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Hoy, y a la luz de los testimonios, declaraciones, grabaciones y otras pruebas que han
surgido sobre la operatoria del Juzgado y la Fiscalía a cargo de Bonadío y Stornelli,
respectivamente, está más que claro que se procedió de esta manera para que no
quedaran huellas de cómo estas personas fueron extorsionadas y sus
manifestaciones tergiversadas y/o armadas, claro está, siempre en mi contra.
Sobre esta capital cuestión, que no es una mera elucubración de mi parte, pues
encuentra sustento en declaraciones públicas formuladas por periodistas que jamás
han tenido simpatía con mis posiciones políticas, tanto el juez como la Cámara de
Apelaciones rechazaron todas las medidas de prueba reclamadas, pese a los
reiterados pedidos que fueron efectuados.
Es más, en otra demostración de cómo se oculta la verdad y hasta qué niveles han
llegado los abusos de poder, el titular de este Juzgado formuló una denuncia en
contra de quienes hicieron públicas las prácticas deleznables que se vienen
cometiendo en la “causa de las fotocopias”; ello, con el pícaro propósito de bloquear la
posibilidad de que los denunciados fueran citados como testigos. Llamativamente -o
ya no tanto-, la denuncia de Bonadío recayó en el Juzgado de Ercolini, cuya
funcionalidad para atender este tipo de emergencias se ha tornado una práctica
bastante conocida.
Pero si alguna duda cupiere sobre la manipulación de las declaraciones de
los arrepentidos, basta con recordar que el propio Stornelli, en una de sus habituales
giras por las pantallas de la prensa oficialista más recalcitrante, reconoció que omitía
consignar fielmente en las actas todo lo que, supuestamente, le decían estas
personas sometidas al régimen del “imputado colaborador”.
e. En el marco de procedimientos espectaculares con los que se captó la atención
pública durante varios días, mis domicilios de la ciudad de Buenos Aires, Río Gallegos
y El Calafate fueron allanados, con el augurio de que serían encontradas bóvedas,
compartimientos secretos y varios millones de dólares que habrían transitado a través
de los circuitos de la corrupción.
Sin embargo, para que la decepción fuera disimulada, Bonadío ordenó el secuestro de
un montón de elementos que nada tienen que ver con el proceso, haciendo caso
omiso a las instrucciones impartidas por el Senado de la Nación cuando, incluso con
mi voto afirmativo, autorizó la medida.
f. En este contexto, pese a que no existía prueba alguna en mi contra y sin posibilidad
de ejercer mínimamente el derecho de defensa en juicio, fui procesada, naturalmente,
por el delito de asociación ilícita, al que se le sumaron, como dijo Bonadío “más o
menos así” otros supuestos delitos.
Tal resolución fue confirmada por la Sala I de la Cámara de Apelaciones, integrada
por jueces que también fueron colocados a dedo por el gobierno de turno, quienes
cumplieron al pie de la letra las instrucciones que, según lo informó la prensa, les
fueron impartidas desde la mesa judicial de la alianza gobernante: ratificaron que soy
la jefa de la asociación ilícita, dejaron dentro de ella a un grupo de funcionarios y
algunos empresarios y beneficiaron al resto de los hombres de negocios, quienes
dieron a entender que fue nuestro gobierno el que les “enseñó a cartelizarse en la
obra pública” y que pagaron sobornos por haber sido “víctimas” de coacción.
Así se pretendió dar contenido para que en ocho causas fuese citada a prestar
declaración indagatoria en forma simultánea y continuada. Un verdadero mamarracho.
4. Ahora bien, desde un punto de vista procesal (aunque la aplicación de la ley a estos
operadores judiciales, por lo visto, nada les interesa) resulta evidente que tales
citaciones devienen nulas. Ello, no sólo porque se encuentran contaminadas por la
invalidez del proceso de origen -la “causa de las fotocopias”-, sino porque en sí
mismas carecen de todo sustento y de manera alguna justifican el estado de
sospecha que requiere la ley adjetiva para proceder de tal manera (art. 294 del
CPPN).
Concretamente, sacaron fotocopias de la causa de las fotocopias, recibieron
declaración a curiosos personajes que se presentan “espontáneamente” en la
fiscalía de Stornelli, solicitaron algunos papeles al Poder Ejecutivo de la Nación
y con todo ello (es decir, nada) me convocaron a prestar declaración indagatoria
en ocho causas distintas, sin explicar tan siquiera en una sola línea el motivo de
estas citaciones.
Veamos.
Pese a lo dispuesto por la Cámara y al resultado favorable que arrojó una nueva
pericia que desmentía la imputación, la investigación del juez y del fiscal continuó por
el camino de la falta de seriedad absoluta.
Para que se entienda, luego de cinco años de trámite de esta causa, en la que se
llevó a cabo una pericia falsa -valorada por el juez como si se tratara de una joya de la
ciencia- y a partir de la declaración de quien ahora es calificado como “enfermo
psiquiátrico”, debo afrontar un nuevo proceso penal, sin siquiera saber de qué se me
está acusando.
En suma, como lo dije anteriormente, se trata de una convocatoria que carece de toda
seriedad.
Frente a esta nueva imputación falsa en mi contra, que además carece de los
requisitos que exige la ley procesal, sólo corresponde señalar que no tengo relación
alguna con las supuestas irregularidades que se investigan, cuya verificación resulta
ajena, de manera manifiesta, a las competencias propias de la Presidencia de la
Nación.
Es más, si nos atenemos a los dichos del denunciante, las supuestas irregularidades
pudieron ser advertidas a partir de una medida que fue implementada por mi propio
gobierno, esto es, la instauración del sistema SUBE en las distintas líneas de
colectivo; esto es lo que habría permitido que se pudiera verificar que las
declaraciones de las empresas en cuanto a kilómetros efectivamente recorridos no se
habrían ajustado a la verdad. Como nota de color, cabe señalar que dicha medida, la
implementación de la tarjeta SUBE, fue combatida mediáticamente por los grandes
medios de comunicación, que habían instalado en la cabeza de la gente que con la
tarjeta los íbamos a “vigilar”. ¡Increíble!
Si nos atenemos a la manera en que han sido indagados varios de los imputados, el
hecho es contado de la siguiente manera:
I.- Se conformó una asociación ilícita desde principios del año 2003 hasta noviembre
del año 2015 cuya finalidad habría sido organizar un sistema de recaudación de
fondos para recibir dinero ilegal, para enriquecerse y utilizar parte de esos fondos en
la comisión de otros delitos.
II.- La asociación ilícita, como siempre, fue comandada por Néstor Kirchner y Cristina
Elisabet Fernández.
a. Desde lo jurídico, vuelvo a ser indagada por la misma supuesta asociación ilícita
por la que ya estoy procesada en la “causa de las fotocopias”, imputada en la
denominada “causa madre” (Expte. Nº 15.734/2008) y acusada ante dos Tribunales
Orales (causa Nº 3732/2016 –“Los Sauces”– y causa Nº 5048/2016 –“Obra Pública”-).
Nuevamente, vuelvo a superar el récord que registran los anales de la jurisprudencia
en cuanto a violación de la garantía del ne bis in ídem: me persiguen por el mismo
delito de asociación ilícita en tantos procesos que ya es imposible registrar una cuenta
exacta.
b. Desde lo fáctico, a la luz de la imputación precedente, resulta inexplicable el recorte
temporal que se invoca con relación a los pagos que habrían efectuado los
concesionarios ferroviarios, los cuales, se afirma, habrían dejado de existir en el
año 2012. ¿Está claro que fui presidenta hasta el año 2015, no?
Para que se entienda, si soy jefa de una asociación ilícita destinada a recaudar dinero
durante un tiempo que coincide con mis dos períodos presidenciales, ¿cuál es la
razón por la cual esta misma supuesta práctica dejó de llevarse a cabo con los
mismos empresarios que mantuvieron sus concesiones incluso hasta la finalización de
mis mandatos?
La inconsistencia del cargo, al igual como ocurre en el caso de los subsidios a los
colectivos, me exime de mayores comentarios.
Aquí se me acusa, una vez más, de haber liderado una supuesta asociación ilícita y
tampoco se precisa cuál habría sido mi participación en los cientos de presuntos actos
delictivos a los que genéricamente se hace referencia en el expediente. Todo se
resume al supuesto carácter de jefe de tal imaginaria asociación, de la que no existe
por cierto evidencia alguna.
f. Causa Nº 18.590/2018. Al igual que los dos casos anteriores, se trata de otro
expediente derivado de la “causa de las fotocopias”, en la cual se estarían investigado
presuntos pagos ilegales efectuados por concesionarios viales.
Aunque parezca increíble -o ya no tanto-, el Juzgado volvió a sacar copias de
supuestas confesiones de algunos arrepentidos para conformar una nueva causa,
imprimió decretos y resoluciones administrativas, agregó informes insustanciales
relativos a varias empresas y, sin más, ordenó mi convocatoria en los términos del art.
294 del CPPN, acusándome nuevamente de haber liderado la misma supuesta
asociación ilícita.
Por medio de mi defensa recusé a Bonadío, dado que el juez no puede investigar los
mismos hechos que él mismo denunció -la extracción de testimonios para investigar
un nuevo hecho es una denuncia, en los términos del art. 177 del CPPN-, pero el
planteo fue rechazado.
Ahora bien, como había que generar una noticia de impacto (Cristina fue convocada a
prestar declaración indagatoria en ocho causas), el juez ni siquiera aguardó a la
finalización de los estudios periciales relativos a estos documentos y así, de un día
para el otro, ordenó mi citación.
Esta séptima acusación resulta absolutamente falsa, a lo que se suma que el hecho
que se me imputa ni siquiera constituye delito, pues jamás tuve dolosamente en mi
poder documentos ajenos o que debieran ser resguardados por alguna autoridad
competente.
Como las ilegalidades nunca cesan, en este caso se impidió que mi defensa
compulsara las actuaciones, intentando entorpecer, una vez más, el derecho que
asiste a toda persona imputada en una causa penal.
Así las cosas, con relación a esta acusación debo enfatizar que jamás, ni Néstor
Kirchner ni la suscripta, utilizamos los bienes del Estado en nuestro propio provecho o
fuera de lo que importaba el cumplimiento de funciones oficiales. Quien afirme lo
contrario indudablemente miente, y cuando las actuaciones lleguen a una instancia
oral y pública, espero que ante Tribunales imparciales, ello quedará debidamente
desvirtuado.
Lo cierto es que a lo largo de todo ese período solamente fui la titular, junto con
Néstor Kirchner, de gobiernos elegidos democráticamente por el pueblo argentino en
tres elecciones consecutivas, que tuvieron como principal objetivo otorgar derechos a
los sectores más postergados de nuestra sociedad.
En rigor de verdad, ello sólo es la punta del hilo que parece conectar a abogados,
espías, periodistas, jueces, fiscales y defensores oficiales, cuya actuación
descontrolada pone en serio riesgo no sólo el funcionamiento de la justicia, sino
también la vigencia del sistema democrático. Finalmente, y a la luz de los hechos que
son de público y notorio conocimiento, estaríamos ante verdaderas organizaciones
delictivas que utilizan el poder de un sistema judicial con rémoras monárquicas que
articulándose con lo mediático han convertido en un verdadero lodazal la actividad
judicial. Todo ello, más temprano que tarde, deberá ser seriamente investigado por
jueces y fiscales independientes, que cumplan con los deberes que les han sido
confiados.
SERÁ JUSTICIA.