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Javier Gálvez L.

Ejercicio retórico #7 Lugar común

Lugar común contra un traidor

Los castigos, sean llevado a cabo en una comunidad grande o pequeñísima, tienen como fin
el corregir las faltas en las que incurrió el acusado, y entre más perjuicios haya, el castigo, se
pensaría, más severo. ¿Quién incurre en una falta mayor sino es aquel que arruinando no
solo a su amigo con su modo de actuar y de vivir, no solo es un peligro para sus más
cercanos y la ciudad, sino para él mismo? Así pues, por el bien común y por el bien que esta
ciudad podría hacerle a este individuo, porque no solo vivimos en una ciudad libre y justa
sino en una que es amable y protectora, es preciso que se le imponga una pena.

Los que dicen que la amistad y los negocios no se llevan están equivocados. Parece que no
solo están íntimamente relacionados; la amistad es la condición de los negocios. Y entre
mejor sea la amistad, mejor serán los negocios. Pues, ¿quién si no el amigo vería antes por
la prosperidad del negocio, la casa y la familia de alguien más? Y no solo eso, temiendo éste
que el negocio, la casa y la familia de sus amigos dependan de la buena administración, en
recursos, seguridad y leyes, de la ciudad, ¿cómo no se convertiría el mismo en un amigo de
su ciudad? Así pues, entre mejor dispuesto se esté para la amistad, mejor está dispuesto
para la política. Y, quien en menor medida esté dispuesto para la amistad, en menor medida
será apto para la política.

Este, que ahora se le impone la justicia, con sus acciones, ha demostrado no ser amigo de
nadie, ni de la ciudad, ni de sus cercanos. ¿Qué familia tendría como paradigma al que es,
en potencia, acechado por todos y por todos lados acechador? El que pretende arruinar a los
demás, pretextando ser solo amigo de sí mismo, es un desdichado, pero el que pretende
hacer eso y más por el beneficio que otro le puede reportar, es un egoísta. Siendo este
desdichado y egoísta, pasando por sus propios amigos y las familias de sus amigos,
llevándolas a la ruina y procurándoles los peores males, por una alianza secreta, un truco, un
engaño, merece apenas otro destino que la muerte. Pues dañando a los antes mencionados,
no pensó siquiera en su propia familia, sus hijos, ¿qué suerte correrán si no es el
desprestigio y el desprecio por todos en la ciudad? Su pareja, ¿qué otro destino más horrible
le espera sino el ostracismo, pues no siendo querida en ninguna parte y sospechosa, en esta
ciudad no tendrá paz? Miserable éste traidor que se arruinó, arruinando todo con cuanto
contaba.

Y no solo el que traiciona es el peor de todos los que cometen crímenes, incluso es peor que
el ladrón, el asesino y el tirano. Puede, si no es que ya lo ha hecho, robar las pertenencias y
la información de aquel a quien pretende traicionar, incluso, al igual que algunos ladrones,
puede lucrar con éstas. Puede asesinar, directa o indirectamente, si se le ha pagado bien o si
el beneficio que se le reporta es satisfactorio. Finalmente, el que en traiciona es un tipo de
tirano, no solo traiciona las leyes de una ciudad para llegar al poder sino que, por las
posibilidades antes mencionadas, sería el peor de los tiranos.

Sería, además, el peor de los criminales, porque las intenciones que lo mueven son
imposibles de comprender, lo mueve, como ya hemos dicho, la satisfacción personal, ya no
el del bien siquiera de sus amigos o de su familia. El que traiciona, si traiciona con la
intención de obtener dinero, honores, por placeres sexuales, no actúa con prudencia. El que
traiciona a sus amigos, con la intención de salvarse, no vive como hombre, ni es digno de un
trato semejante. Finalmente, el que actúa sin intención, el que traiciona porque es imposible
que actúe de otro modo, no sería sino un peligro en todas partes, alguien a quien se debe
expulsar o matar.

De lo que se ha dicho, la ciudad debería, por justicia, actuar de inmediato contra el peor de
los criminales. Sea lo mejor que se conserve y viva muchos años, siendo justa, que actúe la
ciudad como mejor convenga. Pero, recordando que la amistad es el principio de los
negocios, y del negocio más excelso que es el de la administración de la ciudad, ¿por qué
deliberar sobre lo que hace tiempo está ya decidido?

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