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TEORÍA EPIGENÉTICA

Thomas Jenuwin nos lo explica así:

“La diferencia entre genética y epigenética probablemente puede compararse con la diferencia

que existe entre escribir y leer un libro. Una vez que el libro ha sido escrito, el texto (los genes o

la información almacenada en el ADN) será el mismo en todas las copias que se distribuyan

entre los lectores. Sin embargo, cada lector podría interpretar la historia del libro de una forma

ligeramente diferente, con sus diferentes emociones y proyecciones que pueden ir cambiando a

medida que se desarrollan los capítulos. De una forma muy similar, la epigenética permitiría

diferentes interpretaciones de un molde fijo (el libro o código genético) y resultaría en diferentes

lecturas, dependiendo de las condiciones variables en las que se interprete el molde.”

La epigenética, por lo tanto, es una ciencia basada en el estudio de la manera en que

ciertos factores ambientales y estilos de vida (alimentación, ejercicio, etc.) pueden

determinar la expresión de determinados genes. Lo que esto quiere decir, según las

investigaciones realizadas, es que no solo heredamos los genes de nuestros antepasados, sino

que también heredamos junto a ellos, otros cambios del genoma, que aunque no alteran la

secuencia genética fundamental, determinan que el gen se exprese o no, es decir, que se

mantenga activo o inactivo, dependiendo de ciertas condiciones bioquímicas como lo es

la metilación del ADN o de las histonas, de la cromatina y otras causas que aún desconocemos.

Dicho de otra manera, esta ciencia se centra en los cambios reversibles del ADN y de las

proteínas que se unen a él, y que hacen que unos genes se expresen o no en función de las

condiciones ambientales, como se expresa en un artículo publicado por la APA.

Uno de los máximos representantes del estudio de la epigenética, el Doctor Fabio Celnikier lo

expresa así:

“Creíamos, hasta ahora, que nuestros padres y abuelos simplemente nos pasaban sus genes. Y

punto. Que las experiencias que habían acopiado en sus vidas no se adquirían y se inutilizaban

perpetuamente. Porque confiábamos en que los genes se transmitían inalterables de generación


en generación. Sin modificaciones. Sin tocar el núcleo celular inmaculado (…) Sin embargo, hoy

sabemos que el aire que respiraron nuestros abuelos, el agua que bebieron o el

ambiente psicosocial en el que vivieron pudieron afectar también a sus descendientes,

incluso décadas después. Los factores externos pueden influir en el complejo entramado de

interruptores que hace falta conectar y desconectar para dar lugar, por ejemplo, al desarrollo de

un cáncer. No se trata, por tanto, únicamente de qué genes heredamos o no de nuestros padres,

sino de si están encendidos o apagados a través de interruptores epigenéticos”.

En la actualidad, la epigenética es un área muy activa en investigación, que cuenta con revistas

específicas y un programa de investigación conocido como Proyecto Epigenoma Humano, en el

que colaboran tanto entidades públicas como privadas.

-Uno de los experimentos clásicos más destacados en este campo fue llevado a cabo en la

Universidad de McGill, por el investigador Michael Meaney. Se propuso demostrar que el cuidado

materno puede modificar el desarrollo cognitivo de las crías de ratón y también la capacidad

para hacer frente a situaciones de estrés. Investigando en particular, los mecanismos

moleculares a través de de los cuales se modifica la expresión del cerebro de genes vinculados a

la regulación de la respuesta endocrina al estrés.

En el experimento, participaron dos grupos de hembras de ratón: unas eran muy maternales y

las otras menos afectuosas. Las crías fueron colocadas con sus respectivas madres y luego se

intercambiaron. El resultado fue que los ratones que se criaron con madres menos cariñosas,

fueran estas sus madres biológicas o no, exhibían las mismas modificaciones en el ADN del

cerebro y se mostraban más vulnerables ante una situación de estrés. Las diferencias por lo

tanto, no eran genéticas, sino epigenéticas.

-Otro ejemplo lo constituye la investigación sobre el suicidio, llevada a cabo por el equipo de

McNally, en la Universidad de McGill. Se analizó el cerebro de personas que habían cometido el

suicidio, identificando unos marcadores específicos epigenéticos. Estos resultados, como señala

el profesor McNally ponen en evidencia que “el estrés se mete debajo de la piel”, destacando la
importancia de considerar los factores ambientales y psicológicos en el desarrollo de las

enfermedades.

Como ya hemos mencionado anteriormente, se ha observado que las experiencias que vive un

organismo (un trauma, un aprendizaje, una dieta, etc.) pueden afectar genéticamente a sus

descendientes. Hablándose de una plasticidad del genoma. Así, el entorno de nuestros

antecesores, la forma y calidad de su alimentación, la exposición a agentes químicos durante la

vida intrauterina y después del nacimiento, la radiación, etc. constituyen factores que nos

afectan. Todo lo ambiental impacta sobre cada núcleo celular de nuestro cuerpo.

Según las diversas investigaciones, se han identificado procesos epigenéticos en varios

trastornos del desarrollo neurológico como el Síndrome de X Frágil o el Síndrome de Rett, así

como en el cáncer, diversos trastornos mentales (depresión, ansiedad, adicciones, esquizofrenia,

etc.) e incluso procesos como el aprendizaje y la memoria. Estas “marcas” epigenéticas podrían

estar involucradas en una especie de “memoria celular” de determinados eventos ambientales,

como en el caso del aprendizaje y la memoria. Por lo tanto, es posible que el ambiente

psicosocial y nuestras experiencias traumáticas o agradables, tengan un fuerte impacto en

nuestra cerebro a través de modificaciones epigenéticas a nivel celular. También puede ser que

los mecanismos epigenéticos se encuentren modulando los procesos de memoria molecular

relacionados con la memoria emocional en el condicionamiento del miedo (Día y Sweatt, 2010).

La epigenética se erige por lo tanto como un puente entre las influencias genéticas y

ambientales, así como un área emergente que podría ayudar a proporcionar un vínculo entre la

biología y la salud mental; constituyendo un comienzo en el que los factores epigenéticos en el

desarrollo de las diversas enfermedades cobran especial protagonismo. Se ha dicho que si la

genética es el alfabeto de la vida, la epigenética es su gramática.

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