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ESTUDIO FILOSÓFICO DE LA VIDA

1. El Descubrimiento Filosófico de la Vida en las Sustancias Corpóreas.

En el mundo encontramos algunos cuerpos que tienen vida y otros que no la tienen. La vida
en este mundo se verifica en grados diversos, desde los organismos unicelulares hasta la vida
intelectiva o espiritual en el hombre. A fin de descubrir cuál sea la nota esencial del vivir, la
observación del fenómeno de la vida en los cuerpos merece especial atención sobre todo en
dos momentos: el comienzo de la vida y su final. Se trata de percibir la distinción entre el
hecho de tener vida y el de no tenerla, y para ello sirve observar cómo el proceso generativo
(por ejemplo, la reproducción de los vegetales) termina distinguiendo la nueva vida de la del
progenitor, constituyéndose una nueva “sustancia”... y cómo la muerte manifiesta la pérdida
de esa sustancialidad-vital. En la “concepción” de un nuevo ser humano, la materia (óvulo y
espermatozoide) es asumida en la unidad del “huevo cigota”; y así surge una nueva
sustanciaviviente. A partir de ese instante, el nuevo ser viviente tiene ya el dominio de
sus operaciones, independientemente de sus progenitores; despliega un maravilloso
conjunto de dinamismos de crecimiento y de perfeccionamiento en general; la madre sólo le
sirve de protección externa (le otorga el hábitat adecuado y le provee alimento). En cuanto a
la muerte de un ser humano, los médicos, quienes tienen la responsabilidad de declararla
oficialmente, atienden a la ausencia de ciertos movimientos que se conocen como centrales
de la vida (en el cuerpo). El apagamiento de la vida muchas veces es paulatino, perdiéndose
primero el uso de la actividad consciente, luego de la actividad sensitiva y finalmente de las
funciones orgánicas del cuerpo. Al constatarse esto último (ausencia de actividad cerebral-
cardio-respiratoria) el médico procede a declarar la muerte clínica. En todos los casos la
pérdida de la vida conlleva la desaparición de la propia actividad del viviente, lo que implica
no sólo que ya no alcanzará más perfecciones sino que no podrá sostener la que posee
bajo ningún aspecto. Aparece así en la observación del fenómeno de la vida el hecho de que
el viviente sea origen de cierta actividad propia que termina en sí mismo, en alguna
perfección propia, por ejemplo, perfeccionando su propio cuerpo (así los procesos de
la nutrición) o manteniendo la perfección alcanzada, mientras se pueda. Esta nota
característica del vivir tiene dos aspectos: consiste en primer lugar en cierto “dominio” de la
propia actividad, como origen primero de la misma, sin necesidad de provocación desde lo
exterior. En Filosofía esta nota característica del vivir se llama “semoventia” o auto-moción,
en grados diversos según la especie del viviente; y en segundo lugar el vivir implica que esa
actividad se dirige como a su fin hacia algo del propio sujeto que la realiza. Este segundo
aspecto corresponde a lo que se llama “acciones inmanentes” (de in-manere: permanecer
dentro), como se ve por ejemplo que la acción de nutrirse tiene su origen primero en el
viviente y va a parar a la perfección del propio cuerpo del viviente.
Y así podemos distinguir el viviente del “inanimado” porque éste último no se mueve sino
que es movido por otro y sus acciones son transeúntes o transitivas (que pasan a otro), como
cuando el fuego calienta o el serrucho corta, o un mineral reacciona con otro para formar una
nueva sustancia. A veces se pretende oponer a esta teoría de la vida el hecho de que los
minerales tienen alguna actividad propia porque todo ente actúa según su naturaleza, como
el hierro actúa con sus propias características en alguna combinación química. Pero no es
esto lo que negamos al afirmar el dominio de la propia actividad al que llamamos
semoventia; no consideramos a los inanimados como “pura pasividad”, pues esto equivaldría
a reducirlos a pura materia, pero nosotros hemos dicho que todo “cuerpo” es “materia-
forma”, y la forma es principio activo; la materia prima absoluta es inexistente. Con la
palabra semoventia significamos no solamente que la actividad emana según la propia forma
o naturaleza del ente sino que el propio ente es el origen primero de sus actividades vitales
en cuanto tales ; es decir, su actividad no viene provocada desde afuera como en el caso de
los entes inanimados. Nunca la actividad de una sustancia inanimada se dirige a la propia
perfección sino que pasa a otro (es transitiva o transeúnte, como dijimos). Los entes
inanimados no son entes que retienen la perfección sino que por ellos “pasa” como teniendo
por destino a otro, como se ve que unos entes se ordenan a la constitución de otros, sea como
materia, sea como ayudando a modo de causas eficiente subordinada, como el sol influye en
la construcción de la planta... Y cuando las plantas o los animales se usan para otro como
alimento, este hecho no se verifica “en cuanto son vivientes”, sino en cuanto son “cuerpos”
cuya disposición los hace aptos como alimento, y precisamente, para ser así
utilizados, deben morir y ser asimilados como mera “materia”. Veamos un texto fuente que
sintetiza lo que dijimos: “...de los seres, que ostensiblemente viven, podemos inferir a
quiénes pertenece el vivir, y a cuáles no. Mas la vida conviene claramente a los animales...
Es preciso distinguir los seres que viven, de los que no viven, según aquello, por lo que se
dice viven los animales: y esto se observa en la primera manifestación de la vida, así como
en su última. Ahora bien: el primer signo de la vida en el animal es la producción
de movimientos espontáneos propios; y decimos que vive, en tanto que estos movimientos se
observan en él; mas, cuando cesa de moverse por sí mismo, o es movido solamente por otro,
entonces se dice que no tiene vida o que está muerto. De donde resulta evidente que
son vivientes propiamente los seres, que se mueven por sí mismos de alguna manera... Así
pues se llaman vivientes todos los seres, que se mueven y obran por sí mismos...1.

2. La Unidad Sustancial de Alma y Cuerpo

La vida de las sustancias corpóreas se explica reconociendo que en su constitución el principio


formal-sustancial o “acto primeramente constitutivo de su ser sustancial” es algo especial,
viviente y dador de vida al cuerpo, y que llamamos “alma”. En efecto, toda sustancia corpórea
está constituida por dos co-principios: materia prima y forma sustancial. La forma sustancial le
hace “ser y ser lo que es”. Cuando hablamos, pues de alma y cuerpo, nos referimos a esos
mismos co-principios pero aplicados al ser viviente: el cuerpo es la materia que recibe la vida
del alma, que es la forma sustancial-viviente, como la forma del agua es la forma sustancial que
da el ser y el obrar como “agua”. Y así se prueba la existencia del alma, pues sin un principio
primero o forma que dé la vida, no hay manera de explicar la vida de los cuerpos. Y se define al
alma como “acto primero de un cuerpo orgánico que tiene la vida en potencia”. El vivir es acto
primero o sustancial que da el operar con propio dominio, como en las sustancias corpóreas da
toda una serie de capacidades operativas que se despliegan en el transcurso del “tiempo de vida”
(tema que en breve expondremos) y se dicen actos segundos.

“... Aristóteles no dice que el alma sea solamente el acto del cuerpo, sino acto de un cuerpo
físico, orgánico, que tiene la vida en potencia...se dice que el alma es el acto del cuerpo, puesto
que por ella el cuerpo existe, y está organizado y tiene la vida en potencia. Se dice empero acto
primero comparativamente al acto segundo, que es la operación...”

El alma no es un cuerpo, sino acto de un cuerpo, precisamente el acto que le constituye como
“viviente”. Es importante que vayamos recalando permanentemente en la distinción “acto-
potencia”, “forma-materia”. Tenemos que superar el modo “materialista” al que nos han estado
acostumbrando en las escuelas de nuestro tiempo, que no ven más que “materia”, aunque con
éste término no designan propiamente la materia sino algo “unificado” (lo que nosotros
llamamos “materiaforma”) con la intención de evitar nuestra distinción y así no comprometer el
pensamiento en una marcha hacia lo espiritual o forma pura. Si hablamos de cuerpo con vida, es
que no estamos hablando simplemente de cualquier “cuerpo”, sino de alguna composición
“materia-forma”, en la cual el cuerpo es materia receptora de una perfección o forma que es la
vida. Si los cuerpos viviesen por el sólo hecho de ser cuerpos, todo cuerpo viviría, lo cual es
absurdo; choca con la experiencia más elemental. Para tener vida, debe darse una
composición “materia-forma” muy especial, en la cual la forma sustancial no sólo otorga
la “corporeidad según determinada especie” sino que da la vida. “...se dice ser alma el primer
principio de vida, que anima a todos los seres vivientes (corpóreos); pues llamamos animados
a los seres (corpóreos) que viven, e inanimados a los que carecen de vida... es bien notorio que
no es alma cualquier principio de operación vital, pues en tal caso sería alma el ojo, que es
cierto principio de la visión (que es acción vital)... es evidente que el ser principio de vida o
viviente no es cosa que conviene al cuerpo, precisamente por ser cuerpo: de otro modo todo
cuerpo sería viviente o principio de vida. Conviene pues a algún cuerpo ser viviente...por ser
tal cuerpo; y lo que es tal en acto lo es en virtud de algún principio que se dice acto suyo...”.Y
si el alma es la forma sustancial de la sustancia corpórea viviente, debe estar presente como
“acto sustancial” en todo el cuerpo, porque nada sería parte de “algo” si no tuviese la forma
sustancial de eso. Así la forma sustancial del agua, está en cada molécula y en cada átomo; de lo
contrario, la parte que no esté recibiendo el ser de esa forma sustancial sencillamente no sería
parte de esa sustancia. El alma pues está tanto en el brazo como en los pies o en el cerebro... “...
si el alma estuviese unida al cuerpo únicamente como motor, se podría decir que no está en
cada parte del cuerpo, sino en una sola, por la cual daría movimiento a todas las demás. Pero,
estando el alma unida al cuerpo como su forma, es necesario que esté en el cuerpo todo y en
cada una de sus partes; porque no es forma accidental del cuerpo, sino su forma sustancial.
Pero la forma sustancial no es solamente la perfección del todo, sino también la de cada parte;
pues, componiéndose el todo de partes, la forma del todo, que no da el ser a cada una de las
partes, es una forma, que es composición y orden, como la forma de una casa; y tal forma es
accidental, mientras que el alma es una forma sustancial, y por consecuencia debe
necesariamente ser la forma y el acto, no solamente del todo, sino también de cada parte... el
acto está en aquello, de que es acto; y por lo tanto el alma está en todo el cuerpo y en cada una
de sus partes...”. Se ve entonces que las sustancias vivientes de este mundo están constituidas
por una unión “sustancial” de alma y cuerpo. Esto vale tanto para las plantas como para los
animales y el hombre. El hombre no es ni sólo el alma, ni sólo el cuerpo, sino el alma y el
cuerpo conjuntamente: “...la definición de los seres naturales no significa únicamente la forma,
sino la forma y la materia. La materia es pues parte de la especie en los seres naturales... dado
que debe pertenecer a la sustancia de la especie todo cuanto es común a la sustancia de todos los
individuos contenidos bajo esa especie...”.

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