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el ministerio

y los ministerios
según el
Nuevo Testamento

CRISTIANDAD
BIBLIOTECA
TEOLÓGICA EL MINISTERIO
CRISTIANDAD

La dirige
Y LOS MINISTERIOS
M. GESTEIRA GARZA SEGÚN EL
1. J. Alfaro: Cristología y Antropología
NUEVO TESTAMENTO
2. K. Rahner/P. Overhage: El problema de la hominización
Dirigido por
3. K. Rahner/W. Thüsing: Cristología JEAN DELORME

4. J. Delorme: El ministerio y los ministerios según el NT Con la colaboración de


PAUL BONY, EDOUARD COTHENET, JEAN DELORME,
HENRY DENIS, PIERRE DORNIER, AUGUSTIN GEORGE,
PIERRE GRELOT, ANNIE JAUBERT, SIMÓN LEGASSE,
ANDRE LEMAIRE, XAVIER LEON-DUFOUR, CHARLES
PERROT, BERNARD SESBOÜE, MAURICE VIDAL

m
EDICIONES CRISTIANDAD
Huesca, 30 - 32
MADRID
© Copyright en Éditions du Seuil, París, 1974 CONTENIDO
Título original
LE MINISTERE ET LES MINISTERES
SELON LE NOUVEAU TESTAMENT
Dossier exégétiqtie et reflexión théologique

Traducción de
T. MUÑOZ SCHIAFFINO Prólogo 15

PRIMERA PARTE
Nihil obstat: ESTUDIO EXEGETICO
¡Enrique Pascual Introducción 21
Madrid, 24-2-1975
Cap. I. LAS EPÍSTOLAS DE PABLO: EL HECHO COMUNITARIO [Annie
Jaubert] 23
Imprimatur: 1. Comunidades donde actúa Dios 24
2. Comunidades responsables 25
J. M. a Martín Patino, SJ 3. Dones, oficios y ágape 28
Pro-Vicario General 4. Dialéctica de la asamblea y de sus ministros 29
Madrid, 24-2-1975 5. Relaciones entre Pablo y la comunidad 34
Advertencias y orientaciones 37

Cap. II. LAS EPÍSTOLAS DE PABLO: LA MISIÓN APOSTÓLICA [Pierre


Grelot] 40
I. La conciencia del apostolado en Pablo 41
1. El oficio del apóstol 41
2. Los rasgos del verdadero apóstol 43
II. El servicio de Dios y de Cristo con vistas a la salva-
ción de los hombres 45
Derechos para todos los países de lengua española en 1. Servicio de Dios y servicio de los hombres ... 45
EDICIONES CRISTIANDAD, S. í. 2. Las modalidades del servicio de los hombres ... 46
3. Los diversos aspectos del ministerio apostólico. 48
Madrid, 1975
III. Pablo y los otros ministros del evangelio 51
1. Pablo y Pedro 51
2. Pablo y los otros apóstoles 53
Depósito legal: M. 4402-1975 3. Los servidores de la Palabra y los colaboradores
ISBN: 84-7057-173-7 de Pablo 55
IV. Imágenes y figuras del servicio apostólico 56
1. El trabajo apostólico 56
Printed in Spain 2. Recurso al léxico cultual 57
Aldus, S. A., Artes Gráficas -Castelló, 120-Madrid Conclusiones y orientaciones 59
Contenido Contenido 9
III. LAS EPÍSTOLAS DE PABLO: LA DIVERSIDAD DE LOS MINISTE- VI. LA EPÍSTOLA A LOS HEBREOS [Charles Perrot] 114
RIOS [André Lemaire] 61
I. La comunidad y sus dirigentes 115
I. La diversidad de los ministerios 61 1. La comunidad 115
1. Las listas de funciones 62 2. Los dirigentes de la comunidad 118
2. Los colaboradores de Pablo 65
II. El sacerdocio y los ministerios 123
3. Los ministros de las iglesias locales 67
1. El sacerdocio de Cristo y los ministerios 123
II. La vida de los diversos ministros 70 2. El sacerdocio antiguo de Israel y los ministerios. 126
IV. LA EPÍSTOLA A LOS EFESIOS [Paul Bony] 75
VIL LA PRIMERA EPÍSTOLA DE PEDRO.—LA EPÍSTOLA DE SANTIAGO
I. La identidad eclesial y el ministerio de los «apóstoles
[Edouard Cothenet] 132
y profetas» 76
1. «Sobre el fundamento de los apóstoles y profetas» 76 I. La Iglesia como pueblo escogido y comunidad sacer-
2. «Yo, Pablo» 80 dotal 133
II. La vida litúrgica de la comunidad 138
II. La comunidad eclesial, la unidad y los ministerios ... 83
III. El oficio de los ancianos 140
1.
El crecimiento coherente del cuerpo, responsabili-
dad de todos 83 Conclusión 144
2. Los ministros, dones de Cristo a su cuerpo para Nota sobre los presbíteros en Sant 5,14 145
el crecimiento de éste 85
Conclusión 90 VIII. EL EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS [Jean Delorme] 148
1. La apostolicidad de la Iglesia 90
2. Sentido de los ministerios que actualmente se I. Las funciones de Iglesia 150
ejercen en la Iglesia 91 1. La predicación del evangelio 150
2. La catequesis a los creyentes 151
V. LAS EPÍSTOLAS PASTORALES 92 3. La cena eucarística 153
4. La oración 154
i. PABLO APÓSTOL [Pierre Dornier] 92 5. Los ministerios 154
I. El llamamiento a la misión apostólica 94 II. Los discípulos y los Doce 156
II. El ejercicio de la misión apostólica 95 1. La misión de los Doce 157
1. La responsabilidad de todas las iglesias 95 2. Las funciones de los compañeros de Jesús en el
2. La responsabilidad frente a los colaboradores in- conjunto del libro 161
mediatos 97 Conclusión 168
III. La mística del apóstol 98
1. La oración 98 IX. EL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO [Simón Légasse] 172
2. La lucha por Cristo 99 I. Una presencia actual y determinante: Cristo con los
3. La esperanza en las pruebas 99
4. La ofrenda de la vida por los hermanos 100 suyos 174
II. Llamada al pasado 175
II. LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA [André Lemaire] 100
III. La vida de una comunidad cristiana 177
I. Los colaboradores de Pablo. Los «evangelistas» 101 1. Una sociedad separada ya del judaismo 178
1. La entrada en funciones 101 2. Los fieles de la Ley nueva 179
2. La función de Timoteo y de Tito 103 3. Una comunidad heterogénea 182
3. La preocupación por el porvenir 105 4. Una comunidad fraterna 183
II. Los ministros de la iglesia local 106 IV. Cargos y organización 186
1. Los «presbíteros-epíscopos» 106 1. Una instrucción concerniente a los cristianos pe-
2. Los «servidores-diáconos» 109 cadores 186
3. Otros grupos 111 „ 2. Los doctores 188
10 Contenido Contenido 11
3. Profetas y taumaturgos 189 II.Las alusiones a los ministerios 250
4. Mateo y la evangelización de los gentiles 191 1. Los apóstoles 250
Conclusiones 193 2. Los profetas 251
3. Los ángeles de las iglesias 255
Cap. X . LA OBRA DE LUCAS: HECHOS Y EVANGELIO [AugUStin Conclusión 257
George] 195
I. LOS MINISTERIOS SEGÚN EL LIBRO DE LOS HECHOS 196 SEGUNDA PARTE
I. La Iglesia de Jerusalén 197 REFLEXIÓN TEOLÓGICA
1. Los apóstoles 197 Introducción 261
2. Los Siete 202
3. Los profetas 204
4. Los ancianos 205 XIII. DIVERSIDAD Y UNIDAD DE LOS MINISTERIOS SEGÚN EL NUEVO
TESTAMENTO [Jean Delorme] 263
II. Las comunidades prepaulinas 206
1. Comunidades distintas 206 I. FIGURAS Y FUNCIONES MINISTERIALES 266
2. Antioquía 206 I. Multiplicidad de los servidores y diversidad de las
III. Las misiones de Pablo 208 jiguras ministeriales 267
1. El ministerio de Pablo 208 1. Los Doce y los apóstoles 267
2. Los colaboradores de Pablo en la misión 211 2. Los profetas y los doctores 271
3. Los ministros locales de las iglesias paulinas ... 212 3. Las otras figuras ministeriales 273
IV. Los ministerios en el libro de los "Hechos 215 II. Las tres dimensiones del ejercicio de los ministerios 215
1. Las relaciones con los no cristianos y la misión 276
II. LOS MINISTERIOS SEGÚN EL EVANGELIO DE LUCAS 217 2. La comunión de las iglesias entre sí 278
I. Jesús servidor de la palabra 217 3. Las relaciones dentro de las comunidades 278
II. Jesús en el origen del ministerio de los apóstoles ... 218 III. Las grandes funciones ministeriales 284
III. Alusiones a los ministerios futuros 221 1. El servicio de la palabra 284
IV. Los ministerios en el tercer Evangelio 224 2. El servicio de la comunión 285
3. Servicio de los sacramentos 285
Cap. XI. EL EVANGELIO Y LAS EPÍSTOLAS JOANICAS [Xavier Léon- Conclusión 287
Dufour] 226
II. SERVIDORES Y SERVICIO EN LA IGLESIA 288
I. Tactores de unidad 229
I. Servidores y servicio 290
1. La enseñanza de la fe 229
2. La vida sacramental 231 1. Servicio y ministerio 290
3. Origen de la unidad de los creyentes 233 2. Todos servidores 292
II. Unidad y diversidad 235 II. Autoridad y servicio 293
1. El ministerio fundamental 235 1. La autoridad de Cristo 293
2. Actos ministeriales 236 2. La autoridad de los enviados de Cristo 294
3. Los discípulos y los Doce 237 3. Los otros ministerios 296
4. Pedro y el discípulo que Jesús amaba 240
III. EL SERVICIO DE LA OBRA DE DIOS
Conclusión 243 PARA EL PROVECHO DE LOS HOMBRES 299

Cap. XII. EL APOCALIPSIS [Edouard Cothenet] 246 I. El doble aspecto de la acción divina 300
I. Principales orientaciones del Apocalipsis 247 Conclusión 303
1. Cristología 247 II. Títulos para cooperar a la acción divina 304
2. Universalismo 248 1. Los títulos al ministerio propios de los envia-
3. Unidad del pueblo de Dios 249 dos del Resucitado, los profetas y los doctores. 305
12 Contenido Contenido 13

2. Los títulos carismáticos y la institución de los 2. El servicio apostólico o la cuestión de los minis-
terios ordenados 405
ministerios 310
Conclusión 411
Conclusiones 315 1. Coherencia de una doctrina de los ministerios
Conclusión 317 fundada en el Nuevo Testamento 411
2. Apertura de la práctica eclesial a la fecundidad
Cap. XIV. MINISTERIOS Y ESTRUCTURA DE LA IGLESIA [Bemard Sesboüé] 321 imprevisible del Espíritu 413
3. Testimonio del Nuevo Testamento, práctica ecle-
I. Lectura del Nuevo Testamento y teología dogmática. 327 sial, evolución del mundo 414
1. La mutua implicación del Nuevo Testamento y
de la Iglesia: la tradición 327 Cap. XVI. A PROPOSITO DE LA RELACIÓN ALGUNOS/TODOS EN LA IGLESIA
2. La unidad del Nuevo Testamento y su interpre- [Maurice Vidal] 416
tación 331
1. Las personas en autoridad 417
3. El testimonio del Nuevo Testamento acerca de 2. El caso de Pablo 418
los ministerios 335 3. Religión de llamada, religión de autoridad 420
II. El hecho ministerial en la estructura de la Iglesia ... 340 4. Autoridad y carisma 421
1. Epístolas paulinas 341 5. La cuestión de la mediación 422
2. La epístola a los Efesios 349 6. El problema de la apostolicidad 425
3. Las Epístolas Pastorales 351
4. La epístola a los Hebreos 354 Cap. XVII. INTERROGANTES ACTUALES 428
5. La primera epístola de Pedro 357
6. Los Evangelios sinópticos 359 i. SUCESIÓN APOSTÓLICA Y APOSTOLICIDAD DE LA IGLESIA
7. Los Hechos de los Apóstoles 363 [Maurice Vidal] 428
8. El cuarto Evangelio 367
9. El Apocalipsis 369 II. EPISCOPADO, PRESBITERADO, DIACONADO [Henri Denis] ... 434
Conclusiones teológicas 371 1. La trilogía actual tiene un sentido que desborda su es-
1. Ministerios y estructura de la Iglesia 372 tructura, sus funciones o sus realizaciones concretas ... 434
2. Pluralismo y diferencias legítimas 382 2. La confrontación con el Nuevo Testamento es, sin em-
bargo, una necesidad inevitable 435
3. Hipótesis sobre el porvenir de la trilogía ministerial. 436
Cap. XV. NUEVO TESTAMENTO, IGLESIA Y MINISTERIOS [Henri Denis] 386
ni. MINISTERIO Y SACERDOCIO [Bernard Sesboüé] 437
I. La función del Nuevo Testamento en la Iglesia ... 387 1. Confusión de dos vocabularios 433
1. El desasimiento actual de la Iglesia relativo al 2. La situación en el Nuevo Testamento 439
Nuevo Testamento 389 3. El testimonio de la Iglesia antigua 440
2. El desasimiento dentro del Nuevo Testamento. 390 4. Las consecuencias menos afortunadas de esta evolución 444
3. La «reapropiación» de Cristo por la Iglesia den- 5. Hoy 445
tro del Nuevo Testamento 391
4. Reapropiación de Cristo por la Iglesia de hoy. 393 iv. MINISTERIO Y ORDENACIÓN [Maurice Vidal] 446
II. La cuestión de los ministerios en el Nuevo Testa- v. EL MINISTERIO COMO PRESIDENCIA [Henri Denis] 453
mento 395 vi. MINISTERIOS, MATRIMONIO Y CELIBATO [Paul Bony] 457
1. La cuestión oculta: la ministerialidad del Nuevo I. Partiendo de los textos sobre el celibato y la conti-
mentó 395 nencia 457
2. La cuestión descubierta: el discurso del Nuevo
Testamento sobre los ministerios 398 II. Partiendo de los textos sobre el estilo de vida de los
ministros del evangelio y de los responsables de comu-
III. Pluralidad de los ministerios y unidad de la Iglesia nidades 46o
para el servicio del Evangelio 402 1. Exigencias de Jesús respecto a sus discípulos ... 460
1. Ministerios diversos dentro de la ministerialidad 2. Los apóstoles itinerantes según 1 Cor 9,5 462
de toda la Iglesia 403
14 Contenido
3. Compañeros y hogares al servicio de la misión ... 46>
4. Los responsables de las comunidades locales:
obispos, diáconos, presbíteros 464
VII. LA PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES EN LOS MINISTERIOS
[Henri Denis y Jean Delorme] 466
1. Los datos del Nuevo Testamento 466
2. Empleo de estos datos en la historia de la Iglesia ... 467
3. Los caminos abiertos 469
EPILOGO 472
Siglas de obras, revistas y colecciones 476 PROLOGO
Siglas délos libros bíblicos 477
Libros no bíblicos, otras abreviaturas 478
Las formas tradicionales del ministerio son discutidas hoy en
índice analítico 479 todas las iglesias de Occidente. Los sacerdotes, los pastores de
almas están sufriendo una crisis de identidad y su reclutamiento
va siendo terriblemente difícil. Estos hechos son conocidos y sus-
citan numerosas polémicas.
En esta situación hay otro hecho notable: parece que nuestra
época está descubriendo los ministerios del Nuevo Testamento.
No existe libro, ni artículo de revista o de periódico que se refiera
al ministerio y no invoque alguna cita de los Evangelios o de san
Pablo.
Esto, sobre todo en ambientes católicos, es consecuencia del
movimiento bíblico. En vez de servirse de la Escritura para jus-
tificar las posiciones adquiridas, los progresos de la exégesis han
impuesto una visión de los orígenes cristianos que menoscaba nues-
tro pasado reciente y obliga a revisar ciertas nociones acerca de
la Iglesia, su vida y su misión. Este descubrimiento va acompañado
de un fenómeno más difícil de analizar. No se trata de un simple
progreso en el conocimiento de la historia. Los interrogantes y las
investigaciones actuales hallan un eco inmediato en algunos escri-
tos del Nuevo Testamento. Las «comunidades de base» encuentran
su modelo en las iglesias primitivas'reunidas de un modo natural
en la casa ~d~e un cristiano^ acq^dor. En esas asambleas el minis-
terio se ejercía con"un estUo totalmente distinto al que hoy dis-
gusta a muchos. El Nuevo Testamento ignoraba la barreraque
separaba a <<sacerdoTes»^j(laicos».__ Matrimonios, hombres cacados,
mujeréFZvtvían comprometido<ien_ deservicio del Evangelio o de
las comunidades 1_jxtmQ_muchos lo__deseau. hoy día.
Este interés actual por el ministerio según el Nuevo Testamento
suscita varias cuestiones. El uso de los textos antiguos, de los
textos bíblicos sobre todo, reclama ciertas precauciones. El lector
que se fíe del eco que encuentra en ellos, corre el peligro de escu-
16 Prólogo Prólogo 17

char sólo su propia voz. Por eso los exegetas profesionales han queda nos ha obligado a retroceder respecto a la actualidad. La
considerado necesario un trabajo de revisión. No bastaba controlar Escritura no proporciona una cabal solución a nuestros problemas.
los textos más citados actualmente, ni examinar las discusiones que Si nos la ofreciera, ¿dónde estaría la creatividad del Espíritu en la
enfrentan una parte del Nuevo Testamento a otra, como por ejem- Iglesia? El uso frecuente del Nuevo Testamento nos suscita una
plo las cartas tenidas por auténticas de san Pablo, a los Hechos o cierta impresión de exilio. Esto nos hace capaces de regresar con
a las epístolas pastorales. Era preciso compulsar todos los escritos ojos nuevos al país que habitamos. Al confrontarnos con el Nuevo
del Nuevo Testamento y dejarse interpelar por cada uno de ellos. Testamento descubrimos qué clase de cristianos somos. En la reali-
Trabajo que sólo podía hacerse en equipo. Y, conscientes de los dad familiar advertimos ciertos aspectos que por la costumbre se
límites de la competencia propia, y del influjo de la actualidad en nos pasan inadvertidos. En suma, advertiremos que él Nuevo Tes-
sus investigaciones, los exegetas han buscado la colaboración de teó- tamento tiene mucho que decir sobre el ministerio en la Iglesia
logos atentos al pasado y al presente de la reflexión teológica y hoy día. Los experimentos e investigaciones actuales tienen sentido
pastoral. Este es el origen de nuestra agrupación. a partir de la experiencia creadora de la Iglesia. No es que la ver-
Nuestro proyecto nació en junio de 1970 cuando una oficina dad completa se encuentre en el pasado: se manifestará en el fin.
de información al servicio de los obispos y sacerdotes de Francia Pero ya se ha dado una orientación decisiva en el momento ini-
pidió dos informes: uno sobre la unidad y diversidad de los minis- cial: nos indica con precisión el «sentido» de la marcha.
terios, otro sobre el matrimonio, el celibato y el ministerio según La obra está dividida en dos partes. La primera se presenta
el Nuevo Testamento. Estos informes fueron proporcionados al cabo como un conjunto de estudios, ya que cada gran unidad lite-
de un año, pero conscientes de su insuficiencia y también del inte- raria del Nuevo Testamento necesita un capítulo. Antes de obtener
rés de esta investigación, decidimos continuar la obra. Han sido una visión panorámica del conjunto, hay que respetar el paisaje
necesarios otros dos años durante los cuales hemos mantenido una peculiar de cada escrito en el que aparecen los datos que nos ayu-
estrecha colaboración gracias a múltiples reuniones y un control co- dan a reflexionar sobre el ministerio. La segunda parte está dedi-
mún del trabajo de cada uno. cada a esa reflexión. Comienza con un ensayo de síntesis, sigue
Su resultado es esta obra, que sin duda tendrá los fallos de un el examen hecho por los teólogos sobre el alcance teológico de los
trabajo colectivo. Pero lo que a algunos les parezca defectuoso estudios exegéticos precedentes. No nos proponemos elaborar una
quizá sea útil en un tema como éste. Hemos querido hacer nuestro teología del ministerio, esto exigiría una investigación a través
estudio sobre el Nuevo Testamento entero. A veces sólo se tienen de toda la tradición. Los textos del Nuevo Testamento sobre el
en cuenta ciertos representantes o determinados aspectos. Otras ministerio chocan a veces con nuestros hábijQS__de pensamiento y
se ha pretendido concertar tanto las voces que, al oirías sucesiva- de exfWésión. Y este choque es beneficioso a la reflexión teóTogTca
mente, muchos de los oyentes no pueden distinguir unas de otras. hoy dtáTTor lo tanto, nuestro trabajo,jesíá pidiendo una continua- ^~.
Un trabajo en equipo, con métodos e intereses distintos, corría el *ción. Si contribuye a estimularla, habrá cwnpluTojsu misión. 'Publi-
riesgo de aumentar las diferencias entre los escritos del Nuevo Tes- camos eíta obra con espíritu'de servicio. Aportamos nuestra cola-
tamento. Pero pocos exegetas son capaces de tratar de todos ellos boración a un esfuerzo que reclama competencias distintas de las
con igual competencia, y más hay que recelar del método y los inte- nuestras y una autoridad para decidir que nosotros no poseemos.
reses de un investigador único que de la colaboración de varios, Como los «servidores» de que habla el Evangelio de Lucas, ojalá
decididos a hacerse una crítica recíproca. Por lo tanto, si este libro hayamos hecho lo que debíamos hacer (Le 17,10).
denota perspectivas e interpretaciones diversas, se debe al deseo
de respetar el carácter de los distintos capítulos. Al pluralismo
del Nuevo Testamento tenía que corresponder el de los artífices
de la obra. Así se respetará la misión de la Escritura en la Iglesia:
manantial vivo, no pozo cegado, puede beberse siempre de él sin
agotarlo.
A lo largo de esta obra no hemos olvidado las interpelaciones
de nuestros hermanos en la fe o en el ministerio. Pero nuestra bús-
2
PRIMERA PARTE

ESTUDIO EXEGETICO
INTRODUCCIÓN

Los documentos exegéticos siguen un orden especial que no


es el orden canónico del Nuevo Testamento.
Era natural comenzar por los testimonios más antiguos que nos
informan, de modo existencial, sobre la vida de las comunidades
cristianas, es decir, por las epístolas que la mayoría de los críticos
atribuyen sin vacilación al apóstol Pablo: 1 a los Tesalonicenses,
1 y 2 a los Corintios, Romanos, Gálatas y Filipenses. Agregamos
la 2 a los Tesalonkenses, la de los Colosenses y la de Filemón
(la cuestión de su autenticidad no afecta a los datos que podemos
recoger en ellas sobre los ministerios).
Ese grupo de epístolas en las que se advierten las relaciones es-
pontáneas del Apóstol y de las iglesias, el brote de los carismas,
la profusión de oficios, proporciona abundante materia estudiada
en tres artículos (capítulos 1, 2, 3). Cada uno de ellos adopta una
perspectiva diferente. Primero, los destinatarios de las cartas, las
comunidades a quienes se dirige Pablo, con sus problemas y res-
ponsabilidades; luego, el Apóstol (cómo concibe el servicio apostó-
lico, sus relaciones con los otros apóstoles); finalmente, y en forma
más precisa, los diversos oficios o ministerios citados en estas epís-
tolas.
Después de este primer grupo vienen, como es natural, las epís-
tolas que se presentan como dictadas por Pablo: la epístola a los
Efesios tenía que ser objeto de un capítulo especial, el 4, pues en
ella se despliega una grandiosa síntesis eclesiológica. Las epístolas
pastorales, la 1 y 2 a Timoteo y la de Tito (cap. 5) atestiguan algu-
nos oficios pastorales locales existentes a fines del siglo primero y
que se desarrollarán en el siguiente. Se relaciona con la doctrina
paulina la epístola a los Hebreos, que originó vivas discusiones
sobre el sacerdocio; parece dirigida a un medio especial en el que
los jefes de las comunidades son considerados guías de las mismas
(cap. 6).
A la literatura paulina, entendida en esta amplitud, siguen
22 Introducción

otras epístolas del Nuevo Testamento: las de Pedro y Santiago 1


(cap. 7). Pero ha parecido conveniente dejar en la órbita joánica
las tres epístolas de Juan añadiéndolas al estudio del cuarto Evan-
gelio. Porque, en efecto, también hay que interrogar a los Evange-
lios. Puede parecer extraño consultarlos acerca de unos ministerios
que, por hipótesis, son posteriores a la vida de Jesús, en tanto que
lo esencial del mensaje evangélico se refiere al pasado (la persona,
las acciones, la doctrina de Jesús). Pero los Evangelios miraron al
pasado partiendo del presente de las comunidades: el pasado era
portador de un significado catequético para el hoy de las iglesias. CAPITULO I
¿Cómo conceptúan los Evangelios a los primeros discípulos de
Jesús? ¿Qué dicen de los Doce, de los apóstoles e incluso de los
profetas y de los doctores? Como el Evangelio de Marcos (o una LAS EPÍSTOLAS DE PABLO:
edición más antigua de él) fue utilizado por Mateo y Lucas, el EL HECHO COMUNITARIO
análisis del segundo Evangelio (cap. 8) permite hablar después de
las características propias de Mateo (cap. 9) y de Lucas. Pero el Las grandes epístolas de Pablo no están dirigidas a los res-
Evangelio de Lucas forma una sola obra literaria con los Hechos ponsables eventuales de la comunidad, sino a toda la asamblea.
de los Apóstoles. Ahora bien, los Hechos son una fuente importante «A la iglesia de Dios que está en Corinto» (1 Cor 1,2); «a todos
para la iglesia de Jerusalén y además proyectan luz sobre el con- los amados de Dios que estáis en Roma, santos por vocación»
cepto de los ministerios del tercer Evangelio. La obra de Lucas (Rom 1,7); «a las iglesias de Galacia» (Gal 1,2); «a los santos de
(Hechos y Evangelio) es el objeto del capítulo 10. El Evangelio y Colosas, hermanos fieles en Cristo» (Col 1,2). Sólo la epístola a
las epístolas joánicas deben estudiarse juntos (cap. 11). El Apoca- los Filipenses nombra a los «epíscopos y diáconos», o más bien
lipsis termina estos estudios joánicos y clausura también el canon «vigilantes y ministros» 1, pero esto es una frase significativa: «a
del Nuevo Testamento (cap. 12).
todos los santos que están en Filipos con sus epíscopos y diáco-
Tal es la línea general que siguen estos documentos exegéticos. nos» (Flp 1,1); incluso aquí se cita a la asamblea en primer lugar.
La enumeración precedente muestra el riesgo de que este trabajo Esta forma de nombrar a los destinatarios es usada por los judíos
se convierta en un mosaico. Los escritos estudiados, incluyendo tam- en el género epistolar, pero ese mismo hecho manifiesta clara-
bién sus fuentes, se distribuyen a lo largo de sesenta años que mente que el carácter fraternal del ideal israelita se prolongaba
fueron decisivos para el desarrollo del cristianismo naciente y la en el cristianismo z .
creación de organismos ministeriales. Por otra parte, esos escritos
La importancia que da Pablo a la asamblea induce a situar la
se extienden también en el espacio y proceden de medios diversos
reflexión sobre los oficios —o ministerios— en el interior de la
del cristianismo primitivo, cuya organización podía variar. Debe-
comunidad en la que se desempeñan. Las epístolas nos sitúan ante
mos añadir honradamente que las diferentes interpretaciones de
comunidades vivas, ya formadas, pero que aún están buscando su
los exegetas corren el riesgo de ahondar las diferencias entre los
equilibrio. Las tendencias que se manifiestan espontáneamente en
textos básicos. El trabajo del equipo ha procurado no dejar en la
los nuevos cristianos, el brote de dones diferentes con todo lo
sombra ningún punto importante o que se preste a discusión, pero
esta pauta que se ofrece al lector no le dispensa de confrontar él 1
Cf. infra; A. Lemaire, 67.
mismo el texto (y el contexto) de la Escritura. 2
Cf. E. Lohmeyer, Probleme paulinischer Theologie. Briefliche Grussü-
berschriften: ZNW 26 (1927) 158-173. Para nuestro objetivo los mejores
1
Como la segunda epístola de Pedro y la epístola de Judas (que se le ejemplos son 2 Mac 1,1: «Saludamos a nuestros hermanos los judíos que
parece mucho) no hablan de los ministerios, no las mencionaremos en el están en Egipto», y Talmud de Babilonia Sanh lia: «Escribe a nuestros her-
estudio exegético. Advirtamos, sin embargo, el testimonio que dan esas epís- manos que están en la alta y la baja Galilea... Escribe a nuestros hermanos
tolas de la autoridad de los apóstoles que pertenecen al pasado (2 Pe 3,2; que están desterrados en Babilonia...». Advertiremos, sin embargo, que los
Jds 17). destinatarios de Pablo son mucho más concretos.
24 Las epístolas de Pablo El hecho comunitario 25

que comporta de exuberante y confuso, las reacciones del Apóstol Apóstol participando del evangelio que defienden y consolidan
y sus repercusiones prácticas, todo este conjunto de situaciones vi- (1,5-7,27). De hecho durante la cautividad de Pablo, anuncian
vidas en los orígenes de la Iglesia, nos ofrece un campo de obser- audazmente la palabra de Dios, aunque no siempre sus motivos
vación sin igual y lleno de enseñanzas. Tendremos que considerar sean muy puros (1,14). Dios continúa así su obra haciendo crecer
la acción de Dios en las comunidades, sus responsabilidades, los y fructificar la palabra del evangelio (cf. Col 1,6) en las comuni-
dones o carismas que nacen en ellas y las relaciones existenciales dades que deben vivirla y anunciarla.
vividas en el interior de cada comunidad, entre los diversos miem-
bros, los responsables y Pablo.
2. Comunidades responsables
1. Comunidades donde actúa Dios Pablo coloca directamente a los miembros de la asamblea frente
a una responsabilidad que todos comparten. Se dirige a ellos soli-
Esas comunidades han experimentado el favor divino. Pablo lo dariamente, sin duda a causa de esa comunión de la caridad {ágape)
recuerda constantemente con admiración y gratitud (1 Tes 1,3; que debe caracterizar a la Iglesia. Y se dirige a ellos, incluso cuan-
2 Tes 1,3; 1 Cor 1,4-5; Col 1,3-8). No se trata de una mera do sabemos con certeza que existen responsables locales (para
fórmula sin alcance real. Los corintios han sido colmados de dones Tesalónica cf. 1 Tes 5,12; para los corintios, la casa de Esté-
(1 Cor 12,4-11). La actuación de Pablo, inspirada por Dios, ha sido fanas3).
una manifestación del poder del Espíritu (1 Cor 1,4; cf. 1 Tes 1,5; Las deficiencias observadas en la asamblea conciernen a todos
Gal 3,2-5) y encuentra sus credenciales en la comunidad (2 Cor los bautizados. Esto denota que son mayores de edad, adultos,
3,1-3). Dios se reconciliaba con el mundo en Cristo; la palabra de al menos en el concepto de Pablo, puesto que a los corintios les
reconciliación pronunciada por Pablo (2 Cor 5,19), producía unos reprocha el estar aún en plena infancia: «Os di a beber leche y no
frutos asombrosos. Su objetivo era que los gentiles se convirtiesen alimento sólido, pues todavía no lo podíais soportar, ni aún lo so-
en ofrenda agradable a Dios (Rom 15,16); por eso Pablo exhorta portáis al presente» (1 Cor 3,2).
continuamente a la acción de gracias (1 Cor 10,31; Rom 12,1). Los corintios deberían haber hecho duelo y haber expulsado
Los corintios son la heredad de Dios; los colaboradores (synergoi) al incestuoso (1 Cor 5,2); han fallado, por tanto, en una tarea que
de Dios —Apolo y Pablo— son unos servidores (diakonoi) que han les incumbía: la de purificarse de la levadura vieja (5,7). La asam-
plantado (Pablo) y regado (Apolo), pero sólo Dios ha dado el cre- blea tiene derecho a juzgar «a los que están dentro»; según la
cimiento (1 Cor 3,5-9). prescripción del Deuteronomio debe quitar de en medio al mal-
Estas comunidades favorecidas no son unas comunidades idea- vado (5,11-13). Los corintios no han sabido cumplir ese deber,
les; el Apóstol tiene que reprender y exhortar con frecuencia. Pero, propio tanto de la comunidad cristiana como de la judía, y el Após-
a pesar de todo, han sido unos centros difusores del Evangelio. tol los censura por ello. Y, como si estuviera presente en persona,
La palabra acogida «no como palabra de hombre, sino como pala- con la comunidad reunida él va a emitir su juicio: «Que en el
bra de Dios, permanece operante {energeitai) en vosotros los cre- nombre del Señor Jesús os reunáis vosotros y mi espíritu con el
yentes» (1 Tes 2,13). En los tesalonicenses se manifiesta la activi-
dad (ergon) de la fe, el trabajo (kopos) del amor {ágape), la cons- 3
1 Cor 16,15-18. ¿Quién formaba parte de la «casa de Estéfanas» citada
tancia de la esperanza en el Señor (1 Tes 1,3). La Palabra mani- así globalmente? Es una hipótesis plausible la de incluir en ella a Fortunato
fiesta su poder en los corazones: gozo en las tribulaciones (1 Tes 1,6), y a Acaico, ya que de la presencia de éstos y de Estéfanas junto a Pablo
amor a todos los hermanos (1 Tes 4,9-10), anuncio del evangelio. puede deducirse que al menos algunos responsables de la comunidad estaban
Esta comunidad que ha sufrido la persecución y ha luchado por con él cuando escribió a los corintios. En este punto insiste P. Grelot,
Structures ministérieles de l'Église d'aprés Saint Paul: «Istina» 15 (1970)
la fe, se ha convertido en un modelo para todos los creyentes de 401ss; Sur l'origine des tninisteres dans les églises pauliniennes: ibid. 16
Macedonia y de Acaya y ha hecho resonar la palabra del Señor (1971) 457ss. Nos parece preferible evitar el término demasiado rígido de
mucho más lejos (1 Tes 1,6-8). En los filipenses, «Dios opera el institución (por el Apóstol); en cambio, es difícil no admitir la actividad orga-
querer y el obrar» (Flp 2,13). Comparten la gracia concedida al nizadora de Pablo en las comunidades que fundó y no reconocer la importan-
cia que tenían para él los modelos judeocristianos.
26 Las epístolas de Pablo El hecho comunitario 27

poder de Jesús Señor nuestro» (5,4). En 2 Cor 2,6 es «la mayoría» cantes de la ley: «Acogeos mutuamente como os acogió Cristo para
la que infligió el castigo reclamado seguramente por Pablo; sin gloria de Dios» (Rom 15,7). No se trata de una simple tolerancia,
embargo, aboga también por el perdón e invita a la comunidad a sino de una aceptación mutua cuyo modelo es Cristo.
concederlo (2 Cor 2,5-10). La asamblea, por tanto, tiene autoridad Una forma de acogida era la hospitalidad, tan común en el mun-
para decidir en comunión con Pablo. En estos dos ejemplos hay do antiguo 7 . Sabemos que Pablo y sus compañeros fueron hospe-
entre Pablo y la comunidad un caso interesante en materia de deci- dados frecuentemente por recién convertidos. El testimonio de los
sión en la Iglesia 4 . Podemos comparar con Mateo 18,17 donde Hechos de los Apóstoles completa en esto al que nos dan las epís-
vemos que la disciplina está reglamentada por la asamblea ple- tolas paulinas. En Filipos Pablo fue invitado a casa de Lidia, ven-
naria 5 . dedora de púrpura (Hch 16,14). Esta casa fue, por tanto, el primer
Igualmente, a todos se reprocha el desorden en las asambleas centro de evangelización en Europa. En Corinto Pablo vivió con
a la hora de comer la cena del Señor (1 Cor 11,17-22). A todos Aquila y Príscila (o Prisca) (Hch 18,3); predica en casa de Tito
conciernen los altercados entre hermanos. En vez de dejar que unos Justo (Hch 18,7); la acogida fraterna que le dispensaban la hacían
hermanos hayan acudido a tribunales paganos, los corintios hubie- extensiva a todos los misioneros. Y los que habían dejado todo
ran debido encontrar entre ellos al hombre prudente que les sir- (cf. Me 10,29; Le 18,29) encontraban en esos hogares una hospi-
viera de arbitro 6 . Se pide, por tanto, a la comunidad que cuando talidad que les alentaba con su amistad y con su oración. *•
surja un conflicto entre sus miembros, ellos mismos se organicen Por el hecho mismo, esos hogares —o casas de acogida—, que
y se fíen de los que poseen el don de sabiduría. A juzgar por este
eran ya centros de relaciones naturales, se convertían en centros
pasaje, parece que los responsables locales no desempeñaban la
función de «jueces». Las palabras de Pablo suponen una iniciativa difusores del evangelio. Los hermanos se reunían en ellos, como
real y verdadera de parte de todos, una cooperación activa para en casa de Lidia (Hch 16,40). La Iglesia se reunía en casa de Prisca
resolver el conflicto. y Aquila (Rom 16,3; 1 Col 6,19); en casa de Ninfas (Col 4,15),
que parece una mujer, según la lectura más probable de los ma-
La responsabilidad colectiva no se ejercita sólo en caso de abu- nuscritos; en casa de Filemón y de Apfia (Flm 1.2). Comparemos
sos. Las iglesias son las que escogieron unos delegados (apostoloi)
con Hch 12,12 donde aparecen muchos reunidos para orar con
para acompañar a Pablo en su viaje a Jerusalén (2 Cor 8,19.23).
Se trataba de llevar la colecta, obra de comunión entre las iglesias María, la madre de Juan Marcos. . ___————
de la diáspora y la Iglesia-madre de Jerusalén. Cada iglesia, cada Una páTSjaT'ánmeTíu^óniHSrmuJér, tenía la responsabilidad de
comunidad es responsable de la comunión con las otras iglesias la acogida. En esas mismas casas particulares se reunían para orar,
(cf. 1 Tes 4,9-10), incluso cuando existan grandes divergencias de para celebrar el culto, para participar comunitariamente en la cena
mentalidad y costumbres, como ocurría con Jerusalén. del Señor (1 Cor 11,20-34). Los reproches de Pablo a los corintios
Esas divergencias eran especialmente sensibles entre circuncisos prueban que debían compartir los bienes materiales, pero también
e incircuncisos en las comunidades de la diáspora. Todos debían la palabra. «Cuando os reunís, cada cual puede tener un salmo,
acogerse mutuamente, fuertes y débiles, antiguos paganos y practi- una instrucción, una revelación, un discurso en lenguas, una inter-
pretación; pero que todo sea para edificación» (1 Cor 14,26). El don
4
R. Schnackenburg muestra el respeto de Pablo a las determinaciones delgnguas_eia_ frecuente, jp_ero máj_vaHan_cinc^palabras_claras y
de la comunidad; cf. su artículo completo: La colaboración de la comunidad, provechosas paraTa~lüiImbiea~(Tzr,19). EstabaíTatentos a todos los
por el consentimiento y la elección, según el Nuevo Testamento: «Conci-
lium» 77 (1972) 18-30. que comunicafearTTifia palabra inspirada, pero esto no se hacía sin
5
Cf. infra: S. Légasse, 187. regla ni discernimiento (14,29-33). El orden y la dignidad de las
6
1 Cor 6,5. Pablo está aquí influido por las costumbres judías. Los judíos asambleas incumbían a todos, pero ya se ven apuntar dones diver-
de la diáspora tenían, en efecto, sus tribunales propios en caso de conflicto sos y oficios particulares en el interior de la comunidad.
entre sus miembros. Pero Pablo insiste en 6,2 en una razón doctrinal que
procede de su concepción escatológica de la comunidad cristiana: ésta (parti-
cipando de los atributos del Hijo del hombre) tiene que juzgar al mundo 7
(y, por tanto, a los ángeles). Dentro de esta dinámica de grandeza considera Cf. J.-P. Audet, Mariage et célibat dans le service pastoral de l'Église:
Pablo a los corintios. «L'Orante» (1967) 79ss.
El hecho comunitario 29

es uno aunque tiene muchos miembros y éstos no tienen la misma


3. Dones, oficios y ágape función, así nosotros siendo muchos, somos un solo cuerpo en
Cristo, siendo miembros unos de otros, y tenemos dones según la
Para practicar la comunión, de la que todos son responsables, gracia que nos ha sido concedida» (12,4-6). A la descripción de
es necesario que cada uno, según sus fuerzas y su don peculiar, los dones sigue inmediatamente una glosa sobre el amor fraterno
esté al servicio de todos. Es la conocida imagen del cuerpo y los que continúa hasta el fin del capítulo (12,9-21).
miembros que cita Pablo: «El cuerpo es uno, aunque tiene muchos Por lo tanto, en el interior del ágape que debe unir a la comu-
miembros, así también Cristo» (1 Cor 12,12); «Vosotros sois el nidad y del que todos son responsables, es donde va perfilándose
cuerpo de Cristo y sus miembros cada uno por su parte» (12,27). la diversidad de las «funciones» en el cuerpo, ya que cada uno
Parece que todos desempeñan alguna función en el interior del tiene una parte activa, grande o pequeña, en el funcionamiento
cuerpo, aunque a veces sea poco visible, como en el caso de los del cuerpo. Pero en el interior del cuerpo, hay dones otorgados
miembros más débiles o menos dignos, de que habla 1 Cor 12,22-23. con vistas a unas funciones más definidas o más estables, recono-
La fuente de donde proceden los diversos dones espirituales es el cidas como servicios para el bien de todo el cuerpo: a esas fun-
mismo y único Espíritu que actúa y distribuye a cada uno sus ciones o servicios se les llamará ministerios. No siempre es fácil
dones como le parece (12,11). Pablo reconoce y admira la libertad trazar la frontera a partir de la cual tal don puede llamarse minis-
del Espíritu y la variedad de los carismas o dones gratuitos que terio. Veremos más adelante el estudio de A. Lemaire sobre este
suscita, como lo prueban las diversas listas de dones (1 Cor 12,4-10; tema. Pero lo que es cierto es que para Pablo ningún don, nin-
12,27-30; Rom 12,6-7) 8 . guna función, tiene sentido fuera del objetivo de la comunión. Es
Pero ese mismo y único Espíritu en el cual han sido bautizados una constante, aplicable también al ministerio de Pablo: sería inútil
todos para no formar más que un solo cuerpo, no puede contra- éste, si Pablo no estuviese unido con las «columnas»: «Hubiera
decirse a sí mismo: «A cada cual se le otorga la manifestación del corrido en vano» (Gal 2,2) 10 .
Espíritu para provecho común» (12,7). La primera epístola a los
Corintios demuestra que Pablo pone el amor (ágape) por encima
4. Dialéctica de la asamblea y de sus ministros
de todos los dones o carismas (cap. 13). Pablo ha predicado la
libertad, pero desaprueba lo que perjudica al hermano («Todo es
En el interior de esa actividad a la que todos en el cuerpo de-
lícito, mas no todo edifica», 10-23), y todo lo que crea una división
ben cooperar, existen unas funciones encomendadas a algunos en
en la comunidad. A los ojos de Dios nadie es prudente si provoca
particular para el bien de todos. Quisiéramos poner de manifiesto
envidias y disputas (3,1-4.18). Para Pablo el carisma no puede
cómo se conciertan en las epístolas de Pablo la responsabilidad
tener más finalidad que el bien común y la comunión en Cristo.
propia de los ministros y la de la comunidad.
Es digno de atención el hecho de que los pasajes en que se El tema de la «edificación» (oikodome), literalmente «construc-
enumeran los carismas estén todos insertos en un contexto en el ción», puede ayudarnos a ello n . Cada cual, con el dinamismo de
que aparecen al servicio del amor (ágape). Esto sucede no sólo en la gracia operante de Dios, tiende a la edificación del cuerpo de
la primera epístola a los Corintios, sino también en el capítulo 12 Cristo. Todos deben procurar con empeño lo que contribuye a la
de la epístola a los Romanos. Este capítulo concierne al culto espi- paz y a la mutua edificación (Rom 14,19); los más fuertes deben
ritual (la ofrenda interior) que es, de hecho, una modalidad del
amor 9 . El pasaje sobre los dones (profecía, enseñanza, exhortación, 10
La misma perspectiva se encuentra en Ef 4,1-16, donde la enumeración
autoridad, etc.: 12,6-8) va precedido de la conocida comparación de las funciones está imbricada en un llamamiento al amor mutuo y a la
con los miembros del cuerpo: «Pues del mismo modo que el cuerpo unidad («un solo cuerpo, un solo Espíritu, una sola fe, un solo Señor, un
solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos», 4,4-6). Los dones de Cristo
8
Para estas listas y las relaciones entre carismas y ministerios, cf. infra: constituyen un inmenso servicio diaconal para la edificación de su cuerpo,
A. Lemaire, 62-65. edificación que únicamente puede hacerse en la verdad y en la caridad (4,11.
9
Cf. 5,2: «Vivid en el amor (ágape) a ejemplo de Cristo que nos amó 15.16). Cf. infra: P. Bony, 83-90.
11
y se entregó por nosotros ofreciéndose a Dios como oblación de agradable Sobre este tema cf. M. A. Chevallier, Esprit de Dieu, paroles d'hommes
aroma». El ágape se dirige indivisiblemente a Dios y al prójimo. (Neuchatel 1966), especialmente 1-64.
30 Las epístolas de Pablo El hecho comunitario 31

ayudar a los más débiles y deben buscar lo que agrada al pró- algunos en particular tienen una función y una responsabilidad
jimo cuando esto sea bueno y edifique (Rom 15,2). El significado de la que ningún miembro de la asamblea está libre.
de la palabra «edificar» no es sólo moral. Hace referencia a la En este punto es particularmente instructivo el pasaje de 1 Tes
actitud más fundamental del cristiano, puesto que esta «edificación 5,12-21. En realidad este texto depende del versículo 11 (exhor-
mutua» se identifica con la práctica del ágape. Esta es la que cons- tación y edificación mutuas) y continúa así: «Os pedimos, herma-
tituye el cuerpo de Cristo y es lo que no acabará jamás (1 Cor 13,8). nos, que tengáis en consideración a los que trabajan (kopiao) entre
«El amor es el que edifica» (1 Cor 8,1). vosotros, os presiden en el Señor (proistamenoi) y os amonestan.
Tenedles en la mayor estima con amor {ágape) por su labor. Vivir
Existe, pues, una edificación a la que todos deben contribuir,
en paz con otros". Os exhortamos, asimismo, hermanos, a que
pero incluso el mismo verbo «edificar» está empleado por Pablo
amonestéis a los que viven desconcertados, animéis a los pusiláni-
en un sentido digno de atención. Pablo tiene poder {exousia) para mes, sostengáis a los débiles y seáis pacientes con todos. Mirad que
edificar y no para destruir (2 Cor 10,8; 13,10). La expresión to- nadie devuelva a otro mal por mal, antes bien, procurad siempre
mada de Jr 1,9 designa aquí a la comunidad del fin de los tiempos, el bien mutuo y el de todos... No extingáis el Espíritu; no des-
es decir a la comunidad cristiana. Se compara ésta con un edificio preciéis las profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno».
al que Pablo ha puesto su base que es Jesucristo (1 Cor 3,9-11). Hay, pues, en Tesalónica unos miembros al frente de la comunidad
Se la ha puesto como predicador del evangelio y ha desempeñado que están encargados de reprender a los otros, aunque ésta sea
un papel único como fundador de la comunidad de Corinto. Todos obligación de todos. Igualmente en 2 Tes 3,15 se encarga a todos
los que rengan después de él, sólo pueden construir sobre el mismo que reprendan como hermanos al que no obedezca a la carta de
y único fundamento que es Cristo. Pablo se pone en guardia Pablo.
frente a los que en Corinto se atribuían el oficio de la predicación.
No podemos precisar quiénes eran éstos, pero Pablo los califica El deber de la corrección fraterna es muy conocido en el Nuevo
Testamento (cf. Mt 18,15-17 y Sant 5,16.19); Pablo alude a él
según la conformidad de sus enseñanzas con el evangelio. Y así,
con frecuencia: «Instruios y amonestaos con toda sabiduría» (Col
conjura a sus queridos gálatas a no escuchar nunca un evangelio
3,16); «Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta,
distinto del que les ha sido predicado, y esto, aunque un ángel
vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre»
o él mismo, Pablo, les enseñase lo contrario (Gal 1,8). Debemos (Gal 6,1) 15 . Vemos, por tanto, que el deber de amonestar o exhor-
pues distinguir una edificación por el amor {ágape) y una edificación tar atañe a todos, aunque haya algunos especialmente encargados
por la palabra. de él. Se establece así una especie de dialéctica entre la responsa-
Esto no significa que el amor de los miembros de la comuni- bilidad de todos y el cargo de algunos16. La misma dialéctica existe
dad no se ejercite también con la palabra para la mutua edifica-
14
ción 12. Pablo desea que todos profeticen; ahora bien, el que pro- Adoptamos aquí el texto de la mayoría de los manuscritos y el de
fetiza edifica, exhorta y anima (1 Cor 14,3-5) y el deber de exhortar las ediciones Nestle-Aland: en heautois, «entre vosotros» (los miembros de
la comunidad) y no en autois, «con ellos» (los que están a la cabeza). La
y animar pertenece a todos: «Confortaos mutuamente y edifícaos continuación del texto es discutida, según se interprete como consejos dados
los unos a los otros» (1 Tes 5,11). a los proistamenoi, o como avisos para todos. Esta última interpretación nos
Existen, sin embargo, algunos que tienen la responsabilidad parece preferible. «Os exhortamos hermanos» es paralela al versículo 12; por
especial de edificar, exhortar y animar. Esos son los profetas, cuyo otra parte, «unos a otros» se refiere a todos los miembros de la comunidad.
Cf. B. Rigaux, Les Épitres aux Thessaloniciens (1956) 580-582.
ministerio se asocia muchas veces al de los apóstoles y doctores 13. 15
La palabra «espirituales» no parece designar una categoría especial.
Es de notar que dentro de la ley de amor que vale para todos, Es más bien una cualidad que todos deben desear, si quieren vivir según
el Espíritu. Es posible que Pablo hable con alguna ironía: «vosotros que os
12
Cf. Ef 4,29: «Que salga de vuestra boca toda palabra buena para edi- consideráis espirituales». La palabra «hermanos» en vocativo se refiere aquí
ficar según la necesidad, a fin de hacer el bien a los que os escuchan». ciertamente a toda la comunidad. Es un caso distinto cuando Pablo habla
63
Sobre estos ministerios cf. infra: A. Lemaire, 63s y su libro Les Minis- del equipo que le rodea. Para este sentido especial de la palabra «hermano»
téres aux origines de l'Église (1971) 84 y 179ss. Para lo que concierne al cf. E. Earle Effis, Paul and his Co-Workers: NTS 17 (1970-71) 437-453.
16
profetismo cf. el importante estudio de E. Cothenet, Le prophétisme dans le El reconocimiento de esta dialéctica permite matizar la expresión de
Nouveau Testament: SDB 8 (1971) 1222-1337. R. Pesch, que considera a la comunidad como la principal portadora de la
32 Las epístolas de Pablo El hecho comunitario 33

entre Pablo y los romanos: les recuerda que pueden ellos amo- puesto que todos son conscientes de depender de un mismo Señor.
nestarse mutuamente y, sin embargo, él les ha escrito con cierto A veces es una dialéctica de sumisión mutua, pero que mezcla
atrevimiento en virtud de la gracia que le ha sido otorgada (Rom las funciones. La casa de Estéfanas se ha dedicado al servicio de
15,14-15). los santos: «Para que también vosotros os mostréis sumisos a ellos
Igual dialéctica se da respecto al «discernimiento». Se pide a y a todo aquel que con ellos trabaja y se afana {koptao)» (1 Cor
todos que disciernan o examinen {dokimazein) lo que conviene 16,16). Se pide aquí la sumisión a todos los que sirven a la comu-
(1 Tes 5,21; cf. Flp 1,9; Ef 5,105), que velen por la pureza de la nidad ya que la autoridad, inscrita siempre en un concepto de amor
tradición (2 Tes 2,15; Col 2,8). El pasaje de 1 Tes 5 citado antes mutuo, era considerada como un servicio19.
pedía que no extinguiesen el Espíritu y que supiesen discernir y Podríamos preguntarnos qué títulos poseía «la casa de Esté-
quedarse con lo que hay de bueno en la actividad profética. Esto fanas» para esta sumisión, aparte del hecho de que los miembros
equivale a desear a todos un sentido espiritual que es don del de la familia eran las primicias de Acaya, trabajaban y se afanaban
Espíritu. Ese es el deseo más vehemente de Pablo en su primera por el evangelio. Parece que aquí surgió un grupo humano natural
carta a los Corintios (cf. 3,1)". Pero al mismo tiempo existen en que se distinguió por su celo y abnegación, lo mismo que en 1 Tes
la comunidad cristiana profetas y doctores reconocidos como tales. 5,12.
El mismo Pablo, que tantas veces ha decidido y aconsejado, tiene Pablo en la elección de sus colaboradores tuvo que discernir su
la misión personal de ese discernimiento 18. aptitud para el servicio del evangelio. Parece, en efecto, que sus
colaboradores mostraron sus aptitudes en la brecha.
El texto de 1 Tes 5,12-13 nos enseña cómo los hermanos que
El verbo koptao (trabajar, afanarse) caracteriza frecuentemente
«trabajan» y «presiden» tienen derecho a experimentar la caridad
los trabajos misioneros, sean los de Pablo (cf. 1 Cor 5-10; Gal.
superabundante de los demás. Ese amor que todos deben profe-
4,11; Flp 2,16; Col 1,29), sean los de los responsables de Tesaló-
sarles les ayuda en sus trabajos. Aparecen todos como responsables
nica y de la casa de Estéfanas. En Rom 16, donde Pablo enumera
de sus responsables, encargados de sostenerlos en la pesada carga
a muchos colaboradores, este verbo sólo lo aplica a las mujeres:
que han asumido en favor de la comunidad. Podemos comparar
María, Trifena, Trifosa, Pérside. María y Pérside se han fatigado
esto con el caso de Arquipo en Col 4,17: «Decid a Arquipo: 'Con-
mucho en el Señor por los miembros de la comunidad (16,6-13).
sidera el ministerio (diakonia) que recibiste en el Señor'.» La comu-
Febe, que estaba al servicio {diakonos) de la iglesia de Cencreas,
nidad debe, por tanto, recordar a Arquipo los deberes de su cargo
fue protectora de Pablo y de otros muchos (16,1). Prisca y Aquila
(responsabilidad respecto a Arquipo), y a su vez Pablo recuerda
arriesgaron su vida por el Apóstol: se cita antes a Prisca que a
a la comunidad su responsabilidad respecto al encargado. Este texto
Aquila, lo que indica que aquélla se distinguía en la evangeliza-
nos enseña aún más: sea cual fuere la manera como Arquipo reci-
ción (16,3). Quizá extrañe el puesto que ocupan las mujeres en
bió su ministerio, todos saben que fue «en el Señor». Esto intro-
este capítulo 16 de la epístola a los Romanos; más arriba vimos
duce una tercera dimensión: el origen y la finalidad de esta función
el papel que desempeñaban en la acogida a los misioneros y a la
no son de orden humano. En resumen puede decirse que Arquipo
comunidad. Se ha considerado a Pablo como misógino por sus
y la comunidad están, en dependencia mutua (pero no simétrica),
palabras sobre el velo de las mujeres20 y por el silencio que les
responsabilidad; cf. su interesante artículo Structures du ministere dans le 19
Nouveau Testament: «Istina» 16 (1971) 437-452. La sumisión mutua será reclamada en Ef 5,21 justo antes de las exhor-
17
En 1 Cor 14,29 «los otros» que deben juzgar a los profetas parecen taciones dirigidas a los esposos (interdependencia y autoridad colocadas bajo
identificarse a toda la comunidad; cf. E. Cothenet, SDB 8 (1972) 1296, pero el signo del amor).
20
naturalmente con la condición de que los que hablen lo hagan con sumisión En 1 Cor 11,2-16 el texto paulino pretende sobre todo recordar a las
al Espíritu; se dice en 14,32: «los espíritus de los profetas están sometidos mujeres una regla de conveniencia que, procedente del judaismo, era la de
a los profetas». las iglesias judeocristianas. Descubrirse la cabeza, ostentar la cabellera, llevar
18
Esta dialéctica: responsabilidad de todos/responsabilidad propia de al- los cabellos flotantes, era una misma cosa (cf. Billerbeck III, 1926, 433-434).
gunos, no es específica de las epístolas paulinas. Se encuentra en 1 Jn 2,20-27: Debido al sentido erótico atribuido a la cabellera femenina, era una vergüenza
todos tienen la ciencia que procede del Espíritu y, sin embargo, la epístola para la mujer y una deshonra para el marido tener la cabeza descubierta en
enseña, cf. infra: Léon-Dufour, 229-231. Puede interpretarse en esta perspec- público. Por lo tanto, este porte era indigno de una asamblea cultual y santa
tiva I Pe 4,8-11; cf. infra: E. Cothenet, 138-140. (presencia de los ángeles). En cuanto a la expresión «tener un dominio sobre
3
34 Las epístolas de Pablo El hecho comunitario 35

ordena guardar. Estas frases, sin embargo, hay que interpretarlas de los corintios. En casos importantes, en los que se pone en
dentro de su contexto cultural 21 , con lo que queda el Apóstol libre tela de juicio su condición de apóstol y la autenticidad de su
de una acusación injustificada. evangelio (2 Cor 12,10-12), los pone como testigos y se justifica
Muchos otros colaboradores de Pablo tuvieron parte en las mis- ante ellos de las acusaciones «de los falsos apóstoles, operarios
mas fatigas misioneras: Epafras (Col 4,13); Epafrodito, que estuvo engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo» (2 Cor 11,13).
a punto de morir a causa de sus trabajos por Cristo (Flp 2,30). Semejante situación requiere de parte de las comunidades discer-
Es cierto que la evangelización de los gentiles fue confiada especial- nimiento para reconocer y valorar los criterios del apóstol autén-
mente a Pablo «siendo para los gentiles ministro de Cristo Jesús, tico 25 ; exige también de su parte un verdadero sentido de la fe
ejerciendo el sagrado oficio del evangelio de Dios para que la para permanecer fieles al anuncio de la gracia de Cristo, aunque
oblación de los gentiles sea agradable, santificada por el Espíritu sea frente al mismo Pablo o frente a un ángel del cielo (Gal 1,8).
Santo» (Rom 15,16). Pero también es verdad que esta gracia fue Los vínculos que unen a Pablo con las comunidades fundadas
compartida por una serie de colaboradores que difundieron la pa- por él tienen un sello particular. Pablo los compara a los lazos
labra y el espíritu del evangelio. También aquí podríamos haÜar que unen a los padres con los hijos 26 . Recuerda a los tesalonicen-
la misma dialéctica. El anuncio a los gentiles, que es la gracia ses las fatigas que ha sufrido por ellos día y noche; hubiera dado
particular de Pablo, atañe también a toda la asamblea22 y de una su vida por ellos como la da una madre, los ha amonestado,
manera especial es compartido por unos colaboradores cuya orga- animado, aconsejado como lo hace un padre (1 Tes 2,7-12). «La
nización es difícil definir. muerte actúa en nosotros y la vida en vosotros» (2 Cor 4,14).
Su corazón está abierto de par en par para sus corintios y les
habla como a hijos (2 Cor 6,11-13). Por amor a ellos prescinde
5. Relaciones entre Pablo y la comunidad de los derechos que hubiera tenido como apóstol (1 Cor 9,4-18);
no corresponde a los hijos atesorar para sus padres (2 Cor 12,4).
Las relaciones concretas de Pablo con las iglesias a las que Ni Apolo, ni nadie, aunque sea Cefas, pueden pretender una
escribe, manifiestan a la vez la conciencia clara que tiene de su relación de ese tipo: «Os escribo para amonestaros como a hijos
misión o de su tarea personal 23 , y la importancia que atribuye míos queridos. Pues, aunque hayáis tenido diez mil pedagogos
a la vida, al crecimiento de las comunidades y de su sentido de en Cristo, no habéis tenido muchos padres. He sido yo quien,
las responsabilidades. por el evangelio, os engendré en Cristo Jesús» (1 Cor 4,14-15).
Por otra parte, la actitud de Pablo con las comunidades no Así, pues, Pablo engendró por el evangelio, por la palabra. Advir-
fundadas por él, como la de Roma, es diferente. A las comuni- tamos que no hace aquí ninguna alusión al bautismo, a pesar de
dades que él había fundado, les habla con autoridad; a los corin- considerarlo como un segundo nacimiento (Rom 6,4). Efectiva-
tios, por ejemplo, les amonesta y reprende en nombre del poder mente, en Corinto sólo bautizó a Crispo, a Gayo y a la familia
(exousia) que ha recibido del Señor24. Pero ese poder, que co- de Estéfanas (1 Cor 1,14). Las tribulaciones, las pruebas, la pre-
existe con la debilidad (2 Cor 13,4), sólo lo ejerce por medio de 25
un diálogo. Pablo recuerda a la comunidad sus obligaciones; en Cf. infra: P. Grelot, 44-45.
26
caso de dificultades trata de provocar una toma de conciencia de El libro de P. Gutiérrez, La paternité spirituelle selon st. Paul (1968)
ofrece un interesantísimo resumen de textos sobre la paternidad moral y
la responsabilidad común. Apela a la conciencia y a la sensatez espiritual en la Antigüedad pagana y judía, sobre todo en Qumrán 38-44.
En lo que se refiere al Nuevo Testamento no hay que exagerar el alcance de
la cabeza», tantas veces interpretada como si se tratase del dominio marital, la imagen paulina. Pablo se reserva la imagen del padre (y de la madre) por
nunca tiene en griego el sentido de dominio soportado, sino ejercido. Para ser apóstol fundador; no transfería, pues, esta imagen a cualquier ministro
este pasaje cf. A. Jaubert, Le voile des femmes, 1 Cor 11,2-16: NTS (1971-72) de la Iglesia. Cristo, por conducir al único Padre (y aunque engendró en el
419-430. dolor), nunca recibió el título de «padre» (título rechazado por la comunidad
21
Cf. infra: A. Lemaire, 71-72. de Mateo, Mt 23,9). Como el paternalismo constituye siempre un peligro, se
22
Cf. supra: p. 25. necesita gran discreción al emplear la imagen del padre. Puede consultarse
23
Cf. infra: P. Grelot, 41-43. con provecho el artículo de M. Saillard: Soy yo el que por el evangelio os be
24
a . infra: P. Grelot, 49-50. engendrado en Cristo Jesús (1 Cor 4,15) RSR 56 (1968) 5-41.
36 Las epístolas de Pablo
El hecho comunitario 37
ocupación agobiante por todas las iglesias (cf. 2 Cor 11,28) le
hacen ser consciente de engendrar con dolor. «Hijos míos, por (Rom 16,1); «Saludad a Rufo, el escogido del Señor, y a su ma-
quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo for- dre que lo es también mía» (Rom 16,13). Este mismo carácter
mado en vosotros» (Gal 4,19). La meta de este alumbramiento familiar se encuentra también en las epístolas pastorales 28 .
es, pues, formar a Cristo en los nuevos convertidos, es decir, lle- Padre, madre, modelo, amante, hermano..., todos esos aspectos
varlos a la edad de los alimentos sólidos en la que desechen las son simultáneamente verdaderos. No existe una imagen exhaus-
disputas carnales (1 Cor 3,2), conducirlos a la libertad en la cari- tiva del ágape que une a Pablo con las comunidades que ha fun-
dad donde todos por amor se sirvan unos a otros (Gal 5,13) 27 . dado, y las imágenes citadas esclarecen la manera profundamente
Con estas miras Pablo pide a las comunidades que lo imiten humana con que vive sus relaciones con ellas.
como los hijos a su padre (1 Cor 4,15-16). Propone su propia Estas son las relaciones tan afectuosas que ligan a Pablo con
vida como ejemplo que deben seguir: «Hermanos, sed imitadores sus comunidades. Pero las mismas epístolas dirigidas a los her-
míos y fijaos en los que viven según el modelo que tenéis en manos atestiguan otra forma de comunicación entre Pablo y la
nosotros» (Flp 3,17; cf. 4,9; 2 Tes 3,7); «Sed mis imitadores asamblea. Además de los responsables locales recomendados por
como yo lo soy de Cristo» (1 Cor 11,1). Lo que hay que imitar el Apóstol, hay unos colaboradores muy íntimos como Tíquico,
en Pablo es su imitación de Cristo. Imitación que consiste a me- Epafras, Epafrodito y sobre todo Tito y Timoteo; esos enviados
nudo en compartir los sufrimientos y luchas del Apóstol (2 Cor son con frecuencia el lazo de unión entre Pablo y las comuni-
1,6-7; Flp 1,30), que son a su vez una participación en los sufri- dades. Más adelante trataremos de esto, pero hay que subrayar
mientos de Cristo (Col 1,24). Imitar a Pablo es también partici- desde ahora que aunque la comunidad entera esté unida a Pablo,
par del inmenso amor que profesa a sus nuevos convertidos: «Que nunca deja de tener responsables o enviados reconocidos por el
el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos Apóstol.
con otros y en el amor para con todos, como es nuestro amor para
con vosotros» (1 Tes 3,12).
Esta sobreabundancia de ágape, que es en Pablo don de Dios Advertencias y orientaciones
para sus comunidades, se expresa también con el lenguaje de amor
que usaron los profetas; es consciente de compartir los «celos» 1. Para deducir algunas orientaciones de las epístolas pauli-
de Dios por su pueblo: «Celoso estoy de vosotros con celos de nas, la interpretación debe tener en cuenta el temperamento pe-
Dios. Pues os tengo desposados con un solo esposo para presen- culiar del Apóstol, así como la diferencia de mentalidad y cul-
taros cual casta virgen a Cristo. Pero temo que se perviertan tura. Sería un contrasentido tomar a la letra las palabras de un
vuestras mentes...» (2 Cor 11,2-3). Pablo está celoso de la pu- hombre que siempre combatió contra ella. Hay que distinguir lo
reza del mensaje; por eso brota en él el deseo de volver a ver a que es propio del carácter apasionado del Apóstol, de su elocuen-
sus queridos tesalonicenses para hacerles crecer en conocimiento cia y de su herencia judía. Pero, sea cual fuere su temperamento
de Cristo: «Noche y día le pedimos insistentemente poder ver personal, no podemos pasar por alto la verdad humana y la sen-
vuestro rostro y completar lo que falta a vuestra fe» (1 Tes 3,10). cillez de sus relaciones con las comunidades que fundó. Sin negar
la autoridad que le da la misión recibida, nunca reclama conside-
La comunión del Apóstol con sus comunidades se expresa en raciones para su persona ni se encierra en un tipo de relaciones
general con el tradicional nombre de «hermanos». No es esto una convencionales. Ahora bien, eso está de acuerdo con el evangelio
figura retórica. Pablo sabe que posee la misma gracia que los y puede ser considerado como una enseñanza implícita.
corintios (cf. 2 Cor 1,21), que está sometido a la misma Palabra
(cf. Gal 1,8). No se sirve de su privilegiada posición de apóstol El estilo de vida de las comunidades cristianas también debe
para rehuir en la práctica este modo de relación. No se considera ser encuadrado en su ambiente antiguo (vida de familia que se
sitúa en relación fraterna y hasta filial: «Febe, nuestra hermana» extiende a «la casa», tradiciones de hospitalidad). Hubo allí una
como un personaje, sino que, en el interior de la comunidad, se forma de relaciones humanas concebidas según el tipo familiar.
El cristianismo se injertó en ellas acentuando el amor fraterno y
27
Q . Ef 3,16; 4,13.
Cf. infra: A. Lemaire, 104-105.
38 Las epístolas de Pablo El hecho comunitario 39

lu comunión en Cristo. A través del estilo de una época, la Iglesia Pablo— que sostienen de un modo especial las enseñanzas del
de siempre manifestaba lo que era. Tampoco pueden resultarnos Apóstol. En resumen: la comunión con el Apóstol fundador co-
extrañas las modalidades de esa inserción histórica. En esas co- rresponde a toda la asamblea, pero ésta nunca carece de respon-
munidades, los misioneros que habían dejado todo podían hallar sables. La sucesión apostólica prolonga esta situación. Podríamos
hermanos y hermanas; no se consideraba como ideal el aislamiento decir que corresponde a toda la Iglesia, pero a una Iglesia que
afectivo. La acogida estaba a cargo de parejas, hombres, muje- nunca es una asamblea informal, puesto que siempre hay e n su
res, que por el mero hecho tenían responsabilidad en la vida co- seno unos responsables encargados de transmitir las enseñanzas
munitaria e influían en el clima espiritual de la asamblea. del Apóstol.
2. Esas comunidades fueron con frecuencia lugares de vivas ANNIE JAUBERT
tensiones. Tensiones que no se resuelven «extinguiendo el Espí-
ritu», es decir, ignorando los dones espirituales, ni siquiera los
difíciles de catalogar. Pablo admira la libertad del Espíritu. El
mismo recibió una llamada carismática (el elemento imprevisible
que atraviesa las estructuras). Todos los dones y todos los oficios
deben ser orientados a construir el cuerpo de Cristo por la sumi-
sión al mismo evangelio. Todos, con una obediencia de fe, deben
cooperar a la obra única y multiforme de Dios. Pablo procura
resolver las tensiones o hacer desaparecer los abusos —salvo en
algunos casos graves— haciendo una llamada a la comunión, a
un comportamiento adulto en Cristo, a una toma de conciencia
de las responsabilidades de todos: a un diálogo, en una palabra.
Los contactos con la autoridad no son de tipo jurídico; se encua-
dran en una relación de caridad y de cooperación mutuas.
3. Existe una dialéctica delicada entre Pablo, la asamblea y
los diversos responsables. Nadie puede desligarse de una respon-
sabilidad respecto al evangelio: la de anunciarlo con la vida y
con la palabra. Pero Pablo es quien propiamente tiene la misión,
sus colaboradores participan de ella. Nadie está dispensado del
deber de la corrección fraterna, ni del discernimiento, ni de la
responsabilidad respecto a sus propios responsables.
4. El análisis de esas diversas relaciones puede proporcionar
a la reflexión teológica unas orientaciones más precisas:
a) La dialéctica por la que algunos miembros del cuerpo apa-
recen investidos de una responsabilidad que incumbe a todos,
podría constituir un jalón para una teología sacramental del mi-
nisterio. En ella algunos significarían visiblemente una función
que pertenece a la Iglesia toda.
b) La comunión con el Apóstol. El papel de Pablo como
fundador de iglesias es único. Pablo se dirige directamente a toda
la asamblea que debe estar en comunión con él. Sin embargo,
hay hermanos —en el interior de la asamblea o enviados por
I. LA CONCIENCIA DEL APOSTOLADO EN PABLO

1. El oficio de apóstol
En lo referente a la vocación apostólica de Pablo, los textos
autobiográficos esenciales son los de Gal 1,1.11-24 y Flp 3,4-12;
podemos añadir algunas alusiones esparcidas por los pasajes en
que Pablo hace la apología de su propio ministerio. Constatamos
CAPITULO II que Pablo concibe su misión en una relación triple: respecto a
Dios, a Cristo y al Espíritu. Este esquema se repite cuando nos
presenta los carismas, ministerios y operaciones en la Iglesia (1 Cor
LAS EPÍSTOLAS DE PABLO:
12,4-5).
LA MISIÓN APOSTÓLICA
a) La vocación de Pablo al apostolado (Rom 1,1; cf. 1 Cor
1,1) y su elección para predicar el evangelio a los gentiles (Rom
Importa mucho captar al vivo en las epístolas paulinas la con- 1,1) proceden de Dios mismo (Gal 1,15) que con ese objeto le
ciencia que tenía Pablo de su apostolado peculiar \ Por una parte, reveló a su Hijo (Gal 1,16). La estrecha asociación entre Jesu-
ni siquiera en los escritos de los apóstoles (1 Pe; Jn 1,3; Sant) cristo y Dios Padre hace que Pablo haya recibido su misión direc-
se encuentra un testimonio autobiográfico tan preciso, sea sobre tamente de ellos sin intermediario humano (Gal 1,1). En el mo-
la vocación del apóstol, sea sobre el modo de ejecutar la misión mento de su conversión recibió por Jesucristo «la gracia y el apos-
que implica. Por otra parte, las relaciones entre el apóstol y todos tolado» (Rom 1,5), pero al mismo tiempo «por voluntad de Dios»
los que trabajan al servicio del evangelio, se presentan aquí en (2 Cor 1,1; Col 1,1) le fue confiada una misión (Col 1,25). De
forma muy directa con ocasión de unas circunstancias concretas este modo llegó a ser, con los otros servidores del evangelio, un
«cooperador de Dios» (1 Cor 3,9; 2 Cor 6,1) y un «dispensador
ligadas a la vida de las iglesias. Es verdad que en sus escritos
de sus misterios» (1 Cor 4,1).
ocasionales Pablo no nos da ni una teoría del apostolado como
tal, ni un informe acerca de la situación respectiva del aposto- b) La gracia de Dios otorgada a Pablo (Rom 15,15; cf. 1 Cor
lado y los otros ministerios. Pero el carácter personal de esos 15,10) se concretó en una revelación2 de Jesucristo (Gal 1,12).
textos les da un valor singular. Examinaremos sucesivamente: a) el Cuando impugnaba el evangelio y perseguía a la Iglesia (Gal 1,13;
concepto de vocación y misión apostólica; b) la situación de ser- 1 Cor 15,9) se le apareció Cristo resucitado (1 Cor 15,9). Enton-
vicio en la que se encuentra el Apóstol respecto a Dios, a Cristo ces se verificaron juntamente su conversión y su vocación al apos-
y a los hombres; c) su situación respecto a los otros «ministros» tolado: «¿No soy yo apóstol? ¿No he visto yo a Jesucristo?»
(1 Cor 9,1). Constatamos, pues, que la misión apostólica tiene
de Cristo; d) las imágenes y figuras que emplea para presentar su
como último fundamento la relación personal con Jesús resuci-
función peculiar. tado; esto le proporciona una dimensión que es no sólo eclesio-
lógica por su finalidad, sino cristológica por su punto de arran-
1
que 3.
La bibliografía sobre este tema es considerable. Se encontrarán sus
elementos en el artículo de K. Kertelge, Das Apostelamt des Paulus, sein 2
A. M. Denis, L'investiture de la jonction apostolique par apocalypse:
Ursprung und seine Bedeutung: BZ 14 (1970) 180. El problema ha sido RB (1957) 335-362 (especialmente 339-342) y 492-516. J. Dupont, La révé-
abordado en las Jornadas de los Exegetas Católicos Neotestamentarios de lation du Fils de Dieu en faveur de Pierre (Mt 16,17) et de Paul (Gal 1,16):
lengua alemana, celebradas en Lucerna en 1971, sobre todo en las comuni- RSR 52 (1964) 411-420; cf. 417-420 con Gal 1,16.
caciones de J. Hainz, Apostelverstándnis und Amtsvermittlung bei Paulus 3
Cf. J. Blank, Jesús und Paulus (Munich 1968) 140, 159-160, 169 (sobre
y de H. Zimmermann, Eine Apologie des apostoliches Amtes (2 Cor 2,14-3,6) la importancia de las apariciones y la fundación de la Iglesia en la realidad
cf. el informe proporcionado en BZ 16 (1972) 153-156. de la resurrección).
42 Las epístolas de Pablo La misión apostólica 43

Entre los miembros del primitivo grupo con el que se rela- lugar los apóstoles, luego los profetas, después los doctores (12,28).
ciona el cristianismo palestinense, esa misión había comenzado du- Los tres títulos empleados denotan una fórmula tradicional de
rante la vida terrestre de Jesús, pero después de su resurrección origen judeocristiano que quizá conozca Pablo por la comunidad
adquirió un carácter nuevo y definitivo. Pablo, que nunca conoció de Antioquía, con la que estuvo relacionado algún tiempo (Hch
a Cristo «según la carne» (cf. 2 Cor 5,16), fue «cogido» (Flp 3,12) 11,25-26; 12,24; 13,2; 14,26; 15,2; cf. Gal 2,11). Pero eL con-
por el Señor ya glorificado, de una forma tal que confirió a su texto en que se encuentra prueba que, a sus ojos, el Espíritu de
vocación un sello particular, afín a las vocaciones proféticas del Dios actúa en y por el cargo apostólico. Quizá sea en su caso
Antiguo Testamento. Se convirtió entonces en «siervo» (doulos) personal, dadas las circunstancias en que recibió su vocación, don-
de Cristo (Rom 1,1; cf. Flp 1,1), en «ministro» (diakonos) (1 Cor de se percibe más claramente el carácter carismático del aposto-
3,5; 2 Cor 3,6; 6,4; 11,23; Col 1,23). lado. Esta referencia a los dones del Espíritu suscita el problema
Estas expresiones4 prueban que el apostolado, si se entiende de los signos que permitan comprobar la autenticidad del trabajo
rectamente, debe concebirse como un servicio. Servicio de Cristo apostólico, conforme al principio citado en 1 Tes 5,19-21: «No
en primer lugar. Si todo predicador del evangelio detenta un mi- extingáis el Espíritu..., pero examinad todo».
nisterio (diakonia) que ha recibido del Señor (1 Cor 3,5), Pablo
es el primero que es «ministro de Cristo en virtud de la misión
que Dios le ha confiado: hacer conocer a todos los hombres el 2. Los rasgos del verdadero apóstol
misterio escondido, esperanza de la gloria» (Col 1,25-27); con esa
finalidad él es «embajador5 por Cristo» (2 Cor 5,20). a) Si se suscita la cuestión del discernimiento de los apósto-
El modo de desempeñar su misión muestra que puede llamar- les es porque Pablo cuando aún vivía vio su autoridad contestada'
se legítimamente «ministro de Cristo más que otros» por los por unos superapóstoles (2 Cor 11,5; 12,11) a los que denunció
trabajos que ha realizado y las tribulaciones que ha padecido vigorosamente como «falsos apóstoles, enviados engañosos que se
(2 Cor 11,23). Por medio de su predicación, Dios manifiesta «el disfrazan de apóstoles de Cristo» (2 Cor 11,13). Al lado de esos
olor del conocimiento de su nombre» (2 Cor 2,14), más aún, él adversarios que le disputaban el terreno en Corinto, los enviados
mismo es «buen olor de Cristo» que produce frutos de vida o judaizantes de Galacia, unidos a la gente que rodeaba a Santiago,
muerte según la acogida que se le presta (2 Cor 2,15-16). Así, a quienes ya había combatido en Antioquía (Gal 2,12), negaban
como apóstol de Cristo Jesús (1 Cor 1,1; 2 Cor 1,1; Col 1,1) la autenticidad de su evangelio y pretendían instaurar en todas
los representa de un modo muy real y directo. partes la circuncisión y la práctica de la Ley.
En estas críticas coyunturas, ¿cómo podían los fieles discernir
Pablo no define explícitamente su vocación como un carisma
lo verdadero de lo falso? Para esclarecerlo, Pablo empieza por
del Espíritu, sino como una gracia que atañe a su propia salvación
apelar al hecho de haber recibido su vocación directamente de
y a la de los demás hombres 6 . Sin embargo, esto no debe hacer-
Cristo: no es apóstol «por los hombres ni por la autoridad de
nos olvidar que al hablar más extensamente en 1 Cor 12, asocia
hombre alguno» (Gal 1,1), y el evangelio que predica a los gen-
la función del apóstol a las «manifestaciones del Espíritu» otorga-
tiles procede directamente de la revelación de Cristo que recibió
das a todos para el bien común (12,7). Después de una primera
entonces (Gal 1,15-16). Recuerda después, que este evangelio dis-
enumeración citando algunos ejemplos (12,8-11) y de presentar
cutido, fue aceptado por los más autorizados, las «columnas» de
a la Iglesia como cuerpo de Cristo (12,12-27), termina su exposi-
la Iglesia, Santiago, Cefas y Juan 8 con un acuerdo que delimitaba
ción de los dones del Espíritu (cf. 12,31) colocando a la cabeza
tres funciones que Dios ha establecido en su Iglesia: en primer 7
Sobre este problema cf. C. K. Barrett, Pseudoapostoloi (2 Cor 11,13)
en Mélanges Béda Rigaux (Gembloux 1970) 377-396; Paul's Opponents in
4
Sobre estas dos palabras cf. el artículo de H. W. Beyer, Diakoneo, 2 Corintbians: NTS 17 (1971-72) 233-235. Para todos los textos de 2 Cor
diakonia, diakonos: TWNT 2 (1935) 264-283; infra: J. Delorme, 290-292. podemos referirnos además a K. Prümm, Diakonia Pneumatos: Tbeologie des
5 zweiten Korintherbriefes (Friburgo 1960-62).
Sobre la expresión, cf. G. Bornkamm en el artículo Presbeuo, TWNT 6 8
(1959) 680-682. Además de los comentarios de la epístola cf. H. Fürst, Paulus und die
6
Cf. A. Satake, Apostolat und Gnade bei Paulas: NTS 16 (1968-69) «Saulen» der jerusalemer Urgemeinde (Gal 2,6-9), en Studiorum paulinorum
96-107. Congressus (1961) Roma 1963, II, 3-10.
La misión apostólica 45
44 Las epístolas de Pablo
operarios» (2 Cor 11,13). Finalmente, lo mismo que juzgamos al
los campos de apostolado: Pablo y Bernabé irían a los gentiles árbol por sus frutos, la existencia de comunidades que viven con-
y ellos a los judíos (Gal 2,6-9). Los superapóstoles que se meten forme al evangelio es el sello del apostolado de Pablo (1 Cor 9,2):
en campo ajeno y se ufanan de los trabajos de los demás (2 Cor no necesita cartas de recomendación para acreditarlo, pues los
10,12-16) destruyen la «comunión» {koinonia) establecida por ese fieles mismos son la «carta de Cristo» redactada gracias a sus
acuerdo (Gal 2,9). Ya hay aquí unos rasgos seguros que las comu- cuidados y escrita en sus corazones con el Espíritu del Dios vivo
nidades fundadas por él deberían saber reconocer. (2 Cor 3,1-3). Desde la vocación recibida por Pablo, hasta la
b) Pablo apela también a la experiencia de los convertidos. experiencia de las comunidades de creyentes, todo sirve para com-
¿No confiesan que Jesucristo está en ellos gracias a que él les ha probar la autenticidad del apostolado, no de una manera auto-
predicado el evangelio? (2 Cor 13,5). Después de haber experi- mática, sino gracias al discernimiento de espíritus que es un don
mentado al Espíritu, ¿van a volver otra vez a la servidumbre de del Espíritu Santo (1 Cor 12,10).
la ley y de la carne? (Gal 3,3-4). Porque realmente Dios mismo
acredita la palabra de su apóstol con el «poder» que la acompaña
(2 Cor 6,7), con obras «poderosas» 9 (1 Tes 1,5) que se identifican
con las «señales y prodigios» en los que pueden reconocerse los II. EL SERVICIO DE DIOS Y DE CRISTO
rasgos distintivos del apóstol (2 Cor 12,12; Rom 15,9). Eso, sin CON VISTAS A LA SALVACIÓN DE LOS HOMBRES
hablar del «conocimiento» que atestigua elocuentemente que el
Espíritu actúa en él (cf. 1 Cor 12,8) y que no es inferior en nada
a sus adversarios (2 Cor 11,6). En cuanto a su presentación ex- 1. Servicio de Dios y servicio de los hombres
terna, está de acuerdo con el evangelio que anuncia: se ve en a) Hay que volver a hablar de la situación de servicio (dia-
ella la paradoja de la cruz, por un lado en su renuncia a una sabi- konia) en la que el Apóstol se encuentra por el mero hecho de
duría o a una elocuencia simplemente humanas (cf. 1 Cor 1,17-18); su vocación: reproduce la actitud de Cristo que al venir a este
por otro, por su conducta que es como la de Cristo (cf. 1 Tes mundo tomó los rasgos de un siervo (doulos: Flp 2,7) y se hizo
2,3-7; 2 Cor 6,6). a sí mismo «ministro (diakonos) de los circuncisos para cumplir
Esta conformidad con el evangelio le lleva a compartir los su- las promesas hechas a los Patriarcas» (Rom 15,8). Así también
frimientos mortales de Jesús para que su vida de resucitado se «nosotros somos vuestros siervos (doulous) por amor de Jesús»
manifieste en los creyentes (1 Tes 2,1-2; 1 Cor 4,9-13; 2 Cor (2 Cor 4,5). La mención de Jesús en este contexto demuestra cuál
4,7-12; 6,4-5.8-9; 11,23-33; 12,10). Sus reflexiones sobre la cruz es el sentido del servicio que el apóstol realiza: el mismo que
compensan la idea que quizá podríamos formarnos por su referen- Cristo dio a su vida y a su muerte.
cia al Señor glorificado: sería ilusorio buscar en esa glorificación
la fuente del entusiasmo cristiano, perdiendo de vista la ley fun- b) La perspectiva de la salvación de los hombres por Jesu-
damental del evangelio que es una «apología de la cruz» (1 Cor cristo y en Jesucristo es la que nos hace entender el ministerio
1,18). En el apóstol auténtico, la participación en la cruz hace que apostólico. Este principio podría aplicarse a cualquier ministerio,
hasta la debilidad se convierta en fortaleza (2 Cor 12,9), y la pues Pablo en este punto no diferencia su posición de la de los
muerte produzca frutos de vida (2 Cor 4,105). Por ese motivo otros predicadores. Como servicio del evangelio es el «ministerio
Pablo prefiere gloriarse de su debilidad (2 Cor 11,30; 12,5.10), de la nueva alianza» (2 Cor 3,6), el ministerio del Espíritu comu-
porque es una señal más segura que las visiones y revelaciones nicado a los hombres (3,8), el ministerio de la justicia de Dios
a las que sólo tiene en cuenta en un momento de «insensatez» que los salva (3,9), el ministerio de la reconciliación obrada sólo
(2 Cor 12,11). Los criterios que aquí se invocan serán válidos para por Cristo entre Dios y los hombres (15,18). Los hombres son
todo ministro del evangelio, pero en primer lugar lo son para el el término de ese servicio, pero éste tiene una meta precisa. Lo
Apóstol a quien los fieles pueden distinguir así de los «malos mismo que la gracia de Cristo afronta todos los aspectos del mal
humano para vencerlos, así el ministerio del apóstol los integra
9
Cf. el comentario del texto por B. Rigaux, Les Bpitres aux théssaloni- en su objetivo. Pero, igual que la acción de Cristo giraba sobre la
ciens (1956) 374-377.
46 Las epístolas de Pablo La misión apostólica 47
nueva alianza y la reconciliación entre los hombres y Dios, la conducirlos a la salvación (Rom 9,3). Sin embargo, su vocación
acción del apóstol se centra en el restablecimiento de las relacio- peculiar concierne a los miembros de los pueblos gentiles: con
nes entre los hombres y Dios. La comprensión exacta de la reden- esa finalidad fue separado y llamado por la gracia y Dios le reveló
ción reclama esta perspectiva, puesto que, partiendo de ella, el ser- a su Hijo (Gal 1, 15-16). Desde ese momento, habiendo recibido
vicio del evangelio se propone la instauración de un mundo nue- de Cristo gracia y misión de apóstol para «someter a la fe a todas
vo en el que no habrá «griego ni judío, esclavo ni libre». En las naciones» (Rom 1,5), él se debe «a los griegos y a los bár-
efecto, los hombres están llamados a ser uno en Cristo Jesús baros, a los sabios y a los ignorantes» (Rom 1,14). «Siendo libre
(Gal 3,28), y con esta condición puede definirse el evangelio como
de todos, se hizo esclavo de todos para ganar a los más posibles.
«una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: del
Con los judíos se hizo judío para ganar a los judíos; con los que
judío primeramente y también del griego» (Rom 1,16).
están bajo la ley, como quien está bajo la ley... para ganar a los
que están bajo ella; con los que están sin ley, como quien está
2. Las modalidades del servicio de los hombres sin ley... para ganar a los que están sin ley» (1 Cor 9,19-21).
En realidad su acción apostólica se desplegó esencialmente entre
a) De acuerdo con los criterios del Antiguo Testamento, Pa- los gentiles. No para organizar una «iglesia de incircuncisos» frente
blo considera a la humanidad dividida en dos partes: de un lado a la de los circuncidados, ni porque quisiera una iglesia de grie-
el pueblo judío al que pertenecen ya «la filiación adoptiva, la gos y otra de bárbaros, una de sabios y otra de ignorantes, una
gloria, las alianzas, la Ley, el culto, los Patriarcas y del cual des- de hombres libres y otra de esclavos: si así fuese, la Iglesia de-
ciende Cristo según la carne» (Rom 9,4-5). Del otro lado los gen- jaría de ser el centro de la unificación del género humano. Si se
tiles, hasta ahora apartados del plan salvífico, pero reintegrados opone al punto de vista de los judeocristianos, es precisamente
en él con pleno derecho desde que Cristo derribó la muralla de para suprimir toda barrera entre los hombres que reconocen a
odio que separaba a judíos y gentiles (cf. Ef 2, 11,14) reconci- Jesucristo como único mediador de la salvación" (cf. Gal 1,6-7;
liando a todas las cosas por la sangre que derramó en la cruz 2,15-20). Esto choca con un determinado concepto de la unidad
(Col 1,20). El apóstol de Cristo anuncia no sólo la reconciliación humana, heredado del Antiguo Testamento, concepto que algunos
entre los hombres y Dios, sino también la reunificación del género querrían atribuir de nuevo sólo a Israel y en el marco de su ley.
humano que resulta al reunirse los judíos y los gentiles en un Pero Pablo no cede nada a «esas gentes que rodean a Santiago»
solo pueblo que canta las alabanzas del único Dios (Rom 15,8-12; (Gal 2,12). No discute la actitud de Santiago que se contenta con
cf. 9,24). La perspectiva desemboca en la Iglesia, pueblo de Dios, desempeñar su papel en la comunidad judeocristiana de Jerusalén,
donde la reconciliación se opera en el plano vertical y en el ho- ni las servidumbres legales que implica; tiene empeño, sin em-
rizontal. bargo, en conservarse libre para cumplir su misión. En realidad
b) Con relación a este aspecto fundamental del evangelio, se impuso su punto de vista: los «notables» de Jerusalén, incluso
Pablo se encuentra, sin embargo, en una situación especial. Judío Santiago, que no aprobó a los legalistas excesivamente celosos, no
de nacimiento (Flp 3,5; cf. Gal 2,15; 2 Cor 11,22), sabe que el añadieron nada a su evangelio (Gal 2,2-7). A su vez, él fue el
evangelio debe ser predicado «primeramente a los judíos» (cf. Rom primero en preocuparse por mantener una «comunión» real entre
1,16), para que el judaismo sea llamado a cumplir su misión según las dos partes de la Iglesia, organizando la colecta que era el
el designio de Dios 10. Por eso no deja de hacerlo así por donde- signo concreto de esa unión (Gal 2,10; 1 Cor 16,1-4; 2 Cor 8-9;
quiera que pasa. Ante la resistencia de sus hermanos de raza que Rom 15,25-27).
se atreven a oponerse al anuncio del evangelio a los gentiles (1 Tes
2,14-16), experimenta «una gran tristeza y un tormento conti-
nuo» hasta el punto de desear ser anatema por ellos si eso puede 11
La expresión del pensamiento paulino utiliza aquí las categorías socia-
les y culturales de su tiempo donde se enfrentan naciones, clases o grados de
10 cultura que separan a los hombres. Pero el mensaje que contiene se aplica
Cf. X. Léon-Dufour, Juif et gentil selon Romains 1-11, en Studiorum
paulinorum Congressus (1961) Roma 1963, I, 309-315. a todas las civilizaciones humanas haciendo las trasposiciones necesarias.
La misión apostólica 49

sus cartas las diversas formas de ejercer ese servicio de la palabra


3. Los diversos aspectos del ministerio apostólico
que contribuyen eficazmente a edificar la Iglesia prolongando la
La práctica del ministerio apostólico comprometía a Pablo en acción del Apóstol que la fundó (cf. 1 Tes 5,19 s; 1 Cor 12,8.28;
una acción misionera a nivel de mundo. Los diversos aspectos de 14,5.26-32; Rom 12,6-8). Habrá que dar importancia a este hecho
su actuación pueden agruparse en dos puntos: el servicio del al hacer una reflexión global sobre los ministerios 12.
evangelio y la responsabilidad de las iglesias. b) El servicio del evangelio conduce normalmente al naci-
a) Pablo fue escogido «para anunciar el evangelio de Dios» miento de comunidades locales que lo dan a conocer con su vida.
(Rom 1,1). La fundación de iglesias se basaba en esta tarea pri- En toda ciudad donde reside algún tiempo, Pablo va dejando uno
mordial, por ello no es de extrañar que el ministerio de la Palabra o varios grupos de fieles que se reúnen en asamblea (cf. 1 Cor
ocupe en sus cartas un lugar destacado. Cuando da una ojeada 11,18) en determinados días para mostrar en forma visible su
retrospectiva a su actividad, constata que «desde Jerusalén hasta «convocación» por Dios 13 . En relación a esas comunidades fun-
el Ilírico ha dado cumplimiento al evangelio de Cristo» (Rom dadas por él o por sus inmediatos colaboradores, Pablo es cons-
15,19). Ese evangelio no es simplemente una palabra de hombre ciente de una gran responsabilidad, importantísima para él. De
que hace eco a la de Cristo; es una «fuerza de Dios para la sal- ahí su «preocupación cotidiana: la solicitud por todas las iglesias»
vación de los creyentes» (Rom 1,17); por lo tanto, un poder que (2 Cor 11,28). Las cartas atestiguan cómo cumple esta misión pas-
comienza a actuar por el mero hecho de su anuncio. Es preciso toral, sea directamente con mensajes o visitas, sea sirviéndose de
también que el mensaje que contiene sea comunicado y recibido colaboradores (Col 1,7-8), o de enviados especiales (1 Cor 16,10-11;
(1 Cor 15,1), defendido en ocasiones frente a los que querrían 2 Cor 1,12; 7,6; 8,6. 18. 22). La defensa del evangelio anunciado,
modificar su significado (cf. Gal 1,6-9). En esta perspectiva, las la instrucción complementaria de los fieles, la rectificación de ideas
polémicas del Apóstol no tienen por objeto imponer sus puntos desviadas, la corrección de abusos existentes, directivas para la
de vista personales: suponen primeramente la sumisión a un evan- conducta o para la organización de las asambleas cultuales, exhor-
gelio que no es suyo ni hecho a medida humana, sino resultante tación a una vida auténticamente cristiana, son temas que al filo
de la revelación del mismo Jesucristo (Gal 1,11-12). La predica- de la lectura se hallan en las epístolas, documentos pastorales por
ción, tarea peculiar suya (Gal 1,16), es un imperativo tan fuerte excelencia. Pablo no teme proponerse a sí mismo como modelo
que Pablo se descarga en sus colaboradores de otras funciones que que los fieles deben imitar lo mismo que él imita a Cristo 14 (1 Cor
dimanan de ella, como la de bautizar (1 Cor 1,17). 4,16). Prefiere la persuasión a los preceptos, prevenir los abusos
Una exigencia tan fundamental requiere el envío, cada día mejor que castigarlos con rigor, renunciar a sus derechos antes
más frecuente, de numerosos predicadores (cf. Rom 10,14-17). que prevalerse de ellos (cf. 1 Cor 9,12.18), pero no vacila en
Por eso se afana Pablo por extender cada vez más lejos la irra- ejercer, cuando es necesario, la autoridad (exousia) que le fue
diación de su propio ministerio: en Colosas, Epafras, su «compa- otorgada para la edificación de los fieles (cf. 2 Cor 10,8). «Ordena»
ñero en el servicio», lo desempeñó en su nombre (Col 1,7-8). (1 Tes 4,11; 2 Tes 3,4.6.12; 1 Cor 7,10; 11,7), «prescribe»
Por este caso se vislumbra un aspecto esencial de su método. Ade- (1 Cor 7,17; 11,34; 16,1), al mismo tiempo que se esfuerza por
más del primer anuncio del evangelio, hay que pensar en las otras estimular en las comunidades la conciencia de su responsabilidad
formas de la predicación y de la exhortación que son su comple- común 15 . Una vez al menos, en circunstancias particularmente
mento (cf. 2 Cor 5,20—6,1). Por esta razón, personalmente o por graves en las que está en juego su autoridad apostólica, amenaza
medio de sus cartas, continúa Pablo entregándose afanosamente con ejercer rigurosamente su poder (2 Cor 13,2) que está al ser-
a ellas. Y como es imposible que él llegue a todo, es normal su vicio de la verdad (13,8) y manifiesta el poder de Cristo (13,4).
afán por ver que en todas las comunidades se realiza el servicio
de la palabra de Dios. Los fieles mismos podrán contribuir a él 12
Cf. infra: J. Delorme, 284; B. Sesboüé, 378-379; H. Denis, 409-410.
con eficacia, sea en los comienzos de la evangelización, sea en co- 13
Cf. supra: A. Jaubert, 27.
14
munidades ya establecidas, en la medida en que hayan recibido de D. M. Stanley, Become Imitators of me: tbe Pauline Conception of
Dios los «dones» necesarios... Con frecuencia evoca Pablo en Aposlolic Tradition: Bib. 40 (1959) 859-877.
15
Cf. supra: A. Jaubert, 34-35.
4
50 Las epístolas de Pablo La misión apostólica 51

En este aspecto no hay diferencia entre la actuación del Apóstol el crecimiento (1 Cor 3,4-9); por eso le invita a volver para el
cuando se halla presente, y la que ejerce de lejos por medio de bien de la comunidad (1 Cor 16,12). Por los dos últimos ejem-
cartas o mandatarios. Concibe siempre su misión como un ser- plos vemos cómo se coordinan, de un lado la organización de las
vicio que puede reclamar de él decisiones difíciles y dolorosas: iglesias locales que poseen ministerios particulares, y de otro la
en 1 Cor 5,3-5 expulsa de la comunidad a un incestuoso. Nos actividad de los misioneros que recorren el mundo romano para
equivocaríamos, pues, si pensáramos que después de haber dado proseguir las tareas ligadas a la evangelización.
vida a unas comunidades locales, Pablo las consideraba como gru-
pos independientes donde la abundancia de los dones de gracia
(1 Cor 1,5; cf. 2 Cor 8,7) bastaba para todo... Por un lado, la
reglamentación de esos dones sigue siendo una exigencia del «bien III. PABLO Y LOS OTROS MINISTROS DEL EVANGELIO
común» (1 Cor 12,7). Por otro, entre esos dones la función apos-
tólica tiene la prioridad (1 Cor 12,28). Por consiguiente, mientras
vive el Apóstol que fundó la comunidad, la relación de ésta con A medida que se establecen nuevas comunidades, al problema
su poder apostólico (exousia) constituye un elemento esencial de de la evangelización inicial se añade el de organizarías práctica-
su estructura interna. El ejercicio de todos los ministerios está mente. En este capítulo no nos toca tratar de la diversidad de
relacionado necesariamente porque no hay heterogeneidad entre los ministerios, pero sí debemos examinar cómo entiende Pablo
los dones del Espíritu Santo: la relación orgánica entre el aposto- su postura y su misión personal con respecto a la de los otros
lado y los otros ministerios que suscita el Espíritu, aunque respeta servidores del evangelio 16. Podemos distinguir varios casos: Pedro,
sus caracteres peculiares, manifiesta la unidad de la acción de Dios, los demás apóstoles, los predicadores en general y los inmediatos
de Cristo y del Espíritu en la Iglesia. colaboradores de Pablo.
Con respecto a las iglesias que él no ha fundado personalmente,
Pablo adopta una actitud distinta. En su obra de evangelización 1. Pablo y Pedro "
procura no acudir a los lugares ya evangelizados por otros (Rom
15,20-21). Hay dos casos en que podemos constatar cómo se com- a) Pablo no se considera subordinado de ningún modo a
porta frente a iglesias ya existentes. En la de Jerusalén, totalmente Pedro, aunque una tradición muy antigua, recordada por él, lo
judeocristiana, en la cuestión de las observancias legales no cedió coloque al frente del grupo de los Doce (1 Cor 15,5). No es im-
nada para salvaguardar la integridad del evangelio y la posibilidad posible que conozca la promesa de Jesús a Pedro tal como la
de anunciarlo a los gentiles (Gal 2,15); incluso se preocupó de citará Mt 16,17-18 si nos fiamos de las afinidades que se notan
hacer avalar por las autoridades responsables la autenticidad de entre el léxico de ese texto y el de Gal 1,15-16 18. Pero eso le
su evangelio (Gal 2,6.9). Pero, en cambio, tuvo interés en orga- deja intacta la conciencia que tiene de ser apóstol con igual de-
nizar la colecta que manifestaba la «comunión» entre los cris- recho que Cefas. En el momento cumbre de la crisis judeocris-
tianos de los dos lados. En la comunidad de Roma, cuyo origen tiana, ha procurado que los «notables», las «columnas» (Gal
pagano-cristiano subraya (Rom 1,5-6), no quiere usurpar el do-
minio de sus desconocidos fundadores, pero desea aprovechar su 16
Cf. R. Schnackenburg, L'apostolicité: état de la recherche: «Istina» 14
viaje a España (15,23-24) para comunicar algún don espiritual (1969) 5-32; Apostel vor und neben Paulus en Scbriften zum Neuen Testa-
a los fieles y confirmarlos en la fe, o más bien para experimentar ment 17
(Munich 1971) 338-358.
junto a ellos el consuelo mutuo que la comunidad de fe propor- J. Dopfner, Petrus und Paulus en «Theologie und Glaube» 53 (1961)
180ss. El problema está tratado indirectamente en los artículos de A.-M.
ciona (1,11-12). Pablo, en efecto, en virtud de su gracia par- Denis y J. Dupont citados en la nota 2. Cf. A. Feuillet, Chercher a persuade?
ticular, es un predicador ambulante que en todas partes puede Dieu (Gal 1,10a). El principio de la epístola a los Gálatas y la escena de
contribuir a la edificación de la Iglesia: es natural que ejercite Cesárea de Filipo: NT 13 (1970) 350-360. R. Pesch toca ligeramente el tema
ese don recibido de Dios. Pero a su vez, acoge con igual genero- en Lugar y significación de Pedro en la Iglesia del Nuevo Testamento: «Con-
cilium» 64 (1971) 19-30.
sidad a los otros predicadores que sirven auténticamente al evan- 18
Esta es la hipótesis que gustosamente aceptaría J. Dupont, art. cit-,
gelio: después de sembrar él en Corinto, Apolo regó y Dios dio nota 2.
52 Las epístolas de Pablo La misión apostólica 53
2,6.9), entre las que considera a Santiago, Cefas y Juan (Gal 2,2; podemos advertir que en ellos la «comunión» entre Pedro y
cf. 2,9) aprueben su manera de entender y anunciar el evangelio. Pablo tiene un significado esencial para la Iglesia: manifiesta con-
Pero el problema que surgió entonces, correlativo al de la unidad creta y simbólicamente la unidad interior de una comunidad en
interna de la Iglesia, concernía a la aceptación mutua de los evan- la que se unen la evangelización de los judíos y la de los demás
gelizadores de los judíos y los evangelizadores de los gentiles, pueblos 21 .
Pablo y Bernabé (Gal 2,1-9). Los «notables» no añadieron nada
a su evangelio (2,6); reconocieron «que la evangelización de los
gentiles le había sido confiada, como a Pedro la de los circun- 2. Pablo y los otros apóstoles
cisos; pues el que actuó en Pedro para hacer de él un apóstol de
los circuncisos, actuó también en Pablo para hacerle apóstol de a) El término «apóstol» no siempre tiene el mismo sentido
los gentiles» (2,7-8). Esta aceptación de su apostolado comportó y la misma extensión en las epístolas paulinas. A diferencia de
no sólo la aprobación de sus objetivos y métodos, sino también Lucas, que restringe su atribución a los Doce (Le 6,13; Hch 1,26;
el reconocimiento de la gracia (charis) que le había sido otorgada cf. 8,1), Pablo lo aplica a diversos colaboradores de la misión
como suya propia. Santiago, Cefas y Juan lo demostraron dándole cristiana 22 : Apolo (1 Cor 4,9), quizá Bernabé (1 Cor 9,2-6), quizá
la mano en signo de comunión (2,9). La relación entre Pedro y también Silvano y Timoteo, sus compañeros de misión (1 Tes
Pablo, enviados directos del mismo Señor, mensajeros del mismo 1,1); ciertamente Junia y Andrónico, que «creyeron en Cristo an-
evangelio a las dos partes de la humanidad —judíos y pueblos tes que él» (Rom 16,7), sin contar a los «enviados de las igle-
gentiles—, no se definió en términos de autoridad y subordinación, sias» (2 Cor 8,23). El carácter ambiguo del vocabulario estorba
sino de comunión, repartiéndose los campos de apostolado: «Para aquí algo al estudio de la cuestión. Entre los que acabamos de
nosotros ( = Pablo y Bernabé), los gentiles; para ellos ( = Santiago nombrar, la mayor parte sólo llevan el nombre de apóstol en sen-
y Juan), los circuncisos» (2,9). tido lato, puesto que no pueden reivindicar un «envío» recibido
b) En esta perspectiva hay que leer el relato del incidente directamente de Cristo resucitado. Según los Hechos, parece que
de Antioquía (Gal 2,11-14) cuya fecha se discute 19 . Al querer Bernabé mismo no profesó la fe hasta después de las apariciones
restablecer entre los fieles de origen judío la abstención de ali- (Hch 4,36-37). Hay un texto, sin embargo, que parece expresar
mentos prohibidos, impidiendo así que participaran de la misma los nombres con más exactitud. La tradición antigua, reproducida
mesa, «las gentes que rodeaban a Santiago» imposibilitaban tam- en 1 Cor 15,3-7, distingue, entre los que gozaron de las apari-
bién la participación en «la cena del Señor» y rompían la comu- ciones, diversos grupos muy determinados: hablan de Pedro y
nión entre cristianos. La actitud ambigua de Pedro y luego de los Doce, de más de cinco mil hermanos, de Santiago y todos los
Bernabé hubiera causado la ruina de la misión entre los gentiles apóstoles. Santiago es el «hermano del Señor» de quien habla
o de la unidad en la Iglesia. El conflicto era ante todo de orden Gal 1,1923 y 2,9.12; Pablo menciona en otro lugar a los herma-
práctico, pero desde el principio Pablo advirtió todas sus impli- 21
caciones. El reproche público que dirigió a Cefas para hacerle Tendríamos que situarnos en esta perspectiva para estudiar el sentido
particular de la sede de Roma en la Iglesia como custodio del testimonio de
volver a la verdad del evangelio no es sólo un ejemplo de correc- Pedro y de Pablo, sellado con su martirio. Sobre el aspecto tradicional del
ción fraterna. Como dice muy bien un comentador antiguo: «Pablo problema cf. Y.-M. Congar, Saint Paul et l'autorité de l'Église romaine d'aprés
no hubiera reprendido a Pedro si no hubiese sido en cierto modo la tradition, en Studiorum paulínorum Congressus (1961) Roma 1963, I,
su igual en relación a la defensa de la fe» 20 . Sin pretender dedu- 491-516.
22
L. Cerfaux, Pour l'histoire du mot «apostólos» dans le Nouveau Tes-
cir de los textos de la epístola a los Gálatas más de lo que dicen, tament: RSR 48 (1960) 76-92 (Recueil L. Cerfaux, III Gembloux 1962)
185-200, especialmente 186-194, donde el autor estudia la semántica paulina.
19 En sentido lato aplica Pablo el término a «una persona que ha recibido una
Acerca del orden cronológico, que sitúa al conflicto de Antioquía antes
que la asamblea de Jerusalén, cf. J. Dupont, Études sur les Actes des apotres autoridad delegada para una misión pública» (B. Rigaux, Les Épitres aux
(1967) 185-216; esta hipótesis explicaría mejor posible las relaciones entre Thessaloniciens, 418). Cf. más recientemente los artículos de R. Schnacken-
Gal y Hch 15. burg citados en la nota 16.
20 23
Sto. Tomás de Aquino, S. Theol. II Ilae, q 33, art 4, ad 2. Esta reflexión Gal 1,19 es susceptible de dos traducciones: «No vi a ningún otro
no figuraba formalmente en su comentario de la epístola a los Gálatas. apóstol, solamente a Santiago, el hermano del Señor», o «No vi a ningún
54 Las epístolas de Pablo La misión apostólica 55

nos del Señor distinguiéndolos de los apóstoles (1 Cor 9,5). En mo servicio del evangelio tiene una excepcional importancia, pues-
estos últimos textos, la palabra «apóstol» parece usada en un to que sus tareas complementarias tienen como meta la reunión
sentido restringido y técnico para designar a los que han reci- de Israel y de los gentiles en Cristo. Unión que ya existe en ger-
bido una «misión» de Cristo resucitado, a diferencia de los «her- men en la Iglesia. Por eso todos los enviados de Cristo pueden
manos» (1 Cor 15,6) que pueden ser testigos suyos, pero no intervenir legítimamente en sus respectivos campos de evangeli-
fueron «enviados» con igual título para anunciar el evangelio. zación, con tal que la autenticidad del evangelio sea íntegramente
Los apóstoles constituyen, pues, un círculo más amplio que los respetada. Según 1 Cor 1,12, quizá Cefas interviniera de este
Doce; Pablo pertenece a ellos con pleno derecho, puesto que modo en Corinto, pero los corintios hicieron muy mal en apro-
«vio a Jesús nuestro Señor» (1 Cor 9,1; cf. 15,8) y por ese mo- vechar esto para desunirse alegando la diversidad de predicadores,
tivo es apóstol «no por los hombres ni por la autoridad de hombre porque Cristo no puede dividirse (1 Cor 1,13). Una vez más, en
alguno, sino por Jesucristo y por Dios Padre» (Gal 1,1). En cuan- la perspectiva del pensamiento paulino y en la evaluación de la
to a la misión recibida, no es inferior en nada, aunque haya sido función apostólica, encontramos una eclesiología de comunión.
llamado después de los otros y aunque por su pasado de perse-
guidor sea «el menor de los apóstoles» (1 Cor 15,8-9). Advirta-
mos que todos esos apóstoles de la primera hora, agrupados en 3. Los servidores de la Palabra
torno a Santiago, no son sólo judeocristianos, sino también coope- y los colaboradores de Pablo
radores con él en la misión entre los judíos.
Un dato de los Hechos nos informa de la procedencia de
b) La misma observación vale a fortiori para los Doce 24 , Apolo 26 . Fue un judío de Alejandría llegado a la Iglesia indepen-
agrupados en torno a Cefas (1 Cor 15,5). Estos en su origen dientemente de Pablo, bautizado en Efeso después de completar
fueron junto a Cristo un grupo representativo de la comunidad su instrucción con Priscila y Aquila, idóneo para predicar por su
del futuro, en la perspectiva de la reunión escatológica de Israel, conocimiento de las Escrituras (Hch 18,24-28). Su primera estan-
como lo atestigua el logion arcaico conservado en los Sinópticos25. cia en Corinto fue fructuosa para la comunidad local (1 Cor 3,6;
«Os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de cf. Hch 18,27-28). Pablo en su presencia no se gloría de la misión
Israel» (Mt 19,28; Le 22,30). Esto define el sentido de su minis- recibida de Cristo porque está en comunión de fe con él, aunque
terio en los comienzos de la Iglesia. Pablo no pertenece a ese sus métodos de predicación son distintos. Ve en él a un «servi-
grupo, pero la misión recibida directamente de Cristo lo iguala dor» que ha confirmado en la fe a los corintios (1 Cor 3,5), a un
a los miembros de aquél. Sobre este punto podemos repetir lo «cooperador de Dios» como lo es él también (3,9). Su actuación
que dijimos antes respecto a las relaciones entre Pablo y Pedro: es tomada como pretexto para querellas internas (1,12), pero eso
Pablo fue enviado a los pueblos gentiles, como Pedro y los Doce no impide que Pablo le niegue volver a Corinto respetando sus
a Israel. Las dos misiones se complementan. La de los Doce, por decisiones y gustos personales (16,12). Algunas breves alusiones
su repercusión escatológica, atrae la atención sobre un aspecto a Bernabé nos lo presentan como socio de Pablo en la evangeliza-
esencial de la de Pablo: también éste tiene como tarea el apre- ción de los gentiles (Gal 2,1.9.13; 1 Cor 9,6). Ofrecen pocas
surar la reunión escatológica de las naciones en torno a Cristo, indicaciones precisas sobre los aspectos de sus relaciones mutuas 27 ,
en el culto del único Dios (cf. Rom 15,9-12). Participan en esta aunque sí denotan su independencia recíproca en la obra de la
tarea otros, especialmente Bernabé (Gal 2,9). Su comunión con evangelización.
los Doce y con todos los apóstoles en la fe en Cristo y en el mis-
26
Todos los datos relativos a Apolo están reagrupados y comentados por
otro apóstol, si no es a Santiago, el hermano del Señor». El texto de 1 Cor C. Spicq, L'Épitre aux Hébreux (1952) 209-219, que considera a Apolo autor
15,7 favorece la segunda interpretación, donde la palabra apóstol se aplica de esta epístola.
27
a un grupo más amplio que los Doce. Según Hch 13,1-3, Bernabé y Pablo fueron los delegados asociados a
24
J. Wagenmann, Die Stellung des Apostéis Vaulus neben den Zwólf la iglesia de Antioquía para la evangelización de Chipre y de varias provincias
(Berlín 1926). asiáticas. Sus relaciones, muy íntimas hasta la asamblea de Jerusalén (Hch
25
J. Dupont, El logion de los doce tronos (Mt 19,28; Le 22,28-30): 15,1-35), experimentaron después algunas tensiones antes de independizarse
Bib 45 (1964) 355-392. recíprocamente (15,36-40).
56 Las epístolas de Pablo La misión apostólica 51

La situación difiere algo cuando se trata de los colaboradores en las comunidades locales. Vemos esbozarse el tránsito del apos-
inmediatos que Pablo se ha escogido. Este es el caso sobre todo tolado primitivo a las estructuras que lo sustituyen, realizado siem-
de Tito y Timoteo 28 , a los que envía a Corinto para representarle pre en espíritu de servicio. Pablo, ya lo hemos visto, insiste en
y reamar sus planes (1 Cor 4,17; 16,10; 2 Cor 2,13; 7,6). Pero los títulos que presentan las funciones de la Iglesia como servi-
también aquí conviene analizar exactamente las actitudes de Pa- cios: Apolo y él son «servidores de Cristo y dispensadores de los
blo. Su autoridad rectora en la empresa misionera a la que Tito misterios de Dios» (1 Cor 4,1). Esto les hace cooperadores de
y Timoteo parecen consagrar toda su actividad, nunca es contes- Dios (1 Cor 3,9; 2 Cor 6,1), puesto que descubren a los hom-
tada, pero Pablo no hace alarde de ella. Considera a Tito como bres sus secretos designios y administran, por así decir, los asun-
a un hermano (2 Cor 2,13), no le ordena, sino que le comunica tos de su casa. Las metáforas de la agricultura y del trabajo agrí-
una llamada que Tito se apresura a seguir (2 Cor 8,16-17). Aun- cola ponen en claro este aspecto del trabajo común a los após-
que Tito sea discípulo suyo, al que «ha cogido consigo» en su toles y a los demás predicadores (1 Cor 3,9-17), que lleva con-
segundo viaje a Jerusalén (Gal 2,1.3), no lo trata como a subor- sigo penas y fatigas (1 Tes 2,9; 5,12; 2 Cor 10,15-18). En otro
dinado, sino como a compañero y colaborador (2 Cor 8,23). Con lugar, para describir los aspectos difíciles de un ministerio ejer-
todo, no olvida apelar a su autoridad para asegurar a sus enviados cido en medio de contradicciones, Pablo recurre a la metáfora de
especiales la acogida que se les debe (1 Cor 16,10-11; 2 Cor la lucha y del combate 30 (Flp 1,29-30; 1 Cor 15,32; 2 Cor 10,4-5;
8,16-24), de igual modo que más tarde dará instrucciones a los Col 1,28-29), que se aplica también a sus colaboradores (Flp 2,25;
tesalonicenses respecto a Marcos (Col 4,10). Así vislumbramos el Col 4,12; Flm 2). La perspectiva con que se realiza ese servicio
tipo de relaciones existente entre el Apóstol y los que ha elegido del evangelio sostiene al Apóstol en sus esfuerzos. En efecto, las
para ayudarle en su tarea: una sumisión común a las exigencias metáforas empleadas no aluden sólo a la cosecha escatológica en
del evangelio y una caridad delicada evitan las dificultades que el campo de Dios, o al perfeccionamiento final del templo de Dios
podrían surgir del ejercicio riguroso de la autoridad apostólica. que es la Iglesia; dejan entrever el examen de los operarios y de
A su vez, los colaboradores de Pablo se acomodan a sus puntos su obra en el tribunal de Dios (1 Cor 3,12-15; 4,2-5). Teniendo
de vista y adaptan a ellos sus iniciativas (2 Cor 8,16-17). En cuan- en vista este juicio divino, Pablo se afana por realizar su obra con
to a las relaciones de Pablo con los miembros que salen de las plena autenticidad evangélica, porque «lo que se pide a los admi-
iglesias locales a realizar diversos oficios, las examinaremos más nistradores es que sean hallados fieles en sus ministerios» (1 Cor
adelante al tratar de los ministerios 29 (cf. 1 Tes 5,13-22; 1 Cor 4,2). Por eso los designios de Dios prevalecen sobre todos los
16,15-18; Rom 16,1-15 passim; Col 1,7-8; 4,12-17). planes humanos, aunque sean los de Pablo 31 .

2. Recurso al léxico cultual


IV. IMÁGENES Y FIGURAS DEL SERVICIO APOSTÓLICO
Hay que notar los escasos lugares en que Pablo se sirve del
léxico cultual para evocar sus funciones propias. Sabemos M que
1. El trabajo apostólico el título dado al sacerdote judío y al pagano (hiereus) no aparece
nunca en sus cartas para designar el apostolado ni las otras fun-
Para terminar será útil el estudio de las metáforas usadas por ciones ejercidas en la Iglesia: el servicio ministerial de Jesucristo
Pablo para expresar su conciencia del ministerio que Dios le ha y del evangelio de ningún modo puede asimilarse al de los media-
otorgado misericordiosamente (2 Cor 4,1). En general las aplica dores culturales. De esta manera la innovación cristiana se advierte
a su tarea de apóstol y a otros ministerios que se están organi- en el vocabulario mismo que la designa. Sin embargo, también
zando en el marco de su misión evangelizadora o, eventualmente,
30
A. Fitzner, Paul and the «Agón» Motif (Leiden 1967).
28 31
Los datos relativos a Tito y Timoteo están reunidos por C. Spicq, Sobre las imágenes de la paternidad y la maternidad para expresar la
Les Épitres pastorales (:1969) 47-57. relación de Pablo con los cristianos, cf. supra: A. Jaubert, 36.
29 32
Cf. infra: A. Lemaire, 67-70. Cf. infra: J. Delorme, 289.
58 Las epístolas de Pablo

el apostolado es, a su modo, un «servicio sagrado» (cf. Rom 1,9).


La palabra leitourgia y sus derivados tienen una serie de signifi- CONCLUSIONES Y ORIENTACIONES
cados que abarcan desde las funciones públicas (Rom 13,6) a la
organización de la colecta destinada a los judeocristianos (2 Cor
9,12); pero también pueden designar en ocasiones la función Un rápido análisis de la experiencia apostólica de Pablo nos
con que Cristo, actuando por su apóstol, ofrece los hombres a ha permitido captar al vivo una imagen del ministerio que es de
Dios en sacrificio33 (Flp 2,7). Hay un texto en que el Apóstol capital importancia. Ciertamente, después del Apóstol e incluso
se presenta a sí mismo como «ministro» (Jeitourgon) de Cristo durante su vida y como prolongación de su actividad misionera,
entre los gentiles, que ejerce el sagrado oficio del evangelio34 existe una diversidad de ministerios en las iglesias (1 Cor 12,25).
«para que la oblación de los gentiles sea agradable, santificada Mas el Apóstol, como enviado directo de Cristo, reúne en sí todos
por el Espíritu Santo» (Rom 15,16). No podemos olvidar que los rasgos característicos. El aspecto carismático de su vocación
la actividad santificadora que se efectúa por el ministerio del após- propia, que no se debe a una relación con Jesús en el período
tol —y de los otros servidores del evangelio que viven con él anterior a la resurrección, es muy digno de ser tenido en cuenta
y después de él— tiene como meta un objetivo preciso: que los porque manifiesta la función apostólica como el primero de los
fieles, ofreciendo sus cuerpos como hostia viva, agradable a Dios, «dones» distribuidos por el Espíritu para el bien común (1 Cor
le tributen el culto racional (logiken latreian) que espera de ellos 35 12,7). Estos dones, múltiples y variados, se sitúan en el conjunto
(Rom 12,1). Toda la vida de los cristianos se integra así en el orgánico cuyos aspectos multiformes y unidad profunda se ad-
sacrificio de Cristo Jesús cuya realidad y presencia son recordadas vierten gracias a la actividad de Pablo. Además la referencia de
por la cena del Señor (1 Cor 11,20). En esta perspectiva, incluso Pablo a Cristo resucitado como fuente originaria de su ministerio
la muerte del Apóstol cobra un sentido relacionado con su fun- propio, en el punto de partida señalado por su vocación, durante
ción: su sangre será una libación derramada sobre el sacrificio y su vida —puesto que para él «vivir es Cristo» (Flp 1,21)— o en
la ofrenda que constituye la fe de los fieles (Flp 2,17). Llevando la perspectiva del «Día del Señor» que impulsa toda su actividad,
en su cuerpo los sufrimientos de Jesús (2 Cor 4,10) espera par- esta referencia, decimos, señala de un modo decisivo la única
ticipar personalmente de su resurrección (Flp 3,11) y permanecer manera auténtica de comprender cualquier ministerio. El evange-
con él cuando abandone su cuerpo mortal (2 Cor 5,8; cf. Flp 1,23), lio anunciado por el Apóstol es la medida de su propia fe, la
y espera también que su muerte dé frutos de vida para los fieles única regla de su conducta y el ideal que procura realizar. Por
(2 Cor 4,12). eso Pablo nos hace comprender, no en abstracto sino partiendo
de su experiencia ejemplar, el sentido de las funciones de los
33
diversos ministerios, los servicios que tendrán que realizar, las
Hay que reconocer que el texto es ambiguo. Todo el vocabulario de actitudes que deberán adoptar para que respondan a su finalidad
este pasaje es de índole cultual. Si tenemos en cuenta que Pablo está dis-
puesto a derramar su sangre en libación sobre el sacrificio y la oblación que de edificar la Iglesia. En el ministerio apostólico de Pablo capta-
constituye la fe de los filipenses, nos inclinaremos a darle un papel activo en mos en la fuente misma el concepto del ministerio en la Iglesia.
la ofrenda de ese sacrificio. Sin embargo, el contexto (con su doble alusión
a la alegría de Pablo y de los fieles) puede invertir la perspectiva y reclamar Si la referencia al servicio de los hombres aparece como un
la traducción adoptada por J. Gnilka: «Aunque sea derramado en libación, rasgo característico del ministerio apostólico, está ordenada al ser-
yo me alegro y me alegro con todos vosotros por el sacrificio y la oblación vicio de Dios y del único Señor que dio su vida para asegurar la
de vuestra fe». Der Philipperbrief (Friburgo de Brisgovia 1968) 154-155. En- reconciliación entre los hombres y Dios (2 Cor 5,18-20). La Igle-
tonces volveríamos sencillamente a encontrarnos en la perspectiva de Rom
12,1. sia que construye el Apóstol abre así a los hombres un horizonte
34
C. Wiener, Hierourgein (Rom 15,16), en Studiorum paulinorum Con- de esperanza, ya que el evangelio que les aporta debe transformar
gressus (Roma 1963) II, 399-404, opina que no existe aquí necesariamente sus vidas individuales y también las estructuras sociales en las que
una alusión al sacerdocio del Antiguo Testamento para atribuir la imagen
al Apóstol. se insertan. Pero el Apóstol, en su actividad misionera, en la que
35
Para más aclaraciones cf. P. Grelot, Le Ministere de la Nouvelle Aliance ocupa un puesto esencial el servicio de la palabra, se fija un obje-
(1967) 125-130. tivo que va más allá de la transformación moral de unos creyen-
60 Las epístolas de Pablo

tes y de la transformación del mundo que resulta de aquélla: todo


conducirá a una humanidad nueva en la que Cristo será todo en
todos. También en este punto su actitud, además del valor de
ejemplaridad, evidencia la finalidad de todo ministerio en una hu-
manidad que sólo se salvará de sus miserias propias por la gracia
de Dios que la reconcilia consigo en Cristo Jesús (2 Cor 5,19).

PIERRE GRELOT

CAPITULO III

LAS EPÍSTOLAS DE PABLO:


LA DIVERSIDAD DE LOS MINISTERIOS

Presentar la diversidad de los ministerios 1 en las epístolas de


Pablo es empresa difícil que tropieza con dos obstáculos impor-
tantes. Por un lado, las cartas del Apóstol son escritos de cir-
cunstancia que no pueden ni quieren decirnos todo, pues con-
ciernen a una situación concreta, difícil de reconstruir. Por otro
lado, esas epístolas han sido interpretadas de maneras muy dis-
tintas, sobre todo en lo que atañe al problema de los ministe-
rios 2, ya que cada cual tiende a encontrar en sus lecturas sus
ideas propias y su propia teología. Teniendo en cuenta ambas
dificultades, vamos a analizar los principales textos en que el Após-
tol presenta la diversidad de los ministerios y alude a las condi-
ciones de vida concreta de determinados ministros.

I. LA DIVERSIDAD DE LOS MINISTERIOS

Al hablar de los ministerios en 1 Cor 12,5ss, Pablo insiste


ante todo en su extraordinaria diversidad. Esto se advierte espe-
cialmente al analizar las listas de las funciones existentes en la
Iglesia, las menciones de sus colaboradores inmediatos y las alu-
siones a los diferentes ministros de las iglesias locales.
1
Siguiendo la costumbre, traducimos casi siempre diakonía por «minis-
terio» y diákonos por «ministro», pero hay que advertir que la palabra griega
diakonía significa cualquier servicio y no siempre tiene el matiz de carácter
oficial de nuestro término «ministerio».
2
Entre los estudios recientes cf. P. Grelot, La structure ministérielle de
l'Église d'aprés saint Paul: «Istina» 15 (1970) 389-424; J. Gnilka, Geistliches
La diversidad de los ministerios 63

tores» (Hch 13,1) se encuentran en los Hechos de los Apóstoles


1. Las listas de funciones en un lugar en que el autor parece utilizar directamente una fuente
En numerosos pasajes de sus cartas, Pablo enumera los dones, antioquena 6 ; además se hallan también esos tres títulos en la
las actividades, las diversas funciones existentes en la Iglesia: Didaché XI; XIII; XV, manual misionero de la Iglesia primitiva
Rom 12,6-8; 1 Cor 12,4-11; 12,28-31; 14,6 s . No siempre es redactado en la región de Antioquía.
fácil determinar con exactitud quién es el aludido en esos textos, e) ¿Qué función desempeña cada uno de los miembros de
sobre todo porque no concuerdan totalmente entre ellas. Sin em- esta tríada? Los apóstoles, a quienes hay que distinguir del grupo
bargo se pueden constatar algunos puntos importantes: de los Doce', son ante todo unos misioneros enviados oficialmente
a) En esas enumeraciones Pablo no sitúa todo en el mismo por su comunidad. Su campo de acción se delimitó cuando fueron
plano: a veces cita los dones siguiendo un cierto orden (1 Cor enviados a misionar; de ahí la importancia que tiene la noción de
12,28) y afirma repetidamente que hay que aspirar a «los dones «medida» (2 Cor 10,13). En general viajan de dos en dos pro-
mejores» (cf. 1 Cor 12,31; 14,1...). vistos de cartas de recomendación, y las comunidades cristianas que
visitan deben recibirlos «como al Señor» {Didaché XI, 4; cf. Gal
b) Su punto de vista difiere del de los corintios: para éstos 4,14). Dar a los apóstoles el primer lugar en esta triada indica
se trata de manifestaciones «pneumáticas» o espirituales inspira- claramente la orientación misionera de la Iglesia, especialmente
das por el Espíritu {pneutna) y más o menos extáticas (1 Cor 12, la de Antioquía, en esta época 8 .
1-3). En cambio, para Pablo se trata, lo primero y ante todo, de
Los profetas desempeñan un papel de primera línea en las
«dones» {charismata: 1 Cor 12,4.31) dados por Dios para el cre-
asambleas cristianas 9 : «El que profetiza edifica a la Iglesia» (1 Cor
cimiento de la Iglesia 4 . Es, pues, sintomático que Pablo relegue
14,4; cf. v. 22). «El que hace oficio de profeta habla con los
al último lugar el fenómeno más estimado por los corintios: «el
hombres para edificarlos, exhortarlos y consolarlos» (1 Cor 14,3).
don de lenguas» (cf. 1 Cor 12,10.30).
Por lo tanto, aparte de otras funciones, los profetas se encargan
c) Pablo, al enumerar los dones, destaca singularmente tres de la homilía y la predicación en las asambleas litúrgicas. Más
grupos de hombres que realizan funciones distintas: «primero los aún: la Didaché, confirmando las alusiones de 1 Cor 14,15-17, reco-
apóstoles, en segundo lugar los profetas, en el tercero los doctores» mienda que «les dejen dar gracias (eucharistein) todo el tiempo
(1 Cor 12,28; cf. v. 29). El carácter original de esta tríada 5 está que quieran». Por tanto, recitan también plegarias de bendición
subrayado por el hecho de que, al seguir la enumeración, ya no o «eucarísticas». Según Hch 4,36; 13,1.15,32, los profetas son
cita más títulos sino sólo los dones, como si las personas que los líderes de importantes comunidades locales (Antioquía, Jerusalén)
poseían no tuvieran un nombre especial. y de entre ellos son escogidos los apóstoles. Este papel importan-
d) Probablemente Pablo menciona esta tríada siguiendo la 8
tradición de Antioquía, centro misionero al cual está ligado. En Cf. B. Rígaux, Los doce Apóstoles: «Concilium» 34 (1968) 7-18.
7
efecto, las palabras «apóstoles» (Hch 14,4.14), «profetas y doc- Para la distinción de los dos títulos «Doce» y «apóstol» cf. J. Dupont,
Le nom d'apotres a-t-il été donné aux Douze par Jésus?: «L'Orient syrien» 1
(1956) 425ss; A. George, Des Douze apotres et a leurs successeurs, en Le Mi-
Amt und Gemeinde nach Paulus: «Kairos» 11 (1969) 95-104; los tres artícu- nistére sacerdotal (Lyon 1970) 25, 53; infra, 208s; A. Descamps, Aux origines
los de R. Pesch, P. Grelot y J. Budillon en «Istina» 16 (1971) 437-488; du ministére, la pensée de Jésus, RTL (1971) 3-45; A. Lemaire, De los servi-
A Lemaire, Les Ministeres aux origines de l'Église (París 1971) 73-108. cios a los ministerios. Los servicios eclesiales en los dos primeros siglos: «Con-
3
Cf. también Ef 4,11-12; infra: P. Bony, 88-90. cilium»: 80 (1972) 471-486. Cf. infra: J. Delorme, 267-271.
4
Cf. E. Kasemann, Amt und Gemeinde im NT (1949), en Exegetische 8
Cf. en este sentido J. Gnilka, Geistliches Amt und Gemeinde nach
Versuche und Besinnungen I (Gotinga 1964) 109-134, especialmente 109-117; Paulus: «Kairos» 11 (1969) 95, 104, especialmente 97; R. Schnackenburg,
M. A. Chevallier, Esprit de Dieu, paroles d'hommes, le role de l'Esprit dans Apostles before and during Paul's time, en Apostolic History and the Gospel
les ministeres de la parole selon l'apótre Paul (Neuchatel 1966) 139-171. (Mélanges F. F. Bruce, Grand Rapids 1970) 298 y 301: A. Lemaire, De los
5
Esta tríada vuelve a encontrarse en Ef 4,11, donde «evangelistas y pas- servicios a los ministerios. Los servicios eclesiales en los dos primeros siglos:
tores» son probablemente una inserción de fines del siglo i, época en que «Concilium» 80 (1972) 471-486.
los evangelistas y pastores reemplazaron a los apóstoles, profetas y doctores. 9
Cf. E. Cothenet, Prophétisme et ministére d'aprés le Nouveau Testa-
Cf. A. Lemaire, Les Ministeres (1971) 107; para Ef cf. infra: P. Bony, 88-89. ment: «La Maison-Dieu» n° 107 (1971) 29-50 y Le prophétisme dans le Nou-
veau Testament: SDB 8 (1971) 1222-1337.
64 Las epístolas de Pablo La diversidad de los ministerios 65

tísimo de los profetas 10 en la comunidad cristiana explica la insis- Por lo tanto, parece que en esta época los apóstoles, profetas y
tencia de Pablo en el don de profecía: «No despreciéis las pro- doctores son los únicos ministros para quienes el vocabulario está
fecías» (1 Tes 5,20; cf. Rom 12,6). «Codiciad los dones espiri- relativamente establecido. Esta interpretación está confirmada por
tuales, sobre todo el de profecía» (1 Cor 14,1). el hecho de que Pablo, en la enumeración de 1 Cor 12,28, no atri-
A los doctores (didaskaloi) los conocemos sólo por algunas alu- buye nombres especiales a los que han recibido los otros dones.
siones: en general van asociados con los profetas, juntos en la g) Ahora podemos comprender mejor la lista de Rom 12,6-8;
triada precedente, pero también fuera de esa enumeración (Hch en ella como en 1 Cor 12,28 hay un corte en la enumeración
13,1; Didaché XII, XV). Se encargaba de la didaskalia, enseñan- después de «la exhortación» (paraklesis), cambia la construcción,
za bastante metódica que se apoyaba en las Escrituras probable- y la práctica de los carismas alude a sentimientos personales: sen-
mente como lo hacían los rabinos judíos, es decir, siguiendo una cillez, celo... La profecía, el ministerio {diakonia), la enseñanza
tradición de escuela. Quizá Pablo y Apolo, que habían tenido una {didaskalia) y la exhortación, precedidos todos por la palabra «des-
formación rabínica (Hch 18,24; 22,3), fueran reconocidos como pués» {eite), forman pues un grupo aparte que debemos relacionar
«doctores» (cf. Hch 11,26.13,1 para Saulo), antes de ser enviados con la triada: apóstoles, profetas, doctores. En Rom 12 Pablo
oficialmente por sus comunidades como «apóstoles». piensa en una comunidad local: se comprende con facilidad que
f) La inserción de la tríada en un catálogo de dones nos hace no haya mencionado el apostolado, en tanto que la actividad de
comprender mejor la relación existente entre don (charisma) y los profetas y doctores está claramente expresada por la profecía,
ministerio {diakonia) n . la enseñanza y la exhortación (Rom 12,7), estando esta última
Los apóstoles, profetas y doctores son diakonoi, ministros. directamente ligada a la actividad de los profetas, según 1 Cor 14,3.
Pablo, aun siendo apóstol, se presenta con frecuencia como dia- Así, pues, la diakonia designa el «ministerio» como en Ef 4,12,
konos, ministro de Dios (1 Cor 3,5; 2 Cor 3,6; 6,4; cf. Ef 3,7; es decir, esencialmente, el ministerio de la palabra.
Col 1,23.25) y a sus rivales, los superapóstoles o falsos profetas De la comparación de todas esas listas resulta que según el
también les reconoce este título de diakonos (cf. 2 Cor 11,5-22). apóstol Pablo:
Por lo tanto, colocar esta triada de ministros a la cabeza de una — los ministerios son unos carismas, unos dones de Dios para
lista de dones significa que para Pablo los ministerios son dones el bien de todos;
(charismata)12. Y es absurdo, desde su punto de vista, oponer — los ministerios de los apóstoles, profetas y doctores están
«carisma» y ministerio «establecido» (cf. etheto: 1 Cor 12,28). a la cabeza de los carismas dados a la Iglesia;
Los ministerios son carismas, pero no todo carisma es minis- — los nombres de los ministros oficiales, reconocidos como
terio: por ejemplo, el celibato es un «carisma» sin la menor rela- tales, en esta época y al menos en las iglesias relacionadas con el
ción desde el punto de vista de Pablo en 1 Cor con el ministerio. centro misionero de Antioquía, son «apóstoles», «profetas» y «doc-
Si se comparan Ef 4,11 y 1 Cor 12,28, se ve que la enumeración tores», lo que significa que esos ministros son esencialmente mi-
que sigue a la tríada se refiere simplemente a unos dones que no nistros de la palabra;
definen a personas determinadas: «Después los que tienen don de — esos ministerios no constituyen todos los dones hechos por
hacer milagros, después los que tienen gracia de curar, de socorrer Dios a la Iglesia: existe una gran variedad de dones y funciones
al prójimo, don de gobierno, de hablar todo género de lenguas...». que están designados con un vocabulario muy variable.
10
1 Cor 11,2-16 y Hch 21,9 supone que también las mujeres pueden ser
profetas. Sobre este punto cf. infra, 71-72.
11
Sobre la teoría propuesta por Harnack de una oposición entre «caris- 2. Los colaboradores de Pablo 13
máticos» e «institucionales» cf. A. Lemaire, Les ministéres (1971) lOlss y
los artículos de R. Pesch, P. Grelot y J. Budillon: «Istina» 16 (1971) 437-488. Entre los colaboradores de Pablo hay que conceder un puesto
Sobre la ambigüedad del concepto de institución cf. J.-J. Paquette, Unité et especial a Bernabé, Silas y Apolo, que trabajan en plano de igual-
institution. Groupe, organisation et structure: «Lumiére et vie» n° 103 (1971) dad con él (cf. 1 Cor 3,5) y no dependen de su autoridad. Es sig-
49-69.
12
Nos lo confirma explícitamente Ef 4,11: «Ha dado...» Cf. infra: P. 13
Bony, 85-86. Cf. E. E. Ellis, Paul and his Co-Workers: NTS 17 (1971) 437-452.
5
66 Las epístolas de Pablo La diversidad de los ministerios 67

nificativo que los tres, explícita o implícitamente, sean denomina- Pablo procura atraerse a Onésimo porque siente la necesidad
dos «apóstoles» 14. de nuevos auxiliares. Sin duda, aún están con él sus colaboradores
Los otros colaboradores dependen más de la autoridad del Jesús (?), Marcos, Aristarco, Demás y Lucas (Flm 24), pero cons-
Apóstol: así sucede con Timoteo, Tito, Epafras, Epafrodito y Tí- tata que Aristarco, Marcos y Jesús son los únicos colaboradores
quico, ayudantes de Pablo en cierto modo, auxiliares valiosos en judíos que le quedan (Col 4,11) y trata de completar su equipo
quienes puede confiar; participan en el ministerio apostólico de misionero con cristianos procedentes del paganismo.
Pablo subordinados a él, y se íes llama diakonoi {Tira: 2 Cor 3,6; Esos hombres tan diferentes por su origen y ambiente social
6,4; 1 Tes 3,2; Epafras: Col 1,7; Tíquico: Ef 6,21; Col 4,7). forman un verdadero equipo misionero animado por Pablo, y el
— Timoteo se encuentra casi siempre junto a Pablo (Rom nombre de «hermanos» 15, que el Apóstol suele usar para desig-
16,21; 2 Cor 1,1; Flp 1,1; Col 1,1; 1 Tes 1,1; 2 Tes 1,1); éste narlos, pone de relieve los sentimientos de fraternidad existentes
le confía muchas misiones de enlace cuando quiere tener noticias entre los diversos miembros de este reducido equipo.
de una comunidad que acaba de dejar, y asegurarse de que todo
marcha bien (1 Cor 4,17; 16,10; Flp 2,19-20; 1 Tes 3,2). Si Pablo
lo envía es porque es «seguro» y «fiel» (pistos: 1 Cor 4,17) y 3. Los ministros de las iglesias locales
porque ya ha sido probado {dokimen: Flp 2,22).
— Tito, de origen pagano (Gal 2,3), acompañó a Jerusalén a En la carta más antigua que conocemos de Pablo, la primera
Pablo y a Bernabé. Después Pablo lo envió en misión a Corinto, epístola a los Tesalonicenses, ya alude a unos ministros que hay
donde al parecer tuvo éxito pleno (2 Cor 2,13; 7,6-14); Pablo le en la comunidad local: en 1 Tes 5,12-13 16, Pablo remite a un
encomendó la organización de la colecta sabiendo que los corin- grupo de cristianos que tienen la responsabilidad de predicar el
tios apreciaban su celo (2 Cor 8,6-23; 12,17-18). evangelio y de velar para que la comunidad viva conforme a él;
— Epafras predicó el evangelio a los colosenses. Probablemen- a todos los cristianos les pide explícitamente que los reconozcan
te lo era él de origen (Col 4,12); Pablo lo presentó oficialmente como encargados de esa misión.
como diakonos y su ministerio giró sobre dos polos: Cristo (Col Dirigiéndose a la iglesia de Corinto, alude Pablo claramente
1,7) y las comunidades locales (1,8; 4,13). Fue a dar cuenta de su a un grupo de «profetas» que desempeñan un importante papel
actividad a Pablo, quien lo aprobó plenamente respaldándolo con en la asamblea litúrgica (cf. 1 Cor 14). Su actividad resultaba
su autoridad apostólica (1,7). bastante confusa y la comunidad más o menos anárquica: entonces
— Epafrodito sirvió también de enlace entre las comunidades Pablo reacciona vigorosamente recordando sus reglas de conducta
y el Apóstol; fue «delegado» de la comunidad [apostólos: Flp 2,25) para que la asamblea se celebre en paz; con más energía aún actúa
ante san Pablo, quien, conocedor de su valía, hizo de él su «cola- en el caso de incesto pronunciando una excomunión (1 Cor 5,4-5).
borador» y «compañero de combate» (2,25). Al hacer esto es consciente de suplir una deficiencia de la comuni-
— Tíquico, «carísimo hermano y fiel ministro {diakonos) y dad, que es la que hubiera debido tomar una decisión (1 Cor 5,2);
consiervo en el Señor» (Col 4,7), ayuda directamente a Pablo en también hubiera debido escoger en su seno unos jueces, unos «sa-
el momento de la epístola de la cautividad. El Apóstol lo envía a bios», para zanjar los litigios entre hermanos (1 Cor 6,5). En todo
Colosas para asegurar el enlace con la comunidad, comunicando esto se ve que Pablo opina que el mejor remedio para esos males
sus cartas y exhortando también él (Col 4,8; cf. Ef 6,21s). es que la comunidad se rija ella misma escogiendo a algunos miem-
— Onésimo está asociado a Tíquico en esa misión (Col 4,9), bros especializados.
pero parece que está entonces comenzando a ayudar al Apóstol: En ese contexto, la recomendación de la «casa de Estéfanas...
Pablo lo quería tener como auxiliar (cf. Flm 13) y, como es escla- primicias de Acaya» (1 Cor 16,15-16) constituye una llamada diri-
vo, ruega a su dueño Filemón que le liberte para que pueda ir gida a la comunidad para que acepte el ministerio de esos miem-
con él. bros más antiguos y totalmente fieles: «Se han consagrado al ser-
14 15
Para Apolo cf. 1 Cor 4,9; para Bernabé cf. 1 Cor 9,5s v Hch 14,4.14; Cf. E. E. Ellis, art. cit., A45A5X.
16
para Silas cf. 1 Tes 2,7; cf. E. E. Ellis, art. cit., 439. Para un estudio de esos versículos cf. supra: A. Jaubert, 31-32.
68 Las epístolas de Pablo La diversidad de los ministerios 69
vicio (diakonia) de los santos: os ruego que tengáis mucha defe- santos en Cristo Jesús que están en Filipos con los obispos y diá-
rencia a personas de ese carácter y a todos los que cooperan y conos (syn episkopois kai diakonois) (Flp 1,1). Desgraciadamente
trabajan (en el ministerio)... Mostrad, pues, reconocimiento a tales el Apóstol no nos informa sobre esos episkopoi kai diakonoi y
personas» (1 Cor 16,15-18). esas palabras se han interpretado de modo muy diverso. Sin entrar
De igual modo los corintios, entre los hombres que ofrecen aquí en los detalles de la discusión exegética21, hay que hacer
garantías, deben escogerse ellos mismos unos delegados para la notar que las palabras episkopos y diakonos probablemente no tie-
colecta (1 Cor 16,3). Esta colecta es un modelo de organización: nen aún la acepción técnica de «obispo» y «diácono», y que la
Tito es el delegado del Apóstol, los otros hermanos son los dele- Didaché, manual misionero cristiano de fines del siglo primero,
gados (apostoloi) de las iglesias locales: por lo tanto, deben ser aclara algo esa expresión: «Así, pues, escogeos unos vigilantes y
examinados y escogidos por esas comunidades (2 Cor 8,22-23). ministros dignos del Señor, hombres mansos y desinteresados, ve-
En el capítulo 16 de la epístola a los Romanos (que quizá sea races y experimentados, pues también ellos ejercen para vosotros el
una esquela dirigida primitivamente a la iglesia de Efeso), Pablo ministerio (leitourgia) de los profetas y doctores» [Didaché XV, 1).
presenta oficialmente a un ministro de la comunidad de Cencreas, Los episkopoi kai diakonoi designan, pues, globalmente a los mi-
puerto de Corinto: «Os recomiendo a nuestra hermana Febe, mi- nistros de las comunidades nuevas que han surgido de la misión
nistro (diakonos) de la iglesia de Cencreas...» (Rom 16,1-2). No a los gentiles.
precisa su ministerio, pero debía ser importante a juzgar por la
Si añadimos que Gal 6,6 alude muy probablemente a un mi-
cálida recomendación que hace de ella el Apóstol".
nistro encargado de la enseñanza o de la catequesis en la comu-
La carta a los Colosenses atestigua también la existencia de nidad de los gálatas, que disfruta de una ayuda material, adverti-
ministros en la iglesia de Colosas. Si Epafras pudo dejar esa comu- mos que las cartas de Pablo contienen referencias más o menos
nidad para encontrarse con Pablo, es porque le pareció suficiente- explícitas a unos ministros, y eso en todas las comunidades locales
mente «consolidada». Y también seguramente porque había con- a las que se dirige.
fiado el ministerio de esa comunidad a un hombre seguro: Ar-
Las epístolas paulinas nos ponen, pues, en presencia de servi-
quipo 1S . Es interesante advertir que, según la esquela a Filemón,
Arquipo forma parte de su casa, incluso quizá sea hijo suyo 19 . dores de la comunidad, ministros numerosos y diversos2Z, unas veces
Esa casa era el punto de reunión de la nueva comunidad cristiana misioneros, otras agregados a una iglesia local. Aparte de los nom-
(Flm 2); se ve, por tanto, que el que recibe en su casa a la comu- bres de la triada procedentes de la tradición, Pablo da poca im-
nidad está como naturalmente designado para desempeñar un pa- portancia a los diferentes títulos que se atribuyen a unos y a
pel importante en esa comunidad20. Es probable que encontremos otros. Para él lo importante es que sean servidores fieles (1 Cor
el mismo caso en Laodicea, donde Ninfas (mujer, quizá) podría 3,5; 4,2) y que lo prueben (cf. la noción de dokime) por su acti-
ser ministro de esa comunidad porque en su casa se reúne la asam- vidad al servicio de las comunidades nacientes, sobre todo anun-
blea (Col 4,15). ciándoles o recordándoles el evangelio.
Siempre que reflexiona sobre las diversas funciones en la Igle-
La presencia de ministros en la comunidad de Filipos es aún
sia, Pablo recuerda netamente su origen y el objetivo de esa diver-
más segura: «Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los
sidad, señalando así su valor positivo y su finalidad eclesial.
17
Algunos comentaristas consideran a Febe como un «diaconisa», pero 21
la palabra «diakonos» no tiene aún ese sentido técnico, cf. A. Lemaire, Les Cf. A. Lemaire, Les Ministéres (1971) 96-103.
22
Ministéres (1971) 94. La mayoría de los comentaristas modernos destacan esta diversidad.
18 Cf. J. Gnilka, Geistliches Amt und Gemeinde nach Paulus: «Kairos» 11
El verbo parelabes de Col 4,17 parece indicar que Arquipo no recibió
su ministerio directamente de Cristo, sino por medio de un intermediario que (1969) 104; J. Quinn, Ministry in the New Testament, en Catholics and
quizás fuera Epafras. Cf. J. Dupont, Le discours de Milet (1962) 106, n. 1; Lutherians in Dialogue IV (1970) 100; J. Gnilka, Das Kirchenmodell des
A. Lemaire, Les Ministéres (1971) 104. Epheserbriefes BZ 15 (1971) 183; P. Grelot, Sur ¡'origine des ministéres dans
19
Cf. P. Benoit, Les Épitres de saint Paul aux Pbilippiens, a Philémon, les églises pauliniennes: «Istina» 16 (1971) 461; R. Pesch, Structures du mi-
aux Colossiens, aux Ephésiens: BJ (1959) 72, nota f. nistére dans le Nouveau Testament: «Istina» 16 (1971) 437-451; J. McKen-
20
Sobre este aspecto característico de la vida de la Iglesia primitiva, zie, Estructuras ministeriales en el Nuevo Testamento: «Concilium» 74 (1972)
cf. supra: A. Jaubert, 27. 19-30.
70 Las epístolas de Pablo La diversidad de los ministerios 71

1. Esa diversidad es querida por Dios; más especialmente es sin embargo, dos orientaciones generales en la elección de los mi-
obra del Espíritu Santo (1 Cor 12,4-11; 12,28; Rom 12,6). Como nistros: por una parte, el candidato debe haber acreditado su apti-
hemos dicho antes, cada ministerio es un «don» de Dios: Dios es tud antes de ser aceptado, y por otra, en general a cada comunidad
quien «funda» en la Iglesia (1 Cor 12,28), Cristo es el que «otorga» le concierne la tarea de discernir en su seno quiénes pueden ser
a cada uno una función diferente (Ef 4,11). sus ministros (cf. Estéfanas: 1 Cor 16,15-16 y 1 Tes 5,12) 2i .
2. Esa diversidad se sitúa en el interior de la Iglesia (1 Cor 2. Pablo afirma que los ministerios son «establecidos» por
12,28: «en la Iglesia») y se completa con la construcción {oiko- Dios (1 Cor 12,28), pero no puntualiza si esa institución hecha por
dome) de esta Iglesia: «La manifestación del Espíritu se le da a Dios se expresaba con un rito litúrgico especial y no hace ninguna
cada uno para el bien común» (1 Cor 12,7), «para la edificación alusión a la imposición de manos.
del cuerpo de Cristo» (Ef 4,12; cf. 1 Col 14,3.4; 14,12; 2 Cor 3. Como todo ministerio está «en la Iglesia», existe una es-
12,19). pecie de control mutuo de los ministros entre ellos y por parte de
la comunidad. Esto es evidente en Corinto: «en cuanto a los pro-
fetas, que hablen dos o tres y los demás disciernan» (1 Cor 14,29),
y a Tesalónica: «No despreciéis las profecías; examinad, sí, todas
II. LA VIDA DE LOS DIVERSOS MINISTROS
las cosas y ateneos a lo bueno» (1 Tes 5,20-21). Esta preocupación
por el control mutuo la siente el Apóstol incluso por sí mismo
A lo largo de las epístolas paulinas se pueden espigar algunas y procura manifestar su «comunión» con las «columnas» de la
alusiones al nombramiento de los ministros, a su situación familiar Iglesia, «por miedo de correr o haber corrido en vano» (Gal 2,2).
y profesional, a su sostenimiento económico; pero aquí más que
nunca hay que tener en cuenta el carácter fragmentario y ocasional 4. ¿Cuál es la postura de Pablo frente al ministerio de las
de nuestros datos. mujeres? 25 Se ha comentado mucho su misoginia; ahora bien, en
lo que concierne al ministerio de las mujeres, las cartas paulinas
1. La designación de los ministros23 parece resultar de un contienen dos textos «disciplinares» y algunas alusiones concretas:
acuerdo entre el candidato, la comunidad y los otros ministros, — En 1 Cor 11,2-16 ordena Pablo a las mujeres cubrirse la
sobre todo Pablo. Así sucede con Timoteo (1 Cor 4,17; 16,10; cabeza con un velo cuando «oran o profetizan» (1 Cor 11,5). Poco
Flp 2,19; cf. Hch 16,1-3) y Tito (2 Cor 8,16-19), que son esco- importa aquí la argumentación del Apóstol 26 , que quiere sobre
gidos directamente por Pablo y aceptados por la comunidad (Hch todo evitar los desórdenes en la asamblea de Corinto. Lo impor-
16,2; Flp 2,22). Epafrodito en cambio es enviado por la comuni-
24
dad de Filipos y Pablo se contenta con constatar su aptitud (Flp La Didaché es muy clara en este punto: «Escogeos vigilantes y minis-
2,25); lo mismo sucede con Epafras, originario de Colosas y mi- tros del Señor... son aquellos de vosotros que tienen buena fama...» (Didacbé
nistro de esa comunidad. XV, ls); cf. también Hch 6,3: «Hermanos, buscad especialmente entre vo-
sotros siete hombres de buena reputación...» Sobre este problema cf. R.
El ejemplo más característico de esta coordinación en la elec- Schnackenburg, La colaboración de la comunidad, por el consentimiento y la
ción de los ministros es el de la «casa de Estéfanas» en Corinto elección, según el Nuevo Testamento: «Concilium» 77 (1972) 18-30.
25
(1 Cor 16,15-16). Ellos espontáneamente se dedicaron al servicio Este problema ha sido objeto de muchos estudios recientes, a veces
de los santos y Pablo los considera capaces de ser unos buenos algo precipitados y superficiales. Cf. J.-J. O'Rourke, Women and the Reception
of Orders: «Rev. Univ. Ottawa» 38 (1968) 290-298; M. Boucher, Some
ministros. Es preciso, sin embargo, que la comunidad los apruebe. Unexplored Parallels to 1 Cor 11,11-12 and Gal 3,28: the New Testament on
Y para ello Pablo los recomienda calurosamente. the Role of Women CBQ 30 (1969) 50-58; E. Bruyére, Le Nouveau Testa-
Importa poco quién tiene la iniciativa de la candidatura: el ment et un ministére d'autorité pour la femme, en Le Prétre hier, aujourd'hui,
candidato, la comunidad o el Apóstol: lo fundamental es que los demain (1970) 93, 101; P. Delhaye, Rétrospective et prospective des ministéres
féminins dans l'Église RTL 3 (1972) 55-75. Cf. infra, 466-471.
tres reconozcan el «don» de Dios en el candidato. Podemos señalar, 26
Sobre el razonamiento del Apóstol cf. W. J. Martin, 1 Corinthians
23
11,2-16: an Interpretaron, en Apostolic History of the Gospel: «Homenaje
Cf. J. Colson, Désignation des ministres dans le Nouveau Testament: a F. F. Bruce, Grand Rapids (1970) 231-241; A. Jaubert, Le voile des femmes
«La Maison-Dieu» n° 102 (1970) 21-29. 1 Cor 11,2-16 NTS 18 (1972) 419-430.
12 Las epístolas de Pablo La diversidad de los ministerios 73
tante es que esta prescripción denota claramente que Pabló con- al evangelio de Cristo (Rom 15,19), es decir, que su preocupación
cede a las mujeres el actuar como profetisas en las asambleas litúr- continua es «la solicitud de todas las iglesias» (2 Cor 11,28) 29 .
gicas, igual que los hombres 27 . b) Pablo reconoce que él y Bernabé constituyen una excep-
En 1 Cor 14,34-35 parece que Pablo se desdice de lo anterior ción y reconoce explícitamente a los demás apóstoles, a los «her-
y ordena «que las mujeres callen en la asamblea...». Pero la crítica manos del Señor» y a Cefas el derecho de hacerse acompañar por
textual y literaria, por diversos motivos y entre ellos por el lugar una «mujer creyente» (1 Cor 9,5), es decir, probablemente por
tan variable que ocupan esos versículos en el texto, opina que se su mujer propia 30 .
trata de una interpolación posterior, de igual origen que 1 Tim
2,11-14 28. c) Respecto a las iglesias locales, las cartas paulinas contienen
pocos datos sobre el estado de vida de los que ejercían un minis-
En Rom 16,ls, Pablo recomienda explícitamente a Febe como
terio. Priscila y Aquila son una pareja que tuvieron un papel muy
«ministro {diakonos) de la iglesia de Cencreas» y le da el título
importante, primero en Corinto, luego en Efeso: completaron la
de «protectora» {prostatis) por su celo en favor de muchos cris-
instrucción de Apolo en la doctrina del Señor (Hch 18,26) y en
tianos, entre ellos el mismo Pablo.
su casa se reunía una asamblea (Rom 16,5; 1 Cor 16,19). Lo mis-
En general, los datos de Rom 16, Col 4,15 y Flm 1,2 prueban
mo ocurrió con Filemón y Apfia (Flm 1,2) en Colosas: Filemón
con claridad que las mujeres, frecuentemente con sus maridos,
es «colaborador» de Pablo y la asamblea se reunía en su casa.
desempeñan un importante papel en las iglesias paulinas.
De acuerdo con lo dicho, parece que Pablo admitía el ministe- d) La importancia de las «casas», es decir, de las «familias»
rio de las mujeres como algo normal. Sería extraño que no conce- en la primera comunidad cristiana es innegable (cf. 1 Cor 16,15
diese a las mujeres 4una función en la iglesia él, que afirmaba: y Rom 16). Siendo esto así, la acogida que el dueño o la dueña
«Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, de la casa dispensaban a la asamblea les hacía dignos de estima
porque todos sois uno en Cristo» (Gal 3,28). Lo mismo que esco- y ellos aparecían como unos de los animadores de la comunidad31.
gía sus colaboradores entre los judíos y los griegos (cf. Tito), entre En este contexto era natural que la mayoría de los ministros de
los libres y los esclavos (cf. Onésimo), escogió colaboradoras entre las comunidades locales estuviesen casados.
las mujeres y les confió o les reconoció un ministerio. 6. En lo concerniente a los medios de vida de los ministros,
5. ¿Cuál era la situación familiar de los ministros? Cuando Pablo recuerda claramente el principio general: «El Señor dejó or-
Pablo habla especialmente del celibato en 1 Cor 7, no hace nin- denado que los que predican el evangelio vivan del evangelio»
guna alusión a la diakonia, al ministerio. Para él no existe ningún (1 Cor 9,14); «Aquel a quien se le instruye en la fe, asista de todos
vínculo directo y necesario entre el ministerio y el don {charisma) modos con sus bienes al que le instruye» (Gal 6,6).
del celibato: el ministerio no necesita el don del celibato y no El principio es claro, pero Pablo a veces juzgó mejor abste-
está unido al estado de soltería. nerse de ese derecho: en general parece que aceptó con alegría los
Una vez advertido este principio general, se pueden hallar algu- dones hechos gustosamente (Flp 4,10-20; 2 Cor 11,8), pero a los
nos casos particulares de convergencia o divergencia entre el mi- cristianos más reticentes (cf. los corintios) no se los exigió como
nisterio y el don del celibato. una obligación.
a) Pablo reúne en su persona los dones del ministerio y del 7. Lo mismo sucede respecto al trabajo de los ministros: Pa-
celibato: concretamente su estado de soltero le permite conceder 29
Cf. L. Legrand, St. Paul et le célibat, en Sacerdoce et célibat (Gem-
prioridad absoluta a su misión (cf. 1 Cor 9,23). Si «el hombre bloux 1971) 315-331. Cf. infra: P. Bony, 459460.
que no tiene mujer, anda solícito de las cosas del Señor» (1 Cor 30
Cf. J. Héring, La premiére Épttre de st. Paul aux Corinthtens (Neucha-
7,32), parece que Pablo interpreta esa solicitud de las cosas del tel 2, 1959) 71; J.-C. Bauer, Uxores circumducere (1 Kor 9,5) BZ 3 (1959)
Señor en la línea de su vocación propia: procurar dar cumplimiento 94-102; H. Conzelmann, Der erste Brief an die Korinther (Gotinga 1969)
289; E. Cothenet, Les apotres étaient-ils mariés: «Esprit et vie» 81 (1971)
27
Cf. A. Jaubert, Le voile (1972) 430. 719-721; L. Legrand, art. cit., 318-319; G. Sloyan, Motivos bíblicos y patrís-
28
Cf. los estudios citados en A. Lemaire, Épttres pastorales: BTBib 2 ticas a favor del celibato de los ministros de la Iglesia: «Concilium» 78
(1972) 32-33 y R. Schnackenburg, art. cit.: «Concilium» 77 (1972) 26. (1972) 169-186.
31
Cf. supra: A. Jaubert, 27.
74 Las epístolas de Pablo

blo se reconoce el derecho de no trabajar (cf. 1 Cor 9,6), pero


quiere dar ejemplo de laboriosidad (cf. 2 Tes 3,7-9). En cambio,
parece que los ministros de las iglesias locales continuaban ejer-
ciendo su profesión (cf. Priscila y Aquila, «fabricantes de tiendas
de campaña»; Hch 18,3).
Estas escasas alusiones que hay en las cartas de Pablo a la vida
de los ministros, no pretenden describir completa y sistemática-
mente la organización concreta de los ministerios en esa época;
pero sí nos dan idea de una flexibilidad e ingenio asombrosos para
adaptar la vida de los ministros a las diversas necesidades de la CAPITULO IV
Iglesia naciente. Por eso, a pesar de su carácter ocasional y frag-
mentario, los datos proporcionados por las epístolas nos dejan en-
trever la firmeza de Pablo respecto a la necesidad que tienen de LA EPÍSTOLA A LOS EFESIOS
ministros las comunidades cristianas, y la flexibilidad y creatividad
en lo concerniente a las diversas formas de ministerios que deben
establecerse al servicio de la misión o de las comunidades locales. Una investigación sobre los ministerios en el Nuevo Testamento
En las cartas de Pablo aparecen estructuradas las comunidades cris- tiene que considerar en particular la epístola a los Efesios. Pre-
tianas, pero esas estructuras no son inamovibles y la organización senta, desde luego, los temas paulinos, pero la herencia de Pablo
de los ministerios tiene en cuenta la evolución de la Iglesia. Con aparece en un nuevo contexto cultural, anunciado ya por la crisis
Pablo, el Apóstol por antonomasia, es la hora de la misión entre de Colosas. Ef recoge los frutos de la reflexión teológica provo-
los gentiles, misión que en unos cuantos años alcanza a todos los cada por esa crisis; repite los temas, las expresiones e incluso las
grandes centros del mundo mediterráneo... Esto no es el resultado frases de Col; aun así nuestra epístola afianza su originalidad, sobre
de la casualidad, ni consecuencia de circunstancias favorables; es todo poniendo el acento sobre la dimensión eclesial del «misterio
fruto de una organización sistemática de la obra misionera espe- de Cristo» \ La Iglesia, personificada, responsable, aparece como
cialmente relacionada con el centro de Antioquía, con el trabajo Esposa de Cristo y en ella encuentra el mundo su verdadero por-
(ergon, Act 13,2) de tres grupos de ministros especializados: los venir. «Ef completa la epístola a los Colosenses. Cristo se mani-
apóstoles, los profetas y los doctores. festaba en ésta como el pleroma de Dios; en aquélla aparece la
El éxito de esta misión va a hacer algo caduca esta organiza- Iglesia como pleroma de Cristo», escribe un exegeta protestante 2 .
ción, y ya en las cartas de Pablo despunta un nuevo problema: Podemos esperar, por tanto, encontrar en ella una luz nueva
el de la organización de las iglesias locales que han nacido. Pablo sobre los ministerios, si en realidad su figura y su significado de-
no les impone un tipo único de estructura en los ministerios, pero penden estrechamente de su relación con la Iglesia. Ya en Col 1,25
sí reacciona contra la anarquía casi total de ciertas comunidades Pablo se denomina «ministro de la Iglesia». Vamos a preguntar-
locales como la de Corinto (cf. 1 Cor 14,33: «Dios no es autor de nos qué es lo que la presentación de los ministerios en Ef le debe
desorden, sino de paz»), e insiste para que cada comunidad reco- a su carácter predominantemente eclesiológico y a su tipo de ecle-
nozca a sus propios ministros en la diversidad de los dones de siología.
Dios a su Iglesia.
Respeto de los dones de cada uno para ponerlos al servicio de
1
todos, gran atención a las llamadas del Espíritu, afán de eficacia, Término característico del léxico de Ef-Col (Ef 1,9; 3,3.4.9; 5,32; 6,19;
todo ello con una gran flexibilidad para adaptarse a distintas situa- Col 1,26-27; 2,2; 4,3). Indica el eterno designio de Dios en la historia, oculto
en Dios desde toda la eternidad y revelado en los últimos tiempos.
ciones: tales son los aspectos de la diversidad de los ministerios 2
M. Bouttier, L'horizon catbolique de l'épitre aux Ephésiens, en L'évan-
en las cartas de Pablo. Sin duda podrían ser utilizados con prove- gile hier et aujourd'hui: «Homenaje a Franz-J. Leenhardt» (1968) 25-37- Lo
cho en la Iglesia de hoy día. sustancial de este estudio se encuentra en el Nuevo Testamento. Traduction
ANDRÉ LEMAIRE oecuménique de la Bible: TOB, edición completa (1972) 567-568.
«Apóstoles y profetas» 11
así decir, en la definición de la Iglesia. La imagen del themelion
(«fundamento») no es exactamente la de la roca, pero sí coincide
I. LA IDENTIDAD ECLESIAL Y EL MINISTERIO con la del muro de la ciudad en forma cuadrada (cf. Ap 21,16) que
DE LOS «APOSTÓLES Y PROFETAS» da a la construcción su aspecto y la orientación de su crecimiento,
al mismo tiempo que asegura su solidez5. En la perspectiva de Ef,
La carta a los Efesios no habla con precisión sobre la vida con- donde la Iglesia y Cristo son distintos pero íntimamente unidos
creta de una iglesia local 3 . En cambio se interesa por el conjunto (5,21-32), Cristo aparece en posición trascendente, vamos crecien-
de la Iglesia, como manifestación del misterio escondido en Dios do hacia él, que es nuestra «cabeza» (4,15); todo lo que se cons-
desde antes de la creación del mundo. Con un poco de retroceso truye, encuentra en él la fuerza necesaria para este crecimiento
el hecho eclesial cobra toda su importancia. En la Iglesia todos los (2,21; cf. 4,16). Por eso no debe extrañarnos la distribución de las
pueblos participan «de la misma herencia, del mismo cuerpo, de imágenes en nuestro texto: los apóstoles y los profetas están en
la misma promesa en Cristo Jesús» y se ve superada definitiva- la base como fundamentos, Cristo glorificado está en la cima,
mente la división más radical que ha conocido la humanidad, puesto designada con el símbolo de la piedra que adorna y corona el edi-
que era una división religiosa, respecto a Dios. La Iglesia aparece ficio 6. Pero sigue siendo verdad que «los apóstoles y los profetas»
pues como la figura histórica de la reconciliación universal cuyo están sumamente cercanos a Cristo cuando tratamos de compren-
autor es Cristo (Ef 1,10; 2,11-17). der qué es lo que hace que la Iglesia sea la construcción escatoló-
Ese es el motivo por el cual en la primera parte de la epístola gica de Dios.
(1-3), que, en un clima de acción de gracias, celebra esta obra de b) ¿Quiénes son esos «apóstoles y profetas» y por qué se les
salvación y reconciliación, vamos a tratar del ministerio de los presenta tan estrechamente unidos?
«apóstoles y profetas» (2,20; 3,5) y más extensamente del de Pa- No se trata como en Ap 21,14 del grupo concreto y limitado
blo (3,1-13), a quien la Iglesia debe el haber presentado esa faz de «los doce apóstoles del Cordero». Ef 1,1 y 3,1-13 sitúa desta-
ante el mundo.
5
En el bajo judaismo es clásica la imagen de la construcción, sobre todo
la del templo, para hablar de la comunidad escatológica. Este símbolo se
1. «Sobre el fundamento de los apóstoles y profetas» (2,20) presta a una gran plasticidad de imágenes diversamente combinadas. En los
salmos de Qumrán (1 QH VI, 26) la comunidad es comparada a una forti-
a) Cuando la epístola a los Efesios quiere exaltar y justificar ficación, cuyo «cimiento ha puesto Dios en la roca y la viga sobre el cordel
de la justicia». En el Nuevo Testamento Cristo es el fundamento puesto por
la situación de los convertidos del paganismo en el nuevo pueblo Pablo (cf. 1 Cor 3,10); también se dice de los creyentes que están «fundados
de Dios como miembros de pleno derecho (ni extranjeros, ni emi- en la fe» o en «el ágape» (Col 1,23; Ef 3,18); el que escucha las palabras
grados, sino conciudadanos de los santos 4, de la familia de Dios), de Jesús y las pone en práctica ha construido su casa sobre la roca (Mt 7,24);
apela al hecho de haber sido insertados por Dios en la construcción en Mt 16,17 Simón es establecido como «roca» sobre la cual Jesús edificará
«que tiene por fundamento a los apóstoles y profetas y a Jesucristo su Iglesia; en Gal 2,9 Santiago, Cefas y Juan son considerados como unas
«columnas» (igual se dice en Ap 3,12 de todo creyente, vencedor de la
mismo como piedra angular». Los apóstoles y profetas entran, por prueba: «los doce apóstoles del Cordero» sirven de bases \_zemelioí\ en las
murallas de la Jerusalén celestial, Ap 21,14). Ef 2,20 es afín a los textos
3 C(ue aplican la imagen de los cimientos a algunos responsables de la Iglesia.
Al contrario de Col, que habla del papel desempeñado por Epafras,
de la iglesia que se reúne en casa de Ninfas, del intercambio de cartas entre No contradice a 1 Cor 3,1, porque «los apóstoles y profetas sólo son fun-
Colosas y Laodicea, del ministerio encomendado a Arquipo (Col 4,15-17). damentos en relación a Cristo, es decir, colocando como fundamento a Cristo
4 con su predicación» (E. Cothenet, Prophétisme: SDB (1971) 1306).
Los «santos» puede referirse bien a los cristianos (Ef 1,1), según la 6
expresión habitual de Pablo, bien a los ángeles, la comunidad del cielo, según Kl sentido de la palabra «akrogoniaios», tomada de Is 28,16, es muy
la expresión de Qumrán, que tiene muchas afinidades con el lenguaje de las discutido en lo que concierne al sentido que se le da en Ef 2,20: «piedra
epístolas de la cautividad. En la primera hipótesis ¿hay que pensar especial- angular» o «piedra de remate»; cf. E. Cothenet: SDB 8 (1971) 1305-1306,
mente en la iglesia-madre de Jerusalén (1 Cor 16,1; 2 Cor 8,4; 9,1.12; que lee Ef 2,20 como un pesher (explicación) de Is 28,16 y prefiere el sen-
Rom 15,25.31), como opina Cerfaux? En ese caso habría que situar a los tido de piedra angular. El contexto de Ef al acentuar el papel de Cristo-
apóstoles y a los profetas en la iglesia de Jerusalén. Parece, sin embargo, que cabeza favorece la otra acepción. La traducción de la TOB «piedra maestra»
Ef 3 nos obliga a ampliar esta perspectiva. Cf. infra, 78-80. procura no zanjar la cuestión.
78 La epístola a los Efesios «Apóstoles y profetas» 79

cadamente a Pablo entre los apóstoles (en la epístola ocupa el qué se convirtieron en fundamentos de la Iglesia. Es que la gracia
primer lugar). Así es que aquí como en las cartas de Pablo el tér- de Dios los situó en el punto de arranque y de manifestación del
mino «apóstoles» designa a un grupo bastante amplio de testigos misterio de Cristo. Hasta ellos, había permanecido «oculto en Dios»,
del Resucitado, enviados a misionar y fundadores de iglesias. En por lo tanto muy escondido desde siempre «a las generaciones pa-
cuanto a los «profetas» no son los del Antiguo Testamento, puesto sadas», «a los hijos de los hombres» (3,5.9). Ahora ha sido descu-
que Ef 3,5 les atribuye el haber sido juntamente con los apóstoles bierto. Pero Ef no dice como Col 1,26 que Dios lo ha descubierto
los instrumentos de U revelación del misterio «que no fue descu- «a sus santos» en general, sino con más precisión «a sus santos
bierto a las generaciones pasadas como lo acaba de ser ahora»'. apóstoles y profetas» (3,5). Y ellos a su vez lo manifestaron a la
Los profetas cristianos eran considerados como los líderes de las Iglesia. Ef precisa también el contenido de esta revelación. Sin
primeras comunidades (Hch 13,1) y, según 1 Cor 12,28, entre los duda, es «el misterio de Cristo», pero realzando su dimensión ecle-
ministros que Dios ha establecido en la Iglesia ocupan el segundo sial: «los gentiles son admitidos a la misma herencia, miembros
lugar, inmediatamente después de los apóstoles. Si los dos títulos, del mismo cuerpo, asociados a la misma promesa en Jesucristo por
«apóstoles» y «profetas», se encuentran unidos en Ef 2,20 y 3,5, medio del evangelio» (3,6). La Iglesia ha necesitado, pues, el mi-
no se deduce necesariamente de ello que designen a las mismas nisterio de los apóstoles y de los profetas para comprender bien
personas dotadas a la vez de los dos carismas, el del apostolado y lo que es en los planes de Dios, como Iglesia abierta a todos los
el de la profecía8. Para explicar la expresión, basta que unos y pueblos, como lugar de comunión de judíos y gentiles y, por tanto,
otros aparezcan al autor como fundidos en la misma función his- como promesa de la reconciliación universal en Cristo. Si no es
tórica fundamental. Esto resultaba muy fácil, ya que los profetas esto, no es Iglesia.
estuvieron muy relacionados con la misión a los gentiles y por el Leyendo Ef 2,20 se puede sacar la impresión de que la Iglesia
mero hecho contribuyeron a dar a conocer esa revelación que la a la que acceden los gentiles es una realidad ya establecida y con-
epístola a los Efesios considera decisiva para la conciencia que la siderada, incluso sin ellos, como la construcción escatológica de
Iglesia debe tener de sí misma . Dios, por estar fundada sobre los apóstoles y profetas y porque
tiene a Cristo como piedra angular. Pero al leer Ef 3,5-6 hay que
c) La explanación de Ef 3 nos ayuda a comprender efectiva-
corregir esa apreciación. La Iglesia puede estar fundada sobre los
mente qué ministerio ejercieron los «apóstoles y profetas» y por
apóstoles y profetas sólo si aparece efectivamente acogiendo a to-
7
El sentido no es que el misterio no estaba tan descubierto como ahora, dos los pueblos en plano de igualdad con los judíos, en una única
sino que lo hubiera estado algo también en el Antiguo Testamento, pues el humanidad nueva, ya que ésta fue la revelación fundamental del
autor quiere destacar la novedad absoluta de la revelación.
8
misterio concedida a los apóstoles y profetas. Esto lo presenta con
Es la postura de E. Cothenet, Propbétisme (1971), 1307s, por la razón más claridad la epístola a los Efesios con una ojeada retrospectiva
de que Pablo no querría situarse «entre la muchedumbre de los profetas en la que desaparecen los titubeos y conflictos iniciales. Ya no se
anónimos o de los apóstoles de segunda categoría, y él mismo subraya el
carácter profético de su apostolado. Pero, ¿no salen del anonimato los pro- ve más que la coherencia esencial entre la revelación de Cristo, que
fetas y los apóstoles de «segunda categoría» más que identificándose con ellos manifiestan en sus orígenes, y el acceso en masa de los gen-
los Doce y con algunos personajes como Pablo? Para nosotros quizás sea tiles al nuevo pueblo de Dios. La comprensión profunda del Mis-
así, pero ¿para los efesios? Pablo profetiza, Pablo comprende su llama- terio de Cristo muestra su dimensión plenamente universal; histó-
miento a la luz de la vocación de Jeremías; el autor de los Hechos lo sitúa
entre los profetas y los doctores de Antioquía (13,1), pero él sólo se da en ricamente ha podido ser obra de algunas personas eminentes como
las epístolas el nombre de apóstol, nunca el de profeta. En fin, Ef 4,11, a Pablo. Por su coherencia y por la aceptación de las iglesias de los
la cabeza de la lista, distingue con toda claridad a los unos de los otros, gentiles, que al fin se impuso (cf. Gal 2,1-10), los Ef la atribuyen
aunque aproximándolos mucho. En todo caso, apostolado y profecía, sin al grupo venerable de los apóstoles y profetas.
constituir un «fundamento doble», se necesitan mutuamente, según dice la
epístola a los Efesios para calificar al grupo fundante. Este «descubrimiento», según Ef 3,5, se hizo gracias al Espíritu
9
Los profetas de Antioquía que tuvieron un papel determinante en la (en pneumati) y esto es igualmente aplicable a los apóstoles y pro-
iniciativa y el reconocimiento de la misión a los gentiles (Hch 13,1-2); Agabo fetas (en el texto nada nos induce a limitar su intervención a estos
que anuncia a Pablo la cautividad a causa de esta misión (Hch 21,10); últimos). El apostolado supone la referencia al Resucitado y esto
Judas y Silas que comentan para los cristianos de Antioquía el acuerdo de le confiere su calidad creadora en las cartas de Pablo (cf. 1 Cor 9,1),
Jerusalén (Hch 15,32).
80 La epístola a los Efesios «Apóstoles y profetas» 81

pero no se explana aquí 10 . En cambio, se realza la característica el secreto de Dios es la Iglesia tal como Pablo la entiende; los
«espiritual» del ministerio apostólico y profético, y también la di- privilegiados de esa gracia de revelación son los apóstoles y pro-
mensión «espiritual» de la construcción fundada sobre los apósto- fetas y entre ellos el primero Pablo; la fuente de esta iluminación
les y profetas (2,22). es el Espíritu. La excelencia apostólica de Pablo se debe a esta
iniciación en el misterio, que lo convierte en un místico y un sabio.
La gracia que le ha sido otorgada, antes de ser la de anunciar a
2. «Yo, Pablo» (3,1-13) Cristo (3,8) es la de conocer el misterio de Cristo (3,3). Desde ese
punto de vista es la gracia fundamental y común de la vida cris-
La epístola a los Efesios consagra una parte importante al mi- tiana (Ef 1,8-9; cf. Col 1,26), aunque es verdad que Pablo, debido
nisterio apostólico de Pablo n . Esto es porque a sus ojos Pablo a su misión, la ha recibido en un grado extraordinario.
fue el campeón de la apertura a los gentiles y su ministerio es el Claro está que Pablo no puede hablar de su ministerio sin
espejo más claro que tiene la Iglesia para comprenderse e identi- referirse a la gracia de Dios: ésta es la que lo origina y está ac-
ficarse como la realización del ministerio. Para eso sufrió Pablo; tuando sin cesar como el poder divino que se manifiesta en la
éste es el motivo de recalcar en esos versículos la cautividad y los actividad y hasta en la debilidad e impotencia del Apóstol (Ef 3,7-13;
sufrimientos del Apóstol (3,1.13). Son la señal de cómo valora Dios cf. Col 1,29). Gustosamente subraya Pablo su indignidad ante
la entrada de los gentiles en la Iglesia: «son vuestra gloria» (3,13). esta gracia (1 Cor 15,8-10). Aquí lo recalca más: la gracia, fuera
¿Cómo presenta Ef 3,1-13 el ministerio de Pablo? ¿En qué pone de serie, de anunciar Cristo a los gentiles ha sido dada no sólo
el acento? al «más pequeño de los apóstoles» (1 Cor 15,9), sino «al menor
La gracia propia de Pablo es la evangelización de los gentiles de todos los santos», es decir, al último de los cristianos (Ef 3,8).
(3,2.8). Esto no es una novedad (cf. Rom 11,13; Gal 1,16). Pero Pero sobre todo Ef 3 da nueva luz acerca de esta gracia, a la vez
se afirma más claramente que nunca. Pablo no evangeliza a Cristo personal y funcional: se inscribe en un plan divino, en una «eco-
«entre» los gentiles, sino pura y simplemente «a los gentiles» nomía». Es «la economía de la gracia de Dios que me ha sido
(cf. Gal 1,16; Ef 3,8). dada» (Ef 3,2). La fórmula parecida de Col 1,25: «la economía
Esta misión peculiar procede de una comprensión sumamente divina a mí dispensada», es sólo una variante de la expresión pau-
profunda del misterio de Cristo (3,3-4). Y ésta es fruto de una lina habitual: «la gracia de Dios que me ha sido dada» 12 y designa
revelación, de una «apocalipsis». Tampoco es del todo inédito este simplemente el ministerio apostólico bajo la imagen de una «admi-
modo de expresión (cf. Gal 1,16: apocalipsis del Hijo de Dios), nistración», de una gestión de los misterios de Dios (1 Cor 4,1;
pero aquí se hace predominante («revelación», «misterio», «escon- 9,17). Pero en la epístola a los Efesios la oikonomia es una pala-
dido», «revelado», «desde antes de la creación del mundo», los bra cargada de densidad teológica: es la realización y la organiza-
«santos» de Col 1,26 y los «santos apóstoles y profetas» de Ef 3,5). ción del plan salvífico de Dios, según las etapas previstas por él
Sin retener los rasgos visionarios de los apocalipsis, Ef conserva y por medio de los hombres que ha escogido (Ef 1,10; 3,9). Según
todo lo que le da su carácter religioso: la iniciación en los secretos Ef 3,2, la gracia concedida a Pablo (conocimiento del misterio de
escatológicos de Dios sobre el sentido de la creación y de la his- Cristo y misión de anunciarlo a los gentiles) es un elemento clave
toria, en virtud de una gracia de elección que es patrimonio de
de esa «economía». Esto manifiesta una dimensión importante de
los «santos» y que los convierte en sabios (Col 1,28; Ef 3,10).
la gracia de Pablo. Está situada en el tiempo. Se distingue dentro
Sobre ese fondo común destaca la originalidad cristiana según Ef:
de la gracia de conocimiento concedida a todo creyente, por el
10
grado de inteligencia y de penetración. Pero se distingue también
Se podrán notar reminiscencias de Gal 1,15-16 en Ef 3. dentro de la economía de la salvación por la función única y deci-
11
Está más desarrollada que el pasaje paralelo de Col 1,24-29. Se pre-
senta como la aclaración y la justificación, a través del caso de Pablo, de la siva que va a desempeñar en comunión y participación con el grupo
eclesiología francamente universalista expuesta en 2,11-22: «En Rom la reunión de los «santos apóstoles y profetas».
se hace por la adición de la totalidad de Israel y de los paganos, que siguen
siendo distintos; en Ef por una unión en la que toda diferencia se sitúa 12
en el pasado» (TOB 568). Rom 12,13; 15,15; 1 Cor 3,10; Gal 2,9.
6
82 La epístola a tos Bfesios

En virtud de esta gracia, el ministerio de Pablo no puede ser


sino la proclamación (eficaz) del misterio de Cristo, haciendo apa- II. LA COMUNIDAD ECLESIAL,
recer a la Iglesia lo que verdaderamente es en él: la comunión de LA UNIDAD Y LOS MINISTERIOS ( 4 , 1 - 1 6 )
judíos y gentiles, en igual plano, en el mismo cuerpo de Cristo (3,6).
Proclamación que pide una educación concreta de la vida cristiana, La revelación del misterio es una gracia dada una vez por todas
mencionada expresamente en Col 1,28 como un aspecto de la fun- en el ministerio de los «apóstoles y profetas», pero sigue siendo
ción apostólica y descrita en la segunda parte de la epístola a los también una responsabilidad y una tarea eclesiales. El ahora de
Efesios (Ef 4-6). Pero Ef 3,1-13 se interesa exclusivamente por su la revelación es un ahora eclesiológico 13. Por ello el llamamiento
aspecto «kerygmático». Hay que proclamar, iluminar, revelar. El a la unidad que inicia la segunda parte de la epístola en 4,1-6, no
Apóstol ha encontrado un tesoro, «el» tesoro (cf. Col 2,3); des- se presenta como una exigencia de ética individual, sino como
cubre a todos «la insondable riqueza de Cristo» (Ef 3,8). Cuando la exigencia primordial inscrita en el ser mismo de la Iglesia y de
al fin Pablo invita a sus lectores a rogar por el éxito de su minis- su vocación (4,4-6). En este contexto de pensamiento es donde
terio, se refiere únicamente a poder hablar con firmeza «para hacer surge de nuevo la mención de los ministerios (4,11). Aparecen
conocer el misterio del evangelio» (Ef 6,19; Col 4,3-4). aquí como unos dones de Cristo al servicio del crecimiento de todo
el cuerpo hacia su cabeza.
Este ministerio de proclamación, de «publicación» del misterio,
alcanza a través de la Iglesia su dimensión cósmica. En >efecto, lo
que el ministerio apostólico de Pablo manifiesta es una realidad 1. El crecimiento coherente del cuerpo,
pública, la Iglesia, en la cual «los principados y las potestades» responsabilidad de todos (4,7-16)
—es decir, los entes celestes que regían a la humanidad judía y a
la pagana desde el punto de vista religioso, y eso de manera más a) Se invita a todos a «conservar» la unidad como una heren-
o menos ambigua— se vean obligados a reconocer la sabiduría de cia, como un precepto, y esto se realiza en la vida diaria con el
Dios (3,10), esa sabiduría «multiforme», o sea, siempre creadora ágape (4,2). Pero esta unidad no es sólo un punto de arranque,
y rica en hallazgos, completamente desconcertante para los sabios es más bien la meta del crecimiento de todo el cuerpo: «hasta que
de ojos miopes aunque sean los príncipes de este mundo. En el alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de
helenismo, autoridades y poderes eran la expresión de un mundo Dios» (4,13). No se logra contentándose con un mínimum común
abocado a la angustia y a la desesperación porque se sentía el ju- a todos, sino tendiendo «en todo» «hacia aquel que es nuestra
guete de unas fuerzas ciegas. Pero desde ahora, en la Iglesia el mun- cabeza, Cristo» (4,15). Su realización supone una adhesión existen-
do se descubre un sentido: el «Dios que ha creado todas las co- cial («abrazando la verdad en el amor»: 4,15), que aún está ame-
sas» (3,9) manifiesta en ella la sabiduría que preside la historia. nazada (4,14) y que sobre todo no debe dejar de crecer hasta «la
En la Iglesia el mundo se ve llamado a la reconciliación (3,5; 2,15) plenitud de Cristo» (4,13). Se trata de un crecimiento interno, en
y a la libertad de los hijos de Dios (3,12). calidad, más bien que en extensión. A la unidad en la fe y en el
conocimiento del Hijo de Dios, y a la madurez del varón perfecto "
Por tanto, la Iglesia es quien asume la manifestación del mis- se enfrentan la difusión de doctrinas erróneas y la falta de madurez
terio, no con un acto nuevo, sino sencillamente siendo ella misma, de los niños que no tienen ninguna consistencia interna (4,14).
tal como la fundaron «los apóstoles y profetas», tal como puede De la dispersión a la unidad, de la inmadurez a la madurez, de las
comprenderse e identificarse, gracias a la revelación de ellos y sobre fluctuaciones doctrinales y morales a la total adhesión a Cristo, tal
todo gracias a los escritos de Pablo (3,4), Su ministerio como mo- es el sentido del crecimiento que informa a toda la comunidad ecle-
mento decisivo del descubrimiento del misterio, no puede tener sial. Este crecimiento constituye también una «edificación» (4,12.16).
sucesores en ese aspecto. Ya en Ef «los santos apóstoles y pro-
fetas» son de una magnitud histórica única: pertenecen al ephapax 13
J. Gnilka, Der Epbeserbrief (Friburgo 1971).
14
(una vez por todas) del hecho de la salvación. En singular: más que símbolo de la madurez de cada individuo, «el
hombre adulto» es un símbolo eclesial.
84 La epístola a los Efesios La unidad y los ministerios 85
Las imágenes del cuerpo y del templo continúan mezclándose, pero en un sentido muy amplio: es la gracia de la vida cristiana, con-
domina la del cuerpo (que es más que una imagen). Según Ef 4,7-16, cebida especialmente como una gracia de conocimiento religioso ",
la edificación escatológica del cuerpo de Cristo se está obrando pero gracia de vivir y de actuar como miembro de un cuerpo.
todavía 15. Para Ef 4 la diversidad en la Iglesia no reside tanto en las fun-
b) Esta edificación saca su vigor de Cristo. Pero es obra de ciones y tareas, como en una medida variable en el interior de una
todo el cuerpo que «se» construye en el amor (4,16b). Exige la misma gracia fundamental que permite a cada uno contribuir con
contribución activa, solidaria y coherente de todos. Los versícu- mayor o menor intensidad al crecimiento del cuerpo: «según la
los 7 y 16 se corresponden al principio y al final para atribuir a fuerza» (4,16) que le es concedida.
«cada uno de nosotros», a «cada miembro» una función propia, El que adapta así a cada uno su vocación en Ef 4 no es «Dios»,
caracterizada por «la medida del don de Cristo». «La gracia con- ni el «Espíritu», sino «Cristo». El es el que hace el «regalo» (dorea).
cedida a cada uno» (4,7) es una fórmula que podría referirse sólo Es característica de Ef 4 esta insistencia en referir toda la acti-
a un ministerio como el de Pablo (3,8) y a los que se enumeran vidad eclesial a Cristo glorificado. Como cabeza del cuerpo, es a
en el versículo 11. Pero entonces perderíamos de vista el alcance la vez principio, medida y término de su crecimiento (4,13.15.16).
completamente general del versículo 7: se refiere a cada miembro
del cuerpo y no sólo a los ministros. c) El tema de la diversidad en la unidad se halla en la dialéc-
La fórmula de diversidad: «cada uno según la medida del don tica de Ef 4: después de las «fórmulas de unidad» de Ef 4,4-6,
de Cristo» (4,7) evoca otras que en las cartas de Pablo hacen refe- se dice en el versículo 7: «sin embargo, la gracia ha sido dada a
rencia a la diversidad de funciones en la comunidad. Por ejemplo, cada uno de nosotros en la medida del don de Cristo». Pero este
1 Cor 12,11: «el mismo Espíritu distribuye a cada uno sus dones tema de la diversidad pronto se ve relegado, primero por el de
según quiere» y esos dones son mucho más variados de lo que la iniciativa de Cristo, reclamado por esa idea de «don» (versícu-
creen los corintios; Rom 12,6: «todos tenemos dones diferentes los 8-11), después por el tema de la necesaria solidaridad y cohe-
según la gracia que nos fue dada», y esta variedad se ve confirmada, rencia de todos los miembros en la edificación del cuerpo, en el
lo mismo por dones de generosidad y cualidades del espíritu, que avance hacia la unidad. Este tema se expone primero en forma
por un servicio de ayuda, una función de presidencia, etc. 16 ; Rom positiva (v. 13), luego en forma negativa (v. 14) y de nuevo posi-
12,3 invita a no sobreestimarse, sino a comportarse en la comu- tivamente (vv. 15-16). Lo que crece es un cuerpo, y no unos
nidad «cada uno según Dios le repartió la medida de la fe». miembros separados. Debemos llegar «todos juntos» a la unidad de
A este último texto es al que más se parece el de Ef 4,7. Pero la fe; «el cuerpo entero» va obrando su crecimiento. Eso explica
a diferencia de los textos precedentes, Ef 4, aparte del catálogo las imágenes de «ligamentos» que traban y unen (4,16; cf. Col 2,19).
de los ministerios en el versículo 11, no evoca la diversidad de En suma, ya se trate de conservar la unidad, o de progresar hacia
esas funciones de una manera concreta. Los versículos 7 y 16 enun- ella, la última palabra la tiene el ágape (4,16; cf. 4,2). Ahora com-
cian en abstracto el principio del crecimiento del cuerpo y de la prendemos el contexto que da sentido al catálogo de los ministe-
cooperación diferente de cada miembro. No se habla en ellos de rios en 4,11, y la finalidad que se les asigna en los versículos 12-13.
charisma en el sentido concreto del término, sino de la «gracia»
15
La imagen de la «edificación» ya se usaba en la epístola a los Corintios 2. Los ministros, dones de Cristo a su cuerpo
para expresar el acto escatológico de Dios que, por medio del Apóstol, para el crecimiento de éste
construye la comunidad (1 Cor 3,9; 2 Cor 10,8; 13,10) o para expresar la
edificación mutua que se deben los cristianos por el ágape (1 Cor 8,2). a) Dones de Cristo. Después de haber enunciado un princi-
Cf. J. Dupont, Gnósis (Brujas 1947) 235-247; M.-A. Chevallier, Esprit de pio general en el versículo 7, el autor introduce una justificación
Dieu, paroles d'hommes (Neuchatel 1966) 21-64. En Ef 4 el sentido es «esca-
tológico», pero, conforme a la escatología «actualizada» de Col-Ef, el desarrollo escrituraria; cita el salmo 69,19 según un Targum que lo aplicaba
de la Iglesia que se está realizando forma parte integrante del acto escato- a Moisés cuando subió al Sinaí para recibir la Ley que transmitió
lógico por el cual Cristo glorificado edifica el templo que es su cuerpo.
16 17
M.-A. ChevaUier, Esprit de Dieu (1966) 145ss. Ef 1,8-9; cf. 1,17-18; 3,2-3.16-19; 4,23.
86 La epístola a los Efesios La unidad y los ministerios 87

después a los hombres 18. Y luego lo aplica aquí a Cristo resuci- (a) para el recto ordenamiento (o perfeccionamiento) de los
tado «que ascendió sobre todos los cielos para llenarlo todo» (4,10). santos,
Después de tales premisas (el don otorgado a cada uno, los dones (b) para una tarea de ministerio,
a los hombres, Cristo que quiere dar cumplimiento a todo), cabría (c) para edificar el cuerpo de Cristo.
esperar una extensa explicación de esos dones de Cristo. Pero se
limita a una lista de los ministerios. Sin embargo, el contexto nos La interpretación es difícil por la incertidumbre procedente de
retrae de pensar que éstos sean los únicos dones de Cristo y los la construcción de la frase y del sentido de algunas palabras:
únicos que contribuyan al crecimiento de la Iglesia. Es verdad que katartismos21, diakonia22. He aquí tres modos posibles de tradu-
ellos son los que tiene en vista el autor cuando quiere «actualizar» cirlas (hay varios más, pero éstos son los más probables):
la frase del salmo: «ha hecho dones a los hombres» 19. Mas esto — Se dejan sencillamente yuxtapuestos los tres miembros de
quizá se deba a que los considera como la expresión privilegiada frases, expresando tres veces la finalidad asignada a los ministros:
de la iniciativa de Cristo. El acento está puesto en kai autos: El es «para el perfeccionamiento de los santos ( = l o s cristianos), para
quien ha dado a unos como apóstoles, a otros como profetas, etc. la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo».
Esta observación corresponde a lo que dijimos en el párrafo pre- En este caso los únicos beneficiarios son los bautizados, no los que
cedente: el tema de la diversidad se subordina al de la iniciativa realizan el ministerio.
de Cristo. En la misma línea constatamos que el versículo 11 no
21
se refiere a los dones otorgados a los ministros para que puedan El sustantivo katartismos es un hapax legomenon del Nuevo Testa-
desempeñar su ministerio (lo que sería consecuente con el versícu- mento. En el griego profano se emplea en el lenguaje médico para expresar
lo 7), sino a los dones que los convierten en ministros. ¿A quién el arreglo de los huesos, la colocación en su sitio; el verbo katartizein se usa
para la preparación de una flota o de un ejército. En el Nuevo Testamento se
los dio? El destinatario no está expreso, pero el versículo 12 nos utiliza para los pescadores que componen sus redes (Mt 4,21); Dios que se
dice que se trata de la comunidad eclesial. La comparación con ha preparado una alabanza (Mt 21,16); el discípulo provisto, equipado como
1 Cor 12,28 aclara también mucho: lo que importa no es la cues- su maestro (Le 6,40); vasos de ira preparados para la perdición (Rom 9,22);
tión de la institución para explicar el orden establecido por Dios los cristianos que se reprenden y se perfeccionan mutuamente (Gal 6,1;
en la Iglesia, sino la cuestión del don reclamada por la cita de la 2 Cor 13,11; cf. 2 Cor 13,9, que ahí emplea un sustantivo, katartisis, vues-
tro «perfeccionamiento»). El verbo exariizein se usa en 2 Tim 3,17 refirién-
Escritura. Cristo es quien da a su cuerpo lo que necesita para avan- dose al hombre de Dios, equipado para toda buena obra; se relaciona con
zar hacia él de una manera coherente y solidaria. Finalmente, el Ef 4,12: para una obra de ministerio.
22
encadenamiento de los versículos 10 y 11 contiene claramente la Diakonia en las cartas de Pablo designa: a) un ministerio: el de Pablo
idea de que Cristo, que quiere dar cumplimiento a todo, es quien 'Rom 11,13; 2 Cor 3,7-9; 4,1; 5,18; 6,3; cf. 1 Tim 1,12); el servicio de los
'<santos», al que se consagró Estéfanas con su familia (1 Cor 16,15); el sen-
ha otorgado a la Iglesia los apóstoles, los profetas, los evangelis- tido es menos técnico aquí, aunque se trate de una responsabilidad caracte-
tas, etc. 20 . rizada y pública respecto a la comunidad; lo mismo cuando Pablo dice que
ha despojado a otras igiesias para el «servicio» de los corintios (2 Cor 11,8),
b) «Para el recto ordenamiento de los santos...» (v. 12). El es también el contexto de su ministerio. Hay que añadir Col 4,17: el minis-
versículo 12 expresa la finalidad inmediata que tuvo Cristo al dar terio confiado a Arquipo; 2 Tim 4,5: «tu ministerio» «obra de evangelista»;
esos diversos ministros: 2 Tim 4,11: Marcos óptimo para el ministerio; b) el servicio de la colecta
asumido por Pablo, realizado por la contribución voluntaria de los cristianos
18
En vez de decir al hablar de Dios: «Tú recibiste unos hombres como de la gentilidad (Rom 15,31; 2 Cor 8,4; 9,1.12s); se le puede comparar el
tributo», la interpretación judía leía hablando de Moisés: «Tú recibiste dones servicio local de asistencia (Rom 12,7); c) los diversos servicios (diakoniai)
para los hombres, es decir, la Tora, que fue dada como un presente a Is- de 1 Cor 12,5 cuyo contexto no determina el contenido; la TOB traduce
rael» (Midrash Sal 68,11); con más exactitud: «Tú las diste (las palabras «ministerios».
de la Tora) a los hombres» (Tg Sal 68,19), textos citados según Gnilka, En los Hechos: a) el ministerio de los apóstoles y el de Pablo (1,17-25;
Epheserbrief (1971) 207. 6,4; 20,24; 21,19); b) el servicio de la colecta o de la asistencia (6,1; 11,29;
18
El verbo «dio» del versículo 11 repite el texto del salmo citado en 12,25).
el versículo 8: «dio dones a los hombres». Quedan Le 10,40 (el servicio de Marta); Heb 1,14 (el servicio de los
20
La TOB explica ste vínculo: «Cristo llena el universo porque llena ángeles); Ap 2,19 (tus obras, tu amor, tu fe, tu servicio y tu perseverancia).
a la Iglesia (cf. Ef 1,22-23). Esto se efectúa gracias a los ministerios evoca- Se han citado todos los textos. En conjunto recomiendan para Ef 4,11
dos a partir del versículo 11». el sentido ministerial, sobre todo después de una lista de ministros y aso-
88 La epístola a los Efesios La unidad y los ministerios 89

— Se subordinan (b) a (a) y (c) a (b) traduciendo con la TOB 2 3 ción y un conocimiento. No es un hecho casual el que todos los
«a fin de poner a los santos en condiciones de realizar el ministerio ministerios enumerados en 4,11 sean ministerios de la palabra. Esto
para edificar el cuerpo de Cristo». Esta construcción sugiere con- se aplicaba ya a la estructura ministerial de tres miembros en
siderar a los santos, a los cristianos, como los sujetos activos del 1 Cor 12,28 (apóstoles, profetas, doctores). La lista de Ef 4,11
ministerio. Mas esto no debe entenderse necesariamente como si añade dos títulos nuevos que parecen haber sido intercalados entre
todos y cada uno ejercieran un ministerio propiamente dicho. Puede el segundo y el tercer miembro de la triada: «evangelistas» y «pas-
tratarse de una responsabilidad colectiva: antes de ser el patrimo- tores» 25. Los «evangelistas» sólo se conocen en el Nuevo Testa-
nio personal de los ministros, los ministerios pertenecen a la co- mento por «Felipe el evangelista» (Hch 21,8), que fue un misio-
munidad eclesial que los ejerce por algunos de sus miembros. Cristo nero ambulante al que encontramos en Cesárea (Hch 8,5.40), y por
ha dado a unos como apóstoles, a otros como profetas, etc., para Timoteo, a quien se exhorta a «desempeñar el oficio de evange-
que los santos, es decir, el conjunto de la comunidad cristiana, lista» proclamando la palabra con ocasión y sin ella. En la lista
estén bien provistos en cuestión de servicio ministerial, indispen- de Ef 4,11 se citan en seguida de los apóstoles y profetas. Quizá
sable para la edificación del cuerpo de Cristo. indique esto que su ministerio era considerado afín al de los fun-
dadores de Iglesias y como una continuación del trabajo apostólico.
— Se da a diakonia el sentido amplio de «servicio» que todo
En cuanto al título de «pastores», el Nuevo Testamento, a excep-
cristiano debe practicar de algún modo en la vida comunitaria, y
ción de Ef, lo reserva a Cristo. Sin embargo, la función pastoral
en ese caso se traduce 24 : «a fin de poner a los santos en estado
expresada por el verbo poimainein (apacentar) se atribuye a Pedro
de servicio activo para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta
(Jn 21,16) y a los ancianos mencionados en 1 Pe 5,2 y en Hch 20,28.
que lleguemos todos juntos...». Aquí se dice expresamente que
Es posible que en Ef 4,11 los «pastores» designen a los responsa-
los ministros no están para dispensar a los cristianos de tomarse
bles locales de las comunidades cristianas. Se les nombra unidos
sus responsabilidades, sino al contrario, para que puedan tomár-
con los «doctores» como si formasen un solo y único grupo. Esta
selas y que así todos juntos lleguen a la unidad en la fe... El sen-
asociación y casi identificación se da paralelamente en Hch 20,28-31,
tido de la frase sería así muy coherente, pero ¿no sería a costa de
donde se recomienda a los ancianos el cumplimiento de su res-
lo que el contexto y el lenguaje de las epístolas piden para la
ponsabilidad pastoral velando por la autenticidad del evangelio.
palabra diakonia en Ef 4,11?
La situación evocada es muy parecida a la de Ef 4,14.
De todos modos, el versículo 13 y los siguientes prueban que,
aunque los ministros sean la expresión privilegiada de la iniciativa Este servicio de la fe, que es más bien un servicio del pro-
de Cristo, la contribución activa al servicio de la Iglesia no se li- greso hacia la unidad en la fe, se otorga directa o indirectamente
mita a ellos. Incluso como beneficiarios de los ministerios, los para que se edifique el cuerpo de Cristo, para que cesen las fluc-
cristianos no lo son más que para llegar a ser adultos en la fe y tuaciones ante todos los vientos de opiniones y para que la disper-
corresponsables del crecimiento de todos. De todas formas, tam- sión desaparezca ante la unidad. Dada la importancia que en Ef
bién a los ministros se les atribuye una función específica: Cristo 4,7-16 tiene la idea de un crecimiento coherente y solidario, es
se sirve de ellos para conseguir la corresponsabilidad de todos. natural que se evoquen de nuevo los ministerios en el versículo 16
c) Servicios de la fe y de la unidad. La epístola a los Efesios 25
A. Lemaire, Les Ministéres (1971) 106-107. Pero, ¿se puede seguir sos-
se interesa mucho por la vida cristiana por ser ésta una ilumina- teniendo la hipótesis de una glosa, si se admite que la redacción de la epís-
tola es pospaulina? Parece que el autor de Ef quiere «actualizar» la presen-
ciado a la palabra ergon, «tarea», que es característica del lenguaje de los tación de los ministerios insertándolos en la antigua estructura ternaria de
ministerios en Pablo (1 Cor 3,13-15; 9,1; 16,10.15); en los Hechos (13,2; las apelaciones corrientes en su época. Su propósito no es dar una lista
14,26; 15,38); en 2 Tim 4,5 («tarea de evangelista»); sin duda, también exhaustiva, ni afirmar que todos los ministerios enumerados se siguen ejer-
en 2 Tim 3,17: el hombre de Dios equipado para toda tarea buena = Timoteo ciendo. Contempla toda la historia de la Iglesia desde sus orígenes para
en su ministerio (un parecido más con Ef 4,11-12; cf. nota 21). reconocer en efla la iniciativa de Cristo que vela sin cesar por su cuerpo
23
Traducción ecuménica de la Biblia. (Ef 5,29), pero no hay ninguna dificultad en el hecho de unir en la misma
24
J. Gnilka, Epheserbrief (1971) 194. Comenta: «La diakonia no es aquí lista unos ministerios que fueron determinantes en el pasado, como el de
precisamente el ministerio oficial, sino la prestación de servicio a que está los «apóstoles» y el de los «profetas» y otros ministerios «identificados»
obligado cada cristiano en la Iglesia». más recientemente, como los «evangelistas» y «pastores».
90 La epístola a los Efesios Conclusión 91
bajo la imagen de «articulaciones» que traban y unen. No debemos tar un intenso foco de luz por medio de sus santos apóstoles y
agotar en seguida el sentido de la imagen: se refiere a «toda clase profetas. La Iglesia, siendo sencillamente ella misma, asume la re-
de junturas», todo lo que permite un intercambio continuo entre velación del misterio y hace al mundo el «servicio» fundamental
los miembros del cuerpo sin tomarlo nunca unilateralmente: los de revelarle que está llamado a la reconciliación y a la libertad
cristianos se edifican unos a otros, ruegan por el apóstol Pablo y en Cristo.
le obtienen la ayuda del Espíritu, la gracia de poder anunciar el
evangelio (Ef 4,29; 5,19; 6,18s; cf. Flp 1,19).
Todo procede siempre de la cabeza que es Cristo (4,16). A di- 2. Sentido de los ministerios que
ferencia de 1 Cor 12,21, no designa a uno de los miembros. Al actualmente se ejercen en la Iglesia
contrario, se llega al extremo de considerarla en una posición de
tal trascendencia que se describe como fuera del cuerpo, puesto Los ministerios son diversos, evolucionan en el tiempo de la
que éste no cesa de crecer hacia ella (4,15). La cabeza, que es Iglesia. Van apareciendo nombres nuevos, ligados sin duda a situa-
Cristo, no está representada por ningún miembro ni ninguna cate- ciones nuevas. Esta evolución no es un fenómeno puramente so-
goría de miembros. Sólo existen los que Cristo «ha dado» y cuya ciológico: los ministerios son considerados en su diversidad como
existencia como ministros recuerda en forma singular que es él, frutos de la iniciativa de Cristo que continúa cuidando de su
Cristo, quien tiene la iniciativa del crecimiento. cuerpo.
Los ministros, en efecto, se consideran como unos dones que
Cristo glorificado otorga a la comunidad eclesial para que tenga
en su seno todo lo que favorece un crecimiento coherente; por
CONCLUSIÓN ellos Cristo se manifiesta como la cabeza de quien procede y a
quien tiende toda la fuerza del crecimiento. Pero los ministros no
están fuera del cuerpo, son dados para que en la comunidad ecle-
La epístola a los Efesios coloca los ministerios en el, centro sial todo el cuerpo vaya obrando su propio crecimiento. Por tanto,
de una Iglesia situada ella misma en el centro de la creación y de los ministros son signo de la corresponsabilidad de todo el cuerpo
la historia. Nos proporciona varios datos importantes: y de la iniciativa de Cristo; son signo también de que «a cada uno
de nosotros la gracia de Dios le ha sido dada en la medida del
don de Cristo».
1. La apostolicidad de la Iglesia Los ministerios son unos servicios de la palabra y de la uni-
dad; por ser servicio de la palabra, lo son de la unidad.
Hubo unos ministerios establecidos por la gracia de Dios en Son dados a la Iglesia por Cristo que quiere «llevar todo a la
el momento decisivo de la economía de la salvación y que, por plenitud»; al permitir a la Iglesia ser plenamente ella misma y
tanto, no pudieron tener sucesores. Su función, sin embargo, no alcanzar la plenitud de Cristo, son también, a su modo, un servicio
es cosa pasada, nos concierne en particular, como lo sugiere Ef 3,4, del mundo.
por los escritos del Nuevo Testamento. La Iglesia de la epístola a los Efesios no se centra en sí misma.
Cuando hablamos de la «apostolicidad» de la Iglesia, nos refe- En su ser y en sus ministerios manifiesta al mundo el misterio
rimos a la Iglesia fundada sobre los apóstoles; Ef dice fundad de Cristo.
«sobre los apóstoles y profetas» que forman juntos la única e idén-
tica base. El envío y la inspiración, el Resucitado y el Espíritu PAUL BONY
determinan inseparablemente la faz de la Iglesia. El Espíritu fue
tan necesario a los apóstoles como a los profetas; entre unos y
otros, Pablo desempeñó un papel de primer orden. Afirmar la apos-
tolicidad de la Iglesia es según Ef reconocer que está fundada sobre
la revelación escatológica del misterio: Al principio Dios hizo bro-
Pablo apóstol 93

Quede, pues, entendido que en la exposición siguiente consi-


deramos que el «yo» paulino expresa ante todo el ideal del apóstol,
tal como lo concebían las comunidades paulinas de los años 80-90
por haberlo visto realizado en la persona de su fundador.
Las Pastorales presentan en la persona de Pablo el tipo del
apóstol cristiano. Las ideas del autor pueden reagruparse en torno
a tres temas: el llamamiento a la misión apostólica, el ejercicio
de la misión apostólica, la mística del apóstol 4 .
CAPITULO V

LAS EPÍSTOLAS PASTORALES 4


Sin pretender estudiar aquí todo el vocabulario ministerial de las pas-
torales (cf. infra: A. Lemaire, 101-113), no es inútil ver cómo en esas tres
I epístolas se designa al apóstol Pablo, sea de manera exclusiva, sea en térmi-
nos que el autor aplica igualmente a otros misioneros.
PABLO APÓSTOL El término «apóstol» (apostólos) se menciona cinco veces sólo a propósito
de Pablo (1 Tim 1,1; 2,7; 2 Tim 1,1.11; Tit 1,1). El verbo «enviar» (apos-
tellein) se encuentra únicamente en 2 Tim 4,12 (Pablo envió a Tíquico a
Distinguimos entre el apóstol Pablo y el autor de las epístolas Efeso).
pastorales. Sin justificar aquí nuestra postura, indiquemos sola- El término «heraldo» se menciona dos veces sólo al tratar de Pablo
mente que, de acuerdo con muchos comentaristas, consideramos (1 Tim 2,7 y 2 Tim 2,11). El verbo «proclamar» (keryssein) se lee dos veces
como deuteropaulinas las dos epístolas a Timoteo y la epístola a (en 1 Tim 3,16 refiriéndose a Pablo y en 2 Tim 4,2 refiriéndose a Timoteo).
En cuanto al sustantivo «proclamación» (keryma) aparece dos veces (2 Tim
Tito \ Escritas por un discípulo de Pablo en el último cuarto del 4,7 y Tit 1,3) refiriéndose siempre a Pablo.
siglo i, reflejan las preocupaciones de las comunidades cristianas El término «doctor» (didaskalos) tiene dos usos refiriéndose a Pablo
que a la luz de las enseñanzas y de los ejemplos del Apóstol, tratan (1 Tim 2,7 y 2 Tim 1,11). Se menciona otra vez, pero al hablar de los falsos
de vivir las exigencias del evangelio en la nueva situación en que doctores (2 Tim 4,3). El verbo «enseñar» (didaskein) se encuentra cinco
se encuentran después de desaparecer su fundador 2 . Esta postura veces: refiriéndose a Timoteo en 1 Tim 2,12; 4,11 y 6,2; a los hombres
crítica en nada disminuye la autoridad de estas tres cartas que son seguros que Timoteo debe escoger (2 Tim 2,2); a los falsos doctores (Tit 1,11).
La palabra «enseñanza» (didaché) sólo se lee dos veces (2 Tim 4,2 y Tit 1,9);
«canónicas» con igual derecho que las otras; más aún, nos permi- en cambio, la palabra «doctrina» (didaskalia) aparece con frecuencia (1 Tim
ten comprender mejor cómo se esforzaban las iglesias por vivir la 1,10; 4,1.6.13.16; 5,17; 6,1.3; 2 Tim 3,10.16; 4,3; Tit 1,9; 2,1.7.10).
actualidad del mensaje y del testimonio del Apóstol. Por lo demás, El término «profeta» (prophetes) no figura más que en Tit 1,12 y es
es muy probable que las Pastorales contengan fragmentos auténti- para designar al poeta cretense Epiménides. El verbo «profetizar» (prophe-
cos de escritos paulinos, aunque sea difícil, por no decir impo- teuein) se usa con dos significados, pero con sentidos particulares: palabras
sible, precisar con exactitud sus límites 3 . proféticas pronunciadas con ocasión de la investidura de Timoteo (1 Tim
1,18; 4,14).
1 El término «diácono», «servidor» (diakonos), nunca designa a Pablo, sino
El problema de la autenticidad de las epístolas pastorales está tratado
en todos los comentarios. A. Lemaire presenta un breve, pero sugestivo, es- a Timoteo (1 Tim 4,6) o a ciertos funcionarios de las iglesias locales (1 Tim
tado de la cuestión en Epitres pastoralis: rédactiott et théologie: «Bulletin 3,8.12). Pablo es llamado «esclavo» (doulos) en Tit 1,1. El verbo «servir»
de théologie biblique» 2 (1972) 24-29. (diakonein) se emplea a propósito de Onesíforo (2 Tim 1,18) y de los fun-
2
Si se admite la autenticidad paulina de las pastorales y se procura si- cionarios locales (1 Tim 3,10.13). El sustantivo «servicio», «ministerio» (dia-
tuarlas en los últimos arios de la vida de Pablo, se pueden leer con interés konta) se encuentra tres veces: en 1 Tim 1,12 y 2 Tim 4,11 refiriéndose a
las explicaciones de C. Spicq, Les Épitres pastorales (21969) 121-146. Pablo y en 2 Tim 4,5 a Timoteo.
3
Sobre la hipótesis de los fragmentos puede leerse C. K. Barret, The El término «modelo», «ejemplo» (typos), se aplica a Timoteo (1 Tim 4,12)
Pastoral Epistles (Oxford 1963) o A. T. Hanson, The Pastoral Epistles (Cam- Y a Tito (Tit 2,7); pero se vuelve a encontrar la idea refiriéndose a Pablo
bridge 1966) y Studies on the Pastoral Epistles (Londres 1968). en 1 Tim 1,16.
Pablo apóstol 95

corresponde en el versículo siguiente el adjetivo pistos, fiel. Al


I. EL LLAMAMIENTO A LA MISIÓN APOSTÓLICA final de su vida podrá decir que ha guardado la fidelidad (2 Tim 4,7).
4. La finalidad de este llamamiento, en el caso de Pablo y,
1. El autor de las Pastorales sólo quiere ver la iniciativa di- por tanto, a los ojos del autor, en el caso de los que en su tiempo
vina 5 en el origen de la vocación apostólica de Pablo: el Apóstol continúan siendo llamados a la misión apostólica, es ante todo el
fue llamado directamente por Dios. Esta idea dominante se en- anuncio del evangelio. De un modo general Pablo dice que ha sido
cuentra a través de diversas fórmulas: llamado «por la voluntad llamado «para llevar a los escogidos de Dios a la fe y al pleno
de Dios» (2 Tim 1,1), «por orden de Dios» (Tit 1,3), «por Cristo» conocimiento de la verdad... con la esperanza de la vida eterna»
(1 Tim 1,12), «por Dios y Cristo Jesús» (1 Tim 1,1). Se considera (Tit 1,1-2), o también «para anunciar la promesa de vida que está
que no es el Espíritu el que explícitamente llama; sin embargo, en Cristo Jesús» (2 Tim 1,1). Pero en dos pasajes importantes
en 2 Tim 1,8 Pablo atribuye al Espíritu la fortaleza que le permite califica su misión con términos más precisos. En 1 Tim 2,7 habla
sufrir, como apóstol, por el evangelio. del «testimonio para el cual ha sido constituido heraldo, apóstol...
doctor de los gentiles», y en 2 Tim 1,11 proclama que sufre todo
2. La elección de Pablo para el apostolado se debe a una por «el evangelio para cuyo servicio fue constituido heraldo, após-
pura gracia. Sus antecedentes humanos no explican en nada este tol y doctor» (cf. 1 Cor 1,17 «Cristo no me envió a bautizar, sino
llamamiento, más bien al contrario. Antes de su conversión a Cristo, a predicar el evangelio»).
no era más que un «blasfemo, perseguidor y opresor» (1 Tim 1,13),
un pecador, e incluso «el primero entre los pecadores» (1,15). El
llamamiento a la misión apostólica, igual que el llamamiento a la
fe, no se funda en los méritos del hombre ni en sus obras (cf. 2 Tim II. EL EJERCICIO DE LA MISIÓN APOSTÓLICA
1,9). Al individuo débil, orgulloso y pecador que era Pablo «se
le ha hecho misericordia» (1 Tim 1,13.16); en él «la gracia de
nuestro Señor ha sobreabundado» (1,14). Es Cristo quien le «ha 1. La responsabilidad de todas las iglesias
dado la fuerza» (1,12) y quien, especialmente en medio de sus
sufrimientos, continúa dándosela (2 Tim 4,17). Se comprende que Pablo no está ligado a ninguna iglesia particular; tiene la res-
el Apóstol exhorte a Timoteo a buscar su fuerza sólo en Cristo, ponsabilidad de todas las comunidades que ha fundado. Da sus
más exactamente, «en la gracia de Cristo Jesús» (2,1). directivas, igual para la iglesia de Efeso, donde deja a Timoteo
(1 Tim 1,3), que para las iglesias de Creta, donde deja a Tito
3. Preparado y llamado así por Dios, cuando llega el momen- (Tit 1,5). Esta responsabilidad la ejerce Pablo en múltiples te-
to, Pablo es «establecido»6 en el ministerio (cf. 1 Tim 1,12; 2,7; rrenos:
2 Tim 1,11). Esta investidura es una prueba de confianza que se a) Predicación y enseñanza. Ya sabemos que Pablo afirma
le otorga: el evangelio le ha sido «confiado» {episteuthen: 1 Tim dos veces que su misión de apóstol lo constituye ante todo predi-
1,11), la predicación también es una misión que le ha sido «con- cador (heraldo) y doctor.
fiada» {episteuthen: Tit 1,3). A esta «confianza», Pablo debe res- Por una parte, como heraldo anuncia la Buena Nueva: «Dios
ponder con la «fidelidad»: al verbo episteuthen de 1 Tim 1,11, quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento
5 de la verdad» (1 Tim 2,4). El Señor ha decidido salvar a la hu-
Esta concepción corresponde a la presentación de Pablo mismo en
Gal 1,1, pero difiere notablemente de la de Lucas en el libro de los Hechos manidad pecadora y «esa gracia se ha manifestado ahora por el
(cf. el papel desempeñado por Ananías en Hch 9,10-19 y por Bernabé en advenimiento de nuestro salvador Jesucristo que ha destruido la
Hch 9,26-28); por lo demás el pasaje de Gal 2,1-9 matiza mucho al de muerte y ha hecho brillar la vida y la inmortalidad por medio
Gal 1,1. del evangelio» (2 Tim 1,10). «Uno solo es el mediador entre Dios
6
El verbo «establecer» (tithenaí) se aplica a una investidura para un y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a
empleo estable. «Une las ideas de deber (Jn 15,15; Hch 20,28) y de ocupa-
ción (Hch 13,47; Rom 4,7; 1 Cor 12,28; 1 Tes 5,9)». C. Spicq, Les Épitres sí mismo como rescate por todos» (1 Tim 2,5-6). La proclamación
pastorales (41969) sobre 1 Tim 1,2. de la resurrección de Cristo ocupa el centro del mensaje (cf. 2 Tim
96 Las Epístolas Pastorales Pablo apóstol 97
2,8; 2,11). La parusía es esperada con confianza (1 Tim 6,14; instituciones estables; estarán regidas por unos responsables oficia-
2 Tim 4,1-8; Tit 2,13). Todo el plan de la salvación está esbozado les cuyas cualidades y aptitudes se hayan experimentado ya: pres-
en Tit 3,4.7. bíteros, obispos, diáconos y diaconisas. En 1 Tim 5,17-25 se en-
Por otra parte, Pablo se preocupa con afán de que la doctrina cuentra el esbozo de unas directivas en materia de discernimiento
se conserve en toda su pureza 7 . Las grandes epístolas presentan de las vocaciones con responsabilidades eclesiales10.
la fe como si fuera ante todo la respuesta del creyente a la predi-
c) Culto y asambleas litúrgicas. Pablo se siente responsable
cación, y su adhesión personal a Jesucristo en quien somos sal-
del culto en el interior de las comunidades. Recuerda el carácter
vados. En cambio, en las epístolas pastorales la fe es ante todo la
universal de la oración pública (1 Tim 2,1-7); establece sus moda-
fidelidad a un cuerpo de doctrina, a un credo oficial, piedra de
lidades concretas: intenciones, modo de comportarse los hombres
toque de la ortodoxia (1 Tim 4,1; 6,21; Tit 1,4). De ahí la im-
y las mujeres durante las celebraciones (2,8-15).
portancia y la frecuente repetición de fórmulas tales como «guar-
dar el depósito» (1 Tim 6,20; 2 Tim 1,14), «confiar a hombres d) Conducta de los fieles en la vida. El Apóstol no se con-
fieles la enseñanza recibida» (2 Tim 2,2). Hay que adherirse a la tenta con predicar y enseñar en forma general y abstracta. Exhorta
«palabra segura» 8 (1 Tim 1,15; 3,1; 4,9; Tit 3,8; cf. 2 Tim 2,11; a los fieles a comportarse en toda circunstancia conforme a las exi-
Tit 1,9), a la «sana doctrina», a las «palabras sanas», a la ense- gencias del evangelio, teniendo muy en cuenta que son juzgados
ñanza «sana» (1 Tim 6,3; 2 Tim 1,13; 4,3; Tit 1,9.13; 2,1.8); por «los de fuera» (1 Tim 5,14; 6,1; 3,7; Tit 2,5.8). Recuerda sus
la idea de lo «sano» en materia doctrinal es característica de las deberes a todas las categorías de cristianos: jóvenes y personas
Pastorales. El tema de la verdad (que hay que conocer, conservar, de edad, ricos y pobres, libres y esclavos (1 Tim 5,1-16; 6,1-2;
defender) se repite sin cesar (1 Tim 2,4.7; 3,15; 4,3; 2 Tim 6,17-19; Tit 3,1-7; cf. Tit 2,1-10). En el ejercicio de esta respon-
2,15.18.25; 3,7-8; 4,4; Tit 1,1.4). En esta perspectiva se com- sabilidad, Pablo no vacila en emplear medidas disciplinares graves
prende la insistencia del autor en la necesidad de luchar contra (por ejemplo, la excomunión, 1 Tim 1,20). Cuando alguien se
los falsos doctores, los que «se desvían de la verdad», «vuelven aparta de la doctrina verdadera, hay que romper con él (Tit 3,10-11),
la espalda a la verdad» (cf. 1 Tim 1,3-7; 4,1-16; 6,3.5; 2 Tim pero conservando la esperanza de ver al culpable entrar de nuevo
2,14.26; 3,1-17; Tit 1,10-16; 3,9-11). El término «hereje» (único en el camino recto (2 Tim 2,25-26).
caso en el Nuevo Testamento) aparece en Tit 3,10.
A través de estas preocupaciones, se advierte el afán de conti-
nuidad entre Pablo y las iglesias de fines del siglo i: el Apóstol 2. La responsabilidad frente a
recibió la verdad del evangelio, el «depósito» que confió a unos los colaboradores inmediatos
colaboradores dignos de confianza (Timoteo y Tito), quienes, a su
vez, tienen que transmitirlo intacto a otros «hombres fieles» (2 Tim Para llevar más eficazmente la solicitud de todas las iglesias,
2,2). Pablo busca la ayuda de numerosos colaboradores, encargados con
b) Organización institucional. El mismo afán de continuidad
de la sucesión apostólica. Se ve en ellas que se incita a los delegados de
se manifiesta aquí 9 . Es preciso que las iglesias estén dotadas de Pablo a instituir en las comunidades locales presbíteros-epíscopos y diáconos,
7
pero esta organización no se relaciona formalmente con la desaparición del
Tal preocupación se explica por el peligro que representa para las Apóstol. Sin duda en 2 Tim 4,6-8 evoca Pablo su próxima muerte, pero ni
comunidades la proliferación de falsos doctores. Sobre éstos cf. C. Spicq, siquiera en ese momento «habla de sucesión. Por consiguiente, no hay nin-
Les Épkres pastorales (41969) 85-129; J.-M. Ford, A note on Proto-montanistn guna palabra en las pastorales que aluda a la sucesión apostólica, aunque
in the Pastoral Epistles: NTS 17 (1970-71) 338-346. están escritas con una te evidente en la permanencia de la Iglesia». A. George,
8
El tema de la «palabra», frecuente en los escritos paulinos y en los Des Douze aux apotres et a leurs successeurs, en Le Ministére sacerdotal
Hechos, se encuentra varias veces en las pastorales. Aparte del estribillo: (Lyon 1970) 50. En el libro de los Hechos muestra Lucas mucho interés por
«esta palabra es segura», cf. 1 Tim 4,5.6.12; 2 Tim 2,9.15; Tit 1,3.9; 2,5.8. el problema de la continuidad; aparecen sucesivamente: los apóstoles (iden-
Se le llama «palabra de Dios» en 1 Tim 4,5; 2 Tim 2,9; Tit 2,5; «palabra tificados con los Doce), luego los apóstoles y los ancianos y finalmente los
de Nuestro Señor Jesucristo» en 1 Tim 6,3 (cf. J. Murphy-O'Connor, La ancianos solos.
prédication selon saint Paul (1966) 104-117. 10
9
Sobre los ministerios según las epístolas pastorales cf. A. Lemaire,
Las epístolas pastorales no se interesan explícitamente por el problema infra, 106-111.
7
98 Las Epístolas Pastorales Pablo apóstol 99
frecuencia de alguna misión en las comunidades locales u . Estos de himnos que se recitaban en las comunidades (1 Tim 3,16; 6,15-16;
delegados forman una especie de equipo ambulante dispuesto a 2 Tim 2,11-13).
intervenir, con la autoridad del Apóstol, donde haga falta. Timoteo
permanece en Efeso (1 Tim 1,3), pero un día tendrá que verse con
Pablo en Roma (2 Tim 4,9.21). Tito es enviado a Creta (Tit 1,5), 2. La lucha por Cristo
pero al acabar su misión deberá encontrarse con el Apóstol en Nicó-
polis (Tit 3,12); Trófimo se queda en Mileto (2 Tim 4,20), en Como todo cristiano, pero con más exigencias aún, el Apóstol
tanto que Lucas está en Roma, donde también irá Marcos (2 Tim está comprometido en una lucha por Cristo. Está en servicio activo
4,11). como un soldado (2 Tim 2,3). Por eso tiene que estar desemba-
Las epístolas pastorales nos proporcionan gran número de datos razado de todo lo que apega a las cosas del mundo 13. «Ninguno
acerca de Timoteo y algunos menos de Tito. Dejando de lado el que se ha alistado en la milicia de Dios se enreda en los negocios
problema de la investidura de estos dos delegados n, notemos la de la vida» (2 Tim 2,4). «Nosotros no hemos traído nada al mun-
delicadeza de Pablo en sus relaciones con Timoteo, de quien se do; mientras tengamos comida y vestido, estemos contentos con
siente especialmente responsable, quizá por la relativa juventud de eso...; la raíz de todos los males es el afán de dinero» (1 Tim
éste. Lo llama «su hijo» (1 Tim 1,1-18; 2 Tim 1,2; 2,1). Le re- 6,7-10). Así liberado, se puede «combatir el buen combate» (1 Tim
cuerda su familia y su juventud (2 Tim 1,4-5)- Se preocupa por 6,12; 2 Tim 4,6). El soldado que está en campaña no debe soñar
su salud (1 Tim 5,23), por su «vida espiritual» (1 Tim 4,13-16; en una vida fácil; le aguardan sufrimientos: persecuciones (2 Tim
6,11-14; 2 Tim 1,6-8; 2,3-7), por su reputación (1 Tim 4,12; 2 Tim 3,11), cárceles (2 Tim 1,12; 2,9), defecciones y soledad (2 Tim 1,15;
1,15). Ruega por él (2 Tira 1,3), sufre por su ausencia (2 Tim 4,10; 4,14.16). Hay que sufrirlo todo por el evangelio (2 Tim 1,6).
4,9-21), le abre su propia alma (2 Tim 4,6-8). Las relaciones entre Y hay que estar persuadido de que «todos los que quieren vivir
el maestro y el discípulo no son sólo de tipo funcional y menos piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecuciones» (2 Tim 3,12).
aún administrativo; están impregnadas de calor humano, de afecto
y de ternura.
3. La esperanza en las pruebas

El siervo {doulos) del Señor debe ser paciente en las pruebas


III. LA MÍSTICA DEL APÓSTOL (2 Tim 2,24). En medio de las tribulaciones se fortalece su espe-
ranza: «Si sufrimos trabajos y oprobios es porque ponemos la es-
peranza en Dios vivo» (1 Tim 4,10; cf. «Cristo nuestra esperanza»
La actividad apostólica está orientada en el corazón del Apóstol en 1 Tim 1,1). El Apóstol aguarda «la bienaventuranza y la mani-
por una serie de disposiciones cuyos principales elementos nos los festación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo»
revelan las epístolas pastorales. (Tit 2,13). Ya ha obtenido, en esperanza, la herencia de la vida
eterna (Tit 3,7). Puede morir, pues sabe que entonces comenzará
una vida nueva: «Si con él morimos, viviremos con él» (2 Tim 2,11).
1. La oración Por tanto, con un alma serena se dispone a recibir, cuando llegue
la hora, «la corona de justicia» (2 Tim 4,8). Cuando toda esperanza
Siendo una convicción fundamental del Apóstol la prioridad de humana desaparece y, de hecho, se presenta la muerte, está cierto
la acción de Dios en todos los terrenos, no es de extrañar que la de que «el Señor me librará de toda obra mala y me salvará guar-
oración aflore continuamente a sus labios. «Da gracias» por él dándome para su Reino» (2 Tim 4,18).
mismo (1 Tim 1,12) o por Timoteo (2 Tim 1,3). Dirige a Dios
doxologías (1 Tim 1,17; 2 Tim 4,18), sirviéndose en ocasiones 13
Las pastorales evocan la situación de célibe (agamos) en la que se
hallaba Pablo (cf. 1 Cor 7,8), pero no exigen que sus colaboradores lo sean
11
Cf. E. E. Ellis, Paul and his CoWorkers: NTS 17 (1970-71) 437-453. también. Suponen, al contrario, que los epíscopos y los diáconos son escogidos
12
Cf. A. Lemaire: infra, 101-103. entre los padres de familia (1 Tim 3,4.12; Tit 1,6).
Los ministerios en la Iglesia 101

tener en cuenta, sin embargo, cuál es el origen de esas epístolas:


4. La ofrenda de la vida por los hermanos su autor, un discípulo de Pablo, apoyándose en la tradición litúr-
gica y disciplinar de su comunidad cristiana, quiere defender el
Cristo ofreció su vida por todos los hombres entregándose como mensaje del Apóstol frente a las interpretaciones gnósticas que se
rescate por todos (1 Tim 2,6). Siguiendo su ejemplo, el Apóstol hacían de él.
sabe que sus propios sufrimientos con él y en él no le conciernen Este autor se preocupa particularmente de mostrar cómo los
únicamente a su persona: debe vivir para sus hermanos 14 . Dos tex- ministros deben «cuidar de la Iglesia de Dios» (1 Tim 3,5), como
tos de las epístolas pastorales reflejan esta mística pascual. El pri- deben «portarse en la casa de Dios que es la iglesia del Dios vivo»
mero (2 Tim 2,10) evoca los sufrimientos: «Soporto todo por los (1 Tim 3,15); finalmente escribe porque desea velar por «la admi-
elegidos (dia tous eklektous) para que (hiña) también ellos alcan- nistración de la casa de Dios (oikonomia theou) en la fe» (1 Tim
cen la salvación que está en Cristo Jesús con la gloria eterna». 1,4). Quizá se refiera con estas palabras a la parábola de la cons-
El segundo (2 Tim 4,6) alude directamente a la muerte: «Yo estoy trucción de la Iglesia, expuesta por Pablo en 1 Cor 3,10-15, que
a punto de ser derramado en libación». Fácilmente se advierte en ya plantea el problema de la continuidad de la obra comenzada
este último texto una resonancia cultual y litúrgica, sobre todo por el Apóstol fundador: «Según la gracia que Dios me ha dado,
si se lee a la luz de Flp 2,17 (cf. también Rom 15,16, cuya inter- yo como buen arquitecto puse el cimiento y otro construye encima.
pretación al detalle es más discutida) 15 . Mire cada cual cómo construye. Pues nadie puede poner otro ci-
Aunque en su estado actual las epístolas pastorales no sean miento que el ya puesto: Jesucristo» 2 .
directamente obra de Pablo, nos permiten captar al vivo la tradi- En esta perspectiva el autor de las epístolas pastorales describe
ción, transmitida con fidelidad a las iglesias, acerca de la misión el apostolado de Pablo 3 , el ministerio de algunos de sus discípulos
apostólica. Yendo aún más lejos y siguiendo el parecer de los crí- y colaboradores, y el de diversos ministros de la iglesia local.
ticos más exigentes, podemos reconocer en 2 Tim 4,6-8 el eco
auténtico del supremo testimonio que dio el Apóstol de su amor
apasionado a Jesucristo.
PlERRE DORNIER I. LOS COLABORADORES DE PABLO. LOS «EVANGELISTAS»

El autor de las epístolas pastorales nos presenta cierto número


de colaboradores de Pablo, pero fijándose especialmente en Timo-
II teo y en Tito: alude con frecuencia a su entrada en funciones,
precisa su misión y trata del problema de su sucesión.
LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA

Desde la publicación del canon de Muratori se admite que «la 1. La entrada en funciones
organización de la disciplina de la Iglesia» es el objeto de las epís-
tolas pastorales. Así, pues, éstas pueden dar mucha luz cuando se El autor evoca repetidas veces la ceremonia de investidura de
quiere hacer un informe acerca de los ministerios \ Habrá que Timoteo: «No malogres la gracia (charisma) que tienes, la cual
14
se te dio en virtud de una profecía con la imposición de las manos
Cf. C. Spicq, L'imitation de Jésus-Christ durant les derniers jours de del colegio de presbíteros» (1 Tim 4,14). «Te exhorto que avives
l'apótre
15
Saúl: Mélanges Beda Rigaux (Gembloux 1972) 313-322.
Sobre la interpretación de Rom 15,16, cf. C. Wiener, Hierourgein Testament. Zur Dokumentation der frühchristlichen Amtsgeschichte: «Kai-
(Rom 15,16), en Studiorum paulinorum Congressus internationalis catholicus ros» 11 (1969) 81-94; A. Lemaire, Les Ministéres aux origines de l'Église
19611
(Roma 1963) II, 399404. Cf. P. Grelot, supra, 58. (1971) 123-138.
Bibliografía reciente: C. Spicq, Les Épitres pastorales (41969; P. Dornier, 2
Para este fundamento «puesto por los apóstoles», cf. 2 Tim 2,19.
Les Épitres pastorales (1969); N. Brox, Die Pastoralbriefe (Ratisbona 1969); 3
Para el apostolado de Pablo, cf. supra: P. Dornier, 94-100.
N. Brox, Historische und theologische Probleme der Pastoralbriefe des Neuen
102 Las Epístolas Pastorales Los ministerios en la Iglesia 103

la gracia (charisma) de Dios que reside en ti por la imposición ese don procediera de Pablo. Por eso la fórmula «que te ha sido
de mis manos» (2 Tim 1,6; cf. también 1 Tim 1,18; 6,12). dado» (1 Tim 4,14), que denota que el sujeto agente es Dios,
Estos versículos piden algunas explicaciones concernientes a los e igualmente la expresión más sencilla «Dios nos ha dado» (2 Tim
diversos aspectos de esta «ordenación». 1,7), subrayan el hecho de que este «carisma» tiene a Dios como
— La profecía es pronunciada «sobre» el candidato (1 Tim origen, y manifiestan la benevolencia de Dios por su Iglesia.
1,18); probablemente se trata de una oración litúrgica oficial4.
— La imposición de las manos se entiende a veces como si la
hiciese el «presbyterium», es decir, el colegio de los presbíteros, 2. La función de Timoteo y de Tito
pero es más probable que se trate de una adaptación de la «se-
mikhat zeqenim», es decir, de la imposición de las manos para Por la presencia del don del Espíritu Santo en él, Timoteo es
transmitir la dignidad de «anciano», o, en otras palabras, la orde- capaz de asumir su ministerio, que implica en primer lugar la ense-
nación rabínica 5 . Todo el contexto de transmisión de una ense- ñanza (didaskalia). Esta palabra se encuentra al menos quince veces
ñanza, de «entrega», confirma este sentido. en las epístolas pastorales y el autor ve claramente en ella la acti-
— La profesión de fe en presencia de numerosos testigos (1 Tim vidad esencial de Timoteo y de Tito: «vela sobre ti mismo y atien-
6,12) se interpreta a veces como la profesión de fe del bautismo, de a la doctrina» (1 Tim 4,16); «mas tú, enseña lo que es conforme
pero el contexto general conviene más a la ordenación. Este re- a la sana doctrina» (Tit 2,1). Esta enseñanza debe ser de buena
cuerdo de la ordenación está confirmado por la exhortación: «com- calidad; una «enseñanza sana» (1 Tim 1,10; 2 Tim 4,3; Tit 1,9;
bate el buen combate de la fe» (1 Tim 6,12), que remite a 1 Tim 2,1), según la expresión varias veces repetida. Es decir, que el
1,18: «las profecías pronunciadas sobre ti para que combatas el ministro deberá velar especialmente, con la ayuda del Espíritu San-
buen combate». to, por la fidelidad y solidez de esta doctrina: «Conserva el buen
Esta imposición de las manos está ligada expresamente a la depósito mediante el Espíritu Santo que habita en nosotros» (2 Tim
presencia de un don (charisma) en el que es ordenado. Por lo
1,14). En este punto el autor de las epístolas pastorales va de
tanto va contra el pensamiento del autor el oponer «carisma» y
acuerdo con el cuarto Evangelio cuando afirma que el papel del
«ministerio». De modo más preciso este don está asociado al Espí-
ritu, o sea probablemente al Espíritu Santo: así el «don que está Espíritu Santo es asegurar la fidelidad al evangelio: «El Paráclito,
en ti por la imposición de mis manos. Porque Dios no nos dio a el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará
nosotros un espíritu de temor, sino de fortaleza» (2 Tim 1,6-7). todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Jn 14,26).
Este sentido está confirmado por el prototipo de la ordenación, que Concretamente esta enseñanza implica en primer lugar un as-
es la de Josué por Moisés: «Josué, hijo de Nun, estaba lleno del pecto kerygmático de anuncio de la palabra a todos: «Proclama la
espíritu de sabiduría porque Moisés le había impuesto las manos» palabra, insiste a tiempo y a destiempo con toda paciencia y doc-
(Dt 34,9) 6 . trina» (2 Tim 4,2). Luego, en el seno de la comunidad se despliega
Finalmente este don es un don de Dios (2 Tim 1,6): el rito en tres actividades diferentes: «Dedícate a la lectura, a la exhorta-
de la imposición de las manos no debe ser interpretado como si ción, a la enseñanza» (1 Tim 4,13).
La lectura a la que se refiere es la de la Escritura 7 en la asam-
4
Para el sentido de «profecía»=oración pública, cf. Le 1,67; 1 Cor 14 blea litúrgica; le sigue la exhortación o plática y de ellas se nutre
y Didaché X, 7; cf. también E. Cothenet, Prophétisme et ministére: «La la didaskalia, es decir, la enseñanza más sistemática. La Escritura
Maison-Dieu» 107 (1971) 29-50; A. Lemaire: BTBib 2 (1972) 31.
5
Cf. K. Hruby, La notion d'ordination dans la tradition juive: «La Mai- es, pues, el principal instrumento del ministerio de Timoteo, puesto
son-Dieu» 102 (1970) 30-56; E. Cothenet, Le Prophétisme dans le Nouveau que es obra del Espíritu Santo: «Toda Escritura es inspirada por
Testament: SDB 8 (1972) col. 1314. Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar
6
Cf. también Nm 11,24-30, donde el don del Espíritu está asociado a la en la justicia» (2 Tim 3,16). Por eso el ministro puede hablar,
responsabilidad de «anciano», y la tradición rabínica de Sifré-Deuteronomio
34,9, 357, 150a, citado por Billerbeck II 648; cf. también Nm 27,15-23, 7
que se ha podido utilizar como texto de la ordenación rabínica; cf. E. Lohse, La Escritura designa aquí al Antiguo Testamento, comprendido e inter-
Cheir: TWNT 9 (1971) 442. pretado en función de Cristo; cf. E. Cothenet: SDB 8 (1971) 1315.
104 Las Epístolas Pastorales Los ministerios en la Iglesia 105

exhortar y reprender con «entera autoridad {meta pases epitages)» padre; a los jóvenes como a hermanos; a las ancianas como a ma-
(Tit 2,15). _ dres; a las jóvenes como a hermanas con toda pureza» (1 Tim 5,1).
Esta última expresión demuestra que la enseñanza del ministro Las relaciones de Timoteo con los demás cristianos deben, pues,
no es simplemente privada: enseña con entera autoridad, y esa estar impregnadas de sencillez. Es sintomático a este respecto que
autoridad ya ligada a la imposición de las manos en la tradición Timoteo no se sitúa como el «padre» frente a todos; al contrario,
bíblica y rabínica, constituye el otro aspecto esencial de la actividad se presenta con gran naturalidad como el hijo o el hermano —según
la edad— de los otros miembros de la comunidad. Este estilo de
del ministro. El autor de las epístolas pastorales insiste en este
relaciones corresponde exactamente a la recomendación del evan-
punto: «Que nadie te desprecie» (Tit 2,15). «Que nadie menos-
gelio: «No os hagáis llamar Rabbi, porque uno solo es el Maestro
precie tu juventud» (1 Tim 4,12) 8 . Repite muchas veces que Timo- y todos vosotros sois hermanos. No llaméis a nadie 'padre' vues-
teo debe «ordenar» o «prescribir» {paraggellein) (1 Tim 1,3; 4,11; tro en la tierra, pues uno solo es vuestro padre: el del cielo. Ni
5,7; 6,13.17). tampoco os dejéis llamar doctores (cf. 1 Tim 1,7: «los que pre-
Timoteo y Tito tienen autoridad en muchos dominios; son tenden ser doctores de la Ley»), porque uno solo es vuestro pre-
particularmente responsables de: ceptor: Cristo. El mayor entre vosotros, sea vuestro servidor (dia-
— la organización de la plegaria litúrgica (1 Tim 2,1-15); konos)» (Mt 23,8-11). La inspiración de este logion parece influir
— la organización de la ayuda a las viudas (1 Tim 5,3-16); en la recomendación a Timoteo: «Si tú enseñas estas cosas a los
— el establecimiento de presbíteros al frente de cada comuni- hermanos, serás un buen ministro (diakonos) de Cristo Jesús»
dad (1 Tim 5,22; Tit 1,5); (1 Tim 4,6), y también: «realiza la función de evangelizador9,
— la justicia en caso de acusación contra un presbítero (1 Tim desempeña a la perfección tu ministerio {diakonian)» (2 Tim 4,5).
5,19s);
— la excomunión de los que se niegan a obedecer a las amones-
taciones (Tit 3,10). 3. La preocupación por el porvenir
Sin embargo, esta autoridad no es un autoritarismo arbitrario:
tiene un objetivo: «El fin del mandato es la caridad» (1 Tim 1,5), Timoteo y Tito no deben contentarse con ser fieles en su ense-
y Pablo recomienda a Timoteo: «Busca la justicia, la fe, la cari- ñanza y ejercer su autoridad con espíritu de servicio, tienen tam-
dad, la paz, en unión de los que invocan al Señor con corazón puro bién que preocuparse de asegurar la transmisión fiel del evangelio
( = l o s cristianos)... A un siervo del Señor no le conviene altercar, predicado por el Apóstol. Desde que éste murió, hay que conservar
sino ser amable con todos, pronto a enseñar, sufrido y que corrija intacto ese evangelio y no dejar que se desvirtúe. Esa es, en parte,
la función de los presbíteros ordenados por Timoteo (1 Tim 5,22)
con mansedumbre a los adversarios por si Dios les otorga la con-
o por Tito (Tit 1,5), pero el autor de las epístolas pastorales quiere
versión que les haga conocer plenamente la verdad» (2 Tim 2,22.
expresar con toda claridad su punto de vista en esta cuestión:
24.25).
«Cuanto me has oído en presencia de muchos testigos, confíalo a
En ese espíritu las relaciones en el interior de la comunidad hombres fieles que sean capaces a su vez de instruir a otros»
cristiana y sobre todo las de Timoteo con cada uno de los miem- (2 Tim 2,2).
bros, dejan traslucir una atmósfera enteramente de familia: «Al Por tanto, hay que tomar las medidas necesarias para que, sea
anciano no le reprendas con dureza, sino exhórtale como a un cual fuere la suerte individual de los ministros, «la palabra de
8 Dios no esté encadenada» (2 Tim 2,8); y sin duda éste es el sen-
No se hace ninguna indicación de edad para la ordenación, pero se alude tido que tiene la frase magnífica puesta en labios de Pablo: «Sé de
muchas veces a la «juventud» de Timoteo (1 Tim 4,12; 5,1-2; 2 Tim 2,22).
Más allá del género literario propio de los consejos de un «anciano» (Pablo) quién me he fiado y estoy convencido de que es poderoso para
a un «joven» (Timoteo), probablemente se alude aquí a una situación histórica
9
que volvemos a encontrar en Ifnacio de Antioquía: «Sé que vuestros santos El título de «evangelista» sólo se vuelve a encontrar en Hch 21,8 y
presbíteros no han abusado de la juventud que se ve en él...» A los magne- Ef 4,11 y designa probablemente a unos ministros responsables de grandes
sios III, 1; cf. N. Brox, Zu den persónlicben Notizen der Pastoralbriefe: centros, que evangelizaban toda la región en torno a ellos. Cf. A. Lemaire,
BZ 13 (1969) 76-94. Les Ministéres (1971) 187.
106 Las Epístolas Pastorales Los ministerios en la Iglesia 107

guardar mi depósito ( = « m i evangelio» 2 Tim 2,8) hasta aquel — En suma, parece que en la época del autor, el vocabulario
día» (2 Tim 1,12). La transmisión fiel del evangelio debe, pues, estaba evolucionando: el título de «presbítero» sigue siendo el
estar asegurada hasta el fin de los tiempos (cf. Mt 28,20). nombre tradicional y el de «epíscopo» se va imponiendo para de-
Por sus recomendaciones concernientes a la actuación de Timo- signar al presidente de la comunidad.
teo en Efeso y de Tito en Creta, el autor deja entender que otros De todos modos, aunque la terminología todavía fluctúe, la des-
colaboradores de los apóstoles, quizá llamados «evangelistas», han cripción del grupo es bastante precisa:
realizado la misma tarea en otros lugares. Así Demás en Tesaló- a) Los presbíteros son establecidos en cada ciudad (Tit 1,5);
nica, Crescente en Galacia, Tito (otra vez) en Dalmacia, Erasto en forman el consejo de la comunidad local y su institución se inspira
Corinto y quizá Trófimo en Mileto (cf. 2 Tim 4,10 s. 20). Igual- visiblemente en la del consejo de los «ancianos» de las comunida-
mente al recomendar a Zenas y a Apolo en la epístola a Tito (3,13), des judías n .
es probable que el autor suponga que están de camino hacia Ale-
jandría, de donde procedía Apolo (Hch 18,24). Todas estas alusio- b) Esos presbíteros representan una autoridad moral en el
nes a otros colaboradores no hacen sino realzar los rasgos carac- seno de la comunidad y el autor de las epístolas pastorales tiene
terísticos de Timoteo y de Tito, cuyo ministerio, arraigado en la gran interés en que sean personas «irreprochables» (Tit l,6s; 1 Tim
acción del Espíritu Santo, tiene como finalidad la edificación de la 3,2); enumera sus cualidades de hombres de bien: «sobrio, sensato,
casa de Dios, es decir, de la Iglesia. cortés, hospitalario; ni bebedor ni violento, sino moderado; ene-
mido de pendencias, desprendido del dinero» (1 Tim 3,2s), «ni
arrogante, ni colérico, ni bebedor, ni violento, ni codicioso de ne-
gocios sucios; sino al contrario, hospitalario, amigo del bien, jus-
11. LOS MINISTROS DE LA IGLESIA LOCAL to, piadoso, dueño de sí» (Tit 1,7-8). Los presbíteros tienen que
haber dado ya pruebas de su autoridad moral en sus responsabili-
dades familiares: tienen que ser «casados una sola vez» (1 Tim
Sin entrar en una descripción sistemática de la organización de 3,2; Tit 1,6), es decir, maridos fieles 12, y tienen que educar bien
las iglesias locales, el autor de las epístolas pastorales, sirviéndose a sus hijos: «gobernando bien su propia casa y manteniendo sumi-
probablemente de informes tradicionales, presenta las cualidades y sos a sus hijos con toda dignidad» (1 Tim 3,4), «tener hijos 'cre-
las actividades de varios grupos diferentes en el seno de esa co- yentes' que no puedan ser tachados de libertinaje ni de rebeldía»
munidad. (Tit 1,6). El autor de estas epístolas prescinde de la cuestión del
celibato en lo que respecta a los representantes de la Iglesia: para
él el estado normal del «presbítero-epíscopo» es el de casado y
1. Los «presbíteros-epíscopos» con hijos.
Respecto a este grupo, empezamos por encontrarnos con un c) A partir de ciertas indicaciones, vemos dibujarse las fun-
problema de vocabulario: los títulos de «epíscopo» y de «presbí- ciones de los presbíteros que se orientan en dos direcciones com-
tero» ¿designan funciones distintas, o vienen a ser equivalentes? plementarias.
Sin entrar en los detalles de la discusión exegética, constatemos Están encargados como presidentes de la comunidad, de velar
lo siguiente: (episkopos = vigilante) por la buena marcha de esa comunidad. Es
— por una parte, «presbítero» es un título tradicional proce- ésta una función análoga a la del cabeza de familia respecto a su
dente del judaismo y equivalente al de «anciano», en tanto que casa; la comparación es natural, porque en el seno de esa comu-
«epíscopo» designa una función: la de «vigilar»; nidad reina un ambiente de familia: «El que no es capaz de gober-
— por otra parte, aunque las dos palabras pueden designar a nar su propia casa, ¿cómo podría cuidar de la Iglesia de Dios?»
las mismas personas 10, el término «epíscopo» está aquí mencionado 11
Cf. R. de Vaux, Les institutions de VAnclen Testament I (1958) 212;
en singular. M. Guerra y Gómez, Epíscopos y presbíteros (Burgos 1962) 198-200.
12
10
Cf. P. Trummer, Eine Ehe nach den Pastoralbriefe: «Bíblica» 51 (1970)
Cf. Tit 1,5-7; Hch 20,17.28; 1 Pe 5,1-2. 471-484; A. Lemaire: BTBib 2 (1972) 31-32.
108 Las Epístolas Pastorales
Los ministerios en la Iglesia 109
(1 Tim 3,5). Por eso el epíscopo es llamado «intendente de Dios»
(Tit 1,7: Theou oikonomos=ú que administra, el que gobierna La ordenación: «Más vale prevenir que remediar», y el autor
la casa de Dios). opina que el mejor remedio de evitar las sanciones es el mostrarse
Esta función explica tres condiciones particulares: 1) «que no sumamente prudente antes de ordenar a nadie. «No te precipites
sea un neófito» (1 Tim 3,6), pues esta promoción demasiado rápida en imponer a nadie las manos. No te hagas cómplice de pecados
le podría enorgullecer; 2) «que tenga buena fama entre los de ajenos» (1 Tim 5,22) 15 . Esta advertencia quizás indique que existía
fuera» (1 Tim 3,7), porque la reputación del presidente afecta a la un tiempo de prueba antes de ordenar a los presbíteros.
comunidad; 3) «que sea hospitalario», es decir, que acoja ama- En resumen, la institución tradicional de los presbíteros parece
blemente en nombre de la comunidad a los cristianos de paso o a ser el marco habitual de cada comunidad cristiana, de acuerdo con
los representantes de las otras iglesias. la tradición judía. Los presbíteros forman el consejo responsable
Los presbíteros están también encargados del ministerio de la de cada comunidad local y ejercen una doble función: pastoral y
palabra y sobre todo de la enseñanza 13, por eso es importante que doctrinal. Esta última demuestra que su responsabilidad es de ca-
el candidato sea «apto para enseñar» (1 Tim 3,2), y «adherido a rácter religioso; si deben velar por la vida de la comunidad es por-
la palabra fiel conforme a la doctrina para que sea capaz de exhor- que ésta es «casa de Dios». Al ser ellos los intendentes de Dios,
tar con la sana doctrina y refutar a los que contradicen» (Tit 1,9). deben velar particularmente con su enseñanza para que la vida de
Presidencia y enseñanza representan, pues, las dos funciones esa comunidad sea conforme al evangelio.
principales de estos presbíteros, como lo prueba 1 Tim 5,17: «Los
presbíteros que ejercen bien su cargo merecen doble honorario,
principalmente los que se afanan (o cuando se afanan) en la pre- 2. Los «servidores-diáconos» (diakonoi)
dicación y en la enseñanza».
d) El «derecho del presbítero» (1 Tim 5,17-22)14. El autor Para comprender el papel de los «servidores-diáconos», debe-
de las epístolas pastorales ha reunido en unos versículos varias mos recordar que la acepción de las palabras evoluciona: el término
reglas concernientes al comportamiento respecto a los presbíteros diakonos (servidor) se aplica también a Timoteo (1 Tim 4,6) y pro-
y procedentes sin duda de la tradición. bablemente no tiene aún todas las resonancias técnicas del término
«diácono» 16. Además, los «servidores-diáconos» sólo se mencionan
Remuneración: se le pide al presbítero que no tenga apego al en la primera epístola a Timoteo a propósito de la iglesia de Efeso,
dinero y sea desinteresado, pero el autor recuerda que su presiden- y quizá no existiesen en todas las iglesias, sino únicamente en los
cia y su enseñanza merecen un «doble honorario {timé)» (1 Tim grandes centros. El autor de las epístolas pastorales deja entrever
5,17). La palabra timé significa a la vez «honor» y «honorario», esta institución.
y la acepción de «remuneración» está claramente confirmada: «La
Escritura en efecto dice: no pondrás bozal al buey que trilla, y a) Las cualidades requeridas en el candidato parecen idénticas
también: el obrero tiene derecho a su salario» (1 Tim 5,18). Sin a las que se requieren en los presbíteros-epíscopos: «Los diáconos
embargo, aunque se afirma el principio de la existencia de una también deben ser dignos, sin doblez, no dados a beber mucho
remuneración, el autor no precisa en qué ha de consistir ésta. vino ni a negocios sucios. Que guarden el misterio de la fe con
una conciencia pura. Los 'diáconos' sean maridos fieles y gobiernen
Sanciones: en caso de acusación, el autor pide que se obre con
bien a sus hijos y su propia casa» (1 Tim 3,8.9.12). El autor les
prudencia y se atengan al testimonio de dos personas, que era el
modo de proceder corriente entre los judíos: «No admitas ninguna pide también una conducta ejemplar sobre todo en su casa; supone
acusación contra un presbítero, si no viene con el testimonio de 15
Algunos exegetas interpretan esta imposición de las manos como un
dos o tres. A los culpables repréndeles delante de todos para que rito de reconciliación de los pecadores, pero el sentido penitencial de este
los demás cobren temor...» (1 Tim 5,19-20). rito no está atestiguado más que a partir del siglo m, y aquí todo el con-
13 texto reclama la referencia a la ordenación «presbiteral». Cf. C. Spicq, Les
Cf. la importancia que tiene ya la enseñanza en la misión de Timoteo Épitres
16
pastorales (41969) 546-549.
y de14 Tito, supra, 103-104. Cf. E. P. Echlin, The Origins of the permanent Deacan: «American
Cf. P. Dornier, Les Épitres pastorales (1969) 94-98. Ecclesiastical Review» 2 (1970) 92-105.
110 Las Epístolas Pastorales Los ministerios en la Iglesia 111
claramente que los «diáconos», como los presbíteros, son casados y e) Dentro del párrafo sobre los «diáconos», el autor pide:
padres de familia. «Que igualmente las mujeres sean dignas, no calumniadoras, so-
Sin embargo, pueden advertirse algunas pequeñas diferencias: brias, fieles en todo» (1 Tim 3,11). ¿Quiénes son esas mujeres?,
el autor insiste menos en el testimonio de las personas de fuera ¿las mujeres de los diáconos, o «mujeres-diáconos»? 19 Esto último
y sobre el hecho de no ser neófito, tampoco requiere de ellos que parece más probable por varias razones: 1) el contexto de todo
sean «hospitalarios» y «aptos para enseñar». este párrafo es ministerial; 2) si se refiriese a las mujeres de los
b) Sus funciones son sumamente indeterminadas. Quizá se diáconos, se leería: «'sus' mujeres», en vez de «mujeres» sencilla-
deba esto a que les podían confiar misiones y tareas diversas, según mente; 3) el autor subraya el paralelismo de los diversos grupos:
hiciera falta. El no exigirles ciertas cualidades parece denotar que, primero el epíscopo, luego «igualmente los diáconos»; después:
en general, no les concernían los oficios de presidir, enseñar y «igualmente las mujeres»; 4) no se hace ninguna alusión a espe-
acoger a los cristianos de paso; en cambio, la referencia al «mis- ciales exigencias respecto a las mujeres de los presbíteros-epíscopos,
terio de la fe» quizá aluda a su actividad de predicadores ". así es que sería raro aludir a exigencias especiales sólo para las
mujeres de los diáconos.
c) Respecto a la entrada en funciones de esos «diáconos», el Estas «mujeres» son con gran probabilidad «mujeres-diáconos»
autor es muy poco preciso: sólo pide «que se les someta a prueba y, como ellos, seguramente estarían disponibles para diversas ta-
y después, si son irreprochables, sean diáconos» (1 Tim 3,10). Este reas, sobre todo para misiones de enlace. El final de la carta a
ponerlos a prueba puede encontrarse en algunos pasajes de las los Romanos (que quizá sea una esquela dirigida a la iglesia de
epístolas de Pablo: «Enviaré acompañados de cartas a los que ha- Efeso) atestigua ya una misión confiada a una mujer: «Os reco-
yáis considerado dignos» (1 Cor 16,3, a propósito de la colecta). miendo a Febe nuestra hermana, 'ministro' (diakonon) de la igle-
«Con ellos os enviamos a nuestro hermano, cuya solicitud tenemos sia de Cencreas. Recibidla en el Señor de una manera digna de
ya comprobada muchas veces y de muchas maneras» (2 Cor 8,22, los santos y asistidla en cualquier cosa que necesite de vosotros»
también a propósito de la colecta). «Espero poder enviaros pronto (Rom 16,1).
a Timoteo... vosotros conocéis su probada virtud» (Flp 2,19-22). En resumen, aunque las epístolas pastorales no nos permitan
Según estas citas paralelas, los diáconos parecen, por lo menos al trazar un cuadro preciso y detallado de las actividades de los diá-
principio, una especie de ayudantes a quienes se confiaban misio- conos, hombres y mujeres, atestiguan, sin embargo, claramente que,
nes diversas según las necesidades, sobre todo misiones de enlace al menos en los grandes centros, los presbíteros-epíscopos no eran
entre las iglesias 18; ellos son los que disfrutan de la hospitalidad los únicos encargados de los ministerios, y que ya había diversos
de las otras iglesias, es normal, por tanto, que no se les pida ser tipos de servicios en la Iglesia.
personalmente «hospitalarios».
d) Respecto a su remuneración, el autor no precisa apenas
nada: «Los que ejercen bien el diaconado, alcanzan un puesto hon- 3. Otros grupos
roso y grande entereza en la fe de Cristo Jesús» (1 Tim 3,13). El autor de estas epístolas da una importancia particular a la
¿Qué significa ese «puesto honroso»? ¿Se refiere a ser honrado institución de los presbíteros-epíscopos y a la de los diáconos, pero
por los miembros de la comunidad, o a la posibilidad de obtener al describirnos la comunidad no se limita a ellos. Al contrario,
un puesto más elevado? Es difícil decidirse en este punto, pero nos presenta una iglesia en la que cada cristiano y cada grupo de
el empleo del presente y de la expresión paralela «entereza», reco- cristianos ocupan un lugar determinado. Y así habla entre otros
miendan más bien la primera interpretación. Parece que no se de tres grupos: las viudas, los jóvenes y las mujeres.
trata todavía aquí de un progreso hacia la constitución de una
a) En un solo párrafo (1 Tim 5,3-16) están reunidas todas
jerarquía con diversos grados.
las reglas concernientes a las viudas20, lo mismo las que proceden
17
Cf. E. E. Ellis, Paul and his Co-Workers: NTS 17 (1970-71) 442, sobre 19
La palabra griega diakonos puede ser masculina o femenina.
todo la nota 3. 20
Cf. A. Sand, Witwenstand und Amterstrukturen in den urchristlichen
18
Q . A. Lemaire, Les Ministéres (1971) 135-136 y supra, 105-106. Gemeinden: «Bibel und Leben» 12 (1971) 186-197.
112 Las Epístolas Pastorales Los ministerios en la Iglesia 113

de la tradición que las que expresan el punto de vista del autor. Pero si la mujer no puede tomar la palabra en el templo, sobre
Para él las viudas representan un grupo de cristianas especialmente todo por su subordinación al hombre, sí que tiene toda su auto-
dignas de atención, y la comunidad debe ayudarlas económicamente ridad para dar la instrucción religiosa a sus hijos —Timoteo apren-
por su soledad y su ancianidad (cf. Tim 5,16 y Hch 6,1). ¿Significa dió la Escritura de su madre y de su abuela 23 — conforme a la
esto que su papel en la iglesia es meramente pasivo? Desde luego, tradición familiar israelita (cf. Prov 1,8; 6,20; 31,1). Por ese mo-
no, y el autor de estas epístolas demuestra que desempeñan, sin tivo recomienda el autor: «Que las ancianas sean en su porte cual
duda, un oficio muy importante: «La que de verdad es viuda tiene conviene a los santos: no calumniadoras, ni dadas al vino, sino
puesta su esperanza en el Señor y persevera en sus plegarias y ora- maestras del bien para que enseñen a las jóvenes a ser amantes de
ciones noche y día» (1 Tim 5,5). Aquí vemos retratadas a algunas sus maridos y de sus hijos, a ser sensatas, castas, hacendosas, bon-
viudas judías ejemplares como Judit y la profetisa Ana (Le 2,36-37). dadosas, sumisas a sus maridos para que no sea injuriada la pala-
Y puesto que el papel de las viudas es tan importante, no se bra de Dios» (Tit 2,3-5).
puede admitir en el grupo a cualquiera. El criterio de admisión no De este modo en el seno de la iglesia local, tal como la des-
es sólo de tipo social —su estado de viudez o de edad avanzada—, cribe el autor de las epístolas pastorales, cada categoría de cristia-
sino también un criterio moral que comporta un cierto «compro- nos tiene una función específica que desempeñar para bien de todos,
miso» (pistis 1 Tim 5,12); y como siempre, el autor pide que sean al servicio de la Iglesia y del evangelio. Sin duda esta comunidad
prudentes en la admisión de las candidatas: «A las viudas jóvenes, no es ruidosa ni alborotada ni da que hablar a las «personas de
descártalas... Cuando les asaltan deseos indignos de Cristo, quieren fuera». Pero todas las reglas de prudencia que da el autor favo-
casarse de nuevo e incurren así en condenación por haber faltado recen eficazmente la vida comunitaria de estas iglesias locales, ha-
a su compromiso anterior... Quiero, pues, que las jóvenes se ca- ciendo reinar en ellas un clima enteramente «de familia». En ese
sen, que tengan hijos, que gobiernen la propia casa y no den al contexto, las relaciones entre los ministros y los demás miembros
adversario ningún motivo de hablar mal» (1 Tim 5,11.12.14). de la comunidad o las de los ministros entre sí, resultan sencillas,
b) Resulta difícil precisar la función exacta de los «jóvenes», naturales, profundamente humanas.
pero quizá formaran un grupo aparte para el cual pide el autor Hay aquí un determinado estilo de comunidad cristiana y un
unos consejos particulares (Tit 2,6-8). Sin poder precisar más, el determinado estilo de ministerios al servicio de esa comunidad que,
autor parece considerarlos «fuera del marco familiar, agrupados ciertamente y junto con otros, tienen su valor. Aunque a primera
como compañeros, camaradas e incluso como partícipes de un vista los cristianos parezcan preocuparse ante todo de la autentici-
club» 21 . dad de sus relaciones en el interior de la comunidad, ésta no se
encierra en sí misma; el autor de las epístolas pastorales muestra
c) En lo que concierne al papel de las mujeres en la comu- su interés por «las personas de fuera» y tiene gran empeño en que
nidad, el autor de las epístolas a primera vista parece muy ta- se les dé un buen testimonio. Finalmente, al descubrir este am-
jante: «La mujer oiga la instrucción en silencio con toda sumisión. biente de familia y este tipo de relaciones fraternas, quizá se com-
No permito que la mujer enseñe ni que domine al hombre. Que prenda mejor la reacción de los paganos ante las primeras comuni-
se mantenga en silencio» (1 Tim 2,11). En éste, como en otros dades cristianas: ¡Mirad cómo se aman!
muchos pasajes, se percibe netamente la influencia de la tradición ANDRÉ LEMAIRE
judía; según ella, «al servicio litúrgico la mujer asistía sólo para
escuchar» 22.
M
C. Spicq, La place ou le role des jeunes dans certaines communautés
néotestamentaires: RB 76 (1969) 552.
22
J. Jeremías, jérusalem au temps de Jésus (París 1967) 489. Hay que
comparar 1 Tim 2,11-12 con 1 Cor 14,34-35; estos dos textos predican la
misma disciplina respecto al papel de las mujeres en las asambleas litúrgicas;
sobre 1 Cor 14,34-35, que probablemente es pospaulino, cf. A. Lemaire BT
Bib 2 (1972) 32-33. Parece que en las iglesias del Nuevo Testamento hubo 23
diferentes tradiciones disciplinarias acerca de este punto. Cf. C. Spicq, Les Épitres pastorales (41969) 390-391.
8
I. LA COMUNIDAD Y SUS DIRIGENTES

La comunidad cristiana a la que se refiere la epístola comprende


por una parte unos guías o «hegoumenoi», y por otra, los cristianos
a quienes se llama los santos (cf. Heb 13,24: «Saludad a todos
vuestros guías y a todos los santos»). Vamos a presentar rápida-
mente a la comunidad en su conjunto, antes de reunir los elemen-
tos necesarios que conciernen únicamente a los dirigentes.
CAPITULO VI

1. La comunidad
LA EPÍSTOLA A LOS HEBREOS
No se trata de dilucidar aquí a qué comunidad particular fue
dirigida la llamada epístola a los Hebreos; lo que nos interesa es
¿Habla la epístola a los Hebreos de los ministerios cristianos? observar cómo habla su autor en la comunidad eclesial y qué fun-
En caso afirmativo, ¿cómo lo hace? Al pronto creeríamos encon- ciones le atribuye. Los cristianos forman el pueblo de Dios en mar-
trar en este texto numerosas indicaciones sobre el tema, puesto cha hacia la patria celestial en pos de Jesús que guía a la salvación
que esta epístola constituía antiguamente la base de una teología (Heb 2,1o) 1 . La comunidad tiene ya su historia: es el pueblo de
sacerdotal del ministerio cristiano. Sin embargo, no es así: las alu- Dios (4,9), la posteridad de Abrahán (2,16), la heredera de la
siones a los ministerios son escasas y sin conexión aparente con el promesa (6,17), en los profetas de Israel reconoce a sus antepasa-
tema sacerdotal. De modo que nos hallamos ante la siguiente situa- dos (1,1). Sabe quién es su guía y precursor (6,19-20) que con
ción extraña: por una parte, Cristo es designado como el sumo su muerte le ha abierto el camino de su peregrinación. Ha tenido
pontífice de la nueva alianza (y el argumento será ampliamente sus apóstoles y sus mártires (12,1) y ya ha sufrido la persecu-
ción (10,32). Todavía ahora experimenta la tentación como el pue-
explotado en multitud de estudios sobre el tema sacerdotal en el
blo en el desierto, deplora defecciones y padece tribulaciones (2,18).
Nuevo Testamento). Por otra parte, en esta misma epístola la de- Ese pueblo de peregrinos (11,13; 13,9) y de exiliados (6,18) no
signación de los ministros y la definición de la función ministerial tiene una sede estable (13,14). El reposo sabático no ha llegado
faltan casi totalmente (por esta razón las monografías sobre este aún (4,9), pero el fin y la maldición llegarán pronto (6,8). Entonces
tema apenas existen). Hay aquí una singular dicotomía que choca el pueblo alcanzará el lugar de su descanso (4,1.11), entrará en la
con ciertas teologías en las que el tema sacerdotal y el ministerial ciudad de Dios (10,19; 12,22), en el reino inconmovible (12,28)
se mezclan sin discernimiento. En este artículo el objeto esencial y llegará a ser la Iglesia de los primogénitos (12,23).
de nuestra investigación será el tema ministerial. Sin embargo, el Los peregrinos del cielo no están aislados en su camino, ni aban-
del sacerdocio de Cristo no podrá eliminarse del todo, si se advierte donados a sus propias fuerzas. La visión de la epístola es siempre
que su estudio puede encontrar repercusión en el del ministerio comunitaria. Movidos por la llamada de Dios (3,1; 9,15), los cre-
mismo. No podemos zanjar esta cuestión a priori, hay que juzgar 1
Sobre el tema fundamental de la peregrinación, cf. E. Kasemann, Das
sobre la marcha. De manera que en las páginas siguientes trata- Wandernde Gottesvolk (Gotinga 1938); A. Vanhoye, Longue marche ou acces
remos primero del tema ministerial y después del sacerdocio de proche? Le contexte biblique de Heb 3,7-4,11: «Bíblica» 49 (1968) 1-28;
Cristo. De ahí las dos partes que siguen: la comunidad y sus diri- O. Hofius, Katapausis. Die Vorstellung vom endzeitlichen Ruheort im Hebraer-
brief (Tubinga 1970); C. Spicq, Vie chrétienne et pérégrination selott le
gentes; el sacerdocio de Cristo y los ministerios. Nouveau Testament (París 1972). Seguiremos casi siempre la traducción lite-
ral de C. Spicq en su importante comentario, L'Épitre aux Hébreux (París
1952).
116 La epístola a los Hebreos La comunidad y sus dirigentes 117

yentes forman una asamblea de hermanos (2,11-12) lugar de en- escapar de él. Aunque se tratara aquí de una homilía (Heb 1-12)
seguida de una carta (13), resulta difícil reducir al mínimum esas
cuentro de los santos (3,1; 6,10; 13,24), los hijos o discípulos
extrañas omisiones.
(2,13), los amados (6,9), los que han recibido la luz, es decir, los
bautizados (6,4). No sólo constituyen entre sí una fraternidad, sino b) Faltan las expresiones técnicas para designar los ministerios
que traban relaciones estrechísimas con Dios. La comunidad está y el léxico diaconal se usa poco. Sólo hay dos casos. Por una parte,
animada por el Espíritu que derrama en ella sus dones (2,4), de los ángeles continúan su oficio de espíritus servidores de los san-
modo que los cristianos son partícipes y asociados en la misma tos (1,14), y por otra, «Dios no es injusto para olvidarse de vuestra
llamada de Dios (3,1), partícipes y hermanos de Cristo (3,14), labor (ergon) y del amor que habéis mostrado hacia su nombre
partícipes también del Espíritu Santo (6,4) 2 . con los servicios que habéis prestado y prestáis a los santos» (6,10).
Ciertamente la ruta no es fácil. Las pruebas y tentaciones abun- El ministerio o servicio (diakonia) debe continuar ejerciéndose; se
dan. La comunidad está amenazada por dentro y por fuera. Existe encuadra también en el oficio de beneficencia (cf. Rom 15,15 y
el peligro de las doctrinas erróneas (13,9), la tentación de desertar 2 Cor 8,4) y concierne a todos, a no ser que identifiquemos a los
de la asamblea cultual (12,25), el descuido de la instrucción (5,11), destinatarios de la epístola con un grupo restringido de personas
la alteración del orden interno (12,15), etc. A pesar de todo, la importantes. El léxico diaconal no se emplea para describir la obra
comunidad subsiste y asume sus funciones. Enumeremos algunas: de Cristo.
el oficio de la palabra (6,5), el consuelo y la exhortación mutua que c) Ya sabemos que se habla del sacerdocio comunitario du-
debe ser cotidiana (3,13), la enseñanza elemental y la superior de rante el tiempo presente en 1 Pe 2,5.9; quizá también en Ap 1,6
los maestros (5,12), el ejercicio de la beneficencia y la puesta en y 5,10 y durante el reino de mil años en Ap 20,6 3 . Los textos neo-
común de los bienes (13,16); el oficio de vigilancia «velando (epis- testamentarios sobre el tema son muy escasos y no hacen más que
copountes) para que nadie sea privado de la gracia de Dios» (12,15). repetir, adaptándolos, algunos textos del Antiguo Testamento refe-
Y además la oración por los hermanos y por los dirigentes (13,24), rentes al carácter sacerdotal del pueblo de Dios, sobre todo Ex 19,6
la confesión litúrgica de la fe por medio de Jesús «sumo sacerdote e Is 61,6. Sin duda el tema era algo conocido en tiempos de Jesús,
de nuestra fe» (3,1), la imposición de las manos y la instrucción no sólo en la Diáspora por Filón de Alejandría, sino también en
acerca de los bautismos (6,2) y, en fin, el culto que debe darse a Palestina en 2 Mac 2,17 y por el targum palestinense sobre Ex 19,6.
Dios (9,14; 12,28). Como podemos observar, parecen valorarse En el Nuevo Testamento no encuentra gran eco y es tema tardío,
especialmente los ministerios de la palabra, aunque esto no supone aunque Pablo aplique en algún momento al caso expresiones saca-
la ausencia de otros ministerios diferentes. das del lenguaje sacerdotal de la época (Rom 5,2; 6,9-11; y sobre
Al acabar esta rápida presentación, hagamos tres advertencias: todo 12,1; Ef 2,18). Esto no significa de ningún modo que el
la primera acerca de la fisonomía particular de esta comunidad; la Apóstol ratificase una expresión como «pueblo sacerdotal» que es
segunda sobre el tema ministerial o diaconal, y la tercera sobre el ciertamente ambigua. El adjetivo «sacerdotal» ¿quiere decir que
lenguaje sacerdotal empleado para referirse a la comunidad. la Iglesia ejerce cierta función de intermediaria (pontifex), o sólo
que vive ya en la esfera de lo sagrado (sacer)?
a) La epístola no tiene ningún carácter misionero y los minis-
terios misioneros parecen inexistentes. La comunidad de los hebreos En la epístola a los Hebreos, únicamente Cristo ejerce el oficio
hace el efecto de concentrarse en sí misma, más que de volverse de sumo sacerdote en favor de la comunidad que vive ya en la
hacia el mundo exterior del que recela sumamente, al parecer. esfera de lo sagrado. Sólo bajo este aspecto la comunidad puede
¡Qué lejos queda Pablo! El orden y la santidad son los dos polos llamarse sacerdotal, y el autor de la epístola ha sabido efectiva-
de interés de este grupo que sólo pretende ignorar al mundo y mente tomar del lenguaje sacerdotal del Antiguo Testamento algu-
3
2 Cf. sobre todo J.-H. Elliott, The Elect and the Holy. An exegetical
El término hebreo habherim, que significa asociados o compañeros, Examination of 1 Veter 2,4.10 and the Phrase «hasileion hierateuma» (1966)
parece ser el sustrato semítico del griego metochoi («participantes»), em- y J. Coppens, Le sacerdote royal des fideles: un commentaire de 1 Pe 2,4-10,
pleado aquí tres veces; cf., por ejemplo, el texto hebreo del salmo 48,5 en Au service de la parole de Dieu: Mélanges Charue (Gembloux 1969) 61-75.
citado en Heb 1,9. En la epístola se usa la palabra para definir nuestras En fin, J. Pottin, La féte juive de la Pentecóte I (1971) 218-226.
relaciones con la familia divina, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
118 La epístola a los Hebreos La comunidad y sus dirigentes 119

ñas expresiones que realzan su carácter sagrado. Hacen referencia mentó evocados en el capítulo 11, son testigos (2,4; cf. 12,1) mo-
al presente y a la edad venidera. Enumeremos algunas de ellas. vidos por el Espíritu que siempre da testimonio (10,15).
En la procesión litúrgica la comunidad avanza hacia la «pane- b) En la segunda categoría el autor coloca a los guías de otros
gyrei», la reunión solemne de la fiesta (12,22), o hacia el santuario, tiempos: «Acordaos de vuestros guías que os anunciaron la palabra
es decir, el nuevo templo donde oficia su precursor (10,19). A su de Dios y considerando el final de su vida, imitad su fe» (13,7).
vez los peregrinos pasarán más allá del velo del Santo de los San- La primera función de los guías es la de la palabra, palabra que
tos (6,19) como Jesús a la manera del sumo sacerdote en la fiesta
ellos oyeron antiguamente y guardaron con fidelidad. Acordarse de
de la expiación o Kippur. Esto no es sólo una esperanza. Los pere-
grinos son partícipes ya de su sacerdote Cristo; ya «se acercan» los guías es afirmar la permanencia de la palabra en la tradición,
(4,16; 7,25; 12,22) y «se llegan» a Dios (7,25; 10,1; 11,6; 12,22). de ahí la exhortación: «No os dejéis seducir por doctrinas varias
Ahora bien, ésas son dos expresiones utilizadas frecuentemente en y extrañas» (13,8). Estos dirigentes fueron los primeros que vivie-
el lenguaje sacerdotal del Antiguo Testamento, sea para los sacer- ron de esta palabra, por eso su fe e incluso su muerte -—martirio
dotes (Lv 9,7-8; 21,17-23), sea para el pueblo (Jr 7,16; Eclo 2,1). quizá— se proponen como ejemplo. Más aún: acordarse de los
Desde ahora son «la casa» (3,6; 10,21), son perfectos (10,14) y guías es afirmar la permanencia de la vida cristiana en la historia
hasta consagrados (2,11; 13,12; cf. Jn 17,17-19). Por eso pueden de la salvación, de modo que «Cristo es el mismo ayer como hoy,
dar a Dios un culto verdadero (12,28) con la ofrenda del sacri- y lo será siempre» (13,8).
ficio de alabanza, es decir, la ofrenda de los labios (13,15) 4 . Aun c) La epístola menciona después dos veces a los guías actuales
así, esta «comunidad cultual» necesita unos dirigentes que la guíen de la comunidad. Primero en 13,17: «Obedeced a vuestros guías
hasta el término de su ruta. y someteos a ellos, pues velan sobre vuestras almas como quienes
han de dar cuenta de ellas, para que lo hagan con alegría y no
lamentándose»; después en el versículo 24: «Saludad a todos vues-
2. Los dirigentes de la comunidad tros dirigentes y a todos los santos». Los fieles deben, pues, escu-
char y someterse a sus guías (cf. 1 Tes 5,12-13). Notemos la priori-
Cristo es el jefe siempre presente en la vida de la comunidad: dad que se da a los dirigentes en el saludo, en tanto que Pablo
es su fundador y caudillo, el iniciador o el «archegos» del pueblo en Flp 1,1 saludaba a los santos antes que a los epíscopos y diáco-
de Dios (2,10), el apóstol 5 y el sumo sacerdote de nuestra fe (3,1). nos. Hay que subrayar el título que se asigna a esos dirigentes:
El papel del Espíritu, dador y testigo, se realza menos. Además el autor los llama guías; igual nombre se da a los dirigentes difun-
de estas Personas divinas la epístola menciona a varios dirigentes tos que ejercían el ministerio de la palabra. Con esto se afirma la
del pueblo peregrino. Distingámoslos entre sí, antes de hablar del permanencia de una misma función ministerial 6 . Y lo que se dice
título que se les asigna. Se mencionan cuatro clases de dirigentes: de los primeros vale también para los segundos. La tarea de los
los testigos antiguos; los caudillos de otros tiempos, muertos ya; dirigentes es convencer con la palabra a los que tienen fe en ellos,
los guías actuales y finalmente el autor de la epístola y Timoteo.
que deben «cederles el lugar» (la palabra griega hypekeite es difí-
Digamos una palabra de cada uno.
cil de traducir aquí, se trata de un «hapax» en el Nuevo Testa-
a) El autor habla al principio de los primeros testigos, garan- mento). En efecto, son responsables ante Dios y tienen que cum-
tes de la palabra: la salvación anunciada por el Señor «ha sido plir su deber, aunque sea lamentándose. Tendrán que dar cuenta
confirmada por quienes la oyeron» (2,3). Evidentemente alude a de su misión y entre tanto deben gastarse totalmente día y noche
los primeros discípulos. Como los personajes del Antiguo Testa- por la comunidad, por la vida temporal y eterna de los creyentes.
4 Se privan del sueño o sencillamente velan (cf. Me 13,33) y deben
La palabra griega thusia (sacrificio) designa aquí el que toda la comu- permanecer en vela (Ef 6,18) como los profetas y los centinelas
nidad ofrece; igual palabra y uso en Rom 12,1 y 1 Pe 2,5. El tema de la
ofrenda de los labios también se encuentra en Qumrán, cf. H. Braun, Qumram de Israel (Ez 3,17). Notemos, sin embargo, que aquí no se les llama
und das Neue Testament I (Tubinga 1966) 273.
5
Se llama a Cristo apóstol-enviado, como Moisés en Ex 3,10; cf. Jn 6
3,17.34; 5,36; 7,29. Cf. A. Lemaire, Les Ministéres aux origines de l'Église (1971) 110.
120 La epístola a los Hebreos La comunidad y sus dirigentes 121
«epíscopos-vigilantes» ni «pastores»; el título de pastor se atribuye función unificadora respecto a los diferentes ministerios. El pasado,
sólo a Cristo en Heb 13,20. el presente y el futuro de la comunidad encuentran en ellos per-
d) La comunidad de los «hebreos» no está aislada. Existen sonas de sólida garantía. El servicio diaconal de los santos, que
otros grupos, «los de Italia» por ejemplo; hay otros dirigentes adopta formas muy diversas, no puede realizarse sin esos hombres
además de «vuestros» dirigentes (13,24). Entre ellos está «nuestro que asumen los valores del pasado, dirigen y se lamentan en el
hermano Timoteo» que acaba de ser libertado y va a visitar a la presente y conducen a la comunidad en marcha hacia su descanso
comunidad con o sin el autor de la epístola (13,23). Este, al pare- celestial. Pueden hacer esto porque los une al Señor un vínculo
cer, se halla entre los dirigentes: en seguida de mencionar a éstos muy preciso: ellos son los que guían en pos de Jesús, que es a la
piden que nieguen también por él (13,18); habla de los lamentos vez el «archegos» ( = e l primero, el que va a la cabeza) «conducien-
de los guías en términos que no inventaría un subordinado; dirige do» a sus hijos (2,10b.a) y el precursor {pródromos: que los pre-
a todos unas palabras de exhortación que deben escuchar (13,22) cede siempre, 6,20).
y sus palabras, más que consejos o piadosos deseos de un humilde ¿Quiénes son en efecto esos guías de quienes habla Heb 13,7.
cristiano, son verdaderas órdenes. De modo que la comunidad de 17.24? La palabra griega que los designa, hegoumenoi, parece algo
los hebreos no sólo recibe visitantes de fuera, sino también una vaga y desde luego no tiene aún el significado que le dará después
instrucción sobre los temas candentes que le preocupan. la Iglesia griega al llamar hegoumenos al jefe de un monasterio 7 .
En griego la raíz del verbo significa ir delante, conducir o guiar.
Añadamos algunas advertencias más generales. Escasean las alu-
El sustantivo designa con frecuencia un jefe de grupo, gobernador
siones a los dirigentes actuales de la comunidad y se encuentran o príncipe (1 Mac 9,30; Eclo 17,17). Este título, entre sus diversos
sólo en la carta última, es decir, en el capítulo 13. Esta situación significados, no tiene ninguno que sea estrictamente religioso. En los
es normal, la homilía precedente no era para tratar de la organiza- Setenta se aplica a las autoridades civiles (1 Esd 8,58) y en Eclo
ción de la iglesia. El único título conocido es aparentemente el de 33,19 a los dirigentes de la asamblea. Ciertamente desearíamos más
«guía» o conductor. En ese caso el léxico sacerdotal no está usado precisión para establecer algunos puntos de contacto con las otras
en absoluto para definir el cargo, y sí se usaba mucho para hablar denominaciones ministeriales del Nuevo Testamento, por ejemplo
de la obra de Jesús e incluso a veces para caracterizar a la comu- los presbíteros y los ancianos tan conocidos en las comunidades
nidad (2,11; 12,22.28). Por lo demás, los diferentes ministerios palestinas.
reconocidos en la comunidad, y que hemos enumerado antes, no En el caso de la epístola a los Hebreos podemos adoptar dos
parecen particularmente asociados a unos ministros especiales. De- posturas: considerar la palabra guía {hegoumenos) como un nom-
bemos señalar aquí dos puntos importantes. bre común aplicable a ministros más concretos como epíscopo o
En primer lugar el autor de la epístola ejerce el ministerio pro- presbítero 8 , o considerarla como un título particular admitido en
fético de la «paraklesis» o exhortación; se presenta también como algunas comunidades cristianas de un carácter especial. En el primer
un maestro y un predicador usando todos los recursos de la exé- caso notaremos la vaguedad de la expresión y pensaremos que el
gesis midrásica especialmente en el midrás cristiano sobre Melqui- 7
sedec (Heb 7). Por último tiene empeño en visitar a la comunidad Sobre este título cf. F. Büchsel: TWNT 2 (1935) 909-910 entre los
comentarios sobre todo C. Spicq,6 L'Épitre (1952) I, 38-39 y O. Michel, Der
como apóstol ambulante y se sitúa, al parecer, entre los dirigentes Brief an die Hebraer (Gotinga 1966) 488-489. Muchos autores han buscado
con una autoridad igual, si no superior, a la de los guías a quie- cuál podría ser el sustrato semítico de la palabra griega hegoumenos. Se han
nes saluda. propuesto los nombres nagid-]de (C. Spicq), parnas-)uez (O. Michel), sarkan-
En segundo lugar, los guías están encargados del ministerio de oficial (M. Wilcox), etc. Sugerimos el radical arameo debar, en el sentido de
conducir (cf. Livre de ]ean [fflandéen] 53,11 Manu dabrai, que es el que
la palabra y desempeñan una función que reclama la obediencia de sigo) subrayando la unión-asonancia con la palabra ¿¿¿w-palabra (conocida
los creyentes. No tienen la tarea exclusiva de predicar o enseñar, también en arameo) cf. Heb 13,7. Sin embargo, la palabra griega hegemon
sino el deber de verificar la autenticidad de la palabra comunicada también pudo penetrar en el neohebreo de Palestina con el sentido de jefe
o de juez (así se encuentra en Tosephtah Hullin 2,24 en la época de
por los primeros testigos y purificada de doctrinas erróneas. De ese R. Eliezer).
modo aseguran la cohesión de la comunidad en torno a la palabra 8
En Heb 11,2 el término «presbítero» designa sólo a los antepasados,
recibida en depósito, la de ayer y la de hoy, y desempeñan una desde Abel hasta los profetas de Israel.
122 La epístola a los Hebreos El sacerdocio y los ministerios 123
autor de la epístola la ha escogido en función de su teología de la relaciones entre los guías terrestres de los peregrinos y Jesús, pri-
peregrinación. Pero a fin de cuentas, la palabra «guía» sería un mer guía y precursor.
título ético y religioso más bien que un término propiamente ecle-
siástico. En el segundo caso intentaremos, con más visos de pro-
babilidad, subrayar cómo ese título profano existía en algunas
comunidades cristianas que aceptaban sólo ese nombre para de- II. EL SACERDOCIO Y LOS MINISTERIOS
signar una función. Puede extrañarnos, en efecto, el silencio que
se observa en la epístola respecto a otros oficios y sobre todo la
insistencia de su autor en calificar a los guías, llamándolos vuestros ¿Existe alguna conexión entre el sacerdocio de Cristo, y los
guías (13,17.24), lo que parece indicar que la comunidad era algo ministerios cristianos? Y, si la hay, ¿es posible relacionar el sacer-
original en este caso. docio de la antigua alianza que encuentra su perfeccionamiento en
La originalidad, sin embargo, no es total, pues este título se Cristo, y el ministerio de la alianza nueva? Podríamos pensar que
encuentra en otras obras: por una parte en la carta de Clemente estas dos cuestiones están resueltas, al menos por lo que respecta
de Roma escrita hacia el año 95 en la que se mencionan (1 Cl 1,3) a la epístola, puesto que al tratar de los dirigentes de la comunidad
ciertos guías, sembradores de confusión y se los distingue de los no se emplea para nada el vocabulario sacerdotal. En realidad la
presbíteros (1 Cl 21,6). Por otra parte en el Nuevo Testamento cuestión es algo más compleja. Vamos a considerar los dos puntos
(cf. Hch 14,12, donde se confunde a Pablo con Hermes y sobre por separado.
todo Hch 15,22, donde Judas y Silas reciben el título de guías,
«unos hombres que eran guías entre los hermanos». Para Lucas se
trata de un título que denota autoridad). En Le 22,26 la palabra 1. El sacerdocio de Cristo y los ministerios
está tomada correlativamente a la de servicio. «El guía ( = e l que
manda) entre vosotros, sea como el que sirve». El guía cristiano El hecho de no emplear el léxico sacerdotal al tratar de los
tiene un oficio diaconal. El título de guía parece antiguo y conocido dirigentes puede ser algo accidental. La finalidad de la epístola es
en la primera exégesis midrásica cristiana. En Mt 2,6 al citar la cristológica y no eclesiológica. Sin embargo, puede dudarse de la
profecía de Miqueas 5,1 «porque de ti saldrá un guía que será existencia de un vínculo entre el sacerdocio de Cristo y los minis-
pastor de mi pueblo Israel», el targumista cristiano sustituye por terios, si se advierte que la idea del sacerdocio que hay en la epís-
la palabra guía la palabra «caudillo» que figura corrientemente en tola no puede aplicarse a los diversos ministerios, a menos de hacer
los Setenta (cf, sin embargo, 2 Sm 5,2). Lo mismo ocurre en el grandes reservas. Vamos a resumir los datos en unas proposiciones
discurso de Esteban (Hch 7,10) a propósito de José, «guía de muy sencillas 9:
Egipto», en tanto que los Setenta usan la palabra jefe-arconte en
los lugares paralelos del salmo 104 y Gn 42,6. Recordaremos esta a) ¿Cuándo y cómo llegó Cristo al sacerdocio? Jesús desciende
última referencia al tratar de la íntima conexión entre el discurso de Judá, no es de familia sacerdotal: «si estuviera en la tierra ni
de Esteban y la epístola a los Hebreos dentro de un contexto ideo- siquiera sería sacerdote» (Heb 8,4). Pero fue llamado por Dios
lógico muy especial. Por lo demás, la acepción de «dirigir» parece (5,4-5) para ser sumo sacerdote (2,17; 5,5). Esto se realizó en el
también conocida entre los Sectarios de la Nueva Alianza. En el acto mismo de su muerte al ofrecerse a sí mismo (7,27; 9,28) 10 .
Documento de Damasco 1,11 se lee: «(Dios) suscitará para ellos Los sacerdotes de Aarón realizaban su función ofreciendo sacrificios
un caudillo justo para conducirlos por el camino de su corazón». y oblaciones, pero Cristo fue hecho sacerdote ofreciendo el sacri-
Por lo tanto, la denominación citada en la epístola puede ser muy 9
Cf. sobre todo el notable libro de A. Vanhoye, Situation du Christ
antigua. Parece, sin embargo, que desapareció pronto de la Iglesia, (París 1969) 361-387.
sin duda, por el sello excesivamente individualista de las comuni- 10
C. Spicq, L'Épltre (1952) II, 136 habla del sacerdocio terreno de Jesús
dades cristianas que la empleaban. No hay que añadir que, aunque desde la encarnación: su sacrificio consiste en su ofrenda interior desde que
prefiramos esta segunda hipótesis, no por eso dejamos de valorar entró en el mundo. A. Vanhoye se opone a esta posición y con él P.-E. Lan-
la primera, que constituye una indicación teológica acerca de las gevin, Le sacerdoce du Christ dans le Nouveau Testament, en Le prétre, hier,
aujourd'hui, detnain, Congrés d'Ottawa (1969-1970) 74.
124 La epístola a los Hebreos El sacerdocio y los ministerios 125
ficio de su propia vida. Su sacrificio consistió en la ofrenda de sí c) Cristo sigue ejerciendo su sacerdocio en los cielos. Conti-
mismo (10,5-9). El sacrificio de Cristo tiene por tanto una novedad núa siendo el sacerdote del santuario celestial (6,20; 7,3 «para
radical. No sucede como en la institución antigua, sino que en él, siempre»), su sacerdocio es exclusivo e intransferible (7,24): de aquí
sacerdocio y sacrificio son una sola cosa que se realiza en su per- se deduce que puede consumar la salvación de los que caminan
sona y en el preciso momento de su muerte. También es totalmente hacia Dios «ya que está siempre vivo para interceder en su favor»
nueva con relación a Aarón, la llamada que Dios le dirige. El autor (7,25). Los demás sacrificios son inútiles «porque él lo realizó de
de la epístola expresa esta idea de dos maneras: Cristo es sacerdote una vez para siempre ofreciéndose a sí mismo» (7,27). Cristo es
según el orden de Melquisedec (5,10; 7,1), sobrepasando en exce- para siempre nuestro único sacerdote en el cielo y en la tierra I2.
lencia a Abrahán y a Leví que le ofrecieron el diezmo (7,9-10) y Negar el carácter absolutamente único de su sacerdocio es negar
es, como Melquisedec, «sin padre, sin madre, sin genealogía» (7,3). también que vive para nosotros hoy y que realmente nos conduce
Es un comienzo total. Por lo demás, Jesús es sacerdote como «el desde la tierra al cielo.
rey de Salen» (7,1) y su sacerdocio está definido en la línea del
sacerdocio real por los textos de los salmos que designaban al d) Siendo esto así, ¿cómo pueden estar implicados los guías y
mesías de Israel: en Heb 5,5-6, los textos citados que prueban el los santos en la mediación siempre actual de Cristo? La epístola es
sacerdocio de Cristo, están tomados paradójicamente de los salmos clara en esta cuestión. El impulso que anima a la comunidad en su
mesiánicos 2,7 y 110,4. La novedad es grande en todos estos pun- marcha perseverante hacia el santuario celestial es fruto de la obra
tos u . Pero hay más aún. redentora y mediadora de Cristo. En pos de su «precursor», los
partícipes y compañeros de Cristo van adelante y ya pueden entrar
b) ¿En qué consiste la obra sacerdotal de Cristo? En su me- en el Santo de los Santos. La Iglesia en marcha es el lugar de la
diación entre Dios y los hombres. El es el único mediador (8,6; mediación de Cristo, de modo que los cristianos pueden ofrecer
9,15; 12,24) que ha atravesado los cielos (4,4) y ha penetrado un sacrificio de alabanza con la palabra y los signos que perpetúan
hasta más allá del velo (6,19-20). Lo que el sumo sacerdote no la actualidad de la redención realizada «una vez por todas», es
podía hacer el día de Kippur yendo tras el velo que cerraba el decir, eterna y siempre actual como Cristo-sacerdote lo es. Evite-
Santo de los Santos, Jesús lo ha logrado entrando en el santuario mos, sin embargo, hablar de «pueblo sacerdotal», a no ser en el
celestial. Y con ello desapareció la separación entre Dios y los sentido de un pueblo en el que se ejerce el sacerdocio eterno de
hombres: Cristo ha purificado a los hombres de sus pecados (1,3; Cristo; tampoco hablemos de una participación en el sacerdocio de
2,17) y les ha hecho posible acercarse a Dios. ¿Cómo pudo triunfar Cristo, cuando la realidad es que somos «partícipes de Cristo» (3,14)
donde fracasaba el sacerdocio antiguo? La respuesta es de capital que ejerce en nosotros su función sacerdotal.
importancia. Si el hombre no puede alcanzar a Dios a causa de la Los guías de la comunidad ¿pueden aspirar especialmente al
separación provocada por el pecado, Dios sí que puede siempre título sacerdotal? La epístola nada dice sobre esto. El título hiereus
alcanzar al hombre. La acción terrestre de los hijos de Aarón no (sacerdote) no se da a los dirigentes y no puede dárseles sin riesgo
lograba su objetivo (8,5; 9,9; 10,4) y la barrera del pecado los de trastornar la coherencia interna del lenguaje de la epístola y de
separaba inexorablemente de Dios (7,18-19.27-28), pero Jesús, el perturbar su teología. Sigue siendo verdad que los ministros, sea
Hijo de Dios (1,2.5; 3,5-6; 4,14), santo y sin pecado (7,26), podía cual fuere su ministerio, están encargados precisamente de «servir
«asemejarse en todo a sus hermanos» (2,17). Respecto al sacerdocio a los santos» en su largo caminar hacia el tabernáculo definitivo.
antiguo que no podía alcanzar a Dios subiendo, el movimiento se Y no es menos real, que los guías, unidos con los profetas anti-
ha transformado completamente: se efectúa de arriba abajo —del guos (12,1), con Jesús el «archegos» y con los guías anteriores,
cielo a la tierra— antes de atravesar los cielos de abajo arriba y por la permanencia de una misma palabra, aseguran la cohesión del
con ello realizar la obra de mediación. El mundo terrestre y el
celestial se unen en Cristo en el acto mismo de su muerte redentora. 12
Cf. W. E. Brooks, The perpetuity of Christ's sacrifice in the Epistle to
the Hebrews: JBL 89 (1970) 205-214. Sobre la acción de Cristo después de
11
La novedad es, sin embargo, menos que en otros puntos. Así el tema su muerte, cf. Heb 2,18 y A. Vanhoye, Tbema sacerdotii: AD 47 (1969)
de Melquisedec se halla en Qumrán; cf. un resumen de la cuestión en 284-297. L. Sabourin, Liturgie du Sanctuaire et de la Tente véritable: NTS 18
G. Theissen, TJntersuchungen zum Hebraerbrief (1969) 17-20. (1971) 89, n. 3, parece discutir la perpetuidad del sacerdocio de Cristo;
según él, la acción redentora sólo tiene que ver con el pasado.
126 La epístola a los Hebreos El sacerdocio y los ministerios 127

grupo y la unidad de los servicios, y organizan al pueblo de Dios a la perfección (Heb 7,11.19). En resumen, entre las dos alianzas
en peregrinación. Un ministerio profético ejerciendo su función de existe sólo «un cambio cualitativo en una misma institución, pero
reunir a Israel y de orientarla hacia adelante y hacia arriba —tal es de tal importancia que provocará un cambio de las alianzas»
sería, quizá, el mejor modo de definir la tarea de los dirigentes, (7,12)".
al menos en lo que a la epístola se refiere. b) La segunda postura es opuesta a la anterior. Jesús «realiza»,
es decir, acaba y pone fin a la institución antigua; el culto, al me-
nos como existía en su tiempo, no se considera válido ni eficaz.
2. El sacerdocio antiguo de Israel y los ministerios La institución desaparece llevándose con ella toda la antigua ideo-
logía sacerdotal. Esto a primera vista puede sorprender ya que
¿Existe alguna conexión entre el antiguo sacerdocio levítico y estamos habituados a considerar al autor y a los destinatarios de
el sacerdocio de Cristo actuando hoy día en el pueblo de Dios? la epístola como unos judíos convertidos que siguen respetando la
Hemos subrayado hasta ahora la novedad radical del sacerdocio de Ley y el culto, y frecuentando el templo como los cristianos de
Cristo. Pero, ¿no existe también una cierta continuidad en medio Hch 2,46 y hasta el mismo san Pablo. Pero, ¿se trata de eso aquí?
de la aparente discontinuidad? En Heb 5,4, Jesús es llamado sacer- ¿No nos hallamos frente a unos paganocristianos impregnados de
dote lo mismo que Aarón; su obra sacerdotal es «mejor» que la gnosticismo, o quizá con unos judeocristianos de origen bautista?
antigua (la palabra griega kreitton, «mejor», se emplea doce veces Vamos a precisar algo este último punto, sin duda menos conocido
en la epístola 8,6; 9,23; 12,24); Cristo «realiza perfectamente» por los lectores 15.
(en griego telein 7,28,19) la antigua alianza. Pero, ¿qué valor
exacto hay que dar a estas últimas palabras? Las opiniones se El judaismo palestinense del siglo i de nuestra era estaba muy
dividen. ¿Realiza en la epístola el sacerdocio de Cristo, lleva a su dividido en grupos y movimientos espirituales que diferían mucho
perfección a la alianza antigua y al sacerdocio válido en su tiempo, entre ellos. Por tanto, los primeros convertidos no pertenecían ne-
o, por el contrario, Cristo termina, pone fin a la institución consi- cesariamente a la rama que luego impuso su ortodoxia, es decir,
derada ya no válida esencialmente, y la sustituye por un sacerdocio a la de los fariseos, entre los que se encontraba Pablo al principio.
radicalmente distinto? Si se responde afirmativamente a lo prime- Uno de esos grupos era el de los bautistas, movimientos populares
ro, será posible integrar de nuevo en la Iglesia la antigua ideología en pro de un despertar religioso, que practicaban el rito del bau-
sacerdotal, respetando siempre el principio de la analogía. En cam- tismo y merecen nuestra atención aunque sólo fuese por pertenecer
bio, si se responde afirmativamente a la segunda parte, la aplica- a ellos Juan el Bautista. Ciertamente, la vida y la mentalidad de
ción analógica resulta mucho más delicada. tales grupos son aún poco conocidas. Sin embargo, sabemos algu-
nas de sus características que vamos a mencionar; el rito bautismal,
a) Siguiendo la primera postura, la epístola demuestra la su- el rechazo del templo, del sacerdocio y de los sacrificios cruentos,
perioridad de la nueva alianza, sin despreciar la antigua, cuyos una visión escatológica muy arraigada, el ansia de obtener el per-
valores encuentran en Cristo su «perfeccionamiento». Como escribe dón de sus pecados fuera de la institución cultual. Por lo tanto,
C. Spicq: «uno de los rasgos más característicos de los hebreos es la cuestión es la siguiente: ¿no se dirigiría el autor de la epístola
este poner el acento en la continuidad y la armonía entre la alianza a una de esas comunidades cristianas de un carácter especial, refle-
antigua y la nueva» 13. Y sí el autor de la epístola insiste tanto en jado en el discurso de Esteban e incluso en el Evangelio de Juan?
la ineficacia de los ritos antiguos, lo hace sobre todo para exhortar En ese contexto se explicarían muchos elementos algo extraños de
a sus oyentes, judeocristianos y «celosos partidarios de la Ley» la epístola. Vamos a señalarlos brevemente:
(Hch 21,20), a no retroceder. Por lo demás, Jesús no vino a abolir
la Ley, sino a darle cumplimiento, como se lee en Mt 5,17; la Ley 1. La curiosa alusión a los bautismos (en plural) en Heb 6,2
es buena, según afirma Pablo en Rom 7,16. Este sería el sentido
en la epístola a los Hebreos: la Ley y el sistema cultual antiguo 14
Ibid., 127.
eran buenos en su tiempo, pero insuficientes, incapaces de conducir 15
Sobre los destinatarios de la epístola, cf. la presentación sintética de
B. Rigaux, Saint Paul et ses lettres (Lovaina 1962). Sobre los movimientos
C. Spicq, L'Épitre (1952) II, 229. baptistas cf. J. Thomas, Le mouvement baptiste en Palestine et Syrie (Gem-
bloux 1935).
128 La epístola a los Hebreos El sacerdocio y los ministerios 129

que no designan las abluciones ya inútiles que se citan en 9,10; la salvador del culto antiguo para otorgar más valor al nuevo, sino
mención no menos curiosa del cuerpo lavado en agua limpia en 10,22. que lo desvaloriza totalmente. A veces parece no conocer bien lo
que ocurría en el templo. En Heb 7,27 mezcla extrañamente las
2. El tema de la purificación de los pecados que se halla a lo las oblaciones cotidianas con los sacrificios de Kippur. Más aún,
largo de la epístola, Heb 1,3, etc. Este tema forma parte del acervo en contra de las circunstancias y usos de su tiempo, sitúa en el
común judío, pero es tratado especialmente en los medios bautis- Santo de los Santos el altar de los perfumes y una urna de oro con
tas (cf. Mt 1,4); en la secta sacerdotal de Qumrán —que no es el maná y la vara de Aarón (9,4). No le interesa el templo de
bautista— se habla con frecuencia de la fiesta de Kippur, en tanto Salomón, sino sólo la tienda anterior a Salomón, y tiene buen cui-
que sus adeptos rechazan el sacerdocio de Jerusalén. También el dado de no hablar del altar de los holocaustos. Sin duda, el autor
tema del próximo fin y del fuego que consumirá a los condenados sabe que en tiempos antiguos hubo efusión de sangre: el sacrificio
en Heb 6,8 recuerda las palabras del Bautista (Mt 3,1.12; Le 3,9). de Abel (11,4) y la aspersión de sangre que hizo Moisés (9,18s;
11,28). Pero no existía la manducación y esas muertes prefigu-
3. La diatriba contra el templo de Jerusalén, análoga a la de raban el sacrificio cruento de Cristo.
Esteban en Hch 7. Notemos lo primero que el autor de la epístola
no usa nunca la palabra griega hieron, «templo», para referirse al Estos datos bastan para probar la mentalidad particular del
de Jerusalén. Habla únicamente de la Tienda (8,2; 9,1), la Tienda autor 16 , en la línea del discurso de Esteban y de las ideas afines
anterior a Salomón. Lo mismo que Esteban interrumpía brusca- a los diversos movimientos bautistas de la época. Pablo, antiguo
mente el recuerdo de la historia sagrada en Salomón, el constructor fariseo, preocupado hasta el extremo por la misión respecto a
del templo, así el autor de la epístola evita también el mencionarlo. Israel, nunca expresó ideas tan radicales. Por lo tanto, en este
En Heb 1,5, la profecía de Natán (2 Sm 7,14) se refiere directa- contexto no puede hablarse de un sencillo «cambio» realizado por
mente al Mesías y no a Salomón, y sobre todo en Heb 11,32 el Jesús en la «misma institución». La institución cultual que desde
autor pasa directamente de David a Samuel y los profetas. Salomón Salomón desplegaba su fausto sacerdotal y sus sacrificios cruentos,
y su templo quedan eliminados. En cambio el autor insiste en las está completamente quitada de en medio. Por consiguiente, no se
persecuciones sufridas por los profetas en Heb 11,33-37, lo mismo puede aceptar una transposición de la ideología sacerdotal después
que Esteban en Hch 7,52. Ahora bien, la historia de José carecía de la «reforma» (9,10), es decir, la rectificación del error.
de importancia en el judaismo de la época, excepto entre los sama- Hay que advertir también el dato siguiente que permite de nue-
ritanos, que precisamente tienen ciertas afinidades con los medios vo la interpretación tradicional de la epístola, al menos en parte:
bautistas. Finalmente, igual que Esteban (Hch 7,48), el autor cri- antes del templo de Salomón, el autor admite la validez del sacer-
tica la tienda hecha por manos de hombres (Heb 9,11.24). También docio y del culto, bosquejo terrestre y sombra de las realidades
Pablo censurará los templos hechos por manos de hombres, pero celestiales (8,5). En cuanto a los sacrificios repetidos continuamente
refiriéndose a los paganos (Hch 17,24). en el templo de los hombres, no son sino «una sombra de los bie-
nes venideros», una copia oscura y «no la realidad misma de las
4. La censura contra el culto cruento, igual que Esteban. El cosas» (10,1); ni siquiera son imágenes de realidades válidas, sino
autor rehuye el empleo de la palabra aborrecida por los bautistas, el gestos carentes de eficacia ".
verbo griego thuein: inmolar animales. Critica duramente la sangre Con breves palabras que reclamarían algunas justificaciones aca-
«ajena» (9,25), la sangre de toros y machos cabríos (9,12). La san- bamos de confrontar dos interpretaciones distintas de la epístola
gre es impotente para quitar los pecados (10,4.11) y sólo propor- a los Hebreos, y aún habría otras más. Según que la preferencia
ciona la pureza de la carne (9,13), las viandas aquellas no sirven
16
para nada (13,9). Esto constituye un ataque en regla contra el Como opina C. Spicq y muchos otros, el autor de la epístola puede
valor salvífico de la institución cultual. Un judío «ortodoxo» se ser Apolo, «hombre versado en las Escrituras» y profeta (cf. Hch 18,25;
escandalizaría con razón ante tales afirmaciones que son las que 19,1-7). Apolo había recibido el bautismo de Juan y conocía a Jesús antes
de pertenecer a la comunidad cristiana; por lo tanto, surgió del ambiente
llevaron a Esteban a la muerte. Según éste y según nuestro autor, ptista judío.
17
nunca quiso Dios semejantes prácticas (Heb 10,6 y Hch 7,42-43). Cf. la presentación más matizada de P. Grelot, Sens chrétien de VAnden
Como se advierte, el autor no se contenta con aminorar el alcance Testament (1962) 26-27.
9
130 La epístola a los Hebreos El sacerdocio y los ministerios 131

se otorgue a una o a otra, habrá que eliminar o, al contrario, rein- demos, inspira muy poca confianza tanto en el Antiguo como en
tegrar en la teología cristiana algunos elementos de la antigua ideo- el Nuevo Testamento.
logía sacerdotal. No nos proponemos afirmar aquí perentoriamente 3. Cristo es el único sumo sacerdote [pontifex) de la alianza
cuál es la recta interpretación, sino mostrar las dificultades y hacer nueva, el sacerdote que vive para continuar incansablemente inter-
ver con cuánta cautela hay que usar teológicamente de esta epístola cediendo por nosotros. Es el único a quien el léxico sacerdotal se
en esta cuestión. le puede aplicar a la letra. Y esto es así, aunque el pueblo de Dios
Por ese motivo y no sin algunos recelos, presentamos las con- sea el lugar privilegiado donde él ejerce su sacerdocio y que, por
clusiones siguientes: ese motivo, puede ser calificado de sacerdotal. Y esto es así, aun-
1. La epístola a los Hebreos distingue en el pueblo de Dios que los múltiples ministerios que se realizan en la comunidad
los guías y los santos. Hay que procurar no añadir arbitrariamente puedan ser calificados de sacerdotales, en cuanto continúan la obra
a esta distinción estructural datos debidos a la tradición posterior. de nuestro apóstol Jesús y ayudan al pueblo de Dios en su largo
Los guías son unos santos que aseguran el ministerio esencial de caminar desde la tierra hasta el cielo. Y esto es así, aunque el mi-
la unidad siguiendo las huellas de una misma historia dirigida por nisterio propio de los guías, en su papel de unificación en el seno
Cristo apóstol, «archegos» y precursor de la salvación. No todos de una misma historia en tensión continua hacia el Reino, merezca
aún más ser calificado de sacerdotal: sin ellos no estaría asegurada
los santos son guías, aunque aseguran los ministerios en su diver-
la inclusión de los santos en la historia de la salvación ni, por
sidad para la edificación y promoción del pueblo de Dios hasta el
tanto, nuestro acceso a Dios.
término de su historia. Los guías no tienen el monopolio de los
ministerios, y los santos sin los guías perderían la orientación fun- 4. Cristo es sacerdote de la alianza nueva. Su sacerdocio es
damental de su actividad ministerial. En otros términos: la distin- radicalmente nuevo con relación a la alianza antigua. Según pa-
ción entre guías y santos no se basa en una diferencia intrínseca de rece, él pone fin a la institución cultual establecida en torno al
los ministerios, sino en la relación entre ellos y la historia de la templo de Jerusalén. De modo que podemos preguntarnos hasta
salvación considerada en su unidad. Quizá el lector moderno se qué punto es posible reintegrar en la alianza nueva la antigua
pregunte aquí si el ministerio propio del sacramento de la unidad, ideología sacerdotal.
es decir, la eucaristía, pertenece exclusivamente a los guías. La Estas conclusiones no deben aplicarse con un rigor excesivo,
epístola no aborda este tema w. La distinción entre guías y santos ni siquiera en el caso de que haya que aceptar la validez de cada
es, a la vez, más general y más fundamental. Toda actividad en la una de ellas. La epístola a los Hebreos presenta sólo una faceta del
Iglesia depende completamente del ministerio de los santos, y toda cristal de múltiples reflejos que constituye el canon de las Escri-
actividad en la Iglesia, en cuanto se halla encuadrada en la unidad turas. El mero hecho de que una epístola tan extraña esté incluida
de una misma historia salvífica, depende del ministerio de los en el canon neotestamentario, impone una revisión de su lectura
guías. y una interpretación que unifique sus datos en el marco de una
2. El ministerio de los guías se encuadra más bien en la línea teología bíblica acorde con la tradición de la Iglesia.
profética, aunque cuidemos de no dejarnos engañar por los térmi-
nos usados aquí. Ya sabemos que la famosa distinción entre pro- CHARLES PERROT
fecía, realeza y sacerdocio, tan corriente en labios de teólogos mo-
18
La epístola contiene sólo alusiones muy poco precisas al rito euca-
ristía): quizás Heb 6,4 «gustado el don celestial» y 9,2 sobre los panes de
ofrenda; en fin, 13,10 «tenemos un altar del cual no tienen derecho a comer
los que hacen el servicio de la tienda» y 13,15. Cf. la bibliografía y la exce-
lente presentación de P. Andriessen, L'Eucharistie dans l'Épttre aux Hé-
breux: NRT 104 (1972) 269-277. Notaremos que la alusión más probable a
la eucaristía (Heb 13,10) se sitúa precisamente antes y después de mencionar
a los guías (13,7.17).
La Iglesia como pueblo escogido 133

ninguna explicación concerniente a los ministerios, no hay motivo


para seguir ocupándonos de ella.
Se ha negado al apóstol Pedro la paternidad de 1 Pe, pero los
argumentos aducidos no son decisivos, ya que se reconoce qué Sil-
vano (5,12), seguramente el Silas de Hch, desempeñó un impor-
tante papel en su redacción. Las frecuentes alusiones a las palabras
de Jesús {logia)4 y el parecido de la cristología con la de los dis-
I
cursos de los Hechos de los apóstoles 5, atestiguan el lazo que media
entre Pedro y la epístola. Advertiremos también la mención de
CAPITULO VII Marcos (5,13), cuyas relaciones con Pedro conocemos por la tra-
dición. Incluso, suponiendo que el documento no fuese auténtico,
serviría para manifestar cómo consideran a Pedro las iglesias que
LA PRIMERA EPÍSTOLA DE PEDRO no han sido evangelizadas por él.

LA EPÍSTOLA DE SANTIAGO
En los estudios neotestamentarios se prescinde a veces de la I. LA IGLESIA COMO PUEBLO ESCOGIDO
primera epístola de Pedro; sin embargo, es muy interesante porque Y COMUNIDAD SACERDOTAL
nos ofrece un eco fiel de la catequesis ordinaria \ Es, en efecto,
una «encíclica» destinada a las comunidades de Asia Menor, en la
que dominan los convertidos de origen pagano, pero donde siguen La Iglesia aparece como la heredera y continuadora de Israel 6 .
vivas las tradiciones judeocristianas. Al acercarse la persecución A diferencia de lo que ocurre en las epístolas de Pablo, no se
(3,13; 4,12) envía Pedro un mensaje de exhortación (5,12) que advierte aquí una oposición dialéctica entre la Ley y el Evangelio
apela a la fe de sus destinatarios sin entrar en explicaciones deta- respecto a la justificación. Ciertamente no se disminuye el valor
lladas 2 . De aquí proviene la variedad de elementos que se pueden sacrificial de la muerte de Cristo, puesto que la epístola evoca repe-
observar en el análisis: confesiones de fe, himnos, fórmulas cate- tidas veces el sacrificio del Cordero sin mancha, escogido por Dios
quéticas, código de obligaciones domésticas... 3 A diferencia de lo desde el principio del mundo (1,19), del Siervo mudo ante el ul-
que ocurre en las epístolas pastorales y en 2 Pe, no se halla aquí traje (2,21-25), del Justo que da su vida por los injustos (3,18).
ninguna polémica contra los falsos doctores que propagan teorías Pedro no se plantea ningún problema acerca de la vida de
pregnósticas; esto nos lleva a atribuir a nuestro documento una Israel en tiempos de la Ley, sino que ve en los profetas del Antiguo
fecha bastante remota (antes del año 70). Como 2 Pe no contiene Testamento unos servidores de la generación actual (1,12). Sus pa-
labras misteriosas adquieren pleno sentido con la venida de Cristo;
1
Se encontrará la bibliografía general en el artículo Vierte (1 épitre) en 4
SDB 7 (1966) 1415-1455 por M.-E. Boismard y en el comentario de C. Spicq, R.-H. Gundry, Verba Cristi in 1 Peter: Their lmplications concerning
Les Épitres de Fierre (1966). El estudio de Ed. Schweizer, Gemeinde und the Authorship of 1 Peter and the Authenticity of the Gospel Tradition:
Gemeindeordnung im Neuen Testament es muy hábil. NTS 13 (1966-67) 336-350 (artículo maximalista); E. Best, 1 Peter and the
2
Contrariamente a la hipótesis de M.-E. Boismard, según la cual el es- Gospel Tradition: NTS 16 (1960-70) 95-113 (artículo que minimiza).
5
crito puesto bajo el nombre de Pedro es una homilía bautismal, creemos que O. Cullmann, Saint Fierre, Disciple, Apotre, Martyr (Neuchátel 1952)
se trata de una verdadera carta de exhortación (cf. 5,12: parakalon). Cf. E. 57-60.
6
Lohse, Paranese und Kerygma im 1 Petrusbrief: ZNW 45 (1954); C. Spicq, «Pedro, apóstol de Jesucristo, a los que viven como extranjeros en la
Les Épitres de Fierre (1966) 11-15; Introducción a la TOB. dispersión (diáspora)» (1,1); cf. Sant 1,1: «A las doce tribus de la disper-
3
El estudio más completo, pero excesivamente sistemático, lo ha hecho sión». Es indudable, sin embargo, que Pedro se dirige principalmente a
antiguos paganos. Cf. W. C. van Unnik, The Critique of paganism in 1 Peter
E. G. Selwyn, The first Epistle of St. Peter (Londres 1946). Cf. también 1,18, en Neotestamentica et semítica: Mélanges M. Black (Edimburgo 1969)
M.-E. Boismard, Quatre hymnes baptismales dans la premiére Épitre de Fierre 129-142.
(1961).
134 La primera epístola de Pedro La Iglesia como pueblo escogido 135

iluminados por el Espíritu Santo, los mensajeros del evangelio (1,12) Esta afirmación de Pedro está pidiendo dos advertencias. No
revelan que Jesús ha realizado las promesas de Dios. Sólo falta parte de la observación concreta de comunidades locales para llegar
esperar su próxima manifestación (1,5.7.13). La orientación esca- al concepto universal de la Ekklesia, sino que considera a Cristo
tológica de toda la epístola es un nuevo testimonio de su anti- en el dinamismo de su resurrección9 para descubrir lo que es la
güedad (frente a 2 Pe 3,3): el tema del éxodo aparece en varias Iglesia. En otros términos: la cristología predomina sobre la ecle-
exhortaciones y justifica la llamada a la santidad: «Seréis santos siologia. En segundo lugar, para expresar el misterio de la Iglesia,
porque santo soy yo» (1,16). Pedro recoge las experiencias de Israel y los valores que vivió de
Las exhortaciones generales de la epístola antes de examinar modo imperfecto, a fin de probar que ahora los reasume en un
situaciones particulares, se terminan con unas frases de gran den- plano espiritual el pueblo edificado sobre la «piedra viva».
sidad acerca de la naturaleza de la Iglesia (2,4-10). Ahí es donde, Para explicar la naturaleza de la Iglesia, Pedro cita el pasaje
en medio de numerosas expresiones procedentes del Antiguo Tes- del Éxodo que constituye el preámbulo de la alianza del Sinaí:
tamento, se encuentra la célebre fórmula regale sacerdotium, objeto «Si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros se-
de tantas polémicas desde la Reforma 7: caso típico de los proble- réis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es
mas causados por una exégesis que aisla una expresión de su con- toda la tierra. Seréis para mí un reino de sacerdotes (T. M.: mam-
texto. Es importante determinar el hilo conductor que une entre sí leketh kohanim) y una nación santa» (Ex 19,5-6). Conforme a la
textos a primera vista contradictorios, hay que tener en cuenta los perspectiva global del texto, advertiremos el puesto privilegiado
antecedentes de esa expresión y al mismo tiempo captar el matiz que se asigna a Israel entre las naciones. No se trata de las estruc-
especial que le da Pedro. turas internas del pueblo escogido, sino de sus relaciones con Dios.
Aunque se puedan discutir algunos detalles de su interpretación, En contraste con los pueblos paganos que, a pesar de pertenecer
parece que Elliott 8 ha valorado bien el principio de organización a Yahvé con toda justicia, viven lejos de él, el pueblo de Israel
de 1 Pe 2,4-10. Los versículos 4 y 5 presentan la tesis: puesto que goza de la privilegiada situación de los sacerdotes, únicos que pue-
Cristo es la «piedra viva», escogida por Dios, vosotros formáis el den penetrar en el lugar santo.
templo habitado por el Espíritu de Dios. Los versículos siguientes La tradición judía dio a este texto diversas interpretaciones.
nos proporcionan la prueba escrituraria: En Is 61,6 («Seréis llamados sacerdotes de Yahvé y ministros de
4. piedra desechada por los hombres, 7-8. aviso a los incrédulos nuestro Dios»); aquí también lo que se resalta es el puesto de
elegida, preciosa 6-8. cita de Is 28,16; Sal 118,22 Israel entre las naciones. El autor de 2 Mac ve la realización de
5. entráis en la edificación de un edi- 9. linaje elegido Ex 19,6 en la restauración de la independencia nacional y el resta-
ficio espiritual (oikos pneumatikos) 9. baúleion (palacio real) blecimiento del culto en Jerusalén (2 Mac 2,17-18). La tradición
para constituir una comunidad sacer- hierateuma palestinense introduce un «y» entre la idea de la monarquía y la
dotal (hierateuma), santa para ofrecer nación santa (ethos hagion)
sacrificios espirituales proclamar las grandezas del sacerdocio. Así, en los Jubileos, Israel es presentado como «un
reino y unos sacerdotes y un pueblo santo» (XVI, 18; XXXIII, 20).
El versículo 10 constituye como el acorde final que recuerda el Las diferentes recensiones del targum palestinense están de acuerdo
tema fundamental: con una elección llena de misericordia, Dios ha en traducir: «reyes y sacerdotes». Según L. Cerfaux, en este caso
hecho «pueblo suyo» a los que ayer no creían (Os 2,25; cf. Rom se realzaría la dignidad real de los israelitas en los tiempos mesiá-
9,25). nicos, en tanto que el tema sacerdotal quedaría difuminado. J. Po-
tin, en cambio, cita la tradición según la cual, antes de la alianza
' Sobre la postura de Lutero cf. D. Olivier, Les Deux Visages du prétre del Sinaí, los primogénitos ofrecían los sacrificios. En la era mesiá-
(1971). nica todos los israelitas recobran la dignidad de sacerdotes 10.
8
J.-H. Elliott, Tbe Elect and the Holy: An exegetical Examination of
1 Peter 2,4-10 and the Phrase «basileion hierateuma» (1966). Para un análisis 9
de sus posturas cf. nuestra reseña en «Esprit et vie» 79 (1969) 169-173 La importancia dada a la resurrección es uno de los rasgos caracterís-
y J. Coppens, Le sacerdoce royal des fidéles: un commentaire de 1 Petri ticos de la soteriología de 1 Pe. Cf. 1,3: «Nos ha hecho renacer para la
2,4-10, en Au service de la_ parole de Dieu: Mélanges Chame (Gembloux resurrección de Jesucristo»; cf. 3,21. Ya la tradición «presinóptica» daba
1969) 61-75. Recordemos el importante artículo de L. Cerfaux, Regale sacer- una interpretación pascual al salmo 118,22. Cf. Me 12,10 y par.
10
dotium (1939) en Recueil L. Cerfaux II, 283-315. J. Potin, La Féte juive de la Pentecóte (París 1971) I, 218-226.
136 La primera epístola de Pedro ha Iglesia como pueblo escogido 137

Lo cierto es que los Setenta interpretaron Ex 19,6 en sentido ba el paralelismo entre los versículos 5 y 9. Todas las palabras que
colectivo: «Vosotros seréis para mí basileton, reino o palacio real", van asociadas a hierateuma confirman este punto de vista: raza
hierateuma». Creada para el caso, la palabra hierateuma, como (genos) escogida, nación [ethnos) santa, pueblo (laos) de Dios.
todos los derivados en -euma, expresa el carácter corporativo de la Como comunidad sacerdotal, la Iglesia debe presentar a Dios
realidad a que se hace referencia: por ser el pueblo escogido, Israel ofrendas espirituales (v. 5) consistentes en la ofrenda que hace
en conjunto constituye un «cuerpo sacerdotal». En esta interpreta- cada uno de su existencia cotidiana (cf. Rom 12,1); se trata tam-
ción veremos con J.-H. Elliott la consecuencia de la conciencia reli- bién de publicar las grandezas de aquel que nos llamó de las ti-
giosa que Israel tuvo de sí mismo en la Diáspora. Como «testigo nieblas a su admirable luz (v. 9) 15 . No hay una simple yuxtapo-
de Dios» entre las naciones, como «siervo de Dios» (Is 41,8; 42,1 sición de dos perspectivas, concerniente una al «sacrificio de la vida
LXX), Israel desempeña en el mundo un papel sacerdotal. Filón cristiana» y refiriéndose la otra al «sacrificio de alabanza». En el
tenía plena conciencia de ello: «La nación judía es respecto al pensamiento de Pedro, que da tanta importancia a la buena fama
mundo habitado, lo que el sacerdote es respecto a la ciudad... de los cristianos en ambientes paganos (2,15; 3,1; 4,15-16), la co-
ofrece plegarias, fiestas, primicias, por el conjunto de los hombres, munidad cristiana entera es la que tiene que manifestar con su
y da culto al único Dios verdadero. Se lo tributa en nombre propio santidad y su caridad fraterna el poder de la intervención salvadora
y también por los demás que han abandonado la adoración debida de Dios (cf. 2,12 y Mt 5,16). Advertiremos en particular el papel
a Dios» n. Al emplear dos veces (versículos 5 y 9) el término hiera- atribuido a las cristianas casadas con paganos: «Que sean ganados
teuma, Pedro sigue las huellas de los Setenta. Aquí tenemos una no por las palabras, sino por la conducta de sus mujeres al consi-
indicación muy importante para la interpretación del texto. derar su vida casta y respetuosa» (3,1-2).
Sólo la Iglesia puede realizar con toda verdad el ideal estable- En la línea de esta espiritualización del culto 16, que se obser-
cido para Israel, puesto que está unida en forma vital a aquel que vaba ya en el judaismo, nuestro pasaje muestra cómo la Iglesia
se acercó definitivamente a Dios por su sacrificio pascual (1,19) edificada sobre Cristo lleva a su perfección los valores sacerdotales
y ha merecido presentar los creyentes a Dios como una ofrenda de santificación y de consagración que habían florecido en el Anti-
santa (3,18). El verbo prosagein empleado aquí tiene un valor obla- guo Testamento. Frente a cualquier interpretación «secularista» que
tivo y manifiesta así la verdadera naturaleza del sacrificio, que no no mirase más que las dim-nsiones humanas del ágape, Pedro re-
es una inmolación en reconocimiento de los soberanos derechos de cuerda enérgicamente que la Iglesia sólo tiene el fin de proclamar
Dios, sino un alejamiento del pecado para conducirnos a la presen- la gloria de Dios. Ese es el significado de la solemne bendición
cia de Dios. Al templo construido por manos de hombres, le su- que inaugura toda la carta ". El texto de 1 Pe 2,4-10 no nos aporta
cede el Templo habitado por el Espíritu {oikos pneumatikos)13. ningún esclarecimiento directo sobre lo que constituye el objeto de
En este pasaje no se insiste en la dignidad particular de cada bau- nuestra búsqueda: los ministerios en el Nuevo Testamento. Pero,
tizado 14, sino en la misión comunitaria de la Iglesia, como lo prue- dada la actual confusión de ideas en lo que atañe al «sacerdocio
de los fieles», era necesario probar que este pasaje no se refiere
11
J.-H. Elliott aporta sólidas razones en favor de la interpretación que al culto en sentido estricto 18 , ni a las relaciones entre los miem-
considera a baüleion no un adjetivo como la Vulgata, sino un sustantivo. bros de la comunidad eclesial. Según la perspectiva que desarrollará
El paralelismo con oikos en 1 Pe (versículos 5 y 9; cf. el cuadro anterior) san Agustín en la Ciudad de Dios (X, 5,6), la «congregación de los
nos induce a traducir basileton por «palacio real». Aunque se prefiera con-
siderar a basileion como un adjetivo, nuestra explicación en su conjunto santos» después de ser ofrecida por Cristo a Dios como un sacri-
queda intacta. 15
12
Filón, Spec. Leg. II, 166-167, citado por A. Jaubert, La Notiott d'Alliance Alusión a Is 43,20-21. Igual tipología en el Ex que en Col 1,12-14.
16
(1963) 398. Cf. J. Colson, Ministre de Jésus-Christ ou le sacerdoce de l'Évangile
13
Sobre la importancia dada al tema del templo y sobre la interpreta- (1966) I: «La 1 epístola de Pedro y la espiritualización de los valores sacer-
ción de Isaías 28,16 citado en nuestro texto, cf. B. Gartner, The Temple and dotales», 13-54; cap. V: «El problema de las ofrendas espirituales», 137-176.
the Community in Qumran and the New Testament (Cambridge 1965). Este trabajo desgraciadamente es muy confuso.
14 17
Traducir «todos son sacerdotes» es forzar la perspectiva comunitaria Además de los comentarios, cf. mi presentación de este texto en
del pasaje. El punto de vista de Ap 1,6; 5,10; 20,6 es diferente: se trata Assemblées du Seigneur, nueva serie 23 (1970) 26-33.
18
de la asociación de los elegidos, a la realeza de Cristo y de su participación Tal es también la conclusión de L. Cerfaux (1939): «Basileion hiera-
en el culto celestial. teuma siempre ha evocado el culto espiritual» (Recueil L. Cerfaux II, 313).
138 La primera epístola de Pedro La vida litúrgica de la comunidad 139

ficio universal, debe vivir en la unidad para indicar la salvación la transposición del sentido: no se trata ya de olvidar los pecados
que ha recibido. ajenos, sino de obtener para sí el perdón de Dios practicando el
ágape con los miembros de la fraternidad cristiana (cf. Mt 5,23-24).
Sed hospitalarios unos con otros (4,9). En el mundo antiguo,
II. LA VIDA LITÚRGICA DE LA COMUNIDAD ( 4 , 7 - 1 1 ) desprovisto con frecuencia de posadas, la hospitalidad ocupa un
lugar destacado; es una virtud recomendada por el Antiguo Testa-
mento y vigente en todas las civilizaciones circundantes. La origi-
En la última parte de 1 Pe destaca la advertencia de que el nalidad del Nuevo Testamento consiste en presentar a Cristo en
fin está próximo (4,7.11), la persecución que se abate sobre toda el huésped de paso (Mt 10,40-41; 25,35.43; cf. Didaché 11). No
la «fraternidad» (5,9) es la señal precursora. Los consejos siguien- se refiere aquí a la hospitalidad respecto a los viajeros, sino respecto
tes (versículos 7-11) pueden parecer sin conexión entre sí 19 . Pero a los miembros de la comunidad (eis allelous). La exhortación con-
creemos que encuadrándolos en una asamblea litúrgica resultan cierne a las reuniones ordinarias que se celebran en diferentes
más concretos. Esta mayor claridad podría ser un indicio en favor casas. Aunque puedan causar molestias, hay que acoger con afabi-
de nuestra hipótesis. lidad, «sin murmurar».
Sed sobrios para daros a la oración (4,7). El verbo nepho (ser Poneos al servicio de los demás cada uno según la gracia (cha-
sobrio, dueño de sí) se usa frecuentemente en el sentido moral risma) que ha recibido, como buenos administradores de las diver-
y con una acepción muy parecida a la de velar (gregoreo) (1 Pe sas gracias de Dios (4,10). Este es el principio que preside toda la
5,8) 20 . La vigilancia en la oración es la que hará resistir frente al explanación. La palabra charisma no evoca un don extraordinario
tentador: recordemos la advertencia de Jesús en agonía, relato de según el sentido que la teología le ha atribuido después, sino «todos
carácter parenético que podría tener como Sitz im Leben21 las los dones particulares de la gracia de Dios, las dádivas personales,
vigilias de oración de la Iglesia primitiva: «Velad (gregoreite) y los 'talentos' que la generosidad de Dios entrega a cada uno para
orad para que no caigáis en tentación» (Me 14,38 par.). que sirva con ellos a la comunidad» 23. Un cristiano no debe tener
Ante todo, tened entre vosotros intenso amor (4,8). Pedro pre- mentalidad de propietario (cf. 1 Cor 4,7), sino de simple adminis-
cisa la condición necesaria para que la oración comunitaria de estas trador (oikonomos)24 de los bienes que Dios confía a su gestión.
vigilias sea escuchada por Dios. Se trata aquí del amor entre cris- Aquí tenemos una aplicación de las parábolas concernientes a la
tianos y no respecto a las personas de fuera. Para ser auténtico, administración que, sin duda, se leerían en las vigilias litúrgicas
el ágape debe triunfar de la prueba del tiempo 22 y puede leerse por el matiz escatológico que encierran (cf. Le 12,41-48; 16,1-11;
entre líneas que, aun tratándose de unas comunidades pequeñas, Mt 24,45-51; Me 13,33-37).
no faltan las disputas y rivalidades. El ágape fraternal debe superar
los obstáculos y Pedro da a sus instrucciones una motivación teo- Si alguno habla, sean palabras de Dios; si alguno presta un ser-
lógica inspirándose en un pasaje del libro de los Proverbios (10,12): vicio, hágalo en virtud del poder recibido de Dios (4,11, trad.
«La caridad cubre la multitud de los pecados». Merece subrayarse TOB). El principio de la responsabilidad común encuentra dos
aplicaciones concretas: en el caso de la palabra y en el de la dia-
19
Para E.-G. Selwyn no se trata de la asamblea litúrgica más que a konia. Aunque formulado con gran imprecisión, el texto se aclara
partir del versículo 11. En su comentario, que es muy consultado, Die con los pasajes paralelos de Pablo referentes a la asamblea litúr-
Petrusbrtefe (21964), K.-H. Schelkle no se interroga sobre el vínculo de unos gica (1 Cor 12 y 14; Rom 12,6-8). Según la costumbre de las sina-
consejos que parecen bastante distintos a primera vista. gogas, a la lectura de la Escritura seguía una homilía, la paraclesis,
20
Cf. B. Rigaux, Les Épitres aux Thessaloniciens (París 1956) sobre que se atribuía especialmente a los profetas 25 : relacionaba el texto
1 Tes 5,6.
21
G. Schille, Das Leiden das Herrn. Die evangelisebe Passionstradition
und ihr 'Sitz im Leben': ZTK 52 (1955), especialmente 177s. 23
22
M.-A. Chevalüer, Esprit de Dieu, paroles d'hommes (Neuchatel 1966) 146.
24
Eso es lo que subraya el adjetivo ektenes, perseverante. Sobre todo Pablo utiliza el mismo término para definir su misión (1 Cor 4,1).
este pasaje cf. C. Spicq, Ágape (París 1959) II, 332-338. 25
Cf. nuestro artículo, Prophétisme dans le Nouveau Testament: SDB 8
140 La primera epístola de Pedro
El oficio de los ancianos 141
del Antiguo Testamento con el misterio de Cristo y lo aplicaba la responsabilidad común a él y a los presbíteros", por otra el
a la vida de la comunidad. El ministerio de la «palabra» podía derecho que tiene a intervenir: es testigo de los sufrimientos de
tomar diversas formas: la de una enseñanza más metódica (la dida- Cristo y partícipe de la gloria que está ya para revelarse. De acuer-
cbé), la oración (himnos, salmos, bendiciones). El versículo 11 pa- do con E. G. Selwyn, pensamos que alude a la Transfiguración
rece englobar esas distintas manifestaciones de la gracia e insiste (cf. 2 Pe 1,16-18), concebida como una escena precursora de la
en la responsabilidad del que habla delante de sus hermanos: debe parusía 28 . De todos modos la evocación de la pasión y de la mani-
pronunciar unas palabras de acuerdo con las miras de Dios, y no festación de Cristo no son inmotivadas (cf. 1 Tim 6,13). Los pres-
con las de los hombres (cf. Jr 23,16; Mt 16,23). bíteros no pueden cumplir fielmente sus obligaciones, más que si-
Puesto en paralelo con el verbo hablar, diakonein se refiere a guiendo el ejemplo (1 Pe 2,21) de aquel que llegó a la gloria por
los distintos servicios comunitarios. Lo primero que se nos ocu- el camino real de la cruz.
rriría pensar es en la ayuda a los indigentes (cf. Hch 6,2; 11,29; Tras la introducción bastante detallada del versículo 1, los ver-
12,55; Rom 12,8) 2e ; pero entonces, ¿a qué viene insistir tanto en la sículos 2,4 se caracterizan por su ritmo rápido; la idea, en efecto,
virtud de la fortaleza? De un asistente social se espera la sencillez se desarrolla en forma de tres antítesis que se van amplificando
y la sonrisa (Rom 12,8) más que la autoridad. Y sin embargo, Dios hasta la evocación del regreso del Príncipe de los pastores. Tenien-
concede ese vigor para el bien de la comunidad. Por lo tanto se do en cuenta estas particularidades estilísticas, es razonable pensar
trata de una diakonia que concierne ante todo a la responsabilidad que Pedro cita un documento anterior o, al menos, se inspira en él.
de la comunidad (cf. 5,1-4). W. Nauck ha buscado su origen entre los esenios 29. La crítica ac-
La extensa doxología del versículo 11c encuentra su mejor ex- tual se inclina a relacionar el episcopos cristiano con el mebaqquer
plicación en el mateo litúrgico que hemos intentado describir. En del Documento de Damasco, mucho menos de lo que lo relacionó
sus asambleas los cristianos proclaman «por Jesucristo» la gloria cuando se publicaron los primeros textos de Qumrán. En todo caso,
de Dios que los llama a su herencia celestial (1 Pe 1,3). del artículo de W. Nauck aprovecharemos la referencia al carácter
semítico de la exhortación de los versículos 2-4, aunque no olvi-
daremos la inspiración directamente evangélica de los consejos de
Pedro 30 .
III. EL OFICIO DE LOS ANCIANOS (5,1-4)
Apacentad (5,2). La imagen del pastor para designar al rey es
tradicional en el antiguo Oriente y en la Grecia homérica, y se
La exhortación a los ancianos no se propone definir su puesto aplica también a los dioses. Manifiesta la autoridad del que tiene
en la comunidad, sino precisar con qué espíritu deben desempeñar por tarea reunir al rebaño, asegurar su cohesión y, con ello, prote-
su ministerio. No deja de tener alcance histórico la constatación gerlo de los peligros exteriores. En el Antiguo Testamento frecuen-
de que los presbíteros ocupan en estas iglesias de Asia Menor un temente los profetas denunciaron a los reyes como malos pastores
lugar destacado. Esas comunidades procedentes sobre todo del pa- que sólo pensaban en sus propios intereses y no en los de su grey;
ganismo, recibieron unas formas de expresar su fe marcadas con frente a esta imagen evocaban la del buen pastor mesiánico (Jr 23,
un sello especial por sus orígenes palestinenses y, del mismo modo, 1-6; Ez 34; Zac 11,4-17). En diversas ocasiones se presentó Jesús
adoptaron la estructuración de las comunidades judeocristianas. Lo como aquel que viene a reunir a las ovejas perdidas de la casa
cual no impide la intervención de cada uno en la asamblea litúrgica de Israel (Mt 9,36; 10,6; 15,26; Jn 10). Para justificar su misión
(4,10-1 la). ¿No nos invita esto a no encerrarnos en la dialéctica 27
típicamente moderna de lo «carismático» y lo «institucional»? Advirtamos el empleo de la palabra compuesta sympresbyteros («an-
Al comenzar esta nueva sección, Pedro subraya por una parte ciano con»), que no se encuentra en ningún otro lugar del Nuevo Testamento.
28
Así opina H. Riesenfeld, Jésus transfiguré (Copenhague 1947).
29
W. Nauck, Probleme des frühcbristlicben Amtsverstandnisses: ZNW 48
(1971) 1299-1301 y Prophétisme et ministere d'apres le Nouveau Testament: (1957) 200-220. En el mismo sentido H. Kosmala, Hebráer-Essener-Cbristen
«La Maison-Dieu» 107 (1971) 29-50, especialmente 41-43. (1959) 287-290.
26 30
En varios textos la diakonia designa la colecta para los santos de Jeru- J.-H. Elliott, Ministry and Churcb Order in tbe New Testament: A
salén (1 Cor 16,15; 2 Cor 8,4; 9,1.12.13; Rom 15,25.31). Traditio-bistorical Analysis (1 Pe 5,1-5 and paraUels): CBQ 32 (1970) 367-391.
142 La primera epístola de Pedro El oficio de los ancianos 143
entre los pecadores, narró la parábola de la oveja perdida (Le 15, este punto a los pastores buenos y malos (Hch 20,29). El texto
4-7); Mateo la modificó convirtiéndola en lección para los respon- de 1 Pe nada dice de la paga que los presbíteros tienen derecho a
sables de la comunidad cristiana (Mt 18,12-14). Pedro reasume este percibir de la comunidad (1 Cor 9,14; Gal 6,6; 1 Tim 5,17). No
tema presentando a Cristo como príncipe de los pastores (archi- podemos deducir nada concreto de este silencio, pues el texto está
poimen: v. 4) 3 1 . La autoridad de los presbíteros sólo puede ejer-
orientado hacia la «espiritualidad» de la función presbiteral, no
cerse en dependencia y por delegación de aquel que es el único
hacia su status económico. Lo esencial en esta cuestión es el espí-
dueño del rebaño. Recordamos con esto la fórmula de investidura
ritu de generosidad (prothymos).
de Pedro en Jn 21: «Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas».
El oficio del pastor es «vigilar» (episkopountes)32 al rebaño. Los presbíteros no pueden tener una mentalidad de señores
Se impone la comparación con Hch 20,28: «Velad sobre vosotros (katakyriontes) en sus relaciones con la comunidad36; tienen que
y sobre toda la grey de la cual el Espíritu Santo os ha instituido evitar parecerse a los escribas que «dicen y no hacen» (Mt 23,3);
ep'tscopos; apacentad la Iglesia de Dios, que ha ganado él con su deben ser los modelos de su grey 37 . Parece que en estas recomen-
propia sangre». En ambos casos se usa el verbo poimainein; un daciones aflora el recuerdo de muchos textos evangélicos. Así, res-
texto relaciona a los responsables con Cristo, el otro tiene a la vista pondiendo a los hijos del Zebedeo, Jesús declara: «Los jefes de
la acción del Espíritu Santo. Los dos asignan el mismo objetivo a las naciones las gobiernan {katakyriontes autón) y los grandes las
los jefes de las comunidades: mantenerlas en la unidad. Constatamos oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros» (Mt
la equivalencia entre presbíteros y epíscopos, igual que en Tit 1,5.7. 20,25-26). Lucas dio un particular relieve a estas palabras al situar-
Estamos, pues, en esos tiempos antiguos en los que la dirección de las en el marco de la Cena eucarística: «¿Quién es mayor, el que
la comunidad se ejerce en forma colegiada sin descollar todavía el está a la mesa o el que sirve (ho diakonón)? ¿No es el que está
r / * 33
episcopo monárquico . a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve
Debe ejercer el cargo no por necesidad sino voluntariamente, (hos ho diakonón)» (Le 22,27).
según Dios. El texto alude al caso de los presbíteros que por las A la participación de los sufrimientos de Cristo en el ejercicio
persecuciones que amenazan o por las tensiones internas de la co- del cargo pastoral, corresponderá la recompensa celestial: «Cuando
munidad y la falta de comprensión que hallan, se encuentran ago- aparezca Cristo, el príncipe de los pastores, recibiréis la corona de
biados por sus responsabilidades. El remedio no está en abandonar gloria que no se marchita» (v. 4). Este versículo cierra la sección
su puesto 34, sino en una renovación interior que ayude a ejercer relativa a los presbíteros recordando su dependencia respecto al
las funciones de buen grado 35 imitando a Cristo que quiso sufrir único dueño de la grey. Por consiguiente, parece que el versículo 5
por nosotros (cf. versículo 1: el recuerdo de la pasión como moti- tiene escasa conexión con lo anterior. El adverbio homoios no sirve
vación de esta exhortación). más que para dar paso a otra serie de consejos (cf. 3,1.7). Podemos
El desinterés es una virtud fundamental para todo el que desem- pues preguntarnos qué alcance tiene la oposición entre jóvenes y
peña un ministerio en la Iglesia (1 Tim 3,3; Tit 1,7.11; Didaché ancianos en el versículo 5: ¿equivale al consejo tradicional de que
XI,6.12; XV,1). Pablo, en su discurso a los ancianos de Efeso, lo los «jóvenes» deben respetar a los «ancianos» de la comunidad?,
considera una cualidad esencial (Hch 20,33-35) y contrapone en o, ¿se considera a los jóvenes como un grupo distinto que «desem-
31
El término usado aquí (archipoimen) no se encuentra en ningún otro 36
lugar del Nuevo Testamento. La palabra Meros, usada aquí, tiene el sentido etimológico de lote,
32
En Ef 4,11 la palabra poimen (pastor) designa a unos ministros cris- parte que toca en suerte. La Regla de comunidad (1 QS VI, 8-13) atribuye
tianos; cf. A. Lemaire, Les Ministeres (1971) 187. gran importancia al rango de cada uno y al orden que debe observarse en
33 las sesiones; cf. W. Nauck, art. cit. (1957) 211. Aquí no tiene ese sentido:
Como parece manifestarse en las cartas a las iglesias del Apocalipsis,
(cf. infra, 255-257) y lo atestigua claramente Ignacio de Antioquía. Meros designa la parte (o sea la comunidad) confiada por Dios a los pres-
34
«El ministerio (das Amt) obliga ante Dios» (K. H. Schelkle, Die bíteros (K. H. Schelkle).
37
Petrusbriefe 1). Cf. Jn 13,15: «Os he dado ejemplo para que así lo hagáis también
35
W. Nauck, art. cit. en la nota 29 (1957) 208. Señala la equivalencia vosotros»; 1 Cor 11,1: «Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo».
entre el término hekousios y el hebreo nadib. Según 1 Mac 2,42-43, los Textos que hemos estudiado en el artículo Imitation du Christ, Dict. de
asideos son los «voluntarios» para la Ley. spiritualité 7 (1971) 1553-1557.
144 La primera epístola de Pedro Los presbíteros en Sant 5,14 145

peña una determinada función en la vida de la Iglesia»? 38 Los estudian directamente (como en Hch 14,23 y 20,17-35). Esta apa-
textos concernientes a los «jóvenes» en el Nuevo Testamento son rente limitación de las perspectivas no es de extrañar, ya que en
demasiado escasos y breves para que podamos sacar una conclusión ese momento hay que unirse estrechamente frente a la persecución
válida. Sea lo que fuere, Pedro insiste en el espíritu de servicio que se avecina.
y de humildad que debe regir todas las relaciones en la comunidad: Hay que hacer notar, sin embargo, el impulso misionero que
«Revestios todos de humildad (enkombosasthe)39 en vuestras mu- corre por toda la epístola. Los cristianos, con su vida ejemplar,
tuas relaciones, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a deben hacer desaparecer todas las prevenciones acumuladas contra
los humildes». ellos y deben atraer los paganos a la fe (2,15.20; 3,6.17; 4,19).
Aparte de este apostolado que brota de su misma vida, existe la
función específica de los evangelistas que, con la ayuda del Espíritu
CONCLUSIÓN
Santo, transmiten el mensaje de la salvación (1,12.25).
La primera epístola de Pedro trasciende las comunidades loca-
les y trata de avivar en los cristianos la conciencia de su «fraterni-
Basándonos en los datos diseminados en la primera epístola de dad» (5,9); basa sus exhortaciones en la intervención de Dios que
Pedro, no podríamos formar una síntesis ni sobre el culto ni sobre ha escogido a la Iglesia como templo habitado por el Espíritu
los ministerios. Por ejemplo, la eucaristía no se menciona y, sin (12,4-10). El ministerio de exhortación que ejerce Pedro —o el que
embargo, durante las asambleas aludidas en 4,7-11 se celebraba la escribe en su nombre— sirve para todas las comunidades (5,12)
«fracción del pan». Hay, efectivamente, que comprender que la y debe contribuir a reforzar la unidad cristiana. No podemos menos
epístola no va dirigida a «personas de fuera» a las que hay que de recordar la Primera Epístola de Clemente40, por las afinidades
informar de la índole verdadera del culto cristiano (punto de vista que se observan entre ella y la de Pedro. Tampoco podemos pasar
de Justino en la Primera Apología), sino a unos creyentes a quienes por alto la importancia de 1 Pe en nuestra búsqueda de los orí-
se quiere afianzar en su vida cristiana. genes y la finalidad del «ministerio de Pedro».
En la primera parte, que concierne a toda la comunidad, el após-
tol destaca la importancia soteriológica de la resurrección: Cristo
es la piedra angular del templo definitivo donde los cristianos,
movidos por el Espíritu, pueden ofrecer toda su vida como un NOTA SOBRE LOS PRESBÍTEROS EN SANT 5 , 1 4
sacrificio grato a Dios. En esta perspectiva la ofrenda sacerdotal
aparece como la tarea común de la Iglesia unida a Cristo, el verda-
dero Cordero pascual. A lo largo de la epístola Pedro insiste en la La epístola de Santiago viene a ser una especie de encíclica
responsabilidad de todos en la obra de la salvación y subraya la dirigida a los cristianos de la diáspora (1,1) y sólo menciona a los
necesidad de la caridad y el espíritu de servicio para que sus responsables de la comunidad al hablar de la asistencia a los enfer-
reuniones sean auténticas asambleas litúrgicas. Los presbíteros con mos: «¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíte-
espíritu de generosa iniciativa y de desinterés desempeñan una ros de la Iglesia que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre
función específica como responsables de la unidad de la grey. Sus del Señor. La oración de la fe salvará al enfermo y el Señor hará
funciones respecto a la comunidad propia son las únicas que se que se levante y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados»
(5,14-15, trad. TOB). No es éste el lugar para tratar de la unción
38
de los enfermos; el concilio de Trento declaró su valor sacramental
C. Spicq, La place ou le role des jeurtes dans certaines communautés (sesión XIV) frente a las tesis de la Reforma. Lo que aquí interesa
néotestamentaires: RB 76 (1969) 518. J.-H. Elliott opina que se trata de los
neófitos respecto a los cristianos más versados en la vida cristiana, CBQ es destacar la importancia que para la historia de los ministerios
(1970) 385. tiene esta mención de los presbíteros.
38
Este verbo, rico en imágenes, puede evocar la escena en que Jesús
40
f. quita sus vestidos para lavar los t>ies de sus apóstoles: según C. Spicq, A. Jaubert en Clément de Rome, épltre aux Corintbiens (París 1971)
Les ¿pitres de Fierre, al tratar de 5,5. 56.
10
146 La epístola de Santiago Los presbíteros en Sant 5,14 147

Si hubiera acuerdo respecto a la fecha de la carta de Santiago, Esta rápida mención de los presbíteros en Santiago tiene el
la tarea se facilitaría mucho. Pero unos la consideran temprana especial interés de proyectar luz sobre un aspecto de la pastoral
(antes del año 50, según J. B. Mayor) y otros, como la TOB, de que no es tratado en el Nuevo Testamento: la asistencia a los en-
fines del siglo i. Ciertamente el autor pertenece a un ambiente muy fermos. Convendría, sin duda, indagar los modos concretos de
cercano al judaismo helenístico, escribe en un griego excelente, cita actuar que existían entre los judíos, pero ya es suficiente recordar
la Escritura según los Setenta y, al mismo tiempo, procura atraer la invocación del Señor Jesús (cf. 2,1), que durante su vida realizó
tantas curaciones para manifestar la llegada del Reino de Dios.
al cristianismo a los «judíos de modesta condición que, a su pare-
cer, constituyen las doce tribus de la diáspora» (TOB, p. 699). EDOUARD COTHENET
La exhortación no se propone introducir costumbres nuevas en
las comunidades, sino estimular el celo de sus destinatarios. La pre-
sencia de ancianos en las iglesias locales es un hecho que no plantea
ningún problema. Se constata el carácter colegial de la institución,
puesto que se aconseja a los enfermos que llamen a los «presbí-
teros», como se seguirá haciendo durante largo tiempo en la Iglesia
griega". Su intervención implica una acción: la unción con óleo,
y una plegaria. El uso del óleo como medicina era muy corriente
en la Antigüedad (Is 1,6; Le 10,34); aquí se evoca sobre todo a
los Doce cuando durante su misión en Galilea «ungían con aceite
a muchos enfermos y los curaban» (Me 6,13). La oración acom-
pañaba al gesto. La fórmula «en el nombre del Señor» parece
abrazar todo. Admite diversos matices: por orden de, en virtud de,
invocando el nombre de... Según Lucas 10,17, «en el nombre de
Jesús» los demonios se sometían a los discípulos. Los Hechos de
los Apóstoles subrayan que realizaban milagros en nombre del Resu-
citado (Hch 3,6.16; 4,7.10). De acuerdo con lo dicho, es seguro
que los presbíteros al hacer la unción invocaban el nombre de
Cristo «*.
El versículo 15 está unido al anterior, en cambio el 16 parece
introducir una explicación nueva (F. Mussner). Los dos verbos em-
pleados (salvar, sozein; levantar, egeirein) recuerdan los relatos de
milagros evangélicos hasta el punto de atribuirles un doble valor:
el de la curación física y la espiritual. Sin embargo, Santiago no
asocia necesariamente pecado y enfermedad, puesto que añade:
«Si hubiera cometido pecados, le serán perdonados». En el ver-
sículo 16, en cambio, se habla de la confesión de los pecados tal
como podía hacerse en la asamblea litúrgica, y de la eficacia de la
mutua intercesión (cf. 1 Jn 5,16) 43 .
41
F. Mussner, Der Jakobusbrief (21967).
42
J. Dupont, art. «Nom de Jésus»: SDB 6 (1960) 515.
43
J. Muiphy-O'Connor, Feché et communauté dans le Nouveau Testa-
ment; RB 74 (1967) 161-193.
El Evangelio según Marcos 149

permiten sacar conclusiones sobre la situación de la Iglesia en la


que se escribió este texto. Pero, sobre todo, para captar su visión 3 ,
hay que estudiar el libro en su conjunto con su construcción y su
organización interna. La manera de enlazar las acciones y palabras
de Jesús y el modo de trabar relaciones con sus discípulos dejan
entrever un determinado ambiente social en el que se lee e inter-
preta la vida de Jesús. Más importante es esto para nosotros que
las alusiones a los sucesos o a los personajes contemporáneos de la
obra 4 . La forma de referirse Marcos a Jesús y a sus enviados ex-
CAPITULO VIII presa una comprensión profunda de la Iglesia, de su razón de ser,
de su tarea en el mundo.
EL EVANGELIO SEGÚN MARCOS Y, puesto que se trata de ministerio, comencemos por carac-
terizar el que Jesús confió a los Doce. Esto nos servirá para deter-
minar en qué medida se previo una continuación de ellos. Es bas-
Si el Evangelio de Marcos trata de Jesús y sus discípulos antes tante general representarse a los Doce como formando los primeros
del nacimiento de la Iglesia y del desarrollo de sus ministerios, eslabones de una cadena de «ministros» legalmente instituidos.
¿qué puede decirnos respecto a éstos? ' De hecho, en general nos Pero confrontando con el texto, se ve que este esquema no explica
contentamos con examinarlo para fijar o discutir el origen de los
Lehrer der Gemeinde (Stuttgart 1969); R. H. Stein, The proper methodology
Doce o de los apóstoles, cuya importancia en los comienzos de la for ascertaining a markan Redaction History. N T 13 (1971) 181-198. Es con-
Iglesia nadie niega. Pero sólo desde el presente se puede mirar veniente tener mirada crítica respecto a este método. Juzga de la teología
al pasado. La memoria, sobre todo cuando los datos que propor- del último redactor según los segmentos textuales atribuibles a su pluma:
base estrecha y a menudo poco firme, y concepción extraña de la teología
ciona se fijan por escrito, tiene una función actual. Y las investiga- y del trabajo de elaboración de un evangelio. Utilizaré los datos de este
ciones acerca de los evangelios han puesto de relieve el gran interés trabajo sólo a título de complemento. El problema de la identificación de
que tienen para el hoy de las iglesias. Por este motivo, aun si se las fuentes de Me, orales o escritas, queda abierto. Es posible reconocer el
carácter tradicional o anterior a Me de muchos materiales: atribuirlos a uno
tratase de estudiar el valor histórico del testimonio de Marcos, o varios escritos anteriores es más hipotético; cf. B. Rigaux, Témoignage de
habría que comenzar precisando su punto de vista y su finalidad l'Évangile de More (Brujas 1965) 59-76; H. W. Kuhn, Aeltere Sammlungen
en el momento y en el ambiente social en que se redactó. im Markusevangelium (Gotinga 1971).
3
En cierto sentido, en un texto todo es "redaccional": incluso las fuen-
Los estudios dedicados a Marcos (características de su redac- tes que se utilizan están integradas en un nuevo conjunto textual. El interés
ción, materiales empleados) nos dan alguna idea de la actualidad por la organización literaria de un texto es lo que guía actualmente a las
que tuvo en su tiempo 2 . Hay numerosas observaciones que nos investigaciones que se denominan de "análisis estructural", pero se preocupan
ante todo de las técnicas de composición sin distinguir los diversos niveles
de análisis de los cuales depende el funcionamiento del sentido en un libro.
1
Los dos libros de E. Schweizer, Gemeinde und Gemeindeordnung im Al no poder emprender aquí un verdadero análisis estructural, me inspiraré
Neuen Testament (Zurich 1959) y de R. Schnockenburg, Die Kircbe im Neuen en estudios interesados en la obra tal como se presenta a la lectura en ausen-
Testament (Friburgo 1961) no suponen ningún estudio de la síntesis de Me. cia de su autor. La relación del autor respecto a su público se inscribe en
Sobre nuestro tema cf. J. Coutts, The Authority of Jesús and of the Twelve. el libro mismo. Cf. R. Wellek y A. Warren, La Théorie littéraire (París 1971;
in St. Mark's Gospel: JTS 8 (1957) 111-118; R. P. Meye, Jesús and the Twelve. el original apareció en Nueva York en 1949); E. Güttgemanns, Offene Fragen
Discipleship and Revelation in Mark's Gospel (1968); K. Kertelge, Die Funk- zur Formgeschichte des Evangeliums (Munich 1970); J. Delorme, Luc 3,1-11:
tion der Zwólf im Markus-evangelium: "Trierer Th Z " 78 (1969) 193-206. Analyse structurale et histoire de la redaction: NTS 18 (1971-72) 331-350.
4
Este método llamado de la redacción se conoce ahora muy bien; cf. Sobre los orígenes y el ambiente de redacción de Me, cf. Le Nouveau
E. Trocmé, La formation de l'Évangile selon Man (París 1963); J- Delorme, Testament. Traduction oecuménique de la Bible (París 1972) 128; J. Delorme,
Aspeas doctrinaux du second évangile: ETL 43 (1967) 74-99 y en De Jésus Lecture de l'Évangile selon Saint More, Cahier Évangile, n.° 1-2 (París 1972).
aux Évangiles (Gembloux 1967) 74-99; J. Rohde, Die Redaktionsgeschichtliche Aquí se admite el origen romano en los alrededores del 70. Del examen del
Methode (Hamburgo 1968), cap. IV; R. Pesh, Naherwartungen. Tradition capítulo 13 deducen algunos autores una fecha posterior al año 70; cf. Pesch
(op. cit. nota 2) 235: Minette de Tillesse (op cit. nota 2) 434-437.
und Redaktion in Mk 13 (Dusseldorf 1968) 27-47; G. Minette de Tillesse,
Le secret messianique dans l'Évangile de More (1968); K. G. Reploh, Markus
150 El Evangelio según Marcos Las funciones de la Iglesia 151

suficientemente la continuidad que, según Marcos, se establece entre de él procede como una buena nueva que nos envía, sino porque
Jesús y los destinatarios del libro. Por esta razón vamos a seguir en él y por él continúa la acción de Dios en el mundo 8 .
otro camino. Constataremos en seguida que, al hablar de Jesús y
de sus discípulos, Marcos alude a unas funciones de iglesia conoci-
das por sus lectores. ¿Daban origen a los ministerios estas fun- 2. La catequesis a los creyentes
ciones? Pocos datos hay sobre ello. Pero al evocar las relaciones
de Jesús con sus discípulos, sobre todo con los Doce, presenta El capítulo 4 introduce una clara distinción entre dos tipos de
Marcos abundantes indicaciones sobre el modo como deben de enseñanza y de oyentes de Jesús. Enseña al pueblo con parábolas
ejercerse las funciones de iglesia: vamos a verlas en la segunda que va comprendiendo en la medida que puede (4,1.9.26.34). A sus
parte. discípulos, a los que se han dado el misterio del Reino de Dios
(4,10-25), les explica esas parábolas. Esta diferencia se encuentra
varias veces (7,17-23; 9,28-29; 10,10-12.23-31). Refleja, sin duda,
I. LAS FUNCIONES DE IGLESIA lo que ocurría en las iglesias donde predicación y testimonio públi-
cos se completaban con una catequesis destinada a los creyentes 7.
En Marcos la distinción entre las dos clases de oyentes 8 parece
Podemos encontrar en Marcos algunas funciones importantes justificada por unas palabras que Jesús dijo a «los que le rodeaban
en la vida de las iglesias. Los lectores podrían reconocerlas con con los Doce»: «A vosotros se os ha dado el misterio del Reino
facilidad. Por ellas, la obra de Jesús les resultaba contemporánea de Dios, pero a los que están fuera, todo se les presenta en pará-
en cierto sentido. Son, ante todo, la predicación del evangelio, la bolas para que por mucho que miren no vean, por mucho que
catequesis a los creyentes, las comidas en comunidad, la oración oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone»
comunitaria. Además, los problemas surgidos en el interior de las (4,10-12). La expresión «los que están fuera» supone la existencia
comunidades parecen indicar una distinción de funciones entre sus de un grupo, de una comunidad, de la que algunos quedaban exclui-
miembros. dos (cf. 1 Cor 5,12-13; Col 4,5; 1 Tes 4,12). ¿Se refiere Marcos
a la multitud, distinguiéndola de los discípulos (4,34) y presenta
esta distinción un interés actual?
1. La predicación del evangelio
6
Esto aparece sobre todo en 1,14-15 (sobre los datos del trabajo redac-
El evangelio debe ser predicado a todas las naciones, en el cional, cf. K. G. Reploh, op. cit. nota 2, pp. 13-26): el mensaje se refiere a la
mundo entero, antes del «fin», es decir, hasta que venga el Hijo proximidad del Reino de Dios y ésta se realiza por la predicación y los
del hombre (13,10.26; 14,9). Para Marcos se trata de una obra actos de Jesús. Creer en el evangelio es prestarse a la acción de Dios.
«Los tiempos se han cumplido» y «creer en el evangelio»: estas dos fórmulas
que se está haciendo 5 . El libro nos lleva al «principio» de esa reflejan el lenguaje cristiano posterior a la Pascua y el hoy de la redacción
obra, a su inauguración en la historia con la misión de Juan Bau- de Marcos.
7
tista y la predicación de Jesús en Galilea (1,1.14). Pero esta his- La historia de la redacción de 4,1-34 es difícil de reconstituir; cf. J. De-
toria tiene que seguir. El evangelio confiado a los discípulos asegura lorme (art. cit. nota 2) 86-91; E. Schweizer: ETR 43 (1968) 256-264; J. Du-
una presencia continuada de Jesús entre los hombres. Así se explica pont, Le chapitre des paraboles: NRT 89 (1967) 800-806; G. Minette de
Tillesse (op. cit. nota 2) 165-186; S. Légasse, Jésus et l'Enfant (París 1969)
el modo peculiar con que Marcos enuncia la frase en que Jesús 155-160. Se está de acuerdo en señalar la pluma de Me sobre todo en los
pide una renuncia total «por mí y por el evangelio» (8,35; 10,29). versículos 1-2.10-13.33-34. La explicación de la parábola del sembrador tiene
Este final («por el evangelio») asegura la actualidad de la exigencia las señales de la catequesis pospascual, pero es anterior a Me y no pudo
de Jesús cuando él desaparezca: lo que pedía a sus discípulos llegarle sin estar ligada a la parábola.
8
inmediatos a causa de él, sigue siendo pedido a los que no lo han Me, comparándolo con su fuente, acentúa la distinción de la muche-
dumbre y de los discípulos con el relato de 4,1 y con la inserción de los
conocido y quieren seguirle, a causa del evangelio. Y éste perma- versículos 10-11 y 21-25 (que cotejan unas palabras de Jesús diseminadas
nece lo que era al principio: «el evangelio de Dios», no sólo porque en Mt y Le). Me amplía la cuestión de su fuente sobre «esta parábola» al
problema de «todas las parábolas» (w. 10.13), introduciendo así el tema de
5
Cf. J. Delorme {art. cit. nota 2) 79-84. la falta de comprensión de los discípulos.
152 El Evangelio según Marcos Las funciones de la Iglesia 153
Es indudable que la enseñanza dada a los discípulos se dirige será pronto denunciado en términos que los equiparan a los de
a través de ellos a los lectores o a la iglesia de Marcos. Los discí- fuera: «Tenéis ojos y no veis; tenéis oídos y no oís» (8,18). La
pulos, a pesar de haber recibido el misterio del Reino de Dios, multitud comprende lo que puede (4,34), pero Jesús nunca renun-
oyen al Maestro reprocharles su falta de comprensión y recordarles cia a instruirla. De igual modo los discípulos no podrán reservar
los requisitos para escuchar bien «la palabra» (4,13-25). Ahora el evangelio para ellos solos. Y las iglesias, como ellos, son depo-
bien, uno de los peligros que amenazan la perseverancia de los sitarías de un secreto que tienen que proclamar. De este modo la
oyentes está claramente expresado al aludir a una situación idén- distinción entre los dos auditorios de Jesús corresponde a la de
tica a la de los lectores: la persecución a causa de la palabra (4,17). dos funciones de la Iglesia: la evangelización y la catequesis a los
Este peligro no es puramente teórico, como lo prueba el hecho de creyentes. Son correlativas y no existe la una sin la otra.
insistir en él repetidas veces (8,34-38; 10,29-30; 13,9-10) 9 . Ade-
más el tema de la incomprensión de los apóstoles va a repetirse
tanto, que se lo aplicamos con razón a los destinatarios del libro. 3. La cena eucarística
De este modo no sólo se refleja en Marcos la catequesis a los cre-
yentes, sino que se efectúa también. El relato de la última cena de Jesús utiliza una tradición ligada
Esta catequesis, por otra parte, está ligada a la predicación del a la práctica de la cena eucarística después de pascua (14,22-24)".
evangelio. En efecto, a los discípulos a quienes se ha revelado el La orden de reiterarlo no se repite, luego no se puede decir que
secreto del Reino de Dios se les advierte: «Nada hay oculto si no su interés se funda en la institución de un rito que hay que reno-
es para que sea revelado; nada ha sucedido en secreto, sino para var. El contexto inmediato insiste más bien en la revelación que
que venga a ser descubierto» (4,22). Es natural relacionar estas hace Jesús del significado de su muerte. Podían incluirse en el
palabras con el anuncio de la predicación del evangelio a todo el libro una tradición eucarística sin tener en cuenta la eucaristía.
mundo, ya que la palabra representada por la semilla de la pará- Y podía hacerse refiriéndose al relato en que Jesús «tomando los
bola (4,14) es, según Marcos, el evangelio (cf. 4,17 y 8,35; 10,29). panes... pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando
Además la enseñanza de Jesús al pueblo aclara en el relato el ca- a los discípulos» para saciar a la multitud (6,41; cf. 14,22). Más
rácter público del evangelio. Podríamos caer en la tentación de tarde vemos de nuevo a Je;ús coger unos panes, dar gracias, par-
identificar a «los que están fuera» con la multitud 10. Pero en todo tirlos y darlos a los discípulos (8,6; cf. Le 22,19 y 1 Cor 11,23-24).
el libro se destaca el atractivo que Jesús ejerce sobre ella y la soli- La influencia de la tradición eucarística en los dos relatos de multi-
citud del Maestro por instruirla, alimentarla y reuniría como un plicación de panes es evidente 12. Y su contexto en Marcos es el de
pastor a su rebaño. Así, pues, las palabras «los que están fuera» una catequesis concerniente a uno de los problemas más discutidos
no designan al pueblo, sino que sirven para valorar el don conce- en algunas iglesias: ¿pueden los gentiles comer a la misma mesa
dido a los discípulos y para introducir el reproche que merecen que los judíos (cf. Gal 2,11-14; Hch 15,28-29)? La «sección de
por su incomprensión (v. 13). El endurecimiento de sus corazones los panes» (6,30-8,21) muestra cómo quitó Jesús los obstáculos
que impedían a los gentiles sentarse a su mesa 13. Jesús atraviesa
9
Cf. G. Minette de Tillesse (op. cit. nota 2) 435-436. Cf. infra: notas las fronteras geográficas (5,1-20; 7,24.31) y echa por tierra las
23 y 25. barreras procedentes de la tradición judía sobre la prohibición de
10
«Los que están fuera»; esta expresión no supone ningún gesto desig- alimentos (7,1-23). La abolición de esas reglas (7,19) permite a
nando de quiénes se trata; «los que» corresponde a un demostrativo arameo
debilitado, equivalente al artículo determinado; cf. S. Légasse (op. cit. nota 7) 11
107. En los textos paulinos se refiere a los paganos. En Me, en general, la J. Jeremías, Die Abendmahlsworte Jesu (Gotinga 41967).
12
muchedumbre no se identifica con Israel; cf. J. Gnilka, Die Verstockung B. Van Iersel, Die wunderbare Speisung und das Abendmahl in der
Israels. Isaías 6,9-10 in der Theologie der Synoptiker (Munich 1961) 84-85; synoptischen Tradition (Mk 6,35-44 par.; 8,1-10 par.): NT 7 (1964) 167-194.
13
B. Rigaux (op. cit. nota 2) 160. En cuanto atribuir a Me la idea de que la Este contexto articula dos series de episodios simétricos unidos por
enseñanza en parábolas es el modo de juzgar Dios al pueblo al que quiere una doctrina sobre lo puro y lo impuro (7,14-23); cf. R. Pesch (op. cit.
cegar (J. Dupont, art. cit. nota 7, p. 808), eso no es dar cuenta ni de la fun- nota 2) 60-62. Se advierte lo que interesa a Me este conjunto por la manera
ción de una cita arcaica en un contexto nuevo, ni del papel de la multitud en que se introducen o se explican los materiales tradicionales (cf. sobre
aquí y en el conjunto del libro. todo 6,52: 7,3-4.18-19; 8,14-21 y cf. notas 14, 22, 36).
154 El Evangelio según Marcos Las funciones de la Iglesia 155
judíos y gentiles participar del mismo pan. Al oír favorablemente Y Jesús censura la preocupación por el rango, la pretensión de con-
la petición de la cananea, Jesús da a entender que pronto acabará siderarse por encima de los demás, el ejercicio de la autoridad al
el tiempo M en que el pan debía reservarse «primero» para Israel estilo de los usos políticos de la época. La insistencia de Marcos
(7,27). Los restos de las comidas en Decápolis y en Galilea, donde sólo se explica por su afán de dejar reflejada fielmente una ense-
la multitud quedó saciada, nos enseñan que la capacidad del Señor ñanza de Jesús 16. Enseñanza que sigue teniendo actualidad, pues
para alimentar a los hombres es ilimitada (6,42-43; 8,8-9.19-21). responde a un problema concreto 17: hay comunidades perturbadas
Su mesa sigue dispuesta. Las comidas de comunidad deben com- por cuestiones de autoridad y rango. Es la compensación —muy
probar con los hechos el destino universal del evangelio. La catc- humana— de la diversidad de aptitudes y de funciones en las
quesis a los creyentes, igual que la cena eucarística, está asociada iglesias. No podemos obtener de Marcos otros datos acerca de esa
así a la proclamación obligatoria del evangelio. diversidad. La considera únicamente por las tendencias o por los
conflictos que puede engendrar, y que tienen el peligro de desfi-
gurar a la comunidad tal como Jesús la quiso entre sus discípulos.
4. La oración En Marcos este punto de vista limitado está de acuerdo, ya lo
veremos, con su manera de caracterizar la continuidad entre Jesús
La oración para verse libre del demonio (9,29) y la oración y la Iglesia.
realizada con la confianza de ser escuchados de antemano (11,24) Para avanzar en nuestra búsqueda debemos plantear ahora otra
no son las únicas formas comunitarias de oración. Parece que se cuestión. Los encargados de las funciones eclesiales que se encuen-
apunta más claramente a ellas con la consigna del perdón que se tran en Marcos, nunca están nombrados directamente en el texto
debe conceder a los demás: «Cuando os pongáis de pie para orar... y no tienen por qué estarlo. Pero esas funciones están mencionadas
perdonad para que también vuestro Padre que está en los cielos en palabras de Jesús a sus discípulos, o ligadas a unas acciones de
os perdone vuestras ofensas» (11,25). El estar de pie 15 y la alusión Jesús realizadas en su presencia e incluso con su cooperación.
a la oración común de los cristianos, el Padrenuestro, convienen A la actividad (podría decirse: al ministerio) de Jesús se asocian la
en forma eminente a las asambleas de la comunidad. predicación pública a la multitud, la catequesis a los creyentes, el
alimento proporcionado a los discípulos y a la multitud. Las pala-
bras de Jesús anuncian la evangelización de los pueblos gentiles,
5. Los ministerios y algunos de sus gestos la figuran de antemano; prevé la oración
de sus discípulos y les da instrucciones para ella. Hay, pues, que
No se puede dudar del interés que ofrece Marcos para ciertas examinar el alcance que, para las iglesias destinatarias del libro,
funciones importantes en la vida de las iglesias. ¿Son ministeriales tiene el cuadro que se les presenta de los discípulos y de los Doce.
estas funciones? Eran ejercidas necesariamente por unas personas, La presencia de ellos junto a Jesús, su actitud ante sus pala-
pero ¿estaban éstas especializadas, reconocidas o designadas para bras, la participación en su obra, ¿ofrecen un interés actual para
unos oficios que realizaban como un ministerio? Es evidente que basar o reglamentar la realización de las funciones de Iglesia? Los
no podemos responder sólo con el testimonio de Marcos. Su fina- discípulos, o los Doce, ¿se presentan en el texto como los primeros
lidad no es la descripción de la Iglesia de su tiempo, ni el reparto de una serie de hombres encargados de transmitir el evangelio a
de las tareas entre los miembros de las comunidades.
El libro, sin embargo, se refiere en forma precisa al problema 16
Son visibles las huellas del trabajo redaccional en 9,33-35: Me cuida
de las preeminencias y de la autoridad entre los hermanos. Dos la presentación de la escena que va a seguir, subraya su importancia y pone
veces los discípulos o los Doce discuten entre ellos: quieren saber de relieve una sentencia de Jesús (v. 35b) que circulaba en la tradición con
cuál es el mayor (9,33-35); las ambiciones los enfrentan (10,35-45). unas variantes; cf. G. Minette de Tillesse (op. cit. nota 2) 247; S. Légasse
(op. cit. nota 7) 23-25. El vínculo entre 10,35-40 y 41-45 podría deberse
14 a Me; cf. K. G. Reploh (op. cit. nota 2) 163-167.
«Lo primero» es propio de Me, que ha subrayado que se trataba de 17
Se trata del mayor «entre vosotros», y no en el Reino de los cielos
una «griega», es decir, de una «pagana» (v. 26; cf. Mt 15,21 allí la «cananea» como en Mt 18,1. Por otra parte, las sentencias decisivas de Jesús establecen
sale de su territorio para acercarse a Jesús). reglas generales para «todo el que»: los conflictos entre los discípulos dan
15
Q . 1 Re 8,14.22; Neh 9,4; Mt 6,5. ocasión para ello, pero las reglas se dirigen en Me a la comunidad eclesial.
156 El Evangelio según Marcos Los discípulos y los Doce 157
los creyentes? ¿Se hallan en Marcos trazas de un afán de «sucesión» (3,13-19) y los envía en misión (6,7-13). La pregunta que les hace
en su «ministerio»? ¿O son los representantes de la comunidad de Jesús acerca de su identidad, señala un giro importante en la ense-
los cristianos, que están invitados a reconocerse en ellos y a hacerse ñanza que les da y en la temática de Marcos (8,27-33). Estas cuatro
con ellos discípulos de Jesús? Hay que dilucidar estas cuestiones escenas jalonan la larga preparación del drama mesiánico que esta-
si se quiere evitar un uso superficial del texto. La respuesta es llará en Jerusalén, en el punto culminante del libro (11-16). La
importante: se trata de definir la clase de continuidad que Marcos primera sección termina con la constitución del grupo de los Doce,
establece entre unas funciones de iglesia actuales, y la vida y las pero hasta su salida a misionar, los discípulos forman un grupo
palabras de Jesús. Para esto hay que comenzar por analizar cómo menos fijo y más amplio. Al regreso de la misión es cuando son
se presenta en la narración a los discípulos o a los Doce: ¿se hace designados frecuentemente como los «discípulos», refiriéndose al
diferencia entre ellos? ¿Qué funciones se les atribuyen? parecer a las mismas personas que los Doce. Esta diferencia en la
denominación no coincide del todo con una diferencia de funciones
atribuidas a las personas así nombradas. En efecto, los Doce y los
discípulos pueden diferenciarse o identificarse sin que cambie su
II. LOS DISCÍPULOS Y LOS DOCE función, pero la de enviado de Jesús sólo se atribuye a los Doce.
Puesto que este rasgo les es peculiar, conviene comenzar por él;
luego será más fácil apreciar la complejidad de la relación Doce/
Los «Doce» están mencionados 12 veces en Marcos 18 y los discípulos.
«discípulos» 44. Nunca se encuentran juntas las dos expresiones,
sino que se siguen en los textos, unas veces refiriéndose a dos
grupos diferentes (por ejemplo, 4,10.34), otras reemplazándose para
designar a las mismas personas (14,12.17.32). Esta variación no 1. La misión de los Doce
está explícitamente justificada (cf. Jn 6,66-69). Algunos críticos han
querido explicarla por el empleo de fuentes distintas, pero la men- La misión de los Doce en Galilea está preparada desde que co-
ción de los Doce se debe en general al redactor de Marcos 19. menzó la actividad de Jesús. Al llamar a cuatro pescadores que
Llama la atención el interés de Marcos por los discípulos o los encabezarán la lista de los Doce, Jesús les comunica que los hará
Doce. Se ha advertido hace tiempo que las relaciones entre las pescadores de hombres (1,17). En Me esta imagen se refiere a la
personas (Jesús, los discípulos, los adversarios, el pueblo) se trans- reunión de los hombres por el evangelio con vistas al Reino de
forman entre algunas escenas típicas en las que generalmente Jesús Dios. De hecho, la institución de los Doce tiene como objetivo su
se encuentra solo con sus discípulos. Cuando ya se ha calificado misión: de compañeros de Jesús («instituyó Doce para que estu-
en general la actividad de Jesús en Galilea (1,14-15), dejando de vieran con él»: 3,14; cf. 5,18) llegarán a ser los colaboradores
lado toda preparación psicológica y todo interés biográfico, nos asociados a su obra (3,14-15; 6,7-13.30)20. Portadores del mismo
ponen delante a Jesús llamando en su seguimiento a cuatro pesca- mensaje de conversión (1,15.38; 3,14; 6,12), enseñan como Jesús
dores, y a éstos, dejando para seguirle redes, barca, ocupación (1,21; 4,1-2; 6,2.6.30) y como él expulsan a los demonios (cf. 1,39
familiar (1,16-20). Después Jesús llama y establece a los Doce y 3,14-15; 6,12-13). Pero sólo del Maestro se dice que «enseñaba
como hombre que tiene autoridad» (1,22) y sólo él es comparado
1B con el hombre muy poderoso que puede, por el Espíritu Santo,
3,14.16; 4,10; 6,7; 8,19; 9,35; 10,32; 11,11; 14,17: la expresión «uno vencer al hombre poderoso, Satanás, y destruir su reino (3,23-29;
de los Doce» vuelve de nuevo a propósito de Judas en 14,14.20.43. Además,
la mención de Santiago y Juan 10,41 habla de los «otros diez».
19 20
Cf. V. Taylor, The Gospel according to St. Mark (Londres 1952) 74-75; Sobre el trabajo redaccional perceptible en estos textos, cf. B. Rigaux
B. Rigaux, Die «Zwolf» in Geschichte und Kerygma, en Der historische Jesús (art. cit. nota 19) y J. Roloff, Apostolat-Verkündigung-Kirche (1965) 145-148,
und der kerygmatische Chrishis (Berlín 1962) 470-476. No se deduce de esto 150-152. Sobre la mención tradicional de los discípulos, más bien que de
que Me haya «inventado» a los Doce; su existencia (cf. 1 Cor 15,5) y su los Doce, a propósito de la misión en Galilea (cf. Le 10,1-16), cf. F. Hahn,
institución por Jesús (cf. B. Rigaux, ibid.) son en Me unos datos que pro- Das Verstandnis der Mission im Neuen Testament (1963) 32-36. Sobre Me
porciona la tradición. Sobre las menciones de los Doce en Me, cf. infra las 6,7-13, cf. J. Delorme, La mission des Douze en Galilée: Assemblées du
notas 20, 32, 33, 41. Seigneur, nueva serie n.° 46 (1974).
158 El Evangelio según Marcos Los discípulos y los Doce 159
cf. 1,7.12-13). Los Doce participan en su misión y en su obra a lizada por los Once, en tanto que en el libro en 13,10 la perspec-
título de enviados o de «apóstoles», como los llama el texto al tiva quedaba ampliamente abierta: «Es preciso que lo primero sea
regresar de su misión (6,30) 21 , sin tener que explicar este término proclamada la buena nueva a todas las naciones». La perspectiva
conocido por los lectores. No sabremos nunca si, según Marcos, se extiende hasta el regreso de Cristo y excede la obra de los Once:
los Doce son los únicos que pueden ser designados así, como su-
se trata del deber primordial que caracteriza al tiempo de la Iglesia.
cede en Le y Hch (cf. Mt 10,2: «los doce apóstoles»). En todo
El texto no determina quiénes deben ejecutarlo, pero el contexto
caso, si los Doce son apóstoles, su calidad de enviados de Jesús se
remonta según Marcos a su época de actividad en Galilea. sugiere que ese deber incumbe a todos los lectores. En efecto,
esta palabra de Jesús se dirige a Pedro, Santiago, Juan y Andrés,
El fin precipitado del libro primitivo en 16,8 no da lugar a
los cuatro primeros llamados, pero la conversación termina con una
ninguna palabra de misión del Resucitado a los discípulos. La cita
en Galilea que Jesús les había dado antes de morir, no les fue advertencia dirigida a «todos» (13,3.37) y, tanto su contenido
confirmada más que por las mujeres que fueron al sepulcro en la como su redacción, atestiguan su interés por los lectores de Mar-
mañana de Pascua (14,28; 16,7-8). De todas maneras esta cita in- cos 23. Además la publicación del evangelio está asociada a la per-
dica que la resurrección de Jesús va a inaugurar una época nueva secución y sobre todo a la comparecencia «ante los gobernadores
para los discípulos y para Pedro. Y la inauguración de la actividad y reyes para dar testimonio ante ellos» (13,9) 24 . Ese testimonio
misionera de Jesús en Galilea deja suponer que el reunir otra vez sirve para anunciar el evangelio a los gentiles. Ahora bien, según
a los discípulos tiene como finalidad la evangelización de los gen- el libro, todo discípulo puede verse obligado a perder su vida, su
tiles 22 . Pero esto sólo está dicho en el final canónico (16,9-20) familia y sus bienes «a causa del evangelio» y a hacer profesión
que suple al silencio del texto original refiriendo no sólo la orden pública de su fe en Jesús y de su fidelidad a sus palabras (8,34-38;
dada a los Once: «Id por todo el mundo, proclamad el evangelio 10,29-30)25. Podemos concluir que la evangelización a todas las
a todas las criaturas» (v. 15), sino también la ejecución de esta naciones es una obligación recordada a todos los discípulos de
orden: «Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Jesús mientras existan. Este deber está en línea de continuidad
Señor con ellos y confirmando la palabra con las señales que la con la misión de los Doce, pero no se advierte ninguna preocupa-
acompañaban» (v. 20). Este final es coherente con el conjunto ción particular relativa a una sucesión propiamente dicha.
del libro, puesto que la reunión en Galilea de los Doce o los Once Esto no prejuzga la existencia o no existencia, en tiempos de
está anunciada dos veces (14,28; 16,7; cf. 14,17). Este final, como Marcos, de misioneros designados o reconocidos para la evangeli-
todo el libro, acentúa la predicación universal del evangelio; in- zación de los gentiles. Es posible, en efecto, destacar en las con-
siste también en el poder del Señor y en los milagros que acom- signas de Jesús a los Doce, según 6,8-11, unas características que
pañan a la predicación de la palabra, como ya lo hizo al explicar corresponden a la práctica misionera de después de Pascua 26 . Iban
la parábola del sembrador (4,20) y con ocasión de la misión en
Galilea de los Doce (6,7.13.30). 23
13,10 está visiblemente insertado para aclarar 13,9. Acerca de la com-
Los últimos versículos narran como algo pasado la misión rea- posición por Marcos de 13,9-13 partiendo de elementos tradicionales, cf. R.
Pesch (op. cit. nota 2) 125-137.
24
21 Cf. G. Minette de Tillesse y R. Pesch, op. cit. nota 2.
Este versículo de unión debe ser de Me. Varios testigos del texto 25
La ensambladura de 8,34-35 con 36-37 puede atribuirse a Me, como
leen en 3,15: «(e instituyó a los Doce) a los cuales llamó apóstoles». Esta también la aclaración «y a causa del evangelio» en el versículo 35; cf. K. G.
variante, corrientemente explicada por la influencia de Le 6,13, es conside- Reploh [op. cit. nota 2) 125-142. Hay que advertir las particularidades de
rada original por B. Rigaux (art. cit. nota 19) 473, n. 13 y por E. Haenchen, Me en relación a Mt y Le, especialmente la mención de las persecuciones.
Ver Weg Jesu (Berlín 1966) 247-248. Estas palabras de Jesús se aplican a «todos los que» y no sólo a los oyentes
22
Sobre la Galilea de Me, abierta a los paganos, cf. J.-M. Van Cangb, inmediatos nombrados en el texto.
La Galilée dans l'Évangile de Marc: RB 79 (1972) 59-76; J. Delorme (op. cit, 26
Me resume y compara aquí unos elementos separados en la tradición
nota 4) 14-15, 66-69. El viaje de Jesús a Tiro y a Sidón (7,24.31) debe rela- o tomados de un conjunto más extenso (cf. Mt 10,7-15; Le 9,3-5; 10,2-16).
cionarse con la gran multitud que llegó de esa región, según 3,8: los datos Cf. Hahn (citado en la nota 20). El envío «de dos en dos» es un rasgo
del trabajo redaccional son numerosos en la descripción de la muchedumbre arcaico, pero corresponde a la práctica misionera de la Iglesia primitiva (1 Cor
en 3,7-12, que precede al relato de la institución de los Doce y anuncia el 9,6; Hch 8,14; 13,2; 15,36-40). El objeto de la predicación en 6,12 no vuelve
universalismo de la misión según Me. a referirse a la proximidad del Reino de Dios (cf. 1,15); puede haber aquí
160 El Evangelio según Marcos Los discípulos y los Doce 161

de dos en dos, sin provisiones, en unos sitios eran acogidos en los Doce va unido a un interés por la prosecución de la obra a la
alguna casa que se convertía en el centro de reunión de una comu- que Jesús los ha asociado. La misión de ellos fundamenta en la
nidad naciente, en otros sitios, mal recibidos y obligados a mar- voluntad de Jesús una necesidad siempre actual en la Iglesia.
charse a otra parte 27 . El anuncio del evangelio iba acompañado
de «señales» extraordinarias que Pablo interpretaba como una reco-
mendación del Señor, preferible a las cartas de las iglesias al enviar 2. Las funciones de los compañeros de Jesús
misioneros. Las instrucciones de Jesús podían, pues, ser leídas en el conjunto del libro
como el código del apostolado en la Iglesia. Pero el texto no in-
dica que inaugurasen una cadena de transmisión de un mandato o El relato de la misión de los Doce señala un giro importante
de algún «poder». El «poder» (exousia) dado a los Doce se refiere en el libro. Es la primera vez que Jesús hace participar en su obra
a la eficacia de los exorcismos y en Me ésta y la facultad de hacer a unos hombres. Hasta este momento los discípulos parecían más
milagros no se consideran, en general, como una señal reservada numerosos que los Doce, desde ahora no se puede establecer entre
a los enviados de Jesús ni exclusiva del grupo de sus discípulos ellos una clara diferencia. ¿Tienen significado distinto esas dos
(9,23.28-29; 38-39; 11,22-23) 28 . Por otra parte, las consignas de denominaciones para Marcos y sus lectores? ¿Representan algo de
Jesús tales como las presenta Marcos resaltan en el retrato de los interés actual, por ejemplo, que los Doce fueran los responsables
misioneros los rasgos que serán luego los de todos los discípulos. dé las iglesias, y los discípulos, la comunidad en su conjunto? La
La renuncia a asegurarse la propia subsistencia está en la línea respuesta no es sencilla. Veremos que el papel asignado a los dis-
de la renuncia que a todo creyente puede pedírsele a causa del cípulos o a los Doce, se trate o no de las mismas personas, es
evangelio (10,29-30; en 10,21 el rico es llamado para seguir a mucho más significativo que los nombres que se les atribuyen.
Jesús, no para ser apóstol). Y la insistencia en el riesgo de una Cuando los Doce y los discípulos pueden distinguirse, su papel es
mala acogida (6,10.11; cf. Mt 10,11-14) corresponde a la dificul- idéntico. Cuando parecen identificados, el cambio de nombre no
tad, según Me, de seguir a Jesús, de guardar y confesar su palabra basta para señalar un cambio de función. Es importante estar aten-
delante de los hombres (4,17; 8,34-38; 13,9-13). tos a estas funciones y al sentido que tienen para los lectores.
De este modo los Doce, apóstoles de Jesús, representan en el
pasado las figuras históricas de una misión para la cual el mismo a) Antes de la misión de los Doce.
Jesús los había instituido. En ellos se inauguró un tipo de misio-
neros, gracias a los cuales la predicación del evangelio se continuó La vocación de Simón y Andrés, Santiago y Juan, prepara la
después de Pascua. Esta predicación caracteriza al tiempo de la institución y la misión de los Doce. Pero el relato del llamamiento
Iglesia y se recuerda este deber a toda la comunidad depositaría de Jesús a seguirle dejando oficio y bienes, no es peculiar de los
de las palabras de Jesús delante y por los hombres. El interés por Doce 29 : concierne también a Leví, en él tenemos un ejemplo de la
llamada a los pecadores admitidos a su mesa (2,14-17) 3°. También
una influencia de la actualidad de Me, pues entonces se predicaba a Jesu- se aplicará a un hombre rico, sin que signifique una propuesta de
cristo, pero no el Reino de Dios. participación en la función característica de los Doce (10,21) Sl . Al
27
Comparar con Jesús «en casa» (3,20; 7,17; 9,28.33; 10,10) o viéndose subrayar la renuncia necesaria para seguir a Jesús, la narración no
obligado a irse a otro sitio (5,17; 8,13).
28
J. Coutts (art. cit. nota 1) se atiene a propósito de este «poder» a la 29
consideración de los Doce como personajes del pasado y no muestra el al- Este relato tradicional presenta un doble interés catequético, todavía
cance más amplio de las palabras de Jesús. El episodio del exorcista extraño visible en Me; ofrece a los cristianos un paradigma de su llamamiento a la
al grupo de los discípulos (9,38-39) responde a una cuestión de actualidad fe y, como se trata de cuatro de los Doce, fija una imagen típica de la lla-
para las iglesias y manifiesta que ese «poder» no podía monopolizarlo nadie; mada de Jesús a esos hombres conocidos que desempeñaron un papel decisivo
cf. J. Delorme, ]ésus enseigne ses disciples. Me 9,38-48, Assemblées du Sei- en los comienzos de la Iglesia; cf. R. Pesch, Berufung und Sendung, Nach-
gneur, nueva serie n.° 57 (1971) 56-58. Las palabras de Jesús en 9,28-29 y folge und Mission Eine Studie zu Mk 1,16-20: ZKT 91 (1969) 1-31.
30
11,22-23 ofrecen unos indicios lingüísticos que las relacionan con personas Cf. B. Van Iersel, La vocation de Lévi, en De Jésus aux Évangiles
distintas a los oyentes designados por el texto (el «vosotros» se amplía con (Gembloux 1969) 212-232; R. Pesch, Das Zollnergastmahl (Mk 2,15-17), en
el «todo el que») y con un tiempo diferente de aquel en que habla Jesús Mélanges Beda Rigaux (Gembloux 1970) 63-88.
31
y que engloba el tiempo de los lectores (especialmente en 9,23.29; 11,24). Cf. S. Légasse, L'appel du riche (1966).
11
162 El Evangelio según Marcos

se refiere a los Doce como enviados, sino a los discípulos tales como b) Después de regresar los «apóstoles» (6,30).
Jesús los quiere con un afán expresado en palabras que van más
allá de sus oyentes directos y se dirigen a los lectores del libro Los Doce cumplieron su misión (6,12-13). Cuando dan cuenta
(8,34-38; 10,29-30). La llamada a los discípulos sirve de modelo de ella a Jesús, se les llama «los apóstoles» (6,30). Luego la narra-
a la vida cristiana. ción habla ordinariamente de los «discípulos», sin que aparezcan
Tras el llamamiento de los cuatro primeros y el de Leví, em- en escena nuevos personajes. Los Doce serán llamados así sólo
piezan a ser nombrados los «discípulos» (2,15.16.18.23). No son cuando se disputan por cuestiones de rango y autoridad (9,35;
éstos los únicos: «eran muchos los que le seguían» (2,15). El texto 10,32.35.41), después al entrar Jesús en Jerusalén (11,11) y final-
los muestra como solidarios de Jesús, lo mismo ante las objeciones mente en la última cena (14,7). Los discípulos o los Doce conser-
de sus adversarios, que en las respuestas que Jesús les da (2,15.16. van siempre su papel de testigos y oyentes de los hechos y de las
17.23). Actualizando esta circunstancia podríamos decir que los dis- palabras de Jesús. Son auxiliares suyos en las dos multiplicaciones
cípulos representan a las iglesias solidarias de Jesús frente a las de pan (6,35-44; 8,1-9). Por otra parte, las discusiones sobre el
impugnaciones judías. rango y la lección que Jesús da a los Doce a este respecto, suponen
Cuando Jesús se retira ante sus enemigos que quieren elimi- que a su denominación va ligada cierta autoridad. Por último, la
narle (3,6), se va «con sus discípulos» y se dirige «al mar», lugar función de los Doce durante la última cena debe compararse a la
de encuentro con la multitud (3,7; cf. 2,13; 4,1). Pero entre la de los discípulos en la multiplicación de los panes.
institución y la misión de los Doce se efectúa una distinción que 1. Los discípulos y la cena del Señor. Después de regresar
afecta a la multitud y a «los que rodeaban a Jesús con los Doce» de la misión, «los apóstoles» siguen asociados a la obra de Jesús
(4,1o) 32 , designados luego como «los discípulos» (4,34). Parece en los dos relatos de multiplicación de los panes. El primero nos;
que los Doce se distinguían de los discípulos por una convivencia muestra cómo Jesús hace actuar a «los discípulos»33 (6,35-44).
más estrecha (4,10), pero su denominación no denota una función A ellos sólo se les ocurre una solución humana (despachar a la mul-
particular. Igual que los discípulos, son oyentes y testigos privi- titud) porque no ven otra. Y Jesús les pide que den ellos alimento
legiados de unas acciones y una enseñanza de Jesús que la multitud a la multitud, que saquen sus provisiones, organicen la comida,
ni vio ni oyó (4,10-25.34; 4,35-5,43), pero que estaban destinadas coloquen a la gente en orden y les repartan el alimento. El segundo
a ser conocidas por todos (4,21-22). De este modo se proyecta luz relato subraya más la iniciativa de Jesús; el papel de los discípulos
sobre la vida común con Jesús que, según 3,14, era uno de los se reduce a servir la comida (8,1-9). Los doce cestos llenos con
objetivos de la institución de los Doce: el «estar-con» Jesús pre- las sobras de la primera comida y otros varios indicios del origen
cede y condiciona la colaboración en su obra. Pero no es éste un judeocristiano del relato 34 , sugieren que se ha tenido a la vista
privilegio exclusivo de sus futuros enviados, se concede también una tradición a la que interesaba el papel de los Doce en la agru-
a los discípulos. pación y ordenación del pueblo, reunido por el Mesías, pastor de
En esta referencia a los discípulos y a los Doce hay un doble Israel. El contexto de Marcos no omite este aspecto de la narración,
interés. Por una parte, fundamenta el valor del testimonio de esos puesto que identifica a los discípulos con los Doce.
compañeros de Jesús: vivieron con él. Por otra, vemos anticipada Los dos relatos de multiplicación de panes deben relacionarse
en ellos la situación de los creyentes, llamados también a seguir a con el de la última cena. Los Doce celebran la Pascua con Jesús,
Jesús e introducidos en el secreto divino que sus palabras y sus oyen la revelación del significado de su muerte y participan de
actos manifiestan. Los discípulos constituyen el primer auditorio una comida cuyos alimentos son su cuerpo y su sangre, la sangre
de una catequesis destinada a los lectores que pueden y deben de la alianza abierta ya a todos los hombres (14,17.22-24). Ningún
reconocerse en ellos. indicio señala aquí qué papel sería el suyo en las comunidades
32 33
Es aventurado atribuir en 4,10 unos elementos a Me, distinguiéndolos Las fuentes de Me hablaban, sin duda, de los discípulos. Su identi-
de los de su fuente; cf. G. Minette de Tillesse (op. cit. nota 2) 175-178. ficación con los Doce resulta de 6,30-33, donde abundan los indicios de la
Al menos la mención de los Doce puede atribuirse a Me; establece una redacción de Me; cf. J. Delorme, Jésus, les apotres et la joule. Me 6,30-34,.
unión entre el relato de su institución y la enseñanza reservada a los que Assemblées du Seigneur, nueva serie, n. 47 (1970) 44-58.
34
estaban con Jesús. Cf. B. Van Iersel (art. cit. nota 12); J. Delorme (op. cit. nota 4) 61-63-
164 El Evangelio según Marcos Los discípulos y los Doce 165

futuras y en sus cenas eucarísticas. Pero ese papel se señaló en el medio: Jesús no es sólo el objeto de la fe, sino que nos propor-
primer relato de la multiplicación de panes. Su misión es hacer ciona también la capacidad de comprenderla y de expresarla.
extensiva la cena del Señor a una multitud que ellos deben orga- 2. Los Doce y la primacía en la Iglesia. Después de la pro-
nizar y alimentar. No se trata de un poder cualquiera, sino de fesión de fe de Pedro hay tres anuncios de la pasión y de la resu-
ejercitar la misma misión de Jesús, pastor del pueblo de Dios. rrección, que introducen una enseñanza a los discípulos (8,31-38;
El contexto de las multiplicaciones de panes nos muestra que 9,31-50; 10,32-45). Nada indica que los compañeros de Jesús sean
Jesús tropezó con la incomprensión de los discípulos (6,52; 7,18; o vayan a ser enviados suyos. Sin embargo, reciben lo esencial del
8,14-21)35 respecto a su misión y a la de ellos. ¿Qué es lo que no evangelio predicado después de Pascua M . El texto los designa
comprenden? Lo primero, la identidad de Jesús y su poder de en general, como «los discípulos» que oyen sus enseñanzas. A tra-
actuar sin miras humanas (6,49-52; 8,14-21). Pero tampoco caen en vés de ellos los lectores fácilmente se sienten interpelados: las
la cuenta de su propio papel y de los recursos de que disponían palabras de Jesús se dirigen a todos los que quieran seguirle
para realizarlo. No comprenden que Jesús suprime el obstáculo (8,34-38) 39 . La catequesis a los discípulos relatada por Me está
para que judíos y gentiles se reúnan a su mesa y en su pueblo destinada a los cristianos que tropiezan con el escándalo de la
(7,18-19; 8,1-9)36. No comprenden que con un solo pan y el poder cruz y olvidan las condiciones difíciles e ineludibles para caminar
de Jesús, siempre podrán alimentar a los demás (8,14-21). en pos de Jesús. Los discípulos representan aquí a la iglesia o las
Por lo tanto, pueden sacarse iguales conclusiones de la parti- iglesias cuya fe está siendo probada por la persecución: hay que
cipación activa de los Doce o de los discípulos en la cena del Señor recordarles que «los pensamientos de los hombres» (8,33) pueden
y del envío de los Doce a misionar. Ellos formaron la primera hacer peligrar el «estar-con» Jesús .
comunidad eucarística que abriría la mesa de Jesús a otros, judíos 38
Los anuncios de la Pasión atestiguan un trabajo literario importante
y gentiles, y para los lectores de Me son testigos autorizados por y reflejan la predicación pospascual; cf. G. Strecker, Die Leidens und Aufers-
Jesús mismo y garantes de la tradición fijada en este libro. En tehungsvoraussagen im Markusevangelium: ZTK 64 (1967) 16-39; K. G. Reploh
ellos Jesús manifiesta a toda la Iglesia su voluntad y su poder para (op. cit. nota 2) 101-109. Para la adhesión a la palabra de Jesús, cf. J. Jere-
reunir y saciar al pueblo al que ha sido enviado. Además, a través mías, Le message central du Nouveau Testament (París 1966) 46-49; A. Feuil-
let, Les trois annonces de la Passion et de la Résurrection: «R, Thomiste»
de ellos y de la resistencia que oponen a su pedagogía, quizá se 67-68 (1967) 533-560 y (1968) 41-74. Los anuncios de la Pasión se encuen-
apunte a los cristianos judaizantes que impugnan la apertura de tran en Me, no por ellos mismos, sino para introducir unas enseñanzas a los
la Iglesia a los gentiles. Quizá también representan los discípulos discípulos sobre la manera de seguir a Jesús. El carácter propio de Me de
la construcción de 8,30-10,52 y de la insistencia sobre la incomprensión de
a los cristianos cegados por sus miras humanas respecto a Jesús los discípulos está reconocido por el conjunto de los críticos.
y respecto a sí mismos. Los relatos de la curación de un sordo- 39
No hay que explicar toda la catequesis de Me solamente por las nece-
mudo y de un ciego (7,31-37; 8,22-26) se encargan de prevenir a sidades de los «cristianos, cuyo pastor era Marcos» (G. Minette de Tillesse,
los lectores37 contra la sordera o la ceguera y les advierten el re- op. cit. nota 2, p. 268). Los discípulos no son unas figuras decorativas en
la comunidad de Me (podría pensarse así al leer a Reploh, op. cit. nota 2).
38
La catequesis de Me se interesa también por el pasado y se arraiga en la
Estos pasajes son redaccionales; cf. Q. Quesnell, The Mind of Mark. tradición acerca de Jesús y sus testigos. J. Coutts, en cambio (art. cit. nota 1),
Interpretation and Method through the Exegesis of Mark 6,52 (Roma 1969) tiende a aislar a los Doce entre los discípulos y no se pregunta por el al-
65-66; 105-112. cance, a nivel de su redacción, del cuadro que traza. Es importante estar
38
El contexto geográfico pagano en que sitúa Me el segundo relato des- atento a los indicios lingüísticos de un ensanchamiento de auditorio en la
pués de la ruptura con los fariseos y la abolición de las reglas sobre la manera de referir las palabras de Jesús. La convocación de la multitud para
pureza de los alimentos, le confiere el alcance de una prefiguración de la escuchar esas palabras en 8,34 es uno de esos indicios. La multitud no re-
invitación de los paganos a la mesa del Señor. Este relato, además, proviene presenta a la Iglesia futura que juntará las palabras de los discípulos (como
de una tradición helenística que ya tenía esa significación; cf. B. Van Iersel piensa G. Minette de Tillesse, op. cit. nota 2, p. 416); conserva aquí el
(art. cit. nota 12). papel que se le atribuye en Me: muchedumbre benévola a la que se anuncia
37
Connotación: significación que desborda el sentido lingüístico del enun- el evangelio y de la cual proceden los creyentes que siguen a Jesús. Pero
ciado considerado en sí mismo y que procede de las circunstancias en las con eso subraya aquí la multitud la publicidad de las palabras de Jesús
cuales se hizo el enunciado. Cf. J. Delorme, Guérison d'un sourd-begue. y su alcance más amplio («todo el que»).
40
Me 7,31-37, Assemblées du Seigneur, nueva serie n.° 54 (1972) 33-44. Cf. 1 Cor 1,22-23; 2,1-2; Gal 3,1; Flp 3,18.
166 El Evangelio según Marcos Los discípulos y los Doce 167

El texto vuelve a hablar de los Doce (9,35; 10,32.35.41)" ésta oyen a Jesús definir el tipo de relaciones que caracteriza a la
con ocasión del segundo y tercer anuncios de la pasión, pero antes comunidad de sus discípulos. Esta lección sigue al anuncio repe-
se refería sólo a los discípulos. ¿A qué se debe esto que puede tido de su pasión y resurrección, y las disputas de los Doce re-
parecer extraño? Quizá sea debido a la importancia y al tema de velan que no han comprendido a Jesús. Lo que está en juego es
las dos conversaciones: Jesús censura los diferencias de rango, la continuidad entre él y la Iglesia. Jesús, el Hijo del hombre,
las disputas sobre la preeminencia, la autoridad concebida como que tiene en la tierra el «poder» de Dios (2,10.28; 11,27-33;
un dominio sobre los demás. La entrada en escena de los Doce 12,35-37), cumple su misión no como un amo rodeado de servi-
nos hace pensar que el tema de la autoridad está asociado a ellos: dores, sino como el servidor que depende de todos los hombres
los cristianos los recuerdan como las autoridades de la Iglesia pri- hasta dar su vida por ellos (10,45) M . La condición de servidor es
mitiva 42. inherente a su soberanía, y su autoridad se ejerce en el servicio
Sin embargo, no se puede decir que Jesús se dirige a ellos como universal de los hombres, por los cuales se entrega hasta el fin.
si fueran jefes de iglesias. Discuten entre sí y rivalizan por cues- Sus discípulos renegarían del vínculo que pretenden tener con él,
tiones de rango, como lo hacían en las comunidades. Pero Jesús si su comunidad presentara un tipo de relaciones entre sus miem-
los reprende recordándoles que son como «cualquier otro» en la bros distinto del que él tuvo con todos. Para ellos como para él,
comunidad (9,35; 10,43-44; cf. 9,37.41.42). Al definir cómo ha llevar su cruz es servir al otro. Una comunidad que olvidara esto
de ser el primero, no instaura una regla nueva para distribuir los en la práctica, estaría en contradicción con el mensaje que le sirve
cargos apetecidos. La jerarquía se trastorna: ser el primero es sen- de base: las disputas de los Doce sobre rangos y preeminencias
cillamente ser el último, el siervo, el esclavo que no excluye de son un indicio más de su incapacidad para comprender el anuncio
su servicio a nadie. Al afán de primeros puestos opone Jesús la de la muerte y de la resurrección de Jesús. No se puede demostrar
emulación en la humildad y el deseo de ser útiles a todos. Frente más claramente que la verdad del evangelio está comprometida en
a la autoridad como se entiende por lo común, Jesús establece el la manera de concebir la Iglesia las relaciones que median entre
principio constitutivo de la comunidad de sus discípulos43 defi- sus miembros.
niéndolo por la dependencia mutua y el servicio a todos. El ser
grande y ser el primero no tiene absolutamente nada que ver con 3. Jesús abandonado por sus discípulos. El drama de Jesús
la función que se desempeña en la comunidad. tiene su desenlace en Jerusalén. Allí el enfrentamiento con sus
adversarios lleva, a través de su pasión y de su muerte, a la reve-
De este modo incluso en el ejercicio de su autoridad represen- lación de su identidad (14,61-62; 15,39) y de su victoria secreta
tan los Doce al conjunto de la Iglesia y en ellos los miembros de (16,6). Jesús está con sus discípulos hasta la huida de éstos en el
41
momento de la prisión. Son los Doce, como se precisa en dos cir-
Me ha dado una real unidad a la serie de palabras de Jesús referidas cunstancias (11,11; 14,17). Su papel sigue siendo el de oyentes y
en 9,35-50; cf. J. Delorme {art. cit. nota 28) 53-62. La mención de los Doce testigos de las palabras y acciones de Jesús, cuyo alcance en mu-
(v. 35a) no procede necesariamente de la fuente utilizada y, si ese fuera
el caso, no se debería a la falta de atención de Me, porque refuerza el chos casos llega hasta la comunidad de los lectores de Me (11,22-25;
alcance de la escena y subraya la importancia de las palabras de Jesús que 12,38-39.43-44; 13,1-37; 14,6-9; 38).
van a seguir. No hay nada que indique que los Doce sean sólo una parte Cuando los discípulos fallan en el seguimiento de Jesús son
de los discípulos designados en 9,31-34. De igual modo la sorprendente sustituidos en su función de testigos por unas mujeres «que seguían
introducción al tercer anuncio de la Pasión y a la conversación siguiente
(10,32) debe atribuirse a Me; cf. K. G. Reploh (op. cit. nota 2) 107-108. y servían a Jesús cuando estaba en Galilea» (15,40-41.47; 16,1).
Los Doce pueden distinguirse entre «los que le siguen» (cf. 11,9), sin dis- Ellas están presentes cuando se realiza lo esencial del evangelio:
tinguirse de los que antes eran designados como discípulos (10,23-32). Cf. la muerte, la sepultura y la revelación de la resurrección de Jesús
nota 16.
42 44
Cf. Mt 19,28; Le 22,30 acerca de los tronos que les están prometidos Este versículo parece referirse a la figura del Siervo de Isaías 53, no
para «juzgar» a las doce tribus de Israel. por el verbo «servir» (diakonein no corresponde al hebreo 'abad' general-
43
«Entre vosotros no es así» (v. 43): este presente antes de enunciar mente traducido por douleuein, y aquí el Hijo del hombre sirve a los hom-
una regla en futuro indica que se trata de un principio establecido, de al- bres, no a Dios), sino por su valor sacrificial que parece atribuirse al don
guna manera constitucional, de una comunidad existente; cf. M.-J. Lagrange, voluntario de su vida como rescate (lytron). Este Hijo del hombre-Siervo
Évangile selon Saint Marc (41929) 281; V. Taylor (op. cit. nota 19) 443-444. se opone en Me a la concepción del Mesías que inspiraba a Pedro en 8,29-33.
168 El Evangelio según Marcos Conclusión 169

(cf. 1 Cor 15,3-4). Se las presenta como unos testigos mudos o transmitir a los hombres de parte de Dios: la acción de Dios con
incapaces de hablar cuando reciben el encargo de hacerlo: la noti- miras a su Reino se ha manifestado en la historia y continúa en
cia oída junto al sepulcro abierto las aterra. Sin embargo, las mu- el mundo gracias al evangelio. Por este motivo ocupa un lugar tan
jeres quedarán inscritas en el evangelio para siempre; no se puede destacado en Me el tema del evangelio o de la palabra que hay
narrar éste sin nombrarlas a ellas. Cuando los discípulos encarga- que recibir y proclamar en toda su autenticidad. El secreto con-
dos de transmitirlo andan dispersos, las mujeres, a pesar de su fiado a los discípulos debe ser divulgado. La catequesis que se les
incapacidad para comunicar el mensaje, son tan necesarias como da atañe al modo de ahondar en ese secreto y vivir de él. La mesa
ellos para asegurar ante los lectores de Me la continuidad de la del Señor está abierta a otros invitados, igual que el evangelio se
narración de la vida, muerte y resurrección de Jesús. El final del anuncia a todos los pueblos. Las rivalidades entre los hermanos
libro realza el papel de María de Magdala como mensajera de la por motivos de rango corrompen la verdad del evangelio del Me-
resurrección. Después de ella dos discípulos anónimos llevan tam- sías crucificado.
bién la noticia a los demás, pero no los creyeron. Y al manifestarse
a los Once, el Resucitado les echa en cara su incredulidad, compa- 3. Las funciones atribuidas a los discípulos o a los Doce, ya
rable a la que otros tendrán un día ante la predicación del evan- se trate de dos grupos diferentes (hasta el 6,6) o de las mismas
gelio (16,11.13-16). De este modo el testimonio de los enviados personas (a partir del 6,30), ofrecen un interés de actualidad para
de Cristo asume el de otros testigos menos brillantes, pero autén- los lectores de Marcos.
ticos también. a) Actúan en tres contextos determinados. Son enviados por
Jesús a proclamar su mensaje y a ejercer su poder sobre los demo-
nios: ellos son los Doce a quienes se llama «apóstoles». La parti-
CONCLUSIÓN cipación de los Doce en la última cena debe asociarse al papel de
los discípulos como auxiliares de Jesús cuando pone en orden
La importancia histórica de los Doce en los comienzos de la y alimenta al pueblo. Se nombra especialmente a los Doce en la
Iglesia y de sus ministerios es incontestable. Se refleja en el relato discusión sobre el rango y la autoridad entre los hermanos, tema
que nos hace Me de sus relaciones con Jesús. Este relato atestigua que parece ligado a su título de Doce.
un estudio de lo que la tradición afirma de los actos y palabras de En todos los otros momentos los discípulos, o los Doce, son
Jesús: la presencia de discípulos junto a él y su cooperación en la testigos y oyentes de los actos y palabras de Jesús. Para los Doce
obra del Maestro estaban cargadas de un significado actual para la la vida común con él precede y condiciona su envío a misión y con-
iglesia o las iglesias destinatarias. Entre los libros del Nuevo Tes- tinúa a su regreso. En este caso son discípulos y hasta el momento
tamento, Marcos representa un microcosmos cuyas particularidades de su misión no son los únicos. Después los discípulos son de
hay que respetar. Los datos de Me, interesantes para la teología hecho los Doce y cuando surge la disputa entre ellos por cuestiones
del ministerio según el Nuevo Testamento, deben valorarse ante de rango, Jesús les recuerda unas exigencias válidas para todo dis-
todo en función de la unidad literaria en que se insertan. Con ello cípulo suyo.
percibimos que esos datos conservan su interés hoy día. Desde el comienzo de su actividad en Galilea hasta su prisión
1. Se encuentran en Me algunas importantes funciones de Igle- en Getsemaní, Jesús está siempre acompañado de sus discípulos.
sia: la predicación del evangelio destinado a todos los hombres, Cuando éstos huyen, el papel de testigo recae en unas mujeres que
la catequesis a los creyentes, la cena eucarística, la oración. No se presencian su muerte y sepultura y son las primeras que reciben
da ninguna indicación acerca de los ministerios concernientes a el anuncio de su resurrección.
estas funciones. Existen problemas de autoridad y de rango que b) Este doble aspecto de testigos-oyentes de Jesús y de aso-
perturban a las comunidades. ciados a su obra interesa a los lectores de Me y a nosotros. Por un
2. Las funciones de Iglesia están ligadas al ministerio de lado, el rol de los discípulos y de los Doce es irreemplazable; por
Jesús, ya sea que él las inaugure, o que hable de ellas a sus discí- otro, continúa en las iglesias.
pulos. La continuidad entre Jesús y la Iglesia se hace a través Su oficio, tal como lo describe Me, queda inscrito para siempre
del evangelio, que no es simplemente un mensaje que hay que en la narración evangélica. No puede leerse ésta sin nombrar a sus
170 El Evangelio según Marcos Conclusión 171

primeros testigos y primeros heraldos. Garantizan la tradición y con Jesús a la Iglesia de después de Pascua y nos obliga a interpe-
están presentes en el relato siempre actual que la Iglesia hace de larnos sobre nuestra fidelidad a los valores esenciales que funda-
sus orígenes. Desde este punto de vista, su papel es único, como mentan juntamente a la Iglesia y a todo ministerio. Esos valores
únicos son también la llamada, la lección y la institución de los para Me se resumen en el evangelio. El evangelio repercutió por
Doce por Jesús. la palabra de Jesús en la llamada de los discípulos y en la ense-
Desde otro aspecto, su función la realizan otras personas en la ñanza que recibieron, y los Doce fueron instituidos para el servi-
Iglesia. Pero esto se manifiesta de modo diferente cuando están cio del evangelio. En ellos Iglesia y ministerio nacieron juntos de
asociados a la obra de Jesús, y cuando ven sus acciones y escuchan la palabra de Dios y para ella. Por ellos, Iglesia y ministerio tienen
sus palabras. La actualidad de las funciones de iglesia que se hallan sus raíces en la misión de Jesús y participan doblemente en ella:
en Me supone que hay hombres que las ejercen, pero no encontra- beneficiándose de levangelio predicado por Jesús y colaborando
mos ninguna indicación acerca de ellos ni acerca de ministros su- en él. La participación, que es lo propio de los ministros en la
cesores de los Doce. A todos se recuerda el deber de llevar el Iglesia, no puede constituir un monopolio. Los ministros son ante
evangelio al mundo entero, pero no se menciona quién efectúa esta todo discípulos como todos los cristianos. Y el ejercicio de sus
misión. La catequesis a los creyentes, la cena eucarística, la oración, funciones y de su capacidad para liberar a los hombres, no exime
pertenecen al hoy de los lectores, pero no se determina el modo de su responsabilidad a la comunidad: el deber de divulgar el evan-
de realizarlos. No hay nada que sugiera que a la función activa gelio se atribuye a todos y el poder contra Satanás concedido a
de los Doce corresponda algún ministerio misionero, pastoral o dia- los Doce puede ejercerse también fuera de su círculo. No niega
conal, algún servicio de enseñanza o presidencia, pero es indudable Marcos que existan diversas razones para colaborar en la obra de
que los hay en la época de Me; las disputas por la precedencia son evangelización, pero no se fija en esto.
una prueba indirecta de ello. Pero el interés del libro no está ahí. Al cimentar así Iglesia y ministerio en el ministerio y la pala-
El problema de la sucesión de los ministerios y de su relación con bra de Jesús, Me previene los peligros de una estructura jurídica
el de los apóstoles, sin duda no se planteaba todavía. El recuerdo que se contentase con justificar unos poderes excepcionales, por
de los orígenes estaba cercano y la continuidad histórica de la un mandato transmitido desde los comienzos. Y previene también
Iglesia a través de sus primeras grandes crisis debía percibirse aún. contra los peligros de un actualismo inconsciente que, apoyado en
En cambio, la función de los discípulos y de los Doce como oyen- la acción actual de Dios, rompiese con la tradición de Jesús y de
tes de Jesús ha llegado a ser la de todos los creyentes. El título de los Doce. Además, al subrayar la cualidad de discípulos de los Doce
discípulos más frecuente que el de los Doce o el de apóstoles, y su «estar-con» Jesús, Me nos pone en guardia frente a una con-
realza el vínculo con Jesús, que será el que tendrá con él todo cepción puramente funcional del servicio del evangelio. La conti-
cristiano por su adhesión al evangelio. De este modo los Doce en nuidad de la obra de Jesús se valora en función de la autenticidad
cuanto apóstoles son y siguen siendo los enviados de Jesús, pri- evangélica de una vida cristiana que sigue las huellas de Cristo
meros testigos y garantes del evangelio. Y en cuanto discípulos crucificado. Interpelarse sobre la verdad de la acción de Dios entre
representan a la comunidad que escucha la palabra, es interpelada nosotros no es hablar de tareas y métodos, sino, ante todo, po-
por ella y debe estar a su servicio. En ellos Iglesia y ministerio se nerse a la escuela de Jesús para verificar si estamos con él en su
identifican. camino. Cuando Marcos alude a problemas suscitados en las comu-
Si el libro de Me puede desilusionar al hacer una investigación nidades por la diversidad de funciones y aptitudes, denuncia el
acerca de los ministerios en su época, resulta fundamental, sin peligro de corromper el evangelio y de traicionar al Hijo del hom-
embargo, para una teología de la Iglesia y del ministerio. En efecto, bre que vino para servir hasta el sacrificio de su vida. Servir así,
la identidad esencial de la obra divino-humana realizada por Jesús en espíritu de dependencia y sin exclusivismos, tal es la regla
y continuada en y por la Iglesia es importantísima en el aspecto constitutiva de la comunidad de los discípulos: lo exige el evangelio
teológico para hacer una investigación sobre el ministerio. El obje- para ser recibido y transmitido siendo fieles a Jesús.
tivo de Me trasciende los problemas de la distinción de ministerios
a lo largo de la historia de la Iglesia: al trazar la semblanza de los
Doce, discípulos y enviados de Jesús, aclara el vínculo que une JEAN DELORME
El Evangelio según Mateo 173

datos. Por este motivo hemos juzgado preferible, antes de tratar de


la organización, exponer la idea de la sociedad cristiana tal como se
deduce del primer Evangelio: no es enteramente inédita, pero posee
la suficiente originalidad para merecer cierto relieve dentro del pen-
samiento apostólico *.

CAPITULO IX
* Bibliografía

EL EVANGELIO SEGÚN MATEO Las obras o estudios siguientes se citarán después en este artículo sólo
con el nombre del autor y, eventualmente, la fecha.
G. Bornkamm, Die Binde und Losegewalt in der Kirche des Matthaus,
en Die Zeit Jesu, Homenaje a H. Schlier (Friburgo de Brisgovia 1970) 93-107,
El marco histórico en el que se compuso el primer Evangelio es- o en G. Bornkamm, Geschichte und Glaube II, Gesammelte Aufsatze IV
capa en gran medida a la ciencia contemporánea. ¿Quién es el autor (Munich 1971) 37-50.
de este escrito? ¿Dónde fue redactado? ¿A qué tipo de iglesia hay G. Bornkamm, G. Barth, H. J. Held, Überlieferung und Auslegung im
que asociar sus orígenes? No se puede responder a estas preguntas Matthausevangelium (21960) (51968).
sin acudir a hipótesis e incluso a suposiciones gratuitas. Uno de los E. Cothenet, Les prophétes chrétiens dans l'Évangile sélon saint Matthieu,
en L'Évangile selon Matthieu. Rédaction et théologie (Gembloux 1972) 281-
motivos de nuestra ignorancia es el género literario adoptado. Los tres 308.
primeros evangelistas recogen, además de los recuerdos de Jesús, la W. D. Davies, The Setting of the Sermón on the Mount (Cambridge 1964).
herencia de unos testimonios orales o escritos que, elaborados en D. R. Haré, The Theme of Jewish Persecution of Christians in the Gospel
el seno de las iglesias, demuestran su fe y su existencia concreta. according to St. Matthew (Cambridge 1967).
Estos autores tienen gran personalidad, pero a veces encubren sus R. Hummel, Die Auseinandersetzung zwischen Kirche und Judentum im
Matthausevangelium (Munich 1963, 21966).
intenciones —y por tanto las circunstancias que les movieron a es- J. Lambrecht, The Parousia Discourse. Composition and Context in Mt
cribir— empleando materiales anteriores, susceptibles de inducir a XXIV-XfV, en L'Évangile selon Matthieu. Rédaction et théologie (Gembloux
error. El lector de Mateo no escapa a este peligro, y tiene que estar 1972) 309-342.
siempre atento para no cometer anacronismos. E. R. Martínez, The Interpretation of «Oi Mathéíai» in Matthew 18-
CBQ 23 (1961) 281-292.
Otra dificultad proviene de la intención de los evangelistas. Su J. Murphy-O'Connor, Peché et communauté dans le Nouveau Testament-
objetivo no es legislar en materia de organización eclesial, sino que RB 74 (1967) 161-193.
ante todo se proponen estimular e incluso rectificar la vida cristia- W. Pesch, Die sogenannte Gemeindeordnung Mt 18: BZ 7 (1963) 220-235.
W. Pesch, Matthiius der Seelsorger (Stuttgart 1966).
na. Esto es aplicable a todos los evangelistas, y especialmente a G. Strecker, Der Weg der Gerechtigkeit. Untersuchung zur Théologie des
Mateo, cuya visión moral tiene un sello particular. A esto se debe Matthaus (Gotinga 31971).
la escasez de resultados obtenidos al investigar sobre la marcha con- K. Tagawa, People and Community in the Gospel of Matthew. NTS 16
creta de su comunidad, su estructura y los ministerios que existen (1969-70) 149-162.
en ella. W. G. Thompson, Matthew's Advice to a Divided Community: Mt 17 22-
18,3} (Roma 1970).
Por otra parte, en lo referente a nuestro evangelio, está mal plan- W. Trilling, Das wahre Israel. Studien zur Théologie des Matthaus-Evan-
teado el problema de los «ministerios» o, al menos, se plantea en geliums (Munich 31964).
forma demasiado restringida. En efecto, nuestros informes sobre la W. Trilling, Amt und Amtsverstándnis bei Matthaus, en Mélanges bibliques
Iglesia de Mateo —es decir, su estructura, su organización— son (Hom. a Beda Rigaux, Gembloux 1970) 29-44.
escasos, pero no ocurre lo mismo si se considera a la Iglesia según W. Trilling, Zum Petrusamt im Neuen Testament. Traditionsgeschichtlicbe
Überlegungen anhand von Matthaus, 2 Petrus und Johannes: «Theologische
Mateo, o sea la «eclesiología» que se desprende de su obra: hay aquí Quartalschrift» 151 (1971) 110-133.
una doctrina cuya riqueza contrasta con la pobreza de los primeros R. Walker, Die Heilsgeschichte im ersten Evangelium (Gotinga 1967).
I. UNA PRESENCIA ACTUAL Y DETERMINANTE: II. LLAMADA AL PASADO
CRISTO CON LOS SUYOS

Constituye una paradoja el hecho de atestiguar los evangelios la


Sean los que fueren los rasgos de semejanza entre la Iglesia de actualidad de Cristo, su mensaje, las obligaciones inherentes a él,
Mateo y sus antecedentes judíos, se aparta de éstos por un conoci- y al mismo tiempo manifestar el afán de volver a hallar el pasado
miento esencial que comparte el conjunto de las cristiandades apos- para extraer de él luz y orientación. Nada de extraño tiene esto en
tólicas, no sin imprimirle un carácter propio que reclama atención. una época en que la Iglesia empieza a alejarse de sus orígenes, van
El Jesús de la historia ya está lejano, pero no importa. Sin limitarse desapareciendo unos tras otros los primeros jalones de la tradición,
a un mero recuerdo, la fe expresada en el primer Evangelio, persua- aquellos que unos decenios antes «comieron y bebieron» con el Sal-
dida de la presencia de Cristo glorificado en medio de los suyos, vador (cf. 13,26). La Iglesia se vuelve hacia ellos, y no pudien-
se refiere a él como al guía inmortal de su destino individual y colec- do interrogarles en persona se remite a ellos como herederos direc-
tivo. Cristo es el fundador de la Iglesia (16,18), más aún, la regla que tos de Jesús y hace revivir las relaciones que en su tiempo tuvieron
determina la existencia moral de los miembros de esta sociedad son con el Maestro. Estos privilegiados son colectivamente «los Doce»,
sus «palabras» (7,24-26), que siguen dirigiéndose a ellos y son el grupo cuyo recuerdo aún reciente fue comunicado a Mateo por la
explicadas por los «doctores», estando él mismo presente en su tradición oral y por fuentes escritas. Está claro que entonces i ese
asamblea (18,20). Esta es una verdad tan básica en la teología de grupo ya no ejercía el poder que había sido suyo en los orígenes de
Mateo que la hallamos al final de su libro como la máxima que com- la Iglesia. Pero a falta de poder actual o de sucesores explícitos del
pendia a todas las demás: «Sabed que yo estoy con vosotros todos colegio de los Doce, éste desempeña en el Evangelio de Mateo un
los días hasta el fin del mundo» (28,20). Cristo en persona se en- importante papel que vamos a intentar definir.
cuentra aquí poderosamente activo 1 y revelador, actualizando sin Está asociado a la paradoja de esta vuelta a los comienzos. Por
cesar el primer brote de la renovación que proclama. Por lo tanto, una parte, en Mateo los Doce tienden a fundirse con el grupo de
no existe el peligro de una postura estática, porque esta presencia los «discípulos» 3 en el que los cristianos que leen el Evangelio se
es vida y Mateo más que nadie manifiesta un empeño constante pueden reconocer con facilidad con sus rasgos positivos y negativos,
por evitar todo tipo de inmovüismo: la palabra no adormece, al recibiendo así una catequesis apropiada a su situación presente. En
contrario, despierta, estimula, rehace y, aun en ambientes de «jus- efecto, Mateo evita hablar de los Doce sin más 4 ; en cambio, es el
único que usa la expresión «los doce discípulos» 5 y dice a veces
ticia», nunca deja al cristiano descansar (5,20). Se comprende tam-
«los discípulos» donde Me escribe «los Doce» 6; otras veces alterna
bién opuesta al inmovilismo religioso y penetrada de sus relaciones
ambas denominaciones 7, mostrando así que pueden intercambiarse.
directas con Cristo, la fe que expresa Mateo, no ha necesitado Como grupo diferenciado, los Doce pierden gran parte de su iden-
subrayar las estructuras. Su existencia se supone, pero la referencia tidad y con ello adoptan un aspecto universal que da actualidad a su
a ellas hubiera podido disminuir en el lector su certeza fundamen- fisonomía. Por otro lado, no quedan transformados en figuras deco-
tal respecto al caudillo divino y a la influencia que de él se deriva. rativas encargadas de encarnar la Iglesia presente. No en vano ac-
2
1 Con la mayoría de los críticos actuales, situamos el origen del primer
La expresión «con vosotros» (28,20) evoca una presencia dinámica según Evangelio después del año 70. Cf., por ejemplo, B. Rigaux, Témoignage de
la Biblia, donde el «estar-con» de Dios implica la ayuda que a lo largo de l'évangile de Matthieu: DDB (1967) 19.
la historia procura Dios a su pueblo encaminándolo a la meta que le ha 3
Cf. infra 186-187, notas 53 y 54 y pp. 269-270.
fijado: Dt 1,42; 20,1.4; 31,6.8; Jue 6,16; Is 7,14; 41,10; 43,1.5; Ag 1,13. 4
Excepciones: 10,5: «esos Doce», un enlace que une la lista precedente
No es indiferente que esta función de Cristo «Emmanuel», «Dios con no- y el envío a misión, lo mismo que la fórmula «Judas, uno de los Doce»
sotros» (Is 7,14) figure al principio (1,23) y al fin del evangelio: Cristo, en (26,47 par. Me 14,43).
efecto, prolonga coronándolas, las intervenciones divinas del pasado en vistas 5
10,1; 11,1; 26,20 v 1; cf. 28,16 («los Once discípulos»).
a la salvación, primero respecto a Israel y luego, después de la repulsa de 6
13,10; cf. Me 4,10; 18,1; cf. Me 9,35.
éste, a la Iglesia que lo reemplaza. 7
9,37; 10,1.2.5; 28,7.8.16.
176 El Evangelio según Mateo Llamada al pasado 177
túan en torno al Jesús de la historia y reciben de él consignas y ¿En qué consiste esa responsabilidad? En el hecho de recibir
reproches. No sin motivo menciona Mateo ese nombre de «Doce» de Cristo toda garantía y todo poder. Este cuadro cuyos rasgos
que los inscribe en un pasado difícil y pragmático. En estos Doce palestinenses (o siropalestinenses) son indudables, rebosa de expre-
los cristianos se reconocen ellos mismos, pero también ven a los hom- siones tradicionales fácilmente comprensibles: Pedro es la «roca», es
bres garantes de una organización que la Iglesia hace suya alegando decir 15, que la Iglesia puede y debe apoyarse en él porque «garan-
los vínculos que la unen a Jesús 8 . tiza» 16 su perennidad y la invulnerabilidad contra los ataques de
Este doble aspecto, que es lícito subrayar al hablar de los Doce, los poderes de muerte («las puertas de los infiernos»). Puede tam-
es aún más evidente cuando se trata de Pedro. Ciertamente, si nos bién servirse con entera seguridad del poder que se le confía para
limitáramos a determinados pasajes podríamos decir que carece de guiar a los fieles al Reino de los cielos. Eso significan las «llaves»
personalidad y se reduce a representar la encarnación estilizada del entregadas a Pedro que conciernen al gobierno total del Reino " .
cípulo de todos los tiempos en sus actitudes positivas (4,20=16,16) Igualmente, y como consecuencia, «atar» y «desatar» 18 es decidir
y más aún en las negativas 9 . Pero ocurre que en Mateo más que en en virtud de la autoridad de Cristo: la Iglesia cuando mira a Pedro
los otros evangelios 10 Pedro ocupa un lugar excepcional n . No po- está segura de haber recibido esa autoridad. Por lo demás, no en
demos hablar de apología en favor de su persona a, pero es induda- vano inserta Mateo las palabras «atar» y «desatar» en el discurso
ble que su carácter impulsivo ofrece particular interés. La escena eclesiástico (18,18): dentro de una misma obra no pueden disociar-
de Cesárea de Filipo en la versión que nos da Mateo es la que se las fórmulas. Aunque de aplicación más restringida (se trata sólo
mejor permite destacar su figura: en ella Jesús le reserva un papel de la disciplina penitencial 19 , y la «Iglesia» es la comunidad local),
especial, irreductible a cualquier función colectiva y a toda tipolo- la regla de 18,18 habrá que entenderla como la prolongación de
gía 14 : Pedro no encarna la Iglesia, él es el fundamento sobre el que lo que un día fue confiado a Pedro: la herencia legítima de sus
Cristo edificará su Iglesia. atribuciones propias 20 .

8
La palabra acerca de los «doce tronos» (19,28), tradición arcaica que
Lucas también atestigua (22,30), no escapa al doble aspecto que acabamos III. LA VIDA DE UNA COMUNIDAD CRISTIANA
de describir, si se ve en ella, como parece legítimo hacerlo al nivel de Mt,
un elemento destinado a unir con los principios la revancha que Cristo y
sus fieles tomarán sobre Israel, incrédulo y perseguidor, en el momento del Aunque la fe cristiana se remite continuamente al pasado, se vive
juicio final. Acerca de esta perícopa cf., además de los comentarios, J. Dupont, en el presente apuntando a un futuro definitivo. Esta vida, tal como
Le logion sur les douze trenes (Mt 19,28; Le 22,28-30) Bib 45 (1964) 355-392; aparece en Mateo, no difiere en lo esencial de la que nos describen
A. Jaubert, La sytnbolique des Douze, en Homenajes a André Dupont-
Sommer (1971) 453-460.
9
14,30-31 (sin par); 16,22-23 par. Me 8,32-33; 17,5 par. Me 9,5; 26,33-35 cristiandad. Cf., en cambio, las advertencias de W. Trilling, Amt (1970)
par. Me 14,29-31; 26,40 par. Me 14,37; 26,69-75 par. Me 14,66-72. 42-43; Petrusamt (1971) 118-119, 133.
15
10
Como en Me, también en Mt es Pedro el primer llamado (4,18-20 La disposición estrófica (tres estrofas de tres líneas cada una, estando
par. Me 1,16-18); figura a la cabeza de la lista de los Doce (10,2 par. Me 9,2; explicada la primera en forma antitética por las otras dos) del conjunto
26,37 par. Me 14,33) y en varias ocasiones es el portavoz del grupo (16,16 16,17-19 permite ver claramente la relación lógica que los diversos elemen-
par. Me 8,29; 16,22 par. Me 8,32; 17,4 par. Me 9,5; 19,27 par. Me 10,28). tos guardan entre sí.
16
11
14,28-31; 15,15 (cf. Me 7,7.17); 17,24-27; 18,21 (cf. Le 17,4). En un Así se expresa W. Trilling, Amt (1970) 241-254.
17
pasaje, sin embargo (21,20), Mt habla de los «discípulos» donde Me (11,21) Cf. Is 22,20-22 (atribuido al Mesías en Ap 3,7), con el estudio de
nombra a Pedro. R. Martin-Achard, L'oracle contre Shebna et le pouvoir des clés, Is 22,15-25,
12
En Mt no destaca especialmente Pedro por sus cualidades religiosas «Theologische Zeitschrift» 25 (1968) 241-254.
18
o morales, que lo convertirían en un «santo» al modo de la hagiografía Esta doble fórmula procede de las escuelas judías donde significa de-
edificante. Si no, no se comprendería que Mt haya negado a Pedro todo clarar algo prohibido o permitido o, más raramente, pronunciar una excomu-
privilegio cuando sucedió la Resurrección: cf. Mt 16,7 (par. Mt 28,7); Le nión o levantarla, siendo todo ello considerado como ratificado por Dios.
24,34; Jn 21,15-23; 1 Cor 15,5; cf. Le 24,12; Jn 20,2.20; 21,1-11. Claro es que su sentido en Mt depende del contexto y en 16,19 no se puede
13
16,16-19. atribuir al aspecto puramente disciplinario.
19
14
Aquí desde luego pensamos en forma diferente de G. Strecker, Weg Del mismo modo en su paralelo más reciente en Jn 20,33.
20
(1971) 205-20o, que considera a Pedro en este pasaje el prototipo de la En este sentido, G. Bornkamm, Binde- und Losegewalt (1970) 106-149;
W. Trilling, Petrusamt (1971) 116-117. Aunque no se puede advertir en
12
178 El Evangelio según Mateo La vida de una comunidad cristiana 179

los otros escritos apostólicos. Ofrece, sin embargo, ciertas particu- las de los judíos incrédulos y perseguidores. No se puede hablar
laridades que merece la pena examinar. Podemos afirmar que Mateo aún de separación oficial —porque no se dan aquí las alusiones exis-
aporta a los tiempos actuales luces y sugerencias sobre muchos tentes en el tercer y el cuarto Evangelio 24 — pero la Iglesia de Mateo
puntos. vive su vida propia, fuera de las fronteras del judaismo. Vamos a
procurar captar las características principales de esta vida.

1. Una sociedad separada ya del judaismo


2. Los fieles de la Ley nueva
Los orígenes judíos de la comunidad de Mateo son indiscuti-
bles. Más aún: el mismo Evangelio revela una actitud que no ha De acuerdo con la predicación de Jesús, prolongada y ampliada
liquidado del todo la herencia de la Sinagoga, su doctrina y sus por la enseñanza cristiana de los comienzos, en el Nuevo Testamen-
instituciones. Y, sin embargo, Mateo es el que entre los escritores to la fe, salvo excepciones, está impregnada de una espera escato-
neotestamentarios ahonda más el abismo entre la Iglesia y el ju- lógica. Mateo sigue la regla general. Consciente de la actualidad de
daismo. Lo cual se comprende si admitimos que se hace eco de la la salvación, convencido de la presencia entre los suyos del Salvador
oposición entre Israel y el movimiento nacido en su seno. En los glorificado, dirige sin embargo sus miradas al momento definitivo que
otros evangelios apenas se conserva el recuerdo de las antiguas pondrá fin a la Iglesia terrestre. Insiste en este punto recordando a
disputas, pero en Mateo no ocurre lo mismo. Aquí el contacto con sus lectores el inevitable juicio de Dios 25 y tratando de vencer el can-
grupos judíos, probablemente sirios 21 en los que imperaba la orto- sancio resultante de la tardanza de la parusía 26 .
doxia rabínica, ha dado nueva vida a las controversias tradicionales Sin embargo, esta tardanza y sus consecuencias no mueven a Ma-
e incluso ha llegado a provocar un recrudecimiento polémico. Se teo a infundir nuevas esperanzas en una próxima venida. Como se des-
apunta especialmente contra los fariseos porque en este marco his- conoce la fecha (24,36), hay que contar con un período de larga
tórico constituyen la única forma de judaismo que Mateo tenía que duración (24,28; 25,5.19). Por ello conviene afianzar en la Iglesia
combatir. Esta insistencia no puede ser un recurso estilístico, supone las condiciones que le permitan recorrer su camino durante todo el
que el autor y su comunidad han revivido a su costa las hostilida- tiempo decidido por el Señor. El nombre de «evangelio eclesiástico»
des que ya antes del año 70 enfrentaban a judíos y «herejes» en atribuido a veces a Mateo es bastante adecuado, primero porque el
Palestina. autor enseña con especial interés todo lo que concierne a la vida co-
De hecho, las relaciones que Mateo y su Iglesia tienen con los munitaria de los cristianos, y después porque en sus líneas aparece
judíos son lo menos «ecuménicas» posible 22, y la separación entre una Iglesia en vías de adquirir, guiada por su divino Maestro, la
las dos religiones está virtualmente consumada. Los cristianos no solidez de una sociedad capaz de resistir el paso de los siglos.
acuden ya a las sinagogas: éstas son para Mateo «sus sinagogas»2 , Importa, sin embargo, precisar el carácter de esta organización.
El nombre de «protocatolicismo» empleado antes por algunos res-
Mt la idea de una sucesión propiamente dicha, sería abusivo irse al extremo pecto a los Evangelios de Lucas y de Mateo es inexacto, si por él
de reconocer una «eliminación» de la posición personal de Pedro en provecho entendemos una noción únicamente jerárquica o dogmática. Sin
de la comunidad apostólica, como quiere G. Strecker, Weg (1971) 206, n. 4.
21
El origen sirio del primer Evangelio, aunque no está admitido por
todos, sí es objeto de un consentimiento bastante universal. Advirtamos en 9,35; 10,17; 13,54. Lo confirman otras expresiones análogas: «sus escribas»
este sentido: a) la mención, propia de Mt de esa región en 4,24; b) la injuria (7,29), «sus ciudades» (11,1), que no tienen paralelo en los otros Evangelios.
24
aramea raca en 5,22; c) la existencia de comunidades cristianas en Siria Le 6,22; Jn 9,22; 12,42; 16,2. Acerca de estos textos cf. D. R. Haré,
en el siglo i, según las epístolas de Pablo y los Hechos; d) el testimonio Jewish Persecution (1967) 48-56.
25
de Ignacio de Antioquía citando a Mt; e) los contactos de la comunidad de 5,3-12.19.22.29-30; 6,1.4.6.15.18; 7,1.13-14.21-23; 10,28.32-33.39.41-42;
Mateo con un tipo de judaismo señalado por la reforma de Jamnia, lo que 13,36-43.47-50; 16,25.28; 18,3.4.8.9.35; 22,11-14; 23,12; 24-25; 26,29.
26
está de acuerdo con la historia de las migraciones judías de la época; 24,48; 25,5.9. Advirtamos la diferencia que hay entre Mt y Me. En el
cf. Davies, Setting (1964) 295-296. discurso de Me 13 el objetivo no es el retraso de la Parusía, sino que parece
22
Cf., sin embargo, infra, 180-181. corresponder a un reflorecimiento de la fiebre escatológica provocada por la
23
El empleo del pronombre, aunque no es estrictamente de Mt (cf. Me ruina de Jerusalén: el evangelista, aun manteniendo el horizonte cercano,
1,39), adquiere en este Evangelio una fuerza polémica incontrastable: 4,23; destierra todo cálculo e insiste en lo esencial, que es la «vigilancia».
180 El Evangelio según Mateo La vida de una comunidad cristiana 181

excluir esos puntos de vista, Mateo ofrece los elementos de una el sutil pensamiento del evangelista, el código del reino de los cielos
constitución en la que predomina el aspecto moral: comunica a sus se fundamenta en la Tora, que le parece ya mejor comprendida gra-
lectores una regla de vida. cias a la luz definitiva que Cristo ha proyectado sobre ella.
Esta regla no tiene que inventarla Mateo. Como israelita la Este recurso a la Ley como fundamento de la vida mesiánica no
encuentra en la Ley de Moisés que sigue siendo para él la expre- es el único punto en que se advierte la mentalidad judía y aun
sión incontestable de la voluntad de Dios. Puede resultar extraño rabínica de Mateo. El primer Evangelio, rico en «discursos», nos
si sabemos que la causa esencial de la ruptura entre el judaismo y presenta también a la comunidad cristiana como una escuela en la
el cristianismo es que este último ha reemplazado prácticamente a que destaca la relación maestro-discípulo. El término «discípulo»,
la Tora por Cristo. Aun así, ningún judío convertido pensó al prin- aunque se remonta a los orígenes, es empleado con gusto por Ma-
cipio excluir a la Ley de su nueva religión. La genial personalidad teo: hacerse cristiano es para él «hacerse discípulo»30, recibir el
de Pablo adoptó una postura cuyo radicalismo resultó eficaz, pero «yugo» del «Maestro» divino «aprendiendo de él» (11,29; 23,8)
las otras corrientes cristianas de ese tiempo no siguieron el mismo y el ideal es la «inteligencia» de la palabra (13,23). Igualmente
camino. Y entre ellas hay que inscribir la mentalidad de nuestro evangelizar a las naciones es para los discípulos «enseñarles», comu-
evangelista, cuidando, sin embargo, de no asimilarla a la ideología nicándoles la doctrina que ellos mismos recibieron (28,19) 31 .
judaizante que, frente a Pablo 27 , procuraba a toda costa, al adherir- Hablemos ahora de la oración y del culto. Cuando Mateo trata
se al cristianismo, no sacrificar nada de la herencia de la sinagoga. de la oración le interesa ante todo su calidad: ausencia de ostenta-
Esa Ley, a la que Mateo obedece28 y cuya perennidad proclama ción (6,5-6) y repulsa de la palabrería (6,7). También el deber de
(5,18), la mira él con ojos nuevos. Sigue siendo el viejo código ser consecuente con su oración, como se ve por la consigna del
promulgado por Moisés, pero llevado a su plenitud por Cristo perdón de las ofensas que acompaña al Padrenuestro (6,14-15) 32 .
(5,17), devuelto a sus principios esenciales, libre de una casuística Orar es orar con Cristo, unidos a él en medio de los sufrimientos
restrictiva. Únicamente esta Ley, entendida y practicada de este modo, y las tentaciones (26,40-41; cf. Me 14,37-38). Entre las otras prác-
es capaz de producir la verdadera «justicia» (5,20) y de guiar a ticas religiosas, Mateo menciona el ayuno, que parece en su evan-
los creyentes por el camino de la «perfección» (5,48; 19,21). gelio una costumbre corriente en la comunidad (4,2) 33 y no es ob-
Con esto, sin duda, se desprende Mateo de la ley oral o tradición jeto de ninguna reglamentación especial: sólo recomienda que se
rabínica, pero no tanto que ataque de frente a los que la consideran haga con discreción y humildad (6,16-18). En cuanto al culto pro-
igual que el Pentateuco. Jesús asume aquí los rasgos de un intér- piamente dicho, el ejemplo propuesto en 5,23-24 está en la línea
prete autorizado que basa sus explicaciones en la Escritura para precedente: no nos enseña nada respecto al ritual eclesial34, pero sí
prevenir todo reproche de arbitrariedad 29 . De este modo, según
ciones aparentes (af. 23,2-3) dentro de una misma obra. Cf. respecto a esto
27
K. Tagawa, People and Community (1970).
30
Es inútil querer descubrir en Mt un antipaulinísmo, como ha subraya- Si se hace abstracción de Hch 14,21, Mateo es el único de los autores
do W. D. Davies, Setting (1964) 316-341. La refundición a que Mt somete del Nuevo Testamento que emplea el verbo matheteuein 13,52; 27,57; 28,19.
31
la concepción judía de la Ley, lo aleja de la sinagoga, y lo aproxima, a pesar Cf. mathetai («discípulos») (28,16) y matheteusate («haced discípulos»)
de las apariencias, a las ideas paulinas. (28,19).
28 32
Las declaraciones de principio formuladas en 5,17-19 impiden consi- Cf. J. Murphy-O'Connor, Peché et communauté (1967) 176-179, según
derar las antítesis siguientes como una mera crítica de la Ley. el cual, el comentario de Mt 6,14-15 equivale a «una afirmación de que el
29
Esto se advierte especialmente en el discurso sobre la pureza ritual derecho de decir esta oración pertenece sólo a los hermanos reconciliados
(15,1-20). Si se compara este texto con el de Me (7,1-23), se ve que Mt mutuamente y, por lo tanto, impecables, reunidos en comunidad» (p. 178).
33
evita hacer decir a Jesús que «no hay nada exterior al hombre que pe- En diferente forma del paralelo de Lucas (4,2) emplea Mateo, a pro-
netrando en él pueda hacerlo impuro» (Me 7,15, cf, Mt 15,10), pues esto pósito del ayuno de Jesús, el término técnico nesteuein.
34
estaría en franca contradicción con los preceptos del Levítico. Además Jesús Esta antigua monición, que se sitúa en el marco del culto ya cum-
justifica su propia sentencia (15,20b) recordando el Decálogo (15,19), al plido del templo de Jerusalén, no puede tomarse a la letra cuando se trata
cual se adaptó la lista de los vicios paganos de Me 7,21-22. Para Mt existe de Mt. En cuanto a ver en ella una alusión eucarística, hay que observar
de hecho una halakhah (regla de vida sacada de la Biblia) cristiana, com- que para esta época no tenemos ninguna atestación de un culto cristiano
parable a la de los rabinos, del mismo modo que la sociedad cristiana reviste que se celebre alrededor de un «altar» (thysiasterion). En Heb 13,10 este
a sus ojos unos rasgos que toma de Israel, que, sin embargo, ya está defi- término aparentemente sólo es la expresión simbólica del sacrificio de Cristo.
nitivamente suplantado. De ahí ciertas tiranteces, incluso unas contradic- Pablo (1 Cor 10,21) no habla a propósito de la eucaristía más que de la
182 El Evangelio según Mateo La vida de una comunidad cristiana 183

destaca la subordinación del culto a la caridad expresada como per- mencionar la defección de muchos, las disensiones internas y el en-
dón y misericordia (cf. 9,13). Mateo habla poco de otros puntos; friamiento de la caridad entre los discípulos (24,10-12). Más de
sólo le interesa el hecho de reunirse los cristianos para orar (18,20), una página realza este cuadro o señala sus sombras 3?. Sin embargo,
aunque lo que se propone no es recordar lo que se hacía en esas parece que no hay que hacerlas extensivas al terreno doctrinal,
circunstancias, sino trasponer al cristianismo la fe de los judíos en pensando que en el seno de la comunidad existe un movimiento de
la «presencia» (Shekhinah) divina en la asamblea, entre los creyen- oposición a la Ley, una «antinomia» según algunos exegetas38. En
tes reunidos con un fin religioso. De la eucaristía no se sabe nada efecto, el reproche de «iniquidad» (anomia) en que se apoyan, se
más que lo que se halla en Me (Mt 26,26-28, par. Me 14,22-24). refiere a algo muy distinto: la anomia, a juzgar por los contextos
En fin, si como es probable, esta comunidad observaba el sábado, la en que figura la palabra, es la desobediencia a «la voluntad de mi
adición que figura en 24,30 no expresa, al parecer, ninguna insisten- Padre que está en los cielos» (7,21-23), o también —lo que viene
cia en ello. Sean lo que fueren el origen y el sentido de este ar- a ser igual—, es lo contrario de la caridad (24,12) 39 .
caísmo35, la orden de huida que se desarrolla en el contexto no Consciente de lo que le falta a su Iglesia, Mateo no teme dra-
corresponde a una experiencia actual ni futura de los cristianos de matizar la suerte de sus miembros: según él, pocos se deciden a
Mateo, sino que se inscribe en el marco de los preludios escato- entrar por la puerta estrecha y muchos 40 van hacia la perdición
lógicos que acabarán en la ruina de Jerusalén: son, por lo tanto, (7,13b.l4b.22; 22,14). Sin embargo, su celo le impide deponer las
acontecimientos pasados. En realidad, cuando este Evangelio habla armas y sigue recordando a sus lectores el ideal de la vida cris-
del sábado no es para defender ni para abolir la institución, ni tam- tiana. La caridad va faltando, pero él no renuncia a avivarla.
poco para reglamentar su observancia. Habla sólo para subordinarla
a la práctica de la caridad invocando el testimonio de la Escritu-
ra (9,1-8). 4. Una comunidad fraterna
Hay en nuestro Evangelio una palabra que define las relacio-
nes mutuas entre los cristianos 41 : son «hermanos» 42 . Esta expresión
3. Una comunidad heterogénea proviene del judaismo, tiene un alcance meramente religioso y sirve
para designar a los miembros de la comunidad cristiana unidos por
Para «entrar en el reino de los cielos» el cristiano debe reco- una vocación común y por los lazos de la caridad 43 . Esta lleva con-
rrer un camino cuyas dificultades revela Mateo: «Estrecha es la en-
37
trada y angosto el camino que conduce a la vida» (7,14). ¿Han 38
5,21-22; 7,15ss; 7,21-23; 18,l-4.6ss.l5-17; 23,8-12.
entrado todos por él? Parece dudoso al leer este Evangelio. Pues, G. Barth en G. Bornkamm etc. Überlieferung (1960) 69-70; R. Hummel,
Auseinandersetzung (1963) 64-66. Cf. la crítica pertinente, opuesta a la tesis,
quitando lo que puede haber de pesimismo como táctica del predi- por R. Walker, Heilsgeschichíe (1967) 134-142.
cador, la impresión que nos da es la de una comunidad mezclada en 39
Por lo demás, igual censura se dirige a los escribas y a los fariseos,
la que hay cristianos buenos y malos. En el día del Juicio final se no por haber criticado el código mosaico, sino por haber desconocido su
efectuará una criba que afectará también a la Iglesia36, pero Mateo, espíritu fundamental cambiándolo por un cumplimiento meramente externo.
40
bajo capa de una profecía, está evocando una situación actual al Estos «muchos» no pueden identificarse con el judaismo, al cual no
reprocha Mateo seguir un camino fácil, puesto que constata que pesan sobre
sus espaldas «cargas pesadas» (11,28; 23,4).
41
«mesa» (trapeza) del Señor, no de «altar». Fue más tarde con Ignacio de Hay que distinguir este uso de la designación de los discípulos como
Antioquía cuando apareció (sobre todo Philad 4) el «altar» entre los objetos hermanos de Jesús (Mt 12,49-50; 25,40; Jn 20,17; Rom 8,29; Heb 2,11-12.17);
del culto cristiano. la relación en ese caso ya no es horizontal, sino vertical: Cristo se convierte
35 en el principio constitutivo de una nueva familia de tipo espiritual, cuyos
Igualmente arcaico y sin referencia a una práctica concreta de la
comunidad es la orden dada al leproso en Mt 8,4 (apologética: los cristianos miembros toman parte en la carrera de su hermano mayor con la condición
no pueden ser tachados de antinomismo). Cabe percibir también una inten- de obedecer a la voluntad mesiánica de Dios.
42
ción parecida en 23,16-22; Mateo no exalta el culto del templo, ni favorece 5,22-24.47; 7,3-5 par.; 18,15 par.; 23,8.
43
los juramentos (cf. 5,33-37). Igualmente para el impuesto, cuya colecta es La noción de «hermano» podría enriquecerse con una referencia a la
mencionada en 17,23-26; cf. S. Légasse, Jésus et l'impót du Temple (Mt paternidad de Dios, tema grato al evangelista. Podemos apoyar esto advir-
17,24-27): «Science et Esprit» 24 (1972) 361-377. tiendo que en 23,8-9 un paralelismo aproxima el «vosotros sois todos herma-
36 nos» al «no tenéis más que un Padre».
13,36-43.45-50; 25,31.46.
184 El Evangelio según Mateo La vida de una comunidad cristiana 185
sigo muchas exigencias que Mateo explica en forma apropiada a las con los débiles. Si a veces contempla a la Iglesia con mirada severa no
necesidades de su época. es para arrogarse el derecho de condenar a alguien anticipándose al
Todos están llamados a la perfección. Porque, igual que en el juicio de Dios. Por el contrario, estimula a sus lectores a corregir los
judaismo, el Nuevo Testamento ignora todo lo que puede parecerse abusos cometidos (18,15-18)". Pero su catequesis se dirige prefe-
a una división de los creyentes en dos categorías, siendo los unos lla- rentemente a los «pequeños» 48, los débiles que sólo poseen la fe,
mados a la perfección y destinados los otros a permanecer en un esta- escandalizabas y seguramente pecadores. A esos, que los cristianos
dio inferior. Lo mismo piensa Mateo, puesto que es el único de los más firmes tienden a menospreciar49, los toma Mateo bajo su protec-
evangelistas que emplean el adjetivo «perfecto» (teleios). Al final de ción aplicándoles la parábola de la oveja perdida (18,10-14): el amor
las antítesis del Sermón de la Montaña (5,48) esa palabra expresa y la misericordia de Dios para con ellos son tan grandes que la comu-
el cumplimiento fiel de la Ley renovada por Jesucristo, y el consejo nidad 60 no cesará en sus instancias hasta conseguir que vuelvan al
dado al joven rico (19,21) no impele a nadie a desear un estado rebaño si por su debilidad se habían alejado de él. Por lo demás, el
diferente del que se prescribe a todos. En este diálogo, cuidadosa- evangelista, que sabe que Dios rodea de cuidados al justo y recom-
mente retocado por el autor, «hacer lo que es bueno» y «ser perfecto» pensa a los que lo respetan y aman (10,41), afirma que igual sucede
no implican, a pesar de las apariencias, dos niveles de vida cristiana, con los débiles: al repetir al final del discurso apostólico (10,42) la
sino uno solo 44 . No se trata de una religión rebajada, pues la «per- sentencia que ya se encuentra en Me 9,41, Mateo la modifica para
fección», cuyo solo nombre es atractivo, requiere de todos los cris- subrayar que no sólo los profetas y los buenos cristianos (los «jus-
tianos un «algo más» (5,47) de modo que su «justicia» sea mayor tos»), sino también los que en la Iglesia se consideran los últimos en
que la de los escribas y fariseos (5,20). Además, la norma es aquí la la escala de valores, son también «discípulos», y por ese motivo
perfección de Dios (5,48), y esto traza al creyente un programa gozan de las atenciones divinas: por eso el don más pequeño que se
infinito, a la medida, podríamos decir, de la insondable caridad que les haga se convierte en bendiciones para el donante. Es tal la soli-
gobierna al mundo. citud de Mateo por esos desvalidos que no duda en hacer del com-
Definido así el objetivo de la vida cristiana, impide que algunos portamiento con ellos el criterio decisivo en el juicio último y uni-
elementos de la comunidad se encumbren sobre otros reclamando una versal (25,31-46): «cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos
calidad religiosa particular e incluso privilegios de orden jurídico. más pequeños, a mí me lo hicisteis», dirá Cristo. Lo que prueba la
Al contrario, todos deben rivalizar en humildad, «abajándose». Esta urgencia de este aviso frente a unos fallos que pueden suponerse con
es la lección fundamental que encabeza el discurso eclesiástico (18, facilidad51.
1-4)45 y que se encuentra repetidas veces en el Evangelio: frente al
47
orgullo farisaico los discípulos de Jesús deberán adoptar recíprocamen- 48
Cf. infra, 187.
te la actitud de «pequenez» simbolizada en el niño (18,2-4; 19,14). Cf. J. Murpby-O'Connor, Teché et communauté (París 1967) 179-181;
S. Légasse, Jésus et l'Enfant (París 1969) 51-119.
Nadie está exceptuado, ni siquiera aquellos cuya ciencia y función 49
En 18,10 el verbo kataphronein según los paralelos bíblicos y judíos
didáctica reclamarían normalmente algunas atenciones46: «vosotros significa no solamente «experimentar un sentimiento de desprecio», sino «no
sois todos hermanos» (23,8), escribe Mateo, y recalca que la ver- tener en cuenta», «descuidar».
50
dadera grandeza consiste en hacerse el último de todos (18,1.4; Este deber incumbe, según parece, a toda la comunidad, no especial-
mente a los jefes; cf. infra, 186-187.
23,11-12; 20,25-27) a ejemplo de Cristo, rey «humilde» (21,5), 61
Reconozcamos que es menos fácil indicar sus circunstancias exactas:
Maestro «manso y humilde de corazón» (11,29) venido «no para ser lo que, sin duda, era claro para los lectores de Mateo, lo es mucho menos
servido, sino para servir» (20,28). para nosotros. Por otra parte, la escena de Mt 25,36-41, pieza compuesta
a la cual el evangelista ha dado su forma definitiva, se sitúa en el marco
Ya no nos extrañará ver que el evangelista predique la caridad del juicio final. Esto plantea un problema: ¿hay que admitir que entonces
ya no habrá paganos (cf., sin embargo, J.-C. Ingelaere, La 'parabole' du
44 jugement dernier, Mt 25,31-46) RHPR 50 (1970) 23-60, pues el mundo habrá
Cf. para la demostración S. Légasse, L'appel du riche (1966) 184-214
y los siguientes resúmenes: Les fondements évangéliques de la pauvreté reli- sido ya enteramente evangelizado? (cf. 24,14). Estaríamos tentados a admitir
gieuse, «Vie consacrée» 42 (1970) 257-283 (268-274); L'appel du riche, en esto por el hecho de que los «pequeños» representan una categoría intra
La pauvreté religieuse (París 1971) 65-91 (82-88). eclesial. Pero tomamos nota de las advertencias formuladas a este respecto
45
a . infra, 186. por J. Lambrecht, The Parousia Discourse (1972). Únicamente nos parece
46
Cf. infra, 189. contestable la interpretación que sólo ve aquí a los «pobres» en general.
Cargos y organización 187

en sus relaciones mutuas 5 \ Este punto de vista, a la vez ético y


«horizontal», domina en todo el discurso, ya que Mateo se limita a
IV. CARGOS Y ORGANIZACIÓN
recordar los requisitos necesarios para una verdadera fraternidad.
Encontramos, sin embargo, una regla (versículos 15-18) que ex-
Mateo levanta, a veces, el velo que oculta la marcha concreta de pone la conducta respecto a un cristiano pecador55, y a primera
su comunidad, sus reglas, sus funciones, sus prácticas. Al fijarnos en vista parece tener un aspecto disciplinar y jurídico. Es una impresión
esos testimonios advertimos un laconismo que ya justificamos antes: que no llega a convertirse en certeza por poco que se examine con
la finalidad del evangelista no es, seguramente, la de hacer un favor cuidado este fragmento 56 en que las coincidencias con el Pentateu-
a los futuros historiadores describiendo lo que veía a su alrededor. co (Lv 19,17; Dt 19,15) no deben inducirnos a engaño: no se
De sus líneas se desprende un cuadro que, aunque imperfecto, ofrece trata de un proceso de excomunión, sino de una catequesis moral
al teólogo materia de reflexión: por medio de él la Iglesia del si- sobre la corrección fraterna. En ella se indican en crescendo tres
glo i nos descubre un poco de su «alma», de la conciencia que tiene medios para persuadir al hermano culpable y traerlo de nuevo al seno
de su ser y de sus responsabilidades. de la comunidad, como a la «oveja perdida» del contexto preceden-
te, siendo el último recurso la acusación pública ante la asamblea
cristiana. A esta efectivamente se refiere Mateo cuando habla de
1. Una instrucción concerniente a los cristianos pecadores
la ekklesía, que es distinta de la Iglesia universal aludida en 16,18 57.
Teniendo en cuenta el tipo del relato, no se debe deducir de él la
Ante todo, unas palabras sobre el contexto: el «Discurso comu-
nitario» o «eclesiástico», que constituye el capítulo 18 de Mateo. existencia de un gobierno puramente colectivo de la comunidad58.
Esta narración 52 , cuyo fondo aparece ya en Me 9,33-50, ha sido am- De hecho nada impide admitir que alguien presidiera para que la
pliada y recompuesta por nuestro evangelista. Si queremos definir su asamblea se celebrase en forma conveniente, pero Mateo no hace
género literario tenemos que renunciar a ver en él una especie de ninguna referencia a esto 59.
«manual de disciplina» análogo al descubierto en Qumrán. Tampoco
parece un directorio pastoral para uso de los dirigentes 53. Incluso la 54
sentencia sobre «atar» y «desatar» (v. 18), en su contexto, sólo Esta generalización y este cambio de perspectiva pueden deducirse de
tiene en vista a la asamblea plenaria de la comunidad local. De igual los datos siguientes: sustitución de los «discípulos» por los Doce; «el mayor
en el Reino de los cielos» (la perspectiva es la de la retribución escatológica
modo las instrucciones concernientes a los deberes respecto a los y su condicionamiento moral); «todo el que se abaje como este niño...».
pequeños no contienen nada que parezca exclusivo de los responsa- 55
Otra cosa resulta de su paralelo en Le 17,3, que tiene en cuenta el
bles: el escándalo y menosprecio de los débiles se achacan a los po- arreglo de las ofensas personales.
66
derosos. El principio del discurso (versículos 1-4) da el tono a lo Cf. en este sentido el discreto análisis de W. G. Thompson, Matthew's
restante: Marcos (9,33-35) parece referirse al problema de los ran- Advice (1970) 175-202.
57
gos en la comunidad, y Mateo se sitúa inmediatamente en el plano Cf., sin embargo, C. H. Dodd, Matlhew and Paul en C. H. Dodd,
New Testament stuiies (Manchester 1968) 57-58, que reconoce al término
moral y, dejando de lado las cuestiones de jerarquía, se dirige a ekklesía una extensión implícita de sentido, una especie de halo que evo-
todos los cristianos para recomendarles un comportamiento humilde caría secundariamente a la Iglesia universal de Cristo.
58
El logion sobre «atar» y «desatar» (v 18) no tendrá más finalidad
62
Cf. H. F. von Campenhausen, Kirchlickes Amt und geistliche Voll- que la de cubrir con la autoridad divina toda empresa caritativa que tenga
tnacht in den ersten drei ]ahrunderten (Tubinga 1953) 138-140; R. Pesch, por objeto la vuelta del pecador, ya sea coronada por el éxito o seguida del
Gemeindeordnung (1963); W. Trilling, Israel (1964) 106-123; S. Légasse, fracaso, incluso aunque sea puesta en cuarentena. Sin perjuicio del alcance
Jésus et l'Enfant (1969) 17-23; W. G. Thompson, Matthew's Advice (1970). original de esta sentencia, el contexto de Mateo es lo que debe prevale-
63 cer aquí.
Cf. la exposición bajo el punto de vista contrario de E. R. Martínez. 59
Sin negar que los «discípulos», es decir, «los Doce», conservan en Mateo su A causa de este aspecto puramente moral de la instrucción, el cotejo
referencia a los orígenes, nos parece indispensable, para conocer a los des- que se suele hacer entre este texto y algunos reglamentos de Qumrán (espe-
tinatarios reales de las consignas reunidas en el capítulo 18, desbordar esta cialmente 1 QS 6,1) es más bien inconsistente. En cambio, la afinidad de
expresión única y examinar el contenido del discurso. Mt 18,15-18 con Didaché XV, 3 es evidente.
Cargos y organización 189

Además, el papel de esas personas está netamente fijado al consi-


2. Los doctores derarlas como servidores de la palabra comunicada por el único
Maestro.
Hay dos pasajes esenciales en Mateo que nos indican la importan- Esta invitación a la modestia debida al contenido de la enseñan-
cia suma que se da a la enseñanza en la comunidad donde nació este za encuentra en Mateo otra invitación parecida concerniente esta
Evangelio 60 . vez a la función misma. Se halla en el discurso contra los fariseos
El primero (5,19) es un fragmento que Mateo recibió de la (23,8-12) como la contrapartida catequética de los reproches diri-
tradición y que, con alguna dificultad entra en su síntesis personal: gidos a los dirigentes religiosos del judaismo.
ni él ni su iglesia pudieron considerar obligatorios para los cristia- Dejando a los estudios especializados las consideraciones sobre
nos los detalles del Pentateuco, puesto que con Mateo la obser- el origen de este escrito, quedémonos únicamente con el mensaje del
vancia de la Ley pierde el carácter de perfección total que le atribu- evangelista. Mateo define la actitud que deben adoptar los instruc-
ye el judaismo. Pero no se puede admitir que esta máxima se haya tores cristianos. Quizá tendieran éstos a imitar a sus homólogos
formulado primero en un medio exclusivamente judío: la casuística judíos aislándose para formar una especie de casta y reivindicando
de los rabinos clasifica los preceptos de la Ley en «pesados» y «lige- honores y privilegios. Sea lo que fuere, el evangelista no discute la
ros» 61, pero no le pasa por las mientes que en el siglo venidero pue- función o el servicio, pero pone en guardia a los que lo ejercen
da lograr un puesto, aunque sea el último, el que no ha cumplido —ese sentido tiene la prohibición de los títulos— contra toda pre-
algunos preceptos, aunque sean de los de la segunda categoría. Más eminencia abusiva y tiránica. Para justificar esta prohibición emplea
aún, tenemos aquí una formulación judeocristiana que atestigua de- dos argumentos: por un lado, todos los miembros de la Iglesia son
bates concernientes a ciertas insignificantes prescripciones de la Tora. iguales, pues todos, incluso los que enseñan, son instruidos por Dios
En Mateo, al tratar del valor y el sentido de la Ley mosaica y por Cristo (cf. 1 Cor 4,7); por otro, haciendo suya una de las
para los cristianos, se entenderá esto como la permanencia global62 máximas tradicionales sobre la humildad comunitaria, afirma que la
de la Ley en la Iglesia63. Hay que enseñarla (didaskein). Nadie verdadera grandeza para el cristiano consiste en abajarse en el
duda que al citar esta palabra pensó Mateo en los doctores cris- servicio.
tianos, cuya existencia revela en otro lugar, que aprovecha para
definir su misión como una enseñanza de la Ley —aquí se trata de Vemos, pues, que a pesar de la importancia que da a la doctrina
la Ley llevada a su plenitud por Cristo—, sin quitar nada de ella. Mateo, que pertenece él mismo a la categoría de los maestros, no se
inclina en modo alguno a conferirles una autoridad que no tenga
60
Es dudoso, en cambio, que la parábola del «escriba instruido en lo que que dar cuenta a nadie, ni una preeminencia honorífica al estilo
mira al Reino de los cielos» (13,52) contenga una aclaración sobre el tema. del mundo. Pero nos deja sin saber cómo se ejercía ese magisterio.
Puede admitirse que en su origen esta sentencia apuntaba al caso de un
doctor judío que acepta el mensaje de Jesús y enriquece su propia ciencia
con una nueva aportación, pero cuesta trabajo ver en Mt un testimonio a
favor de la existencia de «escribas cristianos». Por un lado, en efecto, cuando 3. Profetas y taumaturgos
Mateo habla en otros lugares de «escriba» (grammateus), no designa una
institución actual de la Iglesia, sino unos personajes que pertenecen ya a Es evidente que algunos cristianos, amigos y conocidos de Ma-
su pasado (como eran, por analogía, los misioneros que en otro tiempo tu-
vieron que enfrentarse con los judíos: 23,24), o unos doctores judíos. Por teo, recibieron dones extraordinarios, los textos lo afirman con
otro lado, en 13,52 el «escriba» en cuestión aparece como una imagen, o sea claridad 64 . Pero no todos ellos poseen el mismo valor cuando se
como el segundo término de una comparación en la que el primero está trata de conocer la situación actual de la Iglesia de Mateo. Por eso
formado por los «discípulos» auténticos sin distinción, los que han com-
prendido «todo esto». Sólo ellos ocupan en el contexto la mente del autor. no podemos informarnos basándonos en la lista que figura en 23,
61
Es decir: más o menos exigentes, más o menos importantes.
62 64
Parece inútil, en efecto, preguntarse cuáles eran para Mateo los pre- Nos limitaremos a lo que nos parece ser lo esencial del mensaje de
ceptos en cuestión. Por lo demás, el demostrativo «estos (touton) preceptos» Mateo. Para una exposición documentada de la exégesis contemporánea refe-
podría ser sólo un arameísmo, es decir, un equivalente del artículo de- rente a los pasajes aludidos y a su formación, cf. E. Cothenet, Les prophétes
terminado. (1972), al cual puede añadirse el artículo Prophétisme dans le Nouveau Tes-
63
Cf. supra, 180-181. tament: SDB 8 (1972) 1271-1275.
190 El Evangelio según Mateo Cargos y organización 191

34 65. Es un fragmento que cita también Lucas (11,49). Parece que «sermón» tradicional que narra también Lucas (v. 21; cf. Le 6,46)
su origen se halla en un escrito judío extracanónico que recordaba y otro elemento de la fuente común (versículos 2-23; cf. Le 13,
las intervenciones divinas a lo largo de la historia de Israel. Mateo 25-27). El conjunto alude a una cuestión importante sin duda: el
se sirve de esta fuente, aunque adaptándola en varios puntos, y mero hecho de estar situado en el marco solemne del Juicio final 6a
conserva la antigua lista de los enviados: profetas, sabios y escribas. demuestra que la advertencia no atañe a un punto secundario.
Pero éstos aparecen en un contexto que evoca la misión cristiana en- ¿De qué se trata? De la importancia de los dones extraordinarios
tre los judíos, el fracaso y las persecuciones que siguieron. Cierta- en la vida cristiana. Las personas aludidas no son herejes, y la ini-
mente tiene importancia el hecho de que el evangelista, para desig- quidad (anomia) que menciona el versículo 23 no es una actitud de
nar a los apóstoles, emplea unos nombres que los presentan como los oposición a la Ley: es una desobediencia concreta a la voluntad del
continuadores de los hombres que en el Antiguo Testamento fueron Padre celestial manifestada por Cristo 69 . Precisamente lo contrario,
los intérpretes de las voluntades divinas: con esto subraya la unidad es decir, la obediencia a esa voluntad divina es la piedra de toque
de las dos alianzas. Pero nada nos hace suponer que los cristianos del verdadero cristiano y abre las puertas del reino de los cielos.
de Mateo siguen evangelizando a los judíos 66 . Los hechos que re- Si esta fidelidad indispensable falta, los dones más impresionantes no
cuerda pertenecen al pasado, y su recuerdo solo sirve para alimentar pueden hacer de sucedáneos: Cristo, juez supremo, no les concede-
la polémica y acusar a Israel. rá ningún valor y condenará sin miramientos a los que insolentemente
No ocurre lo mismo en otros pasajes en los que los profetas pretendan hacerlos valer.
cristianos son los que en esos momentos hacen uso de sus dones Al establecer así una jerarquía de valores, no quiere Mateo re-
extraordinarios. Los encontramos primero al final del discurso apos- probar estos dones. Sería extraño que adoptase esa actitud después
tólico como una categoría de personas que merecen una veneración de haber insistido tanto en los poderes de los apóstoles, que llegan
especial de parte de los fieles67. Se mencionan en otros dos pasa- hasta resucitar muertos (10,8). El milagro ocupa un buen lugar
jes, pero dando de ellos una visión diferente. entre las actividades eclesíales: el epílogo de la historia del luná-
El primero (7,15-20) afirma que algunos miembros de la co- tico (17,19-21) subraya la necesidad de la fe como condición de los
munidad usurpaban la función profética sin tener las garantías nece- milagros y al mismo tiempo considera a éstos perfectamente legítimos.
sarias para ejercerla. El Evangelio señala los criterios que pueden Por lo demás, lo que Cristo condena en 7,21-23 no es la profe-
servir para desenmascararlos: son sus «frutos», es decir, su con- cía ni los milagros, sino a los cristianos que no unen a esto lo esen-
ducta moral. Para Mateo el cristiano auténtico es el único que puede cial de la vida cristiana. Reconozcamos, sin embargo, que el evan-
reivindicar el derecho de expresarse así: los dones de Dios abrazan gelista no procura promover tales prácticas: en el momento de la
todo el hombre y toda la vida; en otro caso sólo serían una impos- última misión no se prescribe 70 nada de este tipo, y sólo se ordena la
tura del que pretende poseerlos. instrucción y el bautismo (28,19-20a). Aunque un «gran número»
Más instructivo aún es el fragmento que sigue al anterior (7, (7,22) los posea, esos dones no impresionan a Mateo, que indica de
21-23). No se trata aquí de falsos carismas, el objeto de la catequesis nuevo la finalidad moral de su catequesis.
son los verdaderos. Además Mateo no se limita al caso de los pro-
fetas, se refiere también a los exorcistas y taumaturgos. Este trozo
probablemente lo escribió el evangelista utilizando una sentencia del 4. Mateo y la evangelización de los gentiles
65
Para el detalle, cf. S. Légasse, Scribes et disciples de Jésus, en RB 68 El autor del primer Evangelio es de origen judío y participó en
(1961) 321-345, 481-506 (323-333). el nacimiento de una comunidad cuya ascendencia judeocristiana
68
No se deduce de esto que Mateo y su iglesia hubieran prohibido a es incontestable. Pero ahora tiene a su alrededor cristianos venidos
los judíos que desearan convertirse la entrada en la comunidad cristiana.
Cf. S. Légasse, Jésus et l'Enfant (1969) 231-246; L'antijudáisme dans l'Évan-
68
gile selon Matthieu, en L'Évangile selon Matthieu. Rédaction et théologie Cf. 25,31-46.
69
(Gembloux 1972) 417-428 (428). 70
Cf. supra, 183.
67 Compárese con el apéndice canónico de Me (16,17-18).
Cf. supra, 185.
192 El Evangelio según Mateo Conclusiones 193

la mayoría del pagansimo: no se comprendería si no que Mateo, entonces, como siempre después, esencial a sus atribuciones. En cuan-
rodeado de judeocristianos, presentase el Reino como patrimonio to a las condiciones y posibilidades de ejercitar esta misión, depen-
exclusivo de los gentiles. Más aún, su mensaje presenta una clara derían, sin duda, del espíritu de las diversas comunidades y del am-
apertura respecto a la salvación de éstos por su incorporación a la biente que les rodeaba. Quizá la de Mateo no desplegara una activi-
sociedad mesiánica: es evidente, si comparamos el principio y el final dad particular en este sentido. Todo esto carece de importancia,
del Evangelio, el episodio de los Magos y la orden de misionar que porque en definitiva el mensaje que se nos transmite aquí no es sino
da el Resucitado. Y entre estos dos extremos se encuentran otros el código mismo de la misión que impulsa a los cristianos a despla-
pasajes (22,9; 24,14; 26,13) que demuestran que, lejos de sus- zarse para llegar a todos los hombres y comunicarles la verdad.
traerse a las miras universalistas del Nuevo Testamento, Mateo las
abraza sin reserva. Lo que en el caso particular de nuestro evangelio
despierta la curiosidad del exegeta y del historiador es el modo con-
creto de considerar la obra misionera y también —ya que los dos CONCLUSIONES
aspectos tienen conexión— el desarrollo de los hechos que han des-
embocado en la constitución de su propia Iglesia. En efecto, cuando
1. El primer Evangelio da testimonio de una Iglesia que, vol-
se trata de evocar la llegada de los gentiles al cristianismo, consta-
viéndose a sus orígenes, ve en ellos a Jesús y a sus primeros discípu-
tamos que Mateo la presenta, conforme al antiguo esquema proféti-
los, para comprenderse mejor ella misma en el seno de la economía
co, bajo la forma «centrípeta» de una peregrinación de las naciones
divina, para establecer de nuevo sus propios principios de vida y co-
hacia la luz de Cristo (2,1-12; 8.11) 71 , o también, en los casos
rregirse de sus fallos.
individuales, como el triunfo de la fe sobre las reticencias del particu-
larismo judío (8,5-13; 15,21-28) ,2 . Quizá esta experiencia esté 2. Frente a una concepción puramente jurídica pone Mateo
relacionada con las consignas del Sermón de la Montaña en el que el acento en las condiciones morales de la existencia cristiana según
Cristo exhorta a sus discípulos a edificar a los de fuera con su con- las enseñanzas de Cristo, maestro y doctor. De lo cual resulta que la
ducta ejemplar, a ser, como Israel lo afirmaba de sí mismo, «la luz herencia del pasado se considera más que como una transmisión de
del mundo» (5,13-16). ¿Admitiremos entonces que la concepción mi- cargos y responsabilidades, como una fidelidad a la doctrina del di-
sionera del evangelista, que es el eco de una situación real, se re- vino fundador. El Mesías, intérprete definitivo de la Ley, a la socie-
sume en un testimonio capaz de atraer los paganos a la Iglesia, pero dad nueva fundada por él se la impone en su «plenitud», con obliga-
sin la menor intención de propaganda? Tal deducción sólo sería po- ción de divulgarla y constituyendo el único código capaz de enca-
sible si Mateo no hubiera definido la evangelización del mundo como minar la humanidad a su destino final.
una «misión» en el sentido etimológico de la palabra; además, preci-
samente hace a esa empresa el objeto de las últimas y supremas di- 3. La Iglesia, según Mateo, no vive encastillada en su pasado,
rectivas de Cristo glorificado: «Id, haced discípulos a todas las sino convencida de la presencia actual de Cristo que vive y actúa
gentes...» (28,19). Y aún más, al confiar este encargo a los Once, entre los suyos «hasta la consumación de los siglos». Entre él y sus
al designarlos con el nombre de «apóstoles», es decir «enviados» fieles existe una relación continua que relega un poco a la sombra las
(10,2) 73 , Cristo establece una función que la Iglesia consideraba estructuras humanas, en beneficio de la autoridad de Cristo, guía
supremo del nuevo pueblo de Dios.
71
Hay que añadir el tema de las multitudes que «siguen» a Jesús, mul- 4. Esas estructuras existen, aunque Mateo no da ninguna di-
titudes cuya composición explica ya la entrada masiva de los paganos en
la Iglesia (4,24-25); cf. X. Léon-Dufour, Eludes d'Évangile (París 1965) 237- rectiva concerniente a la organización eclesial. Cuando trata de cier-
238; J. Jeremías, Jésus el les páiens (Neuchatel 1956) 29-30; W. D. Davies, tos cargos o funciones es para recordar las cualidades morales que
Setting (1964) 327.
72
Cf. S. Légasse, L'épisode de la cananéenne d'aprés Mt 15,21-28, en inclusión, con el verbo «enviar» del versículo 5) anuncia la segunda misión,
Homenaje a Mons. Élie Griffe («Bull. de Lit. Eccl.» 73 [Toulouse 1972] 21-40). y con ella comienza, justificándola, la obra de los futuros predicadores del
73
Aunque en este pasaje se trata de la primera misión, la que se dirigía evangelio.
a Israel y acabó en un fracaso, el nombre de «apóstol» (emparentado, por
13
194 El Evangelio según Mateo

deben poseer los que las ejercen. Incluso el aspecto igualitario que
caracteriza a la comunidad definida por Mateo no depende de un
estatuto jurídico, sino de un llamamiento a la humildad y al servicio.
¿Cómo estaba gobernada esta comunidad? Los datos que sobre este
punto nos transmite Mateo son indirectos e incompletos. Parece
que el papel de los «doctores» fue preponderante en esa sociedad, no
sólo por sus antecedentes judíos, sino también por la autoridad deci-
siva que se atribuye a la palabra de Jesús. Mateo no se ocupa de
otras cuestiones, ni les da una solución precisa porque su interés
se centra en otro lugar. CAPITULO x

SIMÓN LÉGASSE LA OBRA DE LUCAS: HECHOS Y EVANGELIO

La obra de Lucas ofrece un interés considerable* para el estudio


de los ministerios en los orígenes de la Iglesia. Es, en efecto, el úni-
co autor del Nuevo Testamento que presenta una serie de relatos
sobre los treinta primeros años de la Iglesia, y nos proporciona nu-
merosos informes sobre la vida concreta de las primeras comunidades.
Hay que servirse de esos datos con prudencia, pues suelen plan-
tear problemas históricos complejos. Lucas escribe unos cincuenta
años después de comenzar los hechos que narra y toma sus informes
de tradiciones o de fuentes diversas. Ahora bien, cuando sus escri-
tos se cotejan con los otros testimonios del Nuevo Testamento, y
sobre todo con las epístolas de Pablo (escritas unos treinta años
antes), constatamos que es difícil concertar sus datos. Se advierte
que Lucas más de una vez interpreta sus informes conforme a sus
propias tendencias y a la luz de la situación de su tiempo. Muchos
lo han tachado de «protocatolicismo» (Frühkatholizismus), concep-
1
Entre los estudios sobre el ministerio en Lucas, citaremos: P.-H. Me-
noud, L'Église et les ministeres selon le Nouveau Testament (Neuchatel 1949)
46-49; E. Kasemann, Amt und Gemeinde im NT (1949), en Bxegetiscbe
Versuche und Besinnungen I (Gotinga 1960) 130-133; H. Conzelmann, Die
Mitte der Zeit (Tubinga 51964) 201-204; E. Schweizer, Church Order in
the NT (Londres 1961) 63-76; C. K. Barrett, Luke the Historian in recent
study (Londres 1961) 69-76; R. Schnackenburg, L'Église dans le Nouveau
Testament (1964) 77-86; H. Flender, Heil und Geschichte (Munich 1965)
116-119; W.-G. Kümmel, Luc en accusation dans la théologie contemporaine:
ETL 46 (1970) 270-271, 276-277; P. Grelot, La structure ministérielle de
l'Église d'aprés S. Paul: «ístina» 15 (1970) 410-414; A. Lemaire, Les Minis-
teres aux origines de l'Église (1971) 37-71; R. Schnackenburg, Lukas ais
Zeuge verschiedener Gemeindestrukturen: «Bible und Leben» 12 (1971) 232-
247.
Los comentarios de los libros del Nuevo Testamento se citan sólo con el
nombre de su autor.
196 La obra de Lucas Los ministerios según el libro de los Hechos 197

to bastante impreciso y variable según los autores 2 . Sea lo que fuere, rosas personas relacionadas con el servicio de la misión, a las cuales
es evidente que Lucas presenta una imagen muy personal de los mi- no da ningún apelativo.
nisterios en la Iglesia. Para estudiar estos datos vamos a reunidos en los tres grupos en
Aquí pretendemos caracterizar la obra particular de Lucas. Ad- que Lucas sitúa los preliminares del Evangelio: la iglesia de Jerusa-
virtamos ante todo que no presenta una teoría general del ministerio lén, las comunidades prepaulinas, las misiones de Pablo.
eclesiástico: lo prueba el hecho de hablar poco del «ministro» (dia-
konos) 3. Pero proporciona unos elementos concretos muy valiosos
sobre lo que hoy día llamamos ministerios, es decir, las funciones
más o menos duraderas ejercidas al servicio de las comunidades. I. LA IGLESIA DE JERUSALEN
Partiremos, pues, de esos elementos. Tendremos que examinar,
como es natural, los problemas históricos que plantean, pero siempre
lo haremos para discernir en ellos el trabajo y el pensamiento de Lucas menciona en ella cuatro categorías de ministros.
Lucas. Es preferible comenzar este estudio examinando el libro de
los Hechos, porque en él aparecen en pleno funcionamiento los 1. Los apóstoles
ministerios de la Iglesia. Al volver luego al tercer Evangelio po-
dremos captar mejor cómo considera Lucas el origen de ellos y su Los nombra 26 veces en Jerusalén 4 . Lucas los identifica con los
preparación. Once, después con los Doce (1,26; 2,14.37; 6,2.6). En general
no da ese título a Pablo, que tantas veces 5 lo reclama, y que Lucas
atribuye a muchos de sus colaboradores (cf. págs. 208, 211-212). No
es que quiera restar importancia a Pablo, puesto que va a dedicarle
I más de la mitad del libro, pero prueba así que les reconoce a los
Doce una misión específica: garantizar la misión de Jesús. En efecto,
LOS MINISTERIOS SEGÜN EL LIBRO DE LOS HECHOS en el momento de la elección de Matías declara Pedro las condiciones
que ha de poseer el apóstol: «Es preciso que de esos hombres que han
estado en nuestra compañía todo el tiempo que Jesús nuestro Se-
El libro de los Hechos, según hemos dicho, habla como de «mi- ñor convivió con nosotros hasta el día en que se subió al cielo, haya
nisterio», pero menciona a unos «apóstoles» (28 veces), «ancianos» uno que sea como nosotros testigo de su resurrección» (1,21-22). En
(10 veces), «profetas» cristianos (4 veces), «maestros» (13,1), «epís- la misma perspectiva, al comenzar el relato de los «sucesos acaecidos
copos» (20,28) y un «evangelista» (21,8). Habla también de nume-
4
2 Entre los numerosos estudios sobre el apostolado, cf. K. H. Rengstorf,
Cf. sobre todo E. Kasemann en el artículo citado, nota 1 y en NT Era- Apostólos: TWNT 1 (1933) 406-448; Dodeka: TWNT 2 (1935) 321-328;
gen von Heute (1959), en Versuche II (1965) 20-30. Para él el protocatoli- L. Cerfaux, L'unité du corps apostolique dans le Nouveau Testament (1954),
cismo de Lucas en la cuestión del ministerio se manifiesta en su insistencia Recueil L. Cerfaux II (Gembloux 1954) 227-237; Pour l'histoire du titre
sobre la sucesión apostólica (como legitimación humana de la predicación)
y en la identificación que establece entre el don del Espíritu y la institución apostólos dans le Nouveau Testament: RSR 48 (1960) 76-92 ( = Recueil, III,
eclesiástica (a diferencia del carisma paulino). Esta interpretación parece 1962, 185-200); B. Rigaux, Die Zwolf in Geschichte und Kerygma, en Der
forzar los datos de Lucas. Cf. infra las notas 7 y 60 y las observaciones de historische Jesús und der Kerygmatische Christus (Berlín 1960) 468-486;
de C.-K. Barrett, Luke (1961) 70-76; H. Conzelmann, Luke's place in the G. Klein, Die Zwolf Apostel (Gotinga 1961); J. Giblet, Les Douze, Histoire
Development of early Christianity, en Studies in Luke-Acts (1966) 304; et Théologie, en Aux origines de l'Église: DDB (1965) 51-64; B. Rigaux,
J. D. Kaestli, L'eschatologie dans l'oeuvre de Luc (Ginebra 1969) 100-104; Los doce Apóstoles: «Concilium» 34 (1968) 7-18; A. George, Des Douze aux
W-G. Kümmel, Luc (1961); I. H. Marshall, Luke Historian and Theologian apotres et a leurs successeurs, en Le ministere sacerdotal (Lyon 1970) 23-52;
(Exeter 1970) 212-215, 219-220. R. Schnackenburg, Apostles before and during Paul's Time, en Apostolic
3
Las palabras diakonein, diakonía, diakonos se encuentran respectivamente: history, Homenaje a F. F. Bruce (Exeter 1970) 287-303 ( = Apostel vor und
en Mt 6, 0, 3 veces; en Me 5, 0, 2; en Le 8, 1, 0; en Jn 3, 0, 3; en Hch neben Paul, en Schriften zum NT, Munich 1971) 338-358; C. K. Barrett, Tbe
2, 8, 0; en Pablo (sin las pastorales) 5, 20, 18. Diakonía designa un servicio Acts of the Apostles, en NT Essays (Londres 1972) 70-85.
5
material concreto: en Le una vez; en Hch tres; en Pablo seis. Cf. infra, nota 41.
198 La obra de Lucas
Los ministerios según el libro de los Hechos 199
entre nosotros», Lucas se refiere a la tradición de «los que desde el
Las funciones que ejercen los apóstoles son diversas:
principio han sido testigos de vista y ministros de la palabra» (Le 1,
1-2). A veces se ha pensado que esta importancia que Lucas atribuye — La principal es la de ser testigos de la resurrección de Jesús
a los testigos oculares constituye una reacción defensiva contra la (1,8; 2,32; 3,15; 5,32; 10,39-42; 13,31; cf. 2,40; 8,25; 10,42) 10 .
gnosis de su época: frente a las especulaciones innovadoras quiere Aportan su testimonio al «ministerio de la palabra», considerada
proclamar la absoluta primacía de la tradición evangélica6. Puede que juntamente con la oración (6,2.4) n como su ocupación esencial.
sea así (cf. Hch 20,29-30), pero Lucas tiene un motivo más poderoso Lucas trata de las distintas formas: la predicación al pueblo (2,14-
para reservar a los Doce una función de primer plano: su objetivo 40; 3,12-26; 4,2.33; 5,20-21), la enseñanza en la comunidad (2,42),
de historiador y de historiador sagrado'. Concede un valor excep- las declaraciones ante el sanedrín (4,5-31; 5,27-41) 12 . La palabra
cional a la historia de Jesús, y esto le lleva a realzar la función de los de los apóstoles, igual que la de Jesús, está confirmada por las
que fueron sus testigos y, en consecuencia, a definir el apostolado señales y prodigios que atestiguan la salvación que anuncia (2,14-
en forma distinta a la de Pablo, al que, sin embargo, considera como 21.43; 3,1-11.16; 4,8-12.30; 5,12.15-16; 9,31-43).
testigo del Resucitado... — Lucas nos muestra varias veces a los apóstoles desempeñando
Los apóstoles recibieron su oficio de Jesús que los escogió (Hch 1, un papel directivo muy discreto 13 en la iglesia de Jerusalén. Cuando
2, recuerda a Le 6,13) y les indicó su misión en las apariciones pas- los fieles llevan sus bienes para la comunidad, los «depositan a los
cuales (Hch 1,8; cf. Le 24,47-48). Pero no la comenzaron hasta que pies de los apóstoles» (4,35.37; 5,2) que parecen así presidir la
recibieron el Espíritu enviado por el Resucitado (2,1-47), como se puesta en común. En nombre de ellos, sin duda, Pedro censura la
lo había prometido (1,4-5.8; cf. Le 24,49). El último preliminar mentira de Ananías y de Safira (5,1-11). Cuando hay que calmar las
para esta misión es la reconstitución del grupo de los Doce, incom- quejas de los «helenistas» contra los «hebreos», los Doce convocan
pleto por la defección de Judas (1,14-26) 8 . Pedro toma la iniciati- a la asamblea para organizar un nuevo ministerio (6,2). Cuando
Saulo, después de su conversión, sube a Jerusalén y trata en vano
va indicando las condiciones que debe reunir el nuevo apóstol. La
de unirse a los discípulos, Bernabé consigue introducirlo en la comu-
asamblea presenta dos candidatos y el Señor Jesús indica por medio
nidad presentándolo a los apóstoles (9,26-28). Lucas reconoce, pues,
de las suertes quién es el escogido por él, igual que antes él fue quien
a los apóstoles una autoridad que ellos ejercen sin forma jurídica,
escogió a los Doce 9 . En este caso típico de designación de un minis-
en diálogo con la comunidad, para el servicio del Señor y de su
tro advertimos la intervención de los tres elementos necesarios: Iglesia.
Pedro, portavoz de los Doce responsables de la Iglesia, la asamblea — Los apóstoles intervienen también fuera de Jerusalén rela-
y, sobre todo, el Señor. cionándose con diversos misioneros en calidad de garantes de la uni-
6 dad. Cuando Felipe bautizó a unos samaritanos, los apóstoles de Je-
G. Klein, Zwólf (1961) 213-215; C. H. Talbert, Luke and the Gnostics rusalén les envían a Pedro y a Juan para que impongan las manos a
(Nueva
7
York 1966).
Muchos han visto también aquí «protocatolicismo», especialmente E. Ka- 10
semann, Amt (1949) 130 y Das Vroblem des historischen Jesús (1954), en Según G. Schneider, Die Ztvolf (1970), la presentación de los Doce
Versuche I, 198-199. Para él, Lucas busca en el pasado una garantía del como testigos es una idea de Lucas que le permite presentar la función
mensaje actual. Pero, como advierte H. Flender, Heil (1965) 149, n. 10, eclesial
11
de Pablo.
Lucas no tiene la concepción positivista, inmanente de la historia; su his- Puede añadirse 4,29.31 si se admite la interpretación de J. Dupont,
toria es una historia de salvación, una visión de fe; «está abierta hacia el La priére des apotres persécutés: RB 62 (1955) 45-47 (=Études sur les Actes
cielo»; cf. W.-G. Kümmel, Luc (1970) 277. des apotres, París 1967) 521-522. En efecto, reserva a los apóstoles la ora-
8
Sobre este pasaje cf. los comentarios y C. Masson, La reconstitution dtt ción12 de 4,24-30.
collége des Douze: RThPh 5 (1955) 193-201 (=Vers les sources, Lausana Su mensaje se califica como «la palabra» (4,4; 6,4) o «la palabra de
1961) 178-188; P. H. Menoud, Les additions au groupe des Douze apotres: Dios» (4,31; 6,2). Está introducido por los verbos: didaskein («enseñar»:
RHPR 37 (1957) 71-80; H. Flender, Heil (1965) 107-111; G. Schneider, Dei 4,2.18; 5,21.25.28.42; cf. su didaché, 2,42; 5,28), euaggelizesthai («evange-
Ztvolf Apostel ais Zeugen, en Christus, Zeugnis der Kirche (Essen 1970) lizar»; 5,42; 8,25), kataggellein («anunciar»: 4,2), lalein («hablar»: 4,1.17.
56-58; A. Lemaire, Les Ministéres (1971) 45-47. 20.29.31; 5,20.40; 8,25). Se nota la ausencia de keryssein: «proclamar». Acerca
9 de este vocabulario, que es el de la tradición judía, cf. B. Gerhardsson,
Cf. los comentarios de T. Zahn y E. Jacquier, también P. H. Menoud, Memory and manuscript (Upsala 1961) 222-225.
Les additions (1957) 71; H. Flender, Heil (1965) 110-111. 13
R. Schnackenburg, Lukas (1971) 233-234, insiste en esta discreción.
200 La obra de Lucas Los ministerios según el libro de los Hechos 201

los bautizados y reciban al Espíritu Santo (8,14-17) H . Lucas cree de la predicación de Felipe en Samaría, Pedro y Juan son enviados
seguramente que recibieron el Espíritu en el bautismo, como en 2,38 por los apóstoles de Jerusalén para ratificar y completar la obra del
y 9,17-18, pero, sin duda, en esa manifestación visible de los dones misionero (8,14-15). En sus desplazamientos por la costa de Pales-
del Espíritu desea mostrar a los apóstoles extendiendo a todas las tina (9,32-11,18) Pedro parece más bien un misionero aislado, pero
iglesias el don mesiánico que se otorgó en Jerusalén el día de Pente- tiene que dar cuenta de sus iniciativas a los apóstoles y a los herma-
costés 15. Después que Pedro bautizó al pagano Cornelio, «los após- nos de Judea (11,1-18). Lo encontramos de nuevo en Jerusalén
toles y los hermanos de Judea» asisten a la asamblea que pide a preso y milagrosamente libertado (12,3-17) y entrevistándose con
Pedro la explicación de su conducta (11,1-18). En el grave debate Pablo y Bernabé, siendo ésta la última vez que aparece en los Hechos
de Antioquía acerca de la circuncisión de los gentiles bautizados, la (15,7-11). Desempeña en esta ocasión un papel decisivo al procla-
comunidad decide recurrir en último término «a los apóstoles y a los mar el llamamiento de los gentiles al evangelio y al recomendar que
ancianos de Jerusalén» (15,12), y éstos, con toda la Iglesia, zanjan se les descargue del yugo de la Ley.
definitivamente la cuestión (15,22-29) 16 . También aquí se mani- Santiago, el hermano del Señor, aparece aquí representando a
fiesta una autoridad apostólica reclamada por la misión, para asegu- los judeocristianos. Luego (12,17) parece el responsable de la igle-
rar la unidad. sia local de Jerusalén y desempeñará abiertamente su papel en 21,18
Lucas muestra particular interés por Pedro, al que nombra 56 cuando Pablo regrese de su última misión. Los Hechos nunca atribu-
veces en los Hechos; con frecuencia lo cita paralelamente a Pablo yen con precisión esa función a Pedro; lo presentan más bien como
su otro héroe principal". En las escenas en que lo presenta lo coloca el primero de los apóstoles, el hombre de la palabra y de la misión.
siempre en primer plano, pero con funciones diferentes, sin duda En cambio, no citan ninguna predicación de Santiago, que parece el
según las diversas fuentes o tradiciones que utiliza. En los relatos tipo de la autoridad local 18 .
de la comunidad de Jerusalén Pedro aparece sobre todo como el por- De este modo Lucas presenta en los Hechos el ministerio de los
tavoz de los Doce (2,14.37; 5,29; y sin duda 5,3-4.8-9). Después apóstoles con unos cuantos rasgos característicos:
14
La imposición de las manos es un gesto habitual en el Antiguo Tes- — Ese ministerio es instituido por Jesús resucitado, que lo con-
tamento, donde tiene muchas funciones (bendición, comunión, investidura de firma con el don del Espíritu.
ministro...). El caso presente es comparable al de Hch 19,6, donde Pablo — Está ordenado esencialmente a dar testimonio de la resu-
impone las manos después de un bautismo que parece conferido por un
ministro subalterno (cf. 1 Cor 1,14-16). Este gesto que confiere al Espíritu rrección de Jesús con «la palabra» proclamada en la predicación,
parece una forma de bendición. En otros pasajes de Lucas el contexto indica corroborada por los prodigios, vivida en la Iglesia.
que hay funciones diferentes. Entonces tiene como finalidad: — Responsables de esa palabra, incluso en su realización ecle-
— una curación: Hch 5,12; 9,12.17; 28,8; cf. Le 4,40; 13,13 (cf. Mt
y Me); sial, los apóstoles ejercen autoridad en las comunidades y en la mi-
— una investidura de función: Hch 6,6; cf. infra, 202. sión. Lo hacen colegialmente (2,14-40; 4,24-30.33; 5,2-3.29-42;
— un envío a misión: Hch 13,3; cf. infra, 207. 6,2-4; 8,14; 11,1-2), en diálogo con la comunidad (1,15-26; 6,2-6;
Sobre este gesto en general cf. los estudios de C. Maurer, Epitithemi: 11,1-18), sometidos a esta palabra igual que sus hermanos.
TWNT 8 (1966) 161-162; J. K. Parratt, The Laying on of Hands in the NT:
ExpT 80 (1969) 210-214; E. Lohse, Cheir: TWNT 9 (1971) 417-418 (Antiguo — Por su misma naturaleza, su función específica de testigos del
Testamento), 420-423 (Nuevo Testamento).
15
Resucitado no es transferible. Judas es reemplazado porque abandonó
Cf. los comentarios de T. Zahn, E. Haenchen, H. Conzelmann y E. «el ministerio del apostolado» (1,25), pero no se busca un sustitu-
Schweizer, Pneuma: TWNT 6 (1959) 412 (=Esprit, Ginebra 1971, 161-162); to para Santiago el Mayor, que consumó su testimonio con el martirio
E. Lohse, Cheir (1971) 422.
16
Esta es la presentación de los hechos por Lucas. Sobre la prehistoria 18
literaria de este capítulo cf. J. Dupont, Les problémes du livre des Actes O. Cullmann, Saint Fierre, Disciple, Apotre, Martyr (Neuchatel 1952)
(Lovaina 1950) 51-70 (=Etudes 56-75); E. Trocmé, Le livre des Actes et 35-48 supuso que Pedro dejó la dirección de la iglesia de Jerusalén a San-
l'histoire (París 1957) 156-163; P. Benoit, La deuxiéme visite de saint Paul tiago para ocuparse de la misión a los judíos. Esta interpretación no con-
a Jérusalem: Bib 40 (1959) 778-792 (Exégese et Théologie III [1968] 285-299); viene a la perspectiva de Lucas, que da mucha más importancia a la misión
W. Schmithals, Paulus und Jakobus (Gotinga 1963) 30-51. que a la jerarquía local. Cf. las recensiones del libro de O. Cullmann por
17
Cf. nuestro estudio Le paralléle entre Jean-Baptiste et Jésus, en «Mé- L. Cerfaux: RSR 41 (1953) 188-202 (Recueils... II, 239-251) y P. Benoit:
langes bibliques B. Rigaux» (Gembloux 1970) 159-164. RB 60 (1953) 565-579 (Ex. et Théol. II, 1961, 295-308).
202 La obra de Lucas Los ministerios según el libro de los Hechos 203

(12,2) 19 . Para Lucas no hay una segunda generación de testigos del funda en Nm 27,15-23) la imposición de las manos significa aquí,
Resucitado, ni de apóstoles, por consiguiente, sino que la palabra para Lucas, la institución de nuevos ministros 22 .
de los Doce permanece para siempre como el mensaje de la Iglesia. La función de los Siete plantea un problema. Si nos atenemos
al relato de los Hechos en el que los Doce oponen el «servicio de las
mesas» al «servicio de la palabra», que es su tarea específica (6,2.4;
2. Los Siete cf. un concepto análogo en Le 10,39-42), el papel de los Siete con-
siste en una ayuda material. Pero cuando Lucas habla después de Es-
Nunca se mencionan estos ministros fuera del libro de los Hechos, teban y de Felipe —los únicos de los Siete de quienes nos proporcio-
que relata su institución (6,1-6) y luego la actividad de dos de ellos: na algunos datos— nunca los presenta ocupados en servir las mesas,
Esteban (6,8-8,2) y Felipe (8,5-40; cf. 21,8-9). Lucas sólo los sino totalmente dedicados a la predicación en ambientes helenistas
designa por su número (cf. los Doce) sin darles el título de ninguna (6,8-10; 8,26-40) o samaritanos (8,4-13), y a unos discípulos de
función; sin embargo, en 21,8 llama a Felipe «evangelista». Los esos ambientes atribuye la primera evangelización de los «griegos» en
Siete son, seguramente, de origen judío, excepto Nicolás, que es pro- Antioquía (11,20). Esto ha hecho pensar a muchos críticos que la
sélito, pero sus nombres y sobre todo el terreno en que ejercen su tradición subyacente en este relato presentaba al principio a los Siete
actividad indican que pertenecen al judaismo helenístico. como dirigentes del grupo de los discípulos «helenistas» e iniciadores
El relato de los Hechos (6,1-6) presenta su ministerio como insti- de la misión en los medios de la diáspora. Lucas, según ellos, utiliza
tuido para remediar una tensión en la comunidad de Jerusalén entre esta tradición subrayando su subordinación de los «Siete» a los
«helenistas» y «hebreos», es decir, judíos de lengua griega relaciona- «Doce», para indicar la unidad del ministerio eclesial dirigido por los
dos con la diáspora y judíos palestinos de lengua aramea 20 . Los pri- apóstoles 23 . Esta interpretación, no es inverosímil, pero hay que ad-
meros se quejan de que no se hacía caso de sus viudas en el «servicio vertir que el relato de Lucas puede conservar valiosas indicaciones 24.
diario» que parece ser una obra de asistencia social (6,1-2) relacio- Por una parte, en los ambientes judíos las comunidades locales suelen
nada con el servicio de las mesas, como lo sugiere el verbo diakonein. depender de un consejo de siete miembros 25 , y el servicio de las
Los Doce, que no pueden asumir ese servicio sin descuidar su «minis- mesas no excluye el ejercicio de la enseñanza. Por otra parte, Lucas
terio de la palabra», proponen instituir un ministerio nuevo siguien- no presenta a los Siete como si fueran los «diáconos» de su tiempo,
do un proceso análogo al empleado en la elección de Matías (1, como a veces se ha creído 26 : no los llama diakonoi (término que no
14-26): como responsables sugieren el medio conveniente, la asam- figura en los Hechos); los llama sencillamente «los Siete», en tanto
blea escoge a los candidatos, éstos deben estar «llenos del Espíritu que a los Doce les da el título de «apóstoles»; no les asigna suceso-
Santo», lo que indica que la acción divina ha precedido a la de los res en Jerusalén ni habla de personas similares en las otras comunida-
hombres, finalmente los apóstoles oran e imponen las manos a los des. Por tanto, no quiere presentar aquí la institución de un «orden»,
Siete 21 . Como en muchos pasajes del Antiguo Testamento (y sobre sino la organización de un ministerio particular para una situación es-
todo Nm 27,15-23 con el que Hch 6,3.6 tiene gran semejanza) y 22
como en la ceremonia de investidura de los rabinos (que también se Cf. los comentarios de E. Jacquier, E. Haenchen y E. Kasemann,
Amt (1949) 131; E. Lohse, Cheir (1971) 422; A. Lemaire, Les Ministéres
(1971) 57. Sobre la imposición de las manos cf. nota 14.
19 23
Cf. C.-H. Dodd, According to the Scriptures (1952) 59; P. H. Menoud, Cf. los comentarios de A. Loisy, O. Bauernfeind, E. Haenchen, G.
Les additions (1957) 74-77. Stahlin, H. Conzelmann y M. Goguel, Introduction au Nouveau Testatnent
20
Cf. los comentarios y E. Trocmé, Actes (1957) 189-190; C. F. D. (1922) 192-193; La Naissance du christianisme (1948) 108, 132-133; E. Troc-
Moule, Once more, who were the Hellenists?, ExpT 70 (1959) 100-102; mé, Actes (1957) 189-191; B. Reicke, Glaube und Leben der Urgemeinde
A. Lemaire, Les Ministéres (1971) 52-53. (Zurich 1957) 119-120; R. Schnackenburg, Lukas (1971) 236-237.
24
21
Lucas no indica explícitamente quién impone las manos, pero los ver- Sobre el problema histórico cf. A. Lemaire, Les Ministéres (1971) 49-58.
25
sículos 2-3 sugieren que son los Doce. Es la lectura del códice D y la inter- P. Billerbeck II (Munich 1924) 641; K. M. Rengstorf, Epta: TWNT 2
pretación de los comentarios de T. Zahn, E. Preuschen, A. Loisy, E. Jac- (1935) 630; A. Lemaire, Les Ministéres (1961) 51-52; R. Schnackenburg,
quier, A. Wikenhauser, J. Dupont, G. Stahlin y la de E. Kasemann, Amt Lukas (1971) 236.
26
(1949) 131; E. Schweizer, Church (1961) 208 (problema análogo en Hch Por ejemplo A. Loisy, M. Goguel, E. Trocmé (estudios citados en la
13,3: cf. nota 37). nota 23).
204 La obra de Lucas Los ministerios según el libro de los Hechos 205
pedal 27 . Su propósito es mostrar que las necesidades de la Iglesia misma. Lucas no determina nunca las modalidades de ese discerni-
reclaman la creación de unos ministerios nuevos, creación que se efec- miento 31. La función de los profetas no se limita a anunciar el por-
túa mediante un diálogo entre los responsables y la asamblea; juntos venir como lo hace Abago en 11,28 y 21,11: también exhortan a
tratan de discernir quiénes han recibido el don del Señor para el ser- los hermanos en la asamblea (cf. 1 Cor 14,1-5). Cuando Judas y Silas
vicio de sus hermanos. dirigen una exhortación a la comunidad de Antioquía «con un largo
discurso», Lucas explica el hecho por su cualidad de profetas (15,32;
cf. 1 Cor 14,3.31). Y si siempre presenta viajando a los profetas
3. Los profetas de Jerusalén es, sin duda, para indicar la irradiación carismática de
esa iglesia; quizá también porque él los considera conforme a la
Lucas habla varias veces de los profetas de la comunidad de Je- imagen de los profeats ambulantes que se encontrarán más tarde en
rusalén 28 . Siempre los presenta actuando fuera de la ciudad: Agabo la Didaché (12,1-13,1; cf. 11,1-6) 32 .
y varios otros en Antioquía (11,27-28), Judas y Silas enviados a
Antioquía con la carta de la asamblea de Jerusalén (15,22.27.32),
Agabo de nuevo en Cesárea (21,10-11) 29 . Se ha creído a veces que 4. Los ancianos
Bernabé era profeta en Jerusalén 30 , pero si Lucas halló este dato en
sus fuentes, no se sirvió de él, ya que nunca da ese nombre a Ber- El libro de los Hechos menciona a los ancianos (presbyteroi) de
nabé cuando lo presenta en Jerusalén (4,36-37; 9,27; 11,22); va- Jerusalén en tres ocasiones: los nombra a ellos solos cuando la
mos a ver, en cambio, que sí se lo dará en Antioquía (13,1). iglesia de Antioquía les envía unos socorros para los hermanos de
En ningún lugar afirma Lucas que esos profetas hayan sido insti- Judea amenazados por el hambre (11,30); los coloca junto a los após-
tuidos por la autoridad. Es un hecho normal en la tradición bíblica toles en la asamblea de Jerusalén (15,2-16,4) y los muestra reunidos
donde el profeta es el hombre carismático por excelencia, suscitado con Santiago a la llegada de Pablo (21,18). Su nombre es tradicional
siempre por la libre intervención del Espíritu. La narración presenta en el mundo judío para designar un consejo de responsables de co-
a unos profetas entre los miembros de la comunidad, pero ésta es munidad 33; esto hace verosímil su existencia en la iglesia judeocris-
la que discierne en ellos la acción del Espíritu que la anima a ella tiana de Jerusalén.
Lucas no narra su «institución». Pero al presentarlos en la co-
27
Así E. Schweizer, Church (1961) 74; en la página 184, n. 682, consi- munidad de Jerusalén al lado de los apóstoles y luego de Santiago
dera la posibilidad de que, en la tradición anterior a Lucas, los Siete hayan parece sugerir que nacieron para el servicio de la comunidad local a
sido unos ancianos; lo mismo opina J. Dupont, Le discours de Milef (1962) fin de compartir y después asumir algunas tareas del grupo apostó-
163.
28
Sobre los profetas cristianos cf. G. Friedrich, Prophetés: TWNT 6 lico en el momento en que éste desaparecía34.
(1959) 849-858; E. Schweizer, Church (1961) 197; E. E. EUis, The role of
(he christian Prophet in Acts, en Apostolic History, Homenaje a F. F. Bruce 31
Pablo, en cambio, sugiere varios criterios para este discernimiento: el
(Exeter 1970) 55-67; E. Cothenet, Propbétisme et ministére, «La Maison- juicio de la comunidad (1 Tes 5,19-20), probablemente el de los profetas
Dicu» 107 (1971) 29-50; Propbétisme (Nouveau Testament): SDB (1971) (1 Cor 14,29), el consentimiento del Apóstol (1 Cor 14,37). Este sería el
1264-1267. sentido de Hch 4,36 en la interpretación citada en la nota precedente.
29 32
Las dos menciones de Agabo en 11,28 y 21,10 podrían ser un doblete. Sobre los profetas itinerantes, cf. A. Lemaire, Les Ministéres (1971)
El dato original sería entonces el de 21,10 (se presenta a Agabo como si 64, 70, 139-141.
no se le hubiera nombrado todavía y el pasaje pertenece a un «fragmento- 33
Cf. E. Schürer, Geschichte des jüdischen Volkes II (Leipzig 1907) 223-
nosotros»). Cf. P. Benoit, La deuxiéme visite (1959) 790 (Ex. et Théol. III 224; G. Bornkamm, Presbys: TWNT 6 (1958) 659-661; E. Schweizer, Church
297); A. Lemaire, Les Ministéres (1971) 63-70. (1961) 200; A. Lemaire, Les Ministéres (1971) 21-27, 184.
30
Se ha deducido así de 4,36 donde los apóstoles le dan el nombre de 34
Las menciones de los ancianos por Lucas en 11,30 y 15,2 plantean unos
«hijo de consolación» o de «exhortación». Esto podría corresponder a un problemas históricos porque no están sostenidas por el testimonio de Pablo
sustrato semítico: «hijo de profecía» y, por tanto, profeta. Esta hipótesis ha en Gal y podrían achacarse a la redacción de Lucas (la de 21,18, en cambio,
sido admitida por los comentarios de A. Wikenhauser y G. Stahlin, por podría darnos un dato más seguro porque se encuentra en un «fragmento-
E. E. Ellis, The role (1970) 57; A. Lemaire, Les Ministéres (1971) 47-49; nosotros»). Sobre los ancianos en los Hechos, cf. G. Bornkamm, Presbys
en cambio, la rechazan los comentarios de T. Zahn, A. Loisy, E. Haenchen, (1958) 65-66; E. Schweizer, Church (1961) 216-217; E. E. EUis, The role
H. Conzelmann. (1970) 65-66; R. Schnackenburg, Lukas (1971) 235.
206 La obra de Lucas Los ministerios según el libro de los Hechos 207

En el relato de Lucas las funciones de los ancianos se diferencian Al saber esto la iglesia de Jerusalén envía a Antioquía a Berna-
de las de los apóstoles en que aquéllos nunca ejercen el ministerio bé, que afianza la unión con la nueva iglesia (cf. 8,4-17)35. Esta pa-
de la palabra. Reciben los socorros enviados por la iglesia de Antio- rece atribuir cierta autoridad a Bernabé, pero Lucas no le da aún
quía (11,30) igual que los apóstoles presidieron en Jerusalén la ningún título de función. En cambio, advierte en él la acción del
puesta en común de los bienes (4,35.37; 5,2). Participan con los Espíritu Santo, ésta le hace reconocer la gracia otorgada por Dios y
apóstoles en los debates y en la decisión de la asamblea (15,2.4-6. animar a los creyentes (11,22-24). Bernabé toma la iniciativa de ir
22-23). En fin, en 21,18 parece que forman junto a Santiago el con- a Tarso en busca de Pablo, que va a enseñar (didaxai) durante un año
sejo de la iglesia; todos ellos invitan a Pablo a dar una prueba de fide- con él en la iglesia (11,25-26). Los dos suben a Jerusalén para llevar
lidad a la ley y evocan su decreto de 15,23-29 (21,20-25). Por tanto, socorros en previsión del hambre anunciada por Agabo (11,27-30):
parece que Lucas les atribuye la misión de consejeros locales de los es un servicio de ayuda social (diakonia: 12,25).
responsables para prolongar una de las funciones que los Doce des-
Antes de narrar el viaje misionero de Bernabé y Saulo, se halla
empeñaban en los orígenes de la iglesia de Jerusalén.
una lista de ministros de la iglesia de Antioquía (13,1), que proviene
seguramente de una tradición antigua. Esta lista indica que existía
una estructura ministerial bastante diferente de la de Jerusalén. Nom-
bra a los profetas y doctores (didaskaloi), ambos títulos deben apli-
II. LAS COMUNIDADES PREPAULINAS carse solidariamente a los cinco personajes nombrados M: Bernabé,
Simeón, Lucio, Manahén y Saulo. Estos son unos hombres carismáti-
Lucas proporciona escasos datos sobre los ministerios de esas co- cos, según parece, que ejercen la profecía y la didascalía (cf. 1 Cor
munidades, exceptuando la de Antioquía. 14,6). Durante una «liturgia» de la comunidad interviene el Espíritu
Santo probablemente por medio de uno de los que acabamos de nom-
brar. Designa a Bernabé y a Saulo para la misión, conocida ya en
1. Comunidades distintas Antioquía. Después del ayuno y la oración, imponen las manos a los
En Samaría no menciona a ningún ministro local entre los creyen- dos misioneros 37. En la situación en que se encuentran Saulo y, sobre
tes evangelizados por Felipe y luego por Pedro y Juan (8,3-13. todo, Bernabé, este gesto sólo puede significar que reciben algún
14-25; cf. 15,3). Tampoco los nombra en Damasco, donde conoce a poder de un «superior» que dispone de él y ya lo ha ejercido antes
algunos discípulos (9,19.25), y sobre todo a Ananías (9,10-17; (es un caso distinto al de la investidura de los Siete en 6,6); de
22,12-16), ni siquiera dice por quién fue bautizado Pablo (9,18; ningún modo puede cometerse el anacronismo de hablar de «ordena-
22,16). Igual sucede con las comunidades de los «santos» de Lida y ción» 38. Aquí la Iglesia reconoce y significa la llamada que el Espí-
de los «discípulos» de Joppe, donde estuvo Pedro (9,32.35.36-42).
35
En cambio, en Cesárea el relato de la última misión de Pablo indica Para R. Schnackenburg, Lukas (1971) 239, es más natural que Bernabé
la residencia de Felipe calificado ahora de «evangelista» y de sus haya sido uno de los fundadores de la comunidad, ya que se nombra a la
cuatro hijas vírgenes, que profetizan (21,8-9). cabeza de la lista en 13,1 y es chipriota (4,36; cf. 11,20).
36
Porque Lucas une prophetai kai didaskaloi con kai, sin artículo, y por-
que su lista no nos deja distinguir dos grupos. Cf. los comentarios de A. Loisy,
A. Wikenhauser, J. Dupont, E. Haenchen y E. Schweizer, Cburch (1961)
2. Antioquía 183; E. E. Ellis, The Role (1970) 63, n. 5; A. Lemaire, Les Ministéres (1971)
58-59; R. Schnackenburg, Lukas (1971) 241; E. Cothenet: SDB 8 (1971) 1284.
Abundan más los datos concernientes a la iglesia de Antioquía, 37
El texto no precisa quién impone las manos. Muchos piensan en los
porque Lucas está mejor informado de ella. otros tres profetas y doctores, especialmente los comentarios de E. Jacquier,
Esta comunidad surgió de la predicación de los discípulos expul- A. Wikenhauser, C. S. C. Williams, E. Haenchen y E. Schweizer, Church
sados de Judea por la persecución que siguió a la muerte de Este- (1961) 73, 208; R. Schnackenburg, Lukas (1971) 240. En cambio, los comen-
tarios de A. Loisy, J. Dupont y E. Lohse, Cheir (1971) 422 piensan en la
ban (8,1.4; 11,19). Entre esos discípulos, algunos judíos «helenis- comunidad. Sobre la imposición de las manos, cf. notas 14 y 21.
tas» de Chipre y de Cirene tomaron la iniciativa de predicar a los 38
Cf. la opinión general de los comentarios y la de E. Schweizer, Church
«griegos» y llevaron a la fe a gran número de ellos (11,20-21). (1961) 208; G. Klein, Zwolf, 168-173; E. Lohse, Cheir (1971) 422(54);
A. Lemaire, Les Ministéres (1971) 60; R. Schnackenburg, Lukas (1971) 240.
208 La obra de Lucas Los ministerios según el libro de los Hechos 209
ritu hace a los misioneros para cumplir una misión que es la suya. la vida de Jesús (1,21-22), y Pablo no puede atestiguar personalmen-
La Iglesia los envía a esa misión, los «encomienda a la gracia de Dios te la misión terrestre del Maestro. Sin embargo, no vacila en darle
para esta obra» (cf. 14,26) y volverán a dar cuenta a la Iglesia de el título de «testigo» (22,15; 26,16; cf. «atestiguar» en 18,5;
«todo lo que Dios ha hecho con ellos» (14,27). 20,21.24; 22,18; 23,11; 26,22; 28,23) como a los Doce 42 , por-
Quizá la comunidad dé Antioquía dé en adelante a Bernabé y a que es igual que ellos testigo del Resucitado, y de buen grado lo
Saulo el título de apóstoles en el sentido de misioneros enviados por compara a Pedro. Por tanto, comprende todas las analogías que pre-
la Iglesia (sentido que volvemos a hallar en 2 Cor 8,23). Parece un senta el ministerio de Pablo con el de los apóstoles.
indicio de ello el hecho de que Lucas, que ordinariamente reserva ese
Pablo, igual que los apóstoles, es designado para su misión por
título para los Doce (cf. pág. 202), lo aplica a Bernabé y a Pablo
en 14,4.14; muchos creen que aquí sigue una fuente probablemente Jesús resucitado (Lucas lo afirma tres veces, en 9; 22; 26; cf. para los
antioquena 39. Si Lucas hace una excepción de su costumbre, no es apóstoles: Le 24,47-48; Hch 1,8). El Señor lo envía a todos los
fácil que sea por falta de atención: sin duda usa las expresiones de hombres, judíos y paganos (9,15; 22,15; 26,17-18) 43 . Pablo es,
los ambientes misioneros para indicar el papel de los fundadores de en los Hechos, el único «servidor de la palabra» que recibe su mi-
iglesia, sobre todo en el momento en que los dos predicadores van sión directamente de Jesús, pero mientras que él en su epístola a
a instituir a los ancianos (14,23) 40 . los Gálatas proclama que ni su apostolado ni su evangelio vienen de
los hombres (Gal 1,1.11-12.15-17), Lucas señala el papel que varias
personas desempeñan en el origen de su misión: de los tres relatos
del suceso de Damasco, en dos la voluntad del Resucitado se trans-
III. LAS MISIONES DE PABLO mite a Pablo por medio de Ananías (9,6.10-17; 22,10.12-16) 44 ;
después interviene Bernabé para introducir a Pablo en la iglesia de Je-
rusalén presentándolo a los apóstoles (9,26-30), y luego para enro-
Lucas dedica más de la mitad del libro de los Hechos a las mi- larlo en la misión llevándolo a Antioquía (11,25-26) 45 . De este
siones y a la cautividad de Pablo. Ofrece en estos capítulos numerosos modo se manifiesta el rol de la Iglesia, de sus fieles y de sus respon-
datos referentes al ministerio de él y de sus colaboradores.
sables en el comienzo del ministerio. Y, por último, la acción sobre-
natural que se manifestó en la vocación de Pablo, continúa ejercién-
1. El ministerio de Pablo dose a lo largo de toda su actividad: el Señor se le aparece para
enviarlo a los gentiles (22,17-21), para animarlo en Corinto (18,
Pablo reivindica a menudo en sus epístolas 41 su título de apóstol, 9-10), para alentarlo durante su proceso en Jerusalén (23,11); para-
pero Lucas habitualmente no se lo da (excepto en 14,4.14 como lelamente el Espíritu que lo envía en misión desde Antioquía (13,
acabamos de ver) porque en su perspectiva de historiador sagrado 2-4) inspira y orienta su acción (13,9; 16,6-7; 20,23).
tiene empeño en reservar ese título para los Doce, testigos de toda
Para Lucas el ministerio de Pablo consiste esencialmente en la
39
Cf. los comentarios de E. Haenchen y H. Conzelmann, también E. E.
Ellis, The Role (1970) 64-65; R. Schnackenburg, Apostles (1970) 294; A. Le- Parece que funda su apostolado unas veces en su visión del Resucitado
maire, Les Ministéres (1971) 61, 140, 180 (que se decide por una fuente (1 Cor 9,1), otras en su eficacia misionera (1 Tes 2,7; 1 Cor 4,9; 9,2).
antioquena). En cambio, L. Cerfaux, Pour l'bistoire: RSR 48 (1960) 88, n. 35 Cf. R. Schnackenburg, Apostles (1970) 301-303.
42
( = Recueil... III, 196, 1) duda de la mención de los apóstoles en el texto Cf. 199. Sobre este punto cf. P. H. Menoud, Les additions (1957)
original del versículo 14; igual opina G. Klein, Zwólf, 212-213. G. Schneider, 79-80; H. Flender, Heil (1965) 118; G. Schneider, Die Zwólf (1970); C. Bur-
Die Zwblf (1970) 52-53 rechaza la mención de los apóstoles en el versículo 14 chard, Der dreizehnte Zeuge (Gotinga 1970) 130-136.
43
y aplica la del 4 a los Doce; pero esta última hipótesis es difícilmente ad- Sobre los diversos relatos de la conversión de Pablo en los Hechos,
misible. cf. E. Trocmé, Actes (1957) 174-179; G. Klein, Zwólf (1961) 144-159;
40
Cf. H. Conzelmann, Lttke's Place (1969) 313, n. 71 y las notas de G. Lohfink, Paulus vor Damaskus (Stuttgart 1965); C. Burchard, Der drei-
C. K. Barrett: NT Essays (1972) 80-82. zehnte (1970).
41 44
Lo hace 14 veces fuera de las pastorales: en los saludos de 1 Cor, Cf. G. Klein, Zwólf (1961) 145-148; H. Flender, Heil (1965) 118;
2 Cor, Gal, Rom, Col, Ef, así como en 1 Tes 2,7; 1 Cor 4,9; 9,1.2; 15,9; X. Léon-Dufour, Résurrection de Jésus et message pasca! (París 1971) 112.
2 Cor 12,12; Rom 11,13. Proclama su «apostolado» en 1 Cor 9,2; Rom 1,5. 45
Q . G. Klein, Zwólf (1961) 162-167.
14
210 La obra de Lucas Los ministerios según el libro de los Hechos 211

predicación de la palabra: lo presenta casi siempre hablando 46 . Esta cia al acuerdo entre Pablo y Bernabé por un lado, Pedro y Santiago
palabra es iluminada y corroborada por señales y prodigios que ates- por otro, para dispensar a los convertidos paganos de la práctica de la
tiguan su poder salvador (13,9-12; 14,3.9-10; 16,18.25-28; 19,11- Ley (15,1-35). Pablo invoca el testimonio de los apóstoles sobre
12; 20,10-12). Congrega a los creyentes que forman iglesias en la resurrección (13,31; cf. 1 Cor 15,5-7.11). Sube repetidas veces
Pisidia y Licaonia, en Macedonia, en Acaya y en Asia. a Jerusalén (9,26-29; 11,30; 12,25; 15,1-30; 18,22) antes de su
Es digno de notarse que rara vez muestra Lucas a Pablo haciendo último viaje (19,21; 20,22-23; 21,1-26). Las relaciones entre Pablo
ostentación de su autoridad. Es sorprendente la diferencia con las y Jerusalén son menos tensas en los Hechos que en la epístola a
los Gálatas, pero el principio es el mismo: si el evangelio de Pablo
epístolas, en las que Pablo interviene enérgicamente en la vida de
no era aceptado en Jerusalén, el Apóstol habría corrido en vano
las comunidades (sobre todo en 2 Tes y 1 Cor). Las escasas manifes-
(Gal 2,2).
taciones de la autoridad de Pablo en los Hechos son: la institución
de los ancianos en las iglesias de Licaonia y Pisidia (14,23 con Ber-
nabé), su negativa a llevarse a Juan Marcos en la segunda misión 2. Los colaboradores de Pablo en la misión
(15,38), la elección de Silas y Timoteo (15,40; 16,3), la promulga-
ción del decreto de Jerusalén (16,4) 47 . Podríamos añadir la imposi- Lucas presenta a muchos de ellos, pero nos da pocos informes
ción de manos a los discípulos de Juan Bautista en Efeso (19,6) y de sus actividades.
la fracción del pan en Tróada (20,7-11). En Lucas aparece Pablo más Bernabé aparece el primero. Tiene ya un largo pasado cristiano
como portador de la palabra que como jefe de iglesias. En este punto (4,36-37; 9,27; 11,22-30) cuando sale a misión con Pablo, «en-
su figura apenas difiere de la de los apóstoles y la de Pedro. viados por el Espíritu Santo» (13,2.4). Lucas al principio lo nombra
Existe un último rasgo de semejanza entre el ministerio de Pablo antes que a Pablo (13,7) como jefe de la misión, pero luego, ai
y el de los apóstoles: la solicitud por la unidad de la Iglesia y de la partir de 13,13 49, lo cita después, aunque trabajan solidariamente.
misión. Esta solicitud es sorprendente en las epístolas de Pablo, se Los dos misioneros se separarán al salir para la misión siguiente (15„
manifiesta en su deseo de estar de acuerdo con los que «eran após- 36-40). Hemos visto que Lucas le da de paso el título de apóstol
toles antes que él» (Gal 1,17-18; 2,1-10.11-14), en sus alusiones a (14 ; 4.14) ; que Pablo le reconoce implícitamente en 1 Cor 9,5-6.
las costumbres de «las iglesias de Dios» o de «los santos» (1 Cor 11, Juan Marcos, primo de Bernabé (Col 4,10), acompaña a éste y
16; 14,33), en la colecta que organiza para «los santos de Jeru- a Pablo al comenzar su común misión. Entonces lo denomina «servi-
salén» (1 Cor 16,14; 2 Cor 8,9; Rom 15,25-28). Los Hechos alu- dor» (hyperetes), papel que Lucas asigna a los testigos oculares «ser-
den vagamente a la colecta (24,17) 48 , pero conceden gran importan- vidores» de la palabra (Le 1,2) y a Pablo (Hch 26,16). A mitad de
camino abandona la misión (13,13; cf. 15,38).
46
Los verbos empleados (cf. nota 12) son: anaggettein («anunciar»: dos Silas, profeta de Jerusalén enviado a Antioquía (15,22.27.32),
veces), dialegesthai («discutir»: nueve veces), didaskein («enseñar»; seis ve- fue escogido por Pablo como compañero de su segunda misión (15,
ces; cf. didaché, «enseñanza»: dos veces), euaggelizestbai («evangelizar»: siete 40-18,22). Los Hechos lo nombran siempre junto a Pablo, excepto
veces; cf. euaggelion: 20,24), kdaggellein («anunciar»: ocho veces), keryssein en 17,14-15 y 18,5, sin atribuirle título ni actividad determinada;
(«proclamar»: cuatro veces), Mein («hablar»: doce veces). El contenido en cambio, Pablo parece calificarlo de «apóstol» en 1 Tes 2,7 50.
de la predicación es designado como «la palabra»: siete veces, «la palabra
de Dios»: seis veces, «la palabra del Señor»: seis veces. Sobre la interven-
ción de estas dos fórmulas últimas en los manuscritos cf. la nota 61. actitud de Pablo respecto a la Ley (así piensa M. Goguel: RHPR, 1925,,
47
Este dato constituye una dificultad para los historiadores, pues parece 316-318; comentario de E. Haenchen), sea que temieran comprometer su
que Pablo no conocía este decreto cuando escribía 1 Cor, Gal, Rom. Podría misión ante el judaismo palestinense aceptando los dones de los paganos.
haberlo conocido a su llegada a Jerusalén al terminar su última misión (W. Schmithals, Paulus, 1963, 68-69).
49
(cf. Hch 21,25). Esto debe explicarse por el trabajo literario de Lucas en Bernabé ya no será nombrado más antes que Pablo con excepción
Hch 15; cf. los estudios citados en la nota 16. de Hch 14,12.14 y 15,12.25, donde esto puede indicar que Lucas sigue una
48
Se han intentado diversas explicaciones acerca de este silencio sor- 50
Interpretación admitida por los comentarios de G. Milligan, A. Oepke,,
prendente sobre un servicio al que Pablo dio tanta importancia y que Lucas K. Staab, S. Rígaux (el de C. Masson es más reservado), al igual que por
no pudo ignorar. Pero un silencio siempre es difícil de interpretar. Las hipó- L Cerfaux, Pour l'histoire (1960) 77 (Recueil... III, 186); R. Schnackenburg„
tesis menos aventuradas son las que se basan en las inquietudes de Pablo al Ápostles (1970) 294-295; A. Lemaire, Les Ministéres (1971) 74.
salir para Jerusalén (Rom 15,31). Si Lucas no habla de la colecta podría ser
porque ésta no ha sido bien vista por los «santos», sea que les chocara la
212 La obra de Lucas Los ministerios según el libro de los Hechos 213
Timoteo de Listra, hijo de un gentil y de una judía creyente, agre- sias locales: profetas, doctores, epíscopos, presidentes, servidores, con-
gado por Pablo a su equipo misionero (16,1-3) para la segunda mi- ductores, evangelistas, pastores..., pero nunca ancianos". No todos
sión. Durante la tercera aparece junto a Pablo «sirviendo» (diakonon: estos apelativos son títulos de una función determinada: «conducto-
19,22) y como compañero de viaje (20,4). Los Hechos no propor- res» y «pastores» son metáforas, quizá también lo sea en estos tiem-
cionan ningún dato preciso de su función. Pablo quizá lo cuente pos antiguos «epíscopos»; «servidor» (diakonos) tiene en Pablo usos
entre los «apóstoles» con Silas en 1 Tes 2,7 61. tan diferentes 55 que no se le puede atribuir un sentido muy preciso;
Apolo llega de improviso a la sinagoga de Efeso donde «habla la «presidencia» puede ser ejercida por ministros distintos. Lo cierto
y enseña con todo esmero lo referente a Jesús, aunque solamente es que los miembros de las iglesias paulinas asumen claramente funcio-
conoce el bautismo de Juan» (18,25). Por tanto, parece que comen- nes numerosas y diversas. Lucas nos proporciona muy escasos datos
zó a predicar por propia iniciativa. Priscila y Aquila completan su en este punto, lo que nos prueba que la cuestión de los ministerios
formación (18,26) y marcha a Corinto recomendado a la iglesia local no le interesaba gran cosa.
por los hermanos de Efeso. Si nos atuviéramos al relato de los El relato de Lucas sobre la institución de los ancianos por Pablo
Hechos podríamos considerarlo sólo como un auxiliar accidental de y Bernabé en las iglesias de Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia
la misión. Parece que Pablo le atribuye una actividad más importante (14,23) plantea un problema, no sólo porque Pablo en sus epístolas
(1 Cor 1,12; 3,4-6.22; 4,6; 16,12) e incluso lo califica de «após- nunca menciona a los ancianos, sino porque no dice nada de la institu-
tol» (1 Cor 4,9) 52 . ción de responsables locales. Por eso muchos críticos ven en Hch 14,
Erasto está asociado a Timoteo como «sirviendo» {diakonon) y 23 un anacronismo de Lucas que proyecta en el pasado las costum-
es enviado con él desde Efeso a Macedonia (19,22). bres de su tiempo 56. El problema es real, y hay que examinar todos
Los Hechos, en 20,4, dan una lista de siete discípulos, entre ellos sus aspectos. Es natural que al dejar las iglesias que habían fundado
Timoteo, que escoltan a Pablo al marcharse de Corinto. Nada dice se preocupasen los misioneros de su ulterior funcionamiento y las pro-
Lucas de su función, pero podrían ser los delegados de las iglesias veyesen de responsables. Lucas, con una palabra (cheirotonesantes)
para llevar a Jerusalén el producto de la colecta53. nos dice que éstos fueron designados por Pablo y Bernabé; no parece
Lucas conoce, pues, numerosos auxiliares de Pablo en su misión, que esto excluya la participación de la asamblea en el nombramiento
pero no les da ningún nombre que indique una determinada función (cf. 1,23; 6,3-5; 13,3) y menos aún la parte que hay que atribuir
y prácticamente no nos dice nada de sus actividades. Se interesa por al Espíritu (cf. 6,3; 13,2; 20,28). Entra en lo posible que las comu-
la misión y por los que en ella trabajan, pero no por los ministerios nidades de Iconio y de Antioquía de Pisidia, nacidas junto a las si-
propiamente dichos. nagogas, dieran a sus responsables el título de «ancianos» 5T, pero no
puede afirmarse con seguridad. Sea lo que fuere, Lucas conoce en
Jerusalén a unos ancianos que suplen a la falta de apóstoles. Al nom-
3. Los ministros locales de las iglesias paulinas brar a los ancianos en las comunidades paulinas quizá quiera subrayar
la identidad de estructura en las diversas iglesias.
Lucas sólo dos veces habla de ellos: en 14,23, los «ancianos» Al terminar la actividad misionera de Pablo reseña Lucas el dis-
{presbyteroi) de las iglesias de Licaonia y de Pisidia; en 20,17-38, 54
los de la iglesia de Efeso. Esto es extraño, pues las epístolas de Pablo Propbetai: 1 Cor 12,10.28; 13,2.8; 14,1-5.29-33; Rom 12,6; Ef 3,5;
4,11; didaskaloi: 1 Cor 12,28-29; 14,26; Rom 12,7; Ef 4,11; episkopoi:
dejan entrever la existencia de gran número de ministros en las igle- Flp 1,1; prohtamenoi: 1 Tes 5,12; Rom 12,8; diakonoi: Plp 1,1; Rom 16,1;
51 kyberneseis: 1 Cor 12,28; euaggelistai: Ef 4,11; poimenes: Ef 4,11.
Los mismos autores que para la nota precedente, excepto A. Lemaire, 55
Pablo lo aplica no sólo a sí mismo (1 Cor 3,5; 2 Cor 3,6; 5,4; 11,23;
para quien Timoteo no puede ser considerado apóstol, puesto que no salió Col 1,23.25; Ef 3,7) y a sus colaboradores (1 Tes 3,2; Flp 1,1; Rom 16,1;
de Antioquía y no puede por tanto ser un delegado oficial de esta iglesia. Col 1,7; 4,7; Ef 6,21), sino también a Cristo (Rom 15,8), a los magistrados
62
Cf. los comentarios de O. Kuss y H. Conzelmann, también L. Cerfaux, paganos (Rom 13,4) e incluso a los «ministros de Satanás» (2 Cor 11,15).
Pour l'histoire (1960) 84 (=Recueil, III, 193); B. Rigaux, Los doce Após- 56
Los comentarios de E. Haenchen y H. Cozelmann; E. Schweizer, Church
toles: «Concilium» 34 (1968) 12ss. (1961) 71, n. 271; R. Schnackenburg, Lukas (1971) 243.
53
Es lo que sugiere 1 Cor 16,3-4 y lo que admiten los comentarios de 57
Cf. el comentario de G. Stahlin; H. Schiirmann, Das lestament des
los Hechos por O. Bauernfeind, E. Haenchen, G. Stahlin, H. Conzelmann, Paulus für die Kirche (1962); Traditionsgeschichtliche zu den synopttschen
J. Munck. Evangelien (Dusseldorf 1968) 331.
214 La obra de Lucas Los ministerios según el libro de los Hechos 215

curso de despedida que dirige a los ancianos de la iglesia de Efeso entre la generación de los primeros testigos y los ministros de su
(20,17-35). Es un testamento de acuerdo con las reglas de esta tiempo.
clase de escritos 58. Pablo anuncia a los ancianos que no lo volverán a
ver (versículos 22-25); les recuerda el ejemplo de su ministerio (ver-
sículos 18-21.26-27.33-35) y los coloca frente a sus responsabili-
IV. LOS MINISTERIOS EN EL LIBRO DE LOS HECHOS
dades en un pasaje (versículos 28-32) donde se halla la única expo-
sición clara que hay en el libro de los Hechos acerca del ministerio
de los responsables de las iglesias locales. En el versículo 28 se deno- Lucas presenta, pues, en los Hechos, a un gran número de per-
mina a los ancianos episkopoi, es decir, «vigilantes». Lucas, como sonas que realizan diversas tareas al servicio del Señor y de su Igle-
Pablo en Flp 1,1, emplea el título en plural y no es tan preciso sia. Pone especial empeño en describir el ministerio de los apóstoles y
como 1 Tim 3,2 (que lo aplica en singular a un personaje que parece el de Pedro, que es esencialmente el servicio de la palabra, accesoria-
único en cada comunidad) 59 . Afirma que esos «epíscopos» han sido mente la intervención en la dirección de las iglesias y la solicitud por
establecidos por el Espíritu Santo «para apacentar la Iglesia de la unidad de la misión y de la Iglesia. Los otros ministerios son nu-
Dios», realzando así la intervención divina en los orígenes de este mi- merosos y variados según los lugares, pero Lucas no se detiene en des-
nisterio. Este pasaje es el complemento de 14,23, que relataba la cribirlos. Menciona en Jerusalén a los Siete, los profetas y los ancia-
designación de los ministros locales por los misioneros. No excluye nos; en Antioquía a los profetas y doctores; en Cesárea una vez al
la intervención de éstos, de igual modo que en 14,23 no excluía la evangelista Felipe. Conoce a muchos colaboradores de las misiones de
del Espíritu y la del pueblo de Dios. Califica de «pastoral» la función Pablo, pero no da detalles de ellos; dos veces nombra a los ancianos
de los ancianos (cf. Ef 4,11): los pastores deben velar por su rebaño, en las iglesias de Pablo.
sobre todo ahora que Pablo va a desaparecer y van a surgir en la
Iglesia los herejes (en los versículos 29-30 se ve que Lucas piensa en En los Hechos van apareciendo los diversos ministerios para res-
las dificultades de su tiempo). Estas perspectivas del futuro terminan ponder a las necesidades de la Iglesia, pero Lucas no siempre nos
exhortando a los pastores a la vigilancia y a la oración a aquel que proporciona datos de su institución. No nos dice cómo fueron recono-
por su medio conduce su pueblo a la salvación. cidos los profetas, o instituidos los ancianos de Jerusalén y de Efeso,
Es de notar que Lucas sólo pone en labios de Pablo los térmi- o los doctores de Antioquía. Señala que algunos servicios se reali-
nos paulinos episkopoi (Flp 1,1) y poimainein (1 Cor 9,7; cf. Ef 4, zaron por iniciativa de los apóstoles, como la predicación de los
11), nunca el de «ancianos». Parece conocer, por tanto, que Pablo no helenistas en Antioquía (11,19-21) o la de Apolo en Efeso (18,
empleó ese título; sin embargo, tiene interés en usarlo él en 20,17 y 24-26), y hace notar en el primer caso la acción de «la mano del
en 14,23. En el momento en que Pablo va a desaparecer quiere se- Señor» (11,21) y quizá en el segundo la del Espíritu (18,25), su-
ñalar así a los que van a apacentar la Iglesia de Dios y les da el giriendo así la intervención divina en el origen de esas iniciativas.
mismo título que a los que ahora están con Santiago al frente de la Lucas presenta varias veces a unos hombres designados explícitamen-
iglesia de Jerusalén (21,18). Probablemente le mueve a esto la situa- te para un ministerio: los apóstoles en la experiencia pascual (1,2.8.
ción de la Iglesia en el momento en que escribe, quizá también su 15-26), los Siete (6,1-6), Bernabé (11,22; 13,2-3), Pablo (9,1-19
interés de historiador por los portadores de la tradición (cf. 21,16). y par. 11,25-26), los ancianos de Licaonia y de Pisidia (14,23). En
Realza así la unidad de la Iglesia, que se funda en la continuidad el relato de su institución intervienen los responsables de la misión
(1,15-22; 6,2-6; 11,25-26; 14,23), la asamblea de los hermanos
58
Sobre el discurso, cf. H. Schürmann, Das Testament (1962) 310-340; (1,23-26; 6,3-6; 11,22; 13,3), pero sobre todo el Señor: sea di-
J. Dupont, Le discours de Milet (1962). Sobre los «Discours d'adieu dans rectamente para elegir a los Doce (1,2.8), a Matías (1,24-26), a
le Nouveau Testament et la littérature biblique», cf. el artículo de J. Munck Pablo (9,3-6 y par.), sea por el Espíritu que «envía» a Bernabé y
en Aux sources de la tradition chrétienne, Homenaje a M. Goguel (Neuchatel
1950) 155-170. a Saulo (13,2.4), que «establece» a los ancianos de Efeso (20,28),
59
Aquí Lucas identifica globalmente presbyteroi y episkopoi (cf. Tit 1,5 que actúa en los Siete o en Bernabé ya antes de su elección (6,3.5;
y 7; 1 Pe 5,1 y 2). «Epíscopos» no parece todavía un título oficial. Cf. ¿ 11,24). Hay que advertir aquí que si Lucas no habla nunca de caris-
Schweizer, Church (1961) 71; A. Lemaire, Les Ministéres (1971) 68.
216 La obra de Lucas

mas (a diferencia de Pablo), en todos estos casos muestra al Espíri-


tu en el origen de los ministerios y también en el ejercicio de éstos:
en los apóstoles (2,4; 4,8.31; 5,3.9.32; 10,19; 11,12; 15,28), Este- II
ban (6,10; 7,55), los profetas (11,28; 21,4.11), los ancianos (15,28),
Pablo ("13,9; 16,6-7; 20,23) 60 . LOS MINISTERIOS SEGÚN EL EVANGELIO DE LUCAS
Es extraño que el libro de los Hechos, donde aparecen tantos mi-
nisterios al servicio de la Iglesia, nos dé tan escasos informes sobre En el tiempo de Jesús que Lucas presenta en su Evangelio no
ellos. Puede deberse a varios motivos. Es evidente que Lucas, por hay todavía Iglesia, ni, por tanto, ministerios. Pero ya Jesús es «como
su modo de concebir la historia, se interesa más por las personas que el que sirve» (22,27) y Lucas comprende su «servicio» partiendo
por sus títulos y funciones. Da menos detalles de las iglesias paulinas, de la experiencia de los que transmitieron su mensaje después de
aunque están cercanas, que de la de Jerusalén, sin duda porque con- Pentecostés. Se advierte esta perspectiva en su Evangelio por el modo
sidera a ésta como la comunidad primitiva y tiene un interés espe- de presentar la acción de Jesús y el grupo de los Doce y por varias
cial por sus instituciones y sus ministros, que desempeñan un papel alusiones a los futuros ministros.
decisivo en el nacimiento de todas las demás iglesias. Lucas habla
extensamente del ministerio de los apóstoles y de Pablo, pero insiste
mucho más en su «servicio de la palabra» que en sus funciones de
I. JESÚS SERVIDOR DE LA PALABRA
dirección de iglesias, aunque a veces también alude a ellas. El mo-
tivo es que Lucas atribuye gran importancia a «la palabra» tan fre-
cuentemente nombrada en los Hechos 61 : esa palabra que «crece» Los tres sinópticos coinciden en presentar la actividad de Jesús
(6,7; 12,24; 19,20), «se multiplica» (12,24), «se difunde» (13,49), en su misión como una predicación corroborada por los milagros.
«se consolida» (19,20) como una fuerza a la que Pablo confía las Lucas habla a menudo de esta predicación, de igual manera que
iglesias (20,32). Para Lucas el libro de los Hechos es la historia de Mateo y Marcos, y con el mismo vocabulario 62 ; pero a veces em-
esa palabra viva por la predicación, los milagros, la vida de las plea otras expresiones del lenguaje misionero posterior: es el único
iglesias, el poder del Espíritu. En esa perspectiva se comprende que que dice que Jesús «evangeliza»63, y designa su mensaje como «la
para él todos los ministerios están al servicio de la palabra. palabra de Dios» 64 . Indica así la continuidad entre la predicación de
Jesús y la de los misioneros de los Hechos; para él el «servicio de
la palabra» empieza con Jesús. Y, como en los Hechos, esta palabra
60 es eficaz y está corroborada por los milagros.
No parece exacto enfrentar una concepción paulina carismática del mi-
nisterio (que tendría su origen en la intervención espontánea del Espíritu) El interés de Lucas en mostrar a Jesús como el servidor de la
y una concepción propia de Lucas, protocatólica (donde los ministros reci-
birían el Espíritu por una institución que los uniría a la sucesión tradi- 62
Los tres sinópticos expresan igualmente la predicación de Jesús con las
cional) como hace, por ejemplo, E. Kasemann, Amt (1949) 121-127, 130-132. palabras didaskein y didajé (Mt 9 y 2 veces; Me 16 y 5, Le 14 y 1), keryssein
De hecho Lucas no subordina sistemáticamente el don del Espíritu a la insti- (4 veces cada uno), lalein (Mt 8; Me 5; Le 7).
tución (cf. Hch 6,3; 11,24; 13,2.4; 20,28). Cf. las advertencias de H. Con- 63
Marcos nunca emplea el verbo euaggelizesthai; Mateo lo usa una vez
zelmann, Mitte (1954) 203-204; W.-G. Kümmel, Luc (1970) 276-277. (11,5 par. Le 7,22; Is 61,1). Lucas lo aplica 4 veces a la predicación de
61
«La palabra» se emplea diez veces para hablar del mensaje evangélico Jesús (4,18.43; 8,1; 20,1) y puede añadirse un uso impersonal en 16,16.
(4,4; 6,4; 8,4; 10,36.44; 11,19; 14,25; 16,6; 17,11; 18,5). «La palabra de Dios» El verbo se encuentra 15 veces en los Hechos y 21 en Pablo. En cambio,
y «la palabra del Señor» aparecen en total 10 veces, pero las dos expresiones a Marcos califica la predicación de Jesús de euaggelion en 1,14-15 y Mateo
veces están invertidas en los manuscritos y los críticos no están de acuerdo en 4,23; 9,35. Lucas no emplea nunca este sustantivo en su Evangelio y
en la elección del texto. La edición de Nestle opta 12 veces por «la palabra sólo dos veces en los Hechos (15,7; 20,24). Pablo lo emplea 55 veces.
de Dios» (4,31; 6,2.7; 8,14; 11,1; 13,5.7.44.46; 16,32; 17,13; 18,11) y siete 64
Le 5,1; 8,11.21; 11,28. Esta expresión que no se encuentra con este
veces por «la palabra del Señor» (8,25; 12,24; 13,48.49; 15,35.36; 10,10). sentido en Mt ni en Me, se encuentra en los Hechos (cf. nota 61) y en Pablo
J. Dupont, Parole de Dieu et parole áu Seigneur: RB 62 (1955) 47-49 (Rom 9,6; 1 Cor 14,36; 2 Cor 2,17; 4,2; Flp 1,14; Col 1,25; 1 Tes 2,13).
(=Études, 523-525) se aparta de Nestle en 12,24 y 16,32 y vacila en 6,7. En cambio, «la palabra», para designar el mensaje de Jesús, sólo aparece en
K. Aland, The greek NT (Filadelfia-Stuttgart 1966), se aparta de Nestle en el tercer Evangelio en 1,2; 8,12.13.15 (estos últimos casos deben provenir
12,24; 13,44; 16,32. de Me que emplea esta expresión 12 veces).
218 La obra de Lucas Los ministerios según el Evangelio de Lucas 219
palabra se advierte en su afán por caracterizarlo como profeta 65 : es hace pensar que Jesús no los designaba así 68 . Es sorprendente, por
el único que le da este título en varios pasajes (7,16.39; 24,19); esto, constatar que Lucas que nombra siete veces a los Doce y dos a
le atribuye de buen grado los rasgos de Moisés y Elias 66 y, sobre todo, los Once, los llame seis veces «los apóstoles» (6,13 con Mateo 10,2;
es el único que cita la frase en que Jesús presenta su muerte como 9,10 con Marcos 6,30; 11,49; 17,5; 22,14; 24,1o) 69 . Su insis-
la de un profeta que rubrica su palabra con el sello de su sangre tencia en este título adquiere todo su sentido cuando vemos el lugar
(13,33) 6 '. que da a los apóstoles en los Hechos. Responde al principio que ha
Al comenzar Jesús su predicación afirma Lucas claramente que formulado ya: los «servidores de la palabra» fueron primero los «tes-
su palabra está inspirada por el Espíritu (4,14-15.18-19). Ya en su tigos oculares» de la misión de Jesús (Le 1,2); para ser testigo
relato de la Anunciación había indicado el vínculo singular y miste- de la resurrección del Señor Jesús en el grupo de los Doce es nece-
rioso que une a Jesús con el Espíritu (1,35), pero al nombrar dos sario haber acompañado al Maestro desde el comienzo de su predi-
veces a este último en el momento preciso en que Jesús toma la cación (Hch 1,21-22). Si Lucas anticipa la mención de los «apósto-
palabra, parece evocar textos de los Hechos donde aparece el Espí- les» en el tiempo de Jesús es para fundamentar su testimonio en el
ritu como el origen de los diversos ministerios y, sobre todo, de la tiempo de la Iglesia y asegurar la continuidad de la tradición evan-
predicación apostólica. gélica.
Lucas sólo pretende presentar en su Evangelio a Jesús tal y como
El ministerio de los apóstoles tiene su punto de arranque en el
lo conocieron los testigos de su misión, tal como fue en realidad.
hecho de haberlos escogido Jesús entre los «discípulos» (Le 6,13;
Pero lo comprende a la luz de la vida de la Iglesia, y la experiencia
cf. Hch 1,2). Lucas es el único que subraya esta elección. A lo largo
de los ministerios ulteriores le lleva a ver en Jesús el primer servidor
de su relato procura mostrar cómo Jesús preparó a los Doce para su
de la palabra.
misión futura. La pesca milagrosa en la que participan Simón, San-
tiago y Juan es ya un símbolo de esta misión (5,1-11). Después de
su elección los Doce acompañan a Jesús en su predicación (8,1 pro-
pio de Lucas). Con Mateo y Marcos narra el envío a misionar; como
II, JESÚS EN EL ORIGEN DEL MINISTERIO DE LOS APOSTÓLES
ellos, dice que predican {keryssein 9,2), pero añade que «evange-
lizan» (9,6) como lo harán en los Hechos (Hch 5,42; 8,25), igual
Mateo y Marcos nombran con frecuencia a los Doce (8 y 11 ve- que todos los misioneros. Indica con más claridad que Mateo y Mar-
ces respectivamente, y una vez ambos a los Once), pero sólo les cos la presencia de los Doce en la multiplicación de los panes (9,12),
atribuyen el título de «apóstoles» en Mt 10,2 y en Me 6,30. Esto que preludia a la eucaristía según toda la tradición evangélica (cf. los
términos eucarísticos del relato en los cuatro evangelios). Aplica a
65
Cf. F. Gils, Jésus prophete (Lovaina 1957) 26-47; G. Friedrisch, Pro- Pedro y a sus compañeros, que son, sin duda, los Doce, la parábola
pbetes: TWNT 6 (1959) 842-849; G. Voss, Die Christologie der lukanischen del mayordomo responsable de los servidores de la casa (12,42-46)'°.
Schriften: DDB (París-Brujas 1965) 153-170; H. Flender, Heil (1965) 48-50; el título de intendente (oikonomos), que no se encuentra en los otros
M. D. Johnson, The Purpose of ihe biblical Genealogies (Cambridge 1969) evangelios, conviene a los apóstoles del tiempo de la Iglesia (cf. 1 Cor
240-252.
Es importante advertir que si esta representación puede proceder de la
espera escatológica judía del «profeta» o del nuevo Moisés (sobre todo en 68
Cf. J. Dupont, Le nom d'apótres a-t-il été donné aux Douze par Jésus?,
los discursos de los Hechos), Lucas tiene que desescatologizarla. en «L'Orient syrien» 1 (1956) 267-290, 425-444.
66 69
Sobre este proceder tipológico cf. nuestro artículo: Israel dans l'oeuvre La identidad entre los Doce y los apóstoles, señalada antes para los
de Luc: RB 75 (1968) 483-484. Hechos (pp. 201 y sigs.), aparece en 6,13; 9,1.10; 22,14.30 (24,9.10 para
67
El versículo 33 tiene la huella del lenguaje de Lucas tan clara (píen, los Once).
dei, poreuesthai, prophetés, aplicándolo a Jesús), que muchos lo atribuyen a 70
En Mt 24,45-51 esta parábola se dirige a los discípulos (cf. versículo 3)
su redacción, especialmente W. Ott, Gebet und Heil (Munich 1965) 34; v no se trata de un oikonomos, sino de un doulos. Lucas introduce el ver-
O.-H. Steck, Israel und das gewaltsame Geschick der Propheten (Munich sículo 41 (cf. las características de Le en este versículo: eipen de, eipen pros,
1967) 45-47. J. Dupont, Les Beatitudes II (1969) 299 no excluye esta hipó- legein parabolen), que opone Pedro y sus compañeros a «todos». Cf. los co-
tesis. De todas formas el pensamiento de Lucas es claro y es aún más carac- mentarios de E. Klostermann, J. M. Creed, F. Hauck, K. H. Rengstorf,
terístico si él escribió este versículo. Relaciona la muerte de Jesús con la A. R. C. Leaney, W. Grundmann, E. E. Ellis...; R. Schnackenburg, Lukas
de los profetas en Hch 7,52. (1971) 246.
220 La obra de Lucas Los ministerios según el Evangelio de Lucas 221

4,1-2). También reserva Lucas a los apóstoles una lección sobre la aparición del Señor a Simón (24,34). Utiliza en esto la antigua tra-
fe (17,5-6) 71 . dición atestiguada por 1 Cor 15,5 73 . En Lucas corresponde a la
La última cena empieza en Mt 26,20 y Me 14,17 con la men- promesa que hizo Jesús a Pedro y al encargo que le dio de confirmar
ción de los Doce, en Le 22,14 por la de los apóstoles, quizá para a sus hermanos (22,32). Lucas quiere subrayar el excepcional papel
orientar más el pensamiento a su misión futura. En todo caso Lucas de Pedro en el punto de arranque del mensaje pascual.
insiste en el tiempo futuro en que los apóstoles realizarán su minis- Cada uno de los sinópticos acaba con una aparición del Resuci-
terio: es el único de los evangelistas que cita el precepto del Maestro: tado a los Once, en ella reciben su misión74. En Lucas, 24,36-53,
«Haced esto en memoria mía» (22, 19), el único también que, antes empieza Jesús por persuadir de su resurrección a los que van a ser
que Juan, relata un discurso de despedida que Jesús dirige a los sus testigos (versículos 36-43), luego define su misión de predicado-
Doce (versículos 30.31-34) para todos los suyos (22,24-38). Consi- res y testigos ante todos los pueblos partiendo de Jerusalén (versícu-
dera lo primero el modo de ejercer la autoridad: no como los reyes los 44-49); sus palabras presentan los temas principales de la pre-
de la tierra tiránicos y vanidosos, sino como él, siendo el servidor de dicación apostólica que se encontrarán en el libro de los Hechos 75.
todos (versículos 24-27) 72 . Jesús promete a los Doce que después Así, pues, esta escena constituye el punto inicial del ministerio de
de la prueba participarán de su poder en su Reino (versículos 28-30). los apóstoles.
Antes tendrán que sufrir los ataques de Satanás. Pedro negará a su
Maestro, pero su fe no desfallecerá, se convertirá porque Jesús ha
rogado por él y recibe de antemano el encargo de confirmar a sus
hermanos (versículos 31-34). Para todos llega la hora de la prueba, III. ALUSIONES A LOS MINISTERIOS FUTUROS
pues hay que compartir la suerte de Jesús (versículos 35-38). Lucas
reúne aquí esos diferentes logia, muchos de los cuales se encuentran En su libro de los Hechos nos muestra Lucas que los diversos
en otro lugar en Mateo y en Marcos, para presentar la última ense- ministerios de la Iglesia fueron apareciendo poco a poco a continua-
ñanza del Maestro a los suyos empezando por los apóstoles, cuya ción del de los apóstoles, según los lugares y las necesidades de la
misión va a comenzar. vida de la Iglesia. Por ese motivo su Evangelio sólo presenta un
El día de la resurrección de Jesús Lucas es el único evangelista ministerio: el de los Doce. Sin embargo, deja entrever varias veces
que afirma que la fe de los Once y de sus compañeros se funda en la que concibe la existencia de otros ministerios futuros.
71
El caso más claro es el relato de la misión de los setenta y
Me 11,22-23 dirige probablemente este logion a los Doce (cf. 11,11) dos (10,1-20), que sólo Lucas refiere después de la de los Doce
pero su mención está más lejos. Mateo lo dirige a los discípulos lo mismo
en 17,19-20 que en 21,20-21. (9,1-6; cf. Mt 10 y Me 6,6-13). La narración de Lucas plantea un
72
La palabra hegoumenos, que aparece en el versículo 16, será más tarde problema porque las palabras que dirige a los setenta y dos son las
un título de responsables eclesiásticos (Heb 13,7.17.24; 1 Clem 1,3; cf. pro- mismas que Jesús dirige a los Doce en Mt 10,7-16 (incluso Lucas
hegoumenos en 1 Clem 21,6; Hermas Vis. II 2,6; III 9,7). A veces se ha 22,35 al dirigirse a los Doce hace referencia a Lucas 10,4); ade-
deducido que Lucas pensaba aquí en los ministros de la Iglesia de su tiempo: más, el número 72 tiene en la Biblia un valor simbólico, puesto que
así opinan los comentarios de A. Loisy, J. M. Creed, K. H. Rengstorf,
A. R. C. Leaney, W. Grundmann y los estudios de F. Büchsel hegeomai: es el de los pueblos gentiles, según Gn 10 76. Hay que reconocer que
TWNT 2 (1935) 909-910; R. H. Fuller, The Mission of Jesús (Londres 1954)
73
57; H. Schürmann, ]esus Abschiedsrede (Münster 1957) 77-78; R. Schnacken- Cf. J. Schmitt, Jésus réssuscité... (1949) 133-138; O. Cullmann, Saint
burg, L'Église (1961) 78; Lukas (1971) 246; E. Cothenet: SDB 8 (1971) 1284. Fierre, 50-56, 163; J. Dupont, Les pélerins d'Emmaüs: Miscell. bíblica B.
Pero Lucas, que emplea tres veces este participio en los Hechos no le Ubach (Montserrat 1954) 352-354; H. Grass, Ostergeschehen und Osterge-
da un sentido uniforme y no lo aplica abiertamente a una función eclesial schichte (Gotinga 1956) 38-40; F. Gils, Pierre et la fot au Christ réssuscité:
determinada: en Hch 7,10 lo aplica a José, gobernador de Egipto; en 14,12 ETL 38 (1962) 15-17, 3741; X. Léon-Dufour, Résurrection (1972) 30-32,
a Pablo «dueño de la palabra»; en 15,22 a Judas y Silas «hombre de auto- 261-262.
74
ridad entre los hermanos» (las traducciones varían de «considerados, esti- Cf. nuestro estudio Les récits d'apparitions aux Onze, en La résurrection
mados»... a «dirigentes, jefes»...). Estos diversos empleos no excluyen que du Christ et l'exégése moderne (1969) 75-104.
75
el hegoumenos de Lucas 22,26 haga alusión a un ministro de comunidad, Cf. el estudio citado en la nota precedente, 80-81.
78
pero nos mueven a no dar a este término en Lucas un sentido técnico pre- Los manuscritos de Lucas dicen unas veces «setenta», otras «setenta
ciso. Cf. A. Lemaire, Les Ministéres (1971) 65, 110, 188. y dos», y los críticos se dividen en la elección del texto. Cf. B. C. Metzger,
222 La obra de Lucas
Los ministerios según el Evangelio de Lucas 223
Lucas da gran importancia al versículo que introduce el discurso y ciego?»: piensa seguramente en los discípulos que tienen responsa-
no tiene su paralelo en Mt 10 ". Probablemente él prefirió dirigir bilidades en la comunidad, y nada indica que reserve este papel a los
a los setenta y dos los logia que Mt 10 dirige a los Doce (su fuente apóstoles 81 . En 8,1-3 presenta a Jesús predicando y evangelizando
común se limitaba a agrupar esas palabras dirigidas a los misioneros en Galilea acompañado por los Doce y por algunas mujeres que le
sin precisar a cuáles). En todo caso resulta clara la idea de Lucas: ayudan con sus bienes. Aquí Lucas puede depender de Me 15,40-41
por una parte quiere probar que los Doce no son los únicos envia- (cf. Mt 27,55-56), pero añade los nombres de Juana y Susana y el
dos a la misión (en los Hechos hablará de otros muchos misioneros: hecho de su curación; precisa que todo el grupo se beneficia de su
Esteban, Felipe, los helenistas de Antioquía, Bernabé, Pablo, Silas, ayuda; especialmente señala la presencia de mujeres en el grupo mi-
Timoteo, Apolo y hasta el «nosotros» de su relato). Por otra parte, sionero, caso extraordinario en Palestina 82 . Quizá Lucas subraya este
aunque se preocupa por hacer ver que la misión a los gentiles sólo rasgo porque conoce unas mujeres que prestaron su ayuda a la mi-
comenzó poco a poco a partir de Pentecostés, le gusta, sin embargo, sión en el mundo griego (Lidia en Filipo en Hch 16,14-15.40; Pris-
mostrar anuncios y prefiguraciones en tiempo de Jesús 78 ; una de cila en Corinto en Hch 18,2-3.18; en Efeso en Hch 18,2o) 83 .
ellas es el número 72, que en la Biblia griega indicaba a los gentiles. Antes de la misión de los setenta y dos refiere Lucas varios llama-
Otros varios pasajes presentan a personajes que pueden también mientos de discípulos a los que el contexto atribuye un significado
prefigurar a los futuros portadores de la palabra. Como Me 5,18-20, misionero (Mt 8,19-22 sitúa ante estos relatos). Al que pide ir
Le 8,38-39, narra la curación del endemoniado de Gerasa enviado a a enterrar a su padre antes de seguir a Jesús, le responde el Maes-
contar a los suyos la gracia que ha recibido 79. Con Me 9,38-40, Le 9, tro como en Mateo: «Deja que los muertos entierren a sus muertos»;
49-50, nos dice el reproche que Jesús hace a Juan por no admitir la en Lucas añade: «Pero tú, ve a anunciar el reino de Dios» (9, 60).
actividad paralela de un exorcista ajeno al grupo de los discípulos; Esta frase, muy de Lucas 84, responde mal a la situación del que se
Lucas aplica directamente la lección al tiempo en que los discípulos presenta para «seguir» a Jesús; parece que aquí está reclamada por
serán responsables de la misión: «El que no está contra vosotros, el contexto de misión 85 .
está por vosotros» 80; quizá piense aquí en el episodio de los exor-
cistas judíos en Efeso, cuyo fracaso condujo a «hacer glorificar el Hay que advertir, en fin y sobre todo, que en Lucas los após-
nombre del Señor Jesús» (Hch 19,13-17). toles no son los únicos testigos del acontecimiento pascual. En su
relato se manifiesta el Resucitado primero a los discípulos de Emaús
Algunos pasajes peculiares de Lucas tienen parecido alcance. En (24,13-35), y cuando se aparece a los Once (24,36-51), otros discí-
6,39 dirige a los discípulos la lección: «¿Puede un ciego guiar a otro
81
Seventy or seventy two Disciples: NTS 5 (1958-1959) 299-306. Nos parece En Mt 15,14 este logion es un juicio de Jesús sobre los fariseos y
más probable «setenta y dos», porque está atestiguado por testigos antiguos esta debió ser su intención original, cf. J. Jeremías, Les paraboles de Jésus
bastante diseminados. Es el número de los pueblos paganos en el texto grie- (Le Puy-Lyon 1964, 167 y el comentario de Lucas por H. Schürmann). Este
go de Gn 10 (el texto hebreo de este pasaje dice setenta). último piensa que para Lucas este logion apunta a los maestros de false-
77
Es la opinión de R. Bultmann, Geschichte der synoptischen Tradition dades en la Iglesia (cf. Hch 20,29-30). Pero en este contexto nos parece más
(Gotinga 31957) 359; de unos comentarios de J. M. Creed y F. Hauck y bien que Lucas piensa en los discípulos y, por tanto aquí, en sus respon-
sobre todo del estudio detallado de W. Ott, Gebet und Heil (Munich 1965) 36. sables. Cf. nuestro artículo Le disciple fraternel et efficace, en Assemblées
Los indicios de la redacción de Lucas son los términos característicos de du Seigneur, nueva serie, n.° 39 (1972) 68-77.
82
su lenguaje (meta tauta, ho kyrios hablando de Jesús, el verbo anadeiknunai, Cf. J. Jeremías, Jérusalem au temps de Jésus (1937) 471-492 y el co-
que no se encuentra en el Nuevo Testamento más que en Hch 1,24; cf. ana- mentario de H. Schürmann.
83
deixis, propio de Lucas 1,80); en fin, apesteilen pro prosopou autou repite No es seguro que Lucas piense aquí en las diaconisas posteriores
9,52. (cf. Rom 16,1 y sobre todo 1 Tim 5,9-16) como lo proponen H. Conzelmann,
78
Cf. nuestro artículo Israel (1968) 492. Mitte (1954) 41, n. 1 y el comentario de E. E. Ellis (cf. la reserva de
79
Según Me 5,20, proclama «por toda la Decápolis» lo que Jesús le ha W. Grundmann).
84
hecho; para Le 8,39 es sólo «por toda la ciudad». La restricción de Lucas Cf. la construcción de participio {apelthorí), el verbo diaggellein y,
tiende a mostrar que la predicación a los paganos no comienza antes de la sobre todo, el acusativo basileian para indicar el objeto de la predicación
Iglesia. Cf. sobre este pasaje el comentario de H. Schürmann. (cf. 4,43; 8,1; 9,2; Hch 20,25; 28,23.31).
85
80
Marcos aplica también este episodio al tiempo de la Iglesia, pero de Puede darse el mismo sentido al episodio siguiente, que es propio de
una manera diferente: en él (9,38) el exorcista extraño no «sigue» a los Lucas (9,61-62), si se entiende euthetos en el sentido de «apto para predicar
discípulos como a maestros (en Le 9,49 no sigue a Jesús con los discípulos). el Reino de Dios», como invita el contexto. Cf. los comentarios de T. Zahn,
W. Grundmann... y R. Schnackenburg, Régne et royaume de Dieu (1959).
224 La obra de Lucas Los ministerios según el Evangelio de Lucas 225

pulos están con ellos (cf. versículo 33) 86 . Lucas quiere seguramente bautismo? ¿Quién preside la fracción del pan? Lucas no responde 9
ir preparando los relatos de los Hechos que hablan de otros tes- estas preguntas; parece que ni siquiera se le ocurren porque no en-
tigos de Jesús diferentes de los apóstoles. tran en sus miras. Hay que aceptar su obra tal como es y esperar de
ella sólo lo que pretende decirnos.
Como buen historiador se interesa por sus personajes. Se detiene
en los que transmitieron el evangelio: ante todo los Doce, Pedro
IV. LOS MINISTERIOS EN EL TERCER EVANGELIO y Pablo, pero también Esteban, Felipe, Bernabé, Silas, Timoteo,
Apolo. Se fija más en su acción que en sus títulos o poderes; da
más importancia a su predicación que a su autoridad, más a la con-
En lo concerniente a los ministerios, como en lo que se refiere al tinuidad viva del evangelio que a la sucesión jurídica de los ministros.
don del Espíritu y a la misión a los gentiles, Lucas tiene cuidado Es consecuente con el tema de su obra: por la voz de esos hom-
de no mezclar las épocas. Distingue claramente el tiempo de Jesús y bres es la palabra de Dios la que avanza y se realiza en el mundo
el tiempo de la Iglesia. Si éste es para él la época de la aparición pro- pagano. La salvación realizada por Jesús está atestiguada primera-
gresiva de los diversos ministerios exigidos por el crecimiento y la mente por los apóstoles que él escogió y alentó con su Espíritu. La
diferenciación del nuevo pueblo de Dios, el tiempo de Jesús es Iglesia vivirá siempre de ese testimonio. Pero la misión reclama pron
aquel en que se inaugura toda la vida futura de ese pueblo, conden- to otros nuevos ministros. La institución es una obra eclesial en la
sada y manifestada en la persona, el mensaje y la acción del Maestro. que intervienen factores humanos: los dones y la iniciativa de los
Jesús, en su misión temporal, concentra en su acción todo el ser- nuevos ministros, el discernimiento y la decisión de los responsables,
vicio del pueblo de Dios: por el Espíritu que posee en plenitud, y la participación de las comunidades. Pero bajo todos esos factores
por sí solo, por su predicación y sus milagros, por sus fatigas para ve Lucas al Espíritu que suscita los ministerios de la Iglesia. Ve a
congregar a ese pueblo, por la oblación de su muerte como sacrificio Dios que conduce su pueblo a la salvación por medio de los dones que
de la nueva alianza que conduce a su glorificación pascual. De este otorga a cada uno para la vida y el progreso de todos.
modo es la fuente y el modelo de todo servicio, de todo ministerio
futuro. AüGUSTIN GEORGF
El mismo funda ese ministerio futuro con la elección de los após-
toles que serán sus testigos. Los prepara a su misión asociándolos
a la suya, hasta la aparición de Pascua en que les da la investidura
de su misión.
Jesús no instituye en su tiempo más ministros que los Doce. En
ellos solos crea el ministerio de la Iglesia. Lucas lo sabe y sabe
también que en el tiempo de la Iglesia los Doce no serán los úni-
cos que lleven el mensaje de Jesús. Por eso en su evangelio presenta
a otros testigos (24,33), a otros colaboradores de la misión (8,1-3.
38-39; 9,49.50.59-62; 10,1). Pero respeta los hechos suficiente-
mente como para no presentarlos como «ministros» oficialmente
«instituidos».
Al presentar los ministerios de la Iglesia no responde Lucas a
numerosos interrogantes que nos hacemos hoy. ¿Cuáles son las ins-
tituciones eclesiales y los servicios que dependen de la iniciativa indi-
vidual? ¿Cuáles son las tareas pasajeras y las funciones permanentes?
¿Cómo fueron instituidos los ancianos de Jerusalén y reconocidos los
profetas? ¿Cuáles son los poderes del ministro? ¿Quién confiere el
69
Como en 24,9, para recibir el mensaje sobre la tumba abierta.
15
El Evangelio y las epístolas pánicas 227

Todos los críticos coinciden en afirmar que el cuarto Evangelio


insiste en la relación personal que une al creyente con Jesucristo,
pero las opiniones son muy distintas cuando se trata de valorar la
novedad de la presentación joánica en una síntesis eclesiológica. Algu-
nos autores católicos, por ejemplo M.-J. Lagrange 3 , consideran que
aunque Juan realza el aspecto místico y personal de la fe en Cristo,
no por ello desconoce la colación del ministerio pastoral a Pedro
(Jn 21,15-19) y la realidad de los sacramentos: bautismo, eucaris-
tía y penitencia. Otros afirman, sencillamente, que «el cuarto Evan-
CAPITULO XI gelio es un evangelio eclesial», así, según D. Mollat 4 , «la Iglesia es
una sociedad jerárquica que Pedro recibe el poder de regir», pero
EL EVANGELIO Y LAS EPÍSTOLAS JOANICAS «es, ante todo, un misterio de unidad... la unidad de una comunión
de personas». Hay alguno, como A. Feuillet 5 , que no vacila en hablar
del «sacerdocio según Juan», pues «la consagración y la misión de 17,
La tradición atribuye al apóstol Juan un Evangelio, tres cartas y 17-19 no es para todos los discípulos indistintamente, sino sólo
el Apocalipsis. Constituyen, pues, estas obras la literatura joánica y para los apóstoles, exactamente igual que la misión de 20,21».
pueden examinarse unidas. Sin embargo, se ha reservado al Apoca-
lipsis un estudio especial porque refleja unas preocupaciones total- En esta misma línea, aunque sin llegar a las últimas consecuen-
mente distintas de las de los otros escritos l . En cambio creemos po- cias, algunos autores protestantes han puesto también de relieve el
sible presentar simultáneamente los datos del cuarto Evangelio y carácter eclesial de Juan. Así O. Cullmann 6 quiere probar que en
los de las epístolas de Juan. Es verdad que estos escritos se atribu- el trasfondo del Evangelio Juan es un testigo del culto primitivo,
yen a diferentes autores, ya que las epístolas se deben, casi segura- preocupado por establecer un vínculo entre el Cristo a quien se di-
mente, no al evangelista, sino a Juan el Presbítero. Pero el concepto rige el culto y el Jesús de la historia. Pero no se interna en el ca-
de autor se ha hecho mucho más flexible desde hace unos decenios. mino que lleva a hablar de «ministerios». Lo mismo ocurre con el
El Evangelio es el resultado de una larga tradición literaria que tiene más reciente, P. Le Fort', según él, «las realidades que caracteri-
su origen muy probable en Juan, hijo del Zebedeo, pero que se con- zan a la Iglesia en su institución: organización, disciplina, aparato
figura en una «escuela joánica» y se termina con el trabajo de un úl- dogmático, carecen de una enseñanza explícita en los escritos joá-
timo redactor 2 . Por lo tanto, si dejamos la costumbre de considerar nicos... Para él (Juan) no pertenecen a las estructuras vitales de la
a una sola persona como «autor» del Evangelio, es lógico situar las Iglesia... Son ocasiones de poner por obra la fe y el amor, que son
epístolas y el Evangelio en un mismo ambiente literario, sin que esto los constitutivos de la Iglesia y no meramente unos apoyos para su
signifique un mismo ambiente sociológico. Advirtamos finalmente que fidelidad. Es evidente que Juan teme que la Iglesia empiece a
una diferencia importante distingue a estos dos géneros de escritos: encontrar en su propia institución la garantía de su existencia y de
las epístolas nos informan con bastante exactitud de algunas caracterís- su fidelidad». Con esas palabras que terminan su trabajo, P. Le Fort
ticas de la organización de una comunidad, pero el Evangelio nos se muestra fiel a la tradición protestante; sin embargo, se enfrenta
aporta más datos para la comprensión del ministerio eclesial. constante y enérgicamente a los tres críticos contemporáneos a quie-
1
Cuando los hermeneutas vuelvan a hablar de esto tendrán que dar nes vamos a dedicar unas breves palabras.
cuenta del hecho de que, para un mismo ambiente y una época parecida,
exista una diversidad sorprendente en la concepción de los ministerios. 3
M.-J. Lagrange, Évangile selon Saint Jean (París 1925) 184-185.
E. Schweizer (cf. nota 10) 14, 123, llega hasta oponer a la Iglesia establecida 4
las ideas de los conventículos locales. D. Mollat, L'Évangile selon Saint ]ean BJ (1953) 23-24.
5
2
Tal es la opinión, más o menos ajustada, de R. Schnackenburg, Das A. Feuillet, Le Sacerdoce du Christ et de ses ministres (París 1972) 134.
6
Jobannesevangelium I (Friburgo de Brisgovia 1965) y de R. E. Brown, The O. Cullmann, Les Sacrements dans Vévangile ]ohannique (1951).
Gospel according to John I-XII (Nueva York 1966). Cf. RSR 55 'l967 ' P. Le Fort, Les Structures de l'Église militante selon Saint Jean (Gine-
573-578. bra 1970) 182.
228 El Evangelio y las epístolas joánicas Factores de unidad 229

R. Bultmann 8 proclama la dimensión comunitaria del cuarto es también vuestro Padre» (Jn 20,17; cf. Lv 26,12; Ex 6,7) expre-
Evangelio, pero ve en él un cristianismo de tipo gnóstico que reac- sa a su modo que ya está definitivamente sellada la alianza entre
ciona contra los evangelios tradicionales y la teología paulina. En Dios y los hombres 12. Es verdad que Juan no refiere las escenas
dirección parecida, aunque en modo diferente, E. Kasemann 9 con- que traen los sinópticos de la vocación y misión de los discípulos,
sidera a Juan como un cristiano gnóstico. El único que ha afrontado pero conoce la elección en su realidad, puesto que significa el mis-
directamente el tema es E. Schweizer10: considerando al Nuevo Tes- terio de ella relatando el llamamiento de los primeros discípulos
tamento como una totalidad significativa, opina que Juan refleja el (Jn 1,35-50) o algunas breves alusiones (6,70; 13,18; 15,16), y a
pensamiento de algunos conventículos muy diferentes de la Iglesia través de las repetidas menciones del envío a misión (15,16; 17,18;
oficial. Frente a la concepción de la historia de la salvación que tiene 20,21; 21,1-11).
Lucas y frente a la organización de la Iglesia, Juan reacciona po- Las transposiciones y perspectivas propias de Juan deberían po-
niendo de relieve la unión de cada creyente con Cristo. Para Schwei- nernos en guardia contra toda síntesis apresurada y toda crítica
zer no es cuestión de escoger entre las diversas eclesiologías del inconsiderada nacidas de una confrontación superficial con los otros
Nuevo Testamento, sino de tener en cuenta la función que Juan des- escritos del Nuevo Testamento.
empeña en la revelación neotestamentaria. Una vez cumplidas estas condiciones no basta reunir los tex-
Como se ve, estas interpretaciones dependen de las ideas ante- tos que hablan de los ministerios; ante todo hay que situarlos en
riores del crítico, así como de ciertas maneras de efectuar la sínte- la perspectiva joánica de la comunidad en todas sus dimensiones, en
sis. Por eso, antes de exponer la cuestión según mi modo de ver, su unidad como en su diversidad. De ahí la distribución de este
he creído útil señalar brevemente los requisitos de una recta in- breve estudio. Al principio la unidad de la comunidad aparece man-
terpretación inspirándome en las ideas bien formuladas por tenida por la enseñanza tradicional, la vida sacramental y sobre
R. E. Brown u . todo la relación de cada oveja con el único Pastor. Después, sobre
Juan se distingue por lo que no dice, por ejemplo acerca de ese fondo de unidad, pueden describirse las relaciones que los discí-
la elección de los apóstoles o de la institución de la eucaristía. ¿Qué pulos pueden y deben tener entre ellos.
se puede deducir de esos silencios? Poca cosa, porque pueden deber-
se a la orientación de este escrito. Juan no está obligado a afirmar
explícitamente todo lo que piensa y se vive en su comunidad. Como
I. FACTORES DE UNIDAD
es natural, sus cartas están determinadas en gran parte por los
problemas de los destinatarios, y su Evangelio no es una compo-
sición dogmática. En los escritos joánicos no hay nada que atestigüe una orga-
No hay, pues, que extrañar que Juan ignore palabras como nización centralizada; por otra parte, la insistencia en el aspecto per-
ekklesía y no hable del pueblo de la alianza (2 Cor 6,16), ni del sonal de la fe parece favorecer el desmenuzamiento de la comunidad.
reino de sacerdotes (1 Pe 2,9; Ap 1,6), ni del verdadero Israel ¿Cómo se mantiene la unidad?
(Gal 6,16; Rom 9,6), ni incluso de la alianza nueva (Heb 8,8-13)
o de la alianza en la sangre de Cristo (Le 22,20; 1 Cor 11,25). 1. La enseñanza de la fe
¿Hubieran convenido esas expresiones al objetivo de su Evangelio?
Por otra parte, advirtamos que en Juan se hallan, en general, El primer factor de unidad de la comunidad es la comunión en
frases equivalentes. Así en Juan 20,17, cuando el Resucitado dice la fe en el Señor Jesús. Juan escribe su Evangelio para que el
a María de Magdala: «Di a mis hermanos: Subo a mi Padre que mundo crea en aquel que Dios ha enviado (Jn 17,21; 20,31) y
8 redacta su primera epístola para preservar de la herejía que no
R. Bultmann, Die Theologie des Neuen Testaments (Tubinga 1953) 351- reconoce a Cristo en Jesús (1 Jn 2,22-23; 4,2-3). Para nosotros
361.
9
E.Kasemann, Jesu letzter Wille nacb Johannes 17 (Tubinga 1966). 12
10
E. Schweizer, Gemeinde und Gemeindeordnung ¡m Neuen Testament F. M. Catherinet, Note sur un verset de l'Évangile selon saint )ean
(Zurich 1959). (20,17), en Memorial J. Chaine (Lyon 1950) 55. X. Léon-Dufour, Résurrection
11
R. E. Brown, Job» (1966) cv-cvm. de Jésus et message pascal (París 1971) 234.
230 El Evangelio y las epístolas pánicas Factores de unidad 231

la cuestión consiste en el modo de transmitir esa fe y la garantía con las palabras de Jesús transmitidas en la comunidad. Reitera así
de su autenticidad. En la primera epístola de Juan se alza el autor las confesiones de fe más antiguas y los mandamientos de Jesús en
contra los que difunden errores (1 Jn 2,18-19; 4,1). Sin duda se el Evangelio: «Si me amáis, observaréis mis mandamientos» (Jn 14,
podría hablar aquí de un «acto ministerial», pero no se pronuncia 15,23; 15,10). El factor decisivo de la unidad de los creyentes
ninguna sentencia, el autor no hace uso de su autoridad eventual es la comunión en la fe a la palabra de Jesús vivificada por el
ni apela al juicio de la comunidad; se contenta con afirmar la fe en Espíritu.
Cristo Jesús que vino en nuestra carne.
Sin embargo, hay un punto en que parece apartarse de la tra-
dición común. Declara que ya han venido muchos anticristos y han 2. La vida sacramental
abandonado la comunidad, pero «la unción que de él habéis reci-
bido permanece en vosotros y no necesitáis que nadie os enseñe» Jesús de Nazaret es también el factor de unidad para lo concer-
(1 Jn 2,27). ¿Cuál es esta unción que enseña todo y dispensa de niente al culto y a sus eventuales ministros. Juan atestigua una
recibir una enseñanza? Aparentemente una proposición tal pone práctica sacramental en vigor en su comunidad; sin embargo, a di-
en duda la necesidad de la enseñanza oficial y tradicional. La inter- ferencia de los sinópticos, no cita los preceptos que dio Jesús de
pretación depende del sentido que se dé a la palabra «unción» (chris- bautizar y celebrar la eucaristía. ¿Por qué? Sin duda porque, pre-
ma). En la literatura de origen pagano no aparece este término, que suponiendo la práctica de su tiempo y de acuerdo con su plan teoló-
sólo se encuentra aquí y en 2 Cor 1,21-22. Según la interpretación gico, quiere realzar el sentido cristológico de los ritos para impul-
más extendida (Charue, Bonsirven, Schnackenburg) parece referir- sar a vivirlos mejor.
se a una acción iluminadora, una enseñanza interior que el Espíri- Manifiesta la necesidad y el sentido del bautismo en una ver-
tu realiza en los creyentes; los cristianos tendrían así «en su concien- dadera catequesis bautismal (Jn 4,1-36). La conversación con Nico-
cia una norma que les permite constatar por sí mismos que las doc- demo, en la que Jesús declara que hay que renacer «del agua y del
trinas heréticas son contrarias a la verdad» 13. En este caso, ¿no Espíritu», está situada en un conjunto de tono sacramental. La con-
acabaría el creyente dispensándose de la enseñanza de la Iglesia? troversia entre los discípulos del Bautista y «uno» sobre el valor
Según otra interpretación distinta (Dodd, I. de la Potterie) que, relativo de ambos bautismos, el de Juan y el de Jesús, realza la
según creemos, se acerca más al sentido del pasaje, la unción con- personalidad de Jesús, que es superior a todos. Además, cosa ex-
sistiría en la doctrina cristiana, en la palabra de Dios aceptada en traña, Juan nos cuenta que «Jesús bautizaba» (3,22) con un bau-
el bautismo. En realidad chrisma no es un término que indique ac- tismo que no puede identificarse ni con el del Bautista (puesto que
ción (el «ungir»), sino una realidad que es dada y que según el se le declara superior), ni con el del Espíritu («porque aún no había
contexto «viene del Santo, es decir, de Jesús; es la palabra misma Espíritu»: 7,39); es una especie de bautismo «en el nombre de
de Cristo recordada y dada a entender por el Espíritu de verdad... Jesús», único sobre el cual reposa el Espíritu 15 . Dicho de otro
es la palabra de Cristo percibida a la luz de la fe y manantial de modo, encuentra su sentido pleno porque sigue ligado al acto que
enseñanza interior» 14. En este caso se resuelve la oposición entre una un día realizó Jesús de Nazaret. En esto reside lo esencial para Juan.
enseñanza interior del Espíritu y la enseñanza «exterior» de la co- Lo mismo sucede con la eucaristía. Juan no narra su institución, pero
munidad: la palabra de Jesús que es exterior, es interiorizada por evoca las palabras mismas de la Cena al decirnos: «la carne dada para
el Espíritu. No hay lugar para el iluminismo, como no lo hay tam- la vida del mundo» 16 (6,51), y precisa su aplciación recordando la
poco para una doctrina impuesta desde fuera. obligación de comer la carne y beber la sangre (6,53-58). Ahora
Sin decirlo explícitamente, pero con la autoridad del testigo
15
(1 Jn 1,1-3), Juan mantiene la comunión de los creyentes entre sí X. Léon-Dufour, Et la, Jésus baptisait (/« 3,22), en Homenaje a E. Tisse-
y con el Padre, recordando el vínculo indestructible que une al fiel rant I <Roma 1964) 295-309.
16
Según toda probabilidad, Jesús debió de emplear no la palabra «cuerpo»
13
Según J. Michl, citado por I. de la Potterie, Vonction du chrétien par (soma), sino «carne» (sarx) en las palabras de la institución eucarística
la fot, en La vie selon l'Esprit, condition du chrétien (París 1965) 139. Nos (cf. J. Bonsirven, Hoc est corpus meum. Recherches sur Voriginal araméen,
referimos a este estudio fundamental. Bib 29, 1948, 205-219). La preposición «para» caracteriza el aspecto sacrificial
14
I. de la Potterie, art. cit. 136. del acto (cf. 10,11.15; 13,37-38; 15,13...).
232 El Evangelio y las epístolas joánicas Factores de unidad 233

bien, lo que interesa a Juan no es el acto por el cual se reitera la alguno que todo lo demás (ritos, ministros...) le parezca secunda-
acción de Jesús la tarde de su pasión; es la comprensión del sacra- rio a Juan. Pero lo que le interesa es manifestar la significación de
mento. Ya en el episodio de la multiplicación de los panes los Jos actos litúrgicos.
sinópticos escogieron unos términos que evocaban el relato de la
Cena (Mt 14,9; 26,26 par.). Juan intensifica esta relación uniendo
el discurso sobre el pan de vida al episodio de la multiplicación de 3. Origen de la unidad de los creyentes
los panes y recordando el trasfondo bíblico del maná dado a los
hebreos en el desierto. ¿De dónde procede y cómo se mantiene la unidad de todos aque-
Manifiesta el sentido que el rito debe encontrar en función de llos que comparten la misma fe y, una vez bautizados, comulgan del
ia persona de Cristo. Hace tiempo traté de probar que el discurso mismo pan? En vez de emplear una expresión que sintetice la reali-
sobre el pan de vida (6,26-65) puede leerse entero interpretándolo a dad de la comunidad así constituida, Juan muestra sus preferencias w .
dos niveles: el sacramental del tiempo de Juan, y el reconstituido Tiene predilección por los apelativos de los creyentes en plural. Así
de los hechos del tiempo de Jesús ". Juan no relata simplemente una vemos «los discípulos» (en plural 56 veces entre 78), que designan
catequesis eucarística, la fundamenta en una reconstitución del pa- en modo amplio a los compañeros de Jesús y también a los creyen-
sado de la vida de Jesús; en ella el lector se ve invitado a leer con tes en general; «las ovejas» (15 veces), «mis amigos» (3 veces), «los
su fe la significación que los contemporáneos no podían percibir. Al suyos» (3 veces). Es un indicio del empeño que tiene Juan en mos-
celebrar hoy la eucaristía los cristianos deberían avivar la fe en los trar el carácter personal de la fe. Debido a esto han hablado algu-
misterios personales de Jesús, pan vivo bajado del cielo (6,35-47), nos del «individualismo» del cuarto Evangelio 20, deduciendo que no
carne dada en sacrificio (6,48-58), hombre elevado al cielo (6,62). hay en él lugar para ninguna «Iglesia» 21. Desde luego, apoyándonos
La Iglesia vuelve a encontrar a su Señor gracias al Espíritu dado en Juan no podríamos justificar la existencia de una «Iglesia» que se
por la palabra de Cristo (6,63). considerase heredera de la comunidad judía, con una «jerarquía» de
Con la misma intención, según parece, a diferencia de los si- sumo sacerdote y príncipes de los sacerdotes22. Hay que buscar en
nópticos, Juan muestra a Jesús distribuyendo él mismo los panes otra parte el principio y el fundamento de la unidad de los cre-
a la multitud (6,11). En cuanto a los discípulos, si son menciona- yentes; en cuanto a la organización necesaria, debe simplemente ex-
dos es para ponerlos a prueba en su función de auxiliares de Jesús, presar en el momento oportuno el principio de unidad que la anima.
función que podríamos calificar de «diaconal», con tal de precisar Vamos a evocar, pues, cómo hace Juan la transposición de los datos
su sentido: «sirven» a Jesús (cf. 12,26) más que a la muchedumbre. tradicionales y de sus imágenes preferidas.
Siempre en la misma perspectiva, Jesús es el nuevo templo, en El concepto de «Reino de Dios» lo traslada de un modo par
el que debe actualizarse el culto cristiano, la adoración en espíritu y ticularmente significativo. Sólo se encuentra de paso en dos oca-
en verdad (4,24), porque el templo que va a reconstruir en tres días siones (3,3.5), pero está vivo en la persona de Jesús que es «el
es su propio cuerpo. En adelante el verdadero culto no se realiza rey de Israel» (1,49). Jesús es llamado «rey» quince veces ( M t = 8 ,
en este lugar ni en aquel edificio, sino solamente en la persona de Me = 6, Le = 5), el Señor de la comunidad. De modo parecido la
fesús, que expulsó del templo no sólo a los vendedores indignos, sino semilla y el trigo, que en los sinópticos sirven para designar al reino
también a las ovejas y bueyes, o sea, a las víctimas sacrificiales deJ
de los cielos que se está formando, se personalizan en el pan de
tiempo pasado (2,13-22) 18 .'
vida que es Jesús: «Yo soy el pan de la vida» (6,35.48.51). La
Este rápido sondeo prueba que para Juan la comunidad eclesial
sólo puede vivir litúrgicamente por y en su relación con el Jesús 19
J. L. d'Aragón, Le caractére distinctif de l'Église johattnique, en L'Église
del pasado, aquel que con sus palabras y obras dio para siempre el áans la Bible: DDB (Brujas 1962) 53-66.
20
sentido de toda vida sacramental. De aquí no se infiere en modo C. F. D. Moule, The Individualism of the Fourth Gospel: NT 5 (1962)
171-190.
17 21
X. Léon-Dufour, Le mystére du pain de vie (Jn 6): RSR 46 (1958) Sería necesario ponerse de acuerdo sobre el sentido de la palabra «Igle-
481-523. sia». E. Kasemann se sitúa en el límite.
18 22
X. Léon-Dufour, Le signe du Temple selon saint ]ean, en Homenaje Cf. R. Schnackenburg, L'Église dans le Nouveau Testament (1964)
a j . Lebreton: RSR 39 (1951) 155-175. 141-144.
234 El Evangelio y las epístolas pánicas Unidad y diversidad 235

vid que, incluso en los sinópticos (Mt 21,33 par.), representa en su Padre (17,21). En definitiva, la comunidad sólo se unifica en la
general a Israel y al pueblo de Dios, simboliza propiamente al Hijo unidad que liga a Jesús con su Padre. No vivimos aún en la época de
del Hombre conforme al salmo 80,14-15 2S : Cristo, al incorporar Ignacio de Antioquía que, sin negar lo que afirma Juan, ve en la
en su persona al pueblo, hereda la tradición concerniente al pueblo unión con el obispo el principio mismo de la unidad 24 . Para Juan,
entero. Por eso los racimos sólo podrán subsistir si permanecen en de acuerdo con la epístola a los Hebreros, lo que une a Jesús es
la vid: el único principio de unidad es el amor que viene de Cristo la cadena que forman los creyentes con los primeros testigos. Puede
y circula como la savia por las ramas (15,1-10). decirse que la comunidad es más bien una «comunión» (1 Jn 1,1-4),
Entre las imágenes joánicas que sirven para representar a la comunión en la misma fe y en el mismo amor mutuo que llega hasta
comunidad nueva no se halla la del «cuerpo», que se reserva para el sacrificio de la vida (Jn 13, 34-35; 15, 12-13). La unidad pro-
designar el cuerpo individual de Jesús (2,21; 19,38.40; 20,12). cede de ese principio secreto, pero se manifiesta visiblemente por el
Quizá resulte la imagen demasiado estática, demasiado unificadora, llamamiento lanzado al mundo: «Que sean uno... para que el mun-
para expresar la existencia de la comunidad; es verdad que los miem- do crea que tú me has enviado» (17,21). Surgiendo del profundo
bros de un cuerpo son diferentes y sometidos a la cabeza, que es misterio de Dios que es amor, la comunidad no puede contentarse
su principio unificador, pero parece que no se ajusta la comparación con una unidad impuesta desde fuera. Por eso, lejos de desunirse
al libre juego personal de la fe joánica. Inspirándose, pues, en una por un aparente «individualismo», la relación personal del creyente
larga tradición bíblica (Nm 27,16-17; Ez 34; Sal 23; Mt 9,36...), con Cristo alimenta el amor, que es lo único que da consistencia a
Juan describe la vida ideal de la comunidad con la imagen de un rolo la Iglesia para la unidad de todos los hombres.
rebaño bajo el cayado de un solo pastor. Gracias a este símbolo
puede caracterizar el tipo de relación que une a Jesús con los cre-
yentes, muy alejada de una fría noción de autoridad, es una relación
muy íntima la que el pastor mantiene con cada una de sus ovejas, II. UNIDAD Y DIVERSIDAD
cuyo nombre conoce y que conocen su voz (Jn 10,3). Es que, al
contrario de los falsos pastores que engordan con las ovejas, al
¿Cómo va a mantenerse la unidad misteriosamente fundada en
contrario de los mercenarios que huyen delante del lobo, el verdade-
Jesús, sin destruir la diversidad necesaria en una comunidad? Ante
ro pastor da su vida por sus ovejas (10,14-15). Esta es la novedad
en la tradición: el sacrificio personal de Jesús es el que establece y todo hay que afirmar la existencia de un «ministerio» fundamental
mantiene la unión del pastor con cada una de sus ovejas. Entonces común a todos; después tenemos que reconocer que Juan atestigua
se manifiesta la perspectiva universal de la comunidad de los cre- la existencia de ciertos actos ministeriales y distingue unas funcio-
yentes. Es lo que afirma el evangelista al hablar de la profecía de nes en el grupo de los discípulos. Esto es lo que nos queda por
Caifas: «No lo dijo por su propia cuenta, sino que como era sumo precisar.
sacerdote ese año, profetizó que Jesús tenía que morir por los paga-
nos y no sólo por los paganos, sino también para reunir en uno a
los hijos de Dios que estaban dispersos» (11,51-52). El rebaño 1. El ministerio fundamental
puede así agrandarse a las dimensiones del mundo sin perder nada
de su unidad, y deberá hacerlo porque: «Tengo otras ovejas que no El Padre mostró a Jesús las obras que debía realizar (5,36;
son de este aprisco y también a ellas las debo recoger y oirán mi 17,4) 25; y lo mismo hizo Jesús con sus discípulos. La palabra que
voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor» (10,16). En fin, el él dice deben ellos transmitirla porque la han recibido y el Espíritu
fundamento último de esta unidad no es Jesús solo, sino unido a les concede el don de actualizarla a su debido tiempo (15,27; 16,
su Padre: nadie puede arrancar las ovejas de su mano (10,28-30). 14-15; 17,8.20). El servicio que él hizo tendrán que hacerlo sus
discípulos también, pues deben seguir el ejemplo de su Maestro (13,
«Que todos sean uno como tú y yo somos uno», dice Jesús a
24
23 Por ejemplo, Ignacio, A los efesios, 2,2; 5,3; 20,2.
Según el texto griego del salmo. Sobre el tema cf. C. H. Dodd, The 25
A. Vanhoye, L'oeuvre du Christ, don du Vire (Jn 5,36 y 17,4) RSR 48
Interpretation of the Fourth Gospel (Cambridge 1953) 411. (1960) 377-419.
236 El Evangelio y las epístolas pánicas Unidad y diversidad 23?

15), es decir, no sólo lavarse los pies unos a otros y servirse mutua- ridad de un obispo. Lo que sí parece cierto es que obra como si la
mente, sino también sacrificar la propia vida, porque «el siervo (dou- tuviera y desempeña su papel con altanería: quizá fuera un simple
los) no es más que su amo» (13,16). En lugar del relato de la insti- miembro del colegio de los ancianos que trataba de dominar a sus
tución eucarístíca se encuentra el del servicio mutuo hasta la muerte, colegas. En realidad da la impresión de ser el único dirigente de
res de la cual la eucaristía es sacramentum. Esto es lo esencial, el la comunidad, pues si no, parece que no habría motivo para que e]
resto es accesorio. presbítero se dirigiera a Gayo en vez de al colegio de los ancianos.
Se puede pensar, pues, que Diótrefes tenía de hecho, una posición
dominante en la comunidad. Esto nos informa sobre los abusos de
2. Actos ministeriales poder o los conflictos que surgían en las comunidades cristianas";
es difícil afirmar con certeza nada más 28 .
A pesar del escaso interés que muestra Juan por los ministerios
en sus detalles, podemos captar al vuelo alguno que otro. Así, cual-
quiera que sea la interpretación que se dé a la glosa del evangelista
3. Los discípulos y los Doce
al decir: «Aunque Jesús no bautizaba por sí mismo, sino por sus dis-
cípulos» (4,2), estas palabras sugieren la participación de los dis-
cípulos en el acto bautismal, cuyo actor principal es Jesús. Pero esto Entre los discípulos que Jesús llamó para estar con él ¿se dis-
es sólo una hipótesis. tinguen los Doce como un grupo especial? Si fue así, ¿qué función
En cambio, no cabe duda de que Juan al escribir su primera epís- les atribuye Juan en el tiempo de Jesús o en el de la Iglesia?
tola realiza un acto ministerial propiamente dicho. En efecto, comu- Juan, siguiendo la tradición corriente, distingue entre los discí-
nica con su autoridad de testigo la enseñanza tradicional y consolida pulos a los Doce que Jesús escogió (Jn 6,70) y se dirige a ellos una
la unidad de la comunidad reiterando el principio de su comunión. vez (6,67). El evangelista llama a Judas (6,71) o a Tomás (20,24)
Pero advirtamos que él no considera que está dando una lección ma- «uno de los Doce», en tanto que en otro lugar habla de Andrés o de
gisterial, sino que se presenta en cierto modo como catalizador de la Judas como de «uno de los discípulos» (6,8; 12,4; cf. 13,33). Los
fe de ellos (1 Jn 2,27). Doce se diferencian de los otros discípulos en 6,66-67 en el sen-
En la tercera epístola de Juan nos ponemos en contacto con tido de que siguen relacionados con Jesús, pero no en vista de alguna
una comunidad viva. El presbítero escribe a Gayo para felicitarle significación típica posterior. De igual modo si los nombres citados
por su comportamiento con los misioneros ambulantes de paso por en la última cena se encuentran en la lista clásica de los apóstoles:
su iglesia y para condenar la conducta de Diótrefes, que rehusa aco- Judas, Pedro, Tomás, Felipe, el otro Judas, es que son «los que Jesús
ger a esos misioneros y hasta expulsa de la iglesia a los que los escogió» (13,18), expresión que corresponde a la que designaba a los
reciben26. Con esto atestigua la existencia de esos «misioneros am- Doce (6,70). La conclusión se impone. Juan conoce a los Doce y
bulantes» y la de un tal Gayo a quien en apariencia no podemos les confiere un lugar aparte: constituyen históricamente el grupo
atribuir más superioridad que la del buen ejemplo. De parte del fundador, el de los primeros discípulos que se reunieron junto a
presbítero no hay ninguna palabra autoritaria que tienda, por ejemplo, Jesús. Las frases del sermón de la cena les convienen perfectamente.
a una excomunión; puede decirse que tenía autoridad sobre la co- Fueron escogidos e instituidos para dar fruto (15,16), deben dar
munidad, pero no sobre Diótrefes. Este, en cambio, sí parece tenerla; testimonio porque están con Jesús desde el principio (15,27), son
por eso numerosos comentaristas lo consideran similar a un obispo. los que el Padre ha dado a Jesús (17,9) y ninguno se ha perdido,
No es cosa imposible. Sin embargo, el término philopróteuón no sig- sino el hijo de perdición (17,12); por ellos ruega Jesús especialmente
nifica que ocupa el primer lugar, sino que está deseando ocuparlo, y quiere que sean «consagrados en la verdad», es decir, por la pa-
por lo cual no se puede afirmar con seguridad que tuviese la auto-
labra del Padre revelada en Jesús (17,9-19). Finalmente, gracias a
28
Sobre la cuestión, cf. R. Schnackenburg, Die Johannesbriefe (Friburgo
de Brisgovia 21963) 326-329 y particularmente del mismo autor, Der Streit 27
Por ejemplo, en las iglesias paulinas: 2 Cor 3,1; 4,11-12; 10,7; 12,19-20;
zwischen der Verfasser von 3 Job und Diotrepbes und seine verfassungsge- Flp 1,17; 3,2...
28
scbicbtliche Belautung, «Münchener Theol. Zeitschrift» 4 (1953) 18-26. En su artículo "Der Streit..., 25-26, R. Schnackenburg se esfuerza por
situar el litigio entre Juan y Diótrefes, relacionándolo con Clemente e Ignacio.
238 El Evangelio y las epístolas joátticas Unidad y diversidad 239
21
su palabra, otros creerán en Jesús (17,20). Tal es la función histó- (Jesús) les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre
rica realizada por el grupo de los Doce. me envió, también yo os envío». 22 Dicho esto, sopló sobre ellos y
Por otra parte, estos Doce son asimilados ordinariamente a los les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. 2 3 A quienes perdonéis los pe-
discípulos: Juan atenúa voluntariamente la diferencia que los separa: cados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
sin rebajar a los Doce, indica cuál era su función típica para la Iglesia retenidos» (Jn 20,21-23).
de su tiempo. Tocamos aquí un problema delicado: a través de los Juan no dice explícitamente que esta aparición fue a los Once;
discípulos, a los que Jesús se dirige en el sermón de la cena, ¿a quién ¿se deduce que hay que ampliar el número de destinatarios de la
se apunta? Algunos creen que a un grupo director en el seno de los misión (20,21), de los que reciben el Espíritu Santo (20,22) o de
discípulos prefigurando así la jerarquía futura, tanto más que en los los que reciben el poder de perdonar los pecados (20,23)? Esto ha
textos de Juan creen ver la descripción de una ordenación sacerdotal de examinarse detalladamente.
especial: Jesús, según ellos, quiso conferir a sus apóstoles unos En 20,21 se refiere a la misión apostólica. Pero no todos son
poderes estrictamente reservados a un sacerdocio ministerial, esencial- apóstoles, se dirá (1 Cor 12,28-29). Sin embargo, según Juan la ex-
mente distinto del sacerdocio común 29 . La extensa argumentación presión es exacta a la que Jesús emplea al hablar de la misión que
de A. Feuillet se basa en una opción, a nuestro juicio difícil de jus- recibió del Padre (17,18), y es análoga a otra concerniente a los
tificar: según él, el grupo de los discípulos representaba no a la to- discípulos en general: «Como el Padre me amó, yo también os he
talidad de los futuros creyentes, sino a una porción de la Iglesia que amado» (15,9). En este caso las palabras de Jesús no se dirigirían
prefiguraba la jerarquía sacerdotal ministerial30. Pero, según Juan, sencilla y directamente a los Once 32, sino al conjunto de los creyen-
el grupo fundador es el que transmite la palabra de Jesús a todos tes. El versículo siguiente lo probaría (20,22), pues la nueva crea-
los creyentes futuros y el que prefigura la comunidad de los dis- ción por el Espíritu es evidentemente el principio de la fe en todos
cípulos. Para Juan grupo fundador y comunidad de los discípulos son los hombres (cf. 7,38-39). Si, como opinan algunos 33, este versículo
diferentes sólo en el tiempo (el de Jesús, el de la Iglesia) porque, cada es un añadido de Juan, el horizonte sería más amplio aún.
uno a su manera, ambos constituyen toda la Iglesia. Existe una dificultad en 20,23, que se hace eco de la tradición
Por este motivo la fórmula de elección («los que yo he escogido: sinóptica M. Se plantean dos cuestiones. La primera concierne al au-
15,16), que está de acuerdo con la tradición corriente (cf. Rom 8,33; ditorio: ¿a quién se dirige Cristo, al grupo apostólico o a los cre-
Col 3,12; 1 Pe 2,4), el deber de producir fruto y de comunicar la yentes en general? La tradición católica y la ortodoxa creen que el
palabra (15,8), todo eso conviene a los discípulos en general igual Señor se dirigió a los miembros del orden sacerdotal; los protestantes
que a los primeros apóstoles. Y la «consagración» pedida en 17,19 opinan que se refiere a los que son realmente los instrumentos del
se dirige a todo el cuerpo de la Iglesia, prefigurado en los Doce Espíritu. El texto solo no permite dar una respuesta segura, sobre
aquí también conforme a la tradición común del «pueblo sacerdotal» todo teniendo en cuenta las advertencias hechas antes sobre la fun-
(1 Pe 2,9). R. E. Brown dice con razón: «Como los cristianos del ción peculiar del grupo de los apóstoles y la manera en que la comu-
tiempo de Jesús son modelo para todos los cristianos, se deduce
que en 17,9-19 y 17,20-26 se tiene en vista a los cristianos de los
tiempos venideros» 31. Lo menos que podemos decir es que resulta 32
La ausencia de Tomás puede parecer extraña; se trata del don del
poco seguro reservar a una categoría especial las enseñanzas dadas Espíritu otorgado al cuerpo apostólico de los Doce; hay que advertir, sin
por Jesús según Juan. embargo, que hay un precedente en el Antiguo Testamento, cuando los dos
ancianos, aunque estaban ausentes en el momento en que fue dado el espíritu
Queda, sin embargo, un texto de difícil interpretación, pues, según de Moisés, reciben a pesar de ello el mismo don (Nm 11,26).
él, el grupo de los discípulos parece diferenciarse mucho del resto del 33
Así G. Hartmann, Die Vorlage der Osterberichte in Jo 20: ZNW 55
pueblo creyente. (1964) 197-220.
34
El mismo problema se plantea para Mt 18,18 (cf. en esta obra la con-
29
A. Feuillet, Le sacerdoce du Christ et de ses ministres (1972) 135. tribución de S. Légasse). Cf. A. George, Les récits d'apparitions aux Onze a
30 partir de Luc 24,36-53, en La résurrection du Christ et l'exégise moderne
A. Feuillet, ibid., 101-167 y 176-183.
31 (1969) 93, n. 38.
R. E. Brown, John (1970) 758.
240 El Evangelio y las epístolas pánicas Unidad y diversidad 241

nidad, guiada por las antítesis de Juan i b reacciona para excluir a los pesca milagrosa equivale a la orden de hacer a los hombres dis-
falsos hermanos, según la primera epístola de Juan. cípulos de Cristo, puede pensarse que Pedro recibe el encargo de
La segunda dificultad concierne al objeto del poder conferido apacentar a los nuevos discípulos del rebaño. Esta tradición parece
por Cristo. Ciertamente se refiere a la penitencia, pero, ¿antes o más antigua que el encargo confiado en los términos de 20,21 .
después del bautismo? Parece que Juan, muy interesado por el bau Advirtamos que la misión conferida a Pedro comporta inmediata-
tismo (1,29; 9,7), tiene aquí en vista la decisión de dejar entrar mente la perspectiva de su sacrificio, como el del buen pastor por
en la comunidad de los discípulos. Sin embargo, el texto puede su rebaño (21,18-19; cf. 10,15-17). Ciertamente la imagen del buen
querer decir algo más, ya que igual que Jesús fue enviado para juz pastor en el Nuevo Testamento se aplica también a otros (Mt 18,10-
gar al mundo y efectuar un discernimiento en él (9,39-41; cf. 3, 14; Hch 20,28-29; 1 Pe 5,1-5), pero aquí es Pedro el aludido per-
17-21), también los discípulos juzgan al mundo. Finalmente, como sonalmente. ¿A quién se tiene a la vista a través de su persona?
Juan asocia voluntariamente esta misión al don del Espíritu, hay aquí Según el concilio Vaticano I, parecía que los católicos estaban obli-
una alusión al Espíritu que purificará a la comunidad de los elegi- gados a afirmar que Pedro poseía una autoridad superior a la de
dos *, a ese Espíritu que durante la ausencia de Jesús va a seguir los otros apóstoles; pero hay que advertir que los Padres concilia-
juzgando. Por lo tanto, la palabra podría referirse no sólo a la entrada res citaron ese texto fuera de la definición propiamente dicha, no que-
en la comunidad, sino también a la remisión de los pecados después riendo, por tanto, atribuirle un valor firme40. Por esto R. E. Brown
del bautismo 37 . concluye que de ese texto aislado no puede deducirse nada sobre
la «sucesión apostólica». Pedro tiene autoridad no sobre los pesca-
dores (los misioneros), sino sobre los peces, que en la aplicación,
son las ovejas del rebaño. Si ocupa un lugar preferente es porque
4. Pedro y el discípulo que Jesús amaba está invitado a amar más a Jesús, es decir, a permanecerle fiel. Su au-
toridad le viene sólo del encargo del Resucitado, ligado a la medida
En Juan, como en la tradición común, Pedro ocupa un lugar pre- del amor que se le pide. No olvidemos, en fin, que Pedro debe apa-
ferente en el grupo de los discípulos. En el capítulo 21 recibe la centar no a sus ovejas o a su rebaño, sino a las ovejas de Jesús:
misión de apacentar las ovejas de Jesús; así se manifiesta un princi- «Apacienta mis ovejas.»
pio elemental de organización de la Iglesia. Después de la que parece
ser la primera aparición del Resucitado *, la tradición presenta a Pedro ocupa, pues, un lugar eminente, pero también es verdad
Pedro recibiendo la autoridad suprema de la comunidad. Como la que el cuarto Evangelio se caracteriza por la mención de un perso-
naje particular de quien no puede afirmarse que perteneciera al grupo
35 de los Doce. Se le designa en dos pasajes como «el otro discípulo»
Cf. P. Le Fort, Les structures de l'Église militante selon saini }ean
(18,15-16; 20,3-4.8) y seis veces como «el discípulo a quien Jesús
(1970) 18-24.
36
Cf. 1 QS III 7,8; IV, 20. amaba» (13,23-26; 19,25-27; 20,2; 21,7; 21,20-23; 21,24). Uno
87
Parece, por tanto, difícil admitir la conclusión de A. Feuillet en medio y otro son la misma persona, como 20,2 lo afirma explícitamente.
de un interesante estudio sobre Le temps de l'Église selon sainl Jean, en la Creemos que no se trata de un mero símbolo, sino de un per-
cual no se hace mención de los ministerios: «este don —del Espíritu— está sonaje histórico " cuya importancia simbólica es innegable. Se han
claramente reservado a la jerarquía; tiene como objeto hacer de ella un ínter propuesto toda clase de explicaciones: el discípulo perfecto (Loisy),
mediario en el perdón de los pecados v la comunicación del Espíritu». Études
johanniaues (Brujas 1962) 160. La conclusión de R. E. Brown me parece mu el cristiano de origen griego (Bultmann), la función profética en la
cho más moderada, aunque deja abierta una cuestión delicada. Relaciona con Iglesia (Kragerud), el garante autorizado de la verdad del cuarto
razón la oración sacerdotal con la epístola a los Hebreos, sobre todo Heb Evangelio. Habría que extenderse mucho para escoger entre esas inter-
9,12-14; 2,10-11; 10,10. Cristo, único sacerdote, es quien ha sido consagrado pretaciones; nos contentaremos, en función de nuestro plan, con exa-
en su sacrificio y ha hecho de todo el pueblo un pueblo de «consagrados».
Por lo tanto, no podemos conservar la interpretación propuesta hace tiempo minar el hecho de yuxtaponer el discípulo a Pedro.
por F. Prat, es decir, que Jn 20,23 enseña que Cristo, al sacrificarse, había Se busca voluntariamente el contraste con Pedro. Para saber
conferido a los apóstoles una especie de «complemento del sacerdocio», el
39
complemento de su consagración (cf. A. Feuillet, Le sacerdoce du Christ et de Con R. Bultmann, O. Cullmann, R. E. Brown.
40
ses ministres, 1972, 141). Cf. R. E. Brown, John (1970) 1116.
41
» Q . R. E. Brown, John (1970) 1035-1092. O . R. E. Brown, John (1966) 115-116.
16
Conclusión 243
242 El Evangelio y las epístolas joánicas

quién es el traidor, Pedro recurre al discípulo, pero parece que sólo tiempo después de morir Pedro? Algunos han creído responder ape-
éste oye la respuesta, porque en 13,28 se dice que nadie sabe lo que lando a una analogía: lo mismo que Jesús comunicó su oficio pasto-
va a hacer Judas: el discípulo es, pues, el único que penetra el ral a Pedro en razón de su propia muerte, así la función de Pedro
secreto del drama que va a desarrollarse. Pedro es introducido por pasaría a otros después de morir él 43 . Pero estamos autorizados a ver
el discípulo en el palacio del Sumo Sacerdote (18,15-16) y lo que que aquí se ha interferido una convicción procedente de otro lugar.
va a conseguir es negar a su Maestro. En cambio, cuando los dis- De este solo texto no se puede deducir la «sucesión apostólica» del
cípulos se marcharon y Pedro desapareció después de sus negaciones, primado de Pedro.
el discípulo es el único que está al pie de la cruz con la Madre de Según otra hipótesis, el relato puede reflejar los conflictos entre
Jesús (19,25-26) y se ve unido estrechamente con ella: al darle al diferentes iglesias, sobre la autoridad respectiva de Pedro y del
discípulo por hijo reanuda Jesús el diálogo con su madre, interrum- discípulo; quiere justificar los dos «patronatos» que se alegaban, sin
pido desde Cana. Finalmente, el discípulo es el testigo privilegiado pretender fundamentar la preeminencia pastoral de Pedro. Más exac-
de la muerte salvadora de Jesús (19,35), siendo el encargado de co- tamente, este capítulo, según algunos, quiere probar que lo que «per-
municarla al mundo: vio al que traspasaron. manece» después de morir Pedro e incluso el discípulo, es el Evan-
gelio escrito por el discípulo amado 4 \ Aunque reconozco que esta
Es también el discípulo el que aparece yendo al sepulcro con más interpretación subraya con justicia el medio existencial en que pudo
rapidez (20,4) y el único que cree (20,8); él es el de mirada más redactarse Jn 21, me parece que limita demasiado el alcance de la
perspicaz en el lago de Tiberíades (21,7) indicando a Pedro la enseñanza joánica sobre el discípulo que Jesús amaba.
presencia del Señor, pero dejándole la prioridad del contacto con e!
Resucitado. En fin, Pedro es el que se preocupa por el porvenir de! Junto a Pedro, cuya primacía de hecho no discute Juan, el dis-
discípulo (21,21-23), de quien recuerda el evangelista que descansó cípulo manifiesta al lector del Evangelio que existe «otra» manera
sobre el pecho de Jesús y le preguntó quién iba a traicionarle. Jesús, de ser discípulo, que es la de ser especialmente amado por Jesús
con su respuesta negativa, reduce al silencio a Pedro, le anuncia y que es la que revela el secreto de la palabra de Jesús. Algunos
luego su destino, el martirio, en tanto que el discípulo puede vivir creen que pueden ir aún más lejos partiendo de un valor típico con-
hasta el regreso de Jesús (21,23); éste es, pues, el testigo que ga- cedido a Pedro. Si es verdad que tras el ministerio de Pedro puede
rantiza para siempre la verdad del evangelio (21,24). considerarse al ministerio pastoral en general, podría también afir-
marse que en la estructura de la Iglesia, junto al ministerio pastoral
Contrastan los dos personajes, el uno por su fragilidad y falta encarnado en Pedro, está la función del discípulo por excelencia que
de comprensión, el otro por su presencia inteligente y sobre todo por atestigua la verdad del evangelio y la presencia de Jesús de Nazaret.
su designación excepcional: «el que Jesús amaba», como si Pedro Conceder un valor típico a Pedro es conceder otro también al discí-
no fuese tan amado como él. Sería forzar el sentido deducir que pulo amado, es presentar una «función» distinta a la supremacía
Tnan ha querido rebajar a Pedro. En efecto, Juan relata la vocación pastoral: la del discípulo capaz de ver, comprender y hablar, porque
especial de Pedro y el nombre nuevo que Jesús le impuso (1,42), se sabe amado por Jesús. No me atrevo a definir la naturaleza de esta
también su declaración de adhesión inquebrantable a Jesús (6,68-69) función; me limito a sugerir que deberíamos pensar en ciertos ca-
y el cargo pastoral único que recibió después de borrar su triple ne- rismas, en el sentido paulino de la palabra.
gación con una triple protesta de amor (21, 15-17). Todo esto es
evidente, pero también lo es la presencia del otro discípulo, presen-
cia que va a «permanecer» hasta el fin.
Se han presentado diversas hipótesis para explicar un paralelo CONCLUSIÓN
tan sostenido. Si la narración quisiera ser una simple rendición de
cuentas de la historia pasada, podríamos decir que la función de Al leer la literatura joánica es difícil responder a la cuestión de
pastor acaba con la muerte de Pedro 42. En ese caso queda sin res- los «ministerios» de la Iglesia. Sin embargo, aunque cueste precisar
puesta esta pregunta: ¿a qué viene narrar ese episodio mucho lo que Juan hubiera incluido en el término «Iglesia», podemos pen-
43
*! Así O. Cullmann, Saint Vierte, üisciple, Apotre, Martyr (Neuchate] Así P. Benoit, Passion et Résurrection du Seigneur (1966) 344-349.
44
1952). Así P. Bonnard en Foi et vie (81970) 58-59.
244 El Evangelio y las epístolas joánicas Conclusión 245

sar que existe continuidad entre el grupo reunido por Jesús, la co- rentes partituras porque se ha colocado en el centro mismo de la re-
munidad donde vive Juan y la Iglesia de los siglos posteriores: Juan velación. La comunidad de Jesús es un tejido de relaciones de amor
no escribió el Evangelio sólo para sus contemporáneos, sino también entre los creyentes; por ellas se hace visible al mundo, sin que haya
con el convencimiento de que llegaría a los lectores futuros. En este nada que decir de las modalidades de su organización basada exclu-
sentido encontraríamos la justificación de nuestra búsqueda. Pero sivamente en el servicio mutuo.
Juan nos ha conducido por senderos distintos de los que siguen los Para terminar, dejemos la palabra a Juan mismo. Este texto reúne
otros autores del Nuevo Testamento, sobre todo en lo que atañe al los elementos principales de la concepción joánica de la Iglesia y pone
misterio de la Iglesia: sólo en él tienen sentido los ministerios cuyas de relieve la apertura misionera, que es su rasgo característico.
35
características, según Juan, quisiera yo recordar. ¿No decís vosotros: «Dentro de cuatro meses estaremos ya
Todo ministerio en la Iglesia es un servicio mutuo que nace de en la siega? Pues ahora os digo yo: Alzad vuestros ojos, tended la
la fe en Jesús y se expresa como el de Jesús, es decir, yendo hasta el vista por los campos y ved ya las mieses blancas y a punto de segarse.
36
sacrificio de sí mismo: servicio de la palabra y servicio de la caridad Aquel que siega recibe su jornal y recoge frutos para la vida eter-
sin límites. na a fin de que igualmente se gocen así el que siembra como el que
Frente a una sociedad que tiende a organizarse cada día más y a siega. 37 Y en esta ocasión se verifica aquel refrán: uno es el que
determinar sus modos de existencia, Juan subraya cómo puede la siembra y otro el que siega. 38 Yo os he enviado a vosotros a segar
Iglesia evitar convertirse en una sociedad humana cualquiera: mante- lo que no labrasteis; otros hicieron la labranza y vosotros habéis en-
niendo siempre viva su relación con Jesús de Nazaret. Sería necesa- trado en sus labores» (Jn 4,35-38).
rio aplicar continuamente a esta presentación la fórmula clásica: «sin Indiquemos brevemente el resultado del análisis de este texto
duda... pero...». difícil, comenzando por 4,31. Jesús acaba de decir: «Mi alimento es
Existe ciertamente una comunicación de la fe, una enseñanza, hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra»
pero en realidad la fe es actualizada por el Espíritu Santo comunica- (4,34); se presenta como un «enviado», cuya vida y razón de ser es la
do a la comunidad como tal. El acto ministerial del autor de la voluntad del Padre. En el origen de su autoridad y de su misión se
primera de Juan consiste esencialmente en «recordar» (en el sentido encuentra el Padre: sólo él fundamenta la palabra de Jesús y, como
joánico de la palabra: cf. 14,26) lo que ya existe en el corazón del se dice después (10,17-18), avalora la entrega de su vida por las
creyente, del mismo modo que el Espíritu Santo actúa en nombre de ovejas. Análoga relación une a los discípulos con Jesús. Jesús hace
Jesús. de sus discípulos unos «enviados». Otra imagen se interfiere aquí
Existe indudablemente una vida sacramental, bautismo, eucaris- con la de la misión; es la de la siega. En la persona de los discípu-
tía, penitencia, pero de nada sirven los ministerios si no queda en los la Iglesia es misionera y segadora, pero sólo lo es en dependencia
primer plano lo esencial, es decir, la presencia del acto de Jesús de de Jesús. Jesús en persona es el que, al sembrar, corona el gesto la-
Nazaret bautizando, distribuyendo los panes, invitando a no pecar borioso de los labradores (los profetas) y, al enviar a los discípulos,
más, dando su vida por sus hermanos. inaugura el gesto alegre de los segadores.
Existe indudablemente un grupo de Doce por el que nos ha No existe, en efecto, ningún ministerio eclesial que no se rela-
sido comunicada la palabra, pero lo esencial consiste en su comporta- cione con Jesús de Nazaret en el tiempo de su vida terrestre y que
miento de discípulos creyentes que nos indica el camino que hemos no esté abierto juntamente a la misión y a la siega.
de seguir para permanecer en el rebaño.
Existe indudablemente un pastor encargado de apacentar las ove- XAVIER LÉON-DUFOUR
jas de Jesús después de su muerte; pero también existe el discípulo
amado que por su fe y con el amor recibido, nos ha legado el evan-
gelio que poseemos. Además de la tradición que el gobierno pastoral
representa, existe la Escritura, que conserva auténtica la existencia
de Jesús en el recuerdo de la Iglesia, gracias a la experiencia de los
discípulos.
En el concierto del Nuevo Testamento Juan armoniza las dife-
Principales orientaciones 247

marco general podrán encuadrarse exactamente los elementos se-


cundarios.

I. PRINCIPALES ORIENTACIONES DEL APOCALIPSIS

1. Cristología
El Apocalipsis, que con demasiada frecuencia nos parece el libro
CAPITULO XII de los castigos divinos, es ante todo un canto de victoria en honor
del Cordero, marcado con la señal de su pasión (5,6). Como en los
otros libros joánicos, todo se considera en relación a Cristo; la reve-
EL APOCALIPSIS
lación del misterio de aquel que es el Alfa y la Omega ocupa, pues,
un puesto esencial en el libro 5. La importancia que se da al nombre
Por el carácter enigmático de sus visiones y la violencia de sus de «Cordero» (29 veces), manifiesta que la cristología del Apocaltp
escenas de castigo, el Apocalipsis desalienta a veces al lector, pare- sis está enraizada en la Pascua 8 . El Hijo del Hombre que se pre-
ciéndole un libro más judío que cristiano. Si eso es así, ¿vale la pena senta a Juan en su gloria es «el que estuvo muerto, pero vive por los
interrogarle sobre la organización de la Iglesia y sus tareas en el mun- siglos de los siglos» (1,18). La visión del capítulo 5 nos hace asistir a
do? Sin desanimarse por la multitud de interpretaciones ', muchos la investidura de aquel que por su sacrificio es el único digno de
autores han intentado determinar el ambiente eclesial donde surgió abrir el libro de los siete sellos. Una alusión al día solemne de las
el libro de la Revelación y precisar su valor para la eclesiología. Así Expiaciones, en que el Sumo Sacerdote penetraba en el Santo de los
G. Bornkamm relaciona el Apocalipsis con unos «conventículos judeo- Santos, presenta a Cristo como el sacerdote por excelencia (1,12-13)'.
cristianos», en los que «se conservó una antigua tradición apocalíp- Así como el primer éxodo condujo al pueblo de Dios al Sinai
tica venida de Palestina». Esta tradición «se remonta al tiempo en para recibir allí la alianza, Cristo, por su sacrificio pascual, sella la
que el elemento pneumaticoprofético regía aún la teología y la cons- alianza nueva y hace a todos los que creen en él «un reino de sacer-
titución de la comunidad» 2. La misma tesis ha sido desarrollada por dotes» (1,6; 5,10; 20,6) 8 . Estos textos hacen referencia a la con-
uno de sus discípulos, Akira Satake 3 . E. Schweizer opina que al sagración a Dios del pueblo de los redimidos (1,5) y a la participa-
proclamar que todos los cristianos son profetas y rechazar todo minis- ción de los fieles en el culto celestial (5,10). La visión del Reino de
terio, el Apocalipsis constituye una protesta contra la organización de Cristo en la tierra durante mil años se termina con una fórmula única
la glesia a fines del siglo i 4 . en el Nuevo Testamento: «Serán sacerdotes de Dios y de Cristo 9
Se impone una advertencia previa: el Apocalipsis es ante todo un reinarán con él mil años» (20,6). Según la interpretación más vero-
libro de exhortaciones dirigidas a los fieles en el momento de des- símil, alude al reino de los mártires (20,4), que gozan ya de la recom-
encadenarse la persecución. Leyéndolo desde este punto de vista no se pensa mientras prosigue el tiempo de la Iglesia 9 .
le pueden pedir muchos detalles, igual que en un poema a la patria 5
J. Comblin tiene el mérito de haberlo demostrado ampliamente en su
en peligro no reclamaríamos los informes necesarios para estudiar la obra: Le Cbrist dans l'Apocalypse (Tournai 1965). Cf. también T. Holtz, Dit
constitución de ese país. Antes de espigar en el Apocalipsis los es- Christologie der Apocalypse des Johannes (Berlín 1962).
6
casos datos relativos a la vida concreta de la comunidad cristiana, es R. Le Déaut, La nuit pascóle (Roma 1963) 333-336.
indispensable precisar las principales orientaciones del libro. En este ' W. Stott, A note on the word Kyriaké in Apoc 1,10: NTS 12 (1965-66:
70-75.
8
1
Cf. A. Feuillet, L'Apocdypse. État de la questión (Brujas 1963). El Apocalipsis, en vez de seguir como 1 Pe 2,5.9 la versión de los
2
G. Bornkamm, art. Presbys: TWNT 6 (1959) 670. Setenta, cita Ex 19,6 de una manera que corresponde a la lectura del Targum
3
Die Gemeindeordnung in der Johannesapokaíypse (1966). palestinense. Cf. J Potin, La Vete juive de la Pentecóte I (1971) 218-226.
9
4
E. Schweizer, Gemeinde und Gemeindeordnung im Neuen Testament J. Comblin, Le Cbrist (1965) 207-218. Cf. también L. Cerfaux, L'Évan
(Zurich 1959) nn. 13 y 14. gile éternel: ETL 39 (1963) 672-681.
2. Universalismo 3. Unidad del pueblo de Dios

A las afirmaciones relativas a la realeza universal de Cristo co- Juan, con su talento sintético, no se preocupa por señalar las
rresponde una serie de visiones que presentan a la Iglesia reclutada etapas concretas del desarrollo de la Iglesia u . Parece que desea, ante
entre todas las naciones, razas, pueblos y lenguas de la tierra (7,9). todo, manifestar la unidad del pueblo de Dios a través del tiempo y
La Iglesia es la verdadera continuadora del antiguo Israel y como él del espacio en las diversas situaciones de sus miembros, unos aún en
tiene por delante un largo caminar. Después de franquear el mar de plena lucha, otros asociados ya al Reino de Cristo (20,6). Grandiosa
cristal mezclado con fuego, los escogidos «cantan el cántico de Moi- perspectiva que ilumina los sufrimientos del tiempo presente con el
sés, el servidor de Dios, y el cántico del Cordero» (15,3). El primer reflejo de la gloria y proyecta en la Jerusalén celestial las realidades de
éxodo sólo concernía a un pueblo, en tanto que el segundo tiene pro- las que vive la Iglesia militante. Vemos que la liturgia de los Taber-
porciones mundiales: «Has rescatado para Dios al precio de tu sangre núculos descrita en el capítulo 7 reúne al resto de Israel y a las
a hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación» (5,9). La Iglesia, naciones y presenta el «sello» del bautismo como prenda de la par-
nuevo Israel, considera como «una sinagoga de Satán» al grupo de ticipación en el hosanna celestial (7,10) 12 . Las promesas al vence-
judíos que se niegan a creer en Cristo (2,9). Incluso una visión es- dor que terminan las cartas a las siete iglesias tienen un significado
trechamente ligada a las esperanzas judías, como es la de la Jerusalén
escatológico y sacramental a la vez. Habría que recurrir aquí a ¡as
celestial, concede gran importancia al universalismo; la ciudad santa
oportunas sugerencias de P. Prigent 13 . El nombre nuevo (2,17;
tiene sus puertas abiertas de par en par porque las naciones van pere-
grinando hacia ella (21,24-25). Las hojas de los árboles de la vida cf. 3,12), recibido el último día, evoca el nombre de Cristo pronun-
están destinadas a curar a los paganos (22,2). ciado sobre el que se bautiza, igual que las vestiduras blancas en 3,5
se explican por la simbología bautismal (cf. Odas de Salomón 11,
Con este cuadro final se relaciona la proclamación del evangelio 11-16; 25,8). El árbol de la vida y el maná escondido (2,7.17) no
eterno por un ángel: «Temed a Dios y glorificadle porque ha llegado
son únicamente figuras de la recompensa escatológica; para un lector
la hora de su juicio; adorad, pues, al que hizo el cielo y la tierra, el
cristiano evocan la eucaristía, primicias de la vida eterna 14. El final
mar y los manantiales» (14,7). Se ha discutido mucho el sentido de
este mensaje y su relación con la buena nueva traída por Jesús. Se de la última carta es particularmente rico en evocaciones litúrgicas
impone en seguida una asociación con Me 13,10 par.: el evangelio (3,20-21). Se adivina la espera de la Iglesia en la vigilia pascual:
debe ser proclamado a las naciones antes de la hora del juicio final. como el esposo de los Cantares, Cristo llama a la puerta, como en la
Más exactamente, advertimos con J. Comblin 10 que la exhortación al parábola de las vírgenes viene para el banquete escatológico antici-
reconocimiento de la acción creadora de Dios y la amenaza del juicio pado en la cena.
constituyen los primeros elementos de la predicación a los gentiles Por esto traduce bien la TOB al decir: «Si alguien oye mi voz
(1 Tes 1,9-10). La proclamación anticipada de la caída de Babilonia y abre la puerta, yo entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.»
se nos presenta aquí como una invitación urgente a la conversión, El objetivo del Apocalipsis, en efecto, es «describir la gran Pascua
mientras que es tiempo todavía. En forma simbólica el ángel repre- de la Iglesia, la que anuncian y prefiguran las solemnidades anuales
senta a los predicadores del evangelio, que «son los instrumentos de de acentuado carácter sacramental, la Pascua que verá el maravilloso
la venida anticipada del Hijo del Hombre» (14,14). La violencia de perfeccionamiento del sello bautismal y de la comunión eucarística» l5.
muchas visiones no debe inducirnos a engaño; el Apocalipsis no es
el libro de un «conventículo» que se cierra sobre sí mismo. En los
momentos mismos en que la persecución está haciendo estragos, 11
Nos inspiramos en un artículo profundo de P. Minear, Ontology and
recuerda a los cristianos que pertenecen a la comunidad de salvación, Ecclesiology in the Apocalypse: NTS 12 (1965-66) 89-105 y L. Cerfaux,
abierta a todos los pueblos. L'Églíse dans VApocalypse, en Aux origines de l'Église: DDB (Brujas 1965)
12
J. Comblin, La liturgie de la nouvelle Jérusalem (Lovaina 1953).
13
P. Prigent, Apocalypse et liturgie (Neuchátel 1964).
14
Cf. la nota m de la TOB sobre el Apocalipsis 2,17.
10 15
J. Comblin, Le Cbrist (1965) 65, n. 4. P. Prigent, Apocalypse et liturgie (1964) 36.
Las alusiones a los ministerios 251

imponer a Simón el nombre de Cefas, Jesús lo presentó como la


II. LAS ALUSIONES A LOS MINISTERIOS roca básica del nuevo templo (Mt 16,18) 19 . La comunidad de Je-
rusalén da el título de «columnas» a sus dirigentes: Cefas, Santiago
Excepto en 2,19, en que la palabra diakonia se refiere al ejer- y Juan (cf. Gal 2,9) 20 . Como Ef 2,20 M, este pasaje del Apocalipsis
cicio concreto de la caridad, el Apocalipsis ignora el vocabulario subraya el carácter colegial y definitivo de la función apostólica: la
de la «diaconía». Contiene, en cambio, múltiples alusiones a la vida Iglesia descansa sobre el testimonio que los Doce tributan al Cordero.
litúrgica y, por las aclamaciones y los himnos que en él se hallan, es Podemos concluir de ello que su estabilidad y su irradiación misio-
el libro del Nuevo Testamento que mejor nos permite evocar el nera (21,24) están condicionadas por la fidelidad a ese testimonio.
fervor de aquellas asambleas en que se cantaban himnos a Cristo 18. En la época del Apocalipsis circulan de comunidad en comuni-
Acción de gracias a Dios que llama a los fieles a compartir la realeza dad numerosos predicadores. Se les denomina unas veces apóstoles
de Cristo y testimonio valiente que llega al martirio, tales son los (Ap 2,2; Didaché XI,3,4,6), otras, profetas (Didaché XI-XIII).
dos polos de la vida de la Iglesia según el Apocalipsis. Algunas alu Juan no se fía de esos predicadores ambulantes y pone en guardia
siones a los apóstoles y a los profetas y la mención enigmática de los contra sus pretensiones: «Lo sé, escribe a la iglesia de Efeso, tú no
ángeles de las iglesias nos permiten entrever la manera como están puedes soportar a los malvados y pusiste a prueba a los que se llama-
estructuradas las comunidades. ban apóstoles sin serlo y descubriste su engaño» (2,2). Como se ve
por 1 Jn y los textos afines, el problema del discernimiento de los
espíritus era sumamente actual a fines del siglo i, en el momento en
que se va extendiendo en las comunidades 22 la propaganda gnóstica.
1. Los apóstoles Juan opone la verdad a la mentira y la luz a las tinieblas 23; los falsos
apóstoles, más que gente que pretenden ser «enviados» sin serlo,
El Apocalipsis se termina con una grandiosa evocación de la Jeru- son unos predicadores de herejías. Pensamos concretamente en los
salén celestial, que es a la vez ciudad, templo y esposa (21-22). El nicolaítas (2,6.15), en los partidarios de Jezabel, la falsa profeti-
plan cúbico de la ciudad (21,16) sugiere unidad y estabilidad. La sa (2,20). Unos y otros aceptan compromisos con el culto imperial
misma impresión nos produce la descripción de las murallas «pro- (2,14.20). Juan recuerda enérgicamente la incompatibilidad del evan-
vistas de doce puertas junto a las cuales hay doce ángeles y nombres gelio con las ideologías en boga.
grabados que son los de las doce tribus de los hijos de Israel. La
muralla de la ciudad se asienta sobre doce piedras que llevan los
nombres de los doce apóstoles del Cordero» (21,12.14). Advirtamos
2. Los profetas
cómo se corresponden los ángeles de las puertas con los apóstoles de
las piedras ". El mundo celestial y el mundo terrestre se unen ar- El autor del Apocalipsis se sitúa entre los profetas (22,9) 2 \
moniosamente. Para comprender su intervención en la vida de las iglesias de Asia
La imagen de los apóstoles-fundamentos está asociada a la re- Menor debemos compararla con la de los profetas del Antiguo Tes-
presentación de la comunidad eclesial como templo escatológico. Es
19
una de las figuras fundamentales de la eclesiología del Nuevo Testa- O. Cullmann, Saint Viene, Disciple, Apotre, Martyr (NeuchStel 1952)
mento 18. Limitémonos a recordar los textos afines al nuestro: al 168; art. Petros: TWNT 6 (1959) 99-112.
20
U. Wilckens art. Stylos: TWNT 7 (1964) 732-736; C. K. Barren, Paul
18 and the 'Pillar' Apostles, en Studia paulina in honorem J. de Zwaan (Haar-
Plinio el Joven, Epist X, 96: carmen Cristo quasi deo dicere... Sobre lem 1953) 1-19; O. Betz, Felsenmann und Felsengemeinde: ZNW 48 (1957)
la oración en el Apocalipsis cf. A. Hamman, La priére I (Tournai 1959) 49-77.
340-375. 21
Cf. para más explicaciones nuestro artículo, Prophétisme dans le Nou-
" Sobre el arraigamiento de este simbolismo de los Doce en el pensa- veau Testament: SDB 8 (1972) 1304-1309.
miento judío, cf. A. Jaubert, La symbolique des Douze, en Homenajes a 22
Nuestro artículo, Prophétisme (1972) 1316-1319.
André Dupont-Sommer (1971) 453-460. El texto de Is 28,16 ha desempe- 23
G. Stemberger, La symbolique du bien et du mal selon saint Jean (1970)
ñado un papel fundamental para el desarrollo de la tipología del templo. 119-145.
18
Y. M. Congar, Le mistere du Temple (1958); R. J. McKelvey, The new 24
No tenemos que zanjar aquí el problema de la identidad del autor
Temple. The Church ín the New Testament (Oxford 1969). del Apocalipsis: el apóstol o un discípulo que en cierto modo fuera su here-
252 El Apocalipsis Las alusiones a los ministerios 253
tamento. Las dos visiones de investidura están llenas de enseñanzas: 4,1) para introducir novedades en la Iglesia, Juan proclama que el
en la primera no se revela a Juan la gloria de Yahvé, como se reveló testimonio de Jesús está en el origen de la verdadera inspiración pro-
a Ezequiel o a Daniel, sino el Hijo del Hombre de pie entre los fética. La perspectiva cristológica domina todo el libro.
siete candelabros, símbolo de la Iglesia (1,9-20). Las palabras de la A pesar de las incertidumbres que trae consigo, la visión del ca-
investidura declaran que el misterio pascual ilumina el destino de los pítulo 11 parece concernir a la función profética de toda la Iglesia27.
fieles a quienes Juan debe llevar un mensaje de aliento y de perse- No se debe mantener una exégesis que personalice a esos dos testigos
verancia. En la segunda visión (10) se abre ante el vidente un hori- que los antiguos consideraban como Moisés y Elias, vueltos a la
zonte aún más amplio: «Tienes que profetizar otra vez contra muchos
tierra para combatir al anticristo. Dan su vida como testigos va-
pueblos, naciones, lenguas y reyes» (10,11).
lientes en el mismo lugar donde su Señor fue crucificado (11,8).
Se ha discutido mucho la parte que se debe en el Apocalipsis a
Juan ve en los mártires a los representantes típicos de la Iglesia28
los elementos visionarios y a la construcción literaria. Nos basta ad-
y manifiesta la misión de ésta en el mundo bajo la figura de los testi-
vertir que visiones e interpretaciones tienen sus raíces en la tradición
bíblica y evangélica. Se ha podido caracterizar al Apocalipsis como gos-profetas. A pesar de la oposición del mundo, proclaman con in-
«una segunda lectura del Antiguo Testamento a la luz del acontecí- trepidez la victoria del Cordero y anuncian el juicio. Este es el sentido
miento cristiano» . en que puede decirse que todos los cristianos participan en el minis-
Así, pues, situándose en una tradición bien definida, el vidente terio profético de la Iglesia (Vaticano I I , Lumen gentium II, n.° 12;
de Patmos dirige su mensaje a las comunidades de Asia para que lo IV, n.° 31). Es evidente que esta perspectiva no concierne a la estruc-
lean en las asambleas litúrgicas (1,3; 22,18). Juan reivindica una tura interna de la Iglesia.
autoridad absoluta para su libro profético (22,18-19); en un momen- El Apocalipsis presenta junto a Juan a otros profetas. Citemos
to crítico es, como las «antítesis» de 1 Jn (1 Jn 1,6.8.10; 2,4), la primeramente el texto más explícito: «Yo soy un compañero de ser-
piedra de toque entre la verdad y la mentira (Ap. 2,20), la fidelidad vicio para ti y para tus hermanos los profetas y para los que guardan
y la apostasía. Ciertamente Juan tiene conciencia de pertenecer plena- las palabras de este libro», declara el ángel revelador (22,9). Es di-
mente a la comunidad y se presenta sencillamente compartiendo con fícil precisar la misión de esos profetas y su estatuto en la comunidad.
sus lectores «la tribulación, el reino y el sufrimiento en Jesús» (1,9). En 10,7 (el misterio anunciado por los profetas), los autores se di-
Pero está investido de una autoridad excepcional que procede directa- viden al opinar de qué profetas se trata, si de los del Antiguo o los
mente de Cristo y le sitúa ante la comunidad. del Nuevo Testamento. En favor de la primera interpretación puede
Con frecuencia, apoyándose en un texto oscuro, se ha afirmado alegarse que el evangelio fue prometido en las Escrituras (Rom 1,2).
que para el Apocalipsis todos los cristianos son «profetas» 26: «Yo En cambio, la conexión con el descubrimiento del misterio, gracias a
soy un siervo como tú y como tus hermanos que mantienen el testimo- los apóstoles y profetas, en Ef 3,3.5 aboga en favor de la segunda
nio de Jesús... El testimonio de Jesús es el espíritu de profecía» explicación. Por lo demás, ¿es preciso optar por una de las dos in-
(19,10). terpretaciones?
En realidad hay que examinar cuidadosamente la fórmula: «tener En Ap 11,18 está caracterizado el tiempo del juicio como «el
el testimonio de Jesús» (6,9; 12,17; 19,10). El verbo echein no tiempo de la recompensa para tus servidores los profetas, los santos
significa «recibir», sino mantener fielmente, como lo prueba la aso- y los que temen a Dios». Aquí también podemos pensar en los profe-
ciación de ese verbo con kratein (mantener con fuerza: 1,16; 2,24; tas del Antiguo Testamento (cf. Am 3,7; Dn 9,6.10; Zac 1,6); los
12,17). Los que tienen el testimonio son, pues, los que se adhieren
santos podrían representar a los fieles de origen judío, y los que
firmemente al testimonio que procede de Jesús y resisten en el tiempo
«temen a Dios» a los paganos convertidos. En ese caso la enumeración
de persecución. Frente a los que alegan toda clase de espíritus (cf. 1 Jn
correspondería al desarrollo de la historia. Pero atendiendo a los
dero espiritual. Hemos visto con satisfacción unas conclusiones parecidas en otros pasajes en que los profetas son considerados como mártires,
un trabajo redactado paralelamente al nuestro: D. Hill, Prophecy and Prophets
27
in the Revelation of St. John: NTS 18 (1971-72) 401-418. Nuestro artículo, Prophétisme (1972) 1329-1331.
25 28
A. Feuillet, L'Apocalypse (1963) 65. A. Feuillet, La moisson et la vendange de l'Apocalypse (14,14-20):
26
Así E. Schweizer, Gemeinde (1959) n. 13c. NRT 94 (1972) 113-132, 225-250, especialmente 129-132.
254 El Apocalipsis

podemos admitir también que se trata de los profetas cristianos per-


seguidos, y luego de la comunidad (los santos y los que temen a 3- Los ángeles de las iglesias
Dios). Ninguna de las dos soluciones se impone con certeza.
A diferencia de las cartas del Nuevo Testamento, las del Apoca-
La proclamación del ángel de las aguas en 16,6 sitúa a los pro- lipsis 2-3 están dirigidas no a la comunidad como tal, sino a un
fetas en el grupo de los mártires, cuya sangre clama venganza: «Puesto responsable misteriosamente llamado «ángel de la iglesia» y represen-
que han derramado la sangre de los santos y de los profetas, sangre tado por la estrella que brilla encima del candelabro (1,20). En reali-
les has dado a beber». La lista se alarga en 18,20: «santos, apóstoles dad cada una de las cartas se parece más a un examen de conciencia
y profetas». Pero estas palabras figuran en orden distinto al del ver- profético que a una misiva propiamente dicha. En la mayoría de los
sículo 24: «profetas, santos y todos los que fueron inmolados en la casos el mensaje comporta una fuerte llamada a la conversión (por
tierra». D. Hill advierte con razón que estas variaciones denotan que ejemplo, 2,5.16; 3,3); y se termina siempre con las promesas al
el autor no se sitúa en el plano de las estructuras 29 . Sin duda, deben vencedor.
atribuirse a la forma poética de estos himnos a la justicia de Dios. Se han propuesto toda clase de explicaciones sobre la identidad de
En el contexto de revelación del capítulo 22 los hermanos pro- estos ángeles de las iglesias 3 \ Vamos a mencionar las principales.
fetas están asociados a Juan: «Estas palabras son ciertas y verídicas: Según algunos son verdaderamente unos ángeles encargados de pro-
teger a las comunidades, como Miguel debía combatir en favor de
el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado a su Israel contra los reyes de Persia (Dn 10,13). Es verdad que la creen-
ángel para mostrar a sus servidores lo que pronto ha de suceder» cia en los ángeles de los pueblos estaba muy arraigada en el judaismo,
(22,6; cf. 9). En seguida vienen las fórmulas más solemnes para pero, ¿cómo se explica que se considere al ángel responsable de las
afirmar la autoridad del libro de la Revelación (22,7.10.18.19). faltas de las comunidades cristianas?
Podemos concluir con D. Hill: «La posición de Juan es única por ser Para otros, el ángel es la personificación de la Iglesia, su «espíritu
el único por cuyo medio los profetas en la Iglesia participan del co- tutelar». Se trata de una simple ficción literaria; de hecho los cris-
nocimiento de la revelación divina y se convierten en sus minis- tianos son directamente interpelados. En realidad el contenido de las
tros» 30. Tienen que enseñar y repetir lo que aprendieron. Por los cartas se dirige a la comunidad y no en particular a un ministro res-
datos recogidos en las epístolas de Pablo podemos pensar que desem- ponsable. Sin embargo, la diferencia establecida entre las estrellas y
peñan un papel de igual importancia en la edificación, exhortación y los candelabros (1,20) invita a mantener una distinción real entre
animación de las comunidades (1 Cor 14,3). La importancia que se los «ángeles» y las «iglesias». Esto denota que conviene dar una in-
da al Antiguo Testamento en el Apocalipsis permite afirmar que su terpretación personal a los siete ángeles.
ministerio consistió principalmente en la interpretación cristológica Según el esquema apocalíptico que preside la obra de Juan, existe
de la Escritura S1 . Como la Didaché, escrita hacia la misma época, una correspondencia sistemática entre el mundo celestial y el terres-
tre (cf. nuestras advertencias sobre 21,12.14). La liturgia de la Igle-
asigna a los profetas la función de bendecir (Didaché X,7) **, se les sia se desenvuelve al ritmo de la liturgia celestial (Ap 4-5); las acla-
atribuye una función litúrgica en las comunidades. Ciertamente con- maciones de los seres vivos y de los ancianos en el cielo son el
tribuyeron mucho al incremento de los himnos cristianos, cuyos her- prototipo de la oración de alabanza que debe subir de la tierra al
mosos vestigios se han conservado en el Apocalipsis, las epístolas pas- Todopoderoso y al Cordero. Conforme a este juego de correlaciones
torales y Ef. apocalípticas, existe en la tierra alguien que corresponde a los siete
ángeles de las iglesias. A esto se presta el término ággelos por su
doble sentido: esta palabra ha llegado a significar habitualmente a
los seres celestiales, pero conserva su sentido original de mensajero.
29
D. Hill, Prophecy and Propbets (1972) 409.
30 38
Ibid., 410. Bibliografía del tema en A. Lemaire, Les Ministéres aux origines de
31
Nuestro artículo, Prophétisme (1972) 1299. l'Église (1971) 118-122.
32 34
Ibid., 1310s y Prophétisme et Ministére d'aprés le Nouveau Testament, Se encontrará una cómoda clasificación en Ch. Brütsch, La darte de
«La Maison-Dieu» 107 (1971) 49-50. l'Apocdypse íGinebra 51966) 44-45.
256 El Apocalipsis Conclusión 257

Así el profeta Ageo es llamado ággelos Kyriou, mensajero de Yahvé de oro llenas de perfumes (5,8). Su número corresponde al de las
(Ag 1,13 LXX). El sacerdote recibe el título de mensajero del Señor clases sacerdotales en Israel (1 Cr 24,1-19). Los comentaristas se
todopoderoso en Mal 2,7 (LXX: ággelos Kyriou pantokrátoros), dividen al interpretar la identidad de estos ancianos: ¿son ángeles
porque es responsable de la instrucción de los fieles. La comparación (interpretación general) o santos del Antiguo Testamento (J. Michl,
de un dirigente de comunidad con una estrella resulta menos extraña A. Feuillet) 37 ? ¿Nos permite la escena entrever el papel litúrgico de
si recordamos la promesa hecha en Dn 12,3: los que enseñan la los ancianos sentados en torno al obispo, como cree J. Colson? 38.
justicia a muchos brillarán como estrellas por toda la eternidad 35 . Esta hipótesis merece ser estudiada, porque Ignacio de Antioquía pre-
senta a los presbíteros como «una preciosa corona espiritual» en
Nuestra interpretación, que en los ángeles de las iglesias recono-
torno al obispo (Magn XIII,1). Faltan, sin embargo, argumentos
ce a un verdadero jefe de comunidad, se refuerza al tener en cuenta el
convincentes, pues la intención de los capítulos 4-5 es mostrar la su-
contexto histórico. Las cartas a las siete iglesias están destinadas a
premacía de Cristo sobre todos los seres celestiales, sean los que fue-
unas comunidades atestiguadas por las cartas de Ignacio de Antio-
ren. La interpretación que ve en los veinticuatro ancianos a los santos
quía a principios del siglo n. En ese momento cada iglesia está regida
del Antiguo Testamento se funda en sólidos argumentos y se inscribe
por un epíscopo monárquico rodeado de un presbiterio y unos diá-
perfectamente en las perspectivas de conjunto del Apocalipsis, que se
conos. Poco antes del Ap, los Hechos atestiguan la presencia en
afana por manifestar la unidad del pueblo de Dios en toda la historia
Efeso de un grupo de presbíteros-epíscopos (Hch 20). A pesar de
de la salvación.
la diferencia del género literario, el Apocalipsis se inscribe, pues, en
un desarrollo histórico que dará a la persona del epíscopo un papel
cada día más importante en la Iglesia. CONCLUSIÓN
Las cartas a las siete iglesias no nos permiten precisar el papel
del jefe de la comunidad local, pues sitúan a cada cristiano frente a
sus propias responsabilidades en el seno de la vida comunitaria: «El Las indicaciones contenidas en el Apocalipsis son excesivamente
que tenga oídos que escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias.» esporádicas para que pueda deducirse del libro «una constitución de
Hay casos en que se impone la expulsión de unos miembros indignos: la Iglesia». En cambio, nos manifiestan el misterio de la Jerusalén
la iglesia de Pérgamo es censurada por conservar en su seno a los celestial, morada de Dios entre los hombres, y el papel de los sacra-
partidarios de Balaán (2,14) y la de Tiatira por tolerar a Jezabel36 mentos como eslabones entre las intervenciones divinas en el pasado
(2,20); en cambio, Efeso es felicitada por haber expulsado a los y la plenitud de la salvación. En la dramática situación en que Juan
apóstoles de la falsedad (2,2). La fidelidad a la enseñanza recibida, tuvo sus visiones, el libro contiene ante todo un mensaje de esperan-
la perseverancia en el amor fraterno, la repulsa de todo compromiso za y una invitación a conservar fielmente el tesoro de la fe (2,25) .
con el mundo pagano, la vida sacramental reanimada por la esperan- A pesar de la ira que siente contra Babilonia, ebria de la sangre de
za del retorno de Cristo, tales son los rasgos principales de la vida en los mártires, Juan no alimenta el odio, sino que presenta un mensaje
Iglesia; tales son, pues, los objetivos pastorales que deben perseguir misionero. Hay que proclamar el evangelio a todas las naciones (14,
incansablemente «los ángeles de las iglesias». 6; supra 248). Esto es lo que quiere simbolizar la visión de los dos
testigos, figuras de la Iglesia en su misión de testimonio ante el
La visión de la liturgia celestial de los capítulos 4 y 5 da bastante mundo hostil. La predicación sólo produce sus frutos si los enviados
importancia al coro de los veinticuatro ancianos vestidos con blancas aceptan configurar sus vidas a la del Señor Jesús; de su generosidad
túnicas y llevando coronas de oro en la cabeza (4,4). Repiten las para afrontar el martirio depende la conversión de muchos (11,13).
aclamaciones litúrgicas de los cuatro seres vivos más próximos que
ellos al trono divino, y presentan las plegarias de los santos en copas
EDOUARD COTHENET
38
W. H. Brownlee, The priestly Character of the Church in the Apoca- 37
A. Feuillet, Les vingt-quatre Vieillards de l'Apocalypse: RB 65 (1958)
lypse: NTS 5 (1958-59) 224-225.
88
Advirtamos una lección curiosa: «Tu mujer», atestiguada desde el si- 5,33.
38
glo m. De todas maneras, Jezabel es un nombre simbólico que representa J. Colson, Ministre de Jésus-Christ ou Le sacerdoce de l'Évangile (1966)
a esa «profetisa» influyente con los rasgos de Jezabel, el espíritu malo de 199-203.
39
Ajab. Sobre esta consigna del Apocalipsis cf. también 3,8.11; 19,10.
17
SEGUNDA PARTE

REFLEXIÓN TEOLÓGICA
INTRODUCCIÓN

Los documentos exegéticos que acabamos de leer han podido dar


la impresión de una serie de monografías yuxtapuestas. Cada uno
de los escritos del Nuevo Testamento merece ser estudiado en par-
ticular, porque se presenta como una unidad y supone un ángulo
visual que es preciso destacar. Por este motivo estos estudios exegé-
ticos no constituyen un simple inventario de textos. Atestiguan un
esfuerzo de interpretación, cuyo carácter teológico es innegable,
aunque sólo sea por la fe y por el vínculo eclesial que une a todos los
intérpretes.
Partiendo de estos documentos, además de los problemas de crí-
tica literaria o histórica no resueltos, se plantean dos tipos de cuestio-
nes. Por una parte, ¿ofrece el Nuevo Testamento sólo una yuxtapo-
sición de puntos de vista diversos sobre los ministerios, o presentan
éstos cierta unidad de perspectiva? Por otra, ¿qué es lo que está en
juego, cuáles son los presupuestos o las consecuencias teológicas de
una empresa como ésta?
A la primera cuestión hace referencia el estudio de J. Delorme
sobre la diversidad y la unidad de los ministerios según el conjunto
del Nuevo Testamento. La documentación exegética nos pone a la
vista múltiples testimonios de ministerios y de interpretaciones va-
riadas de la Iglesia, de sus funciones, de las atribuciones de sus mi-
nistros. A través de esta diversidad, ¿es posible establecer compa-
raciones, percibir algunas constantes, esclarecer alguna prescripción
o algún principio de unidad? Esta búsqueda se sitúa en la perspectiva
de una teología bíblica y propone una síntesis, por tanto una re-
construción consciente, de sus implicaciones filosóficas y teológicas,
pero constantemente sometida a la confrontación con los textos del
Nuevo Testamento.
El problema de las consecuencias teológicas de un estudio bíblico
sobre los ministerios se ofrece a propósito de esta síntesis, al igual
que en relación con los documentos exegéticos. Los capítulos si-
262 Introducción

guientes amplían la perspectiva y presentan las reacciones de los


teólogos frente al trabajo de los exegetas, teniendo en cuenta la
tradición teológica y los problemas suscitados hoy día a propósito de
los ministerios. Estos distintos ensayos no pretenden renacer la teo-
logía del ministerio ni proponer una nueva. Se trata sólo de una
reflexión teológica sobre este tema a partir de los estudios exegéticos.
Pasar inmediatamente del Nuevo Testamento a una sistematización
teológica sería una triste teología; pero los teólogos que no se inte-
resaran especialmente por el Nuevo Testamento serían infieles a su
tarea. CAPITULO XIII
Dos cuestiones fundamentales se plantearon a B. Sesboüé y a
H. Denis. Por una parte: ¿cuál es la función del Nuevo Testamento
en la Iglesia, especialmente en la meditación teológica sobre el ser, DIVERSIDAD Y UNIDAD DE LOS MINISTERIOS
la misión y la constitución de la Iglesia? Por otra, la diferencia exis- SEGÚN EL NUEVO TESTAMENTO
tente a propósito del ministerio entre el Nuevo Testamento y la
práctica actual del catolicismo, ¿qué multiplicidad de sentidos mani- Los documentos exegéticos que acabamos de leer manifiestan
fiesta a los teólogos? Estas cuestiones son suficientemente delicadas una gran variedad de datos sobre el ministerio o los ministerios en la
para justificar unas comparaciones que quizá se entremezclen, pero Iglesia. Tenemos ahora que reunirlos en un estudio de conjunto,
que no se repiten. atento a las relaciones entre ellos, que nos permita ofrecer una
Varias veces a lo largo de este libro hablan los autores de la síntesis.
relación especial que se establece según el Nuevo Testamento entre Tropezamos para esto con varias dificultades. Estos datos llevan
algunos y todos los miembros de la Iglesia. En su estudio se pregunta el sello de una evolución histórica cuyos factores en gran parte
M. Vidal por el alcance teológico de esta relación. ¿Cómo pueden se nos escapan. Los escritos del Nuevo Testamento se refieren a si-
detentar la autoridad en la Iglesia unos hombres, si la obediencia tuaciones sociológicas distintas. Aunque su fecha estuviese bien de-
de la fe responde a la autoridad única de Cristo y de su evangelio? terminada, su sucesión en el tiempo no correspondería a la de sus
Después de estos tres ensayos teológicos se dedica una serie de datos: de un texto tardío puede surgir una afirmación certera sobre
notas breves a ciertas cuestiones particulares puestas de relieve por un estado de cosas pasado. Las formas del ministerio que parecen el
los capítulos exegéticos. Parece que muchos datos del Nuevo Testa- resultado de un proceso evolutivo pueden haber existido antes en
mento, tomados en conjunto, se oponen al modo habitual de hablar o otros lugares. Además nuestra documentación sigue siendo fragmen-
de comprender la sucesión apostólica, el triple nivel: episcopal, pres- taria ya que nos la han proporcionado unos textos a menudo ocasio-
biteral, diaconal, el «sacerdocio» ministerial, la ordenación, la pre- nales que no tenían por objeto describir el ejercicio de las diversas
sidencia, el celibato sacerdotal y el acceso de mujeres a los mi- funciones de la vida de la Iglesia. Finalmente, existen sectores ente-
nisterios. ros del cristianismo primitivo que conocemos mal. Por ello, no faltan
Cada una de estas cuestiones ha sido objeto ya de diversos es- los peligros de falsos puntos de vista, y es grande la tentación de pro-
tudios. Nuestro propósito aquí no es el de volverlas a examinar, sino yectar en el pasado nuestra mentalidad actual.
sencillamente el de valorar los datos y señalar su afinidad con inte- Nuestra finalidad no es la de trazar un cuadro histórico de los
rrogantes actuales. Estos datos no responden inmediata y explícita- ministerios y de su evolución en los comienzos de la Iglesia; esto
mente a todos los problemas que se plantean hoy día, pero es in- puede hallarse en otro lugar \ Nuestro ensayo quiere ser teológico. Se
dispensable conocerlos tan seria y objetivamente como sea posible.
1
A. Lemaire, Les Ministéres aux origines de l'Église (1971). En esta obra
se encontrará una bibliografía muy rica. Cf. también del mismo autor, De los
servicios a los ministerios. Los servicios eclesiales en los dos primeros siglos:
«Concilium» 80 (1972) 471-486 y The ministries in the New Testament.
Recent research: BTB 3 (1973) 133-166. Estos estudios me dispensan de dar
264 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT Diversidad y unidad de los ministerios según el NT 265

sitúa en una tradición exegética que reconoce a los escritos del Nuevo hasta el punto de que Pablo y Juan ya no se «entienden» entre sí.
Testamento la autoridad que se atribuye a las Escrituras canónicas. Hay que tener cuidado con esa intrusión de nuestra mentalidad ac-
Esta interpretación no puede hacer caso omiso de la historia, puesto tual en los razonamientos que interpretamos y hay que emplear los
que versa sobre unos textos referentes a una historia. No puede recursos que ofrecen las ciencias del lenguaje, cuyos instrumentos
ignorar los problemas históricos suscitados por la comparación de los están construidos precisamente para explicar las diferencias de las
textos y sobre todo por su procedencia humana. Pero una reflexión lenguas y de los razonamientos 2 .
teológica sobre el Nuevo Testamento no está ligada a una recons- Partiendo de datos textuales, contextos y expresiones diferentes
trucción de la historia que atestigua, y no se construye sobre la base hay que procurar el cotejo, la síntesis, la unidad. Esta no puede
de una reflexión histórica. Evocaremos problemas de historia y utili- definirse de antemano. No puedo adoptar un principio escogido por
zaremos las soluciones en que estén de acuerdo los historiadores, mí, ya sea sacándolo de una parte del Nuevo Testamento para juzgar
pero siempre quedarán sin solucionar algunas cuestiones, sin que a todo lo demás, ya sea que se inspire en la evolución de los ministe-
eso suponga un inconveniente para la reflexión teológica. rios después de la época del Antiguo Testamento para juzgar al con-
Hallaremos otras dificultades. Todos los escritos del Nuevo Tes- junto de sus escritos 3. Mi reflexión debe atenerse a las relaciones in-
tamento atestiguan la existencia de «ministerios» en el sentido más ternas entre los escritos del Nuevo Testamento. Por ese motivo voy
amplio de la palabra: existen acciones o funciones necesarias a la a proceder relacionándolos paulatinamente, ya que antes de buscar
vida de las iglesias, que se asignan a unos hombres y a veces a unas dónde está la unidad es prudente preguntarse por la relación que
mujeres, que se distinguen por ellas de los otros miembros de las existe entre ellos.
comunidades. Esos ministerios se designan en formas muy variables. 2
Se encontrará información y bibliografía sobre este tema en la obra de
Muchas denominaciones pueden responder a funciones parecidas y, O. Ducrot y T. Todorov, Dictionnaire encyclopédique des sciences du langage
a la inversa, funciones diferentes pueden denominarse de igual modo (París 1972). He consultado especialmente a A. J. Greimas, Sémantique struc-
(por ejemplo «apóstol»). Además los textos sobre el ministerio no turale (1966); Du sens (1970).
3
sólo atestiguan diversas prácticas y organizaciones ministeriales, sino No niego que sea un problema la unidad del Nuevo Testamento. Pero,
para precisar lo que aquí se ventila, hay que situar, relacionando unos con
que se encuentran en contextos cuyas perspectivas teológicas están otros, los escritos o conjuntos lingüísticos que lo componen. Y esto exige un
diferenciadas. No se pueden extraer simplemente de ellas para re- instrumento formal de comparación (o metalenguaje) capaz de hacer aparecer
agruparlos en una supuesta síntesis teológica. Los razonamientos las variaciones semánticas no sólo entre esos escritos, sino entre ellos y los
manifiestan unos microcosmos de sentido, cuyas diferencias de len- diversos discursos teológicos que contienen. El discurso sobre la unidad del
nuevo Testamento o «el canon dentro del canon» no toma suficientemente
guaje hay que respetar. No basta situarlos unos detrás de otros en la precaución de explicitar el metalenguaje que adopta, el cual se transpa-
orden de sucesión; tienen que ser confrontados en una lectura sinóp- renta al menos en algunos de los términos que emplea, como «contrariedad»
tica (o sincrónica) y el razonamiento que para ello construimos debe y «contradicción». Por otra parte, también este discurso está culturalmente
ser continuamente examinado y criticado. En efecto, el sentido del situado. Para hablar de la unidad y de la diversidad del Nuevo Testamento,
E. Kásemann toma como criterio el evangelio de Pablo; W. G. Kümmel
razonamiento paulino no puede captarse con los instrumentos joáni- recurre a las tres formas más antiguas del mensaje neotestamentario (mensaje
cos de lenguaje. Para compararlos hay que elaborar un nuevo razo- de Jesús, de la Iglesia primitiva y de Pablo; cf. Milte des Neuen Testaments
namiento que explique a la vez al paulino y al joánico. Con dema- en L'Évangile hier et aujourd'hui, Homenaje a F. J. Leenhardt (Ginebra 1968)
siada frecuencia se hace hablar a Pablo o a Juan con nuestras expre- 71-85. En los dos casos el principio de apreciación está formulado desde fuera
del Nuevo Testamento y señalado por un lugar cultural posterior (teología
siones actuales: institución, función, estructura, ministerio institu- luterana o lectura histórico-crítica del Nuevo Testamento). En ambiente cató-
cional, sacerdocio, carisma... Pretendemos que todas estas palabras lico se invoca frecuentemente otro principio: el Nuevo Testamento atestigua
son aptas para una reflexión teológica sobre el Nuevo Testamento y un proceso en curso, cuya terminación esclarece los comienzos vacilantes y,
lo que consiguen es cargarla de sentidos extraños al original y a veces si hay un precatolicismo en los libros más tardíos del Nuevo Testamento, los
escritos anteriores deben comprenderse en esa perspectiva. Pero la realidad
producir unos choques de ondas sonoras, anuladas unas por otras, innegable de un desarrollo en el tiempo no soluciona el problema de la unidad
de los escritos del Nuevo Testamento. Y apelar, como H. Schlier, a «la con-
aquí mi propia bibliografía. También se leerá con provecho A. Descamps, vicción teológica previa de la unidad del Nuevo Testamento» no es definir
Aux origines du ministére: La pernee de Jésus, «Rev. Théol. de Louvain» 2 la unidad de que se habla (Essais sur le Nouveau Testament, 1969, 15 y
(1971) 3-45 y 3 (1972) 121-159. 24-25).
266 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT Figuras y funciones ministeriales 267

Esta pregunta atañe lo primero a los múltiples representantes de signados por apelaciones propias de ciertos escritos (vigilantes-epís-
actividades ministeriales aludidos en los textos. Hay que presentarlos copos, servidor-diácono, anciano-presbítero). Fácilmente se compren-
aclarando las variaciones de nombres existentes en los distintos libros. de que a estos personajes, desdibujados en los textos, hay que de-
Veremos que sus actividades se despliegan conforme a una red de finirlos por lo que los textos dicen de ellos. Esto vale también para
relaciones relativamente sencilla y se reducen a algunas grandes fun- los Doce, los apóstoles y los profetas, cuyas atribuciones no son ne-
ciones fundamentales. Con esto tendremos ya un primer intento de cesariamente las mismas en todos los escritos del Nuevo Testamento.
síntesis. Para la claridad de la exposición vamos a llamar aquí «servidores» a
La segunda parte nos demostrará que el léxico del Nuevo Testa- todos esos personajes; también a propósito de ellos hablaremos de
mento permite destacar un término que engloba a las diversas acti- «figuras» (la figura del apóstol, del profeta...), que es un modo de
vidades ministeriales: es la palabra «servicio», que relacionaremos caracterizarlos por las acciones o funciones que los textos les atri-
con la de «autoridad» y llamaré «servidores» a los agentes de las acti- buyen. Partiendo de la multiplicidad de los servidores mencionados
vidades ministeriales. El «servicio» aludido es el de la obra de Dios en el Nuevo Testamento y de la diversidad de las figuras ministeria-
en provecho de los hombres, obra realizada a través de la vida, les, distinguiremos las tres dimensiones en que se ejercen sus activida-
muerte y resurrección de Jesús y continuada en y por la Iglesia. des y después las grandes funciones en que pueden agruparse.
Luego investigaremos el principio de la diversificación de las ma-
neras de cooperar a esta obra. Reside en el doble aspecto, pasado y
presente, de la acción de Dios, por Jesucristo, en el Espíritu y, sobre
I. MULTIPLICIDAD DE LOS SERVIDORES
todo, en la diversidad de aptitudes concedidas a los hombres para
Y DIVERSIDAD DE LAS FIGURAS MINISTERIALES
participar en esta acción.
A lo largo de este examen habrá que ir comparando las activi-
dades que distinguen a algunos miembros de la comunidad de los Existen unos servidores nombrados en el conjunto del Nuevo
demás, con las que se atribuyen a todos sin distinción funcional entre Testamento: los Doce, los apóstoles, los profetas, los doctores. Otros
ellos. Es imposible tratar de los ministerios en el Nuevo Testamento aparecen sólo en algunos escritos o son más difíciles de caracterizar.
desentendiéndose de su relación con el papel de todos los bautizados Hay que comparar los datos que en los diversos escritos conciernen
y de la relación, aún más fundamental, establecida entre la Iglesia y a unos y a otros.
ia humanidad. Lo «específico» del ministerio no puede definirse ais-
lado; forma parte de una dialéctica. Y no es extraño que unos inte-
rrogantes sobre el ministerio impliquen también unos interrogantes 1. Los Doce y los apóstoles
sobre la Iglesia, su razón de ser y su misión. Según los textos, los Doce y los apóstoles se asemejan (Me 6,30;
Mt 10,2; Ap 21,14), incluso se identifican (Lc-Hch) o constituyen
dos grupos diferentes (1 Cor 15,5-7; los escritos paulinos nombran
a unos apóstoles distintos de los Doce) 4 . Esta variación se explica
I por cierta ambigüedad de la palabra «apóstol».
a) Los Doce.—La importancia de los Doce en los comienzos de
FIGURAS Y FUNCIONES MINISTERIALES la Iglesia está atestiguada por los materiales tradicionales recogidos
en los Evangelios, los Hechos y 1 Cor 15. Esta importancia no se ex-
Los que se interesan por el «ministerio» fácilmente advierten lo plica si su grupo no se remonta al tiempo de Jesús 5. El sentido pri-
que se dice en el Nuevo Testamento de ciertas personas designadas 4
Cf. supra con la bibliografía indicada, P. Grelot, 53-54; A. Lemaire, 62-
por su número (los Doce, los Siete) o por un título de función (após- 63; J. Delorme, 157-158; S. Légasse, 175-176; A. George, 197-198, 208-209;
toles, profetas, doctores). Se atribuyen acciones o tareas de carácter X. Léon-Dufour, 237-240.
5
social o sujetos determinados (Timoteo, Epafras, Apolo...) o anóni- Cf. B. Rigaux, Die Zwblf in Geschichte und Kerygma, en Der Histo-
mos («los que están al frente de vosotros», «el que sirve...»), o de- rische Jesús und der kerygmatische Chrisíus (Berlín 1960) 468-486; J. Giblet,
268 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT Figuras y funciones ministeriales 269

mitivo de los Doce se revela en una frase de Jesús conservada en los que reconoce como «apóstoles antes que yo», que en el momento
Mt 19,28 y Le 22,30, que anuncia su participación en el juicio y de su conversión residían en Jerusalén (Gal 1,11-17). ¿Se empleó la
en el gobierno de Israel cuando llegue la reunión escatológica de palabra «apóstol» en su acepción de delegado de iglesia, antes de su
sus doce tribus. empleo paulino de enviado de Cristo resucitado? ¿Se debe realmente
Antes y después de Pascua, su número tenía valoj programático, a Pablo este empleo, o tuvo antecedentes en la misma Jerusalén? 6.
o más bien profetice Al elegirlos asoció Jesús su misión juntamente Lo cierto es que todos los textos donde se halla la noción de apóstol
a la antigua concepción de Israel y a la promesa de su restauración de Cristo atestiguan la conciencia de una misión universal, con
mesiánica. Su grupo expresaba la voluntad de Dios, el designio de perspectivas mucho más amplias que la de la reunión de Israel.
convocar a su pueblo escatológico. «La Iglesia de Dios»: con este Esto es claro en los escritos paulinos (comprendiendo también Ef
nombre que se atribuía después de Pascua, se definía en función de y epístolas pastorales). La figura del apóstol de Cristo se define en
unos hombres religiosos. No se presentaba como una reforma, una ellos por el encargo recibido del Resucitado: el servicio del evangelio,
cofradía o una selección en el seno del judaismo, sino como la con- que debe ser proclamado al mundo entero. Pablo es el apóstol, igual
gregación en germen de la totalidad absoluta de Israel: conducidos que los otros, beneficiario de una revelación de Cristo Hijo de Dios
por Jesús, el crucificado reconocido como Mesías, nacía el pueblo
y de una «gracia» atestiguada por los frutos del Espíritu Santo en las
de Dios del fin de los tiempos, y las señales del don del Espíritu eran
iglesias nacidas de su predicación. Los campos de las actividades mi-
su garantía. La autoridad de los Doce se fundaba en el vínculo espe-
cial que los unía a Jesús y en su calidad de testigos de la Resurrec- sioneras se delimitan por acuerdo entre los apóstoles; pero el ser-
ción. No necesitaban más apelativo que su número, símbolo del vicio apostólico no conoce más limite que el de los destinatarios
agrupamiento de Israel, según las Escrituras. No se trataba de del evangelio: todos los hombres, judíos y paganos. La unidad entre
instaurar una organización nueva simultánea o sustituta de la exis- todas las iglesias se realiza por la unidad entre los apóstoles sobre
tente en el judaismo, sino de revelar la realización de las promesas la base del evangelio que les ha sido confiado, pero del que no son
divinas en favor del pueblo escogido. dueños; el acuerdo entre ellos es indispensable, pero sin hacer con-
Precisamente por el papel que les prometía para el fin de los cesiones a lo que Pablo llama «la verdad del evangelio», que se debe
tiempos, los Doce no podían perpetuarse en la historia. Santiago, a los paganos igual que a los judíos (Gal 2,2.5-10).
martirizado el año 43 o el 44, no fue reemplazado, y la dispersión En los Evangelios y en los Hechos las figuras de los Doce, de
del grupo apresuró su desaparición. Los escritos paulinos no lo men- los apóstoles y de los discípulos, se conjugan o se superponen dife-
cionan ya (excepto en la tradición antigua citada en 1 Cor 15). En el rentemente según los casos. En Me y Mt los Doce son apóstoles en
recuerdo de los cristianos, desde los Evangelios y los Hechos, los
8
Doce sobrevivieron como «apóstoles» o como «discípulos» de Jesús. A veces se atribuye un origen antioqueno al uso de la palabra «após-
tol»; para designar a los misioneros itinerantes y su contenido paulino sería
b) Los apóstoles.—Los apóstoles pertenecen al período pospas- prueba del desarrollo de la conciencia misionera de Pablo. Cf. A. Lemaire,
cual de los orígenes cristianos. Su nombre es funcional, se deriva del op. cit. nota 1, 180 y art. cit. en BTB (1973) 140-143. Esta hipótesis supone
verbo griego apostellein, «enviar». Podía designar a los enviados de que 1 Cor 15,7 y Gal 1,17-19 no permiten llegar a un uso de la palabra
anterior a la experiencia misionera antioquena. Sin embargo, la experiencia
las iglesias, o a misioneros ambulantes que tenían que estar respal- misionera en la Iglesia se remonta al movimiento helenista y a la primera
dados por alguna autoridad o alguna comunidad. Pero cuando Pablo predicación cristiana en Palestina: la idea de una misión ligada a la revela-
se llama a sí mismo «apóstol de Cristo», apela a una misión recibida ción pascual pertenece a la primera comunidad. La adopción de la palabra
directamente del Señor sin intermediarios humanos, aunque fuesen «apóstoles» tiene menos importancia y si fue adoptada en un ambiente de
lengua griega, ¿por qué no en Jerusalén? Cf. M. Hengel, Nachfolge und Cha-
Les Douze, histoire et théologie, en Le Prétre. Foi et contestation (Gembloux risma (Berlín 1968) 92 y art. cit. nota 5, 15-38. La noción de enviado era
1970); A. George, Des douze apotres a leurs successeurs, en Le Ministére susceptible de diversos empleos y simultáneamente en un mismo medio, se-
sacerdotal. Un dossier théologique (Lyon 1970) 31-37; W. G. Kümmel, Die gún la calidad del que enviaba y el objeto de la misión. En todo caso, la
Théologie des Neuen Testaments nach seinen Hauptzeugen (Gotinga 1969) 126- diversidad de usos está atestiguada por Pablo (1 Cor 1,1; 9,1 y Rom 16,7;
134; M. Hengel, Die Ursprünge der christlichen Mission, en NTS 18 (1971) 2 Cor 8,23; Hch 1,2 y 14,4; Ap 2,2 y 18,20; 21,14), sin contar Jn 13,16
33-37; J. Jeremías, Neutestamentliche Théologie I: Die Verkündigung Jesu y Heb 3,1. Habría que estudiar también esta noción en los escritos mándeos.
(1971) 222-231; A. Descamps, art. cit. nota 1. Cf. en este capítulo la nota 37.
270 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT Figuras y funciones ministeriales 271
cuanto que son enviados de Jesús, y tienden a ser (Me) o son (Mt) los escritos paulinos) o asimilada (Lc-Hch) a la de los apóstoles es
identificados con los discípulos. En Lc-Hch los Doce se distinguen cla- doblemente significativo. Indica primeramente que la experiencia
ramente entre los discípulos y son los únicos designados como após- misionera transformó la imagen que la Iglesia se había formado de
toles por ser los compañeros de Jesús, enviados para atestiguar su sus orígenes. Esta experiencia destruyó los límites que la Iglesia,
resurrección; pero no son los únicos enviados a Galilea (los setenta agrupada en torno a los Doce, ponía de buena fe a su misión. Este
y dos discípulos), ni los únicos enviados de Cristo resucitado para cambio no se produjo sin conflictos: lo prueban la crisis helenista y
ser sus testigos (Pablo). De modo que el título de «apóstol» no tiene las tensiones entre Pablo y las autoridades de Jerusalén. Por otra
la misma extensión que en los escritos paulinos; pero en cuanto a la parte, esto demuestra que la vida de Jesús con sus discípulos y las
función de enviado y testigo de Cristo, Pablo y Lc-Hch están de promesas hechas a Israel fueron interpretadas a la luz del evangelio
acuerdo. La diferencia que subsiste entre ellos concierne a la capaci- de pascua predicado por los apóstoles. Desde Me la actividad de
dad de atestiguar no sólo la resurrección de Jesús, sino también su Jesús en Galilea y la institución de la misión de los Doce tienen un
vida y su doctrina desde el bautismo de Juan. En Juan raramente se horizonte universal. El concepto de envío presta dinamismo al de
nombra a los Doce, pero se afirma su elección y la de los «discípulos», agrupamiento, expresado con el simbolismo de los Dpce, y lo extien-
nombre habitual de los compañeros de Jesús. Y si la palabra «após- de a toda la humanidad. La significación escatológica de los Doce se
tol» nunca se les aplica directamente (cf. 13,16), la función de realiza en la historia por la misión universal y el agrupamiento comen-
enviado de Jesús es la propia de los discípulos, y su misión está zado de todos los hombres. Y la Jerusalén futura, abierta a todas las
asociada a la que Jesús recibió de su Padre. Por la misión y por el naciones y morada de Dios con «sus pueblos», llevará inscritos en
Espíritu, los que estaban con Jesús «desde el comienzo» se han con- sus puertas los nombres de las doce tribus de Israel y en las piedras
vertido en intermediarios de la palabra revelada y del perdón de los de su recinto los de los «doce apóstoles del Cordero» (Ap 2 1 ,
pecados. 3.12-14).

Conclusión 2. Los profetas y los doctores


A pesar de los diversos empleos de las palabras «Doce» y «Após- La primera lista que se conoce de ministerios establecidos en la
toles», los datos del Nuevo Testamento están de acuerdo en definir Iglesia enumera después de los apóstoles a los profetas y a los docto-
a un ministerio único en su género: el de enviado directo de Cristo res (1 Cor 12,28). Estos tres títulos vuelven a aparecer en Ef 4,11,
para publicar y comunicar la obra de Dios realizada a través de la pero los doctores son también pastores y se encuentran en la lista
vida, muerte y resurrección de Jesús. Este ministerio es original y separados de los profetas por los evangelistas. El libro de los Hechos
está implicado en el evangelio aceptado con fe: la acogida de la habla de apóstoles y de profetas en Jerusalén, y atribuye un papel
buena nueva como palabra de Dios supone el reconocimiento de la importante en Antioquía a cinco profetas y doctores (13,1-3.). Se
misión de los apóstoles. Esta no tiene más límites que los de la menciona a unos doctores en Heb y en Sant. El Apocalipsis distingue
humanidad que debe ser reunida, y el ministerio apostólico consti- «los santos, los apóstoles y los profetas» (18,20). Mateo cita unas
tuye el fundamento sobre el que se construye la comunión de los cre- palabras de Jesús sobre los profetas y doctores (7,15.22; 23,8.10)
yentes y de las comunidades de los creyentes. y Le anuncia el envío de profetas y apóstoles por la sabiduría de
La diferencia entre los escritos del Nuevo Testamento resulta de Dios (11,49). ¿Cómo se caracterizan los ministerios de profeta
la manera como se unen (Evangelios y Hechos) o se separan (Pablo) v de doctor tan frecuentemente atestiguados?
el mensaje pascual y la tradición sobre los actos y las palabras de
Jesús en el evangelio fundador. Al distinguir los apóstoles (que son a) Los profetas.—Los profetas son muy estimados por los
los Doce) y los enviados de Cristo, Lc-Hch expresa en otros tér- hermanos, igual si se desplazan que si permanecen en las comuni-
minos la distinción paulina entre los Doce y los apóstoles, y además dades '. Intervienen durante las asambleas dirigiendo un mensaje a
hace notar la continuidad entre el tiempo de Jesús y el de la Iglesia. 7
El hecho de que la figura de los Doce haya sido sustituida (en Cf. supra, con la bibliografía indicada, A. Lemaire, 63-64, 102; P. Bony,
77-79; S. Légasse, 189-191; A. George, 204-205; E. Cothenet, 251-254.
272 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT Figuras y funciones ministeriales 273
la comunidad o una oración a Dios. Esto les confiere un puesto de Mateo se da igual importancia a la enseñanza, a la relación entre
primer orden en algunas iglesias. Su título supone que se les reco- «la Ley y los Profetas» y a la voluntad divina revelada por Jesús.
noce inspirados por el Espíritu Santo. La palabra inspirada puede En la tríada paulina, los apóstoles y profetas preceden a los
referirse al porvenir o a la vida de los individuos; con más frecuen- doctores. Este orden manifiesta la dependencia de los últimos en
cia contiene una llamada individual para una misión, un mensaje de relación al evangelio y a las luces del Espíritu. En Hch 13,1-3, la
conversión, de aliento o de consuelo en la vida concreta de los hom- preponderancia que se da en Antioquía a los profetas y doctores
bres o de las comunidades, un anuncio del juicio de las iglesias muestra cómo la docilidad al Espíritu encuentra su complemento en
o del mundo. La oración de los profetas se relaciona igualmente con la enseñanza doctrinal cristiana. En Ef, la expresión «pastores y
el Espíritu Santo, principio íntimo de la oración cristiana. doctores» subraya la importancia de la enseñanza en la función pas-
En la tríada paulina, después de los profetas están los após- toral. Las epístolas pastorales lo confirman. Esta importancia puede
toles; esto se debe a la prioridad del evangelio predicado por los tener sus peligros. La advertencia que dirige Santiago a los que
apóstoles para el discernimiento de los profetas. La confesión de ambicionan ser doctores o se las dan de serlo, supone que este
fe en Cristo proporciona el primer criterio para reconocer la acción oficio era muy codiciado (3,1-2). La exhortación al dominio de la
del Espíritu Santo, y la autoridad del apóstol cuando habla en nom- lengua y a la sabiduría que desciende de arriba puede convenirles
bre de los profetas (1 Cor 12,3; 14,37; 1 Jn 4,1-6). Su mensaje, muy bien, aunque se dirige a todos los destinatarios de la carta
basado en el evangelio, interviene para manifestar la voluntad de (3,2-18). Lo mismo en Mt, a la insistencia en la función de enseñar
Dios en circunstancias concretas, para facilitar la penetración espi- le acompaña la prohibición de llamarse maestros o doctores «porque
ritual de su revelación, para mantener y hacer progresar su obra no tenéis más que un maestro y vosotros sois todos hermanos». El
en los creyentes. Según Ef, la Iglesia está fundada sobre los após- que enseña está subordinado a la enseñanza de Jesús, y hace mal
toles y los profetas, por ser ellos instrumentos de la revelación del si se considera por encima de sus hermanos. Por eso, los falsos
secreto designio de Dios que se realiza en la Iglesia por la inte- doctores son denunciados en nombre del evangelio y de la doctrina
gración de los judíos y paganos (2,20; 3,5). Esta obra se realiza santa inspirada por él (1 Tim 1,3-4.10-11; 4,1-2.6; 1 Jn 2,18-28;
por medio del evangelio, y el apóstol es su ministro (3,6-7). 2 Jn 7-10; 2 Pe 1,16; 2,1; Jds 17-20).
b) Los doctores.—La mención de los doctores en numerosos
escritos del Nuevo Testamento indica la importancia de la ense-
ñanza en las iglesias8. Según los evangelios, Jesús proclamaba el 3. Las otras figuras ministeriales
evangelio o la llegada del Reino de Dios y enseñaba con autoridad,
y no como los especialistas de la enseñanza tradicional judía. Igual- Las otras figuras ministeriales son más propias de ciertos es-
mente, según los Hechos, a la publicación del evangelio de Cristo critos y menos fáciles de caracterizar. Podemos hablar de unos
resucitado acompañaba una enseñanza que explicaba su justificación servidores ambulantes como los «apóstoles» o delegados de igle-
escrituraria y detallaba las exigencias de una vida renovada. Sin em- sias, y los colaboradores que ayudan a Pablo en la predicación del
bargo, a los apóstoles no se les llama doctores (excepto en 1 Tim 2, evangelio o en los contactos entre iglesias. Pero, ¿cómo definir el
7; 2 Tim 1,11). La aparición de este nombre y el de profeta nos ministerio de Esteban, Felipe, Apolo..., que parecen gozar de gran
revela la vida de las comunidades. Atestigua el progreso de la re- libertad de movimiento respecto a los apóstoles? En contraste con
flexión doctrinal y de la enseñanza basada en el evangelio de los este tipo de ministerio, existen otros más característicos, al parecer,
apóstoles. Sin duda existirían muchas analogías entre esta enseñan- de la vida de las comunidades locales: los presbíteros (epístolas
za y la de los doctores judíos; concernía a la revelación divina bus- pastorales, Sant, 1 Pe, Hch), los diáconos (epístolas pastorales), los
cada en las Escrituras y conservaba una orientación práctica. Pero guías (Heb), y este mismo era el caso de los profetas y los doctores.
los doctores cristianos, para interpretar las Escrituras re referían ¿Cómo describir a los Siete o dar una imagen clara de los servicios
al evangelio y a la tradición de las palabras y obras de Jesús. En prestados por los evangelistas y los pastores de Ef, o por las per-
sonas que Pablo designa con las palabras: «los que están al frente
8
Cf. supra: A. Lemaire, 64, 103-104, 108; P. Bony, 89-90; C. Perrot, 120; de vosotros y os corrigen» (1 Tes 5), o «todos los que trabajan
E. Cothenet, 139-140; S. Légasse, 188-189. y se afanan» con Estéfanas (1 Cor 16,16)? Nos gustaría estar
18
274 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT Figuras y funciones ministeriales 275

mejor informados del ministerio de «Febe, nuestra hermana, de- de profetas y (o) de doctores pudo durar bastante tiempo en cier-
dicada al servicio (diakonos) de la iglesia de Cencrea (Rom 16,1), tas iglesias (cf. Hch 13,1-3; Mt).
de Arquipo en Colosas (Col 4,17) o de los «vigilantes y servi- De esta diversidad y de estas variaciones se deduce una con-
dores» de la iglesia de Filipos (Flp 1,1). clusión. Sean las que fueren su dirección y su fuerza, la evolu-
No vamos a repetir los informes que sobre esos numerosos ser- ción que queda inacabada en el Nuevo Testamento señala una inde-
vidores nos proporcionó la primera parte de este trabajo'. Pero terminación fundamental en el origen de las formas de los minis-
sí vamos a examinar en seguida las funciones que desempeñaron y terios y una adaptación necesaria, en vías de realización, a las
condiciones variables de las comunidades. No puede negarse que
su modo de relacionarle con otras, porque esto puede caracterizar
esta conclusión tenga algún alcance teológico. Por otra parte, es
muy bien sus actividades. Por el momento importa deducir la lec-
significativo que los ministerios de los apóstoles, de los profetas
ción sugerida por la variedad de sus designaciones en los textos.
y de los doctores hayan sido los primeros en afianzarse. Con fre-
Esta diversidad obliga, en efecto, a contar con un hecho histórico
cuencia se ve más claramente la relación de los otros ministerios,
considerado a veces como inevitable o sin alcance teológico. Sin más o menos definidos, con el de los apóstoles; Pablo expresa su
embargo, la diversidad interna en el Nuevo Testamento, que es su conformidad con ellos. Los Hechos asocian con los apóstoles a los
consecuencia, comporta una significación teológica. Siete y a las iglesias nacidas de la misión helenista y, con las
El hecho es la expansión de la Iglesia por las iniciativas de epístolas pastorales, asocian a Pablo con algunos colegios de pres-
hombres de gran personalidad, grupos, comunidades, sin plan prees- bíteros. Pedro es presbítero con los presbíteros, según 1 Pe 5,1. Los
tablecido, sin otra coordinación que la de la fe y el acuerdo en- hegoumenoi de Heb son continuadores de los que anunciaron la fe
tre los apóstoles. La diversidad de las iglesias nacidas de este y de los discípulos del Señor (2,3; 13,7). Y, según Mt, la misión
movimiento se traduce a veces en el modo con que van tomando for- y las prerrogativas de la Iglesia están fundadas en las de Pedro,
ma los servicios necesarios a su vida o a su expansión. Se mani- los discípulos y los Once. Esta conexión de los diversos ministerios
fiestan varias maneras de distribución y articulación de esos ser- con el de los apóstoles la aclararemos después, al analizar las
vicios, según los lugares y las épocas. Hay que renunciar a la competencias de unos y otros. Pero ya vemos que la indetermi-
imagen de grupos espontáneos, informales, sin servidores más o nación de los ministerios no es absoluta: existe uno que fundamenta
menos especializados. Parece que los Siete formaron el colegio a los demás. Respecto a los diversos servicios que acabamos de
dirigente? del movimiento helenista en Jerusalén. La epístola a evocar, no escasean las referencias al Espíritu Santo e incluso la
los Filipenses, a diferencia de las anteriores, menciona a unos mención del ministerio de los profetas (1 Cor 12; Hch 6,3.5; 13,
«vigilantes y servidores», pero la novedad no reside en la atesta- 2; 20,28; 1 Tim 1,18; 4,14). Por lo tanto, el desarrollo de los
ción de funciones estables en la comunidad, sino en la apelación ministerios no se concibe como si fuese meramente el resultado
que distingue entre los cristianos y, sin ponerlos aparte, a unos de las circunstancias; exige la atención al Espíritu y el discerni-
hombres caracterizados por esas funciones. El sistema presbiteral miento de sus dones.
tomado del judaismo debió aparecer relativamente pronto en las co-
munidades judeocristianas, empezando por la de Jerusalén. Este sis-
tema fue adoptado por unas iglesias del área geográfica de las mi-
siones paulinas (epístolas pastorales, 1 Pe). Pero esta evolución II. LAS TRES DIMENSIONES DEL EJERCICIO DE LOS MINISTERIOS
no fue ni universal ni uniforme. El sistema atestiguado en Heb pa-
rece diferente y los escritos joánicos lo ignoran. La preponderancia La presentación de los servidores en el Nuevo Testamento,
según la variedad de sus nombres, ha podido dar la impresión de un
9
Cf. supra: A. Jaubert, 26-29; A. Lemaire, 67-70 y 106-111; P. Bony 89- desordenado desfile de personajes, muchos de los cuales se ase-
C. Perrot, 118-120; E. Cothenet, 140-143, 145, 255-257; X. Léon-Dufour, 23¿ mejan o quedan mal caracterizados. Se logra una síntesis si se
237; A. George, 205-206, 212-214. Cf. también para los Hechos R. Schnacken- consideran las relaciones que tienen entre sí o con otros en el
burg, Lukas ais Zeuge verschiedener Gemeindestrukturen, en «Bibel und
Leben» 12 (1971) 232-247. ejercicio de sus actividades. Estas relaciones forman una red re-
Figuras y funciones ministeriales 277
276 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT
Pablo, Bernabé), sin que sea necesaria una autorización de los
lativamente sencilla. Fácilmente se distinguen las relaciones con
apóstoles. También se citan algunas actividades más modestas, como
los no cristianos, judíos o paganos, las que existen entre las igle-
la de Priscila y Aquila, pareja cristiana que completa la formación
sias y las que se establecen en el interior de las comunidades.
de Apolo (Hch 18,24-26). Según Le, la llamada a proclamar el
Reino de Dios no estaba reservada a los apóstoles, y su misión
en Galilea fue repetida por los setenta y dos discípulos (9,60;
1. Las relaciones con los no cristianos y la misión
10,1). Según Ef 4,11, Cristo glorificado proveyó a la Iglesia de
evangelistas que, diferenciados de los pastores y nombrados antes
No todos los escritos del Nuevo Testamento atestiguan una ac-
tividad misionera. Los más explícitos en esto son las cartas de que ellos, parecen estar dedicados al servicio misionero del evan-
Pablo y los Hechos; pero continuamente se afirma la conciencia gelio.
de una responsabilidad frente a los demás hombres. Por ejemplo, En este servicio están interesadas las comunidades mismas. Unos
la Iglesia de Mateo parece detenida en su impulso misionero aun- delegados de ellas ayudan a Pablo (Flp 2,25-30; Col 4,9.12); éste
que todavía lo recuerda; sin embargo, el precepto de hacer a todos asocia las iglesias a lo que él llama su «gracia», es decir, a la
los hombres discípulos constituye la cumbre de Mt y el origen de acción de Dios por su ministerio (Flp 1,5-7.27-30). Las comunida-
la Iglesia. El cuarto Evangelio, por su parte, no relata el envío des le ayudan con la oración (2 Tes 3,1; Col 4,3-4) y eventualmen-
a las naciones y subraya fuertemente el mandamiento del amor en- te con socorros materiales (Flp 4,14-19). Más aún, son centros que
tre cristianos, pero la misión de Cristo es para todos los hom- irradian luz por su adhesión a la palabra de vida (Flp 2,15-16).
bres y la unidad de los creyentes es la que debe lograr que el Dar hospitalidad a los misioneros y ayudarles es colaborar a la
mundo crea en Cristo (17,21.23; cf. 10,16; 21,11.15-17). Por otro verdad (3 Jn 8). En 1 Pe no se trata de ministros especialmente
lado, 3 Jn alude a una actividad misionera entre los paganos encargados de evangelizar a los no cristianos, y la desconfianza,
(v. 7) y el Apocalipsis simboliza en dos testigos el testimonio y la cuando no la persecución, se abate sobre los creyentes, pero esto
profecía que constituye la actuación de la Iglesia entre las na- no es motivo para replegarse sobre sí mismos. No sólo deben mere-
ciones (11,1-10). Sólo en Heb los problemas internos de algunas cer el buen testimonio de los paganos (1 Pe 2,12-17.20; 3,1-2),
comunidades absorben tanto la atención que no se tiene en cuenta sino que deben estar preparados a dar cuenta de su esperanza
la misión respecto a los hombres. Sin embargo, el fin del ritual (3.15-16). Y si hay que amar a la «fraternidad», es decir, a la
de los sacrificios y del sacerdocio judío suprime un grave obstácu- sociedad de los cristianos, tienen también que «honrar a todo el
lo para la integración de los paganos en el pueblo que camina mundo» (2,17). Estas directrices convienen a una situación que
hacia la ciudad celestial. es también la de los lectores de Me; se les recuerda el deber de
La responsabilidad de la misión recae evidentemente y en primer divulgar el evangelio y un modo de hacerlo es dar testimonio ante
lugar sobre los apóstoles, como hemos visto. Pablo, sobre toda otra los tribunales (Me 13,9-10). Las mismas epístolas pastorales, tan
tarea, da prioridad al trabajo de la evangelización (1 Cor 1,17; preocupadas de los problemas internos de las iglesias, afirman la
9,16) y para esto se asocia un equipo de colaboradores. Recibió universalidad de la salvación y de la misión paulina y piden que
la misión de ser apóstol de los paganos, como Pedro es el de los se ore por todos los hombres (1 Tim 2,1-8; Tit 2,11) y se dé el
circuncisos (Gal 2,7). De igual modo, según los Hechos, los após- testimonio público de una conducta irreprochable en la familia
toles estuvieron encargados del testimonio y Pedro fue su porta- y en la sociedad (1 Tim 3,7; 5,7-8.14; 6,1; Tit 2,5.8.10; 3,1-2.8).
voz en Jerusalén antes de ser misionero en Samaría y de ser en-
De este modo la misión respecto a todos los hombres señala
viado a un pagano (8,25; 10-11). En los Evangelios, el ser en-
viados por Jesús es precisamente lo que define a los apóstoles un horizonte necesario para el ejercicio del ministerio y la prác-
y hace que los discípulos deban comunicar a otros hombres lo que tica de la vida cristiana. Esta misión es la del ministerio apos-
ellos recibieron primero. tólico; incita a otras personas a servir y concierne al conjunto
de las comunidades. La desaparición de los apóstoles no podía, pues,
La obra de la misión cuenta con otros agentes además de los
significar la extinción de la misión.
apóstoles. En los Hechos, los suscitan el Espíritu o Cristo glo-
rificado (Esteban, Felipe, unos chipriotas y cirineos anóniíííos
Figuras y funciones ministeriales 279

Y esas actividades se consideran «carismas» o dones del Espíritu,


2. La comunión de las iglesias entre sí «servicios» del Señor, o fuerzas de Dios, en unas listas que reve-
lan su variedad y la colaboración de todos los miembros al creci-
El ministerio apostólico, al fundamentar a los otros, da a las miento del cuerpo (1 Cor 12; Rom 12,4-8). A cada miembro corres-
comunidades la base de su unidad. El servicio de la comunión es ponde una función y todos son necesarios al cuerpo. Desde ese
el de los apóstoles en Hch 8,14-17; 15, y entre los apóstoles el punto de vista no existen para nadie monopolios, privilegios ni
papel que desempeña Pedro hace de él la imagen por excelencia de derechos personales, sino que cada uno, según la medida del don
la unidad (1,15; 2,14; 5,3; 9,32; 10-11; 15,7). Pablo es el lazo que ha recibido, y con estima de los dones ajenos, puede actuar
de unión entre las iglesias nacidas de su predicación y los apósto- en interdependencia y comunión. Van a la cabeza los dones otor-
les (Gal 2,1-9), entre ellas y las demás (Gal 2,10; 2 Cor 8-9; gados a los apóstoles, los profetas y los doctores que Dios ha es-
Rom 15,15-32). Las cartas de los apóstoles o las escritas en su tablecido en su Iglesia, como ha puesto cada miembro en el cuerpo
nombre constituyen actos ministeriales de unidad, sobre todo cuan- humano (1 Cor 12, 18. 28). Desde el punto de vista de la gracia,
do se dirigen a grupos de iglesias. Y si es difícil captar las rela- esto no introduce ninguna oposición entre ministerios «estableci-
ciones concretas entre los grupos aludidos por Heb, 1 Pe, las dos» y carismas en sentido paulino, puesto que éstos integran
epístolas joánicas y las cartas del Apocalipsis, la referencia de aquéllos. Pero existe una jerarquía entre los carismas y se ejercen
estos escritos al testimonio y a la enseñanza de los apóstoles obedeciendo a la palabra de Dios conforme a la enseñanza de los
es una señal del acuerdo existente entre las iglesias. Un caso de apóstoles, de los profetas y de los doctores. Por este motivo,
ruptura de comunión se señala en 3 Jn y se atribuye a la am- Pablo desempeña su papel respecto a las comunidades plenamente
bición autoritaria de Diotrefes en una iglesia local. Para poner convencido de su autoridad, pero no ejerce las funciones, minis-
remedio se apela a Gayo, miembro de esa iglesia, que se convierte terios o dones que se manifiestan, de manera transitoria o en forma
así en instrumento de la unidad, al mismo tiempo que en auxiliar más duradera, en las iglesias locales. Los que ejercen tareas incluidas
de la misión a los paganos. en su propio ministerio no son considerados como delegados o
Las comunidades pueden crear lazos de unión entre ellas, y lo suplentes del apóstol en ausencia de éste. De igual modo, los dones
hacen con el envío de delegados (Hch 11,22.29-30; 15,2.22.25. de algunos no eximen al conjunto de los miembros de las tareas
32.33; 2 Cor 8,18-19.23; cf. Rom 16,7). Entre todas esas iglesias, que la gracia les permite realizar para provecho de todos. Así,
la de Jerusalén tiene una vocación ecuménica y se halla asociada en las relaciones entre algunos y todos no son siempre los mismos
a los actos importantes que les conciernen (Hch 15,2.22; 21,18). los que desempeñan el papel de algunos 10: los que hacen gozar
Después de la desaparición de los apóstoles y la ruina de Jerusalén, a otros de sus carismas gozan a su vez de los carismas de los
las iglesias y sus responsables locales asumirán el servicio de la demás, y se pide que cada uno estime más los dones ajenos que
comunión entre ellas y el intercambio de delegados seguirá siendo los propios.
su expresión más clara (cf. la carta de la iglesia de Roma a la de
Corinto, atribuida a Clemente, y las cartas de Ignacio de An- b) En Ef, las epístolas pastorales, Heb, Sant, 1 Pe y Hch se
tioquía). distingue más claramente en las comunidades locales un grupo de
ministros, locales también. La comprensión de la comunidad y de
los ministerios sigue conforme al principio carismático que se en-
3. Las relaciones dentro de las comunidades cuentra en Ef y 1 Pe. Los ministros enumerados en Ef 4,11 no aca-
paran la obra de construcción de la Iglesia. Cada miembro ha re-
Las tareas que atañen a la vida interna de las comunidades cibido su parte de gracia y el cuerpo entero efectúa su propio cre-
atestiguan la responsabilidad de algunos y la participación activa cimiento gracias a la fuerza recibida de Cristo y repartida a la
de todos. Pero, según los escritos, el papel de todos se acentúa medida de cada cual u . Por eso las exhortaciones de la epístola
más o menos. 10
Q . A. Jaubert, supra, 29-34.
11
a) Las cartas de Pablo atestiguan la actividad ministerial de Cf. P. Bony, supra, 83-90. No es necesario decidir si en 4,12 «obra de
algunos únicamente a través de recomendaciones dirigidas a todos. servicio» (ergon diakonías) se refiere a la obra de los ministros o a la de
280 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT Figuras y funciones ministeriales 281

son para todos, considerados igualmente activos y responsables unos de algunos (presbíteros, diáconos). Es el precio exigido por el
de otros (Ef 4,1-3; 4,25; 5,2.21; 6,10). En la coexistencia del género literario de estas epístolas dirigidas, no a unas comunidades,
principio carismático y del sistema presbiteral reside el interés sino a unos responsables de iglesias. Es también la consecuencia
de 1 Pe. Las palabras dirigidas a los presbíteros suponen que de los peligros que amenazan a la fe: la organización del minis-
tienen autoridad sobre el conjunto de la comunidad (comparación terio y la prudente elección de los ministros deben permitir afron-
del pastor, aviso contra el autoritarismo y la ambición 1 Pe 5,1-4). tar la crisis. Sin embargo, el establecimiento en firme de un cuerpo
Pero el don concreto (charisma) concedido a cada uno exige que de ministros no significa que todos desempeñen indistintamente las
los hermanos «estén al servicio unos de otros como buenos ad- mismas tareas 15 . Incluso los presbíteros, que asumen la función
ministradores de la gracia de Dios». Se aducen dos ejemplos: de «vigilante» (episkopos siempre en singular), no todos presiden
hablar, sin duda, durante la asamblea, y «servir», quizás a los y parece que tampoco enseñan todos (1 Tim 5,17). Funciones
indigentes 12 , y nada indica que estas funciones estén reservadas importantes aunque indeterminadas son desempeñadas por diáco-
a los presbíteros (4,10-11). El nombre de «fraternidad» para desig-
nos, hombres o mujeres. Igualmente se reconoce el papel de los
nar a la Iglesia no tiene nada de convencional: a todos incumbe la
hombres en la oración y en la enseñanza (1 Tim 2,8.12), y el de
caridad fraterna (1,22; 2,17; 3,8; 4,8-10), el culto espiritual del
que son sacerdotes y templo (2,4-5.9-10) y el testimonio que deben las mujeres también en la hospitalidad, la asistencia a los necesi-
dar en medio de los paganos 13. tados, el servicio del prójimo (5,10.16), el de todos, incluso los
esclavos, «para que el nombre de Dios y la doctrina no sean blas-
Aunque no afirman el principio carismático, Sant y Heb no
femados» (6,1). Por lo demás, la importancia de la familia, el es-
reservan, sin embargo, a los presbíteros o a los hegoumenoi el
papel activo en la vida de las comunidades 14. La advertencia que tado de casados, que era el propio de los presbíteros y diáconos;
se encuentra en Sant a los que quieren pasar por doctores supone el estilo familiar de las relaciones recomendadas con todos (5,1-2)
una gran libertad de intervención en las asambleas y sugiere que sugieren gran sencillez en las relaciones e intercambios entre los
la enseñanza no estaba reservada a los presbíteros (Sant 3,1). A ministros y los demás. La llamada a la fe y a la vida eterna no es
estos últimos les correspondía la oración y la unción de los enfer- privilegio de nadie y el Espíritu se comunica a todos los bautiza-
mos, pero se exhorta a todos los hermanos a confesar los pecados dos (1 Tim 6,12; 2 Tim 1,9.14; Tit 3,5-7)16.
unos a otros para obtener la curación y el perdón (5,14-16); la Los Hechos, al relatar la despedida de Pablo a los presbíteros
gracia se recibe en la comunidad. Los hegoumenoi de Heb se dis- de Efeso, muestran muy bien el cargo y las responsabilidades que
tinguen de los santos por su cargo pastoral y la responsabilidad del les incumben (Hch 20,28-32). El libro ha probado suficientemente
servicio de la palabra, y se les debe sumisión por sus afanes la constante relación entre el papel de los ministros y el de todos,
y por la responsabilidad que les incumbe ante Dios (Heb 13,7-8. especialmente en las iglesias de Jerusalén y Antioquía (6,1-6; 11,
17.24). Pero la obra de la caridad activa {ergon kai ágape), que 1-2; 13,1-3; 14,27-28; 15,2-4.12.22). Desde los comienzos, los
llega hasta el reparto de los bienes, corresponde a todos los santos, doce apóstoles están relacionados con los 120 hermanos (12X10)
lo mismo que el deber de aconsejarse mutuamente y de velar (epis- y el don del Espíritu que provoca el primer testimonio público
kopein) para que nadie se vea privado de la gracia (3,13; 6,10;
12,15; 13,16; cf. 5,12). 15
Cf. A. Lemaire, supra, 107-108.
En el conjunto del Nuevo Testamento, las epístolas pastorales 16
Sobre 1 Tim 6,11-16 cf. A. Lemaire, supra, 102. La profesión de fe
se distinguen no sólo por la ausencia del principio carismático, sino del versículo 12 se refiere más probablemente al bautismo que a la ordenación
también porque se desdibuja el papel de todos en provecho del de Timoteo (cf. P. Dornier, Les Építres pastorales (1969) 105; y la interpre-
tación de E. Kasemann, que ve en 6,11-16 «la fórmula neotestamemaria de
todos, puesto que en todas las hipótesis los primeros no son los únicos acti- una exhortación de ordenación» (Essais exégétiques, Neuchatel 1972, 111-119;
vos y todos cooperan a la construcción del cuerpo de Cristo. el original alemán es de 1954) sigue siendo una hipótesis indemostrable. En
12
El motivo invocado por E. Cothenet (supra, 139-140) para interpretar cuanto a considerar al «hombre de Dios», que es Timoteo, como el «portador
este servicio de otro modo no parece decisivo. del Espíritu y... el que lo transmite directamente» (119) hay que advertir
13 que, para hablar así, Kasemann ha necesitado recurrir al theios aner helenís-
a . supra, 277.
14 tico y a una interpretación de C. Spicq.
Cf. supra: C. Perrot, 120,130; E. Cothenet, 138-140.
282 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT Figuras y funciones ministeriales 283

de Pedro y de los Once se difundió sobre el conjunto de esta pri- dependencia que debe existir en la comunidad de los discípulos y
mera comunidad (1,15-2,4.14)". contrarias al espíritu de servicio del que Jesús dio ejemplo hasta
el sacrificio de su vida (Me 9,35.50; 10,41-45). En Mt se dibuja
c) Las epístolas joánicas, que reflejan un tiempo y un am- la imagen de iglesias locales definidas por la fraternidad, la exclu-
biente distintos al de las cartas de Pablo, pueden compararse con sión de títulos y privilegios, la participación real en las decisiones
ellas por la imagen que presentan de las iglesias. Al acentuar el y la presencia de Cristo en su seno (Mt 18; 23,5-12). En Lucas,
papel de todos y atenuar el de algunos nos dan la imagen inversa donde la distinción de funciones es más neta por la diferenciación
de la que presentan las epístolas pastorales. El autor habla en nom- entre los discípulos y los apóstoles (Le 12,35.40.41-48), a éstos
bre del testimonio de los primeros testigos del Verbo encarnado se les recuerda que son unos servidores como los demás (17,5.7-10)
y recuerda a sus destinatarios la enseñanza recibida «desde el prin-
y que «el mayor debe tomar el puesto del que sirve» (22,26).
cipio» (1 Jn 2,24; 3,11; 2 Jn 6). Esto supone un servicio de ini-
El modo de relacionarse los Doce y los discípulos en Mt, Me y Jn
ciación a la fe y de catequesis en las comunidades. Apela a la
Hace que toda la Iglesia pueda verse retratada en ellos y de igual
autoridad de los servidores de la palabra, pero mucho más a la ac-
ción de la verdad que impregna a los creyentes como una unción modo los miembros que tienen responsabilidades especiales. Y el
y los dispensa de recibir enseñanzas de fuera (1 Jn 2,20-27). Cierta oaralelo de Pedro y el discípulo amado que se encuentra en Jn
imprecisión al repartir las responsabilidades pudo favorecer la am- establece una relación necesaria entre el oficio pastoral y una espe-
bición de Diótrefes, que impone su voluntad en una iglesia local cial capacidad para conocer íntimamente a Cristo, que puede pare-
según 3 Jn: el Presbítero se dirige entonces a un miembro de esa cer menos activa, pero que, sin embargo, debe durar hasta la
iglesia que no tiene más autoridad que la del buen testimonio de parusía.
su fe y de su caridad. En el Apocalipsis se nota la misma imposi- Las tres dimensiones en las que los ministerios despliegan sus
bilidad de caracterizar el papel de los ministros y el de todos los actividades permiten reagrupar los datos concernientes a figuras
miembros de las iglesias. Los «ángeles» de las siete iglesias, ¿repre- ministeriales distintas. Este agrupamiento no basta para sugerir la
sentan a los jefes de la comunidad? El simbolismo del libro acon- unidad del ministerio a través de la multiplicidad de las figuras.
seja dejar abierto el interrogante 18 y, sea cual fuere la respuesta, No autoriza tampoco a hablar de tres ministerios especializados.
el «tú» que los designa tiene valor colectivo: toda la comunidad El de los apóstoles se ejerce según esas tres dimensiones. Inversa-
es interpelada y responsable de la situación descrita y de las recti- mente las iglesias locales y sus servicios internos participan del ser-
ficaciones que deben hacerse (Ap 2-3). Tampoco se hace ninguna vicio de la misión y de la comunión entre iglesias. Con la desapari-
distinción respecto a la participación de todos en la realeza y en ción de los apóstoles, su ministerio no muere puesto que su misión
el sacerdocio (1,6; 5,10; 20,16). y su enseñanza seguirán manteniendo la conciencia misionera de las
comunidades y de sus responsables y proporcionando la base y el
d) En las comunidades se ejercen los ministerios en relación criterio de su mutuo reconocimiento y de su unidad. Hay que ase-
con un papel activo de todos los cristianos. En los Evangelios gurar las tres dimensiones; esto puede dar lugar a otras tareas más
puede verse este hecho y su justificación19. Marcos alude a ciertas especializadas en servicio de ellas.
rivalidades respecto de los oficios o del rango en las iglesias, las
denuncia como ruinosas para la paz fraterna, opuestas a la inter- En el servicio de la misión y de la comunión de las iglesias,
como en el servicio de las comunidades locales, el papel de algunos
17
Sobre este punto se dividen los autores; cf. J. Potin, La Vete juive de especialmente aptos o designados para esas tareas no impide la
la Pentecóte II (1971) 3-4. El restablecimiento del nombre de los Doce antes participación activa de todos los miembros. Este dato constante en
de narrar el suceso de Pentecostés no limita el ángulo de visión (cf. 1,15 el Nuevo Testamento plantea la cuestión de las diferentes aptitu-
y 2,1), puesto que los 120 participan en este restablecimiento. Además la
cita de Joel en 2,17 conviene más a una efusión del Espíritu sobre un grupo des para asumir una función en la Iglesia. Examinaremos luego
numeroso y variado. este punto. De momento hay que advertir que el ministerio o los
18
Seré, por tanto, menos afirmativo que E. Cothenet, supra, 256. La ape- ministerios no pueden caracterizarse sin tener en cuenta la voca-
lación a Ignacio de Antioquía no resuelve la inseguridad. ción de todo bautizado y de la Iglesia en su conjunto. Una teo-
19
Cf. supra: J. Delorme, 166-167; S. Légasse, 183-185, 187; A. George 221-
224; X. Léon-Dufour, 237-240, 243. logía del ministerio implica forzosamente una teología de la Iglesia.
Figuras y funciones ministeriales 285

dicación, de comunión a la palabra y a «los misterios de Dios»


(1 Cor 4,1).
III. LAS GRANDES FUNCIONES MINISTERIALES

2. El servicio de la comunión
Puede hacerse otro agrupamiento con los datos del Nuevo Tes-
tamento acerca de las diversas figuras ministeriales. Sus actividades El servicio de la palabra va unido al de la comunión entre los
concurren a la comunicación o al establecimiento de ciertos valores que la acogen, porque la palabra une. La vida que transmite se
que permiten distinguir dos funciones principales: el servicio de la traduce en unas relaciones nuevas entre los hombres. El evangelio
palabra de Dios y el de la comunión fraterna. de Jesucristo es uno, sólo puede recibirse verdaderamente en la
unidad: «¿Acaso está Cristo dividido?» (1 Cor 1,13). El mensaje
recibido «desde el principio» es la revelación de Cristo, Hijo de
1. El servicio de la palabra
Dios y el precepto del amor fraterno (1 Jn 2,24; 4,11). Y la pala-
Su importancia estriba no sólo en estar atestiguada en todos los bra de Dios a los que engendra los consagra para que se amen
escritos del Nuevo Testamento, sino ante todo en la prioridad que (1 Pe 1,22; 2,3). Por eso el mundo no puede creer en Jesucristo
se le atribuye. El primer acto público de Jesús que los sinópticos sin el testimonio de la unidad de los creyentes (Jn 17,23).
relatan es un acto de predicación o de enseñanza, y los verbos que El primer servicio de la unidad es, pues, el de la palabra. Por
principalmente caracterizan la misión de los enviados de Jesús son eso los apóstoles son el fundamento de la Iglesia. Y de una ma-
«proclamar» (Mt, Me), «enseñar» (Mt), «ser testigo» por la pala- nera general el cargo de velar por la Iglesia se ejerce predicando
bra (Le, Hch). Pablo, por su parte, afirma: «Cristo no me ha en- el evangelio y la doctrina que contiene. Pero la comunión se expre-
viado a bautizar, sino a anunciar el evangelio» (1 Cor 1,17). La sa de múltiples modos y va asociada a otros carismas diferentes
autoridad apostólica consiste, pues, en un testimonio y una ense- al de la palabra. Entre los que Pablo enumera hay que subrayar
ñanza. También los ministerios de profeta y de doctor están al los de «asistencia» y «dirección» (1 Cor 12,28). Los primeros se
servicio de la palabra de Dios; de ella procede su autoridad y ella refieren a la ayuda mutua y al socorro de los necesitados, servicio
constituye el criterio para discernirla y valorarla. importante que puede constituir un verdadero ministerio (Hch
El servicio de la palabra es el primer objetivo de la misión. 4,32-37; 6,1-6; 11,29-30; Rom 12,8.13; 15,26-27; 1 Cor 16,1-4;
Ocupa también el primer puesto en los servicios internos de las 2 Cor 8-9; Heb 13,16; 1 Pe 4,11). Los dones de «dirección»
(kyberneseis, la imagen está tomada del lenguaje marinero) pare-
comunidades (1 Cor 12,8; Rom 12,6-8; Heb 13,7; 1 Pe 4,11) y
cen concernir a la cohesión y buena marcha de las comunidades.
cuando se forma un cuerpo de ministros la responsabilidad pas-
El ministerio de «presidencia», que ya se encuentra en las cartas
toral es ante todo una responsabilidad doctrinal (Ef 4,11; 1 Tim
de Pablo (1 Tes 5,12; Rom 12,8), es un cargo importante que
3,2; 4,6.13; 5,17; 2 Tim 2,2; Tit 1,9; 2,15; Hch 20,28-32). El atañe a los presbíteros o a algunos de ellos en las epístolas pasto-
evangelio, destinado a todos los hombres, no puede reservarse para rales (1 Tim 3,5; 5,17). La imagen del pastor que debe velar por
los grupos de creyentes; continuamente hay que recordarlo, expli- el conjunto del rebaño expresa bien la responsabilidad aludida.
carlo, aclararlo con las Escrituras, aplicarlo a las circunstancias A estas diversas formas del servicio de la comunidad hay que aña-
concretas de la vida, porque la palabra tiene poder para fructificar, dir el intercambio de delegados entre las iglesias, y en ellas la
transformando al que la recibe. Servirja no es simplemente hablar hospitalidad ofrecida por algún miembro de la comunidad (hombre,
o discurrir, sino acoger y transmitir la semilla, hecha para vivir y mujer o un matrimonio) (cf. Rom 16,3-4; Col 4,15; 1 Pe 4,9).
crecer (Mt 13,3-23 y par.). Decir y escuchar la palabra es comulgar
con muchos en la vida nueva revelada en Jesucristo. La trans-
misión del evangelio no puede reducirse a la divulgación oral o 3. Servicio de los sacramentos
escrita de un mensaje. Las asambleas de los cristianos, tales como
las evoca el Nuevo Testamento, no se parecían nada al público Considerar servicios ministeriales los de la palabra y la comu-
pasivo que rodea a un orador. Habría que hablar, más que de pre- nión no significa que olvidemos los del bautismo, eucaristía y per-
286 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT
Figuras y funciones ministeriales 287
don de los pecados. Estos actos importantes de la vida de las igle-
sias ¿estaban reservados a determinados ministros? En general el cuerpo queda afectado por el pecado y el perdón de uno de
cuando se habla de ellos no se hace referencia clara a sus agentes sus miembros. No es de extrañar que el papel de la comunidad se
o ministros. Pedro y Pablo confían a otros la tarea de bautizar valore con relación a la eucaristía, a la disciplina penitencial y tam-
(Hch 10,48; 19,5-6; 1 Cor 1,14-17). A los apóstoles se les encarga bién a la ayuda mutua y al socorro de los pobres. La asamblea es
repetir la cena eucarística (Le 22,14-19) y los Doce forman, se- el lugar ordinario para compartir la palabra, la eucaristía y la ayuda
gún Me, la primera comunidad, a partir de la cual la cena de fraterna.
Cristo deberá servirse a otros 20 . Pablo recuerda a la comunidad El servicio de la oración y del culto no cuenta entre los pre-
de Corinto que el participar de esa cena proclama la muerte del cedentes. Pablo realiza un acto de culto al predicar el evangelio
Señor hasta que vuelva (1 Cor 11,26). Y la asamblea de Corinto (Rom 1,9; 15,16). Y por la obediencia de la fe, por la ofrenda de
está asociada a la exclusión y a la reintegración de algunos peca- sus personas y de sus vidas renovadas en la caridad, todos pueden
dores (1 Cor 5,2-5; 2 Cor 2,6-10), conforme al uso justificado en ofrecer un sacrificio agradable a Dios (Rom 12,1-13; Flp 2,17; 3,3;
Mt 18,15-18. Únicamente la imposición de las manos se atribuye 4,18; 2 Tim 4,6; Heb 9,14; 12,28; 13.15-16; Sant 1,27; 1 Pe
sólo a los apóstoles, a Pablo, o a los ministros ya reconocidos o 2,5.9). La asamblea permite a los servidores de la palabra y de la
investidos (Hch 6,6; 8,17; 13,3; 19,6; 1 Tim 4,14; 5,22; 2 Tim comunión, como a toda la comunidad y a cada uno de sus miem-
1,6). De modo que los apóstoles están capacitados para dar los bros expresar, complementándose, la alabanza y la acción de gra-
sacramentos, pero además de ellos y en su ausencia no sabemos cias que responden a «la voluntad de Dios respecto a vosotros en
quiénes los administraban. Aquí puede verse el carácter parcial Cristo Jesús» (1 Tes 5,18; cf. Ef 5,19-20; Col 3,16).
de nuestra documentación y hay que añadir que en cualquier hipó-
tesis «la fracción del pan» no se concibe sin un presidente de la Conclusión
mesa. Estas consideraciones no pueden bastar al teólogo del Nuevo
Testamento si está atento al vínculo que une palabra, sacramento Los numerosos datos del Nuevo Testamento que descubren a
y comunión fraterna. las diversas figuras ministeriales empiezan a ordenarse entre sí.
La palabra de Dios no se difunde a la manera de un discurso Las actividades ministeriales y la vida de la Iglesia se despliegan
humano. Como una semilla, nos trae la vida, el perdón y la jus- en tres dimensiones y según una red de relaciones que no pueden
ticia. Evangelio, fe y bautismo están ligados indisolublemente. Co- desatenderse sin perjuicio para alguna de ellas. Si la Iglesia se
mer y beber en la mesa del Señor es «proclamar» su muerte hasta cierra sobre sí misma o si se fragmenta en grupos separados entre
su regreso (kataggellein), y el ministerio del perdón y de la recon- sí, eso significa que los hombres acaparan y se apropian la palabra
ciliación, según Pablo, es el del evangelio (2 Cor 8,18-21). Por de Dios en vez de acogerla y repartirla. Pero para iluminar a los
haber olvidado la eficacia de la palabra de Dios, hemos puesto hombres necesita el evangelio unos centros luminosos, es decir,
enfreiite la de los sacramentos, siendo así que aquélla es la que unas comunidades donde se vivan la fraternidad y el servicio. En
obra en éstos. Por eso parece que la competencia para celebrar esas comunidades el estilo de las relaciones entre los ministros y
los sacramentos está implicada en la de comunicar la palabra. Felipe todos los demás no tiene un valor puramente funcional para la
evangeliza y bautiza; los doctores y profetas de Antioquía cele- realización de las funciones necesarias a la vida de un grupo. Si no
bran el culto e imponen las manos; en las asambleas los profetas puede describirse el papel de algunos sin relacionarlo con el de
oran y realizan la acción de gracias litúrgica. todos, es porque el evangelio aporta a los hombres, además de la
salvación en Jesucristo, un modo de entenderse recíprocamente y
Igualmente la palabra realiza la comunión de los creyentes, de colaborar que los libera del egoísmo y de la voluntad de do-
como la fe actúa por el amor (Gal 5,6). La unidad de la Iglesia es minio.
el fruto del bautismo y de la eucaristía, como lo es del evangelio Las múltiples actividades ministeriales que se ejercen según
(cf. Rom 10,8-13; 1 Cor 10,17; 12,13; Gal 3,28; Col 3,11). Y todo esas tres dimensiones realizan dos servicios fundamentales: el de
20 la palabra y el de la comunión fraterna. Dios congrega a su pueblo
Cf. supra: J. Delorme, 163-164; A. George, 219-220. y lo alimenta con su palabra, que destina a todos los hombres.
288 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT Servidores y servicio en la Iglesia 289

Sólo se la acoge auténticamente en la caridad y para desplegarse en tro», que nos son ya familiares y se encuentran al principio de
comunión fraterna. Tampoco puede ser recibida en verdad sino nuestro estudio. Pero seguía existiendo el peligro de imponer a los
para ser comunicada a otros. La manifestación de la palabra de datos recogidos en el Nuevo Testamento el sentido que esas pala-
Dios entre los hombres se traduce por una relación constante, dia- bras tienen en nuestro tiempo. Ya es hora de confrontarlo con
léctica, de fuerzas que agrupan y unen a los creyentes entre sí y los textos.
de otras fuerzas que los impulsan fuera de ellos mismos y de sus Hemos heredado una situación histórica en que la palabra «mi-
comunidades en dirección a todos los hombres, La misión es para nisterio» se usaba sobre todo en singular y se refería primeramente
el agrupamiento y éste para la misión. Entre estas fuerzas apa- a la figura del «sacerdote» investido de su cargo y consagrado por
rentemente contrarias el único equilibrio que existe es el dinámico. una ordenación. Se habla corriente e indiferentemente de «minis-
Los dos servicios fundamentales se ejercen en formas variadas, terio sacerdotal» y de «sacerdocio ministerial». Esta última expre-
según se trate de una u otra de las tres dimensiones de la vida sión se emplea en oposición al «sacerdocio común» de los fieles.
de la Iglesia. Las tareas que conciernen a estos servicios pueden Pero «ministerio», refiriéndose a los «laicos», no se usa más que
repartirse diversamente según los lugares y las necesidades. De ahí raras veces, desde hace poco tiempo y sobre todo cuando se trata
resulta la multiplicidad de las figuras ministeriales y las diferencias de tareas hasta ahora realizadas por sacerdotes, como la catcque-
de matiz, según se trate del papel de algunos o de todos. El Nuevo sis, o atribuidas antiguamente a los diáconos como ciertos menes-
Testamento atestigua cierta indeterminación en las formas de ejer- teres caritativos. Se va dibujando una evolución semántica a partir
cicio y organización de los ministerios, pero presenta también un de la especialización impuesta a los sacerdotes por la vida o la
tipo bastante sencillo de articulación entre las funciones funda- misión y de la participación de los laicos en auténticas responsabi-
mentales que parecen pertenecer a la vida de la Iglesia de todos dades misioneras y pastorales. En este contexto el plural «los mi-
los tiempos. No podemos hablar todavía de unidad del ministerio nisterios» adquiere un sentido nuevo en el que algunos ven una
dentro de la diversidad, pero al menos esta diversidad no aparece amenaza para la unidad del ministerio o la especificación del minis-
como irreductible. La noción de «servicio», que caracteriza a varios terio sacerdotal. Una lectura del Nuevo Testamento condicionada
ministerios, ¿nos hará comprender mejor su unidad? Es lo que por esta manera de hablar conduciría a grandes contrasentidos y
debemos examinar ahora. sólo aportaría malas respuestas a unas malas preguntas. Hay que
advertir que el hecho ministerial se expresa en el Nuevo Testa-
mento sin el dualismo posterior de «sacerdotes» y «laicos», y sin
relación con una doctrina elaborada del «sacerdocio»21.
II
Por otra parte, la palabra «ministerio» puede evocar para
SERVIDORES Y SERVICIO EN LA IGLESIA nosotros un oficio establecido, un puesto funcional previsto ya en
un sistema social. Para desempeñarlo se necesita tener unos requi-
sitos, pero la instalación en el cargo confiere al «ministro» prerro-
Para mayor comodidad en la exposición hemos hablado hasta gativas y derechos, al mismo tiempo que obligaciones; éstas se
ahora frecuentemente de «ministerios» y de «ministros», de «ser- derivan del cargo que comporta un rango social oficialmente reco-
vicios» y de «servidores». Estas palabras no son equivalentes y las nocido. Habría que examinar en qué medida puede encontrarse
primeras tienen un uso más restringido que las segundas, sobre todo esto en el lenguaje del Nuevo Testamento.
todo en el lenguaje religioso. Si hemos reservado las primeras para Seguiremos usando como método la lectura comparada de los
actividades o funciones relativamente estables en la Iglesia y textos. Trataremos de relacionar los elementos que convienen al
para sus realizadores, no hemos podido delimitarlas con claridad conjunto de las figuras o funciones presentadas más arriba. Vere-
en relación con actividades que no merecerían llamarse «ministe- mos que se inscriben en una figura y una función más generales:
riales» y que podrían atribuirse a todo cristiano. No podía ser de la del servidor y la del servicio.
otro modo, puesto que intentábamos captar con nuestro lenguaje
el de los diversos ercritos del Nuevo Testamento. Por eso había 21
Cf. supra: P. Grelot, 57-58; C. Perrot, 125-130; X. Léon-Dufour, 237-
que dejar cierta flexibilidad a las palabras «ministerio» y «minis- 240; infra: S. Sesboüé, 438-440.
19
Servidores y servicio en la Iglesia 291

ser de otro orden. A veces se precisa: servicio del evangelio, de


la palabra, de la reconciliación, de la justicia, de la alianza nueva
I. SERVIDORES Y SERVICIO (Hch 6,4; 2 Cor 3,7-9; 5,18-19; Ef 3,7; Col 1,23). La dependencia
se manifiesta con relación a Dios o a Cristo (2 Cor 6,4; 11,23;
1. Servicio y ministerio Col 1,7; 1 Tim 4,6), o con relación a los hermanos y a la Iglesia
(Rom 15,25; Col 1,25; Heb 6,10; 1 Pe 4,10), beneficiarios de los
Para referirse a diversas funciones y tareas que nosotros lla- dones divinos gracias a los «servidores». Puede realzarse la depen-
maríamos «ministerios» los escritos paulinos emplean frecuente- dencia, el beneficio procurado o ambas cosas. Con esto se com-
mente las palabras «servir, servidor, servicio» (diakonein, diakonos, prende que cualquier clase de participación en la comunicación de
diakonia). Estas expresiones no son características del lenguaje reli- los dones de Dios a los hombres puede considerarse como un
gioso de la época ni de la biblia griega22. Designan en general un «servicio».
servicio concreto que responde a una necesidad, como servir la La dependencia se expresa también con la terminología de la
mesa, socorrer económicamente a alguien o ayudarle de cualquier esclavitud {douleuein, doulos, douleia). En el Nuevo Testamento
modo que sea (Hch 19,22; Flm 13). Sabemos que en las iglesias estos términos conservan su empleo normal en griego referido a
del Nuevo Testamento el «servicio» de la ayuda mutua entre her- los esclavos, pero además tienen un sentido religioso, utilizándolos,
manos adoptó la forma de un verdadero «ministerio» confiado a como en la biblia griega, para expresar la dependencia y el servicio
hombres o mujeres designados por un carisma o/y elegidos por la del hombre respecto a Dios: Jesús se hizo esclavo obediente hasta
comunidad o por otros «ministros». Pero el vocabulario del ser- la muerte (Flp 2,7), y los creyentes son esclavos de Dios o de
vicio conviene también a otras funciones. Personas con cargos dis- Cristo (1 Pe 2,16; Ap 1,1; 1 Cor 7,22; Rom 14,18) y no lo son
tintos son llamadas «servidores»: Pablo, Apolo, Febe, Tíquico, ya del pecado ni de ningún poder alienante (Rom 6,16-22). En el
Epafras, Timoteo, los responsables de la iglesia de Filipos, los Antiguo Testamento todos los miembros del pueblo escogido son
«diáconos» —hombres o mujeres— de las epístolas pastorales, in- «servidores de Dios», pero este título se aplica especialmente a
cluso unos misioneros que se enfrentan a Pablo (2 Cor 11,23). unos hombres señalados con especial vocación (Abrahán, Moisés,
Y ministerios distintos son considerados «servicios», apareciendo David, el siervo según Isaías, los Profetas). Quizá también «esclavo
el del apóstol como el «servicio» por excelencia (2 Cor 6,3; 2 Tim de Jesucristo» sea un título honorífico para Pablo, Timoteo, Epa-
4,11) 23 . Igualmente en los Hechos la asistencia a las viudas y la fras, los apóstoles y los profetas 24 . En este caso esta expresión ser-
predicación de la palabra por los apóstoles son también calificados viría para reforzar el matiz de dependencia indicado por el vocabu-
como «servicios» (6,1.4), igual que el ministerio de los apóstoles lario del servicio; también se emplea para subrayar la dependencia
(1,17.25), el de Pablo (20,24; 21,19), o el de los delegados de del misionero respecto al evangelio y a los hombres a quienes se
Antioquía en Jerusalén (11,29; 12,25). El verbo «servir» se aplica debe él mismo (1 Cor 9,19; 2 Cor 4,5; Flp 2,22; cf. 1 Cor 3,21-23).
en 1 Pe 4,10-11 a las diferentes prestaciones recíprocas de los cris- Muchas parábolas evangélicas representan a un servidor [doulos)
tianos, al ministerio de la palabra de Dios, al de la ayuda fraterna encargado de una tarea en provecho de su amo al que sirve {dia-
y al socorro de los necesitados. konein) (Le 17,8); puede también servir a la mesa a los invitados
Este vocabulario del servicio denota una situación de dependen- de su amo y convertirse en «sirviente» (diakonos: Mt 22-13). Ve-
cia y a la vez un provecho concreto procurado a los demás. Se com- mos que fácilmente se pasa del vocabulario de la dependencia al
prende muy bien cuando se trata de servir a la mesa o de socorrer del servicio. Así sucede con el intendente {oikonomos), que es un
a los indigentes. La aplicación a las figuras o funciones ministeriales servidor {doulos) dependiente de un amo y encargado de admi-
conserva este doble carácter aunque el beneficio procurado pueda nistrar sus bienes, pero también de proveer a las necesidades de las
personas de su casa. En Le 12,47-48 esta imagen parece designar
22 a algún ministro de la comunidad. En otros lugares define el mi-
Cf. A. Lemaire (op. cit. nota 1) 31-35.
23
Diakonia en 1 Cor 12,5 (plural) y en Ef 4,12 (singular), ¿se refiere
24
sólo a unos ministerios propiamente dichos? Se discute; cf. supra: A Lemaire Hch 4,29; 16,17; Rom 1,1; Gal 1,10; Flp 1,1; Col 4,12; 2 Tim 2,24;
64-66; P. Bony, 86-88. Sant 1,1; 2 Pe 1,1; Jds 1; Ap 10,7; 11,18.
292 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT Servidores y servicio en la Iglesia 293

nisterio de los predicadores del evangelio (1 Cor 4,1-2; 9,17; los miembros de la comunidad sin que afecten a la existencia de
cf. Col 1,25; Ef 3,2), el del «epíscopos» (Tit 1,7), pero también ministerios estables. Hay por tanto distintas maneras de «servir».
el servicio de todo cristiano (1 Pe 4,10).

II. AUTORIDAD Y SERVICIO


2. Todos servidores

El vocabulario del servicio y el de la esclavitud religiosa no La cualidad de servidor no excluye la posibilidad de una su-
están reservados a los ministerios. «Servir» es también ayudarse bordinación entre servidores. Los textos son conocidos25. Pablo
mutuamente los hermanos (Heb 6,10; cf. 13,16; Ap 2,19). Según ordena, prescribe, reivindica su autoridad sobre los corintios, pide
1 Pe 4,10-11, es un ministerio particular, pero también y ante todo respeto y docilidad para las personas que ejercen funciones de di-
el servicio que los cristianos se deben mutuamente de sus carismas rección en las comunidades (1 Tes 5,12-13; 1 Cor 16,16). El mismo
personales, ya que cada uno es respecto a los demás el dispensador subraya la importancia de sus buenas relaciones con las autorida-
de la multiforme gracia de Dios. des de Jerusalén (Gal 2,2.6.9). Se debe sumisión a los «guías»
En los Evangelios la condición de servidor define a la vez la (Heb 13,17), a los presbíteros (1 Pe 5,5), y Tito debe «hablar,
vida de discípulo de Jesús y la realización de funciones especiales exhortar y reprender con plena autoridad» (Tit 2,15). Los enviados
en la comunidad. La entrega de sí mismo, que Jesús hace a la mul- de Jesús están revestidos de la autoridad de su palabra (Le 10,16).
titud, echa por tierra el sistema de organización de las «naciones» Pedro tiene autoridad de atar y desatar para el Reino de Dios.
definido en términos de poder y dominio y construye la comunidad ¿Modifican estos textos la figura del servidor que acabamos de es-
de Jesús como un lugar de paz entre hermanos «servidores» y «es- tudiar? ¿Consideran superiores a otras figuras como la del jefe
clavos» unos de otros, sin excluir a nadie (Me 9,35; 10,42-45 constituido en autoridad en una determinada sociedad, o la del
y par.; cf. Gal 5,13). El cuarto Evangelio insiste en la relación titular de un oficio que justamente con su cargo recibe el poder
de dependencia y de servicio tanto respecto a Jesús, Señor y Maes- de ejercerlo?
tro, como entre los discípulos. Jesús los compara a unos servidores
sometidos a su amo (Jn 13,16; 15,20) y los invita a «servirle»
{diakonein: 12,26). Pero los llama sus amigos y lo serán si hacen 1. La autoridad de Cristo
lo que les manda (15,14-16). Ahora bien, «lo que os mando es que Un hecho se impone: el vocabulario adoptado para designar
os améis unos a otros» (versículo 17). En cuanto al modo de amar, en general a las autoridades constituidas de la sociedad política o
establece Jesús una manera asombrosa al tomar el lugar del es- religiosa no se aplica nunca en el Nuevo Testamento a los minis-
clavo para lavarles los pies (13,1-16). Sus servidores, sus enviados tros de la Iglesia. Las autoridades {arjai, exousiai), los «jefes»
no pueden tener un modo de realizar su misión distinto al de (arjontes) son los del Estado o los del judaismo; este modo de ha-
Jesús (13,16.20). blar no se emplea en las iglesias26. Hay que asociar este hecho a
En conclusión, pueden inscribirse las diversas figuras y funcio-
25
nes ministeriales del Nuevo Testamento en la figura y la función Cf. supra: A. Jaubert, 31-33, 34-37; P. Grelot, 49-50, 55-56; C. Perrot,
más general del «servidor» (diakonos) y del servicio {diakonia). 119; E. Cothenet, 141-143; S. Légasse, 176-177, 184.
26
Sus características son la dependencia respecto a Dios, a Cristo Los archai y las exousiai son en el Nuevo Testamento potencias supra-
terrestres, o las autoridades civiles o religiosas judías o romanas (por ejem-
y a los hombres: se trata de procurar a los hombres los bienes plo, Le 12,11; 20,20; Rom 13,1-3; Tit 3,1). Él verbo archein, «ser jefe,
que Dios o Cristo les destinan. Esta figura y esta función convie- mandar» y el derivado arebon, «jefe», se emplean también para los jefes
nen también a todos los cristianos. El «servicio» define la vida civiles y religiosos judíos y paganos (Mt 20,25; Me 10,42; Le 8,41; 18,18;
cristiana y la actividad ministerial porque define ante todo la vida Hch 3,17; 23,5, etc.). Cf. A. Lemaire, op. cit. nota 1, 26. Fuera de estos
empleos, sólo a Jesucristo se le llama archon (Ap 1,5). Igualmente archegos,
y la misión de Jesús. Volvemos a encontrar aquí el hecho ya seña- que puede designar a un jefe, no se aplica más que a Jesucristo (Hch 3,15;
lado a propósito de funciones que se atribuyen a veces a todos 5,31; en el sentido de «jefe de fila» en Heb 2,10 y 12,2); igual observación
294 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT Servidores y servicio en la Iglesia 295

la declaración de que Cristo es el único Señor (Kyrios), cuya «auto- que la de Jesús y no se sitúa en el nivel de la definición jurídica
ridad» (exousia) se afirma con frecuencia: autoridad universal del de la autoridad 27 . Es interesante subrayar que todo creyente está
Resucitado (Mt 28,18), del Hijo de Dios (Jn 17,2) o del Hijo del llamado, según Ap 2,26-28, a participar del poder (exousia) que
hombre (Jn 5,27), autoridad manifestada por Jesús en su ense- Cristo recibió de su Padre sobre todas las naciones.
ñanza (Mt 7,29; Me 1,22.27), en su poder sobre los demonios Además de este uso de la palabra exousia, propio del ministerio
(Le 4,36) y sobre el pecado (Mt 9,6 y par.). Por sus palabras y de los enviados de Cristo, se encuentra usada significando la deci-
sus actos Jesús choca con los jefes religiosos de Israel, que le piden sión y el precepto a propósito de diversos ministerios y ante todo
cuenta de su autoridad (Me 11,28-33); entendida ésta en el sen- el de los apóstoles, pero dentro de un contexto de relaciones con
tido de mandato y del poder y obrar divinos no tiene ninguna Cristo y la comunidad que no es el habitual en los medios sociales
y políticos de la época. Pablo, en efecto, ejerce su autoridad en y
sucesión ni delegación humana y sólo puede ser reconocida por
por obediencia a Dios y a Cristo, en y para el establecimiento de
la fe.
relaciones de mutuo servicio que construyen la comunidad. La obe-
diencia a Cristo va unida a la obediencia a sus mensajeros (2 Cor
5,20), pero el apóstol se veda a sí mismo el dominio y avasalla-
2. La autoridad de los enviados de Cristo miento (1 Cor 4,8; 2 Cor 1,24), distingue entre los preceptos del
Señor y sus instrucciones propias (1 Cor 7,6.10.12.40); respeta y
La palabra exousia se emplea rara vez en este sentido. Los favorece el intercambio de iniciativas y decisiones entre él y la
enviados directamente por Cristo reciben de él el poder sobre los comunidad (1 Cor 5-6; 2 Cor 2,5-10), reconoce que el Señor y el
demonios (Mt 10,1 y par.; Me 3,15; Le 10,19), y de su autoridad Espíritu son el origen de los dones y servicios que se realizan en
reciben su misión universal (Mt 28,18-20). Pata no tener que las iglesias (1 Cor 12). Pablo pone a prueba la obediencia de los
emplearla contra los corintios apela Pablo a la autoridad que ha corintios (2 Cor 2,9) o se alegra de la de los filipenses (Flp 2,12),
recibido para construir y no para destruir a la comunidad (2 Cor pero se trata de la obediencia a Dios que Cristo Jesús mismo prac-
10,8; 13,10). Y en Hch 8,18-20 recuerda Pedro que el poder de ticó hasta la muerte de cruz (Flp 2,8). Pablo tiene la única misión
otorgar visiblemente al Espíritu Santo no se adquiere con dinero: de conducir los hombres a esa obediencia que se llama fe (Rom
es un don de Dios. En todos estos textos la exousia del enviado 1,5; 6,16-17; 10,16; 15,18; 16,19; 2 Cor 10,5; Hch 6,7; 1 Pe
de Cristo presenta el mismo carácter extraordinario y sobrehumano 1,2.14.22). Para obtener el reconocimiento de su misión apela a
la fe en el poder (dynamis) de Cristo que actúa a través de su
vale para despotés, «amo» (2 Pe 2,1; Jds 4; cf. 2 Tim 2,21; Mt 10,25) y, impotencia (1 Cor 4,9-13; 2 Cor 2,14-3,6; 10-12).
naturalmente, para kyrios, «señor» (cf. 1 Cor 8,5-6). El verbo propio para
«mandar», kyrieuein, sólo se aplica a los jefes paganos (Le 22,25; katakyrieuein El ministerio de Pedro y el de los apóstoles, según los Hechos,
en Mt 20,25 y Me 10,42) y a Cristo (Rom 14,9; 1 Tim 6,15); Pablo lo se presta a parecidas observaciones: el servicio de la palabra se
rechaza expresamente (2 Cor 1,24) y a los presbíteros se les previene contra ejerce ante todo en la obediencia a Dios (Hch 4,19) por el poder
esta tentación (1 Pe 5,3: katakyrieuein). Del mismo modo, exousiazein, «ejer-
cer el poder», sólo se emplea para los jefes paganos (Le 22,25: katexousiazein de Cristo (4,10), en la docilidad a las intervenciones del Espíritu
en Mt 20,25 y Me 10,42). Kratos, «poder, dominación», que se aplica a un (10-11) y con la participación de la comunidad (6,1-6; 15). El po-
poder soberano (real, imperial, militar), no se emplea en el Nuevo Testa- der de atar y desatar, prometido a Pedro, se confiere también a
mento más que para Dios o Cristo. Estas observaciones refuerzan el carácter los discípulos y, según Mateo, fundamenta el poder de decisión
original del empleo cristiano del vocabulario del servicio. Se pueden citar de la asamblea cuando se trata de excluir o integrar a alguno de
algunos escasos textos griegos en que el hombre de Estado y el sabio son
llamados «servidores» (diakonos) de la ciudad o de Dios (cf. A. Lemaire sus miembros (Mt 16,19; 18,18). Las epístolas joánicas atestiguan
op. cit., 31-34). Y Pablo considera que la autoridad (exousia) de las «auto- una autoridad real que no recurre a ningún otro poder: la palabra
ridades» (exousiai, arfontes) políticas del Estado romano es «sierva» (diako- actúa por sí misma, el Presbítero enseña como un testigo y la
nos) de Dios para estimular al bien a los ciudadanos y castigar a los malhe-
chores (Rom 13,1-6). Pero nunca se dice que los «servidores» en la Iglesia 27
sean «autoridades» (cf. Gal 2,2.6.9: hoz dokountes, «las personas considera- En Me 13,34 el hombre que sale de viaje da la autoridad (exousia)
das, los hombres conocidos» y Me 10,42: hoi dokountes arjein, «las personas a sus servidores: se trata de una parábola dirigida no sólo a los responsables
principales que mandan», y entonces se trata de los jefes paganos). de iglesias, sino a todos (versículos 35-37).
296 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT Servidores y servicio en la Iglesia 297

comunidad se mantiene por la unción de la palabra recibida desde el primer plano la enseñanza conforme al evangelio de los após-
el principio. toles. El ministerio de los presbíteros reclama la sumisión de los
creyentes por la responsabilidad que aquéllos tienen delante de
Cristo (1 Pe 5,4). Esta dependencia les obliga al renunciar al lucro
3. Los otros ministerios y al dominio para convertirse en modelos del rebaño; al ejercicio
de su ministerio se aplica también la regla que se propone a todos,
En los otros ministerios, como en el del apóstol, se advierte sean o no presbíteros: «Y todos, unos respecto a otros, revestios
igual repulsa del tipo de autoridad vigente en la sociedad y la de humildad... Humillaos bajo la mano poderosa de Dios...» (1 Pe
misma insistencia en la subordinación de los ministros al Señor 5,2-7). El título de hegoumenos suele designar un jefe político
y en su relación de servicio respecto a los hombres. Los títulos de (Mt 10-18 y par.; Hch 7,10; 1 Pe 2,14). Pero su empleo en las
profeta y doctor evocan unas figuras ministeriales conocidas en esa
comunidades aludidas en Heb se explica más bien por el uso del
época, pero la autoridad que les concierne es la necesaria para
término en las comunidades de las sinagogas donde se empleaba
transmitir un mensaje o una enseñanza, es decir, para hacer cono-
cer y aceptar la palabra de Dios. Por eso están sometidos al criterio juntamente con el de anciano 29. En todo caso la autoridad de los
del evangelio. Son los únicos títulos de los que se usaban en el hegoumenoi de Heb se caracteriza ante todo por su relación con
mundo judío o griego de su tiempo, que se emplean para designar el servicio de la palabra y de la enseñanza (Heb 13,7; cf. Hch
unas funciones necesarias a la vida de las comunidades. Pablo no 14,12: Pablo hegoumenos de la palabra), y está motivada por la
tiene expresiones propias —quizá sea que no quiere emplear las solicitud y la responsabilidad que les incumbe para el bien de
corrientes en la sociedad— para designar a los que trabajan, diri- todos (13,17). La regla evangélica del servicio no está formulada
gen, corrigen, están al servicio de los demás en las comunidades. casualmente por Le 22,26 en estos términos: «Que el que dirige
El nombre de «vigilantes y servidores» (Flp 1,1) parece metafórico (el hegoumenos) sea como el que sirve».
y no se refiere a ningún título de función ni a ningún papel clara- Parecidas advertencias podrían hacerse respecto a los nombres
mente definido en el judaismo o en el helenismo 28 . La sumisión de funciones que no son títulos propiamente dichos. Los presiden-
que Pablo recomienda respecto a ellos se funda en sus trabajos tes {pro-istamenoi), mencionados en 1 Tes 5,12 y Rom 12,8, ¿se
por la comunidad y se inscribe en una dialéctica de mutua sumi- caracterizan por su posición y por alguna autoridad, o por su inte-
sión (1 Tes 5,12-13; 1 Cor 16,15-16), hasta el punto de que la
rés y abnegación respecto a la comunidad? El verbo puede tener
comunidad puede recordar a un ministro los deberes del ministerio
que recibió del Señor (Col 4,17). ambos significados y, sin duda, se deben tener en cuenta a la vez,
pero el contexto insiste en el rango o el poder mucho menos que
El título de evangelista (Hch 21,8; Ef 4,11; 2 Tim 4,5), como en los trabajos y en el celo afectuoso respecto a los demás 30. Igual-
el de apóstol, es nuevo y característico de una sociedad donde la mente, según las epístolas pastorales, la aptitud de los presbíteros
autoridad a que se apela es la del evangelio. El título de anciano y diáconos para su ministerio se prueba en la «presidencia», que
(presbyteros) está tomado de las comunidades de las sinagogas ju- corresponde al padre de familia: aquí «presidir» es sinónimo de
días. Del colegio existente en ellas dependía la reglamentación de «tener cuidado»: «El que no sabe gobernar su propia casa (pros-
todos los asuntos de la comunidad según la Ley; por eso el papel
de los sabios o de los doctores era muy importante. Del mismo 29
modo los textos del Nuevo Testamento relativos a las comunida- Cf. A. Lemaire, op. cit. nota 1, 26; supra: A. George, 220, nota 72;
C. Perrot, 121-122.
des cristianas organizadas según el sistema presbiteral ponen en 30
Se ignora en qué campo se ejercía esta «presidencia». El contexto de
Rom 12,8 deja abierta la posibilidad de una presidencia para el reparto de
28
Cf. M. Guerra y Gómez, Episcopos y presbíteros. Evolución semántica los dones en favor de los necesitados (para el «celo» en esta materia, cf. 2 Cor
de los términos episcopos-presbíteros desde Homero hasta el siglo II después 8,16). El contexto de 1 Tes 5,12 puede favorecer la idea de un papel de
de Jesucristo (Burgos 1962); A. Lemaire, op. cit. nota 1, 27-31 sobre episkopos dirección más general en la comunidad. Los dones de «dirección» o «caudi-
en el mundo griego y judío y 203-217 para la comparación, utilizada con llaje» de 1 Cor 12,28, son todavía más difíciles de precisar a causa del plural
frecuencia sin ponderación, con el mebaquer de los textos de Qumrán; cf. y del carácter metafórico de la palabra (empleada para guiar un barco, Hch
supra: E. Cothenet, 141. 27,11; Ap 18,17).
298 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT El servicio de la obra de Dios 299
tenai), ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios? (epimelesetai)» (1 Tim de Cristo o del evangelio y se acaba con la construcción o el cre-
3,4-5; cf. 3,12; 5,8.17). cimiento de la Iglesia. Como está fundada en la fe y sólo en fe
La imagen del pastor une también la autoridad y el cuidado puede reconocerse, esta autoridad no busca su justificación ni su
afectuoso. Ya en el Antiguo Testamento al simbolizar a los jefes inspiración en los modelos sociales, políticos o religiosos de la
de Israel servía para recordarles la entrega abnegada que debían época. Su legitimidad deriva precisamente del servicio que debe
al rebaño. El Nuevo Testamento, a propósito del ministerio de prestar, es decir, el de la acción de Dios por Jesucristo para el
Pedro (Jn 21,15-17) y de los presbíteros (Hch 20,28-29; 1 Pe bien de los hombres. Finalmente, el ministerio cristiano, según
5,2-3), añade la necesidad del sacrificio propio y la subordinación el Nuevo Testamento, sólo puede justificarse relacionándolo con
a Cristo, pastor supremo y único dueño del rebaño adquirido con esta acción a la cual coopera. Esta relación la aclararemos ahora y
su sangre. Apacentar al rebaño y velar por él (episkopein): tal es ella nos proporcionará los principios que permitan fundamentar a
la tarea de los presbíteros o epíscopos, como es la del pastor. la vez la unidad y la diversidad de los ministerios.
Y el modelo es Cristo, que por su pasión se manifestó como «el
pastor y epíscopos de vuestras almas» (1 Pe 2,25). Si los minis-
tros de la Iglesia pueden tener derecho a ser mantenidos por la
comunidad (1 Cor 9,14; Gal 6,6; 1 Tim 5,17; cf. 1 Pe 5,2) no es
por un privilegio, sino por el servicio que realizan, y el servicio III
del evangelio, como demuestra Pablo, puede reclamar la renuncia
a ese derecho. EL SERVICIO DE LA OBRA DE DIOS PARA
EL PROVECHO DE LOS HOMBRES
En conclusión, vemos que los datos del Nuevo Testamento
relativos a la autoridad de los ministros no se oponen a los que
los caracterizan como servidores, antes al contrario, unos y otros El ministerio acaba de ser definido como un servicio. Pero no
están de acuerdo. No consisten en afirmar un poder para recla- se trata de un servicio cualquiera. Servicio de Cristo y servicio
marlo en espíritu de servicio; se inscriben en la relación que define de los hombres, contribuye a proporcionar a los hombres «los mis-
al ministerio como servicio: la dependencia respecto a Cristo para terios de Dios» (1 Cor 4,1), los bienes de la gracia que Dios les
la utilidad de los hombres. El sacrificio del Hijo del hombre venido ofrece en Cristo Jesús. El ministerio interviene en una relación
para servir cambia la índole de la autoridad que se ejerce en las fundamental entre Dios y los hombres; se sitúa en un eje de comu-
iglesias. Estas manifiestan su originalidad de Iglesia de Dios por nicación entre ellos. Esta relación y esta comunicación son el ob-
el nuevo tipo de relaciones que se instaura en su seno. Paradó- jeto del relato evangélico y de todos los elementos narrativos
jicamente esta autoridad está al servicio de la libertad de los esparcidos por el Nuevo Testamento: éstos cuentan la historia del
creyentes: liberados de las «autoridades» (exousiai) alienantes por Hijo de Dios con los hombres a través de la vida, muerte y resu-
el reconocimiento de la única autoridad de Cristo (cf. Le 4,6; Hch rrección de Jesucristo 32 . Esta historia forma el contexto obligado
26,18; 1 Cor 15,24; Col 1,13.16; 2,10.15), han llegado a ser de toda afirmación sobre el ministerio: el ministerio hace coope-
libres para amar, haciéndose servidores unos de otros (Gal 5,13) 31 . rar a unos hombres en la acción humano-divina de Dios en favor
Pero es justo reconocer que el servicio de los hermanos en la de los hombres.
Iglesia comporta una real autoridad que se ejerce en el nombre Los problemas teológicos suscitados por la diversidad de las
31 figuras ministeriales y su articulación con el papel de la comuni-
Exousiai alienantes: cf. Le 4,6; Hch 26,18; 1 Cor 15,24; Col 1,13; dad, deben ser examinados de nuevo desde este punto de vista.
2,15. Exousia puede tener el sentido de «derecho» de hacer o de exigir algo.
Pablo apela a su «derecho» de apóstol, pero para decir que ha renunciado La unidad del ministerio y la diversidad de los ministerios apare-
a él (1 Cor 9,4-6.12.18; 2 Tes 3,9). Igualmente, todo cristiano goza de un
32
«derecho» (1 Cor 8,9) y «todo está permitido» {exestin: 6,12; 10,23), pero A consecuencia de esta situación textual, los datos del Nuevo Testa-
esta libertad puede ser nociva para el prójimo y ocasión de dejarse dominar mento sobre los ministerios dependen del análisis estructural del relato. Al no
y perder la libertad propia. Volvemos a encontrar aquí la dialéctica de la poder justificar aquí los pasos de ese análisis y la gramática que construye,
libertad y del servicio. sólo me referiré discretamente a él utilizando las primeras observaciones, que
siguen siendo superficiales, de un trabajo que se está realizando.
300 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT El servicio de la obra de Dios 301
cen vinculados, sin que sea posible reducir una a la otra. El Nuevo
en presente o en futuro como las siguientes: «Todo lo que atéis
Testamento nos obliga a reconocer dos principios de diversíficación
en la tierra será atado en el cielo... Donde están reunidos dos o
que afectan al servicio de la obra de Dios en favor de los hombres.
tres en mi nombre, yo estoy en medio de ellos... He aquí que
Por una parte se relata esta obra de Dios en el presente y en el
pasado y las formas del ministerio pueden variar según se asocie estoy con vosotros (los Once) todos los días hasta el fin de los
al aspecto pasado o al presente de la acción divina. Por otra y siglos» (Mt 18,18,20; 28,20; cf. 16,18 par.; 24,14; Jn 14,12-31;
más fundamentalmente, el Nuevo Testamento presenta muchos 15,26-16,15; 20,21-23). Estas palabras de Jesús revelan a los lec-
títulos para colaborar en la obra de Dios y muchos tipos de inves- tores de los Evangelios la actualidad de la acción de Dios en su
tidura ministerial. favor.
Ningún ministerio en la Iglesia puede definirse sin esa refe-
rencia al pasado de la acción divina en Jesucristo y a la actualidad
I. EL DOBLE ASPECTO DE LA ACCIÓN DIVINA de esta acción por el Señor resucitado en el Espíritu. Sin embargo,
según los ministerios y los escritos del Nuevo Testamento, puede
subrayarse más una de esas referencias.
El doble aspecto, pasado y presente, de la acción de Dios está
expresado en estas líneas de Pablo: «Dios nos ha reconciliado 1. En todo ministerio de la palabra hay una llamada al pa-
consigo por medio de Cristo y nos ha confiado el ministerio de la sado de la obra de Dios según la historia bíblica y evangélica. Pero
reconciliación (pasado)... Somos embajadores en nombre de Cristo, se trata del servicio de una palabra activa: actualmente hace par-
y es Dios el que os exhorta por boca nuestra... Somos sus coope- ticipar a los creyentes que la acogen en los bienes divinos adqui-
radores» (presente) (2 Cor 5,18-6,1). Los ejemplos podrían multi- ridos por la muerte y la resurrección de Jesús. La buena nueva
plicarse. El ministerio se ejerce en relación con la obra de Dios comporta unas afirmaciones en el pasado, pero es en el presente
(referida al pasado), que se ha realizado a través de la muerte y «una fuerza de Dios para la salvación de todo creyente» (Rom 1,16).
de la resurrección de Jesús. Pero coopera en el presente a la Los ministerios del apóstol, del profeta y del doctor se diversi-
acción de Dios que está rehabilitando y santificando a los hombres. fican por el modo de referirse al pasado o al presente de la acción
Estos dos aspectos se encuentran en todos los escritos del Nuevo divina.
Testamento con ciertas diferencias de matiz, diferencias que se
advierten al comparar las cartas de Pablo con los Evangelios33. a) Los apóstoles como enviados de Cristo resucitado tienen la
Pablo habla constantemente de la acción actual de Dios, del particularidad de ser y de permanecer para siempre los testigos de
Señor Jesús o del Espíritu a través de su ministerio y en los dones la realización de la obra de Dios por la resurrección de Jesús.
de gracia (carismas) hechos a la Iglesia para su edificación. Sin La gracia del apostolado está incluida en el acontecimiento de la
embargo, sólo habla de esto en continuidad con la acción de Dios, Pascua. La misión de los apóstoles forma parte del relato en el
objeto del evangelio y que se enuncia en el pasado (1 Cor 15,1-8). pasado y, en un sentido, lo concluye (Mt 28; Me 16; Le 24;
Este evangelio se ha convertido ya en «tradición». Pablo lo pre- Jn 20-21; Hch 10,38-42; 13,23-31; 1 Cor 15,3-8; Heb 2,3-4).
dica de acuerdo con los otros apóstoles (versículo 11) y sus rela- Así se realiza la imagen de los cimientos de un edificio aplicada
ciones con Pedro indican la imposibilidad de creer en el Señor a Pedro y a los apóstoles (Mt 16,18; Ef 2,20; 3,5; Ap 21,14).
Jesús sin hacer referencia al pasado de Jesús narrado por sus tes- Para resumir el evangelio podemos contentarnos con citar el tes-
tigos (Gal 1,18). Inversamente, en el relato evangélico predomina timonio de los apóstoles (Jds 17). Por eso todos los otros minis-
el pasado de la acción divina de Jesús. Pero lo manifiesta al pre- terios dependen del suyo, pero no sirven para reemplazarlo. Nadie
sente de las iglesias que se inscribe en ciertas palabras de Jesús los sustituye en su calidad de testigos y enviados de Cristo que
han entrado con él en su historia: los otros ministerios tienen que
33 referirse al evangelio tal y como ellos lo predicaron. El ministerio
Sobre este tipo de análisis cf. J. Delorme, La résurrection de Jésus dans
le langage du Nouveau Testament, en Le langage de la foi dans l'Ecriture et de los apóstoles se perpetúa ante todo en la forma de esta refe-
dans le monde actuel (París 1972) 107-112 (con indicaciones bibliográficas). rencia inalienable. Mientras aún vivían los apóstoles los otros mi-
302 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT El servicio de la obra de Dios 303

nisterios se referían al suyo y sólo por medio de él podían situarse acción divina por su palabra, permite reconocer unas maneras no
respecto a la actuación divina pasada. ministeriales de cooperar a ella (cf. 3 Jn 7-8 y Flp 1,5-7).
b) En cambio, el ministerio de los profetas se refiere más
especialmente a la acción divina presente puesto que se les reco- Conclusión
noce portadores de una palabra actual del Espíritu Santo para las
iglesias. La mención conjunta de los apóstoles y profetas como El doble aspecto de la acción divina comporta una díversifica-
fundamentos de la Iglesia (Ef 2,20; 3,5), aun si se tratase de las ción de las formas del ministerio. Estas formas sociológicas varían
mismas personas, no suprime la diferencia entre las dos maneras de una iglesia a otra según las épocas. Pero estas variaciones no
de comunicar una palabra en el nombre de Cristo o del Espíritu. afectan ni a la necesidad del ministerio ni a la unidad de la Iglesia.
Pero la epístola a los Efesios prueba que al principio de la vida Ambas se derivan, en efecto, de una realidad más profunda que la
de la Iglesia y de la comprensión de sí misma, la referencia al pa- Iglesia y que los ministerios deben atestiguar: la acción de Dios
sado y la docilidad al presente de la acción divina son correlativas por Jesucristo en el Espíritu, que congrega a su pueblo y lo nutre
y no se da la una sin la otra. Esta correlación necesaria pertenece ahora con su palabra. Las circunstancias variables de las iglesias
al fundamento de la Iglesia y de sus ministerios. pueden implicar una diferencia de matiz que, según los libros del
c) El ministerio de los doctores que contribuye a la edificación Nuevo Testamento, concierne al recuerdo en el pasado o a la reve-
lación en el presente de esa acción divina. Si esta diferencia se
actual de la comunidad, implica el recuerdo de la historia de la
trocase en una oposición exclusiva, nos encontraríamos frente al
salvación y la explicación de las Escrituras, expresión pretérita de
autoritarismo de una tradición aferrada al pasado, o frente al actua-
la palabra de Dios que continuamente se debe ir examinando. Se
lismo de falsos pretendientes al título de profetas. El misterio
podría, pues, caracterizar este ministerio por la clara distinción
propio de la acción divina escapa a los discursos que hablan de
de las relaciones entre el pasado y el presente de la acción divina. ella en el pasado o en el presente. El error estaría en definir el
2. Respecto a los servicios variados que se instauran y orga- ministerio solamente en función de un pasado que hay que recor-
dar y actualizar por la repetición de las fórmulas y ritos tradicio-
nizan en las comunidades, los escritos del Nuevo Testamento pue-
nales. O en función de un presente que hay que interpretar y de
den realzar sobre todo la acción actual de Dios, de Cristo o del
un futuro próximo que hay que promover dentro del lenguaje y
Espíritu para la construcción de la Iglesia (cartas de Pablo, Ef,
los usos de una cultura en un momento determinado. La necesi-
1 Pe), o la fidelidad al evangelio de los apóstoles (epístolas pasto-
dad de recurrir al pasado de la acción divina en Jesucristo para
rales, Heb). Esta diferencia de relieve tiene consecuencias para la reconocer «los signos de los tiempos», asocia necesariamente la
figura sociológica que adoptaron los ministerios. En el primer caso fidelidad al testimonio apostólico y a la docilidad al Espíritu en
la distinción dentro de las comunidades entre algunos y todos sigue la vida de los creyentes.
siendo fácil: los dones y los servicios diversos son ejercidos con Parecida dialéctica se presenta a veces en la forma siguiente:
interdependencia. En el segundo caso la continuidad de la tradi- la Iglesia y los ministerios están ligados juntamente a Cristo y al
ción va junta con el establecimiento de un cuerpo de ministros Espíritu. Y en su práctica como en su teología la Iglesia debería
apto para asegurarla. Pero no siempre sucede así. Las epístolas asegurar el equilibrio entre su relación cristológica y su relación
joánicas, por ejemplo, combaten unas doctrinas erróneas, igual que pneumática.
las epístolas pastorales, en nombre de la doctrina tradicional fun- Parece que el Nuevo Testamento nos obliga a matizar más,
dada en el testimonio apostólico. Pero lo hacen sin recurrir a una pues la acción divina en el presente es la de Cristo resucitado en
organización ministerial determinada: la palabra de Dios recibida el Espíritu. Y la acción del Espíritu pertenece al acontecimiento
«desde el principio» (lo que supone un servicio de la enseñanza) fundante de la Iglesia y puede contarse en el pasado (Hechos)
es la que penetra los corazones como el óleo de la unción, les en- como la de Cristo (Evangelios). Por tanto, la doble referencia al
seña todo y los guarda si permanecen en ella (1 Jn 2,14-17; 2 Jn pasado y al presente de la acción divina afecta lo mismo a la cris-
1-2). Y, como en las cartas de Pablo, la atención al presente de la tología que a la pneumatología del Nuevo Testamento.
304 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT El servicio de la obra de Dios 305
Finalmente, esta doble referencia se afirma en vida de los após- acto ministerial realizado al servicio de la obra de Dios en favor
toles y después de su muerte. A veces se distinguen los escritos de los hombres supone una competencia o capacitación para reali-
del Nuevo Testamento según que sean del tiempo de los apóstoles zarlos. Esta competencia se recibe con un mandato que se halla
o de la época «posapostólica». Desde el punto de vista de la acción en el origen de todo servicio en la Iglesia. El mandato es dado
divina esta distinción carece de importancia. Ya Pablo hablaba en por un destinador que determina cuál es el servicio que ha de efec-
pasado del contenido del evangelio y de su propia misión y se tuarse y quiénes son sus destinatarios. Un mandato y la aceptación
refería a una tradición (1 Cor 11,23; 15,1-11). Inversamente, cuan- del que lo recibe constituyen un contrato. Diremos que hay inves-
do los apóstoles formaron parte del pasado y su testimonio se tidura cuando existe el contrato y la competencia. No todos estos
convirtió en una herencia y un «depósito», no se olvidó, sin em- elementos aparecen en los textos que vamos a analizar y a veces
bargo, la acción presente de Dios (cf. 2 Pe 1,2-3.10; 3,18; Jds están representados con formas variables, pero podemos relacionar
19,21.24). Y la relación entre el ministerio de los apóstoles y los y cotejar textos que en apariencia son muy distintos. Y este aná-
demás continuó siendo fundamentalmente la misma. lisis prueba que la diversidad y la unidad profundas de los minis-
terios no dependen de su denominación en los textos, sino de las
competencias para servir y de los contratos que implican.
II. TÍTULOS PARA COOPERAR A LA ACCIÓN DIVINA Empezaremos por examinar esto respecto a la tríada de los
apóstoles, profetas y doctores, que permite reagrupar fácilmente
El doble aspecto, pasado y presente, de la acción divina en los datos referentes a ellos diseminados por todo el Nuevo Testa-
favor de los hombres permite esclarecer cierta diversificación de mento. Como el término «apóstol» no siempre se usa en igual
las formas de los ministerios. Debemos examinar ahora otro prin- sentido (cf. Pablo y Lucas), los llamaré enviados de Cristo resu-
cipio de distinción: los títulos para cooperar a esa acción divina citado, para comparar su título con el de los profetas y doctores.
pueden ser diversos. Tomamos aquí la palabra «título» no sólo Luego, desde el punto de vista del título o de la competencia para
para designar a los distintos «servidores» (apóstoles, profetas, pres- un servicio en la Iglesia, trataremos del problema que subyace en
bíteros, etc.), sino refiriéndonos al tipo de competencia que los la oposición tan frecuente entre carismas y ministerios instituidos.
hace aptos para servir. Hemos comprobado que tareas o actos
parecidos se atribuyen a ministerios variados: apóstoles, profetas
y doctores enseñan y también lo hacen los presbíteros de las epís- 1. Los títulos al ministerio propios de los
tolas pastorales. A todos los miembros de una comunidad se les enviados del Resucitado, los profetas y los doctores
dice: «Enseñaos y amonestaos unos a otros», y en esa misma carta
enseñar y amonestar son acciones propias del apóstol (Col 1,28; a) Los enviados de Cristo resucitado. En los relatos evan-
3,16; cf. Col 1,26 y Ef 3,5). «Servir» designa los ministerios gélicos, como en las alusiones autobiográficas de Pablo, el envío
constituidos y el deber de todo cristiano. Sin embargo, la iden- de los apóstoles está ligado a la revelación que Cristo les hizo de
tidad de tareas no significa la identidad de los títulos que se poseen su resurrección. Se trata de una investidura muy diferente de la
para realizarlas. Esto es lo que se observa al analizar los datos que se suele hacer para confiar un cargo a alguien. En cierto modo
que proporciona el Nuevo Testamento respecto a los ministros o se parece a la investidura de los profetas, recibida de Dios, según
al conjunto de los cristianos. el Antiguo Testamento, sin ninguna intervención humana 35 . Pero
Voy a utilizar para el análisis un esquema muy sencillo par- es conferida por Jesús, que vive después de su resurrección y que
tiendo de algunas categorías fundamentales que aparecen en todos posee el poderío como Mesías y Señor. Los apóstoles, como los
los relatos de investidura ministerial y en muchos pasajes narra- profetas, tienen la autoridad que corresponde a su título de envia-
tivos referentes al ejercicio de un ministerio M . En efecto, todo dos y al mensaje que han de transmitir, mensaje que se propone
34 35
Por comodidad de exposición y para permanecer en los límites del Pablo, al hablar de su vocación, utiliza textos bíblicos concernientes
tema, sólo me sirvo de algunos elementos de los modelos funcional y «ac- a la vocación y a la investidura de profetas, Gal 1,15 (Is 49,1; Jr 1,5);
tantiel» de la gramática narrativa de A. J. Greimas (cf. nota 2). cf. Hch 13,47 (Is 49,6).
20
306 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT El servicio de la obra de Dios 307

a la fe como palabra de Dios. Pero se trata de revelar la resurrec- 120 reunidos con los Doce (2,1-4; cf. 1,15-26)3e. El acto que
ción de Jesús y el éxito de la obra de Dios en provecho de los funda la Iglesia, es decir, la llamada de Dios que la convoca, se
hombres. Acoger esta revelación es reconocer la misión de los incluye en el acto que instituye a los apóstoles, o sea en la orden
apóstoles. Esta precede a la fe de los que un día recibirán su testi- de misión que los envía a todos los hombres. Afirmar que la
monio (Rom 10,14-15). Pero no se impone como algo tan evidente Iglesia es apostólica es calificarla por el mandato de los apóstoles
que exija ser creído; sólo puede ser reconocida por la fe en la y por el mero hecho relacionarla con la humanidad entera cuya
buena nueva que anuncian. Por eso Pablo no se avergüenza de reunión por el evangelio inaugura ella.
recordar las «señales del apóstol», que atestiguan, a los ojos de La investidura de los apóstoles después de Pascua puede com-
la fe, la autoridad de su evangelio y de su misión. pararse a la de los Doce para su misión en Galilea; los Evange-
La investidura de los apóstoles después de Pascua implica una lios sinópticos las enlazan, pero siguen siendo de distinto tipo.
relación original entre ellos y la Iglesia. El mandato que se les El envío de los Doce por Jesús antes de morir no se parecía al
confía concierne a la evangelización de los hombres, es decir, al de los profetas. La misión de Jesús, para ser reconocida como tal,
nacimiento de la Iglesia. Pero sería falso afirmar que la Iglesia evocaba el modelo de los profetas, pero sus enviados sólo eran
nace pura y simplemente de su misión. Es significativo el hecho unos aliados suyos que repetían su llamada pública a la conversión
de que los apóstoles no se presenten como los únicos testigos de y presentaban como él las señales de la llegada del Reino de Dios:
la resurrección de Jesús. Los 500 hermanos de 1 Cor 15,6, las la obra de Dios que juntamente anunciaban, quedaba por venir.
mujeres que fueron al sepulcro, los peregrinos de Emaús, los com- Después de Pascua esta obra había triunfado y los enviados del
pañeros de los Once, según Le 24,33, no fueron considerados Resucitado tenían que divulgar la noticia. Sólo podían hacerlo si
apóstoles y no hay motivo para asegurar que la reunión de los habían sido testigos de este hecho asombroso, oculto para los que
120 hermanos de Hch 1,15 se debiera sólo a la palabra de los no recibían la revelación directa: la resurrección de Jesús, su glo-
apóstoles. Un grupo representa, pues, a los primeros, que se con- rificación secreta junto a Dios, la realización de la salvación pro-
sideran beneficiarios de la secreta victoria de Cristo y sólo algunos metida. La primera misión a Galilea no bastaba para acreditar
de ellos son considerados como mensajeros encargados de comuni- este mensaje. Por eso el grupo de los Doce y el de los apóstoles
car la noticia a los otros destinatarios. Por lo tanto, la comunidad no se identifican al principio: no era necesario pertenecer al pri-
original no resulta del ministerio de los apóstoles. Y el mandato mero para ser apóstol, y el establecimiento de los Doce por Jesús
de éstos presupone que reconocieron a Cristo secretamente glori- no bastaba para fundamentar la autoridad de apóstol de Cristo
ficado y que se beneficiaron de su obra con igual título que los resucitado. En cambio, el mandato de los Doce seguía después de
otros miembros de esa comunidad (a título de destinatarios). Pascua fundamentando el título de testigo de las palabras y obras
Sin embargo, fueron constituidos heraldos para los otros des- de Jesús antes de su muerte. El uso diferente que hacen Pablo
tinatarios. Y este mandato no define únicamente a su misión, sino y Lucas del término «apóstol» se explica, porque Pablo distingue
también a la Iglesia naciente como una primera congregación, como entre el mandato de Jesús y el de Cristo resucitado, en tanto que
las primicias de una abundante cosecha futura. La Iglesia reúne Lucas los identifica considerando a los Doce como los únicos im-
sólo a los primeros representantes identificados de esa multitud plicados en los dos mandatos 37.
que ha de recibir el evangelio y a la que fueron enviados los após-
36
toles. Esto es lo que la misión apostólica representa esencialmente Cf. la nota 17.
37
para la Iglesia. Esta misión no engendra a la Iglesia, ya que ambas Se ve que el problema no se sitúa al nivel del empleo de las palabras:
su sentido en medio del discurso depende, entre otras cosas, de una sintaxis
proceden de la revelación pascual. Pero, sin el mensaje confiado a más amplia que la de la frase, aquí de una sintaxis narrativa, que el análisis
los apóstoles, la Iglesia ignoraría su nacimiento y lo que la misma estructural del relato trata de definir. Bajo los problemas de lexicografía se
es respecto a Cristo resucitado y respecto a la humanidad. Ade- ocultan a veces, como aquí, problemas de calificación y de contrato. Y esos
más, según los Hechos, la Iglesia y los apóstoles recibieron al problemas no han aparecido sólo recurriendo a la palabra apostólos, cuyo
origen ignoramos (cf. nota 6). Habría que volver a hacer desde este punto
mismo tiempo la capacidad (o competencia) para cumplir el man- de vista el análisis de los textos judíos, donde se han podido notar analogías
dato que los define: el Espíritu prometido descendió sobre los con el apostólos cristiano.
El servicio de la obra de Dios 309
308 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT
apóstoles sigue siendo única y no se repite nunca por proceder de
Una vez establecidas estas diferencias, sigue existiendo una Cristo que revela su resurrección y constituye el evangelio que
notable analogía entre la investidura de los Doce y la de los após- hay que anunciar a los hombres: la Iglesia no puede ser fundada
toles. La persona que envía es la misma, aunque esté en dos eta- dos veces. En cambio, no hay motivo para limitar al período de
pas diferentes de su misión; la de sus enviados procede de la suya, fundación el envío de los profetas: la inspiración del Espíritu no
sólo por ella tiene valor y únicamente puede ser conocida por la puede faltar a la Iglesia en las variables circunstancias de su his-
fe en Jesús, Mesías, Hijo de Dios, crucificado y resucitado. Ade- toria.
más, para los Doce como para los apóstoles, la relación entre La dependencia de los profetas respecto a los apóstoles y su
los enviados y los destinatarios es la misma. Los enviados no son testimonio no significa que hayan recibido de ellos su mandato.
estrictamente los mismos (los Doce, luego los apóstoles), ni los Pero el evangelio de los apóstoles sigue siendo el criterio princi-
destinatarios (Israel, luego todas las naciones), pero la relación pal para discernir el Espíritu que inspira a los profetas. Para cons-
permanece: en la misión de los Doce y luego en la de los após- truir la Iglesia no hay más fundamento que el testimonio que
toles es donde se expresa el plan de Dios sobre Israel y después dieron los apóstoles de Jesucristo. Este testimonio tiene que recibir
sobre todas las naciones. El simbolismo de los Doce los convertía el consentimiento de los profetas. Por tanto, el mandato de éstos
en los representantes del Israel futuro cuyo agrupamiento inau- se inscribe en el que funda la Iglesia, pero no lo constituye.
guraba Jesús en sus discípulos; la misión de los apóstoles expresa Por eso los apóstoles juzgan a los profetas, pero no son sus únicos
la llamada de todos los hombres cuyo agrupamiento comienza jueces: también la comunidad se ve invitada a practicar este dis-
Jesús en la Iglesia. La institución de los Doce enviaba a los dis- cernimiento en nombre de la palabra de Dios que vive en ella y
cípulos a todo Israel impidiéndoles formar una secta; la institución de los dones que pueden poseer para esto algunos de sus miem-
de los apóstoles envía la Iglesia a toda la humanidad prohibién- bros (cf. Mt 7,15-23; 1 Cor 12,1-3.10; 1 Tes 2,19-21; 1 Jn 2,18-27;
dole tomarse a sí misma como objeto exclusivo de la obra divina. 4,1-6).
La correlación que se establece entre los apóstoles y la Iglesia
corresponde a la que liga a los Doce con los discípulos en los c) Los doctores. En 1 Cor 12 los carismas de los apóstoles,
Evangelios38. profetas y doctores se distinguen de los otros y se afirma que han
sido «establecidos» por Dios. Esta investidura divina no prejuzga
b) Los profetas. Los profetas en general son los órganos las diferencias que pueden existir entre ellos. Ya hemos hablado
de una palabra que se atribuye al Espíritu, en unas circunstancias de los dos primeros; en el Nuevo Testamento no se narra ninguna
y para unos oyentes particulares con el fin de introducirlos en la investidura de doctor. La competencia necesaria, adquirida por
comprensión del evangelio y en el conocimiento concreto de la el estudio, tenía que reconocerse de algún modo. En el judaismo
voluntad divina. En la oración son los intérpretes de una alabanza la imposición de las manos sellaba este reconocimiento, confería
o de una acción de gracias suscitada por el Espíritu. El Nuevo el derecho de enseñar y, gracias a un don del Espíritu, la capaci-
Testamento no relata ninguna investidura de profeta más que dad de hacerlo al servicio de la palabra de Dios 39 . No sabemos si
bajo la forma de las visiones del Apocalipsis (1,9; 10,1-11). No en las iglesias paulinas existía esta costumbre. El carisma que
existe, pues, la investidura pública del profeta y ningún hombre, habilitaba a los doctores para ejercer la enseñanza podía ser reco-
aunque sea apóstol, ni la comunidad puede desempeñar en ella nocido por los apóstoles o por las comunidades y sus responsables.
un papel activo. El mandato de los profetas es reconocido por Su competencia era considerada como un don de Dios de quien
la comunidad, pero ésta continúa siendo mera destinataria sin procede toda capacidad de servir en la Iglesia. Los doctores como
participar activamente en la delegación invisible del Espíritu que los apóstoles y profetas están «establecidos» por Dios puesto que
los suscita y envía. Desde este punto de vista la investidura de los se conceden a la Iglesia para unas funciones necesarias a su vida
profetas se parece a la de los apóstoles y como ella no puede ser y a la edificación del cuerpo de Cristo. Pero los doctores tienen
objeto de una institución en la Iglesia. Sin embargo, la de los
39
Cf. E. Lohse, Die Ordination im Spatjudentum und im Neuen Testa-
38 ment (Gotinga 1951); K. Hruby, La notion d'ordination dans la tradition
Cf. supra: J. Delorme, 156-169; S. Légasse, 175-176, 187; A. George, juive, «La Maison-Dieu» 102 (1970) 30-56.
221-223; X. Léon-Dufour, 237-238.
310 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT El servicio de la obra de Dios 311

que basar su enseñanza en el evangelio de los apóstoles. Este sirve bra «institución», cargada de matices peyorativos, raramente se
para desenmascarar a los falsos doctores (1 Tim 4,1-6; 6,3-5; relacionan con los términos bíblicos que les corresponden. Por lo
2 Tim 2,14-18; 2 Pe 2,1-2). De este modo el mandato de los doc- demás, no se trata de volver al vocabulario bíblico que cambia de
tores depende del que sirve de base a la Iglesia, es decir, el de significado según los contextos. Hablar de competencia y de inves-
los apóstoles. El cargo pastoral de los responsables de comunidades tidura es procurarse los medios de confrontar unos textos que se
incluye el servicio de los doctores en las iglesias aludidas en las expresan en términos diferentes. La comparación versará sobre las
epístolas a los Efesios, Hebreos, Timoteo y Tito. Y, según estas cartas de Pablo, los Hechos y las epístolas pastorales. Hay que
últimas, este cargo y la función primordial de la enseñanza se con- distinguir una investidura secreta conferida por Dios y una inves-
fieren con la imposición de las manos, rito que usaba el judaismo tidura expresada socialmente por el hombre. Hay que precisar los
para la ordenación de los doctores. En esas iglesias el título al papeles que corresponden a los participantes y entonces se adver-
ministerio se hizo institucional. Tendremos que discernir qué sig- tirá que ministerio apostólico y ministerio instituido no se oponen,
nifica este hecho, pero antes era preciso explicar la diferencia a pesar de lo que a veces se afirma.
entre los apóstoles, los profetas y los doctores mencionados en la a) Cartas de Pablo. Volvamos a las listas de «carismas» de
primera sistematización de los ministerios que se conoce. Estos 1 Cor 12. Dios ha «establecido» a los apóstoles, los profetas y
tres se asemejan por sus funciones y pueden ser ejercidos por las los doctores, lo mismo que ha «establecido» los miembros en el
mismas personas. Se diferencian por las competencias que se les cuerpo humano como ha querido (1 Cor 12,18.28). Estos minis-
atribuyen, pues provienen de un don de Dios y los dones son terios se ejercen en virtud de una decisión y un don divinos, pero
diversos. Tareas idénticas se realizan a títulos distintos: en nombre no se puede hablar de ningún acto social que los haya conferido.
de una misión recibida de Jesucristo resucitado, de una inspiración Los otros dones que se enumeran parecen más ocasionales, pero
del Espíritu, de una aptitud adquirida para enseñar las Escrituras los que los reciben tienen una competencia también de origen
y el cristianismo. Hay que poner a prueba a todos, pero el reco- divino para los actos propios de sus carismas (milagros, curaciones,
nocimiento de la misión apostólica, el discernimiento de los espí- asistencia, dirección, glosolalía, interpretación). A la comunidad
ritus y la apreciación de una doctrina no son operaciones idénticas sólo le toca discernir y reconocer esta competencia. Sin embargo,
y no representan un mismo tipo de autoridad. La verdad de Cristo como se trata de actividades ordenadas al crecimiento del cuerpo
según el testimonio apostólico es el criterio supremo de toda con- de Cristo, su ejercicio puede ser reglamentado: Pablo invita a la
frontación. En esto se advierte la primacía de los apóstoles, pero comunidad a hacerlo y le da sus instrucciones al efecto. Por tanto,
la dependencia que respecto a ellos tienen los profetas y doctores ya hay aquí un acto social: Pablo y la comunidad tienen compe-
no es la de unos delegados. Su mandato supone que la Iglesia ya tencia para reconocer los carismas y permitir o precisar su ejerci-
está establecida y definida por el mandato de los enviados de Cristo. cio (cf. 1 Tes 5,19-21).
Estos constituyen las bases de la Iglesia y su autoridad como la Podemos pensar que alguno de esos carismas —quizá el de
de su testimonio dura siempre. En cambio, los profetas y los doc- dirección— es el aludido en el servicio de Estéfanas y su familia,
tores se perpetúan, pues su necesidad y su competencia no con- que se cita en la misma epístola (1 Cor 16,15-16). El texto no
ciernen a la fundación de la Iglesia. considera el origen divino de ese servicio, sino su procedencia
humana y su ejercicio: voluntario por parte de los que lo han
asumido, pide sumisión por parte de los beneficiarios. Ni aquí ni
2. Los títulos carismáticos y la institución
en 1 Tes 5,12-13 o Flp 1,1 se hace alusión a un acto social de
de los ministerios
investidura para los «servidores» de las comunidades locales, rea-
El examen de las competencias para el ministerio y de los lizado por Pablo, la comunidad o ambos. Sólo puede hablarse del
modos en que se reciben puede aportar alguna luz al debate entre consentimiento de Pablo que se lo pide también a la comunidad
el carisma y la institución. Debate que no terminará mientras se juntamente con la sumisión a esos servidores. La ayuda que la
sigan empleando términos imprecisos: la palabra «carisma», to- comunidad debe prestar a Arquipo, según Col 4,17, concierne
mada de Pablo para expresar ideas no siempre paulinas, y la pala- al ejercicio de su ministerio, no a la manera en que le fue con-
312 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT El servicio de la obra de Dios 313
ferido: no es posible esclarecer el papel que pudo desempeñar otra parte, los apóstoles oran e imponen las manos a los esco-
algún intermediario humano {paralambanein, «recibir» por inter- gidos: este gesto significa que el Espíritu les confiere el don nece-
mediario). Pero en otros pasajes y a propósito de otros servicios, sario para el fiel cumplimiento de su oficio.
Pablo reconoce a la Iglesia el poder de organizarse a sí misma De este modo se afirma socialmente que su competencia la
(1 Cor 6,5; 2 Cor 8,18-19.23)40. reciben del Espíritu. La investidura invisible del Espíritu se ex-
Los textos son más explícitos al hablar de los colaboradores de presa con un acto de investidura social realizado por la comuni-
Pablo. Pueden distinguirse dos casos sin que uno excluya al otro: dad y los apóstoles. Estos y aquélla desempeñan juntos su papel,
Pablo escoge unos colaboradores y les encarga una misión; las pero con diferentes títulos. Los apóstoles intervienen en nombre
comunidades delegan a algunos de sus miembros para que le ayu- de su mandato. Proponen la institución de un ministerio nuevo
den. En los dos casos existe un contrato particular en dependencia que les dejará dedicarse enteramente al suyo (6,2.4): no delegan
y al servicio del contrato general del apóstol. Pero en el primero parte de éste, sino que rehusan un servicio que les llevaría a des-
es Pablo quien designa al interesado, y en el segundo la comuni- cuidar el suyo propio. No aparecen como unos dirigentes que se
dad. Es claro que ésta no podía actuar sin el consentimiento de buscan unas personas que les ayuden en una tarea de su exclu-
Pablo, pero él le reconoce la iniciativa en Flp 2,25.30. Puede en- siva competencia, sino que su mandato les da competencia para
tonces hablarse de investidura social, es decir, expresada social- proponer y fundar un ministerio nuevo, confirmando la primacía
mente, a ciencia y conciencia de los beneficiarios del cargo que se del suyo. Además, tienen competencia para conferir con la impo-
confía, incluso sin que medie un acto jurídico o rito religioso de sición de sus manos un don del Espíritu que constituye la com-
investidura. petencia de los Siete para su servicio, como en otros lugares la
de los cristianos plenamente iniciados (8,14-17). De este modo el
b) Hechos de los Apóstoles y las epístolas pastorales. En los papel de los apóstoles pone de manifiesto que no puede estable-
Hechos se encuentran varios relatos de investidura ministerial que cerse ningún oficio particular sin referencia al contrato general
permiten distinguir el papel que desempeñan el Espíritu Santo, que fundamenta a la Iglesia y a la misión apostólica y sin estar
los apóstoles y otros ministros y la comunidad eclesial. influido por el Espíritu, o sin investidura secreta por su parte.
Puede cotejarse con provecho el relato de la institución de los El papel de la comunidad no es menos significativo. Su interven-
Siete con el de la elección de Matías (Hch 1,15-26; 6,1-6). Las ción no se limita a ser la destinataria del servicio y a hacer valer
suertes dejan al Señor el papel de designar como apóstol a Matías. sus deseos: es apta para discernir los dones del Espíritu y al
Pedro solamente declaró el objeto del contrato: es preciso que elegir a los Siete participa con los apóstoles del papel de destina-
haya un testigo de la resurrección para que ocupe entre los Doce dor social del contrato ministerial. Es notable que en el primer
el puesto que dejó Judas. La comunidad de los 120 hermanos caso de institución ministerial que narran los Hechos se ve aso-
presentó a dos de ellos para que el Señor escogiera, pero él es ciada la asamblea de este modo: la comunidad se da ella misma
el único que confiere la autoridad a Matías. En cambio, en el caso sus servidores al mismo tiempo que los recibe.
de los Siete se trata de instaurar un ministerio nuevo, distinto al
de los apóstoles. Los Doce determinan el objeto del contrato e En la misión de Saulo y Bernabé (Hch 13,1-3) no se trata de
invitan a la comunidad a escoger a los hombres más aptos para instaurar un ministerio nuevo, sino de confiar un encargo que
efectuarlo. El texto menciona también el papel del Espíritu de concreta la misión de los apóstoles, según 1,7 (llevar el testimonio
dos maneras. Por una parte, la comunidad escoge a unos hombres de Cristo «hasta las extremidades de la tierra»), y en especial
«llenos del Espíritu Santo» (6,3.5), es decir, que por los dones la misión para la cual Saulo fue escogido directamente por el
espirituales que los distinguen reconoce a qué hombres hace el Señor, según 9,15. La imposición de las manos es hecha por los
Espíritu capaces de cumplir la tarea que se íes va a confiar. Por profetas y los doctores cuando desempeñan el papel de destinador
social de un mandato particular. Pero la iniciativa se atribuye al
40 Espíritu Santo, que interviene probablemente por medio de los
Cf. R. Schnackenburg, La colaboración de la comunidad, por el consen- profetas: continúa siendo el destinador divino del mandato y el
timiento y la elección, según el Nuevo Testamento: «Concilium» 77 (1972)
18-30. rito de la imposición de las manos indica que la capacidad para
314 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT El servicio de la obra de Dios 315

cumplirlo también procede de él. No hay que buscar un mandato las manos a Timoteo (1 Tim 1,18; 4,14; 2 Tim 1,6)42. El Espíritu
de los apóstoles de Jerusalén en el origen del ministerio de los es el destinador divino: confiere el cargo y el don (el «carisma»)
profetas y doctores de Antioquía; seguramente se reconocen su que capacita para ejercerlo. Pablo y los presbíteros son el desti-
capacidad y su competencia en vista de su actuación al servicio nador social. Pablo declara la dependencia del mandato de Timoteo
de la Iglesia. Sin embargo, la presencia de Bernabé entre ellos respecto al de los apóstoles. El papel de los presbíteros es más
indica el acuerdo entre las iglesias de Jerusalén y de Antioquía: difícil de precisar porque Timoteo no es considerado presbítero.
Bernabé es el delegado de la primera en la segunda (11,22; cf. 11,30 Parece que los presbíteros, servidores encargados ya de una comu-
en sentido inverso). La asamblea de la iglesia no se menciona, pero nidad, participan también del papel de destinador social como
la continuación del relato prueba que Pablo y Bernabé le dan representantes de la comunidad, título que el judaismo reconocía
cuenta de su misión y la comunidad los envía como delegados a a los ancianos de las sinagogas. Las directivas dadas a Timoteo
Jerusalén para tratar de las cuestiones doctrinales surgidas por y a Tito para la elección y ordenación de los presbíteros realzan
la entrada de los paganos en la Iglesia (14,27; 15,2-3). Esto su- la responsabilidad del delegado del Apóstol y la dependencia del
pone que está interesada en su misión mucho más que como sim- contrato ministerial particular respecto al contrato apostólico. Su-
ple observadora. La idea tan común en el judaismo y fuera de él ponen también que se consulta a la comunidad: los presbíteros
de que una comunidad está representada por sus dirigentes, per- (o el epíscopos) deben gozar de buena fama (1 Tim 3,2; Tit 1,6-7).
mite reconocer que la asamblea de Antioquía está asociada al papel Sabemos que los presbíteros podían ser elegidos por la asamblea
de destinador de sus profetas y doctores en el mandato confiado (Didajé XV, 1) y que eran instituidos con la aprobación de la
a Pablo y Bernabé: éstos son llamados apóstoles (14,4.14) en el Iglesia (1 Clemente 44,3).
contexto de la narración como enviados del Espíritu y de la iglesia
de Antioquía.
Conclusiones
¿Cómo fueron investidos los presbíteros de Jerusalén? Lo ig-
noramos. Pero, según 14,23, Pablo y Bernabé designaron unos ¿Carismas o institución? La cuestión no se plantea en esos
presbíteros en las iglesias de Licaonia y Pisidia y, después de términos. Se refiere a la relación entre la investidura de origen
haber orado y ayunado, los encomendaron al Señor Jesús en divino exigida por toda cooperación humana a la obra de Dios en
quien confiaban. El texto se refiere probablemente a una orde- favor de los hombres y el acto social que en la Iglesia se le puede
nación y el gesto de la imposición de las manos puede suponerse asociar de alguna manera. Ciertas investiduras sólo se advierten
razonablemente41. La ayuda del Señor es necesaria. El es quien por sus frutos: es el caso de Pablo, los profetas y el de los caris-
designa el mandato ministerial y el que concede la competencia mas paulinos en general. En este caso el acto social expresado en
como en 20,32, donde también se atribuye igual papel al Espíritu la Iglesia es un acto de reconocimiento después de haber discer-
Santo (versículo 28). Los apóstoles del Espíritu y de la iglesia nido. Este acto puede también precisar en qué condiciones se ha
de Antioquía tienen autoridad para convertirse en destinador so- de ejercer el don recibido para el crecimiento del cuerpo de Cristo 43 .
cial del mandato confiado a los presbíteros.
42
Según las epístolas pastorales, este papel se atribuye al dele- Cf. supra: A. Lemaire, 101-103. La intervención profética de que habla
gado de Pablo para las iglesias de Creta (Tit 1,5). La ordenación 1 Tim 4,14 no parece que deba reducirse a la oración que acompaña a la
de Timoteo da pie a más detalles: la iniciativa del Espíritu se imposición de las manos; cf. 1,18 y comparar Hch 13,1-3. Por otra parte, no
estoy convencido de que «la imposición de las manos del presbiterio» (1 Tim
manifestó por las profecías y Pablo y unos presbíteros impusieron 4,14), relacionada con la expresión judía semikhat zequenitn, que designa la
ordenación de los ancianos, haya que interpretarla como «la imposición de
41 las manos para el presbiterado». Para la ordenación rabínica pide una cos-
En la perspectiva del texto, naturalmente, pues se duda del valor his-
tórico de este pasaje; cf. supra: A. George, 213-214. Para lo que sigue sobre tumbre que haya tres personas para imponer las manos; cf. G. Bornkamm:
las epístolas pastorales me atengo igualmente al análisis del texto. Estoy TWNT 6 (1959), n. 92; E. Lohse: TWNT 9 (1971) 423; K. Hruby, art. cit.
comparando escritos leídos en sinopsis, no situaciones ni prácticas históricas nota 38, 32-34.
en su desarrollo diacrónico. El mismo Pablo se somete en el ejercicio de su misión de apóstol
(2 Cor 10,13-16; Gal 2,7-8; Rom 15,20).
316 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT
Conclusión 317
El reconocimiento y la reglamentación son obra de los apóstoles
y de las comunidades. La investidura divina puede también mani- mas que pueden ejercitarse sin que se exprese socialmente su
festarse con un acto de investidura social. Así Pablo o unas comu- investidura.
nidades encargan unas misiones a sus delegados, cooperadores de De este modo los títulos para cooperar en la obra de Dios en
Dios en el cumplimiento de sus tareas. El destinador social es favor de los hombres son de dos clases, según el don divino se
un ministro ya en cargo, una iglesia, o ambos. En todos los casos reconozca por sus frutos o se exprese en un acto de investidura
se trata de un contrato ministerial particular establecido en rela- social. En este último caso el ministerio puede confiarse con orde-
ción con un contrato eclesial y apostólico; la referencia al desti- nación o sin ella. No se puede hablar de competencia ministerial
nador divino y a la competencia recibida de él es con frecuencia sin hablar también de la competencia de la Iglesia o de la comu-
explícita. nidad. Esta por medio de sus ministros puede reconocer los dones
La ordenación por imposición de las manos es un caso particu- del Espíritu que habilitan a alguien para un ministerio de tipo
larmente expresivo de investidura divina manifestada socialmente. profético y puede participar del papel de destinador social de un
Los textos del Nuevo Testamento presentan aquí las dos referen- contrato ministerial particular 44 . La Iglesia posee este poder en
cias a que hemos aludido: la del contrato eclesial y apostólico, virtud del contrato que la fundamenta y del don del Espíritu que
sin el cual ningún cargo ni servicio podría basarse en un don la convierte en la reunión ya comenzada del pueblo de Dios.
divino, y la del Espíritu, sin el cual no se puede concebir ninguna
cooperación a la obra de Dios en y por la Iglesia. Esta doble refe-
rencia está asegurada por los ministros de la ordenación: apóstoles
o ministros relacionados con ellos y presbíteros ya en cargo. Los CONCLUSIÓN
textos no sólo no excluyen, sino que sugieren la participación de
la comunidad con sus representantes en el papel de destinador social.
Existe, pues, diversidad de carismas. El carísma constituye ¿Existe unidad o diversidad de ministerios según el Nuevo
siempre la competencia del servidor: lo acredita y lo hace apto Testamento? Hay que descartar este dilema y hablar más bien de
para servir. Puede tratarse de un servicio ocasional o de funciones unidad dentro de la diversidad.
más estables necesarias a la vida y a la misión de la Iglesia. 1. Las figuras ministeriales atestiguadas se inscriben en una
Y puede tratarse de un carisma simplemente reconocido en la co- red de relaciones que consta de tres dimensiones y aseguran dos
munidad y reglamentado en su ejercicio con vistas al crecimiento servicios fundamentales: el de la palabra de Dios y el de la comu-
del cuerpo de Cristo, o de un carisma pedido y conferido por un nión fraterna. Las figuras ministeriales varían según las maneras
acto social de investidura. En este caso y sobre todo cuando hay de realizar y repartir las tareas dependientes de esos servicios y
ordenación por la imposición de las manos la necesidad de una según la prioridad que se otorgue a una u otra de las tres dimen-
competencia recibida de Dios no se disminuye, sino que se afirma siones de la vida de la Iglesia. La multiplicidad de las figuras mi-
doblemente: antes de conferir un cargo a alguien se averiguan sus nisteriales en el Nuevo Testamento es una señal de vitalidad:
aptitudes para cumplirlo y, al conferirlo, la oración, el ayuno y las funciones vitales de un organismo se manifiestan por la varie-
el gesto de la imposición de las manos imploran y significan el dad de sus órganos. El ministerio, según el Nuevo Testamento,
don del Espíritu. El carisma reconocido y el carisma ligado a un se caracteriza, pues, por el sencillo tipo de articulación entre los
rito sólo se opondrían si el primero no ofreciera ninguna estabi- servicios de la palabra y de la comunión y por cierta indetermina-
lidad o el segundo fuese incompatible con un signo socialmente ción en sus formas de ejercerse y organizarse.
reconocido en la Iglesia. En ese caso habría que renunciar a la
imposición de las manos, lo mismo la del ministerio que la del 44
¿Hay que precisar que esto no supone por sí mismo la teoría democrá-
bautismo (Hch 8,17-19; 9,12.17; 19,6). Dicho esto, el problema tica moderna de la autoridad? En la Iglesia antigua la elección por el pueblo
teológico de la relación entre un rito y un don del Espíritu sigue y la consagración por unos ministros cualificados no se oponían, sino que
existiendo; además, según el Nuevo Testamento, la imposición de constituían dos momentos de un mismo acto litúrgico; cf. L. Mortari, Consa-
las manos no es el único modo de investidura social y hay caris- grazione episcopale e collegialita (Florencia 1969) 33-50; H. Legrand, Sentido
teológico de las elecciones episcopales en la Iglesia antigua: «Concilium» 77
(1972) 44-56.
318 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT Conclusión 319

2. Las figuras ministeriales del Nuevo Testamento son figu- tros en el reconocimiento de los ministerios de tipo profético y en
ras de servidores, lo cual confiere unidad a los múltiples minis- la investidura social de los otros ministerios con ordenación o sin
terios que presenta. Esta unidad se advierte en la relación que ella. La competencia ministerial va, pues, unida a una competencia
los une por un lado a Cristo (o a Dios o al Espíritu) y por otro diferente que posee toda la Iglesia o la comunidad. La Iglesia
a los hombres: están al servicio de la obra de Dios en favor de recibe el ministerio apostólico y los ministerios de tipo profético.
los hombres. A este servicio le acompaña una autoridad real, pero Pero la Iglesia recibe y se da a sí misma los que dan lugar a una
que se ejerce como la del Hijo del hombre, en obediencia a Dios investidura social. Los recibe de Dios, cuyos dones reconoce y
y para el provecho de los hombres. Esta doble dependencia se solicita; se los da a sí misma, aunque en dependencia del don
manifiesta en el estilo nuevo que preside las relaciones entre los de Dios, que la estableció y la hace apta para ser con sus minis-
ministros y los miembros de una comunidad de hermanos: el ser- tros destinador social para nuevos contratos ministeriales.
vicio confiado a algunos es correlativo del servicio que define la 5. La desaparición de los apóstoles no afecta a la triple di-
existencia cristiana de todos. mensión de la vida de la Iglesia, ni a la articulación de los servi-
3. La unidad del servicio comporta una diversidad necesaria cios de la palabra y de la comunión, ni a la dualidad de aspecto
porque la obra de Dios en provecho de los hombres puede consi- de la obra de Dios, ni a la diversidad de competencia para ser-
derarse como pasada y como presente. La relación del presente virla. La competencia de enviado de Cristo no se hereda ni es
respecto al pasado es de continuidad o de fidelidad, pero no puede objeto de una institución social. Y la autoridad de los apóstoles
medirse con criterios meramente humanos. Desde un punto de continúa existiendo después de morir ellos, por la autoridad de su
vista humano la historia de Jesús y la de los orígenes cristianos testimonio y porque la Iglesia de todos los tiempos no puede
se desarrollan en discontinuidad. Las cartas de Pablo muestran definirse y organizar su ministerio más que en dependencia de
cómo lo ya adquirido se ha vuelto a plantear por lo imprevisto la misión apostólica. Esta dependencia se ha expresado con el rito
durante una evolución que no ha carecido de tensiones y conflic- de la imposición de las manos. Las tareas ministeriales de los
tos. Con el libro de los Hechos la continuidad se rehace en la apóstoles y las funciones que ejercieron a título de misión propia
memoria, pero es obra del Espíritu que se anticipa y desorienta pasaron a otros, pero esto no significa que otros han heredado su
las previsiones de los hombres, incluso las de Pedro y Pablo. título a realizarlas (el de enviado de Cristo). Cuando aún vivían
Con ministerios parecidos unos servidores se adaptan más al pa- ejercían otros funciones idénticas a las suyas y no por eso se con-
sado y otros al presente de la acción divina. Y, entre los minis- sidera que los otros ministerios son para suplir al suyo. Al desapa-
terios, el de los profetas es típico de la acción presente de Dios recer ellos, a las iglesias locales y a sus responsables incumbía la
en el Espíritu. Una organización ministerial que ante todo tuviese solicitud de todas las iglesias, de su comunión y de su responsa-
en vista la gestión de una herencia probaría una conciencia es- bilidad de evangelizar a todos los hombres. No es raro que el mi-
trecha del servicio que se debe a la obra de Dios para los hombres. nisterio pastoral instituido haya sucedido a los apóstoles en el car-
go de toda la Iglesia. Así expresa la dependencia de ésta respecto
4. Para ser apto para este servicio se necesita una competen- a la misión de los apóstoles sin ponerse en lugar de ella ni aca-
cia recibida de Dios. Existen diversos tipos de competencia y esto parar o suprimir el ministerio de tipo profético.
permite comprender a la vez la unidad del ministerio y la diver-
sidad de los ministerios. La competencia de enviado de Cristo 6. La unidad del Nuevo Testamento se manifiesta en su di-
confiere al ministerio apostólico su carácter único e irrepetible. versidad. La aportación de un escrito no debe quedar neutralizada
Su originalidad también aparece en la relación que une la misión por la de otro. Entre todos la unidad se afianza en la diferencia.
de los apóstoles y la fundación de la Iglesia (en otros términos, Igualmente la unidad del ministerio aparece en la diversidad de
ei contrato apostólico y el eclesial). Todos los otros ministerios los ministerios. Si no fuera así, ¿cómo podría ser la Iglesia lo que
surgen después del nacimiento de la Iglesia y en dependencia del es: el espacio humano donde Dios quiere revelar a todos los hom-
contrato apostólico y del eclesial. Esta dependencia se advierte en bres su obra de amor y de comunión bajo el influjo del Espíritu
la intervención de los apóstoles y de la comunidad con sus minis- Santo? Entre distintos servidores y entre ellos y todos los cris-
320 Diversidad y unidad de los ministerios según el NT

tianos se establece un juego de participaciones diversas en esta


obra. La unidad está del lado de Dios, de Cristo o del Espíritu,
a quienes hay que servir y que habilitan para el servicio, pero con
competencias fundamentalmente diversas. También está la unidad
del lado de los hombres a quienes hay que servir la unidad de una
misión que envía la Iglesia a todos los hombres sin distinción y
que se realiza atendiendo a la diferencia de ambientes y de cultu-
ras. La unidad puede parecer frágil ya que los dones de Dios son
múltiples y los hombres a quienes hay que servir están separados.
Tan ilusorio sería construir la unidad haciendo caso omiso de la CAPITULO XIV
misión, como pretender divulgar el evangelio sin preocuparse de
la unidad de los cristianos. Envío y agrupamiento están en dialéc- MINISTERIOS Y ESTRUCTURA DE LA IGLESIA
tica constante, y paradójicamente las llamadas de la misión replan-
tean los agrupamientos que parecían ya conseguidos. El recono-
cimiento de los dones del Espíritu a la Iglesia y la disponibilidad REFLEXIÓN TEOLÓGICA A PARTIR DEL NUEVO TESTAMENTO
para ofrecer el evangelio a todos sobrepasan los límites de los
distintos particularismos que a los hombres que forman la Iglesia Se pregunta aquí al teólogo cómo recibe y comprende dentro
les cuesta tanto ver y combatir. Si la búsqueda de la armonía de la fe actual de la Iglesia católica los resultados de la encuesta
entre ellos exige humildad y desinterés en la interdependencia, el realizada por exegetas competentes acerca de los ministerios en
servicio que se debe a todos los hombres también lo reclama. Esto el Nuevo Testamento. La tarea consiste, por tanto, en hacer un
significa que el éxito sólo puede esperarse de la obediencia al discernimiento reflexivo, en fe, sobre un aspecto del misterio de
evangelio y por el poder del Espíritu. la Iglesia.
Al decir esto no niego el carácter teológico de los trabajos que
JEAN DELORME el lector acaba de hojear. Sus autores son hombres de fe, que per-
tenecen a la misma Iglesia y viven en la misma época. Sin em-
bargo, es verdad que su objetivo formal era más directamente
científico y técnico; debían hacer un detallado análisis de los tex-
tos en su dimensión literaria y en su alcance histórico, a fin de
poner de relieve su significado dentro de la unidad formada por
el documento que estudiaban. Sus conclusiones eran parciales y
la ventaja de esta división del trabajo es subrayar la originalidad
propia de cada libro del Nuevo Testamento e invitarnos a no nive-
lar con excesiva rapidez esos resultados tan complejos con una
fácil generalización.
1. El problema de una interpretación teológica sigue, pues,
en pie. En efecto, el Nuevo Testamento no es un documento del
pasado, del que se sacan unas conclusiones y ya no hay más que
hacer. Constituye el «archivo» de una comunidad viva que acude
a él como a su norma y en él busca sin cesar la revelación de su
propio ser. Esta comunidad tiene conciencia de su identidad con-
sigo misma en el tiempo; está en comunión con la generación que
elaboró el libro en una época constitutiva de su existencia y en
21
322 Ministerios y estructura de la Iglesia Estructura 323
relación al acontecimiento que la funda. Por eso está convencida tualizar esto diré también qué método técnico empleo para tratar
de que lo comprende en verdad. Sabe que mantiene con ese libro de discernir el puesto de los ministerios en la estructura de la
una compleja red de implicación mutua (no existen Escrituras sin Iglesia.
Iglesia, pero tampoco existe Iglesia sin Escrituras), ejercida al nivel a) Estructura. Se usará este término donde antes se hubiera
de la interpretación viva que ofrece constantemente en el curso hablado de la «idea» de la Iglesia o de su «esencia» (por ejemplo,
de su historia. En efecto, el libro de una comunidad existe con- cuando se distinguía lo que pertenece al «esse» o simplemente al
cretamente para ella a través de la serie de interpretaciones reno- «bene esse» de la Iglesia). El término «estructura» evoca, en efec-
vadas a que da lugar. Este es el caso del Nuevo Testamento leído to, con más rigor en las recientes investigaciones matemáticas y
sin cesar dentro de una corriente viva de tradición fundamental- científicas una totalidad orgánica de elementos que mantienen entre
mente indefectible y que proporciona la referencia remota de su sí un juego de relaciones tal que el cambio de lugar o la modi-
interpretación. Esta tradición no constituye un conocimiento defi- ficación de uno arrastra inevitablemente el cambio de lugar o la
nitivo que no necesita profundizarse cada día más y renovar sus modificación correlativa de los demás. Una estructura es móvil y,
expresiones culturales según las exigencias de la época; si rehusara por tanto, abierta a variaciones de gran amplitud, pero dentro de
hacer esto, caería en la esclerosis que es el peligro de toda socie- ciertos límites, más allá de los cuales pierde su identidad. Así, pues,
dad histórica. Así, pues, como debo recurrir al punto de vista hay que buscar su coherencia y su inteligibilidad dentro del marco
de la tradición eclesial en la interpretación teológica del Nuevo de su unidad total. Igualmente si un elemento se toma por el todo
Testamento, tendré que esclarecer al principio la situación de la o si, al contrario, deja de funcionar, la estructura se viene abajo.
Escritura en la Iglesia y especialmente la del Nuevo Testamento
Este concepto de estructura es perfectamente aplicable a la
y la de su testimonio acerca de los ministerios, para definir con
Iglesia. Por lo tanto, con este término señalaremos lo que en ella
exactitud la índole y el método teológico de la reflexión propuesta.
ha sido y sigue siendo querido por Dios, a través del aconteci-
2. Nuestra pregunta podría formularse así: ¿pertenecen los miento fundante del misterio pascual y del don del Espíritu Santo.
ministerios a la estructura de la Iglesia tal como fue fundada por Es evidente que sólo trataremos de un nivel de la estructura ecle-
Jesucristo y el don de su Espíritu? Si así fue, ¿qué papel desem- sial, el que corresponde al lugar de los ministerios en la comunidad
peñan y qué significación estructural presentan? escatológica de la salvación. Estudiar esta estructura en su totali-
Este enunciado necesita algunas explicaciones. No es mi pro- dad sería presentar una eclesiología completa. El límite que im-
pósito responder a las preguntas corrientes que se hacen hoy día: pone el punto de vista escogido no permitirá exponer los datos
¿se necesitan todavía unos ministerios en la Iglesia? ¿Qué minis- más profundos de la estructura eclesial; sólo los tocaremos indi-
terios necesitamos? ¿Qué creatividad puede tener la Iglesia en la rectamente por la solidaridad que tienen entre sí los elementos
renovación del aspecto y quizás de la naturaleza de sus minis- estructurales. Nuestro punto de aplicación será siempre el nivel
terios? Trataremos más bien de remontarnos al punto preciso para en el que lo interior se exterioriza y la realidad trascendente del
la comprensión del misterio de la Iglesia, que permite dar una don de Dios a los hombres se hace visible en una comunidad his-
respuesta válida a esos interrogantes. Por lo tanto, este trabajo se tórica. Es decir, que al hablar de estructura tendremos en vista
sitúa en el nivel de la eclesiología fundamental, lo cual no quiere al mismo tiempo el misterio mismo de la Iglesia. Esta es, en efec-
decir que trate de una cuestión abstracta, sin impacto en la vida to, en su constitución visible la comunidad de salvación en la que
actual y futura de las comunidades eclesiales. resuena la palabra de Dios y se ejerce la omnipotencia de la gracia
Llegados a esta altura del libro no hay que volver a hablar del de Cristo. Hablo de misterio analógicamente, en el sentido en que
término «ministerio»; en cambio, el de «estructura», muy emplea- se habla del misterio de Cristo. El término, por lo tanto, no debe
do hoy día, tiene que ser definido exactamente. Y como una pala- tomarse como algo borroso («misterioso»), que viene a deshancar
bra sólo tiene sentido dentro de un espacio semántico donde se a algo inteligible (la «estructura»). Decir que el estudio de la
halla relacionada por semejanza o por diferencia con otros voca- estructura de la Iglesia nos acerca a su misterio o, empleando una
blos, tengo que explicar algunas voces claves que encontraremos expresión más radical, que la estructura de la Iglesia es misterio,
a menudo en este trabajo y prescriben su comprensión. Al pun- es afirmar que esta totalidad inteligible nos sitúa ante una realidad
324 Ministerios y estructura de la Iglesia Institución 325
fundada en Dios mismo y, por tanto, trascendente a nuestra com- sito. En efecto, se trata ante todo de discernir en los testimonios
prensión; de una realidad que sigue siendo el objeto de la medi- del Nuevo Testamento lo que pertenece al dominio de la estructura
tación de la fe, que se interroga y nunca puede reducirse a los y lo que es propio de la organización y ver si la diversidad de las
enunciados que se proponen. organizaciones conduce o no a la unidad de una estructura.
Al hablar así en nombre de una convicción de fe adopto una Pero distinción no quiere decir separación: la estructura no
postura decidida acerca de un punto esencial: en la Iglesia no está al lado de la organización; por definición está implicada en
puede separarse la parte de su misterio, realidad puramente invi- las formas concretas de organización y en las figuras sin las cuales
sible, y la parte de su institución, realidad humana a la disposición no puede vivir, pues sin ellas se desvanecería. Por tanto, el estudio
de los hombres que la constituyen \ Si no fuera así, la estructura comparado de los diversos tipos de organización de los ministerios
visible sería independiente de la invisible, y los miembros de la en la Iglesia y de sus figuras sucesivas es lo que puede permitir
Iglesia podrían cambiar la estructura de la comunidad visible en
la comprensión de la estructura ministerial de la Iglesia.
función de las necesidades de los lugares y de los tiempos. Sólo
serían responsables ante sí mismos de la identidad histórica de la c) Institución. Este término ambiguo puede causar confu-
comunidad que pierde su estructura y toma otra nueva. sión. Distingamos también aquí el singular y el plural. Cuando se
habla de la Iglesia, la institución, en singular, se refiere al acto
b) Organización y figuras. Es importante no confundir la de Cristo que la ha congregado y por tanto instituido. La institu-
estructura con las formas concretas de organización que puede re- ción considerada como el resultado de ese acto concierne en este
vestir y las diversas figuras que puede adoptar. Brotan muchas caso a lo que pertenece a la estructura de la Iglesia y le permite
confusiones al emplear a menudo estructura en singular en el sen- existir porque Cristo la ha congregado 3.
tido que acabamos de definir, y estructuras en plural para designar
la organización de hecho. Por eso se oye hablar de «reforma de En cambio, las instituciones, en plural, designan las formas de
las estructuras». Yo diré siempre estructura en singular al tratar organización surgidas del tiempo para dar cuerpo a la estructura,
de la Iglesia 2 ; esta distinción es fundamental para nuestro propó- con peligro a veces de ahogarla o de oscurecer su sentido. Desde
este punto de vista es perfectamente legítima en la Iglesia una
1 crítica de las instituciones 4 .
Reconozcamos que hay aquí un «prejuicio de fe» que puede pesar gra-
vemente en la interpretación de los datos del Nuevo Testamento. No es d) Método de la aproximación. Es imposible tratar de la
éste el lugar para justificarlo, pero es honrado declararlo así. En efecto, la estructura sin decir una palabra del método que nos servirá para
divergencia de muchas interpretaciones actuales sobre los ministerios viene
de las opciones eclesiológicas que ocultan. Tengo conciencia de hablar aquí
dentro de la opción católica. J. J. von Allmen esboza la misma distinción, sintiendo que en muchas
Tampoco es necesario justificar el hecho mismo de hablar en nombre de investigaciones eclesiológicas y ecuménicas «no se distinga suficientemente en-
un «prejuicio». Este término no se toma aquí de una manera peyorativa. tre estructura teológica de la Iglesia y la sociología de esa estructura. Ahora
Nadie puede estudiar un texto sin situarse en una pre-comprensión global. bien, si se hace esta distinción, parece posible sostener... el carácter consti-
El que niegue este prejuicio debe ser consciente de que tiene otro, sin duda tutivo para la Iglesia misma y, por consiguiente, para el kerygma de la
incompatible, pero que también es un prejuicio. La verdadera cuestión con- Iglesia, de cierta estructura fundamental. A menos de admitir que esta es-
cierne al valor del prejuicio. tructura, según los lugares de su aplicación, encuentre resonancias, respuestas,
2 que pueden variar de un siglo a otro, pero que no comprometen la estructura
La distinción entre estructura, tomado siempre en singular, y organiza-
ción permite situar mi vocabulario en relación al que define el P. Congar misma». L'Esprit Saint et l'Église (1969): discusión de la reseña del profesor
en Ministére et Communion ecclésiale (1971) 46-49. El hace, me parece a mí, E. Schweizer 73.
3
esta misma distinción, pero entre el empleo de «estructura» en singular y Así se dice, por ejemplo, que los sacramentos son de «institución divina».
4
el de «estructuras» en plural. Por la primera entiende «lo que da a la Iglesia Norma y normativo. Estos términos, que hacen daño a los oídos de
su identidad en el orden de la creencia, de los sacramentos y de las funciones nuestro tiempo, saldrán con frecuencia en estas páginas. Su referencia no es
jerárquicas», 47. De las otras afirma que «se trata de formas externas, estables aquí jurídica. El Nuevo Testamento no es el texto de una ley. En el plano
a corta escala, pero transformables a escala más larga, que los elementos del vocabulario técnico se tiene en cuenta lo que se llama un «modelo nor-
de la cultura han ido adquiriendo en el curso de la historia y en diversas mativo», por oposición a un «modelo descriptivo». La estructura sobre la que
áreas geo-culturales» (ibid). Por ser delicado de manejar este juego del sin- vamos a interrogarnos es del orden del «modelo normativo», puesto que se
gular y el plural me parece preferible emplear dos términos diferentes. trata de reconocer lo que es la Iglesia y, por tanto, lo que debe de ser según
326 Ministerios y estructura de la Iglesia Lectura del NT y teología dogmática 327

descubrirla. ¿Qué criterios emplearemos para decidir que este o las semejanzas, respetando las peculiaridades. Lo que importa en
aquel elemento, esta o aquella relación pertenecen a la estructura adelante no es tal o cual dato concreto, sino el puesto que ocupa
o simplemente a la organización? Se establecerán esos criterios en una red de correspondencias. Cada limadura de hierro será
partiendo de las convergencias características y de las constantes orientada en función de un campo magnético cuya realidad debe
observadas en unas «operaciones analógicas». Las monografías pre- ser reconocida paulatinamente por el lector. La sucesión de los
cedentes nos han hecho ver cierto número de realidades ministe- párrafos deberá considerarse como una sinopsis. La presencia de
riales en los diferentes libros del Nuevo Testamento, pues cada este o aquel dato no puede justificarse dentro de un párrafo con-
uno de ellos, en conformidad con el propósito que lo originó, da siderado aisladamente. Lo que tiene valor es la repetición «homo-
testimonio de la vida de las comunidades en su relación con Cristo. lógica» de los datos, pues permite una visión unificada del con-
A partir de esas diversas realidades funcionan unas relaciones, es junto, capaz de captar el papel estructural de los ministerios en
decir, realizan operaciones que pertenecen a la vida eclesial. Me- la Iglesia.
diante una lectura sinóptica de esas realidades ministeriales y de
esas relaciones existentes en cada escrito o grupo de escritos, con-
viene ahora esbozar una confrontación para destacar las corres-
pondencias y las analogías profundas entre las operaciones respec- I. LECTURA DEL NUEVO TESTAMENTO Y TEOLOGÍA DOGMÁTICA
tivas y hacer surgir la identidad estructural que subyace en las
diversas actividades ministeriales, en el léxico tan variado con que
El testimonio del Nuevo Testamento acerca de los ministerios
se expresan y en las figuras originales de la vida de las diferentes
comunidades. Se trata evidentemente de abstraer un esquema o La reflexión del teólogo sobre el Nuevo Testamento está condi-
un tipo eclesial que subyace siempre en las realizaciones concretas cionada estrictamente por la situación de la Escritura en la Iglesia.
y manifestar su significado, es decir, mostrar cómo expresa el don Esto siempre interviene en la interpretación, y su olvido puede
de Dios a los hombres. Esta comparación sistemática ayudará a acarrear reproches infundados sobre la manera de proceder y el
suprimir las ambigüedades que podrían resultar de la lectura de valor de las conclusiones que saque. Trataremos de esclarecer esta
un documento aislado del Nuevo Testamento. En efecto, sirvién- cuestión con dos series de advertencias metodológicas; las prime-
donos de ese modelo manifestado por unas constantes, puede invo- ras exponen la mutua implicación entre el Nuevo Testamento y la
carse el testimonio del Nuevo Testamento como una referencia Iglesia, las segundas explican la necesaria referencia a la unidad
normativa. del Nuevo Testamento. Así examinaremos más concretamente el
Para utilizar este método no tengo más remedio que hacer una caso particular del testimonio que ofrece acerca de los ministerios.
nueva lectura de las monografías precedentes con el fin de selec-
cionar de cada una las operaciones características de la vida ecle-
sial. La repetición de algunos rasgos tiene como objetivo realzar 1. La mutua implicación del Nuevo Testamento
y de la Iglesia: la tradición
la voluntad del Señor. En cambio, las formas concretas de organización perte-
necen al dominio de los «modelos descriptivos» que admiten gran diversidad. 1) La Iglesia sabe que es anterior al conjunto de los escritos
Nuestra atención a la norma revelará, pues, ante todo un discernimiento que poco a poco fueron formando el canon del Nuevo Testamento.
de las condiciones de autenticidad de la Iglesia a los ojos de la revelación. Jesús no escribió nada y el cristianismo no es una religión del
Esta autenticidad es imprescriptible para la Iglesia, so pena de no ser ya
la Iglesia. Por este motivo la norma «constituye autoridad» dentro de la libro. Al principio la buena nueva —el evangelio— fue el objeto
autoridad global del evangelio a la cual está siempre sometida. Cuando hable de la predicación de los testigos, que reemplazaba a la predicación
de norma, quiero, por tanto, expresar una realidad sobre la cual la Iglesia hecha personalmente por Jesús. Después esta predicación de la
no tiene poder. Esta realidad normativa constituye todo el problema a pro- palabra tomó la forma escrita, debido a las necesidades de las
pósito de los ministerios: hay que reconocer que su determinación es impor-
tante y su riesgo también, tanto por exagerar indebidamente el dominio y el comunidades y a la distancia creciente que creaba el tiempo entre
contenido, como por olvidar su naturaleza y su papel. el acontecimiento fundante y la vida de esas comunidades. Este
328 Ministerios y estructura de la Iglesia Lectura del NT y teología dogmática 329

proceso puede incluirse legítimamente dentro del concepto de tra- miento fundante. La normatividad del origen no es para nosotros
dición de la fe: el testimonio dado a Jesús de Nazaret por los pri- una cuestión de cronología considerada en sí misma; pertenece a
meros testigos fue primeramente una tradición oral, después una otro orden, el del testimonio dado a la revelación que nos fue
tradición escrita, que la Iglesia se comprometía a conservar en toda hecha en el Hijo (Heb 1,1-2) de una vez para siempre.
su integridad. Estas dos formas y estos dos tiempos de tradición Pero también la Iglesia posapostólica se sabe posterior al Nuevo
constituyen un «acto ministerial» fundamental que hoy día aún Testamento y, en cierta medida, englobada por él. Esto resulta
está inscrito en el ser de la Iglesia: no es sólo el primero de una de la toma de conciencia que presidió a la reunión de los docu-
serie, sino que es un acto primordial hasta el punto de seguir mentos apostólicos en un canon de Escrituras a las que se reco-
siendo normativo para todos los tiempos. nocía una autoridad sin igual por su apostolícidad y por el testi-
Desde este punto de vista ya se puede discernir una relación monio que daban de Cristo. La determinación del canon y corre-
dialéctica entre el Nuevo Testamento y la Iglesia primitiva como lativamente la exclusión de otros escritos muy venerables significa
lugar donde se daba testimonio del evangelio. El Nuevo Testa- que entre los unos y los otros se ha franqueado un umbral. Los
mento no es algo «en sí» que se cierra sobre sí mismo: es la textos primeros tienen la autoridad de los que de algún modo
formulación escrita de un mensaje vivo. Ofrece su expresión más hablaban en inmediata comunión de vida con los primeros testigos
autorizada y más completa, pero no se identifica con este mensaje. del acontecimiento pascual; constituyen en su totalidad una ates-
La Iglesia, hasta el concilio de Trento inclusive, tenía una clara tación normativa del evangelio. Los otros expresarán la fe de la
conciencia de esta distinción entre la palabra de Dios o evangelio Iglesia en su fidelidad a este primer testimonio. Gozarán de auto-
y su atestación escrita 5. ridad en la medida en que ésta se reconozca a sí misma en ellos.
La interpretación eclesial del Nuevo Testamento nunca podrá En la determinación del canon del Nuevo Testamento se ex-
hacer la economía de lo que es: un testimonio dado al evangelio presa otra dialéctica entre Escritura e Iglesia, cuya paradoja se
que vive por la Iglesia de los primeros testigos. Su verdadero conservará después. Por una parte, la Iglesia se considera sometida
sentido no se podrá comprender más que por la fe en el mismo a la autoridad de esa atestación inspirada de la palabra de Dios;
testimonio, o a la luz de una comunicación recíproca entre la letra por otra, ejerce su autoridad sobre esos libros declarando cuáles
de los evangelios y de las epístolas y el evangelio vivo, idéntico son canónicos y cuáles no. Porque el Nuevo Testamento no se
ayer y hoy. Si aquélla conduce a éste auténtica e infaliblemente, autoriza a sí mismo como Escritura divina —al menos, no lo hace
éste siempre la trasciende, puesto que es la palabra viva y eficaz formalmente—. No da su propio catálogo, así es que la determina-
de Dios comunicada a los creyentes. Dicho de otro modo: el punto ción de lo que es escriturario no es escrituraria. El Nuevo Testa-
supremo de referencia que tiene la fe de la Iglesia de hoy no es mento es el polo de una relación que no puede comprenderse con-
el Nuevo Testamento, sino el evangelio vivo atestiguado por él. tando sólo con él. Por lo demás, únicamente existe como «corpus»
No se trata de un matiz sutil, sino de algo fundamental. Por con- para el creyente que lo acoge en su comunidad. Para el no cre-
siguiente, lo que buscamos en el Nuevo Testamento es verificar yente el canon, que realiza su conexión y reivindica su unidad,
y hacer que vuelva a sus fuentes el evangelio que tratamos de tiene sólo un valor documental externo.
vivir en la fe, junto al evangelio atestiguado en su mismo manan- El juicio eclesial que concierne a la determinación de los libros
tial, el evangelio tal como lo anunciaron los testigos del aconteci- canónicos del Nuevo Testamento es, pues, un acto singular de
5
interpretación efectuado por la Iglesia. Es también el primero de
El decreto Sacrosancta distingue netamente la «puritas ipsa Evangelii» una larga serie en la que la Iglesia paradójicamente pretenderá
de los «libros santos» y de las «tradiciones no escritas» que expresan su
verdad (IV sesión; Denzinger-Sch 1501-783). La teología de Lutero hacía someterse a la autoridad del Nuevo Testamento, al mismo tiempo
también esta distinción. Más tarde, durante las polémicas entre católicos y que con autoridad declarará su sentido. No puede suceder de otro
protestantes, se impuso insensiblemente la idea de una identidad inmediata modo. El límite del escrito está en ser cerrado por naturaleza.
entre palabra de Dios y Escritura, en nombre de un fundamentalismo más Su comprensión auténtica requiere necesariamente una reflexión
o menos consciente. Moehler había reaccionado ya en el siglo xix contra esta
postura y con razón. Recientemente Walter Kasper ha puesto en su punto sobre su interpretación siempre abierta que podríamos calificar de
esta problemática en su libro Dogme et Évangile (1967) 79-91. «oral». En esa reflexión la Iglesia actualiza a través de los siglos
330 Ministerios y estructura de la Iglesia Lectura del NT y teología dogmática 331

el vínculo entre la diversidad de esas numerosas páginas y la uni- que tenga el peligro de influir excesivamente en nuestros juicios.
dad viva de su fe. Este estudio acepta, pues, deliberadamente el riesgo de ser de hoy,
La Iglesia empezó por recoger esos libros para interpretarlos aunque procura no estar a la moda, ya que esto lo condenaría a
después, porque sabía que es la heredera legítima de la fe apos- pasar pronto de actualidad.
tólica. Estaba convencida de que eran suyos, porque había recibido
directamente el evangelio vivo que presidió su redacción. Esta reco-
pilación se ha transmitido dentro de la tradición viva que va de 2. La unidad del Nuevo Testamento y su interpretación
la fe a la fe. Estando en comunión de espíritu y vida con la Iglesia
que había escrito esos libros, la Iglesia posapostólica los considera El creyente no puede tratar de comprender el Nuevo Testa-
suyos y declara que deben ser comprendidos a la luz de la regla mento fuera del presupuesto de su unidad. Esta unidad se impone
de fe de la que vive desde el principio 6 . El Nueve Testamento por el dictamen de la Iglesia antigua, que consideró todos esos
aparece así como el lugar de acuerdo regulador entre el evangelio libros como la expresión coherente del mensaje cristiano. Sin em-
viviente en la comunidad de los primeros testigos y el evangelio bargo, el lector advierte no sólo peculiaridades originales, sino
que vive en la Iglesia de todos los tiempos. El es quien prescribe también divergencias e incluso contradicciones entre unos libros
la atestación siempre nueva del evangelio que la Iglesia debe dar y otros. ¿Puede estar de acuerdo con ellas hasta el punto de admi-
al mundo. El es quien garantiza una auténtica sucesión apostólica tir oposiciones tan insuperables que ya no se trate aquí o allá de
en la fe. Tales son las motivaciones de una lectura constantemente la misma fe o de la misma Iglesia? Pascal experimentó igual difi-
renovada del Nuevo Testamento en la Iglesia 7. cultad y formuló el principio para solucionarla:
La reflexión del teólogo dentro de una actualidad histórica de-
«Contradicción... para comprender el sentido de un autor hay
terminada procura situarse en el centro de estas implicaciones.
que poner de acuerdo todos los pasajes contrarios. Así para com-
Sabiendo que la Iglesia nunca termina de interrogar a la Escritura
prender la Escritura hay que lograr un sentido en el que estén
para nutrirse de ella y progresar en la comprensión que tiene de
de acuerdo todos los pasajes contrarios; no basta tener uno que
sí misma, con un esfuerzo de fidelidad creadora trata de hacer
convenga a muchos pasajes acordes, sino que hay que tener uno
avanzar la tradición de la fe. Hoy día, evidentemente, no puede
que concierte incluso los pasajes contrarios. Todo autor tiene un
hacerse esto prescindiendo de una referencia precisa a la toma de
sentido con el que están de acuerdo todos los pasajes contrarios
conciencia y a la transformación de actitud que representa el Vati-
y, si no, no tiene ningún sentido. Esto no puede decirse de la
cano II. Tampoco se puede olvidar el conjunto de cuestiones y de
Escritura y de los Profetas: eran demasiado sensatos para ello.
búsquedas que presiden el clima posconciliar en que vivimos. Nos
Por tanto, hay que buscar un sentido que ponga de acuerdo todas
hemos sensibilizado para los valores comunitarios; sentimos alergia
las diferencias»8.
contra toda discriminación personal; sospechamos fácilmente de las
instituciones; nos repugna una determinada imagen de autoridad En realidad esto va incluido en el presupuesto de la inteligi-
jerárquica; hay palabras sencillas con una considerable carga afec- bilidad total del mensaje atestiguado en el Nuevo Testamento y
tiva de sentido positivo o negativo. No podemos evitar la menta- en el presupuesto de que estos libros, sean las que fueren sus par-
lidad de nuestro tiempo, que, por otra parte, tiene la ventaja de ticularidades y divergencias, anuncian «una esperanza..., un solo
mirar a la Escritura con ojos nuevos. Sin embargo, debemos ser Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de
conscientes de su propio coeficiente para poder corregirlo siempre todos» (Ef 4,4-5), que reúne a todos en un sólo cuerpo por su
solo Espíritu.
6
Schnackenburg señala que esta fue la actitud de la Iglesia naciente Si es así se podrán destacar unas teologías propias de estos o
en su lectura del Antiguo Testamento: «Reconozcamos que no fue de la aquellos libros, pero en definitiva habrá que reconocer que existe
Escritura a la fe, sino de la fe a la Escritura, y que esto puede ser el ca- una sola teología del Nuevo Testamento: «Hay diferentes 'teolo-
mino del dogmatismo». Exégése et Dogmatique (1966) 131.
7
El ejercicio de esta gestión comprende evidentemente la referencia al gías' en el Nuevo Testamento, escribe H. Schlier, que son las de
magisterio de la Iglesia (entendido como ministerio de la unidad y de la
autenticidad de la fe), sobre el cual no tengo por qué extenderme aquí. Blaise Pascal, Pensées n.° 257.
332 Ministerios y estructura de la Iglesia
Lectura del NT y teología dogmática 333
los diferentes grupos de escritos y también las de escritos particu-
lares... Pero el nombre de nuestro tratado [la teología del Nuevo diferencias. Y, a su vez, el protestante corre el riesgo de prescindir
Testamento] y la noción que expresa no indican un compendio de de la «trabazón» del Nuevo Testamento y de complacerse en unas
diferentes teologías, sino una teología y la teología. Lo hacen en divergencias consideradas irreconciliables. De estas situaciones, a
virtud de una previa convicción teológica de la unidad del Nuevo escoger y poner tal dato por encima de tal otro, a establecer un
Testamento, convicción que se ha impuesto a la Iglesia a través «canon dentro del canon» y a decidir qué es o no es evangelio en
de una expansión considerable que ha recibido su aprobación. Pero el Nuevo Testamento sólo hay un paso que a veces se da. La ló-
lo reclaman también en virtud de la naturaleza y de la esencia gica de estas dos posiciones unilaterales contrarias es, en fin de
misma de la teología. cuentas, la misma. Al negar la realidad del problema, la interpre-
tación se extravía. Por una parte pierde todo carácter científico;
Esta unidad que implica la ausencia final de contradicción entre
por otra, multiplica las hipótesis que hoy se afirman casi dogmá-
las diferentes ideas y afirmaciones teológicas esenciales, es, desde
ticamente y mañana se reemplazan por otras distintas. En cambio,
el punto de vista teológico, un postulado inseparable de la inspi-
todo esfuerzo que se sitúe en el centro de esta tensión es prove-
ración y de la canonicidad del Nuevo Testamento y de la Sagrada
choso para la ciencia y para la Iglesia. El diálogo interconfesional
Escritura» 9.
que se desarrolla en un clima de mutuo respeto puede desempeñar
Esta convicción de la unidad indestructible del Nuevo Testa-
aquí un papel decisivo 10.
mento no significa, sin embargo, que dicha unidad no suponga un
problema. Proclamar a priori esta unidad no quiere decir que se Sin embargo, es ya posible afirmar algo positivo acerca de la
pueda afirmar inmediatamente en qué consiste y dónde reside. No unidad del Nuevo Testamento partiendo de él y de la agrupación
se puede adoptar previamente un concepto de unidad e interpretar de sus escritos en un «corpus». Existen unos datos muy valiosos
según él el Nuevo Testamento. Si esta unidad es al mismo tiempo que revelan un sentido de la unidad.
real, pero lo bastante oscura para mantener continuamente el pro- La unidad del canon indica ante todo una unidad de la Iglesia.
blema, es porque también ella es un misterio. Es un aspecto de Las comunidades cristianas en cuyo seno se formaron los diversos
la unidad de la fe y de la unidad de la Iglesia. Por tanto, el presu- documentos que constituyen el Nuevo Testamento se consideran
puesto de esta unidad no puede ser de ningún modo una facilidad recíprocamente como la expresión de la misma y auténtica Iglesia
hermenéutica. de Jesucristo. Por este motivo las cartas y los evangelios circularon
Al contrario, la unidad del Nuevo Testamento es una referen- mucho más lejos de la esfera de sus primitivos destinatarios. La
cia exigente y difícil, respecto a la cual puede pecar el intérprete posibilidad de la constitución del canon presupone toda una época
por exceso o por defecto. Puede comprenderla como un principio de intercambios y de reconocimiento mutuo. Se han reconocido con
de lectura uniformadora que no tenga en cuenta el evidente pro- autoridad igual cuatro versiones evangélicas; no se ha visto incom-
greso del lenguaje del Nuevo Testamento, ni la diversidad de esti- patibilidad entre el testimonio de Pablo y el de Juan. Se han con-
los de comunidades que sus numerosos libros atestiguan. Pero siderado en plano de igualdad textos antiguos y escritos mucho
también puede contentarse fácilmente con esclarecer la diversidad más recientes que revelan una expresión verbal y un desarrollo
de las teologías y eclesiologías, prescindiendo cómodamente de la doctrinal muy desiguales. Este hecho está cargado de sentido y no
referencia a la unidad. debe deformarse por el lado de la diversidad ni por el de la uni-
Reconozcamos que estas tentaciones toman a menudo un as- 10
pecto confesional: por eso el actual diálogo entre católicos y pro- El lector encontrará los ecos de este diálogo en los recientes debates
entre Hans Küng, católico que se apropia algunos de los resultados de la
testantes mantiene una tensión saludable y fecunda. El católico exégesis alemana contemporánea (en particular de los trabajos de E. Kase-
corre el riesgo de buscar la unidad a poca costa y contentarse mann) e Y. Congar y P. Grelot, después del libro de Küng sobre L'Église
con unas soluciones fáciles para poner de acuerdo y armonizar las {1968). Cf. Y. Congar, L'Église de Hans Küng: RSPT 53 (1969) 693-706;
P. Grelot, La structure ministérielle de l'Église selon saint Paul: a propos
9 de «L'Église» de H. Küng: «Istina» 15 (1970-1971) 389-424. H. Küng, L'Église
H. Schlier, Essais sur le Nouveau Testament (1968) 15 y 24-25. En la mis- selon l'Évangile. Réponse a Y. Congar: RSPT 55 (1971) 193-230. P. Grelot,
ma dirección W. Kasper, Dogme et Évangile (1967) 112 a propósito de la Sur ¡'origine des ministeres dans les églises pauliniennes: «Istina» 16 (1971)
«unidad de la Escritura como problema dogmático». 453-469.
334 Ministerios y estructura de la Iglesia Lectura del NT y teología dogmática 335

dad. No debemos buscar una organización de las iglesias más siste- valor normativo. Esta es una tendencia más acorde con los pro-
mática que la del canon mismo. Pero tampoco podemos deducir testantes.
de los conflictos que lealmente nos relatan los textos que existiera Pero existe otra tentación más propia de los católicos: par-
una ruptura de comunión entre ésta o aquélla iglesia ". tiendo del principio de que es más inteligible lo más desarrollado
Esta unidad de la Iglesia presupone a su vez la conciencia de que lo menos y de que no hay que remontarse en el pasado, pro-
la unidad del mensaje cristológico. Los dos aspectos son solidarios. curarán establecer la norma de la vida eclesial a partir de los últi-
Esta convicción es tanto más importante —¡sólo hay un evange- mos documentos del Nuevo Testamento, en particular en el campo
lio!— cuanto que los escritos del Nuevo Testamento no se preocu- de los ministerios donde las atestaciones son más claras y más
pan de armonizarse entre sí. Describen un perímetro que engloba cercanas a la evolución ulterior hacia un episcopado monárquico.
arquitecturas diversas. No responden explícitamente a la cuestión Se dirá que esta organización presenta el resultado concluyente de
de la compatibilidad de sus testimonios. Como dice W. Kasper, la evolución anterior, sobre la cual no hay nada que decir. Pero
evidentemente la Escritura «no quiere ser en modo alguno una se corre el peligro de aferrarse a los resultados, en vez de pro-
suma doctrinal» 12. La tarea constante de la Iglesia consistirá en curar comprenderlos a la luz de su evolución, y de tomar como
efectuar este discernimiento. Por consiguiente, la unidad del Nuevo referencia normativa la totalidad del testimonio neotestamentario.
Testamento está ya aquí y a la vez hay que afirmarla e incluso La inteligibilidad que presenta la diacronía tiene que situarse
hacerla. Se presupone en la unidad de la fe, pero continuamente de nuevo dentro de la sincronía, que sigue siendo un hecho, puesto
debe manifestarse. que los escritos del Nuevo Testamento están reagrupados en un
canon. Ya están colocados unos junto a otros, pueden leerse al
En este estado de cosas la atención a la diacronía y a la sin- mismo tiempo y está permitido interpretarlos independientemente
cronía proporciona unos principios para destacar la unidad del pen- de su génesis. La decisión de reunirlos en un «corpus» los ha hecho
samiento neotestamentario. La redacción de ese «corpus» se esca- en cierto modo contemporáneos unos de otros. De este modo una
lona durante tres cuartos de siglo. Es, pues, normal que se note afirmación históricamente situada puede tener un sentido más am-
un desarrollo como resultado de la reflexión sobre cuestiones nue- plio por la intención del redactor definitivo o simplemente por
vas y la evolución de las situaciones eclesiales. El discernimiento su presencia en la totalidad del «corpus». También hay que com-
de una génesis es, por tanto, importantísimo. prender las diferencias en el marco de la sincronía, puesto que
El estudio de la génesis plantea el problema concerniente al ésta y aquéllas se han mantenido juntas. La interpretación del
conjunto de esa sucesión y de la totalidad del sentido que en- Nuevo Testamento no consiste en manejar unos testimonios contra
cierra. Nos encontramos ante dos tentaciones que revelan actitudes otros, ni en hacer un compendio de las afirmaciones particulares
confesionales. Una consiste en remontarse en el tiempo lo más en una perspectiva histórico-bíblica. Se trata, al contrario, de pro-
posible para discernir los testimonios más primitivos y más cer- curar realzar, a la luz de la analogía de la fe, la unidad teológica
canos al acontecimiento fundante. En este caso se supervalorará inmanente en esa totalidad diversa.
su enseñanza y se hablará o actuará como si los testimonios ulte- Con ese espíritu y respetando por igual la diacronía y la sin-
riores tuvieran menos valor o representaran una evolución más o
cronía vamos a hacer una lectura sinóptica de los libros del Nuevo
menos contestable, a veces incluso una desviación respecto a los
Testamento.
orígenes. Se dirá, por lo menos, que no pueden anular los ante-
riores ejemplos de eclesiología a los que se concederá un gran
3. El testimonio del Nuevo Testamento acerca
11
Como lo hace con demasiada facilidad, E. Trocmé en su artículo Nais- de los ministerios
sance de l'unité ecclésiale, «Lumiére et vie» 103 (1971) 5-17. De igual modo
el atractivo artículo de E. Kasemann, Unité et diversité dans l'ecclésiologie Dentro de la unidad global del Nuevo Testamento, la unidad
du Nouveau Testament, traducido en «Études théologiques et religieuses» 41 significante de los ministerios constituye un problema. ¿Dónde
(1966) 253-258, supone resueltos difíciles problemas de método, a la vez
históricos y teológicos. radica esa unidad, siendo tantas las formas atestiguadas? ¿Dónde
12
W. Kasper, Dogme et Évangile (1967) 113. está comprometido el misterio de la Iglesia?
336 Ministerios y estructura de la Iglesia Lectura del NT y teología dogmática 337

1) El testimonio del Nuevo Testamento acerca de los minis- ha descubierto indicaciones históricas de gran valor en unos docu-
terios representa un caso original cuya particularidad importa ad- mentos que antes eran sospechosos desde ese punto de vista.
vertir. Si se compara con el testimonio que el Nuevo Testamento Por otra parte, no es justo sospechar a priori de las intencio-
da de Cristo, se puede decir a la vez que está marcado con un nes teológicas. Los documentos más antiguos también las poseen
handicap y que cuenta con un triunfo a su favor: —en la Trímera epístola a los Corintios tenemos un claro ejemplo
de esto—, aunque sean más espontáneas y menos formales.
a) Está marcado con un handicap porque efectivamente con- Cuando el creyente se pregunta por el valor normativo de la
cierne a una realidad que se inscribe en la vida concreta y se enseñanza del Nuevo Testamento acerca de los ministerios no
expresa a través de la red de relaciones institucionales trabadas puede rechazar el punto de mira eclesiológico, que se halla inscrito
dentro de las comunidades y entre sí. Ahora bien, esa realidad, más conscientemente en algunos libros. El testimonio que conserva
en general, no es objeto de una reflexión «ex professo» en el Nuevo y valora en el pasado lo que se considera característico tiene un
Testamento. La Iglesia habla de Cristo y no ante todo de sí mis- particular interés. La justa distinción entre la historia y las inten-
ma; se presenta al hablar de Cristo y anunciar su palabra. De aquí ciones teológicas no debe llevarnos a enfrentarlas ni a desemba-
que el valor estructural de los ministerios no se suele encontrar razarnos de la una en provecho de la otra.
directamente, pero está implicado en la relación del autor con
sus destinatarios. Por esto nos encontramos con frecuencia con b) El testimonio del Nuevo Testamento acerca de los minis-
notas episódicas y fragmentarias que responden a las necesidades terios cuenta también con un punto a su favor que ya era per-
de las iglesias y a las situaciones críticas que atraviesan. Las expli- ceptible en lo que se acaba de decir: cada libro es, a su modo,
caciones más concretas son relativamente tardías y siempre frag- un acto ministerial. En el caso de las epístolas este acto es evi-
mentarias. Por lo tanto, la interpretación debe tener esto en cuenta dente: un fundador de iglesia o un hombre ligado directamente
al grupo apostólico y responsable ante esa iglesia ejerce su minis-
y adaptar su método en consecuencia.
terio por escrito. Lo mismo sucede con la redacción de los Evan-
Hay, en efecto, que tomar muchas precauciones. No es una gelios, que consignan las tradiciones de la predicación oral respecto
verdad a priori que la reflexión propia de cada libro del Nuevo a Jesús. La composición se atribuirá a unos apóstoles (Mateo y
Testamento lleve una intención eclesiológica suficiente para que Juan) o a compañeros de los apóstoles en su ministerio (Marcos
los elementos fundamentales de la estructura de la Iglesia se mani- y Lucas). Más tarde Ireneo subrayará especialmente esta unión.
fiesten en ella y haya que sacar conclusiones válidas. Dicho de
Cuando se establece el canon del Nuevo Testamento reconoce
otro modo: la estructura real de la Iglesia no está necesariamente la Iglesia la totalidad de sus libros como un acto ministerial de
reflejada en la estructura del discurso. El arqueólogo que des- anuncio de la palabra a todo cristiano. Hay que recordar este dato
cubre una partecita de un mosaico desea reconstruir el dibujo con todo su alcance, puesto que abarca el conjunto del testimonio
completo que formaría el mosaico, pero no siempre es posible. del Nuevo Testamento acerca de los ministerios. Este acto minis-
Parecido problema se presenta respecto a algunos libros del Nuevo terial de carácter fundante es una referencia normativa para los
Testamento y esto exige una gran prudencia. El argumento «a si- ministerios «fundados» que se perpetuarán en la Iglesia.
lentio» podría probar cualquier cosa.
Es igualmente importante respetar la articulación entre el dato 2) Si interrogamos ahora al contenido del discurso del Nuevo
histórico y el alcance teológico. Con frecuencia se considera que Testamento acerca de los ministerios, y si nos fijamos en la suce-
los documentos más antiguos tienen más valor y se los supervalora sión cronológica de los escritos, notamos con toda claridad que
por ese motivo. Es claro que la Trímera epístola a los Corintios este discurso gira alrededor de la toma de conciencia del tránsito
es en lo concerniente a los ministerios un documento mucho más de la Iglesia de los apóstoles a la Iglesia posapostólica. Sería un
antiguo y, sin duda, más fiel desde el punto de vista histórico que error atribuir exclusivamente esta toma de conciencia a la Iglesia
los Hechos de los Apóstoles, que vienen a ser una relectura de los del siglo ir que estableció el canon. Esta decisión no es más que
primeros tiempos compuesta con unas miras teológicas muy deter- la meta de un proceso puesto en marcha mucho antes, cuyo pro-
minadas. Pero no hay que generalizar esto y la crítica reciente greso nos es manifestado por el Nuevo Testamento. De hecho la
22
338 Ministerios y estructura de la Iglesia Lectura del NT y teología dogmática 339

dialéctica entre el tiempo apostólico y el posapostólico está ins- des; ambas partes intervienen de acuerdo en el reconocimiento o
crita en el «corpus» neotestamentario. Esto, que es un hecho se- en la designación de los servidores que van resultando necesarios.
cundario respecto al nacimiento de la Iglesia, tiene también, sin b) Insensiblemente, sin embargo, la situación evoluciona. El
embargo, un valor teológico. En lo concerniente a los ministerios tiempo va creando una distancia cada vez mayor entre el aconte-
éstos son los principales puntos que revela la diacronía. cimiento fundante y la vida actual de las iglesias. El lazo que los
Pueden distinguirse, en efecto, dos «momentos» cualitativos en une ya no es tan claro; aparecen fuerzas divergentes, los apóstoles
el testimonio del Nuevo Testamento: y sus primeros colaboradores envejecen y empiezan a desaparecer.
a) Los escritos más antiguos atestiguan la presencia prepon- Entonces se advierte en forma difusa que está sucediendo algo
derante de los testigos del misterio pascual y de sus inmediatos irreparable. Dentro de nada las comunidades cristianas se quedarán
asociados. En este primer momento no se plantea la cuestión de sin ningún lazo vivo con la generación de los testigos. Está termi-
una «sucesión» ni se ocurre siquiera, porque es evidente el vínculo nando una época única en la vida de la Iglesia, época privilegiada
que une a todos con el acontecimiento fundante. En cambio, hay porque en ella coincidían prácticamente el pasado y el presente.
necesidad de hablar de los que, de múltiples formas, asumen unos La esperanza escatológica contribuía también a reducir la distancia
servicios y ejercen sus dones espirituales y humanos en bien de temporal y a evitar el pensamiento de un futuro duradero. Pero ya
la comunidad. Son los diferentes colaboradores del Apóstol. Los se ve que el tiempo de la Iglesia va a durar. Lo que se vivía indis-
lazos que los unen pertenecen al plano de las relaciones humanas: tintamente va a descomponerse en dos referencias articuladas igual-
esos hombres se conocen y se reúnen; su mutua unión es conocida mente necesarias a la autenticidad de la Iglesia: la referencia al
por todos, puesto que el Apóstol los recomienda a la comunidad. pasado del acontecimiento de Jesús en la fidelidad a su palabra
En este momento no se siente la necesidad, según opinamos aten- considerada ya como una tradición y la referencia al presente del
Espíritu que actúa en la Iglesia 13.
diendo a nuestros datos, de un signo que indique concretamente
la investidura o la habilitación para un ministerio. Este signo quizás Se comprende que hay que velar por estas dos referencias y
existió donde la tradición cultural y religiosa estaba habituada a aparece el afán de una sucesión. Sucesión de toda la Iglesia de hoy
contar con él, y no se dio en otros ambientes. Estamos todavía a la de los apóstoles, y sucesión también de los ministros de hoy
en el momento en que esto pudo ocurrir sin necesidad de expre- a los de la primera generación. Esta sucesión asegura la continui-
sarlo y sin un signo formal. dad dentro de la discontinuidad. Esta última existe porque ya no
es el Señor el que envía a misionar a sus testigos. La desaparición
En este primer momento se vivieron dos aspectos del minis-
de la palabra «apóstol» del vocabulario de los ministerios cristianos
terio en una unidad inmediata que se explica por la proximidad
traduce esta toma de conciencia. Ya no habrá «apóstoles» en sen-
en el tiempo al acontecimiento pascual. La referencia al pasado del
tido estricto; tendrán unos sucesores que no heredan la plenitud
misterio realizado en Jesús y la referencia al presente del Señor de su testimonio ni de su responsabilidad. Sin embargo, para deno-
resucitado viviente en su Iglesia por el don del Espíritu se viven tar la auténtica continuidad entre unos y otros se generaliza un
casi idénticamente bajo el signo del presente. El que envió en mi- gesto de investidura que simboliza la transmisión de un cargo y el
sión a los testigos de su misterio pascual y luego garantiza su acción don del Espíritu. En adelante la comunión de los ministros debe
con las señales portentosas del Espíritu es el mismo Señor resu- expresarse con esa señal. Al mismo tiempo se precisa la organiza-
citado. Los apóstoles evitan cuidadosamente hacerse pasar por ción de las instituciones en detrimento del libre juego de las rela-
Cristo. Su actividad al servicio de las iglesias trata de transpa- ciones ministeriales. Se adivina el afán por preparar a la Iglesia
rentar modestamente la acción del Señor que las gobierna. Lo que para la nueva generación con una referencia concreta al testimonio
domina es la relación vertical con el único Señor en la actualidad primitivo. Lo que va a suceder con la fijación del canon del Nuevo
del fin de los tiempos que su resurrección acaba de inaugurar. En
este primer momento sigue faltando la preocupación por la esta- 13
Me expliqué sobre este punto en Serviteurs de l'Évangile. Les minis-
bilidad de las instituciones. Pero la «institución» (en singular) teres dans l'Église (colectivo) (1971) 96-107 con el título «La relation au
se vive con una relación viva entre los apóstoles y sus comunida- Christ et á l'Esprit de l'Église et des ministéres».
340 Ministerios y estructura de la Iglesia El hecho ministerial en la estructura de la Iglesia 341

Testamento, sucede analógicamente con cierta fijación de las figu- Si el hecho ministerial aparece estructurado efectivamente y
ras ministeriales. si incluye un ministerio fundamental, tiene que presentar algún
Ya se ve, pues, en qué consiste ahora nuestra tarea. Respetando carácter original o específico no sólo en su contenido sino también
el tránsito de un momento en que todo se vive en el presente en su sentido. No puede reducirse pura y simplemente al ejercicio
apostólico a un momento en que la referencia del presente al pa- de responsabilidades en las otras comunidades humanas. Su pecu-
sado adopta una figura institucional, tenemos que discernir los liaridad estará ligada al hecho de que la Iglesia es el lugar del
puntos comunes de la estructura eclesial que están atestiguados don de Dios a los hombres y ese don continúa en la historia en
lo mismo en el primer momento que en el segundo. No trataremos provecho de una comunidad que sigue construyéndose hasta el co-
de volver a lo más antiguo como si fuese portador de posibilidades ronamiento escatológico. El hecho ministerial se inscribe en el mis-
maravillosas trágicamente perdidas por una rigidez empobrecedora, terio de la nueva alianza. Será como una parábola visible de la
ni de soldar lo más antiguo con lo más reciente dando un valor iniciativa de Dios manifestada en la misión de Jesucristo. Será un
absoluto a las últimas formas institucionales. Procuraremos armo- signo del evangelio.
nizar estos dos momentos —que ha recogido el canon del Nuevo Ahora debemos leer de nuevo todos esos datos que se hallan
Testamento y nos los presenta hoy en forma sincrónica—, tratando en los diferentes grupos de escritos del Nuevo Testamento.
de ver sus coincidencias. En este trabajo, en el que por hipótesis
buscamos lo que es común a ambos momentos, evitaremos atenuar
las diferencias. El discernimiento de lo uno lleva como corolario 1. Epístolas paulinas
inevitable el discernimiento de lo diverso y múltiple. Las epístolas que se consideran hoy auténticamente paulinas
constituyen un típico testimonio del primer momento de que ha-
blábamos antes. Nos aportan también desde el punto de vista his-
tórico el testimonio más antiguo y más cercano a los hechos. De
II. EL HECHO MINISTERIAL EN LA ESTRUCTURA DE LA IGLESIA aquí su importancia en lo que concierne a los ministerios. Trata-
remos de recoger ordenadamente sus enseñanzas:
Al lector del Nuevo Testamento le chocan en seguida la diver- 1) Lo primero que llama la atención es la importancia del
sidad del hecho ministerial, tal como evoluciona de un libro a otro, hecho comunitario y la intensidad con que se viven los valores
y la pluralidad tan grande de los ministerios atestiguados por un de comunión. Todos los miembros son responsables de ellos. Sin
solo libro. Admitido esto como una realidad, la cuestión es la si- embargo, se dibuja un reparto de tareas complementarias en fun-
guiente. Los ministerios atestiguados ¿son totalmente independien- ción de los dones que el Espíritu concede a cada uno. A nivel de
tes unos de otros, o se trata de la «geometría variable» de una estas actividades carismáticas, cuya consistencia y estabilidad mi-
misma realidad, a la manera de esos aviones que cambian de as- nisterial pueden variar mucho, empieza una dialéctica entre algu-
pecto según el momento de su vuelo, sin perder por eso su iden- nos y la totalidad. «Es notable que dentro de la ley del amor,
tidad de aparato aéreo? Dicho de otro modo: ¿no existen ciertos que vale para todos, algunos tengan como propias una función
rasgos que caracterizan con fijeza el hecho ministerial dándole una y una responsabilidad que, sin embargo, pertenecen también a to-
unidad de estructura en medio de sus diferentes aspectos? ¿No dos los miembros de la asamblea», escribe A. Jaubert", aduciendo
existe una articulación fundamental que le confiera a la vez unidad varios ejemplos.
y sentido respecto al misterio de la Iglesia? ¿Son equivalentes La emulación en el servicio mutuo dentro de la complementa-
todos los lados de esta articulación, donde se comprueba el hecho riedad de los carismas origina cierta polarización de la comunidad.
ministerial o, por el contrario, existe una prioridad que confiere a En un terreno particular unos tienen un título especial para reali-
ciertos tipos de ministerios el valor de ministerio principal o fun- zar lo que es cuestión de todos. Este juego dialéctico se muestra
damental, sin el cual la Iglesia no podría ser tal cual es y que, muy fluido y en muchos casos parece reversible. Tal persona, que
aun siendo uno de tantos ministerios, asegure la existencia de ellos
14
en toda la Iglesia? A. Jaubert, supra, 30-31.
342 Ministerios y estructura de la Iglesia El hecho ministerial en la estructura de la Iglesia 343

pertenece a los «algunos» en lo concerniente al discernimiento o nados con precisión: primeramente los apóstoles, en segundo lugar
al don de lenguas, estará con «todos» para beneficiarse del ser- los profetas, en tercero los doctores. La mención prioritaria de los
vicio de la ayuda o de la acogida. En realidad podría decirse que apóstoles se debe a su cualidad de fundadores de iglesias, pues no
todos están al servicio de todos, gracias a la mediación diversa- podemos olvidar que Pablo se incluye a sí mismo en la tríada.
mente especializada de los servicios que realizan algunas personas Esta lista destaca netamente «los tres primeros términos de la
más relevantes o algunos grupos pequeños. Todo se efectúa dentro serie» de los que les seguirán. Los tres primeros «designan unos
de la interdependencia fundamental de los miembros de la co- hombres, los otros unas actividades» " . De este modo unos minis-
munidad. terios fundamentales quedan realzados dentro del cuadro de los
Sin embargo, aunque se inscribe siempre dentro de la comu- servicios multiformes de la Iglesia. Esos ministerios son los de
nión fraterna y del ágape, este juego dialéctico no es siempre la palabra de Dios venida de fuera (1 Cor 14,36) y que debe juz-
«horizontal» o «simétrico». Entre el servicio peculiar de algunos gar las manifestaciones del Espíritu.
y el servicio común de todos surge en ciertos casos una relación más Los dos grupos de ministros mencionados parecen articular la
firmemente caracterizada y más estable entre «algunos» que ejercen comunidad con un mismo tipo de relación entre los ministros neta-
una responsabilidad e incluso una autoridad respecto a toda la mente calificados y la comunidad. Esta relación se inscribe en la
comunidad y todos los miembros de ésta, que son invitados a some- que une a Pablo con las iglesias. No es que Pablo solo constituya
terse a su ministerio. un polo, por muy grande que sean su autoridad y su misión. Podría
decirse que Pablo se sitúa en el lado de los ministros y a éstos los
2) Estas epístolas paulinas mencionan, en efecto, a algunos coloca a su lado. Esto resalta en la tríada de los corintios. De-
ministros locales que ejercen una responsabilidad relativamente pre- fiende también a los que trabajan o presiden: los apoya delante
cisa en el cuadro de la dialéctica global de los servicios mutuos de la comunidad, pide que les obedezcan y, en cierto modo, garan-
que caracteriza la vida de la comunidad. El conjunto de ésta asume tiza su acción.
la responsabilidad y los servicios dentro de un diálogo y una comu- Se ocurre, sin embargo, una pregunta: ¿quién ha habilitado a
nión con ciertos hombres, comunión que no excluye la sumisión. estos hombres para su ministerio? Un punto está fuera de duda:
Esos ministros son los que «trabajan entre vosotros, os presiden en los ha establecido Dios (1 Cor 12,28), o Cristo (Ef 4,7-11). La
el Señor y os amonestan» (1 Tes 5,12); en otros términos, que diversidad de los ministerios se atribuye al mismo Señor (1 Cor
están «encargados» de la comunidad con lo que esto implica de 12,5). Dicho de otro modo: el hecho ministerial no es en la Iglesia
trabajo y de autoridad. Es también en Corinto el grupo de Esté- una realidad puramente humana, es un don característico de Dios,
fanas, «primicias de Acaya», que se puso voluntariamente al ser- que por su Hijo y en el Espíritu edifica la Iglesia. Los ministerios
vicio de los santos; la comunidad a su vez debe ponerse a la dis- pertenecen a las realidades de la salvación. Pero, ¿cómo se traduce
posición de estos hombres y de todos sus colaboradores (1 Cor esta iniciativa divina en la vida de la comunidad? ¿Es suficiente
16,15-16). En la epístola a los Filipenses cambia el vocabulario: la decisión de los interesados? ¿Es la comunidad la que los escoge?
Pablo saluda a los santos de Filipos «con sus epíscopos y diáco- ¿Es Pablo quien les da la investidura? A. Lemaire contesta que
nos» (1,1). Nombra primero a los santos, pero en seguida aparece la elección de los ministros resulta de «un acuerdo entre el candi-
la comunidad articulada en dos grupos: los santos y los ministros. dato, la comunidad y los otros ministros, de ordinario Pablo» I8.
Podemos pensar que los epíscopos corresponden a los «presiden- En todo caso eso es lo que se deduce respecto a los encargados de
tes» de Tesalónica 15. La aparición de un vocabulario propio para llevar a Jerusalén el fruto de la colecta hecha en Corinto (1 Cor
designar a los que trabajan va unida a una concepción más estable 16,3). El modo de tratar Pablo con las iglesias fundadas por él
del ministerio realizado. confirma que su autoridad organizadora interviene en el discerni-
Por otra parte, en 1 Cor 12,28 destaca Pablo claramente en miento y en el reparto de los ministerios que Dios suscita w . La
la lista de los carismas una tríada tradicional16 de ministerios desig-
17
E. Cothenet: SDB 8 (1971) 1292-1293.
18
15
Cf. H. Küng, L'Église (1968) II, 553. A. Lemaire, supra, 70.
19
16
Cf. A. Lemaire, supra, 62-63. P. Grelot, Sur ¡'origine (1971) 458-459.
344 Ministerios y estructura de la Iglesia El hecho ministerial en la estructura de la Iglesia 345

tradición posapostólica conservará firmemente esta intervención, de la responsabilidad propia de Pablo. También aseguran el mi-
puesto que en la carta que Clemente de Roma dirige a los corin- nisterio de la unidad y de la comunión entre las iglesias.
tios encontramos una «lectura sintética» de la proclamación de la
buena nueva por los apóstoles, enviados del Señor, y de la elección 4) Hemos visto que, en fin de cuentas, la dialéctica entre
de las «primicias» de los nuevos cristianos para establecerlos como algunos y todos se inscribe en la relación que une a Pablo con
«epíscopos y diáconos» de las iglesias nacientes 20 . Este texto, aun- las iglesias fundadas por él. Por tanto, para tener una visión com-
pleta y significante de esa dialéctica es preciso remontarnos hasta
que más tardío, comporta dos alusiones que pueden relacionarse
el Apóstol fundador y recordar cómo da él cuenta del origen y
con las epístolas de Pablo. ¿No dice éste que Estéfanas y los suyos
objetivo de su misión. Además, en Pablo tenemos una referencia
son las «primicias de Acaya» (1 Cor 16,15) y no saluda a «los
esencial para comprender la índole del ministerio de la nueva
epíscopos y diáconos» de Filipos (Flp 1,1)?
alianza. Pablo es la figura privilegiada del apóstol dentro del tes-
Sea cual fuere la parte de iniciativa correspondiente a la comu- timonio del Nuevo Testamento tal como ha llegado a nosotros.
nidad en la elección de los ministros, todo se hace de acuerdo y
Pablo tiene conciencia de ser «apóstol por vocación, escogido
en comunión con Pablo que, de una u otra manera, los considera
para anunciar el evangelio de Dios» (Rom 1,1) a todos los hom-
colaboradores suyos. Los ministros no son un mero producto de
bres, a los griegos como a los bárbaros (Rom 1,14), a los judíos
la comunidad o, más exactamente, la comunidad entera, articulada
como a los griegos (1 Cor 9,19-23). Reivindica este título «no de
con la relación de algunos respecto a todos, es la que reconoce los parte de los hombres, ni por mediación de hombre alguno, sino
dones del Espíritu y habilita para el ministerio. por Jesucristo y Dios Padre (Gal 1,1). Su situación es singular, ya
3) Entre Pablo y las comunidades actúa otra tercera categoría que no conoció como los Doce al Jesús de antes de Pascua. Su
de ministros: son los compañeros y colaboradores itinerantes de vocación es fruto de una iniciativa gratuita del Señor resucitado
Pablo. Parece que también entre ellos hay que distinguir dos gru- que lo ha hecho testigo de la resurrección. Al nombrar las diversas
pos: unos trabajan en plano de igualdad con el Apóstol; los otros apariciones se menciona a sí mismo (1 Cor 15,8), asociando así
le están subordinados. En el primer grupo hay que situar a Apolo, su apostolado al acontecimiento pascual históricamente considerado.
Bernabé y Silas21. El otro comprende colaboradores que reciben su Por esto pertenece a la generación de los testigos y el don excep-
misión de Pablo, quien, sin duda, influyó mucho en su elección. cional que se le ha concedido no puede reiterarse después de esta
Son: Timoteo, Tito, Epafras, Epafrodita, Tíquico y quizás Oné- generación. Por otro lado, experimenta la necesidad de manifestar
simo 22 . Unos y otros están con Pablo y participan de la misma con lazos visibles de comunión con las autoridades de Jerusalén la
relación que lo une con las iglesias. Los segundos sirven a menudo unidad de la experiencia que comparte con los apóstoles (Gal 2,2).
de enlace; en todo caso, Pablo «no deja de apelar a su autoridad La comunión en el don espiritual del mismo apostolado tiene que
manifestarse con gestos visibles de reconocimiento y acuerdo. Estos
para asegurar a sus enviados especiales la acogida que merecen» .
lazos subrayan que la misión de Pablo está unida al aconteci-
Todo lo que se ha dicho de los ministros locales se aplica a fortiori
miento fundante de la comunidad. Pablo conoce la significación
a estos grupos, aunque sea difícil determinar cómo circula la auto-
de Pedro y del grupo de los Doce como elementos estructurales
ridad ministerial entre los primeros y los segundos. Que unos sean
del agrupamíento escatológico de Israel, puesto que los menciona
itinerantes y otros residentes es algo accidental, que afecta a los como los primeros testigos de las apariciones (1 Cor 15,5). Su
modos y a los grados, pero no a la naturaleza íntima del minis- afán de quedar unido con Pedro es tanto más evidente cuanto que
terio. Parece que los enviados itinerantes participan más a fondo las dificultades no tardan en presentarse (cf. Gal 2). Con Pablo
20
el ministerio manifiesta su origen y su plenitud en la persona
Clemente de Roma, Carta a los corintios, 42,4. A propósito de estos misma del Apóstol-testigo.
ministros, Clemente dice después que su establecimiento se hizo «con la apro-
bación de toda la Iglesia» (44,3) 172. Podemos ahora deducir de las epístolas paulinas algunas con-
21
Cf. A. Lemaire, supra, 65-66, y P. Grelot, supra, 55-56. secuencias positivas y negativas. Las iglesias aparecen basadas en
22
Cf. A. Lemaire, supra, 65-66.
23
P. Grelot, supra, 56. una relación entre algunos miembros y todos. Relación recíproca
346 Ministerios y estructura de la Iglesia El hecho ministerial en la estructura de la Iglesia 347
y móvil, pues el hecho ministerial es propio de toda la comunidad tica» —puesto que son suscitados por el don del Espíritu— y
y la vida cristiana es fuente de una «diaconia» pluriforme según «cristológica», porque el apóstol los reconoce y tienen con él un
la iniciativa del Espíritu. Pero dentro de esas relaciones diversas vínculo vivo de comunión y de dependencia.
hay algunas que revisten un valor más fundamental y denotan El ministerio de Pablo comprende el servicio del evangelio y
la existencia de un grupo de algunos al servicio de todos, como la responsabilidad de las iglesias: esto significa que el «contrato»
se advierte por el agradecimiento que les profesan, la naturaleza, de la misión de Pablo apóstol es el que define la Iglesia. El «con-
estabilidad y significación de «su trabajo» y de su autoridad. Estos trato» de los otros ministros unidos a Pablo aparece más limitado
hombres, lejos de atribuirse exclusivamente los ministerios, ase- a causa de la diversificación de las funciones, pero comporta una
guran la unidad de la comunidad y hacen que la practique en la participación en las mismas tareas. Pablo, por su parte, no se
obediencia al evangelio. Estos «algunos» constituyen un grupo desentiende de los deberes de la ayuda fraterna, como lo prueba
diverso, pero unido por lazos de comunión fraterna y organizado su solicitud por la colecta hecha en favor de la comunidad de
alrededor del ministerio fundante del Apóstol, que parece pola- Jerusalén.
rizar en una unidad concreta al conjunto de los colaboradores iti- Las conclusiones negativas no son menos claras: las iglesias
nerantes y de los ministros locales. Sus relaciones comprenden paulinas no conocen el título de «presbítero» para designar un
también algunos lazos de dependencia, pero sería un gran anacro- ministerio. No admiten un episcopado monárquico: el único mi-
nismo hablar aquí de «jerarquía». nisterio «monárquico» es el del Apóstol. En ninguna parte se
Ya podemos referirnos a la «estructura» de la Iglesia, ya que encuentra atestiguada la imposición de las manos. La idea misma
si en todo el Nuevo Testamento existe realmente una estructura de sucesión está ausente. Su silencio acerca de la presidencia de
única de la Iglesia las iglesias paulinas deben manifestarla. El res- la eucaristía nos asombra hoy. Finalmente es casi inútil añrmar
peto del punto de vista sincrónico nos impide buscar en otros que no se halla la trilogía jerárquica de obispo, sacerdote y diá-
textos unas explicaciones complementarias de valor propiamente cono, que en esta forma no aparecerá ni siquiera en los últimos
estructural. Pero esta conclusión es provisional, ya que sólo recu- textos del Nuevo Testamento 25 .
rriendo a esta misma relación existente entre algunos y todos en Hans Küng ha defendido enérgicamente la tesis de dos tipos
los diversos tipos de comunidades y de organizaciones ministeria- de estructuras en las iglesias primitivas: un tipo paulino o caris-
les distintas, podremos hablar de estructura constante y, por lo mático, cuyo ejemplo más claro es la iglesia de Corinto, y otro
tanto, normativa. palestinense, que se impondrá después con la institucionalización
Este resultado debe situarse también dentro de la diacronía. del presbiterado y la ordenación por imposición de las manos.
Como escribe P. Grelot: «Mientras el Apóstol fundador vive, la Una toma de posición ante esta tesis tiene que matizarse, si se
relación de la comunidad con su poder apostólico (exousia) cons- quiere evitar una nivelación injusta o unos fáciles enfrentamientos.
tituye un elemento esencial de su estructura interna. El ejercicio Por una parte, no es posible oponer una estructura carismática
de todo ministerio necesariamente se asocia a ella, pues no hay a una estructura institucional, puesto que en Corinto existe una
heterogeneidad entre los dones del Espíritu Santo» 2 \ serie de ministerios que siguen las huellas del Apóstol y dan a la
Pero esto sucede «mientras vive el Apóstol», es decir, durante vida de la comunidad una articulación lo bastante firme como para
el primer momento de que hablábamos antes. Pablo asume como
25
testigo la unidad indistinta del reciente pasado del acontecimiento H. Küng, L'Église II, 556 subraya con una complacencia exagerada
pascual y del presente de la vida eclesial. Lleva en sí la doble refe- estos datos negativos comparando de manera inmediata las comunidades pau-
linas con la organización de los ministerios tal como aparecerá en los pri-
rencia del ministerio, que es un don de Dios a su Iglesia unido meros Padres de la Iglesia. Es absolutamente necesario salir de ese dilema
concretamente con el misterio de la muerte y resurrección de Jesús. propuesto en términos de «todo o nada». Igual tendencia en su respuesta
Los otros ministros que trabajan en comunión con él al servicio de a Y. Congar: «hay allí (en Corinto) una perspectiva bastante incómoda para
las iglesias participan por ello de esa doble referencia: «pneumá- todos los que consideran como el único posible el reparto tripartita actual
del ministerio y el Código de Derecho Canónico como sacrosanto, al menos
en sus líneas fundamentales». L'Église selon l'Évangile, art. cit. 201. La exa-
P. Grelot, supra, 50. geración de las oposiciones se vuelve aquí caricatura.
348 Ministerios y estructura de la Iglesia

que se le reconozca un carácter instituido (en el sentido funda-


mental del término «institución») 26 . Por otra parte, es cierto que 2. La epístola a los Efesios
existen dos (o varios) tipos de organización en las iglesias paulinas
y las palestinenses. También existe una diferencia global de figura La epístola a los Efesios nos proporciona pocos informes con-
de la vida eclesial en la medida en que los carismas son mucho cretos sobre la vida de las comunidades; en cambio, nos presenta
más ricos e influyentes en un caso que en otro. una imagen teológica de firmes rasgos de la Iglesia universal.
Por lo tanto, legítimamente pueden oponerse un más y un me- ¿Qué lugar ocupan los ministerios en este «modelo» eclesial?
nos en la organización institucional (en el sentido de instituciones Advirtamos dos puntos significativos: la ojeada retrospectiva
concretas) de los diferentes tipos de iglesias. Pueden también opo- al tiempo de la fundación de la Iglesia y la descripción del cuerpo
nerse las formas institucionales: entre los tipos de iglesias la orga- de Cristo con sus diversas articulaciones.
nización concreta de los ministerios es sensiblemente distinta, y
también lo es la manera de vivirse la relación entre «algunos» y 1) El autor alude al tiempo más antiguo de la existencia ecle-
«todos». Pablo y los ministros que trabajan con él no monopolizan sial. Comienza, pues, un deslizamiento de perspectivas, que saca a
la iniciativa de la vida de la comunidad. Reglamentan, sin ahogar- la luz un pasado original y un presente muy actual, es decir, un
la, una vida que brota por doquier. Todo esto no es secundario y primer y un segundo momento en la vida de la Iglesia28. En ese
constituye el atractivo incontestable que posee la comunidad de pasado distingue el autor el papel propio de los «apóstoles y de los
Corinto para la mentalidad moderna. Esta figura eclesial pide, pues, profetas» (Ef 2,20), que son presentados como el fundamento de
que no agobiemos indebidamente la estructura que tratamos de la Iglesia. Es difícil no enlazar esta pareja de ministros con la tri-
discernir. Esta se sitúa a un nivel más profundo que la tríada logía de 1 Cor 12,28, tanto más que la misma lista se repetirá en
jerárquica que se hará después universal. Continúa abierta a otras la sección parenética de la epístola, pero enriquecida con otros dos
formas de repartir los ministerios. Permite un despliegue de las términos: los de evangelistas y pastores. Parece que el vocabulario
iniciativas de la comunidad mucho mayor que aquél a que esta- se fue desarrollando con el tiempo, ya que la lista de Ef 4,11 se
mos acostumbrados por insistir unilateralmente en la jerarquía. refiere a los ministros actuales, en tanto que la ojeada retrospec-
Colocar la oposición del lado de la organización y no de la estruc- tiva a los orígenes realza a una pareja unificada de ministros, «los
tura no equivale, pues, a prescindir de la cuestión que hoy nos apóstoles y los profetas». No se trata aquí de los doce apóstoles,
plantea la vida de las iglesias paulinas 27 . sino de un grupo más amplio de fundadores de iglesias y de testi-
gos del Resucitado 29 , enrte los cuales se cuenta evidentemente a
Pablo como superviviente de este período.
26
Estoy perfectamente de acuerdo con H. Küng cuando dice que la Hay que analizar con relación a la Iglesia y a Cristo el término
iglesia de Corinto estaba plenamente constituida y equipada en cuestión de fundamento, empleado en la epístola para precisar el papel primor-
ministerios (cf. L'Église II, 556), pero con la condición de tener en cuenta
todos los grupos de ministros que se señalan en ella y de no olvidar nunca dial de los apóstoles y de los profetas. El fundamento de un edi-
que la vida de las iglesias no puede concebirse fuera de la relación que las ficio forma parte de él y es también esa parte indispensable sin
une con el Apóstol que aún vive.
27
la cual el edificio no podría existir. Le da su forma y solidez y
Hay, sin embargo, un punto sobre el cual no se debe mantener el condiciona su crecimiento. Recíprocamente el fundamento no puede
equívoco. Tratamos de iglesias gobernadas por un apóstol de la primera
generación. Una transposición de su organización a nuestra actualidad no
podría ser inmediata y eludir lo que el Nuevo Testamento nos dice del Por otra parte, aunque esto fuera posible, no sería oportuno. Las figuras
modo como se vivió el paso a las otras generaciones. No se puede restaurar eclesiales del Nuevo Testamento no son normativas en sí mismas. A nivel
el régimen primitivo de Corinto, del mismo modo que un obispo no sería de la organización, la proximidad del origen no tiene un valor privilegiado.
capaz de volver a escribir la primera epístola a los Corintios. Ahora que En este dominio la enseñanza del Nuevo Testamento invita más bien a una
la teología protestante nos ha hecho tomar conciencia del paso dado por la renovación de las figuras respetando la estructura fundamental.
28
Iglesia de la generación apostólica a la posapostólica y que ha llamado nuestra Igual diferencia de perspectivas notadas por F. Schneider y W. Stenger
atención sobre la parte intransmisible del cargo apostólico, sería paradójico en La edificación de la Iglesia. Carácter estático y dinámico de una alegoría
pretender resucitar unos modelos eclesiales que sólo pudieron existir en rela- de la Iglesia: «Concilium» 80 (1972) 456-470.
29
ción estrecha con el Apóstol vivo. Cf. P. Bony, supra, 77-78.
350 Ministerios y estructura de la Iglesia El hecho ministerial en la estructura de la Iglesia 351

pretender constituir él todo el edificio. Esta imagen, tomada de bro de la comunidad, existen los dones de Cristo a su Iglesia que
la arquitectura (debe relacionarse con la de Cefas-piedra y la men- son los ministros mismos. Es Cristo glorioso quien ha dado a unos
ción de las «columnas» de la Iglesia en Gal 2,9), expresa una rela- como apóstoles, a otros como profetas, evangelistas, pastores y
ción estructural entre un fundamento —el mismo colegial— y los doctores. La distinción entre la trilogía de ministros nombrados y
santos, que están edificados sobre ese fundamento. Esta teología el conjunto de los carismas en 1 Cor 12,28 se encuentra aquí
del misterio de la Iglesia viene a confirmar la explicación anterior subrayada más vigorosamente. Es muy notable esta semejanza de
acerca de la relación entre «algunos» y «todos», según el testimo- un texto con otro.
nio de las epístolas paulinas. Este importante texto nos presenta una vez más a la Iglesia
El término «fundamento» se relaciona también con la apelación articulada por el servicio común de todos (los «ligamentos» del
de «piedra angular» que se da a Cristo (2,20). Sabemos que en versículo 16 no hay que atribuirlos necesariamente sólo a los mi-
1 Cor 3,10-11 afirmaba Pablo que había puesto el fundamento, nistros) y el ministerio peculiar de algunos. La insistencia con que
que era Jesucristo. Aquí el Apóstol que colocó el fundamento se se subraya la trascendencia de la cabeza nos mueve a considerar
convierte en apóstol-fundamento. Se debe coger en este caso una que los ministros no desempeñan el papel de la cabeza. Insertados
imagen diferente, ya que hay que expresar con otra parte del edi- en el cuerpo con una misión precisa, participan en forma vital del
ficio la trascendencia propia de Cristo con respecto a la Iglesia crecimiento global del cuerpo hacía su cabeza. Pero la relación
y a los ministros. Ese es le sentido de la expresión «piedra angu- entre los ministros y los santos en la tarea de construcción del
lar», cuyo oficio propiamente arquitectónico es difícil de identificar cuerpo recuerda que la Iglesia se considera continuamente como
—¿se trata de una piedra de ángulo o de remate del edificio?—, un don de Cristo. Para comprender el pensamiento hay que ser-
pero quiere decir que en el edificio eclesial todo recibe su unidad virse de las dos imágenes complementarias de la epístola: el fun-
orgánica de Cristo, todo descansa en él y converge en él: sin Cristo damento y la piedra angular por un lado, el cuerpo y la cabeza por
no hay Iglesia. El fundamento en este caso tiene un papel subal- otro. En ambas imágenes los ministros pertenecen a la estructura
terno respecto al de la piedra angular. De este modo se realza a de la Iglesia, pero nunca son asimilados a la cabeza, pues ésta
los apóstoles y a los profetas como a Cristo en la construcción, desempeña un papel único.
pero la función de aquéllos se ejerce en un plano sumamente dis-
tinto en calidad.
3. Las Epístolas Pastorales
2) La parte parenética de la epístola describe detalladamente
el «crecimiento coherente del cuerpo» eclesial30. Toma de nuevo Al abordar las epístolas pastorales pasamos a un testimonio
la imagen del cuerpo, empleada ya en 1 Cor 12,12-27, pero insiste típico del segundo momento, es decir, de aquel en que netamente
en la relación del cuerpo con la cabeza que es Cristo y desarrolla se da la toma de conciencia de la nueva situación originada por la
en forma dinámica el crecimiento del cuerpo hacia su término es- desaparición de los primeros testigos. Esto hace que el problema
catológico. de los ministerios se presente bajo otro aspecto. El hecho de no
Por una parte, el cuerpo entero se construye a sí mismo en atribuirlas a Pablo, aunque fuese verdad, no constituye una difi-
el amor con la contribución activa de todos, según la medida del cultad, al contrario, subraya más la preocupación por la conti-
don concedido a cada uno (4,7). Esta responsabilidad no incumbe nuidad en la vida de las iglesias en general, y en los ministerios
sólo a los ministros, sino que es propia de toda vida cristiana. en particular, en el momento en que la desaparición del Apóstol-
Cada miembro y cada órgano debe trabajar, conforme a la activi- fundador —que ya ha sucedido o está a punto de suceder— vuelve
dad que le es propia (4,16), para construir la unidad en la caridad, a plantear todo el equilibrio de la estructura eclesial.
dentro de una común sumisión a Cristo que es quien posee toda
iniciativa. Estas iglesias siguen atestiguando la presencia de múltiples mi-
Por otra parte, además de los dones concedidos a cada miem- nisterios. Sin embargo, la relación entre «algunos» y «todos» varía
algo. El papel de «algunos» adquiere mayor relieve y se organiza
30
Cf. P. Bony, supra, 83. en el plano de las instituciones en formas más sólidas. Correlati-
352 Ministerios y estructura de la Iglesia El hecho ministerial en la estructura de la Iglesia 353
vamente el dinamismo carismático de las comunidades se mani- propuesta de candidatos, pero la responsabilidad de Tito y de Ti-
fiesta menos. moteo se afirma claramente.
A través de una evolución evidente y significativa del voca- El vocabulario también ha cambiado, puesto que en adelante
bulario volvemos a encontrar en estas epístolas las mismas cate- se llama a estos ministros «presbíteros» y «epíscopos». Entre estos
gorías de ministros que en las precedentes. Pero es más conforme dos términos A. Lemaire señala una diferencia de matiz: pueden
a la lógica nueva de esos documentos enumerarlos en el orden designar a los mismos ministros, pero la palabra «presbítero» in-
inverso. Habíamos partido del hecho comunitario para analizar siste en el aspecto colegial de este ministerio, en tanto que la de
progresivamente la estructuración de los ministerios incluidos en «epíscopos», en singular, realza la función de presidencia de la
la relación fundamental del Apóstol con las iglesias. Ahora hay comunidad31. La idea de «vigilancia», de «administración» y de
que descender de la figura del Apóstol presentada como modelo, «presidencia» se une estrechamente con la tarea de la palabra:
hasta los ministros que existen actualmente en las comunidades. «Los presbíteros que cumplen bien con su oficio sean remunerados
con doble honor, sobre todo los que trabajan en predicar y en
1) Pablo, como antes, reivindica el origen de su misión atri- enseñar» (1 Tim 5,17). Las epístolas paulinas hablaban también
buyéndola expresamente a una iniciativa de Cristo (1 Tim 1,1; de los ministros locales como de los que «trabajan» al servicio de
1,12). Pero no tiene que insistir en la legitimidad de su minis- la comunidad (1 Tes 5,12; 1 Cor 16,16).
terio, que ahora todo el mundo reconoce. Se propone a sí mismo Al lado de los presbíteros-epíscopos las epístolas pastorales
como un ejemplo a imitar por su fidelidad en anunciar el evangelio. mencionan al grupo de los «diakonoi». Se trata de una especia-
2) Siguiendo las huellas de Pablo, el grupo de sus colabo- lización particular de la «diaconía», que es común a todos los mi-
radores y delegados adquiere particular relieve en las personas de nisterios; pero es difícil precisar su contenido. Probablemente son
Tito y Timoteo. Las epístolas dirigidas a ellos realzan la impor- unos ayudantes a quienes se podían confiar unas misiones sobre
tancia de su cargo. Pablo ha realizado un acto de investidura res- todo itinerantes 32.
pecto a Timoteo: «Te aconsejo que avives la gracia de Dios que 4) Estas epístolas «pastorales» se dirigen directamente a unos
reside en ti por la imposición de mis manos» (2 Tim 1,6). Si se ministros y no a comunidades enteras. Es, por lo tanto, normal
trata de la misma persona que en los tesalonicenses (1 Tes 1,1; que el hecho comunitario aparezca menos netamente atestiguado,
2 Tes 1,1) y en los corintios (1 Cor 16,10), como todo induce a sin que esto signifique que esté ausente. Al contrario, el autor
creerlo, es curioso que lo que no se dijo en el momento —y quizás «nos presenta una iglesia en la que cada cristiano y cada grupo de
no se realizó— se expresa ahora como una referencia fundamental cristianos tienen su puesto reconocido en el seno de esa comuni-
al ministerio del discípulo. La investidura del colaborador sólo re- dad; se interesa especialmente por tres grupos: «las viudas, los jó-
cibe una señal precisa cuando se convierte en la investidura de venes y las mujeres»33. Estos deben ser objeto de una especial
un sucesor. Timoteo es de este modo el heredero del ministerio atención, pero también «cada categoría de cristianos tiene que
del Apóstol, aunque no herede el título de apóstol y sólo sea un desempeñar un papel específico para provecho de todos, al servi-
«evangelista» (2 Tim 4,5); este cambio de vocabulario subraya la cio de la Iglesia y del evangelio» 3 \
discontinuidad dentro de la continuidad. Pero lo que ha recibido ¿Cuáles son los puntos comunes y las diferencias entre estas
de manos de Pablo es de hecho un don de Dios. El ministerio es, iglesias y las de la primera generación, que vivían bajo la auto-
pues, un carisma. La investidura recalca su doble referencia, pneu- ridad de Pablo? Ahora, como entonces, encontramos una comuni-
mática y cristológica. dad estructurada en una relación entre «algunos» y «todos». El
31
3) Tito y Timoteo tienen que pensar en el porvenir de la Cf. A. Lemaire, supra, 106-107.
32
Iglesia; para ello deben establecer unos presbíteros en las comu- Es claro que no debemos comprender aquí los términos de epíscopos,
nidades mediante la imposición de las manos (1 Tim 5,22; Tit 1,5). presbítero y diácono en el sentido que tendrán en la trilogía jerárquica ates-
tiguada en Ignacio de Antioquía.
La preocupación por la sucesión está claramente expresada. Esto 33
A. Lemaire, supra, 111-112.
34
no significa que la comunidad haya perdido toda iniciativa en la A. Lemaire, supra, 113.
23
354 Ministerios y estructura de la Iglesia El hecho ministerial en la estructura de la Iglesia 355

grupo de «algunos» aparece más organizado, en tanto que los que del problema de la relación entre ministerio y sacerdocio. Las ad-
estaban asociados al ministerio de Pablo se convierten en sus vertencias sobre el modo con que los ministerios estructuran la
herederos formalmente designados. La continuidad de la herencia comunidad se inscriben en el marco de la relación que une al autor
se manifiesta con un gesto de investidura, porque en la vida de con la asamblea a la que se dirige.
la comunidad la referencia al pasado necesita ser expresada. Pero «Saludad a todos los guías y a todos los santos» (Heb 13,24).
con este gesto el vínculo original del ministerio con el aconteci- Este saludo final de la epístola designa al conjunto de la comuni-
miento fundante lo único que ha hecho es tomar un aspecto nuevo. dad nombrando dos grupos: el de los «guías», algunos, y el de
No tiene nada que modifique o se añada a la estructura de la los «santos», todos. Esta manera espontánea de hablar revela lo
Iglesia como tal. Todo lo más que sucede es que la estructura que caracteriza a una comunidad en la conciencia del autor. Re-
eclesial anterior queda subrayada y confirmada con esta formali- cuerda el saludo inicial de la epístola a los Filipenses, que men-
zación. Lo que se vivía bajo la forma de la evidencia inmediata ciona a los santos con sus epíscopos y diáconos.
respecto al Apóstol, y bajo la forma de una misión confiada por Estos guías o dirigentes de la comunidad se distribuyen en
él o de un reconocimiento de ciertas iniciativas respecto a los otros varias categorías. El estudio de Ch. Perrot toma como principio
ministros, adopta en adelante una figura capaz de expresar la con- de distinción la referencia al tiempo: están los antiguos y los
tinuidad en el tiempo. En cuanto a la significación de este minis- actuales. Esta referencia diacrónica, aquí en forma más explícita
terio respecto al misterio realizado en Jesús y respecto a su con- que en Ef, alude al tránsito del primer momento al segundo dentro
tenido concreto son fundamentalmente los mismos: anunciar la del Nuevo Testamento.
palabra que congrega a la comunidad, con todas las consecuencias
que esto lleva consigo: vigilar, amonestar, presidir en el sentido 1) Los «antiguos» son los primeros testigos de la palabra y
global del término, conservar en la unidad y, a través de todo, la garantizan porque oyeron al Señor (Heb 2,3-4). Son también
servir. los primeros dirigentes, los guías que hicieron oír la palabra y cuyo
La novedad más saliente es la aparición del rito de imposición ejemplo es propuesto por el autor (13,7). Esta mirada respetuosa
de las manos en las comunidades paulinas. Este gesto está tomado supone cierta distancia temporal: la palabra ya se ha convertido
del rito de la ordenación rabínica35 y sabemos por el Nuevo Testa- en una tradición que debe preservarse de doctrinas extrañas 3S.
mento que las comunidades judeocristianas recurrieron a él mucho 2) Otro grupo está constituido por los dirigentes «actuales»
antes, probablemente antes de la completa ruptura entre la Iglesia de la comunidad. Los fieles deben «dejarse persuadir» y «ceder»
y el judaismo. Los Hechos de los Apóstoles lo hacen intervenir a los que por ellos «se privan de sueño» (13,17), de igual modo
en forma completamente primitiva. Como ocurre con el término que los fieles de Tesalónica y de Corinto debían someterse a los
«presbítero», vemos que esta práctica se extiende a las comuni- hombres que trabajaban al frente de ellos. Ch. Perrot subraya el
dades pagano-cristianas y el sentido de esta generalización es lo que título que se les asigna: «guías; el mismo título se da a los diri-
hemos tratado de discernir. gentes difuntos que anunciaban la palabra. De este modo se afirma
la permanencia de una misma función ministerial. Lo que vale
para los primeros, vale también para los segundos»37. La epístola
4. La epístola a los Hebreos no vacila en conservar el mismo término al pasar de la primera
generación a las siguientes. Manifiesta así la continuidad de una
El estudio de Ch. Perrot proporciona valiosos datos para pro- manera más acentuada que los otros documentos, cuyo vocabulario
gresar en el discernimiento de los ministerios del Nuevo Testa- cambia generalmente cuando hablan de las nuevas generaciones.
mento. El autor suprime de manera convincente todo vínculo di-
recto entre el tema sacerdotal y el ministerial, en atención a la 3) El autor de la epístola se considera como uno de esos
teología de la epístola. Por lo tanto, de momento prescindiremos dirigentes: ordena y exhorta, visita e interviene en la vida de la
35
Cf. K. Hruby, La notion d'ordination dans la tradition juive, «La Mai- Cf. Ch. Perrot, supra, 119.
son-Dieu» 102 (1970) 30-56. Ch. Perrot, ibid.
356 Ministerios y estructura de la Iglesia El hecho ministerial en la estructura de la Iglesia 357

terios en su diversidad para la edificación y promoción del pueblo


comunidad a título de ministro itinerante. Timoteo actuará lo mis-
mo (13,23). Habla de acuerdo con los guías de la comunidad; está de Dios hasta el término de su historia. Los guías no monopolizan
de parte de ellos y ellos de la suya. Los recomienda como Pablo los ministerios y por su parte los santos sin los guías perderían
a los santos, en nombre de una autoridad que parece situarse por la orientación fundamental de su actividad ministerial» 39 .
encima de ellos.
Si se pregunta cuál es el contenido del ministerio de los guías,
5. La primera epístola de Pedro
hay que responder que consiste en dar prioridad al anuncio de la
palabra. Pero el título de «guía» expresa una responsabilidad glo-
El testimonio de la primera epístola de Pedro merece ser com-
bal de conservar a la comunidad en la unidad y de dirigirla en su
parado con el de Heb, a pesar de la diferencia de autor, de con-
marcha hacia la patria celestial. Esta «conducción» tiene un al-
texto eclesial, de destinatarios y de léxico. Por otra parte, atestigua
cance salvador. Muestra que la comunidad no se ha dado a sí
una coexistencia del tipo carismático y del institucionalizado, que
misma la palabra que tiene en depósito; la ha recibido de los
es aquí el presbiteral. Y, por último, la cristología domina mani-
testigos y guías anteriores. Y, del mismo modo, intervienen hoy
fiestamente a la eclesiología, según la afirmación de E. Cothenet 40 .
personas de fuera sin trabas en sus problemas, en nombre de esa
palabra que está por encima de ella. Este ministerio está, pues, Las exhortaciones de los capítulos 4 y 5 distinguen de nuevo
situado firmemente en la historia de la salvación38; es un servicio dos grupos en la comunidad: el conjunto de sus miembros y los
que hace referencia al acontecimiento fundante, anuncia auténti- presbíteros. Estos forman evidentemente parte de la comunidad,
camente la palabra a una comunidad que conserva la unidad y puesto que deben portarse como «modelos del rebaño» (3,5); pero
actúa con una visión escatológica. La epístola distingue perfecta- tienen respecto a ella un papel específico y netamente reconocido,
mente el tiempo pasado, el presente y el porvenir y, al inscribir cuya definición no es necesario repetir. En cambio el autor con-
la vida de la comunidad con sus ministerios en la totalidad de la sidera útil recordar qué espíritu debe animarlo.
historia de la salvación, destaca su ulterior significado. Confirma 1) La comunidad es el lugar de una responsabilidad, la de la
así una expresión original, un dato presente ya en las epístolas caridad que debe practicarse recíprocamente siendo el origen de un
paulinas y pastorales. mutuo servicio. Cada uno debe poner al servicio de los demás el
Finalmente, los guías caminan siguiendo al «precursor» Jesús. «carisma» que ha recibido. Cada uno debe ser dispensador de la
El vínculo que une a los ministros con Jesús está subrayado no gracia multiforme de Cristo. La capacidad de intervención de los
sólo por la idea de seguir, sino por el parecido entre el título de creyentes en la liturgia de la asamblea cristiana permanece entera
guía o de conductor con el de «arjegetes», que conduce a sus hijos. en unas comunidades cuya organización es bastante sólida. En cuan-
Este es un modo de relacionar su ministerio con la acción de to al «ministerio» debe ejercerse como «un poder recibido de
Jesús en beneficio de su Iglesia. Este lenguaje se inscribe en un Dios» (4,11). Estas advertencias expresan claramente la ministe-
paralelo analógico con el del pastor y los pastores. Pablo concebía rialidad de toda la Iglesia. El ministerio de los presbíteros no debe
su propio ministerio en ese sentido, pero la tematización es nueva apropiarse esa fuente polivalente de ministerios, constituida por la
y constituye una interpretación teológica del ministerio. Sin duda asamblea cristiana, a la que el acontecimiento pascual convirtió en
la mira no es muy distinta de lo que se expresará después en el un sacerdocio santo y real.
vocabulario sacerdotal. La actividad de los ministros en su relación
con la comunidad expresa y realiza algo de lo que Jesús hace 2) Pero, después de esta exhortación destinada a todos, viene
por ella. la que se dirige deliberadamente a algunos, al grupo concreto de
Por consiguiente, con toda razón habla Ch. Perrot, a propósito los presbíteros. Este término está usado en plural y sugiere un
de los guías y de los santos, de una «distinción estructural». «Los ministerio colegial que comprende la vigilancia (o «episcope» 5,2)
santos no son todos guías, incluso aun cuando aseguren los minis-
Ch. Perrot, supra, 130.
38
Cf. Ch. Perrot, supra, 120-121. Cf. E. Cothenet, supra, 135.
358 Ministerios y estructura de la Iglesia El hecho ministerial en la estructura de la Iglesia 359

que ha de ejercerse sobre el rebaño. Nada denota aquí una distin- intermedio entre lo que se ha podido llamar tipo carismático y
ción entre el epíscopos y el presbítero. tipo institucional. En el plano de la articulación profunda entre
Pedro se sitúa entre los presbíteros al emplear el término ori- ministros y comunidad atestigua las mismas operaciones estruc-
ginal de copresbítero (5,1). La expresión traduce una comunión turales: la ministerialidad concierne a todos; sin embargo, algunos
y un vínculo entre ellos y él en un ministerio que es esencial- ejercen un ministerio fundamental en nombre del jefe de los pas-
mente uno. Pero Pedro reserva para sí el título de apóstol que tores.
se atribuía en el encabezamiento de la epístola. Estos matices de
vocabulario expresan a la vez la diferencia y la identidad entre
el ministerio apostólico original y el que se está organizando en 6. Los Evangelios sinópticos
las comunidades en vías de desarrollo.
También los sinópticos dan a su modo una ojeada retrospec-
La imagen pastoral sirve para describir el ministerio de los
tiva a los orígenes. Hablan mucho de los Doce, cuando hace tiem-
presbíteros y para precisar el espíritu que debe animarlo. El pres-
po que ese grupo no representa ya la figura actual de los minis-
bítero conduce al rebaño de Dios velando por él. Es, por consi-
terios. Son escritos del segundo momento que dan una interpre-
guiente, el que mantiene a la comunidad reunida, el que vela por
tación del primero, o más exactamente del acontecimiento fun-
su cohesión y su unidad para presentarla a su soberano pastor en
dante de ese primer momento. Por consiguiente, hay que ajustarse
el día escatológico de su manifestación.
a ese punto de vista para interpretar con exactitud sus enseñanzas.
Dos puntos hemos de notar en esta presentación de los pres-
Encontramos de nuevo aquí, pero con más claridad, el cambio
bíteros-pastores: primero su vínculo con Cristo, jefe de los pas-
de sentido o de «vía» en la manera de hablar de los ministerios,
tores («arjipoimen» 5,4). El rebaño es el de Dios: no pertenece
que ya habíamos advertido entre las epístolas paulinas y las pasto-
para nada a los presbíteros, que son únicamente unos ministros
rales: en el primer caso la relación actual entre ministros y todos
«delegados» a quienes Dios lo confía. Sin embargo, deben apa-
es la que se inscribe en un horizonte en el que se halla presente
centar (5,2) al rebaño, es decir, realizar lo que Jesús encomendó
la referencia al origen; en el segundo esa referencia interviene en
a Pedro en la escena de investidura de Jn 21,15-19. La continuidad
primer lugar fundamentando el ministerio. Antes se ascendía es-
del vocabulario del pastor, que va desde Cristo a los presbíteros,
pontáneamente de la comunidad constituida y viva a los princi-
subraya que su ministerio es una participación en la función y en
pios de sus ministerios; ahora se desciende desde el comienzo a la
la misión de Cristo respecto a su Iglesia. Encontramos de nuevo
situación presente. Una sana teología de los ministerios debe con-
la correspondencia que se expresaba en Heb a través del vocabu-
servar juntas estas dos «vías», si no quiere privilegiar a uno de
lario del guía y del «precursor» Jesús.
los dos polos de la estructura eclesial con detrimento del otro.
El segundo punto es la insistencia en el espíritu propio de este En otro caso se corre el riesgo de considerar a los ministros como
ministerio: no se puede hablar de un dominio, ni de una sórdida simples delegados de la comunidad, o de dar a la Iglesia una vi-
explotación, puesto que se trata de un sacrificio y, por lo tanto, sión piramidal reduciendo la institución eclesial a la de los mi-
de un servicio. Esto no quita nada a la autoridad que poseen los nistros.
presbíteros, ya que se pide a los jóvenes que se sometan a ellos La preocupación por mostrar el origen de los ministerios en
(5,5). Espíritu de servicio por un lado, actitud sumisa por otro, el grupo de los Doce se debe evidentemente al afán de la conti-
todo esto se inscribe en el clima de humildad que debe regir las nuidad, aunque la idea de sucesión no aflora nunca. Esta apelación
relaciones mutuas en la comunidad. Se exhorta a los presbíteros a al pasado, expresada en el momento en que la Iglesia se aleja de
ser en esto «los modelos del rebaño» (5,3), es decir, unas ovejas sus orígenes y desaparecen los testigos 41 , se remonta todo lo más
ejemplares, aunque la coherencia de la imagen sufra algo. Los posible, pues quiere establecer el vínculo histórico de los Doce con
presbíteros-pastores siguen siendo ovejas del rebaño. Jesús antes del misterio pascual y fundar su envío a misión en la
La primera epístola de Pedro proporciona, por lo tanto, un larga convivencia con Jesús.
testimonio precioso para la investigación comparativa que estamos
41
haciendo. En el plano de la organización eclesial presenta un tipo Cf. S. Légasse, supra, 175.
360 Ministerios y estructura de la Iglesia El hecho ministerial en la estructura de la Iglesia 361

Recojamos, pues, en dos tiempos lo que nos dicen los sinópticos dro. Según S. Légasse44, la versión amplificada de la escena de
del ayer de la institución de los Doce y lo que dejan entrever del Cesárea que nos da Mateo convierte a Pedro en una «encarnación
hoy de la vida eclesial: estilizada del discípulo de todos los tiempos», reconociéndole jun-
tamente un puesto excepcional, puesto que es el fundamento sobre
1) Jesús escoge doce discípulos para que le sigan: esta elec- el cual Cristo edificará su Iglesia. Pedro es la «roca», es decir,
ción señala el comienzo de una convivencia con él hasta la muerte. el fundamento (es la misma imagen que se encuentra en la epís-
Durante ese tiempo los discípulos reciben una enseñanza distinta toda a los Efesios) y a la vez el garante de la auténtica vida de
a la de la multitud, son los testigos privilegiados de los hechos y
la Iglesia. Pero el paralelo entre Mt 16,19 y Mt 18,18 también
actitudes de Jesús. De este modo se benefician de una pedagogía
hay que recordarlo: el poder de atar y desatar en nombre de Cristo
de la fe que los llevará a un conocimiento progresivo de la iden-
se da, por una parte y en forma solemnísima, a Pedro solo, y, por
tidad de Jesús y les permitirá después reconocer al Resucitado.
otra, al conjunto de los discípulos, es decir, según S. Légasse, a
Durante esa convivencia son enviados a misión por primera vez,
lo que prefigura la misión pospascual contenida en las últimas la asamblea plenaria de la comunidad local45.
palabras que les dirige el Resucitado. Mientras tanto son objeto Esta presentación de los orígenes no tendría ningún sentido
de una promesa escatológica con el logion de los doce tronos fuera de la convicción de que ese pasado es el fundamento del
(Mt 19,28; Le 20,28). Más tarde «sella Jesús con ellos la alianza presente y de que la actualidad de la vida eclesial debe ser la pro-
nueva»; más que el precepto de reiterarla, este hecho subraya, longación auténtica en el Espíritu de lo que fue establecido así por
según A. George, «la responsabilidad de los Doce en el pueblo Jesús. «En esos Doce, escribe S. Légasse, los cristianos reconocen
de Dios» 42 . Dentro de este devenir de la relación de los Doce con no sólo su imagen, sino también a los que la garantizan en lo con-
Jesús hay que situar el papel de «leader» que asume Pedro en cerniente al precepto que la Iglesia, apoyándose en Jesús, consi-
varias perícopas. El grupo de los Doce aparece como un colegio dera vital» 46 .
organizado.
2) Los sinópticos son indudablemente muy discretos respecto
La constitución progresiva de este grupo tiene también valor
a lo que atañe al hoy de la vida de las iglesias y esto es conse-
de fundación de Iglesia. Sería gravemente unilateral ver en ella
cuencia directa de su intención de ser evangelios. No quieren
sólo la fundación de un colegio ministerial. Los Doce son ya el
«legislar en materia de organización eclesial»47 y en este terreno
agrupamiento del nuevo Israel que nace, al mismo tiempo que
es difícil obtener unas indicaciones decisivas desde el punto de
forman los responsables llamados a «juzgarlo». Toda la dinámica
de las palabras que Jesús les dirige, como ha probado F.-X. Durr- vista estructural. La Iglesia de Mateo conoce unos ministerios de
well 43 , supone esta identidad en la que representan a la vez a los doctores y de profetas "8. La función de la enseñanza parece que
futuros cristianos y a los futuros ministros. Las monografías pre- es preponderante en ella y se realza la relación del que enseña
cedentes de este libro subrayan muchos rasgos que van en este y el que es enseñado. Sin embargo, «todos los miembros de la
sentido. Esta doble significación de los Doce puede legítimamente Iglesia son iguales, pues todos, incluso los que enseñan, son ins-
ponerse en correspondencia con la dialéctica entre «algunos» y truidos por Dios y por Cristo» 49 . En la comunidad deben rehu-
«todos», que será tan evidente en la vida de las comunidades sarse los títulos honoríficos (Mt 23,8-12). El aprecio de la misión
paulinas. itinerante de los Doce hace pensar que está aludiendo a la realidad
Este doble aspecto se verifica también cuando se trata de Pe- actual de los ministerios ambulantes.
42 44
A. George, Des Douze aux apotres et a leurs successeurs, en Le Minis- Cf. S. Légasse, supra, 116-117.
45
tere sacerdotal, un dossier théologique (Lyon 1970) 37. Cf. S. Légasse, supra, 177.
43 46
F.-X. Durrwell, Le prétre dans l'Église, reflexión sur un probléme S. Légasse, supra, 176. J. Delorme hace una advertencia análoga en su
théologique: «Lumen vitae» 24 (1969) 127. conclusión sobre Marcos, supra, 170-171.
47
El Vaticano II se ha mantenido en la misma línea diciendo: «Los após- S. Légasse, supra, 172.
48
toles fueron así los gérmenes del nuevo Israel y, al mismo tiempo, el origen Cf. S. Légasse, supra, 188-191.
49
de la jerarquía sagrada» (Ad gentes 5). S. Légasse, supra, 189.
362 Ministerios y estructura de la Iglesia El hecho ministerial en la estructura de la Iglesia 363

Viene a añadirse aquí un dato que proporciona Lucas, típico Jesús y continúe efectuándose como un don recibido del Señor, la
de la proyección del segundo momento en el primero. Marcos sólo Iglesia lleva en sí misma la señal de su convocación propia. En
una vez da a los Doce el nombre de apóstoles (6,30) y Mateo úni- efecto, está señalada con una dualidad que no puede vencer mien-
camente una vez dice «los doce apóstoles» (10,2), en tanto que tras está de camino: el ministerio apostólico, signo de la trascen-
Lucas llama apóstoles al grupo de los Doce seis veces. «Si Lucas dencia de la convocación que la suscita, le recuerda que, para ser
anticipa la mención de los 'apóstoles' al tiempo de Jesús, dice convocante en la totalidad de sus miembros, debe aceptar ser ella
A. George, es para fundar su testimonio en el tiempo de la Iglesia misma convocada por el Señor con el cual no se identifica.
y asegurar la continuidad de la tradición evangélica»M. Esto co-
rresponde a la reticencia de Lucas en los Hechos en llamar apósto-
les a otros que no sean los Doce, mientras Pablo reclama para sí 7. Los Hechos de los Apóstoles
ese título y lo atribuye a algunos de sus colaboradores. Si es verdad
que el término apostólos, probablemente originario de Antioquía, La interpretación teológica que da Lucas de los comienzos de
designó primero a los misioneros itinerantes 51, la fusión que hace la Iglesia en los Hechos de los Apóstoles constituye la continua-
Lucas al decir «los doce apóstoles» representa entonces un acto ción natural de las enseñanzas de los sinópticos, a los que aclara
teológico que asocia el ministerio del conjunto de los misioneros de manera retrospectiva52.
de la primera generación a la fundación primitiva del grupo de
1) Lucas habla con entusiasmo de la primera iglesia de Jeru-
los Doce, es decir, a los testigos del acontecimiento de Jesús. Recí-
salén, a la que considera como modelo ejemplar de toda iglesia. En
procamente este desplazamiento de vocabulario contribuye a con-
esa comunidad ocupan los apóstoles un lugar privilegiado. Para
vertir el término «apóstol» en una «denominación controlada».
Lucas éstos son ante todo los Doce, es decir, los testigos del acon-
Los Evangelios sinópticos no nos dan a conocer una organiza- tecimiento de Jesús. Este número sigue teniendo su significado
ción institucional precisa de los ministerios; tampoco mencionan simbólico, puesto que parece necesario completar el colegio apos-
una sucesión como las epístolas pastorales. Pero su testimonio tólico reducido a los Once por la defección de Judas. Para ser
nos revela algo esencial: lo que tiene autoridad en la Iglesia es apóstol hay que haber vivido con Jesús desde el bautismo de Juan
el evangelio anunciado por la enseñanza y la vida de Jesús. Ese hasta la ascensión (Hch 1,21-22); pero también es necesario ser
evangelio se predica hoy en continuidad con la misión de quienes, agregado en forma eclesial y oficial al grupo de número simbólico
en calidad de testigos oculares de la vida, muerte y resurrección de los que recibieron la misión de ser los testigos de la Resurrec-
de Jesús, fueron puestos por él mismo como fundamento de todo ción. Aquí se advierte el motivo que tiene Lucas para identificar
el pueblo nuevo y del ministerio que debe conservar a ese pueblo a los apóstoles con los Doce. Mientras Pedro y toda la asamblea
en la fidelidad a la predicación. La enseñanza de los sinópticos activa deliberan y oran, es designado Matías. La comunidad del
subraya con el papel reconocido a los primeros apóstoles la refe- cenáculo aparece ya articulada por la relación entre los Doce y
rencia del ministerio al acontecimiento histórico de Jesús. La los ciento veinte.
Iglesia aparece una vez más fundamentalmente estructurada por
la relación de «algunos» a «todos», manifestando esa relación la Pero, para no falsear gravemente la economía de la presenta-
de la palabra anunciada a la palabra escuchada en la fe. Los teó- ción que hace Lucas, hay que añadir en seguida que los Doce sólo
logos hablarán más tarde de la «Iglesia convocante» y de la «Igle- comienzan su ministerio después de haber recibido el don del
sia convocada». Pero respetemos la importancia del testimonio de Espíritu cuya fuerza les ha sido prometida por Jesús (1,8). Pente-
los Evangelios: toda la Iglesia es convocada por la palabra de Dios costés aparece como el coronamiento eclesial del acontecimiento
anunciada en Jesús; toda la Iglesia está llamada a ser convocante pascual. Los Doce reciben el Espíritu en medio del grupo de los
y es enviada en misión a los paganos. Mas, para que este encargo mismos ciento veinte hermanos que constituyen por el momento la
de convocar siga siendo la auténtica realización de la orden de totalidad de la Iglesia. Aunque todos reciben el Espíritu, el anun-
cio oficial del acontecimiento de Jesús lo hace Pedro rodeado de
50
A. George, supra, 219.
51 52
Cf. A. Lemaire, Les Ministéres aux origines de l'Église (1971) 180. Cf. A. George, supra, 197-206.
364 Ministerios y estructura de la Iglesia
El hecho ministerial en la estructura de la Iglesia 365
los Once (2,14). La fuerza del Espíritu hace eficaz en ellos la mi- como jefe de la comunidad (12,17; 21,18). Participan en las deci-
sión recibida de Jesús y toda su actividad estará marcada con las siones que conciernen a la iglesia de Jerusalén y a las jóvenes
señales del Espíritu. Su ministerio incluye, por tanto, una doble comunidades que nacen a su alrededor. Por consiguiente, los após-
referencia: por el poder del Espíritu que reciben en el hoy de la toles trabajan en comunión con los «ancianos» o «presbíteros»,
vida de la Iglesia se convierten en los mensajeros del aconteci- como Pablo con los ministros locales de las comunidades que había
miento de Jesús del que antes fueron testigos. Lucas procura dis- fundado. Por otra parte, ciertas expresiones como «los apóstoles
tinguir con claridad los dos aspectos con una lucidez retrospectiva. y los hermanos» (11,1), «Santiago y los hermanos» (12,17), nos
Esta doble referencia se volverá a encontrar en los Hechos. recuerdan que los miembros de la comunidad participan también
Los apóstoles son ante todo los testigos de la resurrección de activamente en la vida de la iglesia.
Jesús que constituye el centro de su mensaje. Ejercen una auto-
ridad y desempeñan un papel directivo en la iglesia de Jerusalén; 2) Al formarse la comunidad de Antioquía por la predicación
intervienen como garantes de la unidad; animan la oración y admi- de discípulos expulsados de Jerusalén (Hch ll,19ss), la iglesia
nistran el bautismo. En todas estas funciones se destaca especial- madre envía a Bernabé para asegurar el enlace. Este va a Tarso
mente el papel de Pedro: está a la cabeza del colegio de los Doce en busca de Pablo para enseñar juntos en Antioquía durante un
y de la comunidad. año. Encargados por la comunidad, suben a Jerusalén para llevar
En esta misma iglesia de Jerusalén presenta Lucas una escena socorros a los hermanos de Judea.
ejemplar con la constitución de un nuevo grupo de ministros (Hch A su regreso a Antioquía Lucas menciona la existencia allí de
6,1-7). Sea cual fuere la naturaleza del ministerio de los Siete, el profetas y doctores. Por tanto, los nombres dados a los ministros
proceso seguido en su investidura es notable. El problema del son diferentes que en Jerusalén y, sin duda, la organización de la
litigio entre hebreos y helenistas se plantea en un diálogo entre iglesia también es distinta. Entonces tiene lugar otro viaje misio-
los Doce y la comunidad. Esta va a intervenir poniendo en juego nero de Pablo y de Bernabé: durante la liturgia de la comunidad
su estructura fundamental. En la elección de Matías ya se había el Espíritu interviene para que sean separados con vistas a una
empleado un modo de obrar análogo. La asamblea accede a la pro- misión entre los paganos. Entonces «les impusieron las manos y los
posición de los Doce y todo el mundo participa en la designación despidieron» (Hch 13,2). La imposición de las manos no crea la
de los candidatos en quienes se ha reconocido la presencia del misión que procede del Espíritu y, sin duda, ya está comprome-
Espíritu Santo. Luego los apóstoles (así parece indicarlo el texto) tida, pero constituye un reconocimiento eclesial, aparentemente
imponen las manos a los Siete después de haber orado. La impo- indispensable, de esa misión. Así, pues, la imposición de las ma-
sición de las manos significa aquí para Lucas la institución de nos no tiene igual significado que en la investidura de los Siete.
nuevos ministros» 53 . El papel respectivo de los Doce y el de la La iniciativa no procede esta vez de la Iglesia, sino del Espíritu.
asamblea, la función del Espíritu y la de los hombres, están indi- Sin embargo, el don del Espíritu necesita, por así decir, ser ava-
cadas con toda claridad: los Doce agregan a un colegio ministe- lado y celebrado en la Iglesia de una manera institucional. El mi-
rial oficial a los que han sido escogidos por el pueblo a causa de nisterio permanece ligado a una doble referencia: la del Espíritu
sus dones espirituales. y la de la Iglesia como comunidad fundada por Jesucristo. Además,
Algo más tarde, cuando la primera comunidad ya ha fundado Lucas en adelante llama «apóstoles» a Bernabé y a Saulo (14,4.14)
otras y ella se ha desarrollado y organizado en su lugar de resi- y antes no lo había hecho. Una vez reconocido este título, puede
dencia, Lucas menciona en Jerusalén la presencia de «ancianos» decirse que en Antioquía hay apóstoles, profetas y doctores, lo
(presbyteroi, 11,30; 15,6; 16,4; 21,18). Esto presenta un punto cual corresponde a la trilogía de los ministros principales nombra-
de contacto con las epístolas pastorales y la primera de Pedro. dos por Pablo (1 Cor 12,12-28).
Estos presbíteros son unos ministros locales asociados a los após- 3) El relato que de las misiones de Pablo hace Lucas pre-
toles, reunidos luego en torno a Santiago cuando éste aparezca senta ciertas diferencias de matiz con relación a la versión personal
del Apóstol. Pero sigue existiendo una armonía fundamental. Ya
A. George, supra, 202. hemos visto que a Lucas no le gusta darle el título de apóstol; sin
366 Ministerios y estructura de la Iglesia El hecho ministerial en la estructura de la Iglesia 367
embargo, le da el de «testigo» (22,15) que para él es caracterís- plano de la organización y la nota es mucho más institucional.
tico de los Doce. Subraya también la intervención de la iglesia en Esto es característico de la mirada retrospectiva que el segundo
la persona de Ananías y luego de Bernabé en el momento de la momento dirige al primero. Lucas rellena aquí y allá algunos hue-
conversión y en los comienzos de la actividad de Pablo. «Así apa- cos del testimonio paulino. Hay que atribuirlo a su preocupación
rece el papel de la Iglesia, de sus creyentes y de sus responsables teológica por «normalizar» el pasado.
en los orígenes del ministerio» 54 . En Lucas aparece Pablo más Dicho esto, la estructura de la Iglesia queda siendo fundamen-
como el portador de la palabra que como el jefe de iglesias, pero talmente la misma, formada por relaciones precisas y significantes
su imagen no difiere de la de los Doce y la de Pedro. Como ellos, entre «algunos» y «todos». La dialéctica en la que se expresa esta
se preocupa por la unidad de la Iglesia y de la misión. En Troas relación se afirma claramente a propósito de la iglesia de Jerusalén.
preside la fracción del pan (20,7-11) 55 . La doble referencia del ministerio al don del Espíritu y al acon-
Alrededor de Pablo se forma un grupo de colaboradores, a tecimiento de Jesús por la institución eclesial en continuidad con
algunos de los cuales conocemos por las epístolas: Bernabé, que le él, se repite constantemente. El crecimiento de las iglesias hace
precedió en el ministerio y le introdujo en Antioquía antes de ser surgir las mismas categorías típicas de ministros: misioneros itine-
su fiel compañero, Juan Marcos, Silas, Timoteo, Apolo. Todos es- rantes, Pablo y sus colaboradores y luego los ministros locales.
tos hombres actúan en comunión con Pablo, algunos a sus órdenes. Lucas se afana por mostrar la continuidad y la unidad existente
Lucas, en fin, nos dice que Pablo y Bernabé «designan» a unos entre todos esos ministros. La interpretación que da de las comuni-
ancianos o presbíteros en las iglesias de Licaonia y de Pisidia (14,23). dades paulinas confirma el discernimiento esbozado más arriba de
Señala también la presencia en Efeso de «presbíteros» (20,17). la relación fundamental entre el grupo de ministros en comunión
Hay aquí una aparente contradicción con el testimonio de las epís- con Pablo y la comunidad. Sobre lo esencial, es decir, sobre la
tolas paulinas, que nunca mencionan a los presbíteros; a éstos sólo estructura, no añade nada, aunque presenta una imagen más cer-
se los nombra en las epístolas pastorales. Se trata, sin duda, de cana al testimonio de las pastorales que de las primeras epístolas.
un anacronismo de Lucas, pero puede referirse al término, no al Igualmente hace intervenir, al menos en algunos casos, la impo-
hecho del establecimiento de ministros. El término uniformante sición de las manos desde el primer momento de la vida eclesial.
de «presbíteros» tiene el valor de discernimiento teológico de una Sea cual fuere la parte atribuible a la intención normalizadora de
operación común a través de las organizaciones diferentes: los Lucas, en lo que debemos fijarnos es en la significación teológica.
ministros establecidos por Pablo y Bernabé son para Lucas el equi- En cuanto al contenido y al sentido del ministerio, conservan una
valente de los que en otros lugares se llaman «presbíteros», según coincidencia fundamental con todo lo que ya hemos observado;
una denominación que se va extendiendo. En el discurso de des- difieren sólo en dar mayor consideración a las actividades cultuales
de los apóstoles.
pedida a los presbíteros de Efeso (versión según Lucas del tema
principal de las epístolas pastorales), Pablo, que llama también a
estos presbíteros «epíscopos», subraya que fueron establecidos por 8. El cuarto Evangelio
el Espíritu. La doble referencia, pneumática y eclesial, del minis-
terio es atestiguada de nuevo. Finalmente, Pablo pide a los pres- Aunque por la fecha y por el tono esté distante de los sinóp-
bíteros que «apacienten» a la Iglesia de Dios, puesto que han sido ticos, claro está que el Evangelio de Juan es un evangelio. Esto
colocados al frente de ese rebaño; son las expresiones que hemos significa que, por definición, la Iglesia ocupa escaso lugar explícito
destacado en la exhortación de la primera epístola de Pedro a los y su organización menos aún. Cierto que el horizonte del relato
mismos presbíteros. es profundamente eclesial, pero «Juan no está obligado a afirmar
El libro de los Hechos es, pues, muy elocuente respecto a los explícitamente todo lo que se piensa y se vive en su comuni-
ministros de la Iglesia. Las particularidades son numerosas en el dad» 56. Algunos de esos silencios han parecido desconcertantes,
por eso es prudente no interpretarlos con excesiva rapidez. Sin
A. George, supra, 209.
Cf. A. George, supra, 209-211. X. Léon-Dufour, supra, 228.
368 Ministerios y estructura de la Iglesia El hecho ministerial en la estructura de la Iglesia 369

duda sería difícil reconstituir sólo con su testimonio la organiza- escena de Cesárea (Mt 16,18-19), pero en un clima que le es
ción de la Iglesia y deducir unas conclusiones acerca de su estruc- propio. En el capítulo 10 Jesús se presenta como el Pastor bueno
tura. Pero, puesto que Juan se inscribe en el término de la tradi- y único de la comunidad reunida en un solo rebaño bajo su ca-
ción neotestamentaría, es posible y legítimo interpretar su libro yado. Al decir a Pedro: «Apacienta mis ovejas», Jesús le hace
a la luz de la opción global que se deduce claramente de los otros participar en la relación del pastor con su rebaño, y esto de una
testimonios, confrontándolo en particular con el testimonio de los manera ministerial, puesto que se trata de las ovejas de Jesús y
sinópticos. no de las suyas propias. Ya hemos encontrado esta imagen del
1) Juan conoce el grupo típico de los Doce: lo menciona pastor para designar el ministerio en otros textos del Nuevo Tes-
cinco veces en circunstancias en que claramente son conceptuados tamento (Hch 20,28-29; 1 Pe 5,1-5). Por tanto, no está limitada
aparte. Fueron objeto de una elección especial de Jesús (6,70) y únicamente al ministerio de Pedro, incluso en el caso de que Pedro
permanecen fieles cuando muchos discípulos le abandonan (6,67). la represente de manera privilegiada. Es un modo de decir que
Sin embargo, Juan emplea mucho más a menudo el término «dis- el ministerio fundamental de la Iglesia incluye la dimensión pas-
cípulos» para referirse a los compañeros de Jesús. De ahí la impre- toral hasta el punto de que ésta puede designarlo totalmente y
cisión, difícil de suprimir del todo, acerca de los destinatarios es un servicio que hace visible la solicitud de Jesús por los suyos.
exactos de las palabras de Jesús, en particular de su último dis- En el ministerio de Pedro puede verse el ministerio pastoral en
57 general.
curso . X. Léon-Dufour subraya igualmente la asociación contrastada de
Debemos fijarnos en esta vacilación: los Doce no se distinguen Pedro y «el otro discípulo», «el que Jesús amaba». Este nunca
fácilmente de los discípulos de Jesús en general, de modo que en usurpa el papel otorgado a Pedro; sin embargo, es el que com-
el Evangelio tienen una doble función: por una parte son los pri- prende y cree más rápidamente y Jesús lo hace objeto de una
meros confidentes de la palabra y los primeros eslabones de la intimidad especial. Esta figura típica ¿no manifiesta «en la estruc-
tradición; por otra, son los prototipos de los discípulos futuros, tura de la Iglesia... la función del discípulo por excelencia, encar-
sea para el servicio de la palabra, sea para el del amor mutuo, gado de atestiguar la verdad del evangelio y la presencia de Jesús
constitutivo de la comunidad. Al menos hay una analogía con el de Nazaret?» 59 . X. Léon-Dufour, que se hace eco de esta hipótesis,
dato de los sinópticos: los Doce son los enviados para que el mundo sugiere una correspondencia con ciertos carismas paulinos.
crea, a la vez que creerán los discípulos. Indudablemente ninguna Por consiguiente, Juan muestra que toda misión en la Iglesia
palabra dirigida por Jesús a los discípulos se puede restringir tiene su origen en el Padre que ha enviado a su Hijo. El envío
exclusivamente a los Doce. En particular la relación del discípulo de los discípulos es la prolongación de esta primera misión. Con
con Jesús, análoga a la de Jesús con su Padre, vale para todos. estas miras presenta al grupo de los Doce estrechamente unido a
La misión de «llevar fruto» se aplica también a todos los cris- la comunidad de los discípulos y subraya la investidura de Pedro
tianos; esto no significa que los Doce no hayan tenido un papel haciendo de ella una especie de prototipo del ministerio de la
peculiar en la comunidad. Esta ambigüedad aparente, ¿no es aquí, Iglesia.
como en los sinópticos, la señal de la futura relación que estruc-
turará la comunidad entre ese grupo y todos los discípulos?
2) En el capítulo 21, escribe X. Léon-Dufour, Pedro «recibe 9. El Apocalipsis
la misión de apacentar las ovejas de Jesús. Así se manifiesta un
El género literario completamente original del Apocalipsis no
principio elemental de organización de la Iglesia. Después de lo
permite deducir unas conclusiones muy precisas acerca de los mi-
que parece haber sido la primera aparición del Resucitado, la tra-
nisterios. Sin embargo, el texto ofrece dos tipos de enseñanzas:
dición muestra a Pedro recibiendo una autoridad eminente en la
comunidad» 58 . Juan nos da así el equivalente pospascual de la 1) El dato más importante es, sin duda, la descripción de
la Jerusalén celestial, punto de llegada triunfante de la peregri-
57
X. Léon-Dufour, supra, 237-240.
58 59
X. Léon-Dufour, supra, 240. X. Léon-Dufour, supra, 243.
24
370 Ministerios y estructura de la Iglesia

nación dolorosa de la Iglesia. Esta visión es la de un misterio,


misterio desvelado, «revelado», de la Iglesia en su vínculo pro- CONCLUSIONES TEOLÓGICAS
fundo con Dios que la suscita y con el Cordero que la convierte
en su templo. En la descripción de la ciudad los doce apóstoles
ocupan el lugar de los fundamentos: «El muro de la ciudad tenía Ya es posible reunir cierto número de conclusiones teológicas
doce cimientos y en ellos los doce nombres de los doce apóstoles sobre los ministerios partiendo del testimonio del Nuevo Testa-
del Cordero» (21,14). De este modo, aunque los ministerios no mento, cuya coherencia global acabamos de examinar. No es inútil
tengan ya razón de ser en la Jerusalén celestial, permanecerá eter- recordar y precisar la naturaleza de estas conclusiones. No se trata
namente verdadero y pertenecerá siempre al misterio de la Iglesia ahora de presentar la doctrina completa y extensa acerca de los
el estar fundada en el testimonio dado por los Doce al Cordero. ministerios, ni de dar cuenta de todo su desarrollo histórico, ana-
Podemos observar aquí una correspondencia con el logion sinóp- lizando el conjunto de las categorías con las que se ha ido expre-
tico de los doce tronos (Mt 19,28; Le 22,30), aunque la imagen sando. Esto supondría un estudio diferente que estaría aquí fuera
pertenezca a otro orden. La visión del ministerio realza el papel de lugar. Pero tampoco es suficiente constatar la enseñanza del
estructural del grupo de los Doce anunciado por los Evangelios Nuevo Testamento acerca de los ministerios sin declarar su valor
en el momento de la primera convocación de este nuevo Israel. normativo para la tradición viviente y siempre actual de la Iglesia.
La imagen del fundamento vuelve a coger, en una síntesis es- Estas conclusiones tratan de aportar luz en dos direcciones.
catológica original, la que estaba explicada en la epístola a los Probarán, por una parte, que la estructura ministerial de la Iglesia
Efesios. En ambos pasajes el edificio eclesial descansa en el fun- está efectivamente fundada, en su realidad y en su sentido, sobre
damento de los apóstoles: la referencia original al testimonio de el testimonio del Nuevo Testamento. El presupuesto procedente
los apóstoles es asumida ahora en la visión definitiva de la cons- de la tradición se habrá confrontado con su fundamento, operación
trucción eclesial. El punto de mira convergente de esas imágenes indispensable que hay que ir realizando continuamente para que
expresa a su modo la estructura de la Iglesia. la convicción de fe permanezca viva y de buena fe. Este resultado
es ya capital para las actuales investigaciones, con tal que aparezca
2) En la vida de las comunidades a las que alude el texto digno de crédito y no violente los textos.
se hace referencia a muchos tipos de ministros, pero no se puede Por otra parte, nuestras conclusiones responderán a la veri-
deducir de esto una organización eclesial precisa. Se encuentran ficación: nos permitirán situar con más exactitud lo que es funda-
apóstoles y profetas que se distinguen entre los santos, como en mental y estructural en el hecho ministerial. El discernimiento
la expresión «los santos, los apóstoles y los profetas» (18,20), realizado entre lo que pertenece a la estructura y lo que es propio
coincidencia con la epístola a los Efesios. El autor se sitúa entre de la organización aclara mucho las ideas. Los resultados negativos
los profetas y parece ejercer una autoridad análoga a la de Pablo pueden instruirnos tanto como los positivos. La misma distinción
en sus cartas. Pero todos los santos pueden ser llamados a dar a sirve para todas las épocas de la Iglesia. Y el discernimiento rea-
Jesús el testimonio de la sangre y ejercen un servicio activo en lizado sobre el testimonio del Nuevo Testamento puede ayudar
la vida eclesial. a distinguir hoy día, en la manera global de funcionar los minis-
La realidad ministerial, aludida en la mención de los siete terios eclesiales, por un lado lo que es herencia de una evolución
«ángeles» de las siete iglesias, está sujeta a discusión. En el plano histórica y de un determinado ambiente cultural, lo que vale
literario están asociados a las comunidades que parecen personifi- como figura y organización concreta y, por otro, lo que es expre-
car, pero la figura ministerial que evocan en el plano histórico sión de la estructura eclesial tal como Cristo la ha querido.
parece ser la de un «episcopado». Estas conclusiones invitan también a la revisión de ciertos
De este modo la imagen teológica de la Iglesia celestial y las conceptos. Llaman nuestra atención sobre algunos valores evan-
alusiones a la vida de las comunidades atestiguan una vez más gélicos atestiguados en la vida de la Iglesia primitiva y que han
una articulación fundamental entre los ministros y la comunidad. podido oscurecerse. En este punto la verificación escrituraria des-
emboca en una llamada a la conversión eclesial. La interpelación
372 Ministerios y estructura de la Iglesia Conclusiones teológicas 373

sobre el evangelio que está atestiguada en la Escritura tiene que comunidades y a las áreas culturales diversas de su implantación.
provocar un retorno al evangelio. La red de los servicios recíprocos da lugar a especializaciones inevi-
Trataremos, pues, de destacar, por una parte, el lugar de los tables, concernientes a funciones precisas: en un terreno, algunos
ministerios en la estructura de la Iglesia y, por otra, la diversidad están al servicio de todos dentro de la comunión en la unidad.
de las organizaciones institucionales. Manifestaremos después el Esta diferenciación multilateral se inscribe en una corriente circu-
sentido de estos datos fundamentales que hay que considerar jun- latoria de las relaciones de la comunidad. Los que están del lado
tos. Ahora ya es posible emplear expresiones que no pertenecen de «algunos» para un servicio se encuentran, para otros, del lado
al vocabulario del Nuevo Testamento al hablar de unas conclu- de «todos». Esta red de intercambios fraternos significa ya que
siones obtenidas para la Iglesia de hoy 60 . la vida cristiana es un don recibido de Dios que está presente en
los demás.
1. Ministerios y estructura de la Iglesia 2) Pero en el centro de esas relaciones múltiples entre «al-
La cristología es la norma permanente de toda eclesiología. gunos» y «todos» hay una que aparece con frecuencia en el Nuevo
Un informe sobre la Iglesia debería comenzar normalmente expre- Testamento con un número de rasgos suficientemente constantes
sando la radical dependencia que la liga a su Señor. Sin em- para constituir una pareja fundamental y «estructurante» de la
bargo, respetando la andadura de este estudio parcial sobre los Iglesia: por un lado hay un grupo de ministros que ejercen cole-
ministerios, partiremos de la vida de las comunidades eclesiales gialmente un ministerio «principal». Esos hombres, investidos o,
del Nuevo Testamento y de la reflexión sobre la Iglesia que se al menos, oficialmente reconocidos para esa tarea, asumen una
encuentra en algunos de sus libros. En éstos detectaremos la refe- responsabilidad coextensiva al ser y a la misión de salvación de
rencia cristológica del ministerio cristiano que, para tener sen- la Iglesia; puede decirse que tienen el cargo de toda la Iglesia,
tido, debe ser un signo de la buena nueva. aunque cada uno participe conforme a modalidades y grados di-
versos. Por otro lado, existe la asamblea considerada en su tota-
1) En el Nuevo Testamento la ministerialidad es propia de lidad 61. Esta «polarización» de la comunidad eclesial encierra una
toda la Iglesia. Porque toda la comunidad cristiana está, por su paradoja, puesto que este grupo de ministros, aun constituyendo
vocación a la fe y por su apostolicidad, en situación de servicio un polo estructurante de la vida de la comunidad, sigue pertene-
(diakonía) y de misión, servicio fraternal del evangelio para el ciendo al polo de la asamblea de la que procede. A título de
mundo. El ministerio de toda la Iglesia interesa, por lo tanto, miembro de la asamblea, cada ministro continúa siendo beneficia-
a cada cristiano: es ley de la existencia cristiana que todos estén rio del ministerio ejercido por los otros ministros.
al servicio de todos, según la particularidad de los dones de cada A través de las diferencias de figuras y de organización, que
uno. Esta exigencia funda cierto número de ministerios en fun- pueden ser considerables, la existencia de ese grupo de ministros
ción de los dones multiformes del Espíritu (carismas). El con- es un hecho masivo de la enseñanza del Nuevo Testamento tanto
junto de los documentos del Nuevo Testamento (no sólo las epís- en el primer momento como en el segundo de su testimonio.
tolas paulinas) prueba que estos ministerios dan ocasión para Puede decirse, por lo tanto, que la relación entre ese grupo de
desarrollar una iniciativa necesaria en la vida de la Iglesia. «algunos» y «todos» es constitutiva del misterio de la Iglesia en
La determinación y la estabilización de estos diversos servicios su visibilidad. Nunca en el Nuevo Testamento se presenta a estos
o ministerios son muy variables, debido a las necesidades de las
61
60 «Digamos en una palabra que Jesús instituyó una comunidad estruc-
En esta interpretación global tendré igualmente presente la intención turada, una comunidad toda ella santa, sacerdotal, profética, misionera, apos-
de la tradición antigua de la Iglesia sobre los ministerios, tal como se ex- tólica, con unos ministerios en su seno: unos suscitados libremente por el
presa, más allá de las formas concretas de organización, en los documentos Espíritu, otros ligados por la imposición de las manos a la institución y a
más primitivos (Didaché, Clemente de Roma, Ignacio de Antioquía, Ireneo la misión de los Doce»: Y. Congar, Ministéres et Communion ecclésiale
de Lyon). Esta relectura del Nuevo Testamento debe tener en cuenta la lec- (1971) 19. La tematización está más acusada aquí. Habría que añadir que
tura hecha por la tradición primitiva, que vivía en unión más concreta que los ministerios ligados a la misión de los Doce también son suscitados por
la nuestra con los orígenes. el Espíritu.
374 Ministerios y estructura de la Iglesia Conclusiones teológicas 375
ministros por ellos mismos, como si su existencia y su papel pu- ministerial de la Iglesia. Pablo mismo se preocupa por mantener
dieran tener sentido fuera de su relación con la comunidad. Su la comunión de su ministerio con el de Pedro y los Doce. Del
razón de ser es la solicitud de toda la Iglesia. Por otra parte, en mismo modo las imágenes eclesiológicas de Efesíos y Apocalipsis
el Nuevo Testamento no vemos que subsistan comunidades cris- sitúan a los apóstoles en la base de la Iglesia.
tianas carentes de ese vínculo con un grupo de ministros que le
son atribuidos. En este sentido los ministros no son anteriores 3) La razón de ser íntima y, por consiguiente, el rasgo espe-
a la asamblea, ni la asamblea anterior a sus ministros 62 . Puede cífico del ministerio principal es el de significar y asegurar con-
hablarse de prioridad recíproca entre ellos: la asamblea no existe cretamente la relación de Cristo con su Iglesia. La dualidad insu-
sin los ministros que Dios le da, pero la existencia de los minis- perable de la relación entre «algunos» y «todos» señala el ser de
tros sólo consiste en ser-para-la asamblea63. Esta relación sugerida la Iglesia, porque ésta no puede identificarse de manera inmediata
por la mención de varias parejas de significación análoga («los con su Señor. La Iglesia no se pertenece, de un modo permanente
santos con sus epíscopos y sus diáconos», «los guías y los san- depende de otro, de aquel que fue enviado para convocarla y
tos», etc.) no es una oposición vulgar y antinómica. Expresa una congregarla al precio de su sangre. El ministerio que procede de
real complementariedad: en una relación que no es simétrica, cada la encarnación del Hijo manifiesta que la comunidad, que tiene
uno desempeña su papel propio. el mismo origen, recibe sin cesar como un don de Dios todo lo
El ministerio principal puede considerarse como «lo uno» que la hace vivir. La presencia del ministerio muestra también
entre «los demás»; sin embargo, es el que hace la unidad de todos que, mientras que el pueblo de Dios continúa su peregrinación
los otros y permite a todos los otros ejercerse en la unidad. Nunca terrena, la Iglesia se está construyendo y nunca está terminada.
los acapara, pero siempre los discierne. Lo mismo que la palabra de Dios tiene que ser predicada para
Las relaciones estructurales entre «algunos» y «todos» existe ser oída (Rom 10,14), así Cristo, palabra viva de Dios y evangelio
tanto en el nivel de la comunidad local como en el de la Iglesia personificado, está presente en su Iglesia suscitándola, llamándola,
universal. En efecto, ninguna iglesia puede pretender vivir en la dándose a ella y conduciéndola como un pastor a su rebaño y, al
autarquía. Una de las tareas del ministerio principal es la de hacer mismo tiempo, viviendo y actuando en lo más íntimo de todos
vivir a las diversas comunidades en comunión y unidad. Esto se los miembros de su cuerpo. La iniciativa absoluta y constante de
advierte en el Nuevo Testamento por la importancia de los minis- Dios en su Hijo se hace, por tanto, visible a través del conjunto
tros itinerantes que proceden del grupo de los fundadores de igle- de mutuas relaciones entre el colegio ministerial y la asamblea.
sias y por la frecuencia de las intervenciones de los ministros De este modo la Iglesia es a la vez «convocación» y «asamblea
extraños a las comunidades. Por este motivo también los que ase- convocada». Ha recibido la misión de predicar el evangelio, pero
guran este ministerio están unidos entre sí por estrechos lazos lleva también en sí el signo ministerial de la llamada y de la con-
de comunión que comportan ciertas relaciones de autoridad y su- vocación cuyo fruto es ella misma. Puede decirse que si más tarde
bordinación. se le ha reconocido a este ministerio principal el carácter sacra-
El grupo de los Doce unidos en torno a Pedro, que se amplía mental, esto se debe a su valor «estructurante», cuya realidad y
después de la resurrección con el grupo de los apóstoles, es a la sentido acabamos de destacar 64 .
vez el ejemplo simbólico y el punto de partida de la estructura
64
Partiendo del Nuevo Testamento, este párrafo está asociado a la doc-
62 trina desarrollada en el reciente acuerdo del Grupo de Dombes, Pour une
Esta anterioridad no hay que tomarla en el sentido cronológico, sino
en el estructural. Puede decirse que Pablo es anterior a las comunidades que réconciliation des ministéres, Eléments d'accord entre catholiques et protes-
fundó. Pero, desde su salida a misión, su ministerio comportaba esta relación taos (Taizé 1973) IV: Ministére pastoral et commumuté: leur dépendance
con la comunidad que tenía que reunir. Muchos ministros viven hoy en con- a l'égard du Christ, especialmente el n.° 22: «Esta dependencia respecto al
diciones análogas, dando su testimonio sin que les sea posible reunir a la único Señor y Salvador se expresa y se vive en la dependencia recíproca de
comunidad. Esta dimensión «ad extra» del ministerio es fundamental. la comunidad y del ministro. Su interdependencia manifiesta que la Iglesia
63
«El ministerio no crea la comunidad como desde fuera y por encima. no es dueña de la palabra y los sacramentos, ni fuente de su fe, de su espe-
Está puesto en ella por el Señor para suscitarla y construirla». Y. Congar, ranza y de su unidad; que el ministro, por su parte, no existe por él mismo
op. cit., 37. ni para él mismo, ni puede disponer del pueblo cristiano como se le antoje».
376 Ministerios y estructura de la Iglesia Conclusiones teológicas 377
El vocabulario neotestamentario expresa esta iniciativa divina 4) La coherencia global de la enseñanza del Nuevo Testa-
con los términos de enviado {apostólos), pastor, evangelista, guía, mento prueba que los ministros y la asamblea tienen juntos su
intendente y embajador. Todas estas palabras indican a la vez la fundamento en las mismas referencias al acontecimiento de Jesús
dependencia de los ministros respecto a Cristo y su participación de Nazaret y al don siempre actual del Espíritu.
—de naturaleza ministerial, evidentemente— en la relación de sal- Cada iglesia del Nuevo Testamento se considera en continui-
vación que media entre Cristo y los suyos. En este sentido esos dad viva con la Iglesia de los apóstoles, contemporánea del acon-
hombres son «ministros de Cristo» para su pueblo y «coopera- tecimiento de Jesús. Fundada sobre el testimonio de los apóstoles
dores de Dios». A veces este vocabulario es aún más denso para y de los profetas, toda la Iglesia, en efecto, es apostólica. Lo mis-
indicar el alcance salvífico de un servicio que sobrepasa a todas mo sucede a sus ministros que están primeramente en comunión
las categorías humanas: intendentes de los misterios de Dios, mi- y luego en continuidad viva con los primeros testigos de la resu-
nistros de la alianza nueva, ministros de la reconciliación. Una vez rrección. La habilitación para el ministerio, sean las que fueren
Pablo llega a presentar su ministerio como «el servicio sagrado las formas de investidura, e incluso antes que el problema de la
del evangelio», cuyo oficiante es ante los paganos, para que todos sucesión se plantee formalmente, no existía sin un vínculo de
los hombres se conviertan en ofrenda agradable a Dios (Rom 15,16), reconocimiento y de comunión con el grupo original de los apósto-
es decir, realicen el culto espiritual que consiste en la entrega de les enviados por Jesús para ser sus testigos después de su partida.
su vida 65 . Tal es el horizonte en que se inscriben las relaciones Este vínculo toma el aspecto de un vínculo de sucesión al servicio
de los ministros y de la asamblea: el servicio oficial del evangelio de la continuidad apostólica de toda la Iglesia. Esta referencia
de la salvación viene de Dios por Cristo, pone a los ministros al histórica aparece como la consecuencia necesaria de la iniciativa
servicio de los santos y conduce al pueblo sacerdotal en su mar- de Dios en el acontecimiento de Jesucristo, que se realizó en un
cha hacia Dios. lugar y en un tiempo de la historia de los hombres. Tal es el origen
Lo que acabamos de decir permite comprender el sentido de de la doctrina ulterior de la «sucesión apostólica», cuya primera
la autoridad ligada al ejercicio del ministerio principal en la Igle- atestación encontramos en Clemente de Roma y que será temati-
sia: tiene su origen en la autoridad misma del evangelio, en la zada por Hegesipo e Ireneo. Los apóstoles, escribe Clemente de
exigencia de fidelidad evangélica que debe seguir siendo la señal Roma, «establecieron a los que hemos citado antes [es decir, los
de la comunidad, y en la naturaleza escatológica de la misión epíscopos y los diáconos] y fijaron como regla que después de
salvífica. Como los guías de la epístola a los Hebreos, los minis- morir éstos, otros hombres experimentados les sucederán en su
tros conducen el rebaño de Dios hacia la patria celestial. Esta oficio» 6 '. Esta frase es un resumen sintético de la actividad de los
autoridad, que es en los libros del Nuevo Testamento una carac- apóstoles y de sus colaboradores, tal como está atestiguada en los
terística bastante constante del ministerio principal, debe ejercer- últimos libros del Nuevo Testamento.
se, evidentemente, según la ley del servicio evangélico (Le 22,26); Pero esta referencia no es la única. Cristo resucitado vive en
se inscribe en una relación de comunión fraterna y de humildad. su Iglesia por el don siempre actual de su Espíritu. Este es quien
Nunca debe ser dominante, sino que constituye más bien una suscita en ella los ministerios que necesita. Según el testimonio
forma de obediencia. de Pablo y el de los Hechos en particular, el ministerio es siempre
El sentido del ministerio principal de la nueva alianza indica un don del Espíritu y por tanto un «carisma». La dimensión «pro-
un radical cambio de estructura entre el pueblo de Dios del Anti- fética» le es también esencial (cf. infra). Sería, por consiguiente,
guo Testamento y la Iglesia. El sacerdocio judío ya está superado un gran error enfrentar en la Iglesia «ministerio oficial» y «ca-
y la función de «mediadores cultuales» m de los sacerdotes de la risma», aunque los dos no se identifiquen.
antigua Ley no tiene ya razón de ser. La misión del ministerio
5) El ministerio principal de esos «algunos» puede ser lla-
espiritual y vivificante del evangelio es radicalmente nueva.
mado «ministerio apostólico», debido a su origen y de acuerdo
65
Prolongando este punto de vista, la tradición empleará más tarde el con un lenguaje admitido, aunque no propiamente escriturario.
vocabulario sacerdotal para expresar el ministerio apostólico. 67
66 Clemente de Roma, Carta a los corintios, 44,2.
Cf. P. Grelot, supra, 57.
378 Ministerios y estructura de la Iglesia Conclusiones teológicas 379

Este término encierra una unidad compleja. El conjunto de tareas otro. Se advierte también que el ministerio de la palabra va to-
de este ministerio puede, efectivamente, dar lugar a atribuciones mando progresivamente la figura de la fidelidad a la tradición
distintas y a títulos diferentes, como lo atestigua el Nuevo Testa- recibida.
mento. De igual modo el «contrato» ministerial de cada miembro Este matiz propio de los últimos escritos neotestamentarios
de este grupo de ministros puede ser más o menos parcial en permite situar el valor ministerial que tendrá para la Iglesia pos-
relación a la plenitud de la tarea apostólica. Sin embargo, todos apostólica el canon de las Escrituras nuevas. El Nuevo Testamento,
los que asumen este ministerio contraen, en grados diversos, con atestación escrita de la predicación original del evangelio vivo, será
toda la comunidad eclesial una relación original de servicio que considerado en su totalidad y en su unidad como el acto minis-
se inscribe en la estructura de la Iglesia. Esto está realzado por terial de valor permanente de los apóstoles. La Iglesia en cada
el carácter colegial del ejercicio de este ministerio, tanto si se época de su existencia reconoce en él la palabra anunciada por los
trata de colegios de presbíteros locales, como del colegio de los apóstoles-fundamentos de su edificio. A título de herencia apos-
apóstoles en la vida de la primera comunidad de Jerusalén, cuya tólica y de huella siempre presente del ministerio fundante, el
historia nos presentan los Hechos. El primitivo colegio de los Nuevo Testamento es un elemento de la estructura de la Iglesia.
Doce conserva su valor ejemplar, cuya unidad está asegurada por Lo mismo que el ministerio apostólico, que debe siempre refe-
el papel que se atribuye a Pedro. Pablo mismo, que ejerce un rirse a él como a su norma, significa la alteridad trascendente
ministerio casi «monárquico» en las comunidades fundadas por él, de Cristo respecto a su Iglesia. El ministerio de la palabra com-
sigue teniendo un contacto colegial con el grupo apostólico de porta, pues, ante todo, la tradición auténtica del mensaje del
Jerusalén. Por otra parte, en los últimos testimonios neotestamen- Nuevo Testamento.
tarios se ve surgir el papel de un presidente de la iglesia local
en medio del colegio de los presbíteros, es decir, una figura de b) La palabra anunciada congrega, por lo tanto, a los que
la unidad del ministerio y de toda la comunidad. El ministerio la reciben en una comunidad de salvación. El ministerio de la
apostólico articula, pues, la dimensión colegial con el signo de la palabra desemboca así en un ministerio de «presidente», de «guía»,
unidad, personificada en la responsabilidad de ciertos hombres. de «vigilante» {episcopos) o de «pastor» de la comunidad. Vela
por su unidad y por sus lazos de comunión con las otras iglesias.
Al lector le sorprenderá quizás la generalidad algo abstracta Ejerce sobre ella una autoridad que está al servicio de la comunión
de las expresiones usadas en este párrafo. El motivo es sencillo: en el ágape. Es el garante de la fidelidad de la comunidad a la
aquí se describe el ministerio apostólico en el nivel estructural tradición del evangelio recibido.
fundamental, prescindiendo de los diversos tipos de organización Este ministerio de congregación comporta también la presi-
que ha podido tomar en el Nuevo Testamento. Hemos querido dencia de la oración y de la asamblea litúrgica, que es el lugar
expresar lo que lo caracteriza de manera general. donde la palabra anunciada cobra toda su eficacia y se convierte
6) Las tareas del ministerio apostólico, cuyo horizonte glo- en palabra expresada con gestos. Realiza los gestos en los que se
bal es el servicio de la misión universal y salvífica recibida de atestigua el don del Espíritu. Es verdad que este aspecto está
Cristo resucitado, se organizan en torno a tres ejes que forman menos subrayado en el Nuevo Testamento y pide que lo consi-
entre sí una unidad concreta (aun en el caso de que todos los deremos con cuidado. Sin embargo, en los Hechos los apóstoles
aspectos no sean ejercidos por todos los ministros). son los únicos que animan la oración de la comunidad, los que
bautizan o hacen bautizar y los que, generalmente, imponen las
a) El ministerio apostólico es ante todo un ministerio de la manos. Ellos son también los que juzgan los pecados.
palabra, un anuncio oficial e institucional del evangelio vivo, con El caso de la presidencia de la eucaristía merece una atención
referencia a la misión original. Se ejerce respecto al mundo y a especial. Hemos hablado de la significación de la presencia de los
todos los hombres que son sus destinatarios (ad extra); sigue Doce en las perícopas de la institución de la Cena. En Troas es
ejerciéndose también con los creyentes a quienes ya ha congregado Pablo quien preside la fracción del pan (Hch 20,7-11). Incluso
en Iglesia (ad intra). Esta es la evolución global atestiguada por en Corinto, a pesar de los silencios de la epístola, a los cuales no
el Nuevo Testamento con variaciones accidentales de un libro a debemos atribuir excesiva importancia, Pablo declara su respon-
380 Ministerios y estructura de la Iglesia Conclusiones teológicas 381
sabilidad frente a los abusos que afectan a la celebración de la c) El ministerio apostólico comporta también cierto número
eucaristía y trata de ellos con los responsables de esta iglesia.
de servicios de la comunidad y de sus miembros, en particular
Aunque no puede probarse que sólo unos ministros oficiales pre-
sidieran la eucaristía en Corinto, sigue siendo verdad que no servicios de asistencia temporal (colecta en favor de Jerusalén,
podía haber una eucaristía auténtica sin lazo de unión con el ministerio de los Siete, etc.). Esta dimensión «diaconal» da lugar
ministerio apostólico. Pablo vela por la autenticidad de la cena en el Nuevo Testamento a la institución de ciertos ministros
del Señor y recuerda sus exigencias a toda la comunidad global- más especializados en este terreno. Pero esos hombres estaban
mente responsable y activa en la proclamación de la muerte del también asociados al ministerio de la palabra o a misiones de
Señor. índole pastoral. Sería, por tanto, muy prematuro querer deducir
La manera de entender la iglesia posapostólica el vínculo entre del Nuevo Testamento una enseñanza unívoca sobre el papel pro-
la eucaristía y el ministerio apostólico está expresada en este tes- pio del diácono. Es más importante advertir que el ministerio
timonio muy antiguo de Ignacio de Antioquía que puede consi- apostólico debe conservar el aspecto del servicio humilde y con-
derarse como una interpretación de las costumbres admitidas en creto a ejemplo de Cristo servidor, como signo de la «diaconía»
las primeras comunidades: «Que sea considerada como única euca- de toda la Iglesia.
ristía legítima, la que se celebra bajo la presidencia del obispo o
de aquel a quien se lo haya encomendado» 68. 7) La investidura visible de los ministros es relatada con
La reflexión sobre la coherencia de los informes globales del frecuencia por el Nuevo Testamento. En general se realza su ca-
Nuevo Testamento tiene que subrayar la estrecha solidaridad entre rácter pneumático. Requiere siempre la intervención de otros mi-
el anuncio de la palabra y la presidencia de la eucaristía: la cele- nistros y normalmente pide que la comunidad desempeñe en ella
bración de ésta no sólo comporta el anuncio de la palabra, sino su papel, con formas de designación variables. A menudo unos
que en sí misma es un «anuncio de la muerte del Señor», según la ministros itinerantes van a establecer en las comunidades a unos
expresión de Pablo. Por otra parte, la eucaristía es el acto pri- ministros locales.
vilegiado en el que el misterio de la Iglesia se vive visiblemente No es seguro que siempre se haya significado la investidura
como acontecimiento. Puesto que toda cena necesita un presi- con un gesto simbólico de habilitación o de transmisión. Sin em-
dente, en el momento de la cena del Señor es cuando actúa de bargo, el Nuevo Testamento atestigua cierto desarrollo del gesto
manera eminente la relación estructural entre los ministros y la litúrgico de la imposición de las manos en las iglesias. Este des-
comunidad. El papel del ministerio es el de significar la iniciativa arrollo parece aliarse con la preocupación cada día más viva de
del otro, que es Cristo reuniendo a su pueblo para constituirlo en la continuidad en el ministerio. En la tradición bíblica este gesto
cuerpo suyo, al cual se entrega como alimento 69 .
expresaba el don del Espíritu en función de cierta «ordenación».
68
El Nuevo Testamento lo vuelve a usar en el mismo sentido. Para
Ignacio de Antioquía, A los esmirnenses, 8,1. la Iglesia antigua que lo conservó fielmente, subraya que el minis-
69
Cf. sobre este punto R. Didier, Pour une théologie du ministere sacer-
dotal, en Le Ministere sacerdotal, 225-242. La manifestación de la estructura de terio apostólico no puede reducirse a una investidura humana.
la Iglesia en la celebración de la eucaristía ha sido puesta de relieve por Evoca la trascendencia del don de Dios a su Iglesia.
Jean-Jacques von Allmen: «Reducida a su expresión fundamental, la estruc-
tura de la Iglesia que la Cena revela comprende, en la unidad de la salva-
ción compartida, dos polos: un pastor y un rebaño, un padre y una familia,
un visitante y unos visitados, un testigo de Cristo y miembros de su cuerpo. bíblicas a propósito porque manifiestan que los primeros son dados a los
En esta polaridad existe la afirmación fundamental de una reciprocidad obli- segundos y éstos son confiados a los primeros, que necesariamente unos están
gatoria, la imposibilidad para uno de existir sin el otro. Sin rebaño un pastor al servicio de los otros, llamados a amarse aunque sin confundirse. Esta pola-
no es pastor, pero sin pastor el ganado no es un rebaño: sin familia un ridad en la estructura fundamental de la Iglesia, revelada por la Cena, no
padre no es padre, pero sin padre los hijos son huérfanos; sin visitados un tiene nada que ver con ninguna descalificación de uno de los polos en favor
hombre por el cual y en el cual Dios visita a su pueblo, es decir, un episko- del otro, no comporta ningún privilegio en cuanto a la salvación, no puede
pos pierde su razón de ser o se convierte en un parásito, pero sin ese visi- convertirse en causa de desprecio en un sentido, ni de reivindicación sublevada
tante los otros serían unos seres abandonados. He utilizado estas tres imágenes en otro...» Jean-Jacques von Allmen, Essais sur le repas du Seigneur (1966) 46.
Condusiones teológicas 383

que siempre dejaron lugar a la parte colegial y a la parte perso-


nal, estuvieron sujetas a cambios institucionales bastante grandes.
2. Pluralismo y diferencias legítimas
De igual modo el Nuevo Testamento atestigua un ministerio
de la unidad de toda la Iglesia personificado en la figura y el papel
1) La unidad fundamental de la estructura eclesial de los de Pedro actuando en medio del colegio de los Doce. Pero es
ministerios, cuyos puntos principales acabamos de recordar, deja sumamente circunspecto al tratar de los modos concretos de ejer-
un amplio campo a las variaciones de la organización concreta. cer ese ministerio. La historia de la Iglesia nos enseña también
Desde el Nuevo Testamento y a través de la historia de la Iglesia que revistió formas muy variadas.
es evidente que esta estructura ha revestido gran importancia. Todo este conjunto de informes tiene un sentido positivo y
Según las situaciones culturales y religiosas, la relación del colegio no debe relegarse al terreno de lo secundario. Sirven para indicar
ministerial con la asamblea ha conocido formas variadas. Unas el espacio en el que no pretende ser normativo el Nuevo Testa-
han insistido más en la corresponsabilidad de todos, ejercida en mento. Más aún: la diversidad misma de las organizaciones cons-
la comunión y la dependencia con el ministerio apostólico; otras tituye una invitación para los tiempos futuros a no tratar de si-
han sido de tipo más jerárquico. Esta diversidad no autoriza a tuarse de manera inmediata del lado de tal o cual figura par-
oponer un principio carismático a un principio ministerial, pero ticular, sino a realizar más bien la necesaria adaptación a las
recuerda que la estructura de la Iglesia no permite que el minis- necesidades, como nos da ejemplo el Nuevo Testamento. En este
terio apostólico ejerza la ministerialidad de toda la Iglesia. Si aquél sentido el debate frecuentemente suscitado hoy día entre las epís-
obrase así deliberadamente, acabaría por negarse a sí mismo. La tolas a los Corintios por una parte y las pastorales y los Hechos
relación entre «algunos» y «todos» es constitutiva de la Iglesia: por otra, es bastante inútil.
puede inscribirse en un juego de funciones muy variado, pero En resumen: la Iglesia no goza de ninguna libertad en lo que
nunca puede tolerar la extinción práctica de uno de sus términos. atañe a su propia estructura; por lo tanto, no puede negar ni el
De igual modo el ministerio apostólico conoce una gran va- ministerio apostólico ni la ministerialidad global que la consti-
riedad de denominaciones dentro del Nuevo Testamento. Existe tuyen. Pero sí goza de una considerable libertad en cuanto a la
mucho movimiento entre los títulos y los ministerios correspon- figura y a la organización que hay que dar a esa relación funda-
dientes: la misma tarea puede tener muchos nombres y el mismo mental entre «algunos» y «todos». Esta libertad no es un capri-
título puede corresponder a actividades diferentes. Esta diversidad cho, ni un fácil recurso, sino una exigencia y una tarea: es deber
de títulos prueba que el Nuevo Testamento no tiene un modelo suyo dar al ministerio apostólico en cada época la forma capaz de
determinado para esto y se ve obligado a inventar y tantear cuando hacer oír mejor su testimonio y de conferirle mayor eficacia; tam-
quiere expresar la originalidad propia del ministerio cristiano. bién le toca discernir e incluso idear ministerios nuevos que nece-
Sin duda, la evolución se dirige a cierta normalización; pero no site el pueblo de Dios y el Espíritu le sugiera.
debemos olvidar que el vocabulario que más tarde se hará clá- 2) La trilogía tradicional: obispo, sacerdote, diácono, cons-
sico, sufre una importante evolución semántica a lo largo de los tituye una cristalización y una determinación de funciones que
libros del Nuevo Testamento. Estos hechos hacen pensar que el rebasan el testimonio del Nuevo Testamento, aunque éste no cierra
modo de titular los ministerios es un punto relativamente secun- tal posibilidad. Esta trilogía abarca en su totalidad el ministerio
dario y queda abierto a nuevas expresiones. apostólico al que hace existir con una forma concreta. El obispo
Dentro del ministerio apostólico ha variado el reparto de las realiza su plenitud, el sacerdote y el diácono participan de manera
tareas, como lo atestigua también el Nuevo Testamento. Es posible más o menos limitada. El obispo pertenece al colegio de los suce-
que la primera distinción se hiciera entre un ministerio de ense- sores de los apóstoles; el sacerdote al colegio presbiteral que rodea
ñanza, más itinerante, y un ministerio pastoral de presidencia de al obispo. Desde Ignacio de Antioquía toda la Iglesia ha entendido
la comunidad, más local. Pero éstos son matices sin exclusivismos. siempre así las cosas. Sin embargo, esta trilogía en cuanto tal per-
Además, aunque las relaciones dentro del grupo de los ministros tenece al orden de la organización y no al de la estructura ecle-
siempre conservaron juntas la comunión y la subordinación y aun- sial. Aun siendo sumamente venerable por su antigüedad y por
384 Ministerios y estructura de la Iglesia Conclusiones teológicas 385

la rapidez con que se hizo universal en la Iglesia, no se impone doctores'» ,0 . Recíprocamente el profetismo que se revela en todo
como un resultado sobre el cual la Iglesia posapostólica no tenga miembro de la comunidad constituye una llamada dirigida al mi-
nada que decir. nisterio apostólico, que tiene el deber de reconocer lo que por
Estas reflexiones no se proponen sugerir una modificación ra- medio de él dice el Espíritu a la Iglesia. El profetismo aparece,
dical de la trilogía. Quieren sencillamente liberar el espacio teo- pues, como un lugar privilegiado para ejercer la relación entre
lógico para posibles renovaciones. De todos modos, el ministerio algunos y todos, relación hecha de interpelación y sumisión mutuas
apostólico debe comportar un reparto de las tareas y una relación y complementarias. Lo que acabamos de decir del profetismo con-
de subordinación en la comunión. No es necesario que todos los cretamente vale para toda manifestación carismática.
miembros de este ministerio participen con igual título y vivan Esto es lo que confirma la historia de la Iglesia: el ministerio
el mismo tipo de compromiso. La figura del ministerio episcopal apostólico se ha oscurecido siempre que ha dejado que se empo-
podría ser objeto de una profunda renovación. El ministerio pres- brezca su dimensión profética. Por otra parte, en la historia han
biteral podría comportar ciertas diversificaciones, incluso títulos surgido numerosos profetas sin llevar necesariamente el nombre
nuevos en función de las tareas asumidas y de los compromisos de tales, que no pertenecían al ministerio oficial. Muchas renova-
contraídos. La renovación que se intenta hacer del diaconado no ciones espirituales, iniciativas de fundaciones religiosas que res-
debería proponerse el restablecimiento de una figura antigua, sino pondían a las necesidades de un tiempo, impulsos misioneros, han
la creación de un tipo nuevo de ministerio. brotado de iniciativas proféticas de miembros de la comunidad
cristiana. Esos hombres y esas mujeres han ejercido auténticos
3) El Nuevo Testamento menciona repetidas veces el minis- ministerios, a veces hasta los han creado.
terio del profeta: trilogía de 1 Cor 12,28, lista más extensa de Todas estas conclusiones, voluntariamente matizadas, hay que
Ef 4,11, afirmación de que la Iglesia reposa en el fundamento tenerlas en cuenta a la vez. Prueban la necesidad de una constante
de los apóstoles y de los profetas (Ef 2,20), el testimonio de interpretación del Nuevo Testamento en la Iglesia. Las primeras
Mateo, el del Apocalipsis, etc. Estos testimonios están confirma- estimulan a la Iglesia a cotejar continuamente el sentido de sus
dos por el de la Didaché. Este informe global parece probar que ministerios con el testimonio apostólico; las segundas dejan libre
en el Nuevo Testamento el ministerio de profeta constituyó una un vasto espacio para la creatividad responsable de la Iglesia.
determinación concreta del ministerio apostólico. Está estrecha- Unas y otras son una llamada a la verdad del evangelio.
mente ligado al del apóstol y la afinidad entre el don profético
y el ministerio de la palabra lo aproxima a veces al de doctor.
BERNARD SESBOÜÉ
Esto significa, al menos, que la dimensión profética está incluida
en el ministerio apostólico, sea cual fuere la figura que adopte.
Mas, por otra parte, el profetismo existe evidentemente en el
Nuevo Testamento como una función espontánea en la vida de las
comunidades. Constituye uno de los multiformes servicios de la
vida cristiana. La dualidad de las formas del profetismo, lejos
de tergiversar la relación estructural que constituye a la Iglesia,
la esclarece. El ministerio apostólico es profético, sin que por eso
absorba al profetismo, lo cual por lo demás sería imposible dada
la naturaleza de este ministerio. Pero el profetismo surgido de la
comunidad debe ser discernido para que pueda construir y no des-
truir, como nos lo recuerdan muchos avisos contra los falsos pro-
fetas, escritos en los últimos libros del Nuevo Testamento. Incluso
a los pneumáticos de Corinto se les «advierte que no se aparten
de la enseñanza de aquéllos que 'Dios ha establecido primeramente 70
como apóstoles, en segundo lugar como profetas y en tercero como E. Cothenet: SDB 8 (1971) 1303.
25
La función del NT en la Iglesia 387

mente utilizable). Es, más bien, mostrar los interrogantes funda-


mentales que se presentan al teólogo en su relación con la acción
pastoral de la Iglesia. Y es también tratar de decir cómo podemos
renovar la problemática de los ministerios para nuestro tiempo.
Procuraremos llevar a buen término esta reflexión, partiendo
de los problemas más fundamentales para llegar a los más espe-
cíficos. Lo haremos en tres tiempos. Fieles al testimonio del Nuevo
Testamento y al espíritu del Vaticano I I 2 , creemos que para ha-
blar bien del ministerio es preciso no decir nada de él. En el pri-
CAPITULO XV mer tiempo trataremos, pues, de poner en claro la función del
Nuevo Testamento en la Iglesia. Cuestión que no es nueva y que
es objeto de controversias desde hace siglos, pero cuestión peli-
NUEVO TESTAMENTO, IGLESIA Y MINISTERIOS grosa porque la respuesta que se le dé estará implícitamente pre-
sente en todos los problemas siguientes. Podremos entonces, en
Nuestro objetivo es bastante sencillo y modesto: quisiéramos un segundo tiempo y a manera de aplicación práctica, apreciar el
aportar nuestra contribución a una reflexión teológica sobre los testimonio del Nuevo Testamento acerca de los ministerios. ¿Des-
ministerios partiendo del Nuevo Testamento, es decir, partiendo borda este testimonio una reflexión sobre los ministerios? ¿Tiene
de las «monografías» relativas a los diversos libros neotestamen- algo que ver con un acto ministerial la función del Nuevo Testa-
tarios y también del balance de teología bíblica establecido en los mento? Estas son cuestiones inherentes a la lectura del texto.
trabajos que preceden. Sin embargo, este objetivo pide una justi- Nuestra última etapa estará dedicada a la difícil cuestión referente
ficación y una explicación. a la unidad y a la multiplicidad de los ministerios. Como el evan-
Por una parte, habría que estar de acuerdo sobre la importan- gelio del único Jesucristo se nos ha transmitido a través de la
cia que se debe atribuir a la cuestión de los ministerios, para el diversidad de los testimonios, así el ministerio eclesial se nos mues-
evangelio y para la vida de la Iglesia. Contentémonos con afirmar tra a través de una multiplicidad de ministerios atestiguados por
una convicción: si es verdad que el evangelio es la razón de ser la Escritura. En medio de esta reflexión nos preguntaremos por la
de la Iglesia, hasta el punto de relegar la cuestión de los minis- posibilidad y el sentido de un «servicio» que tradicionalmente ha
terios a segundo plano, no es menos cierto que la manera de recibido en nuestra Iglesia el nombre de «ministerio ordenado»
comprender y ejercer el ministerio manifiesta la comprensión que o sacramento del orden.
se tiene del evangelio \ Se comprende al mismo tiempo que el A través de esta marcha a veces sinuosa, pero todo lo respe-
«reconocimiento mutuo» de los ministerios constituye para las di- tuosa posible a la letra de la Escritura, trataremos de saber en
versas iglesias no un problema insignificante o una cuestión apla- definitiva por qué y cómo el ministerio de Jesús, cumplido una
zable, sino el testimonio de una fidelidad mayor al evangelio. vez por todas, se actualiza hoy en la Iglesia y hasta el fin de los
Por otra parte, la cuestión de fondo que se nos plantea podría tiempos.
formularse así: la lectura profunda del Nuevo Testamento (repre-
sentada por estos trabajos), ¿qué eco encuentra en una conciencia
teológica contemporánea formada en el catolicismo? Responder I. LA FUNCIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO EN LA IGLESIA
a esta cuestión no es elaborar una teología completa de los minis-
terios para hoy (teología demasiado vulnerable o demasiado fácil- ¿Qué relación tiene la Iglesia de hoy con el Nuevo Testamento?
1
No se trata de elaborar aquí una respuesta exhaustiva a seme-
Esta reciprocidad ha sido subrayada recienteiiiente por W. Kasper, que jante interrogación. Y esto tanto más cuanto que la relación de la
escribe: «Si el ministerio es un signo del evangelio, su teología y realización
concreta son un signo de haber entendido el evangelio correcta o falsamente»: 2
«Concilium» 74 (1972) 6. Es el caso, por ejemplo, del decreto Vresbyterorum ordinis en el n. 2,1.
388 Iglesia y ministerios

Iglesia con el Nuevo Testamento nos llevaría a una investigación


sobre el conjunto de la tradición eclesial en el curso de su historia. 1. El desasimiento actual de la Iglesia relativo
Todo el mundo conoce los momentos difíciles que jalonan los al Huevo Testamento
siglos, desde los orígenes cristianos con Marción y Tertuliano, pa-
sando por la Edad Media y la gran crisis de la Reforma, hasta la No está mal interrogarse sobre lo que puede parecer evidente.
discusión respecto a las «dos fuentes», examinada de nuevo en el Por ejemplo, el reconocimiento de la importancia primordial del
Vaticano II. Nuevo Testamento constituye algo evidente para la Iglesia (aunque
Como no podemos hacer esa investigación, correremos el ries- esta importancia pueda recibir interpretaciones muy distintas). Y,
go de examinar la cuestión desde el punto de vista propuesto por sin embargo, hoy día se preguntan muchos por qué la referencia
los estudios que figuran en este libro. Todo estudio exegético a la Escritura ha tomado tal significación para nuestro tiempo 3 .
encierra en efecto una pregunta: ¿a qué se debe este interés res- ¿Por qué remitirnos al Nuevo Testamento? Innumerables res-
pecto a la Escritura y estos esfuerzos para interpretarla? Se trata puestas se han dado en el curso de los siglos. Sin quererlas resu-
de la relación concreta entre la Iglesia de hoy, que lee la Escri- mir, se podría hablar sencillamente de un instinto. La Iglesia ins-
tura, y el testimonio que ofrecen los que la escribieron. tintivamente se vuelve hacia la Escritura para saber lo que es,
para vivir su fidelidad a Jesús, para examinar cómo actualiza el
misterio de Cristo en la historia bajo el influjo del Espíritu. En fin
Una dialéctica inherente a la relación Escritura/Iglesia de cuentas, en todos los debates y polémicas que han podido sur-
gir a este respecto puede decirse que la Iglesia se vuelve hacia
Para comprender mejor el camino que vamos a seguir propo-
el Nuevo Testamento 4 precisamente por su «diferencia» con Jesu-
nemos concebir las relaciones entre la Iglesia y el Nuevo Testa-
cristo. La existencia de la Escritura es para ella la «prueba» obje-
mento al modo de una dialéctica circular, es decir, volviendo sin
tiva de que no puede arrogarse la personalidad de Cristo, que no
cesar a su punto de partida. Esta dialéctica podría describirse como
puede decir ni hacer lo que se le antoje. Por eso espontáneamente
sigue: la Iglesia no sería la Iglesia de Cristo si, de algún modo, se vuelve hacia su fuente. Preferimos decir «hacia su fuente»,
no hablara en nombre de Cristo (apropiación); pero la Iglesia no mejor que «hacia su norma». La Escritura, en efecto, no es una
sería fiel a sí misma, si no se dejara juzgar continuamente por Cristo norma (¿jurídica?) para la vida de la Iglesia; es el testimonio
(desapropiación). Sin embargo, las cosas no son tan sencillas, por- irrecusable de alguien sin el cual esta Iglesia no resistiría, no
que la Iglesia y la Escritura no son unas creaciones a partir de la subsistiría. Ciertamente este testimonio de la Escritura debe estar
nada: ambas existen ya cuando hablamos de ellas. Por lo tanto, muy dentro de la Iglesia. Pero, ¿quién podrá garantizarnos que
la dialéctica de las relaciones entre la Iglesia y el Nuevo Testamento este Cristo no es una creación de la Iglesia? La exterioridad de
comienza (si puede emplearse este término para un movimiento la Escritura respecto a la Iglesia es, por lo tanto, como la huella
circular) por una expropiación o, más bien, por un desasimiento. imborrable de la preexistencia de Cristo, una huella permanente,
Dicho de otro modo, cuando el lector de la Escritura comienza una huella viva. La Iglesia no puede leer la Escritura sin «desasirse»
una búsqueda de sentido y de conversión hace una operación de de un Cristo al que querría poseer, sin volver a su fuente, sin
renuncia y de abandono, trata de renunciar a un a priori de inter- recibir a este Cristo en la novedad del Espíritu, sin remitirse a
pretación, que es el de su Iglesia o, al menos, somete su presu- alguien distinto de ella.
puesto de interpretación al testimonio de la Escritura. Pero, jun-
3
tamente, si este lector quiere de verdad comprender, es para inte- Esta es la advertencia, casi voluntariamente ingenua, que hace John
riorizar el sentido, para hacerlo suyo, es decir, reapropiarlo a la McKenzie precisamente a propósito de los ministerios: «Si todas las Iglesias
existencia y a la sustancia de su Iglesia. Este es el movimiento cristianas han desarrollado sus oficios y estructuras ministeriales con una indi-
ferencia casi total hacia el Nuevo Testamento, cabe preguntarse por qué el
(incesante) que quisiéramos recorrer a la luz de los estudios exe- Nuevo Testamento tendría hoy que ver con el problema» (Estructuras minis-
géticos precedentes. teriales en el Nuevo Testamento: «Concilium» 74 [1972] 19).
4
También habría que hablar, desde luego, del testimonio del Antiguo
Testamento, pero no es ese nuestro tema aquí.
La función del NT en la Iglesia 391

la pregunta inevitable: esa Iglesia, ¿cómo y en qué es la Iglesia


2. El desasimiento dentro del Nuevo Testamento de Cristo? ¿No se da una reapropiación de Cristo por parte de
la Iglesia?
Hay que llevar adelante nuestra búsqueda. El Nuevo Testa-
mento, efectivamente, no es un monolito surgido en la Iglesia en
un solo día. Es un testimonio que tiene su propia historia. La cons- 3. La «reapropiación» de Cristo por la Iglesia
titución del Nuevo Testamento como Escritura estable revela, dentro del Nuevo Testamento
pues, unos estratos o capas de sedimentación pertenecientes a
épocas distintas. Hoy las advertimos más que ayer. Esta arqui- Cuando se consideran los diversos testimonios que los libros
tectura del edificio neotestamentario hace que nuestra investigación del Nuevo Testamento representan, puede decirse que, a través
vuelva a tener actualidad. del autor, son unas iglesias las que hablan de su fe. Las iglesias
La cuestión que se plantea podría formularse así: ¿qué vale dicen lo que son, lo que viven, lo que quisieran vivir en la fideli-
el criterio o el presupuesto según el cual lo «más antiguo» es dad al Señor Jesús.
considerado como lo «más auténtico»? Al interesarnos, por ejem- Entonces se presenta una pregunta. Cuando esas iglesias entre-
plo, por las cartas paulinas, ¿qué ocurre cuando se empieza por gan así su mensaje no pueden hacerlo sin referirse a un determi-
el kerygma de las epístolas a los Corintios, para descubrir después nado aspecto concerniente a la persona de Jesús, sin hacernos
la grandiosa eclesiología de Ef y llegar a la organización eclesiás- llegar un determinado sentido, sin componer un determinado ros-
tica de las epístolas pastorales? ¿Se trata siempre del mismo evan- tro de Cristo. La pregunta sería, pues, la siguiente: esos diferentes
gelio de Pablo? testimonios acerca de Cristo, ¿cómo pueden ser reconocidos como
Parece que se puede responder afirmativamente, con tal que testimonios del mismo Cristo?
medie una explicación. En efecto, el evangelio de Pablo es el La respuesta manifiesta una nueva arquitectura dentro del «cor-
evangelio del que ha sido apresado por Cristo: es el evangelio pus» del Nuevo Testamento. En efecto, ya no se trata de fechar
«apostólico», según el sentido que Pablo mismo reivindicó para los escritos y de averiguar el puesto de los más antiguos respecto
este término. Cuando pasamos a las epístolas pastorales, pasamos a los más recientes. Esta escritura nueva está determinada por
del testimonio propiamente apostólico de Pablo al testimonio pos- una exigencia interior al Nuevo Testamento que podría formu-
terior a este período apostólico. El Nuevo Testamento es, pues, larse así: los testimonios de Pablo, de Pedro, de Santiago son
testigo de este tránsito a la vez difícil y valioso. Y aquí precisa- relativos al testimonio de los cuatro Evangelios en la medida en
mente es donde podemos poner de relieve un nuevo «desasimien- que éstos nos entregan el evangelio, es decir, la buena nueva de
to». La Iglesia que da su testimonio, en las epístolas pastorales, Jesús mismo 5 .
no podría hacerlo sin desasirse de sí misma para apelar al testi- Queremos subrayar aquí el lugar privilegiado de los Evange-
monio del Apóstol. Esta es la corriente que encontramos en el lios en la vida de la Iglesia. La liturgia nos proporciona un ejem-
corazón mismo del Nuevo Testamento. plo notable. Cada vez que se proclama el evangelio, se produce
De este modo la historia de la constitución del testimonio del algo que es como la realización de la profecía del Antiguo Testa-
Nuevo Testamento nos aparece como una historia viva, la de una mento en la buena nueva del Nuevo. La presencia de Jesús en
Iglesia que se edifica en el tiempo y en las civilizaciones que va la sinagoga de Nazaret se actualiza en la Iglesia y se oye la misma
encontrando y que no puede soslayar, pero también la Iglesia que
sólo puede ser fiel a sí misma remitiéndose de nuevo a un testi- 5
Con esto no pretendemos que los Evangelios no son por su parte un
monio que no procede de ella. testimonio sobre Jesús. Es evidente que, desde ese punto de vista, los Evan-
El misterio de la Iglesia durante el período constitutivo, for- gelios se ven arrastrados en la dialéctica general de las relaciones entre la
Escritura, la Iglesia y Jesús. Pero la forma literaria de los Evangelios repre-
mado por la elaboración del Nuevo Testamento, es obra del Espí- senta a Jesús en su vida terrena, bajo la forma de un discurso continuo que
ritu que descentra duraderamente a la comunidad cristiana de sí termina con la muerte. Con esto evocan la palabra de alguien y no sola-
misma para centrarla en el misterio de Cristo. Pero entonces surge mente sobre alguien.
392 Iglesia y ministerios La junción del NT en la Iglesia 393

voz que afirma: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura acto con el que se desase de él. La existencia de los Evangelios
que acabáis de oír» (Le 4,21). en el Nuevo Testamento podría entenderse así como el símbolo
El lugar privilegiado de los Evangelios en el Nuevo Testa- de esta apropiación. La Iglesia dice: «Es realmente él», afirmando
mento es el signo de una referencia necesaria a la historia y a al mismo tiempo: «Yo no soy el Cristo» e.
la palabra de alguien. Esta referencia depende de un mecanismo
delicado y sutil, obedece a una doble exigencia.
Por una parte, esta presencia del evangelio de Jesús en el 4 Reapropiación de Cristo por la Iglesia de hoy
Nuevo Testamento es necesaria, pues sin ella el «rostro» de Jesús
quedaría siempre evanescente. Los Evangelios son para nosotros Hasta aquí nos hemos situado en el período fundante del
la «prueba» del enraizamiento histórico de Jesús, diríamos incluso, Nuevo Testamento para captar el modo con que la Iglesia ha po-
la prueba del enraizamiento controlado de esa historia. Unos tes- dido «apropiarse» a Jesucristo sin hacer de él una cosa suya.
tigos de Jesús sin los Evangelios serían testigos sin referencia, ¿Podemos avanzar más? ¿Podemos decir algo análogo de la Igle-
sospechosos siempre de manipular el rostro de Cristo según las sia de hoy? ¿Creemos que aquí está la pieza fundamental de
necesidades de su iglesia, de sus creencias o de su civilización. nuestro debate acerca de la función del Nuevo Testamento en la
Por este motivo debemos considerar importante la dialéctica entre Iglesia? Más aún: la pregunta podría formularse del siguiente
lo pre-pascual y lo pos-pascual en el testimonio acerca de Jesús. modo: ¿qué es el Nuevo Testamento para la Iglesia?
Aunque todo el mensaje cristiano del evangelio se conciba «a la Creemos que a esta pregunta podemos dar dos respuestas que,
luz pascual», no puede presentarse como un acontecimiento de lejos de excluirse, como a veces se piensa, están estrechamente
salvación más que en razón de la historia pre-pascual de Jesús. ligadas entre sí y son necesarias para comprender a Cristo como
Tal es, por su parte, el motivo del puesto privilegiado de los para comprender la Escritura y la Iglesia. Conviene tener pre-
Evangelios en el Nuevo Testamento y en la vida de la Iglesia. sente la distinción y la relación entre el Nuevo Testamento como
En otros términos, el acto del Nuevo Testamento simbolizado por alianza o como economía y el Nuevo Testamento como «corpus»
los Evangelios es el acto por el cual Cristo es identificado en la escriturario.
Iglesia y la Iglesia encuentra en él su propia identidad. La primera respuesta consiste en decir que el Nuevo Testa-
Por otra parte, y ésta es la segunda exigencia, hay que procu- mento —como nueva alianza— es un acto único e imposible de
rar explicar la diversidad de los testimonios evangélicos: diver- reproducir. Es el acto de la irrupción de la persona de Jesús en
sidad de los sinópticos entre sí, diversidad de Juan respecto a los la historia, es decir, la llegada de la salvación de una vez para
sinópticos. Se pueden dar numerosas explicaciones al hecho con-
creto de las diferencias de los Evangelios. Mencionaremos una 6
Puede buscarse una confirmación de esta manera de ver en el canon
sola: se apoya esencialmente en el misterio de la resurrección. de las Escrituras. El Nuevo Testamento está lleno de «hechos»; los testimo-
Si el mensaje y la vida que Jesús nos entrega son el fruto de una nios mismos toman el aspecto de hechos; la Resurrección se expresa con
unos relatos... Imposible disociar totalmente la letra y el Espíritu, la letra
Pascua, es imposible en adelante fijar su rostro. Todo rostro his- y la Palabra. Esta facticidad de la Escritura es una realidad fundamental, algo
tórico de Jesús se difracta en la luz de su resurrección. La diver- necesario e irreductible. Pero no puede emplearse indefinidamente, no es
sidad de los cuatro Evangelios (sea cual fuere aquí la importancia elástica. En el Nuevo Testamento nos encontramos ante una tacticidad limi-
de la cronología) sería el modo de hacer percibir a la vez la rea- tada, definida, podríamos decir, regulada: ese es el sentido del canon de las
Escrituras. Para lo que aquí nos concierne, la existencia del canon del Nuevo
lidad del enraizamiento humano de Jesús y la imposibilidad de Testamento es de una importancia primordial: expresa el carácter inagotable
captar su rostro. Por la Resurrección, la Iglesia está segura del de la interpretación del acontecimiento Jesús y, a la vez, la imposibilidad
acontecimiento de Jesús y, al mismo tiempo, es incapaz de alcan- de hacer decir al texto cualquier cosa. El canon del Nuevo Testamento dice
zar al Resucitado. Tiene la certeza de su presencia en la ruta de a su modo que el mensaje de Cristo es un mensaje de salvación universal,
pero arraigado siempre en la historia. Dicho de otro modo, el canon fija el
los hombres, está iluminada interiormente por su palabra, pero límite de compatibilidad de las diversas interpretaciones del hecho Jesús.
no puede «reconocerlo» más que en la fracción del pan. Significa que la interpretación de Jesús en la Iglesia debe ser compatible con
De este modo la Iglesia «se apropia» a Cristo con el mismo el testimonio que Jesús da de sí mismo.
394 Iglesia y ministerios La cuestión de los ministerios en el NT 395

siempre. A este respecto el Nuevo Testamento, como Escritura, efecto, esta nueva cuestión puede ser considerada como un caso
constituye un conjunto de testimonios fijados para siempre en particular de la utilización más general de la función del Nuevo
una carta y manifiesta el carácter único de ese «tiempo» privile- Testamento en la vida de la Iglesia.
giado de la economía de la salvación. El hapax del Nuevo Testa-
mento, como escrito, es pues el signo de la unicidad absoluta del
Salvador. Desde ese punto de vista es claro que el Nuevo Testa-
II. LA CUESTIÓN DE LOS MINISTERIOS EN EL NUEVO TESTAMENTO
mento, como Escritura, funda la Iglesia en el sentido de que cons-
tituye su archivo viviente.
La segunda respuesta, ligada a la primera, consistiría en decir Siempre estamos deseosos de saber qué dice el Nuevo Testa-
que la nueva alianza no puede reducirse a un acto pasado o situado mento acerca de los ministerios. Creemos que no conviene ceder
en el tiempo, sino que es un acto que dura. Hoy estamos todavía a esta premura, pues antes hay que aclarar unas cuestiones de
en la nueva alianza. La Iglesia, por lo tanto, es la actualización metodología. No es porque temamos enfrentarnos con los verda-
permanente, por la gracia de Cristo y de su Espíritu, de ese deros problemas, sino porque éstos siempre suponen más o menos
Testamento nuevo inaugurado y realizado por Jesús. ¿No es esto resueltas las cuestiones de método que influyen a veces decisi-
lo que hacían los antiguos (un Orígenes, por ejemplo), para quie- vamente en las soluciones.
nes el comentario esencial de la Escritura era el comentario del Cuando interrogamos al Nuevo Testamento acerca de los mi-
Antiguo Testamento, a fin de probar la novedad actual del evan- nisterios debemos preguntarnos si no existe en la Escritura algo
gelio? Desde este punto de vista la Iglesia engloba al Nuevo Tes- «dicho» y algo «no dicho». No aludimos aquí a lo que se ha lla-
tamento considerado como escrito. mado el argumento del silencio. Queremos hablar de lo «no dicho»
que se oculta en la reflexión misma, y esto «no dicho» tendrá
Bajo este último aspecto podemos considerar a la Iglesia —la
mayor fuerza en la interpretación, por pasar disimulado. Tratemos
Iglesia de nuestro tiempo— como aquella que no cesa de reapro-
de profundizar el sentido de esta situación: a propósito de los
piarse a Jesucristo so pena de no saber ya de quién habla y de
ministerios en el Nuevo Testamento hay, pues, una cuestión oculta
qué espíritu procede. La Iglesia, por tanto, recorre hoy día —muta-
y una cuestión descubierta o explícita. Esto es lo que quisiéramos
tis mutandis— el mismo camino que recorrió cuando se formó
aclarar.
el «corpus» del Nuevo Testamento. La Iglesia, como fruto de la
nueva alianza, es ante todo el Nuevo Testamento como escrito; en
tanto que el Nuevo Testamento existe antes que la Iglesia de hoy 1. La cuestión oculta: la ministerialidad del Nuevo Testamento
y constituye su archivo.
En conclusión, podemos afirmar que la existencia del Nuevo ¿Por qué hablar de «cuestión oculta»? Porque en toda escri-
Testamento como libro o conjunto de libros es algo irreductible, tura y en todo testimonio objetivo alguien se esconde y se revela
que define la relación de la Iglesia actual con su origen o más exac- a la vez, y ese alguien es el sujeto del discurso. Se descubre en
tamente la relación de la Iglesia con su fuente cristológica. La fun- el mismo acto en que se oculta. En efecto, si el sujeto parlante
ción del Nuevo Testamento es una función de desasimiento de la estuviera completamente del lado del objeto, es decir, del dis-
Iglesia respecto al testimonio de Cristo y a los testigos privile- curso, cesaría de existir. He aquí, por tanto, una cuestión capital
giados del mismo Cristo. Pero es también una función de reapro- a propósito de los ministerios en el Nuevo Testamento: ¿quién
piación de Cristo por la Iglesia, atestiguada por el Nuevo Testa- es el sujeto que habla y cómo habla?
mento y toda la tradición'. a) El sujeto del Nuevo Testamento. Saber quién habla en
Estos rodeos, a veces largos, pero necesarios, nos permitirán la Escritura es cuestión nunca resuelta. Las respuestas son diver-
interrogarnos sobre los ministerios en el Nuevo Testamento. En sas y complejas. Nos encontramos, en efecto, ante muchos sujetos
7 «parlantes» que no están situados en el mismo plano ni en la
Remitimos a las reflexiones que propusimos en un trabajo colectivo:
L'Église que Jésus a voultte?, en el capítulo titulado «LTSglise définie par misma línea. El Espíritu Santo siempre ha sido considerado como
FÉcriture» (Lyon 1971). el inspirador de la Escritura, puesto que gracias a él podemos reco-
396 Iglesia y ministerios La cuestión de los ministerios en el NT 397

nocer la palabra del Kyrios, del Señor resucitado. También pueden Como el acto de la palabra entregada no puede perder su unidad
atribuirse estos diversos escritos a algunos que dejaron su im- y su identidad, debemos considerar las «mediaciones» del testimo-
pronta en la redacción de los textos escriturarios. En fin, conforme nio. Con este término no pretendemos evocar la persona del
a la aportación indiscutida de la exégesis contemporánea, podemos Mediador. Queremos decir sencillamente que, a través de los su-
pensar que esos diversos testimonios son la expresión de las comu- jetos evocados antes, no se realiza el testimonio en línea recta
nidades creyentes que, al expresarse, no dejan, sin embargo, de ni como «en cascada». Al pasar del Espíritu a las comunidades y
recibir la palabra del Señor. de éstas a los testigos privilegiados (o del Espíritu a los testigos
Nos parece particularmente importante detenernos en estos di- y de éstos a las comunidades), la palabra no experimenta una dis-
ferentes actores del testimonio escriturario, si no queremos pro- minución de energía, ni es reemplazada por otra cosa. El término
ceder con excesiva rapidez respecto a los «escritos». El sujeto «mediaciones» nos recuerda más bien la interioridad de los acto-
del Nuevo Testamento es, por lo tanto, complejo. Y la manera res entre sí, como si su relación fuese de tipo «sacramental» (luego
en que se actualiza la palabra respeta el papel y la situación de volveremos a tratar de esta expresión). Lo que de momento nos
importa es que el testimonio necesariamente está mediatizado. El
los distintos participantes. Sabemos que la Iglesia no puede po-
Espíritu nunca ha dejado oír su propia voz: ha hablado por la
nerse en lugar del Espíritu de Cristo y recíprocamente. Podemos
voz de sus testigos. La diversidad de éstos y sus mutuas relaciones
también pensar que los escritores responsables expresan la fe de
no nos preocupan por ahora. Pero la palabra nunca hubiera lle-
sus comunidades, pero no se limitan a reflejarla pura y simple-
gado hasta nosotros sin las mediaciones que le han dado cuerpo
mente. Hay, pues, al mismo tiempo «identificación» y «distancia» y expresión: mediaciones tan esenciales a la revelación de la pala-
entre los diversos participantes. En nuestra reflexión posterior no bra como la humanidad a la persona de Cristo.
podremos olvidar esta situación original, si queremos poder hablar
del Nuevo Testamento, o más bien tratar de comprender lo que Investigar lo que el Nuevo Testamento nos dice acerca de los
nos dice. ministerios no es sólo, por lo tanto, realizar una encuesta sobre
los escritos, sino ante todo, interesarse por el modo de transmi-
b) Un acto que perdura. Antes de tratar de nuevo de la tírsenos el mensaje en forma única por las Escrituras. Esto es lo
pluralidad de los sujetos, conviene no perder de vista el acto del que queríamos decir cuando hablábamos de la cuestión oculta en
testimonio. ¿Qué acto es éste? Aquí es donde quisiéramos tener el Nuevo Testamento. Afirmar que está oculta es al mismo tiempo
en cuenta nuestra investigación sobre la función del Nuevo Tes- tratar de descubrirla y de darle un sentido 8 .
tamento en la Iglesia. Este acto de testimonio es a la vez un acto
único (es decir, enraizado en la historia) y un acto que dura con d) La ministerialidad del Nuevo Testamento. De las refle-
la vida misma de la Iglesia. En otros términos, la palabra que xiones precedentes podemos sacar unas consecuencias importantes
se nos entrega se refiere a un acontecimiento único, pero sigue para nuestro asunto. Si es verdad que el acto del Nuevo Testa-
mento es ante todo una entrega —una «tradición»—, o sea, un
haciéndose oír en la Iglesia de hoy. Semejante afirmación supone
testimonio necesariamente mediatizado, podemos considerar que
que la Iglesia de hoy continúa considerándose al servicio de la
ese acto del Nuevo Testamento es propiamente ministerial. Y si
palabra siempre viva y operante. Y, sin embargo, esta palabra no
se quiere eludir este adjetivo, que suena algo vagamente, pode-
se ha agotado al expresarse de una vez para siempre en el Nuevo
mos decir que al entregar el testimonio de la palabra de salvación
Testamento. Tensión dramática —porque siempre puede reducir- realizada en Jesucristo el Nuevo Testamento opera su propia mi-
se— entre un acto definitivamente hecho y un acto que tiene que nisterialidad. Está en acto de servicio.
durar. Si no se hubiera hecho de una vez para siempre, no ten-
dríamos nada que decir de él hoy día. Si no pudiera perdurar en Recordemos la dialéctica aludida más arriba. El Nuevo Testa-
mento no puede realizar su función propia, más que entregando
la vida de la Iglesia, ésta tendría cerrados sus labios, en vez de
vivir sostenida por la palabra que incesantemente recibe. 8
Quizás sea éste el caso particular de un problema más general y con
c) has mediaciones del testimonio. Volvemos ahora a los frecuencia abordado (o eludido): el de las relaciones entre la exégesis y la
actores del testimonio que aparecen en el Nuevo Testamento. función teológica en la Iglesia.
398 Iglesia y ministerios La cuestión de los ministerios en el NT 399
la autenticidad del misterio de Jesús, y esto sólo puede hacerlo al Nuevo Testamento e igual sucede respecto a la teología. Con
«desasiéndose» de aquél de quien da testimonio. Por esto pode- esto los pastores se ven remitidos a ellos mismos, a no ser que
mos hablar de la ministerialidad del Nuevo Testamento. Si se le se vean requeridos por unas exégesis o unas teologías que justi-
rehusara esta función, se derrumbaría la Escritura sobre sí misma fiquen sus intuiciones.
y nuestros ojos estarían entenebrecidos en el momento mismo de
¿Significa esto que no se debe interrogar a los textos escri-
emplearlos para leer. El Nuevo Testamento, palabra humana, pa-
turarios? De ningún modo. Esperamos una explicación sobre la
labra de Dios, sólo puede hablar como un «servidor»; si se qui-
cuestión de los ministerios en el Nuevo Testamento; este trabajo
siera dar valor absoluto a la palabra humana, se correría el riesgo
de aplastar la palabra de Dios. por sí solo lo prueba. Pero, de hecho, ¿quién pregunta y quién
responde?
Si hacemos un alto en nuestra investigación, llegamos a la
conclusión siguiente: el testimonio del Nuevo Testamento no es a) Las cuestiones planteadas al texto del Nuevo Testamento.
ante todo un testimonio sobre los ministerios, sino un testimonio Decíamos antes que la cuestión del ministerio estaba oculta subje-
que es «ministerial» o, si preferimos, que es un acto de ministe- tivamente en el Nuevo Testamento. Ahora estamos ante una cues-
rialidad. Prescindimos de momento de examinar cómo se ejerce tión descubierta: ¿qué nos indica el Nuevo Testamento sobre los
esta ministerialidad, pero había que empezar por reconocerla. Se ministerios? Esto parece sencillo y, sin embargo, toda cuestión
deduce una consecuencia que no es inútil para nuestro objetivo: descubierta implica una relación de reciprocidad. Queremos decir
la ministerialidad de la Iglesia, tal como se realiza en el Nuevo que, a partir del momento en que formulamos unas preguntas
Testamento, es indeterminada 9 , porque se confunde con el acto determinadas a un texto, existe una corriente de comunicación
mismo del testimonio. Este es un primer resultado que no debe- entre nuestras preguntas y las que plantea el texto (o aquellas a las
mos olvidar, pues constituye como un polo de la reflexión y de que debe responder). No es seguro que las preguntas más explícitas
la acción eclesial. Procuraremos ponerlo en tensión con otros re- (según nuestra opinión) estén presentes en el texto; el que pregunta
sultados de la exégesis y otras aportaciones de la tradición de la es quien va descubriendo explícitamente sus interrogantes 10 .
Iglesia. Si el Nuevo Testamento está caracterizado por su minis- Estamos, por tanto, en una postura algo molesta. Queremos
terialidad es porque actualiza para los hombres el ministerio deci- que el Nuevo Testamento nos hable de los ministerios y lo quere-
sivo del siervo del Señor. mos pensando en nosotros, en nuestra Iglesia, en nuestro tiempo.
Y quizás el Nuevo Testamento no tiene el menor deseo de respon-
dernos. Nuestros dedos no están hechos para su teclado y no oímos
2. La cuestión descubierta: nada o sólo nuestra propia voz. Es una realidad que algunas pre-
el discurso del Nuevo Testamento sobre los ministerios guntas hechas al texto de la Escritura parecen hallar un eco in-
tenso y, en cambio, a otras sólo les responde un profundo silencio.
Lo que hemos dicho hasta ahora no será inútil, pues es muy
cierto que, ante toda cuestión contemporánea concerniente a la Estas reflexiones podrían llevarnos lejos de nuestro propósito.
práctica de la Iglesia, nuestro primer reflejo es siempre el mismo: Hay aquí una encrucijada de problemas: relaciones entre exégesis
¿qué dice de eso la Escritura? Quizás sea ese también el primer y teología; situación cultural de los textos del Nuevo Testamento;
reflejo del lector y del que utilice este trabajo. ¿Vamos a saber confrontación con la cultura o culturas de nuestro tiempo, etc.
por fin lo que la Escritura piensa de los ministerios? Lo cual su- Pero es conveniente recordar desde el principio que todo interro-
pone implícitamente que en ese caso sabremos «lo que hay que gante planteado a la Escritura comporta una parte de ambigüedad,
pensar» e incluso «lo que conviene hacer». Si por desgracia un tanto del lado del que pregunta, como del lado del texto. Esta
teólogo declara que semejante cuestión no se zanja apelando así ambigüedad abre ante nosotros un amplio campo de investigación.
a la Escritura, se constata una especie de escepticismo respecto
10
Naturalmente, no se puede olvidar el aspecto recíproco: el Nuevo Tes-
9 tamento es en sí mismo un poder de interrogación. Y es preciso que esta
Entendemos por esto una ministerialidad que no puede reducirse a tales
papeles o tales funciones señalables (cf. 408-409). interrogación encuentre eco en las conciencias contemporáneas.
400 Iglesia y ministerios La cuestión de los ministerios en el NT 401

Es la primera lección que debíamos aprender de estas considera- gurar mejor la cuestión de los ministerios. Desbloquearla por la
ciones preliminares. elasticidad que el Nuevo Testamento nos permite; asegurarla más,
b) Una pluralidad desconcertante. Hay un amplio campo ante en la medida en que la ministerialidad que atestigua es mejor co-
nosotros porque precisamente al leer el Nuevo Testamento con la nocida. La consecuencia no es despreciable: si la ministerialidad
preocupación de los ministerios lo que más llama la atención es la propia del Nuevo Testamento es más importante que los papeles
diversidad. Volvemos a hallar aquí con otro sesgo lo que ya hemos o las modalidades de los diversos servicios, esto significa que la
dicho acerca de la indeterminación de los ministerios. Están pre- Iglesia en su vida actual no está ligada estrictamente al vocabulario
sentes por todas partes en la Escritura, pero nunca de una manera ministerial del Nuevo Testamento, sino a la exigencia de minis-
exactamente igual. Estamos lejos de una determinación de tipo terialidad que este vocabulario manifiesta u .
jurídico que permitiría seguir paso a paso la identificación o la Con esto pensamos hacer justicia a los requerimientos de la
evolución de este o aquel ministerio. Es más bien una exuberancia documentación exegética del presente libro. En efecto, hablar así
que conviene tomar como un hecho y aceptarla con flexibilidad. es reconocer a la Iglesia de hoy el derecho de ser ella misma y,
Sin duda, es una ventaja el que los estudios exegéticos hayan al mismo tiempo, recordarle su necesaria sumisión a la Escritura.
puesto el acento en esta diversidad. La teología católica durante d) Conclusión parcial. Llegados aquí podemos comprender me-
siglos había descuidado en extremo su investigación escrituraria jor los principios del empleo teológico del Nuevo Testamento en
sin gran perjuicio en apariencia, al menos hasta la Reforma. Pero la cuestión de los ministerios y juntamente precisar el modo de
ahora la exégesis nos obliga a evitar lo más posible la tentación servirse de este trabajo. Si se tratase, en efecto, de hacer un minu-
de una síntesis previa, que falsearía los resultados del análisis. cioso inventario de todos los empleos ministeriales atestiguados en
Por vía de consecuencia los resultados de la exégesis parecen de- el Nuevo Testamento con la secreta esperanza de enjuiciar así a la
jarnos a veces ante un mosaico de monografías y no podríamos Iglesia de hoy o de reformarla con un mimetismo neotestamen-
decir qué existe de común entre ellas. tario, no sólo hubiéramos perdido el tiempo, sino que hubiéramos
falseado la interpretación de la Escritura. Creemos, por el con-
c) Una multiplicidad reveladora. Tales resultados son indis-
trario, que la profundidad de los estudios exegéticos tiene como
pensables para poder pasar de una problemática menos profunda
principal efecto devolver la Iglesia a sí misma, ampliando el campo
a otra que lo es más. Sólo a este precio puede progresar la teolo-
de su creatividad con la certeza de su fidelidad al testimonio de
gía. Creemos que éste es un caso particular de un esfuerzo teo-
Jesucristo. La índole del Nuevo Testamento es que el sentido de
lógico concerniente al conjunto de la tradición de la íe hoy día.
los ministerios no está plenamente expresado en la letra de los
Limitándonos a nuestra cuestión advertiremos en seguida, por ejem-
textos. Pero el Nuevo Testamento como acto ministerial posee,
plo, que una concepción de los ministerios exclusivamente fundada
como hemos dicho, el secreto de la ministerialidad: ésa es la razón
en poderes jurídicos no puede permitirnos interrogar válidamente
de ser de su testimonio. El Nuevo Testamento tiene siempre algo
al Nuevo Testamento.
que decir, pero no tiene que decir todo. En la vida actual de la
¿Qué significa pasar a una problemática más profunda? Podría- Iglesia los términos para expresar el ministerio eclesial en sus di-
mos explicarlo del modo siguiente: la variedad de los ministerios versas formas de ejercicio no se le ocurrirán más que por la fide-
en el Nuevo Testamento hace pensar que el acto presente de la lidad al acto del Nuevo Testamento. Pero estos términos serán
tradición del misterio de Cristo es más importante que sus moda-
lidades. O, también, que el hecho ministerial atestiguado por el 11
Nuevo Testamento es más importante que los papeles o los oficios Añadamos que esta afirmación es ante todo una especie de constatación
histórica. Puede decirse, en efecto, que la Iglesia de hoy e incluso la de los
determinados. La conclusión a que llegamos es inesperada en par- siglos n i y iv no posee en su vocabulario figuras ministeriales concretas
te, pero reveladora: la respuesta al problema de los ministerios (obispo, sacerdote, diácono, lector...) casi ninguno de los términos estricta-
no puede encontrarse en el contenido explícito de los textos. Hay mente neotestamentarios. Ciertamente esto no significa que las funciones ates-
que explicar esta conclusión. Significa que, con ayuda del estudio tiguadas por la Escritura no se ejercen en absoluto, pues la ministerialidad
de la Iglesia no se reduce a la esquematización que ofrece la teología o la
de los textos, hay que liberar del bloqueo y a la vez hay que ase- práctica jurídica.
26
402 Iglesia y ministerios Pluralidad de los ministerios y unidad de la Iglesia 403

también los de nuestro tiempo, nuestra cultura, nuestras civili- nos remite a la ministerialidad de la Iglesia; por otra, indagaremos
zaciones, sin que por eso tengan que estar necesariamente inscritos cómo y por qué el Nuevo Testamento nos autoriza a hablar de un
en la letra de las Escrituras. servicio «original», necesario a la coherencia de los ministerios y a
Desasimiento y reapropiación: tal era, a nuestro parecer, la fun- la fidelidad de la Iglesia en su vocación respecto al Señor y res-
ción del Nuevo Testamento en la vida de la Iglesia. Consideramos pecto al mundo.
que esta dialéctica es particularmente necesaria en lo que concierne
a los ministerios. La Iglesia debe desprenderse continuamente de
esas sistematizaciones en las que corre el riesgo de encerrar su 1. Ministerios diversos dentro de la ministerialidad
de toda la Iglesia
sentido del servicio: la ventaja de escuchar al Nuevo Testamento
en su unidad y su diversidad la conduce al conocimiento de Jesu-
Partiremos de las constataciones más empíricas para llegar a las
cristo. La Iglesia debe esforzarse pacientemente en liberar a este que lo son menos, con el fin de evitar el riesgo de construcciones
evangelio vivo: de esto depende el conocimiento de Jesucristo para especulativas temerarias.
el mundo contemporáneo. Creemos que si la presente obra, con la
suma de estudios que contiene la primera parte sobre la documen- a) Pluralidad de ministerios. En las comunidades que atesti-
tación neotestamentaria, permitiera llegar a esta conclusión, no gua el Nuevo Testamento se encuentra una multiplicidad de «ser-
sería inútil desde el punto de vista teológico. vicios». Es inútil hacer aquí el inventario tal como se deduce de
los estudios exegéticos del presente libro. Preferimos detenernos
un momento en el origen de esos servicios.
Examinando con atención lo que ocurre en las iglesias, pode-
III. PLURALIDAD DE LOS MINISTERIOS Y UNIDAD mos distinguir dos polos constitutivos de los servicios en la comu-
DE LA IGLESIA PARA EL SERVICIO DEL EVANGELIO nidad, dos polos que a primera vista parecen en tensión uno res-
pecto al otro:
— Por una parte existe un polo que podríamos llamar socio-
Hablábamos en nuestras conclusiones precedentes de ese «cam- lógico. Los servicios nacen por las necesidades de la comunidad.
po abierto ante nosotros». En realidad no se abrió sólo mientras No habría comunidad si cierto número de personas no se pusieran
se elaboraban los escritos del Nuevo Testamento, sino durante toda a su servicio. Esta ley no suprime las motivaciones propiamente
la historia de la Iglesia cristiana. Nadie ignora que la tradición evangélicas de esos diversos servicios, pero sigue siendo verdad
cristiana manifestó rápidamente lo que podríamos llamar los «minis- que las iglesias cristianas no hubieran podido figurar en el mundo,
terios ordenados por la imposición de las manos», sin hablar toda- si no hubieran estado estructuradas por unos servidores que asu-
vía del sacramento del orden ni de ministerio jerárquico. Nos pa- mían las responsabilidades. Esta advertencia parece tan aplicable
rece imposible no dejarnos interpelar por el Nuevo Testamento a a la Iglesia de hoy como a la primitiva, teniendo en cuenta las
este respecto. La pregunta de momento sería ésta: ¿se puede hablar nuevas exigencias de nuestras sociedades.
de ministerio «original», «fundamental» o «especial» por fidelidad — Existe otro polo que podríamos llamar cristológico o pneu-
al testimonio del Nuevo Testamento? 12. matológico. Los servicios de la comunidad no dependen sólo de las
Para responder procederemos en dos tiempos, sabiendo que necesidades de la organización, sino también de la fidelidad al evan-
esos dos momentos de la reflexión deben estar ligados siempre gelio de Jesús y de los brotes carismáticos del Espíritu. La iglesia
concretamente entre ellos. Por una parte, probaremos cómo la de Corinto nos ofrece un célebre ejemplo. Y los sinópticos mismos
multiplicidad de los ministerios atestiguada en el Nuevo Testamento dejan traslucir el puesto primordial de los verdaderos imitadores
12 del siervo del Señor.
J. P. Lemonon, en su tesis intitulada Service apostolique et services dans Pero lo que constituye la originalidad de los servicios cristianos
les lettres pauliniennes (Lyon 1972), insiste en el calificativo de «fundamen-
tal». El desarrollo de su investigación se acerca a nuestras preocupaciones, es más bien, según parece, la simbiosis íntima entre sus dos polos.
aunque el autor voluntariamente se ha limitado a la cuestión del servicio pro- Para que haya «ministerios», es decir, servicios capaces de estruc-
pio de Pablo.
404 Iglesia y ministerios Pluralidad de los ministerios y unidad de la Iglesia 405

turar la comunidad y de darle vida, es preciso que las exigencias Las epístolas paulinas, por su parte, atribuyen la diversidad de los
de la organización de los grupos estén «ocupadas» por el Espíritu carismas, de los ministerios y de las operaciones en la Iglesia a la
de Cristo. Y, al mismo tiempo, es preciso que los cristianos inspi- unidad de un mismo Espíritu. La Iglesia, por consiguiente, no
rados por el Espíritu de Cristo sean auténticos servidores de la puede hablar de su servicio sin dejarse guiar por el Espíritu del
comunidad. Advertiremos aquí uno de los criterios de discernimiento siervo del Señor.
propios de la teología paulina. Vemos, por tanto, que la pluralidad Pero entonces vuelve a presentarse la cuestión; es la que plan-
de las funciones y de los oficios se inscribe en realidad en un ser- teábamos antes al hablar de ministerio especial, original o funda-
vicio más amplio que los engloba: el servicio o el ministerio de mental. Al tratarla de nuevo estaremos seguros de no formularla
la Iglesia. fuera de su contexto, o sea la multiplicidad de los servicios en el
b) La ministerialidad de la Iglesia o de la comunidad. Para ministerio de toda la Iglesia 13.
dar cuenta del Nuevo Testamento no basta contentarse con una A decir verdad, la cuestión propuesta puede revestir dos for-
especie de inventario de los múltiples servicios que aparecen en él. mas diferentes: puede querer decir que hay un ministerio original,
Advertimos que los distintos servicios eclesiales son como el signo que es uno de tantos ministerios, o puede simplemente sugerir que
de una exigencia para toda la Iglesia y concretamente para todas en medio de la Iglesia y de sus ministerios hay una exigencia de
las comunidades cristianas. sentido que permite pasar de la multiplicidad a la unidad. Creemos
que debemos inclinarnos más bien a la segunda formulación. La
Si existen diversos servicios, si hay cristianos que desempeñan
unidad que se esconde en la multiplicidad es una unidad de signi-
unos papeles, es en definitiva porque la comunidad de los creyen-
ficación, más bien que un ministerio, un superministerio. Con este
tes realiza también un servicio esencial para el mundo y ante Dios.
espíritu vamos a abordar la cuestión de los ministerios «ordenados»
La Iglesia sólo existe por el evangelio y para el evangelio. Y este
o del servicio apostólico.
evangelio es el del Reino de Dios inaugurado en Cristo Jesús.
Jesús reconocido en la comunidad es también Jesús proclamado a
la faz del mundo: la existencia misma de la comunidad representa 2. El servicio apostólico o la cuestión de los ministerios
un servicio, un ministerio fundamentalmente escatológico. La Igle- ordenados
sia es servidora del mundo cuando proclama por medio de sus
miembros: ¡Venga a nosotros tu Reino! Se dice que todas las palabras son falaces. Y es verdad, sobre
Esta concepción escatológica del ministerio de la comunidad todo en nuestro tema. El término «apostólico», por ejemplo, no
cristiana libra a todos los ministerios que se ejercen en su seno puede ser monopolizado por un servicio, puesto que ya sabemos
de la tentación de encerrarse en sí mismos. La Iglesia de Dios sólo que toda la Iglesia tiene una responsabilidad apostólica. En cuanto
puede permanecer auténticamente siendo ella misma dentro de esa a los ministerios «ordenados» tenemos que aclarar de qué tipo de
tensión entre el mundo donde está arraigada y el Reino al que ordenación se habla y cómo se la refiere a la Escritura 14. Sin em-
está llamada. Todo el Nuevo Testamento da testimonio de una bargo, en uno y otro caso no podemos prescindir del sentido que
Iglesia que es la del evangelio, es decir, que se conserva y se rea- esas dos palabras han adquirido poco a poco en la tradición ecle-
liza únicamente en el servicio del evangelio para el mundo. ¿No sial, por la interferencia de ese sentido en la manera de interrogar
es una intuición fundamental del Vaticano II en su constitución so- nosotros a la Escritura.
bre la Iglesia, que precisamente se denomina Lumen gentium? 13
Insistimos en estas precauciones a las cuales son sensibles legítimamente
los exegetas, porque todo apresuramiento en «justificar» el ministerio orde-
c) Un solo Señor, un solo Espíritu para una Iglesia multi- nado puede tener serias consecuencias, tanto para la reflexión como para la
forme. Podríamos detenernos aquí y contentarnos con referir to- acción eclesial.
14
dos los ministerios al único ministerio global de la Iglesia, el Es muy difícil, por ejemplo, disipar totalmente la vacilación que existe
servicio del evangelio. Sin embargo, no respetaríamos al Nuevo respecto a la índole exacta de los gestos hechos, cuando se considera la
imposición de las manos a los Siete o la que se evoca en las epístolas pasto-
Testamento si nos quedáramos en esta etapa. En efecto, todos los rales. Hay que notar además que el reciente Motu proprio Ministeria quaedam
libros del Nuevo Testamento ligan al evangelio con Jesús mismo. (15 agosto 1972) pone de relieve la distinción entre ordenación e institución.
Pluralidad de los ministerios y unidad de la Iglesia 407
406 Iglesia y ministerios
inscrito en un servicio— la relación fundamental de la Iglesia con
A causa de esas dificultades, y no a pesar de ellas, nos parece
su Señor, fuente de la fe de toda comunidad y fuente permanente
oportuno procurar ir adelante. Lo creemos necesario porque la Igle-
sia de hoy está dando cada día una respuesta práctica a este inte- de su unidad. Un solo Señor, un solo Espíritu para una Iglesia
rrogante. necesariamente diversificada en sus comunidades y en sus minis-
terios.
a) Los ministerios atestiguados por el Nuevo Testamento y el
servicio apostólico de la Iglesia. Recordemos nuestra pregunta: 2. Otra vía completa a la precedente. Consistirá en pregun-
¿cómo se ha pasado, si puede decirse así, de los ministerios tal tarse por qué el servicio que evocamos implica una referencia a
como están atestiguados en el Nuevo Testamento a la realidad de los apóstoles. Es verdad que nos han prevenido contra una acep-
un servicio apostólico de la Iglesia o en la Iglesia? ción simplista o unívoca de la palabra «apóstoles» en el Nuevo Tes-
Nuestro punto de partida será una sencilla constatación. Podría- tamento. Y, sin embargo, algunos de sus libros —aludimos par-
mos tomarla del conjunto del Nuevo Testamento, pero nos limi- ticularmente a las epístolas atribuidas a Pablo o a Pedro, sin ser
taremos al testimonio de los sinópticos. Esta constatación es la de ellos— practican esta referencia a los apóstoles, es decir, a
siguiente: lo que domina en los Evangelios es la conformidad con ciertos hombres que tienen una garantía de fidelidad al misterio
Jesús. Los Evangelios nos impiden hablar del evangelio de Jesús de Jesús. Lo que está ya atestiguado en la elaboración de los libros
como de una ideología o de un mensaje desconectado de la persona del Nuevo Testamento va a tomar una importancia nueva y deci-
de Cristo. No hay más que considerar atentamente la relación tan
siva cuando esos hombres, términos de referencia, desaparezcan
estrecha y compleja entre los Doce y los discípulos (por ejemplo,
todos. No es de extrañar que la categoría de «apóstoles» desig-
en Marcos). Aunque los Doce formen un grupo especial, sigue
siendo verdad que su primera responsabilidad consiste en ser autén- nara a esos hombres que velaban para que la Iglesia fuera fiel a
ticos discípulos. ¿No indica esto que en la diversidad de las comu- Cristo. Podía instaurarse en la Iglesia un servicio apostólico para
nidades cristianas y en medio de la multiplicidad de los servicios que se ejerciera esta referencia viva. Este servicio no absorbe a los
que estas comunidades se prestan la ley fundamental o única es la otros ministerios, antes bien los «ordena» a la exigencia funda-
de la fidelidad a Jesús y a su evangelio? Esta ley de fidelidad, mental que debe animar a la Iglesia, es decir, al afán de vivir el
¿cómo pudo dar consistencia en la Iglesia a un servicio apostólico evangelio.
del que afirmábamos antes que respondía a una exigencia de sen- En resumen, cuando hablamos de servicio apostólico decimos
tido, a una unidad de significación? Quisiéramos examinar esto por que se trata no tanto de un ministerio ya determinado, cuanto
dos vías complementarias. de un principio inherente a la Iglesia, el de su fidelidad a Cristo.
Esta afirmación es más importante que cualquier descripción de
1. La primera vía quedó trazada en la segunda parte al hablar prerrogativas o delimitación de poderes. El principio del servicio
de la ministerialidad del Nuevo Testamento. La función de éste, apostólico está ligado a la existencia misma del Nuevo Testamento.
decíamos, se ejerce en la Iglesia como un acto ministerial, el de Así como éste constituye en sí mismo un acto ministerial, y un
un servicio del Señor. Tenemos derecho a preguntarnos si tal ser- acto que dura en el tiempo de la Iglesia, así la Iglesia de Jesucristo
vicio puede realizarse en efecto, si se apoya exclusivamente en la
no puede vivir la fidelidad de su fe y de su misión sin el signo
letra de un escrito. Esta función —que tiene también un papel
del servicio apostólico. Decimos signo y no fuente porque el Espí-
unificador—, ¿posee sentido pleno, si de algún modo no está actua-
lizada en la vida de la Iglesia? Cuando reflexionábamos sobre el ritu es la única fuente.
canon de las Escrituras, recordábamos que su delimitación era Finalmente, este servicio que nos remite a la responsabilidad
como la señal, inscrita en la historia, de los límites de compatibi- de todos, nos permite volver a examinar la significación del minis-
lidad de la «figura» de Cristo con sus diversas interpretaciones. terio ordenado. El ministerio apostólico está «ordenado» al reco-
Esta función del canon respecto a las Escrituras, ¿no se encuentra nocimiento de la identidad de la Iglesia, una en su pluralidad, y
de nuevo en la vida de la Iglesia? Creemos que ésa sería la signi- al reconocimiento de su fidelidad a la fe apostólica en el servicio
ficación de un servicio «apostólico»: recordar —a modo de un signo del evangelio en medio del mundo. Esta señal viviente responde
408 Iglesia y ministerios Pluralidad de los ministerios y unidad de la Iglesia 409

a una necesidad: la fidelidad actual de la Iglesia a su fuente ori- Era necesario recordar este condicionamiento histórico del ser-
ginal 15. vicio apostólico para comprender mejor la cuestión que nos plantea
b) La condición histórica de ese servicio apostólico. Hemos el testimonio del Nuevo Testamento. Esta es la de la fidelidad
intentado mostrar cómo el principio mismo del servicio apostó- y no la de la repetición o la vuelta atrás. Pero es también la nece-
lico brota en cierto modo del Nuevo Testamento. Pero lo hemos sidad de someternos al acontecimiento de salvación realizado una
considerado ante todo como si existiese en forma indeterminada, vez para siempre en Jesucristo.
es decir, irreductible a un papel o a una función que se puedan c) Las exigencias prioritarias. Como el Nuevo Testamento ha
señalar. Ese servicio apostólico va a surgir en medio de todos los atestiguado una vez por todas esa salvación única, es previsible
demás, en medio de la abundancia de carismas de la Iglesia primi- que el servicio apostólico obedezca a las exigencias de fidelidad
tiva. Sabemos, por ejemplo, gracias a Pablo, que hay en ella após- inscritas en los ministerios neotestamentarios.
toles, profetas, doctores, etc. ¿Qué va a ser de esos diversos minis-
terios al ir creciendo la Iglesia? Esta pregunta, por muy amplia 1. La primera exigencia debe buscarse por el lado del servicio
y compleja que sea, no puede eludirse. de la palabra. Los estudios exegéticos contenidos en esta obra han
Advertiremos en primer lugar que el servicio apostólico deberá puesto de relieve suficientemente la prioridad de este servicio.
asumir una determinación concreta y revestir una condición histó- Además, probablemente por aquí es por donde pueden apoyarse
rica determinada. Parece natural pensar que esa determinación sólo mutuamente el servicio apostólico y la función profética de la
podrá adoptarse en los papeles y las funciones ya existentes. Esto comunidad cristiana. El ministerio de la palabra no se reduce al
explica que las palabras «epíscopos», «presbítero» y «diácono» discurso. La palabra del ministro es una palabra que anuncia y,
prevalecieron poco a poco para designar el servicio apostólico. en cierto modo, realiza lo que anuncia. Cuando la comunidad recibe
Y sabemos lo suficiente de la historia antigua de la Iglesia para la palabra y el ministro se pone al servicio de ella, sucede algo
comprender cómo la función de epíscopos se transformó poco a nuevo, parecido a una nueva creación o, al menos, a una renovación
poco en la de obispo, según el sentido que hoy día le damos 16. de la creación. El servicio apostólico de la Iglesia tiene que acoger
En segundo lugar, puede preverse que la noción y la práctica y estimular esta responsabilidad de la comunidad cristiana relativa
de la investidura van a ir adquiriendo cada vez más importancia a la prefiguración de los tiempos nuevos. Y juntamente el servicio
a medida que la Iglesia se vaya estableciendo por la cuenca medi- apostólico de la Iglesia asume la responsabilidad misionera de la
terránea. Esta importancia de la investidura tenderá a convertirse comunidad cristiana. Imposible hacer justicia al ministerio de la
en cierto monopolio respecto a los otros ministerios. Cierto que palabra sin considerar a quiénes se dirige. Y sabemos que a esta
siempre habrá profetas y doctores en el seno de la Iglesia; pero palabra le corresponde por derecho propio ser universal.
el sistema del reconocimiento de los ministerios por investidura no
favorece a los servicios que no dependen directamente y ante todo 2. La segunda exigencia del servicio apostólico debe buscarse
de su definición institucional17. por el lado de la comunidad eclesial. Consideremos para esto los
libros del Nuevo Testamento. Puesto que respecto a ellos hemos
15 hablado de acto ministerial, podemos preguntarnos si la existencia
Se ve que, en esta línea, el servicio apostólico puede calificarse de
«sacramental». Y esto por dos motivos: por una parte, porque significa una de cada uno de esos libros no es en sí misma un acto y una obra
fidelidad que es un don de Dios; por otra, porque un servicio de este género de comunión. ¿Qué son, en efecto, esos testimonios escriturarios
hace visible una responsabilidad que es la de todos los cristianos y de toda sino testimonios de fe? ¿Y qué es dar testimonio de la fe propia
la Iglesia. sino confrontarlas con la de otras comunidades? Nos equivocaría-
16
Podría hacerse una advertencia análoga a propósito de la «sacerdotali-
zación» rápida del servicio apostólico. Fue posible desde el momento en que mos, sin duda, si quisiéramos encontrar en cada libro del Nuevo
la calificación sacerdotal no podía dañar lo específico del servicio apostólico Testamento algo así como el común denominador de una fe uni-
cristiano. versal. En realidad esta manera de ver es mucho más tardía. Los
17
Habría que introducir aquí la problemática renovada del mutuo reco- libros del Nuevo Testamento son los testimonios de las iglesias y
nocimiento de los ministerios entre las diversas iglesias cristianas: problema
capital con respecto a la fidelidad al evangelio. de sus testigos, dentro de una diversidad que es precisamente la
410 Iglesia y ministerios Conclusión 411

condición de la comunidad eclesial. Podemos, pues, reconocer en y hacer de ella un pueblo santo. Así queda asegurada la cohesión
el servicio apostólico esta responsabilidad de comunión que va de la edificación eclesial y de la palabra de fe.
asociada con la autenticidad de la experiencia cristiana propia de Esta manera de ver explicaría la relación existente entre «todos»
cada iglesia. y «algunos». Relación que no es de exclusividad ni de superiori-
Este ministerio de la comunión supone a su vez una edificación dad, sino que pertenece al orden de la significación. «Algunos»
de las iglesias, es decir, de las comunidades. El servicio apostólico han recibido la gracia de significar a «todos» lo que son o lo que
se sitúa en el centro de esta edificación, cuyo crecimiento debe Cristo quiere que sean por su Espíritu. En efecto, el Nuevo Testa-
atribuirse a su único autor que es Cristo. Pero, si decimos que el mento no nos autoriza a ver en el servicio apostólico un mero
servicio apostólico está interesado en ello, es por la eclesiología reflejo de la comunidad. Pero tampoco nos permite considerar a
paulina que está claramente marcada con la idea de «convocación» los servidores como propietarios del evangelio y de la gracia de
(convocación a la santidad). Esta convocación es el otro nombre Cristo. Toda su autoridad no es realmente más que el signo de la
autoridad de Cristo que se manifiesta también en el seno de la co-
de la Ecclesia. El servicio apostólico velará, por lo tanto, para que
munidad. La paradoja cristiana se vuelve a encontrar así en el
la Iglesia sea edificada por el poder del Espíritu 18.
servicio apostólico: ser cristiano es arrancarse continuamente de
d) Un servicio «recibido» en nombre de Cristo y del Espíritu. sí mismo para entregarse a Cristo y, al mismo tiempo, es estar
Esta alusión a la «presidencia» nos encamina a una reflexión más seguros de Cristo de quien plenamente se fía. Tal es el cristiano,
fundamental aún en lo que concierne al servicio apostólico En tales son los ministerios, tal el servicio apostólico de la Iglesia.
efecto, a lo largo de estas páginas podríamos formularnos la» si-
guientes preguntas: ¿no es la Iglesia responsable de la palabra?
¿No es ella con todos sus miembros la que debe buscar la comu-
nión y la santificación? Lo que se dice del servicio apostólico, ¿no CONCLUSIÓN
es verdad en el fondo de todos los ministerios? Parece que esto
es lo que con más ahínco pide el Nuevo Testamento a toda cons-
trucción teológica. Cuando el teólogo se ve confrontado con el testimonio del
Nuevo Testamento acerca de los ministerios está en cierto modo
Es cierto que la sumisión de la obra de la Iglesia a Jesucristo atado por una doble exigencia. Por una parte, tiene que procurar
es la primera y última palabra de la fe cristiana. Por eso no deberá dar cuenta teológicamente de la coherencia de una doctrina que
nunca considerarse que el servicio apostólico tiene el monopolio debe encontrarse de alguna manera en la práctica de su Iglesia.
de la palabra o de la edificación eclesial. No reclama una respon- Y, por otra, debe velar para no encerrar la vida de su Iglesia en
sabilidad que es de todos, pero la significa en nombre de Cristo, la coherencia de una doctrina, por bien fundada que esté. Es decir,
porque está a su servicio y le aporta su cohesión. En otras pala- que en virtud de la gracia inherente al testimonio del Nuevo Testa-
bras: podría decirse que el servicio apostólico da una figura sacra- mento, debe mostrar la apertura necesaria de su propia teología
mental a la ministerialidad de toda la Iglesia. Sacramentaliza para y, en consecuencia, de la práctica eclesial a la acción siempre nueva
la comunidad el poder y la fecundidad de la palabra; sacramen- del Espíritu. Vamos a terminar poniendo de relieve esta doble
taliza para la Iglesia la acogida que hace al único que puede reuniría exigencia.
18
¿Quiere decir esto que ese servicio adoptará siempre y necesariamente
la «figura» de la presidencia? Esta cuestión puede quedar abierta a condición 1. Coherencia de una doctrina de los ministerios
de dejar a la eucaristía su significado fundamental para el misterio de la fundada en el Nuevo Testamento
Iglesia, pero distinguiendo igualmente la presidencia eucarística y la eclesial.
Es interesante notar, además, que, durante las explicaciones de los modi rela-
tivos al decreto sobre la vida y el ministerio de los sacerdotes, él texto oficial Arriesgándonos a encerrarnos en fórmulas excesivamente breves
del Vaticano II dice que el munus apostolicum es más amplio {latius) que el y poco matizadas, vamos a resumir en unas proposiciones el fruto
munus eucharisticum. de los estudios exegéticos y de la reflexión teológica.
412 Iglesia y ministerios Conclusión 413

1. Todo el Nuevo Testamento está dominado por la primacía que ese servicio desempeña un papel esencial para trabar la relación
absoluta de Jesucristo sobre todas las realidades humanas y sobre entre Cristo y su Iglesia: ese servicio o ministerio apostólico es
el porvenir del mundo. Jesús inaugura y funda el Reino definitivo «ordenado» porque a su vez ordena los ministerios entre sí y res-
al que están llamados los hombres por la fe. pecto a la Iglesia y a ésta respecto a Cristo. Esta ordenación es
2. La misma existencia del Nuevo Testamento con la plurali- obra de la gracia, pero no suple a la obra de la Iglesia, sino que
dad de sus testimonios postula la realidad de una Iglesia dentro se remite a ella. Si tuviéramos que usar de una comparación, diría-
de la diversidad de las iglesias o de las comunidades creyentes. mos que así como el Nuevo Testamento es un libro escrito por
Según nuestra opinión, nos parece que, a falta de esta realidad hombres y, sin embargo, da un testimonio absolutamente original
—que en cierto modo se queda más corta que la diversidad de los y único del Señor Jesús, así también, mutatis mutandis, los respon-
testimonios escriturarios—, ni siquiera podríamos hablar de Jesu- sables del servicio apostólico permanecen miembros de la comuni-
cristo como de alguien a quien los hombres han dado su fe. dad cristiana aunque desempeñan al mismo tiempo un papel esen-
cial al servicio de la fe de la Iglesia y de su unidad.
3. Las comunidades de fe que forman las iglesias locales son Estas afirmaciones pueden parecer una construcción demasiado
el lugar donde nace y se practica una pluralidad de ministerios. coherente o poco fiel al testimonio neotestamentario; tenemos que
Estos brotan de las necesidades de esas comunidades y de la ins- completarlas ahora con otras reflexiones que aseguran a la práctica
piración del Espíritu, fuente de todo don; deben ser discernidos eclesial su apertura al porvenir.
y reconocidos en el seno de esas comunidades. Podemos pregun-
tarnos si nuestra reflexión actual sobre los ministerios (sean los
que fueren) puede orientarse correctamente, mientras que nuestras 2. Apertura de la práctica eclesial a la fecundidad
iglesias no hayan vuelto a descubrir el puesto y el sentido de esos imprevisible del Espíritu
diversos ministerios, con la fecundidad de su vida interna y de su
Lo que vamos a añadir podría aplicarse a todos los ministerios.
misión.
Pero, puesto que la práctica actual de la Iglesia está centrada en
4. Esos diversos ministerios son como la expresión de la mi- los ministerios ordenados, insistiremos en el servicio apostólico,
nisterialidad global de toda la Iglesia. Si es verdad que son las tal como lo hemos definido. La apertura a que nos referimos y a
comunidades las que suscitan a los ministros por la gracia del la cual nos invita el Nuevo Testamento podría expresarse bajo la
Espíritu, se necesita también una pluralidad de ministerios en la forma de tensiones irreductibles, condiciones de la autenticidad del
Iglesia para recordar a todo cristiano su condición fundamental de servicio de la Iglesia:
servidor a imagen de «aquel que no vino para ser servido sino — los ministros «significan» a Cristo para la comunidad y al
para servir». mismo tiempo enseñan a la comunidad (incluidos los ministros)
5. En la diversidad de los ministerios o, más bien a causa de que Cristo sigue siendo el otro. Si esta proposición es verdadera,
ella, se puede destacar un servicio o un ministerio apostólico que podríamos comprender por qué el servicio apostólico no se expresa
no se cuenta entre los otros ministerios existentes. Este servicio siempre y necesariamente con la forma de la presidencia eucarística
o ministerio, también él diversificado históricamente, tiene una sig- (que siempre tiende a representar visiblemente a Cristo a través
nificación y un origen sacramentales. Reconoceremos en ellos la de la persona del ministro), sino más bien con el modo de la presi-
práctica eclesial de los ministerios ordenados, que sólo pudo preci- dencia eclesial20;
sarse cuando desaparecieron los que la tradición conoce con el — los ministros conservan el depósito del Nuevo Testamento
nombre de apóstoles. Históricamente este servicio apostólico se y éste los conserva a ellos. La existencia del Nuevo Testamento
concretó en la trilogía: episcopado, presbiterado, diaconado 19. Refi- introduce una situación irreversible. En efecto, todo ministro debe
riéndonos a ellos hemos hablado de significación sacramental por- poder estar al servicio de los «nuevos caminos» abiertos por el
20
19
Remitimos aquí al estudio sobre la trilogía (episcopado, presbiterado, Remitimos a la nota sobre «El ministerio como presidencia», infra,
diaconado), infra, 434-437. 454-457.
414 Iglesia y ministerios Conclusión 415

Espíritu, pero sólo lo logrará pasando de nuevo por el testimonio dad, con la máxima autoridad y espíritu de búsqueda, con el máximo
apostólico, condición de su fidelidad y la de la Iglesia; amor y deseo de amor... El misterio cristiano no podría expresarse
— los ministros anuncian la palabra y, al mismo tiempo, deben sin apoyarse en el testimonio del Nuevo Testamento, pero nadie
dejar que la palabra se anuncie a sí misma. En efecto, ellos no puede explicar por qué esos escritos son capaces de suscitar la fe,
pueden dejar de hablar, pero fundamentalmente su palabra no pue- puesto que sabemos que su «letra» sola es incapaz de hacerlo.
de identificarse con la del Espíritu en la Iglesia. La palabra que En todas partes y siempre nos vemos acorralados por el misterio
ellos anuncian está, o debe estar, siempre al servicio de la entrega del hombre. Cuando Jesús encuentra al hombre —hoy como ayer—
de la palabra de Dios confiada a la comunidad de los creyentes; no se viola el misterio, permanece intacto, pero iluminado por la
gracia de Cristo. Porque Jesús es el servidor, hizo nacer el evan-
— los ministros sirven a la unidad de la Iglesia y, al mismo
gelio. Los que sirven al evangelio y creen hablar en su nombre a
tiempo, suscitan y favorecen la diversidad y la multiplicidad de las
los hombres de su tiempo nunca borrarán la gracia de ese evange-
Iglesias. Este punto es muy importante para lo que concierne a
lio, que hace brillar el esplendor del hombre.
los ministerios en nuestros días. Nadie podría decir si la unidad
procede de la multiplicidad o ésta de aquélla. Creemos más bien
HENRI DENIS
que ambas están presentes al mismo tiempo e interiormente. Sin
embargo, para que la unidad o la comunión de la Iglesia tenga su
sentido, necesita la diversidad de los testimonios.

3. Testimonio del Nuevo Testamento,


práctica eclesial, evolución del mundo

Quizás fuera posible extenderse más en las consecuencias de


esas tensiones que caracterizan el servicio apostólico de la Iglesia.
La tensión no está provocada sólo por dos elementos: el testimonio
del Nuevo Testamento, por una parte, y la práctica eclesial, por
otra. Existe un tercer elemento no menos importante en el que
hubiéramos debido insistir más: la evolución del mundo en el que
vive la Iglesia. Esta evolución tiene una repercusión doble: en la
manera de acoger y leer el Nuevo Testamento y en la manera
de organizar la Iglesia la práctica de sus ministerios. Nos parece
que la historia contemporánea nos ayudará a sacar útiles lecciones
de las vicisitudes recientes del ecumenismo. Se ha advertido que,
con el tiempo y el cambio de civilización, los problemas se habían
desplazado. ¿No es eso confesar que la Iglesia se ve interpelada
por el evangelio dentro de los signos de los tiempos que el mundo
presenta? La evolución de éste permite a la Iglesia «desasirse» de
la manera de apropiarse el evangelio, que quizás no sea siempre
conforme al Espíritu del Señor.
Esta sencilla advertencia final nos recuerda que las tensiones
que hemos evocado son esenciales a la rectitud de la fe en la
Iglesia. Encontramos aquí de nuevo un aspecto del misterio cris-
tiano. Este, en efecto, se presenta con la máxima fuerza y debili-
Las personas en autoridad 417

como un obstáculo pareció ayer indispensable a los mejores cris-


tianos. El hecho de que los peligros de deformación apareciesen
ya e incluso fuesen advertidos en el Nuevo Testamento refuerza
nuestro interrogante y nos invita a leer de nuevo desde este punto
de vista la documentación escrituraria.

1. Las personas en autoridad


Antes de pensar en unos ministerios relativamente estables, se
CAPITULO XVI advierte fácilmente el puesto ocupado en el Nuevo Testamento
por diferentes personas. Están en primer lugar aquellos a quienes
A PROPOSITO DE LA RELACIÓN se atribuyen los escritos: más o menos clara y más o menos deter-
ALGUNOS/TODOS EN LA IGLESIA minante, según los casos, esa atribución supone que, al menos una
parte de la autoridad de esos escritos, les viene de la autoridad
del autor real o putativo. Quizás estemos demasiado habituados a
No queremos volver a examinar en detalle el balance escritu- esto para extrañarnos; sin embargo es algo impresionante que no
rario, sino, retrocediendo algo, interrogarnos sobre los motivos de deja de plantear importantes problemas. El más conocido y discu-
este trabajo y lo que en él se ha dilucidado. tido de ellos es el suscitado por el éxito efectivo de la mentalidad
En el diálogo continuo de la Iglesia con las Escrituras canónicas paulina y el lugar que ocupa en el cristianismo. Siguiendo nuestra
no pueden tratarse del mismo modo todas las cuestiones, puesto idea, tenemos que preguntarnos si la formación de bandos en Co-
que el eco que encuentran en los textos es desigual. Esto ocurre rinto se debió únicamente a factores extrínsecos. La naturaleza del
con varios de nuestros interrogantes referentes a los ministerios. cristianismo y su difusión, ¿explicaría este hecho? Que unas per-
Por ejemplo, parece que la documentación neotestamentaria no nos sonas como Pablo, Apolo, Cefas, puedan parecer tan importantes
aclara muchas cosas respecto a la relación entre el ministerio pas- a los ojos de los cristianos, es indudablemente contrario a la fe,
toral y los llamados compromisos temporales, o respecto a las con- como lo prueba Pablo. Pero esto no sería posible sin la realidad
secuencias del moderno proceso de secularización para la compren- del apostolado y su importancia decisiva para la Iglesia. El «Tu es
sión y el ejercicio del ministerio apostólico. Sucede incluso que Petrus» es como para inspirar el mismo género de reflexiones, si
problemas específicamente eclesiásticos están de hecho ausentes de se admite que esta promesa asombrosa se dirige a una persona
los textos, como ocurre con el problema de la presidencia de la determinada y antes de discutir su eventual aplicación a otros indi-
eucaristía. viduos ulteriormente.
En cambio, otros interrogantes e investigaciones actuales tienen No es, por consiguiente, extraño que los estudios exegéticos
una correspondencia inmediata en los escritos del Nuevo Testa- hayan destacado bastantes advertencias, explícitas o implícitas, con-
mento. Entre ellos se encuentran los que provienen de las nuevas cernientes a diferentes autoridades eclesiales. Recordemos los avisos
relaciones entre sacerdotes y laicos y cuyo objetivo es una articu- de Mt 23,8-12 y de Sant 3,1-12 respecto a los doctores y los de
lación nueva entre el ministerio de los ministros ordenados y el 1 Pe 5,1-4 en relación con los presbíteros. Aunque sea difícil dis-
ministerio, ocasional o estable, de los demás cristianos. En esta cernir el papel efectivamente desempeñado por los Doce, a ellos
perspectiva se denuncia enérgicamente como una de las causas de se dirige, sobre todo en Marcos, la advertencia de Jesús contra la
nuestros males la formación histórica de un clero que monopoliza pretensión del rango y del poder. En los pasajes que tratan de las
a la Iglesia y constituye una clase aparte, sacralizada. Fácilmente tentaciones propias de «los que gobiernan» (Le 22,26), se piensa
se enfrentan a este hecho las imágenes de la Iglesia en el Nuevo en ellos, no sólo como en los primeros garantes del testimonio de
Testamento. Pero también podemos preguntarnos cómo han podido Jesús, sino también como en las autoridades tipos, asociadas a la
producirse esos abusos, por qué motivo lo que hoy se censura autoridad de este testimonio.
27
El caso de Pablo 419
418 Relación algunos/todos en la Iglesia
parece que se contenta con reclamar seriamente la libertad de comu-
Importa observar el carácter propiamente teológico de esos avi-
nidades llamadas carismáticas; otros subrayan el ejercicio de una
sos. No se contentan con recomendar a las autoridades eclesiales
autoridad apostólica que eventualmente exige la obediencia de las
una disposición interior y una actitud de humildad y de desinterés.
iglesias. ¿No es una alternativa falaz? Si atendemos a lo que Pablo
Ciertamente unos cristianos tienen que estar persuadidos de que
dice, es difícil no ver que en algunos casos se propone solucionar
toda autoridad es un servicio de la comunidad y el ejemplo de
un problema o prescribir una línea de conducta. ¿Es por causa
Jesús da a esta interpretación un motivo y un estilo propiamente
de la debilidad o de la división de aquéllos a quienes se dirige?
cristianos \ Pero hay que ir más lejos. No existe obediencia de
¿fue obedecido?, ¿en nombre de quién?, ¿con qué espíritu?, ¿qué
fe más que a la autoridad de Cristo y de su evangelio, única que
podía hacer si le desobedecían? Es difícil responder a estas pre-
funda y une a la Iglesia por el poder del Espíritu. Esto no se queda
guntas que, sin embargo, están incluidas en el problema que exami-
en orden de lo invisible y teórico, sino que delimita la influencia
namos. Mirémosle por otro lado, preguntándonos en qué se basa
de esos «algunos» sobre «todos» y echa por tierra la superioridad
la autoridad de Pablo.
que podrían pretender o en la que algunos podrían buscar seguri-
dad. Pablo, Apolo, Cefas son siempre mensurables, se deben medir Lo primero que advertimos es que la autoridad de Pablo es
por el «fundamento» único, Jesucristo, y están subordinados a la una autoridad en su forma más original, según el sentido de la
relación auténtica de los fieles con Cristo. Los doctores de Mt y auctoritas latina, es decir, la del autor, fundador, iniciador y, ana-
los presbíteros de 1 Pe no deben ocultar, sino al contrario, mani- lógicamente, la del padre (1 Cor 4,14-17). Desde este primer punto
festar que para la Iglesia hay un solo pastor y un solo doctor: de vista al que se atendría, sin duda, el historiador, se advierte la
Cristo. Por esto la distinción entre los Doce y los discípulos nos gran importancia de Pablo para las iglesias llamadas con razón
aparece a la vez afirmada y anulada en los evangelios. En el len- paulinas. Cierto que sea cual fuere nuestra mentalidad acerca del
guaje escolástico Tomás de Aquino dirá de todos los mediadores papel de las personalidades o de las fuerzas colectivas en la his-
distintos del único mediador, que si pueden ser llamados así es toria, no podemos olvidar que Pablo no está solo. Hay que tener
«desde cierto punto de vista» («secundum quid») y que, si cooperan en cuenta el ambiente de Antioquía, los demás apóstoles y sus
a la unión de Dios y los hombres, es de una manera «dispositiva propios colaboradores más o menos cercanos, todas las iniciativas
y ministerial» 2 . Este carácter propiamente teológico de la adver- menos conocidas del entramado de sacrificios y consentimientos sin
tencia neotestamentaria a las autoridades eclesiales debe subrayarse los cuales no hubiera sido posible nada. Hay, en fin, que considerar
tanto más cuanto que nos parece que la importancia de tales auto- lo que en la evolución de la misión llamaba al paulismo y contri-
ridades tiene algo que ver con la naturaleza misma de la Iglesia buye a explicar su éxito histórico 3. Pero todo esto, en cierto modo,
y de la fe cristiana. no hace sino poner más de relieve la personalidad de Pablo y la
plena conciencia que tenía de su misión como «apóstol de los gen-
tiles» (Rom 11,13), título que la posteridad le ha conservado.
Es probable que a los ojos de Pablo su ministerio apostólico forma
2. El caso de Pablo parte, por así decir, de ese acontecimiento del evangelio que sus-
cita la fe y las iglesias4. Sin ser anterior a la Iglesia, absolutamente
Para tratar de precisar este primer cotejo, volvamos al caso hablando, su ministerio se refiere menos a la administración de la
de Pablo. Es el más conocido por testimonio directo y el más Iglesia que a su misma existencia y a la verdad de existencia «en
explotado en sentidos diferentes, contrarios incluso: a unos les Cristo». Esta doble referencia al evangelio y a la Iglesia hace que
1
Platón, por ejemplo, presenta a los servidores (diakonoi) de la ciudad observación: «La solución del problema puede parecer verbal, aunque quizás
un ideal elevado de servicio (diakonein) desinteresado y de obediencia a las lleve en sí la palabra decisiva». J. Pépin, Les Deux Approches du christianisme
leyes divinas del cosmos (cf. Leyes VI,762 e; XII.955 c-d). Con el mismo vo- (1961) 136.
cabulario el Nuevo Testamento evoca la misma cosa y otra distinta: un ser- 3
Lo demuestra, igual que muchos otros antes, Ch. Saumagne, Tacite et
vicio más concreto y al mismo tiempo total, pues se trata de servir a sus saint Paul: «Revue historique» 471 (1964) 67-110.
hermanos, siendo junto a ellos servidor del amor de alguien. 4
Lo aclara muy bien K. Kertelge, Das Apostelamt des Paulus, sein TJrsprung
2
S. Theol III, q. 26, a. 1. J. Pépin, que cita este texto como conclusión und seine Bedeutung: BZ 14 (1970) 161-180.
de un estudio sobre la mediación en historia de las religiones, añade esta
420 Relación algunos/todos en la Iglesia Autoridad y carisma 421
la autoridad apostólica de Pablo aunque supone ser localmente de Dios y del juicio, sea cual fuera la manera de trasponer esta
reconocida, de derecho es universalmente reconocible, como lo ates- proximidad cuando los últimos tiempos tardan en venir. Frente a
tigua la epístola a los Romanos. Parecida observación ha podido la teología liberal, K. Barth y R. Bultmann han revalorizado, aun-
hacerse sobre la primera epístola de Pedro. Por otra parte, si una que en formas distintas, este aspecto de autoridad del kerygma
iglesia ya fundada vacila en su fe en Cristo, el ministerio fundante y de su mensajero.
actúa de nuevo, como en un nuevo alumbramiento (Gal 4,19). Por otro lado, si Jesucristo funda su Iglesia por el don del
La fundación de la Iglesia, por consiguiente, no es sólo un asunto Espíritu a todos los creyentes, en todos hay que reconocer la
de los principios: aquí descubrimos el lado precario, en el sentido «unción» que interioriza en su propia libertad la autoridad de
etimológico del término, de la existencia de la Iglesia y cómo esa la palabra de Dios (2 Jn 2,20-27). No es por tanto extraño que
precariedad da importancia a los ministerios y plantea el problema en la tradición cristiana la exaltación de la autoridad indiscutible
de la autoridad. En muchos escritos del Nuevo Testamento hemos de la palabra de Dios puede estar muy cerca de la afirmación no
podido advertir amenazas internas y externas que se cernían sobre menos enérgica de la libertad del cristiano, conseguida por esa
la vida de las iglesias. palabra y por el Espíritu. Pero si todos los creyentes no tienen
el mismo grado de madurez en el «conocimiento de la fe», la dife-
rencia entre los fuertes y los débiles plantea un nuevo problema
3. Religión de llamada, religión de autoridad en la vida de las iglesias. Los escritos del Nuevo Testamento llaman
con frecuencia nuestra atención sobre ese problema, cuya solución
Hay que recordar, en efecto, que la Iglesia no se identifica supone que se tiene un vivo sentido de la comunidad.
con un grupo social «natural» (familia, clan, raza, pueblo, nación,
etcétera), sino que se distingue de él como una agrupación que
la sociología de las religiones llama «específicamente religiosa» y
4. Autoridad y carisma
a la que clasifica, según los puntos de vista, entre las religiones
reveladas o fundadas, de convicción o de salvación5. Todas supo- La autoridad apostólica, en la medida en que es fundadora e
nen la autoridad del fundador, del mensaje, de los escritos sagra- innovadora, se acerca a la categoría weberíana de lo «carismático» 8.
dos, de la tradición, de los intérpretes oficiales: una autoridad a Esto es verdad sobre todo para Pablo en quien se encuentra la
medida de la novedad de la revelación, de su carácter maximalista vocación personal para realizar una obra grande y la capacidad de
y de la ruptura social que implica e . Todas suponen también el desempeñar un papel decisivo en un cambio importante. Hay aquí
sostenimiento de la comunidad que suscitan y cuya cohesión es algo excepcional, incluso en la edad apostólica, que nada nos auto-
tanto más necesaria cuanto más nueva es la fe o más minoritaria . riza a pensar que fuera desde este punto de vista uniformemente
El cristianismo tiene este carácter. Es una religión de autoridad carismático. Tampoco debemos oponer a lo carismático la medio-
precisamente porque es una religión de llamada, en la medida en cridad, sino sólo comprender que la Iglesia no vive continua-
que la llamada evangélica no es una generosa invitación a escuchar mente con las personalidades y en las situaciones que son el terreno
a un nuevo maestro, quizás más atractivo, sino que es un mensaje favorable para lo carismático. Por lo demás, lo carismático así en-
urgente e imperativo de salvación ligado a la inminencia del Reino
8
5
Sabemos que M. Weber en su análisis de tipos de dominio distingue
Cf. J. Wach, Sociologie de la religión (París 1955). los dominios tradicional, legal y carismático. Este último se funda en la voca-
8
Se podría analizar aquí la gran diferencia de autoridad y de vida que ción, la gracia, las capacidades personales de un individuo, reconocidas por
los historiadores han subrayado entre los sacerdotes de religiones de salvación sus discípulos. Se manifiesta en momentos de ruptura de la continuidad tra-
en el mundo grecorromano y los de la religión oficial. Cf. F. Cumont, Les dicional y legal que la favorecen y que él provoca. Cf. M. Weber, Economie
religions orientales dans le paganisme romain (31929) 64-66; J. Bayet, Histoire et société I (trad. franc, París 1971) 249-278. "Weber descubrió y explotó las
politique et psychologique de la religión romaine (21969; en breve aparecerá virtualidades sociológicas del concepto bíblico de carisma, que tomó de la
en Ediciones Cristiandad) 232-235. teología protestante (¿R. Sohm?). Al hacer esto nos estimula a no identificar
7 perezosamente la oposición sociológica carismática-institucional con la oposi-
Cf. P. Berger, La religión dans la conscience moderne (trad. franc, París
1971). ción bíblica y teológica espiritual/carnal.
422 Relación algunos/todos en la Iglesia La cuestión de la mediación 423

tendido tiene sus límites, sus peligros, su ambigüedad específica9. es una mediación humana y, aun siendo una conciencia de cre-
Quizás sea éste uno de los motivos por los que nos preguntamos yente, no deja de suponer objetos de conciencia (sentimientos, re-
a veces si el ministerio de Pablo puede comprenderse plenamente presentaciones, proyectos, etc.), cuya relación con su propia fina-
partiendo del carisma. lidad es también ella problemática. «Ahora vemos como en un
Ahora bien, precisamente la idea que Pablo tiene del carisma espejo» (1 Cor 13,12). K. Barth ha mostrado que el error de los
relativiza no sólo lo que éste comporta de excepcional, sino tam- corintios es la entusiasta y temeraria seguridad con la que creen
bién todo lo que supone de capacidad y de afirmación personales, en tal guía y en su propia fe en Dios, más que en Dios mismo 10.
o de don que hay que hacer valer. En efecto, a los ojos de Pablo Por otra parte, existe un solo mediador. Pero, ¿cómo seguir
todo está medido por el carisma por excelencia que es la gracia siendo discípulo, cómo serlo cuando el Maestro ya no está aquí
de nuestra salvación en Jesucristo. Partiendo del carisma en este y el «círculo de los discípulos», según la terminología de J. Wach,
sentido paulino, el rasgo «carismático» del apostolado de Pablo no tiene ya un centro visible? Este problema que la sociología
se sitúa diferentemente, pues se encuentra a la vez confirmado y comparativa destaca en toda religión fundada, es para la teología
abolido. Por un lado, en efecto, toda la personalidad y todo el cristiana el problema de la partida de Jesús. Para resolverlo no
destino de Pablo están captados para el servicio del evangelio estamos obligados a llegar al extremo de ver en la jerarquía y en
hasta el punto de que su propia manera de vivir se convierte en los sacramentos «la continuación de su presencia sensible y cor-
criterio de la autenticidad de su apostolado. Por otro, la objetividad poral» bajo apariencias extrañas, con lo cual la Iglesia es «visi-
del evangelio lo coloca entre los otros apóstoles en el curso de la blemente apta para reemplazar a Cristo en la tierra» ". Esto no
tradición y la continuidad de las iglesias en el tiempo y el espacio. impide que los discípulos de Jesucristo dejados, en cierto modo,
El acepta que su campo de actividad tenga unos «¡imites» y que a sí mismos, se afanen entre eiJos con el Espíritu en reconocer
su ministerio tenga que probar su fidelidad a Cristo según el único momentos, expresiones, funciones, instituciones que son como la
evangelio. A causa de éste, vemos que para su acción personal y mediación eclesial multiforme de la «figura» del Señor, para em-
para el ejercicio de cualquier carisma apela a consideraciones de
plear el lenguaje de Urs von Balthasar 12. La importancia de esas
razón sobre lo que es útil, oportuno, conveniente. De modo que
mediaciones no se atenúa, sino que se confirma con el conflicto
el carisma en el sentido paulino no sólo inspira una actitud interior
de las diferentes interpretaciones. Ya se comprenda en el sentido
de humildad y acción de gracias, sino que regula la posición y la
de la manifestación armoniosa o del contraste dialéctico («latet
acción de lo carismático en la comunidad de la Iglesia. Hay aquí
el esbozo de un derecho que define los papeles, los límites de com- sub contrario»), se afirma una referencia a Cristo y se procura
petencia, las posibilidades de control, en beneficio de la libertad comprenderla. En todos los casos la «representación» de la pre-
de acción del Apóstol y de los otros fieles al servicio del evangelio. sencia-ausencia del Señor se hace no con una ilusoria evocación
completamente humana de la gloria del Resucitado, sino con el
recuerdo de Jesús de Nazaret.
5. La cues (ion de la mediación Si consideramos la interdependencia y la articulación de las dife-
rentes mediaciones o representaciones eclesiales de la «figura» de
Aunque la oposición autoridad-libertad no es en el Nuevo Tes- 10
tamento una alternativa, queda el problema de la mediación de K. Barth, Die Auferstehung der Toten (1924) 3-4, citado por H. Con-
zelmann, Der erste Brief an die Korinther (Gotinga 1969) 49, n. 31.
la palabra liberadora. Debemos descartar primero una interpretación 11
Ch. Journet, L'Église du Verbe incarné: DDB I (21955) 514; II (1951)
ingenua del «libre acceso al Padre». La conciencia del cristiano 502.
12
H. Urs von Balthasar, La Gloire et la Croix (1965) cap. IV-VI. El
9
Igual que la teocracia: cf. H. Dombois, Hierarchie. Grund und Grenze autor muestra cómo «lo que se manifiesta es, en su manifestación misma, lo
einer umstrittenen Stmktur (Friburgo de Brisgovia 1971). Al oponer teocracia que no se manifiesta», p. 373. La idea de mediación corresponde, sin embargo,
y jerarquía demuestra que ninguna de las dos resuelve la «dialéctica bíblica más a la armonía que al contraste. Hay que ver además que la mediación
del poder y de la renuncia al poder», pero que la teocracia ofrece una media- indica un proceso, una gestión, más bien que un intermediario, algo así como
ción más «ética», y la jerarquía una mediación más «estructural», 67. la analogía es un itinerario de participación.
424 Relación algunos/todos en la Iglesia El problema de la apostolicidad 425

Cristo, es natural que todo no funcione al mismo tiempo, con la ser considerados en la Iglesia como procedentes de la comunidad
misma intensidad y que puedan dibujarse equilibrios variados 13 . que los suscita y los sostiene.
Y así podríamos situar en esta perspectiva la diferencia entre lo Sin embargo, otro punto de vista es igualmente necesario: la
que llamaríamos el sistema de mediación de Mt y el de 1 Cor. La comunidad no es sólo el lugar de origen y el soporte de las fun-
Ley, la tradición, los doctores, el culto, el apostolado, componen ciones que suscita, sino que también es engendrada por la predica-
acá y allá unos conjuntos diferentes que tienen, cada uno un poco, ción, el apostolado y los sacramentos. Esta reciprocidad apareció
su lógica interna, sus límites, sus peligros, y que no pueden ser en los debates teológicos surgidos por el bautismo de los herejes
comparados a base de elementos aislados, ni ser evaluados inde- y la cuestión donatista, o también por la Reforma protestante, que
pendientemente de sus respectivos contextos. Se olvida demasiado sólo quiere reconocer como «notas» de la Iglesia los medios con
que el contexto histórico, tan invocado para relativizar lo que nos los que Cristo congrega a la Iglesia verdadera, es decir, la palabra
agrada menos, existe siempre, incluso para aquello que nos gus- de Dios y los sacramentos. Por otra parte, si el habitar en todos
taría considerar como modelo. Esta es otra razón para que no y en cada uno el Espíritu de Cristo es lo que constituye la persona-
escojamos en el Nuevo Testamento nuestras citas o autores prefe- lidad de la Iglesia, ésta no es asimilable a un sujeto colectivo y su
ridos, sino que tratemos de comprender los diferentes conjuntos representación no se realiza adecuadamente en una representación
en sí mismos y relacionarlos unos con otros. oficial, aunque sea sinodal. Urs von Balthasar ha analizado con
La complejidad de las mediaciones no desapareció después de profundidad la correspondencia y la complementariedad entre la
la edad apostólica, aunque nos limitemos a los poderes efectivos figura representativa de Pedro y la de María 15 . Esta complemen-
y a las autoridades reconocidas. Y así la tendencia al monopolio tariedad recuerda, en ciertos aspectos, la que observamos en Jn en-
episcopal de la función doctoral no suprimió la influencia, a veces tre la figura de Pedro y la del discípulo amado, pero esta última
considerable, de los doctores que no eran obispos. Además la evi- evoca quizás una posición oficial en la Iglesia, en tanto que la de
dente relación de distancia y de atractivo entre los miembros de María no.
la jerarquía oficial y los espirituales crea en las diferentes tradi-
ciones católicas una polaridad que no carece de significación ecle-
siológica: ¿quién es el verdadero discípulo que representará al 6. El problema de la apostolicidad
Maestro? En cuanto al culto del Señor, cuyo sentido sacrificial
favoreció desde antes del siglo n i la interpretación sacerdotal del La diversidad y la interdependencia de estas mediaciones ecle-
ministerio del obispo, relativiza a aquellos mismos a quienes su siales nos ofrecen un punto de vista interesante sobre el problema
celebración hace aparecer como personajes sagrados: cuando actúan de la apostolicidad. Si no se quiere llegar a convertir a los após-
«como representantes» de Cristo y de la Iglesia M es cuando son toles (¿a cuáles?) en los verdaderos fundadores de la Iglesia, hay
más que nunca ministros, «instrumentos», y el pueblo cristiano, que darse cuenta de que lo decisivo no es el paso de la edad apos-
que venera su ministerio, no se deja engañar en lo que les concierne. tólica a la subapostólica, sino el de antes de Pascua a después
Las diversas mediaciones suponen la mediación fundamental de de ella. El primero es mucho menos claro en la sucesión histórica
la Iglesia como tal, órgano y lugar del poder espiritual que engen- que en la definición teológica 18. Ahora bien, ésta es precisamente
dra para la vida cristiana: la Mater Ecclesia, según el simbolismo una respuesta de la Iglesia al problema de la partida de Jesús,
tradicional, o Iglesia-sacramento como nos gusta considerarla hoy respuesta nacida de su fe en la presencia en ella de ese mismo
día. Desde ese punto de vista toda función, todo ministerio deben Jesús resucitado. En la medida en que la unión de la Iglesia a
Cristo vivo y al Espíritu no puede en modo alguno separarse de
13
Cf. C. F. D. Moule, La Genése du Nouveau Testament (Neuchatel 15
1971) VIII,133-152. Sobre este tema y sobre la personalidad de la Iglesia, cf. Von Balthasar,
14 ¿Quién es la Iglesia?, en Sponsa Verbi (Madrid, Ediciones Cristiandad, 1965)
«In persona Christi et Ecclesiae». Sobre el sentido de estas expresiones
técnicas, cf. la nota de B. D. Marliangeas, «In persona Christi. In persona 175-237.
16
Ecclesiae», en La liturgie aprés Vatican II, ed. por J.-P. Jossua e Y.-M. Con- Esta diferencia le parece bien a H. Conzelmann, Geschichte des Urcbris-
gar (París 1967) 283-288. tentums (Gotinga 1971) 5-9.
426 Relación algunos/lodos en la Iglesia El problema de la apostolicidad 427

la fidelidad histórica y, por tanto, social a Jesús de Nazaret, dos evidentemente, no es sencilla ni de sentido único 18. Según el modo
realidades van a adquirir simultáneamente cada vez más importan- de comprenderla y la significación mayor o menor que se le reco-
cia después de Pascua: la comunidad eclesial y con ella sus autori- nozca, se evaluará diferentemente la importancia que tiene para
dades, la tradición y con ella sus garantes. Así se anudan los lazos la Iglesia el ministerio de la unidad. No podemos abstenernos de
entre unidad católica y apostolicidad para que la Iglesia siga siendo adoptar aquí una postura. Si a este ministerio se le considera
fiel a escuchar a aquel que la llama. esencial a la Iglesia y se le sitúa en distinto plano que los otros
Dentro de este proceso es donde hay que situar la operación ministerios en la medida en que se le ve ordenado a la existencia
por la cual la Iglesia, según van desapareciendo los testigos origi- de la comunión como tal 1S , recordaremos que no puede serle útil
nales y sus propios discípulos, distingue definitivamente e idealiza más que si está articulado sobre la transmisión del evangelio y
del recuerdo del Señor, y que, por otra parte,, la unidad de la
lo que será la edad apostólica en adelante. Dos aspectos impor-
Iglesia no tiene su fin en sí misma, sino en la reconciliación y en
tantes y contemporáneos de esta operación son el reconocimiento
la unidad de todos los hombres.
de los escritos apostólicos como canónicos y el de la sucesión apos-
tólica de los obispos en la filiación apostólica de las iglesias. Como MAURICE VIDAL
la Iglesia ve su origen en Jesucristo y no en los apóstoles, la cons-
titución y empleo del canon de las Escrituras dan un puesto privi-
legiado a los Evangelios y a su «in illo tempore». Por su lado la
teología del apostolado fundante exalta a los doce apóstoles, a los
cuales se añade Pablo, demasiado importante y conocido para ser
olvidado como otros lo fueron.
Con esto se excluye la existencia de otros escritos canónicos y
de otros apóstoles. Pero, ¿existe una total imposibilidad de ambas
cosas? Los apóstoles no deben ser considerados sólo con relación
a los escritos, sino también a las iglesias que no pueden tener la
inmovilidad de los escritos. Es verdad que algunas exposiciones
sumarias presentadas por los documentos sobre las iglesias de la
segunda o tercera generación pueden darnos la idea de esa inmo-
vilidad. La historia de la Iglesia, sin embargo, es algo distinto a la
administración escrupulosamente honrada de las fundaciones apos-
tólicas. Conoce aventuras, cambios y decisiones cuya importancia
no tiene por qué ser menor que la de las iniciativas y las decisiones
apostólicas.
La apostolicidad que se requiere en la Iglesia no es patrimonio
del episcopado. La autoridad reconocida a este último está ligada
probablemente a la importancia que ha tomado la mediación de la 18
Cuando Belarmino declara como principio que la verdadera Iglesia es
comunidad como tal en la asociación entre la unidad visible de el criterio de la verdadera doctrina, mejor que la verdadera doctrina es el
la «catholica» y la autenticidad de la fe apostólica ". Esta relación, criterio de la verdadera Iglesia, adopta una posición legítima y que puede ser
en determinadas circunstancias la posición necesaria, pero no por eso deja
17 de ser unilateral.
Cf. J. Martin, Die Genese des Amtpriestertums in der frühen Kircbe 19
Analógicamente podríamos servirnos aquí de la distinción propuesta
(Friburgo de Brisgovia 1972). En nombre de esta asociación san Agustín por Stoetzel entre «funciones de dirección que sirven para la ejecución de la
objeta a los donatistas el argumento que impresionó tanto a Newman: «Secu- tarea» y «las que se proponen el mantenimiento del grupo en cuanto grupo»
rus judicat orbis terrarum», Contra Epist. Parm. III, 4, 24. (J. Stoetzel, La Psychologie sociale, 1963, 207).
Sucesión apostólica y apostolicidad de la Iglesia 429

Ciertamente se reconoce hoy que la apostolicidad debe ser con-


siderada en primer lugar como una propiedad y una obligación de
toda la Iglesia en la sucesión de todos los discípulos de Jesucristo.
Si observamos las formas institucionales, vemos que no se trata
sólo de la sucesión de los ministros, sino también de la tradición
de la fe apostólica. De hecho, cuando en los siglos n y n i se afirmó
y precisó la conciencia eclesial de la aposto*' idad, se habló de los
escritos apostólicos, de la tradición de la predicación, de los sím-
bolos apostólicos, de las iglesias y de las sedes apostólicas, del
CAPITULO XVII ministerio apostólico, etc., sin que se pudiera establecer histórica-
mente en cada uno de los casos la continuidad de los apóstoles por
INTERROGANTES ACTUALES* tal escrito, tal tradición, tal iglesia, tal sucesión de ministros y sin
preocuparse de oponer entre sí estas formas institucionales de la
apostolicidad que se comprendía debían ir juntas y por las mismas
i razones.
La sucesión apostólica de los ministros, significada por la impo-
SUCESIÓN APOSTÓLICA Y APOSTOLICIDAD DE LA IGLESIA sición de las manos, no se confunde con la sucesión apostólica
general y plantea problemas específicos, históricos y teológicos.
1. La cuestión de la sucesión apostólica en el ministerio pasto-
ral de la Iglesia está en el centro de las discusiones ecuménicas 2. ¿Cómo aparece en los escritos del Nuevo Testamento? Lo
sobre la significación de ese ministerio y sobre el reconocimiento menos que puede decirse es que no aparece con esa especie de
de los ministerios entre iglesias separadas. La eclesiología católica, evidencia que suponen los documentos dogmáticos como la consti-
por ejemplo, no vacila en reconocer a los obispos como sucesores tución Lumen gentium, cuya formulación en este punto está debi-
de los apóstoles. No son otros apóstoles, pero reciben la herencia damente matizada. Es verdad que no nos extrañamos mucho de
de éstos conforme a una ley de sucesión querida por Cristo y cuya no encontrar el vocabulario técnico, ni siquiera una teoría elabo-
ordenación es el sacramento, el cargo y la autoridad apostólica para rada de la sucesión apostólica. Al teólogo le basta ver esbozado
la fundación y dirección de las iglesias \ el principio y el proceso en unos escritos en los que se considera
la continuación de la Iglesia después de los apóstoles. No podía
* Los tres ensayos teológicos que acabamos de leer de B. Sesboüé, H. Denis ser de otro modo si la Iglesia quería durar, tanto más que el tema
y M. Vidal están consagrados a las cuestiones más fundamentales que una de la sucesión era corriente en el mundo de entonces, judío o hele-
documentación exegética sobre el ministerio plantea a los teólogos. Otros pro- nístico, «no sólo como un tema literario, sino como un criterio
blemas teológicos más particulares son suscitados por los datos del Nuevo
Testamento, pero no pueden estudiarse a fondo aquí, pues se trata de interro- normativo en la vida» 2.
gantes actuales a los que el Nuevo Testamento solo no puede responder. Sin Pero si esto era tan natural, ¿qué tiene de cristiano? ¿Son los
embargo, su incidencia sobre ellos y el contraste que los estudios exegéticos apóstoles para la Iglesia equivalentes a los reyes, los sumos sacer-
han podido acusar con doctrinas o prácticas posteriores en la Iglesia, reclaman
algunas precisiones. dotes, los maestros, los iniciadores, cuya sucesión tenía que ofrecer
1
«La Iglesia heredó los poderes de los Apóstoles en todo lo que los un modelo a los cristianos, según se dice? Necesitaríamos volver
Apóstoles podían legarle. Evidentemente hay que exceptuar todo lo que por
naturaleza era incomunicable: su plenitud de fe y de gracia, su carisma de abundante literatura sobre este tema cf. la reciente síntesis de Y. Congar,
inspiración, el carácter único de su relación personal con Jesús, el hecho de La Iglesia, una, santa, católica y apostólica: Mysterium salutis, IV/1 (Ed. Cris-
haber sido los primeros. Pero el resto que se deriva de esta prioridad, el tiandad, Madrid 1973) 371-609.
lugar que ocupaban en la iglesia de Jerusalén o en otras, el prestigio que se s
A.-M. Javierre, Le theme de la succession des apotres dans la littérature
les atribuía, las tareas que les incumbían, todo esto tenía que pasar a otras cbrétienne primitive, en L'épiscopat et l'Église universelle (1962) 217. Sobre
manos... Pues bien, el sacramento de esos poderes es el orden». L.-M. De- el contexto cultural cf. del mismo autor: El tema literario de la sucesión en
vailly, Mission de l'Église et apostolicité: RSPT 32 (1948) 3-37. Entre la el judaismo, helenismo y cristianismo primitivo (Zurich 1963).
430 Interrogantes actuales
Sucesión apostólica y apostolicidad de la Iglesia 431
de nuevo al Nuevo Testamento preguntándonos .qué lugar ocupan
nisterio con la diversidad atestiguada en el Nuevo Testamento,
los apóstoles en los diferentes escritos; en qué son para la Iglesia
se ve mejor cómo en el sacerdocio católico se quiere asumir roles
un principio normativo, por qué razón los Doce y Pablo han sido
y modelos que no se armonizan fácilmente; la incontestable gran-
destacados de otros apóstoles contemporáneos; de qué índole es la
deza de ese ideal podría ser también una causa de debilidad si
relación que constituye a los apóstoles (y a los profetas) fundamento
debe estar integrado por cada individuo 6 . Más vale reconocer
permanente de la Iglesia. Ya hemos intentado responder global-
abiertamente la diversidad de los ministerios del presbiterio, que
mente a estas preguntas. Querríamos ahora fijar nuestra atención
privilegiar a uno de ellos en tanto que los demás se encuentran
en la diversidad de la herencia apostólica y en las modificaciones
inevitablemente desvalorizados. Es preferible reconocer también que
que recibe la idea de la sucesión cuando la vuelve a asumir la
ministerios importantes según el Nuevo Testamento son ejercidos
Iglesia en nombre de su fe en Jesucristo.
hoy por personas distintas a los ministros ordenados 7 , a menos
3. La relectura del Nuevo Testamento nos ha revelado, sobre que se quiera considerar que la ordenación se ha multiplicado.
todo en los Evangelios, una triple significación del modelo apos- Finalmente, cuando la eclesiología se contenta con contraponer la
tólico: por el vocabulario empleado, por las situaciones en que apostolicidad de los ministros con la de la totalidad, bastante abs-
aparecen, por las palabras de Jesús cuyos destinatarios son, los tracta, de la Iglesia, deja de lado esta forma de la sucesión apos-
apóstoles o los Doce representan para la Iglesia los misioneros del tólica, que representa «la continua llegada de discípulos capaces
evangelio, los garantes de la tradición auténtica y, por consiguiente, de perpetuar a través de los siglos el recuerdo vivo de Jesús» 8 .
de la comunión de las iglesias.
5. El Nuevo Testamento, sin embargo, nos impide sistemati-
Es notable que esta triple significación se encuentre exactamente zar institucional y teológicamente la distribución de la sucesión
en la historia del adjetivo «apostólico»3. Para limitarnos a las per- apostólica, puesto que precisamente nos presenta en el apóstol al
sonas calificadas de apostólicas (y que, como personas, evocan más discípulo, al misionero, al pastor. Importa mucho vez qué se juega
directamente a los apóstoles) se señalan tres categorías que se en la interferencia necesaria entre la significación misionera y la
relacionan entre sí: los misioneros, para quienes nació el sustantivo institucional (abarcando la significación pastoral) de la apostolicidad.
«apóstol»; los verdaderos discípulos de Jesús, que llevan una «vida La documentación exegética manifiesta suficientemente esta pola-
apostólica»4; los obispos, «hombres apostólicos». ridad: al subrayar la relación misión-tradición, al mostrar la inte-
Aquí radica la complejidad de la sucesión apostólica: no sólo gración de la doctrina apostólica en la palabra o el evangelio, al
en su contenido, sino también en su proceso en el que se encuen- resaltar en el modelo apostólico por una parte los misioneros-tipos,
tran la fidelidad a los orígenes y la contemporaneidad o la actuali- por otra los garantes de la tradición, incluso de las prerrogativas
dad del origen. divinas que la Iglesia se atribuye. Más sutilmente, esta misma po-
4. Respecto al ministerio apostólico se ha preguntado con laridad está implicada en los diversos modos de juzgar la definición
frecuencia si no habría que distinguir una doble forma de la suce- del apostolado, el rol de los Doce en los Hechos, la presencia o
sión apostólica: una más pastoral, en la línea de los presbíteros- ausencia de una perspectiva misionera en tal o cual documento.
epíscopos; otra más misionera, en la de los apóstoles y evange- La relación presente-pasado, que supone y expresa la idea de
listas 5. Más generalmente, al comparar la actual situación del mi- sucesión apostólica, se interfiere con la relación exterior-interior,
cuyo vocabulario está atestiguado en el Nuevo Testamento («los de
3
Cf. L.-M. Devailly, Notes sur l'histoire de l'adjectif apostolique: «Mé- fuera»). La evangelización origina el nacimiento de iglesias cuya
langes de science religieuse» 5 (1948) 141-152.
4
Cf. M. H. Vicaire, L'Imitation des apotres (1963). a los pueblos paganos» y el de los pastores y doctores que «instruyen a los
5
El problema de esta diferencia se ha sentido particularmente en Fran- fieles» (In Hiezech II, Homil IX, 6. Corpus Christi. Serie latina 142,363-364).
cia, donde está algo sistematizado, pero aparece necesariamente en una his- 6
Cf. R. E. Brown, Priest and Bishop. Biblical reflections (Nueva York
toria y una teología de la misión. El decreto Ad Gentes, 6, distingue la acti- 1970).
vidad «misionera» y la «pastoral». Gregorio Magno al interpretar Ef 4,11 7
Ibid., 75-78.
distinguía entre los ministerios que permanecen después de la época de los 8
M. Légaut, Introduction a l'intelligence du passé et de l'avenir du
Apóstoles y de los Profetas, el de los evangelistas que «conducen a la fe christianisme (París 1970) 332.
432 Interrogantes actuales Sucesión apostólica y apostolicidad de la Iglesia 433

realidad propia es un valor en sí y se integra en el contenido del cluye para unos toda idea de sucesión apostólica, lleva a otros a
Credo, cuya vida interna y las relaciones con la sociedad suscitan considerar el ministerio apostólico después de los apóstoles situado,
problemas nuevos que hay que resolver, intereses específicos que como éstos, entre Cristo y la Iglesia. Hay que corregir este es-
hay que defender y movilizan la solicitud apostólica. Por su lado quema. Por una parte, la idea que tienen Tertuliano y algunos
la tradición de la fe supone una continuidad social y se ve a su más, de iglesias apostólicas fundadas por todas partes por los após-
vez reforzada por las necesidades de esa continuidad. La doctrina toles o procedentes como filiales de la iglesia-madre de Jerusalén,
de la edad apostólica corresponde al «de una vez para siempre» es una consecuencia de la teología de la apostolicidad, más que
del acontecimiento cristológico. Comporta también, como lo hemos su fundamento en un proceso histórico universal. Por otra parte
subrayado, el peligro de ocultar la importancia primordial de la y sobre todo, las iglesias, la Iglesia y los apóstoles deben su exis-
relación original y siempre «originante» de antes y después de tencia, si se considera teológicamente, a la presencia y a la acción
Pascua, repartiendo pura y simplemente en la duración histórica de Jesús resucitado y del Espíritu. También citan este hermoso
la edad inicial de la revelación, de la fundación, de la perfección, texto de san Agustín: «Los apóstoles te engendraron: ellos fueron
de la pureza y la edad siguiente de la «historia de la Iglesia», es enviados, predicaron, son tus padres... Su partida ¿deja abando-
decir, de su duración perpetua, de su extensión por lo que aún está nada a la Iglesia? De ningún modo... En lugar de los apóstoles
fuera de ella, de su adaptación que, para algunos, equivale a su te nacieron hijos, fueron hechos obispos... La Iglesia misma los
corrupción. A esto corresponde en el espacio la división entre lo llama padres, ella que los engendró, los estableció en la sede de
interior instituido y lo exterior que hay que evangelizar, entre la los padres. De tu descendencia nace para ti una paternidad» u .
Iglesia y las misiones, incluso las sociedades misioneras 9 . Tales Pero, ¿es tan absoluta la diferencia? Los apóstoles reconocidos,
repartos acaban por oscurecer hasta el sentido de la existencia de venerados, seleccionados, canonizados por la Iglesia como un don
la Iglesia de la nueva alianza, que tiende a aparecer como una del Señor, ¿no son también los que la Iglesia ha llamado sus pa-
religión más. Ahora bien, el modelo apostólico, tal como la Iglesia dres, sin querer con eso olvidar que tiene un solo Padre, Dios? 12.
lo reconoció en los doce apóstoles y en el Apóstol, nos orienta en
un sentido contrario a estas disociaciones, que librarían peligrosa-
MAURICE VIDAL
mente a la Iglesia de la tensión que le es inherente entre lo que
se ha convenido en llamar su ser y su misión.
6. Otra consideración teológica nos invita a matizar la selec-
ción de los apóstoles de este lado o por delante de la Iglesia, tal
como se expresa, por ejemplo, en el esquema de Tertuliano, citado
frecuentemente: «Las iglesias proceden de los apóstoles, los após-
toles de Cristo, Cristo de Dios» 10 . Esta representación, que ex- 11
Enarr. in Ps. 44, 32 (Corpus Christi. Serie lat. 38-516).
12
9 A.-M. Javierre, que defiende la doctrina patrística de la sucesión, mues-
Cf. una brillante denuncia de la concepción de la apostolicidad que la tra que la relación Cristo-apóstoles-obíspos, expresa una analogía fundada en
restringe al pasado en R. L. Wilken, The Myth of Cbristians Beginnings el misterio de Cristo: «Si Cristo pudo hacer participar de su misión y de sus
(Nueva York 1971), que desgraciadamente carece de ponderación teológica. poderes, los Padres no pueden comprender que haya repugnancia de ninguna
Desde otro punto de vista es interesante ver cómo un misionólogo protestante clase en que los Apóstoles compartan su ministerio propio. La diferencia es
como J. C. Hoekendijk, que ha llevado hasta el extremo una tendencia de menos entre Apóstoles y obispos que entre Cristo y los Apóstoles. Claro es
la teología protestante a identificar la naturaleza de la Iglesia con su misión que la participación no es idéntica, sino analógica. Las diferencias se apoyan
o su función en el mundo, rechaza también la idea de una época de los no tanto en el concepto de participación en el ministerio, cuanto en el hecho
Apóstoles clausurada. Cf. la serie de artículos de este teólogo: J. C. Hoe- histórico de que Cristo —pero no los Apóstoles— sigue estando entre nosotros
kendijk, De Kerk binnenste buhen (Amsterdam 1964), trad. inglesa The Church vivo y glorioso». A.-M. Javierre, La succession des Apotres (1962) 213. Habría
inside out (Londres 1967). que matizar la idea de ese «hecho histórico)i> reflexionando sobre la natura-
10
«Ecclesiae ab apostolis, apostoli a Christo, Christus a Deo» (De praes- leza del tiempo de la Iglesia. Cf. el sugestivo estudio de Urs von Balthasar
cripttone haer. XXI, 4). Citado recientemente por el documento sinodal de
1971 sobre el sacerdocio ministerial, primera parte, n. 3. sobre este punto en De l'intégration, trad. francesa (París 1970) 127-166.
28
Epistolado, presbiterado, diaconado AJ>5

en superponer dos fotografías de los ministerios: la de nuestra


época y la de los orígenes. La superposición que nos animase a
II conservar las superficies comunes, nos dejaría un escaso «denomi-
nador común». Sería como superponer los retratos de un niño y
EPISCOPADO, PRESBITERADO, DIACONADO de un adulto. Por lo tanto, hay que aceptar que la confrontación
se haga de otra manera.
La Iglesia católica romana ha vuelto a afirmar recientemente
en el Vaticano II la importancia esencial que concede a los tres
ministerios ordenados; incluso ha considerado necesario, aunque 2. La confrontación con el Nuevo Testamento
sin hacer una declaración solemne, pronunciarse respecto a la sa- es, sin embargo, una necesidad inevitable
cramentalidad del episcopado. Al final de un estudio exegético
sobre el ministerio parece que no podemos interrogarnos seria- Parece que esta confrontación debería hacerse a dos niveles,
mente sobre la teología de los ministerios ordenados más que con aunque combinados entre sí.
dos condiciones, o, si se prefiere, en función de dos imposibi- a) Una confrontación de sentido o de significado para la
lidades: Iglesia. Esto es lo que en el fondo se ha intentado hacer en este
— imposibilidad de «repudiar» la trilogía actual y de conside- libro, sobre todo cuando se han presentado unas síntesis. Puede
rarla nula. Y esto en razón de todo lo que ella comporta para la decirse, según creemos, que el secreto de la trilogía ministerial
tradición de nuestra Iglesia; es precisamente el principio de un servicio esencial a la Iglesia
— imposibilidad de rehusar una confrontación con los resul- para su continuidad apostólica y evangélica. No es, pues, extraño,
tados de la exégesis del Nuevo Testamento sobre este punto. como hemos probado, que la Iglesia para designar a los minis-
Con este espíritu proponemos las reflexiones siguientes. terios haya empleado nombres conocidos, con el objeto de dar
cuerpo a este servicio apostólico diversificado.
b) Una confrontación de los vocablos (ya sabemos que en
1. La trilogía actual tiene un sentido que desborda parte éste fue el problema de la Reforma).
su estructura, sus funciones o sus realizaciones concretas No encontramos aquí la discontinuidad, sino más bien la dis-
cordancia y una discordancia bastante pronunciada:
El concilio de Trento insistió en la necesidad de la «jerarquía»,
ordinatione divina, sin pronunciarse precisamente sobre cada uno — primero para cada función: los epíscopos y los presbíteros
de los términos: obispo, sacerdote y diácono. son muy «indistintos» en el Nuevo Testamento; en cuanto a los
Encontramos aquí de nuevo una ley de lectura de la tradición diáconos representarían al principio la tarea de una diaconía, que
eclesial: las estructuras eclesiales llevan en su seno una significa- podemos considerar como la responsabilidad propia de todo mi-
ción que desborda sus realizaciones históricas. Lo cual equivale a nistro (cf. Pablo);
admitir que, por la ordenación de la jerarquía en sus tres grados, — después, la evolución del Nuevo Testamento hace pensar
la Iglesia católica ha hecho existir durante siglos un principio mi- que los presbíteros-epíscopos se distinguieron de los diáconos;
nisterial que le es esencial. algunos hablarían de una «jerarquía» con dos grados;
Se podría incluso probar fácilmente que, a través de estas tres — pero, sobre todo, el cambio esencial y decisivo no se sitúa
apelaciones «monopolizantes», los diversos ministerios que atesti- en el tiempo de la constitución del Nuevo Testamento, sino que
gua el Nuevo Testamento no han desaparecido del todo: por ejem- aparece después. Puede resumirse así: el cargo del episcope (común
plo, el de doctor, el de profeta... a los presbíteros y a los epíscopos) se hace poco a poco exclusivo
Es, por consiguiente, una indicación valiosa: no podemos leer del obispo; al presbítero se le confían cada vez más tareas cul-
el Nuevo Testamento con una hipótesis de lectura nominalista, ni tuales, cosa que se acentúa con la «sacerdotalización» del minis-
con una pauta positivista. La fidelidad a la Escritura no consiste terio presbiteral; finalmente, el diácono es colocado junto al obispo
436 Interrogantes actuales Ministerio y sacerdocio 437
para tareas administrativas (en el sentido noble de la palabra) y
presbiterado. De todas maneras, los presbíteros serían unos minis-
caritativas (algo así como la gestión de la comunidad en el mundo).
tros con amplia responsabilidad eclesial. En cuanto al diaconado,
Y, sin embargo, son los mismos términos empleados en la tri-
no podemos saber qué sería de él: quizás serviría para expresar,
logía y en el Nuevo Testamento. Siendo así, ¿es posible pregun-
en el sentido más noble de la palabra, la administración de las
tarnos por el porvenir de esta trilogía? Creemos que sí, pues quizás
comunidades eclesiales, en tanto que los epíscopos-presbíteros es-
sea la única manera de «hacer caer en la cuenta» respecto al
tarían encargados preferentemente de las fundaciones de Iglesia.
presente.
c) Por último, no hay que excluir una tercera hipótesis. Se
basaría ésta en el hecho de que el presbítero, como agente religioso
3. Hipótesis sobre el porvenir de la trilogía ministerial de la Iglesia y del evangelio es necesario, y esto no ante todo por
razones propiamente cristianas, sino por motivos humanos, o sea
Existiendo continuidad y discontinuidad entre la Iglesia de por la naturaleza religiosa del hombre. En este caso, la crisis que
nuestro tiempo y el Nuevo Testamento, ¿cuáles son las hipótesis vivimos sería una crisis de la religión o, dicho de otro modo, habría
que nos harían comprender mejor el sentido que hoy tienen los que esperar la transformación de la mentalidad religiosa «tradicio-
ministerios ordenados? A decir verdad, no podríamos resolver la nal» para que el «sacerdote» encontrara su sitio como ministro de
cuestión en forma terminante: sólo podemos examinar varias hipó- la religión (evangélica) de los tiempos modernos. Las ciencias hu-
tesis distintas. manas podrían decirnos muchas cosas a este respecto. Pero no se
a) La primera es simplemente el status quo, es decir, que el les puede pedir pasar del hecho al derecho...
sistema del ordo ministerial actual no ha cambiado en el fondo, En fin, si se piensa que en cualquier hipótesis será necesario
aunque haya habido variaciones de detalle. Esta hipótesis no hay que la Iglesia rehaga un puesto (nuevo) a los ministerios diversos
que excluirla. Todo lo que puede decirse de ella es que ya se tiene (que son diferentes de los ministerios propiamente ordenados),
alguna experiencia, al menos en un punto: el diaconado. En efecto, podemos captar que la posibilidad de previsión es muy escasa.
el Vaticano II ha hecho redescubrir la integralidad de la trilogía; Lo que es cierto, sin embargo, es que el porvenir de la trilogía de
por eso ha parecido anormal que el grado del diaconado se reduzca los ministerios ordenados supone un reajuste muy importante de
a un orden de transición. Es muy pronto todavía para valorar esta las funciones y del ejercicio de los ministerios actuales. Sin duda
restauración que ya en sus comienzos ha encontrado dificultades los cambios más importantes afectarán al episcopado, con el fin
imprevistas, procedentes no de ella sino de los otros ministerios. de hacerlo capaz de abrazar las diferencias humanas, desde un án-
Digamos únicamente que el status quo sólo sería posible a costa gulo que no sea el geográfico, y de cumplir su tarea de evangeli-
de importantes transformaciones, por ejemplo, las que aportaría el zación tan difícil hoy día por la amplitud desmesurada de la ges-
reconocimiento de los ministerios de acuerdo con nuestros herma- tión de las iglesias.
nos separados. HENRI DENIS

b) La segunda hipótesis consiste en pensar que la no distinción


episcopado-presbiterado podría tener un sentido hoy día; en ese
caso el testimonio del Nuevo Testamento sería capital. Esto querría III
decir que el episcopado o el episcopé es la función esencial, aunque
adopte formas diversas. Si así fuera, la crisis actual del presbite-
MINISTERIO Y SACERDOCIO
rado no tendría nada de trágica, significaría sencillamente la trans-
formación de un ministerio. Dicho de otro modo, y sobre todo En toda esta obra no se ha tratado prácticamente de los «sacer-
dentro de la concepción occidental (latina), el ministerio presbiteral dotes» y muy poco del «sacerdocio». Se han examinado amplia-
fue pensado y vivido como un ministerio episcopal (piénsese, por mente los términos que designan los diversos ministerios del Nuevo
ejemplo, en la obligación del celibato). Siguiendo esta hipótesis Testamento, pero ninguno de los autores se ha atrevido a pasar
podríamos pensar en una reestructuración del tándem episcopado- de la palabra «presbítero» a la de «sacerdote». ¿Qué significa este
438 Interrogantes actuales

silencio sobre el vocabulario sacerdotal que durante siglos ha pro-


porcionado en la Iglesia católica la determinación corriente del 2. La situación en él Nuevo Testamento
ministerio asumido por los obispos y los sacerdotes? Sabemos ade-
más que este problema pertenece al litigio ecuménico entre cató- Es un hecho conocido, y la documentación que precede lo ha
licos y protestantes. Tratemos de determinar el estado de la cues- probado de manera convincente, que el Nuevo Testamento evita
tión, primero en la Escritura y la tradición de la Iglesia y luego el vocabulario sacerdotal para designar los ministros de la nueva
en nuestra actualidad *. alianza. Este hecho constante indica una intención; la de sugerir
que este ministerio es de una naturaleza completamente nueva.
En ningún caso debe confundirse con el tipo de hiereus o del
1. Confusión de dos vocabularios sacerdos fácilmente identificable culturalmente. Por esta razón los
diversos autores emplean una serie de términos tomados de la vida
Es posible ver con claridad en esta intrincada cuestión sin to- de las comunidades civiles o de las comunidades religiosas donde
mar conciencia de un hecho lingüístico que encierra la problemá- no se ejerce ningún sacerdocio.
tica de que tratamos. Nuestras lenguas occidentales modernas mez- Sin duda el Nuevo Testamento sabe recurrir al vocabulario del
clan en un mismo vocabulario y dan idéntico sentido a dos series sacerdocio y del culto a propósito de las nuevas realidades del
de términos cuyo origen semántico es muy diferente: por un lado ministerio cristiano. Pero ese vocabulario funciona como una me-
«sacerdocio» y «sacerdotal» y, por el otro, «presbítero» y «pres- táfora respecto al sacerdocio y al culto antiguos. Ch. Perrot inter-
biteral». Los primeros, que proceden etimológicamente de las pala- preta en el sentido de un rebasamiento radical la afirmación de la
epístola a los Hebreos, según la cual Cristo es el sacerdote único
bras latinas sacerdotium y sacerdotalis (correspondientes a los tér-
y definitivo que ofrece al Padre el sacrificio total, hasta el don
minos griegos hierateuma, hiereus, arjihiereus), designan las per-
de su vida \ Igualmente, en el sentido nuevo de la ofrenda de
sonas dedicadas a los sacrificios cultuales de las religiones paganas
toda la vida como un sacrificio espiritual, la primera epístola de
y del Antiguo Testamento, es decir, a los responsables de la esfera
Pedro presenta a la Iglesia como una comunidad sacerdotal 2 . Pero
de lo sagrado donde el hombre entra en relación con Dios. Los es de notar que este vocabulario sacerdotal se aplica explícitamente
segundos proceden etimológicamente del latín presbyter (en griego por una parte a Cristo y por otra al pueblo de los bautizados, pero
presbyteros). Ya hemos visto que la función de los «ancianos» de nunca a los ministros.
las comunidades de las sinagogas judías había sido tomada y adap- ¿Se puede realmente decir que nunca? Pablo se presenta una
tada a la naturaleza y a las necesidades de ciertas comunidades vez como «un oficiante (leitourgon) de Cristo Jesús, que ejerce
del Nuevo Testamento, antes de que se generalizase el término el oficio sagrado (hierourgounta) del evangelio de Dios, a fin de
para designar una categoría de ministros que se iban distinguiendo que los paganos se conviertan en ofrenda agradable, santificada en
progresivamente de los «epíscopos». el Espíritu Santo» (Rom 15,16). Considera, pues, su ministerio de
Dos vocabularios, dos significados diversos se mezclaron, pues, la palabra como un oficio sacerdotal, que tiene como fin la ofrenda
y se emplearon luego indistintamente. De hecho, en la mentalidad santa y espiritual de aquellos a quienes ha sido enviado. Por lo
corriente y hasta nuestros días, el sentido sacerdotal ha prevale- tanto, hay una transposición de vocabulario dentro de la red de
cido sobre el presbiteral. La justa reinterpretación de la dimensión los significados cristianos. ¿Debemos añadir a estos casos las expre-
sacerdotal del ministerio está pasando hoy día por una breve inves- siones joánicas, que establecen una correlación, a propósito de
tigación histórica: ¿cómo y por qué dos vocabularios, intencional Jesús y de los discípulos, entre la consagración o santificación
mente distintos e implícitamente opuestos en el punto de partida, (en griego el verbo hagiazo) y el envío a misión (Jn 10,36 y
han llegado a parecerse hasta identificarse en forma ambigua? 17,17-19)? La ambigüedad que sigue existiendo respecto a los des-
tinatarios de estas palabras y el carácter general del término «con-
* No he podido utilizar aquí el interesante estudio que sobre el mismo 1
tema ha publicado recientemente J. M. R. Tillard, La «qualité sacerdotales Ch. Perrot, supra 123-124.
2
du ministére chrétien: NRT 95 (1973) 481-514. Cf. supra E. Cothenet, 133-137.
440 Interrogantes actuales Ministerio y sacerdocio 441

sagración» nos aconsejan ser prudentes 3 . Pero es significativo que a) Desde fines del siglo i a comienzos del n i se origina el
el vínculo de la misión que va de Jesús a los discípulos comporte abundante vocabulario de los ministerios en el Nuevo Testamento
un vínculo de consagración que procede del Padre y cuyas figuras y a partir de Ignacio de Antioquía se instala la trilogía jerárquica
son la consagración del profeta (Jn 1,5) y la del Sumo Sacerdote del obispo, el presbítero y el diácono. La Didaché habla también
(Ex 29,1). de los profetas y los doctores; Clemente de Roma nombra a unos
Estas notas son, pues, excepcionales y sería inútil pretender «hegoumenoi» y «arjontes» y, sobre todo, a unos epíscopos-pres-
darles una significación preponderante. Sin embargo, hay algo que bíteros y a unos diáconos. Justino distingue «el que preside» la
brota a propósito de ellas y que se expresa también con otras for- eucaristía y los diáconos. Ireneo habla con entusiasmo de aquellos
mas: es la participación ministerial de algunos en lo que hace «en quienes se encuentran reunidas la sucesión en la Iglesia des-
Jesús por la Iglesia. Jesús la congrega por medio de la buena nueva, pués de los apóstoles, la integridad invulnerable de la conducta y
la reconcilia con el Padre por el sacrificio de su vida y la lleva la pureza incorruptible de la palabra» 6. En los obispos ve sobre
hacia el encuentro escatológico de la gloria de Dios. Ministros del todo a los doctores de la fe. En todo esto la tradición primitiva
único mediador, los ministros de la nueva alianza son verdadera- sigue fiel a la costumbre del Nuevo Testamento; toma de él la
mente los «cooperadores» de Dios. La significación de lo que son designación de sus ministros y, en general, no los llama «presbí-
y de lo que hacen no se reduce a un horizonte humano. En Cristo teros» en el sentido sacerdotal del término.
y por Cristo su ministerio tiene un origen divino y una finalidad Sin embargo, desde esta época se perciben analogías sobre un
salvífica4. En este sentido es auténticamente «religioso» e incluso fondo fundamentalmente distinto. La Didaché de pasada 7 y Cle-
«sagrado» a condición de entender estos términos a la luz nueva
mente de Roma en un largo discurso 8 comparan a los ministros
del misterio cristiano. Porque Cristo hace una sola y misma cosa
del templo de Jerusalén con los del evangelio. Sin calificar de pres-
de su donación al Padre y de su donación a los hombres. La comu-
bíteros a los jefes de la Iglesia, la carta de Clemente «considera,
nión a su sacrificio convierte, por tanto, en santa y sagrada la
como dice M. Jourjon, que esos jefes son para la Iglesia lo que
vida del hombre que se ha hecho toda ella don de Dios y res-
puesta a Dios. En adelante, desde este punto de vista, ya no existe los presbíteros y levitas eran para el pueblo de Dios». Pero la
una esfera profana 5 . analogía concierne al «servicio espiritual público del pueblo de
Dios y no únicamente al cumplimiento de los ritos externos» 9 .
Esto es lo que podrá legitimar el empleo del vocabulario sacer-
Por otra parte, Clemente pide que no «sean alejados del episco-
dotal a propósito del ministerio cristiano, que ha de ser bien com-
prendido, pues comporta el riesgo de un retorno a las imágenes pado aquellos que han presentado los dones de manera piadosa e
sacerdotales del pasado, siempre vivas en las mentalidades. ¿Cómo irreprochable»10. La fórmula «presentar los dones» es evidente-
han ocurrido las cosas? 6
Ireneo, Adv. Haer. IV, 26, 5, trad. A. Rousseau (SC 2100) 729.
7
«Cogerás... las primicias de todos los productos, las darás a los profetas
porque ellos son vuestros sumos sacerdotes {arji-hiereis)». Didaché 13,3, trad.
3. El testimonio de la Iglesia antigua A. Laurent, Les Peres apostoliques I-II (París 1926) 25.
8
Clemente de Roma, Építre aux corinthiens, cap. 40-44 (SC 167, pp. 166-175).
9
Pueden distinguirse unos indicios por los cuales el lenguaje de M. Jourjon, Remarques sur le vocabulaire sacerdotal dans la 1 Clementis,
la Iglesia antigua llegó a aplicar primero a los obispos y luego a en Epektasis, Hom. a J. Daniélou (París 1972) 109. Cf. también las notas
de A. Jaubert en la citada edición de Clemente de Roma, pp. 80-83.
los presbíteros los nombres de pontífices y sacerdotes. Comparación «funcional» también en Ireneo entre los discípulos de Jesús
3
y los sacerdotes de la antigua Ley: «Todos los discípulos del Señor eran tam-
A. Feuillet, Le Sacerdoce du Christ et de ses ministres (París 1972) bién sacerdotes, ellos que no tenían por herencia en la tierra ni campos ni
105-156 exagera indebidamente las conclusiones. casas, sino que se ocupaban sin cesar del servicio del altar y de Dios». Adv
4
He subrayado antes este vínculo a propósito del vocabulario del pre- Haer. IV, 8,3 (SC 2100) 473.
10
cursor y de los guías y el de pastor y pastores, supra 356 y 358. Clemente de Roma, A los Corintios, 44,4. Paralelismo con las funcio-
5
Cf. L. Bouyer, Note sur le sacre, en Le ministére sacerdotal (París 1971) nes sacrificiales del Antiguo Testamento, «que será mucho mayor en la Didas-
31-33; J. Colson, Los ministerios eclesiales y lo sacral: «Concilium» 80 (1972) calia y las Constituciones apostólicas» (cf. ed. Funk CA II 26,2; 34,5-6; 53 3.4)
502-513. dice A. Jaubert (SC 167) 173, n. 4. ' '
442 Interrogantes actuales Ministerio y sacerdocio 443

mente ritual y se refiere ciertamente al culto eucarístico. Pero no obispo, según el testimonio de Cipriano 16. En cambio, los diáconos
así su complemento: «de manera piadosa e irreprochable» expresa no lo están ".
la rectitud ante Dios y revela el sacrificio espiritual. «En su ma- Esta evolución no debe ocultar el hecho de que los nombres
nera de vivir la presentación de los dones» n y, por consiguiente, tradicionales siguen funcionando como sujetos gramaticales en el
de cumplir la totalidad de su ministerio pastoral, es como los pres- lenguaje. Las nuevas denominaciones son títulos que funcionan
bíteros son santos y sin reproche. como atributos. Cuando se dice que el obispo es sumo sacerdote
Ignacio de Antioquía presenta a la Iglesia como un templo se hace un juicio sintético y se discierne una dimensión de su
vivo construido en torno al altar, que es Jesucristo n. El obispo ministerio que lo pone al servicio del culto cristiano.
rodeado de su presbiterio, ayudado por sus diáconos y presente en c) Durante el siglo IV se produce una evolución importante.
medio de su pueblo reunido, es la imagen simbólica de Cristo ro- Hasta entonces el presbiterio asistía al obispo en una parroquia
deado de sus apóstoles. Se trata, pues, de una metáfora cultual urbana. Ahora «los presbíteros dejan el colegio presbiteral de la
y «sacerdotal», que expresa el culto en espíritu y en verdad; se ciudad para instalarse en los pueblos. Allí hacen solos lo que antes
aplica a la vez a la asamblea que celebra y al obispo que preside estaba reservado al obispo, excepto la imposición de las manos:
legítimamente 13. celebran la eucaristía, bautizan, se presentan como jefes de iglesia.
Estas comparaciones, sean funcionales o metafóricas, señalan Les ñamaron, pues, como a los obispos, sacerdotes, pero añadien-
una corriente de pensamiento que discierne las correspondencias do: 'secundi ordinis'» 18 . Después los ordenaron en beneficio del
entre el sacerdocio antiguo y los ministros nuevos. Pero el relieve lugar en donde ejercían su ministerio. Su nuevo título se hizo
de la novedad evangélica es respetado conscientemente y no se entonces más usual en el lenguaje doctrinal y canónico 19.
trata de una identificación inmediata. En esta evolución desempeñó un papel real la influencia de los
b) A principios del siglo n i se destaca la figura del obispo modelos culturales del sacerdocio pagano, aunque no debe exage-
en el seno del presbiterio. Se le da más corrientemente el nombre rarse 20 . Más real aún era el peligro de acercarse al judaismo.
antiguo de pontífice y de sacerdote {hiereus, arji-hiereus, sacerdos, «A nuestro juicio, escribe P. Fransen, la patrística en su conjunto...
summus sacerdos). «Esto se debe sobre todo a su papel litúrgico, no se ha inclinado excesivamente hacia ese peligro de la 'judaiza-
escribe J. Moingt: ofrenda de la eucaristía, cuyo aspecto sacrificial ción'». Esta época conservó muy vivo el sentimiento del ministerio
se realza, poder de bautizar (que le está reservado en principio), como tarea ante todo «pneumática»; ahora bien, los judíos no la
de reconciliar a los penitentes y de ordenar a los ministros» 14 . conocían en esa forma, al menos en el caso de los levitas y los
La oración de la consagración del obispo en la Tradición apostólica sacerdotes 21 .
de Hipólito es significativa a este respecto 15. En cuanto a los pres-
bíteros están colegialmente asociados al ministerio sacerdotal del
16
«Los presbíteros le están unidos por la dignidad sacerdotal», Cipriano,
Carta, 61,3, citada por J. Moingt, Caractére (1968) 568.
11 17
M. Jourjon, Remarques (1972) 109. Es lo que resalta del texto concerniente a los diáconos en Tradición
12 apostólica 9.
Ignacio de Antioquía, Magn 7,2. 18
13 J. Moingt, Caractére (1968) 568.
Para Ignacio todos los cristianos son «portadores de Dios y portadores 19
del templo, portadores de Cristo, portadores de objetos sagrados», Eph 9,2. Cf. Eusebio de Cesárea, Hist. eccl. 10,4.2 (SC 55, 81). Cirilo de Ale-
" J. Moingt, Caractére et minislére sacerdotal: RSR 56 (1968) 567-568. jandría dice que Cristo «designa a los Apóstoles, instituye a los sacerdotes
He utilizado en este párrafo y en el siguiente la documentación reunida por (hierourgous)» QUW 751a; trad. G. M. de Durant (SC 97 525). Cf. Con-
J. Moingt. cilio de Valencia (526), canon 6.
15 20
«Padre, que conocéis los corazones, conceded a vuestro siervo, que Esto es lo que hace D. Olivier, que sólo se fija en este aspecto de
habéis elegido para el episcopado, que apaciente a vuestro santo rebaño y las cosas, en Les deux visages du prétre (París 1971) 84.
que ejerza sin reproche vuestro soberano sacerdocio (primatum sacerdotii 21
P. Fransen, Aspectos del proceso de dogmatización del ministerio: «Con-
tui)». Hipólito de Roma, La tradition apostolique, 3, trad. B. Botte (SC 11) 29. cilium» 80 (1972) 537-549.
Ministerio y sacerdocio 445

darse la razón a F. X. Durrwell cuando dice: «Para la teología


4. Las consecuencias menos afortunadas de esta evolución del sacerdocio esa evolución semántica fue nefasta. La noción cris-
tiana del sacerdote se contaminó con las realidades totalmente dife-
Es inútil continuar el examen a través de la Edad Medía y rentes que están comprendidas en ese mismo nombre. Y las pala-
hasta nuestros días. Al finalizar la época patrística ya está termi- bras a menudo echan a perder la idea. Para encontrar de nuevo
nada la evolución, pero aún no ha producido todas sus consecuen- y garantizar la pureza de la idea evangélica habría que forjar nom-
cias. Estas se harán sentir más pesadamente cuando los teólogos bres nuevos, palabras puras» 2 \
de la Edad Media tomen la categoría del sacerdocio como centro
de perspectiva de su reflexión sobre el ministerio presbiteral. Cons-
truirán entonces una teología del sacramento del orden polarizada 5. Hoy
en torno a la celebración de la eucaristía y de los otros sacramentos
en cuanto que éstos son actos de un culto visible. Los otros aspec- Volver a situar el término «presbítero» dentro de los múltiples
tos del ministerio sacerdotal y presbiteral serán puestos correlati- sentidos del ministerio cristiano es una exigencia de retorno a las
vamente del lado de la jurisdicción, considerada ésta como algo fuentes y de autenticidad. Con esto el hombre de nuestros días
exterior al sacramento propiamente dicho. Esta teología justificaba, podrá captar la importancia de la creencia antigua: el presbítero
en efecto, la ordenación de los presbíteros, cuya única tarea era y el epíscopos ejercen un ministerio sacerdotal en el sentido cris-
la de celebrar la misa. Con esto el sacerdote cristiano iba revis- tiano del término. La categoría de sacerdocio puede relegarse al
tiendo cada vez más la figura del «hombre de lo sagrado», enten- segundo plano, que es el suyo, puesto que sólo expresa una dimen-
damos, de lo sagrado en el sentido restringido del culto visible. sión del ministerio de la nueva alianza. No se trata de condenar
El Concilio de Trento heredó esta problemática en su decreto la evolución de la historia, sino de rectificar su real desviación.
sobre el sacramento del orden. En los decretos de reforma habla Parece preferible para esto expresar esa dimensión con la forma
con entusiasmo de la responsabilidad pastoral de los obispos y de de un adjetivo o atributo: es más exacto hablar de «ministerio
los sacerdotes e insiste sin cesar en la urgente necesidad de la sacerdotal» que de «sacerdocio ministerial», puesto que el minis-
predicación del evangelio, «función principal de los obispos» 22 . terio comporta una participación en el único sacerdocio del único
Pero aborda la doctrina del sacramento del orden a partir de la Sacerdote. El acuerdo ecuménico está en vías de realizarse utili-
categoría de sacerdocio visible, ligada a la de sacrificio visible. zando expresiones de este tipo 25 .
El Concilio, por lo demás, es consciente de la estrechez de este Esto permite también situar el ministerio sacerdotal en su rela-
punto de vista. Su proyecto de tratar ampliamente los diversos ción con el sacerdocio común. La dialéctica inscrita en las relacio-
aspectos de la doctrina del ministerio encontró dificultades, por nes entre los ministros y la comunidad puede expresarse aquí de
una parte en razón de la situación polémica frente a la Reforma nuevo. La referencia a la vida, muerte y resurrección de Cristo
y, por otra, porque el papa no quería que el Concilio abordara la es la que funda el valor sacerdotal, tanto de la vida cristiana como
teología del episcopado, tema considerado excesivamente canden-
del ministerio. Este sólo ejerce un oficio sacerdotal en y para la
te 23. Sabemos que ha sido tarea del Vaticano II reunificar alre-
Iglesia, a la que hace beneficiar de la obra sacerdotal de Cristo.
dedor de la misión de los obispos los diversos aspectos del minis-
Recíprocamente la Iglesia ejerce un sacerdocio y adora «en espíritu
terio. No quiero achacar a la Edad Media y a Trento la cerrazón
y en verdad» sólo en la comunión del misterio de Cristo, cuyos
que otros le imputan. Pero hay que reconocer que la evolución
semántica, de que hablaba al principio, desembocó en la Edad 24
Media en una inversión: el título-atributo se convierte en nombre- F. X. Durrwell, Le prétre dans l'Église: «Lumen vitae» 24 (1969) 114.
25
Por ejemplo, en los elementos de acuerdo sobre el ministerio del Grupo
sujeto, a partir del cual se construye la doctrina. Por eso puede de Dombes: «A través de este ministerio conduce Cristo a sus discípulos al
22
sacrificio espiritual, al testimonio y al servicio, por múltiples caminos, cuya
Decreto de reforma sobre la enseñanza y la predicación, sesión V,1546,9; encrucijada es la eucaristía. En este sentido se llama sacerdotal al ministe-
en Hefele-Leclerq, Histoire des conciles (1938) 62. rio». Pour une réconciliation des ministeres (Taizé 1973 31).
23
Fue la gran crisis que señaló el último período del Concilio de Trento.
446 Interrogantes actuales Ministerio y ordenación 447
signos reales le son dados por los ministros de la palabra y de de las interpretaciones que se dan de ella son dos razones para
los sacramentos26. que el teólogo interrogue sobre este punto al Nuevo Testamento.
Parece que la distinción entre el ministerio y el sacerdocio está La primera impresión es la del contraste entre la importancia
ya inscribiéndose, si no en el vocabulario, al menos en la vida. que concedemos a la ordenación, considerada por los católicos
Se va estableciendo cada día más un nuevo estilo de relaciones como un sacramento, y el poco lugar que ocupa en los escritos
entre sacerdotes y comunidades y esto deja entrever una figura muy del Nuevo Testamento. Es algo que sin ninguna inquietud com-
distinta de su ministerio. La «desclericalización» implica una parte probamos igualmente en otros aspectos y elementos importantes
de «desacerdotalización» que es sana; pero comporta también el de la vida de la Iglesia. Pero aquí persiste la extrañeza porque,
peligro de una «secularización» del ministerio que oscurece su aunque apenas se menciona la ordenación, sí se trata frecuente-
valor de signo de la salvación. Ahora bien, el sacerdote —el pres- mente de ministros, muchos de los cuales serían o podrían ser hoy
bítero— es el ministro de Dios y de Cristo para la Iglesia. Sirve día ministros ordenados. (Nos limitaremos por el momento a esta
a la comunidad dentro de un horizonte que no se detiene en los observación empírica). Nos sentimos impulsados, por lo tanto, a
límites de la sociedad terrena. Lleva una buena nueva que no examinar cómo esos ministros llegaron a serlo y fueron reconoci-
procede de él: es el apóstol del culto verdadero de la vida cris- dos como tales.
tiana. Nuestra sociedad debe recibir necesariamente este mensaje.
2. Lo primero que se nos manifiesta es la diversidad de los
BERNARD SESBOÜÉ casos y de las maneras de acceso al ministerio, y esto no sólo entre
los ordenados de las epístolas pastorales y los otros, sino también
y antes que ellos, entre Pablo y otros apóstoles, entre Matías y los
Siete, entre diferentes tipos de colaboradores de Pablo, etc. Los
estudios exegéticos han resaltado la realidad y, sin duda, la nece-
IV sidad de un acuerdo entre el interesado, la comunidad, los após-
toles u otros ministros. Pero no resulta igualmente claro en todos
MINISTERIO Y ORDENACIÓN los casos y hay notables diferencias de acento.
A esto se añade otro caso especial, puesto de relieve sobre todo
1. La mayor parte de los cristianos de las grandes iglesias en lo ocurrido con Pablo: el acceso al ministerio apostólico puede
saben que unos ministros ya ordenados ordenan a otros, tomando realizarse con intermediario humano o sin él. Indudablemente, esta
más o menos parte la comunidad, directa o indirectamente y de oposición, simplificada por las necesidades de la causa, no debe
diversas maneras en la designación y aprobación del candidato \ tomarse al pie de la letra y, en el caso mismo de Pablo, los docu-
La fuerza tradicional de una práctica tan constante y la divergencia mentos nos ofrecen suficientes elementos para matizarla. Pero atrae
nuestra atención sobre este aspecto el llamamiento divino: aunque,
26
En este sentido afirma el Vaticano II que el sacerdocio común de los en general, la llamada al ministerio del evangelio no coincide con
fieles y el sacerdocio ministerial están «ordenados el uno al otro, pues ambos la vocación cristiana tan estrictamente como en la conversión de
participan, cada uno de un modo particular, del único sacerdocio de Cristo: Pablo, sí es siempre una llamada del Señor que se dirige a la fe
Lumen Gentium 10». del ministro y de la comunidad. Esta diversidad, atestiguada ya
1
Cf. como ejemplos recientes el informe de la comisión de estudio evan- en el Nuevo Testamento, anuncia las variaciones, tensiones y pro-
gélica luterana-católica romana sobre el tema: «El Evangelio y la Iglesia», nú-
meros 59-62 y los «Elementos de acuerdo entre católicos y protestantes» res- blemas que el proceso histórico revelará en el acceso al ministerio
pecto a los ministerios, publicado por el Grupo de Dombes (Doc. Cath. pastoral. En él se precisa la diferencia y la relación entre lo que
número 1.625, p. 132-137). Este último texto contiene la siguiente definición se ha llamado vocación exterior y vocación interior 2 . La vocación
de la ordenación: «El ministerio pastoral, ya que expresa la apostolicidad de exterior, es decir, la solicitación y el mandato de la Iglesia puede
la Iglesia, es conferido en el seno de la comunidad cristiana por la interven-
ción de ministros insertados en la comunión apostólica y significando la llegar hasta a una especie de legítimo apremio en razón de las
acción de Cristo, que no cesa de enviar a su Iglesia servidores del evangelio:
2
ésta es la ordenación» (n.° 33). Sobre esta diferencia, lo que en ella se juega, los debates que ha suscitado,
448 Interrogantes actuales Ministerio y ordenación 449

necesidades de la comunidad; pero implica el riesgo de un funcio- aspecto de signo en la relación algunos/todos, al nivel de los es-
nalismo que no comprometería lo más hondo de la persona o que critos del Nuevo Testamento. Aunque el Apóstol se define por una
correspondería demasiado pasivamente a un determinado estado tarea, un determinado servicio (una «diakonía»), esa tarea no basta
de las necesidades y de la mentalidad de la comunidad. La vocación para explicar el relieve de algunas figuras apostólicas. Si esto es
interior, es decir, el reconocimiento personal, en el Espíritu, de particularmente claro para los Doce, de quienes hemos dicho y
una llamada del Señor puede encerrar la posibilidad de una reno- repetido que valen por lo que son y representan, más que por lo
vación pastoral y misionera; pero supone siempre una mediación que hacen, ¿no es también Pablo un símbolo a su modo? Esta
eclesial y sólo tiene sentido en relación con un ministerio de la función simbólica se basa en la designación divina, celebrada en
Iglesia. un recitado casi ritual y también en el reconocimiento de la Iglesia.
Pueden situarse en la misma perspectiva otros fenómenos his- Es una personificación simbólica de la Iglesia cuya comunión so-
tóricos. De este modo vuelve a aparecer con más evidencia el ca- cial, que reclama una representación pública y una expresión sim-
rácter carismático de la llamada al ministerio no sólo en algunas bólica, depende esencialmente de una convocación personal 6 .
designaciones extraordinarias de individuos para el episcopado 3 , Por tanto, si se quiere definir lo específico del ministerio con-
sino también en la tendencia a hacer coincidir jerarquía espiritual ferido por la ordenación, habrá que tener más en cuenta su natu-
y jerarquía eclesiástica4. raleza sacramental, en el mismo sentido en que se hace para los
Lejos de solucionar esta complejidad, el acto de la ordenación otros sacramentos en relación a la vida cristiana en su conjunto,
es como su cristalización. Pensemos, por ejemplo, en las variacio- y para la Iglesia-Sacramento en relación a la llegada del Reino a
nes, según los tiempos y tradiciones, en la manera de enjuiciar la este mundo. Desde el punto de vista jurídico, que es necesario,
validez de una ordenación y las condiciones eclesiales a las que nos vemos precisados a definir unas competencias y unos poderes
está sometida. Si se considera el rito mismo, puede verse en él una aun comprendiendo todo lo que esta delimitación canónica com-
estructura simbólica que relaciona al que ordena, al ordenando, a porta de razones pragmáticas y de aspectos modificables; o a pre-
la comunidad y al ministerio. Esta estructura simbólica reúne los cisar por qué título especial el ministro ordenado actúa muchas
elementos esenciales del llamamiento al ministerio apostólico, pero veces del mismo modo que los otros fieles. Esto nos hace consi-
con eso no hace sino delimitar el campo de las diversas interpre- derar de nuevo la posición de las personas en la comunidad'.
taciones teológicas. Estas pueden recobrar de nuevo todo el con- En una perspectiva sacramental se trata menos de reparto y deli-
junto en el sentido de una elección divina, de un mandato de mitación que de condensación o cristalización simbólicas: de igual
la comunidad o de una comunicación jerárquica de poderes sa- modo que la eucaristía concentra en su fuente, por decirlo así,
grados 5. la caridad de la Iglesia para que se extienda más, así la ordenación
concentra en la vocación pastoral de algunos por el buen Pastor
3. El pertenecer la ordenación al orden de los signos nos re- la «mutua solicitud» de todos los miembros y su afán por cons-
cuerda que los estudios exegéticos han subrayado precisamente el truir el Cuerpo en la fe y el amor 8 .
cf. DTC, art. Vocation y LThK, art. Berufung. 4. Hasta aquí hemos comparado el acceso al ministerio apos-
3
Entre otras, los casos de elecciones populares súbitas, donde se veía en
la «vox populi» el signo de la «vox Dei». tólico por la ordenación, tal como la practican las iglesias desde
4
Así es como podría resumirse la posición de Orígenes, según H. von 6
Campenhausen, Kirchliches Amt und geistliche Vollmacht in der ersten drei Esta paradoja social de la Iglesia ha sido esclarecida por U. von Bal-
Jahrhunderten (Tubinga 1953) 272-291. La Tradición apostólica, 9, dice que no thasar, Existencia sacerdotal, en Sponsa Verbi (Madrid, Ed. Cristiandad, 1965)
hay que imponer la mano a los confesores (mártires) para el sacerdocio, puesto 449-501. El autor muestra también cómo la originalidad del ministerio apos-
que por su confesión ya tienen el honor del sacerdocio. En cambio, para el tólico del Nuevo Testamento es representar, en lo impersonal de una función
episcopado necesitan la imposición de las manos. Sin embargo, la interpretación eclesiástica oficial, el amor de Cristo a la Iglesia y a todos los hombres.
7
del texto es difícil; cf. B. Botte, La Tradition apostolique (SC n." 11 bis Cf., el punto de vista de un canonista como Kl. Morsdorf: Die Stellung
2
1968) 27-28. der Laien in der Kirche, Hom. a Jullien: «Revue de Droit canonique» 10-11
5
Cf. el interesante bosquejo de un análisis comparativo de este tipo en el (1960-61) 214-234.
8
artículo Ordination: RGG 4 (3 1960) 1675-1677. Cf. 1 Cor 12,25 y Ef 4,1-16. Cf. supra: A. Jaubert, 29-34, 38.
29
450 Interrogantes actuales Ministerio y ordenación 451

fines del siglo I, y lo que el Nuevo Testamento nos revela del apostólico está apoyada y significada en la Escritura, así, podríamos
acceso a este ministerio. Si nos fijamos no tanto en los diversos decir, la relación inicial entre envío por Cristo y mandato de la
procesos del desempeño de este ministerio, cuanto en el modo Iglesia está apoyada y significada en la ordenación. Con esto no
de hacer valer el ministro sus títulos a ser reconocido por las co- se resuelven todos los problemas, pero se sitúan a nivel de las
munidades, no vemos heterogeneidad en ello. Por ejemplo, refi- relaciones entre la institucionalización de la Iglesia y su institución
riéndonos a dos casos bastante opuestos, cuando Pablo recuerda por el Señor.
a los gálatas su vocación apostólica con palabras solemnes y algo Entre otros problemas no resueltos, surgen las preguntas: ¿a
convencionales, y cuando recuerda (o parece recordar) a Timoteo quién ordenar?, ¿para qué ministerio?, ¿se debe conservar la orde-
el carisma que recibió por la imposición de las manos, subraya nación para el llamado ministerio apostólico o pastoral, o deberá
aquí y allá el mismo «extra nos pro nobis», la misma exterioridad realizarse la ordenación en todos los ministros de la Iglesia? u .
extramundana, extraeclesial en su origen, de la gracia de alguien En la primera hipótesis no se suprime una diversificación interna
distinto 9 . del ministerio conferido por la ordenación. En la segunda, la mul-
Hay aquí ciertamente una diferencia importante. La mediación, tiplicación obliga a distinguir grados de participación en el minis-
que no falta en el primer caso (y suscita problemas), y que en el terio apostólico y a poner de relieve una ordenación central: la
segundo está institucionalizada. Existe una institucionalización del del obispo. En todo caso, no son los textos del Nuevo Testamento
ministerio y del acceso a él. Esto se produce al mismo tiempo que los que solucionan la cuestión. El reciente «motu proprio» Ministe-
la institucionalización de la Iglesia en su conjunto, que aparece ria quaedam reserva la ordenación para la tríada: episcopado, presbi-
también en la reglamentación de la fe, en la organización de la terado, diaconado, y habla de institución para los otros ministerios
tradición, en la constitución del Nuevo Testamento como Sagrada ejercidos por los laicos. Es una aclaración en el sentido de la pri-
Escritura de los cristianos. Si tememos, con Kásemann, que la mera hipótesis. Pero no está todo claro para la tríada misma, en
ordenación de las epístolas pastorales convierta al Espíritu en el particular para el diaconado, sobre todo después que el último
«órgano y el sentido de un principio», también hay que temerlo Concilio reemplazó la definición de la ordenación por el sacerdocio
del principio escriturario 10. y el culto, por otra global: el cargo apostólico y pastoral, partiendo
Una vez más el problema está en saber qué importancia se da del ministerio episcopal".
en teología al ministerio para el cual las iglesias practican la orde-
nación. Si se admite que ese ministerio es esencial para la vitali- 5. Finalmente, no se puede reflexionar sobre la ordenación
dad, la continuidad, la identificación, la comunión de la Iglesia, sin encontrar los interrogantes actuales sobre la permanencia en
no paralelamente, sino en relación subordinada a la mediación de el ministerio conferido por la ordenación. La cuestión se plantea
la palabra y los sacramentos, entonces no habrá dificultad en admi- por el hecho de que una ordenación reconocida como verdadera
tir que con la ordenación se ha efectuado una institucionalización por la Iglesia no se reitera y parece pedir un compromiso defini-
análoga a la que se realizó en la Escritura por la palabra de Dios, tivo 13 y, sin embargo, hoy día tienden a multiplicarse los casos de
y en los sacramentos por los actos salvadores de Jesucristo. Como 11
la relación inicial entre palabra de Dios en Jesucristo y testimonio Así recientemente Ch. Wackenheim, Esquisse d'une théologie des mi-
nistéres, «Revue des sciences religieuses» 47 (1973) 3-26.
12
Cf. el informe de la comisión internacional de teología: Le Ministére
9
Cf. la comparación entre los relatos de conversión y los ritos de naci- sacerdotal (París 1971) 81-86. Para el diaconado cf. A. K. Kerkvoorde, Ele-
miento nuevo en G. van der Leeuw, La Religión dans son essence et sa ma- mentos para una teología del diaconado, en La Iglesia del Vaticano II (Bar-
nifestation (trad. francesa, París 1948) 517-522. celona 31968) 917-958.
10 13
La paradoja está en que se trata de una institución de la novedad siem- Cf. entre la literatura reciente, Y. Congar, Quelques problémes touchant
pre renovada del Nuevo Testamento. Toda la Iglesia debe ser vista en su les ministeres: NRT 93 (1971) 785-791. Cf. también C. Vogel Laica com-
relación con Israel, según esta «dialéctica cristiana» que el P. de Lubac ana- munione contentus. Le retour du presbytre au rang des la'ics, «Revue des
lizó estudiando los puntos de contacto de los dos Testamentos. Es bastante sciences religieuses» 47 (1973) 56-122. El autor presenta una documentación
lógico que los movimientos de reforma radical del cristianismo en nombre del histórica que tiende a demostrar que la doctrina tridentina del carácter in-
Espíritu hayan discutido la autoridad del Libro, al igual que la del ministe- deleble no puede apoyarse en una tradición constante y unánime de las
rio instituido. iglesias. De hecho, los testimonios citados no son una revelación, y quizá la
452 Interrogantes actuales El ministerio como presidencia 453
sacerdotes que no ejercen ya el ministerio para el que fueron amor de aquel que nos amó y se entregó por nosotros ". Pero una
ordenados. relación semejante entre la objetividad y la permanencia de la
Parece que los textos del Nuevo Testamento no nos aclaran Iglesia en cuanto fundada por el don de Cristo y los azares de
directamente esta cuestión. Además hay que recordar que el con- una historia personal, no puede dejar de suscitar problemas que
texto del fin de los tiempos no ayuda a reflexionar sobre la manera la Iglesia ha procurado resolver, pero cuya solución perfecta y defi-
en que se inscribe dentro de una larga historia, personal o colectiva, nitiva jamás encontrará probablemente 18 .
el carácter definitivo de la nueva alianza. Por eso la Iglesia ha te- MAURICE VIDAL
nido, por ejemplo, que considerar de nuevo el problema del cris-
tiano pecador, del apóstata, etc.
A pesar de todo, es difícil imaginar la vocación apostólica, al
menos en el caso de Pablo y de los Doce, de un modo que no sea v
total, dominando toda la vida, convirtiéndose en el destino del
que es llamado así, como servicio y símbolo permanente del evan- EL MINISTERIO COMO PRESIDENCIA
gelio y de la Iglesia. ¿Podría decirse esto mismo de todos los mi-
nisterios aludidos en el Nuevo Testamento? Cierto que no. Encon- La palabra presidencia, como el verbo presidir, son difíciles de
traríamos aquí de nuevo las cuestiones ya discutidas sobre la suce- analizar, pues comportan diversos significados. En un primer aná-
sión apostólica, la institucionalízación del ministerio pastoral y el lisis podrían agruparse esos múltiples sentidos en dos grandes cate-
acceso a él. Si la Iglesia en nombre de Dios no reitera la ordena- gorías: por una parte, la sociológica, donde esa palabra significa
ción sacramental14, no es sólo porque ve en ella una llamada di- el papel de alguien que tiene no sólo un puesto honorífico, sino
vina, un don del Espíritu (una vocación religiosa puede perderse también una función de dirección y decisión; por otra, la categoría
y hay un don del Espíritu en cada sacramento), sino porque esa propiamente cristiana o evangélica, donde esa palabra evoca más
llamada y ese don se consideran en relación directa con la perma- bien una significación espiritual: un ministro no preside como un
nencia de la Iglesia: es el don de un ministerio esencial para la «jefe de Estado», haciendo sentir su poder, sino que «preside»
Iglesia, precisamente para su continuidad15, y comunicado de tal las relaciones humanas que por Cristo han llegado a ser relaciones
manera que se manifieste el origen permanente de esa continuidad de gracia. Es, por lo tanto, una presidencia paradójica: la del ser-
en el sacrificio personal de Jesucristo, la fidelidad de su amor y vidor, o también una presidencia en nombre de Cristo para una
el envío de su Espíritu. De aquí resulta que la Iglesia es ante iglesia.
todo una sociedad personal 16 , cuya solidez descansa esencialmente
Partiendo de esta distinción tratemos de continuar nuestra bús-
en el don que sus miembros hacen de sí mismos en respuesta al
queda teniendo en cuenta la documentación exegética de esta obra.
doctrina del carácter tenga más flexibilidad y complejidad de lo que el autor 1. Si se considera el testimonio global del Nuevo Testamento
supone. El problema central es más bien el de las condiciones eclesiológicas en función de la cuestión planteada, tenemos que reconocer dos
de la validez de una ordenación y su reconocimiento por la Iglesia. Queda dificultades. La primera reside en el silencio del Nuevo Testamento
atestiguado por la tradición que una ordenación verdadera no se reitera en
el mismo sujeto, y que el abandono del ministerio no es una cosa natural des- sobre las modalidades de la presidencia eucarística (sabiendo que
pués de algún tiempo de ejercicio. en aquella época no existía una cena religiosa sin presidente) \
14
El hecho de no reiterar una ordenación debe ser calificado teológica-
mente. Los teólogos que no admitían la naturaleza sacramental de las órde- 17
Sobre los factores teológicos del desarrollo de la teoría del «carácter»
nes menores ni del subdiaconado, cuando se discutía esta cuestión, atribuían a y de una concepción sacerdotal del ministerio, cf. H. von Campenhausen, Die
un simple uso eclesial el hecho tradicional de no reiterarlas. Cf. Lercher, Anfánge des Priesterbegriffs in der alten Kirche, en Tradition und Leben
Instituciones theologie dogmaticae IV, 2 (Innsbruck 3 1950) 291. (Tubinga 1960) 272-289.
15
Cf. supra: C. Perrot, 120-121. 18
Así, por ejemplo, la afirmación del «carácter indeleble» está contra-
16
H. Schlier ve en ello uno de los sentidos de la definición de la Iglesia pesada, donde se ha impuesto, por la distinción entre poder de orden y poder
como Cuerpo de Cristo: Der Brief an die Epheser (Dusseldorf 21958) 94-95: de jurisdicción, o la del Vaticano II entre «munus» y «potestas».
«no un mundo de objetos, sino un mundo personal». 1
Se ve en el Nuevo Testamento que los Apóstoles tienen una responsabi-
454 Interrogantes actuales El ministerio como presidencia 455

No debemos interpretar ese silencio en un sentido ni en otro. servará una diferencia entre la responsabilidad eclesial global y la
Otra dificultad: el Nuevo Testamento, en general, usa muy poco presidencia eucarística o el poder sacramental. Esta distinción se
la palabra presidencia para designar una responsabilidad apostólica manifiesta sobre todo en el nivel de los obispos y del papa. Pero
o ministerial. Si queremos evitar convertir los textos escriturarios sigue siendo verdad que lo específico del sacerdote hasta nuestros
en respuestas a nuestros interrogantes, diremos sencillamente lo días es la presidencia eucarística3.
siguiente: en el conjunto del Nuevo Testamento los ministros que 2. Hay que advertir, por consiguiente, el contraste bastante
aparecen son los que hablan en nombre del Señor y velan por llamativo que existe entre nuestra concepción de la presidencia
la fidelidad de todos al evangelio de Jesús. Lo que se constata, eucarística ligada al ministerio ordenado, y el testimonio neotes-
tratándose de Pedro, Pablo o las otras «columnas», es una res- tamentario que es impreciso en esta cuestión.
ponsabilidad eclesial muy amplia y, por consiguiente, muy impor- Podemos, por tanto, interrogarnos legítimamente respecto a
tante, en las decisiones de la comunidad. esto. A modo de «prospectiva» y para obligarnos a reflexionar,
Es cierto que desde los primeros escritos de los Padres de la podemos preguntar, por ejemplo, si no será necesario comprome-
Iglesia hay una relación entre responsabilidad eclesial y responsa- terse en un camino que destaque la responsabilidad eclesial más
bilidad de los «misterios» de la fe 2 , puesto que ambas respon- que el «poder» de una celebración. Si pensamos en el futuro de
sabilidades van unidas. Pero todavía hoy dependemos de una sín- la Iglesia nos encontramos frente a varias hipótesis. Vamos a dete-
tesis elaborada sobre todo en la Edad Media en una situación global nernos en tres de ellas:
que podemos calificar de «sacral». Ha habido una especie de iden-
tificación entre la presidencia eclesial y la eucarística. Esta identi- — o bien ante la escasez de sacerdotes se tiende a ampliar las
ficación es especialmente visible en el nivel más bajo de la orga- ordenaciones presbiterales, que se considerarán esencialmente orde-
nización eclesial: recordemos al cura de una parroquia rural o al naciones sacerdotales; habrá que ordenar a hombres (casados o no)
que se ordenaba sólo ad missam. por necesidad vital para las comunidades cristianas y en ese caso
Se comprende que, en este caso, la definición del ministerio el signo esencial del ministerio eclesiástico será siempre la presi-
ordenado sea esencialmente la de un poder sagrado. Por este mo- dencia eucarística;
tivo el Concilio de Trento tendrá dificultades para precisar la dis- — o bien, para no aumentar excesivamente las funciones de
tinción entre obispos y sacerdotes, puesto que unos y otros tienen tipo levítico y las ordenaciones al servicio de comunidades efíme-
igual poder en lo que concierne a la eucaristía. Pero sobre todo es ras, se procederá a una delegación de poderes, como las que
interesante constatar que el Concilio de Trento (en el capítulo I J. Moingt ha descrito recientemente 4 . En ese caso la función de
de la constitución sobre el sacramento del orden) presenta a los presidencia podría desplazarse algo: pasaría de la realización euca-
sacerdotes como «sucesores» de los apóstoles in sacerdotio. Esta rística de una comunidad a la responsabilidad apostólica de la Igle-
concepción sacralizada de la función ministerial armoniza perfec- sia en su conjunto. Advirtamos a este respecto que el texto de
tamente con una sociedad regida por normas religiosas. Sin duda, Presbyterorum ordinis (n. 2) del Vaticano II nos da una definición
la distinción entre poderes de orden y poderes de jurisdicción con- del presbiterado no directamente eucarística;
— o bien, y quizás sea la evolución más probable, lo que hará
lidad general sobre el bautismo, la eucaristía, la imposición de las manos, el cambiar las cosas no son factores propiamente cristianos o evangé-
juicio de los pecados. Pablo, sin embargo, afirma que él no tiene la misión licos, sino sociológicos.
especial de bautizar; recuerda a toda la comunidad de Corinto su responsa- Esto último merece un examen más detenido. En una sociedad
bilidad para la celebración de la eucaristía; cuenta con la asamblea de esta
comunidad para juzgar sobre el pecado, lo que se acerca a la concepción ecle- sacralizada puede decirse que la permanencia de la Iglesia, lo mismo
sial de Mateo (cf. supra 25-27, 48, 67-68, 187, 285-287). 3
2
La carta de Clemente de Roma alude una vez al hecho de que los pres- Para precisar más, añadamos que el Concilio de Trento une siempre el
bíteros-obispos ofrecen los dones (44,5; cf. Clemente de Roma, Epitre aux poder de consagrar la eucaristía y el de perdonar los pecados. Estos dos po-
corinthiens, ed. A. Jaubert (SC 167, 1971) 173, nota 4. Ignacio de Antioquía deres serán considerados como «típicos» del poder sacerdotal, que no podrá
declara que en la Iglesia no se puede hacer nada sin contar con el obispo y ejercerse más que en virtud de un vínculo original con Cristo, Sumo Sa-
que sólo debe ser considerada «segura» (bebaia) la eucaristía celebrada «bajo cerdote.
4
la presidencia del obispo o del que haya sido encargado por él» (Stnyrn. 8). Btudes (septiembre 1972) 271-291.
I
456 í
Interrogantes actuales Ministerios, matrimonio y celibato 457

que su visibilidad, está ligada de algún modo a las instituciones a mencionar el rol político porque se trata de un papel relativo a
mucho más que a las personas: por ejemplo, los lugares, las iglesias, una ciudad incomparable, prometida, sin embargo, a los hombres,
incluso los sacramentos en su realidad más objetiva (éste, en parte, la que sólo puede edificarse por la gracia de Dios. En el caso del
era el sentido de lo que hemos llamado síntesis sacralizada). servicio al evangelio, la edificación de esta ciudad sería sumamente
Pero en un mundo desacralízado en sus estructuras, nos damos significativa para los hombres, pues se trataría nada menos que de
cuenta en seguida de que las instituciones, siempre necesarias, están manifestar la esperanza de la humanidad en la llegada del Reino
representadas y valoradas por las personas, o más exactamente por de Dios.
una serie de relaciones humanas. Hay una reciprocidad de sentido HENRI DENIS
entre las instituciones y las comunidades humanas. Entonces, como
lo ha probado el informe de Mons. Coffy 5, los sacramentos —sin
dejar de ser «estructurantes» para la fe y para la Iglesia— ya no VI
son las primeras señales de la fe. La Iglesia y las comunidades
eclesiales son las que constituyen el primer signo tanto para el
incrédulo que mira a la Iglesia desde fuera, como para el que ya MINISTERIOS, MATRIMONIO Y CELIBATO
es cristiano, pero está influido por el mundo. Este cambio socio-
lógico puede ayudarnos a encontrar una vía nueva en la fidelidad ¿Dan los escritos del Nuevo Testamento algunas indicaciones
a la tradición y al testimonio del Nuevo Testamento. sobre el estado de vida de los ministros, sobre todo en lo con-
cerniente a su vida conyugal y familiar? La cuestión del «celibato
Se puede pensar que la presidencia ministerial de la Iglesia sacerdotal», tal como se plantea en el contexto eclesial de hoy día,
adoptará cada día más la forma de una responsabilidad. Un minis- no puede encontrar solución en este o aquel sentido, partiendo sólo
tro que «preside» una iglesia es el que es capaz de responder de de la Escritura. Es un problema de orden pastoral que puede acla-
la cohesión de esa iglesia, de su fidelidad a Jesucristo y a su evan- rarse, pero no resolverse, por la práctica atestiguada en el Nuevo
gelio, de su capacidad de comunión con las otras iglesias. Además, Testamento. Por eso al analizar esa práctica se corre el riesgo de
el ministro responsable no es únicamente el que responde de la desilusionar a los que esperan reforzar posturas ya adoptadas, en
iglesia en nombre propio y en virtud de sus cualidades perso- vez de buscar un impulso crítico y una dinámica espiritual.
nales; es también el que «responde» en nombre de otro. Si tiene Dos series de textos se presentan a nuestro examen:
autoridad es porque a través de él se ve a Cristo que tiene auto-
ridad. En este sentido el ministro responsable ejerce una doble -— los que hablan directamente del celibato o de otra forma
representatividad: representa lo que una iglesia vive en un lugar de continencia, ¿en qué motivos se basan?, ¿a quién se dirigen?,
y un tiempo dados; representa también aquello que Cristo quiere ¿están relacionados con las exigencias de un «ministerio» o, al me-
hacer vivir a esa iglesia, puesto que el Señor está siempre con ella nos, de «la misión»?
«hasta el fin de los siglos». — los que hablan directamente de un ministerio al servicio
del evangelio y de las comunidades cristianas, ¿se refieren al estado
Sin atacar la realidad de la vocación al ministerio, sino, al con- de vida de los que ejercen ese ministerio (matrimonio o celibato)?
trario, para darle un contenido más real, podríamos decir que el
ministro ordenado, o sea el ministro dotado de una investidura
reconocida, por ser necesario, desempeña en la Iglesia el papel I. PARTIENDO DE LOS TEXTOS SOBRE EL CELIBATO
equivalente al de un rol «político». Con esto queremos sugerir que Y LA CONTINENCIA
el ministro ordenado tiene una responsabilidad significativa a título
de «responsable» de su iglesia. Esta responsabilidad consiste en 1. El único texto que en los evangelios parece aludir al celi-
hacer posible, hacer nacer y hacer crecer la comunidad de los que bato 1 (Mt 19,10-12) no habla de él refiriéndolo al ministerio. For-
creen en Cristo, en el servicio del mundo. Nos hemos atrevido
1
Dom J. Dupont, sostiene otra interpretación a propósito de la «redac-
5
Robert Coffy, Église, signe de salut au milieu des hommes (París 1972) 28. ción» de Mateo, Mariage et divorce dans l'Évangile (Brujas 1959) 161-220;
458 Interrogantes actuales Ministerios, matrimonio y celibato 459

ma parte de una secuencia catequética dirigida a toda la Iglesia, El principio que informa la respuesta de Pablo a la consulta
que está insertada en el anuncio de la Pasión; matrimonio, hijos, de los corintios es el de la permanencia en el estado de vida en
riquezas forman la trama de esta secuencia y la conducta del dis- el que encontraron la fe. Con otras palabras: la fe no exige el
cípulo respecto a esos problemas se coloca bajo el signo de la Cruz. cambio de condición social ni de modo de vida familiar. Incluso
Igual que aquí las palabras de Jesús sobre la fidelidad perfecta es mejor aprovechar esta situación con relación al evangelio: así
de los esposos es incomprensible; igual la palabra misteriosa sobre indica algo de la llamada de Dios a cada uno. Si se toma conciencia
los «eunucos» voluntarios por el Reino de los cielos no es com- de lo que se juega en la historia, que ya está bajo el signo de la
prensible más que para aquellos a quienes Dios lo concede. Existen, resurrección de Cristo, el celibato o la vida extra-matrimonial, en
en efecto, unos creyentes tan cautivados por el valor incomparable la que uno se encuentra sin haberla escogido necesariamente,, pare-
del Reino de los cielos, que se han hecho incapaces de contraer cen desde luego ventajosos, ya se trate de superar las pruebas de
matrimonio. Su celibato es, en este caso, un signo particularmente la crisis escatológica que se vislumbra en el horizonte 5 , ya se trate
intenso de la influencia del Reino en una vida humana, incluso sobre todo de conservarse libres y acogedores para el mundo nuevo
desde ahora. Anticipan ya este mundo de la resurrección donde que ya está cercano en Cristo resucitado 6 , ya, en fin —y es el
los hombres no tendrán mujeres, ni las mujeres maridos (Mt 22,30), principal de los motivos aducidos por Pablo— de expresar esa
porque son «como los ángeles», dedicados totalmente a la alabanza libertad de «entregarse al Señor y a sus cosas», evitando toda
y al servicio de Dios 2 . Estos discípulos no viven el celibato como «dis-tracción» de este único centro de interés 7 . Pero la ventaja
un medio para la misión, sino como un signo, inscrito, en su ser,
del Reino al que ya pertenecen 3 . célibes? El sentido es más amplio: todos los que viven «fuera del matrimonio»
por diversas razones: los viudos, los esposos separados y no vueltos a casar,
2. Pablo, en 1 Cor 7,25-40, considera unos estados de vida, los nuevos creyentes a quienes la fe ha separado de su cónyuge (caso del
no unas funciones. Pasa revista a varias categorías: las personas privilegio paulino). Quizás también los célibes, aunque Pablo distingue la
casadas, las que ya no lo están, los jóvenes y las muchachas donce- mujer «fuera del matrimonio» (agamos) y la doncella (parthenos 7,34). En
llas, los prometidos que todavía no han vivido juntos, finalmente cuanto a él se sitúa del lado de los agamoi (7,8). ¿Se puede precisar más cuál
las viudas. Se trata unas veces de celibato propiamente dicho, era su situación? ¿Célibe? ¿Viudo? ¿Separado de su mujer desde su conver-
sión al evangelio? En esta última hipótesis ¿sería el «privilegio paulino» la
otras de vida extra-matrimonial 4 . generalización de su caso personal? Cf. X. Léon-Dufour, Mariage et continence
selon saint Paul, en A la recontre de Dieu (Le Puy 1961) 319-329.
5
Q. Quesnell, Made themselves eunuchs for the Kingdom of Heaven, Mt 19,12: «La calamidad presente» o «inminente» (7,25) es una alusión a la crisis
CBQ 30 (1968) 335-338: sería una imagen de la renuncia heroica que puede escatológica: traerá grandes sufrimientos (7,28) sobre todo para las personas
exigir el evangelio en materia de fidelidad conyugal. Pero el contexto eclesial casadas cuando tengan que probar su fidelidad a Cristo a pesar de ciertos
y literario de Mateo recomienda más bien la lectura en el sentido de aplicarlo lazos de parentesco (Le 12,5-53).
6
al celibato; cf. J. Blinzler, «Eisin eunouchoi»: ZNW 48 (1957) 254-270; «El tiempo es corto» (7,29). Ya se han cargado las velas. El término del
H. Baltensweiler, Die Ehe im Neuen Testament (Zurich 1967) 102-112. viaje se acerca, es absolutamente cierto, sean los que fueren los retrasos. No
2
E. Charpentier, Tous vivent pour Lui, Le 20,27-38, en Assemblées du hay que aferrarse a este mundo como si fuera definitivo. El creyente se va
Seigneur 63 (1971) 87-89. Si este tema logra explicar Mt 22,40, no es sufi- interiormente alejando de las realidades de este mundo (matrimonio, felicidad,
ciente para Le, sensible también al hecho de que el papel procreador del riquezas) en el momento mismo de vivirlas. El celibato aparece así como un
matrimonio se encuentra rebasado en el mundo de la resurrección. Pero no carisma de orientación y de apertura: el mundo no se riza sobre sí mismo.
7
es necesario concluir, con M. E. Boismard, que «desde esta vida ya renun- No ignora Pablo que también el matrimonio es un camino hacia Dios,
cian al matrimonio los futuros bienaventurados». (P. Benoit y M. E. Bois- como escuela de atención mutua (1 Cor 7,3-5), como lugar de compartir la fe
mard, Synopse des Quatre Évangiles en francais II (París 1972) 349. (7,12-16), como estado de vida portador de una llamada de Dios (7,17), como
3
«A causa del Reino de los cielos»: el Reino no es tanto la finalidad símbolo de la unión de Cristo y la Iglesia (Ef 5,21-23). Si el hombre casado
cuanto el fundamento del obrar de estos hombres: porque han reconocido está «dividido», no es el sentido de una infidelidad religiosa (Pablo no ve
al Reino como el valor supremo, se han hecho incapaces para el matrimonio. egoísmo en el marido que se «ocupa» de su mujer y recíprocamente, sino el
(T. Blinzler relaciona esta motivación con las parábolas de la perla y del te- mutuo don que los cónyuges se deben ante Dios, Cor 7,2-4); hay división de
soro). El contexto no aboga en favor de una interpretación «apostólica» (con centros de intereses inmediatos. La gracia y la suerte del que no está casado
vistas al Reino que hay que anunciar). es poder consagrar toda su existencia y toda su atención directamente a «las
4
Los parthenoi de 7,25 son los jóvenes de ambos sexos que aún no han cosas del Señor»: directamente, es decir, evitando la mediación conyugal,
contraído matrimonio. Pero, ¿quiénes son los agamoi de 7,8.11.32.34? ¿Los aunque existan otras mediaciones humanas, que siempre las hay.
460 Interrogantes actuales Ministerios, matrimonio y celibato 461

del celibato, de la vida extra-matrimonial, incluso de la continen- el evangelio; la vida de «discípulo» es más fundamental que la de
cia temporal de los casados 8 , no constituye nunca una obligación. misionero. Después en la redacción de los Evangelios, al hablar
El celibato en particular sólo es ventajoso con libertad y para la de las llamadas, incluso de aquellas que eran para una misión, se
libertad. No se ata uno a él a la fuerza, se acepta como un don 9 . tiene el propósito de expresar los rasgos peculiares de la adhesión
Esta reflexión de Pablo sobre el matrimonio y el celibato no a Cristo de todo «discípulo», es decir, de todo creyente (según el
concierne especialmente a los ministros, sino a toda la comunidad. lenguaje pospascual). Sería, sin embargo, extraño que los evange-
Cuando alude a su caso personal (7,7) no justifica su celibato por listas no pensaran para nada en esas narraciones o en esas palabras
su misión, sino por el «carisma» que ha recibido y que le gustaría en aquellos de los «discípulos» que en su tiempo estuvieron aso-
recibiesen todos, a ser posible. Evidentemente, cuando habla de ciados y hasta llegaron a ser los continuadores de la misión apos-
la solicitud por las cosas del Señor (7,32) no excluye al ministerio tólica. Igualmente los problemas de relaciones intraeclesiales, sobre
ni a la misión. Una expresión igual en Flp 2,19-21 prueba que se todo los concernientes a la autoridad, se reflejan en muchos episo-
tiene solicitud por «las cosas del Señor» cuando uno se preocupa dios relativos a los «discípulos» o a los «Doce» (Me 9,33-40;
por los intereses de sus fieles, como lo hace Timoteo, que precisa- 10,35-45 y par.; Le 22,24-32; Mt 23,6-12).
mente es un auxiliar de la misión de Pablo 10. Incluso la expresión
«agradar al Señor» (7,32) en lenguaje bíblico no podría hacer b) Las exigencias que se repiten constantemente son las de
abstracción de algún compromiso en su servicio. Y si el hombre una vida pobre e incierta y una conducta de servidor humilde y
que está casado puede sin reservas «andar solícito» de las cosas desinteresado. ¿Qué se observa en el terreno de la vida familiar
del Señor, esto tiene un especial valor para aquel que, como Pablo, y conyugal? Los relatos de llamamientos con vistas a una misión
ha de tener la «solicitud» de todas las iglesias (2 Cor 1,28). Aun (Me 1,16-20 y par.; Le 9,57-62; Mt 8,18-21) nada dicen de una
así, el motivo de 7,32-35 tiene un alcance muy amplio y funda exigencia de celibato. Pero sí subrayan vigorosamente la ruptura
una manera de expresar la vida cristiana como tal, con ministerio de los lazos familiares. En Le 9,60-62 esta ruptura está motivada
o sin él. expresamente por la misión, por el anuncio del Reino de Dios. La
exigencia de Jesús se muestra aún más radical que en el relato de
la llamada de Elíseo que sirvió de modelo (1 Re 19,19-21). Aunque
sigan existiendo contactos ocasionales (Me 1,30), el centro de gra-
II. PARTIENDO DE LOS TEXTOS SOBRE EL ESTILO DE VIDA DE LOS
vedad de la existencia no está ya en la vida de familia o en la vida
MINISTROS DEL EVANGELIO Y DE LOS RESPONSABLES DE COMUNIDADES
profesional anterior. Estos relatos que se refieren al tiempo de
Jesús reflejan gran movilidad, gran libertad. Jesús recorría apresu-
1. Exigencias de Jesús respecto a sus discípulos radamente toda Galilea como un heraldo deseoso de anunciar la
buena nueva. Esta misión y este estilo de vida debían de dejar
a) Los textos que hablan de ellas no deben explicarse con poco espacio para una vida familiar continua a los discípulos que
demasiada rapidez en función de las exigencias de un ministerio
asociaba a su tarea. En la secuencia de Le 9,51-62 la condición de
(el de los apóstoles itinerantes, por ejemplo). En vida de Jesús
discípulo está colocada bajo el signo del caminar permanente del
no todas las llamadas a seguirle tuvieron la finalidad de anunciar
Hijo del hombre, que no posee una casa (9,57-58) y que sube a
8
1 Cor 7,5: «para dedicarse a la oración». Los rabinos conocen prácticas Jerusalén para cumplir el destino del Siervo del Señor (9,51).
análogas con vistas al estudio de la Tora. Para Pablo esta continencia volun-
taria y mutuamente consentida es un medio de significar en el matrimonio c) En dos lugares Lucas, y sólo él, menciona la renuncia a
mismo lo que hay más allá de él, que es el Señor en persona. la esposa:
9
1 Cor 7,67.9.25.36.38.39.
10
No pretendemos afirmar que Timoteo guardaba el celibato, pues el — En Le 14,26 se refiere a la fidelidad a Cristo hasta la muerte,
Nuevo Testamento nada dice de ello. Queremos hacer notar que «las cosas exigida a todo creyente en caso de persecución. Hay que prefe-
de Jesús» están muy relacionadas con las preocupaciones de la misión, si es rirlo a los más próximos parientes, incluso a la esposa. Contraria-
que no son absolutamente idénticas.
462 Interrogantes actuales Ministerios, matrimonio y celibato 463

mente a interpretaciones forzadas ", no se trata aquí de celibato ralizar (él mismo nos lo prohibe) y dirigir toda la luz sólo sobre
ni de ministerio. la cuestión del celibato y del matrimonio. Cuando Pablo apela a
— En Le 18,29 se trata de todo el que «haya dejado casa, su conducta como apóstol se refiere ante todo al estilo de pobreza,
mujer, hermanos, padres o hijos por el Reino de Dios». La seme- de desinterés, de sacrificio total, de resistencia en las pruebas,
janza de esta expresión con la que se emplea al hablar de las de los peligros y persecuciones que señalan su vida itinerante, con
llamadas y el contexto inmediato del diálogo con Pedro («nosotros inseguridad permanente y hasta tratado como un desecho de la
hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido», 18,28), permiten sociedad (1 Cor 4,9-13; cf. 1 Tes 2,1-12; 2 Cor 4,7-12; 6,3-13;
suponer que la idea del Reino de Dios que hay que anunciar, o 10-13; Flp 4,10-20).
sea, la motivación apostólica, no está ausente. Aun así, no hay En relación a su afán de absoluto desinterés y de renuncia a
que limitarse a esta sola interpretación: no únicamente el anuncio sus derechos para servir mejor al evangelio, Pablo dice inciden-
del Reino, sino más aún la opinión por el Reino, puede comportar talmente que no va acompañado, ni Bernabé tampoco, «por una
muchas renuncias en la vida 12. mujer creyente (adelphen gunaika), como los demás apóstoles, los
hermanos del Señor y Cefas (1 Cor 9,5). Sin embargo, tendría dere-
d) El texto de Me 10,28-31, paralelo a Le 18,29, no menciona cho a ello. Parece que con esta expresión «mujer creyente» alude
la renuncia a la esposa (al menos explícitamente; pero, ¿cómo se a una esposa y no a una asistenta como las mujeres que seguían
va a dejar la casa y a los hijos sin dejar al mismo tiempo a la a Jesús y a los Doce y les ayudaban con sus bienes (Le 8,1-3).
mujer?). En cambio subraya la motivación «misionera»: «por mí Si no fuera así, el razonamiento de Pablo en 1 Cor 9 pierde toda
y por el evangelio». Me se interesa especialmente por la proclama- su fuerza: no quiere decir: «no me hago ayudar por alguna mujer
ción del evangelio, que es a la vez la tarea y la persona de Jesús. caritativa», sino «no quiero ser mantenido por las comunidades
La evocación de la recompensa en dos tiempos (en este mundo y que evangelizo, como tendría el derecho de serlo yo e incluso la
en el futuro) excluye que se trate simplemente del testimonio dado esposa que me acompañase, como ocurre con otros apóstoles».
ante los tribunales y sellado con la muerte en caso de persecuciones. Si se refiriese a la ayuda material de una mujer cristiana no se
Se habk de éstas, pero con sentido del humor entre la serie de ve qué motivo hubiera tenido para privarse de ella, puesto que
recompensas que esperan aquí abajo al que haya dejado todo para eso le ayudaría precisamente a no ser gravoso a las comunidades.
anunciar el evangelio. Como Jesús, que tuvo que romper con sus Esta interpretación, que es la más natural, supone consecuente-
parientes carnales que no lo comprendían (3,20-31), para entre- mente que los apóstoles, y no los menos importantes, Cefas el
garse totalmente a anunciar el evangelio, el discípulo, que ha primero, estaban casados con una mujer que compartía su fe y le
dejado su casa y sus parientes por el mismo motivo, encuentra acompañaba en sus viajes misioneros. La práctica diferente de
centuplicada una familia espiritual (cf. Me 10,30 con Me 3,35). Pablo y de Bernabé parece excepcional. Pablo no critica la con-
ducta de los demás; él mismo trabajó con una pareja —Prisca y
2. Los apóstoles itinerantes según 1 Cor 9,5 Aquila— totalmente entregados al evangelio. Pero prefiere viajar
solo, sin una esposa; así su misión es aún menos gravosa para las
Tenemos informes muy escasos sobre el estilo de vida de los comunidades. Ese no es todo el sentido de su celibato (cf. 1 Cor 7)
apóstoles durante sus viajes misioneros en lo que concierne a su y nada prueba que escogiera este género de vida ante todo por
vida familiar. De Pablo sabemos más. Pero sería aventurado gene- causa de su apostolado. Pero, encontrándose en esa situación, ha
comprendido las ventajas apostólicas.
11
12
L. Legrand, La virginité dans la Bible (1964) 50-54.
Por ejemplo, la conversión al evangelio en una sociedad muy integrada
(cf. 1 Cor 7,15), sin hablar de las persecuciones. Es además el tema de la 3. Compañeros y hogares al servicio de la misión
«entrada en» o de «la participación en» el reino de Dios que se encuentra
a través de Le 18,16.17.22.24.25.29. Y, al igual que en Le 14,15-24, se en- Los que anunciaban la buena nueva tenían que abandonar fre-
cuentran los dos aspectos de la renuncia radical por el reino de Dios, que
el Evangelista recuerda con gusto: renuncia a las riquezas, renuncia a la fa- cuentemente la familia y alejarse de su esposa. Encontraban, con
milia, eventualmente incluso a la esposa. todo, una familia en sentido amplio, en el ambiente de la hospita-
464 Interrogantes actuales Ministerios, matrimonio y celibato 465

lidad antigua y de la fraternidad cristiana (Pablo en casa de Lidia, cial a los responsables de las comunidades, no resiste un examen:
Hch 16,40; en la de Aquila y Priscila, Hch 18,3; en la de Ticio ¿no es precisamente la intención de todo el contexto poner ante
Justo, Hch 18,7). Una acogida así alejaba la soledad: Pablo llama los ojos el retrato de un hombre que vive el evangelio en forma
suya a la madre de Rufo (Rom 16,13); recomienda «a nuestra tan verdadera y visible que todos los cristianos puedan imitar ese
hermana Febe, protectora de muchos hermanos, empezando por mí» modelo especialmente en su vida de familia? 13.
(Rom 16,1-2). En estas casas en las que se reúnen los hermanos ¿Qué podemos concluir de esta rápida ojeada sobre el Nuevo
desempeñan los compañeros invitados, entre los que hay a veces Testamento?
alguna mujer, un importante papel, incluso el de reanimar la pe-
queña iglesia local. Pablo alude con frecuencia a esta labor en 1. La función no es la que motiva el celibato, sino que el amor
términos que, sin que signifiquen necesariamente «ministerios» en a la persona de Cristo y el interés por el Reino están en el origen
sentido estricto, caracterizan el «trabajo» apostólico (Rom 16,3.6. de toda función y de todo compromiso apostólico. Por este motivo
11.12). Febe era diakonos de la iglesia de Cencreas (Rom 16,1). el celibato evangélico no es patrimonio de los ministros. Se rela-
Los cristianos de Jerusalén se reúnen en casa de María, madre de ciona directamente con la vida cristiana en su aspecto de libertad,
Juan Marcos (Hch 12,12). ¿Eran todas las mujeres mencionadas novedad y gratuidad radicales respecto a este mundo. El celibato
en Rom 16 o en otros lugares (Flp 4,1-3) célibes o viudas? Nos no es «útil». Es aquí abajo el comienzo del mundo futuro, precisa-
inclinamos más bien a pensar que muchas de esas parejas estaban mente como espacio de libertad. Ahora sigue siendo verdad que
sencillamente consagradas al trabajo apostólico y al cuidado de las en el campo cristiano es imposible separar la vida de la función.
comunidades nacientes. Los «apóstoles» fueron escogidos entre los «discípulos». Por eso,
todo lo que es signo del vigor evangélico, como el celibato entre
otros, pero no sólo él, podrá adquirir sentido en relación con los
4. Los responsables de las comunidades locales: ministerios y la misión. En realidad la fidelidad de los esposos es
obispos, diáconos, presbíteros también un signo del vigor evangélico y, teniendo en cuenta las
condiciones de la vida eclesial en el siglo i, las epístolas pastorales
El cuadro doméstico de las comunidades eclesiales hace perfec- estiman el valor del matrimonio cristiano en relación con los mi-
tamente comprensibles los criterios de elección que indican las nisterios en la comunidad. La situación de celibato propiamente
epístolas pastorales para sus diversos responsables: epíscopos (1 Tim dicho o de vida extra-matrimonial parece más bien haber consti-
3,1-7), diáconos (1 Tim 3,8-13), presbíteros-epíscopos (Tit 1,5-9). tuido una excepción; al nivel de la misión no está atestiguada con
Se ve que es normal que estos responsables sean personas ca- seguridad, fuera del caso de Pablo y Bernabé. Pero es indudable
sadas, padres de familia que ya han dado pruebas de dirigir bien que el anuncio del evangelio y el testimonio que se da de él en
su casa y educar a sus hijos (1 Tim 3,4.12; Tit 1,6). La responsa- tiempo de persecución pueden llevar a los misioneros o a cual-
bilidad familiar es el terreno de preparación y la garantía de una quier cristiano a las renuncias más costosas, incluyendo la de un
buena responsabilidad eclesial (1 Tim 3,5). Para la acogida de la hogar y una esposa. El ministerio del evangelio no exige el celi-
ekklesía local no es el matrimonio lo que hubiera podido ser un bato, pero exige unos creyentes capaces de preferir Cristo a los
problema, sino el celibato. En todo caso, en ninguna parte se im- seres más queridos: si están casados, a su esposa y a su familia.
pone el celibato como condición previa para ejercer los ministerios.
¿Se excluían, al menos, las segundas nupcias de los viudos? 2. El celibato evangélico forma parte de una coherencia. Es
Así se ha deducido a veces de la expresión «marido de una sola un signo especial del amor al Señor. No es el único y no puede
mujer» (1 Tim 3,2.12; Tit 1,6). Pero la exégesis de Antioquía serlo aisladamente. El solo no es el signo completo del Reino.
siempre conservó una interpretación más conforme al contexto: que También el matrimonio es un símbolo de la unión de Cristo con
el epíscopos, el diácono y el presbítero den ejemplo de una vida 13
conyugal verdaderamente lograda, con una fidelidad sin fallos ni S. Lyonnet, Mari d'une seule femme, texto fotocopiado s. f. (para el
concilio Vaticano II); J. B. Frey, Signification des termes «Monandros» et
división: «marido de una sola mujer», perteneciendo totalmente a «Univira»: RSR 20 (1930), 48-50; P. Trummer, Einehe nach den Fastoralbrie-
ella. La objeción de que en este caso no pediría Pablo nada espe- fen, en «Bib» 51 (1970), 471-484.
30
466 Interrogantes actuales Participación de las mujeres en los ministerios 467

la Iglesia. Y, para ser verdadero el celibato por el Reino, debe ir pendientes de la vida y de la misión de la Iglesia, o según los
asociado a una vida de desinterés, de pobreza, de servicio: eso diversos escritos del Nuevo Testamento. Es un hecho que los Doce
es lo que se ve en Pablo. Debe ser vivido con la libertad interior son hombres, lo mismo que los apóstoles, en el sentido estricto
asegurada por el amor del Señor. La fidelidad esencial a Jesucristo de enviados de Cristo resucitado. Pero el papel de las mujeres que
supera a la ascesis voluntaria, pero arriesgada (1 Cor 7,5.9.36). siguen a Jesús, destacado por Lucas, no carece de significación.
En fin, el evangelio no pide la renuncia a un hogar más que pro- Y su testimonio en favor de la muerte, sepultura y resurrección
metiendo para este mundo la acogida fraterna de una nueva familia. de Jesús, cuando todos los discípulos habían huido consta de modo
insustituible en los evangelios sinópticos 1 . En los servicios distin-
PAUL BONY tos del ministerio apostólico propiamente dicho las cartas de Pablo
prueban que las mujeres intervienen igual que los hombres. Tra-
bajan y se sacrifican para dar a conocer la buena nueva, para acoger
y reunir a los cristianos, para manifestar en las comunidades los
VII
dones del Espíritu 2 . Recordemos que se menciona juntamente una
mujer, Junia, con un hombre, Andrónico, «entre los apóstoles»,
LA PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES delegados y encargados de misión por las iglesias (Rom 16,7) y
EN LOS MINISTERIOS que otra mujer, Febe, es diácono de la iglesia de Cencreas con una
responsabilidad que parece importante (Rom 16,1). Unas mujeres
¿Cómo atrevernos a abordar serenamente un tema tan discutido? realizan las funciones, características de los profetas, en la oración
Se quiera o no, aunque se pretenda partir del estudio objetivo pública, la exhortación, la manifestación de una revelación (1 Cor
de un texto no podemos eludir abiertamente todas las cuestiones 11,5; cf. 14,3.26). Esto se encuentra también en los Hechos (21,9;
que están en el ambiente y que influyen en nuestro modo de leer, cf. 2,17-18). Las restricciones impuestas a las mujeres respecto a
comprender y juzgar. ¿Cómo eludir tomar parte en los debates hablar en las asambleas son características de iglesias y de tex-
actuales de tipo psicológico, socio-psicológico, sexológico, etnoló- tos que sufren el influjo judeocristiano (1 Cor 14,34-35; 1 Tim
gico, etc.? ¿Cómo olvidar los temas de la liberación o emancipa- 3,11-15) 3 . Pero estas mismas limitaciones, parte de las cuales hay
ción de la mujer, o la denuncia del influjo intolerable de los mo- que atribuir a un determinado contexto social y a los objetivos
delos masculinos de la sociedad, al menos en Occidente? Vamos inmediatos de los escritos en que se hallan, no significan la exclu-
a intentar proponer algunas reflexiones sin ignorar el impacto de sión de las mujeres de todo papel activo. Las epístolas pastorales
la situación actual. indican que el ministerio de los diáconos es realizado por unas
mujeres.
1. Los datos del Nuevo Testamento
2. Empleo de estos datos en la historia de la Iglesia
Nos contentaremos con reagrupar, resumiéndolos, los datos di-
seminados en la documentación exegética. A riesgo de limitarnos a unas indicaciones sumarias, podrían
Por una parte, hay igualdad absoluta entre el hombre y la distinguirse a grandes rasgos las etapas siguientes:
mujer, tanto desde el punto de vista de la llamada al Reino anun-
ciado por Jesús, como de la pertenencia a Cristo por el bautismo 1
Cf. supra: J. Delorme, 167-168; A. George, 223.
2
(Gal 3,28). Las mujeres, igual que los hombres, están llamadas a Pablo es mucho más positivo —mucho menos «misógino»— de lo que
la santidad. El hombre nuevo, cuya creación se realizó en Cristo, corrientemente se cree. El papel de las mujeres en la misión está destacado;
también ellas «trabajan», expresión típica de un servicio ministerial; inter-
no tolera ninguna discriminación (cf. Rom 10,12; 1 Cor 12,13; vienen en las asambleas; cf. supra: A. Jaubert, 27, 33-34; A. Lemaire, 71-72
Col 3,11; Ef 4,24). y The ministries in the New Testament. Recent research (BTB 3 1973) 163-164.
3
Por otra parte, la participación de las mujeres en los ministerios Cf. A. Lemaire, supra 71,72, 112-113; Épitres pastorales: rédaction et
está desigualmente atestiguada, según los diferentes servicios de- théologie (BTBib 2 1972) 32-33.
Participación de las mujeres en los ministerios 469
468 Interrogantes actuales
el desprecio (la mujer es un ser inferior, el sexo débil, un objeto
a) El hecho y el derecho. Lo que era un hecho, es decir, el de tentación); por otra, la exaltación o supervaloración (sea por la
sexo masculino de los Doce, se vivió como un derecho. Puede atri- maternidad, puesto que ella «salva a la mujer», sea por la virgi-
buirse esto al influjo de las costumbres judías o al de la sacralidad nidad). Y se comprende hasta qué punto María, virgen y madre,
de que hablamos al tratar de la presidencia. Sea lo que fuere, la pudo servir de modelo a esa exaltación.
historia de la Iglesia nos pone en presencia de una doble realidad
que se ha ido codificando poco a poco: por una parte, la formación c) Las agitaciones en la sociedad contemporánea. Sólo pode-
de una clase de ministros separados de los otros cristianos y, por mos señalar lo que todo el mundo sabe: una revisión del régimen
otra parte, la casi total atribución de los ministerios a los hombres, de vida de la mujer. Aunque las reivindicaciones toman a veces
puesto que incluso las diaconisas desaparecieron. un sesgo exagerado, no se puede ocultar la existencia de un pro-
blema. La mujer siente la necesidad o más bien el deseo de libe-
b) Las justificaciones y racionalizaciones teológicas o simbó-
rarse, es decir, de lograr que su sexo no sea ya un destino, sino
licas. Nos importan más las razones que van a apoyar sistemática
una diferencia significante con relación al hombre. Parece difícil
o intuitivamente esta «masculinización» del ministerio ordenado.
eludir estas cuestiones. Y no debe extrañarnos no hallarlas en la
Podrían darse dos:
Escritura, pues en realidad son más culturales que evangélicas.
En el terreno del poder algunos teólogos no comprenden cómo
unas mujeres podrían representar la autoridad de Cristo en la
Iglesia, puesto que Cristo era un hombre. Se piensa con esto que
para la Iglesia no podría estar representado Cristo por una persona 3. Los caminos abiertos
que no fuera del mismo sexo. Opinamos que este argumento tiene
A cuestiones abiertas, caminos abiertos. Múltiples ministerios
bastante fuerza hoy día aún, sobre todo cuando se lo asocia al
son realizados hoy por mujeres y reconocidos, si no instituidos (por
sacerdocio de Jesucristo, sumo sacerdote.
ejemplo, el de catequista). El problema más delicado se plantea
Por otra parte, el simbolismo humano y cristiano parece estar
respecto a los ministerios ordenados.
profundamente arraigado en las conciencias, incluso al nivel de lo
inconsciente. ¿Qué sería de los grandes arquetipos del simbolismo En este punto pesa tanto la tradición eclesial que algunos sólo
cristiano y bíblico: Cristo-esposo, la Iglesia-esposa, el sacerdote piensan en un status quo. Entre los que esperan que no se con-
símbolo de la paternidad de Dios..., si unas mujeres pudieran servará ese status quo son posibles dos actitudes, que pueden tam-
representar a Cristo ante la comunidad cristiana? bién conjugarse.
Algunos se preguntan si no se va a trastornar profundamente Opinan algunos que el único camino posible es el de la espera.
las conciencias cristianas al efectuar unos cambios tan radicales. Ante la incertidumbre actual y ante los problemas que amenazan
Otros responden que el Cristo representado ante la comunidad es a la sociedad misma no se ve cómo unas mujeres pueden ser can-
precisamente el que «pasó» a la no-diferenciación sexual, al Reino didatas a ministerios ordenados. Esta opinión la comparten hombres
donde no hay hombre ni mujer. En este último caso el ministerio y mujeres, pues es un problema que concierne a todos. Sobre todo
sería mucho menos una «representación» de Cristo, que un servi- ios partidarios de la espera creen que hoy no puede plantearse
cio de la comunidad y del evangelio en nombre del Resucitado. correctamente para las mujeres la cuestión de los ministerios orde-
De todas formas, es cierto que la situación de la mujer no sólo nados, en razón del peso de los modelos vigentes en la actualidad.
en la Iglesia, sino respecto al ministerio ha dado lugar a razona- ¿Aceptarían las mujeres ser sacerdotes? ¿Cómo se las llamaría?
mientos que se presentan como lo que puede llamarse una «solu- ¿Cuál sería su status y su modo de cooperación con los ministros
ción» al problema femenino. En efecto, según esos razonamientos masculinos? Estos momentos, en los que el ministerio presbiteral
no es el hombre sino la mujer la que debe asumir su propio sexo; sufre una grave crisis, no son los más a propósito para que las
debe asumir ese «destino» que pesa sobre ella, que es ser mujer. mujeres deseen desempeñarlo. La espera, sin embargo, no es una
Quizás se esté de acuerdo en atribuir a la tradición cristiana una actitud pasiva y estéril. Las mujeres podrían asumir ya cargos
especie de oscilación constante entre dos posturas extremas que, verdaderos y ejercer plenamente su responsabilidad de laicos (espe-
a pesar de serlo, se han sostenido a veces juntas: por una parte, cialmente a nivel de decisión).
*
470 Interrogantes actuales Participación de las mujeres en los ministerios 471

Otros, al contrario, emprenden el camino de la reivindicación. do, del mismo modo que éste, en su teología y en su práctica,
Algunas mujeres y no pocos hombres están de acuerdo en afirmar ha sufrido de rechazo la desaparición de un auténtico diaconado.
que las cosas no podrán avanzar más que haciendo propuestas en En lo que concierne a la teología del ministerio ordenado los tra-
la línea de un «reconocimiento». Pero es imposible intentarlo sin bajos de este libro han probado que el Nuevo Testamento obli-
referirse a modelos de investidura existentes. Deberá hacerse, si se gaba a interpretar de nuevo las nociones de «poder», «sacerdocio»
quiere que esos modelos cambien. Hay que preguntarse cómo ac- y «representación de Cristo», con las cuales se define el ministerio
tuará la referencia al Nuevo Testamento. A decir verdad, no pode- episcopal y presbiteral 5 . La investigación concerniente a los minis-
mos prejuzgarlo, pues eso dependerá sobre todo de las condiciones terios de las mujeres es solidaria de la que todos los ministerios
concretas en que se propongan y se realicen las reformas. La prác- están pidiendo en la Iglesia.
tica eclesial, aquí como en otras cosas, es un preludio necesario Finalmente, desde la misión de los Doce, la «representación»
para las realizaciones teológicas. de Cristo por sus ministros está asociada a la representación que
De todas maneras, aunque sea difícil prever el futuro, es lícito ellos tienen de la comunidad o del pueblo que hay que congregar.
pensar que la Iglesia no ha aprovechado aún todas las posibilida- Más aún, esta doble representación de los ministros no excluye,
des que ofrece la novedad del evangelio de Cristo resucitado. A lo sino que supone una representación de Cristo por la comunidad.
largo de esta obra ha evidenciado la reflexión partiendo del Nuevo La diferencia significante entre el hombre y la mujer no debe li-
Testamento la distancia cultural que nos separa de las iglesias garse de nuevo al simbolismo del esposo y la esposa aplicado a
primitivas. Estas, sin embargo, no eran uniformes. El entorno Cristo y la Iglesia, de tal manera que sólo un ser masculino podría
social helenístico favorecería la participación de las mujeres en los representar a Cristo. Igualmente extraño sería deducir de ese sim-
ministerios, en tanto que el judío la estorbaba. Unos caminos, bolismo que sólo una mujer podría representar a la Iglesia. Hay
abiertos al principio, se cerraron después. Hoy día la transforma- que distinguir también aquí la «representación» y los diversos títulos
ción cultural que afecta al Occidente no está acabada y alcanza para representar a Cristo y a la Iglesia: según Mateo, el último de
desigualmente a los diversos ambientes de la Iglesia. Puede pre- los discípulos representa a Cristo (cf. 10,40-42 y 25,40) 6 .
verse que se manifestará el condicionamiento histórico de una de- Por todas estas razones podemos contar con una renovación de
terminada antropología que retarda la evolución de la condición todas las formas de ministerios. Y entonces se abrirá un futuro
de la mujer en la iglesia. Debemos prepararnos para utilizar las para los ministerios de las mujeres. A la Iglesia le toca construir
posibilidades que se ofrecen para manifestar más auténticamente este futuro.
la igualdad fundamental del hombre y de la mujer desde el punto
de vista de la gracia y de la participación en la obra de Cristo HENRI DENIS-JEAN DELORME
resucitado en este mundo. Esta igualdad fundamental es efectiva-
mente una aportación esencial del Nuevo Testamento. No se debe
aminorar hablando en seguida de «complementariedad». Pues en
nombre de ésta se puede reforzar el peso del modelo masculino
respecto al cual desempeña la mujer el papel de un complemento.
Añadamos que, según el Nuevo Testamento, las competencias
para el ministerio son de tipos variados 4 . Una es la competencia
del ministerio ordenado, otra la de los diversos ministerios insti-
tuidos o instituibles sin ordenación; una la de los ministerios de
tipo profético, otra la de las aptitudes experimentadas y recono-
cidas en la vida de las comunidades. La valoración de esas múltiples
posibilidades debe modificar la figura actual del ministerio ordena- 5
Cf supra: J. Delorme, 288-291, 293-299; M. Vidal, 417-420, 421-424,
4
Cf. supra: J. Delorme, 304-317; B. Sesboüé, 382-385; M. Vidal, 421-422 449; B. Sesboüé, 384, 437-446; H. Denis, 436-437.
6
y 447-449. Cf. S. Légasse supra, 184-185; Jésus et l'Enfant (París 1969).
Epílogo 473

no se pudo definir sin referirse a la misión que Cristo le dio reve-


lando y explicando la suya. Pero ya en los documentos más anti-
guos que nos informan de las primeras comunidades cristianas
están éstas provistas de servicios ministeriales y patentizan relacio-
nes y papeles diversificados en la comunidad activa de la fe, la
esperanza y la caridad. Así se manifiestan al mismo tiempo la nece-
sidad del ministerio y una flexibilidad y creatividad asombrosas.
Esta creatividad no hay que atribuirla simplemente a los titu-
beos de toda institución social en sus comienzos. Al contrario,
EPILOGO indica en el plano sociológico la vitalidad profunda y durable de
un organismo que se define como el Cuerpo de Cristo animado
por el Espíritu Santo. Por lo demás, la clara determinación que
Al acabar este trabajo podemos hacer un balance francamente
después se hizo del ministerio episcopal y presbiteral no suprimió
positivo de la investigación que emprendimos. El mismo hecho
la variedad de las vocaciones y carismas. No hizo caduca la distin-
de dejar sin respuesta numerosos interrogantes actuales es un tanto
ción de los diversos tipos de competencias para participar en la
a su favor. Una teología o una práctica del ministerio que preten-
obra de Cristo resucitado. El ministerio ordenado no suprime la
diera expresarse hoy en términos estrictamente bíblicos originaría
posibilidad de ministerios constituidos conforme a unos contratos
confusión. Torcería inevitablemente los temas sacados de los textos
diferentes por su objeto y su duración. Y los ministerios ordenados
de la Escritura y, con un aparente retorno a los principios, disimu-
o instituidos sin ordenación no constituyen la única forma de reco-
laría su negativa a afrontar los temas de actualidad.
nocer las aptitudes para un auténtico servicio de la Iglesia que
Esclarecer las cuestiones significa respetar el considerable des-
han probado ya en la vida de las comunidades. Nunca han dejado
arrollo que posteriormente a la época del Nuevo Testamento tuvo
de surgir en la historia de la Iglesia y de ser necesarios a su vida
el ministerio en el reparto y la articulación de los servicios de la
y a su fidelidad ministerios de tipo profético, ni instituidos ni insti-
Iglesia. Los escritos del Nuevo Testamento ignoran aún la distin-
tuibles. La búsqueda actual de ministerios nuevos refleja frecuen-
ción clara entre episcopado y presbiterado. Esto no es el único
temente la emergencia de formas renovadas de ministerios profun-
modo de organización de las iglesias primitivas y la inteligencia
damente tradicionales, articulados ya entre sí en la práctica de las
del ministerio no se expresa según la categoría del sacerdocio.
iglesias primitivas. Sobre la base de una diversidad de competencias
Respecto a estos puntos importantes la institución y la teología
interdependientes bajo el mismo Señor el espíritu inventivo de los
ministeriales que se han hecho familiares en el catolicismo resultan
apóstoles y de las primeras comunidades cristianas no puede rele-
de una evolución cuyo sentido se manifiesta al estudiar los textos
garse al pasado ni declararse carente de porvenir. Si algún día se
que jalonan la ruta después del Nuevo Testamento. Por consi-
agotase, la Iglesia no podría ser plenamente el signo que sin cesar
guiente, hay que proseguir la investigación y el balance queda
está llamada a ser.
abierto.
La transformación cultural que nos afecta, la toma de concien- El conjunto del Nuevo Testamento enseña también que los
cia de nuestra historia y la amplitud y apremio de la responsabili- diversos títulos para colaborar en la acción de Cristo resucitado,
dad del evangelio que incumbe a la Iglesia le imponen la nece- lejos de excluir el concurso de la comunidad de los creyentes,
sidad de una interpretación global de sí misma, de su razón de deben favorecerlo y no pueden ejercerse sin él. Toda competencia
ser y de los órganos que el Señor le proporciona para la misión que ministerial presupone a la vez la misión apostólica original y la
le confía. Y esta reinterpretación es preciso que se base en el Nuevo competencia fundamental de la Iglesia para ser la «casa espiritual...
Testamento. la comunidad sacerdotal..., el pueblo que Dios se ha adquirido
El Nuevo Testamento sigue estando en el origen de toda com- para proclamar sus hazañas» (1 Pe 2,5.9). Esta competencia funda
prensión del ministerio. No sólo el ministerio apostólico y la Igle- en muchos textos del Nuevo Testamento un poder real de delibe-
sia nacieron juntos y ésta, después de desaparecer los apóstoles, ración y de decisión y la participación de la comunidad en actos
474 Epílogo Epílogo 475

de investidura ministerial. Esta estrecha correlación entre minis- importante de la «significación» del ministerio de Jesucristo. Hablar
terios y comunidades hace pensar que una renovación de aquellos de un sentido «trascendente» puede ser una manera de soslayar
es inseparable de un florecimiento de éstas, conscientes de nuevo las realidades concretas y las decisiones que se deben adoptar.
de la gracia divina que se les otorga y de las responsabilidades Significar es lo propio, al contrario de «significantes», que necesa-
insustituibles que les atañen. riamente pertenece al orden de lo sensible. La reforma litúrgica
La mayor parte de los textos del Nuevo Testamento concer- ha reaccionado oportunamente contra una práctica en la que el
nientes a los ministerios se hallan entre las exhortaciones destina- «significado» de los sacramentos, afirmado con palabras, ocultaba
das a diversas categorías de cristianos, o en el contexto de la cari- la rutina de gestos ya «sin sentido» para la mayoría de nuestros
dad activa que se pide a todos. Esto no se debe al azar. La noción contemporáneos. De este modo con frecuencia la divinidad de
de servicio permite definir el ministerio y caracterizar la vocación Cristo ha atenuado su humanidad, y «el sentido» recibido de la
cristiana sin abolir la diferencia de las competencias y de los caris- Biblia ha reemplazado su texto, desviando de la lectura atenta de
mas. Esta diferencia se esclarece a la luz del carisma fundamental sus escritos. De nada serviría proclamar el sentido del ministerio
de la vida eterna que Dios nos ha hecho en su Hijo (Rom 6,23). si se retardan las reformas necesarias para la manifestación de ese
La pluralidad de los dones favorece el reparto; concretiza la gracia sentido. Tampoco puede quedar en este punto el esfuerzo incom-
multiforme de Dios en obra de comunión entre hombres débiles pleto. El ministerio es una realidad de orden relacional en el sen-
y limitados. La comunión de los ministerios entre sí está al ser- tido de que las diversas competencias ministeriales no pueden ejer-
vicio de la de los bautizados y ésta se construye trabajando por cerse ni significar la acción de Jesucristo en el mundo más que
la de todos los hombres, a través de los conflictos de los particu- relacionando las unas con las otras y todas ellas con la vida y
larismos opuestos. De este modo tiende el Espíritu a dar figura la actividad de la comunidad de los santos. Si la Iglesia es el cuerpo
social al servicio haciendo reconocer en Jesús de Nazaret su figura de Cristo, lo es corporalmente, por todos sus miembros, cada cual
histórica para siempre perfecta. según su función. Un miembro puede suplir a otro, pero no a
cualquiera; la parálisis de algunos puede provenir de su inacción
Toda cuestión relativa al ministerio acaba por reducirse a una
forzada o de la superactividad desordenada de algunos otros. El
cuestión de autenticidad cristiana. Por eso no puede eludirse el
estado general del organismo concierne a todos y no le basta una
esfuerzo de reinterpretación que se nos pide. Todo se realiza dentro
medicación local.
del universo de sentido al que la Iglesia se refiere. La significación
del ministerio remite a la de la Iglesia y más radicalmente a la de La amplitud de exigencias que hoy le vienen a la Iglesia de su
la obra de Jesucristo. Las investigaciones sobre los ministerios misión podría atemorizarnos si no indicasen claramente, junto con
suscitados por la situación actual o adaptados a ella, son frecuen- la debilidad de sus medios, la grandeza del servicio que le está
temente síntomas de interrogantes fundamentales: ¿qué debemos confiado. «Por esto, investidos de este ministerio por misericordia,
creer y cuál es el modo de expresar la fe cristiana hoy día? La no desfallecemos... Llevamos este tesoro en vasos de barro para
crisis de identidad de muchos sacerdotes y la experiencia de nuevas que este poder extraordinario sea de Dios y no nuestro» (2 Cor
formas de compromiso ministerial o de inserción social se alian a 4,1.7). La experiencia que tuvo Pablo de sus limitaciones no dañó
una manera moderna de articular fe y desarrollo, fe y política, su fe, sino que excitó su espíritu emprendedor. Esa misma expe-
Iglesia y mundo. El problema que late en estas parejas de términos riencia es la que la Iglesia tiene ahora al verse impulsada más
es el de la realidad del evangelio en un mundo secularizado. No se que nunca a prestarse activamente y sin desfallecer a la «fuerza de
resolverá apelando a textos de la Escritura: necesita ésta ser re- aquel que resucitó al Señor Jesús» (4,14). El Nuevo Testamento,
leída en su totalidad escuchando al Espíritu. donde ve el pasado de sus orígenes, le indica el testimonio de una
gracia propia que desafía el desgaste que el tiempo trae consigo.
La interpretación que hace la Iglesia de sí misma y de sus Esta gracia se revela hoy a quien se dispone en el Espíritu a recibir
Escrituras no es una simple reflexión intelectual. Va asociada a su impulso.
un esfuerzo constante de reforma a la luz del evangelio. A las
cuestiones concernientes a las formas de ejercer los ministerios
o al estatuto de los ministros opone el examen considerado más
SIGLAS DE OBRAS, REVISTAS Y COLECCIONES SIGLAS DE LOS LIBROS BÍBLICOS

Gn Génesis Sal Salmos


Ex Éxodo Prov Proverbios
Lv Levítico Ecl Eclesiastés
Nm Números Cant Cantar de los Cantares
Bib «Bíblica» (Roma). Dt Deuteronomio Sab Sabiduría
BJ Bible de ]érusalem (París). Jos Josué Eclo Eclesiástico
Billerbeck H. L. Strack - P. Billerbeck, Kommentar zum Neuen Tes- Jue Jueces Is Isaías
tament aus Talmud und Midrasch (Munich). Rut Rut Jr Jeremías
BTB «Biblical Theology BuUetin» (Roma). 1 Sm I o Samuel Lam Lamentaciones
BTBib «BuUetin de Théologie biblique (Roma). 2 Sm 2o Samuel Bar Baruc
Bul. de Lit. eccl. «BuUetin de Littérature ecclésiastique» (Toulouse). 1 Re I o Reyes Ez Ezequiel
BZ «Biblische Zeitschríft» (Paderborn). 2 Re 2° Reyes Dn Daniel
CBQ «The Catholíc Biblical Quarterly» (Washington). 1 Cr 1° Crónicas Os Oseas
Denzinger-Sch Denzinger-Schonmetzer, Enchiridion Symbolorum, Defini- 2 Cr 2° Crónicas Jl Joel
tionum et Declarationum de rebus fidei et morum Esd Esdras Am Amos
(Friburgo de Brisgovia). Neh Nehemías Abd Abdías
DTC Dictionnaire de Théologie catholique (París). Tob Tobías Jon Jonás
Doc. Cath. «La Documentation catholique» (París). Jdt Judit Miq Miqueas
ETL «Ephemerides Theologicae Lovanienses» Est Ester Nah Nahúm
(Gembloux-Lovaina). 1 Mac 1" Macabeos Hab Habacuc
ETR «Études théologiques et religieuses» (MontpeUier). 2 Mac 2° Macabeos Sof Sofonías
Exp. T «The Expository Times» (Edimburgo). Job Job Ag Ageo
JBL «Journal of Biblical Literature» (Boston). Zac Zacarías
JTS «The Journal of Theological Studies» (Londres). Mal Malaquías
LThK Lexikon für Théologie und Kirche
(Friburgo de Brisgovia).
NRT «Nouvelle Revue Théologique» (Tournai-Lovaina). Mt Mateo 1 Tim I a Timoteo
NT Novum Testamentum (Leyden). Me Marcos 2 Tim 2a Timoteo
NTS «New Testament Studies» (Cambridge). Le Lucas Tit Tito
RB «Revue Biblique» (París-Jerusalén). Jn Juan Flm Filemón
RevSR «Revue des Sciences religieuses» (Estrasburgo). Hch Hechos Heb Hebreos
RGG Die Religión in Geschichte und Gegenwart (Tubinga). Rom Romanos Sant Santiago
1 Cor 1* Corintios 1 Pe I a Pedro
RHPR «Revue d'Histoire et de Philosophie religieuses» 2 Cor 2a Corintios 2 Pe 2' Pedro
(París-Estrasburgo). Gal Gálatas 1 Jn I a Juan
RSR «Recherches de Science religieuse» (París). Ef Efesios 2 Jn 2aa Juan
RTL «Revue Théologique de Louvain» (Lovaina). Flp Filipenses 3 Jn 3 Juan
RThPh «Revue de Théologie et de Philosophie» (Lausana). Col Colosenses Jds Judas
SC «Sources chrétiennes» (París). 1 Tes Iaa Tesalonicenses Ap Apocalipsis
SDB Supplément au Dictionnaire de la Bible (París). 2 Tes 2 Tesalonicenses
SupNT Supplément to Novum Testamentum (Leyden).
TOB Traduction oecuménique de la Bible (París).
Trier Th Z «Trierer Theologische Zeitschrift» (Tréveris).
TWNT Theologisches Wórterbuch zum Neuen Testament
(Stuttgart).
VD «Verbum Domini» (Roma).
ZKT «Zeitschrift für katholische Théologie» (Innsbruck).
ZNW «Zeitschrift für die neutestamentliche Wissenschaft»
(Giessen-Berlín).
ZTK «Zeitschrift für Théologie und Kirche» (Tubinga).
LIBROS N O BÍBLICOS

Adv Haer Ireneo, Adversas haereses


I Clem Clemente de Roma, Epístola a los corintios
Did Dldaché
Efes Ignacio de Antioquía, A los efesios
Hist. ecl. Eusebio de Cesárea, Historia eclesiástica
Magn Ignacio de Antioquía, A los magnesios
1 QH Himnos de la secta de Qumrán
1 QS Regla de la comunidad de Qumrán
Smirn Ignacio de Antioquía, A los esmirnenses
Spec. Leg. Filón de Alejandría, De specialibus legibus ÍNDICE ANALÍTICO
Vis Hermas, Visiones
Acción divina: 24, 4 3 , 8 1 , 84-85, 94, y unidad: 52, 199-201, 210, 250,
151, 169, 174, 209, 215, 218, 303 278
OTRAS ABREVIATURAS pasada y actual: 300-304 fundamento de la Iglesia: 76-77,
y cooperación humana: 29, 55, 57, 79, 250, 285, 302, 310, 349-
LXX Traducción griega del Antiguo Testamento, 81, 84-85, 139, 157, 299-300,
llamada de los Setenta 350, 370, 374, 430
303, 317, 318, 376 y las comunidades: 49-50, 95-96,
par. Textos paralelos de los evangelios cf. Espíritu Santo, Jesucristo
s Página o versículo siguiente 199, 201, 346
Algunos: cf. Todos apóstoles y otros títulos ministeria-
ss Páginas o versículos siguientes Ancianos: cf. Presbíteros
Tg Versión aramea del Antiguo Testamento. Targum les:
Apóstol:
TM Texto hebreo masorético del Antiguo Testamento y los Doce: 53-55, 78, 157-158,
usos del término: 53-54, 65, 208, 163, 169, 197-198, 208-209,
211, 267, 268, 269-270, 307-308, 218-219, 224-225, 239, 267-
376 268, 269-271, 307-308, 362,
Cristo apóstol: 118 426
delegado de una comunidad: 66, y Pablo: 208-211
68, 207-208 y los Siete: 202, 312-313
falsos apóstoles: 35, 4:3, 251, 256
y profetas: 76-80, 349-350
en los diversos escritos: 62, 63, 65,
y otros ministerios: 50, 274-275,
76-77, 157-158, 160, 163, 169,
192, 196-202, 228, 239, 250-251, 279, 301-302, 339
345, 363-364, 370, 377; cf. Pa- cf. Discípulos, Doce, Evangelio, Pa-
blo blo, Sucesión
apóstoles de Cristo: "Apdstolicidad: 91-92, 377, 390, 407-
y Cristo resucitado: 4 1 , 53, 59, 408, 425,427, 428-433
197-198, 209, 220-221, 268- Apostólico: cf. ApQstolkidad, Apóstol,
269 Ministerio, Sucesión
y la acción de Dios: 44, 300- Asamblea: 29-32, 49, 6 3 , 72, 97, 116,
301 ' 186; 187,'202, 215
gracia y aplicación del término: doméstica: 27, 37, 68, 73, 464
41-42, 43-44, 51-52, 59, 8 1 , Cultual: 138-140
94, 198, 294-295, 305, 308, cf. Comunidad, Iglesia local
345 Autoridad:
servidores: 42, 45-47, 64, 449 vocabulario: 293 n., 294-295
misión universal: 52, 54, 82, 158- de Cristo: 174, 193, 293-294, 418,
159, 269-270, 298 468
y evangelio: 4 1 , 44, 46, 48, 56, del Evangelio o de la palabra: 150,
82, 94, 95, 219, 270, 272, 301, 167, 171, 272-273, 279, 284, 295,
306, 309 309-310, 328, 329, 362, 376,
e Iglesia: 306-308, 318-319, 363- 391-692, 406, 420
364, 376-377 de los Doce: 166-167, 169
480 Índice analítico índice analítico 481

de los enviados de Cristo: 199, 200, Colecta: 26, 47, 68, 210, 212; cf. Ayu- llamamiento, elección: 161-162, 229, 212, 229-230, 236, 244; cf. Pala-
201, 294-295 da fraterna, Comunión, Servicio 237-238 bra, Predicación
de Pablo: 34-35, 49-50, 67, 210, Comunidad: 24-27, 37-38, 115-116, exigencias del evangelio: 160, 161, Episcopado: 383-384, 434, 436, 437;
295 179, 182-185, 194, 341 165-167, 182-185, 193, 460-462 cf. Epíscopos, Obispo
de los presbíteros: 107, 143, 358 responsable: 25-27, 3 1 , 67 su relación con Jesús: 162 Epíscopos: 24, 69, 106-107, 141, 214,
de otros personajes: 33, 103-104, poder de decisión: 26, 67, 187, 282 el amado: 241-243, 369 281, 296, 298, 342, 353, 358, 366,
207 delegados de la: 26, 66, 68, 207 y los creyentes: 162, 165, 170-171, 377, 408, 435
del epistolado: 426 y ministerios: 30-33, 9 1 , 116-117, 233, 238-240 episkopos: 69, 141, 214
en los escritos de Juan: 230, 234, 198, 209, 424-425 después de la partida de Jesús: 423- velar (episkopein): 116, 280, 298
236-237, 241 papel en el comienzo de los minis- 424% 430-431 Espíritu Santo: 28, 32, 38, 42-43, 44,
y servicio: 166, 189, 283, 293, 298- terios: 68, 70-71, 203, 209, 214, cf. Apóstol, Doce 62, 70, 74, 79, 84, 102, 103, 106,
299, 376 215-216, 312-317 Dispensadores (administradores): 57, 116, 118-119, 134, 136, 144, 198,
y amor: 33, 37 y reconocimiento: 313-317 81, 139; cf. Intendente, Servidores 200, 202, 204, 207-208, 209, 213,
y sumisión mutua: 33, 144 y eucaristía: 286-287 Diversidad: 28-29, 61-65, 74, 84-85, 214, 215, 218, 225, 230-231, 235,
y llamada: 418-422 111, 139, 382-385, 414; cf. Minis- 239, 240, 244, 302, 363-364, 377,
y misión: 372-373
terios, Nuevo Testamento, Unidad 390, 395, 397, 425
y libertad: 298, 420-422 y mediación: 425, 426
cf. Obediencia, Poder, Servicio, Ser- cf. Asamblea, Comunión, Iglesia lo- Doctores: 43, 62, 64, 65, 89, 188-189, Estructura, organización: 322, 323-324,
vidor cal, Todos 193, 215, 271, 272-273, 296, 309- 346, 347-348, 354, 366-367, 371,
310, 424 372-382
Ayuda fraterna: 112, 116, 117, 119, Comunión: 79, 285, 379, 409
202-203, 250, 280, 285, 381; cf. aplicación del término: 309-310 Eucaristía (cena del Señor): 26, 63,
entre los creyentes: 230, 235, 245
y apóstoles: 272, 273, 309-310 153-154, 163-164, 182, 210, 219,
Colecta, Comunión, Servicio en las iglesias: 26, 28, 32, 37-38,
y la acción divina: 302 227, 231-232, 226, 249, 285-287,
50, 52, 83, 145 379-380, 441, 443
Beneficencia: cf. Ayuda fraterna entre las iglesias: 26, 29, 44, 47, cf. Enseñanza
Bautismo: 48, 127-128, 227, 231, 236, Doce: 5 1 , 53-54, 77, 156-171, 175- Evangelio: 43-45, 46, 50, 55, 67, 82,
50, 55
240, 249, 286 176, 197-198, 202--203, 208-209, 89, 105-106, 134, 150, 248, 404
entre los ministros: 51-56, 70-71, anuncio (predicación) del: 42, 48-
209, 319, 374, 378 224-225, 237-238, 244, 251, 267-
Canon: cf. Nuevo Testamento 49, 59, 73, 94-95, 150-151, 158,
cf. Colecta, Comunidad, Unidad 268, 270, 359-362, 363-364, 366,
159, 160, 209, 217, 219
Carácter sacramental: 451-453 Continuidad: 96-97, 105, 170-171, 368-369, 374-375, 378, 383, 417-
acto cultural: 57-58
Carismas (dones): 28-29, 38, 42, 50, 303, 339, 355-356, 377; cf. Apos- 418, 426, 449 y tradición: 300, 304
59, 62, 64-65, 72, 84, 101-103, 139, tolicidad, Sucesión apostólica historia: 53-54, 156n., 168, 175, cf. Apóstol, Autoridad, Misión
188-191, 204, 207, 215-216, 243, Corrección fraterna: 3 1 , 52, 185; cf. 267-268, 417 Evangelista: 89, 105, 106, 202, 206,
279-280, 310-311, 315, 377 .'Hermanos, Pecadores y los discípulos: 155, 156-157, 161- '213, 298; cf. Evangelio
y ministerios establecidos: 64, 279- Cristo: cf. Jesucristo 168, 169-171, 175-176, 219, 237- Evangelización: 190, 191-193, 431-
280 Cuerpo de Cristo: 28-29, 42, 77, 83- 240, 268, 270, 368 433; cf. Evangelio
y la institución de los ministerios: 85, 89-90, 234, cf. Jesucristo misión: 157-160, 307-308, 360 Examen (prueba): 32, 35, 43-45, 66,
310-317 Culto: 27, 28, 57-58, 97, 100, 116, y misión de Jesús: 157-160, 169, 68, 69, 70-71, 110; cf. Discerni-
y sistema presbiteral: 280 118, 137, 138, 154, 181-182, 207 170-171 miento
e imposición de manos: 314-315, 232, 287, 424 y los creyentes: 160-161, 164, 165-
316 167, 170-171, 175-176, 238-240, Familia: 72, 73, 104-105, 107, 109,
reconocimiento: 315-317 Diaconisas: 33, 72, 111, 223, 467 360, 368, 418 112
y amor (ágape): 28-29, 85, 138- Diáconos: 24, 69, 109-111, 203, 2 8 1 , cf. Apóstoles, Discípulos
139 342, 353, 383, 408, 434, 435, 436- Gentiles: 44, 46-47, 52, 54-55, 78-80,
y autoridad: 4 2 1 4 2 2 437 Edificación (de la Iglesia): 27, 28, 29- 159, 192; cf. Misión. Unidad
y vocación: 448 Dirección: 199-200, 285, 311 30, 50, 70, 76-77, 83, 101, 106, Gracia: 41-43, 52, 80-82, 84-85, 94
cf. Discernimiento, Investidura, Re- colegial: 142 137, 250; cf. Cuerpo de Cristo Guías (dirigentes): 118-122, 130, 355-
conocimiento cf. Autoridad, Primacía, Presidencia Elección: 357; cf. Hegoumenos
Catcquesis: 49, 132, 161-163, 282- Discernimiento: 27, 32, 45, 97, 204- por Jesús: 198, 219, 229, 237-238
284; cf. Palabra, Enseñanza 205, 309, 311; cf. Examen, Reco- por la comunidad: 70, 198, 202, Hegoumenos: 235n., 275, 280, 297;
Celibato (y ministerio): 72, 107, 457- nocimiento 213, 313-315 cf. Guías
460, 461, 463, 465-466; cf. Matri- Disciplina penitencial: cf. Pecadores cf. Vocación Hermanos: 31n., 36-37, 53, 67, 105,
monio Discípulos de Jesús: 118, 156-157, Enseñanza: 31, 4 8 4 9 , 64, 65, 95-96, 113, 116, 145, 183-184, 187
Cefas: cf. Pedro 161-168, 175, 181, 219-221, 237- 103-104, 105, 108, 116, 120, 140, débiles: 28, 30, 185
Cena del Señor: cf. Eucaristía 240, 368 181, 188-189, 193, 199, 207, 209, iguales: 189, 194
482 índice analítico Índice analítico 483
Hospitalidad: 27, 73, 139, 463-464; Llamada: cf. Discípulos, Elección, Vo- 466-471; cf. Diaconisas, Diáconos, 198, 201, 202, 203, 206, 209, 215,
Asamblea, Iglesia local cación Viudas 216, 217-218, 235-236, 254, 284,
301, 355-356, 378-379, 409, 414
Iglesia: 24, 47, 59-60, 75-76, 81-82, Matrimonio (y ministerio): 72-73, 107, Nuevo Testamento: Pastor: 89, 213, 234, 240-241, 244,
90-91, 101, 106, 135-137, 174, 176- 109-110, 457-466 canon: 329, 337, 393m., 406 273, 358, 369, 379
177, 178-179, 187, 227-228, 233, Mediación (cooperación): diversidad y unidad de los ministe- imagen del: 141-142, 214, 234, 285,
234, 235; cf. Apostolicidad, Comu- ministerial: 4 1 , 422-425 rios según el N T : 264-266, 317- 298
nidad, Mediación, Misión, Ministe- de la Iglesia: 424-425, 426 320, 371-381, 398-402 Cristo: 120, 164
íialidad, Nuevo Testamento, Unidad cf. Ministerialidad autoridad: 328-330, 390-392 Pecado:
Iglesia local: 24, 25-27, 30-33, 49, 63, Mesa común: 27, 52-53 lugar privilegiado de los Evangelios: confesión y perdón: 146, 227, 240;
<S7-69, 177, 186, 187, 206-207, 212- Ministerialidad: 392 cf. Pecadores, Reconciliación
214, 464 del N T : 337, 378-379 ministerialidad: 337, 379, 395-398 Pecadores: 185
casa de Dios: 101, 108 de la Iglesia: 346, 357, 372, 404, su función en la Iglesia: 327-330, excomunión y admisión: 25-26, 50,
y responsables locales: 25, 26, 30- 412 387-395 67, 104, 186-187, 287; cf. Peca-
33, 63, 67-70, 73, 74, 107, 109, cf. Nuevo Testamento, Servicio, To- coherencia del N T sobre los minis- do, Reconciliación
113 dos terios: 317-320, 371-381, 411- Pedro: 43, 51-52, 53, 54, 132, 145,
cf. Asamblea, Comunidad, Todos Ministerio: 413 176-177, 200, 201, 221, 227, 240-
Imitación de Cristo: 36, 44-45, 49, terminología: 29, 57n., 266, 267, 241, 242-243, 251, 276, 278, 295,
99-100, 142, 143, 165-167, 171, 288-289 Obediencia: 295, cf. Autoridad 298, 345, 360-361, 363, 368-369,
235-236 diversidad: 28-29, 30-33, 59, 61-65, Obispo: 235, 236-237, 383, 440-442 374-375,^383
Imposición de manos: 71, 102, 116, 85-86, 89-90, 111, 275, 283, 288, Ofrenda: 100; cf. Sacrificio y el discípulo amado: 241-243
199-200, 202, 207, 210, 286, 310, 299-300, 302-304, 319-320 Once: 197, 220-221; cf. Doce
Poderes: 171, 298, 449, 471
314-315, 316, 352, 354, 365, 381, control mutuo: 71 Oración, plegaria: 63, 98, 102, 104,
exousia: 30, 34, 49, 50, 160, 167,
429; cf. Investidura, Ordenación en los Evangelios: 154-156, 218, 116, 138, 154, 181, 199, 287; cf.
Culto 294-295, 298n., 346; cf. Autori-
Institución: 25n., 64a., 71, 96-97, 109, 221-225, 227, 236, 238-240 dad
204, 215, 2l6n., 325, 472; cf. In- "establecidos" ycarismas: 279-280 Ordenación: 102, 109, 315, 446-453;
cf. Imposición de marros, Investidu- Predicación: 48, 50, 63, 67, 95-96,
vestidura, Ordenación, Organización dones de Cristo: 85-86 103, 110, 199; cf. Evangelio, Pala-
Intendente: 219, 291; cf. Dispensado- y comunidad: 24, 30-32, 88, 116, ra, Ministerios
Organización (de la Iglesia): 25n., 26, bra
res, ^Servidores 117 Presbiterado: 434, 436-437; cf. Pres-
74, 96-97, 140, 193, 227, 233, 240,
Investidura: 101, 207, 304, 305-315, acción divina: 299-304 bíteros, Sacerdotes
245, 312, 324-325, 348, 358-359,
343, 352, 381, 408; cf. Imposición títulos para el — : 304-317 Presbíteros: 102, 104, 106-109, 140-
362, 367, 368, 382
de manos, Institución, Ordenación principal: 340, 373-374 144, 145-146, 205-206, 212-224,
apostólico: 377-381, 405, 406-413, 236, 256, 257, 274, 280-281, 296-
Jesucristo: 455 Pablo:
apóstol: 41-43, 80-82, 94-95, 269, 297, 298, 314-315, 352, 357-358,
y la Iglesia: 135, 144, 174-175, ordenado: 402, 412, 446-452, 456 364-365, 408, 435, 438, 440-443
193, 232-234, 248, 349, 375, 377, cf. Comunidad, Nuevo Testamento, 344.345, 365, 419-420, 422
apóstol de los gentiles: 47, 54, 80- carácter colegial: 142, 146
392, 394 Servicio, Todos, Unidad cf. Autoridad, Epíscopos
cabeza: 77, 85, 90 Misión: 52, 54, 55, 63, 66, 61, 72, 82
contestado: 43 Presidencia: 31, 107, 187, 281, 285,
fuente de dones: 85-86 78, 94, 95, 110, 145, 158-160, 190, 297, 298, 353, 379, 453-457
y los apóstoles: 36, 41-42, 53, 59, 192-193, 198, 207, 208, 209, 239, y el evangelio: 44, 46, 48-49, 59
y Pedro: 51-53, 55 y "tener cuidado": 297-298
79, 160, 209, 218-221 375 cf. Autoridad, Dirección, Primacía,
y las "columnas" de la Iglesia: 43,
y los ministerios: 169, 215, 221- universal: 78, 79, 153, 159, 164, Pastor
223, 301-302, 376, 377, 380, 440, 248, 276, 277 51
y los Doce: 54 Primacía: 165, 166, 186, 189, 283;
442 agrupamiento: 288 cf. Dirección, Presidencia
y los apóstoles: 208-211
servidor: 45, 166-167, 184, 217- práctica misional: 190, 192, 199, Profetas: 30, 32, 43, 62, 65, 7 1 , 76-
y sus colaboradores: 33-34, 36-37,
218, 235-236 200-201, 203, 206-207, 208, 212, 48, 55-56, 65-67, 97-98, 101-113, 80, 139, 189-191, 204, 205, 207,
y todos los creyentes: 196, 197, 227, 216, 236, 275-277 211-212 213, 218, 251-254, 271-272, 296,
234-235 diversidad de los misioneros: 159- y las comunidades: 25, 30, 32, 34- 308-309, 349, 361, 370, 384-385
cf. Autoridad, Cuerpo de Cristo, 160, 276 37, 38, 49-50, 210, 213 y apóstoles: 271, 272, 308-309
Imitación, Misión responsabilidad de todos: 158-159, como padre: 35-37 y doctores: 207, 271-273, 310
277 Paganos: 76, 158n., 192; cf. Gentiles fundamento de la Iglesia: 76-79
Libertad: cf. Autoridad Mujeres: 27, 33, 36, 71-72, 73, 111, Palabra (servicio de la): 30, 48, 59, y1 la acción divina presente: 302
Lucha: 57, 99; cf. Trabajo apostólico 112-113, 137, 167-168, 222, 463, 65, 89, 9 1 , 108, 116, 119, 120, 140, Protocatolicismo: 179, 197, 216n.
484 Índice analítico

Reconciliación: 45, 46, 59, 427; cf. Testigos: 162, 163, 167-168, 169-170,
Pecado, Pecadores 198, 199, 202, 208-209, 219, 223,
Reconocimiento (de los dones y de los 253, 284
ministerios): 67-68, 70, 204, 272, Testimonio: 396-397, 398, 414-415
306, 308-309, 311, 313, 314, 315- Todos:
316, 318-319, 386, 408; cf. Discer- responsables: 25-27, 34, 83-85, 159-
nimiento 160
Remuneración: 73, 108, 110 , papel activo: 28, 29, 30, 38, 83-85,
Representación: 423, 471 88, 111-113, 116, 130, 277, 282,
Revelación: 4 1 , 43, 78-79, 80-82. 341-342, 353
misión de "algunos": 30-32, 38, 86-
Sacerdocio: 424, 347-446 88, 9 1 , 113, 130-131, 278-283,
de Israel: 126 287-288, 296-298, 342, 345, 346,
de Cristo sumo sacerdote: 117, 123, 351, 353-354, 356-357, 360, 362,
124, 125, 131, 240n., 247 373-374, 375
comunitario: 117-118, 134-138, 247 y los discípulos de Jesús: 161-162,
y ministerio: 125-126, 238, 240n., 164, 165, 170-171, 233, 238-240
289 y los Doce: 166-167, 168, 170
cf. Culto, Sacrificio dependencia mutua: 3 1 , 38, 144
Sacerdote: 57, 383, 437-446; cf. Pres- servidores: 166, 167, 291-292, 346,
biterado, Presbíteros, Sacerdocio
357
Sacramentos: 227, 231-233, 285-287
cf. Comunidad
y comunicación fraterna: 286-287
Sacrificio: 58, 137-138, 236 Trabajo:
Servicio: apostólico: 33-34, 56-57; cf. Lucha
uso del término: 290-292 de los ministros: 73-74
diakonia: 42, 45, 87, 88, 93n., 117, Tradición: 119, 198, 214, 300, 302,
139-140, 196n., 202, 207, 250, 304, 327-328, 379, 426; cf. Aposto-
453n. licidad
de esclavitud: 291, 292
sagrado: 58, 439 Unción de enfermos: 145-147
público (leitourgia): 58 Unidad:
mutuo: 28, 235, 236, 244 de la Iglesia: 47, 83, 85, 88, 89-90,
y ministerio: 28-29, 290, 291, 317- 229-230, 233-234, 249, 285, 287-
318 288, 333, 414, 427
de Dios y de los hombres: 43-47, servicio de la unidad: 89, 121, 199-
59, 292, 299-300 200, 210-211, 215, 383, 414
del mundo: 9 1 , 116-117, 373, 404, entre las iglesias: 278, 320
414-415 de los ministerios: 317-318, 371-
Cf. Comunidad, Ministerio, Palabra, 382, 404, 405-413
Servidor, Unidad de los hombres: 45, 46-47, 427
Servidor: cf. Comunión, Diversidad, Nuevo
diakonos: 24, 33, 42, 45, 55, 64, Testamento
66, 68, 69, 72, 93n., 105, 167,
196, 203, 212, 213, 290-292 Viudas: 104, 111-112
hyperetes: 225 Vocación:
siervo (doulos): 42, 45, 167, 236 de los discípulos: 157, 161-162
de Dios o de Cristo: 57, 58, 291 de los apóstoles: 305
Jesús: 166, 184, 217-218 de Pablo: 4 1 , 42, 4 3 , 47, 80, 94-
Sucesión apostólica: 39, 90, 170, 196n., 95, 209
225, 241, 278, 283, 301, 310, 319, de la Iglesia: 83
338-339, 359, 362, 377, 426, 428- en la Iglesia: 85, 447-448
433; cf. Apostolicidad, Continuidad cf. Elección.

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