Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
http://www.monografias.com/trabajos4/feudal/feudal.shtml
Feudalismo
Orígenes
Los caballos de guerra eran costosos y su adiestramiento para emplearlos militarmente exigía
años de práctica. Carlos Martel, con el fin de ayudar a su tropa de caballería, le otorgó fincas
(explotadas por braceros) que tomó de las posesiones de la Iglesia. Estas tierras, denominadas
‘beneficios’, eran cedidas mientras durara la prestación de los soldados. Éstos, a su vez, fueron
llamados ‘vasallos’ (término derivado de una palabra gaélica que significaba sirviente). Sin
embargo, los vasallos, soldados selectos de los que los gobernantes Carolingios se rodeaban,
se convirtieron en modelos para aquellos nobles que seguían a la corte. Con la desintegración
del Imperio Carolingio en el siglo IX muchos personajes poderosos se esforzaron por constituir
sus propios grupos de vasallos dotados de montura, a los que ofrecían beneficios a cambio de
su servicio. Algunos de los hacendados más pobres se vieron obligados a aceptar el vasallaje y
ceder sus tierras al señorío de los más poderosos, recibiendo a cambio los beneficios feudales.
Se esperaba que los grandes señores protegieran a los vasallos de la misma forma que se
esperaba que los vasallos sirvieran a sus señores.
Feudalismo clásico
Esta relación de carácter militar que se estableció en los siglos VIII y IX a veces es denominada
feudalismo Carolingio, pero carecía aún de uno de los rasgos esenciales del feudalismo clásico
desarrollado plenamente desde el siglo X. Fue sólo hacia el año 1000 cuando el término ‘feudo’
comenzó a emplearse en sustitución de ‘beneficio’ este cambio de términos refleja una
evolución en la institución. A partir de este momento se aceptaba de forma unánime que las
tierras entregadas al vasallo eran hereditarias, con tal de que el heredero que las recibiera
fuera grato al señor y pagara un impuesto de herencia llamado ‘socorro’. El vasallo no sólo
prestaba el obligado juramento de fidelidad a su señor, sino también un juramento especial de
homenaje al señor feudal, el cual, a su vez, le investía con un feudo. De este modo, el
feudalismo se convirtió en una institución tanto política como militar, basada en una relación
contractual entre dos personas individuales, las cuales mantenían sus respectivos derechos
sobre el feudo.
La guerra fue endémica durante toda la época feudal, pero el feudalismo no provocó esta
situación; al contrario, la guerra originó el feudalismo. Tampoco el feudalismo fue responsable
del colapso del Imperio Carolingio, más bien el fracaso de éste hizo necesaria la existencia del
régimen feudal. El Imperio Carolingio se hundió porque estaba basado en la autoridad de una
sola persona y no estaba dotado de instituciones lo suficientemente desarrolladas. La
desaparición del Imperio amenazó con sumir a Europa en una situación de anarquía: cientos de
señores individuales gobernaban a sus pueblos con completa independencia respecto de
cualquier autoridad soberana. Los vínculos feudales devolvieron cierta unidad, dentro de la cual
los señores renunciaban a parte de su libertad, lo que era necesario para lograr una
cooperación eficaz. Bajo la dirección de sus señores feudales, los vasallos pudieron defenderse
de sus enemigos, y más tarde crear principados feudales de cierta importancia y complejidad.
Una vez que el feudalismo demostró su utilidad local reyes y emperadores lo adoptaron para
fortalecer sus monarquías.
En la Navidad del año 800 d.C., el Papa León III coronó a Carlomagno como
emperador. El Imperio carolingio se sentía profundamente romano y cristiano, pero
su modelo de administración era germano. A la cabeza del estado estaba el rey. El
reino estaba dividido en condados, administrados por los condes, que tenían poder
civil, militar y judicial. Los condados fronterizos se llamaban marcas, gobernados
por los marqueses, que tenían un gran poder militar para defender las fronteras del
reino.
El Feudalismo
El feudo era el lugar donde el señor feudal ejercía su poder. Normalmente era un
lote de tierra dado en usufructo, pero también podía ser un castillo, una abadía o
un determinado cargo que se le concedía.
La sociedad feudal
(Cierra el paréntesis)
Plenitud
El feudalismo alcanzó su madurez en el siglo XI y tuvo su máximo apogeo en los siglos XII y
XIII. Su cuna fue la región comprendida entre los ríos Rin y Loira, dominada por el ducado de
Normandía. Al conquistar sus soberanos, a fines del siglo XI, el sur de Italia, Sicilia e Inglaterra
y ocupar Tierra Santa en la primera Cruzada, establecieron en todas estas zonas las
instituciones feudales. España también adoptó un cierto tipo de feudalismo en el siglo XII, al
igual que el sur de Francia, el norte de Italia y los territorios alemanes. Incluso Europa central y
oriental conoció el sistema feudal durante un cierto tiempo y en grado limitado, sobre todo
cuando el Imperio bizantino se feudalizó tras la cuarta Cruzada. Los llamados feudalismos del
antiguo Egipto y de Persia, o de China y Japón, no guardan relación alguna con el feudalismo
europeo, y sólo son superficialmente similares. Quizá fueran los samurais japoneses los que
más se asemejaron a los caballeros medievales, en particular los shoguns de la familia
Ashikaga; pero las relaciones entre señores y vasallos en Japón eran diferentes a las del
feudalismo de Europa occidental.
Características
En su forma más clásica, el feudalismo occidental asumía que casi toda la tierra pertenecía al
príncipe soberano —bien el rey, el duque, el marqués o el conde— que la recibía "de nadie sino
de Dios". El príncipe cedía los feudos a sus barones, los cuales le rendían el obligado
juramento de homenaje y fidelidad por el que prestaban su ayuda política y militar, según los
términos de la cesión. Los nobles podían ceder parte de sus feudos a caballeros que le
rindieran, a su vez, homenaje y fidelidad y les sirvieran de acuerdo a la extensión de las tierras
concedidas. De este modo si un monarca otorgaba un feudo de doce señoríos a un noble y a
cambio exigía el servicio de diez caballeros, el noble podía ceder a su vez diez de los señoríos
recibidos a otros tantos caballeros, con lo que podía cumplir la prestación requerida por el rey.
Un noble podía conservar la totalidad de sus feudos bajo su dominio personal y mantener a sus
caballeros en su señorío, alimentados y armados, todo ello a costa de sufragar las prestaciones
debidas a su señor a partir de su propio patrimonio y sin establecer relaciones feudales con
inferiores, pero esto era raro que sucediera ya que los caballeros deseaban tener sus propios
señoríos. Los caballeros podían adquirir dos o más feudos y eran proclives a ceder, a su vez,
parte de esas posesiones en la medida necesaria para obtener el servicio al que estaban
obligados con su superior. Mediante este subenfeudamiento se creó una pirámide feudal, con el
monarca en la cúspide, unos señores intermedios por debajo y un grupo de caballeros feudales
para servir a la convocatoria real.
Los problemas surgían cuando un caballero aceptaba feudos de más de un señor, para lo cual
se creó la institución del homenaje feudatario, que permitía al caballero proclamar a uno de sus
señores como su señor feudal, al que serviría personalmente, en tanto que enviaría a sus
vasallos a servir a sus otros señores. Esto quedaba reflejado en la máxima francesa de que "el
señor de mi señor no es mi señor" de ahí que no se considerara rebelde al subvasallo que
combatía contra el señor de su señor. Sin embargo, en Inglaterra, Guillermo I el Conquistador y
sus sucesores exigieron a los vasallos de sus vasallos que les prestaran juramento de fidelidad.
La prestación militar era fundamental en el feudalismo, pero estaba lejos de ser la única
obligación del vasallo para con su señor. Cuando el señor era propietario de un castillo, podía
exigir a sus vasallos que lo guarnecieran, en una prestación denominada ‘custodia del castillo’.
El señor también esperaba de sus vasallos que le atendieran en su corte, con objeto de
aconsejarle y de participar en juicios que afectaban a otros vasallos. Si el señor necesitaba
dinero, podía esperar que sus vasallos le ofrecieran ayuda financiera. A lo largo de los siglos XII
y XIII estallaron muchos conflictos entre los señores y sus vasallos por los servicios que estos
últimos debían prestar. En Inglaterra, la Carta Magna definió las obligaciones de los vasallos
del rey; por ejemplo, no era obligatorio procurar ayuda económica al monarca salvo en tres
ocasiones: en el matrimonio de su hija mayor, en el nombramiento como caballero de su
primogénito y para el pago del rescate del propio rey. En Francia fue frecuente un cuarto motivo
para este tipo de ayuda extraordinaria: la financiación de una Cruzada organizada por el
monarca. El hecho de actuar como consejeros condujo a los vasallos a exigir que se obtuviera
su beneplácito en las decisiones del señor que les afectaran en cuestiones militares, alianzas
matrimoniales, creación de impuestos o juicios legales.
Herencia y tutela
Otro aspecto del feudalismo que requirió una regulación fue la sucesión de los feudos. Cuando
éstos se hicieron hereditarios, el señor estableció un impuesto de herencia llamado ‘socorro’.
Su cuantía fue en ocasiones motivo de conflictos. La Carta Magna estableció el socorro en 100
libras por barón y 5 libras por caballero; en todo caso, la tasa varió según el feudo. Los señores
se reservaron el derecho de asegurarse que el propietario del feudo fuese leal y cumplidor de
sus obligaciones. Si un vasallo moría y dejaba a un heredero mayor de edad y buen caballero,
el señor no tenía por qué objetar su sucesión. Sin embargo, si el hijo era menor de edad o si el
heredero era mujer, el señor podía asumir el control del feudo hasta que el heredero alcanzara
la mayoría de edad o la heredera se casara con un hombre que tuviera su aprobación. De este
modo surgió el derecho señorial de tutela de los herederos menores de edad o de las
herederas y el derecho de vigilar sobre el matrimonio de éstas, lo que en ciertos casos supuso
que el señor se eligiera a sí mismo como marido. La viuda de un vasallo tenía derecho a una
pensión de por vida sobre el feudo de su marido (por lo general un tercio de su valor) lo que
también llevaba a provocar el interés del señor por que la viuda contrajera nuevas nupcias. En
algunos feudos el señor tenía pleno derecho para controlar estas segundas nupcias. En el caso
de muerte de un vasallo sin sucesores directos, la relación de los herederos con el señor
variaban: los hermanos fueron normalmente aceptados como herederos, no así los primos. Si
los herederos no eran aceptados por el señor, la propiedad del feudo revertía en éste, que así
recuperaba el pleno control sobre el feudo; entonces podía quedárselo para su dominio directo
o cederlo a cualquier caballero en un nuevo vasallaje.
Ruptura del contrato
Dado el carácter contractual de las relaciones feudales cualquier acción irregular cometida por
las partes podía originar la ruptura del contrato. Cuando el vasallo no llevaba a cabo las
prestaciones exigidas, el señor podía acusarle, en su corte, ante sus otros vasallos y si éstos
encontraban culpable a su par, entonces el señor tenía la facultad de confiscar su feudo, que
pasaba de nuevo a su control directo. Si el vasallo intentaba defender su tierra, el señor podía
declararle la guerra para recuperar el control del feudo confiscado. El hecho de que los pares
del vasallo le declararan culpable implicaba que moral y legalmente estaban obligados a
cumplir su juramento y pocos vasallos podían mantener una guerra contra su señor y todos sus
pares. En el caso contrario, si el vasallo consideraba que su señor no cumplía con sus
obligaciones, podía desafiarle —esto es, romper formalmente su confianza— y declarar que no
le consideraría por más tiempo como su señor, si bien podía seguir conservando el feudo como
dominio propio o convertirse en vasallo de otro señor. Puesto que en ocasiones el señor
consideraba el desafío como una rebelión, los vasallos desafiantes debían contar con fuertes
apoyos o estar preparados para una guerra que podían perder.
Autoridad real
Los monarcas, durante toda la época feudal, tenían otras fuentes de autoridad además de su
señorío feudal. El renacimiento del saber clásico supuso el resurgimiento del Derecho romano,
con su tradición de poderosos gobernantes y de la administración territorial. La Iglesia
consideraba que los gobernantes lo eran por la gracia de Dios y estaban revestidos de un
derecho sagrado. El florecimiento del comercio y de la industria dio lugar al desarrollo de las
ciudades y a la aparición de una incipiente burguesía, la cual exigió a los príncipes que
mantuvieran la libertad y el orden necesarios para el desarrollo de la actividad comercial. Esa
población urbana también demandó un papel en el gobierno de las ciudades para mantener su
riqueza. En Italia se organizaron comunidades que arrebataron el control del país a la nobleza
feudal que incluso fue forzada a residir en algunas de las urbes. Las ciudades situadas al norte
de los Alpes enviaron representantes a los consejos reales y desarrollaron instituciones
parlamentarias para conseguir voz en las cuestiones de gobierno, al igual que la nobleza
feudal. Con los impuestos que obtuvieron de las ciudades, los príncipes pudieron contratar
sirvientes civiles y soldados profesionales. De este modo pudieron imponer su voluntad sobre
el feudo y hacerse más independientes del servicio de sus vasallos.
Decadencia
http://www.monografias.com/trabajos7/trafe/trafe.shtml
Indice
1. Transición Del Feudalismo Al Capitalismo
2. Los Cambios En La Superestructura
Hacia mediados del siglo XV el Sistema Feudal gozaba de buena salud, había sorteado con
relativo éxito la terrible peste negra del siglo anterior (1348) que había diezmado los campos de
mano de obra servil y las ciudades se fueron recuperando poco a poco. Pero hacia 1543 los
Turcos tomaron definitivamente Constantinopla y avanzaron sobre Europa oriental con lo que
cortaron todo el comercio terrestre con el Asia y amenazaron a Europa con invasiones
permanentes. Esto significó prácticamente el bloqueo Europeo, ya no llegaron más las
especias ni el metal precioso ni las sedas, para colmo el Mediterráneo inmediatamente se
infestó de piratería musulmana.
El respiro para la crisis económica que se produjo vino de manos de portugueses, primero, y
españoles, luego. Pero en el descubrimiento de América y en las ingentes cantidades de metal
precioso estaría el germen de la destrucción del sistema feudal que tardaría al menos 200 años
en producirse.
La Revolución Industrial
La primera Revolución Industrial tuvo lugar en Reino Unido a finales del siglo XVIII; supuso una
profunda transformación en la economía y sociedad británicas. Los cambios más inmediatos se
produjeron en los procesos de producción: qué, cómo y dónde se producía. El trabajo se
trasladó de la fabricación de productos primarios a la de bienes manufacturados y servicios. El
número de productos manufacturados creció de forma espectacular gracias al aumento de la
eficacia técnica y el uso de mano de obra asalariada reclutada entre los miles de indigentes
que poblaban las ciudades. En parte, el crecimiento de la productividad se produjo por la
aplicación sistemática de nuevos conocimientos tecnológicos a partir del uso masivo de la
máquina a vapor, la mayor explotación de la mano de obra asalariada y gracias a una mayor
experiencia productiva, que también favoreció la creación de grandes empresas en unas áreas
geográficas reducidas. Así, la Revolución Industrial tuvo como consecuencia una mayor
urbanización.
Se puede afirmar que los cambios más importantes afectaron a la organización del proceso
productivo. Las fábricas aumentaron en tamaño y modificaron su estructura organizativa y
aumentó la especialización laboral. Su desarrollo dependía de una utilización intensiva del
capital, de mano de obra, de las fábricas y de nuevas máquinas y herramientas. Esto permitió
que los trabajadores produjeran más bienes que antes y que la experiencia adquirida, utilizando
una máquina o herramienta, aumentara la productividad y la tendencia hacia una mayor
especialización en un proceso acumulativo. Todo lo anterior sentó las bases económicas del
Sistema Capitalista.
Como la Revolución Industrial se produjo por primera vez en Gran Bretaña, este país se
convirtió durante mucho tiempo en el primer productor de bienes industriales del mundo.
Durante gran parte del siglo XVIII Londres fue el centro de una compleja red comercial
internacional que constituía la base de un creciente comercio exportador fomentado por la
industrialización. El resto de los países europeos iban a tardar medio siglo más en generalizar
la nueva F.E.S, dependiendo de las condiciones sociales y materiales de cada uno de ellos.
El primer gran paso para los cambios en la superestructura Jurídica Política e ideológica lo dio
Europa a caballo de las transformaciones económicas del siglo XVI. Los descubrimientos
geográficos, el aumento en el volumen de los negocios y sobre todo el metal precioso que
inundaba las arcas de los ricos de entonces; hizo ver a las débiles monarquías europeas la
necesidad de disputar el poder político a los grandes señores feudales. Para ello debieron
modificar las relaciones sociales derivadas del esquema feudal que diluía y descentralizaba la
toma de decisiones, era necesario concentrar el poder y darle su fundamento político e
ideológico: nace el absolutismo monárquico.
Este sistema de dominio político se baso en cinco pilares básicos: la burocratización del
estado, la creación de los ejércitos nacionales, la cooptación de la iglesia, el mantenimiento de
las relaciones sociales de producción feudales y el uso de un "nuevo" sistema de orden
jurídico. Cabe aclarar que estos cambios trajeron aparejados grandes conflictos sociales y
guerras civiles puesto que los grandes señores no estuvieron dispuestos, fácilmente, a perder
poder.
La creación de los ejércitos del rey: Estos sirvieron no solo para la guerra entre países sino
también para controlar a la vieja nobleza que no perdió nunca las apetencias de poder y de
paso para ayudar a la misma nobleza a controlar y a reprimir los múltiples levantamientos
campesinos que se produjeron al ver los enfrentamientos entre nobles y reyes. De esta manera
el Rey le quitaba poder político a la nobleza pero le aseguraba el poder económico al mantener
sus privilegios y sus relaciones sociales de producción, es decir el Estado se transformo en un
"aparato potenciado de dominación feudal". Ejércitos de mercenarios dependientes del poder
central, sustituyeron a los ejércitos de "vasallos y peones" que eran la base del sistema feudal.
La Iglesia y el Estado. La iglesia católica fue incorporada a este nuevo proceso de la misma
forma que la nobleza feudal. Los reyes absolutista se apoyaron en, las nuevas órdenes
religiosas nacidas al calor del descubrimiento de América que desplazaron a aquellas que, con
el correr de los siglos, se convirtieron en uno de los más poderosos Señores feudales. La
reforma encarnada a través de Martín Lutero provocó un duro golpe a la iglesia tradicional, su
cuestionamiento hacia la corrupción, la venta de indulgencias (lugar asegurado en el cielo, para
aquellos que dieran jugosas limosnas) y la poca predisposición para dejar las cómodas
catedrales para predicar; dieron origen al poderoso movimiento de la Contrarreforma, y su
instrumento la inquisición, que fue utilizado como arma para control social e ideológico de
aquellos que se opusieran a los designios de la Corona. Monjes, curas, canónigos y hasta
cardenales, fueron incorporados al aparato del Estado como funcionarios o como intelectuales
al servicio del rey.
El "nuevo" orden jurídico. Era necesario, luego de tantos cambios, que se estableciera un
sistema jurídico que pudiera contenerlos y justificarlos, sobre todo a esta idea del "El Estado
soy yo". El recurso, vino de manos de la iglesia, curiosamente, porque uno de los poderes a
incorporar y dominar era, precisamente, "la casa de Dios" católico. Durante siglos los monjes
habían conservado en las bibliotecas de los monasterios gran cantidad de documentación
perteneciente al antiguo Imperio Romano y sobre todo del complejo sistema judicial y
administrativo que sustentó el vasto y complejo estado imperial, este material en mano de los
reyes y sus asesores (la mayoría de ellos clérigos) fue convenientemente utilizado para darle
entidad jurídica al nuevo Estado absoluto. Tan importante fue este rescate que aún hoy
sustenta gran parte del sistema jurídico actual.
La Revolución Francesa
Indudablemente la Burguesía, como clase social revolucionaria, iba a reclamar un lugar dentro
de esta nueva superestructura. Lamentablemente (para la monarquía) ésta era considerada
plebeya carente de sangre nobiliaria e inculta, que realizaba actividades viles como la de
comerciar, actividad que significaba una inmoralidad para los nobles; y por lo tanto no
merecedora de pertenecer a la corte. Independientemente de consideraciones prejuiciosas, los
burgueses representaban una incómoda competencia contra los nobles y la corona no tenía
intenciones de perjudicar la frágil relación que la unía al estado noble. Por lo tanto no quiso o
no pudo darle lugar en la toma de decisiones políticas. Como clase social revolucionaria, no se
iba a quedar con un no como respuesta, lo único que le faltaba para completar su imparable
ascenso era tener poder político, así fue que se lanzo en su búsqueda y produjo lo que se
considera el acto fundacional de la modernidad: La Revolución Francesa.
Más de un siglo antes de que Luis XVI ascendiera al trono (1774), el Estado francés había
sufrido periódicas crisis económicas motivadas por las largas guerras emprendidas durante el
reinado de Luis XIV, la mala administración de los asuntos nacionales en el reinado de Luis XV,
las cuantiosas pérdidas que acarreó la Guerra Francesa e India (1754-1763) y el aumento de la
deuda generado por los préstamos a las colonias británicas de Norteamérica durante la guerra
de la Independencia estadounidense (1775-1783). Los defensores de la aplicación de reformas
fiscales, sociales y políticas comenzaron a reclamar con insistencia la satisfacción de sus
reivindicaciones durante el reinado de Luis XVI. . Además el pueblo exigía la convocatoria de
los Estados Generales (una asamblea formada por representantes del clero, la nobleza y el
Tercer estado, es decir lo que en ese entonces se consideraba el pueblo y que en realidad era
la burguesía), cuya última reunión se había producido en 1614, y el rey Luis XVI accedió
finalmente a celebrar unas elecciones nacionales en 1788.
A pesar de que los tres estados estaban de acuerdo en que la estabilidad de la nación requería
una transformación fundamental de la situación, los antagonismos estamentales imposibilitaron
la unidad de acción en los Estados Generales, que se reunieron en Versalles el 5 de mayo de
1789. Las delegaciones que representaban a los estamentos privilegiados de la sociedad
francesa se enfrentaron inmediatamente a la cámara rechazando los nuevos métodos de
votación presentados. El objetivo de tales propuestas era conseguir el voto por individuo y no
por estamento, con lo que el tercer estado, que disponía del mayor número de representantes,
podría controlar los Estados Generales. Las discusiones relativas al procedimiento se
prolongaron durante seis semanas, hasta que el grupo dirigido por Emmanuel Joseph Sieyès y
el conde de Mirabeau se constituyó en Asamblea Nacional el 17 de junio. Este abierto desafío
al gobierno monárquico, que había apoyado al clero y la nobleza, fue seguido de la aprobación
de una medida que otorgaba únicamente a la Asamblea Nacional el poder de legislar en
materia fiscal y se comprometía a no disolverse hasta que se hubiera redactado una
constitución para Francia. En ese momento, las profundas disensiones existentes en los dos
estamentos superiores provocaron una ruptura en sus filas, y numerosos representantes del
bajo clero y algunos nobles liberales abandonaron sus respectivos estamentos para integrarse
en la Asamblea Nacional.
El rey se vio obligado a ceder ante la continua oposición a los decretos reales y la
predisposición al amotinamiento del propio Ejército real. El 27 de junio ordenó a la nobleza y al
clero que se unieran a la autoproclamada Asamblea Nacional Constituyente. Luis XVI dio
instrucciones para que varios regimientos extranjeros leales se concentraran en París y
Versalles. El pueblo de París respondió con la insurrección ante estos actos de provocación; los
disturbios comenzaron el 12 de julio, y las multitudes asaltaron y tomaron La Bastilla —una
prisión real que simbolizaba el despotismo de los Borbones— el 14 de julio.
Durante los quince meses que transcurrieron entre la aprobación del primer borrador
constitucional por parte de Luis XVI y la redacción del documento definitivo, las relaciones entre
las fuerzas de la Francia revolucionaria experimentaron profundas transformaciones. Éstas
fueron motivadas, en primer lugar, por el resentimiento y el descontento del grupo de
ciudadanos que había quedado excluido del electorado. Las clases sociales que carecían de
propiedades deseaban acceder al voto y liberarse de la miseria económica y social, y no
tardaron en adoptar posiciones radicales. Este proceso, que se extendió rápidamente por toda
Francia gracias a los clubes de los jacobinos, y de los cordeliers, adquirió gran impulso cuando
se supo que María Antonieta estaba en constante comunicación con su hermano Leopoldo II,
emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Al igual que la mayoría de los monarcas
europeos, Leopoldo había dado refugio a gran número de émigrés y no había ocultado su
oposición a los acontecimientos revolucionarios que se habían producido en Francia. El recelo
popular con respecto a las actividades de la reina y la complicidad de Luis XVI quedó
confirmado cuando la familia real fue detenida mientras intentaba huir de Francia en un
carruaje con destino a Varennes el 21 de junio. Los sucesos posteriores serán motivo de otro
trabajo, pero para completar la visión de esta revolución diremos que el 21 de setiembre de
1792 se proclamó la república y se abolió la monarquía y el 21 de enero de 1793 Luis XVI fue
guillotinado.
Los sucesos internacionales posteriores mostraron una clara y fuerte tendencia a tomar el
legado de la revolución francesa cuyas ideas se volcaron a todo el mundo y sirvieron de
bandera a las burguesías europeas y a los hombres que iniciaron los proceso independentistas
en América latina y si bien la revolución terminó con el ascenso de Napoleon al poder en
Francia; el proceso, histórico, político y social, iniciado con ésta fue imparable al igual que la
instalación del sistema capitalista.
Para concluir este larguísimo texto diremos que el período histórico que estamos reseñando,
significó para el hombre el camino más directo a la actualidad, y es muy importante entender lo
que pasó porque muchas de las cosas que hoy vivimos son producto de esa historia, más aun,
los noventa son el inicio de otra nueva etapa para la humanidad, la posmodernidad, y nos será
imposible entender lo que nos pasa si no aprendemos de nuestro pasado.
Trabajo enviado por:
Luis Maria Unsain
lunsain@infovia.com.ar
Profesor De Historia