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“Quise estudiar medicina para ayudar a las personas” es quizás la frase que más
se escucha decir de los estudiantes de medicina durante el primer semestre. El
primer año (que abarcaría primer y segundo semestre), es una de las etapas
decisivas para continuar o no en la carrera. Si logran pasarla, el camino será difícil
pero la deserción será, quizás, mínima. El problema de esta frase radica en que van
a ayudar a personas “sanas”. ¿Por qué sanas entre comillas? Porque ayudarán a
personas en padecimientos que no requerirán quizás, una gran intervención de su
parte. Pero ¿qué pasa cuando se topan con un paciente en estado terminal? Adiós
a la frase “ayudar a las personas”. Los médicos en formación se olvidan que los
pacientes terminales son los que más requieren de atenciones para brindarle en sus
últimos momentos de vida, una calidad de la misma para que alcancen una buena
muerte o una muerte digna.
En México, nuestra máxima casa de estudios (UNAM), solo ofrece tres formas para
titularse como paliativista: la primera es a través del postgrado en Alta Especialidad
en Cuidados Paliativos ofertado para oncólogos, médicos internistas, psiquiatría y
geriatría; la segunda a través del diplomado en cuidados paliativos que se oferta
para todos el equipo de salud (médicos generales, psicólogos, enfermeras, etc) y
finalmente la subespecialidad en Algología y Cuidados Paliativos ofertado para los
especialistas en anestesiología.1 Recalco algo importante: solo se le da a personas
con título, no se le brinda a otras personas que estén interesadas, como por
ejemplo, los médicos en formación.
No se trata de que veamos al paciente terminal como una persona que solo roba
oxígeno en esta vida, no se trata tampoco de verlo como una carga; se trata de verlo
como a nosotros nos gustaría que se nos viese durante nuestra agonía: como una
persona que cree, siente y ama. Puedo asegurar mediante este ensayo que si se
diera obligatoriamente la cátedra de cuidados paliativos en las universidades, no
tendríamos tan pocos grupos repartidos por todo el país, sino al contrario,
tendríamos muchos o al menos, los suficientes para satisfacer la demanda del país.
La sensibilización por esta especialidad no es tanta, está tan subestimada que casi
nadie se interesa. Deberíamos de hacer conciencia a nuestros médicos de la
importancia de recibir un curso si es que no quieren hacer la especialidad, de saber
que un paciente te lo va a agradecer infinitamente y creo que no hay mayor
gratificación que saber que ayudaste a una persona a bien morir, que sus últimos
días de vida fueron dignos y que tú hiciste eso posible.
Esperemos que en un futuro no muy lejano, podamos contar con más universidades
con Medicina Paliativa como materia obligatoria y no optativa, que la Secretaría de
Salud se involucre en la formación de equipos capacitados para brindar el servicio,
que se creen políticas públicas para que toda nuestra población esté enterada del
servicio; puedo asegurar que haríamos un bien para aquellas personas que están
lejos de estos servicios y sobre todo darles la satisfacción de que sus últimos días
serán los más dignos si no es que los mejores.
BIBLIOGRAFÍA