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LOS CRIMEHES
DE LA
CALLE IMUISIM
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SANTOSVILLA. .//
PRECIO: $1-50 B. B.
HABANA
AÑO MDCCCLXXXIX.
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o es este trabajo, obra defensa, ni alegato de
acusaciones. Con nii guna de las personas que
figuran en los dramas de la calle Inquisidor, nos
ligan amistades,ni nos separan odios. No nos mueve
más interés que hacernos eco de una sociedad pro-
fundamente perturbada con tanta sangre que se
derrama, tanto delito que no se castiga, y tanta
impunidad que protege á los malvados.
Con el establecimiento del Juicio Oral y Público,
que abre las puertas de la publicidad á los trabajos
de los administradores de justicia; y la desapari-
ción del juicio inquisitivo y secreto, Bastilla de los
honrados, compañero de los criminales por que
uno y otro viven envueltos en el secreto y el mis-
terio, se inicia en Cuba una nueva época judicial
que determina un cambio favorable en esta socie-
dad, necesitada de más asiento y .más justicia.
Todo cuanto se haga por despertar la curiosidad
general y excitarla á seguir con avidez el curso de
VI
SITIADORES Y SITIADOS.
tantos años, contarlo, era una fiesta sin término, que les
producía siempre vivas emociones, que halagaba sus ojos y
suspendía con tiernos arrobamientos el espíritu. ¿Que no-
tas podían herir con mas encanto sus oidos que el sonido de
sus monedas de oro y plata! El aficionado se encanta en su
butaca, asistiendo á la ejecución del 4o acto de Hugonotes;
los dos viejos vaciaban un saco, regaban, el oro por el suelo,
y aquellos sonidos los deleitaba como si los envolvieran
los mismos raudales de armonías y notas celestiales.
La sola contemplación de su fortuna aplacaba sus nece-
sidades y colmaba sus gustos. El culto idolátrico á la
riqueza que llegaba al fanatismo, los convertía en anaco-
retas de un ideal nuevo; vivían dentro de un mundo de oro
que se habían forjado, y á el consagraban su alma, sacrifi-
cando su persona por completo.
La persona humana desaparecía con el frenesí del de-
voto. De igual manera que el Harpagon de Moliere, acón**
sejaba, comían para vivir solamente; y usaban las ropas
indispensables para cubrir la desnudez del cuerpo. Llenar
con monedas las paredes de las habitaciones, el pavimento y
el techo de los cuartos, vivir bajo el oro, pisar oro, recos-
tarse sobre oro; su persona ¡que les importaba! En la exal-
tación de su delirio, se olvidaban de si mismos; abstraídos en
su objeto, volvían en sí, cuando las necesidades los sacudían
con fuerza, por un brazo.
El ansia de guardar los sugetaba á una vida dura -y mi-
serable.
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20 SANTOSVILLA.
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LOS CRÍMENES DE LA CALLE INQUISIDOR. 23
1 I
Los codiciosos no desmayan. Los desastres escitan más
su apetito, y se levantan mejor dispuestos en cada caída.
El criminal es más perseverante que el honrado' en la
realización de sus propósitos. Porque en ellos, además de la
voluntad que manda, hay la fatalidad de la inclinación
que arrastra. Por eso, ni los fracasos lo entibian, ni las
derrotas lo abaten, ni las caídas enfrian el ardor de la deci-
sión.
Y volvieron á la carga. Parecía que abandonaban el
asalto; y en realidad se alejaban para combinar en el retiro
mieos planes y sorprender á los ancianos cuando más des-
cansaran en la tranquilidad de sus victorias.
Espiaban diariamente todos los moviiniontos de las vic-
timas. Una mañana sale el viejo á la calle. Quehaceres
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LOS CRÍMENES DE LA CALLE INQUISIDOR. 25
mm
CAPITULO III
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Por su edad tan avanzada, con tan grandes riquezas,
debieron vivir en un inefable ambiente de goces apenas
apetecidos, satisfechos; en el bienestar dulce de las comodi-
dades, todas realizadas; cumplidos todos los deseos y todos
los gustos acariciados; sin afanes inquietos, ni privaciones
molestas. Y morir con muerte tranquila, en suave lecho,
aliviaela la agonía con los auxilios de la ciencia. Y prefirie-
ron la vida angustiosa del pobre, el malestar de la estrechez,
el hambre, en el seno mismo de la abundancia; la frialdad -
triste de la choza, y la oscurielad opresora de las cuevas, al
encanto del palacio propio, inundado con la alegría de la luz,
reflejada en mil espejos; las fatigas de combatientes solos;
las zozobras de peligros cercanos; el sobresalto haciendo la-
tir siempre con fuerza el corazón; y una muerte dura, cruel
y violenta, fuera ele su cama.
30 SANTOSVILLA.
32 SANT0SV1LLA.
% •
EL CRIMEN.
y
Al primer golpe siguieron otros y otros con el filo del
hacha y todos en la cabeza. A los asesinos les dio el vértigo
de la sangre; volvieron á la sala, y el hacha se levantaba y
caia rabiosa sobre el cadáver del anciano. Remataban la
obra y desahogaban la rabia de tantos días de esperar.
En esto llaman con golpes secos á la puerta de la calle.
46 SANTOSVILLA.
- §
Cuando esto pasaba eran la una y media; á las dos y me-
dia ya los dos afortunados criminales estaban lejos, fuera de
todo alcance, embriagados de gozo, sin atreverse á contar
todavía aquel montón abultado de billetes, todos de gran
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valor, suyos, ganados en una hora, en medio de un vértigo
delirante de sangre, y entre emociones de una lucha venta-
josa, con viejos decrépitos, resistiendo como niños.
¡AM ya eran ricos. ¡Serian felices, poderosos! ;
I*.
CAPÍTULO V.
60 SANTOSVILLA.
•
La ley para garantir la libertad á los acusados, exigía á
los jueces que hubiera fundamentos, méritos, para privar de
la libertad á un hombre.
Y el Juez de primera instancia privaba á los ciudadanos
: '•
de ese amparo de la Ley con una sencillez fría y aterradora.
Con dos rasgos de pluma, con esta fórmula: «conside-
rando que hay méritos» «decreto la prisión», ya estaba un
ser humano en la Cárcel, privado de su libertad.
Los méritos lo expresaban ó nó.
¡Cuántas veces se ha visto esa fórmula escueta, vaga,
sin expresión de los «méritos», envolviendo como en una
red de acero, al afligido ciudadano inocente, para arrojarlo
en un interminable y largo encierro, y soltarlo después!
Si se exponían los «méritos» tenían con el delito un en-
lace de tan elevada metafísica, que no se podia dar con él.
¡En qué poder tan brutal y absoluto se convertía en ma-
nos de los Jueces de primera instancia, con las armas que les
daba el régimen procesal acusatorio y secreto, «el secreto
LOS CRÍMENES DE LA CALLE INQUISIDOR'. 63
%
64 SANÍOSVILLA.
•• 11
LOS CRÍMENES DE LA CALLE INQUISIDOR. 69
EL DESQUITE.
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86 SANTOSVILLA.
¡I por su causa.-
r Los albaceas que quieren intervenir en el dinero para
distribuirlo.
LOS CRÍMENES DE LA CALLE INQUISIDOR. 89
V
La heredera que quiere que directamente vaya a sus
manos, lo que al fin ha de ir después.
Los albaceas obteniendo orden judicial del Juez Martí
para que le entreguen el dinero y haciendo que la orden dada
tuviera fuerza de inmediato cumplimiento para lo cual oía
las apelaciones á ía Audiencia, en un solo efecto.
La heredera en la desesperación ya, impetrando el au-
xilio del Gobernador General para impedir esa entrega; y
logrando impedirla.
Los albaceas sosteniendo el derecho de. manejar el cau-
dal por razón de su cargo.
La heredera alegando sus 'derechos de única, universal
y forzosa y libre sucesora.
La moneda se desquita ventajosamente de su largo ais-
lamiento de la vida, y de la triste interminable esclavitud
de sus dueños, los viejos avaros.
En poder de los viejos fué plana y quedó amontonada.
Ahora es redonda, está de canto, y debe rodar.
Ill
CAPITULO VIII.
CALVARIO DE UN PROCESADO.
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SANTOSVILLA.
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Muñoz, culpablede^haber matado á sus padres, y en liber-
tad, ¡qué desgraciado seria!...
El asesino, desligado de su victima por los lazos del pa-
rentesco, se aleja del crimen para siempre: huye de todos
los objetos que le recuerdan el delito. Muñoz asesino, no
podría nó! apartarse de su crimen; tendría en el semblante
mismo de sus tres hijos, la protesta constante, elocuente,
implacable, muda, de su infamia; cada uno de sus rostros
angelicales, seria el recuerdo frío, terrible, délos dos ancia-
nos tendidos en el charco negro de sangre con el cráneo
destrozado!.
jUn padre perseguido por el semblante de sus hijos,
apartándose con horror, cerrando los ojos, huyendo de los
rostros de sus hijos, que lo martirizan reproduciéndole
siempre la escena cruel de su delito!... ¡Tendría bastante!
Si no tuviera bastante, seria menester poner el nive*
moral del hombre, más bajo que el de la bestia.
CAPITULO X.
EL PROCESO.
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OAJPITXJILO X I .
NUEVOS CRÍMENES.
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Pedro Llórente es un jurisconsulto á lo romano del
tiempo de Augusto.
Si yo tuviera que hacer la semblanza de Llórente en una
sola frase, diría que es el Papiniano cubano.
Su opinión vale por dos opiniones de las mejores.
En la explanación de cualquier doctrina no se aparta
nunca de los principios, y de los principios deduce las más
U2 SANTOSVILLA.
II.
Gabriel Camps.
Gabriel Camps, el abogado defensor de Muñoz, apenas
I cuenta veinte y seis años. Ayer todavía nos reuníamos en
las aulas, y ya ha tenido la defenaa en dos causas ele las
! más famosas de estos últimos tiempos: la del Director ele «La
I I i: República Ibérica» con el Jefe de Policía, TrujilloMonagas;
y ahora la defensa ele Muñoz en esta «causa de los Sañudos»
que ha provocado como pocas, el interés de la opinión.
Decia Grrocio que el abogado recoge por fin de tocio, el
odio de los contrarios. En Cuba tiene más justificación que
en ninguna otra parte la aserción de aquel ilustre juriscon-
sulto: aquí ese odio es brutal, desmedido, torpe, sin pudor
para manifestarse.
En esta causa, los enemigos de Muñoz caen en la lasti-
mosa confusión de términos, que toma ya, por la frecuencia
en distintos casos, el carácter de hábito irritante é indigno:
procurar por todos los medios inutilizar al abogado, no al
enemigo. ¡Como si inutilizado un abogado no quedara siem-
pre viva la entidad Defensa, y otros mil abogados más que lo
sustituyeran/
Sobre Llórente, encargado del primer incidente de ex-
LOS CRÍMENES DE LA CALLE INQUISIDOR. 113
CONCLUSION.
PÁGINAS.
PREFACIO V
CAPÍTULO I.—Crímenes y delincuentes en la Habana. 1
CAP. II.—Sitiadores y sitiados 15
CAP. III.—LOS viejos avaros 29
CAP. IV.—El crimen 37
CAP. V.—La familia de las víctimas 49
CAP. VI.—El Juez Godoy; «Dejad pasar la justicia». 59
CAP. VIL—El desquite 85
CAP. VIII.,—El caudal de los avaros 91
CAP. IX.—Calvario de un procesado 95
CAP. X.—El proceso 99
CAP. XI.—-Los nuevos crímenes 103
CAP. XII.—Los defensores de Muñoz 107
CONCLUSIÓN. 117
D E L MISMO A U T O R
IV:.!
EN PRENSA
EN PREPARACIÓN
PERIÓDICOS Y PERIODISTAS
:N CUBA.