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VII- EL MUNDO ROMANO

Realidad geográfica y etnográfica.

La península itálica se encuentra ubicada en la zona central del mar Mediterráneo,


flanqueada al Oeste por el mar Tirreno y al Este por el mar Adriático, al Norte con los
Alpes y al Sur con el mar mediterráneo. Además, se divide geográficamente en tres
regiones: la continental (norte), la peninsular (sur) y la insular (Sicilia e islas adyacentes).
Su población original era de tipo “mediterránea”, y se asentaron en la zona oeste,
alrededor del II milenio a.C. Similar a la de las costas del sur de Francia y España, esta
población tenía ciertos rasgos negroides por ser originaria de la Nubia.
Sobre esta población originaria se superpusieron distintos grupos: a)- en el II milenio, al
este, los pueblos umbro-sabélicos: Ecuos, Volscos, Venetos, Umbrios y sabinos; b)- en el
siglo XII los Estruscos, venidos de oriente hacia el norte y los latinos al noroeste; c)- entre
los siglos VIII y VII Griegos, Fenicios y después Cartagineses, toman las zonas más al
sur y la insular; d)- los galos en el norte en la traspadana y la cispadana, durante el siglo
VI.

Origen de la civilización romana. La fundación de Roma. El mito y la historia.

Existe una leyenda y una tesis histórica. La leyenda atribuye la fundación de Roma
a Rómulo y Remo (753 a.C.), descendientes del príncipe Eneas de Troya, cuyo hijo había
fundado la ciudad de Alba. Los conflictos entre los dos sucesores –el soberano legítimo
Numitor, y su hermano Armulio- llevaron a la destitución de Numitor, la reclusión de su
hija Rea Silvia, y el abandono de los hijos de ésta con el dios Marte en las aguas del Tiber.
Salvados de las aguas y amamantados por una loba, cuando fueron adultos repusieron el
trono a su abuelo Numitor, y éste les otorgó el derecho de fundar la ciudad de Roma en
el monte Palatino.
Según la tesis histórica, los latinos vivieron organizados en pequeñas aldeas en las
llanuras del Lacio, y ante el avance de los etruscos, por el norte, decidieron la fundación
de un puesto de vigilancia sobre el monte palatino. Sobre las otras colonias se habrían
fundado otras aldeas, y con propósitos defensivos las siete se habrían unido en una liga,
la Liga del Septimontium. Esta alianza no pudo impedir que la zona del Lacio fuera
conquistada por los etruscos.
La tradición romana atribuye importantes realizaciones a los primeros reyes en el
plano de la organización política de Roma, a la que los orígenes habrían concebido como
una ciudad. Se considera ahora, sin embargo, que poco puede rescatarse de esta tradición.
En la fase latina de la Monarquía Romana habría habido un rey asesorado por los ancianos
jefes de las gentes, pero poco se sabe con seguridad. Afirma el historiador Homo que
“antes de la conquista etrusca, que se sitúa a mediados del siglo VII a.C., no existe ciudad
de Roma, no hay Estado romano ni por consiguiente, constitución romana”.

A)- La Monarquía

La sociedad de la época.

En la fase etrusca de la Monarquía Romana se transforman los marcos aldeanos de


las comunidades latinas y sabinas ubicadas en las siete colinas. Las aldeas se fusionaron
pacíficamente en una ciudad, con lo cual se instala una estructura jurídica cuyo monopolio
lo tenían los pueblos más evolucionados de la península: etruscos y griegos. A este
régimen urbano lo introdujeron los etruscos con sus dos caracteres fundamentales y
correlativos: el predominio de la ciudad, residencia de los conquistadores y centro de
gobierno en ella; y la anulación del campo, llevándolo a ocupar un papel políticamente
subordinado. Es en este momento que se puede hablar de la formación de la ciudad de
Roma, ya que son, a partir de aquí, los reyes etruscos quienes dotan al estado romano de
sus marcos administrativos y de los órganos políticos a partir de estos.
La base nuclear de las comunidades romanas de esa época y en adelante, fue la
“gens” o familia gentilicia, que con la llegada de los etruscos y sus reformas pasaron a
agruparse en “curias” que a su vez se nuclearon en “tribus”: un número varibales de gens
constituían una curia; 10 curias integraban a su vez una tribu. Había tres tribus –ramnes,
Tities, Luceres- por lo tanto 30 curias, y alrededor de unas 300 genes.
Las instituciones políticas eran tres. La realeza que reunía en sus manos la plenitud
de las funciones ejecutivas –administración general, mando militar, justicia, religión-. Se
trataba de una realeza militar poderosa, y, si como afirma la tradición, necesitaba para
ascender al trono la aprobación de la Asamblea, ésta debe haber sido meramente formal.
El Senado o Consejo de Ancianos, integrado por los jefes de las tribus romanas y
etruscas, representación permanente junto al rey de los vencedores y de los vencidos, cuya
función era asesorar al rey en todas las cuestiones; y, que si bien tenía un papel consultivo,
debía –como en el caso de Grecia- tenerse en cuenta. La Asamblea de las Curias,
integrada por los varones de las gens en edad de prestar servicio militar, cuyo papel era
esencialmente consultivo y formal.
La organización social en Roma comprendía 4 estamentos (es decir, capas sociales
entre las cuales había desigualdad jurídica). Ellas eran: patricios, clientes, plebeyosy
esclavos.
El núcleo de la sociedad romana era el “gens”, agrupación de familias particulares
cuyos miembros descendían o pretendían descender de un antepasado común, y tenían un
jefe, un culto y una sepultura familiar. Sus integrantes eran los patricios, pero se adosaba
a ellos un elemento adventicio, los clientes, que eran las personas que no integraban
naturalmente la gens, y se colocaban bajo la dependencia y protección de ella. El “patter
familias” ejercía un dominio absoluto sobre los miembros de la gens, patricios y clientes,
que abarcaba las personas y bienes. A diferencia de lo que ocurría entre los griegos, donde
la adultez del hijo significaba la libertad, en Roma sólo la muerte del padre producía el
efecto liberador. Son las gens patricias en este período un estamento abierto. También
eran quienes se llevaban la parte del león de los botines de guerra, y al contar con el apoyo
de sus clientes siempre tenían la mayoría en la asamblea popular. Cada gens estaba
dividida en familias individuales, cada una bajo la autoridad absoluta de un patter
familias. La gens fue la escuela del mando compartido. Así se explica el desarrollo de la
condición organizativa y de mando que hizo que Roma tuviera excelentes dirigentes, lo
cual postula como impropio de un pueblo con las características de los campesinos:
realismo, temor a lo desconocido, sentido de autoridad y de disciplina, cortedad de miras,
timidez frente a la aventura.
La ciudad romana, como la griega en los tiempos arcaicos- hasta Dracón y Solón-
no era una agrupación de individuos, sino de grupos gentilicios. Solo los miembros de las
gens (hijos de padres, patters, patris) eran “ciudadanos”. Eso implica que tenían derechos
“civiles”: derecho al matrimonio, porque sólo los hijos de un “padre” –jurídicamente
hablando- podían ser padres; y también derecho a la propiedad y a la participación en el
culto familiar e institucional de Roma. Además tenían derechos “políticos” porque
podían participar en las instituciones gubernamentativas: el Senado y la Asamblea por
Curias. El hecho de que solo a los miembros de la gens alcanzaba la protección de las
leyes –o sea la protección de los dioses- explica la categoría de los “clientes”. Ellos
quedaban subordinados al patter familia, pero gozaban en contrapartida los derechos
civiles. Deben fidelidad y servicios, tanto morales como económicos a una familia
patricia. A cambio se le otorgaba una parcela de tierra cultivable y la protección dada por
la familia. La existencia de vínculos de hombre a hombre, uno protegiendo y el otro
sometiéndose, se registra en muchas sociedades antiguas. En Roma tuvo una existencia y
eficiencia mayor; y aunque era un vínculo propio de los patricios, terminaría
extendiéndose a todos los ricos.
Los plebeyos eran el pueblo llano libre, los miembros de las poblaciones
conquistadas, los clientes emancipados de las gens por extinción natural de ésas o por
ruptura del lazo establecido; y principalmente, el campesinado independiente y pobre. Se
ocupaban del comercio, la manufactura, la artesanía y de las tareas pesadas. Su número
fue creciendo a medida que la ciudad se desarrollaba. Estaban asentados en los barrios
nuevos, fuera de la muralla, al margen de los barrios tradicionales que se correspondían
con el viejo Septimontium (sobre las colinas Quirinal, Aventino, Capitolio y Viminal).
Esta diferenciación topográfica tendrá importancia en los hechos posteriores.
La situación legal de la plebe resultaba directamente del principio mismo de su
composición. No pertenecía a la ciudad, no había nacido bajo la protección de sus dioses,
no podía, por tanto, tener la protección de las leyes y gozar de derechos. Carecía por tanto
de derechos civiles: tanto el que correspondía a las personas (derecho al matrimonio o
“conmubium”), como el que correspondía a los bienes (derecho de propiedad o
“comercium”). Tampoco tenían derechos religiosos ni políticos. Y correlativamente,
tampoco tenían deberes porque su no pertenencia a la ciudad los eximía de las dos grandes
cargas que pesaban sobre la ciudadanía: el servicio militar y el impuesto.
El cuarto sector social estaba constituído por los esclavos, quienes si bien no tenían
derechos personales, se podían integrar al seno de la vida filial ante la doméstica situación
en la que se los halla. Eran propensos a ser manumitidos y pasar al patronazgo de su
antiguo amo.
La situación de los plebeyos cambió debido a la situación interna y externa. A
cuestiones internas, porque a medida que la monarquía etrusca incrementaba su carácter
de tiranía militar, las relaciones con el patriciado sufrían una tensión constante; y era
natural que los reyes se apoyaran en un sector que los necesitaba para mejorar su situación
en la ciudad. A cuestiones externas, porque los reyes etruscos buscaron extenderse desde
Roma, tomando las comunidades vecinas, en una política de conquistas que hacía
necesario el incremento de soldados y de contribuyentes. Servio Tulio concretó entonces
una reforma militar y económica con efectos civiles: se extendieron los deberes militares
e impositivos a los plebeyos ricos, que en contrapartida pasaron a gozar en plenitud de
uno de los derechos civiles: el de “comercium” o propiedad.
A efectos de la incorporación plebeya, todos los individuos fueron sometidos a un
“censo”, para establecer sus propiedades, dado que la moneda todavía existía. Los que
tenían propiedades suficientes pasaban a la categoría de “añadidos”, o sea que integraban
la “leva” o “classis”; y todos los que carecían de bienes suficientes integraban la categoría
de “infra classem”, como no pagaban impuestos no integraban el ejército continuaban
permaneciendo al margen de la ciudad – o sea sin derechos-. La milicia serviana era la
classis
Esta reestructuración militar llevó a modificar la organización administrativa, la
población se dividió en 4 tribus urbanas: Suburana, Palatina, Esquilina y Colina, que
abarcaba sin distinción a patricios y plebeyos. Al principio aristocrático del nacimiento
se había incorporado el del domicilio como indicador de pertenencia a la “urbs”.
El último de los reyes etruscos fue un tirano que depuso a su suegro –Servio Tulio-
y gobernó con el apoyo de su guardia. Hizo el rey una política de expansión intensa,
fomentó la prosperidad económica y la vida artística, pero no concretó una reforma
agraria, pese a lo cual tuvo conflictos permanentes con la aristocracia a la que no tuvo en
cuenta en su gobierno. Rasgos todos, tanto positivos como negativos, que se consideran
propios de las tiranías.

B)- La República
En el año 509 se produjo una revolución que puso fin a su reinado. Fue de tipo
aristocrática, nacionalista y republicana, porque fue protagonizada por el viejo patriciado
romano en contra de la reyecía extranjera, y tuvo por objeto la independencia de Roma
del poder etrusco y la organización del régimen republicano. Los patricios contaron con
el apoyo del ejército, y por tanto de los plebeyos, hecho que se considera un acto de
ceguera por parte de la plebe. A la monarquía le debía haberse integrado a la ciudad y
gozar del derecho de propiedad, y se considera que podría haber ganado mucho más, aún
dado los roces existentes entre el rey y el patriciado –todo gobernante necesita apoyarse
en un sector social. El dominio del poder por los patricios le significaba a los plebeyos u
siglo y medio de luchas para conseguir la igualdad que anhelaban.

La lucha entre los dos órdenes

La lucha entre los dos órdenes tiene lugar en el primer siglo y medio de vida de la
República, entre fines del siglo VI a.C. y mediados del siglo IV a.C., o sea desde el
momento en que se instaura la República romana por la vía revolucionaria (509 a.C.) y el
dictado de las Leyes Licinias (376 a.C.), que es cuando los plebeyos comienzan a
conquistar la igualada civil y política. En ese momento se inaugura una nueva etapa.
En este momento la nueva República se debate entre la vida y la muerte ya que debe
combatir la crisis interna de la plebe y hacer frente a sus belicosos vecinos volscos,
samnitas, ecuos y galos, además de evitar los intentos de recuperación de los etruscos,
que llevarían un siglo de duras luchas, de las cuales, los romanos, saldrían fortalecidos y
con el dominio de gran parte del norte y centro de la península itálica.
Durante este período de siglo y medio, también denominado de la República
Aristocrática (porque eran los patricios los que tenían el poder) las características fueron
las siguientes: a)- la persistencia del predominio agrario de la economía; b)- el dominio
político del patriciado (que era el sector latifundista), y por tanto de los terratenientes
sobre el sector urbano; c)- el comienzo de las guerras de expansión; d)- la lucha de los
plebeyos contra los patricios, que asumiría dos formas: la búsqueda de igualdad jurídica
y política, anhelada por los plebeyos ricos; y la búsqueda de solución a los problemas
económicos y sociales, que sufría la plebe pobre. Veamos.
a)- El orden económico continúo siendo, como en tiempos de la monarquía,
esencialmente agrario, por lo que acostumbra decirse que la Roma primitiva fue “una
comunidad de campesinos, ganaderos y agricultores”. La agricultura romana era de
subsistencia, porque el suelo del Lacio, era poco propicio para la explotación rural. Esa
problemática, unida a la posición privilegiada de Roma como ciudad –puente entre el
norte y el sur, y puerta de entrada para los habitantes de los Apeninos- llevó a que desde
temprano se desarrollara el comercio. A medida que la ciudad creció, se hizo cada vez
más necesaria la adquisición de cereales, lo cual impuso a los habitantes urbanos la
necesidad de producir bienes de manufactura para el intercambio. Todo ello llevó al
enriquecimiento de un sector de plebeyos. Pero pese a la importancia cada vez mayor de
estas actividades, el ideal de vida romano siguió siendo el campesino, y eso influyó en
los conflictos sociales y en la organización interna de la República romana.
El régimen de tenencia de la tierra que imperó fue el latifundio, en manos de los
patricios, que mantuvieron en condominio los bienes heredados, para que fueran
redituables. Ellos entregaban una parte en arriendo a los colonos, en un régimen de
“colonato precario” que beneficiaba al “patrono”. Este régimen fue la base de la
institución de la clientela. Existían también pequeñas y medianas propiedades en manos
de los plebeyos, que tuvieron acceso a la tierra desde la reforma de Servio Tulio; pero el
número de estos propietarios era, en proporción al total de plebeyos, pequeño.
Además de las propiedades privadas existía la tierra pública o ager publicus, que fue
aumentando a medida que se extendían las conquistas. Esta tierra era entregada para su
usufructo a los ciudadanos, que la destinaban al pastoreo contra el pago de una pequeña
retribución. Esta tierra será objeto de disputa en los conflictos sociales de la etapa
republicana.
Dado que se trataba de un estado campesino, la tierra no constituía sólo un bien
económico. Había una estricta correlación entre la importancia de la propiedad inmueble
y el status socio-político del ciudadano: los grandes latifundistas patricios eran los
ciudadanos de pleno derecho, los que gozaban del prestigio social correlativo, y los jefes
naturales de la ciudad por ser los dueños del poder económico. La tierra era también la
base de la organización timocrática del ejército y del comiciado centuriado, y solo en
tiempos de Apio Claudio empezó a tenerse en cuenta la riqueza nobiliaria. La religión
doméstica y nacional era expresión del estilo de vida del campesino. La tierra, además,
fue el motor de la expansión, porque el ejército estaba compuesto en buen parte por
labradores no propietarios, que veían en las conquistas un modo de convertirse en colonos
y hasta en propietarios.
Y en este estado campesino, la sociedad seguía jurídicamente dividida en plebeyos
y patricios, siendo los primeros los que dominaban la vida social.

b)- El monopolio político del patriciado. La revolución del 509 a.C. había sido un
movimiento nacional contra la dominación etrusca; pero desde un punto de vista social
había sido una acción patricia. En consecuencia, el patriciado organizó un régimen en el
cual monopolizó el poder, y si bien a nivel constitucional, le otorgó poderes considerables
al ejército que los había ayudado en el acto revolucionario (y por tanto a los plebeyos de
la classis), en los hechos restringió hasta casi anular ese accionar político.
El patriciado pagó al ejército los servicios prestados, y creía que también los
servicios futuros (puesto que empezó tempranamente una política expansionista),
organizando una nueva Asamblea, los Comicios por Centurias, que no era sino una
reunión del ejército organizado en sus cuadros (las centurias y las clases), a las órdenes
de sus jefes supremos (los cónsules), sesionando fuera de la ciudad, en el Campo de
Marte. Los reyes etruscos habían creado las “centurias” con un objetivo
fundamentalmente militar y financiero, y no le habían otorgado ninguna atribución
política. Pero después de la revolución, recibió poderes que hicieron de él la asamblea
política del Estado romano.
Fueron sus atribuciones: a)- electorales: elegían a los cónsules y los investían de
“potestas” o derecho a entrar en realción con el pueblo y el Senado; b)- legislativas:
votaban las leyes y decidían soberanamente sobre la paz y la guerra; c)- judiciales:
recibían la apelación de los condenados a muerte.
Estas atribuciones de los Comicios Centuriados fueron más formales que reales,
porque el patriciado se encargó de neutralizarlos de diferentes formas. Se cree que se
distribuía a los plebeyos entre las centurias de modo que su influencia fuera menor. Se
sabe que se distribuyeron las atribuciones políticas entre las otras tres instituciones, de
modo de presentar un triple freno a la competencia de los Comicios Centuriados. Así:
1)- La Magistratura (elemento monárquico), que había heredado las atribuciones
ejecutivas de la reyecía. Estaba integrada por varios tipos de magistrados, siendo los
superiores los cónsules, que concentraban en sus manos el conjunto de las funciones
civiles y militares. Eran elegidos exclusivamente entre la categoría social del patriciado.
Como máximos jefes de los ejércitos eran también las autoridades supremas de los
Comicios Centuriados, y tenían sobre ellos gran poder limitativo: solo los cónsules podían
convocarlos a una reunión cuando lo consideraban favorable, les presentaban las leyes
que debían votarse, y les enunciaban los candidatos a cónsules que debían elegir; y sí, por
excepción, la tropa simpatizaba con algún candidato que a los patricios les disgustaba
(por considerar, por ejemplo, que el apoyo del ejército podía transformar ese cónsul en
demasiado poderoso) podían negarse a anunciarlo (“Nominare”) o eventualmente a
proclamarlo (“Creare”).
2)- El Senado (elemento aristocrático), que era la ciudadela del patriciado, ejercía
una absoluta tutela sobre las decisiones de los Comicios Centuriados, porque ellas sólo
eran plenamente válidas cuando contaban con la ratificación del Senado. Así, una ley o
una elección sólo podía lograr efectos legales desde el momento en que contaba con la
“auctoritas patrum” senatorial. Si el Senado negaba esta ratificación, los Comicios
Centuriados carecían de recurso legal.
3)- Los Comicios por Curias, que eran una asamblea integrada sólo por patricios,
según el domicilio de inscripción de su gens. Ellos completaban la investidura de los
cónsules hacha por los Comicios Centuriados (la potestas) invistiéndolos de “imperium”
o conjunto del poder civil, militar y judicial, mediante una ley especial, la “lex curiata del
imperio”. La elección consular era incompleta hasta esta ratificación.
El sector plebeyo incorporado a los Comicios Centuriados estaba pues en notable
desventaja. Estaba insatisfecho porque esas atribuciones políticas que habían recibido
eran insuficientes, y porque aspiraban a la igualdad. La oportunidad para lograr sus
exigencias se les presentaría como consecuencia de la política imperialista seguida por el
gobierno aristocrático.

c)- El comienzo de las guerras de expansión y sus efectos políticos. El patriciado


hubiera podido mantener el monopolio del poder y los escasos derechos concedidos a la
plebe sino la hubiera necesitado. Pero la situación externa obligó a aumentar a los
plebeyos sus deberes; y así le dio pie a exigir más derechos.
Los problemas militares sufridos por Roma fueron graves y durante un siglo luchó
por sobrevivir. Debió enfrentar sublevaciones de los pueblos del Lacio y de la montaña,
la invasión de los galos en el 390 a.C., y un largo conflicto con la ciudad etrusca de Veyes,
situada al norte de Roma. Luego de someter a los pueblos vecinos, Roma inició el sitio a
la ciudad de Veyes, empresa que constituyó la primera acción romana fuera del Lacio.
Ella marca el fin de la guerra defensiva, y el comienzo de la contraofensiva y por tanto
de la política imperialista.
Sobre las causas del imperialismo republicano hay muchas interpretaciones. No
fueron causales ni la necesidad de espacio vital ni la problemática económica social. Las
causas habrían sido dos: la defensa, ya que durante el siglo V el Estado romano había
estado a punto de sucumbir, y se buscaba extender los límites fronterizos lo más lejos,
según el criterio común en la antigüedad de que un estado poderoso en la vecindad
constituía un peligro, como así también la existencia de estados que pudieran coaligarse;
la pura y simple avidez, porque este pueblo campesino habría envidiado las tierras de sus
vecinos, que eran más fértiles que las suyas, y, que les permitirían proveerse de las
materias primas de que carecían, y de este modo potenciar el tráfico comercial. Al final
hubo una cuestión ideológica, porque los triunfos exacerbaron el orgullo romano, y los
hicieron concebir la idea de que eran un pueblo destinado a dominar el mundo, por ser
los más justos, virtuosos y piadosos.
Desde fines del siglo V a.C. por tanto, desaparecen las diferencias entre patricios y
plebeyos en lo relativo a las cargas militares y financieras. Todos son soldados y
contribuyentes con el mismo título, y el Estado no conoce más que ciudadanos, a los
cuales les impone cargas en proporción a su fortuna. Esto lleva al incremento de las luchas
entre patricios y plebeyos que ya se habían iniciado en el 490 a.C., porque la lógica
imponía que la asimilación se extendiese de los deberes a los derechos.

d)- La lucha de los plebeyos contra los patricios. El enfrentamiento entre los órdenes
se inicia apenas organizadas las instituciones republicanas (luego de la revolución del 509
a.C.), ya que los plebeyos se sintieron traicionados en sus aspiraciones. Pero a partir de
aquella reforma (atribuida a Servio Tulio) la lucha se agudiza.
Los logros de los plebeyos no fueron importantes en un primer momento, porque
estaban divididos en dos sectores y tendían a diferentes reivindicaciones. La plebe rica
aspiraba igualdad civil y política con el patriciado. La plebe pobre tenía además,
aspiraciones de orden social y económico.
El problema social era muy serio, ya que un amplio sector de la plebe estaba
formado por medianos y pequeños campesinos, que como no eran ciudadanos de pleno
derecho (óptimo iure civis) no podían gozar de la tierra pública que se empleaba como
pastura común, o que era entregada por el gobierno a los patricios, los cuales terminaron
ocupándola como si fueran propias; a esto se agregaba el gradual aumento de los
impuestos, necesario por el incremento del presupuesto de guerra, y porque la riqueza
adquirida en tierras por el Estado no le resultaban redituables, dado que los patricios no
pagaban el canon correspondiente por el uso de la tierra pública. La precariedad de la
situación del pequeño propietario o del labrador no propietario, que debía pagar con usura
los préstamos otorgados por los latifundistas (patricios), que eran sometidos a un régimen
de obligaciones que incluían la pérdida de la propiedad, el encarcelamiento y hasta la
esclavitud del deudor y de su familia; lo que se complicó por la paulatina sustitución de
arrendatarios y labradores por esclavos.
Los jefes plebeyos de ambos grupos llegaron a un acuerdo, y los plebeyos ricos
elaboraron un vasto proyecto de reformas que incluían reivindicaciones de tipo jurídico-
política y socio- económicas. El programa fue el siguiente:
1- En lo jurídico, la redacción de un código escrito, común a todos, y a la
autorización de los matrimonios mixtos (entre patricios y plebeyos). Se buscaba
así terminar con el monopolio de la interpretación de las “costumbres” por parte
de los patricios, y que había puesto a los plebeyos bajo su arbitrio durante siglos.
2- En lo político, el acceso a todas las magistraturas (incluido el Consulado) y
también al Senado, y la validez legal de los plebiscitos.
3- En los social, reclamaron la suavización del régimen de deudas, la solución de
la cuestión agraria y la sanción de leyes frumentarias (relativas al reparto del
trigo).
4- En lo religioso, la participación en los sacerdocios, con el mismo título que los
patricios.
Como estrategia hicieron uso de la organización administrativa establecida por el
Estado: las tribus, que ya eran 21. Las tribus eran circunscripciones territoriales, en las
cuales quedaban inscriptos todos los pobladores en función de su domicilio. Al frente de
cada tribu estaba colocado un jefe de tribu o tribuno, que tenía ciertas atribuciones
administrativas, financieras y militares (censar las provincias, percibir los tributos,
realizar la leva); y probablemente también de tipo judicial, para asuntos de orden inferior.
Como los plebeyos eran mayoritarios, el tribuno pertenecía a este sector y se transformó
en el jefe de la plebe. En principio eran los jefes militares subalternos (tribunos militares)
y no tenían status político, y para obtenerlo la plebe recurrió en el 493 a.C. a la famosa
sesión en el Monte Sacro, con lo cual se constituyeron como un verdadero “contra- estado
plebeyo”. La acción consistió en la retirada de toda la vieja población sabina del Quirinal
al Monte Sacro, desde donde exigieron: reivindicaciones sociales y la transformación de
las tribus en Asamblea a Legislativa. “ La Organización separatisata de la plebe,
oficialmente reconocida por el Estado bajo la forma de un convenio solemne, verdadero
tratado de paz entre pueblos extranjeros, comprendió dos mecanismos esenciales: un
órgano ejecutivo, el tribunado, y un órgano legislativo, la Asamblea por Tribus, cuyas
resoluciones serían los plebiscitos, que tenían validez sólo para los plebeyos. Más
adelante sobrevendría la lucha por transformar en estatales a ese funcionario, esa
asamblea y esas leyes. La táctica que usaron fue la huelga del soldado y del contribuyente.
Los conflictos entre ambos sectores fueron sistemáticos. Los plebeyos recurrieron a
la secesión en otros momentos (por ejemplo se concentraron en el Aventino, el centro y
el reducto de sus actividad urbana), y usaron de la huelga sin ningún escrúpulo, cada vez
que la situación lo hacía posible. Pero pese a la tenacidad de la lucha en medio de
dificultades externas, el Estado romano sobrevivió por diferentes razones: porque se
entablaron los vínculos solidarios entre los sectores más ricos, patricios y plebeyos, y
ambos se sintieron obligados a ceder posiciones en última instancia, para acercar
pocisiones irreconciliables; y porque se fue desarrollando la noción de “Estado” como
elemento unitivo, noción que fue creciendo a medida en que se debilitaba la noción de la
Gens. Roma fue apareciendo como la patria común de patricios y plebeyos, y ambos
sectores, en los momentos de mayor gravedad, fueron capaces de dejar de lado sus
diferencias para salvar a Roma.
Los logros de la plebe, que fueron importantes en lo jurídico- político fueron escasos
en lo social.
1- En el 450 a.C. (entre el 451 y 449 a.C. en realidad), se redactaron las primeras
escritas, la Ley de las Doce tablas o “Legislación Decenviral”. Fueron redactadas por
“diez decenviros”, a partir de estudios realizados en la legislación de las ciudades
helénicas de la Magna Grecia. Se logró entonces la igualdad jurídica en la medida en que
existía un código común a todos. Se prohibió la esclavitud por deudas.
2- El Estado hizo accesible a los plebeyos cierto número de actos de derecho civil:
matrimonio, testamento y adopción. Estos les habían estado vedados por su naturaleza y
religión, por ser los plebeyos extraños a la ciudad y no poder practicar su culto. Pero se
crearon formas nuevas, laicalizadas, como los contratos tipo económico, de forma
semejante al derecho de propiedad ya concedidos. Pero en principio se mantuvo la
prohibición de los matrimonios mixtos.
3- En el 445 a.C. se hicieron posible los matrimonios mixtos entre patricios y
plebeyos. Con ello los plebeyos obtuvieron la plenitud de los derechos civiles. Se
centraron a partir de entonces en la lucha por la igualdad política.
4- Los Derechos Políticos fueron conseguidos poco a poco.
a)- En cuanto a las Asambleas, el primer logro fue el del año 449 a.C. en que la
Ley Valeria-Horacia estableció que los plebiscitos tendrían fuerza de ley una vez
ratificados por el auctoritas-patrum senatorial. Con ello se transformaron en Comicios por
Tribus, y por tanto en asamblea legislativa del Estado romano. En los Comicios por
Centurias lograron mayor participación, pero por el hecho de que las clases votaban
sucesivamente hasta lograr la mayoría, las clases más bajas no votaban nunca. A los
Comicios por Curias lograron entrar hacia fines del siglo IV, aunque constituían un logro
formal, ya que para entonces carecían estas instituciones de poder.
b)- En cuanto a las Magistraturas. Lograron en 445 el ingreso al “Tribunado
militar con poder consular”, que era la institución que nació cuando se anuló el
Consulado, hecho ocurrido cuando se presionaba (por iniciativa del tribuno Canuleyo)
para que uno de los Cónsules fuera plebeyo. El número de tribunos era de 3, 4 y luego 6,
y podían ser elegidos en cualquiera de los dos órdenes; aunque hasta el año 400, por el
peso del sistema electoral y de la tradición vigente, nunca se designó a ningún plebeyo,
lo cual evidencia la distancia que había en roma entre la teoría constitucional y la práctica.
La Censura nació como consecuencia del sitio a Veyes, y heredó las funciones financieras
y algunas administrativas que habían sido de los Cónsules. Una magistratura que los
patricios se reservaron. En el año 421 a.C. los plebeyos lograron el acceso a la Cuestura
(figura del cuestor). Y en el 367, con las Leyes Licinias, se restableció el Consulado y se
estableció que uno de los dos sería plebeyo (recibieron ese nombre porque sus promotores
eran Licinio Stolo y Licinio Sextio). Los patricios cedieron porque era evidente que se
necesitaba una autoridad más concentrada para organizar las campañas y prevenir mejor
los conflictos (desde el 390 a.C. habían sufrido por 40 años las invasiones galas, y se
consideraba que parte de la debilidad del Estado devenía de la falta de concentración de
la autoridad). Pero simultáneamente se crearon dos nuevas magistraturas que se
reservaron a los patricios: la pretura y la edilidad curul, a la que finalmente los plebeyos
tendrán derecho. A mediados del siglo IV han logrado la plenitud de la igualdad política.
c)- El ingreso al Senado fue consecuencia natural del acceso a las magistraturas.
A partir del 400 a.C. ingresaron luego de terminar su mandato como tribunos militares, y
a partir de allí su número fue aumentando.

La base del equilibrio del siglo III a.C.

A partir del dictado de las Leyes Licinias (367 a.C.) se produjo una modificación de
la elite gubernamental, debido a la ruptura de los partidos en lucha hasta entonces y la
conformación de una nueva alianza. El sector vencido, el patriciado, se dividió en dos
grupos: “la derecha”, integrada por quienes no se conformaban con las pérdidas sufridas
y anhelaban la recuperación de su situación de privilegio anterior; y “la izquierda”, que
aceptaba plenamente los hechos consumados, pero que aspiraba a evitar una
profundización de las reformas en el campo económico- social. El sector plebeyo,
vencedor en la contienda precedente, también se dividió en dos: “la derecha”, conformada
por los ricos, que habiendo logrado la igualdad civil y política se consideraba satisfecha;
y “la izquierda”, los ultras, integrada por los pobres, que buscaban continuar la lucha hasta
solucionar la “cuestión social”.
Las exigencias sociales afectaban a todos los ricos, patricios o plebeyos, y la
solidaridad de intereses los acercó. Las fracciones compatibles del patriciado y la plebe
(la izquierda del patriciado y la derecha de la plebe) elaboraron un programa común en
defensa de sus intereses fundamentales: a)- aceptación sin reservas de los hechos
consumados, o sea de la igualdad civil y política establecida por las Leyes Licinias; b)-
acuerdo para ejercer el gobierno en común; c)- disposición a luchar contra los dos sectores
extremos: los intransigentes del patriciado, o sea el ala reaccionaria, y la izquierda de la
plebe, o sea el ala revolucionaria. Surge así la Nobleza Patricio- Plebeya o Nobilitas, que
hegemonizaría el poder entre mediados del siglo IV y mediados del siglo III, que
terminaría de dar forma a la Constitución del Siglo III (el orgullo de la tradición romana
por su equilibrio) y que lograría el apoyo de la clase media campesina a partir del dictado
de las leyes Poetelia Papiria en el 326 a.C., porque solucionó parcial y temporalmente el
problema social.
“La cuestión social” tenía una larga historia, porque había sido incluída en las
reivindicaciones de todos los plebeyos durante las luchas del siglo V y IV a.C., aunque
para los ricos la inclusión de estas exigencias había sido el modo de lograr el apoyo de la
plebe pobre a su causa. La “cuestión social” suponía tres problemas: a)- La Cuestión de
las Deudas, porque hasta la Ley de las Doce Tablas no existía un interés legal sino que
era discrecional; y como los prestamistas, que eran particulares, imponían tasas muy
elevadas, el deudor insolvente terminaba respondiendo con su libertad y la de su familia;
b)- La Cuestión Agraria, que implicaba la exigencia de reparto de la tierra pública entre
los pobres; esta tierra que se incrementaba cada vez más por las conquistas y que
beneficiaba sólo a los ricos (luego a la nobilitas); privilegio que era irritativo en sí, y
además porque los patricios era un sector en retroceso numérico, en tanto que la plebe
pobre se incrementaba sin cesar; c)- La Cuestión Frumentaria, que implicaba el pedido
de distribuciones de grano a bajo precio. Esta cuestión interesaba a la plebe urbana, a
diferencia de las anteriores que eran reivindicaciones de la plebe rural.
En el primer siglo y medio de luchas civiles, durante el gobierno del patriciado, se
habían logrado algunas reformas. Así: a)- Sobre la Cuestión de las Deudas se había
logrado en el 495 a.C., después de una huelga militar, la supresión transitoria de las
ejecuciones judiciales y la liberación de los deudores (presos y esclavos), medida que se
dejó de lado cuando pasó la urgencia de la guerra. Fue una de las reivindicaciones
mayores de la secesión del Monte Sacro. Un triunfo importante pareció ser la
determinación, en la Ley de las Doce Tablas (450 a.C.) de un interés fijo del 10% sobre
el capital, y la fijación de severas penas a la usura; b)- Sobre la Cuestión Agraria, un
proyecto de 486 a.C. de Espurio Casio de quitar al Senado el manejo de la tierra pública
y de repartirla entre e pueblo fracasó, y su autor fue condenado a muerte. Fue una cuestión
en la que fracasó la lucha popular en esa primera etapa, y sólo en situaciones de mucha
presión popular se hicieron algunos pocos repartos; c)- Sobre la Cuestión Frumentaria,
hubo también algunas ventas masivas de trigo a bajo precio, auspiciadas por quienes
anhelaban contar con la simpatía popular. Las disposiciones fueron escasas y transitorias.
En general, el fracaso signó esta lucha.
El mayor logro se obtuvo en el 367 a.C. de las tres Leyes Licinias, una había sido en
beneficio de la plebe rica: la que abría el Consulado a los plebeyos con lo cual se lograba
la igualdad política de los dos órdenes. Las otras dos Leyes fueron en beneficio de la
plebe pobre. a)- sobre la Cuestión de las Deudas se resolvió que los intereses pagados
hasta entonces por los deudores se imputaran a capital, y se fijó una moratoria para su
pago; b)- sobre la Cuestión Agraria, estas leyes establecieron un límite de 126 Ha a las
ocupaciones de tierra, lo cual había posible el reparto en gran número de manos; y además
se estableció que para las tareas rurales debían contratarse obligatoriamente hombres
libres y esclavos, proporcionalmente.
Las Leyes Licinias constituyeron la mayor conquista de la plebe pobre en materia
de deudas y de ocupación de tierras. Pero fueron sólo paliativos. La cuestión de deudas
no dejó de conservar toda su gravedad y la usura siguió siendo un azote como en el
pasado. Ahora, la plebe luchaba contra la Nobilitas o Nobleza Patricio-Plebeya, la nueva
elite gubernamental. Y el momento decisivo de esa lucha fue el 343 a.C., la insurrección
del ejército romano de Campania, en el que abundaban los deudores, que marchó sobre
Roma. Se acordó que ningún soldado podía ser licenciado del servicio sin su propio
consentimiento, y se repusieron algunas limitaciones al régimen de deudas y nuevas
penalidades contra la usura.
Esa insurrección tuvo un resultado significativo. La Nobilitas comprendió de que
para mantenerse en el poder necesitaba solucionar por lo menos el problema campesino,
porque necesitaba el apoyo a su gobierno de algún sector numeroso. Resultado de esta
decisión fue el dictado, en el 326 a.C., de la Ley Poetelia Papiria (nombre de los dos
cónsules), por el que se dispuso la supresión de la prisión por deudas, la liberación de los
presos por ese motivo y la fundación de colonias numerosas en el terreno de la Italia ya
dominada por los romanos. Se formó así una sólida clase media campesina, que mientras
existió sería el sostén del régimen republicano, y cuya desaparición a partir del siglo II
a.C. llevará a la ruina de la república. El otro sostén social de la Nobilitas será un sector
emergente, la burguesía capitalista, integrada por comerciantes, industriales y financistas,
que habían crecido económicamente al amparo del Estado Romano: eran arrendatarios de
impuestos, concesionarios de obras públicas y de fletes marítimos, los banqueros y los
propietarios de latifundios atendidos por mano de obra esclava. Ese hecho de la posesión
de la tierra los transformaba en sector rural y les otorgaba los privilegios de tales, aunque
la parte más lucrativa de su actividad fuera urbana.
La Nobilitas logró luego del 307 a.C. un nuevo aliado, constituido por la burguesía
urbana, que hasta entonces por no tener riqueza mueble era ubicada por los censores en
las clases inferiores, que debido a ello tenía obligaciones financieras y militares mínimas,
pero que no eran ciudadanos óptimo iure. Un censor del partido revolucionario, Apio
Claudio, implementó reformas con el objeto de beneficiar a su sector logrando el apoyo
de la plebe urbana; pero no lo logró porque sólo permanecieron sin modificación las
reformas que la Nobilitas consideraba convenientes, y que fueron las reformas financieras
y militares. Ante la necesidad de mayores impuestos y soldados por las invasiones de
pueblos, Apio Claudio equiparó la riqueza mueble a la inmueble, y a partir de entonces
los ciudadanos ricos, independientemente del origen de su fortuna, se ubicaron en las
mismas centurias y por tanto en los mismos cuerpos del ejército. Pero esa burguesía, luego
de ser beneficiada por el patriciado reaccionario, se alió a la Nobilitas, consciente de que
ésta sería menos peligrosa. La Nobilitas recuperó así el poder (que había perdido por tres
años), pero ello tuvo un saldo negativo: su alianza a la burguesía urbana le hizo descuidar
a los medianos y pequeños campesinos que hasta entonces habían sido su mayor sostén y
esto llevó al renacimiento de los problemas sociales.
La Cuestión Social estalló nuevamente a principios del siglo III a.C., porque
recrudeció el problema de las deudas. Fue la plebe rural, los pequeños y medianos
campesinos de la clase media los que se sublevaron en el 287 a.C., y se retiraron al
Janiculo (repitiendo la secesión del Monte Sacro del Pasado). Se nombró el dictador
Hortensio, quien hizo votar por los Comicios Centuriados las Leyes Hortensias (año 287
a.C.), cuyas disposiciones sociales fueron, como siempre efímeras: la liberación de los
detenidos por deudas y la reducción de los intereses acumulados. Pero hubo una
disposición política de importancia, que algunos autores consideran negativa: se dispuso
la validez de los plebiscitos (resoluciones de las asambleas por tribus) sin necesidad de
que fueran ratificadas por el Senado. Y como consecuencia de ello, un plebiscito
determinó poco después que los actos electorales serían precedidos por la “auctoritas
patrum senatorial”, con lo cual ésta careció de validez.
Las Leyes Hortensias constituyeron un triunfo de la clase media campesina y pareció
que se encaminaba el Estado hacia una democracia rural. A fines del siglo III a.C. (232-
217 a.C.), el Partido Demócrata Campesino llevó al poder a Flaminio, tribuno que luchó
contra la nobleza para solucionar el problema agrario. Se propuso colonizar el gran
dominio público del Piceno, recientemente conquistado a los galos senones, dividiéndolo
en lotes y entregándolo a la pequeña y mediana clase media campesina empobrecida y a
los ciudadanos urbanos sin tierras, como modo para revitalizar esa clase que era el sostén
de la república, por ser el sector más patriota y leal al estado, y por estar muy diezmada
por las guerras púnicas (262-41 la primera; 218-201 la segunda). El proyecto tuvo gran
resistencia, porque la nobilitas, a título de ocupante, pretendía reservarse el goce
exclusivo de estas tierras. Pero Flaminio ante la negativa del Senado a tratar la ley, la
presentó directamente a los Comicios; y en esa circunstancia se vio al padre de Flaminio,
haciendo uso de su patria potestad, arrancar de la tribuna a su hijo.
La ley finalmente fue promulgada, en lo que fue el primer gran triunfo del Partido
Democrático sobre el Partido Aristocrático, que por primera vez sufría un ataque a sus
privilegios (le quitaban algo que se negaba a ceder); y era de prever que esas pérdidas
podían incrementarse, porque las Leyes Hortensias habían debilitado el poder del Senado.
Continuando sus ataques contra el Senado, el Partido Democrático logró el dictado de la
Ley Claudia, por lo cual se prohibió a los senadores ocuparse del gran comercio marítimo
y de las actividades comerciales en general, porque se consideraba que como el Senado
tenía el monopolio del manejo de las finanzas, sus miembros no podían participar de
ninguna actividad que implicara relación económica con el Estado. Estos logros del
Partido Democrático fueron sin embargo efímeros, y sus propios errores en el campo
militar lo llevaron a ceder el poder al Partido Aristocrático, que lo monopolizaría cada
vez más en el siglo siguiente (II a.C.).

LA REPUBLICA OLIGARQUICA
La expansión romana y sus consecuencias.

Con la Segunda Guerra Púnica y con la expansión romana subsiguiente en Oriente,


llevada adelante con vigor dio comienzo para la sociedad romana de una nueva época,
que conoció la configuración de un nuevo modelo de sociedad y la aparición de nuevas
tensiones sociales. Pero ya durante el siglo III a.C. se prefiguró la dirección en la que
había de producirse el cambio: la transformación de los nobilitas en una oligarquía, la
constitución de un estado acaudalado de comerciantes, la decadencia del campesinado
itálico, y el empleo de la masa de esclavos en la producción.
En el siglo III a.C., la situación naufraga frente a la Guerra con Cartago en tres
oportunidades:
1º Guerra: Entre -264 y -261. Causas bélicas: Sicilia. Significó para Cartago la pérdida
de Sicilia y el pago de una gran indemnización. Luego pierde Córcega y Cerdeña.
2º Guerra: Entre -218 y -201. Roma toma Hispania, excepto Numancia.
3º Guerra: Entre -149 y -146. Cartago es destruida.
Entre -200 y -197 declara la guerra a Macedonia a raíz de la ayuda prestada a Aníbal.
Entre -158 y -148 recién incorpora el territorio. En el -190, Roma gana una guerra a
Siria. No se reclama el territorio. En el -146, tras la guerra con AGrecia, se la incorpora
como provincia.
Roma se convierte en potencia mediterránea. Incorpora provincias que proporcionan
gran capacidad agraria, riqueza minera, mano de obra barata y mercado para sus
productos (grandes posibilidades económicas).
Se produjo la decadencia y proletarización de la clase media campesina, que trajo
aparejado la formación de las grandes fincas y la utilización masiva de esclavos.
De este modo podemos agrupar las consecuencias del siguiente modo:
a)- Formación de la clase capitalista. El equilibrio constitucional del siglo III a.C.
se apoyaba en una armonía entre las clases. El gobierno se encontraba en manos de la
aristocracia, la nobleza senatorial, apoyada por una parte por los caballeros, y por otra por
la masa de la clase media campesina. Cuando ese doble puntal faltara a la clase dirigente,
el equilibrio constitucional se rompería y la constitución quedaría amenazada en su
mismo principio.
La clase ecuestre falta al equilibrio de la constitución porque se separa
gradualmente del orden senatorial y termina por convertirse en su antagonista; la clase
media, por el contrario es arrastrada hacia una decadencia creciente.
La creación del gran capitalismo itálico debido a la explotación cada vez más
amplia de la cuenca mediterránea: permitió a la clase ecuestre aumentar
desmesuradamente su papel económico. Las tres ramas de producción fundamentales de
su actividad eran:
 Arrendamiento de los impuestos en Italia y también en las provincias: se crean
nuevas líneas de aduana con gran beneficio para los publicanos de la clase ecuestre,
que generalmente se convierten en arrendatarios.
 Contrata de obras públicas: con la extensión del poderío romano y su
enriquecimiento gradual, se multiplican las empresas públicas, especialmente las
grandes obras, de las cuales son contratistas los caballeros.
 Banca: extensión correlativa a la grandeza de Roma, en mano de los caballeros.
El lugar cada vez más importante de esta clase tuvo como consecuencia elevar el
nivel de sus pretensiones. Reclama al Estado una influencia política en relación a su
creciente poderío económico. Precisamente en este momento, es en el que la aristocracia
senatorial, en plena marcha hacia un régimen de oligarquía, se cierra gradualmente. La
nobleza senatorial que además del senado, detentaba el monopolio de las magistraturas,
y por tanto el mando de los ejércitos consiguió apoderarse del poder judicial.
Los tribunales ordinarios, como antes los extraordinarios, tuvieron que reclutarse
exclusivamente entre los senadores.
La tensión creciente entre ambas clases también se vio reflejada en el terreno
financiero. El resultado del plebiscito Claudio (Ley Claudia) fue el resultado de la
exclusión de la nobleza senatorial del gran comercio, y la de un verdadero monopolio
comercial en beneficio de los caballeros. Pero no quedó otro remedio a los senadores que
desviarla en su provecho, como comanditarios y accionistas en las compañías anónimas
por acciones, cuyos representantes oficiales eran caballeros.
Pero el hecho decisivo fue el problema judicial (el monopolio senatorial), que va a
provocar la ruptura irremediable entre los dos órdenes rivales. Con la defección de la
clase ecuestre el gobierno senatorial va a perder desde mediados del siglo II a.C. uno de
sus apoyos necesarios y esenciales.
b)- La ruina de la clase media. El gran fenómeno desde el punto de vista social
es la desaparición de la clase media, que era considerada el apoyo básico de la
constitución romana. Esa clase se componía ante todo de pequeños propietarios rurales.
Desde fines del siglo III a.C. comienza su ruina. Especialmente dos causas ocasionaron
la desaparición gradual de la clase media:
 De orden militar: las guerras se han sucedido casi sin interrupción en el siglo III
a.C., y esas campañas afectan doblemente a la clase media, que suministra el
conjunto de los efectivos de las legiones. Pero la guerra de los siglos II y III a.C.
no sólo cuesta a la clase media los hombres que caen en el campo de batalla. Los
que no mueren son retenidos durante mucho tiempo lejos de sus hogares por la
obligación del servicio, y perdidos en la misma proporción para la vida civil
(asistencia a las asambleas).
 De orden económico:
1. Desarrollo de la gran propiedad en Italia. La conquista, seguida de la
confiscación total o parcial de las tierras de los vencidos, tuvo como resultado
la formación en manos del Estado de un dominio público, el ager publicus. El
Estado lo explotó de diversas maneras; vendió una parte a los particulares,
dispuso de él, ya en forma colectiva mediante la formación de colonias, ya en
forma individual a favor de los ciudadanos. El exceso, que quedaba en manos
del Estado, después de las enajenaciones sucesivas era entregado al primer
ocupante que lo obtenía a cambio del pago legal de un impuesto anual. En la
práctica, la nobleza aprovechó para acaparar poco a poco el ager publicus.
2. Transformación del cultivo itálico. El trigo constituía la base de la alimentación
de los romanos, por eso el gobierno se preocupó de mantener el precio de venta
tan bajo como fuera posible. El cultivo del trigo se hizo cada vez menos
remunerador para el productor itálico. En su lugar, se establecieron cultivos más
remunerables (vid, olivo, cultivos de huerta). Sin embargo, estos nuevos
cultivos, se ajustaban mal al régimen de la pequeña propiedad, mientras que por
el contrario, encontraban en la extensión de la gran propiedad condiciones
favorables. El costo de vida fue elevándose gradualmente al tiempo que los
cultivos se hacían más aleatorios y sus productos cada vez menos remunerador.
Muchos desertaron del campo, y otros subsistieron a costa de préstamos cuya
garantía era su propia tierra, que terminaba por caer en manos de los acreedores.
3. Abaratamiento de la mano de obra. La mano de obra campesina estaba cada vez
más monopolizada por los esclavos, los cuales representaban para el dueño un
instrumento menos costoso (por su gran número a causa de las guerras), y más
manejable que el trabajador libre, puesto que carecía de derechos. De este modo,
arruinado el pequeño propietario rural no tenía otro recurso que acudir a la
ciudad, donde todos los otros empleos también se encontraban acaparados por
los esclavos. En este recinto, acababa por engrosar las filas del proletariado.
Aunque en Roma le faltaban los medios de vida, aún le quedaban otros: como
las distribuciones alimenticias del Estado, las limosnas de los particulares ricos
y la venta de sus votos.

c)- Consecuencias constitucionales. Por sus consecuencias políticas marca una


fecha capital en la historia de la constitución romana. De esta contienda resulta vencedora
la clase senatorial, porque solo una corporación presentaba en Roma, en materia de
política extranjera y de administración provincial, las condiciones de estabilidad y de
prácticas requeridas por la situación: el Senado. Este cuerpo, tanto por el carácter vitalicio
como por la importancia de sus miembros, privilegiado constituía la ciudadela del partido
aristocrático.
En segundo lugar, el partido democrático en el transcurso de la guerra, no está
acertando con la elección de sus jefes, ya sea por incapacidad o mala suerte. Ante esta
situación, el pueblo entregó plenamente a la aristocracia la dirección de la guerra, ya que
ésta se mostró digna de confianza. Fabio Máximo, el verdadero jefe de gobierno, y sus
demás colaboradores- Marcelo, el conquistador de Siracusa- Escipión, el triunfador de
España y de África, pertenecían a la nobleza, y serán quienes liberarán al suelo del peligro
cartaginés.
La constitución republicana no tardó en sufrir las repercusiones de ese estado de
cosas, bajo una doble forma: dictadura del Senado y marcha hacia la oligarquía. La
suspensión del plebiscito del 342 a.C., había asegurado el monopolio del consulado a un
círculo restringido de familias aristocráticas. Los hombres nuevos no serán elegidos más
que por una sacudida de la oposición, y, ante la influencia creciente del senado, los
cónsules caen gradualmente a la categoría de instrumento de la alta asamblea. El último
obstáculo constitucional que le quedaba era el tribunado. El plebiscito Atinio establece
que todos los tribunos de la plebe tendrán en los sucesivo categoría oficial de senadores,
es decir que lo absorbe al tribunado, y hace de él un escalón más en la carrera de los
honores.
La situación de la guerra hizo necesaria la unidad y permanencia de las
magistraturas (dictadura, consulado y pretura), en detrimento de su anualidad y
colegialidad.
El poder militar acaba de avanzar a pasos agigantados, y ya se perfilan en la lejanía
amenazas de dictadura.

La crisis de la República o crisis del siglo II a.C.

Oligarquía o dictadura: Escipión y Catón


Después de la segunda guerra púnica Escipión, el africano, se le elige para la
censura y pronto va a tomar en calidad de princeps senatus, la dirección moral del Senado.
Todas esas distinciones las merecía el vencedor de Aníbal, pero no era menos cierto que
la carrera excepcional de ese hombre, tanto por la rapidez por la cual había progresado
como por las múltiples irregularidades que habían señalado esos progresos, aparecía
como un desafío permanente a la antigua constitución romana.
El pueblo había querido nombrarle cónsul y dictador perpetuo, pero Escipión lo
había rechazado; no por eso dejaba de flotar en el ambiente el peligro de dictadura, y el
peligro de la oligarquía de perder sus privilegios.
Un hombre nuevo, Catón, entra en escena. Éste puede ser definido en una palabra:
es un constitucional en el sentido tradicional del término. La constitución del siglo III a.C.
representa para él un ideal que quiere salvaguardar a toda costa, y, cuando la decadencia
se manifieste pretenderá hacerla revivir. Esa constitución tradicional tiene dos enemigos:
la oligarquía y el poder personal.
El gran peligro para la constitución es Escipión, el africano, por eso ante todo es a
él a quien Catón y su partido van a atacar. El defensor de la constitución no dejará de
encontrar, entre los mismos sostenedores de la oligarquía, alianzas y complicidades.
Luego de los sucesivos enfrentamientos políticos entre ambos partidos, Catón salió
vencedor; y Escipión abandonó Roma. Con este retiro, el peligro de la dictadura militar
había desaparecido. Quedaba el segundo: la marcha hacia el régimen oligárquico. Catón
aprovechó sus funciones para expulsar del Senado a siete miembros notables del partido
oligárquico, hizo votar la ley Villia Analis, que establecía condiciones para la obtención
de honores- edad, sucesión y, la obligación de 10 campañas antes de iniciar por la cuestura
el cursus honorum-.
Acertadas o no, esas intervenciones de Catón no tuvieron más que una importancia
secundaria. Las necesidades imprescriptibles de la política exterior requerían en el
gobierno una concentración de voluntades cada vez más estrechas. A ese problema vital,
la constitución tradicional del Estado no aportaba ya la solución necesaria. La marcha
hacia la oligarquía comenzada a fines del siglo III a.C., y precipitada por la Segunda
Guerra Púnica, continuó implacable.
De que la fachada constitucional haya seguido siendo la misma que la del siglo III
a.C., no hay ninguna duda. Pero aunque la apariencia permanece idéntica, el espíritu y la
práctica de la constitución han experimentado un cambio considerable. La oligarquía la
ha convertido en propiedad suya, y la ha condicionado en su provecho.
Transformación de los derechos inherentes a los comicios.
 Sufragio pasivo: las funciones políticas lejos de estar abiertas a todos,
representaban el privilegio de una pequeña minoría de nobles. Las causas de la
exclusión de los hombres nuevos, de ese monopolio de gobierno en provecho de
algunos nobles, son múltiples. De este modo, las magistraturas no eran retribuidas,
es decir había que gastar mucho dinero en varios repartos a los ciudadanos, juegos
o fiestas para conseguir cargos y desempeñarlos. No se podía llegar directamente
a las magistraturas superiores, era necesario seguir una sucesión regular, y los
hombres nuevos que iniciaban tarde la carrera oficial se encontraban a menudo
demasiado viejos para completar todas las etapas
Las magistraturas, y por consiguiente el Senado eran monopolio de una minoría
nobiliaria. El principio de todos elegibles se encontraba en la práctica
absolutamente falseado.
 Sufragio activo: en principio todo ciudadano romano es elector. Roma jamás
conoció el voto individual, directo e igualitario a la manera de la democracia griega,
sino solamente el voto global, por curias, centurias, tribus, fundado, por
consiguiente en un sufragio de dos grados.
De las tres grandes asambleas, los comicios por curia se han convertido en un
simple simulacro.
En cuanto a los comicios por centurias, hay que considerar dos elementos: 1-
Composición: la reforma del siglo III a.C. aunque mantiene intacto el privilegio de
la edad, hace al menos desaparecer la desigualdad en el número de las centurias por
clase; a partir de entonces, cada clase comprende de modo uniforme 70 centurias,
o sea, 2; una de señores y otra de iuniores (denominación según la diferencia de
edad), para cada una de las 35 tribus. 2- Funcionamiento: el voto de los comicios
por centuria no es simultáneo. Las clases votan sucesivamente, primeramente la
centuria prerrogativa que pertenece a la primera clase, después las 18 centurias
ecuestres, y una tras otra, las demás clases, siguiendo la escala descendente de las
fortunas. El presidente de los comicios detiene la votación cuando se ha logrado la
mayoría; si las 18 centurias ecuestres y las 3 primeras clases marchan de acuerdo,
hay mayoría absoluta y no sigue el escrutinio. Las clases restantes votan en caso de
desacuerdo (rara excepción).
En lo que respecta a los comicios por tribus, 1- Composición: no hay
discriminación por razón de edad. 2- Funcionamiento: el voto no es sucesivo como
en la asamblea por centuria, sino que es simultáneo. Por consiguiente, presenta una
diferencia fundamental con ésta: los comicios por tribu, los ciudadanos romanos
electores votan todos y siempre.
El ciudadano detentor de una parcela de la soberanía popular, debe ejercer sus
derechos, personalmente, en el centro de la ciudadanía, la ciudad de Roma, y en la
sede misma de los comicios. Esa necesidad de la presencia tiene por resultado
eliminar, de hecho, la mayor parte de los derecho habientes, que repartidos desde
entonces a través de toda Italia, incluso in cierto números en las provincias, no
pueden hacer indispensable el desplazamiento.
Bastaba teóricamente con un solo elector para representar a una centuria o a una
tribu, pero en la práctica éstos se veían ahogados en la masa del cuerpo electorado
urbano, se encontraban expuestos a todas las maniobras de intimidación y de
presión.

La oligarquía romana y su monopolio de gobierno.

En el siglo III a.C. el gobierno efectivo se encontraba en manos de la aristocracia,


la nobleza senatorial, que ejercía el poder y tendía a confiscarlo en su provecho. A partir
de esa época, la desaparición gradual de la clase media por una parte, la concentración de
la aristocracia bajo la forma de una oligarquía, por la otra, precipita un movimiento que
cambia la antigua constitución. Detrás de la fachada constitucional del siglo II a.C. se
esconde una oligarquía cada vez más cerrada. En el seno de esta aristocracia se va
formando una oligarquía. Desde el punto de vista político comprende las familias
aristocráticas patricias o plebeyas; desde el punto de vista social, posee las riquezas, pero
no es la única en poseerla (los caballeros). Por último, se aseguran la prerrogativa que ha
desempeñado el primer papel en su constitución progresiva como casta cerrada, la
herencia: de las insignias honoríficas, herencia de las magistraturas y de la dignidad
senatorial. Una aristocracia convertida en casta, así es como se aparece la oligarquía
romana en el siglo II a.C.
Favorecida por las necesidades de la política que conquista, la oligarquía se ha
hecho dueña de todo el Estado romano: gobierno, diplomacia, ejército, financias, y
termina por disponer de todo y de todos.
La desaparición de la clase media rural ha despejado a los comicios de su elemento
más sano, y ha hecho pasar la preponderancia electoral de la plebe rural a la plebe urbana
sobre la cual la oligarquía actúa a través de la corrupción. Contra los magistrados
opositores, la oligarquía dispone del senado y de las armas que la constitución tradicional
pone en manos de éste último. Además del recurso de intercesión tribunicia, instrumento
supremo para someter a los magistrados recalcitrantes.
El tribunado, la magistratura clásica de oposición, ha perdido su carácter
tradicional. La aristocracia lo ha neutralizado incorporándola, lo mismo que la edilidad
plebeya a la carrera de los honores.
Los grandes instrumentos del imperialismo, la diplomacia, el ejército y las finanzas
son otras tantas palancas que dispone como dueña.
El Senado decide acerca de los siguientes aspectos. En primer lugar, tiene la
iniciativa de la declaración de la guerra, el pueblo se limita a ratificar el dictamen del
Senado. En segundo lugar decide la conclusión de la paz: el general en jefe encargado de
la dirección de las operaciones recibe las proposiciones del enemigo; puede aceptarlas
como preliminares, las autoriza con su firma, pero a título provisional y salvo ratificación
del Senado y del pueblo. Y, en lo que respecta a los tratados internacionales: todo
proyecto de tratado o convenio internacional es presentado al senado que lo examina y en
su caso los enmienda. En el caso de alianzas ofensivas o defensivas, necesita la
ratificación del pueblo. En lo que respecta a los tratados de amistad o la renovación de
tratados anteriores, escapan a esa formalidad y adquieren validez mediante un simple
senador consulto.
La dirección de la política de un país, supone en la corporación encargada de
asumirla dos cualidades primordiales, la estabilidad y la competencia y un solo
organismo, en el seno de la constitución romana, podrá ser tenido en cuenta: el Senado.
La función del Senado era vitalicia. La corporación se componía de ex magistrados, de
los cuales los más antiguos y los más influyentes habían seguido la carrera de los honores
y en el desempeño de los más altos cargos habían adquirido una competencia discutible,
el Senado por la misma naturaleza de sus funciones estaba siempre presente en Roma y
por el número y por el pasado de sus miembros tenía siempre los medios para constituir
el personal diplomático, al menos circunstancialmente. Además de la dirección general
de la política exterior, la actividad diplomática del Senado se traduce en una doble forma:
audiencia de las embajadas extranjeras y el envío de embajadas al exterior.
El Senado envía al extranjero comisiones encargadas de diversas tareas
diplomáticas: entrega de algún ultimátum, renovación de alianzas o amistades, arreglo de
controversias, solicitud de asistencia, ejecución de tratados. El nombramiento de una
embajada romana en el extranjero corresponde al Senado y sólo al Senado.
Las comisiones senatoriales presentan dos caracteres comunes: se reclutan
únicamente entre los senadores y conceden una participación muy amplia de los
especialistas de las diversas cuestiones en litigio. Los magistrados empleados fuera de
Roma y sus Estados mayores constantemente renovados por el principio de la anualidad
suministran fácilmente el personal diplomático necesario.
Al lado de la diplomacia el ejército. En virtud de la composición misma de la ciudad
antigua, que no conoce la separación de los poderes civil y militar, los magistrados
supremos de la ciudad son los comandantes en el ejército. El privilegio político de la
oligarquía se duplica con el privilegio militar.
En Roma después de la desaparición de la dictadura, durante el transcurso de la
Segunda Guerra Púnica el mando superior militar corresponde a los cónsules. Cada uno
de ellos tiene derecho a un ejército consulante, formado por dos legiones romanas y por
los cuerpos de aliados correspondientes. Vinculados al consulado o la pretura en cualquier
forma que sean, los altos mandos militares se encuentran en manos de la oligarquía
gobernante.
El tercer instrumento de la conquista romana son las finanzas. Hasta la formación
de las primeras provincias en el transcurso del siglo III a.C., la armazón financiera de
Roma se apoya en un triple sistema de impuestos:
Impuesto directo: impuesto global sobre el capital.
Impuesto indirecto: reviste dos formas principales: las aduanas y el impuesto del
vigésimo sobre las manumisiones.
Rentas del dominio y monopolios: comprende el impuesto sobre las tierras
patrimoniales arrendadas, el derecho de pasturaje y el monopolio de la sal.
Pero ese presupuesto de ingresos era insuficiente por sí sólo para sostener la gran
política romana. Desde ahora la guerra debe sostener a la guerra: al mundo vencido le
corresponde pagar no sólo los gastos de guerra, sino también de la administración
permanente que la victoria impone a su vencedor. No solo el mundo llega a pagar los
gastos de su propia conquista, sino que no tarda en llegar el tiempo en que el Estado puede
aligerar la carga fiscal de sus propios ciudadanos. En el 167 a.C.(es la fecha en que se
consagra un nuevo sistema financiero, nacido de la conquista, en el que la ciudad se
acostumbrará a pagar en lo sucesivo lo menos posible y el equilibrio del presupuesto
descansa, casi en su totalidad, en la explotación metódica de los pueblos vecinos), el
impuesto global cesa de ser recaudado. El Senado representa la más alta autoridad
financiera: ejerce la dirección y la vigilancia de las finanzas romanas.
En cuanto a las magistraturas hay que tener en cuenta dos de ellas: la censura y la
cuestura. Los censores establecen cada cinco años el doble presupuesto de los ingresos y
de los gastos. Los dos cuestores tienen la custodia del tesoro público.
A mediados del siglo II a.C., en virtud de la ley Calpurnia (149 a.C.), la oligarquía
sojuzga definitivamente el poder judicial.
Todo el desarrollo constitucional de Roma aparece como reflejo de su historia
externa. La adquisición, la administración y la unificación del Imperio, exigen y producen
una concentración cada vez más estrecha en los órganos del gobierno. Oligarquía,
principado, dominación representarán las grandes etapas de esa larga evolución.

El desequilibrio social y los enfrentamientos políticos. Los intentos de solución a la


crisis: los Gracos, Mario y Sila.

El cambio de estructura del siglo II a. c.

El Estado Romano conoció la nueva configuración del nuevo sistema social, cuyos
rasgos esenciales se harían ya patente a mediado del siglo II a.C.
El ápice de la sociedad aparecía constituido por la aristocracia senatorial. Como
una segunda élite se constituyeron los caballeros. En las comunidades de Italia y en las
provincias existía la correspondiente capa alta local compuesta principalmente de
propietarios rurales. En Italia había gran numero de campesinos que gozaban de la
ciudadanía romana. Muchos de ellos arrastraban una existencia precaria y emigraron a la
ciudad donde dieron lugar a un amplio grupo de proletarios que se vería reforzado por la
masa de libertos. El lugar más bajo de la escala social fue ocupado por los esclavos.
Debido a este acusado y vertiginoso proceso de diferenciación de la sociedad pronto
afloraron una serie de conflictos. La consecuencia inevitable de todo ello fue la crisis de
la sociedad romana con aquellas guerras civiles y revueltas que agotaron a la república.

1. Estratos superiores

Desde la segunda guerra Púnica la aristocracia pudo cimentar con mas fuerza que
antes su posición dirigente. La conciencia estamental de los aristócratas aumentó,
orgullosos como estaban de acrecentar la gloria de sus familias con su propia gesta. Se
distanció aún más de los ciudadanos y cada vez se hizo más semejante a un orden: ordus
senatorius. Marcaron claramente las diferencias con los nuevos ricos del orden ecuestre.
Los cargos más elevados difícilmente estaban al alcance de quienes ascendían
socialmente y en general de la gran mayoría de los miembros del senado. Sus titulares
constituían solo un pequeño grupo encumbrado en el ceno de la aristocracia senatorial.
La Nobilita, ese grupo de cabeza, compuesto por los ocupantes de los puestos más altos
y por sus descendientes, se había formado antes de la segunda guerra Púnica. Pero sería
después de esta cuando se cerraría aun más. La nobilitas consideraba al consulado como
propiedad suya.
Acreció el poderío económico de la nobleza. Los generales victoriosos acudían a
Roma cargados de tesoros. Esta riqueza era invertida en bienes raíces en Italia y en la
compra de esclavos. Las familias más acaudaladas acaparaban las parcelas del
campesinado o sencillamente se apoderaban de ellas mediante la violencia. Llegó a
imponerse un autentico espíritu de lucro.
Pero con un régimen tan estrechamente oligárquico como éste, dicho grupo se
cerraba a sí mismo la posibilidad de rejuvenecer sus efectivos con hombres dotados y
capaces. Este aislamiento de la nobilita condujo a un descontento de numerosas familias
con aspiraciones de elevarse y económicamente pudientes, pero que, sin embargo, en la
vida política se sentían desplazadas. Es así que los conflictos no sólo se daban entre la
oligarquía y los restantes círculos senatoriales, sino también en el interior de la propia
oligarquía.
A partir de la segunda guerra púnica se fue abriendo paso una tendencia en el seno
de la oligarquía conducente al realce de personalidades conspicuas frente al resto de la
nobleza. Consulados repetidos, resonantes triunfos militares llevaron al acrecentamiento
del poder de las grandes personalidades.
Con el florecimiento inimaginado del comercio, la actividad empresarial y la
economía monetaria apareció un fuerte e importante sector de hombres de negocios. Poco
a poco empezaron, los integrantes de esta capa social, a agruparse como ordo dentro del
estamento ecuestre romano. A partir de la segunda guerra púnica se hizo notoria la
relevancia de esta capa social. Constituyeron sociedades empresariales y prestaron ayuda
al estado romano tomando a su cargo distintos servicios público.
Movidos por el solo afán de lucro, y sin esas normas tradicionales de moderación que
nunca habían muerto del todo entre la nobleza, estos advenedizos eran con frecuencia
creadores de fortunas y exactores faltos de escrúpulos, que sobre todo en las provincias
despertaban el odio de la población local y que no se privaban de cometer estafas contra
el estado.

2. Estratos inferiores, itálicos y provinciales

Se forma una gran masa de mercaderes gracias al florecimiento económico y a la


creciente relevancia del comercio exterior. Los artesanos libertos integraban este grupo,
su numero fue aumentado paulatinamente.
La plebe urbana de Roma estaba formada por los esclavos manumitidos y el campesino
que dejaba la tierra, que a consecuencia de la segunda guerra púnica sufrió terribles bajas
en su número. Ya no poseía el protagonismo del campesinado medio del siglo III a. C.
Los libertos podían aprovechar las posibilidades económicas y ascender su nivel
de vida, o lo más común, formar parte del lumpenproletariado que vivía de los regalos de
los poderosos.
El campo después de la guerra necesitaba inversiones que el labrador no podía
realizar. Además se veían afectados por la presión de los hacendados que buscaban a toda
costa apoderarse de sus tierras.
El proletariado era una fuerza política esencial necesitada de líderes, las capas
superiores lo usaron en su beneficio
La situación de los provinciales era terrible. Los romanos los asediaban tanto en la
brutalidad de la guerra como en la paz, donde los publicanos la veían como campo de
enriquecimiento personal. El resultado era el levantamiento de las sociedades sometidas.
Ninguna otra capa social se encontró en una situación tan mala como la que le toco
vivir a las masas de esclavos, al menos en el campo. Por su carencia de derechos podían
ser explotados mucho mas que los campesinos. Además debido a la privación de la
libertad de innumerables de prisioneros de guerra, se podían encontrar a millares, y a muy
bajo precio.
Su origen podía ser por nacimiento, el comercio de esclavos en Oriente y principalmente
la guerra.
La economía los absorbió en todos sus sectores: minas, artesanías, campan,
esclavos de lujo, siervos, y hasta pedagogos. Pero ya no eran miembros, como antes, del
grupo familiar, ahora constituía un grupo segregado de la comunidad: no tenían derechos,
eran lo más explotados, y formaban parte del mobiliario de una finca.
Existía una diferencia de realidades: estaban los que corrían la suerte de estar en la
ciudad, donde podían elevar suposición social y hasta ser manumitidos. Los que por el
contrario estaban en el campo recibían un trato menos humanizante, y tenían pocas
posibilidades de ser liberados. El odio del esclavo a su señor no podía pasar
desapercibido.

3. El camino hacia la crisis

Los choques entre la nobilita y quienes ascendían socialmente al senado, aunque


también entre la oligarquía y los nuevos ricos del orden ecuestre, originaban nuevos
conflictos en el seno de las capas dirigentes. La degradación material del campesinado
romano y el surgimiento de una masa proletaria en Roma, creaba una nueva y peligrosa
fuente de problemas, al tiempo que una masa para cualquier tentativa revolucionaria.
Las tensiones con los aliados itálicos y el odio de los esclavos hacia sus dueños,
sumado a los problemas anteriores, hacia vidente que en el fondo de la sociedad romana
germinaba una crisis.
Se agravó aun más por que el sistema de división social en Roma solo muy
parcialmente era permeable. Las posibilidades de movilidad social estaban muy
circunscriptas a la sociedad urbana, y aquí a los estratos que podían obtener beneficios de
la producción artesanal, el comercio y la economía monetaria.
La sociedad romana del siglo II a. C. ya no contaba con esos lazos indestructibles
que habrían podido mantener firmemente unida a capas sociales antagónicas. La cohesión
de la sociedad estaba antaño asegurada por la serie de normas que se basaban en una
religión y en una ética hechura de una nobleza imbuida de tradicionalismo, y que definían
los modos de comportamientos de las masas ciudadanas y la aristocracia. Una vez que la
aristocracia ya no fue capaz, después de las dos primeras guerras púnicas, de apoyarse
en la masa de campesinado, el viejo edificio político comenzó a tambalearse. Al mismo
tiempo, este antiguo sistema se volvió totalmente anacrónico en época de expansión:
continuaba siendo un sistema de dominación y gobierno que originariamente había sido
concebido para una ciudad-estado y que ahora debía mantener unido a un imperio
mundial. Esto se ponía de relieve en las deficiencias en la “administración” (explotación)
de las provincias.
Pero también los fundamentos espirituales del estado romano estaban siendo
sacudidos día tras día. Primero con el afán de dinero, y después de poder la antigua escala
de valores sobre el cumplimiento del deber, la fidelidad y la justicia cayó en desuso.
Paralelamente, encontraba Roma ideas religiosas y filosóficas que de encontraban
muchas veces en contradicción con el mos maiorum. La consecuencia de tales influencias
fue básicamente la de conmover el orden tradicional de la sociedad romana.
Todas las medidas legales tendientes a frenar el proceso de evolución social, como
el caso de la política de Catón, estaban destinadas al fracaso.
La estructura de la crisis llevaba a que esta se resolviese en una serie de sangrientos
conflictos sociales y políticos, cuyo efecto final fue la destrucción del marco político
anticuado que de encuadraba en el orden social, es decir la república.
Conflictos sociales durante la sociedad tardía

La agudización de los conflictos sociales sumado a la debilidad del sistema


republicano desencadenaron las luchas sociales y políticas.
La crisis política y social de la República dura desde 135 a. C. (primer
levantamiento de esclavos en Sicilia) hasta 30 a. C. (fin de las guerras civiles).
Los conflictos se pueden agrupar en cuatro tipos principales: las guerras serviles,
la resistencia de los provinciales contra la dominación romana, y finalmente el más
importante, el conflicto que estaba representado por aquellos enfrentamientos que tenían
lugar en el seno de la ciudadanía romana, entre los distintos grupos de interés. La
reivindicación central del bando de los políticos reformistas era el dar solución al
problemas sociales del proletariado de Roma, teniendo para ello que vencer la resistencia
del otro bando, el de la oligarquía. Los restante conflictos fueron extinguiéndose: los
itálicos cuando alcanzaron la ciudadanía, la resistencia contra Roma de las provincias con
la caída de Mitrídates, y con la represión del levantamiento de Espartaco cesaron las
guerras serviles. Lo que persistió fue la lucha por el poder en el seno de la ciudadanía
romana.

1. Levantamiento de los esclavos, de los provinciales, y de los itálicos.

Las causas de los levantamientos de los esclavos derivan del propio desarrollo de
la esclavitud después de la segunda guerra púnica: la importancia de la mano de obra
servil para la economía romana y el número de esclavos que fue aumentando en poco
tiempo gracias a las guerras, lo que los hacia reemplazables, y por lo tanto eran explotada
con especial brutalidad, todo lo cual produjo un estado de extrema exasperación; sumado
a que entre ellos se encontraban ciudadanos de los estados helenísticos, anteriormente
libres, bien formados e inteligentes.
Pero estos levantamientos no consiguieron formar un movimiento unitario ya que
los intereses y objetivos de los distintos grupos divergían entre sí; además los esclavos de
las ciudades deseaban alcanzar la libertad de manera legal. Algunos buscaron la creación
de un estado propio (Sicilia), otros aspiraban llegar a su tierra de origen, y por ultimo
estaban los que a través de las revueltas buscaban la libertad (el levantamiento de
Espartaco). El núcleo de revolucionarios estaba compuesto básicamente por esclavos
rurales.
No buscaron abolir la institución de la esclavitud sino que cambiar la torna y dar
tratamiento de esclavos a sus antiguo amos.
Todos los levantamientos fueron reprimidos, y el resultado fue que el trato del
esclavo fue paulatinamente mejorando.
2. Los conflictos más importantes de la república tardía y sus conexiones sociales.

Se trataba de fricciones dentro de la aristocracia senatorial entre las distintas


facciones de los nobilitas dirigentes, cada una de las cuales contaba con el apoyo de
amplias masas de clientes también en la nobleza senatorial y el recién formado orden
ecuestre.
El primer conflicto abierto llevado a cavo en la ciudadanía romana sobrevino en el
133 a. C.. El tribuno Tiberio Sepronio Graco propuso en la asamblea popular una ley
agraria con la que pretendía revitalizar el campesinado romano. Tomando como base la
antigua ley Licinio-sextía, se preveía que ninguna persona había de disponer del ager
publicus de una posesión superior a las 500 yugadas, estas posesiones devenían de
propiedades de sus antiguos ocupantes. Las tierras recuperadas por la limitación de la
superficie de ocupación debía ser repartida entre agricultores pobres como parcelas de un
máximo de 30 yugadas, pero en adelante debían continuar en propiedad del estado
romano, lo que se hacía explícito mediante el pago de un arriendo insignificante -, a fin
de que no pudiesen ser adquiridas por los grandes propietarios. Una comisión se encargó
de ponerla en práctica, y en los anos siguientes numerosos campesinos fueron provistos
de tierras. La resistencia de los ricos organizaron un tumulto en el que el tribuno y
numerosos de sus partidarios fueron asesinados.
La segunda etapa del conflicto se abrió en los anos 123 y 122 a. C. con el tribunado
de Cayo Sepronio Graco. Cayo tenía un plan de reforma mucho más ambicioso que el de
su hermano. Con el objeto de poner a cubierto tanto su persona como la de sus partidarios
hizo que se votase una ley en la que cualquier ciudadano romano solo podía ser condenado
a muerte por el pueblo. Para ampliar la base de sus seguidores, renovó a los publicani
ecuestres el arrendamiento de impuesto de la provincia de Asia, y transfirió al mismo
tiempo a los caballeros la facultad de integrar os tribunales encargados de instruir proceso
en los casos de abuso de autoridad. Esta reforma tubo por consecuencia la politización
del estamento ecuestre y su participación en los conflictos contra el senado. También el
aprovisionamiento de cereales a bajo precio y una serie de medidas en favor de la plebe
urbana. La puesta en practica de la reforma agraria fue acometida con resultados
mediocres. Sin éxito alguno termino el esfuerzo por otorgar la ciudadanía romana a los
latinos y el derecho del voto a los “soci”. Las medidas previstas en favor de los itálicos
resultaba impopular entre muchos ciudadanos romanos. En 121 a. C. Cayo Graco y sus
seguidores perecieron violentamente. En el ano 111 a. C. fue abolida la ley de
arrendamiento introducida por Tiberio Graco.
Luego de dos décadas el conflicto estallo nuevamente. Entre los anos 104 y 100 a.
C. revistió ininterrumpidamente el consulado un homo novus, enemigo de la nobilitas,
Cayo Mario. Con todo, el verdadero adalid de la reforma no fue él, sino Lucio Apuleyo
Sturnino, tribuno de la plebe. Los temas de la propaganda popular eran como siempre la
cuestión agraria, el reparto de cereales entre los pobres y las medidas en favor de los
aliados itálicos, nuevo era la entrega de tierras en calidad de colonias a los veteranos de
guerra y el uso como instrumento, de la demagogia y el terror por parte de los populares.
Esto le costaría el apoyo de los caballeros, que en adelante se colocarían del lado de la
reacción senatorial. El asesinato de Saturnio y sus adeptos constituían el último acto de
una serie repetidas de escenas de violencia.
No se había puesto aún de manifiesto las consecuencias de la más importante
medida tomada por Mario, la reforma del ejército. Mientras que hasta la fecha el ejército
romano se veía reclutado entre los propietarios, Mario procedió a completar las filas con
el proletariado carentes de toda propiedad, a quienes armaría el estado. Esta reforma
explica el que los conflictos venideros fuesen resueltos en guerras civiles con ejércitos
regulares. con el nuevo sistema de reclutamiento se revivía, por un lado, la cuestión
agraria, dado que el objetivo esencial de los nuevos soldados era que se les pagase con
bienes raíces tras el servicio militar; así se alejaba de Roma las muchedumbres
insatisfechas de proletariado. Por otro lado, entre los políticos dirigentes que mandaban
los ejércitos, y la tropa , nacieron relaciones muy estrechas: tan solo estos generales
podían responder con sus fortunas de que los soldados recibiesen la paga, y sobre todo
únicamente , su influencias políticas podía hacer que los veteranos recibiesen, en el
momento de licenciarse, las parcelas de tierra.
Este cambio en los conflictos de la ciudadanía romana se hizo pronto patente. La
lucha entró con el año 91 a.C. en una nueva y decisiva fase cuando el tribuno de la plebe
Mario Livio Druso acometió la solución de los problemas pendientes. A los aliados
itálicos prometía el tribuno de la ciudadanía romana, a los proletarios la solución de la
cuestión agraria, a los caballeros el acceso a los cargos senatoriales, a los senadores la
participación en los tribunales reservados a los caballeros. Pero Druso fue víctima de la
reacción al igual que los otros reformadores. La situación tras su muerte fue del todo
nueva, el conflicto se degeneró en un enfrentamiento político y militar, y se trató ya de
una guerra civil.
Los populares se agruparon en torno a Mario, a Rufo y a Lucio Cornelio Cinna; los
optimates apostaron por Lucio Cornelio Sila, que se apoyó en las tropas puestas en sus
manos para la guerra contra Mitrídates. De esta guerra civil, las tropas de Sila ocuparon
Roma y los optimates salieron vencedores. Sila permitió el aniquilamiento en masa de
sus enemigos y del 82 al79 a.C., ya dictador, asumió plenos poderes dentro del estado con
el objeto de afianzar el régimen oligárquico: el senado fue aumentado en unas 300 filas
del orden ecuestre; los cargos y las carreras senatoriales conocieron una nueva regulación;
la legislación fue sometida a la legislación del senado; el tribuno de la plebe sufrió
recortes; los tribunales por jurados fueron arrancados a los caballeros y convertidos en
senatoriales; el mando de los ejércitos se reservó a los ex-consules y los ex-pretores.
El retiro y muerte del dictador, el régimen duró durante 10 años. Desde esta guerra
civil pudo verse cual era la salida para la crisis, la implantación de la monarquía por los
jefes de facciones políticas con sus propios ejércitos. Cuando en el año 70 a.C. las
disposiciones tomadas por Sila fueron en parte anuladas: las tareas en las cortes fueron
repartidas entre los senadores y caballeros, los tribunos populares solo conservaron
influencia política en calidad de agentes de los grandes portadores de imperio.
En los dos primeros decenios que siguieron a la desintegración del régimen Siliano
se sitúa el asenso de dos políticos populares: Pompeyo y Julio César. La monarquía de
Cesar, resultado de los enfrentamientos entre ambos, significó el fin de la república y esta
no podrá recuperarse con el asesinato de César en el 44 a. C.. Luego de la batalla de
Actium en el 31 a. C , tras la muerte de Antonio, Octavio es dueño del poder y será
proclamado princeps.
Los conflictos entre los distintos grupos de interés del cuerpo ciudadanos se
encendieron por regla general en situaciones particularmente difíciles para el estado:
fueron en esos momentos de debilidad de la oligarquía, los que hicieron posible a los jefes
populares iniciar una política reformista.
En los conflictos más relevantes de la República nunca se alinearon en contra
frentes sociales de opresores y oprimidos, de manera que los resultados de estas luchas
no pudieron entrañar la transformación violenta de aquel orden social.
La composición interna de los distintos grupos de interés enfrentados entre sí.
Podían alterarse con gran rapidez en función de los correspondientes intereses de los
distintos líderes y facciones. Fue así cada vez más frecuente que los representantes de
unas mismas capas sociales asumiesen una posición política opuesta.
Los veteranos, juntos con los soldados activos, constituyeron la columna vertebral
de los movimientos políticos, agrupados en torno a cada una de las personalidades
dirigentes.

3. Las consecuencias de la crisis para la sociedad romana

Los fundamentos económicos del orden social continuaron siendo los mismos que
los existente desde la segunda guerra púnica. Se basaban en gran medida en la producción
agraria que se llevaba en los latifundios y en las pequeñas heredades de los colonos
agrícolas y en las pequeñas parcelas del campesinado pobre; también los constituían la
manufactura ampliamente desarrolladas y el comercio, ligados a una actividad
empresarial fuerte, a las transacciones con el exterior y a la economía monetaria, así como
la minería ocuparon un papel considerable. La ocupación fuera de Italia fue proseguida
con el sometimiento de Sirias por Pompeyo, de la Galia por César y con la extensión
posterior sobre Hispania, al península Balcánica y Asia Menor. La sociedad romana
apenas sufrió modificaciones: se produjo una fuerte alteración en la composición interna
de las distintas capas sociales, pero no se dio el nacimiento de estratos sociales totalmente
nuevos ni desapareció ninguno de los formados anteriormente. Tampoco se desarrolló
una nueva ideología que sirviese de cohesión a la sociedad entera, quedaron destruidos
todos los vínculos que habían sido capaces de mantener unida a la sociedad en un sistema
político, es decir, la forma republicana de estado con sus instituciones.
Las alteraciones en la composición interna de loas distintos estratos como
resultados de dicha fluctuación fueron en definitiva las consecuencias de naturaleza social
más importantes de los conflictos de las República tardía. Muchos senadores cayeron
víctimas de las guerras civiles, y en su lugar aparecieron otro homines novis del orden
ecuestre y de las capas altas de las ciudades itálicas. El número de pertenecientes del
estamento ecuestre a mediado del siglo I a.C. comenzó a ser integrado por numeroso
caballeros de reciente creación los que estaban integrados por los provinciales.
Las capas altas de las ciudades y en parte también de las provincias conocieron
sensibles mutaciones. La principal razón se debía al asentamiento de los veteranos que a
partir de Mario ocuparon Italia, y el territorio extrapeninsular. También en los municipios
se daba el caso de advenedizos sociales, por ejemplo, los libertos y sus descendientes que
se introducían en las élites locales y asumían allí el papel de las antiguas familias.
El resultado más trascendental de esta movilidad fue el de sentar las bases para la
integración de las sociedades distintas parte del imperio en un orden social más o menos
unitario y para la formación de la capa superior constituida por doquier según unos
mismos criterios. Los itálicos quedaron integrados plenamente en el sistema social
romano. También en las provincias se dieron los primeros pasos hacia la integración. Una
de las vías era la colonización itálica en las provincias. La otra el otorgamiento de la
ciudadanía romana a los miembros de los estratos superiores indígenas en las provincias.
La cúspide de la sociedad tardo-republicana seguía siendo la aristocracia senatorial,
en la que descollaban la nobilitas y algunos advenedizos. En las élites locales de las
poblaciones urbanas se concentró el sector de ciudadanos ricos y grandes propietarios que
tras la concesión de la ciudadanía romana a los itálicos en el año 90 a.C. comenzó en toda
la península a tomar una forma más unitaria que antes. Por debajo de esos estratos había
libertos pobres y ricos, artesanos, mercaderes, proletarios y esclavos, que se ocupaban
aquí en la industria, y en otros menesteres; en el campo, agricultores con una acusada
diferenciación, y finalmente las masas de esclavos trabajando en las explotaciones
agrarias.
Auténticamente resuelta quedó la cuestión itálica, ello merced a una concesión
hecha tras una guerra ciertamente cruenta. La opresión de los provinciales ciertamente
disminuyó, y también los esclavos recibieron mejor trato que antes en las últimas décadas
de la república.
La cuestión agraria y, con ella la provisión de tierra de los propietarios, estuvo
próxima a solucionarse gracias a la colonización en las provincias y a la redistribución
del suelo italiano tras cada una de las guerras civiles, pero este arreglo se apartaba bastante
de lo propuesto en su día por los Gracos, y el precio que debió pagarse por él fue
demasiado alto. La república tardía no fue capaz de remontar la crisis ni mediante
reformas ni mediante una revolución social, y lo más que consiguió fue orillar los grandes
problemas destruyendo el marco político tradicional y dejando la solución definitiva de
los mismos para el nuevo sistema político.
Nada hacía más patente la crisis espiritual de la república tardía que la reiteración
en sesos años de tan traído y llevado tema de las decadencias de las viejas costumbres o
del modo de proceder de los políticos dirigentes. Las causa reales de la crisis radicaban
en las insuficiencias de una constitución hecha a medida de la ciudad- estado y en el
cambio de las relaciones sociales a partir de la época de la Segunda Guerra Púnica, pero
la importancia de la pérdida de las antiguas pautas éticas de comportamiento fue
correctamente calibrada por Salustio, puesto que con ella perdió toda su validez el sistema
de referencia de la sociedad romana. La única norma de conducta respetada seguía siendo,
como antes, la de las costumbres de los antepasados.
Todos esos factores indicaban al mismo tiempo cual era la única salida posible para
la crisis: la terminación de la oligarquía en un poder unipersonal. El ejemplo de los
Escipiones había probado desde un primer momento que las individuales activas y
victoriosa política y militarmente acaban por sobresalir por encima de la oligarquía. A
partir de la reforma militar de Mario, dichos caudillos dispusieron además de un decisivo
instrumento de poder, el ejército de proletarios estrechamente ligados a su persona.
La monarquía de Augusto nacida en estas condiciones dio por fin a la sociedad
romana el marco político y también la orientación espiritual que durante tanto tiempo
había buscado.

Ruptura del orden republicano.

La decadencia del régimen oligárquico y los primeros golpes de Estado.

La decadencia de la constitución romana, en el transcurso del siglo que se extiende


desde los Gracos hasta el establecimiento definitivo del régimen personal (133 al 131
a.C.) y la crisis constitucional que es su consecuencia inmediata, se manifiesta
principalmente por tres síntomas fundamentales y paralelos.
1- Más mayoría gobernante. La antigua mayoría gobernante del siglo III a.C., de
la cual la aristocracia y la clase media constituían los dos apoyos principales, habían ido
gradualmente decayendo por la decisión entre los órdenes senatorial y ecuestre y por la
desaparición gradual de la clase media. Cayo Graco, no destruía, sino con el plan de
construir, su objetivo era sustituir la antigua mayoría de derecha por una mayoría nueva,
de izquierda, cuyos elementos constitutivos debían ser suministrados por los caballeros,
la plebe y eventualmente los itálicos. Aunque triunfante en la parte negativa de su obra,
había fracasado en la parte positiva. Después de él ya no hay más mayoría de derecha o
de izquierda, sino mayoría de coalición.
El resultado: dos mayoría de coalición posible. En el terreno social, mayoría de
derecha: orden senatorial y orden ecuestre contra plebe; en el terreno político, mayoría de
izquierda: orden ecuestre y plebe contra la aristocracia senatorial. Una tercera mayoría de
coalición, la de los extremos: nobleza senatorial y plebe contra orden ecuestre.
La historia constitucional del siglo II y de la primera mitad del siglo I no es otra
cosa que la alteración y la sucesión, incluso en el poder, de esas diversas mayorías de
colación.
2- La constitución es falseada por la preponderancia exclusiva de los comicios
por tribu. A partir del siglo III a.C., los comicios por tribu se habían convertido en el
gran órgano legislativo del Estado, sin que los comicios por centuria hubieran conservado
de su monopolio anterior, otra cosa que la votación de las leyes referentes a la paz, a la
guerra, a los tratados y por otra, ley de investidura de los censores. La votación de las
leyes Hortensias les había asegurado, en materia legislativa, plena soberanía; desde
entonces, los plebiscitos tienen por sí mismos completo valor legal, y el senado, con la
supresión de su derecho de veto, había perdido el medio de detener la votación.
A falta de obstáculo legal, aún quedaba a la omnipotencia legislativa de los
comicios por tribu una doble traba: a)- su composición. La mayoría pertenecía en ellos a
la clase media de pequeños propietarios rurales, por consiguiente, al elemento campesino,
estabilizador y ponderado por definición, siendo así que la masa de los proletarios y los
libertos, rechazadas en las cuatro tribus urbanas, todo lo más de que disponía era de cuatro
votos en un total de 35, o sea, una ínfima minoría. b)- las tradiciones política y la elevada
autoridad moral del Senado.
La ruina creciente de la clase media tiene por consecuencia eliminar de los
comicios por tribus su elemento sano y ponderado. Además, los ciudadanos de los
suburbios de Roma y del resto de Italia se molestan excepcionalmente para participar en
los comicios, consecuencia fatal de la ciudad antigua. Y, contra esa abstención el gobierno
es impotente. De este modo, las tribus ceden su lugar a tribus esqueléticas, compuestas
por electores profesionales, reclutados en la misma Roma –y no gratuitamente- entre la
población urbana. Esos electores de oficio no tienen otro medio de subsistencia que la
corrupción electoral. La legalidad, la constitución, para ellos no eran otra cosa que ideas
caducas.
A la transformación de los comicios por tribu corresponde la alteración de las
tradiciones políticas. Los magistrados se liberan gradualmente de la autoridad moral del
Senado.
Ciudadela de la oligarquía, el Senado no se dejó arrebatar por la asamblea por
tribus. Legalmente, después de la votación de la ley Hortensia, se encontraba desarmado,
pero a la falta de intervención directa (veto) éste sabe utilizar contra los comicios un
medio indirecto: el empleo hábil de los auspicios. Las leyes Aelias y Fufia habían
reglamentado el valor de los auspicios en manos de diversos magistrados. Las mismas,
dieron por resultado un aumento considerable de la influencia de los cónsules, y sobre
todo del Senado, del cual esos magistrados eran los voceros y representantes
tradicionales. Se restablecía así el derecho de veto que la ley Hortensia le había hecho
perder 130 años antes.
3- La ruina de las costumbres públicas. Esta ruina del estado romano, se
manifiesta principalmente por dos rasgos simétricos y concordantes: el papel del dinero
(la corrupción) y el papel de la fuerza (el motín).
La corrupción electoral, el voto se compra en oficinas abiertas, es de lo que va a
depender el porvenir político.
Motín, los comicios electorales se transforman en campos de batalla. Los partidos
adversos han tomado la costumbre de llegar hasta las manos. Para despejar su terreno, los
competidores alejaban a su adverso a través del asesinato.
La crisis final se anuncia; los síntomas precursores del desenlace- desmoralización,
el desorden, el motín- se multiplican y se precipitan.
La decadencia de la constitución nacional, cuya revelación oficial es el sistema
oligárquico, tenía dos causas fundamentales: a)- la escisión de la aristocracia dirigente en
dos clases: senatorial y ecuestre, b)- la desaparición de la clase media, elemento de
equilibrio, nervio del ejército y de los comicios.
El fracaso sucesivo de las dos grandes reformas, agraria e itálica de la concesión
de la ciudadanía romana, propiciada por los Gracos y Livio Druso, sella el destino del
régimen republicano. La vida política de una nación consiste principalmente en la lucha
de los partidos en el seno del marco constitucional. A mediados del siglo I a.C., la vieja
constitución aparece ya gastada. La situación de los dos grandes partidos históricos –
optimates, el gobierno y populares, la oposición- es análoga. Puesta nuevamente en la
silla por Sila, la oligarquía romana, aturdida por su triunfo ya no sabe cabalgar. Algunos
años mas tarde el poder militar va a asestarle el golpe de muerte.
La oposición se manifiesta aún más impotente. La oligarquía dispone del senado y
la oposición democrática de los comicios y las magistraturas y estos resultan impotentes
ante la acción y más aun ante la inercia senatorial. Los primeros en virtud de su
funcionamiento irregular y las segunda a causa de las dos limitaciones fundamentales: la
colegialidad y la anualidad. Además el partido democrático después da la desaparición
del elemento agrario que constituía su nervio y de las vanas tentativas de los galos para
resucitarlos ya tiene cohesión, ni programas, ni jefes. El proletariado urbano que
representa su núcleo más activo, sin convicciones ni patriotismo, a remolque de las
potencias del dinero o al servicio de los generales ambiciosos, después de haber hecho la
fortuna política del gran capitalismo va a forjar con sus propias manos la dictadura militar.
Este estado de descomposición política y social, tiene su expresión concreta en dos
fenómenos concomitantes e igualmente sintomáticos: la conjuración y la batalla reñida
en las calles. Estamos en presencia de la anarquía.

La formación del poder militar


La ruina de las instituciones tradicionales de la ciudad tiene una contrapartida
positiva: el nacimiento de una idea nueva, la idea monárquica, oscura y vedada al
principio, pero que en el transcurso de un siglo de diserciones civiles va a desprenderse
gradualmente para adquirir la forma de una concepción sistemática y de un programa
completo. El tribunado ampliado, incluso transformado (Cayo Graco), no podía a causa
de los frenos constitucionales, anualidad y colegialidad, que le ponían trabas en su acción
de constituir un elemento sólido y estable de gobierno. Otro elemento más vigoroso que
esa magistratura va a entrar en escena: el poder militar, que de progreso en progreso,
desembocará en el advenimiento de un régimen personal y en la fundación del sistema
imperial. En Roma, el pueblo de soldados y raza de conquistadores, el poder militar
hundía sus raíces en un pasado lejano. Pero en su elaboración y crecimiento dos elementos
han desempañado un papel de primer plano: 1-el alto concepto de la magistratura
suprema: dictadura y consulado. 2- La política de conquista que a partir del siglo IV a.C.
va a ser la del Estado romano. La extensión de la conquista y la ampliación gradual de la
zona de los ejércitos han dado como resultado campañas más largas y más lejanas. El
principio de anualidad mantenido para los jefes del ejército (cónsules o pretores) ejerce
sobre las operaciones militares una influencia nociva. Desde mediados del siglo III a.C.
el Estado posee provincias extraitálicas que administrar. De estas dos necesidades han
resultado dos innovaciones constitucionales:
 Sistema de prorrogación. Al principio la prorrogación resultaba de un plebiscito
votado por el pueblo a propuesta del Senado, después de la Segunda Guerra Púnica,
desaparece la intervención del pueblo y el senado concede la prórroga por Senado
consulto. De este modo, jefes militares conservaran sus poderes varios años sin
interrupción.
 La creación de los gobernadores de provincias. Hacia el 227 a.C., después de la
formación de las dos provincias de Sicilia y Córcega- Cerdeña, el número de pretores
se duplica y dos de esos nuevos magistrados reciben la administración de las nuevas
provincias. Esos jefes militares, ejercen en la extensión de su circunscripción
provincial una autoridad casi monárquica, y además su alejamiento de la metrópoli les
asegura un independencia de hecho que no conocen sus colegas llamados a ejercer sus
atribuciones en Roma o en la misma Italia. Aún masque el sistema de la prorrogación;
la creación de los gobiernos provinciales representaba una epa decisiva hacia la
formación del poder militar. Que esto encerrase en el porvenir un peligro para la
constitución real, no era eminente. No faltaban frenos atendidos para sujetar a los
gobernantes de provincias e impedirles que se convirtiesen en una amenaza para las
instituciones del Estado.
Entre los frenos encontramos los denominados Frenos de hecho: el ejército
ciudadano, leal al régimen republicano y dispuesto a cumplir su deber contra los
intentos de los ambiciosos aventureros. Este conjunto de frenos va a retrasar los
progresos del poder militar, pero por poco tiempo. Desde mediados del siglo II a.C.
las circunstancias exteriores, las conquistas, arrancan a la oligarquía una serie de
concesiones. Por ejemplo, en las guerras de España la oligarquía revela su incapacidad
creciente, se ve en la obligación de renunciar al principio de anualidad para establecer
el mando bienal y a la renovación anual de los efectivos por introducción del ejército
permanente. Mandos duraderos y ejército profesional, las dos bases principales, sobre
las cuales en el siglo siguiente se codificará la dictadura militar y el régimen personal.
La lex Sepronia de Provincis, ordena que el senado designe las provincias consulares
del año siguiente antes de la elección de los cónsules a los cuales serán atribuidas, y
quita a los tribunos de la plebe el derecho de veto contra el Senado consulto de reparto.
Al perder la oligarquía la disposición suprema de los mandos militares se ha visto
despejada de su arma más poderosa, de este modo los ambiciosos poseían el medio
legal de asegurarse los mandos militares y por consiguiente, dueños de los comicios,
no se privan de usarlos.
Por otra parte, encontramos los frenos legales: al Senado le correspondía la división
de las provincias ordinarias y extraordinarias, y así determina las que corresponderán a
los cónsules y los pretores. Se procede a esta clasificación después de las elcciones
consulares. Puede atribuírseles a los futuros cónsules provincias de importancia
secundaria y rehusar a algunos de ellos el mando militar que ambicionan. Pude dispensar
a los pretores del sorteo regular y conceder directamente a determinadas magistraturas
ciertas provincias, especialmente las urbanas.
Los gobiernos de las provincias no pueden declarar la guerra, ni hacer la paz, ni
concluir una alianza (reservada a la decisión soberana del pueblo) ni sustituir al Senado
en la dirección de las negociaciones diplomáticas y dependen del mismo para obtener una
prorrogación.
Los últimos frenos de orden constitucional caerán igualmente en el último siglo. Los
plebiscitos que competen a los generales sus mandos militares, fijan el tiempo de la
duración de sus misiones, y esa duración deja de estar sometida al principio de anualidad.
El poderoso freno de hecho que oponía a los generales el carácter nacional y el
reclutamiento ciudadano del ejército romano desaparece en el general de las tradiciones
constitucionales. El sistema tradicional de la leva anual ya no le presta ni a las guerras
lejanas, ni a la ocupación permanente de los territorios de ultramar. Sólo el soldado de
oficio y el ejército profesional iban a permitir lograr ese doble objetivo. Una innovación
de Mario incorporó a los proletarios con el título de voluntarios. El servicio militar va a
dejar cada vez más de constituir un deber cívico para convertirse una profesión, el ejército
va a perder gradualmente su carácter tradicional de carácter nacional para adquirir un
ejército auténticamente profesional.
Ciudadanos en el día de su incorporación, ciudadanos al regresar a sus hogares, los
soldados durante su servicio no dejan de ser mercenarios que ya no conocen la vida civil,
y no tienen otros intereses que los del ejército. Legalidad y constitución no representan
nada. Ese ejército tiene jefes absolutos, y se anuda entre el jefe y sus tropas una
solidaridad estrecha. Los soldados lo esperan todo de su general, que es una autoridad sin
límites y no sin frenos.
Esta transformación del ejército supone el rompimiento que existían entre las
instituciones civiles y militares. Tienen en sus manos un instrumento formidable del cual
pueden servirse a su antojo para pasar sobre la constitución y obtener la dictadura, todos
tienen el mismo interés en que su general llegue a ser el jefe del Estado, medio para
disponer del tesoro, de las tierras y de las funciones.
El ejército convertido en instrumento de despotismo contra el Estado, en lo
sucesivo está dispuesto a vender en cuerpo y alma para favorecer los proyectos
ambiciosos. El militarismo tiene ya vía libre.

El proyecto romano: El principado de Pompeyo y Cicerón.

La concesión del derecho de ciudadanía al conjunto de Italia, la importancia


creciente del papel de las provincias, la defensa y el gobierno del mundo, exigían
imperiosamente la adopción de una nueva fórmula constitucional, esa fórmula solamente
podía suministrarla el régimen personal. Se podrá en su aplicación elegir dos modalidades
diferentes:
1- Se podía concebir un régimen de transacción en el que los asuntos extranjeros y la
guerra quedaran bajo la dirección única y permanente de un ciudadano (un primer
ciudadano, un princeps), mientras que la administración interior quedaría en manos
de los órganos tradicionales: comicios, magistrado y senados.
2- Se podía desear una reforma más radical y más completa que hiciera tabla raza el
pasado, y edificara sobre las ruinas el poder personal.
El primer sistema era denominado Principado, y fue llevado a cabo por Pompeyo.
En tanto el segundo correspondía a la Monarquía absoluta, hereditaria de tipo helenístico,
régimen que fue implantado por César.
La idea del Principado estaba en el ambiente y Pompeyo cuando llegó su
oportunidad, no hizo más que explotarla en su provecho.
Cicerón: “El que preside los destinos del Estado, debe tener por fin la felicidad de sus
ciudadanos. Que trabaje constantemente para dar al Estado poderío, riquezas, gloria y
virtud. Esa es la tarea que quiero que realice.”
El desarrollo de la piratería en el mar Mediterráneo había ocasionado en Roma
graves dificultades de aprovisionamiento siempre creciente y encarecimiento
considerable del costo de vida. Gavino, un tribuno, al servicio de Pompeyo, presentó un
proyecto de ley referente a la represión de la piratería. Se trataba de constituir un mando
militar excepcional, destinado a terminar con ella de una vez por todas. La ley se aprobó,
y una segunda votación invistió a Pompeyo con el mando supremo. Gracias a esta
situación, la popularidad de Pompeyo aumentó grandemente. Terminada la guerra de los
piratas, Pompeyo no tenía más que resignar el mando y volver a ser un simple particular,
pero eso era precisamente lo que no quería. Deseaba una guerra más larga o más gloriosa
y más provechosa. Esa guerra existía, y era la entablada contra Mitrídates, sostenida desde
hace siete años por Lúculo (uno de los jefes de la oligarquía) y que debía tener como
epílogo necesario la reorganización completa de Oriente. En ausencia de Lúculo, los
partidarios de Pompeyo lo nombraron en su reemplazo.
A principios del 66 a. C., un tribuno, Marilio, presentó un proyecto de ley, la ley
Manilia, según la cual el mando supremo de las provincias de Asia, Bitinia y Sicilia, con
la dirección de la guerra contra Mitrístes se concedía a Pompeyo. Por otra parte, éste debía
conservar en todo el Mediterráneo los poderes que le habían concedido la ley Gavinia, y
que después de la desaparición de la piratería ya no tenían porque existir. El mando
extraordinario de Pompeyo se encontraba, desde el punto de vista territorial, en aumento
con todo el Oriente, y además no se asignaba a su duración ningún limite preciso de
tiempo. La proposición fue combatida por la oligarquía senatorial, encontró también, y
por los mismos motivos el apoyo de César y, además, el de Cicerón. Sin embargo, el
partido oligárquico fue vencido y la ley se aprobó por gran mayoría.
Las leyes Gavinia y Manilia representaban, en provecho de Pompeyo, una primera
realización legal del régimen del Principado. Los órganos tradicionales de la ciudad
continúan dirigiendo la política interior, mientras que la política exterior, en la triple
forma de la diplomacia, del ejército y de la marina se encuentra concentrada en manos
del primer ciudadano, el princeps.
Mientras que en Roma la coalición conservadora, agrupada alrededor de Cicerón,
desertaba mediante el descalabro de Catilina, el período de la revolución social. Pompeyo,
a la cabeza de su ejército victorioso, terminaba de reorganizar el Oriente. Todo el mundo
sabía que, a su regreso, no tenía que decir más que una palabra y el régimen personal
quedaría fundado. En el 62 a.C. Pompeyo desembarcó en Brindis a la cabeza de sus
legiones. Pero hubo pisado el suelo de Italia, Pompeyo licenció a su ejército. Nadie quería
creer que Pompeyo, dueño del Estado, renunciase a su situación para regresar como
simple particular, en la legalidad republicana. Pompeyo quería el poder personal, pero en
virtud de su concepto del Principado ese poder debía ser aceptado por los órganos
tradicionales, y no impuesto por la fuerza.
Al parecer la oligarquía hubiese debido agradecer a Pompeyo su corrección
constitucional, pero no lo hizo. El senado pareció no tener más que una preocupación:
vengarse en Pompeyo del terror preventivo que le había causado su regreso. El partido
democrático seguía ahora a Craso y a Cesar. Pompeyo no tenía a su favor más que al
orden ecuestre, impotente para formar una mayoría por sí solo. Por la misma necesidad
de la situación, Pompeyo se veía obligado a apoyarse en el Senado o los jefes demócratas.
No se le ahorró ninguna afrenta. Se le hizo esperar seis meses el triunfo; se aplazó durante
más de una año la ratificación de sus actos en Oriente y, se negó la distribución de tierras
a sus veteranos. Rechazado por la oligarquía senatorial, Pompeyo ya no tenía otra opción
que volverse hacia el partido democrático, y hacia los jefes de éste: Cesar y Craso.
César, protector de España ulterior, acababa de regresar a Roma y no había
ocultado su intención de presentarse al consulado para el año 59. Sabía que el partido
senatorial lo combatiría a fondo. El éxito de su elección dependía por consiguiente del
apoyo del orden ecuestre que obedecía a Pompeyo. Por necesidad mutua se produjo entre
ellos una aproximación. Para reforzar su acuerdo Cesar reconcilió a Pompeyo con Craso,
su enemigo tradicional. El resultado de estas maniobras fue la constitución del primer
triunvirato (60 a.C.). Pompeyo aportaba el concurso del orden ecuestre. Cesar el de la
democracia, y Craso el de sus enormes capitales y el de las múltiples relaciones que los
mismos le habían valido. Cada uno de los asociados obtenía ventajas precisas: -Cesar
obtenía el consulado al año siguiente y un importante cargo militar, -Pompeyo vería
ratificados todos sus actos en Oriente y recibiría tierras para sus veteranos, -Craso sabría
en su momento hacerse su parte.
Los tres sólo tenían que temer una oposición, la de la oligarquía senatorial; pero
ésta estaba, en virtud de la defección del orden ecuestre, condenada a la impotencia. El
convenio del 60 es el toque de difuntos del régimen republicano y señala la entrada en
escena del régimen personal. En marzo del 58 Cesar, después de un consulado que había
escandalizado a la oligarquía senatorial, partía para las Galias cuya conquista iba a
comenzar. Pompeyo permaneció en Roma con Craso. En una época en que la fuerza
militar lo era todo, ya no tenía ejército, mientras que Cesar poseía uno. Fiel a su ideal
político, Pompeyo, esperó que el temor a Cesar sería para el senado el comienzo de la
prudencia y que al fin podría, gracias a su colaboración, realizar ese principado. Pompeyo
formulaba sus condiciones, y éstas eran el régimen del Principado para el futuro y,
mientras tanto, un mando militar análogo al de Cesar. El senado no tenía opción. Para
luchar contra el peligro de la monarquía militar, que con Cesar asomaba por el horizonte,
el senado tenía necesidad de Pompeyo. Por consiguiente, era lógico que no rechazara el
pago de su servicio. En el 57 a.C. un tribuno propuso que se confiara la dirección general
de la anona, y que a ese efecto se constituyera par él un gran mando militar, con un
ejército, una flota, la libre disposición del tesoro, y un imperium superior al de los
gobernantes de las provincias. Este proyecto fue combatido por el Senado, y no se aprobó
como tampoco se aprobó la designación de Pompeyo al mando de un ejército para restituir
al rey de Egipto, Ptolomeo, destronado por sus súbditos. Rechazado por el Senado no le
quedaba más que la opción del Triunvirato. El viraje político de Pompeyo tenía que
producir consecuencias importantes, en ese mismo momento Cesar tenía necesidad de él.
Sus enemigos pedían anular todos sus actos del 59. Unidos por una necesidad común
Pompeyo y Cesar se pusieron en contacto. En el mes de Abril del año 56 a.C., los
triunviros se reunieron en Luccas. Cesar deseaba garantizar los actos de su consulado
contra cualquier anulación posible y hacer prorrogar por un nuevo período su mando
militar, que estaba a punto de expirar. Pompeyo y Craso querían un segundo consulado,
el cual al terminar uno y otro recibirían un importante mando militar de larga duración.
Se convino que Cesar obtenía la prórroga de sus poderes, que Pompeyo y Craso se harían
elegir al año siguiente para un segundo consulado y, al expirar su cargo se les daría un
mando importante. Pompeyo debía recibir España y Craso Siria, pero con especiales
condiciones de duración y competencia. Otra ley prorrogó el mandato de Cesar en el
gobierno de las Galias.
Al cesar en sus cargos, Pompeyo y Craso, debían marchar de sus gobiernos. Craso
salió de Roma, y Pompeyo persiguiendo su ideal político se quedó en la capital y se hizo
suplir en sus provincias de España. Desembarazado de sus dos colegas del Triunvirato,
Pompeyo confiaba desbancar a sus dos socios y quedar como único dueño en el poder.
Del Principado reunía ya dos elementos: el imperium proconsular y la intendencia
suprema de la anona. Y desde ese momento ya comienza a ser nombrado por sus
contemporáneos como princeps Por otra parte Pompeyo desconfiaba de César cuya
ambición conocía. La completa anarquía de que fue presa Roma en el transcurso de los
años 53-54 a. C., le sirvió admirablemente para sus propósitos. En medio del desorden
general, Pompeyo, provisto de poder proconsular y a la cabeza de varias legiones,
representaba la única autoridad todavía en pié, pero se guardó muy bien de intervenir y
alentó la anarquía con la esperanza de que el senado desbordado, le reconociera por fin
ese poder legal, el principado.
Craso, vencido en una guerra, era asesinado y tras la muerte de Julia, hija de César y
esposa de Pompeyo, se rompió el vínculo intimo que había entre los dos. Pompeyo y
César quedaban solos frente a frente. El senado comenzaba a comprender que ya no se
trataba de elegir entre república o régimen personal, sino que entre las dos formas de este
último: el principado, Pompeyo y la monarquía, César. Por consiguiente todo concurría a
acercar a Pompeyo al senado. Ante esta espantosa anarquía del año 52 a. C. El senado
encargó a Pompeyo que restableciera el orden. Pero esa misión no bastaba a Pompeyo, y
permaneció inactivo. El senado, que sabía que era indispensable, tubo que concederle
poderes excepcionales. Pompeyo fue nombrado consul único, con prohibición de escoger
7 colegas antas de 2 meses. La existencia de un consul único era anticonstitucional, pro
en este momento poco importaba una ilegalidad más.
Encargado de restablecer el orden Pompeyo hizo aprobar 4 leyes:
 Una sobre conjuraciones que agravaba las penas aplicables.
 Una segunda sobre la violencia que creaba para esta materia un tribunal
especial.
 Una ley sobre magistraturas que regularizaba su modo de obtención y
desempeño.
 Y por último sobre el gobierno de las provincias al cual daba derecho, un
intervalo legal de 5 años.
Gracias a la acción de los soldados de Pompeyo, volvió a imperar el orden.
Alcanzado ese fin el senado no tenía otra intención que verlo integrarse a la vida privada.
Pero Pompeyo, en virtud de su ley sobre las provincias, hizo que se le concediera una
prorroga por 5 años en su gobierno de España.
No obstante esta mejora la constitución no deja de estar muerta.
La realidad era dos jefes militares: César y Pompeyo que no dejaban de perseguir
el poder personal. El que consiguiera conservar su mando militar por más tiempo que el
otro sería dueño del Estado. El mando de César debía terminar a fines del 51 a. C., y el
de Pompeyo en virtud a la reciente ley, solo a fines del 46 a. C.. Pero Pompeyo no había
contado con que César le solicitara una prórroga en el mando análogo al suyo. Pompeyo
sin negárselo categóricamente se ingenió para hacer que fuera rechazado, entonces César
pidió un segundo consulado pero según la ley de Sila debía transcurrir un mínimo de 10
años. El plan de Pompeyo parecía triunfar la conciliación entre Pompeyo y el senado se
había logrado. Tenía el poder supremo y lo ejercía con la conformidad de los órganos
constitucionales. Era por primera vez en la vida política de Pompeyo, la realización plena
de la formula de Principado.

La monarquía de César. El proyecto helenístico.

Principado de Pompeyo, monarquía de César la diferencia entre ambas


concepciones se traduce por los procedimientos de adquisición y al mismo tiempo por las
realidades de ejercicio. César no vacila si presenta el caso el uso de la fuerza y por otra
emplea su poder personal sin considerar a los antiguos poderes.
En el 60 a. C. convenía con Craso y Pompeyo la creación del triunvirato. En el
consulado que había conseguido la oligarquía intentó paralizarlo colocando a su lado a
uno de sus enemigos como colega, Bibulo. Cesar llegaba al consulado con un programa
muy claro y en el que el interés público solo tenía un papel secundario. Lo que esperaba
era un importante mando militar que le permitiría aspiraciones más altas en el futuro.
Confiaba tener ese mando por el boto del pueblo. Antes que nada importaba conseguir el
apoyo de este para lo cual presentó un proyecto de ley agraria que establecía el dominio
público itálico y otras tierras compradas al efecto con recursos del tesoro, especialmente
el dinero traído de Oriente por Pompeyo, serán distribuidos en lotes a los ciudadanos
pobres y a los veteranos de Pompeyo. Durante 20 años, los beneficiarios no podrían
venderlas. La ley parecía tan moderada que no parecía que pudiera suscitar una seria
oposición que César sometió previamente el proyecto al senado. Pero la mala voluntad
de la asamblea parecía evidente, César lo retiró y lo presentó directamente a los comicios.
Ante el pueblo el éxito de la ley agraria no ofrecía ninguna duda. El día de la votación
Bibulo reanudó la obstrucción, pero fue precipitado por el pueblo y la ley fue votada.
César había triunfado pero gracias a un golpe de fuerza y a costa de una grave violación
de la constitución. Bibulo se retiro y facilitó los trámites a César. A partir de ese momento
la constitución es para César letra muerta.
César prosigue la ejecución de su programa mediante el voto de diversas leyes pero
de todas las iniciativas presentadas, el artículo principal de su programa era la ley que
debía procurarle, al terminar su cargo un ejército sólido. César había puesto la mira en la
Galia. La conquista de ese país debía presentar una obra de mucho trabajo que le
permitiría adquirir un ejército numeroso, y al mismo tiempo no se alejaría mucho de
Roma, donde sabía que sus adversarios, incluso sus colegas del triunvirato no perderían
tiempo en su ausencia. El plan de César reunía así dos caracteres hasta entonces
incompatibles: un gran mando provincial y la presencia del titular en Italia, en las mismas
puertas de Roma. Para realizar su plan César no tenía más que aplicar la votación por
plebiscito por medio de un tribuno. P. Vatinio presentó un proyecto de ley que concedía
a César la provincia de la Galia Cisalpina con un ejercito de tres legiones y por la duración
de 5 años. La proposición se votó sin dificultad. La segunda parte no tardó en llegar, Cesar
pidió al senado que se le concediera la Galia Trasalpina solo por un año, pero en lo que
respecta al plazo solo de él dependía hacerlo prolongar, iniciando una gran guerra y
forzando de este modo la mano del senado. Cesar acaba de obtener un éxito completo,
pero la oligarquía senatorial, no esperaba más que su partida para tomar el desquite. Sus
mismos aliados del triunvirato comenzaban a darse cuenta de que había sacado los
beneficios más seguros y más inmediatos de la asociación. Por eso Cesar, antes de alejarse
tomó precauciones y encontró el instrumento necesario en un joven patricio Clodeo, cesar
lo hizo pasarse a la plebe y elegir para el tribunado. Apenas ocupado su cargo, Clodeo
hizo votar 4 proyectos de ley: 1- ley frumentaria 2- ley sobre colegios 3- ley sobre censura
4- ley sobre presagios.
Estas leyes no constituían sino otras tantas medidas preparatorias destinadas a
reforzar la mayoría democrática de los comicios. Lo principal para Clodio y César era
herir a Catón y a Cicerón, los dos hombres mas temidos del partido senatoria. Clodio
presento dos proyectos de ley que sin nombrarlos explícitamente se referían directamente
a ellos. El primero observaba la conversión de Chipre en provincia romana, cuando la ley
fue votada Caton fue designado para organizar la anexión; la segunda se referia a los que
habian hecho dar muerte sin juicio a ciudadanos romanos, en cuanto a la aprobación de
esta ley no cabía ninguna duda, Ciceron, directamente amenazado, se desterró
voluntariamente. Los jefes del parido senatorial habían sido alejados por un tiempo. Sus
aliados Craso y Pompeyo quedaban en Roma, pero Clodeo los vigilaba.
A principio del 49, Cesar se encuentra a la cabeza del ejercito. Condenado a desaparecer
de la escena política, acaba de cruzar el Rubricón. Va sobre Roma, donde despues de la
marcha de Pompeyo, va a tomar posesión del gobierno. Reconquistada Italia va a llegarle
el turno a las provincias. En el 49 a. C. conquista España, 48-47 a. C. conquista Oriente,
despues de la victoria de Farsalia y la muerte de Pompeyo, 47 a. C. conquista Africa, en
el 45 a. C. segunda conquista de España donde las fuerzas pompeyanas son
definitivamente eliminadas.
César se apodera del poder por la fuerza, y por eso funda un régimen militar, pero mira
no hacia el pasado, sino hacia el porvenir, no pretende restaurar, sino innovar, y dar al
estado romano la armadura constitucional necesaria para su desarrollo y para su misma
vida. El estado romano no puede acomodarse al régimen republicano. Se necesita en
Roma un jefe y un dueño. César marcha hacia la monarquía absoluta y hereditaria de tipo
helenístico. Aparte el procedimiento brutal de adquisición, las tendencias monárquicas de
César se traducen por dos hechos correlativos: la organización que da a su gobierno y la
actitud que toma frente a los antiguos poderes.
César aporta una idea precisa: la constitución romana esta muerta y la monarquía se
a convertido en una necesidad. En el 43 a. C. César entra en Roma. Su proconsulado de
las Galias ha terminado. Legalmente ya no es nada, pero por una serie de concesiones
sucesivas va a tener en sus manos el poder personal. En el transcurso de la primer guerra
contra España, una ley lo nombra dictador, toma el cargo y lo no lo conserva más que por
11 días, tiempo suficiente como para hacerse elegir cónsul al año siguiente. En el 48 a.C.,
como jefe legítimo del estado romano, va a dirigir la guerra contra Pompeyo. Después de
la victoria de Farsalia, que decide definitivamente el conflicto en su favor, se le va a
conceder una serie de prerrogativas:
 Derecho a presentarse al consulado 5 años seguido.
 Derecho a declarar la guerra y de hacer la paz sin la intervención del pueblo o
el senado.
 De disponer las provincias pretorias sin necesidad de sortearlas.
 De indicar al pueblo los candidatos que deben ser elegidos para las diversas
magistraturas con excepción del tribunado y de la edilidad pleveya.
 Concesión vitalicia del poder tribunicio.
 Una ley le confiere la dictadura con el poder constituyente y sin límite de
tiempo.
En el 46 a.C. desempeña el consulado por tercera vez. Después de la victoria de
Tapso se le nombra dictador por 10 años, se le encarga sin colega el poder censorial, con
el titulo de prefecto de las costumbres recibe el derecho de designar directamente a los
magistrados tanto ordinarios como extraordinarios.
En el 45 a.C. es cónsul por cuarta vez, pero sin colega, y acumula ese cargo a la
dictadura que conserva. Después de Munda el senado le confiere el titulo permanente de
imperator, el pueblo decide que solo él tendrá derecho de mandar los ejércitos, reclutar
tropas, y disponer de los recursos del tesoro. Se le autoriza a tomar el consulado por 10
años, en el mismo año se le nombra prefecto de las costumbres con carácter y se le
reconoce inviolabilidad tribunicia en toda la extensión del estado romano.
En el 44 a.C. es cónsul por 5ª vez, y poco antes de su muerte su dictadura decenal
se convierte en vitalicia. Designa a los magistrados encargados de as distribuciones de
tierras a los soldados de Italia, dispone libremente de los gobiernos provinciales y ocupa
un lugar en todas las corporaciones religiosas. Desde el año 63 en calidad de gran
pontífice es el jefe de la religión oficial romana y ejerce todos los privilegios materiales
y morales que esa alta función le confiere. Esos poderes van acompañados de distinciones
honoríficas correlativas. Cesar ya no es solamente un amo, se comienza en su propia vida
a venerarlo como a un dios.
Frente a este régimen monárquico que se constituye por completo, las instituciones
tradicionales siguen teóricamente en pié. Los antiguos poderes subsisten pero vacíos de
toda su realidad, pierden toda su significación efectiva y quedan reducidos en la práctica
a una anulación completa.
 Los comicios encarnación de la soberanía popular, usan sus atribuciones
electorales o legislativas únicamente en la medida en que César se digne a
permitírselo. César decide d la paz, de la guerra, de las alianzas y en virtud de su
titulo de dictador constituyente, promulga todas las leyes que tiene a bien.
 Lo mismo sucede con las magistraturas, a partir del 48 a.C. Cesar tiene el derecho
a designar a nombres para las magistraturas, salvo el tribunado y la edilidad plebeya
y también el derecho a presentarse al consulado 5 años seguidos. Cesar sustituye a
los pretores, ediles y cuestores por una serie de magistrados que él elige
personalmente y los cuales coloca bajo la custodia de su maestre de caballería.
 El senado: los recluta él mismo y se muestra revolucionario en la selección de los
nuevos senadores. Hace entrar no solo a provincianos, sino también a hijos de
soldados y libertos. Prácticamente senado no desempeña ningún papel legislativo.
César resuelve los asuntos corrientes de gobierno con un grupo reducido de amigos
políticos. El senado no interviene más que para sancionar de manera pasiva las
decisiones tomadas.
A ese régimen, en el que César ejercía los poderes de un dueño absoluto, en el que
los magistrados no eran más que funcionarios a sus ordenes, en el que los comicios y el
senado no tenía otra misión que la de acumular títulos en la cabeza del jefe de estado, sólo
un nombre convenía, el de monarquía. A esa dictadura democrática para alcanzar su
forma completa de tipo helenístico, no le faltaban más que dos atributos: la herencia y el
título de rey.
La primera de esta la consigue cuando se le otorga el título de imperator, transmisible a
sus descendientes, se comienza a considerar oficialmente la transformación de la
monarquía vitalicia en monarquía hereditaria.
En cuanto a la segunda, en el pueblo no se designaba ya al dictador más que con el título
de rey.
La monarquía aparecía como el coronamiento necesario del nuevo régimen político, el
ideal había sido tomado de la monarquía mundial y absoluta de Alejandro, y Cesar
pretendía realizarla en sus dos elementos constitutivos: el carácter mundial con la
sumisión del imperio Parto, único estado independiente que subsistía en el mundo al lado
del imperio romano.
Pero los tiempos no estaban aun para el establecimiento de la monarquía absoluta. La
opinión pública, e incluso la de las clases inferiores, las más adictas se negaban a
admitirlo, no su realidad, sino su etiqueta. En la historia de un pueblo no se eliminan
impunemente las etapas indispensables. César perecía pero la idea de la monarquía seguía
en el ambiente.

El principado.

Augusto y el sistema del principado.

I- Los orígenes del régimen imperial

El régimen imperial ha nacido de causas remotas y de necesidades profundas.


Todas ellas se pueden resumir en una sola palabra: la conquista. Roma había conquistado
el mundo y tiene que escoger entre el mantenimiento de las instituciones tradicionales y
la conservación de su imperio. En la situación que se plantea la república está condenada
y la crisis constitucional virtualmente abierta.
La disolución del régimen de la ciudad, que comienza en el siglo III a.C., para
terminar con el establecimiento del imperio fue el resultado de una doble evolución. La
decadencia gradual de las instituciones tradicionales y el desarrollo creciente del poder
militar.

El principado: teorías y realidades

Octavio se da cuenta de que la monarquía era para el estado romano la única forma
de gobierno. Por razones de política general y por prudencia personal tenía un interés
capital en salvar las apariencias y encubrir con un manto constitucional la desnudez de
las cosas.
La monarquía militar tomó con Octavio la ficción del principado. Se trataba de
conciliar las antiguas tradiciones de la aristocracia senatorial, tradiciones también del
pasado nacional romano con la necesidad de una dirección única en manos, si no es de un
dueño, al menos del más eminente de los ciudadanos: el Princeps.
. Esa ficción constitucional tiene sus principios resumidos en el Testamento de
Augusto. Este es una pura apología de la política imperial. Todo el alegato se apoya en
una tesis: el poder del emperador siempre a sido un poder con base legal, pero la forma
de esa ilegalidad no ha permanecido inmutable, hay que distinguir dos periodos:
 El de formación (43 al 27 a.C.) en el que el poder imperial, aun revistiendo un
carácter legal, que resulta de una libre transmisión de derechos, por el senado y el
pueblo, sigue siendo un poder extraordinario.
En cada línea se manifiesta la preocupación de legalizar las irregularidades de la
brillante carrera que le ha conducido al poder supremo. Irregularidades: entrar en
el senado a los 19 años y sin desempeño previo de ninguna magistratura, el
conferimiento del consulado, el derecho de voto del imperium, pero legales puesto
que el senado ha tomado las iniciativas; ilegales la elección al consulado y al
triunvirato, pero legales puesto que emanan del pueblo; irregular el apoderamiento
del gobierno en el 32 a.C. pero legalizado por el asentimiento universal.
 El orgánico(27 al 14 d.C.) en el cual el estado ha vuelto a la plena legalidad
constitucional, en el que los órganos legales comicios, magistraturas y senado han
recuperado sus prerrogativas tradicionales. Para este segundo periodo la tesis se
apoya en dos argumentos principales: 1-rechazo a todas las funciones no
constitucionales. 2-Los poderes de Augusto han sido de naturaleza estrictamente
constitucional.
Octavio había tenido una carrera política revolucionaria, en la cual la última
palabra, declarada o no, había quedado reservada para la fuerza. Revolucionario su
consulado del 43 a.C., doblemente ilegal tanto por la falta de elegibilidad como de
condiciones requeridas. Como por el recurso al ejército para arrebatarlo por la fuerza.
Revolucionaria también la conclusión del triunvirato. Revolucionarios por último, los
acontecimientos decisivos del año 32 a.C. que preparan la ruptura con Antonio, y
encontrarán su sanción en el establecimiento definitivo del régimen personal. Finalizado
su mandato el 33 a.C., legalmente salvo según la revocación el triunvirato, dejaba de
existir en esta fecha, y los dos triunviros, únicos en funciones, después de la deposición
de Lépido, Octavio y Antonio, se reintegraron a la vida privada. En ese momento la
ruptura entre Octavio y Antonio se anunciaba como inevitable y próxima. Antonio
propuso el restablecimiento de la antigua constitución. Tenía a su favor dos jefes legales
de gobierno, cónsules, y su posición hábilmente concebida era de tal naturaleza que podía
adherirse a ella la mayoría del senado. La maniobra era muy hábil: al ordenar Octavio
que se reintegrase a la vida privada. Antonio conservaba la situación de príncipe consorte
que le aseguraba en Egipto su matrimonio con Cleopatra. Quebrantaba el poder político
de su rival, aún conservado prácticamente el suyo propio.
Al quedar Octavio como dueño del poder público, pero despojado de derecho, de
todo título legal, por la expiración del triunvirato, por un momento se encontró en una
situación delicada. Sólo el recurso de la fuerza podía sacarle de apuros. Y no vaciló de
usar del ejército.
El golpe de Estado había triunfado, faltaba ratificarlo, y mejor aún perdonarlo. Las
torpezas de su adversario, la lectura anticipada de su testamento aseguraron a Octavio la
sanción de la opinión pública. El paso difícil se había dado y la causa estaba ganada.
Octavio se apresuró en reanudar el hilo constitucional roto por un instante, y volver a
encontrar para su poder esa base jurídica que la expiración legal del triunvirato que a fines
del año 33 le había hecho perder. El golpe de Estado encontró, en forma de plebiscito, la
legalización de la opinión pública. Al mismo tiempo, como lo había deseado Octavio, era
sancionado y perdonado. Octavio tomó además el consulado para el año siguiente, y en
esa calidad de cónsul obtendrá en el 31 a.C., la victoria decisiva de Actium.
La función aunque le aseguraba sólidas realidades, presentaba un grave defecto:
era un régimen excepcional, nacido de un golpe de fuerza, y que, no obstante, todas las
legalizaciones posibles conservaba la tara indeleble de su origen. Dos hechos nuevos: la
eliminación sucesiva de Lépido y Antonio, que reducían la magistratura al dominio de
uno solo, y la prórroga arbitraria que Octavio se había concedido a sí mismo a comienzos
del año 32; habían agravado todavía más ese carácter inicial. El mando supremo que había
conferido a Octavio el plebiscito occidental del 32 creaba una situación
extraconstitucional, de la cual el jefe del Estado tenía interés en salir. De ese modo,
convertido en el único dueño de hecho por la desaparición de Antonio, deseoso de cerrar
la era de las guerras civiles mediante el establecimiento de u régimen estable, Octavio va
a tratar de liquidar su pasado revolucionario, a hacer que su poder vuelva a entrar en el
marco de la constitución y a asegurarle, garantía suprema, la consagración permanente de
la legalidad.
La atención de Octavio tenía que recaer necesariamente en el consulado, en
realidad, en el consulado es donde iba a buscar hasta el 23 a.C., la gran base legal de su
autoridad. Es un consulado ampliado desde el triple punto de vista del tiempo, del espacio
y de la competencia. El consulado republicano era anual y excluía toda reelección
inmediata; el de Octavio está concebido en forma permanente. Octavio restituye al
imperium consular, su antigua extensión y su superioridad primitiva sobre el de los
precónsules. Por último, el consulado republicano estaba sometido a la regla de la
colegialidad. Octavio mantiene el principio pero sólo por la forma.
En el 38 a.C. había tomado el apelativo de imperator, encarnación permanente del
poder público, del imperium. En el 36, el senado le confirió la prerrogativa tribunicia de
la inviolabilidad. Ya a 5 años del Actium Octavio posee oficialmente dos de los elementos
del poder imperial: el imperium y el poder tribunicio. En el 27 Octavio se dirige al senado
y pronuncia un discurso: “su obra, declara, está terminada; su padre, vengado; el orden,
restablecido”, ha decidido reintegrarse a la vida privada, y abandonar sus poderes
excepcionales (el triunvirato y el mando supremo extraordinario) y restituye al senado la
libre disposición de los ejércitos y de las finanzas. El senado protesta y pide a Octavio
que vuelva de su decisión. Éste se niega a recobrar íntegramente el poder, pero termina
por ceder con la condición de una doble limitación: limitación en el espacio, se hará una
división en las provincias y el emperador, asumirá el gobierno directo de cierto número
de ellas; limitación en el tiempo, sus funciones así restringidas estarán limitadas a una
duración de diez años. El senado le confirió el título de Augusto, que comunicaba a su
persona un carácter sagrado.
La escena pretende ser edificante, pero no es más que una comedia y simulación.
Mediante el acto constitucional del 27, el imperio, principalmente fundado sobre la
función consular, dejaba de ser un régimen de excepción y entraba en su período orgánico.
Augusto se aferró al consulado durante 4 años más (27 al 23), y durante ese período el
imperium consular siguió siendo la base principal de su situación legal. En el 23 renuncia
al consulado para el año siguiente. Había llegado la hora de la reorganización de las
provincias. El consulado sujetaba, al emperador de Roma y no le dejaba la libertad de
acción para el arreglo de la cuestión fundamental, la del gobierno del mundo. Al problema
nuevo, forma constitucional nueva. De este modo, en el 23 a.C. Augusto, por una
innovación abandona el consulado y en cambio se le hace conceder por el senado el
proconsulado en toda la extensión del Estado romano, incluyendo a Italia y las provincias
senatoriales. Forma legal más práctica e infinitamente más flexible, el proconsulado
sustituye de ese modo al consulado como base fundamental y definitiva del régimen
imperial.
Augusto obtiene simultáneamente para su poder tribunicio un desarrollo nuevo,
bajo la doble forma de la perpetuidad y de la anualidad, una prerrogativa que va a destruir
el antiguo privilegio de la epomía tradicionalmente ligada al consulado. Al año siguiente
asumirá la dirección de la anona. A finales del 19 el senado le otorga nuevos honores
(insignias consulares vitalicias con 12 lictores y la silla curul) y una prerrogativa
complementaria: el derecho a hacer las leyes que tenga a bien. Éste obsequio –fuente
judicial de la constitución imperial- suministraba al emperador en materia legislativa un
poder discrecional e ilimitado. En el 12 a.C. después de la muerte de Lépido, Augusto
será elegido para el sumo pontificado.

Revalorización de la tradición y la sociedad Romana.

Augusto sabia que Roma entregaría el poder a una sola persona con la
condición que respete la república y la tradición de los valores y la moral romana. Él
fue el campeón de los intereses de Roma y la dejó por escrito: Incrementó la pequeña
y mediana propiedad hizo suyo los valores de la moral tradicional, condenó el grupo
desenfrenado, revalorizó la vida sana del campo, buscó moralizar la vida urbana, no
recibió obsequios y buscó restablecer el orden social.

Organización del imperio.

El imperio y el gobierno del mundo

La ciudad romana había conquistado el mundo; no había sabido organizarlo en una


forma definitiva, y la República cuando desaparece, no deja detrás de sí más que la
anarquía. El poder central necesitaba reorganizar, modernizar la administración y sustituir
el régimen caduco de la ciudad.
La misma naturaleza del principado y las dificultades constitucionales o de otro
género, hacía su tarea más delicada aún. El imperio bajo la forma que Augusto le había
dado era una transacción entre instituciones antiguas y necesidades nuevas, forzoso le era
tener en cuenta unas y otras. El gobierno de Roma y de Italia, continúan teóricamente, en
manos de los antiguos poderes: senado, comicios, magistraturas; pero el emperador en
virtud de su imperium proconsular, posee allí como en el resto del imperio la plenitud de
las atribuciones militares, civiles y judiciales, su derecho de intervención es completo y
permanente.
En las provincias, el poder imperial tiene las manos libres, pero sin embargo,
también en esa esfera Augusto se cree obligado a dejar al pasado parte legítima.
Oficialmente por la división del 27 a.C. las provincias están clasificadas en dos categorías:
1- Las senatoriales: provincias pacificadas cuya administración conservaba el senado. 2-
Las imperiales: aquellas donde hay tropas acuarteladas, cuyo gobierno se reserva el
emperador, y en las cuales se hace representar por agentes directos, los legados.
El acta constitucional del 23 estableció que el imperium proconsular del emperador,
se extendería a las provincias senatoriales lo mismo que a las otras. El emperador tiene
una intervención más o menos directa en la elección de los gobernadores y, en el terreno
judicial, en el ejercicio de derecho de apelación.
El problema del gobierno del mundo se presenta con una doble fase: en cuanto a la
política, el imperio es una monarquía militar, y su fuerza residirá siempre en el ejército,
la acción del ejército es la que empujará al régimen imperial por el camino del despotismo
militar. El emperador es en las provincias el gran jefe militar –el imperator-. Llegada de
las provincias la noción de cesarismo terminará por imponerse a Roma y a Italia, ese día
se acabará el sistema del principado. En esa fachada civil de la cual el imperio no puede
prescindir, ves el senado el único órgano tradicional que ha sobrevivido al naufragio de
la República. En esa necesidad inevitable es donde hay que buscar una de las principales
causas de la política conservadora de Augusto y de algunos de sus sucesores.
El mundo romano no tenía los órganos adecuados para sus necesidades. El imperio
para satisfacerlas, iba a encargarse gradualmente, empeñado en las vías de una
centralización creciente de tipo helenístico –Egipcio-, que no podría realizarse más que
en detrimento del senado y del sistema administrativo del pasado. La única diferencia que
tendrá con el bajo Imperio no será en el poder sino en la forma en que éste reside.

El emperador: honores y poderes (Deificación del emperador).

Entre los nombres encontramos:


 Imperator: término que caracteriza en el príncipe al detentador del Imperium, bajo su
triple aspecto: civil, militar y judicial.
 Cesar: es un simple apellido, primitivamente de la gens Julia que conserva a su llegada
al Imperio y que se trasmite por parentesco o por adopción hasta Calígula. Desde
entonces, la palabra cambia de carácter. La posesión del poder supremo por la gens
Julia cerca de un siglo ha hecho de él un símbolo inseparable del poder imperial.
 Augustus: es un sobrenombre de naturaleza religiosa que eleva al emperador por
encima de la humanidad y le confiere un carácter sagrado.

Los títulos: son los que expresan la realidad del poder y están en la misma base de la
autoridad

Imperial: el poder tribunicio y el pontificado y también pueden ser el consulado y la


censura.
La segunda serie de titulados es puramente honorífica:
Pater patriae: padre de la patria. El emperador no solo es un dueño sino que se eleva por
encima de la condición humana; tiende a convertirse en un dios y se le rinde los honores
debido a la divinidad. Ese culto imperial comprende dos elementos principales según se
dirija al emperador difunto o al emperador vivo. Después de muerto el emperador puede
ser proclamado divus, es decir hombre divinizado. Tal titulo es conferido por la apoteosis,
y el senado, representante legal del pueblo romano, decide a ese respecto con carácter
soberano. Esta categoría lleva con sí honores: un templo y un culto servido por sacerdotes
especiales, los flámines, y hasta a veces un colegio religioso suplementario. El emperador
en vida también es objeto de honores especiales, sobre todo de un doble culto provincial
y municipal, que lo emparientan con los dioses.

Fundamentos del poder.

Los poderes: el poder imperial descansa sobre tres elementos esenciales y permanentes:

 El poder tribunicio: hace del emperador el heredero de los antiguos tribunos y le


confiere el conjunto de las prerrogativas naturales y morales tradicionalmente unidas
a la función: todos esos privilegios tradicionales son recogidos por el emperador: veto
tribunicio del senado o de los magistrados, carácter sacrosanto, que será la
salvaguardia suprema de la de la dignidad y de las personas imperiales, derecho de
arresto, derecho de convocar, de presidir y presentar proposiciones al senado, derecho
de convocar y presidir los comicios y someterles proyectos de ley. No se ha contentado
con recoger de modo pasivo esos derechos, ha transformado y les ha dado una
extensión nueva liberando de las trabas legales tradicionalmente unidas a la función,
limitación en el tiempo y en el espacio, a causa de la existencia de la colegialidad.
 El imperium proconsular: el imperium, en la época republicana representaba lo
esencial del poder de los magistrados y les correspondía la administración civil de los
territorios, el mando de las tropas, la administración de la justicia. De ese imperium
prroconsular el emperador a pasado a ser el heredero y beneficiario. El poder
proconsular imperial es un imperium reforzado y liberado de las trabas que limitan su
acción. El imperium proconsular de la república estaba doblemente limitado por el
tiempo y el espacio. Cada gobernador lo poseía en el ámbito de su provincia y por el
lapso de un año, salvo prorroga de función. Esa doble limitación desaparece en el
último siglo de la república. El imperium proconsular imperial se presenta con dos
rasgos fundamentales: 1-completo: es al mismo tiempo civil, militar y judicial. 2-
Universal: el emperador gobierna las provincias imperiales, y luego del 23 también las
provincias senatoriales.
 El sumo pontificado: el emperador es sumo pontífice, en su virtud tiene la presidencia
de la iglesia oficial y resulta en su persona la unión del poder temporal y del espiritual.
En calidad de sumo pontífice, además de autoridad moral y de prestigio, ejerce cierto
número de atribuciones: intervención en el reclutamiento de sacerdotes y posee
facultades administrativas en materia religiosa: legislativas derecho de edicto,
derecho de consulta, reglamentos referidos a la interpretación del derecho religioso;
judiciales: jurisdicción sobre los sacerdotes que nombra y sobre las vestales(de las
que dirige el reclutamiento) - Vestas era una diosa romana, y las vestales eran las
doncellas que estaba consagradas a esta diosa -, de las cuales es tutor y juez;
financieras: el emperador tiene la administración del tesoro pontificio.

El poder tribunicio, el imperium proconsular y el sumo pontificado eran los poderes


principales pero no eran los únicos. El cuadro se completa con las prerrogativas
complementarias:
1. Las que resultaban de funciones especiales permanentes (el emperador es principie del
senado y miembro de todos los colegios religiosos) o del desempeño excepcional y
temporal de las antiguas magistraturas republicanas tales como la censura o el
consulado.
2. Cierto número de otras que no estaba habían podido incluirse en ellas, sino a costa de
un esfuerzo mas o menos grande de interpretaciones arbitrarias y de cuya atribuciones
al emperador necesitaba por consiguiente ser legitimada por disposiciones
constitucionales precisas: en la política exterior : el derecho de paz y de guerra y en la
interior :derecho de presentación para las magistratura, con obligación de elegir los
candidatos propuestos, el derecho de otorgar la ciudadanía, de fundar colonias, y de
acuñar monedas.

El emperador, según la teoría oficial del régimen imperial, es el representante


autorizado y legitimado del pueblo romano, que se ha desprendido en su favor del
conjunto de sus derechos.
Esa transferencia no es ni táctica, ni al azar se efectúa según reglas precisas y un
procedimiento regular.
Augusto, como César, ha recibido sus poderes de modo gradual, y por una serie de
actos constitucionales sucesivo. Tiberio posee ya con anterioridad a su proclamación el
poder tribunicio y el imperium.
Desde Calígula todas las atribuciones son atribuidas en bloques. Una sola de las
prerrogativas es excluidas de la concesión global, el sumo pontificado, que hasta fines del
siglo I, es conferido al emperador, no en el día de su advenimiento, sino que después, por
consiguiente es prerrogativa religiosa especial.
El poder imperial encarnación del pueblo encuentra su agradasión en un juramento
especial que le prestan los habitantes del imperio. Esos diversos poderes los ejerce el
emperador, ya directamente, ya por vía de delegación en manos de órganos intermedios
de creación sucesivas: consejo imperial: de transmisión, cancillería de ejecución,
ministros, etc.

Títulos Poderes Cargos

Otorgan prestigio De cargos que no ejerce. Con poder de acción


sin poder.
Augusto. Poder tribunicio Tribuno
Cesar. Imperium Proc Maius Cónsul
Imperator. Censor Procónsul
Pater Patriae. Poder legislativo Sumo pontífice

Concepto de Autoritas y Potestas.


Desde el 27 a.C. se distingue la potesta de las autóritas en las magistraturas que
ejercía Augusto, y dijo: “al no haber cargo superiores se tiene la misma potesta entre los
pares cónsules, pero yo tengo mi autóritas, y en él baso mi principado”.
Dijo que se presentaba como magistrado con poderes semejantes a sus colegas
pero que se reconoce a sí mismo una autóritas, que era lo que daba origen a su condición
de princeps, o sea el nuevo régimen que creó fue magistratura en cuanto a las potestas,
pero en cuanto a las autóritas fue un principado y decía: “como princeps estoy solo como
magistrado y tengo socios en el poder.
V- El problema sucesorio: teoría y práctica

El principado se apoyaba legalmente en una delegación del pueblo romano. Los


romanos no concebían esta delegación bajo la forma hereditaria, y conforme con ese
principio el emperador, investido de una dignidad personal y vitalicia, no tenía derecho a
trasmitirlo por herencia ni tampoco por una designación formal. La introducción del
principio de herencia, del modo oriental, se encontraba por eso mismo eliminada, una
herencia de ese género hubiese quedado inoperante y muerta. Augusto se proponía
disponer de su sucesión, él mismo se consideraba heredero de Cesar. Esa cuestión
sucesoria, a causa de las dificultades teóricas que suscitaba, fue una de las preocupaciones
más grandes del reinado. Augusto resolvió el problema mediante un expediente. Aunque
la constitución le prohibía nombrar su sucesor, al menos lo le estaba prohibido proponer
un candidato a los futuros sufragios del senado. Lo importante era que el candidato tuviera
de antemano asegurado el triunfo. El emperador alcanzó ese objetivo mediante un doble
procedimiento: Augusto convirtió a Tiberio en su hijo adoptivo, y tomó su nombre y
sucesivamente fue asociado al ejercicio de las dos prerrogativas imperiales esenciales.
Augusto muere en el 14 d., Tiberio toma inmediatamente el poder y actúa como
emperador, en esas condiciones era para el senado una carta forzosa y la elección del
nuevo emperador era una formalidad pura y simple.
El heredero de Augusto había obtenido del senado el voto de confianza y la
investidura solemne que deseaba.
La nueva realidad social.
El imperio no intentó revolucionar la sociedad, pero durante los siglos I y II fue
cambiando de carácter, por que se organizaron los sectores elevados en función de los
servicios que prestaban al estado; y este concepto de función como patrón organizador de
los estratos sociales, pasará a la edad media.
El paralelismo entre la dignidad social y la dedicación a la res pública era un viejo
ideal romano, pero ahora el imperio lo sistematiza; y provee a los cargos públicos de una
retribución que permite a los funcionarios mantener su rango. La noción del “orden”,
aunque ya existía, se impuso con fuerza, para dar idea a un sector social privilegiado,
hereditario, con fronteras fijas y una jerarquía interna, de modo que ni los intrusos podían
ingresar, ni un miembro acceder a una categoría que no tenía derecho. Para ingresar o
para acceder hace falta tener consentimiento de príncipe, cuyo papel en este sentido es
absoluto; pero él durante el principado fue bastante respetuoso, y recién en el bajo Imperio
se dio acceso a hombres nuevos a lugares superiores, a veces en una forma que se
consideró escandalosa.
La sociedad comprendió en principio dos grandes sectores: uno superior, los honestiores
y otro inferior, los humiliores.

El sector de los honestiores estaba constituido por:


 El circulo imperial, integrado por el emperador y su corte. El emperador perteneció
originariamente a las más antiguas familias patriarcas, luego a familias de clase media
italiana; pero por el hecho de su entronización, pasaron a integrar la aristocracia. Era
el hombre más rico, por que sus bienes personales apenas se diferenciaban de la
riqueza del estado, que se acrecentaba constantemente por las herencias, las
confiscaciones, las conquistas. De modo que era un aristócrata muy superior al resto.
Lo rodeaba una corte, un grupo de aristócratas pero también de advenedizos, que
no constituyeron un grupo particularmente fastuoso al estilo de las cortes orientales.
Este grupo estaba compuesto en una buena parte por intelectuales, artista, filósofos,
para atestiguar su interés por las cosas del espíritu. Muchos de ellos eran griegos u
orientales helenizados. Vivían todos en ricas casas.
 El orden senatorial tenía solo privilegios honoríficos y la riqueza adquirida pero no ya
autoridad. Se requería de un millón de sestercios para pertenecer a este orden, que
incluía a toda la familia, y los hijos no tenían dificultad de acceder a las magistraturas,
que habrían el senado. Las jerarquías internas dependían del lugar que ocupaban en el
senado, en función de la última magistratura que habían revestido.
 El orden ecuestre constituía una nobleza subordinadas que surgió de la burguesía de
publicanos en el tiempo de la república. Se requería 400 000 sestercios para integrar
este orden. Fueron privilegiados por los emperadores con las funciones más altas, por
que eran más confiables que los senadores, y por que en su seno se hizo una gran
transformación moral. La jerarquía dependía de las funciones que hubieran ocupado,
lo cual a su vez implican a retribución anual diferente (60, 100 o 200 mil sestercio
anuales).
 La clase media de las ciudades, que ocupaba los cargos municipales, y que se fue
romanizando, lo cual tuvo como contrapartida natural la desromanización del imperio,
ya que hábitos, ritos orientales fueron difundiéndose. En contrapartida a su lealtad,
recibieron beneficios: cargos rentados y monopolios. Como el imperio desconfiaba de
las clases bajas, necesitaba apoyarese en este sector, amante de la paz y del orden,
serio y culto, que prestaba servicios. Estos individuos dueños de las propiedades
rurales, de los talleres artesanales, de negocios comerciales, todos habitantes urbanos
se, integraron rápidamente al sistema, y se beneficiaron con las facilidades económicas
y culturales que ofrecía la vida de la ciudad en la etapa imperial.
Los humiliores comprendían un conglomerado poblacional inmenso, la gran
mayoría de los habitantes del Imperio. Integraban ese sector:
 La plebe romana, que vivía de la dádiva del estado y de los particulares (reparto de
trigo y ocasionalmente de dinero), que ocupaban su tiempo en entretenimientos
oficiales. Juvenal acuñó la expresión “panen et circenses” (pan y circo), las dos únicas
cosas que codician con ansiedad. Se trataba de una muchedumbre grosera y cruel,
capaz de arrebatos y de entusiasmos y de estallidos de cólera. El estado se preocupaba
por estimular aquellas y evitar estas. Ningún emperador se ocupó seriamente de ellos:
se limitó a alagarlos, sostenerlos y entretenerlos para docilizarlos.
 Los esclavos, cuyo número fue reducido a medida que las guerras eran sustituidas por
la pax romana, a partir del siglo II. Se ocupaban del trabajo de os campos d, de las
canteras, de las minas, los caminos; pero su número no alcanzaba, de modo que se
intentó recurrir a otro tipo de trabajadores.
 Trabajadores libres, que en buena medida eran esclavos manumitidos. Como su
número era escaso, se ofrecía el trabajo de los campos a arrendatarios colonos. Estos
también escaseaban, por lo que los campos empezaron a quedar yermos. Más adelante
se tendrá que recurrir a la coacción, o a la aceptación de la mano de obra germana,
cuyos pueblos fueron integrados al limes imperial. Los trabajadores de la ciudad eran
en general esclavos manumitidos, y su número será siempre decreciente. Pronto
empezará a haber problemas de abastecimiento en Italia preferentemente. La escasa
natalidad de la clase alta y la alta mortalidad de las clases bajas agudizarán los
problemas.

II- Del principado al Dominat.

Peligro militar y necesidades administrativas.

El principado y la constitución tradicional con la participación preponderante que


ésta concedía al senado, eran cosas inconciliables y las necesidades del momento iban a
imponerse a la voluntad de los hombres.
El régimen personal se encontraba ante dos problemas contradictorios: un
problema político, expresión del carácter militar inherente al nuevo sistema; y un
problema administrativo, nacido de las necesidades cada vez más imperiosas que
planteaba al Estado romano el gobierno del mundo. Augusto mediante la organización
del principado había tratado de conciliarlos e intentando resolverlos en la misma medida
que su antagonismo permitía hacerlo. Durante 3 siglos vamos a ver esos problemas
dominar la historia del Imperio, y determinar gradualmente una evolución constitucional
a la cual la transformación del principado en Dominat, en monarquía pondrá fin. En esa
marcha gradual del principado al Dominat, dos elementos de ese género han desempeñado
un papel decisivo: 1- Egipto durante el Alto Imperio; la monarquía de los sasánidas (III
al IV), 2- Los descubrimientos modernos proyectan sobre esta doble verdad una luz cada
vez más brillante.
Monarquía helenística tardíamente incorporada al Estado romano en forma de
provincia, adquisición personal del príncipe, país de la corona, Egipto ocupaba un lugar
aparte entre las posesiones. La antigua tradición romana, cuya encarnación seguía siendo
el senado, no tenía nada que ver con él. El emperador, sucesor directo de los faraones y
de los Ptolomeos, continuador de su sistema gubernativo, desempeña allí el papel de un
monarca absoluto como tal se hacía representar por un hombre de su confianza, el prefecto
de Egipto, un verdadero virrey. Desde el siglo I Egipto ofrecía no de un modo teórico y
virtual, sino realizado y en pleno funcionamiento, ese ideal monárquico que había sido el
de Cesar y en el cual, de grado o de fuerza, Roma estaba condenada a desembocar. De
Egipto es de donde vendrá:
 Tipo de monarquía teocrática tal como Calígula intentaba introducir en Roma.
 La concepción del gran funcionarismo imperial, herencia de dos monarquías,
faraónica y lágida, inaugurado en el reinado de Augusto y sistemáticamente
desarrollado por sus sucesores.
 La introducción en occidente de funcionarios especiales como el prefecto de los
vigiles y del idiólogo creada por Séptimo Severo.
 El sistema de administración regional.
 El principio de la separación de los poderes civil y militar, tradicional en las
monarquías helenísticas.
Los primeros síntomas de peligro militar, temporalmente alejado por el prestigio
personal de Augusto, se manifestaron desde la entronización de Tiberio (14d.C.) bajo la
forma de un doble motín de los ejércitos de Panonia y de Germania. Amenaza permanente
para la autoridad imperial y la estabilidad del régimen, el peligro militar que no cesar de
aumentar después, ha revestido durante el Alto Imperio dos formas paralelas y
complementarias; en Roma la guardia pretoriana, y fuera de Roma los ejércitos
provinciales.
En el sistema militar de Augusto, las cohortes pretorianas estaban acantonadas
parte en Roma y parte en las diferentes ciudades de Italia. Más tarde, dos modificaciones
sucesivas vinieron a aumentar su importancia: 1- aumento de los efectivos, y 2-
concentración de todo el cuerpo en la misma Roma. Desde entonces, el papel de la guardia
pretoriana aumentará día a día, y la hostilidad entre el elemento civil y el elemento militar
tiende a hacerse permanente. Esto será una amenaza para el poder imperial y, al mismo
tiempo, para la población de Roma. Los pretorianos no cesan de hacer daño, sino con su
desaparición. Los tres grandes ejércitos provinciales son, desde el punto de vista de la
política interior, el Rin, del Danubio, de Oriente. En el siglo III d., en vísperas de la
anarquía militar, hay un aumento de efectivos en los ejércitos del Danubio y de Oriente,
en el transcurso de los dos primeros siglos se añade la transformación del reclutamiento.
En el siglo I, el elemento itálico aún es más numeroso en la legión y para los contingentes
provinciales, sigue siendo la regla primera el reclutamiento ampliamente territorial.
Desde fines del siglo I, el elemento itálico desaparece de las legiones y el reclutamiento
se hace estrictamente local para cada uno de los ejércitos, la masa de las incorporaciones
procede de los centros contiguos a los mismos campamentos legionarios. Los ejércitos
provinciales poseen desde entonces la unidad de reclutamiento, segundo elemento para
ellos de poder y de acción.
Los emperadores romanos de los dos primeros siglos, preocupados por la situación
política, se habían esforzado por conservar al ejército su carácter romano. Habían
reservado el mando superior y general a los itálicos, ya a los miembros de la aristocracia
y de la burguesía romanizadas del occidente. Todo cambia en el siglo III. Los oficiales,
soldados de fortuna son, lo mismo que sus tropas, originarios de la región. Desde el triple
punto de vista de los efectivos, del reclutamiento y del mando, los grandes ejércitos han
adquirido su autonomía completa; se han convertido en unos ejércitos regionales.
Las repercusiones de semejante estado de cosas en la esfera política interior no
tardaron en manifestarse, y el papel de los ejércitos provinciales se amplio rápidamente,
en consecuencia comenzaron las sublevaciones y los ejércitos del Rin y de Oriente, como
los más homogéneos y sólidos, van a desempeñar el papel principal en el transcurso de la
crisis que terminará por la entronización de los Flavios.
Hasta entonces el peligro militar, siempre latente, no había adquirido un carácter
más agudo por que siempre se habían encontrado hombres capaces de poner las cosas en
orden y de restablecer la paz. En los sucesivo y durante un siglo, la crisis será permanente.
En la segunda mitad del siglo III, en manos de los ilirios, el poder imperial se convertirá
en la más absoluta y tiránica de las dictaduras militares; ese será el precio de la salvación
de todo el mundo romano. En ese tiempo el azote de las usurpaciones llega a su cenit,
este momento será conocido con el nombre de “Los Treinta Tiranos”. Los emperadores,
juguetes de sus tropas, no hacen más que pasar, y un asesinato oportuno los retira
rápidamente de escena. Superviviente en el desorden universal, como único dispensador
de la legitimidad, el senado se inclina ante el más fuerte y limita su política a una serie de
reconocimientos sucesivos. La inmensidad del mal creado por la anarquía militar
terminará por repugnar a los mismos soldados, y el mundo asistirá, inmediatamente
después de la desaparición de Aureliano, al espectáculo de un retorno al régimen civil,
reclamado por el mismo ejército y realizado mediante la desaparición voluntaria de sus
propios representantes.
Esos órganos indispensables de administración que la nobleza senatorial no podrá
suministrarle, el Imperio, por la fuerza misma de sus necesidades, se verá obligado a
buscarlos en el orden ecuestre. Creciente a medida que se eleva el segundo y que el
primero corre hacia una decadencia cada vez más irremediable, acentuará más el conflicto
entre el emperador y el senado. La marcha hacia la centralización, que desde el punto de
vista administrativo es esencial del Alto Imperio, y que se efectuará en detrimento del
senado, hará lo demás. Al no poder administrar el Imperio con el senado, el poder imperial
tendrá que administrarlo sin él y, poco después contra él. Unidos en el terreno político
por la comunidad del peligro militar los dos poderes volverán a encontrarse como
adversarios en el terreno administrativo. Ambos problemas, el político y el
administrativo, presentaban la forma de una antinomía irreductible: el primero aconsejaba
un entendimiento estrecho con el senado, el segundo por el contrario, la lucha contra sus
prerrogativas. En esa cuestión de las relaciones entre el emperador y el senado es
necesario escoger. Las dos fórmulas posibles (la de Augusto y la de Cesar) van a
corresponder a dos series de emperadores: los emperadores liberales; preocupados por
la cuestión política que vivirán en buenos términos con el senado (Augusto Tiberio,
Vespasiano, Trajano, Antonio, Marco Aurelio, Alejandro Severo) y los emperadores
autoritarios; sensibles a las necesidades económicas del Imperio, que tenderán al
absolutismo (Claudio, Domiciano, Adriano, Septimio Severo).

Los emperadores liberales y las restauraciones senatoriales.

Augusto, mediante la transacción del 27 a.C., había dado al programa del


principado su realización concreta y legal al senado; Italia y las provincias senatoriales;
al emperador; los ejércitos, ese programa seguirá siendo el de sus sucesores: los
emperadores liberales.
Tiberio a la muerte de Augusto no era un recién llegado al poder. Asociado por su
predecesor al ejercicio de la autoridad imperial, continuador de una política que desde
hace 10 años era la suya, adepto sincero de la forma del principado, se esforzó en la
práctica por convertirlo en realidad, queriendo el fin, también quiso los medios, es decir,
la cooperación del senado. Jamás durante el Imperio la colaboración imperial ha revestido
tanta sinceridad y eficacia. Tiberio deseoso de reservar al senado un papel considerable
en la administración del mundo romano, aumenta sistemáticamente las atribuciones que
el régimen del principado le había dejado tanto desde el punto de vista electoral como
legislativo y judicial. Suprime los comicios electorales e instituye al senado heredero de
sus prerrogativas. Desarrolla el valor legal del senado consulto. Por último erige al senado
en tribunal supremo de justicia, del cual dependen las causas criminales importantes como
los crímenes contra la seguridad del Estado. La desconfianza incurable de Tiberio y la
incapacidad del senado, tenían que condenar pronto esa tentativa al fracaso y, la última
parte del reinado de Tiberio representará un sombrío período de tiranía.
La fórmula del programa del liberalismo imperial: ha unido dos cosas antes
incompatibles: el principado y la libertad. Ese programa que encuentra su expresión
práctica en una colaboración efectiva con el senado. Vespasiano, Trajano, Antonio,
Marco Aurelio, todos emperadores liberales van a aplicarlo sucesivamente. El resultado:
1- Las derogaciones que los emperadores se ven obligados por las exigencias de
la administración del mundo, a introducir en la aplicación del principio.
2- El fracaso final de todas esas tentativas y siempre por las mismas causas, de las
cuales las principales son la incompetencia y la ineptitud para el trabajo del orden
senatorial. La política liberal de Vespasiano, de Trajano y de los últimos Antoninos con
Domiciano, Adriano y Septimio Severo, desembocará por tres veces en una acentuación
del régimen personal y en una restauración del movimiento centralizador.
El régimen militar de Septimio Severo provocará una primera reacción senatorial
que se enlaza con el reinado de Alejandro Severo. Los disturbios periódicos que habían
seguido a la desaparición del fundador de la dinastía, las dos revoluciones que una tras
otra habían destronado y vuelto a entronizar a esta última, la escasa edad y la misma
insignificancia del emperador, creaban para una nueva tentativa de ese género una
atmósfera favorable. La abuela y madre de Alejandro Severo, dueñas del gobierno, lo
comprendieron y buscaron en un retorno a las primeras tradiciones del principado la
salvación del Estado a cuya pérdida parecía conducir el despotismo militar. Excluido, el
senado, en ese brote de régimen civil, volvió a ser asociado efectivo del poder imperial y
el gran órgano legislativo del gobierno. Un consejo de regencia, compuesto de 16
senadores, tomó en sus manos el poder ejecutivo. La prefectura del pretorio, una de las
ciudadelas del orden ecuestre, se convirtió en una función senatorial. El ejército se
mostraba irreductible y estallaron motines en Roma, usurpaciones en las provincias. En
el 235 Alejandro Severo y su madre son asesinados.
Durante 7 años con Tácito y Probo el sena do recobra en el Estado una influencia
que podría creerse perdida. La restauración senatorial recayó sobre cuatro puntos:
privilegio electoral, judicial, administrativo y militar; pero la restauración inaugurada por
tanto fue efímera. El emperador desaparece al cabo de seis meses, y Probo es proclamado
emperador, quien trata de restablecer un poder civil fuerte, contrapeso de la omnipotencia
de los ejércitos, pero sin volver a una restauración senatorial íntegra, no quiere abdicar en
manos del senado, pero quiere celebrar con el un convenio equitativo y una transacción
justa.
El senado con Tácito y Probo había jugado su última carta. Dioclesiano pondrá
definitivamente fin a su importante papel tradicional. El imperio liberal ha dejado de
existir para siempre.
La Relación entre el Cristianismo y el Estado Romano durante el Alto Imperio.

El cristianismo tiene su origen en una de las provincias Orientales del Imperio


Romano de Augusto, tal vez una de las que mayor predisposición había creado a la llegada
de un Mesías. Los valores romanos habían hecho crisis y la corrupción y la injusticia eran
monedas corrientes. Frente a eso, la necesidad humana de creer en algo que redima a los
justos y castigue a los pecadores se hace cada vez más evidente.
Cuando esta religión nueva y pujante se incorporó al Imperio romano, ya en franca
decadencia, la relación que se estableció tuvo múltiples características, y un sinfín de
matices: El cristianismo fue ignorado, intimidado, perseguido, castigado, martirizado y
por fin incorporado como religión oficial del estado

El surgimiento de la nueva religión. El momento histórico. El origen del Cristianismo y


sus características.

A fines del siglo I a.C., los antiguos valores morales y las creencias en el Alto
Imperio Romano habían entrado en los que Engels denomina “un desbarajuste
espiritual”1. El mundo occidental, pero más el mundo oriental, estaban abiertos a
cualquier forma de creencias religiosas, incorporación de dioses e ídolos, magias y
charlatanismos de cualquier índole. En las provincias Orientales del Imperio, una
multitud de profetas anunciaban la llegada de un “salvador”. Este movimiento pronto
tomaría carácter popular, primero en las provincias orientales de lengua griega y luego en
las provincias occidentales, sobre todo en las ciudades de vida más precaria, lo que ejercía
una fuerte influencia sobre su piedad y concedía gran importancia a lo milagroso y
mesiánico.
Dentro de este contexto, el cristianismo nació como una doctrina de salvación, de
esperanza, y se extendió primitivamente en los medios sociales inferiores y explotados.
Sobre el origen del cristianismo, los especialistas difieren en sus posturas,
especialmente en cuanto las fuentes con que se cuentan son, en su mayoría, unilaterales
y con una intención bien conocida. Situar su origen en Palestina equivale a admitir la
existencia de Jesús, discutida por algunas corrientes que sitúan el nacimiento del
cristianismo fuera de Palestina, y aún, fuera del judaísmo. Lo cierto es que esta nueva
religión nació en Oriente y en sus primeros momentos, al rededor de la década del 30, no
fue considerada más que como una secta estrechamente relacionada con el judaísmo, que
proponía, como tantas otras, la existencia de un Mesías. Pero su tesis era novedosa y
audaz desde el punto que no esperaba a un salvador vencedor, sino que continuaba la
prédica de un salvador vencido.2

1
Engels,.: Contribución al cristianismo primitivo
2
Cf. Trocmé, E.: El Cristianismo desde los orígenes hasta el Concilio de Nicea, en Historia de las Religiones, Ed.
Siglo XXI, México, 1986. Pag 241 y 242
A la difusión de la doctrina cristiana fue particularmente importante la prédica de
los judíos de las colonias de la diáspora. Si el cristianismo no nació dentro de un grupo
judío, por lo menos se dirigió las masas que de una u otra forma se vinculaban con el
judaísmo. Recién después de la ruina de Jerusalén en el 70, el grupo cristiano se vio
obligado a tomar conciencia de su independencia, en parte por haber perdido uno de sus
principales centros de unidad como era la comunidad originaria jerosolimitana, en parte
por el endurecimiento del judaísmo, que había cerrado sus filas y, en un intento de evitar
toda fricción con las autoridades hacía todo lo posible para marcar sus diferencias con el
cristianismo, que podía arrastrarlo a nuevos desastres.
La Iglesia cristiana, gracias a las actividades misioneras de los apóstoles y de los
helenistas (grupo caracterizado por su ardor evangélico agresivo) se multiplicó de manera
impresionante, llegando en menos de treinta años a difundirse por Siria, Asia, Menor,
Anatolia, en norte de la Mesopotamia y el norte de Egipto, especialmente en Alejandría.
Existían también cristianos en Macedonia, en Grecia, en algunas ciudades del sur de Italia
y sobre todo en Roma.
Desde sus principios, la religión cristiana enseñaba la resignación. Resulta
llamativo que una religión revolucionaria no vaya acompañada por una doctrina social
revolucionaria. La prédica de la Iglesia desde la primera etapa apartaba a las masas
populares de la lucha contra los opresores. Si bien la Iglesia se opone al poder estatal3, en
Roma la doctrina será otra: “Que todos se sometan a las autoridades que nos dirigen.
Porque no hay autoridad que no venga de Dios. Por esa misma razón ustedes pagan
impuestos, y los que han de cobrarlos son en esto funcionarios de Dios mismo”4Según la
explicación de la propia Iglesia, cabe recordar que Pablo y sus destinatarios de la ciudad
de Roma se movían en un mundo en que nadie ponía en duda la legitimidad de los
gobernantes, los del Imperio romano, y por ello su prédica es distinta que la dirigida a
otros pueblos.

La situación en El Imperio Romano desde fines del siglo II a.C. hasta el 54. El ingreso
del cristianismo.

La decadencia moral de la sociedad romana luego del fin de la República ya había


sido advertida por Salustio, y denunciada como la causante misma de la crisis. La Biblia
muestra también la degradación moral del “hombre viejo” que Cristo redime, “es decir,
inmoralidad, impurezas, pasión desordenada, malos deseos y esa codicia con la que uno
se hace esclavo de ídolos”5

3
Lc 4, 5-7, Ap 13, 1-18, Jn 12, 31 y 14, 30
4
Rom, 13,1, 5-6
5
Col 3, 5
Para Diakov, el régimen de la dictadura militar al servicio del Estado esclavista a
partir de las reformas de Augusto, al apartar las masas de la actividad política y social,
había ejercido una influencia nefasta sobre la vida cultural de los grupos sociales.
Para Aymard y Auboyer6, por un lado el contacto con nuevas provincias permitió
la difusión de cultos, la incorporación de nuevos dioses, y con ello la multiplicidad de
creencias entre las clases bajas, y, paradójicamente, la irreligión de la minoría dirigente.
Augusto reaccionó frente la decadencia de los cultos, instaurando una religión
nacional, cuyo eje principal era el culto al emperador. Los cultos oficiales estuvieron
ligados de esta forma al Estado, y los cargos sacerdotales facilitaban la promoción social.
Para Homo, el objetivo de Augusto era el de devolver al mundo romano la unidad moral,
imprescindible para la continuación del imperio.
“Las masas populares, subyugadas, oprimidas y reducidas a la miseria del Imperio
romano habían buscado al principio, en los siglos II y I antes de nuestra era, una salida en
la lucha abierta, en la insurrección. Pero el fracaso de todas aquellas sublevaciones había
demostrado que toda resistencia al poderío romano carecía de esperanza. Por ello es por
lo que en las capas inferiores había nacido y se había extendido considerablemente la
esperanza de la llegada de un salvador celeste de los males y penas de la Tierra” 7
El mesianismo y la facilidad con que los paganos aceptaban la incorporación de
nuevos dioses favoreció el ingreso del judaísmo y el cristianismo.
El cristianismo entró a Roma alrededor del 60, aún antes de la prédica del apóstol
Pablo, que será uno de los principales difusores de la doctrina. La Iglesia, en la primera
mitad del siglo I, “continuaba siendo una especie de anexo exterior de la sinagoga o un
simple lugar de encuentro para cristianos (...). Todavía no había llegado el momento para
ninguna de las autoridades de considerar a los cristianos como miembros de una nueva
religión, privados del estatuto de privilegio que gozaba el judaísmo dentro del Imperio
romano.”8. Pablo rechazará y hará rechazar la ley judía como “caducada y aún
perjudicial”, mostrando la ruptura con la tradición judía.

El cristianismo en el Alto Imperio. Las persecuciones.

Nerón fue el primer emperador que distinguió a los cristianos de los judíos y
comenzó una persecución sistemática. No fue, seguramente, de las más cruentas, pero es
significativa porque es la primera. La “orgía neroniana” como la denomina Homo, que
horroriza por sus asesinatos y sus locuras, es el marco en el que se inicia esta persecución,
que tiene un basamento legal en un edicto imperial que determina que ser cristiano es un
crimen, y que se castiga con la muerte. Algunos autores ponen en duda la existencia de
este edicto, argumentando que hasta el siglo II las persecuciones eran más policiales que

6
Aymard, J. y Auboyer, J.: Roma y su imperio, en Historia Gral. de las Civilizaciones. Ed. Destino, Barcelona, 1967
7
V. Diakov: Historia de Roma, en Historia de la Antigüedad. Ed. Grijalbo. México, 1966. Pag 376
8
Trocmé, E.: ob. cit., pag. 263
legales, en cuanto los cristianos eran públicamente difamados y odiados, especialmente
por rehusarse a participar en el culto al emperador.
“Fueron, pues, castigados al principio los que profesaban públicamente esta
religión, y después, por indicios de aquellos, una multitud infinita, no tanto por el delito
de incendio que se les imputaba9, como por haberles convencido de general
aborrecimiento al género humano. Añadióse a la justicia que se hizo de éstos la burla y el
escarnio con que se les daba muerte”10
Tanto los emperadores Flavios como los Antoninos castigaban a esos malos
súbditos que se sustraían al servicio militar, no pagaban impuestos, no hacían caso a la
religión del Estado, despreciaban las categorías sociales, los honores terrestres y rompían
con las tradiciones. Incluso Marco Aurelio, a pesar de ser estoico11, veía en el cristianismo
un bárbaro fanatismo. Por lo general, las persecuciones fueron en esta época de corta
duración, ya que en su conjunto, el Gobierno romano se atenía a la tolerancia religiosa.
Con la dinastía de los Severos, el principado comenzó a transformarse en una
especie de monarquía militar. El ejército tenía y el poder de hecho, en parte por la
dependencia personal del emperador respecto al ejército como instrumento de dominio,
en parte porque era la única forma de atajar la desintegración del imperio: el estado
autoritario como sistema de emergencia actuó como factor de orden, llegando a
transformarse en un orden estable.
La hostilidad de las autoridades aumentará el conflicto con el cristianismo,
sistematizándose las persecuciones con creciente brutalidad. A medida que el Imperio
note la fuerza creciente de la nueva religión, la represión será cada vez más violenta. Los
cristianos fueron convertidos en carne de leones y de todo tipo de martirios12.

Transformaciones del cristianismo.

“El carácter pasivo de la Iglesia primitiva había de ocasionar forzosamente la


degeneración del cristianismo, dejando de ser éste una religión de los trabajadores, los
oprimidos, los indigentes y los esclavos para no ser más que una religión como las demás
en una sociedad de clases, instrumento de la opresión de clases y sostén de las clases
dominantes”13
Por el hecho de haberse aumentado el número de fieles, y hasta que la Iglesia se
adaptó a la nueva situación, especialmente en cuanto a la contención doctrinaria y
dogmática (lo que fue el inicio de grandes discusiones teológicas), la evolución de la
religión se vio estancada parcialmente aferrándose a la tradición, y demostrando su
mediocridad intelectual. Esto, sumado a su actitud frente a las autoridades, hizo que el
9
Nerón hacía a los cristianos culpables del incendio de Roma del año ‘64.
10
Tácito: Anales. Ed. Iberia, Barcelona, 1981. Pag 379
11
Había grandes similitudes entre el discurso estoico y el discurso cristiano
12
Los Hechos de los Apóstoles de La Biblia refleja parte de los martirios y cómo eran considerados por los apóstoles.
13
Diakov, V.: ob. cit., pag. 380
cristianismo continuara siendo, en los primeros años del reinado de Adriano (117- 138)
todavía una secta.
A fines del siglo II y comienzos del siglo III, el carácter de las iglesias cristianas
había sufrido una transformación radical. Aún conservando lo fundamental, tres siglos de
contacto con tradiciones orientales, griegas y latinas habían modificado las costumbres y
las formas de expresión del cristianismo. La incorporación de imágenes y ritos
transformaron progresivamente las formas de las ceremonias religiosas y de las creencias,
sobre todo en el poder personal y milagroso de mártires y santos. Tal vez a raíz de las
persecuciones, se fue construyendo una psicología del martirio, encontrándose en el dolor
una forma de complacer a Dios14.
La religión cristiana “(...) poseía aproximadamente todo lo que favorecía el éxito
de los cultos orientales: el poder de emoción que se desprendía de la muerte y resurrección
de Cristo, una enseñanza moral, la promesa de salvación de los justos, ceremonias que
actuaban sobre la sensibilidad de los fieles.”15
A partir del siglo II, se ve claramente una tendencia a la constitución de una
jerarquía en el seno de la Iglesia. Poco a poco esa tendencia irá en aumento, para
consolidarse a fines del siglo, encontrándose ya casi en todas partes un obispo local con
sus respectivos ancianos y diáconos. Si bien había una unidad de la comunidad cristiana,
cada Iglesia era independiente de la otra: fuera de su ciudad, el obispo no tenía autoridad.
No existía una verdadera organización central.
El cristianismo experimentó una importante difusión, sobre todo en Oriente. Tal
vez el hecho de que la lengua única sea el griego explique el retraso en su difusión en
Occidente. Desde el Éufrates se expande por la Mesopotamia, en cuya capital, Edesa,
funda una de las principales iglesias. Se difundió hacia Oriente, y, por el Turquestán,
hacia el Extremo Oriente. En Siria sólo penetra en las ciudades, no así en las zonas rurales;
mientras que en Anatolia sucede lo contrario: la mayor proporción es campesina. No logra
introducirse en la región iraní. Hacia Occidente, logró introducirse efectivamente en
Roma, logrando una gran cantidad de adeptos de todas las clases sociales. En África tuvo
un desarrollo espectacular, patente hacia fines del siglo II, mientras que en España no
dejó huella perceptibles.

El cristianismo en el Bajo Imperio.

La nueva mentalidad profundamente religiosa, con el politeísmo y el sincretismo


que esto significa, fue bien pronto advertida por los emperadores del Bajo Imperio, viendo
en ella un elemento plausible de convertirse en unificador del Estado, profundamente
disgregado a fines del siglo III.

14
Semen est sanguis christianorum, la sangre de los cristianos es la simiente
15
Aymard, J. y Auboyer, J.: ob. cit., pag. 562
Aureliano y Dioclesiano
Fue obra de Aureliano la divinización imperial, de la que deriva su legitimidad.
Aureliano busca la solución sincretista en el monoteísmo solar, fórmula nueva y
enriquecida, con todo el boato propio de las religiones orientales, cuya divinidad central
es lo suficientemente accesible para que todos puedan adherirse. Aureliano es el primero
de los emperadores que, en vida figura como un Dios sobre la Tierra. “(...) el monoteísmo
solar que realiza la unidad religiosa, había de legitimar el absolutismo (...) (pero) el
cristianismo se niega a prestarse al sincretismo en la forma solar que Aureliano le ha dado,
y he aquí que el propio Aureliano, Dioclesiano después, volverán contra él la política de
persecución.”16
Dioclesiano tomó luego como base la vieja religión tradicional, que ya había sido
una forma de religiosidad política. Por supuesto, la readapta a la nueva mentalidad: deja
de ser un Dios para tener el carácter sobrehumano de éste por una especie de delegación.
Al igual que Aureliano, buscará en los signos externos de poder la expresión de su
divinidad. Sus sucesores mantendrán al sol como eje de la religión estatal, sin ningún
cambio significativo hasta el advenimiento de Dioclesiano.
Dioclesiano reorganiza la sociedad y el estado, logrando una relativa prosperidad.
Por ello, la necesidad de una fundamentación ideológica del Imperio no podía seguir
siendo desatendida. “En un Estado tan autoritario como era el Imperio restaurado por
Dioclesiano, una Iglesia autónoma resultaba inaceptable: hacía falta una religión oficial
sumisa al poder (...)”17
Las medidas anticristianas de Dioclesiano se iniciaron en el 302, con una
depuración del ejército y la administración civil. Fue la más larga de las persecuciones
(302- 311), pero a pesar de ello Lot sostiene que no fue la más sangrienta, ya que se atacó
más a los símbolos que las personas, y careció en realidad de motivos reales. Para otros
autores, incluso constituye un absurdo político.
No todos los sucesores de Constantino tendrán la misma predisposición hacia el
cristianismo. El Imperio romano caía inexorablemente hacia el fin, y, excepto en un breve
período durante el imperio de Teodosio, no volvió a ver la unidad.

El cristianismo como religión del Estado.

La unión con el Estado romano significó a la Iglesia la apertura de un horizonte


impensado. De una secta perseguida se convirtió en la primera institución del mayor
imperio del mundo antiguo occidental.
La iglesia no estaba organizada para la vida civil ni política, mucho menos aún de
defensa militar. Por eso necesita del brazo secular para establecerse. Utiliza al Estado para
realizar conversiones en masa: es suficiente convertir a un líder bárbaro para contar con
16
Homo, L: Nueva Historia de Roma. Ed. Iberia, Barcelona, 1965. Pag. 374
17
Trocmé, E.: ob. cit., pag. 374
la conversión, al menos aparente, de sus seguidores. La degradación del sentimiento
cristiano no tardará en llegar, introduciéndose formas supersticiosas y politeístas, que se
velarán con un nombre diferente: no son nuevos dioses, sino santos populares.
La Iglesia se volvió intolerante con cualquier tipo de opinión independiente, fuerte
censuradora de expresiones artísticas y perseguidora de creyentes paganos.
La Iglesia, preparada para la vida celestial, conoce de pronto la vida terrenal de una
manera que puede explicarse como un amor a primera vista. No sólo acepta sino que sirve
de justificativo a un sistema político absolutista y a la división de clases de una sociedad
esclavista. Se incorpora de forma activa a la economía y pronto se convierte en una de las
mayores poseedoras de bienes muebles y inmuebles.
El poder de la Iglesia sobre el Estado será diferente en Oriente y Occidente: En
Oriente la inferencia del emperador en los asuntos de la Iglesia será muy significativa, el
clero será siempre dominado por el poder laico. El Occidente, la Iglesia ocupará, a partir
de 476, el lugar del Imperio: el papa será el emperador. Estamos en las puertas de la Edad
Media.

Conclusiones.

El desarrollo del cristianismo a lo largo de la vida del Imperio Romano estuvo


signado de inconvenientes y atado a las vicisitudes políticas de los emperadores.
Los hombres son hijos de su tiempo, las características de los grupos cristianos y
sus formas tanto dogmáticas como rituales, fueron cambiando acorde la coyuntura y las
incorporaciones externas que recibieron tras siglos, de coexistencia con otras formas de
expresiones místicas y religiosas.
Hacia el final del Imperio, la Iglesia y la doctrina cristiana fueron significativas
para la continuación y legitimación de un sistema absolutista.
Es cierto que las ganancias de esta unión para el Estado romano no son tantas como
para la Iglesia, pero, a pesar del costo político que puede haber significado la adopción
con carácter de excluyente de una religión oriental, fue ésta la que sostuvo el equilibrio
inestable del imperio occidental hasta 476. El Imperio oriental duró unos mil años más
hasta el advenimiento de la Edad Moderna.
Dominado pagano de Dioclesiano.
Medidas para la unidad territorial
El nuevo emperador de origen muy humilde, Dioclesiano, buscó rearmar el
imperio sobre una base de unidad económica, administrativa, militar, política, lingüística
y religiosa encarnando a un absolutismo de derecho divino. En el 293 creó el sistema de
tetrarquía con dos objetivos principales: calmar la ambición de aquellos que pretendían
el trono y principalmente buscó repartir el trabajo que era controlar este imperio.
Este sistema fue terminado en dos etapas. En le 284 adjuntó al poder imperial a un
colega, pero debía estar muy seguro antes de elegirlo, pues este una vez en el trono podía
rivalizar con él. Para este cargo eligió a Maximiano, a este le recomendó la administración
de occidente, mientras que para él se reservó Oriente, teniendo los dos el titulo de
Augusto. En la segunda etapa culminó el trazado de este sistema con la designación de
un auxiliar para cada Augusto, pero no con las mismas atribuciones, sino como ayudante
en la administración y futuros sucesores de ellos, estos hombres recibían el nombre de
Césares adjudicándoles un sector del territorio que le correspondía a su Augusto,
defendiendo esa frontera específicamente. El César de Dioclesiano fue Galerio, y el de
Maximiano, Constancio Cloro.
Dioclesiano era el Augusto mayor, era el que daba la última decisión bajo la cual
actuaban sus colegas.
El ejercito estuvo contado muy de cerca por el emperador, trató que los cargos más
importantes estuviesen a cargo de sus soldados mas incondicionables que no pertenescan
a la alta sociedad ya que sus jóvenes veían en el ejercito el camino para lograr cargos
civiles.
En cuanto a la acción fiscal fue muy importante, pues hizo recaudar impuestos con
perseverancia y rigor, pagando cada región según su riqueza. También sanió la moneda,
impuso un máximo en los precios, pero esto fracasó. Hubo una nueva división imperial
lo que condujo a un mayor control impositivo ya que no estaba a cargo del senado, sino
del mismo emperador.
Había una gran cantidad de burócratas jerarquezados ocupando cargos en las cuatro
prefecturas, las 12 diócesis y cerca de un centenar de provincias. Además el emperador
tiene a su servicio personal un gran numero de funcionarios y oficinas.
El consejo imperial asesora al emperador en dos cuestiones principales: en la
administración general y en la justicia. Ellos debían hacer cumplilas decisiones
legislativas del emperador, incluso en pueblos que hasta ese momento habían conservado
parcialmente su autonomía.
En cuanto a la abdicación también tomó medidas. Para evitar que vuelvan
abntiguos problemas decidió que cada uno de los cuatros soberanos debían entregar su
cargo en el año que se cumpla el vigésimo aniversario de su ejercicio.
En el aspecto religioso fundamentó su poder en el paganismo tradicional, pero con
elementos de la nueva mentalidad religiosa, sentirá muy cerca de Júpiter que le dará
fuerza y poder para gobernar. Es por esta relación de unidad que Dioclesiano recibirá un
carácter sobrehumano junto a las virtudes de la divinidad: clemencia, piedad y sabiduría.

La transición

No fue duradero el sistema de sucesión ideado por Dioclesiano, en el 310 se pudo


percibir momentos de caos en donde lledó a haber 7 emperadores, considerados unos
usurpadores de otros. estA cituación se dio por la costumbre de abdicar y entregar el
trono a personas que no son familiares de sangre, sino aquellos que tengan lazos de
parentesco ficticio. Por lo tanto los hijos verdaderos quedaban desplazados y armaban
revueltas, revolucones y usurpaciones. Este es el caso de Constantino y magecio cuyos
padres fueron Augustos y designaron otros Cesares.

Constantino y su llegada al poder

En la diputa por el poder imperial Constantino venció a Magencio en el puente de


Milvius en el 312 cerca de Roma. Al principio no gobernó solo, sino con su colega, Isinio
a quien pudo manejar y destinó al oriente.
En cuanto a su política religiosa, siendo originalmente pagano se convirtió al
cristianismo. Para algunos autores como Jacob Burckhardt, Constantino solo usó la
religión cristiana como estrategia política, sin poseer ese espíritu religioso con el que lo
caracterizaba. Pero para muchos su conversión fue autentica, quizás durante la batalla
contra Megencio en donde hizo grabar con símbolos cristianos los estandartes de los
soldados y se encomendó al Dios cristiano, aconsejado por gente cercana a él, que tenia
esta fe, para que le proporcionara la victoria. Así fue como su adhesión a este dios
persistió; sería su guía y su protección tanto para él como para sus sucesores.

La legalización del cristianismo. El edicto de Milán.

Constantino fue quien puso fin a la persecución cristiana, e incluso restituyó parte de los
bienes confiscados, y fue inclinándose cada vez más hacia la Iglesia.
Es interesante contraponer la polaridad de las opiniones respecto a las razones que
tuvo Constantino para favorecer abiertamente al cristianismo en la forma en que lo hizo.
La progresiva inclinación hacia el cristianismo, desde el Edicto de Milán, el edicto
de tolerancia, hasta el concilio de Nicea, en el que el emperador intervino activamente en
una disputa interna de la Iglesia, es un hecho bien conocido. Pero las causas que la
impulsaron son fuente de discusión.
Algunos autores ven en Constantino a un hábil político, a un hombre de estado
irreligioso y amoral, a un converso auténtico iluminado por la luz del espíritu santo, a un
supersticioso o bajo el influjo de una inspiración repentina. Antes de juzgarlo, es
necesario ver el contexto en el que se insertaba:
 La mentalidad romana del Bajo Imperio incluía, como ya se dijo anteriormente, una
profunda sensibilidad religiosa, y “El propio Constantino. imagen del ambiente
contemporáneo y reflejo de las mismas aspiraciones, se va inclinando cada vez más
hacia el cristianismo (...) A los ojos de Constantino, el cristianismo representa, para su
Imperio envejecido y ya tambaleante, el elemento necesario de renovación, según se
piensa,, sustituyendo la fórmula solar por la idea cristiana, fuerza material y autoridad
moral: el poder imperial no podrá menos que salir ganando.”18
 El cristianismo era una institución de peso en Oriente, en el seno de pueblos de brillante
cultura. Roma era el centro de las antiguas religiones paganas, y Occidente no más que
un conglomerado de pueblos semibárbaros a los ojos de los orientales. A esto se le
suma la fundación de Constantinopla, efecto del traslado del polo de poder político
hacia Oriente, determinado por su superioridad económica y militar. De esto de
desprende que, en caso de querer unificar creencias bajo una sola religión, sea la mayor
de las religiones de las provincias orientales la elegida.
 La obligación de los cristianos de respetar la autoridad estaba profundamente arraigada,
“Las palabras de San Pablo se convirtieron en doctrina cristiana aceptada, y la
obligación de la obediencia cívica en una virtud cristiana admitida. (...) La verdadera
razón de que Constantino declarara al Catolicismo religión oficial del Imperio fue el
apoyo que la disciplina de la Iglesia podía dar al Estado.”19. Pronto la estructura
jerárquica de la Iglesia fue uniformada a la del Estado y puesto bajo su control.
 Constantino nunca renunció a su cargo de sacerdote de la religión estatal pagana
(pontifex maximus), tal vez como un método de mantener bajo control a los antiguos
cultos
El paganismo se redujo cada vez más a un pequeño grupo de gentes cultas, a las
zonas campesinas menos desarrolladas. Ya por el número de fieles, la Iglesia se convirtió
en un factor de poder, junto al emperador, el ejército y la administración. La aristocracia
fue el último bastión de resistencia pagana
Vemos que Constantino puede haber tenido varias razones para incorporar el poder
efectivo, nuevo y dinámico de la Iglesia Cristiana como elemento de cohesión y
renovación del Imperio, anacrónico y en decadencia.

18
Homo, L.: ob. cit., pag 374
19
Sabine, G.: Historia de la teoría política. F.C.E., México, 1972. Pag. 142 y 145

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