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Discapacidad Intelectual

La discapacidad intelectual es un trastorno del desarrollo que se caracteriza por una limitación
en el funcionamiento intelectual que provoca alteraciones en la funcionalidad y en el
comportamiento adaptativo. Su diagnóstico se basa principalmente en la adaptación y
funcionalidad del paciente. Debido a su alta prevalencia, es importante conocer las bases
biológicas y las diversas alteraciones en el comportamiento adaptativo y procesos cognoscitivos
que se podrían presentar en los pacientes; tanto para realizar un diagnóstico certero, como una
intervención acorde a las necesidades.

Definición y diagnóstico
Schalock y Luckasson (2002) definen la discapacidad intelectual (DI) como una limitación del
funcionamiento intelectual y el comportamiento adaptativo que se expresa en las habilidades
conceptuales, sociales y prácticas que se presentan antes de los 18 años. La prevalencia de esta
discapacidad es de 1 a 3% de la población y en las formas más graves es de 0.5%.

El DSM-5 (2014), define la DI como un trastorno que comienza durante el periodo de desarrollo
y que incluye limitaciones del funcionamiento intelectual y del comportamiento adaptativo en
los dominios conceptual, social y práctico. Para su diagnóstico utiliza tres criterios:
- Debe haber deficiencias en las funciones intelectuales (razonamiento, resolución de
problemas, planificación, pensamiento abstracto, juicio, aprendizaje). Éstas deben ser
evaluadas a través de pruebas de inteligencia estandarizadas.
- Deben existir deficiencias en el comportamiento adaptativo que provocan fracaso en el
cumplimiento de los estándares de desarrollo y socioculturales para la autonomía personal y
la responsabilidad social, limitando el funcionamiento en una o más actividades de la vida.
- Estas deficiencias intelectuales y adaptativas deben iniciar durante el periodo de desarrollo.

Shevell (2008) propone que el diagnóstico se debe realizar a través de la observación directa,
información fidedigna de terceras personas, apoyo de equipo multidisciplinario y uso de pruebas
estandarizadas para evaluar la inteligencia.

Primero es necesario la evaluación de la inteligencia. Esto permite al neuropsicólogo establecer


las fortalezas y las deficiencias en distintos dominios. La interpretación del coeficiente
intelectual (CI), debe realizarse con extremo cuidado, ya que puede ocultar aspectos importantes
del funcionamiento cognoscitivo en grupos clínicos. Una evaluación dinámica tiene como
objetivo conocer la forma y el potencial que tiene el paciente de aprender en situaciones de la
vida diaria.

Existen diversos instrumentos que ayudan a la evaluación de la inteligencia de acuerdo a la edad


de los pacientes. Los más utilizados en la actualidad son las Escalas Wechsler de Inteligencia,
Escalas Bayley de Desarrollo Infantil, Escalas McCarthy de aptitudes y psicomotricidad para
niños y TONI-2. Con respecto al WISC-IV, un desempeño muy bajo en todos los índices señala
que esta población tiene deficiencias intelectuales de manera general, en comparación con niños
con problemas de aprendizaje, que tienden a tener puntuaciones más bajas en los índices de
memoria de trabajo y de velocidad de procesamiento.

Sin olvidar los criterios diagnósticos del DSM-5, el CI total es un buen predictor de alteraciones
en el funcionamiento adaptativo en personas con DI. Además de una valoración de la
inteligencia, se debe de realizar una evaluación global de todos los procesos neuropsicológicos;
cuando este desempeño es bajo de forma general, se debe de realizar la evaluación del
funcionamiento adaptativo para determinar la gravedad de la discapacidad (leve, moderada,
grave o profunda).
Pautas para establecer el diagnóstico de la DI

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