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Filosofía

¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA?

Un poco de etimología para empezar

Si nos proponemos dilucidar el concepto de


«filosofía», acudir a la etimología de la palabra puede Etimología
sernos de gran ayuda. Tradicionalmente se dice que
«filosofía» viene del griego y significa «amor al La etimología trata del origen de las
saber» o «amor a la sabiduría», y esto es correcto, palabras, razón de su existencia, de
su significación y de su forma.
pero decir simplemente esto no nos proporciona
muchas pistas.
El término «filosofía» proviene philosophía, una palabra compuesta por philía y sophía. En
griego sophía significa «saber» o «sabiduría», y philía designa cierta «relación con»,
«amistad con» o «amor por». En el compuesto philo-sophía, philía viene a significar una
inclinación, disposición o deseo activo hacia aquello que tiene por objeto u objetivo. Es decir
que etimológicamente philosophía indica cierta relación de deseo respeto al saber o la
sabiduría. Ahora bien, no estamos en busca de una definición, sino de obtener algunas pistas
que nos ayuden a dilucidar el concepto. Hasta el momento tenemos que:
a) La filosofía consiste en algún tipo de relación con el saber o la sabiduría.
b) La filosofía no es ella misma un saber, sino una relación de deseo respeto al saber.
Si decimos que la filosofía no es un saber, es porque no está en posesión del saber, ya que
lo desea. ¿Pero qué es entonces la filosofía? La filosofía es filosofar, esto es, una actitud o
disposición hacia el saber. Es por esto que no tiene sentido decir que alguien sabe filosofía,
puede que sepa de historia de la filosofía, que conozca la teoría de algunos filósofos, pero
filosofía no es algo que se sepa, sino algo que se hace, una actividad. Es por esto que uno
no aprende filosofía, sino que aprende historia de la filosofía, o en el mejor de los casos
aprende a filosofar. No se aprende filosofía porque no hay en la filosofía contenido alguno
que aprender, ya que la filosofía no es una ciencia ni un saber, sino un impulso o esfuerzo
hacia el saber, un ejercicio.
Hemos visto que la filosofía es una actividad, un ejercicio, un deseo activo por algo, y que
ese algo es el saber o la sabiduría. Ahora bien, a continuación trataremos de explicar en qué
consiste esta actitud filosófica, y para ello, debemos distinguir entre la actitud natural y la
actitud teórica frente a las cosas del mundo.

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La actitud natural y la actitud teórica

Hemos visto que la filosofía es una cierta actitud o


actividad, ¿pero qué tipo de actitud es esta? La actitud
filosófica no es una actitud natural, de hecho, podría Filosofía y theoría
ser definida como una cierta toma de distancia La filosofía se halla
respecto de nuestra natural forma de habérnoslas con indisociablemente ligada a lo que
las cosas, es decir, nuestra forma cotidiana de los griegos denominaron theoría.
enfrentarnos al mundo. La theoría significa un
distanciamiento con respecto a
Naturalmente, las cosas son lo que son por relación a
lo que acontece, como si el
la tarea en la que en cada caso con encontramos. Es
mundo fuera un «espectáculo» y
decir que las cosas aparecen espontáneamente como
nosotros sus «espectadores». Ser
útiles o deficientes, dóciles o difíciles, agradables u
espectador significa, en este
odiosas, según qué sea lo que nos proponemos hacer. sentido, escindirse del mundo y
Desde la perspectiva de nuestras intenciones, esto es contemplarlo como desde fuera.
lo que son, y nada más. Esta toma de distancia con
En nuestra experiencia inmediata del mundo, las respecto a lo que acontece, este
cosas se nos presentan como útiles o inútiles, es decir situarse en un lugar como de
que están siempre implicadas en una práctica. Por «espectador», es muy
ejemplo, para el agricultor el sol y las nubes son lo que característico de la filosofía.
hace madurar y crecer aquello que ha sembrado; las Desde los comienzos históricos
lombrices son aliadas y los pájaros son enemigos; la de la filosofía, se ha
caracterizado al filósofo como
cosecha es la riqueza de la que él y su familia obtienen
aquel que contempla y examina,
la subsistencia; etc. En esta experiencia inmediata y
sin intervenir ni participar, sin
primera del mundo, las cosas se presentan como
dejarse absorber por aquello que
funcionales o disfuncionales, y siempre en relación a
acontece ante su mirada. Más
nuestros deseos o necesidades. Es decir que su
adelante explicaremos cómo este
esencia consiste en cumplir una función, en ser
percibir el mundo desde cierta
instrumentos o medios para nuestra satisfacción.
distancia y con cierto desinterés
Ahora bien, dentro de esta actitud espontánea y
es muy propio de la filosofía.
cotidiana frente a las cosas que nos rodean, si éstas
cumplen bien su función, nos limitamos a usarlas y no
presentan para nosotros ninguna curiosidad, no nos fijamos detenidamente en ellas. Es decir
que mientras las cosas del mundo funcionan, nos mantenemos en una actitud irreflexiva, no
nos planteamos cuestiones teóricas, ya sean científicas o filosóficas.
En un mundo de tales características, en el que todo está en su lugar y todo se define y se
explica por la función que desempeña, no hay cabida para el tipo de preguntas que dan lugar
a la investigación científica o filosófica. Todo es familiar, nada despierta la curiosidad más
allá de cierto límite. No nos interesa saber qué es en sí mismo esto o aquello, nos
conformamos con saber qué es en relación a lo que hacemos o nos proponemos hacer, con
saber para qué sirve o en qué nos concierne. De hecho, en semejante mundo saber significa
«saber qué hacer con» tal o cual cosa, o «saber qué hacer ante» tal o cual situación. En un
mundo así sabemos en la medida en que conocemos la utilidad de las cosas y somos

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diestros en su manejo. Se trata pues de un conocimiento o saber que podríamos denominar


técnico, así pues el saber propio de la actitud natural es un saber técnico. Pero una cosa es
saber usar las cosas y otra saber qué son, es decir que una cosa es saber qué hacer con
ellas, y otra conocer lo que en sí mismas son.
Mientras permanecemos en la actitud natural, que es la actitud cotidiana, las cosas son lo
que significan en relación con nuestros proyectos, intereses, deseos u objetivos. ¿Pero qué
son las cosas en sí mismas, o sea, independientemente de lo que son para nosotros, o de
lo que son en relación con nuestros deseos e intenciones? Esta pregunta nos ubica en otra
perspectiva, nos saca de la actitud natural y nos ubica en una actitud teórica frente a las
cosas. Esta manera de mirar el mundo, esta actitud tan poco cotidiana ante las cosas que
nos rodean, es lo que llamamos actitud teórica y es lo que caracteriza la disposición
filosófica.

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El asombro como origen de la filosofía

Hemos visto cómo la filosofía es una actitud teórica, caracterizada como un mirar que viene
a interrumpir nuestra actitud natural hacia las cosas y que nos pone frente a éstas de un
modo distinto al modo cotidiano de tratar con ellas. Pero ¿qué nos hace salir de la actitud
natural? Mientras permanecemos en los límites de la actitud natural, las cosas sólo nos
interesan en cuanto cumplen o incumplen su función. Mientras en nuestro trato con las cosas
éstas se comportan como esperamos que lo hagan, nada en ellas nos llama la atención.
Ahora bien, para que el mundo se convierta en algo de nuestra curiosidad científica o teórica,
algo tendría que hacernos salir de esa actitud natural. Pero ¿qué puede venir a romper la
familiaridad y el orden incuestionable del mundo? Para eso debemos cambiar la mirada,
contemplar las cosas independientemente de lo que son según nuestros proyectos,
intereses, necesidades o deseos. Debemos sentir admiración y extrañeza ante las cosas del
mundo, incluso las más cotidianas. Los antiguos griegos llamaron theoría a esta perspectiva
sobre las cosas, a este interés por lo que las cosas son. Ahora bien, esta mirada teórica
sobre las cosas es la inquietud propiamente filosófica, es la filosofía misma. Llamamos
filosofía a ese mirar y a ese interés que no se daba en la actitud natural. La filosofía es una
actitud y una disposición que tiene muy poco que ver con la cotidianidad de nuestra vida, es
un modo de mirar extra-ordinario.
Es muy conocida la afirmación aristotélica de que la filosofía tiene su origen en el asombro:

Los hombres -ahora y desde el principio- comenzaron a filosofar al quedarse


maravillados ante algo, maravillándose en un primer momento ante lo que
comúnmente causa extrañeza y después, al progresar poco a poco,
sintiéndose perplejos también ante cosas de mayor importancia, por
ejemplo, ante las peculiaridades de la luna, y las del sol y los astros, y ante
el origen del Todo. Ahora bien, el que se siente perplejo y maravillado
reconoce que no sabe (de ahí que el amante del mito sea, a su modo, amante
de la sabiduría1, porque el asunto de los mitos es lo prodigioso). Así pues, si
filosofaron por huir de la ignorancia, es obvio que perseguían el saber por
afán de conocimiento y no por utilidad alguna. Por otra parte, así lo
atestigua el modo en que sucedió: y es que un conocimiento tal comenzó a
buscarse cuando ya existían todos los conocimientos necesarios, y también
los relativos al placer y al pasarlo bien. Es obvio, pues, que no la buscamos
por ninguna otra utilidad, sino que, al igual que un hombre libre es, decimos,
aquel cuyo fin es él mismo y no otro, así también consideramos que ésta es
la única ciencia libre: solamente ella es, en efecto, su propio fin.

Aristóteles, Metafísica (Libro I, Capítulo II)

1Aquí Aristóteles utiliza el término philósophos que traducimos como «amante de la sabiduría» para destacar
el paralelismo con philómythos, traducido como «amante del mito».

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Es decir que, según Aristóteles, lo que en un principio motivó a los hombres a hacer las
primeras indagaciones filosóficas fue la admiración o el asombro, ese estado de extrañeza
y perplejidad ante los fenómenos sorprendentes de la naturaleza, fenómenos frente a las
cuales no podían darse razón o explicación. Por consiguiente, los primeros filósofos
filosofaron para librarse de la ignorancia, y no por miras de utilidad, puesto que los
conocimientos que tienen relación con las
necesidades y los placeres de la vida eran ya
conocidos cuando comenzaron las indagaciones y las
explicaciones filosóficas. La pregunta por el ser
Así pues, el asombro es el estado de ánimo que Frecuentemente se determina a
provoca la filosofía, que nos motiva a filosofar, que la filosofía como interpelación
despierta nuestro interés teórico por las cosas. Pero por el ser, es decir, como una
así como la filosofía nace del asombro, también nace actitud teórica que se pregunta
del ocio. Según Aristóteles, el hombre debe atender a por el ser de esto o aquello, que
se pregunta «qué es A» y «qué es
las distintas necesidades de la vida, a lo que desde el
B», y esta pregunta no puede
punto de vista de la supervivencia se presenta como
llegar a plantearse sin un
urgente. Pero es sólo después de que hayamos
distanciamiento teórico respecto
satisfecho las necesidades elementales de la vida que
de aquello por cuyo ser se
alcanzamos el estado propicio para el tipo de actitud
pregunta. Ahora bien, según
hacia las cosas que llamamos teórica. Esta toma de
algunos, lo único común a todas
distancia respecto de la vida es, como ya dijimos, lo
las contribuciones que
que más caracteriza a la actitud teórica. Ahora ben, reconocemos como «filosóficas»
esta actitud sólo puede llegar a producirse en el ocio, es la pregunta por el ser, es decir
en cierta despreocupación por nuestra supervivencia y que la filosofía se pregunta qué
comodidad. es la justicia, qué es la belleza,
Sólo en el ocio las cosas se nos revelan en cuanto qué es la verdad, etc., y se podría
cosas sin más. Es decir que sólo cuando no estamos decir que la historia de la filosofía
ocupados en las cosas, cuando no hacemos nada con es la historia del obstinado
ellas ni queremos nada de ellas, pueden las cosas preguntar ¿qué es? Así pues, la
presentarse en cuanto lo que son. Sólo en el ocio, filosofía es un conjunto de
interrogantes que no tienen en
cuando superamos el cuidado por la supervivencia y
común más que la interpelación
escapamos a las urgencias de la vida, podemos llegar
por el ser, y lo que identifica a la
a admirarnos de que las cosas y preguntarnos por lo
filosofía no es la clase de cosas
que verdaderamente son. El tipo de interés en que
sobre las que preguntamos, sino
consiste la filosofía sólo puede surgir cuando las cosas
el tipo de pregunta que hacemos
han dejado de interesarnos en sentido utilitario, o en
sobre las cosas. La filosofía surge
cualquier otro aspecto que no sea su ser, su esencia o
cuando, respecto de las cosas,
su verdad.
nos preguntamos lo que son.
Hemos visto que la filosofía es una actividad, un deseo
activo que tiene por objeto u objetivo el saber o la
sabiduría. También hemos explicado que no se trata de una actitud natural sino de una
actitud teórica, y que esta actitud inquisitiva es posible a partir de un cierto estado de
perplejidad y extrañeza frente al mundo. Pues bien, ahora resta explicar en qué consiste ese
«deseo» y ese «saber», y ver cómo la filosofía es un deseo (philía) incesante por un saber
(sophía) sin utilidad práctica o material.

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La inutilidad de la filosofía

Hemos visto que la actitud teórica da lugar a una clase de saber completamente distinto de
la técnica, y que este tipo de saber (al que Platón y Aristóteles lo denominaron epistéme) es
el que busca o persigue la filosofía. Además, hemos visto que es desde el estado de ocio
que se hace posible la contemplación de las cosas según lo que son (theoría) y el
conocimiento propiamente tal de las cosas (epistéme). La filosofía, por tanto, depende de
que no falte un descanso dedicado a la verdad, a la contemplación. Ahora bien, Aristóteles
dice2 los primeros filósofos buscaban conocer cosas grandes, admirables y difíciles, pero
inútiles. A continuación explicaremos
esta afirmación.
Se dice que Tales de Mileto fue el primer
filósofo de la historia. ¿Pero qué aspecto Tales de Mileto
de su proceder le ha hecho merecedor
de semejante título? De Tales se cuenta Tales (Mileto, siglo VI a.C.) fue un filósofo
que ayudó al ejército de su país presocrático al que se considera el iniciador de
desviando el cauce de un río, se cuenta la filosofía occidental. La tradición nos lo
también que predijo un eclipse (lo que presenta como un gran sabio. Se le atribuyeron
demuestra que poseía un gran grandes y prodigiosos conocimientos en
conocimiento de los cielos, múltiples saberes. En especial, se consideraba
conocimiento por cierto muy importante que poseía grandes conocimientos
para la navegación). astronómicos, aunque también tenía fama de
sabio consejero político, hábil comerciante,
También se cuenta de Tales que sus experto ingeniero y gran matemático.
amplios conocimientos le permitieron
Desde el punto de vista de la historia del
saber con antelación que la próxima
pensamiento, lo más importante es que Tales
cosecha de aceitunas sería mucho más
planteó el primer problema de la filosofía: ¿Cuál
abundante de lo habitual. Ello le animó a
es el elemento primordial (arkhé) de la
comprar todas las prensas para fabricar
naturaleza (physis)? Con ello inauguraba una
aceite que pudo encontrar. Aquel año, nueva forma de pensamiento que ya no se
los propietarios de olivos acumularon basaba en la intervención de seres
grandes cantidades de aceitunas que, sobrenaturales para explicar la naturaleza. Por
sin embargo, no podían transformar en eso se le considera como el padre del
aceite, porque Tales se había apropiado pensamiento racional o filosófico.
con casi todas las prensas. Al final,
todos tuvieron que acudir a él para Toda la filosofía presocrática es una
alquilar (a precios muy altos) las investigación sobre el arkhé, es decir, sobre el
principio o fundamento del que proceden todas
prensas.
las cosas. Según Tales, el elemento primordial de
Todas estas acciones proporcionaron a la naturaleza era el agua. Pero lo importante es
Tales un enorme prestigio, sus que por primera vez se plantea la posibilidad de
compatriotas le admiraban y una investigación racional de la naturaleza sin
respetaban. Pero no es por ninguna de recurrir a explicaciones sobrenaturales.
estas cosas que se le reconoce como el
2 En Ética a Nicómaco, 1141b.

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primer filósofo. Hay una anécdota que alude mucho más certeramente a su condición de
filósofo. Platón cuenta3 de Tales que yendo un día muy concentrado en sus pensamientos,
se cayó en un pozo, provocando la risa de una joven sirvienta que presenció el accidente.
Entonces las malas lenguas empezaron a murmurar que Tales ya no sabía ni dónde ponía
los pies, y le acusaban de que se mostraba cada vez más interesado en conocimientos a los
que nadie veía utilidad, como cuál era el principio (arkhé) de todas las cosas. Esto no parecía
tener el menor interés para la ciudad y nadie entendía por qué Tales perdía tanto tiempo en
asuntos como este, sin embargo, a Tales no le interesaba si las conclusiones a las que
llegaba resultaban útiles, le interesaba si eran verdaderas. Con sus investigaciones, Tales
no parecía pretender otra cosa que saber, y saber por el saber mismo, o en otras palabras,
por amor al saber. Fue justamente por esto que comenzaron a llamarlo philósophos.
Decíamos que a la filosofía le interesa el saber por el saber mismo. Ahora bien, lo
verdaderamente valioso se busca por sí mismo, no porque sirva para algo o para obtener
otra cosa a partir de ello. Y la búsqueda en la que consiste la filosofía es la búsqueda de
algo valioso en sí mismo, no la búsqueda de un medio para conseguir otra cosa. Pero que
la filosofía sea inútil no la convierte en algo sin valor. Al contrario.
Si decimos que la filosofía no sirve para nada, estamos diciendo que no está al servicio de
ninguna otra cosa, y si decimos que la filosofía es inútil, estamos diciendo que es un interés
por algo valioso en sí mismo. Aquello cuyo valor es servir para algo vale poco en
comparación con lo que se busca por sí mismo. La filosofía no es, por tanto, una búsqueda
vulgar, como la búsqueda de un empleo o de un automóvil nuevo, que no tiene más valor
que el de facilitar la obtención de alguna otra cosa.
La filosofía, en efecto, busca el saber por sí mismo, con independencia de su casual utilidad.
Mi encuadernación artesanal de las obras de Edgar Allan Poe me puede servir para sujetar
la puerta y evitar que la corriente de aire la cierre de golpe, la música de Pink Floyd puede
resultar ideal para que mi perro se tranquilice cuando viene de la calle, pero nada de esto
tiene que ver con el valor que ambas obras tienen por sí mismas, independientemente de la
utilidad que, en algún caso, yo pueda encontrar en ellas. Lo mismo ocurre con el saber
buscado por la filosofía. El amor (philía) del filósofo por el saber y la verdad es desinteresado,
de hecho, aquello que se ama verdaderamente, se ama por sí mismo.

3 En Teeteto, 174a.

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Diferencia entre doxa y episteme

La filosofía es un querer saber (philo-sophía), y el saber al que se aspira es el ser propio de


las cosas. Es decir que la filosofía es un querer que el ser de esto o aquello se ponga de
manifiesto, se desoculte. Ahora bien, para estar seguros de que a lo que prestamos atención
es a lo que las cosas son en sí mismas y no a lo que a nosotros nos parecen que son, es
necesario que adoptemos cierta actitud.
Cuando lo que buscamos es saber, cuando aspiramos a que tal o cual cosa se ponga de
manifiesto en lo que es, es necesario evitar que el yo se interponga entre las cosas y nuestra
investigación, haciéndonos confundir lo que las cosas son con lo que a nosotros nos
parecen, o sea, con el modo en que nos afectan. Pero ¿qué significa que el yo se quite del
medio? Significa que nuestros deseos, sentimientos, intereses particulares, expectativas y
preconceptos queden al margen de nuestra investigación. Si lo que nos interesa es la
verdad, nos interesa la cosa misma que se está investigando, y no lo que ella sea por relación
a nosotros. Por tanto, el que verdaderamente quiere y busca el saber, debe adoptar
(respecto de su objeto de investigación) la actitud antes mencionada. Ahora bien, los
antiguos griegos distinguían dos tipos de discurso o formas de expresión, el saber científico
(epistéme) por un lado, y la mera opinión (dóxa) por el otro. Esta distinción es fundamental
para entender el nacimiento griego de la filosofía.
Cuando Platón se propone explicar en qué consiste la actitud propia del filósofo, se ve en la
necesidad de distinguir entre dos formas de hablar sobre el mundo: la dóxa y la epistéme.
La dóxa (opinión) proviene de la experiencia, pero no la experiencia de lo que las cosas son,
sino tan sólo de lo que parecen, y más exactamente, de lo que a alguien le parece que son.
Es decir que la dóxa no dice nada sobre el ser de las cosas, sino sobre lo que aparentan
ser, sobre lo que a alguien o algunos les parece que son. La dóxa tiene que ver con la
creencia (incluso la creencia de muchos), la costumbre, la normalidad, el «sentido común».
Acostumbramos creer lo que se cree, lo que es «normal» creer, lo que a su vez, termina
siendo de «sentido común». La epistéme, en cambio, corresponde al descubrimiento de la
cosa misma, a la revelación de su ser -lo que la cosa es-, o sea, con la realidad de la cosa
misma.
Las cosas se nos presentan como pareciendo esto o lo otro, o simplemente siendo lo que
son. Para Platón, el conocimiento (epistéme) es el descubrimiento de lo que las cosas son,
mientras que la opinión (dóxa) es un modo de encubrimiento u ocultación del ser de las
cosas. Aquellos que simplemente opinan -según Platón- confunden la realidad con la
apariencia, eliminan la diferencia entre ambos, y de este modo, rebajan la verdad al mero
parecer, a eso que a veces llaman la «verdad de cada uno».
Ahora bien, la epistéme y la dóxa tienen -según Platón- distinto origen. La epistéme surge
en nosotros por medio del razonamiento, es decir que va siempre acompañada de razones.
La dóxa, por el contrario, carece de razones. Pero si la creencia en que consiste la opinión
no se basa en el razonamiento, ¿qué la hace tan segura de sí misma y tan persistente como
a menudo se manifiesta? La opinión surge como resultado de un convencimiento al que no
se llega por medio de razones o razonamientos propios de uno mismo, sino por el poder

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persuasivo de otro para hacer ver las


cosas de cierto modo (un «otro», por
cierto, que está interesado en que así Narcisismo como actitud anti-filosófica
sean, o por lo menos, que así se vean).
La persuasión es la habilidad que tiene El término narcisismo procede de Narciso, personaje
alguien para convencernos de algo, aún de la mitología griega enamorado de su propia
de las cosas más irracionales o menos imagen. Según el filósofo Gilles Lipovetsky, hoy
justificadas. La persuasión, por tanto, no Narciso es el símbolo de nuestro tiempo. Lipovetsky
tiene nada que ver con la verdad, sino caracteriza la situación social contemporánea como
con el mero convencimiento; y quien narcisista, es decir, como individualista y alejada de
busca persuadir no le interesa la verdad, los asuntos concernientes a la vida colectiva. En esta
situación contemporánea, predominan los intereses
sino tan sólo resultar convincente, o sea
individuales y la indiferencia hacia lo político, lo
que su mensaje resulte atractivo.
social y lo público. Y esto -aunque no parezca- viene
Para lograr convencer a alguien de algo, muy a cuento.
no hace falta que lo que se diga sea
Hay quienes se conforman con su opinión, y hay
verdadero, alcanza con que sea
quienes -por el contrario- aspiran a la verdad. Esto
verosímil. Lo verosímil es simplemente lo
significa que hay quienes hacen valer más los
que a la gente le parece que algo es, y lo
sentimientos que la racionalidad. Pero con este tipo
verdadero (que se refiere a lo que la cosa de personas -las que hacen valer los sentimientos y
es) en ocasiones puede llegar a ser muy los intereses particulares por sobre la racionalidad y
poco verosímil. Aquí surgen algunos la verdad- es casi que imposible llegar a acuerdos,
problemas: ¿cómo distinguir lo porque cada persona es única, y por lo tanto sus
verdadero de lo verosímil, o sea, sentimientos e intereses difieren de los del resto. Si
distinguir lo que las cosas son, de lo que cada cual se refugia en su situación particular, en
parece que son? ¿Es suficiente con no sus impresiones sobre las cosas, entonces ¿qué
hacer intervenir nuestros sentimientos, sentido tiene ponerse a dialogar?, ¿qué sentido
deseos y expectativas? ¿Cómo nos tiene argumentar y dar razones? Si sólo valiera la
aseguramos de que las cosas son como opinión de cada cual, entonces el antojo y el
nosotros creemos que son? En definitiva: capricho (también el egoísmo) serían irreprochables.
¿sabemos algo?, y ¿cómo sabemos que
Con esto se ve que aferrarse a la opinión es una
sabemos? Estas son todas preguntas
actitud narcisista (o sea, una actitud esencialmente
difíciles, y por cierto, filosóficas. El
egocéntrica), porque aunque el que opina parezca
filósofo es el que se hace este tipo de
estar hablando sobre esto o aquello, es en realidad
preguntas, porque -como ya hemos
sobre sí mismo sobre quien habla. Es decir, parece
mencionado- busca y persigue el saber,
estar hablando de esto o aquello pero en realidad
no se complace en la opinión de las
está hablando de sí mismo, o más exactamente, de
mayorías ni se conforma con las
cómo las cosas le afectan a él, el efecto que
apariencias. En el polo opuesto, están
producen en él. Así pues, su tema es siempre yo, su
los que son vulnerables al poder propia vivencia y sus propios intereses. En la
persuasivo de las palabras, la opinión, por más que esta trate sobre este o aquel
propaganda o la publicidad; aquellos que asunto, la persona se exhibe a sí misma. Ahora bien,
no piensan con independencia; y si la opinión en una actitud esencialmente narcisista,
aquellos que no pueden apartar su la filosofía -por el contrario- es un ejercicio de
opinión de su propia conveniencia. modestia y olvido de uno mismo, porque su atención
está puesta sobre las cosas que investiga.

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En definitiva, la filosofía es un ejercicio de humildad y hasta «olvido» de uno mismo porque


un genuino amor implica siempre una entrega completa y desinteresada, y el amor por el
saber -o sea la filosofía- implica entregarnos desinteresadamente a la verdad, aunque resulte
incómoda, desagradable, o inconveniente.

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¿Qué significa pensar?

Hemos tratado la importancia de distinguir entre el conocimiento propiamente tal y la mera


opinión, o dicho en otras palabras, la diferencia entre tener algo por verdadero, y el hecho
de que algo sea verdadero. Podemos decir que la mera opinión es siempre el punto de vista
de alguien, expresa lo que las cosas le parecen a una persona, mientras que el saber vendría
a expresar lo que las cosas son en sí mismas, con independencia de lo que nos parecen.
Ahora trataremos sobre lo que significa pensar en relación con lo antedicho.
Pensar es ante todo razonar, y razonar es algo completamente distinto de opinar. Quizás
nuestro encuentro escolar con la matemática sea la primera enseñanza que recibimos sobre
lo que significa verdaderamente razonar y la primera experiencia que tenemos de la distancia
que separa al razonamiento de la opinión. En clase de matemáticas vemos a un profesor
que dice cosas tales como: «el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los
cuadrados de los catetos» (teorema de Pitágoras). Algún alumno podría entonces intervenir
diciendo: «¡bueno, eso lo dirá usted!»

Ciertamente la filosofía (así como el arte, la música, los juegos o el deporte) es algo
prescindible en nuestras vidas. Es decir que podríamos vivir nuestras vidas sin filosofar, sin
cuestionarnos nada acerca del mundo que nos rodea, así como podríamos vivir sin disfrutar
de la música o de los juegos. Pero sin cosas tales como el arte, la ciencia, la literatura o la
religión, ¿no quedaríamos reducidos a pura animalidad? ¿Podemos soportar durante mucho
tiempo una vida sin música, sin juegos, sin nada de todas esas actividades que son
propiamente humanas? Es cierto que, antes que ninguna otra cosa, el humano necesita
comida y abrigo para vivir, pero una vida sin arte y sin ciencia sería demasiado animal para
poder ser soportada. Podríamos vivir sin que Miguel Ángel, Mozart, Newton o Shakespeare
hubieran existido, es cierto, pero también es cierto que la ciencia, la música y el arte nos
proporcionan una felicidad y un consuelo incomparable.
Todas estas actividades propiamente humanas son una posibilidad innecesaria, pero todo
lo que hay de admirable y excelente en nosotros se relaciona con alguna de estas cosas.
Pues bien, la filosofía es también una posibilidad innecesaria, un lujo del cual podemos
prescindir para continuar con vida, pero vivir sin filosofar es tan poco recomendable como
vivir sin arte ni música, o sin juegos ni ciencia. Estas actividades también son en cierto
sentido inútiles. Mucho más útil que la literatura es la medicina. Pero la medicina es valorada
en la medida que es valorada la salud, es decir que la medicina no vale por sí misma, en
cambio la poesía no sirve para nada, pero porque justamente tiene un valor en sí misma, es
la actividad misma de leer o de escribir lo que es valorable. Con la filosofía sucede lo mismo,
que no sirve para nada pero porque no está al servicio de ninguna otra cosa. Es en este
sentido que a veces se dice que la filosofía es un fin en sí mismo.

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