecimiento de la antigua constitución. Tenía a su favor dos jefes legales
de gobierno, cónsules, y su posición hábilmente concebida era de tal naturaleza que podía
adherirse a ella la mayoría del senado. La maniobra era muy hábil: al ordenar Octavio
que se reintegrase a la vida privada. Antonio conservaba la situación de príncipe consorte
que le aseguraba en Egipto su matrimonio con Cleopatra. Quebrantaba el poder político
de su rival, aún conservado prácticamente el suyo propio.
Al quedar Octavio como dueño del poder público, pero despojado de derecho, de
todo título legal, por la expiración del triunvirato, por un momento se encontró en una
situación delicada. Sólo el recurso de la fuerza podía sacarle de apuros. Y no vaciló de
usar del ejército.
El golpe de Estado había triunfado, faltaba ratificarlo, y mejor aún perdonarlo. Las
torpezas de su adversario, la lectura anticipada de su testamento aseguraron a Octavio la
sanción de la opinión pública. El paso difícil se había dado y la causa estaba ganada.
Octavio se apresuró en reanudar el hilo constitucional roto por un instante, y volver a
encontrar para su poder esa base jurídica que la expiración legal del triunvirato que a fines
del año 33 le había hecho perder. El golpe de Estado encontró, en forma de plebiscito, la
legalización de la opinión pública. Al mismo tiempo, como lo había deseado Octavio, era
sancionado y perdonado. Octavio tomó además el consulado para el año siguiente, y en
esa calidad de cónsul obtendrá en el 31 a.C., la victoria decisiva de Actium.
La función aunque le aseguraba sólidas realidades, presentaba un grave defecto:
era un régimen excepcional, nacido de un golpe de fuerza, y que, no obstante, todas las
legalizaciones posibles conservaba la tara indeleble de su origen. Dos hechos nuevos: la
eliminación sucesiva de Lépido y Antonio, que reducían la magistratura al dominio de
uno solo, y la prórroga arbitraria que Octavio se había concedido a sí mismo a comienzos
del año 32; habían agravado todavía más ese carácter inicial. El mando supremo que había
conferido a Octavio el plebiscito occidental del 32 creaba una situación
extraconstitucional, de la cual el jefe del Estado tenía interés en salir. De ese modo,
convertido en el único dueño de hecho por la desaparición de Antonio, deseoso de cerrar
la era de las guerras civiles mediante el establecimiento de u régimen estable, Octavio va
a tratar de liquidar su pasado revolucionario, a hacer que su poder vuelva a entrar en el
marco de la constitución y a asegurarle, garantía suprema, la consagración permanente de
la legalidad.
La atención de Octavio tenía que recaer necesariamente en el consulado, en
realidad, en el consulado es donde iba a buscar hasta el 23 a.C., la gran base legal de su
autoridad. Es un consulado ampliado desde el triple punto de vista del tiempo, del espacio
y de la competencia. El consulado republicano era anual y excluía toda reelección
inmediata; el de Octavio está concebido en forma permanente. Octavio restituye al
imperium consular, su antigua extensión y su superioridad primitiva sobre el de los
precónsules. Por último, el consulado republicano estaba sometido a la regla de la
colegialidad. Octavio mantiene el principio pero sólo por la forma.
En el 38 a.C. había tomado el apelativo de imperator, encarnación permanente del
poder público, del imperium. En el 36, el senado le confirió la prerrogativa tribunicia de
la inviolabilidad. Ya a 5 años del Actium Octavio posee oficialmente dos de los elementos
del poder imperial: el imperium y el poder tribunicio. En el 27 Octavio se dirige al senado
y pronuncia un discurso: “su obra, declara, está terminada; su padre, vengado; el orden,
restablecido”, ha decidido reintegrarse a la vida privada, y abandonar sus poderes
excepcionales (el triunvirato y el mando supremo extraordinario) y restituye al senado la
libre disposición de los ejércitos y de las finanzas. El senado protesta y pide a Octavio
que vuelva de su decisión. Éste se niega a recobrar íntegramente el poder, pero termina
por ceder con la condición de una doble limitación: limitación en el espacio, se hará una
división en las provincias y el emperador, asumirá el gobierno directo de cierto número
de ellas; limitación en el tiempo, sus funciones así restringidas estarán limitadas a una
duración de diez años. El senado le confirió el título de Augusto, que comunicaba a su
persona un carácter sagrado.
La escena pretende ser edificante, pero no es más que una comedia y simulación.
Mediante el acto constitucional del 27, el imperio, principalmente fundado sobre la
función consular, dejaba de ser un régimen de excepción y entraba en su período orgánico.
Augusto se aferró al consulado durante 4 años más (27 al 23), y durante ese período el
imperium consular siguió siendo la base principal de su situación legal. En el 23 renuncia
al consulado para el año siguiente. Había llegado la hora de la reorganización de las
provincias. El consulado sujetaba, al emperador de Roma y no le dejaba la libertad de
acción para el arreglo de la cuestión fundamental, la del gobierno del mundo. Al problema
nuevo, forma constitucional nueva. De este modo, en el 23 a.C. Augusto, por una
innovación abandona el consulado y en cambio se le hace conceder por el senado el
proconsulado en toda la extensión del Estado romano, incluyendo a Italia y las provincias
senatoriales. Forma legal más práctica e infinitamente más flexible, el proconsulado
sustituye de ese modo al consulado como base fundamental y definitiva del régimen
imperial.
Augusto obtiene simultáneamente para su poder tribunicio un desarrollo nuevo,
bajo la doble forma de la perpetuidad y de la anualidad, una prerrogativa que va a destruir
el antiguo privilegio de la epomía tradicionalmente ligada al consulado. Al año siguiente
asumirá la dirección de la anona. A finales del 19 el senado le otorga nuevos honores
(insignias consulares vitalicias con 12 lictores y la silla curul) y una prerrogativa
complementaria: el derecho a hacer las leyes que tenga a bien. Éste obsequio –fuente
judicial de la constitución imperial- suministraba al emperador en materia legislativa un
poder discrecional e ilimitado. En el 12 a.C. después de la muerte de Lépido, Augusto
será elegido para el sumo pontificado.
Augusto sabia que Roma entregaría el poder a una sola persona con la
condición que respete la república y la tradición de los valores y la moral romana. Él
fue el campeón de los intereses de Roma y la dejó por escrito: Incrementó la pequeña
y mediana propiedad hizo suyo los valores de la moral tradicional, condenó el grupo
desenfrenado, revalorizó la vida sana del campo, buscó moralizar la vida urbana, no
recibió obsequios y buscó restablecer el orden social.
Los títulos: son los que expresan la realidad del poder y están en la misma base de la
autoridad
Los poderes: el poder imperial descansa sobre tres elementos esenciales y permanentes:
A fines del siglo I a.C., los antiguos valores morales y las creencias en el Alto
Imperio Romano habían entrado en los que Engels denomina “un desbarajuste
espiritual”1. El mundo occidental, pero más el mundo oriental, estaban abiertos a
cualquier forma de creencias religiosas, incorporación de dioses e ídolos, magias y
charlatanismos de cualquier índole. En las provincias Orientales del Imperio, una
multitud de profetas anunciaban la llegada de un “salvador”. Este movimiento pronto
tomaría carácter popular, primero en las provincias orientales de lengua griega y luego en
las provincias occidentales, sobre todo en las ciudades de vida más precaria, lo que ejercía
una fuerte influencia sobre su piedad y concedía gran importancia a lo milagroso y
mesiánico.
Dentro de este contexto, el cristianismo nació como una doctrina de salvación, de
esperanza, y se extendió primitivamente en los medios sociales inferiores y explotados.
Sobre el origen del cristianismo, los especialistas difieren en sus posturas,
especialmente en cuanto las fuentes con que se cuentan son, en su mayoría, unilaterales
y con una intención bien conocida. Situar su origen en Palestina equivale a admitir la
existencia de Jesús, discutida por algunas corrientes que sitúan el nacimiento del
cristianismo fuera de Palestina, y aún, fuera del judaísmo. Lo cierto es que esta nueva
religión nació en Oriente y en sus primeros momentos, al rededor de la década del 30, no
fue considerada más que como una secta estrechamente relacionada con el judaísmo, que
proponía, como tantas otras, la existencia de un Mesías. Pero su tesis era novedosa y
audaz desde el punto que no esperaba a un salvador vencedor, sino que continuaba la
prédica de un salvador vencido.2
1
Engels,.: Contribución al cristianismo primitivo
2
Cf. Trocmé, E.: El Cristianismo desde los orígenes hasta el Concilio de Nicea, en Historia de las Religiones, Ed.
Siglo XXI, México, 1986. Pag 241 y 242
A la difusión de la doctrina cristiana fue particularmente importante la prédica de
los judíos de las colonias de la diáspora. Si el cristianismo no nació dentro de un grupo
judío, por lo menos se dirigió las masas que de una u otra forma se vinculaban con el
judaísmo. Recién después de la ruina de Jerusalén en el 70, el grupo cristiano se vio
obligado a tomar conciencia de su independencia, en parte por haber perdido uno de sus
principales centros de unidad como era la comunidad originaria jerosolimitana, en parte
por el endurecimiento del judaísmo, que había cerrado sus filas y, en un intento de evitar
toda fricción con las autoridades hacía todo lo posible para marcar sus diferencias con el
cristianismo, que podía arrastrarlo a nuevos desastres.
La Iglesia cristiana, gracias a las actividades misioneras de los apóstoles y de los
helenistas (grupo caracterizado por su ardor evangélico agresivo) se multiplicó de manera
impresionante, llegando en menos de treinta años a difundirse por Siria, Asia, Menor,
Anatolia, en norte de la Mesopotamia y el norte de Egipto, especialmente en Alejandría.
Existían también cristianos en Macedonia, en Grecia, en algunas ciudades del sur de Italia
y sobre todo en Roma.
Desde sus principios, la religión cristiana enseñaba la resignación. Resulta
llamativo que una religión revolucionaria no vaya acompañada por una doctrina social
revolucionaria. La prédica de la Iglesia desde la primera etapa apartaba a las masas
populares de la lucha contra los opresores. Si bien la Iglesia se opone al poder estatal3, en
Roma la doctrina será otra: “Que todos se sometan a las autoridades que nos dirigen.
Porque no hay autoridad que no venga de Dios. Por esa misma razón ustedes pagan
impuestos, y los que han de cobrarlos son en esto funcionarios de Dios mismo”4Según la
explicación de la propia Iglesia, cabe recordar que Pablo y sus destinatarios de la ciudad
de Roma se movían en un mundo en que nadie ponía en duda la legitimidad de los
gobernantes, los del Imperio romano, y por ello su prédica es distinta que la dirigida a
otros pueblos.
La situación en El Imperio Romano desde fines del siglo II a.C. hasta el 54. El ingreso
del cristianismo.
3
Lc 4, 5-7, Ap 13, 1-18, Jn 12, 31 y 14, 30
4
Rom, 13,1, 5-6
5
Col 3, 5
Para Diakov, el régimen de la dictadura militar al servicio del Estado esclavista a
partir de las reformas de Augusto, al apartar las masas de la actividad política y social,
había ejercido una influencia nefasta sobre la vida cultural de los grupos sociales.
Para Aymard y Auboyer6, por un lado el contacto con nuevas provincias permitió
la difusión de cultos, la incorporación de nuevos dioses, y con ello la multiplicidad de
creencias entre las clases bajas, y, paradójicamente, la irreligión de la minoría dirigente.
Augusto reaccionó frente la decadencia de los cultos, instaurando una religión
nacional, cuyo eje principal era el culto al emperador. Los cultos oficiales estuvieron
ligados de esta forma al Estado, y los cargos sacerdotales facilitaban la promoción social.
Para Homo, el objetivo de Augusto era el de devolver al mundo romano la unidad moral,
imprescindible para la continuación del imperio.
“Las masas populares, subyugadas, oprimidas y reducidas a la miseria del Imperio
romano habían buscado al principio, en los siglos II y I antes de nuestra era, una salida en
la lucha abierta, en la insurrección. Pero el fracaso de todas aquellas sublevaciones había
demostrado que toda resistencia al poderío romano carecía de esperanza. Por ello es por
lo que en las capas inferiores había nacido y se había extendido considerablemente la
esperanza de la llegada de un salvador celeste de los males y penas de la Tierra” 7
El mesianismo y la facilidad con que los paganos aceptaban la incorporación de
nuevos dioses favoreció el ingreso del judaísmo y el cristianismo.
El cristianismo entró a Roma alrededor del 60, aún antes de la prédica del apóstol
Pablo, que será uno de los principales difusores de la doctrina. La Iglesia, en la primera
mitad del siglo I, “continuaba siendo una especie de anexo exterior de la sinagoga o un
simple lugar de encuentro para cristianos (...). Todavía no había llegado el momento para
ninguna de las autoridades de considerar a los cristianos como miembros de una nueva
religión, privados del estatuto de privilegio que gozaba el judaísmo dentro del Imperio
romano.”8. Pablo rechazará y hará rechazar la ley judía como “caducada y aún
perjudicial”, mostrando la ruptura con la tradición judía.
Nerón fue el primer emperador que distinguió a los cristianos de los judíos y
comenzó una persecución sistemática. No fue, seguramente, de las más cruentas, pero es
significativa porque es la primera. La “orgía neroniana” como la denomina Homo, que
horroriza por sus asesinatos y sus locuras, es el marco en el que se inicia esta persecución,
que tiene un basamento legal en un edicto imperial que determina que ser cristiano es un
crimen, y que se castiga con la muerte. Algunos autores ponen en duda la existencia de
este edicto, argumentando que hasta el siglo II las persecuciones eran más policiales que
6
Aymard, J. y Auboyer, J.: Roma y su imperio, en Historia Gral. de las Civilizaciones. Ed. Destino, Barcelona, 1967
7
V. Diakov: Historia de Roma, en Historia de la Antigüedad. Ed. Grijalbo. México, 1966. Pag 376
8
Trocmé, E.: ob. cit., pag. 263
legales, en cuanto los cristianos eran públicamente difamados y odiados, especialmente
por rehusarse a participar en el culto al emperador.
“Fueron, pues, castigados al principio los que profesaban públicamente esta
religión, y después, por indicios de aquellos, una multitud infinita, no tanto por el delito
de incendio que se les imputaba9, como por haberles convencido de general
aborrecimiento al género humano. Añadióse a la justicia que se hizo de éstos la burla y el
escarnio con que se les daba muerte”10
Tanto los emperadores Flavios como los Antoninos castigaban a esos malos
súbditos que se sustraían al servicio militar, no pagaban impuestos, no hacían caso a la
religión del Estado, despreciaban las categorías sociales, los honores terrestres y rompían
con las tradiciones. Incluso Marco Aurelio, a pesar de ser estoico11, veía en el cristianismo
un bárbaro fanatismo. Por lo general, las persecuciones fueron en esta época de corta
duración, ya que en su conjunto, el Gobierno romano se atenía a la tolerancia religiosa.
Con la dinastía de los Severos, el principado comenzó a transformarse en una
especie de monarquía militar. El ejército tenía y el poder de hecho, en parte por la
dependencia personal del emperador respecto al ejército como instrumento de dominio,
en parte porque era la única forma de atajar la desintegración del imperio: el estado
autoritario como sistema de emergencia actuó como factor de orden, llegando a
transformarse en un orden estable.
La hostilidad de las autoridades aumentará el conflicto con el cristianismo,
sistematizándose las persecuciones con creciente brutalidad. A medida que el Imperio
note la fuerza creciente de la nueva religión, la represión será cada vez más violenta. Los
cristianos fueron convertidos en carne de leones y de todo tipo de martirios12.
14
Semen est sanguis christianorum, la sangre de los cristianos es la simiente
15
Aymard, J. y Auboyer, J.: ob. cit., pag. 562
Aureliano y Dioclesiano
Fue obra de Aureliano la divinización imperial, de la que deriva su legitimidad.
Aureliano busca la solución sincretista en el monoteísmo solar, fórmula nueva y
enriquecida, con todo el boato propio de las religiones orientales, cuya divinidad central
es lo suficientemente accesible para que todos puedan adherirse. Aureliano es el primero
de los emperadores que, en vida figura como un Dios sobre la Tierra. “(...) el monoteísmo
solar que realiza la unidad religiosa, había de legitimar el absolutismo (...) (pero) el
cristianismo se niega a prestarse al sincretismo en la forma solar que Aureliano le ha dado,
y he aquí que el propio Aureliano, Dioclesiano después, volverán contra él la política de
persecución.”16
Dioclesiano tomó luego como base la vieja religión tradicional, que ya había sido
una forma de religiosidad política. Por supuesto, la readapta a la nueva mentalidad: deja
de ser un Dios para tener el carácter sobrehumano de éste por una especie de delegación.
Al igual que Aureliano, buscará en los signos externos de poder la expresión de su
divinidad. Sus sucesores mantendrán al sol como eje de la religión estatal, sin ningún
cambio significativo hasta el advenimiento de Dioclesiano.
Dioclesiano reorganiza la sociedad y el estado, logrando una relativa prosperidad.
Por ello, la necesidad de una fundamentación ideológica del Imperio no podía seguir
siendo desatendida. “En un Estado tan autoritario como era el Imperio restaurado por
Dioclesiano, una Iglesia autónoma resultaba inaceptable: hacía falta una religión oficial
sumisa al poder (...)”17
Las medidas anticristianas de Dioclesiano se iniciaron en el 302, con una
depuración del ejército y la administración civil. Fue la más larga de las persecuciones
(302- 311), pero a pesar de ello Lot sostiene que no fue la más sangrienta, ya que se atacó
más a los símbolos que las personas, y careció en realidad de motivos reales. Para otros
autores, incluso constituye un absurdo político.
No todos los sucesores de Constantino tendrán la misma predisposición hacia el
cristianismo. El Imperio romano caía inexorablemente hacia el fin, y, excepto en un breve
período durante el imperio de Teodosio, no volvió a ver la unidad.
Conclusiones.
La transición
Constantino fue quien puso fin a la persecución cristiana, e incluso restituyó parte de los
bienes confiscados, y fue inclinándose cada vez más hacia la Iglesia.
Es interesante contraponer la polaridad de las opiniones respecto a las razones que
tuvo Constantino para favorecer abiertamente al cristianismo en la forma en que lo hizo.
La progresiva inclinación hacia el cristianismo, desde el Edicto de Milán, el edicto
de tolerancia, hasta el concilio de Nicea, en el que el emperador intervino activamente en
una disputa interna de la Iglesia, es un hecho bien conocido. Pero las causas que la
impulsaron son fuente de discusión.
Algunos autores ven en Constantino a un hábil político, a un hombre de estado
irreligioso y amoral, a un converso auténtico iluminado por la luz del espíritu santo, a un
supersticioso o bajo el influjo de una inspiración repentina. Antes de juzgarlo, es
necesario ver el contexto en el que se insertaba:
La mentalidad romana del Bajo Imperio incluía, como ya se dijo anteriormente, una
profunda sensibilidad religiosa, y “El propio Constantino. imagen del ambiente
contemporáneo y reflejo de las mismas aspiraciones, se va inclinando cada vez más
hacia el cristianismo (...) A los ojos de Constantino, el cristianismo representa, para su
Imperio envejecido y ya tambaleante, el elemento necesario de renovación, según se
piensa,, sustituyendo la fórmula solar por la idea cristiana, fuerza material y autoridad
moral: el poder imperial no podrá menos que salir ganando.”18
El cristianismo era una institución de peso en Oriente, en el seno de pueblos de brillante
cultura. Roma era el centro de las antiguas religiones paganas, y Occidente no más que
un conglomerado de pueblos semibárbaros a los ojos de los orientales. A esto se le
suma la fundación de Constantinopla, efecto del traslado del polo de poder político
hacia Oriente, determinado por su superioridad económica y militar. De esto de
desprende que, en caso de querer unificar creencias bajo una sola religión, sea la mayor
de las religiones de las provincias orientales la elegida.
La obligación de los cristianos de respetar la autoridad estaba profundamente arraigada,
“Las palabras de San Pablo se convirtieron en doctrina cristiana aceptada, y la
obligación de la obediencia cívica en una virtud cristiana admitida. (...) La verdadera
razón de que Constantino declarara al Catolicismo religión oficial del Imperio fue el
apoyo que la disciplina de la Iglesia podía dar al Estado.”19. Pronto la estructura
jerárquica de la Iglesia fue uniformada a la del Estado y puesto bajo su control.
Constantino nunca renunció a su cargo de sacerdote de la religión estatal pagana
(pontifex maximus), tal vez como un método de mantener bajo control a los antiguos
cultos
El paganismo se redujo cada vez más a un pequeño grupo de gentes cultas, a las
zonas campesinas menos desarrolladas. Ya por el número de fieles, la Iglesia se convirtió
en un factor de poder, junto al emperador, el ejército y la administración. La aristocracia
fue el último bastión de resistencia pagana
Vemos que Constantino puede haber tenido varias razones para incorporar el poder
efectivo, nuevo y dinámico de la Iglesia Cristiana como elemento de cohesión y
renovación del Imperio, anacrónico y en decadencia.
18
Homo, L.: ob. cit., pag 374
19
Sabine, G.: Historia de la teoría política. F.C.E., México, 1972. Pag. 142 y 145