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El infierno de Dante: una sanción medieval al pecado

En el primer cántico de los tres que componen el poema La divina comedia del italiano

Dante Alighieri, escrito hacia el siglo XIV, se narra el descenso de Dante en compañía del

poeta latino Virgilio hacia los nueve anillos del infierno. El viaje hacia el primer reino de

ultratumba no es más que una simbolización del pecado, con un fin aleccionador, pues

mediante la alusión al castigo que cada falta cometida en vida merecía, buscaba como

primera medida generar terror hacia las condenas del infierno, hacia la pena eterna

impuesta por Lucifer y sus bestias.

Lo cometido por el cuerpo físicamente en el mundo terrenal tendría en el alma una

consecuencia que perpetuamente la atormentaría, como resultado de la desobediencia o

contrariedad al orden impuesto por la religión y la iglesia para seguir las leyes dictadas por

el cristianismo, en una época en la que aun no se podía hablar de secularización y la

religión se mantenía como reina, controlando y usando a su favor todas las esferas de la

sociedad, incluyendo el ámbito literario, para difundir sus ideales.

Durante la edad media, periodo en el cual se enmarca la producción de La divina comedia,

los escritos tenían como propósito enseñar la religión al pueblo, exaltando lo sagrado y

castigando lo profano. De este modo, el poema de Dante o lo concerniente a la parte del

infierno, se corresponde directamente con los fines literarios de adoctrinamiento cristiano

de la época: narra un viaje desde las penurias del infierno hasta la gloria del paraíso,

incluyendo la purificación de las almas y la condena hacia cada uno de los pecados.

A partir de los detalles de la narración se puede comprender el sentido subyacente de la

travesía por el infierno, pues el poema está construido sobre la base de la analogía. Las
bestias, como guardianes de los círculos del infierno son la simbolización del pecado, cuya

estructura material y fisonómica está relacionada con el castigo correspondiente al círculo

que vigilan. Similar a esto, los ángeles caídos encargados de vigilar el sexto circulo, aunque

ya no poseían su condición de divinidad por el hecho de haber sido desterrados al mundo de

las tinieblas, en cierta medida podían llenar de gloria el infierno en relación con el castigo

que ejecutaban a los herejes, pues se les condenaba al calor de las llamas, y el fuego ha sido

asociado en la biblia con la presencia de Dios, como un símbolo purificador. Lo cual

explicaría también por qué en el círculo más profundo del infierno todo es frio y hielo

producido por el movimiento de las alas de Lucifer.

De acuerdo al sentido alegórico del poema, al tratarse de un viaje de purificación, la única

salida posible para Dante (para huir de las bestias que impedían que continuara su

recorrido) fue explorar el infierno, dejarse guiar por Virgilio, quien a petición de Beatriz

(representación de la pureza, quien guiará su trayecto en el paraíso) lo acompaña durante el

trayecto por cada uno de los nueve círculos. Sin descender al infierno no podría liberarse de

sus pecados para luego ascender al paraíso.

Siguiendo lo anterior, se puede afirmar que Dante no era precisamente un alma pura, pues

detrás del sentido literal del acontecimiento inicial del cantico del infierno, según el cual se

encuentra perdido en medio de la selva, subyace la representación de Dante perdido en el

pecado. El descenso al infierno, el ascenso al purgatorio y la elevación al paraíso marcan

las etapas que atravesó para depurar su espíritu, siendo el inicio en la penumbra y la

terminación en el paraíso lo que determina su condición de “comedia”, con un final feliz y

bienaventurado.
En cuanto a la relación del infierno de Dante con la sociedad actual, se puede anotar que

actualmente nos encontramos en medio de una sociedad que ha perdido el temor hacia la

idea del infierno, pues resaltan su sentido mitológico y en su mayoría dudan de su

existencia material, por lo que practican abiertamente los pecados que se condenaban en la

antigüedad e incluso los han normalizado al punto de tacharlos de simples practicas, que en

el peor de los casos son consideradas anti moralistas, pero que no están relacionadas

directamente con la idea de un orden opuesto a los mandamientos de Dios, sino a un actuar

del hombre por fuera de los valores morales.

Dante señala abiertamente el terror que le generó el infierno y lo que allí experimentó. Fue

enfático al mencionar cada pecado y su respectivo castigo. El infierno de Dante pudo

adoctrinar a muchas personas en su época, pues el poco conocimiento al que tenían acceso

estaba mediado por los intereses de la iglesia. El miedo pudo reprimir a muchos de pecar y

quizá los motivaría mantenerse bajo los caminos de la persona ideal según la iglesia, sin

embargo en la actualidad, con la degradación progresiva de la sociedad, no es usual que el

hombre se cohíba de actuar de cierta forma aunque se le advierta que podría ser condenado

a una eternidad de sufrimiento.

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