Vous êtes sur la page 1sur 21

Funcionamiento y sentido del ahormante de la colonialidad en la “Relación de las cosas de

Yucatán” de Diego de Landa

Autor: Fernando Limeres Novoa

“Ellos enseñaron el miedo


llegaron para marchitar las flores.
Para que su flor viviera
ajaron y chuparon nuestras flores.” Chilam Balam de Chumayel

(“…) y dueños de Roma y la espada de César, nos declaramos los dueños del mundo. Sin
embargo, nuestra conquista no ha acabado aún, está todavía en su etapa inicial, falta mucho para
verla concluida: la tierra ha de sufrir aún durante mucho tiempo. Fiodor Dostoievski El Gran
inquisidor.”

“La Europa que consideró que su destino, el destino de los hombres, era hacer de su humanismo
el arquetipo a alcanzar por todo entge que se le pudierse asemejar, esta Europa, lo mismo la cristiana
que la moderna, al trascender los linderos de su geografía y tropezar con otros entes que parecían ser
hombres, exigió a estos que justificasen su supuesta humanidad.” Leopoldo Zea.

Este trabajo postula como tesis la existencia del ahormante de la colonialidad. Componente
subjetivo-ideológico cuya influencia determina los diversos planos textuales de la “Relación de las
cosas de Yucatán” de Diego de Landa y de muchos otros textos relaciones y crónicas de Indias del
siglo XVI: nivel semántico, nivel sintáctico, así como la diégesis de la materia narrada y la
descripción de sus actantes. La colonialidad constituye la categoría principal del conflicto
civilizatorio entre los colonizadores y evagenlizadores y los pueblos americanos. Su influencia no
opera a nivel intratextual sino además, desde el punto de vista pragmático en el efecto de lectura que
procura en sus lectores. El ahormante es un modelizador, un configurador de los diversos sentidos
de la colonialidad; actúa específicamente en los textos de la colonización y la conquista de América
para exponer las razones que legitiman ideológicamente bajo eufemismo de la narrativa religiosa o
epistemológica, la expoliación colonizadora; camuflada a veces de razón, a veces de fe.

1. Biografía antibiográfica

Diego de Landa nació en Cifuentes, un 12 de noviembre del 1500, en la provincia de Guadalajara.


Este día el santoral recuerda al ermitaño berceíno Millán de la Cogolla, quien en el siglo IV y anun-
ciaba a los estilitas orientales. Existen convergencias y divergencias entre los religiosos. Comparten
un ascetismo cerril que expresa la manía secular del catolicismo ibérico de domar la carne mediante
una clase de morfificación que delata placer masoquista. Mientras Millán huía de grey y antes que
Fray Luis profesaba el beatus ille en los páramos de la Sierra de la Demanda, el franciscano procura-
ba el tumulto de los infieles de Indias para extirparles el diablo y convertirlos a la fe ad maiorem Dei
gloriam. En efecto, su vida fue una cruzada contra el demonio: la cruzada de uno de los más violentos
inquiidores que América padeció. En vano numerar sus facetas: misionero franciscano, obispo de Yu-
catán, redactor de una relación que aun hoy se lee con interés, protomayista del 1500, responsable del
Auto de fe de Maní: todas se subsumen en la función inquisitorial que desempeño con medieval celo.
En vano, compilar los datos de su biografía, esa subgénero ficcional, según Borges: porque Diego de
Landa ya ha dejado de ser un misionero franciscano del siglo XVI para convertirse en un representa-
tative man, en la designación de Emerson: como Platón, Napoleón o Swedemborg. Una categoría que
el trascendentalista reserva para personalidades que sintetizan y representan un aspecto de la difusa
condición humana. En consecuencia, su realidad histórica es ya un signo, es decir, un contenido
interpretativo en el que se entrecruzan lo histórico y lo simbólico en amalgama significante.De este
modo es posible entender su sentido: no exclusivamente en la dimensión denotativa sino en particular
en su naturaleza connotativa. En efecto, su beligerancia es síntoma y causa eficiente en simultáneo
que expresa una de las innumerables aporías codificadas en la historia americana o mejor, en su
antihistoria.
Landa muere en 1579 en Mérida, Yucatán, territorio de sus correrías inquisitoriales. Retorno ya
despojos a su villa natal siglo y medio después. Juan Catalina García los encuentra en el sepulcro de
la iglesia del Salvador. Post mortem, a comienzos de la guerra civil, la violencia lo perseguirá: un
exabrupto de la impiedad cainita de los hombres reducirá a menos que nada, quizá finalmente este sea
su infierno, al otrora temible inquisidor
Se ha intentado otra versión de Landa en el juicio del mayista ruso Yuri Knorozov. Este procura
converitr a Landa en un pacífico misionero franciscano en tanto escribe sin rubor:

“ (…) en la historia es muy frecuente que la valoración equivocada del papel de los personajes
históricos, que han tomado parte directa en unos u otros acontecimientos, persista durante largo
tiempo. A veces estos juicios preconcebidos e incluso calumias, se transmiten a través de los siglos
sin que nadie siquiera intente revisarlos. Una de las víctimas fue Diego de Landa Calderón,
franciscano, misionero, fundador del estudio de la cultura maya en Yucatán que llegó a la península
en el año 1549 (Knorozov, 1988, p. 22).”

Otro mayista Sylvanus G. Morley, autor de “La civilización maya” calibra la aportación de Landa del
siguiente modo:

“Además de las fuentes indígenas mencionadas, varios de los primeros padres franciscanos han
dejado admirables relaciones acerca de los mayas, describiendo el estado en que se encontraban a
mediados del siglo XVI, siendo sin dusputa la más importante entre ellas la narración contemporánea
del padre Diego de Landa, segundo obispo de Yucatán. Su “Relación de las cosas de Yucatán” escrita
en 1566, que citamos extensamente en las páginas que siguen, es indiscutiblemente nuestra autoridad
principal en todo lo relativo a los antiguos mayas. (Morley, 1972, p.11). “

En tanto que para Mercedes de la Garza:

“Los frailes españoles, en su afán de “desterrar la idolatría” y conociendo la significación que los
códices tenían para sus creadores, destruyeron todos los libros que pudieron encontrar, y los
sacerdotes mayas fueron perseguidos, torturados y muchas veces asesinados. El obispo fray Diego de
Landa, a quien debemos uno de los libros más importantes sobre la cultura maya peninsular, pero a
quien hay que atribuir también algunas de las más lametables acciones en contra de los mayas, entre
las que está el famoso “Auto de Fe de Maní”, escribe: “Hallámosles gran número de libros de estas
sus letras, y porque no tenían cosa en que no hubiese superstición y falsedades del demonio, se los
quemamos todos, lo cual sintieron a maravilla y les dio mucha pena. (De la Garza, 2012, p. 35).”
De la misma manera opinan Carlos Villanes e Isabel Córdova:

“Al obispo Diego de Landa, Mesoamérica le debe uno de los primeros acercamientos al mundo
maya por su libro “Relación de las cosas de Yucatán”, pero también fue el directo responsable del
Auto de Fe de Maní. Allí, en nombre de la extirpación de idolatrías y de la fe católica ardieron
decenas de códices mayas, ardió la historia y la síntesis de una de las culturas más sabías de la
Antigüedad (Villanes, Carlos y Córdova, Isabel, 1990,p. 176).”

Para Knorozov y Morley la ciencia es neutral; enfatizan el aporte testimonial de Landa mediante
su descontextualización; como si su texto no fuese también una faceta de su celo punitivo. Su
descontextualización no es otra cosa que cientificismo basado en el prejuicio sobre la ausencia de
determinantes históricos que condicionan el conocimiento. Mientras que Mercedes de la Garza matiza
e intenta una justificación mediante la idolatría; de la misma manera Villanes y Córdova pero lo
cierto es que el auto de Maní ejecutado por Landa sucedió el 12 de julio 1562. Diecinueve años antes
se realizó la Junta de Valladolid, (1550-1551) esto es el debate en el colegio San Gregorio de dicha
ciudad, la polémica sobre los naturales, esto es, los indígenas americanos entre Juan Ginés de
Sepúlveda quien defendía el derecho del imperio sobre los indígenas a quienes infravaloraba y
Bartolomé de las Casas quien sostenía lo contrario. El clérigo sevillano, considerado ganador de la
contienda postulaba respecto de la idolatría como casus belli:

“(…) que aquellas guerras contra los Gentiles idolatras no las mandaba Dios por su idolatria, sino
particularmente contra los Cananeos y Iebuseos y siete naciones, de que se haze mención en el
Deuteronomio, cap, 7, que posseyan la tierra de promission. La qual tierra fue prometida a Abraham y
a su linage, aunque juntamente queria Dios castigar la idolatría de aquellos. Esto prueba lo primero,
porque si por sola idolatria Dios avia de castigar los Gentiles, no solo aquellas gentes, mas a casi todo
el mundo avia de castigar pues todo estaba lleno de idolatria”. (Las Casas, 2006, p.206-207).”

Dados la relevancia de los contendientes, el contenido de la disputa y la repercusión en los ámbitos


administrativos y eclesiales, el obispo franciscano no podía desconocer la contienda ni sus
consecuencias, una de las cuales fue el reconocimiento del argumentario esgrimido por las Casas. Por
lo que la idolatría en su fuente bíblica no constituía un motivo para el inicio del proceso legal de
Auto. Las Casas contextualiza el ejemplo bíblico como una excepción, un caso particular que no
debía interpretarse como un precedente general. Sin embargo, la disputa vallisoletana no constituía el
único precedente relevante para Landa respecto del empeño idólatra de los indígenas. Voilá las obras
de Francisco de Victoria, en particular su De Indis de 1532, autor considerado por su época de menor
vehemencia que Las Casas.De Indis redactada 35 años antes de su Auto de fe limita el poder legal
tanto del estado como de la iglesa a este respecto. Las fuentes del dominico son las fuentes clásicas
del derecho y la filosofía griega y romana; pero tambíen los padres de la iglesia. En la obra citada el
dominico postula que:

“Aunque la fe les haya sido anunciada a los bárbaros con signos suficientes de probabilidad y no
hayan querido aceptarla, no por esta razón es lícito perseguirlos con la guerra y despojarlos de sus
bienes. Esta conclusión es expresamente de Santo Tomás cuando dice que los infiesles que nunca han
abrazado la fe, como son los gentiles y los judíos, de ningún modo pueden ser obligados a abrazarla
con la fuerza. Es esta conclusión opinión común de los doctores, incluso de los canonistas y civilistas.
(de Victoria, 2012, p. 117).”

¿Cómo conciliar ambas facetas del franciscano?. Porque él es quien destruye una cultura y quien
la preserva. A nuestro juicio, como el Jano romano, las anteriores constituyen dos caras de la
idéntica coyuntura histórica. En rigor, a diferencia de los territorios aztecas, la península de Yucatán
sufrión un periodo de conquista más extenso: desde 1527, año de la primera experdición de los
Montejo hasta 1547, año en que finaliza la rebelión de los mayas orientales. Por lo que en definitiva,
la trayectoria del franciscano viene a complementar la conquista militar mediante la conquista
religiosa: ambas procuran la misma finalidad: cimentar la hegemonía española en el territorio. Por
consiguiente, ell Landa fundador del estudio de la cultura maya ni opaca ni desdibuja al Landa
artífice y propiciador del Auto de Fe de Maní. Por el contrario, ambos constituyen una unidad
primaria que coadyuva a la instauración colonial española sobre la península maya-yucateca. Así es
menester revisar el prejuicio. Tanto Konorozov como Morley exoneran a Landa en virtud de su
compilación, sin embargo, el texto de Landa no consituye exclusivamente una aportación al
conocimiento, sino más bien y justipreciándola en su contexto histórico una herramienta para la
constitución de la hegemonía imperial en América. Además, entendido desde la perspectiva maya
constituye en efecto el artífice de un intento de extinción de su cultura. Morley y Knorozov tanto
como de la Garza, Villanes y Córdova con sus respectivos matices conciben a Landa desde una
perspectiva eurocéntrica (S. Amín) que necesita encubrir la otredad (Dussel) en aras de una finalidad
idealista e idealizada: la conversión al catolicismo, la ciencia o la civilidad; los que vistos desde una
perspectiva crítica no han constituido más que narrativas eufemísticas que han disimulado las graves
consecuencias de la instauración de la colonialidad del poder en América (A. Quijano).
Por otra parte, la heurística supone una operación subjetiva de asignación de sentido y por ende
proporciona una categoría u otra de acuerdo con la perspectiva explicativa y política que la
epistemología subyacente adopte. Por ejemplo, Landa será para unos un fundador; para otros,
sepulturero. Sin embargo, una asignación explicativa no contradice a la otra porque ambas, como
hemos apuntado, expresan la misma finalidad mediante un idéntico contenido: subalternizar a los
mayas en el contexto de la sociedad colonial yucateca. En este sentido, el mismo Morley afirma:

“Los españoles despojaron a los gobernantes y a la nobleza de todo poder político, y el clero
católico reemplazó al sacerdocio indígena, de modo que quedaron muy pocos jefes mayas”. (Op.cit,
p. 47).

Por lo que la intelección de la figura de Landa depende del lugar enunciativo en el que nos
coloquemos en el construcción de su figura: del lado de las víctimas o del lado de los victimarios en
el contexto de la dialéctica histórica. Y más aún si se consideran testimonios contemporáneos como
el del obispo de Yucatán, Francisco Toral:

“Y por las confesiones así hechas, luego los condenaban estos padres a tantos reales de pena y se
los llevaban , y a tantos azotes, y se los daban y a obra de servicio en casa de los españoles. E
hiciéronse inquisidores: El Provincial (Landa) era el inquisidor mayor, y otros tres, inquisidores que
juzgaban con él (…). He dicho todo esto para que V. M. sepa que en lugar de doctrina han tenido
estos miserables tormento; y en lugar de les dar a conocer a Dios les han hecho desesperar; y en lugar
de los atraer al gremio de nuestra Santa Iglesia de Roma, los han echado a los montes; y lo que es
peor que quieren sustentar que sin tormentos no se les puede predicar la ley de Dios, lo cual reprueba
la Santa Madre Iglesia” (Documento XXXIV).

1.1 El Auto de fe de Maní: proscribir y reescribir la historia

Un segundo logro intelectual de los sacerdotes-astrónomos mayas fue la elaboración de una tabla
para predecir cuándo serían visibles las eclipses solares. J Eric S. Thompson

El territorio maya, una colección de unas sesenta ciudades y reinos que formaban una compleja red
de alianzas y enfrentamientos tan enmarañada como la de Alemania en el siglo XVII, fue sede de una
de las culturas intelectualmente más sofisticadas del mundo. Charles C. Mann

Uno de los presupuestos determinantes de la evangelización española en América ha sido la


convicción de que la expansión colonial suponía una cruzada religiosa, desde los diarios colombinos
se entrelazan los propósitos mundanos con la expansión del catolicismo en el orbe. Este componente
no solo destacó durante la alta Edad Media sino que ya se enuncia en los mismos evangelios; por
ejemplo, en Marcos 16:15-18 se lee: y les dijo: id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda
criatura. En efecto, la predicación ha resultado consustancial al surgimiento y desarrollo del
cristianismo. En esta dirección, una de las órdenes que recupera este rasgo original es la franciscana.
En Il buon esenpio francescano se recoge la siguiente anécdota del poverello:

“¡Vamos a predicar!”, dijo el hermano Francisco a uno de sus compañeros. Y salieron a predicar.
Con las manos metidas dentro de las mangas, la capucha sobre la cabeza, uno delante y el otro detrás,
en silencio, dieron un largo paseo por la ciudad de Asís y volvieron al lugar de los hermanos...
-«Pero, Padre, ¿y el sermón?». «Hermano, ya hemos predicado, dando ejemplo de humildad y de
mortificación a las gentes de Asís”. (1951:32)

De donde se infiere que el joven Diego no era ajeno al aspecto misional primero como elemento
característico de su religión y segundo, como valor de la orden a la que pertenecía. En este sentido, de
las tres órdenes que arribaron a Yucatan, la primera fue la franciscana, en 1544. A partir de esta año,
realizará una incesante labor evangelizadora. En efecto, el convento San Miguel Arcángel en Maní se
funda en 1549; el mismo año en el que Landa arriba a tierras mayas. Pero el franciscano no se detiene
en el convento sino que prosigue viaje hasta Izamal, a la misión de San Antonio. Aquí se inicia la
carrera del inquisidor en la administración eclesial: nombrado asistente del guardián de Izamal. De
este modo, entre 1549 y 1552 penetra en la selva para predicar a los mayas. En este príodo de acuerdo
con los historiadores, se familiza con la lengua y cultura mayas, conocimiento imprescindible para su
trabajo misional. En 1552 se le encomienda la construcción de la iglesia de Izamal. En 1561 es
nombrado provincial de Yucatán, es decir, máxima autoridad religiosa. Así en menos de una década
accede a un cargo de suma importancia en la administración religiosa. Su nueva responsabilidad
desata ipso facto su celo en la persecución de la idolatría. Según calculos fehacientes, su virulencia
produjo 6330 víctimas. Durante 1558 realizó una expedición punitiva; de la cual obtuvo numerosos
objetos de culto que ordeno arrojar al cenote de Chichén itzá.
El hallazgo de un ritual de sacrificio en una cueva motiva su traslado a Maní en 1562. Ya en Maní
se constituyó el tribunal inqusitorial que juzgará a los idólatras. 30 caciques son capturados. Lo
sacusados eran torturados, quemados y mutilados. Como resultado del Auto, según Justo Sierra se
destruyeron:
“5000 ídolos de diferentes formas y dimensiones, 13 grandes piedras utilizadas como altares, 22
pequeñas piedas labradas, 27 rollos con signos y jeroglíficos, toneladas de libros y 197 vasijas de
todos los tamaños.” (Sierra, 2009, p.345).

Sus excesos motivaron su traslado a España en octubre del mismo año para ser juzgado por la su
misma orden. Declarado inocente; raramente un tribunal condena a un reo de su orden y
particularmente por culpa in facendo. En 1573 el inquisidor exonerado regresa a Yucatán vindicado
como obispo. En su estancia en España a causa de su traspie legal, redacta “Relación de las cosas de
Yucatán”. Muere en Mérida, Yucatán en 1579 con 54 años. Susestos serán trasladados a España y allí
le aguardará un fatum de desaparición total como el pergeñó para el“paganismo maya”.

A nuestro juicio, Diego de Landa persiste en dos dimensiones: como advertencia que resignifica
en primer lugar el presente americano en el arte de los pintores mexicanos Diego Rivera, Julio O
‘Gorman, Fernando Castro Pacheco y en segundo lugar, como artificio en el mecanismo textual que
denominó y denominamos “Relación de las cosas de Yucatán”. La operatividad significante de esta
última función es lo que intentaremos dilucidar en el presente trabajo.

2. “La Relación de las cosas de Yucatán”: género, ahormante y colonialidad

“The Spanish missionaries who arrived in Maya Lands after the conquest of Tenchtitlán were
resposible for burning many of the locals’ bark-paper books or codices. One of the most enthisiastic
of these was Bishop Diego de Landa, author of Report of Things in Yucatán, who wrote, “These
people used certain letters with which they wrote in their books about ancient subjects...We found
many books written with these letters and since they held nothing that not falsehood ande the wrok of
the evil one, we burned them all.” Charles Phillips

En principio, es necesario establecer la especificidad genérica del texto bajo su categoría de


Relación. Según Mignolo de entre los géneros que se cultivan a partir de la conquista americana
destacan las relaciones. El autor distingue el grupo de textos que denomina como relaciones de la
conquista y de la colonización de las cartas relatorias, las crónicas y las historias. En un primer
acercamiento, la significación del término es homóloga a los latinos relatio y narratio en tanto
narración de sucesos; sin embargo, a partir del siglo XVI se agrega otra acepción. Así para Mignolo:
“El sentido que tiene el vocablo, en el siglo XVI es el de “narración o informe que se hace de
alguna cosa que sucedió” (Diccionario de Autoridades); y es el vocablo castellano correspondiente a
los latinos relatio y narratio. En uno de sus sentidos correspondería al actual vocablo relato. Pero en el
contexto del grupo de textos que denominamos relaciones de la conquista y de la colonización tiene el
sentido más específico de “relato/informe solicitado por la Corona”. (Mignolo, 2007, p.23)”

La clasificación de Mignolo es útil para organizar el corpus general de la materia textual de la


colonización americana; asimismo, es ostensible la naturaleza narrativa de la “Relación de las cosas
de Yucatán”. De acuerdo con la crítica, su origen radica en un proceso incoado en España a causa de
las excesos de Landa como inquisidor en Yucatán; de modo que desde el punto de vista pragmático
su texto puede considerarse un informe; sin embargo; desde la perspectiva de las materias abordadas,
esto es, a partir de su heterogeneidad temática, como señala Ángel María Garibay: el texto es
memoria, narración, descripción de hechos diversos. Lo anterior consolida la tesis de que no solo
constituye un texto narrativo per se dirigido a una finalidad informativa específica. En este aspecto, la
Relación se encuentra en términos genéricos más próxima a lo que para algunos constituía una
historia natural y moral cuyo precedente lejano es la Naturalis Historia de Plinio. Sin embargo, el
texto de Landa (1566) se constituirá en un precendente para una serie literaria que tendrá en la
Historia natural y moral de las Indias (1589) del padre José Acosta su texto emblemático. En
consecuencia, la diversidad de temas abordados motiva que la obra de Landa exceda la categoría de
Relación tal y como se consideraban este tipo de escritos en la España del siglo XVI. Y que su
inscripción génerica resulte al menos problemática. En cuanto a la heterogeneidad del contenido de
estos escritos, es coincidente la evaluación de Fernado del Castillo Durán: Los escritos de los frailes
continen interesantes noticias de muy diversa índole, desde observaciones de cariz etnológico y
antropológico, genogrático y religioso, y sobre todo informaciones de tipo lingüístico, ya que se
proveyeron innumerables estudios de lenguas indígenas con el fin de sistematizarlas y aprenderlas
para así posibilitar la evangelización. Trámite obligado, sobre todo para los franciscanos, que
enseguida vieron que si los indios aprendían español pronto se hispanizarían en sus costumbres.
(Durán del Castillo: 25) La caracterización del autor es acertada en cuanto refiere al objetivo
pragmático inmediato de los textos que es la compilación de información para la catequización; sin
embargo, olvida referir la inserción de la estructura religiosa como un elemento preponderante en el
mecanismo imperial de sometimiento de los indígenas. Observa un único valor pragmático de los
textos aislado de su finalidad ulterior por una parte, y por otra, olvida analizar la configuración textual
de los indios como seres necesitados de la redención cristiana que un sujeto de la enunciación
ahormado en un prejuicio etnocéntrico ha posibilitado, de esta manera, dotado así de configuración
textual y difundido por tanto en la circulación político-religiosa que caracterizaba a esta clase de
obras. Por tanto, la finalidad evangelizadora per se como objetivo inmediato para caracterizar los
textos resulta insuficiente e históricamente inexacta; dada la complejidad y la heterogeneidad textual
como propiedades que definen un primer acercamiento a los textos. Ya que omitir la operación de los
mecanismos lingüísticos subordinados al proyecto de dominación colonial es reducir la compleja
totalidad textual a una parte que no alcanza para dar cuenta de su vinculación no solo con el autor
sino con la periodo histórico que la produjo. Ahora bien, es ostensible que en el rompecabezas
poliédrico que plantea el establecimiento de la interpretación del texto de Landa ninguno de los
elementos que lo componen funciona por sí mismo para fundamentar un determinado sentido ni para
clausurar los otros. Por esta razón este trabajo no postula una determinada interpretación como el non
plus ultra del texto; más bien se pretende examinar los modos en los que una de las funciones
intratextuales organiza las otras variables discursivas. En este sentido, el texto del inquisidor se
considera un corpus, esto es, un conjunto de oraciones, frases y vocablos significantes.

Así en este corpus opera el concepto de Ahormante, extraido de la gramántica chomskyana. En


tanto que el Diccionario de la Real Academia recoge las siguientes acepciones:

“1. tr. Ajustar algo a su norma o molde.


2. tr. Amoldar, poner en razón a alguien.
3. tr. Equit. Excitar a la caballería suavemente con el freno y la falsa rienda para que coloque la
cabeza en posición correcta.
4. tr. Taurom. Hacer por medio de la muleta u otras suertes, que el toro se coloque en posición
conveniente para darle la estocada”.

En las cuatro acepciones, el verbo conserva su transitividad, esto es, la relación de determinación
semántica que recibe mediante el complemento. Aun cuando desde el punto de vista semántico, es lo
ahormado lo que recibe la determinación de la acción. Así ahormar es ajustar; dar forma, imponer un
patrón establecido previamente. Para Francisco Rodriguez Perera, en su Aportación al vocabulario,
ahormar significa dar a algo su conformación adecuada. Como sinónimos, varias fuentes coinciden en
los siguientes: amoldar, adaptar, moldear, acomodar, conformar. La primera dimensión discursiva que
recibe la determinación del ahormante de la colonialidad es es el género. De manera que, las
propiedades genéricas se recombian en un proceso de adaptación que el mismo ahormante instituye.
De aquí que la heterogeneidad del texto se unifique en primer lugar por el propósito comunicativo
que el texto procura y en segunda instancia, por las referencias respecto de la colonialidad
promovidas desde todos y cada uno de los niveles discursivos. Porque, en definitiva, lo que el
ahormante asienta y distribuye es la subjetividad de una determinada cultura; esto es, una
cosmovisión proclamada como universal que necesita infravalorar otras civilizaciones para poner en
marcha un proceso de colonización en el que no cabe más hegemonía que lo representado en el
propio discurso. Así en el aspecto textual, el ahormante funciona como un dispositivo regulador en el
interior del texto pero también fuera de él; su objetivo es dirigir cierto efecto de lectura; cierta
interpretación del texto que debe ser la jerarquizada ya en sus contenidos. Por lo que su implantación
funciona tantoen en el interior de la diégesis como fuera de la misma. Por otra parte, el ahormante a
diferencia de la operatividad sintáctica que le otorgaba Chomsky supone aquí un polimarcador en los
campos sintáctico, léxico e ideológico de las secuencias significantes del texto que organiza tanto a
nivel particular como a nivel general sus efectos en relación con la legitimación que necesita un
proceso de colonialismo que su apoya en la colonialidad: parámentros bajo los cuales el texto opera.
De esta manera, el ahormante de la colonialidad funciona en la literalidad de los enunciados;
relacionándolos con sus correspondientes implicaturas de acuerdo con la difusión de un significado
global. Asimismo, desde una perspectiva retórica, se puede afirmar que el ahormante esta presente en
la inventio; organiza la dispositivo de los materiales tanto como el ornato si lo hubiere y opera en la
actio dado que es un principio o patrón composicional- semántico por una parte y por otra, una mise
en scène textual que establece y asegura en términos pragmáticos los efectos de sentido de la
interpretación buscada. De modo que, en definitiva, el ahormante es un “disciplinador” de los
diferentes niveles que conforman la materialidad textual así como también una postulación de un
significación a posteriori. Así marca, configura, ordena, jerarquiza y finalmente impele el discurso a
fin de que este comunique un determinado efecto de sentido en los lectores. Es decir, despliega una
estrategia para afirmar un sentido, jerarquizado en términos de verosimilitud,: la única interpretación
posible de una materia textual que desminente y repele interpretaciones que la interpelen.

En tanto que en el aspecto pragmático, el ahormante de la colonialidad constituye la función que


opera una trasformación de una cadena de enunciados A a una interpretación de lectura B. Esto es
vincula la literalidad de los enunciados con el dominio de la lectura posible de sus receptores. Así la
segunda se convierte en una función de la primera. Función dado que resulta determinada o inducida
por el efecto de sentido que la lógica de los enunciados A establecen B. De este manera, se
complementan dos momentos textuales: la significación intratextual y la designación inducida y
extratextual en la operación de lectura.
Por otro lado, el ahormante supone una sistematización de la designación de esta última; así como
también sus propiedades modelizantes cobran nitidez en la estrategia textual de obras que en textos
son causa y efecto del choque cultural que un proyecto de colonización implica. Puesto que el
ahormante funciona para anular las posibilidades de sentidos alternativas. Estableciendo una cierta
linealidad enunciativa sin cortes ni posiciones transversales. En consecuencia, el lector deja de serlo;
esto es, resigna su condición de receptor activo para asimilar pasivamente un tópico que el ahormante
impone en la recepción del sentido de lo que narra. En consecuencia, el ahormante de la colonialidad
quiebra la comunicación dado que establece y promueve enunciados que forman parte de un
monólogo que dispone todos sus elementos lingüísticos a fin de totalizar la realidad y construir una
unicidad interpretativa. Debido a su modelización, el texto se proclama equivalente a la realidad que
a su vez resulta ahormada por la imagen construida y artificial que el texto proyecta sobre ella. De
modo que el ahormante postula una cosmovisión determinada, la que luego de asumir configuración
discursiva, proyecta una conclusión cerrada; debidamente constatada en los tópicos textuales. Por lo
que no solo emplea el repertorio de los recursos que afianzan lo verosímil sino que en las antípodas
de todo relativismo genera una verdad que impone sus propios consensos. En tanto que en términos
semióticos ,supone el funcionamiento de un proceso de codificiación de la alteridad en los términos
de la propia cultura entendida como parámetro universal de toda cultura humana. Como resultado de
lo anterior, la otredad es construida como un reverso del yo colectivo; el que en todo caso será
codificado en términos de negatividad en tanto ciertos rasgos son entendidos de manera
descontextualizada; de esta manera, la descontextualización vacía su sentido, en tanto este es llenado
con la incompatibilidad respecto de ,por ejemplo, la axiología occidental. En este aspecto, el
ahormante codifica un reverso o inverso ético, político, social o económico: no importa tanto el área
del conocer; sino el área que es entendida mediante un juicio negativo; no solo en tanto valor sino
negación de la otredad; negación de su libertad y de la racionalidad inherente a su construcción
cultural. En todo caso, no se postula ni se construye en el texto ningún antagonismo sino
infravaloración.
En síntesis, su operación fundamental radica en conceder entidad lingüístico-textual a la
colonialidad. O dicho de otro modo, la colonialidad necesita del ahormante para formularse y
formalizarse en los textos. En consecuencia, “La Relación de las cosas de Yucatán” representa un
ejemplo de su funcionamiento en relación con la necesidad histórica de imponer definitivamente el
dominio de la corona española mediante su correspondiente relato. Por otra parte, es menester
preguntarse por el funcionamiento del concepto de colonialidad. En primer lugar, la colonialidad
necesita del ahormante al difundir ciertos relatos orientados a constatar la inferioridad de ciertas
culturas o razas respecto de otras; es decir, la vileza innata en la naturaleza de los individuos
pertenecientes a esas culturas; inferioridad que reactualiza el derecho enunciado por Aristóteles de la
conquista legítima como derecho de ciertos estados sobre otros con el correspondiente correlato de
esclavitud y genocidio para otros pueblos no enunciado en la teorización de derecho natural que solo
incluye en su articulación teórica el derecho de los primeros que anula el de los segundos a no ser
esclavizados.. Así que, en primer lugar, el ahormante procura legitimar el colonialismo al que apoyará
en los términos que dicte la colonialidad en los textos. En este aspecto, se transforma y explicita en
una narrativa filoimperial. Constituye un relato que establece la disimetría ontológica entre las
civilizaciones fundamentada en determinados parámetros: impiedad, barbarie, etc. Los tópicos al uso
de acuerdo con el contexto histórico. En este aspecto, el ahormante establecerá dos modos de lectura
de esta asimetría raigal: en todo caso; el mal, el bárbaro que necesita ser redimido por la civilización
ya que es un ente ajeno y bajo todo punto salvaje; el ahormante enfatizará o disminuirá la
focalización exótica en función de las necesidad de verosimilitud textual. Contrariamente, la
autoreferencialidad auspiciada por él se organizará a partir de la positividad absoluta: el bien, la
civilización, etc son significantes que encuentran su plenitud de sentido invariablemente en uno de los
campos de la polaridad. Su operatoria es en todo caso antinómica. Por ende, el ahormante constituye
un patrón de sentido, una codificación que disfraza, por ejemplo, de objetividad una construcción
textual puramente subjetiva: en este aspecto su lógica funciona elaborando predicados antitéticos: en
tanto lo que es queda fuera del texto; esgrime como posible, lo imposible; preténde lógico lo absurdo,
construye fábulas, enunciadas como conocimiento, etc.
Asimismo, es relavante la categoría colonialidad o colonialidad del poder puesto que alude al
patrón estructural de poder en el contexto de la modernidad. Así su aparición es una de las
principales consecuencias de la conquista de América. Se articula en términos históricos a partir de
la asociación entre un sistema de dominación constituido en un entramado de relaciones sociales
intersubjetivas. Efectuada en la clasificación social jerarquizada de la población mundial y por otra
parte, mediante un mecanismo de explotación que consiste en la organización de los modos
deexpropiación del trabajo bajo el capitalismo. En efecto, la colonialidad consiste en uno de los
elementos constitutivos del patrón global de poder capitalista. Entender la dimensión de la
colonialidad implica que merced a la la constitución de América, en términos de periferia colonial, el
capitalismo se mundializa, constituyéndo sus centros hegemónicos en el continente europeo. De
acuerdo con Aníbal Quijano, la idea de raza como categoría central de la clasificación social colonial,
desempeñará un papel medular dentro de las nuevas identidades geoculturales globales que se
constituyeron históricamente con el colonialismo hispánico, articulándose posteriormente en una
misma trama de estratificación social, con otras formas de clasificación basadas en la idea de clase y
en las ideas de “género”/sexualidad. Ahora bien, la colonialidad funciona y se funda originalmente en
las textualidades en las que precisamente el poder imperial español procura asentarse en América. Por
lo que el ahormante de la colonialidad constituye una especificidad del locus textual por tanto,
determina desde donde se cuenta, el qué, establece el para qué y construye la modalidad expresiva
dentro del repertorio infinito del léxico y de la organización sintagmática y oracional. Es decir,
supone un antes textual que se plasma en la espeficidad del texto y controla su recepción. Por lo que
el ahormante de la colonialidad constituye textos y lecturas monológicas. Su mecanismo marca los
textos perfilando poco a poco un modo de inscribir la ideología de la colonialidad en la totalidad de la
materia referida. Tanto las referencias como las omisiones en la construcción de verosimilitudes caen
bajo el marcaje del ahormante. En función de su objetivo: constituir e instituir verosimilitudes. Que
aquel constructo enunciativo pase de manera metonímica no a representar una versión de la realidad,
sino que pase por ser en la conciencia de los lectores la realidad misma. Para esto las condiciones del
texto disciplinan los sentidos; reducen las anomalías, así como también postulan isotopías estilísticas
que establezcan enunciados naturalistas que reduzcan la capacidad inferencial de los lectores; que
simulen que el texto y el contexto son entidades vinculantes, intercambiables: realidades
ontológicamente indiferenciadas. Así el texto reprime y suprime las disonancias; aquellas expresiones
de sentido que expresen pluralidad o establezcan ambigüedades; la palabra como entidad
comunicativa se convierte en verbum dei por lo que su significado carece de oclusiones,
interferencias o impugnaciones. El ahormante procura establecer aquella ilusión de cierto
dogmatismo lingüístico nominalista que enuncia lo diáfano de la lengua y la inherente precisión y
comunicabilidad de los enunciados. De esto modo, no existen ni Babel ni galimatías excepto en la
conciencia confusa de quien altera o pervierte el sentido del texto como si acuñara moneda falsa.
Puesto que si el texto comunica en términos dogmáticos es porque el ahormante imposibilita todo
disenso respecto de la diégesis que reproduce. De esta manera, aquel confiere a la textualidad de la
conquista y la colonización americana su potestas ya que constituyen textos en los que el
logocentrismo occidental asume una dimensión hiperbólica dado que desde su racionalidad moderna
o desde el discurso religioso no solo explican, describen, categorizan y juzgan civilizaciones distintas
sino que las incorporan en función de un proceso histórico de dominación colonial. En consecuencia,
el dominio político y miliar tendrán como antecedente inmediato las relaciones y las crónicas que
posibilitan una intelección del proceso y una coordenadas ontológicas del lugar que ocuparán estas
civilizaciones dentro del proceso de colonización. Ahora bien ¿en qué readica su poder? La potestas
del ahormante configura una estrategia textual de perclusión. Esta es en la terminología legal como la
pérdida, extinción o caducidad de una facultad procesal. Esta supone que el sujeto de la enunciación
en virtud de la diferencia cultural le niega a aquellos pueblos que constituyen la otredad un estatus de
humanidad igualitario. Solo mediante el confinamiento textual que reduce a los otros a objetos o a
infantes sin libre albedrío o libertad es posible la tutela de la hegemonía imperial. La razón de ser que
adquiere su legitimidad histórica en dicha textualidad que pretexta el dominio pacífico o violento pero
dominio al fin de los otros: en tanto entes privados de juicio que necesitan el tutelaje salvador de la
iglesia o del imperio. De este modo, la colonialidad constituye esta reducción que el ahormante opera
en el discurso.
El sujeto de la enunciación no solo se sitúa en un locus que permite la narratividad de las
relaciones sino que requiere un ahormante; un procedimiento textual que reconfigure a los otros en
función de la macrofinalidad colonial de la cual el texto forma parte. De manera que, la reducción
lingüística es simultáneamente reducción ideológica dado que el ahormante es un espacio
enunciativo primeramente ideológico cuyos presupuestos tácitos operan determinando la hechura
lingüística de la otredad. Así como en términos generales, incide en la hilación textual dotando a las
diversas secuencias de coherencia ya que esa dispositivo teleológico exterior refuerza desde el punto
de vista del contenido y de la estructuración discursiva las diversas piezas y fragmentos en virtud del
proyecto de dominación política que lo sustenta.

3. Funcionamiento del ahormante de la colonialidad en la “Relación de las cosas de Yucatán”.

El texto se organiza en 10 apartados: 1. “La tierra de Yucatán”, 2 “La llegada de los españoles, 3
“Los antiguos pobladores”, 4. “Conquistadores y clérigos”, 5. “Vida y creencias de los mayas”,
6.”Calendario, ritos y escritura”, 7. “Edificios de Yucatán”, 8. “Por qué cosas hacían otros sacrificios
los indios”, 9. “El medio natural “y 10. “Conclusión”.
Como es ostensible, la estructura externa del texto presenta 10 capítulos que se organizan en
una serie diacrónica que estructura los apartados desde un eje cronológico. Desde la perspectiva
temática, se establecen dos cordenadas que otorgan una segunda formalización a los integrantes de la
serie: Por una parte, a focalización de las características del medio natural y por otra, los subtemas
que conforman una suerte de descrición socioantropológica del pueblo maya. En este aspecto, el
narrador no profundiza en la relación dialéctica entre cultura y naturaleza; más bien, al contrario, se
omite la descripción de esta relación y cuando la realiza, lo hace al pasar; casi con descuido, desde un
tono anecdótico. Por ende, el componente geohistórico queda en un sengundo plano y no ostenta un
carácter preferente en la configuración textual. De modo que, el espacio es un decorado en el que lo
que importa es establecer sus propiedades, examinar su morfología, delinear los accidentes
preponderantes; aquí la escritura se vuelve una cartografía relativa dado que se opera un borramiento,
una ausencia en lo concerniente al aprovechamiento o a la sabiduría empírica de los pobladores sobre
la naturaleza.
Los capítulos consagrados a la civilización maya son mayoría; sin embargo, significativamente,
en una operación modalizadora, en el contexto de la serie, el capítulo 2 “La llegada de los españoles”
precede al 3. “Los antiguos pobladores”. Si con evidencia la organización serial se opera mediante un
parámetro crononológico, esta ubicación contradice el parametro temporal que presenta la serie.
Como resultado, la llegada de los españoles, para la función modalizadora del ahormante expresa una
importancia mayor que la existencia de la cultura autóctona. Otra operación es la formalización de la
dualidad que conforma la invación; pues en el capítulo 4 “Conquistadores y clérigos” se realiza una
detallada descripción judicativa de tales personalidades y sus acciones en Yucatán. Este capítulo,
junto con la conclusión constituyen discursos en los que la ideología resulta menos formalizada,
menos ahormada; expresandosea en una estrategia directa de configuración textual. Por otra parte, el
capítulo 8 referido a los sacrificios humanos se ubica próximo a la conclusión; la proximidad implica
el énfasis en la legitimidad de la conquista española que es el núcleo central del final de todo el texto.
Por consiguiente, como hemos visto, en estos breves ejemplos el ahormante produce vinculaciones
intertextuales basadas en la disposición de los capítulos para promover un determinado efecto de
lectura.
“La Relación” de Landa en comparación con otros textos por ejemplo la “Historia general de las
cosas de Nueva España” de Sahagún (escrita entre 1540-1585) o la “Apologética Historia Sumaria”de
Las Casas destaca por su concisión. Sin embargo, Landa como Sahagún o Las Casas construye un
texto híbrido en el plano del contenido de las materias abordadas; por otra parte, organiza
deductivamente el texto; partiendo de lo general: el medio, la historia para alcanzar la
particularización, focalizada en la cultura maya; explicada desde su concepción colonizadora centrada
en el catolicismo.

El inicio del texto es representativo del tono general; el narrador corrige un error geográfico en la
apreciación de la península yucateca:

“Que Yucatán no es isla ni punta que entra en la mar como algunos pensaron, sino tierra firme, y
que se engañaron por la punta de Cotoch que hace la mar entrando por la bahía de la Ascensión hasta
Golfo Dulce, y por la punta que por esta otra parte, hacia México, hace la Desconocida antes de llegar
a Campeche, o por el extendimiento de las lagunas que hace la mar entrando por Puerto Real y Dos
Bocas. (Op, cit, p. 99).”
La tendencia a la enmendación constituye una particularidad del narrador respecto de las diversas
materias y sucesos que como veremos será potenciado por la acción del ahormante. En efecto, el
narrador se afana por corregir versiones erróneas de la realidad; sustituyéndolas por lo que él
considera la verdad, lo correcto; en este aspecto, el fragmento de apertura constituye un ejemplo de
una modalidad intelectiva que prevalece en todo el relato. Otra particularidad, consiste en el empleo
de la conjunción que con valor expletivo. Opera como introductor discursivo en unidades de diversa
modalidad, contenido y extensión.

Por ejemplo, en el apartado I “La tierra de Yucatán” el narrador realiza una descripción detallada
del territorio. Es general el afán naturalista: describe la condición general del relieve, tanto el costero
como el de interior, la hidrografía, la climatología, la fauna; además, un naufragio de un contingente
español y su sobreviviente Majuelas. A pesar de la tendencia anterior, en la primera referencia a los
autóctonos el orden realista del texto se interrumpe y el narrador escribe lo que sigue:

“Que en esta tierra vive mucho la gente, y se que ha hallado hombre de ciento cuarenta años. (Op.
Cit, p.100).”

La unidad anterior expresa el quiebre de la verosimilitud; esto es, supone la intromisión de un


primer elemento fantástico en un contexto hiperrealista que retorna con el primer apunte filológico
respecto del nombre indígena del territorio y el primer calificativo sobre ellos: engañados en relación
con su confusión de la península con una isla. El fragmento es representativo de la anterior tendencia
destacada; dado que el narrador se separa de la neutralidad descriptiva de sus enunciados y enseña el
error de apreciación del territorio a sus mismos habitantes. De esto modo, aparecen dos predicados
vinculados con los mayas: su longevidad fantástica, hiperbólica y su ignorancia respecto a la
conceptualización de su propio territorio. Por tanto, estamos otra operación discursiva del ahormante
de la colonialidad: la configuración textual de los indígenas es por una parte, producto de la
imaginación, rasgo típico y tópico en todo el corpus de las crónicas de Indias y por otra, la
representación en tanto seres equivocados en un aspecto tan nimio como la evaluación geográfica. En
el presente, con lo que se conoce de esta civilización por las investigaciones de Morley y Thompson
es inverosímil la anterior afirmación. Por lo que el ahormante comienza a funcionar al establecer una
primera diferencia ontológica entre el narrador y los mayas. Esa diferencia ontológica se intensificará
a lo largo del relato; situará a la función del narrador en las antípodas; esa distancia que supone una
inferioridad congénita de los otros le servirá para cargar las tintas aún más al respecto. Es decir, a
mayor distanciamiento referencial, mayor configuración infravalorativa.

“Que esta provincia se llama en lengua de los indios “Ulumil cutz yetelceh” que quiere decir tierra
de pavos y venados, y que también la llamaron Petén que quiere decir isla, engañados por las
ensenadas y bahías dichas. (op. Cit, p. 101).”

Este distanciamiento que el ahormante provoca permite seleccionar un rasgo de todos los posibles
en tanto organizar una etopeya interesada de los otros. En efecto, opera desde una convicción
eurocéntrica y el ahormante configura una inferiorización de los otros quienes son incapaces de
constatar la diferencia entre isla y península, pese a que su autoctonía les confiere un saber empírico
de las características del relieve del territorio en el que viven.
El narrador es providencial y establece en su estrategia discursiva un red topográfica de accidentes
geográficos y topónimos que disipan la confusión. De este modo, la implicatura, en términos
pragmáticos es la superioridad cultural del narrador y la inferioridad de los mayas incapaces de leer e
interpretar su propia geografía. Así funciona en este primer apartado el ahormante como una
estrategia de reconfiguración de las características del narrador en desmedro de los naturales. Por
consiguiente: ¿qué se relata?: se narra la superioridad del conocimiento europeo en contraposición
con la ignorancia de los mayas. Porque aún narrando la otredad, el discurso es autorreferencial en la
red de implicancias que propone y dispone como efecto de lectora. Sin embargo, el narrador
contradice su anterior afirmación al consignar una práctica habitual entre los mayas para no
desorientarse:

“Que entra el mar por estas bocas con tanta furia que se hace una gran laguna abundante de todos
pescados y tan llena de isletas, que los indios ponen señales en los árboles para acertar el camino para
ir o venir navegando de Tabasco a Yucatán (...) (op.cit, p. 103).”

Por tanto, la naturaleza no engaña a los indios, ya que su civilización y existencia implica el
dominio de la misma y dado que en el particular, han desarrollado un sistema de señalización para no
desorientarse. Lo importante para ellos es no perder la ruta comercial que en época de Landa todavía
era frecuentada. Que sepan o no la diferencia de entre isla o península constituye una inferencia del
fraile preocupado en todo caso por focalizarlos de un modo desfavorable y en referencia a su
subjetividad. Así el ahormante tematiza caracterización de la otredad a partir de los propios patrones
culturales: los mayas no pueden representarse de manera objetiva; no se construyen en el discurso por
lo que son; en una evaluación o juicio que tienda a la imparcialidad sino por lo que se supone que no
son; por lo que nunca podrán ser; esto es, como el narrador.. Por lo que el otro para la disposición de
la diégesis que produce el ahormante de la colonialidad es un pretexto para la autorreferencialidad. A
continuación, en el apartado II ya se enuncia el arribo de los españoles. En consecuencia, el relato
focaliza no el pasado maya en esa tierra; no se opera un discurso retrospectivo, arqueológico que
examine el pasado de la civilización maya. Por el contrario, la llegada de los españoles constitiuye el
cronocentro; el punto axial del decurso temporal de la estructura externa de todo el texto; ademas de
iniciar la historicidad del relato, esto es, esta llegada no solo es el arribo desordenado de una
avanzada conquistadora, sino que constituye la llegada providencial de la fe, el arribo del imperio: en
este caso, si es posible la vinculación metonímica, las partes si representan al todo. Conforme a lo
anterior, es el ahormante que dispone la estructura interna del tiempo del relato.

El apartado 2 es interesante además porque retrata el primer contacto entre españoles y mayas. El
hecho de que en el plan general de Landa este capítulo anteceda al 3 “Los antiguos pobladores” en el
que comenzará a dar cuenta de los mayas, como se apunto antes, supone toda una afirmación de la
preeminencia de unos sobre otros. Dado que tanto en la organización general del texto como en la
diégesis específica los españoles se representan en todo caso de manera preeminente respecto de los
autóctonos. Puesto que el ahormante de la colonialidad, como locus enunciativo articula los
contenidos a partir de una convicción etnocéntrica y por esta misma, los españoles en todo caso
asumen el primer plano textual. El arribo de las huestes hispánicas de acuerdo con la versión que
recoge Landa fue desordenado y casual:
“Que los primeros españoles que llegaron a Yucatán, según se dice, fueron Gerónimo de Aguilar,
natural de Écija, y sus compañeros, los cuales, el año de 1511, en el desbarato del Darién por las
revueltas entre Diego de Nicuesa y Vasco Núñez de Balboa, siguieron a Valdivia que venía en una
carabela a Santo Domingo, a dar cuenta al Almirante y al Gobernador de lo que pasadba, y a traer 20
mil ducados del rey; y que esta carabela , llegando a Jamaica, dio en los bajos que llaman de Víboras
donde se perdió, no escapando sino 20 hombres que con Valdivia entraron en un batel sin velas y con
unos ruines remos y sin mantenimiento alguno anduvieron treces días por el mar. Después de muertos
de hambre casi la mitad, llegaron a la costa de Yucatán a una provincia que llaman de la Maya, de la
cual la lengua de Yucatán se llama “mayathan”, que quiere decir lengua de maya. (Op. Cit: 105)”.

La vinculación de la presentación de un territorio con su denominación en la lengua autóctona es


un tópico en las crónicas de indias; aun cuando el narrador omite en el texto a quienes suministraron
esa información a los naufragos si hubiese seguido un hilo narrativo coherente. En contraposición,
trascribe una versión “se dice” y no va más allá de la mera trascripción. Por otra parte, cuenta el
primer contacto entre foráneos y yucatecos. Existe una incial contraposición entre el cacique que
sacrifica a Valdivia y a cuatro de sus compañeros, como era habitual en los mayas del período
clásico y postclásico, aún cuando fue constante en toda la historia maya, practicado con prisioneros
de guerra o esclavos. Llama la atención que en esta versión que recoge Landa pueda incorporar a su
narración los detalles del sacrificio y la posterior práctica de canibalismo por parte de los indígenas.
La secuencia narrativa comienza de este modo:

“Que esta pobre gente vino a manos de un mal cacique. (Op. Cit. p. 109)

Así Landa se compadece del destino cruel que les aguarda a los náufragos pero jamás su
compadecimiento alcanzará a los autóctonos que padecerán las consecuencias del colonialismo
instaurado por los invasores. El ahormante de la colonialidad contrapone ambas adjetivaciones que
siempre se aplicarán en una dirección de significación y no a la inversa. Además, la ofrenda
sangrienta a los dioses puede equivaparse en barbarismo a las ejecuciones de herejes medievales. Por
otra parte, de acuerdo con Miguel Rivera Dorado:

“El canibalismo, siendo también universal, es característico de sociedades en un estado de


evolución más bajo que el propio de los mayas y de los aztecas. ( Rivera Dorado, 2008, p. 106) “

En cuanto a los sacrificios en la cultura maya Thompson afirma:

“A los ojos de los mayas, los dioses no eran seres benévolos dispensadores del bien por el bien en
sí; sino que al conceder sus favores lo hacían como a título de comercio con las ofrendas de incienso,
de alimentos y de sangre. En esto puede apreciarse un concepto que en realidad fomenta la dignidad
humana , ya que revela en el pensamiento del pueblo maya un velado deseo de no sentirse demasiado
obligado con nadie, lo que a su vez, implica la idea del desdén por la humillación. (…) Hablando
concretamente del sacrificio, los mayas ciertamente observaron ese rito en todos los periodos de su
historia, aunque puede abonarse en su favor que nunca lo practicaron en la escala en que lo hicieron
los aztecas; estos prácticamente llegaron a “ahogarse” en la sangre de las víctimas. (Thompson, 2002
330).”
Otro elemento determinado por el ahormante es la narración de la historia de Gonzalo Guerrero,
integrante del contingente de náufragos:

“ (…). Quedaron solos Gerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero, delos cuales Aguilar era buen
cristiano y tenía unas horas por las cuales sabía las fiestas. Y que éste se salvó con la ida del marqués
Hernando Cortés, el año de 1519, y que Guerrero, como entendía la lengua, se fue a Chectemal, que
es la Salamanca de Yucatán, y que allí le recibió un señor llamado Nachancán, el cual le dio a cargo
las cosas de la guerra en que estuvo muy bien, venciendo muchas veces a los enemigos de su señor, y
que enseño a los indios a pelear mostrándoles la manera de hacer fuertes y bastiones, y que con esto
y con tratarse como indio, ganó mucha reputación y le casaron con una muy principal mujer en que
hubo hijos; y que por esto nunca procuró salvarse como hizo Aguilar,antes bien labraba su cuerpo,
criaba cabello y harpaba sus orejas para traer zarcillos como los indios y es creíble que fuese idólatra
como ellos. (Óp. Cit: 106).

En este caso, el ahormante de la colonialidad funciona como principio composicional de la


diégesis de Guerrero. El narrador contrapone su historia como contrapunto de la de Aguilar. Ambos
constituyen dos opciones frente a la civilización maya. Guerrero representa un caso de aculturación
inversa al incorporarse a una cultura considerada bárbara y sobre todo pagana para la perspectiva de
la época; por lo que Guerrero al tomar el partido de los bárbaros no solo se convertía en un traidor a
su patria sino en un apóstata, como si en tiempos de la Reconquista se hubiese hecho musulmán. Así
su historia no se narra individualmente, sino en contrapunto a la del fiel Aguilar que retorna con los
españoles y se convierte en intérprete de Cortés. El ahormante produce la construcción dual de la
historia al modo del exemplum medieval, dado que en definitiva para la perspectiva religiosa del
narrador toda historia supone un mensaje moral. Efectivamente, la contraposición con Águilar,
desmerece la opción de Guerrero y funciona como su contraejemplo; enfatizándo su carácter anómalo
y extraoridinario. En todo caso, el narrador no pierde de vista nunca los efectos comunicativos de la
narración. Así como tampoco sus implicaciones. Así, en este sentido, el ahormante de la colonialidad
establece dos actantes para una misma historia; los actantes expresan la dualidad inherente a la
focalización de la misma pero asimismo a los juicios que induce a los lectores. Es necesario desde el
principio dejar en claro que Aguilar era buen cristiano. El ahormante como principio composicional y
descriptivo establece para Guerrero un vacío enunciativo, dado que ese juicio se lo deja a los lectores.
Lo importante para la eficaz intelección es más que condenar a Guerrero elogiar a Aguilar. El otro
punto en esta función compositiva-estructural del ahormante es postular la salvación del uno y
correlativa perdición del otro. En efecto, Aguilar se salva al acudir donde Cortés; sin embargo, el
narrador no enuncia la perdición de Guerrero, postula un segundo vacio enunciativo; dejando en
suspenso tal valoración como implicatura o efecto de lectura del relato. Así el lugar salvífico es
Cortés en tanto que la perdición radica en Chectemal y su espacio connotado de perdición y barbarie,
y además, en el servicio que Guerrero brinda a Nachancán. Por consiguiente, todo el fragmento ha
sido construido en los términos de esta polaridades que constituyen la naturaleza de la diégesis;
antinomias que son producto de la estructura compositiva que revela la condición antinómica del
locus enunciativo que es el ahormante de la colonialidad en el texto. En otras palabras, el ahormante
organiza dicotómicamente los elementos de la diégesis; su impronta axiológica en este caso se
inscribe en la focalización de Aguilar en tanto que como afirmamos opera con una focalización muda
o una significación vacía para el juicio sobre Guerrero cuyo caso se expresará en el sentido lato de
una narración sin relieve, esto es, sin expresión discursivo-ideológica.
Otro punto importante es luego de la descripción de su trabajo como instructor bélico en las
huestes de Nachacán es el casamiento de Guerrero; en este punto el ahormante expresa su
significación en el siguiente sintagma: le casaron con una muy principal mujer en que hubo hijos; y
que por esto nunca procuró salvarse como hizo Aguilar, antes bien labraba su cuerpo, criaba cabello y
harpaba sus orejas para traer zarcillos como los indios y es creíble que fuese idólatra como ellos.
Guerrero es para Landa un alienado y como tal, no puede ser ejecutor de sus hechos: todo en él es
pasividad, a punto tal que el narrador no le adjudica ni siquiera el papel discursivo de ser sujeto de su
propio casamiento: le casaron con una muy principal mujer. En efecto, no cabe la construcción del
matrimonio a partir de una libre elección de Guerrero sino como una imposición de la comunidad
indígena. Para el narrador la generación familiar de Guerrero constituye la causa por la cual deserta
de la sociedad cristiana; aun cuando, su excepcionalidad radica en haber percibido por entre la
densidad discursiva de los prejuicios de su época una dignidad en la sociedad maya para la cual sus
compatriotas estaban cegados. En esta dirección, la aculturación de Guerrero empieza en primer
grado con su familia para concluirse en la asunción de los atributos propios del salvajismo. En tanto
que el narrador articula la última contraposición con Aguilar que reitera la contraposición
salvación/perdición: y que por esto nunca procuró salvarse como hizo Aguilar, antes bien labraba su
cuerpo, criaba cabello y harpaba sus orejas para traer zarcillos como los indios y es creíble que fuese
idólatra como ellos. Bernal Díaz del Castillo construye un actante discursivo más natural, menos
artificioso que el retrato de Landa; es decir no solo refiere y construye en términos morales su historia
sino que incorpora en términos dialógicos el discurso de Guerrero y de su esposa; focalización
inversa a la de Landa. La que establece como resultado que lo extraordinario o anómalo no es la
opción de Guerrero sino por que contrario el pedido de que vuelva por parte de Aguilar que había ido
en su búsqueda; así Guerrero expresa las razones de su aculturación:

“(...) respondió el Guerrero: Hermano Aguilar, yo soy casado y tengo tres hijos. Tienenme por
cacique y capitán, cuando hay guerras, la cara tengo labrada, y horadadas las orejas ¿qué dirán de mi
esos españoles, si me ven ir de este modo? Idos vos con Dios, que ya veis que estos mis hijitos son
bonitos, y dadme por vida vuestra de esas cuentas verdes que traeis, para darles, y diré, que mis
hermanos me las envían de mi tierra. La mujer con quien el Guerrero estaba casado, que entendió la
plática del Gerónimo de Aguilar, enojada con él dijo: Mirad con lo que viene este esclavo á llamar á
mi marido, y que se fuese en mala hora, y no cuidase de más. Hizo de nuevo instancia Aguilar con el
Guerrero, para que se fuese con él: diciéndole, que se acordase era cristiano y que por una india no
perdiese el alma, que si por la mujer y hijos lo hacían que los llevase consigo, si tanto sentía el
dejarlos. No aprovechó tan santa amonestación, para que el Gonzalo Guerrero (que era marinero, y
natural de Palos) fuese con Gerónimo de Aguilar, que viéndole resuelto en quedarse, se fue con los
dos indios de Cozumél (Cuzamil) al parage, donde quedó el navío. (Del Castillo, 2013, p.136)”

Por lo explicado, el fragmento de Bernal constituye una reversión de la secuencia ahormada de


Landa. El ahormante en Landa construye en el contexto de un texto monológico a un Guerrero pasivo
e infravalorado en términos del suspenso de la censura de su comportamiento. Mientras que el texto
de Bernal, menos ideologizado organiza una representación menos artificiosa del actante así como de
su deserción explicada en términos de humanidad. El ahormante de Landa nunca es empático,
tampoco lo es el narrador de Bernal pero en su articulación textual se encuentra implicada la
comprensión de la opción de Guerrero y no la censura.
En este apartado 3, “Los antiguos pobladores” el narrador recurre a fuentes orales para generar un
discurso que desestima: la oralidad es el mito, mientras que existe una razón política, la del imperio
español que controla la tierra y desmiente las habladurías. De esta manera, el gobierno del imperio
español se establece como poder político, pero asimismo como criterio de verosimilitud en el texto.
El gobierno imperial no es un dato más de un discurso naturalista sino un criterio de verdad, un poder
político que destierra el mito y la idolatría. Una garantía de comprensión, esto es, un criterio
epistemológico, así como axiológico, en definitiva, un garante y legitimador de la verdad y por
consiguiente, de la verdadera intelección de la realidad por parte de los hombres.

Que algunos viejos de Yucatán dicen haber oído a sus pasados que pobló aquella tierra cierta gente
que entró por levante, a la cual había Dios librado abriéndoles doce caminos por la mar, lo cual, si
fuese verdad, era necesario que viniesen de judíos todos los de las Indias, porque pasado el estrecho
de Magallanes se habrían de ir extendiendo más de dos mil leguas de tierra que hoy gobierna España.
(Op. Cit, p.113).

En este apartado el narrador incurre en contradicciones en la caracterización de los mayas. La


etopeya del coletivo la inicia del siguiente modo:

“Que los indios del Yucatán son gente bien dispuesta, altos, recios y de muchas fuerzas (...)
(Op.cit: 153).”

En tanto que unas páginas más adelante relata:

“Que los indios eran gente muy disolutos en beber y emborracharse, de lo cual les seguían muchos
males como matarse unos a otros, violar las camas pensando las pobres mujeres recibir a sus maridos,
también con padres y madres como en casa de sus enemigos, y pegar fuego a sus casas, y que con
todo eso se perdían por emborracharse.(Op.cit, p.157).”

Todas las caracterizaciones negativas en las que incurre el texto son expresión del ahormante de la
colonialidad. Pero, sin lugar a dudas, el mayor espacio discursivo para su despliegue ideológico
radica en la conclusión. En la misma, que en definitiva, constituye un alegato en favor de el imperio
español es el tramo donde la narración de los capítulos previos cobra sentido. En este aspecto, la
racionalidad de ahormante promueve la conclusión como un protocolo interpretativo de toda la
información vertida con antelación. En segundo lugar, en términos discursivos, el ahormante,
selecciona el discurso religioso. Dado que ideológicamente imperio e iglesia constituyen una unidad
significante de mutua legitimación. Recordemos el capítulo 4 “Conquistadores y clérigos” que
destaca como parte fundamental del texto. De esta manera, el ahormante codifica una función
apelativa a la consideración de sus lectores en la justificación político-religiosa del colonialismo en
Yucatán. Esto es, explicita oportunamente sus coordenadas ideológicas, enunciadas sin mexpresión
simbólica o metafórica para publicitar de la labor colonial, pero no solo esto, sino que además
establece la intrínseca necesidad que los naturales tienen de la anterior; por lo que en un tercer lugar
enunciativo, se establece en el contenido de colonialidad del mensaje del narrador de Landa:
“No han los indios perdido sino ganado mucho con la ida de la nación española, aun en lo que es
menos, aunque es mucho, acrecentándoseles muchas cosas de las cuales han de venir, andando los
tiempos, a gozar por fuerza, y ya comienzas a gozar y usar de muchas de ellas. (Op.cit: 301).No ha
dado Dios acrecentamiento a los indios con la nuestra nación Española de las coasas dichas tan
necesarias al servicio del hombre, que por solas ellas no pagan con lo que dan o darán a los españoles,
tan tosalmente; pero les han ido sin para las que no se pueden comprar ni merecer, que son la justicia
y la cristiandad y paz en que ya viven; por lo cual deben más a España a asus españoles, y
principalmente a los muy católicos reyes de ella que con tan continuo cuidado y con tan grande
cristiandad de estas dos cosas los han proveído y los proveen-, que a sus primeros fundadores, malos
padres que los engendraron en pecado e hijos de ira, que la cristiandad los engendra en Gracia y para
gozar de la vida eterna. (Op.cit, p. 302).”

4. Conclusiones

1. El ahormante de la colonialidad se establece como parte del locus enunciativo de las


relaciones de la colonización y de la conquista de América. Constituye una enunciación
histórica presente en los textos en sus diferentes modulaciones, particulamente en las obras
del siglo XVI.
2. El ahormante se define como un modus, es decir, un mecanismo de concepción y
expresión de la ideología de la colonialidad plasmada en su configuración lingüstica,
especificamente en la dimensión semántica de los textos, esto es, en su capacidad de
singinificación y de designación.
3. Su acción se establece en todos los niveles . En partircular en la selección de los contenidos
de la diégesis, en el ordenamiento de la estructura externa e interna del relato; en la
descripción de la naturaleza y la vinculación con la cultura de las civilizaciones autóctonas,
en la prosopografía general de los naturales, en la alusión indirecta, autorreferencial a la
propia cultura; destacando en primer plano discursivo, la impronta de los conquistadores y
sacerdotes, en la calumnia interesada de los pobladores; constituye así mismo, un protocolo
de recepción que establece la publicidad de un claro mensaje a favor de la iglesia y la corona
española; articulando una unidad entre el contenido y la expresión que le confiere al texto su
naturaleza sígnica en relación significante respecto de sus particularidades intratextuales pero
también en relación designativa con el período histórico al que corresponde y el que
constituye el contexto en el que se moviliza su sentido pleno.
4. El ahormante se expresa mediante procedimientos diversos de modelización ideológica se
manifiesta en la denotación pero también en el connotación de los discursos.
5. Es un principio de jerarquía comunicativa; una instauración monologal del discurso y una
clausura de toda lectura crítica. Caracteriológicamente cercana al verbum dei.
6. En el nivel transtextual/pragmático procura cimentar la legitimidad política/legal/espiritual
de la conquista española y por tanto, su pleno dominio sobre territorios y civilizaciones
americanas.
7. El concepto de colonialidad es parte intrínseca del ahormante, su punto de partida pero
también su efecto ulterior.
8. El funcionamiento del ahormante de la colonialidad requiere una hermenéutica decolonial en
su analisis que organice un sistema crítico e interpretativo que contextualice y explique sus
operaciones de sentido en el corpus al que la relación de Landa pertenece y ejemplifica;
constituyéndose así en un ejemplo elocuente.

5. Bibliografía

Castillo Durán, Fernando del (2004) Las Crónicas de Indias. Madrid. Montesinos Biblioteca de
divulgación temática.

Córdova, Isabel y Villanes, Carlos (1990) Literaturas de la América Precolombina. Madrid. Istmo
Colección Fundamentos.

De la Garza, Mercedes (2012) El legado escrito de los Mayas. México. Fondo de Cultura
Económica.

de Landa, Diego de (2017) Relación de las cosas de Yucatán. Madrid. Alianza editorial.

De Soto, Domingo (2006) Controversias entre Bartolomé de Las Casas (Obispo que fué de
Chiapas) y Ginés de Sepúlveda (Cronista del emperador). Madrid. Edición Facsímil Editorial
Maxtor.

De Victoria, Francisco (2012) Sobre el poder civil Sobre los indios sobre el derecho de la guerra.
Madrid. Tecnos Clásicos del pensamiento.

Diaz del Castillo, Bernal (2013) Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Madrid.
RAE.
(1951) Il buon esempio francescano (Col. Quaderni francescani di spiritualità, n. 2). Roma.
Mann C; Charles (2006) 1491 Una nueva historia de las Américas antes de Colón. Madrid. Taurus.

Phillips, Charles (2008) Aztec and Maya: The Complete Ilustrated History. Londres. Anness
Publishing.

Thompson, Eric S. J. (2002) Grandeza y Decadencia de los Mayas. México Fondo de Cultura
Económica.

Morley, Sylvanus G. (1972) La civilización Maya. México. Fondo de Cultura Económica.

Vous aimerez peut-être aussi