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Efesios 4:25-32
Pablo termina este capítulo con una lista de cosas que deben
desaparecer de la vida.
(a) Está la amargura (pikría): Los griegos definían esta cualidad
como un resentimiento imborrable, como el espíritu que se niega a
aceptar la reconciliación. Hay muchas personas que tienen la manía
de abrigar resentimientos para mantenerlos calentits, y rumiar los
insultos y las injurias que han recibido. Los cristianos debemos pedirle
a Dios que nos enseñe a perdonar.
(b) Están los teleles de pasión (thymós) y la ira inveterada (orgué).
Los griegos definían thymós como la clase de ira que es como humo
de pajas: arde en seguida y desaparece en seguida. Por otra parte,
describían orgué como la ira que se ha convertido en un hábito. Para
el cristiano están igualmente prohibidas la eclosión de mal genio y la
ira inveterada.
(c) Están el hablar a voces y el lenguaje insultante. Cierto famoso
predicador cuenta que su mujer solía aconsejarle: «En el púlpito, no
levantes mucho la voz.» Siempre que en una conversación o discusión
nos demos cuenta de que levantamos la voz, es el momento de
callarnos. Los judíos hablaban de lo que ellos llamaban «el pecado del
insulto,» y mantenían que Dios no da por inocente al que se dirige de
una manera insultante a su hermano.
En la obra de Shakespeare, el rey Lear decía de Cordelia que " su
voz siempre era suave, amable y sencilla: una cualidad excelente en
una mujer.» Y en cualquier persona.
Se ahorrarían muchos disgustos en el mundo si aprendiéramos
sencillamente a mantener el nivel de nuestra voz, y si, cuando no
tenemos nada bueno que decirle a una persona, no le dijéramos nada.
El argumento que hay que mantener a gritos no es tal argumento, y la
discusión que se tiene que llevar a cabo con insultos no merece
seguirse.
Así que Pablo llega a la cima de sus consejos. Nos dice que
seamos amables (jréstós). Los griegos definían esta cualidad como la
disposición de la mente que tiene tanto en cuenta los asuntos del
prójimo como los propios. La amabilidad ha aprendido el secreto de
mirar siempre hacia fuera, y no solamente hacia dentro. Pablo nos
dice que perdonemos a los demás como Dios nos ha perdonado a
nosotros. Así, en una frase, Pablo establece la ley de las relaciones
personales: Debemos tratar a los demás como Jesucristo nos ha
tratado a nosotros.
4.26, 27 La Biblia no nos dice que debemos evitar sentir enojo, pero sí
destaca que debemos saber controlarlo apropiadamente. Si somos
descuidados al hablar, el enojo herirá a otros y destruirá las relaciones.
Si las guardamos, motivará amargura y nos destruirá por dentro. Pablo
nos dice que debemos enfrentar nuestro enojo de inmediato, de modo
que edifique relaciones antes que las destruya. Si alimentamos
nuestro enojo, daremos a Satanás la oportunidad para dividirnos.
¿Está molesto con alguien en este momento? ¿Qué puede hacer para
resolver las diferencias? No deje que termine el día antes de que
empiece a hacer algo para solucionar el conflicto y salvar su relación.