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EL PODER DE LA PRESENCIA DE DIOS

Este mensaje es sobre el omnipotente poder de la presencia de Dios y cómo sus hijos pueden tomar
de ese poder.
Las Escrituras nos proveen inagotables ejemplos de cómo la presencia del Señor reviste de poder a
su pueblo que vive para él. Uno de los ejemplos más poderosos de la manifestación de la presencia
de Dios es la vida de Moisés. El estaba convencido de que sin la presencia de Dios en su vida era
inútil intentar nada. Cuando él habló cara a cara con el Señor, le dijo con valentía, “Si tu presencia no
ha de ir conmigo, no nos saques de aquí” (Éxodo 33:15). El estaba diciendo, “Señor, si no estás con
nosotros, no lo lograremos. No daremos ni un solo paso a menos que estemos seguros de que estás
con nosotros”. Moisés sabía que era la presencia de Dios en medio de ellos lo que los distinguía de
todas las otras naciones.
Lo mismo es para el pueblo de Dios hoy día. Lo único que nos distingue de los incrédulos es la
presencia de Dios “con nosotros”, conduciéndonos, guiándonos, haciendo Su voluntad en y a través
nuestro. Su presencia expulsa el miedo y la confusión. La actitud de Moisés fue: “Nosotros operamos
con un sólo principio. La única manera para nosotros de ser guiados o gobernados, de batallar y
sobrevivir en estos tiempos, es teniendo la presencia de Dios con nosotros. Cuando su presencia
está en medio nuestro nadie nos puede destruir. Pero sin él estamos desamparados, reducidos a
nada.
Dejen que todas las naciones del mundo confíen en sus poderosos ejércitos, carros de hierro y
habilidosos soldados. Nosotros confiaremos en la manifestación de la presencia del Señor”. Dios le
contestó, “Mi presencia irá contigo, y te daré descanso”, (Ex 33:14). El vocablo hebreo para
“descanso” aquí significa “una cómoda, apacible confianza”. Dios estaba diciendo, “No importa las
batallas o pruebas que enfrentes, siempre serás capaz de encontrar un tranquilo descanso y
confianza en mí”. El Antiguo Testamento está lleno de relatos de las maravillosas bendiciones que
vinieron a aquellos que tenían la presencia de Dios con ellos. Consideremos los siguientes ejemplos:
1. La presencia de Dios fue tan evidente en la vida de Abraham, que incluso los paganos alrededor
de él reconocieron la diferencia entre sus vidas y la de él (Gn.22:21). Este pagano rey dijo, “Hay algo
diferente en ti, Abraham. Dios está contigo dondequiera que vas”.
2. Dios prometió a Josué que ningún enemigo prevalecería contra él cuando Su presencia estuviera
con él (Josué 1:5-6). Cuando el Espíritu de Dios está con nosotros, podemos ser fuertes y valientes
porque confiamos en su promesa de que irá con nosotros en todos nuestros caminos.
3. Dios dijo a Gedeón, “…Jehová está contigo, varón esforzado y valiente…Ve con esta tu fuerza, y
salvarás a Israel”, (Jueces 6:12, 14). La frase “tu fuerza” se refiere al versículo anterior, “El Señor
está contigo”. Dios está diciendo, “Gedeón, hay una fuerza en ti tan poderosa que puede salvar a
Israel. Esa fuerza es mi presencia”. Aunque Gedeón se consideraba a sí mismo un cobarde, Dios lo
llamó “un poderoso hombre valiente”. ¿Por qué? El Señor quería probar lo que una persona puede
hacer cuando Su presencia está con él.
4. Dios le dijo a Isaías una promesa especial que él hace a aquellos que ama en Isaías 43:1-5. Con
la presencia de Dios permanente en ti, tú puedes pasar por cualquier fuego, y no sólo sobrevivirás,
sino que serás guardado y protegido en todo.
Estos relatos del Antiguo Testamento no son ni mucho menos historias muertas. Están destinados a
animarnos a confiar en Dios por su presencia en nuestras vidas. Así como Abraham, Josué y otros,
nosotros también tenemos un poderoso testimonio de lo que la presencia de Dios ha hecho por
nosotros: guiar nuestros pasos, abrir puertas, remover obstáculos, quitar preocupaciones y temores.
Dios adjuntó una condición para tener su presencia en nuestras vidas.
Considere al rey Asa. Este hombre llevó al pueblo de Dios a una milagrosa victoria sobre el ejército
Etíope de un millón de hombres. Luego él testificó que fue la presencia de Dios lo que había
dispersado al enemigo (2º Crónicas 14:11-12). Mientras Asa conducía a su triunfante ejército de
regreso a Jerusalén, el profeta Azarías le salió al encuentro a la puerta de la ciudad con este
mensaje: “Oídme, Asa y todo Judá y Benjamín: Jehová estará con vosotros, si vosotros estuviereis
con él; y si le buscareis, será hallado de vosotros; mas si le dejareis, él también os dejará. Muchos
días ha estado Israel sin verdadero Dios y sin sacerdote que enseñara, y sin ley; pero cuando en su
tribulación se convirtieron a Jehová Dios de Israel, y le buscaron, él fue hallado de ellos” (15:2-4).
Aquí está el secreto de tener y mantener la presencia de Dios en tu vida. Lo que el Señor le recuerda
a Asa no es nada confuso, sino claro: “Asa, nunca olvides cómo obtuviste esta victoria. Cuando
estuviste en problemas, me buscaste con todo tu corazón y yo envié mi presencia a ti. Recuerda, fue
mi presencia lo que te trajo victoria”.
Cuando la presencia de Dios se pierde, todo queda desfasado, sin ley, guianza ni enseñanza de
justicia. Cada cual se convierte en ley para sí mismo, haciendo lo que le parece. Qué imagen es esto
de tantos hogares cristianos hoy día: todo está en desorden, no hay paz ni descanso, cada cual
haciendo lo que a él o ella se le antoja. El Señor en su misericordia se lamenta sobre tal desorden.
Pero no tiene que ser así. Las promesas de Dios no cambian, y su Palabra garantiza, “Por el resto
de tu vida, si tú continúas buscándome yo estaré contigo. Cuando clames a mí seré hallado por ti”.
Esto no es ninguna doctrina complicada. Cada cual puede tener la continua presencia de Dios si él o
ella simplemente clama en fe.
Se nos promete, “El Señor… será hallado de ti” (15:2). El vocablo hebreo para “hallado” aquí
significa “Su presencia viniendo en adelante para permitir la bendición”. En otras palabras: “Buscad
al Señor con todo vuestro corazón, y él manifestará su presencia. Será una todopoderosa fuerza que
te permitirá estar firme y sin miedo”. Sólo cuando la presencia de Dios está sobre nosotros podemos
contemplar y comprender su gloria.
Cuando los israelitas estuvieron en el desierto, la presencia de Dios se les manifestaba a través de
una nube. Esta nube era una manifestación física de la promesa de Dios de que eran su pueblo.
Cubría el tabernáculo día y noche, y actuaba como su guía para cada responsabilidad. Cuando la
nube se movía, ellos se movían, y cuando la nube se detenía, ellos se detenían. El pueblo nunca
tenía que tratar de descifrar su dirección o futuro. Ellos pusieron toda su confianza en esa nube
visible de la presencia del Señor.
Hoy, la nube de la presencia de Dios ronda sobre su lugar secreto de oración. Le espera cada día a
usted para envolverle en su lugar. Le guiará, dará poder y guardará en el reposo de Dios, dándole
guía para su hogar, trabajo y relaciones. Y usted puede tener comunión con el Señor en cualquier
sitio donde esté, sea en el autobús hacia su trabajo o durante su desplazamiento diario para trabajar.
Usted puede ahuyentar todo lo demás y decir: “Señor, tengo media hora ahora, y quiero hablar
contigo”. Este es su “tiempo secreto de oración” con él.
Es maravilloso tener tiempo de calidad con el Señor, construyendo una intimidad consistente. El
Señor promete que si usted busca más intimidad con él, él irrumpirá sucesivamente en su vida,
ejerciendo su divino orden en todo su alrededor. Y algo incluso más grande que esto ocurrirá: la
continua búsqueda de la presencia de Dios le guiará a una revelación de la gloria de Cristo.
Moisés procuró una continua manifestación de la presencia de Dios, “…para que te conozca”
(Ex.33:13). Y así es como Dios respondió a su siervo: “Mi presencia te acompañará y te daré
descanso” (33:14).
La solicitud de Moisés (Ex.33:13-14) aquí sería suficiente para la mayoría de los cristianos. ¿Quién
de entre nosotros no quiere la promesa de paz y reposo? ¿Qué más podría desear alguien? Pero la
seguridad de la presencia de Dios no fue suficiente para Moisés. El sabía que había más, y clamó,
“Te ruego que me muestres tu gloria”, (v.18).
Dios mostró su gloria a Moisés. La gloria de Dios no apareció en alguna nube luminosa o una
sísmica demostración de poder. En cambio, Dios expresó su gloria en una simple revelación de su
naturaleza: “Jehová pasó por delante de él y exclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! Dios fuerte, misericordioso
y piadoso; tardo para la ira y grande en misericordia y verdad, que guarda misericordia a millares,
que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado…” (Ex.34:6-7). ¿Lo ve? La revelación de la gloria
de Dios fue su bondad, misericordia, amor y compasión.
Alguien puede argumentar, “Pero ¿y qué de la increíble experiencia de los discípulos en el Monte de
la Transfiguración? ¿No fue esa una manifestación de la gloria de Dios? Hubo una superpoderosa
luz y la milagrosa aparición de Moisés y Elías”. En ese increíble momento, la gloria de Dios no
estaba en Elías o Moisés o incluso en esa espectacular luz. Su gloria radiante estaba en Jesús: “Y
se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron
blancos como la luz. Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la
nube, que decía: este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. Al oír esto los
discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor” (Mt.17:2, 5-6).
Aquí está la gloria de Dios personificada en Cristo. Jesús es la revelación de todo aquello que Dios
dijo a Moisés: “gracia, misericordioso, paciente, tardo para la ira, abundante en bondad y verdad, que
guarda misericordia a millares, perdona la iniquidad y las transgresiones” (Ex.34:6-7). En el Monte de
la Transfiguración Dios revela una viva imagen de su propia gloria. “Está todo ahora personificado en
mi Hijo”.
Amado, Dios quiere abrir nuestros ojos a “la esperanza a que él nos ha llamado” (Efesios 1:18). Esto
significa simplemente que toda la gloria revelada a Moisés está personificada en el Hijo de Dios. Y
ahora Cristo nos ha sido dado como nuestra herencia, “Porque en él habita corporalmente toda la
plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:9).
Puede usted tal vez preguntarse por qué Moisés tan desesperadamente buscó una visión de la gloria
de Dios. Creo que encontramos la razón en este versículo: “Allí me reuniré con los hijos de Israel; y
el lugar será santificado con mi gloria” (Ex.29:43). La palabra “santificado” significa “hecho limpio”.
Dios estaba diciendo, “Mientras me adoras, me encontraré contigo y te daré mi presencia. Y cuando
estés en mi presencia, te revelaré mi gloria. Te elevará por encima de toda circunstancia”.
Así que, ¿dónde es que podemos encontrar esta revelación de Cristo? La encontramos sólo cuando
vamos a orar confiando en la Palabra de Dios. Pablo dice que mientras permitimos que la Escritura
refleje en nosotros una siempre creciente revelación de Jesús, seremos transformados de gloria en
gloria (2º Corintios 3:18).
Esta revelación de la gloria de Cristo proveerá un poder permanente en nuestras vidas. En otras
palabras, su gloria nos guardará en una mentalidad espiritual en nuestra peor hora. Lo que Dios está
diciéndonos aquí es que tomemos tiempo para conocer a su Hijo. Vamos a buscar en la Palabra y
retornar diariamente a la oración. Entonces, mientras permanecemos en su presencia, nuestros ojos
comenzarán a abrirse a su gloria. Todo está revelado en Cristo. Jesús es la revelación completa de
su amor, gracia, misericordia y tierna bondad. Mientras usted continuamente se refleja en esta
revelación y tiene comunión con él, usted se transformará más y más a la imagen de Cristo. Y en la
medida que usted vea cuán amoroso y misericordioso él es hacia usted, confiará más y más en que
él estará a su lado en y a través de todas sus pruebas. Su Palabra lo dejó claro en 2º Crónicas 16:9.
Búsquele con todo su corazón y anhele su presencia en su diario vivir. Entonces conocerá y
experimentará su increíble gloria.

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