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Queda prohibida la distribución de esta traducción sin la

aprobación expresa del grupo Traducciones Ganimedes, además


esta obra es de contenido homoerótico, es decir tiene escenas
sexuales explicitas hombre/hombre, si te molesta este tema no lo
leas, además que su contenido no es apto para cardíacos.
El Aquelarre de Christian

Libro 1 – La amenaza de Christian

Libro 2 – La tentación de Nija

Libro 3 – A la manera de Eli

Libro 4 – El cazador de vampiros de Vaughn

Libro 5 – Por el resto de la eternidad

Libro 6 – El lado oscuro del amor

Libro 7 – Ceri
RESUMEN

Él observa a su pareja desde lejos, sin poder tocar, sostener,


o reclamar al hombre. La distancia es la realidad de Ceridian, su
tormento. Él existe fuera de la población de vampiros, vive con un
deseo natural que parece crecer más fuerte cada vez que está cerca
de Virgil, un hombre que persigue sus propios sueños. Ceri se siente
más muerto que vivo mientras ve pasar la vida a su alrededor,
pero no puede hacer nada contra la oscura fuerza que lo mantiene
encadenado a la sombra.

Virgil nunca encaja. No está en el aquelarre de Dante, y no


está en el de Christian. Pasa cada noche deseando a un hombre que
se niega a reclamarlo, Ceri. Sabe del hambre de Ceri, y está
desesperado por encontrar una forma de evitar el deseo del hombre
por la carne. Está incluso dispuesto a sacrificar su propia vida
para estar con el vampiro. Y puede suceder que su vínculo crezca de
manera que no esperaban. Están dentro del peligro, decepción e
infinito placer más allá de lo imaginable.
Prólogo

El gran reino de Neverlight Hall era el más poderoso de


las tierras. La dinastía de Los Espelimbergo gobernó durante
más de tres mil años. A pesar de que eran humanos, tenían
siervos shifters para cuidar su seguridad, y hechiceros para
lanzar hechizos que mantenían al reino a salvo de cualquier
persona que quisieran hacerles daño.

Pero no todo estaba bien en el reino. La reina


Serentene Espelimbergo quería tener hijos. Pero ella no quería
que su marido sembrara su semilla en su vientre. A Serentene
le molestaba la idea de tener hijos que fueran débiles, sin
nada más que sangre humana. Ella quería que su
descendencia fuera fuerte como los shifters, poderosos como
los brujos, y con la astuta inteligencia de un demonio.

Después de buscar a Nenya, el mayor hechicero de sus


tierras, Serentene llegó a un acuerdo con él. Estuvo de
acuerdo en matar al rey a cambio de una potente pócima
que le daría hijos con todas las cualidades sobrenaturales que
sentía que era su derecho tener. Nenya aceptó su oferta.
Pero lo que la reina no sabía era que el brujo odiaba a los
humanos con cada respiración que tomaba.

Estaba tan hastiado y lleno de odio que creó el hechizo


con un corazón oscuro, añadiendo cosas que eran
totalmente diabólicas. Entregándolo, Nenya le dijo a
Serentene que su parte del trato debería de ser cumplido
cuando su hijo fuera mayor de edad.

Ella estuvo de acuerdo.

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Después de cantar el hechizo que Nenya le había
dado, ella buscó un hombre cuya reputación hablaba de
gran poder y fuerza sin igual. Serentene utilizó su
impresionante belleza para seducir a Panahasi para que
durmiera con ella, no una vez, sino dos veces.

El Rey Marsian Espelimbergo se llenó de alegría cuando


la reina dio a luz a su primer hijo, Christian. Él estaba muy
emocionado una vez más, cuando unos años más tarde ella
parió a los gemelos Rhysdan y Ceridian.

La raza de los vampiros nació.

Pero lo que Marsian no sabía era que los hijos no eran


de su sangre. Él los consideró como propios y les enseñó a ser
grandes hombres. En vísperas del décimo octavo cumpleaños
del Christian, Nenya visitó a Serentene. Él exigió su pago, pero
para entonces, Serentene se había suavizado, sus hijos le
mostraron el regalo más grande de todos, el amor. Ella se
negó a matar a su marido. Serentene sabía que había sido
egoísta al usar el hechizo hace tantos años. A través de los
años se dio cuenta de lo mucho que Marsian la adoraba y
ella se había enamorado de su rey.

Enfurecido porque ella no había cumplido su parte del


trato, Nenya reunió a otros brujos, comenzando una guerra
en la que el rey y la reina fueron asesinados. Antes de su
muerte, Nenya echó un último hechizo. Él quería que los hijos
sufrieran por la traición de su madre. Eligiendo un oscuro
hechizo que poseía, Nenya cortó la garganta de su propia
hija, creando una maldición para los hijos de Serentene
Espelimbergo.

Comenzó a cantar y recitar el hechizo cuando los


shifters e hijos Espelimbergo irrumpieron en su castillo. Nenya
tuvo suficiente tiempo para maldecir solo a uno. Eligió al
vampiro que se había acostado con su amada hija, Victoria.

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Ceridian.

Cuándo él se acercó, Nenya derramó la sangre de


Victoria en el caldero, sellando el destino del vampiro por
toda la eternidad. Ceridian era una abominación que
amaba demasiado la sangre y había manchado a su hija,
por lo que Nenya lo maldijo con un anhelo por la carne.

El Guardián de los infiernos buscó a Ceridian,


diciéndole lo que Nenya había hecho. También le dijo a
Ceridian que si revelaba lo que sabía, la maldición se
intensificaría por diez. El hechizo obligaba a Ceridian a
consumir carne, haciéndolo el vampiro más temido en toda
la existencia de los vampiros.

La guerra duró 300 años, diezmando a la población


paranormal. En ese momento, el hambre de Ceridian por la
carne había crecido tanto que Christian tuvo que poner a su
hermano en un sueño profundo. Pero Rhysdan amaba tan
profundamente a Ceridian que no quiso dejarlo solo. Estuvo
de acuerdo en que lo pusieran a dormir junto a su gemelo.
Christian le juró a Rhysdan que iba a despertarlos cuando
encontrara una solución a la desgracia de Ceridian.

Pero la solución no se encontró.

Años se convirtieron en décadas, que se convirtieron en


siglos. Habían pasado dos mil años, y ahora en una época de
tecnología donde los habitantes de la Tierra estaban
tecleando en sus smartphone u ocupados en el tráfico de la
hora punto, los misterios del día hacía mucho tiempo que no
era ni siquiera un pensamiento fugaz.

Nadie recordaba la batalla entre criaturas


sobrenaturales y los brujos. La mayoría había olvidado el
folclore, dejando a un lado las leyendas por un café con
leche o el último gadget. Los que recordaban pensaban que
la guerra sólo era un mito para asustar a los niños y hacer que

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se comportaran. Un puñado sostenía que estuvieron allí,
siendo testigo de primera mano del mal que habían plagado
las tierras. Sólo unos pocos recordaban la matanza que dejó
atrás.

Los brujos prácticamente desaparecieron de las tierras,


asesinados por vampiros y shifters para que dejaran de lanzar
hechizos antiguos y malvados.

Neverlight Hall aún seguía en pie, aunque ahora en


ruinas. Los años no habían sido amables con el castillo que
una vez había sido el lugar más majestuoso donde vivir. Pero
todavía había alguien que caminaba por los pasillos solitarios,
que vivía en las sombras conteniéndose de comer su camino
a través de la lacra de la sociedad.

Encadenado a la maldición, Ceridian Giordano


Espelimbergo estaba más muerto que vivo, soportando una
existencia que no le desearía ni a su peor enemigo.

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Capítulo 1

Era la noche más caliente del otoño, en opinión de


Virgil. El club estaba lleno, cuerpos presionándose unos contra
otros como un muro de carne. Aún no se acostumbraba a
estar aquí y no le gustaba el ruido constante martilleando en
sus oídos. Si un hombre más acariciaba su culo, iba a convertir
este lugar en un baño de sangre.

Irritado, sudoroso, y listo para encontrar un tranquilo


hueco para meterse, Virgil se abrió paso hacia la salida
frontal, maldiciendo el brazalete en su muñeca. El príncipe
había insistido que Virgil usara uno para que no pudiera salir
de este lugar, tratándolo como un prisionero.

—¡Virgil! —August gritó desde algún lugar cercano.


Reconocería esa voz en cualquier lugar. El vampiro había sido
elegido por Christian para cuidar a Virgil, como su sombra,
siguiendo todos sus movimientos—. ¡Espera!

Fingió que no escuchó al chico mientras dirigía sus pies


cerca de la puerta. Si pudiera llegar a la puerta, entonces
podría darse prisa en salir y esconderse entre la multitud de
ahí afuera, lejos de la plaga. Todo lo que Virgil quería era un
poco de aire fresco. No necesitaba un acompañante para
eso. Una vez fuera, Harley, el portero, mantendría un ojo
vigilante sobre él.

Pero estar aquí era mejor que estar en la mansión. Allí,


Virgil tendría que ver a Rhys, el gemelo de Ceri. Eso era un
muy doloroso recordatorio de que su pareja no lo quería.

Ni siquiera su hermano, Ross, quería molestarse por él.


Pero ¿podía culpar al chico? Virgil había estado en un lugar

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oscuro cuando Ross se acopló a Kenway, eso le hizo que
descargara su agresión contra el hombre que le agradaba.
Todavía estaba en ese lugar oscuro y Ross le dio la distancia
que quería; pero Dios, extrañaba a su hermano.

—¿Por qué no te quedas conmigo? —Harley le


preguntó cuando Virgil se acercó. Los ojos del chico
parpadeaban detrás de Virgil, una sonrisa en su rostro. El
portero sabía que August vendría en busca de él, y sabía que
Virgil estaba huyendo—. Te daré algo que hacer además de
esconderte de tu niñera.

Miró por encima del hombro y vio a August dirigiéndose


directamente hacia él. Por Dios, el hombre tomó lo de niñera
tan en serio como el infierno. El tipo tenía determinación
grabada en su cara, como si no lograra estar pegado al lado
de Virgil lo hiciera explotar. —Sólo si haces que August
desaparezca —le dijo rápidamente a Harley.

Harley le dirigió una sonrisa arrogante. —Ah, vamos. Él


no es tan malo.

Cuando Virgil le dio una mirada de “oh sí lo es”, Harley


levantó el brazo y chasqueó los dedos, apuntando
directamente a August. —Christian te está buscando.

Virgil vio a August hacer un cambio de sentido e ir de


cabeza hacia el pasillo donde se encontraba la oficina del
Christian. August era un tipo bastante agradable.

Era demasiado pegajoso. Virgil se sentía como que el


hombre lo estaba asfixiando cuando estaba cerca. No le
gustaba eso. Quería su propio espacio para respirar, no
sentarse y escuchar la charla del chico hablando sobre nada.
—Él va a regresar una vez que se entere que Christian
realmente no lo buscaba.

Harley saludó a un par de humanos antes de recolocar


el cable marrón que detenía a los que esperaban para

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entrar. —Eso va a ser pronto teniendo en cuenta que el
príncipe no está aquí.

Virgil se movió del otro lado de Harley. Así que estaba


fuera del edificio, sintiendo la brisa en su piel y fuera de la fija
mirada de August. Vio hacia la fila de gente que esperaba
entrar y se preguntó por qué le gustaba venir de fiesta aquí.
No tenían ni idea de que existían los vampiros y una vez que
abandonaban el club, cualquier recuerdo habría sido
limpiado por Harley.

No entendía lo que hacía este lugar tan especial.

—Es mi chica a la que estás acosando.

Virgil vio a uno humano empujar a otro humano.


Parecía que estaban a punto de golpearse. Vio la extraña
ropa y los pírsines en su cuerpo, Virgil sabía que nunca
entendería el elaborado vestuario de los humanos o por qué
sentían la necesidad de esconderse detrás de tantos pírsines y
maquillaje.

Pensándolo bien, sí lo hacía. Se había escondido detrás


de su propia máscara desde que podía recordar,
encerrándose, manteniendo al mundo en la bahía, y
negándose a dejarlos entrar. Incluso a veces, había tratado
mal a su hermano, sólo para impedir que se acercara
demasiado.

—Vigila la puerta, Virgil, mientras me ocupo de esos dos


cabezas huecas. —Harley se alejó, haciendo su camino por la
línea hasta llegar con el par de contendientes. El portero sacó
a ambos de la fila mientras una mujer gritaba que soltara a su
novio. Una falda que mostraba con claridad todo con lo que
ella había nacido se levantó cuando ella levantó su brazo
para golpear el hombro de Harley.

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La situación parecía que estaba fuera de control hasta
que el portero colocó una mano sobre la cabeza de cada
uno y luego se quedó en silencio.

La mujer gritó un poco más, su cara enrojecida de ira


hasta que Harley colocó su mano en la frente de ella. Virgil
vio a los tres en silencio frente al club.

Una cosa era segura. Harley tenía un trabajo


interesante. Nunca tendría que preocuparse porque las cosas
llegaran a ser demasiado aburridas por aquí.

—Te lo juro —Harley murmuró mientras regresaba junto


a Virgil—. Si él no quería que el culo de su novia fuera
manoseado, ¿por qué la deja que venga aquí con un falda
de-mírame?

—Quería terminar las cosas con ella. —Virgil podía ver


las intenciones del hombre tan claras como el día. Era
bastante bueno leyendo a la gente y el humano empezó a
propósito esa discusión. Su tono de voz era apagada,
diciéndole a Virgil, que en realidad no le importaba que
acariciara el culo de la mujer.

Harley pasó su mano sobre la cabeza de otra pareja


que salía del club, robándole sus recuerdos como si no fuera
nada del otro mundo mientras miraba a Virgil. —¿Eso crees?

—Vi la forma en que la miraba —Virgil contestó


mientras mentalmente se metía en la cabeza de un hombre
que salía del club y luego se retiró rápidamente, disgustado
por lo que encontró—. Él ya no quiere ser su novio y va a usar
su atuendo para salirse.

Harley borró la memoria del hombre que salió antes de


sacudir la cabeza.

—Nunca voy a entender a la gente. ¿Por qué no se lo


dice y se acabó?

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—Quizás no es de los que rompe con facilidad.

—¿Dramático?

Virgil asintió. —¿Cómo es conservar la memoria de


todos lo que han venido? ¿No se llena demasiado tu mente?
—Virgil conocía la técnica que Harley utilizaba y no podía
imaginar sostener tanto en su propia mente. Sólo los más
fuertes entre ellos podría hacerlo noche tras noche. Sólo sabía
que estaría loco si fuera el hombre de la puerta como Harley
lo era. Harley no sólo les quitaba los recuerdos, sino que los
absorbía hasta que finalmente, lentamente se dispersaban.

El gran vampiro se encogió de hombros. —Me tomó


mucha práctica y algunos episodios psicóticos antes de
dominar lavar tantos recuerdos. —Le guiñó un ojo a Virgil—.
¿Quieres probar con la siguiente persona?

Virgil recordó al hombre que acababa de salir y


sacudió la cabeza. —Los humanos tienen cosas extrañas y
repugnantes en sus mentes.

Harley dio una risa profunda y rica. —Sí, sí, pero no


todos ellos. Vamos, prueba al siguiente.

Antes de que Virgil pudiera rechazarlo de nuevo, un


hombre salió, Harley le señaló con la cabeza. Si no hacía
nada, el humano se iría con sus recuerdos intactos. Virgil se
sumergió en la mente del hombre y buscó el conocimiento
que tuviera de los vampiros. Vio al hombre hablar con el
camarero, sus ojos barriendo sobre la multitud de juerguistas.
Deteniéndose en Isla, uno de los vampiros de mayor rango de
Christian. Virgil vio que el humano fue testigo de que Isla
mordía a alguien y estaba dispuesto a quitarle el recuerdo
cuando sintió lo que el hombre sentía.

No era lujuria ni repulsión, era deseo. Un deseo tan


profundo, tan doloroso que Virgil abrió la boca, la vibrante
emoción dentro de él resonaba por su espina dorsal. Sabía

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muy bien lo que se sentía. Estaba con él a dondequiera que
iba, inundándolo casi todas las noches. Virgil quería tanto a
Ceri que a veces se sentía como si fuera a morir por el dolor
de la separación del vampiro.

—¿Está borrado?

Virgil vio los ojos del humano y sintió una especie de


lazo cerrado en su lugar. No podía entenderlo, pero en ese
momento se habían convertido en almas gemelas. —Sí —
mintió.

Por doloroso que fuera el llevar esas emociones, Virgil


no se atrevía a quitarle esas inquietantes sensaciones al
hombre. Eran suyas y sólo suyas. Sabía que debería. Christian
se pondría furioso si supiera que Virgil había permitido al
hombre irse sin que le limpiara la mente, pero por primera vez
en eones, Virgil se había sentido como si hubiera conectado
con alguien.

Había alguien más en este mundo que sentía el dolor


de ser rechazado por la persona que más quería.

—Ves, no fue tan malo —comentó Harley—. Quizás te


deje una o dos personas más esta noche.

Virgil no le escuchaba. Estaba viendo al hombre


caminar solemnemente a su carro antes de girarse y mirar
directamente a Virgil. Mientras el hombre abría la puerta del
carro, Virgil empujó un pensamiento a la mente del ser
humano.

«Se siente como morir mil muertes, ¿no es así?»

El extraño de cabello negro parpadeó, como


sorprendido de escuchar los pensamientos de Virgil, y luego
asintió antes de entrar y alejarse.

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Después de dejar El Manacle1, Virgil pasó tiempo
paseando por el bosque oscuro detrás de la mansión. Le
gustaba estar al aire libre, dejando que la noche lo llenara
mientras recorría su camino en solitario. Podía oír a alguien
detrás de él, siguiéndolo, pero no de cerca. Virgil también
sabía que no era August. La persona dándole su distancia,
manteniendo un ojo sobre él, estaba muy bien entrenada,
muy tranquila, muy respetuosa de la necesidad de Virgil de
estar solo.

También estaba tratando de encontrar una manera de


conseguir quitarse el brazalete. Qué irónico era que había
colocado uno en la muñeca de su hermano, sólo para tener
ahora uno.

Ross nunca sabría que Virgil lo había empujado al reino


de los demonios por su propia protección. Virgil se había
estado deslizando más en su propia mente, sus hostiles
pensamientos no eran muy agradables. No quería a Ross
cerca de él por miedo de causarle un daño irreparable al
hombre. Pero la peor parte de deslizarse cada vez más en la
locura era el dolor. Virgil no quería ser así. Él quería ser amado,
sentir la felicidad, y ser capaz de reír.

No estaba seguro de por qué había nacido roto. Tenía


sentimientos. Sí, pero le había hecho creer a Ross que no
tenía ninguna emoción en absoluto, pero eso no era verdad.
El problema con Virgil era que sentía demasiado, demasiado
profundamente.

—No quiero entrometerme en tu tiempo de silencio,


pero me gustaría que te quedes cerca de la mansión.

1
The Manacle, mancuernas, esposas como es el nombre del club se deja el original

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Virgil estaba irritado de que Logan lo siguiera. A pesar
de que el shifter le estaba dando su espacio, quería estar
completamente solo. Comprendía que era la pareja de Ceri,
y que todo el mundo estaba al borde de la psicosis por su
seguridad, pero todo lo que Virgil quería era un poco de aire
fresco. En serio, realmente, ¿a dónde podría ir? Estaba
rodeado de árboles, árboles y oh sí, más árboles. Con el
brazalete, él tendría que irse a pie. —No te evitó que regreses.

Logan le dio una sonrisa sin humor. —Buen intento, pero


no quiero enfrentar a Christian si desapareces de mí. Eres la
pareja de su hermano y confía en mí cuando te digo que me
va a torturar lentamente durante los próximos mil años si dejo
que te pase algo.

Virgil deseaba importarle a Ceri tanto como parecía


importarle a Christian. Había oído que en ocasiones el amor
podía ser mágico, pero en opinión de Virgil, la magia no era
más que humo y espejos, una ilusión para los tontos. Incluso
con ese pensamiento, Virgil sabía que quería darle a Ceri su
roto corazón.

—Todo siempre parece triste cuando se trata de amor.


—Logan giró hacia la mansión. Virgil sabía que tenía que
hacer lo mismo, pero no podía hacer que sus pies se
movieran. No quería volver allí en estos momentos—. O todo
funciona por sí solo, o te lanzas de culo a seguir a Romeo y
Julieta.

—Realmente eres un tipo muy morboso. —Aunque su


corazón estaba sangrando por un hombre que no lo quería,
Virgil nunca había pensado en que ambos fueran a sus
tumbas. Eso era retorcido, incluso para él.

Logan se rio con amargura. —Puedes cambiar de


opinión.

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—Difícilmente. —Virgil comenzó a caminar más en el
bosque, con ganas de alejarse del extraño imbécil de Logan.
Pero el hombre no lo permitió. Tomó el brazo de Virgil y lo
detuvo. Virgil se giró, dejando al descubierto sus colmillos.

Logan no parecía impresionado. —He tenido vampiros


más grandes y más malos amenazándome con tomar un
bocado de mí, Virgil. Pero buen intento.

—Quita. Tus. Manos. De. Mi.

—Entonces. Lleva. Tú. Culo. De. Regreso. A. La. Casa —


Logan se burló de él—. No hay nada que puedas hacer o
decir que me haga dejarte vagar más lejos.

Virgil jaló su brazo, lanzándole dagas con la mirada al


shifter lobo. —Eres un idiota.

Logan asintió. —Me han llamado cosas peores, pero no


me muevo en esto.

—¿Problemas?

Ambos se giraron para ver a Christian allí de pie, la luz


de la luna justo detrás de él, dándole al hombre un brillo
etéreo. Era la última persona que Virgil quería ver. —Sí, Fido
aquí no suelta su hueso.

El rostro del príncipe se suavizó, como si la declaración


de Virgil le divirtiera.

—Es todo tuyo. —Logan frunció el ceño cuando dejó a


Virgil con Christian.

—No es conveniente molestar al hombre que cuida tu


espalda.

—Quieres decir a mi niñera que evita que huya. —Virgil


comenzó a caminar más lejos en el bosque, preguntándose si
Christian lo detendría.

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El hombre no lo hizo. En su lugar, mantuvo el ritmo de
Virgil.

—Es probable que veas esto como una pena de prisión


—dijo Christian—. Pero la humanidad no estaría a salvo si algo
te sucediera, Virgil.

—¿Por qué? ¿Porque crees que a Ceri le importo? —Se


burló, deteniendo todas las cosas que realmente quería decir.
Estaba bastante seguro que a pesar de que su seguridad era
la máxima prioridad, para él el príncipe podía quedarse con
su opinión.

—Sí.

—Tonterías. —Virgil se detuvo en seco, se giró y enfrentó


al príncipe—. Él no me ama.

—Yo no dije que te amaba —Christian lo corrigió


mientras sus oscuros ojos se llenaban de algo que Virgil no
podía identificar. Eran oscuros, tenebrosos, y parecía ver a
través de él—. ¿Cómo un hombre puede amar a alguien más
cuando ni siquiera puede amarse a sí mismo?

Virgil no quería oír eso. No quería saber que existía la


probabilidad de una bola de nieve en el infierno de ser
reclamado por Ceri. Él no quería estar aquí en la mansión.
Virgil no quería estar en El Manacle. Sólo había un lugar en el
que se había sentido seguro, y ese era la casa de Ceri, ese
castillo ruinoso que rondaba sus sueños.

Mientras el dolor del abandono lo inundaba, Virgil


sentía como los tentáculos de locura se envolvían a su
alrededor. Estaba llegando a niveles críticos y lo único que
quería era que el agujero en su pecho dejara de doler. —Te
odio —le gruñó a Christian—. No me agradas, ni tu familia.
Deseo nunca haber descubierto que Ceri era para mí.
¡Maldigo el puto suelo por el que todos ustedes caminan!

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Los ojos de Christian estaban llenos de un compasivo
conocimiento. —Lo sé.

Antes de que Virgil pudiera parpadear, estaba de pie


en su dormitorio. Gritó con todas sus fuerzas, destrozando su
habitación, gritando el nombre de Ceri y llamándolo con
cada cosa deplorable que se le ocurría.

Le dolía tanto que Virgil pensó que iba a morir de dolor.


Terminó de rodillas, meciéndose hacia adelante y hacia atrás
mientras lloraba lágrimas de color rojo sangre.

Abrió la boca para revocar la reclamación de Ceri


sobre él, romper el lazo por toda la eternidad, pero no podía
formar las palabras. No importaba lo mal que las cosas
estuvieran, Virgil no podía darse por vencido. No tenía a
nadie, ni una sola persona en este mundo, ni siquiera a su
hermano.

Virgil estaba solo y parecía que estaba destinado a


permanecer de esa manera.

Virgil abrió los ojos, el sentido del tiempo perdido para


él mientras miraba alrededor. Supo de inmediato que no
estaba en su habitación. Cuando sus ojos comenzaron a
centrarse, se dio cuenta de que estaba acostado en una
cama de seda, cortinas transparentes a un lado. Sus ojos
recorrieron la habitación y supo exactamente dónde estaba.

—Muéstrate.

Una brisa entró por las ventanas que se desmoronaban


mientras un búho ululaba fuera, aun así todo estaba en
silencio. No hubo respuesta a su pregunta. Se recostó,

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acurrucándose y se preguntaba si iba a despertar de su
sueño. Él no quería. Quería quedarse aquí para siempre.

—¿Por qué intentas evocar un sueño profundo en ti


mismo?

—Porque prefiero dormir por toda la eternidad a pasar


un momento más sin ti —susurró Virgil. Sabía que no debía
levantarse y mirar. Ceri no iba a mostrarse. El hombre había
construido una fortaleza entre ellos y no había manera de
atravesarla. La pregunta era, ¿por qué Ceri lo había traído
aquí? ¿Por qué el antiguo vampiro robaba los sueños de
Virgil?

—No voy a permitir que hagas eso. —La voz profunda


de Ceri se deslizó a través de la habitación como una
serpiente hecha de humo—. Te he quitado el poder del sueño
profundo.

Virgil cerró los ojos, sintiendo el dolor rasgarlo más


profundamente. —Te odio —susurró—. Me niegas el darme la
paz que quiero, que me permita ocultar el dolor que me has
causado.

Virgil sintió una ligera brisa mover su cabello hacia atrás,


un calor recorrió su expuesta mejilla. No quería trucos ni
ilusiones. Quería lo real. —¡Déjame en paz!

Le giró de espaldas, apenas capaz de respirar antes de


que Ceri apareciera sobre él, con las rodillas a ambos lados
de las caderas de Virgil, con las manos a cada lado de su
cabeza. Oscuro, muerto, y dando miedo, Virgil estaba
envuelto en un aura de poder supremo. El hombre era
enorme, las puntas de sus colmillos tocando su barbilla, sus
ojos salvajes, peligrosos.

—Nunca podremos estar juntos. Quieres cosas que no


pueden ser.

CERI| Lynn Hagen | 20


Había un dolor crudo en su garganta por las lágrimas
retenidas mientras Virgil se acercaba y le daba un puñetazo
en la mandíbula a Ceri. —¡Bastardo!

Ceri sostuvo sus muñecas, sus ojos llenos de tanta


tristeza que Virgil pensó que se volvería loco. Se estremeció
con la brutalidad de las emociones del hombre.

Bajando la cabeza, Ceri inhaló en el cuello de Virgil,


colocando un suave beso justo debajo de la oreja. —Yo
revoco mi derecho sobre ti, Virgil Green. Te dejo en libertad
del hombre al que odias.

—¡No! —Su grito resonó en las paredes, haciendo eco


en sus oídos, pero la habitación estaba vacía. Su estómago se
sentía como si estuviera tratando de llegar a su garganta
cuando se dio cuenta de que Ceri se había ido y él sabía en
su corazón que no volvería a ver al hombre de nuevo.

Virgil se despertó de su sueño, con el corazón


acelerado mientras miraba frenéticamente alrededor de su
propio dormitorio. El sudor empapaba cada centímetro de su
cuerpo mientras se acurrucaba. Eso no sólo había sido un mal
sueño.

Ceri realmente había venido a él y rescindido su


reclamo como su pareja.

—¿Ya está? —Marino le preguntó al camaleónico


shifter lobo cuando los ojos del hombre se abrieron. Kell se
quedó allí viéndose como un clon de Ceri, el hermano de
Christian.

CERI| Lynn Hagen | 21


Kell asintió, moviendo los enormes hombros antes de
sentarse en la mesa en la que se había acostado. —Ya está
hecho.

El hombre era el más malditamente grande que Marino


hubiera visto en su vida. Era aún más grande que Maverick en
su forma de shifter. Él había encontrado al medio raza,
mientras estaba en Rumania y Marino supo que había
encontrado oro. Kell había estado escondido allí, huyendo de
sus propios demonios que gritaban por misericordia. No
estaba seguro de qué miseria torturaba al hombre, y no le
importaba. Jugando con las debilidades del individuo, Marino
le había dicho a Kell que regresara con él. Por la promesa de
riqueza la criatura aceptó la oferta de Marino.

—¿Tenía alguna idea de que no eras su pareja?

Kell negó con la cabeza. —Ninguna. Él creía que yo era


su Ceri.

El objetivo de Marino era destruir la manada, aquelarre


o lo que sea de cada líder Ultionem. La inconformidad entre
ellos iba a ser hermosa. No podía llegar a las parejas de
Christian, pero el hermano más joven del antiguo vampiro era
igual de valioso. Cuando Ceri matara a su pareja y se volviera
loco de culpa y dolor, tendría que ser puesto de nuevo en un
profundo sueño y Marino se movería para destruir el
aquelarre.

Todos iban a pagar por la muerte de Constantino.

—Ahora —dijo Marino demasiado alegremente—. A la


segunda fase.

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Capítulo 2

Ceri paseaba por las cámaras del Guardián,


preguntándose si sería otro intento fallido o si la criatura
finalmente tendría éxito en levantar la maldición.

—Tienes que aprender a tener paciencia, joven


guerrero —dijo el Guardián mientras se movía para añadir
algo más a la mezcla que preparaba. Ceri no estaba muy
seguro de esto. La sala se llenó de un olor pútrido, la poción
era burbujeante y espesa. Se veía y olía asqueroso.

Tenía miedo de que le hiciera crecer otra cabeza en


lugar de eliminar el ansia eterna que supuraba como un
veneno en su interior.

—El brujo que lanzó el hechizo era en efecto muy


poderoso. Un ciego que ve es mejor que una persona que ve
que es ciega.

¿Qué en la creación de los dioses significaba eso? Ceri


recordó la primera vez que conoció a esta extraña criatura.
Había sido antes de su sueño profundo. El hombre se acercó
a él, diciéndole a Ceri lo que el brujo había hecho. Había
estado receloso, pero había escuchado, y le prometió la
muerte al hombre si se trataba de un truco. Pero hablar con el
Guardián había mantenido la cabeza de Ceri en constante
confusión. Así que había estudiado los pergaminos y libros
antiguos de la criatura tanto como pudo antes de que la
maldición se hiciera insoportable y Christian lo pusiera a
dormir.

CERI| Lynn Hagen | 23


El conocimiento que había adquirido no tenía precio,
pero ninguno de ellos tenía una solución a lo que Nenya le
había hecho. Los dioses sabían que Ceri había revisado
cientos de pergaminos en vano y había bebido más pociones
de las que quería recordar.

—Sólo quiero que esta maldita maldición sea


levantada. ¿Sabes lo que se siente el desear carne? —El
estómago de Ceri se anudó al pensar en las innumerables
personas que se había cenado. No era normal y se detestaba
a sí mismo cada vez que la maldición le obligaba a comer
carne.

—No especialmente —contestó el Guardián—. El que


no está satisfecho consigo mismo crecerá. El que no está
seguro de su propia corrección aprenderá muchas cosas.

Ceri estaba cada vez más agitado. No sólo por los


enigmas de la criatura, sino porque algo se estaba gestando.
No estaba seguro de lo que era, pero podía sentir la maldad
en el aire como un veneno tóxico.

También podría ser los desperdicios que estaba


inhalando.

Tenía ganas de ir a ver a Virgil, para asegurarse de que


el hombre estaba a salvo, pero también quería saber si este
nuevo brebaje lo pondría en libertad, desatando las cadenas
que le ataban a una perversión que odiaba con cada fibra
de su ser.

Peor aún, si le contaba a alguien la verdad, su


enfermedad se intensificaría. Ceri no estaba dispuesto a eso.
De alguna manera el Guardián sabía lo que el brujo le había
hecho y él había estado buscando una “cura” desde
entonces. Hasta ahora, no había encontrado una.

CERI| Lynn Hagen | 24


—Puede que no quieras quedarte. —El Guardián
añadió lo que parecían higos al caldero—. Esto llevará
tiempo.

Apretando los molares posteriores, Ceri refrenó su


necesidad de envolver los dedos alrededor del cuello del
hombre. La criatura le podría haber dicho eso hace horas. —
¿Hasta cuándo?

—Si lo apresuras nunca llega.

Girando sobre sus talones, Ceri salió de la cámara antes


de hacer algo que probablemente haría que otra maldición
cayera sobre su cabeza. Se dirigió al reino humano, se
encaramó en una cornisa mientras veía la ciudad. Antes de
encontrar consuelo en la noche, vio a dos chicos atacando a
una mujer al lado del edificio de ladrillo rojo donde estaba
parado. Era la una de la mañana, tarde para estar aquí con
su bolso, publicándose como una maldita víctima.

«¿Cuándo los humanos van a aprender?»

En un movimiento fluido, Ceri bajó del techo y aterrizó


tan silenciosamente como un gato detrás de la acción.
Cuando Ceri se dirigió hacia ellos, sintió la familiar hambre
comenzar a arañarlo. Reemplazando su necesidad de sed de
sangre y el respirar. Como miles de veces antes, Ceri luchó
contra la repugnante maldición, pero sabía que era
impotente para contenerla. En todo este tiempo, aún no
había ganado una batalla.

Alargó la mano y tomó una de las muñecas del


agresor, inclinándose hacia atrás hasta que oyó un
chasquido. —No es una buena noche para estar rondando
las calles, ¿verdad?

Cuando el otro hombre fue tras Ceri, lo tomó del tobillo


y estrelló al humano contra la tierra. —Te aconsejo que te
quedes abajo, donador de sangre.

CERI| Lynn Hagen | 25


Agitando sus dedos frente a los ojos de la mujer, Ceri
nubló su visión, haciéndola ver el recuerdo más feliz que
poseía. La mujer se quedó allí de pie, con los ojos fuera de
foco cuando regresó su atención al hombre al que le había
roto la muñeca. Evitó con su mente que gritara y que alguien
más viniera al rescate del humano.

—¿Tienes un dios?

El hombre apretó los dientes mientras miraba a Ceri con


perplejidad. Torció el brazo del chico entre sus hombros, se
inclinó más cerca, luchando contra la maldición, sintiendo el
sudor formarse como una gruesa capa de suciedad sobre la
piel. Los nudos se formaban en su estómago mientras sus
músculos gritaban por la tensión. No quería morder. Ceri no
quería saber cómo este hombre sabía... sin embargo, la
necesidad lo empujaba a devorar, a comer hasta que no
quedara nada.

—¿Tienes. Un. Dios?

—Sí, hombre... sí. —El chico pasó la lengua por los


labios, un brillo de esperanza en los ojos del color de las hojas
podridas. Ceri no tuvo que sondear la mente del hombre.
Podía oler la decadencia en el corazón del extraño. Nada
era más nocivo para él que el mal. El hedor llenó su nariz y le
dio un mal sabor de boca.

—Entonces darás tu última oración. —Ceri abrió la


boca, sintiendo que sus colmillos crecían en longitud.

—¿Qué está pasando ahí?

La cabeza de Ceri giró y vio un carro patrulla negro y


blanco junto a la acera, el oficial uniformado de policía
afuera de la puerta del conductor, mirándolos desde el capó.

Los sensibles ojos de Ceri quedaron parcialmente


cegados cuando el policía se volvió el centro de atención.

CERI| Lynn Hagen | 26


«Maldición».

—Esta es tu noche de suerte. —Soltó al hombre,


haciéndole caer al pavimento antes de salir en la dirección
opuesta. Tan pronto como estuvo fuera de la vista,
desapareció de las calles de la ciudad, en dirección a la
mansión en la que podría estar cerca del hombre que sabía
que nunca podría tener, pero anhelaba con cada respiración
que tomaba.

Cuando llegó a los oscuros bosques de la mansión, Ceri


echó la cabeza hacia atrás y arrastró la esencia de Virgil a sus
pulmones. Su pareja había estado aquí esta noche, no hace
mucho tiempo.

—Voy a asumir que no estás aquí para enviar a Virgil


completamente por encima del borde.

Ceri odiaba el hecho de que Christian pudiera


acercársele sigilosamente. Era uno de los pocos que tenía esa
habilidad. Los vampiros eran rápidos, un talento natural que
poseían. Supuso que era porque la naturaleza, o quien los
había creado, se aseguró de que pudieran alejarse de turbas
portando tridentes. Pero eso fue hace eones. Ahora, los
humanos estaban equipados con aparatos modernos, cosas
que todavía no comprendía.

Lo que no daría por volver a tiempos más simples… —


No he tenido contacto con Virgil en meses. Me he asegurado
de cubrir mi olor cuando lo reviso. —Y eso molestó a Ceri.
Deseaba que el Guardián encontrara una cura porque
estaba cansado de esconderse en las sombras,
permitiéndose pequeños destellos del hombre que el destino
había elegido para él.

Christian se acercó, como si tratara de obtener un


mejor manejo de la reacción de Ceri. —¿Niegas tu pequeña
e improvisada visita de esta noche?

CERI| Lynn Hagen | 27


La acusación de Christian lo confundía. —Esta es la
primera vez que he llegado aquí esta noche —respondió en
un tono que rozaba lo insultante.

Aunque no quería decir que él y Christian fueran


hermanos cercanos, había dejado de tratar de alejar al
hombre. Últimamente, eran civilizados, uno hacia el otro. No
es que Ceri hubiera perdonado al hombre por ponerlo en un
sueño profundo. Pero si el príncipe iba a velar por su pareja, lo
menos que Ceri podía hacer era cuidar su lengua.

Su hermano lo consideró por un momento antes de que


sus ojos se pusieran tan negros como alas de cuervo. —Virgil
no está bien. Dice que viniste a él y revocaste el derecho
sobre él, dándole la libertad del hombre que odia.

Los colmillos de Ceri se extendieron con rabia oscura.


Alguien iba a sufrir su ira por esto. Alejándose del bosque, Ceri
se dirigió directamente hacia la mansión.

Ceri entró en la habitación de Virgil, cerrando la puerta


tras de sí. Había estado tan furioso con lo que Christian le
había revelado que no había pensado en lo que diría una vez
que viera al hermoso hombre. Su pareja poseía una rara
belleza. La mayoría llamaría a Virgil normal, promedio en el
mejor de los casos. Pero los tontos en estos días ponían valor a
la delgadez y modelos hermosos que no tenían una pizca de
profundidad en ellos.

Era cierto que Virgil estaba delgado, pero tenía tantos


rasgos fascinantes sobre él que casi todas las noches a Ceri le
era más difícil mantenerse alejado. El hombre era audaz y
valiente, y Ceri respetaba esas cualidades. Virgil también era
de cierta forma tranquilo, y hacía que Ceri quisiera pelar las
capas y averiguar quién era verdaderamente el hombre.

Pero no antes de encontrar una cura para su


maldición.

CERI| Lynn Hagen | 28


Desde un rincón en sombras de la habitación, Ceri vio a
Virgil acurrucado en una silla, con los ojos perdidos, vacíos de
cualquier emoción verdadera. Conocía ese sentimiento
porque él mismo lo llevaba muchas veces.

—¿Has vuelto a arrancar mi corazón? —preguntó Virgil,


sin dejar de mirar a la nada, en un tono indiferente. ¿Dónde
estaba en su cabeza? ¿A qué lugar se habían escapado? Si
alguien realmente había suplantado a Ceri, jugándole una
cruel broma a Virgil y revocando la reclamación que tenía
sobre el hombre, entonces Virgil no estaba mentalmente con
Ceri. Estaba escondido en algún lugar profundo y oscuro, un
lugar donde el vampiro encontraría consuelo y alivio.

Manteniendo las distancias, Ceri se movió hasta que


estuvo en la línea de visión de Virgil. —Me dicen que tuviste
una visita esta noche.

Fríos y oscuros ojos se deslizaron hacia él y Ceri no


estaba seguro de si el hombre siquiera lo escuchó. Y si lo hizo,
¿lo habría registrado? Sabiendo que había sólo una manera
de comunicarse con el vampiro, Ceri se hundió
profundamente en la mente de Virgil, recorriendo recuerdos y
emociones, hasta que encontró a su pareja acurrucada en
un rincón, con los brazos bien envueltos alrededor de él.

—No era yo —dijo Ceri rotundamente mientras sus ojos


recorrían la larga longitud del cabello negro azabache de
Virgil. Odiaba no poder decirle al hombre la verdad, la razón
detrás de las mentiras de su propio rechazo. Nadie sabía lo
que era caminar en sus zapatos, sentir su dolor y soledad. Ni
siquiera podía encontrar consuelo en su pareja—. Fuiste
engañado, inocente.

Virgil se giró, sus ojos suplicantes mientras miraba hacia


Ceri desde el piso de su mente oscura. Su suave voz era tensa
cuando preguntó: —¿Por qué no me reclamas? ¿Soy un
monstruo? ¿Te causo asco?

CERI| Lynn Hagen | 29


Ceri sintió el aliento abandonar sus pulmones ante la
total desesperación en los ojos de Virgil.¿Monstruo? —Su tono
era amargo mientras repetía la palabra que Virgil había
utilizado para describirse a sí mismo. Nadie sabía lo que era
ser odiado, temido, y totalmente mal hombre —para sostener
sueños vacíos en la palma de la mano, porque eso era todo
lo que tenía. El camino de Ceri estaba lleno de dolor y locura,
resquebrajándose bajo sus pies mientras trataba de salir de la
desolada existencia en la que estaba atrapado. No, el
verdadero monstruo en este cuarto era Ceridian Giordano
Espelimbergo.

Se acercó más, con ganas de sostener a Virgil, para


finalmente sentir al hombre en sus brazos cuando la maldición
mostró su lado oscuro y los colmillos de Ceri se alargan, la
garganta cada vez más seca por el hambre de la carne de
Virgil , un hambre que todo lo consumía.

«¡No!» Ceri dio marcha atrás, saliendo de la mente de


Virgil. Por mucho que quisiera quedarse y convencer a su
pareja que él no había sido el que había revocado la
reclamación, que había sido un impostor, Ceri sabía que
tenía que irse. Tenía que irse antes de que hiciera algo que
fuera irreversible y enviara su alma directamente a los
abismos del dolor, torturado por toda la eternidad.

Dándole un último vistazo al frágil cuerpo acurrucado


en el sillón de orejas, Ceri desapareció.

Virgil no estaba seguro de qué creer. Quizás se estaba


volviendo loco. Sabía a ciencia cierta que Ceri había venido
a él y revocado su solicitud.

Él se había quedado viendo esos insondables ojos


azules y había visto la verdad. Pero también había visto la

CERI| Lynn Hagen | 30


verdad cuando Ceri se había hundido en su mente y dijo que
no era él quien lo había visitado.

Quizás no era él quien se estaba volviendo loco, sino


Ceri. ¿Qué tal si Ceri no recordaba haber venido la primera
vez? Era una posibilidad.

—¿Cómo te sientes? —Harley le preguntó a Virgil


llegando a su lado. Él vio hacia el mar de humanos
esperando para entrar en el club y no tenía ganas de gritarle
que no tenía un buen momento, Actuó como si no tuviera el
corazón hecho pedazos.

—Estoy bien. —Vio al mismo extraño de la noche


anterior, parado allí acurrucado como si estuviera tratando
de no llamar la atención. Su cabello negro colgaba sobre sus
ojos, dándole sombras al rostro por todos lados.

«Ven a mí».

La cabeza del hombre se levantó ligeramente cuando


miró a su alrededor, y luego sus ojos azules se decidieron por
Virgil. Estaba de pie, en medio de un grupo de ruidosos
estudiantes universitarios.

«Ven a mí».

El hombre dio un paso hacia delante, yendo en línea


recta a él, y luego salió de debajo de la cuerda y se dirigió a
Virgil. A medida que el hombre se acercaba, Virgil se deslizó
dentro de la cabeza del hombre, siguió viendo el anhelo en
su interior. Podía sentir la ansiedad que vibraba en el hombre,
la necesidad de entrar en el club. No estaba seguro si era
para ver a Isla de nuevo, pero Virgil no iba a negar al hombre
lo que más anhelaba.

Virgil ya conocía ese sentimiento, y dejó un agujero


negro donde debería estar su corazón.

CERI| Lynn Hagen | 31


—Hey, hay línea —Harley ladró, pero Virgil levantó la
mano.

—Él puede entrar. —El desconocido se detuvo frente a


Virgil, inclinando un poco la cabeza antes de que el lado de
la boca bruscamente en lo que se suponía que era una
sonrisa, se quedara miserablemente corta.

—¿Lo conoces? —Harley preguntó mientras levantaba


su mano, limpiando los recuerdos de tres hombres que salían
del club.

Virgil no tenía idea de quién era el hombre. Pero asintió.

Harley se encogió de hombros como si no le importara


de una u otra manera. El portero estaba empezando a creer
en Virgil. Le agradaba el tipo. Harley no le molestaba mucho,
era un hombre bastante relajado.

Algo llamó la atención de Virgil al estacionamiento y


más allá. Giró la cabeza, entrecerrando los ojos. No era algo
que hubiera visto si no sintiera una repentina y profunda
necesidad de mirar allí.

Mientras sus ojos recorrían la zona, vio una oscura figura


en cuclillas bajo uno de los tejados de uno de los edificios.
Cada instinto le decía que era Ceri, que lo observaba.

Sabiendo que era inútil, Virgil trató de desbloquear la


mente del hombre, para comunicarse con él.

Lo que no esperaba era tener éxito. Podía sentir la


presencia de su pareja en su mente, casi como si estuviera
investigando los recuerdos de Virgil para poder llegar a
conocerlo mejor.

«¿Por qué me observas desde tan lejos?»

El sondeo se detuvo, la presencia de Ceri creciendo en


silencio. Virgil pensó que el hombre lo había dejado hasta

CERI| Lynn Hagen | 32


que sintió el dolor y la ira que estaba rodando a través de él
como el fuego.

«Es mejor mantener mi distancia».

Virgil no entendía por qué. Le frustraba más allá de las


palabras el que Ceri estuviera siendo tan tétrico con él, no le
explicaba nada. Le había jurado que no había sido él el que
había revocado su reclamo.

¿Incluso estaría comunicándose con el verdadero Ceri?

Cerrando la puerta a sus recuerdos, Virgil enfrentó a


Ceri en su mente.

«¿Cuándo fue la primera vez que nos vimos?»

Virgil podía sentir a Ceri sonriendo con pesar en su


mente. «Engañaste al Alpha de los perros para encontrarte
conmigo».

«¿Qué Alpha?»

En lugar de contestarle, Ceri le mostró. Pero ese no era


el recuerdo de Virgil. Estaba viendo la noche a través de los
ojos de su pareja. El impostor no tendría este recuerdo. Pero lo
que conmocionó a Virgil fue la manera en que Ceri había
estado observándolo muy de cerca antes de que se revelara
desde detrás de una gruesa columna. Sus ojos recorrieron de
arriba abajo el cuerpo de Virgil y sintió un escalofrío vibrar en
la mente y ese sentimiento no había venido de él.

«Eres mi mayor fortaleza y mi destrucción final, Virgil».

¿Qué significaba eso? ¿Y cómo el hombre parecía


hacer que su nombre se oyera tan erótico? Lo pronunciaba
cómo va-gel. Virgil había notado el fuerte acento el puñado
de veces que el hombre había hablado con él en el pasado.

CERI| Lynn Hagen | 33


Tomando un riesgo enorme, Virgil entró al club,
corriendo hacia el balcón del segundo piso. Vio a Shelby y lo
jaló aparte.

—Por favor, por mi pareja. Necesito que me lleves con


él.

Shelby parecía que quería discutir, pero Virgil sacudió


los brazos del hombre. Estaba desesperado y maldijo el
brazalete en el brazo. Shelby miró a su alrededor y luego jaló
a Virgil al pasillo de arriba. Una vez que estuvieron en uno de
los dormitorios, agarró la mano de Virgil.

—Muéstrame dónde está.

Virgil no iba a permitir que el hombre entrara en su


mente. En su lugar, le dijo a Shelby exactamente dónde
había visto a su pareja. El vampiro dispersó sus moléculas y
voló a través de la noche a la velocidad del rayo, aterrizando
en la azotea donde Ceri estaba en cuclillas. El antiguo
vampiro siseó ante su presencia, apartándose tan
rápidamente que casi se cae por el borde. —¡Vete!

—¡No hasta que me digas por qué no podemos estar


juntos! —Virgil saltó, casi agarrando a Ceri antes que el
hombre se moviera rápidamente. Podía ver el azul en los ojos
del hombre desangrándose, reemplazado por un rojo
profundo. Los colmillos estaban más grandes que los de
cualquier vampiro que había conocido creciendo hasta que
las puntas tocaban la barbilla del hombre.

—¡Porque quiero comer tu carne! —Ceri dio un paso


hacia adelante, sus movimientos se asemejaban a los del
acoso de un depredador letal tras carne fresca, inhalando
profundamente.

Por primera vez en la existencia de Virgil, él sabía cómo


se sentía el verdadero terror. Ceri parecía demoníaco

CERI| Lynn Hagen | 34


mientras se acercaba. Sus uñas eran largas y negras, tenía
una expresión hambrienta.

—Hay que irnos —dijo Shelby con cierto pánico en su


voz.

Virgil estaba inmovilizado con puro terror. Había algo


muy mal en su pareja. Ningún vampiro debería de tener una
profunda necesidad de comer a otro. Virgil trató de sostener
la amenazadora mirada que se clavaba fijamente en él
desde detrás de los oscuros irises de su pareja. Una volátil
mezcla de adrenalina, rabia y miedo absoluto, causó un
escalofrío en Virgil cuando Ceri siguió avanzando.

—¡No! —Ceri dejó de moverse, agarrándose las sienes,


como si luchara contra una bestia dentro de su cabeza. Una
parte de la mente de Virgil le decía que huyera, que se
alejara de la criatura que se parecía a su pareja, pero no
podía hacer otra cosa que mirar.

Antes de que Virgil supiera lo que estaba sucediendo,


Ceri se descolgó del tejado. Virgil corrió hacia el borde y miró
por encima, pero no había ni rastro de Ceri en ningún lugar.

CERI| Lynn Hagen | 35


Capítulo 3

—Yo digo que lo encadenes a una cama y entonces


no podrá comerte —dijo Shelby mientras caminaban a la
habitación de arriba—. Así podrán reclamarse, y quizás eso le
va a impedir comerte.

En este momento, Virgil estaba dispuesto a intentar


cualquier cosa. Simplemente no podía cree que su pareja
dijera que quería comer su carne. Sabía que Ceri tenía un
extraño fetiche por la carne. Todos los vampiros lo sabían.
Pero Virgil pensó que sería una excepción a esa regla.

Al parecer no.

«Y la gente se pregunta por qué tengo la cabeza


hecha un lio».

—Quizás podrías ponerle un bozal. Sólo piénsalo —dijo


Shelby antes de bajar las escaleras desde el balcón del
segundo piso del club. Virgil estaba más decidido que nunca
a tener una seria charla con Ceri. Tenía que haber una
solución a este problema.

Él nunca había permitido que nadie se acercara, hasta


Ceri. El antiguo vampiro era la única persona que Virgil
ansiaba tener a su lado. Su vida entera se había sentido
aislado y solo. No era algo que hubiera elegido para sí mismo,
sino un sentimiento que llevaba consigo.

—Hay que tener mucho cuidado.

La última persona que Virgil quería ver era a Christian.


Sabía que pedirle a Shelby que lo llevara con Ceri iba en

CERI| Lynn Hagen | 36


contra de la orden del príncipe de que él no fuera a ninguna
parte, excepto con su permiso expreso.

Pero Ceri era su pareja y él no iba a tomar ninguna


orden del príncipe sobre esto. Girándose hacia el barandal,
su mirada se desvió al mar de cabezas y cuerpos
balanceándose con la música. No sabía qué decirle al
príncipe. Christian sabría si mentía, pero hablar de Ceri era
demasiado doloroso.

—Él aún no ha aprendido a controlar lo que es. —


Christian apoyó el brazo en el barandal dorado con adornos,
mirando a la gente de abajo. Virgil se había preguntado una
o dos veces lo que hubiera sido si en su lugar hubiera estado
acoplado al príncipe. Las parejas de Christian parecían felices
y tenían dos hijos hermosos, Minzhe y Matthias.

¿Cómo sería pertenecer a alguien que te amara tanto


como el príncipe amaba a Yasuko y Minsheng? La cabeza de
Christian se giró lentamente hacia él, y juraba que el hombre
conocía sus pensamientos. Había una sombra en los ojos del
hombre que le dijo que entendía el dolor de Virgil, pero Virgil
dudaba que alguien entendiera los caóticos pensamientos
con los que trataba todas las noches.

—¿Y qué es exactamente eso? —Virgil se giró


completamente a Christian, sintiendo temor por lo que el
hombre pudiera revelar. No quería pensar que Ceri fuera una
causa perdida. Virgil se negaba a creer que su pareja iba a
estar siempre fuera de su alcance. Por una vez, quería saber
lo que era la felicidad y lo que se siente el estar en los brazos
de Ceri, sabiendo que realmente lo amaba.

—Un vampiro que tiene hambre de cosas no naturales


—dijo Christian en voz baja, pero tratando el asunto con total
naturalidad. Era como si el príncipe acabara de aceptar que
su hermano menor estaba roto. Virgil no podía aceptarlo, no

CERI| Lynn Hagen | 37


aceptaba ese hecho—. Pero las cosas siempre cambian,
Virgil. Siempre hay esperanza y no debes renunciar.

Levantó la muñeca para que la viera Christian. La muy


decorada pulsera se aferraba a su brazo como una
enfermedad. —¿Cómo voy a ir con él si soy tu prisionero?

La mirada de Christian fue a Virgil. —No eres mi


prisionero, Virgil. Llevas el brazalete para mantenerte a salvo.
Si algo llegara a sucederte, Ceri se perdería para mí para
siempre.

Dura y fría verdad llegó de Christian. Virgil podía ver lo


mucho que el príncipe quería decir lo que dijo. Se
preocupaba por el estado mental de Ceri. Sin embargo,
nadie estaba haciendo nada para ayudar al vampiro.

—Envíame a él.

Con un movimiento de cabeza, Christian se inclinó


hacia atrás del barandal, su sedoso cabello negro
balanceándose sobre un hombro mientras miraba a Virgil con
obstinación. —Estaría entregándote una sentencia de muerte
si te envío con él ahora mismo. Paciencia, Virgil. Tienes que
aprender a tener paciencia.

Él era todo paciencia. Virgil había estado esperando


años para que Ceri lo reclamara, y cuanto más esperaba,
más solo se sentía. Era como vivir en un mundo carente de
calidez. Estaba cada vez más frío y él temía que algún día
estaría perdido en la locura que moraba en la parte oscura
de su mente.

—Voy a ponerte con Harley. Parece que te llevas mejor


con él que con August.

Virgil no quería estar con nadie.

El príncipe bajó las escaleras, dejando a Virgil


sintiéndose como si fuera a romperse justo ahí en el balcón.

CERI| Lynn Hagen | 38


Un profundo y enloquecedor deseo lo llenó y lo único que
quería era estar con Ceri.

Eso es todo lo que quería.

Se giró hacia la multitud, Virgil vio al hombre que había


dejado en el club. No había duda de que el hombre era un
humano, más por la forma en que miraba a Isla, Virgil podía
decir que el chico se sentía atraído de una manera que no
entendía totalmente. Virgil estaba morbosamente curioso de
que Isla no parecía notar al alhelí2.

Un fuerte silbido hizo que Virgil se girara hacia la fuente


del ruido. Harley caminaba hacia él. Señaló a Virgil y luego al
espacio al lado de él.

«¿Qué soy yo, su maldito perro?»

Virgil ignoró al portero. Estaba muy contento donde


estaba. Si no podía estar con su pareja, solo se quedaría ahí y
vería que el mundo seguía girando, eso no era tan malo…

La palabra “ahora” destrozada la mente de Virgil,


haciéndole gruñir mientras su cabeza se giró hacia Harley.
Despidió al hombre antes de deliberadamente alejar la
mirada. Virgil pronto fue presa de una imagen de Ceri
acechando un callejón, dirigiéndose directamente a un
humano que estaba golpeando a una mujer contra una
pared de ladrillo.

Sus dedos se cerraron alrededor del barandal,


agarrándose con tanta fuerza que sus dedos comenzaron a
palpitar de dolor. Su cuerpo se puso rígido mientras
observaba a Ceri agarrar al humano por el cuello, diciéndole
a la mujer que se fuera. Se limpió el labio roto, sus ojos
parpadeando entre Ceri y el hombre que había estado
atacándola.
2
Wallflower, aunque es el nombre la planta alhelí, es la forma coloquial de referirse a la chica a la que
no invitan a bailar o a tomar parte de la vida social.

CERI| Lynn Hagen | 39


El tono de Ceri era frío cuando le gritó a la mujer que se
fuera. La mujer dio un paso atrás, agarró su bolso, y se fue.
Cuando su pareja se dio la vuelta, no había duda del hambre
que se detectaba en los ojos zafiro.

—No —susurró Virgil, sacudiendo la cabeza ligeramente


mientras trataba de llegar a Ceri. Pero fue sólo una imagen,
como una película en blanco y negro en su cabeza. El único
color que podía ver era el azul de los ojos de su pareja. Su
pecho comenzó a sentirse como si un enorme peso lo
mantuviera presionado. Virgil quería llegar y consolar al
hombre, para que Ceri supiera que no estaba solo—. Por
favor, no lo hagas.

Ceri se detuvo justo antes de morder el cuello del


hombre, vio a su alrededor al callejón como si realmente
hubiera escuchado a Virgil. El hambre disminuyó ligeramente
de sus ojos mientras entraba en su cabeza y se encontró a
Virgil allí mirándolo.

Un salvaje gruñido salió de los labios de Ceri mientras


cerraba su mente a la imagen que Virgil había visto. El club
regresó a su vista y Virgil sintió que sus rodillas se debilitaban.
Lo único que le impidió caer al suelo fue su control sobre el
barandal.

De alguna manera, se había metido en la mente de


Ceri. Virgil ni siquiera estaba seguro de cómo eso era posible.
Ceri siempre había guardado sus pensamientos, sólo dejando
que Virgil entrara cuando él lo elegía. Pero la imagen había
llegado a él, se mostró a él. Virgil no había hecho nada con
su pareja. Mientras estaba allí temblando por lo que había
visto, sabía sin ninguna duda que la conexión entre él y el
antiguo vampiro era muy fuerte. Podía sentir la agitación de
su pareja en su interior y nunca había sentido eso antes.

Para estabilizar sus nervios y las piernas, Virgil decidió


unirse a Harley. Necesitaba aire fresco y algo en que pensar.

CERI| Lynn Hagen | 40


La idea de lo que Ceri había estado a punto de hacer era
aterradora y triste.

«Aún no ha aprendido a controlar lo que es». Las


palabras de Christian resonaban en su cabeza mientras
caminaba entre la multitud, su mente seguía buscando,
buscando, buscando…

—¿Cómo? —Ceri exigió mientras paseaba por la


habitación en el inframundo—. ¿Cómo se conectó tan
fácilmente? No lo había dejado entrar, sin embargo, allí
estaba, mirándome.

Y eso era lo que preocupaba más a Ceri. Ya era


bastante malo que fuera maldecido con esta enfermedad.
No había manera de que fuera a permitir que Virgil
presenciara lo que la maldición le hacía anhelar.

Después de lo que había sucedido en el techo, Ceri


estaba seguro de que su pareja ya lo veía como un enfermo
psicópata.

—Has experimentado con tantos hechizos y pociones


que no sabemos lo que le ha sucedido no sólo a tu cuerpo,
sino a tu mente.

Esa fue la primera vez que Ceri había conseguido una


oración completa del Guardián que no estuviera llena de
acertijos. Pensó que las noticias eran muy malas para que el
hombre hubiera hablado claramente. —Entonces, ¿me estás
diciendo que Virgil puede abrir el puente entre la mente
cada vez que lo elija?

—Tu pareja es más de lo que parece, Ceridian.

Ceri realmente, realmente quería golpear algo.

CERI| Lynn Hagen | 41


Había estado tomando pociones desde que el
Guardián había venido a él, sabiendo su secreto. ¿Ahora el
hombre quería advertirle sobre los efectos secundarios? Un
puño se apretó alrededor de su corazón mientras recuerdos
en cascada le llegaron de la horrible expresión de Virgil
cuando estaban en el techo. Ceri había luchado como
nunca había luchado antes para no probar a su pareja. La
lucha había sido tan grande que tuvo que alejarse del
edificio con el fin de no tomar un bocado.

No podía seguir adelante con esto. Tenía que haber


una manera de levantar la maldición. Había intentado buscar
al hechicero que había colocado la maldición en su cabeza,
pero el hombre no estaba en ninguna parte para ser
encontrado. Las llamas de la ira se extendían como ácido por
su sangre al pensar en la maldita maldición.

—Paciencia, querido Ceridian.

—Estoy perdiendo la paciencia. —Ceri se dirigió hacia


la puerta, con los brazos doliéndole por sostener a Virgil,
reclamarlo. Estaba tan cansado de estar solo, de luchar
contra ese oscuro impulso dentro de él. Las emociones le
estaban pegando desde todos los ángulos cuando pensaba
en la vida que se estaba perdiendo, la cercanía que —a
pesar de lo que estaba pasando— él y Virgil estaban
teniendo uniéndose más estrechamente.

Mientras, Ceri caminaba por el oscuro pasillo,


escuchando los gritos de los condenados, trataba de llegar a
una solución. Pero nada le llegaba. Pasó una celda y se
detuvo. El hombre en el interior le pareció vagamente
familiar, pero Ceri no podía recordar de dónde. Miró a los ojos
del hombre y sabía que no había nada en ellos, salvo la
promesa de una muerte brutal y dolorosa tan profundamente
arraigada en sus ojos que traumatizaría a cualquiera con dos
dedos de auto-preservación.

CERI| Lynn Hagen | 42


Ceri giró la cabeza y se encontró con que estaba de
vuelta en la habitación del Guardián. —¿Qué estoy haciendo
aquí?

Había un pergamino sobre la mesa, los largos dedos del


Guardián manteniéndolo abierto. —Un gran sacrificio fue
dado para tu maldición, Ceridian.

Ceri inclinó la cabeza hacia un lado. —Habla más


claro, viejo.

Una sonrisa irónica inclinó el lado de la boca del


Guardián. No era un aspecto agradable. —El hechicero que
te maldijo utilizó la sangre de su hija, ese fue su sacrificio. El
hechizo es muy poderoso. Para revertirlo; tú, mi poderoso
guerrero, debes hacer un sacrificio igual.

Ceri sintió la inclinación de la habitación hacia los


lados. ¿El hechicero había matado a su propia hija para
colocar la maldición sobre él? Sabía que el hombre estaba
loco, pero no tenía ni idea de lo loco que realmente era.

La única persona que a Ceri le importaba mucho a


punto de sacrificar era… —No lo haré. Me niego a quitarle la
vida a mi pareja.

Frágiles hombros se encogieron. —Que así sea.

Esta vez, cuando Ceri se fue, no dudó y no se detuvo


para ver a ninguno de los prisioneros. Se fue directamente a
su casa, donde destruyó el observatorio.

Lo que el Guardián estaba diciendo iba más allá de lo


imaginado por Ceri. ¿Tenía que matar a Virgil con el fin de
acabar con la maldición? No, él no lo haría. En cambio, hizo
algo que nunca había hecho en esta vida. Ceri se acercó a
Christian.

Su hermano apareció en el arco, con el ceño oscuro


mientras miraba alrededor de la habitación. Las columnas

CERI| Lynn Hagen | 43


fueron destrozadas y acostadas en ruinas, el equipo volcado
o demolido. El telescopio que Marsian —el hombre que todo
el mundo pensaba creó la raza de los vampiros— yacía en mil
pedazos.

—¿Quieres hablar conmigo? —preguntó Christian,


haciendo caso omiso a las destrucción de la habitación.

Ceri se preparó. No estaba acostumbrado a pedir


ayuda, y sobre todo no a Christian. Pero sólo podía ver un
resultado en todo esto. Si no podía controlar su impulso y
mataba a Virgil, entonces Ceri sabía lo que seguiría después,
pondría fin a su propia vida. Pero antes de eso, quería unirse a
Virgil, saber lo que era, incluso por un momento fugaz, ser uno
con alguien que no fuera él mismo.

—Tienes que encadenarme para poder enlazarme con


mi pareja.

Ceri solía pensar que el amor y la familia era para los


tontos, un suavizador de corazones, un resquebrajamiento de
armaduras. Esas emociones eran una desventaja por lo que
siempre se había burlado de su gemelo, Rhys, cuando se
había apareado a Nathaniel, Ceri pensó que era débil y
patético. Quería matar a Nathaniel; no a causa de su
adicción a las drogas, sino porque era una amenaza para la
unión de Ceri y Rhys. En ese momento, Ceri no entendía el
amor, no entendía la intimidad y la confianza entre parejas.
Hasta cierto punto aún no lo hacía, pero sabía en su corazón
que haría lo que fuera necesario para mantener a Virgil
seguro.

En contradicción con ese pensamiento, Ceri quería


sentir a Virgil, morderlo, unirse a él como el destino quería, no
comerlo.

Christian dio una leve inclinación de cabeza. —Sabes


que haría cualquier cosa por ti, hermano. Pero ¿puedes

CERI| Lynn Hagen | 44


decirme — Christian se veía como si estuviera luchando por el
derecho de palabras— cómo se produjo este fetiche por la
carne?

Ellos nunca habían hablado del asunto. Ceri no podía.


Si abría la boca y decía una palabra, el deseo se intensificaría
por diez. Dejó que todo el mundo creyera que era un vampiro
psicópata al que le gustaba el sabor de la carne.

Si supieran la verdad…

—Te pido un favor, hermano, no preguntes porque no


tengo ninguna razón para darte. —Ceri se acercó a la
ventana con arco de piedra, viendo un paisaje que ya no le
era familiar. Todo acerca de este lugar era irreal. Las paredes
eran sólidas, el piso resistente, pero ya no era su casa de la
infancia, ya no era un lugar cómodo. Era su prisión auto-
infligida.

El palacio estaba en ruinas en lo alto de las montañas


Carpathian3, una majestuosa vista que ni agitaba su alma ni
le quitaba el aliento.

El palacio estaba siendo, hasta hoy, cubierto de una


niebla que lo ocultaba, cualquier excursionista o algún
científico que se aventurara por este camino tendría un
impulso de dar la vuelta e ir por otro camino cuando se
acercaban demasiado.

—¿Cuándo? —preguntó Christian.

—Mañana por la noche. —Ceri se apartó de la


ventana—. ¿Puedes traerlo aquí?

Christian se rio sin humor. —Creo que él podría cruzar a


través de aguas violentas por estar aquí contigo.

3
Cordillera de montañas que cruza el centro y el este de Europa.

CERI| Lynn Hagen | 45


Ceri no tenía ninguna duda. Sabía que el hombre
estaba más que dispuesto a estar a su lado.

«Si la vida fuera diferente».

—Gracias. —Ceri le dio a Christian una leve inclinación


de cabeza antes de girarse para mirar hacia afuera,
preguntándose si no estaba cometiendo el mayor error de su
vida.

CERI| Lynn Hagen | 46


Capítulo 4

—¿Él quiere que hagas qué? —Dante miraba con


incredulidad a Christian mientras se pasaba una mano por el
corto cabello. El hombre estaba en la oficina de Christian,
usando uno de sus caros trajes y viéndose tan inmaculado
como siempre—. ¿Está loco?

Christian se quedó mirando fijo al líder del aquelarre y


se preguntó si quizás el hombre tenía razón. Su hermano
menor quería que Christian lo encadenara para poder
reclamar a su pareja. Nunca había oído hablar de tal cosa,
pero sabía que lo haría con la esperanza de que Ceri se
curara de su necesidad por la carne.

Pero en el fondo, el intestino de Christian le decía que


algo oscuro estaba en juego, que no todo era lo que parecía.
Quería respuestas antes de encadenar al hombre. —Voy a
ver al Guardián.

—Tienes más probabilidades de salir con dolor de


cabeza que con respuestas. —Dante se metió las manos en
los bolsillos de sus pantalones mientras se dirigía a la puerta—.
Pero avísame si eres capaz de descifrar todo lo que dice la
criatura.

Sabía que Dante tenía razón. Sólo una o dos veces


Christian había obtenido una respuesta directa del hombre
en los dos mil años que había ido al infierno. Pero tenía que
darle una oportunidad a esto.

Le parecía extraño que Ceri no hubiera desarrollado el


gusto por la carne hasta que fue un hombre adulto. ¿Si esto
era algo que estaba muy dentro de él, no habría nacido con

CERI| Lynn Hagen | 47


esta anomalía? Ceridian tuvo una infancia sin incidentes,
nada fuera de lo común.

Caminando por los pasillos del inframundo, Christian


ignoró los torturados gritos. Entró en el despacho del Guardián
y se quedó duro cuando vio a Panahasi hablando en voz
baja.

Cada instinto interior del Christian quería arremeter


contra el hombre, maldecir su existencia por negarse a él y
sus hermanos más jóvenes. Pensó en cuánto tiempo había
conocido al líder demonio, la frecuencia con que habían
interactuado, y sin embargo, el hombre había ocultado esa
pieza vital de información. Una especie de furia fría se instaló
en su estómago cuando se giró y se alejó.

Al doblar una esquina, apareció el Guardián. —Los ojos


cerrados ya están abiertas, ya veo.

—No es por eso que vine aquí. —Si Panahasi rodeaba la


esquina, Christian iba alejarse del hombre. No quería ninguna
excusa acerca de por qué el demonio le había mentido a
todos. No había nada que pudiera decir que excusara su
decepción.

—No, buscas respuestas que no puedo dar. —Se movió


lentamente hacia adelante, sus oscuros y penetrantes ojos
extrañamente brillante—. El silencio debe permanecer o diez
veces será el dolor.

Christian puso los ojos en blanco. Tenía la esperanza de


que pudiera obtener una respuesta directa, pero parecía que
el Guardián no estaba de humor para darla.

—Pero sabes la verdad —señaló.

—Yo soy el invisible. El conocimiento dentro de mí se


baña en oscuridad. Pero la respuesta es clara, si sabes dónde
buscar.

CERI| Lynn Hagen | 48


Christian apretó los dedos en los ojos, contó hasta diez
para evitar gritar de frustración. Esta era la vida de Ceri de la
que estaban hablando, no de un extraño al azar. Cuando
levantó la vista, Christian se encontró solo en el pasillo.

Sintiendo un descomunal dolor de cabeza que se


acercaba, Christian desapareció, haciendo su camino a
Dante. Era extraño cómo había vivido su vida con sólo Christo
a su lado, y ahora se encontraba confiando en el líder del
aquelarre más y más. Yasuko dijo que necesitaba hacer
amigos. Eso no era algo que Christian tenía planeado hacer,
pero parecía fácil hablar con Dante y era un hombre bueno
para tener de respaldo.

Y si el hombre lo traicionaba, Christian lo mataría. Le


relató lo que el Guardián le había dicho.

—Está hablando de recuerdos —dijo Dante como si


debiera haber sido obvio.

Ambos dejaron de hablar cuando un rubio salió de una


de las habitaciones, miró a Dante con bonitos ojos marrón, y
luego se alejó.

—¿Otro amigo? —Christian dijo, con una sonrisa


jalando sus labios. El hombre amaba a sus twinks4.

Dante le sonrió a Christian y dijo: —A mí me parece,


que lo que le está sucediendo a Ceri no se puede hablar en
voz alta, de ahí todo el “silencio”.

Christian buscó en su memoria el período de tiempo en


que Ceri había comenzado con su deseo por la carne.
Habían sido jóvenes en esa época. La Gran Guerra había
estallado entre los no-humanos y los brujos y todo era un

4
Twink, aunque es brillante, destellante, o parpadeo, coloquialmente significa joven atractivo
homosexual, como no existe una palabra en español para un joven atractivo homosexual se dejara el
original.

CERI| Lynn Hagen | 49


caos. Christian se sintió frustrado al no poder comprender la
conexión.

—Vas a recordar. —Dante dio una palmada en el


hombro de Christian—, Pero hasta entonces, quizás deberías
reconsiderar encadenar a tu hermano. ¿Qué tan seguro
puede ser realmente para Virgil?

Christian no estaba seguro. Sabía que iba a hacer lo


que fuera que Ceri necesitara que hiciera. La pregunta era,
¿sobreviviría Virgil?

Virgil nunca había estado más aterrorizado en su vida.


Bueno, eso no era del todo cierto. Había una parte de él que
estaba encantado porque iba a ser reclamado, pero sabía
los riesgos que implicaba acercarse demasiado a Ceri. El
hombre ya le había mostrado a Virgil que su hambre de
carne era mayor que su necesidad de una pareja.

Ni siquiera estaba del todo seguro de por qué estaba


aquí en la casa de Ceri, escuchando el sonido del traqueteo
de cadenas mientras Christian y Rhys encadenaban a su
pareja a la cama. No se le permitía entrar hasta que el
príncipe le dijera que era el momento. Así que Virgil estaba
junto a una de las ventanas que daban a la hermosa
montaña.

Cuando Christian llegó y le dijo el plan de Ceri, Virgil no


estaba seguro de qué pensar. ¿No había Shelby sugerido la
misma cosa? En ese momento, Virgil había pensado que el
joven vampiro estaba loco. Pero ahora se dio cuenta de que
su pareja había estado pensando en la misma línea.

Pero ¿qué había provocado el repentino cambio?


¿Qué hizo que Ceri decidiera que quería reclamar a Virgil? El

CERI| Lynn Hagen | 50


hombre había estado huyendo de él durante años. ¿De
repente Ceri quería estar con él?

Aprehensión llenó su estómago al oír a Rhys gritar algo


ininteligible. Era un silbido y una maldición, todo en uno.
¿Habría Ceri mordido a Rhys? Virgil se frotó las sienes,
preguntándose si no estaba siendo condenado a muerte en
lugar de ser reclamado. Por qué no podía ser normal. ¿Si Ceri
fuera normal, el mundo sería un lugar tan complicado y
desolado?

Virgil sabía en su corazón que no era querido en el


aquelarre. Todo el mundo lo veía con lástima o miedo.
Habían oído lo que le había hecho a su hermano, Ross.

Una pequeña voz en su cabeza le susurró que estaba


celoso de que Ross hubiera encontrado a su pareja —que el
hombre iba a dejarlo. Quizás había una parte de él que
quería castigar a su hermano por encontrar la felicidad
cuando él estaba tan perdido.

Al presionar el hombro contra la fría pared, Virgil vio


cómo densas nubes se deslizaban más allá de la luna que
cubrían el satélite antes de moverse. Era tan tranquilo aquí.
No le importaría quedarse de manera permanente.

Ni siquiera sabía lo que iba a pasar si este plan tenía


éxito. Virgil no era tan tonto como para pensar que todo iba
a estar bien, que Ceri de repente se curaría.

No podía dejar de desear otra vida, donde él y Ceri no


tuvieran tantos obstáculos que superar, en el que en realidad
pudieran ser una pareja feliz. Sabía que no debía maldecir al
destino que les fue entregado, pero a veces, Virgil quería
gritarles que estaba cansado de sentirse tan abatido y solo.
Estaba cansado de tratar de encontrar su camino en la vida.
Y estaba especialmente cansado de ser rechazado por el
hombre que traería consuelo a su alma.

CERI| Lynn Hagen | 51


Fuertes pisadas sonaron detrás de él. Se tensó, sin saber
si en realidad podría seguir adelante con esto. ¿Qué pasaba
si Ceri perdía el control y lo mataba? Acabaría con el
sufrimiento de Virgil, pero sabía que su pareja estaría lleno de
culpa por lo que había hecho.

Rhys se movió a su línea de visión, con la mandíbula


apretada y sus ojos fijos en él. Podía ver el amor que el
hombre tenía por su gemelo en los ojos del vampiro. Pero
también había una tormenta en el azul profundo que Virgil no
había visto antes. —No me gusta este plan.

—¿Por qué? —Virgil cruzó los brazos sobre su pecho,


tratando de protegerse del frío que lo recorría—. No vas a ser
tú quien muera si este plan fracasa.

Los tendones del cuello de Rhys se tensaron, los


músculos de sus brazos se abultaron. —No, no seré yo. ¿Pero
crees por un momento que Ceri no sufrirá un millar de muertes
si te hace daño de alguna manera? Mi hermano puede ser
un montón de cosas, pero él se preocupa por ti, Virgil. No
estaría haciendo esto si no lo hiciera.

Sacudiendo lentamente la cabeza hacia atrás y


adelante, Virgil se sentó en el suelo, dejando caer la cabeza
entre las rodillas. —No voy a echarme para atrás, Rhys. No lo
voy a rechazar.

Virgil sabía que si Rhys trataba de detenerlo, él lucharía


con el hombre con uñas y dientes. El vampiro era mucho más
grande que él, su cuerpo construido con duros músculos, pero
la voluntad de Virgil era más fuerte, más potente. Rhys podría
ser uno de la Tríada, pero Virgil estaba dispuesto a matar a
Rhys si tenía que hacerlo. Nadie entendía la conexión que
tenía con Ceri.

Virgil no podía explicarlo. Era como si se estuviera


ahogando debajo de una almohada, clamando por un

CERI| Lynn Hagen | 52


último aliento, sintiendo poco a poco su vida escapar hasta
que se levantara la almohada. Ceri era la persona que
levantaría la almohada, dando a Virgil el aliento que
necesitaba para vivir.

Si su pareja quería ser encadenado para poder


reclamarlo, entonces eso era exactamente lo que iba a
suceder.

Los ojos de Rhys se posaron en la puerta de entrada a


la habitación de Ceri, haciendo que Virgil también lo hiciera.
Christian estaba de pie allí, con las manos en sus bolsillos
delanteros mientras estudiaba a Virgil. —¿Estás seguro de
esto?

Poniéndose de pie, Virgil asintió, a pesar de que sus


entrañas eran un desastre temblando. Los músculos de su
estómago se anudaron con tanta fuerza que la respiración se
hizo incómoda. Podía sentirse temblar, mientras esperaba a
ver lo que el príncipe iba a decir.

—Esto es una locura —dijo Rhys en un tono de pura


oposición—. Si él te mata, Virgil…

Christian se quitó la mano de su bolsillo y la sostuvo en


alto. —Este es el deseo de Ceri. Él conoce los riesgos y las
consecuencias, Rhys. Lo mismo sucede con Virgil.

Rhys gruñó y se giró, mirando por la ventana por la que


Virgil había estado mirando momentos antes. El aliento de
Virgil se atrapó cuando el príncipe le hizo señas. Se movió
sintiendo las piernas como un lastre. Esto era lo que quería.
Virgil estaba desesperado, muriendo porque Ceri lo
reclamara. Se había quedado la mayoría de los días,
acurrucado en un ovillo porque el dolor de no estar con su
pareja lo consumía. Pero cuando se acercó al príncipe, Virgil
se sentía como si estuviera a punto de desmayarse.

CERI| Lynn Hagen | 53


Inclinándose, Christian tomó la barbilla de Virgil, sus
oscuros ojos penetrando en Virgil. Dejó caer sus brazos
alrededor de su cintura, sus manos en un puño a su lado
cuando el príncipe lo miró.

—Si en algún momento deseas huir, nadie te culpará,


Virgil. Lo que tú y Ceri están a punto de hacer es muy
peligroso. Su hambre de carne está creciendo más fuerte y
no puedo garantizar tu seguridad.

Virgil estaba cansado de que todo el mundo viera a


Ceri como un monstruo. Él sabía que el hombre tenía deseos
antinaturales, pero seguía siendo un hombre que sufría tan
profundamente como lo hacía él. Aún era un hombre que
debía de ser capaz de sonreír en vez de fruncir el ceño. Ceri
aún era un hombre, no un monstruo.

Reforzando su columna, Virgil se enderezó. —Mi pareja


quiere reclamarme, príncipe. No voy a huir o deshonrarlo de
ninguna manera.

«Pero eso no significa que no tenga miedo a la


muerte».

Un músculo se movió en la boca de Christian antes de


soltar a Virgil. Se acercó al lado del príncipe en un
movimiento suave antes de que ambos entraran a la
habitación. El corazón le dio un vuelco bastante violento
cuando vio las gruesas cadenas alrededor de los brazos de
Ceri, cada cadena asegurada a un anclaje en la pared a
cada lado de la cabecera. Sintió rabia recorrer su torrente
sanguíneo.

—Te enoja verlo así —dijo Christian—. Pero créeme


cuando te digo que en realidad es necesario.

Virgil lo sabía, pero al ver a su pareja encadenado


como un animal le hizo sentir una furia hasta los huesos. La
cabeza de su pareja estaba descansando en una almohada,

CERI| Lynn Hagen | 54


con los ojos mirando hacia el techo. Los dedos del hombre
cerrados en puños y Virgil podía ver la pared del músculo que
era su pecho subir y bajar rápidamente.

Christian se alejó, pero Virgil podía ver que no había


salido de la habitación. Su cuerpo se convirtió en una sombra
mientras se acomodaba en un rincón oscuro. Actuaba como
respaldo. Pero ¿era por la seguridad de Virgil o la cordura de
Ceri?

Sus ojos vagaron sobre la forma desnuda de Ceri,


disfrutando de las piernas gruesas, fuertes y musculosas que
estaban al descubierto para él. Eran de oro curtido con una
capa de vello oscuro. Su corazón se sacudió cuando los
muslos de Ceri se crisparon. Sus ojos se deslizaron lentamente
a la V a ambos lados de la ingle del hombre y luego a un
abdomen que era esculpido y firme como el pecho, brazos y
hombros. Virgil tragó. Sus dedos dolían por tocar esos
hermosos músculos.

Era extraño para un vampiro estar tan bronceado, pero


había visto a algunos que parecían como si hubieran sido
bañados por el sol. Dos de los aniquiladores tenían una tez
aceitunada.

El cuerpo escultural se flexionó y los ojos de Virgil fueron


a la cara de Ceri.

Había evitado ver el pene del hombre. Virgil ya estaba


lo suficientemente nervioso. Saber que estaba a punto de
perder su virginidad era intimidante.

No tenía el valor para ver lo que había entre las piernas


de Ceri, aún no.

Los ojos zafiro le devolvieron la mirada. Aún había una


indefinible sombra. El hombre no dijo una palabra mientras los
ojos de Virgil lo exploraban. El largo cabello negro que
usualmente estaba recogido con fuerza yacía suelto

CERI| Lynn Hagen | 55


alrededor del hombre, como un abanico de seda. Una vez
más, a Virgil le dolían los dedos por tocarlo.

Cuando se estaba preparado para venir aquí, Christian


le había dado a Virgil una sencilla túnica de color crema. Él
no había entendido en el momento para qué sería necesaria,
pero ahora veía el razonamiento detrás de la petición del
príncipe. En un movimiento fluido, Virgil se estiró y soltó el
broche.

La suave tela se agrupó a sus pies, dejándolo allí de pie


desnudo y vulnerable.

—Ven a mí. —La voz de Ceri era un susurro suave que


flotaba hacia Virgil y acariciaba su piel como una brisa ligera.
Se estremeció cuando puso un pie delante para dar un paso.
Las cadenas se sacudieron tensas en los brazos de Ceri. Sus
ojos se deslizaron por el cuerpo de Virgil en una caliente
expresión que tuvo a Virgil duro.

—Ven a mi cama, inocente.

Caminando con lentos movimientos, Virgil se detuvo en


el borde de la cama. Se acercó, descruzó los brazos y vio a
los pies del hombre.

—Tienes que venir a mí, ya que soy incapaz de tomar el


control.

Virgil se aclaró la garganta y luego subió a la alta


cama, arrastrándose hasta llegar al pecho de Ceri antes de
sentarse en sus talones. Muy lentamente, Virgil levantó los ojos
hasta que se miraron uno al otro. Se inclinó un poco más
cerca, arrugando el ceño cuando vio la vidriosa mirada en
los ojos de Ceri. Se giró y miró a Christian.

—¿Lo drogaste?

—No drogado —respondió Christian—. El Guardián le


dio una poción que... dominará su deseo por unas pocas

CERI| Lynn Hagen | 56


horas. Pero no te relajes, Virgil. Sigue siendo un hombre muy
peligroso.

Él se dio la vuelta, su alma lloraba por alguien que


estaba luchando contra tantos demonios internos. Su primera
vez juntos no debería ser así, pero sabía que no quería, ni
podía, negar a Ceri.

—Soy muy consciente de lo que está pasando —dijo


Ceri, llamando la atención de Virgil—. No voy a olvidar lo que
hemos hecho juntos, inocente. Mi mente no está empañada.
Sólo mi deseo silenciado.

—¿Por qué? —preguntó Virgil, incapaz de detener el


problema—. ¿Por qué estás dispuesto a encadenarte por
reclamarme? ¿Qué ha cambiado? —Su voz sonaba
desesperada. El peor temor de Virgil era que Ceri se estuviera
muriendo o algo igual de horrible. Si ese fuera el caso, él sabía
que se uniría a su pareja. Se negaba a vivir una vida sin Ceri.
A pesar de que había estado haciendo precisamente eso, al
menos Virgil sabía que Ceri estaba por ahí. La muerte era
definitiva y él no podría vivir con la pérdida.

—Acércate.

Virgil presionó las palmas de las manos sobre el pecho


de Ceri, inclinándose cuidadosamente a la boca del hombre.

—Porque quiero saber, aunque sólo sea por una


pequeña porción de tiempo, lo que se siente estar contigo. —
La voz de Ceri cayó, el calor acarició los sentidos de Virgil con
una intimidad que no había esperado.

Virgil se acercó y limpió la mejilla, apartó su mano


viendo que estaba mojada.

Por primera vez en su vida, Virgil estaba llorando.

CERI| Lynn Hagen | 57


Capítulo 5

Ceri jaló sus brazos, tratando de alcanzar a su pareja,


para borrar el dolor que se deslizaba por sus mejillas, pero no
pudo. Estaba encadenado a la pared. —Libérame. —Gruñó
las palabras a Christian con los dientes apretados. Nubes
turbulentas de ira se cernían sobre el rayo de su angustia.

—No puedo.

Ceri jaló sus brazos hacia adelante, las cadenas


cortaron su carne, causándole un dolor que recorría la parte
superior de su cuerpo. —¡Suéltame!

Una suave mano acarició el costado de su cara, los


cálidos dedos en cascada por su mejilla. —Está bien.

Ceri sintió la maldición tratando de liberarse de su


prisión provisional.

Sabía que su tiempo se estaba acabando. Su rostro se


tensó ante el tormento mientras miraba a su pareja. —Lo hice
—susurró con tristeza—. Creé la misma prisión en la que vivo.

Virgil se inclinó hacia adelante, presionando sus labios


en los de Ceri de forma rápida antes de retirarse, su pecho
subía y bajaba rápidamente, sus pupilas dilatadas. Ceri jaló
sus brazos hacia adelante de nuevo, desesperado por
tocarlo, sostenerlo, acariciarlo.

—No tenemos mucho tiempo. —Dejó caer la cabeza


hacia atrás, parpadeando hacia el techo mientras trataba
de calmarse, manteniendo la maldición en jaula sólo un poco
más de tiempo.

CERI| Lynn Hagen | 58


«Por favor, no me dejes perder mi humanidad y que lo
mate».

Sin preguntar, Virgil deslizó su pierna por encima de la


cintura de Ceri, sentándose a horcajadas en Ceri, con las
manos aún apoyada en el pecho de su pareja. Girando la
cabeza, Ceri miró directamente a los ojos a Christian. —
Déjanos.

El hombre no se movió.

—¡Fuera!

Virgil se giró hacia Christian, sus dedos se cerraron en la


carne de Ceri. —Conozco los riesgos. Por favor.

Christian vaciló y luego inclinó un poco la cabeza. —


Voy a estar afuera.

Tan pronto como Christian se perdió de vista, Ceri


levantó la mirada hacia su bella pareja. Por fin comprendió
por qué Rhys estaba dispuesto a sacrificar su vínculo como
gemelo para estar con Nathaniel. Era como si el velo sobre
sus ojos se hubiera levantado y vio por primera vez en su dos
mil años a alguien que le importaba más que su propia vida.

Su corazón amenazaba con rasgar a través de su


propia piel, ya que latía más rápido, más duro con emociones
que nunca había experimentado antes.

Ceri estaba empezando a reconsiderar este plan. Dado


las dudas de Virgil y sus ojos asustadizos, conjeturó que el
hombre nunca había estado con nadie y no quería que la
primera vez de su pareja fuera así. —No te puedo mostrar la
forma de hacer el amor, Virgil. Estoy encadenado a la pared.
Por ello, pido disculpas.

—¿Puedo hacer que te sientas bien? —Virgil pasó las


manos por el pecho de Ceri, inclinándose hacia adelante
mientras presionaba suaves besos sobre cada pezón. Ceri

CERI| Lynn Hagen | 59


tuvo que apretar los dientes. Su pene estaba tan duro, tan
dolorido por necesidad, que su control se desvanecía
rápidamente.

El hombre se movió más abajo en su cuerpo, su lengua


y sus labios se deslizaban sensualmente sobre la caliente piel
de Ceri. Jadeó, apretando los puños mientras observaba, su
abdomen se estremeció ante los ligeros toques. Era una
combinación de estar con Virgil y saber cuán inocente era el
hombre lo que había tensando todos los músculos de su
cuerpo. Su pareja lo estaba estudiando y Ceri no iba a
detenerlo.

Los toques del hombre eran una tortura. Sus dedos


estirados mientras arqueaba su espalda, abriendo las piernas
más ampliamente para acomodar el cuerpo de Virgil que
aún se deslizaba hacia abajo. Su pene se frota a lo largo de
la pierna de Virgil, haciendo silbar a Ceri con el caliente
placer. Si Virgil se detuviera ahora, Ceri sabría el verdadero
significado de la locura.

Besando el ombligo, Virgil lo miró desde debajo de sus


largas pestañas oscuras. El calor de la mirada atravesó el
cuerpo de Ceri y se extendió por su sensible piel, que
amenazaba con quemarlo vivo. Ceri gimió profundamente
en su garganta; un duro, gruñido sin palabras, cuando los
labios de Virgil recorrieron la cabeza de su pene.

—Tómame en tu boca. —Los dientes de Ceri


rechinaron, sus muslos se tensaron con el esfuerzo de levantar
las piernas, plantando sus pies en la cama mientras le daba a
Virgil más espacio—. Prueba lo que me estás haciendo.

Delgados dedos se envolvieron alrededor de la base,


apretando su pene con fuerza mientras Virgil habría más la
boca, envolviendo la cabeza del pene. Observó a Virgil
tragarlo, sus labios se sellaron alrededor de la carne de su eje.

CERI| Lynn Hagen | 60


El dulce, dulce aroma de la excitación de Virgil inundó la
habitación. Era tan malditamente hermoso.

Los ojos oscuros de su pareja se oscurecieron de deseo


mientras tomaba otro par de centímetros, su lengua lamiendo
y explorando. Luchar por no empujar sus caderas parecía
peor que la lucha contra la maldición en ese momento. Ceri
convocó hasta la última gota de control que poseía. Virgil
seguía saboreándolo, sus movimientos tensos, mostrando lo
poco que sabía. Pero Ceri estaba disfrutando todo lo que el
hombre le estaba haciendo.

Virgil tosió y luego se apartó, con los ojos brillantes por


las lágrimas contenidas. Vio a la erección de Ceri y luego
envolvió sus labios una vez más alrededor de su pene.

El hombre iba a matarlo.

Sus brazos trataron de forma automática alcanzar a su


pareja, pero el ruido de las cadenas en sus oídos le recordó
que no era un acoplamiento normal, que no estaba
totalmente en control.

Virgil se deslizó de la cama y Ceri pensó que iba a irse.


¿Podría culpar al hombre? ¿Quién querría tener sexo con
alguien encadenado? —¿Qué estás haciendo?

Virgil tomó la cadena en el brazo derecho de Ceri. —


No puedo hacer esto... no así, Ceri.

En un abrir y cerrar de ojo, Virgil tenía su brazo


desencadenado. Cómo, no estaba seguro. Christian y Rhys se
habían asegurado de que el acero estuviera envuelto tan
firmemente a su alrededor que ni siquiera Ceri pudiera
romperlo.

Y lo había intentado.

Con su mano libre, Ceri se acercó y trabajó la cadena


hasta que su brazo izquierdo estuvo libre. Se dio la vuelta,

CERI| Lynn Hagen | 61


poniéndose sobre sus manos y rodillas mirando al desnudo
hombre como una presa asustada. La maldición se estrelló
contra la jaula que la limitaba, los colmillos de Ceri se
alargaron un poco. —Eso no fue un acierto, Virgil.

—Estoy empezando a pensar que no lo fue —dijo Virgil


con un suspiro tembloroso, pero se mantuvo firme—. ¿Quieres
comerme?

—Mucho. —Ceri se movió fuera de la cama,


acechando lentamente hacia su pareja. La vena en el cuello
de Virgil golpeaba con fuerza contra su cuerpo mientras
observaba a Ceri—. Pero no de la manera que crees. —Tomó
a Virgil y lo puso sobre la cama. Sabía que estaba presionado
por el tiempo y estaba poco dispuesto a apurar las cosas
entre ellos. Lo único que había imaginado hacer era pasar
horas explorando el cuerpo de su pareja.

A pesar de que al Guardián se le ocurrió una solución


temporal, no era infalible. En este mismo momento Ceri
luchaba por no darle una profunda mordida al hombre.

Pero… infierno, sólo por experimentar un momento de


placer, por ser capaz de tocar...

—¿Tienes miedo, precioso? —Ceri se movió hasta que


estaba enjaulando a Virgil, manteniéndolo entre la cama y su
musculoso cuerpo. Si tenía que dar un gran sacrificio con el fin
de acabar con la maldición, entonces sabía que su tiempo
con Virgil era limitado. No había manera de que fuera a
matar a su pareja, por lo que su única opción era seguir
viviendo en las sombras, vigilando a Virgil desde lejos.

Y puesto que esta iba a ser la única vez que tendría al


hombre, Ceri se iba a asegurar de hacer todo. La poción era
de una sola vez. El Guardián le había dicho eso y Ceri había
estado de acuerdo, sabiendo que sería la primera y última
vez que podía estar con su pareja.

CERI| Lynn Hagen | 62


—No tengo miedo —Virgil dijo finalmente—. Lo estaba,
pero si me matas, entonces por lo menos tuve la oportunidad
de estar en tus manos.

Ceri se calmó. —Puedes darme tu vida sólo qué… —Él


apartó la mirada, sintiéndose indigno de tener a alguien tan
desinteresado como Virgil. Las manos de Ceri estaban
empapadas en la sangre de matar a tantas personas. Su
alma probablemente estaba condenada a los infiernos.
Hasta Virgil, a él no le importaba si vivía o moría. Él estaba en
un camino autodestructivo, sus emociones bloqueadas tan
profundamente en su alma que su humanidad había
comenzado a sangrar.

Aún era autodestructivo, pero ahora —Ceri miraba a


Virgil. «Tan confiado». Sí, ahora le importaba.

Virgil se estiró, acunando la cara de Ceri, sus oscuros


ojos llenos de un insondable asombro. —Reclámame antes de
que la poción se desvanezca.

Alcanzando el lubricante que había puesto sobre la


mesa junto a su cama, Ceri destapó la botella. Sus emociones
en bruto y cerca de la superficie mientras colocaba aceite en
sus dedos antes de colocarlos en la entrada no probada de
Virgil.

Bajando la cabeza, apretó sus labios contra el cuello


de su pareja, inhalando su aroma masculino mientras sus
dedos entraron en el cuerpo del hombre.

Virgil susurró mientras sus dedos se cerraron en los


hombros de Ceri, las uñas mordiendo duro su carne. Ceri
respiraba rápidamente y luego lo dejó escapar lentamente,
luchando…. Oh, dios estaba luchando por no morder. El
deseo no era tan fuerte como lo había sido en esa azotea,
pero no estaba como había sido antes.

CERI| Lynn Hagen | 63


Se tensó mientras sus dedos extendían a su pareja, su
otra mano aferrando la sábana, pero no se apartó. Esta era
su única oportunidad de estar con Virgil e iba a luchar con
uñas y dientes para completar su apareamiento. ¿Era egoísta
de su parte obligar al hombre a estar con él, sabiendo que
nunca sería como esto otra vez?

«Sí». Pero detener esto, ahora era imposible. Sólo las


puertas del infierno abriéndose y tragándoselo lo apartarían
de Virgil en este momento.

—Ceri. —Virgil susurró su nombre en una ráfaga de aire


caliente que arrojó una pequeña parte de luz a la oscuridad
en la que Ceri vivía. Deslizó su brazo bajo los hombros de
Virgil, acercando al hombre y enterrando su cara en el
abundante cabello negro. Ceri cerró los ojos, deseando...
simplemente deseando.

El deseo surgió, más fuerte que un momento antes. Sus


colmillos se alargaron aún más y sintió sus ojos enrojeciendo.
Tomó respiraciones rápidas y superficiales mientras apartaba
su rostro de Virgil.

—Tus ojos. —Virgil se estiró, pero Ceri levantó la cabeza


más lejos mientras quitaba los dedos del cuerpo de su
pareja—. Está desapareciendo, ¿no es así?

Ceri sólo pudo asentir, manteniendo los labios


firmemente sellados. Lubricó el pene, levantó las piernas de
Virgil sobre sus brazos, y rápidamente acercó al hombre.

Virgil no protestó, no dijo una palabra. No tenía por


qué. Todo lo que el hombre sentía estaba en sus hermosos
ojos.

Estaba dispuesto a morir para que Ceri lo reclamara.

Eso no era aceptable. Alineando el pene hasta el


agujero estirado, comenzó a avanzar lentamente su camino

CERI| Lynn Hagen | 64


al interior. Lubricado, cómodo, caliente. Respiró lentamente
por la nariz, la mirada en el rostro de su pareja, se quedaría en
su memoria el puro placer que marcaba los rasgos de Virgil.

Su pareja tomó cada centímetro de él, su apretado


culo agarrándolo como un puño, inundándolo en un
maravilloso calor. Silbó agudamente cuando finalmente tocó
el fondo. La cabeza de Virgil rodó hacia atrás, dejando al
descubierto su largo cuello mientras dejaba escapar un largo
gemido. Ceri se retiró, y luego volvió a entrar.

Sabía que probablemente parecía demoníaco en este


momento. Su sangre corría como lava caliente, fundida,
convocando a esa parte de él que era primordialmente
macho. Aceleró el ritmo, sabiendo que su control se
escaparía rápidamente de sus manos.

Él tomó a Virgil duro, luchando contra la necesidad que


se construía dentro de él para morderlo. No estaba seguro en
este momento si era la maldición o su lado vampiro que
quería reclamar lo que era suyo. Ceri no podía correr ese
riesgo. Su boca se hizo agua febrilmente mientras la presión se
acumulada en la base de su columna, lo que indicaba su
próxima liberación.

Ceri gruñó cuando Virgil lo acercó, sosteniendo su feroz


mirada mientras sus delgados dedos acariciaban su mejilla.
—Reclámame —le rogó—. No me importa si no podemos
estar juntos. Quiero pertenecerte.

Rugió de dolor mientras se negaba a la única cosa que


quería. Él se lo negaba a ambos, pero no tenía elección. Ya
era una tontería que hubiera hecho que Virgil estuviera aquí
en primer lugar. Estaba arriesgando la vida de Virgil y su
propia cordura.

Él bajó la mirada, negándose a ver el pulso en el cuello


de su pareja mientras se empujaba profundamente en el

CERI| Lynn Hagen | 65


cuerpo del hombre. Su pene se hundió en el calor, cada
terminación nerviosa que poseía se sentía como si estuviera
en llamas. Un grito escapó de sus labios cuando Virgil hundió
sus colmillos en la carne justo por encima del corazón de Ceri.
Agarró la cabecera, las uñas cada vez de mayor espesor
mientras arrancaba un pedazo grande de hierro de la
estructura. Virgil bebió, sus labios codiciosos sobre el pecho
de Ceri.

Virgil lo soltó, lanzando su cabeza hacia atrás mientras


gritaba, ordeñando el pene de Ceri en su culo mientras se
corría. Se sentía como que estaba perdido en el tiempo al ver
a su pareja derrumbarse en sus brazos. Esta era la única vez
que volvería a presenciar tal maravilla, tanta cruda pasión.

Acelerando sus movimientos, Ceri encontró su


liberación, su cabeza le daba vueltas y gritó, moviendo sus
caderas a la velocidad de la luz. Su mente se oscureció
cuando una muñeca ensangrentada fue empujada hacia él.
Ceri se salió de la cama, aterrizando en el suelo en una
posición en cuclillas. Tenía la cabeza inclinada hacia atrás
mientras inhalaba profundamente el olor metálico en los
pulmones.

Lentamente bajó la cabeza mientras su mirada se


dirigía a la fuente de la sangre. El deseo dentro de él se inició
de nuevo en su cuerpo. Poniéndose de pie, Ceri se dirigió
hacia la cama, sus colmillos tan largos que la punta tocaba la
barbilla. Sus uñas eran largas y gruesas, dispuestos a destruir.
Una mancha oscura cruzó la línea de su visión antes de que
Virgil fuera arrancado de la cama, y luego Ceri se quedó solo
en su habitación. Echó la cabeza hacia atrás y rugió. El
inquietante sonido no sólo transmitió su rabiosa hambre, sino
la atormentada agonía de estar sin su pareja, una vez más.

Y esta vez, era para siempre.

CERI| Lynn Hagen | 66


Panahasi se agarró el pecho, tambaleándose de lado
al sentir rabia al rojo vivo llenándolo a rebosar. Lo estaba
asfixiando hasta el punto que no poder respirar. Panahasi era
la vida, y sin embargo sentía la muerte arrastrándose en su
misma base, mientras las negras garras de Jaden se
aferraban a él con una invisible mano.

«Ceridian».

En aquel grito atormentado, su hijo acababa de


desatar tanto dolor, tanta angustia que había liberado a
Jaden del inframundo, donde había estado encarcelado.
Ceri había liberado a la muerte.

CERI| Lynn Hagen | 67


Capítulo 6

Virgil yacía en el sofá de la oficina de Christian, una


gruesa manta lo cubría. El príncipe había entrado en la
habitación y conseguido sacar a Virgil de allí antes de que
Ceri pudiera atacar. Seguía reprendiéndose por ese
movimiento tan estúpido. Virgil sabía que su pareja estaba
luchando contra el impulso y sin embargo había empujado su
muñeca ensangrentada a la cara del hombre, desesperado
porque Ceri lo reclamara.

Y ahora mírenlo, acostado aquí sintiendo que alguien


había perforado un agujero en su pecho y arrancado su
corazón.

—¿Qué sucedió?

Virgil levantó la vista para ver a un hombre que era tan


guapo que lo aturdió. El tipo tenía que estar cerca de los dos
metros de altura, una buena construcción y el cabello negro
hasta los hombros. —¿Quién eres?

Sus largas zancadas le llevaron más cerca de Virgil. —


¿Qué sucedió para que Ceridian se saliera del camino?

Virgil se incorporó hasta quedar sentado, cuadrando


los hombros. —Ni siquiera te conozco. ¿Por qué iba a decirte
algo?

De pronto, la calma se apoderó de él, como si


estuviera de pie bajo una ducha caliente, sus músculos se
relajaron. El proteccionismo y la hostilidad no habían
desaparecido, sólo aliviado hasta el punto que no estaba
dispuesto a luchar por su pareja hasta el final.

CERI| Lynn Hagen | 68


—Soy conocido como Panahasi. No quiero hacerle
ningún daño a Ceridian, jovencito. Sólo quiero saber lo que lo
provocó.

Virgil mordió su labio inferior, su mirada fue hacia sus


manos. La culpabilidad surgió una vez más, carcomiéndolo. Él
quería ir con Ceri, para consolarlo, pero sabía que mostrar su
cara sería sólo enloquecerlo más. —Fue mi culpa.

Jalando sus pantalones unos centímetros, Panahasi se


arrodilló, apoyando los brazos sobre las rodillas. Incluso en una
posición en cuclillas, el hombre era mucho más alto que él.

—¿Cómo?

—Eso es personal. —Él no compartiría su momento


íntimo con su pareja. No con este tipo. No con nadie. Podría
no haber durado tanto como había esperado, pero el
recuerdo lo llevaba en su corazón y no lo compartiría con
nadie más. Aún podía sentir las manos de Ceri tocándolo, sus
labios rozando sobre su cuello. Su piel se sentía caliente
donde su pareja había deslizado sus manos sobre su cuerpo.

Virgil sintió un gran peso en el pecho, ya extrañaba a su


pareja.

Quería correr con Ceri, rogarle al hombre que lo


conservara. La razón de su separación era obvia, pero eso no
impedía el dolor tan grave que sentía como si se estuviera
marchitando hasta desaparecer.

—No tienes ni idea de lo que acaba de ocurrir, Virgil.


Debes de informarme. Te juro que no te lo pediría si no fuera
de la mayor importancia.

Virgil no confiaba en el hombre. Ni siquiera lo conocía.


Por lo que sabía, podría ser enemigo de Ceri, queriendo
información para herir a su pareja. —Entonces, busca a Ceri y
pregúntale.

CERI| Lynn Hagen | 69


Sus largos dedos se cerraron en puños y frunció el ceño
con fuerza. Virgil nunca había temido a nadie, excepto a su
pareja cuando Ceri estaba tratando de tomar un bocado de
él, pero este hombre gritaba peligro. Sus facciones se
oscurecieron y Virgil sentía como si fuera jalado por los ojos
del hombre. No, más bien succionado por ellos.

—Quiero saber lo que lo puso en marcha. —Oyó la furia


por debajo de la orden. De hecho el tipo no había levantado
la voz. La había bajado a un mortal tono profundo.

Virgil sacudió la cabeza, tratando de aclarar su mente.


Mentalmente la extendió a Ceri, temiéndole a Panahasi. Lo
que Virgil vio a través de los ojos de su pareja lo enfriaron
hasta los huesos. —No —susurró, colocando una mano
temblorosa sobre su boca para evitar el grito que
amenazaba con estallar libre.

—¿Dónde está? —Panahasi se acercó—. No puedo


alcanzarlo. Dime dónde está y podré ayudarlo.

—Prométeme. —Virgil podía oír la desesperación en su


voz. Le había salido tensa y baja—. Prométeme que no le
harás daño.

—Soy el líder de los Guerreros Demonio. Si lastimo a tu


pareja, puedes tener mi vida.

Virgil se quedó atónito hasta la médula por la promesa.


¿Por qué Panahasi decía algo así? ¿Qué tan bien conocía a
Ceri? Había oído del líder demonio. Virgil no lo conocía por su
nombre, sólo por su reputación. Los que hablaban del líder
decían que nadie se metía con él, que tenía poderes aún
mayores que los vampiros originales. Virgil no estaba
demasiado seguro de cuánto creer de los chismes, pero
mientras miraba fijamente a los ojos de Panahasi, se dio
cuenta de que el hombre era sincero.

CERI| Lynn Hagen | 70


—Está en un lugar lleno de muchas celdas de piedra,
comi... —Virgil tragó saliva. Ni siquiera pudo terminar la frase—
. Por favor, ayúdale.

—El inframundo —Panahasi murmuró antes de


levantarse de un salto. Se dio la vuelta, en dirección a la
esquina de la oficina. Se giró y miró a Virgil—. Si alguna vez
necesitas ayuda, solo di mi nombre, jovencito, y estaré aquí.
Te doy mi palabra.

Una vez más, el hombre lo dejaba descolocado. Virgil


no entendía por qué ese hombre estaba dispuesto a ayudarlo
y a Ceri. Cruzó los dedos para no haber enviado al hombre a
matar a su pareja.

Sentado a la mesa de picnic, Maverick contempló el


bosque de más allá. Aún tenía los escalofríos del sueño que le
había estremecido con un sudor frío. Casi siempre entendía el
cincuenta por ciento pero a veces sus sueños no tenían
absolutamente ningún sentido hasta que el sueño sucedía.

Pero este sueño...

Suspirando profundamente, inclinó la cabeza hacia


atrás, preguntándose si debía decir algo o no. No podía
cambiar la trayectoria del sueño, no importaba lo mucho que
interviniera. Aunque le dijera a Christian cada detalle, cada
pequeña escena que había visto, las cosas seguirían
desarrollándose como el destino había planeado.

—¿Por qué me sigues mostrando esta mierda? —


preguntó en la oscuridad de las nubes que ocultaban la
luna—. Como si no tuviera suficiente mierda en mi plato.

CERI| Lynn Hagen | 71


El Ultionem aún estaba tratando de capturar a Kenyon.
Él y Christian aún estaban tratando de averiguar por qué
Panahasi estaba dejando que el hombre escapara a través
del reino de los demonios sin matar al hijo de puta. También
seguía tratando de lidiar con el hecho de que alguien había
entrado en el despacho del doctor Sheehan y robado todos
los archivos que tenía. Gracias a Dios que era lo
suficientemente inteligente como para tener respaldo de
todo en su computadora. Sin embargo, esos eran archivos
que Maverick no quería que nadie tuviera.

—¿Otra de esas noches? —Cecil preguntó mientras se


acercaba, descansando la cabeza en el hombro de
Maverick—. Quizás pueda ayudar.

Al girar la cabeza, Maverick le dio un beso en la sien a


su pareja.

—Estás ayudando con sólo sentarte aquí conmigo.

—Oh —dijo Cecil—. Fue uno de esos sueños en los que


no estás autorizado a decir nada.

Maverick amaba que su pareja estuviera en sintonía


con él. El tipo sabía dar marcha atrás cuando más importaba.
Él sabía que su pareja podría ser un dolor en el culo para la
mayoría de la gente, pero Maverick amaba todos los días
que tenía con Cecil.

—No, puedo hablar de ello. —Puso su brazo alrededor


de Cecil—. No estoy seguro de que debiera.

—¿Tiene algo que ver con lo que está pasando con los
vampiros?

—Y algo más. —Maverick cruzó los tobillos, miró hacia


abajo a sus pies, y luego inclinó la cabeza hacia un lado—.
Las cosas se van a poner feas, Cecil. Bien feas. Prométeme
que no te alejarás mucho.

CERI| Lynn Hagen | 72


Cecil pasó los dedos por Maverick, dándole una
traviesa sonrisa. —Sé cuándo puedo joder, y sé cuándo
descansar. Por la forma en que despertaste con un sudor frío,
tendré el culo pegado a la casa.

Maverick, había estado teniendo sensaciones en el


fondo de su mente durante años diciéndole que había una
guerra que se avecinaba. No había comprendido
plenamente qué o quién sería el medio. Era sólo un profundo
sentimiento en la boca de su estómago. Pero después del
sueño, ahora sabía por qué el destino le había enviado a ese
callejón la noche que Panahasi y Ceri se habían enfrentado.

Pero Dios lo ayude, él no quería saberlo. No quería estar


involucrado. Lo único que Maverick quería era paz en su
pequeña ciudad, que el mundo dejara en paz la Villa Brac.
Pero eso no iba a suceder, no cuando había visto algo que lo
impactó directamente.

Presionando su boca en el cabello caoba de Cecil,


Maverick inhaló profundamente con sus ojos cerrados,
murmurando: —Te amo, Cecil. Recuérdalo siempre.

—También te amo. —Cecil giró sus ojos amatista hacia


Maverick—. No es tan malo... ¿verdad?

Si ese sueño era algo que pasaría… —Sí.

—Te dije que limpiaras su mente, no que lo atacaras. —


Harley agarró a Virgil apartándolo del humano que estaba
tratando de pulverizar. Christo levantó al hombre de la tierra,
limpiando su mente antes de empujarlo hacia el
estacionamiento.

CERI| Lynn Hagen | 73


—¡Ese hijo de puta es un cachorro enfermo! —Virgil gritó
mientras luchaba por liberarse—. Tiene que ser ahogado en
un tanque de ácido.

Harley lo puso sobre sus pies, pero mantuvo su mano en


el brazo de Virgil. Quería correr tras el humano y terminar lo
que había empezado. Los pensamientos que había visto en la
mente de ese hombre eran suficientes para causarle
pesadillas. —¿Cómo puedes dejar que se vaya?

—¿Qué has visto? —preguntó Christo.

—Echa un vistazo por ti mismo. —Virgil ni siquiera quiso


decir en voz alta lo que había visto. Francamente era
preocupante. Christo se giró, su cara cada más tensa
mientras se hundía en la cabeza del hombre. En cuestión de
segundos, sus ojos se oscurecieron.

—Ves, lo que te dije.

Christo comenzó a caminar hacia el estacionamiento


tras el humano. Christo haría pedazos al tipo, Virgil sólo
esperaba que fuera una muerte lenta y dolorosa.

—Está bien, la curiosidad me está comiendo vivo. ¿Qué


has visto, enano? —Harley le preguntó. Virgil se estremeció
mientras envolvía sus delgados brazos alrededor de su
estómago.

—Lastima a los niños —susurró Virgil antes de acercarse


a Harley—. Borra eso de mi mente, por favor.

Harley lo miró, atónito. —¿Quieres que entre en tu


mente?

El invitar a un vampiro a la mente de uno no era un


privilegio dado a la ligera. Hombres habían muerto por invadir
la mente de otra persona sin invitación. Virgil nunca había
dejado que nadie entrara aparte de Ceri. —Sólo ese
recuerdo, Harley, nada más.

CERI| Lynn Hagen | 74


El vampiro asintió antes de sondear la mente de Virgil.
Antes de que pudiera entrar, Virgil sintió una fuerza violenta
elevarse, un profundo y resonante gruñido llenaba su mente
mientras Harley volaba hacia atrás, chocando contra los
humanos que estaban en el frente de la multitud.

«¡Nunca permitas que nadie entre a tu mente!»

Virgil tragó cuando escuchó lo enojado que estaba


Ceri. —Pero tú estás ahí.

Un fuerte silbido.

Bueno, quizás no debería haber señalado eso. Mostró a


Ceri el recuerdo que estaba tratando de quitarse, y en el
segundo, se había ido.

«Está prohibido que le pidas a cualquier otro hombre


ayuda. ¿Ha quedado claro, Virgil?»

Wow, Virgil nunca lo había oído hablar así de enojado


antes. Había oído amenazarlo con comerlo a él, pero aparte
de la extraña ansia, esta era la primera vez que la ira de Ceri
se había dirigido hacia él.

No le gustaba que su pareja estuviera enojado con él.

—Un poco posesivo, ¿no es así? —Pero Virgil no pudo


evitar sonreír ante la idea. Era extraño, pero le gustaba que
Ceri estuviera dispuesto a matar a cualquiera que se le
acercara.

«No tienes ni idea, inocente. Si ese vampiro te toca otra


vez, lo destriparé donde esté».

No tenía ni idea de lo que su pareja estaba hablando.


Virgil había estado de pie junto a Harley cuando el hombre
salió volando, y luego su pareja estaba allí en su mente. Virgil
recordó que Panahasi fue a la oficina, buscando a Ceri

CERI| Lynn Hagen | 75


porque su pareja había estado en el inframundo, comien...
«¿Dónde estás?»

Virgil se tambaleó unos metros atrás cuando Ceri se


apoderó del recuerdo de Virgil sobre Panahasi. Podía sentir la
ira del hombre vibrando dentro de él, amenazando con
ahogarlo con un sabor desagradable.

«Ceri, para. Duele».

Al instante, la ira se había ido.

Y también Ceri.

Christian salió, con los ojos en Virgil antes de ver a


Harley que se ponía de pie.

—¿Qué fue eso? —Harley entrecerró los ojos a Virgil—.


¿Estabas jugando conmigo, así me podrías lanzar a la gente?

—Ese fue Ceri advirtiéndote que nunca tocaras a su


pareja de nuevo, ni física ni mentalmente. —Christian dio un
paso al lado de Virgil—. Me gustaría que tomaras su
advertencia en serio, Harley.

Harley se volvió un poco verde. Parecía extraño


teniendo en cuenta lo grande que era el hombre, pero el
hombre parecía que estaba a punto de desmayarse. —
Mierda. Entonces, ¿por qué Virgil me pido que limpiara su
mente?

—¿Lo hice? —preguntó Virgil. No recordaba pidiéndole


que hiciera algo así.

—Sí —dijo Harley sarcásticamente cuando detuvo a un


tipo de salida del club—. La próxima vez pídeselo a Jersey o
Buck. Me gusta mi garganta intacta. —Pasó la mano sobre la
cabeza del hombre y le permitió salir—. No quiero a ese chico
comedor tras mi carne.

CERI| Lynn Hagen | 76


—Amigo, eso suena asqueroso —dijo alguien desde el
frente de la línea.

—Cállate —Harley respondió moviendo la mano y


limpiando la mente del hombre—. Métete en tus asuntos.

—¿Qué? —preguntó el chico—. Yo no he dicho nada.

Harley puso los ojos en banco y se giró hacia Virgil. —


Ponte a mi lado, pero ni siquiera respires en mi camino,
problemas.

CERI| Lynn Hagen | 77


Capítulo 7

—No se puede ir chupando la sangre de cualquiera —


Harley bromeó mientras estaban en el baño de hombres del
club. El hombre podría estar bromeando, pero Virgil podía ver
la preocupación en sus ojos—. Probablemente eso es lo que
te causó el dolor de estómago.

Virgil no estaba seguro. Sólo bebía carmesí, un cóctel


para vampiros que no tenían el gusto por una vena. La
mayoría bebían el brebaje como los humanos bebían vino.
Pero la gente como Virgil lo bebía porque sería muy probable
que Ceri matara a la persona de la que Virgil bebiera.

No, no la mataría. Su pareja lo destriparía mientras


estaba aún con vida. Era algo bueno que Virgil no quisiera
beber de nadie que no fuera su pareja. —No estoy seguro,
Harley, pero realmente me duele.

—Voy a buscar a Christian.

Levantando la mano, Virgil tomó el musculoso brazo de


Harley. —No quiero que hagas un escándalo cuando es
probable que solo sea un mal lote de carmesí.

Harley vio la mano tratando de envolverse alrededor


de sus grandes bíceps. —Por favor, deja de tocarme antes
que Ceri decida arrancar mis bolas de mi cuerpo. Prefiero
disfrutar del sexo.

—Tener sexo con tu mano no cuenta.

Harley miró a Virgil como si le hubieran crecido dos


cabezas. —Oh. Mi. Dios. Virgil Green acaba de hacer una
broma. Creo que el mundo está llegando a su fin.

CERI| Lynn Hagen | 78


Virgil se acercó al lavabo y abrió el grifo, salpicando un
poco de agua en la cara, apretando los dientes mientras otra
ola de náusea se apoderaba de él. Secando su rostro con
toallas de papel, se giró hacia Harley. El hombre estaba de
pie sin dejar de mirar a Virgil de forma extraña. —Oh, vamos.
Fue una observación ingeniosa. Deja de mirarme como si
estuvieras esperando a que mi cabello fuera de serpientes.

Una traviesa sonrisa apareció en el rostro de Harley. A


Virgil le agradaba Harley. Él fue la primera persona en la vida
de Virgil que le hizo desear sonreír. El tipo no parecía
afectarse con los problemas, tenía siempre algo sarcástico
que decir. El vampiro era una especie de contención contra
los golpes. Había algo en el hombre que hacía que Virgil
quisiera bajar la guardia.

—¿Te sientes mejor? —Harley se acercó y empujó la


puerta cerrándola cuando alguien trató de entrar. Fuertes
maldiciones se escucharon en el otro lado. Harley sólo
mantuvo la mano pegada a la madera mientras miraba a
Virgil por una respuesta.

—Mi estómago se está asentando. —Un poco. Pero


Virgil no quería ser enviado a la mansión donde todo lo que
iba a hacer era ver las cuatro paredes. Él tampoco quería
quedarse atrapado en el baño por más tiempo.

Quizás un poco de aire fresco le haría algo de bien. El


club esta noche parecía bastante calmado.

—Sigo pensando que debería avisarle a Christian sólo


para cubrir mi culo. Estoy cuidando a la pareja de Ceri.
¿Tienes idea de lo intimidante que es eso? Te raspas y a mí
me arranca las bolas.

Virgil levantó una ceja. —Pareces muy centrado en tus


testículos. Quizás Buck puede ser el hombre de la puerta por

CERI| Lynn Hagen | 79


un poco más de tiempo mientras sacas un poco de tu
energía acumulada.

El hombre gruñó mientras abría la puerta del baño. La


música llegó inundándolos mientras el humano miraba a
Harley, caminando junto a él.

Virgil supuso que era el mismo hombre que había


intentado entrar sólo unos minutos antes. —Siempre y cuando
estés en vertical y con los ojos abiertos estaré sobre ti como la
salsa sobre los tallarines.

—¿Qué significa eso?

—Consigue llevar tu culo a la puerta. — Harley se abrió


camino moviendo a la gente amablemente; está bien, no
había nada amable al respecto. Harley simplemente extendió
la mano y empujaba sus hombros. Incluso un chico cayó de
culo. Él fulminó a Harley, pero rápidamente desvió la mirada
al ver lo grande que era el hombre.

Una fina capa de sudor comenzó a formarse en la


frente de Virgil y el labio superior. Extendió la mano y lo limpió.
Alguien tenía que subir el aire acondicionado con tantos
cuerpos empaquetados en un solo lugar.

—Gracias —dijo Harley a Buck que estaba limpiando a


un par de tipos cuando se acercaron. Harley era el único
vampiro que Virgil conocía que podía ser el hombre de las
puertas durante toda la noche sin verse un poco agotado. No
muchos vampiros podían sostener tantos recuerdos a la vez.
Buck parecía que necesitaba una copa en ese momento,
Harley le hizo un gesto para que se alejara. Virgil no estaba
seguro de cómo el hombre lo hacía. Algunos de los humanos
tenían algunos realmente degenerados pensamientos.

—¡Wow! —Harley dijo en voz alta mientras agarraba a


Virgil, evitando que cayera en el pavimento. El vértigo le
golpeó con fuerza, haciendo que su mente se nublara y

CERI| Lynn Hagen | 80


perdiera el equilibrio cuando salió por la puerta—. Eso es
todo, iré por Christian.

Virgil no discutió con el hombre. Algo estaba


definitivamente mal con él. Nunca le había pasado eso antes
en su vida. Se estaba sintiendo aterrado. Su pulso empezó a
latir de forma errática, su estómago amenazaba con
rebelarse.

Oyó a Harley gritarle a alguien que fuera el hombre de


la puerta, y entonces lo estaba llevando a la oficina del
Christian. —Lo juro, mejor que no atrape ninguna mierda por
ayudarte. —Harley se apresuró por el pasillo que conducía a
la oficina del príncipe. Las luces del techo eran un borrón, las
bombillas incandescentes amarillas lastimaban los ojos de
Virgil.

—Déjalo ahí. —El príncipe señaló hacia el sofá en el


otro lado de su oficina—. Ya he convocado al doctor.

La habitación giraba y Virgil se acercó, tratando de no


perder el equilibrio. Agarró nada más que aire. ¿Por qué la
habitación no podía quedarse en un solo lugar? Cerrando los
ojos, Virgil tomó una respiración profunda y constante.

—Él está aquí.

Virgil abrió los ojos cuando sintió un cuerpo caliente


sentándose en el borde del sofá. Veía a un completo
desconocido. Este no era el hombre que atendía a la raza de
los vampiros. —¿Quién eres?

El calor llenó los ojos color avellana que lo miraban.


Podía decir de inmediato que el hombre era un humano. —
Soy el doctor Sheehan. ¿Me puedes decir qué te está
pasando?

Justo cuando estaba a punto de hablar, otra ronda de


náuseas le golpeó. Tragó saliva, tratando de contenerse.

CERI| Lynn Hagen | 81


—Es la pareja de Ceri —dijo Harley.

El doctor Sheehan miró a Harley como si estuviera


esperando que el hombre dijera más. Cuando Harley se
quedó mirándolo sin hablar, el doctor soltó un serio aliento. —
No me importa con quién está acoplado. Mi primera y única
preocupación en este momento es mi paciente. Ahora,
¿alguien me dirá lo qué está pasando con él o tendré que
hacer un examen completo, junto con el trabajo de
laboratorio? Confía en mí, eso va a tomar mucho tiempo a
que me digan cuáles son sus malditos síntomas.

Virgil parpadeó ante el hombre. Para un humano,


seguro que tenía bolas. Gimió. Ahora él estaba usando la
palabra de Harley. Observó cómo el doctor se puso un par de
guantes de látex antes de empezar a revisarlo.

—Náuseas y cólicos —Virgil finalmente consiguió decir


cuando fue capaz de hablar sin sentirse como si fuera a
vomitar—. También vértigo.

—Hmm.

¿Qué significaba eso? Se quedó allí mientras el doctor


lo examinó y luego sacó un poco de sangre. El tipo era muy
completo. Harley salió cuando el doctor se puso un poco más
personal con el examen, pero el príncipe se quedó. Aunque
fue lo bastante decente para darse la vuelta.

La preocupación de Virgil aumentaba mientras era


revisado. El hombre no decía una palabra, solo seguía
sonriéndole.

Algo dentro de Virgil comenzó a tararear a la vida y


sabía que no tenía nada que ver con lo que estaba mal con
él o lo que el doctor estaba haciendo. Su pecho se sentía
pesado mientras su mente se abría completamente.

CERI| Lynn Hagen | 82


—¡No! —Virgil dijo en voz alta mientras que Christian se
movía rápidamente, apartando al doctor del sofá y
lanzándolo hacia su escritorio.

Ceri acechaba en su mente como un animal enjaulado


y Virgil podía sentir que el hombre se preparaba para atacar.
«¡No! ¿Quién se atreve a acercarse a ti con tanta
familiaridad?»

—Él es el doctor de la manada de lobos —dijo Christian


en voz alta, como si supiera exactamente lo que Ceri le
preguntaba a Virgil—. Tu pareja se siente mal.

—No. —El doctor Sheehan se quitó los guantes y los


lanzó a la basura junto a la mesa del Christian—. Su pareja
tiene un bollo en el horno. —El doctor se giró hacia Christian—
. ¿Con quién estamos hablando?

Virgil se quedó allí con tal incredulidad que ni siquiera


había oído la respuesta del Christian. Su mundo se detuvo. De
repente se le hizo más difícil el poder respirar, su corazón latía
demasiado rápido.

«¿Qué quiere decir?», Ceri preguntó en su mente.

—¿Estás seguro? —Christian parecía tan sorprendido


como Virgil se sentía.

El hombre se quedó mirando fijamente a Virgil, con los


ojos un poco más grande de lo normal. Nunca había visto al
príncipe de otra forma que no fuera calmado y controlado.
La sorpresa en sus ojos sólo aumentó el acelerado ritmo de su
corazón.

—He estado haciendo esto por mucho tiempo. —El


doctor se giró hacia Virgil, jalando la piel debajo de los ojos
hacia abajo—. Si fuera medio vampiro, sería capaz de decirlo
por el cambio de su color de ojos. Pero no hay duda en mi

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diagnóstico. Voy a llevar su sangre a mi oficina, pero sé que
tengo razón.

«¿De qué está hablando?»

Virgil se hizo un ovillo, envolviendo sus brazos alrededor


de su estómago, mientras las ramificaciones de lo que el
doctor dijo daban en el blanco. «Dijo que iba a tener a tu
hijo».

La presencia de Ceri se tensó, como si los músculos del


hombre se hubieran encerrado en él. Virgil pensó que era
muy extraño que supiera eso, lo sentía en su interior. Nunca
antes había oído hablar de que alguien fuera capaz de
hacer lo que estaba haciendo Ceri. Los vampiros podían
sondear la mente, y sólo los muy antiguos y fuertes podían
hablar mentalmente con otros. Pero en realidad él sentía a
Ceri, como si estuviera compartiendo un cuerpo con el
hombre.

«¿Un niño?»

Dándole la espalda a los hombres en la habitación,


Virgil hizo todo lo posible para acurrucarse con tanta fuerza
que iba a desaparecer. Oyó la puerta abrirse y cerrarse,
susurros, y luego nada.

Alzó la mano y se limpió las lágrimas que se


derramaban de sus ojos. En cualquier otro momento, eso
habría sido lo suficiente extraño, pero qué si el bebé... Virgil
comenzó a sollozar suavemente.

«No llores, inocente». Una cálida sensación rozó las


mejillas de Virgil. Podía oír el dolor en la voz de Ceri, pero eso
sólo lo hizo llorar más fuerte.

«Voy a encontrar una manera».

—¿Para qué? —Virgil gritó mientras golpeaba el puño


en el respaldo del sofá—. ¡No puedes estar aquí para

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consolarme! Llevo otra vida dentro de mi cuerpo y el padre…
—Virgil empujó el puño en la boca para evitar que el grito se
escapara.

¿Qué pasaba si el niño anhelaba carne como su


padre? ¿Y si...? Él cerró los ojos fuerte, empujando a la
presencia de Ceri, cerrándole la puerta entre ellos al hombre.
No podía hacer frente a todo esto ahora. Lo último que Virgil
necesitaba eran promesas que ambos sabían que Ceri no
podía mantener.

Ceri se retiró de la mente de Virgil, su cuerpo


entumecido, sus pensamientos se dispersaron. Echó la cabeza
hacia atrás y tomó una bocanada de aire, oliendo el aroma
cálido y acogedor de Virgil. Ni siquiera estaba seguro de
cómo era capaz de sentir a su pareja como si el hombre
estuviera allí en sus brazos. Pero mientras estaba allí, Ceri sintió
el anhelo agarrarlo como una mano que intentaba arrancar
su corazón de su pecho.

Un hijo.

Nunca en más de dos mil años había pensado que


engendraría un bebé. Sobre todo después de que el
Guardián había acudido a él durante la Gran Guerra entre
vampiros y brujos, diciéndole de la maldición. Se había
resignado a caminar por la Tierra solo. Pero ahora sufría por lo
que Virgil le ofrecía: un lugar de consuelo, un corazón cálido,
y una familia.

«Y llamaste a Rhys un tonto por desear semejante


disparate, llamándolo débil». Ceri se burlaba de sí mismo por
la mayoría de las cosas que le había dicho a su hermano
sobre el amor y la familia. Si hubiera sabido que el destino
pondría esos tesoros justos fuera de su alcance…

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Tenía que encontrar una cura ahora más que nunca.
Le rompía no poder estar allí para su pareja, y la agonía
comenzó a alimentar la rabia que se construía dentro de él.

Dejando Neverlight Hall, Ceri irrumpió al inframundo, en


busca de la única persona que tenía la más mínima
oportunidad de curarlo.

—Guardián.

La antigua criatura estaba de pie detrás de un atril,


viendo un libro cuando Ceri entró en la cámara del hombre.
—¡Necesito una cura, ahora! —Se sentía como si fuera a
volverse loco por la necesidad de estar con su pareja.

Virgil lo necesitaba y Ceri no podía acercarse al chico


por miedo a comer su carne.

—No quiero oír hablar de grandes sacrificios —dijo Ceri


uniformemente—. He sacrificado lo suficiente por el simple
hecho de meterme con una puta. Nenya no tenía ni idea de
lo realmente fácil que era su hija. —Su mano se estrelló en el
escritorio, enviando manuscritos y tarros a volar—. ¡No debería
tener que pagar por eso!

—Tu madre fue el catalizador que estipuló en lo que te


has convertido.

Ceri no tenía idea de lo que la criatura estaba


hablando. Por una vez, el hombre estaba hablando con
claridad, sin embargo, Ceri aun así estaba confundido. ¿Lo
que hizo su madre tenía que ver con la maldición? En cuanto
a sus recuerdos llegaron, recordó que ella era una mujer
hermosa y dulce que amaba a sus hijos más que a la vida
misma. Ella era la más grande reina que nunca había
gobernado un reino.

La muerte de sus padres en la guerra había destrozado


a Ceri.

CERI| Lynn Hagen | 86


Pero saber quién era su verdadero padre, el hombre
que lo había engendrado, había destripado a Ceri. Marsian
había sido un gran hombre, un verdadero héroe a los ojos de
Ceri. No quería a Panahasi de padre. El hombre se había
aprovechado de Serentene Espelimbergo y luego la
abandonó a ella y a su descendencia.

Él aún no había encontrado al líder demonio. Ceri


quería tener una conversación de cerca con el hombre que
visitó a Virgil. No estaba seguro de los motivos del demonio,
pero había una cosa de la que Ceri estaba seguro.

Si Panahasi se acercaba a Virgil de nuevo, iba a


desatar su maldición sobre el líder.

Frustrado de que el Guardián no le pudiera ayudar,


Ceri buscó a su hermano gemelo. La única cosa que nunca
entendió, pero de lo que estaría siempre agradecido era el
hecho de que el deseo nunca se apoderaba de él cuando
estaba con sus hermanos. Rhys y Christian eran las únicas dos
personas cuya carne no quería comer.

«Si sólo Virgil pudiera ser contado entre ese grupo».

Rhys salió al patio trasero de la mansión, reuniéndose


con Ceri en la oscuridad del bosque. Su corazón se retorció
en su pecho cuando vio la alegría en el rostro del hombre,
sabiendo que venía de estar acoplado y ser padre —las
mismas cosas que Ceri tenía, pero no podía tocar.

—Si lo hubiera sabido —comenzó Rhys, simpatía y dolor


caían de sus ojos—. Lo siento mucho, Ceri.

—Una vez fuimos muy cercanos —dijo Ceri, mirando fijo


al hombre que conocía cada cosa de él, había sido su propio
aliento en aquel entonces.

—Aún lo somos, hermano. —Rhys se acercó, poniendo


la mano sobre el hombro de Ceri—. Te amé más que a mi

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propia vida, y nada ha cambiado. No me importa en lo que
te has convertido. Lo que me importa es que estás aquí. —
Rhys golpeó el pecho de Ceri—. Nada puede empañar el
amor que siento por ti.

Alzando la cabeza para encontrarse con los ojos de


Rhys, ojos que reflejaban los suyos, Ceri habló en un tono que
transmitía la pérdida de una familia con la que nunca
conocería la alegría de interactuar. —Dame tu juramento, tu
palabra de honor como mi gemelo, como Espelimbergo, que
vas a proteger a mi pareja como si fuera la tuya. Protegerás a
mi hijo como si fuera nacido de tus propias entrañas. Entra en
el Sagrado juramento conmigo.

Sin dudarlo, Rhys extendió una uña cortando la palma


de su mano, y luego abrió el pecho de Ceri, justo encima de
su corazón. Presionando carne sangrante con carne
sangrante. —Como tu gemelo y hombre de honor por
encima de todo, te doy mi solemne juramento que los
antiguos vampiros, el primero y segundo nacidos en una larga
fila de una raza majestuosa, protegeremos a tu pareja y tu
bebé con nuestro último aliento.

Ceri sintió el juramento sagrado chisporroteando a


través de sus venas, y sellándose. Si Virgil moría porque Rhys
rompió el juramento, su gemelo perecería junto con su
pareja.

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Capítulo 8

—Quiero que seas su guardaespaldas —dijo Christian a


Harley mientras estaban fuera de la puerta de la oficina—. No
quiero que nada le suceda a Virgil. ¿He sido claro?

Con las manos delante de él, Harley dio una leve


inclinación de cabeza. —Sólo una pregunta.

Christian asintió.

—¿Voy a sobrevivir? Quiero decir, si tengo que tocar a


Virgil, ya sabes, para salvarlo o algo así, ¿Ceri me destripará?
Porque sabes que haría cualquier cosa por ti, príncipe. Pero
no estoy seguro de que morir porque accidentalmente toqué
su brazo se encuentre en la parte superior de mi lista.

Una sonrisa torció a un lado la boca de Christian. —Sólo


trata de hacer lo mejor para no entregarle un pañuelo
cuando estornuda.

Harley gruñó mientras tomaba un puesto junto a la


puerta de la oficina. Christian estaba desconcertado por el
vampiro. Conocía a Harley desde hace muchos siglos, pero
nunca lo había visto así. Christian podría decir que al vampiro
le agradaba Virgil. —No, Harley. Te quiero a su lado, no fuera
de su puerta.

Girándose, Harley agarró la manija y luego miró por


encima del hombro. —Por favor, no me digas que incluye ir al
baño con él.

—A todas partes —dijo Christian perfectamente claro—.


Si algo le pasa a la pareja de Ceri, esta ciudad se convertirá
en un baño de sangre, y eso es sólo el comienzo.

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Harley asintió solemnemente antes de entrar en la
oficina y cerrar la puerta.

Christian presionó los dedos en los ojos, sintiendo el


cansancio. Tanto estaba sucediendo a la vez y no sabía
cómo ayudar a su hermano. Esta era una situación
verdaderamente jodida.

Un ruido sordo llenó el pasillo, por lo que Christian se


giró. Un vampiro se tambaleaba hacia él, sangre cubría su
cara y cuerpo. Christian lo reconoció como uno de los
miembros del aquelarre de Dante.

Se movió al lado del hombre y lo ayudó hasta que el


vampiro estaba descansando en el suelo. —¿Qué sucedió?

Los ojos del chico eran salvajes, fuera de foco mientras


se aferraba a Christian.

—Baño de sangre —gritó histéricamente—. Están todos


muertos. Todos ellos.

—¿Quiénes? —Christian exigió mientras agarraba la


cara del hombre, tratando de hacer que se concentrara.
Cuando el vampiro no hablaba, Christian se hundió en su
mente. Lo que vio le hizo rezar en donde estaba arrodillado.
La memoria del vampiro era un poco granulosa, pero
Christian pudo ver que el aquelarre de Dante había sido
sacrificado por una fuerza invisible. Ellos caían, sus gargantas
desgarradas. Pero no vio a nadie cometer los asesinatos.

—Dante. —Los dedos de Christian se apoderaron del


hombre más fuerte, sacudiéndolo ligeramente—. ¿Dónde
está Dante? —Su voz fue ahogada por el miedo de pensar en
que lo peor le había sucedido al líder del aquelarre.

—¿Príncipe?

Christian levantó la vista al oír la voz de su tercero al


mando. Isla allí, viéndose confundido.

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Todo en Christian se adormeció mientras miraba hacia
abajo al vampiro que ahora yacía sin vida en sus brazos.

Christo apareció en el pasillo, y luego unos cuantos más


de los miembros de su aquelarre, todos mirándolo con
preocupación.

Bajando la mirada, Christian susurró: —El Aquelarre de


Dante ha sido completamente aniquilado. —Fuertes jadeos
llenaron el pasillo mientras Christian se ponía de pie, la ira
repentinamente viva en el aire, nubes turbulentas cubrían un
rayo. Una furia hasta los huesos rodó en sus entrañas.

Empujando a todo el mundo, Christian caminó por el


club a la puerta de atrás, salió a la calle, y luego desapareció
en la noche. Voló rápido y duro, sus moléculas se reformaron
allí mismo, en el amplio jardín del frente de la casa de Dante.

La casa estaba envuelta en llamas, el fuego alcanzaba


el cielo, un enorme infierno cuyo calor era casi demasiado
para Christian, incluso a la distancia. Podía oír ventanas
explotar y vio brasas rojas soplando libre para flotar hacia él.

Las sirenas se acercaban y Christian sabía que no podía


quedarse por mucho tiempo. Pero no era capaz de moverse.
Sus ojos se llenaron de calientes lágrimas de rabia, mientras
observaba la otrora magnífica casa ahora en restos
carbonizados, los vampiros dentro no eran nada más que
cenizas.

Christo apareció a su lado, jadeante.

Mientras Christian estaba allí viendo la luz de noche


frente a la chimenea, se juró a sí mismo que el que había
hecho esto iba a pedir la muerte en los siglos venideros.

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Las noticias de lo que le había pasado al aquelarre de
Dante llegaron a Maverick. Se sorprendió más allá de las
palabras. Él había soñado que había una guerra que se
avecinaba, pero nunca ni en sus fantasías más salvajes habría
pensado que el aquelarre sería destruido en cuestión de
segundos. La única cosa que el sueño le había revelado era
la carnicería, y ni siquiera qué gente sería la sacrificada.

Se dejó caer en su silla, cubriéndose la boca mientras


miraba a Zeus que estaba sentado ante su escritorio. La
expresión del hombre era inescrutable, sus ojos estudiando
algo en la mesa de Maverick mientras un tic empezaba en el
lado de su mandíbula.

—Todo el aquelarre —Maverick dijo en voz alta, voz


que reveló cuán verdaderamente impresionado estaba.
Sabía que Christian tenía que estar devastado y
probablemente queriendo venganza en este momento.

—Tenemos que reunir a los líderes. —Zeus se levantó—.


Alguien es responsable y ese alguien tiene que ser
encontrado.

Maverick podría haber pensado que Christian


necesitaba quitarse el palo de su culo y relajarse un poco,
pero respetaba al hombre. Tenía que hacer algo. No podía
permitir que la persona responsable se saliera con la suya. Si lo
hicieran, entonces no se sabría quién sería el próximo. Se
preocupaba por cada persona en su manada y Maverick los
protegería con su vida.

Los dos salieron de la Casa de Maverick viendo el


vestíbulo, preguntándose hasta qué punto las cosas estaban
a punto de cambiar. Oyó a los bebés jugar en el estudio,
bolas de billar chocar, y un juego de vídeo en curso. También
había ruido en el pasillo que conducía a la cocina. Todo
parecía normal, sin embargo, nada lo era en estos momentos.

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Su mundo estaba cambiando y Maverick no conocía nada
que pudiera hacer para evitarlo.

—¿A dónde vas? —Cecil preguntó mientras salía de la


sala, mirando de Zeus a Maverick.

Acunando la mandíbula de Cecil, Maverick se inclinó y


le susurró al oído: —¿Recuerdas el sueño?

Cecil asintió.

Besando la mandíbula del hombre, Maverick se


enderezó. —Entonces recuerda tu promesa.

—No iré a ninguna parte —dijo Cecil mientras Maverick


y Zeus salían de la casa. Subieron a sus motocicletas y se
dirigieron hacia la carretera que los llevaría a la mansión de
Christian. Maverick no podía dejar de pensar sobre lo que
había pasado con Dante y su gente. No conocía al hombre
del todo bien, pero había tenido algunas conversaciones con
el líder del aquelarre en los últimos años. Por lo que podía ver,
el hombre se había preocupado profundamente por sus
miembros.

«Los sacrificaron y luego prendieron fuego».

Esa era una manera horrible de morir. La ira contra


alguien que hacía algo como esto a un aquelarre, manada o
cualquier otro grupo, comenzó a montarse en su interior.
Maverick ya se ocupaba de los Cazadores invadiendo su
pueblo. No estaba seguro de en quién confiar cuando se
trataba de sus residentes. Espías vivían entre ellos. No había
ninguna duda al respecto.

Deseaba saber quiénes eran los espías para colgarlos


en la plaza del pueblo para que sirvieran como ejemplo para
cualquier otra persona que quisiera traicionar a este pueblo.

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Tomaron la carretera y Maverick empujó la moto más
allá de los límites, queriendo respuestas y saber a quiénes iban
a matar. Christian iba a conseguir su venganza.

Maverick se iba a asegurar de eso.

Zeus seguía el ritmo, la moto rugiendo junto a Maverick,


zigzagueando alrededor de los carros y camiones, devorando
la distancia. Él podría haber pedido a uno de los elfos que lo
apareciera en casa de Christian, pero Maverick necesitaba
moverse, tenía que resolver cosas y calmarse. Sabía mejor
que nadie que era una mala idea tomar decisiones cuando
se está en lo alto de las emociones.

El Bluetooth en el casco sonó. Maverick lo contestó. —


¿Qué?

—¡Papá! —Melonee gritó histéricamente en el teléfono.


Podía oír el caos en el fondo, la gente gritando mientras la
voz de Melonee se llenaba de lágrimas.

—¿Qué sucede? —preguntó mientras estuvo a punto


de poner fin a su carrera contra la parte trasera de un
camión. El conductor le gritó por la ventana pero Maverick no
le hizo caso.

Melonee gritó en un tono que el corazón de Maverick


se heló.

—Alguien apareció aquí tan pronto como saliste y


¡secuestró a Xavier!

Maverick perdió el control, el neumático delantero


golpeó la parte trasera del compacto carro azul de alguien.
Voló de su moto, el hombre y la máquina se arrastraron a
través de la carretera a un ritmo acelerado hasta que su
cuerpo se estrelló contra algo sólido y lo dejó en un estado
semi-inconsciente.

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El sonido de los auriculares crujió en su oído. Visiones
borrosas se movían fuera de foco. Su cuerpo se entumeció.
Oyó murmullos y luego la palabra «Xavier» fue un poco más
clara. Maverick repetía el nombre de su nieto, una y otra vez.

«Secuestrado».

Maverick dejó escapar un grito que perforó su alma


cuando el adormecimiento dejó lugar al dolor que todo lo
consumía y destruyó todo su cuerpo. Tenía que haber estado
yendo a ciento cuarenta cuando cayó de la motocicleta.
Zeus apareció en su línea de visión, con la mandíbula
apretada, sus facciones sombrías. El Alpha sostuvo el cuello
de Maverick mientras le quitaba el casco.

—No te muevas. —Zeus dejó el casco a un lado—. El


hueso del muslo se está saliendo de tus pantalones y tienes un
desagradable giro en ambas piernas.

Sólo necesitaba cambiar. Todo lo que Maverick tenía


que hacer era dejar a su lobo libre. Pero había demasiadas
personas de pie alrededor, hablando a toda prisa en sus
teléfonos celulares, mirándolo con compasión y firmeza,
como si no fuera a sobrevivir.

—Sólo llévame a algún lugar para que pueda sanar. —


Su cuerpo estaba empezando a adormecerse y Maverick
sabía que no era una buena señal. Estaba perdiendo la
circulación en algunas partes de sus miembros, y si no cambia
pronto, perdería el uso de ellos de forma permanente.

Zeus sacudió su enorme cabeza calva. —Es un poco


complicado, amigo. Tienes una gran pieza de metal que
atraviesa tu brazo.

—¿Mi moto?

—Pérdida total.

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Maverick tomó una respiración profunda,
lamentándolo cuando todo su pecho se sentía como si
estuviera en llamas. Apretó los dientes, luchando contra las
náuseas. —Alguien secuestró a Xavier. ¡Sólo llévame a algún
lugar en donde pueda curarme! —La ira y la rabia crujían en
el aire a su alrededor la pura oscuridad luchando con un
sinfín de ecos de dolor.

—Usa mi camioneta —dijo alguien encima del hombro


de Zeus—. No quieren ir a un hospital humano —agregó en
voz baja.

—¡No lo muevas! —alguien gritó, pero Zeus ya estaba


levantando a Maverick, llevándolo hacia una camioneta
blanca. Dolor candente explotó dentro de la cabeza de
Maverick antes de que todo se volviera negro.

Christian cerró El Manacle, haciendo que cada


miembro del aquelarre regresara a la mansión. Tres miembros
de su propio aquelarre se habían encontrado entre los
muertos, sus gargantas arrancadas. Hasta que pudiera
entender lo que estaba pasando, Christian quería a su
aquelarre en un lugar más seguro.

—Eso es todo —dijo Christo, al tiempo que ambos


regresaron a casa.

Christian se paseaba en el salón, con las manos en la


espalda. Sintió rabia recorrer su torrente sanguíneo por lo que
estaba sucediendo. Sentirse indefenso no era algo a lo que
estuviera acostumbrado.

—Quiero que los aniquiladores custodien la mansión. Si


alguien se mete aquí, los matan sin dudarlo. —Christian no
correría ningún riesgo. Sus parejas e hijos estaban abajo, junto

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con su sobrino. Virgil estaba en su habitación, Harley a su
lado. No estaba seguro de por qué alguien se dirigía a los
aquelarres, pero mierda si dejaba que alguien se metiera en
el suyo.

—Maverick está aquí —dijo Logan mientras entraba en


la sala de estar, Maverick caminaba detrás de él. El Alpha
miró a Christian, y luego alrededor de la habitación.

—¿Supongo que has oído lo que ha sucedido? —


Christian preguntó, Logan cerró las puertas cuando salió—.
¿Te has comunicado con el resto de los líderes?

Levantando sus lentes de sol a la parte superior de su


cabeza, Maverick asintió. —Lo he hecho.

Christian se sentó, pasando los dedos por la mandíbula.


—Tenemos que averiguar quién está haciendo esto. Ni
siquiera estamos seguros de que se dirijan solo a los
aquelarres. Podrían ir tras las manadas.

—Quizás deberíamos hablar un lugar en un poco más


privado —dijo Maverick—. En algún lugar más seguro. ¿Qué
tal si vamos abajo?

Inclinando la cabeza, los ojos de Christian recorrieron la


forma imponente de Maverick. Nunca en todo el tiempo que
había conocido al Alpha el hombre le había pedido ir abajo
donde se encontraba su familia.

Era una regla no escrita en la casa de cualquier líder


que la sala de estar de la familia estaba fuera de los límites.
Christian nunca había pedido entrar al estudio ni a cualquier
otro lugar en que la manada de Maverick dormía o se reunía.

Siempre se habían reunido en la oficina de Maverick.

Christian vio a Christo que miraba extrañamente al


Alpha. Su segundo al mando estaba pensando exactamente
lo mismo que Christian.

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¿Quién estaba allí suplantando a Maverick Brac?

Christo se trasladó a la puerta, la abrió, y susurró al oído


mientras que Christian se levantaba, actuando casual,
asegurándose de no alertar a la persona que sabía que no
era el verdadero. —Es una pena que el pueblo fey fuera
aniquilado. ¿No lo crees así? —Mantuvo sus movimientos
sutiles, su paseo al mínimo.

—Sí, así es —respondió Maverick—. Sigo pensando que


deberíamos hablar de esto en un ambiente más privado,
príncipe.

Ahora Christian sabía que algo andaba mal. Uno, había


sido el aquelarre de Dante el que había sido atacado, no el
pueblo fey. Y dos, Maverick se cortaría la lengua antes de
referirse a Christian como príncipe.

—Sólo tengo una pregunta —dijo Christian, ya que las


puertas se abrieron y los aniquiladores entraron, viéndose
completamente militantes allí bloqueando la única salida que
esta persona tenía de escapar—. ¿Quién eres?

La persona suplantando a Maverick se giró hacia


Christian, una sonrisa fría en sus labios antes de girarse y
estrellarse contra los hombres que bloqueaban su camino.
Christian nunca había visto a nadie solo ir a través de los
cuatro grandes vampiros antes.

Christian iba a agarrarlo cuando alguien apareció,


agarró al falso Maverick, y ambos desaparecieron. Christian
gritó su furia cuando empezó a cambiar a su forma original, la
rabia dentro de él se desbordaba. Iba a averiguar quién
estaba detrás de todo esto, Christian iba a morir antes de
permitir que cualquiera pudiera lastimar a su familia.

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Panahasi giró sobre sus pies, para alejarse mientras
Jaden trataba de atravesarlo con la punta de su espada.
Tenía que evitar que el hombre saliera. Jaden ya había
destruido un aquelarre de vampiros y amenazaba con
terminar con todos ellos.

—No tienes idea de lo mucho que saboreé destruir tu


amada raza —Jaden se burló mientras giraba en torno a
Panahasi—. Voy a ver a todos muertos. Pagarás por haberme
enjaulado en el inframundo. Puedo sentir el dolor y la agonía
de tu raza y su sabor es muy dulce en mi lengua.

Sacando los dos cuchillos que había escondido,


Panahasi los hizo girar en sus manos antes de raspar las
cuchillas afiladas juntas, llenando el campo oscuro con el
sonido del metal. —No vas a saborearlo por mucho tiempo
cuando arranque esa lengua de tu boca.

Jaden movía la espada delante de su cuerpo, sus pies


bailando a un ritmo que sólo la muerte podía oír. Panahasi
igualada el paso al paso de la muerte. Incluso si no ganaba,
mantendría al hombre aquí, evitando que matara más gente
de Panahasi. —Tu amor por los chupasangres será tu
desaparición.

—Y tu odio hacia mí será el tuyo. —Panahasi y Jaden


comenzaron a luchar, espada sobre espada, metal sobre
metal, deslizándose sobre la superficie del otro mientras
Panahasi luchaba ferozmente para salvar a toda una raza
que él mismo había creado.

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Capítulo 9

Ceri miraba fijo los frascos en las manos. El Guardián le


había advertido que si seguía haciendo esto, perdería la
mente. «Como si necesitara preocuparse por eso». La poción
para reprimir sus ansias no estaba destinada a ser tomada
como una medicina para el resfriado. Era poderosa, potente,
y tenía como efecto secundario la locura.

Dejó los frascos de vidrio en la mesa de su dormitorio,


mirándolos antes de marcharse. Tenía que sopesar lo que era
mejor. Aunque Ceri quería estar con su pareja urgentemente,
¿quería correr el riesgo de su propia lucidez? Si se volvía loco
por tomar la poción, ¿qué iba a ser de su pareja y su hijo?

La idea, una vez más lo golpeó con tanta fuerza que


una grieta parecía que se abría en su interior. Iba a ser padre.
Ese solo pensamiento le daba miedo. Incluso si se encontraba
una solución a esta horrible maldición, ¿qué sabía él de ser
padre? Marsian había sido un buen hombre, enseñando a
Ceri y sus hermanos, pero Ceri sacudió la cabeza, sintiendo la
boca de su estómago apretarse.

Se sentó en la silla junto a la ventana de gran tamaño


durante horas, con la barbilla apoyada en sus dedos, viendo
el líquido transparente que podría darle momentos robados
con su pareja y llevarlo al mismo borde. No movió ni un
músculo cuando Rhys entró en su dormitorio.

—El aquelarre de Dante ha sido completamente


aniquilado y algunos miembros de Christian fueron
asesinados.

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—¿Virgil? —Ceri preguntó mientras se sentaba hacía
adelante. Él sabía que su pareja no estaba muerto. La
conexión aún estaba allí y cada vez más fuerte.

Rhys se acercó a la ventana y miró hacia fuera. —Él


está en la mansión con el resto del aquelarre, un
guardaespaldas le fue asignado. Esto es sólo el principio,
hermano. Puedo sentirlo en mis huesos. —Se giró y comenzó a
alejarse—. Sólo quería hacerle consciente de que el peligro
va en aumento.

Ceri hizo un gruñido profundo. —El peligro ha ido en


aumento desde el día de nuestro nacimiento.

—Muy cierto. Pero en este día y tiempo, después de


haber expuesto nuestra raza al mundo de los humanos podría
ser catastrófico. Estos no son los tiempos cuando llevarían
antorchas y estacas fuera de nuestro castillo, Ceri. Las armas
que tienen son de destrucción masiva. —Rhys desapareció.

Los humanos sabrían el significado de destrucción


masiva, si le hacían daño a un cabello de la cabeza de Virgil.
Ceri fue llamado muchas cosas, pero cuando se trataba de
su pareja, perdonar no iba a ser una de ellas. Levantándose
de su silla, se acercó a la mesa, viendo la tentación. La
necesidad de estar cerca de su pareja embarazada era
abrumadora. Ceri recorrió el frasco con los dedos, pensando
en lo mucho que Virgil ya había sufrido y lo asustado que
debería de estar en este momento, con el niño, pero sin su
pareja.

Ceri giró y golpeó todo de la cómoda mientras rugía,


un ligero temblor se desplegó en su interior. No necesitaba la
poción para volverse loco. Ya lo estaba haciendo muy bien
por su cuenta.

Agarrando dos frascos de la mesa, los destapó y se


bebió las dos botellas. Jodidas cadenas. Ceri quería sostener

CERI| Lynn Hagen | 101


a Virgil en sus brazos, sin restricciones. Lanzando los frascos a
un lado, se dirigió hacia afuera.

Ceri apareció justo fuera del dormitorio de Virgil. Abrió


la puerta, viendo a Harley atento. El vampiro se acercó a la
cama de Virgil, sus ojos vigilantes, desconfiados. —Christian no
me dijo que lo visitarías esta noche.

«Visita». Ceri despreciaba el hecho de que el estar con


su pareja fuera considerado visita. —Sal.

El vampiro endureció su columna vertebral, cuadrando


los hombros mientras negaba con la cabeza. —¿Cómo sé
que eres el Ceri real?

Ceri hizo algo que nunca había hecho antes. Abrió su


mente, mostrando sólo una ínfima parte de las cosas que
había visto y hecho. Los ojos de Harley se abrieron, su pecho
se expandía y contraía mientras rápidamente el sudor
comenzó a construirse en su piel, y eso fue con sólo un
pequeño vistazo de lo que Ceri había vivido.

—Déjanos —dijo un poco más suave, odiando tener


que probarse a sí mismo de una manera tan invasiva. No
quería que nadie viera los horrores que había visto o sintiera el
dolor que había sentido. No había sido intencional lo que hizo
con el vampiro, pero era la única manera de mostrarle a
Harley que él era el Ceri real.

Harley salió apresuradamente de la habitación,


cerrando la puerta detrás de él. Ceri se giró, viendo a su
pareja mientras el hombre dormía. Su cuerpo estaba cubierto
con una sábana, robándole una vista maravillosa. —Abre los
ojos, inocente.

Virgil se dio la vuelta, sus párpados aletearon abiertos.


Ceri podría decir que tardó un momento en darse cuenta de
que estaba de pie allí. La mirada de absoluta sorpresa hizo
que el lado de la boca de Ceri temblara en lo que parecía

CERI| Lynn Hagen | 102


ser una sonrisa. Había pasado tanto tiempo desde que Ceri
tenía una de esos que no estaba muy seguro.

—¿Estás aquí para comer? —Virgil preguntó, la sábana


agrupada en su regazo. Ceri dio un gruñido ante el estado de
desnudez del hombre.

—Oh, sí, lo estoy. —Se acercó a la cama, arrojando su


ropa mientras sus ojos bebían el alabastro de la piel del
hombre. Al jalar la sábana de la cama, Ceri se quedó viendo
tal perfección. Sus ojos cayeron inmediatamente al abdomen
de Virgil, preguntándose cómo se vería el hombre hinchado
con su hijo.

Calor inundó los oscuros ojos de Virgil mientras un rubor


pintaba sus pálidas mejillas. Ceri fue tomado completamente
por sorpresa cuando una carcajada brotó de su garganta.
Era un sonido extraño a sus oídos. Recordaba reír cuando era
joven, la alegría en una sola sonrisa. Pero esos días fueron
hace tanto tiempo que había olvidado lo bien que se sentía
el dejar que una sonrisa se dibujara en su rostro.

—Eres más guapo cuando sonríes. —Virgil miraba a Ceri


como si Ceri fuera todo su mundo—. Deberías hacerlo más a
menudo, y no porque estés a punto de comer a alguien.

Un estallido de risas salió del pecho de Ceri con el


intento de humor de Virgil. ¿Qué le estaba sucediendo?
¿Sería la poción, o el hecho de que finalmente estaba junto a
su pareja y sin la maldición levantando su fea cabeza? La
sentía muy dentro de él, pero estaba bien contenida.

—Mucho mejor. —Virgil le sonrió y el corazón de Ceri


latió como un tambor en su pecho. Tenía la sensación de que
había pasado mucho tiempo desde que Virgil sonrió.

Deslizándose en la cama, Ceri colocó las manos a


ambos lados de la cintura de Virgil, jalando al hombre más
cerca, rozando sus dedos sobre la mejilla de su pareja. El

CERI| Lynn Hagen | 103


cabello de Virgil era de un oscuro obsidiana, con la piel tan
pálida como la luna, y el aliento que rozó el cuello de Ceri era
como una brisa nocturna que soplaba suavemente a través
de la ventana abierta del dormitorio.

Bajó la cabeza, depositando un ligero beso en los


labios de Virgil, persuadiendo a su pareja a subir a horcajadas
sobre su regazo mientras él se arrodillaba.

La boca del hombre era calor puro que quemaba


cada centímetro de la piel de Ceri mientras lamía las invisibles
llamas. Delgados dedos rozaron el amplio pecho de Ceri
antes de que su pareja los entrelazara detrás de su cuello.

Jalando a su pareja más cerca, Ceri presionó su mano


en la delgada espalda del hombre, bebiendo la sensación
de tenerlo tan cerca. Esto era por lo que estaba dispuesto a
volverse loco. Esto era lo que Ceri anhelaba cada noche.
Quería esa cercanía tan urgentemente que estaba dispuesto
a negociar su cordura sólo por la oportunidad de sostener al
hombre, por acariciar su suave piel, y probar la leche y la miel
del cuerpo de su pareja.

Apartando la cabeza, Ceri gimió cuando Virgil


comenzó a colocar pequeños besos a lo largo de su cuello y
hombro, explorándolo con inocentes toques. No tenía por
qué preocuparse de que la poción lo volviera loco. Virgil iba
a matar todas las neuronas que Ceri poseía.

Sus labios rozaron uno de los pezones de Ceri, la punta


de la lengua de Virgil lo recorrió, arrancando un gemido de
sus labios. Ceri curvó los dedos más fuertemente alrededor de
la cintura de su pareja, su pene tan lleno y duro que no
estaba seguro de cuánto tiempo sería capaz de aguantar.

—Tienes un sabor salado —dijo Virgil cuando levantó la


mirada para ver a Ceri—. Sin embargo, bueno. Me gusta la
forma en que sabe en mi boca.

CERI| Lynn Hagen | 104


Se estremeció al oír las palabras de Virgil, sin saber si su
pareja sabía lo que estaba haciéndole. El lento fuego dentro
de él estaba creciendo más caliente con los pequeños
mordiscos y lamidas. Pasando una mano sobre la cabeza de
Virgil, Ceri veía al vampiro lamer alrededor de su pezón,
chuparlo en su boca, y luego morderlo suavemente. Su piel
zumbaba con las placenteras sensaciones.

De repente Ceri sintió a Christian junto a la puerta. Eso


no era algo que normalmente debería ser capaz de saber,
pero podía sentir la vacilación de Christian sobre irrumpir.

«Él está a salvo». Ceri empujó el pensamiento a la


mente del Christian. «No le pasará nada».

Christian asintió, pero asignó a Harley a quedarse justo


fuera de la puerta, diciéndole al hombre que si oía algo
angustiante, sacara a Virgil por cualquier medio necesario.

Ceri contuvo la respiración cuando Virgil se acercó a él,


la punta de los dedos tiernamente recorriendo su mandíbula.
Calor lo inundó ante ese contacto, recorriendo su cuello
cuando extendió su mano a lo largo de la delicada piel
debajo de la oreja de Virgil y en torno a su nuca.

Virgil se retorció contra él y Ceri sabía que el hombre


necesitaba su toque, que lo jodiera, para aliviar el pozo de
nostálgica necesidad que palpitaba dentro de su pareja. Su
pareja era como una llama sensual que estaba robándole el
aliento.

—Paciencia. —Le negaba a Virgil lo que quería, lo que


hacía a su pareja gimotear—. Aún no, inocente. Pero pronto.
Muy pronto.

Virgil miraba con oscuridad en sus ojos cómo Ceri


acomodaba las almohadas por debajo de sus hombros y
cabeza. Virgil levantó la vista, con los ojos brillantes de

CERI| Lynn Hagen | 105


excitación, logrando que un sordo gruñido saliera del pecho
de Ceri sólo por ver un espectáculo tan fascinante.

—¿Sabes lo que quiero? —dijo Virgil, su voz áspera, su


pene apuntando a los labios de su pareja. Virgil temblaba, sus
ojos traicionando su afán de dar a Ceri lo que quería. Virgil se
lamió los labios lentamente y luego permitió que el pene de
Ceri se empujara lentamente entre ellos.

—Hermoso —gruñó, sintiendo la mano de Virgil ir a su


propio pene, los dedos jalando su erección. Dios, quería
hacer eso por Virgil. Quería tomar ese bonito pene. Cuidar la
oscura carne, haciendo que se endureciera más.

La boca de su pareja estaba chupando con firmeza, su


lengua recorría la cabeza acampanada, los dedos
masajeando las tensas bolas con firmes trazos. La boca de
Virgil chupaba, lamía con un demonio de placer cuando
lamió el líquido pre-seminal que escurría del pene de Ceri,
chupó la sensible cabeza y causó un profundo gemido de
necesidad que hizo eco en el pecho de Ceri. Podía sentir sus
colmillos alargarse cuando picos de deseo se dispararon más
y más dentro de él. Lo llevó a empujar un poco más, para
mostrar a Virgil lo íntimo de todo eso.

Las manos de su pareja agarraron el pene de Ceri


mientras gemía alrededor de su carne, lamiendo y
succionando mientras jodía la boca de Virgil, con su
palpitante duro pene. Empujó su pene a la parte posterior de
la garganta de Virgil, esperando que el reflejo de tragado de
su pareja apretara la sensible punta antes de retirarse y
joderlo otra vez. Sus manos se apretaron alrededor de los
mechones del cabello que mantenía cautivo, sosteniéndolo
en su lugar, observando la reluciente boca tomarlo con cada
golpe. No podía soportarlo. Su cuerpo estaba vivo, para
variar, el pene tan sensible, tan desesperado por la liberación

CERI| Lynn Hagen | 106


se sentía como si estuviera ardiendo desde dentro hacia
fuera.

Sus caderas se arquearon, su pene presionando contra


la garganta de Virgil cuando sintió su liberación arrastrarse
sobre él. Relámpagos atravesaron el escroto, hacia su
columna vertebral, arqueando su cuerpo cuando el primer
impulso de su simiente se disparaba en la boca de su pareja.

—Tómalo todo —susurró sin aliento al sentir que Virgil lo


tragaba, sintió la lengua explorando la punta mientras
disparaba de nuevo en la boca.

Y aun así seguía duro.

Con un gruñido animal de lujuria, cayó sobre Virgil,


colocando la pelvis entre los muslos del hombre y jalándolo
hacia sus caderas. Movió la mano alrededor de la base del
pene de Virgil, la deslizó hacia abajo para frotar ligeramente
la apretada entrada de su pareja, la esencia del deseo del
hombre quemaba en el aire. Ceri utilizó la saliva de su boca
para lubricar sus dedos y llevarlos dentro de su pareja.

Los sonidos que Virgil hacía alimentaban su hambre


pero también alimentaba su proteccionismo. Dejó que su
pareja recuperara el aliento antes de tomar sus labios en otro
beso, pero esta vez suavemente. Esta vez, él usó su lengua
para entrar en Virgil.

Las manos de su pareja lo agarraban


desesperadamente de los hombros, pero no tenía intención
de apresurar esto. Tenía la intención de sentir las oleadas de
placer del hombre en su regazo antes de consumir, antes de
dar vuelta a su pareja a la pasión, al calor, la entrega y la
demanda.

Ceri gimió profundamente en su garganta, un duro


gruñido sin palabras mientras deslizaba dos dedos en el
cuerpo de Virgil sin previo aviso. Ceri comenzó a moverse a

CERI| Lynn Hagen | 107


un ritmo constante, asegurándose de golpear la glándula de
Virgil tan a menudo como podía.

—Ceri —gritó. Las manos de Virgil en las sábanas, se


aferraban frenéticamente mientras cabalgaba el placer, sus
ojos en blanco, los músculos del cuello tensos, mostrando a
Ceri esa hermosa vena palpitante que no se atrevía a
acercarse. Su boca se hizo agua por tener sólo una pequeña
muestra, pero Ceri apartó la vista. A pesar de que había
tomado una dosis doble de la poción, no iba a tentar a la
suerte.

—Shh —lo calmó, deteniéndose para dar a su pareja


un poco de ternura. Besó la frente, los párpados, las mejillas, y
finalmente sus labios. Indulgente, lentamente, sin demandas.
Hasta que la respiración de su pareja era más tranquila y los
ojos obsidianas ya no eran salvajes. Entonces comenzó a
mover los dedos de nuevo. Los sacaba y luego los empujaba
de nuevo, jodiendo a Virgil con los dedos durante unos
cuantos golpes antes de sacar totalmente su mano.

Ceri se inclinó, chupando el agujero de su pareja,


mojándolo con suficiente saliva para lubricar al hombre. No
era tan bueno como el ungüento que había usado la primera
vez que habían estado juntos, pero tendría que funcionar.

Apartándose, Ceri gruñó el nombre de su pareja, una


mano tocando el húmedo cabello, la otra sosteniendo la
cadera de Virgil mientras se empujaba adentro, gimiendo
cuando el cuerpo de Virgil lo envolvía en su apretado
húmedo calor. Dándole a Virgil centímetro a centímetro de
carne. Lentamente el calor que había explotado a través de
su cuerpo sólo momentos antes comenzó a formarse de
nuevo. Apretando los dientes, Ceri se apartó, gruñendo ante
el increíble placer de la fricción de la carne de Virgil contra la
suya.

CERI| Lynn Hagen | 108


—Ceri. —Vio las caderas de Virgil estremecerse, los
músculos de su abdomen apretarse mientras su cuerpo se
tensaba, levantó sus piernas hasta que las envolvió alrededor
de la cintura de Ceri.

Ceri se inclinó hacia delante, presionando sus labios en


la sien de su pareja mientras deslizaba una mano sobre el
abdomen del hombre. Cerró los ojos y rezó una oración,
pidiendo a los dioses que mantuvieran a su pareja y niño por
nacer seguros en estos tiempos caóticos. Ceri estaba
haciendo todo lo posible para arrastrarse fuera del desolado
agujero en el que había vivido durante tanto tiempo, para
encontrar de nuevo la felicidad. No le gustaba ser tan
malditamente miserable. Él quería reír, sonreír como lo hacía
antes.

—Te amo, Va-gel. —Ceri sintió algo dentro de él


quebrarse, las astillas abriendo la oscuridad en la que había
vivido durante mucho tiempo, permitiendo que un poco de
luz entrara en su corazón y alma. Sonrió contra la sien de
Virgil, sintiendo las lágrimas arder en sus ojos mientras su mano
seguía recorriendo de arriba abajo el abdomen de Virgil—.
Nuestro bebé.

El aliento de Virgil se atrapó mientras sus brazos se


envolvían firmemente alrededor del cuello de Ceri. —Tengo
miedo.

Besando un camino por el hombro de Virgil, Ceri


empujó su pene profundamente. Gimió ante el puro placer
de estar dentro de su pareja, de compartir este momento con
el hombre. —Lo sé.

Quería prometerle que iba a estar allí, que iba a tomar


la mano de Virgil a pesar de todo, pero nunca había hecho
una promesa que no pudiera mantener, y no iba a empezar
ahora.

CERI| Lynn Hagen | 109


—Prométeme que estarás allí para mí, aunque sólo en
mi mente.

—Eso lo puedo prometer —dijo mientras casi se salía,


agarrando las caderas de Virgil y entrando de nuevo, viendo
cómo su pareja se retorcía y gemía debajo de él. Pronto, Ceri
estaba jodiendo a Virgil con pasión, empujando su duro pene
profundamente en el culo de su pareja. Su pene
hormigueaba, doliendo por liberarse, sus bolas subieron y se
tensaron.

Envolviendo sus brazos alrededor de los muslos de Virgil,


Ceri levantó el culo del hombre un poco más alto y entró en
él, su pareja se estremeció cuando su pene explotó y gritó el
nombre de Ceri.

Ceri echó hacia atrás la cabeza, y gritando el nombre


de Virgil mientras inundaba con su semilla el cuerpo aún
tembloroso de su pareja. Bajó el ritmo de sus embestidas
hasta quedar allí arrodillado con un gran brillo por el sudor
que cubría su piel. Ceri odiaba esta parte, sentir como si
estuviera abandonando a su pareja cuando se salió y se
deslizó de la cama.

La poción no era tan fuerte como había sido cuando


se corrió por primera vez y no quería arruinar lo que acaban
de compartir si el deseo comenzaba a arañarlo. Su pareja
estaba allí, con la cabeza apoyada en su brazo mientras
miraba a Ceri vestirse. Antes de irse, Virgil lo vio, con los ojos
llenos de comprensión y lamento.

—También te amo, Ceridian.

Le tomó hasta la última gota de la fuerza de voluntad


que poseía salir, dejando a su pareja atrás.

CERI| Lynn Hagen | 110


Marino se sentó en un rincón del sucio restaurante en el
reino humano. Era un edificio bajo, de ladrillo rojo que
parecía que había visto días mejores, un maltratado letrero
de neón que proclamaba el nombre del restaurante estaba
sobre la gran ventana, algunas letras quemadas.

Marino pronto se olvidó del lúgubre interior cuando el


hombre que había estado esperando entró, sus anchos
hombros llenando la puerta antes de que caminara con
pasos seguros hacia la mesa en la que Marino estaba
sentado.

—¿Marino Malone? —preguntó el chico en un tono que


decía que era más grande que Marino y que no lo
consideraba amenazante. Si el hombre supiera.

—Por favor, toma asiento. —Señaló una maltratada silla


frente a él en la mesa.

Girando la silla, Sebastián se sentó, la madera gimió


como si estuviera lista para quebrarse. No tanto por el enorme
peso del shifter, sino por el mal estado de todo el
establecimiento. —No estoy aquí para comer. Dijiste que
tenías información para mí.

Hasta el momento a Marino le gustaba eso. No estaba


de humor para entretener. Metiendo la mano en su
chaqueta, sacó una sola hoja de papel con solo un nombre y
dirección garabateado en la hoja blanca.

—Me han dicho que nunca has encontrado a la


persona que asesinó a tu mejor amigo. Cyrus, ¿no era ese su
nombre?

La nariz de Sebastián estaba ardiendo, con los ojos gris


claro oscureciéndose como una tormenta en el horizonte, listo
para dar rienda suelta a sus poderes. —Aún no he
encontrado a la persona responsable.

CERI| Lynn Hagen | 111


¡Oh, cómo deseaba Marino poder hacer esto! Kell
estaba haciendo un mal trabajo en conseguir a las parejas
de los vampiros. Marino estaba listo para matar al hombre y
deshacerse de él. Pero esto..., quería reírse mientras metía el
papel entre el índice y el dedo medio, sosteniéndolo con
alegría.

—¿Qué es esto? —Sebastián preguntó mientras


tomaba el papel, y lo desplegaba, viendo el nombre.

—Eso, mi nuevo amigo, es el nombre del hombre


responsable de la muerte de Cyrus. —Marino tomó su vaso de
agua, viendo las manchas de lápiz labial aun marcando el
vidrio. Dejó el vaso, frunciendo la nariz con disgusto. ¿Cómo
este lugar seguía abierto?

—Sólo tiene un nombre. —Sebastián lanzó el trozo de


papel a Marino—. ¿De qué sirve eso?

Marino tuvo que luchar para no estirarse sobre la mesa


y enseñarle modales al arrogante shifter lobo. Pero se
contuvo, apretando sus dientes al sonreír. —Si ves la dirección
que aparece en el documento, encontrarás que hay un solo
Maverick viviendo en ese acogedor pequeño pueblo.

Marino ya se había ocupado del letrero de bienvenida


que estaba justo fuera de los límites de la ciudad. No
necesitaba que Sebastián Brac viera el nombre de la aldea
de Maverick. Eso arruinaría todo. Quería que Sebastián
matara al arrogante lobo Alpha antes de que ambos se
enteraran de que eran hermanos.

CERI| Lynn Hagen | 112


Capítulo 10

—Muy peculiar —dijo el doctor mientras examinaba a


Virgil—. Nunca he visto una gestación avanzar tan
rápidamente. Quiero decir, incluso si eres un vampiro. —El
doctor Sheehan sacudió la cabeza—. Es como si ya te
encontraras en el segundo trimestre y solo han pasado tres
semanas.

Christian se acercó un poco más, mirando por encima


del hombro del doctor. Virgil tuvo el impulso de cubrirse de las
miradas indiscretas. ¿El hombre no creía en la privacidad?
Llevaba su ropa interior, pero aun así se sentía muy expuesto.

—¿Qué significa eso? —el príncipe le preguntó al


doctor—. ¿Es algo de lo que deberíamos preocuparnos?

Virgil quería saber lo mismo. Su primer pensamiento fue


que Ceri era diferente, su hambre podría haber sido
transmitida al bebé, haciéndolo crecer en formas que no
debería. Virgil podía sentir su corazón latir un poco más
rápido, mientras esperaba a que el doctor le respondiera al
príncipe.

—Voy a tener que llevarlo a la Casa para hacerle un


ultrasonido. Quiero asegurarme de que todo está bien.
También quiero hacer un poco más de exámenes de
laboratorio. —El doctor se levantó y se giró hacia Christian—.
¿Puedes llevarlo allí?

—¿Ahora? —preguntó Christian.

Cerrando la bolsa de exámenes, el doctor Sheehan


sacudió con la cabeza. —Me enteré de lo que está

CERI| Lynn Hagen | 113


sucediendo, pero puedo asegurar que el señor Green estará
a salvo mientras hago las pruebas.

—Ahora se llama Virgil Espelimbergo y su seguridad


estará en manos de su guardia personal y mis aniquiladores.
No voy a correr ningún riesgo con él.

El doctor bufó, era un sonido muy extraño viniendo de


alguien que se suponía debía ser siempre profesional. Virgil
nunca había conocido a un doctor de los vampiros que
bufara. —Puedes llamarlo Suzy y asignarle un centenar de
guardaespaldas, para lo que me importa. Mi única
preocupación es la salud de Virgil y el bienestar de su hijo por
nacer. Llévalo a mi oficina esta tarde.

Virgil se quedó con la boca abierta ante el doctor.


Nunca había oído a nadie hablarle al príncipe en un tono tan
sin sentido antes. El doctor dio la orden y caminó fuera de la
habitación, sin esperar una respuesta. Virgil en realidad quería
sonreír por la audacia del hombre.

—Es bueno que sea el mejor —dijo Christian a la puerta


cerrada del dormitorio. Sus ojos parpadearon a Virgil y éste
podía decir que el príncipe tenía algo en la cabeza.

—¿Qué?

—Estás preocupado de que el niño vaya a tener el


anhelo de Ceri. —Fue una declaración contundente. Virgil no
quería admitir su miedo. Sentía que estaría traicionando a
Ceri si lo hacía. Pero ¿qué otra cosa podría explicar que el
bebé estuviera creciendo tan rápido?

—No te preocupes, Virgil. Estoy seguro que el doctor


encontrará la razón y será muy simple.

Las palabras salieron de la boca del príncipe, pero Virgil


podía ver que incluso Christian estaba preocupado. Estaba

CERI| Lynn Hagen | 114


en sus ojos. Sabía que el hombre sólo estaba tratando de
consolarlo. ¿Qué se suponía que iba a pensar?

Ya su abdomen se abultaba más grande de lo que


debería ser y no es que él supiera cómo tenía que verse en
una fase determinada de su embarazo.

—Quiero ir a la oficina del doctor. —Tenía que


averiguar lo que estaba pasando. Necesitaba saber. Virgil no
estaba seguro de lo que iba a hacer si se enterara… Cerró su
mente a esos pensamientos, deteniéndose a sí mismo de
preocuparse antes de que supiera lo que estaba pasando.

El príncipe se acercó a la cama, sacando una llave de


su bolsillo, y luego se acercó, retirando la pulsera de Virgil.
Debería haber estado feliz de que por fin tenía la temida cosa
fuera, pero eso era secundario a sus preocupaciones sobre el
bebé.

—Confío en que no vas a tratar de ir a ninguna parte.

¿A dónde iría? El único lugar que le interesaba era con


Ceri, y ahora sabía que no era una opción. Si su pareja no
tomaba la poción, entonces trataría de comerse a Virgil. —No
voy a ninguna parte.

—Trata de descansar un poco. —Christian se dirigió


hacia la puerta—. Voy a enviar a Harley a sentarse contigo.

Como si fuera a ayudar. En este punto, la única cosa


que podría calmar sus nervios era el doctor diciéndole que
todo estaba bien. Tomando una profunda respiración, Virgil
se giró a su lado y cerró los ojos, esperando hasta que llegara
el momento de ir a hacerse sus exámenes.

CERI| Lynn Hagen | 115


Ceri se agarró las sienes, tratando de bloquear las
voces que susurraban en su cabeza. No podía entender lo
que decían, pero el zumbido constante de voces era cada
vez más fuerte, como una colmena donde las abejas se
multiplican por miles. Se dio la vuelta, con los ojos en busca
de las sombras que podría haber jurado que acababa de
ver, pero no había nadie allí.

—Contrólate. —Se secó el sudor de la frente—. No es


nada. Nadie está aquí para matarte y no hay nadie en tu
cabeza. —Pero no importaba lo mucho que tratara de
convencerse de que era la poción, no él; Ceri se sentía como
si estuviera cayendo más y más en la locura. Ladeó la
cabeza, escuchando, jurando que oyó a alguien caminar por
los pasillos de su casa. Se movió de su habitación, después de
los sonidos crecían cada vez más fuerte.

Ceri se detuvo cuando vio a alguien de pie en el salón


de baile que se utilizaba durante las fiestas más
extravagantes. No era nada más que un espacio vacío que
tenía vides llenas de maleza y retratos olvidados en la pared.
—¿Quién eres y por qué estás en mi casa? —Gruñó la
pregunta, dispuesto a matar a quien había pensado que
podía caminar por aquí y echar un vistazo alrededor.

Cuando el hombre se giró, Ceri respiró profundo. De pie


allí, tan real como siempre, estaba Marsian Espelimbergo. Sus
rasgos eran jóvenes, antes de haber envejecido, antes de
haber sido sacrificado justo en frente de los ojos de Ceri. —No,
en realidad no eres tú.

El zumbido en su cabeza creció más fuerte, por lo que


Ceri cerró sus puños en las sienes. Nada de esto era real.
Nada. Una risa amarga llenó la habitación, helando a Ceri.

—Eres un fracaso como hermano y pareja, Ceridian. No


mereces ser padre. Tomaste la virtud de esa chica y ahora
tendrás que pagar el precio por el resto de tu vida.

CERI| Lynn Hagen | 116


—¡No tomé nada! —Ceri gritó a la voz—. Ella vino a mí,
a seducirme. ¡Victoria no era pura! Ella estuvo con muchos
hombres, incluso antes de venir a mi cama. —Cuando se
trataba de sexo, el género nunca había sido un problema
para Ceri. Había sabido que Victoria no era pura. No le
importaba. Era joven y con ganas de dormir con una hermosa
mujer. Pero no debería tener que pagar por un revolcón por
el resto de su vida.

Ceri sintió su forma original emerger cuando una


siniestra risa se hizo eco en las paredes del gran salón vacío.
—Mentiras. Tu hijo nacerá tan perverso como tú.

Ceri se dejó caer de rodillas, gritando sus torturantes


preocupaciones. Eso era exactamente lo que temía. Estaba
aterrorizado de que su hijo tuviera el deseo por la carne,
deseando devorar a los más cercanos a él. —Por favor, no, no
él —Ceri rogó, sus hombros temblaban—. No mi bebé. Te daré
mi vida, mi alma si me aseguras que no heredará la
maldición.

—Ya has oído al Guardián. Un gran sacrificio debe


hacerse. Si no vas a matar a tu pareja, entrega a tu hijo.

Saltando, Ceri echó la cabeza hacia atrás, rugiendo


mientras su forma original surgía plenamente. Era medio
metro más alto, con la piel de un tono púrpura. Sus colmillos
llegaron a su barbilla, sus uñas ahora eran garras negras. Aún
tenía su poder de razonamiento, pero la locura estaba
tratando de robarle eso.

No importaba lo que Ceri estuviera experimentando,


juró que nadie mataría a su hijo ni a su cónyuge. Comería al
que incluso se atreviera a acercarse a ellos.

—Todo está en tu cabeza.

Girándose alrededor, cayó en cuclillas, Ceri silbó


cuando vio a Panahasi de pie delante de él. Saltó, con ganas

CERI| Lynn Hagen | 117


de desgarrar al demonio. Quería que el hombre conociera el
dolor que era un ser vivo, un monstruo dentro de él. Ceri
quería que Panahasi pagara por abandonarlo, y a sus
hermanos.

El demonio se movió velozmente, fuera del alcance de


Ceri. —¡Basta, Ceridian! No soy tu enemigo.

Ceri no quería oír eso. No quería escuchar toda la


bonita mentira que este hombre diría para justificar lo que
había hecho. No, él quería al hombre muerto a sus pies. —
Engañaste a mi madre, plantaste tu semilla en su vientre, y
luego te alejaste como si mis hermanos y yo no fuéramos
nada más que…

—No digas eso —Panahasi advirtió en un tono que era


poco más que un susurro—. Por favor, Ceridian.

—¡Maldigo el día que me enteré de que eres mi padre!

Ceri sintió todo su cuerpo fijarse en su lugar, su ritmo


cardíaco se hizo lento. Sus ojos se abrieron como platos
mientras miraba a Panahasi que estaba de pie allí con
lágrimas corriendo por su rostro. —No se les permitió saber.

Y Ceri no vio nada más.

Virgil arqueó su espalda y soltó un grito espeluznante al


sentir la conexión entre él y Ceri cortarse. Se sentía como si
alguien hubiera usado una navaja de afeitar cortando su
corazón. El doctor Sheehan lo agarró, tratando de sujetarlo
mientras convulsionaba, su cuerpo estremeciéndose tan
fuerte que sabía que sus huesos se romperían.

—¡Sostenlo abajo! —el doctor le gritó a alguien mientras


Virgil sentía la pérdida profundamente, tan profundamente

CERI| Lynn Hagen | 118


que se cerró, se arrastró hasta la esquina más oscura de su
mente donde puso sus brazos alrededor de su cuerpo y se
hizo un ovillo, llorando por una pareja que acababa de morir.

—Rompiste tu palabra —dijo la fuente primaria cuando


Panahasi cayó de rodillas, viendo los cuerpos sin vida de
Christian, Rhys, y Ceridian que yacían en el suelo, a sus pies
dentro del vacío.

Los sollozos de Panahasi sacudían su cuerpo mientras


tomaba a Ceridian, acunando al hombre en sus brazos
mientras se mecía hacia atrás y adelante, presionando su
mejilla contra la cara de su hijo. Él amaba a todos, pero era
Ceridian el que había estado más roto, el que había
necesitado más amor y cuidado.

Y él no había sido capaz de hacer nada, simplemente


sentarse y ver cómo su hijo sufría tanto.

Levantando la cabeza Panahasi gritó: —Me creaste


como la vida, sin embargo, ¡me castigas siendo el padre de
una raza de seres! ¿Quién te hace responsable? ¿Quién te
permite que tengas riendas en cuanto a la decisión de matar
a mis hijos?

—Dime por qué no debería acabar con todos.

Dejando a su hijo, Panahasi se puso de pie, sus alas


coriáceas saliendo mientras se cambiaba en lo que él nació.
Garras afilados de treinta centímetros como las mejores
espadas crecieron. Una hilera de dientes mortales surgió, su
piel se puso roja y se formó una cola de un metro de longitud.
Cuernos brotaron de su cráneo, su cuerpo retorciéndose en
una forma que nadie había visto nunca. Él era la vida, su
composición genética contenía toda la criatura que había

CERI| Lynn Hagen | 119


nacido. —Si puedo combinar fuerzas con Jaden, podemos
extraer el tejido del tiempo, destruyendo todo lo que has
creado y, a al mismo tiempo matarte.

Panahasi fue más allá del punto de cuidado. Estaba


cansado de tener que darle la espalda a su amada raza.
Estaba harto de tener que inclinarse ante cada orden de la
fuente primaria. Si tenía que acabar con toda la existencia
con el fin de detenerlo, entonces no tenía ningún problema
de arremangarse y patearle el culo.

—¿Qué sacrificarás para mantener tu raza, para


eliminar la maldición de la cabeza de tu propio hijo? ¿Qué
darías a cambio de enjaular a Jaden por toda la eternidad?

No, la pregunta debería ser, ¿qué estaba Panahasi


dispuesto a perder? Pensó en Casey y Drake, los dos hombres
que eran el latido de su corazón. Pero también pensaba en la
vida de los vampiros, que tenían sus propias parejas, sus
propias familias. Había miles de ellos, tratando de crear un
hogar feliz, ganarse la vida, y no querer nada más que los
dejen en paz. ¿Estaba dispuesto a negarles eso, sólo para
estar con sus parejas? Sí, lo estaba, pero sabía en su corazón
que no iba a ser tan egoísta. Él era la vida. ¿Cómo podría
condenar a tantos a la muerte?

Ya había perdido la pelea con Jaden y el hombre


estaba corriendo libre en alguna parte. Pero Panahasi sabía
que no podía ir tras él. La fuente primaria no lo dejaría libre
hasta que tomara una decisión egoísta.

Pero no podía ser egoísta. No cuando tantas vidas


estaban en la balanza.

Llegando con sus parejas, Panahasi los llenó con todo


el amor que tenía en su corazón por ellos antes de levantar la
cabeza, cuadrar los hombros y enderezar su columna. —Te
doy mi vida.

CERI| Lynn Hagen | 120


—De acuerdo.

CERI| Lynn Hagen | 121


Capítulo 11

—¡Déjame! —dijo Maverick con un gruñido profundo


mientras se sentaba en el borde de la cama. Él había
cambiado y sanado, pero su brazo derecho todavía se sentía
tieso y le causó un dolor punzante cuando lo levantó
demasiado alto. El metal había roto los huesos, lo que era
más difícil de curar. Pero no podía quedarse. Tenía que
encontrar a Xavier. Ya había llamado a todos los que le
debían favores y se enteró de que había sido Kenyon quien
envió al elfo a secuestrar a Xavier. Maverick iba a arrancarle
la piel de los huesos cuando pusiera sus manos en ese
humano.

Ruttford y Adam ya estaban perdiendo la cabeza.


Habían salido a buscarlo desde que fue secuestrado. Los
padres de Xavier no renunciaban a encontrarlo, y tampoco
Maverick. Él iba a conseguir traer a su nieto de regreso. Sus
sueños no le habían manifestado que se llevarían a su nieto.

—¿Cómo voy a llevarte al reino de los demonios si no te


toco? —el elfo que Zeus había convocado preguntó con
exasperación—. Sé que eres un lobo enojado en este
momento, pero necesito por lo menos tomar tu chaqueta.

Poniéndose de pie, Maverick contuvo un gruñido de


dolor. No estaba tratando de ser un imbécil con el elfo, pero
no le gustaba tener dolor y no le gustaba que le arrebataran
a alguien que amaba. Keegan tomó su brazo y aparecieron
en el reino de los demonios.

CERI| Lynn Hagen | 122


Maverick se quedó allí, tratando de orientarse mientras
Keegan desaparecía. El primer lugar en el que tenía que
buscar a Kenyon era el Melting Pot5.

Le habían dicho que al humano le gustaba frecuentar


ese lugar. Maverick seguía pensando que era necesario
hablar con el líder demonio que había permitido que el
bastardo vagara libremente, pero eso sería cuando lo
encontrara. Nadie había visto a Panahasi en una semana.
Incluso sus parejas estaban preocupados.

—¿Eres Maverick, el Alpha de los lobos Timber?

¿Por qué tenía la sensación de que iba a lamentar


responder a esta pregunta? Echando un vistazo por encima
del hombro, vio a alguien que lo igualaba en altura, eso era
una cosa muy rara. Se dio la vuelta, vio al alto individuo y a
dos hombres detrás del hombre, mirándolo, el olor de lobos
Timber invadió sus pulmones. El chico gritaba Alpha, pero
también lo hacía su olor. No se dejó intimidar con facilidad y
no iba a comenzar con este chico.

Sin embargo, se mostró cauteloso.

—¿Quién quiere saber?

Maverick tuvo segundos para prepararse ante de que


el hombre delante de él lo atacara, su bien musculoso
cuerpo chocara contra el de él. El Alpha utilizó el impulso
hacia atrás para lanzar a los dos, dándole la oportunidad de
regresar a sus pies. Pero su alivio no duró mucho. El que fuera
este chico parecía estar furioso contra él. De nuevo se puso
de pie, lanzando su enorme cuerpo hacia adelante una vez
más.

5
The Melting pot, aunque literalmente es crisol, es una metáfora para una sociedad que inicia, los
diferentes elementos unidos en el crisol, juntos en armonía formando toda una cultura común. Como es
nombre se deja el original.

CERI| Lynn Hagen | 123


Agarrándolo de la cintura, Maverick lo llevó al edificio,
golpeando la cabeza del hombre contra los ladrillos.

Maverick lo golpeó en los riñones antes de golpear su


puño contra la mandíbula, y luego de nuevo. Se movía con
una velocidad increíble. Fijó el codo entre los omóplatos del
hombre, ignorando el dolor punzante de su brazo herido.

Maverick tuvo otra oportunidad de golpear su intestino


antes de que el chico se girara y conectara su puño a un
lado de su cabeza. El tipo era bueno, pero Maverick no había
perdido una pelea en más de 300 años, y no iba a empezar
ahora.

Entrelazando los dedos, Maverick creó un gran puño


con ambas manos y lo dejó caer sobre el cuello del hombre.
Luego tomó al tipo de la chaqueta y lo lanzó a la calle.

El hombre rodó, y luego rebotó de vuelta de pie,


lanzándose de nuevo. ¿Quién era este hombre y qué tenía en
contra de él? Estaba perdiendo el tiempo —tiempo que
necesitaba para encontrar a su nieto. Se lanzó contra el tipo,
dos grandes cuerpos chocaron, enviando a ambos al suelo.

El chico comenzó a cambiar, su lobo Timber salió.


Maverick se detuvo allí, momentáneamente aturdido por el
gran tamaño de lobo desconocido. Simplemente no era
posible que el lobo de pie frente a él correspondiera al
tamaño de su lobo Timber. Él era el mayor lobo Timber que
había nacido.

—¿Quién infiernos eres? —Maverick preguntó, con el


cuerpo dolorido por los numerosos golpes que había recibido.
Se quitó su chaqueta de cuero. Si el hombre quería atacar,
entonces él golpearía al bastardo, pero no quería arruinar su
chaqueta. Fue un regalo de Cecil.

El lobo se quedó allí, gruñendo.

CERI| Lynn Hagen | 124


—Mataste a su mejor amigo —dijo uno de los hombres
que estaba con el desconocido—. Ahora vas a pagar.

Está bien, Maverick había matado bastantes enemigos


durante siglos. —Vas a tener que ser un poco más específico.

Se quitó las botas. No le importaba si tuviera que


desnudarse aquí en la calle. Iba a encargarse del monstruo
delante de él y desgarrar al hijo de puta en mil pedazos.

Pero primero quería respuestas.

—Cyrus Caro, el mejor amigo de Sebastián Brac.


Niégalo todo lo que quieras, cabrón, pero Sebastián sabe la
verdad.

La cabeza de Maverick giró mientras miraba al gran


lobo Timber. Su mente estaba tratando de unir las cosas, para
dar sentido a lo que el hombre decía, pero... —¿Qué apellido
has dicho?

—Caro.

—No, el suyo —Maverick señaló al lobo que lentamente


avanzaba con mirada asesina—. ¿Cuál es su apellido?

—Brac. —El tono del hombre era hostil—. ¿Qué


diferencia hace eso?

Se giró hacia el lobo de nuevo. ¿Primo? ¿Tío? ¿Sobrino?


No estaba seguro. Su padre sólo tenía un hermano y él sabía
que Horace fue… el padre de Sloane. También sabía que
Sloane era su único primo. —Mi nombre es Maverick Brac. El
nombre de mi padre es Silas. ¿Qué relación tienes conmigo?
—le preguntó al lobo.

—¿Silas es tu padre? —el hombre en la acera, le


preguntó, con los ojos un poco más grandes mirando a
Maverick intensamente.

CERI| Lynn Hagen | 125


—Lo fue —Maverick respondió mientras sus ojos seguían
el parpadeo de nuevo a la bestia delante de él—. Y no sé
quién te ha mentido, pero nunca he conocido a nadie
llamado Cyrus Caro.

—Marino Malone le dio a Sebastián tu nombre. —El


chico se movió más cerca, sus pasos amenazantes no
impresionaron a Maverick—. ¿Por qué iba a mentirnos?

—¿Qué eres, un idiota? —Maverick preguntó,


deslizando sus garras libre cuando vio a Sebastián
acercándose. Hermano o no hermano, Maverick no dejaría
que nadie lo atacara—. Pregunta a cualquier persona en
estas calles sobre Marino Malone. Es tan malo como una mala
semilla. Dudo incluso que su propia madre quiera reclamarlo
como su hijo. —Maverick agarró su chaqueta y botas, dando
la espalda al lobo que avanzaba—. Tengo un nieto que
encontrar y no tengo tiempo para esta mierda. Ve a ver a mi
Beta en la villa Brac y aboga por tu caso con él.

Una risa profunda sonó del hombre que había estado


hablando con Maverick. —El letrero fuera tu pequeño pueblo
dice Villa Brat.

Iba a matar a quien se había cambiado el nombre del


letrero de la villa.

—Supuse que íbamos a encontrarnos con algún


jovencito. —El tipo se rio aún más profundo.

—¿Me veo como un jovencito? —Maverick entró al


Melting Pot, dejando fuera a los hombres. Se puso sus botas y
luego la chaqueta. Enterarse de que tenía un hermano era
impactante, pero ahora mismo, no tenía tiempo para
entender todo esa mierda. Había vivido ya mucho tiempo sin
el hombre.

—Ah, Maverick Brac. —El dueño del Melting Pot se


acercó—. ¿Has venido a cenar con nosotros esta noche?

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—Estoy buscando a Kenyon.

Malcor gruñó. —Lo imaginé. Ese hombre no es nada


más que problemas. Él está en el reservado del fondo. Pero
hazme un favor y sácalo antes de decidir romper este lugar.
He tenido que hacer muchas reparaciones últimamente
ahora que Panahasi ha desaparecido. Es como el Lejano
Oeste.

Maverick se calmó. Sabía que Panahasi no había sido


visto en un par de días, pero no sabía que se asumía que el
hombre estaba desaparecido. Creía que se estaba tomando
un descanso muy necesario. Empujando a un lado esa
preocupación, se dirigió a la parte posterior, poniendo los ojos
en el hijo de puta que había orquestado el secuestro de su
nieto. Sin decir una palabra, Maverick agarró al hombre de la
cabina y lo arrastró por el cuello hacia la puerta trasera.
Kenyon luchó como un loco, pero Maverick estaba cansado
de juegos.

Pegó al tipo contra el edificio, envolviendo su mano


alrededor del cuello del hombre, poniendo una garra letal en
el estómago del hombre. —¿Dónde está mi nieto?

—Se fue —dijo Kenyon sin una pizca de remordimiento.


Sus ojos azules con orgullo y odio miraban a Maverick justo a
los ojos—. Lo vendí, la igual que los archivos que fueron
robados de la consulta del doctor oficina. Ni siquiera creo
que siga en el país. Ustedes, salvajes, estarán expuestos. ¡El
mundo entero pronto descubrirá que existen abominaciones
y hasta la última criatura será sacrificada!

Maverick echó la cabeza hacia atrás y aulló mientras


sacaba a Kenyon lejos del edificio y luego con una fuerza
sobrehumana, lo golpeó de nuevo contra los ladrillos. El
sonido fue audible cuando el aire salió de los pulmones de
Kenyon. —¿A quién le vendiste mi nieto? ¿A quién? —Golpeó

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la cabeza del hombre con tanta fuerza que pudo oler la
sangre—. ¿A quién? —Lo hizo de nuevo.

—¡Pregúntale a Marino!

Todos los tontos cobardes se vuelven gallinas cuando


se enfrentan a la muerte. Kenyon no era diferente. Con toda
la mierda que había hecho y todo lo que había dicho, el
humano estaba allí, delante de Maverick, con los ojos
desorbitados. Estaban llenos del conocimiento de que no iba
a salir de esto con vida.

Y tenía razón.

La rabia que Maverick había mantenido contenida


hasta ahora se desató mientras golpeaba a Kenyon contra la
pared una y otra vez. El hombre se había convertido en un
muñeco de trapo en sus garras, pero siguió utilizando al
hombre como un ariete, con todo el miedo, todo el odio que
sentía por este humano que había puesto una mano en el
secuestro de su nieto, y lo desangró.

Cuando Kenyon cayó al suelo, con sus ojos abiertos


ciegos, Maverick se giró para ver a Sebastián y sus hombres
de pie al final del callejón, observándolo. El pecho de
Maverick estaba extendido, sus garras afuera, mientras les
gruñía antes de girar sobre sus talones y alejarse.

“Alguien secuestró a Xavier. Mantengan sus ojos y oídos


abiertos. Lobo Feroz me dice que M & M tuvo una mano en
esto”.

Cecil esperó la respuesta cuando terminó de escribir.


“Yasuko y Minsheng se están volviendo locos. Juran que
Christian está muerto. Virgil en coma. Nathaniel está tratando

CERI| Lynn Hagen | 128


de invocar el profundo sueño porque dice que Rhys está
muerto. Todos dicen que los lazos con sus parejas han sido
cortados. No sé lo que está pasando. El aquelarre de Dante
fue quemado hasta los cimientos, Dante y los vampiros
sacrificados. Alguien se hace pasar por otras personas”.

Cecil se apartó de la laptop, tamborileando en la


barbilla. Maverick le había dicho que Marino Malone tenía
algo que ver con el secuestro de Xavier, y él estaba decidido
a utilizar la red para encontrar a su nieto. Había utilizado el
sitio web que Nero había establecido para que todas las
parejas se registraran para cuando necesitaran ayuda. Se
mantuvo en alerta de su teléfono celular. Acababa de hablar
con Shelby cuando un mensaje apareció de Drake, la pareja
de Panahasi.

“Top Dog ha desaparecido. No han oído hablar de él


en una semana. Preocupado a muerte. Mantenedme
informado de todo lo que sucede. Quiero a mi Top Dog de
regreso. El reino del demonio es un zoológico en este
momento sin Top Dog. Los Guerreros Demonio trabajando día
y noche para mantener el orden”.

Xavier había desaparecido. Panahasi faltaba. Christian


y sus hermanos se presumía que estaban muertos. El aquelarre
de Dante había sido aniquilado. Alguien estaba suplantando
identidades. ¿Qué estaba sucediendo? Maverick le había
dicho que la guerra iba a venir, pero maldición. El que estaba
detrás de todo esto había golpeado duro y rápido.

Cecil había previsto mantener su palabra y no salir de


la casa, pero eso no quería decir que no podía jugar un
papel activo en la búsqueda de Xavier y de Panahasi. Todas
las parejas estaban atentas. Todas las parejas también eran
activas en el sitio web. Jasper, la pareja de Zeus, había
informado que los Perros del Infierno estaban siendo vistos a
diestra y siniestra. Incluso Theo, la pareja de Nazaryth, informó

CERI| Lynn Hagen | 129


que las bestias aladas estaban golpeando duro las calles,
tratando de evitar que los Perros del Infierno se apoderen de
la manada del Valle Pride.

Cecil sólo deseaba que los elfos del bosque tuvieran


tecnología moderna para poder saber si algo estaba
pasando en su aldea. Sabía que ahora Iam era el líder y sería
útil preguntarle al hombre.

Quizás podría hacer que el tipo consiguiera un teléfono


celular. Tenían que ver que mantener el contacto era
imprescindible en estos momentos. Se lo había sugerido a
Ahm, pero hasta entonces, mantenía su laptop abierta y
rezaba porque las cosas no se pusieran peor de lo que ya
estaban. Agarrando su celular, Cecil intentó llamar a
Maverick. Con todo el caos estallando por todas partes,
quería asegurarse de que su lobo feroz estuviera bien.

Cuando la llamada se fue al correo de voz, el corazón


de Cecil comenzó a martillar en el pecho. Si algo le hubiera
pasado a Maverick, sabía que no iba a sobrevivir. El hombre
era cada respiración que tomaba. Sintió las lágrimas arder en
sus ojos, mientras decía una oración silenciosa para que
Maverick fuera traído de nuevo a él, antes de regresar a su
laptop y alertar a todos en el sitio web de que no podía
ponerse en contacto con su pareja.

El doctor Nicholas Sheehan se dirigió a la habitación de


Virgil; Melonee detrás de él. No estaba seguro de lo que
estaba pasando con la pareja de Ceri, pero el hombre había
estado sin responder durante más de una semana. Era casi
como si el vampiro estuviera en coma. Ni siquiera podía lograr
alimentar al hombre, y eso no era una buena cosa teniendo
en cuenta la rapidez con que el niño por nacer estaba

CERI| Lynn Hagen | 130


creciendo. Virgil ahora parecía que estaba en su tercer
trimestre de embarazo.

Él simplemente no entendía lo que estaba pasando.


¿Cómo podía un niño crecer tan rápido en el útero si sólo
habían pasado semanas, no meses?

Había traído a Melonee con él para darle algo que


hacer. Sus parejas salieron a busca a Xavier, junto con
Maverick. No habían querido que Melonee estuviera por ahí
buscando, poniéndose en peligro, por lo que Nicholas la
había hecho su asistente temporal.

—¿Estás seguro de que esto va a funcionar? —


preguntó mientras miraba a Virgil—. Nunca he oído hablar de
alguien usando sangre fey para sanar a un vampiro antes, por
lo menos, no como esto. —Ella hizo un gesto con la mano a la
bolsa de sangre que Nicholas había preparado para Virgil.

Había tomado parte de la sangre se mantenía a mano


en la Casa y agregando una donación de sangre de
Melonee a la bolsa. No había tomado mucho, pero estaba
esperando que la enriquecida sangre de fey fuera un refuerzo
para Virgil; él y el bebé necesitaban desesperadamente
nutrientes.

En este punto, estaba dispuesto a intentar cualquier


cosa. Estaba decidido a salvar al vampiro y al niño. —No
estoy seguro, Melonee, pero tenemos que intentarlo.

Ella vio la más pequeña forma de Virgil, la mandíbula


fija con determinación. Nicholas no podía ni imaginar el
infierno que estaba pasando, pero admiraba la fuerza que
estaba exhibiendo. Su cabeza se balanceaba en un
movimiento de cabeza. —Lo que sea necesario, vamos a
salvar a los dos.

Nicholas sabía de su deuda con Ceri. Pero tenía la


sensación de que era algo más que tratar de pagar al

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hombre por salvar a su cuñado, Fire, de los corredores de
apuestas. Había dos vidas en juego y Nicholas y Melonee
estaban decididos a encontrar una manera de salvar a
ambos.

CERI| Lynn Hagen | 132


Capítulo 12

Ceri no estaba seguro de lo que había sucedido. Se


había sentido como si se estuviera muriendo, como si un puño
con ira se hubiera envuelto alrededor de su corazón,
apretando con fuerza. Nunca antes había sentido tanto
dolor. Y eso era decir mucho teniendo en cuenta cómo vivía.
Panahasi había estado de pie frente a él, los dos discutiendo,
Ceri listo para matar al hombre.

Y ahora estaba solo en la habitación, tumbado de


espaldas, mirando hacia el arqueado techo.

Podía sentir algo diferente en él, pero no podía saber


qué era. Un problema comenzó a formarse en el fondo de su
mente, diciéndole que fuera a ver a Virgil. Pero él sentía
como si estuviera esperando algo. No estaba seguro de qué
era ese algo. Era casi si temiera moverse por miedo a que el
dolor regresara.

—Estás libre de la maldición. Un gran sacrificio ha sido


dado.

Ceri conocía esa voz, pero cuando miró a su alrededor,


no vio al Guardián en ningún lugar. El miedo se apoderó de él
cuando las palabras de la criatura le cayeron.

¿Qué sacrificio? No había dado nada.

Virgil.

El bebé.

Ceri se puso de pie, su cabeza aturdida mientras se


tambaleaba un poco.

CERI| Lynn Hagen | 133


¿Qué sacrificio se había dado?

«Panahasi». La palabra susurró en su mente, como si el


Guardián le estuviera contando un secreto. ¿Había Ceri
ofrecido al líder demonio a costa de su vida?

Ceri necesitaba respuestas y sólo había un lugar para


encontrarlas. Se movió con rapidez, dirigiéndose
profundamente al reino de los demonios. Tan pronto como
sus moléculas se reformaron, vio a su alrededor el caos
absoluto. Sus ojos ampliados por la gran criatura que recorría
la calle. La cosa tenía que medir al menos cuatro metros de
altura y del tamaño de veinte hombres combinados.

—No deberías estar aquí —dijo alguien desde la puerta


de un edificio de ladrillo—. Cripta es el duende de las
víctimas. Si te pone las manos encima, se acabó.

Ceri vio el letrero grabado que declaraba que era el


Melting Pot de Malcor. —¿Dónde está Panahasi?

El hombre se encogió de hombros. —Nadie lo ha visto.


Es como si hubiera desaparecido en el aire. Ahora que él no
está aquí para proteger la ciudad, cada tipo malo que le
había temido al hombre está saliendo a la superficie. Es mejor
estar cubiertos.

Ceri observó al extraño volver a sumergirse en el


edificio, sellando la puerta. Mirando alrededor, Ceri regresó a
la mansión. No estaba seguro de lo que estaba pasando,
pero necesitaba ver a su pareja. El resto del mundo se estaba
desmoronando.

Tan pronto como Ceri apareció, se dio cuenta de que


la mansión de Christian, también, era un caos. ¿Qué infiernos
estaba sucediendo? Se movió más allá de la gran puerta
negra que sellaba la planta baja de los invasores,
moviéndose hacia la habitación de Virgil. El vidrio y las orillas
doradas en las paredes no eran más que un borrón cuando

CERI| Lynn Hagen | 134


se detuvo frente a la puerta del dormitorio de su pareja.
Tomando una respiración profunda y rezando para que la
maldición en realidad hubiera sido levantada, Ceri abrió la
puerta y se sorprendió al ver lo frágil que Virgil se veía. Estaba
en la cama, envuelto en una sábana, viéndose sin vida. El
doctor estaba allí, y también Melonee.

—¿Qué sucede? —preguntó mientras se acercó a la


cama, viendo a su pareja—. ¿Qué le sucede?

—Tú, Rhys, y Christian no podían ser contactados. Las


otras parejas juraban que el príncipe y sus hermanos gemelos
estaban muertos —el doctor respondió sacudiendo la
cabeza—. Virgil entró en coma mientras que Yasuko y
Minsheng enloquecían un poco.

Pero Ceri no había muerto. No podía recordar dónde


había estado después de que Panahasi había aparecido,
pero no había muerto.

¿Habría muerto?

—Lo hemos estado abasteciendo de sangre. Melonee


añadió un poco de su sangre fey y parece que le ayuda a
mantenerse y al bebé. Estoy perdido sobre lo que debe
hacerse.

Sentado en la cama, Ceri respiró hondo, esperando


que el deseo chocara contra él. Todo su cuerpo se puso
rígido, armándose de valor para lo que sabía iba a venir.

Pero no pasó nada. Ceri esperó, rezando para que el


Guardián estuviera en lo cierto y que su maldición fuera
levantada, se fuera para siempre. Su lengua pasó por encima
de sus colmillos, pero estaban en condiciones normales. A
pesar de que estaba preocupado por Virgil y el niño, su
corazón latía con normalidad, no entrecortado como
cuando estaba a punto de comer y devorar.

CERI| Lynn Hagen | 135


Extendiendo la mano, Ceri apartó el cabello largo y
negro azabache de Virgil, sus dedos rozaron piel fresca del
hombre. En vez de querer comer a su pareja, Ceri tuvo otra
extraña necesidad externa. Quería acurrucarse alrededor de
Virgil y jalar al hombre a sus brazos, sosteniéndolo cerca por el
resto de la eternidad.

—¿Sabes por qué el niño está creciendo tan


rápidamente? —preguntó el doctor.

—El Guardián parece pensar que yo me tomé tantas


pociones durante un largo período de tiempo que es por eso
que el bebé se está desarrollando tan rápidamente.

—¿Puedes entrar en su cabeza? —preguntó el doctor—


. ¿Puedes encontrarlo y traerlo de vuelta? Si no puedes, me
temo que va a seguir así.

Inclinándose hacia adelante, Ceri le dio un beso en la


frente a su pareja antes de entrar en su mente.

—Mi corazón, ¿por qué estás aquí, acurrucado en un


rincón oscuro de tu mente?

Virgil no confiaba en la voz. Había sentido morir a Ceri.


Lo sintió en su corazón. Esto no era más que otro truco que su
mente estaba jugando con él para evitar que se volviera
completamente loco por la pena. —Porque realmente no
estás aquí —Virgil apretó sus piernas con fuerza—. Vete. Deja
de torturarme.

La imagen dio una suave risa baja, por lo que el


corazón de Virgil dolía por lo que ya no tenía. —Soy muy real,
inocente.

CERI| Lynn Hagen | 136


—No —dijo Virgil, negándose a creer la mentira—.
Déjame en paz. —Ya había llorado hasta no tener más
lágrimas. Él no pensaba que podía llorar más. Pero se
encontró con sus mejillas una vez más mojadas, y su cuerpo
atormentado por el dolor. Quería a Ceri, su pareja, el hombre
que ni siquiera había tenido la oportunidad de conocer. Y
ahora estaba solo.

Una mano cálida y sólida le tocó la cara, haciendo


que mirara a los ojos azul zafiro. —Tienes que venir de nuevo a
mí, Virgil. Debes salir de este trance en el que has puesto a tu
cuerpo físico. El doctor dice que no es saludable ni para ti ni
para nuestro hijo. Lo estás matando.

Si Virgil se estaba volviendo loco, entonces se alegraba


de estar con el recuerdo de Ceri. No quería apartarse del
hombre de nuevo. —No quiero volver al mundo real. Quiero
quedarme aquí contigo. Por favor, no me dejes.

Virgil extendió la mano y agarró al hombre,


sosteniéndolo con tanta fuerza que apenas podía respirar.
Una mano fuerte se posó en su espalda, calmándolo, por lo
que él gritó aún más fuerte. —Nunca me apartaré de tu lado,
dulzura. Ahora estás atrapado conmigo.

—¿Cómo? —preguntó Virgil—. El deseo.

—Ya no existe.

Ahora Virgil sabía que estaba soñando todo esto. Una


maldición no desaparecía por arte de magia, ¿verdad?
Quizás sólo lo deseaba con tanta fuerza que su cerebro le
daba lo que quería, aplacando su mente maníaca.

—Ven, Virgil. Deja este lugar y vuelve a mí.

Tomando la mano de Ceri, Virgil permitió a su pareja


que le llevara antes de detenerse. —No quiero volver allí.

—¿Confías en mí?

CERI| Lynn Hagen | 137


Virgil asintió mientras se mordía el labio inferior. —Con
todo mi ser, pero esto no es real.

—Entonces déjame demostrarte que esto es muy real.


—Ceri jaló de su mano una vez más y esta vez Virgil volvió a
entrar en la realidad. Sus ojos se abrieron, viendo al doctor
que estaba parpadeando una linterna frente a sus ojos.

—¿Estás conmigo, Virgil? —preguntó el doctor—.


¿Entiendes lo que te estoy diciendo?

La pérdida de su pareja golpeó a Virgil de nuevo. ¿Por


qué había permitido que su imaginación lo engañara? Había
estado a salvo en el mundo de su mente. Había estado
contenido en la tranquilidad, dispuesto a vivir el resto de su
miserable vida allí.

—No responde —dijo el doctor—. Tenemos que traerlo


de vuelta, si no se pierde al bebé. La tensión está afectando
al bebé. Virgil tiene que alimentarse.

Virgil se escapaba de nuevo a su mente, con la


esperanza; no, rezando para que Ceri viniera a él una vez
más.

—Lo voy a perder —dijo el doctor en tono


desesperado—. Virgil.

—Te dije que estabas pegado a mí.

Los ojos de Virgil se abrieron de golpe cuando oyó la


voz de Ceri. Giró la cabeza, temiendo estar oyendo cosas
cuando vio la cara de su pareja. Ceri se acercó, poniendo la
mano en el vientre de Virgil. —Tienes que comer, mi corazón.
Nuestro bebé está creciendo rápidamente y requiere una
dieta sana.

—Él estará un poco mejor si me dejas poner una vía


intravenosa —sostuvo el doctor.

CERI| Lynn Hagen | 138


—No hay necesidad —respondió Ceri, su tono de voz
diciendo a todos que él no iba a ceder en el asunto—. Mi
pareja recibirá todo su alimento de mí.

—Pero no sabemos si eso es seguro —respondió el


doctor—. Tú mismo has dicho que el Guardián no está seguro
de lo que puede afectar al bebé todas esas diferentes
pociones que consumiste durante un largo período de
tiempo. Ni siquiera estoy seguro que tu sangre sea segura
para tu pareja.

Ceri levantó a Virgil de la mesa, envolviéndolo en una


pared de puro músculo y carne caliente. Virgil tuvo que
luchar para no llorar de nuevo. Sólo que esta vez serían
lágrimas de alegría porque Ceri no estaba muerto, estaba allí,
sosteniéndolo. —¿Sabes lo que es tener que ver a mi pareja
desde la distancia, saber que está recibiendo su sustento de
una fuente que no soy yo? Por fin puedo tocarlo, abrazarlo, y
que me maten si alguien más le dará de comer.

—Oh, contrólate. —El doctor se movió alrededor de la


mesa, con sus rasgos de piedra—. He tenido que hacer frente
a los hombres más rebeldes y mucho más atemorizantes que
tú. Las criaturas paranormales no me asustan. Los hombres
actuando como idiotas y poniendo en peligro a sus parejas es
lo que me asusta. Sólo porque tienes colmillos y eres un
atemorizante vampiro no significa que voy a ceder. Ahora
pon a Virgil en la cama antes de que me obligues a poner mi
¡Doc Marten6 en tu trasero!

Virgil miró fijo a Ceri y podía decir que el hombre no


tenía idea de cómo tomar al doctor Sheehan. Virgil seguro
que no lo sabía. Estaba asustado de que el hombre siguiera
adelante con su amenaza si Ceri trataba de irse. Virgil no
estaba seguro de a que tenía miedo. —Bájame —dijo
mientras miraba al doctor—. Creo que va en serio.
6
Marca de zapatos.

CERI| Lynn Hagen | 139


—Bien —Ceri bufó mientras bajaba a Virgil—. Puedes
colocar la aguja en su brazo. Pero quiero que revises mi
sangre. Si no hay algo malo en ella, entonces no tendremos
esta conversación de nuevo.

—Lo juro por Dios, Alphas tercos van a ser nuestra


perdición por aquí. —El doctor Sheehan acercó un soporte a
la cama de Virgil y colocó una bolsa de sangre en el gancho,
y luego se giró hacia Virgil que hizo una mueca cuando el
doctor envolvió una banda de goma alrededor de su brazo,
limpió la piel con un pequeño algodón, y luego empujó una
aguja en su brazo.

¡Joder, eso dolía!

Ceri le gruñó al doctor. El doctor ignoró a la pareja de


Virgil. No estaba seguro de qué hacer con ambos y sabía que
Ceri estaba tratando de deshacerse del humano. Su pareja
se quedó allí, viendo todo lo que el doctor le hacía, pero no
dijo una palabra más.

—Va a tomar un tiempo para que la bolsa se vacíe.


Voy a dejarlos solos. Ni siquiera pienses en eliminar la aguja.

El doctor miro fijo a Ceri antes de salir de la habitación.

—Él es un hombre muy extraño. —Ceri se rascó la


barbilla—. No sé si me agrada o quiero matarlo.

Se giró hacia el hombre que tenía su corazón, Virgil vio


a los ojos azul zafiro de Ceri. —¿Cómo se ha ido la maldición?

Un velo cubrió los ojos de Ceri mientras se alejaba. Virgil


extendió la mano y acarició el brazo de Ceri, sintiendo placer
con el simple hecho de poder tocar al hombre. Él no se sentía
del todo bien, tenía algo de cólico, pero necesitaba la
cercanía, la ansiaba como ansiaba el aire. —No tienes que
decirme.

CERI| Lynn Hagen | 140


Ceri apoyó la mano en la que Virgil había colocado en
su brazo. —No estoy acostumbrado a estar tan cerca de
nadie. He vivido mi vida en las sombras desde que salí de mi
profundo sueño, Virgil. Es una extraña sensación ser capaz de
tocar sin...

El hombre no tenía que terminar la frase. Virgil sabía lo


que Ceri había estado a punto de decir. El antiguo vampiro
ya no necesitaba pociones para estar con él. Ya tampoco
anhelaba comer. Ahora que podían estar juntos, el momento
era difícil. Virgil no conocía a Ceri, no personalmente. Sólo
sabía que el hombre era su pareja y jodía como un sueño.
También sabía que Ceri había estado luchando contra el
impulso de tomar un bocado de él.

¿Y ahora qué? No podía ver a Ceri sentado en un sillón


frente a la televisión, no podía verlo en el suelo jugando con
un niño pequeño. Ceri era un guerrero fuerte. El hombre iba a
querer hacer cosas de guerrero, no quedarse pegado a su
lado, haciendo eructar a un bebé.

—Y puede que estés equivocado —dijo Ceri en voz


baja—. He visto el lado feo que la vida tiene para ofrecer.
Solía burlarme de que mi gemelo quisiera algo tan mundano
como una familia. Pero ahora que la tengo en la palma de mi
mano, no puedo ver nada más.

—Deja de ver a escondidas en mi mente —dijo Virgil un


poco irritado. No estaba seguro de por qué estaba de mal
humor, pero sabía que deseaba que los cólicos se calmaran.

Ceri sacudió la cabeza, mirando a Virgil con extrañeza.


—No lo hice. Tus pensamientos simplemente flotaron a mi
cabeza.

—Eso no debería suceder —dijo Virgil—. Nunca he oído


hablar de que nada de eso suceda antes. —Iba a decir algo

CERI| Lynn Hagen | 141


más, pero un severo cólico lo dobló, haciéndole un ovillo
mientras gritaba. Nunca en su vida había sentido un dolor así.

Virgil estaba dispuesto a pedir a los dioses, o a


cualquier persona, que aliviara la agonía que lo consumía
todo en su cuerpo.

—Creo que necesito al doctor.

CERI| Lynn Hagen | 142


Capítulo 13

Ceri salió disparado por la puerta, agarrando al doctor,


que estaba allí hablando con Melonee, por el brazo y
arrojándolo de nuevo en la habitación. —¡Arréglalo!

El doctor Sheehan comenzó a moverse hacia la cama.


—Suelta mi brazo. Él está en trabajo de parto. —Melonee se
quedó con los ojos muy abiertos—. El bebé está en camino.

Ceri había luchado contra los brujos en la Gran Guerra.


Había sobrevivido a dos mil años de sueño profundo. Recorría
las calles, liberando al mundo de los parásitos que se
aprovechaban de los inocentes. Incluso había vivido con una
maldición de comer carne que desafió su humanidad, y
había ganado.

Pero ver a su pareja gritar de dolor lo asustaba.

—Tengo que llevarlo a la sala de operaciones en la


Casa. —El doctor se giró hacia Ceri, su rostro una máscara de
miedo y determinación—. Algo está terriblemente mal.

—¡Ahm! —Melonee gritó. Segundos más tarde, el elfo


de las sombras apareció, miró a su alrededor, viendo la
escena. Sus ojos se posaron en Virgil.

—¿Qué necesitas que haga? —preguntó sin dudarlo.

—Llévanos de vuelta a la Casa, preferentemente a mi


sala de operaciones. —El doctor tomó la bolsa de sangre que
había estado alimentando a Virgil antes de que Ahm llevara
a todos a la habitación que el doctor Sheehan había
especificado. El hombre comenzó a trabajar rápidamente,
Ceri puso a su pareja en la mesa.

CERI| Lynn Hagen | 143


—¡Fuera de mi camino, todo el mundo! —El doctor
Sheehan gritó.

Ceri dio un paso atrás, sintiéndose totalmente


impotente. Observó al doctor trabajar a un ritmo rápido y
constante. Melonee saltó, ayudando al hombre con las
órdenes que le ladraba. Ceri y Ahm se quedaron allí, solo
mirando.

Estaba en la punta de la lengua de Ceri amenazar al


doctor si Virgil o el bebé morían, pero sabía que era un
movimiento tonto amenazar al hombre que trabaja duro para
salvar la vida de ambos.

Pero podía pensarlo.

—Y Bryce quiere tener otro hijo —dijo Ahm con un


bufido—. No, gracias.

Ceri apartó los ojos de su pareja cuando Virgil dejó de


gritar, sus ojos revoloteando cerrados. —¿Has encontrado a la
persona responsable de todo lo que ha estado sucediendo?

—Sabemos que es un camaleón que hacía el trabajo


sucio de Marino. Su nombre es Kell. Eso es todo lo que el
Ultionem sabe.

Un shifter-camaleón. Ese fue el que había visitado a


Virgil, pretendiendo ser Ceri cuando revocó la reclamación.
No había funcionado, ya que no fue el mismo Ceri quien
pronunció las palabras. Pero Ceri quería poner sus manos en
la criatura. —¿Dónde está?

—Lo rastreamos hasta el reino de los demonios, pero lo


perdimos.

Ceri se dio la vuelta, viendo cómo el doctor trabajaba


con diligencia. Se quedó allí durante lo que pareció una
eternidad, empezando a pensar que las cosas estaban
cambiando para peor, cuando oyó un alto grito.

CERI| Lynn Hagen | 144


—Incluso el más poderoso de nosotros caemos cuando
nacen nuestros hijos.

Ahm palmeó el hombro de Ceri. —Felicitaciones.

Ceri apretó los dientes y luchó con fuerza contra el


nudo que se formaba en su garganta. Se cortaría las manos
antes de permitir que una sola lágrima cayera frente a estas
personas. Pero aun cuando las palabras se formaban en su
mente, Ceri comenzó a acercarse. No estaba seguro de lo
que iba a encontrar. El bebé había crecido a un ritmo
alarmante, había nacido en semanas en lugar de meses.
¿Qué pasaba si el niño estaba mal, o llevaba la maldición? A
pesar de que Ceri estaba libre del deseo, su hijo había sido
concebido cuando el deseo aún lo tenía en sus garras.

—Oh... mi —dijo el doctor, de espaldas a Ceri mientras


sus brazos seguían moviéndose. Ceri no estaba seguro de si
eso era una buena señal o no.

—¿Qué, qué es? —preguntó, casi con miedo de


escuchar lo que el doctor tenía que decir.

Echando un vistazo por encima del hombro, el doctor


Sheehan sonrió ampliamente. —Tienes gemelos. Tiene que
haber estado escondiéndose detrás del otro cuando realicé
el ultrasonido en Virgil.

Gemelos. Ceri se sentía como si fuera a desmayarse.


Una abrumadora protectora sensación y puro orgullo lo
envolvió, entonces se preguntó: —¿Chicos o chicas?

—Uno de cada uno. —Había alegría en el tono del


doctor cuando hablaba, un feliz tono que hizo que Ceri se
sintiera un poco mejor.

—¿Qué hay de Virgil?

El doctor se encogió de hombros. —Hasta donde sé, él


no tiene un gemelo.

CERI| Lynn Hagen | 145


Ceri estaba muy agitado con una extraña sensación
ante el humor del doctor. —Mi pareja —dijo con un gruñido—
. ¿Cómo está?

El doctor no respondió, sólo siguió haciendo el trabajo.


Ceri se acercó al lado del hombre y vio el aspecto
demacrado en el rostro de Virgil.

Sólo los vampiros que estaban desnutridos o cerca de


la muerte estaban tan huesudos y con ese aspecto pálido. No
necesitaba oír la respuesta.

Virgil se estaba muriendo.

—Estoy tratando —dijo el doctor con determinación—.


Pero él está sangrando más rápido de lo que puedo
detenerlo.

Sin pensarlo, Ceri mordió su muñeca, presionando la


carne sangrienta contra la boca de Virgil.

—Pero no sabemos…

—¡Se está muriendo! En este punto, no me importa lo


que tenga que hacer para salvarlo. —Ceri usó su otra mano
para levantar la barbilla de Virgil, abriendo la boca de su
pareja.

—Sería mejor que gotees eso aquí. —El doctor estaba


pinzando algún órgano en el vientre de su pareja de par en
par. Ceri movió su muñeca a la herida abierta de Virgil,
dejando que su sangre goteara directamente en el cuerpo
de su pareja. Esta fue una visión que podría haber pasado el
resto de la eternidad sin ver.

—Dale todo lo que puedas —dijo el doctor—, mientras


yo trabajo en detener la hemorragia.

Ceri se acercó a sus hermanos, enseñándoles en su


mente lo que estaba pasando, transmitiéndoles a ellos con

CERI| Lynn Hagen | 146


urgencia que Virgil podría no sobrevivir. No le gustaba la idea
de que alguien más alimentara a su pareja, pero al infierno su
orgullo. La vida de Virgil estaba en juego.

Rhys y Christian estuvieron allí en cuestión de segundos,


abriendo una vena para alimentar a Virgil mientras Ceri
comenzaba a susurrar palabras que él había visto en uno de
los rollos del Guardián. Él nunca se había ocupado de
hechizos o conjuros antes, pero estaba dispuesto a intentar
cualquier cosa.

—El sangrado está más lento —el doctor Sheehan le


informó—. Sin embargo, él aún no está fuera de peligro. Los
niños lo lastimaron al crecer tan anormalmente rápido.

Lamiendo la muñeca cerrándola, los hermanos, junto


con Ahm, observaban al doctor Sheehan cerrar a Virgil. Se
veía tan débil ahí tendido.

Ceri quería tomar al hombre y sostenerlo. Incluso había


intentado encontrar a Virgil en su mente, pero por los
medicamentos que el doctor le había dado a su pareja todo
lo que veía era niebla distorsionada.

Melonee entró con un carrito con ruedas con una


cama de plástico transparente en la parte superior. Ceri se
movió de nuevo a la mesa donde el doctor estaba cosiendo
a Virgil para ver a los dos pequeños bebés envueltos y bien
pegados el uno al otro. Uno llevaba una manta azul y el otro
rosa.

—Saluda a tu hijo e hija —dijo Melonee—. Quizás


conocerlos te ayudará mientras que Virgil se cura. —Ella se
inclinó más cerca—. Va a estar bien. El destino no los haría
pasar por este infierno y luego alegar a Virgil de ti.

Ceri levantó los ojos, mirando fijamente a la mujer fey.


—Pagaste tu deuda.

CERI| Lynn Hagen | 147


—No ayudo para pagar mi deuda. Ayudo porque era
la lo que hay que hacer. —Ella levantó al bebé envuelto en la
manta azul de la cama—. Ten.

Ceri se quedó mirando fijo el paquete. —¿Qué se


supone que debo hacer con él?

Rhys sonrió mientras levantaba los brazos de Ceri y


luego dijo: —Sólo asegúrate de no dejar que la cabeza salte
alrededor.

En el instante en que su hijo tocó sus brazos, Ceri sintió la


oscuridad dentro de él romperse en mil pedazos. Pasó un
nudillo por las sonrosadas mejillas del chico, y se prometió que
protegería a su familia a toda costa.

Christian tomó al hijo de Ceri cuando Melonee le


entregó a su hija. Su corazón se triplicó en tamaño, mientras
miraba los preciosos ojos azul zafiro. Ella era la más hermosa
vampiresa que había visto. Estaba aterrado de que fuera a
dejarla caer. La única cosa que haría este momento perfecto
era que Virgil estuviera despierto y compartirlo con él.

Dirigió su mirada hacia donde el hombre dormía,


diciendo una oración silenciosa para que su pareja superara
esto.

Los ojos de Virgil se abrieron lentamente. Se tomó un


momento para conseguir moverlos. Su cabeza estaba un
poco aturdida, pero se dio cuenta que se encontraba en su
dormitorio. Lo último que recordaba era el intenso dolor en su
abdomen. Virgil se agachó para pasar su mano sobre su
vientre redondeado, sólo para descubrir que estaba plano y
vendado.

CERI| Lynn Hagen | 148


Su corazón se detuvo en seco cuando se dio cuenta de
que ya no estaba embarazado. Virgil estaba aterrorizado de
levantarse y descubrir lo que había pasado. Recordó que el
doctor decía que había algo terriblemente mal con él.

¿Había perdido al bebé?

Se sentía como si el corazón le fuera arrancado de su


pecho hasta que giró la cabeza. Tuvo que parpadear dos
veces mientras veía a Ceri acostado sobre su lado en la
cama con él, profundamente dormido.

Y tenía dos paquetes escondidos cerca de su cuerpo.


Virgil podía sentir un bulto duro cerrar su garganta mientras se
acercaba, levantó la manta azul y vio una pequeña cara.
Luego se acercó a la manta de color rosa e hizo lo mismo.

¿Dos bebés?

Los ojos de Ceri se abrieron mostrando los colmillos


hasta que vio que se trataba de Virgil que estaba tocando a
los infantes. El bebé en la manta azul giró la cabeza, sus labios
buscando los dedos de Virgil. Él se lo dio. Pequeños dientes
mordieron el dedo cuando el bebé comenzó a mamar.

Una mano fuerte y cálida se acercó y acarició el rostro


de Virgil.

—¿Cómo te sientes?

Virgil se acercó, dando al bebé en la manta de color


rosa su otro dedo. —No creo que vaya a correr un maratón,
pero ya no me siento como si la muerte me reclamara.

El pulgar de Ceri rozó su mejilla mientras él no se


cansaba de mirar a los bebes. —¿Gemelos?

—Esto corre por la familia —dijo Ceri—. Tenemos un hijo


y una hija.

CERI| Lynn Hagen | 149


—Como que lo pensé por la manta azul y rosa. —Su
corazón latía un poco más rápido cuando vio que su hija
tenía los ojos de Ceri. Los ojos de su hijo estaban cerrados, por
lo que Virgil no podía verlos.

—¿Cómo los llamamos? —preguntó.

—He estado pensando en eso —admitió Ceri—. ¿Qué


te parece Nicolina Luciana Espelimbergo y Nevarez Lucio
Espelimbergo?

Virgil vio a su hijo y su hija, reflexionando sobre los


nombres en la cabeza. —Eso es un buen bocado teniendo en
cuenta que mi nombre es simplemente Virgil Green.

Sus ojos se abrieron más cuando Ceri soltó una


carcajada. El sonido era profunda y rico, por lo que su pareja
se veía como una persona totalmente diferente, la sonrisa
transformó su rostro en algo majestuoso. —Tu nombre es Virgil
Espelimbergo y podríamos simplemente llamarlos Jessica y
Jim, si lo deseas.

Virgil sacudió la cabeza. —No, me gusta Nicolina y


Nevarez. Es algo que se adapta a ellos.

Alguien golpeó la puerta y los párpados de Ceri se


redujeron a ranuras, los irises azul zafiro se movían lentamente
hacia la puerta. Ahora ese era el aspecto al que Virgil estaba
acostumbrado a ver: oscuro y mortal. Su pareja se movió de
la cama, poniéndose de pie de forma depredadora. Todo su
cuerpo llenando la puerta cuando contestó.

Virgil acercó aún más a los bebés hasta que vio que
era el doctor Sheehan el que había estado llamando a la
puerta. Con toda la locura pasando, Virgil no quería correr
ningún riesgo.

—Traje una llave conmigo esta vez —dijo el doctor


cuando le sonrió a Ceri. No era que el chico no tuviera ningún

CERI| Lynn Hagen | 150


sentido de autoconservación, Virgil no podía entender cómo
el doctor no parecía inmutarse por Ceri, cuando todo el
mundo se orinaba en torno al feroz vampiro—. Tengo que ver
a mis pacientes.

Virgil no entendía lo que el hombre quiso decir con que


tenía una llave. Tampoco se molestó en preguntar. Ya era
bastante difícil para él mantener los ojos abiertos, y mucho
más tener una conversación con el doctor en el momento en
el que el humano examinó a los tres.

Observó que el doctor hablaba tranquilamente con


Ceri antes de abandonar la habitación. Caminando hacia la
cama, Ceri entró, jalando a los dos bebés con él mientras
Virgil cerraba los ojos. Se podría decir que todo el que se
acercara a su hijo e hija iba a tener que pasar por Ceri
primero. El hombre podría haberse suavizado sólo un poco,
pero el destello del antigua vampiro aún estaba allí, vivo y
respirando y listo para dar rienda suelta a todo aquel que
pareciera tomar el camino equivocado con sus hijos.

CERI| Lynn Hagen | 151


Capítulo 14

Maverick vio cómo Sebastián hablaba con sus


hombres. No confiaba en él. Por lo que sabía, el lobo Timber
podría haber sido el que orquestó el secuestro de Xavier y
estar cerca solo para apartarlo del rastro de su nieto.

Él no confiaba en nadie en estos momentos. Había


algunas similitudes, pero no las suficientes para convencer a
Maverick de que Sebastián era su hermano.

Todo lo que sabía era que estaba perdiendo el tiempo.


Necesitaba encontrar a Marino y obtener algunas respuestas.
El peor temor de Maverick era nunca volver a ver a su nieto
de nuevo, pero él estaba en un callejón sin salida tras otro.

Dándole la espalda a los tres hombres, Maverick


presionó su teléfono celular a la oreja cuando sonó. —¿Qué
has encontrado?

—Mucho —respondió Nero—. De acuerdo con el


departamento de tránsito, la fotografía que tienen en el
archivo para su licencia de conducir es del mismo hombre de
la foto que tomaste con tu teléfono, y me enviaste. Él es, sin
duda, Sebastián Brac. Sí, lo es. Pero eso no te dice si es el
bueno o el malo de la película. No, no es así. Su puntaje de
crédito es bueno, sus finanzas no son un problema. El tipo es
rico. Él está absolutamente limpio, Ricky.

—¿No hay registros de antecedentes penales? ¿Qué


hay de su vida personal? —Maverick miró por encima del
hombro para ver a Sebastián mirándolo. No le importaba una
mierda si el chico escuchaba su conversación. Quería saber
quién era ese hombre que estaba dispuesto a meter el cuello

CERI| Lynn Hagen | 152


para ayudar a Maverick. No muchos hombres lo hacían por
un desconocido y quería asegurarse de que no lo estaba
engañado.

—Bien, ahora que tengo los aspectos socialmente


aceptables fuera del camino, vamos a hablar de pavo. El
chico se encarga de la manada Cyrus en Virginia. Por lo que
pude reunir, perdió a su mejor amigo, un asesinato que aún
no se ha resuelto. Micah tiene un amigo allí y él ha hablado
con el chico. Su amigo le dice que no puedes encontrar a
nadie más feroz o leal que Sebastián. Pero eso es sólo un
rumor. Sí, lo es.

—Gracias, Nero. Te debo una. Llámame si descubres


cualquier otra cosa.

—Lo haré, Ricky. Y me puedes pagar buscando a


Xavier. Extraño al pequeño.

Lo mismo que Maverick. —Estoy haciendo todo lo


posible, Nero. ¿Cómo está Cecil?

—Oh, sí, se me olvidaba. Él está furioso porque no


puede encontrarte. Envió un mensaje a través de sitio web a
las parejas para que te buscaran. Sí, lo hizo. —Nero se rio—.
Creo que necesitas llamarlo.

Mierda. Maverick había estado tan ocupado con


Kenyon, y luego con Sebastián, que se había olvidado por
completo de llamar a su pareja. —Tengo que irme.

Colgó el teléfono y marcó el número de Cecil, pero su


pareja no respondió. Maverick dejó un correo de voz de que
estaba bien y siguiendo pistas.

—Entonces, ¿cómo fue la comprobación? —preguntó


Sebastián, dejando que Maverick supiera que había oído
toda la conversación.

CERI| Lynn Hagen | 153


—Un poco demasiado limpio en mi opinión. —Se metió
el teléfono en su bolsill—. Tienes una buena vida. —
Caminando, Maverick se dijo que él no necesitaba nuevos
amigos ahora, especialmente un hermano que ni siquiera
sabía que tenía. Hasta que Xavier estuviera de vuelta bajo su
techo, todo el mundo estaba bajo escrutinio.

—Hecho. —Sebastián se giró en la dirección opuesta


con sus hombres. Maverick logró salir del reino de los
demonios, mirando alrededor de la ciudad y preguntándose
cómo iba a encontrar a Marino Malone. Aunque le tomara
hasta el último aliento, iba a recuperar a Xavier. Y Marino
Malone iba a morir por acercarse a su nieto.

Ceri cerró la puerta de la habitación antes de moverse


a través de Neverlight Hall, viendo las reparaciones que se
estaban realizando. La restauración iba a tomar algún
tiempo, pero quería un lugar adecuado para su pareja e
hijos.

No había ningún otro lugar en el que quisiera tener a


Nicolina y Nevarez que en la casa en la que había crecido,
Ceri incluso había logrado hablar con Rhys para que se
viniera a vivir con su pareja y su hijo. Aún se estaba
acostumbrando a la vida sin la maldición. También se estaba
acostumbrando a no repartir justicia a aquellos que se lo
merecían.

En este momento, tenía cosas más importantes en que


ocupar su tiempo. Sus hijos y pareja eran su prioridad número
uno.

—Una familia parece ser justo lo que necesitábamos.

CERI| Lynn Hagen | 154


Ceri se dirigió hacia una de las ventanas, viendo por
encima de la montaña, disfrutando de la luna llena. —Eso
parece.

Christian se acercó a él. —¿Cuánto has cambiado?

Inclinando la cabeza, Ceri miró a su hermano mayor. —


Para Virgil y mis hijos, un montón. Para todos los demás, voy a
arrancar sus corazones de sus pechos mientras aún estén
respirando. ¿Por qué preguntas eso?

—Porque… —Christian se giró completamente para


quedar enfrentados—. No quiero que la muerte de Dante o la
de su aquelarre se queden sin vengar.

—¿Sabes quién los mató?

Moviéndose unos pasos, Christian miró hacia el techo,


con los hombros rígidos. —No, pero cuando me entere, nada
mantendrá a esa persona a salvo. Aún tenemos que ver el
asunto del shifter-camaleón llamado Kell. Digo que es un
mestizo. Lleva sangre de lobo. Podemos comenzar nuestra
búsqueda en el reino demonio.

—Dame un par de días —respondió. Virgil todavía no


estaba bien al cien por ciento. Ceri no iba a dejar a su pareja
con los niños para ir a la caza hasta que Virgil pudiera
prescindir de él durante un día o dos. Incluso entonces, Ceri
no iba a dejar a su pareja indefensa. No, él no había
cambiado mucho. Seguiría destripando a cualquier persona
que incluso pensara en lastimar lo que era suyo.

—Esperaré a que te muestres —respondió Christian.


Tenía un brillo oscuro en sus ojos y Ceri podría decir que el
hombre no iba a descansar hasta que la muerte de Dante
fuera vengada. Ceri no tenía ningún problema en perseguir a
los responsables.

CERI| Lynn Hagen | 155


Una vez que Christian se había ido, Ceri volvió a entrar
en el dormitorio, sonriendo al ver que Nicolina estaba
completamente despierta, mirándolo fijamente a los ojos. No
estaba seguro de si ella sabía que él era su padre, pero su
tranquila alegría decía mucho.

Tomándola cuidadosamente, él la abrazó, sorprendido


de que esta pequeña persona había venido de su cuerpo.
Ella lo miró con una aguda inteligencia, a pesar de que no
tenía más que unos pocos días. No estaba seguro de lo que
esas pociones podrían haberle hecho a sus hijos, pero hasta
ahora el doctor les había dado un certificado de buena
salud.

—Vas a malcriarla. —Virgil abrió los ojos, mirando a


Ceri—. Puedo ver que ella va a tenerte envuelto alrededor de
su dedo.

Y su pareja tenía razón.

—Debemos conseguirles cachorros.

Ceri ladeó la cabeza mientras Nicolina se acomodaba


en sus brazos. La sostenía mejor ahora después de una breve
práctica con los gemelos. Él sabía que tenía un largo camino
por recorrer en cuanto a las habilidades de padre, pero
estaba bastante seguro de que los niños no usarían su falta
de conocimiento contra él. —No entiendo por qué.

Virgil se encogió de hombros. —He visto a los humanos


hacerlo y los niños se ven muy felices.

Ninguno de ellos tenía ni idea de lo que estaban


haciendo, pero Ceri sabía que ambos estaban a tientas sobre
esto. Por Virgil, él haría todo lo que el hombre le pidiera
porque por fin tenía un trozo de lo que su gemelo anhelaba
tanto.

Una familia.

CERI| Lynn Hagen | 156


En casa, Ceri iba a tratar de dar a Virgil y a sus hijos lo
que sus padres tan amorosamente le habían dado a él y a sus
hermanos. Una vez había disfrutado de la vida, hasta la
guerra. Ceri quería recordar lo que era reír y amar de nuevo.
Había crecido enojado y violento, pero eso no era lo que era.

A menos que alguien fuera tan tonto como para


acercarse a su familia, entonces no tendría ningún problema
mostrándoles que Ceridian Giordano Espelimbergo era el más
malo y más feroz vampiro que camina por la Tierra.

—¿Cachorros? —Ceri pensó en lo que su pareja quería.


Había mucho espacio en el castillo para dos pequeños
cachorros. Había oído que podrían ser grandes perros
guardianes si elegían la raza adecuada.

Había un pastor alemán en la mansión llamada Mango.


Los hijos de Christian y el hijo de Rhys parecían adorar al perro
y el perro parecía muy feliz con los niños.

Entregando a Nicolina a Virgil, Ceri agarró a Nevarez


de la cuna, viendo las fuertes líneas de la mandíbula del
chico. Iba a ser un gobernante, un día, Ceri podía decirlo.

Había algo acerca de estar acoplado y tener una


familia que lo llevaba a un lado más suave que ni siquiera
sabía que tenía. Caminando hacia la cama, una vez más,
Ceri se sentó, se inclinó para darle un beso a su pareja,
transmitiéndole lo mucho que le importaba. —Te amo, Virgil.

El hombre sonrió, algo que estaba seguro que Virgil no


había hecho suficiente en su vida. Ceri preveía cambiar eso.
—También te amo, Ceridian.

CERI| Lynn Hagen | 157


Dejando a los bebés de nuevo en su habitación, Ceri
regresó a la suya, tomando la mano de Virgil, pasando sus
labios con los nudillos. Su pareja no dijo una palabra mientras
se desvestía lentamente y luego se acomodaba entre sus
piernas. Gracias a Dios que Virgil había tomado el control de
la natalidad que el doctor le había ofrecido, porque no había
manera de que fuera capaz de negarse a su pareja.

Ceri lubricó sus dedos y luego los movió debajo de


Virgil, deslizando sus gruesos dedos en el culo de Virgil
mientras besaba un camino alrededor del cuello de su
pareja. Su piel se sentía como si estuviera en llamas, su cuerpo
dolía por ser llenado por el grueso pene de su pareja. Gimió
ante el delicioso ardor cuando su pareja lo estiraba.

Justo cuando VIrgil pensaba que iba a morir si su pareja


no lo jodía, Ceri colocó la cabeza de su pene contra su
entrada. —Voy a joderte —dijo justo antes de que la dura
como el acero erección se enterrara en el cuerpo de Virgil
hasta la empuñadura. Virgil gritó y Ceri se quedó inmóvil,
mirando fijamente a Virgil con ojos tiernos.

Virgil clavó las uñas en el pecho de su pareja, la


respiración más allá del dolor cuando su pareja tomó el rostro
de Virgil. —Voy a reclamarte esta noche, mi amor. —Parecía
que estaba luchando por el control mientras su cuerpo se
estremeció con aparente tensión.

—¿Sabes cuánto tiempo he estado esperando para oír


esas palabras? —Virgil preguntó, el dolor atravesó su mitad
inferior y luego disminuyó. El cuerpo de Virgil de nuevo estaba
en fuego por su pareja—. Reclámame.

La expresión de su pareja volvió a ser tierna cuando se


inclinó hacia adelante y besó a Virgil lentamente. Éste gimió
en la boca del hombre cuando se arqueó hacia él, sus
pezones rozando contra una dura pared de carne. Las
caderas de su pareja empezaron a moverse, la gruesa

CERI| Lynn Hagen | 158


longitud de Ceri estirando a Virgil cuando se retiraba y volvía
a penetrarlo.

Ceri rompió el beso y luego enterró su cara en el cuello


de Virgil. —Hijo de puta —susurró mientras deslizaba sus
manos debajo de las nalgas de Virgil, quien se levantó un
poco más alto. Un gruñido retumbó, vibrando en el pecho del
vampiro cuando Ceri se recostó sobre sus piernas y lo miról—.
Mierda, Virgil, mierda. —Pasó su mano por el abdomen de
Virgil, y luego sus dedos tomaron el pene.

Virgil echó la cabeza hacia atrás y gritó el nombre de


su pareja. Eso pareció ser una especie de gatillo, porque las
embestidas de Ceri se profundizaron y un gruñido salvaje
resonó en la habitación. La presión se construía de nuevo,
sólo que esta vez se sentía volátil. Virgil lo tomó y Ceri se
inclinó hacia adelante, tomando la boca de Virgil y enviando
a Virgil al borde de la locura. Virgil levantó las piernas y trató
de envolver la cintura de Ceri, pero el hombre era
malditamente demasiado ancho, por lo que lo único que
pudo hacer fue dejarlas colgando de sus caderas mientras su
pareja montaba duro a Virgil.

—Mi amor7 gimió Ceri. El calor se construía más alto,


más caliente. El cuerpo de Virgil estaba inflamado mientras
ellos se deslizaban uno con el otro.

—Ceri —gritó el nombre del hombre. Ceri miró a Virgil, y


su expresión era oscura, salvaje, haciendo que Virgil se
lamiera sus labios secos mientras los colmillos se alargaban
lentamente. Él estaba en el cielo. Tembló bajo la dura mirada
de su pareja, tan excitado ahora, se empujó más allá de la
realidad que en este momento no le importaba un comino—.
Muérdeme.

7
En español en el original.

CERI| Lynn Hagen | 159


Ceri rozó las puntas de los dientes sobre el hombro de
Virgil y Virgil agarró la parte posterior de la cabeza. —Hazlo.

—Agárrate de mí, bebé.

Las manos de Virgil se agarraron de los hombros de su


pareja cuando sintió la gruesa longitud del pene presionarse
más profundo dentro de su cuerpo. —Ceri, por favor.

—Amo oírte suplicar. —La voz de Ceri era tensa,


sonando como si estuviera sosteniendo un último hilo de
control.

Virgil se olvidó lo que estaba pensando mientras el


delicioso ardor lo llenaba, recordando a Virgil que Ceri
estaba muy dentro de él. Se retorció debajo del vampiro
mientras éste se inclinaba hacia atrás, su mirada fija en
donde sus cuerpos se conectaban.

—Se ve bien, ¿verdad? Deslizándome dentro y fuera de


ti de esta manera —preguntó. Virgil levantó la mirada para
ver lo que su pareja estaba viendo. Estaban en medio del
sexo, sin embargo, podía sentir su piel sonrojarse por el calor.
Ceri se rio suavemente—. Muy bonito.

—Mi cuerpo, no puede soportar. Por favor, Ceri, por


favor. —Se removió debajo del hombre, luchando por su
liberación.

Ceri comenzó a joder su culo, con estocadas profundas


y duras que tenían a Virgil gritando su nombre mientras sentía
cada embestida extendiéndolo, acariciándolo. Ceri lo
empujaba de cabeza en un vuelo hacia el éxtasis, su
poderoso pene alimentando a Virgil, llenándolo, acariciando
con un calor abrasador cada vez mayor.

El abdomen de Virgil se apretó, ondulándose,


estremeciéndose, y luego sus ojos se abrieron con su visión
borrosa. Los músculos del culo de Virgil apretando el pene de

CERI| Lynn Hagen | 160


Ceri cuando explotó. Se retorcía debajo de su pareja cuando
un placer indescriptible lo recorrió.

—Virgil... dios... bebé... —En el fondo, con fuerza, sus


embestidas se aceleraron, Virgil sentía chorros de semen en el
interior de su culo. Se desencadenó otra explosión que lo dejó
jadeando, luchando por respirar mientras se retorcía debajo
del poderoso cuerpo de su pareja.

Gimió mientras cerraba los ojos.

—Oh no, inocente. Aún no he terminado contigo.

Los ojos de Virgil se abrieron de golpe. Él no podía creer


que su pareja seguía estando duro como una roca en su
interior.

Ceri sacó su pene del culo de Virgil, giró a Virgil sobre su


abdomen y se deslizó hacia el interior.

—Esta vez nos tomamos las cosas con calma.

Lento era bueno. Virgil no estaba seguro de poder


tomar todo el fuego que todo lo consumía que acababa de
desgarrar su cuerpo en pedazos. Las manos de Ceri se
deslizaron sobre su espalda, y luego inclinó su musculoso
cuerpo sobre Virgil depositando suaves besos por su columna.
Virgil gimió. Sentía las manos de Ceri por su cuerpo, su pene
empujándose más profundo dentro de su culo era como el
cielo.

Había pensado que no tenían un futuro juntos, que Ceri


estaría por siempre perdido para él. Ahora lo único que
quería era que su pareja hiciera el amor con él por el resto de
su vida. La idea era una locura, pero cierta. Aún estaba
asombrado de haber dado a luz a dos hermosos bebés. Virgil
sentía una protectora necesidad golpearlo con fuerza,
sabiendo que moriría para proteger no sólo a su pareja, sino

CERI| Lynn Hagen | 161


también a sus preciosos bebés. Eran toda su vida, todo lo que
tenía, y él se aferraba a ellos con fuerza.

Todos los pensamientos huyeron cuando Ceri le colocó


en sus manos y rodillas. Se estremeció de placer cuando la
mano de Ceri bajó por su cuerpo y agarró su erección,
acariciando su pene mientras se movía hacia atrás y
adelante, su eje recorriendo las terminaciones nerviosas.

—Tu cuerpo encaja en mi perfectamente —Ceri dijo


mientras mordisqueaba a Virgil en el hombro.

Moviendo su cuerpo hacia atrás y empalándose en el


culo de Ceri, Virgil se perdió en los deseos sensuales que
calentaban el interior de su cuerpo. No estaba seguro de si
lento y torturante era mejor que rápido y explosivo.

Parecía no importar cómo Ceri lo tomaba, hacía que


su interior ardiera. Pero esta construcción era lenta en llegar.
Se sentía como si estuviera consumiéndose en un fuego de
combustión lenta, carcomiendo su cordura mientras se
empujaba hacia atrás, gimiendo al sentir el grueso pene de
su pareja llenándolo.

—Así es, mi amor. Tómame. Toma lo que necesitas.

La mano de Ceri comenzó a moverse más rápido en el


pene de Virgil mientras sus embestidas se profundizaban,
volviéndose más rápidas.

Virgil arañó las sábanas, abriendo más las piernas, sus


caderas girando mientras Ceri se hundía en el interior de su
culo. —Hazme correr, Ceri.

El hombre dio un gruñido mientras aceleraba, su pene


golpeando el cuerpo de Virgil mientras soltaba el pene de
Virgil y en su lugar agarraba sus caderas. Bajó los hombros,
moviendo su cabeza de un lado a otro, haciendo todo lo
posible para dejarse ir.

CERI| Lynn Hagen | 162


Virgil gritó cuando los colmillos de Ceri se hundieron en
su piel. La conexión ya había estado allí, más allá de
cualquier pensamiento posible, pero ahora que estaba
plenamente reclamado, su mente parecía ser una. Podía ver
todo lo que Ceri había pasado, el dolor que había sufrido, y el
anhelo que el hombre se había sentido cada vez que lo
había visto a él.

Ellos se unieron de una manera tan profunda que no


había nada en la mente de Virgil que Ceri no pudiera ver.
Estaba expuesto al hombre, todos sus pecados y penas
dispuestas para que su pareja las viera.

Ceri lamió la herida, susurrando al oído de Virgil: —


Nunca más te sentirás solo.

Justo cuando Virgil pensaba que iba a volverse loco, su


cuerpo se estremeció, su mente daba vueltas, y su corazón se
aceleró tan rápido que se mareó.

Su pareja gritó desde detrás de él, convirtiendo sus


movimientos descoordinados mientras su semilla lo llenaba,
una vez más. Se empujó unas cuantas veces más antes de
perder velocidad, con la respiración entrecortada.

Ceri jaló a Virgil a sus brazos, acariciando su cuello,


suaves ronroneos retumbaron en su pecho. Virgil luchaba por
respirar normalmente mientras su pareja sacaba lentamente
su flácido pene de su hinchado culo.

Algo se instaló en el interior de Virgil, la destrucción de


la oscuridad que había sentido durante tanto tiempo, y él lo
sabía en ese momento que Ceri era el salvador. Virgil siempre
había sabido que el hombre lo era.

CERI| Lynn Hagen | 163


Kory Kendrick se detuvo cuando vio a un hombre que
yacía boca abajo en el suelo. Miró alrededor del bosque,
pero no vio a nadie más. No todos los días se topaba con
alguien que tomara una siesta en la tierra. Ni siquiera estaba
seguro de si debía molestar al chico o no. Se veía bastante
cómodo acostado cubierto de hojas.

—Hey, ¿necesitas ayuda? —preguntó mientras olía el


aire.

No sabía si el hombre era un humano o de otro tipo.


Caminando con cuidado más cerca, Kory dio un golpecito al
chico con la punta del pie. —Hey, ¿estás bien?

El hombre no se movió. ¡Oh! ¿Y si estaba muerto?


Bueno, eso explicaría que no respondiera. Se dejó caer de
rodillas, esperando como el infierno no estar tocando un
cadáver. Eso sería muy grave.

Él agarró el hombro del chico, con su fuerza de shifter


para darle la vuelta. El hombre durmiendo la siesta era
bastante pesado. Kory jadeó sin aliento cuando el
desconocido cayó de espaldas. Su rostro estaba cubierto de
quemaduras con un aspecto tan desagradable que se sintió
un poco mareado de ver al tipo. El hombre era tan blanco
como el papel y sus rasgos demacrados. No sabía cuánto
tiempo había estado aquí.

Ew, ¡había tocado un cadáver!

Estaba a punto de levantarse y alejarse de la cosa


cuando los párpados ennegrecidos se abrieron de golpe.
Kory gritó y trató de correr, pero sólo logró caer de culo. Trató
de orientarse, pero el cuerpo se lanzó sobre él, aplastándolo
abajo antes de abrir la boca, mostrando los colmillos afilados.
—Por esto, lo siento mucho.

Kory gritó cuando el vampiro mordió su cuello, y su voz


resonó en el bosque mientras su visión se volvía borrosa.

CERI| Lynn Hagen | 164


Sabía que debía haber tomado un camino diferente.

Fin

CERI| Lynn Hagen | 165


Acerca de la Autora

Lynn Hagen ama escribir acerca de algo imperfecto, pero


adorable. También ama los héroes que pueden pasar por todo
para al fin encontrar el diamante de un hermoso corazón.

Puedes encontrarla cualquier día frente a su laptop con


una taza de caliente té de Java, trabajando en lo que dirán los
personajes de su siguiente historia

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Traducción:
Esther

Corrección:
Gaby

Edición y formato:
Gaby

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