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Adam Kuper

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....,.. 57.T. Todorov - Critica de In (núCO
58. H. White - El C011/t'11l110 de la forma
59. F. Rdla - El silen,io v pall/bllo
!if
Cultura
60. T ToJor0\ - morales de 111 historia
61 R. Koselll:cl-. - futuro 1-'[/)[/do
62. A. GehJen - "\llIYOfJolog¡¡I filosófica La versión de los antropólogos
63. R - Ob]f:'l11"1dud. l't'lIl/ivismo \' \'/!rdad
6. R R.Q11y - E,L\Ui'(1S sohre Hr:ldegger}' OlrO) pensadores contempu/(ú¡eos ¡
65. D Gilmure - l!acer,c hombre
66 e. Gee11l - COIIO¡'III11<'JlW 1¡J,'al
67. A, SChUll - La COI1S{rlIú'iOll )lgm{rcotim dd mundo social
68. (; E. - Puder.\ pl"Íl'ilegw
69. j1f
i\l Hammcl"'>le\ P. Atkimun - ElJ10grafía .
70. C. Solís - Ra::,ollo t' lI1tere.\I!.'>
71. H. T EngdharLit - Lo!> ¡i/lld(l!Ilentas de fa blOética
72. E. \ otro:. - FilO!><J{i'Q de la mente v ciencia cogllilrva
73 J. Denida - Dar (d) lie/llpo .
7. R. NOZlCk - La IlatllHlft::.a de la racionalidad
75. B. Mon-is - hHmducciólJ al est¡Jdio antropológico de la rel1);iol1
76. o, Dennetl - La COl1eienclU explicada
77. J L Nanc\' - La experimcUI de fa liberta.d
78. e GeL'11L - Tno ios /¡,-cJws
79 R R Arama\'o, \ otro,> . El Inrirviduo y la historia
80. ,\1. Auge. El q"nlldd de 1m otros
Sl. C. Ta,101"' ¡ilrhófi'cos
82. T. Luchm.lIln - Troda de' fa acción socia!
83. H lona>. - Teell/ea. él/ca
8•. K J Gergen - v relacioIJes
85 J S. S<;,arle - ÚJ de la realidad sacial
" M enl/. (Ci1lllp.) - TiclI!pu de ,ulJ¡etlvidad
"<' C. Ta\ ¡ur - flll;'II[,;S de! I'U
88. T Nagd - y {ltlrcwlidad
89. U Beck· La ,,'ciedad del riesgo
90. U NuJler (compl - La rae1Ollulidad: su poJery .)Uj llmiles
91. K R. Popper - E/mito del marco común
92. M. LL'cnhardt - Do 1.:alllo. La pasolla v el milo en elml/Jl(10 melal1eSil)
en M. Gudl'lilér - El eHi!:llltl dd dOH .
9. T Eagl..:tull " Id.:olusJ(!
95 ,\11. Platts - Rc"lIltJadn IJ/orales
9ó e Sol!>. - :-1.//Ii [ObIÓ!!: mOjo/la, sociologro ({¡¡slUrio de fa elellela
97. J. BC'>lJnl - Parenr,'sco \ iIl(l<!emidad
98. J. - La lIich¡SIÓIl del mm
99 J GU<ld\ - Reprt'w)Jrociol!t':. \' crm¡radlCClOnes
100. ¡\iI Flluc.llllt - Enlrt' {i/osoti"a y fllaatllra. Obms ejelleíale.'>. 1'Ol. I
101. .\-1. Foucallh - Es[rar(¡;ill.> lie poder. Obra:. ese/ldal!''" 1'01, J
102, .r-..1. FOUGHdl - E){etlCil. ¿!Jea 1-' henll!'I1e!/llca. Obm, \ 01. 3
103. K. R Pupper - El 1I11111dv de Purllléllides DE INVESTiGACIONES
104. R. R'ln\ - lcrduti \
105. C. GI.'t'11( - VI'!l,l1r,1 YESTUDIOS SUPERIORES EH
106. H - La teli!hi/ulo,l ,iel ¡¡¡Ululo
J07. J. Dl.'lTiJ.l . Dar la. 111/11:1,'l'
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108. p, FL'\t'r.lbt'lld· L1I L'(Jll<¡Unra dI! fu IlbllHdllllCIlI BiBLIOTECA
109. B. M(l1l\'c - PI d', :d il!oroi \ IJcTI'ecw'j(jll \'11 lu IUSllJi"I(1
110. H. Arendt - LiJ l'id<l ¡{e! 1:'">11'1'11,'1 PAIDÓS
Bal,;elona • Buenos • MexlcQ
111. A. Madnt\Tc· AWliwle, rIIu"lwll!s \' depeu(hell[ó
112, A. Kuper - Cultura

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Titulo original: el/lrUJe. TJu: AllthmpologlslS' AccoUllt
Publicado en inglés. en 1999, por Harvard Univcrsity Cambridge (r-.lass.), EE.UU.
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Traducción de Albert Roca

Cubierta de Mal'io Eskenazi

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Quedan la autori7:ación escrita de los titulare:> del cop,nght, bajo


las en leyes, la reproducción lotal o parcial de esta obra por ClHllquier
medio o procedimiento. la reprografía v el tr,l(<lmiento mformático. \' b
dhtnbuClón de ejempbrtc'> de dla mediante alquiler o pre..tamo

,t)1999 bv Addl1l Kuper


C0 lOO 1 de 1<.1 traducCIón, Albert Roca
C0 2001 dc toda.., las cdiciones en castellano
Edicioncs PaiJós Ibérica, S. A"
.\lctriano Cubí. 92 - 08021 Barcelona
\. Editorial Paidó.\, SAlCE
Defensa, 599 - Buenos Aires
http:,'/w\\,w.paidosc(Jrn

ISBN' 1)-1---+93-11 ../.0-3


Depósitll It"goal: 8--1-0727/2001

lmpre'>o ell A &: M G¡"Mic, S. L


08130 Sta. Pct'pdua de- ( Bar'<..:dtma)

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Sumario

Prefacio" 11
Introducción: guerras de cultura 19

PRiMERA PARTE: GENEALOGÍAS

1" Cultura y civilización: intelectuales franceses, alemanes e


ingleses, 1930-1958" " " " " " "" ".""" 41
2" La versión de las Ciencias Sociales: Talcott Parsons y los an-
tropólogos americanos " "" """"""" 65

SEGUNDA PARTE: EXPERIMENTOS

3" Clifford Geettz: la cultura como religión y como gran ópe-


ru """."" 95
4" David Schneider: la biología como cultura" 147
5" Marshall Sahlins: la historia como culturu" 189
6" Un mundo feliz" 235
7" Cultura, diferencia, identidad" " 261

Agradecimientos. 285
Sobre las notas v la bibliografía 287
Indice analítico y de nombres 289
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'1

PREFACIO

Mi tema en este libro es una tradición n10derna particular entre


el largo y sinuoso discurso internacional sobre la cultura. Ya en
1917, Robert Lowie proclamó que la cultura «es. en verdad, el solo
v exclusivo gran tema de la etnología, así como la conciencia es el
tema de la psicología, la vida el de la biología y la electricidad con-
forma una rama de la física"l Contundentes palabras. Toda una
franja del mundo académico alemán, por ejemplo, describía su ám-
bito de actividad como ciencias de la cultura, pero no como etnolo-
gía. Los seguidores de Matthew Arnold habrían cuestionado el he-
cho de que se pudiera encontrar una cultura merecedora de tal
nombre más allá de los límites de las grandes civilizaciones. Y algu-
nos antropólogos protestaron diciendo que el verdadero objeto de
su disciplina era la evolución humana. Pero Lowie hablaba, enton-
ces, de una nueva escuela de antropología americana que se dispo-
nía a desafiar las ideas establecidas. Sus pretensiones se tomarían
más en serio una generación más tarde. Tras la Segunda Guerra Mun-
dial, las ciencias sociales disfrutaron en América de un momento de
prosperidad e influencia sin precedentes. Las diversas disciplinas se
especializaron y se otorgó a la antropologia una licencia especial
para operar en el campo de la cultura.
Los resultados fueron muy satisfactorios, al menos al principio,
sin duda, para los antropólogos. En 1948, Stuat1 Chase observaba que
el «concepto de cultura de los antropólogos v sociólogos está llegando

l. Véase Roben H. LO\Vle, el/Irlln: ¡l/Ilf Elh¡I/)f¡}:.;\, Nllc"\:1 York, I'vlc1\'lul'trie,


1917, pág. 5.
,
12 CULTURA

a ser considerado como la piedra angular de las ciencias sociales».'


En 1952, la apreciada opinión de los líderes de la antropología ame-
1
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f
.

\,
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,
.'
PREFACIO

refinando las definiciones. Pese a todas las protestas que se han le-
vantado en sentido contrario, las dificultades se agudizan cuando la
13

cultura deja de ser algo que se tiene que interpretar, describir, tal vez
ricana de la época, Alfred Kroeber y Clyde Kluckhohn, era que «la
idea de cultura, en el sentido técnico antropológico, es una de las no- '-:,
hasta explicar, para convertirse en una fuente de explicaciones por sí
ciones clave del pensamiento americano contemporáneo)}.3 Confia- misma. Esto no significa que alguna forma de explicación cultural
ban en que, «en sentido técnico antropológico)}, la cultura era un no pueda ser útil por sí sola, pero sí supone que la apelación a la cul-
concepto que albergaba una enorme cantidad, casi ilimitada, de tura únicamente puede ofrecer una explicación parcial de por qué la
promesas científicas. «Por lo que se refiere a su importancia expli- gente piensa y actúa como lo hace, o de cuáles son las causas que los
cativa y a lo generalizado de su aplicabilidad, es comparable a cate- llevan a alterar sus maneras y costumbres. No se puede prescindir de
gorías tales como la gravedad en física, la enfermedad en medicina las fuerzas económicas y sociales, de las instituciones sociales ni de
o la c\'olución en biología.» los procesos biológicos, y tampoco se los puede asimilar a sistemas
Hoy las cosas se ven de una lnanera muy distinta. Pocos antro- de conocimientos y creencias. Y voy a acabar sugiriendo que éste es
pólogos proclamarían que la noción de cultura se puede comparar el obstáculo definitivo en el camino de la teoria cultural, natural-
en «importancia explicativa» con la gravedad, la enfermedad o la mente siempre que mantenga sus pretensiones actuales.
evolución. Todavía se eontclTIplan a sí mismos como especialistas '1, "1,

en el estudio de la cultura, pero tienen que aceptar que ya no gozan


de una posición privilegiada en la abarrotada y heterogénea galería Espero que los capítulos de este libro refrenden estas conclusio-
de expertos culturales. Más aún, la naturaleza del conocimiento ex- nes, persuadan al lector de mente abierta y siembren dudas en la
perto que reclaman para sí ha cambiado radicalmente. Mayorita- mente de los verdaderos creyentes. No obstante, se puede objetar
riamente ha variado su adscripción intelectual desde las ciencias razonablemente que yo tenía prejuicios contra muchas formas de
sociales a las humanidades, y están listos para practicar la interpre- teorías de la cultura antes de empezar con este proyecto. Soy un
tación, incluso la deconstrucción, más que el análisis sociológico o miembro a tiempo completo de un «partido)} europeo de antropólo-
psicológico. De todas maneras, los antropólogos americanos mo- gos que siempre se ha sentido incómodo con la idea de hacer de la
dernos han hecho uso sistemático de teonas sobre la cultura en una cultura su objeto exclusivo, por no hablar de la tendencia a atri-
gran variedad de estudios etnográficos, y creo que sus experimentos buirle poder explicativo. No hav duda de que mi escepticismo ini-
conforman la más satisfactoria e intrigante prueba a la que se ha so- cial se veía acentuado por mis posiciones políticas: soy un liberal,
metido el valor -si no la validez misma- de dichas teorías. Así en el sentido europeo más que en el americano, un hombre mode-
pues, el núcleo de este libro es una evaluación de lo que ha sido el rado, un humanista un tanto insípido; pero, aunque siempre soy
pro:'ecto central de la antropología americana desde la guerra. muy razonable, no puedo pretender estar libre de sesgos. Modera-
Mi conclusión abundará en la opinión de que, cuanto más se con- damente materialista y con ciertas convicciones, algo endehles
sidera el mejor trabajo moderno de los antropólogos en torno a la zás, sobre la universalidad de los derechos humanos, presento re-
cultura, más aconsejable parece el evitar semejante térmíno hiperre- sistencias al idealismo v al relati\'ismo de la teoría moderna de la
ferencial hablar con mayor precisión de conocimiento, creencia, cultura, y siento una simpatía limitada por movin1ientos sociales
arte, tecnología, tradición, o incluso ideología (aunque este concepto asentados sobre el nacionalisITIO, la identidad étnica o la religión,
polivalente suscita problemas simílares a los generados por el de cul- precisamente los moYimientos más proclives a invocar la cultura
tural. Ha\' problemas epistemológicos fundamentales que no se pue- para motivar la acción política.
den resoher pasando de puntillas alrededor de la noción de cultura o Poco después de empezar a trabajar en el libro, me di cuenta
claramente de que estas dudas teóricas y-' estas preocupaciones polí-
ticas estaban profundamente arraigadas en mi fondo de liberal sud-
2. Stuart Chase, Stl/(Jy n( Hank1l1d. NUe\'3 -'(ork. Ihrper, 1948. p<ig. :;9. aFricano. En una etapa temprana de la reciente transforn1J.ción de
3. Véase Alfred L. Krnehel -" Chde Kluckhohn. Cl//rurí:'. A Critlcu! R':l'it'lI"o,f COII- Sudáfrica, tras la elección de F. W. De Klerk como presidente, pero
eepts mld De/tilllluIlS, Cambridge, Papt::rs nI rhe Peabnu: ,'\Iluseum. I fal'\'arel Unl\ er-
sity, vol. 47, n" 1, 1952. p<ig. 3. antes de la liberación de Nelson Mandela, en un momento lleno de
14 CULTURA PREFACIO 15

grandes posibilidades históricas, recibi una carta de un distinguido africanos o incluso que intentarlo podría ser contraproducente;
antropólogo americano. Le habían invitado a da una conferencia -;'¡ como mucho, pensaban que se tardaría siglos en alcanzar semejan-
pública anual sobre el tema de la libertad académica en la Universi- I
"f'
te objetivo y tal vez sólo tras pagar un alto precio humano. El racis-
dad de El Cabo. Como era de esperar, se preguntaba con qué podia -'ii: mo más crudo solía n10tivar este tipo de razonamiento y el pensa-
contribuir un antropólogo a los debates terriblemente graves que
, miento racista estaba ciertamente muy generalizado entre los
estaban teniendo lugar en Sudáfrica en torno de los temas de raza, sudafricanos blancos. Sin embargo, algunos intelectuales sudafrica-
cultura e historia, asi que me rogaba que le pusiera en antecedentes nos, Eiselen entre ellos, repudiaban los prejuicios populares. En una
sobre el estado de las discusiones en los circulas antropológicos lo- conferencia impartida en 1929, Eiselen apuntaba que no había evi-
cales. Le envié resúmenes de las principales argumentaciones y po- dencia alguna sobre el supuesto de que la intelIgencia variara con la
lémicas en el seno de la antropología cultural afrikaner J' me con- raza, así cotno que no habia raza ni nación alguna que tuviera el pri-
testó diciendo que me estaba muy agradecido. Habia eludido por vilegio de liderar el proceso de civilización en el mundo para siem-
los pelos un error atroz, ya que su primer impulso habia sido arti- pre. La verdadera base de la díferencia no era la raza, sino la cultura,
cular la conferencia según un discurso boasiano clásico sobre la el signo del destino, Y las diferencias culturales debían ser valoradas.
cultura. Probablemente, habria argüido que raza y cultura eran in- El interc3111bio culturaL incluso el progreso, no eran necesariarnen-
dependientes la uno de la otra, que la cultura hacía ser a las gentes te una ventaja menos, una bendición. Podía exigir un coste dema-
\0 que era v que el respeto a las diferencias culturales deberia ser la siado elevado. Si se minaba la integridad de las culturas [radiciona-
base para una soeiedadjusta. Un argumento benigno en América se les, se seguiría la desintegración social. Eiselen recomendaba que la
habria convertido en Sudáfrica en una última y desesperada justifi- política gubernamental debía estar encaminada hacia el fomento de
cación del apartheiJ. una «más alta cultura bantú \' no hacia la producción de europeos
Esta paradoja estaba profundamente incrustada en mi concien- negros», Más tarde, se empeió a usar el eslogan del «desarrollo se-
cia v no hav duda de que es uno de los motores que hicieron posible parado). La segregación era la vía adecuada par:l Sudáfrica, porque
este libro. Estudié y obtuve mi licenciatura en SuJáfrica a finales de sólo la segregación presen.'aria las diferencias culturales,
los años cincuenta. Un establishment afrikaner radical mantenía un La escuela de etnología del aparrlzeid citaba a los antropólogos
firnle control sobre el país, y su política de segregación racial forza- culturales americanos con aprobación, aunque en buena n1ed¡da en
da, el apartheid, se llevaba a cabo con una especie de sadismo mo- sus propios términos, Sin embargo, sus líderes se oponían radical-
ralizador. El régimen parecía casi invulnerable e impermeable a las mente a las teorías de la escuela británica de antropología social,
críticas. Se habían suprimido brutalmente los movimientos de opo- particularmente a las de A. R. Radcliffc-Brown que, en 1921. ocupó
sición africanos. y sin embargo, había un campo en el que real- la prin1era cátedra de antropología social creada en Sudáfrica. Na-
mente parecía que algunas de las creencias lnás queridas del régi- turalmente. Raddiffe-Bro\\'n no negó que \as diferencias culturales
men podrían ser puestas en eYiciencia mediante argumentaciones en Sudáfrica, pero rechazó la polític1 de segregación so-
racion.ales y pruebas irrefutables. Aunque se las solía envolver en el bt"e la base oe
que SuJáfrica se habb con\ ertido en una única so-
lenguaje de la teologío, las doctl"inas oficiales sobre la raza y la cul- ciedad. L.lS naciona!cs atraycsaban las fronteras cul-
tura invocaban la autoridad de la ciencia: el apartheid se basaba en turales 1110delaban las elecciones en toJas los pueblos y; ciudades
la teoría antropológica. No era casualidad que su arquitecto inte- del Todos sus ciudadanos (o súbditos) estaban en el mismo
lectual, W. W. M. Eiselen, hubiese sido profesor de etnología. balTO. Asentar la política en las diterencias culturales era una rece-
Los nacionalistas afrikaner de la «misión civiliza- ta para el ({La segregación era imposible)', dijo al público
dora;) que. con buena o mala fe, los poderes coloniales en África \:e- en una cOi1fcrcncia. «El nacionalisl11o sudafricano debe ser un n;;\-
nían proclamando,-4 Algunos creían que no se podía ci\/ilizar a los cion;;llisrno cornpuesto tantp de como de negros."

-L P,Ud una ll'\ de \ de la C0.rrera de Eiselen. "\t'ase I sf;hrl' L\ :lj, 11 "ro]ogía en Suda! ',l'<1,,>e \\. D Ham:lwnd- TO(lkt', [mper/¿o
Ro!lt·t r Gordon. ,Aparthcld's Tllt: Gcnt'alog"\ of Ah·ikaner Anthru- J!llé I ¡'J¡'c';,", ,'-.( ,/I:/I-iII,'I.'U:> A¡¡li¡r(¡¡JfI!UI.é,IS1,) J ':I2(}- t (.¡ ';fU , J Ohdl"h."c;burgo, \\'i[waters-

pology", .-'1,IIIenCUIl J3 (3).1988, p:.1g:s, ,B:;-553. Para una relación más rand Li11\<.:"1I\· 1()9i,
16 CULTURA

En parte como resultado de su experiencia sudafricana, Radclif-


fe-Brown se sintió inclinado más adelante a hablar de la cultura con
prevención. «No observamos una "cultura"», recalcó en su alocu-
ción presidencial de 1940 en el Royal Anrhropological Institute, "ya
que dicha palabra denota, no una realidad concreta, sino una abs-
tracción y se usa comúnmente como una abstracción vaga».s y des-
cartó la perspectiva de su gran rival, Bronislaw Malinowski, según
la cual, una sociedad como Sudáfrica se debería estudiar como una
arena en la cual dos o más «culturas» interactuaban. «Ya que lo que
está sucediendo en Sudáfrica [explicaba Radcliffe-Brown] no es la Esto es probablemente todo lo que uno puede pedir
interacción entre la cultura británica, la afrikaner (o boer), la ho- a la historia y, pUJ1icularmentc, a la historia de las
tentote, diversas culturas bantúes y la cultura india, sino la interac- ideas: no que resuelva asuntos, sino que eleve el ni-
ción de individuos y grupos en el interior de una estructura social vel del debate.
establecida, que está a su vez en proceso de cambio. Lo que está pa- ALBERT O. HiH5CH,\lAN

sando en una tribu del Traskei, por ejemplo, sólo se puede describir
reconociendo que dicha tribu se ha visto incorporada a un sistema
estructural. político y económico más amplio>}.b
Viniendo de Sudáfrica, no hay duda de que yo estaba dispuesto
a aceptar argumentaciones de tal indole. Más aún, cualquier prejui-
cio inicial que pudiese haber tenido se vería reforzado durante mi
formación de posgrado en antropología social y estructural tal como
se ofrecía en la Universidad de Cambridge durante los primeros
años sesenta. Sin embargo, algunos de mis contemporáneos se libe-
raron de este condicionamiento temprano y se pasaron a la escuela
cultural. No fue mi caso, ya que mi escepticismo acerca de la cultu-
ra fue creciendo, en parte porque habia quedado tan impresionado
por los abusos de la tearia de la cultura en Sudáfrica. Pero no es ne-
cesariamente malo aproximarse a una teoría profundamente afian-
zada desde una mentalidad escéptica. Y las inclinaciones políticas
no le descalifican necesariamente a uno para poder apreciar los
puntos débiles y fuertes de los argumentos enfrentados. Además,
las teorías de la cultura suelen conllevar una carga política, justifi-
cando una crítica política. De todas maneras, aunque mis antece-
dentes sudafricanos han mediatizado mis investigaciones sobre la
teoría de la cultura, mi esperanza es que no hayan determinado por
sí mismos las conclusiones a las que he llegado. Sea cual sea el ses-
go que he introducido en el presente provecto, he hecho cuanto he
podidu para respetar tanto los razonatnit:'ntos como las evidencias.

5. Véa,-;<.: A. R. Radchlh::.Bnmn. "Dn SOCIal Strueture", JuunUll of rhe R()\'al


:\I1/lm [Jolw},idd 11I';UrulL'.
l
70, 1':l..J.ü, págs. 1-12.
6, ¡{mI.
r,+

'<'······.'·1··'. :
.•...
'*?:
INTRODUCCIÓN: GUERRAS DE CULTURA
;1
sé cuántas veces he deseado no haber oído nunca la
maldita palabra.
1
RAYMOND \\'lLLI.,\MS

Los académicos americanos han entablado guerras de cultura


(si bien es cierto que sin demasiadas bajas). Los políticos urgen a
una [evolución cultural. Aparentemente, se necesita un cambio cul-
tural sísmico para resolver los problemas de la pobreza, las drogas,
los abusos, los crímenes, la falta de legitimidad y la competitividad
industriaL Se habla v se habla sobre las diferencias culturales entre
los sexos v las gene¡:aciones, entre los equipos de fútbol o entre las
agencias de publicidad. Cuando falla una fusión entre empresas, se
explica diciendo que sus culturas no eran compatibles. La belleza
de todo esto es que todo el mundo lo entiende. "Tratamos de vender
"semiótica", pero lo encontramos algo difícil», informaba una com-
pañía londinense llamada Semi tic Solutions, «así que ahora vende-
mos "cultura". Ésta [noción, palabra] la conocen. No tienes que ex-
plicarla».' Y no hay motivo ni llamamiento alguno para no tratar la
cultura como se merece. «La cultura lleva la voz cantante por lo que
se refiere a n10tivar la COlH1LLcta del consumidop>} proclama un fo-
lleto de la empresa, «más persuasiva que la razón, más "de masas"
que la psicología». También hay un mercado secundario 110reciente
en el discurso culturaL A mitad de los noventa, las librerías coloca-
ron secciones de «estudios culturales)} en las priIlleras posiciones,
las mismas ocupadas en su momento por la religión de la New Age
v, antes, por la autoayuda. Guy Brussat, el encargado de llbros en 01-
son, en Washington D. c., explicaba: "Alguien ve sociología v piensa,

Ra.\mond W¡Jliam:::., Politice" l/Jld Lenas. Ne\\ Lelt Books,


¡y-Y, puf:'. 17--l.
Llll::,::,;1 Fa! 4uar, "This Sellll(jtlcian \\'ctll [() r..-Iarkel". Llllgua
FruIIC¡;, septli.:mbre octubre, 1994, pág. 62.
']
.. ',.
20 CULTURA

un texto árido y académico, Ves "estudios culturales" y piensas ¡Oh,


1
,':Ji
\c'!
¿o.
,-, .;.
INTRUDUCCIÓN: DE CULTURA

los fundadores de Sony, rechaza los ruegos de liberalizar los acue"-


21

cultura! Es algo psicológico, sutih,3 4, dos comerciales del Japón para permitir una mayor competición
lodo el mundo está en la cultura. Para los antropólogos, ;. por parte de las firmas extranjeras. «(Reciprocidad), explica, «signi-
hubo un tiempo en que la cultura fue un término técnico, propio del ficaría cambiar las leyes para aceptar sistemas extranjeros que pue-
arte de la disciplina. Ahora los nativos les contestan hablando de den no encajar con nuestra cultura)).' (Afortunadamente, vender
cultura. "La cultura, el vocablo mismo o algún equivalente local. equipos de televisión Son)' a los americanos o hacer películas en
está en los labios de todo el mundo", ha senalado Marshall Sahlins' Holly'\vood sí son que concuerdan perfectamente con la
"Tibetanos v hawaianos, ojibway, kwakiutl y esquimales, kazakos y cultura japonesa.)
rnongole.s, aborígenes australianos, barineses, naturales de Tal vez el futuro de todu el mundo dependa de la cultura. En
mira y n1aoríes de Nueva Zelanda: todos descubren tienen "una 1993, en un ensayo apocalíptico public:ldo en Foreign Affairs, Sa-
cuILura".» Los hablantes monolingües de Kayapo, en la selva tropi- mue! Huntington anunciaba que una nueva fase de la historia glo-
cal sudan1ericana, usan el término portugués cultura para describir bal había comenzado, una nueva [ase en la cual, «las causas funda-
sus ceremonias tradicionales. l\tlaurice Godelier describe cómo un mentales de conflicto») dejarán de ser económicas o ideológicas.
temporero vuelve con su pueblo en Nueva Guinea, los baru.va, y «Las grandes divisiones dt: la humanidad v la fuente dominante de
declara: «Tenemos que encontrar fuerza en nuestras costumbres; confltctos serón culturale.s,)':I Al ebborar tesis en un libro re-
debemus basamos en lo que los blancos llaman cultura". Otro neo- ciente, defiende que podemos esperar un choque titánicu de civili-
guineano le dice a un antropólogo: «Si no tuviéramos kasto11l, sería- zaciones, cada una de las cuales representaría una identidad
mos lo mioma que los hombres blancos». Sahlins echa mano de ral primordial. Las «principales diferencias entre civilizaciones en
todas estas citas para ilustrar una proposición general: «La con- cuanto al desarrollo económico ,y político se enraízan claralnente
ciencia de la propia cul tura que se está desarrollando entre las otro- en sus distintas culturas) y «la cultura Ji las ide-ntidades culturales
ra Yíctin1as del imperialismo es uno de los fenómenos más destaca- (... ) están modelando los patrones de cohesión, desintegración y
bles de la historia mundial en el final del siglo xx». conflicto en el mundo posterior a la Guerra Fria (... ) En este mundo
Estas antiguas víctimas pueden incluso desarrollar discursos nuevo, la pulítica local es la politica de la etnicidad, la politica glo-
cdticm sobre la cultura. Gerd Baumann ha mostrado que, en Sou- bal es la politica de las civilizaciones. El choque de civilizaciones
th,dl. un suburbio multíétnico del oeste de Londres, la gente «cues- reemplaza a la rivalidad entre las superpotencias»,"
tiona lo que los términos "cultura" y "con-zunidad" significan para Ni que decir tiene que la palabra cultura adquiere un significa-
en1pezar. Los propios vocahlos se transforman en pivotes para la do más bien diferente para unos investigadores de en
construcción de una cultura de Southalh 5 Con todo, incluso los na- Londres, para un magnate japonés, unos aldeanos dc Nueva Guinea
cionalistas antioccidentales se pueden limitar a 3.propiarse de la re- o un clérigo radical en Teherán, por no mencionar a Samuel Hun--
tórica internaciunal dominante sobre e! concepto de cultura, y así tington. No obstante, los conceptos que tienen en mente despren-
afirmar la identidad única de su propio pueblo, sin miedo de den un aire de familia. En su sentido nlás general. la cultura es sim-
u·adecirse. «Consid¿Tamos que, actualmente, la principal amenaza plemente una manera de 11:lblar sobre las identidades colecti\'as.
para sociedad)), dice un político fundamenta]jsta iraní, «es
la ele ser una sociedad cultural».Co (De todas formas, seguro que ha-
7. Citado pUl' [an BurulTw, Tllt' .\lL\_,iU"liT\' !ilul tfll! LI!' e{[llle. I.I)\·¿ (111d \\"01' in
blar de identidad cultural es muy... americano). Akio Morita, uno de
Eas[ f/Jlt/ \Vn{, Londres, 1':196, púg. 235.
8, V¿Ll .;,e SalDud P, Hllnli ngton, "The uf el (ureigll ·\(run, ve-
rano, 1993, rag. 22.
3, \ \J..iI',,,hall, "Slltdt Life», Lin.l!,lId Frdl1ca, marzo i :lbriJ, 1995, pág. 27 9, Véase S;¡muel P. Hunllngt(¡¡), The Chlsil (Jf Cíl UII<1 [in' uf
-L \-l',,:-;t" SL-\hlms, ,Goodl1\'t" lo Trisll!.\ Tropnjl/n: Ethnography In ¡he H'OfM UrJa, NUl'\·a 'lOrk. Slnlon & Schusler, 1996. púgs, 20, 1H 1Y {liad. ca::.t.: El
Conlt"\l ,JI !\lodctI1 \\'orld HI.'-l(l1\ ", !ollnw/ 01 ,l,,[ouern Hi..dOYY, n" bS, [993, págs, 3 \' 4, chOCfIlt' lit- ci¡-ili:CIL-IOIIC' \' la recollji;:'UniC1ÓIl de! (,¡-de'u "lIulc!ini, Barcdon:l. Paidós'-'),
5, \ 2U;';l' Gt"l-d SéIUlllcllJl\, Cmlit'S!I.'('.: e"hurt'. DiscOllrSt'S (,/IJ¿nt1t\' in.Hultl-Elf¡- Nótese (¡lit' el onglllal haLla una pregunta ¡"Tlle ([ash uf Ci\'illzatlOlls?,
lile LlJudOl!, Cambnd:!l:', ClIllbnJf'1:' 1996, pág, 14:;, ,,(.El ..::hoque de cl\'dizacioncs,J,,), lTllentras que, en apariencid. <:,1 iibro la conLt::::.t.1
6. jWI!! IIItl!O!Iii! HeroU 7h!JlUle, 21 de septiembre de 1Sf96, pag. S, \-.1 me nle,
11.,
.•....'

INTRODUCCIÓN: GUERRAS DE CULTURA 23


22 CULrURA
f;. "'
,¡y
Sin embargo, el estatus también está en juego. Mucha gente cree unos cuantos afortunados. No se trata sin1plemente de una conse-
que las culturas se pueden medir unas respecto a otras, :!' esta gente cución personal. El bienestar de toda la nación está en el alero
se siente inclinada a evaluar su propia cultura por encima de las de cuando se amenazan el arte y la erudición. Para Matthew Amold, la
los otros. Incluso pueden pensar que sólo existe una civilización ge- verdadera lucha de clases no se entablaba entre ricos v pobres, sino
nuina, la suya, v que el futuro, ya no sólo de la nación, sino del mun- entre los guardianes de la cultura y aquellos que él llamaba filisteos,
do, depende de su supen'ivcncia. «Pese a los multículturalistas», in- que tendrían a la riqueza por amo. Por otra parte, los autores radi-
siste Roger Kimball, ,da elección a la que nos enfrentamos hoy en cales niegan que la cultura de la élite propague dulzura y luz. Se
dfa no es entre una cultura occidental "represora" y un paraíso mul- puede representar la alta cultura como un instnllnento de domina-
ticultural, sino entre cultura y barbarie. La civilización no es un ción, como una añagaza de casta. Pierre Bourdieu ha arguIl1entado
don, es un logro, un frágil logro que se debe sostener y defender que, en el seno de la élile. el valor de la alta cultura reside precisa-
ante aquellos que lo asedian, dentro y fuera)). lO Huntington sugiere mente en el hecho de que la capacidad para juzgar obras de arte,
1
que el choque de civilizaciones en el mundo surgido tras la Guerra para hacer distinciones, confiere «distinción» por sí misn1a. ., La
Fria no es más que una etapa hacia el clímax de un combate por ve· cultura es el don del gusto educado que separa a la dama u al caba-
nir, {(el mayor choque, el "choque real" global, entre civilización y llero del advenedizo. Para los que se inscriben en la tradición mar-
barbariE')).11 xista, la cultura ocupa su lugar en la más amplia guerra de clases.
Mientras que los patriotas de la civilización occidental procla- La alta cultura encubre las extorsiones de los ricos. El sucedáneo de
man la elevada posición de la gran tradición, los multiculturalistas la cultura de masas confunde a los pobres. Sólo las tradiciones de la
celebran la diversidad de América v se convierten en paladines de cultura popular pueden contrarrestar la COlTupción mediática.
los marginales, las minorias, los disidentes, los colonizados. Se de-
nuncia como opresiva la cultura del establishmenl. Las culturas mi· i, i<

noritarias confieren poder a los débiles: son auténticas, hablan a la


gente real, n1antienen la \'ariedad y la posibilidad de elección, nutren Aunque recientemente se ha producido una llamativo floreci-
a los disidentes. Todas las culturas son iguales o se deberían tratar miento por 10 que respecta a la presencia del concepto de cultura.
como tales. «Luego, entre los progresistas, la cultura como tema de está claro que este tipo de razonanl1entos no son nuevos. Todos
estudio ha sustituido a la sociedad en tanto que objeto general de ellos fru.ctificaron en el curso de una eclosión sil11i1ar de la teoriza-
investigación}), escribe Fred Inglis, con apenas un toque de ironía. 12 ción sobre la cultura entre los años veinte y cincuenta, tal como se
Aunque los conservadores rechazan estas argumentaciones, están mostrará en el capítulo siguiente (quizás l¿ que ocurrió fue simple-
de acuerdo en que la cultura establece los estándares públicos y de- mente que esa larga argumentación se vio internlmpida durante
termina el destino nacional. y, cuando se encuentran gentes de di- una generación a causa de las preocupaciones ideológicas genera-
ferentes naciones y grupos étnicos, sus culturas se confrontan como das por la Guerra Fria). Entonces como ahora, los autores más re-
totalidades. Algo debe lle\'ar a semejante confrontación. flexivos citaban a sus predecesores en los siglo:-i XVIll XIX, recono-
Tambi¿n se utiliza a menudo el término de cultura en un senti- ciendo que los dis(ursos sobre la cultura tienden a caer en categorías
do distinto, para referirse a las bellas artes de las que sólo disfrutan bien establecidas.
A menudo se identifican de manera laxa una teoría de la cultura
fTancesa, otra akmana ." otra De [orn1a e igual-
1ú. KHnball ,Tenured Radicals», New Cnterion, enero de 1991,
pjg. 13.
mente \aga, se distingue un discurso ilustr3do de uno
11 \·éa::>t:' Hunt¡ngton. TIte C/a:;h oj"Cil·¡I!::.ationJ, pág. 32l. de otro dúsico. Son etiquetas improvi<;,adas. prefabricadas, para
Il. frt:'J [og!J:-" L'ulr1¡ml Sludies, Oxfurd, Blackwell. 1993, pág. 109. constn.1cciones que.' estnn suictas J toda una variedad de
.\. dd l. La lite]",,! e::> ,(in rhrall nI" M(U11II101I»), "esclm'Í"lüdo pnr M<:lm- trans[onl1aciones cstruclul'aks, periúdicalllente reducidas
ll1un,\. en este último vocablo (de origen arameo) a la persooi[¡-
cü..::ión de la mahhd en b nqueza \ en el ansia de riquet:::h, "egún los
c'\<.lngehos puede "en ir dos "eliores .. No podéi::> a Dios v a las ri- 13. Plt;'ne l:3ourdll:"ll, Dh[IIJCflpl1.'--\ Sucw! Cr!!li/'IL' ui ¡he Jwl",ellielll oj
queza", \1t 6. 2..0. le, LonJre:'>. ROlltleJge. 19S-+.
24 CULrURA
If'¡ INTRODUCC[ÓN: GUERRAS DE CULTURA 25

a piezas para reensambladas de acuerdo con nuevos patrones, -!


A diferencia del conocimiento científico, la sabiduria de la cul-
adaptarlas, anunciar su mueI1e, revividas, rebautizarlas o ponerlas tura es subjetiva. Sus percepciones y aserciones más profundas son
al día. Pero, por groseras que sean estas clasificaciones, proporcio- relativas, no leyes universales. Lo que es cierto a un lado de los Pi-
nan una primera orientación. Incluso los pensadores más imagina- rineos puede ser un error en la otra vertiente. Pero. si se erosiona la
tivos y originales se pueden ubicar en una ti otra de estas tradicio- fe cultural, la vida pierde todo sentido. Al tiempo que la civilización
nes centrales, teniendo en cuenta que cada una de ellas especifica material iba apretando en SLI puño de acero a todas y cada una de
una concepción de la cultura y la aplica en el marco de una parti- las sociedades eLlropeas, las naciones individuales luchaban por
cular teoría de la historia. sostener una cultura espiritual, expresad;) antes que nada en el len-
En la tradición &"ancesa, se representa la civilización como un guaje y en el arte. Segmo que la auténtica Kultur del pueblo alemán
logro distintivamente humano, progresivo y acumulativo. Los seres seria preferible a la artificial Ci"ilio.alioll de una élite francófona,
humanos son parecidos, al menos potencialmente. Todos son capa- cosmopolita y nlaterialista. En cualquier caso, las diferencias cultu-
ces de ser civilizados, ya que esto sólo depende del exclusivo don rales eran naturales. No había una naturaleza humana común: ((He
humano de la razÓn. Sin duda, la civilización ha l1egado más lejos, visto franceses, italianos, rusos», escribía el contrarrevolucionario
ha progresado más, en Francia, pero, en principio, puede ser dis- francés de Maistre. ((Pero, por lo que se refiere al h0l11bre, declaro
frutada por salvajes, bárbaros y otros europeos, aunque tal vez no no haberlo encontrado nunca; si existe, es desconocido para mí.»l5
en igual medida. Por lo tanto, según Louis DUl1l0nt, un francés (Henry James podria haber tenido en mente este aforismo cuando
«tenderá a identificar de manera náif su cultura particular con la escribió que "el hombre no es uno en absoluto; al fin y al cabo le
"civilización" o can la cultura universah. 14 Seguramente, un francés cuesta tanto ser americano, francés, etc)),lb)
reflexivo estará presto a admitir que la razón no las tiene todas con- Estas dos tradiciones de pensamiento sobre la cultura se desa-
sigo. Debe combatir contra la tradición, la superstición y el instinto rrollaron en mutua oposición dialéctica. El progreso hUlnano era un
bntto. Pero puede confiar en la certeza de la victoria final de la ci- tema central ele los pensadores de la I!ustt'ación, mientras que sus
vilización, ya que puede llamar en su ayuda a la ciencia, la más alta oponentes se interesaban en el destino particular de una nación. Des-
expresión de la razón -y, de hecho, de la cultura o de la civiliza- de la perspectiva ilustrada, la civilización estaba comprometida en
ción-, el conocinliento verdadero y eficiente de las leyes que con- una lucha titánica por superar las resistencias de las tradiciones cul-
forman tanto la naturaleza como la sociedad. turales, con sus supersticiones, sus prejuicios ilTacionales y sus te-
Este credo secular se formuló en Francia durante la segunda mi- merosas lealtades a gobernantes cinicos (Voltaire dijo que el mundo
tad del siglo XVJlJ, en oposición a lo que los philosophes contempla- sólo descansaría en paz cuando el último rey fuese estrangulado con
ban como fuerzas reaccionarias e itTacionales, representadas sobre las entrañas del último sacerdote). Para el bando contrailustrado, el
todo por la Iglesia católica v el anciell nigime. Pero, a medida que enenúgo que lo definía corno una facción era la civilización univer-
fue prendiendo en el resto de Europa, la oposición ideológica mis sal, racional y científica, la propia Ilustración. Asociada con los valo-
formidable vino de los intelectuales alemanes. Con frecuencia, és- res materiales, la ci\-ilización arnenazaba la auténtica cultura y con-
tos eran nlinistros de las iglesias protestantes que se habían sentido denab.:t a la obsolescencia artes y ohcios que yenían practicando
provocados para alzarse a favor de la tradición nacional enfrente de desde antiguo. El COSIllopolitisnlo corrompía el lenguaje, mientras
la civilización cosnlopolita, de los valores espirituales ante el rnate- que el racionalismo perturbaba la fe religiosa. Juntos, minaban los
rialismo, de las artes v las artesanías frente a la ciencia v la tecnolo- valores espirituales de los que dependía la conlunidad orgánica.
gía, del genio y la expresión de Lino nlismo la rigi- Estas ideologías cuntrastadas podían alimentar la retórica na-
dez de la burocracia, de las en1ocíones -incluso de las n1,'IS oscuras cionalista v atizar emociones populares en licmpos de guerra, pero
de las fuerzas anidan en nuestro interíor- frente a la seca ra- en Sll forma mÚ::i en\'c'nenada no eran 111erOS discursos na-
zón, En breve, de la Kultur contra la CiI'iliz..Cltion.
15 \ <.''-l::'t' Ju::.cph de' C()/I"léler,;!","': ,jI! Fm",1-' C:lJnbJ"iJge
1";, \'e"L'>e DUT\lunt, Ideoh!'.:,\. Fr(llll FIQ/let' /11 Germun.\ (11/(1 Sud., ehlcago L lll\ U'i Pl 199-t, páfl.. 3. El ong.lJlaJ ell 1 ,Jau de 17 'JI .
Chicago Pres.'" 1994, pag 3. 1o. Henry cana a William Dean 1-j()\\ ells, 1 de m..l:'>o ele J 890

L
26 CULTURA

cionales. Hubo intelectuales franceses que simpatizaron con los



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INTRODUCCiÓN:

mo. Su dognul. central era el progreso, que equivalía a una salvación


DE CULTURA 27

contrailustrados, aunque sólo fuera porque defendían la religión laica en este mundo. Las nociones alemanas de bildung -"forma-
contra la insidiosa subversión de la razón. Tras la batalla de Se- ción», «(educación))- V kultur, expresadas de nlanera característica
dán, en 1870 (ganada, según se dice, por los maestros de escuela en un lenguaje espiritual, se engranaban con las necesidades del
prusianos), la idea de una cultura nacional penetró en una hu- alma individual, valorando la virtud interior por encima de las apa-
millada Francia y se pasó a contrastar más y más «la culture Fran- riencias externas; pesimistas respecto al progreso secular, están im-
r;aise» con la "culture allernande», sin cornpronleter por ello las buidas con los valores de la Reforma y Thomas Mann sugirió que
pretensiones francesas de superioridad (todavia en 1938, el Dic- ésta había inmunizado a los alemanes contra las ideas de la Revo-
tionnait'e Quillet hacía notar que el término cultura se podía usar lución Francesa.
irónicamente, tal como en la frase «la culture allenzande»). En Ale- Como siempre, los ingleses Inás bien guardaban las distancias
mania, por su parte, existía una larga tradición de pensamiento con estas polémicas continentales. John Stuart Mill había tratado
ilustrado, que nunca Se vio completamente sunlergida, aunque a de reunir las tradiciones francesa y alenlana en sus famosos ensa-
veces adoptara formas extrañas, casi irreconocibles. Nietzsche con- yos sobre Bentham v Coleridge, pero los ingleses tenian sus propias
denó a sus compatriotas por su caótica formación cultural. su bil- y específicas preocupaciones. A mediua que la industrialización
dlll1g corrompida por la moda y los préstamos, comparándola en
I transfornlaba lnglaterra, los intelectuales empezaron a discernir
detrünento con la Ku/tur orgánica de Francia, que, a su vt.'z, una crisis espiritual, una lucha definitoria entre lo que Shelley lla-
hacía equivaler a la civilización propiamente dicha. Optaba por la maba Poesía y Mammon. La teLIlologia y el materialismo de la civi-
civilización, es decic por Francia, hogar ({de la cultura europea lización moderna representaban al enemigo. Contra él, los intelec-
más espiritual y refinada»,I! Por otro lado, un disidente francés tuales liberales imocaban los valores culturales eternos, destilados
CUIno Baudelaire podía llanlar a Francia «lin país verdaderarnentc de la gran tradición europea del arte v de la filosofía. Matthew Ar-
bárbaro)) y especular que quizás la civilización ((se ha refugiado en nold definia la cultura como «lo mejo¡ que se ha dicho v sabido", un
alguna diminuta tribu todavía por descubrir», 15 La Prinlera Guerra canon cosmopolita y duradero.]' Al adquirir cultura interiorizába-
Mundial se libró tras las banderas rivales de la civilización occi- mas la "historia del espíritu humano». La posesión de la cultura ha-
dental y la k.llit"r alemana, pero, a la misma sombra de la contien- bia separado a los elegidos de los bárbaros iletrados. Pero, para la
da. los hermanos Thomas y Heinrich Mann optaron por distintos época de Arnold, ese legado humanista sufria el asedio de los ejér-
bandos -el alemán v el francés- en un célebre debate sobre cul- citos de la civilización industrial. Una gran pregunta de la época era
tura'y civilización. . si la cultura de una élite educada podia apuntalar de alguna mane-
En ambas trndiciones, la cultura o la civilización se identifica· ra los valores espirituales de la sociedad. Quizás la cultura se tam-
ban como valores priInordiales. Se ha sugerido que estos conceptos baleaba, abrumada por el materialismo de personajes como el
se difundieron durantc el siglo XVIII debido a que la religión estaba Gradgrind de Charles Dickens (en su obra Tielllpos dificiles) , cara-
perdiendo peso entre intelectuales. Suministraban una duras que conocían el coste de todo sin saber el \·alor de nada. «Al
fuente alternati\·u .\ laica de valores y significado. Con todo, cada tiempo que la civilización a\·anzu»), concluía da poesía
una de las lradiciones manifestaba afinidades con una actitud cris- decae casi necesariamente»).:?'o
lian;) específica. La idea de ch·ilil.ación recuerda las pretensiones Sin embargo, no habría que exagerar la peculiaridad de la tradi-
uni\-er;-.;alistas de la Iglesia católica. Conlte y Saint-Simon tomaron ción inglesa. Arnold bebía de Coleridge y estc, de los roolánticos
prestados los rituales católicos para crear una religión del positivis- alemanes. Las preocupaciones los valore.'; se solapaban. Por todas
partes la cultura nlaterializaba la esfer3 de los valores últinlos, so-

17. Fricunch . .1'-'1/><'1/.\ l·()!] C;l({ auti Bd\1.', ... h,


1%0, pag:::.. ::'--l-5, ]4:-. La edición ongirul dala Je 19. Véa.':>é' .r...Lttth<:.'h . \rnold. Lit'n;l!ilt' (/!!c' D()';i'¡¡" i\k Mdlan, prefaCio
18. ClladlJ [)!Ir Íll 01", Tlle "¡orlllu\, (JI E\ ,l. a b edición de 1
Cllnhnugc, I-bn P¡-ess, 1Sl93, pág. 54. 20. Thomas Babingl'>ll ". \l¡]ton '. en (.( {¡euc',! ililil HI.\/i'I"ilU! Ess",""
.\'. del /. \ ea::>..:· alltL'IIOr nrlla dd traductor en la págIna 22·" [original]. Londres, Dent, E\\:n Llbl":LI"\. 1907, pág. [53. La .:JILlon onginal e-, de 18..+3
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29
CULTURA INTRODUCC1ÓN: GUERRAS DE CULTURA
28
" mente slickilless, «pegajosidad», arraigados modos de pensar y de
bre los cuales se creÍa que reposaba el orden social. Dado que la cul-
tura se transmitía a través del sistema educativo y se expresaba en hacer que persistían incluso ante las argumentaciones más persua-
su fornla más poderosa en el arte, éstos eran los canlpos cruciales sivas. La cultura era el último recurso explicativo que daba cuenta
que un intelectual comprometido debería intentar mejorar. Y, ya de las conductas aparentemente irracionales. La cultura también
que la for1una de una nación dependía de la condición de su cultu- permitía comprender el decepcionante resultado de muchas refor-
ra, ésta se constituía en una arena decisiva para la acción política. mas políticas. La tradición era el refugio de los ignorantes y de los
apocados o el recurso de los ricos :"" poderosos, celosos de cualquier
* +. desafío a sus privilegios establecidos.
Desde otro punto de vista. se podía respetar o incluso celebrar
Las argumentaciones modernas no han contribuido exactamen- las resistencias de las culturas locales a la globalización. Ésta era la
te a recapitular las controversias anteriores. El contexto conten1pO- perspectiva de los herederos de la ContrailustracÍón. Tampoco la
ráneo ha dejado su marca. Cada generación moderniza el lenguaje tradición ronlántica o alemana era estática. Padeció sus propias
del debate, adaptándolo a la tenninología científica en uso en cada transformaciones, aunque sienlpre exhibiendo una selecti-
momento: evolucionismo a finales del siglo XIX, organicismo a prin- va con el idealismo. el relativismo, el historicismo, el estilo herme-
cipios del siglo XX, la relatividad durante los años veinte ... Hoy, tro- néutico de análisis v lo que hoy llamamos politica identitaria. Ri-
pos extraídos de la genética compiten con la jerga de la teoría lite- chard A. Sh\-veder ha intentado incluso construir una genealogía
raria contemporánea. Y, sin embargo, aunque se expresen según que conecte el movimiento romántico del slglo XIX con lo que llama
nuevos códigos, los discursos sobre la cultura no son inventados li- «la contemporánea revolución romántica [dé la antropología] con-
bremente: hacen referencia a tradiciones intelectuales particulares tra la ilustración)}.21
que han persistido durante generaciones, expandiéndose desde Eu- Pero incluso si se engalanaban con la últinla moda. las ideas clá-
ropa a través de todo el mundo, imponiendo concepciones de la na- sicas sobre la cultura no campaban por sus respetos. Se confronta-
turaleza humana y de la historia, así como provocando toda una se- ban con nue\'os rivales, el mayor de los cuales hizo su aparición con
rie de debates recurrentes. Voces ancestrales rondan, obsesionan o la publicación en 1859 de El origen de las especies de Charles Danvin
hechizan a los escritores contemporáneos. Las nuevas formulacio- y ni el menos cientifico de los pensadores podía ignorar el nuevo
nes se pueden disponer en una larga genealogía, por mucho que es- reto después que Darwin extendiera su argunlentación a los seres
tén vinculadas a las necesidades del momento. humanos en El origen del hombre (The Deseen! of Man), editado en
Al ir cristalizando las ciencias sociales, las escuelas de pensa- 1871. Se tenía que encarar la posibilidad de que los universales v las
miento rivales se continuaban nutriendo de estas perspecti\-as clá- diferencias humanas se pudieran explicar en términos biológicos.
sicas. En el siglo XIX, temas centrales de la cosmovisión ilustrada o La cultura podría seguir las le:",'es naturales. Nu obstante, la teoría
de la ideología francesa resurgieron en el positivismo, el socialismo dan\/Ínista no tenía por ljué convertir en ObSOlet3s las ideas clási-
yel utilitarismo. En la centuria siguiente, la idea de una civilización cas. La teoría de un origen (alnÚn de los seres no hacía
mundial científica y progresista se trasladó a la teoría de la moder- sino reafinTlar la fe ilus(rada en llna humanidad unitaria: se podía
nización v, de ella, a la teoría de la globalización. A corto plazo, la continuar celebrando la civilización como un rasgo hUInano dehni-
cultura suponía una ban<era para la modernización (o para la in- torio. La e\'olu('¡ón de la vida tanlbién podía suministrar un mode-
dustrialización o para la globalización), pero, al final, la civilización lo para la evolución de la chiHzación. Los humanos estaban
moderna acabaría por pisotear las tradiciones locales, menos efi- adelantados respectn 'él los grandes sinliüs. así eonlO las razas supe-
cientes. Se invocaba la cultura cuando se hizo necesario explicar riores -o l:i\ ilizaciones superiores-lo estaban respecto a las razas
por qué la gente se aferraba a metas irracionales y a <JU-
todestructi\'as. La resistencia cultural derrotaba a los pro\"cctos de 21 RJchLuJ A. Sh\q:lkl "A'Jlhropolo,!!:,\ RL'ht:'l)¡nn
desarrollo. La del1l0Cracia se desmoronaba porque era ajena a las Enligllll:'rllilt'nl>l, 1.'n Rlch<'lrd A.. Sh\I,L,U ...T v Robert A. L ...'I, ilh- ,,-(ll-I:P;-, J. CllftU!'': Tllt!O-
tradiciones de la nación. Las teorías de la elección racional no po- r:r. (JI! Hill,l.. {:¡d EIlIO/illJ/, Cambridge, C<:ljnhnd:;,-' Lni\er'>lly
dtan dar cuenta de lo que los economistas llamaban clesesperada- 1984

k.
,'
30 CULTURA

inferiores y sus correspondientes civilizaciones. El propio Da:rwin


compartía esta visión, pero algunos de sus seguidores se apuntaron
a la causa de la Contrailustración. Las diferencius culturales padian
ser expn:sión de diferencias raciales más fundanlentales. La pureza
1,,;¡'
1 '

bk, " C"OC 'el 1"« mm,'"


INTRODUCCIÓN: GUERRAS DE CULTURA

"m
wmm " b,
ditarias. Su teoría también se podía emplear para demostrar la su-
pC110ndad de la raza pruSIana y para avalar la pohtlca de Blsmarck,
h,ce
31

que ejemplífícaban losdectos maravillosos de la lucha [por la su-


racial podía ser un imperativo político, ligado inextricable mente a '.{{' perVIVenCla 1 y la seleccIOno
la defensa de la identidad cultural. La historia se podía haber escri- . El Jogmatísmo de Haeckel consternó a su maestro, Rlldolf Vír-
to con sangre, siendo SLl ten13 la lucha por la supen/ivenda entre las chow, que era un científico médico puntero en Alemania, un pro-
r;,uas.
minente político de opiniones líberales y el all?w nuller de la Socie-
El desafío de una teoría biológica sobre el progreso humano y dad de Antropología de Berlín. Metodológkamente, sus objeciones
sobre las di [erenci;ls entre los hUDlanos provocó el desarrollo de lo se ccnlrabo.n en la prernatura cerrazón tc6retica de su discípulo. La
que en cierta manera era una nueva concepción de la cultura. Se multitud de accidentes del cambío evolutivo no se podían reducir a
pasó a concebir la cultura en oposición a la biología. Era la cultura leves. Era especialmente hostil al determinismo racial de Haeckel
la que separaba a los seres humanos de los demás animales, así .Y al culturai con el que se asociaba. Las razas eran
como lo hacía con cada nación respecto al resto de naciones. y no categorías inestables con fronteras cambiantes, rrüentras que la
se heredaba biológicamente, sino que Se aprendía, se adquiría o in- Dlezcla racial estaba enOrmelTJente extendida, si no era universal.
cluso se tomaba prestada. Chrístopher Herbert ha defendido que Los rasgos biológicos atravesaban y desbordaban las clasificacio-
también esta noción de cultura tiene :::lU Ol'igen en una controversia nes raciales convencionales, que, en cualquier' caso. estaban inl-lui-
religiosa. La asocia con la revitalización evangélica que tuvo lugar das por factores an1bientales, locales, Las diferencias culturales no
en el Reino Unido a principios del siglo XTX, un fenómeno que pro eran un signo de diferencia raciaL Raza, cultura, lengua y nacio-
pagó una concepción del pecado original qut:' describe como «el nalidad no coincidían necesarimnentc y, de hecho, por 10 generol
mito de un es lado de [domínío del] deseo humano, sin [verse some- no lo hacían. Los refugiados hugonotes, insistía Vircho\v, {(están
tido dJ gobierno alguno)l. La idea de cultura ofrecía la esperanza germanizados, conlO nunlerosos judíos, a los qut;> heulus aCt':plado
cOlnpensatoria de una salvación laica: la cultura era nuestla defe n- procedentes de Polonia o Rusiay [que] (... ) se han comertido en un
contra la naturaleza humana. Los seres hUIllallos se ele'l'arían de poderoso fermento de progreso cultural para nosotros» .21
su condición caída gracias a leyes y tabú es. Herbert argumenta que El colega de Virchow, Adol Bastian -que fue el primer director
({uno puede pensar las ideas de cultura y de libre deseo como dos del gran Museo de Etnología de Berlín, en 1986- intentó demos-
elelnentos recíprocos :-' con1plen1entarios de un modelo de discurso trar que, al ígual que las razas, las culturas eran híbridos. No había
único, si bien es cierto que cargado de conHictividad y necesaria- culturas puras, distintas y durade.ras. Cada cultura bebía de diver-
menU: inestable» ..:'- Tal \ez Ht:rbert tenga razón y esta concepción sas fuenteS, dependia de préstanlos y fluctuaba continuamenle. Los
dé' cultura tomase forma, en primer lugar. como respuesta a preo- seres hUlnanos eran 11lU':' parecidos.y todas bs culturas estaban en-
L'upaciones pero alcanzó su nlaJurez COIIJO reacción a la raizadas en una D1entalidad humana uni\·ersa1. L=ts diferencias cul-
[;.-'\·oluci(¡n ¿;:¡n, que an1Cnazaba con conferir autoridad cien- turales arrancaban de la:, pnlebas a las que se ,·dan sometidos los
tífica a algo así como la doctrina del deseo humzmo incontrolado, grupos hunlanos por parte de los entornos naturales locales, así
En J111;gún sitio la argumentación cultural contra el danvinismo como al contacto entre las distintas poblaciones, El préstamo era
se t'orrnulú con maYor \'ehemencia y fuerza que en Berlín durante la un nlecZ\:lisI110 priInario del can1bio cullural. Y, ya que los c:unbius
décacld de 1880. El lider de los darwinistas alemanes, Emst Haec- culturales eran b consecuencia de procesos al aZ<J.l' -pre-
k,-·-'1, e\irajo conclusiones pobtkas de la teoría t:'\olucionista que re- siones ambientales, aligraciones, mcrcado-, se seguia que 13. histo-
,n má:::-: bl-:Yl para el prnpio D:.trwin, Según ria no t.:nÍa un jxttriJJ1 fijo de Je.-;arrnllo.
Hcté'cht{ Dal"'.\ in :i:tbía prudUL'lClo prUebas científicamente iITc'tuld- Se ha esta antropología berlinr.:sa libera¡ C01110

22. \ \:';),:,t" Chl'btdph<':l HL.'I bato ('¡.l/un! r¡ild '-\'!1()l1Iie. Etllllo'.';rapJÚc 23. CltaJu PU¡'El"\\U1 H. Ac kCrK.Ik'L; \1\ , RJ¡d'L,l,f \i"n..-'/I('\\ DLJ, .'U!: SIc,lnllwlI. AlIlhlO-
111 ¡/¡,' \,'Ul'!c'l'J/I/." C<!J!!lin Chk.l';(), Press, 1'-)l/) , páf'.19 polu!:,1s!. \ladi::-on, Lni\ uf WiSCOIlSlll. 1953, P<-Í!:-'" 215 \ 216.
32 CULTURA 1,
,.'"'"
." .(0;'
INTRODUCCIÓN: GUERRAS DE CULTURA 33

una mezcla de ideas ilustradas y románticas, pero en realidad se ba- t" grafo que observaba a los estudiantes blancos y negros que compor-
saba en un doble rechazo. Si las culturas eran abiertas, sincréticas f-" tían dornlÍtorio en Rutgers crniversity, infonnaba que los estudian-
e inestables, resultaba obvio que no podía expresar identidades tes rechazaban vÍJ1uosamente hablar de raza, pero creían que hablar
esenciales e inmutables, ni caracteres raciales suhyacentes. Y si los de diferencias culturales estaba al día y era políticamente correcto.
cambios culturales eran la consecuencia de factores locales al azar, En la práctica. sin en1bargo, trazaban un línea entre blancos y ne-
se debía seguir que no existían leyes generales de la historia. Por en- gros, a pesar del hecho de,que la principal distinción entre ellos pa-
24
cima de todo, la escuela de Berlín insistió en que la cultura actuaba recía estribar en sus gustos sobre gnlpos pop y sobre fas! (ood.
de una fOFma muv distinta a las li¡erzas biológicas, pudiendo inclu-
so \lacer caso omiso de ellas. ,', ,',
Franz Boas, un estudiante de Virchow v Bastian, introdujo este
enfoque en la antropología americana. A medida que ¿sta se desa- La cultura sien1pre se define en oposicié>I1 a otra cosa. Es la ma-
rrolló hasta convertirse, a principios del siglo xx, en una disciplina nera de ser local. diferente :v auténtica, que resiste ante su implaca- t.'"
:t.,
académica organizada, quedó definida por la lucha épica entre ble enemigo, una ci\'ilización material globaliwclora. O bien es el
Boas y su escuela, por un lado, y la tradición evolucionista, por el reino dd espíritu, en plena batalla contra el materialismo O es la
otro, representada esta última en Estados Unidos por los seguidores capacidad humana para el crecimiento espiritual que supera nues-
de Lewis Henry Margan, cuyas narrativas triunfalistas del progreso tra propia naturaleza hUD1ana. En el seno de bs ciencias sociales, la
tomaban prestadas metáforas de la teoría darwinista. Los boasia- cultura también aparecía en otro conjunto de contrastes: era]a con-
nos eran escépticos en cuanto a la existencia de leyes universales de ciencia colectiva, en tanto que opuesta a la psique individual. Al I,ti;

la evolución. También repudiaban las explicaciones raciales de la mismo tiernpo, se identificaba con la dimensión ideológica de la
diferencia, una cuestión de una importancia política duradera en vida social contra la organización mundana del gobierno, la fábrica
Estados Unidos. La tesis boasíana fundamental defendía que era la o la familia. Fueron los padres tundadores de la sociologío europea
cultura la que nos hacía como somos, no la biología. Es decir, nos quienes desarrollaron estas ideas, siendo, a su vez, Taleott Parsons
convertin10S en lo que somos al crecer en un escenario cultural de- el que las introdujo en una sociología americana tradicionalmente
terminado, no nacemos así. La raza, como también el sexo o la empirista y utilitarista.
edad, son construcciones culturales, no condiciones naturales in- En los años cincuenta y las ciencias sociales o (conduc-
mutables. La implicación principal es que nos podemos transfor- tuales» estaban mejor financiadas y' organizadas, nlás animadas en
mar en algo mejor de lo que ahora somos, tal vez aprendiendo del general, de lo que habían estado antes o de lo que habían de estar
tolerante pueblo de Samoa o de los perfectamente equilibrados ba- después, al menos en An1t-rica; \ sus líderes estaban convencidos de
lineses. que el futuro -que sólo podb ser todavía nl3.5 esplendoroso- se
Ésta era una idea poderosamente atractiva en la América del si- auguraba cuajado de amplios proyectos que generarían LID plan
glo xx, aunque la alternativa, la comprensión racial de la difet'encia cional para un mundo aun mejor. Talcott Parsons, la gran figura de
la ciencia social americana de este período, insistía en que un ma-
'j
cultural, continuaba siendo un potente rival, El concepto de cultu-
ra podia, de hecho, reforzar una teoría racial de la diferencia. La Y'or progreso requería Llna división del trabajo más eficiente, en las
ciencias sociales tanto con10 en cualquier empresa modellla. Na[U- :11
cultura podía ser un eufemismo para raza, promoviendo un discur-
so sobre identidades raciales al tiempo que se abjuraba aparente- ralmcnte, los psicólogos estudiaban la psique. Especi3.listas apro- I
mente del racismo. Los antropólogos podrían distinguir fastidio- piados dirinlian con los sisten1as sociales, políticos :' económicos,
samente entre raza y cultura. per'o, en d uso popular, "cultura» se lo cU:J.lcra satisfactorio mientras todos los irrlplicados ::lceptaran la
refería a Llna cua]iJ<lu innata. Ll naturaleza de un grupo era evi- prioridad de la suciología. Sin Cl1llXll'gO, durante Jem::lsi.1dü tiem-
dente, perceptible a simple \ ista, V expresada con igual efecto en el po. la cultura Se habLl dejado en las 111anos aficionadas de los hu-
color de la piel, las características faciales, la religión, la moral, las
aptitudes, el acento, los gestos o las preferencias diet¿ticas. Esta to- 2.+ \'¿,he \loILll. ('(lIII.'.'I!..:. ni \...;t' ill IlilÚ 111lr;;nUUl
zuda confusión persiste. En los ochenta, Michad Moffat, un etnó- CII!rwe. Ne\\ Bruns\\iLk, Rutgé'l'i Unl\<.-·l'ill\ P¡e.,>:O;. I')j'-:l

¡
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i
34 CULTURA

manistas. Desde entonces. iba a ser asignada a los antropólogos, que


podrían hacer por fin de ella una ciencia, siempre que les con-
I
¡ .

INTRODUCCIÓN: GUERRAS DE CULTURA

miembro de la sociedad compartia una parte de su cultura. Tam-


bién era bastante distinto de la civilización universal humana a la
35

venciera para que se concentrasen en la tarea y abandonaran sus


pintorescos lzobbies. ,.t que había dado lugar el mundo de la ciencia, la tecnología y la de-
mocracia. ya que cada comunidad tenía su cultura propia, con sus
No todos los antropólogos estaban de lo más contentos con esta valores específicos que la separaba de todas las demás.
prospectiva. Algunos la eonternplaban como una clara degradación, Si eso era la cultura, ¿cuán importante era' Según Parsons, la
al converti rse en un perito cultural en lugar de un experto en todos gente modela un m\lndo simbólico a partir de ideas recibidas. yes-
los aspectos de la comunidad tribal. por ejemplo, o, incluso. en vez tas ideas afectan a lás decisiones que toman en el mundo real. De to-
de continuar siendo una autoridad sobre la historia completa de la das maneras, estaha bastante seguro de que las ideas por sí solas ra-
evulución humana. Aden1ás, las disputas de demarcación con otros ramente determinaban las acciones. De forma sirnllar, los sín1boios
científicos sociales no desaparecieron. Oe todas formas, en los años colectivos penetrarían en la conciencia de los individuos pero sin do-
cincuenta, por lo general se aceptó que la cultura era un objeto sus- minarla por completo. Con todo, cuanto más se comprometían los an-
ceptible de ser estudiado científicamente y que los antropólogos tropólogos con su nueva especialización, más se convencían de ljue
eran sus especialistas. En 1952, los dos decanos «gemelos» de la an- la cultura era mucho más poderosa que lo que Parsons había imagi-
tropología americana, Alfred Kroeber v Clvde Kluckhohn. publica- nado. La gente no sólo construye un Inundo simbólico, sÍno que vive
ron un inforn1e magistral sobre la concepción antropológica, cien- realmente en él. Los lideres de la siguiente generación de antropólo-
tífica, de la cultura, confiados en que dejaría antkuadas las gos, Clifford Geertz. David Schneider v Marshall Sahlins, crearon un
aproximaciones tradicionales al tema." Dos décadas más tarde, galería de tipos nativos de una espiritualidad sin paralelo. Sus suje=-
Roy vVagner pocHa presentar un ensayo sobre la cultura con la ob- tos parecía vivir únicamente por y para las ideas, tanto si eran sa-
sen'adán de que d concepto {<se ha asociado tan cODlpletamente al cerdotes hawaianos como cortesanos balineses o ciudadanos de cla-
antropológico que (".) podríamos uefinir un antropó- se media en Chicago. En el Negara de Geertz, el quid es el drama o,
logo como alguien que utiliLa la palabra "cultura" habitualmen- mejor, lo que llama óperas de la corte constituyen el epítome de todo
Para los noventa, el hablar dI;:: cultura se ha hecho tan omni- el estilo de vida. La economía v la política son meros ruidos que lle-
presente que. siguiendo la definición de Wagner, prácticamente gan desde fuera del escenario: Para Schneider. el parentesco se re-
todos los que escriben sobre cuestiones sociales se deberían conta- fiere a las ideas que la gente tiene sobre la procreación. La biologia
bilizar como antropólogos. Sin embargo, un comentarista todavía está en la mente o en ningún sitio. Para Sahlins, la historia es una ac-
podría seüalar que «un antropólogo que no crea en la cultura es tuación inacabable sobre un viejo guión, una saga en continua re-
algo así como una contradicción».17 presentación. Antes de que afecten las vidas de la gente, los terremo
Pero. antes de que los antropólogos pudieran investigar la cultu- tos, la ruda intrusión de conquistadores. incluso el capitalismo, se
ra científicamente, tenían que acordar que querían decir con seme- deben traducir en térrrúnos culturales. mitologizables.
Jante palabra. Kroeber v Kluckhohn hicieron una búsqueda exhaus- La siguiente pregunta era cómo emprender la investigación de
tiva en la literatura existente y finalmente tuvieron que admitir que la cultura. Pursons, por su parte, ofreció ¡HU:"· poca guía práctica en
Parsons había dado con la definición correcta de cultura para los este asunlo. pero, en la América de mediados de siglo, se configura-
propósitos de la ciencia. Era un discurso si mbólico colectivo. Ver- t'on dos rnoJelus, LUlO \'ieju y otro nuevo. El priInero recomendaba
saba sobre conocimiento, creencias y valores. No equjvalía a las Be- la exploración en1pática \ comprensiva de la cosmovisión nativa, su
llas Artes:-. a las Letras, tal cOmo entendía hun1anista. ya que cada traducción e interpretación. Se evocaba el nombre de Weber :y se
pronunciaba con [e\ ercncia. aunque no siempre con precisión, la
2". A.I¡'red l.. f(1"Ot"hct··, Ch,de Kluckhohn, eulUllt' i C¡./!(I/l Re'l'/t;')\' ¡),! palahra V¡;i"Sle;II.')l.'" Geertl. eligió esta vía. que identificó en un prin-
enJllo/JI' wlil Dl'/illlli')¡¡<;, Papcrs (JJ .he Pt'J.Doth
'.ol. -1-7, n' 1. 1952
1b. Ro' TIIC [1I\"C!![Úi!ll)! eulruro:, Clllcago. Ch¡l'J-gu l;l1l\ersit\ \·oC..lbh traduc ¡ble por ·<con pren:-'ión." En snciales denomi-
11)7.:;', ¡. na 1:"'1 tl:-.n 1;-\ [la C'Ltendel" aCCIOf1<:'S v la condul.:la human[;z." en tanto c: uc'
lkrbt'rl.l'¡¡!lltu' ,1Iui AlIO"Hí'. pago 2U metodo b lf:tCI-prd3ción dI;.' lo:,; fenr"¡menos sociológicos e histÓriCOs. LV. del t.J
"

36 CULTURA INTRODUCCIÓN: GUERRAS DE CULTURA 37


cipio como parsoniana. después como weberiana. para considerar- Escuela de Praga. Y lo aplicó pti mero a los sistemas de matrimo-
la finalmente como una forma de la hermenéutica. Gradualmente nios, luego a los modos de clasificación y, finalmente, a los mitos.
pasó a estar menos }' menos dispuesto a aceptar que se trataba de ,;;,,,,.,' Los eslnlcturalistas anlericanos prefirieron seguir la granlática lrans-
un procedimiento científico, concluyendo que, aunque la cultura se formacional o generatíva de Chomsky. La escuela de Lounsburv y
podía interpretar, no oe podía explicar (desde luego, no de forma _Goodenough/en Yale (que captó un cieno número de graduados
convincente). No había leyes generales de la cultura, leyes transcul- procedentes del Departamento de Relaciones Sociales de Harvard)
turales. Quizás se podía descubrir qué significaba una representa- r lanzó Llna investigación fonnal y cie-ntífica sobre las estructuras
ción sin1bólica para Llna audiencia concreta, pero no se podía des- l, subyacentes que generaban la tenninología de parentesco, las cla-
pegar esta explicación de su sentido vernáculo :v tratarla como un sificaciones botánicas, los síntomas de enfernledades, así como
síntoma de una causa económica o biológica mucho más funda- t;.'.
¡;.
otras taxonomías jólk que constitubn dominios selnióticos eSl2...ecia-
- - - - ....
mental e independicnte de la cultura, una etiologia de la que el pa- ;; ¡izados. . ' .
ciente no sería consciente. ----nurante un tlempo, estos programas estructuralIstas florcc1e-
En contraste, el enfoque alternativo era eientíhco, reduccionis- f ron, produciendo notables descripcione.s de cUerpos específicos de
ta, generalizador. COlnenzaba con la premisa de que la cultura -un . pensamiento nativo, pero, en algún momc'nto zd tinal de los aftos 60
discurso simbólico- era muy parecida al lenguaje. En consonan- tr: - (Lévi-Strauss ha sugerido que fue precisarnenk en mavo de 1968),
cia, el cstudio de la cultura deberia seguir la senda abierta por la lin- el estructuralismo perdió su atractivo. Dejó de estar de nl0da y dio
güística moderna, que estaba a punto de descubrir las leyes univer- paso a toda una diversidad de «postestructuralisnlos" cortados se-
sales del lenguaje. «Durante siglos, las humanidades v las ciencias
sociales se han resignado a contemplar el mundo de las ciencias
exactas:!' naturales como una especie de paraíso en el que nunca iban
t gún un patrón decididan1ente relativista. Sus adeptos abandonaron
las anlbiciones científicas del estructuralisrno clásico para insistir
en la indeternlinación última de palabras y símbolos. La etflocien-
a recalcaba Claude Lé\'i-Strauss en Llna conferencia sobre - cía americana sufrió una marginación paralela/pero algunos anti-
lingüística:! antropología en Bloonlington, Indiana, en 1952. «De guos entusiastas descubrieron una promesa de alternati\'<l científi-
repente. una pequeña puerta se está abriendo entre ambos canlpos, t
l'
ca en la ciencia cognitiva. Las simulaciones de ordenador de los
y es la lingüística la que lo está haciendo.» Esta puerta conducía r procesos cerebrales, los esquemas de conocimiento y las redes de
más aJlá del lenguaje v la cultura hasta su fuente última. Dijo que, ¡ intercone.'\:ión substituyeron a las reglas gramaticales en eu)'a bús-
entre los asistentes a la conferencia, «había un invitado que se ha- > queda habían puesto previamente tantas esperanzas los practican-
bia sentado con ellos durante la conferencia sin que nadie le hubie- tes de la Nueva Etnografía.ptra facción se agarró a. desarrollos re.. . -,__
se con\'ocado, la mente llliJl1ana». Si una nueva ciencia de la cultu- cientes de la lingüística y adii¡:itá,'oñ -la---¡iragmática, (j la kuria del ;
ra iba a seguir los pasos de la lingüística, ambas disciplinas podrían discurso, al estudio de la cultura. _..--
establece,' ddiniti\amente la estmctura profunda que todos los len- Los seguidores de GeerLZ ]·cchazaban siskllláticamente cual-
guajes y culturas compartían '!' que, con seguridad, estaba grabada quier sugerencia sobre la existencia de una ciencia de la cultura. En
en el cerebro l1lisrno. Una antropología cartesiana, cientifica. verdad, la cultura era más bien Como un pero su modelo
ba esperando para nacer. preferido era el de la cultura como tc-"\to. Consecuentemente, se nu-
Todo esto era muy' emocionante, pero se debía ad,nitir que los trían de la teOrla literaria más que ele la lingüística. Esta h1e la apro-
propios lingüistas no estaban de acuerdo sobre- el nlejor camino ximación que pro.o,perarb el intcqJretativismo se cOln'irtió en la
para conseguir su gran objt?tiv'o. Ronlan J3kohson, un colega en el corriente principal de la antropnlogfa cultural americana. Aunque
exilio en ESlados Unidos durantL' la Guerra l\!IundiaI. ha- los nlás jóvenes de los geertzi;:.¡nos se rebelaron contra el padre', no
hía introducido a en la lingúfstica. Su 1110delo era, por optaron por un provecto más cientlÚcu, sinu que se movieron en la
consiguiente, la fonologL.1 C'sttlh.:lurali:-.ta que había desarrollado la lnisma dit-ección que los po.. ,k.o,tructuralistas franceses. en ('xtrano
comprensi\'o no podía entender una cultura tan Lí.cilmeT111..' ":Olno
2e:. CbuLle Le\ SI! UL'Uir,d {I ¡/ ¡In ¡¡J%!!., , i'\¡ul'\'a lol '" habla sugerido GecrtL. La cultura podía ser un texto. pero un texto
19t-J. pag'>. 70 \ 71. H..: ligeram"lll<..' la traduccllÍlJ dI..' lo. cita. elaborado, una ficción escrita por el etnógrafo. Mas aún, el
38 CULTURA

je claro de la deconstrucción es que los textos no arrojan mensajes


inequívocos. Voces discordantes disputan con la linea oficial. Tal
como reza el nuevo eslogan, la cultura se impugna. Al no haber tex-
to canónico alguno tampoco hay lectores privilegiados. Los antro-
pólogos posmodernos prefieren imaginar el reino de la cultura como Primera parte
algo más parecido a una democracia revoltosa v rebelde que a un
estado teocrático o a una monarquía absoluta. InCÓITIodos con los GENEALOGÍAS
dejes totalitarios del lérmino «cultura», algunos prefieren escribir
"hábito», o «ideología» o «discurso») aunque, tal como apunta Ra-
beet Brightman, los efectos netos de estas estrategias retóricas re-
sultan en la ((re)construcción de un concepto esencializado de
cultura en las antípodas de las orientaciones teoréticas eontempo-
ráneas}).29 Se continúa asulniendo que la gente vive en un mundo de
símbolos. Las ideas, quizás inconscientemente, dirigen a los actores
v configuran la historía. En breve, la con'iente central de la antro-
pología cultural an1ericana está todavía en manos de un idealismo
omnipresente.
El ascendiente del idealismo -junto con el de su útil accesorio,
el relativismo- ha ido ampliándose en las últimas décadas. Cada
cultura se funda en premisas únicas. La generalización es imposible
la comparación e\tren1adamente problemática. Una tendencia si-
milar se ha el'idenciado también en filosofía, lo que ha envalento-
nado en gran medida a los antropólogos. Incluso el marxismo a la
moda se ha obsesionado con la ideología ((La fantasie au pouvoir», ;'
fantasía [o la imaginación] al poden), cantaban los estudiantes &;
parisinos del 68 mientras lanzaban adoquines a los maderos"). Aun
así, los idealistas v los culturalistas no las tenían ni las tienen todas
consigo. Al contrario, se han sentido asediados por grandes batallo- .,
nes de ri\'J.les, que han marchado bajo estandartes familiares tales •
come, El ¡,[ereado Decide, La Clase Dirigente Dirige, Somos Nues-
tros Genes .. Los argumentos culturalistas se han tenido que coo-
con los n10delos establecidos de racionalidad económica y'
determinis1110 biológico, pero un conjunto creciente, aunque vario-
pÍnlo, de estetas, idealistas románticos han venido estando de
acuerdo en que La Cultura Nos Hace.

2<.) \''':,-bc Robé)t B¡)>2:htr;-<u ,F(Jrger Culture: Rcpl,ILcIYlc:)! Tr'ln.'>cendt.'llc,:


R..:·lo::xillcallU)l " CIlÍi:1l1il 4", [f¡ rofJof()f.!Y , \'01. 10, n" 4, 19';1':;, pág. 510.
En el ,)rig-111Z1.1 /?iL'" dpel<.K1Ón argot en trances para la pollCia. LV. del r.)

l
t, Capítulo 1
! CULTURA Y CIVILIZACIÓN: INTELECTUALES
FRANCESES. ALEMANES E INGLESES. 1930-1958
,
¡ Civilisation n:::l.it a son hcure.
([La palabra] «Civilización») nace a su hora.)

LL'UE:'-." FEBVIU,]

,( Para reconstuir la historia de la palabra francesa "civilisation"»,


señalaba el historiador Luden Febvre, «sería necesario reconstituir
las etapas de las revoluciones ulás profundas a través de las cuales
t.¡ ha pasado el espíritu francés desde la segunda mitad de! siglo XVllI
, hasta el dia de hm».' Éste fue e! lema que eligió pam su ponencia
en un seminario de fin de senlana que convocó en 1929, sobre la te-
mática general «Civilisalion: le nwt et ['ideJe» [«Civilización: la pala-
ir bra y la idea»]. Era en buena medida la cuestión del momento. Al
t- tiempo que nubes de tormenta se cernían sobre Europa por segun-
da vez en una generación, los intelectuales volvían a pensar el sig-
nificado de cultura y civilización, así COD10 su relación con el desti-
no de bs naciones. Por la misnla época, el sociólogo alemán
Norbert Elias también se veía arrastrado hacia los miSlTIOS temas y
señalaba que, aunque las teorías sobre la cultura y' la civilización
habi"n estado en vigor (junto con los vocablos mismos) desde la se-
gunda mitad del siglo XVIII, sólo se COl1yertían en objetos de interés
general en ciertos n10mentos históricos, cuando '(algo del estado
presente de la sociedad encuentra expresión en la cristalizJ.cián del
pasado malerializada en las palabras,;.

1. "éJ.se Lucicn Feb\TC, "Cinlbatiol1» en Lllll<:,ll Feb\Tt', Émile Tonndat.


:'vbn.:d ,\t.Hl:-;:-;, NÍl'etorn \ \\'L'ber, Cil't!I_''''llml. L' 11/01 ef i'¡dL'L', P<ln:",
C('lltle lnlL'J'IlaliOlUi de L.l dl.l LI\Tt'. 1':130, Ix:ig \7 (I;' .... ¡sle
UlU inglesa dd articulo de Lu<..' i¿Il Feb\r<-' 0.:'11 Pele'!" Bllll.e (Cill1lp.), -\ -'"l''.!
A.-ind o( 111-'/0n'. Frl}!/l flIt! ft'¡illllt!,." (1/ f"<.. 'JJlTé, Londl c::, RuutleJ?e ;lne! Kegan PauJ,
¡(JI"). Burle llfld hrc\'c relacll'¡ll eI,,-' l:\lTc'LI d",] ;\uto¡ traIlL'é.., l'J]'d 111 ti 1)-
du,,:c1Dt1).
:!.. ¡hu!., p,lg 219 (pagln:IClun de la dt' BUl"ke).
.
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l
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-,' -,
42 CULTURA CULTURA Y CIVILIZACIÓN 43

Febvre (1878-1856) se había educado en la École Nomlale Su- y lógica podía haber llegado a dos usos contradictorios para una
périeur, donde se había especializado en historia y geografía. Du- misma palabra?
rante la Primera Guerra Mundial. sinlió en una unidad de ametra- Feb\Te fue incapaz de encontrar una fuente que empleara el tér-
lladoras y, cuando llegó la paz, obtuvo un puesto en la Universídad mino civilisatiOfI en cualquiera de los dos sentidos modernos antes
de Estrasburgo, restablecida como institución universitaria france- de 1766. Anteriormente, el vocablo sólo aparecía en tanto que tecni-
sa en 1919, cuando Alemania devolvió Alsacia a Francia. Los jóve- cismo legal, haciendo referencia a la conversión de un proceso cri-
nes y brillantes académicos contratados por la universidad, incluían minal en una causa civil. No obstante, los términos civilité, politesse
a algunos de los que iban a ser los líderes de las ciencias sociales y y paliee (con el significado de \< respetuosu con la ley»)) se remontan
de la historia francesa en la siguiente generación. Entre ellos esta- • al siglo XVI. A través del siglo XVI!, los vocablos «salvaje» y, para pue-
ban Maurice Halbwachs. Charles Blondel, Georges Lefebvre y, jun- t" blos más avanzados, ({bárbaro',) denotaban comúnmente en francés
to con el mismo Febvre, el historiador Mare Bloch, con quien em- a las gentes que carecían de las cualidades del «civismo, la cortesía y,
pezaría una larga cooperación que cambiaría la historiografía gala. finalmente, la sabiduría administrativa». Con el tiempo, la palabra
En 1929 fundaron la revista Alma/es, que se convirtió en el foro de ch:ilisé desplazó a la polieé, pero, para el siglo XVIII, se hacía sentir la
una escuela de historiadores estrechamente aliados con las ciencias necesidad de un nuevo sustantivo que describiese un nuevo concep-
sociales. Este movimiento iba a reintroducir los temas culturales, to, f\¡acida a su hora, en sU mOl1lt'nto, el neologislTIO civilisation
psicológicos y sociales en una historiografía que había estado do- "consiguió su cana de ciudadarlla» en la d¿cada de 1770 y, en 1798,
minada por el estudio de la política, la diplomacia y la guen-a; se re- forzó su inclusión en d Diccionario de la Academia Francesa.
vivió, pues, la historia intelectual. Éste fue un tienlpo de gran actividad científica en todos los cam-
Al inaugut'ar el seminario sobre «civilización», Febvre comenzó pos, con atrevidas síntesis teóricas, La enonne gama de materiales
haciendo notar que, recientemente, en la Sorbona, se había podi- sobre culturas exótlcas () sobre el pasado que había reunido la Ency-
do asistir a una disertación sobre la {(civilización» de los tupí-gua- clopédie provocó retlexiones sobre los grandes patrones del devenir
raníes de Sudarn¿rica, a los cuales, destacó, la generación anterior histórico. La crecien te Ji teratura sobre las exploraciones tendió al
habría llamado salvajes. "Pero ya hace largo tiempo que está vi- principio a reforzar la idea de la superioridad de la civilización. Los
gente el concepto de una ciyilizacián de gentes no civilizadas») intelectuales franceses empézaron a concebir el perfil general de
(añadi\) el punzante comentario de que se podía imaginar a un ar- una historia universal én la que el salvajismo conducía a la barba-
queólogo "hablando serena y fríamente de la civilización de los rie, v ésta a la civilizal·ión. Este modelo de desarrollo cultural imí-
hunos. que antes habían sido denominados "el mav'al de la civili- taba la representación cultural de Lamarck acerca de las relaciones
zación" \) ),J Sin embargo, aunque por aquel se mostraban entre las especies a través de su \'ersión de la ({gran cadena del sen).
prestos a conceder que los tupí-guaraníes o incluso los hunos Pronto, sin se C0111enZÓ a cuestionar esta historia triunfa-
\ ieran lino. cú'i1izacíon, los franceses toda\ ía creían que había un lista del progreso ....Gradualmente se distinguieron, no sólo niveles
progreso en la ci\ilizZlción. Aparentenlente, la palabra había aca- de ch'ilización, sino incluso estadios de civilización. El innlenso inl-
bado por designar dos nociones bastante distintas. Febvre Ca1";1C- pedo de da Cil'ilisatioll)) se di\'idió en provincias autónomas. Se ad-
terizr'J L1n.:} de- ellas como el uso etnográfico; se refería a la serie de mitió que en diferentes partes del mundo se habían desarrollados
Car3.ClCl'í:;riGLS que un observador podía registrar estudiando la diferentes maneras de ser ci\'iJizado. En 1819, según Febvre, se in-
\'ida LüJe-cri\ a de un grupo hunlano, un conjunto que abarcabo 10:-; trodujo por primera vez la iormCl plural, Civilisations.
aspeClos materiales, intelectuales, morales "\ políticos de la \ iua Febvre databa esta reL:niYización del concepto de civilización en
sociaL Este uso no implicaba ningún jui('iu de \aloe En el el ll1cdio transcurrido entre 1780 v 1830, apuntando que ese
do sentido, L.i palabra connotaba nuC'stra propia civili/acinD, que canlbio representaba el \... de un largo de dOCUDlenta-
se tenía en altél estima, e:ozando individuos dé' un acceSO ción de bÚSllUt'l1.:.1 ;";..¡¿:und"Ll. Se dio una transición simultánea en
prh'ilegiado a la misma.'-¿Cómo un; lt'ngll.1 C01HJcida pUl' .':it'1' clara biu!\)gb, :' linguísLica desde el
dd sigJo XVIII a una perspeCll\ a nlás relativista. Tambi¿'n la teoría
3. lb,,!, pago 220. de L.lnw.rck lue objeto de Cu\-ier insistía en que no había

,
44 CULTURA

lIna unIca cadena dd st:'r, sino muchas separadas. Estos


del pensamiento científico reflejaban un viraje n1ás general de la ac-
titud intelectual. El optimismo del periodo revolucionario se había
r"· ,
CULTURA Y CIV[LI--ZAC¡ÓN

de lo que dcnonlinílba usos vulgares, en frases tales como civilización


francesa, budista o islámica. Lo que estaba en juego en esos casos
eran lTIodos particulares de pensmniento, moldes mentales específi-
45

des\·:..tl1ccido. Los supervivientes de la revolución habían aprendido cos, para los cuales preferia emplear la palabra rne11lalité, «mentali·
algo nuevo: que una civilización podía morir. « Y no lo babían apren-
dido únicamente de los libros», destacó Febvre. Se había erosiona- 1
.
¡
dad>}. se debía restringir el significado de civilización al
mundo de las artes, ni igua]arlo con Klllwr, en el sentido de cultivo
do la re en la [¡josofia del progreso y la perfectibilidad humana. 1m· del espíritu: ésas eran representaciones folk, sin valor científico.
peraba llna renovaua sin1patía por el pesimismo de Rousseau y por Desde el puntu de \ista de un sociólogo, la civilización era antes
su preocupación por los males de la civilización. que nacla colectiva y distintiva. Pero no equivzdía a los que los dur-
Con la rt.'stauración de la monarquía, la creencia optimista en , kheimianos llarnaban «conciencia colectiva!, de una sociedad, ya que
llna civiliLación progresiva retornó con nueva fuerza. Por endIna no estaba confinada a ninguna población en panicular Además, en
de cualquier ulra, las obras de GUiZOl, De la civilisalio1l en El/rope contraste con las tradiciones culturales puranlente locales, la ch,iliza-
(1828) \ De la ci!'ilisalloll ell Frailee (1829) presagiaban esté regreso. ción era racional, universal )', por encima de todo, progresi\·a. A causa
FebYJ\' cita la escueta profesión de fe de Guizot: «(La idea de pro- de ello se estaba propagando irresistiblemente por todo el mundo,
greso, de:' desarrollo, me parece la idea fundamental contenida en la Con 1;) difusión internacional de la ciencia de las nUeva::. tecnologías,
palabra civilización,)l Se podía medir el progreso tanto por lo que se como el cine, el fonógrafo y' el radioteléfono, ,'jC estaba instaurando
refiere a la socieclad como al intelecto, aunque ambas mediciones una nueva civilización mundial que ,<penetra todas las [anTIas de n1LL-
no tienen por qué ir al unísono. Según Guizot, en InglatelTa, había sica, todos los acentos, todas las palabras, todas las noticias, a pesar
habido progrL'sl) social, pero no intelectual; en Alemania. el progre- de todas las ban"eras. Estamos justo al princípio [de este proceso}>. 'i A
so espiritual no se habia vistü contrarrestado por el progreso social; medida que la civilización avanzase, impondría sacrificios. No había
sólo en Francia los dos habian avanzado de la mano. garantía de que promovería la felicidad individual o el a"ance ue] bien
Feb\Te hizo notar que una línea de pensamiento distinta se ha- común. «Pero el capital de la hunlanidad se incrementa en cualquier
bía desarrollado en Alemania. Inicialmente, la concepción alemana caso (... ) todas las naciones y las civilizaciones tienden de hecho a con-
de cultura era D1UY similar a la idea francesa de civilización, pero vertirse en más, mas poderosus, Huis gellerales y I'rui.'" racionales.>;
con el ticn1pO se fue eSlableciendo una diferencia entre la parafer- Febvre había empezado su ensayo con el famoso aserto según el
nalia externa de la civilización y ]a realidad espiritual interior de la cual el tiempo invertido en descubrir el origen de una palabra nun-
cultura. Akxander van Humboldt, por ejemplo, habia suge¡'ido que ca es un tiempo perdido. Su ejemplo inspiró a estudiosos franceses
una tribu ",ah'aje podía tener una civilización, en el sentido de orden posteriores para que su in\'t:,stigación. En 1954, el lin-
político. sin un nivel elevado de «cultura del espíritu»), y viceversa. güista Enlile Benveniste sCI'í.alaba que una paciente invcstigación
Aun así. tradiciones planteaban un problema hlosófico simi- había rastreado el prinler uso dd LérTnino cil'ilisaliu/l hasta situarlo
br: (>..' S conlpatibk una apreciación relativista de Ins diferencias en- en el fisiócrata Mirabeall, en 1757, Éste]o utilizaba en el sentido de
tr.,; culturas con l>1 «\'iejo concepto de una civilización humana ge- polin!. u orden pallUca, pero, en la siguiente década, solía signíficar
Ileral"" Se había dcl"uo la pregunta en e] aire. «(el proccso colecti\-o y' original que hacía que la humanidad elner-
En 1..1Il;:t ponc'ncia iJnpanida en el mismo seminario -y pub1ic;)da giera de la barbarie, :" este uso estaba incluso conduciendu para en-
en la obra colectiva--, el sociólogo Marcel J\1auss delineó la tonces hacia la definición de clvilisalioll como el estado de b socie-
noción de ci\'i1ización que ¿l y Emile Durkheim habían expuesto du- dad civilizada».t' También dbscrvó que, <1ntes de la Re\olucíón,
ran le en el A./li/ch" Sociolop)qul!.· Pasaba rápidamente por encinla pocos nombres tranceses acabahan en -isatio/l.

-+ \ ,\idi"( el \bu:-,':>, ,Le" el'. d¡"_trien..,,, en Ernlk


l't.', 'i, Ihid., pág", 105 \' 106.
\L,:'ll'¡ \LlLi'" l\ILl·!f)rO \ L"L1i" \\'l·bcr, ei, L.! II/O{
iti'i,'!""l. ¿¡ ("¡,/el 6. Emile BCll\enht<.:. PI'dh/nli' ."/ Ct'llt'w! !.¡¡Il',llié.>{/( '>. Con] Gablés,
P'.1rh CL'Illt,' Illil'trut!illl-d de S.\lllht''''c'. Lel du Lill'c, 1930. 105 Uni'elsi(Y or' \¡¡aml Pn:::.:;", J971 (rraJucclull al Ingle.., elLo! onginal IraIK¿S publica-
\ 106 do en 1q :;;·h p_lg. 291
46 CULTURA CULTURA Y 47

En un ensayo publicado en 1989, lean Starobinski apunta que pero un contrario -natural, salvaje o b árb aro- que podía aparecer
civilisatioll no era más que uno de los muchos sustantivos fannados como preferible. La civilización podía ser decadente v el remedio
en aqueJlos anos revolucionarios con el sufijo --alion a partir de los podía consistir en la rectistianización, tal como defendía Benjamin
verbos acabados en -iser. En 1775, Diderot había definido e! nue- Constant, o en la rebarbatización, tal como demandaba Rimbaud al
vo vocablo en relación con otra acuñación en --alian: «La emanci- l:' clamar por (sangre nue\'a ... sangre pagana»,ll Pero, normalmente,
pación o, lo que es lo mismo con otro nombre, la civilización es un t se valoraba la civilización y se la identificaba con el progreso. En su
largo y difícil trabajo».' Considerando e! uso de Diderot, Starobins- t,
",. utilización generaL el vocablo se revistió de un aura sacra: repre-
ki comenta "ya hay signos abundantes de que la civilización podría sentar algo como contrario a la civilización era demonizarlo.
muy bien llegar a ser un sustituto secularizado de religión, una apo- t'
teosis de la razón}). ¡ ,',
*
El nuevo sustantivo asinúlaba las nociones relacionadas de refi- f
namiento y de progreso, intelectual y político. Pero, aunque Febvre Pocos anos después de! seminario de Febvre, en vísperas de la
habia argumentado que la palabra civilisatioll habia aparecido para Segunda Guerra Mundial, Norbert Elias, un judío alemán exiliado
designar a una idea nueva, si bien sólo vagamente percibida en un en Londres. escribía comparando la evolución de la noción alema-
principio, Starobinski hacía de la palabra la precursora de la idea. na de KIlII"" v la idea francesa de Civilisatioll. 12 Elias (1897-1990)
((No sorprende que, a nledida que el término se hacía nlás corrien- había nacido en Breslau v estudiado sociología en Heidelberg como
te debido a sus poderes de síntesis, también se viese sometido a la alumno de Karl Mannheim y Alfred Weber. El hermano de Alfred,
reflexión teórica.» El hecho de que la palabra llegase a ser común al Max Weber, había fallecido poco antes, pero su legado estaba bien
mismo tiempo que el vocablo «progreso»,'en su sentido moderno es- vivo en su antigua universidad. En 1929, Mannheim aceptó ocupar
timuló dicha reflexión: "Las dos palabras estaban destinadas a una cátedra de sociología en Frankfurt e invitó a Elias a acompa-
mJ.ntener la más íntima de las rdaciones».1'i Meditando sobre estos narlo en calidad de asistente académico. Allí. Elias se asoció con el
neologismos gemelos, los philosopJu.'s concluyeron diciendo que núcleo de la {(Escuela de Frankfurt», un creativo grupo de estudio-
«describían tanto el proceso fundamental de la historia como el re- sos marxistas que incluía a Theodor Adorno, con quien Elias esta-
sultado final de dicho proceso... El sufijo de acción, --ation, nos bleció un estrecho vínculo, pese a su escepticismo respecto a la teo-
fuerza a pensar en un agente. Si este agente se confunde con la pro- fía marxista.
pia acción, se transfonna en autónomo».'! En una ocasión, Elias hizo notar que los judíos, aunque eran
Pero la palabra no se limitaba a sugerir una idea única. «Apenas unos outsiders en el terreno político, no dejaban de ser (al mismo
se había escrito la palabra civilisatioll ... cuando se descubrió que tiempo portadores de la vida cultural alemana». "Estov impregna-
contenía una posíble fuente de malentendidos.» El propio Mirabeau do de la k1/111/r alemana», destacaba al final de su larga vida. aun-
había escrito sobre la ((falsa civilización» y sobre da barbarie de que poniendo énfasis en que «uno se podía identificar fuertemente
nuestras civilizaciones». El término se podía referir tanto a las so- con la tradición cultural alemana --como tDdm"b hago- sin por
ciedades modernas existentes como al ideal de la condición civili- ello tener que ser, no digamos un patriota, sino un nacionalista».!)
zada de vida social. ((Así, la crÍticJ ton1Ó dos formas: una crítica a la Sin embargo, en tanto que judío -asociado, además, con el radical
ciúlización una crítica forn1ulada en nombre de la civilización».lo Mannheim- se le obligó a abandonar Alemania tras el adveni-
En cualquiera de los dos sentidos, la palabra implicaba un contrario. miento de Hitler. Después de una tenlporada en Francia, se trasladó
a Inglaterra, donde pasó los años innlediatamente anteriores a la

7 Ciudü en lean "ThL' \\urd Cil'lli::.atwlI», en Bft's::,illg UI Dlsg¡¡ue 11. Ciwdo t'n ¡bid, p;ig. 25.
(J( Thr- 1/i-n,I!!, orEl''', Camhlid2l'. Ha¡Tan.t Uni'.erslty Prese:,. ]993 (traducción al ]2. \/ean::.e Stephen l\lcnncll. .\urbat f:'lías. olld ,i't' Huma/!
de'l ()ngm,)l franeé:-- jJllblic;ldo en 1'189), pág:. 3 .. IIIU/!j,f, Oxford. Blacbl.elL 1989; Norben Elia::.. Retlec!/c)/),\ (m 11 L/ft:. Ox/ord. Polil.\
/h¡J. pat.. 4. Pre%, 19t,l4.
9 J/1IJ. pjg. 5. 13. Véase Norbert Elia.':l. R.:,rla(¡()!l> U/'I ü Llfe. O"jord. Polit\ Pre.'>'>, 1994. págs.
10. lhid, p:.í.g. 8. 18, 19.

;
l
CULTURA Y CIVlLI}ACIÓN
49
"'!' 4& CULT URA

guerra en la Sala de Lectura del Museo Británico, trahajando en el y sociales, por el otro}).15 La Kullur no era únicamente nacional,
aislamiento su obra maestra sobre los procesos civilizadores, que se sino también personal. Herder había introducido el térntíno en el
publicó en alen1án en 1939. El reconocimiento que le convel1iría en discurso modemo, tomándolo de Cicerón, que había escrito meta-
un icono para toda una generación de nuevos sociólogos europeos fóricanlente de la cultura ClHimi, el «cultivo para el alma)}, exten-
le llegó mu.y' tarde, durante su prolongado retiro, primero en Biele- diendo al ámbito de la mente la idea del cultivo agrícola. Por lo tan-
feld, Alenlania, }o. luego en Anlsterdam. to, la Kultur implicaba un cultivo, Bildung, una progresión personal
Alfrtd Weber y Karl Mannheim encarnahan dos aproximaciones hacia la perfección espiritual. Un inglés o un francés podían pre-
distintas al estudio de la cultura. Para Alfred Weber, la cultura re- tender ser {(civilizados) sin haber conseguidu nada por cUt:nta pro-
presentaha el mundo Clutosuficiente del arte v de la re]¡gión, que ca-
recía de fines externos, racionales, a los que servir y que se oponía
t pia, pero, desde la perspectiva germana, cada individuo tenía que
alcanzar el estado de persona cultivada, culta, a través de un proce-
al mundo nlaterial de la civilización. Ésta era la úsión ortodoxa de
la cultura en Heidelberg, v el filósofo Karl Jaspers animó a Elias Jr sO de educación y de desarrollo espiritual.
La noción de Kultur se fue configurando en tensión con el con-
cepto de civilización tmiversal que se asociaba con Franela. Lo que
para que escribiera un documento de trabajo para un senlinario so- 1
bre el debate entre Thomas Mann y la menospr'eciada Zivilóllior1S- los franceses entendían colno una civilización transnacional se veía
literal. Por contra, para Mannheim, las producdoncs culturales se f en Alemania como un peligro para las distintas culturas locales. En
enraizaban en situaciones sociales y se debían entender COlno ex-
presiones de intereses económicos y políticos particulares.
t la propia Alemania, la amenaza era muy innlediatu. La CivilisCltioil
se habia establecido en los centros del poder político, en las cortes
En el primer vülunlen de El proct!so dt! la Clt ·iliz.llción, Elias ex- francófonas Y francófilas alemanas. En abierto contraste con los in-
ploraba las relaciones entre la noción alemana de cultura y la idea telectuales brliánicos v franceses, que se identificaban con las aspi-
francesa de civilización. En la tradición francesa. se concebía la (i- t, raciones de la clase dirigente, los intelectuales alemanes se definían
vilizGción corno un todo complejo polifaCético, que abarcaba los a sí míS1110S en oposición a los príncipes :y aristócratas. A sus ojos,
hechos políticos, econórnicos, religiosus. técnicos, ITIorales y socia- la clase alta estaba falta de auténtica cultura. La civilización de la
¡ élite francófona era un préstanlo, no se había interiorizado, sino
les. Este amplio concepto de civilización {(expresa la conciencia de ;: que era una cuestión de formas, un espectáculo de cara al exterior.

tJ
sí mismo de Occidente ... Recapitula todo aquello en lo que la socie-
dad occidental de los últimos dos o tres siglos se cree superior a so- Los principios morales de la aristocracia derivaban de un código
ciedades anteriores a sociedades contemporáneas "más primiti- del honor artificial. Excluidos de \05 círculos del poder, los intelec-
vas"».l-J Para los alenlanes, sin elnbargo, la civilización se concebía , tuales alemanes eligieron insistir en reivindicar la integridad perso-
nal y los logros científicos artísticos. La consecución personal de
C0l11U algo externo utilitario, ajeno en nlllchos aspectos a los valo-
res nacionales. La civilización se movía hacia adelante con el tiern- crecin1iento espiritual se estilllabJ. por encima del estatus heredado
po:,/ trascendía las fronteras naciona1cs, mientras que la kuftllr es- \' de la pompa artificial del estilo cortesano. La base de los intelec-
taba atada en el tiempo y en el espacio, siendo colindante con la tU;}1es era la universidad, donde «\a clase media se contraponía a la
identidad nacional. cort!.> Ir' v fomentaba Llna cultura literaria y filosófica que era ale-
Cuando los alemanes se mostraban m'gullosos de logros, no mana, adquirida con ell..'sfuerzo personal, interior.
hablaban su civilización, sino de su Ku!Iur, E.sta palabra (\Se re- Siguiendo a 1'vlannhei1l1, Elias identificó razoneS sociales detrás
fiere a hechos intelectuales, artísticos:v religiosos», y, de estas diferencias ideológic.ls. El cohcepto de una civilización
típiGlnlCnl.c, los alemanes (drazan una nítida línea di\'isoria entre universal había atraído por razones di\'ersas a la:::. clases
este tipo de hechos, por un lado, \'Ios hechos políticos. L'L'onómicos nantes de 10-'; inlperiales, I..'orno Francia y Gran Bretaña.
mit:nl.ras que <Id conL't'pto el'e f(ultUf rdleja b conciencia de sí de
una nación lcol11o AlenlaniaJ que tuviera 4ue buscar y constituir
¡..J.. \j,)rhCIL Ellds, TI/L' CIl'ilí.-;.'I,;.; Ti", ,JI \/0 1.'1 ,'et';.
('I;(dl:!,(" ni ;llc' ('0(/(' (I(Cl!lIdlllí ([lid 1/1 Ew(\ 1!1'¡¡'{'i'i n'i/L', \dll'\Zl )ork,
Lll'1L'll l:3u()ks. ¡ Y7¡) (Lraducción del .LiL'mall, plIhhl':,l!() el, Bd",¡],-':¡ <:':1 193Y: /i)ld" pJ.!l -1-.
f.o! ¡'JjUll'",) de fu (I'L,¡J¡::'dCÚJlI \k\!co. fCE, ¡eJ('iLj¡ lb. [¡'mi., 2..J..

¡
¡
l
CULTURA CULTUR"\ y CIVl.l}IZACIÓN 51

de nuevo sus fronteras, en un sentido tanto políti- aspectos en los cuales la vida humana se ha e!evado por encima de
"có' espirituaL. Al estar estrechamente ligadas a las circuns- SU estatus animal y difiere de la vida de las bestias; y desdeño la di,
.,
'i;
tancias políticas, estas ideas fluían y refluían con los cambios histó' ferencia entre cultura y civilización» .18 Esta desaprobación quizás
ricos. Tras la Revolución Francesa, la antítesis entre una civilización podría excusar a su traductor inglés que utilizó sistemáticamente el
aristocrática falsa y una cultura nacional genuina se proyectó sobre ténnino civilisation allí donde Freud había usado Kultur; en cual,
una oposición entre Francia y Alemania. Esta antítesis se revitalizó quier caso, la oposición central propuesta por Freud era entre el ser
después de la derrota alemana en la Gran Guerra, una guerra que se humano cultivado y el animal instintivo. La cultura hacía un dios
había librado contra ellos en nombre de una civilización universal. de un simple humano (aunque un dios con prótesis, bromeaba).
La idea de Kultur entró en liza en la lucha subsiguiente por rede- Pero es le poder se pagaba muy caro. Concebía el proceso de cultivo
finir la identidad y e! destino de Alemania. Kultur y Civilisation re, humano del espíritu como algo puramente externo, grabado a la
sumen los valores en competencia que, de acuerdo con algunos fuerza. Tal como e! individuo sacrificaba angustiado sus fantasias
alemanes, separaban a Alemania y Francia: virtud espiritual y ma' edípicas, así (cada civilización se debe edificar sobre la coerción :y

,
lerialismo, honestidad y artificio, moralidad genuina y meras for, la renuncia al instinto».19 La sublimación alienta la cul-
mas, cortesía aparente.
Pero, a diferencia de Mannheim, Elias no creia que las ideas
eran simples producciones ideológicas, instrumentos de don1ina-
ción degradados por el solo hecho de ser usadas. Fueran cuales fue,
ran sus orígenes, e independientemente de cómo se los manipulara,
tura!, pero impone grandes sacrificios a la libertad sexual v requie,
re el control de la agresión.
Tal 'ez el ascenso de! fascismo empujó a los intelectuales judíos
de Europa central, tales como Freud o Elias, a cuestionar el poder
salvífica de la cultura personal. A la hora de la verdad, los frágiles y
¡'í
conceptos como cultura y civilización podían tener un valor analíti- externos controles fabricados por la civilización eran impotentes
co. Por lo tanto, Elias, como Maree! Mauss, puso a trabajar la idea t' y se mostraban incapaces de refrenar a las 111asaS no civilizadas, de Z-l
8g
II
de civilización v el segundo volumen de su estudio ilustraba lo que las cuales, Freud escribió que eran "pt:"rezosas y sin inteljgencia: no
él llamaba proceso civilizador de la historia europea. Las cortes eu, tienen amor alguno por la renuncia al instintQl). Las masas sólo
rapeas refinaron paulatinamente sus maneras, sometiendo el cuer- aceptarian e! sacrificio de la libertad animal a cambio de compen, <I!
po y sus funciones a una serie de controles acumulativos. El «cons- saciones a través de la mejora de sus circunstancias materiales. «Si
treñimiento social hacia el auto-constreñimiento» ganó fuerza y el
«umbral de la vergüenza" se elevó. Ulteriormente desarrolló esta ar,
la pérdida no se compensa económicamente, se puede estar seguro
de que se derivarán serios peligros.» ...
i
gumentación en La sociedad publicado por primera vez Al contrario que Elias y Freud, los escritores nacionalistas de la
en alemán en 1969, pero también escrito en gran parte durante los derecha preferían identificar instinto y cultura. Reservaban sus sos'
arlOS treinta. En ambos estudios, Elias decidió estudiar la clásica pechas panl la civilización. El crecilniento de la cultura era orgáni- 0-
concepción alemana del proceso civilizador como algo externo, pu- [ co, el de la civilización era artificial. Cuitura v civilización tendían a
ramente consuetudinario, imponiendo reglas formales sobre lo que entrar en conflicto en la misma medida qu"e sus formas de creci- =i
habían sido actos expresivos o instintivos, un proceso que él co- miento div·ergían. Finalmente, la civilización se transformaba en
néctaba eon la extensión del control de! estado. una carcasa material, vacía y' carente de un espíritu que la animase,
Elias seúaló que mientras trabajaba en su libro estaba más in- y acababa por colapsarse. Cuando el, optimismo de los hegelianos
iluido por Freud que por sociólogo alguno, incluido Mannheim. 17 fue puesto a prueba por la catástrofe de la Primem GuerTa Mundial.
fleud hacía poco que habia publicado dos libros sobre la cultura y los conservadores alemanes revivieron este vieío tema. Un exponen-
¡'1 ci\ilización: The FlIture O(al1 ¡/IUSi011 (primera edición alemana
étl 1927) , El malestar en la cullltra (1930), curiosamente titulado 18. \-ó"e Sigmund Freud, T/¡e Futurl:! IJ/ un Lundres, Hogarth Pn:sc.,
C'il ilis(l{lO/l ami lIs Dl .: ;COIIlt'/l{S en su yersión inglesa. Freud hablaha 1961 (paJ"u uno tradUCCión al yt:J.'>1.: Ohm) COlllpfL'lIlS, cdona,
de la «ci\ilización hUlllana, con lo cual quiero decir todos aquellos 1988), 6.
19. Slgmund FreuJ, ClI'iIL\l/1101I :u!cl ll'; Londre'i. Hogarth
Press, ]';101 (trad. ca"t.: Elllu¡{e"rott'J! Ül d¡{/um,' o/ms l:!u){(\{),>, .\bdnd, Alianza,
17. rvlennell, X()rbert Elza:::" t ti. póg. 7. Las 'ilguiellte de b tnlsmU página.
53
52 CULl URA Cl.iLTLRA y CIVÍLIZACIÓN

te extremo de este recurso fue Spengler, que diseñó una moral dia- una ciencia natural. En la década de 1880, Dilthey adaptaría la no-
metralmente opuesta a la de Freud y Elias, vilipendiando "el inte- ción hegeliana de "Geisl objetivo)). El trabajo (k'l espíritu colectivo
lecto sin vida, cuyo criticismo roe 'todo lo que queda de genuino. es se ponía de manifiesto públicamente a través de documentos y de
decir, la Cultura, desarrollada naturalmente».'" Como una parte de las formas dd lenguaje, haciéndose así accesible al\:'studio,
los intelectuales alemanes, Spengler dio la bienvenida a los nazis en sólo gracias a una aproximación subjetiva, intuitiva, que conducia a
tanto que heraldos de una renovación cu!lural de la raza y enemigos una comprensión marcada por la empatía. Los mélodos de las cien-
de una civilización artificial. cias naturales no eran los apropiados. Un furioso debate explotó en-
Aunque Elias enfatizó el papel de la universidades en la gesta- trE' los positiv.'istas y Dilthey' y sus simpatizantes, alcanzando su má-
ción de este discurso sobre la cultura \' ta civilización, no discutió ximo en una gran contro\'ersia metodológ:ica, que
en detalle las disciplinas académicas que se desarrollamn en Ale- arrancó en 1883 y acabó dando lugar a la conformación de una nue-
mania para estudiar lus productos de la cultura, Ku/tur, y del espí- va historia cultural. También provocó que ;\1ax Weber pusiera a
ritu humano, Geis! (las KulturwisseJ1sc!w/fel1, las disciplinas de la punto los de su s(Jciología cultural en una set'ie de afir-
cultura, :y las Cl.!iste.swissI!1l5Clza{teu, las Humanidades). En The De- D1aciones metodológicas que aparecedan entre 1903 19l9,
cline o{ [ize Gen!1WI Mal/darin5 (1969), Fritz Rmger extendia el aná- \JVeber definía la cultura como dotación de significado y' sig-
lisis dI:' Elbs para abordar el crecinlicnto de estos canltJos estu- ue niticación desde la perspectiya de los seres humanos a un segn1en-
dio en los años criticos que siguieron J. la guerra franco-prusiana. to finito entre la inhnidad de c\'cntos sin sentido existentes en el
Alen1ania disfnltó de un período de rápido pero turbulento creci- lTIundo».22 Su expresión más característica era la vida religiosa.
miento económico, que se aceleró alrededor de 1890. Los intelec- Aunque la cultura era una cuestión de ideas, a menudo implícitas, y
tuales, ten1erosos del materialismo de lo que \Veber ibaa"llamar la sólo se podía captar a través ud ejerciciu (Olllprensivo de la
racionalización de la \'ida púhlica, se enhTntaron con lo que veían nación, \Vebel' insistía en que las «creencias y los \ alores eran tan
con1o un desafío renovado v aún más poderoso a la cultura por par-
...
, "reales" como las fUl"rzas materiales," :" en que ,( podían transfor-
te de una civilizOlci()n sin alnla: y reaccionaron reculTiendo al idea- mar la naturaleza de b realidad Con todo, la cultur:J. era
lismo filosófico v al romanticismo, al tiempo que fomentaban el or- vulnerable. La civilización estaba minando sus cimientos, median-
gullo nacional. La civilización universal. racional. amenazaba la te las fuerzas con"osivas e irresistibles de la ciencia, b fíJc\onaliza-
cultura espititual de un vo/k, un pueblo, violando la ¡ibelead interior ción, la burocralizadón yel rnaterialisn1o, En busca de amparo, la
del individuo. Las naciones no deberían permitir que una civiliza- cultura apenas podía recurrir a las oportunidades caóticas de la re-
c¡()n común se t.ragase sus valores l.'micos, El n1undo estaba consti- novación a\ trahajo defensivo dd intelectual.
tuidu pur «espíritus nacionales en pugna (... ) culturas cualitativa- Más recientemente, Woodruff D. Smith ha rehnaJo la genealo-
mente gía de Rinecf en PoliIic's aHd the 2)Cl¿JlCeS u( Clllllll'i! in Gerl1wnv,
El materialis1110 ciefltífico era el 3.l:!ente más insidioso de la civi- 1840-/920'( 1991) Destac'a una línea específica de ,·eflexión acadé-
lización, corro:,-:endo los valores n101':ales, devaluando las mica sobre la cultura, una Kz¡[tunt'issen,,'l'lza!f que era distinta de las
ciunes menospreciando 1<.1 sabiduría tradicional. Los Ceistes\\'is_se¡-¡schtlflt'U de lo tradición hCl'menélltica. Ésta era una
manc.L:uines rechazaron la explicación, según la cual. las ideas se gra- manera de pensar con 111ayor afinidad hacia las idc=as liberales fran-
baban l'll b n1eIlt.:' a partir de sensaciones y" los \i:.llures tenían un cesas y britó-nicas y Smilh sugiere que Herder:- Humboldt estabo.n
origen matél'ia1. :--Jo Se iba a tratar el Gel:·.>'t como si fuera parte de la n1ás cercanus a la Illlstrnción de to que parecen segl1l1 determinadas
naturaleza. La ciencia del espíritu era cOlnpktalTICnte distintZt de Los acadén1icos de la tradición liberal se apl'OXinld-
! ban a b.l'UltLll"J L'011 ll11 taLlnte ciLl1tílico, btl:.-, .. :-,U':i k\t:'s de desa-

I
rrollo. Smith recalca que- definían la cultura ell un antropo-
20 O ... \'\:dd TiIL' H')/Ii .JI Dt'c'i\:I))i, York, Kropf, IY3..+,
K8.
2\. \'¿I",-' El n,>\ TIOdbCh, P'!\ flll¡ K Ri:1.'.!t:'T, TJi/.' Ut:'c/llIL' oj tf//! CCnl11/11
22, CiwdlJ pur R\l\ph \11<.\' kL'ht' I dllti c/c Sucu/ o '.:,' (JI ('¡¡bure,
,\].:IIIt!UIII/' The CeF!IIUII COill'i!UJnt\', 18L;()-1933, Cambridge. H,Hyard Londres, Sagt:, 19SJ2, r:\g, é,
1964, p;ig. 101. 23, ¡,I)IJ., ¡Jclg,::, bUlI I'clbbla,... d.e R.:lph
'54 CULTURA CULTURA Y CIVILIZACIÓN 55

lógico: «Es decir, estaban interesaclos prinlarianlente en los patro- ". Reflexionando sobre estos temas inmediatamente después de la gue-
nes de pensamiento y en las características conductuales de todo un ¡Ta, Eliot se sintió empujado a repensar toda la cuestión de la cultu-
pueblo, más que en las actividades intelectual", o artísticas de la éli- ra. Por cultura, dijo a una audiencia alemana:
te».'" La suerte de esta tradición liberal--y de la más conservadora
tradición hermenéutica- fluctuaba con la fortuna de los movi- Quiero en primer lugar, lo mismo que los antropólogos: la for-
mientos liberales v nacionalistas en la política alemana. Los años ma de vida de una gente particular que vive junta en un lugar. Esa
1848 v 1870 constituven hitos para ambas corrientes de pensamien- cultura se hace visible en sus artes, en su sistema social, en sus hábi-
to y Snlith describe el renacüniento de una preocupación científica tos y costumbres, en su religión. Pero estas cosas yuxtapuestas o su-
v liberal--aunque algo escarmentada- por la cultura en la escuela madas no constituyen lo. cultura (... ) una cultura es más que la reu-
nión de sus artes, costumbres y creencias religiosas. Todas estas
etnológica creada por Rudol! Virchow en Berlin, en las décadas de
1870 y 1880. cosas actúan b.s unas sobre las otras v para entender completamen-
te una, debes entenderlas todas"'" "
·c,
"f, 7,
En sus Notes Towards the Defillitio" 01' Culture (1948), Eliot con-
'/ , trastaba esta concepción antropológica de la cultura ((tal como la
En Gran Bretaña, Conlo en Francia y en Alenlania, la crisis polí- había usado, por ejemplo, E. B. Tylor en el título de su libro, Cultu-
tie8. europea de los años treinta provocó renovados v ansiosos de- ra Pri-nlith'n») con la visión humanista convencional. que tenía que
bates en torno al binomio de cultura y civilización. No obstante, los ver con el desarrollo intelectual o espiritual de un individuo, grupo
intelectuales recurrieron más directamente a una tradición de re- o clase, más que con el estilo de vida de la sociedad entera. La no-
flexiones muy inglesa sobre el lugar de la alta cultura en la vida de dón literaria tradicional de cultura era inadecuada, ya que <da cul-
la nación; su punto de referencia era la tesis de Matthew Amold, tura del individuo depende dc la cultura del grupo o clase". y "la
cuva exposición más célebre radica en Culture Qlld Allarc/zv (1869). cultlu"a del glUpo o clase depende de la cultura del conjunto de la
Creían que la cultura estaba amenazada por dos flancos: la civiliza- sociedad"." Cada clase "posee una función, la de mantener la parte
ción material, por un lado, v por la cultura de masas, por el otro. de la cultura total de la sociedad que pertenece a dicha clase»." La
Tras la humillación de Munich, T. S. ElIiot se vio impelido no imagen que Eliot tenía de la sociedad era jerárquica, pero orgánica:
tanto por un revulsivo contra las estrategias particulares del gobier- «Lo que es importante es una estructura de la sociedad en la que
no de Chamberlain, sino por algo más profundo. "'IDa duda sobre la haya, "de art-iba a abajo", una gradación continua de niveles cultu-
validez de una civilización»25 (cuando Elio! escribía sobre materia-
lismo, finanzas o industria, prefería la palabra «civilización) a «cul-
tura» ). if rales»,29
Resumiendo, la cultura «incluye todas las actividades caracte-
rísticas y' los intereses de un pueblo')' No se confinaba a una mino-
ría pri\"ilegiada, tal con10 Matthev..' Amold, sino que abarcaba
¿Acaso nuestra snciedJ.d, que siempre había cstZldü tan -,egura Je su f·
a grandes \' humildes, la élitc v lo popular. lo sagrado \' lo profano.
y de su rectitud, tan confiada en sus premisas incue::;- I
rionadas. no se congregaba alreded()(' de nada más permanente que A modo de ilustración, Eliot ofrecía un lista indicativa de rasgos
un montón de bJ.ncos, compañías de seguros é indus[rias? ¿ílca:::.o te-
culturales ingleses: «El Día del Dcrby, la regala Henle)r, Co\ves, el12
de agosto, lIn<:l final de copa, las carreras de perros, las máquinas de
nia alguna creencia más esencial que la creencia en el lnterés com-
puesto y en el mantenimiento de los dividendos? ,f petaca o de ¡hl'pers, el juego de dardos, el queso de Wensleydale, la
f
28. Vé<lsc 1'. S. EJj'lt. \(){es ÚJII'li.'d,; fhe Dethllfwll (JI Culture. Landre,,;, Faher
ami F::l!il'r j p6.g. 120 ¡la,,; 'Se en un apéndicc' de la
2-1.. \"¿a::>c' \Voudrutf D. Smilh, POlilÍt'S and {he SC!¿II(l" ni C!I!!i!'I' in (,,""lIWJ¡', nbr::tl
¡ I cJ20, .0tlleHI '.{ork, Oxtord Lnin:rsit-,,' Press, 1991, rugo ,. 27. {hiJ. .21.
25. Ve3se T. S. EliOl. Tht! M¿a Ur[i Chn"Sfilllo' Sacit'{..,., Londre:-" F:lh.,!" and Llber, 2:( !lile!., pá . J7
1939, pág. 6.+
29. lbul., pó . '+S.

1
L
56. CULTURA
CULTURA Y CIVILIZACIÓN 57
'-
col hervida cortada a pedazos, la remolacha en vinagre, las Iglesias en más compleja, los gmpos sociales eran más especializados o las
góticas decimonónicas .y la m{¡sica de EIgan,. ,n", Nuevamente, en
ar:es más sofisticadas, pero no había habido una progresión moral
oposición a Arnold, Eliot no estaba por la labor de denigrar los pla-
obvia. Aden1ás, insistia en que se debía tratar a otras culturas en sus
ceres desalmados de los filisteos. !v\ás bien estaba ilustrando los propios términos. ({Tambi¿n podemos aprender a respetar cada una
muy diversos componentes (para Eliot, necesarialnente diversos) de las otras culturas con10 un todo, por inferior a la nuestra que
que configuraban una elJ Itur;¡ nacional.
pueda parecer, o por muy jmtamente que podamos desaprobar al-

r
Esta cultura nacional se integraba como un todo. Arnold, Cole- gunos de sus (asgos: la deliherada destnlcción de otra cultura en
ridge y Ne\\'man insistÍ811 desde diferentes puntos de Yista ell que
conjunto es un daño irreparable, una acción casi tan malvada como
era la religión lo que mantenía unida una cultura, «Podemos ir más el tratar a los seres hunlanos como animales»,.''!' Se debía -vaJarar la
lejos);, escrihió Eliot, uy preguntar si lo que llamamos cultura y lo
diversidad de culturas. Luego. el ideal de una cultura
que llamamos religión de lIn pueblo no son sino aspectos diferentes
de llna nlísma cosa, al ser la cultura. esencialmente, la encan¡ación
,
"
mundial común era una noción monstnlOsa: «UDa cultura mundial
que fuese símplemente una cultura llrH(onne no serIa en absoluto
(por así decirlo) de la religión de un pueblo,); en consecuencia, su- t·,
Tendriamos una humanidad deshumanizada». Más bien
gería que «los obispos son una parte de la cultura inglesa y los pe-
«dehemos aspirar a una cultura mundial común que no disminuya
rros ':'/ los caballos son una parte de la religión inglesa»). 31 La cultura
• la particularidad de sus partes constituyentes». También advirtió
y la religión podían servir a un gran propósito: «Cualquier
¡.. que la variedad cultural provocaría contlietos: "En última instan-
religión, mientras dura \ en su propio nivel, confiere un significado
cia, religiones antagónicas significan culturas antagónicas; )', en úl-
aparente a la \'ida, proporciona cllllarco pala uIIa cultura y protege tima instancia, no sepuede reconciliar las religiones)},J5
a la masa de la humanidad del aburrimiento v de la desespera-
ción»). ,:! Pero taInbién es función de la cultura ¡"ITIbuir propósito y
" ,',
significado a la vida: «Se puecle describir la cullul'a como aquello
que hace que valga la pena yi\-i¡"),.:n
Una década más tarde, en 1958, Raymond Williams produjo una
Después de la Segunda Guerra Mundial, Eliol adoptó un relati- genealogía de los teóricos ingleses sobre la cultura (paralela a los
dsnlo cualificado. Era cierto que la civilizaCión se había con'vertido
ensayos de Fel1\'Te en la tradición francesa v de Elias en la alema-
na). Descartando la apelación de Eliot a una aproximación antro-
30. Probablemente Ehot .')lgulO la anterior' :ISl.a eJt"o1plar de Robert Lowie sobre pológica especializada, se situó completa abienamente en la tra-
los que definían la cultura an1criLanél. LO\\"le h;thía en que luces
dición inglesa sobre el pensamiento de la cultura, una tradición que
eJ<:'crnL'a.'> <:'l'.:l.n parte de Cijü nl]luLl, corno Jo er"l t"1 por el baloncesto,
tlu.'s daI1W!][S [el té de nlcdi;:¡ tardé' a(J1l1panado de klild. 13::' insistía en ser bastante distinta de la alemana o la francesa.
c<lrad;\s del D{a de Acción de G1 <le1;1'';. h" Soda:,> de lo,;> Zicgf<:'ld .1\'IidlliglJl Rm·mnnd Williams (1921-1988) proCt,día de un medio socia-
Fnlll ... '>, la", escudas los dianos de Ht'éIr'->! kc\dw>:: n1<:l.gnati? la prer,- lista, de cbse trabajadora, en la frontera galesa. Se trasladó a la
,,;1], lo::. clubes de sufragista;." d m(>\ Imientu por un iC1puesto ünicn. ];)" Universiclad de Camhridge para cursar inglés, pero el estallido de
di dt' Rikcr. l..'ol1Jucir \ HJ.ll [sede dd
la Seguncla Guerra MundieJ, durante la cual sirvió en el ejército,
De l1l()craul" {Robert Lowie, Cu/rll!'t: aJld Er!zl/n/ol',.'·' 1917, pago 71.
En 1:1 Ji,;ta dO;;' EJiot, el "D0d.J\ 0<1:" ,-,;e I dielL' él una L:la:'>ÍL"8 calTera de c,lballo,..;
interrul11rÜ) sus es1udios. Después de la guerra, estuvo [ugaz-
t:l'kbrcldél en Epsurn: ('S una población a ordbs del Támc:-,is en O'í:fordsh1re nlente afiliadu 11 Partido COlTIunist;;l, pero, en cualquier caso. es-
en Id que :-,e celebra una de.,de 18JSl: e'. J2 do.:- é\go-,lo so:'Ilab taba n1UY intluido por la literaria y cultural desarrollacla
lT1ente' 1IlW festJ. popubr ce'k'br:ldJ ct'n::J de' Londrc':-O, en Le que se in:-p,,-'cciollcl por F R. Lea,·is, un disidente de la Facultad de Inglés de Cam-
ill:-'¡'l'lYil)naha hdStél b:lcc pt)lll-- anua]llIc:'l1tl:' 1.1 ll.lllba de U11.1 ¡;ll :\l,n\ Gih"(JI1.
bridgt:, carisn1:itico pero, él S11 nlanera, profundamc:nte
J\lLl<':llil <:11 170-1-.\ qUe, diu.::. '>uek: apa!'e'C":) parél :,1 (lc<lo.i,m; \\'cn:-,Ll\cbk
un:1 poi,Ll,,-'ión de t'11 t'! I1lll k ,-k.. n, PO] una ]''-lDI pc'CLl- consen·ador.
11J.r' d<..' ()\ ,-'íéh \ ro' ,,;us <1 l1<..':-,('" , <;,1 <l7,d. (\ ,Ic! 1.1
1.1. Ihu/. P:l';¿,',. 28
3': /bU, pj:;?,. 3---J..
33. lhid. pág. 26. q ilml.,pag:.b:',.
35 f1J1J, pág, 62

l
. ':;.,
CULTURA CULTURA Y CIVILIZACIÓN 59
A pesar de las diferencias sus simpatías sus esta oposición nlaniquea entre arte y comercio no Se podía
aproxImacIones ten tan mucho en comun y la descnpclon que E. P. «La consecuencia positiva de la idea del arte como una realidad su-
!,,' Thomson hizo de Williams, como «un moralista vistiendo hábito li- perior era que ofrecía una base inmediata para una crítica impor-
terario»,17 se podria aplicar igualmente a Leavis. En 1948, Leavis tante del industrialismo. La consecuencia negativa era que tendía
había publicado The Creal Tradition, obra en la cual definía un ca- (... ) a aislar el arte (... ) y, así. debilitar la función dinámica que She-
non de textos de literatura inglesa moderna que ofrecían una alter- lIey le había asignado.»
nativa cultural "vitalizadora» a los valores de la sociedad moderna, Coleridge y Carlyle desarrollaron una crítica más sofisticada de la
de masas e industrial. En Cultura y sociedad, 1780-1950, publicado civilización industrial. Civilización significaba modernidad, materia-
en 1958, Raymond Williams construyó una tradición paralela de in-
telectuales literarios (incluvendo tanto a Leavis como a Eliot) que J lismo, industria v ciencia: el mundo del progreso celebrado por los
utilitaristas. Promocionaba la ciencia positiva como la única base de
habían generado leorlas sobre el rol salvador de la cultura en la so- conocimiento fiable. Carlyle denunciaba la perspectiva, según la
ciedad industrial o, más específicamente, en la Inglaterra moderna. cual, «no ha)-! verdaderas ciencias fuera de las externas; nuestro úni-
En una introducción a una nueva edición del libro en 1983, Wi- co camino concebible hacia el mundo interior (si lo bay) es a través
lliams dijo que su argumentación se habLa fundamentado en «el
i
del exterior; en breve, lo que no se puede investigar y entender mecá-
descubrimiento de que la idea de cultura, v la palabra misma en sus f nicamente, no se puede investigar ni entender en absoluto». Colerid-
usos modernos habituales, había llegado al pensamiento inglés du- ge proclamaba en conspicuas itálicas <da distinción pennanente y el
rante el período que describimos con'ientemente como la Revolu- contraste ocasiona! entre cultivo [del espüitu] y civilización».
ción Industria],,';' El vocablo se había introducido en el discurso in-
glés juntamente Con otros como (dndustria», «deIllocracia>J, «clase) Sin embargo, la ci\ ili/<-1.cion nI) es en sí misma más que un bien mix-
y' ({artel>. La relación con estas otras ideas modeló la noción de cul- to [escribía Coleridge]:- si no se asienta sobre el cultivo [del espíritu,
tura. Particularmente, la ídea de cultura se babía desarrollado en la cultura]' subre el armonioso de esas cualidades y facul-
tensión con lo que Carlyle llamó el «industrialismo». tadeS que Gl.rack:-iz<.lll nuestra humanidad, tal vez sea una influencia
Según Williams, fueron los poetas román ticos, sobre todo Bla- r¡ corruptora más que otra cosa, el hedor de la enfermedad en lugar de
la floración de la salud, :.-' las naciones distinguidas con esa presencia
ke, Wordsworth, Shelley y Keats, quienes iniciamn el discurso so-
superficial se aJel.:uarian más a la descripción de gentes barnizadas
bre la cultura. 19 Aunque reconocía que muchos de SUs temas se po-
por lü cultura, que moldeadas, por ella.
dían encontrar en Rousseau, Goethe, Schiller v Cbateaubrianu,
vVilliams insistía en que existía un patrón especifican1ente inglés en J'vIatthew Arnold aportó la afirmación más influyente sobre la opo-
su rensamiento, cortado por la reacción de los poetas ante la Revo- sición entre los valores de la cultura v los de la civilización moder-
lución Industrial. Su eslogan era el de Shellev: «La Poesía v el Plin- La ciúliz<.1ción indust¡-ial era, (en un grado mucho más alto que
cípio de Sí ,"¡¡smo, del n;al el dinero es la visible, son Grecia y Rorna, mecánica \ externa, tendiendo constantemente a
el Dios v el Mammon del mundo". Pero Wil1iams argumentaba que serlo más:-· TI18.Sll, Los filisteos se contentaban con el progreso ma-
terial que proporciona la ciúlización, pero:
36. Fred Ingll:'., RaY!/1()I!IJ HilliwllS, Londres, RlJutledge. 1995. La cultura dice: ,(Contemplad, entonces a estí1$ personas, su forma
37. \iéase E. P Thornson, .Hakwi.; lluror). lI"ritu l.!,' \ 011 HL\{ur\' alUi C¿¡!tlll",',
de \"1d<.1, sus su,; rnaneras, las tonalidades mismas de su voz;
York. Thc Free PI-es.'>, 1994, 244.
38. Véase Ra\ rnund CII/IIII"¿ ollcf S'ol'Íd\', Y()rk (,l!ttmbia
miraJlos alt.'nlamenté'; oh:--t'r\<:H..i la literatura que leen, las cosas que
L'1ll\ PI "'j,,> ,pago \ ¡i (edlCleHl re'\
1(,13 1 l'¡ ongincl! tuc j)ubit . . . ado '.:'ll les dan la.:; p<'lbbrae., acuden a sus hocas, los pensamientos
Londl''--'-';. por Challn ;lfld \\"¡ndus, en ]Y."i"l tnJ. L.ll. ('¡i!u,U¡ i wciL'!¡,{,' I que amueblan :::-U Jl1t:nte; ; podna ulla Glnridad de riqueza, por gran-
Barcelon ..¡ LII.l 1074') Lt :ll"2.lIrllL'rlt;lci()n "1.:' en tllUnd \V¡ll¡ams. de que fUC"t', L';);llp,,'rhdr L'¡ ,--'\lll\c"rtir':it.' (.'n una de eS<Js gl!ntes simple-
Ket'II'(lId" O"dord, O'\tnrd Pre.'o'i. Jet;!:,. menlc pUl" L'] JIt..'"."h() r..\L' di:-Jlula¡· d(' dla?
39. Ll." ,-·iLI" de: Shdlt.:'\. ColcJiJg<-'. :\rnold, ElJUl. \ ',(JO.., que
en esta p<.iglru" 'jon So:'!L'c.:<':IUJlddas por \\ IJlI.lllh ilustrar SllS argu- \Villian1s cun qUe Arnold inlpregnaba la tradición
mentos en Culture O!l,) S·(IClcl\.
con una soberbia LLl1a nlojigatería nuevas, reaccionando

l
"

CULTURA Y UVlUZACIÓN 61
60 CULtURA

a la vulgaridad de un tT10c!O que a su vez era vulgar. En su opirlióll, lo Llue Mill Jijo ck Coleridgc: \\Un liberal o un radical ilustrado se
Arnold estaba infectado con «sentimientos de clase cerrados sobre debe regocijar ante semejante conservador",,"). Wílliams también
sí miSITIon."¡'¡¡ y, si bien despredaba a la burguesía filistea, tell1bl.aba elogiaba a Eliol por su perspectiva antiindividualista, por mucho
ante el pueblo llano. Pese a su preocupación progresista por la edu- que su ideal de una sociedad integrada no se pudiera reconciliar
cación poplllar, Arnold sienlpre se mantuvü dispuesto a apelar a la con la realidad ele la sociedad atomizada e individualista que inelu-
protección del estado contra las masas anlenazauuras, para con las diblemente prodLlcía el capitalismo.
cua1cs, «los la cultura put:'den \'alorar:y ejercer la 'vio- De todas formas, vVilliams insislía en que la aproximación de
lencia v la fuerza»). Eliot a la cultura caía de lleno dentro de la tradición lireraria ingle-
Se podía desechar a Arnold por reaccionario, pero WilJiams sa. Para Eliot, los componentes principales de la cultura eran la re-
creía que, en general, los graneles teóricos ingleses no habían con-
f ligión v las artes, tal como lo habían sielo para Coleridge o Arnold, y

¡
seguido captar la importancia pernlanentc del industrialismo y' de su enemigo, como siempre, era la civilización lnüderna. \Villian1s
la naturaleza de la <.:ivilización que había creado. Consagró un largo restó ímportancia al hecho de que Eliot introdujese la idea de "cul-
capÍlulo a los dos ensayos de Jnhn Stuart l\lill sobre las ideas de cul- tUla» corno "un completo estilo de vida». Admitió que el uso del tér-
(LIra y civilización en la filosofía de Béntham v Coleridge (ensayos mino en ese sentido «había sido más marcado en la antropología y
que Lemis había editado)."' Mil! había intentado encontrar una ma- la sociología del siglo xx», pero insistió en que incluso la utilización
nera de sintetizar la ciencia de la \·ida 'pritctica, representada pUl' antropológica [lO era nueva:
Bentham, con lo que llamaba «la filosofía de la cultLIra humana», !.'.'
cuyo port<1voz era Coleridge. Pero, inevitablemente, la lk f'" El sentido depi.:'ndú.1. de hedlO. de la tI'adición literaria, El desarrollu
lvlilJ se quedó corta porque escribió genéricanlente sobre (civiliza-
ción» cuando debería haber planteado específlGl.nlente la cuestiéJn
t•
t
de la antropología social tendido <1 heredar y substanciar los mo-
dos de mirar una sociedad y una vida en común que anteriomente
babían resultado de la experiencia dd imlustri;:tlismo. El éntasis en
del industrialismo (por la cual, Wil!iams realmente entendía capita- >'lodo un é:::,tilu dt' nda,; es continuo desde Coleridge hasta Ca r1 :-v 1e ,
lismo). Dado que Mili no percibió la naturaleza de los cambios en

I
pero lo que era una personal de \'alores ."L· ha con\ertiuo
curso en Inglaterra, tan1.pocu recunoció que la reacción de Colerid- en un lugar común entre los
ge al industrialislllo trascendía los limites del (utilitarismo hUllla-
nizado" del propio ,vlill. V..rilliams no estaba familiarizado con las ciencias sociales, pero sU
De acuerdo con Wil!iams, Coleridge había prehgurado una críti- mujer, que había estudiado antropología en la London School of

!
ca más radical de la sociedad capitalista, una visión cuvas intuicio- Economics (LSE), "consiguió que ley-era a los sociólogos que ejer-
!les desarrollarían Ruskin, Carlvlc \ William Morris. Williams iden- cían en la LSE durante los años treinta»,45 mientras estaba escri-
tifkaba a 1\1orris en particulat: «el pivote de la tradición))'¡2 biendo Cllltunl \' .'i()cicdad, En cualquier caso, estaba dispuesto a
,,•
porque ernpe/ó a articular una L'Tític<:\ proLOsocia!isla al industria- conceder que se podían aprender dos lecciones de los antropólogos.
lismo, sugiriendo la posibilidad de l;n renacinliénto de la culturJ. La primera era que ti can1bio pouíu ser positiHl, pero no podía ser
populaJ: ¡\bis tarde, D. H. La\\TenCe Iba J. Se'!" un porta\oz más ex-
plícito ele la sensibilidael populaJ", un de las posibilidades li-
¡ poco sistemático o parcial: « un elt:::'lnento de un sistema conlplcjo
prácticamente no se pueJe ..:ambiar sin afectar serialncnLe al todo!>.
beradoras contenidas en la experiencia de la clase trabajadol".::t. ,I La seguncla lección era lJue existían alternativas a l<1 civílización in-
EJiot. por el cont¡'ario. represenlaba una pusición conservadora so- dustrial, además dd Illundo medieval evocado por tan lOS autores
bre la cultura, pero era importante original porque analizaba la ingleses que habían escrito sobre la cultura. Pero esta segunda lec-
posición (L.: ésta c'll una sociedad de CL\SL'S (.< p(H1ClT10S decir cle EliuI ción era \'alc>l- rnás que ni el primit\\'is-

-HJ, \ \\dliams. ('uf!!I}"I' u¡¡d .s'oc'dl' rcdiCl(jJ\ l'L'\ l<.,ad<:lj, )xíg. J 17 .


.J.J F. R. I,L'UIllp.!, \{,Il (Ji/ 8'.'I[//1,¡'1 wl,i -L\ ¡hIJ. p:.u..'. 211".
Clmbl idge Unl\ t'ISlty Pre",." l'}SO ..+..+. ¡¡){if., p<.1g.:-.. 232 \ 13 3.
.+2. \''';';1'''' \\iiJliam,.;. Cull/ln; <lJd SocÍt.'!\' LnÍ!ch'Jl1 Il'\ pág. 161
,, --fS \éase lngli:>, púg.. 130,

¡
I

l
I 63
, CULTURA
CULTURA Y CIVILIZACIÓN
62
que se puede levantar una sociedad mejor. Williams se n10straba
mo ni el medievalismo representaban una opción realista en nues-
consecuentemente imp"ciente, irritado, con las nostálgicas referen-
tro propio caso.
,La verdadera impor1ancia de lo que Eliot tenía que decir residía, cias de Leavis a una edad de oro en la que imaginaba que la cultura
inglesa habría descansado firmemente sobre la base de una vida co-
para Williams, en su argumento acerca de la variación de la cultura
munal orgánica. Como socialista, no podía sumarse a las lamenta-
de una clase a otra, en el seno de las sociedades complejas. Una di-
ciones de Leavis respecto a este «cambio transcendental, esta vasta
te cultural no podia Aorecer aislada, pero tampoco se podía estirar
y terrorífica desintegración (... ) que se conoce comúnmente como
v desplegar a través de las clases sin adulterarse. Esto suscitaba una
cuestión muy distinta: ¿debía la cultura popular contaminar a una Progreso».
Los autores del canon de Williams han desarrollado un distinti-
cultura más elevada o más auténtíca o podía constituir una fuente
vo discurso naclOnal sobre la cultura. Al contrario que los intelec-
de renovación) Leavis había planteado la misma pregunta en su li-
tuales alemanes, no apelaban a una cultura específicamente nacio-
bro A,las" CÜ'ilisation ami A'linority Culture (1930). Sin embargo, Lea-
nal (y tal vez eso habría sido problemático puesto que ¿qué habrían
vis aceptaba la opinión de Arnold, según la cual, "la capacidad de
hecho con la cultura galesa, escocesa o irlandesa?). A diferencia de
apreciar d arte y la literatura con discernimiento radicaba en una
los franceses no se inclinaban a celebrar las valores universales de
minoría rHU)" pequeña}). Esta pequeña éhte
una civilización científica y racional. En vez de ello, escribían sobre

I
una alta cultura que era a un tiempo inglesa y europt?a. "VVilliams re-
constitu.\'e la conciencia de una raza (o de una de sus ramas) en cada
época (... ) l'\iuestro pauer de aprovechar las mejores experiencias hu- modeló en términos marxistas su problema central-la relación en-
manas del pasado depende de esta minoría (... ) Es guardiana (... ) del tre la alta cultura, la cultura popul"r y el progreso materi"l de ¡" so-
lenguaje. el idioma cambiante, del que depende una vida refinada y ciedad industrial-, entendiéndolo como una din1ensión rnás de un
sin la cual el discernimiento del espíritu se encoge y pierde coheren- conflicto de clases más fundamental.

I
cia. Por '.(Cultural) entiendo el de un lenguaje tal. En la introducción" la nueva edición de su libro en 1983, v algo
a la defensiva, \Villiams hací" notar que sus criticas se habían pre-
Williams sugirió que allí donde Arnold se había enfrentado con el guntado por qué ignomb" a los t<óricos de la cultum no ingleses.
industrialismo, Leavis reconocía .Y retaba a otro monstnlO que ha- Un biógrafo indica que «(DO podía leer en alern<in y [lO Ida en fran-
bia emergido del humo y la mugre de fábricas satánicas: la cultura cés para divertirse) pl?ro, de todas maneras, vVilliams estaba con-
de masas. Para Leavis. la representaban la prensa popular e incluso } vencido de que el discurso inglés sobre la cultura había brotado de
los semanarios intelectuales. Su epítome era MiddletowD, una co- una experienci" históric" muy p"rticular. La Revolución Industrial
munidad en Illinois (Estados Unidos) que habían descrito dos etnó-
grafos americanos, Robert .y Heleo Lynd, en un libro audazmente
subtitulado A Stlldy in C01'1temporary Culture, es decir, «un estu-
t h"bía empezado en Inglaterra v sus efectos se apreciaron allí en pri-
mer lugar:
dio sobre cultura contemporánea).46 Leavis estaba francamente Al principio. \" verdaderamente durante dos o se
abrumado por el retrato que los autore:; habían hecho de la peque- trataba literalmente del problema de encontrar un lenguaje para ex-
ñ" ciudad del Medio Oeste. A juzg"r por la cultura de Middletown, [los dectos y cambios de la inclustrializ;,u.:ión). Así. aunque
el IT1\..mdo conten1poráneo estaba realmente en mal estado, es cil?rto qut" en otr:1S .';ociedades se dieron cambios comparables y
que se cn:aron llUc\'aS de pensamiento) arte para responder
"Middletml'lI es un libro que asusta»," acordaba Williams, pero in-
a dichos cambios, a menudo tanto o más penetrantes e interesantes
sistía en que la cultura manufacturada de los suburbios se debe dis- que las apol-taJas pOI-los ingle:-.cs, ["\0 Jej3 de tener alguna
tinguir de la cultura genuina que emana de la experiencia de las importanLja gcner"al .\ permanente el obselyar qué ocurrió docJe
gentes de clase una experiencia que fOll1ent;1 la opo- ., . -\"
ocun-lO por veL
sición a lo::, cánones establecidos :,: prefigura los valores sobre los

40. \'éa:-.e Robert l\ nd \" Helen Lvnd, /vItdJlcrml n. rI. Stlld\ in


"+8. R.nllu¡¡¡d H',l!Ul/l1S. pág. 145.
Culllirt'. Nuc\'l! York, Harcoul't Br,}(e, '1929.
49. Vé,\se Williarns. Cl:!nue !:')uClely Lediclón rt'\b<ld.lJ, páp. '(-:\L
47. Véase V...'illiams, Culture alla' Socielv [edición revisada], pago 26().

l
64 CULTURA

Éste no es un argumento persuasivo, aunque sólo sea porque la prio-


ridad temporal no garantiza una percepción superior y porque, para
el final del siglo XIX, la experiencia industrial inglesa era amplía-
mente compartida. Fuera como fuese, los autores tratados por Wi-
lIiams estuvieron a menudo profundamente influidos por los deba- Capítulo 2
tes continentales. \Nordswot1h estaba poseído por el lenguaje y las
ideas de la Revolución Francesa; Coleridge estaba empapado de filo- LA VERSIÓN DE LAS CIENCIAS SOCIALES;
sofía alemana (en verdad, Mili escribía sobre la «escuda germano-
TALCOTT PARSONS y LOS ANTROPÓLOGOS
coleridgiana»); Mili fue quizás el más sofisticado comentarista del
positi\"ismo de Comte; Carlyle escribió extensamente sobre Goethe y AMERICANOS
los rornánticos alemanes; Arnnld era insistentenlcnte europeo, un
!lagelo de la insularidad cultural inglesa; y Eliot bebió de las ideas
Sugerimo:-. que, para muchos usos, es útil definir el con-
del escritor tTancés, católíco y de derechas, Chades Maurras.
cepto de cultura de manera más estricta de lo que ha sido
El propio provecto de Williams Se debe ve,' con seguridad como habitual en la tradición antropológica americana.
una contribuci{m al nlás amplio debate europeo sobre los orígenes
y el signifiGldo de cu{tura y civili-:.acióll, que tuvo lugar a mediados ALFRED KKOEBER y T\LCOTT (1958) I
del siglo xx. Su versión era paralela a las de Febvre y Elias; y como
el mismo \Villiallls reconoció más tarde, los argumentos que esgri-
?í:
mió e"an similares a los desar-rollados por la Escuela de Frankfun Febvre, Ellas J' Williams confeccionaron genealogías para tra-
en Alemania v Gramsci en Italia. Mientras Europa sopot1aba la ma- , diciones particulares del pensamiento acerca de la cultura y la
!,'or de sus crisis, un discurso europeo de vieja alcurnia sobre la cul- civilización, tradiciones y genealogías que identificaron respectiva-
tura habla renacido casi de súbito. A lo largo y ancho del continen- mente como francesa, alemana e inglesa. En 1937, en Estados Uni-
te, los nlÍsmos tenlas se hacían recurrentes en los más diversos dos, Talcott Parsons publicó una genealogia intelectual paralela,
foros "" debates, involucrando a radicales y reaccionarios,:v también The Stntcture ofSocial Actioll, en la que, sin embargo, sólo figura-
a hUll1anistas .v científicos sociales. ban científicos sociales. Además, 11-0 se contentó con trazar la his-
r toria de una idea. Como John Stuart Mili, Parsons revisó las tradi-
l' ciones francesa y alemana, que tildó en cada caso de discursos
LECTURAS CO:\H'LEMENTARIAS
positivista e idealista, para, al igual que Mill, ofrecer su propia sín-

Para complementar los materiales de Feb\Tc, Elias o Williams


,.le tesis.
Nacido en 1902, Talcoll Parsons se educó en el Amher't Colle-
referenciados en bs notas del capítulo, véanse PhiJippe Bénéton, íl' ge -donde se especializó en biología-, en la London School of
His!oirc des I1wls: Cullllre el civilisatioll, París, Presses de la Fonda- Economics -a donde le atrajeron los pensadores socialistas Las-
tion National" des Sciences Politiques, 1975; Louis Oumont, Ca- ki y Tawnev, pero donde cayó bajo la int1uencia del antropólogo
I]l(Ul ldc%gy: Fnllll Frunce lo Gen}l(IH}' al1d Back, Chigago, Chicago r Bronislaw Malinowski- y en Heidelberg -al mismo tiempo que
Uniyersit:· Press, 1994. A pesar de que se- refiere a un tema tangen- Norbert Elias, cuando todavía el legado de Max Weber, muerto en
cial del capítuJo, también se puede consultar el estudio fascinante 1920, dominaba la teoría social-, Parsons escribió su tesis docto-
de \\/olf Lero.!nies, Bt.:{It'l'fll Litera/un: ul1d SciL'lIce: T/zt' Ri5;e o(Socio- ral sobre las teorías alemanas acerca del capitalismo, prestando
log\', Camhridge, Cambridge Unh'crsity Press, t 992. especial atención a Marx, Weber v Sombart. En 1926, aceptó una
plaza en Han'ard para enseñar econumía y enlpe¿ó a considerar

1. Véase Alrred L. Kmebel \ rabi!! "Thc Concept 01' Culture drrd 01


Suci;.d Sc)(i(lloll.icu/ Re\"Úll\', n" 23,1958, pág. 581.
.•

, 66 CULTURA LA VERSiÓN DE LAS ClENCIAS SOCIALES 67


¡-
las conexiones entre las teorías econón1ica .Y sociológic4.La tarea por el otro» ,J proporcionaba el ím petu cnlcial para /'1 progreso cien-
inicial que se fijó fue la de revisar el largo debate entre los dos tífico. Dado que las ideas se probaban contra la realidad, los cientí-
partidos de teóricos europeos enzarzados en una batalla alrede- ficos sociales no estaban condenados a ir dando vueltas en círculo,
dor de la concepción de modernidad, los positivistas \ los idealis- como los filósofos o los teóricos literarios. Y ya que los científicos
tas, herederos respectivamente de las tradiciones de la Ilustración sociales estaban planteando los mismos grandes temas, y visto que
v de la Contrailustración, las filosofías francesa y alemana de la los mismos hechos eran accesibles a todo el mundo, Parsons creía
historia. i que inevitablemente tenderían a converger en las mismas teorías
Los positivistas más sofisticados en el seno de las ciencias so-
ciales eran los utilitaristas, que dominaban el campo de la econo- Cada escuela empezaba a partir de una observación verdadera
mía. Estaban convencidos de que, con la aplicación de los métodos de la acción humana. Para los utilitaristas, "el hecho central -un
cientificos, seria finalmente posible desvelar regularidades en el
comportamiento humano, regularidades semejantes a leves. Éstas
t hecho más allá de cualquier duda- es que, en ciertos aspectos y
Jlasta cierto grado, las acciones hunlanas son racionales».4 Parsons
serían las leves de la conducta v de la motivación individuales, ya ft! estaba ele acuerdo de que esto era realmente un hecho, :y uno que
los idealistas ignoraban a costa propia. No obstante, apuntó que los
que su enfoque era atomizador e individualista, una herencia del pro-
testantismo, según Parsons. Finalmente, eran racionalistas y creían
que la mavor parte de las otras gentes también lo era, tomando de-
f
t
utlitaristas, por su pal1e, tambi¿n ignoraban otros dos hechos igual-
mente irrefutables. El primero éS «el hecho de que los fenómenos
l:
cisiones racionales :y eficientes por lo que se refería a los asuntos son en verdad "orgánicos", una caracterización oscurecida por las
irnponantes. tendencias "atomizadoras" de las teorías positivas y utilitaristas».5
La tradición idealista se debía entender como una respuesta a ¡ Los idealistas lo reconocían, haciendo del organicismo un principio
[as premisas utilitarias. Los idealistas negaban que hubiera leyes central de sus teorizaciones. Tarnbicn encaraban otro hecho, a sa-
gC'tler'alés del comportamiento humano. Cada período histórico te- tt ber, ({que los hombres mantienen y' c.\:presan "ideas" filosóficas -es
nía :::,us propias cada cultura, sus dinámicas particulares ..Más decir, no cientíricas-» y que (asocian subjetivamente estas ideas de
aún. las culturas modelaban a los individuos para sus propios tines.
"Contra el 111ecanicismo, el individualismo, el atomismo, se situaba ti la manera más estrecha con los l110tivos que asignan a sus accio-
nes». La gente no se conlporta siempre racionalmente, persiguien-

,
el organicisn1o, la subordinación -incluido el individuo humano- do con frecuencia metas sin valor utilitario. Esto también era «un
a la urüdad, al todo,," Al final, donde los positivistas argüían que las hecho más allá de cualquier disputa», pero, aunque los utilitaristas
,} lo podían aceptar en principio, no sabían cómo incorporarlo en sus
estrategias individuales eran racionales y provechosas, la visión idea-
lista era que la gente se conducía de acuerdo con ideas que a menu- teorías. IVla.. . orhariamente, conclu:\:eron que las preferencias últi-
Jo ('I'an irn1L'ionales 0, incluso, 111ísticas. nlas no eran susceptibles de ser in\'estigadas cientificamenlt:', El
Lus debates entre positivistas e idealistas tenían mucho en co- econon1ista simplernente tenía que aceptar los objetivos que la gen-
nlún con las contro\"ersias lnás amplias de los que proponían una te se n1arcaba para max.imizal:
Cl\ ilización progresiva" racional .v material frente J. ¡os que Pero Parsons identificó tres posltl\·istas que estaban preparados
dían la cultura, pero Parsnns insistía en que había Ulla <.iiten:'nL'ia para afrontar estos tozudos «hechos,,: l\larshall, Pardo y Durkheinl,
crucial: los científicos sociales ponían a prueba sus teorías. Las leo- lVlarshall estaba de acuerdo en que el econOlnista tenía que tener en
ríus se medían contra lo que Parsons denorninaba cnérgicarnentL' cuenta los valores l1l0rales. Por ejenlplo, apuntaba que el funciona-
lo,,> hl:!c/lUs. Este Juego dialéctico entre teoría e inv·estigación empíri- miento de los 111ercados necesitaba una creencia en la libertad. Pa-
ca, «(la Interacción recíproca dc nlic\'as percepciones \' cunclL'imien- reto reconocía que bs dcccionC':-, podían \'enir por \'a-
tos lactuales, por un lado, con C<.llllbios en sistemas lores irra":lOnales, pero que, de todas lllaneras, debían proporcionar

Ta!lott Par,,()!l:'. l/U! Slrut'!{lrL' uf .SOt'/rll .\, fr,'II. -l .",ui,fI !JI .....,'(J'-'úd 3. 1hz,¡, !lag: 11.
TI/con l1UJ,. ,S!)l!L!¡iÍ Rl'/t'll 1I(t' io {/ Gro!!,!' nf Rt'i.'t'p/[ t-i1rlil'l'U!/ York 4 lbld.. pág. 1y,
hct' Ple":-,, IY37. pag. 485. 5. Ibld, pilg. 480.
68 CLLTURA LA VERSIÓN DE LAS CIENCIAS SOCIALES 69

guías de acción internament(' coherentes. indicó que la reduccionistas y detenninistas en el estudio del Geist. '.¡Jn corolario
mano oculta del nlercado no reconciliaba necesariamente los me- de la libertad humana era la individualidad única de todos los acon-
dios y los fines del individuo con los de la sociedad. Es altamente tecimientos humanos, en la medida en que son "espirituales"".!' Se
apreciado por Parsons: « La evolución de Pareta, que a primera vis- seguía que no podía haber una teoría general de la vida mental, ni
ta parece nlU)" afín al positivisnlo, siguió definitivamente la direc- tampoco leyes generales de la historia. Una persona vivía en un mun-
ción de una voluntarista teoría de la acción».b do de simbolos, ideas v valores. Éstos proporcionan coherencia, pre-
COl1l0 Pareto, OlJLkheirn rompió con la visión racionalista sentando al actor «un cor(tplejo de significados», «un ideal hacia el
ciona1. según la cual, se debía abordar al individuo aislado, como si cual orientar la acción».'] El observador sólo puede aprehender intui-
actua:-,e solo, tratando de obtener satisfacciones personales lo nlejor tivamente este complejo de significados, expresado en simbolos que
que podía. La sociedad tenía sus propios intereses e imponía sus se refieren los unos a los otros, más que a alguna realidad externa.
metas a los individuos, a través del ritual y del simbolismo. La glo- ¡. Por coherente que fuese v por atractivo ideológicamente que pu-
sa de Parsons reza que (fines y normas ya no son mer3mente indi- diese resultar, al menos para algunos, había una debilidad fatal en
yiduales, sin() tarnbién sociales)).7 En verdad, Durkheinl se sintió in- 1 el corazón mismo del idealismo. Si los positivistas no podían expli-
l-
clinado a reconocer el grado en que la sociedad, como un parásito, ¡, car por qué las gentes optaban por unos fines determinados, los ide-
coloniLaba la conciencia individual y organizaba allí su 'l/ida, «afir-
mando explícitamente que la sociedad sólo existe en la mente de los
, alistas no tenían manera de dar cuenta de las consecuencias objeti-
vas que se derivaban de los medios que usaban para alcanzar dichos
incii\·iciuos».8 fines. Los mejores pensadores del positivismo se habían visto obli-
Así pues, enfrentándose a los hechos, los sumos sacerdotes del
positi'visrno -"e vieron forzados a demoler su propio templo, «En
, gados a tomar prestados elementos del idealismo. Tenían que reco-
nocer que las gentes tenían que subordinar los intereses
1
f
este colapSO}), Parsons, <da pura evidencia empírica les a las metas colectivas, incluso si éstas eran irracionales desde un
jugó un papel decisiYo, paralelamente a consideraciones metodoló- ¡ punto de vista egoísta. De la misma forma, el más grande de los ide-
gicas y' teóricas. Es un proceso que en muchas facetas resulta aná- f alistas, Max Weber, había introducido un elemento de positivismo
logo a la reciente crisis interna de marco conceptual de la física clá- en sus análisis del rol de las consecuencias no deliberadas, pero ine-
sica),.) Pen), una ·vez culminada la. etítica, ¿qué iba a reenlplazar al ¡ luctables, en la construcción de la historia.
positiVISmo) La alternativa establecida era el idealismo. Durkheim Parsons consagró toda una cuarta parte del libro a bosquejar la
se mo\'ió en esa dirección. "De hecho, Durkheim, al escapar de las evolución del pensamiento de Weber. Tal como él lo veía, el proyec-
redes del positiv'ismo, se ha pasado de la rava y ha caído limpiamen- to de Weber consistia en el desarrollo de una teoría antimarxista del
te en el idealismo». \U Pero ése no era un puerto seguro. El idealismo capitalismo. Su preocupación particular fue la génesis del capitalis-
también se resquebrajaba si se lo confrontaba con da pura eviden- mo y de su socia, la burocracia. \Veber creía que un relato racional,
cia empírica» de los hechos concretos. nlaterial, del capitalismo era inadt:'cuado porque negligía «el
Alemania era la patria del idealismo y Parsons identificó su pun- tu del capitalismo", los valores que lo configuraban v que, de hecho,
to de origen en el dualismo kantiano, La teorb de Kant requería se- lo habían precedido y daban cuenta de su emergencia. El sistema
parar la naturaleLa biológica de la vida c:spiritual, {<un hiato que capitalista era el sistema econónlícu nlás racional y' t¿cnicalnente
aún per:-;iste en la rigidez de la línea que :-;e acostunlbra a trazar en eficiente de la historia, pero había cuajado en primer lugar en el
Aielnania entre las ciencias naturales v las ciencias de la cultura o norte de Europa, sólo porque sus poblaciones, estratégican1ente si-
de b mcnLe ((;cisr))).ll Los idealistas contra las premisas tuadas. estaban preadaptadas " él en virtud de su religión protes-
tante \', en particular, del cah"inisI11o. No era que los calvinistas as-
h //,i.l..
- ihir/.,
40U. piraran a COl1\'ertirse en capitali.':ltas: sus principios lllorales -la
41'4
¡.: Ji/Il ., pdg. ++2.
Y IhIJ, pj¡..: -1-70.
I U. 11)/1/ . p¡ig. -J.-Ei. 12. ¡hid., pág. -1-77.
11.lhid.,pág.-J.7-J.. 13. ¡!Jul., p<:'lg:-.. -' 4S).
,{,70 CULTURA LA VeRSIÓN DE LAS CIENCIAS SOCIALES 71

frugalidad, el espíritu de vocación y el respeto por la ley- estaban Durkheim y Weber; varias disciplinas habrían de colaborar para po-
diseñados para alcanzar objetivos religiosos, Con todo, su religión der entender cómo se combinaban esos distintos sistemas para in-
predispuso a los puritanos hacia el ahorro, hacia el trabajo duro y Huenciar las acciones premeditadas, "-
hacia la toma de responsabilidades individuales, y así, casualmente, En 1946, Parsons estableció en Harvard un Departamento de Re-
los preparó para ser capitalistas exitosos, Los medios que habían laciones Sociales, de adscripción interdisciplinar, reuniendo bajo su
elegido para perseguir la salvación en el otro mundo les habían liderazgo a sociólogos, psicólogos y antropólogos. Lo que tenía en
comportado un éxito no buscado en calidad de empresarios en éste, mente era una verdadera remodelación de las ciencias sociales, el es-

Otras religiones, que no fomentaban valores similares, habían difi-
cultado el desarrollo del capitalismo y de la burocracía,
Aunque partían de distintas situaciones iniciales, Parsons no
l
¡i;'
tablecimiento de una división del trabajo racional y una burocracia
académica más ordenada y eficiente, La psicología se ocuparía del
individuo, con la naturaleza humana y sus singularidades. La socio-
dejó de detectar «una convergencia notable, punto por punto, en- logía tomaría como objeto lo, sistemas sociales, Quedaba lo que Par-
tre Weber v Durkheim"l' Trascendiendo las limitaciones del posi- ¡ sons había pasado a llamar sistema culturaL Este concepto no había
:-:
¡¡;
tiúsmo y del idealismo, ambos acabaron en el umbral mismo de la jugado un papel central en Tlze StnlctUye o{ Social Action, pero sur-
verdad, la teoría voluntarista de la acción, Desafortunadamente,
Durkheim murió antes de poder entrar en la tierra prometida, We-
f gió hecho y derecho en 1951, con El sistema saciar Entonces, la "cul-
tura}) se convirtió en un paraguas tenninológico para el reino de las
ber dudó en la frontera, pero, según Parsons, no pudo liberarse del ideas v de los valores, Su medio era la circulación de símbolos: «Los
prejuicio alemán de la incapacidad de la ciencia para explicar el es- objetos culturales son elementos simbólicos de las tradiciones cultu-
píritu, Por tanto, quedaba para Parsons el proponer una síntesis
más ele\'ada del idealismo y el positivismo, Llamó a esta teoría en r rales, ideas o creencias, símbolos expresivos o patrones de valo-
res».!() La cultura entraba en la acción, pero también tenía una vida
construcción la teoría voluntarista de la acción o, más tarde, la teo- propia. « Excepto en tanto que parte de un sistema de acción concre-
ría general de la acción, y pretendió que su advenimiento repre- f to, un sistema cultural no "funciona", sinlplemente "es".))1!
sentaba la mavor revolución intelectual en las ciencias sociales r
¡ Pero, ¿quién se podía encargar de su estudio científico? Hasta
desde el siglo XVL r. entonces, generalmente se había dejado el sistema cultural en ma-
nos de los humanistas, con resultados insatisfactorios, pero había
* ." i<
¡ una ciencia social marginal que podía ser capaz de sacar algo más
de partido de todo ello, Parsons sugirió que una ciencia de la cultu-
Parsons expuso los rasgos principales de esta nueva teoría de la ,¡ ra debía ser «aquello en lo que, según su trayectoria actual, se tien-
acción en El sistema social, publicado en 195 L «En téoninos de ac- de a convertir la teoría antropológica».18 Sería una ciencia altamen-
ción, es conveniente clasificar el mundo objetivo como compuesto te especializada, centrada en «el sistema del modelo cultural como
por tres ciases de objetos: "sociales", "físicos" y "culturales",,," Cada tal, y no en el sistema social con el que se involucra, ni con las per-
clase de «objetos) formaba lln sistema: sistema social, sistema de la sonalidades como sisternas».
biología v personalidad del individuo, y sistema culturaL Estos tres En la práctica, lo que quería decir es que las ciencias sociales se
sistemas interactuaban para gobernar las elecciones que se suponía reorganizarían de acuerdo a criterios funcionales y que la antro-
debía efectuar cada actor, pero no se los podía reducir el uno al pología se encargaría de su propia tarea especializadas, el estudio
otro, El indi\'iduo era a la vez un organismo biológico dotado de de la cultura, Sin duda, la antropología debería deshacerse de gran
una personalidad particular, un ciudadano y miembro de la socie- parte del equipaje que habia ido amontonando, pero se trataba de
dad, ,,,¡
como un poco filósofo, con ideas, valores y teorías bullen- la única esperanza para salvar la disciplina. Parsons adn1itía que la
do continualllC'nte en su cabeza. Tal como habían estinlado Parcta, antropología no había logradu nada sirnilar a un nivel de precisión

l-J.. IIJiJ, pág. 717. 1b. !hui., püg, ...J.


Par,>()!1", ¡he Suera! S\'SICn¡. York, Free
t'-."Llc\;1 1951 17. ¡hld., pag 17
casl.: El ,L,WIUl socwl, .'vIadrid, de Occidenk. 1966), pág. -1-. 18. ¡huI, pág:. 553.

!
L
72 CULTURA

sobre su supuesto objeto de estudio: «En la teoría antropológica, no


hay nada que se pueda llamar un acuerdo cerrado sobre la defini-
LA VERSIÓN DE LAS CIENCIAS SOCIALES

bían preparado juntos el terreno, impaniendo un curso interclisci-


73
1
plinar que condujo directamente al esbozo de una carta fundacio-
ción del concepto de cultura}), observaba, en una salida irónica nal, «Hacia un Lenguaje Común para el Área de la Ciel,)cia Social»
nada característica en él." Pero, en el futuro, los antropólogos se ve- (<<¿Por qué no el inglés)" recuerda Clifford Geertz preg{mtando con
rían obligados a aceptar una concepción de cultura precisa y estric- «cierto ingenio recalcitrante»22).
tamente limitada, definida por su posición en la trinidad de fuerzas Pero, aunque Kluckhohn era socio desde los albores de la em-
que modelaba la acción: personalidad, relaciones sociales, ideas y presa, no por ello dejaba de ser crítico con la misma. De hecho, fue
valores. "Sólo con una definición semejante de su ámbito propio, la única voz disidente cuando el equipo de Parsons (para entonces
podrá la antropología convcr·tirse en una ciencia empírica analítica, ampliado e incluvendo como una figura claye a Edward Shils) re-
independiente tanto de la sociología como de la psicología}).20 dactó el bon"ador de la « Declaración general}), que introducía el ma-
El desafío de Parsons supuso Un sobresalto mayúsculo en la to- nífiesto de los parsonianos, Tot\'ard a Cmem! Theorv o( Actioll
daúa pequeña comunidad profesional de la antropología america- (1950. En concreto. Kluckhobn objetaba que se debería tratar, al
na (en 19-17, la Asociación Antropológica Americana contaba úni- menos parcialmente, la estructura social como un elemento de la
camente con -l08 miembros). Un año después de la pUblicación de cultura: «la estructura social es parie del mapa cultural, el sistema
E! sislema socia!, las dos figuras más poderosas de la disciplina, Al- social se edifica sobre las vigas suministradas por la cultura, implí-
fred Kroeber, en Berkelev, y Clyde Kluckhohn, en Harvard, se sin-
!
cita y explícíta".'l Según Parsons, Kluckhohn tenía demasiado de
tieron provocados a publicar un;} revisión masiva de las teorías an- humanista para poder aceptar que la estructura social se pudiera
tropológicas bajo el titulo Cu!lllre. A Critica! Review u( Concepts and separar de la cultura en calidad de "un nivel auténticamente inde- :,1
Defhzitiolls. Ésta fue su respuesta a Parsons en nombre de la antro- pendiente en la organización de los con1ponentes de la .1:: 11

pología. En forma alguna se trataba de un grito de indignación. p;:


De manera más general, KI"oeber y Kluckhohn objetaron que
Kluckhohn, e! antropólogo puntero en Harvard, babía estado estre- ,.::'::"
Parsons escribía acerca de cultura «en un sentido mucho más res- 1",,.
,111"'
chanlente asociado a Parsons desde los años treinta. Parsons lo ci- tringido que el uso antropológico>;) 2j aunque hacían notar que, dc's- 1, /"
taba COlTIO miembro del pequeño grupo de estudiosos que leyeron y de hacía algún tiempo, «se estaba moviendo en la dirección antro- "

,,,llr!
COlllentaron el manuscrito de The Strucl[lre o{ Social Action. Kluc- pológica».20 De todas maneras, parecían encontrar difícil identificar
,
!:"
khohn también había estado vinculado desde el principio al ambi- las razones precisas de su disidencia hasta que, al final. jugaron I,¡ll""!
cioso plan de Parsons para establecer un departamento i nterdisci- limpio y admitieron que la definición de Parsons exigiría que la an-
plinar de ciencias sociales en Han'ard, que sería la base instilucional tropología se redefiniera v que, en el proceso, abandonara partes de
para culminar su teoria general de la acción, ejemplificando la co- su imperio:
Iaborado,"a división de! trabajo que demandaba la nueva ciencia so-
cial. Junto con otros tres colegas, Parsons y KJuckhohn habian
montado un silO!, club en Harvard, un gmpo de discusión informal

o
Nuestra incornplcta
del hecho de que su esquema se
con Parsons brota probahlemente
tan totalmente sobre la «;J.C-
bautizado con el improbable nombre de Le\'ellers, «Níveladores». ción», Esto deja poco l'spacio parJ algunos temas tradicionales de la
«Al reunirnos en las casas de cada uno de nosotros», recordaba Par- f
!
sons, (discutíamos todo un abanico de problenlas que finalmente 22. Véase ClifforJ Geel'lr, 4tler tllL' F<!([, Cambridge, Harvard Pl'cSS,
resultaron constituyentes en el experinlento organizativo que fue el 1995 (trad. L'ast.: Tr{!-o, los lieclw\, 8Lt1·cciullJ., Paid(Js, 1994), pág. 100.
23. V¿ase Clvde Kluckhnhn. nota en la::, 26 v 27. en Takott Po.rsons \,
Departamento de Relaciones Sociales»." Parsons y Kluckhohn ha-
Ed\\'ard TOt\'urd a (;t'IiLrU! Tl:/:'o!\ o/ ACtiOIl, Camhridge, Hmyard
Pres..... lY51.
24. VCLte:.e Pür!'\()J\s, "C]wk Kluchhulm and lhe lntcgratlon nI' lhe SucwJ
lY. /hd" ¡'S. SciclH.. e,,». pág. 55.
2U. I1J1J, 55-+. 25. Altred L. !\.]'ul'hcl \ CI:dL' Klllckhohn, Culture, 4 Clllica! Rel'IL'\\' o/
21. Tdba', Par..,llm" "Chdt' Kluckhohn anJ thc Inte!!n.llion ni th", Suclal COIlC/!fJlS ¡l1Irl Dt'fhlill()}'-,>, Paper:. l)! the Peabodv
en \\. \V. \V.
u(Cl\d, h"lul'kJIUllll,
lar CU//llIe alld Uf;'. E.)_,>((\:, 111 '\!cUIOI.\"
Southern llllllois Lnl\'ersit:,,' Prcse:., 1973, p;'lg. 32. , Unn'ersitv, \01. 47, n' 1, 1952,
26. ¡bid., p,-lg, 135.
1:::;

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74 CULTURA LA VEILI,IÓN DE LAS CIENCIAS SOCIALl,S 75

investigación antropológica: arqueología, antropología histórica en Pero, aunque parezca e.'xtraño, se necesitaron muchos años an-
general, difusión, ciertos aspectos del cambio cultural y otros simila- tes de que la gente se di","a cuenta de que Tylor había iniciado una
res (... ) En particular. nos resistimos a su propuesta de que los ({siste- revolución intelectual. Kroeber y Kluckhohn señalaron que, des-
m;:ts sociales» absorban elementos abstraídos que pensamos que se pués de Tvlor. habia una larga pausa en el desarroll? de la idea an-
L"onciben mejor como parte de la totalidad de la cultura. 27 tropológica de cultura. Durante treinta y dos años ño aparecerian
'i! .,' nuevas ddiniciones de cultura. Y entre 1900 v 1918, los años fun-
Al final, sin embargo, encontraron su propio camino para llegar a dacionalés de la antropología americana moderna, sólo se pueden
una conclusión muy similar a la de Parsons. rastrear otras seis. Culpaban al propio padre fundador, Franz Boas,
.< de este estancamiento intelectual: no produjo su primera definición
* ,', de cultura hasta que tuvo setenta v dos años. Pero Boas simple-
mente ralentizó el progreso de la ciencia. Entré 1920 y 1950, los
Culture, de Kroeber y Kluckhohn, era el intento más concienzu- científicos sociales anlericanos, muchos de ellos antropólogos, crea-
do de especificar qué daba de sí precisamente la concepción antro- ron no menos de 157 definiciones de cultura: en este período, se re-
pológica de cultura. Tabularon V clasificaron 164 definiciones de tomó, se refinó y se desarrolló la idea
cultura ((y de su casi sinónimo, civilización»). Las agnlparon en El problema con la definición de Tvlor éS que juntaba démasia-
dos amplias categorías: las nociones elitistas, etnocéntricas y pasa- dos elementos que no resultaban coherentes. Tylor había declarado
das de moda de los humanistas, que no aprobaban (Parsons ni si- que una cultura formaba un todo, pero su idéa de todo era un lista-
quiéra se hahía molestado en abordarlas); y la concepción precisa do de rasgos, con la consecuencia de que se podía inventariar una
en la que estaban convergiendo sistemáticamente los científicos y cultura, pero nunca analizarla. KJ'oeber:v Kluckhohn creían que se
que apoyaban como favorita para llevarse todos los premios. En tenía que tratar la cultura como un todo integrado y estnlcturado,
efecto, su narración delinéaba el refinamiento de una idea de cultu- constituido por partes conectadas. Tylor incluía demasiados ele-
ra Inoderna y cienlífica, una idea con poder explicutivo,lR según mentos en la cultura y, en parlicular, no distinguía entre cultura y
afirmaban, v libre dé los vagos usos de los humanistas. organización social. Era preferible éstrechar la definición para dis-
C0l110 sus h0t11Ólogos hunlunistas, Kroeber y Kluckhohn cons-
criminar entre cultura y .sociedad, y para definir cultura como una
tru)'eron una genealogía de la idea antropológica de cultura que te- materia referida a ideas más que a actos o instituciones.
nían en mente. E. B. Tvlor era quien la había definido por pt'imera El sistema de ideas que conformaba una cultura se podía obser-
vez, en la frase que abre su Cultura príllli/im (1871): "Cultura, o Ci- var indirectamente a través de «sus expresiones, materializaciones
Yilización», había escrito Tylor, «tomada en su amplio sentido etno- o resultados". De acuerdo con Kroeber v Kluckhohn, uno de los
gráfico, es el todo complejo que incluye el conocimiento, la creen- descubrimientos más recientes en el ámbito de la disciplina era que
cia, él arte, la moral, la ley, la costumbre y cualquier otra capacidad ,, las ideas culturales se expresaban y conlunicanan nlediante simbo-
o hábito adquirido por el hombre en tanto que mienlbro de una so- ¡ los. Este avance había llegado a ser central en la concepción mo-
ciedad}).-"J Cultura es un todo, se aprende e incluye práuicamentc derna de cultura;
cualquier cosa én la que se puede a parte de la biología.
[ Ciertamente, tal como en 1951, hay entre hk):::.ol"os. lingüistas, antro-
pólogos. psicólogos y sociólogos un amplio reconocimiento del he-
?7 ¡h¡J. p<lg. 136. cho de que la de la cultura indispensablemente
,Si Oie 1\(1', ptegunta:::.e "¿Cómo pUL'de explícLlr Lllguna CüSLl UIla ,-'C)f}Slrth,:ción sobre el des.:¡rrollo, en lo:::. primeros hnmbn.:. 's, de las capacidades de
'_'(lIn" L'Hllura?" quc 0,(; lu. reconocido que COI1-
simhtdiJ"ar. de generaliz<1r _\ de ímagillati\amellle. Se nece-
co.:pl{,,> \ -tale.,> LI}fltIJ "campo eleeln!l1lagnéllco'> o "gen»,
sita otra J¿l.-ada para contemplar Utl<1 m<.l.vor ,Ke11111;J,ción dC' este fac-
que nadie ¡la \ i'>lo 'JI lwn plnplJl"li1ill<ILÍ\I "eniciu-, él !el ,-'ompretbión Liel1-
línca. analítica..., re.)llIUen un Ilt'jcn de entre knómc- tor en tluestro pensamiento sobre la cultura. lO
nos \ relaciono ..:otlln en"as,,, Ihld., pjg. ] 90.
29 \ ea" ... Ech\arcl Burnett P¡'illtll[I'L' L'ullure. LonJleOi, Jolm MUtTa'v, 1871
(trad cast.: Cllf¡¡m.i iJi'lllli!ll"il. l\bJnd, A.'-ll:'>O, 19771, pág. 1. Jo. \"0:J . . e- Kroeber \" Kluckhohn. CU"l/re, pág: 1'=i3.
•. ••,.
, CULTURA LA VERSIÓN DE LAS CIENCIA'" n
«aquellas propiedades de la cultura que parecen más falta de gusto por el uso de una palabra que se ha establecido4>n pri-
distintivas Y más importantes) son sus valores. «De hecho, los va- mer lugar en una lengua ajena, Los americanos tienen muchos me-
lores proporcionan la única base para una comprensión completa- nos escrúpulos en tomar préstamos de los alemanes»," En Francia,
mente inteligible de la cultura, ya que, actualmente, todas las cul- los científicos sociales se mostraban «aun más re4ios (,,,) y civili-
turas se organizan primariamente en función de sus valores.» zación, con sus implicaciones de avance y urbanismo, continúa
Estos valores eran «variables y relativos, no predeternlinados y siendo la palabra preferida por los franceses para denominar la cul-
eternos», En consecuencia, para apreciar los valores de otros, se tura», Según Kroeber y Kluckhohn, tal vez este conservadurismo
debe tomar lIDa perspectiva relativista, para reconocer ({que, a tra- intelectual había contribuido a ({un cierto retraso en puntos concre-
vés de su cultura, todas las sociedades buscan valores, ven alguna tos del pensamiento teorético francés contemporáneo, en los cam,
medida los encuentran¡¡Y Es este relativisnlo lo que d(stingu; por pos social y cultural»,
encima de todo el enfoque antropológico de otras aproximaciones
anteriores. ."

Aun pretendiendo que no tenían deseo alguno de añadir una 165"


definición formal de cultura a las 164 que habían examinado, Kroe- En la versión de Kroeber y Kluckhohn, la concepción científica
ber y Kluckhohn acabaron por sumarse a la forma en la cual (<ia ma- de cultura surgía en oposición a las concepciones humanistas, 1::10r
y'oría de los l'ientificos sociales [onnulan hoy' esta idea central»: da había formulado su definición de cultura en un contraste delibera-
cultura consiste en modelos, explícitos e implícitos, de conducta y do con la definición elitista que Matthew Arnold había propuesto
para la conducta, modelos adquiridos y transmitidos mediante sím- dos años antes, en el/trille and Anarchy, Sin embargo, el impacto de
bolos». "y el núcleo esencial de la cultura consiste en idéas (",) tra- la perspectiva de Tylor fue muy inferior al de la de Arnold, al menos
dicionales (. .. ) especialmente. en sus valores asociados.\)32 durante muchos años. «Una o dos generaciones después)), b.l111enta-
Como las genealogías de Febvre, Elias y Williams, la de Kroeber ban Kroeber y Kluckhohn, «cien hablantes de inglés haL",ían conti-
y KJuckhohn es esencialInente nacional, en este caso americana. nuado aceptando la definición de Arnold por cada uno LJUé siquiéra
Además, a partir del inicio del siglo xx, su genealogía se circunscri- conociese la de Tylor, directamente o de segundas"." Mientras la
be a las ciencias sociales. Había habido una nlptura decisiva: la tra- definición de Arnold fue introducida prontamente en el Oxford En-
dición de las ciencias sociales se hahía desen1barazado de sus orÍ- glish Dictionarv (OED), la de Tylor fue citada por primera vez en el
genes filosóficos (europeos) y surgía como un discurso científico suplemento de 1933,
distintivo (americano) acerca de la cultura, Kroeber y Kluckhohn George Stocking, un historiador de la antropología ha desafiadD
señalaban apesadumbradamente que muchos hUlnanistas aún se este mito de origen, Ha argumentado que la «idea de cultura de
aferraban a sus nociones más vagas. Algunos sociólogos -incluso Tylor estaba tal vez n)ás cerca de su casi contemporáneo humanis-
sociólogus talnbién se inclinaban todavía por \"olver a "1", ta, Matthew Arnold, que de su significado antropológico moclétno,
trabajar el \'iejo contraste humanista y gernlano entre cultura !' ci- y, en la medida que el uso que ambos hacían del concéplo difería,
\-ilizJ.ción, pero la mayor parte de los científicos sociales amer\c.l.- i se puede defender que, en ciertos aspectos, Arnold estabiJ. nlás pró-
nns ..;;oh·entes se habLan alineado con el uso antropológico, que in- f' xin1ü que Ty:lor a dicho significa-do antropológico mockrno>l.15 Al hn
dicaba el camino correcto a seguir. y al cabo, Matthcw Arnold estaba más inclinado que Tvlor a adop-
Los científicos sociales foráneos, sin embargo, se habían n10.':)- tar una perspecti\<l relatiústa de la cultura, dado que la
trado lentos en captar la itnportancia de la nueva idea. Incluso an- de la ciúlización 111t>cinica y argumentaba que, aunque Gran Bre-
Irllpólogos socia1cs británicns COTI10 Radcliffe-Brown :- E\-ans-Pril- taña podía liderar el progreso industrial. ello no evitaha que su cul-
chal'd el conceplo, por razones
,<La resistencia parece ser estihstk'a, una cuestión idiomática, ele
33. Jhrd .. pág. 1.+/
34. ¡hit/' , 1-'+ 7.
'd. Ihu/., p;'tgs. 171-173, para tudas las Cita::, d(:1 35. Véa::-c \\. Stucklng JI., ('u/lid'e UlU! EI'oluliIJU. L,··¡.'\ IH [ile
32 ¡bu}.. pág. 181. Hls[00 o( 4111/1I0/)IJ/(1'-',1, \1ue\¿¡ York, Frct't' I ':lbS, pág. 73.
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78 CULTURA LA DE LAS SOCIALES 79

tura estuviese viciada, tarada, cayendo por debajo del nivel alcan- ducir dicho uso plural en la antropología americana moderna. Kroe-
zado por otras culturas de la época. De todas formas, Amold per- ber y Kluckhohn, que estaban íntimamente familiarízados con la
maneció fiel al ideal europeo v, tal como destaca Stocking, habría tradición boasiana, y que no albergaban rencor alguno contra Boas,
considerado la expresión «cultura primitiva» corno un oxímoron, sugerían que fueron Ralph Linton, en 1936, y Margaret Mead, en
llna contradicción retórica. Por Sll parte, y al contrario que Amold, 1937, quienes primero distinguieron entre y «una cultu-
Tylor suscribia la fe ilustrada en el progreso. Su pensamiento an- ra"."' Esta pretensión es también algo enigmática, dado que alguien
tropológico ({era parte de la encarnación positivista decin10nánica tan conocido como Ruth Benedict ya habia publicado, a principios
de la tradición Tanto el uno (omü el otro «(tuvieron de los años treinta, materiales que trataban explícitamente de dife-
contactos con el pensamiento alemán. Pero la raíz principal del ra- rentes «culturas}) nativas arnericanas. En cualquier caso, también
zonamiento lvloriano se hunde en las tradiciones de la Ilustración apuntaron que incluso cuando Boas realmente escribía sobre «una
francesa \ dei empirismo británico» ,37 cultura» más que sobre «cultun'l», titubeaba entre describirla como
A juicio de Stocking, ni 1\101' ni Arnold anticiparon la con- una adición acciclental de elementos o una «totalidad espiritual in-
cepción moderna de cultura en antropologia. "Antes de 1900, la tegrada», animada por el "genio) de ((un pueblo}),·n El acólito de
"cultura" no había adquirido sus características connotaciones an- Boas, Roben lO\\iie, adoptó un punto de vista similar, Según Lo\vie,
tropolúgicas modernas, ni en la tradición alemana ni en la angloa- por lo que a Boas respecta, «un fenómeno cultural es inteligible sólo
La persona responsable de introducir dichas «conno- desde su pasado; \' dada la complejidad de este pasado, las genera-
taciones antropológicas modernas» de la palabra cultura fue Franz lizaciones cronológicas, corno las de los físicos, son tan impractica-
Boas. StoL'king rehuy!e proclamar que Boas «inventase» el concepto bles como 10 son las gcncralizacioncs intemporales»."¡'''¡ Los cambios
antropológil.'o, pero pretende que, «lejos de obstaculizar su desa- eran los resultados dc-' contactos casuales o se generaban
[Tolio», tal como habían sugerido Kroeber v Kluckhohn, "Boas re- a de la respuesta creati\'a de algunos individuos a la tradición
presc.'ntó un papel crucial en su apariciól1).,9 Era cierto que Boas no heredada, bajo el estímulo los fetos del entorno. Se seguía que
sc habia dedicado a disertaciones teóricas sobre la naturaleza de la las culturas no constitubn sistemas intc'grados.
cultura, pero, implícitos en muchos de sus escritos, se hayan «un Sin duda es signifiGlti\T) que. si bien Lo\vie, Kroeber y Kluc-
número de elementos centrales en la moderna concepción antropo- khohn estaban impregnados del pensamiento de Boas, no le atri-
lógica de cultura: historicidad, pluralidad, determinismo conduc- buían la nUeva concepción antropológica de cultura. Si lo hubiesen
tual, integl"::lción y' relati\·ismo)}."¡'o Stocking concluye diciendo que hecho, se habrían visto obligados a remontar el origen de sus ideas
estos elementos «se pueden ver así surgir en la obra de Franz Boas, hasta las concepciones de la escuela de etnología de Berlín, el ma[co
a partir de anteriores usos, evolucionistas o humanistas». en el que se formó el pensamiento boasiano. Wooclrulf ha observa-
Stocking identificó el marcador clave de la idea antropológica do que «muchos historiadores ingleses y americanos de la antropo-
nlOdel'l1a en el empleo del vocablo cultura en plural. En vez de "Cul- logía tienden a eludir el tratamiento en profundidad de la jnfluencia
lUl'a», los anlrop(lldgos, siguiendo a Boas, empezaron a escribir del pensamicnto alemán en la y que, en consecuencia,
aCt:TC;J. de IIculluras)). ha adrnitido que este uso no han sabido estimar hasta que punto Boas era un producto de la
ral "e puede encontrar en Herder y Humboldt \' que. de hecho, era escuela liberal de Berlín. Hasta 1886. año en que emigraría a Esta-
un lugar común en la larga tradición de la etn()logía alemana:.\1 peru dos Unidos, Boas. que había entrado en el círculo de Berlin en 1882,
esto ni siquiera es e\idente de que Boas fuese responsable de intro-
42. de Lll1lUn \ tvlcad ¡XUCccn::'6 primeras en hdcer un;)
¡bid., '6, ImplícIta cnlJe \ l¡¡la ,,·ullllla.) plllllil SImple. pero de
37 ¡hiel., YO gran illlpOI LanL'la 1<.<'i 1"'::<.1." K.ruebeJ" \ KJud.. ]¡OJlll, el/tuu/!. p<ig:. 4Y
3.:\ Ih,J, pdi,':. 201 ..1-3. lbld.. péi? 214
1,9. j/ml.. 202. -1-1-. \.,-':l,,¡; Rulwl"! H LO\\ic Tfn HI-fO!"''. (Jf Eill!w/o!.',lul! r}¡cun. !\¡lle\é1 Yll)"k,
-HJ. fl¡¡J. . .2 I-{olt, Rinekul & \\lll."llll1, 1';1)/, pz,g:. \4:::;.
-1-1. \'2ase \\'. Slo...::l\ll1g: JI"., 1ic!onUIl '{ill". Fr,:;;: 45. \Vilodrllti D Sll1llh, PU/dle tlJu/ {he SClL'lil'eS ul eU/fUlt In Genll{/II\,
Pi j 9i:/.7. e::.pe'·laiJnellk púg:-;. 302-30..+' /8.+0-} 1)20, NUL'\a 1()])...., O,,!oILI [Jr1l\¡;'l')lt:- Press, 1':141, pág:. 241, nol,l.

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80 CULTURA LA VERSIÓN DE LAS CIENCIAS SOCIALES 81

trabajó estrechamente con Virchow y Bastian -que le dirigió su te- bolos, ideas y valores. Aparentemente, ninguno de estos momentos
;'3:;
sis de habilitación, necesari" para ejercer como profesor en Alema- marca la introducción de un idea distintiva de cultura que rompie-
nia-. La argumentación antiracista que propuso en Columbia pro- se con otras concepciones rivales para convertirse en el concepto
cedía directamente de Virchow. y también lo hacía su hipótesis organizador de una nueva ciencia.
central -caractensticamente negativa-, según la cual la raza no !jJ Kroeber y K.luckhohn percibieron una repentina explosión en
determina la cultura. Su proyecto etnológico se basaba en la con- las ref1exiones encuadradas en las ciencias sociales durante los años
cepción de "área culturaL debida a Adolf Bastian. Woodmff Smith ·f·
' .., veinte y treinta. Por aquel entonces, las nociones de cultura «esta-
llega a afirmar que fue a través de Boas como sobrevivió la escuela ban adquiriendo gradualmente su actual signficado técnico en las
de Berlín, al verse avasallada en la propia Alemania por una actitud ciencias sociales)}.4? Quizás fuera en ese mOll1ento cuando se dio un
intelectual imperante que se mostraba nacionalista, imperialista y cambio radical en el pensamiento antropológico, Si así fuese, ellu-
racial en sus sinlpatías. 4D gar obvio al que dirigir la mirada en busca de signos de revolución
Años nlás tarde, Boas sugeriría ocasionalmente que se podían serían los estudiantes de Boas. En 1917, Robert Lowie impartió una
estudiar las culturas e0010 sistemas funcionales, todos orgánicos, o serie de conferencias populares hajo el titulo de Cultura \' etnología.
que incluso un enfoque funcionalista podría representar una alter- Su argunlentación consistía en que la cultura es «una cosa sui geJlt:-
nativa a la cOlnprensión histórica. Sin embargo, no pondría énfasis
..: ris que sólo se puede explicar en sus propios térnlinos)."¡"¡ No la dt:-
en esta opción hasta 1930, v la suposición más plausible es que terminaban ni la raza ni el entorno. La cultura era lo que Tylor ha-
adoptase este viraje muy tardio y atípico bajo la influencia de los jó- bia dicho que era, la herencia no biológica de la especie. Si uno
venes brillanks que se acercaron a él como estudiantes durante los obseITaba toda la trayectoria del desarrollo humano, había habido
años veinte: Edward Sapir, Ruth Benedict v Margaret Mead,:-;-m cír- un avance secular.
culo íntimo de anligos (y amantes), en el cual Sapir ejercía de
tor intelectual. Podemos comparar el progreso del g¿ntTO humano con el de un
hombre de cien años, qut' !::>e entretiene ..::on cachaza en ]a guardería
-l: -l, * durante ochenta . cinco de los anos de su vida, se toma diez anos
más para superar los estudios primarios y luego se apresura con ve-
¿ Cuándo una nueva concepción de cultura en antropología rom- lociJad centelleante a pasar el instituto y la universidad. Por lo que
parece, la cultura es algo que crece con extremada lentitud hasta que
pió con los discursos establecidos? K.roeber v KJuckhohn concluian
se supera un determinodo «umbraL>, momento en el que se lanza
que la n.lplUra epistemológica databa de 1871, con la definición de adelante como un<:l necha, incrementando progresivamente su ímpe-
Tvlor. Sin embargo, Stocking: ha apuntado que Tvlor mantuvo la tu a un ritmo inesperado."¡'¡
idea de civilización progresiva del positlvismo establecido, aunque
la tradujese a un lenguaje evolucionista v la llamase cultura. Según La etnología debería ser capaz de revelar hnalmente la naturaleza y
Stocking, el gran salto se produjo en 1911. cuando el pensamiento !as fuentes de este progreso y, Tylor había des-
de Boas adquirió un nuevo rumbo relativista. Sin embargo. co111ü crito con razón la antropología con10 «una cit:ncia esencialmente
hcn1us \'isto. Boas era un exponente sólido de la ideas liberales en de refonnadores".
Berlin durante la década de 1880, cuando la escuela de Berlín revi- Para 1920, Lo\\'ie mostraba 1113.::.: interés en las diferencias entre
da una tradición alemana que se remontaba hasta los escritos de tradIciones culturales locales, pelO rechazaba explícitamente que
W,litz v Klemm, a mediados del siglo Xtx. Además. hasta 1930 Boas una cultura fuese un todo integrado:
no postularía algo pal"t'l'ido a una concepcÍón mo-
dc'rna dt' cultura, entendiéndola como un sistema integrado dt.' sÍrn-
-47 Knlt'ber \ KJuckhuhn. Culfure. pag
-40 De l(;I1Clu\t;.' lJlI,-'C! ;,Ill<l\(lr a largo pl'l!.O de la -46. \ H LO\\1l', ('¡tI/llre (/11<1 Fillllu/O!l,i, \lun:¡Y')J"h., \lc.\lllrtric.
ne()!lbcrai no:-,c dej(i :-,enlir en Alemü0l3, SinO en Estados L'l1ldr¡". lra\és ¡W)7, pag b6.
e1c! traha¡u de FI Ihid., pág. 113. -49. ¡hu!., pag:o 78
LA VERS[ÓN DE LAS CIENCIAS SOCIALES
83
82 CLLTURA

Las culturas se desarrollan principalmente mediante préstamos de- las culturas», la cultura encarna «todo elemento heredado social-
bidos J. contactos casuales. Nuestra propia cviliz3ción es un com- mente en la vida del hombre, material y espirituab>. En último tér-
plejo de rasgos prestados en mayor medida incluso que el resto [de mino, la cultura es colindante con la humanidad, ya que incluso «el
cLvilizaciont'sl (.0<) Su historiador no puede r"endir por más tiempo más bajo de los salvajes)) tiene cultura. El drama de Pericles. la dí·
una re\.'erenciu supersticiosa a batiburrillo sin plan alguno, a esa naIno eléctrica o las técnicas )' creencias de los cazadores-recolec-
CUestión de remtendos y jirones llamada civilización. 5fJ tores {(son todos elementos culturales, ingiferenten1ente Y por iguah.
Con todo, Sapir concluía diciendo que, entendida así, podria ser
En 1922, Alexander Goldenweiser, otro boasiano, publicó un libro mejor hablar de (civilización» en lugar de ((cultura), para remachar
titulado Ew1y C¡vi/i:afiol"l: An hltroducciol1 lo Al1thl"opo{ogy. El obje- afirmando que, en cualquier caso, «nO pretendo hacer uso del tér-
tivo de Goldenweiser eran las ideas racistas y desplegaba las fami- mino "cultura" en sentido técnico})Y
liares objeciunes hoasl:tnas a una visión racial de la historia. Las va- En una segunda acepción, la cultura connota ({una idea de refi-
riaciones enu-e las razas eran insignificantes. Las civilizaciones namiento individual n1ás bien convencional)). Naluralmente, esto
atravesaban fronteras r<leíBles y no era evidente que ni siquiera los es lo que era la cultura según Mattbew Arnold. Sapir observó que·
J(" OLlestra propill ciyilización fuesen siempre una n1ejo- los defensores de semejante visión exhibían con frecuencia un eler-
ra sobre las prácticas de las civilizaciones (,primitivas». Las civiliza- to distanciamiento de la vida cotidiana y una fijación en e! pasado,
ciones se iban diferenciando entre sí a consecuencia de accidente's hasta el punto de que su acercan1iento a la culLura se podía trans-
históricos locales. pero todas ellas tenían aspectos comunes que se formar fáciln1ente en una cuestión de estilo Inás que de sustancia,
deriyaban de una dotación psíquica igualmente común a todos los cuajando en un divertido escepticismo, si no degenerando en esno-
seres humanos, así como de la d1fusión de las n1ejores prácticas. bismo, lo cual era aun peor. De todas formas, habia algo en esta idea
Aunque Goldenweiser daba cuenta de distintos ejemplos de cul- a lo cual el antropólogo haria bien en prestar atención.
turas que enfatizaban una unidad temfJtictl de una manera que hace Restaba el tercer significado de cultura, que «es el menOS fácil
recordar lector rnoderno los métodos de Ruth Benedict en Put- de definir y de ilustrar satisfactoriamente, quizás porque quienes lo
tenl,'; o/ Culture. para él, como para Lo\vie, una cultura era una co- usan sólo muy raramente son capaces de darnos una idea perfecta-
lección variopinta de costumbres, técnicas y' creencias, que pasaban mente clara de lo que quieren decir con cultura»).:;2 En e$te sentido,
de generación en generación o que se tomahzm prestadas de el vocablo cultura combinaba elementos de los otros dos usos. Como
Incluso Kroeber, que desarrolló una vaga idea de modelos cultura en el uso técnico, etnológico, la cultura se concebía como e! legado
les considerada algo mística por sus colegas, insistía en qlle una cul- de un grupo, pero se refería partícularmente a los elementos tradi-
tura se tenía que tratar históricamente más que como un todo fun- cionaln1ente destacados por los humanista;,;, (das posesiones espiri-
cionCl.l. tuales de un grupo)), algunas de las cuales eran «rntrínsecamente
Cuando llegó, la ruptura en b tradición boasiana fue obra Jc lnás valiosas, más caracteTisticas, 111ás signihGl.livas un sentido
una segunda generación de estudiantes, en su mavoría nacic!ílS en espiritual que el resto". Y tal \ como habian lnsistido los grandes
Arneri¿a e inspirados por el lidera¿go de Ed\I,:ard S-apir. En su ensa- humanistas. eran estos elementos espirituales lus que daban senti-
functamenL.Il, '.,Culture, Genuinc and Spurim.ls}) -({Cullura, ge- do a la yida de! indi\iduo.
nuina \ publicauo en 1924, Sapir anunciaba que se te- Entendida de esta manera, era la cultura la que confería «su lu-
nía qt1\:.' desechar la perspectiyL'\ antropológica clásica sobre la gar distintivo en el mundo a un pueblo determinado»). "Así, la cul-
cultura, es decir, que dehaíamos deshacernos de lo que llamaba la tura se pued.e definir nre\t'lTICnte como cidliL;lción en la medida
idea tt:cnica. etnu}62,ic3, de cu]tunl, la idea de T\'lor v, en buena me-
lalllblL'n, la de Boas. .it:"l ernólugo \. ,--,1 historiaJur de
.J [ o G. :'v1anddbauJTl (Ulnlp.\, sdo'clt.,l Il'n;il1.t;., uF Edward Sripn,

RI)hL'll L\J\\JL', PrUlllli':'¿5iOl!('¡'\. :\l1L'\éllwl. Halpe-r. 1920. r;lgS . ..J...J.O


Berkele\. uf 1Y..J.9, pág:. 309 Lb rekrel1Lia uriginal eS
EJ\\-;lrd Sapir. "Cll\ure, Genuine ..m d Spurinus,'. AI/!t.;TIC-"JI }oUrJlai oi SoclOlog\', n"
\ "¡' ..q Ln . . :...:1·1C 11\m\LI'O ...1<.' \k!icnden '1ut:' no
1" ql¡\' F..l I·L'L\' \ ljUe LO\\le no cld el d:fl:'-,j()J1]"l.l Lldil'aJ que :,ugJere. E'l mi 29, 1924, . W ¡ ....j.2Y].
I)PIl1\\'I\\, :'\.' ,'onIlM d ' qL:L' Lo\\-¡..: deda lo que d-¿>clr. "in ambiguetbd. 52. {bid" p;\g. 310.

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84 CULTURA LA VERSIÓN DE LAS CIENCIAS SOCIALES 85

que encarna el genio nacional»,51 Sapir comentaba que ésta era con En resumen, Sapir estaba haciendo la escandalosa propues-
mucho la visión popular sobre la cultura, y aceptaba que esta aso- ta de que los etnólogos abandonasen lo que denominaba civiliza-
ciación de una cultura con una nación podía suscitar chovinismo o ción, su objeto de e'tudio tradiciunal, al que Boas había pennane-
racismo. No obstante, incorporaba una percepción que el etnólogo ciclo leal, para aduptar en su lugar una clásica idea humanística de
v el psicólogo social se habían perdido: "Cantinela siendo verdad cultura, en tanto que Geisl nácional.
que alllplios grupos de personas en todas partes tienden a pensar.y Ruth Benedict trabajó estrechamente con Boas, pero también
actuar de acuerdD con prácticamente todas las formas instintivas, sufrió una fuerte int1uencia por parte de Sapir. Menos de una déca-
que les son en gran medida peculiares». da más tarde, en Patterns o{Cufture, su imagen directriz de una
Sapir también distinguia entre ID que llamaba cultura genuina y tura iba a ser un estilo artístico. Citaba pocos antropólogos, pero
cultura e:-:.puria. Una cultura genuina presenta una rica variedad in- apelaba a una línea de pensadores alemanes, desde DilthéY hasta
terna, pero es un todo unHicaJo y coherente: ((nada carece de senti- Spenglerc Reconocia la distinción de este último ,entre culturas apo-
do espiritual», '54 Es armoniosa- como lo fueron la Atenas de Perides ''''' líneas y fáustícas en Europa. C01110 la fuente del cons")
o la InglatelTa isabelina, v nó 'um mero "hibrido espiritual confec- traste que ella misma establecia entre los estiios culturales del
cionado con p<J.rches contradictorios».55 Es una ilusión creer que el Pueblo de Nuevo México y los nativos de la costa noroeste, aunque
progreso científico nos pueda ayudar a alcanzar una «más honda estaba igualmente en deuda también con la caracte-
armonía vital. una cultura más profunda y satisfactoria n. Los etnó- rización nietzschiana de tipos apohneos y' dionisíacos de culturas,
loe:os han reconocido la «frecuente vitalidad de las culturas», incluso ;.¡;:
desarrollada en el Nacimie>lro de la Iragedia, que habia leido con
allí dondl' la tecnologia es rudimentaria," Es más, el arte, la religión gran pasión cuando era una estudiante.
v la \"ida económica estún entrelazados en las sociedades primitivas. Para Benedict, la integración de una cultura erZ\ con1parable a la
,/.
En las sociedades industriales, las metas de la vida se han escindido cristalización de una personalidad. Las culturas tenían sus propias
.\ sus funciones se han separado, de tal manera que «nuestros yoes personalidades colectivas -los dobu, por ejemplo, eran paranoicos,
espirituales estein hamb¡-ientos durante la mayor parte dd tiempo, rnientras que los kwakiutl eran megalon1aníaco-s-, que. a su vez,
casi dur,mtc tocio el tiempo»," El individuo cultivado sólo puede imprimían un tipo de personalidad modal en los individuus criados
\'incular «.vo con alma matriz» cuando su personalidad se une ({a la en cada cultura.
de las nlentes )- corazones que la sociedad ha reconocido
como sus creadores significativos). La cultura genuina de un indi- La historia de vida del individuo es primero, y sobre todo, una aco-
viduo «debe V necesito. crecer orgánicamente en el suelo rico de llna modación a los patrones Y normas transmitiuos lradicionalmente
cultura ,,3 por la comunidad. el momento del las costumhres
'Era la cultur" en este sentido la que se debía convertir en el ob- que lo rodean modelan su experiencia \ su conducta. Para cuando
puede hablar, :va es el retOllo de su y, para cuando ha creci-
jeto de la alltrupología, pero los antropólogos la habían descuidado,
do y es capaz de tomar parte en sus activieladcs, sus hábitus son los
aunque lal v('z sentían incómodamente conscientes de que esos
ele su cultura, sus crencias las ck su CUllUfG, :,us imposibilidades las de
((e!en1ento,S 'subyal.:entes en las ci\'ilizaciones, cuyo estudio es la pro-
del etnólogo v del historiador de la cultura, constitLlvan una r 'ili ctlltura,tlO

cultura, cu!a adecuada Se halle a su \'ez de Sapir era escéptico acerca de la de que las culturas tu-
diricultade" dejánduse " menudo en manos de los hombres de le- viesen personalidades colectivas. Criticando la descripción de
Dobu hecha por Benedict, les dijo SllS estudiantes: {(Una cultura
3. Ih/,i, P"I,.: .111
no puede ser paranoica».!)! Tambi¿n estaba comprometido con la
-l.. Ihlt/., p.:,=,. 17 .
.0). I/JI'/', pag. 118.
SSl. l/lid., pág, 31-+.
ihul., ..12 J bO. Ruth Benedict, PlIrteo/., uf Cu/ntll', Boston, Hougl1l l Hl ,\ldllin, 193-1-,
Ibicl., ..123
pag". 2-3.
Ihit!., p'.lg..E ..L 01. VC:01::ie la de UllJ. de las :'>obrc el tema ue cultura
.J

LA DE LAS CIENC1A:> SOClALEto


87
86 CULTURA

opinión de que los individuos pudían, y debían, ejercer una inde- de la cultura como un conglomerado de rasgos unidos débil Yacci-
pendencia creativa, con 10 cual era reticente a cualquier forma de dentabnente.
determinismo cultural. Aunque los individuos se adaptaban a una
cultura, ello no implicaba modificaciones fundamentales de la per- •.'r " -1<

sonalidad. "Sospccho que el individuo dobu o kwakiutl son muy


pal-ecidos a nosotros mismos; silnplemente están manipulan- Aunque Kroeber V Kluckhohn se resistían a admitir el hecho, ha-
do una serie de modelos diferentes ... Tienes que conocer al indivi- bía sido Parsons quien había creado la necesidad de una concep-
duo antes de saher que es lo que el bagaje de su cultura significa ción de la cultura fuuUen1;) Y propia de \as ci.. . nóas sociales, y quien
para él. J)
había persuadido a los lideres de la antropología estadounidense de
Sapir :y Ruth Bcndict eran los más creativos de los jovenes aso- que su disciplina sólo podri3 t10recer si asul11ían esa visión de la
ciados a l::3oas durante los veinte, d siguió la dirección que cultma como su especialidad particular. Fue su desafío el que obli-
rnarcahan 0, al menos, dio su bendición a la enlpresa en la que se gó a los antropólogos a reexan1inar sus ideas sobre la cultura y' a afi-
estaban emban:ando. J'vlargaret MeCld, yue se con\ertil'ía en la di- nar su enfoque al respecto.
vulgadora lnás exitosa de los estudios de {(cultura y personalidad», Kroeber y Kluckhohn excavaron cn su propia historia para bltS-
hacia notar que, por aquel entonces, Boas CJ.r fórmulas que pudieran encajar rnás o menos con la
nueVD concepción y, por supuesto, algunas encontraron, ya que Par-
sentía que ya se había Invertido suficiente trabajo en demostrar que sons había extraí.do su esquema ele la tradición romántica alemana,
los pueblos tomaban préstamos los de los que ninguna la misma que había int1uido a muchos antropólogos, mciuido Sapir.
sociedad evolucionaba aislada, sino que veían constantementt: in- En la tradición alen1ana, se trataba la cultura como un sisten1a de
\.¡,
fluidas en su desarrollo por otras personas, otras culturas v otros ni- ideas v \'alores, expresados en sín1bolos "!" materializados en la reli-
\\..'lt:s de lccnulogia. Ot.'L'idiú que hJ.bia llegado el momento de acu- gión \ el arte. Al absorber los valores de una culthra v hacerlos 5U-
meler el \.:unjunto de problemas lJue dncul<.lha[] el desarrollo de los vos. el individuo hallaba un propósito en la \ida v un sentimiento dc
inJiviuuos cun lo que era clislintivo de b cultura en b que se habían identidad. Lo que habia hecho Parsons era coger esta venerable
criado. ó2 idea \" situarla en el seno de una teoría general sobre la acción so-
cial. Hecho esto, invitó a los antrupólugos a estudiarla, como su
Ésta es UIla perspecti\'a lealista, que pasa por encima de la ruptura fih contribución a un ejercicio interdisciplinar.
radical iniciada por Sapir y Ruth Benedict. Robert Lowie, el orto- Al mismo tiempo, se animó a. los antropólogos a ignorar la bio-
doxo de la vieja escuela boasiana, no tenia duda alguna sobre que logía. la personalidad, las instituciones sociales.v las cuestiones his-
esto era una herejía. El ensayo de Sapi¡-, escribió, «no tÍene nada tóricas, dado que éstas eraD entonces objeto de ütras disciplinas.
que \ tT con la antropología, :·a que Sapir deja explícitan1ente de Krocber.\ Kluckhohn protestaron contra el deseo parsoniano de ex-
lado "el significado técnico de cultura", tratando con algo más allá cluir algunos de los intereses tradicionales de la antropología, sobre
de la esfera de la ciencia),"; El propio Boas. para entonces un hom- todo la dÜuslón y' b historia. Algunos de los anlropólogos, inclu-
bre en la se ten tena, hizo algunas concesiones a los elementos enér- .vendo a Kluckhohn, eran particularrrlente reacios a dd es-
g1cos, ambiciosos creativos de su pero en el manual que tudio de' la soóa1. Pero éste era el precl o que debían pa-
editó en 1938, Gelleral Allthropolog.l', reafirmó su visión historicista gar para que se les garantizase la libertad en su propio dominio
dentro de la nUl:'\·a utopía de la ckncia social interdisciplinar. un
i""'l'¡- Sap¡l' én Y:de t'fl Judith T. lli.ine. Dhltild Th.: P::;¡t'lwlu!;,.v nI
mundo tdiz con su conespundientc koda n1í.1Cstra, la teoría gl:'ne-
BcrJ¡[], .\loulon Jc
ell,'lllre, 1Sl9.. l-, pág. 163.
1 ral de la accit')11 Lid propio Parso!1s.
02. VC:L"t.' ML'J.d, BlacklJirn H'ill!el :-...l\IL'\ él 1"orl-.. \Villw.m .l\lufTm\. Entre l \' Parsons se pasó un añ.o en él Centro para Es-
1Y"72. pile:. 12b
(1'" Robel t Lm'. ic' (el ,jllp.). 1.t'/lL'1 \ /rCi/l bit \ (i ni SUlJlr fo Robal H. Lo\\,/{.:, t tudios A\ an/.a.. .t os en las Ciencias de la Conduct;:\ Standford, Ca-
Efornia. Kl"neber estaba cerca, en Berkele\, \" ambos mantuvieron
Lk .... lllI"U]Jllll;g.í;:\. Uni\ersldad lk
C¡:¡ldomi¡:\. Be¡-hd;:.\', 1965
una serie de discusiones, en el curso de las· c·tlalL's redadurOI1 el bu-

I:c-.
..,,- ..•.,,,._,, ......"-,., .

LA VERSIÓN DE LAS CIENCIAS SOCIALES 89


" ¡'&f CULTUli¡\
,
antropología y de la sociolugía se mezclar en un condomi-
< rrador de un manifiesto, Fue publicado en la American Sociological
nio temporal que condujese a atacar, diferenciadamente pero en últi-
Review, en 1958, bajo el título de «The Concepts of Culture and of ma instancia en colaboración, los problemas de aquellas áreas inter-
Social Systcln». El sociólogo Howard Becker ha comparado su im- medias en b,,; que amb<'s están
pacto al de «un acuerdo jurisdiccional (como ésos en los que los
constructores deciden cuánto trabajo pueden hacer los carpinteros En 1973, reflexionando acerca de esa tregua, Parsons sefialaba que
y cuánto deben aSUlllir los electricistas)'l.M Sin embargo, es difícil
había marcadu un nuevo comienzo:
resistirse a la imagen de un tratado diplomático entre potencias an-
taño rivales. ({Fue para rní una gran satisfacción», recordaba Par- Pienso que quizás se pueda decir que, en aquel tiempo, la posición
sons, «cuando el profesor Kroeber, que entonces era con seguridad por la que optamos Kroeber:v yu estaba lejos de ser aceptada de ma-
el decano de los antropólogos estadounidenses, propuso que él y nera general a cf'lda lado c\t> la líne:J [de fronteraJ disciplinar. Pien,so,
debíamos hacer una declaración conjunta, cuya principal intención sin embargo, que, en los anos transcurT\dos, se ha producido un pro-
sería enfatizar la distinción entre sistema cultural y sistema social. gre:-.o suhstancial en esa dirección [sic 1. En el lado antropológico, por
tratanJo de clarificar sus naturalezas respectivas y las relaciones ejemplo. cit.aría las pvoluciones extremadamente interesantes, aun
entre uno y otro>\.o5 que en absoluto idénticas, de los trabajos recientes de autores como
Aunque Parsons permitió diplomáticamente que Kroeber firma- Clifford Geertz v David Schneider. ambos tormauos en el Departa-
tl
mento de Re\aci-nne-s Socia12s dL' claro está. "
se como primer autor, era la concepción de Parsons la que habia
triunfado:
Tal como apuntaba Parsons, antropólogos de Hanard habian esta-
que, para muchos es útil definir el concepto de cII1-
do impubando proyectos parsonianos a trabajando como
tura más estrictamente de lo que ha sido habitual en la tradición an- miembros de equipos interdisciplinares, Kluckhohn"llevó adelante
tropológica americana, restringiendo su referew...:ia a los contemdos y un proyecto de in\'cstigación que pretendía demostrar la manera
patrones de vaJore:-i, ideas y otros sistemas significativamente simbó- como los valores modelan las vidas; dirigía el «Estudio comparado
licus creados ). transmitidos en tanto que factores modeladores de la de \'alores en cinco culturas», que se puso en marcha en el oeste de
conducla y de los artefactos produciuus mediante la Nuevo México y estuvo funcionando desde 1949 a 1955, La investi-
dLH':la. PtlI' otro laJo, sugerimos que el término sociedad -o, mas gación temprana de Clifford Geertz en Indonesia se organizó como
t?eneralmente, sistema social- se emplee para designar el sistema un aspectu de UIl esfuerzo de colaboración más anlplio, al igual que
específicamente relacional de interacciones entre individuos y colec- el trahajo de campo de David Schneider en Yap. Sin embargo, v
tivos.!'!!)
pese a que Parsons los mencionaba espedficamente cómo figuras
representativas de la nueva generación parsoniana de la antropolo-
Los dDs hombres utilizaban e/lenguaje de la diplomacia, DDs gran- gía americana, Gecrtz y SchneiJer elnpezaron a distanciarse paula-
des potencias habían alcanzado un acuerdo, incluso un nuev'u tinarnentt: del Luartd general de Camhridge (Harvard, en Masssa-
alianza ofensiva. cbusetts) y a cuestionar que el estudio de la cultura no fuera más
que una parte de una tarea empezaron a discutir, en [in, que
Por lo tanto. proponemos tregua en las rinas sohre si se
prende mejor la cultura desde la perspectiva de la sociedad o la so-
los antropólogos no fUeran OlÚS que las criadas de una teoría gene-
cieJad desde la de la cultura L.. ) Las perspectivas tradicionales de la ral de la acción. A medica qLle pasaba el tiempo, los dos resolvieron
estudiar la cultura conlO un sistema autónODlo, que podía ser in-
6-+, Ho\\'a:--u S. B<:cker. ('(:¡lltul"e: A Sociologicnl \/ic\v }:,/e Rel'Ít.II'. n" 71,
'1 ,
\esLigauu por sí mismo.
IS1KU. pag. S17.
1_0-":" dus .íóvt'nt's parsonianüs tanlbi¿n rehnaron el )'0- n.::stringido
¡)=;. TaÍ<..:oll P<.:l'-,on". ,Cu}¡un: alld Syskm RC\lsj[ed", en espectro de fenómenos que Se' debían tratar en calidad de cultura-
Schneiot't· \' e k,des ¡\l1. Bon iez¡ n \Comps.l. T/¡;! 1'/2(1 o( C¡¡{(Uh' lJ1 rl)!, SIXU¡{ Se il'I1U'S,
Call1bllllgt.', CambnJge Uniwr:,ü:-¡ Pr¡;:,ss. 1973, pjg. 33.
06. Vea . . e A!fred L. Kroehel" y Ta1cott Pnrsons. (,The CUllcepl nI Culture nnd 01 67. fbui., P;\g:
68 f/nJ. p;ig Vé:::.se Par.son::., ·CU,Lurl' anJ SO-:-lal pág. 13
SOCial S.\'Slc:l1", 4J11erictl,'1 SUCW!Ol;lCli! R<!vlell', n" 23,1958, pág, 583.
90 CULTURA LA DE LAS ClENCIAS 91

les. El propio Parsons introdujo más distinciones entre 'Cultura ex- güísticos del grupo», había escrito Sapir, «Dos lenguas no son nun-
presiva y cognitiva, entre valores y normas,. Clifford Geertz publicó ca tan similares con10 para poder considerar que representan la
elegantes elaboraciones de la fórmula de Parsons, pero David misma realidad social. Los mundos en los que viven las distintas so-
Schneider fue finalmente más lejos: llegó a defender que la cultura ciedades son mundos distintos, no simplemente el mismo mundo
debía excluir las normas. La cultura era 4111 de símbolos y con diferentes Se deriva que los símbolos pueden cons-
significados».69 Las nonnas eran una cosa totaln1ente distinta. La truir eso que tomamos como real. Tal como lo expresó David
cultura ((contrasta con las normas en el hecho de que las normas es- Schneider: "la "naturaleza" y los "hechos de la vida" son también un
tán hacia modelos para la accicjn, I11ientras que la cultu- caso especial de la definiciÓn cultural de las cosas; no tienen ;lÍTh
ra constituy"e un cuerpo de definiciones, premisas, postulados, pre- existencia independiente aparte de la manera como los define la
sunciones, proposiciones y percepciones sobre la naturaleza del cultural>.7J El prestigio de los nlodelos llngüísticos reforzaba la idea
universo y el lugar del hombre en éb."7 O Luego, en la manos de estos de que la cultura era una cosa por sí misma, tlotando libremente,
jóvenes antropólogos, las distinciones parsonianas se hicieron más un sistenl<1 cerrado :' autoreferencial, como un 1cnguaje (J, al me-
y mús finas, y la noción de cultura se convirtió en más especializa- nos, conlO un diccionario monolingüe o C01110 una gran1átíca cien-
da, pero también se le fue privando cada vez más del arropamiento tífica. Además, la lingüística daba seguridad al antropólogo al su-
'., ministrarle métodos verdaderos v probados para el estudio de la
de la acción.
¿Cuáles eran los métodos adecuados para el estudio de la cultu- cultura, va que los lingüistas, los filósofos lingüísticos o los estudio-
ra si se la concebía como un mundo silnbólico de ideas y valores? sos de la teoría literaria los habían trabapdo p"ev iamente.
Parsons mismo había sugerido que los procedimientos adecuados Incluso un mundo de la cultura puramente simbólico podía ser
eran la interpretación intuitiva, la verstelzen de Dilthey o Weber; o susceptible de investigación científica. Al fin v al cabo, aparente-
bien, quizás, los métodos interpretativos del psicoanálisis, tal como nlente, la era una ciencia. KJ'oeber v (con 111enos certe¡,a}
vino a pensar más tarde; también la lingüística ofrecía otros mode- Klul-kbohn ansiosamente una rápi'da \-ictoria de la con-
los seductores. En cualquier caso, la clave era que se debían tratar cepción cientifica de la cultura. Sin embargo, era posible que hu-
los sÍInbolos como un sistema autosuficiente :v no como un conjun- biera algo en la naturaleza misma de la cultura que la hiciese resis-
to de etiquetas para una realidad externa. La «(conexión entre un tente a cualquier estrategia de investigación positivista. Kroeber y
sín1bolo particular y su significado es siempre arbitraria en el senti- Kluckhohn daban a entender que las visiones antropológica y hu-
) man ista de la cultura eran opuestas, pero C!ifford Geertz empezó a
do causal», escribía Parsons. «El único elemento intrínseco con1ún
a los sín1bolos ":'" a sus significado,,> es el orden. Y éste nunca se pue- defender que los antropólogos debian tomar a los idealistas,'como
de captar a partir del estudio aislado de algunos símbolos en parti- rnodelo, y admitió que su n1eta debería ser la interpretación más que
cular, sino según sus relaciones mutuas dentro de sisten1as)} (v ha- b explicación científica. Con el tiempo, llegarla a guiar la corTiente
cía nOla¡- que el reconocin1iento de lo que característicamente p,·incipal de la antropología cultural americana de vuelta hacia una
denomin;)bcl ,(t'sk hecl10¡; era unn fllenI-: principal dd organicismo pt.'l'spccti\'a que reafinl1aria las concepciones hun1anistas de finales
del pensnmienlo social ,;""
del siglo XIX.
De ahí, sólo hay un paso a argumentar que la relación entre el
símbolo v b puede ser el reverso de lo que asume el senti-
do común. «El quid de la cuestión es que el "mundo real" se cons-
tru:-:c- l'n gran lnedilb ele forma inconsciente sobre los hábitos lin-

hY. \1. S... hneld<..'T a Tb:ol'\ ¡ll Culttllc'''.l.'l1 K. 8a:-.:-.o 72, \·¿'-l:-'l· D e \bl1th'jbdllJn i'-Olllpl. I\¡¡rilli';.' 0.1 ¡.... :htdl.i ,"l'{I'P¡J
\ H, S,-'Ih\ 'JI AlbuLjUélql.1e, LnihT'iit\ nf Nc\\ BlTkdl'\, Ul1l\,'I'>l\\ [',1 CI]\lllJnlc) Pr<.:'s,", pit;'. jr>2 (l'llllUlu del text\1

.\k\I<..'() PI't:'''', ¡'-'ib, p"lg. pllh]i'-'dclu j1(11 [L!\\,lrd S<'lpJI" en ,''- . rhe SU1\.l" ()f a:--
7(J /f,¡,/, p.lg..,. 202 \ 20-'1. a Snencc" j
71. The /"';{/U<-'!UH' uf "lUCid Aclirm, rag. -1-S"¡'. 7"3 \'é;:¡"c D;I\ld Schnc'idel TIl\\,-lrd él Thcur\ ul Culture", p<lg. 20-l
92 CULTURA

LECTURAS CO\lPLEMENTARIAS

Véanse Martin Martell, «Talcott Parsons», en InLernational


Ellcvclopedia o{ the Social Seiellees, voL 18, Biographical Supple- Segunda parte
ment, 1979, págs. 609-630; Bruce C. Wearne, The Theory alld Scl1O-
larship o/ Taleott Parsolls lo 1951, Cambridge, Cambridge Uníversitv EXPERIMENTOS
Press, 1989; Michael Schmid, «The Concept of Culture and lts Pla-
ce Within a Theory of Social Action: A Critique of Talcott Parsons's
Theorv of Culture», en Richard Munch y Neil J, Smelser (comps.),
Theorv 01' Culture, Berkeley, Universitv 01 California Press, 1992; Ja-
mes Peacock, «The Third Stream: Weber, Parsons and Geertv>,
¡ourllal o{lize Amhropologieal Society ofOx(ord, 7,1981, págs. 122-
129
Sobre los antropólogos, existe una voluminosa bibliografía;
como eOD1plemento de las fuentes citadas en notas, véanse George
W. Stocking Jr., Raee, Culture ami Evolutio,,: Essa."s illthe History 01'
A"thropologv, Nueva York, Free Press, 1968; Han Vermeuelen y Ar-
turo Roldan (comps), Fieldwork ami Footllotes: Studies ill the His-
tor\' o/European ,4mhropology, Londres, Routledge, 1995.

!"f
./

j,.,-
Capítulo 3
.
CLIFFORD GEERTZ:
LA CULTURA COMO RELIGIÓN Y COMO GRA.N ÓPERA
,\

No importa cuánto se llam¿ la atención sobre los hechos


supuestamente duros de la existencia social -quiL'n pn-
see los medios de producción, quién tiene lus cañones,
los dossieres o los diarios-, los hechos también
mente blam.los de misma existencia -de qué imagina
la gente que se trata la vida, cómo piensan que se debería
vivir, qué hmdamenta las creencias, legitima el castigo,
sostiene 1<.1 esperanza o explica la pérdida- se amonto-
nan para perturbar cualquier panorama simple ue poder.
cálculo e interés (. .. ) Volcado en una olímpica cer-
kza. él1 un método codificable () simplemente ansioso
por buscar una causa, unO puede ignorae oscurecer u
pronunciar sin fuerza tales hechos. Pero no por ello se
marchan. Sean cualesquiera las enfermedades del con-
cepto de «cultura" ((culturas», dormas culturales») .. ,),
no ha.\ otro remedio que persistir pese a ellas. La sordera
tonal, voluntaria o congénita, no servirá, por beligerante
que sea.
1
CUFFORD GEERTZ

De Clifford Geert7 Sé' presenta a sí lllismo


ante el lector en el papel de etnógrafo o, más modésta vespecífica-
mente, a través de una imagen recurrente, la de un hombre que se
descubre en una ciudad e'{traña, caminando, un pocn al ;:lzar, por su
laberinto de callejones, tratando de captar el significado de lo que
ve y o::e. Este etnógrafo peculiar tarnbién un intde'L'tual y un
dandy literario, interesado apasionadanlcnte pUl' el rituaL pero con
un cierto gusto por los mercados, los juego.., y las kenllt'...,· ...,es. ,d\k

l. \l'a..,l' Chlt()ld Gl',':l/ \Uei {he f(/(t, Call1bnll'.!L" Lni\·e¡:-.it\


]ll'!S ¡U¡2. -+3 tlrad. ,-.\."l 11.", i,l" !IClJ¡O'.. !Jo, P,;¡- , LI,(¡/i,' dl'({/(itl' \ II!! {/illn)/¡Ó-
/'):';0. Barcl'l,ltla. PaídD'>, IC;Yn i
· .
'-
CLlFFORD GEERTZ 97
cu L ru K.A
4
siento incómodo cuando me alejo demasiado de las inmediaciones Bill, probablemente no habría ido a la universidad en absoluto» Al
de la vida social», observa. 2 graduarse -({saliendo a tronlpicones de unos estudios en inglés y
En sus obras tempranas, se hallan algunas Severas disquisicio- buscando algo más conectado con el mundo reah-,s su profesor de
nes teóricas, pero su inclinación natural es la del ensayista en lugar filosofía le aconsejó que, a pesar del hecho de que prácticamente no
de la del constmctor de sistemas, como Pusons. Prefiere las decla- había seguido ninguna asignatura de ciencias sociales, contempla-
raciones del estilo <do tomas o lo dejas», apuntaladas con la invoca- se la posibilidad de ir al Departamento de Relaciones Socíales de
ción J. autoridades poderosas. Bien entrada su carrera, ha dado en Harvard y, concretamente, que se pensara si quería estudiar antro-
favorecer más y más el uso en sus ensay'OS de epigralllas, parábolas pologia, que no se ensenaba en Antioch. Por casualidad, un amigo
y metáforas extendidas. «Las argumentaciones crecen oblicuanlen- de la universidad fue capaz de arreglar un encuentro de Clifford
te, y el lenguaje con ellas, porque cuanto más ordenada y directa- Geenz y su mujer con Margaret Mead. «No nos conocía de Adam, lo
mente se presenta un rUlnbo, un recorrido, más desZtconsejable pa- único que sabí:l era que éramos dos jovenzuelos de una universidad
rece»,] Apenas puede sorprender, pues, la recun:encia de las quejas del medio oeste que qucríanl0s 111eternos en el mundo de la antro-
acerca de la falta de desarrollo sistemático de las ideas y métodos de pología. Y creo que pasó cinco horas con nosotros, n10strándonos
Geertz, acerca de la vaguedad de sus conceptos cmciales y de falta sus notas de campo de Bali, todo tipo de notas, y urgiéndonos a ir
de resolución de las contradicciones que plantea implícitanlente. allí. .. Así que salimos convencidos y pedimos la admisión en el [De-
y, sin embargo, no hay duda de que se debe tomar muY en serio partamento de] Relaciones Sociales.»'
la influencia leórica de Geertz. Ha escrito con elocuencia so- En 1949, Clifford y Hildred Geertz ingresaron en la Escuela de
bre una idea concreta de cultura, ha aplicado esa idea al análisis de Posgrado de Harvard. Su primer ano en el escenario experimental
casos particulares v, al hacerlo. ha insuflado un atractivo seductor del Relaciones Sociales resultó estinlulante, pero todavía tenían que
en la aproximación cultural, despertando el interés de muchos que fijar un terreno pora su investigación. A esas alturas, otro padrino
de otra manera habrían permanecido indiferentes a los escritos an- entró en escena:
tropológicos. En breve, ha puesto en marcha una nueva idea de cul-
En el verano posterior a mi primer afio (. .. ) otro profesor t:nLró en ]a
tura. Al leer .sus libros y se puede trazar la tra)'ectoria de la
oficina cid Museo Peabody (. .. ) Dijo (era un hombre de pocas pala-
concepción antropológica de la cultura durante la segunda mitad bras, en general seco): «Estamos formando un equipo para ir a Indo-
del xx. nesia. Necesitamos a alguien para religi()[l y alguien para parentesco.
y es que la argumentación de Geertl siga necesariamente un ¿Queréis venir tu y tu mujer?)) Sabiendo poca cosa más que donde es-
sendero determinado. llevado por la lógica de un pmvecto intelec- taba Indonesia, v aun con inexactitud, dije "SÍ». Fui a casa a contar-
tual. El propio Geertz describe su desarrollo profesional como una le a mi lo -que había ocurrido v nos dispusimos a descubrir en
serie de accidentes mayormente felices (tal ye7 eS tu sea una defor- qu¿ nos había metido. 7
mación profesional, ya que, a nlenudo, los antropólogos, sintoniza-
dos Je oficio con desplazanlientus y: descubril11ientos casuales, tie- Se
, -
sus estudios en religión y parentesco para encajarlos
nen una gran fe en su propia suerte en su «serendipidad», en su en un proyecto de equipo lnás amplio que ((tTa el sello y la imagen
don para hacer descubrinlientos afortunJ.dos de manera acLiden- mismas de la Idea de Relaciones Sociales: un provecto de campo
tal). "Fui al Antioch College, en Ohio. Estuve en la Segunda Guerr:! en equipo, bien financiado, mulLidiscip\inar v a largo plazo, dirigi-
Mundial v, tras \'Olver, abr'gué la GI Bili" hasta Antioch. Sin la GI do al estudio no de lina cultura tribal sino de una civiliza-

es tal como derlOmina a la de pago estirulada por serVIr en las tuerzas


2, \'L\lse CllfTord TIl{' 11It..:rprL'!<II!U1I ,,1 NllI.:"'<1 1"011 Ba"lC
armada::. e::.tadounidellse::. (0, el) W JI:.J;ún ser... ici') públic()l. (\l. de! r.!
BIJob, 1973. rHíg. \ií (trad. C;):-.t.: LiI u¡terpre{acuj¡¡ tI!! II/s c//I'lIl'u'o, Barcc!ond,
-1-. Véase Richani lbndl...T, ,An Int..::nicw \\ith CliUord Currenl
GL'disa.2000).
J. Cliflorll Get'rtz, Lu({u' Kuml'!ed!!,t'. Fllrrhe¡ E.,\u\,s in IlIrt'i,'Jrel/ll' .-l.l:t!¡n!po{oK\, \'01. 32, n" S, ¡YY1. pág. b03.
Nue\.: Yurk. BasIL' Books, 1983, p{tg. b (trad. cas!.: CmwcilIlÚ:II/() 5. Véase Geertz,-ijttr lil!! Fiie[, pjg.
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.. La "er Bill" -de GI. de.lpl l:.'rillneJll ¡y'>ut', gubernamemaL>.- 7. Véase GeertL. Afrer ,he FOL!, pail"" 102 \ 103
'l
,

j
98 CULTUR.",

ción con dos mil años a cuestas y plenanlente sumida en el trance


I de cambios revolucionarios».' A la hora de la verdad, los ambicio-
sos planes de colaboración interdisciplinar e internacional DO fun-
CLlFFORD GEEkrz

Estudío Comparatívo de las Nuevas Nacíones, que dirigía el vicaría


de Parsons para el medio oeste, Edward Shils. Geertz iba a conti-
nuar adscrito a ese comité durante los anos sesenta, así como al De-
99

cionaron sobre el terreno. Indonesia se habia declarado indepen- partamento de Antropología de la Universidad de Chicago, donde
diente de Holanda en 1945 v, aunque oficialmente los americanos participaría (junto, entre otros, con David Schneider, otro parsonia-
eran bienvenidos, en la práctica, las relaciones con los funcionarios no) en la. creación de un nuevo curso de antropología, lógicamente
resultaban pegajosas, y las unh'crsidades locales no estaban prepa- parsoniano. Conocido con10 el curso «de sistemas», seguía la fór-
radJ.s para sunlar fuerzas con un equipo de investigación extranje- Ulula de Parsons, cubriendo los tres sistemas, estructura social, cul-
ro. Pronto, Geertz v su mujer decidieron trabajar de hecho por su tura y personalidad.·
pasando dos años y medio en Java, sobre todo en Pare (la En 1965, finalizó el breve período de democracia en Indonesia.
ciudad que llaman Modjokuto en muchas de sus publicaciones). ena sangrienta confrontación en la capital precipitó una serie de
Con todo, la concepción interdisciplinar del provecto dejó trazas en matanzas en cadena por todo el país. Cientos de miles de personas
el trabajo de Geertz durante la década siguiente v se vio reforzada fueron asesinadas, inclu:vendo centenares en las poblaciones de
por la interacción, a finales de los cincuenta, con econODlistas que Java v Bali donde Geertz había llevado a cabo su trabalo de campo.
estudiaban el desarrollo en el Massachusetts Institute of Techno- La i,{quietud política había restringido su investigación en Indone-
logy (l,l1T), así como con sociólogos v pOlilÓ!ogos de la Universidad sia durante 1957, con lo cual había empezado a contemplar un
de Chicago, a principios de los sesenta. Cuando escribía sobre los cambio de terreno, pero fue el golpe de estado el que puso un pun-
problemas del «cambio revolucionario n , Geertz se dirigía tanto a to final a un capítulo. Y otra vez se vería empujado en su calnino
econonlistus .v politólogos conlO a antropólogos, un esfuerzo pione- por un contacto casual, una palabra perdida. Al asistir a un congre-
ro en lo que, por lo general, era una disciplina escasan1ente mun- so en Cambridge, InglatetTa, en 1963,
dana.
Tras un bren, pero productivo período de vuelta e'O Estados Uni- en algún intermedio en uno u otro ]JHb, dejé caer mi ansiedad por el
dos (toda una serie de publicaciones sobre Java aparecieron rápi- «¿'f ahora qué?) a uno de los participante.:. británicos más jóvenes yo
menos mediatizado por el trato (. .. ) y me dijo: "Deberías ir a
damente), Geertz :v su esposa retornaron a Indonesia, donde
Manuecos; es ...eguro, es seco, es abierto, es bonito, hay
dieron un año más, entre 1957 y 1958. La idea inicial había sido la francesas, la comida es buena y es islámico»). La fuerza lógica de este
de hacer estudios cortos en distintas áreas hindúes, cristianas e is- razonamiento, por despnAisto que estuviese de argumentaciones
lámicas de Indonesia, empezando por Bah. Sin embargo, disturbios científicas, me resultó tan abrumadora que, inmediatamente des-
/
ci \'i1es forz:Jron un cambio de planes y los Geertz pasaron el año en pués de que acabase el congreso, volé a Marruecos en lugar de regre-
Bali. (,En este :-:ientic!o, fue un plan faHido, aunque pienso que tu\"i- sar a Chicago. 11
mns sUc'rte; no creo que hubiera funcionado. No era realista. y mi
trabZljo en Bali habría sido muy insuficiente si sólo hubiese contado Entonces, él. su mujer y una serie de estudianteS de posgrado tra-
con los CLldtnl nleses [programados1.»" bajaron intermitentenlcnte en Marr"lleCOS entre 1965 y 1971. Geertz
De vuelta una VeZ más en Estados Unidos, era e\'idente que el aprovechó esta experienL'ia para escriblr un estudio conlparatívo
trabajo no constituía un prohlelna. Después de un aii.n en el Centro clellslam en Jmca y en Marruecos, O¡'seITdJlcl() el f:,lalll (\ 968).
para el Estudio Avanzado en la Ciencias de la Conducta, en Sland- En 1970, Geertz fUe invita Jo a lnontar la Escuela de Ciencias
ford, GcertL ohtu\o un pUc'sto en Berkele:.-' (((que supongo que Cl).de Sociales en el InstilLtto de Estuclios A\'anzados de Princeton, el le-
[KJuckhohn] había arreglado,' lO), pero pronto se unió a un nue\'O gend.J.rio centro de in\estigaclón agraciado en su Il10111ento con la
en la LJ,J\ crsidad Je ChicJgo. Éste era el ('¡mit¿ para el presencia de Einstein, \on l\ieumann y' Gudd. Acepto, en parte por-
que era la 0p(Htunidé.ld de CDlpezar algo nUc\'o, en parte ganar
tiempo para escribIr. AHí lTc'/J llna pequeña escuela a inlagen y se-
Ií {hid, 103
]).1'2-
y }-b_lh.lkr. . pago 606.
10. lhit!.. pag.. bOb t l. Gecrtz, A/[1!! riJe Facr, p{I!,: 117.
" 100
CULTURA CLIFfORD GEF.l{TZ 101

mejanza de sí mismo,.:;i,edicada al ':llfoque interpretativ,;'h dando estaban perdiendo su aureola a medida que se establecían en el po-
poca importancia a la ciencia social cuartd de siglo der. Pocos de los nuevos gobiernos mostraban demasiado entusias-
más tarde todavía está allí. En el Instituto ha publicado, entre otras mo por las instituciones democráticas occidentales v no 111uchos
cosas, dos influyentes colecciones de ensa.yos, La interpretación de parecían díspuestos para un desan-ollo económico La
las culturas (1973) Y Conocimiento local (1983), un estudio del esta- Guerra Fría introdujo nuevas prioridades, América se involucró en
do balinés clásico, Negara (1980), y dos meditaciones sobre la an- el sudeste asiático, 'ya no como liberador, sino casi como un poder
tropología, El antropólogo como autor (1988), que trata sobre otros imperial. Se produjo una escalada en la Guerra dd Vietnam, Fue
antropólogos, y Tras los hechos, que versa sobre su propio trabajo, entonces cuando Geertz se mudó de Indonesia ;J l\ilarnlecos C0l110
"
Está claro que Geertz se tomó las cosas COITIO venían, pero terreno de estudio: en este últin10 la política era estable, aunque no
tanlbién parece evidente que existe un patrón en esta secuencia de denlasbdo interesante o atractiva para el dernócrata. En casa, em-
Dcciclentes. Su carrera se divide en dos fases. Llegó a la antropolo- pezó una guerra ci\'il en los canlpLls univesitarios, de la cual Gcertz
gía en el momento en que América, en plena euforia por la victoria se autoexclu:v'ó len 1964, describió su «posición [ ... ] ideológica ge-
en la Segunda Guerra Mundial, estaba financiando la reconstruc- nerah, C0l110 «en gran nledida lJ. misma que la de Aron, Shib, Par-
cíón de Europa y promoviendo la independencia de las colonias sons y otros conlo ellos [, .. 1 estoy de acuerdo con su petición de una
europeas en Asia y África, Estaba ampliamente extendida la espe- política civil, moderada v no heroica)) 11). En el de la crisis
ranza, si no la expectación, de que las ciencias sociales americanas académica, en 1970, abandonó el campus por la suprema Torre de
representaran su papel en la configuración de un n1undo mejor y Marfil del sistema In'," el Instituto para Estudius Avanzados, donde
pusieran su granito de arena para prevenir que los países pobres se no existía la intrusión de los estuuiantes, ni siquiera de tos estu-
a rnanos de los comunistas (<<Hubo un tiempo, en aque- diantes de posgrado,
llos años cincuenta", dice un personaje de John Updike, recordan- Por aquel entonces, el prcl\-'ecto par.<.;,oniano perdiendo
do a los veteranos, a los estudiantes de posgrado «soc-reL> en Har-
vard, "cuando parecía que la sociología, en combinación con la
empuje, Las disciplinas que había reunid" en el Depa"tamentu de
Relaciones Sociales "eafirmaban sus identidade" dlstintivas, Al fin y
"'S
psicología, la antropología, la historia v la estadística, podría sal- al cabo, fuera de allí, las facultades de ciencias sociales se cunti-
var el mundo de esas viejas bestias peludas que eran el tribalisnlo nuaban hasando en departamentos monodisciplinares v los licen- <I!!
religión)}12). En esta fase de su carrera, Geertz era un parsonia- ciados tenían que seguir sus estudios en el seno de una sota discipli-
no y, por lo tanto, un v\"eberiano, al menos según la visión parso- / na. La sociología parsoniana tanlbién se había convertido en el
Diana de \Veber. Su preocupación central era una que Parsons atri- de la crítica de la sociedad americana que hacía la Nueva Iz-
buía a Weber: las conexiones entre las ideas y'los procesos sociales, quierda. Alvin Gouldner escribió un texto polémico titulado «De
más específicamen te, entre las creencias rdigiosas y' el desarrollo Platón a Parsons: la infraestructura de la tc'nria cunservado-
político y económico. , ra ".1.\ Los radica!t's acusaron a Parsons dc hacerle el jUego a la L.llsa 0-
En la segunda lnitad de (os años sesenta, Geertz enlpezó a cam- conciencia de lu burguesía, ignorando las promo-
bíar de rumbo, El confuso pero prometedur período inicial de la in- Yiendo la ilusión reconfortante del consenso social, poniendo el én-
dependencia indonesia había acabado en un final sangdento. Tam- fasis en el equilibrio social .y rehusando recpnnc-:r las fUerzas que
producían el cZ.lnlbio,
fv
bién en otros lugares, los movimientos nacionalistas anticotoniales

11, Juhn Updike, The Ajterfilc (!lid Otha S'tones, York. K!lupf 13, \'éa,<;c- Gt''-Tl/., T/i,- /lIft'lprc/úlilJlI ,Ji ClIfrlUl'_' , paº" 200, 1)(,[<1
19Y4. pag:., 66 \- 67, L'pdikt':.e graduó en L'I C()llege ck Hanard en 19::;4, que "iC' "" El h'\· () 1<1 «Lig;l 1\,''', CIII1Hl "e d<:'nnuilu pn[lllbl \ ;¡lgo \ <1ga-
rL'f¡vll' al pCri(IUt) en el cual Gcert¿, era un estudiante Je pOSgl;ld() en el mente al conjunto elL' Ul11\t:'I',,,idaLlL':'> tl"LH.llCiol1élimenlc' l1la:-:. j)1 ...''>llgio'>,b \
de RelaCiones El l(¡lltirllül como sigue: "Ella r tas dd l'"te dt' E."l.lt!(¡:-:. Lnidu'> Bn)\,\n. C'Jrn",11,
decir que ,lmab;::¡ la furma en que."u pelo l']1 la urú¡'ersllbd Dartmou1h, P,-'il I 1."'\ 1\ <l111a, Prill,-'c'\un \' Y,ilo:l. I \ )c'!!
Pensaba que era un "ignc, de seriedJ.d, i'\Iu'>lraba que su ,-'t.,t'cbro eSlaha trabal<-mLio ) ..L .-\l\jn (;olllclnec "FruIl1 10 Par<"1)I1Y ll1\.' or
para a la humanidad, aqueilos ¡etcraJHJ." ,>oc-rel 4ut'rían -.;ah<ll el C()I""l'nati\t:' 111<:01'», en ?Jlt' CUIIIIII,i.'. ('¡-I, ...., (Ji li,,;,)11 ,'''';(/ll /U'..;I, i'-,una
mundo» York, Ba...,ic Soob, 1\170
102 CULTURA CLIFFORD GEERTZ 103

El propio Geerz había acabado descontento con otro aspecto r:asgo principal, definitorio, de los seres humanos era su capacidad
muy diferente del programa parsoniano. Parsons había identificado para la conducta simbólica. «El hombre, tal como lo definía Burke,
las tradiciones idealista y positivista en teoría social y había tratado en cursiva, «es el animal que usa símbolos».18 Según Langer (que
de fomentar una vía interrrledia, urgiendo a los científicos sociales también era dada a llamar la atención del lector mediante la cursiva),
a prestar atención a los constreñimientos sociales y a las ideologías. esto significaba que la concepción empirista del conocimiento falla-
Pero Geertz estaba empezando a dar la espalda a la sociología. De- ba por la base: «el edificio del conocimiento humano se yergue ante
tectaba, y saludaba. un distanciamiento de la ciencia social ameri- nosotros. no como llna vasta colección de informes de los sentidos
cana respecto al positivismo y al conducLisnlo, así como un acerca- [con lo cual. aparentemente, quería decir observaciones], sino una
miento paralelo a la interpretación. Se estaban abandonando los estmctura de hechos 'lile SOIl simbolos y de leyes que son SIlS signifi-
modelos de las ciencjas naturales. En su lugar, escribía en 1973, se cados;).)9 Lu que Geertz t0l11aba de Ricoeur era la idea de que, ya que
estaba dando, «DO sólo en la antropología, sino en los estudios so- las acciones humanas conllevaban significados, se podían (o se de-
ciales en general. un alllnento enornle del interés por el rol de las berían) leer de manera sirnilar a los textos escritos. La clave sobre
formas simbólicas en la ,ida humana. Ahora, el significado (. .. ) ha o;.
". las acciones era su contenido simbólico, no sus consecuencias más
\uello al corazón de nuestra Diez años 11lás tarde, en mundanas. En una etapa posterior, Geertz pasó a apelar a Wittgens-
su siguiente colección de ensayos, ConucilJzientu local, describiría tein, Ryle y Rorty para avalar sucintamente sus proposiciones teóri- -
lIna nueva configunlción interdisciplinar, en la cual la antropología cas, habitualmente de un cariz relativista, mientras que, por lo que se
refería a los epigramas, indagaba en el trabajo de novelistas y poetas.
simbólica estaría vinculada a la filosofía y a la teoría literaria. Se
abandonó la sociología v se desdeñó la psicología dura. Para aque- '. Pero, a pesar de los contrastes, sin duda reales, entre el Geertz
llos científicos sociales que se estaban moviendo con los tiempos, tenlprano y el Geertz tardío, en su carrera intelectual existe una he-
,das analogías proceden más y más de los artefactos del ejercicio bra argumental, un largo razonamiento que intentaré trazar a tra-
cultural v no de los propios de la manipulación física, es decir, pro- vés de sus escritos. En una serie de estudios de caso, ha intentado
vienen del teatro, la pintura, la gramática, la literatura, el derecho, comprender las implicaciones de abordar la cultura (con todo, to-
el juego)). Al interpretar las culturas, las ciencias sociales se unirían davía tal como la definía Parsons, en tanto que sistema simbólico,
a las hun1anidades. Las distinciones entre los viejos géneros se esta- que universo de significados) aislada de la organización social. En
h;}ll difuminando crcativanlente. En sus recientes menlorias, Tras principio, ésta era únicamente una primera etapa y, al tern1inar, las
los hechos, Geertz reflexionaba: "el movimiento hacia el significado J.:,2iezas tendrian que encajar; sin embargo, ese punto final. la cuhni-
ha probado ser una verdadera revolución, arrolladora, duradera, nación de la última instancia de Parsons, tendía a ir perdiéndose de
turbulenta v con consecuencias). 17 vista. En los escritos de Geertz, es una noción sofisticada, pero her-
En la pl'imera década de la carrera de Geertz, legitimaba rutina- 111¿tica, de cultura la que se comprende a sí mislna, imbricando di-
rianlente, ritc_alnlente, sus declaraciones teóricas mediante la ,·ersos discursos de las humanidades, moldeada por las experien-
invocación al hinn!1110 Parsons / vVeber. A principios de los anos se- cias de campo en Indonesia -' en el Norte de África, a la vez que
LC'nta, Parsons IV \\'eber, aun<.J.ue ll1enos completamente) molch,adora de las mismas
empezó a desap;lrel:er de sus textos e incluso de sus a pie de
página, para \ er.se reenlplazado por un DUeTO conjunto de referen-
cias. Para enlpezar. citaba como compar1cro de viaje en el reino del
"
sin1bolisn1d, del ::.igninc3do y de la hcrn1enéutica al crítico literario En las monograhas sobre Indonesia que publicó durante los
Kenneth Burke. a la filósofa idealisL\ Susanne Langer y al filósofo años Geert7 atacaba en varios frentes a un tien1po. Era una
francés Paul RicocUl-. LaJlger y Burke estaban de acuerdo en que el
Kcnnclh H\\:le. LUl!!,lItU';l' as S\rnbolic ACrIOU: 0/1 LI.ló:.
13. Ve;}s\;, (;el"lll. },1/,·¡,il':¡:)!L'ld;,tUiI 'JI ('tI/Ui,'L" .2'1. LIf( luno,' IUIJ .\h'l/¡u¡/' 8 c \kelc-'. of California 1966, pág. 3.
lb. GC\;'I"l/, l.ol¡;f A.':I"\\/Cd¡;l·, pJ¿-. 2.2 19 Véa:;,e K L:lllgcr, Philowph-;, iJI a VeH' Kl'\", Cambridge. Hani.lrd
17. Gc'értZ . .4¡ic,'-Ij¡I.' FUCl.lxig. \15. llll\cl"sit-", PrL'ss. I Y57. 21.
104 CULTURA

figura puntera en una generación de etnógra(os que se estaban pa-


CLlFFORD GEERTZ
" JOS

sando de los clásicos estudios tribales o insulares a los análisis de esto es en verdad un buen resumen de! proyecto inicial de Geertz.
grandes y complejas sociedades asiáticas. inmersas en rápidos pro- La primera publicación importante de Geertz, The Religion of
cesos de cambio y con historias prolijamente dOCUlllentadas. Estas Java, basada en su estudio doctoral, era fundamentalmente des-
sociedades estaban atrapadas en llna turbulenta transición del go- ;.,.
criptiva y sólo afrontaba el tema del cambio en un capítulo final que
bierno colonial a la independencia politica. Preclsamente. los polí- se había añadido a la tesis. Pero, casi desde e! principio, suscribía
ticos pedían en el análisis y la planificación a economistas y los problemas de la transformación social y politica que Weber ha-
polit(¡logos. A su vez, estos especialistas demandaban bía definido: el papel de las ideas religiosas en el desarrollo econó-
mente explicaciones culturales para las barreras que aparentemen- mico v en el cambio sociaL así como las crisis de legitimidad polítíca
te se levantaban en el camino del progreso. Se planteaban nuevas en los tiempos de transición. Innovadoras, argumentadas, ambicio-
preguntas con urgencia: ¿había alguna platafornla indígena para la sas, sus Inonografías publicadas en los años componen la
racionalización y la nl0dernización? ¿podían diferentes tradiciones contribución más significativa hecha por antropólogo alguno a una
étnicas:y religiosas encontrar un acomodo político o se debería pro- de las e!.fi!Juro
.d.ucir una partición, siguiendo el ejemplo de India y Pakistán J tados .
Se prin1aba el intercarnbio de los parsonianos con econoJllistas importante recordar que, tal como él mismo ha recalcado,
yel propio Parsons siempre había estaclo especialmente interesado Geertz empezó sus estudios en Indonesia «justo después de que una
en el problema del desarrollo capitalista. El Comité para las Nuevas revolución política exitosa pareciera haber abierto un amplio aba-
Naciones -establecido por Edward Shils, ellider de los parsonia- nico de nuevas posibilidades"." Los observadores coloniales holan-
nos. en la Universidad de Chicago- estaba adaptando el programa deses generalmente argüían que, en sociedades COlno la javanesa, el
de Parsons al estudio de los estados que habían alcanzado reciente- progreso económico se veía bloqueado por la mentalidad prelógica
mente la independencia. Comentando la postura del grupo de Chi- de la gente por los arreglos sociales obsoletos. El economista ho-
cago, David Apter explicaba que sus miembros rechazaban el deter- landés J. H. Boeke habia aceptado, sin embargo, que el estado de-
minismo económico que era corriente en los estudios de desarrollo primido del campesinado javanés era en parte el efecto de la políti-
de la época, tanto en la forma ortodoxa como en la marxista. El Co- ca colonial de Holanda. Separada deliberadamente de las fuerzas
111it¿ se hacía preguntas más amplias respecto al canlbio político y modernizadoras, la sociedad tradicional se habda estancado y sus
económico. inspirándose en la antropología social británica, en líderes tradicionales habrían perdido la capacidad de organizar
Durkheim v Weber y, por encim-adé-todós, en Parsons. Sú plmto de grandes proyectos. No obstante, algunos valores antiemprendedo-
particla- era la proposición, según la cual, los procesos' de urbaniza- res, sobre todo en el sentido de los negocios, habrían sobrevivido.
ción. especialización económica y secularización habían desorde- En consecuencia, la gente no reaccionaba a los incentivos económi-
nach) las sociedades tradicionales. La meta de la política en los nue- cos de una nl<.U1era que los eC0l10n11stas pudieran considerar racio-
\os estados debería ser la de fomentar un orden social e intelectual nal. Luego, pocas eran la.s expectativas de un desarrollo econónlico
moderno. Era cosa de los antropólogos especifical' los problemas o social sano.
culturales in\'oluCl-ados o, al nlenos, era cosa de los dos antropólo- Este análisis lanzaba un dc"safío a los observadores n1ás opti-
gos que eran miembros del Comité, Llovd Fallers v ClitTord Geertz. nlistas de la recién estrenad;) indonesia independiente. Algunos
, Se suponía de ellos qut' «encontrarían en el contraste de la tradición economistas criticaron a Boeke rcw apo,varse en modelos económi-
v de la modernidad, de la tribu v del estado, de las comunidades sa- co:, pasados de moda..22 Al fin .v al cabo, quizás los javaneses estaban
gradas \" de las seculares, aquellas contradicciones que ayudarían a
e.\.pliCi.lr [anta la ci.lpacidad u la predisposición al cambio como Ls
inhibIciones que en tal sentido podLt mostrar una cumunidad».2i' Y 21. \c>;\s.-: ClitJord Gt:'l"nZ "Cll!t\lrl' Cklll&l": l[le C1SL')) ,
\1UIl, n" 19, ]:)84, pág. 521
22. Entre :->U", l-rillCOS "1:' Cllrt!dhél B H había la l''Xpt'dJ-
20. OcIVI....! A. :'\pler, PO!ziln¡1 c'/¡wu.',l'· C,i¡fLdcd \, Londr<--·". C,-\"S, 1;¡\a que bJ1D\ la cantor;) de
Ci('l1 ".l C()Il1U etlll):,'.ulo. \'L'cl'>,' 8. H. HiggJns.
1')73, pág, 160. é"eollo!!!!,' Dl've!o!m!(;!I!' PrlllcipLe,,>, (illd P<>!lnc.,> , !\lUC\;) York, Nurton,
19::;9.
106 CULTURA CLlfFORD GEERTZ 107
I
tornando decisiones racionales. pero tos economistas habían ma- tura de regadío para mantener a una población crecíente, pero a
lentendido, y tergiversado, su situación económica, Otros defendían costa de una paulatina disminución de los rendimientos. El resulta-
que las viejas ideas eran verdaderamente una banera para el pro- do, en palabras del economista holandés Boeke, era una «expansión
greso, pero que la modernización se las llevaría por delante. Geertz estática».
adoptó una línea muy diferente. Era cierto que las autoridades co- Siempre en búsqueda de un neologismo rompedor, Geertz tomó
loniales habían evitado deliberadamente que los javaneses sacaran prestado el térn1ino «involución» del teórico boasiano, Alexander
provecho de las oportunidades que ofrecía el desanollo de nuevos Golden\veiser, para describir la «expansión estática» de Boeke. Lo
cultivos comerciales y de nuevos mercados. Con todo, aunque ex- que Goldenweiscr quería decir con involución era una elaboración
pulsados de la economía moderna, encontraron maneras para na- estéril, que no arrojaba proceso real alguno. Como ejemplos de in-
cer frente a las restricciones que se les habían impuesto. Además, si volución señalaba el desanollo de algunos estilos artísticos (citan-
uno miraba en los lugares adecuados, había indicios de que formas do el gótico y el maorí) que habían dejado de innovar porque se
de organización tradicionales y patrones de valor establecidos po- habían caracterizado por ({una cOlnplicación progresiva y una di-
dían sen.rir de base para la modernización económica. versidad dentro de la homogeneidad, un virtuosismo dentro de la
Agl'iculllLral h1Volution, publicada en 1968, pero basada en un n1onotonÍa>l.24 Gecrtz, por su parte, definía involución como aque-
informe escrito en 1956, contrastaba dos tipos ideales de agricultu- llos "patrones culturales que, después de haber alcanzado lo que
ra; con un atrev'imíentó que le traería más de una crítica, Geertz parecería una fonna definitiva, fracasaban de todas maneras tanto
asoció respectivamente estos dos tipos con sendas extensas regio- en estabilizarse con1ü en transformarse en nuevos modelos, conti-
nes, la Indonesia Interior (sobre todo, Java, Bali y Lombok) y la In- ;;., nuando más bien su desarrollo convirtiéndose en más y más inter-
donesia Exterior. En el fondo, la diferencia entre ambas zonas era namente complicados)). La involución no sólo caracterizaba las es-
ecológica (siempre al día de las nuevas corrientes de pensamiento, trategias económicas de los canlpesinos javaneses, sino cada uno
Geertz también tomó prestadas algunas de las preocupaciones de la de los aspectos de la dda social.y cultural. Las consecuencias eran
que estaba de moda en la antropología americana lo que Geertz, evocativamente, aunque con cierta imprecisión, des-
ere'la época). La economía de Indonesia Exterior, con una población cribía como «una riqueza de las supl:rficies sociales y una monóto-
relativamente dispersa y dominada por los bosques, reposaba tradi- na pobreza de la sustancia soci,,),," (cualidades que identificaba
cionalmente sobre la agricultura de tala y quema, pero los holande- también en la vida de las zonas residenciales suburbanas en Esta-
ses habían introducido grandes plantaciones comerciales. Las nuevas dos Unidos, aunque raramente se las caraL'terizara mediante la idea
explotaciones de tabaco, café y caucho estimularon a los pequeños de involución).
propietarios de las Islas Exteriores a adoptar esos mismos cultivos. A.gricultural ¡Ilvo/wioll generó toda una literatura sobre la so-
Algunos llegaron a prosperar y Geertz discernía una propagación ciología rural javanesa -{(Bailé pidiendo l1u\-ia». comenta Geertz,
del "individualismo expreso, del conflicto social v de la racionaliza- «)' obtuve un diluvio)-,26 pero en el contt''\to de- la carrera intelec-
ción culturab. 2:' En bre\-e, aunque no sin en esta región exis-
tía rnodernización,
La ecología de la Indonesia Interior fa\'Orecía el desarrollo de
I 24. Véa.'>c Alexaooer A. Goldem\eiser,
Pattem and fnvolulion In
uf Theon on the Individual
Suelel:,> 'l, ,'Tl Rubell L()\\ie (comp.), Essays in
una agricultura intensiva, irrigada. Es esa áreas, densamente po- Awhropologv Presemed to 41(n!d Kroeber, Berkde:,-, Cni\-asil:,- 01' California Press,
i 936.
bladas, la gente dependía del culti\o por inundación del arroz. Los }, 25. Véase Geertz, Agricultural lill'oll1liol!, pág. 103.
holandeses habían establecido unas pocas planL1L'iones en Ja\'J., 26. \'éase Geertz, "Culture and Social C!lam,:""" pag, 31"+. Este es la re\'!-
pero no habían pennilidn que' lus naLÍvns -.:ul- '>ioll del propio Geertz de dt;'hales de,>('IKddelud,-.::- pllT" -..\1 libro. Pnra una re\ i-
tivos comerciales ni que se de las mer- "iun critica :-.ofístrcada.\ equilibrZlcia, \ ':a:,t;' loel Kahn .. lnc!onesb after the Demlse
cantiles. Los ja\'aneses se \'icn)Jl fOJ7adus intensil"ÍL'ar :-;ll agl"icul- ot lmolutlOl1}), Cntujll¿ ,Ji J,¡u/¡rufJ%'.;\, '.(JI 1, 19.53 págs. 69-96. Para una
J'c'>l'ña que CIta e.'>pecialrnente fuente..., II'l1:.lJ:Je":l:"> '" inL!one::.ias, \'é;se Koenja-
ranngrat, c'tntJzropolu!l,\' 111 lrr-/ollc,ia.--1. Bií'!I(lr.:,r..',niIlL·o! RI:'1'1t'1\', La Hava, r,.¡jJhotf
23. \·éa::.e (bffore! -1.c.:.'!('It!Ufra/ 111]'(J/ul/olI. FIle' Pl"Occ'>' uf t.LLJ/,J;.',iL'd KITL\, 1975. Véase tamblen llna e.\.cdcnk l [ 11 1'-,\ la cl.rg:ulllentación ecológica en
ChW1f2,e ílllndoilr!\W, Berkele\, l. ni\t'l'sit\ (1) Cllifnrni:.i Pre-..", IY63. p{lg A. \',H1 S...:haIk, «Agran'>che Imollltre en L .. Pioce'>sen». en J. \-...r. Bakker y

l
108 e 1I L TU RA CLll-fORD GEERTZ', 109

tual de Gt'ertz, el aspecto más llamativo del libro es que proporcio- el desarrollo del comercio (Geertz insinuaba que podían llegar a
nó un nuevo enfoque sobre el problema del desarrollo económico y desempeñar el papel de los puritanos protestantes, pioneros del ca-
cultural. El sistema javanés se había estancado, pero la gente ni es- pitalismo europeo según la visión de Weber), Sin embargo, su base
taba pasivamente apegada a las viejas maneras ni mostraba una ra- social era insegura, ya que «ni las lealtades sociales más tradiciona-
cionalidad delic-icnte, Al impedir los holandeses su acceso a la mo- les se [habían] disuelto de! todo ni las más modernas [habían] cris-
i!.,
dernización. y al verse constreñidos por la escasez de tierras :Y' la talizado del todon,29 Por lo tanto, carecían de los medios para orga-
IÜllitaCÍón de sus técnicas de riego, los ja\"aneses le sacaron todo su , nizar grandes enlpresas.
jugu a las fonnas de organiz;)ción larganlC'nte establecidas y a las ,L En contraste, la vieja aristocracia continuaba administrando la
pr5ctic3S agrarias tradicionales. Los efectos, no obstante, fueron ciudad balinesa, Actuando entonces como los anti-
que L1 gente pudo salir a flote, pero tenía que patalear cada vez más guos nobles eran capaces de movilizar a los trabajadores manipu-
rápido silllpll.":mente para no hundirse. lando una ética comunal tradicional. Geertz concluyó que varias
Dacio lo il1\'olución de la agricultura en la Indonesia Interior, pa- disposiciones culturales y sociales podían preparar el camino para
indiGlda una visión pesin1ista de las perspectivas económicas proY'ectos econónlicos racionales y eficientes, estableciendo un mar-
de la región. ¿O acaso existía la base para un (despegue económi- co ético por' el cual se podían organizar las empresas, Los empresa-
CO))? (Esta llletáfora espacial era muy popular por aquel entonces. rios eran activ'os tanto en el frente cultural como en el económico.
¡Era 10 época!). lnicialnlente, Geertz era optünista: ;'. (,La !úllcióJl del e11lpre:·;ario en tales sociedades, de transición pero
"predespeg"e ", es principalmente adoptar medios establecidos cons"e-
De acuerdo con todos los indicios, Indonesia está hoy [Geertz t'scri- tlldiJ'wriamellte para ¡ll1es novedoso.,:;».3D Tal como comentaba en
bíJ. en 196 3J en medio de uno de esos períodos preparatorios para el 1964 el sociólogo holandés W, F. Wertheim, no dejaba de ser algo ro-
despegue económico. Los af10S transcurridos desde 1945 -y, de he- mántico esperar que buhoneros o príncipes se convirtieran en los
cho, desde alrededor de 1920- han contemplado los comienlOS de agentes de la transformación capitalista vera definitivamente ex-
Ulla lrall . .,fonnación fundamental en los valores sociales y' en las in:->-
céntrico excluir la posibilidad de que los empresarios surgieran de
titllciones hacia modelos que generalmente asociamos con llna eco-
nomía desarrollada. 2i t
la filas de los burócratas educados, de los mayoristas y financieros
chinos o (reconociendo e! beneficio de hablar a posteriori) de la [a-
U na Conna de ver la cuestión -una forma muy anlericana- estri- milia inmediata de los miembros de la cúpula política,"
baba en buscar a los emprendedores, los empresarios, los pioneros
de la modernización, En Peddlers ,,"d Princes, (1963) ["Buhoneros y "fe t,

principcs»)], Gee!'t7 \'olda a construir su argumentación contrastan-


do dos tip<'s icleales, do,; ciudades -una en Java ... la otra en Bali-, Cuando dejó la economía para ocuparse de! cambio politico,
(jUL' aduaban como nódulos de contacto cultural «entre "Oriente" v
Geertz atribuvó un rol más bien distinto a las ideas tradicionales,
"ÓL:cidcl1tc", "tradicional" v "moderno", "local" y "nacional")I.211
representadas paradigmáticamente por la religión, En e! (meiell ré-
gilne -\aganlente identificado y de una duración incierta-, la re-
b ciudad de Jel\'a (mIC\'al11ente Pare, alias Modjokuto), el liderazgo
e:..:onúmic() t.'staba en manos de honlbres nuevos, mercaderes mu- ligión habia dado sentido a la vida v habia apuntalado las disposi-
.su]manL·s, practiLantcs de lID Islam estrictanlente ortodo\:o, que ha-
ciones políticas y' sociales. un período de canlbio social
inmigrado desde la costa norte. Su ética puritana encajaba con rápido, las ideas tradicionales va no sostenían un diseúo adecuado
para vivir. En realidad, en los escenarios urbanos, las dife-
rencias religiosas exacerbaban las tensiones y políticas. El
(11 Tu»)t'JI Hi'{CII.\ll/ú!; ('1 [ ["'.\d\" (Jlt') Cf¡//()nl
t.,,' \ 1 ji, 1\!j7
.,·x,e Gcert;:, Pt'd,llas ¡uJ(1 p(JJJ((": ."ú}(id ('lltl!l<.;t! e/II,.¡' t:c'(l/J()11I1C 19. ¡h/d., pág. 16.
\i, ;"il ,'11 h\IJ l¡¡duI'r','IU!l [,i\\}I\, Chica;;(1 Llll\c't"j[\ (d Chjc:ago 30. ¡hIel., pág. 152.
,,;
r'" 31. Vv'. F \,\-'ertheirn, PeddleJ's and Pnncb in Indúne,,¡a»,
.1 '.i, pcl:,;.i. Pacrjic A¡júir::., 'voL 37, n" 3, 196'+, págs. 309 v 310.
.. ''¡''11Ó··
... CULTURA CLIffORD GEERTZ 111
ti'"
¡
problema en las clUdades no era el estancamiento, sino el peligro de ciaban la expresión escrita, la etiqueta, los criterios estéticos, la je-
. que el cambio pudiese adquiIir formas destructivas y, en lugar de fo-
mentar un nuevo sistema de valore:s, propagase una anomia insen-
l rarquía, la tradición y la estabilidad.
Asi pues, hasta cierto punto, Geertz ofrecia ejemplos paradig-
sibilizadora. ,
'1:
.)
máticos de integración durkheinüana -o parsoniana-, de grupos
En The Religiol1 ofJava, Gcertz había propuesto Llna serie de sociales mantenidos juntos mediante la expresión de valores
}.
tipos ideales, correspondientes a las variedades de orientación reli- partidos. De hecho, este resumen hace justicia a los primeros vein-
giosa presenles en Modjokuto Cada una estaba asociada al mismo tiún capitulas del libro, pero, antes de su publicación, Geertz aña·
tiempo con uno de «tres principales núcleos socio-estructura- dió un capitulo final a su tesis original, en el que apuntaba que no
les de la Java actual: el pueblo [en el sentido de asentamiento], el , habia tres sociedades en la ciudad, sino tres elementos de una ca·
mercado y la burocr-;Jcia gubernamentah. J2 La religión de la gente munidad. Si Modjokuto (o Java) era un campo social único, el he-
ordinaria de los pueblos, incluso cuando se trasladaban a la ciu- ;.,
, cho de que albergase tres comunidades religiosas pacía promover
dau, era sin'-Tética. Su teología trataba sobre todo de espíritus .v el contlicto y la desintegración social, así C0111ú invitar al recurso
estaban mu,v interesados en las curaciones, la brujería y la magia. político al chivo expiatorio.
Los mercaderes, que procedían ma:voritariamente del norte de la Había fuerzas que contrapesab;;tn estos riesgos. r.os hahitantes
Isla, practicaban un Islam ortodoxo v reformista. La élite buro- de la ciudad compartian una cultura común, impulsada por el na-
crática derivaba de una clase de funcionarios gubernamentales en cionalismo indonesio y javanés. En últüna instancia, nuevas insti-
las antigua:-. curtes javanesas, pero habían asunlido nuevos roles tuciones de más alto nivel podian mantener a raya algunas formas
bajo la dominación hobndesa. Favorecian los rituales hinduiza- de conflicto. Vínculos transversales podian incitar lealtades v filia-
dos del prii(lji. ciones de mayor alcance, conteniendo también el conflicto. Final-
Siguiendo un modelo durkheimiano, Geertz sugeria que cada mente, Geertz llamaba la atención sobre los rituales panjavaneses,
uricntacihn rdj!:!iosd mantenía los valores \' los intereses sociales de en particular sobre el Rijaja, Ilel más auténticamente nacionalista
su El ritual central de las poblaciones ntrales, o aban- de sus rituales», que quizás, como tal, «indicaba la realidad y la ac-
gan, era la ,,/ameran, «la versión javanesa de lo que tal vez sea el cesibilidad de lo que hoy constituye el ideal explícito de todos los in-
tual religioso más corriente dd mundo, la fiesta comunal que. como donesios, unidad cultural y progreso social continuado}). io
casi en tuJos sitios, simboliza la unidad mística v social de los que en Ellibm se cerraba con una nota optimista. Cinco anos más lar-
ella participan,).-;) 0, tan1bién: lILa .)larnetwl organiza de, sin embargo, adoptaba un tono más sombrio en The Social His-
resume las ideas de orden de la generalidad de los abagan, su "dise- tory al'an Indonesian lb",n, que apareció en vis peras del colapso del
ño de dda" En una apagada forma dramática, afin11a los valore::,
o
prinlcr régimen rcpublicuno indonesio. Había vuelto a visitar Indo-
que anilllan la cultura javanesa tradicional».'4 Los musulmanes, nesia entre 1957 y 1958, v debia haber resultado evidente que el va-
aunque divididc)s entre tradicionalistas.v modernizadores, insistían lor integrador deseado en The o{ful'a no había estado pro-
en su lugar en una comunidad isl{¡mica mis arnplia. Sus vidas se gresando adecuadamente. todavia describía Modjokuto tal
ganizaban alrededur de instituciones islámicas: partidos políticos corno era hasta 1954, Gee11z defendía que para aquel entonces, sus
musull1lan-.:s, escut'b:s reiigiutJas, tribunales islámicos, mezquitas ciudadanos padeciendo una bancarrota de valores. Modjo-
casas de or.J.ción. La costumbre de la élite burocrática urbana era kuto carecia de identidad. «La búsqueda de ].ma forma viable es de
c(organiLarse en torno a tipos de estructura social más bien hecho un leilJ1zori\' de la historia urbana de ModjOKuto ( ... ) resultó
expreSJ.r da:,es de valores también bastante distintos)).35 Apre- más fácil disolver las antiguas fornlas que estabilizar unas nuevas.,}
C;¡di.-\ principio tr.1dicinn;t1 (cedí;] pronto el paso a
_)2 .... ....\,: Tlle R<-'!igw/I of ./';\{I, G\t:'n,:oc, Free Pr(' ... 19fJO, p::'lg 5
otro en un dcscfJncertantc torbellino de cambios sin dirección. La
1) l/nJ. pag 110 5(,b1"e LI s!alll¿l{i!! el} ¡lb pueblos de Ja\<l. \e.. \...,o::' Roben
Hdllcr, líilldu ,.:: li-dd'II¡,.¡¡ dije! I.'/'UII Pnn...·<.°ton, Prin(-etOJII
ciudad sus alrededores, (On10 d país en su conjunto, quedó e.n-
loaJ\ <:T"'¡h PI J ·;:-,S, :) roscada, encallada, en un estado continuo de transición (. .. ) y las la-
3-1- Ge"''llL l/u. IhJI!.',!OJI 01 }Ul't/ 2'-1
V:i ¡huI. pú",.
36. Jlnd., 381.
.. .."..;,"

CLlFFORD GEERTZ 113


CULTURA

ses recientes de la historia de la ciudad pasaron a constituir un i;, nalmentc, tras un serio retraso en el ritual, la crisis se resolvió me-
avance inintenumpido hacia la vaguedad» ..17 '.';' diante un compromisu negociado.
Esta caracterización es en sí misma notablemente vaga. Los teó- A un cierto nivel, éste era un incidente en la competición políti-
ricos literarios nos han acostumbrado a tener en cuenta la signifi- ca pmtidista. Evidentemente, era bastante excepcional, ya que Geertz
cación de una ausencia, pero ¿qué es «(un avance ininterrumpido no sugiere que hubiera casos semejantes. Los vecinos, incluidos los
hacia la vaguedad»? Y, con todo, Geertz no vaciló en extender su comerciantes .Y tenderos musulmanes, se sintieron incómodos con
diagnóstico a toda Indonesia. El pais entero sufría de vaguedad. la confrontación y se mostraban ansiosos por ver concluido ade-
cuadamente el ritual. Aparentemente, sólo el funcionario tTIusul-
Desde un cierto punto de y sin descuidar el cariz dinámico de mán actuaba como si una cuestión de principios estuviese en juego.
la riqueza, d poder y el prestigio, es posible ver todos los procesos so- Con todo, Geertz presentó la intenupción del ritual como un signo
ciales recientes en Indonesia como modelados de manera impOlian- de que las viejas prácticas religiosas ya no coincidían con reali- ras
te por un senlido de desorientación intelectual, moral.y emocional, si dades de los vecindarios mixtos. instalados en marcos urbanos. Los
no una impresión de falta de significado, sí, al menos, una absoluta rituales no podían continuar transportando el viejo n1ensaje de la
confusión acerca de ese significado. 3l\ solidaridad vecinal. Esto podía parecer evidente para el observador,
pero no había signo alguno de que el Jitual en si mismo hubiera per-
Aparentemente, la vaguedad era el resultado de la confusión de va- dido su coherencia desde el punto de vista de los participantes. Con
lores, una babel lingüística, una ausencia de postes indicadores. La la sola y crucial excepción del clérigo musulmán, la congregación
gente y'U no sabía hacia dónde se encaminaba o cuál era el propó- no aceptaba que el ritual fuera inapropiado a partir de ese momen-
sito de su viaje. En los términos más generales, Geertz defendía to. Todos los demás querían que las cosas se hiciesen adecuada-
que se había abierto una disyunción entre las estructuras social y mente. como siempre se habían hecho, y no podían entender por
cultural. qué estaban surgiendo problemas en aquella ocasión.
Para ilustral- esta falta de armonía entre el cambio ritual y el La amplia proposición de Geertz era que los recursos rituales de
cambio social, Geertz ofrecía el estudio de caso de un funeral en las ciudades de Java va no podían hacer frente a la experiencia so-
La gente implicada eran gente simple, pueblerinos, los aban- cial de sus ciudadanos. ({La investigación del progresivo malestar de
gall de GeeIlZ. Como otros rituales abal1gan, un funeral era normal- Modjokuto finalmente se reduce a una investigación del juego recí-
mente un asunto sincrético. Los parientes organizaban una fiesta, proco entre las formas de asociacionismo humano en evolución (es-
la s!al1zetlUl, para los vecinos, fuesen quienes fuesen; y también se tructura social) y los no menos cambiantes vehículos del pensa-
llall1aba a un funcionario musulmán para inspeccionar ciertas pre- miento humano (símbolos culturales)>>.'" La polarización religiosa
paraciones del cadáver y para hacer la oración durante el entierro. v política había erosionado la solidaridad que una vez existió entre
En su ejemplo concreto, las disposiciones habituales fallaron: el vecinos rurales. Las cOrllunidades religiosas se habían convertido
clét"igo se negó a prestar sus servicios. Era miembro activo en un en aglutinadores de nuevas ,-ivalidades intercomunales. Así. los
partido político islámico y había tensión entre éste y un partido agrupamientos sociales urbanos estaban politizados: antiguamente
anli-islámico abal1gan. Los parientes del difunto participaban acti- <tuna colección de estados>l, \" se habian transformado en (una mes-
vamente en este último partido y el clérigo quería dejar clara su po- colanza de facciones»."¡1 Los 'rituales q'ue antes habían promovido la
sición política. Así pues, rehusó cumplir con su parte a menos que unidad en el ka I1lpOl1g ,": fomentaban entonces las divisiones. Las
los primeros hicieran profesión pública de su adherencia al Islam. Fí- viejas instituciones políticas se revelaban incapaces :v, en cualquier
caso, los desarrollos político:") nacionales, generadores de una com-
37. Cll!tnrd Geertz., The 50clil! HI'i[orv uF IUl fllduflt'Sitl.}1 TOII'II,
Call1hridgt', :\t1T 1905, 4 y:;
38. ibid., p..ig. 207. -+0. CJinurJ Geeltl, TlI,; S'I('U¡{ Hrs,'c.n' o(al1llldUlJCJUlli ]()\\'11, p:w. 5.
,9. \·l"'<l:-:.c: Clil10I-d Geel ti. , "Ritual ane! Su\."ial A Ja\"ilnc:sc Exemplc", -+1. IInJ, púg. 10. -
-- f...·iUllfJOII!; 1.:':> la dennmmación mah\\:J. rar<l pueblo, recinto, complt'lo habttu-
puhhc;lJO pur pnmerZt \-el. en 1957 \' recogIdo posteriormente en Ú¡ IIItt'rpl"etaciÓII
de /(/, ¡ l/truno ciuna!. (,V. del i.)
1\5
CLlFFCHl./) GEERTZ
.-'"
114 CLLTURA
uto
r'
habi,iO visto obligados a asociarse en la Modjok , sus
petición generalizada por apoyos SOCiales, las estaban :socavando rmembros habian empezado de hecho a construir un nuevo modelo
seriamente. de su organización social. "Este modelo es esencialmente una es-
Las facciones políticas conespondían estrecha) que no perfec- trllctllr3 simbólica, es denr, un sistema de Ideas y actitudes pú-
tamente, con las lI-es orientaciones religiosas descritas en The reli- blic<ls ¡n<lleri<lllzadas en palabras, cosaS 'i en una conducta conven-
gion u(Java. Geertz pretendía que estaba simplemente formalizan- cional ... no sólo se entendía la acción social en función de su
do categorías nativas, pero diferentes estudiosos indonesios estructura social. sino que tambLen, hasta cierto punto. se la Juzga-
criticaron estos tipos ¡Jeales por simplificar una realidad muchlJ
ba y regulaba en esoS
más compleja. De acuerdo con el distIngUIdo antropólogo indone- 1.os elemenlOS de este nuevo paradigma cultural. tal como Geertz
sio, Koentjaraningrat. en Java, los vocablos san tri y abangun se lo uello[l\ill<lba, se extraían de las orientaciones religiOSa.s del pasa-
usaban de varias maneras, pero la referencia clave era el grado de do. Pero una ligera puesta al día no era suficiente. Un nacionalismo
partidpación en el Islam, no una OposicIón entre mercaderes y modernizador buscaba reemplazar los valores Ylealtades tradiCIona-
campesmos; por otra parte. la pnlabraprijaji.se refería él una clase les, proporcionando objetiVOS Y propósitos renovados. No obstante,
ocupacional de funcionarios n1ás que a una orientación religiosa y v precisamente dehido a que la ciudad no era una c1udau cCITada.
los miernbros de esta clase podían st:r l1lusuln1anes, sincretistas o sino que estaba abierLa" las cO[Tientes naclO nales de pensamiento'
más bien secui;n-izados, e:stando en cualquier caso muy influidos a la manipulación de políticos externos, la solidaridad local se podía
por los modelos holandeses ..-l: Estudios recientes también han sa- quebrar siguiendo las líneas ue las diferencias políticas y religiosas.
cado ti la luz las variadones regionales javanesas en todas estas "Con cada temblor del nivel nacional, el equilibrio local se perturba-
materias."; ha v todos los acnerdos. disposiciones v entendimientos duramente
Sea como .sea, en aquel momento, Geertz presentaba la distin- lU
Co¡;seguidos se veían desplazados p"la reeunslilll '" en otra fOl-
ción ellLrc' islámico \' nI) islámico como principal fuente de pola- ma levemente distinta, a veces, incluso radicalmente distinta""
ri/.ación pdlílicd yo SOCIal en b ciudad. La élitc islámica cducaua su- La única esperanza de Geertl era que las facciones religiusas en- ía
rninistraha los a unos nJ-da sofi.sticados ",mun musulmanes. contraran una causa común, qUC una religión laica, una idcolog
Al otro lado de la hendidura, caJa vez más ancha, los abagan sin- nacional modernizadora las uniese. Los acontecimientos no tarda-
cretistas seguían a la élite burrxratizada. «(Ahora. tos términos al}(l- ron en disipar esta esperalll.a. El1 l 9b 5, UdS algunos Uislurbios en la
gan y san tri han pasado Cl denotar dos adaptaciones alternativas a la capital, activistas locales masacraron en Java a decenas de miles de
sociedad urbana. y los rituales discnaJos para integrar la sociedad personas que identificaron como "comunistas", En 1972, Geertz
rural están apresurando deSap,H"icióD}) ..'-l Después de la revolu- comentaba que las matanzas "sacaban a la vista de rodos el desa-
ción anticolonial, cada una de esas facciones se escindió en una ala rraigo cultural que hahían creado. avanzado. dramatizado v nutri-ll
tradicionalista y otra modernizadora. aliadas respectivamente a ten- alll a
do cincuenta a!ro, call1hio político"."' La mal . ' se lepiLielO
dencia_'S politlcas --i.sbmica, CumUlll.st:1 o nacionalista. en Bali y, en este casa, Geertz sugirió que expresaban Ull apetito de
Afín de cuelllUS, la pl"npll.csta del análisis de Geertz era que las violencia, profundo v reprimiuo, que va había discerniuo en las pe-
concepcinnes:uiturale:-; rüuales de los va no E'ran acle leas de gallos balinesas. En el ámbito nacional. la teoría dc Sükar-
cuadas p<Jl-a dar sentido, para configurar el significado de su expe- no, según la cual. "el eclectiCismo nativo de la cultura indonesia
riencia social, velo7.mente cambiante, El único canlinu hacia ade- produciría fácilmente un modenlismo generalizauo ( ...) qüedó defi-
lante dt' los javane"t's era et reajustar sus culturales. Y,
nitivamente desaprobada'>
a medida que una comunidad surgía de- elementos disparejos que se
swn
(leerl!, TJ;¡¡ SOt:;,;¡i H,)!(W, 01011 lndOlu: IIm"I. p<.lg <:\.
42 \"C'L\'>,",' J,;¡t/'W)J}o,'o,;\ lil JliclO.';<:.'q¡l. A Bihl\ograpni,::d
ReYie\\. Ll KlTL\', 1',17::; rállS 2üiJ-?02. 47. IiJid..
-lb. Véo,epógs
Clilt<"d \ 1=; \. . .,Toe Polilic, 01
1SO Gw17 122 püblicado por
J<' \ jJ')] L)L'll,pl(), HL'lJlt'!. H!}!U'/I IUlll/?<:".c' '-"'llrt:7ando P,)] la larga 'lUta é, 1" UIC>,,' ',e/. en 1<)72 \ recogido p,,,,c,"ior:l1élCre en La illrarJllLI' ,'''1 de Í<I' ,,,¡,¡¡¡,,,
pie de l_,jgird ll-I"LT\éI ['1\ be, p,::'g:c,J.\ 4 4S. Véase Gcct·t/, The lnlerprdtiliuJ¡.iJ! Culrm('s, pug. 2'+6.
44. Y<"\l.'"-é R,'/r,:,:":)I,' u(./(I\,'l;, l 1, 112

\
116 CULTURA ir ,- CLlFFORD GEERTZ 117
r.#;

Con todo, tratar' una pequena ciudad javanesa con10 UD micro- no se comprende bien el «golpe-» en la capital, pero tuvo poco que
cosmos de Indonesia era obviamente problemático. Las interpreta-
ciones locales de los terribles eventos podian ser auxiliares en e! me- ,
.'¡
ver con las tendencias locales, politicas y culturales, que resultaban
evidentes en Modjokuto. Y tampoco se puede explicar en términos
jor de los casos, y redundantes en e! peor. La crisis empezó en la puramente locales la violencia que disparó, incluso en las áreas más
capital, en un momento de hiperinHación, de dificultades en la di- :f remotas. El propio relato que Geertz hizo de unas elecciones en
plomacia internacional y de confrontación militar con Malasia. E13ü Modjokuto sugiere que los líderes del lugar podian cerrar pactos
de septiembre de 1965, oficiales simpatizantes del Partido Comunis- efectivos y estaban preparados para trabajar en torno a diferencias
ta, favorecido por el presidente Sukamo, asesinaron a seis generales. ideológicas. s I Las matanzas sólo empezaron después de que los sol-
El ejército, bajo el mando del rival de Sukamo, el general Suha¡-¡o, dados propagasen v animasen la violencia por todo el país, supervi-
orquestó matanzas en todo el país en las que murieron entre medio sando incluso las Dl<.lSaCres. Explotaron odios locales y encontraron
111illón y un millón de «comunistas». Se encarceló a otro millón y" me- colaboradores \'oluntariosos, pero no hubiese habido semejante
dio. Entonces, Suharto tomó las riendas de! poder en tanto que dic- carnicería a lo largo y ancho de todo el país sin su intervención.
tador efectivo de Indonesia, con e! apoyo de las hwrzas armadas. Adenlás, al volver al país años más tarde, Geertz se encontró con
También hubo una intervención foránea significativa. Según W. que la crisis había pasado:
W. Rostow, que estaba alle desde el punto de vista de la Casa Blanca,
Si en 1971, seis años despues dc los acontecimientos, todo esto no
entre 1964 Y 1965, en Asia estaban pasando muchas cosas [además, era sinu un mal recuerdo, para 1986, veintiún años después, apenas
claro está, de la escalada de la crisis vietnamita). Sukarno dejó las parecía un recuerdo propiamente dichu, no era nada más que una
Naciones Unidas el 7 de enero de 1965 v se alió con Hanol '\' Pekín. pieza rota de la hi:'>toria, e\'ocada en ocasiones como ejemplo de lo
En el interior de 1ndonesia, trabajaba est'rechamente con Aidit. el jefe que trae consigo la política L.. ) en general, la ciudad era como un es-
del Partido Cumunista del país. Y desencadenó una confrontación tanque, barrido ('n una ocasión por una terrib\e tormenta, hace mu-
con Malasia, justo al mismo tiempo que regulares del ejercito nor- cho tiempo, en un clima distinto. Para alguien que lo hubiera cono-
vietnamita se infiltraban en Vietnam del Sur. 49 cido antes de la tormenta, el lugar parecía haber intercambiado las
ag,Iutinadoras de la política por las energías dispersoras del
Cuando ocurría el golpe, Max Frankel informó en el Nell' york Ti-
mes: «a la administración Johnson le ha resultado difícil esconder
lo encantada que está con las noticias procedentes de Indonesia (... ) Más generalmente, esos tcn-ibles acontecimientos exponían los lími- :,,:,/
Tras un largo período ele paciente diplomacia diseñada para ayudar tes de un análisis cultural de la política. En la introducción de un
a que el ejército triunfase sobre los comunistas, los fLincionarios es- conjunto de ensayos sobre la política indonesia, en 1972, Geertz es-
taban eufóricos al \'er cumplidas sus expectativas».5u Pocas dudas cribla en un tono aprnh<JJor sobre la adopción de una perspectiva
puede haber de que la CIA habia llevado a cabo mucha de esa "pa- cultural por parte de los autores, sacando a la luz «la estructura del
ciente diplomacia». significado a del cual los hombres daban fOrnli1 a sus expe-
Ciertanlente, Geertz era consciente de estas fuerzas externas, riencias)}.'·' Éste era el camino correcto porque «la política no
pero su t11arCO analítico no podía abarcar la interacción entre polí- siSle en golpes e instituciones, sino que es una de las arenas en las
tica internacional. nacional y local. Estas cuestiones estaban más cuales se despliegan públicamente tales t''itnlC1Uras}). Si la política
allá del alcance v de lo, objetínls del «conocimiento localn. Tod3\'Ía se reelefine COI110 una arena en la cual <<1os hombres dan forma a sus
experi<,,'ncias}), entonces, uno se ele be preguntar ¿qué hombres (y
L\l1lbien qué nlujeres)? y (.qu¿ experiencias? Los diplomáticos y·los
..¡u \IV \\ ROS1U\\, "Tht: fo)" tlll' \\'al": fhm American R<;''''I'''t-.lI1Ct: in pulílk'os en la capital. los suldados en sus barracones, los hJ.bitan-
\ Hclpcd Southt:"asl ASia to III lnuependcncc", Tillll!., Lilll'(/r''.' Sllp-
plt'IUt"lIf, 1L)!)) , n"4810, págs. 3-S.
su CI¡ado pOI' \im.:el1t C. PeCOI;), '( \11 Local Knowleuge," l'n H. A. :; 1. \·¿ase G<.·lT(l. n'l' SllctaL ()i dll J(J\\'Il, pág. 133-2()8
(comp.), T1/l. Ven' Hr\{()rlci.\I1I, Londrt:s. 1989, pág. 2.) l. Pecora S2. \'casc C .... \I/. \/1<'1 {/Ie FOCl, lO \' JI.
también aporta de la impllcaciun americana en el golpe. 53. \ease Cc'élll.. rJit' !u[l!rpre(utiml nI Cultures, pág. 312.
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':lIS
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CULTURA
CLIFFORD GEERTZ

Cada uno mencionaba una respuesta a una pregunta filosófica,


119

, , tes pobres de los dIstritos rurales, todos ellos se moví3n " conse- para la cual, Geertl ofrecía ilustraciones etnográficas. El presumi-
cuencta de expenencIas y todos ellos tenían capacidades do lector no era el experto en desarrollo o el plamficador indonesio,
:;;;.' diferentes para moldear la política ue manera que resultara conve sino una audic;ncia intelectual ideal compuesta (más y más exc1u-
niente a sus propósitos. yentemente a medida que avanzaba el tiempo) por humanistas, con
tos cuales Geertz compartía referencias a la teoria literaria, a la
* filosofía de la literatura Y a. y novelistas contemporáneos,
americanos o europeos (éstos generalmente anteriores).
Paralelmnentc a las n1onografías aparecidas con llamativa re· La proposición parsoniana fundamental era que la acción social
gulariJau durante los años sesenta, se encontraban los ensayos de tenía muchos ingredientes, uno de los cuales era la «cultural), En un
Geeliz, muchos de ellos recogidos en La irllerpreUlCióJl de fas culturas primer momento, cada ingrediente debía ser aislado Y estudiado
(1973). Las monograffas estaban construidas a partir de problemas por 1" clase apropiada de científico, En esta gran rep"rtición , al an-
concretos, centradas en las cuestiones de la estabilid3d política v la tropólogo le toc"ba 1" cultura, Pero el estudio de la cultur" esta po-
modernización econólllica, los lelnas urgentes del debate del desa- brelnente !' requería refinanlicnlo. En 1973, Geertz es-
rrollo en el primer <.1ITebatn de la posgueITa rnun- cribía que «esta redefinlción de la cultura ha SIdo probablemente
dial. El tono era bl'joso, los objelos de estudio eran empíricos, el én- mi interés más persistente en mi calidad de antropólogo»," La pri-
fasis se ponía en los hechos, El antropólogo atraía y engranaba al mera exigencia era (:recortar el concepto de cultura hasta su [ver-
ecoomnista, al agrónomo y a los técnicos Je desarrollo, instándolos dadero] tamaño, asegurando, por consiguiente, Sll continuada im-
a tener en cuenta los hábitos \' tradiciones localf's, d factor cultural. pOl1"ncia más que minándolo"." Siguiendo ¡" dirección fijada por
Éste no constiluía una rnatet:ia pcrif¿'rica, de interés exclusivo para Parsons (da teoría parsoniana de' la cultura adecuadamente en-
e-stetas y anticuarios. La cullura, en la forma concentrada de la reli- I11cnJada, es una de nuestras hL:rramicnta.s intelectuales más pode-
gión. modulab<.1 el c::unbio político económico, tal con10 había zu-- rosas»), los antropólogos deberían poner a punto «un concepto de
güido Weber. cultura estrecho, especialimdo )', al menos así lo im"gino. teoréti-
Tres opu:sicione:s polares -tres pares de tipos ideales contrasta- camente más potente, para reemplazar al farrwso "todo rnás (0111-
dos- uominabJn la.. . monografías sobre Indonesia. La prinlera era
1<.1 oposicón entre la cultura.v la estructura social. 1..3 segunda se es- pIejo" de E. B. Tvlor,5'
Gecrtz ofreció una serie de definiciones nlás o menos coheren-
tablecí" entre el estado tmdicirm"l -en el cual, la cultura)' la es- tes. La cultura es «un sistema ordenado de significado Y símbolos
tructura formaban un único, reforzándose n1utua- ( ... l en cuyos términos los individuos definen su mundo, expresan
la modernidad -en la que las viejas ideas j valores ya no sus sentimientos Y emiten susiuicios»; ((un patrón de significados
se arnl0nizahan con los nue\'(J:', contextos sociales. v se enfrentaban transn1itidos históricamente Y n1attrializados en formas simbóli-
al desafío eh:- nue\as ideologías-o Finalmente, el epítonle de la cul- cas. mediante las cuales los hon1bn:s se curnunican, perpetúan y
tura en la sociedau u'adicional era la religión, nlieIllr;.t:, que en la su- desarrollan su conocinlienlo "oh re la vida y sus actitudes hacla
ciedad moderna era la ideolosria. Esla somera síntesis es sin duda ella»; «una serie de sinlbólicos para controlar la con-
iujusta con un autor tan sutil Geenz. A veces, presentaba las
fuentes extrasomáticas de
principales oposiciones audaz y" escuetalnente, pero, más a Como la cultura \?ra un sisrenl<l sinlbó!ico, se debía leer, traducir
do, las calihcaba COnl() conjuntos de paréntesis encapsulados o las
t.' interpretar los procesos culturales:
desperdigaba en inlágenes evocadoras. Pero ésa era la estructufíL
del
54. flnd., pclg:. \ji
En los pri.n1eros éstos c-ran las ideas re:-.uiti,ulles, p.cn1 •
55. [hui.. púg. -1-.
cada más. pasó;} insistir en distintas (uesLionl's a:;í j}}/¡[., púg 2::;-1-
como ell problema.-; \,.'Otlc:.::ptuales: :a naturalez;,.\ de la cultura () Lk la "-7 [bid_ 2-+.5 sq \ _12. p;¡l"n \lna ,"e\'isión completa de b cunccpClon gccrt-
¡i,ma de llt:'llcl de rdel"t:nClas, Kc-nndh Rice, Gel'l::, ClI{wrc, Ann
expresi6n \ la pru,\'cccion ele la tradUCL'i¡'ll1, r\sInlislTlU, 10:-'
Arhot', Un.ivt'l:-iit" (JI 1980.
"ensavQs tenían una estructura mu:'o: diferente de las monografía""
,>,'c'

CLlJ;F"ORD GEERTZ 121


120 CULrUHA

creer con Max vVeber que el hombre es un anima] suspendido en una línea parsoniana. La cultura era uno de los determinantes y
telarañas de significado que él ha tejido, entiendo que la constriñentes de la acción y la perspectiva cultural era un
J [ura son estas telarañas, estas ). entiendo que su análisis no diente necesario en un análisis más amplio, que debía ser obligada-
/ puede constituir una ciencia expenmental en busca de le:yes, sino nlente de carácter interdisciplinar. Obviamente, toda aportación se-
: f-. \ una ciencia interpretaliva que busque significados. Es la explicación ría parcial. Pero incluso por sí misma, la cultura no era mera
I'¡ Jo que persigo, interpretando expresiones sociales sobre la superficie decoración. En' todas partes, la gente lidiaba con las grandes cues-
',j enigmática [de Jichas redes].;:l
tiones de la vida, la muerte, el destino y otras por el estilo. Cada cul-
\ tura se refería a la condición humana en sí nlisma, un objeto lo su-
El lenguaje de la cultura era púbtico v, consecuentemente, el analis- ficientelnente vasto en toda conciencia.
ta no debía pretender conseguir percepciones en los rincones oscu- Un asunto lllás enojoso tenía que ver con los límites insoslayables
ros de las mentes humanas. La función simbólica era uni\'ersal.y los del «conocin1iento 10cal/i.!>1 Se acusaba al etnógrafo de permanecer
seres humanos no se (as arreglarían sin este segundo código, que denlasiado cerca del terreno, sin prestar atención a los cambios a lar-
operaba paralelamente al propio código genético. En reatidad, ser' go plazo ni a las influencias externas. De vez en cuando, Geertz acep-
humano era poseer una cultura. Pero no tenía sentido ir a la caza taba la naturaleza especifica, local y localizada, del conocimiento et-
(junto con estructuralistas y fornlalistas) de principios universales nogrático; inclw;o podía llegar a vanagloriarse de ella. También, a
que pudieran subyacer toda cognición, va que la clave residía en menudo, presionaba para expandir su marco referencial. En sus mo-
que todas ¡as culturas eran diferentes. «Luego, aquí, ser humano no nografías tempranas, estaba dispuesto a generalizar a toda Java ----o
es ser todos y cada uno de los humanos, es ser un tipo particular de incluso a Indonesia- a partir de la ciudad de Modjokuto y, con fre-
hombre :\-', naturalmente, los hotnbres difieren)},'i'l cuencia, lo hacía sugestivamente (aunque, claro está, se topaba cons-
Los sínlbolos que constituían llna cultura eran vehículos de con- tantenlente con protestas \,ehelnentes: «¡Pero no en el sur!» «Pero no
cepciones vera la cultura quien sunlinistraba el ingrediente intelec- en el este!» ... ). Sin embargo, cuando analizaba los procesos políticos
tual del proceso social. Pero las proposiciones cultUl'ales simbólicas y económicos en la ciudad, resultaba patente su incapacidad de ten-
hacían algo nlás que articular una descripción del mundo, también der puentes, de demostrar vínculos, entre ModJokuto y Jakar1a.
proporcioIl3ban una guía para la acción en su seno. Proporciona- Pero, incluso aunque pudiera contrarrestar estas objeciones, el
ban nlüdelos tanto de lo que afirmaban que era real como patrones reto parsoniano original aún estaba allí. Si se podla definir, aislar y
para la conducta. Y era en calidad de guía de conducta como se in- estudiar la cultura con los medios adecuados, quedaba el problema
troducían en la acción social. Era por 16 tanto esencial «distinguir -insistentemente planteado por Parsons- de cómo había que es-
analíticamente los aspectos sociales y culturales de la \ida humana, tablecer las conexiones entre la cultura y el proceso social.
así como tratarlos como variables independientes a la vez que fac- funcionaba la cultura en calidad de modelo para la acción? ¿em la
tore;., l11utuamente interdependientes».60 cultura un elemento puro, independiente, que sumaba fuerzas cun
PartiL:uJarnlenk en sus tenlpranos, Geertz se preocupa- otros (insLiLllcionaies o psicológicos) para generar la acción social?
ba de responder a la crítica, según la cua!' el análisis cultural podía Si era así, ¿cónlo se podía abstraer el elenlento cultural, dado que
explicar mu:' poco, incluso que era un lujo, una evasión de la vida sólo se obsenaha en el curso de la acción social? La cuestión era to-
real. Se objetaba que el análisis cultural estaba demasiado dispues- daVÍa más compleja va que la propia cultura se veia moldeada por
to a que lo sedujesen las cualidades est¿ticas, y que se inclinaba a ¡os procesos sociales .\ polLticos.
rehuir los gra\'es asuntos de la supervivencia o las realidades mun-
danas del pode}' o las constricciones ineludibles aunque' frecuenk- 61 E'.. l.: tema Jo ·.:".:plora GL'c't"ll L-o!ecclón de ensavo::.
nlentl' esconc1iebs de la biologja. A veCl."S, Geertz contestaba sc'gün 4ue L,¡cuf Á.JIiII\!Cu'!.:.l", IYX3. algunas rL'.. .·ll;;'nleS, véase Cli([()rd
GeL'1 tI" LOGd t..:.n'l\\'kdg<.' cinc! lb Limits: S\>!T1t:' Oh!!,'1 DIlI,¡" Tlu' Yute }ol/nwl (JI
Cntln"lIl, \ 01, .:l, n 2, 1')1';12, pags. 12Y-135. P;tr;¡ LonlCl1lanO:l crítko:l, \éan-
Jach.. (J\)\Jlh, L\)L.t1 KlJ(lHiL·Jgc und Kno\\kdgc ni LOL'alit.\: The uf
58. Véa:-.c [fu' IJlleljlrt'lu!l"iI (JI Culrlll"n, 'l.
59. Ibld, pJg. 83 >J, rJk i {;Ie jUlIl"lw! u( el l! I( I,\II!. lo 01. 5, n' 2, 1992. 137- 1-+7. v Pecora,
60. !lJlt!., 144. (,T!le Lillllh \Jj LnL·all\.ll{ndeclge.»
CULTURA CLlFFORD GEERTZ l23
122
)

Frecuentemente, Geertz Se contentaba con declaraciones muy religiosa parecen en sí lnismas suprernamente prácticas, las únicas
generales sobre la relación entre cultura v estnlctura social, citando sensibles que adoptar. dada la manera en que "realmente" son las
habitualmente a Parsons y Shils. come: argumento de autoridad;
«La cultura es el tejido del sig1liflcado en cuyos términos los seres En sistemas que estaban en equilibrio, la religión. la estructura
hunlanos interpretan su experiencia y guían su acción; la estructu- social, las emociones y las formas de acción convencionales se mez-
ra social es la forrna que toola la acción, la red realmente existente claban y se reforzaban las unas a las otras. Se daba un proceso efi-
de relaciones sociales. Cultura y estructura social no son lllás que ciente, durkeimiano. de retroalimentación. Pero tal como habían
abstracciones distintas del mismo fen()nleno)),h:' En la práctica, ele- insistido Parsons y Shils, este isomorfismo era de una clase espe-
gía la religión para representar un epítome de la cultura y trataba [,1,
cial. En situaciones de cambio social. los símbolos sagrados deja-
de describir el efecto de las concepciones y prácticas religiosas so- ban de poder hablar con tanta claridad a las realidades sociales. En
bre los procesos políticos, sociales ji económicos particulares (un su ensayo, «Ritual and Social Change" (1959), Geertz describía
proyecto weberiano). Se debia abordar la religión como un sistema como, en Modjokuto, la gente procedente del campo trataba de ha-
de cultura, pero también era un aspecto privilegiado de la misma, la cer que las cosas tuvieran sentido de acuerdo con las viejas concep-
cultura ele\'ada a su rango más alto, a su corazón, «un conglomerado ciones. Sus esfuerzos estaban condenados: ,da dificultad repos" en
de sagrados, tejidos en una especie de todo ordenado}).ó} el hecho de que socialmente la gente del kampol1g son urbanitas,
Ahora bien. ¿qué símbolos son sagrados) Trabajando en sociedades mientras que culturalmente son todavía ¡(lib." Las divisiones so-
donde domina la religión. Geertz tenía bastante con atribuir unos ':>
ciales y políticas de la ciudad debilitaban la intención del ritual. que
significados más bien convencionales a las palabras sacro o sagrado era afirmar que el mundo estaba ordenado y la comunidad unida.
:" secular o profi:lIIo, correspondiendo a grossu modo a lo que llama El pueblerino urbanizado ya no se las podía arreglar con su ritual
«religión» <lsentido común». popular. Las viejas ideas todavía podían parecer reconfortantes en
Con10 las culturas en general, las religiones tenían un carácter las oscuras velas nocturnas, pero ya no estaban adaptadas para so-
dual, dici¿ndonos cómo era el [nundo y cómo debíanlos actuar en " brellevar el ajetreo del día.
él. Los símbolos religiosos nos garantizaban el orden del mundo y, En los nuevos estados. el problema de encarar la modernización
así. satisfacían la necesidad fundamental de escapar de los azares se experimentaba más agudamente en el nivel nacional. Brotaban
de un universo absurdo e irracional. Había un significado oculto en dernandas pat1icularistas contra el interés nacional, condrtiéndo-
la pérdída, el sufrimiento, la injusticia y la muerte. En breve. los se en la base de cont1ictos políticos. El centro debia generar nuevas
símbolos sagrados constnlÍan un mundo que tenía sentido y, al en- lealtades, configurar un llamamiento que trascendiese los apegos
tender ese mundo, aprendíamos a conducirnos nosotros mismos. locales. (Hoy, los nuevos estados)}, escribía Geertz en 1973, (¡son
Pero los sínlbolos religiosos podían actuar de esta manera sólo en la más bien como aprendices de poetas v compositores o como vates y
medida en que se los aceptaba :"" absorbía. La «esencia de la acción músicos naif. en busca de un estilo propio. de un modo distintivo de
religiosa» era investir de autoridad a todo un conlplejo de símbolos, solucionar las dificultades planleadas por el medio». Aunque algu-
(b 111etafísica que fornlulaban \' el estilo de \·ida que reconlenda- nos fallarian: "hav estados fallidos como hay artistas fallidos. tal
ban"." Ésta era la tarea del ritual. que al mismo tiempo presentaba como quizás Francia)}.67 "
«Llna imagen de orden cósmico, una cosmo\"isión;¡ e inducía ¡Iacti- Dejando de lado esta curiosa referencia a Francia. que. al fin v al
tudes \' ¡noti\·aciones), fundiendo así una inlagen dd mundo, un cabo, ha suministrado al 111undo model-no 111uchas de sus ideologías,
et!lns ,v un modelo de comportamiento. Según Geertz, los rituales Gecrtz procedía a argun1entar que los nue\·os estados requerían un
alteran «todo d p::lisaje nl()strado al sentido común... de una 111ane- líder carislnático weheriano, alguien que tendría que disenar un
lal que las .v lndu('idas por la práctica vo modelo de legitimidad, una ideología. La ideología poseía I1lU-

,,2. lile {Jihr,')!'..IUf,'ulI "1 (U/Ulle', 05. {hu/., pág. 122


03 ¡bid., rüg, 12 Ll 66. /bld.. pág. 164.
:'-4. !lml., pág. 112. 67. ¡hui., pág. 178.
CLIFFORD GEERTZ 125
124 CULrURA

chas de las características de la religión. Como la religión, una ideo- trayendo con ella un reto directo a las visiones religiosas del mun-
logía se debía entender culturalmente, como un sistema sinlbólico do. El sentido común, junto con su epítome, la ciencia, creaba la ne-
y, consiguientemente, en una imagen geertziana recurrente, como cesidad de alguna cosa más v también ofrecía los mateies para
una forma artística. Desplegando un lenguaje figurativo, la ideolo- construir una alternativa laica a la religión, una ideología. Las ideo-
gía creab3. «formas simbólicas novedosas») y ofrecía «mapas de rea- logías habían sido característicamente los sustitutos mo ernos de
lidad social problemática y matrices para la creación de conciencia la religión.
colectivJ.».bl\ Era una forma de religión apta para tiempos turbulen- Geertz desan-olló esta argumentación en Observando el ls/am,
tos v para una modernidad desencantada. El fermento ideológico un estudio comparativo del Islam en Indonesia y Marruecos, publi-
caracterizaba las sociedades en trance de calnbiar, desde la Francia cado en 1968 (<<en ambos lugares se inclinan hacia la Meca, pero
revolucionaria hasta los estados poscoloniales. Debatiéndose para siendo las antípodas del mundo musulmán, ambos se doblan reve-
institucion:J.iizar nuevas maneras de hacer las cosas, los líderes de ""' rentes en direcciones contrarias)} 71). La fe religiosa en las socieda-
estos países pronlüvían símbolos unificadores e inventaban rituales des tradicionales se sostenía «mediante simbólicas y dispo-
nacionales. La ideología pOI' sí sola no resolwría los problemas de siciones sociales»./2 En los nuevos estados en generaL esos pilares
un país conlO Indonesia, pero era un ingrediente necesario en cual- se estaban «(1espegando», y' en particular, en Marruecos e Indone-
quier solución. sia. 73 Las creencias tradicionales ya no se daban por hechas y los
Con todo, el ascenso de la ideología no se podía entender sim- «símbolos religiosos clásicos)) )'a no eran suficientes para «(sostener
plemente como una solución a problemas políticos y sociales. Tal una fe apropiadamente religiosa». Éste era un fenómeno muy ex-
vez la premisa más generalmente asulnida por los científicos socia- tendido. «y lo mismo pienso de la principal razón de esta pérdida,
les del siglo xx era que el mundo moderno estaba desencantado. La la secularización del pensamiento, v también de la principal res-
laicización socavaba las creencias establecidas v la religión había puesta a dicha pérdida, la ideologización de la religión»." La secu-
perdido su monopolio en tanto que marco para la cosmología y la larización era un triunfo para el sentido común o, mejor, para una
momlidad. Afortunadamente, había una fuente alternativa de signi- «perspectiva cultural trans-sentido-conlún... \a ciencia positivall.?5
ficado, que Geertz llamó sentido común. Entre los elementos peor El sentido común tradicional dejaba sitio para las ideas religiosas,
definidos del aparato conceptual de Geertz, el sentido común,Q era pero la razón práctica de la ciencia era insaciable. negando que
cultural mente específico, infiltrado por nociones religiosas, pero cuestión alguna fuera demasiado sagrada o delnasíado misteriosa
sin dejar de ser una especie de sabiduría práctica, puesta a punto para sus métodos. Para entonces, esto era aparente incluso para ((el
para producir cierta clase de bienes: «La mavor parte del tiempo, humilde campesino o para el pastor». En todas partes había una
los honlbres, incluso los sacerdotes los anacoretas, viVen en el guen'a entre la ciencia y la religión, una <ducha por lo real».
mundo colidiano y ven la c:xperiencia en términos prácticos, con los Las religIones clel mundo habian afrontado desafíos científicos
pies en el suelo: deben hacerlo si tíencll que sobre\'ivír>l.70 En cual- y filosóficos durante siglos y Geertz defendía que su estrategia fa-
quier caso, aunque el sentiJo común podía ser una guía necesaria vorita era simplemente negar una plataforma de actuación a sus re-
para operar en el mercado o para tener tratos con la policía () con tadores seculares. Esta generalización hace justicia a la his-
los vecinos, no podía aspirar a contestar las grandes cuestiones filo- tori3 del temprano estado moderno en Europa, pero, en cualquier
sólicas o a gobernar en asuntos de moralidad. Esa era la provincia caso, Geertz el énfasis en otro proceso que promueve la secu-
de la religión. Pero con la lllodernizat:ión llegaba la secularización, larización en los nuevos estados. Debido a que éstos estaban indele-

08 [lnd., pug. 220. 71. Geen:l, lsic/)} I OJ,st'l"\'ed' DtTelU!J!/lenr in ,'vIomcco (/(ld
bY. El comc:ntclrin más COll1r]e[O de Gél'11¿ en turnl) ul "... erlti(\I) cumún" .,;c lJ1drJUe.'w. I\ie\\ t-l.:l\en, Y:dc 1968, pág. ltl"::\d. l:.lSt.: Üb)I.'rVCHldo
ruede ('lh;Ontrar en sU ensmo S...·11Sé as ,l Culrur;¡j S\stClll ellsh/ln. Fl des¡;n'u!lo rehgit)',() 1.'11 \!(I/"!"1It't"I):> t' 8<.\rcelona, Puidós, 1994)
Pt): rnmt:.'I":l \c'Z en 1975 \ reUllpr...· .,'1 ,<-'n er'II'!l'iJlli<:},'/{, luc,d. 1l11;llTlti,.... ;I, \ Gl"',,' 72. [/;id.. r,-'í.g. ':19.
On:,ten. "Hd GeLtmLi \'l'l"ldlld \,ln Clili"I'l[ Geerl/ c'n J \\", l'i <'11 -¡J. f1JiJ., 2 \ 3.
(comp..... 1, -1i1l(()pul')'2,ic TiL',,<:'1I \Ieh I¡.'c/U,}' ,--'JI A.."1I!i.li. F"u'.', U\l'l eltrl!)!,! (;í!t'f"{::. 7.. L f!¡¡J, 102 11)3
70. rhe IllferjJ¡¿fatIOJI (J! Cllhllln, p<.tg. 107 75. ilnJ, p::\.gs. IOJ \ 10---1-.
...,.,."..,,,
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CULTURA CLlFfORD GEERTZ 127


126

blemente asociados a poblaciones multiétnicas, con lealtades reli- \\ieberiana, promovida en la ciencia social americana de los años se-
giosas conflicti,as, los dirigentes poscoloniales tenían que desarro- senta por los admiradores del fenomenólogo emigrado, Alfred
llar una ideología secular que fomentase la unidad nacional bajo su Schutz), Coherentemente, el etnógrafo no se preocupaba tanto por
liderazgo. En consecuencia, se vieron abocados a minar el mono- lo que la gente hacb como por el significado que atribuían a lo que
polio de la religión establecida. El nacionalismo revolucionario pro- hacían, y por cón10 interpretaban mutuamente sus acciones. Su tra-
mo,ía «una especie de religiosidad laica para todos» en Indonesia y bajo era {(explicar explicaciones), sus mateJiales, (construcciones
«una disyunción radical entre la piedad personal y la ,ida pública» de construcciones)).78
en Man-uecos 76 En ambos casos, la legitimidad de la ciencia m·an- Una y otra vez en su trabajo,
zaba, directa o indirectamente, v se erosionaba la autoridad de la Gf'f'rtz contrapone los comentarios de los autores y sus propias ob-
religión.:.La secularización socm;aba la fe y la ideología la reempla- servaciones directas, de la gente azuzando a los gallos para la pelea,
zaba (existen muchas críticas posihles de esta visión, pero cierta- haciéndose con votos y participando en las elecciones, regateando
mente se mostró un pobre indicador de la importancia que el fun- en el bazar. Distingue (sin duda correctamente) lo que dicen de lo
damentalismo islámico iba a alcanzar en las décadas siguientes). que hacen y lo que él y otros observadores (nativos o foráneos) sa-
can de lo que se dice o hace. Y sin embargo, en ocasiones. niega que
.,,, ," las notas de campo del etnógrafo describan lo que I'e por sí mismo:
,do que registramos (o lo que tratan10S de registrar) no es un
Si el objeto especial de la antropología era la cultura, ¿cómo se curso social en bruto, al cual, (. .. ) al no ser actores, no tenemos un
la deberia estudiar? En su primer libm. T),e Religio1l ofJava, Geertz acceso directo, sino sólo aquella pequeña parte de él hacia cuya
estaba satisfecho con lo que hoy se lee casi como una crítica pinto- comprensión nos pueden guiar nuestros informantes»).79 Pero, ¿por
resca: qué sólo lus actores tienen un {(acceso directo) al «discurso social
eo bnlto:' J ¿Qué fu"d..el <:!,lebre observador Con segu-
Una de las características del buen informe etnográfico (... ) es que el ridad el etnogl'áJ() puede y convenciones que le
etnógrafo sea capaz de salirse elel camino de los datos, para permitan una interpretación de las acciones éomparable a la del na-
translúcido, de tal manera que el lector pueda ver por sí mismo algo tivo, pero de todas formas diferente por ser más analítica.
de la apariencia d.:.- dichos hechos y. en consecuencia, juzgar los rc- En lugar dd observador participante, que aprendía a vivir en
y generalizaciones del etnógrafo en términos de las percep- una sociedad extranjera y que deseaba descubrir cómo eran real-
ciones reales de éste. 77 mente las cosas detrás de la pantalla de las devociones, GeeI}z pro-
puso que el etnógrafo debería proceder de la misma formá-gue un
Pero, hacia los primeros años setenta, con los asuntos esfüéfíOso -de tcx-tos: ({ Hacer una etnografía es' como tratar dc-lc(;r
metodológicos con llldyur sofisticación. El el objeto de-- "de una leetu';.a de») un manuscrito, forá-
su ensa,vo más inGu)'ente: «Descripción densa: hacia una teoría neo, honnso, lleno de elipsís, incoherencias, enmiendas sospechosZ\s
terpretath'a de lo cultura", que escribió en calidaJ de introduccir'm f;: v tendenciosos, escrito no en grafías correspon-
su colección La interpretación de las culturas. dientes con\·encionalmente a sonidos, sino en ejemplos vagabundos
La presunción de Geeltl. cnn mayores consecuencias era que los Lá"Tcreaoe que tanto úñ
datos cruciales de la dnografía no se sintetizaban de la observación drama cciernonial como una pelea de gallos se podían tratar como
pura y dura. Sólo un naif podía creer semejante cosa. un (un;) inscripción de 1J. la había tonlado prestada
Se consideraban las acciones de la gente y se procesaban :J través
del filtro de b interpretación. acciones eran artel3cto.'i, la in-
de Paúl ér
con10 l'Tú·si110 nos dice, ((retorciéndola
tención era que los signos conlle\aran significados (ésta es una id..'a
70. \'C:bL' T//t' !llliCl¡w('[dl¡rm uf ('1I{tIU-C.,> , pág. Y
79 {hu!., p<Í!! 20.
76. 11)1(1., 10'. SO. ¡hid., pag. 10.
77. V¿a:,c' Tl/L' Rdw,wlI U(JaI'(/, púg. 131 fhd., pag. 19
128 CULTURA CLlFFORD GEERTZ 129

un poco». Rícoeur haBía defendido que «se podría llamar he¡me- Los pmpíetanos de los gallos de pelea, sus parientes y sus vecinos
néuticas a las ciencias sociales» si cumplían dos condiciones: (d) hacen apuestas ll10netadas y, en ocasiones importantes, éstas llegan
que su obJeto despliegue algunos de los rasgos que hacen que un a ser muy sustanciales. Pero los protagonistas se juegan incluso más
texto sea un texto, y 2) que su metodología desarrolle el mismo tipo de lo que parece. Las apuestas penden sobre sus cabezas y no sólo fi-
de procedimientos que los de la (¡usleglll1g o interpretación de tex- nancieramente. De hecho, según Geertz, el dinero es secundario: «Es
toS».112 Claramente. la primera condición sería primaria. Ricoeur en gran parte [lorqu" la gravedad de la pérdida es tan grande en los
pretende que las acciones sociales tienen algunos atributos de los niveles de apuestas más altos que meterse en semejante puja es ju-
actos verbales. Un acto social tendría un contenido proposicional y garse, alusiva v metafóricamente. el yo público a través de un gallo;,."
un propósito, sieñcfü público ydirigitlo a posibles ,decl",:"',;.: PorTo Ese gallo representa al propietario v a sus aliados mis cercanos. Por
lo podiúi- tratar como un registro verbal o como un docu- consiguiente, el estatus está en juego. Los jugadores «ponen su dine-
mento escrito. «La acción humana (. .. ) está abierta a cualquiera que ro donde está su estatus'l. La «tesis general,) de Geertz es que la riña
pueda de gallos profunda «es fundamentalmente una dramatización de
No seria difícil hacer un listado de algunas diferencias detecta· asuntos de estatus>1.S5 El análisis de Bentham sobre el «juego profun-
bIes entre un texto o incluso un acto verbal y una acción social, do» falla porque únicamente considera las utilitarias apuestas mun-
pero lo que aquí importa es el uso que el propio Geertz hizo de la
;': danas. «Lo que hace profunda a la pelea de gallos balinesa no es,
metáfora de Ricoeur. Su ejercicio nlás conocido en este género es pues, el dinero en sí nlismo, sino que cuanto más se pone en juego,
su representación de la lucha de gallos balinesa como un «texto ac· más puede ese dinero producir una migración de la jerarquía de es·
tuado». El título de este ensayo. publicado por primera vez en tatus balinesa al meollo mismo de la pelea de gallos»."
1972, es .<Juego profundo: notas sobre la riña de gallos en Bali»." ,"> La proposición de Geertz es que, para los jugadores, el estatus
Geerlz extrajo la noción de «juego profundo» de las reHexiones del ".", significa más que el dinero, y que las apuestas monetarias repre-
filósofo utilitarista Jeremy Bentham sobre la irracionalidad del sentan riesgos de es1atus. Pero, ¿qué aspecto del estatus está en jue-
juego de apuesta. En tanto que utilitarista. Bentham asumía que ,
go? Geertz recuerda al lector que los balineses estin muy preocu·
jugar con apuestas altas era irracional :v concluía diciendo que se pados por el prestigio v el estatus en todo tipo de contextos,
debía proteger de tal actividad a quienes tuvieran la mente v la va· ". además, a medida que el análisis avanza, resulta e\'idente que los
luntad débiles. Geertz argumentaba que, cuando el balinés se deja. valores en juego en las riñas de gallos no son en absoluto los valores
,'.,
ba ir en lo que Bentham llama juego profundo, jugar con apuestas ," oficiales de la cultura balinesa, sino miedos v deseos inconfesados y
muy altas. estaba expresando valores compartidos que trascendían más profundos.
el cálculo de ganancias v pérdidas materiales de un Gradgrind dic·
kensiano. No es únicamente dinero lo que está en juego en las pe- , De lo que (... ) hnhla l'(Jfl mús contundencia la pelea de gallos es de las
leas de gallos. relaciones de estalus, \0 que dice subre ellas es q\.lt..' son cuestiones
de vida o muerte, Que el prestigio es un asunlo profundamente serio
resulta t'\'idente se mire donde se mire en Bali (... ) Pero -;ólo en las
h'2, Paul Ricoeur. "Th" of the Tcxt: Meaningful Actlon Considered
leas de gallos se revelan tal como son los sobre los que
as;} Text», Social voL 38, n') 3, 1971, pág, j44.
83. Véase" Deep pLtv: Notes on the Balinese Cockfight» (publiGIJo por prime- descansa esa jerarquía. Enyueltos en cualquier otro lugar por la bru-
ra vez en ly72 :' l"eirnpre::,o en La i¡l(¿I77n:raciúll de Las Se han hecho ma de la etiqueta, un espeso nubatTón de eufemIsmo y ceremonia,
re\iS1Unes \ ..:ríticas de este ensavo, Véan.'>c, entre otras, \Villiam gesto y alusión, allí se expresan velados únicamente por clmús tenue
RO'iebl'IT\", 'Rtlinese Cockfight:-. and the Seduction oL Anthropology", ,')uClal de los dish"aces en forma de máscara animJ.l. una máscara que, de
\01. -1-9, n" 4,1982. pag;." 1013-1028; JümC'::. Cljfford, "On Ethnographlc hecho, los muestra nó" que los escondL'. Los cdo." son una parte de
.4.L1I!lUI'II\ kCJirncllruflOlls, UJI. 1 n" 2, págs. 110-140: Vincent Bah . . 'n el mi..,mo grado que b pose, 13 en\"idia en el mismo que la gra-
"Hl.'m\l'''' DtlL'IlHna: The L\bking nI Sub\er..,üm in De"cripllon», en
Jal1w.., Chll,,¡d \ George ,1Iv1;.lrLlh Il'rirlllg ('u/Jure: The Poetlc5 nllJ Puf¡flCS
(Ji
L.'i/i!¡)':..:,i,',':"/¡\, Bcrtcll:'\, L'nl\'l'r:,ny 01' Caldol nw Prc",,,,, 1986, 5 t-76; \'incent 8-+. \'0<1,,'-' Gel'l"\/, Tirt' IU(aprClUlIu"1 ui C¡¡J{un.:.), pág. 434.
PeLura "The Llmlb !"Jf Local Knowlccige,), en H. A. V'ee..,.:r (cump.), Tite .\'eH· 85 lhid, -.+37.
Lonure:-,. Routledge, 1989, 86. IhLd., p;ig, -+.3D.

',;

ti-
130 CULTURA
CLlFFDRD GEERTZ 131
cia, la bnllalidad en el mismo que el encanto; pero, sin las peleas de
gallos, los balineses tendrían una comprensión propia mucho menos En última instancia, el texto trata de los valores balineses irra-
certera, razón por la que. presumiblemente, la tienen en tan alta es. cionales que vacen bajo la superficie de sus valores oficiales. En
tim;:L s7 efecto, Geertz pretende haber penetrado en las ocultas honduras de
la psique balinesa. Las interpretaciones balinesas, como las asocia-
En esta co}'untura, lo que le interesa a Geertz es la interpretación ciones del que sueñ", sólo pueden guiar al lector de textos durante
que la audiencia hace de toda la escena. «Su función, si la queréis una parte del c"mino. Al final, debe apelar a las percepciones ex-
Il"mar "sí. es interpretativa, es una lectura balinesa de la experien- tranjeras del psicoanalista. Y lo que revela esa lectura no es simple-
cia balines;}, un relato que se cuentan a sí mismos, sobre sí mis. mente el poder de la cultura para desbordar y anular la racionali-
11105».1'8)-]0 que los balineses dicen sobre sí mismos en las peleas de dad económica, sino las fuerzas oscuras de la naturaleza humana
gallos es subversivo, profundalnente perturbador: «reúne temas que acechan bajo la superficie, y que pueden debilitar los valores de
anünai, narci.':oislTIO lnasculino, juego contra oponen- una cultura (<<tal como reza el proverbio, cada pueblo ama su pro-
tes. ri\"alidad de estatus, excitación de las lllasas, sacrificio san- pia fmma de violencia; la pelea de gallos de los balineses es un re-
griento- cu):a principal conexión es que se iIl1brican con la rabia y 'v,'
C. flejo deJa suya,,").
el núedo de la rabial),Sé¡ P"m un comentario más ponderado de lo que implica el tmta-
En las frases fin"les del ensayo, Geertz destac" que «las socie- miento de la cultura como un texto, se debe volver al ensayo más
dades, como las vidas, contienen sus propias interpretaciones, Uno conscientemente metodológico de Geertz, «(Descripción densa»,
sólo tiene que aprender cómo conseguir acceder a ellas'l."1l Pero, que ilustra la proposición de Ricoeur mediante un estudio de caso
¿cómo' Geertz "pela al ejemplo de los críticos teatrales interpre- de muv distinta clase. Geertz empieza con la descripción de Gilbert
tando producciones de Shakespeare, pero no especifica los nlétodos Ryle -al1ifi,,¡ y típica de la filosofía de Oxford- de las muchas in-
por los cuales identifica y lee el texto representado en la rina de ga- terpretaciones que puede conllevar un simple acto de lenguaje cor-
llos. Tan1poco puede garantiz.ar la pretensión de que es capaz de' in- poral, el gLIiño. Geertz señala que el etnógrafo tiene que abrirse
terpretar los ,·alores tácitos de los balineses (¿de todos los baline- paso precisanlC'nte a través de parecidas «estructuras de inferencias
ses?) tal C0l110 se revelan en este espectáculo. Se podría suponer que y de inlplicaciones acunl.uladas»,93 y continúa con una narración
muchos balineses refutarían indignados la sugerencia, según la ejemplificadora, una historia ocurrida en Marruecos en 1912, cuan-
cu"l, deb"jo de la piel, el homb'-e balinés sería animal. Sin em- do el control francés sobre algunas áreas bereberes era incierto y los
bargo, Geertz confía en que las peligrosas emociones que lee en el mercaderes todavía tenian que confiar (extraoficialmente, en reali-
drama se asienten reahl1ente en el inconsciente balinés. El juego no dad, ilegalmente) en los pactos comerciales tradicionales, estableci-
es un entretenimiento, un descanso de la cotidianidad, ni tampoco dos individu"lmente con cada jeque.
el rc'\'crso de un ritual, sino una reyelación de lo que hay. En la últi- La esencia de la historia es la sÍ!zuiente: unos bereberes robaron
ma nota a pie de página, sugiere que las matanzas que ocu- a un comerciante judío local llamado Caben, que iba acomp"ñado
tTierotl en Bali después del golpe de est"do en la capital, en diciem- por otros dos n1ercaderes, también judíos pero forasteros, a los cua-
bre de 1965, demuestran «que, si no se mira Bali únicamente' a les asesinaron. Cohen pidió la a,ud" de los franceses para resarcir-
lra\'L'S sus danzas, su teatro de sOTnbras chinescas, su escultura :'/ se de los daños, pero los bandidos perteneciCln " un" tribu rebelde
sus chiGls, sino tanlbién a tra\¿s de la:-i riñas de gallos -tal como al dominio coloni,,1 galo v las autoridades locales le dijeron que se
hacen los propios halineses-, el hechu de que la n1asacre ocurriera las arreglase, Cohen, entonces, D1üvilizó algunos aliados invocando
parece, si no menos sí lnenus COJ/{{U lIatuul »,'-J I un pacto eon1ercial con un jeque bereber. Prontamente se aduena-
ron por la fUerza de algunos rebanos de ovejas de la [ribu originaria
S7 lhui. p..t!-,- -+"+7, de los ladrones. Esto obligó a los líderes de ésta a en nego-
K_'"', lhu!.. ..¡...¡.S,
ciaciones con los protectores de Cohen, al cual pagaron una con1-
S0, IhIJ, pdg:-., .j....1') \
9U. lbid., . ..¡.:::"
Sil. ¡hid., pL'lg, ..j..52, Ji'lld"+j
4,
92 ¡bid" pág::-., 449 \' -+50.
¡hid., pág, 7.
132 CULTUIU\ CUFFORD GFERTZ 133

pensación de 500 ovejas. Sin embargo. el comandante del mático» entre los partidos. que hizo meter la pata a Cohen, y
mento militar francés, sospechando de la alianza de Cohen con los [arrastró] con él a todo el antiguo modelo de relaciones sociales v
hcreberes, lo encarceló e incautó sus ovejas. 94 económicas en el seno del cual venía funcionando, fue una conh;-
El texto de la historia está impreso en letra pequeña, lo que sión de lenguas.» (.Jo
rece indicar una cita, y Geertz revela que se 13. relataron en 1968. Pero ésta no es de ninguna manera una lectura indiscutible de la
¿ De quién es el texto? Geertz no especifica si registra la memoria de historia. Se puede admitir que el relato que Geertz presenta al
un informante o si ha construido el texto a partir de varias fuentes. ,.,:;. tor es muy esquemático, casi impresionista, pero ello no e\dta una
En \"ez de eso, pasa directamente a proclamar que el texto es «den- lectura que sugiera que Cohen, los bereberes y los franceses se
SO», «espeso» -«extraordinariamente denso})-y que muestra (que braban los unos a los otros con bastante exactitud. La única abe-
Jo que llamanl0::; nUestros datos son claramente nuestra propia rración era la conclusión del coronel francés. según la cual. Cohen
construcción de la::; construcciones de otras gentes acerca de lo que sería un agente bereber, pero esto no era necesariamente' el resulta-
son capaces, ellos y sus compatriotas».9'i do de una incomprensión cultural; en otros casos pouría haber sido
Ninguna de estas pretensiones es demasiado convincente. ¿Es el una intuición correcta o podría haber sen¡ido conlO treta eficaz,
texto dL' la historia "denso) por sí mismo (con distintas capas de fuera cual fuese la verdad en el fondo de este affaire en concreto.
implic'Klones) o es la conducta que afirma describir -el texto En un momento dado, el propio Geertz ofrece un resumen
tuado- la que es (extraordinariamente densa»? Para Ryle, que acu- recto que dista bastante de la lectura "Torre de Babeh de la historia
ñó la expresión, son las descripciones las que pueden ser densas, y (" un discurso social [... ] dirigido en múltiples lenguas»):
lo son si conllevan las interpretaciones múltiples que se pueden leer
en la acción. En tanto que descripción interpretativa, este texto es !, . Cohen invocó el pacto comercial; reconociendo la reclamación, el
cualquier cosa nlenos «denso»). Es una narración directa de la ac- jeque desafió a la tribu de los ofensores; aceptando la responsabili-
cion, un relato de aventuras contado casi sin recuperar el aliento, dad, la tribu de los ofensores pagó la indemnización; ansioso por de-
L'lllpaquetando una serie de incidentes trágicos en apenas unas 600 jar claro a jeques y por igual quien mandaba en ese mo-
palabras, y oh-eciencio un comentario nlínimo. No demuestra tam- mento, el mostró la mano imperial.'J7
poco que los datos del etnógrafo están precocinados por los
mantes, dado que éste es un caso especial. la reconstnlcción de un También señala que. dado que "el código no determina la
evento ocurrido una generación antes. Si Geertz hubiera estado ta», cualquiera de los partidos podría haber actuado de diferente
presen te en las negociaciones entre los ancianos bereberes, tal nlanera, lo que sugiere que los cálculos racionales podrían haber
como ]0 habia hecho en numerosas peleas de gallos, no habría sido clecisivos. Ahi no parece haber habido un misterio cultural
fiado de la miSlll;} nlanera en <das construcciones de otras gentes penetrable. No parece tratarse de una historia acerca de una «con-
acerca de lo que son capaces, ellos y sus conlpatriotas);. fusión de lenguas». A] lector se le ofrece un relato breve.
En cualquier caso, sea denso o poroso, se debe poner en tela de tario, de un acontecimiento histórico complejo .v puede concluir
juicio lu que tiene que decir este texto, así como uno se ha de pre- razonablemente diciendo que -según la \ ersión del relato-, los
guntar quién es su autor. ¿Por qué lo eligió Geertz para senrir de partidos captaron la naturaleza del asunto de manera bastante
ca.so ejemplar de descripción densa en su ensay'o n1etodológico más cuada a la época,
importante:) Como respuesta, Geertz sugiere que esta historia mi- Ha}' algo nlás a señalar acerca del ejemplo cuidadosamente cons-
metiza el proceso de cOlnprensión etnográfica, ya que es un choque tnlido por Geertz. Para respaldar su argulllen tación ele que los
de interprL'laciones el que crea el dranla que relata. El texto presen- cesos sociales son como textos, la ha amailado poniendo como
ta dres inte.rpretativos de la situación diferenciados, judío, ejemplo un relato de un incidente que, realmenlc, sí se parece n1U-
bereber \' franc¿s», e ilu:-.tl'a un est;}do de (<lllalentendimiento siste- ehu a un texto. Pero esta reducción de las obsen:aciones directas,

'J..J.. Ib!d, jxig:'> ¡-Y. 96. Ibid-, pág. 9.


05. fhlrJ. p;lg l) 97. I/Jid.• pág. 18

\
l'

"'' .
--"';,."

134 CULTURA CUFFORD GEERTZ 135

las entrevistas, así CUIno las versiones y relatos secundarios de todo de los hombros de sus informantes, sino que también fabrica uno
tipo, al estatus de un texto continúa siendo prohlen1ática, una me- propio:
táfora que se liquida a sí mísn1a. También tiene un coste lnuy alto,
al bOtTar distinciones que en situaciones normales se considerarían El etnógrato «inscribe» el discurso social: lo transcribe, Al hacerlo,
obvianlente significativas, así Como al mezclar varias clases de da- convierte un evento pasado, existe únicamente en el momento en
tos en un solo tipo. GCt"rtz insiste en esta maniobra, quizás, porque que OCUlTe, en un relato, que existe en sus inscripciones y que se pue-
reivindica su preferencia por la interpretación. «La cultura de un de consultar repetidamente, .. «¿Qué hace el etnógrafo?)) Escribe.',¡q
pueblo es un conjunto de textos -a su vez, tan1bién conjuntos-,
que e! antropólogo se esfuerza en leer mirando por encima de los Esta perogrullada aparentemente inofensiva coloca una nueva, y tal
hombros de aquellos a los que propiamente Si nues- vez aplastante, carga en las espaldas dd etnógrafo. Porque, si la et-
tros datos tornan la forma de textos, entonces se los debe leer, tra- nografía es un tipo de texto comparable al relato de un incidente
ducir, anotar, explicar. El trabajo de! etnógrafo será realmente com- ofrecido por un infom1ante marroquí, entonces, lo que hay que ha-
parable al del resto de los estudiosos textuales (los cuales, sin cer es interpretarla'y des\'elar SllS tropos, trampas'y mensajes escon-
embargo, generalnlente prestan nlás atención de la que Geertz per- didos. En El antropólogo COI/lO alltor (1988), Geertz hace numerosas
rnite en este caso a la manera cón10 se ha confeccionado el texto). agudas observaciones sobre las maneras como funciona este texto
Incluso si se acepta de momento, la maniobra de Geertz suscita confeccionado, la etnografia. Sin embargo, aunque insiste que hay
cuestiones en sí misma. Primero. ¿hay textos 111ás fiables que otros? textos etnográficos mejores y peores, más o 111enOS fiables, deja a sus
Los comentarios de Geertz al respecto son esporádicos '/ muy gene- lectores sin fOlma alguna de juzgar otra cosa que los recursos del au-
rales, Tampoco debate los criterios para juzgar las inter-pretaciones. '.'"
tor para disimular v la habilidad del crítico para desenmascararlo.
No oh'ece una guía, o ejemplos, para que e! lector pueda aquilatar En su último trabajo, Geer1z sugiere un paso más o, mejor, ex-
qué «(justifica» o «garantiza» (su denominación preferida) una in- plicita una técnica que se puede rastrear en muchos de sus ensayos.
terpretación en lugar de otra. Tampoco especifica en detalle sus mé- Los textos funcionan mediante simbolos y metáforas, dice, y la ta-
todos. Más bien evoca brevemente y sin precisión los procedimientos rea del etnógrafo es encontrar metáforas que encajen con ellos para
hermenéuticos 0, alternativanlente, el pragmatismo de la casuística Ill0delar un nuevo texto.
clínica. Estos tenlas son particularmente turbadores cuando el et-
nógrafo añade un nivel más de interpretación, tal como hace Geertz Preguntar si Pare es realmente una sucesión de eompeticiones o si
Sefrou [una ciudad de Marruecos] es un modelo en disolución resul-
al comparar la pelea de gallos balinesa con la producción de Mac-
ta un poco como pregunta.r si el sol es una explosión () el cerebro una
beth o cuando arguye que la primera expresa aspiraciones)' valores, computadora. La e:-;: ¿qué dices al decir eso? ¿aclc'-mde te lle-
ocultos y sub\'ersi\'os, de los hombres balineses. Semejantes inter- va? Hay otras figuf<lI::iones: el mundo es un horno. Sdroll es una casa
pretaciones no se derivan de ninguno de l05 informantes y pueden de locos, Pare es una danl:a, el cerebro es un músculo. ¿ Qué reco-
ser inaccesibles para dIos. Traducido al balinés. probablemente e! mienda las mías? Lo que los recomienda, o al contr.J.rio si están mal
i
comentarío de Geertz despertaría indignación. La implicación pa- constntidas. son las nue\as figuras que se emiten desde eHas: su ca-
rece ser que, detrás de los textos constnridos por los infomlantes, f pacidad para conducir a relatos y \'ersiones extendidas que, al cru-
hay un texto nús ph)fundo que sólo podrá leer el científico cosmo-
polita, que eSL¿' equipado con una pericia diferente, culturahnente
¡ zarse con otros relatos acerCa de ou·os asuntos, amrlían sus implica-
ciones y profundizan sU implanLación y' su garra. 10
foránea, Si esto es la cultura residirá en el texto construido por r Una vez se traga lino la metáfora del texto, es difícil tirar de otras
el Estas cuestiones n1etodoló¡zicas -suficientemente t1'ans-
por 'ií misn1as- suscitan tema, igualmente mencio-
nado por Gc'crt:'- I...'tl su «Descripción densa», en 1973. El
y¡¿. /huL,. pág. 19. Se pUl'lkn <:'n .... ()ntral' J ,-obre la textual en
etnógrafo no :-,ó)o lee i.;'<"e te'(to frdgmentario :'"' fldtante por encilna
el ensayo de Geet'tL "BJurrcu GL:l\re:.: llll' RellgulutlCll1 01 Tnought", en
L/x,iI KI1U\vledge; pal'tkubrrnl'IHe 30-3::;
/hlt/., -+)2. lOO. Véa>:>e Geeru, ·\flt'!"r}¡e Fuer, IY

l
136 CULTURA CLlFFORD GEERTZ 137

metáforas. Y, si todo es texto, las relaciones entre los ensayos et- rnaciones codificadas del poder ni celebraciones del orden político
nográficos de Geertz y las ceremonias balinesas o las histot:ias be- imperante:
reberes son relaciones de intertextualidad. Las metáforas geert-
zianas iluminan las nletáforas de sus objptns de estudio, y las El culto estalal no era un culto del Era una argumentación,
mejores generan nuevas metáforas, en un proceso casto pero hecha una y otra vez en el vocabulario insistente del ritual, según la
tífero que, de alguna manera, conforma su propia justifJcación. La cual, el estatus mundano lenía una base cósmica, la jerarquía es el
poética de la cultura se convierte en un tipo Je poesía en sí nlisrna. principio que goblerlla el universo. mientras que las disposiciones de
la vida humana no serían más que aproximaciones, o menos cer-
El etnógrafo descubre que ha estado escribiendo poesía todo el
canas, a las de lo divino. 103
tiempo.
Era un erTor egregio tratar los rituales reales como un guiñol ideo-
lógico. Al contrario,
Geertz iba a llevar más lejos su pensamiento sob,·c el rol de la representaban en la forma de espectáculo,1; los principales temas del
cultura Ji su carácter textual en el eSludio nlonográfico más pensamiento político hatinés: el centro es ejemplar, el estatus es el
cioso ,:'\' original que h<.l publicado durante sus aiíos en el Institutu fundamento del poder, el arte de gobernar es un arte dramático, Pero
para Estudios Avanzados, Negara: El estado-teatro en el Bali del siglo hay más que esto, porque los espectáculos ceremoniales no eran sim-
Al' (1980). No se trata de una monografía puramente descriptiva v, ples t:':mbellecimientos estéticos, de una dominación
en su momento, Ouentin Skinner la saludó como "un trabajo de fi- que existían independientemente de ella: eran la cosa en sí misma. 104
losofía política por derecho propio)}. \0\
El punto de partida del <lnálisis de Geertz era HOIl1() hieYflrrhiclis El poder laico, que operaba en las estribaciones más bajas del siste-
de Louis Dumont, un sobre la religión, política v la jerar- ma, fragmentado yero. inherentemente inestable. Sus cam-
quía indias que aparecido en 1967. Para Dumont, la ideología pos de acción -tierra, agua, templos- eran distintos los unos de
lndia piyotaba sobre una oposición t:onceptual entre el brahITláIl y los otros, de tal manera que resultaba difícil controlar a los segui-
el rey' secular. Geertz proponía lo que en efecto era una transforma- dores. Y el poder secular era bastante diferente del poder ritual. En
ción estructural del modelo de Dumont. Defendía que, en los esta- realidad, se excluían mutuamente. A medida que un señor se eleva-
dos del sudeste asiático -y Bali era un ejemplo privilegiado::"", el ba en la jerarquía, tenía que renunciar al poder secular para poder
rol del rey v el del brahmán se combinaban. El mismo rey era el edificar su poder sacro.
centro sagrado de la comunidad. el ápice dE' la jerarquía, "el cenTro
numinoso del mundo, y los sacerdotes eran los emblemas, ingre- El problema era que el/legara cambiaba su carácter desue tramos
dientes v ejecutantes de su santidad» 11)2 Debido a que el rey era sa- más hasta los mús En los bajos, lus cientos de
grado, la política del poder secular no tenía sitio en la corte, que era politis aldeanas entreuuzadas, predando sobre ellas (... ) los cuerpos y
los recursos [necesarios1 para orquestar las óperas de la corte. En los
un centro sagrado, un tenlpto o un teatro que montaba representa-
altos, paulatinamente apartados del contacto con semejante política y
ciones rituales. Los alfiLires públicos se llevaban a cabo en un ni\·el cun la crudeza que se le asociaba, el negara se volvía hacia el asunto
más bajo dd sistema: la guerra, la tributación, la asignación de tie- cent¡-al de la mímesis ejemplar, hacia el montaje de las
rras o la organización de los sistemas de riego.
Así pues, los rituales en los que la corte se ocupaha no eran ahr- La oposición parsoniana entre cultura v acción social Se realizaba

lO! Ollt'ntin Skinnt'r «TI1\' \o\'or'ic a., a StagL'" \/<:-'11 'y(,rk Rel'/ell 01 103. Ibid., póg.
8oob, lb d.;- Je 1981, pág, 37. ,- La ptlbbra uti!l/.ada por el <:tutor e:-, pa!!,eilllt que conJ]enl Ju:-, do" significados
lO]. VéL1."e Clilí01l! GL'LTlL, .\"1:'<;(11'(0'. file! TíII!I/II't!-SIl¡¡t!. iu 'viflt'lt'e')}t/¡ C¡'II/un Slift, di;' .\- ,_<ceremO!1I""', um¿n de otros nü:" paniculure::>. (V, del t. ¡
Pt-incelon, Prin:ctotl [jni\'ersit\ Pre:-,s, 1980, póg:. 126 {trad. cast.: \-'¡:,l',am. El E.)!udo- 104. ¡bId" pág. 120.
(¿atro dl el 81th Jd ,)u;/o ,\/1, Rlrcdona, Paidó:-" 200m. lOS. tbid., pág. 132
CULTURA CLIFFORD GEERTZ 139

entonces de una nueva fOnTIa. Los rituales reales. lo que Geertz de- para los contlictos y la violencia inherentes a la socíedad baline-
nominaba la ópera de la corte epi tamizaban la cultura -¡realmente sa)).ll1 Si el conflicto y la violencia eran inherentes al sistema, es
alta cultural-o Esa cultura rarificada de la corte se oponia al uni- presumible que la corte no pudiera guardar las distancias respecto
verso mundano donde las gentes vivian, cODlpetían y ejercían el po- a los asuntos seculares. A partir de un estudio en detalle de los tex-
der. El argumento consiste en que «la cultura discurría de aniba .;) tos balineses, Nordholt defknde que, en el Bali decimonónico, el
abajo, mientras que el poder manaba desde el fondo hacia arriba"."Jb ,.é, rey tenía que aportar el liderazgo político, incluida la dirección de
Bali era «una sociedad tensada, tirante, entre paradigmas culturales la guerra, que el riego no era Una cuestión local tal como argumen-
concebidos como descendentes y disposiciones prácticas concebidas ta Geertz, sino más bien una arena en la que señores y' plebeyos te-
10
C0010 ascendentesn. ? En el viejo Bah, se mirase COD10 se mirase, go- nían intereses en conTún, y que era vital para la corte ocuparse del
bernaba la cultura. La sociedad civil compraba entradas para las mercado y la tributaCIón (un observador europeo de! siglo XIX insis-
funciones tealrales del estado. Pero éstas no eran meros subproduc- tía en que, en Balí, «el dinero es el nervio del poder»112).
tos de la polilica real. El teatro de la corte conferia significado a todo Es más plausible suponer que, a medida que el poder colonial se
lo demás, al igual que, de manera más general, se suponía que la cul- hizo sentir más, los poderes del rey sufrieron una erosión ]:' las cor-
tura daba significado a la acción social. «Al final, los dramas del es- tes se volvieron por fuerza hacia la política simbólica. A su vez, es-
tado-teatro, mÍlnéticos de sí miSlTIOS, no eran ni ilusiones ni menti- tas adaptaciones colorearon las percepciones del pasado. Algo pa-
ras, ni pl'C'stidigitacÍf)n ni embaucarniento, eran lo que había».,u8 recido ocurrió en..lava, donde la dite regia perdió el poder político
En un estudio reciente, J. Stephen Lansing defiende, contra Geertz, después de 1830. i,Sin espacio ni deseo para la maniobra política",
que los más bajos, v prácticos. niveles de acción pública también es- comenta M. C. R)ck1efs, (da élite real dirigió su energía hacia las
taban altamente ritualizados. 11J ') Pero, incluso si los rituales cortesa- cuestiones culturales C.. ) Las Cortes (... ) degeneraron en un forma-
nos fueran de capital importancia, no es fácil entender cómo la co[- lismo afectado, en una artificialidad elaborada \" anticuada"ll] Más
te podria haber mantenido el poder con medios puramente rituales. que representar una ,<degeneración.», esta política cultural pudo ha-
Ello se debe en parte a lo tenue de las evidencias aportadas. Tal ber sido la única forma en que la aristocracia podia expresar su re-
como admite Geertz, «faltan descripciones detalladas y cuidadosas sistencia al colonialismo.
de mucha de la vida ritual balinesa y, especialmente, de las ceremo- Desde un punto de vista comparativo, es dificil creer que un sis-
rlias reales».111J Si esto es cierto, no podemos saber cómo los rituales tema político jerarquizado y de gran escala pudiera haber sobrevi-
operaban su lnagi;), suponiendo que realmente movieran a las gen- vido durante milenios simplemente para proporcionar circos, o in-
tes ordinarias. El público tenía que comprar billetes para el espec- cluso óperas; y no en un lugar, sino en muchos, :,;a que Geertz
táculo, pero, por qué lo hacía, continúa siendo un n1isterio. considera Bali como un ejemplo tipo para e! sudeste asiático (auto-
Otra cuestión igualnlente desconcertante es la ausencia de una ridades sobre sistemas comparables c-n otros lugares de esa región
política normal en la cúspide del sistema. Habitualmente, las socie- se muestran escépticos y Stanley Tanlbiah cuestiona específica-
dades jerarquizadas no éstán completamente libres de la competi- mente la distinción entre poder ritual \" poder político en el Asia
ción v de la disidencia. Y, tal como apunta un historíador holandés, sudoriental"4). Incluso dejando de lado los interrogantes presenta-
Schulre Nordholt, "él concepto de estado-teatro deja poco espacio dos por los es¡)écialistas regionales, Negara no es un modelo plausi-

IOn. Ihid.. pjg S5. 111. Véase H. Schultl.: Nordholt, ,{Lt'adership and the LlIlúts of Political
IOi. Ihlil.. Pi.\!:!. 128. Contrr¡J: A "Response" lO Cliffurd Gt:erlz", Socral 4.nlhlopology, \'01. 1, nC'
100. Ih¡J. 1-;1;1 3. J 993, p<1g. 295.
1nq h::l...,c J Skp!l<:'1l Lanc,lIlg, (:11<1 PnJ!!,rdlllil t-'IS: The Tec!¡¡IO!ogit's (JI
1 112. [bid., P:lg. 303
['O\"c'! ,,'1 r/le EJll!,ll/t'C;(·¡f L"IU.!-'>('(llJf' ri! Bi/Ii, Pnn...:eton, Princeron Universlty Pres;" [13. Véa;,t' M. e. ,4 Hr.,lulT o( I/(ltietll Jw.!ollt'siu, Bloomington, Indiana
1941 l'lliversllyPrc%, lY81.pág:..120y 121.
II U. \'ea...,<: G.. .'t-'rtz, "'t',L;ura. pago 1 (5. nota. Para algunos comentarios sobr'c el 11-1.. Vcase J. Tamhiah. ClIlllil'L', Thl )!{',;)u (1 lid Socul! A.ct/(i/l, Cambridge,
tC\.l(J, \ ¡{. S'-'Ilullc Nordholl. «Orígln, De:-.cent ami DestructlOn. Text :lno Conrext Han arJ Universitv 19t\:'i. Pé'l'O \é'<t;,e tamblÉ'n Gellner, « Rt'\ le'\\' Article:
in Balinese Rl-pre;,cnlallons of the P:.hl.', IlIdoue,ia, \01. 5, n" 4. 1992. rá¡!s. 27-58. Veg(/./(I ", SiJU[J¡ Asia Reseurch, \ul. 3, n" 2, 1983. pigs. 135-140.
..
, '

CUL TURA
CLIFFORO GJ:<.ERTZ 141
140

ble para un nuevo tipo de teoría política. a pesar del respaldo de Con todo, (viniendo de una disciplina D1ás teoréticall, ofrecía clari-
Quentin Skinner a las grandiosas pretensiones que, en este sentido, dad analítica, un vocabulario nuevo y la oportuna promesa (ya que
manifiesta Geertz en el último capítulo de! libro, «Bali y la teoría los archivos estaban tan superpoblados como los arrozales javane-
política», Como mucho, e! estudio puede llamar involuntariamente ses) de que, si se prestaba suficiente atención a prácticas aparente-
la atens;.ión sobre una estrategia particular de la resistencia antico- mente marginales, se podían aprender algunas cosas interesantes
embargo, su análisis sobre el negara sí sirve para ilumi- sobre el conjunto de la sociedad.
nar la metáfora de la teoría madura del propio Geertz, Retrata una Así, y tal vez paradójicamente, no sólo antropólogos, sino tam-
sociedad cuya verdadera vida la gobiernan las ideas, la expresan los "t bién historiadores y estudiosos de la literatura han aclamado a
símbolos y la representan los rituales, El etnógrafo sólo necesita Geenzcomé;-téÓrlc;:-Cuañdü,'en
leer los rituales e interpretarlos. No hay nada fuera del texto y, si , '
flistonograirrn'ríTélecfual americana se reunió para discutir {(nue\'as
éste pasa en silencio por política y' econoll1ía, se puede ignorar di-
," direcciones» en su disciplina, se declaró ,(virtualrnente» a Geertz
," -ausente en carnc- (,el santo patrón del cungreso),II: En 1990,
chas materias sin peligro alguno.---\
Robert Damton proclamó en térnlinos gener<.l!es que la «antropolo-
,', * gía ofTece al historiador lo que el estudio dé la "w/llaIUd no ha siclo
':"" capaz de proporcionarle, unJ, idea coherente de cultura)), indicando
Los escritos de madurez de Clifford Geertz tienen un lugar cen- que, en la práctica, se refería a la antropología (,Le-
tral en la antropología americana moderna y han fascj¡¡ado a estu- yendo a Geertv', comenta Ronalcl Walters al escribir sobre los his-
.' toriadores, «(parece ser llna de las pocas cosas compartidas por gen-
diosos de historia cultural, teoría literaria v filosofía.fOfrecen una
concepción coherente de ((cultura», definida como tes que raramente se leen los unos a los otros», Y' gentes que, en
qlLeentender la general, no lo leen par'a aprender sobre Indonesia o l\.Jan-uecos, sino
-pretar slls·'sfrrlbül"os. ilustra lo que tiene en mente a través de para recoger ideas.; le¡ Los especialistas en teoría literaria, citan rUtÍ-
estudios de caso sugestivos e intrínsecamente fascinantes, descri- narían1ente a Geertz sobre cuestiones de cultura, sinlbolismo, sig-
if
biendo complejOS de ideas exóticos y representaciones rituales ela- nificado y rebtidsmo, nlientras que, en otros GlnlpOS, hacen lo pro-
boradas. De vez en cuando, pretende que una perspectiva cultural pio luminari3s tales cornu Jeronle Bruner en psicología o Richard
conducirá a una revolución en la filosofía moral o en la teoría polí- ,
Rortv en filosofía. En los estudios culturalL's, se ha cOllvertido en un
e

tica y, sin duda, esta promesa ha dado ánimos a algunos caracteres 1,\ para los adeptos menos marxisal1ls.
desesperados en tales campos, ámbitos superpoblados cuya involu- ¡ _Lo que en el fondo Qh'ccc Geert¿ es un elegante aval del proy'ec-
ción ha llevado cun frecuencia a sus pl-acticantes a una pobreza to la l"Cgitimidad de algó que pUe-
compartida. áe seo}: una ciencia \' que, al illl:llOS, es 111ágican1ente exótico en su
Sin embargo, su trabajo maduro nC) ofrece lo que prometía la espectro de referencia. Algunos historiadores están seguros de ha-
prC)SIlectiVa original: es-decir, e! desarrollo de la teoríasoéiaflW;s
'bien Geertz reenvía a-suslecÚJres a una inte'i-prefitiV'a que 116. Véase D(lll;dd G \\'alter;."
Hlstonans,,, Socw/ /(ne(irch, n" -n, 19MO [Xlg 339.
uf dle Time..,: Clitlold Geertl and
les es familiar a los humanistas. "un profesor de literatura. Vincent 117_ Véase la illtrodllccion a John lng!l,,¡nJ \. PélU! K_ Corrkln Sel"
Pecora, observa que (<1os estudíOs literarios se han apropiado de las D¡l"ectiolls iu AJllericulI /lIrcllcc,tllul Hi,'>l!'II, 1 en'), pag::-_ \\ )-XÚl.
percepciones gecTtzianas pt'ácticanlente con la miSlna predispo- 118, VL'aSl' Robért Darntun, Tlie ¡..:", (Ji LWIIIJI/lelte: Retlectioli.'> iJl e-¡¡/tU/u!
sición que el propio Geertz ha tomado prestadas herramientas lite- r-..uCl,'a Yurk, W. \N, No!'t(I!1. lY90,
rarias»,1 F Un hbtoriador, Donald vValters, destaca que ,danto el 119. V'éa"e "Signs ,jj [hé Time"" \ l'as,-' lamhicn Ajena Blt'l'Sack,
r
punto de partida de Geertz] como la distancia que desde él ha re-
"Loca] Knu\\,ledge. L()l',,¡[ Histon, GCL'I'tZ <tnd Be\()nJ" bnn Hunl (comp,!. Tflt'
Vel!' CU/lUral H ¡,,¡un, Bérkl.de\', L ni\ el'si [\ ')[ Cal¡ tornia f'l'c:-,:">, 19",9. e:">pe..:iall11el \le
T

corrido tienen una aire de bllniliaridad para los historiadores}l,llo pags, 7b \' 77 PI)!' OIIJ. parle, algunu:"> hi:'>II)¡i"ldOles preocupado:'> pn(
b talLJ dé dé Céertl. en lél crn!1u!uo;b él ..:arnbio. por l'lcmplu,
v\iJham Se\\'ell Jr" ·,G<":<.'rt/. Cultll!al S.\:-okm:-, anL! FrUI\1 S\ncllJl)l\.\ [r,

115, Vt;>,lse Pccora, «The Limits of Local Knowledge", págs, 2-48 y' 249, RCPII"c'lItatLOI1'l, no' 5'1, \'erano de 1097.
142 CUL-rURA CLlFFORD GEERTZ 143

ber estado escribiendo etnografías desde siempre, al tiempo que el duro. Pero ambos infravaloran la preocupación central de su obra.
ejemplo de Geertz ha animado a los historiadores culturales a sepa- Ha afinado y puesto a punto la definición de cultura, para luego tra-
rarse de los hístoriadores sociales y económicos. A medida que Geertz tarla según sus propios términos -o, mejor, según los que él le atri-
se ha ido distanciando de las aproximaciones de las ciencias socia- buía-, en calidad de sistema simbólico, una mezcla de textos que
les, ha acabado revelándose como un humanista tradicional. Sus re- funciona mediante metáforas. En última instancia, para Geertz, la
ferencias. sus intereses, sus maneras e incluso las materias que cultura viene a significar algo muy parecido a lo que quena decir
aborda se dit'igen cada vez más a lo que en tiempos se llamaba alta para los viejos humanistas: el epítome de los valores que gobiernan
cultura v, aún antes, cultura a secas. El estilo de Geertz también una sociedad, ll1aterializado con mayor perfección en los rituales
laempatia, al ser religiosos y el arte destinado para la élite. Estos virajes en el énfasis
-asTe<)mo plág-iíCf o re de COll ¡ la is- se retlejan en la ornamentación creciente del estilo del propio Geertz
sel,r- a Wittgenstéin, Lionel Trilling. Kenneth Burke y Richard y en el cúmulo de referencias que indican una lealtad a la cultura
Rorty. Finalmente, Geertz es algo así con10 un dirigente en los luga- Inás elitista que se encuentra a mano.
res más sagrados de la academia americana. ic En definitiva, no sor- Por encima de todo, el mensaje de Geertz repite que la cultura
prende que su ejen1plo inspirado a los hUl11anistas a explorar es el elemento esencial en la definición de la naturaleza humana,
b otredad en la cosmovisión de Jeme Austen, el barullo de los co- así como la fuerza don1inante en la historia. /Yegara es su respues-
rnerciantes franceses del siglo XVIII o los elaborados cerernoniales ta definitiva a la interrogación lanzada por Parsons acerca del pa-
de la corte en Versalles. pel de la cultura en la acción social. La cultura gobierna o, en rea-
En el seno de la antropología, se dibujan dos grandes respuestas e ,

lidad, la alta cultura gobierna. Ésta es una visión coherente,


__ enfoque-nlanfié- aunque. bajo presión, Geertz puede fornlularla más vaganlente,
ne q;¡e abandonó el buen interés en la histo- Inás débitmente, menos drásticalnente. A pesar de sus protestas, el
fia ::.ocia1. el cambio econón11co y la rC\'olución política para hecho es que Geertl se ha convertido en un idealista extremo)', por
zar a tratar la cultura C01110 un pl"Ímer motor de los asuntos consiguiente, resulta vulnerable a la crítica familiar de las teorías
hUDlanos :V, al final, como un calnpo de estudio suficiente en sí n1is- ideológicas de la historia.'" Tal vez el programa parsoniano era de-
mo. Los autores con semejante visión discuten a Geertz el ro] do- masiado anlbicioso; los estudios tempranos del propio Geertz en
minante que le atribuye a la cultura, Argumentan que los modelos Java ilustran algunos de los problemas que suscitaba el traslado
culturales sin-en a los propósitos políticos de facciones determina- sobre el terreno del elaborado aparato parsoniano. Con todo, Par-
das. La cultura, como la ideología. se contesta v no solamente se 50n5 se refería a las inquietudes de Weber. Marx y Durkheim y era
traga. El otro cargo contra Geertz pretende que éste tomó la senda bastante claro respecto a las limitaciones de una historiografía o
correcta, pero se ha quedado corto. No se habría 3treddo a trabajar llDa sociología idealista. A su lnanera, Geertz ha permanecido fiel
a fondl) inlplicaciones de su percepción, según la cual. las etno- a la idea de cultura de Parsons y también a su crítica del condLlc-
grafías ::;on ,.. . I.,nstnlcciones culturales más que intentos francos .Y tismo, pero ha perdido el interés en los temas sociológicos, aunque
sencillos de contar la::::. cusas tal (01110 son. Aunque no es un positi- sin explicar ni justificar semejante viraje. Silnp1emente los ha ilus-
vista, continúa cun\'cncido de que la etnografía es en algún sentido trado. En Negara, la sociedau es el mugriento reino del campesi-
llna ernpresa científica. nado nlÍentras que, d tien1po no se mueve en la corte, centro
Un partidu prefiere al Geel'tz temprano, el otro prefiere al ma- \·erdadero del llIÜ\·crso tanto para los balineses como para los an-
tropólogos.
({Vova ddeitanlle en los desarrollos culturalmente especificos.
120. \ Lan"o: recomendada:::. final dd capítulu.
, .\" ,Id ( La e\.lxe:::'lón éIJ inglt;" es ,,[hc' <;acrud ()([lll' u../1leriCé<!' Ul'tl-
denk"'. !llcr'-lJT1\>:ntc lus ITI.:lS sagrZld,-)s de- b AC<.ldcmi<l L',lllenC;}t1 ..t·" 121. Geert'I::j1:: ha ddendidu \ igolo.. . amentc L"()ntra h:t :1I.:usación Je ser un
Illl,l l",pre:-.lóll ni; de \ldl(lf1, que ,1 \t:/ b pabbr'-l l.', dL drig,:n ti\ j:,ta.\"e¡.L::ic' su dl:"\!llguidd l'!nferenc\U pal·;) la anu¡,¡ de la
:nClcT!O, -.,-' . ., bosqueulln:-. dectl\<lIHc'nk de Antropo](,gka Amel"ll'an.l r.-l... \,-\), ell H'ol d "Anli :\l1tl-Rdau \ \S\1l" . .American
de llClllitalltcs de .-1l1lilropologisr. n" .'\6,198'+, r6.gs.
142 CU LTURA CLlFFORD GEERTZ 143

ber estado escribiendo etnografías desde siempre, al tiempo que el duro, Pero ambos infravaloran la preocupación central de su obra.
ejemplo de Geertz ha animado a los historiadores culturales a sepa- Ha afinado y puesto a punto la definición de cultura, para luego tra-
rarse de los historiadores sociales y económicos. A medida que Geertz tarla según sus propios términos -o, mejor, según los que él le atri-
se ha ido distanciando de las aproximaciones de las ciencias socia- buía-, en calidad de sistema simbólico, una mezcla de textos que
les, ha acabado revelándose como un humanista tradicional. Sus re- funciona mediante metáforas. En última instancia, para Geertz, la
ferencias, sus intereses, sus maneras e incluso las materias que cultura viene a significar algo muy parecido a lo que queda decir
aborda se dirigen cada vez más a lo que en tiempos se llamaba alta para los viejos humanistas: el epitome de los valores que gobiernan
cultura Y, aún antes, cultura a secas. El estilo de Geertz tanlbién una sociedad, nlaterializado con mayor perfección en los rituales
laempatía, al ser religiosos y el arte destinado para la élile, Estos virajes en el énfasis
-asTC(-)mo prág-iíCfo de cOI1Hais- se ret1ejan en la ornamentación creciente del estilo del propio Geertz
sezlr- a Wittgenstéin, Lionel Trilling, Kenneth Burke y Richard y en el cúmulo de referenclas que indican una lealtad a la cultura
Rorty. Finalmente, Geertz es algo asi (On10 un dirigente en los luga- Inás elitista que se encuentra a mano.
res Inás sagrados de la academia americana. ic En definitiva, no sor- Por encima de todo, el mensaje de Geertz repite que la cultura
prende que su ejenlplo haY"a inspirado a los humanistas a explorar es el elemento esencial en la definición de la naturaleza humana,
la otredad en la cosmovisión de Jeme Austen, el barullo de los co- así como la fuerza donünante en la historia. ¡\legara es su respues-
merciantes franceses del siglo XVIII o los elaborados ceremoniales ta definitiva a la interrogación lanzada por Parsons acerca del pa-
de la corte en Versalles, pel de la cultura en la acción social. La cultura gobierna o, en rea-
En el seno de la antropología, se dibujan dos grandes respueslas lidad, la alta cultura gobierna, Ésta es una visión coherente,
__ de enfoque--nlanEíé- aunque, bajo presión, Geerlz puede formularla más vagamente,
ne qC¡e abandonó el buen caminó- interés en la histo- más débilmente, menos drásticamente, A pesar de sus protestas, el
ria :,ocia1. el cambio econÓD1ico y la I .... política para empe- hecho es que Geertz se ha convertido en un idealista extrerno y, por
zar a tratar la cultura con10 un prÍlner motor de los asuntos consiguiente, resulta vulnerable a la crítica fanliliar de las teorías
hunlanos :V, al final, corno un campo de estudio suficiente en sí n1is- ideológicas de la historia, lO\ Tctl vez el programa parsoniano era de-
1110. l.os autores con semejante visic'm discuten a Geertz el ro] do- masiado anlbicioso; los estudios tempranos del propio Geertz en
D1Ínante que le a la cultura. Argumentan que los modelos Java ilustran algunos de los problemas que suscitaba el traslado
culturales sin-en a los propósitos políticos de facciones determina- sobre el terreno del elaborado aparato parsoniano, Con todo, Par-
das, La cultura, como la ideología, se contesta v no solamente se sons se refería a las inquietudes de Weber. Marx \ Durkhelm y era
traga. El otro cargo contra Geertz pretende que éste tomó la senda bastante claro respecto a las limitaciones de una historiografía o
correcta, pero St:' ha quedado cnrto. No se habría atrevido a trabajar una sociología idealista. A su 11lanera. Geertz ha penTlanecido fiel
a fondl) implicaciones de su percepción, según la cual. las etno- a la idea de cultura de Parsons y tanlbién a su critica del conduc-
grafías ::;on ,.. . c,nstnlcciones culturales más que intentos francos .Y tismo, pero ha perdido el interés en los temas sociológicos, aunque
sencillos de (ornar la::::. cosas tal C01110 son. Aunque no es un positi- sin explicar ni justificar semejante viraje. Sünplemente los ha ilus-
vis la, continúa cOI1\'cncido de que la etnografía es en algún sentido trado. En Negara, la sociedad es el mugriento reino del campesi-
una ernpreSd científica. nado mient(<ls que, el tien1po no se mueve en la corte, centro
Un partidu prefiere al Geel'tz ten1prano, el otro prefiere al ma- \'erdadero del uni\'crso tanto para los balineses como para los an-
tropólogos.
({Vova ddeitan11e en los desarrollos cu!turaln1ente especificas.
120. \ L'an"o: rccollwndada:, final del capítulo.
, .\' ,Id f La ":\.I)I"t':,\I,[1 ingle" es ,,[he'
éfl <;acl"t!d ,t;rrn'l'S ()([lll·:J./IIeriL'é<!' (il'tl-
!llerclJf1\>:ntc mis sagrad,-¡s de b AGldcmi<l LIlllencan ..t·" 121. GeelTI: se ha defendidu \ igol"o..,amentc L-ontra b Je ser un reJa-
Ull,l ni; ,..le \111l(l[1, que ,1 ,.,\1 \e/ b paJ'-lhr'-l l', dL orig,:n ti\ l:,ta. \·eu.::ie su dl:--lll\guidcl 1'111fcrenclU pill'a b ,bamblc'a de la
:nClcTlO, l'él'U L¡UO: "l' i'L·fena bosqueCllln:-, dectl\al11c'nk de AnlropollJgica Amel"ll'and r .-l..:\.\). ell H-Ol d Gl'l:'rtL, "Anti -\ntl-Rélau \ lS\1l" ..Ame/iu/y¡
de lo", ,-\llUgl\{\:, iwbitúlltcs de hb" .-1I1l}¡¡-n¡hJ/ogist. n" K6, 1984, r6.gs. 263-27b.
CLlFFORO GEERTZ 145
144 CULTURA

Historicism, Londres, Routledge, 1989; William Roseberry, «Baline-


enrrascanne en los procesos de raLOnamiento y zambullirme de ca-
se Cockfigts and the Seduction of Anthropology», Social Research,
beza en el sistema simbólico.» dijo Geertz ante una audiencia del
vol. 49, na 4, 1982, págs. 1013-1028; Paul Shankman, «The Thick
Yale Law School en 1981; «eso no hace que el mundo desaparezca,
and the Thin: On the Interpretive Theoretfcal Program of Clifford
lo saca a la vista».122 Sin embargo. algunas partes del mundo sí des-
Geertv, Current Anthropolgv, vol. 25, n° 3, 1984, págs. 261-279; y
aparecen. Los políticos nacionales, los soldados indonesios, los Dan Sperber, On Anthopological Knowledge, Cambridge, Cambridge
agentes de la CIA, los empresarios chinos, todos ellos se pierden de
University Press, 1985. Véase también una reciente revisión colecti-
vista. El mundo en el que nos introduce el trabajo reciente de Geertz
va de las ideas de Geertz en el número de verano de 1997 de la re-
parece muy diferente del Inundo en el que estamos acostumbrados
vista RepresentatioHs, consagrada a ensayos sobre el autor, desta-
a vivir. Tamhién es menos complejo, nlenos acogedor que el mundo
,'".' cando en particular la introducción de Shen-v B. Oliner y el artículo
de pueblerinos Y' ciudadanos indonesios que Geertz describía en sus de William H. Sewell Jr., «Geertz, Cultural Svstems, and Historv».
primeras monografías. Un mundo se ha perdido .Y no es evidente Finalmente, en las notas del capítulo, se pueden encontrar
que otro se haya ganado.
rencias a los estudios específicos de Geertz.

LECTURAS CO,\lPLEMENTARIAS

Se pueden hallar las reflexiones autobiográficas de Geeliz en


Clifford Geertz, After de Fact, Cambridge, Harvard Universitv Press. ':,i,"
,.
,1".
1995 (trad. cast.: Tras los hechos, Barcelona. Paid"s 1994). así como r. ,"'"

en una entrevista que concedió a un colega: Richard Handler, «An


Interview with Clifford Geertz», Current Anthmpologr, vol. 32, n" S,
1991, págs. 603-613.
Jeffrey Alexander realiza una crítica parsoniana de Geertz en la
conferencia 17 de su obra, Twenty Lectures: Social Theory Sin ce
World War 1I, Nueva York, Columbia University Press, 1987. Una re-
visión útil de la obra de Geertz, con la dimensión de un libro, es la
de Jan Willem Bakker, Enough Pro¡ímdities Alreadr' A Reconstruc-
tir", al' Ceertz's Jnterpretive Anthropologr, Utrecht, ISOR, 1988; en
las págs. 119-141, repasa y aquilata las principales c"¡ticas que ha
sufrido la obra geertziana. Véase también J. W. Bakker et al.
(comps.), Antropologie Tí/ssell Wetellschap en KunSI: Essavs O\'er
ClifiéJr(l Ceeriz, Amsterdam, VU Uilgeverij, 1987. Para otras críticas,
ma:voritaliamente de antropólogos. véanse entre otros: Talal Asad,
«Anthropological Conceptions of Religion: Refleccions on Geertz»,
;\1all, n" 18,1983, págs. 237-259; Aletta Biersack, «Local Knowledge
and Local Histor,: Geertz and Bevond", en Lvnn Hunt Icomp.), rile
Sen Cu!zuml Historl', Berkelév, Universitv of California Press, 1989;
Rogef Keesing, «Anthropology as Inkll::>retative Quest», ClIrrellt
AJlthropology, \'01. 28, n" 1, 1987, págs. 161-176; Vincent C. Peco,'a,
«The Limits of Loca] Knowledge", en H. A. Veeser (comp.) Tlle Ne\l'

122. VL>a<:>c Geert/. [ucal Kl/uIl'!edll,1.' , pág. 183.


Capítulo 4
DAVID SCHNEIDER:
LA BIOLOGÍA COMO CULTURA

Sólo hav construcciones culturales de la realidad (. .. )


Luego, este sentido, la «naturaleza» y'los ({hechos de la
vida» (. .. ) no tienen una existencia independiente de la ma-
nera como los define la cultura.
''')r'

/ DAVID 1

'<'
"If
En 1973, Talcott Parsons había seleccíonado a Clífford Geertz y
David Schneider como los prometedores antropólogos de la nueva
escuela, pero, mientras Clífford Geertz iba a acabar como el antro-
pólogo del establishment, Davíd Schneíder continuó siendo siempre
un hombre anti-establishment, un cimarrón, un inconformista, un
embaucador con algo de alborotador, siempre dispuesto a escanda-
lizar a los ortodoxos, nunca en paz con sus colegas ni consigo mis-
mo< Y, sin embargo, fue Schneider quien, a su estrafalaria manera,
permaneció más leal a Parsons< Nacido en Brooklyn en 1918, murió
en Santa Cruz, Calífornia, en 1995< Sin duda no era el único anar-
quista y posmoderno en ese estado, pero probablemente era el úni-
co que, en el momento de su muerte, esperaba que, por fin, Parsons
se estuviera poniendo nuevamente de moda.
Sus padres eran emigrantes de primera generación, comunistas
devotos, judíos antisionistas y ateos. Después de haber desplegado
una incapacidad alarmante para sublimar la rivalidad entre herma-
nos, lo enviaron a un internado progresista donde «aprendí a leer,
pero nunca aprendí realnlente a escribir y nunca aprendí realmen-
te aritmética. Y mi ortografía es atroz»,2 Más tarde, la teoría freu-

1. 0<1\ id ,\1. Schneider, ,(Notes TO\\aru a Theor\ llf Culture», en K. Basso


H. Selby \,-'()mp:...). \{I!.(iuiIJl.." u/
\i Albuquerque. Lnl\crsit.\ uf Ne\\
Mexico 197b. pago 20..+.
2. David .1'1/1. ScllJleuier Ull Schneuier. The COnVtTSlOll ol [he
148 CliCTURA DAVID SCHNEIDER 149

diana le fascinaría durante lin tiempo,! resulta tentador encasilhu'- El trabajo se lo había conseguido un con1prensivo antropólogo
lo en un típico estudio de caso freudiano, condenado eternamente a inglés de Yak, Geoffrey Gorer, vía Margaret Mead, Era en Was-
revivir sus cont1ictos irresolutos con sus padres y su hermano, Al fi- hington, en la División de Inspección de Programas, una sección
nal de su vida, tuvo problemas con las fíguras que encarnaban la del Departamento de Agricultura, Rápidamente se metió en pro-
autoridad y siempre mostraba una aguda rivalidad respecto a sus blemas (" asi que no tuve mucho tacto al decirle a Ryle que no sabía
contcnlporáneo:;; sin erIlbargü, el mismo era un buen padre, man- distinguir su culo de su codo .. ,,,'), Tras ser ¡¡"mado a filas, sirvió
teniendo relaciones leales y anlistosas con muchos de sus alumnos, en oficinas (también pronto con pmblemas) v, al ser desmoviliza-
con (os cuales, por lo general, era indulgente ((ponía a todo el mun- do, decidió volver al esludio 'Kadémico, En 1946, Margaret Mead
do una "A" a menos que hicieran algo que lo evitase»3), le ayudó a encontrar una plaza en el departamento de Kluckhohn, I
Schneider siguió lo que, de hecho, era una diplomatura premé- en Hanard, un favor que repeliría tres años después con Clifford
dica para pobres en el New York State ColJege of Agricullure, en Geertz.
CornelJ, Viéndose incapaz de dominar la quimica orgánica, se ma- Con casi treinta años, Schneider encontró un medio intelectual
triculó en un curs.o de sociología nlral en el que se decía que todo el con1presívo y empálico en el nuevo Departamento de Relaciones
nlundo podía conseguir un;) A. Otra suerte imprevista resultaría Sociales, un medio, adenlás, que toleraba sus groseras )" autodes-
ser .su introducción a la antropología de la mano de R. LaUlislOIJ tructri\·as explosiones. Por razone,:; que pt:"rn1anecen oscuras, Par
Sharp, que no hacía mucho que había completado su doctorado en sons devino una figura aceptable como padre (tal vez era más bien
Harvard, Fácilmente apartado de la bacteriología y, para entonces, algo así como un abuelo). L3 explicación del propio Schneider era
un hombre casado, Schneider pasó a Yale como estudiante de pos- que «me gustaba mucho porque pensaba que era muy daro», aun-
grado en antropología. que quizás estuv·iese b¡-omeanuo (".v parecía estar suscitando y res-
Yale habia establecido su propio instituto mterdisciplinar de pondiendo un tropel de preguntas sobre los que YO apenas habia
ciencias sociaie;;, la Escuela de Relaciones Humanas, pero, en Con- pensado vagan1cnle, pero qec claranlente eran cuestiones con las
traste con los parsonilloos de IIarvard, sus nIieIIlbIUS estaban com- que Verme involucrado,,6).
prometidos con un enfoque positivista que llamaban «conductis- No contemplaba a Kluckhühn con la misma reverencia: "Clyde
1110». George Peter Murdock, que presidía sobre la antropología de nH.H1wba [íe.stas en su casa, nos llan1aba por nuestro nombre de pila
Vale, tenia una gran fe en los nÚITlerOS, mientras que la desafortu- v [con él] siempre habia mucha diversión y mucha broma,,7 Asi
nada incapacidad de Schneider para aprender aritmética en la es- que, de rnanera característica, decidió desafiado en su examen de
cuela hacía imposible que ni tan siqUiera superara los exámenes doctorado, Todayia algo freudiano en esta etapa, Schneider trabaja-
más básicos en estadística. Además, Murdock en} un caballero cris- ba en el campo de cultura y personalidad, aún de moda, La teoria
tiano de l\ueva Inglaterra, un tipo que despertZlba la antipatía de original, popularizad<l por Ruth Benedict y Margarct Mead, era 4 ue
Schneider. Recuercla que ¡vlurdock "no le gustaba, que le era impo- cada cultura se asociaba con un tipo de personalidad específico.
sible llevarse hien con él ,v que no le gustaba su anlropuJogía;,,"¡ Tan Esta proposicÍ(J[l rná.:::. bien general se podía elabor:lr de una o dos
pronto como se le presentó una oferta de trabajo adecuada, le diJO maneras, Benedict defendia que una cultura poelía exhibir todas las
que se ¡'etiraba del programa "v él [Murdock 1. en el primer signo de características de una personaliddd: había culturas paranoicas, ma-
humanidad que le habia visto, se levantó de su escritorio, puso la niacas, retraídas \' estancadas t"11 la fase anaL V así sucesivamente,
mano algo incómodo t"ll mi hombro:' dijo: "Sé que tendrjs éxito en Margaret Mead estaba más bien intrigada por 'el impacto de la cul-
algo, David, pero ese algo no es la antropología, Contcs- tura en el desarrollo de 1<.1 personalidad. Pero, fuese cual fuese su
té, "(\'0, seúor, dejo la antropología para siempre"»). [orn1<.1 específica, la apnnim3.ción cullura] restaba in1portancia a
los hipott'lICOS cOI1strcl'\inúen[os biolügicus sobre la personalidad.
Je .. (/,'Il! Ol/IJ ·lnr/i/(!pn/(!;l,llO/ (tal como _"1: L,,, '-1 RI<..:harcl H.llldk'r)
Dudw.m, PIC:-;.s, 1995. lJ,-i¡¿. 50.
3. nJld.. púg. 113 . ¡I>IJ, lxig:. 1)2.
r. ¡hu/., p<J.g, "77.
-+. Ibid., 34.
7. IInd., púg. 72
..,
"¡¿J,:;..:" - 151
DAVID SCHNE1DE.R
hlS0' CULTURA

Murdock subcontractó la investigación y. finalmente, se finan-


.): En consecuencia, t'll el t'xamen oral de Kluckhoh.n le
ciaron veintiuna expediciones anuales. A Harvard le tocó Yap. Esta
<'" hizo una pregunta la relación entre biologia :'-' psicología;j
isla era sobre todo conocida por el hecho de que su población había
sutTido un notable declive desde una estimación de 30.000 habitan-
Le dije que. por lo yu sabía, y por lu que cualquier otro sabía,
maldito si la biología ,) la psicología tenían algo que ver, concluyen- tes, antes de la ocupación colonial, a menos de 8.000 para finales
do que, hasta que no pudieran establecer con solidez alguna clase de del siglo XIX y hasta 2582 en 1946, de acuerdo con el primer censo
relación entre lo biológico :v lo cultural e..) deberíamos proceder americano. Era predecible que se eligiera ese extraordinario colap-
como si no existieran biológicas so deInográfico como el problema general de la investigación y, en
1 7, se envió sobre el terreno a un equipo de cuatro investigado-
Kluckhohn estaba francamente abrumado y, al final del examen, res: dos antropólogos biológicos, un sociólogo v un antropólogo
Scbneider volvió a casa y le dijo a su mujer que ya podía empezar a cultural, David Schneider (a su debido tiempo, Schneider se peleó
empaquetar pOlLjue lu iban a echar del curso. Sin embargo, Kluc- con sus tres asociados e, inevilablen1enle. con la armada 1).

!'¡
khohn le permitió pasar. Posteriormente, Schneider sugirió que No sólo era Murdock quien controlaba el proyecto, sino que
Kluckhuhn tenía razones personales para desear creer que la biolo- Schneider pasó a ctIllrfJ.rse en el sistema de parentesco, un tema
gía modelaba la conducta humana. Kluckhohn era secretamente que había estudiado con el propiO Murdock. Éste estaba a punto de
gel\" v, segllI1 Schneider, encontraba reconfor1ante pensar que su convertirse en un líder internacional de los estudios de parentesco
orientadón sexual era inuata. Pero Schneider no especuló sobre las con la publicación, en 1949, de Social Strucillre, un libro que ofre-
}/i
cía una relación positi\ista de las leyes de los sistemas de parentes-
razones de su propio desafío provocador a Kluckhohn y no ofreció
¡nS
gg
una explicación para su antipatía visceral por la idea de que b bio- co, plagada de pruebas csladisticas comparando distintas culturas.
logia pudiera ser un factor significativo en el desarrollo de la perso- Se ordenaban los sistemas de parentesco del mundo en tipos de
n"lidad o, como lLlego llegó a creer, en el parentesco. También negó a.:uerdo con los sistemas de c1asificaclán de los parientes y se esta-
explícitanlente que su reto a Kluckhohn y SLl antagonismo con .Mur- blecían asociaciones entre las terminologías de parentesco, las re- <I!!
dock se arraigasen en una antipatía hacia su propio padre ("de he- glas de residencia. las prescripciones matrimoniales, etc.
cho, mi relación con mi padre no era de antipatía»).':l El informe de Schncider sobre el parentesco en Yap ...egl.lÍa las lí-
Una vez Kluckhohn lo hubo aprobado, el siguiente paso fue en- neas sentadas por J'vlurdock, pero ine\'itablemente contenla un desa-
contrar un terreno de estudio y fondos para poder realizar el traba- fío. Trataba de demostrar que la terminología del parentesco Yap no
jo de canlpo. Irónicamente, quien le solucionó el prüblenla hle encajaba en el esquema de Murdock. Estrictamente no babía térmi-
Murdock"elegido por la US Na\'\', la armada estadounidense, para nos orales de parentesco en absoluto, ya que aqüéllos que no eran pa- 0-
:'>11j)l.:'lyisar l.In<l anlbiciosa serie de estudios de campo en Microne- Tientes se podían agn.1par junto -::on gente." emparentadas entre sí en
S1...' !labia designado a la atTIluda para administrar los telritorios
IllllTOtll.'sios qU12 Estados Unidos había capturado a los japoneses
una única categoría. Dado que todo el sistema comparativo de
dock repüsalxl sobré' la lcnninologb, ésta era una \inea de argumen-
¡a
dlll·;III1L' b [1 GlletTra 1\;lundial. Murdockestaba bien ubicadu PilL:l tación potencialn1cnte radical. Si fuera verdad, la investigaci6n CO(ll
obtc'llc" lo, contratos de investigación social de la Navy, ya que ha- parada de l\Ilurdock se basaría en una ilusión. Semejante desafio era
bla si,jo (omisionado con10 oficial naval y, durante la guerTa del Pa- algo insensato, \ a que los examinadores de SchneiJer tendrían en
cíficu, sunlínistrado conocimientos básicos [sobre la región y cuenta el inflJrn1e de IVlurdock sobre su trabajo. y, tal coI110 fueron \as
sus pohbcinnesJ, una experiencia que le había convencido «de la cosas, ésa fUe la única cuestión que nlereció el comentario de Mur-
nen:siJad de \f'nder la ciencía social demostrando su utilidad práL-- dock en -"u inforl11e de la \' fue un C(Jlllentarlu
1 I
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D;:\\ lU ... Fl'.:"ld\\ork on tht' ]"Llmh 01' "rar,), en Geurge \V. Stocking: Ji.
(comp.), Cu!oll:ul :"·l!ullliuil.'. Ps<,u\", UI! /1'1(' CUlllL'\lItali:tlliOII d'
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¡/)uI.. pago ¡S.
11. \',,:uo,l" Sdll1l"IJer (lJl S.;!;IICIt!,¡", ti
lO. Vé<.lse Ira Ha:o.hkmv. "The Dyoamic:-. (lf Rappon In a Coloniai SlLl.lati(JIl:
152 CU LTU RA DAVID 153

al decir que el material que habla presentado [Schneider1 era distinto Cuando Schnéider volvió a Estados Unidos, Kluckhohn consi-
de cualquier cosa yue él hubiera visto en alguna etnografía durante guió financiación para emplearlo de profesor en Harvard de 1951 a
toJa su vida. Esencialmente, clamó. era increíble. Bueno, me mantu- 1955. Colaboró con un sociólogo solÍor de Harvard, George Ho·
ve en mis trece bastante bien. Kluckhohn dijo: «(Bueno, ¡qu¿ demo- mans, en un estudio comparado transcultural acerca de una forma
nios! ¿<.:t quién le importa una mierda la knninología de parentesco?» de matrimomo entre primos.1 6 A partir de una hipótesis de Radclif-
Aceptó mi tesis, mi D.oug Oli\:er [el esgeeblista .-
de Harvanl sobre el PaClhco] acepto rm tests yeso fue todo. -
,J fe-Bro\vn, el objetivo era obtener una teoría psicológica del matri-
'7'
monio entre primos cruzados, en contra de la teoría estnlcturalista
de Lévi-Strauss. Como el libro que Schneidér editó sobre el modelo
Tal vez Parsons v Kluckhohn estaban bastante satisfechos de dejar
de sociedades matrilineales de Audre.y Richards, y como sus ensa-
que Schneider mDlestase a los rivales de la Escuela de Relaciones ,. yos de la época sobre la doble filiación en Yap. este trabajo se basa-
Humanas de Yale. En cualquiet· caso, Kluckhohn continuó patmci-
ba en la presunción de que los sistemas de parentesco en distintas
nando a Schneider, consiguiéndole una beca Fulbright que le per-
111itía enseñar durante dos dÚOS en Londres, en la Lancion School of
partes del mundo cOlnpartían características comunes.
Entonces, Kluckhohn lo arregló para que pasara el aúo acadé-
Economics (de 1949 a 1951). Entonces. Schneider se vio introduci-
mico 1955-1956 en el Centro para el Estudio Avanlado de las Cien-
do íntimamente en el entorno rival de la antropología social britá-
cias de la Conducta de Standford. Kluckhohn v Kroeber todavía
nica, que, en aquel tiempo, se focalizaba inteleetualrnente, con sin-
trabajaban en estrecha colaboración y prepararon las
gular intensidad, en el estudio de los sistemas de parentesco. En la
nes de Schneider y Geertz al Departamento de Antropologia de
LSE, trabajó felizmente con dos dé los más distinguidos asociados
Berkeley, donde Kroeber continuaba síendo influyente, pese a estar
de Malinowskí, Raymond Firth y Audrev Richat'ds, y, mas tarde, co-
editó una colección de ensayos que elaboraban el modelD general oficialmente retirado. También se le permitió a Schneider fichar a
L. 1". Fallers para que se uniera a ellos. Sin embargo, no tardó en
de ésta últinlJ. para los sistemas matrilineales. ¡; No obstank, su re-
quedar totalmente descontento con su situación, Decidió que el de-
acción fue característicanlente quisquillosa ante los desaires, reales
partanlento de Berkeley «era realmente jodido'l,l? y no veía el mo-
o imaginados, de otros antropólogos sociales británicos. l '" La pri-
mento de mudarse. Parte de su desmoralización residía en que su
mera descarga pública de su campaña contra los esludios de paren-
...,,: nuevo proyecto de campo, otro estudio de parentesco entre los
tesco apuntaba hacia los líderes británicos en la nlateria j', con un
apaches mescaleros, tampoco marchaba bien. Se había peleado
descaro n1Uj' suyo, Schneider disparó en un congreso que se había <'..,
.
primero con un in[ornlante clave, luego con un colaborador y, fi-
organizado específicanlente para prOlTIOVer las buenas relaciones
nalmente, habia abandonado todo el asunto." En 1960, dejó Ber-
entre los antropólogos sociales americanos británicos. En su co-
kelev para unirse al Depattamento de Antropologia de Chicago, lle-
municación, Schneider atacaba a muchos de los antropólogos so-
vandose con él a Geertz v Fallers. Kluckhohn v Kroeber no estaban
ciales britanicos punteros. Posteriormen[e con1cntaría que la oca-
contentos con la dcsag:radecida conducta de sus protegidos .Y
sión le dio la oportunidad de descartar, de manera mas general,
Schncider se quedó cCln el sentimiento incómodo de que no había
todo el can1po de los estudios de parentesco: "para n11, fue una bue-
actuado con la lealtad debida. Tanto Kluckhohn como Kroeber
na oportunidad para decir esencialmente: "¡Jadeos! ¡Ya no soporto
más este cuento!" Yeso estuvo murieron el verano de su traslado a Chicago. Schneider, que se es-
'':''!,ji.
taba sometienclo a un tratamiento psiconalítico entre 1958 v 1960,
12. /hiJ. pago 22.
13. VL'ase Da\ id Schneider y Güugh (comps.J. \falrl/illl!o/ Kill ..,llIP, [6. Véase Georgl' Hllman .... Da\'ld Schneider, I,lu rrw,¡'J', 4utlwYlI\' alld Filial
BL'rkdc\, L:nl\t'r,,¡(\ (,t' California Press, 1961. Cw ..,n: A .')"!//(h, (Jf l'¡¡¡{ulcn¡/ Free Press. 1953.
1-+. SU'lJit'll/a ()!l ,')',_'/lIkider, capítuJu I Rodne\ Needhalll ClltIU') e,klll:-.tl\an,entc el L,::,tudio en SlrUCtlll"<' d!le/ St'!7II})j('J1{,
1') El L(ln>!l"t'"n el Ll décim,"I reunión Lle la A"UCla(!¡'m de '\nlmpólugos Chicago, ot ClllClgO Prc,-,>" 1962 Schneiue)' nunca ..,e defendió. pero.
(AS,-\,I de Gran Bl L'laña \' la C,)tTlrnon\\·L'ai111. cclehnllb en Carnbndgc en s\\b"iguientemente. COll\'lrtló a '\"L'edham en un blanco de SllS prop13S
19b3. La ck Sdml'Íder MII,1Jles tl1 1he .\\ndd...: al', l-\l)\\' p¡¡!t::nllGIS \, mús lurde,:::.e di::,oL"IÓ dellJhro, pretendiendo que obra de Horn<.tllS.
the S\,>ll'lll \\lll i.... . ". plIh)¡L'ado postcnnrnlL'ntL' e11 i\liLhel B,HI(OIl (comp,), 17. ScllifL'ldl!!" ()JI S,--JI,,,i!/dl:"l, p ..i g. 31).
Th: RelI:"IW)Ct' o¡" \/(Jdd.., JI!! S'oclul 'ln(ilmpo!oll,', L\)lldrL'::'. Td\lstock, l lfbS. 18. ¡biJ, Glpítulu S.
154 CULTURA DAVID 5CHNEIDER 155

debió cavilar mucho sobre la terrorífica efectividad de su desafío Así que estuvimos de acuerdo en establecer un programa par-
edípico." En Chicago, ya entrado en la cuarentena, Schneider es- soniano. Había dos cursos paralelos: por un lado, «La Carrera
taba en posición de jugar un papel director en una revolución exi- mana», que impartían fundamentalmente antropólogos físicos, por
tosa. Los departamentos de antropología americanos todavía es- lo que s(' refería a la evolución humana; y arqueólugos, para todo
taban generalmente basados en la concepción de los (cuatro aquello relacionado con la historia; por el otro, la vertiente social y
cultural. Dividimos social y cultural. de manera que tuviésemos tres
campos»: la antropología cultural se combinaba con la antropolo- cursos ,(de sistemas sociales, sistemas culturales v siste-
gía física, la <'\I4utulogía y la lingübtica en un erllpeño común, que mas psico!ógicoS. 21
se definía como el estudio de la evolución humana o, en la visión
boasiana, de la histor'ia de las poblaciones humanas. Sin embargo, Sin embargo, probablemente era inevllable que Schneider se vo]-
para aquel entonces, la vieja estructura resultaba anacrónica. Ya viese contra sus socios más íntimos. El desacuerdo inmediato tenía
no D10debba el grueso de los proyectus de investigación que se rna- que ver con la política americana en el Congo.. donde la administra-
teriali7.ahan en los depart;mlentos de antropología. En muchas ción Kennedv había dejado libertad a la CIA para sus intrigas diri-
universidades, la antropología cultural se habb constituido como gidas a desestabilizar el gobierno del momento. Las discusiones
una especialización distinta, con sólo vínculos tenues y, a menudo, sohre las aventuras estadounidenses en el Tercer Mundo se agudi-
conspicuan1t'nle inforn1ales. no con la <.lntrupolo. zaron paralelamente a la escalada de la implicación militar en Viet-
gía física y la arqueología. En la Universidad de Chicago. los an- nam. Los campus estaban divididos y Schneider empezó a pelearse
tropólogos culturales habían establecido diferentes series de alian- con Geel"lz y Fallers sobre la politización en la universidad. Sobre
zas. En parte, esto era consecuencia de su asociación con una los temelS mencionados, Schneider se situaba a la izquierda, mien-
escuela Je sociología que era fanlosa por su investigación etnográ· tras que Fallers y Geertz ocupaban el centro derecha. Además,
fica. Rohert Redfie1d en particular, había tendido puentes entre Schneider se resintió de la asociación de Fallers y Geertz con el teó-
antropólogos [(sociales» y sociólogos en Chicago. El antropólogo rico social conservador, Edward Shils, antiguo colaborador de Par-
social, A. R. Radcliffe-Brown, que fue miembro de la [acuItad de sons, en el Comité para el Estudío Comparado de las Nuevas Na-
Chicago entre 1931 1937, había ensefladu que la antropología su- ciones, un prestigioso órgano asesor para el estudio de los estados
cial debería ser una forma de sociología comparada y atrajo al poscoloniales. Schneider sentía que lo estaban dejando de lado v
partan1ento a Lloyd Warner, un antropólogo muy sociológico. sospechaba que Geenz y Fallers pensaban que ellos estaban tratan-
También se convirtió en el mentor de dos de los principales antro- >'1'.:\1' do con temas realmente importantes y con sociedades grandes,
pólogos sociales de Chicago, Fred Eggan v Sol Tax. "i?'
Los iÓ\'enes, Schneider, Geertz y Fallers, querí::m eliminar los
vestigios del enfuque de los cuatl'(l czunpos en Chlcago, pero tenían
.• mientras que él era simplemente un etnógrafo de pequeñas islas,
definllivamente pasado de moda.'2
;- A finales de los años sesenta, el triunviratD se escindió. Fallers
pocas simpatías por la antropología sociológica de la vieja guardia. cayó gra\'emente enfermo y nlurió joven. En 1970, Geeriz se trasla-
Su pro:,:ecto cTa reestructurar el JepiJnamentu Je ln,-meri:.l que pu- dó al Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. Fue entonces
diese participar en el nue\-u provecto de Talcott Parsons. La antro- cuando Schneider, que permaneció en Chicago, llevó a cabo el tra-
pología era la ciencia de la cultura. "Batía el tambor de la cultura. bajo del que iba a depender su reputacIón. Eligió Estados Unidos
GeertL batía el telmbol" de la cultura. Ambos lo recibimos de Kroe- " como estudio de caso, tell vez como afirmación de que él tampoco
ber y Kluckhuhn a través de Parsons. era simplemente un hombre de islas remoWs. Su obieto de estudio
era el análisis de! parentesco en términos estrictzunente culturales.
Ésta iba a ser su rebelión madura :v decisiva contra las ortodoxias:
IlJ j-L"hk,,\\ . . Tlle D\n.nTllC":' o" R"IPl'"holl
contr3 el .ap<1rejan1iento de la Ctl1tropología cultural con la antropo-
qUé ('.\,pl'ricj\Cla del ":Oll cnfa:>b t'1l In,) "nnb(J¡o) \ c'll la c.\pt'-
rlen\.'ii..\ piKllí.l ll.'bcr d\.,-":cado a S<..:hn,'l\.kr U1W c.lpr,¡\.llli:l<..lon cul-
tural que' prCCl-,amenre all d)llla un lug:01r ('('I1I1'al "'lrnbrjlhl11n, 21. Ihl,l .. li 4.
20 Vea"t' SChUtldtT {JI! ScJllli:'úfer, pag. 203. 22. ¡h!el., pó.g. 1'JO.
Li;.
';I!:
156 CULTURA DAVID SCHNEIDER ¡57

logra social o con la biológica; y, en el interior de la antropología da. En cualquier caso. Schneider no se satisfacía con el parricidio,
cultural, contra (a teoría de parentesco, su corazón sagrado. Se embarcó en una matanza al por mayor de los ancestros.
A pesar de todas sus querellas internas, la antropología siempre
había reposado sobre la certeza de que el parentesco era el funda- .1;

mento de los sistemas sociales «primitivos». Quizás el parentesco


era el único campo en el que tanto la antropología social canlO la En 1968, un año excepcional para los pronunciamientos revolu-
cultural podia pretender haber registrado avances seguros. Si la an- cionarios, se públicó A.merican Kil1ship: A Cultural Accowlt, un del-
tropología había desanollado una teoría sociológica que podía con- gado volumen que constituyó el manifiesto de Schneider. Schneider
siderar propia, ésta era la teoría de parentesco. Schneider se dispu- se presentaba a sí mismo como un parsoniano con solera ({mi inte-
so a socavada. Intentó probar que la teoría dd parentesco se asentaba rés en desarrollar una teoría de la cultura que se pudiese acordar
sobre una ilusión dnocéntrica, que los conceptos básicos de la teo- con la teoría de la acción social de Talcott Parsons empezó cuando
ría del parentesco -genealogía. filiación, la pmpia familia- eran volví a la universidad en 1946,,"). En su calidad de antropólogo par-
creaciones culturaln1ente específicas de europeos y norteatl1erica- soniano, su meta era la de ofrecer una «versión dd paren-
nos. Cuando los antropólogos escribían sobre parentesco estaban tesco, en tanto que sistema de símbolos: «el libro trata sobre sím-
simplemente proyectando sus propias obsesiones culturales sobre bolos, los símbolos que son el parentesco an1ericano».25 Como
otras gentes. miembro disciplinado de la seCCIón antropológica del partido de
Pero esto no era más que la mítad del asunto. El relativismo Parsons, no era cosa suya abordar temas sociológicos. Por consi-
;,.-,
cultural de Schneider encerraba una puntilla aún más radical. La f guiente, Schneider no prestó atención a cuestiones tales como las
opinión ortodoxa era que todos los sistemas de parentesco descan- tasas de matrimonio, divorcio o nacin1iento. la conlposición del ho-
saban sobre los cimientos de una biología humana universal. gar o las variaciones regionales o de clase.
Schneider admitió que no podía «hacer desaparecer la biología v Iniciahnente, había concebido su estudio en una colaboración
las ,-elaciones sexuales (... ) Todos los sistemas de parentesco cono- {, con Raymond Firth, siendo la idea que ambos produjeran descrip-
26
cidos usan las relaciones biológicas ':/10 el acto sexual en la especi- ciones comparables de los parentescos americano y británico.
ficación cultural de lo que es el parentesco)).23 Pero, por lo que con- ".t'- Posteriormente, Schneider dijo que únicamente su sentido de la
cernía al antropólogo cultural, no era la biología propiamente lo obligación hacia Firth le había empujado a llevar adelante el pro-
"
que contaba, sino más bien lo que la gente creía respecto a la bio- yecto, pero, tal como fueron las cosas, encontró el estudio de Firth
logía humana. Partiendo de esos princípios, Schneider montó defl}asiado sociológico para su gusto :y se retiró de la empresa co-
el más subversivo de los programas culturalistas, la deconstruc- mún. Sin duda, incluso un antropólogo parsoniano tenía que reco-
ción, avant la leure, del arca de la alianza antropológic:J., el paren- nocer que había espacio para una aproximación sociológica al pa-
tesco. rentesco v, al comienzo. Schneider. rendía pleitesía de boquilla a la
Hav pistas suficientes en la biografia de Schneider para avanzar fórmula de Kluckhohn. según la cllal. los artefactos simbólicos
lIna explicación psicológica de su elección del parentesco con1o ob- pueden proporcionar \<lID n10delo de \"iJa)). Pero insistía en su adhe-
jeto de deconstnlcción. Su infancia había estado llena de perturba- sión estricta a la división del trabajo parsoniana. Lo que Parsons
ciones y sentía que su familia le había rechazado. Podia haber reci- llamaba la «acción social,) se debía dejar ..1 los sociólogos. Los aD-
bido de su padre algo de la creencia 111arxista clásica, según la
el parentesco sería parte de la superestructura del capitalismo. sien- 2-1-. O¡:l\'id \1 Schrl.:ider. A,.,'ildlli-' .\ Cufrura/4cc()lIl1l. Chic:lgo,
do la familia Llna Ü1YcTSión hurgllc"::><l. Su animosidad Ulli\crsit) nf Chicago 1\)61'\, pago 11:\. ElI 191'i1 1, PUbiJ'-lJ lInJ. .".:gunL!<.l ':l!Icion
quier explicación biológica también est:J.ba con un Illle\O C.lpíttlJU: •"[\\'t"h 1:' )''-'<.11'.'- Afll'r
25. nid., pág. ):'.
20. \ocasc SC/llit/U\'!" UJ/ Sc!Pie'!!!e!, 20:-< \-'-·a . . e lalllblén RJ.\mond Firth,
Véa.. . e David NI. SChneldl'r. "KIll':>hlf' and B\!)!o!;'\) en A_ J C(lak \ Ul]ll" J':ille Hubert \ Alllholl\ hllge. F,uno'/in (,!id rl/(II Re·luf:lL''>: l\.iil)J¡ip ll/U ,tl/cldle
komp ..... ), .4.sJJI;'C/.' n( rjh' 4.l1uh·_,/.) nf FWllill .'-;rI"UI.. lu:e Prin..:.:tun. Pnn.... el()ll dass SeL"!or of LU!l'{uu. --\1/ 41/;!IJOf/U!O).',iú.-! .)111,/\ Yurk, Humanioe::. P, t.''')'').
Prt':::... . , 1965. págs. 97 \ 98. ll,JlO_ firth el proyecto en la ..
158 CULTURA DAVID SCHNEIDER 159

tropólogos eran estudiosos de la cultura. Como sistema de símbo- pre arbitrarias. Los oscuros nubarrones se asocian universalmente
los, la cultura era bastante distinta de los'patrones de conducta ob- con la lluvia y se evocan a menudo para representar el concepto de
sen'ados; en realidad, «ambas [cultura V conducta] se deben consi- una tormenta que se acerca. Schneider insistía, sin embargo, en que
derar como indepelldiel1les la una de la otra"." «He optado por ;r<. «una unidad cultural o una construcción cultural se debe distinguir
asumir la trascendencia del símbolo y del significado en el modelo de cualquier otro objeto detectable en cualquier lugar de! mundo
total de la acción, tirar para adelante y estudiarlo.,," Más aún, los rea]".'! Se seguía que los símbolos de parentesco se debían tratar
símbolos no sólo eran independientes de la conducta ob;s.ervada, como si fueran arbitrarios y que los conceptos a los que se referían
sino que podían no tener anclaje alguno en el mundo real. Parsons los símbolos de parentesco no se debían confundir con lo que pin-
había argumentado que un sistema simbólico era autónomo y au- torescamente llamábamos los hechos de la vida. Tal corno un sím-
tosuficiente. Schneider coincidía: «Por símbolo, entiendo algo que bolo religioso podía hacer referencia a los fantasmas, los símbolos
representa otra cosa, con lo que no existe una relación necesaria ni de parentesco denotaban ideas culturalmente constmidas.
intrínseca entre el símbolo y lo que simboliza».29 ,. -¿Qué era entonces el núcleo simbólico del parentesco america-
Naturalmente, ésta era una idea bien establecida, avalada por no? Schneider anunció que era el acto sexual. Ésta era una proposi-
Saussure y Peirce, los pioneros de la semiología. Pero Schneider ción sorprendente, quizás, incluso escandalosa. No era obvio que el
iría más allá de Parsons. No sólo el símbolo era arbitrario, sino que acto sexual recapitulase los valores del parentesco americano, ni,
los referentes mismos, las cosas o las ideas que dichos símbolos re- que, de hecho, se entienda mejor e! acto sexual como un símbolo, y
presentaban, eran también construcciones culturales. Podían care- menos aún como un símbolo arbitrario que careciera de una cone-
cer de cualquier realidad objetiva. Como ejemplo de 10 que quería xión intrínseca con los hechos de la procreación, de la paternidad y
Schneider ofrecía la idea de fantasmaijLos informantes po- de la maternidad. No ofrecía evidencia alguna para refrendar estas
dían tener todo tipo de nociones fantásticas sobre los fantasmas, impactantes pretensiones. ¿Acaso los serios ciudadanos de Chicago,
pero el etnógrafo no tenía manera de saher si los fantasmas existían interrogados en los primeros años sesenta por los asistentes de
o no. Por lo tanto, lo que importa es únicamente lo que la gente cree hahían manifestado voluntariamente que la familia y el
acerca de los fantasmas. De esta obsevación fácilmente consensua- parentesco se reducían finalmente al acto sexual? No parec.e proba-
ble, derivaba una regla general mucho más problemática; ble, pero Schneider no dudaba de que había captado la esencia de
la cuestión. «El hecho de la naturaleza sobre el que se asienta la
Dado que es perfectamente posible formular (... ) la construcción cul- construcción cultural de la familia (oo.) es el acto sexual. Esta ima-
tural de fantasmas sin inspeccionar visualmente ni un solo espéci- gen proporciona todos los demás símbolos centrales del parentesco
men, esto debe ser verdad en todos los casos, sin referencia a la ob- americano»32 (naturalmente, la frase «hecho de la naturaleza» se
::.cn:abilidad y la no observabilidad de los objetos que se presumen debe entender irónicamente, siendo la propia «naturaleza) una ca-
ser los referentes de las construcciones culturales. 30 tegoría de un sistema etnobiológico idiosincrático).
No cualquíer acto sexual concebible era un símbolo apropiado.
Está bien invocar el espíritu de Saussure para afirmar que los sig- Aparentemente, los anlericanos creen, o mejor, creían entonces,
nos son arbitrarios, pero no se sigue necesariamente que todos los cuando se recogieron los datos en los tempranos años sesenta, en la
signos sean construcciones in1aginarias, libres de cualquier constre- víspera de la re\'olución sexual, que los actos sexuales entre un
ñimiento de la realidad. Los fantasmas pueden ser fantasías de la hombre y' una mujer deberían ser algo lnás que una cuestión de có-
imaginaL'ión colectiva, pero la categoría tdluvia», por ejemplo, po- pula apasionada entre dos animales. Los informes de Alfred Charles
dría referirse a un hecho de la naturaleza en todas V cada una de las Kinsé\' sobre la conducta sexual americana, publicados en 1948 y
del mundo. Y las representaciones simbólicas no son sieln- 1953, indicaban que los americanos Se penllitían una laxitud COll-

\'¿'u::.e Schneidel: A!I/I.:r:áu! Klihinp. púg. 117.


//mi, p<:lg. 130. 31 /lJld" pÜg. ...J.. Hdbla elaborado argunlt'nlauón eH "U SchnelJt'l.
29, [bu/.. pág. l. and Bjolog\ ". pág:-. 97 Sl8.
30. ¡bul,. pág. 7. 32. V¿a:-c /-llllencuII pago 37.
160 cu LTU RA DAVID SCHNEIDER 161

ducttIal considerable. Pero Schneider no tenia dudas sobre la regla Luego, finalmente ¿qué es el amor' «El amor», afirma Schneí-
cultural americana: el acto sexual sólo era adecuado entre nlarid¿ v der, «se puede traducir libremente como solídaridad duradera y dí-
mujer, e incluso entonces, debia ser genital con genital. nada fiLsa».38 Amable lector, no te burles. Ciertamente, se ha abordado la
asuntos fantasiosos. cuestión de cuál es la esencia del verdadero amor con mayor ele-
¿Y qué representaba simbólicamente el modo aprobado de acto gancia, pero el impacto de la proposición de Schneider sólo des-
sexual? El sexo decente expresaba amor. «El coito entre marido y ,;
;, cansa en parte en su lenguaje insistentemente filisteo. Era comple-
mujer no es sólo un acto que define específicaInente la relación con- tamente consciente de que su definición de amor no seduciría a los
yugal, sino que es tan1bién un acto que es un signo de amor.)3J Los poetas o a los perdidamente enamorados. Se podría objetar más
padres compartían una sustancia común con sus hijos, y esa sus-
J
V pertinentemente que ese ideal de! amor parecía muy distinto de las
tancia común daba lugar a otra clase de amor, el amor a [os parien- concepciones nativas de los americanos, tal eonl0 aparecían repre-
tes de sangre. Había, por lo tanto, dos clases de amor muv diferen- sentadas en las canciones populares y en las películas de los años
tes, el conyugal y el cognaticio. El amor erótico cOITespondía al sesenta. Reseñando American Kinship para American Al1thropolo-
matrimonio, el amor cognaticio a las relaciones de sangre. El amor gist, Anthony vVallace insistía que los americanos creían que caer y
conyugal «es erótico, teniendo el acto sexual como Sll encarnación estar enamorados eran cosas naturales, que el amor era una fuerza
concreta». El amor cognaticio «DO tiene nada de eróticolJ ..14 De to- de la naturaleza como el magnetismo o la gravedad; podía ser irre-
das maneras, Schneider apuntaba que, desde e! punto de vista ame- sistible, saltándose las barreras sociales de «clase, edad, raza, esta-
ricano, la relación de sangre entre padres e hijos era un producto do marital e, incluso, relaciones de sangre».N Pero, por extraña que
del acto sexual. Y, consecuentemente, sugería que el coito tanlbién la definición de Schneider pudiera parecer al americano de la calle,
simbolizaba el amor cognático. el lenguaje en el que se formuló tenia que resultar familiar a los so-
Así pues, la proposición era que e! acto sexual simbolizaba e! ciólogos. El propio Parsons había postulado una definición más
anlor y que «el amor es de lo que se trata en el parentesco anlerica- bien similar de! tipo ideal de amor romántico como difuso, particu-
no»." La simplicidad de esta propuesta no dejaba de ser engañosa. ladstico v afectivo. 4o Los términos «solidaridad duradera v difusa»
No sólo exístían dos concepciones de amor muy diferentes, sino que a variables de modelos parsonianos (los val;'res que.
resultaba que el amor en sí mismo también era una expresión sim- según creía Parsons, expresaban comparativanlente los criterios
bólica. «Es el simbolo de! amor el que enlaza los ainores cognaticio por los cuales gentes de diferentes culturas evaluaban sus relacio-
y convugal v los relaciona con e! símbolo del acto sexual y a través nes). Pero Schneider no reveló esta deuda particular con Parsons;
de él.»36 Por lo que parece, el amor era a la vez la sustancia misma podría haber diluido e! impacto de esla «traducción libre» de lo que
del parentesco Y e! símbolo de otra cosa. Con la mejor voluntad de! los americanos t>ntendían por aill0r. Su meta primordial era empu-
nlundo. no es posible solucionar esta confusión entre símbolo y jar a sus lectores a aceptar, en contradicción c()n lo que intuitiva-
concepto. Schneíder es culpable de contentarse con una mezcla en mente creían, que incluso el acto sexual t'r3. un símholo, que inclu-
la que significado y significante se confundían sin remedio: «el acto sO el amor el'a una con\.'ención. El nlensaje rezaba que el parentesco
sexual es amor y representa el signo del amor y el amor representa no era natural, era cultural.
al estado sexual y es su signo. Las dos diferentes clases de amor,
con.vugal y cognático, el uno erótico y el otro no, son en cualquier
caso símbolos de la unidad, de la unicidad, de la pertenencia, de la 38. ihid., p3g. 50.
39, AnLhony F. C. resena de AIIlt'riUIII KiJL'>lup. .J. elllfllml
cualidad de estar juntos». 17 4.<-COIIUf, de D:nid SChllt'lJ<:,r en .'\II!¡'.'"lCliJ/ '\IIt1I1"UfJO{(JJ!,I)f, 11 71,1969, rágs, 100-
1Ob. L\ C'o uc b 102.
-+O, \'¿Lhe P<.ll:"ons, T/¡t' .S(lC!II! ,')\ 11,'1/1, \ :-lb. [:.lbl" 1 lOS \
33 ¡/lid pág. 50. tabla 2e «L8 rebCIÓI) de '>¡;' dt:'tille collll) J¡jU::>d \ JSSl). En la
14. IbIJ. pág. pagina 390, Parsons ,dl<llil:.1 ljUL' 1,[ I L,la"':Hj!1 de allhJl' L'loll,-U ::>l' LUtl\ lelle t:'n Ull
35Ihid.,pág.40. llllCléO I1la\Ol" del ,>lstema dL" I'dJ'L'l1lL'."dJ (011 loL!u iu ,-IUL' <.:II() llllplicLl La propia
36. lbld.. pág. 39. relación t'r(,llco se \t' üsí ligaJa a la Lh.:epución J<:' Jus 10]1;") [xllc't"!1ales \.
37 [hid, pág. 52. ponsabdid3Jes.»
·,.
/r DAVID SCHNEIDER 163
162 CULTURA

.'.-
I Pero esto sólo era un movimiento preliminar. Claude Lévi- a través de un «código de conducta». Por eJemplo, se denominaba
Strauss había defendido que todos los sistemas de parentesco se ba- hijo «naturah o «ilegítimo») a un niño nacido fuera del matrimonio.
saban en la oposición universal entre naturaleza y cultura. Schnei- Existía una relación de sangre, pero no permitida por la ley. Por el
der procedió a argumentar que la distinción misma entre cultura y contrario, un niño adoptado sería legalmente el hijo o la hija de sus
naturaleza era un artificio occidental. Los anlericanos construían padres adoptivos, pero no su pariente cosanguíneo. Idealmente, un
una oposición entre cultura y naturaleza y (pidiendo pista a todos hijo debería ser a la vez natural y legítimo, nacido de una madre y
los románticos de su tradición afirmaban que valoraban la \1 un padre casados el uno con el otro. La relación paradigmática de
cultura por encima de la ..; La naturaleza tenía algunos
';;.:
parentesco combina los dos principios de derecho y naturaleza. Un
-'"4 «código de conducta .. apropiadamente moral y fundado en el amor
rasgos que eran buenos .Y otros que eran peligrosos, incluso malva-
dos, así que se la debía someter al control moral, cultural. Los seres -que implica una ética de solidaridad di[llsa y contd-
humanos eran una mezcla de naturaleza y cultura, pero era su buye a motivar las relaciones en la naturaleza.
identidad cultura! la que los hacía humanos. La moralidad domaba 'Í;---\
Según Schneider, cuando los americanos hablaban coloquial-
al animal quc yacía debajo de la piel. La aplicación de la ley y la ra- mente de lazos de sangre querían decir tanto relaciones biológicas
zón mejoraba v moralizaba la naturaleza. Y, tal como señalaba como un código de conducta. «[La sangre] 110 sólo designa a la ma-
, , teria fuja que cune por las venas, sino también una combinación de
Schneider. estas nociones americanas sobre el orden de la ley con- v,
formaban algo muv parecido a la clásica definición antropológica sustancia y código de conducta que deben tener aquellos que com-
de cultura. "En América, es el orden de la lev, es decir, la cultura, el parten esa materia foja, los parientes de- sangre _)) 4-3 La cuestión de si
i'f'; se trataha o no a un pariente cosanguíneo como a un pariente de-
que ¡esuelve las contradicciones entre el hombre y la naturaleza,
que son contradicciones en el seno mismo de esta última.»4! pendía de la distancia genealógica (que calibraba la cantidad de
,.:
Esta oposición eonstnIida cultur;:¡lnlente entre naturaleza y- cul- sustanCia común que compartían dos parientes) :'-"' de la distancia
tura estructuraba el pensalniento americano sobre el parentesco. social (que venía determinada por factores como la dispersión geo-
Una persona podía ser pariente de otra por naturaleza o por cultu- gráfica, la diferencia de clase social, etc.), Los vínculos genealógicos
ra o, tal como lo dicen los americanos, eran pariente de sangre o en . '; no garantizaban un parentesco efectiv'o. Sólo algunos de los parien-
la ley -({políticos», en castellano-, «La regla es muy simple», con- tes situados más allá del círculo inmediato de la familia se trataban
cluía Schneider, ((una persona es pariente de otra si se relacionan como a tales. Por otra parte, el «pariente famoso), que se cruza en

por sangre o por matrimonio».·u En la naturaleza, los parientes na- muchas genealogías, ilustraba el hecho de que la distancia se podía
IJI
cían: los parientes políticos, sin embargo, se adquirían a través del acortar cuaLldo valía la pena hacerlu.
matrimonio. Los lazos de sangre eran naturales, mientras que los Teniendo en cuenta lo centraJes que estos conceptos eran en el
propios americanos definían las conexiones que se derivaban de los texto de Schnóder, resulta llamativo que nunca desmontara ni di-
olutrimonios curno relaciones «en la ley)). En contraste con los pa- seccionara la noción de «sangre» o de «sustancia conlún»} los ele-
rientes sanguíneos, que \'enían dados por la naturaleza, uno adqui- 111entos ,<naturales) del parentesco. No es c'yidente que los america-
ría rarientes por nlalrinlCmÍo a consecuencia de la elección de un nos concibieran todas las relaciones de parentesco naturales -o
cónyuge, una decció;l que se podía anular: Por consiguiente, la cos- como relaciones de ,(sangre)). Oc: acuerdo con Schnei-
tumbre establecía las relaciones «políticas»), mientras que lln def, ma-ricio mujer no se relacionaban rnediante la sangre. sino
go cOl1\'t.:ncional de conducta,), llna regla n10ra] que expresaba mediante la le\: «el matrimonio es simplemente el código de con-
amor, \as guiaba, duela sin el sustanti\'o (biogen¿tico)<+4 Con todo, él mis-
Pero c.. . ra oposici6n neta cnlrL' de sangre y parientes
pulil ¡cos ':le" tenía que" matizar, ldcal¡nente, la cultura hunlaniz;::\ba la
natLll'ale/a. Lna persona podía "::>er un pariente bien de S<:lngre, bien .1.1 r:ír:- 1I 1
44. rvl Schnclder \ Cl!\ert B. CotrrcL. Tlu.: American Kln UI!II'erse:
.4. Sí/uL\', Tht:' Lnl\ersil\ U[ Chlcagr¡ StudiL':- in A..nthropologv,
...;.¡, St:hl1ChIL"l', I/!IL/!,"'I 109 SerIe,,; in SOCiaL Culwral LingulStlC ;\nthrop()k)g:--, n" 3, Dcpnrtment of
tbid, [Jag:. 62. Amhrupo!og\, of Chicago, 147S
DAVID SCHNE1DER 165
164 CULTURA

rno insistía en que los americanos entendían ias relaciones entre es- duir de sus genealogías..J.,os parientes adoptados, los hermanastros
posos en un cierto sentido natural: «los informantes describen la fa- y los medio
n1ilia conlO compuesta por el marido, la tTIujer)' sus hijos, que viven . Tampoco todos los parientes por l11atrimonio eran lo mismo, Se-
juntos como una unidad natural. La familia está formada según las gún Goodenough, los yanquis distinguían entre dos categorías de
leyes de la naturaleza y se guía por reglas que los americanos con- relaciones a través del matrinl0nio: los parientes políticos y los tíos
tenlplan como evidentenlente naturales}) ..··5 Desde el punto de \'ista v tías por l11atrimonio. Cuando los americanos hablaban de «tía» o
americano habitual, se pueden observar familias entre los animales :<üo», incluían en esta categoría tanto los parientes de sangre, los
y los pájaros. Se fundamentaban en una división natural de las .. hermanos o siblillgs de sus padres, y los parientes por Dlatrimonio
de estos últimos, es decir, sus nlaridos
9
111ujeres.-l El propio
funciones entre padre, madre e hiJos. Muchos americanos también
creían aparentemente que el amor era una fuerza natural, y' An- Schneider proporcionaba evidencias que socavaban su aserción de
thony "Vallnee sugería en consecuencia que los americanos veían '.i€
que había dos tipos de tías v tíos: citaba un niño que pensaba que la
ellnatlimonio como parcialmente natural, (siendo [precisarnente] el mujer divorciada de su tío [cosanguíneo] era ·verdaderarnente su
alTIor sexual su parte naturah.-l tl tía, porque era la madre de su primo. 5u La regla del niií.o era apa-
La concepción de los parientes políticos era igualmente proble- rentemente que la madre de un pariente de sangre tiene que ser una
mática Algunas personas eran parientes a pesar del hecho de que pariente de sangre. Anthony vVal1ace apuntó otro problema en rela-
no tentan relaciones de sangre. Schneider sugeria que su parentesco ción con la estricta dicotomía entre parientes cosanguíneos y afi-
Huía de un acuerdo legal, tal como el matrimonio o la adopción. Pera nes: no tiene nada que decir sobre las tensiones sexuales entre
también observaba que la aplicación de un «código de conducta» ade- primos, ni sobre el matrimonio entre éstos, un fenómeno no infre-
cuado podía conferir un rol de parientes a gentes no emparentadas, cuente. La insistencia de Schneider en que un código de conducta,
como, por ejemplo, en el caso de amigos de la familia llamados «tío» o incluso el siInple uso de un térrnino de rc-ferencia de parentesco
o «tía», Si se seguía el «código de conducta», éste podía ser suficiente bastaban para constituir el parentesco suscitaba otro dificil proble-
para hacer de una persona un pariente. Concluía que los niños adop- ma. Lo llevaba a argüir que los <.unericanos no pretendían hacer dis-
tados, los parientes políticos y los tios honorarios formaban todos tinción alguna cuando usaban el vocablo «padre» para un padre
parte de una misma clase de parientes: paríentes por la lev, gentes que «reaL> o para uno ({metafórico»), tal como un sacerdote católico. Ha-
no estaban relacionadas por sangre, pero que, de todos modos, se- raId Scheffler ha argumentado que Schneida se puso a sí mismo en
guían el código de conducta adecuado para dírigirse a los parientes. una posición absurda porque, debido a razones teoréticas. estaba
Con tuda, esta colección de afines, parientes por adopción v parientes determinado a priori a no reconocer que los alnericanos (tal vez
por cortesía parece tener poco en común excepto el hecho de que no como muchas otras gentes en otros lugares) operaban con un mar-
son parit>ntes de sangre, y hay evidencias de que los americanos, en
tiempos del estudio de Schneider, no conectaban intuitivamente los -1-8. Schneider \ (lJltre\!. TlIL' Kili L:'IIÍn"'l'. pág. 30.
niiios adoptados con las relaciones establecidas a través del matrimo- Se propone esla tr3ducción p,lra catc¡2.orias qUe C;:lrecen de lIna termI-
nio. En.\m análisis contemporáneo de la terminología de parentesco nología ineljuívoc3 en Síl'IHl'1dlil'e. tr...ducid" de forma rcs',rictiva peCll-
yanqui, \Vard Goodenough encontró que se hacía llna distinción en- líannenle por -aunqlll.' IJITlhién incluirla la categoría "hijas-
y' referido fundamentalmente a hIjo" del o dc-! cónvuge del proge·
tre los parientes por alianza, por un lado, y los parientes por adop- \a present<:'s en el mU)l1.:nto del enlace {lid! ¡>il/ ha :-;¡do traducido CUlllO
ción, por el otro." ¡Por razones no explicadas, Schneider decidíó ex- «nledln desccndlc'nlt:::-, l\(' prllller grad,) de llna pi.lreiü que sólo COO1-
par1L'n una linea de «san!;'Te" ("produllu" de nupll,l-, o de rel<.\C1ol1cS krll-
poJraks. l'tl'.:', (.\'. de! /,1
..J.5 Schn .... ider, ,illlerictlíl Kill,hip, pag:o 34. '+9. Gnodennug:h. "Yi.lllkL·c hlJlshJp pero comparesl' Cqll

-+0. de KiJL.,hlji, 102. D3\\d \'1. SchneidcL ",American K.ill Term-; 'fe'l'llb tUl KII1.'llllcn: A CritiquL' ',l(

·P. \V:J.rd H, Go\)denough, ")':.mkL·": Kin . .,hip TCrrnll1ology' A Problem In GoodenoLlgh's COl1lpnnel1tlaj Anah"J:', ni Ya 11 k<..'L' h:lll..;l:q¡ TL'I'I1l111Ulug)", en E. A.
(omponential Anahsis", en E, A. Halllme\ (comp.). Fonnul St'lilWllic ·1.';o!uis, Hamnld (comp,), FOl'llld! .)l'Jllt"'I/lC -\1.'::/\"1' de t'll1ltTiUIII
Publicación espeCl:ll de 4mel1onl \01. 07, n" 5, p¡lrte 2, 196'=;, pjgs. t'l11l!¡!'opologi5í. \01. 67, )1' j1drtL' 2, J 'Jb::;', 2,::;"'- ')08.
. 50. Véa:o:.c Amaic(1J1 A. 11 l.\llIp , pág. 81.
166 CULTURA DAVID SCHNEIDER 167
co genealógico en la cabeza. 51 En los casos en que se permite ese Éstos no son de manera alguna los únicos problemas suscitaelos
uso de designaciones de parentesco para individuos no emparenta- por el análisis, En un ensayo posterior, Schneider comentaba que
dos (el amigo de la familia al que el niño llama «tío» o el miembro tal vez había sido un error asumir que el parentesco americano
de una cofradía al que se llama "hermano»"), se podría tratar de constituía un dominio distintivo de la cultura americana, 52 Después
una extensión metafórica que la gente reconoce como tal. de todo, la religión y la nacionalidad también encarnan los valores
Sin embargo, Schneider estaba atado a la lógica de su argumen- de solidaridad duradera y difusa. Sin embargo, exhibió una cegue-
tación que rechazaba la opinión, según ]a cual, los americanos po- ra peculiar, casi voluntaria, sobre el posible papel destacado de la
dían utilizar conscientemente los términos de parentesco de mane- religión americana, ignorando los valores religiosos en su trata-
ra llletafórica. Sólo se podía distinguir un uso nletafórico a condición miento del parentesco, Y ello pese a que es evidente que las concep-
de que el término de parentesco tuviera un significado primario re- ciones del parentesco americano no sólo codifican ideas de la bio-
ferido a una posición genealógica. Schneider objetaba que la cone- logía y de la ley, sino también nociones religíosas, tal como admitiría
xión genealógica nQ era razón suficiente para contar a alguien entre Schneider en un pasaje, en principio desechable, de un libro poste-
los parientes. A VtTes. los americanos elegían ignorar a parientes le- rior (eludiendo casualmente los temas culturales (an1ericanos»,
janos, aun siendo conscienteS de la existencia de un lazo genealógi- «occidentales)), y «europeos»):
co. y tan1pOCo la conexión genelógica era una razón necesaria para
la identificación de un pariente, ya que el amigo de mi madre podía La construcción cultural occidental del parentesco depende
ser mi «tío». Lo que era decisivo era el «código de conducta». Lo que mente no sólo de la noción de vinculación biológica, sino también de
hacía que se pudiera considerar a una persona como día» o «tío» era la noción de creación (...) El Dios padre, el sacerdote como padre,
el hecho de que el niño ----el «sobrino» o siguiera un «có- María la madre de Dios, .Y así sucesivamente, se relacionan muy es-
digo ele conducta" apropiado para con ella. Todo esto se puede ad- trechamente con [a paternidad )'la maternidad ordinarias en la cul-
mitir sin que se siga obligadamente la conclusión de Schneider. Los
mnericanos pueden descuidar a algunos parientes, así como usar tér-
iª tura europea. 53

n1inos de parentesco -quizás melafóJican1ente- para algunos no Controversias anlericanas recientes en torno al aborto sugieren que,
parientes, y, sin embargo, continuar tratando la conexión genealógi- cuando los americanos piensan acerca de la procreación tienen algo
ca como la roca sobre la que se levanta el edificio del parentesco, más en mente que la sola reproducción biológica. Una explicación
Schncider mismo insistía en que, para los amedcanos, la sangre roja, cultural de las creencias americanas sobre la procreación no se pue-
tangible, era más importante que cualquier otra acepción de sangre; de pretender realista e ignorar las ideas sobre la santidad de la vida,
de hecho, los estudios genealógicos llevados a cabo por su equipo de Puede parecer extraordinario que el análisis que Schneider hizo
in\·estígadores 'proporcionaron numerosas eYidencias que sugerían de las nociones atnericanas de parencesco se viera tan descriptiva-
que sus infon11anlt's de Chicago operaban con genea- mente empobrecido, pero su últimu libro de confesiones deja claro
lógicas (\-z:.k la pena hacer notar que el informe de campo del pro· -;;1 que se basaba en su propia experiencia Il1ás que en disciplinar sus
vecto de Schneider, rhe A",aica" Kin Universe, publicado en 1975 intuiciones mediante una lectura atenta de': lo que sus informantes
por ¿¡ mismo ,. i',)I- Cottrel!, se subtitulaba A Genealogical Study). le habían explicado o, mejor, de lo que les habían contado a los en-
trevistadores supervisados por sus directores de c.J.mpo (siempre
cambiante" dado que, inevitablemente, había peleas).
51. I-f<:l: fllJ \Y Schet'f1er, "Sexj51ll and Naturalism in rhe StuJy of
J¡ \"':(oIn]).', G!lldt'rlif the n(KJlOIt'!udge.
Fe"'!.,'''_,r "li!: .(,' JI,' :i'e P'-.'SI'I',dLIIJ F' Berkde\", l'ni\·ersitv nf
199 j, pag:o 3(''''. también H::lrold \\' Scheftlcr, 52. Davld ;\'1. Schnclder. Nationalit\ and Rciígion 111 ,\mer¡;.,:an
<R .... ;(¡il:>l1]p· SUt.; uf ,he ,-\i t 111 Ocealllélo, s.::mlOm 10 en Culture: TO\,,-\rds <.J, DeÚniúoTI (lt I..::inship", en \'jctor Turner led.), Funn., uf
1Ll (i.c J()l1al1lJ<:sblH:;O, 11 de agosto de 1995 (mal1l1s- SVHlbolic AUlOn, P)fAéCUll1gS oí ¡he 19b9 :-\nrwal Spnng .\Iédlilg I)f tht' ,'\mer lean
...::-iw ln¿dl,c'i. EthnoJCJg:icaJ Sociel\', lY69, pág-;. 116-125
" El au,ill· COi,,-', ,;Wtn,.;¡,tL' \ mudo de ilustración ,-lt: su a los Elks, 53. \·¿a:-.e Davld :\;\. Schnelder. 4. Cnri¡ji1¿ 0f the SII/Jv uf Ano Albor
o "Ake." '. una t'¿rrn ..l ndad L·("llines cantati\'os. 1.\. del L) Universit:,> uf .\lichigan Press, 19S4, pág. SO
,.;
168 CULTURA
DAVID SCHNEIDER 169
Leía cada una de las entrevistas que me llegaban ,v hablaba con cada
lino de los entrevistadores, tanto sobre ]a entre\.'ÍSta Como sobre la emprendiese un estudio especial en colaboración con su colega de
manera como iban las cosas. Semanalmente nos encontrábamos y Chicago, Raymond 1. Smith, una autoridad sobre el parentesco ca-
discutíamos )0 que estaba ocurriendo, etc. Y no creo que ni el mate. ribeño." Comparando las concepciones de los ciudadanos de Chi-
rial de las entrevistas ni las discusiones Con los entrevistadores cago de clasé baja (principalmente negros) y los de clase media
jaran nada más que alteraciones Ji enmiendas menores, 1I ornLlmen. (blancos), descubrieron una variación sustancial por lo que se refe-
taciorlcs, en mi cuadro de cómo era el esquema, de qué demonios na a las normasl}'or ejemplo, los blancos de clase media ponían el
estaba pasando. 5..\
énfasis en la independencia de la familia nuclear, mientras que los
negros de clase trabajadora no lo hadan. También había divergen-
Incluso presumía de haberse negado a consultar SllS notas mientras cias sisten1áticas en las concepciones sobre los roles de la mujer y
escribía su n10nogr.:lfía. Eso enfadó tanto a su mujer, que había dac- del hombre en el seno de la familia. Asimismo, percibieron dife-
tilografiado extractos para uso de Schneider, que se pasó todo un rencias notables en la conducta real, determinadas en pane por la
día destruYendo su trabajo. i5 variación de las normas, pero también por otros factores, tales
La de Schneider en su propia intuición no era el úni- como los patrones de empleo, vivienda, etc. Quiz<.'is precisamente
co problema/Otro sesgo nacía de la selección de los entrevistados, para afrontar estas complicaciones, entonces, Schneider propuso
todos ellos h;;¡jitantes blancos y de clase media de Chicago, 'o Si una definición refinada de cultura que específica y'
Schneider hubiese estudiado una muestra más amplia, le habría re- mente exc1uia las norn1as. por no decir nada de las prácticas. 59 Con
sultado n13.., difícil n1antener que existía un único sistema de paren- una definición tan restringida de cultura, no vio necesidad alguna
tesco americano. ¿Acaso no había diferencias, de clase, regionales o de enmendar su hipótesis. Había un sistema simbólico, una cultura
étnicas, en el simbolismo del parentesco) Schnéider refutaba su 'r
an1ericana. AdrrlÍtió que podía haber variaciones en las normas pos-
trascendencia. Por debajo de variaciones superficiales, sub}'acía tuladas por la gente. En consecuencia, podían hacer elecciones muy ':;
una única cultura americana. Pronto otros estudiosos desafiaron distintas por lo qUé se refería al matrimonio, el divorcio o la resi-
semejante concepción, defendiendo que, al contrario, había dencia. Pero contemplaba todo esto irrelevante para una explica-
de rabIes evidencias que sugerían que la fan1iIia americana y los sis- ción cultural. Las concepciones culturales fundamentales sobre la
tenlas de parentesco variaban significativanlente entre grupos étni. sangre, el matrimonio, la familias, los y demás resultaban
CDoS, clases sociales y regiones ..)' constantes en todas las clases americanas. i
Estas críticas impresionaron a Schneider lo suficiente para que La pretensión central de Schneider es q-;',e había capturado la vi-
sión nativa del parentesco americano. Ya se han esbozado las bases 111 :
:F
para ponerlo en duda. Incluso el más influenciable de los lectores
"

5-+ \'¿a:::.e ScJ¡¡¡eidel ()II SCllllódl!r, pflg,


"5 {bid., pág. 211 americanos se podría haber sorprendido al aprender, por ejemplo,
56, lIn<l L'ompkla del estudio y lk la Dlueslr:l, véase Schneider que el coito simbolizaba el amor dé padres e hijos o que lo que la
\ l'he 4111aical/ /(In
gente quería expresar realn1ente cuando hablaba de amor era lIna
::;7 Anthony v\"Jlbce illSi.'>lió en el!u en :::.us tesena JI;' America/1 Killslúp publi-
l.'.¡del en .. lJllcricall ·'l.IIl/ll'Opn/tlp,i,I!, E .. intereS¡lnte comparal' el proyecto de Schncider
«solidaridad die-usa y duradera» o que el matrimonio no era una ins-
C(l!l un estudio sfJcio]();::ko aCerca del p<ltentesco linado a cabo coiltemponíne:l_ titución natural. Con todo, v aunque la fidelidad de la descripción
nlcnlL' en Campaig:n \ Url:>ana, a dos horas en Luche de ChlC •.1g:0. Bernard Farber de Schneider de las intuiciones anlericanas pueda ser discutible, no
l"\pllc<.lba lJlIL' uno intenci(in pnm'lria de _su estudio era "qmé_'>tLgm dlfen:ncia'> en había salido de la nada. Se hacía clar'amente eco de la wrsión de
Id" C()!lccpcione:-. de P;II"'-'I1I"-':-.,-'(_) en \';l)'im, IlJ\eJe:-, de una ,-'Pn1uni- acerca del sistema de parentesco alnericano. óll Aunque rc-
ddd cl!L ll:'ri L'ana, Td III bien :,,--' pl,d l ían CI">I1'ildl:T;lj- t''<b el I tl', ,-'(Jlllu 1111 rdkJo ,jc
Jo" di-'11IJlOS roles qUL' el dd)\;, lL'pll""enLII en la '>Iiciedad
S::;, Ve¿t-,e ,\L. SClllk'¡c.!<:¡- \ Ra\ mond T. Smnh, Cla,,,,\ Ditft'rtIlC('_' 11I1.1 Sn:
BClllcltd Farlwl !\.irl"l u /, (¡'lid (Iu\:), 1 \lid\ll')ft'm ,')'1111./\', NUt"<-l 1"1))1.
Roh',\ /11 M/!!l'I'IC¡¡1I Killshi¡! (llId F(Jllldy So l/Cil/Fe , .A.nn Arbor, Universil\' ot ."vlíchig:lIl
SI ¡, ,J,.,." 197 J, pag_ 6, rcllilbtéll 'L' nbjc¡¡'¡ '_ILle L') ,malls!:> LÍI;.' ScJlneíd,-'1' podn:l no enC:l-
¡al' UjJl c''openfic<)" \l'clS'-', por Svhj;,.¡
1973,
Tru!I:,/"r1ll1l/i; ti/e P{L,{ !/liLIUtull (iJlel f.:.insJIi/J JUPdJlC.\(! ,lJIlr!r¡ÚJIL\, Standlord,
"9, \-ea"e Schneidcr, "I\lllcs 'roward a Theor\ of CLdrure,»
St,llldlurd L'nih:Ts!t\' !(¡x') 60, y Roben F. Bajes, Fmllll,\, l/tUL
(II,'t';uclioli Proccss, LnnJn:·.'>, Routledge, 1956, especialmente prime) o;
170 CULTURA 171
DAVID SCHNEIDER

conocía generosamente a Parsons como el padre de su proyecto teo- un sistema compuesto de suusisternas, cada uno con su función
rético, Schneider no comentaba ni discutía sustancialmente la ex- particular. En cada dominio de la vida social, el actor social re-
plicación parsoniana de la familia americana. Pero las coinciden- presentaba un rol igualmente particular. Yel conjunto de esos ro-
cias eran importantes, especialmente ya que, característicamente. les constituía la persona social. ó ) Schneider adoptó este modelo,
Parsons se ocupaba de la «acción sociah, precisamente el reino de- p,ero traduciéndolo a unos términos purament: culturaleS) Su
elección y acción del cual Schneider se distanciaba tan fastidiosa- slmbolo nuclear, y no su función, era lo que deflDla cada sut;ste-
11lente. ma. El propio actor era también una construcción simbólica, la
Para Parsons, la familia era un producto de fuerzas culturales, persona, cu>,os atributos derivaban de varios campos simbólicos:
sociales y psicológicas. Las peculiaridades de la estructura familiar (una persona, en tanto que unidad cultural. es un compuesto, un
aInericana eran una consecuencia de la modernización y la secula- complejo formado por elementos diferentes procedentes de sub-
rización, de la diferenciación funcional y de la especialización eco- sistemas simbólicos o dominios diferentes".'" Algunos de los atri-
nómica, así como de un ascenso asociado del indiYidualismo. El re- butos de una persona se extraían del sistema de parentesco, otros
sun1en inicial de Schneider sobre la naturaleza Jet parentesco del slstema de roles sexuales, otros del sistema de roles de edad,
americano seguía muy de cerca todo lo que Parsons tenía que decir de los sistemas Ocupacional V reliaioso v así sucesivamente, «defi-
sobre el tema. incluso hasta el punto de caracterizar el parentesco nido cada uno en referencia prot:'pio y 'autosuficiente conjunto de
americano COll10 una varianLe industrial de un conjunto de sistemas simbolos de su propio dDminio"." Cada uno de estos subsistemas
de parentesco de ámbito mundial. En las sociedades modernas, los '{ añadía su granito de arena a la construcción de una persona ((re-
grupos de parentesco se habían despojado de las funciones que tí- :"f donda», integral, definiendo lu que es esa persona y suministran-
picamente cumplían en otras comunidades, por lo que atañía a la do Iluna guía normativa sobre cómo se deberla comportar o ac-
economía, la religión o la política. Según tanto Parsons como tuar una persona». 66 Se ofrecía esta noción de persona como una
Schneider. em precisamente la especialización funcional del paren- descri.pci(\n de una categoría cultural an1ericana popular, jolk. a la
tesco ameócano la que lo hacía una instancia privilegiada para el par con las concepciones americanas de familia, empresa, ciudad
estudio de los sistemas de parentesco en general. Parsons había es- , o .nación. Sin embargo, se parece notablemente a la noción parso-
'>
crito que la familia moderna, desgajada de las funCIOnes que desem- mana de aclor, que debe representar muchos papeles .. Por Otro
peñaba en las sociedades tradicionales, presentaba «una especie de lacio, no encaja con la idea americana habitual del inciivlciuo «au-
situación experimental natura]"," Schneider estaba de acuerdo: tomotivado».
«Particulannente, me parece que tiene mucho sentido estudiar el Si se lee el libro cie Schneider corno una contribución a la em-
parentesco tan cerca de su "forma pura" como sea posible aquÍ, en presa parsoniona, se plantea una curiosa paradoja. La obra apunta-
América, más que en cualquier otra sociedad donde se encuentra ba hacia 18. producci{m de una \'ersión puramente cultur::ll del pa-
t'scondido debajo de capas de elen1tntos económicos, políticos, re- rentesco americano, cumpliendo la función especializada asignada
ligiosos o de otros tipos'>./'>: a los antropólogos, según la división del trabajo de Parsons. El re-
Pero el análisis de SchneiJer lambién se mostraba parsoniano
en un senLÍJu n1<1S profundo. Para un parsoniano, la sociedad era 63 ._ u he'-],
'- G. SOCtO l··
Pt.:'l"fl .•
"[ OglCO 1arrie l lar (ei un d actor etermma . do tenga una
de r,-¡Ie:-- llama Illle.,tra aten:::ión ha(Hl otro hecho, el Llue el sistema par-
tlcubr que.,e •'lb}"'-' nal'
¡J 1:--1<; lllln<...'::l permancct" sol
a e ] ana.].. o. ·que siempre se a rt·l-
cuL (1)\1 unZ\ mu\tiplic:idad de otro:> específicZl ;:lunque no exclusivamen-
Ta1c;)lI "Thc Kinship S\Slcm ()( lhe Cor-kmpOrill"Y United StZlt"''',' te, l-rm aquelh.'i sistemas en los que In:-- mismo:-- autores jue><::ln otros roles, tales
llU ·'.'(:11 4UlhmfJofu,";'. )[, n" .+5. 19-13, 3,); Ta',-:lll Petr'.. nns. ,·.The NOrll,"d "::1'lC" b" ti',: i ¡ 1 ,- - ' . ' . - ] de nuestra
' c':-' Le pc\ll'nh.. sco } bs \h_'Up<.lUVnaes
Ank'rJ(;.iC LUllliy., en S, .\1 farber Icomp.) ILm (lnd The Félilur 'c> pll.lpU ",,-']'- d:td." Véa:--e ,file KjjlShlp System of the Contemporar-y
SLu"ch (e/" S¡¡:l 1t'([/, \lue\'a York. i\icG'-:\I\ -Hlll. 1065 L Illted ':->ldtt.'':>' pago 3H9. '
f: r:¡kutl Pcusons "Thl;' \(,1-,::\\.".11\ F.\lv.ih· [t., Rd"l\01b [t) Per;"<Jllcdll\ -:"chnc'illcJ, ,.'il ,"..-. :;'9
an .J >! SO'-'1d; Su ucrure", Cc,pllul\J pnmero de 1. Parsons y R. FtlIn¡I\' b:: !, :'.I.!. ,,()
'}d
SOC¡"li':.éUIO}; ,,-d j'hmdIOi/ I'roCt::ii, púg. lO, ('I/:>_ ¡¡'Id_ U .) I \ . I d cueqll)n
.. j e SI. I ..
, • ",. C' ,[\(1\.1 b_ (unl (' Schn('idt:f nOCIQn
\"¿d:>C SChnell.er, ,4.llItTICW! f\il:\Jup. pág. \ liJ. dt.' ,na :--c enCUentra ('Il otra:'> culturas.
·,¡}, "

I \tcJ72

"r ··'SUltadO era congruente Con


CLLTURA

la explicación del propio sociólogo So-


.', bre la familia americana. analizada desde el exterior en calidad de .
DAVID SCHNEIDER

que es el idioma en cuyos términos se describen los dalas de en-


u-ada».67
173

sistema de acción social, el producto de valores, normas e imperati_ '


vos sociales v psicológicos. Es Schneider simplemente pre_
tendía estar reafilmando las ideas populares de los americanos y, He hablado con mucha gente que ha vuelto del teneno y me han ase-
sin embargo, si tenía ¡'aLón, parecería que todos los americanos fue- gurado. con la mayor sinceridad Y' sin ánimo Je engaño. que las per-
sonas que estudiaban poseían realmente la construcción del paren-
ran sociólogos parsonianos. La implicación era que las teorías so-
tesco ... Pero, al inten-ogarlos en de!<ll1t', h;:¡hitualmente me encuentro
ciológicas ortodoxas eran tan americanas como la tarta de manza_ con que habían hecho prácticamente lo mismo que yo cuando volví
na. Se seguia que también er'ln tan cu/turalmente específicas.(Lo par'-l transcribir y- elaborar el material recogido en Yap. Imponían las
cIentíficos sociales generaban t['aducciones preClsas, si bien elálio_s nociones del parentesco en sus materiales, incluso en el momento
radas, de las ideas ame¡'icanas, pem no había razón para creer que mismo de obtener el material sobre el terreno. Sus primeras e in-
las ideas populares americanas se vieran replicadas o coincidieran cuestionad<.ts traducciones de palabri1s y relaciones «encuentran»
con la.s de culturas.
(madres), )' «paures), «hijos¡) e (hijas" -es decir, parentescu--, ha-
De manera sinlilar, la teoria biológica del parentesco también L' que consideraban confirmados por el mero hecho de ser co-
sería ciena, pero nuevamente sólo como una explicación de ideas herentes con sus presunciones originales. Mi propia experiencia en
americanas. La distinción amI opológica entre naturaleza v cultura la materia es de lo más cautivadora, pues hice exactamente eso mis-
era una convención La te.sis de. Lévi-Strauss, según la 'i1i' mo y ahora hay todo un registro de publicaciones que me veo obliga-
do a repudiar.ó:I
cual, todos los pueblos edIfIcan una OPOSIClUn entre cultura v natu- •
raleza en su pensamiento etnológico no seria más que una ilusión
etnocéntrica occidemal. "Cultura» v «naturaleza" no eran realida- Schneider acababa diciéndo que podia resultar que, muchas otras
sociedadeS, tal vez en la nlayoría, no tuvieran sistelnas de parentes-
des objetivas, sino más bien construcciones culturales histórica_
co en absoluto. El parentesco pacida no ser más que «una costum-
mente específicas que podbn no tener paralelos en las ideologías de
otras gentes. Extranamente, Schneider nunca llevó esta razona- bre especial y distintiva de la cultura europea, una interesante rareo
za como la cerernonia toda* del arco>}.65
miento hasta su extremo lógico. S; lo hubiese hecho, tendría 'lue
La mitad de la Critique expone una serie de argumentos a favor
haber aceptado que la idea misma dé "clrItura» es una const]'ucción 1'.
occidental. La pregunta que emergería entonces sería si una idea de la tesis, según la cual, "los científicos sociales europeos han defi-
popular occidemal se podía aplicar a ot]'as "culturas» que podían nido el parentesco y usan su propia cultura popular como fuente de
11lUY bien carecer de la noción «cultural). muchas de las DlantTaS cónlO describen y entienden el Inundo que
los rodea, si no de todas ellas".'" Estos científicos sociales serían los
Pero por mucho que, en este caso, no se presionara esta lógica
productos de sociedades disparejas, en períodos históricos diferen-
hacia su conclusión obVIa. la tendenCIa del argUmento estaba clara.
Con la significativa excepción de la l1ropia no¿ión de cultura, las 01" tes y representando unos antecedentes religiosos y políticos varia-
toclo\;as soci"lógicas , antl'Opol';¡úcaS del Siglo xx quedaban e,,- dos, Sin embargo. Schneider asumía que todos ellos (y sus sucesores
puestas como expresiones de la idcuJogb americ.Jlla. No sólo fa americanos) daban por sentados los conceptos y valores converti-
cienci" del p:t/'cnlesco, sino toda b antmpología, la socioJogÍCl , la dos en caDlt en American Kinship, una visión (o!k del parentesco
biología se réldalXlI1 no tanto falsas ciencias como etnüciencias traducida a teoría cientifica. Sin duda había entre ellos diferencias
teóricas y polémicas encendidas, pero también existía consenso
bre los puntos principales. aLas ideas sobre el parentesco, la socie-
dad basada sobre los parientes, el lenguaje del parentesco v su con-
Schneidel ¡¡a!J dl () éstas ideas e" 4 Crili<llI<' n/'/¡e Slll(h' n/f.'ius.
67. SdHlt'ider,.4 Cnliljllt: t)/ {he Stud" uf KIIIShip, púg. 19.
hipo publicad" en 19S-i. L.., ksi" c'enu,,1 /ibru era C¡lie toda la 68 lbd., p;:ig 1YX
leorta clel pa¡ c'l él aUlla I ele ¡il¡grana de los mndelos po_ [oda son una etnia dI: lengua dr3vídica dd sur de la India. (y del t.J
pulares uccidentales. La léona 'parece encaj,,, con los dalos por- 69 IbiJ.. pág. 20 t.
70. lbid., pág. 193
DAVID SCHNEIDER 175
174 CULTURA

,:,
tenido forman hov una sabiduría recibida, corno lo han hecho casi les llaman estnlctura de parentesco es simplemente una manera de
desde el principio'de la antropología.,,7I Y estas Ideas dependían del hablar de las relaciones de propiedad, de las cuales también se pue-
la creencia de que, en todas partes, el parentesco se fundamentaba de hablar de otras maneras»." Uno de los teóricos británicos del pa-
en un único principio biológico universal. rentesco, Rodney Needham, adoptó una posición más radical al de-
De acuerdo con Schneider, los teóricos aInericanos de los años fender que «no existe nada como el parentesco, de lo cual se sigue
sesenta y setenta todavía no eran capaces de desembarazarse del
mismo antiguo error: que un fundamento biológico -los hechos de
s
,.;
que no existe nada como la teoría del parentesco»." ¿Significaba
eso que los antropólogos debían abandonar e! parentesco? Incluso
la naturaleza- sub:,'ace bajo cualquier sisteIna de parentesco en Needham dudaba en dar semejante paso, pero desde el punto de
1
cualquier parte del TIlundo. No dudaban, pues, que todos los pue- vista de Schneider, poco había que esperar si se continuaba bus-
j
blos debían contemplar el parentesco en función del cálculo genea- ,<:: cando un criterio social universal que separase el parentesco de
lógico, ya que daban por hecho que --en burlonas palabras de! propio otras clases de relaciones. ;;:Si se le roba su raigambre biológica, el
Schneider- «la sangre es Jllás espesa que el aguan. «La presunción parentesco no eS nada.»76 ,-
inlplicita en todas estas discusiones era que, al menos a un cierto Si el parentesco no era una cuestión biológica ni una institución
nivel, las genealogías resultaban lo mismo en todo e! mundo, V que social especifica, tal vez se pudiese captar en términos culturales, es
el parentesco significaba lo mismo en todas y cada una de cul- las decir, en las palabras y contextos de las formulaciones nativas loca-
les. Esto no significaba que resultase imposible encontrar sistemas
turas, que el parentesco tenía la misma trascendencia en todas las
culturas.})72 de "parentesco en sociedades exóticas. Al contrario, parecia más
Era cierto que algunos antropólogos sociales británicos habían bien que, en sociedades muy distantes, afloraban ideas más bien si-
intentado -en la tradición de Durkheirn, Rivers v Radcliffe- milares. Sin embargo, por alguna razón desconocida, Schneider ig-
8ro\\'n- construir lIna visión del parentesco que no dependiera de noró prácticamente I a única monografía radicalmente culturalista
estas suposiciones. Pero, si el parentesco no se definía universal- que se encontraba a su alcance. Kinship in Bali, publicada en 1975
mente a través de los lazos de sangre v se calibraba mediante el cál- por Hildred Geertz y Clifford Geertz. Insistían en distinguir los as-
culo genealógico, entonces ¿qu¿' era exactamente? Esta delicada pectos «cultural" y sociológico del parentesco y confirmaban que
cuestión provocó un vivo debate durante los ailos sesenta!' setenta. éste operaba como lo que los antropólogos ingleses denominaban
El filósofo y antropólogo Ernest Gellner afirmó que, en verdad, las un idioma basado en las relaciones domésticas. En tanto que siste-
relaciones de parentesco eran normalmente congruentes con rela- ma de símbolos, e! parentesco formaba parte de un sistema cultural
ciones biológicas; inmediatamente todo un grupo de colegas se apre- más generaL Estaban de acuerdo en que esta concepción ponía en
suraron a refutar dicha opinión." Se evocaron todo tipo de prácti- cuestión las aproximaciones tradicionales al parentesco: «Lo que
cas de parentesco exóticas para den10strar que el parentesco no se una vez pareció tan indudable -que el parentesco constituya un
asentaba universalmente en la biología, ni siquiera en una com- objeto definible de estudio que se pueda encontrar en todas partes
prensión común de la reproducción y la descendencia humanas. Al- bajo una forma inmediatamente reconocible (. ..) esperando tan
gunos expertos defendían que el parentesco se debía contemplar sólo el antropólogo que lo explore-, hoy lo parece mucho me-
COTI10 una ideología, un discurso, un lenguaje en el cual se debatían nos»).r De todas forn1as, concluían su revisión cultural y escéptica
asuntos económicos. Tal como lo expresó Edmund Leach, de! parentesco balinés con la observación de que había un sistema
dos sistemas de parentesco no tienen "realidad" alguna excepto en
relación con la tierra y la propiedad. Lo que los antropólogos socia- 74. \'e3se E.drnllnd Leach, Pul Eh,·tI: A Village 111 el.dorl, Cambridge. Cambridge
Press, 1961. pá.: 305.
1 lbJ, pago 3 75. \ ... Rodnev N;edham, "Remarks on the Anahsis uf Kinship and
2. [bu!., pag 120. en Rodne\" Needham (comp.). Rethinkil1g Kill:i.lúp ami Ha rritll.;e ,
3. Erni;'sl Gt'lInn, IdL·¡:¡j LI!lgULl!,!.l' ;lnd Kin",h¡p SlrllClllrC)) r 1 Llmdre:-" TU\'istuck, 1971, pág. 5.
·"T!k' CUllCep¡ (Ir KJn"hij) (1')N)\ \ .. j Snclcl\ in -:'6. véase SchncJdec A Cn11411t' 01 rhe Sllldv o( l\l1lsltip, pág, 112.
(1963), eJha\I'''' l,¡dos ell(l:-' l'n Eill l ',,¡ GcJlneL nlt, COIi(_,-:!1{ ()['ku!_'>/"":'J, 77. \ edse Hildl"ed Gecrtz:v Cliftord Geertz, Kinslúp in Balí, Clucagl), Lni\'erslt)
Carnbndge, LlInbl iJge Lni\<:'1 --11\ Pre-:-,:-" oj Chicagn Press, 1975, pago 153.
DAVID sCHNEIDER 177
176 CULTURA

de símbolos de «parentesco»), d.Jfotanuo de la experiencia de vivir tra sí illlsmo. Había conducido sus propias investigaciones acerca
como niño o niña. esposo o esposa, padre o madre, anciano o an· del parentesco en Yap, entre 1947 y 1948, según el modelo que ha-
ciana, en un pequeño y vallado complejo de pabellones, cocinas, bía aprendido previamente de Murdock. Había forzado las ideas de
graneros, excusados y altares [compartidos] con una docena, más o las gentes de Yap en la plantilla procusteana" de las nocíones de pa-
menos, de otras personas que te resultan familiares» ,78 Este conjun- rentesco, traduciendo la información obtenida a un código en-
to familiar de símbolos no determinaba la cultura al completo. pero gañoso. Consecuentemente, su descripción inicial de un sistema de
«tampoco (".) la dejaba intacta». «doble filiación» entre los Yap no habia levantado discrepancias de
Era fácil detectar fallos en la revisión del parentesco realizada consideración ni con Murdock ni con los antropólogos sociales bri-
por Schneider a causa de sus generalizaciones irresponsables y de
ti; tánicosh(, Una vez hubo abierto los ojos a la debilidad de la teoría y
sus lecturas desordenadas y selectivas del pasado, pero el rasgo más se hubo pertrechado con nuevas evidencias, Schneider deconstrui-
problemático de su crítica discursiva era la manera como se centra- ría su propio análisis y demostraría que ios Yap no tenían un siste-
ba en las defl'1liciones de parentesco, sin tomar en consideración las ma de parentesco.
descripciones sustantivas de los <lsistenms de parentesco» que se Los capitulas iniciales de A Critique resumían lo qut: SchIleiuer
habían ido acumulando en la literatura sobre el tema. BalTió expli- llamaba la «primera descripción» del parentesco de Yap (aunque
caciones v relatos de vidas familiares, matrimonios, hermanos de la falrahan algunas observaciones cruciales de sus informes tempra-
madre, primos cruzados, terminologías de parentesco, herencias y nos). Elaboró esa versión. pues. para representar todos los estudios
sucesiones, tabúes relacionados con el incesto, entre otras, v todo convencionales y enganosos acerca del parentesco, estudios cuyos
porque, supuestamente, la facilidad con la que el etnógrafo identifi- ,/ datos habían sido manipulados por sus mismos autores para hacer-
caba todas esas instituciones era un mero producto del etnocentris- los cuadrar con las categorías etnocéntricas de 13 ciencia occiden-
;,-
mo. Las familias que les hahían adoptado v que ellos describÍGn con tal. Según la primera descripción reconstruida por Schneider, los
tanto maniático detalle no eran más que construcciones de su adoc- Yap tenían un sistema de doble filiación, es decir, una persona era a
[\¡..
trinamiento antropológico. la vez miembro de un grupo matrilineal y de otro patrilineaL La
Schneider no aceptaba que una formación de antropólogo libe- , unidad residencial v de ocupación de la tierra era el tabina", que
rara a los estudiosos de las anteojeras etnocéntricas: Schneider describía como un grupo de filiación patrilineal, repo-
sando :;obre la relación principal entre padre e bijo. Una persona
El antropólogo impone clegamente las suposiciones y presunciones también pertenecía al gemll1g de su madre, un clan matrilineaL To-
que lleva consigo al proceso de comprensión de la cultura particular dos los miembros de un gemmg recordaban sus antepasados hasta
que está estudiando, y lo hace con una inagotable lealtad a esas pre- un único ancestro femenino, pero la afiliación a un genung era se-
misas v con llexihilidad en la apreciación de cómo está cons- creta. El gl!nlmg era disperso y exógamo. No disponía de ninguna
la otra cultura. i9 propiedad, pero sus miembros podían recurrir los unos a los otros
en tiempos de necesidad.
Se requería desfachatez y llna cierta amargura para acusar a todos Aunque su explicación del tabinall se adecuaba grosso modo con
su;, cuk'gas de etnocentrismo, el peor de todos los pecados en an- la noción antropológica convencional de linaje, Schneider, en su
tropología. !v1i propia ln1presión es n1ás bien que los profesores de primer escrito sobre el parentesco en Yap, había insistido en que el
antropología se deleitan en las prácticas más exóticas registradas tabinau era poco más que una familia extensa. L;) unidad de paren-
por la literatura especializada, disfmtando particulannente con
aquéllas que conmueyen () cuestionan las suposiciones occidentales \eanv' Da\ld l\-1. Schnddc:r. ',Yap TellllinullJg.\ 'IllJ KilI Groups",
';0 b 1'1;,.' ilaturalC'La del cid matrimonio, la familia o el ..--\JIIl'IIUIII n" SS, 1953, pag:::.. 21S-23b: «Double De:;cent on Yap»,
incesto. Pero Schneidcr tenía la gracia de presentar los cargos con- )OWIlU! (Jf Pol\llc:-'/(/II Sucú.'{\·, [1' 71. 1962. pags. \-2-1-.
o Dama:-,(cS cl"d un bandIdo miuco griego qUe 8. j(¡s viajeros.
oblig,¡ndo d '>us \Íctimas a en un:l de :o.us camas: lo:; alto'> en ]a corta,
;8. /1)1,1., 16<). cercenánuole., lm pIes para 8.1..idplaf!o:-, a lecho; los baJO:" en la larga. cstiníndo-
7 1J. SchncIJc¡', 4. Crill1.jllt' :)r .. h! Stltd\" u(A.n¡"'/lIp, pág..,. 19b v 1'17. brutalmetlle (on el mbmo fin. r\'. del r.)
178
CULTURA
DAVID SCHNEIDER 179
tesco más importante en Yap no era el grupo de filiación, sino la fa-
milia nuclear. «La unidad de máxima solidaridad es la familia nu- que, en situaciones comparables en otras partes de Oceanía, el «pa-
clean> , habia escrito. El propio labinau se componía de «una serie dre) era realmente el «esposo de la madre) y que, en la práctica, la
familia nuclear se cohesionaba alrededor de una mujer y su marido.
discreta de familias nucleares ... relacionadas patrilinealmente...
En Yap, la identidad individual dentro deltabil1au depende casi ex- Un hombre podía vivir con su mujer y sus niños en un hogar esta-
' _••C
clusivamente del estatus de Su familia nuclear». También el matri- ble, pero Schneider insistia en que la sociología de las instituciones
monio «se concebía como una relación entre dos familias nuclea_ era paralela, externa, a la cuestión tratada. Las ideas nativas lo eran
res».'1 Sin embargo, en su revisión, Schneider cuestionaba lo que él lodo. Aunque el marido de una madre podia actuar como un padre,
.¿' un citalnangen no era un padre .
mismo había descrito como «el hecho de que [en Yap] la familia nu- 't'¡f
clear es sociológicamente indispensable;¡.1l2 Tal vez era sociológica_ En Yap, tampoco había madres o, tal como lo decía Schneider,
>¿.

mente indispensable, pero resulta evidente que eso no la hacía rele- con bastantes más rodeos: «aunque en la cultura de Yap se concibe
vante para el análisis cultural. Un análisis cultural empezaba _y
ti la relación entre mujer'y' niño C01110 al n1enüS parcialmente biológi-
acababa- con lo que pensaban las personas. y cuando los pensa- ca, la noción de gt'netrix no es denl<.lsiado precisan.ss Los yap no ne-
mientos de los yap se volvían hacia la vida en el hogm; se veian mis- gaban que una mujer diera realrncnte a luz a un niño, pero decían
teriosamente purgados de cualquier interés por la familia. que los fantasmas de los mienlbros muertos del tabi/uui también le
habían dado \'ida, Ello sugirió a Schneider que no creian que una
De hecho. en el sentido que nosotros le damos, no podía haber
familia por una razón que Schneider había pasado a juzgar como lnadrc produjera un niño de una manera estricta .v directamente
absolutamente convincente. Informaba que los yap le habían dicho biológica. También informaba que la adopción era común y que se
trataba por igual a un hijo adoptado que a uno biológico. Además,
que un hombre no tenía nada que ver con la concepción de un niño.
«En mi estancia entre 1947 Y 1948, los vapianos me contaron que el tampoco la madre era sinlplemente una l1ladre 0, nlejor, lo que en
coito no tenía papel alguno en la concepción.»8] Ya que los yap no Y<.lp denotaban con el \'ocablo cifillgel1 no era simplemente una
creían que hubiera una relación biológica entre padre e hijo (o, me- «madre)). El térn1ino citingel1 también se aplicaba a otros parientes,
jor, entre una citamangen v un fak), uno y otro no eran parientes, tales como la hern1ana del padre. Finalmente, una madre no era ne-
cesarian1ente para siempre Llna cifingen para sus hijos, Si un hom-
«No existe relación padre e hijo, a men'os que se acepte el argun1en-
bre se divorciaba de su mujer y .se volvía a casar, la nueva mujer se
to que un hombre es padre en virtud de ser el esposo de la madre
convertía en la citirzgm de los hijos de la primera esposa. Por todas
cuando ésta se queda embarazada».'" Malinowski había sugerido
estas razones, era un error traducir citingen conlo (madre».
81. Véase Schneider, «Yap Kinship Terminologv", págs. 2t6, 218 Y' 22"+. Si los yap decían que un padre no engendraba a un hijo, se se-
82. Véase Schneider, A enrique o{the Stlld\" o(KiIlShip, pág. 232. guía que los lazos de parentesco no se podían trazar a través del pa-
83. Hay alguna., bajas entl'e' el resumen de' "J..¡ \ los dre que, consecuentemente, no podía existir filiación patrilineal.
hechus Jescritos en SllS informes publicados anteTiormentc. En 1962, había prt'- De manera similar, una persona no podía reivindicar sus derechos a
sentz..do llna relación 01'-1., matizada de lTeencias en ) ap: "Antes de la adminis- la propiedad dellabill(jll sobre la base de los vínculos de parentesco
tración alemana de Yap, la ideología t'ra que el coito no tenía nada que \ er COll el
crmcepción. La cC.1nCepCIÓn era Jo. recompélba ordemH.b por fe1Jces espectros a través del padre. Schneider explicaba que las "eclamaciones de tie-
ljue intervenían l1lt:'diante un espíritu pnrtÍLu!ar que obseqLllaba con rra se expresaban en el lenguaje del intercanlbio recíproco. Una per-
el embara70 ::tllna nlUJer que Jo merecía. En c1msecLlencía. el huo entre el padre el sona que trabajaba la tierra dellabil1<lll ganaba derechos sobre ella.
hijo cLlrecía de contenido biüiógicu. Inclu,<"o en 19"¡7. esta ideoJogiJ. no se había dlle- Una esposa que se acababa de casar con un miembro del tabi-
rado gro.\·emente. A ¡)ésa,' dd conocimicntü tr::tn-;mllldú por o.Jemanes, j;:¡Pf)lk'-
lUUl podía literalmente trabajarse su ingreso de pleno derecho en
ses \ ;:¡ITl('TICanos, b linea oficial en esU no Sl' ha ,11lero.do un grado
nibcall\o, t:'n park pOl'que lo'> propJOS \-ap.. . tienden Cl 1l10stI-ar una actitud de indI- ese I11ísrno lu!Ji1lClU. Cuando Jos }-ap decían que una persona perte-
ferenCia ::¡) n:-:-:.pectn El a Un f)'3gnWI1tO de informal'lón interesante, que bien podna necía a un {abillau (que e> tal como lo planteaban), estaban dicien-
ser Cleno, pcnJ era lrrt'le\"an¡c par3 cualquier kllld de importancia sobre \(ap .\, en do que él o ella se asoL'¡aba, estaba ligado, a un pedazo de tiena, v
]a época en que e allí. no ."e integ:r;:¡ba en la ideología c!t: Lts patl rli- el"a esa tierra?-" sus productos lo que mfldelaba la identidad de cada
ne;:l!e-",. Véase Descenr (J/1 Yap", pags. S \' 6.
S-+. Véase SchneiJel',.4 CrirÚjlll' lit rlte Stw(, uf Kinsfllp, pago N1.
85 Ilml., pág. SO.
180 CULTURA
DAVID SCHNEIDER 181
persona en su calidad de miembro. Por lo tanto, resultaba engaño_
so traducir la palabra tabina" como un grupo de parientes patrili_ del etnógrafo es la de traducir las concepciones de los nativos y,
neal. Tampoco el genltng sería un matrilinaje, ya que no era un gru- siempre que, además, se entienda que una palabra significa SU com-
po corporativo público, que es la forma en la que los antropólogos pleta cadena de referentes, sin permitirse discriminación contex-
tualizadora alguna.
han definido convencionalmente los linajes. Luego, los yap, lejos de
tener un sistema de doble filiación unilineal, no disponian de grupo
de filiación alguno. ¿Es nuestro objetivo entender y analizar la cultura yapiana? Si la cul-
tura )lapiana consiste en sus construcciones, sus formulaciones, sus
Sobre el terreno, Schneider había pasado muchas horas enfren- mistifícaciones, SIL concepción de la concepción, SllS grupos y cómo
tándose con los laboriosos intentos de los yap por manipular infor- los estructuran, entonces, nos debemos atener a este objetivo. Ésta es
mación genética para apoyar sus pretensiones a un cargo o para con seguridad mi meta.\" la única meta que contemplo como legítima
desviar su atención [la de Schneider] de las transgresiones de las re- en
gias de endogamia. Aunque no lo sabía, su interés en las denomina_ j:
ciones de parentesco y en las conexiones genealógicas confirmaba Sin enlbargo, incluso aunque se garanticen de mOTTlento las premi-
las sospechas de los yap en el sentido que estaria trabajando para la sas del culturalismo de Schneider, quedan aún graves dudas respec-
Na\-}', inspeccionando {as reivindicaciones de tierras :"! cargos. lío Con to a los datos. Su propio material de campo era escaso para el es-
todo, cuando se encontraba sobre el terreno, Schneider no tenía du- tándar I11oderno -aunque tal vez no «pésimo», como él mismo
das sobre el hecho de que las genealogias tenian su importancia habia y admitía no haber recogido genealogías adecua-
.C)¡
para los vap v que las conexiones genealógicas separaban a los pa- das." Según su propio relato, fue la publicación en los años setenta
rientes de los demás. «Cuando se puede rastrear el parentesco, se de nuevos datos suministrados por otros etnógrafos lo que le hizo
trata a ese conocido como a un pariente de sangre, distinguiéndolo darse cuenta de lo inadecuado de su versión inicial del parentesco
de otro con el que no existe relación alguna», había informado en yap: no obstante, al tratar este material, pasó por alto los hallazgos
1953." Pero entonces, en 1984, había demostrado para su propia más inconvenientes.
satisfacción que no habia ni madres ni padres en Yap, lo que quería .; El pilar esencial de su argumentación era que los yap negaban el
decir que, obviamente, no había ni hermanos ni hermanas, de ]0 que rol del hombre en la reproducción. Sin embargo, uno de sus propios
se seguía que no podía haber genealogías. estudiantes, David Labbv afirmaba que, en realidad, los yap sí creían
Para resumir el análisis de Schneider: dado que los yap negaban que un hombre tenía que fecundar a una mujer para que ésta se
el papel del coito en la procreación, no se podia afirmar que pose- quedase embarazada. Había una relación metafórica entre las rela-
veran una noción de la paternidad. Además, en vista de que los tér- ciones del marido y la procreación. ((Aunque, en un cierto sentido,
Illinos para los parientes se podían utilizar tanlbién entre los que no una olujer no poseía tien"as, sí tenía una clase de "tierra" -su ca-
estaban emparentados, no se trataba de vocablos de parentesco. pacidad reprüductiva- que podia intercambiar por la tierra de un
Como la tarea del antropólogo era estudiar la cultura yap, lo que hOlubre.»'lO
significaba concepciones yap, estas distinciones semánticas debían
de ser decisivas. Ya que no había palabras que se pudieran traducir Se decía que una mujer era un «huerto>, (mi/a:\,') que un hombre sem-
al inglés como madre, padre, hijo o hija, resultaba obvio que no po- braba la semilla que crecía hasta ser una pl<:tnta que
día haber familias. Se seguía también que los yap carecían de la el"a el nino. El hombre era el obrero que {{trabajaba sobre" (marew¿f··
idea del parentesco. Por otra parte, los rasgos sociológicos de la /lag) la mujer. Una persona e\;.plicó que lo que sentia un hombre du-
\'ida de los yap -como, por ejemplo, la fanlilia nuclear- no eran rante el SI..' dehía a que b fuerza de todos Ivs conductos

cosa cid antropologo. guíne(}s del CUt'rpo se L'oncentraban en el esperma \ en la tarea de


La lógica es dara siempre que se acepte que la faena exclusiva
c<.6. Schnellit'¡-. -\ Cn,'Jtf/l{! urille Stud:", uí" Kil1'>IIi¡), 7.J. 73-
cib. B<1shko\\", "Thc uf R<1ppor!;>, págs. 202, 203 Y 211-21-1-, SY. Véa:-.e ScJlllt'lílcI" (JII ::::;dllleider, p;:'lgs. 97 98.
87. Ve<:lse Schneider, "Yap Kinship Terrninology", pág. 224. 90. Véase Don iJ Tlu: D¿lIll'"tl!il.."tHion oj" IÍ'lp: Dwlt!c{u,', nF Cllllllre 011 a
,\l¡CTml¿SWI/ [sland, Ch\l<1g0, UmVel,,¡lV of Pres,,,", 197ti, pago 28.
182 CULTURA
DAVID SCHNEIDER l83
implantarlo en la mujer:. Los ancestrales Uhigith) tam-
vancia de las relaciones cosanguíneas. Y, sin embargo, en un es-
bi¿n representahan un papel importante en el proceso, haciendo pro-
ductivo el {(trabajo)} del hombre en la ,<tieITa!) de la mujer, al facilitar crito anterior, él mismo había señalado: "la importancia de la creen-
la concepción y el desarrollo del niño,')] cia de que los hombres del clan están relacionados tanto biológica
como socialmente se ilustra en el hecho de que el niño adoptado
Por consiguiente, se condenaba el adulterio y se llamaba hijos de un tiene una doble filiación de clan y una serie doble de prohibicio-
ladrón a los nUlos nacidos fuera del n1atrimonio. La declaración de nes alimentarias, por parte de su madre real y de su madre adop-
tiva)).96
Labby sobre el dogma yap cra inequivoca: "dado que el padre plan-
ta la semilla, el niño está definitivamente relacionado con éLl.\J2 y Está claro que Schneider se inclinaba por restar importancia o
sin ernbargo, Schneider insistía en que, de acuerdo con la verdade- ..
, desechar aquellos aspectos de Jos informes etnográficos -inclu-
ra creencia yap, el niño no estaba relacionado con el padre'. Sugería ir yendo los propios- que no se articulaban armónicamente con suli-
'1 ue los yap habian cambiado de ideas en \einte años -el periodo bro. Para poner otro ejemplo: la terminologia de parentesco yap de-
que mediaba entre su trabajo de campo y el de Labby- a conse- talladamente recogida por Labbv. De acuerdo con su descripción y
cuencia de la int1uencia de los nlaestros americanos instalados en su análisis, los vap parecían disponer de un sistema terminológico
Yap durante los años cincuenta y sesenta. Pero, en cualquier caso, crow, muy similar al de otros pueblos micronesios. Murdock hubie-
la aceptación de la teoría americana de la procreación no canlbiarí"a se estado bien contento con la versión de Labhy de la terminología
nada. Utilizaban la teOlia biológica como una met:.ifora para lo que yap. Sin embargo, Schneider no tenía nada que decir sobre la de-
realmente era importante: la concepción se refería a los intercam- mostración de Labby, aunque minaba claramente su repetida afir-
'-' mación sobre la ausencia absoluta de cualquier terminología de pa-
bios mundanos de tierra y trabajo entre esposos.9.1
En cuanto a la adopción. también los datos estaban en conflic- rentesco entre los vap. Por otro lado, si forzó la utilización-Ee
to con la interpretación ofrecida por Schneider. Dos de sus estu- algunos elementos discutibles de la etnografía de su estudiante, La
diantes, John Kirkpatrick y Charles Broder, que hicieron trabajo monografia de Dav.id Labbv, The Demysli/icaliol1 ofYap, es una pro-
de campo en Yap en 1972, estudiaron la adopción y hallaron que ducción competente v profesional, pero el propio Labby explicaba
«finalmente, el niño descubrirá sus padres naturales y establecerá que se trataba de un ejercicio de análisis marxista, tal como real-
una relación continuada con ellos».'-l-l Tan1bién infornlaban que fnente sugería el título. « Las construcciones culturales .vapianas)),
normalmente eran parientes cerCanos los que adoptaban a los ni- escribia Labbv, se deben "desmistifican" lo que queria decir que se
ños. Otro etnógrafo americano en Yap. Shenvood Lingenfelter, debían entender, «en última instancia, como categorías de una par-
apuntó que la adopción no cancelaba las relaciones de sangre ori- ticular situación, material y socia[,,97 El analista deberia buscar la
ginales: «los efectos de la z¡dopción no son el cortar las relaciones, fuerza 1110triz de la vida J'apiana no en sus ideas, sino en sus rela-
sino el reforzarlas.v extenderlas, tanto para los padres ("unlO para ciones económicas. En consecuencia, Labby analizaba el tabinau
los Ninguna de estas observaciones lLl\'U ret-1cjo alguno corno una corporación económica, del intercambio de
en el comentario de Schneider sobre la adopci()Il. Continuó insis- trabajo (el trabajo de las mujeres v los niños) por capital (la tierra
tiendo en que las prácticas vap de la adopción indicaban la irrele- de los hombres). Schneider trataba el análisis de Labbbv como si
ofreciese una traducción directa de ias nociones culturales .'/ap,
cuando el propósito npreso de Labby era más bien desmistificar la
91. ¡bid., p;:ig. 25. ideología yap y poner de relieve los intereses materinles que disfra-
92. (bid .. pág. lb.
zaba. Labby no sugirió n1 por un lTIOmento que los y,'ap compartie-
93. Ve'-ase Schneider,.1. Critique o(lhe Sllld\'ot"Ku",jr,":, pj:,::
ran su an:di:;is Illarxista. Al contrario, su argumento era que la ideo-
9"+. 10hn T. Kirkp.lIrkk \ Charles R. Bmeler . --\J(,ptl1ln ,¡mi Parcllllj()'nl
Ull Yap". en 1, Brach \cornp.), Tr.. ill H11nuiulu. Prc'i.':>
logía : dp oscurecía olras realidades 11lás profundas.
oJ 1':J7f-, pág. 209. En el prefacio de la monografía de su estudiante, Schneider ;:n'a-
\ -éa::::.c Li "Puh tk·:.d ,J¡ I P :111,1 Culll L L" lllallg<--' 1n
Yap'>, kSIS dOClt)l'al. Uni\c'l"slcL.\{j de 1971. pdg. oO. \ 81
96. Véase Sclll1L'ldc'l. "Doublc' Descent un Yap», 7.
',Adopriull P.::lrellrhonJ Oll Yap'>. mabn '>11
97 Labh\. T1.,,' Dt'i 1 ¡:,Stz(IL'¡iL'ol! o(}(¡p, pág. 10
184 CULTURA
DAVID SCHNEIDER 185
laba el marxismo de Labby, si bien lo hacía con cierta cautela e ig-
cosas, aunque no podían saber que el administrador americano, el
norando totalmente sus implicaciones. (Porque Labby insistia en
teniente Kevin Carroll creia que necesitaban ayuda para materiali-
que una perspectiva marxista era diametralmente opuesta a una
aproximación culturalista: zar el gran paso evolutivo de la matrilinealidad a la patrilineali-
dad. lol
Sin duda, Jos yap eran dolorosamente conscientes de un gran
Un ('análisis cultural» que jntenta definir la forma Je pensar de un
pueblo, pero ignora su forma de en la (area misma de cambio secular, el rápido declive de la población de la isla. Estaban
vir con la que se enfTenta día a día, me parece fundamentalmente desesperados por tener más niños. A principios de siglo, habían inau-
mal concebido L.. ) propiamente, no existe nada similar a un «análi- ;¡.. gurado un nuevo culto a la fertilidad y habian pedido ayuda a los
sis culturah dhtinto o separado. 9il "";r'
",
misioneros católicos. Los japoneses también habían hecho suyo el
tema y habian sometido a los yap a exámenes médicos. públicos y
Esto era un ataque frontal al culturalismo de Schneider, pero éste humillantes. Schneider no relacionaba estos acontecimientos his-
procedió sin prestar atención a lo que Labby denominaba la "forma tóricos con las creencias yap sobre la procreación, fueran las que
ele vivin, ele un pueblo. Como principio general. Schneider estaba fueran. Tampoco consideró los efectos del despoblamiento en la or-
dispuesto a reconocer que se puede desear preguntar cómo la cul. ganización del parentesco, aunque Labbv registraba que, frecuente-
tura influye en la conducta. En su momento. había sido lo suficien- mente. había problemas para encontrar hereeleros a los que trans-
temente parsoniano para esclibir: (Ésta es, en definitiva, la cues- mítir la tierra. Otros etnógrafos encontraron que las adopciones
tión, claro está; esto es para lo que sIrve la ciencia sociaL Sin esta « disminuían a medida que la población empezaba a crecer rápida-
pregunta, todo el resto está vaCÍo).()9 Pero en realidad, no se preo- nlente en los años sesenta. tU2 Sin embargo, Schneider sólo recurrió
cupaba lo más mínimo del impacto de la cultura en la acción o de al cambio para buscar una explicación a las observaciones inconve-
los constreñimientos materiales de la cultura. nientes. La cultura flotaba libremente, independiente de la historia
Una explicación marxista también es necesariarnente histórica y o de la necesidad económica.
Labby aportó algunas obsen:aciones interesantes en temas como la Quedan tres notas finales para atar cabos sueltos, Primero, se
presión de las poblaciones sobre la tierra en el'periodo precolonial diseñó el estudio ame¡-icano inicial -en el cual participaba Schnei-
y sobre los estragos del despoblamiento durante el siglo xx- Schnei- der- para desvelar las razones de] declive secular de la población
der, sin embargo, asumía que el sistema culturalsap había sido en Yap. Schneider sugirió que la infertilidad era el resultado de los
esencialmente estable a lo largo de la colonización. 100 El único mo- abortos técnicos emprendidos por las mujeres yap. y que las muje-
mento en el que invocó el cambio fue para encont'rZ¡r una explica- res tomaban tal medida para poder disfmtar libremente de una vida
ción al hallazgo de Labby. según el cual, en los años setenta, los \-ap aInorosa más variada. 1U :' Con el tiempo, se identificó una causa bio-
sí eran verdaderamente conscientes de los hechos de la vida. En re- lógica muchos más prosaica para la infertilidad vap: gonorrea en-
alidad, los yap venian cambiando radicalmente desde una genera- démica."" Después de la Segunda Guerra Mundial. los americanos
ción antes de la llegada de Schneíder, a resultas de los colonialismos
alemán y japonés, así como del con1ercio. ((A finales de los años lOl. «The Dynamic<., of RappoJ t,'. pjg. 1 pie de foto. El res lo
cuarenta», hace notar Ira Bashko\v, dos yapianos contaban a me- del pjrrafo v siguientC""" en re..:ogidos por Bashko\,'. En la
pGg. 203, nota J ..,e inlorma de bs dd tenIente Carrol!. Según
nudo a los buhoneros americanos de visita -que tralaban en dóla-
Schneidcr creía ;11 principio (t<ll \C'Z 'jlguicndo a .\1urdock) que los yap
res-- que habían visto llegar e irse reales españoles, marcos ale- Je un sl,:>temo. mllrri1111e,! J. otro patrilineaL Sobre las respuestas
manes :v ,venes japoneses)). Adenlás, los y'ap estaban sagazmenlt.' Jt' los :,-¿¡piano'" él ¡m.:gllnl;b acerca elt' b lalta de n?nnse las pág. 187,
con\'encidos de que' Jos <:llnericanos estaban decididos él can1biar las lSS.195y 196
V¿'-l:-.I? !-\.ilkpatrlck \ BmJ<.'l" ,-\Jopilun anJ P,-lIt'!ltbood 011 Yap", pág:. 203.
98. [h/({. pjg. 10. 103, V¿bt' v\. SdlrlCkkI. 'Abolt\on ;lnd Dq)opul"llioJ1 (ln a POClfic
9Y. SchneiJcr. A.mencan KIi l.' JiIfJ , pág. 127. bland», en D. Pau! (comp.". He"li!'. ClIlrwcilll) Co/¡¡¡¡¡w1Í!.\, York,
Ru ........ t'lJ Sage FOUIl ..!Llll(lli. 1455, p;lg ..... 211-2 3S.
100. V'l'anse, por ejemplo, en el cnsüvo S...:hneld,-'I. ,< Yap
Kinship Termino!og.:-'}), págs. 234 v 235. 104, Véase JallL' H, L nJLTl'l.-"uod. "rh... Dl'll1og¡ ;\phv t)f J. :vlyth: Abortion In Yap",
¡¡Ullltol BlOlo!!,.\' ill OU!UllW. n' 2,1973, págs. 115-127.
DAVID SCHNEIDER 187
186 CULTURA

la combatieron mediante la introducción de la penicilina y se pro- LECTURAS CO.'\iIPLE.i\IENTARIAS


dUJo un viraje radical. Algunos yapianos «atribuían a los "dioses"
americanos la inversión de la tendencia despobladora en la prima- Véanse David M. Schneider on Schneider: The Con-
vera de 1947, cuando, oficialmente, los nacimientos superaron a las version ofthe Jews and Other Allthropological Stories (tal como se las
muertes».)llS Precisan1ente en esa época, Schneider estaba sobre el narró a Richard Handler), Durham, Duke University Press, 1995;
terreno recogiendo lo que, por alguna razón, pensaba que eran an- Ira Bashkow, «The Dynamics of Rapport in a Colonial Situation;
tiguas creencias yap sobre la procreación. Los propios vap debieron David Schneider's Fieldwork on the Islands of Yap" , en George W.
sentirse fascinados por sus opiniones al respecto. ya que, en su cali- Stocking JI'. (comp.), Colonial Situations: Essays 011 the COlltextuali-
dad de americano, presumiblemente le debían atribuir parte del zatioll 01' Ethnographic Knowledge, Madison, University of Wiscon-
exitoso aumento de la fertilidad yap. sin Press. 1991, págs. 170-242.
Segundo. el más estrecho colaborador de Schneider en Yap se
llamaba Tannengin, con el que desarrollaría una compleja y ambi-
valente "elación del tipo de la que existe entre un padre y un hijo.
"Primero lo reivindiqué [a Tannengin] como sustituto del padre y,
entonces, él nle declaró su hijo», escribió en sus notas de campo.106
Tannengin. por su parte, trató de presionar a Schneider en su papel
de hijo cumplidor, para reemplazar a sus propios hijos, poco satis-
factorios. El episodio sugiere que la relación de Schneider con Tan- {:Sr

nengin repetía la relación fallida que el primero tenía con su propio ¡


padre. Si las relaciones entre padre e hijo en Yap evocaban con tan- :;"<
ta fuerza sus conexiones homólogas de Brooklyn, Schneider podía
haber hecho bien en considerar si, después de todo, existía algo uni- ·k'
versal respecto a las relaciones familiares. ¿O fue, precisamente, el ,
§;
hecho de no haberse entendido con su propia familia lo que habría
producido la determinación de Schneider a deconstruir toda rela-
ción familiar?
Finalmente, la mayor de las ironías es lo que ocurrió con el mo-
delo de parentesco americano de Schneider. Sus estudiantes lo ex-
trapolaron a los rincones más remotos del globo, donde resultó que
los nativos lanlbi¿n tenían «sistemas de parentesco» asentados so-
bre una conlbinaCÍón de ¡ckas de (·:sustancia común» y «sangre»,
que constituian un "pariente» de una «persona)}.lU7

\''::1'>1.': "The 01 RapPO¡l'>, lYS.


Ino ¡hi,," pjg-., 217 1. 218
10-;', \'l,.':bt;:' [-hi",iLI \\. SLlleitla. "Remuddllrlg Kin,:::>h¡p: The State of the ::;lt in
OCc"anl.l' 1 'jq:=;
Capítulo 5
MARSHALL SAHLINS:
LA HISTORIA COMO CULTURA

Diterentes cul¡uras" diferentes IlisLOl-icidadcs.

SAHUNI.¡ I

El relativismo cultural ganó terreno en la antropología america-


na durante los años cincuenta y sesenta, pero los que proponían la
antropología simbólica no tenían el campo libre. Julian Steward y
Leslie White estableciemn centros de teoría evolucionista en la Uni-
versidad de Michigan v en la de Columbia (entre 1946 y 1952, Ste- ,'¡
ward se mudó temporalmente de Michigan a Columbia, mientras •
White hacia el travecto inverso v ocupaba su plaza en Ann Arbor). if
Alrededor de estos líderes se aglutinaría un círculo de jóvenes estu-
j"
diosos, muchos de ellos licenciados tras haber servído en el ejército
,,;,;1,
,,,, durante la guerra. Entre ellos se contaban figuras como Marvin 1
,11
Harris, Sidney Mintz, Rov Rappaport, Elman Service y Eric W"IL ¡ti

Marshall Sahlins era un míembro ¡l/"iar del círculo evolucionista y,


''¡,
como \'arios de sus colegas, oscil6 entre Columbia, donde se docto·
r6 en 1934, v la Universidad de Michigan, donde se había graduado
v donde estuvo ensenando desde 1957 a 1973. Los neoevolucionis-
tas eran una comunidad radical \ se habían \'isto arrastrados hasta
el evolucionisn1o en parte debido a SllS vínculos con el marxismo.
Engels había canonizado al évolucionísta dé casa en América, Le-
\Vis Hellr:v Margan, que luC'ga Leslie \Vhite habÍJ. resucitado de en-
tre los ITIUertos ltodo con una cierta circunspección, mientras el se-
nador 1\1cCarthy Se manlu\"o en el sendero de la guerra). Los

;': 1. Vé<isc: ('/dUJI uf Hl.\(()fT, Chic<lgo, UniH.·rsil\" 01 ChKago


IY85, pág:..\ (trad. lsi,,) dt: !wwri". la Imlt!rle del Olpi{alZ Cook.
all{mpo{og(o I! hi'fl)r¡a. Barcelona, GedisL1. 1988).
,
1
1
MARSHALL SAHLINS
191
190 CULTURA \
Con todo, en el campo evolucionista, se intentaba restar impor-
mieOlbros del círculo se veían a sí mismos como un partido revolW'
en lo posible a estos y otros desacuerdos. En su primer ensa-
cionario, batallando en el seno de la antropología. Pensaban qú
teórico ambicioso, Sahlins asumió la tarea de intentar una sínte-
con su actitud escéptica hacia la teoría evolucionista y su insiste
'sis dialéctica entre la muY generalizada idea de White sobre una
cia en la particularidad de las identidades culturales, Boas habí
['évolución universal y progresiva, v la preferencia de Steward por
conseguido que la antropología anlericana anduviese descarriada.. irnodelo s multilineales que ponían énfasis en los procesos locales de
Los boasianos de última hora parecían haber abandonado comple.:· ...
..:':'adaptación,7 Las dos aproximaciones no competían entre sí. Todas
tamente la cienCÜL Leslie W}lite escribia un ferozmente des':'"-',"':, las especies evolucionaban en respuesta a presiones locales, a través
calificador sobre e! legado boasiano.' Marvin Harris publicó uná'c"', de un proceso de selección natural, pero, a largo plazo, surgieron
polémica historia de la antropología, que la presentaba como un " especies cada vez más complejas y eficientes. Estudios de adapta-
combate épico de una larga línea de evolucionistas contra sus opo-. evolutivas locales, «específicas)}, se podían sintetizar en na-
nentes relativistas, idealistas y
nativas más amplias de la evolución «generaL" El tema de la evolu-
A través de una serie de tnanuales :--.: libros de texto, los jóvenes ," tI}.. ción general era «el carácter del propio progreso)), La evolución
nlantenían un amplio ten"itorio bajo vigilancia para el nuevo evolu_'
"'. cultural era simplemenle una extensión de la evolución biológica,
cionismo ..\ Era un t110vimiento, aunque no bien bien una escuela.
((continuaba el proceso evolutivo con medios nuevosn:'j
Para empezar, existía Llna diferencia significativa innegable entre Así pues, los antropólogos deberían combinar los enfoques evo-
las concepciones ele la eyolución en White y en Steward. ¡\¡Iuy en la lutivos de White y Steward. Las diversas sociedades de las islas del
tradición ele Morgan v Tylor, White defendía que, vista desde una Pacífico, por ejemplo, represenlaban un laboratorio para la evolu-
perspectiva diacrónica larga, la civilización hUlnana había progre- ción específica, como las colonias de aves de las 1s1as Galápagos. El
sacio. s Cuanto más a\'anzada llegaba a ser una sociedad, n1ás mismo Sahlins había publicado un análisis de una comunidad de
pleja era su organización. White creía que el nivel ele consumo de
las Islas Fiji, basada en un trabalo de campo llevado a cabo entre
energía propo,'cionaba una mediela objetiva de! avance cultural. Ju- 1954 v 1955; el estudio pretendía demostrar que la «cultura de Moa- .'.!
lían Steward era más escéptico que White acerca de los modelos la es una organización adaptable, casi literalmente, "un estilo de
tradicionales de evolución unilineal. Urgía al estudio de procesos vida" adecuado a un entorno determinado»)." Otros etnógrafos habían
evolutivos particulares en el interior de áreas culturales duraderas, hecho estudios comparables en otros lugares de! Pacífico, Juntos,
en las cuales, sociedades con un origen común se veían expuestas a esos estudios de caso de evoluciones específicas en la región ilus-
constreñimientos ecológicos simílares. t> traban una serie de etapas en una trayectoria histórica común,
Se podia ubicar cada sociedad en un cOl1tirlUllIl! de desarrollo des-
2. \'¿'n.s<:, Le'die \\'hite. Tll<' Social O,'gmll;:.aricJ1} of Eth/-1olugical Thenn', Houston,
de \as sociedades jgualit3rias basadas en el parentesco hasta los es-
Rlce lJnlH?r::'I!\ Studies. vol. ::;2, n 4. otono de 1966,
U
" tados jerarquizad¿-s. En el Pacífico, el punto de partida, el grado
3. \'¿a::,\' .\bn i11 Tlle Rist' n( .;'¡/lthrupologJcal T./¡f!()r\ t or Tlleones cero del sistema, estaba representado por las sociedades de la Me-
o( Cllltllre, N U<:'\;J. York, Thoma':'J CroffiweJ l. 1968 (trad. cast.: El clesarrol!n de la (t'o- lanesia, asentadas en el parentesco :'-' de escala reducida. Las Fiji
¡fa lilllr(lpo!dgica. Hi,rr'rld de las leorfa':' Jt' la cultura, \-ladrid, Siglo X.'\l. 19791. \1"
ejernplificaban un casü intennedio, en el cual la jefatura estaba
..jo, \'¿anse D. Sahlins \" Elman R. SenlCe l,eomps.\, E\'oluliUll and
el/tU/re, /\nn Arbor. of NlichigJ.n Press, jqbO: EJ!lln.n R. Prilllirn1t'
empezando a erosionar la eonlunidad fanliliar, Se alcanzaba una
SO('ldl OrgaI11::.uiu/l, Y{)rk, Ranuom House, 1962; Ene \\oli, Alrl/:ropulogv, forn1J. superior de organización en \as pequeñas jefaturas de la Po-
Eng1e\\-ooJ CJiffs, PrentlCt-Hall, 1964: E. R. Sernce. Th" HII!lters, Engk'\\ood Cliffs,
PrenlÍce- H<1lJ, 19ób: cric \\'ulf. Pea,'>ali h. Engle\\'ood cl i lfs. Pren 1l,:l'- H<1Jl. 1. 966
(trad. cast.' L)s CCillll)t',ir¡(!\. Barcelona. Labor, 1(81): ¡VI. D. Sahlins. rnbe,¡¡¡cl1, 7. ,\1;1I""ha11 o "c\(llution: Specitic clnd Cel1l::ra¡". rt;?cu-
Englewon¡j C1Ith, Prcnllce-Hall, 1968 ((D,d. casI.: Lc;'> ,\()(¡etfudt?s /i-ibol¿s, !:jdn..'l1 (,1 m,-lI11fi<:'sll! de .\lichigZlll compilado por S;]hlíns: Senicl' con el
Barcelon.1, Ldbor, ¡Q7/'¡.
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\'¿a,"'l' L,:,..,llc .-\, \-\'hllC, Tht' Scierict' ui ell/lli/<': --l or' 1/(;!l (/ut!
C!\·ilt::atl{)ll . .\iUC\Cl York, Gl'O\t' Pres:>, 194Y,
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Y. \·':a:-C D. ,\.loulu Cul/llre 1lIJ(1 ,'alltre (m él Fr¡úlIJ Ann
6, Vb"¡;,, Julian Ste\\'ard rheor) o( Culnu,' Chtlut;c" rhe \Id/iOdo/u!},\ o(
Arbol' lJni\ersity of .\ílL'hlg:'-\l1 Pt'es::i, l\lb::'. pág. 7,
,tJ¡¡[t¡[lIlear E'.'oluIIOJ1. Cr'bana, ot Illinois Pres::., 1955.
192 CULTURA .\-L\RSHALL SAHLINS 193

linesia oriental. Finalmente, los elaborados estados tribales de Ji


'Jt¡ente durante los anos sesenta. argumentaba que había dos clases
hiti. Tonga y Hawai representaban el pináculo de este proceso ev, sociedades, cada una con Sll organización económica caractens-
lutivo. '·ca." En las economías de las sociedades de bandas o de las triba-
En las pequenas sociedades de Nueva Guinea, fundadas s, el grupo doméstico se ocupaba de la producción, a la vez que
parentesco, algunos emprendedores Big Men, «Grandes la unidad de consumo. La explotación era escasa y cier-
manipulaban un sistema de intercan1bio recíproco para riamente las clases sociales estaban ausentes; de acuerdo COn sus
una plataforma de poder. Los Grandes Hombres no podían institu:"" criterios, poco anibiciosos, los pueblos eran prósperos,
cionalizar su poder ni legarlo a sus herederos. Sin embargo, gra- .. tíopulentos, pero ineficaces. Por el contrario, las econonlÍas de las 50-
dualmente se elevó la productividad v los líderes empezaron a ex- avanzadas resultaban crecientemente productivas y dife-
traer más :i más recursos de la gente. Desplegando este excedente pero un pequeflo grupo de poseedores predaban sobre
en exhibiciones públicas y redistribuyendo algunos recursos entre ,. 'una basta población de desposeidos.
sus sucesores, aumentaron su poder. En la Polinesia oriental, la au- La ciencia económica neoclásica convencional no se podía apli-
toridad temporal y personal de unos pocos Grandes Hombres se car a la investigación de la economia de la edad de piedra. La gente
convirtió en un oficio de jefe hereditario, aunque la posición de éste -," tenía pocos deseos v holgados medíos, operando según la morali-
fuera inestable. Las desigualdades provocaban rebeliones, mientras dad de la familia v la casa. Por lo tanto, para entender la economia
que los jefes con1petían entre sí y se hacían la guerra mutuamente. de bandas y tribus, se requería una teoría económica puesta a pun-
En consecuencia, las jefaturas concretas siempre eran susceptibles to especialmente para e\la. Karl Polanyi, un neomarxísta húngaro
de entrar en ciclos de fragmentación y recentralización. Tal vez los exiliado, había esbozado sus elementos fundamentales en un famo-
estados con todas las de la ley sólo aparecieron en la región (Hawai, so seminario celebrado en los años cincuenta en la Universidad de
Tonga v Tahilí) cuando las jefaturas tuvieron que afrontar el desafío Columbia y al que Sahlins habia asistido." Polanyi negaba que la lu-
del colonialismo. 10 Todos estos cambios se podían seguir en el interior cha por la subsistencia en las sociedades precapitalistas estuviese
de Una sola área cultural, pero Polinesia no era más que un ejemplo organizada sobre los principios del mercado: los actores no eran
del desarrollo humano universal. A lo largo y ancho del mundo, 'ji hOIl1bres de negocios, las instituciones cruciales no se parecían en
aunque no al mismo tiempo, las sociedades pasaban por estadios nada a empresas de responsabilidad limitada. na había mercado al-
similares de desarrollo político Como consecuencia del progreso ,. guno en el que se pudieran comparar y medir los valores y nadie te-
tecnológico y de la acumulación de recursos en las manos de Unos :' nía concepción alguna del crecimiento acumulado. Las actividades
pocos. económicas se incrustaban en la vida familiar y doméstica, y las go-
Este análisis de la evolución política reposaha sobre un contras- bernaba una ética de solidaridad entre parientes. Muchos bienes se i

te ente dos tipos de economía: una basada en los intercambios recí- ,.J:: producían y se consumían en el seno de los hogares. aunque los in-
procos entre parientes; otra articulada alrededor de la explotación tercambios con vecinos !" parientes eran un sc-guro contra los tiem-
de un jefe gobernante. Tras sus priTneros pasos etnográficos y teo- pos difíciles. Sólo una pequel1a gama de objetos se producía especí-
réticos, Sahlins dirigió su atención a lo que llamó "la economía de
':.;
la c-dad de piedra».'" En un conjunto de ensayos escritos principal-
Kuper \ como se lw ell b tradUCCIón, pretende rel"el"Íl"e a las
con un;.J lt"ll1o!ogía supu<o:stamente a la de la Edad de
lO. SahlIns desanulló su de la e\'ülucíón política en el Paciheo en "U tesis histórica lJd Palcolllico al Neolítico en h.l terminología arqueológica euro-
uoctoral. rublicada en form;.¡, rc\isadZl como Sodll! Slru/l/icatWfl I11 POI\II/!.'ill, Ann pea), ¿sta sí con llla\'Ús( \lb, por 11llH.:ho que crollologb \ caraeterbtieas
Arho!' of Mlchigan Press, 1955. el en lln L-;peclti..:a::.- \ HU llllt'll1l'. i V. Jd l.)
arlllulu ...k grz¡n infucncia, "Poor" J\lbn, R\(,:h Man, Blg ,\lan. Cnlef: Pohlh':<.I11\pes \ l. Veasl' I\\al':-lwli D, SLthlll1';, S/t¡)Jl' .-L,'t' Ecollt1nun, AldlI1L'-r\thcrLOIl,
i 11 \kL'lnesla <:Ind C'ulI1parat 11 't' SrIlJI¿" 111 H¡"lo}"\' dlul Suctel,', 11" 5, 1963, 19!' 2 (trad. éc' u;, "lila (1: f¡., Edl¡¡! d( Piedra, Madrid, ,'''¡'<.t!, 1'181)
p,'-,:"S 2-"\,:::- ,03 C¡r.1d. l'<:lsL: "Hombre pobre, hurnhre neo, gran hombre', ¡de: lipo:-i 12. \léanse Karl Pol ..ill\ ¡ Pnluiul\' --\rchaic and BO-;\()ll,
1)'Jlitil..o,., Mdan6ia ,v Polinesia", en R. L!,)bera (comp.), .Alltf"O{JI.>IOi;IÚ jJoli- B<.'<.lL"()ll Ptcss, !LJ6k; K.ul p,)I<.U1\·i, Cunrad Are-nsberg:" H.mJJd Pcars(¡n ("::()ITlpS.),
llUl. Barcelona, Anagram<l, [979, págs. 267-288). Trdtll' úJ/d ,!darkcl 111 rllt 1-¡;;1" !\u<;.'va York. Fl"e'e Pr<;,s'l, 1957 111·aJ.
El Ll:-,u de las minúsculas para refenrse la "eJ;ld de piedra", tal como lo lw.cc COlIlLTCio \' 1I1ercU(!l1 en lt,><; ¡JI/penos (/1itU;UOS, Barcelona, Labr)c 1976).
194 CULTURA
.\1ARSHALL SAHLINS 195
ficamente para el intercambio. Siendo a menudo objetos de un vi'
lar puramente ceremonial, circulaban en ciclos fijos entre socios e ;bía adherido durante casi dos décadas. El proceso de conversIón
tablecidos. En lugares donde existian jefes de poca entidad, recib siendo misterioso, pero su caInino a, Damasco pasó por
an algún tipo de bienes en calidad de tributos, pero los reciclaban t,e. donde vivió dos años, entre 1967 Y 1969. Esa era una época de
red,stnbUlan en la forma de [¡estas. Cada modalIdad de pe11urbaciones en la Rive Gauche, un momento embriaga-
blO estaba preparada para expresar relaciones de mutualismo, :t.: dar en la génesis de nuevas ideas. Marxismo y estructuralisrno esta-
to entre grupos sociales C0l1l0 en el interior de cada LIno de ",'., '" ban enzat7ados en una lucha épica por el alma de los intelectuales
Según Sahlins, estos procesos econón1icos precapitalistas :tA " franceses y, a tenor de lo visto, por el alma de Marshall Sahlins. Al
via se podían observar en las «sociedades de la edad de piedra» ac-'" final, éste pasó de un evolucionismo con simpatías por el n1arxismo
tuales. Identificó la (sociedad opulenta original» con los a una variedad de dcternlinismo cultural. Poco después de su Vl..lel-
nos !kung, despreocupados cazadores libres tanto de deseos Como ta a Estados Unidos, en 1973, dejó la Universidad de Michigan por
de trabajo duro." Representaban el ideal marxista del socialismo el nuevo hogar del relativismo cultural, el Departamento de Antro-
primitivo, aunque también anticipaban el rechazo hippy al mate. pología de la Universidad de Chicago. Lanzó un asalto culturalista
rialismo. No obstante, había una serpiente en este Edén aborigen o, contra la sociobiología, una mutación radical de la teoría evolucio-
para utihzar la terminologia marxista que Sahlins empezaba a fa- nista, y completó el manifiesto de su nuevo programa teórico, Cul-
vorecer, una contradicción acechaba en el interior del sistema. El tura y práctica, que aparecería en 1976.
desarrollo inexorable del lide"azgo centralizado iba socavando lo Si bien el libro de Sahlins era una especie de polémica en favor
que Sahlins llamaba «el modo doméstico de producción», recu. i del determinismo ideológico, se distinguian continuidades con su
rriendo a una tloritura n1arxista. A nledída qut' un Gran Hombre se anterior materialismo evolucionista, aunque sin que el autor las su-
transformaba en un jefe, empezaba a exigir cuotas a los hogares, bra:vara (:va que no se refería directamente a sus errores pasados).
forzándolos finalmente a producir más de lo que le, hacia falta para En cualquier caso, Sahlins dio por sentado que exist(a una conexión
subsistir. El respeto a la noción de que todos los miembros de una inintetTunlpida entre los grandes conflictos parisinos y las discu-
tribu pertenecían a una gran fanlilia extensa refrenaba la tendencia siones teóricas que donúnaban su propio entorno, aunque resulta-
de los jefes a lanzarse a una explotación despiadada, pero, a la lar- ba obvio que encontraba las arguDlentaciones parisinas más exci-
ga, esos valores se tensaron hasta el punto de mptura. Al final, al- tantes, más elevadas y más relevantes políticamente. En Cultura y
gunos jefes rechazaron las reivindicaciones del parentesco: se lo razón prdcrica, la confrontación peculiarmente francesa entre mar-
podía reerllplazar por las clases con10 principio don1inante de la or- xismo y estructuralismo aparecía como el últin10 c0111bate en una
ganización social, al tiempo que el IllOdo dOll1éstico de producción larguísima confrontación entre el materialislllo el idealismo, en-
daba paso a una econon1ía dirigida, ordenada. tre el universalismo v el relativismo cultural. Levó los debates fran,
ceses con10 una de la discusión entre"culturalistas y evo-
,'; lucionistas Sin embargo. el frente se había establecido en París v
Sahlins tomó las armas V se dispuso a in tervenir en la batalla deci-
En anos cincuenta v sesenta, la nlle\-a ot: e\'olucio- siva entre dos concepciones clásicas de cultura en antropología.
11istas reclZlI11Ó el territorio abandonado por la teorL:t social \'Íctoria. Los materialistas, explicaba Sahlins, trataban la cultura como
na. Se trataba de un n10\'imientu coherente :' sus jÓ\ eneS ('omponen- un conjunto de herramientas, una tecnología para la explotación
tes confiaban en el campo de la antropología. Marshall racional de la naturaleza. Se seguia que la historia de la humanidad
SahIins era una de sus estrcll:\s ('/1 ascensu. PCJl' dIo misn1ü resultó se podía di\"idir en una sucesión de etapas 111arcadas por los a\'an-
ue'" Jo rnj,', sorprendente que, a finale." de IU:-i :-icsenta, abando- ces teL'n()!ógicos y por los cambios consecuentes en los modos de
nara l'epentínamenlc las posiciones a Ls que se ha-
1-+ \ .s
.\br::-hal1 D. ,ti iI ¡ 11:'>, TI/e c'se lO' lid '1m '<! (i! BlOlo!}.y: --tn .--tll//'! ,,-c'l,(,lou,ictli
13. El lit' S.lh1Jné) '>ubre la upuknla Llili!".)I,·]" (¡¡¡gmal J.POl- CnI1l./uc ur" Sr 'ciohw{, ':;\, \ 1[1! Arhnr. t' ni\ er"i (\ ¡"j \11(hlgan Pre:->':>. 197 b i \ rad. ca"t.:
en EL'ilUOIIIÚ¡ de {a Edad de Pie¡¡'¡,¡. [ so \' (¡j){(.'u dt' [u bwlol!.w. 1"lIa cnfÍ/.-'{1 ul1tropolJ:':'IU¡ dI:' la "ocwlJ/(){O¡;¡"d . .\ladnd,
Siglo XX\. 1L¡82 )

'''-',;
196 CULrURA MARSHALL 5AHL1NS 197

producción. Ésta era la concepción de Tylor y, por lo que Suge ueblos, culturalmente o, como él decía, totémicamente, mitológi-
Sahlins, del primer Marx (ése era también el París de ente. Se trataba de El totemismo en la actualidad y El pensa-
donde se exigía a los marxistas elegir entre el joven Marx, humani 'ien/o salvaje, en 1962, y del primer volumen de su secuencia de las
ta e idealista, y el Marx maduro, positivista, materialista y dete itológicas, Lo crudo y lo cocido, en 1964. Esta extraordinaria serie
nista). Sahlins enlazó el Marx posterior con la posición neoevohI !de libros ejerció una honda intluencia sobre sus contemporáneos,
cionista de su mentor Leslie White, que se esforzaba -aunque sin. !partículamlente en París. Roland Barthes popularizó una versión
éxito según Sahlins- por combinar una visión de la cultura del estructuralismo en sus escritos sobre literatura y cultura popu-
sistelna simbólico con una teoría del determinismo tecnológico.. ·[lar. En 1966. Jacques Lacan, "el Freud francés», publicó sus Écrits,
Por el contrario, los idea!istas contemporáneos en la antropologÍa".',jI-' introducían el razonamiento estructuralista en el psicoanálisis.
arnericana trataban la cultura corno un conjunto de J,-P. Vemant llevó los métodos estructuralistas a los estudios clási-
nes que moldeaban b acción y confedan sentido a los acontecimien_ cos y una nueva generación de annalistes empezó a publicar rela-
tos. Sahlins describió el estnlctnralisn1ü francés como una versión ciones estructuralistas de las nlt!ntalités históricas.
más sofisticada de la misma aproximación. Tal como Sahlins la foro Con todo, el estructuralismo no se expandió sin obstáculos. En
mulaba, la proposición nuclear de los estructuralistas podría haber realidad, pronto tuvo detractores virulentos, sobre todo en la iz-
sido la divisa de una nueva escuela americana de análisis cultural: quierda. Esto apenas podía causar sorpresa, pues, aparentemente,
"Para el estucturalismo, el significado es la propiedad esencial del " . el estructuralismo era incompatible con el marxismo, y el marxis-
objeto cultural, como la simbolización [simboling, en expresiórÍ mo era la ortodoxia política de los intelectuales de la Rive Gauche, ..
acuñada por Leslie White] es la facultad específica del hombre»l' por mucho que se dieran agrias disputas en torno a lo que Marx ha- 1'1
."
Sin embargo, el estnlcturalismo era una empresa profundamente bía dicho, por no entrar en lo que podria haber dicho si hubiera te-
europea v su desarrollo estaba ligado inextricablemente a la carre. nido la fortuna de vivir en París después de la Liberación. "En Fran-
11'.1
ra de Claude Lhi-Strauss. Durante su exilio en Estados Unidos en cia», comentaba Marc Augé, "el debate antropológico se convierte
la Segunda Guerra Mundial, Lévi-Strauss se habia visto influido en una oposición entre aquellos que, en un sentido u otro, son mar- .,'1,
por la antropología boasiana, pero, de todas maneras, el suyo era xistas declarados y aquellos que repudian tal filiación ... " A veces, .:\.,
un nlUY diferente. Sahlins infravaloró el universalismo de Lévi-Strauss se defendía diciendo que se babía embarcado en un
Lévi-Strauss, su convicción de que la mente humana ínlponía cons- proyecto descuidado por Marx, la construcción de una ciencia de la
treñimientos invariables sobre los fenómenos culturales. Y ello lo superestru.ctllra. l8 Cuando era joven, las ideas marxistas le habían 1

:1'
.1'
diferenciaba de Geertz, que había repudiado la premisa fundamen- impresionado, pero las ocasionales concesiones que hizo al progra-
tal de L¿\"i-Strauss, es decir, la suposición de que una única matriz lna nlarxista durante los años sesenta se convertirían más tarde en
ordenadora generaba todos los significados culturales o, dicho de motivo de trastorno para él. Aunque algunos estructuralistas se si-
otra forma. que la lógica del estaba en función de una tuaban políticamente a la izquierda, su objeto preferido era el reino
mente ht.llnana L1l1iversa1. 1f. Si Lévi-Strauss era en algún sentido un de las ideas. Ocasionalmente escribían los vocablos "ideología» o
re]ati\ ista cultural. no lo era en tanto que pariente intelectual de «superestructura)), pe¡"o no describían las ideologías ni conlO la
Geertz, aunque tal vez sí tenía más en cornún con los estructuralis- conciencia de una clase social ni como un instrumento de poder.
nati\ os aIllericanos, intluidos ;) SLl vez por Chomsky. Los críticos radicales tanlbién pretendían que el estructuralis-
Poco antes de que Sahlins llegara a París. Lévi-Strauss había pu- mo no podía dar cuenta de los procesos de cambio y que, en conse-
blicado sus principales sdhrc la fUrnl<.l conlO los cllencÍi.l. era implícÍl<.ul1ente conservador, proporcionando apoyo a
una hurgues]a que anhelaba la estabílidad y la tradición. Aún más

1::; \·écl.... e \1.11 [) S,lhlin,.., C,¡i/!(I., 'J),i !J1(1( l/en! RLtl'!J)I, ChIL'UgO,
nI' ChlL''-Ig.U IlJ,Q, 22 (lJ':lij, ":_hl.: Clillllla . IIi:UI! 1)!!i(l!Cd, 17. ,\iLlIC Auge, Thl! A¡IfJ¡mpohn;iuil Cirde: Svmho{, Fllllcrion, H1SroIT,
Sal cdüna, Gedb:l, 1Si'17) Call1bliJg:e, CllnhnJge Cni\,t:'l'slt\ Press, 1q82 (original en 1979).
16. Véase Geertl.. rhe C\'I'l'bral S<.l\ag:t: Onlhe \\orks ofcbuJc Lé\i-Slrauss», Ix, Claucle Lé\'i-Strau,:,-::;, R'lce and History, París, UNESCü, 1952 (trad,
FIIWIIJlter, vol. 28. n" --t, 1967, p,-,?-s 25-32. RCI:u e lllswna, MadI id, Cátedl'a, 1996).
MARSHALL SAHLINS 199
198 CL:LTURA

provocadoramentc. Lévi-Strauss, había sugerido que la idea misma marxistas estaban fascinados por la elegancia y la pOlencia de la
de progreso era una noción culturalmente especifica de Occidente y obra de Lévi-Strauss. Godelier, en particular, aspiraba a construir
que no se podia generaUzar. Rechazaba la opinión de Leslie White, una nueva síntesis entre marxismo y estructuralismo. También Sah-
según la cual, la cantidad de energía aprovechada por una cultura lins andaba persiguiendo una síntesis pareja, concretamente, una
slllninistraba una n1edida universal dd progreso. Ese era un pará- que produjera una historia estructuralista y una comprensión cul-
metro etnocéntrico: «corresponde a un ideal que se encuentra en .r,WJ::;: tural de la economía .
ciertos períodos históricos y que es válido para ciertos aspectos de
"" ,',
la civilización occidental, [pero] no es aplicable a la gran mayoría ,\',
,';

de las sociedades humanas, para las cuales, el parimetro propuesto


parece carecer de toda significación».19 Otras civilizaciones tenían El original en inglés de Cultura y ra::.ól1 practica se lee a veces
criterios diferentes para D1edir una sociedad respecto a otra. Lévi- como si fuera una traducción del francés, repleta de galicisrl1os. es-
Strauss también apuntaba que incluso pueblos contemplados desde pecialmente de los tropos favoritos de los estructuralistas (<<todo
Occidente como primitivos nos habían sobrepasado en logros mo- ocurre como Si ... l\). Pero, aunque se expresaba en el lenguaje de la
rales y hasta en algunos campos de la tecnología. "El cultivo de Rive Gauche y estaba salpimentada de dosis vernáculas de la Rive
plantas sin sudo»), por ejemplo, «se practicó durante siglos entre al- Gauche, la argumentación de SahEns continuaba el largo debate
gunos pueblos polinesios, que también podrían haber enseñado al entre las dos escuelas de la antropología cultural americana. En un
mundo las artes de la navegación y que, en el siglo XVIII, maravilla- lado, el enfoque evolucionista, con el que había comulgado durante
ban [a los europeos] al revelar una organización social y" ética más una encarnación anterior, en el otro, el culturalisnlo, que estaba vol-
libre y más generosa que nada que se hubiese podido soñar previa- viendo una vez nlás por sus fueros, en las sofisticadas manos de
lllentC)\.211 Los pensadores de la izquierda no saludaron este relati- Clifford Geertz y David Schneider. Centrindose en el dilema entre el
vismo. Sartre lanzó un ataque hiriente contra su antiguo amigo, in- detenl1inismo material y el cultural, Cullura .v razón práctica evoca
sistiendo en que los intelectuales debían permanecer fieles al dogma inevitablemente El desarrollu de la teonó a"tropológica de Marvin
ilustrado, según el cual, «hay una historia humana, con una verdad Harris, aunque con la diferencia, nada insignificante, de que Sah-
v u"a inteligibilidad"." lins ponía patas arriba la argumentación de Harris, tomando parti-
Algunos jóvenes antropólogos franceses trataban por aquel en- do por los culturalistas contra los evolucionistas.
tonces de constntir una explicación marxista de lo que llamaban so- «La cuestión que inspiró este libro en prinler lugan>, escribía
ciedades precapitalistas, una empresa relacionada con el provecto Sahlins en la introducción a Cultura J' razón práctica, «era la pre-
de Polanyi y de los sustantivistas anlericanos. Maurice Gode1ier se gunta de si la concepción materialista de la historia y de la cultura,
aventuró a cruzar el Atlántico en husca de nuevas ideas v sus ensa- tal como Marx la habia formulado teoréticamente, se podia trasla-
yos de ese período se vieron influidos por alnericanos de concep- dar sin fricciones a la compresión de la.s sociedades tribales».23 La
ciones afines, incluyendo a Sahlins. 22 El propio Lévi-Strauss nlostró respuesta corta era que no. El Marx temprano habia tratado la cul-
interés por las ideas de Polanvi. Por otro lado, algunos antropólogos tura {(conlO una intervención de la naturalez3 física») El l\-larx tar-
dío había trahajado con el significado, pero «sólo pur lo que se re-

19. Claude SlrIlC!lIm! Au[Jiropo!u!!,)', Nuev3 York, Bü.sic


Buob, 1963, pág. 4 leLiici¡m 19:;;M: trad. (;]st.: Antropl1!OgÜl estructural, 23. Véase Culture (llId Prac[ú¡¡/ pág. 1. SemeiiJlltt:' preocllPJ.-
Barcdona, Paidós, t 'lSS1. ción exp\l(il3 por las idL'3S de Marx era un ten')l11enO llue\'O en la antropología aDle-
2Ll. I/',',! p.lg. ncana, en una tendencia ma'\ gener¿d de la nda de Estados
21 \ Jl:'an-Paui Sallrc, Cmi;¡lh' o/ Dia/('CI/ca! Rea"'oll, Londres, Ldt lIna lendc'nua que crecía a rllc'dida qUe b Guerra del Vit'lnam polarilab¡\
8(1'lb, 1'-170 '" . . diclnrl IY6Ü¡
las \ p()nía en CUestión el anticulnul1¡"mu lecl1cirrantc de lo" intelcctua-
c'lb<1\O.'" :>c e1l \laurice Gndelier, R(ilio/wli(\ {I¡¡,! arnerlcaJ1(J:-'. El propw Sahlin:-. l'c'tlCt'J1k;1 ahandom.lI- prden::-ión
lrrdlluJ¡w'i{\ in ECOUUJiu( Lomiró, :".i<--·w Let. 8001-.:-., J ':)';: (edlClón Iranc..:':"la, 1966) de continw.ll' .'\lc'fli.lo, Je- ,dguna tOrln<'I, un rnal',\.bu aunque.su l\l;ll'X pareel;l cada
\'\.':Z más dI S;..¡hlin" maduro.
.\bulle': GoJelíer, 111 ,\Jnl".\L"·{ AllI!lIo/,olo}!,y, C\mbridge, Cambridge
Pi"e,>", 1977 (edH.:I(ln 19721. ,e 2..L [bid., p,ig. 127.
>
"

,
"'1:
200 CULTURA MARSHALL SAHLlNS 201

feria a su capacidad para expresar las relaciones humanas»,25 en nizar una acción que se pudiera describir como económica, política
otras palabras, en tanto que ideología. Desafortunadamente, Marx o religiosa, y los valores de parentesco para motivarla.
ignoraba la concepción de cultura que la antropologia de] siglo XX Los materialistas franceses eran víctimas de una crítica todavía
iba a desarrollar, en calidad de sistema simbólico que se imponía a más radical. Los marxistas \ulgares se engañaban a sí mismos con
la naturaleza v a los acontecimientos históricos. Tal vez habría dado la idea de que sólo las fuerzas materiales eran reales. Por el contra-
la bienvenida"a esa nueva idea de cultura. Si se le leía con cuidado, rio, los estructuralistas entendían que la base o infraestructura de
parecía que el último Marx apuntaba un camino que progresaba has- una sociedad se debía abordar, al igual que la superestructura,
ta la posición ocupada entonces pOt' el propio Sahlins. En su vena como un sisten1a de ideas. « La llamada infraestnlctura se muestra
más profética, Sahlins sugería que Marx habia caminado siempre como la rnanifestación de un sistema total de significados en acción
un paso por delante de sus discípulos, hasta la linde misma de una .t>
sobre el mundo»,'o Ciertamente, Lévi-Strauss nunca había fonnulado
nueva perspectiva, un marxismo cultural, que prefiguraba un es- '{'. tal argumento, escribiendo generalmente con mayor cautela acerca
tlucturalisnlo histórico: «es Marx quien aquÍ critica a Marx, aunque '.;, de la independencia limitada de la superestructura ideológica. Pero
,.-;
sea por medio de una antropología posterion\. 21, Si Marx hubiera vi- Sahlins insistía en que era esa tesis la que había provocado inevita-
vido en el París de los años sesenta, no habría sido un materialista blemente el conflicto entre marxismo y estructuralismo: «la rela-
dialéctico, se habría convertido en un estructuralista, como Sah- ción entre la acción productiva en el mundo y la organización sin1-
lins. Sin embargo, los marxistas habían sido incapaces de acomo- bólica de la experiencia, ésta es la causa de discrepancia entre el
darse a los avances de la antropología. Solucionar sus dificultades ;! marxismo y el estructuralismo francés)}.3\
con la concepción de cultura (sería el más alto de los servicios, tan- 'ill El estructuralismo se había aplicado principalmente a socíe-
to para la antropología como para la teoría marxista). dades tri hales o primitivas, pero la proposición de que la gente
En opinión de Sahlins, la antropología va había establecido una era lo que pensaba podía o, mejor, debería ser igualmente aplica-
crítica fundamental del marxismo. Él v otros habian demostrado
que no habia sitio en el análisis de las' sociedades tribales para la
oposición clásica entre una base material, que apuntalaría la vida
:.¡;;.
ble a nosotros mismos. Sahlins rechazaba la posibilidad de que
semejante principio sólo pudiera ser verdad en las sociedades prí-
ll1itivas, mientras que el marxisn1ü se refiriese propiamente a la
cg
<I!!
de una sociedad, v una superestructura de instituciones dependien- sociedad capitalista. Sólo había espacio para una teoria. La cultu- !2 Z
Iñ-(
tes e ideologías mistificadoras, que se erigiría sobre la primera."
«En las culturas tribales», escribía por aquel entonces, resumiendo ,(,

H
;
ra, el orden simbólico, gobernaba por doquier. Con seguridad, ha-
bia díferencias entre las sociedades modernas v las tribales, pero _ ...
su argumento, «la economía, la polily, el ritual y la ideologia no apa- no residían en sus tecnologías ni en su organización social. La di-


recen en calidad de "sistemas" distintos, como tan1poCo se pueden ferencia esencial radicaba en que unas y olras se entendían a sí
...,'
asignar fácilmente las relaciones existentes a una u otra de estas mismas en términos distintos. La sociedad tribal se basaba en la
funciones»,2'oJ Se podía movilizar los lazos de parentesco para orga- ,Ir.; metáfora del parentesco, las jefaturas se focatizaban simbólica-
mente en las religiones estatales, D1Íentras que, «en la cultura oc-
'1$ cidental, la economía es el principal punto de producción simbó-
25 lbld., p;."¡g. J ;Y
16, f!nd, pago I
lica (... ) El carácter único de la sociedad burguesa estriba no en el
17 /h/{i., 1 hecho de que el sistema económico escape de la determinación
28. Éstt? habi;t "itic) un tema central en los ens:l\os de SahJins pubhcado::, en la siInbólica, sino en que el sÜl1bolismo económico es estructural-
ElI!i/(}/I1Ul de la Edud di.' Pll'dm. Tal corno Jo o:'\:pre-:.aba GodeJier, a finales de lu." mente detern1inanten.,2
('])](.:uenta, d l1li"mu' IlIl)[(.' Leln Sahhn." r aJll1up(Jlog:us) 'le habl_llLtJu l'Lil:n- Para den1uslrar este extremo, Sahlins ofrecía una explicación de
t.l Je que "la dJ'itÍnclo!1 t::nln' infrae",tructurCl '\- superestrtJc[ur<'l" no se
(<10 que los arnericanos producen reahnentt' al satisfacer sus "nece-
1l1a", ·'l.'omo un.! dlslllluon L'rllrl' instlluClones, sino entre lunC10nc"j, que "e po{lian
[¡Ie;..d lzar en ..irL'<.Is Il1U\ di.'>l mt:l:-' Je practica ,",oual" Ve:!."", ."'bu! I,--l' GodeJia,
.dnte!l\.'clual Rl,n[s· en Rllhert 80rotsky komp.J,4"\t'"iJlC; CU/fllral -'II;tlln>PO/og\', 30. ihid.. pág. 39.
Nw.:,\a York, MeGra\\-HJJi, 1':l'::/-I pág. 10.
31. ¡hid., pág. 3.
29. Véa.'>t' Sal1hll:', Culture wld PmclÍcal Reac"on, pág. D. 32. ¡hid., pág. 211.
202 CULTURA }.-tARSHALL SAHLINS 203

sidades" básicas alimentación y vestido»33 (las «necesidades» esta- roo, sino que expresaba «el nlOJo en que se experimenta la econo-
ban entrecomilladas porque se construían culturalmente). Resulta- mía occidental o, mejor. toda la SOCIedad: el sujeto vive
ba que lo que los americanos producían para satisfacer esas necesi- ese modo .Y el economista lo piensa).35 En un tono similar, Sahhns
dades culturalmente específicas no eran cosas útiles, sino símbolos. desautorizaba la sociobiología como una expresión la
América era una consumidora de cultura, en la cual las relaciones fi' de lnercado,
aparecían vestidas de objetos manufacturados. Ésos eran los tó- En consecuencia, los diferentes modos de prouucción no eran la
tems americanos, que no se limitaban a representar posiciones en caLlsa del abismo que separaba las sociedades primitivas de las civí-
la sociedad (los pantalones tejanos como unifom1c de los trabaja- :. lizadas. Más bien, el contraste fundamental ambos tipos de
dores o de los jóvenes. por ejemplo). Constantemente se vomitaban sociedad residía en la orientación característica de sus respectivos
nuevos bienes de consumo que, a su vez, inducían nuevas identida- sistemas SImbólicos. Las (,diferencias en el disei10 institucional (..,)
des. La comida. la bebida. los trajes o los automóviles conformaban corresponden a modos diferentes de producción simbólica, contras-
declaraciones: cada uno se definía por lo que comía, vestía o Con- tando ambos en el medio objetivo) en la capacidad dinámica».
ducía. Mal"'; había argüido que prestábamos Ilna identidad falsa a la sociedad burguesa, la producción es ellocus dominante
las mercaderías, convirtiéndolas en fetiches y olvidando que eran de producción simbólica:, en la sociedad primiti,,'a, lo es el conjunto
producto del trabajo, el residuo de las relaciones sociales. Por el de las relaciones sociales (parentesco).» 1ó Pero, dado que diferían
contrario, Sahlins insistía en que eran las mercaderías -los artícu- en «capacidad esL1S diferencias siznbólicas pro\'ocaban
los de consumo. que operaban como símbolos-los que generaban tipos de orden social distintos. Continuaba existiendo una gran di-
las relaciones sociales; los capitalistas manufacturaban imágenes visoria en la historia tllunana. que separaba a las dos clases de so-
de identidades que toJavía no existían. ciedad.
En resumen, un consumo conspicuo dominaba la sociedad bur- Rcmodelando el en esta fonDa idealista, Sahlins
guesa, un colecti\'o perpetuamente de compras en el centro comer- sahaha la dicotomia clásica entre dos estadios de evolución social,
cial, conU-astando Con la sociedad tribal, que \'ivía en casa, siguien- representados por las sociedades primitiva y civilizada 0, más bien,
do los valores fanliliares. Para citar un aforismo característico de por 10 que denominaba sociedades tribal y occidental o «burguesa)).
Sahlins: "el dinero es para los occidentales, lo que el parentesco y debido a que retenía este modelo bipolar, también era capaz, como
para el resto de los mnrtalesn. 34 Pero el dinero y el parentesco hacían muchos antes de él. de oponer un mundo idealizado de la edad de
su magia en tanto que discursos simbólicos. Era un error típico de piedra frente a la problclllática civilización de S\--l propia sociedad.
las ciencias sociales occidentales -una equivocación que, de he- Los bosquimanos i kung, los aldeanos de las Fiji o los zulúes de los
cho, las retrata ha- el O'atar los símholos como hechos Je la natu- tiempo> de C],aka ilustraban el mundo tribal. El epítome de la so-
y asumir que las estrategias de la acción tuvieran qUe ser res- ciedad moderna, occidental o burguesa eran los mismos Estados
puestas raciona1t.'s :'" praglnáticas a constreñimientos objeti\'os. La UniJos, y la esencía la ciúlizacián an1eric;:¡na era la cultura del
economía neocL'lsica, el utiJitarisrno e incluso el marxismo no habían consumo. Sdhlins no estaba mu,v interesado en las diferencias entre
arrojado \'erdaderas explicaciones de nuestras sociedades occiden- Estados Unidos y Francia, por ejenlpJo, y, en su mundo bipolar, no
tales, burguesas. J\lús bien eran ideologías nati\'<.ls, re- había lugar para la Limón Soviéllca v China o para las dinámicas
aiírmacioncs sofi:::iticacLls de nuestra propia iInagen. L15 diferencias economÍi1S de las orillas del Pacífico.
entre ellas eran ínfirnas. «El materialismo histórico es verdadera-
111 e n tt.' Lll1d c(l1ll'it'l1cia de sí misma de la sociedad burgllt:'sa, pero o:,

Ull<.ll'UllL'iL'l1cia, por lo que par-eee, dentro de los límites de dicha so-


cic-dad,l> El utilitarismo no era lIna alternativa al Pero, ¿que ITIo"ía a la t'\"oluciñn si no las fuerzas materiales?
COlTlprumetido a de entonces con el dcscuhrimiento de pt-o-
33. !lmi. p<-itl. 1
3-+. Ilmi., ¡üg. 21-:"\ fLa 1radUlC]r'JI1 tr:¡la Lk· reu)ger la nma l)Llriona del 01 igin;¡J 3::;. ¡bid, 166\ lb,
de Sahjins: to lhe \\hal kmsllJp is lO lhe Rest" IN. Út1 lo)]. 3(\. Ibld, pág. 212.
I
MAR5HALL SAIlUNS 205
204 CULTURA

tenerse en el estado en el cual los dioses y los ancestros los crearon,


cesas de cambio evolutivo puramente culturales, Sahlins dio la es-
palda a su problema teórico inicial, la transformación de las socie_ en el origen del tiempo»."
dades tribales igualitarias en jefaturas y estados. Naturalmente, esto es una ilusión y no escapan a la historia más que
En sus escritos tempranos, Sahlins había revivido la idea clási- otras sociedades. Pero esta historia, que les desagrada y de la que
ca, según la cual las jefaturas siempre habían surgido, allí donde se desconfían, es algo que padecen. Las sociedades calientes -como la
encontraran, a partir del orden laxo de la tribu. Finalmente, las je- nuestra- tienen una actitud radicalmente diferente hacia la histuri;),
faturas se habian desarrollado uniformemente hasta desembocar No sólo reconocemos la existencia de la historia, sino que hacemos
en la formación de estados. La fuerza motora era el cambio tecno- de ella un culto L.) Internalizamos nuestra historia v la convertimos
lógico. Boas y Lowie ya habían puesto en duda este modelo clásico en un elemento de nuestra conciencia moraJ.:;q
con Morgan, Marx y Engeb- para acabar descartando
cualquier generali7.J.ción sobre la evolución del estado, a la vez que Sahlins avanzó esencialmente el mismo argumento. Las sociedades
insistían en que las historias ,locales no se conformaban a ningún «frías)} interpretaban los accidentes de los acontecirnientos como
patt·ón universaL Los carnhios estructurales podían tener Sll semilla recurrentes, incidentes predecibles en un patrón ciclico fijo. Nada
en cualquiera de una diversidad de costumbres e instituciones, y, podía pasar por primera veL En contraste, Occidente saludaba al
fueran como fuesen, resultaba más probable que las transformacio- cambio y concebía la historia sobre un modelo de modas rápida-
nes históricas se derivaran de contactos culturales de conquistas --s: mente cambiantes, operando «un código expansivo y abierto, reac-
que de un desarrollo endógeno] Sahlins desdeñaba esta indecisión .. }
tivo, mediante permutas continuas, ante los acontecimientos que él
en torno a nlúltiples causas una historia sin trama. Continuaba mismo disponía».'" El cambio y la estabilidad eran rasgos de los có-
;':11
conwncido de que, en todo el mundo, había habido un movimiento digos, no de los eventos_
desde las tribus hasta las jefaturas y los estados. Sin embargo, tras Estas ideas, esbozadas en Cultura y práctica, le proporcio-
'1;
su abandono del rnaterialisnlo, necesitaba una nueva explicación naron a Sahlins el punto de partida para su siguiente proyecto, El
para dicho proceso, una explicación que localizara los cambios cru- objetivo era aportar una explicación cultural de la mutación desde
ciales en el reino de las ideas.
o la jefatura al estado y, al hacerlo, mostrar cómo los estructuralistas
Estaba claro que no se trataba de una tarea pequeña, y menos podia n dar cuenta de la historia. La demostración tenía que tomar
para un estructuralista. Edmund Leach lo había estado meditando y la forma de una historia estmctural de las jefaturas y estados poli-
había concluido que, en razón de su propia naturaleza, que necesa- nesios. El propio Lévi-Strauss había observado: «Algunas mitologías
"
, polinesias se encuentran en el punto crítico en el que la diacronía
riamente ataba unos conceptos con otros, un esquema de categorías
de pensamiento no podía modelar el cambio. Paralelamente v por prevalece irrevocablemente sobre la sincronía, haciendo imposible
razones sinlilares, sugirió que las sociedades tribales, con sus ideolo-
gías estáticas, no podían contenlplar el cambio.;7 Por su parte, Lévi- 38. Lévi-Slcauss, Race al/d !¡¡:::,wry; Thf;..' SUl"lIge A'lilld. Londró, \\-eidenfelJ
;}nd Niculson, 1966 (original en franc:é-::, 1962! [r<lel. cast. El !)t'Il'lG/IIÚ!I1tO snh'(/ie,
hi7.u circubr la idea de que algunas sociedades eran, en un
:\.l¿'xico, FCE, véase especialmenk el c;:lpÍlulo 9); The ScuPt' ul"alltlllo!Ju!ogr,
cierto sentido, estáticas Y', por lo tanto, especiaIlllenk adecuadas Londres, Cape, 1968, págs . ...¡.9 y 50 (traducción al inglés de su lección inaugur.J.l en
para un análisis estructural. Había una diferencia enU-e las socieda- el College de Franc:e, impartida en 1Y60L El maestro Lit'" la E:::.cuela de Jos el
des tribales ,([d.:)s)), cuya hbtoria era repetiti\'¡), :' las sociedades historiad(H' FemanJ BraLtdel, habí,-l idenuficado dos hbtóricns, que:::,t'" hZlrí,-1l1
«calientes)), que estaban en un estado de t1ujo constante. Las /lanla- célebres: uno era el c<.lmbio Il,t1to y a largo plazo de las t:'.structuras; el otTO, qUé
das sociedades primitj\-as intel1tahan anular la historia, renludelar seguia el flU]IJ ue 10:0:. <lcontecimientos, er<l rápido. pero a menudo superficial. Véase
Fc'rl1<lnd Braudd, "Hlstoire el scienccs la lon¡z:uL' duré'c'»,··\¡¡uale.\:
los J.l."untecimielltos :On1O :-;j fueran nleras repctiL'j(Jll(,S de un Pd-
<
..
SOt,r.,;¡e\, Cil"lll\·(/(ím1.\, n" 13. 1958, pngs. 725-753. Per\l Straus:- c'xpll-
trón c'stableciJo circular: ,'su ideaL, Léú-Strauss, man- cande, otras co..,a: 1,) ljue lmpOl-wba era la manera CÓlllu la gente entendía y utih-
zaba la historia_
39. Véase Dic[¡er Eribon, Ci.)/lI'erS({f!OI1.::. ll'ult L.¿l'í-Srnill\,\ ChiCago, Cnl\er...,it!
3; \·<.'<.tse EJmund R. Lt.'ólCh. P'''/Iflud SY:::'{C1I1S 01" Hu,'.hirllld BUril/a, Boston ul Chic<1go 1991 {primera publicación en en lY88l.
Be;ll·,m 19""'¡' I ¡r<ld. SI'fe'JlU/S polítÍL'W de la .·tIra Bu II/UI//(/, Bm Lclona,
40. V¿ast.' Culture al1d PmcllUll Reasm¡, p;:ig. 211.
197sl.
0, 206 CU LTURi\
MARSHALL SAHLIN5 207
interpretar el orden hUlllanO corno una pro)'ección fija del orden
natural que lo ha engendrado}>,..!1 Pur lo tanto, sugería que, en Poline- lución francesa funcionaba como un mito para Sartre y para la iz-
sia, .se podía \'er córrlo tales sistemas «tienen éxito en la elinlinación quierda francesa en genera!). Jan Vansina, pionero ele una nueva
de la historia o, cuando esto resulta imposible, en su integración», historia oral en África, defendía, por e! contrario, que las tradicio-
Sahlins estaba determinado, pues, a descubrir en la mitologia de los nes preservadas por familias o cortes eran productos ele la memoria
polinesios, no sólo la clave de su historiografía [la elaborada por los colectiva y se referían a acontecimientos de los que una vez se había
polinesios], sino de su propia historia. sido testigo. Oponían esas na naciones históricas a los mitos de ori-
Para L¿\'i-Strauss, una mitología era una forma de filosofal: Los gen, que se inspiraban en especulaciones COsl11ológicas, mas que en
nútos eran vehículos para discllrsos COSDlülógicos, una serie de en- ;--'5
ocurrencias reales,43 Sahlins sugirió que, en Hawai -y, más gene-
sayos sobr'e la naturaleza y condición humanas, gobernados por las ralmente, en toda los mitos se iban convirtiendo en his-
reglas universales de la lógica o de la mitológica. Se debían abor'dar torias, así como los relatos sobre la edad remota de la creación y de
no buscando pistas sobre el origen de pueblos e los ancestros heroicos conducían a narraciones sobre jefes
instituciones a la lTIanera de los antropólogos viuurianos. Había, de 'JI. tos: «una formulación más mítica de los períodos más antiguos da
todas formas, olra tradición menos especulativa en la que se tra- paso a cuentos épicos, al igual que, a través de una serie de permu-
taban los mitos conjuntamente con otras narrativas en tanto que taciones locales. se mantiene la continuidad entre los héroes sobre-
htenks de conocinliento histórico -referido al pasado de comuni- naturales elel pasado remoto y los jefes recientes"."
dades contempfJráneas- }-c de lLl difusión del conocimiento y de las Aunque eliscrepaban sobre el valor histórico de los mitos, los an-
'? tropólogos, por lo general, estaban de acuerdo en que los mitos y las
prácticas, Boas trató de reconstruir de este nl0do las microhistorias fe
de los j)llc'blos de la costa noroeste, Funcionalistas y estructuralis- epopeyas nos podian enseñar mucho sobre los pueblos que las con-
tas abandonaron su aproxiJnación, pero, en los aftos sesenta, se pro- taban. Malinowski había dicho que la función ele los mitos era jus-
duio un renacimiento del esludio del pasado de los pueblos coloni- tificar el presente, legitimar las prácticas vigentes. Los etnógrafos
zados. Se h3bía pensaJo que' dich(b pueblus carecian de historia, ya estaban particularnlente interesados en los rituales que representa-
que no tenían docunlentos escritos, sin embargo, los estudiosos em- ban mitos, transmitiendo su nlensaje específico a través de todos
pezaron a \-incular las tradiciones orales con la evidencia proceden- los re,ursos de la música, la danza y la dramaturgia. Sahlins añadió
te dé la filología y de la arqueulogía, así COlTIO con Jos infornles <le una cláusula a esta tesis ya para entonces convencional: los pue-
tempranos obser\adores europeos. Se \/olvía, pues, a algo parecido blos, las gentes, disponen los nuevos acontecimientos en líneas
al proyecto histórico de Boas. Al fin v al cabo, los tiempos lo reque- narrativas previamente establecidas en su mitología. Los mitos de
rian. Las colonias europeas en Africa v OCeanía se estaban inde- origen reaparecían cün ligereza, transformados primero en
pendizando y demandaban la dignidad de una historia. En los aflOS histórica v, después, en noticias de! día. «La forma final del mito
setenta, el Sahlins había e:\.p(:rül1entaJo una ((explosión de cósmico e.s el eyento inmediato».-l3 Esto sugería otra proposición
entusiasmo por el descuhrimiento ele que los pueblos del Pacifico que era mucho más radical en sus implicaciones. En cierto sentido,
yo h<:'lb(a estudiado tenían realrneI1te lIna historülJ>,4:: los mitos anunciaban lo que iba a ocurrir 0, tal como lo decía Sah-
Con todo, era razonable cuestionar hasta qué punto los relatos
frecuentcnlente fabulosos trasnlitidos por la tradición ora! se reté- -+3. \'é-Ll::-<.' hn Vansina. Oral Twditiorl, Londres, Routledg<:, Kegall Palll.
rían a acontecimientos históricos. L¿.\'i-Strauss y' Edmund Leach 1973. Un anlrupl'llogo e:;,[l'llcturalisr<l, Luc de era pusible
mI' el hilo de lLl hb¡órica del tejido sin cO:::.turas de la rnitologl<l del Áfnca
adoptamn la postura de que era imposible destilar la histOl'ia del central, proHKLllldo un Illt'inso ataque contra el eqructuralísmo por parlt" de
mito, así que pasaron a s(,spechar fuel1emenle que cZ\si lodas las LLlc de Tlll' Dnl!lken Kill',}., 01' rht> OniSil1s o( !/ll' State,
historias, inc!u,\CnJd b ., 1116.::; r .... hnacias por el talniz Blnollllngl()r¡, Indi<IJu Lnner:'.ll) P¡es,<,. ]4S2 (primera puhli..:.aCJón <:'11 tranc..?s,
eran de hecho milos fL¿\i-StrzlLl:-i>; por ejemplo) que b re\"{)- Jan \'an-';IJlél, ·,is Eleg,:mce ProoP SU"lILturalisrn ,lnd iJlican History)), fh.,lOn
111 -\,Ii'ici!, ni"', 1'1:::U, págs. 307-348
..lA. .\Lu"hall D. ffiswricdl \JdilPhors uild .\1\'{I/lca! Red!!!l'):
'+1 1 ....,,>, t,N ,),¡. d!..,' 11:, e;. 233. Slructu,·,' tU .. he' DI/I.. . Hi"ton uf rhe S'ulléilnch AJ111 nt
42. \'¿,::;c S"hltn ... , Oi ji !:o/IJt pago ,'.11].
Michigan ISl81. pág. 15.
-.13. \ Sahhns, i,lulléls o(Hislorv, pág. 58.
208 C:ULTUR.'\ .\lARSHALL SAHLlNS 209

lins, los polinesios (lpiensan el futuro como si estuviera detrás Sahlins pretendía que la oposición convencional entre estructu-
suYO».-I6 Luego, los mitos podían también ofrecer guías para la ac- ra y acontecimiento se podía revelar entonces como una ilusión.
ción, sirviendo de prototipos sobre los cuales las gentes pudiesen Desde el punto de vista nativo, cada evento era un ejemplo concre-
modelar sus propias acciones. La gente ordinaria podía comportar- to de un estructura ideológica. De todas maneras, había que admi-
se COIll() si fueran caracteres mitológh:os. tir un residuo de la división anterior. La mitopraxis, o lo que Sahlins
En la teoria de Sahlins, el mito vino a ocupar el lugar que la cul- llamaba la reproducción estereatípica (tomando prestada una frase
tura, o más particularn1ente la religión, mantenía en la teorización de su amigo Maurice Godelier), nunca podía replicar perfectamen-
de Geertz. Este definía la cultura como un sistema simbólico que te la estructura mítica, prototípica. Una estructura tenía que dejar
suministraba tanto una explicación del mundo como un conjunto j,'
sitio, c.1e alguna fanna, a las n10vimientos tácticos de los individuos,
r,,-"t
de reglas para actuar en él. La religión hacía la misma labor, pero así como a las impredecibles incursiones de foráneos o, incluso, a la
incluso con mayor eficacia, describiendo un cosmos y prescribien- erupción de las fuerzas naturales. Sahlins llamó «\a estructura de la
do una moralidad. La religión era una expresión elevada de la cul- a esa mezcla de estructura Y evento, recurriendo a una
tura, cultura endon1ingada. Sah1ins sugería que, en efecto. una mi- miscelánea más bien confusa de de Lévi-Strauss, Braudel
tología era la esencia condensada de una cosmología religiosa, y v, en realidad, Marx, pero con una tesis central lo suficientemente
que llevaba a cabo las mismas dos funciones que la religión o, más clara." Los mitos aportaban un modelo para comprender los acon-
gcnerallllente, la cultura. Los mitos explicaban el cambio y también tecimientos. Tambíén ofrecían a la gente guías para lidiar con si-
podían ayudar a materializarlo, ofreciendo a la vez una explicación tuaciones nuevas. Pero algunos acontecimientos tenían el poder de
del \' uno guía de acción para el fuluro. «Los incidentes mÍ- subvertir el marco de significado que hombres y mujeres trataban
ticos consÚtLly'en situaciones arquelípicas. Las experiencias de los de imponerles. La mito praxis no podía absorber cada impacto que
protagonistas mílicns célebres son reexperimenladas por los vivo:s se le no podía congelar la historia. En los casos extre-
en circunslancias análogas. Más aún, los vivos se convierten en hé- ¡::
mos, se tenían que producir cambios en el propio orden simbólico.
roes míticos. >; ·r7 ({El gran desafio para la antropologia histórica», concluía. «no es
Sahlins llamó «mítopmxls» a la recreación de los mitos en las cir- meramente saber cómo la cultura ordena los acontecimientos, sino
cunstancias contemporáneas, y sugirió que se daba con particular cómo, en ese proceso, la cultura se reordena. ¿Cómo la reproduc-
facilidad en sociedades como las de Polinesía, donde los caracteres ción de una estructura se convierte en su transformación?>l50
.,,
de la mitología se enlazaban genealógicamente con los vivientes.
Los jefes descendían de los dioses y también estaban relacionados '", ,,< "!, -;,

con su propio pueblo; además, se identificaban con sus antepasa-


dos mitológicos en1ulaban sus bazaüas. En Ha\vai, «los héroes rea- .0': SahHns trabajó varios estudios de caso de luitopraxis en la Poli-
les probaron ser los verdaderos sucesores de los dioses al duplicar nesia, en el período del prinler contacto con los europeos, conci-
los logros didnus en e-I plano teJTenO (. .. ) La política aparece C01110 bienuo una obra de tres volútTIcncs que iba a llevar por título The
la continuación de la guerra cosmogónica con otros medios.;,"'s En Dyi>lg God, Or rhe Hisrory orrlle Sal1dwich Ishmds as Culture. 51 El es-
SUlna, los mitos eran discursos filosóficos, tal como había mostrado
L¿\'i-Strauss, pérO también ofrecían una filosofía de la historia.
Consagraban razünamientos en "ligar, tal como había insistido l\tla- -l9. S<.lhlins uf"J'eCL: '.ud<.l llJ1a vanedad de d..::fmiciont.>:j nución un ..
lino\\'ski, pero tambl¿n proporcirmaban guiunes que se poddan se- de \:.1 COYl\l1\\lr;1. "L1Il C'.lIljUlllo de relaCIOnes, cristali-
gUIr en d futuro. /.ad d '-1 dt' calL'g.!Hl'-h opefati\'-l . . v los lnll'n:se;-; de a(lores,
Colllo el Lnnn:plO dI:.' <'kcion . . 0\.:1'-11 de ("';idden:-., s.: 1.1" sujeta a la doble
dekrminaCl('ll1 dL" ll1\encion,-,c, ..b.", en un esquema cullur::d \'
-+6. {hui.. iL"J r.:flel!; l·Oflcn:tamcllk .llo'> Ol.II)¡·¡'·S) JI" t.:o,,,..:cu..:ncin ... iClpl ....·\ qll,' .... lJrgL'1l de su recupcl ación en otros proveetos

-1-7. fl/\!()!tdil \leftlfJhor, ulld \t.\'rhic<ll Rcol:rit.">. pág, 1-+. ) esquema:::.." \'éa."e {,fOIlt!.., (J,' H",¡"j;, p;..t)1. 125.
-+8. \ ,\br..;kl,1 D. Sahhns. H()H ".\,lfl\ C)) Tll/I/k: .4bou! Ca¡Jitllll Ccok, FUI" SO. \ ,"-,ase Sahlins, f-f1.\{Ii¡IÚ.d .\k:aplu1rc, ilud Hw/zical Reu{ule::" pág, 8.
é'uIJI(llc ¡,ni\'"l''¡t>, ofClJicago PIe".". jl)95. roig. 25. 51, de ,(l"U ¡lllPO] tan le.'" recog . . n en libros: H,:,((JrlCat
210
CULTURA MAR5HALL 5AHLTl'<5 211

tudio de caso concreto al que profesó la mavor atención _y que Cook como a una encarnación de Lona. Según un relación n10der-
provocaría el mayor interés- se refería a la visita del capitán Cook na que recapitulaba el estado de la cuestión poco antes de que Sah-
a Hawai entre 1778 y 1779, su muerte allí y Jos cambios revolucio_ lins retomara el caso, la identificación de Cook con Lono
nnrios que siguieron.
La historia del primer contacto de Jos europeos Con Hawai ha- era una idea lógica, )'a que [Cookl llegó cada 'vez durante la estación
bia sido objeto del interés de los estudiosos desde el momento en del maJ..:.ahiki y Lono (. .. ) era el dios del nwkahiki. Entre los hawaia-
.•¡
que llegaron a Inglaterra las noticias del dramático final de Cook. nos había una tradición que decía que Lona hahía partido a Kahiki y
Se publicaron varios relatos de testigos oculares y pronto los histo- se suponía que, entonces, había regresado. Las velas de los barcos ex-
riadores pudieron echar mano de la rica documentación sobre el tranjeros se parecía al estandarte de kapa i ' asociado a la imagen de
viaje. Desde una etapa t e nlprana, se intentó recobrar la visión ha- Lono; y b manera como el eSL'uadrón de Cook navegaba
waiana de los hechos, pero fue en los años sesenta cuando estos es- te a ]0 largo de las costas de varia::. islas era más que una pequeña in-
sinuación del avance dd dios alrededor de la isla durante la fiesta de
fuerzos se renovaron Con particular fuerza, a favor de una nUeva ola makahiki.'<
de historiografía poscolonial que aspiraba a presentar la perspecti-
va de los nativos, frecuentemente descuidada o infravalorada en las Cook habia tocado las islas Hawai durante la fiesta anual de nzaka-
historias convencionales sobre la expansión europea. En los nuevos
hiki en 1778. Cuando, en enero de 1779, desembarcó en la bahía de
estudios, se reSelYÓ un lugar de honor a las iniciativas de los nativos Kealakekua, estaba bien encaminado para ser aceptado de manera
y se los trató con simpa tia. Algunos autores incluso tomaron parti-
general como Lono.
do contra los colonialistas y, retrospectivamente, forzaron a los lo-
cales a dividirse en bandos de bravos resistentes frente a colabora- Ti.ll1 pronto corno fue a la COSta, acumpañado por algunos de sus ofi-
dores egoístas y cortos de miras (a veces, casi parecía Como si los ciales, los sacerdotes lo tomaron por su cuenta y lo convirtieron en la
historiadores coloniales estuvieran librando la Guerra del Vietnam figura central de una ceremonia elaborada en el heiau de Hikiau, con
por poderes). S8hlins estaba igualmente preocupado por recuperar lo 4uC los sacerdotes querían decir que lo reconocían como la
la experiencia nati\'a, pero su mensaje era menos político y más nación de Lona; hasta el último día de su vida. los nati\'os lo tralaron
bien posmoderno (aunque eJ propio Sahlins se resistiría tenazn1en- con un respelo que llegaba a la adoración. No es si Cook se
te a esta descripción). En su opinión, no había una narración maes- dio cuenta de la significación religiosa de lodo
tra del colonialismo. Cada partido hacía todo lo que podia para se-
guir su guión culturatmenle específico. La tragedia -conlo la Tras un tiempo andados, aprovisionándose gracia.s a los hospitala-
muerte de bl'Otaba de su convergencia, que no respondia a rios isleños v poniéndolo todo a punto, Cook largó las velas y zarpó.
guión alguno. No era un choque entre fuerzas históricas mundiales, Sin embargo, su mástil se rompió y se vio obligado a volver. Enton-
sino entre dos narrativas. ces, «(se reasumieron las dejas relaciones, aunque los hawaianos
La lectura que hizo Sahlins de la muerte de Cook dependía de la sentian curiosidad sobre la razón que había hecho v'olver a los ex-
pretensión de 4 u e los ha\\.-aianos lo habían identificado con Su dios tranjeros'l.55 Los hurtos se hicieron más comunes. Se lle\'aron las
LOllo, Ésta c't'a llna idea bíen establecida, aunque las fuentes accesi- herramientas de los herreros, lo cual produjo una refriega en la que
bles e.. . taban a intcTpretaciones conf]¡cli\'a:-, al Illenos un un jefe llamado Palea fue golpeado con un remo. Siguió la pérdida
respelado c.,pecial¡,ta en la Polinesia, Sir Peler Buck. la habia re- más gra\'e de un bote. Cook adoptó su estrategia acostumbrada y
chaLado completamente'". No obstante, lTluchos historiadores esta- trató de tomar al rey como rehén hasta que se devolviese la propie-
ban de acuerdu en que, de alguna nlanera, los ha\\aiano.,> U"ZHarOt1 a
,-. KU¡Jl1 o Ulpíi ó b deslgn;::,cion dt' dll<l espeCia oc ropü sin tCJI::'r, hecha a
liJn panír de la coneza ue la IJam;Jlb murem d...') (81'( 'lIssollt!tia papyrijem l_ (,v. del t.)
Hl'!O!,i (fUu' RC¡¡!Ull''>: Sln/dure in the Eur/J IIb{{)n 01 l/le SW!clll'lch 33, Vbse Ralph S. Tllt' HíI1\d¡¡UIl Killgdoll1 1/7S-185.;J.: FOlllIJatio1/
"'/(;1/(/, I ¡LiS1), L,/..,I"'I:,!' ,Ji H",,!un tlYXSl,
íiud HOflnlulu. ni 1957. pág. 15.
')2. Peh:.'1 Buck (Te Ran?l Hiroa), .,Cook\ nj 5-+. lbid.. pago 1
Be.FIllCC p Blllle{¡lI, n" lx. 1945.
55, Ibid.. pág. 1
212
CULTURA
MARSHALL 213
dad robada. Pero los hawaianos se habían tomado suspicaces:
«Lono, si en realidad era Lona, nunca antes había ido a visitar a un " El la fiesta de Ai'ío Nuevo hawaianu, da comienzo
jefe de tal forma -armado, apoyado por una escolta de soldados y cuando aparecen las Pléyades en el crepúsculo," Esto marcaba el
con un movimiento concetiado y aparentemente hostil de botes ar- inicio de la estación, de igual nombre. en la que se producía un
mados procedentes de Jos dos barcos». i6 Se reunió Una muchedum. calnbio en el clima y las mareas, cosedlándose los prinleros frutos,
bre v algunos marineros fueron presa del pánico. El propio Cook Lono era un dios de la paz y de la fertilidad, asociado con el pueblo
disparó su arma dos veces. En la confusión, lo tumbaron al suelo y autóctono. El resto del ano gobernaba el dios Ku, ligado a los jefes
lo mataron. Los hawaianos se llevaron el cuerpo y lo «trataron como gobernantes. así como a la guena ya los sacrificios humanos, Cuan-
el de un gran jefe».57 Los británicos se reagnJparon v tomaron du- do Lona llegaba desde Kahiki (quizás TahitO o, más bien, cuando
ras represalias. Finalmente, después de una semana, se hicieron las los sacerdotes de Lona traían la ünagen de Lono, se suspendían los
paces. Los h<:l\I.'aianos devolvieron a los algunos de los huesos rituales dedicados a Ku en el templo. El culto a Lona los reempla-
de Cook. evidentemente de sus «cuartos traseros». Los ingleses los
arrojaron al nJar en Una ceremonia funeraria y partieron.
.. '}:: zab3, acon1pañado por nuevos tabúes, incluido uno referido a la
guerra. Lono hacía un circuito por la isla, dándole la vuelta en di-
La versión que he resumido en las líneas anteriores representa d rección a las agujas del reloj durante veintitrés dias. A su paso. [os
consenso de estudiosos en el momento de la intervención de sacerdotes lo atendían)'" la:::; gentes lo saludaban celebrando sacrifi-
Sahlins. Su autol; Ralph S. KuykelJúal! era profesor de historia en la cios, en una festividad similar a la sawYIlalia de los rumanos. Al fi-
Universidad de Hawal y su libro de la época precolonial era el pri. nal del Makahiki, Lona se encontraba con el rey v establecían un
mer voJumen de lo que Se iba a convertir en una historia oficial de ./i- combate fingido, ritual. Pocos días después, Lono sufría una muer-
las isla, sintetizando los conocimientos académicos contemporáne_
,.'v'."-
¡i te ritual y zarpaba nuevamente, en una canoa especial cargada con
Os. Lo que hiw Sahlins fue prOSeguir y prohmdizar la lógica de esta :\l'..l
ffi comida, para no regresar hasta el año siguiente.
identificación gcnemlme1Jle aceptada entre Cook y Lona. Tal como Cook hizo su aparición en las innlediaciones de lVlaui a finales

levó interpretó testimonios (y éste continúa siendo \]n motivo de de noviembre de 1778 y. entonces, navegó en el sentido de las agu-
Controversia), cuando Cook visitó por primera vez las islas hawaia- jas del reloj alrededor de la isla de Hawai, para atracar y dirigirse a
nas de Kauai y Niihélll, a principios de 1778, durante la estación de la costa en la bahía de Kealakekua, el 17 de enero de 1779. Sahlins
nzakalziki. consagrada a Lono, los autóctonos tomaron a los mari- defendía que «se ha revelado posible solapar los rnovimientos del
"'
neros ingleses pUL' dioses. Sin elnbargo, los hmvaianos no tardaron viaje de Cook. de acuerdo con las fechas de los calendarios eu-
en descartar semejante idea, particularment.e a la \lista del ansia de ropeos, \. las actividades rituales del Makalziki, acordes con el ca-
los marineros por acostarse con las mujeres hawabnas y por COm- lendario lunar ba\vaiano, tal como se ha expuestó en las descripciu-
partir SI1S conlidas con ellos. Sólo Cook escapó de esta desilusión nes etnográficas existentes}), Las acciones de Cook reforzaron
general ,v cuando, al año siguiente, navegaron hasta las islas de intensamente la conjetura de los hawJ.ianos sobre su identificación
Maui v Hawai, lo identificaron personalmente Con Lona. Las velas con Lono. {( La correlación entre los moYimienlos ritlhlies de la in1a-
de su 'nado recordaban el estandarte asociado e'on Lona y dcsem, gen de Lono para el Makahiki v los desplazamientos históricos de
barcó cerca del templo principal dedicado al dios; pero el faclor Cook no era perfecla, pero sí suficientemente notable.» Cnok enlpe-
principal fue que condujo a sus hombres a Ha\\ai en el rnomento en zó su Yiaje- a Ha\vai en la fecha en que se cerraban jos tenlp[os de Ku
que Lona iba a hacer su visita anual, inaugurando las ceremnní3S y sigui<J, por mar, d traY'ecto consuetudinario de Lona en reco-
úel ,\Iaka/¡¡ki Entonces, inducido por los sacerdotes de Lona. pero rrido alrededor de la isla por tierra, tomándose inclusD algo mús de
tal vez sin captar completamenlt' 1" que estaba ,uecdiendo, Cuuk Se tiempo quc Entonces. echc) el ancla cerca de la sede del templo
comporto
Lono, en gran medida como si verdaderamente fuera el (ikuCl donde enqJt.'/.i..did y acababa el -:ircuitu de Lono.

30. l!J:d. 18 \ 19. Sohre el !\'\akabikl. \'a!t;'!"¡l) ¡¡'¡d Sucllliu: !?zrlld! aud
\c11<:'I\, f\.ilJ:.,,,JlliJ
57. Ih:d. El ,Sout'lY UI AIICi<:l.'t Hd\\'uil, Cfllcagn, (lC Chic.l::;() i9S5, c::;pccial
mente L') cap(luk 7: Da\ id \blo, Hil\\'/I/1tJJl Au,'/(!ul/ies (\/,)ole/(I HI,\\"lili¡, Honolu!u,
Uni\Cl,:>it\ ot HnwaÍl 1951 (original en mglt':->, 18(}8l.
215
CULTURA MAR5HALL SAHLlNS
214

((Sólo desembarcar, escoltaron Q Cook hasta el gran templo de de «encontrar al jefe>l.oJ Aunque el rey estaba inicialmente deseoso
kiau, donde se dejó lkvar por los sacerdotes a través de un elabora_ de acompañar a Cook a bordo del navío, algunos le convencieron de
do conjunto de ritos, caracterizados conlo "adoración" o "culto" que no lo hiciera. La muchedumbre rodeó a Cook ya sus hombres,
tanto en las relaciones británicas corno en las havvalanas.}) Para y un golpe asestado por una daga de hierro derribó al capitán (Sah-
mate, Cook partió más o menos en el momento en que el Makahiki lins incluso ofrece una solución al nlisterio del asesinato, al identi-
debía acabarse: "El 2 de febrero, King [uno de los oficiales de Cook] ficar al asesino rituaL un hombre llamado Nuha, pariente cel-cano y
escribe que Jos jefes se estaban empezando a preguntar cuándo Se compañero constante del rev b2 ). En ese instante, aparentemente los
irían los ingleses v se sintieron aliviados al saber que la partido era hawaianos sintieron que se había restaurado el equilibrio ritual. Se
inminente. ¡Pero Cook prometió volver el año siguiente' Realmente, c'_ llevaron el cuerpo de Cook y lo trataron como el de un jefe muerto,

toda la historia se estaba desarrollando de acuerdo cun la progra· lo cual queria decir bien como un antepasado, bien como un rival
mación rituaL. 5,:) derrotado en la gw:rru; Sahlins sugiere que Cook fue ({sacrificado
Sahlins argüía que el desafortunado desenlace también siguió , históricamente en tanto que rival, para ser ideológicamente recupe-
un guión mitológico. Lono y Ku eran rivales Y, en cierto sentido, la rado, más adelante, en calidad de ancestro»."' Para sorpresa de los
llegada dé Lono era una invasión, un desafío al rey. Jefes invasores ;.': oficiales, entonces la gente se volvió a n10strar amistosa y elnpe7.Ó a
habían fundadu tudas las dinastIas hawaianas. El reto de Lona para preguntar, con cierto apremio, si Cook volvería al año siguiente.
con el rey se resolvía ritualn1ente en el clímax del Alakalziki, cuando "Los incidentes de la vida y muerte de Cook en Hawai eran en
anlbos enzarzaban en un combate de pantoD11I11a, tras el cuaL el muchos aspectos metáforas de una realidad y,
derrotado Lono zarpaba abandonando la isla. Sin embargo, en el '-1". sin embargo, ningún mito está lihre de ambigüedades. El mito de
".
caso protagonizado por el capitán británico, la secuencia prc\'ista Lono y otras creencias ha\\.'aianas estaban abiertos a lecturas alter-
se vio alterada. El accidente en el mástil del Reso/lltion obligó a nativas por parte de los propios hawaianos. necesitamos supo-
Couk a volver a la bahía de Kealakekua, adonde llegó el 11 de fe- ner que todos los hawaianos estaban convencidos de que Cook era 1
hrero. Lona, cOlnentaba Sahhns, (o, Dlás exactamente, [nu Dccesitan 0s
..§I:{- suponer] que el que fuese Lono significaba lo mismo para todo el
Entonces Cook estaba hars catégori¿, Cuera de cualqUler clasitica· mundo»).IlS Las diferentes facciones hawaianas representaban a
dún. Lono había venido les había ob."iequiado con sus riquezas en Cook y su partldo de modos distintos. Para lus sacerdoles de Lona,
hierro, 4Ut' mayoritariamente ya se encontraban en manos de los je- Cook fue siempre el akua Lono, pero para el rey era una amenaza
fes de más alto rango, los cuales habían, pues. capeado con éxito su potencial, un rival, va que los nuevos reves siempre habían \legado
paso (el de Lona) y habían \"llelto a ganar b tierrJ.. Entonces se había a Hawai desde el exterior, en el poder n1crced a la con-
ido, presumiblemente para voh.'cr un ailu después con bs quista ... la consiguiente derrota de los re:'eS o jefes anteriores).
La repentina reaparición Je los nados era una contradiccion con Para las mujeres, los marlneros eran amantes divi.nos \' generosos,
ü
todo lo que- h<.lbia pasado anteriormenk.o
para lus cuales se pDc\íall levantar los tabúcs. Para los hombres ple-
beyos. eran una fuente de hierro \' de uportunidades comerciales.
La conclusión obvia era qUe, en esa ocasión, LODO estaba Este comercio nO tardó en despertar los celos de los jefes, que tra-
lanzado CI. In conquista. taron de mOIlopolizado, alentando nuevas tenslOnes entre d10s y
!\iluchos ha\',¡aianos respondieron a su regreso con una serie de
robos. Al tinal, Cook prácticamente no tuvo más remedio que echar los plebeyos. Tal como lo resume Sahlins;
Tuano de su último n..:curSQ para situaciones similares: tomar con10
al líder del grupo en cuestión. «Se pudría decir que invocaba
sus ¡xopios rituales políticos nativus, la L:llnosa colonial
61 Ihui.. pago 2;.
V':ase Sahlim, f:,11i11i{' (JI }fi,/Un, pa¡;:-,. 12'0'-131.
62 Sahll1l:-:', !lL,/rl1LilJ \ll'I,lr1tí;l) \hih¡<;;/ 8uu'¡ut'.'. pc:g. 25
\'"e:'t::ic HI)(U¡k\¡( \[e(dui,lJi., ilIIJ ,\!'.:inc'c!{ Rl'/:!li:n, 2022 (la (->3.
lllhJI1:.: 11..'fLT(,lh..ia __ caplu..":'\ pÜla el resto de Ul¡l:' lkJ par!":.,!"()) 64. l/.IIJ.. tI
bU, /bid., 22 \ .23. Véase Sahhns. I dwuls uf H I Jn , pág. 12 t.
65.
216 CULTURA
SAHLINS 217
Para los sacerdotes ha\vaiallos, el capitán Cook aparece con un dios
ancestral, para los jefes resulta más parecido a un guerrero
La derrota de Cook dio al rey y a los jefes la oponunidad de ab-
evidentemente, a los ojos de los y mujeres ordinarios, se sorber su poder ritual o "''''la.'' Desde este punto de pista, la élite
muestra como algo más y algo menos que todo eso. Actuando desde hawaiana se identificó con Inglaterra. Pronto el rey se empezó a re-
perspectivas distintas y con distintas capacidades panl modelar a imagen de su homólogo británico Jorge IlI. Sus minis-
j{'
para materializar, sus interpretaciones respectivas, la llega ·;"i
tros comenzaron a llamarse Billv Pill, Geor'ge Washington y Char-
a conclusiones c1is.tintas .\' las sociedades producen distintos con- ley Fax, así como empezaron a ponerse elegantes siguiendo una cierta
sensos. tot>
versión del estilo aristocrático europeo. Todo esto desencadenó un
·•.l'
cambio en la relación entre jefes y plebeyus. «El jefe hawaiano,
Sin enlbargo, no se pern1itía a las interpretaciones rivales que rei- cuyo modelo de mal1a celestial es el rey Jorge de Inglaterra, ya no es
nasen libremente. Hubo un lucha para imponer una lectura autori- el mismo Jefe de antes, ni tampoco la relación con su pueblo será la
zada de la relación entre Cook y Lona. Sahlins sugiere que nlisma.»h9
De manera parecida, al principio, los ha\vaianos interpretaron
Jos poderes constituidos ha\vaianos tenían la capacidad única de los intercalnbios con el grupo de Cook en términos tradicionales.
objeti\"ar púhlicamente su propia intt'rpretación. Podían hacer que pero pronto tuvieron que repensar senlejante aproxinlación, dado
la estructura c.lpuntalase cuestiones de opinión y, en la práctica, al que dichos intercambios empezaron a inducir cambios efectivos en
rendir a Cook los thbutos debido.. . a Lona, tamhién comprometían las relaciones convencionales. Una visión pragmática sugeriría que
al puehlo
67
en esa religión de la que ellos eran los profetas legíLi- el comercio floreció porque cada parte entendió lo que la otra que-
mos. Con todo, la elite de la isla est<lba dividida. Lo.'i sacerdotes fía y supo sacar provecho del intercambio. Era una expresión ra-
del templo principal dI.' Hikiau adoraban a Cook, en t<.l.nto qu\.'" en-
cional de una lógica uni\'ersal de reciprocidad (sobre la cual Sahlins
carnación del divino Lona; ahora bien, si tenían razón, el regreso
había escrito in extenso en la Economía de la Edad de Piedra). Los
de Cook del mundo de los muertos o de cualquier otro lugar no se-
ría tan bienvenido por el rey .v los jefes guerreros: éstos se tenían marineros británicos asumieron que sus negocios con los hawaia-
que enfrentar con él al final del itlakahiA.i 'y', quizás en esa ocasión, nos seguirian un patrón que habian establecido durante sus visitas
en lIna pelea real más que en un encuentro rituaL Los sacerdotes de a otras islas del Pacifico. Querian comida, leña y sexo, y llevaban
Lono no dejaron de mostrarse amistosos tms el inesperauo retorno consigo mercaderías para canjearlas por estos servicios. Pronto se
de Cook y continuaron tratando de llevarse bien con los hombres de instauró un sisten13 de intercambios recíprocos, aunque, a veces,
Cook, incluso después de que el campeón del re.\-; venciera al capi- habia que mantenerlo por la fuerza. Según Rober! Borofsky v Alan
tán británico.
Howard, durante el primer período de contacto en el Pacifico, se
daba un ciclo típico de comercio, robo y' castigo, sucedido por una
* nue\'a ctapa comercial :,: relaciones usualnlente pacíficas, que, a su
vez, se seguía de provocaciones frecuentemente violentas. En gene-
«Cook era una tradición para los hawaianos antes de que tl.lel"el un los jefes estaban dispuestos a ay'udar a los nlarineros a contro-
hecho».6::i Pero la estancia de Cook en Ha\vai desencadenó conflic- lar los hurtos, ya que esto fortalecía su influencia para con los ex-
tos . . ociales .y puso en Inarcha cambios re\'olucionarios, )l de esto tranjerus, pero los robos también eran desafíos que exigían a los
también se debe dar cuenta. Repitiendo el dicho como un refrán, europeos que demostrasen sus pretensiones de disfrutar de un
SahIíns insistía en que cuanto más iguales pernlanecen las cosas, tus alto probando su eficacia, particularmente ante retos orquesta-
más calnDian. La mitopraxis no sólo recapitub nccesadamente el dos por los propios ladrones. En tales situaciones, ambos bandos
pasado, ra111bién puede precipitar una revolución. aCllstumbrah;:¡n a utilizar la violencia implantZll" sus posicio-
l1('S. \Jo obstante, y a pesar de los robus ocasionales de las
D6. ¡bu!.. pig. x.
67. I!Jld [lág:-, 121 \ 1::2 69. flnd.. pág.
68. ih,J. 1-18. HlUw e:-, un térmllll) aU:-,lronesi{) que design<\ 1;.\ IUL'rJ.a \11.11.\ qUl' Ilu hcl\ que
lonfundir con el maná bíblJco, (..\'. de! t. J
218 CULTURA l\lAR5HALL SAHLlN5 219

ciones provocadas por las represalias consiguientes, los británicos de la vida polinesia. "Constituyendo la naturaleza social de personas
pensaban que los hawaianos, al igual que otros insulares del Pacífi- y grupos, el tabú es en sí mismo el principio de estas distinciones. Por
co, estaban deseosos de entablar relaciones comerciales. Si acaso, la nüsma ra:.UJIl, el tabú nu Llunca un simple reflejo de la práctica,
mostraban un entusiasmo y una generosidad excepcionales. io está en el orden de la práctica, como su organizador.» 72
Pero los hawaianos veían esos intercambios bajo otra luz. Sah- Así pues, podía esa práctica escapar a la regla del tabú y
lins apunta que exisLian varias modalidades tradicionales de inter- con qué consecuencias? Lo que Sahlins llamaba "el pragmatismo
cambio: el sacrificio era apropiado para los dioses; se esperaba que del comercio» era el tnotl\'o de las violaciones del tabú, pero sus
los jefes hicieran generosos obsequios a sus inferiores, quienes, por efectos iban a estropear las relaciones establecidas entre las catego-
otra parte, tenían que ofrecerles tributos; finalmente, entre iguales rías de hombres y mujeres, de pleheyos y jefes, de hawaianos y ex-
se practicaba el trueque. Tal corno Sahlins interpreta los primeros tranjeros. El balance fue una transformación estructural, una reor-
conta.ctos entre británicos y hawaianos, en 1778, inicialInente, los denacion de las viejas categorías. Cuando el sacrificio dio paso al
indígenas trataron a los marineros con1ü dioses. que requerían sa- comercio, los extranjeros, de dioses, se convirtieron en hombres.
crificios. Las mujeres se ofreclcrDn a sí nlÍsn1as de una [orilla que Otras categorías también se vieron implicadas. Tradicionalmente,
parecía especialmente apropiada para la estación del Makahiki, un las mujeres hawaianas eran a sus hombres, corno los plebeyos a sus
tiempo consagrado a los rituales de fertilidad. Pero los marineros jefes, o como lo profano al tahú. En consecuencia, cuando las mu-
pagaron a cambio de los servicios que se les ofrecía, r"modelando la jeres rompieron los tabúes al festejar con los marineros, también
transacción hacia u'na variedad de trueque, con lo que perdieron su las relaciones entre Jefes y plebeyos pasaron a correr peligro. "Lue-
estatus divino, ,<Cuando el :;acrificio se cODvirtió en mercado, los g0' no se trata simplenlente de que se revisaran los valores de la
%
"extranjeros" hao/e se convirtieron en hombres. Se secularizó a los laciones existentes -entre hombres v mujeres, entre jefes y plebe
extranjeros.»7l Desde el principio, los hombres ha\vaianos se habían 'vos-. También se revisaba la relación entre tales relaciunes. Se
mostrado muy dispuestos a intercambiar bienes (mujeres inclui- la estnlctura.» 7:
das) a cambio de herramientas y amlas. A medida que el trueque se La noción de una transformación estntctural se basa en la su-
generalizaba, hombres y mujeres en1pezaron a competir por los re- posición de que la relación entre dos o más estados de una estruc-
cursos de los marineros. Rápidamente los jefes Se movilizaron para tura es sistemática. Un cambio en un parte de la estmetura debe
qued;:H'se con las nlercaderías más deseables, sin dudar en elnplear precipitar cambios armoniosos en otras partes. Así, si, en este caso,
una fuerza desacostumbrada contra su propia gente en el proceso. las mUjeres tendían a igualarse con los hombres, se podía esperar
Pronto, a resultas de la competición, las relaciones entre homhres que los plebeyos tendieran a igualarse con los jefes. De hecho, apa-
). n1ujeres se hicieron tirantes, y más aún los vínculos entre jefes y renteInente ocurrió lo contrario, aunque Sahlins argunlentaba que
plebeyos. tambi¿n esa era una consecuencia lógica de la perturbación del vie-
AdemLÍs, las cOlllerciules se hacían más complicadas jo sistema de relaciones.
por los tabúes que las regulaban. A v'eees, durante el Makahiki, el pro-
pio mar era tabú. Los marineros persuadieron a muchos hawaianos Ya que cua14uü:r CU.':>d que' agudiza la distinción entre jetes y plebe-
para que ron1pieran estos tabúes con el objetivo de comerciar con yos, o debilIta lo. disLinción entre hornbres y mujeres, socaya la equi-
dIos. Entonces, se transgredieron otros tabúes: las mujeres abrieron valencia dt: estas (... ) L.l. de L·bse en:re los je-
tes y el resto de la poblacillc por de ellos se puso así en primer
el camino al Colller con los marineros, de sexo l1l.J.scu!ino, \ consumir
plano. Se conYirti() ell mas pertinente y más importante para la ac-
alimentos prohibidos. La transgresión de los tabeles representaba un ción qm' l'] t::tóú de (ii:-tinciones de género qlle anterior-
problen1<.l tcorético para Sahlins, que el tahú era el l/(/bitlls sacro
mente la

71). Rdhct't Bi,¡'nl.,k\ y .'\':'-111 ,II1L' Edrh (o!ltacl <:'0 A.


y R, (,-'U\l)!'.".), ni Pn!\'l"\!ill! f-:;hllO!(I;.!,.'., HunoluJ\!, 72. {bid., págs 51 \ 52.
0)1 l-Ll\\dlí PrL'::>.,>, ]')89, t>speci.dmenl .... 2'iS-2oo. 7; ]/)iJ, pág :; 3
-:1 \'ca.""': Sahliu:;, tkrap!wn (/w! \l\r!1¡Cu¡' 53. 7..1.. IbIJ.. pág. 53.
MARSHALL :':.AHLINS 221
220 CULTLRA

También sugería que los europeos eran a los hawaianos lo que los mente: en mayo de 1819, moria el rey Kamehameha 1. Por primera
jefes a los plebeyos. Ésta era la razón por la cual los jefes hawaianos vez habia reunido a todos los habitantes de las islas Hawai bajo un
adoptaron nomhres y modos ingleses, er,:¡n estructuralnlente ade- solo gobernante. Pese a algunas resistencias, le sucedió su hijo Li-
cuados. Por lo que parecía, pasara lo que pasara, siempre estaba es- holiho, que se convirtió en el rey Kamehameha n. Cuatro poderosas
tructuralmente determinado. figuras formaban el enlOmO inmediato del joven rey: la esposa fa-
En cuanto al comercio y en cuanto al drama de Lona I Cook, el vorita de su padre, la reina nladre, el primer rninistfo y el SUlno sa-
razonamiento de Sahlins se resume diciendo que la gente recreaba cerdote. Juntos decidieron abolir el sistema del tabú. Su blanco
sus interpretaciones del pasado. La actuación cambió el guión, pero principal eran los l;10Út>S que prohibían a las mujeres comer con los
los nuevos textos eran transfornlacíones de los viejos. corno una re- hombres, así como los que les vetaban el consumo de algunos ali-
presentación de Julio César con vestuario moderno. Tal COlnü reve- mentos resen:ados a los varoneS. Estos tabúes eran fundamentales
la UII IIlOfflenlo ue reflexión, uno de los problell1as de esta tesis es para los hawaianos y simbolizaban el sistema entero de restriccio-
que el ohseniador puede construir fácilmente semejantes ({transfor- nes. Típicamente, se había castigado las infracciones con la muerte.
maciones) si realmente sólo hay dos estados entre los que se da la En noviemhre. se celebró una gran fiesta en la corte, en el curso de
«transformación)}. ¿Cuál ha de ser la dimensión del cambio y su im- la cual se rompieron cerelTIonialmente los tabúes. Se enútieron las
predictibilidad para que deje de ser una «transformación»? Otra di- órdenes de destruir los idolos, de profanar los templos v de que-
ficultad estriba en la 11lotivación ele] cambio. A veces, Sahlins invo- brantar los tabúes. fue una revolución de an<iba abajo, desde arri-
caba lo que llamaba «intereses» y admitía que facciones diferentes ba, en la cual el sumo sacerdote fue una figura señera. Pero hubo
podían intentar imponer interpretaciones de un mito que encajaran oposición. liderada por un primo del rey que era el primer candida-
con sus propias metas políticas o rnateriales. Insistía en que esos to en la linea de sucesión de la máxima -dignidad sacerdotal. El par-
«intereses)} estaban culturalmente conformados. De todos nlJneras, tido del rey delTotó a los conservadores, principalmente porque po-
se debería derivar la posíbilidad de que las facciones hawaianas 111a- seía más arnllls de fuego. CUundo los misioneros llegaron a la isla.
nipularan sus mitos para legitimar sus estrategias pragmáticas, en en 1820, los hawaianos habían aceptado los cambios mayoritaria-
lugar de seguir sin más un guión cultural previo. Finalmente, está la mente.
dificultad de que los mitos se pueden interpretar de muchas formas. Se han ofrecido muchas explicaciones alternatl\'as para estt2 no-
También pueden ser más o menos significativos para grupos dife- table acontecimiento. Kroeber sugirió que la abolición de los tabúes
rentes de una sociedad. SnhEns citaba, y aceptaba, declaraciones era Ull ejen1plo de lo que llamaba «fatiga culturaL), un sentiJniento
del siglo XIX, según las cuales, los plebeyos hawaianos ignoraban en similar al que sintieron los franceses tras su derrota en 1940 o los
gran medida los asuntos religiosos v se les debía obligar a cumplir americanos después del crack de 1929. "Una vez una actitud de este
los tabúes. No es eddente, pues, que fueran prisioneros intelectua- tipo desarrolla la fuerza suficiente, la novedad en sí misma puede
les del culto a Lono, ni que las creencias mitológicas pudieran llegar a parecer virtud v bonanza." 77 Pero esto no explica por qué
tívar deósivamente sus ;lcciones./ 1 Estas dificultades se hicieron los ha\vaianos habbn empezado a sufrir anon1ia cultUl·al. Según
muv evidentes cuando Sahlins intentó explicar la revolución cultu- Robert Redfield, los hawaianos eran en cualquier caso un colectivo
ral de 1819, año en el llue los reYes hawaianos abogamn todo el sis- \o]ublc, siempre prestos a abrazar Y sin1plen1cnte
7s
tema de tabúes. se inspiraron en el ejemplo de los marinero,.., ingleses. Sin elI1bar-
Ese es el capítulo más famoso de la historia telnprana de Hawai go, las prflctjcas transgresoras de tabúes de los ingleses no tenían
despllés de la Jlluerte de Cook y antropólogos e historÍ,-ldores le han
dedicado una gran número de especulaciones. 76 Resumiendo breve-
Abo)¡uun oi lh . .' T:.lbou in H31.\;lli», )()¡,¡-¡,'{i! (JI rhe Pn/\lInwl! Suc 11.'/'., n" 7..1-,
IYf1"l. p..\g:>. 21·:;9
--;:; El ereg Oel1lng defendía C',"'¡;l pn"j(U)¡) (:"1 UIl;¡ \.:!'Ilk"¡j;d Ll.lh;\jtl
77. /\lfIed L KIOcbCl", .4.Jllj¡mpoll!i.!,I', /\uc\a )"ork, Harcoun. Br:.lC<:' 3nd
d . .' S:ddin.., \'2a::.e Gn.:g Oen;ng, "Sh01rks Thal Walh. on lbl' LallJ' lhe Ol'ath ()f \l\urld, 19-18, p{¡g'>. -W3-..HlS.
Captain Cook", Mealljill, n" 41. 19K2, pag:; 427-437. 78. Vea:,l' R{}blTI RedUeld. T!¡¡; Pl/iIlUil't"' \.i,ó¡lcf «1/¡1 't·, láu/sfo!"JJ/(illUII"',

7b. \'¿;¡st' una rcn..,ión ,-le la bibJioglafia t'xístl'nLe en ,\lall:olm \Vebb, "The York. Comell UnlVI.'!,>m Press, 1953, págs. 128-1;0
222 CULTl;RA MARSHALL SAHLlNS 223

neccsarian1cnte que pesar mucho, ya que los extranjeros estaban golpe, can1bió de dirección y argun1entó que «una estructura a lar-
excluidos del sistema de tabúes y los hawaianos hacían venir a na- go plazo» estaba desplegándose más allá de! control de los actores:
tivos de otras islas para ¡¡evar a cabo actos prohibidos, como por
ejemplo, cortar el pelo. Una hipótesis alternativa sugería que se tra- He aquí la serie de inversiones que, aun de nwuvaise foi, conservaría
tó de una "evuelta de las mujeres, sobre las cuales recaía especial- de todas maneras la fe en el antiguo sistema. Originalmente foráneo,
desde ese momento, el rey' pasó a aparecer como el hmvaiano nativo.
mente la carga de los tabúes. Pero las mujeres aristócratas se arries-
'::f Aquel que, consuetudinariamentc, imponía tabúes al acceder al tro-
gaban a perder más de lo que podían ganar al abolir una parte del no, los iha entonces a descehar. La gente de Kaahum;lIlLL, por catego-
sistema sobre el que descansaban sus privilegios estamentales. Ade- ría donadores de mujeres .y jefes depuestos, tomaron el poder en vir-
más, esta explicación no daba cuenta de papel director jugado por e! ;1- tud de su acceso a los recursos extranjeros, Y la mujer restableció el
;"'i::'
SU1110 sacerdote al in1poner los cmnbios. De hecho, ninguna de estas orden de los tabú es. Así, el re)' :y sus afines, los hombrt:s :-' las muje-
.fJ'
teorias explicaba qué había impulsado al sumo sacerdote y al resto ..;, res, los e.\.tranjeros v los indígenas, tabú y ¡lOa, intercambiaron
del partido del rev a correr un riesgo político semejante, al tener que sus lugares. 82
enfrentarse a una fuerte facción cansen/adora.
Sahlins abordaba este episodio -crucial para su tesis- de una
nlanera ya casi característica que parecía reconocer los cálculos Así pues, una vez nlás, se pueden presentar los canlbios como trans-
pragmáticos de los actores sólo para descartarlos. 79 Defendía que formaciones de una estructura. Incluso la revolución cultural se
había dos facciones principales en el círculo regio: el partido de los debe entender como un acto conservador. Las maniobras maquia-
afines del rey, sobre los que recaía e! deber de tratar con los euro- vélicas se reescriben como mitopraxis.
peos y que se convertirían en el partido de la revolución cultural; y
el partido de los parientes colaterales del rey, que controlaban los 'i< ,., ,',

dioses regios y el sistema de tabúes y que serían los conservadores.


El rey oponía a sus parientes por alianza, que no podían rivalizar Un antropólogo de Princeton, Gananath Obevesekere, pronto
por la sucesión al trono, frente a sus parientes cercanos, que eran desafió la explicación de la muerte del capitán Cook que Sahlins ha-
adversarios potenciales. Cuando Kamehameha murió, en mayo de bía ofrecido, lo cual provocó una feroz respuesta de este último y e!
1819, el partido proeuropeo de sus afines accedió al poder. Los con- estallido de un debate entre historiadores y antropólogos que no
servadores trataron de conseguir aliados apelando a los dioses. Los tardaría en atraer el interés de la prensa intelectuaL"
nuevos gobernantes se vieron, pues, obligados a contran'estar las A un cierto nivel, la discusión se centraba sobre qué había pasa-
reivindicaciones ideológicas de SlIS oponentes. y 10 hicieron revo- do hacía mucho tiempo en una playa tropical de los Mares del Sur,
cando los tabúes, lo que constituía un «acto ritua},) en sí mismo, ob- cuando los habitantes de Hawai tuvieron su fatídico primer con-
sen'aba Sahlins, «como siempre lo es la supresión de tabúes en Po- tacto con los marineros ingleses. Sahlins creía que los hawaianos
linesia».80 En 1824, los gobernantes impusieron Un nuevo código habian interpretado la llegada de Cook en términos míticos, como
ritual en la isla, un calvinismo estricto.
El relato est<.i claramente abierto a interpretaciones n1aquiavéli-
82, Véa:-,C' Sa)¡]¡ns. Hnlurica! .lAetaphurs (illd Jlnluccd p{q;!.. oo.
cas, según las cuales consideraciones de la realpolitik dekl'nl inarÍan ,\.1(I/1\'aise ¡rJÍ (1ikr:tlmenle, "mala fe») eré, una pari"lll"l. f,\\orccida par-
la acción, manipulándose el ritual v la religión al sen¡icio del po- llcularmenk entre lo.'; existencialistas, pnr;} cuaje", reprcsenL.lba b forma mó::.
dele" El propio Sahlins contempló semejante posibilidad, pero. de lTprensible de inn]('L.llidad burgue:.a.
,'<.3. \r,.':¡SC GcUlanalh Obeyesekcre, nlt, Apur/IL'IJ,'·I.' u( CU¡Jltil'1 C'(Jf.... ElI/opeulI
,\l\¡JU/lUk!¡¡<; ii/ tll<.' P(:c·i/.'c, Prim:etoll, PnnCL'ton l'nl\t.'I",il\ Prt'..",>, 1';)l12. Sahlitl",
79 5;]111111'<'. H:;wrica! \lerap/¡un (111(1 \I\'tllú'al Rl!dh!1I:":>, pZlg,:>, 56-62. publicó l;lpidalTlt'nlL' "ll Marshall D S.lhJms, Hmt ',,\urílt:',., Thlllf...:
1'\0. ¡hu!" pago D5 4h!!lIf Cd¡JtUlIi COIJ/'" j-¡n L.\umpt(:', ChICagü, Lnn·cr'il\ ni ChicdgO Pre.'is, ]'::195. P,-Ira

J. Véase WiJlIL1ITI Dm'cnport, "The H:l\\üiian 'CUiIUr;}] rn-nlution": Some Llna (:rillca l'ljuJ!ilJr:1Ja del debate, cun niu-.:IHl.'i
Econonllc and Polítical -ll1lcricall n" 71. 1969.
IlIrllr0po!¡>tf,IS¡, cos, \CdSe Rubert «Couk, Lona. Ob':'c':>ekcTc, ami Sahiíns);, CUITe/a
1-20. .·\1I1/II()P()/Ogl', \'01. j::;, n' 2, 1997, póg::>. 255-2n.
224 el} 1 TUR.A. ¡\lARSHALL SAHLlNS 225

una visita de sus dios Lono y habían actuado en consecuencia. übe- central no reside en si es el análisis cle Sahlins el que tiene más sen-
vesekere argumentaba que los hawaianos estaban enfadados por la tido o si es el de Obeyesekere. Lo que necesitamos preguntar es qué
de Cook y su bando, así como por su profanación de los análisis concuerda mejor con las maneras de entender las cosas de
lugares sagrados, respondiendo como lo habrían hecho gentes ra- hawaianos y británicos en 1778-1779, tal como han llegado a noso-
cionales de cualquier otro lugar ante una invasión de vándalos y tros hoy en Se podía afladir que las diferencias teoréticas en-
matones. Cada uno de ellos citaba los diarios de los marineros, tex- tre los dos autores son menos conspicuas de lo que parecen creer.
tos h;:1\vaianos y comentarios de los misioneros, y cada uno incluía Obeyesekere aclara que se vio empujado a revisar los textos origi-
su propio punto de vista sobre cuestiones tan técnicas COillO el fun- nales porque se sintió profundamente turbado por una charla sobre
cionamiento del calendario lunar hawaiano. el capitán Cook que Sahlins impartió en Princeton, en 1987 (en rea-
Pero alnhos contrincantes insistían en que otros niveles J' otros lidad, fue en 1983, CDmo ha "eclificado Sahlins). Pero su ohjeción
temas de maY'Of enn"rgadura estaban implicados en la interpreta- :i: no era contra la teoría de la mitopraxis de Sahlins: «No siento falta
ción de esa renlota tragedia. Encontrando de nuevo que sólo d fran- de empalia con esa teoría, fu" el ejemplo ilustrativo lo que provocó
cés podía aportar el nlOt juste, Sahlins escribió que «una confronta- mi ira»,88 De hecho, Obeyesekerc introduce una noción de (,mode-
ción semejant!:' de culturas ofrece un;) ocasión pt'ivilcgiada para \/eI' :,:' los de n1iton que reCUerda la «(mltopraxis» de Sahlins, Escribe, por
en elair (con lo que podía querer decir claramente o, tal vez, apun- ejemplo, que los mitos ofrecen a la vez «en la feliz frase de Geertz,
taba a un significado más especializado, impllcando un mensaje modelos de v para la realidad. Se construven a partir de experien-
emitido, por llna vez, sin codificar) tipos de cambio histórico 111UY cias de la vida real v, en su momento, int1uven consc)ente o incons-
corriéntes».'" Para Obeyesekere, el debate sllscitaba temas funda- cienten1ente tanto el arte (narrativa) en la existencia vivi-
mentales acerca de la práctica antropológica. Cllfford Geertz admi- da»,89 Todo esto DO quiere que los dos autores tengan visiones
tió públicamente la trascendencia de la polémica, escribiendo que idénticas de los mitos v de la mitopraxis, aparte de que, mientras
las argumentaciones de Sahllns y de Obevesekere «sacaban a relu- Sahlins escribe particularmente sobre la mitopraxis de los hawaia-
cir algunas de las cuestiones centrales del estudio antropológico, y nos, Obeyesekere se centra más en los modelos de mitos de los ma-
de las más susceptibles de generar divisiones en su seno ... ¿En qué rineros, Pero, en cualquier caso, no es en la cuestión de los modelos
consiste propiamente "saber" sobre los "otros"? ¿Es posible? ¿Es de mitos en la que éste difiere sustancialmente de Sahlins.
Obeyesekere por su parte, parecía sugerir que sólo los
J Tampoco resulta del todo justificado que Hacking pretenda que
nathros podían conocer a los nativos. Esto propulsó el debate basta Obeyesekere sea el paladín de un universalismo ilustrado, mientras
el corazón mismo de las controversias culturales contemporáneas, que Sahlins actúe de portavoz del relativismo de la Contrailustra-
El filósofo Ian Hacking reconoció que la disputa «guarda relación ción. Hav que admitir que la excitación de la polémica lleva a cada
C(ln las guerras de cultura anlericanasn, pero insistió en que resul- participante a caricaturizar las opiniones de su antagonista. Según
taba «mucho nlás interesante». ya que revivía el dilema clásico en- übe\'esekere, Sahlins trata a los nativos C0010 esclavos irreflexivos
tre universalistas \l. relativistas, la cuestión sobre si todos los seres de costumbre. Él, por su parle, insiste en una competencia prag-
hum<1nos se gllú.m· por cálculos racionales similares.,,,r¡ málica generalizada que, dice, es en buena medida lo mismo que lo
Con todo, existe otra lectum legitima, aunque menos elevada, que Geertz ha llamado «sentido COlT1Ún)) )' lo que \Veber llan1aba
del debate. En el fondo, todo se reduce a desacuerdos sobre los he- ((racionalidad práctica}), En todas partes. la gente rd1exiona sobre
chos en cuestión, T;ll CünlO lo expresó Robert Borofsky: «El tema la experiencia y se ocupan de si n1isn10S lo mejor que pueden, Ade-
nlás, los nativos ({pueden hacer todo tipo de discrinlinacioncs suti-
S-lo. V2a::,(' Hi.'>{IJrll'd/ Hera,I'!lOn (l/Id ,\htlllca! Redil/es, pág. vJil. les en su C<'U11pO de crcencias>'.'·JI) Por lo que CO\1cj,--'rne Sal1lins,
\'t·.l'l' ClilL'lJ C<:'<:'1·(7:. CU(ltln: \\.<.\(".' (n.'.",,'11.J. c.:nti<..:cI dt: Sahlins. HUI\'
«:V(lm'e,>!! T/¡ill/.:. \ Ob('\t:'.. . eke]'e, The o/ CUfJ!aL'1 Cookl. ,\'nl· ror;" Rt'vle\\
o/ 8(1oks, 30 de n\!\ ¡erllbre de IQ95. p:lg 4, 87. "Cuok, Lonu, Uheve,')ekel e, LlnJ Sahlins». p<ig.
Sb, bn H.li..-h.lng, ".-\.loh;)., Lit: Sahlins. Ho\\· Véase Ob..·\·c::.ckt·r.. ·. n/l' A!,U/JI<I""'> n(ClptwlI Con!--.
"Sa[in'.'" Tlullk. \ Obe\ t.:' ..... L,kere. j he -1.¡)nrhell'is uf CUjJ/w iI Cook J, L(Jlldm/ Rel'inl' nf 89. Ibid.. pago tI.
Buob 7 J . .' . . eptll,l11br(' (lL' 19Y"'. pág. n. 90. IbiJ., 21 .v 22,
226 CULTURA MARSHALL SAHLINS 227

también puede reservar un espacio para lo que llama ({razón empí- del debate, aunque un observador externo titubearía antes de acep-
rica», paralelamente a la simpatía que Obeyesekere puede sentir tar esta presentación de si n1isrno de un profesor de Princeton como
por su tesis de la mitopraxis. Ello no evita que Sahlins presente a portavoz del Tercer Mundo. Y es al menos tan poco plausible suge-
este último como un vulgar utilitarista. pero la tesis de Obeyeseke- rir que Sahlins, que pretende ser el octavo descendiente directo de
re no defiende que todo el mundo sea estrictamente racional \ au- Ba'al Shem TOV,94 sea un imperialista encubierto. Pero la cuestión
tointeresado en lodo momento v luga" Al fin y al cabo, es un freu- , identitaria es una pista falsa, aunque capaz de desviar atención y es-
diano y sería más probable que argurnentase que tendenlos por ,<
';. fuerzos. Si uno poseyera la información biográfica necesaria, po-
igual a ser racionales o irracionales. dría dibujar el camino seguido por cada uno de los dos hombres
Lo que ofrece Obeyesekere es una nlZlnera alternati\"a de enten- f: para acahar creyendo en su propia teoria, pero sus argulnentacio-
der la aventura hawaiana de Cook, que depende de una lectura nes continuarían exigiendo una evaluación independiente de sus
diferente de la conducta de las partes implicadas. En el relato de '*", orígenes. Y es su interpretación de los hechos lo que está realmente
Sahlins, Cook, un hombre de la Ilustración, se con[mnta con unos t:. en juego.
ha\vaianos guiados por" sus mitos. Obey"esekere insiste en que eran La argumentación empírica clave tiene que ver con si los ha-
los Illarineros los que estaban recreando mitos, en su caso mitos de waianos tomaron reahnente a Cook por su dios (o akua) Lono. O,
superioridad racial, incluy'endo la ridícula idea de que aparecían rn6.s precisamente, ¿qué significaha que llamaran Lona a Cook y' en
como dioses a ojos dé los nativos. Sahlins habría caído en "la idea qué fase del contacto lo habrían déificado? Obewsckere defiende
occidental del eumpeo que es un dios para los salvajes»." que los islenos dieron la bienvenida a Cook en calidad de jefe y de
Ésta puede haber sido una ilusión occídental corriente, tal como su- aliado potencial en las guerras en las que andaba metido el rey. Los
giere Obeyesekcre, pero varios comentaristas han apuntado que los rituales por los que pasó eran aquellos que señalaban la instalación
hombres de Cook sólo creyemn que se les acordaba un estatus si- de un jefe. Como los jefes recibían nombres de dioses, lo llamaron
milar a dioses en Hawai. 92 Sin embargo, Obevesekere está conven- Lona. Lo mataron porque, tras el robo del bote. amenazó a los lide-
cido de que los marinems británicos eran prisioneros del modelo de res locales para recuperarlo, una razón de lo 111;.1S secular. Después
mito de la Ilustración, según el cual, los europeos racionales triun- de su muerte. sí fue deificado, pues, entonces. hahía pasado a ser
fan sobre los nativos supersticiosos. Los historiadores occidentales, como un dios que podía servir a los propósitos del rey. Y esto no su-
hasta Marshall Sahlins e incluvéndolo, han comulgado con este mO- ponía apartarse de la tradición, ya que, a menudo. se deificaba a los
delo de mito. El relato del capitán Cook es "un mito de conquista, ;7
jefes póstumamente.
imperialisrno y civilización;) .'Ji Por el contrario! los hawaianos no se Un juicio sobre estas diferencias empíricas se debe apoyar en
guiaban mediante mitos, al menos no en ese caso. Furiosos por la L1na lecturcl de las fuentes: los diarios de Cook v de SLlS oficiales v los
provocativa conducta de los rnarineros, los ha\vaianos hJ.hrbn de- de marineros posteriores; los textos ha\\ aianos recogidos durante el
cidido echarlos, de una mane"a perfectamente razonable. siglo X[x: y las relaciones etnográficas registradas en Hav.'ai en las
Obevesekere cree que él es menos susceptible que Sahlins de dos últimas centurias. En últin13 instancia, los especialistas tendrán
caer en la superchería orientalista. ya que es de Sri Lanka. Su 5101- que decidir sobre estas cuestiones, pero queda sitio de sobras para
patía visceral está del lado de los colonizados más que de los colo- otras lecturas de los textos. Adern{lS, cada tipo de fuente presenta
nizadores. Sus orígenes coloniales y su experiencia de la trágica vio- SllS dificultades peculiares. De fUI-Ola reveladora, Obevesekere cita
lencia que está rasgando su país le confiere una percepción empática una obsetTación de LIno de los periodistas del barco, el avudante del
de las reacciones de los antl: el cnrrlpOl'tanliento sacríle-
go! brutal de Cook :-.' su pandilla. É:,tc es realmente d punto álgido 9-1-. Ba',jl Shem TiI\- tuc un mhtico jlh.lío PUlaC(1 del ..,igll) :\\ lJJ L'l fundador
canSI1lQtlco del ha:-,idl:-i[flo, En\.: \\iolt l'ccut:'rda que L'uuIlJo Sdhltns enrr<:'gó en
FranCIa una COnlUJlK,lL-lón :-iohl-c el en la Poline:"¡,l, 'Clllne1l1n que nin-
91. IbtJ ¡xíg.177. de' In.., prc."enks __ ahía qLLe:-'L1 era un3 li!Sl'lblun cml"L' el nict() dd
\'c,I:::'(', pur ejemplo, Borobh.\, A..-·()ok, LUflU, alld Sdhllfl .." r.lhlOu de ¡LL-\'l-Strau<;",), clllldll dd rabIno de l\I;\r"db (¡\¡lauss) el
pdg:-. 277 \ 278. oct¡no deslt'ndlL'lllt' dilcClf) de Ba'al Shcm Tm'." Vé3Sc Jonathan Friedman, "An
93. Vea:-.e übe\e.':>ckere, TlIl' J,.polheo,,¡' ur Ca/l/I/Ul COUA:, pago 3. Eric \V.,l{", CWTI:l/l AJIIII/opo{og\, \"o!. n" 1, 1987, pág. 115.
228 CULTURA MARSHALL SAHU!'iS 229

cirujano, Samwell: "Se debe recordar que no hay que depender de- Vancouver recaló en Hawai-. se habia desalojado a los sacerdotes
masiado de estas Constmcciones que hacemos sobre Signos y Pala- de Lona de su templo. «Todo parece indicar que, poco después de la
bras, cuyo Significado sólo entendemos muy poco, en el mejor de época de Cook, los sacerdotes de Lona acabaron en la papelera de
los casos ofreciendo únicamente una especie de Tiento probable de la historia)), escribe Sahlins, «no uejando más que sus nombres en
una Adivinanza»,'!') Aunque, lal como señala Sahlins, algunos de los ,o'" las crónicas y unas pocas trazas genealógicas en los ar-
bombres de Cook habían alcanzado una cierta fluidez en tahitiano y chivos ha\\'aianosl>.'J<) Esto sugiere que cualquier fuente verdadera-
podían identificar ténninos hawaianos y tahitianos que tuvieran un mente fiable sobre el culto de Lona h"bi" desaparecido al menOs
origen común. djfícilmente podrian captar las sutilezas involucra- treinta años antes de que se recogieran sistenláticamente los prin1e-
das en la distinción entre jefes sagrados y dioses con forma humana. ')'"
• 'A,'
ros textos hawaianos .
Los te.\tos hawaianos tienen unas limitaciones diferentes. 9b Es- Dados tales problemas con las fuentes, cualquier conclusión so-
tán uatados a partir de unos cuarenta \' cinco años después de la '¡,;; bre la mitopraxis hawaiana a finales del siglo xv{]{ rllede ser, como
muene de Cook, bien entrado el períod;, cristiano. En realidad, se- nláximo, provisional. tentativa. y aún hay que recomendar más cau-
rian dos jóvenes serninaristas indígenas quienes, a instancias de su lela si se admite la opinión de Valerio Valeri, según el cual, los ha-
Dlentor nlisionero, recogerían el prirner y más importante conjunto waianos tenían concepciones cOlTIplejas v sutiles acerca ue los dio-
de textos ba\\'aianos. Una de las figuras dominantes en esta prime- ses y sus encarnaciones,IUI) Era difícil. i'nclllso en el nlejor de los
ra generación de historiadores ha\vaianos era David 1Vlalo, nacido casos hipotéticamente observables, resolver semejantes complejida-
alrededor de [793. De forma característica entre aquellos jóvenes des con una afirn1ación o una negación sinlples sobre si alguien o
conversos, su actitud ante la tradición hawaiana era (de completa algo es o no es un dios. Comentando el debate entre SahEns v Obe-
aliénación, por no decir de intoJcrancia»,97 Sin duda, Oboyesekere yesekel'e, Valeri escribe que «no hay una contradicción necesaria
es rápido en desautorizar su trabajo corno nada más que entre la idea de que Cook era Lono, el jefe, y la perspectiva de que
apologías cristianas, (unos estatutos míticos para la nueva visión era Lona, el dios»,IIJI Los problemas surgen cuanuo se introducen
de Hawai de los misioneros evangé]jcos)),Y8 Por su parte, Sahlins las nociones foráneas de «divinidad» en la discusión. Según Herb
también está demasiado dispuesto a sugerjr que el elemento cris- Ka\vainui Kane, las lenguas polLnesias no tienen «equivalentes para
liana se puede separar fácilmente de las reminiscencias auténti- térnlinos ('e1igiosos occidentales tales como "divino", "dios", ";)dora-
2
camente hav.'aianas. y tampoco la influencia cristiana es el único ción", "santo", "sacrificio", "sobrenatural", y "religión")) ,1[1 Final-
problema que présentan estas fuentes. Se sabe poco sobre los infor- mente, tal como Sahlins enfatiza, no era la primera vez que se daba
mantes consultados por jos primeros historiadores hawaianos, un contlicto entre distintas interpretaciones ha\\,'aianas del mito de
pero, {al corno comenta el propio Sahlins. los ritos dellvlaka/¡iki ha- Lona y «no es necesario suponer que todos los ha",aianos estaban
bían cambiado radicalmente después de la muene de Cook. Así igualnlentc convencidos de que Cook era Lono, eOlllentaba Sahlins,
((0, más exactamente, [no es necesario suponer] que el que fuese
pues, incluso las renliniscencias menos corruptas. recogidas en la
d¿cada de 1820, podrían no recordar con precisión los ritos y prác- "Lono" significaba lo rnisn10 para todo el mundo».lu3
tic.., de la ¿poca de Cook. Más aún, el culto de Lona estaba en ma- Las diferencias más trascendentales entre Sahlins \ Obevese-
dI."' Url sacerdocio consagrado a tal efecto. pero, para cuando se kere se refieren a cuándo se dejhcó a Cook. Ésta es una cuestión
rcc(lglc'ron los lt'\:tos -en realidad, al menos desde 1793, cuando enlpírica, de gran interés para los estudiantes de historia polinesia,
pero no puedo \'l'T cómo las gr;)ndes cuestiones sobre la raclonali-
\'t'd"L' Oht.'\é"L'''l're, [;'1<' (1/ ('0/)[(;,"1 Cl!(It {1.\:2.72,
'70. 1:::-';I."rL· re\'l.'>lun [lIr! "k jUl::'nll':. en Valc¡,io 99, Véase li()\1 Ti/lid rug. 13-+.
\'ak'J'l, f\.ili:.:.'\h!/I ,1m! S'ocl!fl!.é' tambIén BL'I] R. \ ,HQ\\<:uian lOO. Vea:,t' V;:¡iL'n, f\illl',.,}lil) (in,;'
HhlllII.:I1:'> ..lnd tiw Fil ... l Sc'l1lln,t)' I.'n :"'L,¡j Gu,,,,m ((ump.), Tlle 10l. Vé<1sC \/akll() \alen, l.il(ic:¡ JL' G, Obe\csekelc::', Ti'L u{
C/II,'II--:'!'!!.: pr,( ¡,'/(, \1,"Ib. '1 ¡n I\;' O\.lord L ni\'t.'r"it, PI 1 püg,>, 30"';,:1, 16. ('opto/JI ('ook, en P1'L'l/IC 1I 1;. j'Jl)..j., pag:-,. 124-130
\L'<'L'>e r..alh:l!lld EIl1t'I'jon, Sh'lCh 1)1 DmJd ,\laJo)), el1 i\1alo, \02, V'ease Herb K,I\\,:llrJUj ,CODH111.'l1t on R, 80mb"\-, "Cnn", Lono,
HU1¡'¡'/!dll (\l<'uldu Hml ({iiJ, l-'h)8, p6.g. h.. Obc'\c'sekere, and Curren¡ .lurlirnf1()lo!).\, \0J. n" 2, 19Y7, lYcig:. 265
Y.S. [!JI! ApOl/]t'OSIS (JI C(/p/a/11 Coo/.:.. p"l2. 162. 103, Véase HolI nXIUH'C.\" Tll/llk. pag. 65.
230 CULTURA SAHLIN5 231

dad humana pueden depender de su resolución. ¿Es más racional y, cuando los acontecimientos divergieron de! gUlOn, resultó una
convertir al Cook muerto en un akua que deificar al Cook vivo? In- transformación estructural. En otros pasajes, sin embargo, parece
cluso si Sahlins tuviera razón en su lectura de todos estos textos que el mito conjuga o modula el curso de la historia, pero los inte-
fragmentarios (y hace gala de un impresionante dominio del corpus reses políticos también contribuyen a modelarlo; esos intereses po-
de la mitología polinesia), no dejaría de admitir que había mucho :f.o
líticos se podrían leer en términos de estructura, una organización
conflicto ideológico implicado, conformado por intereses políticos de facciones y grupos de estatus que compiten por obtener ventajas.
y guiado por lo que él mismo llanla «razón empírica». En ocasiones,
Sahlins se contenta con una formulación cauta de su tesis central:
:P En su reciente histot'ia de un valle hawaiano, escrita en dos volú-
menes conjuntamente con e! arqueólogo Patrick Kirch, Sahlins des-
«Cook era una manifestación viva de un dios, sin ser vuestra ima- cribe su proyecto en términos Inodestos. Su Ineta es mostrar «cómo
gen consuetudinaria del Makahiki y sin dejar de ser él mismo. Así, la entrada de Hawai en esta historia del mundo, a través de una se-
el hecho de que [los isleños] reconvirtieran a Cook en una forma de rie de mecliaciones locales, se llevó a cabo en las formas culturales
percepción de su propio concepto es un testimonio de la razón em- * de la historia de Anahula»
pírica hawaiana, así como de la flexibilidad de la racionalidad indí- Sahlins es algo ambiguo sobre la especificidad de la mitología
gena». JO.. Semejante forrnulación se podría acomodar bien a la in- .'3 hawaiana. ({Diferentes culturas, diferentes historicidades), escribe,
sistencia de Oheyesekere, prínlero, en que los ha\vaianos se guiaban pero, aunque esto pueda sonar suficientemente claro, uno se pre-
segun una racionalidad quizás muy parecida a la «razón elllpíríca}) gunta si no introduce la palabra "historicidad» simplemente para
de Sahlins y, segundo, en que probablemente debatieron interpreta- ganar espacio de maniobra, en caso de que alguien asuma precipitCl-
ciones alternativas sobre e! significado de los acontecimientos. Por dalnente que significa «historia» o «historiografía». Sin embargo,
su parte, Oheyesekere reconoce el poder de mitos v rituales en estos otras veces insiste en que el mito de Lona es una variante de un re-
procesos históricos. En verdad, ha observado con perspicacia que lato p<m-polinesio o, incluso. una versión de mito frazeriano del dios
los marineros ingleses, a los cuales Sahlins presenta generalmente que muere, mito que, según llega a sugerir, podría subyacer debajo
COD10 operadores racionales, apelaban a creencias casi mitológicas de las nl0narquías divinas en todas partes. También conlÍnúa con-
sobre los nativos. vencido de que todos los estados monárquicos evolucionClron de je-
Al final, un juicio sobrio podía ser que las fuentes no son ade- faturas tribales previas. lOS Esto plantea la posibilidad de que la ret1e-
cuadas para zanjar el debate entre Sahlins y Obeyesekere. Dados es- xión nlitológica no sea más que la interpretación local de un proceso
tos problemas, es bastante sorprendente que ninguno de los dos universal más allá de la capacidad de sus actores para captarlo.
honlbres haga la mínima concesión al otro. Geertz conlenta que la Las etéreas disquisiciones neohegehan3s que Sahlins se pennite
estrategia de Obeyesekcre es "pega-a-la-serpiente-con-cualquier- cuando se zanlbulle en las cuestiones teóricas tanlpoCo 111ejoran las
palo-a-mano". pero Sahlins también se abalanza sahajemente so- cosas. 10b Tampoco que periódicarnente retorne a las expre-
bre su oponente. Tomados conjuntamente, los prohlemas de las
fuentes \' el tono desmesurado de los protagonistas hacen difícil dis- ha rC\l\ldu reCientemente el "iejn TlH)dc-l(), el l'll.:l/, el est:.:tdo
tinguir Jos puntos enlpírlcos en juego de las grandes cuestiones teó- c:'\oluciono a partir de de parentesco: «Todo l'0ll10 Slla sociedad
ricas, para poder establecer qué hechos resultan críticos para el de- ha\\:ai.ma hublt'l-a a de una histol-ia, en b ..:'ual. (. ) el desarrollo de
bate teórico. Ja ieL1lllJ':1 acabó por t't'usionar (. J la concepcIón del linaje ( .. J Al inmIscuirse en
Existe otra dificultad, igualmente fundamental. Es difícil definir la tlerra.\ ':11 !;c'llres desde tuera, corno si fuera un elc'mt'[1((, t:':'\terno, la Jefatura
usurpa 10":0> uered"I(':- ..:::olectivo::> sobre el control de ID tierra :-', c:'n el procc::,o, reduce
cun precisión lo que la teoría de Sahlins. En ocasiones, de- dimcll:-iune::" l<.t::> Funci(Jnes y la <..'ohC¡"elll'ld del orden del linaje." Véase Palnck V.
fiende con fuerza llna forma extrelll<l de cleltTnlÍni,'lIllO cultural, Kirch \ \LII [) AuuJ¡ulll: Tllt J,lUr!irrJpo!U'S\' 0'- HL,ron in [he KillgdullI
mientr<lS que, otr<1.'-;, sus formlllaciones son menos atrevidas, en al- ()t HU1\c/¡;, \,oI.!, lini\cr::>lt\ 01 Chicago PJ"c:'c,,>,
gunos casns incluso vanales. A lllCDurJo paree'c c'::'it<u' defendiendo 1992, \\.):.
que lns ha\\'aianos vieron arrastrados a l'\..' (Tc'':'Lr el mito de LODO lOó. Pul cl'-'Irl¡d,¡' "\:-1 PUc:'::> , la de lo} bi::.toria es estnlclLlL.l1 a lo Lllgo
LdL.' !l)(.lo "\1 ,11"" elll1 Ll c:'11c:'1 gld ubrcll1Ja d<:' la::, énlrt' 10:-
\ <d()l t:'::> COll\ CnL.'lull:¡]l"" \ ]():- ",-dOI L'::> InkllCiLJflait.':- . .:ntre los i rltt'rsub-
1Í)-L ¡hu}. pág. b 1. y entre el o,entldo la reterencia simbuli-
232 CU LTU RA MARSHALL SAHUNS 233

siones marxistas para hacer observaciones antimarxistas. Por todo palabras, las mitopoéticas son literalmente textos en
ello, nunca e'lá del lOdo claro cuál es la teoría que hay que probar, acción. 10 I\
Y, por consiguiente, Sahlins se puede proteger de sus críticos obje-
tando que éstos imponen una lectura rígida de 'u obra, cuando él, Sahlins se defiende con un estilo característico. Replantea su tesis
en realidad, sólo está preocupado por una proposición más suave y en términos más suaves y, entonces, pretende que Friedman 10 ha
f1exlble, a saber, que la gente piensa ,obre lo que le pasa y que está distorsionado, tildando a su critico de marxista vulgar. Sin embar-
limitada por su propio conocimíento. Puede desestimar así todas go, el núcleo del razonamiento de Friedman es que Sahlins reduce
las críticas tachándolas de marxismo fundamentalista o de utilita- las relaciones sociales :-' los procesos econón1lcos a códigos cultura-
rismo estrecho y corto de miras, es decir, materialismo vulgar en les, y esto no se puede obviar sin más calificándolo de tergiversa-
cualquier caso. ción, burda o 111aliciosa. Friedman es un Clítico con conocimiento
Cunle'lamlo la acusacíón de determinismo cultural que le había de causa y, aunque él, Obeyesekere y yo mislllü diferitnos bastante,
lanzado Jonathan Friedman. Sahlins pregunta: ,,¿Piensa Friedman todos leemos a Sahlins con cierta atención y todos entendernos que
realmente que soy Leslie White reencarnado en Lévi-Strauss?»I07 está construyendo una argumentación fuertenlente culturalista, al
No puedo responder por Friedman, pero debo conceder que leer menoS cuando le da esa vena. También hay que admitir que en los
a Sahlins a veces me lleva precisamente a dicha conclusión. Es- textos de Sahlins se puede hallar una tesis más débiL más suave: la
toy de acuerdo con Friedman en que Sahlíns hace colapsar los gente trata de dar sentido a los acontecimíentos y sólo lo puede ha-
procesos sociales en procesos culturales, así como simpatizo con cer dentro del límite de sus conocimientos. Esto parece suficiente-
su comentario resumido acerca de la versión dura de la teoría de mente cierto, aunque apenas cause sorpresa ni parezca una innova-
Sahlins: ción. Sin enlbargo, }1abltualn1ente, Sahlins da la impresión de ser
un cruzado del determinismo cultural y se inclina a dar por hecho
Si entendemo:- la mitopraxis como la actualización de la cosmología que cualquiera que se muestre en desacuerdo con él tiene que ser
en la vida humana, de tal manera que ((la estructura social sea la for- un marxista vulgar o un utilitarista recalcitrante.
ma humanizada del orden cósmicu» [cito {stands o( HL-;lOry, pág. Sahlins ha escrito que su meta es «hacer eclosionar el concepto
58], una relación entre el guión y la representación, entonces, de historia mediante la experiencia antropológica de la cultural> .10<>
so que resulta seguro decir que el concepto es idéntico al simple de- Cree que, por fin, ha liberado a la historia de su incapaódad para
terminismo cultural C-.) El problema se puede plantear captar la cultura, al estructuralismo de su incapacidad para hacer
mente: ¿hay sociedades cuyos miembros representen sus mitos de frente a la historia, '1 a la teoría social en general de su falsa dicoto-
origen? Habitualmente, se asume que la acción ritual es una mía entre idea v acto, cultura v estructura social, estructura v
zación de la acción por medio de un esquema mítico. Pero en la vida
tecimiento. Ur{a concepción de la cultura resueltamente idealista 110
hav más que ritual. La mitoprD,xis parecería ser un mandato
no seria adecuada parCi alcanz.ar esta gran revolución intdeclua1.
rilual amplio. afectando enteramente a la actividad social. En otras
I\inguna teoría del cambio que valga la pena puede excluir los inte-
reseS econólnicos objeti\'os y las tuerzas materiales. las relaciones
ca. el pro,,:c::.o histórico se desplil'g<l (amo un movimiento continuo y recíproco
entre la prúdica Je la estructura)' la de la práctica», Véase Sahlins, sociales que COnSlrlrlen las elecciones, la organización del poder y
!-f¡)torica! .Ul!fúf}llOrS a!1d /lihthicaf R¿alitln', pág. 72 (es el pasaje final del texro). O.
nllt'\amt>ntt:', en OLro Jugar: "Al fin<ll, dcbl'mos 1·\.·gresOI a la dialéetil:a. Realmente
no había querido ignorar la interacción, el juego, entre estructura v praxi,) para 108. Fllédman. crític<.l de Sahlll1", hlmuls oi Hi"IOr\', en
rC'-"cTIJ.1' lln luc-:ar tef}¡-C:[lUl apropiado para la primera, a <;ab¡:r, como prO\:('S<l ... Cl'lr¡'¡jlÜ' jJ{ . \II(tU'J,IJZ'{u',,;\', n ' ; 198'). pág. 20
h,)lk(). pl)rqlll' [OLla la ,,',Iltura !la\\J.lana di .... t:'ñada paja \:¡[oral '>llllbúli...:am,-'n- !09. SalJill . . , /'¡'(,I,',/, II(/t, ,Ion'. '\\ti
le 1<:\ fuerza ele la Ill'actlca mund;.¡na. Así pues, la culturz¡ ha\\aIZll1U cambla preli . . a- 110. ):' Sahlllb ha .... lahlel'ldo l111'-l cont.·cpciún de l'UlLllLI ldc<:\-
lT.t:'ll\l· P()I Ylll' .• Ji aclmilir alll1unJI) ClJmu miembro) de pkno lkrcdhl entre su . . cate- li::.tJ.. POI .:.ícmp\u, 1L'.""PtlIlLil"lh.lO;\ :,'6 llillL':lS tk Fnt:'Llrllan, ..''>''\lht:'. En la
¡¿oda..... ,ldmik la rrob:lbdidad de reevaluar funcionalmente dichas categoría..... " pecti\'a que acabo de ,¡"'''CI :1)]1', "clll:ulal"..:s cualquit:'r u)'>d Lilderwd.1 \)
Sdhlin...,. ",,( pág, 31 lb pOI' la . . llllb<JllLd IJUI11dl1a, CllLllqui<:J ,'tl\O Ill<.d()

tU: \'lar.. . /l..-tll D, «Desert<:"J lsJanJs 01 A Rl'pl\ lü cunstituya, pues, sinlboilcamenLe" Vea:::,e Sahlins, "Dt, . . <:I'lcd bbmb ui Hl'>t()l"): A
Jonathan Flledman», Cntiqw: o/Anlhropology, \ o!. 8, n" 3, 19¡';9, pág. 41. Rc'ply to Jonathan Friedman»,
234 ClLTURA

la capacldad de las personas con pistolas o cañones para imponer


nuevas formas de pensar y actuar a aquellos que no los tienen. Pa-
ralelamente. ningún historiador se puede permi tir ignorar que las
ideas motivan y modulan las acciones. La sensible, aunque escasa-
Inente emocionante, conclusión que no se tiene por qué aceptar
ninguna de las posiciones extremas. La cultura no proporciona
guiones para todo, pero no todas las ideas son pensamientos a toro Capítulo 6
pasado.
El Sahlins temprano aspiraba a reconducir hacia el huen cami- UN MUNDO FELIZ"
no a la antropología americana introduciendo una inspiración teo-
rética, extraída de Marx. El Sahlins maduro ha tratado de reparar
..\\
las deficiencias del modelo marxista recurriendo a Lévi-Strauss. Di- En diciembre de lY10, o por ahí. el c:.u-ácler humano
cho de otra manera, durante la prünera mitad de su carrera, Sahlins cambió,
aceptaba las argumentaciones esgrimidas contra el determinismo
l
cultural. En París, pasó a aceptar y desarrollar las argun1entaciones VIRGINIA \VOLf
contra el materialismo dialéctico. Tal vez tenía razón en ambas ini-
ciativas. En cualquier caso, como nlcjor se le entiende es como un
protagonista de la gran polémica que ha dominado la antropología La generación de anlropólogos americanos que Hegó a la
americana, dividiéndola, hoy como sien1pre, entre materialistas rez (ya la estabilidad profesional) en los años ochenta había reali-
e\'olucionistas v relativistas culturales. Tomó a Marx v a Lévi-Strauss zado sus estudios de posgrado durante los «prodigiosos años sesen-
y los convirtió en portavoces clave de los dos bandos de este debate ta», una década de protestas políticas y de carnaval que reahnente se
americano especializado. Y ciertamente le confirieron vida, pese a inauguró en los campus con la aparición del Free Speech Movemellt
que ambos perdieran alguna cosa en la traducción, en Berkeley, en 1964, v se clausuró con la retirada americana de Sai-
No deja de ser una curiosa ironía que la explicación de Sahlins gón, en 1974. NatLlralmente. no todo el mundo preso de las
acerca de la mitopraxis ha\vaiana esté ahora de ITloda entre 10:-; au- emociones de la época y sería absurdo incluir todos los estudian-
tropólogos parisinos. Tal vez sienten nostalgia por la época dorada
en que el estructuralisn10 francés y el marxismo estaban en el cen- "' El título en illglts Dral'e \Vorld, expresión que coincide con el título
tro de todas las discusiones antropológicas y, en consecuencia, sa- de la novela de Hm.:ley, Un mundo feliz, e inspirad;) en un pasaje
ludan el renacimiento de dichas teorías en la lTIallOS de un antropó- La temp:,srrui, de v\lilliam Shakespeare. En el <..:apítulo, no hace referen-
logo americano puntero. Harían bien en recordar que Lé\"i-Strauss cia. retórica alguna la ohra de Hu\Ie,\ y, temáticamente. cualquier (onexión tam-
bién es indirecta, al título. Sin embargo, éste, muy conocido por los lectores
ha denlostrado ampliamente que. aunque los mitos pueden recorrer anglófonos, le sIrve para contexcu<.tlizal" la aparklón Je antrup,)!ogí;:¡ posmo-
grandes distancias, se van transformando sobre la marcha, cierna, al jugar con su connotación de utopía cientifistn de pesadilla y su inclu-
sión de la .\:"eH' It()rld, J\hlndo, también hace referencia a
Amé:-iLo:.t. t.V. del r.)
1 El pasaje continúa: "El cambIO ntJ fUe repentino del'inido (".) Pero fue un
cambio de todas maneras \'. como una tiene que ser arbitraria, alrede-
dor del 1910 .. Todas las relacione:; humanas han '.ariado: entre amos y
\ lt'TlkS. y mujeres, entre p¡¡drL''; e Lli(J::>. 'Y, cu,¡nd,) uHnbiar. las rela-
ciones hu lTl:J IU::. , ha)' un cambio dj m:Sll1O en b rdqpón, b conducra, la
\ la )¡¡\:,)·aturLl Pungólllo!1o", de :ILuerd'l en qhic:H uno de ,;"::;0:> camoio."
dec\(¡[" del :910·, Vé3'it' Virginia \\'noli, ,'1'v11. Bennen :lnJ ,\lrs. Bn)\\ n" , en
('()!I,,-I,',,! 1:"(1\1. \'01.1 Londres, CkUk¡ \\"llnlus. 197J, ¡la,.:." '.:U-321 Id frag-
ll11'ntu l'Xlwído de la tr<:U1scripciun de una conkrCllua que J]O la autorZl en el
Hete1il'i Club Je Cambl"idg<:" en 192.. n
236 CULTUR:\ UN MUNDO FELIZ 237

tes de los años sesenta en las categorías de disidentes, revoluciona- dos, nosotros y los otros, nosotros y ellos. Los otros arquetipos, los
rios, anarquistas o n1ilenaristas. No obstante, parecen haber sido nativos de lugares exóticos, se veían representados como un grupo
muy diferentes de la cohorte surgida inmediatamente después de la indiferenciado, marcados por su diferencia respecto a nosotros,
Segunda Guerra MLmdial, un grupo de edad que David Riesman ha una diferencia que sielnpre jugaba en contra suya: eran irraciona-
retratado colectivamente como confonnistas «dirigidos desde fue- les, supersticiosos y tercamente conservadores, se dejaban llevar
f;;: por las emociones. carecían de control sexual alguno, se mostraban
ra», maduros precoces)' resignados a un futuro de organizadores. 2 f
Sin duda, había varias t'azones para este canlbiu de humor y de \. indinados a la violencia y así sucesivamente. Estas diferencias ha-
estilo que barrió a toda la juventud. La propia concepción v el fun- bían motivado, o justificado, el colonialismo. El orientalismo era
cionamiento de los campus estaban cambiando a medida que las i""'· <.<una especie de proyección occidental sobre Oriente, al tiempo que
universidades se expandían, nada la «olultiversidad» y el cuerpo de ."''\. un deseo de gobernarlo>;, 3 Estas sórdidas conexiones entre la aca-
estudiantes se hada también más diverso. Pero el descontento no demia y el in1perialisIllo se sacaban a la luz en innumerables semi-
era nleramente parroquial. La gente sentía profundamente que la '. narios de campus, que ocuparon el lugar de la docencia reglada,
metan10r[osis de las universidades coincidía con un punto de int-1e- más fonnal y aburrida. Entonces, empezó la larga 111archa a través
xión en los asuntos de la nación, incluso del mundo. El imperialis- de las instituciones, Pronto, las reuniones ordinarias de la Anlerican
mo estaba batallando sus últimas trincheras. Su defunción acelera- Anthropological Association, supuestamente consagradas a asuntos
"
ría la crisis fin,,\ del capitalismu. Al fin y ,,1 cabo, NknLmah había internos de la asociación, se vieron convulsionadas por debates so-
seJ1alado que el imperialismu era la fase postrera del capitalismo bre la connivencia de algunos antropólogos en proy'ectos contra-in-
,e;;'
-¿o había sido Lenin?-, De acuerdo con la teoría del sistema- surgentes en Chile y en Tahilandia.
111undo, el ten1a esencial de la historia moderna era la expansión del Se ha dicho que nadie que haya vivido los años sesenta los pue-
capitalismo hasta el último rincón del mundo, con el colonialismo de recordar cumplidamente ves cierto que resulta dificil e"ocar la
como 111edio de transpor1:e. Los tec-':wicos latinoan1ericanos de la de- atrnósfera de aquellos años sin caer en la caricatura. Sea como sea,
pendencia defendían que el imperialismo se había convertido en el Ini interés es más específico. Me centro en los jóvenes antropólogos
pilar fundamental del sistema capitalista, pmporcionando a las mul- que eran estudiantes de posgrado durante los aJ10S sesenta. ¿Cómo
tinncionales un proletariado remoto que podían explotar sin res- fue esa experiencia para ellos? Según Sherry Ortner, una figura des-
tricciones, Cuando, finaln1ente, los in1perios europeos se desmoro- tacada de la nueva generaclón:
naron, Estados Unidos elnpezó a interyenir en el Congo, en Indonesia
y, sobre todo, en Indochina. Pero el « imperial ¡sma americano» es- La antropología de anos setenta [sic] era mucho más obvia y
taba condenado al fracaso, Quizás, en esos precisos instantes, im- transparentementc ligada a los acontecimientos del mundo real
que la del redoJc) precedente (. .) y surgían rnu\'imkntos sociales
perialis1110 y' capitalismo estaban su c\tinción, encade-
radicalcs a gran e::.cilla. Primero fue la cOI1Lracultura, ]Ul'gO el mo-
nados en un desesperado abrazo tinal. vimiento contra la guerra .\'. apenas algo más tarde. el 111()\"imiento
En las torres de n1arfil no se podía hacer casü omiso de esa cri- de las Aunque L'n medida ",e originaban en su seno.
sis global. Se reclutaban estudiantes para luchar en guerras capita- estos movimientos no sólo i1fcctaban al mundo académico: se
listas / coloniales en Jos arrozales del sudeste asiático. De vuelta en linnaba:v criticaba cualquier cosa que tormara parll' dd orJen exis-
el LZl.I1lPU:->, los cicntífil:uS ingeniero') trabajabZl.ll para el complejo tente.--1
de induslria 'y' ejército. Las ciencias sociales eran los instrumentos
'vI'all Slrect \ dd Pentágono. La antropología se había convertido
en Ll '--Tiada dd Ech\ard Said. e'n Oriellhdi::'1JlO, publi-
cado en 1978, ar?úía que las «ciencias coloniale:->i> tenían una es-
tructur;l común: dicolol11iz:lban la g.cnte dd mundo en dos parti- 3 \'éa:-.c SaiJ, CJ¡it'lIla!r)1I1. :-.J:u<.:'va ¡od" Par:dheoll, lYiS, rU.g. 95 (lr:J.d.
Orienlali'lllll, BarcL'!rma, Lihenarias I ProJhufi. 1990l.
2. \ Del\ id R 1"::'>1 1\:(11. ReucJ Dl'JliW\' \ Néllklll GLI'ú'l", Tite LO!le(\ Croll'd, .+. Véase Shc1T\ Ortl1cr, "ThcUl:'- in Anthropotog)- sinct:' ¡he Si\.l1es», CO¡¡¡rO}"{!lll't'

\1('\\ lb',er:, Y.lk Uni\cl..,¡l\ ..,. 193U .SEU/iLes o(Socierr {Imi HL'1EU/'V, n" 26,1984. pags, 126-166.
239
UN MUNDO FELIZ
238 CU l.TURA

Así pues, ¿.de qué iba a tratar la nueva antropología comprometi-


Renato Rosaldo, otra hgura central de la cohorte, recuerda que
da? ¿.qué métodos iba a emplear) ¿qué teorías motivarían sus pro-
yectos) En 1984, Sherry Ortner publicó un influyente ensayo titula-
nrotaban marxistas y otros grupos de discusión por doquier. Se po.
nbn en primer plano las cuestiones de la conciencia política y de la do «Theorv in Anthropologv since the Sixties», que trazaba el curso
ideología. La manera cómo los pueblos construían sus historias y la de la antropología an1eficana reciente. La generación que entró en la
imcración entre dominio Y' parecían más seductora I..lue disciplina después de la Segunda GuelTa Mundial había flirteado
los comentarios de manuale:;¡ y libros de texto a¡,:erc<.l del manteni- con el funcionalismo británico y con el estructuraliSITIO francés, pero
miento de los Sisleml1S o de la teoría del equilibrio. Tenía más senti- había vuelto después a preocupaciones más tradicionales, que tenían
do embarcarse en una antropología comprometid3 que intentar con- que ver con la «(cultura,) más con la {(sociedad). También conti-
tinuar cün la ficción de los analistas como unos observadores nuaron divididos en los dos grandes partidos de la antropología, lus
imparciales [de' lodo contexto]. Lo que una vez habían evolucionistas Y los relativistas, reetiquetados en los años sesenta
parecido cuestiones arcaica!' acerca de la emancipación humana, como (ecología culturah )'- ((antropología simhólica», Los evolucio-
empezaban i;l :'lonar elHUflces con un [ODO de urgencia.'
nistas, el partido de la ciencia, escribían sobre adaptaciones cultura-
les a las necesidades biológicas Ya las presiones ambientales. Para el
Aquellos ajetreados días marCanJll esa generación de por \'id3. Ort-
partido hUlnanista, la cultura no era una máquina para sobrevivir,
ner hace notar 4ue \(todavÍa estanlOS escenificando, interpretando, sino una forma de vida, una fuente de significadus lnás que de pro-
muchos cambios puestos en marcha en los años sesenta);.('
teínas, guiada por ideas y no por genes. La cultura se tenía que in-
Ortner recuerda que aquellos jóvenes críticos radicales empeza- terpretar en vez de explicar. Pero, según Ortnt.'r, incluso los militan-
ron por poner de relie\c la ligazón culpable entre antropología y ':;: tes de ambos campos tenían la molesta sensación de que ninguno de
colonialismo, pero (rápidamente se trasladaron a cuestiones más los dos paradigmas era el adecuado. CaJa UIlO de ellos era ,(incapaz
profundas sobre la naturaleza de nuestros lnarcos teóricos y, espe-
. ,¡;" de manejar v aprovechar lo que el otro hacía (la antropología simbó-
cialmente, sobre el grado en el que materializaban v portaban las lica al renunciar a toda pretensión «(explicativa,), la ecología cultural
premisas de la cultura occidental modernaJ).7 Rosalll;) indica que la
al perder de vista los marcos de significado en el seno ele los cuales
verdadera traca explotó cuando los estudiantes reconocieron que el , tiene lugar la acción humana))) ,10 «ambos resultaban débi-
proyecto imperial estaba operando en el interior IJÜSUIO de Estados
les en aquello que ninguno de ellos hacía, que era principalmente al-
Unidos. La 1\ueva Izquierda, explica, estimuló a ,dos grupos inter-
gún tipo de sociología sisteTnátic<:\ll, el campo que los funciona\istas
namente imperializados,) para que se organizasen «(en lunw a las
europeos habían trabajado con sus primitivos instrumentos.
fonnas de opresión basadas en el género, la preferencia sexual o la Para los años setenta, los paradigmas establecidos de la
-aza».8 Este proyecto de emancipación exigía nueviJ.S teurías y se
pología cultural e-ran \·ulnerables, sus estaban
:lescartaron las ideas más mimadas por la antropología, en tanto mente pala resistir una crítica marxista que los acusaba
:)ue mal orientadas. si no maliciosas. Se puso en lela de juicio la
de ignorar la historia y el conflicto y de estar sirviendo, tal \'eZ invo-
Jropia noción de cultura, Tal como lo reSlLme Rosaldo: da noción
luntariafnenk, al in1perialismo, El mm·xismo que se habia puesto
'ecibida de cultura, como algo hon1ogéneo e inmutable, no sólo t:Td de moda entre loS científicos sociales americanos era f;:lstidiosa-
sino tan1bién irrelevante (por usar lIna palabra clav'e de- la rllC[lle Jislin2:uio,) de un «marxiSl11Ü \·ulgap;, de cunEieto de clases
'poca)>>!
:'-' tecnológico. Sin embargo, por abstracto que fuese
su lenguaje y por ¡dl.'i.:disUl que sea Sl..: tono, ese difuso n13,rxismo cul-
5. Véase Renaln Cll/tWC w¡J ¡¡ut'/¡. TlII: ROIU,!,.¡¡¡i; o/,SUl-w/ AI/¡I/I.,-L." tllral :'H..tn ofrecía un medio para vincular al acad¿'n1ico con el i1C-
Inston, Beacon Pre':'o':'o, 198(j, pág, 37.
6. Véase Sherry Onn..:r, "ReadlOg :\mt"t'lGl'¡, en Rl\.:h:lld Fux (,--ump.J,
üvista políti... o. "En muchos aspectos ('1"<1 el \'chíc'Ldn para
Anthrup%gy' Hnrkillg /1/ [he Pn.'::JtTU. Sant.J. Fe, S,,!lno! (J( Americ<lll los se habían fornlado en una era anterior;). recal-
:c...¡earch Press, 1991. ca Ortncr. "pLTO que, L'll los anoS setenl . .l , sentían l:ltirón del
7 Véase Ortner, "ThL'OI'- in AllthJolJulog) :'>Ine\:' ¡lit" 51'\.\1<:'-"', pago
8. Véase Rosaldo, tll1d Trllth, pág. Yi.
ID. Ve"I'>C Onut:' "ThC\>I: 111 ..;in,,"l' th ... Sixtlt's". pflg l'..l
9. ¡bid., pjg. 36.
240 CULTURA UN MUNDO FELIZ 241

miento crítico y de la aCClOn que estaba estallando en su derre_ en teoría literaria, todos aproximadamente de la misma generación,
don>." En los años ochenta, el impetu radical inicial se habia disipa_ superando ligeramente la cuarentena; eran además una cohorte de
do. El marxismo ya no era de rigueur, aunque todavía podía añadir amigos, algunos de los cuales habian hecho sus estudios de posgra-
una cierta credibilidad de la calle al vocabulario critico. Al escribir do durante los primeros años setenta en el Departamento de Rela-
en 1984, Ortner describía una disciplina presa de una especie de ago- ciones Sociales de Harvard, justo cuando la síntesis parsoniana em-
tamiento nervioso: «ahora, parece haber una apatía de espíritu e..) pezaba a desintegrarse en sus componentes individuales. En una
ya no nos llamamos los unos a los otros por nuestro nombre, ya no aparente e inesperada rebeldía ante el Zeitgeisl, el signo de los tiem-
seguros de cómo se tienen que alinear los bandos, ni de en pos, todos eran hombres, con una excepción (se hizo notar rápida-
cuál nos deberíamos situar si fuésemos capaces de identificarlos)}.12 mente que la fotografía que sirve de portada, y que muestra a uno
por su parte, profetizó una vuelta a la sociología de la ac- de los autores tomando notas sobre el terreno, la había tomado su
ción, aunque bebiendo de Bourdieu más que de Parsons. Sin em- esposa; como en los viejos tiempos, señalaron las feministas).
bargo, por lo que parece, la nueva antropología que acabaría emer- .'-;
fj¡
Es tentador considerar a este grupo como una escuela, y amigos
giendo era en muchos aspectos enormemente parecida a la antigua. y enemigos han enarbolado muy a menudo la expresión «antropo-
Su punto de partida fue la etnografía interpretativa de Clifford Geertz. logía posmoderna» en relación al grupo. Hubo además algunos in-
Rosaldo ha señalado que, en los años setenta, Geertz predicaba la ,"].. dicios de institucionalización. Se organizaron seminarios cerrados
lifuminación de las fronteras disciplinares v «la reconfiguración y se creó una sección especial de la American Anthropological As-
lel pensamiento social;» también, algo fantasiosamente, ha sugeri- sociation, en la cual, inicialmente, se propuso que la entrada fuera
Jo que había una conexión entre la defensa que Geertz hacía de la por invitación. El nuevo gmpo lanzó una revista Cultural Anthropo-
'tnografía interpretativa y el establecimiento por ia Nueva Izquier- logv, editada desde \986 a 1991 por uno de los compiladores del
la de una coalición multicolor de causas minoritarias. Tal como lo lVritil1g Culture, George Marcus, que se mostró particularmente
'eía Rosaldo, "la orientación de la antropología era, a su vez, parte activo en la tarea de orquestar algo así como una empresa común.
le una serie lTIucho más amplia de movimientos sociales y de I'efor- Las citas tenían un sesgo amistoso cuando se referían a otros miem-
nulaciones intelectuales».I] Fuera como fuese, los escritos de Geertz bros del círculo, aunque también se trataba generosamente a los es-
lan form,¡do la nueva generación de antropólogos, tanto como lo critores franceses de moda. Reconocieron a Clifford Geertz como el
Jan hecho SUs ocasionales amoríos con la Nueva Izquierda. Los que padre de la empresa, aunque las rivalidades edipicas se manifesta-
'ligieron seguir una carrera acadélnica optaron prudentemente por ban libremente y le reprochaban con frecuencia que se hubiese re-
,
j
'scribir etnografías interpretativas convencionales. Pero Geertz, al tirado a las puertas de la tierra prometida. Jj 1
lropugnar la teoría literaria, ofrecía una abertura hacia reorienta- A pesar de sus diferencias de énfasis, los autores de Writing Cul-
'iones 111ás radicales. Providencialmente, aparecieron nuevas y apa- ture se centraban en temas comunes y daban por sentadas algunas
ionantes teorías literarias, a medida que la «deconstrucción», arra-
aba en lo", ,h,p't1'tamentos de literatura. No es, por tanto, del todo
orprendente que el siguiente viraje de la antropología americana
premisas fundamentales, aunque nunca se explicitaran todas al
mismo tiempo. Según George Marcus, la preocupación dominante,
la «tarea) misma de vVritil1g Culture, «era introducir una conciencia
i
puntase hacia un relativismo y un culturalismo extremos: el pro-
rama de Geertz, pero despojado de todo resena.
POdiO ([Iu1 Polil1C'; o( E(hl1ugruphy, Berkde:",-,. Universlt)- of Cahiornia Press, 198b
Esta nue\'a tendencia se anunció en 1986 con un libro titulado, (trad. cast.: R¿forictis de la al/tropología, Madrid. JÚcar. 1991). [Dado que el cambiu
Vritillp, el/hurc, que era a la vez las actas de un congreso y un ma- introducido en la ll"3ducción del título puede tergiversar el discurso de Kuper, se ha
ifieslo.l-i Sus once colaboradores eran antrop61ugos \" ()ptado Pl)1 mantener d título ongínal en el cuerpo del texto). C\'. del r.)]
15. Por ejemplo. ,(--\ pe-.;at" do.:' que- Ge'ertz rCCOfloce la indueta·
bilidad de la nunca ha lIe\<1do esta intuLción demasiado lejos." O
11. IbU.. 1-1-1. nuc\amente: "Gcertl. .,;<: ank' b autOldcrenClahdad de ese
12.11)[(1., pclg. 127. modo una de' ."u aUloridad) pam, entonceS (l'n el nombre de la cienCia).
13. Ro:-.aldo, Culture (flld TrwJ¡, pág. 3ó. c\adir sus \'éase Paul R.1blnow, "Representations Are SOCial
14. Véase Jame:'> Clilford y George E. (comp:-..). Culture: Tlll! FaCb". en Clil-l"ord \ (comps j, Ilritll1g Culfllre. págs. 243 y 244.
242
CULTURA
UN MUNDO FELIZ 243
literaria en la práctica etnográfica al mostrar las distintas formas en
negligen totalmente. El más sofisticado de estos ejercicios es El an-
que se podían leer y escribir las etnografías».!6 Geertz había
(ropó/O!;" como allfor, de Clifford Geertz (1988), pero incluso él sólo
guntado retóricamente «¿qué hace el etnógrafo'» y había
do: (escribe». [7 Los autores de Wriling Culture se concentraron en hace intentos .sOlncros de contextualizar las monografías que co-
menta, o bien, de seguir la inHuencia que la etnografía en cuestión
este acto de escribir. El etnógrafo clásico se había representado a sí
pueda haber tenidú en los estudiosos, los administradores o los súb-
mismo como Un observador científico fiable. que cruzaba barreras"'" 1.-"
ditos de éstos,
culturales sin dejar de preservar un distanciamiento heroico, y qUe
En cualquier caso, la logica de la crilica implicaba que habia
registraba los hechos en un lenguaje objetivo. Para el tiempo de
una manera mejor de escribir etnografías. Dado que no existían
Writing Culture, se podía revelar que imagen era una ilusión.
perspectivas privilegiadas. no se debía tolerar ninguna voz en oH'
Recurriendo a la teoría moderna de cfitica literaria, se podían des_
neutra!. Se había instruido escritor del nuevo tipo de etnogra-
tapar las trampas retóricas empleadas en el proceso por el que el et-
fías para que apareciera en persona, conlO un actor, y no como el
nógrafo pretendía conferir autoridad a su texto (fllllJlOri;.il1g). Como
director, el cánlara o, mucho rnenos, conlO el productor de grabación.
otro autor cualquiera, los etn6grafos escribían Y, ade-
Se apremiaba a los etnógrafos para que experimentasen, para que
más, esas ficciones no eran inocentes. Un etnógrafo -fUese hombre
jugasen con géneros [literarios ,y etnográfjcos] y con 111odelos,
o mujer que, para e! caso, no importaba-_ no hablaba sólo por sí mis-
para que utilizaran la ironía, rc\-elando, e incluso socavando, sus
mo. Atrapados como estaban entre los provectos coloniales de las
propias pren1isas. Lo etnografía debería representar una variedad
grandes potencias. los etnógrafos clásicos se dedicaban sin excep_
'\. de voces discordantes, que nUnca descansan .\ que nunca «esen-
ción a imponer un orden en el caos real de voces, perspecth'as y si-
cializan» (un muletilla favorit,,) un pueblo, una gente o un modo
tuaciones con el que Se enh"entaban sobre el terreno, En otras pala-
de vida, al evitar recurrir a re[)¡"esentaciones esráticas de lo que,
bras, se consagraban a inscribir Un punto de vista en la historia. De
a por ejelnplo, <dos balineses» piensan o creen o sienten o hacen,
esta I11 nera, servían a la clase politica que deseaba in1poner un or-
por no decir nada de lo que sería da cultura balinesa». Algunos in-
den ajeno bien a los súbditos coloniales, en el exterior, hien a las mi-
norías, en casa. sistían en qUt' aún había otro deber, la nueva carga del h0l11bre
blanco, que consistía en escuchar por encinla de to<.1os a las voces
Se debe hacer notar que las lecturas de etnografías en las que se
enmudecidas de los desheredados, a hablar en nombre de los opri-
basaba la crítica eran, en general, muy superficiales. Algunas lanza-
midos (a fin de cuentas, a lo mejor nu todas las voces eran iguales).
ban el alto tan pronto se identificase un motivo político innoble.
Los aulores de Writing Culture no se limitaban a preconizar una
Otras se contentaban con revelar que una etnografía tomano pres-
renovación n1e[Odológica. Creían que estaba ernpezando una nueva
tados, aquí v allá, clichés dé' la literatura de viajes. También vale la
era hislórica y- que el objeto misnlo de la etnografía se estaba trans-
pena hacer hincapié en que se trabajo una y otra vez sobre el mismo
formando. Las demás culturas ya no estaban aisladas de la nuestra_
puñado de monografías clá.sicas, siendo la Favorita Los lll/tT de
Occidente (o. tal \·CZ, el capi taliSlllo) había e\tendido sus ten táculos
Evans-Pritchard. Escenario.s históricos, situaciones coloniajes par-
hasta la última hendidura de! planet". Y, sin embargo, los ciudada-
ticulares o incluso debates académicos, openas se esbol. , si no se
an nos de los esLtdos poscoloninles no hahían sucumbido llana y" sim-
plenlente a la occidentalización, nativos estaban, y están, res-
Jó. \'1.";':1:';,(;' Georgc' E. i\'b r,-"us , (,AltcJ\\/ord. tthnogDphic \\ritin¡¿ aIld -1urhro- pondiendo. Rechazan las representaciones que hemos hecho dé' eIlos,
pologiL',¡/ Caree!".,;", en Cliflord \ ."vlat\.:us (comps,l, lIri/ing CIlIt/{/[" pago rehusan continuar posandn inmóviles para la cámara del etnógrafo
17. GL'enz, Tht' !lUl!r¡)!t'/(u/o/l [Ji ('u hu rt') , póg. 19.
v están enzarzados en sus propius proyectos culturales sincréticos.
l8, CllfT<lrd Gee/t7 hahl;) Intlndlll'!L!'l cntI"t' ["S D.lltrllpólog!)::- la
raíz lelllna JI( (/(), LlllC qUiere dt'C1I" ;llgo COll.':>truido: \c';rs¿- Gt'l"rt/. Ti/l" /'1_
Por consiguiente, no ha\ L'ulturas, cansen'adoras y bien delimi-
!cr,nrUu[¡UIl 01 Cu/rllrn, p:ig. l'i, se ",¡hll.-' ,'..,e '."(Ji1- tadas, que pUl:'clan ser uescriras por ohservadores situados en eSe
ceplO par;, jlI..':>titicélr la c'Cl¡¡:¡ci¡'1I1 c!t' Otro,; c:--'LTilOS L"il.-'Jlt:iIl.-""'ll"Oll marco atemporal que es el pre.:-:.enk dl1ográfico, Cada sitio cultural
las no\elas y io:-, drama:-,. S .... poc!r'l,l objel;¡r que, allnquL' un tt,.'kl"nlt"u, p,ll buIre en nH )\'i111ic'rJ t D. Pro\ \_:,---' CId t urales contendientes constrll-
ejemplo, Ul1él ticcilln en lal no dto'ja de' 1<J(1a:-. llldIl<..'1 elv pn.lp()rl iOluc- .venIa historia, y la l'llltur::.¡ éS un l'o::-.JTlopolita en d que la gen-
fe la infonnal'ión quc Ilcct':-,il;¡.., para lJarnar a ;¡J!,'-uien.
te rebusca para los medios de modelar nuevas identi-
UN MUNDO FELIZ
245
244 LULrURA

dades. "La cultura es impugnable. temporal y emergente», hal ü.e1 equipo de H'ritiHg Cu/lure durante los años innledlatamente pos-
anunciado James CI ifford. 19 .¡j. teriores a su publicación.
Se había abierto una gran hendidura histórica entre nuesii,
tiempos y el pasado. pero la antropología convencional no tetii * ." --1<

nada que decir sobre la revolución cósmica que estaba en march:-


En su introducción a Writi>lg Culture, James Clifford invocaba esta " En 1988, James Clifford, coeditor académico de Writing Culture,
memorablt: transfornlación histórica en el lenguaje de las profecías , publicó The Predica",el11 oi" Culture, una serie de ensayos rdaciona-
milenaristas: dos que habían aparecido originalmente entre 1979 Y 1986. Clifford
¡;:} estaba adscrito al Programa interdisciplinar de Historia de la --¡--
en viraje COfK\,;ptual. dectónic()} en sus implh:.. ha tenido lu. ciencia, en la Universidad de California, en Santa Cruz. No es un
gal'. Hoy, cimentamos las cosas sobre una tierra movediza. Ya no hay aE,t[l{pnlugp, sino más bien, en sus propias palabras, un ,;-hT,;to;ia-·
lugar alguno (a imagen de la cima de una montaña) c!L'sde el cual dor y crítico de la antropología».:?l Siendo iJ-la vez un especialista en
ner una visión panorámica que permita cartografiar los estilos de teoria literaria y un historiador del intelecto, lee los textos etnogrú-
dda humanos. no hay' un punto de a partir del cual se ficos del siglo xx entre líneas, encontrado que lo que éstos desvelan
pueda representar fsic, o mm'er] el mundo. Las montañas están en ","' no es la naturaleza de las otras culturas, tal como pretenden, sino
movimiento constante, y lo propio ocurre con las islas. Porque ya no más bien lo que él llama el predicamento de la cultura.• /I. partir de
se put.'de ocupar, sin ambigüedZldes, un mundo delimitado cultural.
varios puntos de arranque, Clífford da vueltas en círculo en torno a
mente, el cual, p<lrtir para viajar y' analizar otro.s culturas. Cada
vez más los estilos humanos de vida se influencian, se dominan, se este concepto, pero la proposición central parece reducirse a lo que
'o;

, .. ños mundos del Resto;' y, a su vez, se ha visto expuesto n los empu-


parodian, se traducen v se subvierten los uno a los otros. El análisis sigue: el mundo ha cambiado. Occidente ha abarcado a los peque-
cultural esr:, siempre enredado en los mm/imicnlOS globales de Jite·

..
rencía \ poder L..) ahora, un {(sistema mundo,) enlaza las sociedades '7;
jones debidos a la presencia de inmigrantes. La cultura v, por con-
Lid planeta en un procesus históricu común.:?o \ siguiente, la identidad Huyen sin cesar, no son estables v dadas, sino
(
Huidas y más o menos conscientemente constnlidas. No se pueden
La conclusión insostavable era que la Yieja antropología había que- continuar dando por sentadas. «En última instancia, mi tema de
dado obsoleta. ;',f
análisis es una condición omnipresente de ex-centricidad en un
,
ESlOS eran los temas con1unes del nuevo il10vinliento, pero tal mundo con distintos sistemas de significados, un estado de estar en
vez no sea suficiente, ni siquütra como aproximación prelinlinar, la cultura mientras se mira la cultura, una forma de auto modelado
esencializar las contribuciones de Culture a tan grosso personal y colectivo. Esle predicamenlu, que no se limita a estudio-
lJlodo. Existían variaciones en el énfasis)-' el tono de los autol't's. Re- ·_}c sos, escritoreS, artistas o intelectuales, responde al solapamiento de
cUtTían, l'n gt'ados Jifcl"\::'ntcs de compromiso, a lodo un abanico de > tradiciones sin precedentes que caracterlza al siglo XX,),22
pe!-spC'cti\-as críticas, inc1u:,,'cndo la teOl-ía literari<.i, las criticas ((subal- De todas maneras, las diferencias culturales persisten en este
ternas» a la ciencia colonial. el marxismo o la teoría dd sistema- :A mundo cambianle e incluso se poJrian haber agudizado. «Estilos
mundo. no h:lce falta decir que ninguna de estas corrientes de dl: vida distintos, destinados en tiempns a fundirse en "el mundo
encierra un cuerpo de dogmas políticos mono lírico moderno", reafirman [ahora] su diferencia nuevas maneras».2J
unitario. Adenlás. en ¡os años que siguieron, [os senderos ue
cada
uno tueron divergiendo. Se puede defender, por tanto, que, para ex- 21. Jall1l'S Cliff()rJ, {he P,-edi¡;W'lIé¡:1 uf Cllllure. li\'¡;!lllerJ¡-Ct'Hllln
ponl.:'[" del nuL'\O enfoque, es COl1\eniellk pl'C'star LU,_'I,;I/U'l' ilud -\1:' H"\I\ard Uni\cr:-,it\" Pres:-" 1988 (trad
alenci\_Hl '-1 Jos tl'xtos mis extensos escritos por la.':> figuras centrales c;JsL: Dr!c!lIu>.J(' lo L/rLiwu. bil/('fJolcn;la, lilefl/l/oIU \ di/lO ['11 la J'l:r·\rec11I'l! {)()SII/U-

(l, (1/{1 Barcelona Gt'dl:-',l [';/'1:"), p"l(;.


22 Ihul, p<lS': el
1'1 Vea.'l' Jarnl':-' CIiJ-forJ . .,[n:mJuction '. en Cjjt!urd \ ,\ldlui:-' (l·'JIl1P:-:'.J. 23. lbid, p:t.,:., /:1-7
l'lIii/lll', p..ig. 19 '" El l<.:cm re' <.t b nnl,-l ellVk'add P(H' SuhJms pur3 .;,;on!]"ontar al Occi-
20. ¡hu/., pág. 12. dcnlc. rlu: \-In!, l'Un él del mundo, Tl lL' Resl (véas(' l."a;:llllllo S, nula 3..J.). í.\. dt'l !.I
246
CULfURA
UN MUNDO FELIZ 247
Una guerra cultural cósrnica está en marcha, pero Occidente no ti,
ne garantizada Una victoria en la que pueda imponer SllS propia&' de Nueva York, situada en el estado de Nueva Jersev." Con retraso,
condiciones: « Es demasiado temprano para decir si estos procesos los antropólogos también percibieron estas adje-
de canlbio arrojarán una homogeneización global o dar<.'lD lugar tivadas diversamente por Clifford como post-Primera Guerra Mun-
" dial, poscoloniales v posmodemas. Finalmente, se abandonó la fic-
un nuevo orden de diversidadu,24 Clifford escribe (en esa voz imper_
sonal que prefiere de fornla algo extraña, dada su insistencia en r ción de los todos Los etnógrafos aprendieron que las
el autor debe estar todo el tiempo en escena) que su libro «no Ve Un "" St fronteras culturales eran inciertas y sujetas a negociaciones, y que
mundo poblado por autenticidades en peligro (... ) mas bien hace si.. J todos las construcciones culturales se impugnaban desde dentro.
tío parZl. senderos específicos a través de la ··lCon todo, Clifford cree que, aunque debemos ahandon"r la presun-
Los tres términos de la argumentación de Clitford, inextricable. ción de que una cultura es un todo duradero, con valores
mente entretejidos, Son la I<Cultura), la «identidad)) y su inscrip_ dos por la totalidad de sus miembros, nos debemos adhelir al con-
ción en la «etnografía,,·. Cultura e identidad fluyen. En consecuen_ cepto mismo de cultura: «la cultura es una idea profundamente
cia, la etnografía est" en crisis y se debe reconstituir su base teóqca. comprometida, sin la cual todavía no puedo funcionar».28
PriInero, Se debe historizar la prublem<.itica noción de cultura., El La razón por la que aún necesitamos la noción de cultura es mo-
concepto nloderno de cultura apareció corno una respuesta ralo política. El concepto de cultura nos proporciona la única for-
a bs ideologías anteriores. Era pluralisl Ll y relativista, innovaciones nla que conocemos de hablar sobre las diferencias existentes entre
que, siguiendo a Stocking, atribuve a ¡vlatthe'V Amold mas que a las gentes del mundo, diferencias que persisten, desafiando los pro-
aunque se muestra inclinado a reivindicar a Nietzsche como el Jr cesas de homogeneización. y la diferencia cultural tiene un valor
padre escondido -genitor si no pater- de la concepción relativista moral y político: Debemos alimentarlo, comprometiéndonos con el
de cultura. Algo misteriosamente, vista est" patemiebd, Clifford su. poder de la cuhl:tra para resistir la occidentalización (o la moderni-
giere que la idea nH)(lerna de cultura tarnbién era democrática, al zación o la globalización 0, simplemente, la tergiversación). Esto es
menos, en el .sentido de que la cultura \/ino a ser contemplada no algo así como un salto de fe y Clifford reflexiona (una vez mas a tra-
como una posesión privilegiada de la élite, sino con10 algo que to- vés de una especie de ser autónomo, con una mente propia) sobre la
dos disflUtaban, '''tamentos altos v baios, en todas v cada una de las posibilidad de que su libro tenga un sesgo utópico y de que «corra
sociedades. Sin embargo, ciertas pren;¡sas insidios;s del viejo para- el peligro de infravalorar los efectos destructivos v homogeneizado-
digIna sobrevivieron, especialmente el dogma que hacía de la cultu- res de la centralización global, económica v cultural, debido a su
ra un todo orgánico. Esta noción romántica de la integridad culty-':..., , persistente esperanza en la reinvención de diferencias».:!'!
ral no podía prolongarse en la fTagInentación dd nlundu moderno-:-" , A medida que se disolvía la ilusión de las culturas fijas y cohe-
Aparentemente, los artistas fUeron los primeros en percibir los rentes -que tal vez fuera realidad en otra época-, también lo ha-
canlhios en curso. Hiperatentos al Zó!.ll,eisl, al signo de los tiempos, d" la seguridad de que las identidades se fijab"n con el nacimiento,
Se reconocieron en un mundo que habia pet'dido su fonna fanliliar. enraizadas en un sistenla de estalus establecido. Nuevamente, C!if-
Los surrealistas. al \olver de las tlincher", después de la Primera ford intenta situar este cambio en la historia. y ¿sta vez lo hace algo
Guerra Mundial.relnpezaron con Llna realidad profundalnente CUeS- antes, (hacia 1900». H¡ Pero, fuera cual fuese el mOl1lento preciso de
tionada».2b A1 mismo tiempo, al otro lado del Atlántico. un joven la nlptur<.1, en la ¿poca 111odel"na (o posmoderna o poscolonial), tan-
doclor y poeta, William Carlos Williams cm·ilaba Incómodo sobre to el nativo como el etnógrafo afrontan una lucha para hacerse a sí
su criado, (una persona ambigua de origen cuestionable»), que, de mismos, para encontrar una identidad en el caos del [nundo ca m-
todas forn13s. había penetrado en lo que Clitford describe L'0n10 tI
(t:"."ipacio Jomt'':\tico burgu¿'sl) de vVilliams, en una Zona résiut:'llcíal
27 ¡h/(.!.. pag, ti.
{bid" rág- 10.
24 Ihiel., pü
,- ¡}Ji,!. pjg :;
2'1 Ihu! p6g. 15
-' 30. "Quiero._ hblOr'iJ.aJ la alirmauón do.:' que d \0 culturalmeme COlbli-
2b. 'hid, fXI.cr, ¡ 20 luido. examinando un n¡',mentr.\ hacia 1900, cuanlhJ l?sta iC!C3 empeló a tener el
."t'lltido qUe hoy-le .,." IhU.. pág:. '12
2.9
UN FELIZ
248 CULfURA

bajo de campo etnográfico, con 1'vlabnowski como pionero, llevó z,]


biante y convergente. A lo largo del lihro de Cli[ford, indios ameri_ experto sobre el terreno. Entonces, el etnógrafo reclamó la doble
canos, aldeanos melanesios y el criado hispano del poeta en Nueva ...
autoridad del científico, que sabía qué buscaba y cómo lo hacía.
Jersey asumen el rnislno rol, aglutinados en tanto que personas des.
Pero esto eran jactancias huecas, ya que e! método de la obsena-
plazadas, buscando identidades a tientas mientras se enfrentan a

...
ción participante malinowskiana era inenlediablemente subjetivo.
un amenazador Occidente. si permanecemos en la La autoridad de! antropólogo reposaba sobre su experiencia indi-
poli, su mirada nos perturba (como a Wilham Carlos Wdliams), y ya ,
vidual, pero, actuando de mala fe, revelaba poco o nada de esa ex-
no nos sentilllUS Jel todo en casa. Viajeros y 111igrantes etnógra_
periencia al lector. Clifford Geertz introdujo una apro"mación
están, como es ohvio, totalmente perdidos. Clifford retrata a hermenéutica más sofisticada, basada en la «interpretación') de los
Joseph Conrad y Bronislaw Malinowski, dos intelectuales polacos ,(textos". Hizu visibles los «procesos [creativos, poéticos] mediante
libres y sin compronlisos, como paradigma de refugiados intelec_ los cuales se inventahan los objetos "culturales" y se trataban como
tuales que viajan a lugares exóticos en un vano intento de encontra- entidades eDIl significado)).'.j. Resultaba patente que un etnógr:tfo
se a sí mlsmos. construía datos en un diálogo con los informantes, que eran, a su
Dado que las culturas !1uven, v que la ldentidad es una cuestión vez, intérpretes. Pero, según clifford. Geertz no fue lo suficiente-
de agarra-lo-que-puedas, apenas puede producir asombro que la et- mente lejos. Los autores nativos de sus textos continuab.m siento
nografía esté en crisis. La etnografía, una invención cultural, es una anóninl0s, figuras indiferenciadas, ({\os balineses)). y Geertz no se
«actividad híbrida>} que «(aparece con10 escritura, recolección, colla-
destapaba, no se arriesgó con su identidad, Si una etnogr;da se
ge nlodernista, poder imperial o crítica subversiva»,31 Sin embargo, . brica a partir de intercambios entre el etnógrafo Ysus informantes
el modo académico domInante de ordenación etnográ[ka es un tex- nativos, el texto debería describir los mecanismos de dicho pl'Oce-
to escrito que rnacida los objetos de análisis y convence al lector. Su so, las maniobras y artificios empleados, reconociendo que los na-
programa tácito es la recreación de «una estrategia específica de au- tivus pueden estar fabricando )' editando textos tan frenéticamente
toridad. Esta estrategia ha involucrado clásicamente llna pretensión como el etnógrafo. Como la novela ideal de Bakhtin, la emogralia
incontestada de aparecer como el proveedor de la \erdad en e! tex- de vanguardia debería representar una cUll\'ersación y
tO),,32 Pero la percepción aportadzt por el etnógrafo es como nlucho
debería prestar particular atención a las reinvenclones subversivas
contextua]: «las verdades de la descripción cultural tienen significa- de la cultura y de la idenlidad. "ParadIgmas de expenencia e inter-
do para cODlunidade.s inJclvretaUvas específicas en circunstancias
pretación», concluía Clifford, "están sucumbiendo ante paradig-
históricas limitadas,,'"] Lo que resulta de especial interés es el pro-
mas de diálogo y polifonía»."
ceso de composición, más que la recogida de datos, la forma de la
etnografía, que no el contenido. Por lo tanto, se deberí" leer una et-
El subtitulo del lihro oe
clifford es T\l'elltieth-CeI1l!1'" Etlmo-
graph\', Literal",-e, alld .4,-t," v, de hecho, trata la etnografta como un
nografía para descubrir las maneras cómo se impone una perspecti- gént:ro literario. La exclusión de la tradición etnográfica posltiú;¡a,
va pí1l1icular 'y' córTIO se establece una pretensión de autoridad. asi como del proyecto de comparación cultural al que servía. se lo
La historia, más hien condensada, de la etnografia en el siglo xx h"lce más fácil/' Los etnografías le interesan a Cliftord en su calidad
tal como la Cliffürd sugiere una progl'esión 0, al nle-
nos, unJ. sofisticación creciente. Inicialmente, los papdes de] etnó-
grafo )-" del ant¡'opólogo I.:Tul1 JistíJllos. Un científico profesional - 34 lbid., 3:3
un Tdor, un Frazer o un Mauss- dirigían a distancia el trabajo de 35. lhid.. póg. 1.
"En lo tradUCCIón (\'éase b oot:..t 2.0 cid cJ.pitulnl. d .,UDtltlllo
recogida de datos sobre el terreno, que llevaban a cabo aHUi/el/rS;
L.llllbi211:::.e \02 :.Jherado \ (Ethnoi:?:r<1pll',' I \ ,/c.i:, I
se lndi,'a ,';Inlr·o!'o\(lgia,'. t'n \el dl'
posteriormente. los primeros seleccionahan lo.., datos que illlstra- 36. !--1<.IY una nota a pie de llllpa . ._ t'-'l1lC en b 22 . .\1: Til,' f;'t:-
ban sus propius csquenlí1S teóricos. La dd tra- 1.¡"('(1!1It'11I ni CII!tun'. en la cual. Clinord cddi..'cl d dt: la
\;.\ a referir kom() "iempn: en \0'[ pas\\a, ,--'(JlllO ante b t'n
el sentido más filosófico del vocablo): ,.Se ¡¡sun).:'". en b
31. Ibid. rugo \3 '.\Vllhcm que la ('tnogratb llO proce'-,o de mterpretacion, no de
32 ¡bui., pig. 25 eión, No se dbcuten lo:::. ol()(los de auWr1eb.d basado..., en
33. llJlJ., p;:íg,. 112..
UN (-,1Ul\OO FELIl. 251
250 CUL1URA

de formas de escritura, no en tanto que representaciones de algo qUe tuición se derivan de la experiencia personal. Sólo entender
puede (o no) existir ahí fuera, en el mundo, tanto si se escribe sobre la experiencia de otros si has sufrido algo similar.l La buena etno-
ello como si no. Coherentemente, no muestra interés alguno en lo grafía se elebe basar en la empatía. Si un etnógrafo describe el luto,
que los antropólogos creen haber hallado V no inquiere en el grado
·ii algún tipo de duelo funerario, debería estar obligado a explicar si él
en que cada una ha sopclltado el paso del tiempo y la contrastación mismo ha conocido una pérdida comparable a la de los que obser-
con otras monografías y teorías. Por ejemplo, al escribir de va. y los sentÍlllientos cuentan. Rosaldo critica a uno de los padres
nowski, el padre fundador de la investigación etnográfica T110dema.
Clifford se centra en sus problemas de identidad y de representación " fundadores ele la antropologia social británica, A. R. Radcliffe-
Brown, por su análisis clásico delllanw ceremonial en las Islas An-
damán. Según Radcliffe-Bro\vn, los andarnaneses lloran en ocasio-
de sí misnlo, así como en la «poesía» de los AJgonllutas del Pacífico
Occidenlal, que Malinowski escribió en 1922. Este trabajo inspiró a nes prescritas durante los rituales referidos a las crisis vitales.
Mauss su El/:::,nyo el don, publicado en 1924, un clásico de ia so- Inter-preta el llanto como un acto simbólico, como llnól conYención.
ciología generaliz<"lciura, que todavía invocan con re:::>peto 31lt]"opólo_ Rosaldo objeta que semejante análisis devalua las emocio-
nes de los andanw.neses cuando luchan por sobrelle\ar aconteci-

!j
gos de todas las esellelas. Pero Clittord olvida este tipo de desarrollo
individual' la;., etnografías Se relacionan únicamente con biografías mientos trágicos.
altamente selecti\'as de la ünaginación del autor. Si el conocimiento sobre pueblos .y gentes se consigue mediante
1\lientras Clifford es un crítico de la escritura etnográfica. la experiencia de tus propias emociones, se deduce que ha.. . que re-
to Rosalclo es un etnógrafo consuDlado y tiene may·or interés en la sistirse a las apelaciones a la ciencia. Ninguna perspectiva cultural
clase de conocilniento que se puede ganar en el terreno. En su Cul- particular tiene garantizada una autoridad especial, privilegiada.
ture "'1d Tr11I1z, publicado en 1989, también lechaza las apelaciones La pretensión de objetividad es una maniobra en una batalla por la
autoridad, un ardid ideológico. "Términos tales como ob¡dil'idad,
:38
a..J
a la autoridad científica, pero, en su lugar. clama por la intc'gridad
de la experiencia. Los dangot, entre los que trabajó cumo etnógra- /wlilralidad e imparcialidad se refieren a posiciones del sujeto, dota-
fo, le habían explicado por qué solían ir a Gl7.ar cabezas: era la úni- das en su momento con una gran autoridad institucionab"esclibe
ca forma de enh'entarse con la rabia que seguía al pesar, al dolor por Rosaldo, (pero se podría decir que nO son ni más ni menos válidas
la pérdida de un ser querido o por algún dano espiritual. Rosaldo que las de aquellos actores sociales informados más comprometi-
registró esta explicacion cultural en su cuaderno de noti.lS. pero, a dos, pero igualmente perceptivos»." Y había otra ejiÓn más para
continuación. trató de encontrar una explicación sociológica n1ás abandonar las viejas ciencias. El mundo había cambiado: se había
satisfactoria para b.s cacerías de cabezas. No llegó a apreciar que convertido en poscolonial. « Ya no se pueden sostener las posturas
significaban la de,olación y la rabia para el cazador de cabezas ilon- analiticas desarrolladas durante la era colonial (. .. J Pese a la inten-
sificación dd inlperialisnlo norteamericano, el "Tercer ha
0-
got hasta que él miSlnn cxperimentó la trágica pérdida (le su 111ujer.
qUe murió en una accidente mientras est3ban haciendo trD.bajo de irnplosionado hacia el interior de las metrópolis.:,]" En un mundo
campo l'n Filipina:':i. E:::;o le llevó a aceptar la versión ílungot sobre donde todas las culturas son híbridas, donde se pe1foran y se cues-
los motivos para las c.::ü.:erías de CabeL.3s. tionan t.odas las lindes cullurales, las concepcioneS tradicionales de
La n10rakja Je.' l.':-,ta historia (cuyo titulo se podría tradul.-)! cumo cultura );a no tienen sentido. «(Todos nosotros habitamos el mundo
"Pena y rabia oc! L<.lzador dt.' cabezas») e.s que la percepción.\ la in- inlerd"pendiente de finales del siglo xx, marcado por los préstamos
que arra\'iesan las porosas fronteras nacionales )' culturales que eS-
fiL'(¡-nalllJ:llc,> \] f(h.cdi/ar.,>l:' l;"il la obSenal..1Óll P,ll·¡H.:ipdnll:' c-11 Lie¡'" proc,·,,()
tán de desiguakbd, puder y
lllll..'l",uhl,,·l1\ () "·11Ud,iI¡ l·1 .. ,) d, '.',. c:"k lO -.;:)-
Loe:, RCheddd al.."crca de b historia, b ciencia y
Lil!(k de un ¡·I.:rr() Illltl1l..'J() ¡UCll[c:-. de' t'I"'·ll1piu, pt.'''') lk! -,:1111')- la cultura son similarc-s J. los que ClitfnrJ presenta Je manem más
..:imio.:fll() "Je ;lJL!lI\I) ddlllll11.ld'J '>ubre lÍtll:'rJllllleil!(I" c:rLlp()", de Lr Pl:"i· ... 0..1",
enmpar:IClUll dl!¡ 1r'dl :Hnpll.l \ de l(l":> ,>()ntj,;.,:,,, 1 :1... 1l('LI:-. i1!\:,
de' "ni', 1,11 l'll·;) 11l.lIbr de' ,1"\ ".>
1. I 11l'CJi.:n Yi" C:i!!:II"i' 7111i!!. 21
he "\:'ilt1JO un pLll"lT pdrt1cIllar <lJ JI:.·dicarJe nUla a p1e el\' pa::;llld ,1 UJJd hurnu- 3>; (hui.. png -+4
log;J. "1I\ ]tl IIl1d .. p:lg. 217
252 CULTURA UN . . .l UNDO FELIZ 253

elaborada. Sin embargo, con respecto a la identidad, Rosaldo tOIIl prcsenlar un mundo posmoderno emeq?:ente en tanto que objeto
un camino distinto. Para Clifford, la identidad se ha descentraliza:, para el pensamiento social en sus diversas n1anifestaciones discipli-
do y fracturado. Se la fabrica con cualquier pilar a mano, no ca' nares contemporáneasll ...\z Para los antropólogos, la cuestión más
urgente es córno escribir sobre otrDs pueblos y gentes. Marcus y Fis-
elementos dados o recibidos, sino con el resultado de una elecCió
angustiada, de un acto imaginativo de resistencia contra el poder cher identifican dos modelos de etnografía que han surgido a partir
en el mejor de los casos. El héroe pos moderno de Clifford está in.',;, de discusiones recientes. {(Los etnografías de la experiencia)} hablan
capacitado por la incertidumbre cuando ;je trata de saber, juzgar de la vida mterior del trabajador de campo que las etnografías ¡n-
elegir. Es el WASP" que ha perdido el rumbo. El caso de Rosaldc( . f.: terpretativas convencionales dejaban fuera. Como Rosaldo, sus au-
es muy distinto. Su padre era un profesor extranjero de español en' i;<-." tores torceJean con C¡nOClOoes y con la pSlcodlnamlca del yo. Pero
Estados Unidos}oc él nüsrnu se considera un chicano. Esto no sólo incluso los lnterpretativistas más sensibles v reflexivos pueden des-
le proporciona una identidad, sino una comunidad, así.como una cuidar cuestiones relacionadas con el podel: y la explotación econó-
base firme para ton1ar decisiones teóricas ,:-r políticas. ({Para mí. mica, como sosla.yar la insidiosa p'ropagación del capitalismo
con1ü chicana, las cuestiones culturales surgen no sólo de mi dis- global. El género alternativo está constituido por las "etnografías
ciplina, sino también de una política más personal de identidad y [\3';- político-econónlicas», que retratan en pequeños lienzos las formas
comunidad.»"o, También es en tanto que chicana, que Rosaldo específicas con \as que el gigante capitalista «afecta, y a veces mol-
siente simpa tia por los pueblos oprimidos del mundo y su deber es dea, a las culturas de los sujetos etnográficos de prácticamente to-
claro: promover «la crítica social confeccionada desde posiciones , das las partes del mundo"."
sociales subordinadas, donde uno puede trabajar más para movi- Estos enfoques parecen irreconciliables por definición. El pro-
lizar la resistencia que para persu8.dir a los poderosos))."\¡ Esta cri- yecto de la escuela político-económica proporciona una gran narra-
tica está motivada por "la pena y la rabia del cazador de cabezas» tiva universal. En desnudo contraste, Marcus y Fischer admiten que
o, más bien, pür intelectuales de esas emociones priIna- ' la «antropología interpretativa contemporánea no es ulás que rela-
rias, variantes que ({van desde la furia intransigente de Fanan, a tivismo, rearmado v fortalecido para una era de fermento intelec-
través de la ira modulada de Frake, hasta las formas más oblicuas tuah.'¡4 Y, sin embargo, creen que, de alguna manera, la relativista y
de Marx y Hurston, con lo que [la crítica enfurecida] se convierte subjetiva ¡.(etnografía de la experiencia» se puede reconciliar con
(... ) en un arma para ser usada en el contlicto social». Resuelto su una sociología neomarxista, aunque conceden que "está por escri-
problema identitario, Rosaldo puede ser subjetivo sin sucumbir a bir (... ) una antropologia intell'retativa que dé cuenta completa-
la pa¡'álbis del relativismo. Su experiencia le confiere una guía au- mente de sus implicaciones sociales y político-econón1icas» .-Ie, La
téntica respecto a la ira que siente la gente (real oprimida). Iden- abertura a la ({economía política») les proporciona una solución al-
tidad, política v teoría forman una red de una pieza. terna t.i\'a al prohlema ético y poI ítico del No pueden,
La argunlentación de George MarCllS v Michael Fischer en su conlO Rosaldo, reclan1ar una identidad con los oprimidos, pero son
Al1lhropoLog\' as Cultural Crilique, publicado en 1986, empieza con libres de apuntar con sus armas a los opresores. El papel de la an-
la obsen!ación de que el momento re\ olucionario de los años se- tropología es ofrecer una «(crítica cuItural,\ de
senta es cosa del pasado, El mundo está can1bii.1ndu unas \cz más y do LJ. naturaleza fáctica e interesada de sus ideülogías don1inantes,
se requieren nUe\'as perspecti\'us para representar nuevas realida- tal COlll0 aparecen en el arte, la literatura, los estudios, los medios
des. Ho\", las cuestiones candentes son me\odológicas. ({En su nivcI <.le uJInUllicaciún:"",, naturalInente, las etnografías.
mas am'plio, el dcbak contemporáneo trata CÓlTIO se debe r'e-

. \VASP, dIO' lljll/e, 1l,-¡)!n/({lIi, bLIJ1Ui \o plill<:S- --+2. \c'a."L' CiC:lJJg:e c. l\Llrdh \ :\\iLh"ld:\1. J o', el/filtral
(a:¡k, .'<.l\ I.'>po:t \' que -;<.:' ¡ll¡]ll.ll) l"efcI'ir-;e <.:'n t'nr/(/li,: l'¡ r\jJl:'llillcllra! ¡JI rllt' H/UIlWI SdCIIU'.'>, ChiLJ.gO, ()t

«E1L·iocullllralt:>.... '. \ el rllcllLdo Ij'.ILk·() 1)l'1o;ill<1i de b d,lse ddlni· PI 1'lSb. p<.l.'! \ 11-

nante en ESlado-, l'nidus. I,V. ,1,,1 !.! U. 11m/o ¡XI,,!-.4-+.


40. IhlJ, pflg'". 10 \ 11. 4-+. l/lid., .31.
41. ¡bu/. 1SJ5. -I-S. J/)i,i So
254
ClTLJU.I<A
_\IUNDO FEllL 255
A pesar de sus diferencias, todos estos autores vuelven
OPEP o como un consorcio de «tigres)} proteccionistas que manu-
unos pocus ternas centrales. En el corazón de SllS razonamie:'
facturaban coches y artículos de eletrónica, enterrando la British
hay tres proposiciones ligadas, que no son fáciles de conciliar e:
JV1otors y llegando a amenazar a Detroit.
sí v que son susceptibles de críticas por separado. La primera es
y sin embargo, sean cuales sean ,<:,us excentricidades, la explica-
ha habido un cambio histórico mundial en ténl1inos de comer,
, ción posmoderna dé la historia (al menos la versión antropológica)
culturaL La segunda reza que va no es posible (si es que 10 fUe alg(¡:.
no es tan nueva como se puede antojar a primera vista. Es esencial-
I¡¿t 'cc) construir explicaciones objetivas sobre otros estilos de vid¡¡:'.'t mente una historia cul tural 111üderna de un tipo que nos es familiar.
La ¡CITera defiende que existe una obligación moral de celebrada?"
Su temática es la propagación de la ciencia, la tecnologia y los valo'
diferencia cultural, de apoyar a aquellos que se están resistiendo a"
la Occidentalización. Aunque estos escritores están de acuerdo' ' res utilitaristas a expensas de las pequeñas tradiciones, de las ase-
que hav una transición histórica mundial en marcha, la cronologfa" en diadas naciones de la periferia. Es pero su terna pue-
de .ser la nl0dernización, la occidentalización, el imperialismo o el
de la misma es incierta. Es celebre la ubicación que sugirió Virginia
Wolf para el pistoletazo ir¡jcial, alrededor de 1910. Clifford propone
.'c, capitalismo. Tradicionalmente, dos bandos han disputado acerca
de esta visión de la historia: el bando de la Ilustración, que saluda el
varias fechas sobre las que pivotaría el proceso, ir¡c1uyendo 1900
progreso de los valores uni\erSales a costa de las costumbres:,-: su-
1918 v 1950, mientras que sus colegas parecen considerar los años,
persticiones locales y el bando r0l11ántíco que pO:::ilula la resistencia
r
seSenta Como los años críticos. Ta1l1pocu la pregunta sobre qué
;i;' a esta impedaL CJifford, Marcus y conlpanía están, na-
precisamente lo que está cambiando recibe más que respuestas Va- .., ,
turalmente, del lado romántico, aunque constituyan llDa facción
gas, pero no hay duda de que algo muy gordo está sucediendo. «La
posmodema. No valoran la integridad de las anttguas tmdiciones v
nuestra es definitivan1ente una épocu posconiah, afinna Rosaldo. 46
apoyan a las minorías nlás que a las naciones. De todas maneras, tal
Según Marcus y Fischer: «La sociedad americana, si no (... ) las so'
como destaca Emest GelIner, lada la confrontación entre los pos,
ciedades globalmente, parecen estar sumidas en un es.
nlodernos y sus oponentes
tado de profunda transición)}.-l¡ La medida crucial del can1bio es el
viraje desde identidades Culturales seguras a un estado de ilujo cul-
se puede ver como una especie de repetición de la batalla entre clasi-
tural. Los eventos desencadenantes SOn aparenten1ente el fin del co- cismo y el primero asociado con la dominación de
!onialjsn1o y la globalización de la cultura.
Europa por parte de uña corte francesa con sus maneras .v sus prin-
A esta histDria se le pueden encontrar muchas pegas, por mucho cipios, el segundo con la eventual de otras naciones, afir-
que :-)c la presente bajo un estilo poético y lleno de alusiones, que la mando los valores de sus propias cultur;]s folk (... ) En nuestra época.
hace difícJl de de encasillar. Una. objeción que viene rá- además, no sólo consiguieron su liberación las naciones [sw'gic1as]
pidamente a la cabeza es que todo lo dicho no responde a tal como de las antiguas colonias, 'Sino que también fue el período del movi-
jos no.ti\'os ven las cosas, al UJelIos en Occidente. ¿Dónde están los miento fernilli-;ta \ de otros movimientos di\'cr.;;()s de
grandes acontecimientos que dom.inaban nuestra conciencia du. por parte de min(;rías () Jt' gTUpos
rante la pasada generación' Se pasa por alto la Segunda Guerra
MlIndial y, con ella, el HoJocausto. SE ignura la Guerra Fria "'., con Esta versión de la visión rOIT1ántica la histona se vincula con su
ella, el estalinismo, la Revolución Cultura1ll1aoísta y el callejón sin sc'gundo teOlLl cun1ún: los románticos repudi:m las apdaciones a
salida nuclear. Durante casi medio siglo después de la Segunda \-'crdaues clentíficas invariables ü a humanus COlllpartidos.
,'\/lul1ch:d, los americanos contrastaron su plopia sociedad El conocimiento se construye cuhuralmente y es cultuI"allllente rc-
con la de la Unión So\-jética. En Europa I)(TidentaI, el Otro rl'1et'zUl- l<.lliu). No ba.\ absolut()s, no ha:" uni\-ers;¡les. Se debe tr::llar la nlis-
le durante la pasada generación era la El:nJpa oriental o, quizás, los 111a cil.'ncia con¡n un discurso cultural. con un prOpóslto ideológico.
nlLsmos Est;:¡dos Unidos. Oriente bajo .:lpal-iencia c/c la El es la idt:'olügia dc>shl1Il1J.niLado[u dc' una clase capi-

46.
\'0a:o,e Ros;.¡!do, CI/!lItrf' aud TrurJ¡, pág . ..J... L
-P. \·e.::c'\c MJ.ICU-;.\ Fis.. . ht,¡; AmhrnpologYdS CUlilU,¡( ('11tH/lit', pig. 9. -lX. Vl'd::.e Emé'->: C;,,--II nt:'J", PO"l'lIudL';)/1.,1I1. Un,,,(!/! uud Rl'1it;ll'll, L(mdre'>,
R()utleJgc. 1992 pag:-, 2ó\ 27.
256 CULTURA
UN MUNDO FELIZ 257
talista, imperialista y patriarcal. Sin embargo, sus
rencia. Sin embargo, el propio Clifford tiene una dificultad equiva-
objetividad v autoridad no descansan sobre nada más substancia¡:,
lente para especificar qué es lo que la gente tiene en común, «Re-
que la retórica. Las invocaciones a la ciencia son juegos de
calcar (... ) la naturaleza paradójica del conocimiento etnográfico».
disfrazados, estrategias para la imposición de un conjunto de admite, «significa cuestionar cualquier base estable o esencial so-
res sobre todo el nlundo. Ernest Gellner orrece un reSUillen -i
bre la que asentar las similitudes humanas»." En el fondo, Said es
'. . ...
El coJOl1lallsmo Iba de la Chano con el POsitIvIsmo. la descolonización
k,
_
un cosmopolita que pide una respuesta humana común a dilemas
humanos. Clifford opta por la diferencia y espera que las conse-
con !a hermenéutica, culminando hnalmente con el posrnodernistno.'
El positivismo es Llna forma de imperialismo 0, quizás, al revés o cuencias sean benignas. Está preparado para cuestionar ({cualquier
bas cosas. Los hechos lú.cidamellte presl:ntados y (putativamente) base estable o esencial sobre la que asentar las similitudes huma-
dependientes eran las herramientas y la expresión de la dominación . nas», para enfatizar las diferencias a expensas de aquello que ridi·
colonial; por el contrario,
tural y respeto,4 Y
el subjetivismo significa igualdad '1: culiza como cosmopolitismo (un muletilla que tiene su propio pe-
,.A>
digrí siniestro en los discursos totalitarios modernos). Pero Clifford
se queda sin ninguna buena razón para respaldar a las víctimas de
Hay una contradicción obvia entre esta epistemología relativista y la globalización.
lt'
la pretensión de ser capaz de ubicar con exactitud una crisis cultu- Resta una dificultad relacionada con todo esto que se podria de-
ral cósmica. "Si notamos que el mundo ha cambiado», apunta Gell- nominar el problema de la legitimidad. ¿Quién puede hablar por el
«pareceremos estar en posesión de alguna información obje- ,,,,' Otro? Tradicionalmente, la izquierda europea ha acordado una au-
tiva, después de todon. 50 Hay todavía otra contradicción entre la toridad especial a los líderes procedentes de la clase obrera. En la
negé1tiva de que se pueda conseguir un conocimiento objetivo y el tradición del nacionalismo romántico, sólo el nativo puede hablar
firme tono mora) que habitualmente emplean estos autores. Pueden por el nativo. Si la trifulca es más bien entre los imperialistas v sus
no saber nada con seguridad, pero sí saben lo que les gusta. Están victimas, y si sólo la identidad confiere la autoridad necesaria para
al lado de los pueblos del mundo que se resisten a la «occidentali_ hablar, entonces, se debe ceder el campo a quien pueda declarar un
zación», la «modernización» o la «globalización». Pero, ¿en razón origen compartido con las víctimas. Estas premisas son obviamen·
de qu¿ pueden tomar partido? ¿qu¿ garantiza su afiliación política? te problemáticas, v no sólo porque hay nativos y nativos, facciones
¿en el nombre de qué principios pueden llamarnos a las armas? y portavoces que compiten entre si, incluyendo, a menudo, a dos
Con un estilo característicamente romántico, Clifford castiga a viejos oponentes, el modernizador y el tradicionalista. Con seguri-
Edward Said por lo que llama un humanismo insulso. Said insiste dad. deben haber diferencias entre hablar sobre alguien v hablar en
en los valores universales y se encuentra incómodo con la política nombre de alguien, entre pretender representar a alguien en un
identitaria. «¿Resulta útil la noción de una cultura distinta (o de contexto político y ofrecer una representación de sus creencias o ac-
llna raza, una religión o una civilización)?», se pregunta Said, ((¿O CIOnes.
siempre implica autocomplacencia (cuando se trata de la propia) u Esta oposición maniquea entre nativos colonialistas, entre
hostilidad y agresión (cuando se trata de la de otros)?,," Serlala que oprimidos .y opresores, tanlbién puede imponer una unifurmidad
la apelación a la identidad cultural se puede usar para" movilizar fáctica en lodos los pueblos poscolonialcs, esencializándolos. pre-
pasiones atávicamente», llanlando a las gentes a la guerra. 52 Según sionándolos para que representen el papel de una vfctinla estereoti-
Clifford, Said insiste tanto en los valores hUDlano-s comunes que se pada en una especie de drama de la Pasión occidental. Y el rol que
queda sin lenguaje para poder escribir decentemente sobre la clife- se les ofrece tiene ciertamente sus inconvenientes. Para empezac a
pesar de las esperanzas de Gandhi, la re:-;i'ikncla ,1 la ciencia v a la
-tY. IhlJ pag. 26. tecnología no es ni mucho nlenos uni\-ersal en el n1l1ndo poscolo-
50 ¡hu!. pag . ..;] niaJ. Al contrario, hace una generación, Lévi-SLrau:,s apuntó que los
51. \i ease S"\lJ. Ofli'wafi"1I1, ¡x.ig. 325. dirigentes de los nuevos estados clarnaban por JIIds tecnología occi-
52. V¿aS(' Said, lUllltri' (/ud /1!lfJi:.'rUih:'¡Il, londn,·.'>, Challu and
[993. p;íg. 42
:::;3. CIíftord, The Pr¿dlcwl1t!r¡[ uf el/ftUle, pág. 1-+5.
CULTURA UN FELIZ 259
-', ,
Tampoco las sociedades poscoloniales saludan forzosamen: hace muy dificil para que se acerquen lo más mínimo
el énfasis en la diferencia cultural. En [Huchos lugares, las al trabajo de campo.\Presienten que se verán «acosados}), señala
?riencias históricas han. engendrado. escepticismo, incluso hostili; Geertz, graves rncertidumbres internas, lo que casi da lugar a
dad, hacia la celebraclOn de las dlterencms culturales, que se una especie de hipocondria epistemológica, en relación con cómo
explotado frecuentemente en políticas de «divide y vencerás». En";'ic"'? puede uno saber que cualquier cosa que diga sobre otras formas de
Sudáfrica, el lenguaje de la identidad cultural, la ideología del des.' ..:,,," , vida es, de hecho, como uno lo dice»,"
tino cultural, ha sostenido una tirania espantosa. Los inmigrante¿ " Entonces, ¿por qué este movimiento intelectual ha tenido tanto
instalados en Occidente tan1bién se pueden sentir turbados por la ',!-,,('>. éxito? Una posibilidad -de la que muchos se han hecho eco, hasta
exhortación a mimar sus diferencias respecto a la sociedad el punto de convertirla en una verdadera es que el pos-
triona y a construir a pmtir de ellas, cuando, tal vez, gustarían de . modernismo sea una ideología a la carta del consumIdor, pero esto
disfrutar de la oportunidad de convertirse en ciudadanos sin adjeti, apenas cuadra con la hostilidad reHeja de los posmodernistas hacia
vos ni designaciones cOlupuestas que tengan que aclarar constante_ el Sueño Americano. Otros han localizado su atractivo más especí-
nlente su posición en la cOD1unidad. ficamente en el seno de las universidades. Joel Kahn sugiere que,
¿Qué tiene que decir' el profeta de la diferencia de aquellos que ' .. «quizás, lo que es más chocante sobre todo este debate acerca de la
se resisten al imperialismo, pero predican un humanismo univer- cultura y la diferencia es lo poco que se parece relacionar con el
sal' Edward Said, por ejemplo, incómodo con las apelaciones a la mundo exterior a la academia, y lo mucho que parece centrarse en
diferencia y a la identidad, denuncia la presunción de que «sólo las temas como el currículum, la selección de estudiantes, las prácticas
mujcres pueden entender la experiencia femenina, sólo los judíos de contratación, la promoción, las plazas y demás factores qUe con-
pueden entender el sufrimiento judío, sólo los antiguos colonizados ciernen principalmente a los académicos,sl:! También se ha dejado
pueden entender la experiencia colonial» 50 Lila Abu-Lughod, que escapar, pues, la innoble sugerencia de que el programa posmoder-
se ídentifica como una feminista y una haltie (de half «mitad», mi· no ha servido a propósitos útiles en las batallas por la promoción y
tad americana, mitad árabe), se opone al énfasis en la diferencia el poder académico. «Estas proclamaciones se deben ver corno ma-
cultural en términos parecidos, aduciendo que la aserción de la di· niobras políticas en el seno de la comunidad académica,), según
fel-ellcia conlleva una aserción de la jerarquía que «siempre entraña Paul Rabinow, en una contribución ocasionalmente subversiva a
la violencia de la represión o de la ignorancia de otras formas de di. Writirlg Culture. La audienCla para la que escriben Clifford y el res-
ferencia" (el género, por ejemplo, puede tener una significación to está cerca de casa, «es la academia en los años ochenta. De ahí
transcultural). Concluye diciendo que «quizás los antropólogos de- que, aunque sin ser del todo falso, situar la crisis de representación
berían tomar en consideración posibles estrategIas para escribir en el contexto de la ruptura de la descolonización es ... básicamente
contra la culturan, y les urge a realzar, a poner de manifiesto <das si- tangencial a la cuestión en Tal como Gcllncr esta
militudes en todas nuestra vidas». argumentación, «Stunn und Drcmg und,Tel1ure [Sturm llnd Drang y
. Dejando de lado sus problemas lógicos, el movimiento posmo- Plaza] podría ser bien bien su cslogan¡>.t10'<
:lemo ha teTIldo un efecto paralizante sobre la disciplina antropoló-
,ica. Niega la posibilidad de una antropología cultural comparada. 57. V¿Ohe Clifford Gccn:l, IVorb úlld Lives: Tll/.' Anthropologis{ as Alllhor
Standlord. Sto1ndford UnJversity 1988 GISt.· El ancwpólogo C0l110 Ol!lur:
Promete un avance rompedor en la etnografía, y ha habido algunas
Barcelona. Paidos, 1989).
posmodernas exitosas e imaginativas, pero Sll efecto prin- SS. Véu'>e lue! Kahn. Clllilln:. AJulfÍl'u!rllre, Londres. SZJge, \99j.
:ipal ha sido poner tan nerviosos a los jóvenes etnógrafos que se 59. Véase Paul Rabll1ow. are Social Fac:s", en Chfford v
Marcus (comps.), Hrilnl h CU/illrc. pago 252.
54. Véa::ie Rae/! (/wl Po.r;s, UNESCO, 1952 (tl;,¡J. Glst: 60. Ernest Gellner, )111. Rt'[J.sol¡ (/nd ReligúJIl. pág. 17,
l' I/lSlOria. Madrid. Cálcdl<l. 1996). " Sfllnll lInel Dranges el título de un Jram3 da nombre a un mO\'imiento
55. Véas;: SaiJ, Culnut' tU¡J JlilpaÍLllis//I, pag. 35, literano pF)tagoniz;:¡do en --\kmama por ,¡o\'en¡,;s de tinales dl'; Siglo XviiI
56, Véase Lila Abu-Lughod. «\Vritmg (l¡}ture>;. en Rich<lrd Fax (1770-17821 que :'echaLaban lotunJamentc las normas de Ja crítica impe-
comp.), Rr:cu¡JlllrillJ; 4.¡Il)z¡OI)()!"!;_'· Workillg in fil<' PrL'.)::lIf, S,:¡Jlla Fe, 5...-:11001 ot rantes en b Ilustraoón \" se caraclt'ril::..Iban pOI' la e:\lra\;Jg2lflClí.l en La expri.'<;lón de
\lue:::ican Research Prc:-.s, 1991, págs, l-l0. 1....7 157. la pasiones violenl<J-s. denominación se utiliza frecuentemente en ll1glés (u
260 CULTURA

Sin duda, estas consideraciones son relevantes, pero, se podria


aplicar a cualquier novedad académica. No explican en absoluto
por qué este movimiento ha arraigado en la antropología. Es mejor
empezar recordando el éxito de Geertz al reorientar la antropología
cultural en Estados Unidos como una disciplina en el seno de las :;,
humanidades. Cuando el viento cambió en los departamentos de fi- Capítulo 7
losofía y de literatura, obviamente •.los antropólogos se inclinaron a
variar su derrota en consecuencia. Si la cultura era un texto, las in- CULTURA, DIFERENCIA, IDENTIDAD
terpretaciones de la cultura dependé'rían de lo que los expertos acre-
ditados dijesen que es un texto. Geertz esperaba que la antropología
reformara las humanidades, pero el efecto de su programa fue sub- El rasgo más extraordinario de su carácter intelectual
ordinar las preocupaciones teóricas de la antropología cultural a las [del jefe basuto. Moshoeshoe] es su talento para la gene-
de las principales disciplinas humanistas. Todas compartían el mis- ralización. I\tlientras el Sr. Casalis le está le:,-'endo ,cual-
mo objeto, todas estaban en el mismo j,íégo: la interpretación de la quier fragmento de historia antigua o moderna, lo que
cultura. Y la forma canónica de la cultura la constituían la literatu- hace a veces a petición su.\'a, su mente está siempre ocu-
ra y el arte. pada con la filosofía del tema en cuestión y llega a expre-
sarse en ocasiones con sentimientos que bordean el éxtasis,
Pero los antropólogos posmodemos americanos también se apo-
golpeándose el muslo con la mano derecha y recostándo-
yaban en un movimiento social, en el cual, «la diferencia» (identidad se en el sofá del misionero, como un hombre que ha en-
étnica, género, orientación sexual, incluso minusvalías) se había contrado un nuevo principio o nuevas pruebas que venía
convertido en la plataforma para reivindicar derechos colectivos. persiguiendo largamente. «Casalis)). Ole explicará, «(veo
Había una lógica común en todas estas reivindicaciones: no eran ac- que los hombres han sido lo mbmo en todas las épocas.
cidentes biológicos los que generaban las diferencias, sino identida- Griegos, romanos, franceses. ingleses y busutos, todos
des culturales, y las identidades culturales debían ser respetadas y tienen una naturaleza común».
afirmadas. La ortodoxia dominante ya no era más que una posición
cultural que se había convertido en hegemónica. La civilización oc- A 111 issionar)' 's
report un the Basotho Chief
1
cidental era simplemente la cultura preferida de una determinada Moshoeshoe, \\TÍtten in 1843
dile masculina blanca. Mientras que, en Europa, el posmodemismo
fue un lamento por el fin del marxismo, en Estados Unidos, se con-
virtió en una fuente de respaldo ideológico a las identidades políti- En los días que corren, los antropólogos se ponen notablemente
cas, un movimiento que estableció sus centros neurálgicos en las fa- nerviosos cuando discuten sobre la cultura, lo que en aparíencia eS
cultades de letras de las universidades americanas. sorprendente, ya que la antropología de la cultura es algo así como
la historia de un éxito. Mientras que otros venerables conceptos se
han ído disipando hasta desaparecer del discurso de las ciencías so-
ciales, incluso los pos modernos pueden continuar hablando de cul-
tura con naturalidad, aunque, si eS necesario, lo hagan entre comi-
llas. Compárese con el destino de personalidad, estructura social,
clase o, Olas recientenlcnte. género. De hecho, la cultura está hoy
más de moda que nunca. Ot;'<.lS disciplinas recun-en al concepto y

1. en Leonard Sunn'al in n.-v lVodds: MoshoesllOe oi"


traducido como Sro/I/l al/d qft'SS) para desIgnar periodos de lamento inte- Lesolho, 1786- f S70, Oxford, Clan:ndon Prcss. 1975, pág. 81.
lectual. (,\,o del Li
262 CULTURA CULTURA, DIFERENCIA. IDENTIDAD 263

una nueva especialidad, los estudios culturales, se consagra total_ Esta concepción de cultura es la que se ha convertido en mone-
mente a ella, da de cambio habitual, y no únicamente en América, Como era na-
Hasta hace bien poco, también habia un alto nivel de consenso tural, los antropólogos acogieron favorablemente la popularización
sobre el concepto, Incluso hoy en día, se podría confeccionar una de sus ideas, creyendo que iban a fomentar una mayor tolerancia,
lista de hipótesis acerca de la cultura a la que muchos antropólogos pero continuaban suponiendo que se les reconocería conlO exper-
darían su visto bueno con alegria (al menos, si se les permitiese ano- tos académicos en la materia, Sin embargo, aunque todo el mundo
tar al margen sus reservas personales). Primera, la cultura no es Un habla ahora de cultura, no miran a los antropólogos en busca de
asunto de raza; se aprende, no la llevamos en nuestros genes (esto guía, Condescender con esto puede resultar duro, «Los antropólo-
se admite inmediatamente, aunque, en algunos círculos, hay ahora gos se han eslado quejando mucho de que las nuevas especializa-
más interés en saber qué es lo que pueden dar exactamente de sí los ciones académicas sobre la "cultura", como los estudios culturales,
genes). Segunda, esta cultura humana común ha avanzado, Esta- los han ignorado, asi como también lo han hecho las manifestacio-
mos hablando aquí de la muy longue durée, del muy largo plazo; sin nes del "multiculturalismo", tanto académicas como extra-acadé-
duda, el progreso ha sido desigual y susceptible de retrocesos, pero micas», escribe el antropólogo Terence Turner. (Como esperando a
se han ido acumulando avances tecnológicos irreversibles en un que nos sacasen a la pista en el baile intelectual del momento, mu-
tempo cada vez más acelerado, El progreso técnico se puede medir chos de nosotros nos hemos sentado una y otra vez a esperar que se
y sus efectos se pueden rastrear en la propagación y el crecimiento nos preguntara, para. así, poder impartir nuestra sabiduría supe-
de la población humana, así como en el desarrollo de sistemas so- rior, y más de uno se ha quedado resentido al ver que las invitacio-
ciales paulatinamente más complejos y de mayor escala (este punto nes nunca
quizás se aceptaría más a regañadientes, y sólo matizando que lo Esta imagen cultural resulta más bien caduca. No puedo imagi-
que unos pueden saludar como una nueva aurora, para otros, pue- nar a mis colegas esperando vanamente que los saquen a bailar,
de ser una catástrofe), aunque algunas veces hacen pensar en los propietarios de una tien-
Tercero, existe un acuerdo general acerca de lo que implica la da de delicalesseIl pasada de moda, situada en algún rincón poco
cultura en el sentido en el que han utilizado la palabra muchos an- frecuentado del centro comercial. Pero Turner ha puesto el dedo en
tropólogos culturales americanos, escribiendo sobre la cultura kwa- la llaga en cuanto a la razón que ha hecho que los antropólogos per-
kiutl o, incluso, estadounidense, más que sobre una civilización dieran cuota de mercado en el bazar de la cultura, El debate sobre
global. En esta acepción, la cultura es esencialmente una cuestión de la cultural ha vuelto a ser político, "El IHlllticullliralismo, a diferen-
ideas v valores, un molde mental colectivo, Las ideas v valores, la cia de la antropología», indica Turner, «es prinlariamente un movi-
cosm¿logía, la moralidad y la estética se expresan sím- miento para el cambio,,3 Algo parecido había pasado antes en la
bolos y, consecuentemente, si el medio es el mensaje, se puede des- historia intelectual de la teoría de la cultura, v más de una vez, va
cribir la cultura como un sistema simbólico, Los antropólogos que el concepto siempre ha llevado una doble vida, Recluida dur,;'n-
americanos también tienden a poner énfasis en que estos símbolos, te la mavor parte del tiempo entre las paredes de bibliotecas y aulas,
ideas y valores aparecen en un espectro de formas de una diversi- la cultura siempre tiene una oreja atenta a lo que pasa en el mundo,
dad casi infinita. A un cierto ni\'el, esto es una proposición empíri- a los gritos que llegan desde las barricadas, y, de vez en cuando, se
ca (di/ferent fa/k", difierelll slrokes, "sobre gustos no hay nada es- pierde en sueños de guerra o revolución. En los años cincuenta, Tal-
crito,,), Sin embargo, a menudo se aduce un relativismo filosófico COtl Parsons, C¡yde Kluckhohn y Alfred Kroeber trataron de pro-
convencido, a partir de la observación de que no sólo las costum- n10ver una ciencia de la cultura objetiva v, en la siguiente genera-
bres, sino también los valores son variables. Parece seguirse que no ción, Cli!ford Geertz reivindicó para ella llna hennenéutica cerebral
existen criterios generales válidos que permitan juzgar los princi-
pios v prácticas culturales (para hacer pegadizo este argumento,
a y"lIJa el restar ilnportancia a lo que la gc:'nte tiene- en conlún, apar- 2. \'éase Tert?Jlce 1urner, "AnLhrnpo!og ¡\1111tlcultur;..d lsm: vVha¡ i:-.
Anthropologv thíll MulticulLuralisls S 11, JldJ Be :' 11 nJ Illl nf Ilo) Cultltra! AI1/hropo{uc;,\ ,
te, naturalmente, de su capacidad para desarrollar culturas muv \01. 8. neo 4,1993. púg. 41l.
distintas),
3. ¡bid.. pág. 412.
265
264 CULTURA CULTURA, DIFERENCIA, IDENTIDAD

y autónoma. Pero el estudioso Dr. Jekyll bebió una vez más su po- frescos, sino también falsas aspiraciones. Repasando una inHuyen-
ción v el subversivo Mr. Hvde salió a las calles. En los años noventa te antología de estudios culturales. Stefan Collini resalta los casi pa-
en A;;"érica, apenas se distinguir la política cultural de la te: ranoicos recelos que reconcomen a los críticos de la producción
oría de la cultura. Inevitablemente, se dejó de lado a los antropólo- cultural:
gos. Para una generación politizada, los ensayos sobre las peleas de
gallos en Bali parecían extraños, alejados de la acción. La sospecha es que muchas formas de actividad cultural son esen-
cialmente un,disfraz del hecho de que Alguien está Tratando de Pre-
En respuesta, algunos antropólogos americanos han apremiado
:-:.ionar a Otro (... ) apenas hay una página de este grueso volumen en
a sus colegas para que desciendan a la arena política, para que sos-
tengan la percepción de la antropología en el debate público. Al fin y It la que no se n-0'5 diga llue alguien que posee algún tipo de poder C.. )
está tratando de "dominar", "suprimir", "ocluir", "mistificar", "ex-
al cabo, desde Herder, pasando por Nietzsche, hasta Adorno, Grams- '! plotar", "marginalizar" e.,) a otro y, en respuesta a tales intenciones,
ci, Elias o Williams, los grandes escritores de la cultura nunca duda- el deber de quien se introduce en los Estudios Culturales es
ron sobre su condición política. En antropología, Boas, Malinowski, tir}>, "desenmascarar", "impugnar", "deslegitimar", "intervenir", "lu-
Mead o Lévi-Strauss no titubearon al abordar amplios temas políti- char
cos. Incluso el antropólogo escéptico puede encontrarse con que el
actual discurso politizado sobre la cultura provoca reflexiones incó- La TIlayor esperanza para semejante resistencia reside en la cultura
modas sobre las implicaciones de la teoría antropológica. popular y, por consiguiente, ésta se convirtió en el foco inicial de los
estudios cLllturales. Durante los años sesenta, cuando los estudios
i, 1; ,', culturales se desarrollaron en las universidades británicas,
dos en Raymond WilIiams v enraizados en la Nueva Izquierda, la
La nue\,."a disciplina acadénlica conocida como ({estudios cultu- cultura popular era el tema candente. Y no porque se la considera-
rales» representa un potente desafío para la antropología cultural. ra necesariamente corno benigna, ya que, como recuerda Stuart
En los estudios culturales, la «cultura» incluye las bellas artes, la li- Hall, uno de los pioneros del ramo, siempre existía el riesgo qLle los
teratura y la erudición. la materia de! curríc;'lum de las humanida- poderosos la cooptaran para su propio servicio: «Es parcialmente
des, pero también admite e! arte negro de los medios de com4nica- en ella donde se urge y donde se obtiene la hegemonía». Por otra
ción y la esfera vagamente demarcada de la cultura popular (una parte, en el grado en que la gente pudiera controlar la cultura po-
mezcla de lo que se solía llamar folklore y del arte proletariO: más pular, «ésta es uno de los lugares donde el socialismo se podría
deporTes). Estas fornlas de cultura se valoran de manera muy dife- consti tuin). 5
rente. A grandes trazos, se sospecha de la alta cultura oficial, mien- Sea celebrando la cultura popular o poniendo su granito de are-
tras se condena la cultura de masas como sucedáneo, si no como na para conlbatir la hegemonía, los estudios culturales siempre han
corrupción irremediable (aunque, dentro del ramo, se puede con- sido al misn10 tiempo una búsqueda académica y un nlovimiento
descender Con un cierTo placer obtenido de los culebrones); sin em- político. La crítica política v la cultural se funden en el estudio del
bargo, se trata con simpatía a la cultura popular. cine, la televisión v los dep,;rtes, mientras que la propaganda políti-
Los académicos radicales no contemplan la alta cultura como ca de los activistas de clase, raza }' género rebate el mensaje opresi-
un bien común, que deba ser conservado y transnütido. La «cultu- vo de los nledios de cOlllunicación, La portada de la revista intema-
ra)} de élite se debe entender más bien corno una fornla conspicua
de consumo, una marca de esta tus. Apuntala el poder opresivo de la
clase dirigente su fetidlización silencia reduce el poder de la .:+ \-'¿':lSC Colhni, Badh Cunneclc'd: Tbe Pas"ionate lntensitv of Cultural
\ IC[(JrIull .')11/(ll<"" JI..' I'N3, P;l¡;.-1::;:- Se trata de Llna "larga
\L'¡al1l)
lll;l,\uría. En la .-\mL'l'lCa ITiulticulturaJ. se que lo:, estudios sobre
Critica de Ll\\r<:nce C:1ry !\id-;un.\ Pellda.\. Treichler (comps.), Cultura!
Ci\ i\i!.ación OL·...:idcllti.tl alienan a Jos estudiantes con otros orígenes
Swdies. Lontir<:'", Routkdge, 1
\' el intdt'ctual crítico se siente incluso mucho más 5. \-éa::.e St\l:lrl Hall, "Nole..., tlJl DeL-on:-tt'Ucting "the popular», en R, Samuel
turbado por el p, ¡del' cultur.:d esgdmido por los rnedios de comuni- (comp.). Pcopit':) HL\ron' 0I7d ,'lUélutl"{ r}¡eu/,r. LnnJlc's, Ruutledge and Kegan Paul,
cación. Instrllmentos del capital. los nlasS /llcdia no solo venden re- I Y81.
CULTUR.-\., DIFERFN(:IA, IDFNTlnAO
267
266 Cl;LTURA

tituciones como productoras culturales. La principal preocupación


clona] Cultural Sludies declara que está (tdedicada a la noción de que
es saber quién las paga y a qué intereses sirven. Además, en seme-
el estudio de los procesos culturales y, especialmente, de la cultura
jantes ejercicios no queda sitio para la tradicional caridad cultural
popular, es importante, complejo y gratificante, tanto académica
de los antropólogos. productos culturales no se juzgan con cri-
como polítican1ente». En Europa, por lo menos, se da por sentado
terios estéticos, sino aplicando el dilema simplista del pensador ra-
que los practicantes de los estudios culturales son de izquierdas. «To- dical: o liberador u opresivo. Este compromiso activista también
das las preInisas básicas de los estudios culturales son marxistas)),
nutre una desafortunada tendencia a avalar ciertas clases de
escribe John Storey6 El marxismo ha tenido menos inHuencia en Es-
ra (ridiculizada en su mayoría por sus oponentes en tanto que .{co-
tados Unidos. pero los estudios culturales en América se caracteri-
zan por la tradicional reticencia radical a separar teoría y práctica. rrección política»)).
Finalmente, e' modelo para operar con la cultura se asienta en
El especialista cultural se puede comprometer perfectamente en am- una compresión de lo que le está ocurriendo a la moderna sociedad
bas, sin tener que abandonar su puesto, probablemente en una uni- de consumo occidental. Cuando rniran hacia fuera, cosa que no ha-
versidad, en un departamento de literatura o de educación. Los te- cen a menudo, lo que ven los especialistas en estudios culturales es
mas políticos apremiantes están presentes por doquier. teniendo un proceso de americanización (llamado globalización). El resto
relación con la adscripción de alumnos Ji docentes. así como con la del Inundo está aparentemente condenado a repetir el drama que
definición del «canon», de la bibliografía recomendada. tuvo su prf/¡¡iéle en la metrópolis. Sujeto a los mismos medios de
Se podría defender que la antropología se incorporase a los es- comunicación, todo el mundo recreará las mismas luchas. Luego, el
tudios culturales, si reahnente tiene el deber cívico de desenmasca- etnógrafo tradicional, que intenta saber cómo es la vida en alguna
rar al enemigo (capitalismo, hegemonía occidental. patriarcado). aldea, tiene poco que decir sobre todo esto. y, en consecuencia, las
Ése era el eje central de Marcus y Fischer en su Anthropology as Cul- monografías sobre asuntos nlrales se quedan en lus n1ien-
tural Critique, así que, en un ensayo de 1992, George Marcus apre-
trns que las editoriales compiten por relatos de cómo interpretan
miaba específicamente a la antropología cultural a refundirse como
las telenovelas mexicanas los urbanitas indonesios.
ulla rama de los estudios culturales.' Muchos estudiantes han res-
pondido con entusiasmo a esta llamada, pareciéndoles que estudiar
los programas de televisión en una sala de estar familiar es moral- "1, * *
mente menos problemático y, quizás, más fácil en general que aven- Si los antropólogos americonos contemplan ansiosamente los
turarse en el tenitorio del Otro. estudios culturales como una amenaza, muchos consideran el mul-
Como mínimo, los antropólogos se ven apremiados para incor- ticulturalismo como una oportunidad. Y, sin embargo, el últimu
porar las proposiciones centrales de los estudios cultl,lrales: que la puede representar un desafío más subversivo, dado que es una
cultura sirve al poder v que es (v debe ser) contestada. Ahí hay cla- ducción política de algunas nucleares sobre la cultura que los
ramente algo. Aunque la cultura no sea lo mismo que la ideología, antropólogos podrían suscribir, en una forn1a n1ás matizada. En
sin duda hay un lugar para una descripción crítica de los mercade- consecuencia, suscita preguntas inquietantes sobre las implicacio-
res de la cultura. Pero muchos antropólogos se sienten estafados
por el de los estudios culturales. La objeción obvia es nes de sus propias teorías.
Ha.y que reconocer de inmediato que el multiculturalismo no es
que, cuando se restringe la cultura a las artes, los medios de comu- un movimiento social coherente. Algunos de sus sin1patizantes
nicación y el sistema educacional, se trata sólo con una par1e de lo duso desdeñarian la etiqueta. Entre aquellos que se describen a sí
que los antropólogos entienuen por cultura y, adenlás, desde una lnismos comO se discriminan escuelas, facciones
perspectiva nluy particular. Sólo se singularizan 11n puñado de ins- y tendencias. Terence Turnt.::r, por ejen1plo, opone un multicultura-
liStTlO de la diferencia (deplorable. según él) a un multiculturalismo
6. Vó;:.,e John SLorey, "Cultllrzt! Studies», en Adam Kuper v Jessicü Kuper cririm (que juzga admirable).' El rnulticulLuralisJTIo de la diferencia
(<.:omps.), The S(lclal ScieJ1Cl-' ElInc!npec!ia, Londre::., Rnutledge. 1996. pág. 16ü.
7. V¿use George E. MarclIs. dntroducrjon», en Gcorge E. ¡VJ:.¡rclls komp), 8. V'ea:'>c Turnt'r, ¡}nd
Racadmg eu/mml 4J1thropoiu,gv, DudwlTI, DlIkc lJni\elsity Press, 1992.
268 CULTURA
CULTURA, DIFERENCIA, IDENTID:\O 269
se mira el ombligo y se Iiincha de orgullo con la importancia que
concede a una cultura detern1inada y con sus pretensiones de supe_ El objetivo común es reemplazar la ideología del melting pot
rioridad. En contraste, el multiculturalismo critico mira hacia fUe- ..¡ americano por lo que es, en efecto, una ideología de la antiasimila-
ra, se organiza para cuestionar los prejuicios culturales de la clase ción. Los multiculturalistas rechazan que los inmigrantes deban ser
social dominante e intenta sacar a la luz las o1iserias del discurso asimilados por la corriente principal de americanos -incluso llega
he&emónico. En realidad, este multiculturalismo crítico esta inten_ a negar que dicha «corriente)) exista- y que deban compartir los
samente influido por los estudios culturales y, en Anlérica, los estu- mismos ideales y aspiraciones. Al contrario, la América de los mul-
dios eul turales críticos han adoptado buena parte del programa ticulturalistas está fragmentada culturalmente. No contemplan este
multicultural (esta tendencia también ha hecho su aparición en hecho como un problema en sí mismo. El problema no es que las
Gran Bretaña; el programa del nIaster en estudios culturales de la diferencias existan, sino que se las trate con desdén, con10 desvia-
Universidad de Leeds aborda «lemas de politica de la representa_ ciones de la norma. Una cultura hegemónica (blanca, anglosajona,
ción, sexualidad y género, raza e ideas sobre la diferencia» J. Tanto de clase media, masculma y heterosexual) impone sus reglas sobre
se han acercado los dos movimientos que Lawrence Grossberg, el el resto. Sus diferencias los definen: son no blancos, no (,anglos», no
editor de la influyente reví-'ita CulturaL Srudies, destaca una «ten- de clase media, no machos, no «hetera».
dencia a equiparar10s estudios culturales con la teoría Desde un cierto punto de vista, el grupo dominante sinlplemen-
y la política de la identidad y de la diferencia».' te impone sus propias características ideales conlo la norma defini-
No obstante, a pesar de las distinciones reales que se pueden es- toria , tacha de desviado -etiqueta- a cualquiera que sea diferen-
tablecer entre sus diversas modalidades, todas las formas de multi- te, Una perspectiva alternativa sugiere que estas minorías son
culturalismo comparten ciertas prenüsas. Y, aunque sus teóricos auténticamente diferentes desde el punto de vista de sus propios
académicos citan a filósofos europeos, y pese a que su influencia miembros. Son lo que son porque cada grupo posee su propia cul-
hava traspasado el Atlántico. propagándose particulamlente en tura. El grupo dirigente los oprime negando la igualdad la equi-
Gran Bretaña. los principios subvacentes del multiculturalismo son valencia- de los valores v símbolos de sus culturas. Rehusa reco-
distintivamente americanos. Basado en los departamentos de hu- nocer sus diferencias o bien las devalúa. El multiculturalista traslada
manidades de las universidades, el multiculturalismo es la última y estas posiciones a un programa político, afimlando el derecho a ser
la más americana de las críticas a la ideología del establishment. Se diferente v el valor de la diferencia. Se debe garantizar a cada cir·
hace eco de discursos disidentes anteriores que, en su día, estuvie- cunscripción cultural una buena medida de autodeterminación y
l'On de moda en los campus, demandando que se confiriera poder a Llna voz igual en los asuntos colectivos.
los débiles y Il"mando a su emancipación. El multiculturaltsmo está lejanamente relacionado con ciertos
discUt-sos de la Contrailustración acerca de la identidad étnica. No
asombra que su enemigo hereditario, la concepción ilustrada de
9. \/¿asc LmTence «[cienlit! and Cultural Sludles», en Stu<lrt Hall y
Paul du Gav QlleSrl(m_, nI' Culrural Id¿l1litr, Londres. Sage, 1996, pág. 87
una ciYilización hun1ana común, conducida por una nación de van-
Terence Turner señab que el desarrollo de los estudios culturales "int1uenció guardia, tao1bién persbta en Anlérica. De hecho, tlorece. Su premi-
direct;:unentc el a'.>l:en:-.o del multlculturaiL.,mo. Los e'.>ludios culturuJes también se sa es que la nación sólo puede ser fuerte:\-' unida si ha:' un consenso
preocupan de mediu.'> de comunic.:lclóll y' tipos de representación de cultural. La crítica cultural preocupa a los conservadores porque la
Jo'.> grupo'> situados en los mürgenes de cb:. es hegemóni¡,:a;-, y de los gnlpos de celebración de la diferencia socava lus valores comunes y amenaza
estatus ele\';:ui(j en la... \ucicdade'.> británic<l \ americana. Como el multicuitur<llis-
mo, representa un movimiento descentrallZ<ldor en d t:'.\tLldj{) ,\ la ense(unl.<l de la la coherencia nacional. Adenlás, los consen'adores están de acuer-
v los de trabajo que ha ebbol":ldn ¡¡lrl'dedor dl' 1,1 idl.';] de cultu- do en que la cultura se transn1ite a tru\'és de la de los
ra tenld() un.) Influencia Indllecra en \0"1 L()s J{J'i mO\illllen- de L'Ll111uniLación v les inquieLl que los multiculturalistas
lo,s !l;.¡r¡ Impbc<Jdu l';-'<':-J1cialn1L'nle la mbll1<J ,lUdienua, d la parroqul.:t eSl¿n afi311l.ados en posiciones ck poder en Jl1ul...'hos colegios \-' uni-
dernÍGl (pnncipalmente de y de otra:-, lJ1l'I',Hura,s cnotclllpnr¡)neas), versidades, en diarios y en1isoras de televisión: en todos luga-
\ han una ¡l1chft:lcnci;:¡ hacia b antropul(Jgia, a Illedida ljue dl.'sa-
rro!l,lIxln :.u;., rl'opias apnJ'<lmaciones <l la CUllllJ"Ll." Véase TUnlCJ; ',Anlh¡opolog\
res, están estrat¿gicamente situados poder prulllocion..lr la di-
¿lnd cVlulticultur;l!i.sm», pág. -1-20. ferencia. En la meJida en que tengan t:xito, los 111ulticulturalistas
poul'án hacer peligrar el liderazgo a01ericano en asuntos del
270
CULTURA
CULTURA. DIFERENCIA, IDENTIDAD 271
, ,
,';'.,
mundo, Eso sería una catástrofe, ya que América ha asumido la Pero la identidad no es sólo una cuestión pnvada. Se debe vivir
ga de la civilización universal (descrita a veces por sus oponcnte$:;' I ahí afuera, en el mundo, inmerso en un diálogo con los otros. De
como la carga del hombre blanco). Restableciendo el proyecto neoi:.:,r :, acuerdo con los constructivistas, la identidad se fabrica en dicho
lustrado, Samuel Huntington afirma que América debe permanecei-:r. . i( diálogo, pero no es ése el modo como se experimenta. Desde un
unida si debe aglutinar a las fuerzas occidentales en la lucha qUe se punto de vista subjetivo, la identidad se descubre dentro de uno
avecina con la barbarie. 10 .;'
mismo e implica identidad con otros. El yo interior encuentra su
El protagonista en la lucha multicultural no es el trabajador ni el ' hogar en el mundo participando en la identidad de una colectividad
ciudadano, sino el actor culturaL La identidad cultural dicta la polí- (por ejemplo, una nación, una minoria étnica, una clase social, o un
tica, que versa sobre el control de la cultura. La [loción de identidad Illuvinliento religioso). Esta identificación se expresa a menudo en
es central para este discurso, pero, aunque Se suele dar por sentada, términos exaltados y místicos. El yo real (mi alma, dirían algunos,
no es fácil de definir A primera vista, la palabra identidad conforma aunque no los sociólogos, claro está) se une a la vida espiritual de la
un oxímoron -un encadenamiento retórico de palabz"as aparente_ comunidad, Tal como lo explicaba Geor'g Simmel a principios de si-
mente contradictorias_ cuando se llsa en relación con un individuo, glo. expresándose en el lenguaje del alto idealismo, «el cultivo [per-
dado que ¿cómo un individuo puede no ser igual a sí mismo o a sí sonal] sólo llega si, a través de una armonía secreta, los contenidos
misma? En psicología, la identidad se puede referir a la continuidad absorbidos del reino suprapersonal parecen desplegar sólo aquello
eJe una personalidad en el tiempo: se es idéntico (más o menos) a lo que ya existe dentro del alma, como su propia tendt:ncia instintiva
que se era, en su día. Sin embargo, más habitualmente. la noción de o como la prefiguración interna de su perfección subjetiva»." Para
identidad se conecta más bien con la idea de que el yo llene algunas decirlo de una rOrilla más prosaica, la idea es que la identidad se
propiedades esenciales y otras contingentes. Hay un yo real, que realiza mediante la participación en la cultura: «los conceptos de
puede no COJTt"sponder con la persona que parezco ser. Podría elegir construcción identitaria y cultura», señala Zygmunt Bauman, «na-
disfrazar elementos de mi verdadero va que pennanecenescondidos cieron juntos, como no podía ser de otra
para el mundo, podría verme forzado a hacerlo o incluso podría no La identidad cultural va de la mano de la política. Una persona
ser capaz de encontrar mi propia voz ni de reconocem1e a mí mismo sólo podrá ser libre en la arena cultural apropiada, donde se respe-
en las representaciones que me rodean.
ten sus valores, como hombre o mujer. Por lo tanto, cada nación
Este moderno conglomerado de ideas comporta Una carga mo- debe ser independiente. En una sociedad multicultural, se Jebe res-
ral que podría ser de inspiración protestante. En la tradición pro- petar, incluso alentar, la diferencia cultural. Todo esto, claro está,
testante, existe la idea de que una voz calmada habla dentro de cada forma parte de una cierta tradición europea pero, inevitable-
uno, la voz de la conciencia, a la cual debemos escuchar, sin dejar mente, suscita un problema para otra tradición política liberal, do-
pasar los ruidos del mundo. Es la manera corno Dios nos habla. La Injnante en América y basada en el principio de que todos los ciuda-
doctrina romántica entendía esta voz interior como una represen- danos son iguales -y lo mismo- ante la ley. Charles Tavlor ha
tación de la verdadera naturaleza de la persona. Hay, pues. la obli- intentado hallar alguna base para conciliar estas dos tradiciones li-
gación moral de C3\'ar profundamente dentro de uno lnismo para berales, pero se trata de una tarea imposible. Esto no es así única-
descubrir quién se es realmente. Según Charles Taylor. esta noción
del \érdadero yo ((surge a la vez que un ideal, el de ser honesto con-
lnigo Inisn10 y con mi propia manera de ser C.. ) Si no lo hago, no PrincctoD, Pnnceton Uni\crsity Pre::'>", 1994, pág, 28 (:,1;' parte de una
Recogl'lIfiOI1,
habré entendido en absoluto de qué trata mi vida, habré perdido lo ampliada de una coderenóa impartida por 101' c"n 1992 (MulricuJ-
que s('r hunlanü significa para m(}}.ll turalism and "the Poiilics d Recognitlon"", editada e introducida por Amy
GUlman)
12. CitaJu en FlltL K. Rmger, TJ¡e D¿¡ju/{! uf tht' (;PrJ111111 rhe
L'011'1/111111/',', 1891)-/9 B, CJ-m bridge,
Ct"nnall ,-1(..tIJelllic arJ Universit\' Press
JO, \'ea",c- S'-lllllle/ P Hunllng[( ln, T¡'¡e C/u_,11 01 eil ':!i:'Lll/Oib (IIU/ ,Iu: RL'IIUlA.lIlg nI
t%9"p<:ig, t07.
tl/c l\-í)l!d Older, ,'\J.UC\'U lar", Simon and Sdlllster, 1996 (trad, C1S!.: El ChUél/le de
13, \'éuse Zvgmunt Baum,1I1, ,d-'rol1l Pilgrim lO TUlIlIsl él Sh()rt Histon: of
ch'i/¡;"'Ci()IIl'\" jo rccolI/il.',lIrtll'¡Ón dI!! urr./clIllllllujW/, 8arct'/unu, Paidós, 1998),
ldt'ntlt\", en Stuart Hall y Paul dll Ga\ lcomps.l, (jlte.)I!UW, uf Cu!¡¿,ra! IJemily,
t1 Ta\!or (comp,), HlIItIC¡dtIlYllli.'>'I1L' Examll1il1g 1he Politics oF Londre,,-, Sagl', t996, pág, 19,
272 CULTURA CULTURA, DIFERENCIA, IDENTIDAD 273

mente porque la política cultural requiera, en realidad, una discri- con la sociedad en sentido más amplio. En la práctica; los miem-
minación positiva, aunque este problema exista, sino también por2; bros de los grupos minori tarios son más susceptibles de tener pnr"" , ."
que, al mismo tiempo, exige conformidad.Q¿na vez se ha establecidc/" blemas debidos, a dis,criminaciones raciales, religiosas o leg,ales ";!!f,,
una identidad cultural. se produce una presIón que empuja a vivirla;"i por una negaclOn mas sutIl de su reconOCImIento cu!turaL'l\,iás c;¡:t1''I;r> ': ,.':
incluso aunque eso signifique sacrificar la propia reivindicar un derecho a ser diferente, en semejante situacÍón:, ,pO:'''',';
eamentan d o esta argumentaclOn, ', K . Ant h
onvA ' h o b'Jeta- '''''''.,-,
ppla dria parecer más sensato insistir en el derecho a un tratamiento'
que Tavlor infravalora el coste de definir la identidad en términos ,·ji·.',·' igual y similar, Por lo que respecta a América, Michael Walzer opta
Un individuo puede no estar dispuesto a aceptar un rol;2i{, ' al final por el liberalismo, culturalmente ciego, basado en la igual-
estereotipado o a atenerse a una línea de separación de bandos. Sin dad de derechos [individuales] «en parte, al menos, porque pienso
embargo, al revelarse como un gayo al hacer causa común con que quienes inmigran a sociedades como ésta ya han hecho tam-
otros afroamericanos, una persona puede descubrir que se espera --' bién esa misma elección (... ) las comunidades que han creado aquí
de él que se adapte a unas expectativas estrictas de cómo se ha de .. son distintas de las que conocían antes, precisamente en este senti-
comportar. "Pedir respeto para la gente en tanto que gays o negros ,. do de adaptarse a la idea liberal de derechos individuales y de verse
requiere que haya algunos guiones asociados con ser un afroameri- significativamente modeladas por ella»."
cano o con tener deseos hacia personas del mismo sexo: Habrá for-
mas adecuadas de ser negro y gay, expectativas que sáíisfacer, de- ,.. * *
mandas que establecer. Es en este punto en el que alguien que se
tome en serio la autonomia se preguntará si no hemos reemplazado En su día, los debates sobre cultura e identidad en Estados Uni-
una clase de tiranía por otra."l' En breve, Appiah rechaza la políti- dos se inspiraban en problemas relacionados con la inmigración.
ca del reconocimiento precisamente porque entra en cont1icto con En los años cincuenta y sesenta, el tema era la raza más que la in-
el individualismo liberal, como, de hecho, debe hacer. migración y, en particular, el lugar de los afroamericanos en la so-
Se podía argüir que este dilema sólo aparece en las sociedades ciedad. Se fOrn1ularon preguntas incómodas sobre las realidades de
occidentales modernas, que otorgan un gran valor al individualis- los derechos en América y sobre la disposición y la voluntad
mo. Pero, de todas maneras, en esas sociedades es un tema total- de asimilar a las minorias. Se sugirió que, quizás, los afroamerica-
mente real. América, en particular, ha enfatizado tradicionalmente nos se deberían establecer como una nación separada. Pero la polí-
el derecho a la realización individual. Al mismo tiempo, para el in- tica cultural durante los años ochenta y noventa ha estado más cen-
migrante, o para el miembro de un grupo minoritario, las identida- trada en categorias de gente que, superficialmente, son muy diferentes
des colectivas cuentan. En un ensayo autobiográfico, Erik Erikson de los grupos de inmigrantes, los nativos americanos.o los negros
señalaba que, cuando empezó a utilizar las expresiones "identidad" americanos: grupos definidos por el género, por ejemplo, la orien-
e «identidad en crisis)}, durante los años treinta y cuarenta, «pare- tación sexual, las minusvalías o las creencias religiosas.
cían derivar naturalmente de la experiencia de la emigración, la in- Se ha intentado apuntar que todas estas minorías, nuevas y vie,
migración y la americanizacián»). lS jas, se encuentran en una situación similar, aunque ser negro en
Sopesando estos dos valores, identidades colectivas conlra iden- América parece ser una cosa distinta a ser judío, hispanohablante o
tidades personales, el sacrificio de la individualidad en interés de la lesbiana. En cualquier caso, una caracteristica distintiva obvia de
solidaridad cultural puede parecer una alternativa de futuro nada minorias autodefinidas es que sólo han logrado alguna visibi-
atractiva, incluso repugnante. Tarnbién puede haber una razón es- lidad recientemente, aunque a veces se defiende que categorías
tratégíca para poner énfasis en los derechos indi"iduales al I['atar como .dos gays» o 16s «Musuinlanes Negros') yra existbn antes de
ser reconocidas, incluso por sus ITJiembros. Un segundo rasgo dis-
tintivo de la nueva política cultural es que la identidad parece ser
1-L Véase K. Anthony Appiah, Authenticit), Surviyal". en Taylor
(comp.). AfulriculluralisrH, 162 Y 163.
15. Véase Erik H. Erikson, ,,"Identity in Autobiographic Perspeclivell, en 16. V¿ase ;\lichad "Cnmment·, en Taylor ((omp.), .'dulli<.'ulturalism.
Li/¿ Hrstorv al1d l/U' Histon'L'al Almnent, Nueva York. Norton, 1973, pág. 43. pág, 103 .

••
274 CULTURA CULTURA, DIFERENCIA, IDENTIDAD 275

una cuestión de elección, aunque las creencias subyacentes as Cultural Critique de Marcus y Fischer, en los cuales, los autores
suponer que, al igual que la colectividad tiene una auténtica ]dl;."' «charlan sobre "las experiencias más íntimas del ser persona (.. ,)
dad que surgirá en su momento, también el individuo distintivo de culturas determinadas", así como de la "masculinidad
identidad necesaria con respecto a una colectividad cultural pI{ marroquí", que sólo seria "superficialmente similar a la masculini-
cular, incluso si ese vínculo permanece por descubrir, tal vez t"" dad en otras culturas". "¿Qué pasa [preguntan] si las personas, en
período de negación. Luego, pese a que la noción americana pd otras culturas, actúan desde concepciones diferentes del indivi-
lar de identidad cultural se ha extendido más allá de los grupos' duo?" ».18
nieos, hasta alcanlar otros tipos de minorías, continúa siendo,' Los antropólogos americanos contemporáneos repudian las ideas
blemente esencialista: uno tiene una identidad esencial que,.' populares, según las cuales, las diferencias son naturales y la iden-
vez, deriva del carácter esencial de la colectividad a la que perte tidad cultural se debe fundar sobre una identidad biológica primor-
ce. La adscripción a un grupo se puede establecer únicamente d diaL Sin embargo, una retórica que pone gran énfasis en la diferen-
pués de un prolongado proceso de autoinspección, pero no se p . cia y en la identidad no es la mejor ubicada para contrarrestar
de escapar a la propia identidad. Hay algo todavía más esencial ql semejantes opiniones. Al contrario, la insistencia en que se pueden
la ha fijado: la naturaleza misma de cada uno. observar diferencias radicales entre pueblos y gentes sirve para sos-
Los antropólogos contemporáneos se sienten inquietos con". tenerlas. Esto se evidencia de inmediato en un repaso a las argu-
esencialismo implícilo en esta teoria popular de la cultura. Los mentaciones dedicadas a todo un amplio abanico de temas delica-
fisticados estudiosos a los que Turner llama multiculturalistas c dos, por ejemplo, aquellas que pretenden que los tesoros culturales
ticos (para distinguirlos de los esencializadores naíf) rehuyen I; se deben devolver a sus tierras nativas o las que objetan la idea de
conclusión de que la identidad sea primordial, heredada, incluso' que un académico blanco sea el director de un programa de estu-
biológicamente dada. Su discurso identitario tira contra el determlt', . dios afroamericanos ..Porque, ¿cómo se puede conocer si la identi-
nismo biológico y contra cualquier clase de esencialismo. Son dad cultural de una persona es auténtica? Sólo si se asume que la
rracistas, antisexistas y están contra la discriminación por edad. Ip.
,:;;;;',i identidad se fija por filiación.
sisten, además, en que tanto la cultura como la identidad En Estados Unidos, esta especie de lógica se suele dar por hecha
construidas, inventadas, fabricaciones discursivas inestables. Todas1t;:'" en el discurso popular. Así pues, no puede extrañar que la palabra
las culturas están fragmentadas, resultan impugnadas internamen,;;,,;:,'¡ cultura se utilice como eufemismo políticamente correcto de raza.
te y presentan fronteras porosas. La búsqueda de la identidad Walter Benn Michaels ha demostrado cuán inseparables son estos
una lucha existencial desesperada por conjuntar un estilo de dos conceptos, incluso en algunos discursos muy sofisticados. Los
que se puede mantener al menos por un breve lapso de tiempo, escritores americanos que invocan la identidad y la diferencia cul-
Y, sin embargo, están comprometidos con el valor de la diferen- turales no abandonan necesariamente la idea de raza en favor de la
cia y no saldrían adelante sin las ideas de cultura y de identidad. de cultura. Más bien tienden a asumir que «sólo cuando sabemos de
Asi, James Clifford, por ejemplo, se describe a sí mismo como «es- ., qué raza somos, podemos decir cuál es nuestra cultura)}. 19
forzándose por un concepto que pueda preservar las funciones di- No hay nada nuevo en esto, ni es un enfoque que se puede ob-
ferenciadoras de la cultura al tiempo que conciba la identidad viar fácilmente en tanto que vulgarización de una idea más sutil y
colectiva como un proceso de invención híbrido y, a lllenudo, dis- aceptable. Aunque Michaels presta particular atención a las fuentes
continuo»,17 Por su parte, Roger Keesing se queja de que, «en la literarias, también muestra que los antropólogos Sapir y Herskovits
práctica, los antropólogos posmodernos americanos, con sus raíces echaron mano de un argumento esencialísta del tipo mencionado.
en la tradición constructivista interpretativ;l I cultural, invocan la
alteridad radical, trt:cu.:-ntemente de manera retorica)) y asun1en 18. Véase Roger ¡'vI. Keesing, "Theuncs nf Culture Revisited", en Robert
que la5:> diferentes identieb.des se arraigan en una diferencia cultural Borof:,k:-.-, (comp.), A..'>5t.'5SlI1!; Cultum! 4.lllJuOPu/O,!',\. :'\!lleva York, McGraw-Hill,
preexistente. Cita como ilustración algunos pasajes de .11l1hroJ]%gy 199..1-, pág. 302. Las citas encapsuladas en la segundJ. cita de Keesing proceden de
¡'VIéIl\:Il:--' \ Alllhropolog)·' 11," CII!l/lrtll CJ ilú/lle, págs. 62 y 45.
19. Véase \Valtcr Benn 1\1ichads, ()ur AIJli!/lcu: Vuli\'ism, :'Hodenzism, {/fld
17, Véa:-.t' Clifford, TlIt' PrediulI1It'lIl ot Culture, poig. 10. Pluralism, Durham, Duke University Press, ] 995, pág. 15.
276 CULTURA CULTURA, DIFERENCIA, IDENTIDAD 277
<
'.
Cuando Sapir describía un indio aInericano como «habiéndose nifestaciones corrientes»;.2J Los antirracistas celebran la identidad
lizado del cálido abrazo de una cultura al aire fria de una existen" chicana y apoyan los derechos particulares del chicana, pero esos
fragmentaria»), estaba asumiendo que uno nace en una derechos sólo estarán al alcance de aquel que nace chicana. Aunque
cluso aunque no la tenga: Michaels no lo saca a relucir, una argumentación parecida se podría
:"t.
desarrollar en referencia a algunos discursos feministas. Aunque in-
si la cultura india fuera simplemente idéntica a su conducta y sisten en que el «género) (culturalmente construido) no deriva di-
¡ación alguna con su raza, entonces, nunca podría haberse deslizadQ
rectamente de la biología del «sexo», las apelaciones a la solidari-
fuera de su cálido abrazo. Para poderse perder, una cultura se debe
poder separar de la conducta de uno y, para poderse separar de la
dad ele g¿nero proceden en la práctica a partir de la aceptación
conducta de uno, se debe poder anclar en la raza. La critica que hace tácita de que la identidad depende de la biología. Tal vez, ésla sea la
Sapir de la raza mediante la cuhura es, en realidad, la continuación razón por la cual los activistas gays están dispuestos a creer que
de la raza a través de la cultura. 2o >""',1.",', ' ::- puede haber un gen de la homosexualidad.
Una alternativa a esta deriva hacia el esencialismo es hacer de la
El caso de Herskovits es bastante distinto. Empezó corno un boa- identidad una construcción cultural. En este supuesto, la cultura
siano tradicional, para el que la cultura era algo adquirido, inter_ inviste a la persona con una identidad. Pero esto es hacer de la cul-
cíllnhiable, compuesto de préstamos. La men10ria racial era un tura (o del discurso) el único poder sobre la tierra v, en apariencia,
mito. Las costumbres ancestrales africanas no persistían en ,' un poder sin una justificación independiente. Simplemente es o, me-
ca. La cultura afrü<imericana pronto se había convertido en ariJ.eri- . jor, simplemente se hace a sí mismo. Además, Stuat't Hall indica
cana, sin ninguna ambigüedad. Cualquier diferencia que se pudiera·· que, una vez ha culminado la maniobra anterior, el analista se que-
detectar en Harlem sólo reflejaba los remanentes de la vida rural en da sin manera alguna de explicar por qué una persona en particular
el sur. Pero, en The ;'vIrth of the Negro Past (J 941), Herskovits seguía' acaba gozando de una identidad específica." Las dificllltades se
un razonamiento muy diferente. Entonces, insistía en que los ne. multiplican si se pretende que tanto la cultura corno la identidad
gros americanos poseían en algún sentido una cultura africana. son productos de procesos libres de invención, que cada persona
aunque aparentemente la hubiesen perdido. «Las cosas que los ne- • -él o ella- erige su propia identidad, eligienelo entre lealtades, creen-
gros africanos solían hacer cuentan Como pasado del negro cias y valores distintos. La identidad -«el proceso inventivo híbri-
cano);, comenta .Michaels, «únícan1ente porque an1bos, el africano y do y a menudo discontinuo» de es, así, una cuestión de
el americano eran "el negro"». Naturalmente. los motivos de Hers- estilo de vida. elegida a capricho o, desde una perspectiva más te-
kovits no tenían nada de racistas. Sin embargo, tal corno comenta nebrosa, dictada por la moda.
Michaels, su «culturalismo antirracista)) parece requerir un {(com- Éste es un viraje popular en los textos recientes de los estudios
promiso con la idc:ntidad raciah. 21 culturales. David Chaney, por ejemplo, nos urge a pensar sobre los
«El concepto moderno de cultura no es (... ) una critica del ra- estilos de vida corIlO "marcos interpretativos» que ((facilitan la
cismo", Michaels, eles una forma de racismo, y, de hecho, adaptación creativa», «una ejemplificación particular de una estéti-
a medida que ha aumentado el escepticismo sobre la definición bio- ca de la representación)). Pero, por mucho énfasi.'i que se ponga en
lóe:ica de raza, se ha convertido, al menos entre los intelectuales, en actos imaginativos, creativos. los análisis no tardan en reintroducir
la de racisn1ü dominante»,?? Lo mismo se aplica a la identi- nociones de cultura y de cOITIunidad (puedes elegir
dad: ,do que está mal de la identidad cultural es que carece de sen- ser un vegetariano, pero tienes que ir de compras al mismo super-
tielo si no recurre a la identidad racial que dice repudiar (en sus ma- mercado que todo el mundo, así como seguir el libro de recetas para
vegetarianos explicarte ante tu madre). El prnpio Chane:,"' admite

20. ¡/Jid. págs. 121 \ In, La cilJ. de Sarir eS de enSaH) «Culture. Genuine 23. ¡¡)IJ, p;:íg. 142.
:'1,:1 1924, pig. 31 j 24. Swan Hall, ,,\\"110 Idenfll\.J <:'n StUUlt Hall \ Paul uu G;:l\
21. \ ¿ase' OiU -{III'OL';, pago 127.
o/ [',,{rllnl{ ¡de/u11\ Londres Sag:c:', 1l}9b, 1-17.
¡hui., pjg.
25. \'t:a.st' Daúd Chane\, 7"j¡e ['lIltll/",f {¡.lnl. LunJléS, Rm1Cledge. 1994. pag 208
CULTURA, DIFERENCIA, IDENTIDAD 279
278 CULTURA

inmediatamente que «la cultura es siempre el pueQte entre los indi- partes del mundo, Todas las culturas son multiculturales: «todas las
viduos y sus identidades colectivas», En consecuencia, un estilo de culturas son el resultado de un batiburrillo de mescolanzas y prés-
vida es meramente una manera de vestir (o nutrir) una identidad. tamos que ha venido ocurriendo desde el principio de los tiempos,
Chaney 'tiene la pretensión más bien vaga de que los estilos de vida aunque con ritmos diferentes/l. En cierto sentido, es aquello que
«proporcionan una mediación entre la individualidad y la comuni- compartimos lo que produce la diferencia entre nosotros, algo que,
dad apropiadamente ambigua para la sociedad posmoderna», pero a su vez, depende de nuestras relaciones. «La diversidad está menos
es difícil ver que es lo que añade esta fórmula tortuosa a la idea con- en función del aislamiento de los grupos que de las relaciones que
vencional de identidad, los unen. l> 28
Otro tipo de objeción al culto a la diferencia, que debe preocu-
,', ,: * par a sus abogados, es que, en generaL las cosas no aparecen así a
los ojos de aquellos que tienen que abrirse camino entre extranjeros.
Otro aspecto problemático del multiculturalismo es el culto a la A pesar de la supuesta realidad inevitable de la alteridad y la fuerza
diferencia, que parece a veces el único valor indiscutible. Para Ja- del determinismo cultural, el hecho es que. en general, los inmi-
mes CliHord, la cultura representa <da capacidad continuada de los grantes, refugiados y comerciantes parecen arreglárselas muy bien
grupos para construir una diferencia real». Es por esa razón por la en sus nuevos hogares, dadas las oportunidades que se les presen-
que debemos preservar «las funciones diferencial y relativista del tan; no olvidan sus orígenes, pero se adaptan. Saben lo que están
concepto» .Y· evitar «(el planteamiento de esencias cosrnopolitas y de- haciendo, enseñan tácticas a los novatos y escriben a casa para
nominadores conlunes humanos,¡.26 transmitir sus experiencias (su éxito práctico debería convencer a
Se pueden hacer muchas críticas a esta postura. Lévi-Strauss, los etnógrafos, perplejos por el atolladero del determinismo cultu-
por ejemplo, sugería que muchos pueblos insisten en su carácter ral, de que es posible aprender otra forma de vida, tan bien como lo
único y en su diferencia respecto a los demás, tendiendo a contem- hacen muchos inmigrantes, así como escribir sobre ella tan efecti-
plar las costumbres de los otros como monstruosas y escandalosas, vamente como ellos hacen). Corno Gerd Baumann ha mostrado tan
v a negarles una humanidad plena a sus protagonistas, Justo des- bien, los inmigrantes (como los etnógrafos) también pueden apren-
pués del descubrimiento de América, los españoles enviaron comi- der a manipular con gran tluidez los discursos dominantes acerCa
siones para comprobar si los nativos tenían i:Jlnla, mientras que los de la cultura, si eso les c0l1viene. 2Si El éxito estriba en aprender una
nativos, por su parte, se afanaban en ahogar a los prisioneros blan- lengua, afirmar intereses conlunes y captar sinlihtudes, al tiempo
cos para ver si sus cadáveres se pudrían. Esta fe en la diferencia y en que se aprende a reconocer dónde radican las diferencias significa-
la superíoridad propia puede ser una ilusión útil, pero, en cualquier tivas y qué significan, aunque sólo sea para Ininimizarlas o para ha-
caso, continúa siendo una ilusión. Un bárbaro es {(antes que nada cerles frente.
aquél que cree en la barbarie».:!? Lé\'i-Strauss ha instado firrnelnen- En breve, en contra de lo que predice la teorÍZl, la experiencia de
te a los antropólogos a que demuestren que las diferencias entre los pasar de un contexto cuLtural a otro no incrementa necE:iariamente
pueblos no se deben medir con una única escala, .va que los valores el sentimiento de diferencia. Haciendo una crítica a la teoría mo-
son cultural mente variables, y, al mismo tiempo, les ha reclamado derna de la cultura, generalmente con Llna actitud de empatía, el di-
que afirmen que las diferencias humanas se inscriben en un funda- funto Roger Keesing se vio empujado a insistir que sus propias ex-
mento común único. La medida de la uniformidad humana es nues- periencias en el terreno no le habían dejado la impresÍ()n de una
tra capacidad compartida de aprender, de tomar prestado de asi- naturaleza radical de la otredad. ( Hace poco pas¿ unas semanaS in-
milar. Los grandes avances históricos se han dado en distintas merso en conversaciones con un joven kwaio (grupo dni-
co de [as Isbs Salomuni. que tocLnía praL'tica su religión ancestral

2b, CltfiOld, The PredÍt'(/!IIelll O(Cllftllll', pag:... y 275.


27. Véa:-ie Claude i-Srr;..¡uss, ,·,RJ.ce and ClIllure», reimpreSO en ::.1I culección lx. \'é.. \,-c Lé'. R{1L1! 1/1711 Hi,[nl\
29. V"'<.1:><.:" Genl BauIl1<lIlJl, C,,!ut'j[¡¡lJ.; Cl<hWi, C"ll11bnL1gl', ClIj)bridgc UnÍ\crsit\
de em.1\u:" rhe ¡,,'lt'w TrOIll Alár, O:dord, Black\.. ell. IYd5. pago 330 (el ongmal Sl:'
h;:¡biZl pubiJcadu en 1971). Prc::..:-. 1996.
CULTURA, UlfERENUA, IDE>lTlDAD
281
280 CULTURA

y vive en un mundo en que la nlagia, el ritual y las conversaciones les. Formuladas en ténninos ambiguos y débiles, todas las teorías
con los mue110s son el pan de cada día», escribía. 'do!
dicen algo que, hoy por hoy, es bastanle obvio y que apenas merece
ser destacado, aunque la luz difusa que emiten pueda ser ocasio-
nalmente útil. Sólo retienen el poder de impactar, incluso de intere-
La alteridad cultural de Maenaa'adi es quizás tan radical como la que sar, cuando se las establece con fuerza. pero, entonces, sus preten-
más en el mundo de los primero:> aii.us noventa (aunque él también
"ive en (os collages de nuestro tiempo, montando en autobuses y siones parecen exageradas, no reconciliables con lo que conocemos
comprobando la hora en su reloj de pulsera cuando va a la ciudad). por propia experiencia. Además, a pleno rendimiento, tenemos ra-
Da por hecho que si su sombra SE' proyectase en una grieta en la que zones para sospechar que no son buenas para la salud.
se hubiera arrojado el cadáver de un iepn?so, moriría de la lepra. Estas teorías comparten una debilidad fundamental. Nociones
También da por seguro que cada noche su sombra se encuentra con complejas como cultura o discurso inhiben el análisis de las rela-
las sombras, los espectros, de sus antepasados, que le mandan men- clones entre 'variables que se aglutinan en un todo. Hasta las sofis-
saJes sobre asuntos pendientes. Recita encantamientos mágicos una ticadas formulaciones modernas tienden a representar la cultura
docena de veces al día, con una fe absoluta en que funcionarán. -o el discurso- comO un sistenla único, aunque atravesado por
\iamente, no preteñdo que la experiencia del mundo de Maenaa'adi todo tipo de incoherencias Y polémicas. De todas maneras, para en-
)-la mía sean mera.s val"ianle.s menores la una de la otra. Hay más que tender la cultura, la debemos deconstruir. Se debeIian separar las
eso. Sin embargo, se tome el texto que se tome, no veo razón alguna
creencias religiosas, los rituales, el conocimiento, los valores mora-
para inferir que la manera pragmáLica con la que se abre camino en
el mundo sea cualitativamente distinta de la manera como yo lo les, las artes, los géneros retóricos y den1ás, en vez de atarlos junto
hago; ni tampoco sus sentidos de la individualidad y de la capacidad en un solo hato etiquetado con10 cultura, conciencia colectiva,
agente (n de la personalidad y la causalidad o como se les quiera superestructura o discurso. Al separar estos elementos, se obliga a
mar), culturalmente construidos, me parecen asombrosamente dis- explorar lus configuraciones cambiantes de las relaciones mutuas
tmtos ue los mios. 30 entre lenguaje. conocimiento, técnicas. ideologías políticas, ritua-
les, mercaderias y demás.
Éste es el testamento de un etnógrafo sobresaliente, que consagró Se puede replicar argumentando que la ahstracción de un siste-
toda una vida al estudio de los kwaio. No debería ser una sorpresa. ma de procesos culturales es un requerimiento puramente metodo-
Los buenos etnógrafos, como los inmigrantes de éxito, se sienten lógiCO, Se puede tratar adecuadamente la esfera cultural como si
frecuentemente conmocionados por las continuidades entre el más fuese un todo autónomo. si bien sólo por motivos analíticos. Pero el
exótico de los escenarios de trabajo de campo y sus propias ciuda- problema reaparece agudizado, cuando se convierte este artificio
des o pueblos de origen. En algún punto, pueden parar de preocu- metodológico <habitualmente implícito) en la presunción de que la
parse acerca de si la comprensión intercultural esta más allá de su cultura se puede explicar en sus propios ténninos, una maniobra
alcance, y centrar sus preocupaciones, n1ás bien, en tratar de deci- que incapacitará los futuros análisis. He tratado de mostrar que los
dir si, por algún azar malicioso, no habrán caído en una sociedad principales estudios de C;1'O etnográficos de Geertz, Schneider y
que casi rlü "ale la pena describir, dado que todo resulta tan prosai- Sahlins se pueden tratar como experimentos críticos del determi-
co y tamiliar. nismo cultural. Falbn cU:.indo se hacen demasiado ambiciosos y
presumen que es la cultura la que rige,) que otros factores se pue-
den excluir del estudio de los procesos culturales Y del comporta-
* ," *
miento social.
Una estrategia hien establecida es un tratamiento preliminar de
Las teorías modernas de la cultura reciclan otras anteriores y se la cultura como si fuese un sisten13 aislado (un subsistema en la ter-
prestan a políticos similares. También cada una de ella.. . minología parsoniana). posterionnente, resultados se en-
ha de frente a objeciones bien fundadas por parte de sus riva- Gtjar con el análisis de los procesos sociales o biológicos. Dejando
de lado las problen1áticas imágenes de sistemas Ysubsistemas, esto
3U. \'ea::-c' Rog\.:r Kee::'lng, "Thcunes 01 Culture Rensited», pág. 30-!. todavía supone trotar la cultura como un todo, que se relaciona
CULIURA, DlFERENClA, IDENTIDAD
283
282 CULTURA
avanzaremos en la comprensión de lo que continuamos llamando
como un todo con cualquier otra cosa. Sin embargo, si se desagre- cultura. Por el mismo tipo de razón, la identidad cultural nunca
gan Jos elementos de una cultura, no suele ser difícil mostrar que puede suministrar una guía de vida adecuada. Todos tenemos iden-
las partes están ligadas por separado a disposiciones administratí- tidades múltiples. Incluso si acepto que tengo una identidad cultu-
vaz específicas, presiones económicas, constreñimientos biológicos ral primaria, puedo no querer conformarme con ella. Aden1ás, no
v así, sucesivamente. «Así, una "cultura'.'»), concluía Eric Wolf, use ve sería muy práctico. Opero en el mercado, vivo a través de mi cuer-
como una serie de procesos que construyen, reconstntyen y po, me debato en manos de otros. Si tuviera que contemplarme úni-
desmantelan materiales culturales. en respuesta a determinantes camente como un ser cuhural, poé'o espacio me restaría para Ola-
identificables». }I niobrar y para cuestionar el mundo en el que me encuentro. Y. para
Para Roy D'Andrade, un rasgo central en la antropología cogni- acabar, existe una objeción moral a la teoría de la cultura: tiende a
tiva moderna, ha sido precisamente desviar nuestra atención de 1n que teneD10S en con1ún, en vez de
anirnarnos a establecer comunicaciones que trasciendan las fronte-
el fraccionamiento de la cultura en partes e..)en unidades ras nacionales, étnicas'y religiosas, p;J.ra aventurarnos seguidanlen-
mente formadas -rasgos, prototipos, esquemas, proposiciones, teo-
rías, etc.-, lo que ha hecho posible un teoría atomi;.ada de la cultu- te a través de ellas.
ra, es decir. una teoría sobre las «piezas)) de la cultura. su composlción
2
y su relación con otras cosas.J
LECTURAS COMPLE:-'1ENTARIAS

La concepclOn que D'Andrade tiene de la cultura es psicológica


Véase lue! S. Kahn, Culture, Multic[dture, Postcu!t[[re, Londres,
-está «en la rnente)}-, pero el mismo razonamiento se podría es-
grimir si se la concibe como una especie de discurso público, com- Sage, 1995.
parable al lenguaje. Continuaría teniendo sentido romperla en par-
tes y observar si los elementos de la mezcla compleja de la cultura
pueden tener sus propias urelaciones específicas (aunqut': no fijas)
con otras cosas». Quizás el parentesco v la división sexual del traba-
jo tengan algo que ver, al fin y al cabo, con la biología de la repro-
ducción; 0, como insistía Foucault, el conocimiento se tenga que en-
tender en relación al poder; o, CUIno escribe Bourdieu, las artes se
deban analizar en referencia a su financiación y al prestigio que con-
fieren al cOlltlaisselfr; y la ¡uentidad cultural sólo se pueda entender
cuando se la contextualiza en un sistema electoral determinado.
En reSUlnen, aislar una esfera cultural :v tratarla en sus propios
términos es una pobre estrategia. Parsons intentó una síntesis entre
la teoda de la cultura, la teoría social .Y la psicología. Fracasó, aun-
que no sin cierta grandeza, Y, de hecho, a menos que podamos se-
parar los diversos procesos aglutinados bajo la rúbrica de cultura, y
a menos que, después de hacerlo, miremos más allá del campo cul-
tural hacia otros procesos, a menos que hagaInos todo eso, poco

31. V¿'ase Er,c \\olf. Ellrope U/lJ rIle Pt'OfJli' Inrho/l! lli.,ton B02rkeley, liniH':l"sit)
ot C<.Ilitornia PIe","" pág. JS,7.
32. Véase Ro\ D'Andrade, TlIe Dt'l.'e/opmi:'JI{ ni ..1111/¡mpo!ow.'.
Ca\\lbriJg:e, Cambriugt Pn':ss. 1995. pág. 247.
AGRADECJMIENTOS

Emprendí este proyecto con una cíerta inquíetud, pero en las


circunstancias nlás perfectas que pudiera imaginar, mientras era
miembro del Instituto de Estudios Avanzados de Prínccton. Agra-
dezco a Clifford Geertz que me invitara a pasar un año en ese ¡díli-
ca lugar, y extiendo mi agradecimiento a Anna Tsing y a Stefan Co-
llini, miembros de número que me permitieron contrastar mis ideas
con enos sin queja alguna. Anna Tsing me acompa1'\aba en inacaba-
bles paseos vespertinos por el bosque del Instituto, intentando en-
señarnle algo sobre la antropología americana contemporánea, Y
concedió a mis borradores el beneficio de su amigable, pero riguro-
so escrutinio. Stefan Collini me empujó con tacto a mejorar mi vi-
sión de las tradiciones europeas y, subsecuentemente, asumió la
lectura crítica de un bOlTador del libro completo. La Fundación
Rockefeller me permitió generosamente pasar un mes en su centro
de Bellagio para consumar la penúltima etapa del proyecto, Por
otra parte, en un estadio temprano del proceso, había presentado
un esbozo del argumento de la futura obra en el Instituto de Estu-
dios Avanzados, en la Universidad de Harvard y en la Universidad
York, en Toronto; más adelante, hice 10 propio con un resumen más
elaborado en Benagío, en la Écule Normale Supérieure de París y en
la Universidad de Oslo. En cada una de las Eases me beneficié de un
criticismo constt1..lctivo.
David Schnclder y Marshall Sahlms me suministrac'on amable-
mente matedales que me podían pO:1er en antecedentes, así como
copi;.¡s de comunicaciones, () trabajos. Durante el año que
pas¿ en Princeton, rTIantU\'e rc-gulannente conversaciones tdefóni-
286 CULTURA

cas con David Schneider ,v su muerte, acaecida poco después de mi


regreso él Inglaterra, fue un duro y triste golpe. Él aguardaba con in- .
terés lo que sabía que sería una relación crítica de su trabajo y yo es-
peraba gozar de su respuesta. Ira Bashkow y Harold Scheffler leye-
ron el capitulo sobre David Schneider, el Cllal presenté en un
animado seminario en la London School al Economics. Robert Bo- SOBRE LAS NOTAS Y LA BIBLIOGRAFÍA
rofsk:,', Benoit d'Estoile, Gcrald Gaillarcl ':'; Thomas n1e co-
mentaron el capítulo sobre Marshall Sahlins, que constituyó la base
de una conlunicadón presentada en la l\ilaison Fran¡;aise, en Ox-
ford. Henk Driessen y Léontien Visser leyeron el capítulo sobre Clif-
ford Geertz que fue discutido en un seminario en la Universidad de
l\:lanchester. He sugerido lecturas complementarias aHí donde me ha pareci-
Da\"id Gdlner, Eric Hirsch Cristina Toren, mis colegas en la do útil dirigir al lector hacia fuentes y antecedentes generales. que
Universidad de BruneL sien1pre estaban preparados para comentar completosen las referencias más específicas citadas en las notas.
mis botl'aJorcs, así LUlnU Simon Kuper, Richard Kllper, Evie Plaice Menciono a continuación algunas obras que proporcionan alter-
v Julie Reeves. Mi editor en Harvard University Press, Michael Fisher, nativas a la perspectiva sobre la cultura desan'olIada en el presente
resultó al mistno tiempo alentador v estricto, con lo cual, no dejé de libro: :Michael Canithel"S, H//¡y Hurrtal/s Hrlve Cultllre. Fxplailliug
trabapr ni en los momentos de desfallecimiento. Como siempre, Al1thropo!ogy al1d Social Diversitv (Oxford, Oxford University Press,
Mar\' Ellen Geer actuó como una revisora de edición meticulosa V trad. cast.: (:Por qué los !¡¡lIHanOS cultura?, i\'ladrid.
conlpresiva. Mi mujer, Jessica Kupcr, me apo:yó desde el Alianza, 1995); Morris Freilich v otros (comps.), The Relevallcc o/
hasta él final. Disfrutó conmigo de Princeton, se levó cada capítulo Cl/ltare (Nueva York, BCl'gen & Garve\', 19891; Bennet M. Bér2er, AIl
- ( 1 veces 111ás de una y siempre resultó ser luí mejor editor. Essay 011 Culture: SYl11bolic Structure ;l1d Social Structure
Universitv o[ California Press, 1995); v Margaret Archer, erdtl/re and
Agel1cv (Cambridge, Cambridge Universitv Press, 1996).
ÍNDICE ANALÍTICO Y DE NOMBRES

Abu-Lughod, Lila, 258 Barharie, 22, 43, 45, 270, 278


Adorno, Theodor, 47, 264 Barthe.s, Roland, 197
Analogía textual, 38, 103, 128, 131-136, Bashko\V, Ira, 184
249,260. Véase tambIén Ficción Bastían, Adoj[, 31, 80
Antropologia francesa, 197-198,234, Bauman, Zygmum. 271
2.,9 Baumann, Genl. 20, 279
Antropología social británica, 16, 76, Becker, Ho\'. ;ard, 88
152,103,174,175,177,239 Benedict, Ruth. 79, 80.82, 149
Antropología, 31-32, 37·38 Bentham. Jeremy, 27, 60,128,129
_ cuatro campos, 154 BenveOlste. Emile, 45
_ determinismo cultural en antro- Universidad de Calitornia,
pologia, 35, 196; 234 Departamento de Antropología,
_ virajes hacia el estudio del signih- 98, 153
-::ado, 102,140, 260 BihÚl1l.J!" 27, 49
_ Y el concepto de cultura, 34, 71-74. Biologü y' cll\tura. 29-30, 32. 150, 156
77-78.200 Blake, William, 58
_ Y es ludios culturales. 263, 267 Bloch, -"[are. 42
_ Y multicultundismo. 26í Boas. Franz. 204. 206. 264
y neoevoJucionismo, 189-191, 195, sobre la cultura. 75. 78-80, 82, 85-
199,234,255 86
Y Parsons, 33-34, 71-74, 87-90 Y b antropología americana, 32.
:-' po:smodernisn1o, 241260. 262 79, 86
Y raza, 32, 80, 82, 262, 275-276 Yla escuda de etnología de Berlín,
Y reia¡j>.,bfllO cultural, 189, 190 ,1,79,190
199,240 Boeke, J. H .. 105 107
BOl'Ofsky, Rnhert. 217. 224 -225
.4parthrid,14-15
Appiah, K. Anthony, 272 Bourdleu. Plerre, 23, 240. 282
Apter. Da\ id, 104 Bmude!, F0rn<md, 209
Amold. J\latthew, 11,23, 27, 54, 56, Brightman, Robert, 38
59-60.61. 61. 64. 77-78 Brodcr, Ch:.lrles. 182
_ comparación con T:'lor, 77-78 Bruner, Jerome, 141
_ sobre la cultura, 59, 82,246 l3uck. Peter, 210
Burke, Kenneth. 1 ) 03, 1..12
-\roo. Ra\mond, 101
Augé. !v1arc, 197
Capitalismo. 20,60,6:),6'1,236,2-+;,
R:t1i, JS, 98, 2·D 253, 266
pelea:,; de 115, 128-131. 264 Carlvle, Llllles, 58,60,,, 1, (')4
290 CULTUR:\. ÍNDICE ANALÍTICO Y DE NOMBRES 291

Centro para el Avanzado en CoUini, Ste1an, 265 e instinto. 51 - y sociedad, 33, 73, 8S, 112. 113,
Ciencias de la Conducta (Cetlter Columbia, lJmversldad de: importancia, 35,120-121,142 }18,120,123,1.38, 15S
for Advanced Studv in the Beha- - presencia de la antropología, 189, impugnación, 38, 244 Definiciones:
v10ra1 Sdences), Standford, 87) 193 métodos de estudio. }6-37 ,(aquello que hace que valga la
98, 153 Comité para el Esludio Comparativo mundial. 56-57 pena vivir)}, 56
Chane.\-; David, 277 de las Nuevas Naciones, 98-99, nu-ci-cncia de la, 36, 37 "consiste en patrones ... de y para
Chase. StuJ.li, 11-12 lU4,155 popular, 23, 62, 264,266 la conducta adquiridos :V lrans-
de: Cotnte, Auguste, 26 un texto, 37 mitldos a través de slm bolos}),
actividad de Geertz, 98, 153-155 Conrad, Joseph, 248 uso popular en los Estados Uni- 76
actividad de 195 Constant, Benjamin, 47 dos, 32, 276 "el legado de l0"" acontecimientos
actividad de Schneiuer, 153-155 Con tra ilus tración: visión de Arnold, 5Y-60 con slgnilicado», 53
- departamento de Antropología, 15.+ - discurso contrailllstrado sobre la \'isión de Boas, 75, 79-80, 82, 86 en oposición a civilización, a ma-
Chomsky, Noam, 37 cultura, 25, 29, 66, 269 vlsióll de Cliltonl. 2,;,\6-249 terialismo y a naLUraleL<l ani"
Cicerón, 49 Cook, capitán James, 209-221 visión de Elias, 48-5 i mal, 32
Civilización, 22, 24, 26. 28. 7b - con Lono, 210-211, visión de Eli()t, 54-57 en relación con las Bellas Artes y
- artificial. 51 212-216,223-224,227 \'lsión de Freud, 50-51 las Lelras, l2-23
aut<l 47 muerte, 2 ¡ 2 visión de Geertz, 35, 96, lU3, 118- encarnación de (cualquier ele-
como sustituta laica de la religión, visión de Obevesckere, 224-230 122,140,142-144 mento heredado socialmente".
46 \-isión de Sahlins, 210, 212. 213- \'isión de Kroeber y Kluckhohn, 84
francés, 24, 28, 63, 77 216,222-231 72-77 "ese todo complejo", 74
historia del término. 43-44 Cultura: visión de LeaYis, 62 «forma de vida de un pueblo de-
\'bión de Arnold, 59-60 - adquisición de su significado mo- visión Je Lo\\'ie. ll, 81, 86 terminado", 55
\'lsiún de Coleridge. 59 derno, 78, SO-91 - visión de Marx. 196, 199-200 «(hlenks exlraSOmó,tlcas de iotor-
visión de Elias, 48·5\ ciencia de la,> 36 visión de Max 53 macióI1ll,119
visión de Febvre, 4 J-45 como forma de hablar sobre la di- visión de 1'v1ichaeb, 275-276 \,ideas y vaiores tladicionales", 76
visión de freud, 50-51 tcrencia, 247 visión de Parsons, 71, 73,119 (<1a concienci<l de la raza)), 62
\'isión de Mauss, 44 como fuente explicativa, 13 visión de Radclifft:-Browll, 16 <da del significado)" 122
\' ciencia, 25 como lenguaje. 36, 37 visión de Sahlins, 196, 233 do mejor que se ha dicho y sabi-
y cultura, 25, 2b, 32, 50, 53, 55,76, como opuesta a civilización, 25, - viSlón de Sapir, 82-85 do", 27
82, 83, SS 26,33. SO-51, 53, 55,77,83,85 - visión de Schneider, 157, 161- negación de Freud a distinguir en-
progreso, 2.7, 42-45, 57, 77- como opuesta a la biología, 30, 162,168-169,IS, tre cultunl y civilización, 50-51
149-150,156 visión de Tylor, 82-83,119,246 [(refinamiento indiddua\), 83
v punto d<..' \'ista catóILco, 26-27 como ">tstema autónomo, 89, 28t visión de V\o:iHiams, 58-59 «se puede definir brevemente co-
- Y tecnología, 4S concepdones antropok>gicas, b 1, visiones cuntrastadas d.e Alfred mo civilización en la medida
Clifford, James, 244, 245, 259 72-77, 199-200, 261-263, 266 "".'eber y' Manoheim, 48 que encarna el genio nacionn h"
Predican/enE uf culture, 245-250, crmcepto occidental, 20. 21, 172 )- 11, 34, 71-74, 77· 83-84
257,274.278 cultura y culturas, 79 7S, 200, 261-263 ,.,.un conjunto de disposiLivos sin--
sobre la cultura, 246-248 dite, 23, 6 J, 63, vaportheul, 15 bólicos)},119
sobre la diferencia, 245-246, 247, de masas, 23, 62, 2b4 y clase sOCIal, 55 "lIn patrón de significaJI)s
256-257.274 debilidades de la teona de la cul- \' estudios 264 mitido históricamenle», 119
sobre la identidad, 248, 252, 274, tura, 281-282 .\ la explicación del frocaso dc los '.'.un de v signifi-
277 (kpL'tldICnlc de' pn!starn,,:-., 31 planes dI:" ul:"sarroilo, 28, 104 cados)), yO
Culeridgc, SJ.rnuel Ta,dor, :':io, bU, lhscur:-.o alemár:, 23, 2-+, 27, 29, \ 172 "una manera de hablal' :,obre bs
61,04 44,48-54.69, 7S, 79, SO, 87 \ raLa, 14,29-30,31-32, BU, 81, idenu(bdes colecti\'Zls>l, 21
subre b u¡]Lur3 \ la 202 273 ,(uno mentalidad colecll\'a», 2ól
59 e Identidad. 269-278 \' religión, 56-57, t 18, 122 (una . . . ene de 1
292 CUt TURA ÍNDICE ANALíTICU y DE NOMBRES 293

- ((una totalidad espiritual integra- Durnont, Louis, 24. 136 Fischer, Michae!, 252-253, 254, 266, relación Con Parsons, 89, 96, 99,
da», 79 OUrkhelm Emik. 44, 67, 68, 70, 71, 1UO-103, 111, 121, 123, 143
2iS
Cultura alemana, 26, 47·50 104, 110, 123, 143, 174 Foucau!t, MicheI. 282 relación con Schneider, 147, 152-
- y los judíos. 31, 47 153,154,155
Frankel, Max, 116
Cultura de élite, 23, 61, 63, 264 Eggan, Fred, 154 relacIón con Weber, 100, 102, 109,
Fracer, J. G., 231, 248
Cultura dt.' masas, 23. 62, 264 Eiselen. \Iv. ....V. M., 14-15 Freud, Sigmund, 50-52, 148,149,225 119-120,122,123,127
Cultura humanista, visión de la, 74, Ehas, Norbert, 41, 47-52, 64, 65, 76, - sobre la cultura, SO sentido común, 122,124,226
91 264 sobre el simbolismo, 11 Y-120, 122,
Friedman, Jonathan, 232-233
Cultura inglesa, 55 - sobre la cultura y la civilización, 135, 140, 144
Cultura popular; 23, 61, 264,265 48-50 Geertz, Clifford, 35, 91, 263, 281 sobre la cultura, 35-36, 96, 103,
Cultura y personalidad, 85. 149 Elio!. T. S., 54-57, 60-62,64 analogía textual, 102, 128, 130- 119-122,142, 143
Culture (Cultura, de Kroeber y - sobre la cultura, 54-57 136 sobre la etnografía, 126-128 132,
KIuckhohn), 12,34, n, 73, 74- Erikson, Erik, 272 Balí, 98,106,115,128-\31, 136- 134, 135, 142
77,79,80 Escuda de etnología de Berlín, 31, 54, 140, 175 sobre la idt:ología, 123-[26
Cuvier, Georges, 43 79, 80 conocir:1iento locaL 121 sobre la muerte del capitán Cook,
Escuda de Frankfurt, 47.64 críticos de su obra, 37, 140- \ 43, 224
Darnton, Robert, l41 Estructura social. 33, 72, 73, 88, 112, sobre la religión, 109-111, t 15,
249
Damin, Charles, 29, 30-31 113,118,120.123, l38 cultura: estructura social, 103, 118, 122, 124-126, 208
De Maistre, Joseph, 25 Estructuralismo, 36-37. 120, 194-199 112,113,118,120,137-\38 sobre LévJ-Strauss, 196
Deconstrucción, 38. 156, 240. Véase \'Ísión de Sahlins: 194-203, 219- definición de cultura, 119, 122, Obras:
también teoría literaria 220,224,233 140 Agn"clIllwn! 106-108
Departamento de Relaciones Sociales Y marXi'iffiO, 197-201 desarrollo económico, 104-109 COllOcirlliclI/o local, 100
(Universidad de Harvard), 37, 71, Estudios culturales, 19, 263, 264-267 descripción densa, 126, 1.1\-\35 126, 131-135
72-73,89,97, 100, 101. 149 - ':" antropólogos, 266 e interpretación, 102, 119-120, El wZlropólugo como all!or, lOO,
De-sarrolJo económico, 28-29, 104-109 - ,\' marxismo, 266 \26-\36 135,243
Diderot, Denis, 46 - v multiculturalismo, 267-269 duego profundo: notas acerca de
educaCIón de, 96-97
Diferencía, véase Diferencia cultural Etnografía, 243,258 estancia en la Universidad de Chi- la riña de gallos en Bah», 128-
Diferencia cultural, 254, 269, 274 visión de Geertz, 126-127, 132, cago, 98,153-155 131
¡mpOI"tanCla exagerada. 278 134,135,142 KirLshzp in Bali, 175
estilo de, 95-96, 143
- visión de Clífford, 245-246, 247, vbión de Marcus y Fischer, 252- humanista, 142 La de las culruras,
257, 274 253 idealista, 143 100,126-135
D"thev, WIlhelm, 53, 85, 90 \'isión de Rosaldo, 251 inl1uencia en la antropología ame- Negl1ra. 35, 100. 136-140, 143
Discurso alemán sobre la Kllltur, 24, visón de Clifford, 246, 248-250 ricana, 239, 242, 260 ObsermllJo el lslal1l. 125-126
29, 44, 48-54, 69, 78, 79, 80, 87 E\-a:ls-Pritchard, E. E., 76, 242 instituto para Estud¡o:; Avanza- TJzeReilgio¡,'o{lm'li, 105, 110-111,
- visión de Elias, 48-50 Evolucionismo, 28, 30-32, 189-191, dos, 99,101, 155 126
Discurso francés sob[-e la civilización. 239 investigación en Indonesia, 98, 99, The Social H¡story o( an lndolle-
24,28,63,77 \isión de Sahlins. 191-194, 204. ID1-l07, 112, 115-117, 130, siul1 TO\t'¡¡. 111-112
visión de Dumont, 24 23 L 255 144. VéW1Se talllbi¿n Bali; Java Tras 1m fledws, 100, 102
visión de Elias, 48 Ymar:ü:::.mo. 189 Java, 98, 105, 106, 107, \08-109, Geenz, Hildred, 97, 98.175
visión de Febvre. 41-44 110-117,121, 143 Gellner. Emest, 174, 255-256, 259
Discurso ilustrado sobre la civiliza- F"1Jers, L. T, 104, \53, 154 MarrUecos, 99, \ 25. 131-133, 135 Glübalización,29
ción, 23, 25, 28, 29, 32, 66, 255, Fd'J\re, Lucien, 41-44, 64, 65, 76 opiniones políticas, 100-101, 155 GoJdier, Ma,uricc, 20, 198,209
269 - :-iobl'e la .:iv¡J¡z3ción. 41-4-1- t C'iacilln con Kl\1ckhohn, 98 Goethe. Johan vVilhdm, 58, 6..\.
Discurso inglés sobre la cultura, 23, Ficclones, 37, 242 relación con los histotiadores. 140- Akxandcr, b ln-
27.54. ."'7-64 Fi¡', 191 \"olución, 82
141
Dobu,85,86 Finh, 1:'12. 157 relación cuH MZtl'gart>\ 97 _ im-o\uClOJl, 107
294 CULTURA íNDICE ANALí nco y DE NUMBHI:'.S, 295

Goodenough. Ward, 37, 164 como construcción cultural, 277 y Geenz, 98 Mann, Heínrich, 26
Gorer, Geoffrey. 149 definición, 270 y Parsons, 87 Mann, Thomas, 27, 48
Gouldner, Alvin, 101 en EE. UU" 273, 277 y Schneider. 149, 152, 153-154. Mannheim. Karl, 47, 48, 49. 50
Gramsci, Antonio. 64, 264 múlllple, 283 157 Marcus, George, 241, 266, 275
Grossberg, La\vrence, 2b8 política idenritar!;}, 260 KocnLjaraningrat, 114 Al1thropology as Cultural Critique
Guerras de cultura, 19, 224 visión de ClifforJ, 248. 251-252, Kroeber. Alfred, 12, 34. 82. 91, 153, (por Marcus y M. Fischer),
GUiLot, Fran¡;ob, 44 274.277 221, 263 252-253.254,266,274-275
visión de Michaels, 27 S-276 CulIlIre (por Krocber y Klu- Wn'ting culture. 240-245. 259
Hacking. lan. 224. 225 visión de Rosaldo, 252 khohn), 34, 72, 74, 75, 76, 77, Marruecos, 99, 101
H<.leckel, Ernst. 30 Identidad cultural, véast' Identidad 79, 80 Marshall, Alfred, 67
Hall. Stuan. 265, 277 Ideología. 12.33, 124-126. 197, 198, Y Parsons, R7, RR, R9 Marx. Kar\. 65,143.204,209,252
Harr¡s, Mar"'ln, 189, 190, 199 200. 238. 266 Kuvkendall, Ralph S., 211-212 crítica antropológica, 201
Harvard, Universidad. Véase Oeparla- Individualismo. 66, 272 Kwakiull, 85, 86, 262 yel concepto de cultura, 196, 199-
mento de Relaciones Sociales Indh'iduo, 85. 87,171 200
H ..w .'ai, 35, 192, 207 98, 99, \03-109, 112. 124, Labbv. David. 181-182, 183-184. 185 Yla ideología, 199
abrogación de tabúes, 221-222 125 Lacan, Jacques, 197 Marxismo, 23. 38.47,104.156, 183,
dioses, 210-211, 213 golpes de estado en 1965, 115 t17, Lamarck, lean BaptisLe de, 43 190, 19.1, 260. 266
festival makahiki, 211, 212-2 J 3, 130 Lancing, J. Stephen. \ 38 c u ltural,200
218 Véal1se también Balí; Java Langer. Susanne, 102-103 en antropologia, 197, 237, 239.
historiografía. 210-211, 228 Inglis, hed, 22 Lawrence, D. H., 60 244
manneros británicos, 212, 217- Instituto pa¡-a Estuujos Avanzados de Leach, Edmund, 174-175. 204, 206 en Francia, \97
"18. 226, 230 Princeton, 99,101. 155 Lenguaje. 36, 37, 91, 281 visión de Sahlins, 192, 194, 195-
muerte del capitán Cook, 210-220, Interpretación, 35, 37, 91, 249, 253 Léví-Strauss. Cbude, \53, \62, 196. 201, 202, 204. 232, 234
22.1-210 - visión de Cccrtz, 102, t 19,126-136 209.232,234,257,264 - Y el estluctul"<.lJismo, 197-201
tabú, 217-218 Islam, 99, 125 influencia en Francia, 197 Materialismo, 25, 27, 52
Hegelianismo, 52, 53. 232 - en Java, 108, 110. ¡¡2-114. 125 sobre el marxismo, 197, 199,201 Marcel, 44, 50, 248, 250
Heidelberg, Uni\."ersidad de. 48. 65 sobre el progrcso, 198 - sobre la civilización, 44
Herbert, Christopher, 30, 34 Jakobson, Roman, 36 - sobre la diferencia cultura\' 278 Mead. Margaret. 79, 80, 86, 97. 149.
Herde[ Jaharrn Gotttúed van, 49, 53, James, Henry, 25 - sobre la historia, 204 264
78, 264 Jaspers, Karl, 48 sobre la lingüística. 36 Michaels, \\lalter Benn. 27S-27h
Hermeneutica, 29, 35. 102 Java, 98, 105.106, 108-109.110-117, sobre los mitos, 206, 208, 234 Michigan. Universidad de <Ann Ar-
HerskoviLs. l'vleiville, 275-276 \21 visión de Geertz. 196 bor):
Historia. 35,141,184.206,210 visión Sahlins, 196 _ presencia de la amropología, 189
v1sIon de Lévi-Strauss, 204-205 Kahn, Joel, 259 Lingenfelter. Shef\vood, 182 MilI. John SllIarl. 27, 60. 64, 65
- visión de Sahlins, 205-206, 209, Kane, Herb K., 229 Lingüística. 36, 37,90 Mint?, Sidnev. 189
210,211 Kant. Immanuel, 68-69 Linton, Ralph, 79 Mirabeau, Victo!', 45, 46
HUIU:HIS, 153 Keesing, Roger, 274, 279 Lono. 21 1.212-216.224.227 Mito, 206-209
Ho\\'ard. Alan, 217 Kimball, 12 Lounsbur}', Floyd, 37 visión de Léd-Strauss, 20b
Humboldt, Alcxander \'on, 44, 53, 78 Ki Alfrcd C.. 159 Lowíe. Robert, 79, 82, 204 visión de Malino\Vski, 207
Huntington, SumueL 21 270 Kirch, Patnck, 231 - ."obre la cultura, 11,8 [,86 visión de Obeyesekere, 225, 226
Kirkpatrick. Joho, 182 L.. . nd. Robert Helen, 62 visión de Sahlins, 207-209, 2 \ S,
ILieali:-.mo, 38. 52. 65. 91, 1U1. j..j.j, 271 Kleml11, Gustav, 80 217,220.229.231
- en la soci<dogía europea, 66. 68, Kluckhohn, ClyJe, 12,34,89,91, 263 Mac:mla-", Thomas Babmgton. 27 \'15\c>n de Vans.ina. 207
1l)2 eL/filtre (por Krneber v Kluc- \1alino\\'ski. Bronislaw. 65, 178-179, MitopraXls, 208-209, 225
29, 2-1.5, 269-272, 273-274, kllOhn), 34. 72. 74. 75, 76, 77. "07,248,250.264 MOdernil.:lción. 28, [O..¡., 107, 108,
27'1, l7ñ, 1.77 79, 80 Iv1alo, David, 228 115, 123, 124-12u, 170. 2-\-7, 2,5ó
296 CULTURA ÍNDICE. ANALíTICO Y DE NOMBRES 297

Moffat, Michael. 32-33 - .Y Kroeber, 87, 88 y antropología posmodernista, 241, sobre el mito, 207-208, 215, 216,
Margan, Lewis Henry, 32, 190, 204 Y los antropólogos, 34, 71-74, 87- 251, 252, 253, 256 220,229,231
Morita, Akio, 20-21 90 Religlón: sobre el parentesco, 194,201,202
Morris, William, 60 YSchneider. 89, 90,147,149,152, - visión de Gecrtz, 109-111, 115. sobre el tabú, 218, 220-222
Moshoeshoe, 261 157-158,161. 169-171, 184 118,122,124-125 sobre la cultura, 195,233
Multiculturalismo, 263, 267-270 Pecara, Vincent, 140 - 'j cambio social. lOS, 115, l23, sobre la economía, 193, 201-202
- Y diferencia, 278 Peirce. Charles S., 158 124-125 sobre la evolución, 191-192, 194-
Murdock. George Peter, 148, 150-152, Persona, 162, 171 - Y cultura, 56-57, 68, 111, 122,208, 195
177,183 Polanyi, Karl. 193, 198 28l sobre la historia, 205-206, 209.
Política cultural. 263, 266, 270-272, 273 - Véase ltL1nbiéll Islam 2\0,231
Nacionalismo, 52. 100,257 Política de CQlllpU5, 10 1, 155, 235-237, Ricklefs, M. e, 139 sobre la sociobiología, 203
Naturaleza y cultura, 91, 172 259,260,266,268 Ricoeur, Pau!, 102, 128, 131 sobre las transformaciones estruc-
Needham, Rudney, 175 Política estadounidense en el Tercer Richards. Audrey, 152, 153 turales, 219-220, 223
NeWl11an, John Henr:v, 56 Mundo, 100, 116, 150, 155, 236, Riesman, David, 236 sobre los Grandes Hombres. \92,
Nietzsche, Friedrich, 26, 246 238, 251 \i'éa5,t' también Vietnam, Rimhaud, Arthur. 47 194
NOnTIas, 90, 169 guerra de Ringer, Fritz, 52 sobre Polinc:sia, 192,231
Positivismo, 28, 65, 66-68, 69, 78,102, Rivers, W. R., 174 trabajo de campo en las Fiji, 191
Obeyesekerc, 226 255-256 RomanLícismo: Y el marxismo, 193, 194, 195-201.
-- sobre Cook, 233 Posmodernismo en antropología, - visión de la cultura, 29, 3t-32, 52, 202, 232, 234
- sobre el mito, 225, 226 241-260,262 58, 270
Organicismo, 28. 66, 67 criticas, 254-258 Rorty, Richard, 103, 141 Anahlllll, 231
Orientalismo, 236-237 r¡)Zones de su éxito, 258-260 Rosatdo, Renato, 238, 250-251, 254 Cultllra y ra::,orl practica, 195, 199-
Ortner, Sherry. 237-239 y relativismo. 241. 251, 252, 253, Rostow, W. W., 116 203, 205
256 Rousseau, Jean-Jacques, 58 Evolution and Culture, 190
Parentesco, 35,150,151-152,281 Y romanticismo, 29, 255-256 Ruskin, John, 60 Hlstoricai AJetaphors Imd AJythical
critica de Schneider a la teoría dd Véanse rambiél1 Cliftord; Marcus; Ryle, Gilbert, 103, 131, 132 Real/tles, 208,214-219,222
parentesco,155-156 Ro::.aldo Huvv «¡VI/tn-'es) TJ¡illk, 208, 223,
en América, 159-172 Princelün, Universidad de. Véase Ins- Sahlins, Marshall, 20, 35, 281 229
naturaleza del parentesco, 173- tituto para Estudios Avanzados dehate con FIiedman. 232-233 lslal1ds o( histori', 206, 209, 215,
176 Progreso, 27, 30, 42A4, 46, 57, 63, debate con Obeyesekere, 223-230, 233
terminología, 151, 165 191.262 233 La eccJllomía eH la Edad de PieJm,
\"isión de Gee(-tz, 175 visión de Lévi-Strauss. 198 descendiente de Ba'al Shem 10v, 192-193
visión de Parsons, 170-172 y civilización, 26, 42-44, 45,57,77, 227 .'\,ludia, 191
visión de Sahlins, 193-194, 200, 82, 190 determinista cultural, 230, 232- The L/sé' and Abll.'>€ o(Bioiogy, 195
202 Psicoanálisis, 90, 131, 153-154 233. 234 Sald, Edward, 236-237, 256, 258
Pareto, Vilfredo, 67, 68, 70 en París, 195 Saint-Simon, Claude-Henri de ROll-
Parsons, Talcou, 33. 65-74, 87, 90, Rabino,,\'. Paul, 259 evolución cultural, 204-205 HOY, 26
101, 104, 170,240,263,281. 282 Racionalismo, 24, 45, 66, 68, 226 evolución política, 192, 194, 204, Safioa, 32
sobre el amor, 161 Radcliffe-Brmvn, A. R., 15, 76, 153, 231 Sapir, Ed",,/ard, 80, 82-8-+, 86. 91, 275
sobre d pa¡"entesco, 169-171 154,174,2-'1 formación antropológica, 189 Sartre, J. P.. 198
sobre el simbolismo. 90, 158 Rappupon, Roy, 189 mitopraxis, 208, 216 Saussure. Ferdinand de. 158
sobre la cul¡ura, 71, 73-74, 119, Raza y cultur<l, 14. 29-30, 31-32, 79, sobre el capitán Cook, 209-221 Schneider, Dmid, 35, 89,90 SIl.
154 82,262.273.276 sobre el estnlcruralismo, 195-202, 281
v Geertz, 89, 96. 98-99, 100-103, Redfleld, Robert, 154.221 233 e-dtica de la teoría del parenl<-'sco,
110, 119, 122, 124, 143. 147 Relati\·lsIllO. 29, 38, -l-4, 56-57, 80, 239 -"ubre el lntercambio, 191, 194, 173-176
':' Kluckhohn, 87 - culturaL 76, 2-l-b, 262 217 -218 cullura y naturaleza, 162 164, 172
298 CULTUltA íNDICE ANALíTICU y DE NUMHKES 299

der'inición de cultura, 169, 180 Sh\l,,'eder, Richard, 29 Utilitarismo, 28, 66, 67,128,129,202, Wertheim, W F., 109
en el Departamento de Reln.ciones Simbolos, 35, 36, 37, 38, 68, 102, 103-, 226, 233 Whitt:>. Leslie. 189, 190,196,232
Sociales, 149, 153 - la cultura como sistema de símbo."Ai: Williams, Raymond, 19, 57-64, 65,
en la Universidad de Chicago, 153- 105,71,75,76,80-81, 90, Valeri, Valerio, 229 264_ 265
155 157-160.171, 262 ... Valores, 52, 76, 89, 90. 262, 281 Williams, William Carlos, 246, 248
inkios, 147 visión de Geertz, 119-120, ] 22, .- Vansina. Jan, 207 \Vittgenstein, Ludwig, 103, 142
psicoanalizado, 153-154 135 Vernant, J.-P., 197 Wo1f, Eric, 189, 282
relaciones con el padre, 147, 15o. visión de Parsons, 90, 158 Vietnam, guerra de, 101, 116, 155,210 Woolf, Virginia, 235, 254
156, 175 visión de Schneider, 157-160,171 Virchow, Rudolf, 31, 54, 80 \Vords\\'orth. William, 58, 64
religión.y parentesco, 167 Simmel Georg, 271 Writing Culum.', 240-245, 259
sobre el amor en América, 16), Skinner, Quemin, 136, 140 Wagner. Roy. 34
162, 169 Smith, Raymond, 169 'r Waitz, Theodoc 80 Yale, L'nivt'¡-sidad dI:"':
sobre el parentesco. 150. 151 1::;2, Smith. Wodrutf D.. 53 Wallace, Antonv, 161, 164, 165 - presencia de b antropologia, 37,
155-157,172-177 Sombart, Werner, 65 Walters, Donald, 140, 141 148, 152
sobre el parentesco americano, Speng1er, Oswald, 32, 85 \Valzer, Michael. 273 Yap, 89,151 12''''-
157-172 Starobinski, lean, 46 Warner. 'J,¡'. Lloyd, 154 - adopción. 179, J 82
sobre la cultura, 154, 157, 162, Steward, Julian, 189. 190 Weber, Alfred, 47 dedive poblacionaL \ 51, \ 85-186
169, 181 S{OCklOg, Gt'orge, 77-78 Weber, Max, 35, 52, 65,90, 100, 104, gobierno colomat 185-186
sobre la isla de Yap y sus habitan- Storey, John, 266 118,225 ideas sobre la paternidad, 178,
te" 151, 153, 177-186 SudáfTica, 14-16,258 sobre la cultura, 53 180,182,185,186
sobre la persona, 162, 17t, 186
sobre la terminología de parentes-
co, 132, 165, 173, 183
Suhano. 116
Sukarno, 1 J 6
visión de Parsons, 69.71, 143
Y Geertz, 100, 102, 109, 119-120,
122,123,126
sistema de
177-186
151, 153,


ug
..,;obre las relaciones sexuales, 156,
159-160.169
sobre los símbolos, 157-160, 171
Tahití, 192,213,228
Tambiah. Stanley, 139
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