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El proceso que llevó al diseño de la Bandera Nacional que conocemos actualmente es tan largo
como la propia historia del país. Se reconocen cuatro banderas principalmente, que dieron sentido a
los sucesos históricos del momento, y que, de alguna manera, ofrecen en sus diseños breves notas
de esos acontecimientos.
Estandarte de Hidalgo
Según la tradición, fue este estandarte el que fuerzas realistas encontraron en Aculco después
de la batalla en que éstas vencieron al ejército de Hidalgo (aunque no está comprobado que sea el
mismo).
Luego de ser restaurada, la pieza fue exhibida en diferentes sedes, entre ellas La Villa y el
antiguo Museo Nacional de la calle de Moneda (en el Centro Histórico de la Ciudad de México),
hasta llegar al Museo Nacional de Historia con sede en el hermoso Castillo de Chapultepec en la
primera sección del bosque, donde, hasta la fecha, se exhibe junto con otra bandera con una imagen
similar de la guadalupana.
Meses después del inicio del movimiento de Independencia, los insurgentes adoptaron
banderas albiazules con la imagen de la Virgen en el centro, misma que fue sustituida con los años
por un águila coronada posada sobre un nopal que recordaba el origen y fundación de la antigua
capital de los aztecas, lo que convirtió a esta enseña en la primera con este elemento.
José María Morelos y Pavón identificó plenamente a su ejército con esta bandera, la cual sus
hombres erigían como insignia al deambular por toda la parte sur del país luchando a favor del
movimiento independentista.
La primera bandera que llevó los colores verde, blanco y rojo fue aquella que se diseñó tras la
formulación del Plan de Iguala en marzo de 1821. Este emblema fue presentado públicamente en
septiembre ese mismo año cuando Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, al frente del Ejército
Trigarante, hicieron su entrada triunfal a la capital marcando con ello el fin de la Guerra de
Independencia.
Esta bandera difiere de la actual en que sus franjas no estaban colocadas paralelamente al
asta, sino en forma diagonal, y que no guardaban el mismo orden que en la actualidad significando el
color blanco, la Religión, el color verde, la Independencia y el rojo, la Unión. Además, estaba
ornamentada con una corona al centro que simbolizaba la transición hacia el primer imperio
mexicano en el cual el mismo Iturbide se proclamaría como emperador.
Vendrían algunos cambios pero el símbolo patrio más famoso de México en el mundo
quedaba listo y a la orden en todas las astas de las oficinas y departamentos mexicanos.
Tras un acuerdo entre los gobiernos de México y Estados Unidos, el 13 de septiembre, pero
de 1950, un importante grupo de banderas, estandartes y gallardetes que habían sido tomados por
las fuerzas norteamericanas durante la guerra de intervención fue devuelto a nuestro país. Tras ser
restaurados, estos testimonios de la defensa de nuestros soldados por nuestro territorio forman parte
de las colecciones que hoy se exhiben en el Museo Nacional de Historia con sede en el estupendo
Castillo de Chapultepec (en la Ciudad de México).
Una vez que el ejército francés se hizo de la ciudad capital (el año de 1863) llegó a México un
personaje cuya historia fue verdaderamente trágica: Maximiliano de Habsburgo.
Tras la muerte del emperador Maximiliano, fusilado al pie del Cerro de las Campanas, en
Querétaro, su bandera también pasó poco a poco, a los archivos de la memoria olvidada dando
paso, inmediatamente después, a nuevas versiones de la bandera nacional que estarían por venir…
Tras la muerte del presidente Juárez, un personaje ya conocido, militar de grandes glorias
durante la época de la intervención francesa, aparece nuevamente en escena. Su nombre: Porfirio
Díaz.
Luego de una serie de levantamientos, el general Díaz logró hacerse del poder; eliminó
primero a sus adversarios y luego se mantuvo en la silla presidencial durante casi 30 años. Durante
esas tres décadas que duró el gobierno (más bien su dictadura) del famoso don Porfirio, entre los
muchos cambios que pudo aplicar (en todos los ámbitos de la vida nacional), estuvo la presentación
de un nuevo lábaro patrio.
A grandes rasgos esta enseña era muy similar a la que actualmente conocemos, pero con el
águila viendo de frente, devorando a la serpiente, y luciendo parada sobre un abundante nopal.
Como rasgo distintivo, esta bandera presentaba su escena central semi rodeada con una corona de
laureles (muy al estilo de las culturas clásicas) como señal de triunfo y victoria.
Con el inicio de la Revolución organizada por Francisco I. Madero, y su posterior
derrocamiento, el presidente Díaz tuvo que conformarse con ver desde el exilio (en Francia) cómo su
bandera era sustituida por otra similar pero con el rostro del nuevo símbolo de la democracia. Pocos
años después (aunque esto ya no lo pudo saber el general Díaz, pues la muerte se le atravesó en el
camino), un congreso apostaría por generar un nuevo lábaro patrio que, con el tiempo, cautivaría el
corazón de propios y extraños…
Bandera actual
La bandera de México se mantuvo así hasta la emisión de un decreto del presidente Gustavo
Díaz Ordaz, fechado el 17 de junio de 1968, en el que se hacía pública la “Ley sobre las
características y el uso del Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales”.