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REUNIÓN CON LA CÁTEDRA DE FILOSOFÍA MEDIEVAL

FACULTAD DE HUMANIDADES – 16 DE JUNIO DE 2016

RESONANCIAS

Concurro a la reunión convocado por Nicolás, quien me transmite una invitación de Susana para
poder comentar y compartir con ellos el dispositivo de aprendizaje que utilizo en el desarrollo de mi
tarea docente.

Voy preparado con algunos esquemas gráficos que pretenden expresar, de manera visual, cuál es el
encuadre con el cual trabajamos en el dispositivo mencionado. La definición de encuadre, por parte
de la Psicología Social, es la de un marco de seguridad psicológica.

También llevo una breve síntesis de mi perfil académico, de modo de no perder tiempo en
presentaciones.

Luego de una apertura de la reunión de tipo informal, pasamos al tema que nos convoca. Es mi
intención hacer una breve introducción para poner en común algunos conceptos y perspectivas que
la Psicología Social, desarrollada por Enrique Pichon Riviere en Argentina, apoyado en los
esquemas que llevé, de modo tal de sentar la base conceptual que sostiene nuestro modelo
pedagógico.

No logro iniciar de inmediato mi presentación porque Susana toma la palabra comenzando a


informarme de las experiencias que se desarrollan en su cátedra. Luego de algunos intentos fallidos,
puedo iniciar mi presentación pero siendo la misma interrumpida con mucha frecuencia con aportes
de Susana referidos a su experiencia, no a lo que yo iba desarrollando.

Llamó mi atención que la conducta de Susana transmitía ansiedad. No solo su tono de voz, sino la
apertura de sus ojos, así como toda su corporalidad era compatible con una actitud ansiosa. Esa
observación me hizo prever que había un conflicto subyaciendo, aunque no sabía si ese conflicto se
exteriorizaría de algún modo. El resto de los participantes se mantenía en silencio. La palabra era
“propiedad” de Susana, y los restantes integrantes del grupo consentían esa posesión con su
silencio.

A esa altura de la reunión me preguntaba si había sido invitado para presentar mi metodología o
para escuchar la metodología de la cátedra que Susana encabeza.

Cuando intento hacer algunos comentarios referidos al primer cuadro que pretendí abordar, Susana
me objetó el hecho de que tuviera un esquema, o una estructura. En ningún momento hablo de
estructura, sino que en nuestra disciplina hablamos de encuadre. Y si ese encuadre es percibido
como una estructura, es una estructura que se reestructura, tal y como define EPR al grupo centrado
en la tarea.

Desde la mirada grupal, iba percibiendo que, aunque Susana ejerce un rol prescripto dirigido a
liderar ese grupo, en la dinámica de la reunión, y a causa de la ansiedad que desplegaba, obturaba la
palabra y operaba en el rol de saboteador (que se ejerce de manera inconciente) de la tarea que se
pretendía desarrollar.
Luego de unas pocas intervenciones que pude realizar, Susana arreció enumerándome una serie de
observaciones de las que había tomado nota. Mi sensación fue ya algo incómoda, porque esperaba
tener la oportunidad de ser escuchado y, en su caso, poder recibir una devolución por parte de los
participantes al finalizar el breve desarrollo que pretendía hacer, el que se iba demorando por las
continuas interrupciones de las que era objeto. Ya a esa altura de la reunión, me resultaba muy claro
comprobar una disociación entre un discurso de apertura y libertad y una conducta desplegada por
Susana orientada al cierre y a la maniobra defensiva, cuestión que, entre otros signos, sus brazos
cruzados denotaban claramente. Tuve la sensación que Susana sentía mi presentación como una
invasión de mi parte, como una intrusión de alguien de otra disciplina, y de otra Facultad, en “su
casa”. Percibí cierta arrogancia en la enumeración de sus planteos, como si la pertenencia
disciplinar de ella superara las posibilidades de la mía, en cuanto al abordaje del tema que nos
convocaba. Me objeta el uso del “yo creo” y de “mis alumnos”, lo que no me parecía centralmente
pertinente en ese momento, así como expresa que no encuentra nada nuevo en mi planteo.

En ese punto, y dada mi formación y mi experiencia como coordinador grupal, decidí realizar una
intervención para romper la estereotipia que había ganado al grupo, claramente demostrada por la
cristalizada inmovilidad de roles dentro del mismo. De resultas de esa intervención, decidiría
suspender mi presentación y retirarme de la reunión, salvo que la dinámica grupal se modificara
adquiriendo mayor elasticidad, pudiendo promover aprendizaje y comunicación efectivas.

En mi intervención le expreso claramente la sensación de hostilidad que percibía, y la incómoda


sensación ser juzgado e indagado por ella. Le manifesté que yo no había concurrido a una
interpelación, ni siquiera a un concurso, para tener que tolerar una situación que me incomodaba.
Aclaré, en ese momento, que no fui yo quien pidió asistir a la reunión, sino que fui invitado por
ellos. Incluso en términos personales, me llamaba la atención que un anfitrión invitara a alguien
para luego descargar sobre el invitado la hostilidad que yo percibía, estimo que producto del alto
monto de ansiedad operante.

Esperé unos momentos, luego de mi intervención, antes de recoger mis cosas y retirarme del lugar,
para ver si mi planteo generaba algún impacto en la dinámica establecida. En ese punto, Susana se
disculpa y declara que se mantendrá en silencio durante el resto de la reunión. Al escuchar esa
decisión, pensé que era tan poco operativo apropiarse de la palabra, obturando al resto de los
integrantes, como la decisión cerrada de llamarse a silencio pretendiendo invisibilizar su presencia,
aunque manteniendo una actitud corporal presente y fiscalizadora.

En ese momento, la dinámica del grupo cambió y la palabra comenzó a circular, rompiendo la
estereotipia instalada.

A partir de ahí, se pudo desarrollar un intercambio de opiniones y consultas con el resto de los
integrantes del grupo presentes en la reunión.

Breve conclusión: toda conducta es eficaz, es decir que toda conducta pretende un resultado. En el
caso de la conducta descripta, creo que, como toda maniobra defensiva, fue un intento fallido de
adaptarse a una realidad ansiógena.

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