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Ida valencia Ortiz *

Puntadas y
doble hilo

*
Puntadas y doble hilo
*
Ida valencia Ortiz

5
Sed
Puntadas y
doble hilo
Ida Valencia Ortiz

Salida Ediciones
2

Primera edición 2016


Segunda edición 2018
© Ida Valencia Ortiz
ISBN: 978-958-48-5852-8
Ilustración de la cubierta: Ida Valencia Ortiz
Salida Ediciones
Cali-Colombia
3

Temporadas

A la gente le gusta tomar bebidas de colores


psicodélicos que llaman gaseosas. Cada cierta
temporada estas cambian de nombre, sus
botellas se curvean o alargan y su contenido se
endulza. A la gente le gusta comprar litros de
gaseosa en grandes cantidades, recolectar
tapas, unir mitades, cambiar bonos y reclamar
regalitos que producen las mismas
embotelladoras. A la gente le gusta el sonido
de emisoras radiales, la moda del color rosado.
A la gente le gusta diciembre, las telenovelas y
los realitys. A Xanya contradecirlos. Claro que,
en el principio de todos los tiempos, antes de
las temporadas, ella no tenía esta intención.
Luego, cuando se percató de las oposiciones,
ideó la estrategia, decidió llamar a sus
ancestrales madres y aliados milenarios para
hacerles presencia posmoderna: mezclarlos
con la urbe, llamar a la luna llena, a la lluvia o
a un bus tardío entre báculos sonoros y ritmos
pesados de walkman; entre smog y aires
frescos transpirados por árboles primarios.
A Xanya le gusta dormir sin pijama y no
peinarse los viernes, mientras sus vecinos se
emperifollan para la rumba. Igual ocurre los
sábados. Xanya no logra aburrirse como
Juana. Xanya no ha comprado una
cerbatana, a cambio, ha iniciado una nueva
temporada en la que conversa horas con sus
invitados, (incluidas las condesas

 La dueña de los cuentos que escribió Cepeda Samudio.


4

transexistentes). Ahora lleva colgado algún dije


que cambia según sean sus intenciones. Ayer,
lució el relicario que miró de frente Rey Veta,
de quien supimos el nombre completo por los
carteles que invitaban a su velación.
5

De la muerte y otras fascinaciones

Se fueron para un paseo de cabaña. Siempre lo


hacían el último fin de semana de cada mes.
Eran una envidiada, admirada y respetada
pareja en sus ambientes sociales.
—Lo seguimos siendo —enfatiza ella— aunque
estemos muertos... ahora lo recuerdo todo, tal
cual ocurrió. Si pienso en el sentido de mis
actos, diré que no lo hubo y aclaro que mis
deseos se cumplieron, con decirles que salí en
El amarillista: el periódico más leído de los
últimos 15 años. Eso me agradó. Ver cómo se
arreglaron la mejor foto. Aún guardo una
impresión láser… me molesta cuando empiezo
a olvidar las cosas. No quisiera omitir detalles,
pero la memoria se desdibuja, a veces me
traiciona, o yo lo hago con ella. Esto ocurre
siempre cuando las manchas de sangre
empiezan a cubrirme el cerebro. En fin.
Ya sé del escándalo, hasta aquí escucho sus
voces: ¡quién lo creyera! ella haciendo “el mal”,
dejando libre su perversión, sus pulsiones
supremas, los anhelos obsesivos de “aquello”
que se veda para no ofender a un dios.
—Basta ya de rodeos, de patrañas para
pacificar el desenfreno de mi pluma que ahora
habla: lo degollé. Corté el cuello vivificando las
narraciones de De Quincey. Perfecta. Club
Colombia del asesinato. Bella arte, pintura
roja/púrpura sabor a sangre y uvas frías.
Perfecta. Cortó piel, músculo, venas, yéndose
entre la muerte, siendo la muerte misma,
oscura y ritual. La muerte en éxtasis que gime
6

y sangra. Tiembla la tierra. Se sacude entre


incertidumbres: está dopada con glifosato.
En términos sociales este muerto no existía.
Desapareció antes de que llegara la patrulla.
Perfecta. No permitiría que ensuciasen la obra
maestra. Para que los artistas visuales
entiendan: el performance.
Una pausa porque llega el olvido de
continuidad. Recuerdo del instante exacto en
el presente. ¿Cómo pensar que no me muevo,
que todo lo “real” es una ilusión? Traspasamos
volando deseos.
Simplemente lo maté. Porque se me dio la
gana. El camino entre el deseo de perversión y
el hecho fue demasiado corto. Posesa lo
degollé. Posesa de la demonia que soy yo
misma. Perversa. Maligna. Abrazada a mi
deseo salvaje de caprichear. Porque se me pide
seriedad adusta y cortante —seca, limitada— o
un capricho banal, vacío, (en cambio) me
aboco capricho cortante húmeda sedienta.
Siempre mezclando mi hibridez urbana mítica.
En este punto sabrán ya de mi “desequilibrio”.
Esto de la escritura fragmentada e “inconexa”,
según el ojo tradicional, no es gratuita. Sé que
les molesta enormemente mi insolencia. Ya
sabrán que lo hice porque se me antojó una
diversioncilla de fincho (fin de semana—finca).
Se me antojó un asesinato simbólico y físico.
Sanguinario y penetrante, un humo denso en
cuarto cerrado sin ventilación.
He de decirles que a veces cuando el hilo de la
sociedad aún hala, me siento sola con algún
vacío, debe ser que el muerto me hace falta.
4

transexistentes). Ahora lleva colgado algún dije


que cambia según sean sus intenciones. Ayer,
lució el relicario que miró de frente Rey Veta,
de quien supimos el nombre completo por los
carteles que invitaban a su velación.
5

De la muerte y otras fascinaciones

Se fueron para un paseo de cabaña. Siempre lo


hacían el último fin de semana de cada mes.
Eran una envidiada, admirada y respetada
pareja en sus ambientes sociales.
—Lo seguimos siendo —enfatiza ella— aunque
estemos muertos... ahora lo recuerdo todo, tal
cual ocurrió. Si pienso en el sentido de mis
actos, diré que no lo hubo y aclaro que mis
deseos se cumplieron, con decirles que salí en
El amarillista: el periódico más leído de los
últimos 15 años. Eso me agradó. Ver cómo se
arreglaron la mejor foto. Aún guardo una
impresión láser… me molesta cuando empiezo
a olvidar las cosas. No quisiera omitir detalles,
pero la memoria se desdibuja, a veces me
traiciona, o yo lo hago con ella. Esto ocurre
siempre cuando las manchas de sangre
empiezan a cubrirme el cerebro. En fin.
Ya sé del escándalo, hasta aquí escucho sus
voces: ¡quién lo creyera! ella haciendo “el mal”,
dejando libre su perversión, sus pulsiones
supremas, los anhelos obsesivos de “aquello”
que se veda para no ofender a un dios.
—Basta ya de rodeos, de patrañas para
pacificar el desenfreno de mi pluma que ahora
habla: lo degollé. Corté el cuello vivificando las
narraciones de De Quincey. Perfecta. Club
Colombia del asesinato. Bella arte, pintura
roja/púrpura sabor a sangre y uvas frías.
Perfecta. Cortó piel, músculo, venas, yéndose
entre la muerte, siendo la muerte misma,
oscura y ritual. La muerte en éxtasis que gime
6

y sangra. Tiembla la tierra. Se sacude entre


incertidumbres: está dopada con glifosato.
En términos sociales este muerto no existía.
Desapareció antes de que llegara la patrulla.
Perfecta. No permitiría que ensuciasen la obra
maestra. Para que los artistas visuales
entiendan: el performance.
Una pausa porque llega el olvido de
continuidad. Recuerdo del instante exacto en
el presente. ¿Cómo pensar que no me muevo,
que todo lo “real” es una ilusión? Traspasamos
volando deseos.
Simplemente lo maté. Porque se me dio la
gana. El camino entre el deseo de perversión y
el hecho fue demasiado corto. Posesa lo
degollé. Posesa de la demonia que soy yo
misma. Perversa. Maligna. Abrazada a mi
deseo salvaje de caprichear. Porque se me pide
seriedad adusta y cortante —seca, limitada— o
un capricho banal, vacío, (en cambio) me
aboco capricho cortante húmeda sedienta.
Siempre mezclando mi hibridez urbana mítica.
En este punto sabrán ya de mi “desequilibrio”.
Esto de la escritura fragmentada e “inconexa”,
según el ojo tradicional, no es gratuita. Sé que
les molesta enormemente mi insolencia. Ya
sabrán que lo hice porque se me antojó una
diversioncilla de fincho (fin de semana—finca).
Se me antojó un asesinato simbólico y físico.
Sanguinario y penetrante, un humo denso en
cuarto cerrado sin ventilación.
He de decirles que a veces cuando el hilo de la
sociedad aún hala, me siento sola con algún
vacío, debe ser que el muerto me hace falta.
7

“Le extraño”. ¡Basta ya de cordura! Volvamos a


la escena macabra de la pareja ideal:
Siempre supe que él estaría dispuesto a
prestar su cuello. Siempre le gustó esa actitud
sombría, salvaje y afilada de su adorada
mujer. Sabíamos que tarde o temprano yo me
prestaría para cumplir su deseo. Él accedió, le
fue imposible no oponer resistencia. Luchó un
poco, eso sí, confundido entre el éxtasis
hipnótico y el espasmo emocional de verla ida,
ensimismada en su ser eterna de beber sangre
roja. Mutando, mutante, volando ligera rumbo
al degolle de su amado. Zaz. Corte perfecto. Y
la vida se fue. Se va entre estas letras
profanas. Esquizoides. Como siempre,
perdiendo la cabeza.
—¿Qué te pasa?
—Nada.
—Estás rara, ¿qué te pasa?
—Nada.
—¡No! Yo sé que tenés algo.
—Ay, bueno, sí, ya… maté a un tipo.
—¡Qué! (risas)
—Pues sí… tenía que complacerme.
—Estás loca Xanya.
—Sí, eso dices siempre.
—Contámelo todo, tal cual pasó.
—No sé, usted no me inspira mucha confianza.
—… Zaz.
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Duda

Desde el amanecer siento un vago malestar,


un ligero dolor en el corazón me lleva hasta las
arrítmicas disonancias de mi pulso que el reloj
de mano evade deteniendo sus dígitos en ese
instante.
—Será el café, has tomado taza tras taza traza.
—Sí, para mantenerme en vigilia escritural.
Aunque el dolor se presentó fugaz, sólo una o
dos veces, no logro disipar la extraña
sensación.
—Apenas has avanzado en ese trabajo, vi que
escribes otra cosa.
—Y ahora en el computador descansa la
pantalla.
—Intenta animarte, piensa como scout:
combatiente, siempre lista…
—Imposible, no me veo hecha masa. No acierto
esta domesticancia. Son mis nervios, necesito
descanso.
— ¿Cuál descanso? Puedes tenderte en la
cama y dejar correr las horas sobre nuestro
cuerpo…
—No son nuestros músculos los ávidos de
pausa, es nuestra mente sobrexcitada, alerta
como una centinela anhelante del mundo
exterior… esa tensión me deprime la
insistencia de las horas, la lentitud de los días,
los fantasmas irresolubles de mi hastío.
—De todos modos te tiendes en la cama.
—Al menos así miro a nuestro mundo desde
un ángulo distinto. Contemplo detenidamente
el cielorraso agrietado, las paredes tan
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blancas, la cortina moviéndose por el viento,


los muebles inertes —una silla, una mesita—
mi falda, mi chaqueta colgadas detrás de la
puerta.
—Ahora cada cosa nos mira, ojos tácitos han
escuchado tu menosprecio.
—Es cierto, tenemos menos vida nosotras.
— ¿Pensaste alguna vez en morir asfixiada por
tu propia habitación?
—No es ella, son las cosas.
—Aquí termina todo.
—Afuera la vida seguirá su ritmo agitado y
cálido…
—Desde el patio llegan los ruidos de los
quehaceres domésticos: mujer que lava, que
cocina, que vuelve del mercado. Si al menos
pudiera hablarle, jugar con los niños del
frente, ver a los perros pasear...
10

Juegos cronológicos

El despertador sonó. Reyle abrió los ojos y


miró el reloj: las 6 y 57. Se levantó, se puso las
pantuflas. Se sintió rara: algo andaba mal. Se
dio cuenta de que no había utilizado los tres
minutos que utilizaba siempre para
desperezarse y, aunque hoy no tenía pereza, se
acostó a esperar que pasaran, tratando de
quitarse una flojera inexistente, sólo para no
desafiar la sagrada rutina. A las 7 y 00 se
levantó, se puso las pantuflas nuevamente. Se
dirigió a la ducha. El reloj de la sala marcaba
las 7 y 8 segundos cuando entró al baño.
Cuando terminó de ducharse, el radioreloj
señalaba las 7 horas 11 minutos y 30
segundos. Ya en el vestier, 10 segundos
después, utilizó los mismos 10 minutos 30
segundos para arreglarse. A las 7 horas, 22
minutos y 20 segundos puso a calentar el café
y la arepa que había hecho el día anterior a las
10:30 p.m.
5 minutos con 20 segundos más tarde estaba
sentada a la mesa y después de los 18
mordiscos sagrados y los siete sorbos rituales,
es decir a las 7:31, acabó su desayuno.
Después de llevar a cabo otros quehaceres
(lavar la loza que acababa de utilizar y dejarle
la comida a su perro Cronos) que le tomaron
los mismos 6 minutos de siempre, se dispuso a
salir cuando el reloj, que estaba colgado en el
marco de la puerta donde otra persona
hubiera colgado un crucifijo o una rama de
muérdago, marcaba las 7:37.
11

Revisó, como lo hacía siempre, que todo


estuviera en el portafolio, incluido su informe
del día. Buscó sus llaves en el bolsillo derecho:
no estaban allí.
— ¡Qué raro! Siempre las guardo aquí.
Buscó en el izquierdo. Nada. Tic tac tic tac...
Subió a su alcoba: Tic tac tic tac... nada en el
nochero, Tic tac tic tac...nada en el armario. Tic
tac tic tac... el ruido de los relojes le era
insoportable. Tic tac tic tac... En la ropa que se
puso el día anterior debían estar... Tic tac tic
tac...debían, pero no estaban. Tic tac tic tac...
Diez minutos más tarde estaba sentada frente
a la única salida de su casa comiéndose las
uñas, arrancándose los cabellos, llorando
desconsolada al ver cómo su imperio de orden
se caía con un soplo del malvado Cronos, no
del perro, sino del que allá en el Olimpo no
paraba de reír al ver cómo Reyle… Tic tac tic
tac... no soportó más. Tic tac tic tac...Tomó el
reloj de la puerta y lo arrojó contra el piso. Tic
tac tic tac... lo mismo hizo con el reloj de
pulsera. Tic tac tic tac... El ruido disminuía. Tic
tac tic tac... Destrozó también el de la sala, Tic
tac tic tac... el radioreloj. Tic tac tic tac... el
despertador y Tic tac tic tac... el del vestier. El
ruido se extinguió. Reyle suspiró, pero Cronos
no se había jugado su última carta: Tic tac tic
tac...
El ruido surgió más fuerte y definido. Tic tac tic
tac... Reyle estaba segura de haber destruido
todos los relojes de la casa. Tic tac tic tac... Sin
embargo siguió buscando, Tic tac tic tac... sin
saber que aquél ruido venía de su interior:
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estómago, páncreas, intestinos, hígado,


corazón Tic tac tic tac... que con el transcurso
de los años y con esa costumbre de otorgarle a
cada acción un espacio de tiempo determinado
por la rutina, se había convertido en el único
Tic tac tic tac... reloj necesario. Ahora Reyle
marcaba con cada latido un segundo perdido
en la espesa niebla de esa incertidumbre que
deja el verse impotente. Tic tac tic tac... Ya
desesperada totalmente por aquél ruido
infernal, Tic tac tic tac... tomó un cuchillo y... el
ruido cesó. Ya no iría a la universidad, ya no
entregaría el trabajo.
Cuando llegó el joven del aseo, encontró las
llaves pegadas a la puerta y a Cronos sentado
al lado de Reyle sangrante: Malditos mortales,
no aguantan una bromita de las deidades.
13

Entre amigos

Se me hacía raro, muy raro, que en el lago de


esta universidad aparecieran gallinazos. Cada
vez eran más merodeando alrededor del agua,
olfateando alguna descompuesta merienda. Sí,
se me hacía extraño el olor pestilente que
expedía el lago por estos días. Primero se lo
atribuí a algunos peces muertos que flotaban
en la orilla; pero no, dos miserables peces no
podían oler así... y los gallinazos ahí,
chuleando la muerte... ¿Qué será? La
incertidumbre ya comenzaba a importunarme
y decidí preguntarles:
—¿Qué hacen por acá, si en otros sitios de la
ciudad hay más muertos?
Silencio... ¡Ajá! “más muertos” ¿Acaso aquí
había algunos?...
Este fue el comienzo de una bonita y macabra
historia. He aquí su Identikit:
Yesid, 25 años. Estudiante de Psicología.
Hombre de apariencia “normal”. Cuerdo. Su
novia y la desilusión de una profesión inútil le
estaban llevando al borde. Al límite de su
paciencia; así que, el joven cuerdo y
prometedor psicólogo decidió incursionar en
los densos campos de la droga, eso sí con la
ayuda y el aval de Carlos, un compañero de
clase enterado de los pormenores de su crisis y
que se la pasaba 20 horas diarias fumando
marihuana, combinada con otros
psicotrópicos.
14

Todo comenzó a viajar, a funcionar de


maravilla: la cocaína respondía a las
expectativas que le había despertado Freud, la
marihuana... ¡qué decir!, le proporcionaba la
tranquilidad necesaria para soportar a su
novia, a sí mismo y a su conocimiento
limitadamente académico.
Sin embargo, con el paso de los días la
voluntad de Yesid se debilitaba –era de
esperarse– y el chico “normal” empezó a
cambiar... su cordura flaqueaba ante la
paranoia de su mente enferma y trastornada.

CARLOS
(Acercándose a Yesid mientras manotea)
¿Qué te pasa güevon, yo te di cinco lucas para
el perico y te me aparecés con un bareto?

YESID
(Alejándose de Carlos)
Qué querés que haga si se me perdió la plata...

CARLOS
(Sentándose en una banca)
Ah... ¿sí?... entonces por qué venís todo
cangrejo.

Yesid estaba efectivamente embalado. Se había


metido todo el flex que le habían encargado y,
conociendo a Carlos, el exprometedor y normal
psicólogo estaba metido en un problema.
Carlos dejó las cosas así, y los dos pelados se
quedaron toda la tarde fumando bareta. Llegó
15

la noche, sin luna. Nublada. A duras penas


Carlos y Yesid, parados a la orilla del lago, se
veían los ojos rojos.
Carlos que siempre se ponía agresivo luego de
una tarde de droga continua, se acordó del
robo de los cinco mil pesos y comenzó a
fastidiar a Yesid con preguntas, luego con
sarcasmos, después con ofensas, “que el muy
sano psicólogo era un débil que en un mes ya
estaba llevado”, “que la mamá y la novia eran
un par de putas que se aprovechaban del
marica del Yesid... que tal y que tal”.
Yesid, que ya no era “normal” se le fue encima
a Carlos. Lo empujó. Pum, pum, par puños.
Carlos reaccionando con certeros movimientos
sacó una pata e’ cabra y chas, chas:
puñaladas mortales en el pecho del
exprometedor psicólogo, exvivo Yesid. Lo tiró al
agua y se fue caminando por los bajos de cada
edificio, hasta coronar la salida vehicular.
Eso fue un martes, el miércoles los gallinazos
ya habían llegado, y a mí sí se me hizo raro el
olor a muerto.
Pasada una semana, ya era asfixiante el hedor
y el revoloteo de los chulos, así que los
aseadores armaron su balsa de guadua y
tarros de aceite vacíos para inspeccionar el
lago. Dieron vueltas, hasta que el remo tropezó
con algo...
¡Rápido cuerdas! ¡Rápido, otra guadua más
larga! Al cabo de una hora lograron sacar del
agua el estorbo del remo, alrededor del cual se
congregó la comunidad universitaria, que
estaba inquieta desde hace ocho días por la
16

invasión de carteles en la U, en los que


aparecía la foto de Yesid bajo un gran letrero
de DESAPARECIDO, acompañado por los
datos del Yesid normal... claro, su adicción no
se nombraba por ningún lado, pues de haber
sido así, es posible que nadie se hubiera
interesado por el “pobre joven”, que ahora
cadáver putrefacto se convertía en carne de
chulos.
Mientras tanto comentando con sus amigos de
traba, el extraño e inexplicable caso:

CARLOS
¡Ay! Pobre Yesid, es que la droga no es pa’ todo
el mundo.
17

Planes

Quisiera que definitivamente los colores


desaparecieran de los lugares donde se les
utiliza de manera inoportuna. Más allá de
debatir una psicología del color, pretendo
hacer algunos actos delictivos que me
representen dinero. Es un móvil seguro:
reivindicar los colores del abuso al que son
sometidos cuando los utilizan para simular un
estado de ánimo, una moda. Sencillamente he
pensado en ciertos secuestros, tres o cuatro
asesinatos y unas tantas vejaciones literarias.
Todo empezará este fin de semana. Primero: la
profesora, su captura será sencilla. A las siete
pm., logramos que ella se vaya en el taxi del
escuadrón. Ya en él, unas cuantas corrientes
de humo pasarán por su nariz olfateante de
artimañas. Luego, esperaré a que pierda el
sentido y listo: ruta highway orisouth, directo a
la casa de… mejor omito este detalle. Ningún
otro lugar me serviría, parece un taller digno
de Reservoir dogs.
Hace días planeé este suceso y aún no se
consuma. No hay manera de hallar un
cómplice fiable. Cada uno está paralizado en
sus miedos, creyéndose rebelde,
revolucionario, reinsertado, responsable, rudo,
racional, razonable, replicable, replicado,
reprimido, repetido, roído por las inmensas
fauces de una rata globalizada. Claro que ellos
no lo saben aún, (como no lo sabe la ciudad
que creen suya), y confunden esos urbanos
mordiscos inmensos, con trincheras que les
18

guarecen de sí mismos. En estas latitudes no


tiene lugar Bully la peli de Larry Clark donde
Lisa manipula a sus amigos para que entre
todos maten a Bobby.
Ya no tengo esos planes, ahora desapareceré
los colores con napalm casero. Para hacerlo no
necesito de nadie. Ya todos están jaqueados.
19

Con la incertidumbre al paso entre


caminos de cintas amarillas

He decidido atender a los llamados de la urbe


que poco a poco se fragmenta y desfragmenta,
parece que en este planeta tiene sentido
alimentarse con trozos de sentires: odio,
envidia, resentimientos, falsos amores que se
desvirtúan con las prácticas religiosas,
políticas, sociales, todo parece ser cuestión de
dieta.
Amputados y gangrenados deformes me
invitan a comprar. Volteo la mirada: las
vitrinas irradian en sus líquidos rojos, en ellas
partes diversas de cuerpos claman por tarifa.
Es la carnificación de los maniquíes. Intento
olvidar que en los últimos días han aumentado
los robos, los homicidios, los suicidios de
niños, la vigilancia, las jornadas electorales.
Hoy no quiero cambiar mi ánimo. El centro de
la ciudad se ha vuelto más denso y las
caminatas por allí están atravesadas, ahora
como nunca, por la paranoia. Ya sé que no
alucino. Es necesario saber quiénes vigilan,
estar atenta a cualquier alteración que se
divise a lo lejos. Me gusta caminar. Sortear
huecos, saltear levantamientos del cemento
que perfora mis pulmones y anima mi
vagabundeo citadino. Quiero invadir mi
sistema respiratorio de partículas calizas para
luego bañarme en leche de vaca al estilo
deidad júnica.
20

Encuentro una vieja tienda en la que los


comensales tienen permiso para alucinar
detenidos en el pasado. Soy la única que les
escucha, cada uno me mira por su cuenta. La
mujer que come hojaldra se hace pintura. La
dama de los anillos no olvida por un instante
sus pastillas, en tanto le hacen efecto se va; ya
ha cumplido con su cuota de memoria hoy.
Mañana me la encontraré.
Ahora me siento en el restaurante del infierno
y sé que debo salir de inmediato. Hay lugares
en esta ciudad demasiado hostiles: me gusta
ser una de ellos, ahora ya no me pueden
atacar. Tránsito camaleónico de la urbanita
transmutada. Soy el audio del filme miniatura.
Soy las orejas del sordo del imperio de este
planeta y he decidido en este momento, en que
atiendo a los llamados de diversas entidades,
invertir mi condición, actuar como sentido de
marsopa.
Nueva fuga: “solo el que huye escapa” dice
Ignacio el protagonista de Sin remedio. Quiero
volverme a encontrar con Sadasel, ella parece
de otro planeta, no sólo porque lea y me regale
libros.
21

Recuerdos con olor a un árbol de


frutas venenosas

Me he formado por partes, no como una niña


que se vuelve mujer, sino como esa nada que
harta de su vacío adquiere cuerpo: la cabeza
con imágenes recicladas se esfuerza por
alcanzar la idea precisa. El torso se
automoldea con restos de accidentes gástricos.
Las manos se mueven ausentes, recobran
vueltas nocturnas y escriturales. Los ojos giran
de lado a lado, intentan volver a su órbita
luego de estar en blanco por algún shock. Las
piernas que aún finalizan en un par de pies,
revientan en su afán por fortalecerse con los
pasos perdidos.
Me he formado y a la par he perdido la
compostura ¿cuál? en realidad me he
deformado, para escándalo de las
comunidades conservadoras. Aún camino a
diario hacia la muerte. ¡Qué novedad! Pasan
los recuerdos de mi infancia, los anhelos
esfumados entre descubrimientos tempranos:
cuando tenía 5 años ya sabía lo que podía
esperar de esta vida efímera, ya conocía niñas
violadas por sus padres y hombres que
llamaban la atención de las pequeñas para que
los vieran masturbarse detrás de las puertas y
luego pagarles con $100 su silencio.
Ahora la ciudad me da nuevos sinsabores. Sin
colores. Parpadeo veloz. Ahora me miro al
espejo y preguntas-respuestas rayan mi rostro
amalgamado de mercurio y estaño, lo
22

comprimen entre cortadas y sangre. Con este,


completo la veintena de espejos quebrados de
un puño. La ciudad rota.
23

Pseudo anexa al club Scrooge


(por aquello del no-parche)

Diciembre 13. Desde el primero de noviembre


está la ciudad en navidad: en esta empresa
sagrada que da paso a la mayor estridencia del
año. Ya en todas las emisoras se escucha la
pachanga de feria y los villancicos rancios. Sí,
ya llega ese monstruo de la rumba. Sin
embargo de nuevo acontece el clima: lluvia,
frío, viento, intentan bajar el calor tropical que
aumenta siempre en estos días de fin de año.
La ciudad tropical está gris, llena de barro. Me
gusta que llueva, que caigan relámpagos, que
estallen truenos, porque los humanos se
achantan y apaciguan esa inusitada alegría
tan hipócrita e indeseable que viene con
diciembre, y ahora por el afán del mercado,
con octubre.
24

Su sueño era un reallity

Desde niña Ella sentía que su cuerpo


cambiaba, unos días estaba firme, con los
colores homogéneos, fuerte, brillante
resplandecía, como le decían sus amiguitas.
Otros en cambio estaba flojo, lánguido, con
algunas vetas. Al principio pensó que el frío
era el responsable de su cambio, pero no,
incluso en días soleados y calurosos su cuerpo
mutó de “bonito” a “feo”.
La situación empeoró cuando Ella se percató
de la utilidad del espejo: valiéndose de un
banquito llegó hasta él para ver su rostro…
desde este día se inició una bella etapa para
Ella 1 y una horrible para Ella 2. Viajando en
su elipsis de años Ella ha crecido y sus
cambios no se explican con el sangrado
mensual. Ahora entre tampones y avisos de
estética, decide acabar de una vez por todas
con su dualidad de fea y bonita, seguir los
consejos de Ella 2, meterse al quirófano, tener
tetas grandes y duras, nalgas tipo centaura,
abdomen plano, cintura de avispa, nariz
respingada, labios provocativos los de arriba
engrosados, los de abajo reducidos; cejas
definidas, diseño de sonrisa, uñas de
porcelana, pestañas y cabellera postizas,
insertadas ambas pelo a pelo; orejas más
pequeñas, incluso un himen nuevo. Ah…
Hacerlo todo a la vez, para que sea un solo
dolor. Viajando en su elipsis de meses. Ella se
ve por primera vez en el espejo después de su
reconstrucción: reflejo: Ella 2 alardea, ríe. Se
25

ve extraña con el abdomen arrugado como por


la quemadura de una plancha, con la cara
invadida de hematomas que pasado un año no
desaparecieron. Sus hermosas tetas duras
conservan el pezón deforme, sus nalgas
prominentes, se escurren entre el rechazo del
implante. A Ella sí se le hacía raro sentir
tantas punzadas en su cuerpo y esa incesante
fiebre. Puño. En los pedazos del espejo número
21 Ella: bimujer, ve su imagen desfigurada,
ahora que ya no es ni fea ni bonita, sino un
error de la medicina estética. Va a su cuarto,
donde Ella 1 decide llenarse el estómago con
los calmantes recetados desde las operaciones.
(Elipsis de 20 días). El administrador del
edificio la encuentra descompuesta, reposando
sobre su cama.
Una niña entra a curiosear y avanzando por
entre las piernas de los adultos encuentra dos
siliconudas bolsas olvidadas por la fiscalía al
salir con el cuerpo. Va a su casa y le presenta
los nuevos colchones de agua a su Barbie.
27

Más que amigas

Las cosas ya no iban bien. La familia se


desligaba en cada palabra, en cada contacto:
poco a poco hija Filipa fue despertando en su
madre un odio infinito, hecho detalladamente
con diarios insultos y palabras enervantes.
Madre, por su parte, respondía similar,
haciendo que el sentir fuera recíproco. Desde
entonces han vivido ese apasionamiento único
entre las mujeres, atravesando años de
provocación, de mañanas desayunadas con
rencor, amor y enfermedad de la una por la
otra.
Noche lluviosa: acopio de estrés weekend, sin
salidas a bailar con los novios de turno. Con
malestares menopáusicos acentuados en el
clima tropical. Hija Filipa intenta fallidamente
concretar alguna cita. Madre lucha porque sus
calmantes hagan efecto. Nada. Fracaso
nocturno y nueva batalla de deseos
insatisfechos. Alegato va y viene, insultos
porque sí en ese instante, pero llenos de
significado en el tiempo. Hija Filipa se levanta
furiosa y golpea a su madre, quien recobrando
el orgullo y el amor en sí misma, mata a golpes
a su hija: el fruto podrido de sus entrañas
reprimidas y hasta ese momento
conservadoras por tradición familiar paterna.
28

Ritos urbanos

* Obertura
De repente siento erizarme cuando el frío de la
muerte me toca. Nunca me había pasado, pues
estoy acostumbrada a tropezarme a diario con
ella en cualquier periódico, noticiero, suceso
de esquina. Me fui familiarizando desde mi
adolescencia cuando la ondeaba a cada
oportunidad, invocándola en ritos urbanos.
Sin embargo, no me importaba la ciudad más
que mi cuerpo joven y agradable frente al
espejo. Qué bien me sentía haciendo “lo
prohibido”, utilizando “mi mayor tesoro” como
materia prima de una exploración que sólo se
detuvo hasta ahora, cuando ya estoy muerta.
Escena en la que tres hombres miran cómo
toco mi cuerpo de quince años que
experimenta un extraño placer al verles las
pollas duras, ansiosas de penetrarme. No me
tocan, hasta que, entre la curiosidad y la
delicia de la perversión, les permito recibirme.
Ahora apenas recuerdo sus rostros sudorosos.
En esta muerte, mi cuerpo continúa hermoso,
mejorando cada vez, mientras que mi alma
decae, o mi mente, o mis pensamientos, o
simplemente este sentir que me acosa cuando
estoy cerca de los humanos. He querido vivir y
pasar días de rutina; pero ¡ay mujer!, las
vueltas de mi pensar, tiran lejos posibles
encuentros, posibles “amores”. Soy quien lanzo
al vacío todo aquello que alguna vez dijeron
31

La mirada

Aturdida entre asaltos de imágenes y sonidos


estridentes de la urbe, Reyle intenta evadir los
mayores tumultos. Se escabulle por cuadras
desoladas, calles escondidas entre las nuevas
entradas que atraen con su estructura
post2000. La calle quinta, ahora tan sónica,
alberga bajo sus puentes hombres y mujeres
entre la basura, el tiempo y las luces de neón.
Reyle pasa pulverizando el asfalto. Huele el
olor transpirado por sus cuerpos, reconociendo
los años de abandono. Pensando entre paso y
paso.
— ¡Qué mira!
Con sobresalto escucho el grito, es para mí.
Sin una respuesta oportuna pauso mi
trayecto. Un rostro cualquiera, boca
desdentada, piel residuos, ira urbe, hombre
que se lanza sobre la presurosa mujer, le
hunde en el vientre un cuchillo oxidado, le
muestra su poder. Convidada al caos la sangre
abandona las venas, se escapa. Ella cae en
silencio sin atinar la respuesta. El homicida
emprende su andar, ahora viste traje y
portafolios…
La calle empieza a consumirse y es otro el
paisaje que perciben los ojos apagados de
Reyle a ras del pavimento.
32

En el país de la avaricia

Pasaban las horas de encontrarte inmersa,


placentera en bosques inmensos del no lugar.
Paraísos mentales tal vez infiernos citadinos. O
al revés, el título poco importa si apremia verte
ojerosa, decaída hilvanando recuerdos y
estrategias para existir más a gusto conmigo.
Encontrarnos suaves, distantes, posesas,
obsesionadas la una con la otra en una
exploración inmensa, sin ruta, andada entre
aromas, identificada con algunas
imprecisiones por inasible mercuriana.
Cada vez que me miras en el espejo siento
recorrer despacio nuestra vida
— ¿Te dejas familiarizar?— sin otra razón...
sólo por sentirte cerca...
— ¿Y? Sé de tus demencias: crímenes,
caricias, preparaciones fatales, vivificantes
sorbos de gestos y sangre, mordiscos de
postres exquisitos: algunos pechos y
genovesas...
— Sabes de mis delirios entre tanto reflexionar
y luego impulsarme al vacío... donde nos
encontramos felices, macabras, conscientes y
perdidas. Soul of the infinito, fría, mortuoria,
llena de energía propia.
— Para siempre sin detenerse.
—No cierres todavía los ojos, me quedaré hasta
que se haya acabado tu sangre y The eve.
33

Retrospectiva

Entro en las dimensiones oníricas para


encontrarme con lo innombrable en este
mundo de etiquetas y versiones. No ha sido
fácil hablar con mi madre durante los sueños,
no ha sido sencillo tocarla, olerla, saber lo que
piensa, escucharla. No lo ha sido para mí ni
para ella, la mente en la transcomunicación
halla diversas interferencias que tienden a
cortar la transmisión cósmica. Cada vez que
nos encontramos en un sueño ella está más
joven. Anoche la cargué en mis brazos, sentí
su pecho y su aliento tibios.
34

De nuevo

Atentados precisos negociados entre orgasmos


matutinos que te cuentan todo sobre los
contactos entre susurros jadeantes de un
éxtasis libidinoso hasta lo más corrupto ahora
ondeamos los parajes insospechados del
reencuentro mientras me retuercen otras yoes
en sus sábanas sedientas de mí…
35

Temblor de trance

Zancudas, mosquitos, arañas, kafkitas y


mariposas han iniciado una danza madrugada
por esta nueva presencia. Cálido revolotear
que muestra la muerte en las alas de incesante
movimiento: un temblor de trance que invoca
la memoria de la noche en fuga. Ahora reposan
sobre el masajeador semejando morir
atrapadas en una enorme araña futurista, tan
erótica en las manos de Reyle.
Es otro día en la oscuridad de la montaña,
entre el verde que espejea miles tonalidales y
figurales herbales. Denso reposo y ligero agitar
traen los diminutos seres voladores.
Repentinamente las alas agitan la agonía del
crepúsculo. Como las mariposas de papel con
cuerpo de jeringa me roza punzante… Juntas
en trance chotis de insectos, Reyle y la
mariposa agónica amanecen.
36

Atisbos de una cocción

De cerca su rostro era más demacrado,


demarcado entre gestos de años tardíos y
tempranos. No quise gritar, ni moverme.
Aunque no pude evitar sentir el frío de
tradiciones. De porvenires muertos conmigo en
este instante.
Atisbo lo que es esta cocción: falsas promesas
inundan mi vida. Ella se acerca, me mira
impasible. Su mano me roza sin moverse. Por
fin me detengo a pensarle. No puedo creer que
haya pasado tanto tiempo sin ver su verdadero
rostro. El más revelador de todos. Atónito me
sumerjo en las punzadas de mi mente. Logro
atisbar lo que será aquella cocción…
Estoy desquiciado. Recuerdo menos lo que fue
mi vida. Olvido incluso sus premoniciones.
Ella me lo advirtió y aun así con mi ingenuidad
a cuestas, estoy preso. Olvidado. Si muero de
nuevo en este instante mi único doliente
sería…
37

Conjeturas de una prenda

Con el botón en su lugar vuelvo a ser el de


antes. Me gusta que ella se preocupe por mí,
pues yo hago lo mejor para que, cuando
salgamos a la calle, se vea siempre hermosa.
Tal vez mis conjeturas no tienen sentido,
sabiendo las paradojas de mi prestigio
mundial. Algunos por mis implicaciones
yanquis, otr@s por la comodidad o la
seguridad industrial. Es que me veo tan
hermoso en su cuerpo. En el espacio de su piel
y existencia que muchos han deseado con
frenesí.
Anoche ocurrió algo especial. Estaba contento
al ver que de nuevo ella me prefirió entre los
demás, sin importarle las manchas de barro en
mis botas, ni la sombra negra de algún muro
tiznado en mis bolsillos. Impasible me sacudió
con cuidado, dándome unas palmaditas que
reconfortaron mi tono azul verdoso.
Salimos a enfrentar con ella, juntos, los
embates del quehacer callejero. Sábado en la
noche: la gente estúpida sobra. Sábado en la
noche: convence a tu chiquilla. Sábado en la
noche: nadando entre alcohol y tabaco. Sábado
en la noche: alegría de vivir: ellos dicen. Cómo
explicar las pulsiones de su cuerpo, la
velocidad de sus piernas que cubro con celo de
tantos andares misteriosos… desde hace rato
siento cómo mis pliegues y las falencias de mi
ser stretch, dejan al descubierto trozos de su
piel que los seres de esta sala desean, algunas
38

imágenes quedarán fijas en memorias de gigas


y neuronas colapsadas; otras pasarán a ser
historias de espejos que dejaron ver en ella mi
razón de ser…
Horas más tarde cuando sentía la turbulencia
de su cuerpo en mis fibras, ocurrió: de una
mano grande y torpe fue presa mi ruptura. El
botón se disparó, perdido. Así mismo conjeturo
que se sintió él, cuando ella lo recibió en su
cuerpo, impasible, con la misma actitud que
esta tarde me adhirió a sus piernas.
Al arrancar mi botón, él evidencia su
desenfreno, sus ansias desmedidas por tenerla
de nuevo. Es duro para un hombre como este,
sentirse cautivado por ella, rendirse a sus
encantos, a sus cavilaciones urbanas… En su
apertura salvaje, pude ver las garras inquietas
queriendo buscar el objeto perdido… tan
suaves en descanso, capaces de tanta ternura
para con nuestras pieles…
Apenas ella se despertó corrió a buscarme,
asiéndome entre su frialdad matutina. El
botón amaneció incrustado en la espalda del
hombre. Ella con sumo cuidado, como hace
una buena mujer para no perturbar el sueño
eterno de su exhausto amante, lo sacó, lo
limpió, comprobó que estuviera intacto y se
dispuso entre puntadas y doble hilo a reparar
el incidente sexual.
Halando la aguja punza los recuerdos,
lagrimea un poco, la idea de suturar la
entristece, huele su ausencia en cada
agujerito… ahora con el botón en su lugar
vuelvo a ser el de antes…
39

Foto-fija vivencial de hadas idas

Ella llega de nuevo con la lluvia, juguetona y


curiosa, está en el país de la milicia.
Recibiendo las HAF para comprobar su
resistencia, su inmortalidad. Es rápida,
contundente: Anuncia-llega-pasa. Entre el
resplandor de la tierra mojada sus olores
emanan reforzando el hechizo que anoche
amarró al orco.
40

Unos segundos atrás…

Entramos en conexiones que no me puedo


explicar. Todo de ella me seduce al punto que
quiero deshacerla entre lascivia y
conversaciones eternas, es como si ella
empezara a ser lo intemporal… ya ven que he
iniciado una explicación; miento un poco,
pues… he pensado en aniquilarla, poco a poco
o de un solo tajo... en aquellos instantes donde
sobresale su inteligencia, su malicia, su
caprichear… me confunde en muchas
ocasiones esa fusión ecléctica de mujeres en
Una… me encanta, me impacta y por eso… he
pensado en aniquilarla. A veces la veo como el
compendio de todos mis temores, hecho carne
de mujer y belleza… he pensado en
aniquilarla. Aquí viene de nuevo, con su
seducción a cuestas como el peso que la
equilibra. Me invade su presencia, poco a poco
o de un solo tajo… Ella viene con el peso de mi
cautiva historia, donde el “deber ser” raya en
que las mujeres tendieran la alfombra roja a
mi llegada… ella no lo hace, sin embargo su
presencia es tan halagadora, sus palabras
fundan conexiones en las que entramos, que
no me podría explicar… he pensado en
aniquilarla. El mosquito en su cuello me da la
señal… asesto el lance mas su rapidez
quiromántica me detiene, quiebra mi brazo y
de un soplo que aún rememoro olfativamente
me arrasa. He pensado en que segundos atrás
de querer aniquilarla, recordé un sueño de
41

infancia en el que yo era uno de los tres


cerditos y mi experiencia de vuelo era
suscitada por el exhalación del lobo… diré que
no quise confiar en mi intuición.
42

Regalo para Unica Zürn

—Es imposible dormir en este albergue. Todos


los días es lo mismo.
Susurró al despertarse saturada de medioevo,
de la fertilidad de la época, de una
trascendencia que notaba demasiado parcial y
escogida tras una selección que secciona hasta
resquebrajar el mundo real y la realidad.
Moviéndose dentro como posesa del diablo,
Sadasel se preguntaba si para ella la hoguera
estaba preparada con todos sus rituales y
pasajes de sangriento desespero. Su intento
por recobrar en las palabras algo del dolor
inscrito en las láminas de su enciclopedia, era
imposible ahora; primero debía reunir
bastantes billetes para cancelar la deuda y
saciar los gastos de la fiesta. Lo más costoso
ya está, pensó en la piñata: el muñeco que se
apalea hasta partirlo y sacarle las entrañas,
lluvia de juguetillos objetos de la furia infantil,
lucha campal por coger algo. Fruslerías
calman el ansia de no tener nada entremanos;
pero aquí en los orfanatos no hay piñatas, aquí
no es la fiesta…
La reunión surgió sospechosa, el aire
impregnado de un aroma dulzón punzaba su
inquietud, Sadasel prefería pensar que era
paranoia ante el nuevo lugar. Los rostros de
los infantes no resultan acuciosos de la torta.
—Se ha culminado el alucinante festejo. Estoy
en medio del encierro.
43

Afuera aún arden los castillos. Panfleto


atmosférico domador de espacios persiste en el
tiempo, aspiramos el polvo levantado en la
autopista, el smog y el bus de hojalata verde
con la fuente de su sabiduría sintonizada en
noventa y ocho medioevo, parangón
establecido por la peste invasora de todo lo
existente. He visto a dos jinetes con armadura
listos para luchar. Cuando los caballos inician
trote, llega del costado derecho un ser ataviado
de cota, se cruza en el trayecto, deja un baúl,
se devuelve. Los dos caballeros se abalanzan
encima del enigmático objeto. Antes de ser
agarrado el baúl se abre: un cerdo brinca
salvaje y en segundos se traga a los fastuosos
guerreros. El animal vuelve al baúl que al
cerrarse, se esfuma.
44

Cuando ella murió por vez primera

Las ventanas ya no traían viento fresco, ni


aclaraban el cuarto si se limpiaba el vidrio.
Miré al alrededor por última vez, sin encontrar
ningún elemento que cautivara mi entusiasmo.
Estaba común y cotidiano. Igual que siempre…
Salí rápido, intentando olvidar. Dejé mis
recuerdos en el cerrojo de la puerta…
Escaleras, calles, carros, gente, buses, smog,
ruido, cielo, tierra, piso, pies, dinero, estiro la
mano y el bus se detiene: ojos que chapucean
en mi vientre revuelto por el mareo… el olor se
cuela entre mis fosas, multitud de fétidos y
agravantes aromas vanos, elementos odoríficos
de la peor calidad. Esencias equívocas
enfrascadas y puestas allí, en los cuerpos de
las personas play y no play. A los hombres no
les basta con el olor de su entrepiernada
bolsiaca para atraer a quien deseen, sino que
sus axilas deben oler a chocolate o vainilla
¿imaginamos alguna vez tanta culinaria en un
desodorante? Las mujeres no están contentas
con su olor de fluidos, necesitan infestarse el
cuerpo con mil fragancias… los splash, frutal
invasión de alcoholes no psicoactivos puestos
en cuello, cabeza, manos, piernas, torso,
axilas, cabello, espalda, cara… porque se hace
de un frasco de perfume la ducha perfecta que
les hará inolvidables y que yo detesto.
Adelanto mis pasos por el corredor de la
buseta hasta encontrar un asiento libre, el aire
entra por la ventanilla, capto la brisa…
45

Toqué el brazo, no sabía qué hacía aquí. Era


tener una parte de un cuerpo en mi mano, era
apretar una mano sin ver un gesto. No me
interesaba su procedencia, me agradaba que
sólo estuviera allí: dándome la mano ¿por qué
no estrecharla? ¿Por qué entrar en pánico? La
extremidad ostenta la ventaja de no ser
persona.
Serví un café con tanta serenidad que por un
momento me inquieté sobre pasados
tempranos: ayer, anoche, hoy. Nada de afán.
Era como tener la mente en un pause muy leve
para subsistir en mi cuerpo demasiados
minutos. Así que me lancé en la búsqueda de
las causas. En ocasiones de máxima tensión
dramática en mí vida diaria, a veces, sirve
filosofar un poco, intentar el tejido, la red
lógica que trae al presente hechos pasados con
la vehemencia de un amante neurótico atando
cabos, afanoso por entablar una diatriba
contra su pretendida enemiga sexosensorial…
así que… estaba metida en un dilema porque
lunas atrás había decidido olvidar todo
pasado, hastiada del bombardeo de
pensamientos, imágenes, rostros, tonos, voces,
colores, palpitaciones, shocks, cruces de
sentidos, sensaciones, tirantes suposiciones,
planteamientos escarpados, ansiedades
exasperantes, salvajes ambonios, urdulantes
gritos, sorderas soterradas, traiciones
madrugadas… así que… me era muy difícil
recordar lo vivido ayer, anoche, rememorar lo
que había soñado.
46

La levedad que respiré al levantarme -que aún


continúa en el ambiente- me hizo dudar de
estar en mi habitual apartamento. Me quedé
todo el día detallando el brazo, fijándome muy
bien en su textura, forma, tamaño, matiz.
Conté poros y vellos salidos de allí en el fallido
intento por recordar algo, cualquier imagen.
— Este es el poro más grande que tiene. Les he
revisado con mi lupa uno a uno, comparado su
diámetro ¿Eh?

De nuevo viene esta sensación de agotamiento,


en mi cerebro el movimiento nulo semeja la
quietud de un volcán. Esparce en mi derredor
la parsimonia satírica de la conspiración
interna… la intimidad posesa, insistida,
abrumada. El alma se atraganta con moléculas
sin procesar, sin explotar, no explicadas, sin
disfrazar, no lanzadas al aire en una palabra,
un grito, no vomitadas en un papel, sin
escurrir en el piso como sesos de acribillado.
— Que me des una mano, una mano, una
mano…
Siento ganas de morirme ya, enlazar el olvido y
no pensar más, ni un segundo más en lo que
hice ayer, antes de ayer o el lunes, sábado,
martes o el veintidós, el cinco, el nueve… no
pensar más en lo anterior, no pensar más en
no pensar… un ciclo tan tedioso como
palabras de doble faz. Recuerdos anulados de
la existencia. Memorias que se van en una
explosión púrpura causada por un apretón
demasiado fuerte, un sabor en mis manos que
deleitan el cuerpo, un girar de la cabeza que
44

Cuando ella murió por vez primera

Las ventanas ya no traían viento fresco, ni


aclaraban el cuarto si se limpiaba el vidrio.
Miré al alrededor por última vez, sin encontrar
ningún elemento que cautivara mi entusiasmo.
Estaba común y cotidiano. Igual que siempre…
Salí rápido, intentando olvidar. Dejé mis
recuerdos en el cerrojo de la puerta…
Escaleras, calles, carros, gente, buses, smog,
ruido, cielo, tierra, piso, pies, dinero, estiro la
mano y el bus se detiene: ojos que chapucean
en mi vientre revuelto por el mareo… el olor se
cuela entre mis fosas, multitud de fétidos y
agravantes aromas vanos, elementos odoríficos
de la peor calidad. Esencias equívocas
enfrascadas y puestas allí, en los cuerpos de
las personas play y no play. A los hombres no
les basta con el olor de su entrepiernada
bolsiaca para atraer a quien deseen, sino que
sus axilas deben oler a chocolate o vainilla
¿imaginamos alguna vez tanta culinaria en un
desodorante? Las mujeres no están contentas
con su olor de fluidos, necesitan infestarse el
cuerpo con mil fragancias… los splash, frutal
invasión de alcoholes no psicoactivos puestos
en cuello, cabeza, manos, piernas, torso,
axilas, cabello, espalda, cara… porque se hace
de un frasco de perfume la ducha perfecta que
les hará inolvidables y que yo detesto.
Adelanto mis pasos por el corredor de la
buseta hasta encontrar un asiento libre, el aire
entra por la ventanilla, capto la brisa…
45

Toqué el brazo, no sabía qué hacía aquí. Era


tener una parte de un cuerpo en mi mano, era
apretar una mano sin ver un gesto. No me
interesaba su procedencia, me agradaba que
sólo estuviera allí: dándome la mano ¿por qué
no estrecharla? ¿Por qué entrar en pánico? La
extremidad ostenta la ventaja de no ser
persona.
Serví un café con tanta serenidad que por un
momento me inquieté sobre pasados
tempranos: ayer, anoche, hoy. Nada de afán.
Era como tener la mente en un pause muy leve
para subsistir en mi cuerpo demasiados
minutos. Así que me lancé en la búsqueda de
las causas. En ocasiones de máxima tensión
dramática en mí vida diaria, a veces, sirve
filosofar un poco, intentar el tejido, la red
lógica que trae al presente hechos pasados con
la vehemencia de un amante neurótico atando
cabos, afanoso por entablar una diatriba
contra su pretendida enemiga sexosensorial…
así que… estaba metida en un dilema porque
lunas atrás había decidido olvidar todo
pasado, hastiada del bombardeo de
pensamientos, imágenes, rostros, tonos, voces,
colores, palpitaciones, shocks, cruces de
sentidos, sensaciones, tirantes suposiciones,
planteamientos escarpados, ansiedades
exasperantes, salvajes ambonios, urdulantes
gritos, sorderas soterradas, traiciones
madrugadas… así que… me era muy difícil
recordar lo vivido ayer, anoche, rememorar lo
que había soñado.
46

La levedad que respiré al levantarme -que aún


continúa en el ambiente- me hizo dudar de
estar en mi habitual apartamento. Me quedé
todo el día detallando el brazo, fijándome muy
bien en su textura, forma, tamaño, matiz.
Conté poros y vellos salidos de allí en el fallido
intento por recordar algo, cualquier imagen.
— Este es el poro más grande que tiene. Les he
revisado con mi lupa uno a uno, comparado su
diámetro ¿Eh?

De nuevo viene esta sensación de agotamiento,


en mi cerebro el movimiento nulo semeja la
quietud de un volcán. Esparce en mi derredor
la parsimonia satírica de la conspiración
interna… la intimidad posesa, insistida,
abrumada. El alma se atraganta con moléculas
sin procesar, sin explotar, no explicadas, sin
disfrazar, no lanzadas al aire en una palabra,
un grito, no vomitadas en un papel, sin
escurrir en el piso como sesos de acribillado.
— Que me des una mano, una mano, una
mano…
Siento ganas de morirme ya, enlazar el olvido y
no pensar más, ni un segundo más en lo que
hice ayer, antes de ayer o el lunes, sábado,
martes o el veintidós, el cinco, el nueve… no
pensar más en lo anterior, no pensar más en
no pensar… un ciclo tan tedioso como
palabras de doble faz. Recuerdos anulados de
la existencia. Memorias que se van en una
explosión púrpura causada por un apretón
demasiado fuerte, un sabor en mis manos que
deleitan el cuerpo, un girar de la cabeza que
50

apagarlo, él a voluntad propia se apacigua


hasta redimir su calor a la mecha incinerada.
Caen gotas negras y rojas, se cristalizan al
encontrar el tope, la piel consume el calor con
el que viajan de lo alto hasta la palma trazada
en hendiduras, bordeada con poros agrupados
en apariencia inconfundible de la mano:
promotora de sombrías sustancias.
— ¿En dónde siguen paralelas?
—En el movimiento enviado por el recuerdo
caduco en un día más…
He logrado a mi antojo reanudar el hilo de la
conversa. La puerta se halla abierta. Entra el
espectro. La mano se detiene. La mente pausa
leve. El lapicero divaga rayando cualquier
punto se ha interrumpido la palabra llega de
nuevo la luz del día se desvanecen los sueños
el bullicio amanece…
Con el brochazo vinotinto he llegado en el
sueño de anoche a la casa en el aeropuerto,
me parece haberla visto en un episodio onírico
anterior. En realidad es una pista de aterrizaje.
—Es una casa, en ella vivía un hombre.
—Arribo con especial atuendo… … …
— ¿Por qué el silencio?
Bajo unas escaleras verdes. Este lugar lo
conozco, pensé. Escapo con dos amigas. En la
última curva de las gradas ya estoy en el
colegio, visto uniforme. Debo sembrar unas
flores: veraneras, como les dice la señora que
manda plantarlas… y yo pensaba soñando:
ah… las veraneras púrpuras, rosadas… ah las
veraneras blancas, naranjas… ah… verá que
salgo corriendo escapo, robándome la planta:
51

recuerdo que pensé: merece tierra más


amable. Al mismo tiempo salgo de la casa del
aeropuerto, con morral al hombro, cruzo una
autopista o alguotra calle 39. Detallo la feria
artesanal y recordé que una vez había soñado
que estaba perdida allí. Abordo un colectivo.
— ¿Cuál era su ruta?
—…Es lo poco que he dilucidado de la pasada
noche. Múltiple e inquieta. Ahora mis ojeras
evocan los movimientos nocturnos.
—Y ¿finalizas tu tiniebla?
—Aquí estoy, enfrentando desde el ensueño el
día caluroso, caótico, el aula, las clases, las
ganas de cagar…
52

Al destapar el frasco bajo un árbol de


pomarrosa…

“Creo que ahora tendré que pedir permiso


para morir un poco. Con permiso, ¿eh?
No tardo. Gracias”.

Agua Viva. Clarice Lsipector

El engaño visual produjo más quiebres que


dudas. No tengo algo para tanta gente
usurpadora del espacio libertad.
— ¿Quién me ha dado este acceso?
Tantas situaciones e imágenes pasean los
terrenos mentales hilando con diestra
disciplina la memoria, que en su existencia
hace lo que le apetece. Está bien, no todo es
así, yo le di innumerables instantes de puertas
abiertas y ella complaciendo sólo su beneficio
se ha ido. Exasperado clamor a la
comunicación fortuita con el pasado… nada, ni
el menor indicio de recuerdo… vuelvo a
presentirlo con la certeza de estar en algo ya
tratado. ¿Esperaban que muriera en el intento
de borrar todo de mi mente? No me interesa lo
puesto en escena, basta para mi placentero
inconformismo, decir a disgusto con voz
resaltada: ¡Sólo lo percibido en los sueños
place mi satisfacción!
Esos autos rojos destartalados. Las calles
extienden su color, como sumergidas en cloro,
sobre las paredes, los rostros, los pies, las
53

vitrinas, las frutas insípidas, los ojos, las


manos, la vida, el aire que refleja en los visos
transparentes de mi alucinación. Luces
púrpuras resquebrajadas. Líneas de lugares no
definidos en el color: que es mi detalle.
Miro de nuevo: la carne alimenta moscas en
una correría de perros huesudos hambrientos
de huesos. Este sueño como decollage
saturado, falsa propagación sanguínea y
¿sucede? La tarde me invita a contemplarla
entre los grises que emanan de la yerba y la
niebla.
Las gotas de lluvia adornan el atardecer del
trópico: lugar incitador de placeres propios de
mi brillante y ensangrentada juventud:
abocada deseosa diluyéndose aquí en el papel,
su lugar, su dulce aposento: más que el
cuerpo, le permite vagar en su experiencia de
evocar un fin seguro, una respuesta. En mi
mente aposentado está el olvido. Maliciosas
creaciones vertiendo su existencia en el azul.
Ahora sólo me permito escribir sobre la
melancolía que me embarga, bañada en
incomprensión absoluta de los hechos
sucedidos a mí alrededor. No me interesa
escribir acerca de estos percances revueltos, es
una esquiva relación entre la mujer y el
lenguaje, pasando por detentar el lapicero
entre sus dedos como un clítoris ávido…
Mi mente… ya he viajado en su transcurso
pasado y presente para dilucidar el
comportamiento terrenal de mi humanización.
Los rostros humanos han producido en mí la
grave y satisfactoria repulsa. Un contacto que
54

no me permito prolongar. He visitado otras


dimensiones en las que mi cuerpo se torna
amorfo, dando paso a la compleja
desestructuración del ser que ahora lucha.
Una armazón similar a la de la araña en el
cuarto: vampira y astuta. Estoy en el futuro.
— ¡Guarda silencio virtud odiosa!
Con celeridad acrecienta su desfallecimiento
mi extrañavida, y mi bella juventud corre lejos
del peligro a refugiarse en otro cuerpo, en otros
recuerdos, pues no me ocupo de ellos: son
poco útiles y benéficos en mí tránsito: forzoso
si intento diversas posiciones y no las abarco
todas.
El episodio ocurrido en un sueño hace dos
noches me colma el pensamiento e…
¡invocación magnánima! aparece ante mis ojos
la sustancia de mi inconsciente: imágenes que
traspasan orden y estética del color, del ritmo.
Se han presentado en cuadros específicos,
como si cada escena perteneciese a personas
distintas mas todas están ligadas con mi
presencia. Simulan en la visión recordada un
inquilinato de portones color… café,
impregnado de su olor característico a
encierro.
Ha pasado toda mi humanavida por la frente,
como una cinta de casete y se ha reventado.
Salto. Ahora muevo mi existencia en este
mundo sin gurú alguno. Vuelvo la vista, me
encuentro con el tronco que aún no arde, la
fogata duerme plácida en su ausencia, todos
los seres paralizados, presos de una
inhalación.
55

Cierta ¿calma? me aborda, ahora sin


perturbaciones instigando aclaraciones. ¿Se
percatarán de mi desenfreno? ¿Dejarán de lado
el intento de fastidiar en el excesivo punto en
donde ya nada incita placer, nada reacciona?
Visual el mundo alardea de creativo, condición
tan escondida que no la hallo en este oscuro
laberinto que me he construido con palabras.
Corro entre sus desolados pasillos. Aparecen
rostros insípidos, estáticos, aniquilados en el
sinsentido. Sé de la salida, aún no la
presencio… el encanto se ha perdido, también
el deseo de entablarlo.
Olvido mis diarios sucesos, recobro algo de
ellos sólo en escritos desordenados. Amnesia
invocada para instaurar mi nueva memoria
con recuerdos que yo escojo. Desligados de
una secuencia. Ya no estoy aquí.
—Nada más puedo hacer por ti engendrada
mujercilla, no hago parte de tu rapsodia.
¡Canta sola en la atmósfera, que si algún
clamor te escucho estaré presta a plasmarlo!
Me encerraré para siempre en esta tinta.
56

Se hace nada diferente

Cargando/Loading…

— Te propongo un juego: de ahora en


adelante hacemos de cuenta que somos
invisibles.
— ¿Por qué?
— La mitomanía siempre ha servido para
modificar la nefasta realidad que
segundo tras segundo se instaura o
descoyunta bruscamente, presa de
anhelos.
— ¿Y las pócimas?
— No hay necesidad de experimentos
fallidos, impostar una actitud será lo
mejor, entrar en situación para dar
inicio a la escena.
— ¿Y qué sientes?
— Agradable sensación, pertinente
intuición al descubrir el dispositivo del
fastidio humano. Desde la salida de la
caverna se han perfilado las formas con
la luz del día, del fuego, de la bombilla,
del láser, de la auto-incandescencia.
— Testaruda resonancia de lo visible.
— Imaginación llega motivada por las
ausencias mentales, toma lugar y surge
la posibilidad de mutar en vida; desde
un lugar psíquico llega el crosher…
— Como un flotador para el terrestre
humano en océanos infinitos.
57

— Ahora seremos lo que imaginamos e


imaginación convoca invisibilidad con
sombra.
— ¿Dónde estás?
— …

Pinche aquí para jugar/ Click here to play

Pasadas varias semanas del lúdico recreo, los


humanos me ven, con pupilas dilatadas de
espanto, brincar desde las tinieblas oníricas
hasta sus aturdidos cerebros. Logro invadir
sus sueños como un virus el disco duro o un
spy el correo electrónico. Me paseo por sus
sueños y sonrío al verles esa perturbación casi
inocente, ingenua, tan vulnerable… aún
confían en su sombra. Olvidan sus sueños,
recuerdan su pasado. Soy su imaginación,
convocada por el mito me instalo. Franqueo
toda telepatía, todo hipnotismo, innúmeras
terapias, sacudo psiquiatras y telepateo
psicoanalistas. Oniria es mi vagabundeo
nocturno, un parkour transdimensional. Salto
abismos patada dada surrealistas mientras el
mundo de la realidad concreta tiembla entre
ronquidos, asfixias, pujantes pesadillas, gritos
y susurros.
Hechicera del sueño: criatura phantástica del
sinsentido. Sombra de éter. Quien me sueña
siente hervir su sangre venas adentro y desea
con vehemencia extracciones de litros. Ansía
ofrecerse como donante Guinness records en la
Cruz roja…
58

Modo speed / Modo classic

— ¿Dónde estás?
— Aquí mutando la historia, igual a mi cuerpo.
Pregunta vana cuando estamos into the void.
Espacio vacío sin mi compañero de juego quien
seguro ha muerto licuefaccionado debido al
agite de su cuerpo inmaterial… El incesante
bullir púrpura tras mi piel no se detiene. Ha
logrado ponerme nerviosa esta ausencia.
— ¿A la sazón ser visible de nuevo?
— Alas al son de la coyuntura: no perderé el
juego, no enloqueceré, no moriré. Necesito
hallar un cómplice. Practicarme transfusiones
de sangre puede ser una escapatoria a mano.
En mano. Pero un humano representaría
tantos problemas…
— ¿Has pensado en Efialtes?
—Si materializo ese demonio mi situación
recrudece. En este mismo instante, en una
ventana emergente de mi pantalla mental titila
la condición del Level: “El juego debe ser en
parejas”, aunque está la opción Expert extraída
de la muvi El pueblo de los malditos: “En quien
se queda non@ hallarás un escape.”
—Air level, spirit level, noise level, nivel de
vida, also level, true level, falso level… arrive le
spiritu no es sei vida llevaslo rute eleve sol fa
él ve…
— ¿Qué has dicho?
—Lo he olvidado
59

Opciones/level/score

— ¿Cuál es la magnitud del juego-rol Les


invisibles? ¿Suscitó en tu mente una travesura
roleíca titulada Les cíniques?, ¿también es
jugar imaginario embalsamado por el olvido
ofensivo o refrescante?
—He optado por pruebas de sangre inusuales
por su matiz erótico y por la cantidad de
líquido extraído…
— ¿Qué hacían con él?
—Ponerlo en un Platón de los metafísicos, para
utilizarlo como piscina cuando me llaman
artista chapucera; en los sueños otorga la
propiedad de seducir a cualquier espíritu
maligno, succionarle su poder, transformarle
sus intenciones y utilizarle como guía o
carnada en los parajes más pesadillescos.

Medals

Es cierto, ella pilotea el viaje y en su vida


despierta ha conseguido deleitarse hasta el
orgasmo múltiple recordando las sensaciones
que oprimían su pecho durante la noche…
arrive le spiritu no es sei vida llevaslo rute
eleve sol fa él ve…

Presione cualquier tecla para continuar/


Press any key for continue

—No siento ya las partículas de mi cuerpo.


Anestesiadas en una agopausa luego de
aquellas jornadas oníricas en las que he tenido
60

que debatirme como guerrera planetaria ante


aquella extraña presencia que pretende
hacerme explotar el cerebro como clímax de la
constante ebullición de mi líquido rojo. Las
sesiones saca-sangre claudican día a día y con
ellas el sinsentido aviva su energía, roza a su
paso cada elemento, objeto, ser y me insufla el
deseo de partir o transmutarme. Acabar de
una vez con este rol. Cualquier estado o
movimiento es más placentero que la forma
humana.
—Entre la humanidad es preciso arribar a
dimensiones desconocidas, suicidas,
genocidas. Transitar piantada carcomiendo
plenitudes, devorando tardanzas de sensatez,
actitudes traidoras. Como un espía gordo que
fuma cigarrillo con la delicadeza de una
quinceañera rosa.
—No seré carne de demonios, ni de íncubos, ni
de envidias humanas. Soy dueña de Oniria, la
imaginación es mía. Entre burbujas de sangre
hirviendo no van a expropiarme.
—Ríes de sorpresa. Cosquilleas de temor con
mis manos tan cerca, con mi boca al pedir de
la piel erizada. ¿Hacia dónde vamos,
Hermosura mutante?…
—A los confines de la duda, hasta el lugar
donde necesitemos rasgarnos los gestos, para
penetrar en las indeterminaciones de nuestra
psique fusionada en material orgásmico…
cosmogonías de la serie hablada entre
susurros y palabras jadeantes que se
entrecortan…
61

Puede acceder al nivel I. A.

Lenguajes ancestrales asisten a las


dimensiones del diálogo entre las fieras
urbanas. Iridiscente sensación cuela
salvedades entre mis venas. Despegamos en
viajes mentales o físicos movimientos lejos de
este planeta sinsentido que se debate entre la
guerra de las colas y los yacimientos de
petróleo en tierras sagradas y hostiles.
Herviviente de naturaleza verde, agito
cualquier taxonomía. O habitante que
sobrevive a expensas de las altas
temperaturas. Largaos furas criaturas duras
mesuras entre máscaras represadas, lisuras
de a peso. Hemos de abocarnos al careo.
Me dedicaré a sabotear los últimos resquicios
de humanidad que persisten en este rol.
Volar entre aires tropicales sobre las flores
multicolores resultaba la parte más
interesante del sueño. Escribir en luna llena o
doble luna que presagia según las nubes se
acerquen a ella o las estrellas titilen distantes,
tal vez muertas en derredor de la dama que
alberga la liebre como trayendo a colación la
historia de El Principito en su asteroide…
desde aquí también se le puede ver, eso sí un
poco más diminuto e inasible, ¡Ea! si no
pudiese despegar mis pies del suelo sería más
difícil… sé osmotizar los poderes. Ahora
cuando las aves me han otorgado la ligereza,
resuelvo situaciones al vuelo. Este juego me
gusta.
62

Sed

—Buenas tardes, me da por favor un litro de


cianuro.
—…
—Tranquilo, sin empacar.
—…
— ¿Cuánto es?
—…
—Aquí tiene.
—…
—Hum… disculpe, ¿tiene por ahí un pitillo?
—…
—Gracias, ya le paso el envase.
63

La sudadera marrón

He pensado que Ella no permite que yo idee


personajes. O cuando tengo uno, no deja que
sea libre. Siempre viene reprimiendo. Se cree
la dueña de mi vida… quisiera no hacerle caso.
Hacer de cuenta que soy sorda. Simular mi
fantasía: me imagino autista, perdida en las
vueltas de mi mente evadida. Lejos de sus
caprichos, de su lábil existencia… he pensado
en odiarla… ahora recuerdo un sueño que tuve
anoche y sé que por eso siempre rememoro Los
excéntricos Tenembaums: la sudadera marrón
de raya blanca al costado es mi conexión…
anoche la llevaba puesta, era día domingo, tal
vez luna magnética por la cercanía de las
plenitudes… tuve tres años de nuevo. En la
sala sombría y acogedora de mi apartamento
en la capital. Tanta neblina. 4 de la mañana
lenta, agolpada en bostezos y manos que se
alargan hasta las de mi madre para tomar
algo… no, no era ella. Era una sombra:
sentada entre las sombras en los muebles de
cojines naranja. El olor de la alfombra roja
viene y Pif –paf desea protagonizar la escena
olfativa. Pero no. Huele a eucalipto. Y lo que
más recuerdo del tapete inmenso son las
figuras bordadas en negro, como un laberinto
en el que yo viajaba para vender libros. Huele
a mi sudadera, más oscura que la de Ben
Stiler. Veo las sombras y me veo entre las
sombras. De nuevo recurro a esa autoscopia
encarada desde la oniria. Me encuentro
64

conmigo misma. Rompo la brecha cuántica. Al


anochecer retomo la pluma o el teclado para
escaparme esta vez a los ignotos parajes del
soliloquio. Así frankeo su vigilancia. Ya no
necesito de los personajes. Varias voces dentro
de mí hablan como yo. Ellas hacen la comedia
de la unidad. Le cierro las puertas de mi
percepción, hago de cuenta que no existe y me
lo creo. Lo siento en mis silencios abstrusos.
Colérica agita las manos, que son como parte
de mis brazos; estoy sumida en las levedades
adherentes de las telarañas tejidas en los
árboles del jardín… ahora entre la niebla que
cubre los cerros en la distancia me fundo con
la espesura verde de la montaña. Luna llena
que ilumina esta anamorfosis del pensamiento.
Discurriendo en falsa perspectiva me aboco
dislocada, escindida entre los corpúsculos
virales, para extenderme… como un hongo
apoderado de la conciencia, de la tierra, del
color, de la alucinación matutina cuando es
cerca, tibio y radiante: lamo mis placeres. Esa
puerta se abre ya, es el instante más lujurioso,
más espeluznante. Ella se acerca para inquirir
mis ideas, le anulo con mantrams que evocan
viejas sendas.
La sudadera marrón trae en invocación ouijica
el instante infantil de las vacunas
desaparecidas que han-me permitido inocular
los virus y tornarles un color o una prenda de
vestir. Cuando pincháron-me el hombro con la
jeringaguja, imaginé mi futuro soñando que
recordaba cuando me vacunaron e imaginaba
esto.
65

Uso y manejo

La tecnología siempre nos sorprende con sus


impensables avances que hacen más llevadera
la vida diaria, cargada de múltiples actividades
que requieren actitud vigilante las 24 horas.
Así, el hallar dispositivos, tips, remodelaciones
que en los diferentes espacios públicos:
centros comerciales, cines, bares, discotecas,
buses disminuyen las acciones manuales
directas, emociona al punto de imaginar que
cada puerta, lavamanos, secador, dispensador
etc. puede leer nuestra mente, conocer
nuestros deseos y ritmos biológicos. ¡Ah, el
futuro: magnífico anhelo!
Inquieta fui tras el misterio de los sanitarios
sabios que se descargan solos. La luz roja fue
el detonante de mi acercamiento al panel
computarizado. Con el ojo en máximo close-up
descubrí un parpadeo caprichoso. Pensé en el
ojo Batailleano, en el panóptico, en las
telepantallas, en los realitys, en las cámaras
indiscretas, en los circuitos cerrados de tv, en
los espías de circuitos cerrados de tv, en Rojo
de Kieslowski, en el canal suizo de extrañezas
sexuales, en Videodrome, en Trainspoting, en
Clarice Lispector, en los vigilantes seway con
chopo o pipa o fierro. Pensé en las paredes de
cada cubículo hechas de aluminio reflectante,
en las indagatorias policiales.
Código binario avisa mirada opulenta titilando
a las espaldas usuarias; metamorfoseada en
hilos láser, bits en fuga, unos y ceros
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cardenales que datean. Oteo a quien observa el


cálido descenso de orines o sangre, de
manjares ebefrénicos, a veces salidos a la
ligera dado el impersonal recinto.
Al igual que otros empleados, los de esta
sección cumplen su rigurosa jornada de 8
horas. La sorpresa frente a los “avances
tecnológicos” engendra ahora el positivismo,
porque la especificidad de estas labores nos
hace pensar que será difícil ver a los seres
humanos remplazados por la máquina.
Trabajo tras la distante pantalla que me
muestra la mierda de la existencia humana.
Mis gustos han empezado a variar entre tantos
cuquitos, toallas, tampones, protectores,
tangas, fajas, cinturones de castidad (quien lo
creyera, todavía se usan), chorros fuertes,
desesperados, cuentagotas, descargas
intestinas en primer plano o un poco más
alejado, a veces imagino si con el ánimo de
certificar la marca con una iso14000, mi lugar
de trabajo se desplazará hacia las
profundidades sanitarias y todo será como
azul profundo, viaje al centro del retrete a
través de la pantalla.
¡Amo esta máquina!, saber que hasta hace un
mes mi rutina era tan común. Tras un receso
laboral de 2 años rayaba en la vida estilo fengh
shui propuesta por Quino en una de sus
viñetas. Ahora conozco los beneficios de la
oficina de empleos donde me garantizaron
“una labor de acuerdo con mis necesidades”.
Bien dicen que uno explora sus capacidades
hasta que encuentra lo suyo, el trabajo hecho
67

bajo medidas. Aquí estoy yo, cual Homero en


la planta nuclear comiendo donas, pulsando
con exactitud el botón del descargue, evitando
compartir los preciados excrementos que son
mi pan de cada día. Se acabaron las sorpresas
al abrir la puerta cuando llegan ellas con la
premura de la vejiga a tope, ningún residuo de
la anterior usuaria espera en la taza. Me
encanta el salto asustadizo de sus cuerpos
semidesnudos ante el accionar de la luz roja.
Me siento la mujer más feliz cuando guiada
por esa pequeña bombilla, manejo el mágico
remolino que evita tocar con la mano, una
palanca barnizada por sustancias varias más
aptas para la suela del zapato.
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Tabla de contenido

Temporadas 3
De la muerte y otras fascinaciones 5
Duda 8
Juegos cronológicos 10
Entre amigos 13
Planes 17
Con la incertidumbre al paso entre caminos 19
de cintas amarillas
Recuerdos con olor a un árbol de frutas 21
venenosas
Pseudo anexa al club Scrooge 23
Su sueño era un reallity 24
Brevísima historia de un deseo 26
Más que amigas 27
Ritos urbanos 28
Retruécana urbana 30
La mirada 31
En el país de la avaricia 32
Retrospectiva 33
De nuevo 34
Temblor de trance 35
Atisbos de una cocción 36
Conjeturas de una prenda 37
Foto-fija vivencial de hadas idas 39
Unos segundos atrás 40
Regalo para Unica Zürn 42
Cuando ella murió por vez primera 44
Postensiones pretensiones 49
Al destapar el frasco bajo un árbol de 52
pomarrosa
Se hace nada diferente 56
69

Sed 62
La sudadera marrón 63
Uso y manejo 66
70

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