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Actividad sexual en el adulto joven

La sexualidad en el adulto joven comprende entre los 20 y los 40 años de edad,


aproximadamente.

Es una etapa en la cual se toman decisiones muy importantes tales como


matrimonio, el trabajo y el estilo de vida en general.

Requiere de pasar de las ambiciones adolescentes a una realidad madura y


determinada por las realidades del mundo en que vivimos. Es un período de
mucha responsabilidad en términos de relaciones interpersonales y familiares.

Hoy en día los adultos jóvenes continúan la soltería de la adolescencia hacia


entrados los 30 años y por lo tanto son mucho más activos sexualmente. A pesar
de que la presión de grupo con respecto al sexo disminuye, hay más
oportunidades sin los límites paternos para experimentar de la sexualidad.

Aparecen patrones de comportamiento sexual tales como el experimentador(a).


Este tipo de comportamiento se basa en medir la frecuencia, variedad y eficacia
del sexo. El individuo ve al mundo como un campo de juego ya que “ahora es el
momento... luego formalizo”.

Otro tipo de comportamiento sexual es el buscador(a). Esta persona busca la


pareja y relación perfecta para casarse. Desarrolla las relaciones sexuales
buscando este norte. En ocasiones, se une a otra persona para probar el éxito de
una relación formal futura.

Por último, esta el tradicional, quien participa amenamente del sexo pero lo
reserva para las relaciones serias. Esta persona puede tener varias parejas
sexuales antes de casarse, pero una a la vez. Aunque existen otros patrones
estos tienden a ser los más comunes.
Para algunos los primeros años de la adultez son tiempos de incertidumbre. Para
otros, de satisfacción sexual. Los conflictos aparecen por causa de las culpas
sexuales o la inmoralidad conservada de años anteriores.

Las preocupaciones adolescentes sobre lo que es normal no han desaparecido del


todo y aún se preocupa el adulto joven sobre su físico y proeza sexual.

Los conflictos sobre la identidad sexual aun no se han resuelto, incluso para
aquellos que deben aceptar su homosexualidad o bisexualidad, la presión social y
los prejuicios que pueden causarles alguna dificultad.

A pesar de lo anteriormente expuesto, el adulto joven en la actualidad no tiene la


presión del “pecaminoso” sexo prematrimonial. Aun así, continúan las desilusiones
por el sexo de una noche o el sexo casual.

No hay que olvidar que el adulto joven de hoy (así como también quienes no lo
son) debe ser más cuidadosos dada la existencia de las enfermedades de
transmisión sexual, y particularmente el VIH. Por lo demás, aunque se
experimente con una o varias personas, el adulto joven todavía se interesa por la
búsqueda de una pareja estable para comprometerse y formar una familia.

Como se mencionó al principio de este documento, Sigmund Freud y Erik Erikson


- de quien retomaremos principalmente sus postulados- propusieron cada uno una
serie de etapas en las cuales la gente necesita resolver problemas críticos en su
desarrollo. Freud no llevó sus teorías de desarrollo más allá de la adolescencia,
pero Erikson continuó y propuso tres crisis en la edad adulta: una en la edad
adulta temprana; una en la edad adulta intermedia y una en la última etapa de la
edad adulta. La Crisis de la intimidad versus aislamiento es la sexta de las 8 crisis
de Erikson - y lo que él considera que es el problema principal de la temprana
edad adulta -. De acuerdo con esto, los adultos jóvenes necesitan y desean
intimidad; es decir, necesitan tener profundos compromisos personales con otros.
Si no son capaces, o temen hacerlo, pueden tornarse aislados y abstraídos. La
habilidad de lograr una relación íntima, la cual demanda sacrificio y compromiso,
depende del sentido de identidad, el cual tiene que haber sido adquirido en la
adolescencia. Un adulto joven que ha desarrollado una firme identidad está listo
para fusionarla con la de otra persona. Hasta que la persona no esté lista para la
intimidad, la “verdadera genitalidad” no puede ocurrir. Hasta este punto, las vidas
sexuales de la gente han estado dominadas bien sea por la búsqueda de su
propia identidad o por “luchas fálicas o vaginales que hacen de la vida sexual una
clase de combate genital”, según Erikson. Sin embargo, la gente psicológicamente
sana está dispuesta a arriesgar la pérdida temporal del yo en el coito y el
orgasmo, así como en amistades muy estrechas y otras situaciones que requieran
absoluta entrega. El adulto joven, entonces, puede aspirar a una “utopía de
genitalidad” -orgasmo mutuo en una relación heterosexual amorosa, en la que se
comparte la confianza y se regulan los ciclos de trabajo, procreación y recreación -
. La “virtud” que se desarrolla durante la edad adulta temprana es la virtud del
amor, o dependencia mutua de devoción entre parejas que han escogido
compartir sus vidas. La gente necesita también cierta cantidad de aislamiento
temporal durante este período para pensar en algunas elecciones importantes, por
su cuenta. A medida que los adultos jóvenes resuelven las demandas, a menudo
conflictivas, de intimidad, competitividad y reserva, desarrollan un sentido ético, el
cual Erikson considera la marca del adulto.
Estrés en el adulto joven

Los humanos cambian y crecen en muy diversos aspectos durante el período de


los 20 a los 40 años, edades límite aproximadas que la mayoría de los estudiosos
han establecido para definir al joven adulto. Durante estas 2 décadas se toman
muchas de las decisiones que han de afectar al resto de la vida, con respecto a la
salud, la felicidad y el éxito del individuo.

Es en esta etapa de la vida cuando la mayoría de las personas dejan el hogar


paterno, obtienen el primer empleo, se casan, tienen hijos y los crían, es decir,
tiene las principales transiciones. Para la sociedad, estos años son los más
importantes de toda la vida.

En adultos el estrés se da por diversas causas, pero las más frecuentes son a
nivel laboral (incapacidad para hacer frente a todo el trabajo, situación de paro,
problemas económicos etc., y ya es conocido como "estrés laboral") y familiar
(problemas en las relaciones con los otros miembros de la familia).

* Estrés laboral.

El estrés laboral es un fenómeno, cada vez más frecuente, que está aumentando
en nuestra sociedad, fundamentalmente porque los tipos de trabajo han ido
cambiando en las últimas décadas. Afecta al bienestar físico y psicológico del
trabajador y puede deteriorar el clima organizacional.

El ritmo de trabajo ha ido incrementándose, ya que con un número menor de


trabajadores tienen que alcanzarse mejores resultados.

No siempre las respuestas para hacer frente a las demandas tienen un carácter
negativo, ya que muchas veces son necesarias para enfrentarnos a situaciones
difíciles y para la supervivencia. Toda persona requiere de niveles moderados de
estrés para responder satisfactoriamente no solo ante sus propias necesidades o
expectativas, sino de igual forma frente a las exigencias del entorno. Y los niveles
muy bajos de estrés están relacionados con desmotivación, conformismo y
desinterés.

Por eso, se puede realizar la distinción entre eustrés o estrés positivo (nivel óptimo
de activación para realizar las actividades necesarias en nuestra vida cotidiana)
que ejerce una función de protección del organismo y distrés o estrés negativo
(nivel de activación del organismo excesivo o inadecuado a la demanda de la
situación) que provoca disfunciones en la persona.

Hay que hacer notar además el factor doble presencia, por el que las mujeres,
aparte de realizar su trabajo fuera de casa, suelen realizar y se responsabilizan de
la mayor parte del trabajo familiar y doméstico. Esto puede conllevar que las
mujeres sean más propensas a sufrir estrés laboral que los hombres.

Llamamos estrés laboral a un conjunto de reacciones emocionales, cognitivas,


fisiológicas y del comportamiento del trabajador a ciertos aspectos adversos o
nocivos del contenido, el entorno o la organización del trabajo.

* Estrés familiar.

Las cuentas, los niños, las tareas domésticas, relaciones de pareja ... todo puede
causar estrés familiar. Además del estrés diario, las crisis como un incendio o la
muerte de un familiar pone al máximo la tensión en las relaciones familiares. Sin
embargo, aprender a lidiar con el estrés familiar diario refuerza su familia y
también hace más fácil hacer frente a la crisis de la familia.

El estrés familiar es definido como reacciones emocionales adversas


experimentadas como presión o tensión para cambiar los patrones de interacción
o alterar la organización y funcionamiento familiar. En consecuencia, el estrés
parental debe ser considerado en varios niveles: el individual, el relacional
(subsistema parental así como las relaciones individuales padre-hijo y las
relaciones padres-hijos), y el nivel más general del sistema familiar. En todos los
niveles el estrés no es sólo una respuesta física a estímulos adversos, sino
también emoción o sentimientos de fuerte ansiedad y presión para cambiar la
actual parentalidad no funcional y los comportamientos de los niñios.

El reconocimiento, identificación y movilización de recursos familiares para el


manejo del estrés familiar ante situaciones que ponen en cuestión su
funcionamiento actual, puede convertirse en una oportunidad para negociar
procesos de adaptación del sistema desde una perspectiva de aprendizaje y
maduración familiar, en donde sus miembros se benefician en lo individual y
colectivo.

No obstante, la rigidez e intolerancia al cambio puede devenir en ajustes


autoritarios y de anulación al desarrollo individual, poniendo en riesgo la
pertenencia, afectividad y proyección de futuro del grupo familiar.

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