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Deficiencia de cuidados paliativos: una problemática

desde la formación de pregrado

La agonía de los pacientes se sufre aunque no sea de nuestra misma sangre o


siquiera de nuestro círculo social; seamos los más fuertes, sentimentalmente
hablando, siempre te mueve el hecho de dar noticias que desesperanzan a la familia
y al mismo paciente, de no saber qué hacer, la torpeza de que las palabras sean
demasiado burdas o agresivas, de no saber cómo decirlo o siquiera cómo
reaccionará el paciente, crean en nosotros un ambiente de estrés. El problema
aumenta más, cuando a nuestro paciente le tenemos qué decir que
lamentablemente el medicamento ya no está haciendo efecto, que se agotaron
todos los recursos terapéuticos y que solamente hay que esperar a que Dios lo llame
a su lecho sagrado (cambia dependiendo de la religión, pero la idea es la misma).
Algo que no solo yo en mi papel de paciente, sino algunas de las experiencias que
he recopilado a lo largo de mi corta vida es que los médicos solamente se limitan a
decir que ya no hay esperanza y que tenemos que esperar a que la enfermedad
siga su curso hasta que cese la actividad celular y se suspenda la homeostasis, es
decir, hasta que se muera. Nadie se preocupa después de aquel enfermo que es
egresado del hospital: de saber qué siente, saber cómo se siente el familiar que está
con la carga emocional de saber que su pariente está por irse al más allá, es más,
nadie se preocupa por saber si al paciente se le aminora el dolor; en resumidas
cuentas: nadie se preocupa por darle cuidados paliativos al pobre moribundo para
que su estancia en esta vida (o al menos lo que le queda) sea digna. La paliación
no debería de ser el derecho de unos cuanto, la paliación debería ser derecho de
todos los enfermos terminales y a los que les quede menos de seis meses de vida.
La Ley General de Salud, en su capítulo II sobre los Derechos de los enfermos en
situación terminal, artículo 166 Bis, derecho número 9, se expresa que “el paciente
en estado terminal tiene derecho a optar por recibir los cuidados paliativos en un
domicilio particular”. ¿Qué ocurre entonces? ¿Por qué solo algunos pacientes
gozan de esto? La respuesta es simple y sencilla: no hay médicos interesados en
brindar cuidados paliativos a los enfermos terminales, pero ¿dónde empieza ese
problema? Desde la formación de pregrado.

“Quise estudiar medicina para ayudar a las personas” es quizás la frase que más
se escucha decir de los estudiantes de medicina durante el primer semestre. El
primer año (que abarcaría primer y segundo semestre), es una de las etapas
decisivas para continuar o no en la carrera. Si logran pasarla, el camino será difícil
pero la deserción será, quizás, mínima. El problema de esta frase radica en que van
a ayudar a personas “sanas”. ¿Por qué sanas entre comillas? Porque ayudarán a
personas en padecimientos que no requerirán quizás, una gran intervención de su
parte. Pero ¿qué pasa cuando se topan con un paciente en estado terminal? Adiós
a la frase “ayudar a las personas”. Los médicos en formación se olvidan que los
pacientes terminales son los que más requieren de atenciones para brindarle en sus
últimos momentos de vida, una calidad de la misma para que alcancen una buena
muerte o una muerte digna.

En la mayoría de los mapas curriculares de la carrera de medicina no existe una


cátedra sobre cuidados paliativos. Es sorprendente ver que de nuestras 102
facultades de medicina, solo 6 brinden esta cátedra, de las cuales en 4 se toma
como optativa y en las otras 2 son obligatorias.1 Desde aquí podemos ver la gran
problemática que enfrenta nuestro país ante la escasez de personas paliativistas:
no se le da la suficiente importancia durante la formación de pregrado. Puedo
asegurar que si todas las universidades brindaran la cátedra de cuidados paliativos
de manera obligatoria, otro gallo nos cantaría. Es increíble ver el menosprecio que
se le hace a esta bella materia y que ayudaría a entender por todo el proceso que
pasan los pacientes terminales. Los médicos tienen la percepción de que las
personas en este estado solamente son un estorbo en los hospitales o que
simplemente ocupan una cama cuando quizás otra persona la podría ocupar,
entonces surge otra cuestión ¿por qué no brindarle atención paliativa en casa para
que no ocupen camas que otros podrían ocupar? Simple y sencillamente porque no
están interesados (como he dicho desde el principio) y porque solamente contamos
con 47 equipos de paliación a domicilio en todo el país, 34 servicios de cuidados
paliativos en el segundo nivel de atención para toda la población mexicana y solo
10 clínicas/unidades de paliación en el tercer nivel.1 Otra de las grandes
problemáticas es la ubicación de estos centro o equipos de paliación que están solo
en las capitales. La asociación Human Rights Watch 2 en un estudio que realizó en
México, en varios de sus testimonios que recopiló, detalla que los pacientes no
reciben paliación no tanto porque no tengan ganas sino por la lejanía que hay entre
el lugar donde viven y los centros paliativistas. A eso hay que sumarle que no
contamos con los suficientes hospicios para la atención y con los que contamos son
de uso exclusivo para personas con el recurso monetario para solventar los gastos
que se generen.

En México, nuestra máxima casa de estudios (UNAM), solo ofrece tres formas para
titularse como paliativista: la primera es a través del postgrado en Alta Especialidad
en Cuidados Paliativos ofertado para oncólogos, médicos internistas, psiquiatría y
geriatría; la segunda a través del diplomado en cuidados paliativos que se oferta
para todos el equipo de salud (médicos generales, psicólogos, enfermeras, etc) y
finalmente la subespecialidad en Algología y Cuidados Paliativos ofertado para los
especialistas en anestesiología.1 Recalco algo importante: solo se le da a personas
con título, no se le brinda a otras personas que estén interesadas, como por
ejemplo, los médicos en formación.

La solución al problema la tenemos enfrente, lo que ocurre es que simplemente no


podemos avanzar si por parte de las universidades no hay ese interés por brindarle
a la medicina paliativa el lugar que se merece. Y no, el hecho de que una persona
se convierta en paliativita no la convierte en el equivalente a la Madre Teresa de
Calcuta para los médicos, pero quizás sí para el paciente que agoniza en su propio
dolor. ¿Acaso no nos gustaría a nosotros que en el lecho de nuestra agonía hubiese
alguien que aminorara el dolor y tuviese las palabras adecuadas para calmarnos un
poco en lo que termina nuestra existencia en este mundo? La respuesta es sí.
¿Acaso el familiar acompañante no puede brindar esos cuidados paliativos? Sí, pero
no de la manera correcta. El familiar acompañante pasa igual por una etapa de
estrés y de frustración al ver cómo se va mermando la salud de su paciente que
llega al grado de perder la conciencia del mismo dolor que padece. El familiar igual
clama ayuda, pero no hay quien se la dé. Las llamadas clínicas del dolor son útiles,
pero para las personas que están cerca de ellas porque si sienten un dolor agudizad,
corren y se les alivia, pero ¿qué pasa con las personas que viven lejos? Tendrán
que tomar algún medicamento que solo aminorará el dolor por unos minutos y
después puede que regrese con más intensidad.

No se trata de que veamos al paciente terminal como una persona que solo roba
oxígeno en esta vida, no se trata tampoco de verlo como una carga; se trata de verlo
como a nosotros nos gustaría que se nos viese durante nuestra agonía: como una
persona que cree, siente y ama. Puedo asegurar mediante este ensayo que si se
diera obligatoriamente la cátedra de cuidados paliativos en las universidades, no
tendríamos tan pocos grupos repartidos por todo el país, sino al contrario,
tendríamos muchos o al menos, los suficientes para satisfacer la demanda del país.

La sensibilización por esta especialidad no es tanta, está tan subestimada que casi
nadie se interesa. Deberíamos de hacer conciencia a nuestros médicos de la
importancia de recibir un curso si es que no quieren hacer la especialidad, de saber
que un paciente te lo va a agradecer infinitamente y creo que no hay mayor
gratificación que saber que ayudaste a una persona a bien morir, que sus últimos
días de vida fueron dignos y que tú hiciste eso posible.

Esperemos que en un futuro no muy lejano, podamos contar con más universidades
con Medicina Paliativa como materia obligatoria y no optativa, que la Secretaría de
Salud se involucre en la formación de equipos capacitados para brindar el servicio,
que se creen políticas públicas para que toda nuestra población esté enterada del
servicio; puedo asegurar que haríamos un bien para aquellas personas que están
lejos de estos servicios y sobre todo darles la satisfacción de que sus últimos días
serán los más dignos si no es que los mejores.
BIBLIOGRAFÍA

1. Allende, S et al. (2016). Atlas de Cuidados Paliativos en Latinoamérica. enero


22, 2018, de Asociación Latinoamericana de Cuidados Paliativos Sitio web:
https://cuidadospaliativos.org/uploads/2012/10/atlas/15_Mexico.pdf

2. Human Right Watchs. (2014). México: Sufrimiento innecesario al final de la


vida. enero 22, 2018, de Human Right Watch Sitio web:
https://www.hrw.org/es/news/2014/10/28/mexico-sufrimiento-innecesario-al-
final-de-la-vida

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