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Este documento analiza los métodos y conceptos propuestos por Roscher y Knies, representantes de la escuela histórica de economía alemana del siglo XIX. Weber critica que el método histórico de Roscher, que busca reproducir intuitivamente la realidad económica, presenta inconsistencias lógicas entre su metodología y su concepción del desarrollo histórico. Asimismo, señala que Knies comete el error de no distinguir claramente entre acción libre e irracional de los individuos y determinación por condiciones naturales
Este documento analiza los métodos y conceptos propuestos por Roscher y Knies, representantes de la escuela histórica de economía alemana del siglo XIX. Weber critica que el método histórico de Roscher, que busca reproducir intuitivamente la realidad económica, presenta inconsistencias lógicas entre su metodología y su concepción del desarrollo histórico. Asimismo, señala que Knies comete el error de no distinguir claramente entre acción libre e irracional de los individuos y determinación por condiciones naturales
Este documento analiza los métodos y conceptos propuestos por Roscher y Knies, representantes de la escuela histórica de economía alemana del siglo XIX. Weber critica que el método histórico de Roscher, que busca reproducir intuitivamente la realidad económica, presenta inconsistencias lógicas entre su metodología y su concepción del desarrollo histórico. Asimismo, señala que Knies comete el error de no distinguir claramente entre acción libre e irracional de los individuos y determinación por condiciones naturales
Weber, Max. (1992). El problema de la irracionalidad en las ciencias sociales. Madrid: Tecnos.
“Roscher y Knies y los problemas lógicos de la escuela histórica de economía”. [1903] (pp. 3-173).
I. El “método histórico” de Roscher
• La clasificación de las ciencias de Roscher. Roscher distingue dos tipos de tratamiento
científico de la realidad: el filosófico que tiene como fin la comprensión conceptual a través de la abstracción generalizante y eliminadora de los “hechos puramente accidentales” de la realidad; el otro, el histórico que tiene por fin la reproducción descriptiva de la realidad en toda su amplitud. Esto nos lleva a la distinción entre “ciencias de leyes” y “ciencias de la realidad”. • Roscher llama “histórico” a su método y se propone la tarea de reproducir intuitivamente la plena realidad de la vida económica, del mismo modo que la ciencia de la historia y con sus mismos métodos, en contraste con las aspiraciones de la escuela clásica de economía que se proponía buscar el operar regular y conforme a leyes dentro de la multiplicidad de acontecimientos. • Para Roscher, el objetivo último de la ciencia económica debería consistir en la formulación de un sistema de conceptos de género y de leyes, compuesto casi exclusivamente por conceptos abstractos. Esto que puede parecer discordante con su método, se apoya en que su crítica a la teoría clásica consiste en dos ítems: (1) la deducción de normas prácticas con valor absoluto a partir de premisas conceptuales abstractas y (2) contra el principio según el cual la ciencia económica selecciona la materia que es objeto de sus investigaciones. • Roscher no duda de que el conocimiento económico deba ser articulado como un sistema de leyes. Frente a esto surge la pregunta relativa a cuál es la relación entre ley y realidad. La respuesta a esta pregunta está el concepto de pueblo, entendido como magnitud individual que experimenta el desarrollo gradual de la economía, del a forma del Estado y del derecho como parte del propio proceso vital, en analogía con el desarrollo de la vida del hombre. La confrontación entre los pueblos de las naciones permiten al investigar extraer paralelismos que pueden ser elevados al rango de leyes naturales. • Sobre esto, hay dos posibilidades: (1) la selección de aquello que es conforme a su género y su ordenación dentro de fórmulas abstractas válidas generalmente; (2) la selección de aquello que es individualmente significativo y su disposición dentro de conexiones universales, pero de carácter singular. Existe también una tercera posibilidad que es la filosofófico-hegeliana. En este caso, se supera la brecha entre norma y realidad recurriendo a conceptoes generales que comprenden e implican las cosas y procesos concretos como episodios reales del propio devenir. • El método de los filósofos eleva una “causa” desde la cual se sigue el resto. Roscher, sin embargo, rechaza este método y coloca la historia junto a las ciencias de la naturaleza, sobre el terreno de la experiencia. Señala que lo que las diferencia es la materia, y no las propiedades lógicas del tipo de conocimiento al que aspiran. • El concepto de desarrollo de Roscher y la irracionalidad de la realidad. Aquí Weber se ocupa de la postura de Roscher cuando afronta el problema de las leyes históricas del desarrollo. Al tratar a los pueblos como un conjunto compuesto por miembros de un mismo género presupone que el desarrollo de cualquier pueblo puede concebirse como un típico ciclo cerrado, al modo de un organismo particular. El desarrollo, en este caso, está concebido como la sucesión de una serie de estadios que se repiten a lo largo de todos los pueblos y culturas. Por irracionalidad de la realidad, Roscher se refiere a este hiato que existe entre la realidad y las normas. • El principal problema está dado en cómo establecer una relación sólida entre este esquema de desarrollo, biológicamente fundamentado, y la investigación empírica que considera hechos individuales y construye paralelismos. Según Weber, aquí hay dos posibilidades lógicas coherentes: o bien se concibe el proceso global como la resultante de una serie de procesos individuales o bien, se considera que los procesos individuales son la emanación de una idea. Roscher no adhiere a ninguno de los dos. Weber concluye que hay una incoherencia entre su metodología y su concepción sobre el desarrollo histórico. • La psicología de Roscher y su relación con la teoría clásica. Para Roscher, el hombre está dominado invariablemente por el impulso hacia los bienes de este mundo y a la vez, por el instinto fundamental del amor de Dios. Sin embargo, Roscher no puede demostrar que en ciertos momentos no haya nada que indique una deformación del interés económico por parte de otros instintos. En este sentido, termina por aceptar sin reservas todo el aparato de leyes y conceptos construido sobre el principio del interés personal de la economía clásica. • Límites del conocimiento discursivo y la causalidad metafísica de los organismo según Roscher. En el ámbito del devenir social, todo efecto es a su vez una causa. Toda explicación causal es circular y del círculo no se puede salir más que asumiendo una concepción orgánica de la vida en el cosmos entero. • El límite de principio del conocimiento económico no es el “hiatus irrationalis” entre la realidad individual y los conceptos generales, sino la unicidad orgánica de las conexiones histórico-sociales. • Esto no implica la prescindencia de toda dependencia causal, sino que para Roscher existe un nexo causal metafísico de orden más elevado que nuestro conocimiento puede alcanzar solo ocasionalmente. • Roscher y el problema de las normas y los ideales prácticos. Roscher no llega nunca a admitir que los juicios de valor que sirven de fundamento a las máximas de la política económica tienen un significado puramente subjetivo. Para él, incluso, existen fundamentos objetivos para identificar las normas que informan la economía en cada estadio desarrollo particular que señalan, a su vez, un “estado normal de salud” de cada época. • Al recapitular, Weber señala que el “el ‘método histórico’ de Roscher, desde un punto de vista puramente lógico, presenta una construcción llena de contradicciones” (p. 50).
II. Knies y el problema de la irracionalidad.
• “Libertad de la voluntad” y “condicionamiento natural” según Knies en relación a las
teorías modernas. Knies pone junto a los dos grupos de ciencias ya distinguidos por Helmholtz (ciencias naturales y espirituales) un tercer grupo: las ciencias de la historia. Su discusión parte del supuesto de que la división del trabajo científico corresponde a la partición del material fáctico dado objetivamente y que este material prescribe a cada ciencia su propio método. Puesto que la ciencia económica trabaja con condiciones que, por un lado, están dadas naturalmente y, por otro, están históricamente determinadas, se hace determinante ocuparse de la “libertad de la voluntad” y de los “elementos necesarios”. Nos encontramos así con la distinción entre acción libre -y por tanto, irracional e individual- de los hombres y determinación legal por las condiciones de la acción dadas naturalmente. • Este error – así lo considera Weber-, atisba aún hoy en la metodología histórica y sobre todo en el modo en que el problema de la libertad aparece en las discusiones metodológicas de las ciencias especializadas y se trata “de un problema cien veces ‘resuelto’ pero que vuelve a aparecer con formas siempre nuevas” (p. 56). • Las ciencias que toman por objeto la acción humana están, según Knies, íntimamente vinculadas entre ellas. • El significado de la “personalidad” para la historia puede significar (1) el interés específico por un conocimiento lo más amplio posible del contenido espiritual de la vida de individuos históricamente importantes y únicos, en tanto provisto de valor intrínseco; (2) la atribución de importancia a la acción concretamente condicionada de personas individuales determinadas en cuanto momento “causal” en un contexto histórico concreto. • Siguiendo con lo de la presonalidad, al tratarse del problema de la irracionalidad no se realiza ninguna distinción de principio entre las acciones de un individuo y la de muchos individuos. Por ello, Weber aclara que cuando se hable de acción humana se va a hacer referencia no solo a la conducta de los individuos, sino también a los movimientos de masas. • La categoría de “síntesis creativa” de Wundt. En primer lugar, señala que hay que tener mucho cuidado de encontrar en el concepto de “creatividad” cualquier otra cosa que no sea un reflejo de la valoración que le damos a los momentos causales y a los efectos finales que les imputamos. Es erróneo sostener que aquello que puede ser comprendido con la expresión carácter “creativo” de la acción humana esté relacionado con diferencias objetivas en la naturaleza y en el significado de las relaciones causales. Como momento causal, las propiedades particulares y la acción de una personalidad no intervienen objetivamente de forma más “creativa” que lo puedan hacer los momentos causales “impersonales”. • El concepto de creatividad, entonces, no es un mero concepto empírico sino que, por el contrario, está ligado a ideas de valor a través de los cuales observamos los cambios cualitativos de la realidad. Así, la reflexión conducida en torno a esta relación de valor se convierte en el fundamento decisivo de nuestro interés histórico. • La imputación de “creatividad” a una acción humana está dada porque en el curso causal es susceptible de variar en su significado y de crear nuevas relaciones de valor que antes no existían. • Sin embargo, sobre esta base no puede darse ninguna relación necesaria entre dimensión y naturaleza del “valor intrínseco” del hombre que actúa creativamente y de su comportamiento, por un lado; y por otro, del valor intrínseco de las consecuencias que le pueden ser imputadas. En este sentido, no hay relación necesaria entre el valor intrínseco de la acción y las consecuencias que produce, y el punto de vista valorativo puede alumbrar una u otra. • Es por la variación histórica de los significados que la labor histórica de las ciencias de la cultura está en antítesis extrema con todas las disciplinas que operan con relaciones causales: la desigualdad causal, en cuanto desigualdad de valor, es la categoría decisiva para las ciencias de la cultura. • Weber, ahora, se propone afrontar la “teoría psicológica” de Wundt. Para él, el principio de síntesis creativa está fundado sobre la causalidad y se expresa en los juicios de valor. Sin embargo, Weber señala que esto es al revés: el singificado histórico de un fenómeno no deriva de su condicionamiento causal. El sentido que se le atribuye a los fenómenos - esto es, la referencia a valor- no deriva de los elementos, sino que es el investigador el que relaciona los fenómenos psíquicos con valores y constituye así la síntesis creativa. • El siguiente punto con el que avanza es con la “compensación” que recibe la humanidad cuando muere una personalidad que creo una fuerte energía psíquica. Aquí lo que hay, dice Weber, es una construcción histórico-filosófica que postula a priori un “progreso” de la humanidad y se recubre después con los ropajes de una consideración psicológica “objetiva”. • Weber señala la diferencia entre valor práctico y valor cognoscitivo. La validez cognoscitiva no puede ser resuelta mediante consideraciones lógicas. El valor, entonces, no es susceptible de acceso empírico. Esto, por ejemplo, llevado al valor de la ciencia: el mismo no puede fundarse sobre la ciencia misma: el valor de la ciencia presupone precisamente el valor del interés al que quiere servir, que es, de este modo, un a priori. • No existe un puente que desde el análisis puramente empírico de la realidad efectuado con los instrumentos de la explicación causal conduzca a la confirmación o a la refutación de la validez de cualquier juicio de valor, y el concepto de síntesis creativa y la ley del constante incremento de la energía psíquica de Wundt contienen juicios de valor de la más pura cepa. • La idea de que de las cadenas empírico-causales aflora un carácter inteligible a través de acciones éticamente conformes a las normas, puede ligarse y extenderse muy fácilmente a la visión según la cual todo lo que es conforme a normas conecta el mundo de las cosas en sí con la realidad empírica. • El “psicologismo” carece de todo sentido y es, para la libre actividad de las ciencias empíricas, tan peligroso como un naturalismo fundado sobre la mecánica o la biología, o un historicismo fundado sobre la historia de la cultura. El concepto de “creatividad” solo puede entrar en juego cuando comenzamos a poner en relación las componentes individuales de aquellos cambios, en sí indiferentes, con los valores. “No es posible derivar un específico ‘significado creativo’ de la ‘personalidad’ o de la acción humana partiendo de un rasgo objetivo, libre de juicios de valor, por su eficacia causal. Este era el único punto – evidente de por sí- que aquí queríamos hacer explícito. • Irracionalidad de la acción concreta e irracionalidad del concreto devenir natural. Weber retoma el concepto de “irracionalidad” de Knies, que tiene el sentido de la incalculabilidad, y señala que a primera vista, en la realidad experimentada, no existe signo de semejante específica incalculabilidad de la conducta humana. Al menos, que no es posible hablar sin restricciones de un plus “objetivo” de irracionalidad inherente a la acción humana independientemente de nuestros puntos de vista valorativos. • Las posibilidades de regresión causal se articulan de modo complejo e individual. • La “categoría” de “interpretación” (Deutung). En el análisis del comportamiento humano, podemos concebirlo como posible en el sentido de hacerlo coherente con nuestro saber nomológico; pero también podemos comprenderlo, esto es, reconstruir un motivo o un complejo de motivos concretos reproducibles en la experiencia interior y a partir de ello imputarlo con grados de precisión diversos según el material de que dispongamos. En otras palabras, puesto que se le puede dar una interpretación dotada de sentido, la acción individual es, en principio, específicamente menos irracional que los procesos naturales individuales. • En la esfera de lo interpretable, un concreto proceso individual vale para nosotros no solo como nomológicamente posible sino también como “teleológicamente” racional. Esto último, en el sentido de que encontramos una causa adecuada. Así, alcanza un plus de calculabilidad respecto a los procesos naturales no interpretables. • Por el contrario, cunado la interpretabilidad disminuye, solemos negar a quien actúa la libertad de su voluntad. En otras palabras, vemos que la libertad de la acción y la irracionalidad del devenir histórico, si es que entre ambas existe alguna relación general, no están en una relación de recíproca determinación. • La interpretación no está acabada con una simple relación como una regla del devenir observada solo empíricamente, por muy rigurosa que esta sea. Tenemos necesidad de una interpretación del sentido de la acción. Sin esto, no vamos a estar en condiciones de poder comprender el porqué de la acción y no se conseguirá satisfacer los criterios a los que hace referencia la cualidad del conocimiento que nosotros esperamos de la historia y de las ciencias del espíritu que están, en este aspecto, ligadas a ella.
Discusiones teórico-cognoscitivas de estas “categorías”
1. El concepto de ciencias “subjetivantes” de Munsterberg.
La incongruencia entre las metas cognoscitivas formales de la investigación
interpretativa y las construcciones conceptuales de las ciencias de las leyes ha llevado a afirmar que la historia y las ciencias “subjetivantes” tienen como objeto un ser que es totalmente diferente del objeto de las ciencias que se proponen construir hipótesis mediante la inducción y verificarlas refiriéndose a los hechos de la experiencia objetivante. Las ciencias subjetivantes encontrarían expresión en la “interpretación”. Las tesis fundamentales de esta teoría se encuentran en los Conceptos fundamentales de Psicología de Munsterberg. Weber aquí propone tomar posición respecto a aquellas afirmaciones que se refieren al problema de la causalidad en la esfera de la acción humana. Respecto al pensamiento de Munsterberg, Weber lo resume así: el Yo de la vida real, tal como lo experimentamos, no puede ser objeto de una investigación analítica que opere con conceptos, leyes y explicaciones causales puesto que no puede ser captado al modo en que lo es nuestro entorno. El yo no sólo contempla sino que también valora. Solo cuando se piensa el mundo independientemente del Yo se vuelve perceptible de manera pura: aquí, el mundo deviene un complejo de hechos percibidos mediante la categoría de causalidad. En todo caso, señala Weber, la experiencia que producen las ciencias objetivante a es posible solo si se separa la realidad de la actualidad de la experiencia inmediata real, que es un producto de la abstracción. El yo, en cambio, encarna la irracionalidad y el mundo de la libertad y que no puede ser explorado con los medios del conocimiento objetivante, sino con los del conocimiento subjetivantes: la simpatía y la comprensión. Entre una y otra no existen vínculos, por lo que no se puede pasar sin más de un proceso a otro. La consecuencia, entonces, es la exclusión de la categoría de causalidad al conocimiento subjetivante en general. El acto voluntario del cual se encarga el conocimiento subjetivante tiene, para Munsterberg, además de propiedades experimentables, aspectos internos comprensibles y deben ser separados para su análisis. Weber, sin embargo, no encuentra material apto para realizar esta descomposición además de que señala de que el conocimiento objetivante y el subjetivante pueden auxiliarse mutuamente. El problema es que Munsterberg reconoce esto solo de modo excepcional y habría que determinar caso por caso si los conocimientos realizados por otras ciencias pueden ser tomados como relevantes, lo cual es insostenible. La historia, señala Weber, no se ocupa de los procesos internos provocados en el hombre por ciertos estímulos, sino de la relación del hombre con el mundo, en sus condiciones eternas y en sus consecuencias. Respecto a qué resulta relevante conocer,, aquello que detenta interés histórico es aquello que es re conducido a va llores culturales que guían nuestras consideraciones. No es que haya materias a priori que presentan interés histórico. Todo esto se empantana más cuando Munsterberg señalaba que es posible interpretar sin valorar y que habría procedimientos científicos interpretativos que forman parte de las disciplinas objetivantes en tanto no valoran. Allí, Munsterberg identifica el “comprender”, el “identificarse”, el “apreciar” y el “simpatizar” de las ciencias subjetivantes con e pensamiento teleológico. ¿Qué es el pensamiento teleológico? (1) Interpretación de determinados procesos a partir de sus fines. Aquí no se limita a la vida espiritual sino también a las ciencias que se ocupan de organismos. (2) las categorías de “fin” y “medio” sobre las que se funda el saber nomológico. No es posible ningún concepto teleológico sin reglas causales. (3) Distribución del material empírico mediante relaciones de valor y la construcción teleológica de los conceptos. Respecto al empleo que las disciplinas históricas del pensamiento teleológico hacen de las disciplinas normativas, Weber utiliza el caso de la dogmática jurídica. Para esta última el problema hace referencia a la esfera conceptual en que son válidas ciertas normas jurídicas, mientras que para lla consideración histórica importa la cuestión que hace referencia a las causas y a los efectos de la existencia fáctica de un orden legal de una institución legal concreta o de una relación jurídica, considerándolas como entes fácticos en la realidad histórica. El criterio específico de las ciencias subjetivantes en la medida en que son ciencias históricas y no disciplinas normativas es la comprensión interpretativa. La categoría de interpretación muestra un doble aspecto: (1) puede querer ser un estímulo para una determinada toma de posición emocional; (2) puede ser la pretensión de un juicio. Este es precisamente el caso del que se copa Weber, la interpretación cognoscitiva en términos causales. Señala el autor que a un cierto nivel, la interpretación valor activa es precursora inevitable de la interpretación causal, no obstante todo ello, es obvio que en todo caso su distinción de principio ha de ser postulada lógicamente. “Todos somos libres, aún cuando se trate de representaciones históricas, de realizar valoraciones y de asumir el punto de vista del sujeto que toma posición, de propagar ideales políticos o culturales u otros juicios de valor y de usar el material histórico para ilustrar el significado práctico de cualquier ideal (...), en todo caso no es el hombre de ciencia quien aquí habla, sino el hombre que valla, y sus palabras se dirigen más bien al sujeto que valora que al sujeto que aspira a un conocimiento teórico” (p. 107). El uso de categorías de la realidad inmediata y reproducida en la experiencia (valorar, tomar posición, comprender), sirve a los fines del conocimiento objetivante pero de un modo distinto al que plantea Munsterberg. Para ello, se mete con la teoría de la interpretación en Simmel.
2. “Comprender” e “interpretar” en Simmel
Simmel tiene el mérito de haber distinguido el concepto de comprensión: por un lado, la comprension objetiva del significado de una expresión (discurso) de la interpretación subjetiva de la persona que habla o actúa. Para Simmel, la primera forma del comprender aparece solamente cuando se trata de un conocimiento teórico y de la presentación en una forma lógica de un contenido objetivo que pude ser fácilmente reproducible. Sin embargo, Weber señala que eso no es totalmente cierto pues también nos encontramos frente a un discurso cuando se recibe una orden, por ejemplo. La comprensión de un discurso puede referir también a las tomas de posición de la vida real. En este caso se trata de un comprender que hace referencia a la toma de posición frente al significado objetivo de un juicio. En cualquier caso, lo que importa es la validez del juicio, eventualmente de un simple juicio de existencia frente al cual quien comprende, toma posición al afirmar, negar, dudar o juzgar. Weber señala que es erróneo pensar que el proceso de comprender se realiza solo en el conocimiento objetivo. Lo decisivo es que la comprensión se refiere a un proceso que transcurre dentro de la esfera de la actualidad que toma posición. La interpretación no tiene nada que ver con la comprensión actual. Ella se efectúa solo en el caso de que no se comprenda inmediatamente el significado de una expresión. Supone resolver el problema del significado de una acción mediante el examen de motivos e interpretación de los fines y la personalidad que realizó la acción.
3. La teoría de la ciencia de Gottl
La interpretación –a diferencia de lo que sostenía Munsterberg- es una forma de conocimiento causal. Para encontrar sus caracteres esenciales, Weber va hacia a Concepción de Gottl. Según Gottl, los rasgos esenciales del conocimiento histórico frente a la experiencia de las ciencias naturales son los siguientes: (1) la inferencia de aquello que se quiere conocer hasta el punto de que la estructura completa de aquello que se conoce resulte transparente desde dentro. (2) Aquella inferencia de un devenir histórico procede de las leyes del pensamiento y la historia está interesada en describir solo aquellos aspectos del devenir que pueden ser concebidos sobre la base de las leyes lógicas del pensar. Señala Weber que lo que Gottl tiene en mente es aquella dirección que está condicionada por los valores y está ligada a la posibilidad de una interpretación significativa. Se comete un error al hablar de inferí lidiad del devenir histórico a partir de leyes lógicas del pensar cuando solo puede hablarse de accesibilidad a partir de una comprensión que reproduce en la experiencia. El inferir el significado de una acción de una situación dada es siempre solo una hipótesis, hecha con fines interpretativos, que requiere en principio cada vez que se emplea una verificación empírica aunque haya sido confirmada una multitud de ocasiones. Ciertamente comprendemos la actuación irracional e incluso la podemos reproducir en nuestra mente y tan bien como el curso de comportamiento del hombre normal, siempre que nos sea presentado de manera adecuada. Agrega Weber que la interpreta olvidad de la acción humana como presupuesto de la formación del específico interés histórico implica también el axioma de todo conocimiento histórico sobre la igualdad de principio de la naturaleza humana. La interpretación no puede ser pensada solo como el producto de una percepción independiente del la objetivación y de una simple reproducción. Sobre los hechos de la experiencia, Weber señala que es preciso romper la opaca uniformidad de la experiencia y dar el primer paso hacia una genuina comprensión de nosotros mismos. La pregunta por qué cosa hemos experimentado es algo que solo puede ser accesible a la interpretación solo si se abandona el estadio de la experiencia misma y se hace de lo vivido un objeto de juicio cuyo contenido, a su vez, no puede ser experimentado en su uniforme opacidad, sino que debe ser reconstruido como válido. Este reconocimiento no hace referencia a un sujeto, sino a la validez de los juicios, sean nuestros o ajenos.
III. Knies y el problema de la irracionalidad.
4. La “simpatía” (Einfühlung) en Lipps y la “intuición” en Croce
• Discusión acerca de las condiciones lógicas de la interpretación. Es inevitable echar una
ojeada sobre algunas teorías que se ocuparon del proceso psicológico de la misma. El primero es Lipps, quien desarrolló una teoría particular de la interpretación a partir del punto de vista de la fundación de valores estéticos. Según él, la comprensión de los movimientos expresivos de un individuo representa algo más que una simple comprensión intelectual dado que abarca también la comprensión de los estados de excitación. Este comprender incluye la simpatía, esto es, la imitación exclusivamente interior de un proceso como si fuera propio. Este proceso, originado a nivel inconsciente, es elevado a juicio consciente de forma que puede producirse su objetivación y su interpretación causal. La experiencia que se obtiene está vinculada con la causalidad subjetiva de la vida cotidiana y aí, la categoría de simpatía no se circunscribe a los procesos psíquicos. Por el contrario, penetramos simpáticamente el mundo físico externo cuando lo experimentamos. • Frente a esto, Weber señala que para los fines de una discusión lógica es preciso establecer, en primer lugar, que la comprensión individual no es una experiencia vivida comprendida simpáticamente, sino que quien “simpatiza” nunca puede experimentar lo que experimenta el otro. Lo que sucede aquí, en realidad, es una sustitución de las experiencias en primera persona por las reflexiones sobre experiencias ajenas que son asumidas como objetos. • Weber sigue con la cuestión de la objetualidad (que en Lipps pertenece únicamente al Yo) y se pregunta si existen conceptos de cosa. Aquí retoma a Benedetto Croce quien sostiene que las cosas son intuiciones mientras que los conceptos se refieren a relaciones entre cosas. Dada su esencia, el concepto solo puede ser de naturaleza general y por tanto abstracta, por lo que ya no es una intuición, pero por otra parte todavía lo es, dado que a la postre su contenido no es otra cosa que una intuición elaborada. Las cosas no pueden ser subsumidas en conceptos, sino solamente intuidas, por lo tanto su conocimiento solo es posible artísticamente y la historia, que quiere conocer lo individual, es por eso mismo arte, una serie de intuiciones que se yuxtaponen. De aquí se deduce que la historia no puede convertirse en una materia de valoración lógica puesto que la lógica se interesa únicamente por los conceptos y por su definición. • Weber señala que estas afirmaciones dependen de una serie de errores naturalistas: (1) solo los conceptos de relación absolutamente precisos que pueden expresarse en ecuaciones causales son verdaderamente conceptos, pero tales conceptos no son utilizados ni siquiera por la física; (2) la tesis de que las cosas no son conceptos sino intuiciones es una confusión entre diferentes significados del a categoría de intuibilidad: las cosas son algo diferente del complejo de contenidos de la conciencia que mantiene psicológicamente unificada la memoria o la unidad sensorial. Cuando la ciencia empírica trata una multiplicidad dada como una “cosa” y por tanto, como una unidad, este objeto está siempre y solo relativamente determinado, es decir, se trata de una construcción conceptual que contiene en sí siempre y sin excepciones aspectos que son intuidos empíricamente y se trata, en consecuencia, también de una construcción artificial cuya unidad está determinada por la selección de lo esencial en referencia a los fines de la investigación. (3) La idea según la cual la historia sería una reproducción de intuiciones es errónea por completo. • El error decisivo es confundir el problema del proceso psicológico de la formación de un conocimiento con el problema totalmente distinto del sentido lógico y la validez empírica de dicho conocimiento. El papel que le corresponde a la intuición es el mismo en todos los campos del conocimiento. Distinto es, en cambio, el grado en que queramos acercarnos a una precisión conceptual universal. • La utilización de reglas particulares y leyes por medios de abstracciones depende del hecho de si, operando así, es posible esperar el logro de nuevas perspectivas útiles para resolver problemas concretos. La elaboración de conceptos de género y de leyes tiene valor allí y siempre donde la experiencia cotidiana no es suficiente para asegurar el grado de relativa precisión de la imputación causal que es requerido para la interpretación de los fenómenos culturales en interés de su univocidad. El valor cognoscitivo de los resultados es tanto mayor cuanto menos se esfuercen por conseguir una formulación y una sistematicidad similar a la de las ciencias naturales cuantitativas, puesto que en este caso se perdería la posibilidad de una interpretación inmediatamente comprensible de las formaciones históricas concretas. El fundamento lógico decisivo de todo esto no está en el hecho de que la historia sea una ciencia de la realidad porque refleje el contenido íntegro de una realidad, sino en el hecho de que lo es en cuanto que incluye ciertos aspectos de la realidad dada. Las reglas obtenidas u obtenibles con un trabajo metódico representan nada más que una isla en el mar de la experiencia cotidiana. • Evidencia y validez. Señala Weber que a pesar de la contraposición entre evidencia y validez que Gottl hace, en verdad la antítesis no es tal. Por una parte, la comprensión presupone la experiencia y su validez es lógicamente demostrable solo mediante una referencia a ella. Por otra parte, ambas categorías no son idénticas en la medida en que la cualidad de la evidencia distingue aquello que se ha comprendido y aquello que puede comprenderse de lo puramente conceptualizado. La evidencia de lo que ha sido interpretado mediante la comprensión debe ser cuidadosamente distinguido de toda referencia a la validez. En efecto, esta última implica desde el punto de vista lógico, la conceptibilidad de la interpretación, mientras que desde el punto de vista sustantivo, implica la posibilidad objetiva de las conexiones accesibles mediante un proceso interpretativo. Precisamente porque posee la cualidad de la evidencia, la comprensión interpretativa adquiere para el análisis de la realidad, el singificado de hipótesis o bien el de construcción típico-ideal. En el análisis de Gottl, se confunde el nivel de la evidencia intuitiva con el nivel de la certeza empírica. • “Sensibilidad” herística y representación “sugestiva” de los historiadores. A pesar de todo lo dicho, aun podría existir alguien que sostenga que existe un ámbito donde el significado psicológico-cognoscitivo de la interpretación que reproduce en la experiencia adquiere una validez de facto: allí donde meras sensibilidades no articuladas se convierten en objeto del conocimiento histórico. • Que los sentimientos no sean definibles conceptualmente es la propiedad que los relaciona con todo aquello que es cualitativo. Todas las cualidades, se las proyecte sobre el mundo exterior como cualidades de las cosas o se las introyecte dentro de nosotros como experiencias psíquicas, poseen necesariamente en sí un carácter de vaguedad. Por lo tanto, la interpretación de los conceptos psíquicos opera con conceptos que no son, en principio, definibles de forma absolutamente unívoca. • La interpretación subjetiva emocional no representa ni un conocimiento histórico empírico de conexiones reales ni una interpretación referida a valores. Este último es el otro sentido de la experiencia inmediata de un objeto histórico que, junto a la imputación causal, puede ser incluido en la categoría de interpretación. La interpretación de un objeto que sea valorable en términos estéticos, éticos o intelectuales no es parte constitutiva de una representación histórico-empírica, sino más bien de la formación de la individualidad histórica. Una interpretación de este tipo es una investigación sobre los valores que podemos encontrar realizados en estos objetos y sobre la forma siempre y sin excepciones individual en la que nosotros los encontramos realizados y en virtud de la cual aquellas individualidades se convierten en objeto de la explicación histórica: en consecuencia, se trata de una tarea histórico-filosófica. • Weber designa como valor aquello que puede constituir el contenido de una toma de posición, aquello que se dirige a nosotros reclamando una validez. Su validez es para nosotros un valor y en cuanto tal es por nosotros aceptada, rechazada o bien convertida en objeto de los más diversos juicios de valor. La exigencia de un valor ético o estético implica siempre y sin excepciones la emisión de un juicio de valor. • Es la determinación del contenido del juicio lo que saca al objeto de la esfera de lo simplemente sentido. La relación de lo individual con los valores posibles significa siempre el alejarse en cierta medida de los sentimientos puramente intuitivos. • El resultado al que llega Weber consiste en la ideal realmente trivial de qeue ni las cualidades objetivas de la materia, ni las diferencias ontológicas de su ser, ni tan siquiera el tipo de procedimiento psicológico mediante el cual se consigue un determinado conocimiento, deciden acerca de su sentido lógico y de los presupuestos de su validez. El conocimiento empírico está siempre vinculado al instrumento de la elaboración conceptual y la esencia de un concepto es lógicamente la misma en ambos campos. La peculiaridad lógica del conocimiento histórico en antítesis al conocimiento científico natural en sentido lógico, no tiene nada que ver con la distinción entre lo psíquico y lo físico, entre personalidad y acción, por un lado, y objeto natural inanimado y proceso natural mecánico, por el otro. • La interpretación racional. Siempre que comprendemos la acción humana como determinada por “fines” conscientemente queridos y por un claro conocimiento de los “medios”, nuestra comprensión alcanza sin duda alguna un grado específicamente elevado de evidencia. Pero si nos preguntamos sobre qué se basa se nos revela de inmediato que su fundamento está en el hecho de que la relación entre “medios” y “fines” es una relación racional, que es accesible de forma específica a una consideración causal generalizante, el en sentido de la “legalidad”. No hay acción racional alguna sin una racionalización causal de aquellos aspectos de la realidad que son tomados en consideración en cuanto objetos y medios que pueden ser manipulados. • Esta interpretación racional también establece valoraciones, pero las mismas no abandonan en ningún momento el plano del análisis empírico de los datos. Y sobre el plano del conocimiento de los acontecimientos reales, esta valoración racional opera exclusivamente como construcción conceptual típico-ideal: nosotros confrontamos la acción efectiva con aquella que, desde el punto de vista teleológico y según las reglas generales de la experiencia, es racional, con el fin de establecer un motivo racional que puede haber guiado al actor y que nosotros intentamos descubrir, de forma que podamos presentar dicha acción como el medio adecuado para el fin que él “podría” haber perseguido -o bien comn el fin de hacer comprensible la razón por la cual un motivo por nosotros conocido del actor, como consecuencia de la elección del medio, ha conducido a un resultado distinto del subjetivamente esperado. En ninguno de los casos se lleva a cabo un análisis psicológico de la personalidad con la ayuda de algún instrumento particular, sino que efectuamos un análisis de la situación objetivamente dada con la ayuda de nuestro saber nomológico. Por consiguiente, la interpretación se resuelve en el saber general de que nosotros podemos actuar conforme a fines. • La racionalización teleológica puede ser empleada como medio constructivo para crear formaciones conceptuales que tienen un extraordinario valor heurístico para el análisis causal de las conexiones históricas. Por una parte, estas formaciones conceptuales constructivas pueden tener (1) un carácter puramente individual: hipótesis interpretativas de concretos contextos singulares o bien (2) un carácter general, que es el que le interesa a Weber, que a partir de una acción estrictamente racional construye conceptualmente las consecuencias de ciertas situaciones. En todos los casos, la relación que tales construcciones teleológicas racionales tienen con la realidad elaborada por las ciencias de la experiencia es solamente una relación con un concepto típico-ideal que sirve para facilitar la interpretación empíricamente válida: los hecho dados son comparados con una posibilidad de interpretación. La evidencia teleológica solo hace posible, en cuanto construcción racional evidente, el conocimiento de los elementos no racionales de la acción real. • Las construcciones típico-ideales de la ciencia económica no pretenden en modo alguno valer en general, al contrario de las leyes de la naturaleza que han de tener esa pretensión si no quieren perder su significado. Los esquemas teleológicos de la acción racional son interpretaciones en las que lo problemático es su validez empírica: desde un punto de vista lógico, pues, están polarmente opuestas. Pero tales esquemas son construcciones conceptuales típico-ideales y su construcción es posible, única y exclusivamente, porque la aplicación de las categorías de fin y de medio a la realidad empírica exige su racionalización. • El doble aspecto de la categoría de causalidad y la relación entre irracionalidad e indeterminismo. Weber intenta clarificar la afirmación según la cual la “personalidad” y la “acción” libre son específica y empíricamente irracionales. Cuanto más libremente toma una decisión el actor, tanto mejor puede ser encuadrada dentro de las categorías de “fin” y de “medio” y, por ello, tanto más precisamente puede conseguirse su análisis racional y, dado el caso, su ordenación en un esquema de acción racional con lo que, consecuentemente, tanto mayor será el papel a desempeñar por el saber nomológico y tanto más determinado estará el actor respecto a los medios. Además, cuanto más libre es la acción, tanto más relevante será el papel de aquel concepto de personalidad que encuentra su esencia en la invariabilidad de sus relaciones interiores con los valores y significados últimos de la vida, los cuales inciden en los fines últimos de la acción convirtiéndola en una acción teleológica racional. • La impresión de que existe una irracionalidad totalmente específica de lo personal tiene su origen en el hecho de que el historiador mide las acciones de sus héroes y las situaciones que de ellas se derivan con el rasero de una acción teleológica racional. Pero el concepto de libertad de la voluntad no debería ser relacionado en modo alguno con el de irracionalidad. Precisamente el actor empíricamente libre está teleológicamente vinculado por los medios que le son necesarios para alcanzar sus fines, y estos medios son reconocibles en distinta medida, según la situación objetiva. • La categoría de causalidad empleada por cada disciplina es distinta en su forma y en cierto sentido cambia también su contenido. Su sentido más auténtico y primitivo contiene dos elementos: por una parte, la idea de efecto como nexo y por otra, la idea de la dependencia de reglas. • En la historia, la forma de la explicación causal depende de su postulado de la interpretación comprensible. La interpretación histórica no recurre a nuestra habilidad para ordenar los hechos como ejemplares dentro de conceptos de género y fórmulas generales, sino que más bien cuenta con nuestra familiaridad respecto a una tarea que hemos de afrontar cotidianamente: la comprensión de la acción humana individual por sus motivos. En la historia, solo se puede establecer que existe una determinada conexión causal y hacerla inteligible por referencia a reglas del devenir. • La fe, en cualquier ámbito del saber, en que los postulados deterministas pueden incluir el postulado metodológico de la definición de conceptos de género y de leyes como fin exclusivo no es un error más grave que la correspondiente suposición del signo opuesto: que cualquier fe metafísica en la libertad de la voluntad excluye la aplicabilidad de conceptos de género y de reglas al comportamiento humano y que la libertad de la voluntad humana está unida a una específica incalculabilidad o, más en general, a ualquier especie de irracionalidad objetiva de la acción humana. • El concepto de individuo en Knies. Emanantismo antropológico. La libertad no es pensada por Knies como la ausencia de causas sino como la emanación de la acción de la sustancia necesariamente individual de la personalidad y que la irracionalidad de la acción, en virtud del carácter sustancial atribuido a la personalidad, confluye de nuevo en el ámbito de lo racional. • Para Knies, la esencia de la personalidad se cifra ante todo en que es una unidad. Esta unidad se transforma inmediatamente en una idea de homogeneidad que, pensada de forma orgánico naturalista, es concebida como no contradictoriedad interna objetiva y por tanto, en último término, racional. El hombre es una esencia orgánico con el impulso primordial hacia la autoconservación y el perfeccionamiento. De este concepto de homogeneidad psicológica del individuo se desprende el postulado metodológico de su indivisibilidad científica. La homogeneidad representa el término del que emana la cultura del pueblo.