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RETRATOS
libro al
Viento
E LA IE - ? , E.
Ximénez
ALCALDÍA MAYOR DE BOGOTÁ
ENRIQUE PEÑALOSA LONDOÑO, Alcalde Mayor de Bogotá
Imágenes: carátula: detalle de «El mirador», Paseo Bolívar, Bogotá, foto de Gumersindo Cuéllar
Jiménez, ca. 1930, Fondo Banco de la República; ilustraciones interiores tomadas de: ClipArt etc,
http://etc.usf.edu
Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida, parcial o totalmente, por ningún
medio de reproducción, sin consentimiento escrito del editor.
www.idartes.gov.co
CUBIERTA
LIBRO AL VIENTO
PORTADA
CRÉDITOS
BIBLIOGRAFÍA
JIMÉNEZ, José Joaquín, Crónicas, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, Bogotá,
s.f.
JIMÉNEZ, José Joaquín, Las famosas crónicas de Ximénez, prólogo de Juan José
Hoyos. Planeta, Bogotá, 1996.
NOVOA, José Luis y ESCAMILLA, Óscar, «Reportero X» en revista Gatopardo #40
(Bogotá), octubre de 2003. Págs. 6066, 162166.
OSPINA, Andrés, Ximénez, Editorial Laguna, Bogotá, 2013.
VERGARA AGUIRRE, Andrés, Historia del arrabal: los bajos fondos bogotanos en los
cronistas Ximénez y Osorio Lizarazo, 19241946. Editorial Universidad de
Antioquia, Medellín, 2014.
SIETE
RETRATOS
Ximénez
LA INFANCIA, JUVENTUD
Y AVENTURAS DEL GRAN
HAMPÓN «SR. MEDIABOLA»
TODO ERA LO MISMO QUE AQUEL DÍA, dos años antes, en que
recibiera su nombramiento de ayudante del registro municipal. La
alcoba, un cuartucho de cinco metros, pugnaba por abandonar la
penumbra y recibía una lucecilla tenue de amanecer en las
claraboyas de la puerta principal. A la izquierda estaba su cama de
pino, con las cuatro colchas, el edredón y tres almohadones. A la
derecha, la cama de su mujer, un tanto más curiosa y acicalada. Al
fondo, el armario de nogal, con el espejo roto y pintado de
florecillas amenas que disimulaban los desperfectos. A la entrada, el
tocador con la enorme palangana esmaltada, la jarra azul, su bata de
baño y los cepillos de dientes. Todo era lo mismo. Zumbaban las
moscas, halagadas por la vecindad de la alcantarilla. La decoración
de los muros, cubista, daba vueltas perezosamente. El reloj
despertador, sobre el velador, traqueteaba su corazoncillo mecánico
y quería estallar. Despertó constipado, con un ácido sabor entre la
boca, y en la nariz un cuerpo extraño que lo punzaba
caprichosamente. Abrió los ojos y contempló los muros, la cama de
su esposa, a su esposa, dormida y resoplante, cuyo cuerpo obeso se
dibujaba sobre las frazadas. Miró al reloj: las 6 de la mañana. Se
pasó las manos por los cabellos, untados de manteca perfumada.
Bostezó. Repitió el bostezo. Resbaló la lengua por las encías. Se
enderezó un tanto. Había tiempo de dormir un poquitín más.
Entornó de nuevo los ojos. Juntó las rodillas con el pecho. Quedó
convertido en un número tres. Se agarró las mangas de la piyama
(malditas piyamas siempre grandes para su diminuta estatura), y
cuando ya se sumergía en un leve sopor, la realidad le golpeó el
cerebro, bárbaramente.
Cierto. La tarde anterior estaba en su escritorio, todo cubierto de
manchones de tinta y de sucios papeles. Hacía el eterno registro:
Muertos 16
Nacimientos 18
Registro civil 24
Matrimonios 15
Testamentos 13
Suma total 86
Muertos 18
Nacimientos 14
Registro civil 13
Matrimonios 15
Testamentos 16