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PROPUESTAS

PARA LA ARQUEOL.O GÍA

Luis Felipe Bate

Instituto Nacional @ Escuela Nacional


de AntropolOgla de Antropologla
ü.CONACULTA e Historia
0
e Historia
ÍN DI CE

VOLUMEN 1

A manera de introducción: arqueología social ameroibérica 15

-!:MAS GENERALES DE TEORÍA Y MtTODO

Teorías y métodos en arqueología. ¿Criticar o proponer? 33


~otas sobre el materialismo histórico en el proceso
de investigación arqueológica 47
-Del registro estático al pasado dinámico": entre un salto mortal
y un milagro dialéctico 85
Teoría de la cultura y arqueología 117
¿Es la cultura el objeto de la antropología? 147
Una nota sobre dialéctica en "arqueología social" 155

T Ó PICOS METODOLÓGICOS

Hacia la cuantificación de las fuerzas productivas en arqueología 177


Material lítico: metodología de clasificación 191

PERIODIZACIÓN HISTÓRICA

Sociedad concreta y periodización tridimensional 241


El modo de producción cazador-recolector o la economía
del "salvajismo" 269
Sobre el modo de reproducción en sociedades
pre-tribales, Luis F Bate y Alejandro Terrazas 317

[9]
Propuestas para la arqueología

Sociedades cazadoras-recolectoras y p rimeros


asentamientos agrarios 359
Hipótesis sobre la sociedad clasista inicial 413
Condiciones para el surgimiento de las sociedades
clasistas 499

10
A MANERA DE INTRODUCCI Ó N:
ARQUEOLOGÍA SOCIA L AME ROIBÉRICA*

A la memoria de
LENIN0RTIZ
amigo, camarada y colega.

BREVE HISTORIA

Arqueología Social. Puede decirse que esta posición comienza

1 a configurarse a principios de la década de los setenta ent re


e un grupo de colegas sudamericanos, algunos de los cuales fui-
mos acogidos en México cuando las Juntas criminales cerraron las aca-
demias de ciencias sociales a todo lo que se sospechara de izquierdas.
Par~ la mayoría - que éramos pocos- se trataba de una búsqueda
de coherencia entre el compromiso político con la sociedad en la que vivi-
mos y nuestro quehacer profesional, entendiendo a la arqueología como
parte de las ciencias sociales.
Teníamos en común con otros arqueólogos el interés de orientar
nuestras investigaciones bajo un sistema conceptual de referencia, con el
objetivo de encontrar explicaciones de los procesos históricos. Es decir, de
desarrollar una arqueología enfocada teóricamente, buscando superar el
empirismo miope que reducía la investigación al nivel de las descripcio-

* Comunicación presentada en el Tercer Congreso Ecuatoriano de Antropología


y Arqueología, realizado en Guayaquil en octubre de 2008.
Propuestas para la arqueología

nes interminables, impuesto como "ciencia normal" por los enfoques par-
ticularistas predominantes. En ese sentido, la referencia común era la obra
de Vere Gordon Childe.
Pero quienes confluimos en la conformación de este planteamiento
encontramos una mejor orientación en distintas líneas del desarrollo de la
teoría materialista de la historia. Sin embargo, a pesar de los muy abundantes,
complejos y diversos aportes y debates generados en las distintas corrientes
de pensamiento derivadas del marxismo, la distancia entre la teoría disponi-
ble y la teoría necesaria para encauzar las particularidades del oficio de inves-
tigación social e histórica de la arqueología era aún bastante grande, por lo
que se comenzó la tarea de ensayar diversas propuestas en este sentido.
En esa época se producen los primeros textos, entre los cuales se
cuentan Antiguasformaciones y modos de producción venezolanos, [Sano-
ja y Vargas 1974]; La arqueología como ciencia social [Lumbreras 1974];
Sociedad, formación económico-social y cultura [Bate 1978] y Marxismo y
arqueología [Montané 1980].

2. Arqueología Social Latinoamericana. Al iniciarse la década de los ochen-


ta, debido a la heterogeneidad de enfoques políticos y de intereses temá-
ticos y a la desigual formación teórica, 1 se presentaba una gran dispersión
conceptual entre los diversos autores. Si bien todos escribíamos y hablá-
bamos desde "el" materialismo histórico, el contenido de los conceptos
que manejábamos era muy disímil y no pocas veces incompatible. Si se
conjuntaran y confrontaran los textos redactados hasta 1983 no sería
posible dar una visión coherent e de todos esos planteamientos.
Entonces se convocó a la primera reunión en Oaxtepec, México, con
el objetivo de argumentar nuestras diferencias. Y ocurrió lo que, si hubie-
ra sido el propósito explícito de la reunión, seguramente no habría ocu-
rrido: se llegó a un consenso que p ermitió una unificación conceptual

i. Para principios de los años setenta, antes de que el marxismo se pusiera de moda

en los medios académicos, bajo la influencia de Althusser, probablemente el único que


poseía un conocimiento amplio del marxismo entre los arqueólogos latinoamericanos
era Julio Montané.

16
A manera de introducción: arqueología social ameroibéric·a

básica. A dicho encuentro de 1983 siguieron las reuniones del Cuzco


(1984), Caracas (1985) y nuevamente Oaxtepec, en 1986, conformándose
lo que se conoció como Grupo Oaxtepec. Y surgieron también varios gru-
pos de discusión nacionales o regionales, como el grupo Evenflo en Méxi-
co; el 4 Ahau en Guatemala, el Cheverato en el Caribe o el Indea en Perú.2
Para entonces, buscando diferenciarla de las posiciones de Shanks
y Tilley, se com enzó a hablar de la Arqueología Social Latinoamericana.
A finales de la década había ya un creciente número de autores gene-
rando una producción abundante y temáticamente diversificada, inclu-
yendo la propuesta de integraci.ón publicada por Vargas [1989] bajo el
título de Arqueología, ciencia y sociedad.

3. Arqueología Sociallberoamericana. En la década de los noventa el ámbi-


to de interés se extiende a la península ibérica, y el desarrollo de las inves-
tigaciones es motivado de manera importante gracias al recurso de la
polémica y el debate. Se realizan entonces los encuentros de Arqueo/o- ·
gía Social Iberoamericana promovidos por los colegas Oswaldo Arteaga
y Francisco Nocete, bajo el auspicio de la Universidad Santa María de La
Rábida, en los que participaron cerca de un centenar de arqueólogos, no
sólo de América Latina, España y Portugal, sino también estadouniden-
ses, como Muse y McGuire.
Desde entonces, las diversas reuniones realizadas se han prestado a
un fruct!fero intercambio de opiniones e ideas a través del debate entre
investigadores participantes de distintas corrientes de pensamiento desa-
rrolladas en la tradición académica marxista.
Para 1996 intentamos una nueva síntesis de integración de nuestras
propuestas, en una tesis presentada en la Universidad de Sevilla3 y orga-
nizada de acuerdo con el concepto de posición teórica, propuesto por
Gándara.

2 . Donde hoy existe el grupo Runa, saludablemente crítico.


3. La cual se publicó, en 1998, bajo el título de EL proceso de investigación en arqueo-
logía.

17
'r

Propuestas para la arqueología

4. Arqueología Social Ameroibérica. Para la década del 2000, suman decenas


los jóvenes que se gradúan realizando sus tesis bajo un enfoque materialis-
ta histórico, pese al generalizado repliegue de los movimientos políticos de
izquierdas y al triunfo totalitario de la "libertad y la democracia" que, ahora
sí, nos asegura que todos los ciudadanos del mundo estamos en igualdad de
derechos para entrar en la "libre" competencia del mercado.4
En 2006, por ejemplo, se_hizo en México una reunión que, sin una
convocatoria internacional -aunque participaron cinco colegas extran-
jeros-, contó con treinta participaciones sólo de egresados y maestros
de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Pero la designación de
esta posición -Arqueología Social, Arqueología Social Latinoamericana
o Arqueología Social Ibero~mericana- en cualquiera de sus versiones es
inadecuada, pues se trata de una propuesta que pretende ser válida para
cualquier parte del mundo. De manera que, aceptando que sólo se trata
de aludir a su origen histórico, dicha reunión se convocó como Encuen-
tro de Arqueología Social Arneroibérica.
De hecho, en la península ibérica el manejo y la discusión de los temas
de Arqueología y Prehistoria bajo enfoques histórico-materialistas ha
tenido un considerable desarrollo. Baste ver la bibliografía de los trabajos
publicados en la Revista Atlántico Mediterránea de Prehistoria y Arqueolo-
gía Social, RAMPAS, de la Universidad de Cádiz.
Otro hecho importante es el de que un grupo de colegas cubanos,
rompiendo el aislamiento autoimpuesto por coyunturas particulares, se
están incorporando a este amplio debate [Torres 2004].
Pero también, por el camino, ha habido deserciones, casi siempre
bajo el seductor influjo del poderoso caballero, anteponiendo el interés
personal a la consecuencia y al compromiso social. Hasta hay quien haya
abandonado su militancia político-académica para lucrar mejor con sus
conocimientos como empresario privado.

Por lo que respecta al Ecuador, en esta muy escueta reseña histórica vale
la pena recordar que, desde 1979, Lenin Ortiz organizó, con el apoyo del

4. Donde compiten libremente sardinas y tiburones.

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A manera de introducción: arqueología social ameroibérica

entonces prefecto de Pichincha, Patricio Romerot, las Semanas Cultura-


les de Mayo, en las que, con ocasión de las Fiestas Patrias, se reunió a un
grupo de colegas americanos. Y desde entonces fue el promotor de múl-
tiples iniciativas que buscaban acercar a los colegas, aun con diferentes
puntos de vista. En los años siguientes le sucedieron diversos actos, como
la reunión en homenaje a Estanislao Ceballos, organizada por la Escuela
de Arqueología de la Espol. recientemente fundada por Jorge Marcos.
Hubo también varios foros en los que participaban el grupo de Historia
del Consejo Provincial de Pichincha, arqueólogos de la Escuela de Arqueo-
logía de laEspol, de Historia de la UCE y colegas de la Universidad del Esta-
do de Guayaquil, como Gorky Elizalde, Víctor González o Iván Cruz. Y la
oportunidad de colaboración en los trabajos de campo en Mojanda, bajo
el Proyecto Cochasquí dirigido por Lenin Ortiz, a los cuales se integraron
los colegas del Consejo Provincial, profesores y alumnos de la Espol, Ros-
ángela Adoum, entonces directora del Museo del Banco Central de Quito,
y el equipo de la Misión Arqueológica de la Escuela Nacional de Antropo-
logía e Historia de México. En todas esas ocasiones participamos, entre
otros, varios de los arqueólogos de diversos países latinoamericanos que
confluimos en la conformación de esta posición teórica.
En este contexto, nos es muy grato volver a participar en un semina'rio
organizado en Ecuador, bajo circunstancias políticas y sociales m ás esp e-
ranzadoras para los movimientos populares que lo que han sido las dos
décadas anteriores. Y encontrarnos con los pioneros, así como con los jóve-
nes maestros de entonces, como SilviaÁlvarez, Mike y Judith Muse o Jimmy
Zeidler y muchos de sus alumnos convertidos ya en experimentados profe-
sionales. Vaya para nuestros colegas ecuatorianos el reconocimiento de los
que conformamos el Parque Jurásico de la Arqueología Social.

Volviendo a la Arqueología Social Ameroibérica, podemos decir que,


a estas alturas, la producción es abundante y la temática abarcada es
ampliamente diversificada. Pondremos sólo algunos ejemplos, pues un
listado más detallado podría resultar en un eficaz somnífero.
Uno de los conceptos desarrollados ha sido el de posición teórica,
propuesto por Manuel Gándara como alternafara a la concepción relati-

19
Propuestas para la arqueología

vista de "paradigma", puesta de moda en los setenta a través de la obra de


Thomas Kuhn [véase Gándara 2008]. Y que sí permite una opción racio-
nal entre las distintas concepciones acerca de la realidad y de los procedi-
mientos para conocerla.
La categoría de sociedad concreta, que nos permite integrar realmen-
te desde la dimensión fenoménica de la sociedad, en sus aspectos empí-
ricamente observables, hasta su s regularidades causales y estructurales
más generales y determinantes.
Una concepción de la realidad social, alternativa a otras concepcio-
nes sociológicas como la del althusserismo, de moda en los setenta, que
suponía que el concepto de modo de producción sería una categoría abs-
tracta, sólo ideal, mientras que la de formación económico-social (FES)
aludiría a la realidad social concreta. Cuando, de hecho, se trataba sólo de
una combinatoria o articulación de abstracciones que no nos acercaba
para nada a la realidad de las manifestaciones observables de la sociedad,
entre otros, por los antropólogos o arqueólogos.
Esta solución se plantea asumiendo a la sociedad como una totali-
dad histórica concreta, a través de la formalización teórica explícita de la
integración dialéctica de las dimensiones de la cultura, los modos de vida
y la formación social. Alternativa también al funcionalismo de Merton,
copiado por Binford, en su búsqueda de distintos "rangos" o "niveles" de la
teoría, para conocer una realidad que constituye objetivamente una t ota-
lidad única.
Ello implicó precisar el contenido del concepto de modo de produc-
ción, que incluye las relaciones establecidas en los procesos de produc-
ción, distribución, circulación y consumo [Grupo Oaxtepec 1983].
Y proponer conceptos para la teorización del modo de reproducción [Bate
y Terrazas 2002]. Se propuso también una formalización teórica de la cate-
goría de la cultura, entendida como la singularidad formal de las manifes-
taciones fenoménicas de la existencia real de una formación social [Bate
1978]. Donde se entiende a la formación social como la unidad orgánica
del ser social (modos de producción y reproducción) y las superestructu-
ras (psicología social e institucionalidad). Respecto a la psicología social,
por ejemplo, se introduce explícitamente la afectividad como un com-

20
·"

A manera de introducción: arqueología social ameroibérica

ponente inexcluible del reflejo subjetivo de la realidad por parte de los


grupos sociales y que, junto a los reflejos cognitivos a los que se asocia,
integran las representaciones sintéticas que denominamos valores, que
son los que motivan el comportamiento de los individuos y los sujetos
sociales.
Por su parte, Sanoja, Vargas y Veloz Maggiolo introducen, en diversos
textos (véase la bibliografía), el concepto de modo de vida, referido a las
mecliaciones entre las categorías de formación social y cultura, lo que lle-
vó a la introducción de otros conceptos, como modo de trabajo o proceso
de trabajo determinado [Acosta 1999]. Conceptos que han resultado fruc-
tíferos en las investigaciones de diferentes procesos históricos por par-
te de los usuarios de esta concepción teórica [por ejemplo, Acosta 2000 y
2007; Lazcano 2005].
Otro tema importante ha sido el de la periodización histórica que,
sorprendentemente, ha adolecido de una notable falta de homogenei-
dad teórica en las tradiciones marxistas. De ahí que hemos debido expli-
citar las variables generales comunes que permitan una periodización
consistente y, en correspondencia con la categoría de sociedad concre-
ta, tales variables son las que incluyen las categorías que reflejan la diná-
mica histórica en sus distintas dimensiones. Por ello hemos propuesto
que la investigación histórica requiere de una periodización tridimensio-
nal [Bate 1998a] que vincule las dimensiones de la cultura, el modo de
vida y la formación social. En el nivel más general, el de las formaciones
sociales, se han formulado hipótesis para caracterizar los distintos tipos
de sociedades preeuropeas existentes en América, como serían las for-
maciones pretribales [Bate 1986, 2004], tribales [Sarmiento 1986 y 1993;
Vargas 1987] y clasistas iniciales [Bate 1984], entendiendo que los proce-
sos de revolución tribal y clasista constituyen periodos con particularida-
des propias. Desde luego, tal propuesta no pretende ser válida sólo para el
continente americano y también se la ha manejado para explicar procesos
europeos [por ejemplo, Arteaga 2000; Ramos Muñoz 1999;Jover y López
Padilla 2006]. También hay trabajos como el de Flores [2007] que discuten
la periodización de las formaciones sociales en su articulación con diver-
sos modos de vida, en general, o como el de Sansores [2000], en particular

21
Propuestas para la arqueología

para Mesoamérica. También son varias las publicaciones referidas a los


procesos concretos en diversas regiones americanas.
Además, una gran cantidad de propuestas sobre temas como el pro-
ceso de hominización bajo el concepto de coevolución humana [Terrazas
2006], h acia una síntesis biosocial [Monsalve y Serrano 2005], propues-
tas para una teoría de la estética en sociedades precapitalistas [Delgado
1989; Pérez 2000 y 2001], sobre la relación entre arqueología y ética [Gon-
zález Quezada 2001]. arqueología y pedagogía (Sarmiento 2006]. O temas
como el género en la historia [Vargas 2006], la relación entre estructura y
causalidad social en relación con el uso del espacio [Ardeleán 2001, 2003],
inferencias sociales a partir de restos arqueofaunísticos [Camarós y Esté-
vez 2006], o arqueología y simbolización [Castillo 2005]. Igualmente, una
conceptualización del patrimonio cultural [Gándara 2005; Fonseca 2000]
o la relación práctica entre participación social y protección del patrimo-
nio [Meneses 1994].
También se ha participado en temas relacionados con las sociedades
actuales, como la cuestión étnico-nacional [Díaz-Polanco; Sánch ez; Bate]
con diversos trabajos y propuestas sobre temas particulares, como auto-
nomía regional, diversidad social y multiculturalidad urbana, o la rela-
ción entre cultura e identificación ideológica.
Desde luego, una enumeración tan breve deja sin mencionar un gran
número de aportes, pero sólo hemos querido dar una idea de la amplitud
de la temática abarcada.

UNA POSICIÓN TEÓRICA

La producción referida no constituye una colección de temas dispersos,


pues están enmarcados en una concepción general y explícita que integra
-pensamos que consistentemente- todos los tópicos pertinentes de la
disciplina arqueológica como parte de las ciencias sociales, en la cual no
nos interesa establecer fronteras de territorios de propiedad intelectual,
sino crear pHentes: entre las diferentes disciplinas y entre el pasado y el
futuro, un futuro distinto del presente.

22
A manera de introducción: arqueología social ameroibérica

En el área valorativa se asumen expresamente juicios de valor ético-


políticos desde los cuales se define el objetivo cognitivo propuesto para
ia investigación científica. En este sentido, se considera que, porrazo-
nes históricas, la sociedad es estructuralmente injusta para la mayoría de
:os seres humanos, lo cual impone, como objetivo práctico, su transfor-
mación en una sociedad cada vez menos injusta para estas mayorías. Y,
entendiendo que sólo existen sociedades concretas, se requiere un tipo de
conocimiento lo más cercano a cómo es la realidad: extraordinariamente
compleja y dinámica. De ahí que el tipo de conocimiento que puede orien-
:ar una práctica transformadora de la realidad debe permitir su explica-
ción como totalidades histórico-concretas.
En el área epistemológi.ca se adopta el realismo o materialismo filosó-
5.co bajo una concepción dialéctica, lo cual, entre otras cosas, supone una
prioridad epistémica y lógica de la teoría respecto al método, de la ontolo-
gía respecto a la lógica. Lo que representa una inversión de la relación teo-
ría-método propuesta por las arqueologías procesuales, particularmente
en la versión binfordiana, que espera que la aplicación reiterada del méto-
do permitiría la construcción de la teoría de referencia para la arqueología.5
Respecto al área ontológica, consecuentemente con lo anterior, se
identifican los campos de la realidad con los cuales trata el oficio de la
arqueología y que requieren de teorización como condición para generar
propuestas metodológicas. Definimos así tres instancias ontológicas con-
catenadas: la teoría sustantiva acerca de la sociedad y su desarrollo histó-
rico, y dos instancias mediadoras entre ésta y los datos y la información a
través de los cuales accedemos a su conocimiento.
l. La teoría sustantiva que, en nuestro caso, es una versión del mate-
rialismo histórico.6 En este campo hemos desarrollado proposiciones
en tres temas generales:
a) Formalización de un concepto general de la sociedad entendida
como totalidad concreta. Es decir, la categoría de sociedad concre-

5. Postura acertadamente criticada por los grupos RATS (Radical Archaeology


Theory Seminar) en Estados Unidos o TAG (Theoretical Archaeology Group) en Europa.
6. Versión que difiere de la del althusserismo de moda en las academias occidenta-
les desde finales de los sesenta.

23
Propuestas para la arqueología

ta que, como señalamos, integra las dimensiones de la formación


social, el modo de vida y la cultura.
b) Una propuesta de periodización en las tres dimensiones de la
sociedad concreta. Y, en lo general, una periodización del tipo de
formaciones sociales prefeudales, otorgándole una homogeneidad
teórica de la cual han carecido la mayoría de las periodizaciones en
la tradición marxista.
c) La cuestión étnico-nacional, que nos explica cómo se insertan las
sociedades indígenas que estudiamos como arqueólogos en el pro-
ceso de conformación de los estados nacionales actuales.
2. La teoría de la historia de los materialesy contextos arqueológicos. Don-
de se consideran los procesos de suformación y transformaciones para
explicar cómo se presentan a la observación.
3. La teoría de la historia de la producción de información arqueológica.
Donde se busca explicar los procesos de generación de la información
que requiere procesar la investigación arqueológica, sea ésta produ-
cida por especialistas (arqueólogos) u otros agentes sociales. Y que
van desde la observación de los datos en campo o en laboratorio has-
ta la presentación, bajo diversas formas, de la información generada a
partir del procesamiento de la observación de materiales o contextos
arqueológicos.
En cuanto al área metodológica, proponemos una secuencia de cinco
instancias que nos permiten organizar los procesos inferenciales.
l. Producción sistemática de información. Se refiere a la planificación y
definición de protocolos de operación, observación y registro para los
trabajos de campo y laboratorio, sujetas a objetivos. Incluye la proble-
mática considerada como relevante para la arqueología, como son los
procedimientos de clasificación tipológica o taxonómica.
2. Identificación de culturas arqueológicas. Es una instancia de acopio
y análisis de confiabilidad de la información disponible, orientada
a identificar a las sociedades que generaron materiales y contextos
arqueológicos en un espacio y rango temporal determinados.
3. Inferencia de las culturas. Se trata de conocer, principalmente por
inducción reconstructiva, el sistema y la secuencia de actividades de

24
A manera de introducción: arqueología social ameroibérica

la vida cotidiana, que incluye eventos únicos o no regulares, como


éstas se manifiestan en la dimensión fenoménica de la cultura.
4. Inferencia de las formaciones sociales. A partir de lo anterior se infie-
ren, hasta donde la información básica lo permite, las características
de la causalidad y estructura general de las formaciones sociales; pro-
ceso mediado, en la secuencia inferencia!, por las particularidades de
los modos de vida.
5. Explicación del desarrollo histórico concreto, proceso que requiere con-
cebir a las totalidades sociales en la unidad de las dimensiones de la
formación social y la cultura, con sus diversos ritmos de cambios y en
su relación con un medio natural determinado y en las interacciones
entre diversos pueblos o sociedades.
Esto, desde luego, constituye el sistema general de referencia teórico-
metodológica en el que se inscriben las investigaciones particulares, que
no necesariamente abarcan todo ese proceso, pero que les dan sentido,
permitiendo la orientación, integración o replanteamiento de los resulta-
dos de las mismas.
Así, se ha formalizado una propuesta bajo parámetros comparables
con otras posiciones teóricas. Entendemos que el desarrollo de la inves-
tigación científica se mueve gracias a las diferencias y contradicciones
manifiestas en debates y polémicas. De modo que de ninguna manera nos
interesa llegar a convertirnos en el "paradigmá' de una arqueología con-
cebida como "ciencia normal" en el sentido de Kuhn. Más bien esperamos
encontrar posiciones alternativas que le den altura a los debates.
Nos interesa contribuir al conocimiento de la historia a través del ofi-
cio arqueológico, en la medida en que entendemos que la historia debe
ser la memoria crítica y razonada de la experiencia de los pueblos que nos
permita tornar decisiones colectivas a fin de crear un futuro mejor para
l~ grandes mayorías. O, al menos, no repetir los muchos errores trágicos

que abundan en el pasado lejano y cercano.

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Propuestas para la arqueología

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